LIMA AFROPERUANA Historia de los africanos y afrodescendientes Maribel Arrelucea Barrantes MuniLibros HISTORIA Maribel Arrelucea Barrantes (Lima, 1971) Magíster en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y catedrática de la Universidad de Lima y de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es autora de los libros Replanteando la esclavitud. Etnicidad y género en Lima borbónica (Lima: CEDET, 2009) y Sobreviviendo a la esclavitud. Negociación y honor en las prácticas cotidianas de afrodescendientes. los africanos Lima, y 1760-1820. (Lima: IEP, 2018). Ha publicado en coautoría con Jesús Cosamalón La presencia afrodescendiente en el Perú (Siglos XVI-XX). (Lima: Ministerio de Cultura, 2015). LIMA AFROPERUANA Historia de los africanos y afrodescendientes Maribel Arrelucea Barrantes LIMA AFROPERUANA Historia de los africanos y afrodescendientes LIMA AFROPERUANA Historia de los africanos y afrodescendientes © Maribel Arrelucea Barrantes © Municipalidad Metropolitana de Lima Jorge Muñoz Wells Alcalde de Lima Luz Fabiola Figueroa Cárdenas Gerente de Cultura Kelly Carpio Ochoa Subgerente de Patrimonio Cultural, Artes Visuales, Museos y Bibliotecas Sandro Covarrubias Llerena Jefe de Biblioteca y Archivo Histórico David de Piérola Martínez Coordinador editorial SIN VALOR COMERCIAL 1a. edición digital- Agosto 2020 Diseño de portada, diagramación y edición gráfica: Alexis Monteagudo Torres Cuidado de edición: Marlon Aquino Ramírez y José García Cosavalente Fotografía de portada (detalle): Fiesta de Amancaes. Autor desconocido. [Sin fecha]. Foto en blanco y negro, 22.3 x 16.2 cm. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fotografía de la presentación (detalle): Cuadrilla de negros festejando el 28 de julio de 1821. Francisco “Pancho” Fierro. [1821]. Acuarela sobre papel, 23.3 x 18.2 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima Imagenes del prólogo: Una placera 1820. (detalle) Francisco “Pancho” Fierro. [1820]. Acuarela sobre papel, 23.6 x 18.2 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima Negro tizanero de Malambo. Autor desconocido. [1860]. Foto en blanco y negro, 17.9 x 23.8 cm. Pontificia Universidad Católica del Perú Imagenes de la introducción: Esteban Arredondo (capeador insigne) 1860. Francisco “Pancho” Fierro. [1860]. Acuarela sobre papel, 23.9 x 18.1 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima La danse de la samacueca par un couple composé d’un nègre et d’une indienne déclassée. Leónce Angrand. [1837-1849]. Acuarela sobre papel. Costumes péruviens, scènes de la vie religieuse et populaire à Lima. Tome 2. Bibliothèque nationale de France Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2020-06161 ISBN N° 978-9972-726-29-3 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación, por cualquier medio o procedimiento, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma, sin autorización expresa del autor y de la Municipalidad de Lima. Editado por: Municipalidad Metropolitana de Lima Jirón de la Unión 300 Lima, Cercado www.munlima.gob.pe ÍNDICE Presentación ....................................................................................... 9 Prólogo ............................................................................................... 11 Introducción ...................................................................................... 17 CAPÍTULO I: HISTORIA DE LOS LIMEÑOS ESCLAVIZADOS Conquista y construcción de la sociedad colonial ............................ 23 El siglo XVIII: el reordenamiento colonial ......................................... 27 Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima ............................ 29 La Independencia y la construcción de la sociedad republicana ...... 34 CAPÍTULO II: DE LA ABOLICIÓN A LA MODERNIDAD EN LIMA Coyuntura de la abolición ................................................................. 37 Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX ... 43 Presencia afro en el censo del 2017 ................................................... 52 CAPÍTULO III: LA CULTURA AFROLIMEÑA Religión: la procesión del Señor de los Milagros ............................... 59 Música: de la zamacueca a la marinera ............................................ 66 Comida: de la comida “criolla” al boom gastronómico .................... 86 Toros: Esteban Arredondo, la cuadrilla del maestro Valdez y Rafael Santa Cruz .......................................................................... 92 Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de la cultura popular y afrolimeña ......................................................................... 95 Los afrolimeños en las acuarelas de Francisco “Pancho” Fierro .... 108 Fuentes ............................................................................................. 119 Índice y procedencia de las imágenes .............................................. 124 PRESENTACIÓN El munilibro n.° 21, Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes, narra una parte de la extensa historia de los miles de africanos y afrodescendientes, quienes — desde el siglo XVI hasta el presente— han contribuido al enriquecimiento de la cultura limeña y nacional. La autora nos invita a no olvidar que parte de nuestra historia se construyó desde la esclavitud y el dolor de miles de africanos y sus descendientes, quienes supieron superar las circunstancias injustas de la esclavitud, la pobreza y el racismo. Al leer este munilibro, sentiremos orgullo de ciertos símbolos culturales que se erigen como un sello de nuestra identidad: una rica y variada gastronomía, la imponente procesión del Señor de los Milagros, música de antaño como los valses, las polkas y las marineras que se escuchan junto a huaynos, cumbias y festejos. Cada uno de estos elementos forma parte de una historia compleja, protagonizada por diversos grupos étnicos —indígenas, españoles, africanos, moriscos, chinos, italianos, franceses, alemanes y otros grupos más— cuya interacción cotidiana dio como resultado la cultura limeña. Jorge Muñoz Wells Alcalde de Lima 9 10 PRÓLOGO Este libro nos presenta de manera sintética los resultados de los estudios de Maribel Arrelucea sobre la presencia afro en Lima, la sede del Virreinato peruano, en donde, además, confluían diversas vertientes culturales. Cabe resaltar que en el período colonial hubo cimarronaje, palenques y bandolerismo; pero, al mismo tiempo, se registraron otras modalidades urbanas, como los jornaleros, vendedores callejeros, especialistas en gastronomía y artes variadas. Los amos y amas de los esclavizados los hacían trabajar para otros patrones o los “alquilaban”. Un tema complejo en esta obra es la presencia de los afrodescendientes en la Independencia, porque pelearon en ambos bandos, unos fueron patriotas y otros realistas. Es por ello que, camino a la celebración del Bicentenario de la Independencia (2021), este libro cobra mayor trascendencia, ya que la obra nos demuestra que un sector significativo de afros luchó por la independencia al lado de San Martín. Este aspecto es de suma relevancia cultural, en cuanto los soldados afrodescendientes se incorporaron a las bandas militares, difundiendo la zamacueca y otros géneros musicales en diversos países. El ciclo de la posindependencia hasta la abolición de la esclavitud nos permite apreciar la defensa de esta mediante 11 diversas argucias y maniobras políticas. Sin embargo, los esclavizados trazaron dos rutas alternativas: a) participaron en montoneras, cimarronaje y bandolerismo y b) utilizaron mecanismos legales y políticos a fin de lograr la manumisión. Arrelucea también se refiere a las iniciativas de las mujeres para lograr su libertad y sobrevivir en tiempos de la esclavitud. Como dice Carlos Aguirre, los afros fueron agentes de su propia libertad. El siglo XIX nos revela nuevos procesos culturales en curso y la presencia de importantes personajes como el pintor de los libertadores, José Gil de Castro; el polifacético médico José Manuel Valdez y el gran acuarelista “Pancho” Fierro, especializado en el costumbrismo limeño. Debemos destacar la apreciación de Arrelucea del carácter pluriétnico de Lima a fines del XIX y las primeras décadas del siglo XX, ya que en esa época a los indígenas, españoles y afrodescendientes se sumaron otros migrantes como los chinos, japoneses y europeos. A partir de estos procesos, Arrelucea dedica especial atención a los censos nacionales, desde el siglo XIX hasta el último del 2017. Esta es una valiosa contribución, porque nos permite apreciar las variaciones étnicas de Lima como consecuencia de los procesos migratorios 12 internos y externos. Por otro lado, es importante el análisis sobre la autoidentificación étnica en el censo del 2017 y el grado de avances en torno a educación y acceso al agua potable, lo cual permite abrir el diálogo. Hay mucho silencio sobre este censo y Arrelucea nos ofrece luces sobre la materia. Los afrodescendientes se desempeñaron en los más diversos oficios. En la imagen, hombre de mediana edad trabajando en una cocina. Resulta de interés cultural el enfoque sobre la religiosidad de los esclavizados. En ese sentido, se valora la importancia de San Martín de Porres, Úrsula de Jesús y el culto al Señor de los Milagros. También hay una valiosa información sobre la creación artística afro desde la segunda mitad del siglo XIX. Destacó el barrio de Malambo, del distrito del Rímac, con los “Doce Pares de Francia”, la familia Sancho Dávila y Augusto y Elías Ascuez; en dicho espacio, se practicaron variados géneros musicales como zamacueca, habaneras, “amor fino”, valses, polkas, yaravíes y, además, se dominaban variedad de instrumentos musicales. Los principales artistas del barrio de Malambo se presentaban en los concursos de danzas que se organizaban en la pampa de Amancaes en la primera mitad del siglo XX. Es muy valioso conocer los nombres de los grandes artistas y conjuntos musicales. Arrelucea también nos muestra personajes destacados en los deportes, tanto en el fútbol como en el box y el vóley. Y, en particular, destaca el rol de las mujeres. Para llegar a este libro, mucha agua ha corrido por el río Rímac. Esta obra, con una visión de síntesis y de larga duración sobre los afrodescendientes en Lima, se inscribe en la fase de madurez académica de Arrelucea, luego de escribir sus libros 14 Replanteando la esclavitud (2009), Sobreviviendo a la esclavitud (2018) y diversos artículos. Lo importante de esta nueva publicación es que permite llegar a un mayor público, a nuevos lectores, que es la meta ansiada de toda persona dedicada a la investigación. Con gran esfuerzo y talento, Arrelucea se ha ganado uno de los principales espacios académicos en la investigación de la africanía en el Perú y Latinoamérica. Luis Rocca Torres Fundador y director del Museo Afroperuano de Zaña 15 INTRODUCCIÓN El objetivo de este libro es reconstruir la historia de los afrolimeños, quienes desde el siglo XVI contribuyen al enriquecimiento de nuestra cultura local y nacional, junto con otros grupos étnicos como indígenas, africanos, moriscos, asiáticos y europeos, entre otros, cuyo intercambio generó la cultura limeña. Parte de esta historia se construyó desde la esclavitud, la pobreza y el racismo con hombres y mujeres que supieron superar esas limitaciones. Es importante definir quiénes son los afrolimeños y afrolimeñas. Podemos precisar que son aquellos que comparten el bagaje cultural proveniente de África. Así, “afrolimeño” no alude al color de piel y forma del cabello, sino a personas nacidas en Lima y a los migrantes que comparten ancestros africanos y prácticas multiculturales donde lo afro es un componente esencial. Es muy importante enfatizar este punto para no caer en el racismo que asocia las características físicas —color de piel, forma de cabello— con la identidad de una comunidad. Por otro lado, es necesario enmarcar los aportes de los afrolimeños en un amplio contexto histórico. Estos se inician con la esclavitud y se amplían con las transformaciones del 17 siglo XX. Durante la vigencia de la esclavitud, los africanos y sus descendientes esclavizados fueron colocados en diversos oficios; pero, una vez instalados, lentamente, de generación en generación, resignificaron esos espacios laborales, se volvieron eficientes e imprescindibles; no solo eso, enseñaron sus oficios a sus descendientes libres. Luego de la abolición, los afrodescendientes aprovecharon los espacios en los que se habían especializado para consolidar su presencia en el mercado laboral. Así, los hombres participaron en algunos oficios como la herrería, comercio al por menor, albañilería, carpintería, etcétera; mientras que las mujeres continuaron en los espacios domésticos. Ya a mediados del siglo XX se masificaron los deportes, la industrialización, los medios de comunicación, como la radio y la televisión, la industria discográfica y los servicios públicos de salud y educación. Unas décadas después, en 1979, el voto universal y la ciudadanía permitieron ampliar más espacios. Estas transformaciones económicas y socioculturales abrieron nuevas oportunidades para los sectores populares, quienes, sometidos al racismo y la exclusión, negociaron en esos nuevos espacios hasta convertirlos en suyos. En el caso de los afros, desde la esclavitud, se desempeñaban en los oficios 18 domésticos como la cocina y el cuidado de niños, la música, la tauromaquia, el arte y la medicina como sus actividades recurrentes; en el siglo XX se incorporaron con éxito en los deportes, en especial el fútbol, el boxeo y el vóley; sin embargo, es más difícil insertarse en los medios de comunicación como 19 En la imagen, una pareja conformada por un hombre afrodescendiente y una mujer andina bailan una zamacueca. La mezcla entre los afrodescendientes y otros grupos de la sociedad limeña dio origen a la riqueza y mestizaje del pueblo de Lima. sujetos con palabra y no como objetos. El enfoque de este libro es valorar los aportes de los afrolimeños en los ámbitos tradicionales como la cocina, la música y los deportes. Sin caer en los estereotipos negativos, la historia de la ciudad no puede desvincularse de los aportes de los afrolimeños en estos espacios; pero enfatizando que se han abierto otros significativos para los afrodescendientes. Por eso, en el libro también se revisa la presencia de los afros en la política, como sindicalistas, líderes de organizaciones barriales, y aquellos que han dirigido ministerios y han sido electos como congresistas. Este libro está dividido en tres capítulos. El primero revisa la historia de los africanos y afrolimeños durante el Virreinato, la Independencia y el siglo XIX. El segundo analiza desde la abolición de la esclavitud hasta las primeras décadas del siglo XX. El tercero está dedicado a la cultura afrolimeña, específicamente la religión, la música, la comida, la tauromaquia y las diversiones públicas, desde las coloniales hasta la cultura de masas. Por último, el libro aborda la presencia de los afrolimeños en las acuarelas de Francisco “Pancho” Fierro. Tal vez, el marco del libro no permita homenajear a todos los afrolimeños con nombre y apellido; empero, se ha procurado incluir a los que destacaron en sus 20 barrios y aún permanecen en la memoria oral. La identidad se construye diariamente y es un orgullo practicar y trasmitir nuestras diversas herencias a las nuevas generaciones; en ese sentido, mi deseo es que este libro contribuya con este maravilloso proceso intercultural. Por último, quiero agradecer a la Municipalidad de Lima, a Sandro Covarrubias y a David de Piérola por el apoyo constante, a Marlon Aquino y José García Cosavalente por su trabajo de edición, a Luis Rocca y Jesús Cosamalón por la valiosa ayuda y a Alejandro Arrelucea, mi papá, por enseñarme a disfrutar mi afrolimeñidad, enriqueciendo así mis otras raíces. Maribel Arrelucea Barrantes 21 22 Ilustración de Guamán Poma de Ayala, la primera representación ilustrada de los africanos que llegaron al Perú en el periodo de la invasión ibérica. En las pocas ilustraciones que les dedicó, el cronista indio menciona los malos tratos que recibían de los españoles. CAPÍTULO I HISTORIA DE LOS LIMEÑOS ESCLAVIZADOS En este capítulo se revisa la historia de los afrolimeños desde el siglo XVI hasta el siglo XVII. Luego, se estudia el reordenamiento del siglo XVIII y las modalidades de resistencia como el cimarronaje, los palenques y el bandolerismo. Por último, se aborda la Independencia y la República hasta mediados del siglo XIX. Conquista y construcción de la sociedad colonial En el Perú la esclavitud no alcanzó proporciones a gran escala como en Brasil o Cuba, pero tuvo una fuerte presencia en la costa y, especialmente, en Lima. No existen cifras fidedignas de cuántos africanos y afrodescendientes arribaron a nuestra ciudad. Por Bowser, sabemos que en 1586 Lima tenía alrededor de cuatro mil africanos y que, para 1640, llegaba a 20 000 individuos. Para el siglo XVIII, el ingreso de africanos por el puerto del Callao se hizo en grupos pequeños, destinados especialmente al servicio doméstico y las haciendas. Hacia el final del Virreinato, se incrementó la presencia de los africanos. Así, en 1790 fueron contabilizados 13 479 africanos 23 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes esclavizados y 10 023 afros libres, sumando en total 44.6 % de la población total de la capital, el pico más alto en la historia de la presencia afro en la ciudad. La esclavitud estuvo presente en Lima, en sus haciendas y chacras, trapiches y obrajes, talleres, panaderías, callejones, casas y casonas. La mayoría no estaba encerrada permanentemente; por ejemplo, los sirvientes domésticos debían cumplir encargos y hacer las compras diarias de la familia. También acompañaban a sus propietarios a diversas actividades. Esta modalidad de esclavitud les dio amplio margen de libertad para establecer sus propias redes familiares y amicales. Los trabajadores esclavizados de haciendas y chacras, dependiendo de los propietarios, podían salir a visitar a sus parientes, participar en misas, reuniones de cofradías, fiestas y procesiones. Las haciendas cañeras jesuitas tuvieron un mayor número de esclavizados. Por ejemplo, para 1767, la hacienda San Juan tuvo 492 y la hacienda Villa, 369, las cuales podían cultivar hortalizas, criar animales de corral y, luego, vender su producción en los tambos e incluso en la misma ciudad. En contraste, la mayoría de propiedades rurales fueron de mediana y pequeña extensión, y contaron con poca mano de 24 obra, entre seis y cuarenta esclavizados, quienes convivieron con personas de otras castas bajo distintos regímenes laborales, como los aparceros y yanaconas, los jornaleros eventuales esclavizados y libertos. Maribel Arrelucea Barrantes 25 Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón. En las haciendas cercanas a Lima los africanos y sus descendientes tuvieron que trabajar como agricultores. Muchos de estos se rebelaban y huían formando palenques. