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Viktor Frankl y la importancia de la bus

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Viktor Frankl y la importancia de la Búsqueda de sentido
Article · April 2020
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Ana María Zlachevsky
Universidad Mayor
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Apuntes de Clase
Circulación Restringida
1
Viktor Frankl y la importancia de la Búsqueda de sentido
Ana María Zlachevsky
Sería imposible hablar de la búsqueda de sentido sin previamente hablar
del hombre detrás de la teoría, ya que la historia de vida de Viktor E. Frankl y
sus experiencias como prisionero de guerra en la segunda guerra mundial y
sobreviviente de los campos de concentración nazi, son cruciales en el
desarrollo de su teoría sobre el sentido de la vida. Viktor Frankl es, por
encima de todo, un sobreviviente, y su vivencia personal no es ajena a su
propuesta teórica y terapéutica, dado que como él mismo lo dice, su sentido de
vida es lo que le permitió sobrevivir.
Viktor E. Frankl nace en Viena el 26 de marzo de 1905 y muere el 2 de
septiembre de 1997. Hijo de un matrimonio judío, recibe una gran influencia
ideológica y moral al interior del judaísmo. Realiza sus estudios de
bachillerato en el Instituto científico Realgymnasium entre los años 1916 al
1924, donde muestra una percepción aguda de la realidad humana y un interés
especial por las ciencias. Desde adolescente le impactan profundamente los
problemas existenciales de los jóvenes. Después de la Primera Guerra
Mundial se hace sensible a las situaciones que los angustian, tales como: el
derrumbe de valores tradicionales y de la familia, la pérdida de la fe, la
depresión, los suicidios y la sensación de vacío que reportaban los jóvenes de
entonces.
En los años de Universidad estudia filosofía natural y se dedica a la
lectura de la Psicología aplicada (Wilhelm Ostwald, Gustav Theodor Fechner
entre otros eran sus lecturas cotidianas). Desarrolla un creciente interés por el
Psicoanálisis Freudiano y establece una relación epistolar siendo aún
estudiante con el mismo Sigmund Freud. En la revista internacional de
Psicoanálisis Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse, Freud presenta un
artículo que Frankl le había enviado sobre “La mímica de la afirmación y
negación” (Frankl, 1924) siendo el primer autor no psicoanalista en ser
publicado en ese medio. Ese suceso favoreció su incorporación al movimiento
psicoanalítico, del cual se separaría al poco tiempo principalmente por no
aceptar la idea de que el inconsciente controla la conducta humana, en
desmedro de la responsabilidad y la libertad de elegir el propio accionar.
2
En el año 1925 organiza los Centros de Consulta para los jóvenes
afectados por las consecuencias del conflicto bélico en su ciudad natal,
iniciativa que luego se extiende a otras ciudades de Europa donde aborda
temas como el suicidio, la fuga del hogar y las depresiones juveniles. Frankl
pronuncia su primera conferencia sobre “el sentido de la vida” en el grupo de
estudios filosóficos de la Universidad Popular de Viena.
En 1925 se distancia del Psicoanálisis y da un giro hacia la Psicología
Individual de Alfred Adler el cual lo invita a participar como expositor en el
Tercer Congreso de Psicología Individual en Dusseldorf; en su participación
se pudo observar un distanciamiento de los supuestos Adlerianos, deslizando
aspectos relativos a la responsabilidad personal, tema que desarrolló
posteriormente dentro del marco de su teoría que bautizó como Logoterapia.
En este evento Frankl expone su revolucionaria idea de que la neurosis no es
un síntoma sino una forma de expresarse la persona. Fue en esta ocasión que
emplea por primera vez en una conferencia académica el concepto de
“Logoterapia”. Posteriormente, en 1927, Viktor Frankl, en compañía de
Rudolf Allers y Oswald Schwarz (el fundador de la medicina psicosomática),
toma distancia de la propuesta de Adler y se desvincula de la Asociación de
Psicología Individual. Desde este momento empieza a desarrollar una
propuesta teórica y terapéutica propia.
En 1933, en la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Viena, ejerce como
Psiquiatra y Psicoterapeuta hasta 1937. En 1936, obtiene la Especialidad en
Neurología y Psiquiatría y es nombrado en 1939, jefe del Departamento de
Neurología del Hospital Rothschild de Viena. Se especializa en el tratamiento
de pacientes con intento de suicidio, fenómeno frecuente en los tiempos de
persecución nazi contra los judíos. Es ahí donde conoce a la enfermera Tilly
Grossner, con la que contrae matrimonio el 17 de diciembre de 1941
Debido a la ocupación nazi de Austria, Frankl, en los primeros años de
la guerra, solicita una visa para trasladarse a Estados Unidos, respuesta que no
llega hasta el año 1941. Gracias a sus contactos logra la visa para escapar de la
difícil situación que se aproximaba, sin embargo, sus padres no tuvieron la
misma suerte. Este evento decisivo en la vida de Frankl lo lleva a quedarse en
Austria en lugar emigrar a Norte América, donde podría ejercer su profesión
sin las adversidades que los judíos estaban enfrentando en la Europa invadida
por los nazis.
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Frankl pensaba que no podía dejar desamparados a sus numerosos
pacientes de la clínica, así como también a miles de sus compatriotas que
estaban enfrentados en ese momento al gran holocausto de la guerra y la
exterminación. Su hermano mayor Walter, había sido detenido con su cuñada
Elsa y enviados a Auschwitz. Frankl (1997) relata así la difícil decisión que
debió tomar:
Era libre para marcharme, desarrollar y defender mi teoría. Mis padres
estaban contentísimos y compartían conmigo la alegría de verme a salvo
en el extranjero, sin embargo, no me decidí a usar el deseado pasaporte,
pues sabía que al poco tiempo de marcharme mis ancianos padres serían
deportados a cualquier campo de concentración. La duda me corroía,
sentí que debía hacer algo, trabajando como psicoterapeuta en un campo
de concentración, ofreciéndoles apoyo mental, lo cual sería
incomparablemente más lleno de sentido que solamente ser un
psiquiatra en Manhattan. (El hombre en busca de sentido)
En el mes de noviembre del año 1941 expira la visa de salida para los
Estados Unidos por lo que fue deportado al campo de concentración de
Theresienstadt junto con su esposa y sus padres. Le fue asignado como
prisionero el número 119.104. Se inició así lo que él denominó el
“Experimentum Crucis para el prisionero número 119.104” (Frankl, 1995) en
el que lo lleva a pensar que la vida humana tiene siempre sentido aún en las
peores circunstancias. Fue en este contexto donde Frankl, pierde a sus padres,
a su esposa que estaba embarazada, y a muchos de sus amigos y compañeros.
Frankl conoció todo el rigor y crueldad de los campos de concentración nazi,
pero paradójicamente, fue en esas horribles situaciones límites donde adquiere
plena conciencia del sentido y dignidad de la vida humana y del valor del
sufrimiento, aportando, con ello, una gran dosis de optimismo y esperanza
respecto a que la vida humana vale la pena ser vivida. Su padre muere en
Theresiendstad en 1943, a causa de la debilidad por el hambre y dos
neumonías con edema pulmonar terminal. En octubre de 1944, el psiquiatra se
separa de su madre dado su trasladado a Auschwitz junto a su esposa, donde
posteriormente, pasan a dos campos filiales de Dachau: Kaufering III y
Turkheim. En 1944, su madre es trasladada a Auschwitz y muere en la cámara
de gas a los 65 años de edad. En Auschwitz, fue separado para siempre de su
esposa Tilly, quien muere en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
La liberación del campo de Turkheim por las tropas norteamericanas,
llega el 27 de abril de 1945. Viktor Frankl sobrevive a Theresienstadt, a
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Auschwitz, y a Dachau-Türkhei, regresando a Viena, donde se entera de la
muerte de sus padres y de su esposa. Es entonces cuando empieza a
reflexionar sobre la diferencia que lo llevó a él a lograr escapar de la muerte,
considerando que las posibilidades de lograrlo fueran tan escasas. Ello llevó a
Frankl, el hombre, a plantearse la idea de que el ser humano, para vivir y
sobrevivir, debe ser capaz de encontrarle un sentido a su propia experiencia.
