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MUNILIBRO 21

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LIMA AFROPERUANA
Historia de los africanos y afrodescendientes
Maribel Arrelucea Barrantes
MuniLibros
HISTORIA
Maribel Arrelucea Barrantes (Lima, 1971)
Magíster en Historia por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y
catedrática de la Universidad de Lima y
de la Pontificia Universidad Católica del
Perú.
Es
autora
de
los
libros
Replanteando la esclavitud. Etnicidad y
género en Lima borbónica (Lima: CEDET,
2009) y Sobreviviendo a la esclavitud.
Negociación y honor en las prácticas
cotidianas
de
afrodescendientes.
los
africanos
Lima,
y
1760-1820.
(Lima: IEP, 2018). Ha publicado en
coautoría con Jesús Cosamalón La
presencia afrodescendiente en el Perú
(Siglos XVI-XX). (Lima: Ministerio de
Cultura, 2015).
LIMA AFROPERUANA
Historia de los africanos y afrodescendientes
Maribel Arrelucea Barrantes
LIMA
AFROPERUANA
Historia de los africanos y afrodescendientes
LIMA AFROPERUANA Historia de los africanos y afrodescendientes
© Maribel Arrelucea Barrantes
© Municipalidad Metropolitana de Lima
Jorge Muñoz Wells
Alcalde de Lima
Luz Fabiola Figueroa Cárdenas
Gerente de Cultura
Kelly Carpio Ochoa
Subgerente de Patrimonio Cultural, Artes Visuales, Museos y Bibliotecas
Sandro Covarrubias Llerena
Jefe de Biblioteca y Archivo Histórico
David de Piérola Martínez
Coordinador editorial
SIN VALOR COMERCIAL
1a. edición digital- Agosto 2020
Diseño de portada, diagramación y edición gráfica: Alexis Monteagudo Torres
Cuidado de edición: Marlon Aquino Ramírez y José García Cosavalente
Fotografía de portada (detalle): Fiesta de Amancaes. Autor desconocido. [Sin fecha]. Foto en
blanco y negro, 22.3 x 16.2 cm. Pontificia Universidad Católica del Perú.
Fotografía de la presentación (detalle): Cuadrilla de negros festejando el 28 de julio de 1821.
Francisco “Pancho” Fierro. [1821]. Acuarela sobre papel, 23.3 x 18.2 cm. Colección Ricardo
Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima
Imagenes del prólogo: Una placera 1820. (detalle) Francisco “Pancho” Fierro. [1820]. Acuarela
sobre papel, 23.6 x 18.2 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino
de la Municipalidad Metropolitana de Lima
Negro tizanero de Malambo. Autor desconocido. [1860]. Foto en blanco y negro, 17.9 x 23.8
cm. Pontificia Universidad Católica del Perú
Imagenes de la introducción: Esteban Arredondo (capeador insigne) 1860. Francisco “Pancho”
Fierro. [1860]. Acuarela sobre papel, 23.9 x 18.1 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca
Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima
La danse de la samacueca par un couple composé d’un nègre et d’une indienne déclassée.
Leónce Angrand. [1837-1849]. Acuarela sobre papel. Costumes péruviens, scènes de la vie
religieuse et populaire à Lima. Tome 2. Bibliothèque nationale de France
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2020-06161
ISBN N° 978-9972-726-29-3
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta
publicación, por cualquier medio o procedimiento, extractada o modificada, en castellano
o cualquier otro idioma, sin autorización expresa del autor y de la Municipalidad de Lima.
Editado por:
Municipalidad Metropolitana de Lima
Jirón de la Unión 300
Lima, Cercado
www.munlima.gob.pe
ÍNDICE
Presentación ....................................................................................... 9
Prólogo ............................................................................................... 11
Introducción ...................................................................................... 17
CAPÍTULO I: HISTORIA DE LOS LIMEÑOS ESCLAVIZADOS
Conquista y construcción de la sociedad colonial ............................ 23
El siglo XVIII: el reordenamiento colonial ......................................... 27
Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima ............................ 29
La Independencia y la construcción de la sociedad republicana ...... 34
CAPÍTULO II: DE LA ABOLICIÓN A LA MODERNIDAD EN LIMA
Coyuntura de la abolición ................................................................. 37
Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX ... 43
Presencia afro en el censo del 2017 ................................................... 52
CAPÍTULO III: LA CULTURA AFROLIMEÑA
Religión: la procesión del Señor de los Milagros ............................... 59
Música: de la zamacueca a la marinera ............................................ 66
Comida: de la comida “criolla” al boom gastronómico .................... 86
Toros: Esteban Arredondo, la cuadrilla del maestro Valdez y Rafael Santa Cruz .......................................................................... 92
Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de la cultura popular y afrolimeña ......................................................................... 95
Los afrolimeños en las acuarelas de Francisco “Pancho” Fierro .... 108
Fuentes ............................................................................................. 119
Índice y procedencia de las imágenes .............................................. 124
PRESENTACIÓN
El munilibro n.° 21, Lima afroperuana: historia de los africanos
y afrodescendientes, narra una parte de la extensa historia
de los miles de africanos y afrodescendientes, quienes —
desde el siglo XVI hasta el presente— han contribuido al
enriquecimiento de la cultura limeña y nacional. La autora nos
invita a no olvidar que parte de nuestra historia se construyó
desde la esclavitud y el dolor de miles de africanos y sus
descendientes, quienes supieron superar las circunstancias
injustas de la esclavitud, la pobreza y el racismo.
Al leer este munilibro, sentiremos orgullo de ciertos símbolos
culturales que se erigen como un sello de nuestra identidad:
una rica y variada gastronomía, la imponente procesión del
Señor de los Milagros, música de antaño como los valses,
las polkas y las marineras que se escuchan junto a huaynos,
cumbias y festejos. Cada uno de estos elementos forma parte
de una historia compleja, protagonizada por diversos grupos
étnicos —indígenas, españoles, africanos, moriscos, chinos,
italianos, franceses, alemanes y otros grupos más— cuya
interacción cotidiana dio como resultado la cultura limeña.
Jorge Muñoz Wells
Alcalde de Lima
9
10
PRÓLOGO
Este libro nos presenta de manera sintética los resultados de los
estudios de Maribel Arrelucea sobre la presencia afro en Lima,
la sede del Virreinato peruano, en donde, además, confluían
diversas vertientes culturales. Cabe resaltar que en el período
colonial hubo cimarronaje, palenques y bandolerismo; pero,
al mismo tiempo, se registraron otras modalidades urbanas,
como los jornaleros, vendedores callejeros, especialistas
en gastronomía y artes variadas. Los amos y amas de los
esclavizados los hacían trabajar para otros patrones o los
“alquilaban”. Un tema complejo en esta obra es la presencia de
los afrodescendientes en la Independencia, porque pelearon
en ambos bandos, unos fueron patriotas y otros realistas. Es
por ello que, camino a la celebración del Bicentenario de la
Independencia (2021), este libro cobra mayor trascendencia,
ya que la obra nos demuestra que un sector significativo de
afros luchó por la independencia al lado de San Martín. Este
aspecto es de suma relevancia cultural, en cuanto los soldados
afrodescendientes se incorporaron a las bandas militares,
difundiendo la zamacueca y otros géneros musicales en
diversos países.
El ciclo de la posindependencia hasta la abolición de la
esclavitud nos permite apreciar la defensa de esta mediante
11
diversas argucias y maniobras políticas. Sin embargo, los
esclavizados trazaron dos rutas alternativas: a) participaron
en montoneras, cimarronaje y bandolerismo y b) utilizaron
mecanismos legales y políticos a fin de lograr la manumisión.
Arrelucea también se refiere a las iniciativas de las mujeres
para lograr su libertad y sobrevivir en tiempos de la esclavitud.
Como dice Carlos Aguirre, los afros fueron agentes de su
propia libertad.
El siglo XIX nos revela nuevos procesos culturales en curso
y la presencia de importantes personajes como el pintor de
los libertadores, José Gil de Castro; el polifacético médico
José Manuel Valdez y el gran acuarelista “Pancho” Fierro,
especializado en el costumbrismo limeño.
Debemos destacar la apreciación de Arrelucea del carácter
pluriétnico de Lima a fines del XIX y las primeras décadas
del siglo XX, ya que en esa época a los indígenas, españoles
y afrodescendientes se sumaron otros migrantes como los
chinos, japoneses y europeos. A partir de estos procesos,
Arrelucea dedica especial atención a los censos nacionales,
desde el siglo XIX hasta el último del 2017. Esta es una valiosa
contribución, porque nos permite apreciar las variaciones
étnicas de Lima como consecuencia de los procesos migratorios
12
internos y externos. Por otro lado, es importante el análisis
sobre la autoidentificación étnica en el censo del 2017 y el grado
de avances en torno a educación y acceso al agua potable, lo
cual permite abrir el diálogo. Hay mucho silencio sobre este
censo y Arrelucea nos ofrece luces sobre la materia.
Los afrodescendientes se desempeñaron en los más diversos oficios.
En la imagen, hombre de mediana edad trabajando en una cocina.
Resulta de interés cultural el enfoque sobre la religiosidad
de los esclavizados. En ese sentido, se valora la importancia
de San Martín de Porres, Úrsula de Jesús y el culto al Señor de
los Milagros. También hay una valiosa información sobre la
creación artística afro desde la segunda mitad del siglo XIX.
Destacó el barrio de Malambo, del distrito del Rímac, con los
“Doce Pares de Francia”, la familia Sancho Dávila y Augusto
y Elías Ascuez; en dicho espacio, se practicaron variados
géneros musicales como zamacueca, habaneras, “amor fino”,
valses, polkas, yaravíes y, además, se dominaban variedad de
instrumentos musicales. Los principales artistas del barrio de
Malambo se presentaban en los concursos de danzas que se
organizaban en la pampa de Amancaes en la primera mitad
del siglo XX. Es muy valioso conocer los nombres de los
grandes artistas y conjuntos musicales. Arrelucea también nos
muestra personajes destacados en los deportes, tanto en el
fútbol como en el box y el vóley. Y, en particular, destaca el rol
de las mujeres.
Para llegar a este libro, mucha agua ha corrido por el río
Rímac. Esta obra, con una visión de síntesis y de larga duración
sobre los afrodescendientes en Lima, se inscribe en la fase de
madurez académica de Arrelucea, luego de escribir sus libros
14
Replanteando la esclavitud (2009), Sobreviviendo a la esclavitud
(2018) y diversos artículos. Lo importante de esta nueva
publicación es que permite llegar a un mayor público, a nuevos
lectores, que es la meta ansiada de toda persona dedicada a
la investigación. Con gran esfuerzo y talento, Arrelucea se
ha ganado uno de los principales espacios académicos en la
investigación de la africanía en el Perú y Latinoamérica.
Luis Rocca Torres
Fundador y director del Museo Afroperuano de Zaña
15
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este libro es reconstruir la historia de los
afrolimeños, quienes desde el siglo XVI contribuyen al
enriquecimiento de nuestra cultura local y nacional, junto con
otros grupos étnicos como indígenas, africanos, moriscos,
asiáticos y europeos, entre otros, cuyo intercambio generó la
cultura limeña. Parte de esta historia se construyó desde la
esclavitud, la pobreza y el racismo con hombres y mujeres que
supieron superar esas limitaciones.
Es importante definir quiénes son los afrolimeños
y afrolimeñas. Podemos precisar que son aquellos que
comparten el bagaje cultural proveniente de África. Así,
“afrolimeño” no alude al color de piel y forma del cabello, sino
a personas nacidas en Lima y a los migrantes que comparten
ancestros africanos y prácticas multiculturales donde lo afro
es un componente esencial. Es muy importante enfatizar este
punto para no caer en el racismo que asocia las características
físicas —color de piel, forma de cabello— con la identidad de
una comunidad.
Por otro lado, es necesario enmarcar los aportes de los
afrolimeños en un amplio contexto histórico. Estos se inician
con la esclavitud y se amplían con las transformaciones del
17
siglo XX. Durante la vigencia de la esclavitud, los africanos y
sus descendientes esclavizados fueron colocados en diversos
oficios; pero, una vez instalados, lentamente, de generación
en generación, resignificaron esos espacios laborales, se
volvieron eficientes e imprescindibles; no solo eso, enseñaron
sus oficios a sus descendientes libres. Luego de la abolición,
los afrodescendientes aprovecharon los espacios en los que
se habían especializado para consolidar su presencia en el
mercado laboral. Así, los hombres participaron en algunos
oficios como la herrería, comercio al por menor, albañilería,
carpintería, etcétera; mientras que las mujeres continuaron en
los espacios domésticos.
Ya a mediados del siglo XX se masificaron los deportes, la
industrialización, los medios de comunicación, como la radio
y la televisión, la industria discográfica y los servicios públicos
de salud y educación. Unas décadas después, en 1979, el voto
universal y la ciudadanía permitieron ampliar más espacios.
Estas transformaciones económicas y socioculturales abrieron
nuevas oportunidades para los sectores populares, quienes,
sometidos al racismo y la exclusión, negociaron en esos
nuevos espacios hasta convertirlos en suyos. En el caso de
los afros, desde la esclavitud, se desempeñaban en los oficios
18
domésticos como la cocina y el cuidado de niños, la música,
la tauromaquia, el arte y la medicina como sus actividades
recurrentes; en el siglo XX se incorporaron con éxito en los
deportes, en especial el fútbol, el boxeo y el vóley; sin embargo,
es más difícil insertarse en los medios de comunicación como
19
En la imagen, una pareja conformada por un hombre afrodescendiente
y una mujer andina bailan una zamacueca. La mezcla entre los
afrodescendientes y otros grupos de la sociedad limeña dio origen a la
riqueza y mestizaje del pueblo de Lima.
sujetos con palabra y no como objetos. El enfoque de este
libro es valorar los aportes de los afrolimeños en los ámbitos
tradicionales como la cocina, la música y los deportes. Sin
caer en los estereotipos negativos, la historia de la ciudad
no puede desvincularse de los aportes de los afrolimeños en
estos espacios; pero enfatizando que se han abierto otros
significativos para los afrodescendientes. Por eso, en el libro
también se revisa la presencia de los afros en la política, como
sindicalistas, líderes de organizaciones barriales, y aquellos que
han dirigido ministerios y han sido electos como congresistas.
Este libro está dividido en tres capítulos. El primero
revisa la historia de los africanos y afrolimeños durante
el Virreinato, la Independencia y el siglo XIX. El segundo
analiza desde la abolición de la esclavitud hasta las primeras
décadas del siglo XX. El tercero está dedicado a la cultura
afrolimeña, específicamente la religión, la música, la comida,
la tauromaquia y las diversiones públicas, desde las coloniales
hasta la cultura de masas. Por último, el libro aborda la
presencia de los afrolimeños en las acuarelas de Francisco
“Pancho” Fierro. Tal vez, el marco del libro no permita
homenajear a todos los afrolimeños con nombre y apellido;
empero, se ha procurado incluir a los que destacaron en sus
20
barrios y aún permanecen en la memoria oral.
La identidad se construye diariamente y es un orgullo
practicar y trasmitir nuestras diversas herencias a las nuevas
generaciones; en ese sentido, mi deseo es que este libro
contribuya con este maravilloso proceso intercultural. Por
último, quiero agradecer a la Municipalidad de Lima, a Sandro
Covarrubias y a David de Piérola por el apoyo constante, a
Marlon Aquino y José García Cosavalente por su trabajo de
edición, a Luis Rocca y Jesús Cosamalón por la valiosa ayuda y
a Alejandro Arrelucea, mi papá, por enseñarme a disfrutar mi
afrolimeñidad, enriqueciendo así mis otras raíces.
Maribel Arrelucea Barrantes
21
22
Ilustración de Guamán Poma de Ayala, la primera representación
ilustrada de los africanos que llegaron al Perú en el periodo de la invasión
ibérica. En las pocas ilustraciones que les dedicó, el cronista indio
menciona los malos tratos que recibían de los españoles.
