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Mitos de la creación de dinero en la Escuela Austríaca

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MITOS DE LA
CREACIÓN
DE DINERO EN LA
ESCUELA
AUSTRÍACA
Sara de Mingo Fernández
Reconocimiento
CC BY
Índice
-Resumen de la primera parte.
-Resumen de la segunda parte.
PRIMERA PARTE
- Introducción.
- Cuándo sí se crea dinero de la nada.
- Cuándo no se crea dinero de la nada.
- Respecto a la doble disponibilidad.
- La importancia de que los sustitutos monetarios
sean perfectos.
- Lo que ocurre en la actualidad.
- El proceso de expansión crediticia como tradicionalmente se explica.
- El proceso de expansión crediticia como realmente es.
- El caso de los depósitos a plazo.
- Los límites del multiplicador bancario.
- Los errores del profesor Huerta de Soto.
SEGUNDA PARTE
- Los errores del profesor Juan Ramón Rallo.
- La compensación de deuda.
- La emisión de títulos privados.
- El ahorro del prestamista.
- ¿Banca libre con reserva fraccionaria?
- El Patrón Oro.
- Bibliografía y referencias.
- Agradecimientos.
Resumen de la primera parte
-El delito de apropiación indebida sobre los depósitos a
la vista (y los posteriores préstamos concedidos) no genera
ninguna creación de medios de pago de la nada, aunque
el profesor Huerta de Soto afirme lo contrario. Tan solo
origina una redistribución del dinero existente.
-Si los banqueros simplemente entregaran a los
prestatarios el dinero procedente de los depósitos a la
vista (sin emitir medios fiduciarios), no se produciría
ninguna creación de medios de pago de la nada
(únicamente el dinero cambiaría de manos). El problema es
que los banqueros no prestan los propios depósitos que
reciben, sino que crean los depósitos que prestan.
-Todos los asientos contables y depósitos que crean los
bancos no son dinero ni son masa monetaria por sí
mismos. No tendrían ningún efecto en la economía si no
fuera por las tarjetas bancarias, los cheques, los pagarés,
y demás instrumentos de pago que posibilitan las
transferencias y el uso del saldo virtual. Gracias a estos
instrumentos de pago, todo ese saldo virtual (que por sí
mismo no es nada) puede convertirse en dinero (sustitutos
monetarios).
-Los sustitutos monetarios solo son tal cosa cuando
efectivamente son vistos como dinero. Si un banco emite
un certificado de depósito que no es admitido como medio
de pago (por ejemplo, por ser un certificado de depósito
nominativo que por lo tanto no pueda ser canjeado por
cualquier portador) ya no es un sustituto monetario.
-También un banquero puede crear medios de pago de la
nada a partir de los depósitos a plazo de sus clientes (y
no solo a partir de los depósitos a la vista, como defiende el
profesor Huerta de Soto), si es que emite sustitutos
monetarios perfectos. Por ejemplo, si antiguamente una
persona realizaba un depósito a plazo, y recibía del
banquero un certificado de depósito en el que se
especificaba que el portador podía retirar su oro en un
año, nada le impedía a esa persona utilizar el certificado
de depósito como medio de pago en cualquier tienda, justo
después de salir del banco. Y un año después, quien tuviera
ese certificado podría canjearlo por el oro depositado. Al
igual que en el caso de los depósitos a la vista, el prestatario
recibe el oro del depositante mientras que éste dispone
de un certificado que –en este caso durante un año- puede
utilizar como si fuera el oro propiamente depositado.
-Pero no sólo antiguamente los banqueros podían crear
medios de pago de la nada al prestar el dinero
procedente de los depósitos a plazo, sino que actualmente
también lo hacen. Si una persona deposita 100 euros
durante un año (depósito a plazo), y el banquero mantiene
un coeficiente de caja del 1%; puede emitir deuda por valor
de 10000 euros, manteniendo los 100 euros en caja. El
depositante no podrá recuperar los 100 euros hasta que
transcurra un año; pero el prestatario dispondrá de
9900 euros en forma de sustitutos monetarios (dinero
virtual asociado a su cuenta bancaria) que podrá utilizar
cuando quiera.
-Con un coeficiente de caja legal del 1% (como el actual),
por cada 100 euros que un banco recibe en efectivo,
puede emitir hasta 10000. Si el banco conserva en caja los
100 euros que recibe, y emite 10000 en forma de sustitutos
monetarios (100 para el depositante y 9900 para el
prestatario), está manteniendo el coeficiente de caja del 1%.
-Da igual lo que el depositante considere subjetivamente. Si
el depositante X es el único del banco, no podrá recuperar su
dinero en efectivo por muy convencido que esté de que lo
tiene allí, y de que puede retirarlo a la vista. Solo si dispone
de una tarjeta bancaria (o de cualquier otro tipo de
instrumento de pago) podrá utilizar su dinero al mismo
tiempo que lo tiene el prestatario.
-Los depositantes siempre renuncian a su dinero
mientras lo mantienen en el banco, ya que podrían ir a
retirarlo en cualquier momento y hacer que éste
quebrase. El banco, siempre y cuando no emita sustitutos
monetarios que los depositantes puedan utilizar en lugar de
su propio dinero, depende plenamente del ahorro (o
renuncia al consumo, según la definición del profesor Huerta
de Soto) de sus depositantes.
-Cada segundo que un depositante mantiene su dinero en el
banco está renunciando a la disponibilidad inmediata del
mismo —ya que podría ir a sacarlo si quisiera—, y por lo
tanto lo está ahorrando voluntariamente. Si los bancos no
emitieran sustitutos monetarios, precisarían de la
renuncia o ahorro por parte de sus depositantes para no
quebrar.
-Si los bancos operaran con un sistema de reserva
fraccionaria en el que no hubiera emisión de medios
fiduciarios —y los banqueros sólo prestaran el dinero
real—, se verían obligados a mantener un coeficiente de
reservas mucho más alto, pues muchos de sus clientes
irían a retirar su dinero al no disponer de sustitutos
monetarios.
-Cuando los bancos privados no emiten sustitutos
monetarios, es un error hablar de creación de dinero de
la nada. Ni es creación (porque no emiten ningún tipo de
medio de pago, sólo redistribuyen los ya existentes), ni es de
dinero (en tal caso sería de sustitutos monetarios, porque
dinero —como tal— jamás crean los bancos), ni es de la
nada (porque el dinero depositado a la vista se ahorra hasta
el mismo momento en que se emplea para el consumo).
-Si un banquero recibe un depósito a la vista y lo presta
sin emitir sustitutos monetarios (entregando, por
ejemplo, un certificado de depósito o un papel que nadie
admita como medio de pago), no hay creación de medios
de pago pese a los apuntes contables que se hayan
realizado durante el proceso.
-El Forum Filatélico entregaba sellos a cambio de recibir un
dinero del que la empresa se apropiaba indebidamente.
Puesto que los sellos no servían como medios de pago en
ningún sitio, no existía ningún tipo de creación de dinero
pese al delito de apropiación indebida. Tampoco Ponzi
ni Baldomera Larra –antecesora del mismo- crearon
ningún dinero de la nada con sus estafas piramidales.
-Los fondos de inversión no crean dinero de la nada porque
los recibos o papeles informativos que entregan a sus
clientes no se utilizan como sustitutos monetarios. Si los
bancos tampoco los emitieran, su funcionamiento sería
idéntico al de todas las empresas que invierten el dinero
de sus clientes sin crear dinero de la nada, aún
manteniendo un coeficiente de reserva fraccionaria
sobre el dinero que almacenan a la vista.
-Los fondos de inversión, aunque oficialmente vendan
participaciones a los clientes, operan como si estuvieran
recibiendo préstamos a la vista; pues reciben la
disponibilidad de un dinero que los clientes pueden retirar
—asumiendo las pérdidas y las ganancias— cuando quieran.
Si (según Huerta de Soto) cualquier contrato que simule un
depósito a la vista es en realidad un depósito a la vista
independientemente de los elementos que tenga o del
nombre que se le dé, entonces también podemos decir que
cualquier contrato que simule un préstamo a la vista es
en realidad un préstamo a la vista, independientemente
de los elementos que tenga o del nombre que se le dé.
-Es esencial empezar a distinguir entre préstamos y
depósitos (independientemente de que sean a plazo o la
vista), y a aceptar siempre la motivación de cada contrato.
-Ludwig von Mises diferenciaba entre crédito mercancía y
crédito circulatorio. Si se para uno a ver las diferencias entre
ambos tipos, se da cuenta de que en el crédito mercancía
no hay emisión de sustitutos monetarios (se presta el
mismo dinero que ya existe), mientras que en el crédito
circulatorio sí la hay (se presta un dinero creado ex novo).
Por algún motivo a la Teoría del Ciclo se le llama “Teoría
Austríaca del Ciclo Económico o del Crédito
Circulatorio”.
-Banca libre con Reserva Fraccionaria sí, pero aceptando
siempre la motivación de cada contrato; y sin emisión de
sustitutos monetarios que no tengan respaldo en billetes
en efectivo (también limitados físicamente), o en oro.
Resumen de la segunda parte
-Según la definición de Mises, un crédito consiste en un
intercambio de bienes presentes por bienes futuros. Los
bienes presentes son aquellos que tenemos hoy, utilizamos
hoy, recibimos hoy, etc; y los bienes futuros son aquellos que
tendremos mañana, utilizaremos mañana, recibiremos
mañana, etc.
-Según el profesor Rallo, en cambio, un crédito
simplemente consiste en una promesa de pago. El crédito
lo otorga quien entrega bienes presentes (por ejemplo, una
persona que vende un coche) a cambio de recibir bienes
futuros (por ejemplo, un pagaré). Para él, los bienes futuros
son deudas que serán saldadas en el futuro. Pero, en
realidad, ni los pagarés ni las promesas de pago son
bienes futuros si el vendedor las recibe como medio de
pago en el presente.
-El vendedor del coche no da crédito, porque en ningún
momento entrega sus bienes presentes (el coche) a cambio
de bienes futuros (de un dinero que recibirá en el futuro).
Entrega bienes presentes (el coche) a cambio de obtener
un pagaré o un ingreso bancario en el mismo momento de
la venta, lo cual convierte a esos sustitutos monetarios en
bienes presentes también. Para que el pago sea a crédito,
la persona que lo realiza tiene que dejar a deber el
importe de la compra.
