Subido por pablo cristaldo

NEOEXTRACTIVISMO PROGRESISTA - El caso del agronegocio y el avance sobre los bosques nativos

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NEOEXTRACTIVISMO PROGRESISTA
El Caso del Agronegocio y el avance sobre los bosques nativos
*Cristaldo Pablo: [email protected]
Resumen
Desde la época colonial, la explotación y exportación de materias primas en América latina
ha marcado a fuego la idiosincrasia de los hombres y mujeres que la habitan, permitiendo
que se impregne en el imaginario político-empresarial y social la idea de que con los
recursos naturales podremos salvarnos de esa catástrofe que siempre está a la vuelta de la
esquina, obturando los debates que posibilitarían explorar otras formas alternativas de
desarrollarnos como continente y país.
Es así como en sucesivas etapas en las últimas épocas se ha promovido e instalado el
actual modelo, hoy “neoextractivo progresista” impulsado por gobiernos de ideas
desarrollistas o de la nueva izquierda latinoamericana. Este modelo, expuesto en el caso de
estudio, se encuentra hoy en el centro de las discusiones ya sea por sus alcances y
consecuencias en el ámbito económico, como en el de sus impactos socioambientales y la
vinculación con la necesidad de superar el modelo por uno más sustentable en lo
económico, social y ambiental integrando una nueva concepción del desarrollo
latinoamericano con saberes y haceres ancestrales.
Introducción: El modelo neoextractivo actual
En la última década del siglo XX argentina vivió una etapa signada por la avanzada de
políticas de corte neoliberal, a la desregulación económico-fiscal y financiera que significó
menor poder de control del mercado exportador por parte del estado, le siguió un
desmantelamiento del aparato productivo estatal y una tendencia al alza en la concentración
de empresas formando conglomerados; agroexportador, ganadero, alimenticio,
telecomunicaciones, etc. quienes comenzaron a marcar el ritmo del mercado y de la vida
diaria de la política local y la sociedad. (Gómez Lende, 2019)
En cuanto al sector agrícola los hechos más importantes fueron:
A) eliminación por decreto de la junta nacional de granos (P.E.N. Decreto, 1991), lo que
implicó que el estado dejara en manos del mercado cuestiones como las cuotas de
producción, precios mínimos y las vías de comercialización, hecho que produjo que miles de
pequeños productores quedaran en desventaja competitiva ante los nuevos pools de
siembra y tuvieran que vender sus tierras o adaptarse a las nuevas condiciones amortizando
los nuevos costos que ahora se fijaban en mercados extranjeros.
B) la autorización a la soja transgénica y su paquete tecnológico (Resolucion, 1996), con la
entrada de empresas multinacionales como Monsanto Cargill, Syngenta, Nidera y otras,
provocando una verdadera revolución y expansión de los límites de tierras destinadas a la
siembra. Esta expansión profundizó la división social en el sector, al que no tener como
destinatario principal al mercado local (el 90% de la producción se destina a la exportación).
Favoreciendo así al capital transnacional profundamente globalizado tanto en sus
inversiones como en la repartición de ganancias. (Gómez Lende, 2019).
Ya en el siglo XXI se inicia un nuevo periodo caracterizado por una lógica e ideología
progresista estatal (2003 - 2015), una breve experiencia liberal de corte empresarial (2015 2019) y el retorno al progresismo (2019 - actualidad) signado por una profundización de las
practicas neoextractivistas descriptas en “El Nuevo Extractivismo Progresista en América del
Sur” (GUDYNAS E. , 2011) y consolidando así a la argentina y la región en el rol geopolítico
asignado desde la colonización y la división internacional del trabajo, reforzado por el nuevo
consenso de los commodities (SVAMPA M. , 2013).
Esta nueva etapa se caracteriza por el fortalecimiento de los sectores extractivistas aun a
pesar de los cambios políticos de corte progresistas como la imposición de tasas aduaneras
y derechos de exportación, que reforzaron el rol del estado perdido la década anterior,
convirtiéndose en el paradigma del desarrollo actual y evidenciándose en la escalada sin
precedentes de las exportaciones. Las desregulaciones de la década del 90, más los
estímulos mediante políticas públicas al sector en la primera década del nuevo siglo
alentaron un cambio significativo en la agricultura inclinándola a monocultivos de
exportación y convirtiéndola en extractivismo agrícola-forestal fuertemente dependiente
de capitales transnacionales. Lo que significo aceptar la subordinación en el papel
internacional y depender de los flujos de capitales y precios que se deciden en jurisdicciones
y organismos extranjeros, incluso las cuestiones legales (OMC).
