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Apuntes para la historia de Guacarhue y

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SA 7
S
6710.5
The gift of
CONNECTICUT COLLEGE LIBRARY
HARVARD COLLEGE LIBRARY
APUNTES
PARA
LA
HISTORIA DE GUACARADE
Y
DE
PENCAHUE DE TALCA
POR
‫داده‬
Elías bizana
Estudio, publicado en La Revista CATÓLICA, corregido y
aumentado por el autor
Con licencia de la Autoridad Eclesiástica
SANTIAGO
IMP. Y ENCUADERNACION CHILE
CALLE SAN FRANCISCO, 75
1909
0.5
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2
HARVARD
UNIVERSITY
LIRDARY
( ( (
A
G
‫سے‬
5 3 9 ‫لا‬
‫درمحل‬
DEDICATORIA it
+
A vosotros, mis amigos; á vosotros los
que
fuisteis mis feligreses, en la parroquia de Gia
carhue, dedico este estudio histórico . Es incom
pleto é imperfecto, como que es solamente una
colección de datos, para facilitar la obra del
que se resuelva á escribir más tarde la historia
de esos pueblos. Es la labor del operario , que acu
mula .los materiales, para que el maestro exper
to construya un monumento . Este opúsculo no
contiene ni siquiera el mérito de simbolizar,
mis afectos; porque le daríamos un empleo inú
til, ya que he hecho una pública ostentación de
que, en Dios, son exclusivamente vuestros; sin
reservarme para mí ni siquiera el derecho de
- 4
dirigirlos; pues, todos ellos van solamente en
caminados á vuestro bienestar. Lo único, que no
os pertenecia , era este folleto de investigaciones
históricas, que para vuestro ex - cura encierra
desde hoy la suma importancia de ir dedicado á
vosotros. No tengo más que daros; porque mi
alma pertenece a Dios, y mi cuerpo á esa tie
rra , que me es querida; y en donde abrigo la
esperanza de que mis cenizas descansen revuel
tas con las vuestras.
Elias LIZANA M.
Ex - Cura y Vicario de Guacarhue.
ate en
que no
aciones
ucierra
-cado á
que mi
511 tie
APUNTES
100 la
PARA
LA
revuel
HISTORIA DE GUACARHUE
M.
arhue .
CAPITULO I
LOS
PROMA UCAES
A mediados del siglo XV, dos poderosos impe
rios gozaban de la primacía en el continente ame
ricano: Méjico y el Perú . Yupanqui, omnipotente
Inca del último de estos reinos, consideró como lí.
mites naturales de sus dominios los mares, que ba
ñan las costas de la América Meridional . Tevantó
poderosos ejércitos que, como los de Alejandro el
Grande, sometían á la autoridad de su monarca
todos los reinos que visituban . Chile, por la fertili.
dad de sus valles y la riqueza de sus minas , había
despertado la codicia en el corazón de los Incas,
desde tiempos muy remotos. Yupanqui fué traído,
como un dios, en hombros de sus vasallos, hasta el
.
-- 6
desierto de Atacama. Establecióse allí con su corte,
confiaudo el mando de sus ejércitos al príncipe Sin.
guiruca, quien avanzó hacia el sur con ánimo de
vo detenerse, hasta haber establecido el dominio de
los Incas, en los confines más australes de conti .
nente.
El generalísimo de los peruanos llegó victorioso
hasta las márgenes del río Cachapoal. Èste era el
lindero norte del país de los promaucaes, habitado
por tribus belicosas y celosás de su independencia
y de la integridad de su territorio, que, extendién :
dose de mar á cordillera, reconocía por límites, al
sur, las aguas del río Maule. Las pretensiones de
Singuiruca fueron trasmitidas con la prontitud del
rayo á los habitantes de los valles, como á los po
bladores de las selvas y las montañ -s. La funesta
noticia del peligro de la patria, concentró á todo
aquel pueblo guerrero en las inmediaciones del va
lle de Cachapoal.
En vano Singuiruca intentó seducir con prome
sas y subyygar con amenazas á los valientes pro
maucaes . Estos designaron el toquí que debía res
ponder á sus compatriotas del éxito de la jornada.
La voz lúgubre de cullcull había congregado á
millares de naturales en la parte amenazada del
país. Era el cullcull un cuerno que se tocaba en las
cinas de las colinas y en las cumbres de los mov
tes, vecinos á las rucarehues ó poblaciones de los
indios. Era la voz de rebato que electrizaba las al
mas del belicoso pueblo .
En tiempo de paz, era el país de los promaucaes
una república federal , en que cada tribu se goberna.
ba por sus caciques, especies de patriarcas ó jefes de
bilia . Pero en tiempo de guerra , el toqui ó gene.
ral en jefe era un monarca absoluto, al que some
tían su autoridad los caciques, quienes pasaban á
.
7 -
ser úlmenes, para formar la oficialidad del toqui. La
autoridad de éste no estaba sujeta á otros límites
que sus caprichos, ni reconccía más constituciones
ni costumbres que su propia voluntad . Sin embar.
go, una amplia democracia era la base en que des
cansaba la autoridad de los toquíes, los úlmenes y
los caciques. Éstos se reuníau en el lépum, en asam
blea general, cuando había que deliberar sobre
asuntos de trascendencia. El lépum era como un
campo de Marte.
Li einbajada de Singuiruca fué unánimemente,
rechazada por los promaucaes. La suerte de las ar :
was debía decidir . É ta fué adversa al invasor. Des
pués de una vergonzosa derrota, en que quedaron
cubiertas de cadáveres la riberas del Cachapoal, Sin.
guiruca volvió a pasar el río, que consideró desde
entonces como frontera y término del poder de los
Iucas del Perú .
Un siglo más tarde, en 1537 , la patria de los pro.
maucaes se veía nuevamente amenazada por las
invasiones del norte. Diego de Almagro, atravesaba
los desiertos de Atacama y victorioso avanzaba has .
ta el Cachapoal, tomando posesión del país en nom
bre del rey de España. Los atacameños y los ma
puches, habituados al dominio de un monarca
extranjero, no opusieron resistencia al audaz explo .
rador. Eu la conquista de su patria, veían solo un
cambio de señor. No así los promaucaes. Almagro,
desoyendo los consejos de los peruanos, que le re
presentaban el valor y el heroísmo de este belicoso
pueblo, atravesó el río, consiguiendo una victoria
parcial sobre los indios que defendían la ribera .
Alarmados éstos por un sistema de combate desco .
nocido hasta entonces para ellos, deslumbrados por
el aspecto imponente de las armas de los españoles,
aturdidos por el estruendo de los cañones y ame.
8
drentados por el uso de los caballos, como máqui
nas de guerra , cedieron al primer empuje de las
fuerzas invasoras. Repuestos del primer pavor, vuel
ven , como fieras, que se arrepienten de haber deja
do escapar su presa ; ya no sólo se defienden, sino
qiie obligan al enemigo á abandonarles el campo,
de que ya se creían reyes y conquistadores.
El paso del Cachapoal por Almagro fué un to.
que áá rebato, que conmovió al país de los promau
caes, yendo á repercutir sue ecos hasta las sombrías
selvas de la Araucanía . Por eso , cuatro años más
tarde, al llegar Pedro de Valdivia á las márgenes
del Cachapoal, se encontró con una línea de defen
sa al sur de este río. Los conas, ó soldados indige
nas, estaban provistos de flechas, arcos , lanzas, la
quis y macaras, teniendo a la vez un buen repuesto
de huesos, piedrezuelas y espines de pescados , que
acostumbraban engastar en las puntas de sus
lanzas.
Michimalongo, talvez de común acuerdo con los
promaucaes, había atacado a la ciudad de Santiago,
recién fundada el 12 de Febrero de aquel mismo año,
1541. Su salvación fué debida á la entereza de áni .
mo y heroísmo de doña Inés de Juárez, la primera
mujer española que vino á Chile. La presencia de
Valdivia se hacía necesaria en el país ya reconocido,
para reedificar la ciudad y pacificar a los indios de
Quillota y demás parcialidades del norte, que se
habían sublevado . Volver á Santiago, sin atacar al
enemigo, que le esperaba en actitud de combate,
sería una retirada que los promaucaes interpreta
rían como una fuga , que iría á en valentonar á los
que, amedrentados, habían abdicado de su libertad ,
cobardes, aún antes de preseniar batalla.
La designación del toquí en esta acción de gue
rra, probablemente se había hecho en la persona
9
-
del cacique de Guacarhue. Fortificárouse los natu
rales en una trinchera, que los españoles designa
ron con el nombre de Fuerte del Barbudo, aludien
do á las largas barbas del toquí. Su nombre hap
creído algunos que era el de Cachapoal. Valdivia
obtuvo sobre los indios un triunfo tan espléndido,
que aquel primer combate fué decisivo en la paci .
ficación del territorio de los promaucaes, en una
extensión de más de cuarenta leguas . Al infortu
nado toquí se le permitió retirarse, en condición de
un rey vencido y en calidad de huinca, cacique
aliado, al extremo poniente de la parcialidad de
Guacarhue. Allí sería el cacique de la reducción de
la isla que formaba el río Claro con los dos brazos
en que se dividía el río Cachapoal, en la Punta del
Viento. El brazo del oriente seguía al sur, al pie del
cordón de cerros del Romeral, y hacia el sur por el
oriente de Zúñiga , se unía con el río Caro, que
tiene cu coufluencia con el otro brazo del Cacha
poal , al pie de la Punta de Peumo. Aquella isla y
el cerro que, solitario, se eleva en el centro de ella,
tomaron el nombre de Toquihua, ó sea, posesiones
del toquí, nombre que conserva hasta nuestros días;
pero sin ser en la actualidad una isla , porque todas
las aguas corren ahora , unidas, por el brazo ccci.
dental, en que entonces se dividían . Sólo en años
de creces del Cachapoal, las aguas de este río, sa
liendo por la Purta del Viento , amenazan la pinto
resca población de Zúñiga .
Los indios en sus desvelos por la independencia
de la patria , babían establecido poblaciones en las
fronteras de su país, en los puntos más expuestos
ó menos seguros; como eran los vados de los ríos ó
las abras ó lugares en que se abrian las serranías,
dejando en comunicación los pueblos ó lugares con
el valle central . Toquibua era sin duda considerada
- 10
como una fortaleza por su situación estratégica, en
el punto de convergencia de los valles de Guacar
hue y Taguatagua, al lado del vado que conduce a
Peumo y enfrentando con Idahue y parcialidades
de Coltauco .
Al norte de Ñaicura y del cerro de Guipilmau ,
hacia el oriente de Coinco y con vista á la reduc.
ción de Doñihue, esta ba Copequén, pueblo de im
portancia en los primeros tiempos de la conquista.
Copequén fué el asiento de las autoridades eclesiás.
ticas y civiles de aquende el Cachapoal, que tenía
por jurisdicción talvez el territorio que hoy forma
la provincia de Colchagua.
En las inmediaciones de Toquihua y de las re
ducciones de Guacarhue, Tilcoco, Corcolén, Tunca
y Taguatagua, debieron los españoles establecer
algún fuerte, que, en caso de levantamiento de los
naturales, pudiera servirles de baluarte en que sal
var su vida y sus intereses. Estos fortines, en mu
chos casos consistían sólo en grandes corrales de
gruesos trozos de madera, que el vulgo designaba
con el preciso nombre de estacadas. Esta presun
ción está robustecida con el nombre de Estacada,
que tenía en tiempo de la colonia, todo el territorio
que, vecino á Guacarhue, en una extensión de tres
leguas dividía con la isla de Toquihua. La mayor
parte de estos terrenos, aunque subdivididos, con
beryan el inismo nombre.
Hemos dicho: que la ciudad de Santiago fué fun .
dada el 12 de Febrero de 1541. Con esto bernos
querido manifestar el respeto que nos merece la
autorizada creencia general , basada en la opinión
de Rosales y Carvallo Goyeneche, historiadores del
tiempo de la colonia . Sin embargo , creemos más
aceptable el sentir de Ovalle, Olivares, Gómez de
Vidaurre y Antonio de Herrera, que afirman: que
- 11 -
la ciudad de Santiago fué fundada el 24 de Febrero
de 1541 .
Los sostenedores de la primera opinión , que es
la que se ha seguido generalmente basta hoy, se
fundan en que así lo afirma Luis de Cartagena, es
cribano del Cabildo. Eu 10 de Enero de 1514, fué
autorizado Cartagena para insertar en un libro y
rehacer lsis actas que hasta entonces se conservaban
en fragmentos de cartas, en retazos de papel ó pe
dazos de pergaminos.
Los sostenedores de la segunda opinión que, con
el trascurso de los tiempos, se ha de abrir paso para
prevalecer sobre la primera la hacen despre: derse,
como de fuentes de indiscutible autenticidad de
algunas cartas de don Pedro de Valdivia , el funda
dor de Santiago, y corroboran su aceito con argu
fuentos у raciocinios muy dignos de ser tomados en
cuenta .
En una carta, escrita desde la Serena, el 4 de
Septiembre de 1545, dice Valdivia al emperador
Carlos V : « en un sitio donde fundé esta ciudad de
Santiago de Nuero Extremo; en nombre de V. M., en
)
este dicho valle, como llegué á los 24 de Febrero de
1541. »
En otra carta, fechada en Concepción el 15 de
Octubre de 1550, dice al mismo rey : « poble en un
valle que se llama Mapocho, doce leguas de la mar la
ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, á los 24 de
Febrero de 1541, formando cabildo y poniendo jus
ticia » .
En una instrucción, dada por el mismo Goberna
dor, don Pedro de Valdivia, á Alonso de Aguilera,
le observa que haga presente á S. M.: que fundó la
ciudad de Santiago del Nuevo Extremo a los veinte e
cuatro de febrero del año de mil e quiniento e cua
renta i uno formando cabildo e rejimiento » .
12
Ee aceptable suponer al fundador de Santiago
error y olvido de esa fecha de especial importancia
para él ; y que en beneficio propio cita en documen
tos que debía leer el mismo rey, y que debían ser
examinados por las Cortes?
No podemos dejar de comprender que corremos
el peligro de que se nos tilde de disidentes en ma
teria de verdades históricas , cuando afirmamos: que
creemos que la ciudad de Santiago no fué fundada
el 12 sino el 24 de Fibrero de 1541 .
CAPITULO II.
CREENCIAS Y COSTUMBRES DE LOS PROMAUCAES
Respecto de Dios tenían nuestros aborígenes ideas
tan absurdas y creencias tan extravagantes como
todas las de los pueblos que, sumidos en la barbarie,
carecían de las luces de la Revelación . Sin einbar
go, en cuanto a los principios fundamentales del
alma y Dios, aventajaban à la mayor parte de los
primeros pobladores de las diversas potencias del
continente americano . Creían en la existencia de
un Dios invisible, del cual dependerían otras divi .
vidades secundarias, que tendrían á su cargo las
atenciones de menor importancia.
Sin embargo, no se cuidaban de erigir templos
á Dios, ni de rendirle culto externo, que pudiera en
alguna forma significar la fe invisible de sus cora
zones . Los sacrificios eran muy raros entre ellos .
Respecto a la ivmortalidad del alma, había upi .
formidad de ideas; pero no así en cuanto a la mane
13
ra de imaginarse la vida futura . Algunos adinitian
el castigo en la otra vida , mientras otros lo recha
zaban; y la mayor parte de ellos profesaban la
creencia de la igualdad de premio. E los concebían
la vida futura como un estado de completa satisfac
ción a las exigencias de la sensualidad del hombre;
y se explicaban de un modo muy superficial la eter
nidad de esa vida . Los naturales de Chile no tenían
establecido entre ellos el sacerdocio; como conse
cuencia lógica de esto reinaba el más completo
aparquismo de ideas; bien que poco se preocupa .
ban los indios de Religión .
En cuanto a la moralidad, podríamos decir, sin
tenor de incurrir en exageración : que la coutineu
cia era desconocida entre ellos ; y la lascivia y la em
briaguez constituían sus placeres habituales.
Los sentimientos de los indios de Chile eran muy
nobles. Para con los extranjeros eran hospitalarios
y extremosamerte obsequiosos. Del patriotismo, en
su amor á la libertad , hacían el más sagrado de sus
deberes, y todo lo posponían, tratándose de mante
ner su emancipación personal y la independencia
de la patria. Para ellos la afrenta más ominosa que
podía envilecer al hombre, era aquel servilismo for
zado, que con el nombre de esclavitud , adınitieron ,
ó por lo menos por largo tiempo toleraron, los pue
blos civilizados.
Eu lo que respecta al matrimonio, los indios acep
taban la poligamia, sin que fuera obstáculo para
ella ni el primer grado de consanguinidad siquiera,
en cualquiera de sus órdenes. De consiguiente, el
matrimonio era entre ellos como una especie de
transacción comercial, en que la mujer, como entre
los pueblos más adelantados del paganismo, era una
simple propiedad del hombre, para su uso y como:
didad. La virgividad de la mujer no se apreciaba
14
entre ellos; y era lo común , que llegara sin ella a
tálamo nupcial, sin que esto ocasionara el menor
motivo de inquietud al marido. El indio hacía pe.
sar sobre sus mujeres el más grosero despotismo,
como que concebía el matrimonio como un medio
de constituírse señor de quienes debían esmerarse
en prodigurle toda clase de comodidades. La escla
vitud , que tanto repugnaba al indio, sin darse cuen
ta , la tenía establecida en el matrimonio. La mujer
era quien debía labrar la tierra y proveer la casa,
reservándose sólo para el hombre aquellos trabajos
que requerían mayores esfuerzos .
Si delinquía la mujer, era castiguda sin piedad ;
y ella, resignada, tenía que soportar el castigo, aun
que al marido no asistiera más derecho que la
fuerza , y en la mujer no pesara más delito que six
natural debilidad . El orden de antigüedad consti
tuia la jerarquía de las mujeres en el hogar.
La ceremonia del matrimonio consistía general
mente en un rapto ficticio, en forma determinada ,
en que el novio arrebataba de la casa de sus padres
á la mujer, con aparente resistencia de ésta y con
fingida oposición de aquéllos, que en unión de la
familia simulaban una verdadera batalla, para evi.
tar que el pretendiente la llevara. Éste la conducía
á la fragosidad de la montaña ó á las sombras de
las selvas ; de donde regresaba. después á cancelar
el convencional valor de la mujer; como para resar
cir á la familia de los perjuicios , que le causaba el
matrimonio de la mujer ; lo que querían significar
al oponerse a su salida de la casa. A esta ceremonia
seguía ordinariamente una orgia, con que el amante
festejaba á ambas familias y á sus más íntimas re
laciones. La duración de ella dependía de los recur.
sos con que contaran los contrayentes. En esta
- 15
clase de fiestas, era desconocida la continencia y muy
escaso el pudor.
Fácil es comprender la resistencia que debería
inspirar á los indios una religión extranjera , im
puesta entre los estruendos de la guerra, por el mis
mo conquistador; religión que condenaba sus cos
tumbres é innovaba entre ellos hasta la forma de
constituir la sociedad conyugal . Sin embargo, hubo
menos resistencia de la que era de esperar de un
pueblo indómito, como era el que forinaba la re za
de los indios de Chile. ¡Cosa rara! Nuestros vatura
les, desde el primer momento, co:nprendieron la su
blimidad de la doctrina evangélica; y distinguieron
al mismo tiempo la diferencia de conducta que ha
bía entre el soldado, que practicaba la religión cris
tiava , y el aventurero que, obrando sólo á impulsos
de una insaciable sed de oro, se entregaba a los vi
cios más execrables, cometiendo contra ellos los
actos de barbarie y cruedad más inaudita que com :
cebir pueda la más sórdida avaricia .
Los indígenas vivían ordinariamente en familia ,
en los lugares de mayores recursos naturales, para
una cómoda subsistencia, sin imponerse mayores
sacrificios. Las frutas silvestres y la carne consti
tuían sus alimentos de preferencia; y unas y otra
eran fáciles de obtener.
Les rucas eran habitaciones semejantes á los ran
chos de puesiros campos y á los que, para afrenta
de nuestra patria, forman los suburbios de las ciu
dades. Aquellas humildes chozas distaban unas de
otras lo suficiente, para evitar los gravísimos incon
venientes que resultan de las agrupaciones de fa
milias, en un país en donde no babía más ley que
la de la fuerza, y en donde, si es verdad que se
vislumbraba á Dios, no se conocían sus mandamien
16
tos; y en donde apenas se reputaban por faltas los
crímenes más enormes .
Los que vivian de la caza, que eran muchos, por
acomodarse este ejercicio á su indole guerrera , es .
tablerían sus rucas á inmediaciones de los bosques
ó en faldas de cordillera. Los que gustaban de la
ganadería, que sólo erau unos pocos, fijaban sus
viviendas en las prominencias de los valles, para
poder desde la casa tener a la vista sus ganados.
Los que se dedicabau á la agricultura preferían las
vegas ó parajes húmedos, que desiganban con el
nombre de rulos. El beneficio del riego artificial fué
desconocido para ellos, hasta que lo implantaron en
este suelo los Incas del Perú. Estos dieron algún
impulso á la agricultura , introduciendo entre los
chilenos el uso de los huanacos, en las labranzas de
las tierras . Hasta esa época se trabajaba sólo con el
brazo del hombre, ayudado de los instrumentos de
madera que había inventado su propio ingenio . Pa
rece que el valle de Ocoa fué uno de los principales
centros de la civilización incaica .
A la agricultura no se le daba mayor importan .
cia . Consistía apenas en el cultivo del maíz, los fre
joles, la quinoa y pequeñas cantidades de uno que
otro cereal, además de los mencionados. Los usos
de la quinoa en bebidas, en guisos y como harina,
hicieron que los indios la cultivaran, en el valle de
Cachapoal, en tal escala que la producción abun .
>
dante de ella le valió el nombre de Requinoa á un
dilatado campo, en la productiva zona que se ex .
tiende entre el citado río y el Claro , al pie de la cor
dillera . Las calabazas eran un bocado que sabía
bien al paladar de los indios ; por eso dedicaron al.
guna atención á su cultivo y esto muy en particular
en las inmediaciones de Toquigua, como parece de
jarlo comprender el nombre con que designaban
17
una buena extensión de aquel valle Pencahue, que
significa en su idioma, lugar de calabazas.
El maíz les servía de alimento; pero el empleo
mas importante que de él se bizo , fué para la fa
bricación de muday, bebida de que gustaban mucho
los naturales de Chile. También destilaban licores
de frutas y de semillas de molle y litre; como igual.
mente preparaban bebidas de maqui y de infusio
ues de culén . Esta última es considerada como un
excelente tónico estomacal. Con la importación del
trigo, cachilla como lo llamaron los indios, y con la
asombrosa propagación de la vid , descuidaron los
naturales el cultivo del maíz por creerle innecesario,
al verle tan ventajosamente reemplazado en sus
Usos por el cereal y planta, traídos por los espa
ñoles .
Confirmación de la creencia de la inmortalidad
del alma de los primeros pobladores de este país es
el rito que observaban en la ivhumación de sus ca
dáveres . En las cumbres de los montes ó en el cen .
tro de las islas tenían cementerios para sus caci .
ques, como los había en las selvas y al lado de cada
reducción para los hijos del pueblo. Esos cemente.
rios en desorden erau conocidos con el nombre ge
bérico de eltiin .
Había uu sinuúmero de estos en la inmensa selva ,
que, en una extensión de doce leguas, se dilataba en:
tre la isla de Toquilua y las faldas de la cordillera. En
tiempos muy remotos, la mayor parte de este valle de.
bió ser el lecho común de los ríos Cachapoal y Claro,
que, juntándose un poco al occidente de la cordillera,
inundaria aquellos campos, al pie de los cerros
que les sirven de barrera en buena parte de su cur
80. Por otra parte, en algún gran cataclismo ó des
helo de la cordillera, el Cachapoal inundó los cam
pos APU
de NTE
Doñihue, de Coínco y de Coltauco; 2y , pro
S
18
fundizando con suma facilidad en las capas vegetales
de aquel terreno, que tiene muchos metros de espe.
sor, formaría el cauce que ahora tiene. El más su.
perficial estudios de estos valles lleva al profundo
convencimiento de la realidad de estas hipótesis,
que reputarán algunos de simplemente antojadizes.
En la hacienda de Naicura se deja ver claramente
la verdad de lo que venimos sosteniendo. Se nota
perfectamente el lugar que ocupó el cauce del río
Cachapoal o de algún brazo que de él se desprendía.
Don Carlos Campino L. ba gastado ingentes sumas
en hacer desaparecer esas hondonadas y en limpiar
esos feraces campos de la enorme cantidad de pie .
dras, que hasta esos puntos arrastraron las aguas
del río que los bañaba. De erial pasó aquella región
á ser un suelo exuberante.
De la antigua selva de que venimos hablando
quedan restos todavía en Cailloma, Quechereguas,
Guacarhue, La Patagua , La Esmeralda, Tilcoco, La
Quinta y La Estacada. La mayor parte de ella,
hasta hace pocos años, era conocida con el nombre
de Naicura . Han tenido que invertirse grandes ca.
pitales para poder formar de aquellos bosques las
valiosísimas haciendas de Apaltas, Camarico , La
Esmeralda , Naicura , Santa Isabel, Cailloma y
Patagua .
La
En aquella gigantesca obra de desecación del
campo y extinción del bosque, que emprendió con
éxito halagador don Raimundo Larrain Covarru
bias en La Esmeralda, descubrió algunas sepulturas
de indios. Éstos son elocuentes vestigios de que
aquellos bosques debieron de formar alguna de las
selvas sagradas, en que ocultaban sus cementerios
los naturales, en el tiempo de la conquista de su
patria por los españoles.
Entre algunos aborígenes se acostumbró emplear
-- 19
por ataúd una tinaja de greda ó algún trozo de ro
ble, de canelo, de lingue ó de arrayán , que, labrado
en forma de canoa , aguardaba aquellos despojos de
la muerte. La inhumación del cadáver no precisaba
ev manera alguna la fecha de la muerte. Retarda
base la sepultación semanas y á veces meses, tiempo
que guardaba relación con los recursos del extinto.
Pero esto no era lo común .
El deudo más inmediato debía anunciar, á los
parientes y á los amigos del extinto, la funesta nue.
va . Éstos acudían al hogar del difunto y deposita
ban al lado del cadáver, vestidos, licores y alimen :
tos, que como provisiones de viaje, juntos con sus
armas de defensa , se depositaban con el cadáver en
el sepulcro.
A la sepultación precedían algunos ritos , que ja
más podían omitirse. De intervalo en intervalo se
oían las lúgubres notas de la trutruca, á que inme.
diatamente seguían los fingidos ó naturales alaridos
que, como suprema expresión del dolor, lanzaban
los deudos y amigos del difunto. Era la trutruca un
instrumento formado con una caña de bambú, con
un cuerno en uno de sus extremos . La trutruca se
tocaba con el objeto de hacer saber á Pillán , el de
monio, que aquel cadáver estaba rodeado de valien
tes, dispuestos á defenderlo, si él pretendiera arre.
batarlo. Al sonido de la trutruca, que equivalía
también á una voz de alerta , salían algunos de los
deudos, blandiendo lanza y asestando golpes en el
aire, alrededor de la casa , como quien combate al
enemigo. Esto se repetía con más frecuencia en la
noche.
Llegado el momento de la sepultación , la nota
dominante de aquella fúuebre ceremonia era el llan
to de los dolientes .
Al lado del cadáver se depositaban algunas vian .
20
das , alguna cantidad de licor de que más gustaba
en vida y las ofrendas que, como últimos obsequios,
le presentaran eus parientes. Sobre el sepulcro se
colocaban ramas de canelo, que simbolizaban la paz
y el triunfo , después del supuesto combate con el
Pillán, dios de una región de fuego. En algunos
casos se hazía arder una hoguera, por algunos días ,
al lado de una tumba , si el extinto era una pereo .
na meritoria á la nación, para que aquella coluinna
de humo, que salía del sepulcro, al extenderse por
el firmamento , atrajera fortuna para la patria . Des
pués de la inhumación, seguía una bacanal, que
era como el último rito de la ceremonia de una
sepultación .
CAPITULO III
LAS ENCOMIENDAS ( 1 )
En el siglo XVII, en donde imperaba España,
allí reinaba Dios y florecía la civilización. Esto no
obstaba á que algunos soldados, de aquellos que
posponían á las conveniencias personales, la gloria
de su patria y los mismos intereses de la religión
( 1 ) Cuando La Revista Católica, en 7 de Diciembre del
año 1907, dió publicidad á este artículo, levantó una terrible
tempestad contra elá autor de parte de personas, que se han
dado por aludidas, a pesar de que se habla on él del estado
de los inquilinos , en todo el país en general ; y á pesar de
claramente se establece en él : que hay hacendados bue
nos y que hay hacendados malos. No reconozco que exista
que
fundamento para que se le haya acusado de Socialista . Lo
hemos conservado literalmente.- EL MISMO AUTOR.
- 21
católica , hicieran de una y otra , en Chile, baldón y
escarnio á los ojos de los naturales.
La disciplina militar en este país tenía que ser
una ordenanza de contemporización, por encontrar
se los españoles en un país extranjero, á algunos
meses de navegación de la patria, y en medio de
eneinigos, con quienes se mantenían en una cons
tarte guerra . Se requería una delicada prudencia,
para poder reprimir los abusos, sin que las medidas
correctives ocasionaran disturbios o inconvenientes.
Las mismas crueldades de los conquistadores se
atenúan, si tomamos en cuenta que aquellos hom .
bres habían nacido en medio de los estruendos ó
cuando aún vibraban los ecos de una guerra de
exterminio y represalias, sostenida contra los mu.
sulmanes. Acostumbrados á no dormir en paz ,
mientras un enemigo pisara el suelo de la patria,
no podían wirar sin recelo, ni menos simpatizar
con aquella raza de guerrercs . En el Perú , como en
el resto de América, habían empeñado batallas para
presenciar capitulaciones y ver los reyes de los na.
turales , rendidos á las plantas del vencedor, ocul.
tando sus tesoros, por reconocerse impotentes para
defenderlos.
No nos asombremos entonces de la io humanidad
del invasor. Sin pretender justificarle, disculpemos.
le sus inconsecuencias; que son soldados que obrav,
heridos, en eu orgullo de militares y de españoles,
por la altivez de los indios, que, siendo derrotados
en numerosos combates, indómitos, no se recono.
cen jainás vencidos; y eternizan una sangrienta
guerra, que les mantiene alejados de eu patria.
A lo dicho agréguese la diferencia que existía
entre la civilización de entonces y la de ahora. Ade.
más, debemos tomar en cuenta la división de cas .
tas de la época, en aquella monarquía . Nosotros, en
22
pleno siglo XX y con el sistema de gobierno repu
blicano, apenas podemos concebir el estado de ab .
yección en que se tenía á la porción degradada de
la humanidad, en aquellos tiempos en que la escla .
vitud era tolerada por la Iglesia y autorizada por
los reyes más católicos . ¡ Cómo se horroriza uno, al
pensar siquiera, que muchos de los conquistadores
llegaban á negar al indio el común origen en nues
tro padre Adán!
No nos admiremos rle actos de barbarie de los
conquistadores , eu medio de los ardores y enconos
de la guerra . Creemos no avanzarnos al decir: que
nosotros, los chilenos, que tanto nos vanagloriamos
del sistema de gobierno, que rige en nuestro país;
nosotros que hacemos un ídolo de la libertad , exce .
demos en mucho á la barbarie de los españoles.
Estos odiaban á un pueblo sobre el cual se creían
con derechos de conquista, y se vengaban de él ,
porque sus guerras interminables costaban más di.
nero y sangre á España , que la conquista de todo
el resto de la América .
Nosotros ¿qué hacemos ? Despojamos al araucano
del resto de tierra de un país , que le habíamos asig
nado y reconocido como dominio. En silencio, para
que el mundo no se asombre y vitupere nuestra
iniquidad, con la opresión extinguimos aquel resto
de e £ partanos, que debía conservarse como una re .
Liquia de una raza de héroes, á las generaciones
venideras. El araucano, oprimido, reclama; y, veja
do, se querella ; pero nosotros no escuchamos su
voz ni oímos sus lamentos, basados en la equidad
y la justicia .
De seguro que el araucano preferiria verse des.
pojado de sus domivios, en el campo de batalla ,
antes que en una forma que el califica de latroci .
23
nio, por no encontrar en ella más derecho que el
que concede la fuerza .
Los españoles se repartían entre sí las minas y
los valles del territorio conquistado. Esta distribu
ción de terrenos constituía un repartimiento. El dis
trito asignado á cada favorecido, formaba una en .
comienda ; y el poseedor se llamaba encomendero. El
derecho a encomiendas facultaba en un principio
al encomendero para poder hacer trabajar á los in
dios, establecidos en ellas, en beneficio propio del
favorecido. Esto se prestó á inconcebibles abusos.
Los reyes dieron severas órdenes en favor de los
naturales; pero ellas eran desatendidas. Los excesos
de los encomenderos ocasioparon sublevaciones,
que fueron muy funestas para la metrópoli. La po .
blación disminuía considerablemente. Muchos su
cumbían en el trabajo, otros emigraban hacia
Arauco , por verse libres de la ominosa serviduinbre
al vencedor. Aquel pueblo no estaba habituado al
trabajo, sing á una vida de molicie.
A tanto extreino llegó la dureza de los encomen :
deros para con sus encomendados, que hubo nece .
sidad de reglamentar el servicio de los naturales de
las encomiendas. El licenciado Santillana, por en .
cargo del Gobernador don García Hurtado de Men
doza, recorrió el país, inponiéndose del estado de
las encomiendas y oyendo las quejas de los indios
contra sus señores . El mencionado Visitador ex .
puso: « que se acostumbraba hacer trabajar a los
indios como si fuerau bestias de carga » .
Presentó al Gobernador un proyecto de rig'a
mentación sobre encomiendas, que luego pasó á ser
ley del reino, con el nombre de Tasa de Santillana.
La Iglesia la combatió , por reputaria gravosa para
los indios, é injusta en sus fundamentos. Con ella
24
se rompía eólo el primer eslabón de las pesadas
cadenas de una simulada esclavitud .
Se instituyeron nur vos cargos de administraciór,
en las encomiendas. Se nombró defensores de los in
dios, que debían relar acerca del cumplimiento de
las nuevas ordenanzas. Estos abusaron del mismo
cargo, para oprimir á los indios, despojando á su9
protegidos de sus bienes y sustrayendo del erario
real los censos que le correspondían. El Iltmo, se
ñor Medellín , en carta que dirigía al Rey , con fe
cha 15 de Abril de 1580, le decía: que «en lugar de
Defensores se les debía llamar Destructores de los
indios: » y luego añade, refiriéndose á su visita por
el territorio de la diócesis : <« En los pueblos veían
mis propios ojos que todos los indios é indias que
en ellos estaban, ansi viejos , como mozes, viejas é
mozas, niños é niñas, y aún los ciegos y cojos, to
dos estaban ccupados en trabajos é ocupaciones de
sus encomiendas y peor tratados que si fuesen sal
vajes » .
Dice el señor Medellín que: « algunos indios, des
pués de haber trabajado más de ireinta años , en el
laboreo de las minas, no han visto en toda su vida
ni un solo tomín » . En carta de 4 de Junio del mis.
mo año, dice al Rey Felipe II « que los naturales
eran tratados como esclavos , y aún peor que es
clavos » .
Creyó el caritatiro prelado , que no se podía ab .
solver á los encomenderos que, reincidentes, áa pesar
de confesai se anualmente en la cuaresma , conti
nuaban en sus actos de barbarie y de despojo de
los bienes de los indios, apropiándose de su trabajo,
y reteniendo lo injustamente percibido. Prohibić á
los sacerdotes de sus diócesis dar la absolución á
encomenderos, que no presentaran cédula de auto
rización para ello, firmada por el Obispo. Antes de
25
darla , el Prelado exigia de cada uno de ellos firmar
una solicitud , en que pedían al Gobernador, que
para descargo y quietud de sus conciencias, esta
bleciera nueva tasa de tributos y trabajos de obli
gación de los indios de las encomiendas del obispa .
>
do de Santiago. Esta medida dió un resultado exce .
lente. Dictó el Gobernador una nueva tasa , que se
llamó de Gamboa, por su nombre, Martín Ruiz de
Gamboa . Por ella e declaraba abolido el trabajo
forzoso de los indios de encomiendas, y se les nom
braban cuatro regidores, encargados de velar por el
exacto cumplimiento de esta ley. El indio debería
pagar en lo sucesivo, nuere pesos anualmente al
encomendero. El señor Medellín no quedó satisfe
cho con su triunfo á favor de sus queridos indíge.
vas. Decía : que esta tasa era todavía dura para los
naturales. Los encomenderos, por el contrario, la
calificaban de tasa agria para ellos. Apelaron, pero
sin efecto .
Los eclesiásticos siempre estuvieron defendieado
los intereses de los naturales, que eran víctimas de
la avaricia é implacable ambición de los encomen
deros . El Obispo de La Imperial obtuvo que la tasa
de Gamboa, dictada para la diócesis de Santiago, se
hiciera extensiva también á las encomiendas de su
obispado.
Algunos sacerdotes, en medio de su ardoroso celo
y caridad para con los pobres indios, en vista de
que las sublevaciones de éstos eran ordinariamente
un necesario efecto de los demanes y crueldades
de sus compatriotas, llegaron á condenar la guerra
ofensiva á los naturales. La guerra no era el medio
adecuado para convertir al araucano, dice un escri
tor contemporáneo, La guerra no podía tampoco
justificarse con la necesidad de propagar la reli.
gión, que no ha menester de ejércitos ni de sangre
26
para conquistar los corazones ; los españoles no te
nían derecho alguno para despojar al pobre indíge
na y obligarlo á servir cual si fuera su esclavo.
Por desgracia, la tasa de Gamboa debía revocar
se pronto . Los encomenderos la consideraron rui.
mosa para sus intereses . Con la llegada del nuevo
Gobernador á nuestras playas, consiguieron los en :
compenderos su triunfo sobre los indios. Don Alonso
de Sotomayor fué recibido á su llegada á Santiago,
bajo arcos triunfales; y aclamado como no lo eran
talvez los reyes después de haber obtenido victorias
sobre los enemigos de la patria. La abolición de la
tasa de Gamboa era el objeto á que con aquellos
vitores se aspirabs; recompensa que los organi
zadores de las manifestaciones no tardaron en re
cibir.
Sin embargo, los Obispos no abandonarán en sus
desgracias a sus diocesanos oprimidos; y jamás des
mayarán en la defensa de su causa , que es la causa
de la justicia y el grito de la caridad .
Nos horroriza como á hombres, y nos conmueve
como á cristianos, la aflictiva condición á que se
dejaba reducidos á los pobres naturales, al come
terles nuevamente al vasallaje de los españoles.
¡ Cuánta inhumanidad de parte de sus señores!
¡ Qué crímen tap enorme! ¡ Qué vejámenes tan inau
ditos! ¡ Qué hombres tan sin entrañas! ¡ Qué instin
tos tan sanguinarios! Estas son las exclamaciones,
que saltan á nuestros labios, al leer las descripcio
nes, que nos hacen sobre el particular los historia
dores de aquellos tiempos. El Diccionario nos pa
rece defectuoso, en materia de palabras duras , para
protestar contra la iniquidad de los españoles, por
el crimen cometido por los dueños de encomiendas.
Declamanos, elevamos el grito al cielo poh tiempos
de los Reyes! ¡aciaga época de la monarquía! ¡Qué
- 27
diferencia con nuestros tiempos!... y siguen las
lamentaciones.
Ahora pregunto yo: ¿qué diferencia existe entre
la aflictiva condición del indio de encomienda y la
triste situación del inquilino de nuestras haciendas ?
¿Qué diferencia se halla entre la tiranía de los eu .
comenderos españoles y el despotismo de alguuos
de nuestros hacendados?
Nos vemos en el triste deber de responder que:
poca , y muy poca . Menos de la que debiera existir
entre la colonia de una monarquía y un país libre,
con régimen republicano. Esas ideas de socialismo
no son en parte el resultado del sistema de expo .
liación del inquilino de las haciendas? ¿ No es en
ellas donde se engendran los gérmenes del odio
contra los ricos, que les oprimen , acrecentándose
después , al emigrar á las ciudades, huyendo de las
haciendas, en donde la vida les es insoportable ?
Pero , sea dicho, en honor de nuestra patria , que
hay muchos hacendados, que combaten la opresión
al pobre y que se apropian sus desgracias. Estos
sentimientos de filantropia cristiana hace
de ellos
los ídolos populares .
El inquilino de nuestras haciendas ordinaria
mente recibe un salario, que no sube de la tercera
parte de los sueldos, que se pagan en los campos.
Las otras dos terceras partes se las reserva el pa
tror para sí, como pago de arrendamiento por la
habitación, que casi siempre es un rancho misera .
ble, rodeado de un pedacito de tierra , que no pro
duce; porque se siembra desde el día en que se
construyó el rancho . Se le da, coino ración de cha
cra, un retazo de terreno, que en las más de las
haciendas es un cuarto de cuadra, y en las mejores
suele llegar hasta media cuadra. Además se les da
permiso para que crien cierto número de animales,
28
en los terrenos que no aprovechan las haciendas.
Pero ¿podrá el pobre tener esos tres o cuatro ani:
males, siendo que no gana para vivir ? Esto es un
beneficio meramente nominal, ya que no pueden
reemplazar los animales con otros ajenos, que en
este caso les daría la utilidad del talaje .
El inquiliro tiene obligación de trabajar desde ei
alba hasta la noche durante todo el año; en muchas
haciendas hasta los días festivos. Es un empleado
por años, que sufre el bombre y la desnudez en el
invierno, porque en los días de aguacero no tiene
sueldo. Indirectamente tiene esclavizada su con
ciencia á los caprichos y á las ideas de sus patro
nes, contribuyendo no poco esto á su propia degra
dación moral ; sobre todo en materia de sufragios
electorales.
Hemos dicho: que hay hourosas excepciones, ba:
Eadas unas en la caridad cristiana, mientras des
cansan otras en el solo fundamento de la boudad
natural del individuo. Hacendados conozco yo , que
son de esto bellísimo ejemplo. En sus haciendas,
una vacancia de inquilinos tiene tantos pretendien
tes, como candidatos se presentan á una vacante
de empleos fiscales en la República .
Allí al pobre se le dan facilidades para las siem.
bras y la crianza. En dos épocas del año, se provee
gratuitamente de vestuarios á los inquilinos. Si un
empleado ó inquilino aspira á obtener un predio,
si pretende emprender un negocio ó desea hacer
una compra, tiene un Banco, sin intereses, en la
caja de su patrón. Ha llegado á hacerse un prorer.
biu que «sólo el que no quiere no se hace rico allí » .
De todas las necesidades de la hacienda se preocupa
Eu poseedor. Para exonerarles de pago de derechos
parroquiales, subvenciona en compensación de to
dos ellos, al curato á que pertenece esa hacienda,
>
29
En tiempo oportuno para el cumplimiento de
Iglesia , llevan los bacendados, sacerdotes para que
misionen al pueblo y les dispongan para la recep
ción de los sacramentos y les hagan la administra
ción de ellos. Por las tardes, en aquellos días, se
despueblan las baciendas vecinas. Al final de la
misión , el día del cumplimiento general de Igle .
sia , se da una sunilosa comida á todos los habitan
tes del fundo, en las casas de la hacienda; y por la
noche se hace una fiesta popular, en que se quema
un sinnúmero de piezas de fuegos artificiales. Se
hace lujo de gastos para dar solemnidad á la proce .
sión que precede á esta fiesta , siendo adınirable el
recogimiento en la primera, y el orden en la segun
da. Nadie inás feliz que los hacendados, que se go .
zan en la satisfacción , que se refleja en el semblante
de sus protegidos.
Hemos visto, al declinar la tarde, salir en su co
che à la señora del fundo. No es que vaya en paseo
de recreo . Es la hora en que los jornaleros en las
eras ó principales centros de trabajo, esperan su
llega da. Su coche va lleno de frutas ó de otras sus .
tancias alimenticias, que persovalmente distribuye
entre los trabajadores. Estos son sus pasatiempos
cuotidianos, durante su estadía en el campo. ¡Qué
rasgo de caridad cristiana! ¡ Qué escenas tau tiernas
y conmovedoras!
CAPITULO IV
DOCTRINA DE COPEQUÉN , MALLOA Y TaguataGUA
Tan pronto como el territorio de los promaucaes
fué sometido á la do ninación española, establecióse
en él el servizio religioso de la evangelización de los
30
indios; muy defectuoso , al principio , á causa de la ig.
norancia del idioma y de la escasez de sacerdotes . Es
tableciéronse doctrinas, que abarcaban , en su exten
sión , dilatadas comarcas que, contando con muchos
pueblos , se hallaban cruzadas por caudalosos ríos é
interceptadas por las montañas, que hacían difícil , si
no imposible, un buen servicio religioso. Con la lle
gada de nuevos sacerdotes se crearon nuevas doctii .
nas y se hizo la división de otras .
La doctrina no era otra cosa que una extensa pa
rroquia , en que al párroco ó doctrinero, además de
los deberes consiguientes á la cura de almas , se le
imponía la obligación de enseñar diariamente la
doctrina cristiana á los naturales. El doctrinero era
una especie de misionero perpetuo, con amplias fa
cultades , ó con más propiedad todavía un párroco
ambulante .
La sede parroquial generalmente estaba en el princi
pal centro de población del territorio ó distrito de su
jurisdicción . Con el cambio de importancia de los
pueblos solía cambiar también el asiento de la parro
quia . Otras veces una doctrina tenía dos o más
pueblos que, juntos, daban el nombre á aquel cu
rato, como que la sede del párroco podía indistin
tamente fijarse en una ú otra población. Esto ocurrió
con la Doctrina de Copequén , Malloa y Taguatagua,
que tuvo por jurisdicción la zona comprendida en
tre los ríos Cachapoal y Tinguiririca , desde su naci
miento en la cordillera, con excepción al principio,
de aquella parte situada en la confluencia de ambos
ríos. Hasta 1585, fué conocida sólo con el primero
de estos nombres. Pero Copequén vino en decaden .
cia, á causa del excesivo trabajo á que se sometió
á los naturales y del uso que de ellos se hacía , para
cargar los bagajes de guerra y obligarles á combatir
contra los defensores de su patria . Dla á día la po
- 31
blación se diezmaba ; pues , en Copequén no se le .
pitió el milagro de la multiplicación de los hebreos,
al tratar de extinguirles por el trabajo los Faraones
del Egipto .
Es raro que, en esta doctrina no se haga mención
de Chanquiahue, que debió ser de grande impor
tancia , entre los primitivos pobladores de esta pro
vincia. En su valle, á inmediaciones de Rengo, fué
donde los ejércitos del Inca del Perú sufrie on sus
mayores descalabros; y donde las armas del explo:
rador Almagro fueron impotentes para tomar pose.
sión del valle, á título de conquista. Fué también
allí donde los naturales hicieron mayor resistencia ,
en el territorio de los promaucaes, al intrépido don
Pedro de Valdivia . Talvez aquella nueva Troya su :
cumbió , gloriosa, con la libertad de sus heroicos de
fensores . Sobre sus ruinas trazaron más tarde los
españoles el pueblo de Río -Claro ; y algún tiempo
después echaron, en el mismo lugar, los cimientos
de la ciudad de Rengo, que no había de prosperar
jamás. Quién hubiera podido correr el misterioso
velo de la incertidumbre de un lejano porvenir,
para haber dicho á los valientes que allí morían :
que sobre sus cenizas se había de edificar un pue.
blo, cuyo nombre, Rengo, debía ser el monumento
de justicia, que Chile erigiría á la memoria de uno
de los más denodados defensores de los aborígenes
y de la Araucanía; y que ese pueblo había de ser la
capital del Departamento, que con su nombre había
de perpetuar a las generaciones venideras la memo
ria del heroísmo del toquí Caupolicán !
Este es el epitafio más elocuente que la República
pudo grabar en la tumba de aquellos héroes, que
tiñeron con su sangre la bandera de su patria , entre
cuyos pliegues hallaron común mortaja sus cadá
veres y la libertad .
32
-
El nombre de Chanquiahue pasó a la posteridad,
eólo por haberlo conservado una miserable reduc
ción , establecida al Este de Rengo, á siete leguas de
Guacarhue. Chanquialiue pasó inadvertido en la
historia de los pueblos de Chile, basta que, tres si
glos más tarde, dió entre sus hijos, que allí mecie.
ron su cina, un obispo á la Iglesia y un hombre de
lustre á la patria. El Iltmo. Sr. Molina, obispo im .
pártibus de Sinópolis, es un timbre de gloria , no
sólo para el pueblo que le vió nacer, sino tumbién
para la provincia de Colchagua, y, si se quiere,
para la América Latina .
La feracidad de los terrenos y fuentes naturales
de riqueza de la dectrina de Copequén ; su vecindad
á Santiago y la paz que reinaba en ella, fueron cau
sas que despertaron entre los españoles interés por
sus encomiendas. En poco tiempo hubo en ella
numerosos extranjeros, que dieron impulso á la
agricultura y á otros ramos de comercio .
La tierra de los promaucaes, y de preferencia el
valle de la doctrina de Cópequén , Malloa y Tagua
tagua, fué siempre objeto de la ponderación de los
escritores de la época. Los historiadores abundan en
conceptuosos elogios, al tratar de las bellezas, del
clima y de los riquezas de estas privilegiadas regio
nes. En abono de esta aseveración, citaremos algu .
ros de los pasajes de los más autorizados de ellos ,
entre los que escribieron, en tiempo de la colonia,
>
la historia del Reino de Chile.
Aquí juzgainos oportuna una explicación, que en
1666 reputó necesaria el historiador jesuíta, Diego
Rosales. Explicando el por qué se llama reino
á Chile, siendo que sólo era una provincia, mien
tras á los imperios más poderosos de la América se
daba sólo el título de virreinatos, dice: « El empera
dor (Carlos V) trató de casar á su hijo Felipe II,
33
priucipe de las Españas, con la serenisima dona
María , única y singular neredera de los reinos de
Iuglaterra, y como los grandes de aquel reino, reco
nociendo que doña María era legítima reina, res
poudieron que había de ser rey también quien se
casase con ella , se trató de que el príncipe se coro
nase por rey de Chile, y como ya estas provincias,
que antes no tenían otro título estuviesen en poder
del emperador y perteneciesen á la corona de Cas
9
tilla, dijo: pues bagamos reino de Chile; y desde
entonces quedó con ese nombre, aunque otros di
cen que lo hicieron rey de Sicilia » .
Elmismo autor, bablando de los ríos de Chile,
menciona el « Rapel, que en las tierras más vecivas
de la cordillera se llama Cachapual: engruésaple
otros rios de mucha sustancia, como son el río de
Tipguiririca, Malloa y Chinbarongo, en cuyos valles
se apacientan numerosos rebaños de ganados ma
yores y menores, y generalmente es ésta la porción
mas cultivada, abundante y fructifera de todo el Rei .
no, y donde está situada la famosa provincia de los
Promaucaes, que fueron los que estorbaron el paso
al poderoso ejército del Ioga y á sus capitanes, pre
sentándoles tan sangrientas batallas, que los obliga
ron á volver atrás y no proseguir con el intento
que traían de avasallar todo el Reino al dominio de
su emperador. Vióse muy poblado de indios este
valle de los Promocacs, que en su lengua significa
lugar de bailes y de deleites, porque verdadera
mente son tierras muy amenas , frescas y delei .
tosas » .
El autor designa con el primitivo nombre de
Malloa al afluente del Cachapoal que los españoles
llamaron río Claro, por la diafanidad de sus aguas.
Malloa ha llegado hasta nosotros, conservado ape.
nas como distintivo de la villa de ese nombre. Ma .
APUNTES
3
34
lloa ha pasado por tantas alternativas de importancia
y decadencia, como curvas tiene la calle que lo
forma .
Parece que el padre Rosales, al decir: que el valle,
regado por los rios que menciona, formaba la pro
vincia de los .promaucaes (promacaes, ó promo
( aes, como él los llama) , quisiera referirse al territo.
rio propia.nente dicho de los indios de ese nombre;
pues, los que habitaban la zona comprendida entre
el Mataquito y Maule, eran una raza , mezclada con
la araucana .
Al ponderar la apariencia de los terrenos para la
crianza, y la abundancia de ganado mayor en sus
valles, no ofrece duda que hace especial referencia
á los campos de Guacarhue; pues los indígenas al
aplicar el nombre á un lugar, con una precisión
propia tan sólo de su idioma, significaban con el
algo característico y permanente de la localidad .
Hasta en nuestros días se descubre el por qué de
muchos nombres; y, si en otros encontramos una
anomalía entre su significado y la realidad, no cul .
pemos á los indios; pues el nombre que se aplicaba
á dilatadas superficies, lo dejaron muchas veces los
españoles circunscrito á un reducido espacio, que
podia formar una excepción á la razón de ser que
tuvo el nombre, al ser aplicado por los paturales.
Otras veces los adulteraban , acomodándolos á la
pronunciación castellana, ya que ignoraban aquel
idioma, que trataron de extinguir, aún antes de co
nocerlo. Sobre el particular hemos tenido que repe.
tir razones que hemos expuesto antes, en un trabajo
semejante á éste. Guacarhue expresa la idea de lu
gar de crianza de vacas ; como que sus campos se
prestan para ello.
El padre Alonso de Ovalle, de la Compañía de
37
Jesús, no es menos explícito que el padre Rosales,
al referirse al territorio de los promaucaes. Escribia
en 1644, hablando de los ríos Cachapoal y Tingui.
ririca : « que eran no menos deudores a la naturaleza
humana que el Maipo, por la mucha gente que ha
consumido su furioso raudal y rápida corriente ».
¿ Por qué dice Maipo y no Maipú aquel eru lito
historiador, que vivía entre los indios y que cono
cia tan bien su idioma?. En 1640 , en que el padre
Ovalle se dirigió al viejo mundo, no había venido
á Chile todavía el francés, que acomodó la pronun
ciación de Maipo á su propio idioma.
Luego agiega el padre Ovalle, refiriéndose al
nombre de promocaes, con que los naturales llama
ban la provincia situada entre los ríos Cachapoal y
Maule; que no se engañaron en llamarlo pais vie
alegrias, para significar las delicias de esta tierra...
« Una vez, dice , haciendo viaje por esta tierra lle
gando á un lugar ó estancia de algún español, me
decía tales alabanzas y cualidades de ella, que hacia
yo juicio: que no se hallaría en otro lugar cosa se-.
mejante; pero, pasando á otra estancia , me refería
su dueño otras de la suya, tan admirables, que ya
no me parecían tan extraordinarias las primeras .
De esta manera fuí corriendo por aquella tierra ,
viendo á cada uno tan enamorado de la suya , que
últimamente me sirvió esto de estimarlas a todas y
á hacer concepto de la excelencia y grandeza de
todo el país por su buen temple y por su regalo, ya
de la caza de perdices y otras aves y animales, ya
de los ríos donde se pescan con tanta facilidad y
abundancia los pejerreyes y las truchas, que los
cogen cuando quieren , porque las tienen casi tan
seguras como en estar ques : oſ contar á muchos ya.
rias veces, que si , estando ya sentados á la mesa , se
36
les antojaba una trucha fresca , no tenían sino en .
viar a pescarla, y que, antes de levantarse se la
traian aderezada , coino gustaban » .
El mismu autor trata especialmente de la antigua
laguna de Taguatagua, que fue desecada en 1845,
encontrándose en su fondo fósiles antediluvianos,
de que no había , en los más ricos museos ejempla
res semejantes.
El padre Rosales, por su parte, relata una anti
gua tra'lición indígena, sobre el origen de aquella
laguna . Según ella, atribuían á los antiquísimos
indígenas del lugar los excesos de Sodoma y las li.
cencias de Gomorra; y que, después de haber reci.
bido repetidas amonestaciones de parte de seres
sobrenaturales, sin que éstas fueran atendidas , las
aguas cubrieron el valle, en volviendo a los culpa.
bles .
Esta tradición de los promaucaes está en conso
nancia con las relaciones bíblicas acerca del diluvio
universal. Ella viene también en apoyo del origen
asiático de los primitivos pobladores de la América .
Entre los indios de Chile fué donde los españo
les encontraron , en el nuevo mundo, ideas religio.
eas, que estuvieran más en armonía con nuestra
Sin embargo, era el pueblo que menos manifesta
ciones externas hacía para honrar á Dios.
Estos puntos de contacto, aunque tan imperfec
tos, como remotos, en su origen , facilitaron en par.
te el establecimiento de la Religión cristiana entre
los indios de la doctrina de Copequén .
37
CAPITULO V
CURAS DE COPEQUÉN
Francisco de Ochandiano
Entre los primeros operarios apostólicos que se
ocuparon en el desempeño del ministerio parro
quial en Chile, figura el nombre del Pbo. 1). Fran .
cisco de Ochandiano. Siendo muy joven aún , reci .
bió la unción sacerdotal de manos del Iltmo . Fr.
Diego de Medeliin .
Su padre era don Juan de Ochandiano, distingui.
do militar del Perú. El señor Ochandiano tenia
cuatro solares de muy buena situación en la ciudad
de Santiago. Uno de ellos estaba en la esquina S. E.
de la calle Monjitas con la de las Claras. Otro co
rrespondía á la esquina N. E. de la calle de Ague
tinas con Morandé.
El vigor de espíritu y el celo por la salvación de
las almas suplían á los años en el nuevo ministro
del Señor. Dedicóse con ahinco al estudio del idio
ma de los naturales, que llegó á poseer à la perfec.
ción , basta llegar á merecer por ello especial reco
mendación al Rey, de parte de su Prelado .
El Obispo de Santiago le confió el cuidado de la
parroquia de Copequén, una de las más laboriosas de
la diócesis. Desplegó allí todo el celo de un apóstol
en la conversión de los indios, en cuyo cargo estaba
tu 1580. Tan laudables esfuezos le merecieron su
promoción á la parroquia de A poquindo, Macul y
Tobalaba; donde , en 1585, tenía un emolumento
anual de ciento y trece pesos en oro, y comida. La
situacióu de los curas no era de las más halagado
ras, bumanamente considerada.
38
El señor Ochandiano vivía principalmente de
sus rentas. Su padre, don Juan de Ochandiano,
había militado por más de un cuarto de siglo en la
conquista del Perú y de Chile. En carta de 18 de
Febrero de 1585, decía el Obispo al Rey, encomian
do las relevantes prendas del señor Ochandiano,
que: « era persona hábil y de buen ejemplo é hijo
de buenos padres» .
En vista de las bellas disposiciones del ex.cura
de Copequén, el Iltmo. señor Medellín , de acuerdo
con el Gobernador del Reino, le trasladó a la parro
quia de la Catedral. De este cargo fue promovido á
canónigo de la misma Iglesia, siendo al mismo tiem .
po constituído Mayordomo de ella .
En 1602, fué residenciado por el Iltmo. Fr. Juan
Pérez de Espinosa, quien le condenó á pagar una
enorme suma, que se ha hecho subir hasta la can
tidad de tres mil pesos. Dos canónigos fueron ele
gidos por el Cabildo para conocer en la causa del Sr.
Ochandiano. Estos fueron penados por haber acep
tado el nombramiento de Adjuntos con este objeto.
La causa misma y el fallo en apelación se pronun .
ció por el Provisor y Vicario General de Lima, el
Doctor don Feliciano de Vega, que inás tarde fué
elegido Arzobispo de Méjico. El señor de Ochandia.
no figuraba en la aristocracia Santiaguina. Poseía
propiedades de importacia en Quillota , casas en la
ciudad de Santiago, y un solar de treinta cuadras,
que en 1601 , compró al señor Hernández Quintero,
uno de sus sucesores en la doctrina de Copºquén.
El Sr. Ochandiano terminó sus días en la ciudad
de Santiago, el año 1607 , siendo Deán de la Cate.
dral , donde se sepultaron sus cenizas.
39
Pero Gómez de Astudillo
Respecto al segundo párroco de la doctrina de
Copequén , no encontramos otras noticias que las
>
que nos da el archivo de la Real Audiencia . Según
éstas , Górnez de Astudillo formaba parte del cle .
ro secular de la diócesis de Santiago. En esta con
dición figuraba en 1585, sirviendo en calidad de
Cura la doctrina de Copequén, Malloa y Taguita
gua . Su renta anual eran trescientos pesos en oro ,
y comida. Su nombre figuraba en varias piezas de
las Notarías de Santiago, en los años siguientes has
ia 1596 .
El nombre Fero es sincopa de Pedro. Ambos
apellidos, Gómez y Astudillo, pertenecían á perso
nas de elevada posición social, en las diversas ciu
dades del reino, en la época que nos ocupa; y á
juzgar por los documentos de notarías, el Cura de
Copequén era un sacerdote de recursos.
La orden franciscana se había extendido con una
rapidez asombrosa, en toda la extensión de los do.
minios de España, en el nuevo reino de Chile. Los
obispos le prestaban la protección oficial , como que
de esta orden fueron los cuatro Obispos, que tuvo
la diócesis de Santiago, desde 1510 á 1618 , Francis.
cano fué también el primer obispo de La Imperial,
que gobernó con tanta sabiduría y acierto, desde
1569 basta 1589, fecha de su fallecimiento , en la
aldea de Riobamba, á tres jornadas de Quito á
donde se dirigía á tomar posesión de esta selle epis:
copal á que había sido promovido. La orden fran
ciecana se hallaba en todo su esplendor; como que
entre sus frailes la regla se practicaba en toda su aus
teridad y rigor. Según Fr. Sebastián de Lezapa, vi .
40
vian tan unidos entre sí, que, si alguna emulación
había entre ellos, era la de ser los primeros en los
trabajos y en la observancia de la regla » .
Al establecerse esta ordeu en la parroquia de Co
pequén , escogió uno de los pueblos de mayor im .
portancia, que entonces tenia la doctrina, distante
del asiento principal de la parroquia y en una si
tuación céntrica del radio de acción á que se cir
cunscribirían los padres de aquel con vento. Malloa
fué la reducción de indios que escogieron para la
fundación. Esta conversión la fundó en 1635 el pa
dre provincial Fr. Fernando Cid y Avendaño. El
local en extensión de cuatro cuadras fué cedido por
don Juan Bautista Camino. Los edificios fueron to
talmente destruidos por el temblor del 13 de Mayo
de 1647. El 18 de Noviembre de 1776 fué cedido el
local al Rey , en cambio de la casa que los jesuítas
>
evacuaron en San Fernando á consecuencia del ge
neral extrañamiento de la Compañía de Jesús de los
dominios del Rey de España. Ya los franciscanos
tenían convento en esta ciudad desde 1740, con el
nombre de San Miguel de San Fernando. El de Ma.
lloa se conocía con el nombre de San Antonio de
Malloa .
El cronista 9r. Diego de Córdoba y Salinas, tra
tando de los conventos de Chile, dice: « Los religio
sos del convento de San Antonio de Malloa se han
ocupado, desde su fundación, en los mismos minis
terios apostólicos, en continuas misiones, que ha
cen por los pueblos, haciendas y estancias, donde
asisten los indios, que por estar apartadas, y de
por medio muchos ríos y esteros, tienen bien en
que merecer y qué ofrecer a Dios sus benditos sier
VOS . »
Un testimonio tan explícito de aquel escritor con
temporáneo no necesita de comentarios, para for
- H
-
marse una idea de la labor de los hijos de San Fran
cisco en la doctrina de Copequén .
Luis de Molina Parraguez
La pobreza del archivo de la Real Audiencia y la
falta de documentos de la época que nos ocupa, 1106
hacen imposible satisfacer cumplidamente el deseo
que teníamos de proporcionar á los escritores de
mañana una uónina completa de los párrocos de la
doctrina de Copequén,Malloa y Taguatagua. Mucho
más deficiente aún habría sido nuestro estudio , á
no contar con la exquisita amabilidad del Pbo. don
Luis Francisco Prieto . Este ilustrado sacerdote, que
posee tan vastos y profundos conocimientos de la
época colonial de Chile,'nos ha prestado un eficaz
concurso y ha puesto á nuestra disposición su rica
colección de documentos de las tres edades de Chi.
le: Conquista, Colonia y República .
El capitán español, don Jerónimo de Molina Pa
rraguez, casó en Santiago con una distinguida se
ñora chilena, doña Francisca de Pajuelo. De este
matrimonio nacieron el letrado don Hernando, y
cuatro sacerdotes, que desempeñaron un papel de
importancia en el clero de su diócesis y aun en las
circunvecinas. Entre éstos se contaba don Luis de
Moliva Parraguez ,que, después de desempeñar el
ministerio en Santiago, pasó a servir la doctrina de
Copequén . En este cargo lo encontramos en 1621.
Su padre llegó áá ocupar el cargo de Corregidor en
la ciudad de Santiago. Don Pedro , sacerdote, como
nuestro cura , fué un filósofo de pota , como lo prue
ban los tratados que escribió sobre Santo Tomás de
Aquino.
Los otros dos clérigos don Francisco y don Anto .
nio hicieron papeles menos brillantes que los ante
42
riores . Tribaldos de Toledo dice : que estos sacerdo
tes tuvieron ocho hermanas monjas profesas en el
monasterio de las Agustinas.
Los Molinas Parraguez, descendientes de una
de las familias más nobles de la Polonia , conti
vuaron firmándose, como su padre, haciendo caso
omiso del apellido materno. Más tarde debían aún
desentenderse de Molina, llegando á reinar en la
familia sólo aquel de más lustre y resonancia: Pa
rraguez .
También éste debía sujetarse á las vicisitudes del
tiempo. Hubo quienes lo adulteraron , dejávdolo en
Parragué; y otros, más audaces todavía, lo reduje.
rou sólo á Parra, forinando así tres familias di
versas .
Poco tiempo estaría en Copequén don Luis de
Molina Parraguez, porque, en 1624, figuraba como
Chantre de la Catedral de Santiago del Estero, la
ciudad episcopal de la diócesis de Tacumán, en
aquellos años.
Siendo obispo don Tomás de Torres, susitose el
juicio más original, acerca de la identificación de la
persona designacia para el cargo de Chantre en la
diócesis trasandina. Algunos sostuvieron : que el
propuesto por el rey para aquella dignidad no era
el sacerdote chileno, sino el Prebendado yу Provisor
de la Asunción del Paraguay, que, como el ex-cura
de Copequén , tenía el mismo nombre, don Luis de
Molina .
Nuestro compatriota fué condenado á privación
de beneficio . No se resignó tan fácilmente á una
prueba tan dura corno extraña. Apeló el señor Mo.
lina Parraguez al Metropolitano de la Plata (hoy
Sucre) . Allá estuvo seis años, durante los cuales la
Prebenda estuvo servida por un substituto , puesto
por el obispo. Al cabo obtuvo ejecutoria para su re
13
posición en la dignidad, y pago de los emolumentos
que le correspondían , mientras estuvo privado de
ella .
El señor Molina Parraguez fue promovido á Ar
cediano. En 1636 , siendo obispo don Fr. Melchor
Maldonado y Saavedra, le propuso al Rey, el pri
mero entre varios, para Deán del Cabildo de su
diócesis, diciendo de él al monarca : « que era varón
de buenas costumbres, de mucho brio y celo de la
justicia y servicio de Dios y culto divino; y que ha
bía padecido muchos trabajos; y cómo fué restitui
do al coro de dicha Iglesia Catedral» .
Después de sus trabajos apostólicos de Cope.
quén , y después de tan singulares aventuras, veia
el señor Molina la bonancible calma, que, acentuan
dose cada día más, sucedía á la tormenta de contra
tiempos é infortunios, que por tan larga serie de
años había tenido que soportar.
Entre tanto, llegó desde la corte de España á
Santiago del Estero un testimonio que decía: « que
la persuna á quien correspondía la dignidad , dis
putada en el Cabildo de Tucumán, no era al sacer
dote chileno, sino á don Luis Molina , de Paraguay ».
Con esto los Prebendados pidieron justicia al Obis .
po, quien sentenció en definitiva , deponiendo del
beneficio á Molina Parraguez, obligándole á la res .
titución de frutos. Y , como si esto fuera poco, « se
le acumularon causas acerca de su proceder, su na .
tural inquieto, y baber constancia de que era expul
so de la Compañía de Jesús » .
Antes de recibir la notificación de la adversa sen
tencia , se fué Molina Parraguez á la metrópoli de
La Plata .
Fuente de tan extrañas noticias es una carta, es
crita al Rey, desde Santiago del Estero, por el Go
bernador de Tucumán , don Felipe de Albornoz. Es
44
de suponer que, lejos de su patria , buscaría Molina
Parraguez amparo en sus desgracias .
Los nombres de varios sacerdotes del siglo XVII
se encuentran seguidos del título Doctrinero de los
indios, sin que se exprese, di hayamos podido ave.
riguar, el nombre de las parroquias que sirvieron.
Por presunciones que no carecen de fundamen
to, pero sin quehaya documentos que las autoricen ,
creemos que el señor Molina Parraguez tuvo por
sucesor en la doctrina de Copequén al Pbo. chileno,
don Gaspar Lazo de Balcázar, sacerdote originario
de Tucapel. Su apeliido materno era el de una de
las primeras mujeres que vinieron á Chilé, en 1544,
española, oriunda de Canarias, que fué madre de
una numerosa prole .
El señor Lazo poseía cerca de Malloa , una ha
cienda que denominaba Pelenquere, nombre que
alterarían los conquistadores en su correspondiente
Pelequén , conservando siempre su primitivo signi
ficado de barrizales ó campos pantanosos. En 1623,
extendía el señor Lazos escritura de arrendamiento
de esa estancia al Alférez don Diego Gómez de
Ruiseñada .
Ya en estos años era insignificante el rucarehue
de Copequén . Ya la laguna tau célebre de Cachan
tú , no se veía á la hora de la salida del sol rodeada
por las indias, que acudían á darse el baño de aseo
y á hacer las abluciones de costumbre , segun los ri .
tos de su pueblo. Da Copequén nos queda sólo el
nombre, que envuelve en sí mismo un significado,
que, con el de muchos otros nombres propios de
este valle, nos da una idea del estado primitivo de
estos parajes al ser ocupados por los naturales.
De la laguna de Cachantú tenemos muchas tra
45
diciones vulgares, que se relacionan con las cos
· tumbres de los indios de sus alrededores.
CAPITULO VI
PARROCOS DE MALLOA
Alonso de Escobar
Eu 1591 vacía en la ciudad de Santiago un bijo
al Capitán don Pedro de Escobar, casado cou doña
Ivés de Mendoza, hija del Capitán don Juan de las
Cuevas. Dedicáronle sus padres a las ciencias ecle .
siásticas; y, recibido que hubo el sacerdocio, consa .
grárorle sus prelados al ejercicio del ministerio, en
su mniema ciudad natal. El Iltino, señor Espinosa,
que tan de cerca pudo apreciar los méritos de aquel
sacerdote, uno de los primeros frutos del Semina.
rio que él había fundado, le contió la administra .
ción de la doctrina de Colchagua. Obediente a la
voz de su pastor, abandonó la casa paterna y las
comodidades del hogar, para ir á habitar entre los
indios, y prodigar á esos desgraciados los consuelos
de la Religiór.
Sin duda, contribuyó no poco al establecimiento
de lus jesuítas en Bucalemu. El vuisino año de su
llegada a la parroquia ( 1619) uno de sus feligreses,
el encomendero don Sebastián García Carreto hizo
donación de su hacienda de Bucalemu á lus padres
de la Compañía de Jesús, exigiendo de ellos, como
retribución , que todos los años misionarau en el
partido de los promaucaes. Esta imposición no la
aceptó el General como un deber de justicia , sino
como una obligación de mera caridad .
-
46
-
Desde su establecimiento en Bucalenu, los bijos
de San Ignacio, basta su inicua expulsión de Chile,
recorrieron anualmente el territorio indicado por el
insigne donante de aquella valiosa estancia.
Mientras el señor Escobar servía aquella parro
quia , uno de sus feligreses, el mestizo trasandino
Bartolo de Aguilar, fué condenado á muerte, por
haber asesinado á su aino . Antes de morir bizo su
testamento en Chimbarongo, en la hacienda de don
Luis Rodríguez de las Cuevas, en 22 de Enero de
1621. Sus disposiciones testamentarias van segui
das de una larga exposición de sus crímenes, en
que detalla las circunstancias, designa los lugares y
menciona las personas. Concluye, diciendo: que ha
ce esas declaraciones para descargo de su concien
cia y merecer el perdón de Dios; y agrega, como
cláusula de término: «nombro por tutor y adminis
trador de mi hijo legítimo, de dos años de edad , al
padre Alonso Escobar, mi confesor, presbítero, pa .
ra que le enseñe é industrie, de forma que no pare
en lo que yo » .
Cinco años más tarde, desempeñaba el señor Es .
cobar el cargo de Cura y Vicario de Malloa . El pro.
gresivo decaimiento de Copequén habría ocasiona
do el cambio de la sede parroquial, sin que los lí .
>
mites de la doctrina hubieran hasta entonces sufrido
alteración alguna.
En 1629 , aparece como cura de la doctrina de
Colina y Lampa. Allí estuvo hasta la muerte, que
de una manera súbita le sorprendió, antes de Julio
de 1644. No será éste el único caso de muerte re .
pentina, que se presentará entre sacerdotes, en el
curso de estos Apuntes. Podríamos sentar, como un
principio general : que dos terceras partes de los
sacerdotes mueren repentinamente, o de una enfer
medad ligera ó accidente inesperado, que les da
47
poco tiempo de preparación para rendir la última
cuenta . Esto entra en los admirables designios de la
voluntad divina, que de los dispensadores de sus
misterios, más que de otros, exige una constante
preparación .
Le heredó abintestato su hermano don Cristóbal,
presbítero como él .
Sebastián Hernández Quintero
Nació dou Sebastián en la ciudad de Santiago, en
1564. Fueron sus padres don Rodrigo Hernández
y doña Isabel Quintero. Los primeros años de su
vida sacerdotal los pasó en dicha ciudad ; de donde
pasó después á la doctrina de Tango. Regresó en
seguida á Santiago, donde realizó sus cuantiosas
heredades, para ir a establecerse á la Ligua, en fer
vicio de aquel curato , que tuvo por siete años. Del
curato de Curimón . Aconcagua y Putaendo, que
servía en 1610 , pasó al de Rapel en que se encon
traba el año 1621. La venta de una cuadra de te.
rreno, en sesenta pesos, en la misma ciudad de
Santiago, y la de un esclavo en trescientos pesos,
en buen oro, al general don Luis Jufré, nos dan
una idea de los valores de aquellos tiempos.
Durante la administración del señor Hernández,
nombró el Gobernador del Reino un Protector de
indios para los pueblos de Malloa y Taguatagua, y
otro para el pueblo de Copequén. Por su parte el
Obispo envió al presbítero don Pedro Sánchez de
Araya á imponerse de las principales necesidades
de la parroquia. Hablando de éstas, el señor Villa
rroel , dice en un oficio al Gobernador del Reino , el
Marqués de Baides : «Malloa, con cien ríos, no tiene
cien indios; no vale doscientos pesos » .
Tratando de los censos de los indios, agrega el
18
mismo prelado: que Copequén producía $ 10,049,
mientras que Taguatagua tenía $ 1,299, y Malloa
$ 878 .
La superioridad del monto de los censos de Co
pequéu sobre los de las otras dos reducciones, nos
da una idea de la diferencia de población que ha.
bría, entre estos diversus Valles de una misma doc
trina. Ignoramos la fecha en que el señor Hernán
dez llegó á servir esta parroquia. Parece que tuvo
su residencia en Taguatagua, porque se titulaba
cura beneficiado de ese pueblo,, á pesar de que él
mismo designa su curato con el nombre de doctrina
de Malloa .
El señor Villarroel decia de Malloa : que era una
doctrina de más de sesenta leguas de superficie.
Veinte años más tarde confirinaba esto mismo el
Iltmo. señor Humanzoro, en un informe que daba
al Rey acerca del estado de las parroquias de su
diócesis: «Malloa es un curato de un contorno de
treinta leguas » .
El señor Hernández Quintero terminó su vida ,
siendo cura de esia doctrina, el año 1642, y á los
setenta y ocho de su edad .
El señor Hernández poseía varios solares en San .
tiago, cuya ubicación está determinada en la obra
muy ilustrativa, Sintiago en el siglo XVI, de don
Tomás Tbayer Ojeda .
Francisco de Riquelme
Nacido en 1611 , tuvo por padres el señor Ri.
quelme al Capitán don Francisco Riquelme de la
Barrera y á doña Leonor de Toledo. Era muy co
mún, en aquella época, el apocopar el apellido Ri.
quelme, empleándose indistintamente una ú otra
forma. Pero, sin omitir en ningún caso el de, cuyo
-- 49
uso entraba entre las prácticas del buen tovo. Otro
tanto ocurría con la y , que ligaba los apellidos del
padre y de la madre; que, por regla general, ambos
se expresaban á continuación del nombre.
El señor Riquelme pasó á la diócesis de Concep
ción, en el tiempo en que la gobernaba su primo,
el cura de Comuco, el señor de las Boelas. Con mo
tivo de la nulidad de una elección de
Vicario
Capitular, confió á este sacerdote la administración
del obispado de Concepción, el Arzobispo de Lima,
Metropolitano de las diócesis de Chile.
El gobernador don Angel de Peredo propuso al
señor Riquelme para cura de la Catedral de Con .
cepción , parroquia que sirvió basta el año de su
muerte ( 1685 ).
El señor Riquelme formó parte de aquel clero
secular, del cual decía el Iltmo. Señor Villarroel :
« No tengo cárcel de clérigos, porque no hallo deli
tos... Pues lo que sé decir de mis clérigos y de mi,
es que, ora por mi inala condición, hora por su
mucha humildad, apenas hay uno solo, que en dis
gustando al Obispo, no represente un difunto ».
El señor Villarroel había conseguido el universal
cariño de su clero, con el gran interés que se tomó
en mejorar la triste condición á que se encontra
bap reducidos los sacerdotes , en materia de obven
ciones, por sus servicios religiosos. Si los sacerdo
tes rehusabau las parroquias y si algunos se dedi.
caban al comercio, descuidando su ministerio, que
lo calificabau de libre, no era por falta de espíritu
eclesiástico, sino porque les faltaba la
congrua
sustentación , viéndose, la mayor parte de ellos , so
metidos á una mezquina ración de hambre.
El señor Villarroel fué el más celoso defensor de
las inmunidades eclesiásticas, exigente en la obser
vancia de la disciplina, y prescripciones canónicas,
APUNTES
4
- 50
á la vez que era todo dulzura para sus sacerdotes;
así pudo ganarse el corazón de ellos y conseguir,
que a los afectos de cariño unieran los sacerdotes
un profundo respeto y una servil veneración.
Creeinos, y de seguro estamos en la verdad , que no
era el señor Riquelme á quien se refería aquel Pre.
lado, al escribir lo siguiente: « Hay en esta ciudad
un mancebo bien pacido y conocidamente virtuoso :
es él feísimo, pero tan supersticiosamente enano
rado de su cabello, que sobre su mala cara dispo.
nen sus muchas guedejas que sea no retrato, sino
original de una furia , haciéndole vás diforme la
melepa . Usa el hábito de clérigo, desea mucho verse
ordenado: y opónesele á este deseo el temor de las
tijeras del Obispo. Quiso desta jarla indemnidad del
cabello; hablóme un caballero, deudo suyo , publi
cadas las Ordenes en unas Témporas, rogóme mu
cho que le conservase el cabello. No quise darme á
partido; y hasta hoy no se ha ordenado, ni ha mu
dado el hábito, ni reformado los crespos» .
Para mejor inteligencia observaremos, que existía
entonces una práctica, que condenó el obispo, por
prestarse á muchos abusos : ésta era que los seglares
pudieran vestir el traje talar de sotana y manteo .
Ya que en nuestro entusiasmo por el Iltino, señor
Villarroel hemos hecho alguna disgresión, permita
senos prolongarla, sobre aquello de las guedejas,
que nos dan á conocer las costumbres de antaño.
Sobre la moda del empleo de la aristocrática pe
luca entre los ancianos y del uso de la rizada cabe.
llera entre los jóvenes y galanes, dice el ilustre
hijo de la orden de Ermitaños de San Agustín :
« Este diabólico abuso se ha hecho ya lugar entre
eclesiásticos » . Pero luego ogrega: « Mi clero, en
cuanto á guedejas, está reformadísimo, con poca
di
- 51
ligencia mía , porque la gente de Chile es natural
mente modesta ...
« Las mujeres usan sobre la frente, en estos tiem .
pos, un cerrillo de cabello, que no sé con qué alu
sión llaman pepino. Imitan este adorno los guede.
judos; dejan crecer una inadeja sobre los ojos,
échanla á un lado, ajúslanla mil veces con la mano,
cada día , y llamánla pedrada».
Y nó á satisfacción de los afectos á la melena
había ya dicho antes : « Criar el cabello los hombres
fué en la antigüedad indicación de pena y de dolor;
fué insignia de luto en casos adversos ... Mas boy
pensará alguno que el criar guedejas es de gente
ociosa. ¡Oh, qué engaño! ¿ Ocioso un hombre que
embaraza un barbero tantas horas, para que iguale
lo que nació desigual aquella noche? ¿Gente que
entra en consulta para cualquier cabello? Allí, se le
esparció el cabello , se junta con cuidado. Allá , si se
desacompaña, le compelen á residir en la frente.