-El comprador del coche ya no debe el dinero al vendedor,
sino al banco donde éste descontará el pagaré que recibió
como medio de pago. Y al banco, obviamente, le da igual
entregar el dinero al vendedor (que descuenta el pagaré), o
entregárselo desde el principio a la persona que quería
comprar el coche. Al final, el resultado es el mismo en ambos
casos: La función del banco es adelantar un dinero que el
comprador del coche, ejerciendo de prestatario, tiene que
aportar en el futuro. Emitir un pagaré es, en resumidas
cuentas, como pedir un préstamo al banco.
-El hecho de que el vendedor del coche (que recibió un
denominado pago a crédito al vender dicho artículo) sea
ahora el acreedor del banco –ya que el banco le debe el
importe del pagaré-, no significa que el vendedor le haya
dado o le esté dando ningún tipo de crédito al banco; tal y
como afirma el profesor Rallo. La persona que da crédito
al banco es, siempre, la que lleva su dinero hasta allí con
la intención de prestárselo al banquero (o al menos lo
sería en caso de no recibir sustitutos monetarios) a cambio
de un interés.
-La persona que vende el coche no está renunciando a
ningún bien, porque inmediatamente después puede ir al
banco para cobrar el pagaré, y utilizar el dinero para
comprar otro bien que reemplace al anterior. Solo actúa de
prestamista aquel que temporalmente renuncia a sus
bienes, y por lo tanto también al importe de los mismos.
-No es lo mismo hacer una promesa de pago verbal (por
ejemplo, te compro esto hoy y te lo pago en un mes) que
entregar una promesa de pago (por ejemplo, te compro
esto hoy y te doy a cambio este pagaré). En el primer caso
hay un pago a crédito, en el segundo caso hay un pago al
contado.
-Ludwig
von
Mises
distinguía
entre crédito
circulatorio y crédito mercancía. Definía el crédito
mercancía como aquel que impone un sacrificio a aquella
parte que cumple su obligación antes de que lo haga la otra;
y el crédito circulatorio como aquel en el que el beneficio de
una parte no está equilibrado por el sacrificio de la otra.
-Si los bancos operaran con crédito mercancía, y no con
crédito circulatorio —tal y como ocurre—, no existiría
creación de medios de pago de la nada, ni se produciría
nunca una doble disponibilidad, aunque prestaran los
depósitos a la vista de sus clientes. Si los bancos prestaran
el dinero de los depositantes sin entregarles a su vez
sustitutos monetarios perfectos habría crédito
mercancía, en lugar de crédito circulatorio.
-El profesor Rallo afirma que la deuda de un banco se
compensa con la deuda de otro banco, de tal forma que
prácticamente toda la deuda que existe entre bancos puede
cancelarse. El problema es que la deuda que se destruye —
ya sea por compensación o porque se cancela al ser
pagada— vuelve a emitirse inmediatamente de nuevo,
mediante la concesión de nuevos préstamos. Con un
coeficiente de caja del 10%, continuamente (y si es que la
demanda de crédito es siempre la misma, cosa que en la
realidad no sucede) habrá en circulación 1000 euros en
forma de sustitutos monetarios por cada 100 en efectivo
que originalmente existan.
-La deuda se destruye cuando los prestatarios van
devolviendo el importe de los créditos, y posteriormente ese
dinero —si ha sido entregado en efectivo— se utiliza para
canjear los sustitutos monetarios que otras personas
presentan. Del mismo modo que la deuda se expande cuando
los bancos prestan el dinero de los depositantes, se contrae
cuando los prestatarios devuelven los créditos y los
depositantes canjean los sustitutos monetarios por su dinero
en efectivo. El proceso de contracción crediticia es
exactamente el mismo que el de expansión crediticia,
pero a la inversa, tal y como explica el profesor Huerta
de Soto.
-En todo crédito, el que tiene que ahorrar es el
prestamista, al entregar sus bienes presentes. Sin
embargo, el profesor Rallo dice lo siguiente: “Se crean medios
de pago a cambio de nuestra promesa de que en un mes le
pagaremos al banco 1.000 onzas de oro”. Según él, pareciera
ser que el que tiene que ahorrar es el prestatario, al devolver
los bienes futuros. Pero es que el prestatario, por
descontado, siempre tiene que devolver los bienes que se
le prestan. Si se quiere entender esto como un ahorro —al
implicar un esfuerzo y sacrificio por su parte—, pues bueno.
Pero esto no exime al prestamista de tener que ahorrar él.
-En un crédito con ahorro, el prestamista no debería
recibir ningún ingreso (sustitutos monetarios) al dejar
su dinero en el banco. Sólo así renunciaría realmente a su
dinero porque, si quisiera sacarlo, tendrían que entregarle el
dinero de otro prestamista y, en conjunto, todos ellos
tendrían que estar renunciando a la disponibilidad
inmediata de tanto dinero como el banco hubiese
prestado.
-El ahorro se mide en base al dinero originalmente
existente que los prestamistas renuncian a utilizar mientras
lo tienen los prestatarios, no en base a todo el conjunto de
dinero creado de la nada que se renuncia a utilizar, tal y
como pretende el profesor Rallo. Bajo su criterio,
cualquier persona que rellene un pagaré y posteriormente lo
guarde en un cajón de su habitación lo estará ahorrando. Y
exagerando aún más, cualquier persona que vaya al banco a
pedir un préstamo y a medio camino lo reconsidere, estará
ahorrando también.
-Si se crean 200 euros de la nada y no se utilizan, eso no
supone ningún ahorro; al igual que el hecho de que se
utilicen y posteriormente se repongan. Sólo una vez que ya
se han repuesto puede empezar a hablarse de ahorro.
-Si una persona produce un ordenador tiene derecho a
comprar un televisor; no 10. Si un banco tiene 100 euros
depositados y emite 1000 euros en forma de sustitutos
monetarios es, en la práctica, como si estuviera dando a sus
clientes la oportunidad de comprar 1000 ordenadores,
cuando solo se han producido 100. Esa emisión de nuevo
dinero sin respaldo de nuevos bienes, originará una subida
de precios en los 100 ordenadores que ya existían; y cuando
los prestatarios tengan que devolver los créditos, no lo harán
fabricando
900
ordenadores (tal
y
como
correspondería), sino vendiendo —también a un precio muy
alto— los 100 ordenadores que ya existían más los pocos
que consigan fabricar.
-Si a partir de ese momento hay 300 ordenadores (los 100
del principio, más 200 que se han fabricado) y el banco
vuelve a prestar los mismos 1000 euros de antes -que ya
fueron devueltos-, estará dando nuevamente la
oportunidad de comprar 1000 ordenadores, cuando
solo existen 300. Volverán a subir los precios igual que
antes, pero un poco menos al haber mayor respaldo de
bienes.
-El hecho de que cada vez existan más bienes en el mercado
no implica que todo el dinero que se presta una y otra vez
(pues en cuanto se devuelve se presta de nuevo, habiendo
siempre más o menos la misma cantidad) esté basado en un
ahorro real. Para que el ahorro sea real, los prestatarios
tienen que fabricar tantos bienes como dinero crean los
bancos.
-Al final, la única forma de saber con total certeza que los
préstamos están basados en un ahorro real, es prestando lo
que previamente ya se ha producido y se está
renunciando a consumir en ese momento.
-Si hay 100 ordenadores y se prestan los 100 (o se presta su
valor monetario) en lugar de 1000, estos mantienen su
precio original. La diferencia con el caso anterior es
que ahora los prestatarios no tienen que devolver 1000
ordenadores (o el valor monetario de los mismos), sino
solo 100, que son los mismos que reciben prestados. Al
ser una cantidad mucho más módica y realista, podrán
devolver fácilmente los préstamos e incluso fabricar más
ordenadores; iniciándose así un proceso de deflación (donde
los bienes tenderán a costar cada vez menos) que, según el
profesor Huerta de Soto, es el escenario de crecimiento
económico más sano que cabe concebir.
-Según el profesor Rallo, en cambio, en una economía
sana (y sin descalce de plazos) primero los prestatarios
consumen por valor de 1000, y luego producen por valor
de 1000, devolviendo así los préstamos. “Se crean medios de
pago a cambio de nuestra promesa de que en un mes le
pagaremos al banco 1.000 onzas de oro”. Pero, si
arbitrariamente vamos a dar por hecho que los 1000 bienes
que los prestatarios pretenden adquirir ya se han
producido (y que además los prestamistas están
renunciando a ellos), demos mejor por hecho que se han
producido 10000 millones, y entreguemos préstamos
por ese valor.
-Lo único que se consigue cuando se intenta forzar la
maquinaria de la producción (mediante la introducción de
crédito en el mercado) es un aumento de los precios y la
distorsión de las etapas del proceso productivo; pues los
trabajadores dejan de producir nuevos bienes y se
trasladan al sector de las ventas, que es donde se obtienen
mayores beneficios. Los nuevos bienes tardan en llegar al
mercado más tiempo de lo que lo hace el nuevo dinero con el
que pueden ser comprados. La creación de dinero nunca ha
garantizado un aumento de la producción, solo un aumento
del consumo.
-En resumidas cuentas: La emisión de sustitutos monetarios
sin respaldo genera la ilusión ficticia de que los
depositantes y los prestatarios pueden disponer de los
mismos bienes a la vez (de que se pueden comprar 1000
ordenadores, cuando solo existen 100). Se producirá una
doble disponibilidad en las compras que, al no poder
materializarse en la adquisición de bienes reales, originará
una subida de precio de los que ya existan.
-A los banqueros no les importa si los prestamistas
renuncian a los 100 ordenadores (o al valor monetario de
los mismos); solo quieren que utilicen los sustitutos
monetarios de los que disponen –es decir, que paguen
siempre mediante transferencias, cheques, etc-, para que
así no vayan a retirar su dinero en efectivo. La retirada
simultánea de todo el dinero representa, en definitiva, el
descubrimiento de que solo existen 100 ordenadores —
o 100 euros con los que comprar 100 ordenadores—; y de
que sin embargo el banco ha emitido sustitutos
monetarios con los que comprar 1000.
Introducción:
Durante los últimos meses me he dado cuenta de que
nadie ha explicado debidamente cómo funciona el proceso
de creación de dinero de la nada por parte de los bancos.
Algunos autores, como Jesús Huerta de Soto, ofrecen una
descripción bastante detallada, pero que termina siendo
confusa al mezclar ideas. En este texto intentaré explicar de
forma muy sencilla cómo se crea el dinero de la nada, para
que pueda entenderlo cualquier persona sin necesidad de
tener conocimientos previos; y expondré algunos errores
que cometen diversos teóricos de la Escuela Austríaca.