CAPÍTULO I
HISTORIA DE LOS LIMEÑOS
ESCLAVIZADOS
En este capítulo se revisa la historia de los afrolimeños
desde el siglo XVI hasta el siglo XVII. Luego, se estudia el
reordenamiento del siglo XVIII y las modalidades de resistencia
como el cimarronaje, los palenques y el bandolerismo. Por
último, se aborda la Independencia y la República hasta
mediados del siglo XIX.
Conquista y construcción de la sociedad colonial
En el Perú la esclavitud no alcanzó proporciones a gran escala
como en Brasil o Cuba, pero tuvo una fuerte presencia en la
costa y, especialmente, en Lima. No existen cifras fidedignas
de cuántos africanos y afrodescendientes arribaron a nuestra
ciudad. Por Bowser, sabemos que en 1586 Lima tenía alrededor
de cuatro mil africanos y que, para 1640, llegaba a 20 000
individuos. Para el siglo XVIII, el ingreso de africanos por el
puerto del Callao se hizo en grupos pequeños, destinados
especialmente al servicio doméstico y las haciendas. Hacia
el final del Virreinato, se incrementó la presencia de los
africanos. Así, en 1790 fueron contabilizados 13 479 africanos
23
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
esclavizados y 10 023 afros libres, sumando en total 44.6 % de
la población total de la capital, el pico más alto en la historia
de la presencia afro en la ciudad.
La esclavitud estuvo presente en Lima, en sus haciendas
y chacras, trapiches y obrajes, talleres, panaderías,
callejones, casas y casonas. La mayoría no estaba encerrada
permanentemente; por ejemplo, los sirvientes domésticos
debían cumplir encargos y hacer las compras diarias de
la familia. También acompañaban a sus propietarios a
diversas actividades. Esta modalidad de esclavitud les dio
amplio margen de libertad para establecer sus propias redes
familiares y amicales. Los trabajadores esclavizados de
haciendas y chacras, dependiendo de los propietarios, podían
salir a visitar a sus parientes, participar en misas, reuniones
de cofradías, fiestas y procesiones.
Las haciendas cañeras jesuitas tuvieron un mayor número
de esclavizados. Por ejemplo, para 1767, la hacienda San
Juan tuvo 492 y la hacienda Villa, 369, las cuales podían
cultivar hortalizas, criar animales de corral y, luego, vender
su producción en los tambos e incluso en la misma ciudad.
En contraste, la mayoría de propiedades rurales fueron de
mediana y pequeña extensión, y contaron con poca mano de
24
obra, entre seis y cuarenta esclavizados, quienes convivieron
con personas de otras castas bajo distintos regímenes
laborales, como los aparceros y yanaconas, los jornaleros
eventuales esclavizados y libertos.
Maribel Arrelucea Barrantes
25
Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón. En las haciendas
cercanas a Lima los africanos y sus descendientes tuvieron que trabajar como
agricultores. Muchos de estos se rebelaban y huían formando palenques.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Esta información nos muestra que en Lima no predominó
el modelo de plantación como en Brasil, Colombia y Cuba
donde las haciendas de café, caña de azúcar, tabaco, entre
otras, fueron grandes propiedades con mano de obra
esclavizada a gran escala, en su mayor parte homogénea
gracias a sus orígenes étnicos, idioma y religión; sometida a
un control férreo y trabajo sistemático.
En Lima fue común la esclavitud a jornal. Estos
trabajadores se desplazaban por la ciudad, el Callao y las
haciendas cercanas en busca de trabajo. Iban sin cadenas,
apenas con un papel donde constaba el permiso de su amo;
no tenían ningún elemento visible para identificarlos como
esclavizados. Este sistema permitía que un esclavizado
trabaje para un tercero; entregaba una parte de su salario al
amo y lo demás era para su manutención. Por lo general, no
se requería una especialización laboral al existir una amplia
demanda de trabajadores en las chacras, haciendas, obrajes,
talleres, etcétera. Por su parte, las jornaleras esclavizadas se
desempeñaron como vendedoras ambulantes, carniceras,
lavanderas, cocineras, amas de leche, etcétera.1 Este sistema
permitió mayores márgenes de libertad y cierta capacidad
de consumo a los jornaleros, posibilitando el contacto de los
26
afros con otros grupos étnicos.
También existieron algunas casas, haciendas, chacras,
obrajes y panaderías donde los trabajadores esclavizados
1. Las amas de leche eran nodrizas dedicas a cuidar a los recién nacidos e infantes. En la costa
y algunas ciudades del Perú y América Latina fueron africanas y afrodescendientes; en las
zonas andinas fueron principalmente mujeres indígenas.
Maribel Arrelucea Barrantes
fueron controlados con grilletes y sometidos a un trato
inhumano. Pero, a pesar de la explotación y el control, los
afrolimeños aprovecharon las oportunidades para negociar
algunos beneficios como alimentos, permisos, mejor ropa,
medicinas, entre otros; también usaron los tribunales
para plantear sus quejas y demandas. Tal vez, por ello,
los afrolimeños lucharon por permanecer en la ciudad
y bloquearon su venta por estar casados con residentes
limeños o limeñas, lo cual era posible por ser parte de sus
derechos defendidos por la Iglesia.
El siglo XVIII: el reordenamiento colonial
El censo de 1791 nos muestra que el 47 % de la población
limeña lo constituía el grupo esclavizado y las castas libres
(afros que habían accedido a su libertad por diversos medios),
mientras que el 36 % eran españoles. Los indígenas (8.2 %)
representaron una minoría urbana visible por el idioma, la
vestimenta y leyes específicas. Empero, como demostró
Jesús Cosamalón, mantuvieron vínculos laborales, amicales,
afectivos y sexuales con otros grupos étnicos.
Desde fines del siglo XVIII, fue cada vez más visible la
presencia de africanos y afrodescendientes elegantes, dueños
de esclavizados, con prestigio por ser miembros de algunas
cofradías y gremios. Viajeros como Tadeo Haënke y Joseph
Laporte nos han dejado descripciones de la ropa, las joyas y la
elegancia de mujeres populares, en especial de las vivanderas
afro que evidencian su preocupación por lucir bien.
27
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
28
Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón en la que se observa
una calesa empujada por jinete afro. El dibujo representa una estampa de la
época (siglo XVIII). Los descendientes de africanos cumplieron muchas funciones
y en no pocos casos pudieron progresar.
Maribel Arrelucea Barrantes
Esta movilidad social generó críticas ilustradas y una
nueva preocupación por fijar las denominaciones de castas.
Gregorio de Cangas en su Descripción en diálogo de la ciudad
de Lima entre un peruano práctico y un bisoño chapetón (1770)
presentó una tabla o clasificación basada en los tres troncos
considerados primigenios: ‘españoles’, ‘negros’ e ‘indios’. A
su vez, de la mezcla de estos se derivan 21 ramas o especies;
considerados con calidad, si descienden de españoles; pero
desprovistos de esta cualidad si descienden de indios y
negros. Por su parte, Hipólito Unanue escribió Observaciones
sobre el clima de Lima y su influencia en los seres organizados,
en especial el hombre (1806), en el que describió a los africanos
como salvajes y con un corazón bárbaro.
Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima
El cimarronaje fue la fuga de los africanos y afrodescendientes
esclavizados. En la Recopilación de Leyes de Indias se fijaron
castigos durísimos; los cincuenta azotes por fugarse cuatro
días; 400 azotes si, además, formaban bandas. La pena de
muerte se debía aplicar cuando el cimarrón también cometía
delitos como el hurto, la violación y el asesinato.
Sin embargo, el cimarronaje fue permanente a lo largo del
tiempo y en los diferentes espacios esclavistas. En Lima, la
tendencia fue la fuga individual y por corto tiempo; aunque
fue difícil la sobrevivencia como jornaleros, bandoleros y
palenqueros.
29
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
30
Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón. En la imagen
se ve un hombre “mulato” elegantemente vestido, con medias blancas y
zapatos de hebilla.
Maribel Arrelucea Barrantes
El bandolerismo se convirtió en la forma más fácil de
sobrevivir para diferentes individuos como los cimarrones,
quienes robaban en diferentes lugares, como los caminos,
puentes, tambos, pulperías, chinganas, haciendas, casas
y callejones. Durante el siglo XVIII, las bandas ya eran poco
numerosas, entre 3 y 5 individuos, casi todos pertenecientes
a la misma casta y oficio, con pocas armas.
Algunos cimarrones formaron palenques: aldeas con
empalizada alrededor de unas chozas, tierras de cultivo
y corrales. Desde la Conquista se formaron numerosos
palenques en las afueras de la ciudad, como el palenque
de Huaura de 1544 y el de Cieneguilla de 1641; fue difícil
aniquilarlos gracias a su compleja organización interna y, en
especial, al escaso control de las autoridades españolas.
Hasta la abolición de la esclavitud, los cimarrones y
palenqueros ocuparon reiteradas veces algunos sitios de
Lima: los montes del Chillón, Zambrano, Collique, Pampa
del Rey, Caballero y Chuquitanta, en el valle de Carabayllo;
Santa Rosa, Garagay, Taboada y Bocanegra, zonas cercanas al
aeropuerto Jorge Chávez de Lima; Pedreros y Cajamarquilla,
en el valle de Huachipa; los Totorales de Villa, Surco, Chorrillos
y Lomo de Corvina, al sur de Lima. Por el norte, los cimarrones
dominaron los montes de Chancay, Andahuasi, Aucallama y
Supe y, por el sur, los valles de Cañete, Mala, Chincha e Ica.
El palenque de Huachipa ,en Lima, es el mejor documentado
gracias a las investigaciones de Lazo, Tord y Espinoza; tal
vez sea el de mayor tiempo de duración y estructuras más
31
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
complejas. El palenque empezó a funcionar entre 1711 y
1713 con 30 casas alrededor de una plaza central y campos
de cultivo. Fue habitado por 29 cimarrones, 15 hombres y 14
mujeres, cuyas edades oscilaban entre los 20 y 30 años de
edad. Esta comunidad vivió de la agricultura, el comercio
y el robo bajo una compleja organización política militar:
tenían un “General” o gobernador, un alcalde, un capitán
y un capitanillo; el último jefe fue Francisco Congo, alias
“Chavelilla”. Finalmente, el palenque fue destruido después
de una feroz resistencia y Francisco fue ahorcado. Hoy, el
lugar es conocido como “Cerro negro”, en Huachipa.
Lo que predominó en Lima a fines del siglo XVIII e inicios
del XIX fueron los refugios eventuales sin chacras, casas
ni empalizadas entre los valles del Chillón y el Rímac. Los
cimarrones se desplazaban permanentemente porque se
dedicaban al bandolerismo o trabajaban como jornaleros;
los tumultos fueron escasos. En 1805, los esclavizados de
la hacienda Pariachi, propiedad de la familia Sancho Dávila,
tomaron el patio del palacio y lograron que el virrey Avilés
cambie al arrendatario. De igual forma, hay varios tumultos y
fugas de las panaderías, algunas de ellas muy violentas.
Este periodo fue de intranquilidad social, con numerosas
32
revueltas en todo el virreinato y mayor control militar. Esto
impidió que prosperen las formas de resistencia violentas.
Los esclavizados buscaron, en lugar de ello, otras formas más
prácticas como litigar en los tribunales, la negociación, entre
otras.
Maribel Arrelucea Barrantes
33
Grabado de The Present State of Peru, libro escrito por
Joseph Skinner en el siglo XIX. En la imagen se aprecia mujer
afrodescendiente con traje típico.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
La Independencia y la construcción de la sociedad
republicana
Los afros participaron de varias maneras en el proceso de
Independencia. En principio, los dos ejércitos confiscaron a
los esclavizados de la ciudad y las haciendas; aunque, otros
propietarios, tanto patriotas como realistas, los cedieron
como evidencia de lealtad a cada una de las causas. Por otro
lado, numerosos africanos y afrodescendientes se enrolaron
voluntariamente en ambos ejércitos. Ambas filas ofrecieron
diversas ventajas como el fuero militar, ejercer cierto grado
de autoridad, percibir un salario y derecho consensuado a
los saqueos y el prestigio. En el caso del ejército realista, el
virrey Pezuela les prometió vestimenta, alimentación, un
pago mensual y, además, la libertad a cambio de cinco años
de servicio. Después, en 1821, el virrey La Serna captó a 1500
esclavizados de la ciudad y sus alrededores prometiéndoles
su libertad después de seis años de servicio.
En el otro bando, casi la mitad de la escuadra de lord
Cochrane y las dos terceras partes del ejército de San Martín
fueron afroargentinos. En sus memorias, Miller anotó que
se distinguieron por su valor y patriotismo. Numerosos
esclavizados de Lima, Ica, Chincha y Cañete huyeron de sus
34
haciendas para enrolarse en el ejército patriota, en donde
se destacaron por su valentía. Tanto San Martín como
Bolívar concordaron en que la esclavitud era una herencia
lamentable del pasado colonial, pero difícil de eliminar
en esos momentos. De allí que no se dio la abolición de la
Maribel Arrelucea Barrantes
esclavitud, solo la libertad de vientres y la libertad de algunos
individuos que pelearon en las filas patriotas.
Tardieu
rescató
el
nombre
de
Ildefonso,
un
afrodescendiente patriota esclavizado de Chincha, quien
cumplió misiones de espionaje en Lima y la costa central.
Al ser descubierto en Pisco, se arrojó al mar gritando que
prefería “morir mil veces por la causa de la patria más bien
que obedecer a un español”. Fue enterrado como un héroe
por sus compañeros de armas. Lamentablemente, aún no
tenemos una estatua para representar a los soldados afro
que pelearon por la Independencia.
Por otro lado, otros africanos y afrodescendientes huyeron
de sus amos, formaron milicias patriotas y, al mismo tiempo,
ejercieron el bandolerismo. Sus víctimas fueron hacendados
y gente común, cobradores de impuestos y burócratas. En la
época, fueron considerados simplemente como bandidos; sin
embargo, hay que considerar que también quisieron eliminar
su esclavitud sin esperar decretos del Estado.
35
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
36
CAPÍTULO II
DE LA ABOLICIÓN A LA MODERNIDAD
EN LIMA
Este capítulo aborda la coyuntura de la abolición en 1854 y
el impacto del decreto sobre la población afro, así como la
inserción laboral y política de los afrodescendientes en Lima,
entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
Por último, se analiza la presencia afro en el censo del 2017.
Coyuntura de la abolición
El orden liberal no abolió la esclavitud en el Perú; solo se dio la
libertad de vientres, con la cual se otorgó la libertad a todos
los recién nacidos desde el 28 de julio de 1821. Sin embargo,
los manumitidos tuvieron una situación ambigua: eran libres
y, al mismo tiempo, dependientes de sus examos. Durante
su primer gobierno, entre 1829 y 1833, Agustín Gamarra
decretó la prolongación de la tutela de los manumitidos
hasta los cincuenta años de edad aduciendo que necesitaban
orientación moral.
De acuerdo con Ramos Núñez, las constituciones de 1823,
1828, 1834 y 1839 permitieron que la trata y la esclavitud
continuaran por diversos medios, tales como el contrabando
37
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
y la introducción de esclavizados de otros países como la
Gran Colombia. De este modo, la esclavitud persistió. Hacia
1850, posiblemente existían unos 4000 esclavos domésticos
en Lima y unos 20 000 en zonas rurales.
En el Perú no tuvimos una campaña vigorosa contra la
esclavitud. Apenas hubo algunas iniciativas como la de
El Comercio, que publicó La cabaña del tío Tom, obra que
denuncia la esclavitud y con la que se trató de influir en
la opinión pública. Aunque, cuando se dio finalmente la
abolición, en 1854, este periódico publicó artículos en los que
alertaba de la supuesta peligrosidad de la población africana
y afrodescendiente de Lima. Mientras tanto, los esclavizados
resistieron mediante el cimarronaje, el bandolerismo y los
palenques, además de algunas rebeliones. Los esclavizados
de la hacienda San Pedro del valle de Lurín se rebelaron varias
veces entre 1826 y 1837; los de la hacienda La Molina y los de
la hacienda Villa hicieron lo propio en 1845.