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Esta información nos muestra que en Lima no predominó el modelo de plantación como en Brasil, Colombia y Cuba donde las haciendas de café, caña de azúcar, tabaco, entre otras, fueron grandes propiedades con mano de obra esclavizada a gran escala, en su mayor parte homogénea gracias a sus orígenes étnicos, idioma y religión; sometida a un control férreo y trabajo sistemático. En Lima fue común la esclavitud a jornal. Estos trabajadores se desplazaban por la ciudad, el Callao y las haciendas cercanas en busca de trabajo. Iban sin cadenas, apenas con un papel donde constaba el permiso de su amo; no tenían ningún elemento visible para identificarlos como esclavizados. Este sistema permitía que un esclavizado trabaje para un tercero; entregaba una parte de su salario al amo y lo demás era para su manutención. Por lo general, no se requería una especialización laboral al existir una amplia demanda de trabajadores en las chacras, haciendas, obrajes, talleres, etcétera. Por su parte, las jornaleras esclavizadas se desempeñaron como vendedoras ambulantes, carniceras, lavanderas, cocineras, amas de leche, etcétera.1 Este sistema permitió mayores márgenes de libertad y cierta capacidad de consumo a los jornaleros, posibilitando el contacto de los 26 afros con otros grupos étnicos. También existieron algunas casas, haciendas, chacras, obrajes y panaderías donde los trabajadores esclavizados 1. Las amas de leche eran nodrizas dedicas a cuidar a los recién nacidos e infantes. En la costa y algunas ciudades del Perú y América Latina fueron africanas y afrodescendientes; en las zonas andinas fueron principalmente mujeres indígenas. Maribel Arrelucea Barrantes fueron controlados con grilletes y sometidos a un trato inhumano. Pero, a pesar de la explotación y el control, los afrolimeños aprovecharon las oportunidades para negociar algunos beneficios como alimentos, permisos, mejor ropa, medicinas, entre otros; también usaron los tribunales para plantear sus quejas y demandas. Tal vez, por ello, los afrolimeños lucharon por permanecer en la ciudad y bloquearon su venta por estar casados con residentes limeños o limeñas, lo cual era posible por ser parte de sus derechos defendidos por la Iglesia. El siglo XVIII: el reordenamiento colonial El censo de 1791 nos muestra que el 47 % de la población limeña lo constituía el grupo esclavizado y las castas libres (afros que habían accedido a su libertad por diversos medios), mientras que el 36 % eran españoles. Los indígenas (8.2 %) representaron una minoría urbana visible por el idioma, la vestimenta y leyes específicas. Empero, como demostró Jesús Cosamalón, mantuvieron vínculos laborales, amicales, afectivos y sexuales con otros grupos étnicos. Desde fines del siglo XVIII, fue cada vez más visible la presencia de africanos y afrodescendientes elegantes, dueños de esclavizados, con prestigio por ser miembros de algunas cofradías y gremios. Viajeros como Tadeo Haënke y Joseph Laporte nos han dejado descripciones de la ropa, las joyas y la elegancia de mujeres populares, en especial de las vivanderas afro que evidencian su preocupación por lucir bien. 27 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 28 Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón en la que se observa una calesa empujada por jinete afro. El dibujo representa una estampa de la época (siglo XVIII). Los descendientes de africanos cumplieron muchas funciones y en no pocos casos pudieron progresar. Maribel Arrelucea Barrantes Esta movilidad social generó críticas ilustradas y una nueva preocupación por fijar las denominaciones de castas. Gregorio de Cangas en su Descripción en diálogo de la ciudad de Lima entre un peruano práctico y un bisoño chapetón (1770) presentó una tabla o clasificación basada en los tres troncos considerados primigenios: ‘españoles’, ‘negros’ e ‘indios’. A su vez, de la mezcla de estos se derivan 21 ramas o especies; considerados con calidad, si descienden de españoles; pero desprovistos de esta cualidad si descienden de indios y negros. Por su parte, Hipólito Unanue escribió Observaciones sobre el clima de Lima y su influencia en los seres organizados, en especial el hombre (1806), en el que describió a los africanos como salvajes y con un corazón bárbaro. Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima El cimarronaje fue la fuga de los africanos y afrodescendientes esclavizados. En la Recopilación de Leyes de Indias se fijaron castigos durísimos; los cincuenta azotes por fugarse cuatro días; 400 azotes si, además, formaban bandas. La pena de muerte se debía aplicar cuando el cimarrón también cometía delitos como el hurto, la violación y el asesinato. Sin embargo, el cimarronaje fue permanente a lo largo del tiempo y en los diferentes espacios esclavistas. En Lima, la tendencia fue la fuga individual y por corto tiempo; aunque fue difícil la sobrevivencia como jornaleros, bandoleros y palenqueros. 29 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 30 Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón. En la imagen se ve un hombre “mulato” elegantemente vestido, con medias blancas y zapatos de hebilla. Maribel Arrelucea Barrantes El bandolerismo se convirtió en la forma más fácil de sobrevivir para diferentes individuos como los cimarrones, quienes robaban en diferentes lugares, como los caminos, puentes, tambos, pulperías, chinganas, haciendas, casas y callejones. Durante el siglo XVIII, las bandas ya eran poco numerosas, entre 3 y 5 individuos, casi todos pertenecientes a la misma casta y oficio, con pocas armas. Algunos cimarrones formaron palenques: aldeas con empalizada alrededor de unas chozas, tierras de cultivo y corrales. Desde la Conquista se formaron numerosos palenques en las afueras de la ciudad, como el palenque de Huaura de 1544 y el de Cieneguilla de 1641; fue difícil aniquilarlos gracias a su compleja organización interna y, en especial, al escaso control de las autoridades españolas. Hasta la abolición de la esclavitud, los cimarrones y palenqueros ocuparon reiteradas veces algunos sitios de Lima: los montes del Chillón, Zambrano, Collique, Pampa del Rey, Caballero y Chuquitanta, en el valle de Carabayllo; Santa Rosa, Garagay, Taboada y Bocanegra, zonas cercanas al aeropuerto Jorge Chávez de Lima; Pedreros y Cajamarquilla, en el valle de Huachipa; los Totorales de Villa, Surco, Chorrillos y Lomo de Corvina, al sur de Lima. Por el norte, los cimarrones dominaron los montes de Chancay, Andahuasi, Aucallama y Supe y, por el sur, los valles de Cañete, Mala, Chincha e Ica. El palenque de Huachipa ,en Lima, es el mejor documentado gracias a las investigaciones de Lazo, Tord y Espinoza; tal vez sea el de mayor tiempo de duración y estructuras más 31 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes complejas. El palenque empezó a funcionar entre 1711 y 1713 con 30 casas alrededor de una plaza central y campos de cultivo. Fue habitado por 29 cimarrones, 15 hombres y 14 mujeres, cuyas edades oscilaban entre los 20 y 30 años de edad. Esta comunidad vivió de la agricultura, el comercio y el robo bajo una compleja organización política militar: tenían un “General” o gobernador, un alcalde, un capitán y un capitanillo; el último jefe fue Francisco Congo, alias “Chavelilla”. Finalmente, el palenque fue destruido después de una feroz resistencia y Francisco fue ahorcado. Hoy, el lugar es conocido como “Cerro negro”, en Huachipa. Lo que predominó en Lima a fines del siglo XVIII e inicios del XIX fueron los refugios eventuales sin chacras, casas ni empalizadas entre los valles del Chillón y el Rímac. Los cimarrones se desplazaban permanentemente porque se dedicaban al bandolerismo o trabajaban como jornaleros; los tumultos fueron escasos. En 1805, los esclavizados de la hacienda Pariachi, propiedad de la familia Sancho Dávila, tomaron el patio del palacio y lograron que el virrey Avilés cambie al arrendatario. De igual forma, hay varios tumultos y fugas de las panaderías, algunas de ellas muy violentas. Este periodo fue de intranquilidad social, con numerosas 32 revueltas en todo el virreinato y mayor control militar. Esto impidió que prosperen las formas de resistencia violentas. Los esclavizados buscaron, en lugar de ello, otras formas más prácticas como litigar en los tribunales, la negociación, entre otras. Maribel Arrelucea Barrantes 33 Grabado de The Present State of Peru, libro escrito por Joseph Skinner en el siglo XIX. En la imagen se aprecia mujer afrodescendiente con traje típico. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes La Independencia y la construcción de la sociedad republicana Los afros participaron de varias maneras en el proceso de Independencia. En principio, los dos ejércitos confiscaron a los esclavizados de la ciudad y las haciendas; aunque, otros propietarios, tanto patriotas como realistas, los cedieron como evidencia de lealtad a cada una de las causas. Por otro lado, numerosos africanos y afrodescendientes se enrolaron voluntariamente en ambos ejércitos. Ambas filas ofrecieron diversas ventajas como el fuero militar, ejercer cierto grado de autoridad, percibir un salario y derecho consensuado a los saqueos y el prestigio. En el caso del ejército realista, el virrey Pezuela les prometió vestimenta, alimentación, un pago mensual y, además, la libertad a cambio de cinco años de servicio. Después, en 1821, el virrey La Serna captó a 1500 esclavizados de la ciudad y sus alrededores prometiéndoles su libertad después de seis años de servicio. En el otro bando, casi la mitad de la escuadra de lord Cochrane y las dos terceras partes del ejército de San Martín fueron afroargentinos. En sus memorias, Miller anotó que se distinguieron por su valor y patriotismo. Numerosos esclavizados de Lima, Ica, Chincha y Cañete huyeron de sus 34 haciendas para enrolarse en el ejército patriota, en donde se destacaron por su valentía. Tanto San Martín como Bolívar concordaron en que la esclavitud era una herencia lamentable del pasado colonial, pero difícil de eliminar en esos momentos. De allí que no se dio la abolición de la Maribel Arrelucea Barrantes esclavitud, solo la libertad de vientres y la libertad de algunos individuos que pelearon en las filas patriotas. Tardieu rescató el nombre de Ildefonso, un afrodescendiente patriota esclavizado de Chincha, quien cumplió misiones de espionaje en Lima y la costa central. Al ser descubierto en Pisco, se arrojó al mar gritando que prefería “morir mil veces por la causa de la patria más bien que obedecer a un español”. Fue enterrado como un héroe por sus compañeros de armas. Lamentablemente, aún no tenemos una estatua para representar a los soldados afro que pelearon por la Independencia. Por otro lado, otros africanos y afrodescendientes huyeron de sus amos, formaron milicias patriotas y, al mismo tiempo, ejercieron el bandolerismo. Sus víctimas fueron hacendados y gente común, cobradores de impuestos y burócratas. En la época, fueron considerados simplemente como bandidos; sin embargo, hay que considerar que también quisieron eliminar su esclavitud sin esperar decretos del Estado. 35 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 36 CAPÍTULO II DE LA ABOLICIÓN A LA MODERNIDAD EN LIMA Este capítulo aborda la coyuntura de la abolición en 1854 y el impacto del decreto sobre la población afro, así como la inserción laboral y política de los afrodescendientes en Lima, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Por último, se analiza la presencia afro en el censo del 2017. Coyuntura de la abolición El orden liberal no abolió la esclavitud en el Perú; solo se dio la libertad de vientres, con la cual se otorgó la libertad a todos los recién nacidos desde el 28 de julio de 1821. Sin embargo, los manumitidos tuvieron una situación ambigua: eran libres y, al mismo tiempo, dependientes de sus examos. Durante su primer gobierno, entre 1829 y 1833, Agustín Gamarra decretó la prolongación de la tutela de los manumitidos hasta los cincuenta años de edad aduciendo que necesitaban orientación moral. De acuerdo con Ramos Núñez, las constituciones de 1823, 1828, 1834 y 1839 permitieron que la trata y la esclavitud continuaran por diversos medios, tales como el contrabando 37 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes y la introducción de esclavizados de otros países como la Gran Colombia. De este modo, la esclavitud persistió. Hacia 1850, posiblemente existían unos 4000 esclavos domésticos en Lima y unos 20 000 en zonas rurales. En el Perú no tuvimos una campaña vigorosa contra la esclavitud. Apenas hubo algunas iniciativas como la de El Comercio, que publicó La cabaña del tío Tom, obra que denuncia la esclavitud y con la que se trató de influir en la opinión pública. Aunque, cuando se dio finalmente la abolición, en 1854, este periódico publicó artículos en los que alertaba de la supuesta peligrosidad de la población africana y afrodescendiente de Lima. Mientras tanto, los esclavizados resistieron mediante el cimarronaje, el bandolerismo y los palenques, además de algunas rebeliones. Los esclavizados de la hacienda San Pedro del valle de Lurín se rebelaron varias veces entre 1826 y 1837; los de la hacienda La Molina y los de la hacienda Villa hicieron lo propio en 1845. En 1854, Ramón Castilla inició una revolución contra el presidente José Rufino Echenique por la corrupción en el pago de la deuda interna. En el fragor de la lucha, Castilla decretó la abolición de la esclavitud el 3 de diciembre de 1854. Luego de su triunfo, nombró una comisión y procedió a pagar 38 a todos los propietarios 300 pesos por esclavo. Para algunos especialistas, se trató de una gran inyección de capitales que benefició principalmente a los hacendados, porque los esclavizados nunca recibieron nada; fueron comprados masivamente por el Estado y abandonados a su suerte. Maribel Arrelucea Barrantes 39 Ramón Castilla. Dio la libertad a los esclavos pero no confiscó las propiedades de los dueños de esclavos ni obligó al pago de reparaciones por la esclavitud, razón por la cual los libertos y sus descendientes jamás contaron con capital para prosperar y tuvieron que trabajar en labores extenuantes y explotadoras. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Esta es una de las causas por las cuales la mayor parte de la población afrodescendiente se mantuvo en la pobreza. Para algunos, la abolición fue una decisión liberal y humanitaria; sin embargo, diversas investigaciones muestran que la esclavitud ya estaba en crisis por la suspensión del tráfico, la disminución del número de esclavos en edad de laborar, la presión británica contra la esclavitud, los altos precios y el avance paulatino del rechazo a esa forma de trabajo. La incorporación como libres fue un proceso duro, en especial para aquellos que no tenían especialización laboral, bienes o capital. Esto ocurrió con los trabajadores rurales, quienes fueron despedidos o presionados para aceptar nuevas formas laborales de explotación como el enganche, el yanaconaje, la aparcería y el trabajo como peones libres, tal como se hizo después con los trabajadores chinos e indígenas. Igual pasó con los trabajadores de los talleres, obrajes, casas, panaderías, etcétera. Por otro lado, después de la abolición, migraron numerosos afros provenientes de ciudades del norte limeño como Huacho, Pacasmayo, Huaura, Barranca, Huaral, Chancay, Sayán, Supe, Aucallama y afros del sur, de Cañete, Coayllo, Chincha e Ica. Los afros rurales se incorporaron a Lima, en donde contribuyeron con 40 sus tradiciones culturales locales. En cambio, les fue mejor a quienes contaban con una especialidad laboral, un pequeño capital, negocios propios, prestigio y redes, como las amas de leche, cocineras, cocheros, artesanos, entre otros. Maribel Arrelucea Barrantes Luego de la abolición, permanecieron las prácticas esclavistas tales como el trato cotidiano basado en el castigo físico con azotes, cadenas y otros instrumentos de tortura; el maltrato verbal, la resistencia a pagar salario, el encierro y el racismo. Después de la abolición, ninguna constitución prohibió la ciudadanía por diferencias raciales; más bien fue por clase y género. Por ejemplo, solo votaban los varones mayores de edad que sabían leer y escribir, ejercían una profesión u oficio y no eran sirvientes domésticos o mendigos, entre otros. Los periodistas, intelectuales y juristas debatieron la aprobación de la pena de muerte y se construyó el panóptico (cárcel) lo bastante cerca de la ciudad como para disuadir a los infractores de la ley. Los sectores populares, percibidos como pobres, violentos y sin educación fueron considerados como el lastre de la sociedad. Por eso, nadie quería ser percibido como de color oscuro. La población africana y afrodescendiente intentó alejarse cada vez más de las etiquetas raciales, tales como “negro”, “zambo” o “mulato”. Con el tiempo, los afros e indígenas tendrían que conseguir la ciudadanía, al alcanzar los requisitos establecidos por la ley. Por eso, fue muy importante aprender a leer y escribir, conseguir un oficio con estima social, pagar sus contribuciones al Estado, parecer decentes y educados mediante la ropa y los gestos, alejarse del estigma que significaba su color de piel. 41 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 42 Acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. En primer plano, maestro toma lección a alumno afrolimeño. Maribel Arrelucea Barrantes Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX Hay muy pocos estudios sobre la posesclavitud. Algunos sostienen que los afros fueron desapareciendo producto del mestizaje; otros sostienen que, tal vez, tuvieron que camuflarse para alcanzar condiciones de vida aceptables siguiendo las reglas de la sociedad republicana. Cosamalón estudió tres cuarteles del censo de 1860, realizado en Lima, el cual demuestra que algunos afros ascendieron socialmente cuando alcanzaron instrucción (leer y escribir), propiedad y oficio con prestigio. Por ejemplo, Julián Sandoval era un propietario minero que vivía en la calle de Baquíjano (hoy Jirón de la Unión) y tenía dos sirvientes. Él fue identificado como “zambo” y no como “negro”, a pesar de tener padre y madre “negros”. Siguiendo al citado autor, podemos ver que el 35 % de afrolimeños sabían leer y escribir; por tanto, podían votar. Probablemente, la cifra de alfabetos afro era más alta que durante el periodo de la esclavitud. El 66 % de los trabajadores domésticos y de servicios menores era analfabetos y el 92 % fue identificado como negro y zambo. Lo más probable es que algunos oficios estaban plenamente racializados; de allí que aquellos que trabajaban en esos oficios automáticamente eran percibidos como más oscuros. En otras palabras, ser aguador, vendedor, cocinera, ama de leche y lavandera equivalía a ennegrecerse. 43 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes En el censo citado, se registraron 1926 mujeres afro. El 80 % de ellas dedicadas a los oficios menores, con un 83 % de analfabetismo. El 95 % declaró ser amas de leche, sirvientas y lavanderas; estas mujeres fueron etiquetadas como negras y zambas. En el caso de las lavanderas, el 96 % fue registrada como negra o zamba y el 87 % era analfabeta. Entre las 446 sirvientas, el 94 % fue percibida como negra o zamba y, en el caso de las cocineras, de las 245 mujeres registradas, el 98 % fue percibida como negra o zamba. En suma, ser cocinera, lavandera o ama de leche ennegrecía a las mujeres. La costura fue un oficio más respetado porque se ejercía en la casa. La mujer no tenía que dejar el hogar ni descuidar a los hijos y al esposo, roles femeninos fundamentales en esa época. Entre todas las mujeres dedicadas a la costura (1315), aproximadamente el 21 % era afro y el 64 % analfabeta, cifra más baja que la establecida para oficios con menor prestigio. Otros afrodescendientes llegaron a ser celebridades. Por ejemplo, el escritor Ricardo Palma Soriano, nacido en 1833, fue hijo de Pedro Palma y Dominga Soriano. Según los biógrafos de Palma, Dominga era afrodescendiente y Pedro probablemente mestizo o indígena de Cajamarca. Ricardo se desempeñó como empleado de la Marina, un empleo 44 prestigioso. En el censo de 1860 fue registrado como blanco y, de no ser por sus enemigos, probablemente hoy en día no sabríamos que tenía ancestros africanos. Otras celebridades fueron el médico José Manuel Valdez, el torero Ángel Valdez, los pintores José Gil de Castro y Francisco “Pancho” Fierro. Maribel Arrelucea Barrantes 45 Retrato de Francisco “Pancho” Fierro por el pintor Nicolás Palas. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 46 Amancaes en el siglo XX. La famosa pampa del Rímac vio nacer la cultura criolla. En la imagen, mujeres afrolimeñas preparan picarones. Maribel Arrelucea Barrantes 47 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Otros afros se desempeñaron en oficios considerados decentes y de prestigio, como médicos, sastres, orfebres, preceptores, profesores de música, pintores, toreros, entre otros. Ellos, con su trabajo, minimizaron el estigma racial, aunque no alcanzaron la fama de los anteriores afrolimeños citados. El estudio de Susan Stokes muestra que, en las primeras décadas del siglo XX, Lima presentó una población percibida como de blancos y negros, con categorías intermedias de orígenes coloniales, como, por ejemplo, “zambo” y “mulato”. En contraste, la categoría “pardo” fue cayendo en desuso, pero apareció “sacalagua” para denominar a una persona de piel blanca con cabello ensortijado y labios gruesos. El significado es motivo de debate, pues algunos sostienen que es la mezcla de negro con blanco, mientras que otros sustentan que se trata del caso específico de la mezcla de italiano con afrodescendiente. En esa época, la educación formal estaba fuera del alcance de la mayoría. Existían pocas escuelas y universidades. Quizá por eso los afros se desempeñaron en oficios agrícolas y domésticos que podían aprender directamente de sus madres y padres, como, por ejemplo, la albañilería, la venta 48 ambulante, la cocina, la lavandería y la música. A medida que aumentaron las fábricas en la ciudad, hombres y mujeres fueron obreros en las fábricas textiles de Ate Vitarte, Breña, La Victoria, entre otros. En esta época se formaron las asociaciones mutualistas y los sindicatos Maribel Arrelucea Barrantes que se centraron en problemas transversales a todos los trabajadores como las horas laborales, el derecho a la huelga, el salario, la ciudadanía, entre otros. Los afros participaron, como parte de los sectores populares, en las grandes luchas obreras que consiguieron las ocho horas laborales, el salario doble por feriados, entre otras leyes. A mediados del siglo XX distinguimos a algunos afros en la política; por ejemplo, Guillermo Lobatón (1927-1966) quien fue subsecretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En cuanto a las mujeres, Delia Zamudio (Chincha, 1943) es una notable sindicalista afrodescendiente; en 1970 fue parte de la Federación de Laboratorios, Farmacias y Afiliados y en 1975 fue nombrada secretaria general de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), como tal, participó en el contundente paro del 19 de julio de 1977 que exigió el fin de la dictadura del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. En organizaciones de base se destacaron varias mujeres afro, como María Elena Moyano (Barranco, 1958-Villa El Salvador, 1992), presidenta de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador entre 1984 y 1989, y tenienta alcaldesa de Villa El Salvador por Izquierda Unida en 1989. En 1992, fue asesinada por Sendero Luminoso por oponerse al avance de esta agrupación. Recién en el siglo XXI, algunos afros han sido elegidos congresistas como José Luis Risco (2001-2006), quien anteriormente fue líder sindical de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP). El fujimorismo ha impulsado 49 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 50 La mujer afrodescendiente ha tenido un papel crucial en la vida política del país. En la foto, María Elena Moyano, líder popular en Villa El Salvador, recibe una condecoración de Alejandro Sakkuda, director del diario La República. Maribel Arrelucea Barrantes congresistas afro; la más destacada es Martha Moyano (20002001, 2001-2006) quien, además, ha sido vicepresidenta del Congreso de la República (2007-2008), es tal vez el cargo más importante hasta ahora ocupado por alguien de la comunidad afroperuana. También figuran la exvoleibolista Leyla Chihuán (2011-2016 y 2016-2019) y César Segura Izquierdo (2016-2019). Otras exvoleibolistas afro también fueron congresistas de la República como Cecilia Tait, por Perú Posible, (2000-2005 y 2011-2016) y Cenaida Uribe, por Gana Perú, (2006-2016). Buena parte de los activistas afro reconocen la importancia del accionar de Martha Moyano, gestora de la Coordinadora para el Desarrollo de los Pueblos Afroperuanos del Congreso de la República y de la creación del Museo Afroperuano de Lima. Esto, sin embargo, es polémico, pues Moyano y César Segura representan al fujimorismo, asociado con el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quien ha sido condenado por delitos contra los derechos humanos. Por otro lado, Segura, como vicepresidente de la Comisión de Acusaciones Constitucionales, fue uno de los protagonistas del enfrentamiento con el Ejecutivo que, finalmente, terminó con la disolución del Congreso en el 2019. En el 2018 Gloria González Farfán fue elegida regidora de Lima Metropolitana. Ella es una reconocida activista afroperuana e integrante de la Mesa del Pueblo Afrodescendiente de la Comunidad Andina. Por último, Susana Baca, célebre cantautora, es la primera ministra de estado en asumir una identidad afrodescendiente. Se desempeñó como ministra de cultura 51 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes entre julio y diciembre del 2011, ese mismo año la OEA la nombró presidenta de la Comisión Interamericana de Cultura. Presencia afro en el censo del 2017 En 1940, el Estado aplicó por última vez categorías raciales para identificar a la población peruana. Las categorías blanco y mestizo se fundieron en una, porque se consideró que era imposible distinguir entre ambos; probablemente por eso incrementó su porcentaje. Es posible que en esta categoría también se encuentren numerosos afroperuanos, producto no solo de la mezcla de indígenas, asiáticos y europeos, sino como resultado de una paulatina movilidad social ascendente. En el año 2017, por primera vez, la población pudo escoger su identidad en un censo a partir de la pregunta: “Por sus costumbres y antepasados usted se considera…”. Las alternativas fueron: a) quechua, b) aymara, c) nativo o indígena de la Amazonía, d) parte de otro pueblo indígena originario, e) negro, moreno, zambo, mulato, pueblo afroperuano o afrodescendiente, f) blanco, g) mestizo, h) otro, i) no sabe no responde, j) nikkei, k) tusán. 52 Según el censo, el 67.61 % de la población limeña se autoidentificó como mestiza; el 16.25 %, quechua; el 7.18 %, blanca; el 3.35 % prefirió marcar la alternativa “no sabe/no responde”, por encima del 2.76 %, que se autoidentificó como afro; 1.4 % prefirió la opción “otros”; 0.68 % se autoidentificó Maribel Arrelucea Barrantes 53 El más grande escritor peruano del siglo XIX descendía de afrolimeños. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes como aymara; 0.26 % como nikkei; 0.21 % como nativo o indígena de la Amazonía; 0.14 %, tusán; 0.10 %, parte de otro pueblo indígena u originario. “Mestizo” obtuvo más porcentaje seguramente porque permite aglutinar diversas herencias étnicas y culturales. Muchas personas no quisieron escoger una sola opción por sus variados ancestros y costumbres o, también, porque no se identificaron con ninguna de las propuestas. Al revisar las cifras por distritos, tenemos información valiosa en torno a la población que se autopercibe como afrodescendiente. Esta se encuentra presente en diferentes proporciones en todos los distritos, aunque en ningún caso su presencia llega al 5 %. El mayor porcentaje distrital de población afrolimeña corresponde a Pucusana (4.9 %) y el más bajo a San Isidro (1.1 %). En los distritos costeros con fuerte presencia de pescadores artesanales y agricultores hay una población que se autoidentifica como afro: Pucusana (4.9 %), San Bartolo (4.4 %), Punta Negra (3.8 %), Lurín (3.2 %), Chorrillos (3.1 %), Santa María (2.8 %), Punta Hermosa (2.6 %) y Pachacamac (2 %). En los distritos considerados de clase media alta, la autopercepción de ser afrodescendiente es muchísimo menor. 54 En San Isidro, apenas llega al 1.1 %; en Miraflores, al 1.4 % y en La Molina, al 1.5 %. Los distritos considerados antiguos o tradicionales y con fuerte presencia popular mantienen una presencia afro: en Breña, 3.9 %; en el Rímac, La Victoria y el Cercado se autoidentificaron como afro el 3.7 %. Maribel Arrelucea Barrantes El censo muestra varios indicadores para medir el bienestar de la población. De todos ellos, se han seleccionado dos: el acceso a la educación y al agua potable. Con respecto al primero, la población afrodescendiente ha mejorado. Las cifras más altas sin acceso a la educación corresponden a la población quechua (3.4 %) y aymara (2.7 %). Los afros tienen la misma cifra que los blancos y mestizos (0.9 %), mientras que los nikkei (0.3 %) y tusán (0.8 %) presentan mejor acceso a la educación. Las diferencias son más notorias en el caso de los estudios superiores. El 16.2 % de los afros tiene estudios universitarios incompletos o terminados, por encima de los quechuas con 15.1 % y los aymaras con 14.2 %; aunque por debajo de los mestizos con 23.9 %, los blancos con 25.6 %, los nikkei con 40.8 % y los tusán con 43.6 %. Solo el 1.2 % de los afros, el 1.3 % de los quechuas y el 1.5 % de los aimaras llegó al nivel de posgrado; muy por debajo de los mestizos con 2.5 %, los blancos con 4.1%, los nikkei con 6.5 % y los tusán con 9.0 %. En suma, las poblaciones que más han avanzado en el acceso a la educación son los que se autoperciben como asiáticos (nikkei y tusán), quienes están por encima, incluso, de los que se consideran blancos. Al mismo tiempo, la población que se autopercibe como afro está por encima de la población que se autodenomina quechua, aymara y nativa de otra etnia. En cuanto al acceso al agua, el 81 % de la población limeña tiene acceso a la red pública dentro de la vivienda. Sin embargo, al ver los porcentajes por etnicidad, observamos 55 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 56 José Manuel Váldez en el pincel de Francisco “Pancho” Fierro. Ricardo Palma se refirió a él como ”insigne médico y distinguido literato” Maribel Arrelucea Barrantes que no es igual para todos los grupos. Los más favorecidos son las personas percibidas como blancas con un 81 %, superadas por los mestizos con 82 % y los nikkei y tusán con 84 %. En cambio, la cifra es menor en los afros (79 %) y los aymaras (78 %). En general, este censo muestra que hay una mayor cobertura del servicio potable de agua y el de educación, probablemente gracias a la expansión de SEDAPAL en las últimas décadas y, en especial, a la gran inversión en escuelas privadas medianas y pequeñas. Sin embargo, aún se mantienen cifras diferenciadas por la clase y la etnicidad. En ese sentido, los nativos quechuas, aymaras y amazónicos son los grupos más vulnerables; los afros están ligeramente por encima; los mestizos superan a aquellos que se consideran blancos y, en la cima, se sitúan los nikkei y tusán, quienes gozan de mayor cobertura de estos servicios. El censo nos indica algunas tendencias para trabajar en el futuro. Lo importante es ir cerrando las brechas y diferenciaciones hacia la igualdad. 