Según el profesor Huerta de Soto, se crea dinero de la
nada con el simple hecho de que los banqueros se
apropien indebidamente del dinero que sus clientes
depositan a la vista, y se lo presten a otras personas o lo
inviertan en sus negocios particulares. En realidad, si los
banqueros se limitaran a hacer esto no estarían creando
ningún dinero de la nada, sino tan solo redistribuyendo el
dinero ya existente. Para que efectivamente se cree dinero
de la nada es necesario que los banqueros lo falsifiquen, y
pongan así en circulación más dinero del que realmente
existe. Pero vamos a explicar esto con detalle, y a ver cuáles
son los posibles procedimientos que pueden seguir los
banqueros cuando una persona deposita dinero en sus
bancos.
Para empezar, hay que tener en cuenta que los depósitos
que reciben los banqueros pueden ser depósitos a plazo o
depósitos a la vista. Un depósito a la vista es aquel en el que
el depositante (o persona que lleva el dinero al banco) sabe
que podrá retirar su dinero en el momento que quiera. Un
depósito a la plazo es aquel en el que el depositante acuerda
con el banquero una fecha de retirada, sabiendo que no
podrá sacar su dinero hasta ese momento, salvo que esté
1
dispuesto a pagar una penalización.
Cuando una persona lleva su dinero a un banco y lo
deposita a la vista (sabiendo que de este modo podrá
retirarlo cuando quiera), el banquero puede hacer dos cosas
completamente diferentes, de las cuáles depende que se cree
o no se cree dinero de la nada.
-El banquero, tras abrir una cuenta al depositante —o
bien tras ingresar el dinero de éste en la cuenta que ya
tuviera—, puede entregarle algún tipo de instrumento
que le permita realizar pagos en cualquier sitio (por
ejemplo, una tarjeta o un talonario asociado a la cuenta). Si, a
su vez, el banquero presta los billetes del depositante, estará
multiplicando la cantidad de medios de pago existentes.
-El banquero, tras abrir una cuenta al depositante —o
bien tras ingresar el dinero de éste en la cuenta que ya
tuviera—, puede entregarle una libreta o un recibo que no
pueda utilizar como medio de pago en las tiendas. El
depositante, con este recibo, puede ir al banco y retirar su
dinero en cualquier momento (al tratarse de un depósito a la
vista), pero no puede efectuar pagos ni emitir transferencias,
porque para eso necesitaría una tarjeta bancaria o un
talonario. Si el banquero, en este caso, presta los billetes del
depositante, no estará creando ningún medio de pago de la
nada, pues simplemente estará trasladando el dinero de un
lugar a otro.
Repetimos: si el banquero únicamente entrega al
depositante una libreta, pero no la asocia a ningún tipo de
tarjeta bancaria o a otros instrumentos con los que el
depositante pueda efectuar pagos desde cualquier sitio
(de la misma manera que si llevara su propio dinero); o
si simplemente no existen ordenadores con los que se
puedan realizar pagos y transferir el saldo virtual de unas
cuentas a otras, entonces no se crea ningún dinero de la
nada.
2
Tanto en el primer escenario como en el segundo, el
depositante tiene garantizada la disponibilidad inmediata de
su dinero en efectivo en cuanto vaya al banco a retirarlo;
sólo que en el primer caso también podrá efectuar pagos
(mediante tarjeta bancaria, extendiendo un cheque, etc)
sin necesidad de sacar previamente su dinero del banco,
y en el segundo caso el depositante tendrá que ir a retirar el
dinero antes de poder utilizarlo.
Aunque pueda parecer que los dos casos son idénticos,
porque en ambos el depositante mantiene —en teoría— la
disponibilidad inmediata de su dinero en efectivo, en
realidad son muy diferentes, por lo que vamos a ver más
detenidamente cada uno de ellos.
3
Cuándo sí se crea dinero de la nada:
Volvamos al primer caso, y supongamos que un
depositante lleva 100 euros al banco. Entonces el banquero
le abre una cuenta a su nombre por valor de 100 euros y la
asocia a una tarjeta con la que puede realizar pagos sin
necesidad de sacar el dinero del banco. El depositante
ahora dispone de un saldo de 100 euros virtuales con los que
puede hacer pagos mediante su tarjeta bancaria, pero los
100 euros en efectivo ya no los tiene físicamente, porque
están en el banco. Hasta ahora no hay ningún tipo de
creación de dinero, ya que el depositante sigue teniendo los
mismos 100 euros que antes, solo que materializados de una
forma diferente.
El problema surge cuando el banquero, amparándose en
el sistema de reserva fraccionaria (que permite prestar
el dinero de los depositantes) aunque constituya una
violación de los principios generales del derecho, se apropia
indebidamente de los 100 euros del depositante y se los
presta a otra persona (el prestatario). En ese momento se
produce una multiplicación de los medios de pago
existentes, pues el prestatario recibe los 100 euros en
efectivo del depositante, y al mismo tiempo el
depositante puede realizar pagos virtuales por valor de
100 euros con su tarjeta bancaria. Vemos entonces cómo
el prestatario dispone ahora de los 100 euros en efectivo del
depositante, y a su vez éste dispone de 100 euros que ha
falsificado el banco.
Más adelante veremos que, en realidad, tanto el
depositante como el prestatario reciben el dinero como un
ingreso en sus cuentas bancarias, mientras que el dinero
originalmente depositado permanece en el banco; pero por
ahora nos quedamos con este ejemplo, donde el prestatario
4
recibe los 100 euros en efectivo del depositante.
La creación de dinero en este caso es evidente, tal y como
afirma Jesús Huerta de Soto en su libro Dinero, crédito
bancario y ciclos económicos.
La materialización de este dinero es muy distinta según
consideremos el caso del que recibe el préstamo(Z), o el del
que ha realizado los depósitos (X). En efecto, Z dispone de
novecientas mil unidades físicas de dinero (por ejemplo, en
forma de dinero mercancía o de papel moneda o dinero fiat),
mientras que el depositante X tiene una cuenta corriente de
depósito por importe de un millón de u.m. Es preciso insistir en
que los depósitos a la vista son, a todos los efectos, como las
unidades físicas, es decir, que son sustitutos monetarios
perfectos. El depositante puede utilizarlos para efectuar pagos
en cualquier momento mediante la emisión del
correspondiente cheque o talón en el que escribe la cifra que
desea pagar y da orden al banco para que efectúe el pago.
(Pág. 151).
Es decir, que el prestatario dispone del dinero en efectivo
del depositante y, a su vez, éste tiene otro objeto que le
permite realizar compras de la misma manera que si
llevara su propio dinero. En este sentido, tanto el cheque o
el talón como la tarjeta bancaria —que el depositante utiliza
como si llevase su propio dinero—, no es sino una
falsificación de éste. Todos estos instrumentos de pago
permiten que utilicemos el saldo virtual de nuestras cuentas
como si fuera nuestro propio dinero (mientras que éste, en
realidad, lo tiene otra persona), convirtiéndose así en un
sustituto monetario perfecto, en palabras de Mises y del
profesor Huerta de Soto.
Decía el profesor Huerta de Soto lo siguiente: Los
depósitos a la vista son, a todos los efectos, como las unidades
físicas, es decir, que son sustitutos monetarios perfectos. Esto,
pese a todo, no es exactamente así. Los depósitos a la vista
5
solo son sustitutos monetarios cuando el saldo virtual de
nuestras cuentas circula como medio de pago. Actualmente,
y puesto que por lo general todo el mundo tiene tarjetas y
realiza transferencias de forma habitual, el saldo virtual de
nuestra cuenta sí es un sustituto monetario. Pero, sin la
existencia de los ordenadores, las tarjetas, los talonarios y
demás instrumentos, el saldo virtual no podría circular
como un sustituto monetario, y por lo tanto dejaría de
serlo. O, en otras palabras: un cheque o un certificado de
depósito solo es un sustituto monetario perfecto cuando
te lo aceptan como medio de pago en cualquier sitio. Si
estos papeles no son aceptados como dinero, no son
sustitutos monetarios perfectos, sino simples recibos.
Gracias a los ordenadores, una persona puede realizar un
pago de 100 a otra persona mediante su tarjeta bancaria
(que se quedará a 0), y la que recibe el pago podrá hacer
posteriormente un pago (dejando su tarjeta a 0) a otra
persona, que verá los 100 euros incrementados en el saldo
de su cuenta, sin que en ningún momento se haya movido
ni un solo euro de verdad. Del mismo modo, una persona
puede extender a otra un cheque por valor de 100 euros, y a
su vez esta persona puede entregárselo a otra a cambio de
un bien o servicio, sin necesidad de que los euros reales se
muevan de sitio.
Si no fuera por las tarjetas bancarias, los cheques, y
demás instrumentos de pago (o si simplemente no existieran
los ordenadores), no podríamos utilizar el saldo virtual
de nuestras cuentas; y por lo tanto todos iríamos al
banco a retirar nuestro dinero en efectivo. Entonces nos
daríamos cuenta de que el banco solo dispone de una
pequeñísima parte de lo que ha anotado en nuestras
cuentas bancarias. Gracias a las tarjetas, los talonarios,
etc, podemos utilizar íntegramente el saldo virtual de
nuestras cuentas. Si no fuera por todos esos instrumentos
de pago, solo nos quedaría nuestro dinero en efectivo, de tal
6
forma que el número 1000 de las cuentas bancarias se
quedaría en un 100, porque sería la máxima cantidad que
po-dríamos extraer de los bancos.
Todas las anotaciones que los banqueros efectúan en las
cuentas de sus depositantes están, en teoría —aunque en la
práctica obviamente no es así— permanentemente
respaldadas por dinero en efectivo. Los banqueros aseguran
a sus depositantes que en todo momento podrán canjear el
saldo virtual de sus cuentas por dinero en efectivo, si es que
no se lo gastan mediante sus tarjetas; en cuyo caso se lo
canjearán a las personas que hayan recibido las
transferencias.
Igual que el banquero hace esto, también podría escribir
un número en la cuenta del depositante, y a continuación
entregarle unos cuantos billetes del Monopoly. Vemos
entonces que es esencial que el banquero le entregue al
depositante algún tipo de instrumento de pago (los
billetes del Monopoly, una tarjeta bancaria, un talonario
o lo que sea) con el que pueda utilizar el saldo virtual de
su cuenta como un sustituto monetario. De lo contrario,
cuando el depositante quiera realizar alguna compra, tendrá
que ir al banco a sacar su dinero.