En palabras del autor: “en realidad, sufrí una depresión después de ver que
nadie me esperaba. Pero me di cuenta de que podía haber una misión que
cumplir todavía” (El hombre en busca de sentido)
Frankl, escribió un gran número de libros, el más conocido es el que
relata su vida y experiencias en los campos de concentración, que tituló “Un
psicólogo en el campo de concentración”, publicado en el año 1946 en
Alemania bajo el título de “Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslanger”,
y en inglés con los títulos “From death-camp to Existentialism” y “Man`s
Search for Meaning”, que en español se editó como “El hombre en busca de
sentido”, el cual ha sido leído por más de 18 millones de personas.
Frankl, a través de la utilización de palabras sencillas, describe
detalladamente la vida cotidiana en Auschwitz, las diferentes fases
psicológicas por las cuales pasaban los prisioneros, desde su llegada a la
estación del tren, hasta la liberación final y posterior readaptación a la vida
cotidiana, no buscando redundar en los horrores comúnmente descritos, como
la cámara de gas o las ejecuciones en masa, ya que consideraba que de eso ya
se había escrito bastante. Acerca de los sobrevivientes, Frankl (1995) indica
que no siempre fueron los mejores pero, generalmente, eran quienes tenían un
propósito en la vida: alguien que los esperara después del infierno por el que
habían pasado o una tarea por hacer.
El sufrimiento vivido en los campos de concentración nazi no fue
asumido por él como una experiencia penosa que debería despertar lástima,
sino como una experiencia de crecimiento, que lo llevó a enfrentar la vida de
otra forma y a ofrecer una propuesta terapéutica de trascendencia a la
disciplina psicológica.
Un Psicólogo en un Campo de Concentración
Viktor E. Frankl, en su obra “El Hombre En Busca de Sentido”, explica
la experiencia que le llevó al descubrimiento de cómo una situación de
sufrimiento ineludible como esa, puede llevar a cobrar sentido para el ser
5
humano, ya que quienes fueron capaces de sobrevivir a esa experiencia,
enfrentaron la vida posterior con una actitud totalmente distinta
Para la persona todos los aspectos de la vida deben ser igualmente
significativos, de manera que el sufrimiento tiene que serlo también. El
sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no se
puede separar el destino o la muerte. Sin todos estos elementos la vida no está
completa. (Frankl, 1995).
Gordon W. Allport, en el prefacio de una de las ediciones de esta obra
de Frankl (1995), se pregunta:
¿Cómo pudo él -que todo lo había perdido, que había visto destruir todo
lo que valió la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que
tantas veces estuvo a punto del exterminio-, cómo pudo aceptar que la
vida fuera digna de vivirla? (p. 7).
Lo único que no podían perder los prisioneros era “su ridícula existencia
desnuda” (Frankl, 1995, p. 8).
El médico vienés relata su experiencia y la de sus compañeros de
cautiverio. Destaca el deseo de sobrevivir que tenían algunos prisioneros, y
muestra cómo se urdían estrategias para salvar lo que les restaba de vida,
aunque las oportunidades de sobrevivir fueran mínimas. Frankl (1995) se
preguntaba ¿Cómo era posible que algunos prisioneros, cuando todo lo habían
perdido, aún intentaran sobrevivir? Esta capacidad de supervivencia es lo que
le llamó la atención, lo que señala de la siguiente manera: “Sólo aquellos que
tenían algo que querer profundamente, una familia, un Dios, una esposa, o
algo que llevar a cabo insustituiblemente, eran los que sobrevivían”, pues a
todo hombre el agotamiento, la desesperanza, y la sensación de abandono y
desamparo lo llevaban a un momento difícil de superar, en el cual se dejaba
abatir por los pensamientos de la falta de sentido de su sufrimiento, ante lo
que incluso era posible que sucumbiera a la tentación del suicidio, lanzándose
contra las alambradas o, simplemente, dejando de luchar por sobrevivir. .
Frankl (1995) relata:
Lo desesperado de la situación, la amenaza de la muerte que día tras día,
hora tras hora, minuto tras minuto se cernía sobre nosotros, la
proximidad de la muerte de otros –la mayoría– hacía que casi todos,
6
aunque fuera por breve tiempo, abrigasen el pensamiento de suicidarse
(p. 27).
En el campo de concentración, dice Frankl (1995), si el prisionero
perdía “la fe (...) en su futuro estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el
futuro perdía, asimismo, su sostén espiritual; se abandonaba y decaía y se
convertía en el sujeto del aniquilamiento físico y mental” (p. 76).
Escribe cómo el suicidio en el campo no tenía sentido. Frankl relata lo
que pensó en el momento de su llegada a Auschwitz:
En vez de suicidarme, adopté el siguiente principio: En la medida que
nadie pueda garantizarme en un ciento por ciento que voy a morir,
prometo firmemente que me sentiré responsable, mientras tenga una
probabilidad mínima de sobrevivir, de seguir adelante y hacer todo lo
posible por vivir. Después de todo, alguien podría estarme esperando al
final de la guerra (Frankl, 1991).
Frankl (1995) orientó su pensamiento hacia el futuro, centró su
imaginación en la meta, tal como él señala:
De pronto me vi de pie en la plataforma de un salón bien iluminado,
agradable y caliente. (...) ¡Yo daba una conferencia sobre la Psicología
de un Campo de Concentración! Visto y descrito desde la mirada
distante de la ciencia. (...) Mediante este método, (...) conseguí
distanciarme de la situación, pasar por encima de los sufrimientos del
momento y observarlos como si ya hubieran transcurrido y tanto yo
mismo como mis dificultades se convirtieron en el objeto de un estudio
psicocientífico muy interesante que yo mismo he realizado (p. 76).
Otra meta que lo mantuvo en el horizonte del futuro fue que al ser
internado en el campo de Auschwitz, le confiscaron un manuscrito que tenia
listo para su publicación de lo que sería su primer libro. Frankl (1995), señala
que su profundo interés en volver a escribir su libro lo ayudó a superar los
rigores a los que fue sometido en aquel campo. Logró llevar a cabo la
posibilidad de escribir su libro utilizando dos docenas de papelillos de cigarros
en los que fue tomando notas taquigráficas del esquema general de su trabajo.
Esos papelillos le permitieron dar a luz al primer libro editado en Austria
después de la segunda guerra mundial, llamado “Psicoanálisis y
Existencialismo”.
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Escribe el médico vienés “es precisamente una situación externa
excepcionalmente difícil lo que le da al hombre la oportunidad de crecer
espiritualmente mas allá de sí mismo” (Frankl, 1995, p. 74).
“La máxima preocupación de los prisioneros sé resumía en una
pregunta: ¿Sobreviviremos al campo de concentración? De lo contrario, todos
estos sufrimientos carecerían de sentido” (Frankl, 1995, p. 70). Frankl, en
cambio, se preguntaba si tenían algún sentido todos estos sufrimientos y estas
muertes. Reflexionaba que si no tenían sentido, tampoco lo tendría sobrevivir.
“Una vida cuyo último y único sentido consistiera en superarla o sucumbir,
una vida, por tanto, cuyo sentido depende en última instancia de una
casualidad no merecían en absoluto la pena de ser vivida” (Ibíd.).
Para Frankl (1995), la experiencia de vida le demostró que el hombre,
aún estando en un campo de concentración, es capaz de elegir caminos a
recorrer. Sostiene que el ser humano “puede conservar un vestigio de la
libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles
circunstancias de tensión psíquica y física”. (p. 69) Esto se ve reflejado en el
hecho de que incluso en estas condiciones extremas algunos prisioneros
fueron capaces de compartir, de prestar apoyo, de engrandecer su propia
existencia, como fue el hecho de que algunos prisioneros más antiguos
visitaban los barracones prestando consuelo, contagiando de esperanza a los
que la habían perdido o regalando el último trozo de pan con el que contaban.
“La última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante
un conjunto de circunstancias– para decidir su propio camino” (Ibíd.).
Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación “sin
poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo
es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente –con dignidad– ese
hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen
del ser querido” (Frankl, 1995, p. 46).
Frankl (1995) destaca una cita de Nietzsche:
“Quien tiene un algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier
cómo” (p. 78).
Para Francisco Bretones (2002) no hay ser humano que no tenga alguna
oportunidad para crecer, toda situación puede ofrecer un chispazo de
8
significado. Por eso vale la pena seguir viviendo. Siempre se puede encontrar
un para qué.