En 1854, Ramón Castilla inició una revolución contra el
presidente José Rufino Echenique por la corrupción en el
pago de la deuda interna. En el fragor de la lucha, Castilla
decretó la abolición de la esclavitud el 3 de diciembre de 1854.
Luego de su triunfo, nombró una comisión y procedió a pagar
38
a todos los propietarios 300 pesos por esclavo. Para algunos
especialistas, se trató de una gran inyección de capitales
que benefició principalmente a los hacendados, porque
los esclavizados nunca recibieron nada; fueron comprados
masivamente por el Estado y abandonados a su suerte.
Maribel Arrelucea Barrantes
39
Ramón Castilla. Dio la libertad a los esclavos pero no confiscó las propiedades
de los dueños de esclavos ni obligó al pago de reparaciones por la esclavitud,
razón por la cual los libertos y sus descendientes jamás contaron con capital para
prosperar y tuvieron que trabajar en labores extenuantes y explotadoras.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Esta es una de las causas por las cuales la mayor parte de la
población afrodescendiente se mantuvo en la pobreza. Para
algunos, la abolición fue una decisión liberal y humanitaria;
sin embargo, diversas investigaciones muestran que la
esclavitud ya estaba en crisis por la suspensión del tráfico, la
disminución del número de esclavos en edad de laborar, la
presión británica contra la esclavitud, los altos precios y el
avance paulatino del rechazo a esa forma de trabajo.
La incorporación como libres fue un proceso duro, en
especial para aquellos que no tenían especialización laboral,
bienes o capital. Esto ocurrió con los trabajadores rurales,
quienes fueron despedidos o presionados para aceptar
nuevas formas laborales de explotación como el enganche,
el yanaconaje, la aparcería y el trabajo como peones libres,
tal como se hizo después con los trabajadores chinos e
indígenas. Igual pasó con los trabajadores de los talleres,
obrajes, casas, panaderías, etcétera. Por otro lado, después
de la abolición, migraron numerosos afros provenientes
de ciudades del norte limeño como Huacho, Pacasmayo,
Huaura, Barranca, Huaral, Chancay, Sayán, Supe, Aucallama
y afros del sur, de Cañete, Coayllo, Chincha e Ica. Los afros
rurales se incorporaron a Lima, en donde contribuyeron con
40
sus tradiciones culturales locales.
En cambio, les fue mejor a quienes contaban con una
especialidad laboral, un pequeño capital, negocios propios,
prestigio y redes, como las amas de leche, cocineras, cocheros,
artesanos, entre otros.
Maribel Arrelucea Barrantes
Luego de la abolición, permanecieron las prácticas
esclavistas tales como el trato cotidiano basado en el castigo
físico con azotes, cadenas y otros instrumentos de tortura;
el maltrato verbal, la resistencia a pagar salario, el encierro
y el racismo. Después de la abolición, ninguna constitución
prohibió la ciudadanía por diferencias raciales; más bien
fue por clase y género. Por ejemplo, solo votaban los
varones mayores de edad que sabían leer y escribir, ejercían
una profesión u oficio y no eran sirvientes domésticos o
mendigos, entre otros. Los periodistas, intelectuales y
juristas debatieron la aprobación de la pena de muerte y se
construyó el panóptico (cárcel) lo bastante cerca de la ciudad
como para disuadir a los infractores de la ley. Los sectores
populares, percibidos como pobres, violentos y sin educación
fueron considerados como el lastre de la sociedad. Por eso,
nadie quería ser percibido como de color oscuro. La población
africana y afrodescendiente intentó alejarse cada vez más
de las etiquetas raciales, tales como “negro”, “zambo” o
“mulato”. Con el tiempo, los afros e indígenas tendrían
que conseguir la ciudadanía, al alcanzar los requisitos
establecidos por la ley. Por eso, fue muy importante aprender
a leer y escribir, conseguir un oficio con estima social, pagar
sus contribuciones al Estado, parecer decentes y educados
mediante la ropa y los gestos, alejarse del estigma que
significaba su color de piel.
41
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
42
Acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. En primer plano,
maestro toma lección a alumno afrolimeño.
Maribel Arrelucea Barrantes
Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras
décadas del siglo XX
Hay muy pocos estudios sobre la posesclavitud. Algunos
sostienen que los afros fueron desapareciendo producto
del mestizaje; otros sostienen que, tal vez, tuvieron que
camuflarse para alcanzar condiciones de vida aceptables
siguiendo las reglas de la sociedad republicana.
Cosamalón estudió tres cuarteles del censo de 1860,
realizado en Lima, el cual demuestra que algunos afros
ascendieron socialmente cuando alcanzaron instrucción
(leer y escribir), propiedad y oficio con prestigio. Por ejemplo,
Julián Sandoval era un propietario minero que vivía en la calle
de Baquíjano (hoy Jirón de la Unión) y tenía dos sirvientes. Él
fue identificado como “zambo” y no como “negro”, a pesar de
tener padre y madre “negros”.
Siguiendo al citado autor, podemos ver que el 35 % de
afrolimeños sabían leer y escribir; por tanto, podían votar.
Probablemente, la cifra de alfabetos afro era más alta que
durante el periodo de la esclavitud. El 66 % de los trabajadores
domésticos y de servicios menores era analfabetos y el 92 %
fue identificado como negro y zambo. Lo más probable es que
algunos oficios estaban plenamente racializados; de allí que
aquellos que trabajaban en esos oficios automáticamente
eran percibidos como más oscuros. En otras palabras, ser
aguador, vendedor, cocinera, ama de leche y lavandera
equivalía a ennegrecerse.
43
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
En el censo citado, se registraron 1926 mujeres afro. El 80 %
de ellas dedicadas a los oficios menores, con un 83 % de
analfabetismo. El 95 % declaró ser amas de leche, sirvientas
y lavanderas; estas mujeres fueron etiquetadas como negras
y zambas. En el caso de las lavanderas, el 96 % fue registrada
como negra o zamba y el 87 % era analfabeta. Entre las 446
sirvientas, el 94 % fue percibida como negra o zamba y, en
el caso de las cocineras, de las 245 mujeres registradas, el 98 %
fue percibida como negra o zamba. En suma, ser cocinera,
lavandera o ama de leche ennegrecía a las mujeres.
La costura fue un oficio más respetado porque se ejercía
en la casa. La mujer no tenía que dejar el hogar ni descuidar
a los hijos y al esposo, roles femeninos fundamentales en esa
época. Entre todas las mujeres dedicadas a la costura (1315),
aproximadamente el 21 % era afro y el 64 % analfabeta, cifra
más baja que la establecida para oficios con menor prestigio.
Otros afrodescendientes llegaron a ser celebridades.
Por ejemplo, el escritor Ricardo Palma Soriano, nacido en
1833, fue hijo de Pedro Palma y Dominga Soriano. Según los
biógrafos de Palma, Dominga era afrodescendiente y Pedro
probablemente mestizo o indígena de Cajamarca. Ricardo
se desempeñó como empleado de la Marina, un empleo
44
prestigioso. En el censo de 1860 fue registrado como blanco
y, de no ser por sus enemigos, probablemente hoy en día no
sabríamos que tenía ancestros africanos. Otras celebridades
fueron el médico José Manuel Valdez, el torero Ángel Valdez,
los pintores José Gil de Castro y Francisco “Pancho” Fierro.
Maribel Arrelucea Barrantes
45
Retrato de Francisco “Pancho” Fierro por el pintor Nicolás Palas.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
46
Amancaes en el siglo XX. La famosa pampa del
Rímac vio nacer la cultura criolla. En la imagen,
mujeres afrolimeñas preparan picarones.
Maribel Arrelucea Barrantes
47
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Otros afros se desempeñaron en oficios considerados
decentes y de prestigio, como médicos, sastres, orfebres,
preceptores, profesores de música, pintores, toreros, entre
otros. Ellos, con su trabajo, minimizaron el estigma racial,
aunque no alcanzaron la fama de los anteriores afrolimeños
citados.
El estudio de Susan Stokes muestra que, en las primeras
décadas del siglo XX, Lima presentó una población percibida
como de blancos y negros, con categorías intermedias de
orígenes coloniales, como, por ejemplo, “zambo” y “mulato”.
En contraste, la categoría “pardo” fue cayendo en desuso,
pero apareció “sacalagua” para denominar a una persona
de piel blanca con cabello ensortijado y labios gruesos. El
significado es motivo de debate, pues algunos sostienen
que es la mezcla de negro con blanco, mientras que otros
sustentan que se trata del caso específico de la mezcla de
italiano con afrodescendiente.
En esa época, la educación formal estaba fuera del alcance
de la mayoría. Existían pocas escuelas y universidades.
Quizá por eso los afros se desempeñaron en oficios agrícolas
y domésticos que podían aprender directamente de sus
madres y padres, como, por ejemplo, la albañilería, la venta
48
ambulante, la cocina, la lavandería y la música.
A medida que aumentaron las fábricas en la ciudad,
hombres y mujeres fueron obreros en las fábricas textiles
de Ate Vitarte, Breña, La Victoria, entre otros. En esta época
se formaron las asociaciones mutualistas y los sindicatos
Maribel Arrelucea Barrantes
que se centraron en problemas transversales a todos los
trabajadores como las horas laborales, el derecho a la huelga,
el salario, la ciudadanía, entre otros. Los afros participaron,
como parte de los sectores populares, en las grandes luchas
obreras que consiguieron las ocho horas laborales, el salario
doble por feriados, entre otras leyes. A mediados del siglo
XX distinguimos a algunos afros en la política; por ejemplo,
Guillermo Lobatón (1927-1966) quien fue subsecretario
general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En
cuanto a las mujeres, Delia Zamudio (Chincha, 1943) es una
notable sindicalista afrodescendiente; en 1970 fue parte de la
Federación de Laboratorios, Farmacias y Afiliados y en 1975
fue nombrada secretaria general de la Confederación General
de Trabajadores del Perú (CGTP), como tal, participó en el
contundente paro del 19 de julio de 1977 que exigió el fin de la
dictadura del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.
En organizaciones de base se destacaron varias mujeres afro,
como María Elena Moyano (Barranco, 1958-Villa El Salvador,
1992), presidenta de la Federación Popular de Mujeres de
Villa El Salvador entre 1984 y 1989, y tenienta alcaldesa de
Villa El Salvador por Izquierda Unida en 1989. En 1992, fue
asesinada por Sendero Luminoso por oponerse al avance de
esta agrupación.
Recién en el siglo XXI, algunos afros han sido elegidos
congresistas como José Luis Risco (2001-2006), quien
anteriormente fue líder sindical de la Confederación General
de Trabajadores del Perú (CGTP). El fujimorismo ha impulsado
49
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
50
La mujer afrodescendiente ha tenido un papel crucial en la vida
política del país. En la foto, María Elena Moyano, líder popular en
Villa El Salvador, recibe una condecoración de Alejandro Sakkuda,
director del diario La República.
Maribel Arrelucea Barrantes
congresistas afro; la más destacada es Martha Moyano (20002001, 2001-2006) quien, además, ha sido vicepresidenta del
Congreso de la República (2007-2008), es tal vez el cargo más
importante hasta ahora ocupado por alguien de la comunidad
afroperuana. También figuran la exvoleibolista Leyla Chihuán
(2011-2016 y 2016-2019) y César Segura Izquierdo (2016-2019).
Otras exvoleibolistas afro también fueron congresistas de la
República como Cecilia Tait, por Perú Posible, (2000-2005 y
2011-2016) y Cenaida Uribe, por Gana Perú, (2006-2016).
Buena parte de los activistas afro reconocen la importancia
del accionar de Martha Moyano, gestora de la Coordinadora
para el Desarrollo de los Pueblos Afroperuanos del Congreso
de la República y de la creación del Museo Afroperuano
de Lima. Esto, sin embargo, es polémico, pues Moyano y
César Segura representan al fujimorismo, asociado con el
gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quien ha sido
condenado por delitos contra los derechos humanos. Por
otro lado, Segura, como vicepresidente de la Comisión de
Acusaciones Constitucionales, fue uno de los protagonistas
del enfrentamiento con el Ejecutivo que, finalmente, terminó
con la disolución del Congreso en el 2019. En el 2018 Gloria
González Farfán fue elegida regidora de Lima Metropolitana.
Ella es una reconocida activista afroperuana e integrante
de la Mesa del Pueblo Afrodescendiente de la Comunidad
Andina. Por último, Susana Baca, célebre cantautora, es
la primera ministra de estado en asumir una identidad
afrodescendiente. Se desempeñó como ministra de cultura
51
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
entre julio y diciembre del 2011, ese mismo año la OEA la
nombró presidenta de la Comisión Interamericana de Cultura.
Presencia afro en el censo del 2017
En 1940, el Estado aplicó por última vez categorías raciales
para identificar a la población peruana. Las categorías blanco
y mestizo se fundieron en una, porque se consideró que era
imposible distinguir entre ambos; probablemente por eso
incrementó su porcentaje. Es posible que en esta categoría
también se encuentren numerosos afroperuanos, producto
no solo de la mezcla de indígenas, asiáticos y europeos,
sino como resultado de una paulatina movilidad social
ascendente.
En el año 2017, por primera vez, la población pudo
escoger su identidad en un censo a partir de la pregunta:
“Por sus costumbres y antepasados usted se considera…”.
Las alternativas fueron: a) quechua, b) aymara, c) nativo o
indígena de la Amazonía, d) parte de otro pueblo indígena
originario, e) negro, moreno, zambo, mulato, pueblo
afroperuano o afrodescendiente, f) blanco, g) mestizo, h) otro,
i) no sabe no responde, j) nikkei, k) tusán.
52
Según el censo, el 67.61 % de la población limeña se
autoidentificó como mestiza; el 16.25 %, quechua; el 7.18 %,
blanca; el 3.35 % prefirió marcar la alternativa “no sabe/no
responde”, por encima del 2.76 %, que se autoidentificó como
afro; 1.4 % prefirió la opción “otros”; 0.68 % se autoidentificó
Maribel Arrelucea Barrantes
53
El más grande escritor peruano del siglo XIX descendía de afrolimeños.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
como aymara; 0.26 % como nikkei; 0.21 % como nativo o
indígena de la Amazonía; 0.14 %, tusán; 0.10 %, parte de otro
pueblo indígena u originario.
“Mestizo” obtuvo más porcentaje seguramente porque
permite aglutinar diversas herencias étnicas y culturales.
Muchas personas no quisieron escoger una sola opción por
sus variados ancestros y costumbres o, también, porque no
se identificaron con ninguna de las propuestas.
Al revisar las cifras por distritos, tenemos información
valiosa en torno a la población que se autopercibe como
afrodescendiente. Esta se encuentra presente en diferentes
proporciones en todos los distritos, aunque en ningún caso
su presencia llega al 5 %. El mayor porcentaje distrital de
población afrolimeña corresponde a Pucusana (4.9 %) y el
más bajo a San Isidro (1.1 %). En los distritos costeros con
fuerte presencia de pescadores artesanales y agricultores
hay una población que se autoidentifica como afro: Pucusana
(4.9 %), San Bartolo (4.4 %), Punta Negra (3.8 %), Lurín (3.2 %),
Chorrillos (3.1 %), Santa María (2.8 %), Punta Hermosa (2.6 %)
y Pachacamac (2 %).
En los distritos considerados de clase media alta, la
autopercepción de ser afrodescendiente es muchísimo menor.
54
En San Isidro, apenas llega al 1.1 %; en Miraflores, al 1.4 % y
en La Molina, al 1.5 %. Los distritos considerados antiguos o
tradicionales y con fuerte presencia popular mantienen una
presencia afro: en Breña, 3.9 %; en el Rímac, La Victoria y el
Cercado se autoidentificaron como afro el 3.7 %.