El depositante prefiere tener su dinero en forma de
sustitutos monetarios (en forma de saldo virtual que
pueda utilizar como medio de pago mediante su tarjeta
bancaria) antes que llevarlo en efectivo; pero el depositante
quiere que su dinero en efectivo permanezca en el banco,
por si alguna vez prefiere devolver los sustitutos monetarios
—dejando su cuenta a cero— y recuperar el dinero en
efectivo. Si el banco, en lugar de conservarlo, se lo presta a
otra persona, lo está falsificando o duplicando, porque está
poniendo en circulación el mismo dinero dos veces. El
depositante puede utilizar su tarjeta bancaria como medio
de pago, y al mismo tiempo el prestatario puede hacer pagos
con el dinero en efectivo de éste.
7
El banco promete la devolución de los depósitos a la
vista en cualquier momento en el que sus depositantes
regresen a por su dinero; el problema es que es posible que
los prestatarios aún no hayan devuelto sus créditos, que en
este caso es el dinero en efectivo de los depositantes. Si las
demandas de conversión (o retiradas de dinero en efectivo)
por parte de los depositantes son tan altas que los bancos
quiebran, el Banco Central tiene que rescatarlos
imprimiendo —y entregando a los bancos— tantos billetes
como saldo virtual quede en las cuentas de los depositantes
(o de las personas que hayan recibido pagos con tarjeta o
transferencias por parte de estos), ya que ahora quieren
canjear el saldo virtual de sus cuentas bancarias por
dinero en efectivo.
Todo este dinero que el Banco Central imprime, es un
dinero que ya estaba antes en circulación, sólo que
materializado de una forma diferente (como saldo virtual en
las cuentas bancarias de la gente). Cuando el Banco Central
entrega los nuevos billetes a los bancos y estos se los
devuelven a los depositantes, no aumenta la cantidad de
medios de pago en circulación, porque estos simplemente
se ven plasmados de otra manera diferente. Las cuentas
bancarias de la gente quedan a cero al canjear su saldo
por dinero en efectivo. No hay creación de dinero (aunque
los billetes que reciben los depositantes están recién
impresos), ya que la cantidad de medios de pago
existentes sigue siendo la misma que había antes. Fueron
los bancos privados los que crearon el dinero de la nada, al
emitir los sustitutos monetarios que ahora simplemente
han sido canjeados por billetes.
Posteriormente, a medida que los prestatarios van
devolviendo los préstamos a los bancos, estos a su vez
pueden ir devolviendo al Banco Central el dinero que éste les
prestó al efectuar el rescate, reduciéndose la cantidad de
dinero en circulación y volviendo a la situación inicial.
8
En cualquier caso, siempre que los bancos entregan
sustitutos monetarios perfectos al depositante —
mientras prestan su dinero a otra persona— aumenta la
cantidad de medios de pago existentes, al ponerse en
circulación un dinero extra.
Como acabamos de decir, si los prestatarios son capaces
de devolver sus créditos a los bancos, éstos a su vez podrán
devolver el dinero a sus depositantes, que canjearán los
sustitutos monetarios (dejando sus cuentas bancarias a
cero) por su dinero en efectivo. Si los prestatarios no
devuelven el dinero a tiempo, y el Banco Central tiene que
rescatarlos, imprimirá unos billetes que luego los banqueros
utilizarán para canjear los sustitutos monetarios de sus
depositantes y, cuando ya los prestatarios devuelvan sus
créditos, los bancos podrán devolver a su vez el dinero al
Banco Central, reduciéndose nuevamente la oferta
monetaria hasta regresar a la situación inicial.
9
Cuándo no se crea dinero de la nada:
Vayamos ahora al segundo caso —aquel en el que no hay
emisión de sustitutos monetarios, pues el depositante
no dispone de tarjeta bancaria o no existen ordenadores
con los que realizar transferencias, y por lo tanto el
saldo virtual de las cuentas nunca llegará a circular
como sustituto del dinero—, y supongamos que una
persona lleva 100 euros al banco, con intención de
depositarlos a la vista. Entonces el banquero le abre una
cuenta a su nombre por valor de 100 euros, y simplemente le
da un recibo con el que podrá ir al banco a retirarlos; pero
no le facilita ningún tipo de tarjeta bancaria ni de
instrumento de pago puesto que no existe la posibilidad de
realizar transferencias. A su vez, tampoco le aceptarán el
recibo como medio de pago en ninguna tienda.
Cuando el depositante ya se ha ido, el banquero se
apropia indebidamente de sus 100 euros y se los presta
a otra persona durante un plazo de tiempo definido de, por
ejemplo, un año. En ese momento se produce una
redistribución del dinero existente, en la que los 100
euros del depositante los recibe el prestatario. El
depositante, que no dispone de ninguna tarjeta ni de ningún
tipo de instrumento que le permita realizar transferencias,
tiene que retirar en efectivo su dinero del banco si es que
quiere utilizarlo. Cuando esto ocurre, el banquero
simplemente le entrega el dinero de otro depositante, que lo
pierde en favor del anterior.
Se puede apreciar claramente la diferencia con el otro
caso, en el que el depositante podía realizar pagos con su
tarjeta por valor de 100 euros, sin necesidad de sacarlos
previamente del banco, ni de llevarse el dinero de otra
persona.
10
No obstante, según el profesor Huerta de Soto también
hay creación de dinero de la nada en este caso; donde el
banquero entrega al prestatario el dinero del depositante,
sin facilitarle a éste ningún tipo de instrumento de pago. El
profesor defiende que contablemente existen 100 euros en
forma de sustitutos monetarios (saldo virtual) que se
encuentran a disposición inmediata del depositante, y otros
100 de los que dispone físicamente el prestatario. Pero es
que, en realidad, el depositante no tiene sustitutos
monetarios, porque no dispone de tarjeta bancaria, y
por lo tanto el saldo virtual nunca va a circular como
dinero.
Es evidente que físicamente sigue habiendo solo 100
euros, porque el depositante no dispone de ningún tipo
de instrumento de pago que simule 100 más, como ocurría en el caso anterior. Entonces, el término creación de
dinero en este caso es incorrecto, aunque el profesor Huerta
de Soto lo utilice simbólicamente al considerar que los
prestatarios están recibiendo el dinero de los depositantes
sin que estos a su vez lo hayan ahorrado. Para él, los
depositantes no están ahorrando el dinero que mantienen
depositado a la vista, puesto que tienen una disponibilidad
continua sobre él, y por lo tanto es un dinero que los
banqueros no deben prestar. Puesto que los depositantes no
han renunciado a la disponibilidad inmediata de su dinero, si
ahora los banqueros se lo prestan a otras personas, generan
una doble disponibilidad.
Nada de esto es cierto, porque en realidad los
depositantes sí están ahorrando su dinero, y
renunciando a la disponibilidad inmediata que tienen
sobre el mismo; aunque esté depositado a la vista. Vamos
a analizar por qué todos los depositantes ahorran el dinero
que mantienen en los bancos, y por qué entonces no hay
creación de dinero de la nada aunque los banqueros lo
presten, siempre y cuando no emitan sustitutos monetarios
11
(o no exista la posibilidad de utilizarlos como medio de pago,
y por lo tanto nunca lleguen a convertirse en sustitutos del
dinero).
Ya hemos visto que, según el profesor Huerta de Soto, el
depositante no renuncia a la disponibilidad inmediata de su
dinero, puesto que continuamente lo tiene disponible y
puede sacarlo cuando quiera. Sin embargo, igual que
podemos verlo bajo esta perspectiva, también podemos
verlo bajo la perspectiva contraria. Entonces nos daremos
cuenta de que cada segundo que un depositante
mantiene su dinero en el banco está renunciando a la
disponibilidad inmediata del mismo —ya que podría ir a
sacarlo si quisiera—, y de que por lo tanto lo está
ahorrando voluntariamente. El depositante, en realidad,
renuncia a su dinero hasta el mismo momento en que va
a retirarlo; y si va a retirarlo a los cuatro meses de haber
realizado el depósito, durante todo ese tiempo ha estado
ahorrando su dinero.
“La condición sine qua non para producir bienes de capital
es el ahorro, entendido como la renuncia al consumo
inmediato”. (Jesús Huerta de Soto en la pág. 219 de su libro
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos).
El hecho de que esos cuatro meses de renuncia no sean
suficientes para que el prestatario devuelva el préstamo (si,
por ejemplo, el banco le ha concedido el préstamo a un año),
no implica que el dinero no haya sido ahorrado durante
cuatro meses, aunque no sea suficiente para cubrir todo el
plazo que dura el préstamo. Cuando el depositante va a
retirar de forma inesperada su dinero a los cuatro meses, el
banquero (que no presta todos los depósitos que recibe,
como veremos más adelante) simplemente le entrega el
dinero de otro depositante que ha renunciado a
retirarlo hasta esa fecha. Y, si también éste quiere retirar
su depósito, el banquero le entregará el de otro depositante,
y así hasta que el prestatario devuelva el préstamo, y el
12
banco pueda devolver su dinero al último depositante al que
se lo quitó para pagar al anterior. En definitiva, siempre hay
depositantes que renuncian voluntariamente a su
dinero (porque, de lo contrario, el banco quebraría), el
cual utilizan los bancos para pagar a esos otros que lo
requieren de inmediato.
El dinero que los banqueros entregan al depositante
inicial no es un dinero creado de la nada, porque
previamente ya existía y lo estaban ahorrando los otros
depositantes por el mero hecho de mantenerlo en el banco.
Cuando el banquero les quita el dinero para dárselo al
otro depositante, no se genera una doble disponibilidad,
porque estos depositantes lo pierden. El profesor Huerta
de Soto defiende que sí la hay, porque subjetivamente siguen
creyendo que todavía tienen la disponibilidad de su dinero.
Pero no la tienen porque, si van al banco a retirarlo, les
entregarán a su vez el dinero de otras personas; de modo
que éste siempre se reparte (hasta que en algún
momento se acabe), nunca se crea o se fabrica. Para que
haya doble disponibilidad tiene que ponerse en
circulación un dinero extra —los sustitutos
monetarios—, de modo que una persona utilice estos, y
la otra el dinero originalmente depositado. De este modo,
no será necesario que se realice ningún tipo de reparto —
como el que acabamos de ver—, porque las personas que
han recibido sustitutos monetarios no necesitarán que les
den el dinero de otras personas. Por lo tanto, y aunque el
profesor Huerta de Soto defienda lo contrario, no hay
creación de dinero de la nada cuando se
prestan los
depósitos a la vista; siempre y cuando no se emitan
sustitutos monetarios. O, dicho de otro modo, siempre y
cuando los depositantes no dispongan de tarjetas
bancarias u otros instrumentos de pago que les
permitan poner en circulación el saldo virtual de sus
cuentas bancarias, y utilizarlo así como un sustituto de
su dinero.