Después de la liberación del campo de concentración donde era
prisionero Frankl por parte de las fuerzas aliadas, poco antes de la Navidad de
1945, quiso expresar todo lo que había vivido. Así en 1946, publica su libro:
“Eim Psycholog Erlebt das Konzentrationslager” (Un psicólogo en el Campo
de Concentración), que en español se le conoce como: “El hombre en busca de
sentido”. En dicho libro relata cómo el hombre concreto logra de hecho
sobrellevar la opresión de una situación tan extrema, cómo ese hombre común
en algunos casos, es capaz de enfrentar ese destino tan sin sentido y tan poco
esperanzador. Así da a conocer cómo “un solo pensamiento animaba a los
prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los esperaba
en casa y salvar a sus amigos” (p. 15). La idea de futuro siempre presente era
la motivación que los hacía vivir.
Principios Básicos de la Logoterapia como Teoría
Toda psicología se construye sobre una concepción de lo que significa
ser hombre, no se puede prescindir de “una concepción antropológica, por
muy poco consciente que sea para la psicoterapia” (Frankl, 1994c, p. 64). La
logoterapia puede ser inscrita dentro de la corriente tipificada como la
psiquiatría existencial, que tiene como principales exponentes a Ludwig
Binswanger, Medard Boss, Igor Carusso y Rollo May. Esta escuela pone de
relieve la imagen de un hombre dinámico, en constante evolución, acentuando
el estar presente aquí y ahora pero inserto en un horizonte de sentido que le da
una visión de perspectiva y de futuro a la vida humana. Sería el futuro la gran
fuerza motivadora de la vida humana, no el pasado como sostiene la teoría
psicoanalítica.
Para algunos pensadores la logoterapia es la Tercera Escuela Vienesa de
psicoterapia, precedida del Psicoanálisis de Freud y la psicología conductual,
y se centra en el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda
del sentido de vida por parte del hombre. De acuerdo con la logoterapia, “la
primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle sentido a su
propia vida” (Frankl, 1995, p. 98), a la vida tal cual es, y toda vida por más
adversa que sea siempre tiene algún sentido. La logoterapia, es un método
psicoterapéutico y también una concepción de hombre.
9
La logoterapia también ha sido llamada análisis existencial. No obstante
es posible decir que son dos aspectos de la misma realidad, siendo la
logoterapia el lado práctico (psicoterapéutico) y el enfoque existencial el
sustento teórico en que se apoya.
En la época en que nace la Logoterapia, el positivismo y el
determinismo eran el sustento epistemológico imperante en las ciencias
sociales. Todo conocimiento debía ser sometido a los métodos propios de las
ciencias. La concepción de que si los fenómenos no se podían demostrar
empíricamente, no existían. La logoterapia en este contexto surge como una
propuesta teórica que intenta superar lo que algunos autores de la época
denominaron el reduccionismo científico.
El hombre es animal, pero no exclusivamente eso, sino que es mucho
más. La concepción de entender lo humano como sustentado en la idea de
animal racional, le parecía a Frankl poco atractiva, reduciendo al hombre a un
solo aspecto de su existir. El hombre, a diferencia del animal, tiene que
aprender a vivir, a sobrevivir, a construir hábitos de conducta y convivencia,
el que sólo logra realizar con la ayuda de los demás.
Más allá de lo meramente instintivo, el hombre ha debido adaptarse al
medio formándose el mundo en el que habita.
Según Pascual (2003), “la ontología dimensional revela la existencia en
el hombre de tres dimensiones que no son reducibles unas a otras, a saber: “la
física, la psíquica y la espiritual” (p. 40). Estas dimensiones no se dan
separadas, no obstante con fines didácticos, sí pueden ser descritas por
separado. La dimensión espiritual determina el ámbito de lo humano, sin que
ello implique la eliminación de las otras dos dimensiones; más aún, el hombre
es plenamente hombre en su tridimensionalidad. Esto implica que es necesario
superar tanto el monismo materialista como el espiritualista, como también
toda visión racionalista o intelectualista.
Frankl se preguntaba, ¿de dónde viene el espíritu? Para él, con la
biología, todo ser humano concebido de modo sexual, es único, (...) totalmente
nuevo incluso desde el punto de vista de la genética” (Pascual, 2003, p. 40).
Pero esto no explica su “condición espiritual que debe venir, como ya había
intuido Aristóteles, ‘desde fuera’: el espíritu no emerge de los cromosomas”
(Ibíd.) Por eso, para Frankl, lo espiritual debe poder “entrar de algún modo en
lo corpóreo-anímico; pero, una vez que ocurre esto, lo espiritual, el espíritu
10
personal, queda velado: se oculta en su silencio. Calla y aguarda a que pueda
comunicarse, a que pueda romper su silencio” (Ibíd.)
Existen dos capacidades humanas que ayudan a pensar que el hombre
no puede ser reducido a sólo su capacidad para pensar. Estas son su capacidad
para el autodistanciamiento y la reflexión sobre sí mismo y la experiencia de
autotranscendencia. A través del autodistanciamiento, el hombre es capaz de
distanciarse de sí mismo y reflexionar sobre sus problemas e inquietudes. A
través de la autotranscendencia, el hombre es capaz de superar los límites del
espacio y del tiempo y remontarse a la búsqueda de su esencia. (Pascual,
2003). Como sostiene Frankl (1986) “el hombre es una esencia en busca de
sentido”, (p. 144) un ser que dirige su mirada a algo o a alguien distinto de sí
mismo. (Frankl, 2000a).
Escribe el médico vienés: “el hombre empieza a comportarse como
hombre sólo si puede salir del plano de la facticidad psicofísico-organísmica y
puede ir al encuentro de sí mismo, sin por ello tener que hacerse frente a sí
mismo”. Existir se refiere a este poder, “existir significa: estar por encima de
sí mismo siempre” (Frankl, 1994c, p. 78).
Si bien el ser humano no es completamente libre de condicionamientos,
sean estos biológicos, psicológicos o sociológicos, Frankl (1986 p. 144)
escribe sobre haber sobrevivido a “cuatro campos de concentración y en esa
situación he sido testigo de la sorprendente capacidad del hombre, siempre
conservada, capacidad de resistir, luchar aun bajo las peores condiciones.
Tomar distancia bajo las peores condiciones es una capacidad exclusivamente
humana” (p. 78).
Sólo si el hombre admite la espiritualidad que anida en el alma humana,
será capaz de comprender la dignidad de todo hombre así como la de sí
mismo.
Qué es la Logoterapia?
La palabra logoterapia surge de dos palabras griegas: therapeuo (curar
o completar) y logos. Logos es una palabra de difícil traducción que refiere a
mostración, a develamiento, a palabra, a sentido, a discurso a razón1. El
significado que le da Frankl (1995) al término es doble: “sentido, significado
1
Ver Heidegger, Martin (1997). Ser y tiempo. Santiago: Universitaria.
11
o propósito” (p. 98) y “espíritu” (p. 102). Así, la logoterapia es “la sanación
a través del sentido” o “sentirse completo a través del sentido” que cada quién
le otorgue a su vida. Plantea como una exigencia la necesidad del
descubrimiento del sentido (logos), de aquellos valores que puede realizar el
individuo en el destino concreto de su vida y en su obligada elaboración de
una visión particular del mundo. Paralelamente a la voluntad de hacer, de
saber, a la de dominio, está la más poderosa -- y terapéutica -- de todas, la
voluntad de sentido.
La Logoterapia apela a la “esencia espiritual” del ser humano. Se la
entiende como la terapia del sentido, también para muchos es la terapia de la
esperanza, ya que instiga a encontrar esa fuerza del espíritu humano que es
capaz de sobreponerse a cualquier conflicto o pérdida, aun en situaciones que
parecen insuperables. La logoterapia dirige su mirada al futuro, es decir, a los
cometidos y sentidos que a la persona lo movilizan a actuar.
Su teoría no sólo es psicoterapéutica, sino una forma de entender la vida
humana inserta en una dimensión superior que sin dejar de lado lo biológico,
lo psicológico ni lo social, lo integra en la esfera noética o espiritual.
La logoterapia, desde la tridimensionalidad humana, sostiene que el
hombre es ese ser que decide en cada instante quien quiere ser. En esta
decisión, está implícito el cuidado de sí mismo, de su cuerpo, de su psique y
de sus recursos espirituales.