Maribel Arrelucea Barrantes
El censo muestra varios indicadores para medir el bienestar
de la población. De todos ellos, se han seleccionado dos:
el acceso a la educación y al agua potable. Con respecto al
primero, la población afrodescendiente ha mejorado. Las
cifras más altas sin acceso a la educación corresponden a la
población quechua (3.4 %) y aymara (2.7 %). Los afros tienen
la misma cifra que los blancos y mestizos (0.9 %), mientras
que los nikkei (0.3 %) y tusán (0.8 %) presentan mejor acceso
a la educación. Las diferencias son más notorias en el caso de
los estudios superiores. El 16.2 % de los afros tiene estudios
universitarios incompletos o terminados, por encima de los
quechuas con 15.1 % y los aymaras con 14.2 %; aunque por
debajo de los mestizos con 23.9 %, los blancos con 25.6 %,
los nikkei con 40.8 % y los tusán con 43.6 %.
Solo el 1.2 % de los afros, el 1.3 % de los quechuas y el 1.5
% de los aimaras llegó al nivel de posgrado; muy por debajo
de los mestizos con 2.5 %, los blancos con 4.1%, los nikkei
con 6.5 % y los tusán con 9.0 %. En suma, las poblaciones
que más han avanzado en el acceso a la educación son los
que se autoperciben como asiáticos (nikkei y tusán), quienes
están por encima, incluso, de los que se consideran blancos.
Al mismo tiempo, la población que se autopercibe como
afro está por encima de la población que se autodenomina
quechua, aymara y nativa de otra etnia.
En cuanto al acceso al agua, el 81 % de la población
limeña tiene acceso a la red pública dentro de la vivienda. Sin
embargo, al ver los porcentajes por etnicidad, observamos
55
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
56
José Manuel Váldez en el pincel de Francisco “Pancho” Fierro. Ricardo
Palma se refirió a él como ”insigne médico y distinguido literato”
Maribel Arrelucea Barrantes
que no es igual para todos los grupos. Los más favorecidos
son las personas percibidas como blancas con un 81 %,
superadas por los mestizos con 82 % y los nikkei y tusán con
84 %. En cambio, la cifra es menor en los afros (79 %) y los
aymaras (78 %).
En general, este censo muestra que hay una mayor
cobertura del servicio potable de agua y el de educación,
probablemente gracias a la expansión de SEDAPAL en
las últimas décadas y, en especial, a la gran inversión en
escuelas privadas medianas y pequeñas. Sin embargo, aún se
mantienen cifras diferenciadas por la clase y la etnicidad. En
ese sentido, los nativos quechuas, aymaras y amazónicos son
los grupos más vulnerables; los afros están ligeramente por
encima; los mestizos superan a aquellos que se consideran
blancos y, en la cima, se sitúan los nikkei y tusán, quienes
gozan de mayor cobertura de estos servicios. El censo nos
indica algunas tendencias para trabajar en el futuro. Lo
importante es ir cerrando las brechas y diferenciaciones hacia
la igualdad.
57
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
58
CAPÍTULO III
LA CULTURA AFROLIMEÑA
La cultura limeña es la fusión de los aportes afro, europeos,
indígenas y asiáticos. Este capítulo presta atención al rol de
los africanos y afros en la religión, la música y la comida, los
carnavales, las diversiones públicas y los deportes. Por último,
se analiza las representaciones de los afrolimeños realizadas
por Francisco “Pancho” Fierro.
Religión: la procesión del Señor de los Milagros
Tempranamente, la Iglesia Católica consideró a los
africanos esclavizados como personas con alma y, por lo
tanto, con derecho a todos los sacramentos. La Corona y la
Iglesia ordenaron que los africanos debían ser bautizados
antes de ser transportados fuera de África o al llegar a los
nuevos territorios americanos. La Iglesia también alentó
la participación de africanos y afrodescendientes en las
cofradías, las procesiones, las misas y otras actividades
religiosas. Los Concilios Limenses les permitieron derechos
como casarse libremente, mantener el matrimonio entre
residentes, tener funeral y entierro, entre otros. Por supuesto,
no siempre se cumplieron las normas, de allí que durante los
59
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
primeros años del Virreinato y en algunas zonas periféricas
los esclavizados tuvieron que luchar para defender estos
derechos en los tribunales eclesiásticos.
Los africanos y afrodescendientes también formaron
sus cofradías al igual que los españoles e indígenas. Estas
instituciones, de origen medieval, se encargaban de cuidar
las imágenes religiosas, organizar las procesiones, mantener
las andas y altares, las ropas de las imágenes, sus adornos y
joyas, las velas y las flores. En América y en nuestro país, las
cofradías de esclavos asumieron otras tareas como liberar a
un cofrade esclavizado, ser testigos o fiadores de un cofrade
en procesos judiciales o velar por la viuda y huérfanos de
un cofrade fallecido, evidencias palpables de una sólida red
social.
El calendario religioso de Lima estaba lleno de procesiones
y fiestas como la del Corpus Christi, la Virgen del Carmen,
la Inmaculada Concepción, la Navidad, la Semana Santa,
etc. Estas procesiones se enmarcaron en un clima de fiesta,
con música, cohetecillos, comida, licores y dulces. Gracias a
Tadeo Haënke —un viajero de la época— y a las descripciones
de El Mercurio Peruano y de la Gaceta de Lima sabemos que
los africanos y afrodescendientes desfilaban divididos en
60
naciones africanas, con su rey y reina, súbditos y criados,
representando una corte real, todos vestidos con ropas
y joyas lujosas. Detrás iban otros bailando y cantando,
disfrazados de “diablillos” y animales, con instrumentos
musicales. Cerraban el desfile las “invenciones” o máscaras:
Maribel Arrelucea Barrantes
los gigantes, cabezudos o papahuevos que eran figuras
deformes con licencia para hacer bromas al público. En este
punto, tal como señala Tompkins, las cofradías de esclavos
dieron un toque especial a estas festividades.
El Corpus Christi duraba ocho días, pero las fechas
centrales eran la Octava y la Infraoctava. De acuerdo con
Rivas, en la fiesta central, el domingo de la Infraoctava, las
cofradías de afros abrían la procesión al salir del Convento
de Santo Domingo, y cumplían un papel importante. De la
misma manera, la procesión de la Virgen del Carmen fue y es
muy tradicional en Barrios Altos. Cada 16 de julio sale desde
la iglesia Nuestra Señora del Carmen y recorre las principales
calles de esta emblemática zona. Los cantantes y músicos
criollos interpretan una serenata mientras las vivanderas
ofrecen comida criolla, anticuchos y picarones. La festividad
cierra con un espectáculo de fuegos artificiales en homenaje
a la Virgen.
Como parte de este proceso de asimilación y profundo
catolicismo, también tenemos experiencias religiosas como
las de San Martín de Porres y Úrsula de Jesús, además de la
procesión del Señor de los Milagros. También hubo otros
cultos que no alcanzaron tanto éxito en la ciudad; por ejemplo,
el de san Benito de Palermo, promovido por los franciscanos,
y el de santa Ifigenia, promovido por los jesuitas.
Úrsula de Jesús fue hija de una esclava y tomó los hábitos
menores de las clarisas en 1647. Fue muy respetada en su
época por la élite, los altos funcionarios del gobierno colonial
61
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
y los más humildes. Su funeral, ocurrido en 1666, congregó
a una gran muchedumbre. En el Monasterio de Santa Clara
conservan su cuerpo y unos cuadernillos que probablemente
fueron escritos o dictados por ella, donde destaca el diálogo
fluido y directo con Dios. Por ejemplo, pregunta a Dios si las
negras van al cielo y Dios le responde que sí. Este diálogo
permite situar a las mujeres afro como personas virtuosas y
con honor, el suficiente para ir al cielo como cualquier otro
cristiano.
San Martín de Porres (Lima, 1579-1639) fue hijo del
español Juan de Porres y Ana Velásquez, identificada como
negra liberta. En 1594 ingresó como donado al Convento de
Santo Domingo, donde sirvió en labores domésticas y luego
en la enfermería y la botica. En 1606 fue admitido como
fraile menor profesando los votos de castidad, obediencia y
pobreza. Fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz para vagos,
limosneros y huérfanos, gracias a la generosidad del virrey
Conde de Chinchón y otros aristócratas. Destacó, además,
por su constante preocupación por evangelizar a los esclavos.
Fue reconocido por dar sermones en las calles y las haciendas
cercanas a Lima.
No hay muchos santos afro en el santoral católico peruano.
62
Recién conocemos a Úrsula gracias a los estudios de van
Deusen, quien transcribió y compartió sus cuadernillos en
internet. En el caso de San Martín, su culto es global gracias a
los dominicos, quienes promovieron su beatificación en 1837.
Su santificación, tardía, se realizó en 1962.
Maribel Arrelucea Barrantes
63
Retrato de San Martín de Porres. Ricardo Palma narró sus
milagros en sus Tradiciones Peruanas. Hoy una universidad y un
club de fútbol llevan su nombre.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
El culto al Señor de los Milagros es uno de los más
representativos del Perú. En sus inicios fue un culto de
angolas esclavizados, pero con el tiempo ha evolucionado
hasta ser un símbolo de peruanidad.
Según las investigaciones de Rostworowski, algunos
indígenas de Pachacamac, trasladados al barrio de
Pachacamilla por su encomendero Hernán González,
transmitieron el culto ancestral del dios de los temblores a
los esclavizados que vivían en ese sector de la ciudad. Según
dicta la tradición, en este lugar un africano esclavizado, de
casta angola, pintó la imagen de un Cristo crucificado —en
las redes sociales ya han puesto nombre a este pintor—. La
hagiografía enfatiza en los milagros y los prodigios asociados
a la imagen después del terremoto de 1655. A partir de
esta fecha ya hay más testimonios históricos; por ejemplo,
Sebastián de Antuñano mandó construir una capilla que
fue muy popular, al punto que asistió el virrey Conde de
Lemos. En 1671 se efectuó la compra de los terrenos para el
culto. Asimismo, el virrey mandó añadir a la imagen original
las figuras del Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María y la
Magdalena.
El 20 de octubre de 1687 otro terremoto destruyó parte
64
de Lima y Callao, pero la ermita se mantuvo intacta. Según
la tradición, esa tarde, después del terremoto, Antuñano
organizó una procesión hasta la plaza mayor y el cabildo
de Lima. Posteriormente, en 1771, se levantó el monasterio
de las nazarenas con el apoyo del virrey Amat. Las monjas
Maribel Arrelucea Barrantes
65
Procesión del Señor de los Milagros de Lima, una de las fiestas
católicas más populares del mundo. Pintada por un africano en el
siglo XVII, la imagen pronto desarrollaría su propia devoción.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
de este monasterio incorporaron el color morado distintivo
y el culto a la Virgen de la Nube, muy popular en Quito. La
primera procesión masiva fue después del terremoto de 1746
que destruyó Lima y el Callao. Recién en el siglo XX, el Señor
de los Milagros se convirtió en culto nacional. Según observó
Stokes, el porcentaje de afroperuanos en el culto disminuyó,
produciéndose un “blanqueamiento” y “refinamiento” en el
culto morado. Se construyó un local para la hermandad y se
organizó a las cuadrillas. El 29 de octubre de 1921 el presidente
Augusto B. Leguía participó en la procesión. Al año siguiente,
inauguró las andas de plata y entregó unas ofrendas florales
junto con el arzobispo Emilio Lissón. A partir de esa fecha,
presidentes democráticos y dictadores han saludado al Señor
de los Milagros. Hoy en día, el culto morado es un símbolo
de Lima y el Perú, y reúne, en cada una de sus procesiones, a
multitud de personas. La procesión se repite en Nueva York,
Santiago de Chile, Córdoba, Milán, Múnich y otras ciudades
más, gracias a los miles de inmigrantes peruanos.
Música: de la zamacueca a la marinera
Diversos estudiosos como Tompkins, Vásquez, Feldman, Rocca
y Rohner coinciden en señalar que la música afroperuana
66
es producto de un complejo proceso de asimilación y
preservación de patrones y ritmos musicales que se dio
en nuestro territorio a partir de la experiencia colonial. No
sabemos cómo sonaba la música practicada por los primeros
africanos ni cómo bailaban, pues las referencias son muy
Maribel Arrelucea Barrantes
escasas. Gracias a las continuas críticas entre los siglos XVI
y XIX, sabemos que los afros usaban diversos instrumentos
musicales, se disfrazaban de diablos y bailaban recorriendo
las principales calles de la ciudad con el consentimiento de
las autoridades. Además, en algún momento, se juntaban
indígenas y afros con sus tambores y trompetas, clarines y
chirimías, guitarras, laúdes y trompetas.
Las críticas se incrementaron a fines del siglo XVIII e
inicios del XIX; el Mercurio Peruano criticó los bailes y los
instrumentos musicales de los africanos a quienes los
imagina como animales grotescos. En 1817, se prohibió el uso
de diablos y figuras de gigantes en la procesión de Cuasimodo
por lo que, finalmente, desaparecieron de estas celebraciones
a principios del siglo XX.
La música afrodescendiente también estuvo presente
en las navidades. Diversos testimonios como el de Max
Radiguet y Manuel Ascencio Segura describen los bailes de
afros como indecentes, con meneo de caderas. Se trata de
ideas moralistas que abogaban por el control y disciplina del
cuerpo.
La fiesta de Amancaes fue uno de los espacios más
representativos de la cultura limeña. Ubicada en el Rímac,
el nombre de esta pampa proviene de las flores llamadas
“amancaes”, que crecen gracias a la neblina y garúa de junio.
En el siglo XVI se levantó una capilla consagrada a San Juan y
se organizó una fiesta que se celebró cada año a lo largo del
siglo XX. En la década de 1960, se atribuyó su decadencia a
67
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
68
De izquierda a derecha: Alejandro Sáez León, con guitarra;
Augusto Ascuez; Elías Ascuez, con guitarra. Los hermanos
Ascuez fueron figuras señeras de la bohemia criolla.
Maribel Arrelucea Barrantes
las migraciones andinas, la expansión de la urbanización y los
pueblos jóvenes.
Los limeños de distintas condiciones étnicas, sociales y
económicas llegaron a Amancaes para disfrutar de la comida,
la bebida y los bailes. Los testimonios de los viajeros difieren
en sus apreciaciones. Flora Tristán apuntó que la gente
ejecutaba los bailes más indecentes; Radiguet anotó, además,
que era una fiesta especialmente de afrodescendientes. Los
intelectuales limeños del siglo XIX también fueron críticos,
pues señalaron que fue una fiesta extravagante, alejada de
los bailes “decentes” europeos. En cambio, en las primeras
décadas del siglo XX se ensalza la identidad limeña de esta
festividad. Existen pocos relatos visuales de Amancaes.
Rohner nos recuerda, por ejemplo, las pinturas de Juan
Mauricio Rugendas, Leónce Angrand y las acuarelas de
Pancho Fierro; concluye que la pampa de Amancaes fue un
espacio musical que articuló diversas músicas y bailes.
El baile más popular del siglo XIX fue, sin duda alguna, la
zamacueca que contiene elementos musicales de orígenes
españoles, indígenas y afro. Algunas fuentes refieren que fue
bailada por todos los grupos sociales y étnicos en las casonas
y en los callejones. Empero, este baile fue criticado por su
sensualidad al igual que todos los bailes identificados como
“de negros”, tales como la moza mala, la zamba landó, la
conga, la zarabanda, el agua de nieve, el punto, el congorito,
entre otros.
69
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
En algún momento, la zamacueca se extendió por varios
países, como Chile, donde se popularizó con el nombre
de “cueca”. Después de 1860, en Lima se diferenciaba la
zamacueca peruana y la chilena. Con el tiempo, en Lima
se hacía mención a “la chilena” y “el chileneo”. Al estallar
la guerra entre Perú, Bolivia y Chile en 1879 se volvió muy
incómodo e inaceptable seguir llamando “la chilena” a este
baile tan popular. La gente la bautizó como “marinera” en
honor a Grau y sus marineros fallecidos en el Combate de
Angamos, y en 1899 Abelardo Gamarra registró el cambio
de nombre en un artículo periodístico. A partir de allí, en
Lima y el Perú hablamos de la marinera como baile nacional,
dejando de ser considerado como exclusivo de afros, aunque
se reconoce su aporte sustancial.
Entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera parte
del siglo XX, el vals fue muy popular en Lima, especialmente
entre los sectores populares y, poco a poco, se incorporó como
parte de la cultura criolla. Lima tiene barrios tradicionales
con una gran presencia de familias afrolimeñas. Chocano y
Rohner señalan los barrios del Rímac, Malambo, Monserrate,
Barrios Altos, La Victoria, el Callao y, posteriormente,
Breña y Surquillo. En estos espacios, gente popular como
70
los obreros, albañiles, empleados, artesanos, trabajadores
domésticos, vendedores, entre otros, se convirtieron en
consumidores entusiastas de los valses; mientras que
otros fueron compositores, cantantes y bailarines. Algunos
investigadores de la música criolla los llaman la “guardia
Maribel Arrelucea Barrantes
vieja”. Pero también confluyeron personas de otros orígenes
étnicos y socioeconómicos; se mezclaron los descendientes
de la oligarquía percibidos como blancos y los trabajadores
indígenas, mestizos y afro.
Uno de los barrios más emblemáticos es, sin duda alguna,
el Rímac, especialmente la calle Malambo, ahora llamada
Francisco Pizarro, zona de numerosas familias afro, algunas
provenientes del siglo XIX, como los Sancho Dávila. En este
distrito surgió el grupo “Los Doce Pares de Francia”, a fines
del siglo XIX, conformado por decimistas, músicos, bailarines
y cantores como Mariano González, Marcelino Córdova,
Luis Becerra, Santiago Villanueva, Aniceto Hermoza, Mateo
Sancho Dávila, Nicanor Campos, Luis Lobatón, David Guardia,
Pedro Navarro, Benigno Butrón, Antonino Castrillón, Clara
Boceta, Pío Suparo y Julio Zarraeta. Estos artistas fueron
fundamentales porque transmitieron la música y bailes
afrocriollos del siglo XIX a las siguientes generaciones.
A inicios del siglo XX, los músicos más respetados del
Rímac fueron los hermanos Augusto y Elías Ascuez, Luciano
Huambachano, Víctor Regalado “Cebiche”, Francisco Flores
Cueto “Pancho caliente”, Jorge “Pericote” Acevedo, Pedro
Arzola, Alcides Carreño, los esposos Pedro y Efigenia Rubiños,
Jesús Pacheco, Alejandro Navarrete, Norberto “Membrillo”
Mendiola, los hermanos José y Julio Vargas, Arístides Ramírez,
Fortunato Valdez, Mariana Anchante, Martina Sancho Dávila,
Catalina Herbozo, César y Manuel Andrade, entre otros cuyos
nombres no deben caer en el olvido.
71
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
De todos los mencionados destacaron los hermanos
Augusto y Elías Ascuez, quienes formaron parte de una red
de cantantes, músicos y bailarinas devotos del Señor de los
Milagros y fanáticos del club Alianza Lima. Como mucha
gente de esa época, tuvieron un empleo y practicaban
música en sus ratos libres; se criaron en Malambo, en donde
aprendieron la música y baile tradicionales. Fueron difusores
de valses, polkas, marineras, amor fino, entre otros géneros
del siglo XIX. Elías falleció en 1973 y Augusto, en 1985. Ambos
reposan juntos en el cementerio El Ángel, en Lima.
Manuel Quintana Olivares “Canario negro” (18801959) fue parte de la llamada “guardia vieja”. Según Rocca,
biógrafo del cantante, empezó interpretando zarzuelas. En
el norte peruano aprendió el baile tierra y otros géneros que
difundió por primera vez en Lima. Además, recopiló y anotó
en cuadernos las canciones antiguas de dichos barrios. Fue
maestro de Alicia Maguiña, a quien le enseñó marineras
antiguas y zañas. En 1958 le detectaron cáncer y fue internado
en el hospital de Neoplásicas de donde salió para grabar un
disco organizado por José Durand. Es el único registro que
existe de su voz. Falleció en la extrema pobreza en 1959 y fue
enterrado en el cementerio El Ángel. Hasta ahora su tumba
72
no cuenta con una lápida.
En Barrios Altos destaca “El Buque”, antiguo callejón
situado entre Cangallo y Junín, fue un espacio tradicional
donde floreció la música criolla. Allí se formó “La Volante de
las Cinco Esquinas” conformada por los hermanos Villalobos,
Maribel Arrelucea Barrantes
73
Estudiantina chalaca. Parados de izquierda a derecha: César
González, Alejandro Sáez, Ignacio Valenzuela. Sentados: Miguel
Almenerio y Justo Arredondo.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Guillermo Suárez, Alberto Ramírez, Albino Carrillo, los
hermanos Palomera, entre otros. También “La Volante Chica”
que duró hasta 1914, conformada por jóvenes del Rímac y
Barrios Altos. En la década de 1930 aparecieron otros grupos
como el “Conjunto Ricardo Palma”, que ganó varios concursos
de marinera en la fiesta de Amancaes y se presentó en el
Teatro Segura. En Monserrate destacaron algunas jaranas en
la calle Huancavelica y el pasaje Tayacaja, gracias a Alfredo
Velásquez; entre sus artistas más reconocidos figuran Juan
Criado, Filiberto Elías, Enrique Cerna, Pedro Lavalle, la familia
Valdelomar, Daniel Oliva y varios dúos.
A medida que se multiplicaron las fábricas en las décadas
de 1930 y 1940, fueron extendiéndose los barrios obreros en
Breña, La Victoria y Surquillo. Entre las casas de históricas
jaranas figuran las de “la Gata” Sabina Febres, la familia
Barahona, los Martínez, también los esposos Valentina
Barrionuevo y Alejandro “Manchao” Arteaga, en el Callejón
del Buque. En honor a Valentina se fundó la “Peña Valentina”
con un célebre concurso de festejo, “La Valentina de Oro”.
Entre las décadas de 1960 y 1980 la jarana se trasladó a las
peñas donde los músicos y cantantes eran contratados para
ofrecer el espectáculo; de esta manera, la música y el baile
74
recién se convirtieron en empleos remunerados.
En baile destacaron numerosas mujeres. La más recordada
es Bartola Sancho Dávila (Malambo, 1882-1967), quien ganó
varias veces el concurso de marinera en Amancaes y, además
según refiere Rocca, su biógrafo, cantaba y tocaba cajón.
Maribel Arrelucea Barrantes
Familia González en la pampa de Amancaes. Los González fueron
una familia barrioaltina cultora de la música criolla.
75
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Su fama fue tal que bailó especialmente para el presidente
Nicolás de Piérola, a fines del siglo XIX, y, después, hizo una
presentación especial para el presidente Leguía, acompañada
por los célebres hermanos Ascuez en la década de 1920.
Murió en 1967 en un hospicio, prácticamente abandonada. El
alcalde del Rímac hizo las gestiones para velarla en su distrito,
con los honores que merecía esta insigne afrodescendiente,
guardiana de las viejas tradiciones del Rímac y Lima.
Otras damas importantes son Victoria Angulo (1891-1981),
conocida por inspirar el vals “La flor de la canela” de Chabuca
Granda, y Alejandra Ambukka, reconocida bailarina de
marinera y, para muchos, heredera de Bartola Sancho Dávila.
Ella actualmente es una gran maestra de las tradiciones
afrolimeñas.
En las primeras décadas del siglo XX, la marinera se
convirtió en el baile representativo de los limeños. Parte de
este proceso se centró en las jaranas de casonas y callejones,
los barrios, las plazuelas y, especialmente, en la pampa de
Amancaes. En 1926 la Municipalidad del Rímac organizó un
programa para el 24 de junio en Amancaes, el cual consistió
en un concurso de música y bailes, desfiles artísticos,
partidos de fútbol y desfile de caballos de paso. Un día antes,
76
se realizó una verbena en la Alameda de los Descalzos; según
Gómez fue muy variada, hubo títeres, un baile incaico, una
danza de diablos, una marinera, canciones y bailes criollos
interpretados por los hermanos Ascuez y Manuel Covarrubias.
Hubo también retreta, fuegos artificiales, fogatas en los
Maribel Arrelucea Barrantes
cerros cercanos, tómbolas y venta de comida criolla donde
destacaron las vivanderas afrodescendientes.
La llegada del presidente Leguía al evento del 24 de junio
atrajo a más espectadores, vendedores de comida, artistas
y periodistas. A partir del Oncenio, la fiesta dejó de ser
espontánea y popular para convertirse en un espacio oficial
donde confluyeron artistas de todo el país. En este escenario,
junto a músicos y bailarines famosos como los hermanos
Ascuez y Bartola Sancho Dávila, también se presentaron
agrupaciones andinas y de la costa norte y central, que
mostraron los bailes y canciones de otros espacios fuera
de Lima. Es más, para algunos como Durand, lo andino fue
desplazando a lo afrocriollo.
El proceso de reconstrucción de la música afroperuana
tiene tres momentos importantes durante el siglo XX. Para
algunos especialistas, empezó en 1956 con la presentación de
la compañía Pancho Fierro en el Teatro Municipal de Lima,
impulsada por José Durand. La compañía reunió 35 músicos
y bailarines considerados afro, excepto Juan Criado, quien,
para actuar, se pintaba el rostro con corcho quemado. El
momento culminante fue la presentación del son de los
diablos, considerado casi extinto. Durand reconstruyó una
versión a partir de una prolija investigación basada en las
acuarelas de Pancho Fierro, los testimonios de los últimos
“diablos” o bailarines y el de Porfirio Vásquez. La elite limeña
consideró el espectáculo como una reconstrucción fiel de los
bailes afroperuanos y, al mismo tiempo, parte de la cultura
77
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
criolla limeña. Lo interesante de este esfuerzo inicial es la
construcción del canon musical de lo afroperuano: quijada
de burro, cajita, zapateo, baile en cuadrilla y alegría.
Dentro de este momento inicial, Porfirio Vásquez (Huaral,
1902-Lima, 1971) merece un gran estudio. Él fue un gran
cultor de la música afroperuana rural; colaboró con Durand y
Nicomedes Santa Cruz. Estableció la manera de bailar festejo
y en 1949 fue profesor de danza y guitarra en la Academia
Folklórica de Lima. Por sus contribuciones a la música
afroperuana, es conocido como “el patriarca de la música
negra”. Entre sus hijos destacó Abelardo en canto, percusión
y baile; y José “Pepe” (1961-2014), intérprete de populares
temas como “Jipijay”, “Ritmos de negros”, también conocida
como “Le dije a papá”. Los hijos e hijas de Abelardo se dedican
a la música, al baile y a la actuación; destacan Juan “Juanchi”
y Manuel “Mangüé” (fallecido en el 2012), percusionistas,
bailarines y zapateadores de fama internacional.
El segundo hito fue el trabajo de Victoria y Nicomedes
Santa Cruz, quienes, entre las décadas de 1960 y 1970,
impulsaron una versión africanizada de la música afroperuana
incorporando otros instrumentos de percusión, elementos
estéticos africanos y palabras “afroides” (término empleado
78
por Nicomedes quien, después, quiso borrarlos en la tercera
edición de su disco Cumanana). Además, reinterpretaron
danzas como la zamacueca y el landó vinculándolas con
danzas africanas, de tal manera que “corrigieron” las
tradiciones anteriores impulsadas por Durand.
Maribel Arrelucea Barrantes
El tercer hito es la fundación de Perú Negro en 1969. Esta
agrupación estuvo conformada por algunos miembros de la
compañía artística de Victoria Santa Cruz y pronto se unieron
otros músicos, bailarines y cantantes. En total fueron veintiún
artistas, entre hombres y mujeres, dirigidos por Ronaldo
Campos, quienes apostaron por la africanización de la
música mediante la percusión. Ellos usaron cajones peruanos
e instrumentos caribeños. En octubre de 1969, Perú Negro
obtuvo el Gran Premio en el Festival Hispanoamericano de
la Danza y la Canción en el Luna Park de Buenos Aires con
el programa “Y la tierra se hizo nuestra”, creado por César
Calvo con la colaboración de Guillermo Thorndike y Chabuca
Granda. Desde entonces, concebimos la música afroperuana
y limeña con mucha percusión, quijada de burro y cajón
(reforzada con instrumentos caribeños), bailes sensuales y
zapateo. Los grupos actuales, tales como AfroPerú, el Grupo
Jiza, Retumbayá y otros más, mantienen ese canon.
Lima tiene numerosos cantantes, bailarines y músicos afro.
La reina es la gran Lucha Reyes (Lima, 1936-1973), conocida
como “La Morena de Oro del Perú”, por su gran voz y calidad
interpretativa. Entre sus grandes éxitos figuran canciones
como “Una carta al cielo” (compuesta por Salvador Oda),
“Tu voz” (1970), “Regresa” (1970) y “Mi última canción”
compuesta por Pedro Pacheco.
Otras cantantes de gran trascendencia son: “Fetiche”,
nombre artístico de Rosa Gutiérrez (1928-2005) y Edith
Barr (La Victoria, 1936), conocida como “La Flor Morena
79
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
de la Canción Criolla”, quien también condujo programas
culturales y musicales en la televisión nacional como “La
Revista de Edith Barr”, “Esta es mi Tierra” y “Danzas y
canciones del Perú”. También destaca Lucila Campos (19382016), quien formó parte de diversas compañías musicales
como el Conjunto Pancho Fierro, la compañía de Victoria
Santa Cruz y Perú Negro. Resaltan sus interpretaciones de
“Toro mata”, “Guaranguito”, “La morena Trinidad” y “Negrito
Chinchiví”. Bartola (Lima, 1955), nombre artístico de Adriana
Esther Fernández Dávila Cossío, es también una reconocida
cantante criolla, conductora de programas de televisión
y radio. Eva Ayllón (Lima, 1956), nombre artístico de María
Angélica Ayllón Urbina, fue la cantante principal de Los Kipus
en la década de 1970 y luego inició su carrera como solista.
Ella ha sido reconocida con el Premio a la Excelencia Musical
en el Grammy Latino 2019.
Entre los cantantes destacó Arturo “Zambo” Cavero
(Lima, 1940-2009), quien fue cajonero en sus inicios y, en
la década de 1970, se unió a Óscar Avilés como cantante.
Sus más grandes éxitos fueron canciones compuestas por
Augusto Polo Campos, como “Cada domingo a las doce”,
“Y se llama Perú” y “Contigo Perú”, entre otros. Oswaldo
80
Campos, del dúo criollo Irma y Oswaldo, es chiclayano de
nacimiento, pero consolidó su carrera como cantante en
Lima. Oswaldo conformó un famoso dúo con Irma Céspedes,
una de las pocas parejas interétnicas en el ambiente artístico
criollo similar a la que formaron Alicia Maguiña y Carlos
Maribel Arrelucea Barrantes
Hayre. Rómulo Varillas (El Callao, 1922-Arica, 1998) formó
parte en 1949 de Los Embajadores Criollos con Carlos Correa
y Alejandro Rodríguez, con quienes grabó valses como
“Alma, corazón y vida”, “Secreto”, “El tísico”, “El rosario de mi
madre”, “Ódiame” y “Clavel marchito”, entre otros.
Otros cantantes, cajoneros, guitarristas, percusionistas y
zapateadores son Julio “Chocolate” Algendones, Eusebio Sirio
“Pititi”, Víctor “Gancho” Arciniega y Francisco Monserrate.
Posteriormente, surgieron el cantante Félix Sancho Dávila,
de gran voz y calidad interpretativa; el percusionista Nicasio
Macario, hijo de “El Niño”, músico de origen cubano que
radicó en el Perú desde mediados del siglo XX e introdujo
las congas y la percusión caribeña en la música afroperuana.