Un carácter peculiar de este nuevo extractivismo es la escasa valoración que le asigna a los
impactos socioambientales que genera la actividad y que paradójicamente, al ser estos
gobiernos populistas pretenden atender mediante el mecanismo de las ayudas sociales, sin
cuestionar el origen de estos y abrir el debate hacia las posibles soluciones, este hecho
genera la particularidad de una disociación en las luchas por los derechos humanos
(SVAMPA & VIALE TRAZAR, 2018); mientras se profundiza en materia de delitos de lesa
humanidad y ampliación de derechos como el acceso al matrimonio igualitario, ley de
género y la reciente ley de interrupción voluntaria del embarazo, se registra una escalada en
violaciones y abusos de los derechos de pueblos originarios, sobre todo en lo que respecta
al derecho constitucional a ocupar y decidir sobre los modos de uso de sus territorios
ancestrales, violaciones sistemáticas al derecho a la consulta previa y la participación
ciudadana, criminalización de las protestas y de los protestantes que defienden el derecho a
vivir en un ambiente sano. Todo esto en clara connivencia entre los actores privados,
organismos estatales y fuerzas públicas provinciales y nacionales (Gómez Lende, 2019).
Estas violaciones y criminalización no pueden ser entendidas como solo un síntoma del
extractivismo, sino también como una situación buscada y provocada para lograr un fin en sí
mismo; la de hacerse con recursos hasta ahora fuera del mercado. A tal fin, otra
característica del neoextractivismo progresista es la desterritorialización y fragmentación
territorial, la que provoca intrínsecamente fragmentación y crisis social y ambiental. Este
proceso es el medio por el cual se generan nuevas tierras para destinarlas al uso ganadero
y agrícola-forestal (Gómez Lende, 2020).
Ley 26331 de presupuestos mínimos de protección ambiental de los bosques nativos
Aspectos relevantes (LEY 26.331, 2007).
1. Establece el ordenamiento territorial de los bosques nativos existentes y provee los
criterios para elaborarlo.
2. Establece las categorías de clasificación:
- Categoría I (rojo): sectores de muy alto valor de conservación que no deben
transformarse. Incluirá áreas que, por sus ubicaciones relativas a reservas, su valor
de conectividad, la presencia de valores biológicos sobresalientes y/o la protección
de cuencas que ejercen, ameritan su persistencia como bosque a perpetuidad,
aunque estos sectores puedan ser hábitat de comunidades indígenas y ser objeto de
investigación científica.
- Categoría II (amarillo): sectores de mediano valor de conservación, que pueden
estar degradados pero que a juicio de la autoridad de aplicación jurisdiccional con la
implementación de actividades de restauración pueden tener un valor alto de
conservación y que podrán ser sometidos a los siguientes usos: aprovechamiento
sostenible, turismo, recolección e investigación científica.
- Categoría III (verde): sectores de bajo valor de conservación que pueden
transformarse parcialmente o en su totalidad, aunque dentro de los criterios de la
presente ley.
3. Crea el fondo nacional para el enriquecimiento y la conservación de los bosques
nativos: el objetivo es compensar a las jurisdicciones que conservan los bosques
nativos por los servicios ambientales que estos brindan.
El caso del agronegocio y el avance sobre los bosques nativos
La deforestación, impulsada por la búsqueda de nuevas tierras con destino a la actividad
agrícola (SVAMPA & VIALE TRAZAR, 2018), se ha convertido en un grave problema para la
argentina, la que a pesar de contar con legislación destinada a proteger los bosques nativos
como unidades ecológicas capaces de sostener, no solo a la biodiversidad que las
caracteriza como así también a las comunidades que la habitan y la producción de servicios
ecosistémicos de los que depende gran parte del entramado socioproductivo nacional, sigue
, ya sobre las criticas ultimas áreas de bosques nativos en varias jurisdicciones argentinas,
principalmente en las provincias que integran la ecorregión chaqueña.