Libertad y responsabilidad
Sobre su base espiritual el hombre descubre y reconoce dos aspectos
fundamentales de su existencia: su libertad y su responsabilidad. Desde
aceptar esa premisa escoge su existencia y decide según sus valores. Es el ser
que siempre decide como opta por ver el mundo, siendo desde ese punto de
vista responsable de su propia historia, de la actitud con que enfrenta las
diferentes circunstancias. El problema de muchos hombres, no sólo de los
neuróticos, radica en tratar de esquivar su “propia responsabilidad al negar su
libertad bajo excusas, como, por ejemplo, admitir que existe un supuesto
determinismo causado por el medio ambiente, por la propia interioridad o por
los demás, como si aceptase una visión fatalista de la vida” (Frankl, 1994b, pp.
47 y s.).
12
La libertad humana según Frankl, radica en que el hombre, a pesar de
tener instintos al igual que los animales, éstos no son capaces de someterlo,
salvo que el individuo se encuentre bajo condiciones patológicas. El pensador
sostiene que es necesario reconocer que la autosuperación es posible más allá
de las limitaciones que las personas se autoimponen excusándose en el propio
carácter, cuando lo más importante es que tenemos la capacidad de decidir y
de construir una nueva personalidad. (Frankl, 1994c).
Es cierto que cada ser humano es un ser finito, y su libertad en ese
sentido está restringida. No se trata, entonces, de liberarse de las condiciones
que imponen las circunstancias del mundo, se trata de tomar una postura libre
ante esas condiciones. La libertad, en definitiva, es la capacidad de la
existencia humana para elevarse por encima de las condiciones fácticas y
trascenderlas.
Voluntad de Sentido
Para la logoterapia la “primera fuerza motivante del hombre es la lucha
por encontrarle un sentido a su propia vida. (...) La búsqueda por parte del
hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una
‘racionalización secundaria’ de sus impulsos” (Frankl, 1995, p. 98), de sus
instintos. El logos (sentido, significado, propósito), “no es algo que nace de la
propia existencia, sino algo que hace frente a la existencia” (p. 99) y que el
hombre afanosamente debe encontrar. Es salir al encuentro de los significados
sentidos como auténticos por cada quién.
La tarea de encontrarle el sentido a la vida no es menor, es una tarea
compleja.
Pero, el hombre necesita encontrar significado a su propia vida para ser
dueño de su destino. Si bien el sentido de la propia vida siempre está
cambiando, el hombre vive su sentido como el motor de su existencia. En
general el hombre es capaz de descubrir el sentido de la propia vida a través
de tres modos distintos, (1) el amor a una persona, (2) el servicio a un ideal y
(3) el enfrentarse al sufrimiento inevitable. (Frankl, 1995, p109).
A nadie se le puede “decir cuál es su sentido, porque es diferente en
cada persona y en cada momento. Actualizar aquí el máximo potencial
humano: el convertir una tragedia personal en un triunfo”. (Frankl 1995)
Leamos las palabras de Frankl, "tú puedes asumir el sentido y sentir que
eres parte del tejido de la vida o puedes vivir en el caos y ser víctima de las
13
situaciones". (Frankl, 1995) El sentido es el para qué estás aquí, el motivo, la
razón que te impulsa para lograr algo que orienta tu hacer. Frankl afirma que
el sentido existe, “tu tarea es solamente encontrarlo. El sentido no te lo pueden
dar ni la sociedad, ni tus padres, ni tu terapeuta, ellos pueden ofrecerte
respuestas significativas a tu situación, pero solamente tú puedes descubrir la
más significativa para ti” (Frankl, 1994b).
“En última instancia, el hombre no debería inquirir cuál es el sentido de
la vida” (Frankl, 1995, p. 108), sino comprender qué sentido tiene la vida para
él o ella. A cada persona se le pregunta por su vida “y únicamente puede
responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable
puede contestar al imperativo de vivir. (...) La logoterapia considera que la
esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser
responsable” (Frankl, 1995, p. 108).
El Sentido del Amor
Para Frankl “el amor constituye la única manera de aprehender a otro
ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser
totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama”. (Frankl,
1995, p. 110) Más aún, “mediante su amor, la persona que ama posibilita al
amado a que manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo que puede
ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en
realidad” (Ibíd.).
“...Al amar al otro intuimos su “deber ser” sus posibilidades...”
(Frankl, 1994).
El amor es importante en la vida de cada persona. Sólo a través del
amor se es capaz de ver las potencialidades aún no realizadas del ser amado.
“El amor (...) se revela como uno de los dos aspectos de eso que yo llamo la
autotrascendencia de la existencia humana”, (Frankl, 1987, p. 58), lo que
equivale a decir que el amor es uno de los caminos de la propia realización.
Por el amor salimos de nosotros mismos para encontrarnos con otro que es
otro y descubrir su riqueza. Por el acto de amar, que sin lugar a dudas es un
acto espiritual, se es capaz de ver los rasgos esenciales de la persona amada;
ver también sus potencialidades, “el amor contempla y abre posibilidades de
valor en el tú amado” (p. 81); “el amor, y sólo él, es capaz de contemplar a
una persona en su peculiaridad como el individuo absoluto que es” (Frankl,
1994c, pp. 83 y s.).
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Frankl fue capaz de entender en su intimidad que el amor es la meta
última y más alta a que puede aspirar el hombre, fue capaz de entender cómo
el hombre, “desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la
felicidad –aunque solo momentáneamente- si contempla al ser querido”.
(Frankl, 1995, p. 46) El hombre que se encuentra en una situación de “total
desolación sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su
único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente –con
dignidad- ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación
de la imagen del ser querido” (Ibíd.).
El Sentido Del Sufrimiento
Cuando la persona se enfrenta con una situación inevitable que es
imposible cambiar, por ejemplo, una enfermedad incurable, “precisamente
entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir
el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa
de todo es la actitud que se tome hacia el sufrimiento” (Frankl, 1995, p. 110).
Si el sufrimiento tiene un sentido para la vida de quien lo sufre, su actitud al
cargarlo es distinta a la que se asume si no se le encuentra sentido.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar
dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho
de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede
redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única carga reside en la
actitud que adopte al soportar su carga. Para Frankl, estos “eran los únicos
pensamientos capaces de ayudarnos, de liberarnos de la desesperación, aun
cuando no se vislumbrara ninguna oportunidad de salir con vida.” (Frankl,
1995, p. 79).
Hay circunstancias en las que la persona puede verse privada de la
oportunidad de disfrutar de la vida y de ejecutar su propio trabajo, “pero lo
que nunca podrá desecharse es la inevitabilidad del sufrimiento. Al aceptar el
hecho de sufrir valientemente, la vida tiene hasta el último momento un
sentido y lo conserva hasta el fin” (Frankl, 1995, p. 112).
“El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que
éste conlleva, la forma en que carga su cruz” (Frankl, 1995, p. 70), le permite
enfrentarse al destino con fuerza. “Puede conservar su valor, su dignidad, su
generosidad. O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su
dignidad humana y ser poco más que un animal” (p. 71).
15
La Singularidad Personal
Según Pascual (2002), el hombre sabe y es consciente de su irrepetible
singularidad. Para Frankl, cada hombre debe ser consciente de que su actuar
ante determinadas circunstancias es solo de dominio propio, “mi situación es
rabiosamente mía, intransferible, totalmente distinta de la de cualquier otro
hombre, incluso de quien haya vivido una existencia parecida a la propia. La
singularidad es una nota característica de toda existencia humana”. (Frankl,
2001, p. 31)
El típico comentario con el que se tiende a justificar el actuar personal
“Si tú estuvieses en mi lugar harías exactamente lo que yo hago” no tiene
validez. Cualquiera que estuviese en su lugar actuaría según la propia forma
de ver las cosas y no según la del otro. Frankl (1995) afirma que “ningún
hombre ni ningún destino pueden compararse a otro hombre o a otro destino”
(p. 79). “Sólo es posible una comparación, la más radical y profunda de cada
hombre, la de mi ser actual confrontado con el ‘deber-ser’ ideal” (Pascual,
2003, p. 46). Por eso el hombre siente la necesidad de la realización personal,
de un llegar a ser plenamente persona, para realizar así el sentido propio de su
existencia.