¡Oh ! ¡cómo se enojau, si el maestro pasó la tijera
menos advertido , y cortó lo que no cortara eu el
cabello de una señora ! ¡Cómo se encienden , si le
dejan caido, ó ajado; si algunas hebras dejaron su
lugar ó desbarataro: el rizo ! ¿ Cuál de éstos no sen
tirá menos ver turbada ou República, que hallar
descompuestas sus guedejas? ¿Cuál estima en tanto
la virtud como el aseo? Una gente tan entretenida
entre el peine y el espejo ha de decirse que no está
ociosa ,
Gran a feminamiento debía de haber entre los
hombres; y tanto habría cundido el espíritu de lujo
y de vanidad , cuando el Prelado de la diócesis de
Santiago se vió precisado á declamar contra él , en
duro lenguaje de fulininantes avatemas.
Volvamos a nuestro argumento. Ignoramos el
pombre de los primeros curatos del señor Riquelme;
52
pero, á juzgar por algunos documentos, creemos
que no se alejó de la ciudad de Santiago en los
priineros años de su sacerdocio . Por la parroquia
de Valparaíso no tuvo interés, porque sólo había
allí unos treinta indios, y eran los que con los cen .
sos propocionaban la vida al cura y duban impor
tancia á las parroquias.
Juan de Escobar .
Después de unos lucidos exámenes, en que alcan
zó el grado de Maestro, encontramos á este ilustrado
facerdote, ejerciendo el ministerio en Santiago en
1667 , y trece años más tarde sirviendo el curato de
Malloa. El mismo año de su llegada á la parroquia
fueron modificados los límites de ésta .
El 28 de Mayo de 1680, decretó el Iltmo, señor
Bernardo de Carrasco la rectificación de limites de
algunas doctrinas ; refiriéndose á Malloa , dice: « Al
curato de Malloa, que está junto á la cordillera, y
por la separación que hacen los ríos de Cachapoal
y Tinguiririca, entre los cuales tienen sus términos ,
>
se le agrega toda la tierra que entre los dichos ríos
tenía el curato de Colchagua; de inanera que, desde
la cordillera , corriendo entre los dichos ríos , basta
sus juutas, sea el territorio deste curato , quedardo
por linderos dichos ríos de Cachapoal y Tinguiriri
ca ; y se le asignan cincuenta pesos con cargo de
diecisiete misas » .
Después de treinta y un años de servicio en Ma.
lloa y cuarenta y cuatro de ejercicio en el ministe
rio parroquial, se opuso al concurso de la doctrina
de Renca. El Iitmo . don Luis Francisco de Romero,
queriendo premiar los méritos del viejo doctrinero ,
le propuso al Gobernador Ustáriz, ocupando el pri
mer lugar de la terna. Este presentó para el beneficio
53
al que iba en tercer lugar de ella . De lo ocurrido
se quejó con energia el Obispo al Rey, atribuyendo
el proceder de Ustariz á uma ruin venganza, por
no haber dado entrada al concurso á un protegido
del Gobernador. Exponía el atribulado Obispo: que
el candidato oficial de dicho señor Ustariz no reunía
ni los merecimientos ni la edad del designado por
la Autoridad Eclesiastica ; que la edad del señor
Escobar no debia servir de argumento en contra ,
porque, á pesar de sus setenta años , « estaba muy
entero para el servicio > .
Dəspués de tan soberano fracaso , volvióse don
Juan á su doctrina, donde su ministerio sería me
nos fecundo, y hasta estéril, si se quiere; que esto
es lo que sucede, cuando los feligreses se dan cuen
ta de que un cura está violento en su parroquia.
Agustín de Miranda.
Después del fallecimiento de don Juan de Esco
bar, ocurrido en 1721 , tuvo por párroco la doctrina
de Malloa al licenciado don Agustín de Miranda .
En 1716, había sido presentado para servir el cura
to de Limache. I'n servicio tan penoso y de tanta
laboriosidad, como es el de una dilatada parroquia
de campo, le hizo permutar esta doctrina por una
capellania de dos mil pesos de principal. Por justas
causas, que no serían sólo las expuestas, el Obispo
y Gobernador del Reino aprobaron esta permuta.
Trasladose á la ciudad de Santiago, mientras don
Diego José Maríu tomaba el cargo de Cura de la
doctrina permutada.
Además de dicha capellania, poseía varias otras,
y era dueño de ua hacienda en el valle de Colcha.
gua. Por ocho años, basta 1739, desempeñó el car
go de teniente cura de la parroquia de Santa Ana.
5+
En 1741 falleció súbitamente en Santiago, sien .
do sepultado el cadáver de tan distinguido sacerdo
te, en la iglesia , del entonces, beaterio de las Rosas .
Antes de su muerte, él y su teniente el licenciado
don Pedro de Astudillo fueron apedreados y aga
rroteados en casa de Lebileguén , cacique de Cope.
quen .
CAPÍTULO VII,
Don Diego José Marín , ÚLTIMO DOCTRINERO DE
MALLOS Y PRIMER CURA DE SAN FERNANDO.
El apellido Marín era común á varias de las fa.
milias de la alta alcurnia de la capital del reino. Su
nombre es un claro indicio del alto grado, á que
llegó la devoción al Patriarca San José, en aquella
época . Este nombre, por sí sólo ó en combinación
con otros, vino á substituír á los de Pedro, Juan y
Diego, tan comunes en años anteriores. Por des
gracia, aquella laudable práctica de imponer los
nombres del santo del día del natalicio ó del de
nuestra inayor devoción , empieza á decaer hasta
en los campos, últimos baluartes de las antiguas
costumbres de los tiempos patriarcales de nuestra
historia. Cunde la tendencia general de imitación
á lo que juzgamos superior. Siguiendo la corriente
de las ciudades , que se toman como modelos de
cultura y de ilustración , se buscan también en los
campos aquellos nombres, que se califican de raros,
para disimular con este término y suavizar con esta
palabra el significado de ridiculo, y extravagante,
que en realidad les corresponden . Ellos revelad más
bien la falta de buen criterio que no la carencia de
- 55
fe, en las personas que los eligen ; y el deseo de
singularizar al niño con aquel nombre estraibó
tico o pagano, como si esto fuera un reconocimien .
to anticipado ó un funesto vaticivio : que no se
espera que por sus méritos, virtudes ó su talento
pueda hacer figurar su nombre. Y.como á último
recurso , acuden a las puerilidades de un nombre
poco común al buen gusto y sentir de sus seme.
jantes; aunque esto sea en desmedro del buen sen .
tido y de los antecedentes de sus padres, contra
quienes directamente van en primer término las
consecuencias.
Nació don Diego José Marín, á fines del siglo
XVII, en la ciudad de Santiago, donde residían sus
padres don Domingo Marín y doña Rosa Duarte,
quienes eran dueños de la estancia solariega de
Chuchunco, en la vecindad de Santiago. Desempe
ño, como sacerdote, el cargo de enfermero de la
Hermandad de San Pedro, el año 1723. Cuatro años
más tarde figura como teniente del Cura de la pa.
rroquia de Santa Ana. En 1729, hizo permuta de
una capellanía por la parroquia de Malloa, que en
cambio le cedió su párroco en propiedad, don Agus .
tín de Miranda. Acompañáronle á la doctrina su
madre y algunas de eus hermanas. Su padre había
emprendido antes el viaje a la eternidad . Para los
ministros del Señor, son la madre y hermanas del
Cura lo que Marta y María para el Divino Maestro,
en las fatigas y amarguras consiguientes á las la
bores evangélicas. Si están rendidos, ellas les alien
tan ; si sufren les consuelan , si tienen necesidades
les sirven . Y, si vienen las horas de la prueba, en el
profundo vacío, que produce el general abandono,
ellas estarán á su lado, para hacer el papel de la
Verónica y después el de la Magdalena , mientras
se encuentra el sacerdote en el Calvario.
56
Los vecinos de Malloa, españoles ó chilenos, en
su mayor parte , se encontraban vivamente intere.
sados en la fundación de una villa en el distrito de
la dilatada doctrina de su nombre . Malloa, á pesar
de ser cabecera de la parroquia, y tener allí estable
cido un couvento los franciscanos , no reunia las
condiciones, requeridas para la nueva fundación .
Para facilitar la realización de esie universal anhe.
lo de los feligreses de Malloa, el Capitán español
don Juan José Jiménez y su esposa duña Ana Ma
ría de Morales y Albornoz, obsequiaron al Gober
nador del Reino con una extensión de setecientas
siete áreas de terreno plano, entre los ríos Tingui
ririca y Talcarehue, ó río Seco, como le llama
Guzmán .
El 17 de Mayo de 1742 , encontrándose en Malloa
el Presidente don José de Manzo y Velasco , expi.
dió el decreto de fundación de la villa de San Fer
nando de Tinguiririca. Pero la fundación efectiva
no tuvo lugar sino cuatro años más tarde. El año
anterior, 1741 , bahía trazado sus calles .
Con este inotivo , el señor Marín trasladó el asien .
to de la parroquia á San Fernando. En 1745 ya
tenía edificada una capilla de treinta varas de largo
por nueve de ancho, con techo de paja ; y ya se
trabajaban los cimientos de una iglesia de sesenta
varas de largo por doce de ancho, para reemplazar
á la primitiva. Esto sólo bastaría á dar una idea de
la actividad del primer párroco de San Fernando.
Ya los frauciscanos tenían también establecido allí
un convento, y los jesuítas reconstruían una resi.
dencia. San Fernando tenía entonces ciento y se
senta casas , con doscientos у veinte y nueve habi .
tantes . Estas uoticias hemos podido sacarlas de un
informe de dicho año. Tan felices auspicios para la
nueva villa , bicieron creer a los gobernantes, que
57
el progreso de San Fernando cobraría gran vuelo,
y le prestaron con entusiasmo el concurso oficial.
El generoso donante del terreno para la funda.
ción de la villa fué sepultado en ella, en la Iglesia
del convento de San Francisco, en 5 de Febrero de
1757 , habiendo fallecido á la edad de noventa años,
de lo cual dan fe los libros parroquiales de aquella
ciudad .
En 1743, se establecieron los hijos de San Igna.
cio en la villa de San Fernando. Fueron de los pri
meros pobladores. El corregidor, don Pedro Gisbert,
les prestó su apoyo moral v material, en la villa y
entre sus relaciones. Al año siguiente contaba el
colegio de la Compañía con ochenta matriculados,
que en casi su totalidad asistían diariamente a las
aulas escolares.
Desde mucho tiempo atrás anhelaban los jesuitas
el establecimiento de una casa de misiones en la
parte central del valle de las tierras de los proman .
caes. San Fernando, por su situación intermedia
entre Santiago y Talca, y por su distancia de Buca
lemu y vecindad á des reducciones de la cordillera,
agrado para el expresado fin á los padres de la
Compañia. Convertir la residencia en casa de mi.
siones era la suprema aspiración del momento,
para los hijos de San Ignacio. Pues con esto se fa
cilitarian las misiones, que anualmente daban, los
padres de Bucalemu, recorriendo el territorio del
Cachapoal al Maule , evangelizando en todos sus
pueblos, y deteniéndose en los parajes donde hu
biera almas que poder salvar.
Eu 1750, el navarro don Manuel de Zelada les
hizo donación de su liacienda de San José de Col
chagua, para que pudieran realizar su obra, en la
villa de San Fernando. El donante se reservó el
usufructo de la hacienda, por los días de su vida .
58
Empezaron los padres de la Compañía la cons
trucción del templo y del edificio de la casa de mi
siones a la vez. Las maderas fueron traídas de la
cordillera, por las aguas del río Tinguiririca , y sa
cadas á la villa por el camino que hoy forma la
calle de Valdivia de aquella ciudad. Las gradas del
comulgatorio eran de piedra verde, jaspeada . Al
verlas don Miguel Luis Amunátegui , dijo al guar
dián del convento de aquella iglesia : que esas pie
dras debían conservarlas en fanales de vidrio, has
ta que los canteros llegaran á descubrir las minas
de donde las extrajeran los jesuítas . Tan poca im
portancia se dió a la acertada observación del sabio,
que de las piedras de aquellas gradas no nos queda
sino el recuerdo .
Es probable que esas piedras fueran traidas de
la cordillera ó llevadas de alguno de los cerros ve
cinos, tan ricos en canteras de piedras, tan varia
das en la formación , como en sus colores . En la
Puntilla de Guacarhue y en sus colinas inmediatas
existe abundancia de una piedra de porfido verde,
muy semejanta á la afamada piedra verde de Rau
quén. La industria la aprovechará más tarde en
construcciones de sillería . Hoy se rompen esos pe.
ñascos para utilizarlos en los cimientos de las casas,
en pircas ó terraplenes.
Aquel vetusto edificio, inmoble como una roca,
ha resistido á los recios terremotos de 1835 y 1906 ,
v á muchos otros violentos sacudimientos de tierra .
La parte que no existe ha sido demolida por la
mano del hombre, para sustituirla por construc .
ciones modernas, en que, si no se encuentra la mis
ma solidez , se consultan mayores comodidades, to
mando en cuenta la higiene, y siu prescindir de las
exigencias estéticas.
Contribuyó también á aumentar la importancia
59
de la doctrina de Malloa la fundación de una nueva
villa, á dos kilómetros al norte del río Cachapcal,
á una altura de quinientos trece metros sobre el
nivel del mar. El Presidente don José de Manso,
en 1743, echó los cimientos de la villa de Santa
Cruz de Triana , en un terreno cedido al efecto por
el cacique de Rancagua don Tomás Guaglen . Su
progreso fué lento. Dus años más tarde contaba con
sólo cuarenta casas .
La beroica resistencia de los patriotas en aquella
p'az», hizo de Rancagua un teatro glorioso y un
uombre célebre . Su béroe, don Bernardo O'Higgins,
siendo después Director de la República, en 27 de
Mayo de 1818, le concedió el título de ciudad, muy
leal y nacional, y á su Municipalidad el de muy
ilustre Cabildo. Por el mismo decreto establece que:
« Sus armas serán un escudo, orlado con dos ramas
de laurel , y en su centro un fénix, renaciente de
sus cenizas, y sosteniendo con su garra derecha el
árbol de la Libertad ; el cainpo del escudo será rojo,
coino color emblemático de la sangre, que ha cos
tado á Rancagua su celebridad; el lema, que cir.
cuirá al fénix, será el siguiente: «Rancagua renace
de sus cenizas, porque su patriotismo la inmorta
lizó » .
Antes del desastre de Rancagua, y después de la
victoria de los españoles , muchas familias abando
naron aquella ciudad , poniendo en salvo sus inte.
reses y su vida , buscando su refugio en los pueblos
circunvecinos . Así vivieron a establecerse algunos
de aquellos patriotas en Guacarhue; donde, pren
dados de la hospitalidad de sus habitantes, de la
benignidad del clima y salubridad del valle, que.
daron radicados para siempre, llegando á ser sus
descendientes, muchos de los actuales pobladores
de esta aldea .
60
En los últimos años de su vida , sirvió el señor
Marin el curato por medio de párrocoo coadjutores.
En 1750 tenía establecido uu regular servicio reli
gioso , en la reducción de Talcarehue, hacia el
oriente de San Fernando. Eu Río Claro residía un
vice párroco, casi con las mismas facultades que
fon propias á un Cura y Vicario . Su jurisdicción
comprendía el distrito encerrado por los ríos Cr
chapoal y Claro , deslindando al oriente por la cor
dillera . La residencia de un sacerdote en aquel lugar
remonta probablemente al año de 1692, en que el
Presidente Marín de Poveda echó los cimientos de
aquella población, que más tarde debía llamarse
Villa Deseada, y por fin , ciudad de Repgo. Para el
fomento de aquella población debió establecerse
allí un sacerdote, que, sin ser propiamente párroco,
tuviera las facultades omnimodas de un doctrinero.
En 1757 , en vista de la distancia que separaba á
los pueblos del sur del río Cachapoal del asiento
de la parroquia, encontrándose de visita en ella el
Iltmo. don Manuel de Alday y Aspee, solicitaron
algunas personas de suposición, la desmembración
del curato de San Fernando, en beneficio de los feli
greses de los pueblos, establecidos al norte del río
Claro. Negóse el Prelado á acceder á ello, fundan
do su negativa en que quería mantener en su inte
gridad los límites de aquel curato, porque era su
ánimo reservarlo, como una parroquia de premio
para los curas de mérito, porque no tería nada
mejor que ofrecerles .
Sólo se pudo obtener que la isla de Toquihua
fuera segregada de osta parroquia, para anexarla á
la de Peumo, que se ballaba servida por don Au
tonio de Zúñiga.
El señor Marín , conio los párrocos que le suce
dieron , siguieron titulándose Curas de la doctriva
61
de Malloa , pero siu omitir, por supuesto, la noticia
de ser Curas y Vicarios de la villa de San Fer
pando .
Ea 1761 , con la muerte dió término el señor
Maríu á las laboriosas tareas del ministerio parro
quial en tan dilatada doctrina . De él había dicho
el señor Alday: « que era un sacerdote que cumplía
fielmente con las obligaciones en el desempeño del
ministerio parroquial » .
CAPÍTULO VIII.
Don José ALVAREZ DE TOLEDO, ÚLTIMO CURA DE
SAN FERNANDO CON JURISDICCIÓN SOBRE GUA :
CARHUE .
Hacia el año 1724, nació en la ciudad de Santia
go el párroco de San Fernando, que en este capítu .
Jo es objeto de nuestro estudio . Fué su madre doña
Luisa de Rojas, y su padre el Capitán don Luis
Alvarez de Toledo, entre cuyos ascendientes figu
raban los nonbres de esclarecidos militares, que
habían prestado importantes servicios á la co
rona de España , en las guerras de la Araucanía .
Pertenecía el señor Alvarez à la familia de don
Francisco de Toledo, que era el español que ocu .
paba el primer lugar entre todos los que habían
venido á Chile, en cuanto a la influencia de la so .
ciabilidad del país, por su oumerosa y distinguida
progenie. En los seis primeros gradosde su descen
dencia, abrazaron el estado religioso, en Cbile, cin
cuenta y una mujeres y ciento ochenta hombres,
62
repartidos entre las diferentes ramas de la familia :
Entre éstos se cuenta el jesuíta Melchor Venegas,
reputado como canto por sus contemporáneos. Los
Iltmos. Dou Alonso del Pozo y Silva , dun Manuel de
Alday y Aspee y don José Santiago Rodríguez y Zo
rrilla , únicos obispos chilenos de la diócesis de San .
tiago, pertenecieron á esta familia , como igualmente
don José Alejo Eyzaguirre Arzobispo electo de San..
tiago, y el Iltmo . Don Rafael Valentín Valdivieso pre
lado de eterna memoria, para la Arquidiócesis de San.
tiago, y por ambas líneas, el Iltmo. don Juan Igna
cio González Eyzaguirre, actual Arzobispo de San .
tiago. Tainbién figuran entre los descendientes de
don Francisco de Toledo los Iltmos. Obispos don
José de Toro Zambrano, obispo de la Concepción ,
y don José Miguel Aristegui , titular de Himeria .
Agreguevos á estos nombres el de Monseñor don
José Ignacio Víctor Eyzaguirre y los de don Juan
Francisco Meneses, Deán de la Catedral de Santiago;
de don Bernardino y dos Francisco del Pozo y
Silva , canónigos de la Catedral del Plata ; de don
Francisco Ortiz de Gatica , canónigo de la de Impe
rial ; y de don Francisco de Arechevala, provisor del
obispado de Concepción . Estos datos los debemos
á las investigaciones del estudiosísimo don Tomás
Thayer y Ojeda.
También perteneció á esta familia el señor Ri
quel de la Barrera, cura de Malloa, de quien antes
hemos hablado, y que contó entre sus parientes al
más ilustre de los proceres de nuestra independen :
cia, don Bernardo O'Higgins, hijo bastardo de doña
Isabel Riquelme.
El abuelo paterno del Cura de San Fernando era
el maestre de campo don José Álvarez de Toledo,
que fué escribano de cámara de la Real Audiencia .
Más tarde fué Corregidor de Melipilla, donde po
63
seía la hacienda de Puangue. Su casa de babitación
la tenía al frente del Convento de Santo Domingo,
al lado de la plazuela de este nombre.
La hacienda de Puange fué gravada, en 1650),
con
una
capellapía de un mil y cuatrocientos
ochenta y nueve pesos. En 1721 , doña Juana de la
Barrera, viuda de don Gaspar Hidalgo, tuvo que
pasar por el dolor de deshacerse en una forma humi.
Tante, de la estancia que le dejara su marido. No
tuvo con qué pagar el censo . El mayordomo de la
Soledad la ejecutó, Don Juan Jacinto Goygorrotea
la sacó en subasta pública , en el censo y mil dos
cicntos ochenta y tres pesos al contado. No nos
extrañemos del valor de la propiedad , en aquella
época de general pobreza, porque atravesaba el
país. En aquellos tiempos las propiedades habían
alcanzado ya á precios . Exborbitantes, en compara.
ción con las del siglo XVII . Podemos, citar como
prueba de ese tiempo , la compra -venta del sitio que
ocupa la casa de la familia Correa Irárrázaval . El
3 de Abril de 1603, la vendió don Alonso Alvarez
de Toledo á don Martin de Briones, en la suma de
$ 750. Su frente era de veinticinco varas, y se ex .
tendía entre las calles de Huerfanos y de la Merced .
El vendedor la había adquirido de don Francisco
Bernardo Bustamante .
Aunque estos datos son ilustrativos, son muy
traídos por los cabellos . Lo reconocemos; pero cou
eso queremos distraer un poco la atención llevando
la imaginación del lector a ese vetusto relicario de
la nobleza colonial , y á esos hermosos parajes de
bellos panoramas, que recrean la vista del viajero de
Santiago á San Antunio.
Ta aridez y monotonía de nuestro tema nos iin
poue estas digresiones; ya que no podemos servir
nos de la inventiva de la imaginación en suposi.
67
ciones que nos pondrían en el peligro de desvirtuar
la verdad histórica.
El maestre de campo era hijo jiegitimo del capi.
tán don Luis de Toledo, dueño de las haciendas de
Codegua y de Angostura. Su domicilio lo tenia al
frente de San Agustin, esquina de la calle del Es.
tado con la de Agustinas.
Los padres dedon José de Álvarez y Toledo,
observando la excelente indole, la vivacidad de iu .
genio y el conjunto de bellas prendas, que resplan
decían en su hijo, se dedicaron con esinero al
cultivo de su talento. Hizo grandes progresos en
las ciencias y fué condecorado con el grado de Doc.
tor. Informado de sus antecedentes, el obispo le
confirió el delicado cargo de Promotor Fiscal , que
desempeñó por corto tiempo.
Persuadido el señor Alvarez, de que, en el servi
cio parroquial , es donde más brillan los rasgos de
semejanza entre el sacerdote y el divino Maestro; y
que en el ejercicio de este ministerio, en el campo,
es donde de una especial manera se manifiestan los
efectos de la ostensible protección divina, solicitó y
obtuvo una de las doctrinas de más laboriosidad , el
curato de Cuiimón .
Cargado sobre sus hombros el peso de tan penoso
ministerio, su celo no reconoció límites.
Convencido de que un cura es sólo un mero admi.
nistrador de los bienes de la Iglesia , y de que sus
emolumentos ha de compartirlos entre el subsidio
de sus necesidades y el decoro de la casa de Dios,
edificó á sus expensas un nuevo templo parroquial,
en el pueblo de Curimón.
Dieciséis años más tarde, ,en el concurso de pa .
rroquias de 1762, el señor Alvarez ocupaba el pri
>
mer lugar en la terna para la provisión de la va.
cante de la parroquia de San Fernando.
15
En todos los pueblos de su nuevo curato, dejó
sentir su influencia el celo del apostólico pastor.
A su llegada, formó la vice-parroquia de Guacarhue ,
desinembrándola de la de Rio Claro, y dándole por
límites de su jurisdicción los mismos que tuvo al
ser erigida'en parroquia, á excepción de la isla de
Toquihua. Hasta entonces, en Guacarhue sólo exis
tía una capilla, construída por el piadoso vecin :
dario y servida por un sacristán sin sueldo.
Las entradas por obvenciones, de que disfrutaba
la viceparroquia se dividirían entre el Cura y su
vice párroco , debiendo éste dar cuenta mensual a
aquél de los emolumentos de los fieles, y datos rela
tivos al asentamiento de partidas, que debían cons.
tar en los libros parroquiales.
La piedad de los habitantes de Guacarhue movió
al señor Alvarez á establecer entre ellos una cofra .
dia en honor de N. Sra . del Rosario, Patrona del
lugar y Titular de esta misma iglesia . Redactó los
estatutos y los sometió á la aprobación de la auto
ridad del prelado .
Eu 1763 se encontraba ya establecida , en el valle
de Tilcoco , la capilla de la Estacada, á seis cuadras,
hacia el oriente, del recinto que ocupa hoy la igle.
sia de este nombre. De aquí viene la confusión en
designar con el nombre de Tilcoco ó de Guacarhue,
la viceparroquia en el citado año, en el archivo pa
rroquial de la ciudad de San Fernando. Á dicha ca
pilla se le llamó más tarde de los Tricahues, por los
( trricau ) loros que anidaban en las cavidades de
sus murallas. A poca distancia de ella , estaba el
cementerio de los indios, que valió el nombre de El
Panteón á aquel lugar.
Tilcoco era el nombre que se aplicaba á una con
siderable extensión de terreno, que se dilataba por
la ribera norte del río Claro, eutre La Faltriquera y
APUNTES
5
66
Salsipuedes, enfrente a las residencias de Cantarra
nas y Corcolén. Río de por medio, al sur del Çla
ro, tuvo su encomienda el capitán don Florián
Ramírez, progenitor de numerosa y distinguida
prole .
En esta época presteron sus servicios en la vice
parroquia , los franciscanos Fr. Domingo Trincado y
Fr. Ramón Silva, pertenecientes á dos distivguidas
familias de los alrededores de Guacarhue. Por cé.
dula, expedida en 18 de Octubre de 1764, disponía
el rey Carlos III de España : que los párrocos esta
blecieran residencias de tenientes-cuias, en todos
los parajes poblados, que distasen más de cuatro
leguas de las cabeceras de las parroquias. Para
poder dar fiel cumplimiento a la ordenanza real , el
Doctor don José de Alvarez , vendió su estaucia de
la Rinconada. Así pudo emprender la obra de erigir
capillas , estableciendo allí tenientes con un servicio
constante en ellas .
Sin duda alguna los pueblos quedaron entonces
en mejores condiciones, que las en que se encuen
tran muchas poblaciones en nuestros días, debido
al aumento de población en el país y á la dismi .
nución del clero en él .
Registrando el archivo de defunciones de la pa
rroquia de San Fernando, dimos con la fe de muerte
del novicio jesuíta, el presbítero don Francisco de
Gamboa, viudo de doña Antonia Maldonado. El
año 1764, ficha de su muerte, contaba con sesev ta
años de edad . Había vacido en Colchagua, y fueron
sepultados sus restos en la iglesia de la Compañía,
en la villa de San Fernando.
En 1765, practicaba el señor Alday la segunda
visita de su diócesis. Después de recorrer basta los
más apartados parajes de esta doctrina, firmó el
auto de visita de esta parroquia, en el pueblo de
- 67 -
Guacarhue, á donde se hizo traer el libro de defun
ciones de la ciudad de San Fernando .
Una dạra prueba estaba reservada al Doctor don
José de Alvárez . El sereno de San Fernando anun .
ciaba las tres de la mañana del día 26 de Agosto de
1767. El ecº de su voz va á confundirse con el so .
nião de los golpes de una mano, que con insisten .
cia llama enla portería del colegio de la Compañía
de Jesús. Una escolta de milicianos, bien provista
de pertrechos y municiones de guerra, como si fuera
á tomar por asalto una inexpugnable fortaleza, está
formada en la plazuela de los jesuítas. Embozados
con la clásica capa española , y ostentando las in
signias de sus dignidades, aguardan á la puerta el
Regidor de la villa, el Notario de la ciudad y un
Alg
del Rey . Tan luego como se abre la puerta,
toman por asalto la casa del colegio. Al ruido de
las armas, despiertan, sobresaltados, del sueño tran
quilo de su reposo los religiosos , que se durmieron
libres para despertar prisioneros. Había allí cuatro
padres y tres hermanos coadjutores. Se les reúne
en una sala , donde se da lectura á la maquiavé'ica
cédula real , en que el Rey les condena al destie .
rro perpetuo de los dominios de España , en recom :
pensa de los servicios, prestados en la pacificación
del Reino de Chile, y en el establecimiento y pro
pagación de la fe entre los naturales del país . Se les
comunica la confiscación de sus bienes, de que se
hará un escrupuloso y prolijo inventario. Se les in
tima la orden de prisión y el abandono de cu casa ;
de donde son sace dos á la calle, para esperar en la
plazuela, en aquella fría noche de invierno, la pri
mera luz de la aurora de aquel aciago día , para
ponerse en marcha á Santiago. Humildemente se
someten aquellos apóstoles de la fe á las severas
disposiciones de su muy católico monarca .
68
--
Los pacíficos pobladores de la villa de San Fer
pando fueron sorprendidos con tan inesperada como
infausta nueva , en la mañana de aquel día de duelo
nacional. Aquella sensacional noticia hizo derramar
muchas lágrimas, que eran la más elocuente expre
sión), con que solamente se permitía deplorar la in .
justicia y lamentar la pérdida del bien . Una palabra
de protesta ó una señal de simpatía por la Compa
ñla , habrían sido consi leradas como un crimen de
lesa Majestad ; tanto más cuanto que, con su távica
ingenuidad, se había acudido á la razón de estado
de una conspiración contra la inonarquía , formada
por jesuítas, para independizar los diversos Estados
de América que estaban bajo la autoridad del Rey ,
Todos debían guardar silencio, para no parecer
comproinetidos en la supuesta rebelión. Talvez, en
aquella misina caluinnir, vinieran de la misma Es.
paña los primeros gérmenes de la idea de la eman
cipación política . Fué la única vez , que en el tiempo
de la colonia, se pudo hablar de ella , sin temor de
9
que las autoridades calificaran estas ideas de una
conspiración contra el dominio de la corona. Y se
sentó la justificación de ella , en el solo hecho de
supover: que la totalidad de los jesuítas de América
y los residentes en la miema España , eran los an .
tores de la idea del sacudimiento del yugo de ia
monarquía. El prestigio y siinpatías universales, de
que gozaban los jesuítas en América, justificaban
todos sus actos, sin descender á la deliberación de
ellos. Fué entonces la primera vez que los america
nos , al través de las tinieblas del colonioje, vislum
braron los primeros destellos de los fțlgores de la
libertad .
La voz de los jesuítas incesantemente se oyó en
la corte, abogando en favor de los naturales de
América , protestando de las crueldades de los sol
69
dados, y calificando de inicua уy bárbara la forma
en que se hacia la guerra, no tanto por extender los
dominios de la corona, cuanto por despojar al indio
de sus riquezas. Esto debſa de servir de pretexto á
sus enemigos, para culparles de conspiradores.
El padre Pedro Carvallo, superior de la residen
cia de San Fernando, y el hermano procurador, re
tardaron todavía el viaje. El primero, por su grave
enfermedad; y el segundo, porque debía dar uma
cuenta prolija al Alguacil real , de todos los bienes
y propiedades, de que disponían los Padres de aque
lla casa .
La finca del Olivar que se extendia hacia el Sur
del colegio, el molino de la villa y la bacienda de
San José de Colchagua fueron vendidas en subasta
pública . La casa del colegio con su capilla fueron
cedidas, en 1771 , á los franciscanos, á quienes se
impuso el indefectible deber de mantener constan
temente en la villa , una escuela pública de prime
ras letras. Los Padres de Malloa abandonaron eu
ruinoso edificio, para trasladarse á aquella casa , en
wión de los que en San Fernando habían empren .
didu la obra de establecer aquí la orden .
Al tiempo de la expulsión , se ocupaban los je .
suítas en concluír los altares de la iglesia y en aglo
merar materiales, para la construcción del claustro,
que pensaban juiciar, en la primavera de aquel
mismo año.
Con la pérdida de tan laboriosos operarios y con
el abandono que de Malloa bicieron los francisca
noś, se dificultó en gran mavera el servicio de la
parroquia de San Fernando. Hubo necesidad de es
tablecer un sacerdote en Malloa , con las facultades
extraordinarias de un cura y con la delegación de
las facultades que le son propias á éste. Un sacer
dote del celo de don José de Álvarez , no podía
70
desmayar ante las dificultades, que se presentaban
como insuperables, para la realización de una obra
de imperiosa necesidad para cus feligreses de Ma
lloa . El último resto de su patrimonio lo dedicó á
la adquisición de un terreno y construcción de una
humilde casa , que sirviera en el pueblo de Malloa
· para residencia o habitación del sacerdote, que pres .
tara allí los servicios religiosos á aquella apartada
porción de su querida grey. La paternal solicitud
de este celoso pastor ha servido de norma de con
ducta á sus sucesores, entre lus cuales ha tenido
dignos émulos en el entusiasmo, caridad y despren
diraiento .
Los habitantes de Taguagua y caseríos circun.
vecinos experimentaron también los efectos del
celo de aquel apóstol. En beneficio de ellos y con
sacrificio voluntario de una parte de sus obvencio
nes estableció un sotacura en esta localidad; cargo
quedesempeñaba , en 1773 , el padre agustino Fr. Va
lentín Gaete . Igual cargo deseinpeñaba en Cuenca el
franciscano Patricio Villamartín . No entramos en por
menores, para no explotarel vasto campo que, rico en
antigüedades, presenta el valle de Taguatagua, co
mo tema interesante, á la pluma de un historiador
ó las investigaciones de un cronista . Desde 1768
encontramos datos en el archivo de la parroquia de
San Fernando; y desde siglos atrás los hallamos en
el archivo de la Real Audiencia ó en las informa
ciones de los obispos.
Diseminados por las orillas del río , hasta llegar
á la cordillera, vivían algunos feligreses del señor
Alvarez, en los extremos más remotos de su curato.
El caserío de Gultro, la reducción de Requinoa y el
pueblo del Olivar, por su distancia de la villa , se
veían privados de los beneficios que reporta a la
vecindad la parroquia . No pudo mostrarse indi
- il
ferente el señor Alvarez á la suerte de aquella par:
te de su feligresia . Estableció en el Olivar un susti
tuto, que recibía cada tres meses la visita del señor
cura , que, por cuatro veces al año, recorría todo el
distrito de su jurisdicción, jinponiéndose de sus
necesidades, para procurer su propio remedio. El
padre Francisco de Corvalán , religioso de la orden
de San Francisco , hacía de teniente del cura en es .
te pueblo , el año de 1773.
En este mismo año, hacía entrega de la vice pa
rroquia de Guacarhue, al agustino Fr. José Flores
de la Oliva , el seráfico Fr. José de Calderón , que la
habia servido desde 1771. De ese tiempo, no se
conserva sino el libro de Fábrica, que llevaba el sa
cristán Carlos Lártiga. Inútiles fueron cuantas dili .
gencias practicó el doctor Alvarez para juntarse
con los otros libros, que debieron forinar el primer
cuerpo del archivo de la vice parroquia de Guacar
hue. Es verdaderamente sensible que, en la mayor
parte de las parroquias, nos encontremos con tan
notables defectos en materia de archivos parroquia.
les, y que éstos estén tan mal conservados, en al .
gunas de ellas, que muchos de sus libros están sin
pasta , otros hay desencuadernados, y de algunos
sólo hay fragmentos, á los cuales no se les dedica la
atención que merecen . Los archivos parroquiales
son verdaderos monumentos nacionales, en los cua.
les se ha ido dejando sentir la acción del tiempo.
Nuestro Gobier : 0 debía mirar con más interés la
conservación de ellos, y destinar alguna suma, para
la adquisición de estantes contra incendio, que con.
serven á la posteridad aquellos documentos, en que
descansa la estabilidad de inuchas fortunas y la
legitima herencia de otras.
Los autos de visitas de los obispos y visitadores
parroquiales están llenos de decretos, ordenanzas y
72
disposiciones, relativas a la conservación de los ar
chivos parroquiales. Pero esas disposiciones , tan
discretas como severas, no pasan de ser sólo una
confirmación de la necesidad de un remedio, sin
que los curas las lleven á la práctica , porque no se
les proporciona el dinero necesario para ello . De
biera exigirse que la Fábrica de cada curato desti
nara anualmente un tanto por ciento de sus entra
das á la corpostura de sus respectivos archivos.
Como la distancia á que te encuentran algunas
parroquias de los centros de población hace muy
difícil que pueda encontrarse en la localidad quien
lleve a cabo la obra, talvez lo más practicable sería
contratar un empastador ambulante, que por cuenta
de la Autoridad eclesiástica hiciera los trabajos del
ramo, que se imponen en los archivos de las parro
quias . Y éstas en un plazo, fijado como fatal por la
misma autoridad, deberían cancelar la demanda
ante el Tribunal de Cuentas Diocesanas. No es
puestro intento trazar reglas de conducta á nues .
tros superiores diocesanos. Como se comprende,
es una simple idea ; y talvez un tanto de cabe
llada .
Con el mismo fervor de los primeros años de su
episcopado, emprendió el infatigable obispo de Sin .
tiago la tercera visita de la diócesis . En 1777 prac
ticó la visita de San Fernardo, sin dejar de reco
rrer, como en las dos anteriores, hasta los villorrios
más apartados y los más miserables lugarejos,
aunque para ello debiera trepar los montes, para
descender después á las fragosidades de las quebra
das . Era sacerdote, y era obispo. Del señor Alday
podríamos decir, sin exageración : que era la historia
viva de su clero, y que en su cabeza estaba á la
perfección gralado el mapa más completo de la
diócesis de Santiago.
73
En Guacarhue sometió á su aprobación el vice
párroco Flores de la Oliva el libro de cuentas de
fábrica, que lleva su aprobacióü con la firma del
obispo. Eu éstas van comprendidos gastos extraor
dinarios : como el de veinte reales , en una guitarra
pare la iglesia ; el de tres reales para encordadura
del arpa ; y de un real , en la adquisición de un ina
nijo, para completar la orquesta. Entre los gastos
ordinarios figuran el de ocho reales al año, como
renta del arpista; y el de cuatro reales en cera, para
las misas de todo el año . Las entradas de Fábrica
ascendieron , en 1773, á la suma de veintiún pesos
y cincuenta centavos. También se avota , alyvina
tiempo después, la circunstancia de haber ascendido
el sueldo del sacristán , en premio de sus buenos
servicios , á la suma de cuatro reales al mes.
En 1778 , el Dr. Alvarez donó á la iglesia de Gua
carhue, por instrumento público, de que hay copia
en este archivo parroquial, un terreno que forma
actualinente la plaza del pueblo , al lado de la igle .
sia. El producto del arrendamiento lo destino al
culto del Señor Sacramentado, cuya lámpara se ali
mentaba con grasa derretida. El señor Alvarez fue
el último cura de San Fernando, que tuvo jurisdic
ción sobre Guacarhue, y el principal obstáculo con
que se tropezó para la erección de la parroquia de
este pombre .
CAPÍTULO IX .
Don ANTONIO DE ZÚÑIGA .
Dedicaremos este capítulo á la memoria de un
digno sacerdote, cuyas virtudes le hicieron merece .
dor de hacer llegar hasta nosotros su nombre, pre
74
cedido del título de « el santo cura de Peumo », con
que le designaban sus contemporáneos. Por más de
veinte años, fué el párroco de la isla de Toquihua,
perteneciente hoy á Guacarhue. Este es el motivo
que nos asiste para dedicarie estas líneas .
Nacido en la ciudad de Santiago, en Junio de
1728 , tuvo por padres á don Hilario López de Zú :
ññiga y á doña Rosa Ruiz de Luengo, originarios de
Santiago y de Concepción respectivamente; ambos
ilustres por la nobleza de sus progenitores, como hu
mildes por la fortuna que de ellos habían heredado.
En compañía de nueve de sus hijos, ejercía don Hila
rio la profesión de minero . Don Antonio quedó en
Santiago al cuidado de si : madre y de su hermana,
asistiendo al mismo tiempo al colegio, que tenían en
dicha ciudad los padres de la Compañía . Estos fueron
sus maestros; quienes tuvieron el consuelo de ver en
él demostraciones de la más tierna piedad , que reve
laban lo que había de ser más tarde el contraído
discípulo.
El Iltmo. Señor González de Melgarejo , impuesto
de la cantidad de Antonio, le ofrece las sagrados
órdenes, que con dispensa de la edad canónica, le
confiere, en 1751 , ordenándole á título de servicio
de iglesia . Empezó su larga tarea apostólica , como
teniente del cura de la doctrina de Renca ; quien de.
clipó en el joven sacerdote todo el peso del trabajo,
á pesar de las disposiciones tan explícitas, como ter
minantes de los cánones de los concilios y leyes dis
ciplinarias de la diócesis, sobre la labor que corres.
ponde á los párrocos, que se ayudan de sotacuras en
el ejercicio de su ministerio.
En Febrero de 1757 , cuando estaba para trasla
dorse á la ciudad de Santiago, para vivir en calidad
de tepiente, al lado del cura de San Isidro, le orde
10: el señor Alday y Aspee, que sin demora se diri
75
giera á la doctrina de Peumo, á servir de teniente
de cura de don Andrés de Carrasco que se hallaba
gravemeute enfermo. A la muerte de este sacerdote
se le despachó el título de cura interino; y en 1759
se le extendió su nombramiento en propiedad, des.
pués del concurso , en que, en dicho río, se convo
caba al clero á la provisión de aquel curato. El se
ñor Zúñiga debía conservar aquella parroquia has
ta su muerie, a caecida en 15 de Enero de 1812.
Con el cel de un apóstol, emprendió con ardor
1 :1 obra de regeneración moral, cuyos frutos pudie .
ro ! hotarse, desde el primer momento de su llega
da á Peumo. Afable con todos en su trato , inalte
rable en la paciencia, desprendido para con los po
bres y de buen is maneras para con los ricos, y
presentándose don Antosio de Zúñiga, adornedo de
todas las virtudes propias del sacerdote de Cristo,
supo ganarse universalmente la voluntad de sus
feligreses ; y no solamente de éstos sino también de
to las las personas que le trataban . A la misa parro.
quial de los días festivos, atrajo innumerable con
curso de gentes, deseosas de aprender de sus labios
las santas máximas que les enseñaba, para alcanzar
la vida eterna ,
Construyó en Peuino, el infatigable obrero de la
viña del Señor, una casa de ejercicios , en donde se
deban al principio tres, y más tarde hasta seis co
rridas al año. Erigió también allí dos escuelas, para
enseñanza de niños de ambos sexos.
Påra procurarse cooperadores en el desempeño
de tan vasta labor, estableció un beaterio en una
casa vecina al templo parroquial . Las asiladas to
maron á su cargo la instrucción en los colegios,
cuidar del decoro del culto, y atender a los trabajos
propios de su sexo en los días de ejercicios espiri .
tuales. Entre las reclusas del beaterio de Peuno
- 76
había también algunas, que podríamos desiguar
como Magdalenas, porque buscaban allí su refugio
después de haber dado pruebas inequívocas de su
conversión, después de una vida libre, ó por lo me
nos descuidada .
Establecióse también allí una sección de escuela
para niñas desamparadas, y para las que , viviendo
lejos de la aldea , se veían privadas de los beneficios
de la enseñanza pública . Eu este colegio se ense
ñaba además , canto , órgano, clase , guitarra y obras
de mano . Entre estas labores, ocupaban lugar de
preferencia aquellas que reportaban una utilidad
práctica á cada una, según su condición social .
Como una curiosidad de antaño, daremos á nues
tros lectores el horario, á que se sujetaba diariamen
te en sus ejercicios el beaterio de Peumo.
« Primeramente, á las cuatro de la mañana se
levantan y van todos a la iglesia, se lee un punto
de meditación y tienen una hora de oración men
tal; la que concluyen rezando un tercio de Rosario
á Nuestra Señora . Se sigue la misa, y en ella co
mulgan espiritual ó sacramentalmente (las que tie
nen licencia ) y luego se retiran á sus cuartos .
« Pasado un cuarto de hora, se llaipan al cuarto de
hace oficio de maestra á tomar un corto mate,
y entre tanto se lee algún libro espiritual .
« Acabado el mate, se retiran á su labor de ma
nos, que por lo común se endereza toda ella á be
neficio y aseo de la iglesia , y muy poco ó nada á
la que
>
utilidad propia, por darles yo (á la que le falta) todo
lo necesario para pasar una vida pobre .
« A las diez de la mañana vuelven todas á la igle
sia á visitar al Santísimo Sacramento ; rezan una
estación mayor, con sus oraciones jaculatorias y se
retirau á su labor.
« Á las once van á la iglesia y rezan otro tercio
77
de rosario y se lee media hora de lección espiritual;
y el tiempo que resta á las doce lo tienen de exa
men de conciencia.
« Á las doce van á comer, en comunidad, y du
rante la comida se lee algún libro espiritual, comen
de viernes, si no es tieinpo en que se dau los ejer.
cicios, seis veces al año , las pascuas y tres días de
carnestolendas; ó cuando estáu epfermas.
« Acabada la comida, vuelven a la iglesia á dar
gracias ; rezan una estación menor al Señor sacra
mentado y se vuelven al cuarto de la maestra, y
allí tienen un cuarto de hora de recreación unas
con otras, y acabado, se van a dormir siesta hasta
las dos de la tarde .
« A las dos van á la iglesia , rezan otro tercio de
rosario, con que enteran los quince misterios ; rezar
al Señor San José lo acostumbrado y se retiran á
sus çuartos.
« A los tres van todas al cuarto de la maestra, to.
man mate, con la lección dicha espiritual y, acaba
do el mate, se retiran á su labor.
« Á las seis van todas á la iglesia á visitar al San
tísiino Sacramento, y rezın una estación mayor
cón şxis preces ó jaculatorias.
« A las siete ran a la iglesia , leen los puntos y
tienen una hora de oración mental, y, acabada,
tienen un rato de examen de conciencia , y de allí
salen al refectorio ,hacen colación y, acabada , vuel
ven á la iglesia á dar gracias y rezan una estación
menor al Santisimo Sacramento, y, acabada , vuel.
ven al cuarto de la maestra, y allí tienen un cuarto
de hora de recreación , que todo ello dura hasta las
9
nueve .
* A las nueve se concluyen las distribuciones y
desde esta hora hasta las cuatro de la mañana, tie.
nen licencia para ocupar el resto de la noche, en
78 -
dormir, si quieren , ó en la iglesia en rezos, oración
ó penitencias, según el espíritu de cada una. De
modo que, por lo común, jamás faltan en la
iglesia algunas que estén sirviendo de guardia al
Santísimo Sacramento, de día y de noche ein fal.
tar.
Desde las cuatro de la mañana hasta las ocho de
<<
la noche, tiene cuidado la que hace oficio de maes .
tra de que vayan á la iglesia de dos en dos cada
hora al Santísimo Sacramento , las que se ocupan
en rezos y oraciones, según el espíritu de cada una;
de modo que de 24 en 24 horas nunca falta quien
esté velando al Santísimo Sacramento .
Por no ser la instrucción, en este artículo, nues
tro tema , no nos detenemos más en extraer muchos
datos y noticias curiosas, que contiene un oficio del
cura de Peumo á don Ambrosio de O'Higgins, que
lleva fecha del 19 de Enero de 1790 , y que se halla
en la Biblioteca Nacional, en el Archivo de la Ca
pitanía General.
El beaterio de Peumo tuvo la vida de su funda .
dor. Los transtornos políticos que agitaban al país
entero, comprometieron profundamente todo orden
civil y religioso. Esta fué, sin duda , una de las cau
sas que contribuyeron á la extinción de aquella
obra; pero sin creer que ésta sea la principal razón.
No podemos excusar de alguna culpa en esto al
mismo santo fundador. A su muerte , no pudo sa
berse lo que pertenecía a la iglesia de Peumo, lo
que era del uso y domivio del beaterio, ni lo que
era de exclusiva propiedad del cura .
La fama de la santidad del señor Zúñiga no tuvo
por límites los de su patria, ni siquiera los del nue
vo mundo. De la misma España vinieron tres no
bles señoras de la familia de Carvajal , parientes
cercanas del rey Carlos III, á concluir sus días en
79 .- .
Peumo, bajo la dirección del santo sacerdote, en el
beaterio que él había fundado.
En estos últimos años, la obra del señor Zúñiga
ha experimentado un notable resurgimiento en la
escuela y en los ejercicios , gracias al celo del pár ro
co, dou Eliseo Fernández Hidalgo . Hay necesidad
de conocer á Peumo, de estudiar las tendencias de
la sociedad y el carácter de los individuos, para po
der apreciar el valor de estas obras.
Respecto a la memoria de don Antonio de Zúñi.
ga, heinos tenido la desgracia de que el vulgo baya
confundido la superchería con la verdad histórica
de los hechos y vida de aquel hombre extraordina
rio. Por orden de su confesor, él mismo escribió su
vida, de que se conservan sólo fragmentos, en que
se manifiesta á las claras el propósito del autor: sa
tisfacer á un mandato, haciéndose desmerecer á sí
mismo, y manifestándose hasta visionario , sin al .
9
cances y sin talento.
Mensualınente acudía , desde Peumo á Santirgo, &
confesarse y á oir en penitencia á las monjas de los
diferentes monasterios, que solicitaban su dirección ,
¡Cuán fructuosa es la labor del sacerdote, que so
hace acreedor á la fama de santo!
En el pico más culminante de las serranías de Gu
lutrén colocó una cruz, en el mismo punto en que
hoy se eleva la gigantesca cruz de fierro, que sin igual
en valor y en dimensiones, es motivo de cristiano
orgullo para los peumenses, que la reputan , tulvez
no sin razón, como la primera de las maravillas de
la provincia de O'Higgine .
Èu 1768, estableció el señor López de Zúñiga un
sacerdote en el caserío de Santa Inés, que, con las
más amplias facultades, desempeñaba el cargo de to
niente de cura entre los muchos habitantes, que po
blaban entonces aquellos parajes .
- 80
Después de la expulsión de los jesuítas, obtuvo
V
para su parroquia las tres campanas, que éstos po
eelau en el templo de Bucalemu. Todavia se con
serva la mejor de ellas . A juzgar por los inventarios
de Peumo, aquella parroquia fué sin duda una de
las más ricas en alhajas y en propiedades, en el
tiempo de la dominacióu española en Cbile.
Interesado el celoso párroco, no sólo en e ! bien
espiritual de su feligresía, trabajó con tesón, por
veinte años, para obtener el título de villa para la
cabecera de su curato . Eu 1793 , sirviéndose de la
influencia de lus marqueses de Villapalma, los más
conspicuos de sus feligreses, consiguió de don Am
brosio de O'Higgins, que Peumo pasara de aldea á
villa .
El marquesado de Villapalma fue creado, en 5 de
Octubre de 1728, á favor de don Diego Calvo de
Escalada, quien casó cou doña Antonia Silva . El
segundo marqués fcé don Manuel Calvo Encalada.
Este fue el padre de don Martin Calvo Encalada ,
uno de los proceres de vuestra independencia. Don
Eleazar Bravo, feligrés de Guacarhue, posee un
birlocho autiguo, que dice: haber sido del uso de los
marqueses de Villapalma, según las tradiciones, re .
cibidas de sus mayores .
A propósito de antigüedades, pero muy á despro
pósito de la materia de que vamos tratando: tam
bién hay entre aquellos feligreses quien se precia de
poseer el birlocho del General Maroto , el jefe realista
vencido en Chacabuco . Pero de esa reliquia no que
dan sino restos, después de la metamorfosis por que
ha tenido que pasar, en las repetidas autopsias á que
le sometieron las despiadadas manos de los he.
rreros .
· Dou Rubén Araneda , en Guacarhue posee un te
i
soro de antigüedad ; y es una cajuela , especie de
- 81
necesaire, como dirían los galiparlistas . Está talla.
da en madera de patagua, y tiene un gran escudo es .
pañol, con esta inscripción: Para el uso de don Ig
nacio de la Carrera . Probablemente fué su dueño el
padre de los generales Carreras.
Péomo es el nombre primitivo que los españoles
convirtieron después en Peumo, facilitando la pro
nunciación de él. Su origen estará en relación con
las seculares selvas y montañas de árboles de este
nombre, que abundaban antiguamente en aquellos
hermosos parajes. Los conquistadores los benefi
ciaron en la industria de la curtiduría , como en épo.
cá menos remota lo hicieron con los bosques de
lingues de los valles del Cachapcal y el Claro. Los
cueros de cabras, transformados en cordobanes; co
mo los de bobinos, preparados en la curtiembre, eran
exportados al Perú y Bolivia; de donde volvían ,
convertidos en mercaderías de retorno . La cecina
no tenía aceptación sino en épocas anormales. Las
carnes se quemaban. Iſacemos referencia á aquellos
años, en que una vaca tenía que ser de una calidad
superior para encontrar quien diera doce reales por
ella .
Las virtudes del cura de Zúñiga valieron la cele
bridad , que tuvo Peumo en los últimos tiempos de
la colonia y en la primera edad de la República; y
aún la que ha llegado hasta nosotros. Peumo es
deudor insolvente á la gratitud á que se hizo acree
dor el caritativo sacerdote, que consagró su vida y
su fortuna al servicio de sus feligreses, al cultivo de
su inteligencia y al progreso material de la locali
dad . Pero ese hombre extraordinario, cuyos méri
tos todos confiesan, lleva un pecado sobre su fren.
te, que impide las manifestaciones del entusiasmo
de los que se llaman admiradores de la ciencia y
pregoneros del progreso. Ese hombre para ellos ha
APUNTES
6
82
bría merecido una estatua de héroe, ó ser represen
tado por un genio, iluminando con una antorcha ei
paso á la libertad ; pero ese hombre tiene una afren
ta ; y es el haber sido sacerdote. ¡ Qué su nombre
sea relegado al olvidol .
Más agradecida aún que Peumo ha sido para
con don Antonio de Zúñiga, la parroquia de Gua
carhue. Ésta ha conservado á la posteridad su
nombre, desiguando con su apellido la viceparro
quia de Zúñiga, que comprende en eu jurisdicción,
el valle de Toquihua, que por tantos años + stuvo
bajo la dependencia espiritual del expresado sacer
dote. La aldea y la comuna lievan igualmente su
mismo nombre. Allí estableció, en conformidad á
la cédula de Carlos III, una capilla , que se desigua.
ba con el nombre de la capilla del cura Zúñiga .
Este es origen primitivo de este nombre.
En un informe del Iltmo, señor Alday, qu « data
de 1768 , dice del presbítero dou Antonio de Zúñiga
que: « es un sacerdote de ejemplar aplicación á su
ministerio y de mediana suficiencia » . Creemos que
con la palabra suficiencia, empleada por el obispo, y
después por el Gubernador, no se ha querido signi
ficar la careucia de capacidad, sino la falta de re .
cursos . De otra suerte , incurrirían en manifiesta
contradicción .
El celo del cura no decayó jamás, porque siempre
tuvo presente que era sacerdote.
En un informe oficial, referente al cura de Peu
mo, decía el Gobernador don Antonio de Bennyi
des: « que era de honesto linaje, de suficiencia, y de
tal virtud que era modelo de curas... Di- traído de
todo interés y comodidad particular, dedica todos sus
copatos á proveer á sus feligreses de abundantes
doctrivas y medios para que vivan cristianamente.
Socorre con liberalidad a los pobres; erigió y man .
83
tiene por sí un beaterio de mujeres ; costea frecuen
tes ejercicios espirituales ... ) Si mediana suficiencia
se tomara en la verdadera acepción de estas pala.
bras, ello no vendría á hacer desmerecer al cura ,
9
sino á confirmar aquello : que no siempre son los
mejores párrocos los que sobresalen por su talento,
cualidad que es común al sacerdote y á los seglares ;
sino aquellos que se distinguen más por la piedad
y virtudes propias de tan santo estado.
El presbítero don Juan Ramón Ramírez, conser
va , como una reliquia, una de las disciplinas que
fueron del uso de don Antonio de Zúñiga. Esta ha
bía sido obtenida por don José Mercedes Araneda,
cuando era cura de la parroquia de Peumo. La ve
neración de estos sacerdotes guacarhuinos por el
santo cura de Zúñiga está en consonancia con los
piadosos sentimientos de estos pueblos, que conser
van , transmitidos de padres á hijos, los recuerdos
de tan benemérito párroco.
En poder de una distinguida familia colonial, en
la casa de los señores Parracidas, en Los Andes, se
ha conservado un retrato de don Antonio de Zúñi.
ga ; á él vincula la tradición la historia de un estu .
pendo prodigio, que las fábulas populares ban he.
cho degenerar en lo ridículo, confundiendo la ver
dad de aquello con la inventiva de la superstición.
Sobre la omisión, que hace don Autovio, del ape.
llido López, no debemos sorprendernos, porque era
práctica , muy generalizada en aquellos años, la de
alterar los patronímicos ó elegir uno ó dos de los
apellidos de sus antepasados, sin dar importancia
al orden genealógico, á que tan estrictamente nos
ceñimos en estos tiempos. De allí proceden las difi
cultades, para el entroncamiento de lae familias.
Pertenecen á la familia del señor López de Zúñi.
ga los presbíteros don Ricardo Mesa y don Ernesto
87
Herrera , como igualmente el religioso mercedario
Fr. Clodomiro Henríquez .
Un Subdelegado de Rancagua quiso encontrar
en la fuga de una de las asiladas , un pretexto para
encausar al Cura , denigrarle ante la sociedad y acu
sarle ante sus Prelados. Sus móviles no eran otros
que los deseos de una iuin venganza.
No puede ocultarse la conveniencia, que á nues:
tro juicio existe, en la designación de Visitadores,
para inquirir acerca de los cargos, formulados en
contra de los gobernantes. Esta práctica es tan
provechosa en el orden civil como útil en la disci
plina eclesiástica . En cien veces los obispos serían
engañados. La garantía del inocente está en que se
abra paso á la luz; en que se corra el velo del mis
terio .
Unos, abusando de las influencias, que pudieran
proporcionarles sus relaciones, su posición y fortu .
na; otros, sirviéndose , como de un recurso, de la
amistad y favores , que se les prouigan ; y quienes
sin más títulos que los que les proporciona su au
. dacia , cinismo é iniquidad, tienden insidiosas redes ,
en que pretenden ver envueltos, al sacerdote, ca.
yendo como una víctima , y al obispo, condenándole
inocente ,
Por otra parte, es de todo punto indiscutible la
conveniencia, que existe, en que se procese á los
sacerdotes ante el tribunal eclesiástico, acerca de los
cargos graves, que sean de trascendencia pública ó
que afecten y comprometan su dignidad y buen nom
bre. El sacerdote tiene deberes sagrados que cum .
plir ante el clero, ante su familia y ante la sociedad.
Para ello necesita de una reputación inmaculada,
que esas colectividades tienen derecho á exigir. La
sentencia favorable, emanada de la curia eclesiásti
tica, será siempre la más luminosa vindicación del sa
85
cerdote. A su vez la sanción social , adversa á los acusa
dores, sería el anatema más fulminante, que pudiera
caer sobre ellos; á cada cual en su esfera . Mas, si el
sacerdote es culpable ........ que expíe él su pecado,
bajo el peso de los considerandos, en que se funde
el castigo. En el caso presente la inocencia del cura
brilló más que la luz del día ... ...... y la perfidia de
sus detractores les envolvió en el manto de la igno.
minia, más regra que la noche obscura.
CAPÍTULO X.
ERECCIÓN DE LA PARROQUIA DE GUACARHUE.
En uno de los últimos días del mes de Enero de
1778 , un venerable anciano subía por un tortuoso sen
)
dero la cuesta de los cerros de Idahue, que separan
á Coltauco de Peumo. Es el más ilustre de los obis
pos , que tuvo la diócesis de Santiago, en el periodo
colonial; es el infatigable pastor, que quince años
antes había merecido de Su Santidad, Clemente
XIII , este conceptuoso elogio:... « Eres ejemplo de
todas las virtudes y modelo de perfección para to
dos los que os observan » . Es el Iltmo. Dr. Don Ma.
nuel Alday y Aspee, que sobreponiéndose á sus
años, visita por tercera vez su diócesis. Á
su lado
va el Dr. Ochoa , su Notario de visita . Va seguido
de numeroso séquito, que le acompaña hasta la
cumbre del cordón de cerros, donde le espera una
distinguida comitiva, que desde Ptumo ha venido
á su encuentro .
Desde el punto más culminante del portezuelo,
pudo explayar su vista el distinguido viajero, por
86
los amenos campos de Coltauco, Doñihue, Coinco y
el Olivar; cuya exuberante y vigorosa vegetación
han valido á aquellos deliciosos parajes los símiles
con el Edén , que en sus inspirados cantos les han
prodigado los poetas.
Al lado opuesto, hacia el sur y veste de las se
rranías, disputan su belleza y feracidad á este valle
hermosos y fecundos campos, que recrean á los que
les contemplan y enriquecen a los que les poseen:
tales son Peamo y sus alrededores .
Hacia el oriente, se les presenta un panorama
encantador, cuyo horizonte se dilata hasta las ne.
vadas crestas de los Andes. Es el piutoresco valle
de Guacarhue, que se extiende hacia el este del
río Cachapoal , que baña el pie de la montaña, que
en estos momentos sirve de punto de observación.
A veces se presenta interceptado por cristalinos
arroyuelos, ó entrecortado por bosques seculares de
salvaje pero sorprendente hermosura. Forman be.
llísimos paisajes con sus ensenadas las aguas del
río Claro, al internarse sus corrientes en la espesura
de la selva .
Á la distancia, rodeando la humilde choza, que
sirve de abrigo à la familia del colono, se ven los
risueños huertos, que el hombre cultiva, y embellece
con su industria . Aquí está Toquihua, donde don
Antonio de Zúñiga , en 1765, erigió una capilla . Un
poco al sur está Tunca, donde tiene su residencia
el acaudalado industrial don Alejandro Araneda,
cuyas valiosas propiedades, comenzando en la Es.
tacada, llegaban hasta San Vicente. Don Alejandro,
como su hermano el sacerdote don Mateo Araneda ,
eran originarios de Concepción . También era pen .
cón de origen don José María de la Peña y Lillo,
que en esta época se estableció en Guacarhue,
donde contrajo matrimonio con doña Tránsito Ra
87
mírez y Molina, de quienes proceden los Peña y
Lillos, que residen en esta parroquia. Guacar hue tie.
ne al sur un pequeño caserío de planta irregular, cu
yos habitantes, propietarios en su mayor parte, ban
edificado sus casas en orden disperso, en medio de
bus fincas. Más inmediata se balla la hacienda de la
Estacada, patrimonio de la familia Silva, una de
las más influyentes por su pobleza y fortuna, en la
jurisdicción de la viceparroquia. A cinco kilómetros
al oriente de Guacarhue, un poco al sur del cerro
de Cailloma, tiene sus casas el Maestre de campo ,
don Juan Bautista de las Cuevas . Allí se ha edifi
cado y dotado una capilla , que durante algún tiem
po ha servido su cuñado el presbítero don Andrés
Ramírez y Molina.
Al noroeste de Cailloma , á un kilómetro al po.
niepte de la colina de Caucho, están las bodegas y
habitación de la opulenta familia Triucado, empa
rentada con los Silvas de la Estacada y los Gálvez
de Guacarhue.
Todos estos pueblos presentan un aspecto rústico
y melancólico ; y sus pobladores maneras agrestes y
un temperamento tínido y reservado. Sólo en Gua
carhue existe un poco más de vida y animación .
La numerosa descendencia del antiguo y rico
encomendero don Pedro Gálvez, se había dividido
sus inmensas propiedades, que se extendían en
tiempos remotos desde Quechereguas basta la isla
de Toquihua. En su mayor parte habían pasado á
mavos extrañas. Er esos años poseía una parte de
ellas don José Gálvez Marchantt, hijo del Capitán
don Tomás Gálvez, y padre de don José Gálvez
Villanueva. Subdividida la propiedad, se aprovechó
la apariencia del clima y bondad de la tierra para
el cultivo de las viñas. Sus resultados sobrepujaron
á las expectativas de sus propietarios. No sucedió
88
lo mismo con los nogales. La excesiva humedad del
suelo fué perjudicial á las plantas. El árbol se de.
sarrollaba esbelto y vigoroso, pero la producción
de sus frutos era muy insignificante. Después del
desecamiento y desinonte, efectuados en aquellos
campos , un nogueral sería un negocio de utilidad
segura. Estableciéronse dos inolinos: en Guacarhue
y en la Estacada. También hubo al poniente de
esta hacienda una curtici uría muy bien montada.
El comercio estaba reducido á los artículos de iudis .
pensable consumo, que se vendían en dos ó tres
casas , en el callejón de los Baratillos, al poniente
de la población.
El señor Alday tenía muy frescos estos recuer
dos, como que sólo tres meses antes había visitado
aquellos contornos. Los habitantes de esos luga
res se le habían manifestado violentos con la mo .
lesta situación, en que les colocaba la distancia de la
parroquia . Diez leguas y dos ríos separaban la aldea
de Guacarbue de la villa de San Fernando. Veinti
cinco años de empeños y de trabajos no habían bas.
tado á mejorar su triste situación.
Aquellos momentos de reposo no fueron de des .
canso para el obispo. El punto más culminante del
portezuelo lo convirtió en tribunal de justicia el fa
tigado viajero. Desde allí pudo apreciar en todo su
mérito los sacrificios de los sacerdotes, que servían
tan dilatadas doctrinas, y la justicia que asistía á
los feligreses de Guacarhue, Coinco y Corcolén , al
solicitar de su Prelado la erección de una nueva
parroquia.
El cura de Peumo, por su parte, hace presente
al obispo el abandono religioso á que se ven redu
cidos sus feligreses de Toquihua , en la mayor parte
del año, á causa de las grandes creces del Cacha
poal , con las lluvias en el invierno, y por los des
89
bielos en el verano. Además, cuando él voluntaria .
mente agregó aquella isla á su curato, se encontraba
joven ; y lo hizo, en atención á la imposibilidad de
servirla, en que se encontraba, por su avanzada
edad y achaques, don Diego José Marín . Su pobla .
ción de ciento sesenta y cuatro adultos y niños, con .
siguientes á este número, exigia que se arbitrara un
medio más práctico de servicio.
El señor Alday ordenó al señor de Zúñiga , que
presentara por escrito estas consideraciones ;y dispu
so que el señor Ochoa biciera presente al Promotor
Fiscal la premiosa necesidad de erigir en curato la
vice parroquia de Guacarhue. El día tres de Febre .
ro, estando de visita en Peumo, recibió el obispo la
petición , en la forma indicada á don Antonio de
Zúñiga . Dos meses más tarde, el Promotor Fiscal ,
don José Antonio Errázuriz, impetraba como una
gracia para los vecinos de Guacarhue, yу solicitaba,
como una medida de buen gobierno la erección de
la parroquia de Guacarhue.
El párroco de San Fernando, don José Alvarez
de Toledo, se opuso tenazmente á la desmembra
ción de su parroquia. En la defensa de la integri
dad del territorio de su curato, hizo lujo de erudición ,
en las citas de las disposiciones do los Sumos Pon .
tífices, opiniones de los canopistas, autoridad de los
Santos Padres y cánones de los concilios. Nombró
como apoderado á su hermano, don Manuel de Al
varez, abogado de la Real Audiencia, y por su Pro
curador á don Juan José Guzmán .
Es interesantísimo el expediente de erección de
esta parroquia. El Cura y el Promotor adoptaron
un temperamento poco parlamentario, en sus comu.
picaciones al obispo. El señor Alvarez interpela al
señor Alday. El Promotor Fiscal , porsu parte, cali.
fica de falto de sindéresis al cura de San Fernando .
90
Mil incidentes más ... Es la batalla del cántaro con
la piedra.
El Procurador de don José de Álvarez sacó los
autos de la oficina del tribunal. El señor Alday le
conminó con la censura de excomunión mayor ipso
facto, si en el plazo de tres días no hacia entrega de
ellos .
El 3 de Julio del mismo año, el obispo de San
tiago presentó al Gobernador del reino, don Agus
tín de Jáuregui, el proyecto de creación de la pa
rroquia de Guacarhue, para que, en virtud de las
regalías del real patronato, prestara su consenti.
miento .
Ignoramos la fecha en que se decretara su erec
ción. La última partida, que menciona á Guacar.
hue como vice parroquia, lleva fecha 24 de Enero
de 1779; y la primera en que se le designa como
parroquia es del dia 4 de Febrero del mismo año.
Sin embargo, parece que la entrega formal no la
hizo el señor Alvarez autes del 3 de Marzo . No
obstante, el 8 de Febrero recibía su primer Cura
informaciones matrimoniales, en el pueblo de Gua
carhue.
El último vice párroco , el padre Fray José Flores
de la Oliva, tomó una parte muy activa en favor de
la erección del nuevo curato. Esto le mereció seve
ras increpaciones de parte del señor Alvarez, co
mo consta del expediente á que antes nos hemos
referido .
Tan pronto como su cura en propiedad , don Ma
nuel de Carmona, tomó posesión de su parroquia,
el religioso agustino se alejó de su querido pueblo.
Digno ejemplo que siempre debieran tener en la
memoria todos los párrocos cesantes en la adminis
tración de una parroquia. Una triste experiencia
- 91
nos enseña que por una inconsecuencia, natural á
la diversidad de afecciones, su permanencia en el
curato es siempre funesta para la piedad, un obs
táculo á la libertad de acción que necesita el suce
sor; y ordinariamente, germen de desunión en el
seno de la feligresía. Reprobamos, al misino tiem
po, á los que, ingratos, no vuelven á visitar a sus
parroquias, cultivando sus relaciones y mantenien .
do en ella la influencia del sacerdote, que puede
ser muy útil en beneficio de la causa religiosa . No
es menos funesta la práctica, que ya podríamos
calificar de general, y es la de adquirir predios den .
tro de la jurisdicción de sus parroquias. La maledi.
cencia explota aquello en desmedro del sacerdote,
el pueblo, con una lógica socialista , ve aquello con
desagrado. Aquel edificio, esta finca, esa propie
dad ..
le traen á la memoria el recuerdo de los de .
rechos parroquiales, que en esta ó aquella circuns .
tancia pagó al Cura , olvidándose ingratamente de
las fatigos y privaciones, que por servirles á ellos
se impuso durante una larga serie de años.
El padre Flores se retiró al convento de la Estre
lla , para entregarse allí á las austeridades de la regla
que profesan los ermitaños de San Agustin . En
1791 , el ex - vicepárroco de Guacarhue se trasladó á
Quillota , á desempeñar el cargo de Prior del con
vento, que los agustinos tenían en esta ciudad. Ter.
minado el período de su administración , fué desti
nado nuevamente, como conventual , al convento
de la Estrella.
Jamás se olvidó el anciano religioso de su que
rido pueblo de Guacarhue . Muchas veces, y aún
sólo unos pocos meses antes de su muerte, encon
tramos su nombre en los libros parroquiales, en la
administración de los santos sacramentos. Con su
92
conducta, probó el padre José la inexactitud del vul
garísimo refrán que reza : Los loros frailes y gatos...
son los eeres más ingratos ......
El 4 de Septiembre de 1808, después de sesenta
años de profesión religiosa, le sorprendió la inuerte,
en la parroquia de Peumo, al lado de don Antonio
de Zúñiga, con quien le ligaban antiguos y estre
chos vínculos de amistad .
La labor apostólica del padre Flores de la Oliva ,
no sólo no sería estéril , sino que sería muy fecunda ,
en un pueblo que dió pruebas de su piedad, con la
construcción de la iglesia y provisión de ella , sólo á
expensas del vecindario, como lo apota el Promotor
Fiscal. Esa generosidad de los hijos de Guacarhue
no ha sido jamás desmentida, habiendo pasado á
ser proverbial en los pueblos de Colchagua.
La nueva parroquia tuvo por límites: al sur, la
cumbre de los cerros, que separan el valle de Gua
carhue de los de San Vicente, y Malloa, una línea ima
ginaria y que, paciendo de los cerros de Tunca , fuera
a morir en el vado del cerro de Peumo; por el oeste
y norte la separaría el río Cachapoal de la parro
quia de Peumo; por el oriente deslindaría con las
viceparroquias del Olivar y Río Claro.
La casa de babitación del cura y comodidades
consiguientes para el buen servicio de la parroquia ,
á que se refiere el expediente de erección del curato,
parece que estaban en lo que pasó á ser más tarde
la finca de las Merlos y después de los señores Sal
divares, donde nació el ex diputado del Congreso
Nacional, don Tristán Gálvez, cuyos hermanos se
encuentran hoy en legítima posesión de esa pro
piedad.
Delos ornamentos y albajas, á que alude el se
ñor Errázuriz, no nos han llegado otras noticias
que las que él nos suministra. De aquella época
-- 93
quedan tres atriles, que no tienen otra importancia
que la de su remota antigüedad . La calderilla del
agua bendita, fabricada en piedra , pasó á ser pro .
piedad del coleccionista don Rubén Araneda,
Las fiestas religiosas de Guacarhue alcanzaron
una notoria celebridad, por el esplendor que en
ellas se ostentaba . La Pascua de Navidad gozó de
nombradía , que después se convirtió en ignominia
para el pueblo, por los desórdenes en que degeneró.
CAPÍTULO XI.
PRIMEROS Párrocos DE GUACARHUE.
Don Manuel Carmona .- (1779-1788 ).
Entre los españoles venidos á Chile en la prime
ra mitad del siglo XVIII, figuraba el nombre del
sevillano don José Julián de Carmona. Aquel hi.
dalgo andaluz establecióse en Santiago, donde con
trajo matrimonio con una distinguida dama de
esa ciudad , doña Margarita de Baeza. De este
enlace pació , en 1741 , un niño, á quien sus padres
dieron el nombre de Manuel.
Recibió el hijo de dor Julián una educacićn co
rrespondiente a la elevada posición de su familia.
Curso Filosofía en el Seminario de Santiago; y , ba.
jo la dirección de hábiles maestros, hizo sus estu .
dios de Teología en el mismo centro de educación .
Al mismo tiempo que adquiria los conocimientos
que exige el magisterio del sacerdote, asistía á
prestar sus servicios, como acólito, á la Catedral . Así
94
estaba ordenado á los jóvenes, que se preparaban
para el sacerdocio.
El año 1764, recibido que hubo el presbiterado,
pasó á ocupar un asiento entre los capellanes del
coro de la Catedral. Diez años después, desempeño
el cargo de teniente del cura de la misma iglesia.
Aun no se había hecho la separación del Sagrario.
Era muy asiduo al confesonario y consagrado á la
predicación. Jamás faltaba á les conferencias mo
rales , que periódicamente se daban al ciero residen
te en Santiago. Erigida la parroquia de Guacarbue,
se citó á concurso á los sacerdotes, que tuvieran
interés en venir á prestar en ella sus servicios.
El señor Carmona fué uno de los opositores. Más
afortunado abora que en los dos concursos anterio.
res, de que había formado parte, fué el favorecido con
el curato que se trataba de proveer. Trasladóse lue.
go á Guacarhue; y, el 3 de Marzo de 1779, entró en
posesión efectiva de aquella parroquia , que en don
Manuel de Carmona tenía su primer cuia . Pesado
estreno el del señor Carmona. Es ardua empresa la
de ser fundador, aunque en estos casos se cuente
con el entusiasmo, que despierta este género de no
vedades .
Fueron eficaces cooperadores del nuevo pastor
los religiosos franciscanos Fr. José Ramón Zapata,
Fr. Carlos José Cubillos y Fr. Domingo Trincado.
Este último era teniente del- cura, pero con residen
cia en la Viña, donde tenía su familia. En la mis.
ma forma, sirvió el seráfico religioso al cura don
Cornelio de Rojas, durante toda su administración .
El clima húmedo y de bruscas alternativas, que
caracteriza á Guacarhue, no se acomodó al tempera
mento delicado del señor Carmona . En Jupio de
1784, dejó la parroquia á cargo de su tenieute, el
padre Cubillos y él se retiró a la ciudad de San.
95
tiago, á cuidar de su salud, ya bastante quebran
tada.
En 1788 bizo permuta con la parroquia de Choa
pa Baja, Cuzcuz, Mincha ó Illapel, con cuyos nom .
bres indistintamente se le designaba . Siendo cura
de esta doctrina, murió repentinamente en la ciu
dad de Santiago. Su cadáver fué sepultado en la
iglesia de las monjas de la Victoria, donde se le hi
cieron suntuosos funerales.
Don Cornelio de Rojas. -( 1788-1807 ) .
Entre los estudiantes de Teologia con que conta
ba el Seminario Conciliar de Santiago, en 1764, se
hallaba el joven don Cornelio de Rojas, á quien su
padre don Manuel había colocado en aquel plantel
de educación, tan luego como el niño hubo apren
dido en la escuela las primeras letras. La precoci.
dad de su talento le hizo sobresalir entre sus con
discípulos, entre quienes tuvo el cargo de pasante,
que le confiaron sus maestros.
En 1764 recibió la tonsura clerical , y en el año
siguiente todas las órdenes mayores. Era práctica
de la época, no alejar de Santiago á los sacerdotes
en los primeros años de su sagrado ministerio. Los
obispos querían observar de cerca las aptitudes de
los nuevos operarios de la Iglesia , para consagraries á
aquellos ministerios á que les llamara su natural
inclinación . Entre los cargos que se les confiaban
en sus primeros años, se hallaban las capellanias
del coro de la Catedral, que más tarde pasaron á
ser una mezquina recompensa para los méritos de
sacerdotes, á quienes los años imposibilitaban para
seguir prestando sus servicios en la vida activa del
sacerdocio. El señor Rojas fué designado por el se
96
ñor Alday para llenar una de las vacantes, que
tenia el coro, al tiempo de su ordenación.
El cura de Andacollo hizo presente al prelado
las dificultades, que presentaba el servicio religioso
en su parroquia, á causa de encontrarse muy re
partida su feligresía en los diferentes centros mi
neros del territorio de su jurisdicción. Los " uevos
alcances en las minas acrecentaron la emigración
hacia aquella región aurifera. Aumentándose la
mies, fué preciso que se aumentaran los obreros.
Se necesitaba un sacerdote joven , que resistiera á
los ardores del clima y á las fatigas de tan laborio
so cargo. Ninguno mejor que el señor Rojas llena
ba estas condiciones, que armonizaban con su vir
tud y celo.
El año 1769, pasó á Mincha , en calidad de cura
interino. Al año siguiente , se opuso al concurso; y
en él , dados su talento y méritos, no le fué difícil
obtener en propiedad la parroquia que servía inte
rinamente .
En 1776 , se opuso á un nuevo concurso de pa .
rroquias. El obispo le proponía en el tercer lugar,
>
entre los sacerdotes más competentes de su clero,
que se ofrecían para prestar sus servicios , en el
cargo de la cura de almas de sus diocesanos de
Mendoza, en la provincia de Cuyo. En su oficio al
Gobernador encomiaba en estos términos los méri.
tos del Cura de Cuzcuz, que, como antes se ha di
cho, es la parroquia de cuatro nombres . « En Choa.
pa , ha sido siempre un fiel cumplidor de los debe .
res , que le impone su cargo . ,» Satisfecho por el alto
concepto en que le tenían sus prelados, pero con el
natural desabrimiento del que ha sufrido una de
rrota, regresó á su apartada parroquia .
Después de la expulsión de los jesuítas, en reem
plazo del convictorio de San Francisco Javier, man
97
dó establecer el rey Carlos III un nuevo Convicto.
rio, al que se dió el nombre de Carolino, en honor
de su fundador. El vulgo lo desiguó con el nombre
de Colegio Colorado, como al Seminario Colegio
Azul , por el color de la banda que usaban sus estu .
diantes. Su existencia fué precaria , como que nacía
entre las convulsiones de la agitación , que eu las
conciencias produjo la expulsión de tan benéfica
institución, cual era la Compañía de Jesús en Chile.
En 1778, el gobernador don Agustín de Jáuregui
reemplazó el antiguo colegio por otro. Con el mismo
nombre y plan de estudios, en realidad de verdad ,
no era otro que el viejo Convictorio, al cual la pro
tección del Gobierno, hacía salir del sepulcro, lleno
de vida . Con el apoyo que le prestaba el Fiscal de
la Real Audiencia, don Ambrosio de Cerdán , sur
gió asombrosamente.
Escogióse á las personas de más vasta ilustración
y que más se distinguían por sus dotes de gobierno,
para encargarles la enseñanza y confiarles la direc
ción del establecimiento. Pensose desde luego en el
inteligente cura de Mincha. Se le nombró Ministro
ó Pro- rector del Convictorio Carolino, ofreciéndole
algunas asignaturas, de aquellas que, por la inteli .
gencia y preparación que suponen , honran á los
catedráticos . No era la educación el elemento vital
para el celo de don Cornelio Rojas .
A 14 de Marzo de este mismo año, tomó pose
sión de la parroquia de Guacarhue, que, con el
consentimiento del obispo y aprobación del Gober
nador, había permutado por la parroquia de Choa
pa. Gobernó esta parroquia durante algún tiempo,
por medio de uno de sus tenientes. No obstante, él
sólo firmaba las partidas. Según práctica común de
entonces, se redactaban cual si el cura personal
mente administrara los Sacramentos.