El primer relevamiento nacional de bosques nativos encargado por el estado en 1915 había
arrojado una superficie aproximada de 106.888.400has, aproximadamente el 38% de la
superficie territorial del país (ZARRILLI, 2008), años después el Censo Nacional
Agropecuario del año 1937 ofreció el primer antecedente efectivo sobre los bosques en
Argentina: 37.535.308 Has.
Hoy los datos son más precisos y preocupantes. Según el Informe de estado de
implementación de la Ley n° 26331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de
los Bosques Nativos presentado en Julio de 2020 (MAyDS, Informe de estado de
implementación Ley n.° 26331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques
Nativos, 2020), del relevamiento de los OTBN provinciales se desprende la existencia de
53.299.728has de bosques nativos distribuidos de la siguiente manera: 20% en la categoría
rojo (alto valor de conservación), 61% en la categoría amarillo (mediano valor de
conservación) y 19% en la categoría verde (bajo valor de conservación).
Siguiendo con los números: en 2016 solo las regiones del cerrado brasileño, la selva
boliviana de chiquitanos y el gran chaco americano (argentina, Paraguay y Brasil)
representaron el 76% de la deforestación mundial. (Prensa fauba, 2016). El panel
intergubernamental para el cambio climático asignó a la argentina con un 4,3% de la
deforestación mundial (Magrin & Marengo, 2018) y la FAO ubica al país 9° en el ranking
mundial de deforestación (FAO, 2015).
El proyecto “Bosques Nativos y Áreas Protegidas BIRF 4085-AR” derivó en la realización del
primer inventario nacional de bosques nativos de la Argentina presentado en el año 2005
(MAyDS, Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos, 2005). Recientemente, en marzo
de este año se presentó el segundo inventario nacional, con lo que es posible indagar más
precisamente acerca del Monitoreo de la Superficie de Bosque Nativo y cuantificar el avance
de la deforestación a escala nacional, provincial y departamental. De estos informes se
desprenden datos tales como que, entre 1998 y 2016 se deforestaron 6.906.160 hectáreas
de bosques nativos, 73% fue destruida entre 1998 y 2011. En ese lapso el ritmo de
desmontes fue de 383.000 hectáreas anuales en promedio. Lo que los relevamientos
muestran es, de hecho, la duplicación en la velocidad de la tala en Argentina respecto del
período 1987-1998, época en la que se talaron en promedio 180.000 hectáreas al año.
sobre un total de dieciséis provincias relevadas, sólo cinco -Santiago del Estero, Salta,
Chaco, Formosa y San Luis- representaban el 78,35% de la superficie deforestada entre
1998 y 2016, y apenas tres -Santiago del Estero (31,20%), Salta (23,59%) y Chaco
(10,59%)- daban cuenta del 65,38% (4.515.253 hectáreas). Los casos más graves
correspondían a Salta, con más de un millón y medio de hectáreas desmontadas, y Santiago
del Estero, con más de dos millones de hectáreas deforestadas. Asimismo, de los datos
aportados por dichos relevamientos se desprende que la región más afectada fue el Parque
Chaqueño, con más de 5 millones de hectáreas taladas -esto es, alrededor del 80% del
total-. En esa región, la subregión más deforestada fue el Chaco semiárido, y dentro de esta
última, la zona del Chaco salteño, que entre 2004 y 2015 sufrió quizás la transformación
más grande y severa que tuvo desde la prehistoria (MAyDS, Segundo Inventario Nacional
Bosques Nativos, 2021).
El agronegocio
En cuanto a las causas de la deforestación se destaca el agronegocio basado en el modelo
sojero de monocultivo asociado al paquete tecnológico de fertilizantes y pesticidas
sintéticos. Debido a las reformas neoliberales y las políticas de fomento desarrollistas el
sector agropecuario argentino se convirtió en uno de los más desregulados del mundo, la
eliminación de barreras arancelarias y de organismos de control permitió que el 90% de la
producción se direccionara a la exportación, el resultado fue una fuerte concentración y
extranjerización de tierras, capital, el fin de la rotación ganadero-agrícola y el ingreso del
capital financiero.