13
No obstante, la motivación del contrato de depósito a
la vista siempre es de guarda o custodia, y por lo tanto
constituye un delito que los banqueros se apropien del
dinero de sus depositantes. El hecho de que estos no lo estén
utilizando en ese momento, no legitima a los banqueros para
apropiarse de él y prestarlo. Si aún así lo hacen, los
préstamos estarán basados en un ahorro real y voluntario,
pues nadie obliga a los depositantes a renunciar al consumo
y a mantener su dinero en el banco. Además, al contrario que
en el caso que vimos antes, donde los depositantes podían
utilizar sustitutos monetarios mientras los prestatarios
dispo-nían de su dinero (y por lo tanto no existía ninguna
necesidad de ahorro ni de sacrificio por parte de nadie), aquí
los bancos sí que precisan de la renuncia o ahorro por
parte de sus depositantes para seguir funcionando pues,
si van a retirar su dinero todos a la vez (al no disponer
de sustitutos monetarios que puedan utilizar mientras
los prestatarios tienen su dinero), obviamente no tardan
en quebrar.
En este caso, si el Banco Central quisiera rescatarlos,
tendría que imprimir unos billetes —de nueva creación—
que los bancos pondrían en circulación en el momento de
devolvérselos a los depositantes. Puesto que en esta ocasión
los bancos no llegaron a emitir sustitutos monetarios, los
billetes recién impresos serían de nueva creación, ya
que no estarían reemplazando a un dinero previamente
existente. Pero estos billetes no estarían creados por los
bancos (los únicos medios de pago que pueden crear los
bancos son los sustitutos monetarios), sino por el Banco
Central al imprimirlos. Posteriormente, cuando los
prestatarios devuelvan los préstamos, los banqueros podrán
a su vez devolver al Banco Central el dinero que éste les
prestó, reduciéndose de nuevo la cantidad de dinero en
circulación hasta regresar a la situación inicial.
Si bien —en el anterior capítulo— vimos cómo los bancos
14
privados creaban dinero de la nada (al entregar sustitutos
monetarios perfectos a los depositantes), en este caso hemos
visto que es el Banco Central el que literalmente lo crea,
al imprimir los billetes necesarios para que los bancos
puedan devolver el dinero que deben. Pero, hasta que
llega el momento del rescate (pudiendo transcurrir incluso
años sin que ningún banco lo necesite), no se produce
ningún tipo de subida de precios ni de inflación
generalizada, ya que la cantidad de dinero existente no varía,
independientemente de cómo se reparta. Por eso, mientras
que los bancos privados no emitan sustitutos
monetarios, no crean ningún tipo de medio de pago de la
nada, aunque presten el dinero que sus clientes
depositan a la vista.
Aquí entendemos, por lo tanto, la posición del profesor
Juan Ramón Rallo respecto a los préstamos a la vista;
que deberían poder prestarse aunque no tengan un plazo de
devolución claramente establecido.
En los préstamos a la vista, el cliente presta su dinero
al banco con la intención de cobrar un interés y de poder
retirarlo en el momento en que desee. Por lo tanto, es lógico
que también el banquero pueda prestar el dinero de su
cliente, siempre que lo haga a corto plazo y respetando la
teoría de la liquidez, pues no sabe en qué momento se
presentará en el banco para recuperarlo. En los depósitos a
la vista, por el contrario, el cliente lleva al banco su dinero
con la intención de que no salga de ahí. La motivación del
depositante siempre es de guarda o custodia (salvo que se
trate de un depósito a plazo, que constituye un verdadero
préstamo del cliente al banco), y por lo tanto su dinero no
debe ser prestado bajo ningún concepto. Pero, tal y como
hemos dicho, sí debe (o puede) ser prestado en caso de que
sea un préstamo del cliente al banco, tanto si es a plazo
como si es a la vista.
A fin de cuentas, los bancos privados no crearían
15
ningún dinero de la nada si no fuera por la emisión de
sustitutos monetarios perfectos (en forma de dinero
virtual asociado a tarjetas bancarias, cheques, pagarés,
etc), aún prestando a otras personas el dinero que a
ellos les presten a la vista. Únicamente se limitarían a
redistribuir el dinero existente, y no sería hasta el momento
del rescate cuando se crearía el dinero de la nada, pero no
por parte de los propios bancos privados, sino del Banco
Central, que tendría que imprimir los billetes necesarios
para rescatarlos.
16
Respecto a la doble disponibilidad:
Antes dijimos que un banco no presta todo el dinero que
le llega, sino que conserva una fracción con la que tiene que
hacer frente a la devolución de los depósitos que sus clientes
quieran ir retirando. A ese porcentaje de dinero en
efectivo que el banco conserva respecto del total que
debe se le denomina coeficiente de caja. Supongamos,
entonces, que un banco tiene un coeficiente de caja del 10%,
es decir, que por cada 100 euros que recibe en efectivo, el
banco guarda 10 y presta los otros 90 (también en efectivo).
Luego veremos que, en realidad, por cada 100 euros en
efectivo que recibe puede emitir hasta 1000 en forma de
sustitutos monetarios (porque, en realidad, el banco no
presta el dinero en efectivo de sus clientes, sino sustitutos
monetarios), pero por ahora nos quedamos con este
ejemplo:
Un banco tiene un coeficiente de caja del 10%, lo cual
significa que el banco puede prestar en efectivo hasta el 90%
del dinero que recibe, y que por lo tanto los depositantes
solo pueden retirar el 10% de su dinero, que es lo que el
banco no ha prestado. Vamos a suponer, además, que el
banco no ha entregado a los depositantes ningún tipo de
sustituto monetario, por lo que efectivamente estos solo
conservan el 10% de su dinero (que es lo que el banco ha
guardado), mientras que el otro 90% lo tienen los
prestatarios. Entonces, tal y como se puede apreciar, la
doble disponibilidad entre los depositantes y los
prestatarios es nula. En ningún momento podrán
utilizar el mismo dinero a la vez ya que, al no haberse
emitido sustitutos monetarios —que permitirían al
depositante utilizar su dinero mientras aún lo tiene el
prestatario—, el dinero se encuentra repartido entre
ambos.
17
No hay ninguna doble disponibilidad mientras que los
depositantes estén utilizando el 10% de su dinero (o
menos), y los prestatarios el 90% del dinero de los
depositantes, porque en total está en circulación el 100% del
dinero existente. La doble disponibilidad, precisamente, se
produciría si los depositantes consiguieran utilizar el 11%
de su dinero mientras que los prestatarios todavía
dispusieran del 90% del mismo. Pero, como es imposible
que tal cosa suceda; entonces esa doble disponibilidad (que
haría que hubiese en circulación un 1% más de la cantidad
de dinero originalmente existente) jamás llegará a
materializarse, porque el banco no entregó a los
depositantes ningún sustituto monetario que la hiciera
posible. Si —ante la ausencia de sustitutos monetarios que
permitan una doble disponibilidad— el depositante va al
banco a retirar su dinero y aún lo tiene el prestatario, lo
único que se produce es un descalce de plazos.
Todo esto implica que, para que el banco no quiebre, el
conjunto de los depositantes tiene que estar
renunciando voluntariamente a la retirada inmediata
del 90% de su dinero o, dicho de otro modo, que tiene que
estar ahorrando el 90% de su dinero, que es precisamente
el que se ha entregado a los prestatarios. Por lo tanto, y
aunque el profesor Huerta de Soto afirme lo contrario, no es
cierto que se genere una doble disponibilidad entre el
depositante y el prestatario cuando se presta el dinero
procedente de los depósitos a la vista a menos, claro está,
que el banco entregue sustitutos monetarios perfectos al
depositante, para que los use mientras el prestatario
dispone de su dinero.
En ese caso, puesto que el depositante utiliza su tarjeta
bancaria (sustitutos monetarios) como medio de pago, y al
mismo tiempo el prestatario utiliza el dinero en efectivo del
depositante, sí existe una doble disponibilidad entre ambos.
Pero esta doble disponibilidad termina en cuanto el
18
depositante (o la persona que ha recibido pagos con
tarjeta) va a canjear sus sustitutos monetarios al banco,
que tendrá que entregarle el dinero en efectivo de otro
depositante si es que el prestatario —debido a un
descalce de plazos— aún no lo ha devuelto.
De este modo, toda la teoría de la liquidez que emplean
los banqueros, tan solo se aplicará para establecer un
coeficiente de caja (o porcentaje de reservas) lo
suficientemente alto como para que puedan devolver a sus
depositantes el dinero que les pidan. Si los banqueros son
capaces de canjear por dinero en efectivo todos los
sustitutos monetarios que las personas presentan,
entonces ya no les afecta la desaparición de la doble
disponibilidad que antes existía; cuando los depositantes
aún estaban dispuestos a utilizar sustitutos monetarios
mientras que los prestatarios tenían su dinero. Los
banqueros en ningún momento intentarán limitar la doble
disponibilidad emitiendo menos sustitutos monetarios; ya
que estos les permiten multiplicar la cantidad de medios
de pago en circulación sin esfuerzo, y sin verse luego
expuestos a problemas de liquidez, debido a que la
gente no suele canjear los sustitutos monetarios.
Esta conducta por parte de la gente lleva a los banqueros
a pensar que la doble disponibilidad se va a mantener de
forma permanente, y a emitir todavía más sustitutos
monetarios, debiendo por lo tanto más dinero. O, dicho de
otro modo, lleva a los bancos a bajar todavía más el
coeficiente de caja y a efectuar los préstamos a plazos más
largos, al creer que los depositantes seguirán sin retirar su
dinero en efectivo. De esta forma se distorsionan las señales
que utilizan los banqueros, que ya no pueden distinguir el
ahorro real del que no lo es, porque la gente ya no
necesita sacar su dinero del banco para poder utilizarlo.
Evidentemente, siempre que exista una doble disponibilidad
entre los depositantes y los prestatarios será porque no haya
19
un ahorro real, ya que en ese caso ni siquiera se produciría.
Pero esto a la teoría de la liquidez no le interesa saberlo
mientras que los bancos no quiebren, y vayan haciendo
frente a sus compromisos.