También destacaron el percusionista Mario “el Tati” Agüero,
fallecido en el 2019; Carlos Mosquera “el Muñeco” (cantante
de música criolla y salsa nacido en Lima en 1958); Juan
Medrano Cotito (compositor, cantante y cajoneador); Alfredo
Valiente (La Victoria, 1953), percusionista, cajoneador y
zapateador; Freddy “Huevito” Lobatón, zapateador, maestro
del cajón, la cajita y la quijada. El cajón fue considerado un
instrumento masculino al inicio, sin embargo, hoy también
contamos con cajoneras como María del Carmen Dongo,
por cuya iniciativa el Estado peruano reconoció al cajón
como Patrimonio Cultural de la Nación en el año 2001.
Existen otras agrupaciones que han convertido al cajón en
un fino espectáculo grupal como el Grupo Jiza de la familia
Zevallos Vargas y Fiesta Negra, agrupación musical dirigida
81
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
82
En el siglo XIX la pampa de Amancaes se encontraba a las afueras de la ciudad.
Desde aquella lejana época se convirtió en un espacio para la celebración y el
encuentro de los vecinos de Lima.
Maribel Arrelucea Barrantes
83
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
por Mariano Ly. Hay que remarcar también que cada año se
realiza el Festival del Cajón en nuestra ciudad. Este evento
empezó en el año 2008 por iniciativa de Rafael Santa Cruz y su
programación incluye conciertos, muestras de video, talleres
y clases. El acto central de este festival es la Cajoneada donde
se unen artistas y público en general.
Miguel Ángel Farfán Donayre, conocido como “El Chivillo
de los Andes”, es un caso singular, porque siendo afro cantaba
música andina. Nació en Ica, migró a Lima, donde consolidó su
carrera, y murió en el año 2012. Quedan sus huaynos huancas
a dúo con “Radiante Huanca”, cantante albino de Huancayo,
con quien grabó un disco: La chola presumida.
Hay compositores, guitarristas y directores afro muy
importantes: Adolfo Zelada (Trujillo, 1923-Lima, 2020)
fundador de Perú Negro; Félix Casaverde (1947-2011); Andrés
Soto Mena (Lima, 1949-Callao, 2017), sociólogo y compositor
de “El tamalito”, “Negra presuntuosa” y “El membrillito”;
Marcelino “Coco” Linares (Cañete, 1955); Rosa Elena
“Chalena” Vásquez (1950-2016), compositora y cantante,
investigadora, musicóloga y escritora. De igual importancia
son Roberto Arguedas, investigador, compositor, guitarrista y
director; Manuel Ramírez, arreglista, compositor, guitarrista
84
y director, quien radica en Chile, donde es pionero de la
salsa en ese país; Walter Andrade “Waltinho” (1962-2019),
cantante y percusionista de diversas agrupaciones, entre
las que destacan el Combo Espectáculo Creación, Saravá
All Stars y Las Estrellas de la Máquina; y también Yuri Juárez
Maribel Arrelucea Barrantes
Yllescas (Lima, 1973), guitarrista, arreglista y compositor que
ha hecho arreglos con música clásica, jazz, flamenco, música
brasileña, tango y música afroperuana.
Un gran referente es Carlos Hayre (Barranco, 1932Lima, 2012), guitarrista, compositor, arreglista, profesor
e investigador de la música costeña y andina. Con más de
ochenta álbumes en su producción, compuso marineras,
valses, mulizas y huaynos. Un poco antes de su deceso, la
Municipalidad Metropolitana de Lima le otorgó la Medalla de
Lima por su contribución a la música de la ciudad.
También hay artistas afro de música tropical, cumbia,
guaracha, salsa y percusión latina como Lita Branda, Antonio
Cartagena —el cantante de salsa afro más destacado—,
Renzo Padilla “Borincaico” —compositor, cantante y corista
de grandes intérpretes internacionales— y la Orquesta
Camagüey, fundada en La Victoria por Reynaldo Menacho
Muñoz en la década de 1940. Varios músicos y cantantes
han participado en esta orquesta como Pablo Villanueva
“Melcochita”, Carlos Hayre y Arturo “Zambo” Cavero. Ahora
es dirigida por Adolfo Menacho, exbailarín de Perú Negro,
quien ha realizado fusiones de salsa y música afroperuana.
En percusión latina, Jhair Sala es un joven notable que ha
vinculado la música académica afrocubana, afroperuana,
jazz latino, pop, salsa, hiphop, entre otros.
85
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Comida: de la comida “criolla” al boom gastronómico
La cocina es un espacio de encuentro, préstamos y fusiones
interculturales. En la época colonial, los patios y cocinas
acercaron a trabajadores hombres y mujeres, libres y
esclavizados, españoles, indígenas y afros, y crearon poco
a poco los platos que ahora disfrutamos. Por eso, es difícil
hablar de una “gastronomía africana”, por cuanto no se
conservaron técnicas ni insumos propiamente africanos. Más
bien, debemos hablar de “gastronomía afroperuana” como
resultado del encuentro intercultural. Ese proceso de fusión
continuó en el siglo XIX con la migración china y europea,
prosiguió con la llegada de los japoneses a inicios del siglo
XX y, con toda seguridad, continuará con la presencia masiva
de venezolanos en los últimos años. Por eso, José “Pepe”
Luciano opinó que la gastronomía nos permite aproximarnos
a la comprensión de los procesos de adaptación, resistencia
e interacción cultural que protagonizan los distintos grupos
étnicos que componen el Perú.
Fernando Romero fue muy acucioso al rastrear los platos,
bebidas y postres con algunos elementos afro. En su extenso
estudio sobresalen postres consumidos en Lima como la
chapana, hecha de chancaca y yuca rayada; variedades de
86
sango como el ñajú y el frejol colado, un postre elaborado con
frejol negro, canela, chancaca y clavo de olor que también
se consume en Cañete y Chincha. También el ranfañote,
un postre elaborado con el pan de un día anterior, miel de
chancaca, pecanas y nueces. Otro postre que dejó de ser
Maribel Arrelucea Barrantes
considerado “de negros” y pasó a ser parte de la cultura
criolla nacional son los picarones, en plural, pues jamás se
sirve uno solo. En España son llamados buñuelos aunque
presenta algunas diferencias. En Lima se preparan con una
masa dulce de camote y zapallo, anís y chancaca, entre otros
ingredientes que se fríen en una paila en aceite bien caliente y
se sirven bañados con miel de chancaca y hoja de higo.
Un postre de indiscutible herencia afro es el turrón de
Doña Pepa, asociado a la procesión del Señor de los Milagros.
Se prepara con harina, chancaca, anís, higo, canela, clavo
de olor, cáscara de naranja, membrillo, manzana y grageas
(caramelos diminutos). La tradición cuenta que una mujer
afro, al estar muy enferma, prometió preparar un postre
en honor al Cristo. Al sanarse, ella preparó el turrón que
fue bautizado como de “Doña Pepa”. Ha caído en el olvido
la identidad de la repostera, aunque en las redes sociales
aparece citada como Josefa Marmanillo.
Entre las bebidas asociadas a la población afro, figuran
aquellas que se consumieron hasta inicios del siglo XX en Lima:
el chinchiví, una bebida fermentada de clavo de olor, canela,
flores de sauco, nuez moscada y kión; la chicha de Terranova,
elaborada con frijoles y la tizana, ahora reintroducida por
los migrantes venezolanos aunque con variaciones. Entre
los platos con herencia afroperuana tenemos la carapulcra
o carapulca, un guiso elaborado con papa (deshidratada o
fresca), carne de cerdo o pollo, clavo de olor, pimienta negra
y canela que, en Lima, se sirve con arroz o yuca.
87
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Los famosos anticuchos son uno de los platos más populares de la comida
limeña. Están indisolublemente ligados a las calles y a la venta ambulatoria.
88
Los picarones limeños, uno de los emblemas de la repostería peruana. Desde
antiguo, las mujeres afrolimeñas los preparaban en las fiestas religiosas y cívicas.
Maribel Arrelucea Barrantes
El tamal (palabra náhuatl) es un plato que se adaptó a los
gustos locales. En Lima, se elabora con carne de cerdo o pollo,
harina de maíz, ají amarillo, maní, aceituna de botija y una
rodaja de huevo sancochado. Finalmente, se envuelve en hojas
de plátano. En el Perú, el tamal está asociado históricamente
con las poblaciones afrodescendientes de la costa central,
porque es preparado por mujeres afro, quienes valoran mucho
las recetas y técnicas culinarias que se consideran patrimonio
familiar. El tamal tiene un fuerte elemento afroperuano, pero
también se convirtió en un elemento de la cultura nacional.
Se sirve como plato de entrada en el almuerzo cotidiano y,
especialmente, en el desayuno de los domingos.
Otros platos asociados con la herencia afro son los
anticuchos, la chanfainita, la sangrecita, el escabeche, el
caucau, entre otros. Hoy en día son considerados criollos. Por
tradición, se dice que los interiores de las reses (intestinos,
corazón, hígado, riñones, estómago) eran desechados por
los amos y que los esclavizados se apropiaron de estos restos
para inventar platillos deliciosos. Las diversas investigaciones
demuestran que ricos y pobres consumían platillos elaborados
con interiores, sin embargo, a medida que la cocina se fue
refinando a mediados del siglo XIX, un sector de las élites
dejó de comer pan en las comidas principales, desecharon
los interiores de las reses, rechazaron el pisco y la chicha de
jora e incorporaron el tenedor y el cuchillo individual como
elementos de distinción. Con el boom gastronómico de las
últimas décadas, los interiores de animales y el pisco se
89
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
han revalorado hasta convertirse en símbolos de nuestra
identidad limeña y peruana.
Juan José Cabezudo fue el cocinero más famoso de Lima en
el siglo XIX. Fue representado en las acuarelas de Francisco
“Pancho” Fierro y Francisco Javier Cortés. También fue
fotografiado por Courret y mencionado por Ricardo Palma
en sus tradiciones. Fierro lo representa de mediana edad,
atendiendo a sus clientes y, a su espalda, un enorme fogón.
Palma anotó “maricón” en la parte inferior de la acuarela. Por
su parte, Cortés nos ha dejado la mejor imagen de Cabezudo,
en la cual luce joven y muy elegante paseando con un amigo
por la ciudad. En cambio, la foto de Courret, de 1860, nos
muestra a Cabezudo bastante mayor, frente a una mesa con
distintos platos y un niño al otro extremo, probablemente su
ayudante. Según Palma, Cabezudo podía ganar una pequeña
fortuna en una noche, pero lo gastaba en fiestas y veraneos
en Chorrillos, hasta que murió en la extrema pobreza.
La cocina ha sido el reino de las mujeres afro. Ellas
transmitieron sus conocimientos a sus hijas, a quienes llevaron
tempranamente a la cocina para iniciarlas en el oficio. En el
siglo XX, destacaron Rosita Ríos y Teresa Izquierdo. Rosita
Ríos (1897-1966) fue admirada por celebridades, políticos
90
poderosos y gente humilde. Entre ellos se encuentran Nicolás
de Piérola, Augusto B. Leguía, Manuel A. Odría, Fernando
Belaunde, Pelé, María Félix, Pedro Infante, Charles de Gaulle
y Augusto Ferrando, entre otros. Rosita abrió su propio
restaurante en Ciudad y Campo, en el Rímac. Cuando murió,
Maribel Arrelucea Barrantes
91
Fotografía de E. Courret a Juan José Cabezudo en sus últimos
años. En la imágen se puede ver a Cabezudo al lado de un niño
afrolimeño que debe ser su ayudante.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
en 1966, el presidente Belaunde envió un edecán como
muestra de respeto y admiración a la cocinera más célebre
de su época. Actualmente, un complejo habitacional ocupa
el terreno del célebre restaurante y conserva la puerta con un
letrero para conmemorar a la célebre cocinera.
Otra personalidad muy importante es Teresa Izquierdo
González (Lince, 1934-2011). Aprendió el arte de la cocina
gracias a su madre; atendió por igual a presidentes,
empresarios y gente humilde en su restaurante “El rincón
que no conoces” en Lince, ahora dirigido por su hija Elena
Santos Izquierdo. Teresa fue distinguida por el Ministerio de
Educación con el título de “Maestra del arte culinario” en el
año 2006 y, en el año 2011, el Estado peruano la condecoró
con la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado
de Gran Oficial. Otras cocineras y reposteras son respetadas
en sus barrios porque contribuyen a mantener las recetas
antiguas de sus abuelas y bisabuelas; tal es el caso de
Vicenta Galloso (Lima, 1932), maestra repostera del Rímac,
distinguida por la Municipalidad Distrital del Rímac por ser
guardiana de saberes tradicionales.
92
Toros: Esteban Arredondo, la cuadrilla del maestro
Valdez y Rafael Santa Cruz
Los africanos y afrodescendientes se desempeñaron como
toreros de a pie y a caballo, picadores, lanceadores o rejoneros.
Ellos encontraron en esta actividad otra oportunidad para
insertarse en la sociedad, ganar respeto y fama. Recién en el
Maribel Arrelucea Barrantes
siglo XIX tenemos nombres propios de toreros y picadores afro
como Esteban Arredondo, inmortalizado por Pancho Fierro y
Ricardo Palma. Él destacó por torear “a la suerte nacional”, es
decir, como capeador a caballo a usanza peruana. La técnica
consistía en realizar suertes o movimientos de capote sobre
un caballo haciendo correr al toro por todo el ruedo hasta
cansarlo y, finalmente, matarlo.
El torero afro más famoso del siglo XIX fue Ángel Valdez,
“el Maestro”. Nació en Palpa en 1838, hijo de esclavizados, y
migró a Lima muy joven. Debutó en Acho en 1857. Algunos
investigadores sostienen que fue un capeador diestro,
maestro en acrobacias que mató más de tres mil reses en su
extensa carrera. Se dice que se presentó más de quinientas
veces en Acho. En 1866, se celebró con corridas de toros la
victoria sobre los españoles en el Combate del 2 de Mayo y
Valdez fue la figura central. En 1883 se presentó en Madrid,
Cádiz y Lisboa, tras lo cual retornó al país. Los entendidos en
tauromaquia celebran sus proezas; por ejemplo, en 1885 se
encerró solo con doce toros en Acho y dio muerte al célebre
toro Arabí Pachá. En 1909 se presentó por última vez en el
coso de Acho, tenía 71 años y padecía de diabetes. Murió dos
años después y está enterrado en el cementerio Presbítero
Maestro en el nicho 156-C del cuartel San Felipe.
Otro torero importante fue Rafael Santa Cruz (Lima, 19281991), hermano de Nicomedes y Victoria. Su destacada carrera
se inició en 1947. Al año siguiente, ganó el escapulario de oro
de la Feria del Señor de los Milagros, máximo galardón en la
93
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
94
Juanita Breña en una acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. Juanita
fue una famosa torera en Acho. Ricardo Palma dice en sus Tradiciones
peruanas que luego de retirarse trabajó vendiendo carne en un
mercado de Lima.
Maribel Arrelucea Barrantes
tauromaquia peruana. Toreó en diversos países de América
y Europa, incluso en África. Su participación en España es
recordada porque toreó con Luis Miguel Dominguín en 1952.
Juanita Breña es la única mujer famosa que toreó en
Lima. En la tradición titulada “Juana el marimacho”, Ricardo
Palma la identificó como “china” y “mulata”, es decir,
afrodescendiente. Si creemos a Palma, Juanita, además, fue
una empedernida jugadora de dados y suertes, fumadora de
puros, pero especialmente una diestra capeadora a caballo.
Ella toreaba a la usanza peruana y alcanzó fama y respeto
hasta 1825, cuando sufrió una cornada. Entonces se retiró de
los ruedos para ganarse la vida como carnicera en la plaza del
mercado de Lima, hoy Plaza Bolívar.
Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de
la cultura popular y afrolimeña
Los limeños han disfrutado de variadas diversiones públicas.
Están las del antiguo régimen, entre el siglo XVI e inicios del
XIX; y las modernas, que siguieron el modelo europeo del siglo
XIX; luego el modelo norteamericano —a partir de la década
de 1920— y, posteriormente, el de la cultura de masas de la
segunda mitad del siglo XX. Desde su fundación, Lima fue el
resultado de los aportes occidentales, africanos e indígenas;
luego, se incorporaron los chinos, europeos y japoneses. Los
deportes, a partir del siglo XX, se constituyeron en diversiones
masivas y destacaron numerosas celebridades locales y
nacionales, principalmente del box, el fútbol y el vóley.