Este patrón de acumulación se caracterizó por la desposesión de territorio en manos de
otros cultivos (avena, cebada, alpiste, mijo, lino, trigo, girasol) y la ganadería de pastoreo en
una primera etapa, en la década del 90, para, en una segunda (2000-actualidad)
concentrarse en tierras antes consideradas improductivas o de bajo valor como el monte y
los bosques nativos. Así mientras, en los mismos periodos se registraban récords de
desmonte, también, se registraban récords de tierras en manos del monocultivo (la llamada
frontera agrícola) sobre todo, soja. Según cifras oficiales (Minagri, 2016), entre 1989/1990 y
2015/2016, la superficie sojera pasó de 5.073.000 a 20.602.542 hectáreas y su producción
granaria trepó de 10.671.100 a 58.800.498 t, de lo cual se desprende que ambas
aumentaron 306,1% y 451%, respectivamente (Gómez Lende, 2019).
Biocombustibles, una práctica insustentable de la agricultura
“El principal objetivo de la agricultura moderna pareciera ser ya no la provisión de alimentos
sino la producción de biomasa.” (PENGUE, 2012). Uno de los más controversiales usos que
se le ha dado a la agricultura, ha sido la producción de energía a partir de cultivos (etanol de
la caña de azúcar o maíz, biodiesel a partir de soja). Y esto es así porque, desde el punto de
vista de la biología y la física, sustentar la producción de energía desde la repetición de la
lógica extractiva, esto es, tomar masa y energía de un sistema finito, sin devolver nada, es
ineficaz e ineficiente… simplemente insustentable.
A esta nueva faceta del desarrollo productivo se la presenta como otra de las oportunidades
para superar desafíos presentes a nivel nacional, regional y global tales como el desarrollo
rural, la auto-suficiencia energética o el cambio climático, pero principalmente como
generadora de divisas. Con lo que es impulsada desde los distintos gobiernos mediante la
promoción y el fomento sin reparar en las consecuencias que la actividad genera en el
ambiente y la sociedad.
Entre los factores externos que influyen en el desarrollo del sector de biocombustibles se
encuentra la unión europea que desde 2003 alienta la promoción de biocombustibles para el
sector transporte, como medio para garantizar la reducción de gases de efecto invernadero
en el marco de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, logrando un
enorme eco internacional. la creciente demanda global de 'energías limpias' proporciona una
oportunidad única para explorar nuevas fuentes de energía entre las cuales se destacan los
biocombustibles líquidos. Un conjunto de políticas de apoyo al sector da origen a un
mercado global de biocombustibles el cual no existiría sino fuere por estas políticas de
impulso implementada por los gobiernos y abrazadas por el sector productivo (FULQUET,
2015).
Las consecuencias
Como resultado de este proceso la agricultura extensiva se convirtió en el principal sector
exportador del país, dejando tras sus pasos un tendal extenso de consecuencias
socioambientales, económicas y sanitarias: Poblaciones desplazadas, pérdida de empleos,
endeudamiento de productores y disminución de explotaciones agrarias debido a la
concentración de cotos en pocas manos, tierras empobrecidas y contaminadas por el uso de
agrotóxicos, empeoramiento de los índices de incidencias de enfermedades respiratorias,
digestivas, cutáneas, endócrinas, neurológicas, reproductivas y oncológicas
en las
poblaciones rurales, aguas contaminadas, aumento de las inundaciones por pérdida de
cobertura vegetal absorbente, sequías por disminución de la capacidad de retención del
suelo y aumento de la evaporación (Gómez Lende, 2019).
Y un capítulo aparte merecen las violaciones de derechos políticos y sociales a pueblos
originarios y campesinos debido a la usurpación violenta de tierras, arrinconamiento,
expulsión, persecución, criminalización y hasta el asesinato de agricultores, campesinos y
pobladores originarios para conseguir tierras, que en su inmensa mayoría son desmontadas,
para reconvertirlas al agronegocio.
El cambio climático
La región y argentina en particular no es una gran emisora de gases de efecto invernadero,
pero sí pertenecemos a una de las regiones que más está siendo afectada por sus
consecuencias, en este panorama la deforestación y el agronegocio no hacen más que
intensificar esos efectos. Lo paradigmático es que el sector agro-ganadero y forestal tienen
el potencial de compensar y hasta revertir los problemas que justamente causan.
Estas consecuencias van desde una menor disponibilidad de agua, aumento de
inundaciones y sequías, reducción de rendimiento de la agricultura en zonas de baja latitud,
pérdida de biodiversidad en áreas tropicales y semiáridas, afectación a las actividades de
sustento de las comunidades; turismo, pesca, etc. (HERRÀN, 2012).