En total, continuamente estará en circulación prácticamente
el 100% del dinero en efectivo existente (90% por parte
de los prestatarios, más 10% aproximadamente por parte de
los depositantes; teniendo en cuenta que será algo menos,
porque si los depositantes quisieran retirar más del 10% de
sus ahorros el banco quebraría), más todo el dinero virtual
—sustitutos monetarios— que estén usando el 90% de
los depositantes. Aparentemente estarán ahorrando su
dinero al mantenerlo en el banco, pero en realidad estarán
utilizando como medio de pago sus tarjetas bancarias. Si
realmente los depositantes estuvieran ahorrando todo su
dinero (sin sacarlo del banco y sin utilizar sus tarjetas), tan
solo estaría en circulación el 90% del dinero que tendrían
los prestatarios. Pero, como obviamente no es así, a ese 90%
hay que sumarle los sustitutos monetarios que estén
utilizando los depositantes. Si el 100% de ellos está
utilizando sus sustitutos monetarios, la cantidad de medios
de pago en circulación asciende al 190%; por lo que la
doble disponibilidad entre los depositantes y los
prestatarios es obvia.
En definitiva, si el coeficiente de caja del banco es del
10%, y por lo tanto presta en efectivo el 90% del dinero
que recibe —entregando a su vez sustitutos monetarios
a los depositantes—, la cantidad total de medios de pago
susceptibles de estar en circulación será del 190%; de
los cuales 90 corresponderán al dinero en efectivo
originalmente existente (entregado a los prestatarios), y los
otros 100 serán sustitutos monetarios (entregados a los
depositantes). De este modo, se superará el 100% de dinero
en efectivo del que se partía, y se duplicará la cantidad de
medios de pago en circulación.
20
La importancia de que los sustitutos
monetarios sean perfectos.
Antiguamente, los depositantes llevaban su oro a los
bancos, y los banqueros les entregaban unos papeles
llamados certificados de depósito, que tenían que
presentar en los bancos para poder retirar su oro. Eran
simples papeles en los que los banqueros escribían algo
como “vale por tantas onzas de oro” o “entregaré tantas
onzas de oro al portador”; y el equivalente a lo que hoy en
día son las libretas bancarias, que el depositante debe
presentar en el banco para poder retirar su dinero en
efectivo. Los certificados de depósito que los banqueros
entregaban se convertían en sustitutos monetarios
cuando empezaban a utilizarse como medios de pago;
del mismo modo que actualmente el saldo virtual se
convierte en un sustituto monetario cuando empieza a
circular como medio de pago gracias a las tarjetas
bancarias.
Si antiguamente los certificados de depósito que
entregaban los bancos empezaban a ser utilizados por los
depositantes como medios de pago en sus compras (al estar
respaldados por el oro que ellos mismos habían depositado),
y al mismo tiempo los banqueros prestaban el oro de los
depositantes, se multiplicaba la cantidad de medios de pago
existentes. Por un lado, el depositante podía emplear en
una tienda su certificado de depósito para comprar lo
que quisiera y, al mismo tiempo, el prestatario podía
utilizar el oro del depositante como medio de pago en la
misma tienda.
Ahora bien, los certificados de depósito tenían que
cumplir unas determinadas características para que
efectivamente pudieran convertirse en sustitutos
21
monetarios perfectos. La más importante era que debían
ser canjeables por oro en cualquier circunstancia, y por
cualquier persona que presentara su certificado en el
banco, independientemente de que esa persona fuera la
propietaria original del depósito, u otra diferente. Si solo el
propietario original del depósito podía retirar su oro del
banco, entonces cabe pensar que nadie aceptaría su
certificado de depósito como medio de pago, al no poder
canjearlo por oro. En estas circunstancias, el certificado de
depósito solo podía tener valor para el propio depositante,
pero no para el resto de personas.
Para el banquero que emitía los certificados, podía
resultar interesante garantizar la devolución de los
depósitos únicamente a los propietarios de los mismos; pues
en este caso solo tenía que devolverlos si la persona que
presentaba el certificado en el banco era la misma que había
hecho el depósito. Sin embargo, seguro que resultaba mucho
más útil para el banquero entregar los depósitos
correspondientes a todas las personas que presentaran
certificados ya que, si estos siempre estaban respaldados
por oro, podían empezar a circular como medios de
pago, lo que hacía que para la gente fuera más práctico
utilizarlos directamente en sus compras que ir primero
al banco a canjearlos por oro.
Solo así podían crearse medios de pago de la nada ya que,
si los certificados no se consideraban dinero (porque solo
podían canjearlos por oro los propietarios de los depósitos),
no podían circular como tal. Como ya habíamos dicho, es la
emisión de sustitutos monetarios perfectos la que marca
la diferencia entre que se cree dinero de la nada o que
simplemente se reparta el ya existente. En ese sentido, no
podemos saber si por ejemplo el banquero Calisto, al que
Jesús Huerta de Soto menciona en su libro, creaba dinero de
la nada (entregando sustitutos monetarios perfectos a sus
depositantes) o si se limitaba a redistribuir el dinero que
22
recibía.
Hipólito cuenta cómo Calisto, siendo esclavo del también
cristiano Carpóforo, emprendió por cuenta de éste un negocio
de banca, captando los depósitos preferentemente de las
viudas y hermanos cristianos que, a la sazón, ya empezaban a
ser un grupo numeroso e influyente de Roma. Calisto, no
obstante, se apropia de manera fraudulenta de los depósitos
recibidos y, no pudiendo hacer frente a su inmediata
devolución, intenta huir por mar e incluso suicidarse. Después
de varias peripecias es flagelado y condenado a trabajos
forzados en las minas de Cerdeña. (Pág. 48 del libro Dinero,
crédito bancario y ciclos económicos).
Y es que, como ya hemos visto, la existencia de los
sustitutos monetarios perfectos es la condición
necesaria para que los medios de pago se multipliquen,
en lugar de dividirse.
En la actualidad, los sustitutos monetarios empleados (a
través de tarjetas bancarias, pagarés, cheques, etc) son tan
perfectos como antiguamente pudieran serlo los certificados
o papeles que emitían los bancos. Estos circulaban de mano
en mano como si fueran billetes y, aunque hoy en día las
tarjetas bancarias no circulen de mano en mano, en la
práctica es como si lo hicieran, porque el dinero virtual se
transfiere de una cuenta a otra. Por lo tanto, todos los
asientos contables y depósitos que crean los bancos no
tendrían ningún efecto de creación de dinero sin unas
tarjetas de crédito o instrumentos de pago que
permitieran su uso. Sin ellos, el saldo virtual no podría
ser transferido de una cuenta a otra, y por lo tanto
nunca llegaría a convertirse en un sustituto monetario.
Y en cuanto a los depósitos a plazo (o verdaderos
préstamos que los depositantes hacen a los bancos) veremos
que, antiguamente, también al prestarse el dinero
procedente de los mismos se creaba dinero de la nada,
23
siempre que se emitieran sustitutos monetarios perfectos.
Si una persona realizaba un depósito a plazo, y recibía del banquero un certificado de depósito en el que se
especificaba que podía retirar su oro en un año, nada le
impedía a esa persona utilizar el certificado de depósito
como medio de pago justo después de salir del banco. La
única condición para que se lo aceptaran en las tiendas es,
como ya vimos antes, que el banquero entregara el oro
depositado a cualquier persona que presentase el certificado
en el banco (por supuesto, un año después de haberlo
emitido, porque para eso en este caso se ha establecido un
plazo de devolución del oro). Se puede apreciar que, al igual
que en el caso de los depósitos a la vista, el prestatario
recibe el oro del depositante mientras que éste dispone
de un certificado que puede utilizar como si fuera el oro
propiamente depositado; aunque el depositante —o la
persona que recibe su certificado como pago por algún bien
o servicio— no puede retirar el oro hasta dentro de un año,
al tratarse de un depósito a plazo. Pero, mientras tanto, el
certificado puede pasar de una mano a otra y, transcurrido el
año, la persona que en ese momento lo tenga tampoco se ve
obligada a llevarlo al banco para canjearlo por oro, pues
puede seguir utilizándolo como medio de intercambio, tal y
como se ha hecho hasta entonces.
Ahora bien, si el banco depositario cumple durante un
periodo prolongado de tiempo sus compromisos y la gente
confía plenamente en él, es seguro que el público
paulatinamente empezará a utilizar los billetes de banco (o
resguardos o certificados de depósito que el banco entregó a
cambio de las unidades monetarias depositadas) como si
fueran las propias unidades monetarias, con lo cual los billetes
se convertirían, por sí mismos, en unidades monetarias
(sustitutos monetarios perfectos en la terminología de Mises).
(Pág. 197 del libro Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos; de Jesús Huerta de Soto).
24
En caso de que algún banquero llegase a emplear esta
táctica, podría decirse que fue prácticamente sublime. Por
un lado, entregaba certificados de depósito que cualquier
persona podía canjear por oro presentándolos en el banco, lo
que hacía que muy pocas personas los quisieran canjear, al
disponer de sustitutos monetarios que podían utilizar como
medio de pago en cualquier sitio. Y por otro, al tratarse de
depósitos a plazo, el banquero no tenía ninguna
obligación de devolver el oro depositado hasta la fecha
especificada en cada contrato. Es decir, que al hecho de
que casi nunca tenía que devolver los depósitos, se le
sumaba la ventaja de que siempre sabía a partir de qué fecha
tenía que devolverlos en caso de que se los pidieran.
No obstante, existía un problema, y es que la emisión
de sustitutos monetarios perfectos originaba una
creación de medios de pago de la nada que, en última
instancia, terminaba desencadenando una crisis
económica, tal y como explica el profesor Huerta de
Soto. Llegados a este punto, y ante la pérdida de confianza
generalizada en los bancos, muchos depositantes (o
personas a las que estos hubieran pagado mediante sus
certificados de depósito) iban a retirar el oro de los
bancos, en caso de que ya hubiera llegado la fecha de
devolución especificada en los contratos. Pero entonces los
banqueros, acostumbrados a un número de retiradas
muy reducido, no disponían de la suficiente cantidad de
oro y quebraban en masa; al haberlo prestado sin tener
en cuenta las fechas de devolución acordadas con los
depositantes. Y es que, como ya hemos visto antes, la
emisión de sustitutos monetarios perfectos lleva a los
banqueros a operar con un coeficiente de caja más bajo
del que deberían, al creer que los depositantes —o las
personas a las que estos hayan realizado pagos— nunca
querrán canjear los sustitutos monetarios por el oro
depositado, y a prestarlo a plazos demasiado largos pese
a que hayan acordado devolverlo en plazos más cortos.
25
El depósito a plazo, por otra parte, tenía para los
banqueros la ventaja de que sabían cuándo tendrían que
devolverlo, pero el inconveniente de que les obligaba a pagar
intereses a sus clientes, al constituir un verdadero préstamo
que estos hacían al banco. El depósito a la vista, por el
contrario, tenía para los banqueros el inconveniente de que
no sabían cuándo tendrían que devolverlo; pero la ventaja
de que eran sus clientes los que les pagaban a ellos a cambio
de que realizaran los servicios de guarda y custodia, al
entenderse que eran verdaderos depósitos —y no
préstamos— que los clientes hacían a los bancos. En
cualquier caso, ya hemos visto que los banqueros creaban
medios de pago de la nada al prestar tanto los unos
como los otros, en cuanto los certificados de depósito
que entregaban a los depositantes se convertían en
sustitutos monetarios perfectos.