El Sufrimiento de la Vida Sin Sentido.
Para el médico vienés “cada época tiene sus neurosis y cada tiempo
necesita su psicoterapia. En realidad, hoy no nos enfrentamos ya, como en los
tiempos de Freud, con una frustración sexual, sino con una frustración
existencial” (Frankl, 1986, p. 9). El paciente típico de hoy no sufre tanto bajo
un complejo de inferioridad, como fuera en los tiempos de Adler, sino bajo un
insondable complejo de falta de sentido, que se acompaña de un sentimiento
de vacío, al que Frankl denominó “vacío existencial” (Ibíd.).
El vacío existencial es la neurosis masiva de la época actual, la cual
“puede descubrirse como una forma privada y personal de nihilismo” (Frankl,
1995, p. 124), entendido éste como la aseveración de que “el ser carece de
significación” (Ibíd.). El “vacío existencial”, constituye el desafío actual para
la psicología y la psiquiatría, dado que cada vez más pacientes se quejan de un
sentimiento de vacío y sinsentido existencial. Contrariamente a lo que sucede
con el animal, los instintos no le indican al hombre de hoy lo que debe hacer,
y contrariamente a lo que sucedía en otros tiempos, las tradiciones tampoco le
indican lo que debería hacer. Por ello el hombre de hoy se encuentra
16
enfrentado a tener que pensar en lo que quiere hacer siendo la mayoría de las
veces una aspiración desconocida. No estamos adiestrados para pensar en lo
que se quiere hacer. Por ello a veces se hace lo que las otras personas hacen
(conformismo) o se hace lo que las otras personas desean que haga hagamos
(totalitarismo). (Frankl, 1987; 1995).
Por ello sostiene Frankl (1987) que las personas se enfrentan en la
actualidad a “un vacío existencial y que este se manifiesta sobre todo en el
aburrimiento (...), aburrimiento incluso ante el sexo de Freud y ante el poder
de Adler” (p. 14). Frankl cita a Alexander Pfänder, quien escribe “vivimos en
una época de pérdida de fe en los valores que es, en consecuencia, una época
de desesperación y de creencia en el absurdo de la vida”. (Pfänder, 1973.
Citado en Frankl, 1995, p. 14).
En esta situación, cuando el paciente se ve invadido por estos
sentimientos de vacío existencial, el sinsentido, aparece como posible solución
la Logoterapia, donde se postula que la vida siempre tiene un sentido Si bien,
no se le puede demostrar al paciente cuál es ese sentido, se le puede conducir a
que lo encuentre. (Frankl, 1987).
El vacío existencial, la falta de sentido que Frankl llamó neurosis
noógena, es la nueva fuente de malestar para las cuales la psicoterapia clásica
no tiene respuesta.
Más allá de la caída de las tradiciones, la vida conserva un sentido para
cada uno de los individuos, y, más aún, lo conserva, hasta el último respiro.
(Frankl, 2000b) “En realidad, ni el sufrimiento ni la culpa ni la muerte -toda
esta tríada trágica- puede privar a la vida de su auténtico sentido” (Frankl,
1994c, p. 156).
Frankl (1995) diferencia “varias formas de neurosis y descubre el
origen de algunas de ellas” (p. 8), así plantea que la neurosis Noógena es “la
incapacidad del paciente para encontrar significación y sentido de
responsabilidad en la propia existencia” (Ibíd). (Las cursivas son mías).
La logoterapia considera que su cometido es ayudar al paciente a
encontrar el sentido de su vida. “La función del logoterapeuta consiste en
ampliar y ensanchar el campo visual del paciente de forma que sea consciente
y visible para él todo el espectro de las significaciones y los principios”
(Frankl, 1995, p. 109) que rigen su existencia. Este modelo terapéutico no
17
impone al paciente ningún juicio, pues en la realidad “la verdad se impone por
sí misma sin intervención de ningún tipo” (Ibíd.). Es responsabilidad del
paciente “decidir si debe interpretar su tarea vital siendo responsable ante la
sociedad o ante su propia conciencia (p. 108).
Frankl plantea que:
El paciente ha de enfrentarse con el sentido de su propia vida para, a
continuación, rectificar la orientación de su conducta en tal sentido.
(...) [Dado que] “el neurótico trata de eludir el cabal conocimiento de
su cometido en la vida, y el hacerle sabedor de esta tarea y despertarle
a una concienciación plena puede ayudar mucho a su capacidad para
sobreponerse a su neurosis (Frankl, 1995, p. 98). (Las cursivas son
mías).
Bazzi y Fizzoti han señalado:
La logoterapia específica –a diferencia de la no específica– no se funda
sobre una técnica claramente establecida, y por tanto (...) tiene que ser,
por así decirlo, ‘improvisada’ en cada caso en relación con la
`’situación’ del cliente. Se trata, en otros términos, de decir ‘la palabra
justa en el momento justo’ y en esto consiste ante todo la habilidad del
logoterapeuta (Bazzi y Fizzoti, 1989, p. 115).
La Logoterapia como técnica
Frankl (1995) plantea que a través de la interpretación psicodinámica no
es posible tranquilizar al paciente que sufre de un temor realista como es el
temor a la muerte. Tampoco el conocimiento filosófico puede curar un temor
neurótico. Ahora bien, la Logoterapia ha creado una técnica para casos como
éstos. . “Para entender lo que sucede cuando se utiliza esta técnica, tomemos
como punto de partida una condición que suele darse en los individuos
neuróticos, a saber: la ansiedad anticipatoria” (p. 118). Lo característico de
este temor es producir, justamente, lo que teme el paciente. Por ejemplo, quien
teme ruborizarse al entrar a un salón con mucha gente, sin duda se ruborizará
en esa situación. Dice Frankl, en este sentido podría extrapolarse el dicho: “el
deseo es el padre del pensamiento” y afirmar que “el miedo es la madre del
suceso” (Ibíd.). (Las cursivas son mías).
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Frankl (1995) afirma que: “por irónico que parezca, de la misma forma
que el miedo hace que suceda lo que uno teme, una intención obligada hace
imposible lo que uno desea a la fuerza” (p. 118). Esta intención excesiva o
“hiperintención” se puede observar en especial en los casos de neurosis
sexuales. Por otra parte, la atención excesiva o “hiperreflexión”, como es
denominada en Logoterapia, puede ser asimismo patógena.
La Intención Paradójica
La técnica de la Logoterapia, denominada “intención paradójica” se
basa en una dualidad: “por una parte el miedo hace que se produzca lo que se
teme y, por otra, la hiperintención, estorba lo que se desea” (Frankl, 1995, p.
119). Por medio de esta técnica, el paciente fóbico es invitado a que trate de
hacer eso que teme aunque sea sólo por un momento.
La intención paradójica es útil en el tratamiento de cuadros obsesivos,
compulsivos y fóbicos, especialmente en los casos en que subyace la ansiedad
anticipatoria, siendo efectiva cualquiera sea la etiología del caso que se trate.
Apoyado en su vasta experiencia clínica, Frankl reparó en que muchos de sus
clientes vivenciaban esta ansiedad al momento de pensar en las reacciones que
les iban a sobrevenir (por ejemplo, tartamudeo en público.)
Frankl (1995), plantea que se destaca que en este procedimiento se
“debe hacer uso de la capacidad específicamente humana para el
desprendimiento de uno mismo” (p. 120). Se trata de la capacidad de
autodistanciamiento, inherente al sentido del humor, por la cual el hombre
puede distanciarse no sólo del mundo, sino también de sí mismo.
De acuerdo con Frankl (1995), un componente esencial para lograr la
recuperación del paciente, es el sentido del humor. Sirlopú (2001) manifiesta
que el “talante festivo, aparentemente fútil o extraño al ‘encuadre’ terapéutico,
es invocado por Frankl en la medida que sólo un paciente con ánimo dispuesto
a reírse de sí mismo, va a poder lograr el distanciamiento necesario entre él y
su síntoma” (p. 9).
Frankl (1995) enfatiza que la intención paradójica no solo es eficaz en
los casos monosintomáticos, destaca que esta técnica ha sido utilizada por sus
compañeros del Hospital Policlínico de Viena logrando curar incluso neurosis
de carácter obsesivo-compulsivo en grados altos y pertinaces.