Si bien las emisiones de GEI no superan el 0.6% a nivel global (Muntean, 2018), las
características geográficas, económicas y sociales de la argentina la hacen particularmente
susceptible a las consecuencias del cambio climático (CEPAL, 2015). Resulta imperativo
implementar procesos de adaptación y mitigación al mismo tiempo que se instrumenten
nuevos procesos productivos que tengan interiorizados la protección de los activos
naturales, a la población más vulnerable y en lo posible, sería ideal que incluya beneficios
tanto para el ambiente, de la mano de la agricultura regenerativa o la agroecología, la
reforestación y la reducción de agentes contaminantes (fertilizantes, pesticidas), y para la
población, como mejorar la salud, protección social, eficiencia energética, aumento de
espacios verdes que favorezcan la biodiversidad, etc. Junto con un mejor diseño de
políticas que incentiven conductas, producción y consumo ambientalmente deseables y
desalienten las indeseables. En esta dirección, la sustentabilidad súper-fuerte u otras
alternativas en la misma vía eco-bio-céntrica (GUDYNAS E. , 2010), resultan menos
vulnerables y más apropiados para afrontar los choques climáticos y permitirán afrontar con
mayor eficacia los procesos de adaptación y mitigación al cambio climático.
En este punto puede percibirse que el rol del estado, al intervenir en el sector mediante la
captación y redistribución de la renta exportadora, es cooptado por la lógica neoextractivista
progresista al atar su suerte mediante el sustento de la política social redistributiva al éxito
del agronegocio, éxito que según académicos y activistas latinoamericanos y europeos
convocados por la Fundación Heinrich Böll (Usi, 2014), donde se discutió el retorno de los
países de América Latina al modelo de explotación y exportación de materias primas como
motor de desarrollo, Calificaron como una trampa. Porque las reglas del neoextractivismo
solo reproduce y acrecienta los problemas, aun a costa de la aparente solución temporal
que brindan sus beneficios económicos. La socióloga argentina Maristella Svampa la llama
el Consenso de los Commodities. Y otros autores suelen hablar de las trampas de la
modernidad al vincularlo con las salidas fáciles a problemas sin cuestionar los verdaderos
orígenes de estos.
El último relevamiento elaborado por el ministerio de ambiente (MAYDS, 2020) da cuenta
de ello y entre las Consecuencias de la deforestación cuentan: pérdida de biodiversidad y
servicios ecosistémicos, pérdidas de suelos productivos, Cambios en los ciclos hidrológicos
e inundaciones, pérdida de capacidad de fijar carbono, pérdida de empleo rural y reducción
de recursos para la sociedad, cambios en la estructura agraria y pérdida de población por la
deforestación.
Dentro de este panorama se realizaron diversos estudios que denuncian las consecuencias
de una débil implementación, control y fiscalización de la ley de bosques por parte de las
distintas jurisdicciones y es, por demás, llamativo la correlación entre los incumplimientos y
el porcentaje de protección de bosques en la categoría rojo del OTBN (MAyDS, Informe de
estado de implementación Ley n.° 26331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental
de los Bosques Nativos, 2020)
Conclusiones
A la luz de los últimos años, donde hemos presenciado un aumento alarmante de incendios
forestales, sumados al aumento de las sequias tanto en intensidad como en frecuencia, y la
fragmentación de los ecosistemas viéndose imposibilitados de recuperarse adecuadamente,
es evidente que la deforestación es un gran desafío tanto para la política como para la
sociedad en su conjunto.
En cuanto al principal problema del modelo neoextractivista de corte agroforestal, ha
quedado demostrado en las líneas precedentes que la deforestación causada por el
agronegocio necesita ser dimensionada y abordada desde diferentes aristas en su
tratamiento. La implementación de la ley de bosques es un gran instrumento que necesita
de perfeccionamiento, pero mientras eso suceda, lo importante es avanzar hacia una
implementación más extensiva y articulada haciendo eje en el rol de control y fiscalización
que le confiere al estado nacional.