26
Lo que ocurre en la actualidad:
En la actualidad el banquero entrega sustitutos
monetarios tanto al depositante como al prestatario,
conservando en el banco el dinero originalmente
depositado. Por un lado el banquero ingresa 100 euros
virtuales en la cuenta del depositante, y por otro crea un
depósito (o cuenta) de la nada para el prestatario, y le
ingresa otros 100 euros virtuales a él. En este caso el
coeficiente de caja es del 50%, porque el banco guarda los
100 euros en efectivo del depositante, pero en total debe
200 (100 al depositante y 100 al prestatario).
Como acabamos de ver, los 100 euros depositados en
efectivo se han quedado en el banco; pero ahora el
banquero debe 100 euros en efectivo al depositante y
otros 100 en efectivo al prestatario. A los 100 euros en
forma de sustitutos monetarios (saldo virtual asociado a una
cuenta y tarjeta bancaria) que recibe el depositante se le
siguen llamando certificados de depósito, porque están
respaldados por el dinero en efectivo de éste; mientras que a
los 100 euros en forma de sustitutos monetarios que recibe
el prestatario se le llaman medios fiduciarios, puesto que
no tienen ningún tipo de respaldo económico. Tanto el
depositante como el prestatario podrán elegir si quieren
utilizar sus tarjetas como medio de pago, o si prefieren ir al
banco para retirar el dinero en efectivo. A su vez, las
personas que reciban pagos con tarjeta por parte de estos,
podrán elegir entre seguir pagando con tarjeta ellas también,
o ir al banco para retirar su dinero y pagar a quien quieran
en efectivo. En cualquier caso, el banco debe 200 euros y
solo dispone de 100. Si el depositante y el prestatario —o
unas personas a las que estos hayan hecho pagos mediante
tarjeta— van a retirar los 100 euros a la vez, el banco tendrá
que entregarle a uno de ellos los 100 euros de otro
27
depositante.
Este procedimiento genera los mismos resultados que los
que analizábamos antes, en los que el banquero entregaba
sustitutos monetarios al depositante mientras prestaba su
dinero en efectivo al prestatario. En aquella ocasión, el
depositante podía utilizar 100 euros en forma de sustitutos
monetarios, mientras que el prestatario disponía de 100
euros en efectivo; y ahora tanto el depositante como el
prestatario tienen 100 euros en forma de saldo virtual,
que pueden utilizar gracias a sus tarjetas bancarias.
Si los depositantes están utilizando sus tarjetas bancarias
(o sustitutos monetarios) al mismo tiempo que los
prestatarios están empleando las suyas, se produce una
doble disponibilidad entre ambos. O, dicho de otro modo, si
100 depositantes reciben sustitutos monetarios a cambio del
dinero que depositan, y 100 prestatarios reciben sustitutos
monetarios en forma de créditos, la cantidad de medios de
pago existentes se duplica, siendo ahora de 200. Aunque
sólo en la medida en que los 100 depositantes utilicen
sus tarjetas al mismo tiempo que los 100 prestatarios se
producirá una doble disponibilidad entre ambos. En la
medida en que no lo hagan, y renuncien al consumo
inmediato, dejará de existir la doble disponibilidad, y
los préstamos habrán sido concedidos en base a un
ahorro real. El dinero siempre es ahorrado hasta el
mismo momento en que se utiliza, ya sea en efectivo o
en forma de sustitutos monetarios (saldo virtual
asociado a tarjetas, cheques, etc).
En cuanto a los banqueros, a ellos les da igual si la gente
ahorra o no, tal y como vimos antes. Lo que quieren es que
los depositantes, los prestatarios, y las personas que reciben
pagos por parte de ambos, utilicen siempre sus tarjetas y
demás instrumentos bancarios, para que el porcentaje de
retiradas en efectivo sea el mínimo, y así no tengan que
subir ellos el coeficiente de caja, lo que les obligaría a
28
realizar menos préstamos. Los bancos, además, prefieren la
metodología de entregar sustitutos monetarios a los
depositantes y a los prestatarios; antes que la de entregar
sustitutos monetarios a los depositantes y prestar su dinero
en efectivo a los prestatarios. Esto es así porque al banco le
conviene conservar el dinero en efectivo, sabiendo que
muy pocos depositantes y prestatarios —o personas a las
que estos paguen— irán a retirarlo, al disponer de sustitutos
monetarios perfectos.
La expansión crediticia se respalda con la creación de
nuevos depósitos o billetes que, al convertirse en dinero, desde
el punto de vista subjetivo del público nunca, en circunstancias
normales, son retirados. (Pág. 199 del libro Dinero, crédito
bancario y ciclos económicos; de Jesús Huerta de Soto).
Por si fuera poco, vamos a ver —con ayuda de varios
ejemplos— cómo el coeficiente de caja del banco es
mayor cuando presta el dinero en forma de sustitutos
monetarios, que si lo presta directamente en efectivo; pese
a que luego siempre le falte la misma cantidad (que en los
siguientes casos será de 100 euros) para poder pagar todo lo
que debe.
-En el primer ejemplo, un banquero recibe 100 euros y,
sin entregar sustitutos monetarios al depositante, presta sus
100 euros en efectivo. En este caso no hay creación de
dinero de la nada, porque el dinero del depositante
simplemente lo recibe prestatario. El coeficiente de caja
del banco es de 0, ya que guarda 0 euros y debe 100, los
cuales le faltan para poder pagar lo que debe al depositante.
-En el segundo ejemplo, un banquero recibe 100 euros y,
entregando sustitutos monetarios al depositante, presta sus
100 euros en efectivo a otra persona. En este caso sí hay
creación de dinero de la nada, porque el prestatario podrá
utilizar 100 euros en efectivo, mientras que el depositante
utiliza otros 100 euros en forma de sustitutos monetarios.
29
Vemos que el coeficiente de caja del banco también es de
0, ya que guarda 0 euros en su caja y debe 100 al depositante
—o a la persona a la que éste realice pagos mediante su
tarjeta bancaria—, que en cualquier momento puede retirar
en efectivo. Al banco, igual que antes, le faltan 100 euros
para poder pagar lo que debe.
-En el tercer ejemplo, un banquero recibe 100 euros y los
guarda en el banco, entregando sustitutos monetarios por
valor de 100 euros tanto al depositante como al prestatario.
Hay exactamente la misma creación de dinero que en el
caso anterior, donde también veíamos que el depositante
disponía de 100 euros al mismo tiempo que el prestatario.
Sin embargo, ahora el banquero conserva los 100 euros
en efectivo del depositante, y esto hace que su
coeficiente sea del 50%. Vemos entonces cómo el banco, al
igual que antes, necesita 100 euros para poder pagar todo lo
que debe; pero que sin embargo su coeficiente de caja es del
doble.
Observamos entonces cómo el coeficiente de caja es
más alto cuando el banco conserva 100 euros en efectivo
y debe 200, que cuando conserva 0 euros y debe 100;
aunque en ambos casos le falten 100 euros para poder
pagar lo que debe. Por lo tanto el banquero, tal y como
venimos diciendo, preferirá emitir una deuda de 200 euros y
conservar en caja 100; a emitir una deuda de 100 euros (los
cuales el depositante podrá ir a retirar en efectivo en
cualquier momento) y conservar en caja 0, al entregarle todo
el dinero al prestatario.
El banco, efectivamente, prefiere prestar el dinero en
forma de sustitutos monetarios, porque de esta forma solo
pierde el dinero en efectivo cuando alguien quiere
canjearlos, mientras que de la otra manera lo pierde
directamente al prestarlo. Además, tal y como también
habíamos dicho, los sustitutos monetarios muy pocas
veces son canjeados, por lo que los bancos pueden
30
conservar el dinero en efectivo.
Si existe confianza en el banco, los prestatarios aceptarán
recibir sus préstamos en billetes y éstos pasarán de unas
manos a otras como si fueran dinero. En estas circunstancias,
el banco podrá incluso, y con mucho fundamento, llegar a
considerar que tales billetes nunca serán devueltos al banco
para retirar el dinero originariamente depositado.(...). Al
adquirir los billetes de banco la naturaleza de unidades
monetarias, los mismos nunca serán devueltos al banco para
retirar el dinero, puesto que pasan ya de mano en mano y son
considerados como dinero por sí mismos. Solamente se
reconoce en el pasivo 1.000.000 de billetes emitidos, pues se
sabe que con un 10 por ciento, es suficiente para hacer frente
a las demandas normales de conversión. (Pág. 198 y 199 del
libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos; de Jesús
Huerta de Soto).
Tanto si entregan sustitutos monetarios a los
depositantes y a los prestatarios como si solo se los facilitan
a los depositantes, ya hemos visto que la cantidad de
medios de pago en circulación se duplica de la misma
manera; pasando de haber 100 euros a haber 200. Al
final, la cantidad de medios de pago en circulación será del
200% sobre la masa monetaria real (100), si es que todos los
depositantes y prestatarios están utilizando sus medios de
pago —sean los que sean— a la vez.
31
El proceso de expansión crediticia
como tradicionalmente se explica:
Ya hemos visto lo que sucede cuando el banco entrega
sustitutos monetarios tanto al depositante como al
prestatario y hemos comprobado que, salvo porque el
coeficiente de caja del banco es mayor, produce los
mismos efectos que si únicamente facilitara sustitutos
monetarios al depositante, y entregara su dinero al
prestatario. Vamos entonces a regresar a éste último caso,
donde el banco entrega sustitutos monetarios al depositante,
prestando su dinero en efectivo a otra persona.
Cuando esta persona pide un préstamo en el banco, y éste
le concede dicho crédito en efectivo, normalmente el
prestatario utiliza ese dinero como medio de pago en sus
compras. Si las personas que lo reciben vuelven a
depositarlo a su vez en el mismo banco —o en otros
bancos diferentes— y el banco lo presta de nuevo, se
inicia un proceso por el que la cantidad de medios de
pago puede aumentar hasta diez veces, si es que el
coeficiente de caja es del 10%.