APUNTES
7
98
-
Ei celo del señor Rojas no decaía con la edad.
No es facil explicar el tierno y afectuoso cuidado,
con que este sauto pastor miraba por su rebaño, ni
la infatigable solicitud con que dilataba su vigilan
cia por los contornos de su doctrina. Estableció
servicio religioso en las capillas de Tilcoco, Tunce,
El Rulo, Corcolén , Toquibua y Coinco. Tuvo por
tenientes á los religiosos Fr. Carlos José Cubillos,
Fr. Domingo Trincado, Fr. Antonio de Asaldegui,
y á los presbíteros don Andrés Ramirez y don Luis
Gálvez. También figuran en los libros parroquiales,
prestando sus servicios al curs , los religiosos fran .
ciscanos, Manuel, Ramón y Juan Silva , el agustino
Fr. Manuel Silva y los presbíteros don Diego y don
Gregorio Silva , miembros todos de una sola fami
lia : los Silves de La Estacada .
El padre Juan de Silva fué el primer vice-párro
co de Coinco. En vista de la población de Coinco y
de la distancia de este pueblo de Guaca hue, y en
parte por las facilidades, prestadas por don Gerva
sio Disz Muñoz, estableció allí el señor Rojas una
vice-parroquia, en los primeros años del siglo XIX,
Sirvióla el padie Silva , hasta que los primeros
acontecimientos de la guerra de la Independencia
vinieron á perturbar la paz social y religiosa del
país. El religioso franciscano simpatizaba, como su
familia, con la causa de los patriotas. Durante el
período de la reconquista estuvo Coínco á cargo de
don Ramón Carrasco .
El señor Rojas poseyó en Guacarhue valiosas
propiedades. Sobre una parte de ellas fundó una
obra pía, de que luego tendremos ocasión de hablar.
En 1799, en representación del Iltmo. don Fraucis
co José Marán , visitó esta parroquia el canónigo
D. José Antonio Errázuriz. En el auto de visita es
tampa un juicio sobre el señor Rojas, que no uece
99
sita de comentarios. « Se encarga; dice, al mencio.
nado cura, proceda en lo sucesivo con igual cuidado
y vigilancia, que ha manifestado hasta aquí, llenan
do tan perfectamente los deberes de su ministerio .
La salud del cura de Guacarhue se resintió mu
cho en los últimos años de su vida . Desde Septiem .
bre de 1798, cirvió la parroquia por medio de sus
tepientes: el presbítero don Luiz Gálvez y el fran
ciscano Fr. Cipriano de Morales. Hasta el 1.9 de
Septiembre de 1800, el señor Gálvez se daba el tí.
tulo de cura interino . Eu esta fecha se hizo cargo
de la parroquia, como cura coadjutor, el sobrino del
señor Rojas, don Rafuel Brayar. A fines de Diciem
bre de 1805, anota el señor Rojas en los libros pa
rroquiales : que en la Pascu .: de ese mes y año se
vuelve á su parroquia, un tanto repuesto de sus
habituales enfermedades.
Autes de volver á Guacarhue, hizo testamento
cerrado, en 29 de Octubre de este mismo año . En
15 de Agosto de 1807 le agregó un codicilo. Dispo .
ne en su testamento : que su cuerpo sea sepultudo
con mortaja de S. Francisco, en el convento de San .
to Domingo, vecino al cual poseía un cómodo solar.
Doua, para después de sus días, la libertad a todos
sus esclavos, y perdona á todos sus deudos de cuan .
to le debieran). Establece un legado, á favor de las
señoras , Josefa y Dolores Saldívar, que durante mu .
cho tiempo habían cantado en la iglesia. Parece que
fué satisfecha esta disposicióu testamentaria con el
predio de la familia Gálvez, de que antes hemos
hablado.
En el rigor del invierno, en el mes de Julio de
1807 , en una época en que tan difíciles se haciau
los viajes entre Guacarhue y Santiago, se trasladó
á la capital gravemente enfermo, el presbíterodon
Cornelio Rojas. Dejó la parroquia encomendada al
100
presbítero don Luis Gálvez y á su teniente Fr. An
tonio de Asaldegui.
Dispúsose piadosamente para morir aquel ancia-.
no sacerdote, que descendió al sepulcro, cargado de
virtudes, en Octubre de 1807. Hasta el último mo .
inepto quiso el señor Rojas probar á sus feligreses
de Guacarhue el entrañable amor, con que los dis
tinguía. Así lo vamos a ver luego , al tratar de la
capellania, que estableció á perpetuidad en beneficio
de su alma y las de sus feligreses y en provecho de
la instrucción de los niños de ambos sexos de su
amado pueblo de Guacarhue.
Don Juan Rafael Brayar.
Mientras servía la parroquia de Illapel el presbí:
tero don Cornelio Rojas, nació en esta ciudad su
sobrino don Juan Rafael, en 1770. Recibió las ór
denes sagradas en 1800, estableciéndole don Cor
nelio la congrua sinodal, sobre los bienes raíces, que
poseía en su parroquia de Guacarhue. Los prime.
ros años de su vida de sacerdote los pasó al lado de
eu familia , atendiendo los intereses de su tío y cui .
dando de la parroquia, en calidad de coadjutor. Los
primeros ejercicios de su ministerio estuvieron en
relación con la mayor parte de su vida.
El período crítico de la salud de su anciano tio
prolongóse hasta por cinco años. Restablecido el
señor Rojas, y en posesión de su curato, se alejó de
Guacarhue el señor Brayar, para dirigirse á su pue.
blo natal, á servir interinamente la parroquia de
esta ciudad . Fue nombrado coadjutor de Illapel su
intimo amigo, D. Luis Gálvez, que acompañaba co
mo teniente á D. Cornelio de Rojas. Pronuncióse la
vacante de Illapel. El señor Brayar se opuso al con.
curso, con grandes probabilidades de éxito. Los
101
vecinos más caracterizados de aquel curato dirigie
ron una presentación al Capitán General don Luis
Muñoz de Guzmán , solicitando: que se les diera por
párroco al señor Brayar. El Gobernador se limitó á
enviar el memorial al Obispo. Algúu tiempo des
pués se presentó en un nuevo concurso de parro
quias, que vacarou en la provincia de Cuyo. Estu
vo muy próximo al beneficio, porque ocupó segun .
do lugar en las ternas. En 1807, tuvo lugar un
nuevo concurso, á que no se inanifestó indiferente
el señor Brayar. Su nombre llenaba el tercer lugar
en la terpa para párroco del Rosario, pero la fortu
pa le fué adversa .
En 1810, una nuerte prematura arrebató su
existencia al coadjutor de Illapel , el presbítero don
Luis Gálvez. Entró á sucederle don Rafael Brayar,
en la coadjutoría, en que demostró á eus conciuda
danos de Mincha las bellas prendas que le adorva
bap . Rodeóse de dos teniente, personal indispen .
sable para poder servir en debida forma una parro
quia tan extensa y de población tan dispersa.
En 1811 , cuando el Congreso Nacional suprimió
los derechos parroquiales, el señor Brayar se vió en
la imperiosa necesidad de servir por sí solo tan di
latado curato .
El impremeditado acuerdo de los caudillos de
nuestra independencia , fué una medida funesta para
- la causa de los patriotas. Las personas timoratas, y
de una particular manera el clero, temieron por la
suerte de la Iglesia, si se triunfaba de la monar
quia.
Don Juan Rafael Brayar, por medio de apode
rado, segúu estilo de la época solicitó del Gobier
no los subsidios, prometidos para la subsistencia de
los curas, si queria que el continuara en el servicio
de la parroquia. La entereza del señor Brayar no
102
fué úpica entre los sacerdotes. La audacia del sa
cerdote es ordinariamente coronada por el éxito, y
la firmeza de carácter, aunque le conduzca al sa
crificio le reviste con aureola de gloria. Por el con :
trario, la pusilanimidad de espíritu, disfrazada con
los nombres de timidez, humildad ó prudencia, le
arràstran al servilismo y le hacen despreciable ante
el concepto de los pueblos .
Eu Febrero de 1823, se confió al señor Brayar la
delicada misión de ir, como cura suplente, á Ran
cagua , en circunstancias anormales para aquella
parroquia. Su estadía allí fué breve, pero suficiente
para captarse las universales simpatías. El Cabildo
de aquella ciudad, apreciando los méritos de tan
digno sacerdote, elevó una solicitud á la Autoridad
Eclesiástica, encomiando las prendas del señor Bra
yar, y pidiendo, como merced: que se le designase
como párroco de la expresada ciudad . Nuevo fra
caso para el señor Brayar.
Con aquella tenacidad, propia de los hijos de los
pueblos del norte, se presentó á un nuevo concur
so. Diósele colación de la parroquia de Santa Ana
de Río Claro, que entró á servir en 1825, para ha
cer entrega de ella en 1827. Don Juan Rafael Bra.
yar fué más afortunado como cura suplente que
como párroco en propiedad. Diez años más tarde
estuvo supliendo en Rengo, su antigua parroquia
de Rio Claro .
En Guacarhue hay feligreses del señor Brayar
que le recuerdan con entusiasmo, como hemos co
nocido á otros que pronuncian con ternura y cariño
el nombre de don Cornelio Rojas. La memoria de
un buen cura se mantiene por largos años ; y la
influencia de sus doctrinas se deja sentir en el áni
mo de los pueblos, que mantienen sus afectos. De
consiguiente, consideramos enorme la responsabili.
103
dad del párroco, que no se hace querer de sus feli .
greses. El pueblo es naturalınente, en Chile, incli.
nado á amar á sus párrocos . Para aborrecerles ne
cesita bacerse violencia. En verdad que nunca faltan
excepciones. Creemos que una de las obras más di .
fíciles para un cura, en la zona central de este país,
es el conseguir haceree odiar de la generalidad de
su feligresia . Nuestra autoridad, la propaganda y
la enseñanza deben descansar, en el amor al pue
blo , que de antemano está dispuesto á corresponder.
pos . Esa reciprocidad de afectos entre el rebaño y el
pastor, liará que sean ellos unos , coino uno será
entre ellos el fin , y como unos serán los medios de
que se sirvan para conseguir obtenerlo.
CAPÍTULO XII.
CAPELLANÍA DE LA ESTACADA .
Una parte considerable del valle, que hoy forma
el territorio de la jurisdicción de la parroquia de
Guacarhue, en tiempos no muy remotos, pertene
ció á sacerdotes, que fijarou su resideucia en sus
respectivas propiedades. Éste fué el origen de las
capellanias colativas, con que cuenta este curato.
La más antigua é importante de estas obras pías es la
fundación de La Estacada. Antes de tratar de ella,
dareinos la genealogía de la familia á que pertene.
cía su fundador, el presbítero don Dionisio Silva.
Agregaremos algunos datos genealógicos, que se
rán de algún interés para los miembros de aque.
llas ramas, que tienen su vinculación más próxima
104
con los primitivos troncos de la familia Silva de La
Estacada .
Ésta es la genealogía de la familia Silva de La
Estacada en Chile. En la isla de Madera, posesión
del Portugal , eu el Atlántico, habían fijado su resi .
deucia un acaudalado señor y una muy ilustre da
ma que, unidos en matrimonio, legaron a sus hijos
en la sangre, la nobleza del español y la hidalguía
de la raza lusitana. Eran éstos don Juan Gonzalez
de Bórguez y doña Catalina Alvarez Chávez de
Silva .
Según la costumbre de la época, podían sus hi
jos tomar indistintamente, á su arbitrio, cualquiera
de los diversos apellidos de que se hubieran servido
sus antepasados. Conformándose con la práctica de
aquellos años, algunos de sus descendientes iippu.
sieron en el bautismo á sus hijos los nombres y
apellidos de algunos antepasados ilustres, cuya ile.
moria deseaban conservar á la posteridad . De aquí
se originan las grandes dificultades con que se tro .
pieza , eu las investigaciones genealógicas.
A no ser por los profundos conocimientos del
erudito escritor don Tomás Thayer Ojeda y las 110.
licias, que nos suministrarou los presbíteros don
Luis Francisco Prieto, don Luis Silva Lezaeta y
dou Juan Ramón Rainirez, no habríamos podido
completar este estudio de dificilísima labor.
Del antedicho matrimonio, nació á fines del siglo
XVI don Juan de Silva Bohórquez, que adoptó
para sí los apellidos maternos de sus padres, caste
Ilanizando el portugués Bórguez, que á su ejemplo
adulteraron después sus hijos, dándoles nuevas for
mas: Bohórquez y Borgues.
Un regio matrimonio conmovió con su resonan:
cia a la ciudad de Santiago, el año 1621. El bizarro
Capitán don Juan de Silva Bohórquez había obtenido
105
la mano de doña Juana, bija del capitán don Luis
Montes de Sotomayor y de doña Mariana Bernal
del Mercado Martinez Nieto. El padre de la novia
era hijo del conocido Vicencio del Monte sobrino
del Papa Julio III, factor y veedor de la Real Ha
cienda . No es del caso referir su interesante bisto .
ris . El novio presentó por dote á su prometida una
estancia en Acuyo, y la parte de herencia que te .
nía en la villa de Cáceres en España. Como arras.
le dió mil ducados, que cabiau en la décima parte
de sus bienes. Era , á juzgar por esto, inmensamente
rico, eu relacióu con las grandes fortunas de la épo
ca. Dou Luis del Monte tenía solar en la calle de
la Merced N. E. con la de San Autonio .
Hijo póstumo de este matrimonio fué el capitát )
don Francisco Ignacio Diego de Silva Bohórquez.
Contrajo éste primeras nupcias con doña Catalina Pé .
rez de Valenzuela, hija delaguerrido General de los
ejércitos del Rey, dou Francisco de Valenzuela. Eu
tre otros, vació de este matrimonio el capitán dou
Francisco de Silva Buhórquez, que en 1672, se ca
só eu el Sagrario cou doña Autonia del Campo, li.
ja del muy hidalgo don Juan del Campo Lantadilla.
Del expresado matrimuovio nacieron doce hijos.
Dos de éstos, Diego y Manuel, abrazaron el esta:
do religioso. Don Francisco fué á establecerse en
Talca, después de haberse casado con doña Josefa
Rita de Gaete. Fué el fundador de la familia Silva
en Talca, y uno de los vecinos que más interés tu
marow , por el adelauto de aquella progresista ciu
dad. A sus expensas construyó en ella la casa del
Cabildo y la Cárcel, en 1745.
Don Juan de Silva, tío del anterior, casó en Oc
tubre de 1668, en la ciudad de Santiago cou doña
Mariana, hija de don Juan de Arraño y de doña
Leonor de Aráuguiz. En dote y arras obsequió a la
106
novia el opulento don Juan Silva , con la cantidad
de siete mil setecientos noventa y siete pesos . Esta
cantidad era reputada enorme.
Hijo de don Juan y de doña Mariapa fué don
Francisco, que contrajo matrimonio, en Febrero de
1715, con doña María Clara Trincado, hija de los
españoles don Juan Trincado y doña Clara de Mo.
rales. Éste es el entroncamiento de las familias Silva
y Trincado. La primera dominó en La Estacada y la
segunda en La Viña .
Don Francisco de Silva Arraño compró á los he.
rederos de don Luis Guzmán la hacienda de La Es
tacada , y contigua á ella compró, al poniente de
Guacarhue, una estancia á doña Mariana Cabrera.
Habiendo en viudado don Juan de Silva Bobór
quez, contrajo segundas nupcias con doña Clara
Donoso Riquel . De este matrimonio tuvo otros trece
hijos.
Del matrimonio Silva Trincado nacieron pueve
hijos. Uno de ellos, Ramón, ingresó á la orden se
ráfica. Don Dionisio se hizo clérigo, en la diócesis
de Santiago, en 1756. En el expediente de tousura
se le da el título de Licenciado . Más tarde se le lla.
ma Maestro y se le califica de Doctor. Si en justicia
le hubiera correspondido alguno de estos títulos,
habría sido graduado fuera de Chile ó en la Univer:
sidad de los jesuítas, porque no aparece entre los
condecorados en la Universidad de San Felipe, ni en
la pontificia de los domínicos. Hemos de tener pre.
sente que en Chile, en aquellos tiempos, sobre todo
los escribanos, prodigaban los títulos de Licenciados
á los clérigos, con la misma facilidad con que hoy
dan el de Doctores á los sacerdotes, en la Repúbli
>
ca Argentina.
El señor Silva residió por algún tiempo en su ca
ea de la plazuela de Santa Ana , sirviendo desde
- 107
ella, en dos épocas, como teniente, al cura de la ex
presada parroquia. A la muerte de su padre, tomó
la dirección de los negocios de doña Clara de Trin .
cado, quien al testar, en Febrero de 1766, le nom
bró por su albacea .
Con este motivo se traslado don Dionisio á resi
dir en La Estacada, donde pasó el resto de su
.
vida .
Durante la adıninistración de la hacienda, reedi
ficó el molino, mejoró la viña éintrodujolos adelantos
de la época , en la explotación del fundo. En el mo.
lino de Guacarhue, fundó, en representación de su
madre, una capellanía, que corresponde, como á le.
gítimo patrono, al actual cura de Lampa, don José
María Carreño, quien por exonerarse de las moles
tias consiguientes de un juicio, la ha dejado en po
der de los que, sin fundamento, le disputaban su
>
derecho.
En la partición de bienes, que siguió á la muer
te de su madre, se asignó una parte de la hacienda
á don Dionisio con dos de sus hermanas. Éstas re.
nunciaron a la herencia, en beneficio del presbítero,
á condición de que éste cuidara de su sustentación.
El señor Silva era patrono de la capellania im.
puesta en la hacienda de los Rastrojos , en el valle
de Taguatagua , no lejos de San Vicente.
Lo que forma hoy el pueblo de Carrizal formaba en
aquel tiempo parte de la hacienda de La Estacada .
Don Dionisio Silva cedió esa parte a uno de sus
deudos inmediatos, que fué el tronco de los Silvas
del Carrizal , entre los que se cuenta el presbítero
don Benjamín Silva .
En Julio de 1786 , concluyó para don Dionisio Sil
va una vida, que había compartido entre las labores
del sacerdocioy las privaciones del trabajo del cam
po. Su cuerpo fué sepultado en la Catedral de San-.
108
tiago, sin os tentación alguda , como él lo había dis
puesto en su testamento .
Sintiéndose próximo á morir, dictó sus últimas
disposionur, que revelan la piedad del sacerdote, el
buen criterio y la ilustración de un hombre de ex
periencia . Hay una copia de su testamento , en el
Archivo de la Curia Eclesiástica , entre las piezas
0
del N.° 30, en el legajo 52.
)
En el mencionado testamento establece la capella .
pía de que hemos venido hablando.
Para formarnos una idea de ella , transcribiremos
literalınente algunas de las cláusulas testamentarias
y solamente daremos la idea substancial de otras.
En la cláusula 11. dispone que:... para el bene
ficio espiritual del vecindario de aquella bacienda
se erija en ella una Capilla, con el título de la Santi
sima Trinidad ... » Prescribe el número y calidad de
imágenes, que se han de colocar en el altır. Dispc.
ne: que la plata labrada que posee, se convierta en
vasos sagrados y vinajeras. Ordena terminantemen.
te: que la hacienda se mantenga en arriendo, hasta
que con ella se haya construido la Capilla yу dotado
de para mentos necesarios para el culto.
La cláusula 13.a dice: ... « Mando que, acabado el
edificio de dicha Capilla , con el producto de los dichos
arriendos entren al goce de la hacienda mis sobri .
nos, hijos de don Antonio de Silva , mi hermano, en
calidad de patrono de la misma capellania , con la
obligación de tenerla con un decenie culto , llaman
do en primer lugar al bijo mayor de dicho don An .
tonio, nombrado don Diego de Silva , y por sus gr&
dos á todos los demás varones , prefiriendo siempre
el mayor al menor y el yarón á la hembra, y á todos
el que fuera clérigo sacerdote, como que éste es más
apto para mantener el culto divino, á cuya perpe
- 109
tualidad aspiro, llevando para sí el mayor usufruc
to que la hacienda produjere.
< 14.* Item mando que en respecto á que el ma
yor valor de esta hacienda consiste en el molino,
plantio y ganados, que por desidia ó mala versación
se exponen a perder, quedando así la obra pía per
judicada, y talvez en el todo burlada mi voluntad,
mando que para tener ingreso mis sobrinos á este
patronato den seguro bastante de su perpetuidad en
el priucipal que reciben y de que cumplirán con
todas las obligaciones anexas á él , estándose á la
mira de ello, por el señor Juel Eclesiástico; y por
que la experieucia me ha enseñado que muchas ve
ces por amistades, colusiones y otras relaciones, si
lencian los curas los detriinentos que reciben estas
fundaciones, ruego y pido al señor Juez Eclesiásti
co , que esté à la mira de proveer de sujeto que cele
por el mejor cumplimiento deesta disposición, en que
tanto se interesa el bien de las almas, y desde ahora
pongo á su arbitrio el que pueda remover á cuales .
quier llamados, en caso que su conducta no corres
ponda á la mejor administración de este fundo o su
mala versación de fundada sospecha de alguna fa.
tal resulta, siu que para esto necesite mucho cono.
cimiento de causa ni que en perjuicio de la obra
pía se impendan costas, procediendo prudencial .
mente como yo lo baría.
« 15 Item mando que todos los octa varios de la
Santísima Trinidad , de los Santos San Pedro, el Ar
cángel San Miguel , Nuestra Señora de los Dolores,
y.en los días.de renovación del Santísimo Sacra .
mento, se digan por ahora sus respectivas inisas,
pagada por la limosna ordinaria de ocho reales y
costeando la cera , vino y demás de los productos de
la hacienda; y que, cuando ella, deseinbarazada de
fábrica y mejorada, tuviese mayor fundo, se paguen
110
las misas por dos pesos, llevando el sacerdote que
fuese patrón , y de no el mismo actual patrón secu
lar, en cuyo beneficio invirtiese todo el beneficio de
la hacienda eclesiástico el sacerdote.
< 37 Item que, acabada y extinguida la familia de
los hijos de don Antonio, entren los hijos de don
Francisco de Silva, también su hermano, al goce de
la hacienda, con las mismas condiciones que la ban
de gozar los primeros » .
Una capellavía, establecida de una manera tan
explicita, como terminante, en sus disposiciones, no
debería haberse expuesto jamás á dudas, ni á cul
pables omisiones de parte de los patronos, para no
incurrir en las faltas, por que el Ordinario podría
privarles de este beneficio. Sin embargo, no siem .
pre ha sucedido así .
Hace muchos años que los patronos no cumplen
con las cargas de la capellanía, sin que la autoridad
eclesiástica haya usado hasta hoy de las atribucio
nes, que le copfiere el testamento .
Nos inclinamos á creer que los párrocos de Gua
carhue no habrán impuesto al Ordinario de lo que
sobre este particular ocurre.
Algo semejante á lo que sucede ahora ocurrió
también a mediados del siglo XIX.
En vista de la inacción del patrono don Saturni.
no Silva, el Iltmo. y Rymo. Sr. Arzobispo, Dn. Ra
fael Valentin Valdivieso, decía, en 16 de Abril de
1850, al cura de Guacarbue, en una carta , que se
conserva en estě archivo: « el poseedor de la hacien
da de La Estacada lo es solamente á título de pa
tión de la capilla, que debe haber en ese fundo, y
que, por la fundación él sólo puede llevar para si
el sobrante de los productos, deducidos los gastos
necesarios para el sostén del culto en la dicha capi
Hla» ... , « que costee en ella la celebración de los ac
111
tos del culto; en inteligeucia que de no hacerlo pro
cederé á usar de las facultades que se me confiereo
en el instrumento de fundación ; ......
En oficio del 17 de Julio de 1954, decía el mismo
obispo al cura: « En virtud de la cláusula 14 del tes .
tamento de don Dionisio Silva , siendo los poseedo
res de la hacienda de La Estacada negligentes en
<
el cumplimiento de las condiciones, mediantes las
cuales les concede su goce, puede el Ordivario Ecle.
siástico removerlos, y llamar á otros á la posesión
de dicha hacienda. Hallándose pues en este caso el
que al presente la tiene, según lo que Ud . me dice
en su nota del 3 delque rige, quiero que Ud.vea alque
en su defecto debe entrar á disfrutar del patronato ,
para que sepa de él , si está dispuesto á promover y
seguir, si el expresado actual poseedor le resistiere,
juicio á su costa , hasta arrancar á éste del fundo ,
sustituyéndole él , como estamos resueltos á decla .
rarlo, á condición de que con la debida exactitud
cumpla por su parte con todas las cargas del citado
patronato ...»
El 4 de Noviembre del mismo año, decía en una
nota al párroco el señor Valdivieso : « Estaba dis.
puesto á preparar y ejecutar la destitución del ac
tual patrón de la obra pía consabida y al noinbra
miento del respetable sujeto, á que Ul . hace refe.
rencia . Más, ha venido el dicho patrón y ha hå
blado conmigo y después de haber procurado co
nocerlo, he suspendido mi primera determina
ción ... »
Don Saturnino prometió en su entrevista al ener
gico prelado: que, en lugar de reconstruir la iglesia
antigua , edificaría una nueva, en un local más apro.
piado, que se presentaba, como á seis cuadras al po
niente de la capilla primitiva. Cumplió roligiosa
mente sus compromisos. Ése es el templo que exis
112
-
te actualmente en las casas de la hacienda de La
Estacada.
Esta capilla ¿es pública ó particular? Esta fué
uma pregunta del Iltmo. Sr. Casanova, á que no se
dió respuesta en la visita pastoralde esta parroquia ,
practicada en Febrero de 1891. Era párroco enton
ces el presbítero don Juan Ramón Ramirez .
Aquella interrogación del ilustrado Metropolitano
uo significaba una duda, acerca de lo que los cáno .
nes disponen sobre el particular? Era un arranque
de refinada diplomacia. Muy al contrario de lo que
él pudo imaginarse, su voz no hizo eco; sus pala
bras, si causaron alguna impresión no dieron resul.
tado alguno.
Esta misma pregunta del Iltino. Sr. Arzobispo
pios hacemos también hoy nosotros.
Sólo la voz de Su Señoría pudo sacarnos de se
wejante duda . Es una declaración, que se impone,
como una necesidad , para que los patronos tengan
á que atenerse para la satisfacción de las cargas de
la Obra Pía .
Es un asunto de suma trascendencia éste; y ha
de ventilarse no en la humilde oficina de up cura
to, sino en la sala de despacho de un obispo. La ra.
zón se impone á la vista. ¿En qué situación tan
desventajosa para su tranquilidad se colocaría al cu
ja? Fácil es comprenderlo.
El presbítero don Diego Silva Saavedra, primer
patrovo de la capellanía de La Estacada , murió re.
pentivamente en Guacarbue, á 11 de Septiembre de
1813. Apenas contaba con cuarenta años de edad .
El patronato pasó á don Enrique Silva Saavedra,
hermano del malogrado don Diego y casado con
doña Dolores Campo. Después de la muerte de éste,
se dió colación de patronato á su hijo don Antonio,
esposo de doña Antonia Fuentes. A la muerte de
113
don Antonio Silva Campo, entró en posesión de la
capellanía su hijo don Saturnino, por medio de su
curadora doña Rita Silva, señora que vinculó su
nombre á la historia de todos los aconteciinientos
de trascendencia de su época, ocurridos en la pa
rroquia de Guacarhue.
Don Saturnino Silva Fuentes, coutrajo nupcias
con doña Emilia Araneda . De este matrimonio na
cieron varios hijos, que formaron uno de los hoga
res más honrados de la parroquia .
La hacienda de La Estacada salió del poder de la
faipilia Silva, por inedio de la venta más original
que pudiera haber ideado su vendedor don Satur
nino, para pasar de la opulencia á una vida modes
ta . No pudo hacer don Santiago Prado una compra
más ventajosa, sin que bubiera de parte del vende
dor el propósito de favorecerle. Don Saturvino vino
á darse cuenta de lo que hacía, sólo cuando, en lu.
gar de recibir el oro á manos llenas, como lo espe.
raba, se vió sometido á percibir una mezquina
renta. Èl no pensó que el capital de la capellania
debía quedar radicado en el fundo.
La capellauia se balla actualmente rodimida en
arcas fiscales . Hay quienes creen que la hacienda
puede volver, mediante un largo y costoso juicio, á
poder de los patronos de la capellania, porque di
cen: que la exvinculación no se hizo en conformi.
dad á las prácticas legales .
Nosotros suspendemos nuestro juicio sobre el
particular.
A la muerte de don Saturnino, entró corno pa.
trono, su hijo don Arturo Silva Araneda, percibien
do la renta de cuatro mil y doscientos pesos al año.
Creyóse con mejor derecho á este beneficio el pres.
bítero don Ricardo Canales Granifo, biznieto de
don Enrique Silva Campo, como lo era don Arturo
APUSTES
8
114
Silva Araneda . Ventilóse un largo juicio en que fa.
voreció la sentencia á don Arturo Silva, por haber
se encontrado ya en posesión de la capellania . Hace
poco que ha fallecido don Arturo Silva Araneda ;
creemos que la capellanía corresponde sin disputa ,
en este caso , al presbítero don Ricardo Canales .
Hay, sin embargo, personas que creen que debe
heredarla el hijo mayor del patrono extinto. Pues,
subsiste la dificultad de probar el entroncamiento
porque faltan hojas en el archivo parroquial de
Guacarhue;. mientras hay otras partidas, que han
>
sido evidentemente adulteradas .
La hacienda de La Estacada pertenece hoy á don
Exequiel Fernández Iñíguez , quien la compró li.
bre de gravámenes, pues ya se había hecho la re
dención del ceneo . Absolutamente en nada afecta á
él lo enojoso de este asunto .
Continuaremos con la genealogía de la familia
Silva, tomando en cuenta solamente las estirpes ó
individuos, que tengan alguna relación con là bis
toria de la parroquia de Guacarhue.
Don Francisco de Silva Trincado, hermano del
fundador de la capellania, casó con doña Rafaela
Gálvez . Fueron fruto de este matrimonio el seráfi
co Fr. Manuel de Silva , guardián del convento de
San Francisco de Rancagua, y el presbítero don
Gregorio Silva, fundador de la capellania de legos,
al lado de Guacarhue, de que es patrono hoy don
Pío Ouofre Silva . Entre otros hijos, nacieron tam
bién de dicho matrimonio Ciriaco, Justa , Pilar, Jo
sefa , Juana, María y Francisco. Hablaremos de al .
gunos .
I. Don Ciriaco Silva Gálvez casó con doña Dolo .
res Silva Saavedra . Fueron sus hijos don Pedro,
que murió soltero, sin dejar sucesión legítima, y las
señoras Rosenda y Tránsito; que casaron con don
115
Alejandro Araneda Silva . De la primera fué bijo
don Juan Ramón Araneda , padre de los señores
Aranedas y Torrealbas . Don Alejandro, es el que
más ba figurado entre estos últimos .
II. Doña Justa Silva Gálvez prefirió entre sus
muchos pretendientes á don Elías Vergara, distin.
guido joven de la autigua familia de este apellido en
Talca .
III. Doña Pilar Silva Gálvez fué la esposa de
don Joaquín Valenzuela, y la madre del presbítero
don Ciriaco Valenzuela, y de doña Isabel Valenzuela
Silva, que contó entre sus pietos al presbítero don
Amadeo Valenzuela . Por esta línea tiene derechos
sobre la capellavía de Lo Julio y La Rinconada,
fundada por don Gregorio Silva Gálvez, como antes
hemos dicho.
IV . Doña Josefa Silva Gálvez casó con don José
Carreño, de quien tuvo por hijo á don Manuel. Éste
fué el padre del presbítero don José María Carreño
y de la esposa de don Juan de Dios González, que
tuvo por nietos á los presbíteros don Francisco Ja .
vier y don Ernesto González Ramírez, curas de
Santa María el primero y de Doñihue el segundo .
V. Don Francisco de Silva Gálvez fué casado res
pectivamente con los señoras doña Mariana Ramí.
rez Elizondo, doña Leonor Grez Cevero y doña Ma
riana Ramírez Garzón . De estos matrimonios pro
creó numerosos bijos , que en su mayor parte pasa
ron á ser estirpes de honorables familias.
Don Alejandro Tadeo Silva Ramírez fué el padre
de don Manuel Silva Vergara, quien tuvo á su vez
por hijo al presbítero y abogado don Samuel Silva
de la Fuente.
Don Juan Francisco Silva Ramírez contó entre
sus bijos á don José María Silva Barazarte, consi.
derado como un prodigio de talento natural . No
116
desmintieron de esta verdad sus hijos el ex diputa
do don Clodomiro Silva , el Ministro de Corte don
Luis Iguacio Silva y el infatigable adalid del Parti
do Conservador, en Valparaiso, don Enrique Silva.
Don José Antonio Silva Ramírez, ahijado del
Iltmo. Obispo de la diócesis de Concepción , don
Diego Antonio de Elizondo, era considerado como el
Mentor de la familia , por la solidez de su criterio, su
Fue el padre de don José
rectitud yy discernimiento. Fué
María Silva Vergara, quien tuvo por hijo al Pre
bendado de la Iglesia Metropolitanay Secretario del
Arzobispado de Santiago, el abogado don Carlos
Silva Cotapos.
Antes de tratar de la descendencia de don Francisco
de Silva Trincado, hemos hecho referencia á algu.
nos hijos de su hermano don Antonio. Completare.
mos ahora los datos, que pueden interesarnos con
relación á nuestro estudio ,
Don Antonio de Silva Trincado, hemos dicho que
casó con la distinguida matrona doña Isabel Saave
dra. De este matrimonio dijimos también: que ha
bían nacido el presbítero don Diego, que usaba
por apellido Silva Bohórquez, y algunos otros, cu
yos nombres hemos ya mencionado antes.
I. Del matrimonio de don Enrique Silva Saave
dra con doña Dolores Campo nacieron don Anto
nio, padre de don Saturnino Silva, doña Rita, que
quedó soltera y doña Carmen que desposó con don
Mateo Canales, originario de Talca. Entendemos
que sería miembro de aquella antigua familia colo
nial Canales de la Cerda, que fué de tanta influencia
y fortuna en la provincia de Curicó. Ramificose des
pués por Talca y delretumbante apellido primitivo
se formaron los de Canales y Cerda . Por tradiciones
de familias, que los llevan tenemos datos sobre egos
entroncamientos. Don Ricardo Canales Silva, hijo
117
de don Mateo , fué el padre del presbítero don Ri
cardo Canales Granifo y de su hermano, el abogado
don Francisco Rafael ; sobrinos ambos del distingui.
do militar de la guerra del Pacífico, don Rafael
Granifo.
II. Doña Dolores Silva Saavedra contrajo matri
inovio con don Ciriaco Silva , como antes lo hemos
hecho notar.
III. Doña Teodora fué la madre de don José Ara
neda, quien tuvo por hijes al virtuoso sxcerdote
don José Mercedes dianeda, a 'gunas monjas y al
padre del actual Primer Alcalde de Guacarbue don
Rubén Araneda.
IV . Duña Carmen Silva Saavedra Crisó con el
más acaudalado feligrés de la parroquia de Guacar
hue.
Era éste don Alejandro Araveda, perteneciente á
una distinguida familia del Sur.
Don Alejandro era un Hércules. Tales han sido
también casi todos sus descendientes directos . De
este matrimonio nacieron don Alejandro, de quien
hemos hablado ya , otros y doña Rosa Araneda de
Silva . Duña Rosa se unió en matrimonio con don
Francisco de Silva , perteneciente á la rama de su
familia que se babía establecido en Talca . De este
matrimonio nació en Tunca , el presbítero don Die.
go Silva Araveda. De las segundas nupcias de don
Francisco de Silva nació el distinguido escritor y
Vicario Apostólico de Autofagasta don Luis Silva
Lezaeta, que con el prebendado don José Ramón
Saavedra constituyen dos honrosos timbres de glo.
ria del pueblo de Tunca y del curato de Guacar
hue.
La intimidad de relaciones que reinó, en los pri
meros tiempos, entre los Silvas de La Estacada y
los Silvas de la ciudad de Talca , estableció una
118
mutua ernigración y correspondencia de visitas,
que fueron motivo de que se emparentaran las
principales familias de Talca con los más ricos pro
pietarios de la provincia de Colchagua .
CAPÍTULO XIII .
CAPELLANÍA DE Tilcoco .
A mediados del siglo XVIII, tres grandes ha
ciendas ocupaban en su mayor parte el dilatado
valle, que se extiende al norte dei río Claro. Eran
éstas: Tilcoco, Naicura y La Estacada . El resto del
campo lo ocupaban las estancias, las fincas y ma
juelos de la gente de menos suposición .
Duña Bartolina de Várgas, dueña de la hacienda
de Tilcoco, contrajo matrimonio, en Santiago, con
don Pedro de Ramírez . De este matrimonio nació
don Ramón, que celebró sus primeras nupcias con
doña Cecilia Molina y Roco. Su madre le hizo tras
paso de la hacienda, que, con motivo de las parti .
ciones, ha tenido que pasar después por un sindú .
mero de divisiones, remates y transferencias.
Hija de don Ramon Ramirez Várgas fué doña
Josefa Ramírez de Molina, que celebró esponsales,
confirmados con matrimonic, con el Maestre de
campo don Juan Bautista de las Cuevas Oyarzún .
El título de Maestre de campo se daba a los que
hubieran desempeñado los cargo de Alcalde ó de
Regidores del Cabildo. Por doble motivo era acree
dor á él don Juan Bautista de las Cuevas . Había
sido Alcalde de Santiago, y mediante una ingente
suma de dinero, había obtenido, en subasta públi
119
ca, el cargo de Regidor perpetuo. Por su esposa
pasó á ser dueño de la bacienda de Tilcoco.
Daremos la genealogia de don Juan Bautista ,
desde el primero de sus antepasados, que vino des
de el viejo mundo, hasta llegar á aquel de sus biz
vietos, que couserva en la familia Cuevas el último
resto de la antigua hacienda. Su nombre: el ex.di.
putado don Daniel Ortúzar Cuevas.
I. El primero de los antepasados de la familia
Cuevas, que vino de Europa a América , fué el ca
pitán don Andrés de Jiménez de Mendoza, origi.
nario de la villa de Edcalla de la Sierra, en el reino
de España. Distinguióse como militar en algunas
batallas del Perú, y sucumbió heroicamente, en de.
fensa del rey, en la reñida batalla de Jaquijaguana.
II . Hija de don Andrés y de doña Catalina de
Monteagudo fué doña Catalina de Mendoza, que
casó con el capitán don Juan de Cuevas Bustillos
y Terán . Éste fué uno de los más esforzados com .
pañeros, que llegaron á Chile con el conquistador
don Pedro de Valdivia. Contrajo matrimonio, en
Santiago, con doña Catalina de Mendoza.
III. Timbre de gloria para las familias Cuevas y
Mendoza fué el valiente General don Luis, que dió
pruebas de audacia y de pericia , en el reñido com
bate de Quintero. Fué Corregidor de Santiago y
sucedió á su padre en el dominio de las extensas
encomiendas de Vichuquén , Loncomilla y Huen
chullani.
IV. El capitán don Luis de las Cuevas heredó el
nombre y gran fortuna del General, su padre, y
las preclaras virtudes que distinguieron á su ma
dre, doña Beatriz de Balcázar. Contrajo matrimo
vio con doña Francisca de Barba y Torres, que re
gistraba entre sus pergaminos de familia los nom
bres de ilustres abolengos .
120
Hijo del capitán don Luis fué don Francisco de
las Cuevas y Barba . Celebró matrimonio con doña
Clara de Navia y Berrío , De la unión de estas dos
ilustres familias procedieron en Chile los Cuevas y
Navia, de cuya historia no tenemos para que tratar.
Sólo nos interesa seguir con don Nicolás .
VI . Don Nicolás José de las Cuevas se desposó
con doña Elvira de Asturga Ureta , hija de don Bar
tolomé de Astorga y de doña Margarita de Urtta .
Sólo mencionaremos á aquel de sus hijos, que con .
tinúa la línea de eutroncainiento, basta llevarnos
al digno esposo de la fundadora de la primera ca.
pellanía de Tilcoco.
VII. Don Francisco Anastasio Cuevas y Astorga,
en 1712 , celebró con pompa regia , en Santiago, en
la parroquia de Santa Ana, sagrado bimeneo con
doña Elena de Oyarzún , hija del capitán don Agus
tín de Oyarzún y de doñ , Catalina de Toledo .
VIII. Fruto de la avtedicha unión fué don Juan
Bautista de las Cuevas Oyarzúu, mo de los más
activos y acaudalados industriales con que contó
en su tiempo el valle del río Claro. Contrajo matri
monio en Santiago con doña Josefa Ramírez y Mo
lina, que aportó al matrimonio, entre sus bienes, la
hacienda de Tilcoco, que vino á forinar la princi
pal base de la fortuna de su marido. De este ma :
trimonio no hubo sucesión . Al lado de don Juan
Bautista se estableció su hermano don Bernabé,
que contrajo matrimonio con doña Mercedes Ra
mírez y Molina , hermana de la esposa de don Juan
Bautista de las Cuevas . Don Bernabé falleció en
Guacarhue, en Octubre de 1796 .
Tío de don Juan Bautista era el Comisario gene
ral , don Bartolomé de las Cuevas y Astorga, casado
el 15 de Noviembre de 1739 con doña Agusiina
Pérez de Valenzuela . De éstos fueron hijos don
121
Bernardo y doña Nicolasa Javiera de las Cuevas:
Ésta casó con don Ignacio de la Carrera y Ureta ,
abuelo de lus ilustres generales Carreras, Padres de
la Patria .
Hijo de don Bernardo y de doña Manuela Gue
vara Guzmán , su esposa , fué el Coronel Bernardo,
conocido con el nombre de El Colorado Cuer as, que
murió heroicamente en el sitio de Rancaguo, y en
cuyo honor se dió el nombre á la calle de Cuevas
de dicha ciudad .
Hermana del anterior fué doña María de la Cruz
Cuevas , con quien contrajo matrimonio don Narci.
so Fariña y Bravo. Este era hijo de don Pedro Fa
riña y Gil , natural de Santiago de Galicia . Fruto
del matrimonio Fariña - Cuevas fué don Manuel Fa .
riña , padre de los distinguidos sacerdotes don Ma
nuel y don Pío Alberto Fariña, párroco de Petorca
y catedrático del Seminario de Santiago, respecti.
vamente .
Doña Josefa Ramírez y Molina mandó instituir
una capellanía en su hacienda de Tilcoco . Su espo .
so dispuso en su testamento: que esta capellania
fuera llevada á efecto, fundandose en un capital de
$ 5,800. De esta suma se dedicaron $ 4,000 á ins.
tituir el capital de la dicha capellania, según se de
duce del párrafo que copiamos en seguida , del vo
lumen 1535, fs , 161 vta. p.4 2.4
« 19. – 136 . ps. 5/2 reales que adeudaron de rédi.
tos los predichos 2,000 ps . desde el 22 de Diciem
bre de 1802 hasta el de 1804, en que se conoció
1,000 ps. de imposición de una capellania, impues
ta sobre sus fincas, la que se impuso para el entero
de los 4,000 ps . que mandó fundar doña Josefa Ra
mírez y Molina , su primera mujer de don Juan Bau .
tista, como se acredita por el instrumento que corre
en el cuaderno de inventarios á p. 110, su fha. 5 de
122
Mayo de 1804; y que hasta esta fecha corrió un
año cuatro meses y trece días, y adeudaron de ré .
ditos los citados 2,000 ps. 136 ps. 5/2 reales » .
« El deudor en cuyo poder estaba y quedó parte
de este dinero era don Eugenio de las Cuevas ) .
Doña María del Carmen Agüero mandó instituír
otra Capellania de tres mil pesos, para la capilla que
ordenó doña Josefa Ramírez y Molina. La señora
Agüero redimió el principal , en 1903; pero en
Agosto de ese año se impusieron de nuevo á censo
en la hacienda de don Manuel Mena , según cousta
del Vol . 1535, p . 2. p. 155 vta. y 163 vta. R. Aud .
a
Queda en esto una remota duda, y es: si los
$ 1,000 impuestos en las fincas de don Eugenio,
juntos con los $ 3,000 impuestos por la señora
Agüero, completaban los 4,000, mandados imponer
por doña Josefa Ramírez, ó si la imposición de la
señora Agüero es completamente distinta . Yo soy
de este último parecer ; y lo fundo en una autoriza
dísima opinión , la de don Tomás Thayer Ojeda.
La fundación de la otra capellania de $ 2,500
fué hecha por don Juan Bautista de las Cuevas, y
aparece en este párrafo:
« 14—1696 ps. que importan trece años, seisme
ses veinticuatro días que han corrido desde el falle
cimiento del finado don Juan Bautista , que fué en
29 de Abril de 1803 , hasta la entrega, que se hizo
de Tilcoco, en 23 de Noviembre de 1816 , cuya im .
portancia es de la capellania de $ 2,500 que el citado
finado dejó impuestos, para que con sus intereses
se pagasen las misas de los días de fiestas, gastos de
cera, trastejadura de la capilla, etc. , etc.; lo que decla
raron los jueces compromisarios, que los actuales
)
intereses, corridos desde el fallecimiento de di
cho señor, se entregaran al albacea , para los fines
relacionado » .
123
De todo lo expuesto parece deducirse: que en la
hacienda de Tilcoco se establecieron tres capella
nías, que afectaban a todas las hijuelas, en que más
tarde se dividió la hacienda.
La primera capellanía sería de cuatro mil pesos ,
mandada jostituír por doña Josefa Ramírez y Mo.
lina. La segunda fundación sería la hecha por doña
Maria del Carmen Agüero. El capital sería la suma
de tres mil pesos; y la tercera reconocería el capital
de dos mil y quivientos pesos, y sería la fundada
por don Juan B. de las Cuevas, en cumplimiento de
lo dispuesto por su inujer.
Esclarecer lo que baya sobre el particular, co
rresponde al Cura de Guacarhue. Las circunstan .
cias no pueden ser más propicias, en atención á que
la antigua hacienda está en poder de don Raimun .
do Larraín Covarrubias y de don Daniel Ortúzar C. ,
caballeros tan cristianos, como delicados de con :
ciencia. La sola duda sobre estos particulares hará
que ellos esclarezcan los hechos, dejando las cosas
en su debido lugar. Como estos asuntos requieren
una contracción y estudio, á que no se puede dedi.
car un Cura , se hace necesario el nombrainiento de
un comisionado ad hoc, y no sólo para estas cape
llavías, pues hay varias otras en la parroquia, que
se encuentran en semejantes óó peores condiciones.
IX . Don Juan Bautista de las Cuevas no se re
signó á morir ein sucesión . No se conformaba con
que se extinguiera en él el apellido Cuevas , como
en el último vástago de aquella rama de proge.
nitores tan ilustres . Casó, en segundas nupcias , con
doña María Josefa de Santelices . De este enlace na
ció un hijo, en cuyo nombre quiso don Juan Bau.
tista vincular su memoria y el recuerdo de su pa
dre. Éste fué don Juan Francisco de las Cuevas y
Santelices .
124
Algunos de los muchos hermanos de su primera
mujer se establecieron en la parroquia de Guacar.
hue. Esto dió origen á divisiones de las propieda
des de don Ramón Ramírez , primer suegro de dour
Juan Bautista de las Cuevas . Así se formaron es .
tancias y fincas en las vecindades de Tilcoco.
Podríainos establecer, como un principio general,
que en la parroquia de Guacarhue, está perfec
tísimamente bien diseñada la distinción de castas.
Pero, si dejamos fuera de concurso el grupo de seis
hacendados, el resto de la feligresía entra en una
fusión para constituir como una gran familia, en
que los que no están ligados por los lazos de la san
gre, lo están por la afiuidad; ó por lo menos, vin
culados á esa colectividad por la proporción de la
fortuna. Entre las personas oriundas del curato de
Guacarhue es muy difícil encontrar quien no lleve
sangre de Silvas, Ramírez ó Gálvez . He aquí el
origen de la unión y á la vez también el principio
de las rivalidades de familias y de las emulaciones
de los pueblos .
Al poniente de un estrecho sendero , que servía
de camino á la hacienda para salir por La Viña al
camino público, que couducía á Santiago, pasando
por el portezuelo de Chillehue, compró don Juan
Bautista, parece que á uno de sus afines, una finca,
de cuyos primitivos árboles quedan todavía algunos
olivos seculares de mezquina producción. A propó.
sito de olivos y de la finca de don Juan Bautista di
remos algo sobre algunos árboles de huerto.
Según el inca Garcilaso, don Antonio de Ribera
trajo desde Sevilla al Perú, en 1560, cien pies de
olivos ; de los cuales consiguió que brotaran tres, en
eu huerto de los alrededores de Lima . Con estas
plantas pensó establecer el monopolio de sus pro
ductos, en los países de la América española . Con
125
sagró algunos esclavos y dedicó algunos perros á la
custodia de aquellas plantas, que tenía defendidas
con elevadas murallas. A pesar de una vigilancia
tan esmerada, una de las plantas desapareció mis .
teriosamente del huerto de don Antonio de Ribera .
Ese árbol fué trasladado á Chile, para ser la planta
de origen de todos los olivares del país . Aquí tanto
le favoreció el clima, que a fines de ese misino siglo,
ya se exportaba aceite desde este reino para los
países vecinos. Principalmente en Colchagua dedi.
caron atención á esta industria .
Creemos que las falidas me ivdionales del cordón
de cerros, que divide el valle de Cachapoal, reúnen
todas las condiciones, que requiere el olivo para
su desarrollo y producción . Es una planta que cre
muy bien , en los terrenos calcáreos y en los de
clives de las colinas. De consiguiente es apropiada
para utilizar con ella los terrenos menos aprovecha
bles. Hecha la plantación, después de cuatro á ocho
años de paciencia, con poco ó casi ningún trabajo,
se extiende la mano para recibir la plata . En la pri.
mera edad del mundo, cuando las plantas crecían,
silvestres, en los campos, sin recibir la menor aten
ción del hombre, el olivo descollaba en las cúspides
de los montes, inclinadas por el viento en toda di.
rección sus ramas, como dando al mundo la señal
de paz . Así lo deja entender Moisés, en las páginas
sagradas de sus sublimes relaciones. La palome ,
despedida por Noé, volvió en el segundo de sus via
jes, trayendo en su pico un ramo de olivo con sus
hojas verdes. De aquí dedujo el patriarca, y lo com .
prendemos también nosotros, que las aguas einpe
zaban á recogerse hacia sus abismos, dejando en
descubierto las copas de los árboles, que corona
ban los puntos más culminantes de las montañas
del Asia. Lección de historia natural , deducida de
126
las relaciones bíblicas, y dedicada á los guacarhui.
nos, para que aprovechen los rulos de su suelo .
Desde Guacarhue al poniente, en varios puntos
se han hecho grandes plantios de naranjos, de limas
y limoneros. Sus resultados han sido sobremare
ra excelentes. Tanto crédito han alcanzado sus fru
tas en el mercado de Santiago, que las naranjas le
han valido un renombre á Tunca.
También se han hecho plantaciones de paltos; y,
como por ensayo, de caquis , de castaños, de tilos y
basta de alcanfoi eros, todo con éxito lisonjero . En
la hacienda de La Estacada , hace algún tiempo, se
cultivó la morera con ánimo de instalar allí una se
ricicultura . E' árbol crece lozano y se desarrolla vi
goroso .
El ingeniero don Miguel Angel Droguett P. , en
Zúñiga , su pueblo natal , ha emprendido , en este
último tiempo, la plantación de ciruelos . Esta obra
será de beneficio para él , por sus utilidades; y pro
vechosa para la localidad, que se sentirá impelida
á seguir el ejemplo del señor Drı guett, cuyas ex:
pectativas no serán defraudadas .
La generosidad y desprendimiento de los pobla
dores de este valle degenera en una especie de indo :
lencia. Se contentar con muy poco, fácilmente se
conforman con su suerte. Con un pequeño capital
es muy fácil hacerse rico en estos pueblos. Cari to
dos los ramos del negocio están descuidados, debido
al carácter, ó falta de ánimo para emprender nego
cios de utilidad problemática. Los que explotan
aquellos pueblos son los comerciantes, que van de
afuera . Un poco de tiempo ... y basta , para hacerse
de una fortuna . En cambio, las antiguas familias
van en decaimiento, y sirviendo de peldaños para
que otros se levanten. Los hijos, en la pobreza , ex.
piarán la muy reprensible inacción del padre. To
127
dos los pueblos cuentan con excepciones, que les
hacen honcr, por la actividad en el trabajo y los
relevantes méritos de las personas que hacen de él
una virtud .
Si el valle de Guacarhue, por la permeabilidad
del suelo, no es aparente para el incremento del
olivo, no sucede lo mismo con el peral . Como Renca
por las frutillas y el Huasco por sus ricas uvas,
Guacarhue en otro tiempo fué famoso por sus ex
quisitas peras. Eran tan apetecibles por su calidad,
como por su gran variedad , que llegaba a treinta y
siete clases, si es cierto lo que nos dicen . Los co
merciantes ambulantes entraban con recuas en el
mes de Abril; y hacían la exportación de las peras
secas y la miel de esta fruta, que en gran cantidad
producía Guacarhue.
Toda esa región es adecuada a la industria de la
arboricultura . Creemos que en este ramo del co.
mercio se encierra el porvenir más seguro y bala
güeño del pequeño propietario. La vía férrea re
impone, como uva de las necesidades más imperio.
sas, para las productivas haciendas de esa zona.
Ella vendrá á facilitar la salida de los productos,
que serán llevados , con beneficio de sus dueños,
hasta la ciudad de Santiago. La propiedad está muy
subdividida en estos lugares; y creemos por ésa ,
entre otras razones, que la plantación de árboles
frutales es el negocio más claro, que se presenta
para mañana á los dueños de esos relazos de terre
nos. Cuando, en calidad de Cura, servimos en esos
pueblos, 108 empeñamos en infundir estas ideas.
Fomentábamos las plantaciones, insinuando la con
veniencia , que existe, en reemplazar la estaca por
el árbol frutal, en los deslindes húmedos de los pe
queños predios. Aconsejábamos también : que, el dia
del nacimiento de un hijo, lo conmemoraran sus
128
padres, plantando un árbol frutal , dedicado en eus
frutos especialmente para el uso particular del niño.
Con la edad del hijo crecería la planta, que en tiem
po oportuno le proporcionaría frutas para su ali
mento y renta para sus juguetes .
La idea , por lo original , tuvo una favorable aco
gida.
La finca del Sr. Cuevas se designaba con el nom
bre de la quinta de la hacienda de Tilcoco. Aquí
edificó don Juan Bautista uvas espaciosas casas
para la hacienda. Fueron una novedad en el valle
de Guacarhue. El primer piso lo formaba un sub
terráneo, al estilo de los calabozos de los castillos
de la edad media . El tercero descansa sobre sólidas
murallas y horcones de pellíu de espino, de boldo
y de canelo.
Contigua a la casa, edificó, en 1771 , una pequeña
capilla, dotada de una torre, especie de fortaleza
feudal de señores de escasa fortuna . Estos edificios
son las últimas reliquias que nos quedan , como re
cuerdos de las construcciones del siglo XVIII, en la
parroquia de Guacarhue .
¿El secreto de tanta solidez? No es un misterio .
El que construía, en tiempo de nuestros abuelos ,
vigilaba personalmente los trabajos, señalaba por
sí mismo al labrador los árboles que debían cortar
ee y la época en que debía hacerlo. Sacrificaban el
gusto á la solidez, y la comodidad á la seguridad .
El que debía cortar adobes en Octubre, en Julio
estaba revolviendo el barro, que llevaba por lo me
nos una tercera parte de paja , que se había tenido
cuidado en que no se mojara con las lluvias del in:
vierno. Se empleaba un afán constante en revolver
ese barro, para que, entrando en fermentación con
la paja, adquiriera cierta viscosidad que la da una
consistencia calcárea .
129
El mismo cuidado ee tenía en preparar el harro,
con que se ligan los adobes; así formaban un todo
compacto, en que el barro con dos quintas partes
de paja adquiría una consistencia semejante á la de
la argamasa
A cada diez ó quince hiladas de adobes se colo.
caban marcos de madera , en todo el contorno de
las murallas, ligados entre sí por tirantes transver
sales. Todo esto, y lo que después diremos, hemos
podido observarlo en el edificio que ramos descri .
biendo.
Todo cayó en desuso en tiempo de nuestros
padres . Los constructores á contrata clasifican de
antiguallas y de atrasos de antaño ese género de
construcciones. No tienen la franqueza de decir :
que son construcciones poco lucrativas para ellos .
También hay quienes denominan construcciones
jesuítas esta clase de trabajos, porque en todos los
edificios que pos ban quedado de ellos, hemos teni.
do que observar y admirar la seguridad y solidez .
Edificaron con ánimo de no reedificar.
En el techo, para soporte de las tejas, se emplea .
bau varillas de maqui , de boldo, de patagua, de ca.
welo, de lingue y de arrayán. Para mayor elegan .
cia, y con la ventaja de la mayor duración, se les
despojaba de la corteza .
Es digno de verse el aguamanil de piedra, que,
incrustado en la pared, existe en la sacristía . La
puerta del templo pertenece a las obras del estilo de
lujo , que se usaba en aquellos años. El altar se con
serva en perfecto estado. En el trono fué colocada
una imagen de N. S.a del Carmen , vestida de gra.
cia. El titular dió el nombre à la finca , que, eu es
crituras posteriores, se denomina « Quinta de N.a
<
S.a del Carmen de Tilcoco » . Más tarde este nombre
se hizo extensivo á la hacienda y al pintoresco pue.
APUNTES
9
-
130
blo que allí se está formando. La comuva ha toma
do también el nombre de « La Quinta » . Dicha ima
gen , como las otras que había en el templo fueron
proscritas de aquel lugar por viejas y por feas. Ante
el rigor de la ley espartana recibieron hospitalario
refugio en las casas de algunos sirvientes, donde se
conservan todavía .
El púlpito de aquella iglesia tiene algunos em
blemas, de los más originales que hasta ahora se
hayan esculpido en las cátedras sagradas. Llamau
la atención dos relieves, dorados al fuego, y tallados
á cuchillo. Representan un arado, en actitud de pe
netrar en la tierra , y un podón, eu que se ve el cu..
chillo desprendido de su mango.
¿Qué relación tienen esos símbolos con la predi
cación de la palabra divina, ó con el culto de nues
tra augusta religión, para que esas figuras fueran
grabadas en el púlpito de aquella iglesia ? ¿No és
esto poner en ridículo las cosas santas? Creemos que
nó; y creemos baber interpretado la verdadera idea
de don Juau Bautista de las Cuevas.
Parece que el pensamiento del hacendado de Til.
coco fué: que mientras el sacerdote explicase á su
auditorio los medios de adquirir los tesoros del cie.
lo, aquellos emblemas enseñaran á su vez al pueblo
los medios de que el hombre se había servido, yy de
que debían usar con constancia, para explotar los
vereros inagotables de riqueza, que contienen las
tierras de esta hacienda . Cieptos de años no han
bastado todavía al hombre, para concluir de dee
montar sus espesas selvas. No pudo discurrir el señor
de las Cuevas un medio más ingenioso para signifi
car las dificultades, que el brazo del hombre ba le
nido que veucer, para aprovechar sus campos en la
agricultura. Desde entonces, incesantemente, du
rante ciento treinta y cinco años, esa tierra ha sido
131
regada con el sudor del labrador, que explota su
fecundidad, la cual aumenta en lugar de agotarse.
Esta tierra siempre se manifiesta grata á las fatigas
del labriego.
Bien puede ser tambiéu , que esos símbolos sig.
nifiquen la devoción que donJuan Bautista profe
sara á San Isidro Labrador. Y esto no sería raro,
porque en uno de los costados de la capilla le hizo
un altar, cuyo trono ocupó la imagen del sauto.
Del resto del valle de Guacarhue podríamos decir
otro tanto, con pequeña discrepancia, que lo que
hemos dicho de los terrenos de « La Quinta », esta
blı ciendo la diferencia que, mientras más al po
niente, mejores son sus suelos, hasta llegar a las in
mediaciones de Zúñiga , que fué el lecho pedregoso
de la coufluencia de los ríos Cachapoal y Claro, en
tiempos muy remotos.
El temperamento del valle está en la misma rela
ción , á la inversa de lo que en orden patural de.
biera suceder. Á medida que más se desciende,
aumenta la salubridad. La explicación que encontra
mos es la de la vegetación uatural de las plantas
indígenas de nuestros bosques. Otro fenómeno no
menos inexplicable es el efecto coutrario, que pro
ducen en este valle, ó el temperamento ó las aguas.
Este consiste en la calvicie en el hombre, y en la
bellosidad en la cara de la mujer. Pero ésta aungue
en muchos casos es abundante, en la generalidad
de ellos es proporcionada á constituír un adorno,
que llega á constituir una gracia peculiar, cuando
no pasa de ser la oscura sombra de un ligero
bigote.
Concluyamos con don Juan Bautista de las Cue
Vas .
El 29 de Abril de 1803, llorado por su familia, y
sentido por su servidumbre y por cuantos le cono
132
cieron , descendió á la tumba don Juan Bautista de
las Cuevas . Su cadáver fué sepultado en el templo
del convento de los Ermitaños de San Agustin , en
la calle del Estado, de la ciudad de Santiago. Su
partida de defunción se registra en el archivo de la
parroquia del Sagrario.
Doña Manuela Santelices quedó de tutora y cu .
radora de su hijo. Su marido, al morir, dejó en
arriendo á su sobrino y albacea , don Antonio Lavín ,
las haciendas de Huemul y de Tilcoco. El canon
estipulado por ambas fué la suma de tres mil cin
cuenta y tantos pesos (sic). Sobre esto inició un jui .
cio la señora Manuela al arrendatario . Eu los autos
se hace relación a la siguiente cláusula del testa
mento del señor de las Cuevas : « Las dos haciendas
son realeygas, solo la de Tilcoco tiene el corto gra
vamen de las misas y subsistencia de la capilla » .
El último precio de venta de esta propiedad había
sido la cantidad de treinta y seis mil pesos.
La viuda de don Juan Bautista de las Cuevas,
señora llena de atractivos, por su posición , belleza y
furtuna , contó entre sus admiradores y pretendien
tes, al muy integro caballero don Miguel de Daroch,
á quien dió su mano en 1807 .
Don Antonio de Lavin pasó á ser curador de su
primo, don Juan Francisco de las Cuevas y Sante
lices. En 1815, éste le inició un ruidoso juicio so.
bre la entrega de las haciendas y rendición de cuen
tas de la curatela . La actitud de don Antonio La
vín , en favor de la causa del rey, en la guerra de
la independencia, le daban , en aquel período de la
reconquista, una gran ventaja sobre eu pupilo, á
quien asistía a todas luces la justicia.
Antes que don Juan Francisco llegara á la edad
de veinticinco años, se le entregaron las haciendas,
como resultado de las gestiones, que al efecto praca
133
ticó ante la Real Audiencia . Al arrendatario y cura
dor se le reservó el derecho compensativo, por el
tiempo que le faltaba. El juicio de la liquidación de
cuentas terminó después de la muerte de don Juan
Francisco de las Cuevas, en 1825.
X. Del patrimonio de don Juan Francisco con
la señora Mercedes Avaria nacieron don Eduardo,
doña Irene y doña Alejandra Cuevas, quienes se
dividieron en proporciovales partes la hacienda de
Tilcoco . La que se adju licó a la señora Irene tomó
el nombre de Cailloma, por un cerrito que se en .
cuentra en esta bijuela. Después del terremoto de
1906 , los fieles erogaron limusnas con el fin de eri
gir un monumento a la Virgen en la cúspide de
esta colina tau aparente para este objeto. Las otras
dos bijuelas, después de algún tiempo, quedaron
en poder de un solo dueño; y se designarou por
el solo nombre de La Quinta: Estas, del dominio
de la señora Alejandra, pasaron a aumentar el nú.
mero de las haciendas de don Raimundo Larrain
Covarrubias. Cailloma, del poder de la señora Irene,
pasó al de su hijo don Daniel Ortúzar C.
En 1873 , doña Alejandra Cuevas y su esposo don
Fraucisco de Borja Valdés impetraron de la autori
dad eclesiástica la reducción de misas, para poder,
con los intereses del capitul, cumplir con la imposi
ción de la celebración de la misa, en los días festi
vos, en la capilla de Tilcoco. El Iltino , señor Valdi .
vieso proveyó, diciendo: que no estaba en sus fa
cultades el otorgar la gracia que se pedía ; que acu .
dieran á Roma los solicitantes, haciendo valer las
razoues que les asistían .
Para cumplir con los deseos y lo dispuesto por
los fundadores de la capellania, respecto á la misa
del día festivo, se solicitaron erogaciones populares.
De otra manera se dejaría de celebrar la misa. Dos
-
134
matronas de distinguida piedad y notoria filantro
pía, doña Alejandra y doña Irene Cuevas, en re .
cuerdo de su abuelo dou Juan Bautista de las Cue
vas, fundador de la capellania, se comprometieron
á completar la renta que se necesitara para sufra
gar un capellán . Pero, murió la señora Irene; y la
señora Alejandra se deshizo de su . hacienda. Un
tiempo más... y la misa concluyó en Tilcoco. Don
Raimundo Larraín C. obtuvo de la autoridad ecle
siástica , que se le permitiera satisfacer aquella obli.
gación de la capellanía , dando anualmente en di.
cha capilla una misión. Los intereses del capital no
alcanzaban á producir la renta requerida para el
pago de capellán . El señor Larrain C., satisfa.
ce religiosamente las cargas de las capellanias en
la forma en que las ha establecido la autoridad ecle
siástica de la arquidiócesis.
Últimamente el señor Larrain C. , ha ofrecido al
arzobispado la capilla, que construyó don Juan B.
de las Cuevas, con sus paramentos del culto, y la
plazuela que media entre ella y el camino público,
si por su parte el ordinario se compromete á cum
plir con las cargas de la obra pía, que a él le ha.
bían sido conmutadas en la misión anual, debien
do además decir una misa por su alma. Si cae la
capilla y no vuelve á reedificarse, lo cedido pasará
á formar parte de la hacienda.
A nuestra llegada a la parroquia de Guacarhue,
en 1906, prestamos toda atención al mejoramiento
del servicio religioso, en el pueblo de La Quinta.
En Zúñiga, para poder establecer un vice-párroco
de una manera permanente, el vecindario de ma
yores recursos contribuyó con una cuota anual de
un mil y doscientos pesos. Para La Quinta pretendi-.
mos algo más que uva simple vice-parroquia. Pre
135
septamos al prelado un proyecto de erección de un
curato, desinembrado del de Guacarhue, de Rengo
y de Malloa. El fondo del proyecto mereció los elo .
gios del metropolitano.
El Iltmo , señor Casanova estuvo en La Quinta
Después de animarnos á continuar en la obra de
convertir en una realidad tan bella idea , vos agre
gó: « hasta aquí solo se ve el entusiasmo de usted y
los piadosos deseos de sus feligreses. Pero, con eso
no se erige una parroquia. Ha dicho usted en su
oficio: que por lo menos se necesitan cuatro cuadras
de terreno para iglesia, casas, huertos y potrerillos.
Hasta hoy nadie ofrece lo que usted juzga indis.
pensable ».
Don Carlos Campino L. , por nuestro intermedio,
ofreció al Iltmo. señor Arzobispo diez cuadras del
mejor terreno de su hacienda, suelo para cemente .
rio y un censo de cien pesos mensuales á beneficio
del cura, si S. Señoría , quisiera establecer parro
quia en el fundo de Naicura. El prelado nos encar
gó darle las gracias y manifestarle sus sentimientos
de gratitud por tan generosa oferta , significándole
al mismo tiempo, que, si la parroquia no se esta
blecía en La Quinta, las cosas quedaban en el mis
mo estado que autes. Por desgracia así sucedió.
No nos desanimamos con este primer descalabro .
Alimentamos la idea de entregar la casa de ejer
cicios á una comunidad religiosa. Necesitábamos
ocho mil pesos. Una persona, desprendida, y de gran
celo por la gloria de Dios, secomprometía áá propor.
cionarlos. Pero, hubo otra clase de dificultades, y
nada se pudo hacer. Los moradores de estos pue.
blos viven, elaborando proyectos y sueñan , reali .
zaudo ideas. Desde nuestra llegada al curato nos
contagiamos de este mal. Concebimos una nueva
136
idea : establecer una viceparroquia , en la misina for
ina que ea Zúñiga. Nueyo descalabro, y últimna de.
cepción .
Sólo se pudo mantener el servicio religioso con
las mismas deficiencias de antes. No se extiende
á más allá de la Misa del día festivo ¿y qué inás se
puede pretender, si los recursos no pasan de la li
inosna del clásico platillo y de unas pocas erogacio
wes ? La cuota más subida, con que se contribuye,
es la de un peso semaval,
Iglesias, sí que no faltan ; las tenemos por demás
en esta localidad . Eu el misino pueblo están las ca
pillas de Tilcoco y la de la Casa de Ejercicios, yy los
oratorios de don Daniel Ortúzar y de doña Andrea
Ramírez; y no lejos de La Quinta se hallan la ca
pilla de La Viña y los oratorios de don Luis Pizarro
y del presbítero don Juan Francisco Bravo .
Éste es el estado actual del servicio religioso, en
el importunte centro de población de Le Quinta .
Todos deploran la necesidad, pero nadie propor.
ciona los recursos, con que se puede remediar
el mal .
CAPÍTULO XIV .
CAPELLANÍA DE DON CORNELIO DE ROJAS.
Seamos sinceros. No siempre es una gloria para
los obispos la erección de una nueva parroquia ,
Suele ser objeto de descontento, en algunos casos,
y motivo de murmuraciones en otros. No siempre
se ven en los actos de los superiores las razones
que les asisten . De ordinario no son á la generali.
137
dad conocidos los motivos, que cohonestan sus pro
cedimientos. Entre los sacerdotes generalıpeute se
protesta de toda creación de parroquia incongrua ,
porque ella lleva en principio los gérmenes del ser
vilisino, que en vilece la dignidad sacerdotal. On
sacerdote á ración de hambre no puede ser genero
so, ni siquiera remediar las necesidades, en la for:
ma y proporciones, que su ministerio exige. En la
colocación del clero en una apreipiante situación
económica ha descubierto la impiedad el secreto ,
para deprimir el carácter del sacerdote, y privarle
de la popularidad y del ascendiente social, indis
pensables de ordinario, como medios de propagan
da de ideas .
Lo que hay de verdad en esto es : que en la dió
cesis de Santiago, en otros tiempos, y en la arqui
diócesis, eu nuestros días, siempre las parroquias
han dado á los sacerdotes que les sirven las entra
das necesarias, para vivir con la mediana comodi
dad de su estado. Hemos de confesar también , que
las obvenciones de los fieles casi siempre están en
armonía con el celo y entusiasmo, con que el Cura
sirve á su feligresía .
En los primeros tiempos eran menos exigentes
los párrocos, y de mucha más laboriosidad y de
mayores privaciones su ministerio .
Para la parroquia de Guacarhue se creyó suficien
te comodidad el pequeño predio, que la Iglesia po
seía en este pueblo. Uno de sus primeros curas, don
Cornelio de Rojas, fijó su residencia en las casas de
una finca, que él mismo había comprado, al costa
do de la plazuela de la iglesia .
Las casas parroquiales las dedicó a escuela de
primeras letras, que regentaron en su primer tiem:
po las señoras Dolores y Josefa de Saldívar, que
formaron parte del beaterio de Peumo, bajo los
138
auepicios de Don Antonio de Zúñiga . Ellas mismas
tuvieron á su cargo el canto de la iglesia , como en
otros tiempos lo habían tenido las niñas Merlos, fa.
mosas arpistas, que tanto contribuyeron, en los
tjempos antiguos, al renombre de las fiestas de Na
vidad de Guacarhue.
La educación de la mujer había sido objeto de
general despreocupaciónen el tiempo de la colonia.
El señor Rojas fué uno de los pocos curas, que re
accionaron en contra de aquella común indolencia .
Sus ideas estaban en oposición con las rancias preo
cupaciones de la época. Muchos padres de familia
se resistían á que sus hijas aprendieran á escribir...
como si éste hubiera sido el único recurso, de que
puede servirse la mujer para decir á su novio : te
pertenezco; es tuyo mi corazón ......
Quiso don Cornelio de Rojas que los párrocos,
que vinieran después de él, continuaran la obra
que él había comenzado. Con este objeto, legó su
finca a la parroquia de Guacarhue.
Esta propiedad tenía el gravamen de censo de
doscientos pesos anuales, como congrua sinodal , al
presbítero don Rafael Brayar y Rojas. En su testa
mento ordena el señor Rojas: que esa propiedad
adeba contribuir perpetuamente con los dichos dos
cientos pesos; cuya distribución la ha de hacer en
la manera siguiente (el párroco de Guacarhue): Cin .
cuenta pesos dará á un maestro, para escuela de
primeras letras, y diez para los utensilios de ella; y
otros tantos dará para escuela de mujeres; cuya
pensión ha de pagar forzosamente, aun cuando ha.
ya quien enseñe por menos, ó por otras partes ten
ga otras obvenciones; y en caso de que se retarden
dichos establecimientos, deberá repartir en limos
nas el tanto que corresponda al sexo que no se hu
biere repartido, por la dicba demora, el viernes
139
santo . Y de los restantes ocherta pesos pagará dos
músicos á cuatro reales para las renovaciones men
suales; y de los restantes sesenta y ocho dirá ó pa
gará por mí y mis feligreses difuntos las misas de
todos los sábados á Nuestra Señora, y las doce re
novaciones, con un responso á lo último. Y dicha
pensión deberá pagar el cura que coseche los fru
tos, aunque el antecesor emprendiere costos, que se
entenderán compensados con la habitación ».
El testamento de un hombre puede considerarse
conno un boceto de su retrato . En el cada una de
sus disposiciones es una línea en que se bosquejan
sus sentimientos y las afecciones de su vida. En el
suyo, don Cornelio de Rojas deja ver la inteligen
cia y previsión del hombre ilustrado y observador,
á quien una larga experiencia hace temer, si no
desconfiar, de sus deudos y legatarios. En sus últi
mos momentos, como lo había sido en el curso de
su vida, se manifiesta amante para con sus feligre.
res, piadoso para consigo mismo, y caritativo para
con quienes le habían servido bien.
A sus esclavos, que eran algunos, les dona la li .
bertad , dejándoles, á los más antiguos, legados de
algún valor. El buen esclavo se vendía entonces por
600 pesos.
A la Virgen del Rosario de esta parroquia , le de
ja dos blandones de plata con sus respectivas aran .
delas. También impone á la finca el censo de una
arroba de vino, por valor de dos y medio pesos,
todos los años y perpetuamente. Cuando hizo su
testamento el señor Rojas, en 1805 , la finca estaba
cerrada con murallas, y provista de bodega, suficiep
te cantidad de vasija y de todo lo necesario para
hacer el trabajo y la cosecha.
La viña y antiguas plantaciones desaparecieron.
Sólo existe un retazo de viña, plantada mucho des
140
pués, que se encuentra couvertida en una red de
zarzamora. Sus terrenos están infestados por esta
inisma planta.
Cuando se fundó esta obra pía , formaban parte
de este curato casi todo el territorio de la jurisdic .
ción de las parroquias de Pencahue y Cuinco, la
viceparroquia de Corcolén (de Malloa), y parte de
las parroquius de Rengo y de San Vicente de Ta
guatagua. Además, no existía la viceparroquia de
Zúñigu, donde reside un sacerdote, que la sirve .
En otros tiempos fué considerado Guacarbue
como una parroquia de premio para los sacerdotes
de mérito . Eu esta coudición fué ofrecida por el
Iltıno . señor Vicuña al Cura de Pencahue don Du
mingo Méndez. El cambio de situación nunca valió
como argumento para la reducción de cargas que
impone esta capellanía á los curas. Sólo en 1907 ,
hemos podido obtener que se reduzca á veinte y
cinco el número de misas; y esto por el término de
cinco años.
El legado para escuelas ha despertado la avsricia
de los maestios de Guacarhue, en algunos casos ; y
los deseos de legislar sobre esto en los subdelega
dos del pueblo y en los Gobernadores de Rengo .
La inversión de este legado ha sido ua arma , que
en más de una ocasión han esgrimido las autorida.
des locales, en contra de los párrocos. Actualmente
se reparte, al arbitrio del cura , en beneficio de la
9
instrucción, en escuelas de la parroquia. Siendo pá
rroco de Guacarhue el autor de este estudio histó.
rico, el presbítero don Samuel Garcia Huidobro ob
sequió tres mil pesos á esta parroquia , para que se
proporcionara una casa para escuela parroquial. El
día antes de su muerte, en 1907, había escrito á
dicho párroco, manifestándole su determinación de
abrir en Octubre de ese mismo año la escuela pa .
- 1+1
rroquial . Su muerte fué un rudo golpe para aquel
pueblo que contaba con sus simpatías. En su tes
tamento, hecho en la Notaría de Curicó, dispone:
que con el capital de veinticuatro mil pesos se es
tablezca un censo con un interés del cinco por cien
to anual, para pago de maestro de la escuela parro .
quial de Guacarhire . Digno ejomplo de generosidad
que debieran imitar los sacerdotes originarios de
ese pueblo.
Daremos cabida en este artículo á otras dos cape
llanías, correspondientes por la fecha de su funda
ción al tiempo de la a ministración del señor Rojas,
ya sea por sí ó por sus coudjutores.
Don Juan Diego Gálvez dispuso: que sobre su
fir.ca, situada al oriente de la iglesia de Guacarhue,
reconocieran sus herederos una capellanía de tres
arrobas de vino, á favor del alumbiarlo del Santí.
simo Sacramento, en el templo parroquial de Gua
carhue. Talvez obraría así por insinuación del Cura.
Hemos observado, en los testamentos de los sa
cerdotes de la última mitad del siglo XVIII y de los
primeros años del siglo diecinueve, un gran celo
por el culto al Santísimo Sacramento . Bello ejem :
plo, que hemos recibido, como una sagrada heren
cia , de los que nos precedieron en el ministerio de
la evangelización de los pueblos. Si ellos vivieran en
nuestros tiempos, mirarían con santa euvidia á los
que, residiendo en Santiago, podrían visitar con
frecuencia los templos, en que diariamente se con
serva expuesta la Majestad Divina . No comprende
rían cómo los fieles, yу hasta los mismos sacerdotes,
casi no conocen ni la ublicación siquiera de aque .
llas pocas iglesias que, como la de Corpus Dómini,
disfrutan de la dicba de tener en ellas un jubileo
perpetuo.
Aquellos apostólicos ministros del Señor habrían
142
dedicado algunos instantes de las horas de su repo
80 , á visitar al Augusto Sacramento, en tan vene
randos santuarios. Aunque en todos los sagrarios se
conserve, no se encuentra en ellos exactamente lo
mismo. Existe la diferencia, que puede establecerse
en la forma de las audiencias, con que suelen reci
bir los monarcas de la tierra. Mientras más visibles
se nos presentan , mayor satisfacción nos producen
y más fundadas esperanzas nos inspiran. No es lo
mismo, que nos hablen , desde la sala , eu que tras
los cortinajes ocultan su grandeza, á que nos reciban
al pie de su trono, en donde se nos presentan ,
revestidos con las insignias, que simbolizan su Ma
jestad y poder. Si nos empeñamos en festejar á los
reyes, cuando visitan los pueblos, haciendo osten
tación de su grandeza ¿ por qué no reudimos home
najes al Rey del cielo que, ocultando en los acciden .
tes del pan los esplendores de su gloria , desde el
trono en que se le expone, nos hace ostentación de
los prodigios de su misericordia ? ¡Qué místico está
el autor! Parece que quisiera darnos á entender que
es el capellán de las monjas Sacramentiuas.
Hemos dicho que se había establecido una reci
proca inmigración entre Guacarhue y los pueblos
de la provincia de Talca . Residían á la sazón en esta
parroquia dos caballeros, que se distinguían por su
ilustración y carácter, entre los que habíau venido
del sur á establecerse en ella. Erau éstos don Mar
ciano José de Olivares y don José Marful . El pri.
inero de Peucabue de Talca y el segundo de Lon
tué. Ambos fueron subdelegados y jueces de esta
localidad .
En la judicatura del primero de los expresados
señores, tuvo lugar la particióu de bienes de la eu.
cesión de don Juan Diego Galvez , en 1803. En la
hijuela de don Lúcas Gálvez se radicó la capellania,
143
ordenándose á la vez: que, por los caídos de esta
fundación, se diera á la parroquia una parte de la
finca. Ese terruño lo dedicó el señor Rojas para vi .
vienda de los sacristanes y desde luego entró en su
posesión el viejo Carlos Lártiga.
Siendo cura don José Ramón Ramírez, cayeron
las casas del sacristán, que no volvieron a edificar
se. De ellas apenas se ven los vestigios de una anti
gua muralla . Más tarde, dicho señor Ramírez com
pró las antiguas propiedades de los Gálvez á que
se balla vinculada la capellania. Como recibía per
juicios por el prediu de la parroquia, por encontrar
se abierto, sacó el cierro á orillas del camino. No
pensó en ello más tarde, ni los curas, sus coadjuto
res, se preocuparon de aquel terruño. Sus deudos
lo recibieron después entre los bienes que les lego.
al morir.