57 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 58 CAPÍTULO III LA CULTURA AFROLIMEÑA La cultura limeña es la fusión de los aportes afro, europeos, indígenas y asiáticos. Este capítulo presta atención al rol de los africanos y afros en la religión, la música y la comida, los carnavales, las diversiones públicas y los deportes. Por último, se analiza las representaciones de los afrolimeños realizadas por Francisco “Pancho” Fierro. Religión: la procesión del Señor de los Milagros Tempranamente, la Iglesia Católica consideró a los africanos esclavizados como personas con alma y, por lo tanto, con derecho a todos los sacramentos. La Corona y la Iglesia ordenaron que los africanos debían ser bautizados antes de ser transportados fuera de África o al llegar a los nuevos territorios americanos. La Iglesia también alentó la participación de africanos y afrodescendientes en las cofradías, las procesiones, las misas y otras actividades religiosas. Los Concilios Limenses les permitieron derechos como casarse libremente, mantener el matrimonio entre residentes, tener funeral y entierro, entre otros. Por supuesto, no siempre se cumplieron las normas, de allí que durante los 59 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes primeros años del Virreinato y en algunas zonas periféricas los esclavizados tuvieron que luchar para defender estos derechos en los tribunales eclesiásticos. Los africanos y afrodescendientes también formaron sus cofradías al igual que los españoles e indígenas. Estas instituciones, de origen medieval, se encargaban de cuidar las imágenes religiosas, organizar las procesiones, mantener las andas y altares, las ropas de las imágenes, sus adornos y joyas, las velas y las flores. En América y en nuestro país, las cofradías de esclavos asumieron otras tareas como liberar a un cofrade esclavizado, ser testigos o fiadores de un cofrade en procesos judiciales o velar por la viuda y huérfanos de un cofrade fallecido, evidencias palpables de una sólida red social. El calendario religioso de Lima estaba lleno de procesiones y fiestas como la del Corpus Christi, la Virgen del Carmen, la Inmaculada Concepción, la Navidad, la Semana Santa, etc. Estas procesiones se enmarcaron en un clima de fiesta, con música, cohetecillos, comida, licores y dulces. Gracias a Tadeo Haënke —un viajero de la época— y a las descripciones de El Mercurio Peruano y de la Gaceta de Lima sabemos que los africanos y afrodescendientes desfilaban divididos en 60 naciones africanas, con su rey y reina, súbditos y criados, representando una corte real, todos vestidos con ropas y joyas lujosas. Detrás iban otros bailando y cantando, disfrazados de “diablillos” y animales, con instrumentos musicales. Cerraban el desfile las “invenciones” o máscaras: Maribel Arrelucea Barrantes los gigantes, cabezudos o papahuevos que eran figuras deformes con licencia para hacer bromas al público. En este punto, tal como señala Tompkins, las cofradías de esclavos dieron un toque especial a estas festividades. El Corpus Christi duraba ocho días, pero las fechas centrales eran la Octava y la Infraoctava. De acuerdo con Rivas, en la fiesta central, el domingo de la Infraoctava, las cofradías de afros abrían la procesión al salir del Convento de Santo Domingo, y cumplían un papel importante. De la misma manera, la procesión de la Virgen del Carmen fue y es muy tradicional en Barrios Altos. Cada 16 de julio sale desde la iglesia Nuestra Señora del Carmen y recorre las principales calles de esta emblemática zona. Los cantantes y músicos criollos interpretan una serenata mientras las vivanderas ofrecen comida criolla, anticuchos y picarones. La festividad cierra con un espectáculo de fuegos artificiales en homenaje a la Virgen. Como parte de este proceso de asimilación y profundo catolicismo, también tenemos experiencias religiosas como las de San Martín de Porres y Úrsula de Jesús, además de la procesión del Señor de los Milagros. También hubo otros cultos que no alcanzaron tanto éxito en la ciudad; por ejemplo, el de san Benito de Palermo, promovido por los franciscanos, y el de santa Ifigenia, promovido por los jesuitas. Úrsula de Jesús fue hija de una esclava y tomó los hábitos menores de las clarisas en 1647. Fue muy respetada en su época por la élite, los altos funcionarios del gobierno colonial 61 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes y los más humildes. Su funeral, ocurrido en 1666, congregó a una gran muchedumbre. En el Monasterio de Santa Clara conservan su cuerpo y unos cuadernillos que probablemente fueron escritos o dictados por ella, donde destaca el diálogo fluido y directo con Dios. Por ejemplo, pregunta a Dios si las negras van al cielo y Dios le responde que sí. Este diálogo permite situar a las mujeres afro como personas virtuosas y con honor, el suficiente para ir al cielo como cualquier otro cristiano. San Martín de Porres (Lima, 1579-1639) fue hijo del español Juan de Porres y Ana Velásquez, identificada como negra liberta. En 1594 ingresó como donado al Convento de Santo Domingo, donde sirvió en labores domésticas y luego en la enfermería y la botica. En 1606 fue admitido como fraile menor profesando los votos de castidad, obediencia y pobreza. Fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz para vagos, limosneros y huérfanos, gracias a la generosidad del virrey Conde de Chinchón y otros aristócratas. Destacó, además, por su constante preocupación por evangelizar a los esclavos. Fue reconocido por dar sermones en las calles y las haciendas cercanas a Lima. No hay muchos santos afro en el santoral católico peruano. 62 Recién conocemos a Úrsula gracias a los estudios de van Deusen, quien transcribió y compartió sus cuadernillos en internet. En el caso de San Martín, su culto es global gracias a los dominicos, quienes promovieron su beatificación en 1837. Su santificación, tardía, se realizó en 1962. Maribel Arrelucea Barrantes 63 Retrato de San Martín de Porres. Ricardo Palma narró sus milagros en sus Tradiciones Peruanas. Hoy una universidad y un club de fútbol llevan su nombre. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes El culto al Señor de los Milagros es uno de los más representativos del Perú. En sus inicios fue un culto de angolas esclavizados, pero con el tiempo ha evolucionado hasta ser un símbolo de peruanidad. Según las investigaciones de Rostworowski, algunos indígenas de Pachacamac, trasladados al barrio de Pachacamilla por su encomendero Hernán González, transmitieron el culto ancestral del dios de los temblores a los esclavizados que vivían en ese sector de la ciudad. Según dicta la tradición, en este lugar un africano esclavizado, de casta angola, pintó la imagen de un Cristo crucificado —en las redes sociales ya han puesto nombre a este pintor—. La hagiografía enfatiza en los milagros y los prodigios asociados a la imagen después del terremoto de 1655. A partir de esta fecha ya hay más testimonios históricos; por ejemplo, Sebastián de Antuñano mandó construir una capilla que fue muy popular, al punto que asistió el virrey Conde de Lemos. En 1671 se efectuó la compra de los terrenos para el culto. Asimismo, el virrey mandó añadir a la imagen original las figuras del Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María y la Magdalena. El 20 de octubre de 1687 otro terremoto destruyó parte 64 de Lima y Callao, pero la ermita se mantuvo intacta. Según la tradición, esa tarde, después del terremoto, Antuñano organizó una procesión hasta la plaza mayor y el cabildo de Lima. Posteriormente, en 1771, se levantó el monasterio de las nazarenas con el apoyo del virrey Amat. Las monjas Maribel Arrelucea Barrantes 65 Procesión del Señor de los Milagros de Lima, una de las fiestas católicas más populares del mundo. Pintada por un africano en el siglo XVII, la imagen pronto desarrollaría su propia devoción. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes de este monasterio incorporaron el color morado distintivo y el culto a la Virgen de la Nube, muy popular en Quito. La primera procesión masiva fue después del terremoto de 1746 que destruyó Lima y el Callao. Recién en el siglo XX, el Señor de los Milagros se convirtió en culto nacional. Según observó Stokes, el porcentaje de afroperuanos en el culto disminuyó, produciéndose un “blanqueamiento” y “refinamiento” en el culto morado. Se construyó un local para la hermandad y se organizó a las cuadrillas. El 29 de octubre de 1921 el presidente Augusto B. Leguía participó en la procesión. Al año siguiente, inauguró las andas de plata y entregó unas ofrendas florales junto con el arzobispo Emilio Lissón. A partir de esa fecha, presidentes democráticos y dictadores han saludado al Señor de los Milagros. Hoy en día, el culto morado es un símbolo de Lima y el Perú, y reúne, en cada una de sus procesiones, a multitud de personas. La procesión se repite en Nueva York, Santiago de Chile, Córdoba, Milán, Múnich y otras ciudades más, gracias a los miles de inmigrantes peruanos. Música: de la zamacueca a la marinera Diversos estudiosos como Tompkins, Vásquez, Feldman, Rocca y Rohner coinciden en señalar que la música afroperuana 66 es producto de un complejo proceso de asimilación y preservación de patrones y ritmos musicales que se dio en nuestro territorio a partir de la experiencia colonial. No sabemos cómo sonaba la música practicada por los primeros africanos ni cómo bailaban, pues las referencias son muy Maribel Arrelucea Barrantes escasas. Gracias a las continuas críticas entre los siglos XVI y XIX, sabemos que los afros usaban diversos instrumentos musicales, se disfrazaban de diablos y bailaban recorriendo las principales calles de la ciudad con el consentimiento de las autoridades. Además, en algún momento, se juntaban indígenas y afros con sus tambores y trompetas, clarines y chirimías, guitarras, laúdes y trompetas. Las críticas se incrementaron a fines del siglo XVIII e inicios del XIX; el Mercurio Peruano criticó los bailes y los instrumentos musicales de los africanos a quienes los imagina como animales grotescos. En 1817, se prohibió el uso de diablos y figuras de gigantes en la procesión de Cuasimodo por lo que, finalmente, desaparecieron de estas celebraciones a principios del siglo XX. La música afrodescendiente también estuvo presente en las navidades. Diversos testimonios como el de Max Radiguet y Manuel Ascencio Segura describen los bailes de afros como indecentes, con meneo de caderas. Se trata de ideas moralistas que abogaban por el control y disciplina del cuerpo. La fiesta de Amancaes fue uno de los espacios más representativos de la cultura limeña. Ubicada en el Rímac, el nombre de esta pampa proviene de las flores llamadas “amancaes”, que crecen gracias a la neblina y garúa de junio. En el siglo XVI se levantó una capilla consagrada a San Juan y se organizó una fiesta que se celebró cada año a lo largo del siglo XX. En la década de 1960, se atribuyó su decadencia a 67 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 68 De izquierda a derecha: Alejandro Sáez León, con guitarra; Augusto Ascuez; Elías Ascuez, con guitarra. Los hermanos Ascuez fueron figuras señeras de la bohemia criolla. Maribel Arrelucea Barrantes las migraciones andinas, la expansión de la urbanización y los pueblos jóvenes. Los limeños de distintas condiciones étnicas, sociales y económicas llegaron a Amancaes para disfrutar de la comida, la bebida y los bailes. Los testimonios de los viajeros difieren en sus apreciaciones. Flora Tristán apuntó que la gente ejecutaba los bailes más indecentes; Radiguet anotó, además, que era una fiesta especialmente de afrodescendientes. Los intelectuales limeños del siglo XIX también fueron críticos, pues señalaron que fue una fiesta extravagante, alejada de los bailes “decentes” europeos. En cambio, en las primeras décadas del siglo XX se ensalza la identidad limeña de esta festividad. Existen pocos relatos visuales de Amancaes. Rohner nos recuerda, por ejemplo, las pinturas de Juan Mauricio Rugendas, Leónce Angrand y las acuarelas de Pancho Fierro; concluye que la pampa de Amancaes fue un espacio musical que articuló diversas músicas y bailes. El baile más popular del siglo XIX fue, sin duda alguna, la zamacueca que contiene elementos musicales de orígenes españoles, indígenas y afro. Algunas fuentes refieren que fue bailada por todos los grupos sociales y étnicos en las casonas y en los callejones. Empero, este baile fue criticado por su sensualidad al igual que todos los bailes identificados como “de negros”, tales como la moza mala, la zamba landó, la conga, la zarabanda, el agua de nieve, el punto, el congorito, entre otros. 69 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes En algún momento, la zamacueca se extendió por varios países, como Chile, donde se popularizó con el nombre de “cueca”. Después de 1860, en Lima se diferenciaba la zamacueca peruana y la chilena. Con el tiempo, en Lima se hacía mención a “la chilena” y “el chileneo”. Al estallar la guerra entre Perú, Bolivia y Chile en 1879 se volvió muy incómodo e inaceptable seguir llamando “la chilena” a este baile tan popular. La gente la bautizó como “marinera” en honor a Grau y sus marineros fallecidos en el Combate de Angamos, y en 1899 Abelardo Gamarra registró el cambio de nombre en un artículo periodístico. A partir de allí, en Lima y el Perú hablamos de la marinera como baile nacional, dejando de ser considerado como exclusivo de afros, aunque se reconoce su aporte sustancial. Entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera parte del siglo XX, el vals fue muy popular en Lima, especialmente entre los sectores populares y, poco a poco, se incorporó como parte de la cultura criolla. Lima tiene barrios tradicionales con una gran presencia de familias afrolimeñas. Chocano y Rohner señalan los barrios del Rímac, Malambo, Monserrate, Barrios Altos, La Victoria, el Callao y, posteriormente, Breña y Surquillo. En estos espacios, gente popular como 70 los obreros, albañiles, empleados, artesanos, trabajadores domésticos, vendedores, entre otros, se convirtieron en consumidores entusiastas de los valses; mientras que otros fueron compositores, cantantes y bailarines. Algunos investigadores de la música criolla los llaman la “guardia Maribel Arrelucea Barrantes vieja”. Pero también confluyeron personas de otros orígenes étnicos y socioeconómicos; se mezclaron los descendientes de la oligarquía percibidos como blancos y los trabajadores indígenas, mestizos y afro. Uno de los barrios más emblemáticos es, sin duda alguna, el Rímac, especialmente la calle Malambo, ahora llamada Francisco Pizarro, zona de numerosas familias afro, algunas provenientes del siglo XIX, como los Sancho Dávila. En este distrito surgió el grupo “Los Doce Pares de Francia”, a fines del siglo XIX, conformado por decimistas, músicos, bailarines y cantores como Mariano González, Marcelino Córdova, Luis Becerra, Santiago Villanueva, Aniceto Hermoza, Mateo Sancho Dávila, Nicanor Campos, Luis Lobatón, David Guardia, Pedro Navarro, Benigno Butrón, Antonino Castrillón, Clara Boceta, Pío Suparo y Julio Zarraeta. Estos artistas fueron fundamentales porque transmitieron la música y bailes afrocriollos del siglo XIX a las siguientes generaciones. A inicios del siglo XX, los músicos más respetados del Rímac fueron los hermanos Augusto y Elías Ascuez, Luciano Huambachano, Víctor Regalado “Cebiche”, Francisco Flores Cueto “Pancho caliente”, Jorge “Pericote” Acevedo, Pedro Arzola, Alcides Carreño, los esposos Pedro y Efigenia Rubiños, Jesús Pacheco, Alejandro Navarrete, Norberto “Membrillo” Mendiola, los hermanos José y Julio Vargas, Arístides Ramírez, Fortunato Valdez, Mariana Anchante, Martina Sancho Dávila, Catalina Herbozo, César y Manuel Andrade, entre otros cuyos nombres no deben caer en el olvido. 