Con respecto al fondo nacional para el enriquecimiento y la conservación de los bosques
nativos, es un instrumento hasta el momento desaprovechado en su potencial de regulador
y potenciador de las acciones de conservación, debido a la escasa asignación
presupuestaria hasta el momento (FUNDACION VIDA SILVESTRE, 2020), lo que permite
justificar las escasas fuerzas locales tendientes a fortalecer los controles o que se desvíen
esos fondos hacia los titulares de las tierras en donde continúan los desmontes. Puede
inferirse que la cuna en donde nació el instrumento está vinculada a la episteme del
desarrollo sostenible débil, y en algún momento, en un futuro no muy lejano, debería
pensarse en ajustes que lo hagan superar/elevar esa categoría, hacia un desarrollo
sostenible super fuerte, en donde los fondos se direccionen hacia los verdaderos defensores
de esos territorios y su biodiversidad, sus pobladores originarios, mediante el
reconocimiento legal y legítimo de sus bienes comunales, el fomento y sostenimiento de sus
formas de vidas y la reparación histórica por los daños causados en nombre del progreso.
El cuanto al agronegocio como motor de la deforestación y empobrecimiento de las tierras
es necesario resaltar el rol del estado (LANGBEHN L. , 2017). Es gracias a que éste dispuso
la estructura legal necesaria que se avanzó en tal sentido con la fuerza y velocidad que
sucedió. Y es entonces desde el estado que es necesario desarmar esa estructura para
rearticularla en beneficio de una nueva/vieja agricultura basada en el respeto y en equilibrio
con el entorno y las reglas naturales, que permita recuperar el ejido rural y permita y hasta
incentive la recuperación de la biodiversidad al tiempo que se recuperan saberes y haceres
perdidos u olvidados en simultaneo con alimentos y relaciones saludables.
Alternativas
se percibe entonces que entramos en una crisis sistémica, civilizatoria, por los amplios
mecanismos que están involucrados, epistemológicos, éticos, sociales, políticos, ecológicos
y ambientales, los que afectan tanto a las esferas individuales, grupales, sociales, naturales,
en fin, a la biosfera en su totalidad. Y se impone la necesidad de explorar alternativas.
Recorreremos aquí algunas aproximaciones a esas alternativas que en este momento están
recuperándose y reconstruyéndose alrededor de los andes, la amazonia, el gran chaco y los
grandes ríos como columna vertebral e identitaria.
Buen vivir Sumak kawsay
Con los movimientos en torno al resurgimiento de la identidad y autonomía de las naciones
originarias del Abya Yala, el Buen Vivir no plantea una visión homogeneizadora, carente de
conflictos. Pero en su Genesis, no se exacerban los conflictos como sucede con las visiones
del liberalismo económico, basados en la competencia y acumulación de los individuos
actuando egoístamente.
Lo que interesa aquí es que bajo algunos saberes ancestrales no existe una idea análoga a
la de desarrollo. No existe la concepción de un proceso lineal de la vida que establezca un
estado anterior y posterior, de subdesarrollo y desarrollo; por la que deben transitar las
personas para la consecución del bienestar, como ocurre en el mundo occidental. Tampoco
existen conceptos de riqueza y pobreza determinados por la acumulación y la carencia de
bienes materiales. es preciso comprender la diversidad de elementos a los que están
condicionadas las acciones humanas que propician el Buen Vivir, como son el conocimiento,
los códigos de conducta ética y espiritual en la relación con el entorno, los valores humanos,
la visión de futuro, entre otros. Desde esa perspectiva, el desarrollo convencional es visto
como una imposición cultural del saber occidental, por lo tanto, colonial. Las reacciones
contra la colonialidad implican un distanciamiento del desarrollismo. La tarea por tanto es
descolonizadora y despatriarcalizadora. Se requiere un proceso de descolonización
intelectual para descolonizar la economía, la política, la sociedad. El Buen Vivir, en
definitiva, plantea una cosmovisión diferente a la occidental al surgir de raíces comunitarias
no capitalistas. Rompe con las lógicas antropocéntricas en tanto civilización dominante y
también de los socialismos, que deberán repensarse desde posturas sociobiocentricas y que
no se resolverán simplemente cambiando de apellidos ya que tanto unos como otros se
disputan el desarrollo y el progreso (DELGADO RAMOS G. C., 2014).