Mientras se ventilaba en el juzgado de Guacar
hue la erección de la capellavia anterior, hacía su
testamento en este mismo pueblo el presbítero don
Gregorio Silva Gálvez. En él nombra patrono de
una capellanía á la parroquia , después que se ex :
tinga una familia, que por su extraordivaria fe .
cundidad, está llamada á perpetuarse por los siglos
de los siglos.
El señor Silva se levantó de la cama , desde don .
de dictó sus últimas disposiciones, creyendo llegado
ya para él el momento del desenlace, que se retardó
por veintisiete años más. Era un sacerdote de un
decidido gusto por las carreras de caballos, á pesar
de sus setenta años de edad .
En los sacerdotes, particularmente, se cumple
aquella sentencia, tremenda para unos, y de inefa
ble consuelo paraotros, que :como es lavida es la
muerte. El 6 de Enero de 1830, tenían lugar unas
grandes carreras en la cancha de Tilcoco . El señor
1
144
Silva montaba los más briosos corceles de Guacar
hue y vestia elegantemente con los valiosos aderezos
de que
habla en su testamento . En la misma can
cha de sobrevino uu ataque, que le hizo caer del
caballo. Con la velocidad del viento, corrierou á
Guacarhue, los que montaban caballos más ligeros,
en busca del cura, mientras algunos de sus amigos
le conducían á su C:: 88 . Bastaron unos instantes pa
ra concluir con su vida , sin que pudieran aprove.
charle los auxilios de la religión , que él había pres
tado á otros . Sus bienes se repartieron entre los pa .
rientes , que llama la ley en los casos ab intestato.
Algunos años más tarde, mediante una buena
propina, unos de sus parientes reveló al legitimo
heredero la existencia del testamento de don Gre.
gorio, en la oficina de ... ... ... ... Siguióse un largo
juicio , que terminó sólo en 1883, entrando á gozar
de las capellanías don Pío Onofre Silva , que actual
mente se encuentra en posesión de ellas.
Insertaremos las cláusulas con que se instituyen
estas fundaciones: « Declaro por mis bienes un sitio
inmediato á la iglesia parroquial de Guacarbue, el
cual se halla con arboleda y perales, que me dejó el
finado Juan Ahumada por su fallecimiento , del que
tengo cedido al cura coadjutor don Juan Rafael
Brayar, para que se levante una casa de ejercicios
con la pensión que constará en dicho instrumento,
según tengo presente, ha de ser: Todos los años que
se den ejercicios, se ha de aplicar un novenario de
misas en esta forma : tres a favor de mi alma , y las
otras seis á favor de los donantes . Y en el caso de
po verificarse la construcción de la casa de ejerci.
cios, pase este sitio y lo en el edificado y plantado á miº
hermano don Ciriaco Silva ; y desde el día que entre
en posesión , tenga cuidado en mandar decir el nove.
nario de misas, como se lleva dicho interin los hijos
145
de mi hermano don Francisco, alguno de ellos se or
dena de sacerdote; quienes lo poseerán con la pen.
sión que se lleva dicho; ya cabándose éstos, sigan los
hijos de don Ciriaco, si se casare y tuviere hijos varo.
nes; y se vaya sucediendo en los hijos de mis herma.
nos procediendo el orden del mayor al menor, enten
diéndose que sólo prefierese el sacerilote; y , si no lo
hubiere en la familia, sea la sucesión de este sitio
de legos; y, por fin, acabada la familia de los expre
sados mis hermanos, recaiga el sitio al beneficio de
la iglesia parroquial, gozando el cura que se man
tuviese en aquel con la expresa pensión de las nue
ve misas, entrando é igualmente la mitad de una
finca que del otro lado del estero me donó el refeci
do fivado ... )
« Item. Declaro que tengo por mis bienes un sitio
á inmediaciones de esta plaza de Guacarhue, y lo
mismo una finca , la cual se halla tapiada, que me
dejó la finada mi tía doña Magdalena Gálvez en ca
pellanía ... »
De esta capellanía no tenemos para qué tratar,
porque sólo interesa á los sacerdotes descendientes
de don Francisco Silva , á quien pasó, como segundo
patrono, ó á sus descendientes, según el orden que
establecería la fundadora , doña Magdalena Gálvez.
Respecto á la forma en que hizo su donación don
Juan Abumada, nada podemos decir, porque no
conocemos la escritura ó su testamento. La casa de
ejercicios no pasó de ser un proyecto. Ahora pre
guntamos: ¿ Pudo venderse esa finca, siendo que á
ella va vinculada esa capellania de la familia Silva,
que alguna vez puede pasar a la parroquia? Cree
mos que nó, sin reconocer el censo ó sin que éste
baya eido redimido.
Pasa en seguida el testador á enumerar los mu
chos bienes raíces que forman la masa de la heren
APUNTES
1)
146
cia . Si á su muerte hubiere fallecido su madre, dice:
que sobre todos ellos funda una segunda capellania,
que de otra manera habría reconocido en capital
de quinientos pesos solamente. Esta impone la obli
gación de mandar decir diez misas por su alma,
todos los años . Están llamados á ser patronos los
inismos, y en sl misroo orden que se establece en
la primera capellania. La parroquia, como en la an
terior, tendrá opción sólo en caso de que desapa
rezca la fumilia Silva , en las ramas de los hermavos
del fundador. Los sacerdotes de la familia excluyen
á los patrocos legos . Estas capellanias producen una
pingüe entrada á sus patronos, como que de todos
los predios se forman hermosos fundos ; que, aunque
no son grandes, la calidad del suelo suple á la ex
tensión de ellos .
CAPITULO XV.
Don JOAQUÍN DE CAÑAS ALDUNATE.
Doña María Loreto , hija del Gobernador de Val.
paraíso , el castellano don José del Portillo de Evi .
lla , casó a mediados del siglo XVIII, con el Gere.
ral español don Pedro José de Cañas, Alcalde ordi .
nario de Santiago, y más tarde Corregidor de esta
misma ciudad . Este distinguido militar tuvo por
cuna el pueblo de Santa María, y por padres á don
Nicolás Teodoro Cañas de Trujillo y á doña Juana
Catalina de Vervort.
Entre los once hijos del guerrero de Arauco, se
contaban tres monjas y un sacerdote; y entre SUS
nietos tuvo ocho monjas y cinco sacerdotes. Com
pletaba el número de estos últimos el Presbítero
147
don Joaquin de Cañas, bijo del Tesorero de la Real
Hacienda don Antonio de Cañas y de doña Maria
Mercedes de Alduvate .
Los progresos que hizo, en las ciencias divinas y
humanas, le valieron dispensa de la edad canónica ,
para recibir las sagradas órdenes, en 1794, cuando
apenas contaba veintidós años.
En 1796 , se trasladó á Chocalán, á servir como
Párroco interino aquella doctriva. Esta parroquia
es la mism : de San Pedro, que fue creada con el
nombre de Sa: to Domingo, en 1680, por el Ilustii
simo señor Currasco. En el auto de su erección de
28 de Mayo dice: « La parte que está entre los ríos
de Maipo y Rapel sea un curato, que se llame San
to Domingo ».
Este nombre primitivo fué substituído por el de
San Pedro de Chocalán . Asi se la llamaba ya en
1760, cuando la obtuvo don Tomás Aedo. En ella
estuvo don Joaquin de Cañas, hasta 1799 , en que
se opuso á concurso, obteniendo en propiedad la
parroquia de Lontué. Después de la muerte del
Presbítero don Cornelio de Rojas, se le dió colación
del curato de Guacarhue. Le hizo eu entrega el te.
niente de cura Fr. Antonio de Asaldegui. La sirvió
por sí mismo ó por sus tepientes hasta 1819. El 21
de Agosto de ese año fué sepultado su cadáver en
la iglesia del monasterio de las Clarisas , en la ciu
dad de Santiago.
El celo siempre benéfico del virtuoso Párroco, su
incansable laboriosidad y una caridad á toda prue .
ba , le granjearon muy pronto las simpatías de to .
dos sus feligreses.
Tiempos difíciles para la iglesia chilena y delica
dos para la administración de las parroquias, fue
ron la mayor parte de los años del gobierno del
señor Cañas, en el curato de Guacurhue.
118
La general conmoción del país, que siguió á la
invasión de Napoleón á España; y las perturbacio .
nes de las colonias, con motivo de la abdicación
de Fernando VII, comprometieron desde el primer
moinento los destinos de la provincia de Colchagua,
y los intereses de sus acaudalados propietarios.
Don Joaquín de Cañas, con la prudencia que
exigían aquellas circunstancias azarosas, abrazo con
entusiasmo, desde el primer momento , la causa de
la independencia. El estaba ligado con vínculos de
familia a los más conspicuos campeones de aquella
arriesgada empresa . La parroquia de Guacarhue se
distinguió por su patriotismo. Sus hijos no desmin
tieron del patriotismo legendario de la sangre pro
maucae .
Desde el primer momento vino la exaltación de
las pasiones, que produjo aquella novedad de ideas.
El nombre de impío se confuudió con el de ene
migo del rey, y el de fanático con el de realista .
Sinónimos de patriotas fueron los de chilenos é in
surgentes.
Al clero en general le fué difícil formarse con
ciencia de la justicia de la causa . No así á lus sa
cerdotes originarios de Guacarhue, como después
tendremos ocasión de hacerlo notar. Se pensaba en
la responsabilidad de las funestas consecuencias,
que podrían seguirse para la Iglesia, en el caso de
un fracaso en aquel lance de aventuras y de teme
ridad , en que todo parecía presagiar un desenlace
funesto. Para unos la guerra sería el germen de una
relajación de ideas; para otros era simplemente un
eacudimiento de la dominación extranjera.
Entre los más entusiastas agitadores de la opi
nión pública en el país se distinguió el rico hacen .
dado de La Estacada, que estuvo tres veces prisio.
nero, y otras tantas rescatado con ingentes sumas;
149
las.que se dedicaban á mantener la guerra en con
trá de su patria. Sus haciendas de Nos, Chimba
rongo, Culevar y La Estacada y otras estuvieron
sometidas á la barbarie de los vencedores de Ran .
cagua , hasta el triunfo de Chacabuco. Cuando San
Martin atravesó los Andes, don Francisco de Silva
puso á sus órdenes un batallón , organizado con los
inquilinos de sus haciendas. La oficialidad la for
maban sus hijos, imberbes en su mayor parte.
Después de la sorpresa de Cancha Rayada, don
Francisco de Silva y dou Esteban Ortúzar, como
generales que rehacen sus ejércitos, recorrían los
caminos de Chimbarongo a San Fernando, reunien
do á los fugitivos, que se dirigian de Talca á San
tiago, pensando en atravesar nuevamente la cordi.
Tlera de los Andes. Así se reorganizaron las huestes
de los patriotas.
El intrépido guerrillero, don Manuel Rodríguez,
hizo centro de sus operaciones el valle de Colcha
gua y baluarte de refugio los bosques de Naicura.
Eutre sus más entusiastas confidentes y cooperado
res , en los alrededores de San Fernando, se conta
ban el babilísimo montonero don Juan Pablo Ra
mírez y los hacendados don Francisco de Silva , don
José de Salas, don Feliciano Silva y su esposa do
Da Mercedes Hidalgo. Ellos fueron los que forma
ron la escolta á Manuel Rodríguez, cuando á la ca
beza de un escuadrón de huasos de la aldea de Ro .
ma, se apoderaron de San Fernando, en las avan
zadas horas de la noche del 12 al 13 de Enero de
1817 .
El subdelegado, don Manuel López de Parga, y
el comandante de Milicia, don Antonio Lavin , des
packan en aquella misma noche al más audaz de
los soldados de su mando, con un pliego cerrado.
En él dan cuenta al Presidente, don Casimiro Mar
150
có del Pont: que un poderoso ejército de patrio .
tas ha atravesado la cordillera de los Andes, y que,
en esa misma noche ha pasado por San Fernando,
en dirección á Santiago. Fácil es comprender el
pánico , que se apoderería de los realistas. La estra
tageina de Manuel Rydríguez dió el resultado, que
él se esperaba . Lo que las autoridades de San Fer
nando habían creído un furinidable ejército no eran
sino los susodichos patriotas, que, dando vivas á la
patria , habían entrado á la ciudad , a rastraudo cue
ros de vaca, cargados de piedras y de tarros, que
siunulaban el ruido de las cureñas y de las máqui.
nas de guerra .
Perdonen nuestros benévolos lectores . Somos chi
lenos; y , como tales , no podemos hablar de aquella
época de nuestra existencia, sin dedicar un recuer
do a la memoria de aquellos espertos pilotos que,
audaces, bogando entre los arrecifes de un mar de
savgre , condujeron , victoriosa, al puerto, la nave
1
portadora de nuestra libertad.
Hemos dicho, que Rodríguez tuvo en este valle
bu centro de acción .
Recordemos, que O'Higgins era deudo no lejano
de los Riquelmes ó Riquel de Malloa; y relacionado
también por la sangre con la numerosa yу distingui
da familia Camilo, que desde tiempo antiguo re
sidía en Malloa y los alrededores de San Fernando.
Agregaremos, que don Ignacio de la Carrera Itur.
goyen, primer Carrera venido á Chile, y padre del
tatarabuelo de los Carreras de la Independencia, fué
dueño de las encomiendas de Malloa y el abuelo de
los Padres de la Patria, casado con una sobrina del
dueño de la hacienda de Tilcoco. Doña Javiera ber
mana de los héroes de la Independencia, (don Mi
guel , don Juan José y don Luis) había sido esposa
de don Pedro Díaz Valdés, familia que tuvo como
151
fuente de riquezas la antigua bacienda de Naicura .
Razones son éstas, que justifican puestras digre.
siones .
Al recuerdo de la guerra de la Independencia,
nos han venido a la memoria los nombres gloriosos
de O'Higgins y los Carreras, Rodríguez y San Mar.
tin ; nombres que debemos pronunciar siempre con
respeto y con cariño, por recordarnos á los héroes,
que nos legaron por patria á Chilo, libre de la do
minación española . Cou justicia la Historia, y con
ella la posteridad les llama Padres de la Patria. Sus
glorias son las nuestras , porque son los triunfos de
la patria.
Chile ha esculpido sus no :mbres en el bronce, en
el mármol y el acero. Sus compatriotas los ban gra .
bado con caracteres indelebles , en lo íntimo de sus
corazones. Rancagua, Chacabuco y Maipo sou los
laureles más gloriosos de abnegación y heroísmo, á
que puede aspirar el guerreio.
Temeraria empresa era, sin duda, la de aquellos
esforzados campeones, que, convertidos en caudi
llos de un puñado de valientes, se atrevieron á de.
safiar el poder de la reina de dos mundos, la pode
rosa E.paña. El grito de rebelión resonó en toda
América , y el eco fué á repercutir al trono de los
reyes de España . Se mandaron ejércitos ; y se llegó
á creer que no sería difícil ahogar en sangre log
principios de la libertad y á los sostenedores de la
causa de los patriotas. Ignoraba España, que en
Cbile habría héroes , y no soldados, que lucharían
cou denuedo hasta la muerte , por conseguir la li.
bertad .
Nuestra bandera, victoriosa , llegó a enarbolarse
en el palacio de gobierno; y triunfante, flameaba
en las torres de los templos. Hubo un momento, en
que densas nubes empañaron la estrella solitaria de
152
nuestro tricolor. El heroísmo fué iinpotente para
resistir á la abrumadora superioridad de los ejérci
tos enemigos. La bandera de la patria ocultaba, ep .
tre sus pliegues, á los sobrevivientes de Rancagua,
que atravesaban los Andes, para volver tres años
más tarde á continuar la redención empezada.
El triunfo de Chacabuco y la espléndida victoria
de nuestras armas en Maipo aseguraron la indepen:
dencia de Chile .
Evarbolóse el pabellón chileno, y triunfante se
paseo por los mares de sus dominios; yy cruzando el
océano, va á darse á conocer a las potencius extran
jeras . Los Gobiernos lo saludan con respeto; y , á
la sombra del tricolor, graban el nombre de Chile
en el mapa de las naciones.
Entre todos los acontecimientos grandiosos, ca.
paces de hacer época en los anales de nuestra his
toria, ninguno de consecuencias políticas imás trans
cendentales que la jura de nuestra independencia,
en el 18 de Sptiembre de 1810. El recuerdo de ese
dia memorable despierta el patriotisino en los co
razones más helados. Los ancianos, olvidándose de
sus años, rivalizan con la juventud , en entusiasmo
por celebrar el aniversario de nuestra emancipación
política .
El triunfo de nuestras armas no es gloria exclu
siva del hombre. Cupo a la mujer chilena una labor
superior á sus fuerzas, en aquella edad de sangre
de nuestra historia . Ella alentaba el valor de los
guerreros en los ardores del combate. Aprovechan .
do las horas del poder de las tinieblas, sin otros
testigos que los muertos, y sin más antorchas que
el pálido reflejo de las estrellas, recogia los cadáve.
res de los patriotas, que habían caído en los cam.
prs de batalla. Los cargaba sobre sus hombros, co
mo preciosas reliquias, para darles sepultura entre
- 153
las rocas del monte , en las riberas del río, en la so
ledad del campo ó en la fragosidad de la selva .
No sé, en verdad , si admirar más á los soldados,
que generosamente dan eu vida por la patria, ó a
la abnegada mujer que, en medio de los peligros,
sepulta sus cadáveres. Bajo su natural timidez ocul .
taba aquella hoguera, que abrasaba en el fuego sa
grado del patriotismo, al amante con las promesas,
al esposo con sus caricias, al padre con la ternura ,
y al hijo con su puro amor . Id á la guerra , les de
cía . No miréis por mi viudez, no os inquiete wi or
fandad ; ni penséis en mi vejez .¡Este es el heroísmo
en el grado más sublime!
Es una negra ingratitud, recordar las glorias de
la patria y cantar las bazañas de sus héroes, sin ha
cer mención de la mujer chilena, infatigable coo.
peradora de puestra libertad. Y es tan común oír
los vítores, con que se aclama el genio del arquitec
to, que dirigió la construcción de un soberbio mo
numento, de un espléndido palacio ó de un suntuo :
so templo; sin que se haga una alusión siquiera á
la memoria del albañil, que hizo sus cimientos, del
cantero que pulió sus piedras, ni del ebanista que
entalló sus delicadas decoraciones. Así sucede á la
mujer de la Independencia. Los historiadores no la
toman en cuenta , debiendo presentarla como perso
nificación de la heroicidad .
Mientras el ruido de las armas y el espectáculo
de los combates mantuvieron al país en ese vértigo
violeutr, á que lo arrastraron los excesos de la gue .
rra fatricida; mientras rugía la tempestad de la per
secución y se desencadenaba el rayo de las vengan
zas, al sacerdote con cura de almas correspondía
asumir la actitud del padre conciliador, en los de
sacuerdos de sus hijos. Pueblos enteros eran aban .
donados, por verse libres sus moradores del rigor
154
de la ley, que imponía el vencedor. Comarcas flo
recientes se vieron convertidas en desiertos al ver
brillar de nuevo bajo su cielo, después del desastre
de Rancagua, las armas victoriosas de España.
El Presbítero don Joaquín Cañas, en su parro.
quia de Guacarhue, y la inayor parte de los curas,
en sus respectivos curatos, supieron mantenerse en
esa actitud serena, que inspiraba la confianza á uno
y evitaba la sospecha del otro de los dos bandos,
que en la parroquia se disputaban el dominio de
todo el país .
Concluiremos este capítulo con las palabras que
el general venezolano, don Francisco Miranda, de
cía al estudiante Bernardo O'Higgins, en una de
sus cartas, escritas desde Londres. « Es un error
>
creer que todo individuo, que lleva una corona en
la cabeza , ó se sienta en la poltrona de un canóni
go, sea un fanático intolerante ó un enemigo de
los derechos del nombre. Sé por experiencia, que
en esta clase se encuentran los hombres inás ilus
trados y liberales de Sud América ; pero la dificultad
está en descubrirlos». Y no se equivocaba el Ge
neral Miranda, porque son los sacerdotes católicos
los que más trabajan siempre por mantener incó
lumes los fueros de la libertad. Son ellos los que,
infatigables, siempre luchan en favor del débil con
tra la opresión avasalladora del fuerte, cuando tra
tan de vejarle .
155
CAPÍTULO XVI .
Don JOSÉ CIRIACO DEL CAMPO.
Guacarhue tiene sus héroes, que han dado gloria
al país, que hau sido orgullo de su pueblo y hau
legado á sus deudos un apellido honorable. Entre
éstos se contaba al hijo de don Pedro José del
Campo y de doña Rosa Valenzuela , cou cuyo nom .
bre hemos encabezado estas líneas. Nació don Ci .
riaco en 8 de Agosto de 1794. Siendo muy niño
aun , lo enviaron sus padres al colegio de Santo
Domingo, en la ciudad de Santiago, donde hizo sus
estudios de humanidades y de Teologia hasta el
segundo año de Dogmática. El Derecho lo curso
en el Instituto Nacional, bajo la dirección de com
petentes maestros.
En 1816 ingresó el señor Campo al clero secular
de la diócesis de Santiago. En esa época estaba muy
adelantado en los estudios de la Teologia Moral.
En 1817 , después de haber recibido el diaconado
se opuso á concurso de parroquias. Fué aprobado
en el examen respectivo, pero no se le asignó cu
rato algumo. En cambio, se le nombró Capellán de
Coro de la Catedral de Santiago.
No debemos extrañar las pretensiones del audaz
guacarhuino. Cuando se proveían por concurso
las parroquias, no se requería el sacerdocio para
ser beneficiado de un curato. Como nuestra, el
caso del Cura de Pichidegua, Dn . José Ignacio de
7
Zambrano, que ingresó al clero en 1786. Siendo
sinple minorista, obtuvo en concurso la parroquia
de Pirhidegua, y se le dió colación de ella el 19 de
Noviembre de 1788. El señor Zambrano nos dejó
156
prueba de esto en la siguiente nota : « El tiempo
que pasó, desde la colación hasta la fecha , goberné
esta doctriva por medio de un teniente; y en el in
terin recibí las sagradas órdenes, y así para que
conste lo anoto en este libro, en que asientan las
partidas de bautismo de castas» .
Hubo otros casos semejantes. Los señores Toro
Zambrano y Alday Aspee se ordenaron después de
la oposición que hicieron á una de las cavongias de
la Iglesia Catedral de Santiago. Ambos llegaron á
ser dignísimos obispos.
El diácono, don José Ciriaco del Campo, no gozó
por largo tiempo del beneficio, con que se le había
favorecido. Como buen colchagüino 110 podía mos
trarse indiferente, ni mantenerse en la inacción en
aquellos días de tremenda prueba, porque pasaba
su querida patria .
Mientras O'Higgins y los Carreras agotabar: su
actividad en los países vecinos, formando nueros
ejércitos , organizando una escuadra ó procurándose
pertrechos de guerra, Chile no dormía. Manuel Ro.
dríguez agitaba las provincias con sus guerrillas,
amenazaba á las ciudades con las montoneras y
avivaba el patriotisino entre sus hermanos.
El beneficiado de la Catedral 110 participaba de
las ideas de su obispo. El Humo.don José Santiago
Rodríguez Zorrilla , si creía justa la revolución, no la
juzgaba oportuna. Él temia que en sus consecuen
cias llegara hasta los abominables excesos de la re
volución francesa . Temía ver repetidos en Chile los
horrores de Francia, con sus cuadros de desolación
y sus escenas de sangre.
El señor del Campo estuvo en connivencia con
Rodríguez y en comunicación con los caudillos
O'Higgins y San Martin, que en la república trasan.
dina preparaban la redención . Don José Ciriaco puso
157
á disposición de ellos su patrimonio, que envió con
los emolumentos de alguuos de sus amigos.
La obra del señor del Campo fue descubierta por
los agentes del gobierno realista , y el diácono con
ducido á las lóbregas mazmorras del sanguinario
San Bruno. El jefe de los Talaveras no depondría
su brutal fiereza a la vista de una sotana, que le
recordaría el sayal , que él por largo tie :npo había
llevado en los claustros de un convento .
Rotas con violencia las cadenas de su prisión ,
disfrazado de peregrino, y conducido por el mismo
Rodríguez, según lus tradiciones de familia, atra
vesó los Andes para buscar lejos de su patria la se
guridad de su vida. Nuevo Exequiel, como el pro
feta á las orillas del río Cobar, el señor del Campo
en las riberas cristalinas del Plata consolaba á sus
compatriotas en el destierro; y desde Buenos Aires ,
como Exequiel desde Babilouia , pronosticaba el fin
del cautiverio y vaticinaba la ruina del poderío ex
tranjero.
Su carácter de eclesiástico le inpidió formar par
te del ejército, destinado á romper en Chacabuco y
pulverizar en Maipo las seculares cadenas de una
dura esclavitud ; cuyos eslavones creyeron ver re
machados en Rancagua los que iguoraban que el
chileno no puede vivir vencido. La libertad es para
él lo que el agua para el pez.
En 1818 , recibió el señor del Campo la orden sacer.
dotal , en la ciudad de Buenos Aires, de manos del
Iltmo, señor Obispo don Juan Nicolás del Pino. De
seguro que el señor del Campo habría preferido,
para la celebración de su primera Misa, la humilde
Iglesia de su pueblo natal á la suntuosa basílica de
la capital del Plata .
El nuevo ministro del Señor, tan presto como re
cibió el presbiterado, abandonó aquella hospitalaria:
158
república, para dirigirse á su patria , que había aban
dopado, esclava; y que ahora le recibe libre.
¡Con qué piedad daría gracias al cielo; y con qué
entusiasmo vivaría á Chile, al pisar de nuevo en las
cumbres de los Andes aquella tierra , que por pri
mera vez le recibía , como Estado libre ! Mientras
España aliviana su corona , y recoge el cetro al tra
zar el radio de los límites de la monarquía ; sale al
encuentro de los proscritos, que regresan del ostra
cismo, la República, coronada con los laureles de
la victoria , desplegando al aire libre el pebellón na
cional , y legislando para sus hijos las leyes de los
pueblos libres.
Bastante conocidos eran , en el gobierno eclesiás
tico, los méritos del señor del Campo. El Goberna
dor del Obispado , don José Ignacio Cienfuegos, le
llevó como su Secretario y capellán, en la visita que
practicó en la diócesis . Las circunstancias eran ex
tremosainente delicadas . De parte del señor Cien .
fuegos , como de su secretario, se requerían el ma.
yor tino, prudencia y diplomacia.
Se comprende la necesidad de la designación de
Curas , que fueran una garantía para la República.
A la muerte del señor Carmona, ocurrida en 1819,
se extendió el nombramiento de cura interino de
Guacarhue al presbítero don José Ciriaco del Campo.
En el concurso de 1824, se le dió colación de la
parroquia que servía. A su llegada á Guacarhue,
inició los trabajos de un cementerio, al costado de
la Iglesia . En Febrero de 1820, ya prestaba el cam
po santo sus servicios .
En 1811, el Diputado de los Angeles, don Ber
nardo O'Higgins, propuso el proyecto de cemente .
rios públicos en los suburbios de los pueblos. Solo
en 1821 pudo llevarse á efecto la bella idea del se
ñor O'Higging.
159
En 1824, con motivo de la creación de la parro
quia de San Francisco de Pencabue, se suscitó una
dificultad acerca de límites parroquiales en el va
lle de Tunca . Fué nombrado árbitro el cura de
San Fernando, don Juan Antonio Vargas. El Cura
de Pencahue, don Manuel José Pizerro y el señor del
Campo fijaron por deslindes de sus curatos una lí
nea imaginaria, que naciendo en la puntilla de Tun .
ca , fuera á morir á la Punta de Peumo, pasando
entre las casas y la capilla de doña Carmen Silva .
El cura de Guacarhue se obligó á servir por un
teniente dicha iglesia , comprometiéndose por otra
parte á proporcionarla á los párrocos de Pencabue,
siempre que la solicitaran para la admivistración
de los Sacramentos á los enfermos.
Del oratorio de Zúñiga no podían servirse los
párrocos por las malas condiciones en que se en
contraba . El mismo pueblo era , en este tiempo un
caserío insignificante, muy inferior en todo a la po
blación de Tunca ; Zúñiga ba venido á tomar iin
pulso, sólo á mediados del siglo diecinueve;; y
quien se lo vino á dar fué el padre del ex-diputa
do dou Jenaro Lisboa. Seríamos injustos sino reco
nociéramos el interés que por el progreso de la lo .
calidad han tomado en algún tiempo él , los dos
doctores Lisbo9, como igualmente el abogado don
y el Capellán de Ejército don Francisco Lis.
boa, hermanos todos é hijos del mismo pueblo de
Zúñiga .
Luis
La Viñilla fué segregada de Guacarhue para
anexarse al territorio de Pencahue, al hacerse la
erección de esta parroquia . Más tarde tomó el nom
bre de San Juan Evangelista de Taguatagua, el
primitivo curato; por fin , el de San Vicente, que
parece ya no variará , por el incremento que ba to
mado allí la población , que será más tarde et
160
asiento de una gran ciudad . De Pencahue tendre
inos ocasión de hablar al tratar de la erección de
la parroquia de Tunca .
Entre los sacerdotes que sirvieron , como tenien
tes á don José Ciriaco del Cainpo, podemos hacer
mención de Fr. Miguel Cubillos que le acompañó
por muchos años; del agustino Fr. Ignacio Oviedo,
que falleció a su lado, el 18 de Marzo de 1822 ; de
don Gregorio Silva , de quien antes hemos hablado;
y de don Fermín Bayona, que con su celo y entu
siasmo cooperó en gran parte á la beneficiosa ad .
ministración dei señor del Campo.
Era don Fermín Bayona chileno de nacimiento.
Recibió las sagradas órdenes en 1822. Fué por cua .
tro años sotacura de Rancagua . En Guacarhue de.
sempeñó por ocho años este mismo cargo. Siendo
teniente de Guacarhue, se opuso á concurso de pa :
rroquias, en 1829, figurando sin éxito su nombre,
en cuatro ternas para provisión de curatos.
En Febrero de 1830 , el Gobierno pasó una nota
al Vicario Apostólico de la diócesis, Do. Manuel
Vicuña, en que le decía : « que los vecinos de Doñi
hue estaban en disposición de no admitir otro pá
rroco, que al teniente del cura de Guacarhue, el
presbítero don Fermín Bayona ». El prelado con
testó á la original comunicación del Gobierno: « que
ya tenía designada para cura interino de Doñihue
á una persona de las mejores aptitudes para esa
parroquia ». El pomposo elogio del señor Vicuña
prestigió al párroco electo y dejó conforme á los
doñibuanos .
La vasta ilustración y el sano criterio del cura
de Guacarhue, le inerecieron un asiento en la
asamblea ó congreso de los hombres dirigentes de
el gobierno de la República
El sillón del señor del Campo ha sido ocupado
161
posteriormente, en varias ocasiones, por miembros
de su familia que, conservando su apellido, han
mantenido en las deliberaciones del Congreso, la
franqueza, energía y fogosidad, que distinguen al
temperamento colchagüino. En su familia se ha
contado tainbién la esposa de uno de los presiden .
tes de esta República que él tanto amo. También
fué miembro de ella el presbítero guacarl:uino, con
José Guerrero, de quien hemos oído decir á hom .
bres , que son figura de nuestro mundo social é in .
telectual : que don José Guerrero era el talento natu
ral más esclarecido, que habian conocido. Sin
embargo, en sus maneras y en su porte en nada lo
demostraba. Era una perla, encerrada en una cásca
za de nuez.
El 10 d : Marzo de 1823 , fué don Ciriaco del
Campo elegido en San Fernando, como diputado
suplente del antiguo cura de Colchagua, don Mi
guel Eduardo Baquedano. Estas diputaciones eran
á la Asamblea de Santiago, que se reunió en aquel
mismo mes y precedió al Congreso Plevipotencia
rio , abierto el 30 del propio Marzo.
En seguida fué elegido nuevamente, como Su
plente de la Diputación por Colchagua, al Congreso
Constituyente, instalado el 12 de Agosto del mismo
año 1823. Los Diputados propietarios fueron cinco
y otros tantos los suplentes.
Por tercera vez volvió a ser elegido, como su
plente del Diputado de San Fernando, al Congreso
Nacional de 1824 y año siguiente. Ea ninguno de
los periodos de suplencia correspondió al cura de
Guaca :hue poner en ejercicio sus facultades.
En 1826, fué elegido Diputado propietario de
San Fernando, al Congreso Nacional de dicho año.
En la primera sesión preparatoria, del primero de
Julio de aquel año, se aprobaron sus poderes y se
APUNTES
11
162
le noinbró miembro de la Comisión informante
acerca de los poderes de los demás diputados.
En la sesión de 7 de Agosto de 1826 , presentó
una moción para que se encargase al Gobierno dar
cuenta del cumplimiento de la ley de elecciones de
los Gobernadores, y de la ley que prohibía las pro
rratas, mocióü que fué aprobada en la misina se
sión .
El texto de la moción del cura de Guacai hue
comienza así : « El Catilina de Chillán amaga peli
grosamente la existencia política y civil de la Re
pública chilena. La guerra civil está solamente de
clara da contra ésta , desde que, comprendiendo la
imprevisión de los chilotes y corrompiendo la fuer
za arma la, se hizo proclamar el caudillo de estos
mercenarios .Los elementos de su poder son el há
bito á la servidumbre, la ignorancia y la actual de
presión, á que habíamos sumido á aquel pueblo,
recargado de gabelas y de estancos ...»
El señor del Campo era, desde un mes antes, uno
de los cuatro miembros de la Comisión eclesiástica
de este Congreso .
El periódico Sesiones del Congreso Constituyente
lios ha conservado, en el número 1 , una muestra
de la oratoria parlamentaria del Cura -Diputado de
Guacarhue.
« El señor Campos: En la práctica de dieciséis
años de una guerra asoladora, en que no hemos
visto sino savgre, muerte y exterminio, agobiados
con el peso de una servidumbre horrible, viviendo
sólo para ser esclavos y juguete de los déspotas, me
es muy sensible el oir al señor preopinante la indi
cación del retardo á la única forma de gobierno
capaz de salvar los sacrificios, en que hasta hoy
los pueblos han gemido, degradados, aludiendo
para su realización, los grandes conocimientos, de
163
que deben estar poseídos los representantes y de.
mora que debe presidir estas revoluciones; y, si ya
tocamos de cerca los bienes que resultan á la na :
ción cop los consiguientes ramos de la federación ,
que cree tan difíciles el señor Diputado, ¿qué es lo
que puede detener al Congreso en una sanción que,
por la primera vez, va á darles á los pueblos las
ventajas, que hasta hoy no han conocido ? Los bie .
nes de pública beneficencia no exigen un examen
abstracto , sino recibirlos y gozarlos. De aquí creo,
que, los pueblos, al recibir esta primera canción de
la Sala , bendecirán á sus representantes, y verán la
libertad, que compraron á precio tan caro; y tras la
que, como un fantasia, ban corrido dieciséis años » .
Esto es todo el primer discurso del Cura Campo,
que se conserva en el Boletín citado.
E : el acta de la sesión del 6 de Noviembre se
lee: « El señor Campos. - Conforme al artículo 55
del reglamento interior pidió: que el señor Campiuo
le satisficiese de las expresionez ofensivas, que en
la discusión le había dirigido, y se acordó: que, en
la sesión siguiente, se tomara en consideración su
queja ».
El aludido era don Joaquín Campino, uno de los
prohombres, que daban honor á su patria por su
esclarecido ingenio, fecundidad de ideas, suma dis
creción en la diplomacia, gran fortuna y lustre
de su familia, una de las más nobles, que habían
venido del viejo mundo á Chile. No es del caso ha
cer su historia . Pertenecía la fa nilia Campino á una
de las diecinueve, en que existían mayorazgos de
consider ción , cuando sobrevino la guerra de la
Independencia. Don Joaquín Campino había sido
Ministro de Estado del Directorio en 1823 y 1825,
lo era en 1826. Más tarde fué distinguido Di.
plomático en los Estados Unidos de Norte América .
164
La entereza de ánimo del cura de Guacarbue no se
en vileció ante el prestigio é influencia de su co!).
tendor; ni su libertad de criterio se ofuscó ante el
brillo de la fortuna y aureola de nobleza del gran
patricio.
En la sesión del día 8 de Noviembre, el diputado
propietario de Coquimbo recibió una censura de
parte del Congreso. En el acta de la sesión de ese
día se estamparon las siguientes líneas : « En este es
tado el señor Campos, reiterando su queja sobre las
expresiones , que en la sesión anterior había profe.
rido el señor Cumpino, y que dicho señor Campos
creyó ofensivas, se tomó en consideración y se de .
claró: que ellas jamás podrían ofender la repu .
tación del señor Campos, y que, mirando la sala
con sumo desagrado la falta de orden que se había
notado en el señor Campino, esperaba que en lo su :
cesivo no se diese lugar á iguales resultados» .
Desde hace algunos años, la parroquia de Gua
carbue ha contarlo entre sus feligreses roiembros
inmediatos de la familia de don Joaquín Campino;
y en todo tiempo, ellos han sido el principal apoyo
de los párrocos, que han servido el pueblo de ori .
gen y parroquia del émulo de don Joaquín , el pres
bítero don José Ciriaco del Campo
El señor Campo, como él se firma, ó Campos co
ma le designan en el Boletín de sesiones, asistió al
Congreso hasta Junio de 1827 , en que éste se
cerró .
El Congreso de 1826, aprobó el sistema de Go .
bierno Federal , siendo el diputado del Campo uno
de sus más ilusos partidarios. La Constitución Fe.
deral de Chile quedó en proyecto , que no alcanzó
á sancionarse. Pero se pusieron en práctica las
Asambleas Provinciales; con un Diputado por cada
parroquia. En la Asamblea provincial de Colcha
165
gus , fué elegido diputado por Guacarhue, en 1827,
don Antonio Rafael Velasco .
También se puso en práctica en 1826 la provi.
sión de parroquias que vacaban, por medio del su
fragio popular. El odio á la monarquía llevaba la
exaltacióu republicana hasta los ipás peligrosos ex.
tremos de un amplio federalismo.
Tras aquella algarabía de patriotas y patrioteros
vino á borrarlo todo la Constitución de 1828 , que
precedió á la actual. El señor del Campo era primo
del religioso secularizado dun Félix Campo de las
Cui v s , cura de Doñihue en 1824. Creemos que
era guacarhuino como dun José Ciriaco. Ambos .
suprimierou el inútil del de su apellido; que habían
llevado sus padres, y que más tarde han hecho re
vivir sus deudos para españolizarlo más. Nosotros
hemos querido deliberadamente usarlo en sus dos
formas.
En 1833, fue promovido dou José Ciriaco á la
parroquia de Rancagua , donde estuvo hasta 1844.
Allí le serprendió la muerte , en Septiembre de
1845. Como párroco fué muy contraído al cumpli
miento de sus deberes; y como chilevo, su amor á
la patria rayaba en fanatismo.
Siendo cura de Rancagua , puso á disposición del
Gobierno su fortuna y su persona , en la forma en
que Chile pudiera utilizarlas, en la guerra contra
la confederación Peruano Buliviana.
En 1833, se trasladó á Razcagua . Vanas é inúti.
tiles fueron las represevtaciones de sus feligreses,
pidiendo su permanencia entre ellos; y sin efecto
quedaron las lágrimas de los pueblos, que sentían
vivamente su separación).
Según el testimonio de uno de los concurrentes
á sus exequias: Jamás se han visto en Rancagua
funerales más suntuosos vi entierro más concurrido.
166
A su muerte heredó principalmente á don José
Ciriaco su sobrina doña Corina Silva , que desposó
con un miembro de la familia Duval, de distingui.
da originalidad francesa
CAPÍTULO XVII.
Dov MARTÍN CRUZ ,
Deslizábanse para el joven Martín los primeros
años de la adolescencia, en el convento de los ermi.
taños de San Agustin , en Santiago. Sus padres, don
Pascual Cruz y doña Rosario de Segovia , deseosos
de corresponder á las piadosas inclinaciones de su
hijo, le colocarou bajo la sabia dirección de los re
ligiosos de la comunidad agustiniana. Con los quince
primeros años de su edad , concluía á la vez para
Martín el tiempo de su noviciado. En 1809 profesó
la castidad perpetua, la pobreza monacal y la obe
diencia religiosa.
En 1824, mudó el hábito de la orden por la so
tana del clérigo. Obtuvo este indulto del Vicario
Apostólico, que en ese año vino á Chile. Firmaba ,
como Secretario del Arzobispo de Filipos, Juan
Mastai Ferreti, exaltado después al solio de San
Pedro , con el pombre de Pío IX .
El 16 de Octubre de 1824, el Gobierno instituyó
al señor Cruz una congrua de doscientos pesos anua.
les , sobre los bienes secuestrados á las comunidades
religiosas. Opúsose en este mismo año al concurso
de parroquias, en que sólo obtuvo el nombramiento
de coadjutor de Casablanca . No alcanzó á entrar en
el ejercicio de este cargo, porque á los pocos días
167 -
se le dió en propiedad la parroquia de Allué, por
renuncia que de ella hizo el que la babía obtenido
en concurso .
En la nota que con este motivo pasó el señor
Cienfuegos al Supremo Gobierno, decía: que el se
ñor Cruz era uno de los sacerdotes de más mérito ,
que habían tigurado entre los opositores al último
concurso .
En 1829 tomó uma parte muy activa en las elec
ciones de diputados en Melipilla , llegando á figurar
como presidente de la mesa receptora de los sufra
gios del pueblo.
Era don Martín Cruz de Segovia uno de los sa :
cerdotes que más se distinguían por su celo y dotes
oratorius, entre los curas de campo de la diócesis
de Santiago .
El 31 de Enero de 1833 , fué desigualo para ou .
ceder en Guacarhue al presbítero don José Ciriaco
del Campo, á quien el día anterior se le había ex
tendido nombramiento de cura de la ciudad de Ran .
cagua .
A su llegada al curato estableció los ejercicios pú
blicos , á los cuales acudía gente de todos los pue.
blos circun vecinos. Después que el gran terremoto
del 20 de Febrero de 1835 , destruyó el templo pa .
rroquial, el celoso párroco continuó dando esos
ejercicios anuales en el patio de la casa parroquial,
donde se improvisó un oratorio, para el desempeño
de las sagradas funciones de su ministerio.
El señor Cruz impelería probablemente al pres.
bítero don Tomás Argoinedo á que diera cumpli.
miento á las disposiciones testamentarias de uno de
eus deudos, en lo que se refiere á la erección de la
casa de Ejercicios de Tilcoco .
En aquellos años se experimentaban ya los efec
tos de las propagandas filosóficas de los agitadores
168
revolucionarios, que trataban de inspirar al pueblo
ideas subversivas á las autoridades eclesiásticas y
civiles . Los principios liberales en pezaban a abrirse
paso. El liberalismo de entonces era un anarquismo
moderado, nacido del odio á la monarquía . Mien
tras los mandatarios ejercían la autoridad con resa .
bios de un despotismo monárquico , el pueblo com .
prendía y exigía el sistema republicano en una
forma tan amplia que tendía al socialisino . Hasta
en la familia y en el gobierno de la Iglesia querían
ver establecido el sistema republicano. Era un rudo
golpe asestado al principio de autoridad.
Los subdelegados eran una especie de mandari
nes, que se servían de las leyes como de esprutajos,
que hacían sombra
sus arbitrariedades. La auto
ridad de los curas y su influencia en la dirección de
los pueblos les molestuba, por ser un estorbo á sus
caprichos y corta pisa de sus desmanes. La fupesta
.
ambición del mando no consiente frente al suyo
este otro poder soberano é independiente; aunque
sólo reine por la persuasión y se inponga por el
solo amor .
La administración de justicia en los campos co
rrespondía á los subdelegados. Ésta era uva arına
que blandian á mansalya, en beneficio de sus ami
gos y en perjuicio de sus adversarios. Para un sub
delegado la razón era la fuerza, los deberes eran
sus caprichos, y la ley de su gobierno tenía por
norma sus antojos. Él no sufría sobre sí el peso de
pingún poder. La autoridad superior era de influen
cia muy remota en los casos particulares. Allí nadie
le mandaba. Nadie le molestaba. De aquí es que el
Cura era siempre una sombra para la férula de los
reyezuelos, que sin trabas ni fiscalización ejercita
ban la autoridad en los campos.
Era don Martin Cruz un celoso defensor del pue
169
blo, cuando le veía vejado por la oligarquía ó víc .
tima del despotisino. La longevidad de algunos fe.
ligreses de Guacarhue nos ha facilitado en mucho
la formación de este trabajo. Esto mismo será tam .
bién un motivo para callar los nombres propios, en
la relación de algunos hechos. La casa de don Mar
tín Cruz fué en sus primeros años la casa de los
feligreses de mayor suposición; y hasta, si se quiere,
un centro social de reunión de las más aristocráti.
cas familias del curato . Olvidábase el señor Cruz,
que la amabilidad del cura debe ser universal,
sin convertirse en familiaridad jamás; y que así
será respetado por los pobres y considerado por los
ricos, salvándose el gran inconveniente de que al
guien se crea pospue: to .
Don Antonio Silva Campos obtuvo del señor
Cruz que adıninistara solemnemente el bautismo
en un oratorio, vecivo al lugar de su residencia . En
vista del inminente peligro de muerte, en que se
hallaba el párvulo, accedió don Martin Cruz a las
súplicas del señor Silva y á los reiterados ruegos de
doña Antonia Fuentes, su esposa .
Nació también un hijo ol subdelegado de Gua
carhue. No quiso ser menos que el señor. Silva
Campos. Solicitó la gracia que aquél, para el bau.
tizo de su hijo, sin alegar más mérito de su parte
que el ser subdelegado del lugar. Las terminantes
disposiciones de la Iglesia sobre esta materia no con
formaron al impertinente bacendado. Horas muy
amargas debía costar al señor Cruz aquella justa
negativa.
La concesión al señor Silva Campos debía servir
de pretexto á un fútil argumento, en contra de la
buena reputación del cura. La misma prodigalidad
del cura , en el festejo á sus huéspedes, debía ser
presentada por ellos, como un simple efecto de su
170
glotonería. Las horas empleadas en atenderles, se.
riau para sus adversarios una prueba de su falta
de contracción al cumplimiento de los deberes de
su sagrado ministerio .
El señor X X , que así designaremos al subdele.
gado, en medio de su soberbia, había asegurado á
sus ainigos que él haría salir al cura . Sus influen .
cias palaciegas y la razón de su gran fortuna, eran
la base en que hacía descansar la seguridad del
éxito. Los espíritus débiles nada opondrían, sino su
timidez y su reserva, creyendo más prudente com
batir al subdelegado con resistencia pasiva que irri.
tarle con ataques vigorosos.
Formaron la camarilla de X. X. , los subalternos
de la autoridad, entre los cuales se prestó, como
ciego instrumento, don P. P. , afin inmediato del
cura Campo, de quien antes hemos tratado. Las
letras P. ? . han reemplazado aquí al nombre que
pusimos al publicar este artículo en La Revista
Católica, el 10 de Agosto de 1908. Con esto hemos
dado gusto á algunos deudos del señor P. P.
Murió la mama señora o nodriza de X. X. Hubía
que hacer de aquella muerte una oportunidad . Se
le sepultaría en condición de mendigo. ¡ Negra in.
gratitu i ! Los portadores del cadáver recibieron ins.
trucciones de parte de su señor. Se negaron á pagar
los clásicos dos reales de la puerta que formaban la
propiva del panteonero. Ante la exigencia del pá.
rroco , dejaron tirado el cadáver en las cercanías del
campo santo. Bien sabía el señor X. X que hay un
pecado, que jamás perdona el pueblo á un sacer
dote. De todo podrá disculparle, pero nunca está
dispuesto a transigir con las exigencias del cura, en
materia de derechos parroquiales, por más justos
que ellos sean . Éste fué el maquiavélico recurso
para hacer, sino simpática, por lo menos aceptable
171
su causa á los ojos del pueblo, que tanta estimación
tenía por su diguo párroco .
Un caritativo transeúnte in virtió un cuartillo en
uma vela de sebo, que encendió al lado del cadáver .
l'n perro, tomando la vela en el hocico, huyó con
ella encendida, por la calle principal uel pueblo.
Aquella tea funeraria debía causar un incendio más
voraz que el de Troya, como que lo producía en la
opinión pública. Se explotó con toda malicia aquella
insignificante circunstancia. En la noche, el párroco
hizo entrar el cadáver al cementerio, para enterrarlo
al día siguiente. El vulgo dijo: que había sido de
vorado por los perros .
Se levantó un proceso y se hizo un acta de pro
testa , en que se persuadía y se obligaba al pueblo á
firmar una solicitud, en que se pedía la destitución
del cura. Le fué lle vara el más prestigioso de los
feligreses del curato, el jefe de los hombres de ideas
avanzadas en el valle de Guacarhue. Era éste don
Alejandro Araneda Silva, quien calificó de felonía
la conducta de los adversarios del cura y de villa
nos y calumuiadores á los autores de tal solicitud .
En aquel tiempo se había inaugurado la casa de
ejercicios de Cailloma. El distinguido orador, el
cura don Martín Cruz, concluía de dar la segunda
corrida de ejercicios, cuando recibió orden de tras
ladarse temporalmente á Santiago, dejando la pa .
rroquia á cargo de don Tomás Argoinedo, como
Cura suplente de ella. Recibióse éste del curato, por
inventario, el 9 de Noviembre de 1810, haciendo
de comisionado en aquella transmisión el párroco
de San Fernando, don Pedro José de la Cerda
La tramitación del juicio contra el señor Cruz se
prolongaba en la Curia de Santiago. El señor Ar
gomedo hizo renuncia de un cargo que mantenía
en inquietud su delicada conciencia. El señor Pro
172
visor hizo presente al Arzobispo electo, el Iltmo .
don Manuel Vicuña , la conveniencia que había en
nombrar otro cura interino, que sirviera la parro
quia de Guacorbue, mientras se daba completa luz
y se justificaba legalmente la inocencia del señor
Cruz. En esta conformidad , se dispuso que el mismo
señor Cruz viniera á hacer la entrega de εu parro
quia á don José María Rrjas y González .
En los primeros dias de Enero de 1842, regresó
á su curato la víctima de las iras del subdelegado
de Guacarhue. Sus enemigos, en lugar de las satis
facciones y en vez del arrepentimiento, tomaron
como un deber continuar con su obia . La declara .
ción de la inocencia del señor Cruz era la condena .
ción de la conducta de sus detractores.
El pueblo recibió en triunfo al digno cura de
Guacarhue. Aquellas inanifestaciones eran un toque
á rebato para X. X. y sus secuaces .
Residía á la sazón en Almahue, don Manuel Or
túzor, de gran prestigio en Santiago y de grande
influencia ante el Gobierno. Discurrieron un medio
de hacerle aparecer en causa comúu con ellos. X. X. ,
acompañado de sus ocho amigos de mayor prefe
rencia, se dirigió a la bacienda de Almahue. Recibió
á la comitiva en el corredor, en que se encontraba
con Francisco Salinas, testigo ocular de lo que vamos
refiriendo, quien lo contaba hasta hace curtro años,
fecha en que murió en Santiago .
Expuso el subdelegado la historia de los aconte .
cimientos, que ya eran bien conocidos para el ha
Cendado de Almalue. Concluyen todos, pidiéndole:
que les insinúe el medio de poder bacer calir al
señor Cruz , que acababa de llegar á reasumir las
funciones de su cargo.-El medio es muy sencillo,
contestó don Manuel Ortúzar. Mandó al dicho Sali
nas por nueve varillas de los mewbrillos de su
173
huerto . Las repartió entre los nueve de Guacarbue,
y les invitó a entrar á su dormitorio. No acertaban
ells á comprender el significado de tan extraño
enigma. Allí tomó entre sus manos un Cristo , que
tenía á la cabecera de su cama. Y , presentándolo á
los enemigos del señor Cruz, les dice : Dé cada uno
cincuenta varillazos al Maestro, y en seguida vaya
á echar de la parroquia á su discípulo.Al inespe.
rado fallo del señor Oriúzar, siguió una inclinación
de los huéspedes guacarhuinos, quienes se retiraron
avergonzados, por la sabia lección que no espera
ban recibir.
Entre los amigos de X. X. figuraban los nombres
de tres Pepes, y también el de una señora, que se
hizo triste y vergonzosaniente célebre, por la parte
que tomó en la inmunda escena de la Pascua de
Reves . La llamaremos N N.
Era el 6 de Enero del mencionado año . Un con
curso extraordinario de fieles oía con profundo reg .
peto la palabra elocuente y persuasiva del señor
Cruz, en la espaciosa enramada en que, al lado del
campo santo, se celebraban los divinos oficios. Mien .
tras el pueblo escuchaba, enternecido, las sabias ins
trucciones de su pastor, la señora N. N. y el caballero
Q.Q. uno de los tres Pepes, se ocupaban en emba
durnar las puertas de la casa del Cura, en llenar las
ollas de la cocina, las compoteras de la repostería, y
el servicio de mesa de su comedor, con la inmundi
cia que de las letrinas habían sacado en esos días .
La vista de un espectáculo semejante indignó á
todo el pueblo y afectó de tal manera al Cura, que,,
sentándose en un trozo de madera, que había en el
interior de su casa, dió curso libre á sus lágrimas,
en inedio del más copioso llapto. No era más con
movedor el cuadro de dolor, que presentaba Jere
174
mías, al deplorar, abatido , el estado de miseria y
ruinas en que se hallaba Jerusalén , su patria .
Eufermó de muerte en aquellos días, en el pue
blo de la Rinconada el anciano don Sebastián Za
morano, tio abuelo del ex-diputado don Tristán
Gálvez . Vino en busca del cura su sobrino don Ra
món Gálvez , quien interrogado por el señor Cruz
acerca del estado del paciente, manifestó : que el ca
so no era de urgencia, sino más bien achaques de la
vejez . En esta virtud , celebró el Santo Sacrificio an .
tes de auxiliar al enfermo. Llegó á la casa de don
Sebastián en los precisos momentos en que se en
contraba en las últimas agonías. Le absolvió
у ad
ministró la santa Extremaunción .
Los enemigos del señor Cruz quisieron encontrar
en esto un nuevo motivo de acusación . El Subdele
gado se hallaba ese día en el pueblo; y se ocupaba
en sus maquiavélicas correrías. Andaba formando
la opinión de las familias, para pedir por párroco
al teniente cura, don José Ramón Ramírez, hijo
de Guacarhue, muy relacionado por la sangre y las
amistades con muchas familias de la parroquia. És
te fué el más hábil de los ataques en contra del
señor Cruz ,
Al tener conocimiento de lo ocurrido en la Rin
conada, estableció X. X. su tribunal en la casa , que
hoy ocupa el Almacén de don Horacio Arévalo, ac
tual segundo Alcalde de Guacarbue. Se abrió un
proceso contra el cura Cruz . Se llamó al joven Ra
món Gálvez, al cual se hizo fuerza para que decla
rara , desvirtuando los hechos. Como éste se negara
á perjurar le arrastraron á la cárcel y le fijaron en
el cepo. Sobre él cometió desmanes el jefe de la po .
licía , en el cuartel, que se hallaba entonces á poca
distancia de la casa que actualmente habita el ter
cer Alcalde de la Municipalidad , don Agustín Uribe.
175
Los últimos acontecimientos llevaron por segun .
da vez á Santiago al párroco de Guscarhue. El
señor Rojas González continuó supliéndole, como
cura , y sirviendo de paño de lágrimas de aquella
piadosa y leal feligresía que, inconsolable, lloraba
las desgracias de su buen pastor.
Ya las persecuciones habían dado al señor Cruzcier
ta celebridad. De paso á la capital alojó en el Mosta
zal , donde el pueblo estaba en misiones. Se pidió al
afamado orador, que dirigiera la palabra. Lo hizo
con tanta unción , que al día siguiente se despobló
la aldea para acompañarle en romería hasta la An
gostura de Paine. En su alocución de despedida,
empeñó el compromiso de que, tan pronto como se
vindicara de los cargos que se le hacían, renunciaría
su parroquia , para ir a concluir sus días allí, entre
sus nuevos amigos. La muerte, ocurrida en ese mis.
mo año, en el 27 de ese mismo mes, impidió al señor
Cruz la realización de sus compromisos, contraidos
sólo doce días antes de pasar á la eternidad. Las
persecuciones abreviaron los días de su vida. Mu.
rió, como el divino Maestro, perdonando á sus
verdugos.
El señor Cruz descendió al sepulcro, que sus ene
migos, adelantándose á la misica muerte, le habiau
abierto con la persecución. Murió el señor Cruz,
oprimido bajo el peso de un mundo de desengaños
y decepciones. Al llegar á Guacarhue, fué mimado
y agasajado por todos sus feligreses. Al arribo á una
parroquia el sacerdote está , como el reo en un ban .
quillo . Se recogen sus palabras, se pesan sus ruzo
bes, se estudiau sus modales y se calculan sus pro
yectos . Todos quieren adelantar sus ideas; y todes
se creen con derecho á hacer pública su opinión. Y
de tal manera se aferran á ella, que explotan las
más débiles apariencias ó las más insiguificantes
176
circunstancias para alegarlas, como pruebas que
vienen en confirmación del juicio , que se formaron
en un principio. Pocas veces se resignan á ser fran :
cos y á confesar su ligereza en las apreciaciones y
su precipitación para forinarse un juicio. El señor
Cruz debió de salir incóluine en el paso de esta
horca caudina, en que un paso incierto, ó una irre
Hexión ó ligereza suelen ser la causa de un borras.
Coso porvenir. Da la circunspección y prudencia,
observadas en estos casos , depende el ascendien
te futuro del sacerdote eu el ánimo de sus feligreses .
En la elección de sus amigos, no excusamos de
alguma falta al señor Cruz. No lo llamaremos de mal
juicio, de poco criterio, sin tino, ni sin experiencia,...
porser frases tan trilladas, como que forinan la termi
nalogía habitual de cuerdos é iguorantes, al atacar
al sacerdote, cuando en el no encuentran mayores
cargos que hacer. Tan comunes como aquellas son
estas frases, que forman como la letanía antisacer.
dotal, á que hacen coro hasta las personas devotas
descontentas piadosamente con el párroco que las
sirve: La piedaid está muerta ; aquí no hay orden ;
todo sale á destiempo; la fe se acaba, etc., etc.
No debió olvidar el señor Cruz, que lo que nos son
rie en la mañana, en el instante de la prosperidad ,
puedo mostrarsenos adusto por la tarde del mismo
día, en las horas de la adversidad .
Las amistades no son de duración , cuando des .
cansan como en su fundamento, pó en los méritos
de las personas, sino en el valor de su fortuna ó en
el provecho que esa relación pudiera reportarnos.
Esto último es prostituír el sagrado nombre de la
amistad , para desig ar con él la repugnante idea
del más mezquino egoísmo. Para que exista la amis
7
tad verdadera debe haber entre las personas cierta
equiparación; de otra suerte se establece necesaria
177
mente el proteccionismo, dispensado por el uno, y
el vil servilismo, aceptado por el otro. Cuando la
amistad es sincera , las adversidades la robustecen ;
como que ellas con el crisol en que puede disti:
guirse. Si es falsa, ó más bien dicho, si en realidad
no existe, los infortunios dejan el más profundo
vacío á nuestro alrededor, desde el momento en que
los que medraban nuestros favores, ya no pueden
recibir nuestros beneficios.
En el sacerdote, la dignidad suple las exigencias
humanas, que pudieran en el faltar. Pero, no pode
mos desentendernos de que vuestra dignidad sa
aprecia bajo la influencia de la fe ; mientras que
nuestras cualidades personales se miran con los ojos
materiales, posponiendo de ordinario la luz de la
razón .
Del círculo de las relaciones del señor Cruz salie.
ron sus adversarios . Entre sus enemigos más in .
placables, figuraba el nombre de una señora de alta
alcurnia, de influencia social y de una merecida
fama de ilustrada é inteligente. La voz de un des.
medido afecto por
la sangre le ofuscó esta vez en su
criterio. Con un celo, digno de mejor causa, abrazó
con entusiasmo la causa de persecución al cura.
Don Martíu Cruz recordaría entonces, que el Bautis
ta pudo decir en las riberas del Jordán á los fari
seos; « pueblo de dura cerviz, sepulcros blanqueados,
raza de viboras», pero jay de él ! desde el momento
en que se atrevió a provocar las iras de una mujer.
Herodías dijo: la cabeza de Juan Bautista ; y no es
tuvo satisfecha mientras no vió al profeta , sacrifi .
cado, como una víctima de su venganza.
Las tempestades casi siempre se presentan en tal
forma, que las nubes , si dejan pasar alguna luz,
ésta es la portadora del rayo de d strucción . En ese
cielo encapotado, no se descubre la luz, que pu
>
APUSTES
12
178
diera de alguna manera formar el iris de la bo
nanza .
Los sacerdotes vecinos, aquellos que estaban al
corriente de la realidad de los hechos, los llamados
á ser los testigos espontáneos de la inocencia del
Sr. Cruz no desdijeron de la pusilanimidad de los
sacerdotes del colegio apostólico, en el sacrificio del
Redentor. El miedo á una mujer amedrentó á Pe.
dro, el respeto á una nujer debía atemorizar á éstos.
El temor á los pontífices, á Pilatis y el Saliedı in
a terrorizó á los apóstoles, el miedo a las autoridades
locales bizo enmudecer á los párrocos vecinos.
El pueblo de Guacai hue, como se verá eu la vio .
dicación del señor Cruz , se mantuvo siempre fiel y
en te da circunstancia leal para con su cura. La fi
delidad de aquella buena gente debió ser para el
señor Cruz un consuelo semejante al que propor
cionó al divino Maestro, en las horas de infortunio,
el llanto de las piadosas mujeres de Jerusalén .
Los perseguidores del señor Cruz tuvieron todos
un triste fin . Los que no murieron en la miseria ,
tuvieron un fin trágico, ó sufrieron enfermedades
en que se vió evidentemente el castigo de Dios , nos
decía un hijo de don Ramón Gálvez. X. X. tuvo
un cáncer horroroso eu la lengua. Dos de los tres
Pepes tuvieron una enfermedad semejante; el otro
murió en la mayor miseria. ·No podía dejar de
tener su confirmación aquella verdad : que jamás
quedan sin castigo, en esta vida, los perseguidores
de los sacerdotes . Esta es una verdad , que los hechos
no han desmentido jamás. Mientras los honbres
atribuyen las de gracias a las causas naturales, ó á
la casualidad , que es una palabra vana, los ele
mentos están sirviendo á Dios como ministros de
su justicia. Saulo persiguió al diácono Esteban , y
Dios antes de admitirle en el apostolado le castigó,
- 179
hiriéndole con el rayo, sufriendo la caída desde el
caballo, que moutaba, y perdiendo el uso de la vista .
El que persigue al ministro de Cristo, persigue al
divino Maestro. Si Judas Iscariote hubiera sido per
seguido, sus perseguidores habrían sido castigados.
Herodes, Herodias y su hija persiguieron á Juan
Bautista . Todos ellos tuvieron un triste fin . Para
esto no necesitó Dios violentar las leyes de la patu
raleza.
Una nueva reminiscencia, sacada de la historia
del pueblo escogido. Elias , aquel profeta d estirpe
desconocida, enrostró á los reyes de Israel sus crí.
menes; y pronosticó desgracias para sus súbditos,
que expiarían con calamidades públicas las iniqui
dades de sus gobernantes y los pecados de la corte.
Vaticivó el exterminio de la casa de Acab y el
trágico fin de la mujer, que le había instigado a las
más repugnantes abominaciones.
El profeta atacó y destruyó, en el reino, el culto
que se reudía á Baal, cual si fuera un verdadero
Dios. Había quitado la máscara , que encubría la
perfidia é hipocresía de los que, prostituyendo la
dignidad sacerdotal en Israel, quemaban incienso,
doblaban la rodilla y ofrecían sacrificios al abomi.
nable ídolo de Baal.
Una mujer de la real estirpe de los monarcas de
Sidón , juró en el nombre de sus falsos dioses la rui
na del profeta Elias . Dios velaba sobre el thesbita,
fiel ejecutor de los divinos mandatos . El ángel del
Señor guiaba sus pasos, siendo su custodio tutelar.
El cielo proveia de una manera maravillosa á sus
necesidades. No obstante, tuvo que experimentar
Elías las consecuencias del odio diabólico de Jezabel .
Se vió precisado á dejar su casa , para recorrer,
errante, los desiertos de la Palestina. Deja su
pueblo (que como suyo lo consideraba ya , desde
180
que era el campo, que Dios le había señalado, para
pronunciar sus sagrados vaticinios )y, fugitivo, se
oculta en las más apartadas cavernas ó en las espe
suras de los montes. Abatido ante la persecución,
pide á Dios : que, como remedie de sus males, le
envíe la muerte; ya que en la tierra se veía solo
y perseguido con satánica tenacidad de parte de sus
enemigos. Dios premió al profeta; y castigó á los
reyes, que le habían perseguido y á los secua ces
que habían cooperado á sus perfidas sugestiones.
El cadáver de Jezabel fué devorado por los perros
en el campo como lo fué también el del
rey Acab.
CAPÍTULO XVIII.
Don José María Rojas.—VINDICACIÓN
DE DO Y Martín Cruz ,
Las más violentas pasiones, sustentadas con en
cono por los enemigos de don Martin Cruz, se agi
taban en todas las escalas sociales de la feligresía de
Guacarhue . En, orden a la consecución del triunfo,
en el desenlace de tan encontrados ideales, se fo.
mentaban las animosidades por los caudillos de las
dos fracciones. De un incidente personal entre el
subdelegado y el cura , nacieron en un principio los
círculos de afecciones, para ser origen , después, de
una categórica pronuuciación de ideas . Así se dise
ñaron , en la parroquia , los dos partidos políticos
beligerantes en el gobierno de la República: libera
les y conservadores .
Después de la revuncia del cargo de cura suplen.
te, que con carácter de indeclinable había hecho el
señor Argomedo, fué para los prelados un verdade
181 -
ro conflicto la elección del sucesor . Se pensó en el
presbítero don José María Rojas. La elección no
pudo ser más acertada , porque nadie, comc él , reu
nía las condiciones que las circunstancias reque.
rían . Con su carácter bondadoso y conciliador,
supo atemperar la violencia de las pasiones parti.
daristas . Era el señor Rojas un tipo del verdadero
colchagüino: franco, charlador, jovial, alegre y ge .
peroso .
Había nacido don José Maria Rojas, el 11 de Ju
rio de 1811 , en uno de los pueblos de la provincia
de Colchagua. Sus piadosos padres don Cayetano
Rojas y doña Manuela González, le colocaron en el
convento de San Francisco en Santiago, donde con
cluyó sus estudios de Filosofía. Cambió más tarde
el hábito de la orden por la cotana del clérigo secu
lar. Cinco años después, en 1838, recibió las sagra
das órdenes. Por algún tiempo sirvió como teniente,
al parroco del Sagrario. En el año de su adminis
tración de la parroquia de Guacarhue, dió pruebas
de un entusiasmo, desinterés y celo no comunes. De
este cui ato fué promovido al de Nancagua, donde
mantuvo casa de ejercicios y estableció una escuela
para niñas desvalidas. Emprendió la reparación de
la ig'esia, que desde el terremoto del año treinta y
cinco, se hallaba en pésimas condiciones. En 1870
se le privo de la administración de esta parroquia,
después de repetidas instancias para que presentara
su renuncia: la que se negó á hacer, por no recono
cerse culpable de los cargos que contra él había.
No participamos de la manera de pensar del señor
Rojas. Y , fieles con nuestros principios, hemos ob
ervado siempre una conducta diversa; y nuestra sa
f
lida de las parroquias, en todos los casos, ha ido pre
cedida de algunas renuncias del curato .
Sostenemos: que tan pronto como el sacerdote
- 18
comprenda que su permanencia en aquel puesto
no satisface á los deseos de sus superiores , debe
retirarse de él , porque desde el momento en que no
' cuenta con su absoluta confianza deja de ser el re .
presentante genuino de sus prelados.
Siempre debemos allanar los obstáculos al Obis
po, y nunca crearlos, para que los pueblos stau
servidos por curas , que desempeñen sus cargos á
satisfacción del Diocesano.
Desde su salida de Nancagua, el señor Rojas vi..
vió en el libre ejercicio de su ministerio, hasta el 2
de Octubre de 1892, en que le sorprendió la muer.
te, en la ciudad de Rancagua.
Durante la suplencia del señor Rojas , terminó la
causa de enjuiciamiento, seguida al señor cura
Cruz . Según el mismo señor Rojas refería, las pri
meras noticias del triunfo del párroco fuerou reci.
bidas con el recelo del que teme verse fascinado
por los anhelos del deseo de una realidad. La noti
cia oficial fué recibida con el entusiasmo con que
se celebran los más difíciles y espléndidos triunfos ,
que deciden de la suerte de la patria . La imprenta
de La Opinión había dado á luz en Santiago la
proclama reivindicatoria, que con profusión se dis
tribuyó al pueblo en ese día. Hemos tenido la suer
te de ser obsequiados con uno de esos ejemplares,
cuyo tenor es el siguiente:
183
VINDICACION
DEL PRESBITERO DON MARTÍN Cruz, Cura INTERI
NO 9 * GUACARHCE , DE LA
('ALUMNIA
ABOKTADA
Por don N. N. , ( 1 ) SUBDELEGADO DEL MISMO Dis
TRITO .
Omnia si perdas, famam servare
momento .
A mis feligreses :
Después de un año de opresión os dirijo la pala
bra. Tengo presente vuestros ardientes votos, ja
más podría defraudarlos sin faltar á la houradez y
á la justicia. Quiero hablaros, para haceros presen
te que los males que temíais, y cou que habéis sido
muchas veces amenazados, caerán , no lo dudéis ,
sobre la inisma mano que los prodigaba, y la pú
blica execración que se quiso provocar contra mi
reputación y buen nombre producirá su efecto te
rrible sobre mis émulos. Fuí acusado, procesado y
en vuelto en la tempestad que tramó la maledicen .
cia de aquellas almas viles, que vosotros desde hoy
en adelante nombraréis con el distintivo que su
perversidad les ha ganado: ' De - Calumniadores
Esta es la inisma voz de la autoridad . Ella es la
que me vindica, la que proclama mi inocencia, y la
que me restituye á vosotros. Mas, esta gloria que
me ha merecido una serie de continuas fatigas , vo .
sotros la habéis sostenido, la habéis defendido, y
( 1 ) En el original , que se conserva en el archivo parro.
quial de la parroquia, se expresa el nombre del Subdelega
do. Nosotros lo omitimos por deferencia á su familia, que es
una de las más distinguidas de la parroquia.
184
habéis triunfado. Vuestro nombre a la vez será pro
munciado con placer por las almas amantes del or.
den y de la justicia. La fidelidad será en lo futuro el
renombre que os clasifique. Sí, fieles os llamarán , y
el intimo sentido os prestará un testimonio tanto
más lisonjero, cuanto más lo habéis merecido, su
friendo, sin traicionar la justicia, el ridículo, la
amenaza , la usurpación de vuestros derechos, el
mal ceño y demás arterias que se han hecho valer
para intimidar vuestra fidelidad . El triunfo es el or
dinario efecto de la constancia. Lo adquiristeis !!
Participando con vosotros de este triunfo, podría
dejar correr la pluma con toda la libertad que la
ley concede á mi defensa: podría hablar de un
enemigo, y de un enemigo tanto mayor y más
cruel, cuanto más abiertamente la atacado iui fa
ma ; pero mi alma más poble quiere olvidar estos
medios y continuar el sacrificio de moderación que
he ofrecido y cumplido en mis alegatos. Podría , sin
dejar de ser inocente á presencia de la ley , publi.
car otro libelo tal vez más capaz de crédito, que el
que compuso el señor N. , podría tomar los ejemplos
de S. Jerónimo contra Rufino, de S. Gregorio Na
cianzeno, de S. Buenaventura, eic. , pero no quiero
que mi causa tenga otra apología que aquella que
han formado los jueces que han entendido en ella .
Quiero presentar a la faz del mundo una vindica
ción en que intervenga no el interés propio ó per
sonal, sino aquel que en la balanza de la justicia
he mi recido. Leed pues con atención las dos pie.
zas que os preseuto, y después consiento en que se
me juzgue .
SEÑOR PROVISOR Y VICARIO GENERAL:
El presbítero Martín Cruz en autos con don
N. N., subdelegado de Guacarhue, ante V. S. res.
185
petuosamente dice : que V. S. se ha servido sen
tenciar definitivamente esta causa , y mandar se me
dé de la sentencia una copia autorizada para mi
reivindicación . Mas , una causa como la mía, la máy
grave, por ser coutra el honor, exige tocar medius
eficaces, que borreu en la opinión pública las si
niestras impresiones que puede haber hecho la pro
vunciada calumuia. Quiero que la prensa , con su
grito imponente, baga saber al mundo moral el
muodo tan enérgico con que la justicia ha favorecido
mi inocencia y mihonradtz, tan vilmente vulnera
da. Quiero que, para llevar adelante estas ideas,
que no sólo salvau al individuo, sino también a la
corporación á que pertenece, se digne V. S. man
dar se me dé asimismo una copia de 1 :1 vista del
señor Promotor Fiscal, para que una y otra vtau
la luz pública, y ambas presenten el agradable em .
peño de la ley persiguiendo al delito.- Por tanto ,
A V. S. suplico proveerlo así por ser justicia, etc.
Martin Cruz.
Santiago, Diciembre 1 de 1841. — Como lo piile ,
con citación del Promotor
-Sepúlveda.
Fiscal. - Dr. Meneses.
Eu cuatro de Diciembre hice saber el proveido
auterior al presbítero dou Martin Cruz, doy fe .Sepúlveda.
En el mismo día lo hice saber al Promotor Fis
cal , doy fe.- Sepúlveda.
VISTA DEL PRO3OTOR FISCAL.
Señor Provisor y Vicario General. - El Promotor
Fiscal ha reconocido el proceso ) que se na formado
por denuncio contra la conducta del presbítero don
186
Martín Cruz, cura de la Doctrina de Guacurhue,
sobre varias imputaciones relativas al desempeño
de sus deberes parroquiales; y después de bien exa
minado no encuentra comprobado un solo cargo de
los muchos que comprende el denuncio ; y sí, por
el contrario, una satisfacción completa á todos ellos,
en la declaración por vía de diligencia de fojas
treinta y nueve á cuarenta y dos, ratificada poste
riormente en su confesión de fojas cuarenta y tres
vuelta á cuarenta y seis, satisfacción corroborada
por treinta testigos de las personas principales de
aquella Doctrina, que en lo sustanciul de los hechos
absuelven uniformemente los diecisiete artículos
de que se compone el interrogatorio de fojas cin
cuenta y una á que debe agregarse que la ratifica
ción de los testigos del sumario, a excepción de
uno ó dos , los demás ó retractan sus declaraciones,
asegurando unos haberse suplantado expresiones
que no han dicho, otros manifestando la violencia
que se les hizo para que prestasen sus declaracio
nes , sin separarse de su vista el sujeto mismo que
Jos había conducido, con la circunstancia de ser
muchos de ellos parientes por consanguinidad con
el mismo denunciante; de suerte que, aun cuando el
presbítero Cruz no hubiera rendido prueba alguna,
la ratificación miema de los testigos del sumario,
sería su mejor defensa contra las calumnias que se
le prodigan sin el menor respeto ni consideración á
su persona, al carácter que in viste, y al delicado
cargo que ejerce . Todo el sumario no es otra cosa
que una intriga meditada, y puesta en ejecución ,
sin prever que el Párroco de Guacarhue en su jus
ta defensa tendría cómo hacer brillar la verdad
contra los tiros de unos pocos émulos. Así ha suce
dido en la presente causa, y no debe ser de poca
satisfacción para el acusado, el haber por este me .
- 187
dio acreditado para con el público su inocencia y
puesto á cubierto su conducta con el Prelado, y
mavifestado con ella que no ha rlesmerecido el car
go que se le ha confiado, y que desempeñará
con la misma exactitu i que lo ha hecho hasta aquí .
Así lo siente el Promotor Fiscal, que, sin traspasar
la órbita de su ministerio, se ve obligado en
justi
cia á continuar en su defensa, lejos de tener cargos
con que poderle acusar. — De las cuentas que ase
gura tener corrientes el presbitero Cruz sobre los
productos de la finca que dejó su antecesor el fina
do don Cornelio Rojas, para que con ellos se plan
tease una escuela pública, resultará si puede ó no
fer efectiva aquella disposición, deducidos los gas
tos que demanda su conservación , y las otras pen
siones con que dejó gravado el fundo. No lo han
verificado los Curas que le han precedido, á excep
ción del presbitero Campos, que la estableció y
sostuvo muy corto tiempo, y al fin tuvo que renun
ciar el proyecto por falta de fondos para sostenerla.
Esto mismo expone el actual Cura don Martin Cruz,
contestando al cargo que se le hace por el sumario;
y es un arrojo intolerable querer acriminarle sin da
tos suficientes sobre el particular. - Otro tanto puede
decirse en cuanto a la suma que por disposición del
Gobierno Supremo se le entregó por los Ministros
del Tesoro público para la reedificación de la Igle
sia parroquia !. Sólo se le pasaron trescientos pesos ,
y quizá algo más tiene ya invertido en los útiles
que constan de su confesión y declaraciones de la
mayor parte de los testigos , absolviendo la cuarta
pregunta del interrogatorio de fojas cincuenta y
una. Los demás pormenores con referencia al de .
· sempeño de las obligaciones de su ministerio, están
desmentidos del mismo modo que los anteriores,
sin que sobre ellos merezcan crédito alguno los di.
188
chos de aquellos que no han sido ratificados en el
plenario, segúu es expreso en derecho; y su resis
tencia, por la exposición del párroco comisionado
en su ivforme de fojas ochenta y nueve, da mar
gen para pensar que se retrajeron de hacerlo por
ahorrarse la confusión y pudor que naturalmente
ocasiona el tener que desdecirse, sin que por ello se
liberten de la nota de falsarios, comprobado como
está en el proceso todo lo contrario de cuanto de .
pusieron . -- Por mérito de lo expuesto el Promotor
Fiscal concluye pidiendo: que el presbítero don
Martín Cruz sea restituído á su Curato de Guacar
hue, y se le reserve su derecho por daños y perjui
cios , para que lo deduzca como mejor le convenga ;
y en atención á las consecuencias fuuestas que son
de esperar de avances como el presente por las au :
toridades civiles, con el justo designio de recalar
el remedio oportuno, se dé cuenta al Supremo Go .
bierno del resultado de la presente causa , ó lo que
V. S. estiine de justicia . Santiago, Noviembre vein
titrés de mil ochocientos cuarenta y uno . — Tollo.
i ECRETO
Santiago, Noviembre veinticuatro de mil ocho.
cientos cuarenta y uno. —Autos y se cite para sen
tencia .-- Dr. Meneses. — Sepúlveda.
En el mismo día notifiqué al presbítero don Mür.
tín Cruz, doy fe. - Sepúlveda.
En el propio al Promotor Fiscal , doy fe.- Sepúl
veda .
SENTENCIA
Nós, el Dr. don Juan Francisco Meneses y Echa
Dee, Canónigo Doctoral de esta sauta Iglesia Metro
politana, Provisor y Vicario General de este Arzo.
189
bispado , etc. En la causa seguida de oficio contra
el Presbítero don Martín Cruz, Cura y Vicario inte
rino de la Doctrina de Guacarhue, sobre excesos
cometidos en su administración de aquel Curato,
deduci los por don N. N. , subdelegado del respecti.
vo distrito : visto y considerado atentamente el mé.
rito del proceso. - Fallamos, que el mencionado
presbítero don Martín Cruz ha probado completa.
mente cuanto le convenía probar en su defensa,,
al mismo tiempo que por la ratificación mandada
bacer de los testigos del suunnio, aparece este des
vanecido ; estando ya ile miniliesto haber sido todo
él una obra de la calumnia ejercitada contra este
párroco, según todo se manifie -ta con la simple lec
tura de los autos . En consecuencia , declaramos al
mismo presbítero inocente y vindicado de los car.
gos que se le han hecho, sin que ellos eu manera
alguna puedan en ningún tiempo perjudicar su re
putación y buen nombre, ni el mérito que hasta
aquí ha contraído en el servicio de la Iglesia . Así
mismo declaramos que debe ser restituido al servi.
cio del mismo Curato, de que fué separado, y rein.
tegrado de los daños y perjuicios que ha recibido,
dejándole para ello su derecho á salvo para que lo
ejercite contra las personas que mejor le convenga.
Dése al mismo presbítero don Martin testimonio de
esta sentencia para los efectos indicados, y para
que le sirva de satisfacción; y publíquese en aque
lla Parroquia para reparar en parte las vejaciones
que ha experimentado con motivo de esta causa,
copiándose igualmente en el libro principal de la
wisma para
la debida constaucia . Y á fin de que
tenga lugar la restitución del presbítero don Martin
al Curato de Guaca , hue, ó de que se le emplee en
otro destino que juzgue más conveniente el Ilustri
simo señor Arzobispo, pásense á su Señoría Ilustrí .