19
La intención paradójica igualmente puede aplicarse en casos de
trastornos del sueño. Por ejemplo, en un caso de insomnio, Frankl (1995)
enfatiza que: “el temor al insomnio da por resultado una hiperintención de
quedarse dormido que, a su vez, incapacita al paciente para conseguirlo” p.
122). En esos casos, Frankl aconseja al paciente que “no intente dormir, sino
por el contrario que haga lo opuesto, es decir, permanecer despierto cuanto sea
posible”. La hiperintención o atención excesiva de quedarse dormido, “nacida
de la ansiedad anticipatoria por no conseguirlo, debe reemplazarse por la
intención paradójica de no quedarse dormido, que pronto se verá seguida por
el sueño”.
La Derreflexión
Sirlopú (2001, p. 8) plantea que el objetivo de esta técnica “es activar la
capacidad de autotrascendencia del ser humano, conduciéndolo a la búsqueda
de un sentido hacia algo o alguien, distinto de sí mismo”. Esta técnica ha
mostrado ser muy útil “en problemas relacionados con el deglutir, hablar,
escribir, pensar y dormir. Su efectividad se asienta en hacerle ver al paciente
que su problema puede ser contrarrestado si vuelca su atención hacia un tema
u objetivo distinto del que lo aqueja”. Ilustra bien esta técnica el modo en que
los pacientes con insomnio enfrentan su problema: “después de la primera
noche que pasan en vela, quedan excesivamente sensibles y pendientes de la
tarea de dormir, con lo cual bloquean su sueño”. Esta intención forzada o
hiperintención “va a propiciar el efecto contrario que se quiere solucionar, por
lo que el terapeuta debe recomendarle que focalice su mente en otras cosas”.
“La atención excesiva o “hiperreflexión”, como se la denomina en
Logoterapia, puede ser asimismo patógena” (Frankl, 1995, p. 118). La
hiperreflexión patógena necesita, para ser corregida, de una derreflexión. No
pocas veces se ha comprobado que para solucionar un síntoma lo único que se
requiere es disolver la atención focalmente centrada en dicho síntoma. (Frankl,
1986, p. 75)
Pifarré (2010) señala, citando a Frankl, que “La excesiva
autoobservación genera la hiperintención y la hiperreflexión. Ésta puede
contrarrestarse con la técnica (...) llamada derreflexión, en la que los pacientes
en lugar de observarse a sí mismos, tratan de olvidarse de sí mismos, y esto
exige su autoolvido” (p. 3).
La excesiva autoobservación, según Frankl es riesgosa, ya que si el
individuo se encierra en la autorreflexión de sus problemas, fantasías y
20
sentimientos, toma una actitud que violenta la naturaleza social del hombre y
la apertura de éste al mundo y a las personas de su entorno. Frankl considera
que:
aprisionar el “yo” en las estrechas paredes de nuestro claustro interior,
sin dejar que se expanda sin falsos recelos “hacia afuera”, es un riesgo
que facilita el cultivo de una serie de gérmenes patológicos que al
envolver obsesivamente nuestras reflexiones, pueden derivar hacia
determinados trastornos neuróticos y ser focos de infelicidad. Una
personalidad sana y bien constituida desde la perspectiva psicológica, es
para Frankl, aquella que sabe abrir las puertas y ventanas de su
conciencia, hacia la luz y claridad del mundo exterior, dirigiéndose e
interesándose por la gente que le rodea (Pifarré, 2010, pp. 3 y s.).
Frankl enfatiza que “el ser humano no se interesa primariamente por su
estado interno, y a menos que sea neurótico, está volcado hacia las cosas y
hacia sus semejantes”. (Frankl, 1987, p. 51)
Según Pifarré (2010, p. 3): “el bloquear esta natural apertura hacia los
demás, curvándose la voluntad de la persona sobre sí misma y sus propios
sentimientos afectivos, produce una serie de estados anímicos de enfermiza y
obsesionante ‘autoobservación’ y excesiva atención consigo mismos”.
Aplicando la técnica de la “derreflexión” u olvido de sí mismo, “Frankl,
pretende ayudar a aquellos de sus pacientes que han quedado aprisionados y
obturados en estos estados patológicos de monopolizadora autoobservación.”
(Ibíd.).
La Biblioterapia
La biblioterapia es un método cada vez más usado en los tratamientos
terapéuticos, tanto en presencia del terapeuta como los que son realizados a
distancia. Esta técnica consiste en la lectura de libros con fines curativos o
simplemente para llevar una vida más saludable, lo cual se logra a través de la
adquisición de conocimientos y prácticas terapéuticas, mediante la lectura de
bibliografía específica seleccionada y recomendada por el terapeuta, la que
aborde el área dentro de la cual sé podría encontrar el problema. También los
llamados libros de auto-ayuda, que abordan temáticas como el desarrollo de la
autoestima, las relaciones de pareja y el desarrollo personal son aconsejables.
21
Alrededor del año 1977, Frankl inauguró la Feria del Libro de Austria
con una conferencia en la que destacó el libro como recurso terapéutico. En
esa ocasión, como en tantas otras, hizo referencia a varias historias en las que
un libro pudo cambiar el curso de la vida de una persona, haciendo desistir al
lector del suicidio, sintiéndose reconfortado en su lecho de enfermo o
descubriendo respuestas a la pregunta personal del sentido de la propia vida.
Según García es en este contexto que queda formalmente planteada la llamada
biblioterapia”.
Frankl (1984) destaca que la literatura moderna no necesita seguir
siendo un síntoma más de las neurosis masivas de hoy en día. Puede también
contribuir terapéuticamente. “Los escritores que han atravesado el infierno de
la desesperación, que han experimentado la aparente carencia de sentido de la
vida, pueden ofrecer su sufrimiento, como un sacrificio, en el altar del género
humano” (p. 100). Estos textos pueden ayudar al lector que sufra un estado
igual, a superarlo. “Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la
desesperación, ha de evitar al menos inocularle la desesperación”.
"Aplíquese este libro en la parte enferma
del paciente, y la cura puede ser milagrosa".
Leopoldo Marechal (Escritor argentino, 1900/1970)
(Citado en García, 1996)
Efectos que pretende lograr el logoterapeua
a. Ensanchar el campo de visión: APELAR al ser espiritual
Para De Barbieri (2012), cuando el terapeuta se encuentra con una
persona que cree no tener ya más futuro, no le falta el futuro, “sino el
contenido de sentido en el presente o su propia capacidad para encontrarlo” (p.
4). Para ayudarlo a “recuperar su percepción de futuro” señala que es
necesario dirigirlo hacia un sentido concreto y personal del paciente.
De aquí se desprende que la misión del logoterapeuta es ensanchar el
campo de visión. En logoterapia esto se denomina “levantar la lámpara”,
buscando que el paciente pueda ampliar su horizonte de sentido para que él
mismo reconozca las posibilidades con sentido que antes no percibió. (De
Barbieri, 2012).
22
De Barbieri (2012) señala que “o uno se hace cargo de una tarea vital
concreta o renuncia. El logoterapeuta tiene como cometido por un lado,
impedir la resignación de su paciente; y por otro, tratar de hacerle descubrir
tareas con sentido”. (p. 5).
b. Cambio de actitud
En relación con impedir la resignación, “la logoterapia propone un
cambio de actitud que mantenga viva la esperanza de vislumbrar una chispa de
sentido” (De Barbieri 2012, p. 5). Si se cree que ya no se puede hacer nada
más, aún es posible hacer algo: “se puede cambiar la actitud hacia el destino
adverso” (p. 5).
Muchas veces, según De Barbieri, (2012), se conocen personas que
viven en el sinsentido. “Perdieron el sentido de su existencia y tienen que
esperar la aparición de nuevas posibilidades de sentido” (p. 5). Pero ¿cómo se
les acompaña durante esa espera? “Si él pierde la esperanza de encontrar un
nuevo sentido, entonces ya no lo espera y se rinde” (p. 5).