Metabolismo Social
La acumulación de capital amenaza cada vez más no sólo la preservación de los bienes
comunes, sino la vida misma en sus diversas expresiones; al menos tal y como la
conocemos. Por ello, dar cuenta de las contradicciones, los conflictos, discursos y
respuestas sociales como formas alternativas de apropiación y de construcción es central,
pues permiten visualizar múltiples caminos y nociones de buena vida dentro de las fronteras
ecológicas del planeta (resiliencia). Ello, metabólicamente hablando implica patrones de
consumo de energía y materiales eficientes y ahorradores a diversas escalas espaciales y
temporales. Gestionar las mejores condiciones de vida materiales para ésta y las futuras
generaciones, siempre, haciendo uso racional de los recursos y desde una noción
biocéntrica.
Atender seriamente la pobreza, la problemática ambiental y climática implica de mínima
hacer un alto a la acumulación creciente de capital, e iniciar una redistribución socialmente
más justa de la misma. Al mismo tiempo, se requiere un replanteo enserio del desarrollo y
sus finalidades, de cómo se concibe; para quiénes; a qué costo y bajo qué patrones de
consumo, desde qué concepción cultural y con qué perspectiva espacio–temporal. Las
propuestas al respecto se nutren de múltiples fuentes. Desde posiciones de
conservacionismo, enlentecimiento o estabilización del crecimiento, ecodesarrollo,
postdesarrollo, decrecimiento, prosperidad sin crecimiento económico, ecosocialismo, entre
otros.
Este profundo rompimiento epistemológico de las ideas dominantes busca un cambio en el
sistema de producción y reproducción de la humanidad que requiere, de entrada, la
producción del espacio–territorial en términos de prácticas, respuestas, procesos de
organización, planeación y ordenamiento desde la base social.
El proceso de transición hacia un nuevo Estado, comprometido con la construcción de
condiciones para el bien común de la vida misma, sugiere pasar por el reconocimiento
operativo de procesos autonómicos multiculturales, de reapropiación de la identidad
territorial de los pueblos, de revaloración de la memoria histórica socioambiental de la
propiedad y la gestión colectiva de los bienes comunes y los bienes públicos. Precisa, el
replanteo de las relaciones de poder, cuestión que lleva a toda una nueva institucionalidad y
normatividad para el bien común de la humanidad que debe tomar cuerpo en estructuras
horizontales, libres al máximo de burocracias, con cuotas reales de poder popular; todo en
un contexto de verdadera igualdad de género y de respeto a los derechos colectivos y
humanos.
Requiere de la reconstitución de la producción — local y nacional—, avocada a la
producción de valores de uso vitales y para el consumo interno, cada vez más de tipo local y
regional, alejada de la producción de valores nocivos y superfluos, minimizando al máximo
la exportación, típicamente extractivas y de enclave. Priorizar la soberanía energética y
alimentaria y la cobertura total de servicios básicos, incluyendo la salud, la ciencia y las
tecnologías que no contradicen el bien común de la vida en su totalidad, que busca
modalidades productivas y establece criterios para el uso racional de los recursos; que exige
condiciones ambientales óptimas y que respeta y hace respetar estrictamente las fronteras
ecológicas; que aboga por la disminución del metabolismo social a partir de hacer prohibitivo
todo derroche de energía y materiales, aumentar la vida de los productos, e incrementar el
reciclaje y reúso de los materiales, entre otras medidas propias de un decrecimiento
biofísico de la economía.
Necesitamos pasar de sociedades desigualmente despilfarradoras a sociedades
genéricamente ahorradoras; de ser sociedades socialmente desiguales a ser cada vez más
justas; de ser sociedades reactivas a sociedades preventivas y en armonía con su entorno
natural y del cual somos parte. Tales iniciativas Han de ser fruto, más bien, de la
construcción social y autónoma de condiciones económicas, políticas, sociales y culturales
aptas para que cada pueblo encauce sus propias nociones de desarrollo, siempre y cuando
tales nociones estén en armonía con el entorno natural y, por tanto, atiendan los límites
ambientales del planeta Tierra, por ejemplo, transitando hacia actividades menos rentables
en términos económicos pero deseables en términos de satisfacción de necesidades
sociales.
Por ende, se considera que la construcción del bien común de la humanidad sólo puede
esperarse desde los pueblos y de la alianza de pueblos y, en su caso, de los gobiernos que
genuina y modestamente estén dispuestos a acompañar como un actor más (aunque
importante) dicha apuesta por un futuro mejor y pacífico para todos (DELGADO RAMOS G.