190
sima los autos, después de publicada la sentencia ,
dejándose á la discreción del mism ? Ilustrísimo
señor poner en noticia del Supremo Gobierno el re .
sultado de esta ruidosa causa para los efectos que
expresa el Promotor Fiscal en su respuesta de fojas
ciento doce vuelta . Y sin perjuicio de todo, el mis
mo don Martín presentará cuenta instruida de los
productos de la finca que dejó el finado don Corne
lio Rojas, para que en vista de ella se tomen por
separado las providencias convenientes al cumpli
miento de las disposiciones piadosas del citado don
Cornelio en la parte que fuere posible. Y por esta
nuestra sentencia definitivamente juzgando, así lo
declaramos y mandamos. Fecha y pronunciada en
esta Audiencia Arzobispal de Santiago a dos de Di.
ciembre de mil ochocientos cuarenta y un años. --
Juan Francisco Meneses.—Proveyó y firmó la ante
rior sentencia el señor Dr. don Juan Francisco Me
neses y Echanes, Canónigo Doctoral de esta Santa
Iglesia Metropolitana, Provisor y Vicario de este
Arzobispado, en el día de su fecha; de que doy fe .
Ramón Sepúlveda. – Notario Mayor.
Concuerda con las piezas originales de su refe
rencia, y para que conste, en virtud de lo mandado
en el decreto que va por cabeza doy la presente.
Santiago , Diciembre seis de mil ochocientos cueren
ta y uno .
Ramón Sepúlveda,
Notario mayor.
Justificado ante sus prelados y vindicado ante sus
feligreses, exclamaría el señor Cruz , con la satis
facción y serenidad del venerable anciano Simeón:
Ya, Señor, podéis dar por terininada la misión de
vuestro siervo en la tierra ; porque ya mis ojos han
191
visto brillar la luz de la justicia, que con sus res
plandores ha disipado las densas nubes, que empia
ñaban mi reputación y honor.....
El señor Cruz no había de tener el gusto de vel
ver á ver á sus feligreses; y ellos no habían de z.o.
der llevar á efecto la grandiosa manifestación con
que se preparahan á recibirle.
Rendido bajo el peso de los horrendos padeci:
mientos, que le proporcionaron sus perseguidores,
descendió al sepulcro el señor Cruz, muy llorado
por sus feligreses, que lamentaban eu pérdida. Al
mismo tiempo presagiaban las calamidades con
que la viudicta divina había de hacer que la parro
quia de Guacarhue expiara la persecución á su ini.
nistro. Ya les parecía ver brillar en el cielo el rayo
vengador, que redujo á pavesas á las ciudades nie .
fandas; ó ya creían oir los apatemas del exter minio
que el Salvador pronunció sobre la deicida Jerusa
lém , que había apedreado á sus profetas , desprecia
do su ley y perseguido á sus ministros.
Con el desaparecimiento del señor Cruz del esce
nario de la vida , con la muerte de la víctima, em
pezó para sus verdugos aquella serie de desgracias,
que los ancianos recuerdan , y que, para escarmien .
to , refieren á sus familias, como el más tétrico de
los castigos.
CAPÍTULO XIX.
Don Tomás ARGOMEDO VALLADARES .
La importancia de la persona de Don Tomás Ar
gomedo y la de su obra, la Casa de Ejercicios de
Tilcoco, que ha inmortalizado á su fundador, ine
192
recen extensos capítulos, que con gusto les habría
mos dedicado, si antes que nosotros no hubiera es
crito, sobre estos particulares, la pluma maestra del
fecundo literato guacarhuino, el Pbo. Don
Juan
Ramón Rainírez. El estudio es minucioso y su his
toria interesante, como pueden recordarlo los lecto
res de La Revista Católica .
Nacido en Casablanca, el último día del mes de
Febrero del año bisiesto de 1796 , pasó en aquella
ciudad los primeros años de su vida. Era tar sin
gular que, á no haber pacido rico y de padres no
bles, sus rarezas habrían inspirado sospechas de
alguna perturbación en sus facultades mentales.
Sus piadosos padres inspiraron desde temprano,
en el corazón del niño, un temor santo de los pre.
ceptos del Señor y una tierna devoción á su Santí.
sima Madre. El niño dió desde luego claros indicios
de lo que debía ser más tarde el hombre. Su inclina
ción á las cosas santas, su modestia y recogimiento,
y su afición al estudio de las ciencias eclesiásticas,
fueron para sus padres señales inequívocas de que
Dios le llamaba al sacerdocio.
Cursó latinidad en San Fernando , Derecho en el
Instituto y Teología en el Seminario de Santiago.
A la muerte de su padre se vió precisado á inte.
sruumpir sus estudios, por cuatro años, para ponerse
á la cabeza de los negocios que, después de dejarlos
encaminados en debida forma, volvió á abandonar,
para continuar sus estudios . En 4 de Octubre de
1825 , recibió el orden sacerdotal .
El n'evo sacerdote fijó su residencia en Guacar
hue, donde había recibido valiosas propiedades, en
herencia de sus padres ó por legados de sus parien
tes . El señor Argomedo había crecido, oyendo la
fama de la santidad del incomparable cura de Peu
mo. Le tomó como modelo; y se esforzó por imitar
193
le, en la austeridad de su vida y en la ejecución de
sus obras.
La casa de don Tomasito, como hasta hoy le de
signa el vulgo, era un santuario. Él se hizo digno
de la fama de santo, que es el medio más eficaz de
que puede servirse el sacerdote, para hacer fructí
fera la la or de su ministerio . Digna lección, que
deberíamos teuer siempre en la memoria todos los
sacerdotes. Es tan fácil conformarse, y hasta darse
por satisfecho, con la efímera gloria de que se nos
elogie, diciendo que tenemos buen carácter, que so
mos entusiastas é incansables en el trabajo . Estas
alabanzas, que nos son comunes con los seglares,
son una triste elegía , siempre que no vayan acom
pañadas del calificativo de santos.
El señor Argomedo se levantabą á las cuatro de
la mañana, se recogia temprano y rezaba diaria.
mente los quince dieces del rosario. Ayunaba los
Miércoles y los Viernes de todo el año, con el rigor
de los primitivos cristianos. Se dedicaba mucho al
estudio de los Santos Padres y á la lectura de obras
ascéticas. En algunos puntos de Moral discentia de
la opinión de los teólogoe ; y en materia de liturgia
rechazaba algunas doctrinas de los más autorizados
preceptistas; y, pasando sobre todos ellos, obraba en
contravención al común sentir de los autores. Era
el señor Argomedo un implacable adversario de la
silla de montar de la mujer, y un furibundo enemi
go de los calzones de ésta. No aceptaba que la pri
mera se visara en substitución de los antiguos sillo
nes; ni toleraba que los calzoues llegaran a las
tablillas de su confesionario . Mientras vosotros cali.
ficamos de ridículas extravagancias sus teorías , él las
justificaba, impugnando aquellos usos, como con
trarios á la moral cristiana .
En ningún caso aceptaba el matrimonio de la
APUNTES
13
191
mujer fea , á no ser que lo hiciera con un baldado
ó con un cctogenario. En este caso, más bien que
esposa, desempeñaría esta desgraciada el papel de
Hermana de Caridad. No excusala de culpa al que
dejaba algún legado de valor á una fea . Decía que
era hacerse cómplice de un atentado, en contra de
la felicidad de ella ; porque esa fortuna la expondría
al peligro de que alguien quisiera casarse con ella
por el interés, antes que por el cariño. Mientras fué
Cura suplente de Guacarhue, en reemplazo de don
Martín Cruz , se negó tenazmente á practicar las
informaciones matrimoniales de las pobres hijas de
Eva, faltas de hermosura, que acertaron a encontrar
quién fijara los ojos en ellas. El señor Argomedo
se excusaba , diciendo: que su misión era de paz y
nó la de un verdugo ante sus feligreses . Esto dió
origen á serias protestas, que trajeron por resultado
su renuncia .
El señor Argomedo ha trazado á los sacerdotes
el camino, que han de seguir, cuando los pueblos no
se manifiestan contentos con sus servicios . La voz.
del pueblo es la voz de Dios, ha dicho la Verdad
Suprema . Los pueblos ordinariamente no claman
porque los sacerdotes seamos inalos ; lo que exigen
es que seamos mejores, ó ser servidos por otros que
nos aventajen en cualidades.
Es verdad que, en muchos casos, el pueblo obra
como una máquina, guiado por la audacia de unos
pocos . Pero , concediendo que esto sea asi ; aunque
el pueblo marche con criterio errado, debe bastar
nos á nosotros saber: que nuestra misión no es fruc .
tífera, para que abandonemos el campo á otros ope .
rarios, que hagan una labor más beneficiosa á nues.
tra causa , que es la de la Iglesia, de quien somos
ministros ; y es la de Dios , á quien representamos.
Enorme es la responsabilidad del sacerdote que ,
195
obedeciendo a las sugestiones del amor propio, se
empecina en sostenerse en una parroquia , por no
dar gusto á una buena parte del pueblo que desea
su salida . En todo caso debemos estar dispuestos
á lo que sobre el particular resuelven les prưlados,
Ellos con los jefes y nosotros los soldados. A ellos
toca mandar y á nosotros obedecer. Ellos con los
llamados á decidir lo que la prudencia enseña .
Los sacerdotes tenemos la desgracia de no oir las
censurar, de nuestros procedimientos, porque casi
siempre se hacen de solapa. Cuando el descontento
transciende al público, hasta llegar á nuestros oídos,
debemos preocuparnos del bien general de la parro.
quia , con sacrificio de nosotros mismos. Así nos
haremos dignos de los títulos de padres y de pasto .
res, buenos y no mercenarios.
Fácil es comprender las inquietudes de concien
cia de que sería víctima , por su original criterio, el
señor Argomedo. ¡Cuántas anécdotas y episodios
podríamos traer á colación !
El baile lo condenaba en absoluto, entre personas
de distinto sexo. No toleraba ni siquiera la cueca,
nuestra danza nacional; que podía haberla celebrado,
por ser la más entretenida de las escenas de un es
pectáculo de saltimbanques. En cuanto al baile serio,
no comprendía, en su angelical candor, como podía
una madre permitir á un joven que hiciera á su
hija , ante testigos ó en estado de movimiento, lo
que no babría tolerado hacer con ella en privado ó
en estado de quietud . Aquello de tomarle del brazo,
de ponerle la mano en el hombro ó en la cintura,
eran para don Tomasito licencias, que calificaba
de tolerancia anticristiana .
La mesa del señor Argomedo era abundante para
sus comensales; pero, él sólo se servía alimentos
frugales y con edificante parsimonia. Su vajilla la
- 196 =
formaban un plato de arcilla, una cuchara de hoja
lata y un jarro de loza ordinaria. Justificaba estas
exterioridades, diciendo : que él era lugartepiente de
la inilicia de Cristo; y que el buen general es el que
participa de las privaciones del soldado, y uó el que
disfruta de las regalías de la oficialidad.
En su casa, los huéspedes ha'laba! toda clase de
comodidades ; eu ella estaban previstas las mayores
exigencias, pero él usaba por cama sólo unos cue
ros de caruero, que no habían de ser de oveja. Adonde
iba, si no había de volver en el día, llevaba su pobre
ajuar de cama. Si viajaba en coche, se servía de él,
como de una valla , que impidiera el contacto de su
cuerpo con el de las señoras, que pudieran ir á su
jado . El candor de don Tomasito nos hace recordar
las siinplicidades del seráfico Fr. Junípero, subli .
mado por las crónicas franciscanas y por la pluina
de la escritora española , doña Emilia Pardo Bizán .
El señor Arg imedo , á ejemplo del santo cura de
Peumo, tuvo la idea de establecer un beaterio de
señoras, que tuviera á su cargo la Casa de Ejerci
cios de Cailloma. Con este nombre, y nó con el de
Tilcoco, debiera designarse.
Entre las muchas reglas que consultó , ninguna más
á su satisfacción , ni más conforme con las prácticas
de su vida, que la impuesta por Santa Marcela, en
los monasterios de que fue fundadora, en Roma .
Descansaba, como en sus fundamentos, en la ora
ción y el ayuno .
El señor Argomedo era miembro de la familia de
doña Josefa Ramírez y Molina, esposa de don Juan
Bautista de las Cuevas . De esta señora heinos tra.
tado ya , al hablar de la capellanía de Tilcoco.
El señor Argomedo pertenecía á la familia de don
Florián Ramírez, que es el nombre más conocido,
entre los que, en tiempo de los españoles, llevaron
197
ese apellido en los alrededores de Guacarbue. En
obsequio á la memoria de don Tomás Argomedo,
daremos aquí algunos datos relacionados con esa
antigua familia,
I. En la provincia de Navarra habían fijado su
residencia don Sancho García de Miranda y doña
María de Bideba , unidos entre sí con los icdisclubles
vínculos del matrimonio. En 1517 , les nació un
hijo, que desde sus primeros años dejaría ver su
inclinación por la guerra, en la afición que tendría
por los juegos militares. Así podemos conjeturarlo,
a juzgar por la temprana edad, en que se separó de
aus padres y se ausentó de la patria, embarcándose
en dirección á América. En el Perú dió pruebas de
audacia y demostraciones de arrojo y de bravura ,
peleando como soldado, bajo las órdenes de Fran
cisco Pizarro.
Ávido de aventuras, dominado por un febril
entusiasmo por adquirir glorias militares, se enroló
en el ejército, que con don Pedro de Valdivia partió
desde el Perú para reconocer y conquistar el reino,
que había visto don Diego de Almagro.
Desde luego supo captarse el cariño de los solda
dos y ganarse la coi fianza de sus jefes y de Valdi
via. El Gobernador le envió con Monroy en misión
de confianza al Perú . Los indios lo bicieron su pri.
sionero en Copiapó, donde tuvo que soportar un
duro cautiverio de tres meses, hasta que pudo esca
par de las prisiones.
Desempeñó muchos cargos de importancia en el
reino . Fué Regidor por muchos años , Alcalde en
yarios períodos, Procurador de la ciudad , Alférez
real , etc.
Fué don Pedro de Miranda uno de aquellos de
nodados guerreros , que con sus proezas militares
se hizo digno de los elogios, que con tanta facilidad
198
prodigaban los bistoriadores de la época á los sol .
dados españoles, dejándonos á veces en la duda de
cuál sería la realidad del hecho.
El rey de España quiso premiar los buenos ser
vicios del hidalgo navarro . Al efecto, le asignó la
encomienda del oriente de Doñihue, en la ribera
norte del río Cachapoal . Del apellido del encomen
dero tomó el nombre la reducción, en que tenía su
habitación don Pedro. Lo Miranda , se denomina
hasta nuestros días aquella antigua población , en
donde residen muchas familias, que hasta ahora
cuentan con remotas vinculaciones con el capitán
don Pedro.
Casó el valiente guerrero de la Araucanía con
una sobrina del Adelantado Alderete. Se llamaba
doña Esperanza de Rueda , y pertenecía á una fa.
milia de distinción de Zaragoza, donde ella había
venido al mundo.
Para estos datos nos hemos servido principal.
inente de las obras del tantas vt ces citado escritor,
dou Tomás Thayer Ojeda. De suma utilidad nos
ha sido también el interesantísimo árbol genealógi
c ., formado por don Leandro Ramírez. Esuna obra
de paciencia y de erudición, que hace bonor al se
ñor Ramírez.
El viejo inilitar don Pedro, ostentaría con el or
gullo de la sangre ibera las gloriosas cicatrices, que
había sacado de las sangrientas batallas, eu que se
había batido como un león , para extender en Chile
los dominios de conquista de los reyes de las Espa
ñas . Eu más de una ocasión formarían sombra co.
bre su cabeza las nubes de las flecbas, con que los
naturales pretendían impedir el avance del inva .
sor por el suelo libre, que habían recibido, como
herencia de sus abuelos . En cien veces, temerario,
se arrojaría, en lo más recio de la refriega, por en
199
tre las filas enemigas, buscando a los más valientes
caudillos del araucano, para medir con ellos cuer
po á cuerpo sus fuerzas como militares , y su em .
puje como valientes. La muerte siempre le respetó.
Sus días debían concluir de una manera trágica,
cual jamás él podría haberla imaginado, porque no
era posible concebir, en su yerno tan horrenda ale.
vosia .
Era la tarde del día 1.º de Noviembre de 1573.
La esposa del capitán don Pedro, al sentir el toque
á vísperas de difuntos, en la iglesia mayor de la
ciudad, se dispone á ir al templo á elevar al cielo
sus plegarias, por las alınas que en la eternidad,
claman por nuestra misericordia. Convida á tan
piadosa obra á su hijastra, doña Catalina de Miran
da . Esto dió origen å un violento altercado con don
Bernabé Mejía, el esposo de Catalina. En medio de
su arrebato, el exaltado militar, desen vaina su es.
pada, y traspasa con ella el corazón de doña Espe
ranza y volviendo el acero, á fuerza de feroces gol .
pes, parte la cabeza de su esposa Catalina. Como
una furia, da la muerte en las entrañas de su sue .
gra y de su esposa á los hijos, que dentro de poco
tiempo ellas habían de dar á luz .
Eu aquellos tétricos momentos, al ruido y voces,
despierta el capitán don Pedro, que á aquella hora
dormía siesta . Preso del pavor corre al teatro de
aquella horrorosa escena . La espada de su yerno
hace rodar por tierra su cabeza . Y luego, volvién .
dose el sanguinario Bernabé á Francisco Soto, hués .
ped de aquel hogar, le hace ver su espada ensan .
grentada, que luego va á clavarse en el corazón de
Soto .
El misino Bernabé cayó también allí, ó suicide
do con la misma espada, ó linchado por el pueblo,
que enseguida arrastró su cadáver por las calles de
200
la ciudad , y descuartizado, fué colgado en pedazos
en las puertas de la casa, eu que tuvo lugar esta
horrorosa tragedia.
II. Entre los hijos del malogrado don Pedro, figu
ra uno que couservó su nombre y que le sucedió
en la posesión de la encomienda. Éste fué don Pe.
dro de Miranda, quién fué como su padre, Regidor
y Alcalde ordinario del Cabildo.
Contrajo matrimonio con doña Baltazara , hija
del General don Juan Jofré, uno de los compañe.
ros de más prestigio, que vinieron á Chile, con el
conquistador don Pedro de Valdivia.
El año 1624 , el Regidor don Pedro se hizo reli .
gioso del convento de Santo Domingo, llegando á
ser Provincial en la orden , no muchos años más.
tarde. Su esposa profesó en el monasterio de las
Agustinas.
III. Entre los hijos, que quedaron del anteriorma
trimonio, haremos especial mención de doña Luisa
de Miranda Jofré, quien casó en terceras nupcias con
don Agustín Ramírez de la Sierra. Antes había sido
esposa de don Luis Guzmán Coronado, antiguo
dueño de La Estacada.
IV. El personaje de mayor suposición de apellido
Ramírez, áá que hacen referencia los que llevan el
mismo apellido, en el valle del río Claro , es don
Florián , bijo de los anteriores. Casó con doña Apo
linarda Toro Mazote. Tenía cerca de Malloa la va.
liosa encomienda de Corcolén . Su hermano don
Nicolás casó con doña Leonor Fernández . De este
matrimonio hubo doce hijos. Algunos de ellos
se radicaron por Rancagua, mientras otros se esta
blecieron por San Fernando, en Paredones, en Til
coco y ctros puntos.
V. El maestre de campo, don Pedro Ramírez
Toro Mazote, es el que continúa la línea hasta lle
201
varnos a la esposa de don Juan B. de los Cuevas.
La asombrosa fecundidad de la familia Ramírez,
ramifira mucho sus vástagos, baciéndose por esto
muy difícil el poder precisar el entroncamiento de
las diversas estirpes.
VI. Hijo dei anterior, y padre de doña Josefa y
otros, fué dou Ramón Ramírez Várgas, de quien
hicimos mención al tratar de la capellauía de
Tilcoco .
También fue su hijo, entre varios otros, el capi
táp don Pedro , padre de don Ramón Ramírız Du :
bourg. Éste fi.é casado varias veces en Guacar
hue, y falleció en esta misma parroquia. Ente sus
hijos se cuentan los Capitanes de cuestro Ejército ,
don Mariano y don Eusebio, que se distinguieron
por su valor en la batalla de Yungay, en el Pení,
eu 20 de Euero de 1839. Con este triunfo de nues.
tras armas se puso término á la Confederación Pe .
rú Boliviana, que fué el origen de esta guerra. El
Capitán Eusebio quedó en el campo de latalla .
VII . Doña Josefa Ramírez y Molina, de quien
hemos hablado ya lo suficiente , pondrá término á
esta genealogia . Ya es muy fácil continua la hasta
nuestros días. No tenemos para qué detenernos en
esto . Hemos de recordar, sí, que la mencionada se
ñora murió sin sucesión . Su esposo don Juan Bau
tista, a pesar de su avanzada edad, contrajo segun
das nupcias y dejó sucesión.
Aquí debe tomarse la continuación de la genea .
logía de doña Mercedes Ramírez Molina, esposa de
don Bernabé, de quien hemos bablado también en
otra parte. Allí se puso como padre de los clérigos
Fariña al que es solo su abuelo.
No omitiremos algunos datos de interés para las
familias de la descendencia de don Florián . La
suegra de este rico encomendero, doña Inés de
202
Córdoba, tenía por padre al Maestre de campo, don
Alonso de Córdoba . Se le llamaba el joven, para
distinguirle de dou Alonso, su padre, á quien á su
vez designaban sus contemporáneos con el califica
tivo de el viejo. Éste vino, como compañero de Pe.
dro de Valdivia. En un viaje, que hizo á España,
casó con doña Olalla de Merlo. Fué Regidor y Al
calde ordinario varias veces, y Procurador de la
ciudad de Santiago. Su hijo, el capitán don Juan
de Córdoba se casó con una sobrina carnal de San.
ta Teresa de Jesús, llamada Jerónima Ahumada,
quedando alguna sucesión en Chile. El hermano
de la santa residió en nuestra patria por algunos
años .
Don Alonso era sobrino del inmortal don Gon:
zalo de Córdoba, conocido por sus gloriosas hazañas,
si hemos de dar crédito á las tradiciones de familia .
El rey de España concedió muchas gracias á don
Alonso, entre otras la del escudo de armas, que se
le otorgó con fecha 31 de Mayo de 1552. Así lo des .
cribe S. M. « un escudo , que haya en él una forta
leza de plata en campo verde i encima della un brazo
armado con una bandera d ? oro con ocho Cruces de
-Jerusalén coloradas, ii por divisa un yelmo cerrado i
encima dél un brazo armado con una espada desnuda.
en la mano con sus trascoles i dependencias a folla :
jes de azul y oro » ...
Entre los descendientes del rico encomendero de
Corcoléu, figuraba una familia, que ostentaba, co
mo timbre de honor, el apellido de don Florián, en
medio de la inconstancia que había experimentado
de parte de la fortuna. Su misma sangre había co
rrido por las venas de los abuelos de don Tomás
Argomedo. Algunos de los miembros de esta fami.
lia, aquellas personas que más se distinguían por
su virtud, vivieron por muchos años al lado del
203
fundador de la Casa de Ejercicios , acompañándole
en sus privaciones, dirigidas por tan recto maestro,
é imitándole en sus virtudes. Ellas debían ser las
herederas de su fortuna .
El señor Argomedo no era un orador, pero había
sido favorecido por el cielo con el singular dóu de
la unción de su palabra. Eu el esplendor del culto
no omilía sacrificios. La espaciosa capilla de la Ca
-sa de Ejercicios la tenía provista de elegantes pa
ramentos y de preciosos vasos sagrados . Estaba per.
suadido don Tomasito de que el mejor medio de
grabar las enseñanzas en el pueblo, es sensibilizar
å sus ojos las verdades de nuestra augusta religión .
El señor Argomedo no hacía consistir la solemni.
dad de las fiestas en el concurso de los fieles en la
fama del orador, ó en la esplendidez del canto . ÈI
preguntaba: ¿Cuántas comuniones bubo ? Como fru
io de la predicación, ¿cuántos vendrán hoy á confe.
-sarse ?
A causa de la mucha lectura , perdió en absoluto
la vista , en los últimos años de su vida. Aquella ce
guedad la iniraron, como un castigo del cielo, los ad
miradores del cura perseguido, don Martin Cruz . Al
Pbro. don José Ramón Ramírez se había amputado
una pierna. Ambos sacerdotes habían sido feligre
ses del señor Cruz; y observaron una couducta pres
cindente en la persecución á don Martín , en la pa
rroquia de Guacarhue. Después de tan tremendas
desgracias para ambos clérigos ¡es la mano de
Dios! decían los viejos amigos del señor Cruz . No.
-sotros suspendemosnuestro juicio, obedientes al pre
cepto evangélico. No militaron , es verdad , entre los
enemigos del cura ; pero también es cierto, que no
figuraron entre sus defensores. Sus razoves ten .
drinn.
El 2 de Enero de 1876, le reapareció una antigua
204
-
enfermedad de hernia, que le llevó al sepulcro ,
cuatro días más tarde. Le sobrevino la muerte pre
cisamente en el instante en que de rodillas concluía
el rezo de las tres partes del rosario, que jamás por
ninguna causa omitia. Una humildisima lápida sobre
su sepulcro, en la capilla de la Casa de Ejercicios
.
de Cailloma, es el único homenaje, que se ha ren .
dido a la memoria del sacerdote santo; elocuente
lección para los que esperan que, después de sus
días, los vivos hagan por su alma lo que ellos no
hicieron antes de su muerte.
Bien podríamos dar cabida en este lugar á una
descripción sobre los suntuosos funerales, con que
se hizo la inhumación del cadáver del señor Argo
medo . Pero, esto va teniendo ya un pronunciado
sabor á misticismo; y es natural, siendo un sacer
dote el autor, y la historia de una parroquia el te
ma .
Creemos que será del caso llamar la atención á lo
estrambótico de algunas inscripciones, y á lo ridícu
lo de algunos geroglíficos o emblemas simbólicos,
grabados en las lápidas fúnebres de las iglesias de
campo . En la del señor Argomedo, hacia la cúspi.
de de ella , hay una especie de payaso alado que es
un insulto á la belleza estética y una inhumana
profanación del arte. Pues, lo que se quiso estam .
par en ella fué un ángel, velando sobre aquel sepul
cro, que encerraba tan venerables despojos. No
podemos sino llamar venerandas las cenizas de
aquel hombre santo.
Más original es todavía el emblema, esculpido en
la lápida de don Francisco Javier Rojas, ex cura de
Guacarhue, sepultado en el templo de San Vicente
de Taguatagua . Consiste en una calavera , como in
jertada entre dos hojas de palma, cubierta la cabe
za con un bonete de cuatro picos, cayendo del cue.
205
llo los extremos de una estola, mientras aprieta con
los dientes un libro abierto, que representa el santo
Evangelio. La idea será talvez ingeniosa, pero el
grabado es á todas luces estrafalario.
La mas importante de las obras de don Tomás
Argomedo fué la fundación de la Casa de Ejercicios ,
de que hemos venido hablando. En aquel gran edi .
ficio se ve sólo la mano y dirección del constructor
vulgar. Se tomó únicamente en cuenta la solidez ,
haciendo caso omiso de la higiene, prescindiendo
del buen gusto , y sin buscar allí ni siquiera la como
didad . Es verdad que aquellos trabajos se iniciaron
á raíz del terremoto del 20 de Febrero de 1835. En
-semejantes casos, se piensa sólo en la seguridad .
El predio de la Casa de Ejercicios y el edificio
mismo han sido designados con el nombre de La
Obra. Creemos que este nombre trae origen del
tejar, que hubo allí por muchos años . Á esa clase
de establecimientos el pueblo los denomina comun :
mente « Obras » . La RealAcademia se sirve del mismo
térınino, para designar los edificios en construcción.
Bien habría cuadrado esto á la Casa de Ejercicios
de Caillouna, que en tales condiciones estuvo por
muchos años.
El señor Argomedo incurrió en el mismo defecto,
que el santo Cura de Peumo. En sus disposiciones
testamentarias, no deja suficientemente esclarecido lo
que corresponde á la Casa de Ejercicios, y lo que es
de su dominio particular. Esto dió origen á serias
dificultades, que el Iltmo, señor Valdivieso trató de
subsanar, nombrando un representante ante los he
rederos universales, que estableció en su testamento
el benemérito sacerdote. Insertamos algunos frag.
-mentos de documentos oficiales, referentes á este
asunto . Por ellos verá el lector, que descansa en de
recho legal ó se funda en concesiones de la Autori
206
-
dad Eclesiástica el uso y dominio, de que disfrutar
las mencionadas señoras Ramírez, sobre las propie
dades y muebles del señor Argomedo.
En su testamento, otorgado en Nancagua, el 2 de
Marzo de 1845, la señora Elena Valladares fundó
con el remanente de sus bienes una capellavía, que
después de los días de su sobrino don Tomás Ar
gomedo, debió dividir sus réditos por mitad entre
las casas de ejercicios de Nancagua y de Tilcoco .
Esta capellavía está en juicio.
También percibe esta casa parte del censo de una
capellania, con que está gravada una de las hacien .
das dei valle de Taguatagua .
En su testamento del 11 de Noviembre de 1873;
declara lo siguiente: « Quinto . Declaro que por dis
posición de mi finado padre, otorgada ante el Escri.
bano de San Fernando, en diez y nueve de Agosto
de mil ochocientos veintiuno, se me entregó una
hijuela de terreno, como de treinta y dos cuadras
más o menos, situada en el lugar llamado Tilcoco,
jurisdicción de Caupolicáu , apreciada con otros
muebles, en cerca de cuatro mil pesos, como valor
del quinto de los bienes de dicho mi padre, para
que trabajase una Casa de Ejercicios, en su estan
cia , que tenía en dicho lugar . La expresada casa no
la trabajé en la estancia , como él lo dispuso, ya por
no haber encontrado un terreno aparente en toda
ella, ya porque el valor de los productos de la hi
juela no suministraba lo necesario para la construc
ción , sino únicamente para ayudarla; por lo cual
compré el terreno que está en el mismo Tilcoco,
muy cerca de la antedicha estancia , en el cual tra
bajé la casa , en que vivo y cuido. El Ordinario
eclesiástico aprobó la elección que yo hice del locals
y me concedió el permiso para verificar la funda
207
ción de la Casa de Ejercicios donde hoy se encuen
tra funcionando ».
« Décimra séptima. Instituyo por mis únicas y
universales herederas de todos mis bienes presen .
tes y futuros, acciones y derechos á doña Leonor y
doña Murgarita Ramírez y Martínez, imponiéndo.
les por obligación que anualmente hagan dar dos co
rridas de ejercicios gratis á los pobres, ya sean de
hombres ó ya de mujeres. Los ejercicios deben dar
se precisamente en la casa que dejo construída con
este fin , y si la casa construida se destruyere por
algún evento, es mi voluntad que el dinero que de.
biera emplearse eu dar los ejercicios se invieria en
la reedificación de ella . También les impongo por
obligación que inviertan anualmente veinticinco
pesos en la fundación de Tres Horas del Señor, y
otros veinticinco en la novena y función de Nues.
tra Señora del Tránsito , siendo indispensable que
ambas funciones se hagan y celebren en la capilla
de mi Casa de Ejercicios, y si ésta se destruye, es mi
voluntad que la cantidad legada se invierta en su
reedificación .
En virtud de lo expuesto se declaró Casa de Ejer :
cicios públicos la de Tilcoco . Las funciones de Tres
Horas y de Nuestra Señora del Tránsito se hacen
con esplendor.
Las herederas del señor Argomedo, al otorgar la
escritura de fundación de la Casa de Ejercicios, en
defecto y reemplazo de dicho fuudador, impusieron
ciertas condiciones, que aceptó el Ordinario eclesiás
tico, en beneficio de ellas y de la señora doña Mer
cedes, doña Candelaria, doña Edulia y doña An
drea Ramírez. En 29 de Noviembre de 1897 , se hi.
cieron extensivas las mismas prerrogativas á sus
sobrinas Plácida y Margarita Ramírez y á doña
-
208
-
Francisca Argomedo, sobrina del fundador. Eu este
caso se obró, inediante el estímulo de una dona
ción, que á dicha casa ofreció la señora Andrea Ra
mírez . No sucedió así en el primer caso , como se
deduce del documento que insertamos, que tiene fe- .
cha 13 de Mayo de 1879. .. Y considerando que aún
cuando las dichas herederas no tienen derecho para
reservarse durante su vida y las de sus cuatro berina
pas el uso de una parte de una casa pública de ejer
cicios, destinada al culto de Dios y á la santifica
ción de las almas , no obstante, puede toleraise esa
reserva en atención á que con ella no se estorban
las tandas de ejercicios que se queran dar y se evi
ta un pleito dispendioso con las citadas berederas,
se autoriza al presbítero don Domingo Carreño, pt.
ra que, en representación del Prelado Diocesano de
Santiago, concurra al otorgamiento de la escritura de
fundación ..con la reserva , durante la vida vatural
de ellas y de sus cuatro hermanas, del uso: prime
ro, del patio del campanario; segundo, del putio
que sigue al poniente con exclusión del espacio de
trece varas, que se destinará a la comunicación del
patio de entrada con el de la cocina por medio de
una muralla de tres metros de alto, á lo menos , cos.
teadas por las herederas; y tercero, de una exten.
.sión de diecinueve varas en el patio de la cocina,
de oriente á poniente, con división), hecha y costea
da por las mismas, para conservar durante la reser
va el uso de los lugares que allí existen ... »
La inscripción de este convenio se halla en el Re.
gistro de Hipotecas y gravámenes, en la ciudad de
Rengo.
209
CAPÍTULO XX.
Don Isidro ECHAVARGÍA . - Don José DE LOS
Santos Campos .
Á la muerte del señor Cruz, se dió por sucesor á
este digno sacerdote al presbítero don Isidro Echa.
varría, originario de la ciudad de Santiago. Sus pa.
dres, don Joaquín Echavarría y doña Carmen Gon
zález, ocupaban una posición expectable y eran de
numerosas vinculaciones, entre las más distingui.
das familias de la ciudad.
El año 1837 , y á los veinticuatro de su edad, re .
cibió la tonsura y todas las sagradas órdenes. Su
celo por la gloria de Dios, y la natural comisera
ción, que le inspirabau las desgracias de sus seme
jantes, hicieron desde luego del nuevo sacerdote un
apóstol de la caridad . Nombrado segundo capelián
del Instituto Evangélico ó Hermandad de Dolores,
tuvo oportunidad el señor Echavarría de ejercitar
aquellas dos virtudes en el grado más sublime.
Era el Instituto de Caridad Evangélica qua aso
ciación , que debía su existeucia á las más horribles
desgracias y horrorosas privaciones; á que pudo so.
meterse, en el destierro , á sus fundadores. Para ma
die son un misterio las inauditas crueldades, de que
usaron los españoles con los patriotas, que no al
canzaron á atravesar los Andes, después del desas.
tre de nuestras armas en Rancagua, el 2 de Octu
bre de 1814. Muchos de los que llevaron su amor á
la patria hasta el heroísmo, fueron confinados á la
isla de Juan Fernández. En su mayor parte eran
personas de valer, que habían nacido en la abun
dancia y vivido en la opulencia . En la proscripción
supieron lo que es el hambre, cuando falta el pan
APUNTES
14
210
para saciarla ; lo que es el frío, cuando se carece de
un abrigo para minorarlo; y lo que es la desnudez,
cuando no se puede disponer de medios para evi .
tarla . Un corazón sensible no puede palpar una vez
las desgracias, sin coumoverse con la idea del dolor
de los que las experimentan constantemente.
En medio de aquel cúmulo de miserias, los pa
dres de la patria, relegados en Juan Fernández ,
concibieron la idea, que sellaron con el voto, de
fundar un Instituto de Caridad , bajo los auspicios
de la Virgen de los Dolores , si volvían á gozar de
la libertad en el seno de la patria .
Nuestras armas vencedoras rompieron las prisio
nes de Juan Fernández. A los vítores a la patria y
>
á los himnos de júbilo, con que los repatriados sa
ludaron á nuestras playas, siguió el pronto cumpli
miento de su sagrado voto, haciéndose los funda
dores de la Hermandad de Dolores , que tantos con
suelos prodiga á los afligidos.
La prudencia y discresión del señor Echavarría
la aprovecharon sus superiores eclesiásticos , con
fiándole el cargo de Vice-rector del Seminario de
Santiago . Este puesto es de una enorme responsa
bilidad, como que de él depende en gran parte la
conservación y la pérdida de las vocaciones.
Cuando don Tomas Argomedo hizo entrega de
la parroquia de Guacarhue al señor Rojas y Gon
zález , el señor Echavarría vino á este pueblo , como
Comisionado del Gobierno Eclesiástico, para presen
ciar la entrega , por los inventarios vigentes en el
curato .
Ojalá que viéramos revivir aquella antigua yу lau
dable práctica de que un sacerdote, comisionado
por la Autoridad Eclesiástica , pusiera en posesión
al cura en su parroquia. Así se evitarían aquellas.
divergencias entre el párroco, que entrega y el cura
211
que se recibe. Con desmelro del sacerdocio, con per
juicio de la fe y con escándalo del pueblo, suele
suceder á veces que la transferencia de una parro
quia es pábulo de desunión entre sacerdotes.
En 1842, el señor Echavarría volvió otra vez á
Guacarhue, pero esta vez, como sucesor de don
Martín Cruz,á recibir del señor Rojas la parroquia,
de que un año antes le había dado posesión. Como
sus relevantes prendas eran demasiado conocidas,
fué recibido por sus feligreses con las señales de
tervura y de adhesión, con que el pueblo pove en
evidencia el respeto y ol cariño, que le inspiran las
virtudes del sacerdote. El nuevo pastor supo hacer
se grato á su rebaño, distribuyendo con entrañas
paternales los tesoros de la Religión .
Á su llegada al curato continuó la benéfica obra
de los ejercicios públicos, iniciada por el señor
Cruz, Edificó la iglesia parroquial , que había sido
destruída por el terremoto del año treinta y cinco.
Para hacer los cimientos, los días domingos se tras.
Jadaba, acompañado de todos los concurrentes á
la Misa , al cerro iamediato a la población. De allí
él y todo el pueblo volvían , trayendo sobre sus
hombros una piedra, en proporción á sus fuerzas .
Otro tanto hizo para la conducción de adobes; y
algo por el estilo, en la construcción del edificio .
Reconocemos que, en el presente caso fué justifi .
cado el trabajo en el día festivo , pero la experien
cia ha venido confirmaado los funestos resultados
de esta práctica, de que con tanta frecuencia se
hàce uso. El pueblo no raciocina, estableciendo la
diferencia de motivos para justificar el trabajo de
los unos y reprobar, condenando el trabajo de los
otros. Y se llega á la perniciosa consecuencia de la
profanación de las fiestas.
El nombre del señor Echavarría lo pronuncian con
212
cierta veneración las personas que le recuerdan .
Tanto era el respeto que inspiraba á sus feligreses,
en todas las esferas sociales , que, si él pasaba por
un camino, en donde estuvieran en divertimiento
de carreras, al verle, todos se dispersaban , aunque
los caballos estuvieran á punto de partir. Esto su:
cedió en más de una ocasión . Aquellos de nuestros
lectores, que no conocen las carreras , sino por lo
que ven en el Club Hípico de la ciudad, no podrán
formarse una idea de lo que son en general en las
aideas y en los campos. Ordinariamente son ger
men de disgustos y motivos de bacanales. Para
los campos sólo en teoría se pueden considerar, co
mno medio de evitar la embriaguez. 'En las hacien
das, con sacrificios de sus dueños, podría llevarse
esto á la práctica ; y con excelentes resultados . Pe.
ro , ¿qué sucede? En la mayor parte de los fundos
existe un despacho, que beneficia el hacendado ó
algún comerciante, que ha comprado el derecho de
venta . Y, si allí se organizan carreras, es para faci.
litar el expendio del licor. No se nos hable de las
leyes; porque sabemos que en inuchas partes la ley
es muy elástica , cuando no se la considera como
letra muerta. Hablamos, en estas observaciones, del
país en general.
Hemos consultado, hemos observado y hemos
inquirido, llegando a la conclusión : que en la ma
yor parte de los pueblos son los Alcaldes y Muni
cipales los dueños de las taberuas ó lugares de ex
pendio de bebidas alcohólicas, dy la ley ...?
Según lo expuesto, no podreinos desconocer la
razón que asistía al señor Ech. varría, al reprobar
el juego de carreras. No tenemos para que detener
nos a hacer la apreciación de sus consecuencias,
para justificar al párroco .
Eo 26 de Agosto de 1844, el Vicario Capitular
213
de la Arquidiócesis el Pbdo. dou Alejo Eyzaguirre,
erigió la parroquia de San Saturnino, al noroeste de
la ciudad de Santiago. Este barrio , á mediados del
siglo diecisiete era habitado por los huerpes ó natu
rales de Cuyo, que formaban allí algo como uva
colonia , en que conservaban sus costumbres; y
hasta hablaban su idioma propio, « l huerpe, cuyo
nombre les servía de distintivo de su nacionalidad.
Ordinariamente es una misión bastante penosa
la de ser cura fundador de una parroquia. Hay que
verse sometido á un sinnúmero de privaciones, que
sólo la abuegeción cristiana y la gracia especial de
Dios dan fuerzas para soportar.
El señor Ecba varría recibió orden de trasladarse
á la nueva parroquia de Santiago. Jamás, dicen, se
ha visto mayor concurso de gente en Guacarhue,
ni jamás se han derramado con mayor espontanei
dad más lágrimas, que el día en que se despidió de
sus feligreses . Éstos fueron á encaminarle, como en
romería, hasta los confines de su parroquia.
El 15 de Septiembre de 1844, tomaba posesión
de su vueva parroquia el señor Echavarría. Su ce .
lo desplegó nuevos brios. Se impuso trabajos tan
superiores á sus fuerzas, que concluyeron por lle
varle al sepulcro , en Julio de 1846 .
Don José de los Santos Campos. — El religioso se.
cularizado , don José de los Santos Campos, fué
trasladado de la parroquia de Rauco á la de Gua
carhue, para que viniera á continuar en ésta las
labores apostólicas de su abregado antecesor. Difi
cil era esta obra y superior á las fuerzas de don Jo.
sé de los Santos Campos.
Siendo un sacerdote muy bueno , daba pretexto
el señor Campos á que la maledicencia pudiera in
terpretar mal sus actos. Sus ideas republicanas las
llevaba hasta el pernicioso extremo del desprecio
214
de la autoridad. Sus principios democráticos, sin
basarlos en la sindéresis del buen sentido, le hacían
descender á una indiscreta familiaridad, que más
tarde había de dar motivo á que se dañara su re
putación . Nada le importaba el decir de las gentes ,
siendo que el sacerdote, para evitar el escándalo,
ha de tomar muy en cuenta esta especial circuns
tancia .
Siendo cura de Rauco, ó sea de Tutuquén , el
año 1844, un periódico de Santiago, « El Progreso
insertó en dos de sus números, injuriosos libelos
en contra de este digno sacerdote. Acusó al diario
por sus artículos difamatorios y calumniosos. Ob
tuvo la condenación del periódico denigrante. El
asunto llevóse hasta la Corte, en donde hizo una
brillante defensa del cura el jurisperito don Mu.
4 .
nuel Antonio Tocornal.
El señor Campos dió á luz un folleto en que, como
vindicación, publicaba su querella y las sentencias
coodenutorias del diario . Replicó, por otro folleto,
don Manuel García Rodríguez. Publicaba éste dos
cartas, que atribuía al cura Campos. Las reprodujo,
en sus columnas, « El Siglo » , diario de Santiago.
Su lectura dejó la impresión de que esas cartas
eran sólo una burda invención de García Rodrí.
guez.
En los sufrimientos, porque tuvo que pasar el
señor Campos , querrán encontrar la confirmación
de sus ideas los que sostienev : que los religiosos ex.
claustrados son siempre desgraciados. Estamos muy
lejos de participar de la manera de pensar de éstos.
Miramos también como una burda invención de
fábula aquellaspalabras, que se atribuyen á Su San
tidad Pío IX, al autorizar una secularización : Firmo
un pasaporte para el infierno .
Entre los religiosos secularizados, hemos tenido
215
modelos de virtudes sacerdotales y ejemplos de
apóstoles abnegados. El país en general y muchos
pueblos en particular, deben en parte á la labor de
ellos el estado actual de la fe .
Nada más natural que ver el ejemplo de su
misión á los prelados , en aquellos que renunciaron
de su propia voluntad , para vivir en el claustro, es
clavos de la más absoluta obediencia á sus superio
res . No podrán sino ser muy desprendidos de los
bienes de la tierra , los que por los sagrados votos
repudiaron los honores y renunciaron de los bienes
del mundo, para vivir voluntariamente dentro de
Jas privaciones, que impone el voto de pobreza.
¡Cuántos nombres estampariamos aquí, sino te
miéramos berir la modestia de nuestros hermanos
en el sacerdocio! Sus virtudes son desconocides,
como lo es la vida y hasta la muerte de la genera
lidad de los sacerdoies. Digo hasta la muerte, porque
muere el sacerdote y nadie se preocupa. Con su
vida concluye también su memoria . Mientras que
vemos que muere el portero de un establecimiento
ó el último empleado del gremio carrilano, y se le
recuerda como á mártir y se le cita como á modelo,
por haber muerto en el cumplimiento de su deber.
Para el sacerdote 110 hay jubilación ni tampoco
gratitud. Él renunció al mundo, y el mundo le ol.
vida á él .
Creemos que sería obra útil para la historia pro
fana y eclesiástica del país , que los obispos en sus
respectivas diócesis y los superiores de las comuni.
dades religiosas , en eus casas centrales, abrieran
concursos históricos, en fechas determinadas en
cada año, en que se tuviera por teroa la vida minu .
ciosa y detallada de sus sacerdotes, fallecidos en el
año anterior. El concurso es el medio de difundir
la ciencia, y el premio es el estímulo que mueve al
>
-- 216
hombre; y la historia contemporánea es el legado
más precioso que podeinos legar á la remota pos
teridad .
Los enemigos del señor Campos armaron una
verdadera máquina de guerra contra él , en la ci
>
dad de Santis go . Tocaron todos los resortes , que
sus relaciones sociales podían ofrecerles, para ha
cer aparecer ante sus prelados, que se imponía, co
mo una necesidad de bien general de la parroquia ,
la salida del cura de Rauco .
En Junio de 1844 , fué trasladado a la parroquia
de Gurcarhue, que sirvió hasta el 10 de Enero del
año siguiente. De aquí pasó, en calidad de interino,
al curato de Doñihue. En este pueblo, sus relacio
nes de intimidad fueron los pobres; y sus visitas de
preferencia eran á las casas de ellos.
Vivía á la sazón , en la simpática aldea de Doñi.
hue, acompañando á su madre, una joven pobre,
pero de muy finas maneras y de distinguida figura,
La piedad de estas señoras alejaba de ellas toda
sombra de sospechas, áa pesar de las redes, que con
su fortuna tendían á dicha niña algunos jóvenes.
de familia, que podiau ser considerados como los
Tenorios de la localidad. El principal obstáculo á
la realización de sus pérfidos desiguios lo veían en
la persona del cura . Este iba dos o tres veces por
semana á tomar, en su casa , por las tardes el clá
sico mate de las once, vieja práctica de sus abuelos,
continuada por sus padres y sancionada por él .
J. y X. , que así designaremos á los corruptores
de la joven , asechaban una ocasión favorable , que
no tardó en present irseles . Un día , encontrándose
sola la apetecida zegala , llegó don José de los San
tos aá hacer eu habitual visita. Cuando ya empezaba
el servicio del mate, se cierra de súbito la puerta,
que es asegurada por fuera con la armella , que le
- 217
servía de cerradura exterior. Mientras uno de los
jóvenes queda custodiando la entrada, el otro va á la
casa del subdelegado y da en el pueblo la diabólica
voz de alarma: que han sorprendido al cura, en las
pretensiones de los viejos jueces de Israel; y que la
joven defendía su hovor, con la heroicidad de la
casta Susana.
El pueblo, conocedor de la impudencia de aque
llos jóvenes, no dió crédito á la calumnia; y habría
linchado á los de tractores , á no estar éstos, favore
cidos y secundados por la autoridad del lugar.
La acusación fué llevada á Santiago, con aparen
tes visos de verdad . En vista del escándalo, el pre
lado creyó prudente suspender provisoriamente al
párroco y quitarle el beneficio de su curato . Quiso
con esto poner de wavifiesto la severidad , de que
estaba dispuesto á usar en tan delicado asunto . Sin
einbargo, no pudo resolverse tan de pronto de una
manera definitiva. De los minuciosos inquirimien
tos apareció en toda su deformidad, la grosera ca
lumnia, contra el párroco . Por las declaraciones,
se llegó á la conclusión : que el crimen había sido
fraguado, de acuerdo con la joven , que, en la amis.
tad del cuia con su madre, veía coartada su liber
tail , y en el párroco un fiscal severo de sus actos.
El fiu del principal autor de la calumnia fué es
tupendamente trágico . Estaba en cieria ocasión ,
sentado, en el patio de su casa . Pasaba por allí uno
de los bueyes más mansos, que podrían imaginar
ee. Al llegar frente á X , se transforına en fiereza
su mansedumbre, embiste contra él y, arrojándole
á los aires , con la caída al suelo , le causa una muer
te instantánea. Traspasa con sus cuernos el cadáver
nfeliz, que con aquella desgraciada muerte ha
perpetuado su triste memoria, entre los habitantes
de Doñihue. Las ofensa á los sacerdotes las venga
- 218
Dios antes que los hombres. Jamás quedan sin cas
tigo en este mundo, aunque no lo reciban en la eter
>
nidad .
La pérfida cómplice de los calumniadores no tar
dó en recibir el merecido castigo de su felonía .
Abandonada de los suyos, en el último grado de
miseria, pasó los últimos días de una dolorosa en.
fermedad en el hospital de Rancagua. Próxima á
morir, llamó á un ministro de fe , ante el cual se
retractó, y declaró la forma en que se había urdido
tan borrenda calumuia, y los móviles que la habían
inducido á ella .
En 1846 , el Arzobispo de Santiago, don Rafael
Valentín Valdivieso, haciendo referencia a este
asunto, pasó al Supremo Gobierno una enérgica
nota , en que le decía : que ya en su clero nadie
quería aceptar el servicio de las parroquias, á con .
secuencia de las hostilidades, que los curas r :cibían
de parte de las autoridades, en los campos y pue.
blos de provincias.
Los infatigables campeones de la causa hostil á
-Ja iglesia en Chile, desplegaban en todos los pue.
blos una actividad silenciosa . Sus efectos no los ad.
vertían los adalides de la idea religiosa, por eso no
los resistían , ni siquiera se sentían incómodos por
ellos. El plan era desarrollado, en una forma de re
finada prudencia , y el golpe era asestado de un mo
do que no hiciera ruido. Se atacaba al fuerte por la
parte débil. Se minaba el baluarte por los granitos
que, perdidos en la tierra, formaban el fundamen
to de la fortaleza . Las víctimas debían ser esos
hombres apostólicos, que desconocidos de la socie:
dad , sin aliciente humano, ni por venir de ascenso
trabajan solo por Dios en la viña del Señor.
L'us pobres curas de aldea debían ser el blanco
de las iras de los ejecutores del gobierno. La influen
219
cia del cura, adquirida con la constancia del traba
jo de la hormiguita , en las labores de la abeja obre.
ra, es una fuerza que , en tiempo de paz, á todos in .
comoda y que en tiempo de lucha todos solicitan .
La situación de los curas se hacía insostenible.
Los hombres de gobierno no lo sabían , ó no le die.
ron importancia sino cuando el Iltmo. Sr. Valdivieso,
como obispo, se apropió los ataques á sus represen .
tantes, tomando la defensa de ellos; y como pastor ,
se interesó por la suerte de su rebaño. Ya el wal
había tomado alarmantes proporciones. La voz de
desaliento había llegado a los curatos más apartados,
Los curas no se encontraban garantidos yу rebusa
ban aceptar parroquias. Así lo confiesa, el señor
Valdivieso en la nuta , pasada al Gobierno, tomando
la defensa del clero .
¿El Gobierno no lo sabía ? Nos inclinamos á creer
que nó. Las autoridades viven de ordinario en un
perpetuo secuestro , en todos los países del mundo,
en lo que se refiere a los acontecimientos de secun
daria transcendencia. Su horizonte es limitado; y á
la distancia no dominan sino aquello, que se pre
senta en abultadas proporciones. Lo común es que
tengan que girar, en la esfera de su acción , por la
línea que les trazan las personas, que forman su
círculo de intimidades
Los sentimientos de afecto por el gobernante, ori
ginan á reces, que se le oculten los sucesos desagra
dables. Otras veces, inóviles de propia conveniencia
personal , motivan un mutismo pernicioso, que iin .
pide á los gobiernos reaccionar, para enmendar los
yerros ó desaciertos administrativos, en que sus
adláteres les hacen incurrir. El mismo respeto, que
inspira la autoridad, impone un silencio ó reserva ,
que mantiene á sus genuinos representantes en una
apacible serenidad ; mientras el volcán se agita en
220
ebullición á sus pies, y la tempestad se desencade
na sobre su cabeza, á una altura que no alcanzar
ellos á ver .
En estos siglos de las luces la prensa, usando del
derecho que le concede la libertad de imprenta , con
su severa fiscalización ha venido á remediar en gran
parte los necesarios defectos, de que adolecen los
gobiernos de los pueblos , ya sean monárquicos Ó
republicanos. Por eu medio la opinión del pueblo
llega hasta ellos; los clamores de descontento resue
nan en sus palacios, y el grito de la indignación
hace eco al pie de los tronos .
En una diversidad de casos , en todos los países
del mundo, hemos visto, que la fiscalización del dia
rio ha hecho suspender las leyes, queinconsultas se
promulgaran . Otras veces ha detenido el curso de
los decretos, que en su cumplimiento ocultaban el
gérmen de muchos males.
Para justificar á los prohombres, que en aquellos
tiempos llevaban las riendas del gobierno, hemos
tenido que suponer en ellos la ignorancia de los
acontecimientos que, en provincias , en contra de
los curas se desarrollaban .
Generalmente sucede que, á Santiago no llegan ,
sino aquellos sucesos de mayor resonancia y que
pueden ser de grandes consecuencias . Son asuntos
que se ventilan en la Curia. Si su transcendencia
llega al público, no preocupan la atención de éste,
sino es para formar comentarios ó relaciones, que
se deforman ó ee adornan con tales supuestas cir
cunstancias, que envuelven en denea vube la reali
dad de las cosas, basta impedir que se haga luz en
ellos.
Y, si sobre estos ó aquellos particulares se con
sulta á los sacerdotes, muchos no saben explicar los
cosas, por falta de medios de poder saberlas. Una
221
capa de reserva o de prudencia disimula á veces la
ignorancia. En cien veces debemos los sacerdotes
estar al corriente de los acontecimientos, que en el
país guardan relación con el sacerdote ó con la
Iglesia, para poder dilucidar los casos, para vindi
car al inocente y colocar las cosas en su lugar de
bido.
Muchos se excusarán de saber siquiera, para evi.
tar mezclar sus nombres en historias, cuentos ó
ardides. Creemos que eso debería calificarse de un
egoísmo vituperable. La defensa del inocente se im
pone; y los velos del misterio han de correrse,
cuando se oculta tras ellos la reputación del ministro
del Señor. El sacerdote no ha de conformarse con
hacer el papel que los tímidos apóstoles hicieron ,
en la persecución de su Maestro. Amaban, pero en
silencio, por miedo á sus enemigos. El espíritu de
solidaridad es la base de unión del clero; como el
sentimiento de interés por el gremio, es el principio
de la unióu social .
Para los fines que podrían perseguirse , en lo que
venimos exponiendo, se deja sentir cada día más
la necesidad de que en Santiago baya un estableci
miento, como centro de reunión , para que el clero
residente en la ciudad entre en intimidad y acer
camiento. Este lugar debería tener una situación
central y ser como el salón de lectura, con sus
mesas de billar, con servicio de peluquería y mesa
modesta de té. Será extravagante é irrealizable la
idea ; pero no se podrá dejar de confesar que el
centro de acercamiento lo reconocen, como necesi
dad , desde las corporaciones científicas hasta los
gremios de suplementeros . ¿Qué sucede hoy ? Que
la mayor parte de los sacerdotes del arzobispado
son los unos desconocidos para los otros; y no se ve
esa intimidad entre ellos, porque ni saben siquiera
222
-
quiénes son . Mi libertad de criterio en expresar
mis ideas me valdrá talvez la censura de mis co
legas. Retiro mis ideas y palabras, ante todos los
que no las acepten.
CAPÍTULO XXI .
DON JOSÉ RAMÓN RAMÍREZ.
En la noche del treinta al treinta y uno de Agos.
to de 1814, vino al mundo, á inundar de gozo un
honrado hogar, el piño José Ramón de la Rosa . Su
padre, don Andrés Ramírez, era persona de distin
ción en la parroquia de Guacarhue, ya por su po
sición holgada, ya por sus antecedentes de familia .
La esposa de éste, doña Dolores Silva , era una
señora que gozaba de bien sentada fama de una
singulur virtud .
Los nombres del niño estuvieron en relación con
los santos del martirologio de la fecha de su vaci
miento. José, como antes hemos dicho, era poco
menos que un nombre patrimonial , común a todas.
las familias del país, en aquellos años .
Siendo inseparable de la verdadera piedad cris
tiana la devoción á la Santísima Virgen, era afec
tuosísima la de la señora Silva á la Virgen de los
Dolores. Supo a su vez inculcarla , desde los pri.
meros años,en el corazón de su hijo. Éste la con
-servó por toda su vida , como el más precioso de los
legados que recibiera de su madre.
Observando sus padres en el niño una marcada
inclinación al estado religioso, le colocaron en el
convento de Ermitaños de San Agustín . Allí se
distinguió por una virtud eminente y por su amor
223
á las ciencias eclesiásticas . Fué sobresaliente sur
erudición filosófica. Tuvo por maestro á Fr. Le
renzo Soto, uno de los fundadores de la Facultad
de Teología, en la Universidad del Estado . « En sus
estudios de Teología se distinguió por eu aprove.
chamiento y por su preciosa conducta en su ju
.
ventud » , reza la letra de un documento.
Eu 1834 ingresó en el clero secular, recibiendo
el presbiterado el 18 de Febrero de 1838. Al ser
ordenado in sacris, su familia le estableció congrua
sinodal, para que pudiera recibir las órdenes á títu
lo de patrimonio.
El nuevo sacerdote manifestaba en sus comien
zos un fervor edificante; y en todas sus obras des
plegaba el celo de un apóstol por la divina gloria.
Siempre conservó á su parroquia natal un profundo
apego, y por toda su familia el más entrañable
afecto. Eu fuerza de la vehemencia de estos dos
cariños , se alejó de la ciudad de Santiago, para ser
útil á su pueblo y vivir entre los suyos.
Sirvió como teniente al cura de Guacarhue. El
joven sacerdote se inmolaba en aras de la caridad ,
despertando la admiración de todos, y atrayendo á
las prácticas religiosas á los más rehacios a las en
señanzas evangélicas. Establecióse una corriente de
mutuos afectos entre el señor Ramírez y sus com.
patriotas. Entre sus múltiples relaciones alguna le
había de ser funesta .
Sobrevino la encarnizada persecución á don Mar.
tín Cruz de Segovia . Sus enemigos, con satánica
sagacidad, pretendieron cohonestar su actitud hostil
al cura, ante los deudos y relaciones del señor Ra
mirez. Presentáronse, como que obraban á impul.
sos del cariño por el pueblo , á quien pretendiau
darle por cura uno de sus hijos, que con su espíritu
progresista incrementaría sus adelantos.
224
Después de retirarse el señor Echavarría, mien
tras llegaba don José de los Santos Campos, gober
nó como interino, durante algunos meses, la parro
quia de Guacarhue. El 10 de Enero de 1845 , se
hizo cargo de ella , como cura propietario. La había
obtenido en el concurso del dieciséis de Diciembre
del año anterior. Sin pretender alcanzar lo que no
consiguió el mismo N. S. jesucristo, no le arredró
al señor Ramírez la verdad que encierra la divina
palabra : que ninguno es profeta en su propia pa
tria . Muchos han tenido que lamentar el haberse
desentendido de esa especie de anatema ó sentencia
anticipada. Horas aciagus le estaban reservadas, en
su parroquia de origen . Dolores acerbos le esta.
ban aguardando, en el pueblo en que se meció su
cupa. Un poema de lágrimas se ocultaba en su por
venir .
El 23 de Mayo de 1845 , se erigió una pueva pa
rroquia en el pueblo de Malloa. Para formar el te
rritorio de su distrito, se desmembro de la jurisdic
ción de Guacarhue el valle de Corcolén . Otro tanto
se hizo con el pueblo de Salsipuedes. Una voz de
protesta hubo de levantarse entre sus babitantes,
porque se les dejaba en condiciones bien sflictivas.
Aquel paraje es una península fluvial. La rodea el
río Claro sin dejarle otra salida que una faja de
terreno, que le une por el norte con las haciendas
de don Raimundo Larraín C. En aquel tiempo per
tenecían á Guacarhue; hoy forman parte de la pa.
rroquia de Rengo. Tres años más tarde se rectifi
caron los linites de jurisdicción eclesiástica en el
pueblo de Salsipuedes . Lo que se hizo fué romper
el último eslabón, que lo ligaba á Guacarhue. Con
esto se puso fin á las divergencias de los curas co
lindantes.
Con un celo infatigable trabajaba el señor Ra.
225
mirez , en mejorar la condición de los habitantes,
que formaban las poblaciones del poniente de su
curato. El 18 de Mayo de 1847 , obtuvo la erección
de la viceparroquia de Zúñiga. A expensas del ve.
cindario había construído allí una humilde capilla .
Se le dió por Titular á San Alfonso Maria de Li
gorio; no obstante los deseos del pueblo, que pedía
por patrona á Nuestra Señora de la Merced .
Oupó el trono del altar una antigua imagen de
Ja Virgen de la Mercel, que había sido traída á
Guincarhue, después de demolida la antigua Iglesia
de Corcolén , que había quedado amenazando ruina ,
después del terremoto del año 1835. En 1860 los
pobladores de Corcolén, por intermedio de su pá
rroco, don Francisco Jiménez, reclamaron á la Au.
toridad Eclesiástica l» antigua imagen de su devo
ción . Los feligreses de Zúñiga adquirieron para su
teinplo otra muy superior á aquella de que se les
privaba.
En los tiempos de que venimos hablando, la po .
blación de Zúñiga carecía de caininos transitables
y no tenía los medios de comunicación de ahora.
El servicio de capellá :) , siquiera para el día festivo,
se habría hecho penoso para el sacordote, y oneroso
para el Cura y los feligreses . Los párrocos para re.
inediar en parte las necesidades religiosas de este
pueblo , dejaban algunas veces sin miza el asiento
de la parroquia, para celebrarla en algunas festivi .
dades en la capilla de la aldea de Zúñiga . Esta prác .
tica no puede seguirse en nuestros días. Hay en
contra una resolución terinin inte de parte de la au .
toridad eclesiástica . Á nosotros mismos nos la die.
ron , siendo Cura de San Lorenzo del Ingenio.
Eu los curatos muy extensos y en los pueblos más
apartados de la cabecera de la parroquia, y adonde
sea inuy difícil que otro sacerdote fuere á cele
APUNTES
15
226
brar, se impone como una necesidad (sino de justi .
cia) de imperiosa. caridad , que el párroco bine al .
gunas veces en el año. No somos del mismo parecer
cuando se trata de parroquias, en que pueda esta
blecerce un servicio de capellán, para la misa de
los domingos.
En estos tiempos tan calamitosos, la binación ha
venido á constituir un recurso, para hacer menos
sflictiva la situación de los sacerdotes, procurando
les un nuevo emolumento. No pode nos dejar de re
conocer que, si es verdad que la segunda misa få.
cilita á unos pocos el medio de poder oírla, también
es cierto, que el servicio religioso se bace deficiente
para todos, en esos dias. El púlpito y el conf- sona.
rio con dos armas poderosas , para extender el reino
de Jesucristo. Binando no se les puede prestar la
misma solicitud. Casi hay que concluir con la con
fesión y comunión de los domingos, vieja y piadosa
práctica que se heredaba de padres á hijos. Y., si se
confiesa á algunos, hay que absolverlos con la pre
cipitación del médico, que receta sin tomar el pul
80. No se podrían así mantener en buen pie las so
ciedades religiosas , ni fomentar en ellas la comunión
en las principales fiestas. Los pobres ordinariamen
te sólo pueden en los días festivos acudir a las
Iglesias. Se ros podría argumentar, que la binación
abre un nuevo camino a Jesucristo, para que vaya
al corazón de los hombres; y que procura al celo del
párroco un nuevo campo de acción; y que muy le.
jos de empeorar el servicio parroquial lo facilita,
allanando dificultades y abreviando las distancias .
Hemos hecho explícita nuestra opinión , haciendo
distinciones de parroquias. Es muy probable , que
en esto aparezcamos excéntricos, para los que no
conocen los campos, en otra forma que de viajes ó
en vacaciones. Los mismos sacerdotes, que no han
227
ejercitado el ministerio parroquial en los campos,
nos juzgan talvez, bajo la severa austeridad de los
principios teológicos, sino dilatan el horizonte más
allá del solo precepto de oír la misa en el día fes
tivo. Pero á que suponer ese juicio en ellos?
Me retracto . No debo tenerlo ; porque estoy se.
guro de que apreciarán las circunstancias, calcula
rán los inconvenientes y medirán las ventajas. No
obrarán como muchos canonistas del viejo mundo,
que desde su bufete legislan , para las parroquias
de América, cuando ellos sólo conocen las de algu
nos países de Europa, que sou como miniatures de
nuestros dilatados curatos. No yerran ,pero nos dejan
en la incertidumbre y en la inquietud .
No es nuestro intento sentar principios, ni repro
bar el proceder de otros, es sólo la expresión de
nuestra manera de pensar, que muy bien pudiera
ser errónea y falsa . No la sostenemos ante quien la
rechace .
El terreno, donado para la viceparroquia en Zú
ñiga , lo aceptó el señor Ramírez sin ceñirse a todas
las formalidades legales . Esto ha dado origen á
largos y dispendiosos juicios, en que se ha visto en
>
vuelta la viceparroquia .
Antes hemos podido observar, al tratar de la ca
pellanía de La Estacada , el eficaz interés que tomó
el señor Ramírez, para que se obligara á los pa.
tronos de aquel beneficio á que cumplieran con las
Cargas Pías , impuestas por su fundador, don Dio
nisio Silva ,
No cabe duda que el señor Ramírez influyó mu
cho en el ánimo de don Ascensio Trincado, para
que, al disponer de sus bienes, dedicara la mayor
parte de ellos á fundar la capellania de La Viña, en
beneficio de su crecido vecindario.
Un crimen horripilante fué perpetrado en el
228
pueblo de Guacarhue, resonando la alevosia del sa
crílego atentado hasta en los contornos más apar
tados del país.
Era el año de 1856. Había caducado en él el pe.
ríodo de las funciones del Juez Iuspector de esta
subdelegación. Dos candidatos se disputaban la ju
dicatura en vacancia. El inspector cesante era una
persona hostil al cura . Con sus arbitrariedades se
había rodeado de una atmósfera de desprestigio y
de uriversal descontento de parte del vecindario.
Con fundados motivos confiaba en su reelección . Su
contendor, don José Tomás Pizarro, era un sujeto
de merecida reputación . La rectitud de su criterio
le había granjeado las simpatías populares. Su fa
milia era una de las más distinguidas de la loca
lidad .
Dada la longevidad de la gente de estos lugares,
podríainos llamar de ayer el hecho, que venimos
relatando. Designar - mos al ex inspector con el noin
bre de N. N. Su hogar había sido como la casa del
cura don José Ciriaco del Campo.
Segúu la práctica de aquellos años , la promulga
ción del nombramiento del inspector se llevaba á
efecto por un bando, á la hora de la salida de la mi
sa parroquial. En aldea , esta ceremonia se hacía
con imponente aparato, duda la solemnidad que re
vestía el acto y las amplias atribuciones que tenía
y que se tomaba un juez. Este cargo lo desempeña
ba un inuñidor de elecciones .
Don José Tomás Pizarro desistió de la judicatura
de Guacarhue. En los días precedentes á la elec
ción del juez iuspector, el párroco había sido es
piarlo muy de cerca por los paniaguados de N. N.
Una concurrencia extraordinaria afluyó en aquel
día, desde los puntos más apartados, á la misa de
Guacarbue. N. N. se presentó á ella rodeado de grau
- 229
boato. Cenía al cinto el viejo sable ó catana, insig
nia de su autoridad . Concluída la misa, el pueblo
se aglomera al rededor de una tribuna, que ocu
pa el Notario don José Marful. Los seis gendarmes
del distrito, de poncho al hombro, con trabuco al
cinto y sable en mano, aguarden oir el nombre del
agraciado, para presentarle rendición de armas.
N. N. está arrogante, como quien ha conquistado á
viva fuerza un triunfo sobre sus rivales. Ufano,
domina la multitud con su vista .
Rompe el Notario la cubierta del pliego , que con
tiene el decreto del Subdelegado don Juan Silva.
Empieza, en voz pausada y clara la lectura de
su contenido. Era el señor Marful un escrupuloso
observante de aquel formulario de ceremonias de
aldea , en semejantes actos . Es interrumpido por
N. N. , que, como un energúmeno, vocifera con su
voz de trueno : ¡Mientes, ipfame! ¡Bien caro has de
pagar tus intrigas, insolente!...Había oído procla
mar el nombre de su adversario, como inspector
del lugar ... Lo que oyes, replicó el señor Marful ;
quién , impasible y tranquilo, continúa dando lectu
ra al decreto ...
Pero .. si yo he visto con estos ojos, extendido
ayer mi nombramiento, grita el señor N. N .... Un
momento de reflexiones; y N. N. se da cuenta de
lo ocurrido ... Con lenguaje incoherente, prorrumpe ,
como una furia, en las diatribas más violentas con :
tra el señor Ramírez .
En las avanzadas horas de la noche del día sá
bado, acompañado del prestigioso hacendado, don
Alejandro Araneda Silva , se presentó el Cura en la
casa de don Juan Silva . Aquella visita nocturna dió
por resultado lo que, en un momento de calma, pu
do explicarse N. N. Costó no poco trabajo vencer la
resistencia de don Tomás Pizarro, para que se re
230
solviera á aceptar un cargo que él antes había pre
teudido; y en el cual sus conciudadanos le deseaban
para su propio bien .
Cuentan los contemporáneos de N. N. , que al
sentarse éste á la mesa , á que había pensado invi.
tar á sus amigos en aquel día, en
eu un momento de
rabia y de frenesí, dijo, como exasperado. ¿Soy yo
un padre tan desgraciado, que no tengo entre mis
hijos quien me lave, con la sangre del Cura de
Guacarhue, la afrenta que he recibido hoy ? Agre
gau que el mayor de ellos le contestó: Cálmese, pa
dre, no diga , ni por broma, una cosa semejante .....
- Cobardes! gritó indignado N. N. , dando un fuer
te golpe en la mesa . Poniéndose de pie otro de sus
hijos, y empuñando en su mano el revólver, le dice:
Tranquilícese, papá. Le juro: que yo he de matar
al cura ...- ¡Gracias, hijo!
Eran las once y media de la noche del 21 de No.
viembre de 1856. El señor Ramírez salía de la casa
de la familia Gálvez, donde aquella tarde había es .
tado de visita . Se retiraba á su casa , sirviéndose de
una linterna para alumbrar el camino. Agazapado
junto al apoyo de una casa por donde debía necesa
riamente pasar el curu , está el hijo de N. N. - ¿Qué
está haciendo ahí, don Juan ? le dijo al verle el se
ñor Ramírez. El eco de sus palabras se confundió
con la detonación del revólver, que descargó sobre
el señor Ramírez. Al sentirse herido en un mus!
por el proyectil , cayó al suelo, sin poder ahogar un
angustioso alarido, que le arrancó el dolor. El cri .
minal buyó; pronto fué habido y reducido á pri
sióv ; pero luego fué puesto en libertad, por no ha
ber pruebas del hecho. N. N. estaba ya vengado ....
Al cura hubo que amputarle la pierna, como úui
co recurso, para poder conservarle la vida. Los an .
cianos recuerdau la ejemplar resignación de aquel
.
231
facerdote en sus dolencias. Desde esa época hasta
su muerte, la parroquia de Guacarbue estuvo servi
da por curas coadjutores suplentes. Estos tenían
que dar avualmente al señor Ramírez doscientos
pesos, coino á cura propietario.
El eeñor Ramírez era patrono de la capellania
colativa de La Viña . En esta localidad radicó su re
sidencia. Adquirió nuevas propiedades, que en
unión de las anteriores, le proporcionaron pingües
entradas.
Los últimos años de su vida se entregó de lleno
á las austeridades de los antiguos penitentes, en su
silencioso retiro del fundo de la capellania deLa Vi.
ña . Siempre conservó , como herencia de su virtuo .
8a madre, la devoción á la Virgen de los Dolores,
que en la infancia le inspiró, al prodigarle en su
regazo las caricias maternales. Todos los años, por
el tiempo de Pasión, se trasladaba el señor Ra .
mírez desde La Viña á Guacarhue, para celebrar en
la Iglesia Parroquial un septenario a la Virgen de
Dolores. Como se llevaba a efecto con suntuosa so
lemnidad , este septenario suponía considerables gas
tos, que eran hechos á expensas del señor Ramírez.
Quiso que esta práctica se perpetuara después de
sus días, en la parroquia de su pueblo. Con este fin
grayó, en su testamento , una propiedad dejada á don
Miguel Angel Granifo Ramírez, con la Carga Pía de
celebrar todos los años, con el esplendor que él
acostumbraba, un septenario á la Virgen de los Do
lores, debiendo aplicarse por su intención las misas
de esos días. No siempre se ha cumplido con sus
santas intenciones y piadosas disposiciones.
Dejó por heredera de sus bienes á la señora Eu .
melia Ramírez de Granifo .
El 10 de Febrero de 1885, en la ciudad de Ren
go, le arrebató la muerte de entre los suyos. Su ca.
- 232
dáver, en ' conformidad á sus deseos, fué traído á
Guacarhue. Una gran romería de sus deudos y ex
feligreses salieron al encuentro de las cenizas del
sacerdote, que más amó á Guacarbue, entre los mu.
chos que en los últimos tiempos, ó si se quiere en
el transcurso de un siglo, ba dado á la Iglesia esta
parroquia. Una modeeta plancha de mármol señala ,
en el presbiterio del templo, el lugar en que repo
ean los despojos, que de él nos dejó la muerte. Esa
lápida fué obsequio de don Joaquin Gravifo, quien,
por una rara coincidencia, debía seguirle después al
sepulcro, víctima de un balazo, recibido también en
una pierna, en el mismo pueblo de Guacarhue.
Los crímenes, perpetrados en este pueblo, contra
personas tan conocidas, han redundado en despres
tigio de Guacarhue. Aunque los autores de tan cri.
mipales atentados, en la mayor parte de los casos,
por no decir en la totalidad de ellos, no han perte
necido al vecindario, sino á alguno de los pueblos ó
caseríos de los alrededores del lugar. Guacarhue es
un antiquísimo pueblo, cabecera de distrito, ó de
subdelegación y asiento de la parroquia; y de con
siguiente centro obligado de reunión y de concurso
de gente, por lo menos en los días festivos . Los pue.
blos de Zúñiga y de La Quinta son relativamente
modernos, así es que Guacarhue era también el em
porio de aquellos parajes.
Por estas razones al hablar de los acontecimien
tos, ocurridos en villorrios desconocidos, se precisa
ba ó localizaba el hecho por la aldea más conocida
ó por el nombre de la parroquia.
Pasaba con Guacarbue entonces lo que sucede hoy
con El Rosario en este mismo valle .
En las crónicas sociales están apareciendo conti
nuamente listas de veraneantes, que parten á El Ro
sario, o que regresar de ese pueblo. Y sucede que
233
Rosario es solamente la estación donde se bajau 6
se embarcan ; y que el punto á que se dirigen es el
de Guacarhue, el de La Quinta , La Viña, ó cual ..
quiera otro de los lugares de menor importancia to
davía .
Rosario sirve solamente para crientar y hacer en
tender bacia qué zona se encuentran; así pues su
cedía con Guacarhue, en tiempos más remotus.
CAPÍTULO XXII .
CAPELLANÍA DE LA VIÑA .
Entre las obras benéficas que se llevaron á cabo,
durante la administración de don José . Ramón Ra
mírez, en la parroquia de Guacarhue, fué sin duda
alguna la más importante de todas ellas la funda
ción de la capellania eclesiástica de La Viña . Fué
eu fundador el presbítero don Ascensio Trincado
Gálvez, perteneciente a una antigua y distinguida
familia de ! a localidad . Su partida do defunción,
que se encuentra en el archivo de la parroquia del
Sagrario, dice, en términos generales : originario de
Colchagua, de sesenta y siete años de edad ...
Los primeros años de su ministerio los consagró
al servicio de la vice parroquia de Malloa, donde su
celo y generosidad dojaron imperecederos recuer
dos. En ese cargo dedicó especial atención al case
rio de Corcolén y al villorrio de Cantarranas, aun
que no estaban comprendidos estos lugares en los
límites de su jurisdicción ,
Antes del año 1804, se opuso al concurso, abierto
por el Iltmo. Obispo de Santi : go, para la provisión
de la parroquia de Chimbarongo . Sus relevantes
234
méritos le valieron la colación del curato. Sin
embargo, no tomó posesión formal de él hasta el
24 de Marzo de 1805, en que le hizo su entrega el
presbítero don José Donoso y Arcaya .
Desde la nebulosa región de Chimbarongo, pre
eenció el señor Trincado los primeros movimientos
de la revolución de la Independencia. Einparentado
muy de cerca con don Francisco de Silva Gálvez,
propietario de su parroquia, y dueño de La Estacada,
entró en relaciones con los caudillos de la revolu
ción . Preparó entre sus feligreses y vecinos la opi ..
nión pública, para abrir el paso á la libertad. Presto
un apoyo eficaz á los patriotas, imponiéndose para
ello grandes é increíbles sacrificios . Era el señor
Trincado un atalaya y un baluarte para los agita
dores del sur y los patriotas del norte . El gobierno
realista pidió y obtuvo la separación del párroco de
Chimbarongo . Se le nombró coadjutor. El señor
Trincado rehusó volver a servir personalmente quel
curato . Lo conservó, no obstante, como un beneficio
eclesiástico, hasta el día de su muerte. Al morir
dejó la fiuca y casas con los muebles, que poseía en
Chimbarongo, á la iglesia de este pueblo, para su
culto y aseo .
De Chimbarongo tras! adó su residencia á Tunca .
Sirvió esta viceparroquia, hasta después de 1822 .
Se estableció por algún tiempo en Peumo, viniendo
en seguida á radicuree en La Viña, donde había
heredado y adquirido importantes propiedades .
Desde su humilde retiro sirvió la capellavía də
F
Tilcoco, ayudaba al cura en su laborioso cargo y
acompañaba á don Tomás Argomedo en sus obras
de evangelización.
E ! señor Trincado sentía una profunda devoción
á la Santísima Virgen , bajo el título del Carmen.
La había heredado de sus padres, quienes, como
235
todos los pobladores de aquel lugar, le profesaban
un tierno afecto, como á la Patrona y Titular de la
capilla de Tilcoco, única iglesia que había entonces
en los alrededores. Á impulsos de esta devoción ,
construyó á la Virgen del Carmen una Iglesia, en
las casas de su fundo. Y en su testamento estable.
ció una capellania , con el objeto d etributarle culto.
Antes de bablar de ella , permitasenos una digresión
histórica acerca del particular. La hacemos, en
>
atención á que el señor Trincado fué, durante toda
su vida , un apóstol de la devoción de la Virgen del
Carmen .
Durante la monarquía española, gozaron de no
table influencia en elgobierno las órdenes religiosas ,
en Chile. Hubo una época, en que el ascendiente
de los agustinos se consideraba omnipotente; y en
todo tiempo sus ivflujos fueron tenidos como de
gran valer. Los religiosos de esta orden propagaron
en el país la devoción á la Santí- ima Virgen, bajo
el título del Carmen . Dada la influencia de los er
unitaños , la propaganda se hizo fácil , y general
7
la devoción .
Un hecho curioso para los que no lo acepten
como extraordinario , vino á acrecentar más esta
devoción en Santiago. Cerca del mediodía del Miér
coles 13 de Octubre de 1786, una ráfaga de viento
sur arrebató de las manos de un vendedor de obje
tos religiosos una estampa de la Virgen del Car
men . Elevada paulatinamente por el torbellino á
una considerable altura , fué llevada por el viento
hasta el barrio de la Chimba, yendo á caer en el
punto donde después se le erigió_ un templo, que
lleva el vombre de La Estampa. Este hecho fué de
gran efecto para el pueblo, y se divulgó por el
pais , como un estupendo milagro .
El primer templo, erigido en aquel lugar, en ho
- 236
nor de la Virgeu que aquella estampa representaba,
se debió á la benignidad del Iltmo. señor Obispo
don Francisco José de Marán . Fué un homenaje de
gratitud , con que este dignísimo Prelado quiso sig
nificar a la Virgen del Carmen , que á ella era deu
dor de su vida. La obra fué digna de su munifi
cencia .
