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Problemática general mundial del Agua potable

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Problemática general mundial del Agua potable
Podríamos decir que la Tierra es un planeta azul, pues está cubierta con un manto de agua que abarca
el 71% de su superficie. Este elemento impone su presencia, no solo por su cantidad, sino también por sus
particularísimas propiedades químicas y físicas que la hacen diferente a cualquier otra sustancia del planeta y
esencial para sostener la vida. Todos los procesos metabólicos de la especie humana ocurren en un medio
acuoso, un “mar interior” que ocupa cerca de un 70% de su organismo. Algo, más o menos similar, sucede con
el resto de las especies, aunque algunas son “casi agua”, como las medusas, con un 95% de agua en su
organismo.
También sus propiedades le permiten regular buena parte de los procesos metabólicos a gran escala,
es decir aquellos que mantienen funcionando a la biosfera, la delgada capa superficial del planeta donde se
desarrolla la vida.
La abundancia de agua resulta engañosa, pues en realidad el agua dulce que los humanos necesitamos
para vivir es una cantidad ínfima del total, ya que la mayoría es salada o inaccesible
Aproximadamente el 2.5% del total de agua es agua dulce y el resto es salada. De esa agua dulce, buena parte
está congelada en los polos o se encuentra en forma inaccesible en las profundidades del suelo.
Como podemos apreciar nuestras fuentes son los cuerpos de agua superficiales (ríos, lagos, arroyos) y
los cuerpos de agua subterráneos que son conocidos como acuíferos. Estos reservorios reciben el agua de
lluvia que se infiltra por el suelo a mayor o menor velocidad según la permeabilidad de este, y detiene su
descenso a las profundidades cuando encuentra un estrato de suelo poco permeable. Entonces, se acumula
por encima de ese estrato y comienza a moverse horizontalmente de manera muy lenta en el sentido de la
pendiente del terreno y desagua en ríos o mares. Un acuífero es un terreno rocoso permeable que permite la
circulación y el almacenamiento de agua subterránea. El agua subterránea puede acumularse, dependiendo
de las características del terreno, entre dos capas de rocas impermeables, conocidas como acuitardos. En ese
caso, la capa de agua subterránea superior estará en contacto directo con la zona no saturada del suelo y a
presión atmosférica. Se la denomina acuífero libre. El depósito de agua subterránea inferior, comprendido
entre dos acuitardos o capas impermeables recibe el nombre de acuífero confinado. En este acuífero el agua
estará sometida a una presión mayor que la atmosférica.
Las perforaciones o pozos para extraer agua subterránea constituyen uno de los modos de descarga de
los acuíferos. Estas perforaciones pueden tener diferente profundidad y llegar hasta el acuífero libre o el
confinado. En este último caso reciben el nombre de pozos artesianos. Por otro lado, el agua subterránea
puede aflorar espontáneamente en fuentes o manantiales, por ejemplo en la cabecera o inicio de los
primeros afluentes de una cuenca hidrográfica.
Las capas de suelo que atraviesa el agua actúan como filtros que retienen las impurezas que pueda
arrastrar desde la superficie y la convierten en agua de gran pureza, excepto las de la napa freática. Este es un
cuerpo de agua muy cercano a la superficie y, por lo tanto, está más expuesto a la contaminación.
En la Argentina existen dos acuíferos de enorme importancia. Uno de ellos es el Puelche y el otro el Guaraní. El
Puelche ocupa una superficie de 230.000 kilómetros cuadrados y, es tal su tamaño, que tendría capacidad
para abastecer a la población mundial con aproximadamente ¡7 litros de agua por persona durante 70 años!
Se extiende desde la mitad de la provincia de Santa Fe, este de Córdoba y noreste de Buenos Aires hasta la
Bahía de Samborombón. Está entre los 15 y 120 metros de profundidad, según el sitio de la llanura en que se
ubique. Por su extensión, su fácil acceso mediante perforaciones, sus caudales y la calidad química de sus
aguas se ha convertido en el recurso hídrico subterráneo más explotado en el país, principalmente para
consumo humano.
Los usos del agua y sus conflictos asociados
Le hemos dado al agua una multitud de usos. A través de la irrigación, nos ha permitido expandir las
fronteras agrícolas a zonas áridas y aumentar nuestra producción de alimentos; abastece a nuestros hogares,
comercios e industrias, nos proporciona rutas de navegación y energía eléctrica, es fuente de esparcimiento y
también el reservorio final de muchos de nuestros desechos.
A todos estos usos los podemos clasificar en dos grandes grupos:
 Usos consuntivos: son aquellos en los que el agua es extraída de los cursos de agua y llevada hasta
asentamientos humanos, zonas de riego, cabañas ganaderas, industrias, etc., y no retorna a las fuentes de
obtención del recurso, o lo hace en menor cantidad o con su calidad inicial alterada. En la figura 4.4
podemos ver cómo se reparte, por sectores, en el mundo este tipo de uso.
Según el grado de desarrollo de cada país, los usos pueden variar notablemente. Mientras que en países
desarrollados, como Alemania, el consumo industrial puede alcanzar el 86% de toda el agua consumida, en
países pobres, como la India, la agricultura emplea el 92% del agua. Sin embargo, si se calcula por habitante,
los países de altos ingresos utilizan más agua para fines agrícolas que los de ingresos bajos.
En Argentina la distribución es la siguiente:
Agricultura: 75%.-----Industria: 9%.-------Domésticos y comerciales: 16%.
 Usos no consuntivos: son aquellos que no compiten con otros usos del recurso, ya que el agua no sufre
alteraciones muy significativas en sus condiciones de calidad inicial. Es la que se emplea generalmente en
el transporte fluvial, la recreación y la pesca comercial.