71 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes De todos los mencionados destacaron los hermanos Augusto y Elías Ascuez, quienes formaron parte de una red de cantantes, músicos y bailarinas devotos del Señor de los Milagros y fanáticos del club Alianza Lima. Como mucha gente de esa época, tuvieron un empleo y practicaban música en sus ratos libres; se criaron en Malambo, en donde aprendieron la música y baile tradicionales. Fueron difusores de valses, polkas, marineras, amor fino, entre otros géneros del siglo XIX. Elías falleció en 1973 y Augusto, en 1985. Ambos reposan juntos en el cementerio El Ángel, en Lima. Manuel Quintana Olivares “Canario negro” (18801959) fue parte de la llamada “guardia vieja”. Según Rocca, biógrafo del cantante, empezó interpretando zarzuelas. En el norte peruano aprendió el baile tierra y otros géneros que difundió por primera vez en Lima. Además, recopiló y anotó en cuadernos las canciones antiguas de dichos barrios. Fue maestro de Alicia Maguiña, a quien le enseñó marineras antiguas y zañas. En 1958 le detectaron cáncer y fue internado en el hospital de Neoplásicas de donde salió para grabar un disco organizado por José Durand. Es el único registro que existe de su voz. Falleció en la extrema pobreza en 1959 y fue enterrado en el cementerio El Ángel. Hasta ahora su tumba 72 no cuenta con una lápida. En Barrios Altos destaca “El Buque”, antiguo callejón situado entre Cangallo y Junín, fue un espacio tradicional donde floreció la música criolla. Allí se formó “La Volante de las Cinco Esquinas” conformada por los hermanos Villalobos, Maribel Arrelucea Barrantes 73 Estudiantina chalaca. Parados de izquierda a derecha: César González, Alejandro Sáez, Ignacio Valenzuela. Sentados: Miguel Almenerio y Justo Arredondo. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Guillermo Suárez, Alberto Ramírez, Albino Carrillo, los hermanos Palomera, entre otros. También “La Volante Chica” que duró hasta 1914, conformada por jóvenes del Rímac y Barrios Altos. En la década de 1930 aparecieron otros grupos como el “Conjunto Ricardo Palma”, que ganó varios concursos de marinera en la fiesta de Amancaes y se presentó en el Teatro Segura. En Monserrate destacaron algunas jaranas en la calle Huancavelica y el pasaje Tayacaja, gracias a Alfredo Velásquez; entre sus artistas más reconocidos figuran Juan Criado, Filiberto Elías, Enrique Cerna, Pedro Lavalle, la familia Valdelomar, Daniel Oliva y varios dúos. A medida que se multiplicaron las fábricas en las décadas de 1930 y 1940, fueron extendiéndose los barrios obreros en Breña, La Victoria y Surquillo. Entre las casas de históricas jaranas figuran las de “la Gata” Sabina Febres, la familia Barahona, los Martínez, también los esposos Valentina Barrionuevo y Alejandro “Manchao” Arteaga, en el Callejón del Buque. En honor a Valentina se fundó la “Peña Valentina” con un célebre concurso de festejo, “La Valentina de Oro”. Entre las décadas de 1960 y 1980 la jarana se trasladó a las peñas donde los músicos y cantantes eran contratados para ofrecer el espectáculo; de esta manera, la música y el baile 74 recién se convirtieron en empleos remunerados. En baile destacaron numerosas mujeres. La más recordada es Bartola Sancho Dávila (Malambo, 1882-1967), quien ganó varias veces el concurso de marinera en Amancaes y, además según refiere Rocca, su biógrafo, cantaba y tocaba cajón. Maribel Arrelucea Barrantes Familia González en la pampa de Amancaes. Los González fueron una familia barrioaltina cultora de la música criolla. 75 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Su fama fue tal que bailó especialmente para el presidente Nicolás de Piérola, a fines del siglo XIX, y, después, hizo una presentación especial para el presidente Leguía, acompañada por los célebres hermanos Ascuez en la década de 1920. Murió en 1967 en un hospicio, prácticamente abandonada. El alcalde del Rímac hizo las gestiones para velarla en su distrito, con los honores que merecía esta insigne afrodescendiente, guardiana de las viejas tradiciones del Rímac y Lima. Otras damas importantes son Victoria Angulo (1891-1981), conocida por inspirar el vals “La flor de la canela” de Chabuca Granda, y Alejandra Ambukka, reconocida bailarina de marinera y, para muchos, heredera de Bartola Sancho Dávila. Ella actualmente es una gran maestra de las tradiciones afrolimeñas. En las primeras décadas del siglo XX, la marinera se convirtió en el baile representativo de los limeños. Parte de este proceso se centró en las jaranas de casonas y callejones, los barrios, las plazuelas y, especialmente, en la pampa de Amancaes. En 1926 la Municipalidad del Rímac organizó un programa para el 24 de junio en Amancaes, el cual consistió en un concurso de música y bailes, desfiles artísticos, partidos de fútbol y desfile de caballos de paso. Un día antes, 76 se realizó una verbena en la Alameda de los Descalzos; según Gómez fue muy variada, hubo títeres, un baile incaico, una danza de diablos, una marinera, canciones y bailes criollos interpretados por los hermanos Ascuez y Manuel Covarrubias. Hubo también retreta, fuegos artificiales, fogatas en los Maribel Arrelucea Barrantes cerros cercanos, tómbolas y venta de comida criolla donde destacaron las vivanderas afrodescendientes. La llegada del presidente Leguía al evento del 24 de junio atrajo a más espectadores, vendedores de comida, artistas y periodistas. A partir del Oncenio, la fiesta dejó de ser espontánea y popular para convertirse en un espacio oficial donde confluyeron artistas de todo el país. En este escenario, junto a músicos y bailarines famosos como los hermanos Ascuez y Bartola Sancho Dávila, también se presentaron agrupaciones andinas y de la costa norte y central, que mostraron los bailes y canciones de otros espacios fuera de Lima. Es más, para algunos como Durand, lo andino fue desplazando a lo afrocriollo. El proceso de reconstrucción de la música afroperuana tiene tres momentos importantes durante el siglo XX. Para algunos especialistas, empezó en 1956 con la presentación de la compañía Pancho Fierro en el Teatro Municipal de Lima, impulsada por José Durand. La compañía reunió 35 músicos y bailarines considerados afro, excepto Juan Criado, quien, para actuar, se pintaba el rostro con corcho quemado. El momento culminante fue la presentación del son de los diablos, considerado casi extinto. Durand reconstruyó una versión a partir de una prolija investigación basada en las acuarelas de Pancho Fierro, los testimonios de los últimos “diablos” o bailarines y el de Porfirio Vásquez. La elite limeña consideró el espectáculo como una reconstrucción fiel de los bailes afroperuanos y, al mismo tiempo, parte de la cultura 77 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes criolla limeña. Lo interesante de este esfuerzo inicial es la construcción del canon musical de lo afroperuano: quijada de burro, cajita, zapateo, baile en cuadrilla y alegría. Dentro de este momento inicial, Porfirio Vásquez (Huaral, 1902-Lima, 1971) merece un gran estudio. Él fue un gran cultor de la música afroperuana rural; colaboró con Durand y Nicomedes Santa Cruz. Estableció la manera de bailar festejo y en 1949 fue profesor de danza y guitarra en la Academia Folklórica de Lima. Por sus contribuciones a la música afroperuana, es conocido como “el patriarca de la música negra”. Entre sus hijos destacó Abelardo en canto, percusión y baile; y José “Pepe” (1961-2014), intérprete de populares temas como “Jipijay”, “Ritmos de negros”, también conocida como “Le dije a papá”. Los hijos e hijas de Abelardo se dedican a la música, al baile y a la actuación; destacan Juan “Juanchi” y Manuel “Mangüé” (fallecido en el 2012), percusionistas, bailarines y zapateadores de fama internacional. El segundo hito fue el trabajo de Victoria y Nicomedes Santa Cruz, quienes, entre las décadas de 1960 y 1970, impulsaron una versión africanizada de la música afroperuana incorporando otros instrumentos de percusión, elementos estéticos africanos y palabras “afroides” (término empleado 78 por Nicomedes quien, después, quiso borrarlos en la tercera edición de su disco Cumanana). Además, reinterpretaron danzas como la zamacueca y el landó vinculándolas con danzas africanas, de tal manera que “corrigieron” las tradiciones anteriores impulsadas por Durand. Maribel Arrelucea Barrantes El tercer hito es la fundación de Perú Negro en 1969. Esta agrupación estuvo conformada por algunos miembros de la compañía artística de Victoria Santa Cruz y pronto se unieron otros músicos, bailarines y cantantes. En total fueron veintiún artistas, entre hombres y mujeres, dirigidos por Ronaldo Campos, quienes apostaron por la africanización de la música mediante la percusión. Ellos usaron cajones peruanos e instrumentos caribeños. En octubre de 1969, Perú Negro obtuvo el Gran Premio en el Festival Hispanoamericano de la Danza y la Canción en el Luna Park de Buenos Aires con el programa “Y la tierra se hizo nuestra”, creado por César Calvo con la colaboración de Guillermo Thorndike y Chabuca Granda. Desde entonces, concebimos la música afroperuana y limeña con mucha percusión, quijada de burro y cajón (reforzada con instrumentos caribeños), bailes sensuales y zapateo. Los grupos actuales, tales como AfroPerú, el Grupo Jiza, Retumbayá y otros más, mantienen ese canon. Lima tiene numerosos cantantes, bailarines y músicos afro. La reina es la gran Lucha Reyes (Lima, 1936-1973), conocida como “La Morena de Oro del Perú”, por su gran voz y calidad interpretativa. Entre sus grandes éxitos figuran canciones como “Una carta al cielo” (compuesta por Salvador Oda), “Tu voz” (1970), “Regresa” (1970) y “Mi última canción” compuesta por Pedro Pacheco. Otras cantantes de gran trascendencia son: “Fetiche”, nombre artístico de Rosa Gutiérrez (1928-2005) y Edith Barr (La Victoria, 1936), conocida como “La Flor Morena 79 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes de la Canción Criolla”, quien también condujo programas culturales y musicales en la televisión nacional como “La Revista de Edith Barr”, “Esta es mi Tierra” y “Danzas y canciones del Perú”. También destaca Lucila Campos (19382016), quien formó parte de diversas compañías musicales como el Conjunto Pancho Fierro, la compañía de Victoria Santa Cruz y Perú Negro. Resaltan sus interpretaciones de “Toro mata”, “Guaranguito”, “La morena Trinidad” y “Negrito Chinchiví”. Bartola (Lima, 1955), nombre artístico de Adriana Esther Fernández Dávila Cossío, es también una reconocida cantante criolla, conductora de programas de televisión y radio. Eva Ayllón (Lima, 1956), nombre artístico de María Angélica Ayllón Urbina, fue la cantante principal de Los Kipus en la década de 1970 y luego inició su carrera como solista. Ella ha sido reconocida con el Premio a la Excelencia Musical en el Grammy Latino 2019. Entre los cantantes destacó Arturo “Zambo” Cavero (Lima, 1940-2009), quien fue cajonero en sus inicios y, en la década de 1970, se unió a Óscar Avilés como cantante. Sus más grandes éxitos fueron canciones compuestas por Augusto Polo Campos, como “Cada domingo a las doce”, “Y se llama Perú” y “Contigo Perú”, entre otros. Oswaldo 80 Campos, del dúo criollo Irma y Oswaldo, es chiclayano de nacimiento, pero consolidó su carrera como cantante en Lima. Oswaldo conformó un famoso dúo con Irma Céspedes, una de las pocas parejas interétnicas en el ambiente artístico criollo similar a la que formaron Alicia Maguiña y Carlos Maribel Arrelucea Barrantes Hayre. Rómulo Varillas (El Callao, 1922-Arica, 1998) formó parte en 1949 de Los Embajadores Criollos con Carlos Correa y Alejandro Rodríguez, con quienes grabó valses como “Alma, corazón y vida”, “Secreto”, “El tísico”, “El rosario de mi madre”, “Ódiame” y “Clavel marchito”, entre otros. Otros cantantes, cajoneros, guitarristas, percusionistas y zapateadores son Julio “Chocolate” Algendones, Eusebio Sirio “Pititi”, Víctor “Gancho” Arciniega y Francisco Monserrate. Posteriormente, surgieron el cantante Félix Sancho Dávila, de gran voz y calidad interpretativa; el percusionista Nicasio Macario, hijo de “El Niño”, músico de origen cubano que radicó en el Perú desde mediados del siglo XX e introdujo las congas y la percusión caribeña en la música afroperuana. También destacaron el percusionista Mario “el Tati” Agüero, fallecido en el 2019; Carlos Mosquera “el Muñeco” (cantante de música criolla y salsa nacido en Lima en 1958); Juan Medrano Cotito (compositor, cantante y cajoneador); Alfredo Valiente (La Victoria, 1953), percusionista, cajoneador y zapateador; Freddy “Huevito” Lobatón, zapateador, maestro del cajón, la cajita y la quijada. El cajón fue considerado un instrumento masculino al inicio, sin embargo, hoy también contamos con cajoneras como María del Carmen Dongo, por cuya iniciativa el Estado peruano reconoció al cajón como Patrimonio Cultural de la Nación en el año 2001. Existen otras agrupaciones que han convertido al cajón en un fino espectáculo grupal como el Grupo Jiza de la familia Zevallos Vargas y Fiesta Negra, agrupación musical dirigida 81 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 82 En el siglo XIX la pampa de Amancaes se encontraba a las afueras de la ciudad. Desde aquella lejana época se convirtió en un espacio para la celebración y el encuentro de los vecinos de Lima. Maribel Arrelucea Barrantes 83 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes por Mariano Ly. Hay que remarcar también que cada año se realiza el Festival del Cajón en nuestra ciudad. Este evento empezó en el año 2008 por iniciativa de Rafael Santa Cruz y su programación incluye conciertos, muestras de video, talleres y clases. El acto central de este festival es la Cajoneada donde se unen artistas y público en general. Miguel Ángel Farfán Donayre, conocido como “El Chivillo de los Andes”, es un caso singular, porque siendo afro cantaba música andina. Nació en Ica, migró a Lima, donde consolidó su carrera, y murió en el año 2012. Quedan sus huaynos huancas a dúo con “Radiante Huanca”, cantante albino de Huancayo, con quien grabó un disco: La chola presumida. Hay compositores, guitarristas y directores afro muy importantes: Adolfo Zelada (Trujillo, 1923-Lima, 2020) fundador de Perú Negro; Félix Casaverde (1947-2011); Andrés Soto Mena (Lima, 1949-Callao, 2017), sociólogo y compositor de “El tamalito”, “Negra presuntuosa” y “El membrillito”; Marcelino “Coco” Linares (Cañete, 1955); Rosa Elena “Chalena” Vásquez (1950-2016), compositora y cantante, investigadora, musicóloga y escritora. De igual importancia son Roberto Arguedas, investigador, compositor, guitarrista y director; Manuel Ramírez, arreglista, compositor, guitarrista 84 y director, quien radica en Chile, donde es pionero de la salsa en ese país; Walter Andrade “Waltinho” (1962-2019), cantante y percusionista de diversas agrupaciones, entre las que destacan el Combo Espectáculo Creación, Saravá All Stars y Las Estrellas de la Máquina; y también Yuri Juárez Maribel Arrelucea Barrantes Yllescas (Lima, 1973), guitarrista, arreglista y compositor que ha hecho arreglos con música clásica, jazz, flamenco, música brasileña, tango y música afroperuana. Un gran referente es Carlos Hayre (Barranco, 1932Lima, 2012), guitarrista, compositor, arreglista, profesor e investigador de la música costeña y andina. Con más de ochenta álbumes en su producción, compuso marineras, valses, mulizas y huaynos. Un poco antes de su deceso, la Municipalidad Metropolitana de Lima le otorgó la Medalla de Lima por su contribución a la música de la ciudad. También hay artistas afro de música tropical, cumbia, guaracha, salsa y percusión latina como Lita Branda, Antonio Cartagena —el cantante de salsa afro más destacado—, Renzo Padilla “Borincaico” —compositor, cantante y corista de grandes intérpretes internacionales— y la Orquesta Camagüey, fundada en La Victoria por Reynaldo Menacho Muñoz en la década de 1940. Varios músicos y cantantes han participado en esta orquesta como Pablo Villanueva “Melcochita”, Carlos Hayre y Arturo “Zambo” Cavero. Ahora es dirigida por Adolfo Menacho, exbailarín de Perú Negro, quien ha realizado fusiones de salsa y música afroperuana. En percusión latina, Jhair Sala es un joven notable que ha vinculado la música académica afrocubana, afroperuana, jazz latino, pop, salsa, hiphop, entre otros. 