C., 2014).
Agenda Política plurinacional y pluricultural
Adaptado del capítulo: la agenda política de las mujeres indígenas de México
(Castañeda Salgado & Mendoza, 2014)
La agenda política se configura como el instrumento social y políticamente deseable para
llevar la tarea de la transición del actual modelo político-social hacia los modelos
alternativos. con la pretensión de ofrecer elementos generales que permitan llevar a cabo
procesos particulares en cada jurisdicción, de tal forma que las sociedades de cada una de
ellas la retomen y trabajen de acuerdo con sus necesidades y problemas específicos. El
punto en común es la transformación del Estado, en el reconocimiento de un cuarto nivel de
gobierno que garantice y resuelva los problemas heredados hace 500 años.
Los principales ejes a trabajar para lograr el buen vivir y un metabolismo social adecuado:
1. Derechos culturales: Hay aquí una amplia gama de acciones, desde la identidad
étnica, el acceso a los medios de comunicación, la educación y el apego a la
normatividad internacional en materia de derechos de los pueblos indígenas. el
derecho a ser diferentes, rechazar las políticas que buscan homogeneizar a una
nación integrada por muchas naciones no reconocidas en la práctica.
2. Derecho al territorio y recursos naturales: armonizar las leyes locales, estatales y
nacionales de acuerdo con los instrumentos internacionales sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas firmados por el Estado.
3. Derechos políticos: otorgar participación en todos los niveles de gobierno, creando el
cuarto nivel de gobierno, el comunitario. Esta propuesta se complementa con el
reconocimiento del territorio indígena en su conjunto a través de una circunscripción
electoral no definida por los partidos políticos sino por la asamblea de los diversos
pueblos indígenas que conviven en el territorio. Esta circunscripción apuntaría a
generar las condiciones para que los pueblos indígenas cuenten con representantes
en el Congreso, colocando en la agenda política las demandas de éstos y
convocando al equilibrio de poderes. Ello evitaría su uso partidario.
4. Derechos económicos y sociales: impulsar formas de desarrollo diferentes a la
occidental, propiciar un desarrollo armónico con la cultura propia de cada pueblo.
Para resolver la profunda crisis alimentaria que se experimenta en las poblaciones
originarias, íntimamente asociada con el agronegocio, la cual ha dejado a miles de
familias que dependían de la pequeña producción de subsistencia, sin llegar a
obtener ni siquiera esos mínimos productivos. recuperar la alimentación indígena, lo
que supone, a la vez, garantizar el abasto y acceso al agua, priorizar los apoyos al
campo y demandar que mujeres y hombres indígenas, de todas las edades, vivan
con condiciones de seguridad en cualquier asentamiento que ocupen.
Por último, institucionalizar el cumplimiento de los derechos laborales establecidos
en el convenio 169 de la OIT. Estos procesos nos enseñan que hay otras formas de
economía, las cuales no sólo están orientadas a sobrevivir, sino demuestran que se
puede vivir de otra manera: no destructiva, no consumista, no cosificadora de las
personas, no individualista y no depredadora ni de la Naturaleza ni de otros seres.
5. Derecho a la salud, derechos sexuales y reproductivos, y derecho a una vida libre de
violencia. Reconocer que existe violencia estructural en el caso de culturas no
occidentales. A partir de retomar la integralidad de esta propuesta, cuando se habla
del derecho a ser diferentes, a tener cada nación integrante del estado su propia
economía y formas de organización, también se reivindican las propias formas de
curar, de salud y de relación con los otros. A partir del equilibrio, de caminar
conjuntamente, de tener lo necesario para vivir, se genera menos conflicto en las
relaciones interpersonales, familiares, en la comunidad, lo que hace contrapeso a
toda la violencia vivida que surge de las desigualdades en todos los niveles y ejes
que se han expuesto (DELGADO RAMOS G. C., 2014).
Tal vez en la síntesis entre el buen vivir, el metabolismo social y la agenda política como
instrumento transformador se pueda encontrar un sinfín de alternativas para superar al
agronegocio y su expresión más devastadora, el ecocidio, y se logre iniciar el camino
reconciliatorio y regenerativo que nos debemos como sociedad y le debemos a la madre
tierra.
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