95
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
• Lima colonial (siglos XVI-XIX)
De acuerdo con diversos testimonios, Lima fue una mezcla
de solemnidad religiosa y fiestas profanas. Todo el año
había procesiones, misas, autos sacramentales, autos de fe,
entradas de virreyes, juramentaciones al nuevo rey, paseos
de alcaldes, ajusticiamientos, nombramientos de abadesas
y carnavales, entre otras festividades. Los limeños también
solían acudir con frecuencia a las corridas de toros, peleas
de gallos y exhibición de caballos de paso. Disfrutaban de los
baños en Chorrillos, las jaranas en las chacras alrededor de
la ciudad, el teatro de comedias, la fiesta de Amancaes, los
espectáculos de titiriteros y volantineros. Algunas fuentes
históricas dan cuenta de la presencia de los africanos y
afrodescendientes en estas diversiones como participantes y
músicos, bailarines y personajes curiosos llamados gigantes,
parlampanes, diablos y papahuevos.
El carnaval fue la fiesta más popular. Según algunos
testimonios, toda la ciudad participaba. De día, la gente
jugaba en las casas, calles y plazas, arrojando agua a
cualquiera; mientras que, por las noches, las familias
ofrecían fiestas en las casonas y los callejones. Algunos se
organizaban en cuadrillas para ir por las calles, disfrazados de
96
gigantes, diablos y papahuevos, mojando a los transeúntes.
Las crónicas abundan en denuncias, en especial contra la
población afro por su supuesta violencia. Con el tiempo,
diversas autoridades intentaron prohibir los carnavales;
por ejemplo, el virrey Guirior, en 1780, en el contexto de las
Maribel Arrelucea Barrantes
reformas borbónicas. En ese entonces, la Corona y las élites
locales estuvieron muy interesadas en “educar” y controlar
a los sectores populares; sin embargo, los limeños siguieron
con esta diversión
El carnaval se asoció con el son de los diablos, una danza
difundida por la Iglesia católica. En casi toda América
Latina, hay comparsas de diablos, diablitos, diablicos,
diabladas, mascaradas, entre otras. Desde la Colonia, este
baile se representaba en ocasiones como el Corpus Christi
y la Cuaresma. Los bailarines afro salían disfrazados con
máscaras, látigos e instrumentos musicales; y, organizados
en cuadrillas, bailaban, hacían acrobacias, jugaban con el
público y repartían latigazos.
• Lima republicana (siglos XIX-XX)
Como anotó el viajero francés Max Radiguet, a pesar de la
independencia, Lima siguió siendo fiel a las viejas costumbres
españolas. Los carnavales fueron prohibidos en 1822 durante
el Protectorado de San Martín; pero, aun así, siguieron
celebrándose. Las críticas de los intelectuales modernizadores
se fueron acumulando. Todos ellos coincidieron en señalar
el desenfreno, la sensualidad y la supuesta violencia de los
sectores populares, especialmente de los afros.
Las políticas contra el carnaval fueron avanzando y
retrocediendo. Algunas veces, la policía permitía el juego
en algunas calles y plazas de la ciudad, y, otras tantas veces,
97
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
lo prohibía. Mientras tanto, las élites impulsaron los bailes
de máscaras y corsos. En 1884, la colonia italiana organizó
un corso siguiendo el modelo veneciano; en 1894, hubo un
elegante desfile en Chorrillos y, en 1896, otro en Barranco.
Todos estos eventos fueron auspiciados por las familias
más distinguidas de Lima. Según Muñoz y Rojas, el carnaval
moderno quedó establecido entre 1921 y 1922. Sin embargo, el
viejo carnaval quedó recluido a los barrios populares donde
todavía persiste. Al igual que el carnaval, el son de los diablos
también fue criticado y desplazado de su lugar central en las
diversiones públicas para atrincherarse en algunos espacios
populares de la ciudad.
Entre las décadas de 1930 y 1960, los medios como la
radio y después la televisión masificaron principalmente dos
diversiones públicas: la música nacional (criolla y andina)
y los deportes como el box, el fútbol y el vóley. Además,
se mantuvieron los espectáculos en vivo y, poco a poco, se
incorporaron otros espacios, como los coliseos, canchones,
estadios y peñas que posibilitaron la masificación de la
música. Con esos cambios, se abrieron mayores posibilidades
de empleo, profesionalización, movilidad social y prestigio
para la población limeña, entre los cuales destacaron los
98
afrodescendientes.
La radio se inició en el Perú durante el Oncenio de Leguía.
Durante la década de 1930, la dictadura militar de Benavides
promovió la masificación de la música criolla en la radio
para contrarrestar a los partidos de masas. Posteriormente,
Maribel Arrelucea Barrantes
este medio se convirtió en un producto cultural masivo y
recibió auspicios de las disqueras, como en el caso de Radio
Nacional del Perú. Asimismo, grandes empresas organizaron
presentaciones masivas. Otro espaldarazo fue la creación
del Día de la Canción Criolla en 1944 durante el gobierno del
presidente Manuel Prado, acontecimiento que se celebró con
una serenata en la plazuela Buenos Aires en Barrios Altos.
La televisión se inició en el Perú en 1958 vía Canal 7. Casi
no hubo actores, actrices, presentadores y modelos afro e
indígenas en las primeras décadas. Entre las primeras actrices
afro destacó Esther Chávez Constantino (Lima, 1928-Miami,
2018), quien interpretó a Mamá Dolores en la radionovela
El derecho de nacer (1962), dio vida a la nana Fermina en la
telenovela Carmín (1984) y encarnó a una esclava en la serie
de televisión Matalaché (1996). Felipe Pomiano Mosquera,
apodado “Tribilín” en el programa Trampolín a la fama (19661996), dirigido por Augusto Ferrando, formó parte de un
elenco que, para muchos, representaba “las razas” del país.
Mientras Ferrando se presentó como el “zambo” criollo
astuto, el que nombraba y ponía los apodos, Pomiano casi
nunca respondió las bromas racistas. Chávez y Pomiano
fueron pioneros en los medios masivos; pero fueron
encasillados en personajes relacionados con la esclavitud y
supuestas cualidades de empleados domésticos (serviciales,
callados, humildes, obedientes, inocentes).
En la década de 1970, durante la dictadura de Velasco,
destacó Nicomedes Santa Cruz, quien dirigió un programa
99
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
radial diario llamado Así canta mi Perú; y también fue pionero
en la televisión, donde dirigió dos programas: Por los caminos
del arte y Danzas y canciones del Perú. Podría decirse que fue el
primer afro intelectual ante cámaras. Además, sus décimas
como “A cocachos aprendí” se masificaron en los textos
escolares. En la década de 1980, destacó Rafael Santa Cruz
como actor de televisión y teatro; participó en publicidad
televisiva y telenovelas como Natacha, Los de arriba y los
de abajo, Eva del Edén y Qué buena raza, entre otras. Fue el
primer actor afro en protagonizar una miniserie y en besar a
una actriz considerada blanca.
Desde la década de 1990, destacan actores y actrices afro
de cine, teatro y televisión que también reflexionan sobre el
racismo, la historia de la esclavitud y la identidad étnica, entre
otros temas; destacan Tatiana Espinoza y Ebelin Ortiz. En el
2014, se escenificó Duelo en Malambo en el Teatro Municipal
de Lima, obra póstuma de Rafael Santa Cruz; y, en el 2016,
en este mismo espacio, se presentó la obra Zafra. En el 2018,
Anaí Padilla y Mayra Najar protagonizaron Eres una negra en
el Teatro de la Universidad del Pacífico.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos por abrir el mercado
laboral a nuestros notables artistas afrodescendientes, aún
100
persisten los estereotipos. Por ejemplo, esto ocurrió en la
serie de televisión Grau, Caballero de los Mares (2014), donde la
plana menor del Huáscar fue interpretada por actores blancos,
lo que eliminaba la participación heroica de los grumetes
afroperuanos, a pesar de existir suficiente evidencia histórica
Maribel Arrelucea Barrantes
sobre, por ejemplo, el grumete Alberto Medina Cecilia en
los archivos, el libro de Zanutelli El almirante Grau y la plana
menor del Huáscar (2002) y numerosas páginas de internet.
En la película Guerrero (2016) la actriz Magdyel Ugaz encarnó
a Petronila González, la madre del futbolista Paolo Guerrero,
autoreconocida como afrodescendiente. Para ello, Ugaz
recurrió al black face, estilo de los artistas norteamericanos
de la primera mitad del siglo XX que consistió en pintarse la
cara y colocarse peluca para interpretar a un afro
Otro espacio importante son los deportes, que fueron
introducidos por los inmigrantes europeos a fines del siglo
XIX, los cuales rápidamente fueron practicados por las
élites y los sectores populares. El deporte fue asociado con
la modernidad europea, ya que el Estado y las élites creían
que era una recreación saludable que forjaba el carácter
y las supuestas “razas nacionales”. En 1903, se organizó
oficialmente la educación física en el país y unos años después
se incorporó en todas las escuelas; en 1912, ya era obligatoria.
Los extranjeros y las elites fundaron los primeros clubes de
fútbol, luego los sectores medios y populares crearon clubes
como el Sport Alianza (1901), el Atlético Unión (1900), entre
otros. Los sindicatos obreros y estudiantes practicaron el
fútbol en las calles y espacios abiertos; además, organizaron
campeonatos y encuentros en los barrios, contribuyendo con
su difusión.
En
esa
época,
destacaron
numerosos
jugadores
afrolimeños como Alejandro “Manguera” Villanueva (El
101
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
El marinero Alberto Medina Cecilia, afrolimeño y veterano de la Guerra del
Pacífico. Combatió al lado de Miguel Grau con solo 17 años, con el rango de
grumete, el más bajo de una tripulación que se echa al mar.
102
La tripulación del Huáscar estuvo conformada por afroperuanos que se
batieron heroicamente al lado de Miguel Grau.
Maribel Arrelucea Barrantes
Rímac, 1908-1944), quien junto a Alberto Montellanos, José
María Lavalle, Jorge Koochoi Sarmiento y Demetrio Neyra
formaron el “Rodillo Negro”, un gran equipo de delanteros del
club Alianza Lima. Villanueva es considerado la encarnación
del fútbol peruano, pícaro y con toques elegantes. Entre
sus famosos pases la gente recuerda aún “la huacha”, “la
chalaca” y el “pase del desprecio”. José María Lavalle fue alero
derecho del Alianza Lima y de la selección peruana, con la
cual participó en la Copa Mundial de 1930. Él también hizo
del juego un espectáculo, pues se dice que bailaba marinera
frente a sus contrincantes.
Entre las décadas de 1940 y 1960, diversos jugadores de
fútbol afroperuanos destacaron dentro y fuera del país;
algunos fueron contratados en clubes de América Latina.
Por ejemplo, Rafael Asca, fue arquero del Sporting Tabaco,
Sporting Cristal y Sport Boys; Walter “Superman” Ormeño,
jugó en Universitario, Alianza Lima, Boca Juniors y América
de México; Héctor Teódulo Legario, “la Pantera del Arco”,
fue portero de Alianza Lima; el también portero Juan “el
Chueco” Honores (1915-1990) jugó en Universitario; Cornelio
“Chocolatín” Heredia (1920-2004), fue defensa de Alianza
Lima; los hermanos Óscar “Huaqui” y Carlos “el Tábano”
Gómez Sánchez jugaron parte de su carrera en el extranjero
—Óscar llegó a jugar en River Plate y en Racing Club de
Argentina, y Carlos jugó en Boca Juniors y en América de
Cali—; Máximo “Vides” Mosquera (Chincha, 1925-2016),
quien fue famoso como jugador del club Municipal de Lima,
103
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
jugó en 1949 para el club Deportivo Cali; Guillermo Barbadillo
(1925-2000) fue jugador del Sport Boys y del Deportivo Cali;
Félix Castillo (1928-1978) formó parte del club Alianza Lima y
América de Cali; Valeriano López “el Tanque de Casma” fue un
famoso delantero del Sport Boys, Alianza Lima y Deportivo
Cali, e incluso fue pretendido por el Real Madrid de España;
Víctor “Conejo” Benites (Lima, 1935) destacó en Italia; Julio
Guillermo Meléndez (Lima, 1942) fue capitán del Boca Juniors
y Juan Víctor Joya (1934-2007), llamado “Negro el 11”, fue
ídolo del club Peñarol de Uruguay.
En esta época surgió el nuevo “Rodillo Negro” del club
Alianza Lima con Óscar Gómez Sánchez, “Vides” Mosquera,
Félix Castillo, Guillermo Barbadillo y Valeriano López. En el
club Alianza Lima, Alejandro Víctor “Pitín” Zegarra fue un
verdadero ídolo local en la década de 1960.
En la década de 1970, algunos jugadores afro formaron
parte de la selección nacional que clasificó a los mundiales
de México 70 y Argentina 78. Destacaron Rodulfo Manzo,
José Navarro, José Muñante, Pedro Pablo “Perico” León,
Eloy Campos, Julio Baylón, Alberto Gallardo (el estadio
del distrito de San Martín de Porres lleva su nombre como
homenaje), Héctor Chumpitaz, el “Capitán de América”,
104
Teófilo “Nene” Cubillas, Guillermo La Rosa, José “el Patrón”
Velázquez. En la década de 1980, entre los afrolimeños más
destacados figuran el arquero “Caíco” González Ganoza, Julio
César Uribe, José Velásquez, Roberto Rojas, “Pechito” Farfán
y Roberto “Marajá” Arrelucea, entre otros.
Maribel Arrelucea Barrantes
105
Alejandro “Manguera” Villanueva (derecha) en choque con rival.
Villanueva fue uno de los primeros astros del fútbol nacional. Su enorme
estatura y agilidad lo convirtieron en un goleador temible. El estadio de
Alianza Lima lleva su nombre.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Hay que mencionar al director técnico Marcos “el Chueco”
Calderón (Lima, 1928-1987), considerado un gran entrenador.
Él consiguió diez títulos en primera división y uno con la
selección peruana. En 1987, murió en un fatídico accidente
con todo el plantel de Alianza Lima. Ese año, cuando el equipo
se ubicaba en el primer lugar de la tabla de posiciones, viajó a
Pucallpa para enfrentarse al Club Deportivo Pucallpa. Alianza
ganó 1 a 0 y, cuando emprendían el regreso a la capital el 8 de
diciembre, el fokker F-27-400M en el que viajaban se estrelló
frente al mar de Ventanilla.
En la actualidad, vivimos un resurgimiento del fútbol. A
partir de 1990 destacan diversos futbolistas afro, como Luis
“Cuto” Guadalupe, Waldir Sáenz, Andrés “Balán” González,
Juan Jayo Legario, Paolo Guerrero (sobrino del arquero “Caíco”
González Ganoza), Jefferson Farfán, André Martín Carrillo,
Luis Advíncula, Alberto “Mudo” Rodríguez, Christian “La
Sombra” Ramos, Pedro Gallese. El futbol femenino apenas
ha empezado a desarrollarse, pero algunas afrolimeñas ya
están destacando. Este es el caso de Fabiola Herrera Zegarra
(Lima, 1978), quien es la primera peruana en ser contratada
por un club extranjero de primera división; el club Millonarios
FC de Colombia (2019-2020). Hay que destacar que algunos
106
jugadores de fútbol como Fabiola Herrera, Joel Herrera y Luis
Advíncula tienen una postura muy clara contra el racismo,
ya que en diversas oportunidades han expresado su rechazo
al mismo; de igual manera, se han identificado con orgullo
como afrodescendientes.
Maribel Arrelucea Barrantes
En boxeo sobresalieron numerosos afrolimeños como
Óscar Rivadeneira (San Juan de Miraflores, 1960), quien
disputó el título de campeón mundial de medio pesado con
Michael Spinks en 1983 y fue campeón sudamericano en
1981. También debemos considerar a José Coronado Solano,
“Bom Bom Coronado” y a Mauro Mina, quienes fueron ídolos
nacionales.