85 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Comida: de la comida “criolla” al boom gastronómico La cocina es un espacio de encuentro, préstamos y fusiones interculturales. En la época colonial, los patios y cocinas acercaron a trabajadores hombres y mujeres, libres y esclavizados, españoles, indígenas y afros, y crearon poco a poco los platos que ahora disfrutamos. Por eso, es difícil hablar de una “gastronomía africana”, por cuanto no se conservaron técnicas ni insumos propiamente africanos. Más bien, debemos hablar de “gastronomía afroperuana” como resultado del encuentro intercultural. Ese proceso de fusión continuó en el siglo XIX con la migración china y europea, prosiguió con la llegada de los japoneses a inicios del siglo XX y, con toda seguridad, continuará con la presencia masiva de venezolanos en los últimos años. Por eso, José “Pepe” Luciano opinó que la gastronomía nos permite aproximarnos a la comprensión de los procesos de adaptación, resistencia e interacción cultural que protagonizan los distintos grupos étnicos que componen el Perú. Fernando Romero fue muy acucioso al rastrear los platos, bebidas y postres con algunos elementos afro. En su extenso estudio sobresalen postres consumidos en Lima como la chapana, hecha de chancaca y yuca rayada; variedades de 86 sango como el ñajú y el frejol colado, un postre elaborado con frejol negro, canela, chancaca y clavo de olor que también se consume en Cañete y Chincha. También el ranfañote, un postre elaborado con el pan de un día anterior, miel de chancaca, pecanas y nueces. Otro postre que dejó de ser Maribel Arrelucea Barrantes considerado “de negros” y pasó a ser parte de la cultura criolla nacional son los picarones, en plural, pues jamás se sirve uno solo. En España son llamados buñuelos aunque presenta algunas diferencias. En Lima se preparan con una masa dulce de camote y zapallo, anís y chancaca, entre otros ingredientes que se fríen en una paila en aceite bien caliente y se sirven bañados con miel de chancaca y hoja de higo. Un postre de indiscutible herencia afro es el turrón de Doña Pepa, asociado a la procesión del Señor de los Milagros. Se prepara con harina, chancaca, anís, higo, canela, clavo de olor, cáscara de naranja, membrillo, manzana y grageas (caramelos diminutos). La tradición cuenta que una mujer afro, al estar muy enferma, prometió preparar un postre en honor al Cristo. Al sanarse, ella preparó el turrón que fue bautizado como de “Doña Pepa”. Ha caído en el olvido la identidad de la repostera, aunque en las redes sociales aparece citada como Josefa Marmanillo. Entre las bebidas asociadas a la población afro, figuran aquellas que se consumieron hasta inicios del siglo XX en Lima: el chinchiví, una bebida fermentada de clavo de olor, canela, flores de sauco, nuez moscada y kión; la chicha de Terranova, elaborada con frijoles y la tizana, ahora reintroducida por los migrantes venezolanos aunque con variaciones. Entre los platos con herencia afroperuana tenemos la carapulcra o carapulca, un guiso elaborado con papa (deshidratada o fresca), carne de cerdo o pollo, clavo de olor, pimienta negra y canela que, en Lima, se sirve con arroz o yuca. 87 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Los famosos anticuchos son uno de los platos más populares de la comida limeña. Están indisolublemente ligados a las calles y a la venta ambulatoria. 88 Los picarones limeños, uno de los emblemas de la repostería peruana. Desde antiguo, las mujeres afrolimeñas los preparaban en las fiestas religiosas y cívicas. Maribel Arrelucea Barrantes El tamal (palabra náhuatl) es un plato que se adaptó a los gustos locales. En Lima, se elabora con carne de cerdo o pollo, harina de maíz, ají amarillo, maní, aceituna de botija y una rodaja de huevo sancochado. Finalmente, se envuelve en hojas de plátano. En el Perú, el tamal está asociado históricamente con las poblaciones afrodescendientes de la costa central, porque es preparado por mujeres afro, quienes valoran mucho las recetas y técnicas culinarias que se consideran patrimonio familiar. El tamal tiene un fuerte elemento afroperuano, pero también se convirtió en un elemento de la cultura nacional. Se sirve como plato de entrada en el almuerzo cotidiano y, especialmente, en el desayuno de los domingos. Otros platos asociados con la herencia afro son los anticuchos, la chanfainita, la sangrecita, el escabeche, el caucau, entre otros. Hoy en día son considerados criollos. Por tradición, se dice que los interiores de las reses (intestinos, corazón, hígado, riñones, estómago) eran desechados por los amos y que los esclavizados se apropiaron de estos restos para inventar platillos deliciosos. Las diversas investigaciones demuestran que ricos y pobres consumían platillos elaborados con interiores, sin embargo, a medida que la cocina se fue refinando a mediados del siglo XIX, un sector de las élites dejó de comer pan en las comidas principales, desecharon los interiores de las reses, rechazaron el pisco y la chicha de jora e incorporaron el tenedor y el cuchillo individual como elementos de distinción. Con el boom gastronómico de las últimas décadas, los interiores de animales y el pisco se 89 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes han revalorado hasta convertirse en símbolos de nuestra identidad limeña y peruana. Juan José Cabezudo fue el cocinero más famoso de Lima en el siglo XIX. Fue representado en las acuarelas de Francisco “Pancho” Fierro y Francisco Javier Cortés. También fue fotografiado por Courret y mencionado por Ricardo Palma en sus tradiciones. Fierro lo representa de mediana edad, atendiendo a sus clientes y, a su espalda, un enorme fogón. Palma anotó “maricón” en la parte inferior de la acuarela. Por su parte, Cortés nos ha dejado la mejor imagen de Cabezudo, en la cual luce joven y muy elegante paseando con un amigo por la ciudad. En cambio, la foto de Courret, de 1860, nos muestra a Cabezudo bastante mayor, frente a una mesa con distintos platos y un niño al otro extremo, probablemente su ayudante. Según Palma, Cabezudo podía ganar una pequeña fortuna en una noche, pero lo gastaba en fiestas y veraneos en Chorrillos, hasta que murió en la extrema pobreza. La cocina ha sido el reino de las mujeres afro. Ellas transmitieron sus conocimientos a sus hijas, a quienes llevaron tempranamente a la cocina para iniciarlas en el oficio. En el siglo XX, destacaron Rosita Ríos y Teresa Izquierdo. Rosita Ríos (1897-1966) fue admirada por celebridades, políticos 90 poderosos y gente humilde. Entre ellos se encuentran Nicolás de Piérola, Augusto B. Leguía, Manuel A. Odría, Fernando Belaunde, Pelé, María Félix, Pedro Infante, Charles de Gaulle y Augusto Ferrando, entre otros. Rosita abrió su propio restaurante en Ciudad y Campo, en el Rímac. Cuando murió, Maribel Arrelucea Barrantes 91 Fotografía de E. Courret a Juan José Cabezudo en sus últimos años. En la imágen se puede ver a Cabezudo al lado de un niño afrolimeño que debe ser su ayudante. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes en 1966, el presidente Belaunde envió un edecán como muestra de respeto y admiración a la cocinera más célebre de su época. Actualmente, un complejo habitacional ocupa el terreno del célebre restaurante y conserva la puerta con un letrero para conmemorar a la célebre cocinera. Otra personalidad muy importante es Teresa Izquierdo González (Lince, 1934-2011). Aprendió el arte de la cocina gracias a su madre; atendió por igual a presidentes, empresarios y gente humilde en su restaurante “El rincón que no conoces” en Lince, ahora dirigido por su hija Elena Santos Izquierdo. Teresa fue distinguida por el Ministerio de Educación con el título de “Maestra del arte culinario” en el año 2006 y, en el año 2011, el Estado peruano la condecoró con la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado de Gran Oficial. Otras cocineras y reposteras son respetadas en sus barrios porque contribuyen a mantener las recetas antiguas de sus abuelas y bisabuelas; tal es el caso de Vicenta Galloso (Lima, 1932), maestra repostera del Rímac, distinguida por la Municipalidad Distrital del Rímac por ser guardiana de saberes tradicionales. 92 Toros: Esteban Arredondo, la cuadrilla del maestro Valdez y Rafael Santa Cruz Los africanos y afrodescendientes se desempeñaron como toreros de a pie y a caballo, picadores, lanceadores o rejoneros. Ellos encontraron en esta actividad otra oportunidad para insertarse en la sociedad, ganar respeto y fama. Recién en el Maribel Arrelucea Barrantes siglo XIX tenemos nombres propios de toreros y picadores afro como Esteban Arredondo, inmortalizado por Pancho Fierro y Ricardo Palma. Él destacó por torear “a la suerte nacional”, es decir, como capeador a caballo a usanza peruana. La técnica consistía en realizar suertes o movimientos de capote sobre un caballo haciendo correr al toro por todo el ruedo hasta cansarlo y, finalmente, matarlo. El torero afro más famoso del siglo XIX fue Ángel Valdez, “el Maestro”. Nació en Palpa en 1838, hijo de esclavizados, y migró a Lima muy joven. Debutó en Acho en 1857. Algunos investigadores sostienen que fue un capeador diestro, maestro en acrobacias que mató más de tres mil reses en su extensa carrera. Se dice que se presentó más de quinientas veces en Acho. En 1866, se celebró con corridas de toros la victoria sobre los españoles en el Combate del 2 de Mayo y Valdez fue la figura central. En 1883 se presentó en Madrid, Cádiz y Lisboa, tras lo cual retornó al país. Los entendidos en tauromaquia celebran sus proezas; por ejemplo, en 1885 se encerró solo con doce toros en Acho y dio muerte al célebre toro Arabí Pachá. En 1909 se presentó por última vez en el coso de Acho, tenía 71 años y padecía de diabetes. Murió dos años después y está enterrado en el cementerio Presbítero Maestro en el nicho 156-C del cuartel San Felipe. Otro torero importante fue Rafael Santa Cruz (Lima, 19281991), hermano de Nicomedes y Victoria. Su destacada carrera se inició en 1947. Al año siguiente, ganó el escapulario de oro de la Feria del Señor de los Milagros, máximo galardón en la 93 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes 94 Juanita Breña en una acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. Juanita fue una famosa torera en Acho. Ricardo Palma dice en sus Tradiciones peruanas que luego de retirarse trabajó vendiendo carne en un mercado de Lima. Maribel Arrelucea Barrantes tauromaquia peruana. Toreó en diversos países de América y Europa, incluso en África. Su participación en España es recordada porque toreó con Luis Miguel Dominguín en 1952. Juanita Breña es la única mujer famosa que toreó en Lima. En la tradición titulada “Juana el marimacho”, Ricardo Palma la identificó como “china” y “mulata”, es decir, afrodescendiente. Si creemos a Palma, Juanita, además, fue una empedernida jugadora de dados y suertes, fumadora de puros, pero especialmente una diestra capeadora a caballo. Ella toreaba a la usanza peruana y alcanzó fama y respeto hasta 1825, cuando sufrió una cornada. Entonces se retiró de los ruedos para ganarse la vida como carnicera en la plaza del mercado de Lima, hoy Plaza Bolívar. Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de la cultura popular y afrolimeña Los limeños han disfrutado de variadas diversiones públicas. Están las del antiguo régimen, entre el siglo XVI e inicios del XIX; y las modernas, que siguieron el modelo europeo del siglo XIX; luego el modelo norteamericano —a partir de la década de 1920— y, posteriormente, el de la cultura de masas de la segunda mitad del siglo XX. Desde su fundación, Lima fue el resultado de los aportes occidentales, africanos e indígenas; luego, se incorporaron los chinos, europeos y japoneses. Los deportes, a partir del siglo XX, se constituyeron en diversiones masivas y destacaron numerosas celebridades locales y nacionales, principalmente del box, el fútbol y el vóley. 95 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes • Lima colonial (siglos XVI-XIX) De acuerdo con diversos testimonios, Lima fue una mezcla de solemnidad religiosa y fiestas profanas. Todo el año había procesiones, misas, autos sacramentales, autos de fe, entradas de virreyes, juramentaciones al nuevo rey, paseos de alcaldes, ajusticiamientos, nombramientos de abadesas y carnavales, entre otras festividades. Los limeños también solían acudir con frecuencia a las corridas de toros, peleas de gallos y exhibición de caballos de paso. Disfrutaban de los baños en Chorrillos, las jaranas en las chacras alrededor de la ciudad, el teatro de comedias, la fiesta de Amancaes, los espectáculos de titiriteros y volantineros. Algunas fuentes históricas dan cuenta de la presencia de los africanos y afrodescendientes en estas diversiones como participantes y músicos, bailarines y personajes curiosos llamados gigantes, parlampanes, diablos y papahuevos. El carnaval fue la fiesta más popular. Según algunos testimonios, toda la ciudad participaba. De día, la gente jugaba en las casas, calles y plazas, arrojando agua a cualquiera; mientras que, por las noches, las familias ofrecían fiestas en las casonas y los callejones. Algunos se organizaban en cuadrillas para ir por las calles, disfrazados de 96 gigantes, diablos y papahuevos, mojando a los transeúntes. Las crónicas abundan en denuncias, en especial contra la población afro por su supuesta violencia. Con el tiempo, diversas autoridades intentaron prohibir los carnavales; por ejemplo, el virrey Guirior, en 1780, en el contexto de las Maribel Arrelucea Barrantes reformas borbónicas. En ese entonces, la Corona y las élites locales estuvieron muy interesadas en “educar” y controlar a los sectores populares; sin embargo, los limeños siguieron con esta diversión El carnaval se asoció con el son de los diablos, una danza difundida por la Iglesia católica. En casi toda América Latina, hay comparsas de diablos, diablitos, diablicos, diabladas, mascaradas, entre otras. Desde la Colonia, este baile se representaba en ocasiones como el Corpus Christi y la Cuaresma. Los bailarines afro salían disfrazados con máscaras, látigos e instrumentos musicales; y, organizados en cuadrillas, bailaban, hacían acrobacias, jugaban con el público y repartían latigazos. • Lima republicana (siglos XIX-XX) Como anotó el viajero francés Max Radiguet, a pesar de la independencia, Lima siguió siendo fiel a las viejas costumbres españolas. Los carnavales fueron prohibidos en 1822 durante el Protectorado de San Martín; pero, aun así, siguieron celebrándose. Las críticas de los intelectuales modernizadores se fueron acumulando. Todos ellos coincidieron en señalar el desenfreno, la sensualidad y la supuesta violencia de los sectores populares, especialmente de los afros. Las políticas contra el carnaval fueron avanzando y retrocediendo. Algunas veces, la policía permitía el juego en algunas calles y plazas de la ciudad, y, otras tantas veces, 97 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes lo prohibía. Mientras tanto, las élites impulsaron los bailes de máscaras y corsos. En 1884, la colonia italiana organizó un corso siguiendo el modelo veneciano; en 1894, hubo un elegante desfile en Chorrillos y, en 1896, otro en Barranco. Todos estos eventos fueron auspiciados por las familias más distinguidas de Lima. Según Muñoz y Rojas, el carnaval moderno quedó establecido entre 1921 y 1922. Sin embargo, el viejo carnaval quedó recluido a los barrios populares donde todavía persiste. Al igual que el carnaval, el son de los diablos también fue criticado y desplazado de su lugar central en las diversiones públicas para atrincherarse en algunos espacios populares de la ciudad. Entre las décadas de 1930 y 1960, los medios como la radio y después la televisión masificaron principalmente dos diversiones públicas: la música nacional (criolla y andina) y los deportes como el box, el fútbol y el vóley. Además, se mantuvieron los espectáculos en vivo y, poco a poco, se incorporaron otros espacios, como los coliseos, canchones, estadios y peñas que posibilitaron la masificación de la música. Con esos cambios, se abrieron mayores posibilidades de empleo, profesionalización, movilidad social y prestigio para la población limeña, entre los cuales destacaron los 98 afrodescendientes. La radio se inició en el Perú durante el Oncenio de Leguía. Durante la década de 1930, la dictadura militar de Benavides promovió la masificación de la música criolla en la radio para