Visitaba el señor Marán las parroquias de su dió
cesis de Concepción, antes de ser promovido a la
de Santiago. Formaban parte de la comitiva el pa
dre franciscano Lorenzo Núñez, el capellán de
Dragones don Juan Ubera, el capellán de coro don
Antonio Vargas y los coroneles de artillería , Juan
Zapatero y José Miguel Uresberoeta, etc. Su regio
equipaje de cincuenta y siete cargas despertó la co
dicia de los naturales de las parcialidades de la
Araucanía. Entre las selvas de Tirúa y las monta
ñas de Toquihua, es atacada su comitiva por grue.
sos destacainentos de indios. Era el plan combina
do de los caciques hermanos Aucatemu y Haute
lemu . Después de algunos días de angustiosa é
infructuosa fuga, cae en poder de los indios la sa
grada persona del Obispo. Igual suerte corren su
numerosa comitiva y el espléndido botín , que fué
origen de sus desgracias. Dividiose la opinión de
los úlmenes y los caciques, en cuanto à la persona
del Obispo . Había quienes optaban por su muerte ;
mientras otros con más cordura se oponían á ella ,
alegando los castigos con que los españoles asola
rían á su patria, para escarmiento de ellos y para
vengar la sangre del Obispo. Dejóse oír la autori-.
zada voz del cacique Curimilla , quien , como un
medio de transacción en tales divergencias, propu
so: que decidieran la causa en una triple partida de
chueca. Los indios gustan mucho de este juego; de
aquí es que acogieron con febril entusiasmo la idea
237
de Curimilla. Señalóse la cancha ó llanura , y se fijó
la aparición de la aurora del siguiente día , para dar
principio al juego. Ya están formadas las filas,
у al .
ternados en sus puestos los beligerantes de aquella
gran partida, en que se cuentan por millares las
chuecas , que han de jugar. Ya está fabricada la
olla ; y en ella se cuece la bola de corazón de espino ,
que ha de ser arrastrada por las chuecas. La olla
es una pequeña cavidad , que en proporciones ca
paces de contener la bola , se abre en el punto cén
trico de la cancha . Ya los dos caciques más carac .
terizados tienen cruzadas sus chuecas, tocando a la
hoca de la olla, por lados opuestos á la bola. El
ilu -tre prisionero presenciará aquel acto, para el
tan solemne, como que decide de su vida . Dirige al
cielo las plegarias inás fervorosas desu vida , y pro
mete á la Virgen del Carmen : que, si le conserva la
vida, la dedicará á propagar su devoción . Reina
un silencio sepulural, que se impone á los luchado
res en aquellos instantes, que se consideran como
solemnes. Todas las miradas están fijas en la olla;
y los oídos, puestos en la forma adecuada para afi.
nar el sentido.
Con toda la fuerza de sus pulmones los dos caci
ques contendores pronuncian el altercado de estilo:
¿ Cuándo se coció esta bola ? — A yer tarde ó medio .
día — ¿ Por quéno me convidaste? —Porque no estaba
cocida - Ála una y á las dos!—¡Y á las tres , que
Falió !
Con esto se da por empezada la lid. Los dos ban
dos luchan , hasta que el vencedor consigue, á golpe
de chueca, hacer pasar la bola de la línea , que había
sido trazada, como térınino de la cancha. La pri
mera partida fué adversa para la suerte del Obispo.
Pero las dos restantes fueron favorables; y el juego
se dió por terminado .
238
¡Gracias á Dios! ¡ La Virgen del Carmen me ha
salvado !... serían las tiernas exclamaciones en que
prorrumpiría , prosternándose en tierra y derramando lágrimas de emoción , el Iltmo. Señor Marán.
Sus defensores habían triunfado. En el acto se le
pone en libertad, para que vuelva a vivir entre los
suyos. Jamás babía de poder borrarse de la me
moria del señor Marán aquel día 4 de Diciembre
de 1787 , en que se jugó su vida .
Daremos aquí cabida á algunos fragmentos de la
carta , en que con fecha 22 de Diciembre de 1787 ,
daba cuenta desde Concepción , de este arriesgado
lance al Presidente, Regente y Ministro de la Real
Audiencia de Santiago .
« Muy podero : 0 señor: Derrotado, enfermo y he
cho un varón de dolores, acabo de llegar á mi pala
cio, por uno de los grandes efectos de la divina
Providencia, manifestada sensiblemente en diversas
>
ocasiones, después del horrorosu insulto que el vein
tiocho del pasado cometieron los indios conmigo y
toda ini comitiva, y después de nueve días en que,
tragando la muerte por instantes, fugitivo, pasando
á pie las risquerías y'albergándome en lo más fra
goso de las montañas, la casualidad de una suerte
á que me ví expuesto , decidió á favor de mi liber.
tad y de la escasa vida que me queda ... me parece,
no obstante, muy propio de mi deber , poner en la
alta consideración de vuestra alteza, no mi persona
insultada, despojada violentamente de todo el equi.
paje pontifical y vasos consagrados al servicio del
altar, fugitiva entre riscos, precipicios yу montañas,
entre las necesidades , sustos y temores que necesa
riamente son consiguientes entre unos enemigos
bárbaros , iuhumanos é irreconciliables, que por
todas partes cortan el camino y comunicación para
cerrar la puerta á la libertad; sino la dignidad epis
239
copal , atropellada en el giro de la visita , profava
dos los ornamentos y sagrados vasos, y talvez en
usos de la embriaguez, conculcados los sagrados
óleos y santo crisma , vulnerado y quebrantado el
salvo conducto, que con anticipación se había dado
á la Dignidad, expuesta basta al azar de un juego
de chueca, y después de todo sin poder ejercer
función alguna de su ministerio ... el veintiocho del
mismo mes (de Noviembre) cerca del mediodía, en
los pinares que están entre las famosas montañas
de Tirúa y de Toquihua, nos asaltaron de repente
los indios, armados de coleto, cotas de malla y lan
zos, en multitud tan numerosa, que aún apelando à la mas presurora fuga, puede decirse que sólo
por milagro librainos la vida , quedando algunos
muertos y otros cautivos , de quienes 110 fe tiene
noticia . Casi treinta leguas caminé aquella tarde de
regieso hasta el río de Tirúa, con lossustos , quebrau
tos , temores y dolores consiguientes á tanto camino, á
tanta edad , á mi débil y delicada complexión , y
cuando después de una noche de muerie al abrigo
de un cacique esperaba impaciente el dia para con
tinuar la fuga , amanecido el veintinueve , nos ha
llamos cercados y cortado el paso para el regreso...
después de atravesar á pie aquellas formidables
risquerías; después de pasar con mil peligros aque
llas ásperas montañas, hallamos cerrado el paso por
la Imperial... Siete días estuve en esta aspereza ,
pisando peligros por todas partes para buscar mi
libertad , y sólo conseguía con las funestas noticias
que venían por instantes, tragar en cada instante
mil muertes » ...
Continuemos con la historia del señor Trincado.
Sintiendo que sus fuerzas se debilitaban y que crecía
una enfermedad que desde algún tiempo atrás le
atormentaba, dictó sus disposiciones testamentarias
240
en el mismo pueblo de La Viña. Extractaremos de
su testamento sólo las cláusulas ó apartes, que nos
interesei , en nuestro estudio sobre las capellaniae,
que establece en él . Lleva fecha 9 de Febrero de
1849 .
« ... He resuelto hacer tresheredades de mis fundos
y demás bienus...La primera heredad ó hijuela cons
ta de mis edificios, fincas, muebles, aperos y anima
les de todas clases ... Item declaro: que esta heredad
queda con la pensión perpetua de tres novenarios
de misas anuales que los patronos y poseedores tie
nen que mandar decir, aplicables por mi alma y
que dar cuenta todos los años de haberlo cumplido
- á los párrocos , de esta doctrina, á los cuales faculto
>
para que exijan su cumplimiento ... en esta deno
minada heredad ... dejo quinientos pesos á razón
de cinco por ciento en dote para mi capilla , para
que con su interés se sostenga eu ser, se réfaccione
y se cuide de su aseo; los cuales quinientos pesos
reconocerán los patronos de dicha heredad y capi.
lla, como los constituyo patronos desde ahora. Y,
si por algún contratiempo sucumbiese ésta y no
fuese posible reedificarla, cesan los intereses ... »
El patrono de esta heredad es don Ramón Luis
Ramírez. El vecindario se siente molesto; por el
completo abandono en que se tiene la capilla . Tam :
poco se cumple con los novenarios de misas, si esto
puede desprenderse de que desde hace algunos
años no se da cuenta al párroco, en la forma que
el testador ordena.
Refiriéndose á la segunda heredad, dice el señor
Trincado ... dejo esta bijuela en capellania perpetua
eclesiástica con elgravamen de una misa todos los
días festivos, dotadas por el estipendio de catorce
reales cada una, las que se deberán celebrarse indis
pensablemente en mi capilla; y se aplicarán por las
241
almas de mi intención . Item
mando que inmedia
tamente que fallezca se entregue esta heredad y pa.
tronato al primer patrón, que lo es y nombro al
presbítero párroco don Ramón Ramírez, á fin de
que se continúen las misa +, los días festivos, en mi
capilla; y , fallecido éste, pasará al presbítero don
Marcelino León, ambos iris deudos consanguíneos;
y, muerto éste, á los parientes que se ordenaren de
clérigos sacerdotes, siendo de la descendencia legí .
tima de dun Roque Trincado, mi abuelo , sucedién
dose por su antigüedad; y , caso que no haya pa
riente alguno presbítero, tomarán posesión los pá
rroco3 , sucediéndose los unos tras los otros hasta
que se crdeve alguno de los parientes, á quienes
tocaba preferencia y que dicha heredad le sirva de
congrua para su ordenación ... Item mando: que, si
en algún tiempo los patronos y capellanes de esta
beredad no cumpliesen con el encargo de decir las
misas ... Su Señoría Iltma. se sirva disponer lo que
estime conveniente, a fin de que inis disposiciones
no caduquen ... »
Es patrono de esta capellanía el presbítero don
Juan Ramóu Ramírez. Cuando lo era don Marce i .
no León, ei señor Ramírez se querelló enérgica
mente en contra de él, ante la Autoridad Eclesiásti.
ca, para que el Ordinario le obligara á cumplir con
la voluntad tan explícita como terminante del tes
tador: que el patrono cumpla con el oficio de la Misa
del dia festivo, en la capilla de la Viña , para que
pueda percibir, como beneficio, los frutos de esa cape
Tlania . Nada inás equitativo; y es diguo de aplauso
el celo de los párrocos, que velan por el cumpli
miento de fundaciones que, como ésta ,benefician á
un vuneroso vecindario. Además producía un es
-cándalo la percepción de la renta , sin celebrar alli
la misa.
APUNTES
16
- 242
Después de los días de do: Marcelino Leon , pasó
el patronato de esta capellania al presbítero dov
Juan Ram
Ramírez. El cura de Guacarhue, don
Benjamin Silva, hizo una presentación en contra
suya , exigiende: que dijera la misa en la capilla de
La Viña indefectiblemente, en los días festivos , co
mo lo ordena su fundador. Se tramitó este asunto ,
en forma de juicio ordinario, en la Curia eclesiásti.
ca de Santisgo. Duró algún tiempo.
El señor Ramírez sostuvo: que la fundación era
de un legado pío, y no de una capellania celativa;
y que podín cumplir con la voluntad del testador,
diciendo la misa en cualquiera iglesia . En 12 de
Octubre de 1899 , se dictó sentencia en su contra,
declaraudo: que la fundación es capellanía colativa,
y que el patrono está obligado á dicir la misa los
días festivos, en la capilla de la Viña. Entre los
considerandos, aduce el Promotor Fiscal lus mis
mas razones y argumentos que presentó el mismo
señor Ramírez, en contra de dou Marcelino León ..
Las disposiciones del testamento son tan claras
como terminantes, que no parecen prestarse á du
das.
No obstante la anterior sentencia, no siempre se
ha cumplido con lo que dispone el señor Trincado.
Después del actual patrono, son llamados á suce
derle los presbíteros don Juan Francisco Bravo, y
don Ricardo Canales Grapifo .
Determina en seguida el señor Trincado lus bie
nes , que constituirán la tercera heredad. Luego
agrega :... « esta tercera heredad se halla gravada
con el principal de mil quinientos pesos de censo á
favor de las monjas Agustinas ... es mi voluntad
que después de redimido el censo, quede esta heredad con la pensión de tres novenarios de misas re
zadas perpetuamente todos los años ... advirtiendo
243
que los dus novenarios, de Nuestra Madre (del
Carmen ) y de las ánimas deberán rezar la novena;
y, si por algún motivo, en algún tiempo no se pu
diese celebrar en mi capilla, por haber sucumbido
ésta , y nó por otra causa, se podrán celebrar en la
parroquia o en otra iglesia ... » Fija luego después
los patronos, y dispone que, extinguida su descen
dencia legítina, esta heredad se agregue á la pri
mera , debiendo afectar las cargas de esta tercera
heredad el patrón de la primera. No se cumplen
tampoco las cargas de esta capellania.
« Item mando y es mi voluntad , á más de lo que
dejo dispuesto en esta mi disposición: que teniendo
por experiencia que muchos se descuidan en el
exacto cumplimiento de las obras piadosas con per
juicio de las almas y de su conciencia; si en esto
faltase notablemente algún patrono y poseedor de
las mencionadas heredades , se dé parte al señor
Arzobispo de esta Metropoli, para que, como juez
se sirva Su Señoría Iltma. tomar providencia, á fin
de que se cumpla todo, como lo dejo ordenado,
nombrando, si fuese necesario, de la familia que su :
cede, nuevos patronos, capaces de cumplir, para que
las almas no carezcan de sufragios. Más, si llegase
el caso de extinguirse las familias de todos los nom
brados, se podrán elegir por su Iltma . los que le
parecieren idóneos .»
Don Ramón Trincado, en su testamento del 17
de Enero de 1883 , fundó también en favor de la
capilla de La Viña una misión, en conformidad á
la cláusula , que literalmente transcribimos :
« Veintitrés. El remanente que quedare de mis
bienes mi albacea lo invertirá hasta adonde alcance
en una misión anual , que se dará en la época de
cuaresma en la capilla de don Ascensio Trincado.
– Veinticuatro . Para ejecutar este mi testamento
-
244
nombro por mis albaceas y tenedores de bienes con
juntos á doña Petronila Ríos y dou Joaquíu Ahu .
mada » . Ambos han fallecido. Llamamos la atención
de los curas de Guacarhue á esta capellanía, que
tampoco se cumple sino año de por inedio. La pa
rroquia de Guacarhue debería tener copia legalizada
del testamento, en que se establece esta fundación,
y constancia de las tramitaciones legales á que ha
sido sometida, para que los párrocos puedan saber
á lo que deben atenerse, lo que deben exigir y á
quién lo han de pedir.
Don Manuel Ascensio Trincado murió en la ciu.
dad de Santiago, en Agosto de 1850. En su última
enfermedad fué solícitamente atendido por su con
discípulo y amigo de colegio, el Dean de la Catedral
de Santiago, don José Alejo Eyzaguirre. En la vís
pera de su muerte, en la noche del 2 al 3 de Agos
to , pasó este santo sacerdote endulzando con sus
piadosas exhortaciones la agonía del señor Trincado.
Le dispuso á la recepción de los úlumos sacramen .
tos; y él mismo fué en persona al convento de Santo
Domingo , en las avanzadas horas de aquella noche
de deshecha tempestad, en busca de un confesor
para su viejo amigo. Las agitaciones de aquel día
y las fuertes emociones, recibidas al lado del lecho
del moribundo contribuyeron en gran parte á aquel
mortal ataque, que nos arrebató la querida existen
cia del señor Eyzaguirre, el dia 4 de Agosto de
1850. Él era esperado en el cielo por el señor Trin .
cado; mientras la patria deploraba la pérdida de
uno de sus más preclaros hijos y la Iglesia chilena
lloraba, en el señor Eyzaguirre, la muerte de uno de
sus ministros, que por sus virtudes y talentos, ha
merecido que su figura y su nombres ean grabados,
en la primera págiva de la historia del clero ame.
ricano.
245
CAPITULO XXIII .
SUCESORES DEL PBRO. D. JOSÉ RAMÓN RAMÍREZ ,
Hemos llegado, en nuestro estudio sobre la parro.
quia de Guacarhue, á una época en que carecería
mos de la libertad de criterio, que se necesita para
apreciar los hechos , si como cronistas, tuviéramos
que referirlos.
Si continuáramos la publicación de nuestras in .
vestigaciones bistóricas, en la forma minuciosa y
detallada , que basta ahora hemos venido empleando,
nos veríamos precisados á eludir la narración de al
gunus sucesos, que no carecen de alguna importan .
cia intrínseca ; y que son de capital interés local. De
otra suerte, heriríamos la modestia de los deudos
ininediatos de algunos de los ex -párrocos de este
pueblo, al hacerles justicia de nuestra parte, prodi.
gándoles los elogios á que sus obras de celo y demás
virtudes les hicieron acreedores.
Sin pretenderlo, podríamos molestar en sus sen
timientos de afecto natural á miembros de algu
nas familias de hogares muy honrados, vinculados
muy de cerca con algunas personas, que fueron ó
enemigos francos ó instigadores secretos de las
persecuciones á los curas. Pues á ningún párroco
le han faltado, como que siempre ha habido en
el curato quienes pretendan ejercer protectorado
sobre los curas. Lo que ha sucedido en Guacar
hue ocurre en la mayor parte de las parroquias
de nuestra diócesis . Los seudónimos no serían en
nuestro caso un suficiente recurso, para ocultar los
nombres y escudar la honra ; porque los habitantes
de estos contornos, en su incomparable amor al te
246
-
rruño, conservan cual tesoro precioso la tradición
de los hechos, que se relacionan coil el lugar.
Aunque estamos en posesióa de documentos, que
podrían suministrarnos terma para interesantes ca
pítulos sobre la vida de !os sucesores, suplentes y
coadjutores de don José Ramón Ramírez, por las
razones expuestas, reservamos para nuestra vejez ,
o dejamos al que escriba después da nosotros, esta
parte del estu lio histórico sobre la parroquia de
Guacarhue. Dare nos sí la nómina completa de los
sacerdotes, que han ejercitado su celo apostólico en
beneficio de esta feligresía , ya en calidad de vica
rios, ya en condición de auxiliares, como suplentes
ó coadjutores.
Si bien es verdad que no particularizamos con
nuestra crítica á ninguno de los curas, no podemos
<lejar de trazar aquí los rasgos generates, que carac
terizaron á la mayor parte de ellos . Hagamos su
apoteosis.
Hubo unos que se merecieron el respeto de las
gentes, por su gravedad y circunspección, ó por
sus mo lales extrictamente ajustados a las leyes de
la modestia, que deben distinguir á un sacerdote.
Otros se ganaron el afecto de toda clase de per
sonas con su entereza de carácter, resistiendo a los
po lerosos, que se empeñaban , en formar de los mi .
bistros de los altares y de las leyes del Señor, tronos
y diademas, que les hicieran aparecer majestuosos
á la vista de sus subalternos y demás clases infe.
riores.
Hubo quienes tuvieron que luchar obstinada
mente con los obstáculos que les creaban las per:
sonas de antigua preponderancia, que temían ver
contrarrestada su influencia, con el ascendiente de
que sus obras ro leaban á los curas . A aquellos sa
cerdotes que vivían penetrados de la dignidad é
247
importancia de su ministerio, fué á quienes ordi .
nariamente se opusieron dificultades de esta natu
raleza .
Algunos se empeñaron en empresas, que tendian
alengrandecimiento material del pueblo, como me
dio de procurar el engrandecimiento moral de aque
llos corazones, á quienes los vicios no habían eman
cipado de las nobles influencias del espíritu. Para
obtener los resultados apetecidos, desplegaron siem
pre una actividad constante. La transformación mo .
ral de los pueblos es una verdadera ciencia, que
requiere tino, paciencia , discernimiento y espíritu
de observación . Exige conocimientos prácticos co
bre la vila, que no se aprenden en el colegio, sino
que se adquieren en el seno de la sociedad ,median
te las lecciones de la experieucia .
Nómina de los curas da Guacarhue
desde 1856 hasta 1918 inclasive
José Ramón Ramírez S.
Francisco Javier Valenzuela G.
Evaristo Lazo Ponce de León
Manuel Correa
" Tomás Mateo y Ramos
Francisco Javier Rojas M.
Serapio Contreras M.
Manuel Gálvez
.José Tomás Dore ! A.
R'cardo Salas
Diego Silva A.
Juan de Dios Navarro
José Ramón Sotomayor V.
Cargo
Fecha en que cesó
su cargo
Colado
10 Febrero 1885
Suplente
Coadjutor
Suplente
Coadjutor
19 Mayo 1857
17 Agosto 1857
12 Dicbre . 1858
Suplente
19 Febrero 1859
5 Mayo
Coadjutor 15 Junio
>>
1859
1862
>>
21 Setbre . 1865
5 Enero y
Suplente
22 Agosto 1865
1869
Coadjutor 12 Mayo
20 Junio
>
26 Julio
Juan Ramón Rimírez G ,
Benjamin Silva P.
Elías Lizana M.
Ricardo Ramírez Ríos
1869
1874
16 Agosto 1875
Manuel Arrieta
Ezequiel Ortiz
Juan Andrés Ferrari
3 Febrero 1858
30 Abril
1881
Coad . y V. 20 Febrero 1886
Cura y » 21 Mayo
1894
>
1.º Agosto 1906
>>
23 Setbre .
>>
>
>
1908
1909
248
Todos estos sacerdotes forman una pléyade lumi
nosa en el cielo de la Iglesia
Sin afectada humildad haremos entre ellos una
excepción en la persona del autor.
Ellos abrazaron el estado eclesiástico, llevados
del deseo de su propia santificación y consagraron
su vida al servicio de sus semejantes, á impulsos
del celo por la gloria del Señor.
Como el joven Samuel de la Historia Santa, oye
ron la voz del Rey del cielo, que les llamaba, para
hacerles los depositarios de sus doctrinas y los dis
pensadores de sus gracias sobre su pueblo. Como el
hijo de Elcang corrió al Sumo Sacerdote Helí, asi
ellos, presurosos, acudieron a los pies de sus prela
dos, para que interpretaran los conceptos del len
guaje misterioso, con que Dios les invitaba á parti.
cipar de las fatigas y privaciones del apostolado.
Corrido el velo del misterio, disipados los temores
de la duda, y purificados en el crisol de la prueba ,
respondieron con la ingenuidad y entereza, emplea
das por el niño Samuel , por consejos del anciano
Pontífice de Israel : « Ecce ego, mitte me. Héme aquí,
Señor, dispuesto a seguir las insinuaciones de tu
divina palabra ... Habla, que tu siervo escucha» .
Á tan desinteresada , como generosa resolución,
correspondió el Señor con la comunicación de sus
gracias, constituyéndoles sacerdotes de su Iglesia , y
ligando á sus destinos la suerte de la humanidad ,
en la parte que les fué confiada.
Abnegados marcharon, en seguimiento del divino
Maestro que les invitaba. Abandonaron en la in
fancia el hogar paterno, para ir á recibir en el cole
gio la preparación para las sagradas órdeues. Deja
ron á sus padres , quienes en la vehemencia de su
cariño, confundían los sollozos del llanto con las
249
fervorosas plegarias, que por su felicidad elevabair
entonces al cielo, en aquellos conmovedores instan .
tes, en que se daban el abrazo del adiós, en tierna
despedida. Pero, esas lágrimas que rodaban por sus
mejillas, no eran bijas del dolor, sino efecto de las
grandes emociones, que engendraban en su alma
un gozo santo. Adiós dijeron a sus hermanos, á
quienes dejaron , conmovidos por la natural ternura ,
que despertaba en ellos el verles abandonar talvez
para siempre, aquel hogar, en donde juntos pasaron
los felices años de la inocencia.
Renunciando á los encantos de la vida , despre.
ciaron las halagüeñas ilusiones, con que el mundo
seduce y encadena á la juventud , en aquella edad
irreflexiva, en que todo se presenta con color de
rosa. Sin deslumbrarse por las apariencias, rompie.
ron y arrojaron sobre el camino de su viaje la copa,
que, rebozando aparente felicidad , les ofrecía el
mundo, mientras en su fondo se contenía la hiel de
los dolores y la amargura de los desengaños de un
más allá , que se busca ; y no se puede encontrar
lejos de Dios. El que pretende encontrarla aquí en
la tierra , obra con el candor del niño, que buscara
entre las arenas de la playa la perla , que sus padres
arrojaran á los abismos, en las alturas del mar. Ese
tesoro de la felicidad lo perdieron nuestros prime
ros padres, en el paraíso de delicias ; y sus hijos,
aquí en el mundo no la hallarán . La felicidad es
una flor, que sólo crece en los jardines del cielo ; en
la tierra es una plauta exótica , que el brillo del oro
la marchita, el peso de los honores la ofusca y la
agosta el ardor de los placeres . Los mortales apenas
recibiinos los destellos de los fulgores de esa joya
divina. Y los que los reciben con los que, en los bre.
ves momentos de la prosperidad , y en las largas
250
horas del infortunio , ven en
en todo la voluntad de
Dios, que con singular orden y armonía dirige las
cosas de la vida presente, encaminadas á la eterna
felicidad futura .
Los curas de Guacarhue, persuadidos de esta
verdad, sacrificaron su libertad, para no tener otra
que la voluntad de sus superiores; y repudiaron la
fortuna, que, por los medios ajenos a la santidad
del ministerio sacerdotal, enriquece al hombre, para
no tener más herencia que la pobreza evangé.
lica, en proporción á su estado. Esos fueron sus
sentimientos, esas sus nobles aspiraciones, al re
nunciar al mun lo, para continuar entre sus seme .
jantes la misión del divino Maestro .
En todo el curso de este estudio, de una manera
indirecta, hemos venido dando á conocer el carác
ter de los habitantes de estos pueblos, haciendo la
topografia del valle, ponderando la belleza уy feraci.
dad de sus campos y dando una idea, aunque vaga ,
del estadio moral de la feligresía . Como complemen
to de lo que antes hemos dicho, y como térmnino
de nuestro trabajo, agregaremos una última pala
bra .
Al costado meridional de la cadena de cerros, que
desde Requívoa hasta Zúñiga , divide los valles de
Cachapoal y del Claro, á seis leguas al poniente de
las estaciones de Rosario y Rengo y á doscientos
cincuenta metros sobre el nivel del mar, se encuen
tra el pintoresco pueblo de Guacarhue. Apenas se
conoce su existencia . Es una aldea de antiguo ori .
gen. Hoy es solo un pequeño pueblo, pero un pue
blo de pocvenir; y en él einpieza a sentirse un mo .
vimiento que le engrandece: el resurgimiento mo.
ral. Á este pueblo, que reúue tantas ventajas le fal.
tan las vías de comunicación .
La carencia de vías expeditas para la exportación
251
de sus productos y para la introducción de las mer
caderías, son la principal rémora para su progreso.
Se halla en un paraje plano, cruzado por calles
angostas, poblado de arboledas, de viñas y abu
dantes aguas. La exuberancia de la vegetación del
valle, la notabilísima salubridad del clima, que ex
cluye las transiciones bruscas de la temperatura,
los paseos naturales de las colinas y bosques veci
nos, los baños fríos de los esteros del pueblo, y los
más templados, que á una legua, ofrece el río Claro,
forman las delicias de los veraneantes, que visitan
esta locali lad. Y esto no es sino uma parte de las
dotes con que la Providencia quiso hacer felices á
sus moradores.
Creemos que no carecían de razón dos visitadores
diocesanos, que habían recorrido casi todo el terri
torio de la Arquidiócesis al decirnos: que Guacar
hue era el mas pintoresco, entre todos los pequeños
pueblos del Arzobispado.
El plan de la población es irregular. Una parte
de sus habitantes tienen sus casas á orillas de la
calle principal; y ellas con su aspecto vetusto y sus
corredores junto á las aceras 103 recuerdan las al
deas del tieinpo de la dominación española en Chile.
La mayor parte de la población está diseminada, en
orden disperso, en las pequeñas propiedades, de
los contornos de Guacarhue.
Su población fluctúa entre mil quinientos y dos
mil habitantes, incluyendo sus alrededores más in .
mediatos. Posee una iglesia parroquial, que casi ha
sido rehecha , después del terremoto de 1906. Es
asiento de oficinas de correo y de registro civil , y
tiene escuelas gratuitus para niños de arnbos sexos.
La plaza del pueblo es propiedad de la parroquia.
El centro de ella tiene un bosque de plantas fores
tales, entre las que se levanta, esbe'ta y gigantesca,
252
una hermosa palmera, plantada por el cura dor
Diego Silva, el año 1866. Al costado sur de la plaza
!
corre, bullicioso, entre sauces y acacias, un arroyo,
formado por las cristalinas aguas de las vertientes
naturales de los bosques y los derrames de los ca
nales de riego de las haciendas.
Los habitantes de estos pueblos, de cualquiera
condición que ellos sean , se distinguen por un trato
agradable, la bondad en sus palabras y su expedi.
ción en el decir. Casi todos son de modales sencillos.
y graciosos, que los hacen muy simpáticos, desde el
primer momento. La jovialidad del rostro, con una
permanente sonrisa en sus labioe, da á esta gente
cierto atractivo, que se hace irresistible, cuando
estas cualidades unen , como ordinariamente sucede,
un carácter que se amolda á todo, baciéndose con
descendientes, aun á costa de algunas molestias .
Todos en general profesan un fetichismo funesto
por las autoridades. Decimos funesto, porque esa
depresión del carácter trae como consecuencia un
servilismo, que engendra la indolencia, y es un pe
ligro para los sentimientos morales del bombre.
La fe de la palabra de la generalidad de los habi
tantes de estos lugares es una fe púnica, cuando de
la falta á ella se puede sacar provecho. Así debe.
ríamos decir, si juzgáramos á las colectividades por
los individuos que las desacreditan , con su falta de
seriedad . Para evitar un juicio desfavorable hemos
tratado de persuadirnos, que los que ante nosotros
han obrado de esa suerte han sido las excepciones
de los que forman la regla general.
Guardaremos reserva, acerca de lo mucho que
sabemos sobre infidencia, para el desempeño del
cargo de albacea . Para albaceas hay necesidad de
hacer importación de hombres, exclamaríamos tris
temente impresionados, si nos formáramos opinión
1
253
por los casos que conocemos. Pero, protestamos:
que son casos aislados los de las personas poco de.
licadas en estas materias. No nos es posible creer :
que sean muchos los faltos de seriedad, ni los faltos
de honradez. Nadie debe ofenderse, como que nadie
debe darse por aludido .
En todo hay casos y cosas . En la feligresía de
Guacarhue hay personas de tanta iutegridad yy deli
cadeza, que se les puede confiar los intereses de una
gran fortuna y entrar en negocios con ellas sin exi
girles una firma , con la seguridad de que su pala
bra vale tanto como el documento dado en la ofi
cina de un ministro de fe .
Es muy difícil que el bisturí de un facultativo
haga una incisión en la parte delicada de un pa
ciente, sin que el enfermo manifieste con sus la
mentos el dolor, que causa la herida. En la sala de
un hospital es muy frecuente oir las protestas de
los enfermos, que critican la manera cómo el doc
tor aplica la medicina, ó reprueban la forma, en
que el cirujano efectúa la amputación de un miem
bro. En virtud de esto, no sería extraño entonces,
que de los labios de las personas, que se pudieran
encontrar culpables, oyéramos palabras de descon .
tento, por lo que venimos escribiendo. Pero, si
somos francos en la exposición de nuestra manera
de pensar, hemos de desentendernos de la crítica,
para ser sinceros. Podrá decirse: que escribimos con
pluma envenenada. No es nuestro intento el provo
car la ira ; es nuestro objeto escribir la historia.
Ya que hablamos sobre los'albaceas , nos permi
tiremos una palabra más sobre una materia, que
guarda relación con ellos . Pocos son los curatos en
donde, aunque sea de tarde en tarde , no se dejen
algunos legados piadosos , por medio de testamen
tos . Pero, no siempre se cumplen.
254
-
Démonos la satisfacción de ejecutar en vida lo
que dese -m's, que se convierta en una realidad .
Para muchos los legados píos son algo así, como los
bienes fiscales, ó como los fondos de un candidato,
para una lucha electoral . Todos se creen con dere
cho á usufructuar de ellos, siempre que sea posible
salvar las apariencias de la honradez . El que no es
delicado aprovecha las oportunidades. Dicen: que
en política todo es lícito y permitido. Parece que
creyeran, que en esos días de elecciones se suspen .
dieran las leyes de Dios , del decoro y del buen sen
tido . Entre tanto, la gente honrada protesta, уy la de
pudor se desespera . Esa época podriamos calificarla
de crisol de los hombres en Chile .
Tratándose de legados píos; con el no cumpli .
miento de ellos, para muchos la conciencia no se
inquieta y la honradez se conserva . Esto pasa en
todo el mundo. Para paliar los grandes robos se ha
inventado, con toda ingenuidad la palabra desfalco;
para calificar los hurtos de un ladrón vulgar nos
servimos de esta otra robo; pero para designar á los
que se apropian los bienes de los legados no tene.
mos un término, que nos precise en realidad la idea .
¿ Cómo podríamos designarles?
Ya que
éste no es un estudio serio , sino un aco.
piamiento dedatos para una historia, creemos poder"
dar cabida á los recuerdos de la niñez que, á pro .
pósito de lo que vamos diciendo, nos vienen ahora :
á la memoria .
Don Cristóbal era el nombre del protagonista de
unas tandas de titiriteros. Este señor, muy notable ,
de procedencia de condes y de marqueses, según el
maestro Tapia , quedó de albacea de los bienes de su
padre . Su esposa,la nunca suficientemente pondera-.
da doña Clara, le instaba á que diera cumplimiento
pronto á los legados , dispuestos por su señor suegro..
- 255
Severico oyó la conversación de sus amos . Tomó tam .
bién parte en ella , y con sutilezas y silogismos les
salva las torturas de la conciencia , y les pereuade á
aprovecharse de aquella preciosa oportunidad. ¡Ne
gro había de ser, para que fuera tan bellaco !
Ilustrado el criterio de don Cristóbal con los ar
gumentos de su Ital servidor, discurre en esta for
ma : « Primeramente deja mi padre un legado a los
pobres , yo como albacea debo determinar los po
bres , que lo perciban . Pues bien, yo soy pobre, y
como á tal me lo asiguo. Segundo dice : dejo una
cantidad (que determina) para sufragios por ani al
ma . Bien ¿quién mejor que yo podría cumplir con
esta disposición ? Pues, todos los días le encomen
daré a Dios. Asi se cumplirá con sus deseos, y este
-legado quedará en poder de su hijo. En la tercera
cláusula ha dispuesto: que se dedique una suma de
dinero, para las almas más necesitadas dei purga
torio, ¿qué purgatorio más terrible que el mío ? y
qué alma sufrirá más que la mía, cuando me hallo
en la pobreza? Aliviemos sus necesidades; minore
mos sus desgracias, asignándole este socorro . Dedi
quémosle á ella todo lo que mi señor padre deja ... »
Los abogados eabrán, si se puede entablar juicio, por
su albaceazgo en este testamento á don Cristóbal.
No faltarán leguleyos, que crean encontrar culpa
en él .
Una de las pasiones más dominantes, en estos
pueblos, es la venganza. A ella se debe el luto en
muchos hogares y la desgracia de muchas familias.
Una tolerancia , que podíamos llamar autorización ,
ha sido por muchos años la causa de la degradación
moral y de la intemperancia, que existe en los di
versos centros de población del curato . Es nuestro
deber hacer de Zúñiga una excepción honrosa .
A la generalidad del pueblo animan sentimientos
256
devotos . Pero, cuando los manifiestan de una ma .
nera más ostensible, es en las solemnidades de la
Virgen , por quien en todas las familias reina un
verdadero amor. La gratitud de los feligreses de
Guacarhue, para con los que les sirven yу de cora ::
zón les quieren , y especialísimamente para con sus
párrocos, ha pasado á ser proverbial. Reina allí tan
ta unión , como que casi todos sus habitantes están
ligados entre sí por los vínculos de la misma sangre .
Siempre están dispuestos á cooperar, y con despren
dimiento , en atención á sus recursos, á toda obra
de piedad ó de beneficencia local . El corazón del
guacarhuino, quiere con delirio y odia.cou horror.
Una vez que se adquiere el ascendiente en el áni .
mo del pueblo, es fácil conducirlo á los extreinos
que se desee . Concluiremos este estudio histórico
sobre ese pueblo, que nos es querido, con las pala
bras , que hace poco nos decía un Ministro de Esta
do, en medio del entusiasmo con que nos hablaba
de él : « Guacarhue es un pueblo antiguo. Las vir
<
tudes de sus habitantes son de las de los hombres de
otro tiempo; de los tiempos patriarcales. He tenido
que admirar sobre todo en ellos la virtud de la leal
tad ... cualidad tan difícil de enconirar en estos
días . Guacarhue es un pueblo extraordinario, es
un pueblo esencialmente amante de sus curas » .
APUNTES
PARA LA
HISTORIA DE PENCAHUE DE TALGA
POR
Elias Lizana M.
1909
DEDICATORIAL
Feligreses de la parroquia de Pencahue
( Pocoa ó Corinto ):
Con la ternura con que una madre cariñosa
recuerda, en la ausencia, al hijo, que le costara
mayores congojas, y le impusiera más penosos
sacrificios, así recuerdo yo ese dilatado curato .
Las enormes distancias, que separan á las po
blaciones, los vastos páramos de los campos y
la escabi osidad de los senderos de las serranías
casi inaccesibles, hacen muy difícil un buen
servicio religioso, en tan extensa parroquia ·
Nunca podré olvidar que, gracias á vosotros
mismos, fué menos improba mi labor en ella .
En prueba de mis recuerdos, os dedico la parte
de este estudio, que guarda relación con la his
toria de esa parroquia .
Elias Lizana M.
Ex - Cura y Vicario de Pencahue
1
APUNTES
PARA
LA
HISTORIA DE PENCAHUE
CAPÍTULO I.
SERVICIO PRIMIT.VO DE LAS PARROQUIAS.
Difícil es determinar con precisión la fecha de la
erección de las parroquias, que remontan en su ori.
gen al primer siglo de la conquista de Chile. La
falta de documentos de aquella época lo hace poco
menos que imposible.
A medida que los primeros conquistadores exten
uieron los dominios del rey de España en las som
brías selvas de la Araucanía, la luz del Evangelio
iluminaba las áridas regiones del norte, para exten.
derse, al través de los fértiles valles del centro , hasta
las montañosas campiñas del extremo sur.
Adondequiera que, en señal de dominio, flameara
260
la gloriosa bandera de España, allí el abnegado mi.
sionero ó el cristiano conquistador colocaba una
cruz , en la colina más visible del valle, para sigui.
ficar el reinado de Jesucristo en la comarca, y para
que a su sombra naciera la civilización.
Al lado de los conquistadores que, ávidos de
gloria y de fortuna, desafiaban los peligros del mar
y se exponían á los azares de una guerra de exter
mirio, siempre vemos al misionero católico . El sin
más ambición que la salvación de las almas y sin
otro aliciente que la recompensa del cielo, busca al
indio para convertirle. Constitúyese en seguida, en
su defensor contra las vejaciones de los soldados,
haciéndose después su abogado ante las cortes y
el rey .
En la época que nos ocupa , la escasez de clero
en Chile hacia del sacerdote un apóstol, que tomaba
sobre sus hombros una carga extremosamente pe
sada . Su abnegación es sublime, hasta rayar casi
en lo in verosimil .
El servicio religioso se estableció al principio.
distribuyendo el territorio, no diremos conquistado
sino reconocido, en tantas doctrinas ó parroquias
antos eran los sacerdotes que podían ejercitar en
el país el ministerio . En algunos curatos había pá
rrocos con cura de almas y párrocos de doctrina,
que se ocupaban en convertir y en mantener en la
fe á los indígenas. Los prixneros eran incongruos ,
por la exigüedad de sus rentas; y los segundos de.
sempeñaban sus funciones gratuitamente, en calidad
de misioneros permanentes. Pero, ordinariamente
ambos ministerios fueron desempeñados por el
mismo sacerdote . Llegó á ser general, que por la
escasez de clero secular, las parroquias fueron pro
vistas con regulares , á pesar de que el rey pedía
con instancias á los obispos que gobernaran su
261
-
gray con clero propio. Esta ordenanza del monarca
tuvo que convertirse en consejo y aún en petición ,
por la protesta de los regulares, principalmente de
los dominicos .
Las doctrinas tomaban el nombre de las reduc
ciones ó poblaciones de mayor importancia, que los
indios tenían o que los españoles establecían , en el
distrito de cada parroquia .
El Iltmo. Fr. Diego de Medellín estableció una
doctrina, que tuvo por límites de jurisdicción la di.
latada zona , comprendida entre los ríos Mataquito
y Maule y entre el mar y la cordillera . Los centros
de población, que podían darle el nombre, eran :
Peteroa al sur de Mataquito , Duao al norte del
Maule, Huenchullamí en la costa y Perales y Pocoa,
en el centro de Este á poniente, separadas por el río
Claro, en su confluencia con el estero de los Puer
cos y con el Maule . El historixdor Gay dice Purales,
por el antiguo puerto fluvial de Perales, cuya po .
blación hizo desaparecer la gran avenida de 1877 .
Creemos que Gay esté en la verdad , y que esta voz
no se ha derivado del árbol, que conocemos con el
nombre de peral, sino de algo característico de la
localidad . Si los españoles le llamaron Perales, fué
sin duda por la semejanza de sonidos entre esta
palabra y el nombre indígena, que debió ser Pu
raull, los pantanos, en atención á que aquel campo
ha sido un lecho desecado de río. Pu es el plural
los, y raull significa pantanos. También pudieron
darle los indios el nombre Puráleuv, que significa
ocho rios. Se forma de las palabras Pura, ocho, y
leuv, río. Ocho, entre los araucanos, es un número
con que solían significar una pluralidad indefinida,
como el setenta veces siete de la Santa Escritura y
el mil y una de nuestro idioma . En este caso el
nombre aludiría á la confluencia de los tres ríos en
262
Perales , después de haber recibido numerosos afluen :
tes de importancia.
Elpárroco era una especie de misionero sin resi
dencia fija. Se establecia temporalmente en el 111.
gar donde había necesidades que remediar, indios
que instruír o enfermos que confesar.
Su equipaje consistía en una muda de ropa yy los
paramentos sagrados para ofrecer el santo Sacrifi .
cio . Su biblioteca la formaban el Breviario y un li .
bro de asentamientos de partidas de bautizos, de
defunciones y matrimcnios.
¿Y la cama? ¿y los muebles? No los tenían aque
llos apóstoles de la caridad, porque la cama la veían
representada en la alforja de las provisiones de via
je, y los muebles en el bastón del peregrino ob
jetos que el divino Maestro prohibió llevar consigo
á los predicadores del Evangelio . Esto sería por
considerarlos superfluos, ya que no faltarán Suna
mitis, que les provean en sus necesidades; siempre
que , como Eliseo, el sacerdote se haga digno con
sus virtudes, de las palabras: este varón es santo,
que del profeta dijo la hija de Sunam .
Los curas de aquella edad no necesitaban hacer
testamento, porque no tenían bienes de que dispo
ner. Y ojalá que, en su desprendimiento, no hubie .
ran tenido aquella especie de despreocupación , en
asegurar la vida propia de una parroquia. Muy al
contrario de las órdenes religiosas, las parroquias
antiguas no disponían ni de una pequeña heredad ,
fuera del templo y de la casa parroquial. Y aun el
dominio de éstas se perdió en muchos cuiratos, al
efectuar su traslación y emanciparse da la tutela,
de ordinario onerosa , de los señores de hacienda .
En sus excursiones apostólicas , los párrocos le
vantaban altar en el paraje de su alojamiento , te
viendo por mesa para fijar el ara santa de inmola
1
263
ción , en algunos casos un tronco de añoso roble, en
otros una piedra , y á veces una barranca . Para
aquellos que nunca han salido de las ciudades y
que no se imaginan á Chile antes de la civilización,
sumido en la barbarie, parecerán estas cosas inven
ciones de una exaltada fantasia.
En las reducciones el doctrinero improvisaba ora
torios, convirtiendo eu templo alguna ruca , á cuyas
puertas se aglomeraba la multitud á presenciar los
divinos oficios, deseosa de oir la palabra de su
pastor.
Los ricos estancieros españoles , con la coopera.
ción de los indios, trataron de reparar necesidad
tan apremiante, erigiendo capillas al lado de sus
casas de habitación. Este fué el origen de las pri
meras iglesias de la parroquia . Eo ellas se enseña.
ba la doctrina, por lo menos en los días festivos.
La persona, encargada de hacerlo, recibía el título de
fiscal ó catequista. Este era á la vez licenciado para
bautizar, en caso de necesidad, y encargado para
ayudar á bien morir. El ejercicio de estas funciones
granjeaba al fiscal cierta posición y aprecio en el
pueblo, que los párrocos aprovechaban para la pro
pagación de la fe.
El único nombre, que ha llegado hasta nosotros,
de los curas de la priinitiva parroquia de la actual
provincia de Talca, es el del presbítero don Juan de
Océs . Vos lo ha conservado el Iltmo. Señor Mede
lliu en un oficio que , el año 1580, dirigió al rey
Felipe II. Dando cuenta al católico monarca del es
tado de su grey , le hace presente como por la esca
sez de clero ha tenido que confiar á un solo sacer
dote, don Juan de Océs , la atención de Peteroa y
otros pueblos. Por razón de brevedad, no enumera
el obispo los otros pueblos: Pocoa , Dúao, Huenchu .
llami y Perales, á que se refiere. Sólo hace mención
264
de Peteroa , por ser nombre bien conocido para el
rey, por el descalabro que las armas españolas
habían sufrido allí , veintitrés años atrás, cuando
Lautaro, el Viriato chileno, como le llamó un histo
riador, se fortificó en aquel lugar. Y sólo lo aban.
donó, después que los úlmenes hubieron ceñido sus
cobrizas sienes con el canelo de la victoria. El joven
vencedor, que apenas cuenta dieciocho años de
edad , abandona el campo de batalla á los vencidos;
y por senderos que ellos no conoceu atraviesa los
cerros de Tapihue, en la misma noche de la victo.
ria, y se dirige al sur por Tutucura, Pencahue y
Pocoa. Necesita rehacer su hueste, porque ha con
cebido el atrevido proyecto de tomarse la ciudad
de Santiago y destruírla hasta sus cimientos. En el
español no ve un semidiós sino un soldado, que no
carece de valor. Para él los cañones no son furias
que vomitan rayos, sino armas que dan ventajas
en los combates. Él , como palafrenero que fué de
Pedro de Valdivia , sabe que los caballos no son
monstruos indomables, sino animales que pueden
utilizarse , con suma facilidad , en la guerra . Así lo
decía el denodado toquí á los indios de las reduc .
ciones araucanas, al pedirles, como Gedeon, los más
valientes guerreros de cada tribu, para marchar sobre
la ciudad fuerte de los invasores de su patria . En
sus filas no admitía sino soldados á toda prueba.
Los habitantes de Mingres y Nirivilo se distin .
guían por su astucia y maña para la guerra , como
lo significan los mismos nombres de los lugares,
que están en relación con los animales que simbo
lizan sagacidad y astucia . Nirivilo es como decir
nido de culebras; Mingres equivale á guaridas de
zorras. Lautaro necesitaba de estos hombres, para
la realización de tan ardua como temeraria em
presa .
265
-
Eu 1556 , atravesó la costa de la provincia de
Talca (de donde algunos pretenden hacerle origina.
rio), recorriendo de uno en uno sue pueblos, invo .
cando el recuerdo de las victorias de sus antepasa.
dos sobre los Incas del Perú . Inflamaba sus cora.
zones en el fuego sagrado del patriotismo, al grito
guerrero: La patria gime en las cadenas. Nuestras
madres dicen : Antes que esclavo, ve, hijo, á morir.
En su marcha estratégica, nada significaban las
distancias al Escipión de Arauco, como le llama un
escritor . Atravesó el Mataquito, frente a la reduc
· ción de Lora . Siguió por su ribera basta Licantén ,
la reducción de hombres fuertes como diamante,
que significa el nombre. Siguiendo por Hualañé,
en Barandica giró el ejército hacia el lomaj2 occi
dental de Cáone, que los españoles denominaban
Peralillo. Parece que el vencedor de Tucapel y Pe
teroa pensaba tomar en esta parte el camino, que
conduce de la Huerta á Santa Cruz de Colchagua,
pasando por Los Negros y Lolol . Así evitaba el en
cuentro de los ejércitos de los españoles, que ha
bían salido á interceptar el paso del atrevido toquí .
Al amanecer del jueves 29 de Abril de 1557 (según
el antiguo cómputo de los años) , fueron sorprendi
dos por los españoles los ejércitos de Lautaro , que
dormían profundamente, rendidos por el cansancio
de tan penosas jornadas. Más que una batalla hubo
una carnicería de víctimas, que voluntariamente
se entregaban á la venganza de los españoles, por
no sobrevivir á su caudillo, á quien veían traspasa
do de parte á parte en el pecho , por una lanza. Se.
gún el sentir de muchos no fué clavada por el es
pañol, sino por la mano de esposa infiel.
Y já que todo esto con la historia de la parroquia
de Pencahue? Perdone el lector el incidente, y vol.
veremos sobre nuestro tema.
266
-
El celoso obispo de Santiago no omitia sacrificio,
para obtener del rey, que enviara nuevos misione
ros á Chile, á compartir con él la pesada labor de
la conversión de la Araucanía , como llamaban á
Chile en el viejo mundo.
Atendiendo la corte á las justas y reiteradas sú.
plicas del Obispo de Santiago, envió algunos sacer.
dotes de la península á ponerse bajo las órdenes
del seráfico prelado. Su llegada á nuestras playas
fué mirada como un distinguido favor del cielo.
El primer pensamiento del diocesano de Santia
go fué aprovecharse de auxiliar tan poderoso y .
oportuno, para dividir la doctrina de las riberas del
Mataquito y Maule. Se impuso personalmente de
las necesidades del territorio, y de la forma más
conveniente, en que se había de practicar su di
visión .
La ribera del Maule había tomado extraordinario
incremento. Hacia esta parte se habían replegado
los Promaucaes, que se resistían á aceptar la domi
nación española , bien que no se atrevían á comba
tirla á mano armada . Llamábase Promaucaes á los
indios que habitaban el territorio, comprendido en
tre el Cachapoal y el Maule. El significado arauca
no de esta palabra está compendiado en el tipo del
verdadero colchagüino: franco, valiente, festivo y
generoso . De esta última cualidad dió pruebas ex
plícitas Lautaro, cuando en Tucapel , en el calor del
combate dijo á su antiguo amo , don Pedro de Val
divia: Huye, si no quieres pagar con la muerte los
azotes que me diste, cuando estaba en tu servicio. Eu
Peteroa no fué menos noble, cuando aconsejó á al .
gunos españoles , por quienes tenía aprecio: que no
entraran en la batalla , si no querían morir en ella .
Los indios más recelosos del dominio extranjero ,
habitaban la zona del poniente. En las selvas de la
1
207
montaña, se ejercitaban en el manejo de las armas,
esperando una ocasión propicia, para lavar con su
sangre la afrenta de haber sobrevivido á la esclavi .
tud de su patria .
Los indios , que habitaban la ribera meridional
del Maule, uo aceptaban; sólo toleraban apenas , que
los españoles extendieran sus dominios hasta la
margen septentrional del río.
Estas circunstancias, fuera de otras muchas,
obraban en el ánimno del señor Medellín , para de
sear con tanto anhelo la división de esta doctrina.
Eu 1585 , se hallaban ya realizadas las santas as
piraciones del celoso pastor. Para eilo había nece.
sitado combinar el servicio religioso de la provincia
de Talca con el de la provincia de Curicó. En una
carta que escribía al rey , el 18 de Fe'rero del ex
presado año, le daba cuenta del estado del catolicis.
mo en Chile, en la parte de territorio del reino que
le había sido encomendada. En lo que esa corres
pondencia se refiere a nuestra materia, decía el obis
po: « Fray Alejandro de Beteta , de la orden de San
to Domingo, sirve la doctrina de Duan, Perales y
Pocoa ; el salario son doscientos y ochenta pesos en
oro y comida. Hernando Sánchez, clérigo presbíte.
ro , sirve la doctrina de Peteroa y los dos Gualemos;
su salario es cuatrocientos pesos en oro y comida.
Diego Lovera , clérigo presbítero, sirve la doctrina
de Guanchillami, Vichuquén y Lora; su salario,
setecientos y veinte pesos en oro y comida . »
Con la expresada división, se mejoraba corside
rablemente el servicio religioso de la provincia de
Talca y la situación de los párrocos de ella.
Los Obispos de aquellos tiempos dividíun, los del
presente subdividen . Los párrocos de antaño bus .
caban el abrigo de las casas de los encomenderos,
los de hoy día rehuyen el protectorado seglar. ¡ Có.
268
mo cambiar los tiempos! ¡Y con los tiempos los
hombres !
La doctrina de Huenchullamí no fué de larga
duracióv. Su territorio, que comprendía la costa de
la provincia de Talen, fué repartido entre las doc.
trinas de Peterva y Pocoa .
Perales fué abandonada por la mayor parte de
sus primitivos pobladores, que enigraron al sur ,
temiendo caer en poder de los españoles. Además,
no era mucho lo que perdían , dejando la reducción,
porque sus propiedades se reducían á un estrecho
valle, que se extendía al pie de cerros áridos y sin
vegetación entre los ríos Claro y Maule. Sus habi.
tantes se dedicaban á la pesca de pejerreyes en el
Claro y de truchas en el río Maule. Unos y otras
gozan de reputación por su calidad , sin competen
cia en sus especies.
La reducción ó caserío de Duao, por su situación
en el valle central, cerca del vado del río Maule, se
hallaba expuesta á las invasiones de los indios y á
los ataques de los españoles . Los indígenas la aban
donaron; y los españoles no pudieron conservarla .
El Gobernador don Antonio de Acuña construyó
allí un fuerte, en 1675 , pero , esto no sólo no bastó
para hacerla progresar, sino que ni siquiera sirvió
para impedir su decadencia. Sin embargo, por su
situación parecía que le estaba reservado un hala
güeño porvenir. En Duao se fijaban todos los ojos,
al pensar en una ciudad, en el partido de Maule.
Pronto tendremos ocasión de volver a tratar sobre
esta misma materia .
En el valle del rio Claro, Pocoa era la única po
blación indígeua, que conservaba su carácter de
tal , en el primer cuarto del siglo XVII. Los caci .
ques de Pocoa se sometieron al rey de España , en
calidad de tributarios, conservando su soberapía.
269
Es verdad que fueron despojados de sus terrenos,
basta dejar reducidos sus dominios al solo valle de
Pocoa, comprendido entre el estero de Los Puercos
y los antiguos deslindes de Rauquén . Por el norte
limitaba el cacicato por una línea imaginaria, que
pasaba de oriente á poniente, como á diez cuadras
de la cadena de colinas, sobre cuyas faldas se en
cuentra la población , que hasta nuestros días pre
senta, más o menos pronunciado, el aspecto de una
antigua reducción, pues, la mayor parte de sus
casas, son bajas, estrechas y construidas según el
sistema del siglo que nos ocupa.
La sede doctrinal no se encontraba en la pobla
ción indígena , sivo en una hacienda del convento
de San Agustin , que entre otras fué regalada por
el capitán don Juan Alvarez de Luna. Esta era
Rauquéu , punto céntrico de los valles del oriente,
de Pichinguileo, del río Claro y la costa, y que te
nía la ventaja de encontrarse al lado de la reduc
ción de Pocoa . Allí los estancieros españoles habían
edificado una capilla , que pasó después á prestar
los servicios de una iglesia parroquial.
Los terrenos de la provincia de Talca , en su ma .
yor parte fueron cedidos á viejos soldados, que se
hubian distinguido en las guerras de la Araucanía .
Entre los más favorecidos figuraba Guillén Asme
de Casanova, sargento mayor de los ejércitos de su
majestad , el rey . Con el nombre de Pichinguileo
poseía , en 1616 , una hacienda de más de tres mil
cuadras. Sus límites por el vorte eran los caminos
>
reales de Peteroa , en el valle meridional del río
Mataquito. Por el oriente en parte se internaba en
el valle de Lontué. Por el poniente los antiguos
deslindes de sur á norte, que tenía la hacienda de
Libún , que también entraba en sus posesiones, con
el nombre de Popilebúu. Las haciendas de Pichin .
270
guileo, de La Peña , Las Palmas, Litú y demás fun
dos y propiedades intermedias en esos valles y se
rranías, formaban parte de las propiedades del
expresado Asme de Casanova, antiguo Comisario
General de la caballería del rey . No menos católico
que valiente, se determinó Guillén á hacer dona
ción de su bacienda á alguna comunidad de regu
lares, que viniera á establecerse en Pichivguileo,
para que evangelizara entre los indios, que habita:
ban aquellas fragosas serranías. Entre las órdenes
religiosas, que habían venido á Chile, optó por los
ermitaños de San Agustín , que habían sido tan per
seguidos á su llegada . En 1618, les hacía donación
de sus propiedades. En 1619, se establecían en
Pichinguileo, teriendo por convento la casa habi.
tación del donante y por templo un rancho , que no
decía con el esplendor del culto que los Agustinos
daban á Dios en él . El progreso se abrió paso con
la llegada de los religiosos al lugar. La fe tuvo en
Pichinguileo un baluarte. Mientras los sacerdotes
misionaban, los legos establecían un molino de in
vierno y cultivaban una viña, que proporcionaba
.
pingües entradas á la comunidad .
En este mismo año, el Gobernador don Lope de
Ulloa y Lemus amplió los dominios de la comuni.
dad , haciéndole merced de mil cuadras más de te
rreno .
Actualmente la vida se puede reputar como un
destierro en aquel lugar: ¿qué sería en los primeros
años del siglo XVII? Así lo comprendió el capitán
don Juan Alvarez de Luna. Para mejorar la condi .
ción de aquellos religiosos les cbsequió con la gran
hacienda de San Francisco de Panqueco, entre el
Claro y el Lircay, y cinco haciendas más, entre las
cuales hace mención de Pencahue. Con estas dona
ciones quedaron dueños los Agustivianos de casi
- 271
todos los terrenos, comprendidos entre el Claro y
el Pichinguileo, y muchos otros al poniente de
este estero. En 1628 , abandonaron los ermitaños de
San Agustín su Tebaida de Picbinguileo, para es .
tablecerse en las casas de la hacienda de San Frav
cisco de Panqueco. En su nueva residencia conti.
nuaron infatigables, en el trabajo de la salvación
de las almas .
En este mismo año, el Gobernador don Luis
Fernández de Córdoba hizo donación a la comuni
dad , en el nombre del rey, de todos los terrenos
que pertenecieran á la corona de España entre los
dos ríos Claros . El Lircay aquí es designado con el
nombre de Claro, con que en ese tiempo le cono
cían algunos .
Con esto quedaban los religiosos de San Agustio
dueños de la mayor y mejor parte de los terrenos
del departamento de Talca, de algunos del de Lon .
tué y de muchos del de Curepto .
En esta época enajenaron la mayor parte de los
terrenos , que no estaban dentro del territorio , ence.
rrado entre el Claro y el Lircay.
El Padre Almeida quería dejar circunscritas las
propiedades de la comunidad Agustiniana á sólo
ese recinto .
En 1651 , recuperaron la gran bacienda de Pi .
chinguileo , dando a su dueño, que era el mismo á
quien ellos la habían vendido, la suma de 4,170
pesos .
Con esta misma fecha, doña Isabel de Mendoza
hizo donación al convento de una casa y pro
piedades que tenía en Talca , paraje bien situado,
por encontrarse al lado del Claro, y porque una
parte de sus campos era fertilizada por el riego
natural de las aguas del Piduco ,
El convento se trasladó á su nuevo predio, para
272
fijar ya de una manera estable su asiento en aque
lla localidad. Es verdad que muchos años más tar
de abandonó el sitio, que hoy ocupa la Penitencia
ría, para trasladarse al cómodo y espacioso edificio,
en que se halla actualmente al norte de la Alameda .
En 1665, se vieron los ermitaños precisados á
vender por segunda vez la hacienda de Picbingui
leo, que era la despensa уy el banco de los conven
tos de Santiago y Talca . La hacienda de Pichin .
guileo propiamente dicho, que comprendía Las
Palmas, Pichinguileo , Botalcura, Constancia, Toto
ral y Rinconada, se vendió en diez mil pesos á don
Antonio de Vergara, que se comprometió á pagar
la á censo , dando al convento quinientos pesos
cada año. Sucesivamente fueron vendiéndose las
demás propiedades, hasta quedar solo con El Pí.
cazo , en las faldas de la cordillera, tal vez porque
no hallaron compradores.
Verdaderamente causa pena ver el abandono en
que se halla esa hacienda por falta de capitales
para hacer su explotación. Tiene caropos, á los cua
les no sería muy fácil proporcionarles los beneficios
de la irrigación. Las montañas poseen bosques de
robles seculares y selvas vírgenes de gigantescos
cipreses .
Es natural suponer que, establecidos los Padres
en la doctrina, en una época en que tanto escaseo
el clero secular, á ellos encomendaran los obispos
el cuidado de está porción de su rebaño.
No podríamos precisar el año en que los párro
cos fijaron de una manera estable su residencia en
la estancia de Rauquén . Ni siquiera podemos dar
el nombre de algunos de los sucesores del Reveren .
do Padre Beteta, hasta el 14 de Mayo de 1664, en
que aparece sirviendo este curato, el presbítero
don Antonio Heroz de Puebla .
273
Con dicha fecha, como en continuación de un
libro de defunciones,
se
encuentra anotada la
muerte del Alférez dou Audrés Correa , que bien
pudiera ser el tronco de procedeucia, en Chile, de
la distinguida familia Correa , que de Talca se ha
ramificado por toda la República..
En la segunda mitad del siglo XVII, había varia
do mucho el estado del servicio religioso en la pa .
rroquia de Rauquén . Los párrocos, persuadidos de
la ventaja que reporta para los fieles y de la conve .
niencia que resulta, para ellos mismos, de la mul.
tiplicidad de templos en una parroquia, habiau es.
tablecido tres viceparroquias en los puntos más po
blados del curato . En Huilquilemo había construí
do à sus expensas una capilla, la piadosa señora ·
doña Catalina Vilches. En la pacienda de Libún ,
el acaudulado estanciero, don Andrés García Nei
ra , tenia una iglesia, dedicada al glorioso San Nico
lás . Esto hace suponer que fué obra de los Agusti.
nos , cuando poseyeron esa hacienda. Aun se con
servan restos de murallas de ese mismo templo,
reedificado inás tarde por el párroco don Jacinto
Rojas.
En Pichinguileo, la antigua iglesia de los Agus
tipos continuó, prestando sus servicios. Don Anto
niɔ Vergara se esperaba en su conservación; y
como él los demás dueños de Pichinguileo. La
construcción era tan sólida, que no hace muchos
años que prestaba todavía sus servicios. Sobre todo
en tiempo de don Pascua! Corvalán, había ordina.
riamente un sacerdote, que atendiera á las necesi
dades espirituales de los babitantes de la estancia .
Por lo menos para las principales fiestas de la ha
cienda y festividades religiosas, aquel venerable
anciano de costumbres patriarcales, á quien con
ternura recuerdan sus contemporáueos, llevaba, sa
APUNTES
18
274
cerdotes , que fueran á confesar á sus inquilinos,
siendo él y su familia los primeros en acercarse al
tribunal de la penitencia. Don Pascual es el tronco
de distinguidas familias de este apellido, que se
hallan establecidas en las provincias y ciudades de
Talca y de Curicó .
Al lado de las casas de la hacienda, se dejan ver
aún algunos restos de ruinas del antiquísimno tem
plo, que hizo demoler don Francisco Opazo, cuña
do del conocido escritor don Benjamíı Vicuña
Mackenna .
Estas capillas eran ordinariamente atendidas por
los mismos párrocos de Rauquén. Como buenog
pastores, periódicamente se trasladaban á esos leja .
pos lugares, para dedicarse á la instrucción de
aquella apartada porción de su rebaño.
A juzgar por la redacción de las antiguas parti
das, de que dan fe los libros parroquiales de aque
la época, los párrocos pasaban la inayor parte del
año en los oratorios. Para ello tenían razón, porque
del número de bautizos, entierros y matriinonios
se deduce que la principal parte de la feligresía es .
taba lejos, muy lejos del asiento de la parroquia.
Pero, para atender a los estremos, convenía su eitua
ción en la hacienda de Rauquén ,
Las visitas parroquiales y aún las episcopales, si
es lícito emplear estos términos, se practicaban en
la mayor parte de los casos, en Libún ó Pichin
guileo. Es voz común : que, en tiempo de la colonia,
estos dos lugares contaron con mucha población .
Los patrones, parece que en aquella época, eran
menos absorbentes, que muchísimos de los hacen
dados del siglo XX. Se oprimía menos al inquilino,
ó lo que es lo mismo, según su lenguaje propio :
Las haciendas daban alivio al pobre.
Otra prueba , que podríamos aducir en favor de
275
la antigua importancia de esos lugares, son los ár
boles frutales, que solitarios se dejan ver en los
campos, en las faldas de los cerros ó en sus que .
bradas. Allí donde no se ven ni escombros ni rui
nas de una antigua habitación , esas bigueras, aquel
manzano ó este peral, que para su conservación no
necesitaa de la atención del hombre, se nos presen :
tan como elocuentes vestigios de una antigua resi
dencia. Ellos nos recuerdan y dan ideas de la pobla:
ción de otro tiempo .
Algunos curas de ésta época .
De los numerosos documentos que, para la for
mación de un Diccionario de Parroquias, ha acu
mulado un ilustrado sacerdote de la ciudad de San
tiago, hemos obtenido algunos de les datos, á que
hacemos referencia . En su mayor parte fon sacados
del Archivo de la Real Audiencia.
Respecto al dominico Fr. Alejandro de Beteta,
que hemos mencionado, como Cura de los pueblos
del partido de Maule, hemos de advertir: que es el
mismo á quien el padre Ghigliazza da el nombre
de Alonso, en su Historia de la orden dominicana .
El mismo y no otro es también el Antonio de Be.
teta , de que nos habla el historiador Olivares. Esta
confusión de nombres proviene probablemente de
las abreviaturas con que se escribían los nombres
propios antiguamente. De este Cura dice el jesuíta
Olivares: El padre Fray Antonio de Beteta fué ve
merable por su canta vida y afanes apostólicos , que
pasó doctrinando y bautizando inillares de estos
indios, en cuyo cultivo pasó sus mejores años; y
cargado de ellos y rico de merecimientos, entró á
poseer el gozo prometido á los fieles sieryos del
Señor » ,
276
La aldea de Duao, favorecida por el fortiu de su
nombre, era considerada como el asiento de las
autoridades civiles y militares del partido de Maule.
Después de su destrucción por los indios, y funda
ción del fuerte de Plaule, el lugar de este nombre
gozó de las prerrogativas de aquél . Por eso es que
los Curas de aquellos años se titulaban indistinta
mente Vicarios de Duao ó Párrocos de Maule; como
á los de « Las Hijuelas» se les llama Curas de Pu
rutún, y á los de Corinto, párrocos de Penicahue.
A la traslación de sede parroquialno sigue de ordi
nario inmediatamente el cambio de nombre del cu
rato . Esto no se hace, mientras no se impone como
una necesidad .
Entre los soldados , venidos de España para tomar
parte en las guerras de Chile, se encontraba Cris
tóbal de Buiza , que se distinguía entre sus compa
ñeros de armas por sus sentimientos humanitaries
para con los indios. Las desgracias de éstos, en el
orden temporal como espiritual, le movieron á cam
biar la espada del guerrero por el bordón del pere.
grino, que busca por los bosques al salvaje para
aliviarle en sus miserias é instruirle en los miste
rios de la Santa Religión. Troco Cristóbal la casaca
militar por el hábito de los religiosos de Santo Do
mingo de Guzmán . Este estado de vida se confor
maba mejor con los sentimientos é inclinaciones
del guerrero de Arauco . Desempeñó eu la orden el
delicado cargo de Procurador del Convento de San .
tiago; y como tal figura en un juicio acerca de la
ermita de Monserrat. A fines del siglo XVI, encon
tramos á este nuevo religioso, desempeñando la
misión de Cuca de los pueblos del partido de Maule.
Hasta su muerte conservó consigo al indio Diego
de Reinoguelén, que él había tomado prisionero en
la guerra , dedicadole á su servicio é iustruído en
277
la Religión C tólica . Este indio dió margen á dos
ruidosos litigios, que terminaron por mandamientos
de amparo de los Gobernadores del Reino, don Ro.
drigo de Quiroga y don Alonso García de Ramón .
El primero favorecía á Fray Cristóbal de Buiza y
el segundo a la orden Dominicana; en la posesión
de Diego de Reinoguelén .
En 1565, dió en Santiago un poder á sus herma
nos Juan y Luis de Buiza y á don Gonzalo Ron
guillo de Peñaloza , para que se presentaran por él ,
ante el Real Consejo, á representar « lo mucho que
la ampliación , sustentación, defensa de estas pro
vincias y el descubrimiento de sus comarcas y gas.
tos que por ello de mi hacienda he hecho (decía el
poder) y el estado de pobreza en que por ello estoy » .
No sabemos que providencia tomaría al respecto
el Real Consejo . El padre Buiza murió trágicamente,
en la destrucción de Duao, el 2 de Agosto del año
1600 , como tendremos ocasión de referirlo más
tarde. De los sesenta y ocho años de su vida , em
pleó la mayor parte de ellos en el servicio del Rey
y en la evangelización de los indios. El año 1587 ,
ya se hace mención de él en el número de los doc.
trineros dominicos.
Huenchullamí, en esta época , formaba parte de
la doctrina de Lora. En 1616, tenía por párroco á
don Lorenzo de Pineda. Al año siguiente figura
como tal don Pedro Sánchez de Araya .
De esta parroquia decia el Obispo Villarroel: que
tevía los pueblos de Vichuquén y Huenchullamí.
Después escribió, que « Lora hoy es una con la de
Peteroa por la cortedad del estipendio » -y en efec.
to, en 1642. era cura interino de Peteroa y Lora el
agustino Fray José Márquez.
En acuerdo entre el citado Obispo y la Real Au
diencia , el 26 de Noviembre de 1546, para asignar
278
sínodo á los curas incongruos, se lee esta modifica
ción en las parroquias: «La de Lora se suprime y
comparte entre Maule y Cauquenes » . De consi.
guiente una gran extensión de la costa de la pro
vincia de Talca formó parte por algunos años de la
parroquia de Cauquenes, que en ese tiempo perte
necía al Obispado de Santiago. El río Maule era un
gran obstáculo para que los párrocos de Cauquenes
pudieran servir esta región , tan remota y aislada
de su doctrina. Como inedida prudente y de necesi
dad , fué anexada esta parte á la parroquia de Maule
ó Rauquén .
Eu 1620, figura don Francisco Gómez de Ruise
ñada , como cura y Vicario del pueblo de Duao.
Don Francisco Gómez nació en Santiago, en los
primeros años de la conquista del Reino de Chile.
Sus padres don Francisco Gómez de las Montañas y
doña Beatriz de la Cruz , se distinguían por muchos
títulos, entre las familias fundadoras de la ciudad
de Santiago. Por su madre era nieto de Gabriel de
la Cruz, uno de los ciento cincuenta con que Pedro
de Valdivia entró á Chile, en 1540.
Desde 1626 á 1629, aparece el presbítero Gómez
como cura de Aculeo . Falleció el año 1640. Tan
desconocida fué en España su muerte, que, por real
cédula de 7 de Juvio de 1646, se le promovia á ca.
nónigo de la Catedral de Santiago .
En 1626 encontramos, dándose el título de Cura
de Maule, al Presbítero don Juan de Cárdevas Alva
rado . Era este sacerdote natural de Concepción,
hijo del Maestre de Campo don Alonso de Alvara
do y de doña Catalina de Cervantes. Entre sus her:
manos se contaban Fr. Alouso de Alvarado, Provin
cial de los Dominicos, y Fr. Bartolomé de Cárde .
nas, Comendador del Convento de Nuestra Señora
de la Merced, de Chimbarongo. Este apellido lo ha.
279
brían tomado de algún abuelo, según costumbre de
la época.
El señor de Cárdenas y Alvarado había sido
Cura de Peteroa, en 1617 ; y en 1622 lo fué de
Chimbarongo. De Peteroa fué párroco poco más
de un año. Prendado de la feracidad de esos cam.
pos, vivo más tarde á establecerse en ese hermoso
.
valle, donde compró una estancia, viña y bode
gas que en parte donó á una de sus hermanas,
legando el resto en testamento á su demás familia .
Parece que tenía un decidido gusto por las viñas. En
1601 , babía sacado en remate, en Santiago, una cua
dra de viña en la suma de quinientos pesos, canti.
dad no despreciable en aquella época .
Fué su última voluntad; que sus restos fueran
inhumados en el convento de Santo Domingo.
Don Diego de Valdivia se encontraba sirviendo
la doctrina de Maule, en el año 1642. Había nacido
en 1598, pero su filiación nos es desconocida. En
16 + 6 dió poder, para que testara después de su
muerte, á su hermana doña Isabel de Mendoza y á
su cuñado don Diego de García Neira, á quienes
instituyó a la vez por herederos únicos de sus bie
nes . Don Diego era deudo inmediato de los Gar
cías y Neira de Libún . Doña Isabel Mendoza es
aquella caritativa protectora del Convento de San
Agustín de Maule, que le donó los terrenos en que
se fundó la ciudad de Talca .
Pidió el señor Valdivia, y le fué concedido, ser
sepultado en la iglesia del Convento de Sau Fran
cisco de Santiago .
Por presunciones, que descansan en sólidos fun .
damentos, y con inequívocos visos de verdad , cree
mos que el presbítero Jerónimo López de Arrai
gada fué uno de los sucesores de don Diego de
Valdivia; y que en la declaración que vamos á citar,
280
hecha en 1642, hace referencia á la parroquia de
Rauquén. Antes de esa fecha, babía ido por fuerza
á servir una doctrina « en donde estuve, dice, seis
años, pasando los mayores trabajos del mundo,
eiendo de cincuenta leguas de contorno, con infini
tos ríos y esteros, sin tener en ella de estipendio
cien pesos » , y agrega, que para librarse de ella
había acudido por vía de fuerza a la Real Au
diencia ,
El Gobernador Alonso de Rivera hizo donación
al señor Arraigada de quinientas cuadras de terre
no, que estaban en las Peñuelas de Vichuquén.
Éste las vendió en cuatrocientos pesos á un sobrino,
que pudo ser el que adulteró su apellido de Arrai.
gada en Arriagada.
En la costa de Curicó quedan retoños de la anti.
gua familia de los Arraigadas de Peñuelas . Algu .
nos hau wezclado por el matrimonio la sangre de
los Arraigadas con la de los Toledos de Vichuquén .
Estos proceden del Sargento Mayor de los ejércitos
del Rey de España, don Luis Toledo Mejía, quien
ejercía el cargo de Alguacil mayor de gobernación ,
eu 1608. El Gobernador don Alonso de García Ra.
món le concedió quinientas cuadras de tierra en
Lolol , en decreto que lleva fecha 3 de Julio de 1610.
)
Era el señor Arraigada, vieto por línea materna
de uno de los compañeros de Valdivia , en su llega
da á Chile .
Las iglesias de la parroquia se encontraban en
estado de suma pobreza , debido a las circunstancias
del tiempo y talvez en parte á la indolencia de los
fieles y al descuido de los rectores de esos templos.
Esto no ofrece duda yу excita una santa indignación ,
si se da crédito al Procurador General de los Agus.
tinos en Chile, que decía en una carta á la Real
Audiencia: « Pues casi todas las demás (Iglesias) de
281
este Reino sou de paja , excepto una o dos , y ape.
nas las hay por estar todas hechas habitaciones de
cabras, ovejas, caballos, lechuzas y murciélagos;
todo lo cual protesto probarlo » .
Respecto á entradas por asignaciones, esta pa
rroquia figuraba entre las de campo, que se halla
ban en mejores condiciones . Sobre el particular
decía en una carta el Obispo Fr. Gaspar de Villa
rroel : que llegaba á reunir doscientos pesos por año
de proventos, que tenía el pueblo de Pocoa y éste
ciento ocheuta y cuatro pesos y cuatro reales de
capital de censos de indios.
CAPITULO II .
FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE Talca .
Crueldades de los conquistadores .
Las rebeliones parciales de algunas tribus indíge.
nas, que tuvieron lugar á principios del siglo XVII,
y el levantamiento general , ocurrido á mediados
del mismo siglo, tuvieron que comprometer nece
sariamente el orden religioso de la doctrina de la
ribera del Maule .
En su odio para con los extranjeros, el arauca
no miró con abominación todo lo que decía rela
ción con los blancos. Su amor á la patria rayaba
en grosero fanatismo. Los templos fueron des.
truídos, las imágenes arrojadas de sus tronos y
asaeteadus, en presencia del sacerdote que, prisio.
nero , aguardaba la sentencia de los caciques para
dar la vida por la fe. Después de la muerte de éste,
los toquíes ó úlmenes de mayor importancia se
- 282
arrojaban, como fieras bambrientas, sobre el cadá
ver; sacábanle el corazón y se lo comían, palpitante
aún, después de haber teñido con su sangre el bie.
rro de sus lauzas. Las tibias ó cavillas las conver:
tían en pífanos ó flautas. Cortaban en seguida la
cabeza, cuyo cráneo transformaban en copa de liba
ciones para las grandes fiestas de los señores to
quíes. Las mandíbulas se descarnaban y luego se
las forraba en piel de zorra , para hacer de ellas
morriones, que constituían honrosos distintivos de
los más esforzados de sus guerreros. Cada uno de
los mieinbros de aquel cadáver era repartido entre
los vencedores.
Los indios, en tiempo de guerra, miraban la reli
gión de Cristo como una farsa abominable de los
españoles, para reducirles a la más ominosa escla.
vitud . Para hacerse cristiano necesitaba el indígena
ser un héroe de la más sublime abnegación. Sus
compatriotas le habían de mirar como un renegado,
y , lo que para él era peor, como enemigo de la pa
tria. Por su parte, el español le convertía en instru
mento abyecto, para saciar su desmedida sed de
oro . La condición de un indio de encomienda dife .
ría muy poco de la desgraciada suerte de un escla.
vo. Sea dicho en honor de la corona de España,
que los reyes siempre fueron solícitos en recompen
dur á sus súbditos: que usaran de sentimienios
humanitarios con los indios. En la corte siempre
tuvieron acogida favorable las protestas de los mi
sioneros contra los gobernadores o encomenderos,
que usaban de vejámenes contra los indios, sonieti.
dos al dominio del rey de España . Hemos de coufe.
Bar: que en la generalidad de los casos, los levarta
mientos de indios no eran otra cosa que una justa
excitación popular, que provocaban los invasores
con actos de barbarie, de licencia é de ambición .
2 3
La civilización aparece degradada y la religión cris .
tiana en vilecida .
García Hurtado de Mendoza, después de una
victoria, hizo cortar las manos á los prisioneros y
despedirlos á sus relucciones. Esos brazos mutila.
dos hablaban por sí mismos á sus compatriotas, que
veían escrita, con caracteres de la sangre que de
ellos destilaba , la sentencia de iguerra á muerte al
invasor !
Alonso de Reinoso hizo atar, á la boca de los ca
ñones, á los úlmenes ó jefes , que disparados por
los aires, fueron arrojados hacia los campos del
enemigo. Sus cenizas, llevadas por los vientos, fue.
ron como chispas eléctricas, que inflamaron el pa
triotisino en las selvas de la Araucania .
El vencedor de Caupolicán le hizo sentar en una
aguda pica, que traspasó las entrañas del indómito
araucano . Entre las convulsiones de la muerte, le
levantan en los aires, haciendo caer sobre él una
lluvia de dardos. El cadáver « le aquel mártir de la
libertad , colocado entre la tierra yy el cielo, fué como
un estandarte guerrero. Å su sombra vivieron sus
compatriotas á jurar la venganza de la afrentosa
muerte del denodado campeón. En sus heridas le .
yeron el testamento y credo de libertad, que decía
á los chilenos: ; Vencer ó morir !
Alonso de Sotomayor recorrió el territorio , á san
gre y fuego. Los indios que caían en sus manos
eran empalados, como Caupolicán; ó descuartizados,
eran dejados en los árboles del camino. Los que co
rrían inejor suerte, ante aquel inonstruo de crueldad,
eran mutilados en el rostro , y después de cortarles
las manos , se les ponía en libertad. Muy lejos de
amedrentarse los naturales, con semejantes cruelda.
des . Por el contrario, del uno al otro de los confines
de sus dominios se oía el grito de exasperación:
-
284
¡ Ay del araucano, mientras viva en sus tierras el es
pañol!
El Padre Valdivia recuerda un hecho, en que
se pegó fuego á un rancho para quemar vi.
vos á cuatrocientos judios que estaban encerrados
en él .
Actos de esta naturaleza, que me es duro recor
dar, por mi amor á la inadre patria , establecian un
abismo entre el araucano y el español.