Aparece la noción de esperanza planteada por este psicólogo como la
única forma en que en algunos momentos de la vida ésta se puede soportar,
aludiendo a la idea de que, gracias a ella, aparece una luz en el horizonte. En
suma, hay un sentido que late en el futuro esperando por su realización, un
sentido que llama y pide ser llevado a cabo en la realidad, pues cada individuo
tiene una sola vida y nadie puede sustituirlo en la tarea de vivirla. (De
Barbieri, 2012)
Además, señala la importancia de descartar el aspecto orgánico en las
depresiones y de los cuidados y psico-enseñanza que es necesario promover
por parte de los profesionales de la salud, para que tanto el paciente como sus
familiares, sean capaces de hacer más llevadero y tolerable el sufrimiento
producido por esta enfermedad. El familiar enfermo, a su vez, debe aprender
que para sus parientes es imposible ubicarse en su lugar y que sólo puede
esperar de ellos una muy limitada comprensión. Más allá de esto, el paciente
podría lograr sobrellevar su depresión valientemente por amor a sus
familiares, ya que éstos deben cargar junto con él parte del problema. (De
Barbieri, 2012)
Para ser capaces de sobrellevar estas depresiones de manera valiente,
De Barbieri (2012) formula tres nociones básicas descritas de manera breve:
23
“1. ¡Evitar depresiones agregadas, secundarias!, 2. ¡Distanciarse en lugar de
identificarse!, 3. Saber que el sol existe...” (p. 6)
No es posible evitar incidentes durante fases depresivas "agazapadas",
pero se pueden “evitar las depresiones agregadas secundarias a las
reacciones negativas del paciente a su enfermedad, reacciones que
potencializan la misma” (De Barbieri, pp. 6 y s. Las cursivas son mías). Este
autor pone como ejemplos: “su ‘desesperación por su estado de ánimo
desesperado’, su ‘llorar por su propio llanto’, o su ‘tristeza por su propia
tristeza’” (p. 7).
El ser humano “tiene” cuerpo y alma y todo ello puede enfermar. Tanto su
intelecto como sus sentimientos pueden perturbarse por la enfermedad. Pero lo
que nunca puede enfermar es lo que la persona “es”, es decir, la persona
espiritual. “Por definición algo espiritual se encuentra más allá de salud y
enfermedad, y por lo tanto más allá de la vida y de la muerte” (De Barbieri,
2012, p. 7). Ciertamente, la persona espiritual que “es” necesita expresarse,
para ello el ser humano cuenta con su organismo psicofísico.
“La ayuda para sobrellevar valientemente las fases de depresiones
endógenas apunta a que el enfermo deje de pronunciar sentencias de valores,
que sólo pueden estar equivocadas. Desde la distancia interior ante la
depresión se redunda en ello” (De Barbieri, 3012, p. 7). Para De Barbieri se
trata del “poder esperar bajo espesas nubes de lluvia, y simultáneamente saber
que encima de ellas, totalmente invisible, resplandece el sol” (p. 7). No hay
indicios que hagan pensar que el sol está por encima de las nubes, ni un
pequeño rayo de luz, ningún destello que revele su presencia. Pero se sabe que
el sol está allí “-por encima de las nubes- de la misma manera que el amplio
horizonte de sentido que está presente por encima de toda afección del
enfermo, y brilla a través de su vida” (p. 7).
Con respecto a esto Viktor E. Frankl (1992) escribe:
De este modo, lo capacitaremos al paciente- para que deje pasar su
depresión endógena como una nube que, si bien puede oscurecer el sol,
no por eso ha de hacerle olvidar que el sol continúa existiendo: así
también el paciente endógeno-depresivo tendrá que aferrarse a que su
enfermedad afectiva es capaz ciertamente de oscurecer el sentido y los
valores de la existencia, de modo que no encuentre nada en el mundo ni
en sí mismo que pueda hacer su vida aún digna de vivirse, pero también
24
a que esta ceguera para los valores pasará y también llegará él mismo a
experimentar en sí un destello de lo que Richard Dehmel expresó alguna
vez con aquellas hermosas palabras: “‘Mira, con el dolor del tiempo,
juega la felicidad eterna...’” (p. 106).
REFLEXIONES
Cómo aceptar que la vida tiene sentido a pesar de que la época actual es
una época enmarcada en el sufrimiento, el dolor, el desgaste de los valores y
creencias del mundo contemporáneo, cada día que pasa existe una conciencia
general de que el mundo ha perdido el rumbo, es típico escuchar a las
personas de generaciones anteriores decir que antes las cosas eran mucho
mejores, más tranquilas, es característico escuchar que “todo tiempo pasado
fue mejor” o la idea de que “el mundo se está volviendo cada vez más loco”,
muchas veces la guerra es la única forma de mantener la paz..., declaró el
presidente de EEUU, ¿es que la guerra tiene algún sentido?
Surge la pregunta, ¿Acaso no se aprendió nada de los sucesos
acaecidos tan sólo en el Siglo Veinte?, el cual fue el período donde se vieron
intensificadas las más grandes atrocidades que envolvieron al orbe en dos
conflictos armados de carácter mundial y constantes conflictos de carácter
menor. Dentro de estos conflictos a lo largo de la historia de la humanidad
aparecen personajes, héroes, muchas veces anónimos, que han sido capaces de
engrandecer la raza humana en diversas ocasiones, individuos que han
enfrentado el sufrimiento con dignidad, con valor e hidalguía, que en los
momentos en que todos caen presa de la desolación, de la apatía por sus
semejantes o el dolor, como los sujetos que adoptan la actitud del común de
las personas ante la adversidad, aparecen hombres que son capaces de entregar
una palabra de aliento, un consuelo a quien se encuentra abatido, estando en
las mismas circunstancias.
Viktor Frankl es uno de ellos, es una de esas personas que engrandecen
a la especie humana, traspasando las fronteras del tiempo y de la muerte a
través de su legado. El mismo hombre que le tocó experimentar en carne
propia el infierno de los campos de concentración nazi durante la Segunda
Guerra Mundial, fue capaz de encontrarle un sentido al sufrimiento inevitable
al que le tocó estar expuesto, un sufrimiento impuesto por individuos
pertenecientes a su misma especie, la especie humana. En su vida dejó una
huella imborrable, su paso por los campos de concentración donde le tocó
25
conocer la bestialidad de los guardias y capataces nazis, como también la de
sus propios camaradas de reclusión. Sin embargo, también conoció a los
sujetos anónimos que fueron capaces de engrandecer a la especie humana
aunque hayan sido pocos. Eran los que, expuestos a las mismas circunstancias
que el resto, fueron capaces de mantener su humanidad, de ser responsables
ante sus propios actos a pesar del entorno adverso que les tocó enfrentar.
Dado que cada día podía ser el último de su existencia, Frankl quiso que
esta fuera una existencia significativa, pero no por el simple hecho de
sobrevivir al campo, como muchos de sus camaradas deseaban. Ellos se
preguntaban Si no eran capaces de sobrevivir su estadía en el campo, ¿qué
sentido habría tenido su sufrimiento? En cambio Frankl pensaba que si el
sobrevivir fuera el sentido de esa experiencia, ¿qué sentido tenía toda la
muerte alrededor suyo? El sobrevivir no tenía sentido si el sentido de la vida
dependía de una casualidad, como era sobrevivir o no. Esa era una vida que no
merecía la pena ser vivida. (Frankl, 1995)
Para él, a pesar de lo limitante del contexto y de que quizás el suicidio
era la salida más rápida e indolora al sufrimiento que cada día le tocaba
enfrentar, se propuso a sí mismo no suicidarse, no lanzarse contra las
alambradas, se prometió a sí mismo ser responsable, mientras tuviera una
mínima oportunidad por sobrevivir, de seguir adelante y hacer todo lo posible
por vivir. (Frankl, 1991)
Frankl fue capaz de sobrevivir al Holocausto que le quitó a su familia y
a su esposa, fue capaz de rehacer su vida y de entregar las bases de una
propuesta terapéutica y de vida orientada a la búsqueda de sentido a partir de
la dimensión más humana del ser humano como lo es su espiritualidad, su
esencia y la noción de que somos responsables de nuestro propio destino.
Surge a partir de lo expuesto anteriormente, la necesidad interna de
preguntarse, qué sentido tiene todo lo que está pasando en la actualidad. A la
gran mayoría no le importa en mayor medida lo que sucede en el mundo, ya
nada es capaz de asombrar a las personas, basta una televisión para poder
acceder a las transmisiones en vivo de guerras, de los desastres naturales y
ecológicos, se logra ver el sufrimiento de miles de personas en diferentes
circunstancias, se siguen repitiendo hasta el cansancio los atentados
producidos en los Estados Unidos, o la última guerra en Afganistán con las
imágenes más impactantes de las que se tenga memoria, todo esto desde la
comodidad de un sillón, o a través de la Internet y de los medios de
comunicación, que saturan al hombre actual de información, de banalidades
26
que hacen que los individuos sientan cada vez más el hastío y la falta de
sentido de sus existencias. La mayoría de las personas manifiesta hastío de
tener una vida carente de sentido, de no tener un propósito por el cual estar
vivo, de que nada es capaz de sorprenderlo porque ya ha visto todo.