El vóley fue un deporte en el cual destacaron muchas
afrolimeñas. En 1942 se fundó la Federación Nacional de
Vóley del Perú. En la década de 1960, este deporte empezaría
a tener éxito y masificarse con el entrenador japonés Akira
Kato y después con el coreano Man Bok Park. El vóley dio
oportunidad a jóvenes afrodescendientes de Lima y otros
lugares cercanos como Cañete, Chincha e Ica. Entre tantas
que destacaron en el vóley, podríamos recordar a Luisa
“Lucha” Fuentes, Ana Cecilia Carrillo, Sonia Heredia, Zenaida
Uribe, Gina Torrealba, Cecilia Tait, Sonia Ayaucán y Leyla
Chihuán, hasta las más actuales como Clarivett Yllescas y
Ángela Leyva.
En el vóley sobresalen dos grandes deportistas: Lucha
Fuentes y Cecilia Tait. Fuentes (Ica, 1951), a los 14 años de
edad, fue seleccionada por Akira Kato para entrenarla
en Lima. Entre las décadas de 1960 y 1970 fue campeona y
subcampeona sudamericana de vóley, participó en los Juegos
Olímpicos de México 1968, en la Primera Copa del Mundo
de 1973 —donde Perú ocupó el cuarto puesto— y su última
gran participación fue en 1978 en el Campeonato Mundial
107
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
en la URSS. Cecilia Tait (Lima, 1962) comenzó a jugar de
manera profesional en 1976 y con Perú fue subcampeona
en el mundial juvenil de México 1981, donde fue elegida la
mejor jugadora del torneo. En 1982, logró con la selección el
subcampeonato en el Campeonato Mundial de Vóleibol. En
1985, fue elegida para integrar el equipo All-Stars, junto con
las mejores voleibolistas del mundo. Cecilia participó en los
Juegos Olímpicos de Seúl 1988, en los cuales fue declarada la
mejor jugadora del torneo. Posteriormente, jugó para el Club
Sadia de Sao Paulo. En 1992 continuó su carrera deportiva en
Alemania y regresó al Perú en 1998.
En atletismo, destacaron Julia Sánchez Deza, “La saeta de
América” (Breña, 1930-2001), quien en 1951 participó en los
Panamericanos en Buenos Aires, en los que ganó la medalla
de oro en los 100 metros planos. Fue la primera mujer en
ganar una medalla de oro para el Perú; Julia falleció el 2001.
Fernando Acevedo (nacido en 1946) tiene varios récords
nacionales en 100, 200 y 400 metros planos. Carmela Bolívar
(nació en 1957) fue récord nacional de 100 y 200 metros
planos durante mucho tiempo.
108
Los afrolimeños en las acuarelas de Francisco
“Pancho” Fierro
Existen muchísimas acuarelas de Fierro reproducidas en
libros escolares y académicos, álbumes, almanaques y afiches
de publicidad, entre otras imágenes que muestran a los
afros como vendedores ambulantes, aguadores, sirvientes y
Maribel Arrelucea Barrantes
109
Clarivett Yllescas, joven valor de la selección femenina de voley del
Perú. Clarivett es la última representante de una larga tradición en
la que se encuentran Lucha Fuentes y Cecilia Tait.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
cocheros; mientras que las mujeres son sirvientas, amas de
leche y vendedoras ambulantes.
Estas representaciones dan la impresión de que los afros
están destinados a estos oficios. Así lo vieron algunos viajeros
del siglo XIX y los intelectuales peruanos, como Ricardo
Palma y Manuel Atanasio Fuentes, por citar algunos. En
estas narrativas, las vendedoras ambulantes son de sectores
populares y, de acuerdo con lo que venden, se perciben como
indias o negras. Por ejemplo, la tisana y el tamal fueron
percibidos como alimentos de negros; mientras que el cuy y
los ollucos, como de indios. Siguiendo esa lógica, la tisanera
o la tamalera son negras, nunca indias o blancas; en cambio,
las pescadoras son indígenas. Pero ninguna vendedora es
vista como blanca. Por razones de clase y raza, algunos oficios
inferiorizan y ennegrecen. En la primera mitad del siglo XIX,
la élite asimiló la cultura europea, vista como refinada y
superior, y racializó alimentos, oficios y costumbres para
diferenciarse de los sectores populares.
Además, las acuarelas más populares representan a
hombres y mujeres afro participando activamente en los
bailes, juegos, procesiones y diversiones poniendo énfasis en
su supuesto carácter festivo “natural”. Entre las acuarelas más
110
difundidas se encuentran Convite al Coliseo de gallos (1830), El
son de los diablos, Sigue el son de los diablos y Bailando al son
de los diablos. En Convite al Coliseo de gallos (1830), tres afros
van anunciando la pelea de gallos, una práctica muy asociada
a lo criollo y limeño; el primer hombre toca un instrumento
Maribel Arrelucea Barrantes
111
Acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. Él fue el cronista visual de
los oficios ambulantes en la Lima del siglo XIX.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
de viento, el segundo un tambor y el tercero lleva un gallo
enjaulado. En cambio, las acuarelas que repiten la temática
del son de los diablos parecen exclusivas de afros.
Otras acuarelas, como Procesión cívica de los negros (1821) y
Sigue la procesión cívica de 1821, evocan a los afros festejando
la libertad. En el primer caso, se trata de un desfile con cuatro
sujetos, tres hombres y una mujer. El hombre que encabeza
el desfile porta la bandera peruana, los dos siguientes están
tocando sus instrumentos musicales y la mujer cierra el
desfile con una matraca y una banderita. Según anotaciones
de Palma, se trataría de la procesión cívica de las cofradías
de negros mozambique, angola, caravelí, chala y terranova.
La segunda acuarela reproduce el clima de fiesta, los afros
desfilan alegres y portan banderas peruanas, incluso se notan
los fuegos pirotécnicos; dos hombres van adelante portando
un pesado tronco que es percutido por un niño encaramado al
tronco, detrás va una mujer de vestido amarillo, con una franja
terciada blanca y roja, tocando una matraca y, más atrás,
una multitud sigue el desfile con banderas. Estas acuarelas
vinculan a los afrolimeños con la gesta de la Independencia y
la nación, pero olvidan a los afros del ejército realista.
En cuanto al cuerpo, los hombres son representados
112
con ropa ceñida que permite apreciar su musculatura. Por
ejemplo, El aguador nos muestra a un afro musculoso y
fuerte, capaz de sostener bultos pesados. En cuanto a las
mujeres, la representación de lo corpóreo es más fina. Ellas
son sensuales y curvilíneas, algunas aparecen con escotes
Maribel Arrelucea Barrantes
113
Grupo de afroperuanos celebrando la independencia. Acuarela de
Francisco “Pancho” Fierro.
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
profundos que dejan ver sus senos turgentes, la ropa pegada
al cuerpo delinea las caderas anchas y la cintura estrecha, los
pies diminutos, siempre calzados, a diferencia de las indígenas
que a veces van descalzas. El cabello es trabajado con más
detalle, advirtiendo que son mujeres afrodescendientes. Por
ejemplo, en Misturera la mujer es representada de espaldas,
perspectiva que permite apreciar los largos rizos que caen por
la espalda cubierta con un manto amarillo bordado.
Las acuarelas dedicadas a las vendedoras ambulantes son
hermosas y, entre ellas, destaca Una placera. Esta pintura
representa a tres mujeres, una de las cuales va cubierta
con un manto de color claro que cae por todo su cuerpo sin
curvas, desprovista de sensualidad. La otra que flanquea la
escena está cubierta por saya y manto, con el rostro apenas
visible. Finalmente, la tercera mujer, de apariencia afro,
ocupa el centro de la escena y su ropa pegada al cuerpo
evidencia sus curvas; su blusa tiene un escote profundo que
deja ver sus senos grandes y sus caderas son anchas. Además,
la mujer está sentada con las piernas abiertas y sus brazos
se extienden ofreciendo la fruta, mientras sus labios rojos
esbozan una amplia y pícara sonrisa.
Es indudable que existe una relación entre la mujer
114
afrodescendiente y la comida, las frutas, los dulces y las
bebidas alcohólicas en el contexto de la calle y el espacio
público, la cual puede ser interpretada de diversas maneras.
Lo primero que podríamos pensar es que hay una relación con
los estereotipos sexuales, porque desde los primeros tiempos
Maribel Arrelucea Barrantes
coloniales las esclavizadas y las libertas fueron sindicadas
como lujuriosas, sensuales y peligrosas. Sin desechar esta
idea, podríamos explorar otros caminos como, por ejemplo,
los vínculos entre esclavitud femenina y cocina. En efecto,
la esclavitud centró a las mujeres en el espacio doméstico y,
especialmente, en la cocina, de tal manera que adquirieron
fama de excelentes cocineras. En las acuarelas, la mujer afro
es construida con más minuciosidad que la indígena, ya que
es representada como sensual, hábil y trabajadora. Su imagen
está fuertemente vinculada a los placeres, especialmente al
de la comida. Este vínculo la aleja de las mujeres indígenas y la
acerca a las mujeres hispanas, pues la cocina es transmisora
de costumbres y tradiciones compartidas por la élite.
Las acuarelas muestran cómo se “racializaron” los oficios,
alimentos, rasgos de personalidad y prácticas culturales
a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Ser afro se
convirtió en sinónimo de aguador, cochero, ama de leche,
lavandera, cocinera, tocar cajita, cajón y quijada de burro;
comer carapulcra, sanguito y tamales; bailar el son de los
diablos y la zamacueca, entre otras prácticas. Además de
ser fuertes, eran alegres y excelsos bailarines. Estos son los
elementos que se tomaron en el siglo XX para identificar a
los afrolimeños como un grupo homogéneo y puro, mientras
que, al mismo tiempo, se marcaban las diferencias con los
otros grupos étnicos de la ciudad. Sin embargo, la cultura
limeña es producto de una fusión donde lo afro es una parte
sustancial.
115
Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
Un aspecto fundamental es que las acuarelas más
conocidas son aquellas que representan afros plenamente
incorporados a la sociedad y la cultura criolla. Ellos son
transmisores y guardianes de tradiciones consideradas
limeñas y ya no solo afros. De allí que estas imágenes son
usadas ampliamente por diferentes sectores intelectuales y
activistas. Primero las utilizaron los impulsores de la Lima
criolla, como Ricardo Palma, Benvenutto Murrieta y José
Gálvez; y luego José Durand, fundador de la Compañía Pancho
Fierro y reconstructor del son de los diablos. Los pintores
del indigenismo también tomaron como referentes estas
acuarelas. Por ejemplo, José Sabogal reconoció a Fierro como
un pintor mulato, vernacular y autodidacta (no obstante,
cabe destacar que, a pesar de apreciar su arte, lo colocó fuera
del canon académico). Los hermanos Santa Cruz también
usaron las acuarelas en su propia búsqueda de una identidad
afroperuana, aunque dieron un giro total al buscar las raíces
“puras” en África, el Caribe y Brasil. Hoy en día, los activistas
afroperuanos usan profusamente las acuarelas de Pancho
Fierro como un respaldo visual de sus actividades.
La masificación de las acuarelas de Fierro, a mediados del
siglo XX, no solo son producto de su calidad como pintor —
116
que sobradamente la tiene—, sino también el resultado de
tensiones, diálogos y negociación entre instituciones, élites
culturales y sectores sociales que reclaman ser incluidos en
los imaginarios nacionales.
Maribel Arrelucea Barrantes
Para concluir, el libro revisa la cultura limeña y la
participación de los afrodescendientes en la construcción de
la misma. Se ha revisado el proceso histórico que incorporó a
los afros en la estructura social limeña mediante la esclavitud,
de allí proceden sus aportes en la comida, el cuidado de los
niños, la tauromaquia, la religiosidad, las fiestas, la música,
los bailes, que, con el pasar del tiempo, se han considerado
tradicionales. También se ha revisado el proceso por el cual
se abrieron otras actividades como los deportes en una
época donde era bastante difícil acceder a la escolaridad
y profesionalización. Triunfar en los deportes significó
conquistar nuevos espacios, apropiarse de ellos y dejarlos
en herencia a los hijos y los nietos; tal como lo hicieron en
el pasado las cocineras, las lavanderas, cocheros, amas de
leche, músicos, entre otros. Ahora, en las últimas décadas
gracias a la ampliación de la educación y la ciudadanía, entre
otras razones, los afros han conquistado otros espacios y
actividades, tales como la política, la ciencia, los ministerios
y el Congreso de la República. Habrá un día en que nadie se
asombrará ni cuestionará vernos en estos espacios.
117
Maribel Arrelucea Barrantes
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Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
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«PROCESIÓN DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS DEL 2019». Fotografía: María
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Descalzas .................................................................................................................. 65
«SÁEZ Y HERMANOS ASCUEZ». Fotógrafo desconocido. [Sin año]. Archivo
personal Carlos Cerquín ......................................................................................... 68
«ESTUDIANTINA CHALACA». Fotógrafo desconocido. [Sin año]. Archivo
familiar Alejandro Sáez Chávez .............................................................................. 73
«FAMILIA GONZÁLEZ EN LA PAMPA DE AMANCAES». Fotógrafo desconocido.
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Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes
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«PORCIÓN DE ANTICUCHOS». Fotografía del archivo de José Antonio Herrera
de Rivero .................................................................................................................. 88
«PORCIÓN DE PICARONES». Fotografía del archivo de José Antonio Herrera de
Rivero ....................................................................................................................... 88
«VIVANDERO ÑÓ JUAN JOSÉ». Eugène Courret. [1860]. Placa de vidrio, 9 x 12
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«JUANITA BREÑA CAPEANDO UN TORO EN ACHO (1820)». Francisco “Pancho”
Fierro. [1820]. Acuarela sobre papel, 23.7 x 18 cm. Col. Ricardo Palma. Pinacoteca
Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima ............... 94
«ALBERTO MEDINA CECILIA». Fotografía del archivo del Instituto de EstudiosHistórico Marítimos del Perú ................................................................................ 102
«SOBREVIVIENTES DEL HUÁSCAR». Fotografía del archivo del Instituto de
Estudios-Histórico Marítimos del Perú ................................................................. 102
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«LA ALMUERZERA (1820)». Francisco “Pancho” Fierro. [1820]. Acuarela sobre
papel, 23.5 x 18.2 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio
Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima .......................................... 111
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«PROCESIÓN CÍVICA DE LOS NEGROS (1821)». Francisco “Pancho” Fierro.
[1821]. Acuarela sobre papel, 15.9 x 22.5 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca
Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima ........... 113
COLECCIÓN MUNILIBROS
Esta colección ofrece publicaciones que
promueven el conocimiento y la valoración
del patrimonio material e inmaterial de
Lima. De esta manera, se busca fortalecer
la identidad de todos los ciudadanos. Los
libros forman parte de seis series:
Prehispánica,
Personajes,
Historia,
Arquitectura, Arte y sociedad, y Fiestas y
Costumbres.
Los munilibros pretenden crear espacios de
culturización que promuevan la lectura y su
comprensión entre escolares y ciudadanos
en general. Difunden también la labor
municipal de recuperación del patrimonio
histórico, artístico y documental que posee
la Municipalidad de Lima.
Para llegar a este libro, mucha agua ha corrido por el río Rímac. Esta
obra, con una visión de síntesis y de larga duración sobre los
afrodescendientes en Lima, se inscribe en la fase de madurez
académica de Maribel Arrelucea, luego de escribir sus libros
Replanteando la esclavitud (1999), Sobreviviendo a la esclavitud (2018)
y diversos artículos. Lo importante de esta nueva publicación es que
permite llegar a un mayor público, a nuevos lectores, que es la meta
ansiada de toda persona dedicada a la investigación. Con gran
esfuerzo y talento, Maribel Arrelucea se ha ganado uno de los
principales espacios académicos en la investigación de la africanía en
el Perú y Latinoamérica.
Luis Rocca Torres
Fundador y director del Museo Afroperuano de Zaña
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