Un decreto del rey Felipe III vino á excitar más
los ánimos. Por real cédula de 1608 , declaraba : que
fueran tenidos como esclavos los prisioneros de gue
rra. Esto se prestó á grandes abusos de parte de los
eúbditos del monarca. El araucano no podía aceptar
semejante despotismo y tirapia .
La guerra se eternizaba, por la deslealtad de unos
y la ambición de los otros. Tal magvitud tomaba la
sublevación general , que el Fiscal de la Real Audien
cia, insinuó al rey la idea de fijar el Maule como lí.
nea fronteriza, abandonando la raya del Biobío. Le
decía : que despoblara las ciudades del sur, en vista
del estado calamitoso é irreparable del reino, pasan .
do sus habitantes á establecerse al norte del río Mau .
le , para que con ellos se fundara una nueva ciudad
en los fértiles parajes de Duao, que serviría como de
baluarte de defensa del vado de dicho río .
Además, el señor Solarzo le aconsejaba la funda
ción de otra aldea en la desembocadura del Maule,
en Quivolgo; y el establecimiento de otros tres fuer
tes, con doscientos hombres cada uno, al norte
del mismo río. La propiedad ya estaba muy subdi.
vidide ; pero se indicaba al rey que, para mayor
seguridad y progreso, se hiciera una nueva división
en ella . Los fuertes consistían en corrales de tapia
ó empalizadas, que contevían en su centro una ha
bitación espaciosa y segura para los soldados.
285
Á causa de las lluvias, y, como consecuencia de
ellas , por el caudal de los ríos, las guerras eran or.
dinariamente periódicas . Considerábase como tiem
po de tregua el comprendido entre Mayo y Octu:
bre. Para los primeros días de Octubre los soldados
de temporada debían trasladarse de su cuenta y ries .
go á la doctrina de Pocoa, al valle de Talca . Aquí
recibían armas, caballos, vestuario y rancho. En las
ciudades alojaba cada soldado donde más le acomo.
dara , á falta de cuarteles de alojamiento.
Los pobladores de Chillán abandonaron la ciudad
al formidable araucano, que marcaba sus triunfos
cois la desolación y el exterminio. En las encomien
das del corregimiento de Maule, fueron hospitalaria
mente recibidos, hasta que ocho años más tarde, en
1663, el gobernador Peredo pacificó aquella tierra é
hizo volver á ella á sus antiguos pobladores.
La parroquia de Pocoa tuvo que experimentar
también los desastres de una invasión indígena. El
15 de Marzo de 1657, !osPegüenches y los Puelches
abandonaron sus habitaciones de la falda de la cor
dillera de los Andes, para maloquear las estancias
del fértil valle, que se extendía al pie de sus reduc.
ciones. Las estaucias de doña Catalina Vilches, del
capitan don Juan Vilches, de don Francisco García ,
de don Cristóbal Muñoz, las de Salas, de Cerda y la
de Perque de los Jesuitas, fueron asoladas y sa
queadas, llevándose el enemigo doscientos prisione.
ros y gran cantidad de vacas y caballos. La real Au
diencia organizó un ejército exclusivamente para la
pacificación de los rebeldes cordilleranos. Las hor
das invasoras se replegaron á sus quebradas.
El estado político del país, en los tres cuartos de
siglo, que preceden á 1664, dan una idea más fácil
de concebir que de explicar, acerca del estado reli
gioso del curato de la ribera del Maule. El estado de
286
.
progreso relativo, en que se encontraba el territorio,
la paz de que ordinariamente gozaban sus habitan:
tes , y la silu ición misma, al lado del teatro de la
guerra, habían hecho de esta doctrina una de las
parroquias más importantes del obispado de San .
tiago.
Algunos de los hechos á que hacemos referencia,
parecen ajenos del objeto y aun del mismo nombre
de « Apuntes para la historia de la parroquia de Pen
cahue » ; pero hemos creído suplir en parte, la rela.
ción de ellos, con los datos propiamente históricos de
5
que en esta época carecemos .
Fundación de la ciudad.
La traslación del convento de San Agustín á Tal .
ca dió origen á que muchos de los naturales de
aquellos campos construyeran sus chozas en los al
rededores del templo , ya fuera como dependientes,
ya como arrendatarios de la comunidad agusti.
niana .
Las orillas del Piduco y las márgenes del río
Claro, de páremos solitarios, silenciosos y abando.
nados, se vieron convertidas, en poco tiempo, en
una alegre y bulliciosa reducción .
El espíritu de sociabilidad, que caracterizaba á
los indios de las riberas del Maulé, hizo concebir á
los religiosos de San Agustín la idea de una ciudad
en los ángulos de confluencia del estero de Baeza
con el Piduco, y de ambos con el río Claro . El local
no podía ser más inadecuado, por lo quebrado del
terreno; pero no podía ser más aparente, si se toma
ban en cuenta la abundancia de aguas y su sit'ia
ción al pie del cordón de cerros , que se extienden
de sur á norte, dilatándose hacia el poniente. En
las faldas de sus colinas podrían levantarse, con
287
suma facilidad, fuertes de defensa contra los indios,
en caso de ataque á le población.
Las construcciones de aquella época eran ordina
riamente de barro y piedra, y los medios de tras
portes escasos y muy costogos. La abundancia de
materiales de construción era un factor del cual
no se podía hacer caso omiso, al resolver el tras
cendental problema de la ubicación de una ciudad.
Por espíritu de patriotismo, como obra de ade
lanto del país, y para el resguardo de sus propie.
dades, interesaba á los ermitaños de San Agustin
la fundación de la villa .
Los padres debieron, sin duda, interponer ante
los gobernadores la omnimoda influencia de que
gozaban en la capital del reino . Ofrecerían dar te
rreno para calles , para plazas y edificios de gobier.
po, y venderían los eitios á censos, que estuvieran
al alcance del más necesitado .
El común anhelo de los religiosos de San Agus
tín y de los habitantes del corregimiento de Maule
no debía , sin embargo , realizarse antes del año 1692,
eu que el gobernador don Tomás Marín de Poveda
trazó las calles de la ciudad de Talca , dándole por
centro la placilla. Esta población fué en decadencia ;
y sólo tomó forma de aldea cincuenta años más
tarde , cuando el gobernador don José Antonio de
Manso la trasladó al poniente, dándole por ceritro
la plaza , que hoy figura como uva de las de más
gusto con que cuentan las ciudades de toda la Re.
pública .
El historiador Gay, hablando de esta fundación ,
dice : que se hizo al norte del río Maule y sur del
Talca . Entre todos los autores antiguos, que hemos
consultado, es éste el úvico que menciona con el
nombre indígena al río Claro . Los españoles le lla
maron Claro por la particularidad de sus aguas,
288
que son tan diáfanas como el cristal . Esta peculia
ridad es debida á que desde su nacimiento, al norte
del Descabezado, se desliza sobre un lecho de tosca,
hasta llegar á Talca , después de haber recorrido
una distancia de ciento treinta kilómetros, serpen
teando por el dilatado valle, que se extiende entre
el Lontué y el.Lircay .
Entre los primitivos pobladores, era costumbre
designar con el nombre del río la más importante
comarca de la región que bañaban sus aguas. La
importancia no la hacían consistir en el mayor ó
d
1
menor número de habitantes, sino en la calidad de
sus terrenos, aunque éstos no fueran de grande ex
tensión . Así se explica el nombre, impuesto por los
naturales al campo , en que debía después fundarse
la progresista ciudad de Talca .
El año 1693, el Capitán don Antonio Soto de Pe .
drero recorría los campos del sur, pacificando a los
indios rebeldes, cuando se presentaron á él muchos
indios, querellándose contra los de cierta tribu, á
quienes acụsaban de dar muerte con hechicerías á
sus hijos. Este era uno de los pocos crímenes que,
según las leyes de su pación , merecían pena de
muerte. El capitán falló, librando la vida a los su
puestos delincuentes, y dejando satisfechos á los
supersticiosos delatores. Hizo trasladar á todos los
hechiceros al norte del Maule, para que aumentaran
la población de la nueva ciudad de Talca. ¿No serán
éstos los antepasados de los farsantes, que pululan
en la provincia, explotando la buena fe del pueblo
con reducir á mal impuesto todas las enfermedades ?
No podemos desentendernos de dar una ojeada ,
aunque ligera, al estado de las industrias de la pa
rroquia, á mediados del siglo XVII .
La agricultura , á la cual iba unida la ganadería,
había sido una de las primeras industrias estableci .
6
289
das en el dilatado territorio de la doctrina de Rau.
quén , y una de las principales fuentes de entrada,
que aquí tuvo la corona de España, en la época de
la colonia .
Los indios libres de Pocoa y los habitantes de
Rauquén, se consagraban de preferencia al cultivo
del maíz, aprovechando la exuberante feracidad de
aquellos terrenos en la producción de ese cereal ;
virtud que conservan hasta nuestros días. La hoja
de fumar, tan apreciada en los mercados de San
tiago y Valparaiso, con el nombre de hoja de Talca,
es la que producen los valles de Pocoa, Corinto y
Rauquén , y que preparan sus habitantes, como
tendremos ocasión de decirlo más tarde. Esta es la
industria propia de la mujer corintia.
Los encomenderos españoles se dedicaron prin
cipalınente á la siembra de trigo, que alcanzó, en
épocas de escasez, el fabuloso precio de dos pesos y
dos pesetas por fanega. Para el cultivo de sus tie.
rras empleaban los bueyes, á cuyo uso costó habi.
tuar a los indios, que estaban acostumbrados y gus .
taban de trabajar con parejas de chilihueques, o sea ,
de guanacos con arados, especiales .
En algunos casos , para hacer las siembras y or .
dinariamente para hacer las trillas, los estancieros
organizaban mingacos, que por lo regular tenían
lugar en los días festivos. Por eso es que los Obis
pos protestaban de ellos. Los concurrentes trabaja
ban sin más remuneración que la abundante comi.
da y la cufa , que se servía á discreciou . Era esta
bebida un licor de maíz, que preparaban los indios,
y que era muy de su agrado. Todos los asistentes al
mingaco, antes de concluir el trabajo ; terminaban
por quedar cufifos .
Si el mingaco era de deshoja de maíz, tenía lugar
en alguna noche de hermosa luna. Empezaba por
APUNTES
19
290
formarse el montón de choclos sobre una tinaja de
cufa ó de aguardiente, enterrada en el suelo. Había
interés por concluir la deshoja, para poder vaciar
el chuico. Ésta era la recompensa. Estos mingacos
eran generalmente muy concurridos y animados,
como que en ellos tomaban parte personas de am .
bos sexos y de todas edades . Se prodigaban las pa
llas y no escaseaban los dicharachos. En la cús.
pide del montón no podía faltar una cantora , que
mantuviera el entusiasmo con sus canciones á lo di.
vino. Ella no deshojaba, pero cargaba con la obliga .
ción de pagar todas las hechuras; y no podía bajar
mientras no se desmoronara_la pila de maíz. Este
era un episodio de la fiesta. El mingaco, en cuanto
al trabajo, tocaba ya á su fin .
La ganadería había tomado tanto incremento,
que una vaca no valía más de dos pesos; y algunos
años después, la internación del ganado argentino
hizo bajar en una cuarta parte este valor. En el ve.
rano tenían lugar las quemas, que en algunos casos
se hacían con estrepitoso aparato . Las quemas lle.
garon á ser en los campos las fiestas populares de
la época . Consistian éstas en grandes rodeos, orga
nizados por los estancieros, con el objeto de matar
los animales, para quemar sus carnes , como des
perdicios , después de haberles extraído la grasa y
los cueros, que eran llevados, como mercaderías de
retorno, al Perú y al Potosí .
Los Jesuitas establecieron un astillero á inme
diaciones de Constitución , que entonces se llamaba
Maule. De esa suerte pudieron beneficiarse siquie .
ra en parte las maderas, en que abundaban las mon
tañas de la costa . Este astillero llegó á ser el mejor
de la época , en toda la costa de Chile.
La comunidad de San Agustín poseía una gran
viña en la hacienda de Pichinguileo, que cubría
291
sus gastos y dejaba una buena utilidad á sus due.
ños . Nos inclinamos á creer que el valle de Lontué,
en ese tiempo , pertenecía ya á la parroquia de Pe .
teroa, cuyos deslindes serían en esta parte el ríu
Claro y Punta de Rara. En los tiempos más remo
tos dela colonia, se estableció en grande escala una
crianza de cerdos, en el valle del estero de Pichin .
guileo. Con motivo de esto , el estero y valle toiparon
la denominación de Los Puercos, que conserva has
to muestros dias . Este nombre es una herencia ne.
tamente española, porque los chilenos le habríamos
llamado estero de Los Chanchos.
Deliberadamente hemos invertido el orden cro
nológico de los hechos que vamos refiriendo , y aun
que, hasta cierto punto , sou ajenos de la materia
que hemos anunciado , les ampliaremos todavía,
dando cabida aquí á los documentos que dan fe de
la donación de terrenos, hecha por los Padres Agus
tinos al Rey para lil segunda fundación de Talca.
« 1.er TRATADO = DONACION = Fs. 516. = Con
vento de San Agustin de Talca = a Su Majestad
En la nueva fundación de San Agustín de Talca
en cinco días del mes de Noviembre de mil sete .
cientos cuarenta y cuatro años.- Estando en el
Convento de nuestro padre San Agustin de la nue.
va fundación á son de campana tañida se juntaron
como lo han de uso y costuinbre el R. P. lector ju
bilado fray Luis Caldera, prior provincial de esta
provincia de nuestra señora de Gracia de este reino
de Chile, y el R. P. lector jubilado fray Lorenzo
Guerrero prior actual de este Convento, el R. P.
Maestro fray José Solís , reverendos padres presen .
tados fray Alonso de Soto y fray Justo Vélez, y de.
más religiosos que abajo firmarán sus nombres.
Y estando así juntos Su Paternidad muy Reveren
da , dicho Padre Provincial, les propuso á Sus Pa
292
ternidades como la dicha su provincia había hecho
donación á Su Majestad ( Dios le g. ) de las tierras
que necesitase para fundar una villa ó ciudad en
las que tiene este dicho Convento en esta situación
de TALCA , dejando la asignación de la cantidad
que se necesitase al superior arbitrio del Excmo. se.
ñor don José Manso, caballero de la Orden de San
tiago, del Consejo de su Majestad , Teniente Gene
ral de los ejércitos, Gobervador y Capitáv General
de este Reino y Presidente de la Real Audiencia,
que en su nombre, la había aceptado. — Y que res
pecto de que dicha donación se había hecho dona
ción sin consulta del Convento , siendo legitimo
dueño de las tierras donadas, cuya circunstancia
pudiera en algún tiempo dar motivo á que por al
guno de los prelados que se subsiguieren en lo fu
turo se intentare algúo movimiento que sirviese de
inquietud á los pobladores, era su ávinno, á más de .
la donación hecha por la dicba su provincia, á ex ..
planarla nuevamente en ésta asignando las cuadras
que se han de ocupar en dicha fundación.- Y que
es su parecer, que la dicha villa ó ciudad, á más de
la cuadra en que tiene señalada la plaza , haya de
tener desde dicha plaza para cada uno de sus cua
tro costados seis cuadras, exclusive la de la dicha
plaza, con la circunstancia que, si la figura de la
tierra por alguno de sus costados no pudiese alcan :
zar á tener las seis cuadras por algún legítimo em
barazo, lo que á éste le faltare se prolongue por
otro de los dichos costados donde no se ofrezca im .
pedimento; de suerte que es su ánimo que dicha
villa ó ciudad tenga trece cuadras de longitud y
otras tantas de latitud y que encierre en su área
ciento sesenta y nueve cuadras.--Y que le parece
suficiente sitio para una población , muy conducente
para este vecindario.-- Y que así mismo, siendo pre
- 293
ciso asignar tierras para caidos y de esas le parecía
conveniente se asignare la cantidad de ciucuenta
cuadras por la parte que las hubiere, exceptuando
sólo el potrerillo de este Convento, porque éste
había de quedar exento y libre para el uso de los
religiosos de él ; y que Sus Paternidades muy reve.
rendas diesen sus dictámenes sobre este asunto ; á
que todos, unánimes y conformes, dijeron que,
aunque pudieran reservar esta solución para el ter
cer tratado, no obstante ?) el celo, que movía á Su
Paternidad muy Reverenda, éste sólo se dirija al
beneficio común de todo el vecindario de este par.
tido por el mucho que importaría en el logro del
pasto espiritual con la congregación y enseñanza
así de la doctrina cristiana como política y otros
amentos en el culto divino, desde luego con
ad
vevían y dabar sus pareceres para lo que Su Pa ..
tervidad muy Reverenda lo proponía. Y que lo mis.
ino ratificaria en el segundo y tercero tratado; y asi
la otorgaron y firmaron , á quienes yo el presente
escribano doy fe que conozco , siendo presentes por
testigos los capitanes don Pedro Vélez, don Manuel
Guerrero y dun Bernardo Antonio Rey .-Fray
Luis Caldera, prior provincial . – Fray Lorenzo
Guerrero, prior --- Bray José Solis - Fray Alonso de
Soto - Fray Justo Vélez – Fr. Luis de Quero - Aute
mi -J. Ant. Cherinos, E. P. de C . » —
« 2. ° TRATADO . = EU la nueva fundación de
-
San Agustín de Talca, en seis días del mes de No
viembre de mil setecientos cuarenta y cuatro años .
-Estando en el Convento de nuestro Padre San
Agustín de esta nueva fundación, se juntaron á son
de campava tañida , como lo han de uso y costum .
bre, el muy Reverendo Padre lector jubilado fray
Luis Caldera, prior provincial de esta provincia de
Nuestra Señora de Gracia de CHILE, уy Reverendo
291
Padre lector jubilado fray Lorenzo Guerrero, prior
actual de dicho Convento, el Reverendo Padre
Maestro fray José Solís, Reverendos Padres presen
tados fray Alonso de Soto y fray Justo Vélez y el
Reverendo Padre predicador fray Luis de Quero,
suprior da dicho Convento; y estando así juntos, Su
Paternidad muy Reverenda, dicho Padre Provin
cial , les propuso cómo ya en el antecedente tratado
les había dicho el fin á que se dirigían las consul
tas que se continuaban aquí, con particular agra
deciiniento les estaba obligado por la igual concu .
rrencia que con Su Paternidad Reverenda tenian
en materia de tanta importancia como la que se les
había propuesto por los fundamentos que van ex
presados, y por reportar en ello el logro de remune.
var en parte las muchas mercedes que de su Ma
jestad (Dios le g ) continuamente estaban recibien
do y que, sin embargo de tener dados sus dictáme.
nes, viesen si sentían alguna cosa en contrario ó
que fuera contra su sagrado Instituto; á que todos
respondieron que no tenían que innovar cosa algu
na y que sólo se sirviese Su Paternidad inuy Reve
renda de explicarles el modo cómo se entendía la
donación de las CINCUENTA CUADRAS, que se
asignaban para caídos; á que Su Paternidad muy
Reverenda les respondió que las dichas cincuenta
cuadras se habíau de entender en área, esto es, con
siete cuadras y un cuarto de longitud y otras tan
tas de latitud,en cuyo número multiplicado un cos
tado por otro se incluyesen las dichas cincuenta cua
dras en área ; á que todos, unánimes y conformes,
condescendieron , dándole á Su Reverendísima las
repetidas gracias por la obra tan acepta que ejecu .
taba y que para el último tratado revalidarian sus
dichos ; y así lo otorgaron y firmaron ; á quienes yo
el presente escribano doy fe que conozco, siendo
295
presente por testigos don Manuel Guerrero , don
Bernardo Antonio Rey y don Joaquín de Acevedo.
- Fray Luis Caldera, prior provincial- Fray Lo.
renzo Guerrero, prior-Fray Alonso de Soto-Fray
Justo Vélez - Fray Luis de Quero - Aute mi - J .
Ant. Cherinos, E. P. de C .»
« 3.er TRATADO . En la nueva fundación de
San Agustín de Talca, en siete días del mes de No.
viembre de inil setecientos cuarenta y cuatro años.
- Estando en el Convento de nuestro Padre San
Agustín de esta dicha nuestra fundación, ee junta
ron á son de campana tanida , coiao lo han de uso
y costumbre, el muy Reverendo Parlre lector jubi
lado fray Luis Caldera , prior provincial de estu pro
vincia de Nuestra Señora de Gracia de CHILE, el
Reverendo Padre lector jubilado fray Lorenzo Gue
rrero, el muy Reverendo Padre Maestro fray José
Solís , Reverendos Padres presentados fray Alonso
de Soto y fray Justo Vélez y el muy Reverendo
Padre predicador fray Luis de Quero, suprior de
dicho Convento, y estando así juntos, Su Paterni
dad muy Reverenda, dicho Padre Provincial, les
dijo á Sus Paternidades como en la primera y se .
gunda consulta les había propuesto el fin á que se
dirigían las dichas consultas; y que, aunque en los
dos antecedentes tratados, mostrando la magnifi
cencia de sus ánimos y el gran celo con que concu
rrían á la ejecución de tan santa obra, no obstante,
para que tuviesen mayor mérito, quería Su Puter:
vidad Reverenda, oírles en este último tratado final
resolución para pasar á ejecutar sobre el dicho
asunto el formal instrumento, en que se declarase
la asignación que pretendía hacer así para la situa
ción de la construcción de villa ó ciudad, que se
está fundando, como para sus efectos y deseos; y
que Sus Paternidades muy Reverendas diesen sus
296
dictámenes en dicha materia; á que todos, unáni.
mes y conformes, respondieron que desde luego
podia Su Reverendisima con el conocimiento de su
voluntario concurso y rendida obediencia , la que
sacrificarían con igual complacencia por lo mucho
que importarían en la dicha fundación, como ya lo
experimentaban con estar en sus principios por lo
que veían en lo que logran los pobladores en el
pasto espiritual que continuaban reportando, y que
Su Paternidad Reverenda desde luego podía otor
gar el instruwento ó instrumentos, que fuesen ne
cesarios á fin de corroborar la donación que por la
dicha su provincia le tenía hecha á Su Majestad
(que D. g.), para lo que le daban todo su poder cum
plido cuanto en derecho es necesario con tanta am .
plitud y generalidad cuanto en estos casos necesita.
re, porque quieren y es su voluntad la consecución
de la sujeta materia; y así lo otorgaron y firmaron ;
á quienes yo el presente escribano doy fe que co
nozco, siendo presentes por testigos los capitanes
don José Gregorio Guerrerni, don Manuel Guerre
ro, y el comisionado don Andrés de Escudero.
Fray Luis Caldera, prior provincial - Fray Lorenzo
Guerrero, prior-Fruy Alonso de Soto - Fray Jus
to Vélez-- Fray Luis de Quero — Ante mi- J. Ant.
Cherinos, E. P. de C » .
CAPÍTULO III.
FUNDACIÓN DE LA PARROQUIA DE TALCA .
PÁRROCOS DE RAUQUÉN .
Nos encontramos en una época, en que no había
más cernenterios públicos que los que poseían los
297
indios . En la reducción de Pocoa se encontraba el
panteón de indios, precisamente en el mismo lugar
en que, á mediados del siglo pasado, se edificó el
molino de Corinto. Las ceremonias de la corrida á
Pillán , (espíritu del mal) que prevedian inmediata
mente á la sepultación , parece que se efectuabau
en la explanada del cerro de los Brujos, que está
no muy distante de la población
Los cristianos, ya fueran españoles, ya naturales
del país, se sepultaban en la iglesia parroquial, en
las capillasde Huenchullamí, Huilquilemo, Libún
y Pichinguileo, ó en el templo de San Agustin ,
siendo de preferencia este último . La razón es
obvia .
La iglesia más próxima á la residencia del ex
tinto era comunmente la que guardaba sus cenizas.
Hubo casos en que, desde el apartado valle del Ma '
taquito y desde las mismas márgenes de aquel río,
fueron trasladados algunos cadáveres hasta la capilla
de Libún y Picbivguileo. De esto dan fe las parti
das que literalmente copiamos : « en la dha estancia
del Dho cpn . Andrés garsia de neira en 24 de agosto
de 71 años enterre á un indio de la encomienda del
Dho cpn andrés garsia de neira llamado quilalirgo
que murió aogado en mataquito baquero de Dha
dotrina entierro menor en la Dba iglesia Antto de
Aguilar».
La otra partida es de la misma fecha, y debió de
tener la misina firma del expresado señor Aguilar.
« en pichinguileu estancia del cpp , autto de bergara
enterre en su iglesia semiparroquial a P.• Orbes
que le allaron muerto en mataquito de una puñia
lada y le trajeron a esta Dha parroquia tan pobre
que de limosna se i880— »
No extrañe el lector el ver figurar tantos capita
nes, que no son de ejército, sino capitanes de amigos,
298
especie de subdelegados y jueces de las reducciones
de indios .
Una mañana de Diciembre de 1695, los pacíficos
habitantes del caserío de Talca despertaron sobre
saltados con el confuso clamoreo de centenares de
indios, que invadían la población , iMalón! ¡ Malón !
¡Dios mío, misericordia ! ¡San Agustín me valga !
serían las pavorosas exclamaciones de aquella sen
cilla gente. Los fúnebres y descompasados acordes
de los pifanos , con sus melancólicos ipif!... ¡ pif! ...
ipif!... ¡pif!... significaban á los lugareños, que se
trataba de un acompañamiento funerario y nó de
una irrupción á picas y macanas . La paz renace en
los corazones. No hay motivo para inquietarse. Son
los indios de Pocoa , que vienen á confiar á los er
mitaños de San Agustin la custodia de las cenizas
de su soberana. Ha muerto doña Ana, la última de
sus cacicas ; y con ella se extingue el último vástago
de los toquíes de su raza . Con doña Ana sepultarán
los indios, para siempre, el último resto de la mo.
parquía araucava en el valle de Pocoa .
El Cura y Vicario de Rauquén, don Antonio
Heroz de Puebla , se trasladó a Talca , para presidir
personalmente la inhumación del cadaver de doña
Ana. De esta manera da cuenta él de aquel acto :
« En primero de disiembre de mil y seis sientos y
sesenta y sinco enterre a da Ana yndia cassica de
pocoa en el conbento del Sr. Sn . Augustin Antto.
heroz de puebla ».
Es digno de notarse que en la redacción de la
partida le haya dado el señor Heroz el tratamiento
de doña á una india . Esto es asombroso , y cosa muy
rara en un español de aquella época. El ser cacique
no era título suficiente para semejante tratamiento,
porque no daban gran importancia á esta dignidad.
Es de suponer que doña Ana estaba adornada de
299
relevantes prendas personales, que la harian acree.
dora á toda clase de consideraciones de parte de los
mismos españoles .
Al márgen de la partida anota el señor Heroz la
circunstancia de haber liecho la sepultación bajo el
rito menor, y con dos posas ó estaciones con res.
ponsos.
Las posesiones de los caciques de Pocoa pasaron
á los dominios del Rey , quien hizo merced de ellas
al capitán don Pedro de Toledo. Estas fueron sub
dividiéndose, con el transcurso de los años. Pero
una parte considerable de ellas se conservó, como
herencia de familia , entre los descendientes del ca.
pitán Toledo, hasta la segunda mitad del siglo XIX .
Pasaron en aquella época a formar la parte más
productiva vie la hacienda de Rauquén .
Daremos una idea de la familia que tuvo en la
antigüedad el señorío de este valle, el primero en
la fe : acidad del suelo , en el departamento de Talca .
De esta familia desciende el presbítero don Juan de
Dios Toledo Vergara, que por algunos años fué Vi.
sitador parroquial del Arzobispado. Es nacido en el
valle de Rauquén.
I. Don Manuel Osorio de Toledo, natural de Ma .
drid , casado con doña Maria Arce, natural de Maule.
Con este nombre se designaba á Constitución y un
partido de muchas leguas.
II. Don Pedro Osorio de Toledo ( capitán ), hijo de
los anteriores, casado con doña Micaela de la Torre
y Almonacid, originaria de Concepción.
III. Doña María Rosa de Toledo, hija de los an .
teriores, casada con don Valentin Gaete, maestre
de campo de Maule .
IV. Doña Dionisia Gaete, hija de los anteriores ,
casada con don Florián Ramírez, éste es distinto
del encomendero de Corcolén .
300
Con estos datos es fácil continuar el entrouca .
miento de las familias.
El año, que nos ocupa, 1665, comisionado por el
Iltmo. señor Humanzoro, llegó a esta parroquia el
prebendado don Cristóbal Sánchez de Abarca , á
hacer la visita de la doctrina . En el auto de visita
se refiere á un libro de matrimonios de noventa y
ocho páginas, revisado por su antecesor don Am
brosio de Zabala . Del dicho libro y decreto del señor
Zabala no nos queda sino el recuerdo, que en el
mencionado auto vos ha conservado el señor Sán
chez de Abarca .
Dos años más tarde el Visitador Parroquial , don
Antonio Quintanille, levantaba un auto, en que con
severidad y dureza recouvenía al señor Heroz de
Puebla por no haber puesto en práctica las orde.
nanzas de sus antecesores, acerca del correcto modo
de redactar las partidas de defunciones. Una repri .
mienda tan enérgica como justa , debió de desagra
dar al señor Heroz, basta resolverse á abandonar
el servicio de la parroquia. Desde ese día no vuelve
á figurar como párroco. El visitador debió confiar
interinamente la atención del servicio parroquial á
los religiosos de San Agustín . Por espacio de diez
años se alternaron , como Curas y Vicarios, los pa
dres Fr. Pedro Garragurri , Fr. Diego de Tobar,
Fr. José de Vergara y Fr. Antonio Aguilar,
Los reyes habían ordenado a los Obispos de San .
tiago que procuraran hacer la provisión de parro
quias con sacerdotes del clero secular. Semejante
determinación supone el aumento del clero de la
diócesis .
En 1669 eutró á prestar sus servicios de párroco
de Rauquén el presbitero don Francisco Daza. Su
permanencia en el curato fué de muy corta dura.
ción . Las partidas de matrimonio más antiguas
30 )
datan del tiempo del señor Daza . Al retirarse de la
parroquia, hizo entrega de su cargo al presbítero
don Antonio de Vergara, que tuvo por sucesor á
don Miguel López de Quintarilla.
El señor López se dedicó de lleno á la pesada
Jabor del ejercicio del ministerio parroquial en tan
dilatada doctrina. Se imponía el penoso deber de
visitar periódicamente las apartadas capillas de
Libún уy Picbinguileo , para lo cual tenía que reco
rrer largas distancias.
Hacia el poniente, desde el estero de Pichin .
guileo hasta tocar con el mar, se extienden esas
interininables cadenas de cerros y montañas, que
se suceden unas 'en pos de otras. Sus hondonadas
forman pequeños valles, que se ballan convertidos
en pequeños centros de reducciones. El abandono
de aquellas almas, que se veían privadas de todo
auxilio religioso, fué causa de continuos desvelos
para el celoso pastor.
A más de diez leguas de Rauquén, perdida entre
las selvas y oculta entre los montes, se hallaba la
reducción de Palhuén . Dejando al sureste los fra
gosos montes de qualles, con sus copiosos mapan
tiales. Entre las enmarañadas montañas de palgüe.
nes, el señor López de Quintanilla construyó una
iglesia, que desde luego declaró como viceparro.
quia.
División de la Parroquia.
La multiplicación de oratorios y de iglesias me
joraba, es verdad , la condición de los feligreses,
pero no remediaba del todo las necesidades. La po.
blación aumentaba de día en día , principalmente
en los alrededores de Talca. El gran caudal de
agua, que arrastra el río Claro, en la estación de
302
las lluvias y en los meses del deshielo de la cordi
llera, privaban a los feligreces que habitaban entre
Claro yу Mi ule, de los auxilios religiosos que nece
sitaban recibir del párruco. Esta incomunicación
duraba la mayor parte del año. Es verdad que los
religiosos de San Agustín eran un recurso podero
so para los feligreses del valle oriente . Los Obispos
tenían conocimiento de esto , pero la escasez de cle.
ro no les permitió la erección de nuevas parroquias.
Los Iltmos. SS. Villarroel , Humanzoro y Carrasco
se habían impuesto personalmente de esta oecesi
dad en la Visita pastoral que, como Prelados,
habían practicado en la parroquia . Las circunstan
cias variaron para la diócesis de Santiago; y el
Iltmo. señor Obispo Fray Bernardo Carrasco dió el
decreto de creación de la parroquia de Talca . La
jurisdicción del párroco de Talca se extendería en
el territorio comprendido entre los ríos Claro y
Maule , desde su nacimiento, en la cordillera, hasta
su confluencia, en el puerto de Perales .
A la nueva parroquia se anexó la vice parroquia
de Villa Vicencio, que está al sur del Maule. En
1720, todavía formaba parte del curato de Talca ,
según consta de un auto, notificado , en Pichin
guileo, al cura de Talca , por el secretario de Visita,
1
don Cristóbal Guerrero .
Está en el conocimiento de muchos, que las islas
de Maule y de Cauquenes estuvieron bajo la juris
dicción de los obispos de Santiago, durante la ma
yor parte del tiempo de la dominacióp española en
Chile .
La erección de la parroquia de Talca remonta al
28 de Mayo de 1680, en que el Iltmo, señor Ca
rrasco expidió el decreto de su ereccióv . Refirién
dose á la desmembración de esta parroquia de la
de Rauquén , ó de Maule como él la denomina,
303
dice, entre muchas otras cosas: « Maule que corre
de la cordillera al mar se divide de por medio en
longitud, con línea de noite á sur, tomando la linea
por el convento de Talca de la orden de San Agus .
tin , de manera que quedando, desde Talca, exclu
sive, al mar para un curato que se llame Maule; de
allí para la cordillera será otro curato que se llaine
Talca; y á cada uno se le asignan ciento y cincuen
ta pesos con cargo de cincuenta misas . »
Fué rombrado cura fundador de la nueva parro.
quia el presbítero don Miguel López de Quintanilla.
Era este venerable sacerdote hijo de don Diego
López de Quintanilla y de doña Nicolasa de Vega ,
que se contaban entre los hidalgos del Reino. Fue
hermano de otros dos sacerdotes, que figuraron por
su celo apostólico en la conversión de los iudige.
pas. Más tarde fué promovido á Rauquén, y en los
últimos años de su vida trasladado a Ñuñoa. Dejó
establecido por testamento : que sus exequias se ce
iebraran en el templo de San Agustín , donde se le
hicieron euntuosos funerales. Por muchos años, des.
pués de la fundación de la parroquia de Talca, los
párrocos de Rauquén continuaron sirviéndose del
templo de San Agustin para el ejercicio de sus fun .
ciones, en la administración de los Sacramentos.
Con la desmembración de Talca , los párrocos
pudieron prestar más atención á la feligresía de la
costa .
En el año 1686, el señor López de Quintanilla
da cuenta de haber presenciado el matrimonio de
Nicolás de las Cuevas, cacique principal de Huen.
chullamí, con la mestiza doña Agustina Neira. Este
es el último cacique que figura en los libros parro
quiales de Rauquén.
Después de una administración muy laboriosa y
relativa:nente larga , hizo el señor López entrega de
304
la parroquia á don José Lizana. Apenas sirvió dos
años el señor Lizana la parroquia de Rauquén . Es
de lamentar, por cierto, la corta administración de
este párroco, que por sus virtudes y talento parecía
destinado por la Providencia á ser la felicidad de su
feligresía . Dos años de apostolado; y en 1698 le lla
wan sus Prelados; para coufiarle el cargo de Visi
tador parroquial y promoverlo al curato de Talca;
y después a la parroquia de Cauquenes, que en ese
tiempo era provista por los Obispos de Santiago.
En 1727, aún siendo cura de Cauquenes, recibió
orden de emprender la visita de un determinado
número de parroquias de la diócesis de Santiago.
En dicho año firma el auto de Visita en Gutalcura.
Probablemente se había trasladado allí á dar algu
La misión .
Botalcura está como á seis leguas al norte de Pen
cahue. Siendo cura de esta parroquia construíunos
alli un cementerio parroquial y erigimos un orato
rio, con lo que se facilitó mucho el servicio religio
so á los moradores de esos lugares .
El licenciado don Santiago de la Mata fué el sa
cerdote designado para suceder al señor Lizana.
En Octubre de 1699, llegó á Libúo el Visitador
General del Obispado, don Pedro Martinez de la
Puebla . Los libros parroquiales le fueron llevados
al mencionado lugar. Encontró deficiente la forma
de redacción de partidas de defunción, y pres
cribió que se sometieran en esto los párrocos de
Rauquén á un formulario , casi del todo semejante
al
que establece nuestro actual
Sínodo Dioce.
sano .
Conmina el señor Martinez á la observancia de
sta ordenanza bajo severísimas penas, que textual
mente trauscribimos:...... « pena de Excomunión
maior Latae Sententiae ipso facto incurrenda y de
305
Sinquenta pesos aplicados En la forma ordina .
ria ... ... »
El ilustrado párroco de Rauquén , cómo leería y
volvería á leer el formidable edicto del señor Mar.
tínez de la Puebla . Más tarde, cuando el fué visi .
tador, estuvo muy distante de einplear tan tremen
das penas .
Esto nos hace recordar un edicto análogo del
Iltmo. Sr. Huinanzoro, que pocos años antes había
prohibido las representaciones de comedias en los
monasterios «bajo pena de excomunión mayor La
tae Sententiae, » cuya absolución quedaba reservada
á él ; á las súbditas privaba de voz activa y pasiva
por siete años , y á las que no tuvieran voto en las
elecciones, bajo pena de cárcel por cuatro años, y
de ayunos á pan y agua y una disciplina de correc.
cior cada tres días todas las semanas; y á las demás
novicias y niñas de elucación , y criadas del con .
vento so pena de que serían echadas de él irreme.
diablemente para no poder volver á él en toda su
vida .
¿ De qué se trata, dirá el lector , cuando el será
fico Prelado fulmina pevas tan severas ?
Sencillamente de representaciones y de sainetes
jocosos , que tenían lugar para Pascua en algunos
monasterios. Si se empleó semejante severidad con
tra personas tan tímidas , no extrañemos la forma
empleada por el señor Martínez de la Puebla al
exigir de los párrocos de Rauquén que se ponga
en práctica un simple formulario de partidas.
En 1706 sucedió al señor de la Mata el presbítero
don Nicolás Bravo, quien tuvo como teniente cura
al presbítero don Jacinto Rojas , que era originario
de Libún , donde estableció su residencia hasta
1616, en que fue nombrado para suceder al señor
Bravo .
APUNTES
20
306
Don Jacinto Rojas.
Era el señor Rojas un sacerdote activo y em
prendedor. Verdaderamente asombra como pudo
emprender a la vez obras de tanto aliento como la
construcción de cincu iglesias; y en puntos tau
distantes entre sí , como son Libún , Rauquén , Pal
huén, Talpén y Coipué. Cuando acababa de con
cluirse la Iglesia , y estaba aún sin hacerse la sacris
tía y por terminarse el altar, llegó de santa Visita
el Iltino. señor Obispo D. Juan Bravo de Rivera ,
que, según dice el auto, « recorrió los principales
parajes , visitando todas las capillas, confirmando
en todos ellos é imponiéndose así mismo del estado
y costumbres de la feligresía .>>
La Visita de un Obispo siempre ha sido un
acontecimiento, por la novedad del caso y por los
bienes que reporta.
En algunas circunstancias los reyes daban a los
obispos la investidura de visitadores reales, durante el
tiempo de la visita diocesana, facultándoles para oir
las querellas de sus vasallos contra los jueces. Enton .
ces a las funciones propias del episcopado uníanse
las que corresponden a la suprema magistratura.
Esto era provechosísimo, porque no quedaban im
punes los abusos y tropelías que se cometían , contra
los indios principalmente, a la sombra de la auto .
ridad judicial. Muchos debieron de ser los vejáme.
nes á que los españoles sometían á los indios, en
estos lugares, cuando el Iltmo. señor Bravo llegó á
establecer en el auto de aquella Visita: « que el
párroco procurara proteger a los indios contra los
jueces seculares , principalmente en el cobro de con
tribuciones indebidas. >>
- . 307
Luego que llegó á la parroquia, el obispo ordenó
al señor Rojas que, acompañado de su notario, bi.
ciera el inventario de los bienes eclesiásticos de
Rauquén, Libún y Palhuén . Era la
que se practicaba esto. Se siente pena
llos inventarios de una parroquia y
antiguas . ¡ Qué pobres y descuidados
en aquella época!
primera vez
al leer aque
capillas tan
los templos,
Es en aquel inventario de Rauquén, en donde
por primera vez se hace mención de la imagen mi.
lagrosa de Nuestra Señora de Purisima de Penca
hue. Dicho inventario dice así : « Ytt. sobre el dho.
sagrario en bulto de N.& S.a de inedia vara de
alto ...... » Después hablaremos de esta imagen, en
párrafo separado.
El templo parroquial tenía sólo « Dos casullas de
iaso viejas.» - La de Palhuén poseía « una casulla
vieja pero servible . » La capilla de Libúu tevía sus
ornamentos en un estado más lamentable todavía:
« un ornamento muy viejo, y yndecente que se
compone de casulla , alba, amito, manteles y fron
tal , todo viejísimo = .
El Iltmo. señor Bravo, antes de retirarse de
>
Rauquén , quiso darse la piadosa satisfacción de
reservar el Santísimo Sacramento, en el nuevo tem
plo. Al efecto él mismo hizo colocar puertas al
sagrario.
Entre las ordenanzas, que dejó al párroco esta
blece: « que diga indefectiblemente misa los días
festivos, en el templo parroquial y que vaya á de
cir segunda misa a la capilla de Libún - y que el
Vice-párroco de Carrizal diga segunda misa, los
días festivos en Palhuén . » Para poder apreciar en
todo su rigor y peso la orden del Iltmo. señor Bra
har vecesidad de haber recorrido primero las
Serranías de esa interminable montaña
308
de la costa, en que se encuentran, separados por
enormes distancias, Libún , Palbuén
у
Carrizal .
También dispone que procure el cura extirpar
los Mingacos y el juego á la chueca en los días fes
tivos. Sus órdenes acerca de la predicación del día
festivo son terminantes. Sobre esto dice: « que en.
carga la conciencia del párroco, por la notable falta
que con mucho dolor de su corazóu ha notado en
esta tan debida y principal obligación del ejercicio
parroquial. »
En 1745 el señor Rojas recibió la Visita de un
nuevo Obispo. El sacerdote paraguayo, don Juan
González de Melgarejo , había sucedido al señor
Bravo de Rivero , después de su promoción al Ar:
zobispado de Arequipa. El nuevo pastor quiso co
nocer su diócesis y visitar á su grey. En Pichin
guileo levantó el auto de Visita , retirándose muy
complacido del estado actual del servicio religioso
en el curato .
Después de veintinueve años de una vida labo .
riosa y de grandes beneficios para esta parroquia ,
salió de ella el sacerdote que por más años la-sirvió
en Rauquén. Su ida debió de ser llorada, como una
desgracia común, por los feligreses de esta doc.
trina.
Miembro aunque lejano de la familia del señor
Rojas es el presbítero don Fidel Rojas, nacido en
Tanguado, en la vecindad de Libún .
Las familias Bravo, Rojas, Valenzuela, Silva ,
Vergara, Donoso, Letelier y Correa son las más
numerosas, en la provincia de Talca .
El Iltino, señor González tuvo lugar á presenciar
los actos más heróicos á que puede llegar el celo de
un cura de campo. El viejo sacerdote, que por tau.
tos años había servido esta parroquia, llevan is
vida sobremanera laboriosa , se sentía ya
309
zas para continuar en el desempeño de tau pesada
labor. Sin embargo, su entusiasmo, prontitud y agi.
lidad, no eran las de un anciano. Su voluntad y ab .
negación le hacían sobreponerse á sus años, en el
desempeño de su ministerio . El celo del señor Ro.
jas hizo sentir su influencia basta en los más apar
tados confines de la doctrina. Recorría anualmente
el curato, misionando en los principales centros de
la población española, como en las miserables re
ducciones de los indios, fortaleciendo de esa mane.
ra á los unos en la fe y alumbrando en su cegue.
dad á los otros . El señor Rojas siempre correspon .
dió dignamente á la confianza y al cariño con que
le distinguieron sus Prelados; y satisfizo cumplida
mente a las esperanzas, que abrigaban sus deudos y
feligreses, al ser nombrado cura de la parroquia de
su nacimiento .
Desde su llegada á Rauquén , desplegó gran celo
y eritusiasmo por el mejoramiento material y espi
ritual de su parroquia. Comprendiendo la imposi
bilidad de servir por sí solo tan dilatada doctrina,
solicitó y obtuvo el nombramiento de un teniente,
en la persona del presbítero don Bernardino Fer
nández, á quien fijó por residecia el Carrizal, ha
cia la costa de Putú . Aquí la población se acrecen
taba día á día considerable mente, y la presencia de
un sacerdote se hacía más y más necesaria , para la
conservación de la fe y el mantenimiento de las
buenas costumbres.
Muy sati fechos del celo del párroco de Rauquén
debieron encontrarse siempre los Obispos Romero,
Rojas , del Pozo , Sarricolea , Bravo de Rivero y
González de Melgarejo, que gobernaron la diócesis
de Santiago, mientras don Jacinto Rojas fué cura
de esta doctrina .
El primero de estos obispos , el Iltmo. don Luis
310
Francisco Romero, en la visita que hizo á su dióce
sis , se sintió verdaderamente apenado, al ver el
desconsuelo á que se veían sometidos los párrocos ,
cuando enfermaban . Las enormes distancias, que
separaban á las cabeceras de las parroquias, hacían
muy difícil que los curas pudieran recibir la asis .
tencia de un sacerdote, en las supremas angustias
de la muerte. Compadecido del abandono á que se
veían reducidos en su últiina enfermedad , impuso
entre algunos curas la obligación de auxiliarse inu
tuamente en aquellas circunstancias, siempre que
fuerau solicitados sus servicios por el que se encon:
traba en artículo de muerte. En 1710, determinó el
señor Romero entre qué párrocos existiera esa reci .
procidad de obligaciones. El cura de Rauquén y el
párroco de Talca , según órdenes del Obispo, debe .
rían prestarse entre sí los últimos auxilios de la re
ligión .
En una declaración, prestada por el señor Rojas
de Sandoval, eu 1743, decía : que era cura de Rau
quén más tiempo de treinta años. Probablemente
computaba también el tiempo , que había sido vice.
párroco de Libún .
El Iltmo, señor González de Melgarejo, al impo
nerse de que el párroco se estaba quitando la vida ,
soportando sobre sus hombros una carga más pesa
da de lo que las fuerzas permitían al venerable au
ciano, le eximió del cargo de cura de esta doctrina.
En once de Marzo de 1749, «hallándose en cre
cida edad » , como dijo, permuto, con licencia del
obispo, el curato de Rauquén por uvas capellanias,
que en su lugar le dió don Pedro de Bárcena, quién
nunca llegó á ser párroco de este curato. Falleció
don Jacinto Rojas el año 1756. Era uno de los sa.
cerdotes , que en su tiempo formaban la Herman
dad de San Pedro . Don Jacinto obtuvo el grado de
311
Maestro; y figuró como uno de los sacerdotes más
ilustrados de su tiempo. Sucedió al señor Rojas don
Antonio de Quintanilla, quien obtuvo en el clero ,
como su antecesor, el grado de Maestro . Á la muer
te del señor del Pozo y Silva , ya era sacerdote, por
que fué uno de los que aplicaron misas por el alma
del prelado, en la forına que él lo había establecido
antes de morir. Ew 1745 , aparece en el número de
los presbíteros residentes en Santiago. Dificil era al
señor Quintanilla granjearse desde el primer mo .
mento la voluntad de sus feligreses, que lloraban
en el señor Rojas la pérdida de su padre, de un
pastor y de un apóstol.
El señor Quintanilla continuó la penosa tarea del
ministerio parroquial, que con tanto celo había ejer
citado el señor Rojas, imitando en cuanto pudo á
su antecesor. El nuevo párroco se consagró de lleno
á la evangelización de los rudos habitantes de la
montaña. En esta tarea, al parecer tan ingrata, en
contraba sus delicias el ministro del Señor. Estimu
lado en su celo con el abundante fruto, que resul
taba de las misiones, las daba todos los años en
Libún, Picbingueleo, Palhuén y Coipué. Ayudabanle
en estas obras sus dos tenientes, don Mateo de Ma
rigorta y otro sacerdote de apellido Roa , que se es
tableció en la capilla de Palhuén, dos leguas al norte
de Gualleco .
En esta época llevaban libros parroquiales en la
vice- parroquia de Carrizal . Parece que el señor Quin .
tanilla reaccionó en este sentido, dándose el trabajo
de asentar personalmente las partidas, en confor.
midad á los datos que el vice-párroco le suminis
traba .
En 1748, el Iltmo, señor Govzález de Melgarejo
volvió á visitar nuevamente esta doctrina . Muy sa.
tisfecho debió retirarse el Prelado en vista del celo
312
del virtuoso cura, que con ejemplar desprendimiento
y sublime abnegación servía tan extensa doctrina .
En este mismo año se hizo donación a los jesuítas
de los fundos Quivolgo y Guenón, en la región más
occidental de la parroquia, en la desembocadura del
río Maule. Los jesuítas denominaron estas propie.
dades fundo del Corazón de Jesús de Quivolgo . Es.
tablecieron allí molinos, astilleros, é hicieron plan .
taciones de viñas , llevando el progreso á aquella
apartada comarca, sumida hasta entonces en la bar
barie . Estos fundos favorecieron en las estaciones
del invierno y primavera la crianza de animales,
que los jesuítas tenían en el Fuerte de Duao . Esta
estancia se llamaba antiguamente Perquén . Los je.
suítas la désignaron después Santa María del Fuerte,
por el fortín que tuvieron allí los españoles . Des.
pués del extrañamiento de la Compañía de Jesús de
Chile, este fundo se vendió en dos mil pesos , la ka
cienda de Guenón , en $ 6,317 , y la Estancia de Cai
mauchin en $ 6,820. Cuando vino la ley de des
tierro de los jesuítas, se ocupaban éstos en construir
la iglesia de su residencia, en Talca , en lo que forma
hoy el convento de Santo Domingo.
La presencia de los jesuítas en la parroquia, si
era una garantia de progreso para la costa de la
provincia , era á la vez uno de los grandes triunfos
de la fe en las playas de la provincia. El celo de los
hijos de San Ignacio no se limitaria sólo a la cate.
quización de sus súbditos. Su celo no reconoce lí.
mites. El señor Quintanilla así debió comprenderlo;
y debió experimentar gran regocijo, con la venida
de nuevos operarios á un extremo tan apartado de
su curato .
313
D. Pedro José de la Barrera .
En 1749, el señor Quintanilla hizo entrega de la
parroquia al Licenciado don Pedro José de la Ba.
rrera. En 1751 , fue nombrado cura de Talca dou
Antonio de Quintanilla . Siendo cura de esta ciu .
dad , en 1758, vióse azotada su parroquia por el
flagelo de la viruela . Tanto terror había en aquellos
tiempos por esta epidemia , que a los enfermos se
les aislaba, como se hacía con los leprosos en el
Oriente. Sus cadáveres eran sepultados en las mon .
tañas . Todo lo que había servido para su uso era
quemado y echado al agua , ó esparcidas al viento
sus cerizas. Las personas que habían asistido ó co
municado con los variolosos , debían someterse á
una extricta cuarentena, antes de aparecer en el
seno de la sociedad . Los mismos párrocos estaban
sometidos á un régimen semejante, que rayaba en
ridiculez . Las autoridades civiles y eclesiásticas ha
bían dictaminado sobre el particular y dictado se.
veras ordenanzas.
El señor Quintanilla consideraba extremosas las
precauciones sanitarias, tomadas por las autorida
des, y reputaba pusilavimidad lo que sus feligreses
juzgaban una medida de prudencia. Por todos los
medios posibles , trataba de convencerles de que
esas exageraciones eran más bien, hasta cierto punto,
perjudiciales para ellos mismos. Él salía a la calle
é iba á casa de su familia, con escándalo de sus fe.
ligreses, que habrían deseado que pasara encerrado,
aspirando alcanfor, ó dándose sahumerios de ajenjo
y de yerba ruda. El mismo Cabildo de Talca tuvo
que tomar cartas en el asunto . Quejóse esta Ilustre
Corporación al obispo, porque el cura no guardaba
cuarentena , cuando iba a confesar variolosos , según
314
disposición del Prelado y exhorto del Cabildo, á
decir de éste ; y así añadía que: « habiendo salido a
confesar sobre treinta apestados , se viene á esta
villa , inetiéndose de poche á casas particulares, y
no sufriendo su buen miramiento permanecer oculto,
salió a la calle, después de tres días , haciendo poco
caso del peligro y del respeto a la seriedad del man
dato y de esta Villa » .
Estas reyertas tuvieron por consecuencia el des
contentamiento de los mos y el aburrimiento del
otro . Ese mismo año abandonó el señor Quintani .
Ila la parroquia, siendo propuesto algunos meses
después, por el Gobierno, como párroco propietario
de la doctrina de Rauquén).
El Obispo de Santiago, deseoso de imponerse de
las nuevas necesidades de la parroquia de Rauquén ,
y no pudiendo hacerlo personalmente, encargó ha
cerle una visita al Vicario Foránes de Valparaíso,
don José del Pozo y Silva ,
En 1751 arribó á Libún el . Visitador. Se bizo
conducir á dicha vice- parroquia los libros corrientes
del curato, para hacer la revisión de ellos . Estable.
ció algunas ordenanzas relativas al manejo del ar
chivo, é impuso su observancia, « bajo las penas
arbitrarias á su dignidad ».
Algunos feligreses se querellaron de que el señor
Barrera presentaba dificultades para que los cofra
des de Nuestra Señora de la Gracia se sepultaron
en la iglesia del convento de San Agustín de Talca .
Otros le hicieron cargo de « que obligaba con apre
mio eficaz á los indios á asistir á misa y á la expli .
cación de la doctrina, en los días festivos » . El señor
del Pozo instruyó sobre lo primero y amonestó por
lo segundo al señor de la Barrera.
No sabemos que en Rauquén hubiera en este
tiempo otra cofradía que la de Animas; уy de la exis
-315
tencia de ésta no tenemos otros datos que los que
se relacionan con las gracias, que por un breve es .
pecial le fueron concedidas por Su Santidad Bene
dicto XIV. Por otro breve , que lleva la misma fecha,
concedió el Sumo Pontifice dos días de jubileo
anual, á cada fiel que visitara la iglesia parroquial
de Rauquén . El señor Barrera , por medio del Pro
curador gestionó el reconocimiento de esos breves,
en la curia de Santiago.
La presentación del párroco y el decreto del obis .
po, con el informe del Comisario Apostólico son los
documentos más antiguos de correspondencia ofi
cial, con que cuenta el archivo de esta parroquia .
Hareinos una transcripción literal de los dos pri
meros originales, conservando en ellos hasta las
faltas ortográficas .
( S.2a Illusmta . S.a
ElLizi. Dn . Juan Frías como apoderado del D.°
Du . Pedro de la Barra Cura y Vir de la doctrina
de Rauq " . por eso ante V. S. Illusma. coino mas
aya lugar en dro, digo que según los dos brebes de
N. S. P. Benedicto decimo quarto, varias indulgen
cias se concedieron á la Iglesia Parroquial de dho
Ruuq" . assi para las animas del Purgatorio como
tambn, para uno y otro sexe que la visitaren y por
que los dias que se hau de señalar se dexan al arbi
trio del hordinario, en esta atenzºn se ha de servir
V. S. Illusma . de conseder liciencia para su publi.
cacion conforme al passe del Comº . Appcº. seña
lando dhos dias, y lo demas que en dbos brebes se
previene aqui por expresso por tanto = A V. S.
Illusm". pido y supcº , que aviendo por presenta
316
dos dhos y brebes y licencias se sirva demandar lo
que llevo pedido que es just.a
Fr. J. Frias y Salgado.
Al pie de esta misma solicitud contestó el señor
Alday en la forma siguiente:
« En la ciud. de Santiago de Chile en dies dias
de el mes de D.e de mil sets . sinqa. y quatro años
el Yit. Sr. D .: Manuel de Alday Canonigo Doctoral
desta Santa Yglesia Catedral Obpo electo de esta
ciud . de el Consejo de Su Magd. y Governador de
este Obpdo . = aviendo visto dos brebes de Nro . Muy
Santo Padre Benedicto Desimo Cuarto dado en
Roma a siete de Nob.e del año pasado de mil sets
Sing y dos en que por el primero consede a los co
frades Difuntos de ambos secsos de la cofradía de
las Benditas Animas de la Iglesia Parrogl de Rau
quen que Selebrándose por eilas Misa en el altar
de dha cofradia de la Conmemorasion de los Difun .
tos , en los de la Octaba, y en uno de cada Semana,
que señalare el ordinario; salgan las almas de dhos
cofrades por quienes se aplicase el Sacrificio de las
penas del Purgatorio=y en el segundo consede yn
dulgencia Plenaria á todos los fieles que confesados
y comulgados visitaren dha Iglesia Parroql y roga
ren por las necesidades comunes de la Iglesia y dos
dias del año que se asignaren por el ordinario.
Cuios brebes estan pasados por el Sr. Com . Gl . de
la Santa Cruzada=Dixo que Mandaba y maudo se
cumplan y executen . y el Cura de la expresada
Doctrina Publique las dhas Gracias y le dio Comi.
sion , para que señale asi el dia de cada Semana, en
que a de ser Pribilegiado el altar de la cofradia
como los dos del año, en que se ha de ganar la in
-
317
dulgeucia Plenaria. Poniendo á continuación de
dho auto la asignacion que hisiere. y que trasunte
dhos brebes y esta probidencia con la asiguasion
en los Libros Parroquiales Guardando en el archivo
los originales y asi lo proveyo mando y firmo Su S.
Sa. Ylta. de que doy fee . =
Dr. Aldays .
Por Mando de el Obp. mi Señor
Joseph Rodrigues Noto Pubo » .
Los pases áá que se hace alusión fueron expedidos
en Madrid , el 20 de Julio de 1753, por don Andrés
Zerezo y Nirva, á quien fueron presentados los
breves, de que vamos hablando. Los originales
se encuentran en el archivo parroquial , como antes
ee ha dicho.
En cuanto al primer privilegio, el altar de Rau.
quén se declaró privilegiado en todos los domingos
del año. Por lo que respecta al segundo copiaremos
textualmente las palabras del señor José Palina, No
tario Público, ante el cual hizo la asignación de
dichos días el pirroco, Sr. Barrera . « ... y qe. por
qto tenia experiencia de qe en el dia de Vera Seño
ra de la Limpia Concepcion era grande el concurso
de la gente á la adoracion de la Limpia Concepcion,
y qe assimismo concurria mucha gente en el dia de
Pasqua de Resurreccion por la obligassion de ei
cumplimiento anual con ntra Sta. M.e Iglesia ; decla
raba por dias de Jubileo los expresados dias ... »
Llamaremos la atención hacia la concurrencia
extraordinaria de fieles el 8 de Diciembre. El Jubi .
leo de este día vino á aumentar más la devoción,
que desde tantos años atrás tenían los fieles á María ,
en el misterio de su Concepción Inmaculada .
318
Los feligreses de Rauquén hicieron llegar nuevas
quejas al Obispo de Santiago en contra de su pá
rroco, el señor Barrera . Entre los cargos, era el pri
mero: que dejaba la iglesia parroquial sin Misa , en
algunos días festivos, por ir á decirla, como á cinco
leguas, al norte de Rauquén , en las casas del fundo
de Tutucura , adonde ocurría una afluencia de fie
les cinco veces mayor que en Rauquén ; por ser
Tutucura un punto céntrico de los lugares poblados
del valle de Pencahue.
Se presentaba como un crimen , que el Cura po
seyera y beneficiara la mina La Pata de vaca .
Se levantó el grito al cielo, porque un enfermo
murió sin confesión , porque el Cura, encontrándose
enfermo, no fué á confesarle, esperándose para ir al
día siguiente, llevándole á la vez el Viático, desde
Tutucura á Mataucilla, á dos leguas de distancia.
Él creia que la enfermedad no era tan grave.
Se acusó al señor Barrera de que establecia rama
das de matanza, levado por espíritu de lucro .
El Obispo de Santiago mandó un Visitador, que
se trasladara á Rauquén , Libún Tutucura y demás
puntos en relación con los cargos hechos al párro
co; y que tomara declaraciones minuciosas y jura
mentadas de la gente seria y conocedora de los acon
tecimientos de la parroquia .
En el caso presente, como en la generalidad de
los casos, unos cuantos descontentos, que nunca
pueden faltar en un curato, se apropian la repre.
sentación de toda una feligresía para detractar á
un párroco, que no satisface á sus caprichos. Los
Prelados , tan celosos del bienestar de su grey, na
turalmente se sienten alarmados; y son en algunos
caeos sorprendidos. De las informaciones practica
das , resultaron ser infundadas las quejas de los fe
ligreses de Rauquén .
319
Según las declaraciones hitchas por el señor Ba
rrera para justificarse de los cargos que se le ha
cían ; y, según lo que dijeron los otros declarantes,
en lo que se refiere a las ramadas de matanza: Era
verdad que había hecho beneficiar una partida de
cabras que tenía, debido á que, por la escasez de
dinero, los feligreses satisfacían sus derechos, pa
gando á razón de tres cabras por cada óleo.
Antes de comentar desfavorablemente la con .
ducta del señor Barrera, atendamos á las costum
bres y circunstancias de la época. Si en pleno
siglo XX escasea , en muchas ocasiones el circulan
te, que no sucedería en aquellos tiempos, en que
la metrópoli, si no pretendía absorberlo todo, por lo
menos tenía que dedicarlo todo á sostener los gas .
tos de las guerras de la Araucanía ? - En casos como
éstos las transacciones comerciales, las satisfaccio
nes de deudas ó derechos, las limosnas y donacio
-
nes , necesariamente tendrían que hacerse en sus
equivalentes. Sólo en 1601, circuló moneda por pri
mera vez en Chile. Hasta esta fecha los negocios
se hacían cambiando especie por especie, ó pagan
dolas en oro en polvo al peso.
En tiempo del Ilustrísimo señor Villarroel, á
causa de la escasez de numerario, llegó á hacerse
una práctica común el que los fieles satisficieran
sus derechos con cabras, que abundaban mucho y
eran de un infimo valor en aquella época. Sobre el
particular dice el señor Villarroel: « En mi obispado
siempre se ha usado tever los clérigos cabras,
criarlas, matarlas, y vender sus cordobanes. Y si
estos ganados son nuestros frutos, porque en Chile
esa es la gruesa de nuestros diezmos, si los tomáre.
mos para beneficiar nuestras especies; ó de los que
sacan dispensas cobrásemos en cabras por facilitar
la paga : y las recogiésemos , criásemos y tomásemos;
320
.
no me parece nos encontraríamos en la categoría
de los Clérigos mercaderes » ,
Las dificultades, presentadas al señor Barrera, no
fueron suficientes para aminorar el celo y entusias
mo con que trabajaba por mantener y fomentar la
piedad entre sus feligreses. Convencido estaría el
señor Barrera de que el Párroco, más que otro
alguno, debe rectificar diariamente la intención de
sus obras, si no quiere seutirse profundamente
afectado por las decepciones, que a cada paso se le
presentan. Su Calvario será el campo, que más
haya regado con sus sudores; y sus verdugos, las
personas, que más de cerca hubieren experimenta
do sus beneficios. Pues, es tal la condición de un
Párroco, que si practica noventa y nueve obras, de
ciento que hay que hacer, sus feligreses se olvida
rán de que hizo noventa y nueve, para preocuparse
solamente de la una que dejó de bacer. Y de esto
harán pábulo sus enemigos, para procurar su ruina
y con ella la de la fe.
CAPÍTULO IV.
DIVISIONES DE LA PARROQUIA .
El Iltmo. señor González de Melgarejo, en las
Visitas, practicadas en el corregimiento de Maule,
había palpado las necesidades espirituales y parti
cipado de las miserias temporales de los habitantes
de las doctrinas de Peteroa y Rauquén . Una y otra
exigían una pronta desmembración ; ó que, como
medida provisional, se trasladaran los asientos de
321
estas parroquias á puntos inás céntricos de sus reg .
pectivos territorios de jurisdicción.
En esta época había abrazado el sacerdocio y re .
cibido una prebenda en la Iglesia metropolitana,
el más íntegro é ivfluyente de los jurisconsultos de
Santi: go, don Manuel Alday y Aspee. Este aboga.
do se liabía hecho notar por su talento sobresaliente,
y por un “ ( aridad y desprendimiento no comunes.
Si Alday y Aspee no aceptaba una causa , era un
indicio de que no era justa. Si un pobre le confiaba
un pleito, su defensa era gratuita. Alday y Aspee
tenía por principio: que un abogado no debe reci
bir bonorario, sino por los pleitos en cuya defensa
ha obtenido el triunfo .
Desde que vistió la sotana el señor Alday , sus
compatriotaa aspiraban á verle ( bispo, prometién
dose de su actividad , virtud y talento , los bienes que
inás tarde reportó al episcopado chileno. El preben :
dado de la Catedral de Santiago estaba tan al co .
rriente del gobierno de la diócesis, como el mismo
Obispo. A la muerte del señor González de Melga
rejo, con gran contentamiento de todos sus compa
triotas , fue designado el señor Alday para sucederle .
Una de las primeras necesidades, que trató de re
mediar el nuevo obispo, fué el servicio de la parro
quia de Peteria, trasladando la cabecera de este
curato á Longocura. Parece que esta traslacion no
alteró les limites de la parroquia de Rauquén . En
1756 , se comunicó al señor Barrera la facultad , que
Su Santidad concedía de aplicar indulgencia ple.
paria á los moribundos. El señor Alday bizo trans
cribir y firmó la fórınula, establecida para estos ca
808. Los sellos que se empleaban en esta época,
consistían en la aplicación de una pieza de cera so.
bre el pliego, colocando sobre ella un pedazo de
APUNTES
21
322
papel, encima del cual se aplicaba el sello, que que
daba como grabado de relieve.
Desde su promoción al obispado, el señor Alday
se vió animado del más vehemente deseo de visitar
el territorio de su diócesis, para conocer á sus feli
greses, para imponerse de sus necesidades y arbi
trar los medios de remedisrlas. En 1758, arribó basta
Rauquén , recorriendo las poblaci nes, y visitando
hasta las más fragosas eerranías. Buscaba entre és
tas al pobre para consolarle. En los parajes pobla
dos levantaba altar, para administrar los Sacra
mentos, propios de su orden , é instruir á su rebaño
en los principales rudimentos de nuestra fe. Si el
señor Alday se retiraba de aquel lugar, y si sulía
de la parroquia, era después de baber ejecutado
cuanto era practicable, según las circunstancias del
tiempo y de las personas en aquella localidad . Ep
el auto de Visita dejó algunas instrucciones, refe .
rentes a la corrección de forma de asentamientos
de partidas . Pues en todo tiempo los obispos han
sido celosos custodios y escrupulosos fiscales de
archiyo parroquial .
En 1759, el señor Quintavilla volvió á bacerse
cargo del curato, que diez años antes había entre
gado al señor Barrera, á quien ahora vino á suce
der, como cura en propiedad.
Don Pedro Barrera fué después cura de Illapel.
Los últimos años de su vida los pasó en Santiago,
donde murió el 25 de Junio de 1770 .
Acompañaba al Sr. Quintanilla el presbítero don
Rafael Urquiola, á quien confió la atención de la
vice-parroquia de Carrizal.
Los fravciscanos trasladaron á Carrizal, en 1735 ,
la Conversión que habían establecido en la Huerta
de Maule, en 1729 .
La importancia de ocasión , que tuvo en aquel
323
tiempo Talpén, hizo que el párroco y s : ñor Urquío
la trasladaran la cabecera de la vice- parroquia á este
lugar, situado á menos de cinco kiiómetros al S. E.
de Putú .
En la especificación de castas, que se anotaba en
los libros parroquiales, al margen de las partidas,
se observa la disminución progresiva de los indios,
debida á la emigración bacia el sur , y á la mezcla
de razas , que dió origen á que se upieran en la
misma sangre el valor del araucano y la nobleza
del español.
Fr. Justo Alvarado .
El señor Quintanilla, cargado ya de años, en el
ejercicio del ministerio parroquial, comprendiendo
las dificultades que ofrece el servicio de una parro
quia extensa , á un sacerdote anciano, se buscó un
tepiente cura activo y competente, en el cual hizo
pesar el trabajo, reservando para sí la responsabili
dad. Fray Justo Alvarado le acompañó, en esta con
dición , por muchos años. En muchos casos sucede
que el cura se lleva la gloria y el sotacura el traba
jo . La Iglesia condena esta práctica .
La intimidad de relaciones de amistad , que siem
pre mediaron entre el señor Alvarado y los reli
giosos del convento de San Agustín de Talca, fué
muy beneficiosa á los feligreses de Rauquén. Cou
frecuencia vemos figurar el nombre de uno ú otro
padre de dicha comunidad , en los libros parroquia
les, prestando los últimos auxilios de la religión á
un moribundo, ó haciendo en seguida sus funera.
les; haciendo ingresar al niño al seno de la Iglesia ,
y presenciando después su matrimonio .
En este tiempo, había en la ciudad de Talca un
sacerdote, que se distinguía por su abnegación
324
a postólica, entre todos los ormitaños de la orden de
San Agustin . Era éste Fray Pedro Bravo, cuyos mé
ritos debían elevarle más tarde al superiorato del
convento de dicha ciudad . La provincia de Talca y
especialmente la parroquia de Rauquén , fueron el
teatro de las correrías apostólicas de Fray Pedro.
Por medio año estuvo evangelizando la doctrina de
Rauquén . E tre otras misiones dió una eu Huilli
volvo (Huilliborboa ), en la hacienda de don Garcia
Ramírez , tronco de la distinguida faipilia de ese
apellido, que conserva como herencia, parte de
aquellos campos. El celo del padre Bravo despertó
en el corazón de don García sentimientos de cariño
por el padre y por su orden . Probó su ainor á la
comunidad, estableciendo en su favor censos sobre
sus dos huciendas de Huilliborboa y El Durazno,
(al norte de Litú). Cada una de estas haciendas te.
nía más de mil quinientas cuadras de extensión.
El padre Pedro tiene un fiel imitador eu Talca,
en un religioso de su misma orden. El padre Agus
tín Valenzuela es uu apóstol en la provincia. Todos
los pueblos reciben las influencias de su celo y los
beneficios de caridad .
En 1763, se declaró privilegiado el altar mayor
de la Iglesia parroquial de Reuquén, en cuyo trouo
estaba la imagen de Nuestra Señora de Purísima,
que actualinente se veuera en la iglesia de Corinto .
Eu los últimos días delines de Diciembre de
1761, el Ilustrísimo señor Alday llegó por segunda
vez de Visita , recorriendo los escabrosos senderos
de la montañosa comarca del curato de Rauquén .
Se necesitaba el celo de un Obispo y la caridad de
un apóstol , para resolverse á empreuder una segun
da Visita á una diócesis tun dilatada y sin vías de
comunicación, como era entonces el obispado de
Santiago. Por otra parte, él se imponía un excesivo
325
trabajo. Compartia con los misioneros el número
de pláticas y las horas de confesiones . En los libros
parroquiales no encontró grandes defectos que co
rregir, no teniendo por esto, mayores observacio
nes que hacer.
En esta época , en el extremo occidental de la pa
rroquia, tuvo lugar un hecho, que fué de gran re
scpancia en todo el reino de Chile. No están acor
des los historiadores, al determinar el año en que
ocurrió este suceso. Seguiremos la autorizada opi.
nión de don Francisco S. Asta- Buruaga .
Había salido de Cádiz, en dirección á Chile, una
embarcación española , cargada con mercaderías de
gran valor. El Oriflama, que este era su nombre,
vióse sorprendido por una furiosa tempestad, que
se desencadenaba en los mares de la costa de la
doctrina de Rauquén . En las avanzadas horas de la
noche del 25 de Julio de 1770, el navío, hecho el
juguete de las olas, vino á encallar en la desembo .
cadura del estero de Libúp que, al vaciarse en el
mar , toma el nombre de Huenchullamí. Allí, hasta
hace pocos años se veían los restos del buque, en la
resaca del mar.
Entre los cadáveres, arrojados por los furias del
mar á las playas de Huenchullami, se encontró el
de una señora, que tevía aferrado al pecho, entre
sus brazos yertos, una imagen del Niño Dius. Dicha
imagen se ha trasmitido, como preciosa herencia
entre los miembros de la familia Andrade, una de
las que formaba la antigua nobleza de la ciudad de
Curepto. Ese piade so legado histórico lo ha recibido
últimamente el párroco de Cáhuil, don Luis Alber
to Rivera de Andrade.
Contra la opinión del autor citado está la de
otros, que hacen ocurrir este naufragio antes de
1760. Don Benjamín Viruña Mac kenda, en esta
326
divergencia de opiniones, se sirve con Eagacidad,
de la expresión allá por los años 1760 ....... Así no
hay peligro de errur ; aunque á él poco le iinportaba
esto .
Eu el <« Album de la Gloria de Chile », dice el se.
ñor Vicuña M.: « Todos los Letelier de Chile, sin
excepcióv) , arrancan la procedencia de su raza de
un caballero francés que respondía al apellido del
famoso padre Letelier, pero áa quien los antiguos
cronistas, como Molina, que ponderó su prole de
doscientos hijos y nietos, llainaban Lothalier, Apor
tó el fundador náufrago del pavío Oriflama, en la
costa de Huenchullallí, provincia de Talca , allá por
los años 1760 » .
Si el señor Vicuña Mackenna hubiera registrado
el archivo de la parroquia de Rauquén , no habría
hecho una afirmacióa tan cutegórica como falsa;
que todos los Letelieres, sin excepción, descienden de
un náufrago de Huenchullamí. Y no habría tampoco
necesitado del Oriflama, para hacerles venir de
Francia. La faina y popularidad de que goza el se
ñor Vicuña Mackenna, por la fecundidad de su in
gepio , establecen la necesidad de exhibir documen .
tos, para desmentirle en sus aseveraciones. Y aun
así correremos el.peligro de que no se nos crea.
En el archivo, mencionado poco antes, se registra
la siguiente partida de matrimonio, que transcribi.
remos literalmente :
« En veinte y siete de Julio de mil setestos y seis
años case y vele, según el orden de nta" . Suta Me .
Yglesia católica Romana á thomas de lotelier, natu
ral de Samalo Reino de fransia , hijo legítimo de
Josefh de lotelier y michaela flores, cou D.a Marga:
rita de Vergara , hija legítima del Oap . Mil. de
Vergara y de D.a María carbajal naturales del parto.
de inaule, en la Viceparroquia de libun, como cons
327
ta de sus informaciones a que me Remito . - Nicolas
Bravo » .
Entre otros, procedieron de este matrimonio doña
Micaela, que casó, siendo muy joven, con el chilla
nejo don Javier Rivera; doña María , esposa del
teniente don Juan de Miño, que fué madre de nu
merosos hijos, en la costa de la provincia; doña
Ana, que dió su mano á don Juan José Vergara ,
para formar, con su hermano Pedro, en matrimo.
nio con doña Micaela Núñez, dos hogares muy dig .
tinguidos del corregimiento de Maule.
De estos y otros matrimonios nacieron numerosos
hijos, que fueron bautizados, y algunos aúu casa
dos, en la parroquia de Rauquén, antes del vaufra
gio del malbadaro Oriflama .
La familia Letelier ha dado en la parroquia de
Rauquén , ó Pencahue, sacerdotes á la Iglesia, hé.
roes á la Patria, filólogos á las letras y jurisconsul
tos , que han dado lustre al foro chileno.
Elaño 1777 , el Iltmo. Señor Alday á pesar de
tus sesenta y tres años de edad, se sintió con fuer
zas todavía para recorrer las setenta leguas de ca.
mino, que median entre Santiago y Talca, para
hacer una nueva visita á la doctrina de Rauquén .
Esta es una de las pocas parroquias de Chile, que
han tenido la dicha de recibir tres Visitas pastora
des, practicadas por el mismo Obispo.
Acompañaba al señor Quintanilla , en este tiem.
po, como teniente de cura , el padre Justo Alvarado,
tad celoso como competente en el manejo de la
parroquia . El anciano párroco descargó todo el peso
del trabajo en el activo sacerdote que le acompa
naba. Nisiquiera las partidas recibían la autoriza
ción de su firma . Sobre esto último le amonestó el
Visitador, don Pedro Pablo de la Carrera, exigién
clole, que si no escribía él mismo las partidas, de
328
bería , por lo menos, dictarlas personalmente, y en
todo caso firmarlas de su puño y letra.
Sucedió en aquel tiempo, que el señor Alvarado
preseació dos patrimonios, cuyos contrayentes, de
mala fe, ocultaron los parentescos de afinidad , que
dirimían ambos matrimonios. Arrepentidos de su
falta, ocurrieron á solicitar del párroco la revalida
ción del acto. El señor Alvarado dió cuenta del be:
cho al Iltmo. señor Alday . Al márgen y pie de la
misma carta , contesto de su mano el Obispo, auto
rizando la revalidación y aconsejando al párroco
que: « para escarmiento de los fieles suspenda la
censura á los contrayentes en la puerta de la igle.
sia ; y que cada uno de ellos de seis pesos para la
fábrica de la parroquia, ó trabaje personalmente
por un mes, en las reparaciones , que en el templo
se estaban practicando.
Esto de ocultar impedimentos es más común de
lo que se puede tener idea . De aquí pace también,
que haya más matrimonios pulos de lo que parece
creible. Nos consta este caso. Desde ocho leguas de
distancia, llegaron dos amantes á la oficina parro
quial de un cura. Solicitaban que se les recibiera
las informaciones matrimoniales , que venían á ren .
dir. Traían por testigos á la madre y á un tío ma
terno de la joven. La pobreza y la distancia , según
ellos, habían sido la causa de no encontrar otras
personas, que quisieran acompañarles. Juramenta
dos en la debida forma , declararon los testigos: que
creían que no hubiera habido relación alguna, que
anulara aquel matrimonio. Para el dia del casa
miento llevaron como testigos, (llamados vulgar
meute padrinos) á dos habitantes del lugar, asiento
de la parroquia, á quienes ni conocían . Las razones
del primer viaje, eran una excusa , alegadas en el
329
-
segundo. Se confesaron yy comulgaron en la misa
de la bendición nupcial . Un tiempo más ...... y? Lo
que pasa en los matrimonios: el primer disgusto. En
seguida al tribunal . De las declaraciones salió á luz:
que el dicho fulano era casado con una hermana
de la sutana, inscrito en el registro civil con otra
hermana, tenía hijos de otras dos de ellas; y talvez
estaba en relaciones ilícitas con la modre. ¡Qué bo
rrur! ¿y ese monstruo ? Escapó dy el enjambre fra.
terpal de furias ? Quedó en el nido de la buena ma
dre, llorando como palomas la ausencia de su que
rido. ¡Cuántas anécdotas podríamos referir!
El señor Alvarado había emprendido trabajos de
conservación en la iglesia y edificios parroquiales.
Después de tener acopiadoe los materiales, solicitó
la aprobación de su prelado. El señor Alday le esti
muló á continuar en aquella obra, que había llega
do á constituír una vecesidad en la parroquia .
La erección de la parroquia nueva de Peteroa ,
que pasó después á Lontué y en seguida á Molina,
la babía llevado a cabo el señor Alday , el año 1767 ,
sin comprometer en pada los intereses de la doctri
na de Rauquén . En 1783, la antigua parroquia de
Peteroa, trasladada antes á Longocura, y conocida
en esa época con este nombre, pasó a establecer su
cabecera eu La Capellania de Curepto. Esta trasla.
ción debió afectar en parte el orden espiritual de
la sección de montañas y de la costa del curato de
Rauquén .
Eu 1785, don Antonio de Quintavilla hizo entre.
ga de la parroquia al cura interino, don José Dono
so y Arcaya . Durante los veinticinco años de per
manencia del señor Quintanilla en Rauquén sirvió
la vice-parroquia de Carrizal el presbítero señor Ur;
quiola , de quien en otra ocasión hemos bablado. Á
330
este sacerdote le sucedió Fr. Valentín Garte, Defi.
nidor del Convento de Ermitaños de San Agustin
de Talca .
El señor Alvarado se retiró también de la doc.
trina. Sus méritos recibieron por premio ser el pri.
iner párroco de Pelarco, en 1787, en que el señor
Alday erigió esta nueva parroquia, desmembrán .
dola de la de Talca .
El señor Alvarado aparece un párroco modelo.
Tendría por regla: que nadie saliera descontento de
la oficina parroquial. Principio sabio y fácil de cum.
plir, si se usa de generosidad, amabilidad y buena
voluntad. Esta última condición supone otra eu el
cura de campo, y es que tenga buenos y bastantes
caballos. La razón es obvia .
La afabilidad excluye los modales grotescos y la
charlatanería, que tan mal cuadran en el sacerdote.
Tinpone á la vez un continuo vencimiento de si
mismo, ya que el ministerio parroquial, por la mis.
ma razón de lo que es en sí, se presta al desagrado
y al descontento en el trato con tanta diversidad de
caracteres. El recuerdo del divino Maestro, en su
trato con aquellos hombres rudos del apostolado,
con los hipócritas, con lo3 fariseos y con las masa
populares, son un aliento para los ministros del Se.
ñor.