Sin embargo, la presente monografía aborda los postulados de un
hombre que trató el tema de la falta de sentido de su época hace más de medio
siglo, pero, para sorpresa, los problemas o angustias que afectaban a la
generación post-guerra a escala mundial, se repiten y se han incrementado con
el paso de las décadas. Las guerras continúan, el hambre aumenta, la agresión,
el uso de drogas y la falta de sentido vital va en aumento. Las personas cada
vez tienen menos recursos para afrontar situaciones extremas, ha aumentado la
falta de compañerismo, el individualismo ha surgido con mayor fuerza en una
generación en la que la valoración del desempeño o del culto al físico es lo
que prima, también han subido los índices de depresión y de estrés, producto
de estar insertos en una cultura orientada a la producción. La necesidad de
cumplir los cánones establecidos por la sociedad para ser aceptado se basa en
los prototipos de belleza o de logro económico que la sociedad impone,
existiendo un considerable desmedro del crecimiento y desarrollo personal y
espiritual de las personas. Pero esa falta de sentido no solo afecta al sujeto
común, sino que también al hombre exitoso que cumple con los prototipos
requeridos por la sociedad.
La sociedad del consumo es capaz de satisfacer la mayoría de las
necesidades que en muchos casos ella misma es capaz de crear, sin embargo,
no es capaz de satisfacer la necesidad de darle un sentido a la existencia
humana o también es posible que esté cambiando el sentido que se debe
encontrar. Posiblemente debido a esta falta de sentido y de carencia espiritual,
las personas han empezado a buscar nuevas alternativas para orientar su
existir, así han aparecido con mucha fuerza, los institutos de desarrollo y
crecimiento personal y emocional, las terapias alternativas de medicina
oriental que tienen una visión holística del ser humano.
Frankl, por medio de su pensamiento, puede ser capaz de contagiar de
esperanza a una generación cada vez más desilusionada de la vida carente de
sentido y significado a la vieja usanza. Muchos se preguntan cuál es la forma
de acceder a una vida plena de sentido, como si se tratara de una pócima
mágica que al tomarla hace que estas respuestas sean respondidas. Varias
personas buscan una especie de manual de vida aplicable a todos los
individuos de forma general, sin importar sus características y creencias
27
personales. Nadie, según palabras del propio Frankl, puede decir cuál es el
sentido de la vida de los otros, nadie debe imponer un sentido a su semejante.
El sentido es propio y es responsabilidad de cada uno el cumplirlo de la mejor
forma. No puede comprarse como un producto de consumo más.
Si el hombre no es capaz de superar la falta de sentido, con frecuencia el
sentimiento de que la existencia propia no tiene sentido ni razón de ser, gatilla
la drástica decisión de optar por el suicidio, que es la salida final ante la falta
de sentido de la propia vida. No todos los suicidios se deben a que a las
personas que optan por esta salida les falte un sentido, pero mientras el
hombre tenga una razón de vivir, un sentido como algo que realizar o alguien
a quien amar o proteger, a pesar de que las circunstancias le sean totalmente
adversas o esté ante un sufrimiento inevitable, no llegará a utilizar esta salida.
Frankl (1997) plantea la pregunta que se hace al considerar el suicidio,
“‘¿Por qué no? Nada lo impide...’, pero mientras exista un sentido y el sujeto
se sienta responsable preferirá seguir adelante”. Por eso es tan importante que
la vida de cada una de las personas sea una vida con significación para él. La
noción de responsabilidad personal ante el propio destino propuesta por Frankl
a través de la logoterapia logra potenciar en la persona, el sentimiento de que
cada uno es libre de decidir la actitud que toma para enfrentar las distintas
situaciones que la vida le impone.
La generación actual se denomina a sí misma la generación perdida, una
generación sin sentido ni futuro, una generación que carece de ideales o
modelos a seguir de hombres que son capaces de morir por sus ideales o en la
realización de una tarea, así la falta de sentido de la vida se ve reflejada en el
aburrimiento y en el hastío, la falta de iniciativa ante lo que se considera
inadecuado se ve además reflejado en la indiferencia ante todo. Por lo general
la respuesta común a todas las interrogantes propuestas en este trabajo, si
fuera posible evaluar el compromiso de los jóvenes sería el “no estoy ni ahí”,
no están comprometidos con nada, viven la vida según un eterno presente, sin
importar lo que pase el día de mañana.
Pero ¿hacia dónde va la nueva generación? ¿Cuál es el camino que
eligió? Y si esto es así, es posible que mientras más aumente el sentimiento
globalizante de falta de sentido en el mundo, más rápidamente, el propio
hombre se autoelimine, se haga realidad la profecía de que cada día el hombre
da un paso tras otro hacia su propio autoeliminación. Quizás en un futuro
cercano ya no serán necesarios los campos de concentración para producir
28
exterminios masivos, la vida carecerá de tal forma de sentido, que no
importará si uno está vivo o muerto.
La capacidad intrínseca que poseen todos los seres humanos es la de
estar orientado a la búsqueda de un sentido, y ese sentido es capaz de ayudar a
continuar, es decir, es capaz de orientar la vida del sujeto y además de
ayudarlo a hacer frente a circunstancias adversas. Sin embargo, es necesario
recalcar que la vida no sólo es dolor o malas experiencias, la vida también está
llena de momento gratos, de alegrías que elevan al espíritu humano por
encima de sí mismo, como la realización de una labor de ayuda desinteresada
o la expresión del amor hacia la persona amada, la experiencia de algo
hermoso, como es el arte, la música, o contemplar la naturaleza. Frankl señala
que a lo largo de su reclusión, en cada circunstancia por limitadas que estas
fueran, siempre existían opciones para que los prisioneros realizaran alguna
acción llena de sentido y significado (Frankl, 1995).
A las personas que aún son capaces de comprometerse con alguna
causa, o entregar su esfuerzo, capacidad y trabajo en pro de ayudar a otros, o
de realizar una tarea creativa, la vida seguirá siempre entregándole
oportunidades para generar continuamente experiencias llenas de significado
que ayudarán a la autotrascendencia del ser humano, y las personas que aun no
encuentran ese sentido, es probable que se den cuenta que por algún motivo
siguen vivos, y quizás los espera una misión que cumplir. Si la persona es
capaz de sentir que la vida es para algo y que en ella debe hacerse algo, la
persona será capaz de encontrarle un sentido a ésta.
Las nociones de libertad y responsabilidad son necesarias de destacar,
dado que bajo estos conceptos, la logoterapia entrega una concepción
sumamente interesante para hacer frente a la falta de sentido que experimenta
el hombre, al concebir al hombre como un ser que a pesar de tener un cierto
grado de condicionamiento genético y biológico, es a través de la propia
espiritualidad que se puede hacer libre y responsable de su actuar en cada
situación y en cada momento. El hombre es quien elige como actúa ante una
situación determinada, y a su vez es responsable de su actuar, ante él mismo o
ante la sociedad o, en última instancia, ante Dios.
Para Bretones (1998) en esencia, “la logoterapia no es más que eso:
sentir que la vida es llamada a realizar acciones, no importa cuáles, con
sentido trascendente, en un mundo lleno de preguntas; y que cuando esas
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preguntas no tienen respuesta, es el momento de preguntarse: ¿Vale la pena
vivir?”.
La logoterapia es una apelación a la vida, lo que hace que la vida haya
que verla como una tarea. De ahí la razón de ser de su lema: Sí a la vida a
pesar de todo (Bretones, 1998). La logoterapia es un llamado a agradecer la
vida, a sacar fuerzas del dolor y a sentir que todos los habitantes de este
planeta tienen una tarea que cumplir y un sentido que descubrir.
30
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Programas electrónicos de computación
•Enciclopedia Microsoft® Encarta (2000). Logos (Versión 2000) [Programa de
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