A medida que las poblaciones se expanden y las demandas de agua crecen, la competencia entre los
distintos usos se va intensificando, y con ella, también los conflictos entre los usuarios del agua. Por ejemplo,
de acuerdo con el World Watch Institute, los planificadores chinos han calculado que el agua utilizada en la
industria genera un valor económico sesenta veces superior que la utilizada en la agricultura. Así, la agricultura
se está viendo obligada a ceder agua en favor de usos más redituables y poniendo en riesgo, como veremos, la
producción de alimentos. Lo cierto es que los diversos usos que les hemos dado a los diferentes cuerpos de
agua están produciendo su degradación por diferentes motivos.
Problemática de la contaminación y la escasez de agua
El agua dulce se está convirtiendo en uno de los problemas más críticos de los recursos naturales que
enfrenta la humanidad y se agrava porque la población mundial se está multiplicando rápidamente, lo que
implica una gran y exigente demanda que no logrará ser lo suficientemente satisfecha por la cantidad de agua
dulce existente y el uso inadecuado que se está haciendo de ella.
En un número creciente de lugares en los países menos desarrollados de Suramérica, entre ellos Colombia,
por la necesidad y falta de planificación, los habitantes están tomando el agua de fuentes, ríos y lagos mucho
más rápido de lo que demora en renovarse, extrayendo de forma insostenible lo que una vez fue un recurso
renovable. Se genera así un conflicto, cuyo origen radica, en términos generales y relativos, en “la poca
conciencia sobre el tema” en relación con el oro azul, como se denomina al agua. Esta situación provoca en
muchas regiones graves perjuicios, tanto en relación con el mantenimiento de su volumen y su calidad, como
con su distribución equitativa.
El crecimiento demográfico también lleva a que varios países, en pocos años, pasen a la categoría de países
con escasez de agua; además, la demanda de agua dulce para el desarrollo industrial, la creciente agricultura
con regadío, la urbanización masiva y los niveles de vida más altos crearán la crisis del agua si no se interviene
a tiempo.
También contribuye a esta crisis la creciente contaminación de los recursos hídricos; en algunos países, los
lagos y ríos se han transformado en receptáculos de una inmensa variedad abominable de desechos, aguas
negras domésticas, efluentes industriales tóxicos y sustancias químicas de actividades agrícolas, lixiviadas
hacia las aguas de superficie y freáticas.
Hoy en día, 31 países habitados por menos de 8% de la población mundial tienen déficit crónico de agua dulce,
y para el año 2025 se prevé que 48 países enfrentarán ese déficit, que afectará a más de 2.800 millones de
habitantes, 35% de la población mundial proyectada. Entre los países que probablemente se verán afectados
por la escasez del agua en los próximos 25 años se incluyen Etiopía, India, Kenya, Nigeria y Perú. Actualmente
tienen déficit hídrico España, México, Chile, Argentina, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Australia, China e
India.
Cada vez es mayor la brecha entre las necesidades a satisfacer y los recursos hídricos aptos para
atenderlas. El crecimiento demográfico y económico y la falta de criterios para su uso sostenible han
ocasionado su escasez. Si consideramos que para el año 2025 se prevé que la demanda de agua imprescindible
para la vida será 56% superior al suministro, es probable que se intensifiquen los conflictos ya existentes por
los recursos compartidos, que son muchos: el 40% de la población mundial vive en cuencas fluviales
compartidas por más de un país. Así ha habido disputas entre Egipto, Sudán y Etiopía por la explotación del
Nilo; el río Éufrates es motivo de litigio entre Turquía, Siria e Irak; India y Bangladesh disputan por el Ganges e
Israel y Palestina por el río Jordán. También hacia el interior de los países existen problemas, como el de la
Amazonía brasileña, donde los indígenas luchan contra la represa en el río Xingú, o entre provincias
argentinas, como ha ocurrido con el río Atuel, entre Mendoza y La Pampa. A estos enfrentamientos entre
pueblos y naciones hay que sumar las violentas protestas que han tenido lugar por la privatización del
abastecimiento del agua en ciudades como Cochabamba (Bolivia), Soweto (Sudáfrica) o Yakarta (Indonesia) y
todo parece indicar que no serán las únicas. Estos conflictos, no solo revelan la escasez del agua sino que se
esconden diferentes posturas respecto de lo que ella significa. Para algunos es simplemente una mercancía
sujeta a los movimientos especulativos del mercado y, ante la escasez que se avecina, las empresas se han
lanzado a comprar todo aquel manantial de calidad del que tengan noticia a precios superiores en algunos
casos al del petróleo. El negocio del agua se está convirtiendo en uno de los más rentables y menos regulados
del mundo. Se calcula que en 15 años unas pocas empresas tendrán el control monopólico de casi el 75% de
este recurso vital.
Incluso se discute hasta qué punto los Estados nacionales tienen soberanía sobre sus recursos hídricos.
Entre los que impulsan la privatización de los servicios del agua aparecen el Banco Mundial, un grupo de
corporaciones internacionales, conocidas como los “barones del agua” y la Organización Mundial de
Comercio. En América Latina, particularmente en nuestro país, la entrega a empresas privadas en concesión
de los servicios sanitarios resultó desastrosa. Muchas abandonaron a los pocos años la concesión sin cumplir
con las obras pactadas e incluso entregaron agua de menor calidad que la exigida.
El agua es un bien común universal y los servicios esenciales de agua son un derecho humano
inalienable, que no deberían transformarse en mercancía. Por eso, la disponibilidad de agua envasada como
alternativa al agua potable municipal no puede ser una solución, pues quienes más problemas de acceso
tienen son los pobres del mundo que no pueden pagarla.
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