Los pobladores de Tocovey, pequeño valle que
se extiende al poniente de las serranías de Tangua:
do, á inmediaciones del río Maule, eran los feligre.
res que se hallaban en peores condiciones, bajo el
punto de vista de servicio religioso. Construyóse
allí una iglesia , que en 1786 Aparece como vice
parroquial, cainbiando asi la situación de aquellos
sencillos habitantes, que hasta ahora se distinguen
por sus costumbres patriarcales.
-
331
Señores Arcaya y Gutiérrez .
Don José Donoso y Arcaya nació en Santiago, en
1758. Fueron sus padres , don José Donoso y Gaete
v doñi Maria del Carmen Arcaya y Varas, muy
Tien einparentados ambos entre las familias colo
niales de la aristocracia santiaguina. Esto de las re.
laciones era algo que preocupaba mucho a las an
tiguas familias. Ingresó al clero, en Mayo de 1782;
ſué ordenado á título de capellanía; y recibió el
presbiterado, en Septiembre de 1783. Muy joven to
davía fué vombrado cura interino de la parroquia
de Rauquén, en 1785. Antes debió ausentarse de
Santiago á ejercer el ministerio sacerdotal, porque
en el mismo mes de su ordenación daba poder á su
deudo, el Alcalde ordinario de Santiago, don José
Ventura Arcaya , para que le cobrara unos réditos
ve capellanias. En 1791 era vice-párroco del Olivar.
Sirvió la parroquia de Lontué, hoy Molina, desde
Enero de 1793 á Octubre de 1799. En este año ob.
tuvo en concurso la parroquia de Chimbarongo.
En 1805 fue trasladado a la parroquia de Valpa.
raíso, en cuyo servicio estuvo hasta su muerte, ocu
rrida en esa ciudad en Agosto de 1822.
El Presbítero don Francisco Prieto , gran fuente
de recursos para los que quieren escribir sobre anti
güedades, entre los muchos datos que nos ha sumi .
nistrado para estos apuntes, nos dice: que ha visto
una carta del señor Donoso y Arcaya, escrita en
los últimos años de su vida, y que, á juzgar por
unos versos que se contienen en ella , era don José
Donoen verificador fecundo y chietoso .
En 1787 , por circular del 21 de Agosto, comuni .
có el señor Alday nuevas ordenanzas del Rey de
7
332
España , sobre el consentimiento paterno á los me
nores de edad para contraer matrimonio.
Las circulares en aquella época eran trasmitidas
por el Obispo á los curas de cada corregimiento o
colectividad, por medio de un mismo oficio que, al
recibir un cura debía firmarlo y copiarlo en los li
bros parroquiales, dándole curso en seguida, para
que llegara á manos del párroco, á quien , según el
orden establecido, correspondiera recibirlo. Así su
cesivamente, hasta que llegaba al último párroco
del corregimiento, á quien incumbía la obligación
de devolverlo a la Curia episcopal .
Los medios de comunicación , que tenían los pue.
blos de provincias con la ciudad de Santiago, no
tran otros al principio que los que cada cual se .
proporcionaba, por medio de propios o enviados, de
cuenta personal . Más tarde hubo un servicio par
ticular, de cuenta del conde de Castillejo. Sólo en
1775, se estableció el servicio ordinario de correos,
por cuenta del real erario. Dos años antes se había
establecido el servicio de correo marítimo, entre los
puertos de Chile y la Península Ibérica.
Los correos de Santiago hacían una vez al mes
el viaje entre Concepción y esta ciudad . Valparaí..
so estaba en las mismas condiciones que la metró.
poli del sur, y no se necesitaba más . Era un acon
tecimiento, cuando la baliju conducla inás de quince
cartas entre la capital y el Puerto. En estas condi
ciones se estuvo por algún tiempo. Los habitantes
de Santiago creyeron que no tenían qué envidiar á
España, cuando tuvieron el servicio de correos hi
semanal entre Valparaíso y Santiago, y de dos ve
ces al mes entre Santiago y Concepción.
El primer administrador de correos, don Ferpan
do José de Urizar, estableció la oficina central en
su casa de habitación , calle de Santo Domingo, es
333
quina S. O. con Teatinos. Por muchos años se de.
signó este edificio con el nombre de casa del correo
viejo.
En este tiempo empieza a figurar Junquillar de
Tölpén ; pero nada de cierto puede establecerse
acerca de si allí había alguna capilla ó si solamente
se trata de algúu oratorio.
En 1788, tomó posesion de la parroquia el cura
en propiedad , don Tomás Gutiérrez. Don Tomás
Gutiérrez había estudiado Filosofía y parte de la
Teología en la Real Universidad. Luego de baberse
ordenado de sacerdote, pasó á servir de teniente
cura á in parroquia de Renca. Se opuso á dos con
cursos de curatos. En uno de ellos, en Euero de
1779, obtuvo el de Cáhuil, de donde fue el primer
Párroco. Este benemérito sacerdote se distinguía
por una acrisolada virtud, actividad y prudencia.
Rauquén descubría campo vasto al fervor de los
párrocos, dilatándose su territorio hasta el Pacífico;
abrigi ei su seno multitud de valles y quebradas,
habitadas por indios, españoles y mestizos, en su
mayor parte olvidados de sus deberes religiosos.
Los españoles, ávidos de fortuna, acomodabau la
religión á sus ambiciones. A los naturales, inclina
dos por gevio á la guerra, no les importaba sino lo
que tuviera relación con ella . Fuera de la creencia
de un Dios, lo demás les era indiferente. Este era
el aspecto religioso, que presentaba la parroquia de
Rauquén, á la llegada del señor Gutiérrez .
Rauquén había dejado de ser el centro de la doc
trina de su pombre, á causa de las desmembracio
nes porque había tenido que pasar. Pocoa , el an
tiguo asiento indígena de la reducción de aquel
valle, había venido en decadencia, desde que se
extinguió, con doña Ana, la familia de sus caciques.
La iglesia parroquial se encontraba en estado de
334
ruivas, y había que preocuparse, más que de repa
raciones, de la construcción de una nueva. Los pá
rrocos estaban sometidos al mezquino servilisino,
consiguiente á una parroquia , establecida en una
bacienda,
Dos siglos de existencia no habían bastado, para
que alrededor del templo de Rauquén se formara
una población. El excelente temperamento, la be
niguidad del clima, la situación al lado del río
Claro, y la fecundidad prodigiosa de los dilatados
campos de Rauquén , convida kan á la fundación de
una ciudad , que habría sido de porvenir en la colo
nia y de importancia en nuestros tiempos. Pero,
los hacendados de Rauquén estaban vivamente in
teresados en la integridad de aquellas propiedades ,
herencia recibida de sus abuelos. Aún más, ejercían
los Vergaras , ya en aquel tiempo , acción de domi .
pio en una gran parte de las posesiones de los To
ledos , quienes las habían empeñado á los primeros
en cincuenta carneros . Estas consideraciones entre
otras debieron influir en el ánimo del párroco , don
Tomás Gutiérrez , al pensar en la traslación de la
cabecera de la parroquia . Desde eu llegada al cura
to, se sintió dominado por esta idea , que no tardó
en poner en práctica .
Los fundos del valle de Pencahue, en el exten
sión de quince leguas, entre el Claro y las cumbres
de los cerros, que le separan de Villa Prat, eran ep
su mayor parte bosques impenetrables de espinos
seculares; y los cerros se hallaban cubiertos de
montañas de boldos, peumos, litres, robles y qui.
llayes, que la mano del hombre después ha benefi
ciado, y en su mayor parte desperdiciado, al con
vertir las antiguas estancias de ganadería en fundos
de agricultura. Pencabue no presentaba entonces
el aspecto de tristeza y desolación de hoy. Situado
335
en el punto de cruce de los caminos de Curepto y
de Tapihue á Talca , era la estación obligada de
descanso para los viajeros. Una gran posada, al
lado de las casas de los dueños de la hacienda, los
señores Olivares, y unos cuantos ranchos de inqui
linos era toda la población . Pero, la vegetación era
abundante, debido al aprovechamiento que se
hacia de las aguas de uva vertiente, que se conser
va basta nuestros días, y que se encuentra á punto
de extinguirse.
Fuera de los terrenos del litoral del río Claro,
tendráu riego artificial con el tiempo Los Cristales,
Aguada , Pichinguileo, Matancilla y Libún , si se
llevan á efecto las obras de tranques, que se pre
sentan practicables.
Pencahue era el local más aparente y εdecuado
para establecer la cabecera de la parroquia, supues
ia la alteración de los límites del curato, con la
erección de una nueva parroquia en la costa, cuyas
necesidades y conveniencias, desde largo tiempo
atrás, venían imponiéndose en el ánimo del Obis
po y de los Gobernadores del reino.
Una señora de apellido Orellana, cuyo nombre
no 1 : os ha sido posible averiguar, obsequió al señor
Gutiérrez algunas cuadras de terreno, en Pencahue,
para que biciera allí la traslación de la parroquia,
tan anhelada por él y tan deseada por la mayor
parte de su feligresía. Las maderas, para la cons
trucción del nuevo templo, fueron enviades desde
Libún por los señores Corrers, acaudalados propie.
tarios de la montaña. El Maestre de campo don
José Antonio Rojas y su esposa doña María Merce
des Aguirre, prestaron un decidido y eficaz apoyo
al celoso Párroco de Rauquén. Era don José Anto.
pio, hermano del entusiasta Cura don Jacinto Ro
jas, de quien nos hemos ocupado en otra parte, y
336
-
abuelo de don Ramón Rojas, sacerdote nacido en
la Huerta de Libún , que no hace muchos años que
dejó de existir. El rey había concedido á don José
Antonio la merced de Casa de Cadena, en la Huer
ta de Libún, que formaba con el Manzano, Monto
nera y Matancilla una sola estancia del togado
señor. Los privilegios del señor de la casa de cade
na constituían inviolabilidad del recinto, circunda
do por la cadena, semejante á un consulado. Los
que pasaban por el carpino, contiguo á la cadena ,
debían hacerlo con la cabeza descubierta, siempre
que el favorecido por la merced del Rey estuviera
á la vista. El mencionado señor Rojas interpuso su
influencia y prestó su concurso para que se efec
tuara la traslación y se llevaran á feliz térmnino los
trabajos .
Los Ramírez en Huilliburboa, los Corbalanes en
Pichinguileo, los Olivares en Pencahue, los Aceve
dos en El Estero, los Labras en Tapihue, los Valen .
zuelas en Tanguado y los Díaz en Batuco, coadyu.
varon , como personas pulientes y piadosas, en la
obra de construcción del templo y casas parroquia
les de Pencahue. Acumulados los materiales, se iui.
ciaron los trabajos en la primavera del añ 1793.
Marcharon con tanta rapidez, que en Marzo de
1794 estaban ya la iglesia y casa habitación del
cura , en condiciones de prestar servicios. El templo,
aunque sólo de regulares proporciones , tenía la ca
pacidad suficiente para contener la concurrencia
ordinaria de fieles en los días festivos . La casa era
de construcción sólida; pero el techo en la mayor
parte de paja. La iglesia era de una nave, y su po
sición , mirando hacia el Oriente. Sus dimensiones
eran de cuarenta y dos varas de longitud por diez
de latitud .
Las casas parroquiales formaban un claustro al
337
poniente del templo, y todo estaba rodeado de co
credores.
No podríamos precisar la fecha en que se efectuó
la traslación de la parroquia á Pencahue. De esto
no nos ha dejado constancia el señor Gutiérrez De
la redacción de partidas se desprende que el 15 de
Abril de 1794, ya se encontraba establecido en el
nuevo asiento del curato.
Horas amargas debió de pasar el párroco, en
aquel tiempo que podríamos calificar, por otra parte,
como días de su felicidad , porque había einpren-:
dido y realizado una obra ariua y difícil , que para
él no presentaba otro aliciente que el deber cum .
plido, en beneficio de la generalida del pueblo.
Bien sabía él , que aquella natural satisfacción debía
ir amargada por el acíbar de los resentiinientos. Los
habitantes del extremo sur del valle de Pacoa y de
Rauquén no pudieron mostrarse indiferentes á la
pérdida de aquel bien. Su valor supieron apreciarlo
en su justo mérito, sólo después de haber experi
mentado sus consecuencias, en la disminución de
valor de las propiedades y en las molestias, que im :
pone la práctica de la religión, en los puntos apar.
tados de los templos. El egoísmo de aquellos que
habían disfrutado de los beneficios imponderables,
que les reportaba la inmediación de la iglesia , no
les permitió ver jamás la razón de conveniencia,
que en estos casos obra. El párroco, que en caso
como éste actúa , lleva sobre si el apateina de los
perjudicados, y carga con odiosidades , que los ene.
migos de la Iglesia explotan , convirtiéndolas en ren
cores encarnizados, que sólo terminan con la muer
te de las personas que los sustentan .
Con la construcción de la iglesia había empren .
dido el entusiasta Cura la fundación de una nueva
aldea . Proporcionaba sitios por un cánon ínfimo
APUNTES
22
338
-
de arrendamiento; y prestaba su concurso á las
construcciones con abnegación y desinterés, que
llegaron á ser tradicionales. Así lo oímos de perso.
nas que le conocieron, y que nos ha referido que
el pueblo le daba el tratamiento de taitita Chuma,
con que gozaba el ceritativo pastor.
Unas pocas personas piadosas, unos cuantos pro
pietarios de cierta posición y algunos necesitados
fueron los primeros pobladores de Pencahue. La
mayor parte de ellos, ahogando en su pecho los re
mordimientos de la conciencia, abusaron del desin
terés de los párrocos en cobrarles los cánones de
arrendamiento . Alegando prescripción , despojaron
á la parroquia del dominio de aquellos terrenos,
que por derecho divino y eclesiástico todavía le
-
pertenecen .
Después de una constancia á toda prueba , y des
pués de vencer todo género de dificultades, pudo
ver el señor Gutiérrez, que al lado de la iglesia se
formaba una población, que él creía de un gran
porvenir.
Datos sobre algunos pueblos .
Daremos aquí cabida á una tradición popular,
que remonta hasta la época que nos ocupa ; y que
está en relación con la primera parte de la vida de
uno de los Padres de la Patria . Si ella correspon-
diera á la realidad y pudiera ser alguna vez confir
mada , vendría á llenar un vacío de la historia de
uno de los proceres más ilustres, que actuaron en
nuestra emancipación política . Corcolén pasaría á
la posteridad , como un nombre célebre, conservado
por la Historia.
Corcolén es un caserío disperso , situado en loma
jes de pendientes suaves, en el valle de su nombre
339
ó de Lo Figueroa, como ba dado en llamársele, por
el apellido de los principales propietarios de la lo
calidad , que hubo allí á mediados del siglo dieci
nueve. Para el viajero que se dirige de la costa á
Talca, se presenta a la derecha del camino el par
que Buschman, que parece una ilusión fantástica
de aquellos contrastes del capricho, que se forjan
sólo en la mente del poeta . A la izquierda, quedan
los miserables ranchos de los primitivos poblado.
res ; siguen los cerros con sus arideces; y luego al
oriente, á una distancia , que no podemos llamar
considerable, empieza el fundo de Quepo, de pro.
piedad de la familia Cruz, durante tres cuartos de
siglo.
A corta distancia del camino, se deja ver una
vertiente con un bosque de arrayanes, hacia el
norte de la carretera . Viene después la quebrada,
paral·la al camino, que une á Pencabue con la ca
pital de la provincia. Algunos perales é higueras,
entre las rocas de la quebrada, manifiestan que allí
existió alguna antigua habitacióv . Fijando la aten
ción , se notau , ocultos entre los arbustos y los es.
pinos, los escombros de una casa . En ese montón
de ruivas se oculta un misterio de la historia na
cional . La tradición apenas nos hace vislumbrar
allí la morada , en que probablemente pasó los pri.
meros años de su vida el más ilustres de los héroes
de nuestra Independencia .
· « Esta es la chea de Domingo Bascuñán , en que
se crió don Bernardo O'Higgins , aquel niño que
mató tantos godos en la ausión de Rancagua », fueron
las palabras con que un anciano nos trajo a la me
moria el recuerdo de lo que, en otro tiempo, cuan
do aún no conocíamos estos lugares , oímos referir
á un aficionado á la bistoria. Era éste uno de ayue.
l'os, que con el Cura don Tomas O’Rian pasaban
340
las noches de invierno, al lado del brasero, contando
lo que vieron, lo que oyeron y supieron de la gue
rra de la independencia de Chile. Por desgracia,
puestro interlocutor, que era un arsenal de tradi.
ciones, no tenía otro medio de autenticidad que el
así dicen, incontrastable argumento de los anti .
guos. Con una costancia á toda prueba , nos hemos
empeñado en desenterrar las tradiciones, que guar
den relación con la bistoria de los lugares de de
pendencia de la parroquia de Pencahue . Pero siem
pre nos encontramos con la misina fuente de auto
ridad , así dicen. ¿Quiénes lo dicen? Quién sabe.
Ellos lo oyeron de sus padres, á quienes lo contaron
sus abuelus.
Pocos son los documentos, que nos dan luz acer
ca de la infancia de don Bernardo O'Higgins. Don
Diego Barros Aranja cree que se crió en la casa de
don Juan Albano Pereira, áá cuyos cuidados lo confió
don Ambrosio O'Higgins, para poder salvar el honor
de la aristócrata chillaneja, y para la conservación
de su propio crédito .
La presencia del viño, en el propio hogar del se
ñor Pereira, podía despertar sospechas contra algún
miembro de su familia. Además, no habría sido éste
el medio más conducente á la reserva requerida .
Bien pudo suceder , que en el fundo de Quepo los
parientes de la esposa del señor Pereira recomenda
ran la casa de Bascuñán, como aparente para el ob
jeto , por la condición de la familia, por estar á corta
distancia de Talca y por hallarse en el fundo de la
familia Cruz . Si estas conjeturas no pasaron de ser
gratuitas, vendrían á arinonizar lo que nos enseña
la historia con las tradiciones populares .
Don Diego Barros Arana, en la Historia de Chile,
y don Enrique Espinosa en su « Geografía Descrip
tiva » , traen el uno como documentu, y el otro como
341
curiosidad , la partida de bautismo de don Bernardo
O'Higgins Pero ambos la presentan tan adulterada
que nos bemos sentido movidos á insertarla en esta
digresión histórica, en bien de la verdad. No nos
hemos conformado con copiarla personalmente del
original, bemos hecho autorizarla, en fe de la exac
titud de la travecripción. Dice así:
« Parroquia de San Agustín de Talca.
« Certifico que á fojas 24 vl . del libro número 5
de Bautismos de esta parroquia, se encuentra apo.
tada la partida que sigue: « Don Pedro Pablo de la
Carreia, Cura y Vicario de la Villa, y doctrina de
San Agustin de Talca , certifico y doi fee, la necesa
nia , en derecho, que el dia veinte de el mes, de
9
enero, de miil , setecientos, ochenta , y tres años , en
Ja iglesia Parroquial de esta Villa de Talca , puse
oleo, y chrisma, y baptise sub conditione a un niño
llamado Bernardo Higins, que nacio en el Obispado
de Concepcion, el dia reinte, de el mes de Agosto
de mil setecientos, setenta, y cche, años, bijo natul
val de el M.° de Campo General de este Reino de
Chile, y Coronel de los Reales exercitos de S. Md.
Dn . Ambiosio Higius, soltero, y de una Señora Prin .
cipa !, de aquel Obispado, también soltera, que por
su cédito, no he expresadoaquí su nombre; el qual
niño Beruaido Higins, está á cargo de Don Juan de
Alvano Pereira, resino de esta Villa de Talca , quien
me expresa, hahérselo, remitido su Padre el referi
do Dn. Ambrosio Higins, para que cuidede su crian
sa , educación y doctrina correspondiente, como
consta de sus cartas, que para este fiu le tiene es .
critas, y existen en su poder, bajo de fu firma; en :
cargándole assimesmo, que ordeve estos asuntos de
modo , que en cualquier tiempo pueda constur, ser
su hijo y lo bautice sub conditione, por no haberse
podido averiguar si estaría baptirado, quando lo tia
342
jeron, o si sabría baptisar el que lo baptisaría; ni
quienes serían sus Padrinos de agua para poder to
mar rason de ellos si estaría bien baptisado. Padri .
nos de oleo, y chrisma, y de este baptismo condi .
ciona lo, fueron, el mesmo Don Juan de Alvado
Pereira , que lo tiene a su cargo, y su esposa Dona
Bartolina de la Cruz; y para que conste, di esta eu
estos tér :ninos, de pedimento verbal de el referido
Dn . Juan de Alvano Pereira , en esta Villa de Talca
á veinte y tres de Enero de mil sotesientos ochenta
y tres años ; y la auote en este libro pa . que sirba
de partida, de que doi fée. = D . Pedro Pablo de la
Carrera . »
« Bernardo Higins español» = Talca, ( tubre 16
de,1905.Es copia cou la ortografía del original . José
Luis Espínola Cobo, Cura y Vico . Foráneo.
Sabemos por la Historia , que tan pronto como
los poredres de doña Isabel Riquelme se dieron cuen
ta del estado interesante, eu que se encontraba su
hiju, la despidieron de su casa ,yendo la joven á 80
licitar hospedaje á una casa vecina donde, proscri.
ta del hogar paterno, dió á luz á don Bernardo
O'Higgins, el má ilustre de los Pa Irés de la Patria.
En esta parroquia, como en Talca, hay muchas fa
2
milias que tienen relaciones de parentesco con O'Hig.
gins.
La familia de don Toribio Pequeño conserva un
revólver, un anteojo de batalla, una tabaquera y
muchas cartas de Dn . Beruurdo á don Toribio. Las
cart s las reprodujo y los objetos los fotografió La
Revista Católica .
Don Benjamin Vicuña Mackenna hizo mucho
por obtener para el Museo esas reliquias históricas.
Eu busca de tradiciones acerca de la infancia de
puestro héroe, nos trasladamos, á quince leguas de
Talca , á la hacienda de Las Lomas, que fué de don
343
Albano Pereira . Nuestro viaje fué infructuoso, hasta
el extremo de que los ancianos con quienez bablá .
bamos, manifestaban sorpresa al oir por primera
vez el nombre de O'Higgins .
Visitamos en El Carretón , á poca distancia de Las
Lomas, un parrou de tronco tau enormemente grue.
so , que mide tres inetros su línea de circunferencia .
Fuiinos llevados allí, porque se nos dijo: que, dicho
árbol era conocido con el nombre de Pairón de
O'Higging. Abrigamos la esperanza de poder avan
zar algo en nuestro objeto. El viaje fué tan infruc
tuoso, que con el desapareció la última esperanza ,
que teníanos de confirmar la tradición de Cor .
colén . Cuando interrogamos á un anciano de El
Carretón dei había oido algo de la historia de
O'Higgins? nos contestó: « No, señor. Por estas islas
no ha vivido ningún gringo de ese mombre. ¡Qué de
cepción! Y haber andado quince leguas para ir á
consultar fuentes de esta naturaleza.
El litoral de la parroquia día a día ganaba in
mensamente con la fundación de nuevas aldeas,
que eran uu recurso para los campos, que se exteu.
dían entre los ríos Mataquito y Maule. E : 1790, se
iniciaban los trabajos de la formación de una nueva
villa, con el nombre de Curepto, en los terrenos de
La Capellanía de Rojas . El nombre primitivo era
Curetu, tierra neyra. También el color de algunos
de esos muudos guarda relación con el significado
de su nombre. Esto es debido al sol abrasador de
la costa , que deja con gran fuerza sentir allí su in .
fluencia. Si no fuéramos cureptanos, traeríamos á
colación este mote, que encierra un mundo de ver
dari : El hijo de Curepto es hombre sin defecto. Fácil
008 sería comprobar esto, con una nómina comple.
ta de las personas, que dan lustre á aquella ciudad
y parroquia . Daremos el nombre del padre Gene.
344
-
ral de los mercedarios de todo el mundo, el lingüie.
ta insigne Fr. Pedro Armengol Valenzuela . Sería
mos indiscretos, y havíamos una revelación , si nom
bráramos á otras personas de nuestro mundo social ,
porque hasta los últimos meuestero508, nacidos en
esos lugarejos de costa de la provincia de Talca ,
si han de decir de dónde son , categoricamente res
ponden : yo soy tarquino de Tarca ..
En 1794, don Ambrosio O'Higgins fundaba en
la aldea de Maule, en la desembocadura del río de
este nombre, la villa de Nueva Bilbao. La nueva
ciudad viuo á dar vida al territorio austral y mari
timo de la vice-parroquia de Tulpen Establecióso
un servicio constante de embarcaciones entre la
villa y Quivolgo. Los Letelieres, que se habían
multiplicado de una manera prodigiosa , los Verga
ras y los Miños , de posición tan expectable como
los anteriores, interpusieron su influencia ante el
Obispo de Santiago, para obtener la creación de
una nueva parroquia en la costa , donde ellos tonian
vinculados sus intereses. Su petición no debía ser
desatendida .
Nueva Bilbao, en su progreso, arrastraba el ade .
lanto de las industrias y la importancia de los vi
llorrios de la parte occidental del curato de Penca
hue. La suerte de Nueva Bilbao debía también más
tarde marcar el rumbo de los destinos de los pue.
blos, que tomaban incremento á la sombra de aquel
haluarte inexpugnable de defensa . Está protegido
por el mar, resguardado por los fuertes de los ce
rros y favorecido por el río, que, con una profun
didad inmeusa, se extiende en ma anchura de más
de ochocientos setenta metros hacia el embarcade
ro de Quivolgo.
Aunque en verdad es extemporáneo y fuera de
nuestro asunto , permítasenos hacer algunas remi
345
niscencias históricas, ya que hablamos de Nueva
Bilbao. Auticipamos los hechos, porque con la créa
ción del curato de Tulpén, el territorio de la costa
dejará de formar materia de puestro tema, priván
donos así de la oportunidad de referir los hechos
que guardan relación con la historia de Constitu
ción y de la costa de la provincia de Talca.
El 12 de Abril de 1812, caía Constitución ó Nue .
ra Bilbao, como entonces se llamaba, en poder de
los patriotas. Después del desastre de Rancagur,
las banderas españoles se paseaban victoriosas por
las aguas del río Maule y triunfantes flamearon en
los fuertes de la ciudad. En los primeros dias dy
Abril de 1818 , extenuados por las fatigasde un lar
go y penceo viaje vestidos de incógnitos unos cuan
tos españoles, tomaban una embarcación, que des
de Quivolgo debía conducirles hacia la parte opues
ta del río. Eran el coronel Osorio , el vencedor de
Rancagua, que, dorrotado en Naipo, acompañado
solo de unos pocos soldados, fieles , emprendía la
fuga al sur . Perseguido por los indios del cacique
Vilu en Viehuquén , y molestado por las montone
ras de Huenchullami, mil veces había estado ex
puesto a perder la vida el desgraciado brigadier.
Castit ución ya no le pertenecía. El tricolor, izado
en la torre de la iglesia, pregonaba el dominio de los
patriotas . Para evitar caer en manos de estos , atra
vesó el río avistando á Mutrún, frente al monumento
que, para escarnio de Constitución , se ha erigido, en
el paseo rie La Poze, al dios del Comercio. días que
un Mercurio,parece un Lucifer, precipitándose á los
abismos.
El 7 de Morzo de 1830, quiso don Ramón Freile
atrevesar la barra en el Aisineva; pero con tan poca
felicidad , que el buque encalló entre las arenas, pe .
reciendo una parte de la tripulación, estando el
346
mismo caudillo de la revolución á punto de aho
garse. Su secretario y auditor de guerra, don Fran
cisco Fernández, auduvo menos afortunado, pués
fué una de las víctinas del naufragio. Después de
la catástrofe continuó Freire su gira revolucionaria
por el valle de Maule, alojándose una noche en
Tanguado, en la parroquia de Pencahue, de donde
continuó su viaje en lancha, por Perales, hasta Lon
coinilla .
En Corinto, donde sus habitantes son tan aferra
dos á las costumbres, como á la terminología del
antiguo pueblo, Constitución es comunmente desig
nada por el vulgo con su primitivo nombre Maule,
con que le conocieron los españoles .
CAPITULO V.
PARROQUIA DE PENCAHUE .
Erección de la parroquia de Talpén .
Bajo la administración del señor Gutiérrez, debía
producirse otro acontecimiento de trascendencia
para la parroquia de Pencahue. La vice parroquia
de Talpén había acrecentado considerablemente su
población, y se imponía la necesidad de erigir allí
una parroquia . A fray Gregorio Arriano, sucesor
del padre Velasco, se le autorizó para que llevara
allí libros parroquiales de asentamiento de partidas
de bautismo, de defunciones y matrimonios. Con
esto se mejoraba la condición del Cura; pero no
347
cambiaba la situación del pueblo. Pues tenía éste que
practicar las informaciones matrimoniales en Pen
cahue, que se encuentra á gran distancia de las po
blaciones de la costa . Por su parte los Párrocos de
Pencabue se interesaban en mantener los límites de
su curato ; porque, quitándoles con la división de
ella los emolumentos que les producían, se les deja.
ba reducidos á una mezquina ración de bambre. No
les sería posible manteuer á su lado á un sacerdote
que, en calidad de teniente cura , compartiera con
ellos el trabajo de la parroquia,
El señor Gutiérrez había obtenido en concurso el
título de Cura en propiedad, Era justo que, después
de haber trabajado tanto en esta doctriva, se le con
servara en su integridad. Tal vez, debido á ésto, fué
que los Curas de Talpén , sólo obtuvieron nombra
mientos en calidad de coadjutores , mientras estuvo
en Pencahue el señor Gutiérrez. En el casillero de
documentos históricos del presbítero don Luis Fran
cisco Prieto, hemos encontrado algunos datos rela
tivos á Talpén. Según ellos, el presbítero con Rafael
Urquiola, sobrino del Cura de Rauquén , don Anto
nio de Quintanilla , se dió el título de Cura y Vica
rio de la Parroquia de Rauquén, al extender una
sibligación en Santiago, eu Noviembre de 1766. Eo
1780 , doña Mercedes Quintanilla, esposa del Capi
tán don Ramón Urquíola, menciona entre sus siete
hijos á don José Rafael Urquiola, Cura y Vicario
de Talpén . Ocho años más tarde, doña Rosa Urquío.
la de Aguila, daba poder á don José Ramos para
que cobrara los bienes que hubiere dejado el Cura,
su hermano, muerto intestado.
En la Descripción histórico -geográfica del Reino
de Chile, escrita á finnes del siglo XVIII por don Vi
cente Carvallo y Goyeneche, el territorio de Maule
figura con seis parroquias, Talca, Curicó, Lontué
348
(antiguamente Peteroa), Longocura , Vichuquén y
Rauquén con sus anexos y tres vice-parroquias.
Lo mismo dice don Cosme Bueno, cosmógrafo
pervano, en su DESCRIPCIÓN DE LOS OBISPADOS de
Santiago y Concepción , obra escrita en aquel mismo
tiempo.
Estas descripciones, sólo a la parroquia de Vichu
quén , fuera de la de Rauquén, le ponen lo que lir
man anexo, el de ésta no lo nombran, y sí el de
aquélla, en el lugar de Paredones; y Paredones era
parroquia desde 1778 , muchos años antes que los
señores Carvallo y Bueno escribieran sus obras. ¿No
pasaría lo mismo con el otro avexo de Rauquén ,
que no dijeron dónde estaba y que sería simple
a ente el Curato de Talpén ? Estos autores nos colo
can en un laberinto, del cual sólo podemos salir,
desentendiéndonos respetuosamente de sus afirma
ciones .
Contra esto, y sobre los títulos que el señor Ur
quíola se daba á sí mismo, y con que le condecora
ban sus deudos, está la autoridad del archivo de la
parroquia de Rauquén, que presenta como Cura á
don Antonio de Quintanilla; y que coloca á Talpen
solamente en la categoría de las vice parroquias
hasta Noviembre de 1798 .
El 15 de Enero de 1799 , encontramos ya hecha
la erección de la doctrina de Talpen. La creación
de ella fué obra del Ilustrísimo don Francisco José
Marán . El señor Gutiérrez, que tau de cerca había
podido apreciar los relevantes méritos del presbítero
don Alejo de San Cristóbal, que le había acompa
Dado por
dos años, como teniente cura , lo propon-
dríu al Prelado, como sujeto idóneo y digno de car.
gar con la respoveabilidad de la administración de
aquella nueva parroquia . La última partida, en que
Talpén figura como vice-parroquia de Pencahue,
349
tiene fecha 25 de Noviembre de 1798. Al pie de esa
partida , el 14 de Enero de 1799, e ! Visitador señor
Errázuriz, proveyó lo siguiente: « Agréguense estas
partidas á sus respectivos, que se hayan formado
para la antigua Parroquia de Rauquén ». Este decreto
fué expedido en la ciudad de Talca, donde se en
contraba el señor Errázuriz practicando la Visita de
la Parroquia. Allí llevó el libro de partidas de la vice
parroquia de Talpén, el teniente cura que la servía ,
mientras se hacía cargo de ella el párroco que había
sido noinbrado. Talvez sobrevivo alguna divergen
cia entre él y el señor Gutiérrez acerca del archivo
á que correspondía agregar aquellos documentos.
Por un feliz olvido ó por un oportuno descuido,
don Alejo de San Cristóbal , cuando fue promovido
de Talpén á la parroquia de Pencahue, re trajo al
gunas boletas de informaciones matrimoniales, que
son las que nos han dado luz sobre el particular.
El señor Gutiérrez, después de practicada la di
visión de la parroquia, parece que solicitaria el
nombramiento de un párroco coadjutor. Desile Eve.
ro de 1799, aparece como tal el presbítero don Ma .
nuel Valenzuela Letelier. Este sacerdote era origi.
nario de Curepto, de donde se trasladó á residir en
Pencahue, en unión de su familia, cuando se hizo
cargo del Curato. Aqui se relacionó con las familias
más distinguidas de la parroquia, por matrimonio
de dos de sus hermanas, efectuados en el segundo
año de su llegada á este pueblo. Una de ellas casó
con el Maestre de Campo don José Antonio Rojas
y Olivares, y la otra con don Mateo Orcaistigui y
Bárcena. Algún tiempo después otra de sus herma
nas se casó con don Toribio Montero.
Antes de pasar al siglo XIX, observemos á la
ligera el grado de progreso á que hayan alcanzado
las industries, en el territorio de la parroquia du
350
rante el siglo XVIII. Entre El Morro y Tanguado
se estableció una curtiduría . Esta industria cambió
el nombre de aquel lugar por el de Curtiduría, que
ha llegado basta nosotros. Ubicóse en este punto
por la facilidad de exportación, sirviéndose de las
aguas del río Maule para salir á Constitución, dels
Claro para llegar á Talca y de: Loncomilla ó Maule
para arribar hasta San Javier y otros pueblos.
Además contribuyó también á esto la existencia en
la localidad de grandes montañas de lingue y peu
mo, de que hace uso esta industria .
Hasta de las provincias del norte se acudía á las
afamadas curtidurías del río Maule .
Este establecimiento no tuvo mucha vida. Sin
embargo, fué muy beneficioso al ramo de gana
dería , porque se aumentó la crianza; y se estable
cieron cabrerías, en grande escala , en las montañas :
vecinas á Libán y en los cerros fronterizos á Peu
cahue y Tutucura.
La agricultura había alcanzado un gran progre
80, con la introducción furtiva de herramientas
europeas, hecha por los franceses.
Eu las montañas de Libún y sus alrededores , se
dedicaban los lugareños á la labranza de maderas,
que con gran dificultad conducían hasta Talca .
Las industrias propias de la mujer del siglo
XVIII, en la parroquia de Pencahue, fueron la pre
paración de la hoja de fumar, y los tejidos de man
tas , frazadas y bayetas .
Eu los cerros del poniente del Claro, con vista á
la ciudad de Talca , como en los cerros de Las Pal
mas, hacia el extremo norte del curato, se hicieron
algunos alcances mineros; que, por la baja ley de
sus metales, fueron luego abandonados. En las se
rranías de Tanguado y Libún se descubrieron algu
nos yacimientos de tierras auríferas . En este últi
351
mo lugar, en la sección superior de la quebrada
Las Mivas, se beneficiaron con muy buen resulta
do, los ricos veneros que allí existían . El número
de lumbreras , que en ese lugar se encuentran , dan
fe de ello. Sólo el año 1859, con la emigración mi
pera á California, se abandonaron y echaron en
olvido los lavaderos de Libún .
En el Estero, se descubrieron abundantes depó
sitos de tiza de una calidad sựperior, que hoy se
benefician con buen resultado. A los terrenos de los
contornos de estos yacimientos se dió el nombre de
Las Tizas . Distan como una legua de la estación de
Corinto . En Tapihue también se explotaron minas
de esta naturríltza; pero la distancia de las ciudades
y la dificultad de transporte no ha permitido á la
industria aprovecharse de ellas.
Molinos existían sólo de harina de hoja. Había
establecimientos de esta clase en Baluco, Libún ,
Pichinguilfo y otros lugares, en que se establecían ;
en las quebradas, molinos de invierno.
En Picbinguileo había viñas, que producían muy
buenos vivo:; pues los terrenos se prestan para es
ta industria en toda la extensión del vaile .
En la hacienda de Rauquén se descubrieron las
abundantes canteras de pói fido, conocido con el
noinbre de piedra de Rauquén, que es muy a pre
ciada por su calidad y color.
Las producciones de esta parroquia se sacaban á
Talca á lomo de mula , ó bien se llevaban a Consti .
tución por el río Maule . La falta de vías de comu
nicación bacia que los negocios no pasaran de tran
eacciones de poca monta , que se llevaban á efecto
en las mismas localidades.
Para la comunicación con los pueblos del sur,
tenía establecido el rey un lanchadero en El Morro;
y para el paso común , una embarcación , que colo
7
352
caba a los colonos en mejores condiciones que las
en que nos encontramos en la actualidad . Esta lau
cha estaba ya al servicio público en 1640, según el
padre Rosales.
Antes de continuar la serie cronológica de los
hechos, como por vía de apevdice de los capítulos
anteriores , daremos el significado, que corresponde
en castellano, á algunos de los nombres propios de
lugares, de origen araucano, de que hayamos hecho
mención en el curso de estas crónicas de la parro.
quia de Pencahue.
La diversidad de idiomas que hablaban los in.
dios de una y otra ribera del Maule y el contacto
inmediato, en que se encontraban ambos pueblos,
promaucae y araucano, ha dado origen á la especie
de dialecto, que como idioma propio, hablaban los
riberanos del Maule. De aqui proviene la dificultad
de conocer el origen y significado de algunas de
sus palabras. Además, los españoles nos trasmitie
ron esos nombres, como sonaban á sus oídos ó
como se acomodaban más á su pronunciación , y
nó como debieran pronunciarse ó escribirse. Por
otra parte, los españoles no se cuidaron de conservar
la distinción tan marcada de sonidos de palabras
semejantes, que distingue al idioma araucan ). Los
nombres propios son ordinariamente compuestos
con partículas, que caracterizan y determinan lo
que eu ello quieren significar. La incertidumbre
de su etimologia deja campo abierto á interpreta
ciones antojadizas, muchas de ellas de sentido dia
metralmente opuesto entre sí .
No ha habido pueblo en el mundo, que haya
usado de más precisión que el araucano , para de
signar los lugares , expresando lo característico de
cada paraje . Con un laconismo admirable, propio
sólo de su idioma, forma combinaciones de pala
353
bras, que dan á conocer la topografia del lugar, sus
principales producciones, hechos constantes ó acon
tecimientos de suma iinportancia, ocurridos en el
lugar. En la mayor parte de ellos encontramos la
razón de ser de esos nombres, que debieron de ser
impuestos, muchísimos años atrás, cuando el indio
conoció esti tierra .
Debemos tener presente, que los nombres de lu
gares han ido pasando por una especie de meta
morfosis orográfica, que les ha dejado en condicio
nes de que el misino araucano ponga en duda, si
esa palabra formó alguna vez parte de su propio
idioma.
En algunos casos parece un verdadero adefesio
encontrar un nombre aplicado á un lugar, que de
ninguna manera podría cuadrarle bien . No debemos
olvidar que las múltiples divisiones á que están
sometidas las propiedades en la transmisión de do .
ininio, hacen que los nombres que antes se referían
á dilatadas extensiones de terreno, queden á veces
circunscritos á una parte insignificante; y en mu
chos casos, á lo que podía haber formado una ex :
cepción del paraje, que con el noinbre se trataba
de siguificar .
Chile.-Si se busca su origen en la climatología,
siguifica frío ó nieve, que es la idea que expresa la
palabra Tchili, del antiguo idioma del Perú. Otros
creen que se tomó del thili- chili, canto de los triles,
que abundan en las regiones húmedas del centro y
del norte del país .
Talca.- Para significar el temblor, el trueno ó
ruídus sordos, que se les semejan, usaban los in
dios de la palabra Thalca . En la ciudad de este
nombre sou frecuentes los temblores, durante el
curso del año; y no son raros los truenos, en la es
tación del invierno. Talvez, debido á esto, los natu
APUNTES
23
354
rales llamaron Talca al río y valle de este nombre.
También se debieron tomar en cuenta los ruidos
continuos y violentos que, en una época remote ,
debió de producir El Descabezado, curndo se pre.
sentaba en actividad . Nuestros campesinos han con :
servado la pronunciación araucana de la palabra y
con ella también su siguificado, llamando tracas ó
tralcas á los truenos, dando á las letras th el sonido
de thr, característico de aquel idioma.
Pocoa . — Hua y gua son dos partículas del mismo
significado, de que hacen uso con frecuencia los
araucanos en la formación de los nombres propios
de lugar. Entrando de componentes, en fin de dic
ción , suelen sincoparlas en la última de sus letras,
sin que por eso cambien de significado. Ejemplo
ile esto tenemos en Pocoa , que se descompone en
Puco hua . Hua significa un lugar cualquiera , siir
especificar sus condiciones tipográficas. Puco es
como decir puquios, vertienies ó manantiales. De
donde resulta que Pocoa, formado por esas pala
bras, nos daría por equivalente lugar de vertientes.
La existencia de algunas de ellas, en la actualidad ,
corrobora nuestros fundamentos al darle esa etimo .
logía .
También pudo formarse este nombre con Poor
manchada, con agua , y hua, que, alteradas, queda
rían en Pocoa, lugar de aguas manchadas. Esto podía
hacer referencia al aspecto que presentan las aguay
del Claro al mezclarse con las cenagosas del estero
de Los Puercos, en su confluencia en el valle de
Pocoa .
También podríamos formar el nombre con co y
hua, anteponiéndole la partícula Pu , que entre otros
significados, tiene el de en medio de. De esta combi
pación de términos resultaría Pocoa, con el signifi
cado de lugar en medio de las aguas . Aplicaríase
355
esto á la situación del valle, en el ángulo de unión
de di hos ríos y estero.
Es indudable que la for:pación literal de más
semejanza, que podemos formarle es la de Pocohua,
lugar de zapos. Pero, por más que los coicoyes abun
deu extraordinariamente en el lugar, los pocoenses
se resisten á aceptar esta etimologia del nombre.
Cada cual puede en esto formarse opinión á su
arbitrio; y tolerar, si no se aceptan , las opiniones
ajenas, por extravagantes que parezcap.
RA QUÉN.--- Rah significa greda; quen es la pala
bra que servía a los promaucaes para significar una
lapura ó un campo más o menos plano. Unidas
estas dos palabras, y dándoles á la gh el sonido
fuerte de g, nos queda la palabra que los españoles
cambiaron después en Rauquén, que quiere decir
campo gredoso. La abundancia de arcilla en la
parte árida de esta hacienda determinó á los indi
genas a designarla con este nombre.
MAULE. — Desde el río de este nombre al sur
comprendían los araucanos la zona lluviosa del país.
A menudo sucede que llueve en el lecho del rio,
sin que la lluvia se haga extensiva al valle que fe
cundan sus aguas ó á los cerros que le forması
valla . Estos aguaceros empiezan por el poniente,
avanzando en sentido inverso á la corriente de lis
aguas del río. Este fenómeno, que tantas veces
bemos observado, ó bien la razón que dimos al prin
cipio , explicarían; la formeción del nombre con las
palabras Mau leu ru , que significan respectivamente
lluvia y río, cou que tendríamos río lluvioso. Si se
quiere buscarle uva nueva etimología, la encontraría
mos en Meuleu , que traduciríamos en río que forma
remolinos. También le cuadraría perfectamente esta
particularidad al caudaloso Maule, que entre cavi.
dades tortuosas al pie del cordón de cerros de Tan
356
guado, forma remolinos tan forinidables que son
una amenaza y una ruina cierta para las einbarca .
ciones que, guiadas por inexpertos lancheros, ó
arrastradas por la fuerza de la corriente, se acercan
á aquel abisino. Esto le ha valido el nombre de
Infiernillo á aquel lugar. Los indios le llamaban
Toconey, que significa ondas bullidoras.
LIBÚN. - Livn es el primitivo de este nombre, y
-
servía á los indígenas para expresar la idea de la
claridad, que significan el crepúsculo y la aurora
de nuestro idioma . No se escapó á la observación y
perspicacia de los naturales que ni en las noches
inás tenebrosas del invierno falta alguna claridad
hacia el cenit de este lugar. El uso ha autorizado
el empleo de la b en lugar de v con que por etiino
logía debiera escribirse.
PichinLEC Ó Picbinguileo se desconpone en Pi.
chin y kuvu, que significan pequeño río o estero.
Pichíu es una palabra que el vulgo ha conservado,
en el sentido de un si es no es, en el estilo fami .
liar.
COREP'00 .-E . archivos antiguos hemos encon:
trado este nombre sincopado en Cureto. Entre los
indios era frecuente el cambio de la o por la u y
viceversa. Otro tanto puede decirse de la e y de
la i. Da ainbos tenernos prueba en Curepto, cuyos
componentes son Curi negro y tu tierra . Los espa .
ñoles, por acomodar el sonido á su pronunciación
le intercalarían caprichosamente la p, conservando
siempre su significado de tierra negra; ó bien esta
letra vino á subsistir a la u de Cureuto , con que apa.
rece escrito en inuchos archivos del siglo XVIII.
También se escribió Curecto.
PELARCO.-- Algunos han querido formar el nom
bre con Penlar cum , significado en donde se ve
todo arruinado . Esta etimologia sería semejante á
357
la que ciuco años atrás daba un ingeniero á Colin .
Interrogado, al llegar a la estación de este nombre,
acerca del significado de esa palabra , joh ! es muy
sencillo , contestó á su interlocutor, que con interés
escuchaba la respuesta, que anotó en su cartera de
viaje : Colin e diminutivo de cola . Gracias; merci,
monseiour, le dijo nuestro buen francés, que quedó
tan satisfecho, como tranquilo el improvisado Ci
cerone .
El nombre primitive fué Pilarco, y así aparece
en los archivos antiguos. Su significado es agua es
carchada ó aguas en donde biela ; y está bien en
consonancia con la realidad de las cosas .
TANGUADO. - Muy fe ices anduvieron los indios
al ponerle este nombre que , con su significado de
laderas escarpadas, nos da una idea exacta y pre
cisa de la peculiaridad de aquellas serránias. La
dirección del ferrocarril cambió, en esta palabra , la
g, por h , al designar una de las estaciones con este
nombre. Parece que con ello pretendió dar una sa
tisfacción al idioma, restituyéndole esa letra que
había suprimido á Halcones, en el ramal de San
Fernando á Pichilemu.
PENCAHUE. -Hue significa como hua un lugar
cualquiera . La h se encuentra á menudo sustituida
por la g en su eonido fuerte, conservando idéntico
significado. Penca es el correspondiente de zapallo.
Pencahue sería , en este caso, lugar en que se pro
ducen zapallos ó calabazas. Pero allí no bay zapa
llones, ni quien de las calabazas.
PANGUILEMO.- Puede significar dos cosaa muy
diversas, según la palabra de que hagamos derivar
resu primer componente Pangui. Como se ha dicho,
los españoles no dabap inportancia á la etimologia
de las palabras. Éste es el motivo porque nos ha
llegado sólo una corruptela de palabras de aquel
- 358
hermoso idioma, que procuraron extinguir antes de
alcanzar a conocerlo. Lemu significa bosque ó selva .
Pangue es una planta palúdica ; paugui significa
león. Nos inclinainos á creer que el nombre indíge.
na no ha sufrido alteración; de consiguiente signi
ficaría selva de leones. Los nombres de Leovera,
Cuesta de los Leones, y otros del departamento de
Talca, nos prueban la abundancia de leones que
hubo en estos lugares, y esto vendría como una
confirmación de nuestra opinión,
TUTUCURA.— Tutu es el chuncho, ave agorera;
cura significa piedra . Este nombre, piedra del chun .
cho, dado á un paraje, que fué de importancia en
otro siglo, está en relación con supersticiones tan
burdas como inverosimiles, que de ellas ni siquiera
queremos hacer meucióu .
Se impone como una necesidad un nueva divi.
sión en la parroquia de Pencahue. Igual cosa suce
de con las demás del departamento de Curepto. Se
reconoce la conveniencia, pero se ve al mismo tiem
po la falta de emolumentos, para la conveniente
subsistencia de los curas. La principal fuente de
entrada de estos curatos son las primicias. En nues
tro tiempo, en Pencahue, se recolectaban más de
doscientos hectolitros de trigo.
La distancia á que se halla un centro de pobla
ción de otro, y la gran extensión del curato hacen
que el cura lleve una vida de penosos sacrificios, y
que los fieles no puedan dirfrutar de los beneficios
de la parroquia . ¡Pobres curas! ¡ Pobres feligreses!
Entre los medios de incremento de los pueblos
estan la erección de templos y la provisión del ser
vicio religioso en ellos . Esta es la suprema uspira
ción del pueblo. Allí se agrupan los fieles, yy de una
manera insensib'e se abre paso el comercio, y lue
359
go sigue el progreso. Así se ha operado la civiliza
ción del mundo.
Para todo se establecen sociedades en Santiago .
Ojalá que la esfera de acción de alguna de ellas lle.
gara á extenderse basta preocuperse del servicio re
ligioso, aunque fuera en los Domingos, en los pue
blos, en que en absoluto carecen de él . Así hay
muchos.
Ya que hablamos de necesidades de los campos,,
permítasenos repetir una vez más, que es inconce
bible el estado de miseria y abandono en que se
encuentran sus capillas, y hasta algunas iglesia :
parroquiales. Eu Pencahue, al principio del siglo XX ,
no se reservaba el Santísiino, desde bacía algu
1:08 años , por falta de copón. El que existía era
un objeto de antigüedad que, desde algún tiempo,
se encontraba eu condiciones de no prestar servi
cios. Criemeras no poseía aquella antiquísima pa .
parroquia. Unas botellas de pequeñas dimensiones
suplían alli la falta. De pila bautismul servía una
gran olla, que siquiera tenía la condición de ser de
fierro. ¿ A qué seguir contando iniserias?
En Guacarhue, apenas había como celebrar los
divinos oficios, con una escasa decencia , cuando
pos hicimos cargo de esa parroquia, hace tres años.
Ni uno ni otro pueblo son cabeceras de parroquias
de costa . La de Pencahue deslinda por el río Claro
con la misina ciudad de Talca .
Si preguntamos á los curas de campo acerca de
los medios con que han contado, para construir ese
teroplo, para levantar aquel nonumento ó reparar
esa casa, sus respuestas casi siempre se reducen á
e -la sola : es la obra del centavo del pobre; es lo que
hace el cinco del platillo de los días festivos. Cues
da convencerse de que no sean la obra de la gene
360
rosidad de los que tienen en aquel curato sus fun
dos , que son la despensa y el banco, que les pro
porciona los medios para vivir en la opulencia, en
las ciudades ó en viajes de instrucción ó de placer.
En ninguna iglesia hemos visto basta hoy lo que
para nosotros es una pila ideal , para el agua bendi
ta . Esta consistiria en un depósito automático que
manara agua, al ser comprimido un botón , que ha
bría en la misma fuente. El líquido , después de hu
medecer los dedos con que se signa el cristiano,
excurriendo al fondo de la misma fuente, por sus
cavidades iria á perderse en la piscina, que habría
al pie de ella. ¿No es cierto que esta novedad evita
ría muchos inconvenientes y reportaría grandes
ventajas?
Sucesores del Sr. Gutiérrez .
Fue nuestro primer intento terminar con el siglo
XVIII nuestra labor de cronieta, en la acumuleción
de datos, que pueden servir de fuente para escri
bir la historia de la parroquia de Pencahue. La
presente reseña de los curas, con que pondremos
término á nuestra obra , tendrán solamente el ca
rácter de apéndice ó complemento de la historia.
Don Alejo de San Cristóbal fue promovido de
Talpén á la parroquia de Pencahue, en 1806, en
calidad de cura coadjutor. En 1812 tuvo que aban
douarla , á causa de su decidido patriotismo en la gue.
rra de la Independencia. Se retiró á Chocalán, de
jando en Pencahue, á cargo de sus intereses, á su
hermano, el padre del Rector de la Universidad ,
don Diego de San Cristóbal , pacido en este pueblo.
Un fanático realista , el dominico Fray Marcos
Rodriguez, vino á sucederle, hasta el día en que
con la derrota de Maipo, el 5 de Abril de 1818 , el
361
español perdió para siempre el dominio del reino
de Chile, que jamás había conseguido subyugar.
Emprendió Fray Marcos la fuga hacia el sur, lle
vando los libros parroquiales corrientes de aquellos
años . En 1902, se practicaron diligencias en Chi
Hlán y Temuco, por si hubieran quedado en estos.
purtos, que fueron residencias posteriores del ven)
cido realista . El resultado fué tan infructuoso, como
lo había sido para el señor Novoa , en 1861 .
El señor Gutiérrez, cura en propiedad, tuvo que
hacerse cargo de la parroquia , que había, quedado
céfala con la fuga del padre Rodríguez .Á la muer
te del señor Gutiérrez, ocurrida en 1919, sirvió in
ferinamente la parroquia Fr. Mavuel Arellano, has.
1a 1822 , en que le sucedió el argentino don Fran
cisco de Pavón, que se titulaba Capellán Honorario
de los ejércios de Chile. Llegaron quejas de sus
feligreses á los Prelados, quienes pidieron informe
al Cura de Talca . Este opinó: «que se removiera al
señor Pavón , por no ver repetida la escena de Vi.
chuquén , en que sus feligreses, levantados contra
él , le bicieron salir de sus términos á carrera de ca
ballo » .
Por su parte el señor Pavón decía que « Penca
hue era un enjambre de desdichados, en donde lo
que hacían era robarle las aves, que tenía para su
manutención ...... » y solicitaba mudar la cabecera
de la parroquia, por verse libre de esa clase de gen
te ...
En 1823 tuvo por sucesor á don Juan de la Cruz
Ortiz. El ex padre don Domingo Méndez obtuvo el
cuiato en concurso , en 1824. Avotó en los libros
parroquiales las circunstancias de haber llegado á
Pencahue, en la tarde, en día martes y de los Santos
Inocentes. Este ilustrado sacerdote fué el descubri .
dor de las aguas sulfurosas de Tanguado. Eu 1851
362
fué el segundo firmante del acta de proclamación
de la candidatura de don José María Cruz, en Lon .
tué. Fue uno de los caudillos de la revolución de
aquel año en la provincia de Talca ; como tal fue
llevado prisionero á Valparaíso, donde tuvo por
carcelero á don Miguel Ferná idez, á quieu él había
bautizado, y que vive actualmente en Talca. Es el
dueño del <<Hotel Universo
Nos cuenta el anciano don Simón Carreño, y nos
lo decían también algunos sacerdotes, contemporá
neos de don Domingo Méndez que: más que las
penalidades de la cárcel, afectaban al sacerdote, en
su cautiverio el abandono de sus amigos y la indo
lencia de sus correligionarios políticos. Aquellos de
quienes se creía él con menos títulos para esperar
favores, fueron los que se impusieron mayores sa
crificios, para conseguir su libertad. Es una incon .
secuencia que ve.nos repetiree á inenudo. Siempre,
después de la adversidad, se hace necesario renovar
el escalafón de los amigos .
Sucedió al discípulo lo que al divino Maestro. En
el camino del Calvario, y mientras en aquel monte
santo se desarrollaba el drama savgriento del Sa
crificio, con sus escenas de horror y con sus cuadros
de iguominia ¿ quiénes le dieron alguna señal de
pena , ó quiénes tomaron interés por él? Sólo reci
bió demo -traciones de afecto de quienes menos de
bía de esperarlas, por la timidez natural, por su
carácter ó por la condición, propia de su sexo; úni.
cainente recibió homenajes de gratitud de las mu .
jeres que, con su llanto, expresaban así el dolor.
Pilatos vaciló en condenarle, pero el miedo al
César le hizo obrar contra sus sentimientos. Habría
que referir una larga historia para poder establecer
el símpil. Las piadosas mujeres se desentienden de
las iras del poder, no temeu la venganza de los fa
363
riseos, desprecian los insultos del pueblo y confun
den sus gemidos y sollozos con las blasfemias , in
properios y sarcasmos, que salen de los labios de
los judíos. Doce eran los apóstoles; y uno sólo asis
tió al Calvario; y éste amaba sólo en silencio. Milla
res fueron sus discípulos; y sólo dos de ellos , Nico
demo y el de Arimatea acuden á prestar servicios.
Y todavía, escogen la hora en que las tinieblas les
favorezcau , para ro ser teni los por discípulos del
Crucificado. Esta es ordinariamente la lógica con
que discurren los que no conciben el concepto de
la amistad, sino bajo el punto de vista de la propia
conveniencia. Son consecuentes con sus principios,
cobre todo tratándose del sacerdote.
En la generalidad de los casos, el hombre que
desee saber en dónde están sus enemigos, no ha de
buscarlos entre las personas para quienes hubiere
sido indiferente, sino entre aquellos que hubieren
recibido sus favores y mayores demostraciones de
Cariño y de interés . Contiene un mundo de verdad
aquel adagio: De riquezas y bondades, la mitad de
las mitades. También encierra otro inuudo de veri
similitud esta otra sentencia: En horas de adversi
dudes,... milésimas de amistades.
El señor Méndez era llamado el cura de las hebillas
de oro, por las que usaba en el calzado y en la cinta
de su sombrero . Era sacerdote de gran popularidad;
y por esto fué que se atrevió á bacerse caudillo dei
conato de revolución de Molina. Era muy conside
rado, y al mismo tiempo temido por la vehemencia
de su carácter. Como sacerdote recibía huipildemen
te las ofens- s; pero , como hombre, aplicaba el correc.
tivo con puño á aquel que se las infería. Sutil era la
distinción .
Rasgos de semejanza con el señor Mécdez tenía
por su valor el presbítero don Gregorio Novoa, uno
364
-
de los más activos y emprendedores, entre todos los
curas que tuvo, durante medio siglo, la parroquia de
Pencahue. Era llamado el cura del loro, por un pa .
pagayo parlante que hablaba con primor. Gustaba
de los bombros del cura , quien experimentaba sa
tisfacción en recibirlo en ellos . Solía llevarlo á Tal
ca y también á otros pueblos. Esto le valió aquel
apodo, que él mismo solía darse.
El señor Novoa fué una noche tomado prisionero ,
y atado de pies y manos. Fué víctima de las trope
lías de un piquete de desalmados montoneros, que
capitaneaba el caudillo Tapia. Esto ocurrió en la
noche, víspera del día en que don Celedonio Co
rrea, el famoso guerrillero de Libún , en conniver cia con los enemigos del gobierno, pensó tomarse
la ciudad de Talca .
Tan pronto como el señor Correa tuvo conoci .
miento de los desmanes, cometidos contra la perso
va del cura , se trasladó personalmente á Pencahue
y le puso en libertad . El señor Novoa era partida
3
rio oculto del movimiento revolucionario , que se
operaba en la provincia. Los montoneros, fuera de
los principales jefes , nada de esto sabían .
Algunos enemigos del señor Novoa emprendie
ron una ruda campaña para hacerle salir del cura.
to. Entre los cargos, alegados para conseguir el fin
que se proponían , presentaron algunos, relaciona
dos con el juego de azar. El pueblo ordinariamente
no distingue (ó no quiere distinguir, tratándose de
sacerdotes) la diferencia que existe entre el juego
de naipes, tomado por pasatiempo, y el juego de
baraja, por móviles de avaricia, que es el que dege
vera en vicio. Fácilmente confunden el garito, á
que acude diariamente el tahur, con la casa de reu
nión , á que acuden otros, por las noches, á ameni
zar la monotonía de la vida , ó á abreviar las horas,
365
reservadas al descanso . De esta confusión de ideas
y de hechos procede, en muchos casos , el cargo que
suele hacerse contra la buena reputación de sacer
dotes intachables, apoyándose en la razón de darse
aquel honesto pasatiempo. Es el escándalo de los
pusilápimes, es el grito del fariseo, -s el castillo de
los ilusos, es la espada de la maledirencia. Como
no jugamos, ni por pasatiempo, nos encontramos
con la lib . rtad de hablar. Hemos de ser ju - tos, y
ojalá que fuéramos cuerdos en nuestras apreciacio .
nies . Continuemos cou la historia, que ya está muy
azermonado el tema.
Eu cierta ocasión , salieron á asaltar á don Do
ipingo tres bandidos en la Cuesta de Talca . El se
ñor Méndez Gingió que huía. Nuevo Horacio, al ver
separados á los asaltantes, vuelve contra ellos, dán .
doles caballazos, hasta hacerles caer en tierra . Les
hace atarse mutuamente las manos por la espalda.
Así les conduce á la ciudad, donde después de ha
cerles dar un paseo en esta forma por la plaza , les
pone á disposición del juez.
En 1844, se presentó á concurso para la provi
sión de la parroquia de Molina. Entre sus certifica
dos presentó uno de don Diego Benavente, que
decía : < eer el señor Méndez de acendrado pitriotis
mo y de conducta irreprochable ». De otro certifica .
do consta que el Iltino, señor Vicuñá le había ofre
cido la parroquia de Guacarhue, en recompensa de
sus méritos. En 1849, se le dió colación de Molina.
Desde 1840 á 1843, sirvieron la parroquia de
Pencahue, como Curas coadjutores Fr. Joaquín Se .
púlveda y don Rafael del Canto. E , 1849 , fué Cura
subtituto en ella don Domingo Leal . En este inismo
año hizo entrega definitiva del curato el señor
Méndez al presbítero don Manuel Je- ús Grez . Éste
tuvo por sucesor á don Autonio Basoalto, quien
366
hizo entrega á don Gregorio VII Novoa , en 1854 .
Pasó después á establecerse en Constitución . En
la iglesia de esa ciudad descansan sus cenizas.
Don Manuel Jesús Grez, aunque pacido en San
Fernando , era de origen guacarhuino por la familia
de los Ramírez. Otro tanto sucedía respecto al presbítero don Perfecto Grez . Era don Manuel Jesús
un sacerdote de costumbres muy sencillas. Bien In
comprendieron los diarios de Venecia, al dar cuenta
de los pasatiempos á que se entregaba, cuando es.
tuvo en aquella ciud - d , con su amigo inseparable,
el sacerdote don Ventura Pizarro . Celebraban las
revistas venecianas la caridad de los dos viajeros
chilenos, quienes todos los días compraban una lira
de trigo, para entretenerse en hacer bajar con él
las palomas de la histórica torre de San Marcos.
Siendo estudiante en San Fernando, su ciudad
natal, sus maestros, los padres franciscanos, le hi
cieron rendir exámenes en la plaza pública, ante
una inmensidad de gente . El señor Grez era un
gran talento natural, que, por la misma condición
de su carácter, no supo cultivarlo ni tampoco ba
cerlo lucir. Pedríainos decir de él con toda propie
dad : que era un diamante sin pulir. Las joyas de
esta condición necesitan de la esmerada atención de
un bábil artífice, para que puedan presentarse en
una forma, en que se sepa apreciar su valor real.
Bajo la capa de la apacible humildad del sacer
dote, abrigaba el señor Grez un carácter indoma
ble, una energía de fierro, cuando se trataba del
cumplimiento de lo que é! juzgaba un deber. Los
halagos no le seducían, ni los obsequios tenían po.
der para trastornarle. Su rectitud no cedía un ápice .
É ! sentía la gratitud , pero comprendía al mismo
tiempo, que nunca ha de llevarse hasta el extremo
de hacerla degenerar en una esclavitud del criterio
367
propio, haciendo una abdicación humillante basta
de la libertad del discervimiento personal. Tuvo el
señor Grez más de una ocasión , para dar pruebas
de la energía de su carácter, en el poco tiempo que
sirvió el curato . Las dificultades templau y robus
tecen la entereza de carácter del fuerte; mientras se
apoca y se deprime con las contradicciones en el
débil. El señor Grez no era de aquellos, que arrojau
rayos y despiden centellas, y hacen la apologia del
valor, y dicen que su ídolo es la lucha, y que de.
stan combates para obtener victorias , y que quieren
la guerra para cegar laureles... pero mientras el
enemigo está lejos ... Enmudecen , cuando éste se
presenta ... Sou como los que hablan del león , por
el miedo que le tieven . Raro será el cura , que no
tiene en cien días de gobierno ciento y una pruebas
por que pasar. La discreción y la virtud tienen que
hermanarse en él , para poder lidiar con tanta di
versidad de caracteres. Cuán dignos son de nuestra
, y cuán pocos los que le compadecen !
lástima,
Todos los feligreses piensan en que tienen dere.
chos para ser servidos; pero, te olvidan de los debe.
res que ellos tienen que cumplir, para con sus på
rrocos . Cuesta menos extender la mano para recibir,
que alargarla para ofrecer. Aunque el ofrecimiento
es el sayo de los mezquinos. Es el medio de apare
cer generosos, sin el sacrificio del desprendimiento.
Hace más el que pide, que el que da.El que quiere
cumplir con el deber de ayudar á una persona, si
tiene interés por ella , no la bace pasar por la vilez
ó la humillación de solicitar sus favores. Eso seria
hacerle pagar muy caro aquello que se le concede;
y haría disminuir el mérito de la persona, que lo
otorga . Tanto más debe tomarse en cuenta esto ,
cuando se trate de favorecer a la parroquia ó al sa
cerdote, que la sirve .
368
No es por ser parciales, que nos hayamos desen
tendido de los defectos de los sacerdotes, que en
este estudio hemos tenido en tela de juicio. Son
hombres; no los creemos perfectos. Pero disentimos
de la manera de obrar de aquellos, que, si tienen
que observar á una persona o criticar alguna pro .
ducción literaria , se epzañan contra sus defectos,
cual si tuvieran un enenigo al frente, dedicando
una atencióu secundaria á las buenas cualidades de
la persona ó á los méritos de la obra. Ese criterio
no es el propio de los hombres, sino el que carac
teriza á los inonitores de escuela ó inspectores de
colegios.
En 1856 ocurrió el incendio de la Iglesia parro
quial , que había edificado el señor Gutiérrez . L'i
imagen de la Virgen quedó carboniza la, conser.
vándose integros hasta los menores detalles de la
escultura . Esto aumentó la devoción entre los fieles,
que vieron un milagro en aquel hecho tin singular.
Una capa de pintura ha preservado aquella vene.
runda efigie de la destructora acción de tiempo. En
1902, se sacaron más de diez mil innágenes, que han
sido repartidas entre sus devotos. El 8 de Septiem
bre y el domingo siguiente á la fiesta de Purisima,
se establece un servicio especial de trenes á Corinto
para las romerías que, desde hace algunos años, se
dirigen desde Talca á aquel pueblo, á visitar la
imagen de que hemos hecho mención .
El 9 de Febrero de 1856, visitó el Iltmo señor
Valdivieso el curato de Peucahue. La presencia del
distinguido prelado, entre las humeantes ruinas del
templo parroquial, fué motivo de gran consuelo
para los angustiados habitantes de aquel lugar.
Con motivo de verse enyuelto el señor Novoa en
ciertos juicios, incompatibles con su dignidad, se
retiró temporalmente de la parroquia, reemplazán .
Galería de algunos curas de Guacarhue
José María Rojas
Tomás drgomedo
José Tomás Doren
Diego Silva A.
Juan Ramón Ramirez
José Ramón Ramirez
Fco . Javier Valenzuela
Evaristo Lazo
Ezequiel Ortiz
Juan A. Ferrari
José Ramón Sotomayor
Benjamin Silva
Elías Lizana M.
Ricardo Ramírez
4
H
|
1
369
dole, como interino, su hermano don Manuel María
Novoa .
En 1864, fue nombrado Cura de Pencahue don
José Tomás O'Ryan. Interesantísima es su historia,
como Cura y como ex -párroco de Pencahue. Acu .
mulamos numerosos datos que, unidos á las curio
sas anécdotas del Cura Méndez y á los singulares
juicios del señor Novoa , podráu servir de tema á
un escritor de la posteridad . Sacerdote inuy activo,
muy desprendido y virtuoso , fué siempre poco
afortunado, en las obras que emprendió. Tuvo por
sucesor á don José Perfecto Grez, cuyos méritos le
granjearou el filial cariño con que hasta hoy le
recuerdan los que fueron sus feligreses en aquel
curato. Era originario de Punta de Rosas y sobrino
de don Manuel Jesús Grez . Ambos pertenecieron á
la familia Ramírez de Guacarhue.
En 1882 fué trasladado á Pencahue el Cura de
Curacaví, don José del C. Toledo, que en 1901 tuvo
por sucesor al Cura de Ingenio, que esto escribe.
En la administración del señor Toledo tuvo lugar
la visita del Iltmo. Señor Arzobispo Dr. don Maria
no Casanova . No hemos querido hacer mención de
ella ni de la fundación de la parroquia de Gualleco,
hecha por el Iltmo. Metropolitano, por ser materia ,
que nos reservamos para un trabajo especial que
tenemos entre manos .
El sucesor del señor Toledo se hizo cargo de la
parroquia el 28 de Febrero de 1901. Este mismo
día trasladó la cabecera del curato á Corinto, á seis
cuadras de la estación de este nombre, en el ferro
carril de Talca á Constitución Todos los visitadores
estaban contestes en que se hiciera esta traslación .
¿Quién querría cargar con las odiosidades ?.
El ferrocarril á Constitución fue golpe mortal
para Pencahue; y el camino á Curepto por el norte
APUNTES
24
370
de Talca, pasando el estero de Los Puercos, por el
puente de Botalcura ha sido el golpe de gracia
á esta población, cuya decadencia aumenta día á
día . Desde Corinto se sirven por el ferrocarril los
centros de población del sur. La distancia se acerca
para Libúv. Para atender i Huilliburgoa , y la parte
vecina á Talca, (el río es la división ) mientras fui.
mos curas de Corinto ibamos todos los martes ó
miércoles á dicha ciudud . Los feligreses lo sabían ,
ahí nos buscaban para servirles. Así se facilitaba
la atención para ellos, y disminuía el trabajo para
nosotros. Se compraron doce cuadras de terreno;
y en la falda de una colina, que domina el pin
toresco Valle, se edificó a la moderna una es
paciosa casa, que es una de las mejores casas pa
rroquiales que hay en el arzobispado. Se edificaron
dos nuevos cementerios, en los extremos sur y nor
te del curato y se abrieron varios oratorios, que
mejoraron el servicio de la parroquia é hicieron in
sensible. la mudanza del asiento de ella. El dia de
su llegada , el nuevo párroco abrió un Libro de Cró
nicas de la Parroquia, que fué llevado minuciosa
mente al dia , hasta la fecha en que hizo entrega
del curato á don Arturo Moya, el 29 de Julio de
1906. En dicho libro se da cuenta de todos aquellos
hechos, que guardan relación con la historia de la
parroquia . Si en todas las parroquias se anotaran
sus crónicas, se haría menos difícil escribir la his.
toria eclesiástica ó profana del país. Y de esta suer
te podría apreciarse, después de muchos siglos, el
progreso material y el desarrollo moral de los pue
blos .
- 371
CONCLUSION
En un estudio póstumo, que aparecerá con el
nombre de MI TESTAMENTO, dareino á conocer
la historia civil y eclesiástica de las parroquias de
Guacarhue y de Pencahue , durante nuestra perma
nencia en ellas. Incluiremos en el plan de la obra
los efectos de los acontecimientos, que hubieran te
nido desenlace durante nuestra administración
en
esos curatos . Seremos minuciosos en los detalles de
las relaciones de interés local , y observaremos un
criterio justiciero, aún en lo que pudiera perjudi
carnos .
Comprendemos perfectamente que corremos el
peligro de que se nos llame petulantes, y se nos ca
lifique de presuntuosos. Rogamos á nuestros lecto) .
res : que, por caridad , no formen prejuicios, que
son rectas las intenciones, que nos animan y son
santos los fines, que nos inducen .
Fe de Erratas
deshelo
deshielo
estudios
estudio
aguardaba
guardaba
de
del
demanda
Antouia Silva
Decesaire
deuda
Catalina Chacón
nécessaire
padre
PÁGINA
buelo
del
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un
una
el
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el
del
la parroquia
Guararhue
apoyo
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Dejando
dejando
de caridad
de eu caridad
En
en
17
18
19
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244
301
324
305
LÍNEA
34
4
3
500W
DÍGASE
DICE
18
17
.1
16
2
25
7
34
2 de la nota
23
34
22
23
1
NoTA.- No se ha de confundir Carrizal de Talpén con
Carrizal , de que hablamos en la página 322, al tratar de la
conversión franciscana de dicho pueblo .
ADVERTENCIAS Y PROTESTA
Ya podría llamarse nuestro estudio una lata feno
menal, y á nosotros designaruos con el calificativo
de latero, si , fuera del trato extrictamente familiar,
se permitiera el empleo de estas palabras.
Hemos obrado á la mavera de cierto misionero de
un afecto desmedido por la predicación. Los veinte
minutos, que precedían inmediatamente á la miga,
los dedicaba á cierto género de pláticas, que califi
caba de advertencias. Terminado el Santo Sacrifi
cio, solicitaba la anuencia del auditorio, para decir
una palabra más. Esto suponía el mínimun de un
cuarto de hora de tiempo. Excusado será decir: que
mayor tiempo era el que dedicaba á la exposición del
santo Evangelio .
Como el aludido predicador, nosotros no nos he
mos contentado con las dedicatorias, con la conclu
sión, ni con la fe de erratas ... Ahora salimos, agre
gando advertencias, y terminando con protesta.
En la fe de erratas no anotamos los errores de
puntuación y de acentos ortográficos, porque habría
sido historia de nunca acabar jagáchate, cajista!
Siempre heinos aplaudido á los autores, que con
374
generora amabilidad obsequien con sus obras á
sus relaciones más íntimas. Nosotros, aunque ya
nos vamos sintiendo autor, estamos tan convenci.
dos de la deficencia de este estudio, que no nos
atrevemos a hacer de él un objeto de nuestro obse .
quio . En algunos casos sería ofrecer la daga, para
que con ella nos hirieran . No es una excusa de que
quieramos servirnos, para cohonestar nuestra mez
quindad.
Después de leer las pruebas, hemos encontrado
tan chabacano el estudio, que estábamos por uo
darlo a la publicidad. Ya estábamos resueltos ......
cuando una amable persona, por puro amor al arte,
tuvo la galanteria de comprarnos toda la edición.
Sólo correrá de nuestra cuenta el soportar los gra
dos de fiebre, que la crítica produzca en nuestras
orejas. Como medida precautoria, nos hicimos inocu
lar la vacuna. Temores infundados y precauciones
inútiles. Pasará con nnestros Apuntes lo mismo que
con los artículos de los periódicos , que los que los
leen con más interés son los mismos que los es:
criben ; y á veces ellos solos.
Si estamos persuadidos de lo que venimos dicien
do đá que publicar entonces el folleto ó panfleto,
como otros querrán llamarlo? Por una inconsecuen
cia hemos incurrido en lo mismo que hemos criti
cado, en los tribunos populares, enlos predicadores
de fuste y en los oradores principiantes. Los prime
ros, con un afectado aire de timidez, los segundos
con deinostraciones de una verdadera humildad, y
los terceros con una insulsa petulancia, empiezan
por solicitar indulgencia y continúan por manifes
taree indignos. ¿Si están segurcs de no obiener el
éxito, y ciertos de no encontrarse con la competen.
cia con veuiente, á que presentarse entonces en la
cátedra ó la tribuna ? El auditorio tiene derecho á
375 -
ciertas exigencias. Otra cosa muy diversa es, cuando
se trata de improvisaciones, que no hayan sido es .
critas, estudiadas y aprendidas.
Con lo dicho hemos pronunciado una sentencia,
fulminada como un anatema, en contra de nosotros
'inismos. Si juzgamos nuestro estudio, indigno de
ver la luz pública ¿á qué darlo a la publicidad en
touces ?
Concluyamos por fiv . Terminemos pronto, acabe
mos presto. La conciencia nos remuerde, por la pro
favación que hemos hecho de la Historia, y el
abuso coa que nos hemos servido de la imprenta.
Los remordimientos engendran el delirio. Nos pa
rece ver, vagando indignadas, y con seinblaute
adusto, las sombras de Heródoto, padre de la Histo
toria, y de Gutenberg, el inventor de la imprenta,
que fijando en nosotros una mirada lastimera, nos
dicen , en tono imperativo: quebra la pluma ... que
ma el papel.... rompe el tintero.
Det
INDICE
APUNTES PARA LA HISTORIA
DE GUACARHUE Y DE PENCAHUE DE TALCA
PÁGS.
DEDICATORIA ...
CAPÍTULO I.-Los promaucaes ..
Capítulo II .-Creencias y costumbres de los pro .
12
20
maucaes
CAPÍTULO III .-Las encomiendas....
CAPÍTULO IV. -Doctrina de Copequén ; Malloa
guatagua .....
3
5
Ta
29
CAPÍTULO V.-Curas de Copequén.-Francisco de
37
39
41
Ochandiano .....
Pero Gómez Astudillo ..
Luis Molina Parraguez....
Capítulo VI . -Párrocos de Malloa . - Alongo de Es
cobar ...
45
Sebastián Fernández Quintero ..
Francisco de Riquelme....
47
48
Juan de Escobar
52
Agustín Miranda..
53
CapítuLO VII.— Don Diego José Marín , último doc .
trinero de Malloa y primer cura de San
Fernando ........
APUNTES
54
25
378
PÁG8 .
CAPÍTULO VIII .- Don José Alvarez de Toledo, último
cura de San Fernando con jyrisdicción
sobre Guarcahue.-Expulsión de los Je
suitas
61
CAPÍTULO IX .-Don Antonio de Zúñiga, el santo Cura
de Peumo......
73
CAPÍTULO X.-Erección de la parroquia de Guarca.
hue ......
CAPÍTULC XI. - Primeros párrocos de Guarcahue.
Don Manuel Carmona ( 1779 1788).
Don Cornelio de Rojas (1788-1807)..
Don Juan Rafael Brayar ...
CAPÍTULO XII .-- Capellanía de la Estacada .- Genea.
logía de la familia Silva.....
CAPÍTULO XIII.—Capellania de Tilcoco.- Genealogia
de la familia Cuevas. — Datos sobre la
Quinta .....
CAPÍTULO XIV.-Capellanias de don Cornelio Rojas,
de Lo Julio y otras...
CAPÍTULO XV .-- Don Joaquín Cañas Aldunate .— La
Independencia de Chile...
CapítuLO XVI.- Don José Ciriaco del Campo ..
Capitulo XVII .- Don Martín Cruz de Segovia ...
CAPÍTULO XVIII.-- Don José María Rojas González..
Vindicación de don Martin Cruz ....
85
93
95
100
103
118
136
146
155
166
180
183
CAPÍTULO XIX . - Don Tomás Argomedo . - Genealogia
de la familia Ramírez.- Fundación de la
Casa deEjercicios de Tilcoco....
CAPÍTULO XX . - Don Isidro Echavarría ...
Don José de los Santos Campos.....
CAPÍTULO XXI.- Don José Ramón Ramírez ...
191
209
213
222
CAPÍTULO XXII. -Capellanias de la Viña.- Don As
rencio Trincado ....
233
CAPÍTULO XXIII . - Sucesores del Pbro . don José Ra .
món Ramírez ....
245
APUNTES PARA LA HISTORIA DE PENCAHUE DE TALCA
DEDICATORIA
CAPÍTULO I.- Servicio primitivo de las parroquiae.
Primeras divisiones de la doctrina ....
358
259 .
267
379
-
Pags .
CAPÍTULO II.- Fundación de la ciudad de Talca.
Crueldades de los conquistadores ..
Fundación de la ciudad ......
281
286
CapituLO III . - Fundación de la parroquia de Talca.
– Párrocos de Rauquén
División de la parroquia ..
Don Jacinto Rojas ........
Don Pedro José de la Barrera ....
CAPÍTULO IV . - Divisiones de la parroquia ...
Fr.
Justo
296
301
306
313
320
Alvaradı.- Procedencia
de la familia Letelier......
Señores Arcaya y Gutiérrez
Datos sobre algunos pueblos......
323
331
338
Capítulo V. - Parroquia de Pencahue.- Erección de
la parroquia de Talpén .......
Sucesores del Sr. Gutiérres .
Conclusion
Fe de erratae .
Advertencias y Protesta ...
Indice ...........
Anexo Galería de algunos curas de Guacarhue.
346
360
371
372
373
376
1
1
1
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SA 6710.5
Apuntes para la historia de Guacarh
005815249
Widener Library
3 2044 080 523 871
HD
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