contrarrestar a los partidos de masas. Posteriormente, Maribel Arrelucea Barrantes este medio se convirtió en un producto cultural masivo y recibió auspicios de las disqueras, como en el caso de Radio Nacional del Perú. Asimismo, grandes empresas organizaron presentaciones masivas. Otro espaldarazo fue la creación del Día de la Canción Criolla en 1944 durante el gobierno del presidente Manuel Prado, acontecimiento que se celebró con una serenata en la plazuela Buenos Aires en Barrios Altos. La televisión se inició en el Perú en 1958 vía Canal 7. Casi no hubo actores, actrices, presentadores y modelos afro e indígenas en las primeras décadas. Entre las primeras actrices afro destacó Esther Chávez Constantino (Lima, 1928-Miami, 2018), quien interpretó a Mamá Dolores en la radionovela El derecho de nacer (1962), dio vida a la nana Fermina en la telenovela Carmín (1984) y encarnó a una esclava en la serie de televisión Matalaché (1996). Felipe Pomiano Mosquera, apodado “Tribilín” en el programa Trampolín a la fama (19661996), dirigido por Augusto Ferrando, formó parte de un elenco que, para muchos, representaba “las razas” del país. Mientras Ferrando se presentó como el “zambo” criollo astuto, el que nombraba y ponía los apodos, Pomiano casi nunca respondió las bromas racistas. Chávez y Pomiano fueron pioneros en los medios masivos; pero fueron encasillados en personajes relacionados con la esclavitud y supuestas cualidades de empleados domésticos (serviciales, callados, humildes, obedientes, inocentes). En la década de 1970, durante la dictadura de Velasco, destacó Nicomedes Santa Cruz, quien dirigió un programa 99 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes radial diario llamado Así canta mi Perú; y también fue pionero en la televisión, donde dirigió dos programas: Por los caminos del arte y Danzas y canciones del Perú. Podría decirse que fue el primer afro intelectual ante cámaras. Además, sus décimas como “A cocachos aprendí” se masificaron en los textos escolares. En la década de 1980, destacó Rafael Santa Cruz como actor de televisión y teatro; participó en publicidad televisiva y telenovelas como Natacha, Los de arriba y los de abajo, Eva del Edén y Qué buena raza, entre otras. Fue el primer actor afro en protagonizar una miniserie y en besar a una actriz considerada blanca. Desde la década de 1990, destacan actores y actrices afro de cine, teatro y televisión que también reflexionan sobre el racismo, la historia de la esclavitud y la identidad étnica, entre otros temas; destacan Tatiana Espinoza y Ebelin Ortiz. En el 2014, se escenificó Duelo en Malambo en el Teatro Municipal de Lima, obra póstuma de Rafael Santa Cruz; y, en el 2016, en este mismo espacio, se presentó la obra Zafra. En el 2018, Anaí Padilla y Mayra Najar protagonizaron Eres una negra en el Teatro de la Universidad del Pacífico. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos por abrir el mercado laboral a nuestros notables artistas afrodescendientes, aún 100 persisten los estereotipos. Por ejemplo, esto ocurrió en la serie de televisión Grau, Caballero de los Mares (2014), donde la plana menor del Huáscar fue interpretada por actores blancos, lo que eliminaba la participación heroica de los grumetes afroperuanos, a pesar de existir suficiente evidencia histórica Maribel Arrelucea Barrantes sobre, por ejemplo, el grumete Alberto Medina Cecilia en los archivos, el libro de Zanutelli El almirante Grau y la plana menor del Huáscar (2002) y numerosas páginas de internet. En la película Guerrero (2016) la actriz Magdyel Ugaz encarnó a Petronila González, la madre del futbolista Paolo Guerrero, autoreconocida como afrodescendiente. Para ello, Ugaz recurrió al black face, estilo de los artistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX que consistió en pintarse la cara y colocarse peluca para interpretar a un afro Otro espacio importante son los deportes, que fueron introducidos por los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX, los cuales rápidamente fueron practicados por las élites y los sectores populares. El deporte fue asociado con la modernidad europea, ya que el Estado y las élites creían que era una recreación saludable que forjaba el carácter y las supuestas “razas nacionales”. En 1903, se organizó oficialmente la educación física en el país y unos años después se incorporó en todas las escuelas; en 1912, ya era obligatoria. Los extranjeros y las elites fundaron los primeros clubes de fútbol, luego los sectores medios y populares crearon clubes como el Sport Alianza (1901), el Atlético Unión (1900), entre otros. Los sindicatos obreros y estudiantes practicaron el fútbol en las calles y espacios abiertos; además, organizaron campeonatos y encuentros en los barrios, contribuyendo con su difusión. En esa época, destacaron numerosos jugadores afrolimeños como Alejandro “Manguera” Villanueva (El 101 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes El marinero Alberto Medina Cecilia, afrolimeño y veterano de la Guerra del Pacífico. Combatió al lado de Miguel Grau con solo 17 años, con el rango de grumete, el más bajo de una tripulación que se echa al mar. 102 La tripulación del Huáscar estuvo conformada por afroperuanos que se batieron heroicamente al lado de Miguel Grau. Maribel Arrelucea Barrantes Rímac, 1908-1944), quien junto a Alberto Montellanos, José María Lavalle, Jorge Koochoi Sarmiento y Demetrio Neyra formaron el “Rodillo Negro”, un gran equipo de delanteros del club Alianza Lima. Villanueva es considerado la encarnación del fútbol peruano, pícaro y con toques elegantes. Entre sus famosos pases la gente recuerda aún “la huacha”, “la chalaca” y el “pase del desprecio”. José María Lavalle fue alero derecho del Alianza Lima y de la selección peruana, con la cual participó en la Copa Mundial de 1930. Él también hizo del juego un espectáculo, pues se dice que bailaba marinera frente a sus contrincantes. Entre las décadas de 1940 y 1960, diversos jugadores de fútbol afroperuanos destacaron dentro y fuera del país; algunos fueron contratados en clubes de América Latina. Por ejemplo, Rafael Asca, fue arquero del Sporting Tabaco, Sporting Cristal y Sport Boys; Walter “Superman” Ormeño, jugó en Universitario, Alianza Lima, Boca Juniors y América de México; Héctor Teódulo Legario, “la Pantera del Arco”, fue portero de Alianza Lima; el también portero Juan “el Chueco” Honores (1915-1990) jugó en Universitario; Cornelio “Chocolatín” Heredia (1920-2004), fue defensa de Alianza Lima; los hermanos Óscar “Huaqui” y Carlos “el Tábano” Gómez Sánchez jugaron parte de su carrera en el extranjero —Óscar llegó a jugar en River Plate y en Racing Club de Argentina, y Carlos jugó en Boca Juniors y en América de Cali—; Máximo “Vides” Mosquera (Chincha, 1925-2016), quien fue famoso como jugador del club Municipal de Lima, 103 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes jugó en 1949 para el club Deportivo Cali; Guillermo Barbadillo (1925-2000) fue jugador del Sport Boys y del Deportivo Cali; Félix Castillo (1928-1978) formó parte del club Alianza Lima y América de Cali; Valeriano López “el Tanque de Casma” fue un famoso delantero del Sport Boys, Alianza Lima y Deportivo Cali, e incluso fue pretendido por el Real Madrid de España; Víctor “Conejo” Benites (Lima, 1935) destacó en Italia; Julio Guillermo Meléndez (Lima, 1942) fue capitán del Boca Juniors y Juan Víctor Joya (1934-2007), llamado “Negro el 11”, fue ídolo del club Peñarol de Uruguay. En esta época surgió el nuevo “Rodillo Negro” del club Alianza Lima con Óscar Gómez Sánchez, “Vides” Mosquera, Félix Castillo, Guillermo Barbadillo y Valeriano López. En el club Alianza Lima, Alejandro Víctor “Pitín” Zegarra fue un verdadero ídolo local en la década de 1960. En la década de 1970, algunos jugadores afro formaron parte de la selección nacional que clasificó a los mundiales de México 70 y Argentina 78. Destacaron Rodulfo Manzo, José Navarro, José Muñante, Pedro Pablo “Perico” León, Eloy Campos, Julio Baylón, Alberto Gallardo (el estadio del distrito de San Martín de Porres lleva su nombre como homenaje), Héctor Chumpitaz, el “Capitán de América”, 104 Teófilo “Nene” Cubillas, Guillermo La Rosa, José “el Patrón” Velázquez. En la década de 1980, entre los afrolimeños más destacados figuran el arquero “Caíco” González Ganoza, Julio César Uribe, José Velásquez, Roberto Rojas, “Pechito” Farfán y Roberto “Marajá” Arrelucea, entre otros. Maribel Arrelucea Barrantes 105 Alejandro “Manguera” Villanueva (derecha) en choque con rival. Villanueva fue uno de los primeros astros del fútbol nacional. Su enorme estatura y agilidad lo convirtieron en un goleador temible. El estadio de Alianza Lima lleva su nombre. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Hay que mencionar al director técnico Marcos “el Chueco” Calderón (Lima, 1928-1987), considerado un gran entrenador. Él consiguió diez títulos en primera división y uno con la selección peruana. En 1987, murió en un fatídico accidente con todo el plantel de Alianza Lima. Ese año, cuando el equipo se ubicaba en el primer lugar de la tabla de posiciones, viajó a Pucallpa para enfrentarse al Club Deportivo Pucallpa. Alianza ganó 1 a 0 y, cuando emprendían el regreso a la capital el 8 de diciembre, el fokker F-27-400M en el que viajaban se estrelló frente al mar de Ventanilla. En la actualidad, vivimos un resurgimiento del fútbol. A partir de 1990 destacan diversos futbolistas afro, como Luis “Cuto” Guadalupe, Waldir Sáenz, Andrés “Balán” González, Juan Jayo Legario, Paolo Guerrero (sobrino del arquero “Caíco” González Ganoza), Jefferson Farfán, André Martín Carrillo, Luis Advíncula, Alberto “Mudo” Rodríguez, Christian “La Sombra” Ramos, Pedro Gallese. El futbol femenino apenas ha empezado a desarrollarse, pero algunas afrolimeñas ya están destacando. Este es el caso de Fabiola Herrera Zegarra (Lima, 1978), quien es la primera peruana en ser contratada por un club extranjero de primera división; el club Millonarios FC de Colombia (2019-2020). Hay que destacar que algunos 106 jugadores de fútbol como Fabiola Herrera, Joel Herrera y Luis Advíncula tienen una postura muy clara contra el racismo, ya que en diversas oportunidades han expresado su rechazo al mismo; de igual manera, se han identificado con orgullo como afrodescendientes. Maribel Arrelucea Barrantes En boxeo sobresalieron numerosos afrolimeños como Óscar Rivadeneira (San Juan de Miraflores, 1960), quien disputó el título de campeón mundial de medio pesado con Michael Spinks en 1983 y fue campeón sudamericano en 1981. También debemos considerar a José Coronado Solano, “Bom Bom Coronado” y a Mauro Mina, quienes fueron ídolos nacionales. El vóley fue un deporte en el cual destacaron muchas afrolimeñas. En 1942 se fundó la Federación Nacional de Vóley del Perú. En la década de 1960, este deporte empezaría a tener éxito y masificarse con el entrenador japonés Akira Kato y después con el coreano Man Bok Park. El vóley dio oportunidad a jóvenes afrodescendientes de Lima y otros lugares cercanos como Cañete, Chincha e Ica. Entre tantas que destacaron en el vóley, podríamos recordar a Luisa “Lucha” Fuentes, Ana Cecilia Carrillo, Sonia Heredia, Zenaida Uribe, Gina Torrealba, Cecilia Tait, Sonia Ayaucán y Leyla Chihuán, hasta las más actuales como Clarivett Yllescas y Ángela Leyva. En el vóley sobresalen dos grandes deportistas: Lucha Fuentes y Cecilia Tait. Fuentes (Ica, 1951), a los 14 años de edad, fue seleccionada por Akira Kato para entrenarla en Lima. Entre las décadas de 1960 y 1970 fue campeona y subcampeona sudamericana de vóley, participó en los Juegos Olímpicos de México 1968, en la Primera Copa del Mundo de 1973 —donde Perú ocupó el cuarto puesto— y su última gran participación fue en 1978 en el Campeonato Mundial 107 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes en la URSS. Cecilia Tait (Lima, 1962) comenzó a jugar de manera profesional en 1976 y con Perú fue subcampeona en el mundial juvenil de México 1981, donde fue elegida la mejor jugadora del torneo. En 1982, logró con la selección el subcampeonato en el Campeonato Mundial de Vóleibol. En 1985, fue elegida para integrar el equipo All-Stars, junto con las mejores voleibolistas del mundo. Cecilia participó en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, en los cuales fue declarada la mejor jugadora del torneo. Posteriormente, jugó para el Club Sadia de Sao Paulo. En 1992 continuó su carrera deportiva en Alemania y regresó al Perú en 1998. En atletismo, destacaron Julia Sánchez Deza, “La saeta de América” (Breña, 1930-2001), quien en 1951 participó en los Panamericanos en Buenos Aires, en los que ganó la medalla de oro en los 100 metros planos. Fue la primera mujer en ganar una medalla de oro para el Perú; Julia falleció el 2001. Fernando Acevedo (nacido en 1946) tiene varios récords nacionales en 100, 200 y 400 metros planos. Carmela Bolívar (nació en 1957) fue récord nacional de 100 y 200 metros planos durante mucho tiempo. 108 Los afrolimeños en las acuarelas de Francisco “Pancho” Fierro Existen muchísimas acuarelas de Fierro reproducidas en libros escolares y académicos, álbumes, almanaques y afiches de publicidad, entre otras imágenes que muestran a los afros como vendedores ambulantes, aguadores, sirvientes y Maribel Arrelucea Barrantes 109 Clarivett Yllescas, joven valor de la selección femenina de voley del Perú. Clarivett es la última representante de una larga tradición en la que se encuentran Lucha Fuentes y Cecilia Tait. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes cocheros; mientras que las mujeres son sirvientas, amas de leche y vendedoras ambulantes. Estas representaciones dan la impresión de que los afros están destinados a estos oficios. Así lo vieron algunos viajeros del siglo XIX y los intelectuales peruanos, como Ricardo Palma y Manuel Atanasio Fuentes, por citar algunos. En estas narrativas, las vendedoras ambulantes son de sectores populares y, de acuerdo con lo que venden, se perciben como indias o negras. Por ejemplo, la tisana y el tamal fueron percibidos como alimentos de negros; mientras que el cuy y los ollucos, como de indios. Siguiendo esa lógica, la tisanera o la tamalera son negras, nunca indias o blancas; en cambio, las pescadoras son indígenas. Pero ninguna vendedora es vista como blanca. Por razones de clase y raza, algunos oficios inferiorizan y ennegrecen. En la primera mitad del siglo XIX, la élite asimiló la cultura europea, vista como refinada y superior, y racializó alimentos, oficios y costumbres para diferenciarse de los sectores populares. Además, las acuarelas más populares representan a hombres y mujeres afro participando activamente en los bailes, juegos, procesiones y diversiones poniendo énfasis en su supuesto carácter festivo “natural”. Entre las acuarelas más 110 difundidas se encuentran Convite al Coliseo de gallos (1830), El son de los diablos, Sigue el son de los diablos y Bailando al son de los diablos. En Convite al Coliseo de gallos (1830), tres afros van anunciando la pelea de gallos, una práctica muy asociada a lo criollo y limeño; el primer hombre toca un instrumento Maribel Arrelucea Barrantes 111 Acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. Él fue el cronista visual de los oficios ambulantes en la Lima del siglo XIX. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes de viento, el segundo un tambor y el tercero lleva un gallo enjaulado. En cambio, las acuarelas que repiten la temática del son de los diablos parecen exclusivas de afros. Otras acuarelas, como Procesión cívica de los negros (1821) y Sigue la procesión cívica de 1821, evocan a los afros festejando la libertad. En el primer caso, se trata de un desfile con cuatro sujetos, tres hombres y una mujer. El hombre que encabeza el desfile porta la bandera peruana, los dos siguientes están tocando sus instrumentos musicales y la mujer cierra el desfile con una matraca y una banderita. Según anotaciones de Palma, se trataría de la procesión cívica de las cofradías de negros mozambique, angola, caravelí, chala y terranova. La segunda acuarela reproduce el clima de fiesta, los afros desfilan alegres y portan banderas peruanas, incluso se notan los fuegos pirotécnicos; dos hombres van adelante portando un pesado tronco que es percutido por un niño encaramado al tronco, detrás va una mujer de vestido amarillo, con una franja terciada blanca y roja, tocando una matraca y, más atrás, una multitud sigue el desfile con banderas. Estas acuarelas vinculan a los afrolimeños con la gesta de la Independencia y la nación, pero olvidan a los afros del ejército realista. En cuanto al cuerpo, los hombres son representados 112 con ropa ceñida que permite apreciar su musculatura. Por ejemplo, El aguador nos muestra a un afro musculoso y fuerte, capaz de sostener bultos pesados. En cuanto a las mujeres, la representación de lo corpóreo es más fina. Ellas son sensuales y curvilíneas, algunas aparecen con escotes Maribel Arrelucea Barrantes 113 Grupo de afroperuanos celebrando la independencia. Acuarela de Francisco “Pancho” Fierro. Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes profundos que dejan ver sus senos turgentes, la ropa pegada al cuerpo delinea las caderas anchas y la cintura estrecha, los pies diminutos, siempre calzados, a diferencia de las indígenas que a veces van descalzas. El cabello es trabajado con más detalle, advirtiendo que son mujeres afrodescendientes. Por ejemplo, en Misturera la mujer es representada de espaldas, perspectiva que permite apreciar los largos rizos que caen por la espalda cubierta con un manto amarillo bordado. Las acuarelas dedicadas a las vendedoras ambulantes son hermosas y, entre ellas, destaca Una placera. Esta pintura representa a tres mujeres, una de las cuales va cubierta con un manto de color claro que cae por todo su cuerpo sin curvas, desprovista de sensualidad. La otra que flanquea la escena está cubierta por saya y manto, con el rostro apenas visible. Finalmente, la tercera mujer, de apariencia afro, ocupa el centro de la escena y su ropa pegada al cuerpo evidencia sus curvas; su blusa tiene un escote profundo que deja ver sus senos grandes y sus caderas son anchas. Además, la mujer está sentada con las piernas abiertas y sus brazos se extienden ofreciendo la fruta, mientras sus labios rojos esbozan una amplia y pícara sonrisa. Es indudable que existe una relación entre la mujer 114 afrodescendiente y la comida, las frutas, los dulces y las bebidas alcohólicas en el contexto de la calle y el espacio público, la cual puede ser interpretada de diversas maneras. Lo primero que podríamos pensar es que hay una relación con los estereotipos sexuales, porque desde los primeros tiempos Maribel Arrelucea Barrantes coloniales las esclavizadas y las libertas fueron sindicadas como lujuriosas, sensuales y peligrosas. Sin desechar esta idea, podríamos explorar otros caminos como, por ejemplo, los vínculos entre esclavitud femenina y cocina. En efecto, la esclavitud centró a las mujeres en el espacio doméstico y, especialmente, en la cocina, de tal manera que adquirieron fama de excelentes cocineras. En las acuarelas, la mujer afro es construida con más minuciosidad que la indígena, ya que es representada como sensual, hábil y trabajadora. Su imagen está fuertemente vinculada a los placeres, especialmente al de la comida. Este vínculo la aleja de las mujeres indígenas y la acerca a las mujeres hispanas, pues la cocina es transmisora de costumbres y tradiciones compartidas por la élite. Las acuarelas muestran cómo se “racializaron” los oficios, alimentos, rasgos de personalidad y prácticas culturales a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Ser afro se convirtió en sinónimo de aguador, cochero, ama de leche, lavandera, cocinera, tocar cajita, cajón y quijada de burro; comer carapulcra, sanguito y tamales; bailar el son de los diablos y la zamacueca, entre otras prácticas. Además de ser fuertes, eran alegres y excelsos bailarines. Estos son los elementos que se tomaron en el siglo XX para identificar a los afrolimeños como un grupo homogéneo y puro, mientras que, al mismo tiempo, se marcaban las diferencias con los otros grupos étnicos de la ciudad. Sin embargo, la cultura limeña es producto de una fusión donde lo afro es una parte sustancial. 115 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes Un aspecto fundamental es que las acuarelas más conocidas son aquellas que representan afros plenamente incorporados a la sociedad y la cultura criolla. Ellos son transmisores y guardianes de tradiciones consideradas limeñas y ya no solo afros. De allí que estas imágenes son usadas ampliamente por diferentes sectores intelectuales y activistas. Primero las utilizaron los impulsores de la Lima criolla, como Ricardo Palma, Benvenutto Murrieta y José Gálvez; y luego José Durand, fundador de la Compañía Pancho Fierro y reconstructor del son de los diablos. Los pintores del indigenismo también tomaron como referentes estas acuarelas. Por ejemplo, José Sabogal reconoció a Fierro como un pintor mulato, vernacular y autodidacta (no obstante, cabe destacar que, a pesar de apreciar su arte, lo colocó fuera del canon académico). Los hermanos Santa Cruz también usaron las acuarelas en su propia búsqueda de una identidad afroperuana, aunque dieron un giro total al buscar las raíces “puras” en África, el Caribe y Brasil. Hoy en día, los activistas afroperuanos usan profusamente las acuarelas de Pancho Fierro como un respaldo visual de sus actividades. La masificación de las acuarelas de Fierro, a mediados del siglo XX, no solo son producto de su calidad como pintor — 116 que sobradamente la tiene—, sino también el resultado de tensiones, diálogos y negociación entre instituciones, élites culturales y sectores sociales que reclaman ser incluidos en los imaginarios nacionales. Maribel Arrelucea Barrantes Para concluir, el libro revisa la cultura limeña y la participación de los afrodescendientes en la construcción de la misma. Se ha revisado el proceso histórico que incorporó a los afros en la estructura social limeña mediante la esclavitud, de allí proceden sus aportes en la comida, el cuidado de los niños, la tauromaquia, la religiosidad, las fiestas, la música, los bailes, que, con el pasar del tiempo, se han considerado tradicionales. También se ha revisado el proceso por el cual se abrieron otras actividades como los deportes en una época donde era bastante difícil acceder a la escolaridad y profesionalización. Triunfar en los deportes significó conquistar nuevos espacios, apropiarse de ellos y dejarlos en herencia a los hijos y los nietos; tal como lo hicieron en el pasado las cocineras, las lavanderas, cocheros, amas de leche, músicos, entre otros. Ahora, en las últimas décadas gracias a la ampliación de la educación y la ciudadanía, entre otras razones, los afros han conquistado otros espacios y actividades, tales como la política, la ciencia, los ministerios y el Congreso de la República. Habrá un día en que nadie se asombrará ni cuestionará vernos en estos espacios. 117 Maribel Arrelucea Barrantes FUENTES Aguirre, C. (1993). Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud. 1821-1854. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. Álvarez, I. (1993). La cocina criolla. En R. Olivas (Comp.), Cultura, identidad y cocina en el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres. Arrelucea, M. (1999). Conducta social de los esclavos de Lima, 1760-1820. (Tesis de licenciatura, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Ciencias Sociales, E.A.P. Historia. Lima, Perú). __________ (2011). El Señor de los Milagros: Religiosidad y cultura afroperuana, siglos XVI-XXI. En Tiempos, 6, pp.119-150. __________ (2013). Géneros, razas y nación en el s. XIX. La mirada de Pancho Fierro o las miradas a Pancho Fierro. En Presencia y persistencia. Paradigmas culturales de los afrodescendientes (pp. 211-232). 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Vargas Ugarte, R. (1994). Historia del Santo Cristo de los Milagros. Lima: s/d 123 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes ÍNDICE Y PROCEDENCIA DE LAS IMÁGENES «NEGROS. CÓMO LLEVAN EN TANTA PACIENCIA Y AMOR DE JESUCRISTO LOS BUENOS NEGROS Y NEGRAS Y EL BELLACO DE SU AMO NO TIENE CARIDAD Y AMOR DE PRÓJIMO. SOBERBIO». Felipe Guamán Poma de Ayala. [Sin año]. En Nueva Corónica y Buen Gobierno. En http://slaveryimages.org/s/slaveryimages/ item/2663 ............................................................................................................... 22 «HOMBRE FUMANDO PIPA, PERÚ, 1780». Baltasar Martínez Compañón y Bujanda. [1780]. En Códice Trujillo del Perú. En http://slaveryimages.org/s/ slaveryimages/item/696 .......................................................................................... 25 «COCHERO. PERÚ 1780». Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda. [1780]. En Códice Trujillo del Perú. En http://slaveryimages.org/s/slaveryimages/ item/449. ........................................................................................................ 28 «HOMBRE MULATO Y ESTILO DE ROPA, PERÚ, DÉCADA DE 1780». Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda. [1780]. En Códice Trujillo del Perú. En http:// www.slaveryimages.org/s/slaveryimages/item/450 ........................................... 30 «ESTILO DE VESTIMENTA, SIRVIENTA, LIMA, PERÚ, 1805». Joseph Skinner. [1805]. En The Present State of Peru: Comprising Its Geography, Topography, Natural History, Mineralogy, Commerce, the Customs and Manners of Its Inhabitants, the State of Literature, Philosophy, and the Arts. En http://www. slaveryimages.org/s/slaveryimages/item/445 ..................................................... 33 «AGUADOR REGANDO LA PLAZA DE LIMA (1850)». Francisco “Pancho” Fierro. [1850]. Acuarela sobre papel, 23.5 x 18.3 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima. .................. 36 124 «RETRATO DEL PRESIDENTE RAMÓN CASTILLA». Autor desconocido. [1855]. Fotografía en b/n, 16.2 x 22 cm. Fondo Riva-Agüero Archivo Histórico Riva-Agüero IRA-PUCP. En http://repositorio.pucp.edu.pe/index/ handle/123456789/9752 .......................................................................................... 39 «MAESTRO DE ESCUELA (1820)». Francisco “Pancho” Fierro. [1800]. Acuarela sobre papel, 23.3 x 18 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima. ............................................... 42 Maribel Arrelucea Barrantes «RETRATO DE PANCHO FIERRO». Nicolás Palas. [1888]. Óleo sobre tela. Museo Nacional de la Cultura Peruana. En Historia de la República del Perú, Basadre, 2005, tomo 2, Lima .................................................................................................. 45 «FIESTA DE AMANCAES». Autor desconocido. [Sin año]. Foto en blanco y negro, 22.3 x 16.2 cm. Pontificia Universidad Católica del Perú. En http://repositorio. pucp.edu.pe/index/handle/123456789/54083 ................................................ 46-47 «ALEJANDRO SAKUDA Y MARÍA ELENA MOYANO». Autor desconocido. [1988]. Foto en b/n. Fondo Riva-Agüero Archivo Histórico Riva-Agüero IRA-PUCP. En http:// repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/112161 .................................... 50 «RETRATO DE RICARDO PALMA SORIANO». Autor desconocido. [1912]. Fotografía sepia, 8.1 x 11.4 cm. Fondo Riva-Agüero Archivo Histórico Riva-Agüero IRA-PUCP. En http://repositorio.pucp.edu.pe/index/ handle/123456789/53622 ........................................................................................ 53 «EL DOCTOR VALDEZ INSIGNE MÉDICO Y DISTINGUIDO LITERATO 1830». Francisco “Pancho” Fierro. [1830]. Acuarela sobre papel, 21.9 x 17.9 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima ............................................................................................ 56 «A NUESTRA SEÑORA DE LOS INCURABLES. ESTA ESTATUA MILAGROSA SE CONSERVA EN EL HOSPITAL DE LOS INCURABLES DE LIMA» (detalle). Leónce Angrand. [1834-1837]. Acuarela sobre papel. En Costumes péruviens, scènes de la vie religieuse et populaire à Lima. Tome 1. Bibliothèque nationale de France. En https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b10540833w/f4.item ................................. 58 «RETRATO DE SAN MARTÍN DE PORRES». Autor anónimo. [Sin año]. Óleo sobre metal. Copia de original anónimo del siglo XVII. Museo del Convento Santo Domingo de Lima. Fotografía: Patricia Altamirano .............................................. 63 «PROCESIÓN DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS DEL 2019». Fotografía: María Rosa Álvarez Calderón. [2019]. Archivo Monasterio Nazarenas Carmelitas Descalzas .................................................................................................................. 65 «SÁEZ Y HERMANOS ASCUEZ». Fotógrafo desconocido. [Sin año]. Archivo personal Carlos Cerquín ......................................................................................... 68 «ESTUDIANTINA CHALACA». Fotógrafo desconocido. [Sin año]. Archivo familiar Alejandro Sáez Chávez .............................................................................. 73 «FAMILIA GONZÁLEZ EN LA PAMPA DE AMANCAES». Fotógrafo desconocido. [Sin año]. Archivo familia Juan Ríos González ....................................................... 75 125 Lima afroperuana: historia de los africanos y afrodescendientes «FIESTA DE SAN JUAN EN AMANCAES». Johann Moritz Rugendas. [1843]. Óleo sobre tela, 50 x 71.5 cm. El Perú romántico del siglo XIX. Lima, Ed. Milla Batres, 1975. En https://es.wikipedia.org/wiki/Mauricio_Rugendas#/media/ Archivo:Fiesta-San-Juan-Amancaes-Lima-1843.jpg ......................................... 82-83 «PORCIÓN DE ANTICUCHOS». Fotografía del archivo de José Antonio Herrera de Rivero .................................................................................................................. 88 «PORCIÓN DE PICARONES». Fotografía del archivo de José Antonio Herrera de Rivero ....................................................................................................................... 88 «VIVANDERO ÑÓ JUAN JOSÉ». Eugène Courret. [1860]. Placa de vidrio, 9 x 12 cm. Colección Eugène Courret de la Biblioteca Nacional del Perú ....................... 91 «JUANITA BREÑA CAPEANDO UN TORO EN ACHO (1820)». Francisco “Pancho” Fierro. [1820]. Acuarela sobre papel, 23.7 x 18 cm. Col. Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima ............... 94 «ALBERTO MEDINA CECILIA». Fotografía del archivo del Instituto de EstudiosHistórico Marítimos del Perú ................................................................................ 102 «SOBREVIVIENTES DEL HUÁSCAR». Fotografía del archivo del Instituto de Estudios-Histórico Marítimos del Perú ................................................................. 102 «SIN TÍTULO». Autor desconocido. [Sin año]. Repositorio fotográfico Biblioteca Central PUCP. En https://www.flickr.com/photos/audiovisuales-bcpucp/8672585033/in/album-72157633303840669/ ........................................... 105 «SIN TÍTULO». Autor desconocido. [Sin año]. En https://es.wikipedia.org/wiki/ Archivo:Clarivett_Yllescas.jpg .............................................................................. 109 «LA ALMUERZERA (1820)». Francisco “Pancho” Fierro. [1820]. Acuarela sobre papel, 23.5 x 18.2 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima .......................................... 111 126 «PROCESIÓN CÍVICA DE LOS NEGROS (1821)». Francisco “Pancho” Fierro. [1821]. Acuarela sobre papel, 15.9 x 22.5 cm. Colección Ricardo Palma. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino de la Municipalidad Metropolitana de Lima ........... 113 COLECCIÓN MUNILIBROS Esta colección ofrece publicaciones que promueven el conocimiento y la valoración del patrimonio material e inmaterial de Lima. De esta manera, se busca fortalecer la identidad de todos los ciudadanos. Los libros forman parte de seis series: Prehispánica, Personajes, Historia, Arquitectura, Arte y sociedad, y Fiestas y Costumbres. Los munilibros pretenden crear espacios de culturización que promuevan la lectura y su comprensión entre escolares y ciudadanos en general. Difunden también la labor municipal de recuperación del patrimonio histórico, artístico y documental que posee la Municipalidad de Lima. Para llegar a este libro, mucha agua ha corrido por el río Rímac. Esta obra, con una visión de síntesis y de larga duración sobre los afrodescendientes en Lima, se inscribe en la fase de madurez académica de Maribel Arrelucea, luego de escribir sus libros Replanteando la esclavitud (1999), Sobreviviendo a la esclavitud (2018) y diversos artículos. Lo importante de esta nueva publicación es que permite llegar a un mayor público, a nuevos lectores, que es la meta ansiada de toda persona dedicada a la investigación. Con gran esfuerzo y talento, Maribel Arrelucea se ha ganado uno de los principales espacios académicos en la investigación de la africanía en el Perú y Latinoamérica. Luis Rocca Torres Fundador y director del Museo Afroperuano de Zaña