Vamos a ver de forma detallada cómo funciona este
proceso, llamado multiplicador bancario. Supongamos que
el depositante A lleva 100 euros a un banco, y que éste opera
con un coeficiente de caja del 10%. Es decir, que por cada
100 euros que recibe (y por lo tanto debe al depositante)
tiene que conservar 10, pudiendo prestar el resto en
efectivo. Entonces:
A deposita 100 euros. El banco le ingresa 100 euros virtuales
(sustitutos monetarios) en su cuenta, y presta 90 euros (el
90%) en efectivo a B.
32
El banco conserva 10 euros (de A), pero le debe 100 en efectivo.
Coeficiente de caja del 10%.
B hace un pago en efectivo a B´, y B´ deposita los 90 euros en el
banco. Éste le ingresa 90 euros virtuales, y presta 81 euros (el
90%) en efectivo a C.
El banco conserva 19 euros (10 de A y 9 de B), pero les debe 190.
Coeficiente de caja del 10%.
C hace un pago en efectivo a C´, y C´ deposita los 81 euros en el
banco. Éste le ingresa 81 euros virtuales, y presta 72 euros en
efectivo a D.
El banco conserva 28 euros en efectivo (de A, B y C), de los que
8 son de C; pero en total les debe 271.
Coeficiente de caja del 10%.
D hace un pago en efectivo a D´, y D´ deposita los 72 euros en el
banco. Éste le ingresa 72 euros virtuales, y presta 65 euros en
efectivo a E.
El banco conserva 34 euros en efectivo (de A, B, C y D), de los que
7 son de D; pero en total les debe 343.
Coeficiente de caja del 10%.
E hace un pago en efectivo a E´, y E´ deposita los 65 euros en el
banco. Éste le ingresa 65 euros virtuales, y presta 59 euros en
efectivo a F.
El banco conserva 40 euros (de A, B, C, D y E), de los cuales
6 son de E; pero en total les debe 408.
Coeficiente de caja del 10%.
F hace un pago en efectivo a F´, y F´ deposita los 59 euros en el
banco. Éste le ingresa 59 euros virtuales, y presta 53 euros en
efectivo a G.
33
El banco conserva 46 euros (de A, B, C, D, E y F), de los cuales
6 son de F; pero en total les debe 467.
Coeficiente de caja del 10%.
G hace un pago en efectivo a G´, y G´ deposita los 53 euros en el
banco. Éste le ingresa 53 euros virtuales, y presta 47 euros en
efectivo a H.
El banco conserva 52 euros (de A, B, C, D, E, F y G), de los que
5 son de G; pero en total les debe 520.
Coeficiente de caja del 10%.
H hace un pago en efectivo a H´, y H´ deposita los 47 euros en
el banco. Éste le ingresa 47 euros virtuales, y presta 43 a I.
El banco conserva 56 euros (de A, B, C, D, E, F, G y H), de los que
4 son de H; pero en total les debe 567.
Coeficiente de caja del 10%.
I hace un pago en efectivo a I´, e I´ deposita los 43 euros en el
banco. Éste le ingresa 43 euros virtuales, y presta 38 a J.
El banco conserva 61 euros (de A, B, C, D, E, F, G, H e I), de los que
4 son de I; pero en total les debe 610.
Coeficiente de caja del 10%.
J hace un pago en efectivo a J´, y J´ deposita los 38 euros en el
banco. Éste le ingresa 38 euros virtuales, y presta 34 a K.
El banco conserva 65 € (A, B, C, D, E, F, G, H, I y J), de los que
3 son de J; pero en total les debe 648.
Coeficiente de caja del 10%.
Etc.
34
En total, y finalizado el proceso, el banco llegará a deber
1000 euros —que ha ido ingresando en forma de saldo
virtual en las cuentas de todos sus depositantes—,
conservando en caja únicamente 100.
Si bien acabamos de ver el conjunto de fases
detalladamente, ahora las resumiremos esquemáticamente
en un cuadro, añadiendo varios decimales para mayor
exactitud. Recordemos que, al inicio del proceso, la Persona
A realiza un depósito de 100 euros, los cuales quedan
ingresados como dinero virtual (sustitutos monetarios) en
su cuenta; tal y como ya hemos visto. Posteriormente el
banco le presta a B el 90%, es decir, 90 euros en efectivo.
Entonces B le hace un pago a B´, que deposita de nuevo los
90 euros en el banco, el cual los ingresa en la cuenta de B´
como dinero virtual, igual que antes. El banco vuelve a
prestar el 90% de esa cantidad a C, y así sucesivamente.
35
Deposita (y recibe
en forma de sustitos
monetarios)
Persona A:
Persona B´:
Persona C´:
Persona D´:
Persona E´:
Persona F´:
Persona G´:
Persona H´:
Persona I´:
Persona J´:
Persona K´:
Persona L´:
Persona LL´:
Persona M´:
Persona N´:
Persona O´:
Persona P´:
Persona Q´:
Persona R´:
Persona S´:
Persona T´:
Persona U´:
Persona V´:
El banco presta
(en efectivo)
Dinero que se queda
en la caja del banco
(en efectivo)
100
90
81
72,90
65,61
59,05
53,15
47,84
43,06
38,75
34,88
31,39
28,25
25,43
22,89
20,60
18,54
16,69
15,02
13,52
12,17
10,95
..
90
81
72,90
65,61
59,05
53,15
47,84
43,06
38,75
34,88
31,39
28,25
25,43
22,89
20,60
18,54
16,69
15,02
13,52
12,17
10,95
9,86
..
10
9
8,10
7,29
6,56
5,90
5,31
4,78
4,31
3,87
3,49
3,14
2,82
2,54
2,29
2,06
1,85
1,67
1,50
1,35
1,22
1,09
..
901
811
90
Observamos, pues, cómo a partir de los 100 euros
iniciales que deposita la persona A, el banco termina
debiendo a sus depositantes 901 euros en efectivo, que en
ese momento están circulando en forma de sustitutos
monetarios mientras que los préstamos son cada vez
menores. El último prestatario sólo recibe 9,86 euros en
36
efectivo; porque los otros 90 ya se encuentran como
reservas en la caja del banco. El coeficiente de caja es
siempre del 10% aproximadamente (las variaciones son
debidas a que no se han tenido en cuenta todos los
decimales), tal y como se puede comprobar mediante la
siguiente regla de tres:
Con la Persona B´:
Si de 90 euros, el banco guarda 9
de 100 euros, el banco guardaría X
X= 10%
Con la Persona K´:
Si de 34,88 euros, el banco guarda 3,49
de 100 euros, el banco guardaría X
X= 10%
Con la Persona T´:
Si de 12,17 euros, el banco guarda 1,22
de 100 euros, el banco guardaría X
X=10%
Etcétera. También se puede sumar un conjunto de cifras
de la columna de la izquierda, y luego las que correspondan
en la columna de la derecha, para finalmente realizar la regla
de tres.
Al final del proceso, y puesto que el banco termina
conservando 90 euros de los 901 que debe, el coeficiente
de caja es también del 10% (concretamente del 9,9%). Sin
embargo, ya no podrá seguir concediendo préstamos
durante mucho tiempo, porque en caja apenas conserva 1
euro de su último depositante (la Persona U´); y el dinero
que estos vayan reingresando continuará siendo cada vez
menor, hasta que se reduzca a 0. Esto es así porque todo el
dinero procedente del primer depósito (el que hizo la
37
persona A) está ya nuevamente en la caja del banco (que al
final ha recuperado 90 euros), gracias a todos esos
depositantes que lo fueron llevando otra vez al banco a
medida que éste lo prestaba. El problema es que ahora el
banco tiene 90 euros, pero debe 901.
Si ahora el banco volviese a prestar los 90 euros que
guarda, su coeficiente de caja bajaría del 10%. Por eso, con
un coeficiente de caja del 10%, lo mucho que puede
hacer es multiplicar por 10 la cantidad de dinero
depositada originalmente.
38
El proceso de expansión crediticia
como realmente es:
Hemos visto cómo se desarrolla el proceso de expansión
crediticia cuando los bancos prestan el dinero en efectivo de
los depositantes, mientras a estos les entregan sustitutos
monetarios en forma de saldo asociado a sus tarjetas
bancarias. Sin embargo, y a menos que el prestatario pida el
crédito en efectivo, normalmente el banco conserva el
100% del dinero en efectivo del depositante, y tanto a
éste como al prestatario les entrega sustitutos
monetarios. Al final el resultado es exactamente el mismo,
puesto que en ambos casos se multiplica hasta 10 veces
la cantidad de medios de pago en circulación; pero
generalmente se explica de la otra manera porque la gente
no suele concebir que los bancos presten otra cosa que no
sea el propio dinero de los depositantes. Sin embargo, vamos
a ver ahora lo que generalmente hacen los bancos cuando
reciben un depósito de 100 euros, y tienen que mantener un
coeficiente de caja del 10%.
A deposita 100 euros en efectivo.
El banco crea un depósito de 100 euros virtuales —en forma
de saldo asociado a una cuenta y tarjeta bancaria— para A (el
depositante), y otro depósito de 90 euros virtuales para B (el
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 190 (100 a
A y 90 a B). El coeficiente de caja es del 52%. Todavía puede
continuar prestando más dinero.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para C (otro
39
prestatario), asociados a su cuenta y tarjeta bancaria.
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 280. El
coeficiente de caja es del 35%. Todavía puede continuar
prestando más dinero.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para D (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 370. El
coeficiente de caja es del 27%. Todavía puede continuar
prestando más dinero.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para E (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 460. El
coeficiente de caja es del 21%. Todavía puede continuar
prestando más dinero.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para F (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 550. El
coeficiente de caja es del 18%.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para G (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 640. El
coeficiente de caja es del 15%.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para H (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 730. El
coeficiente de caja es del 13%.
40
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para I (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 820. El
coeficiente de caja es del 12%.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para J (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 910. El
coeficiente de caja es del 10%.
El banco crea otro depósito de 90 euros virtuales para K (otro
prestatario).
El banco conserva 100 euros en efectivo, pero debe 1000. El
coeficiente de caja es del 10%.
De estos 1000 euros que el banco debe —al haber
emitido sustitutos monetarios por valor de 1000
euros—, tan solo tienen respaldo económico los 100
euros que el depositante ha recibido como un ingreso en
su cuenta bancaria; ya que sus 100 euros en efectivo
permanecen en el banco. Si ahora el depositante —u otra
persona a la que éste realice pagos con tarjeta por valor de
100 euros— va al banco para retirar su dinero en efectivo, el
banquero le entregará los 100 euros que aún conserva. Sin
embargo, los otros 900 euros que el banco ha emitido en
forma de sustitutos monetarios no tienen ningún tipo de
respaldo económico. Por eso reciben el nombre de medios
fiduciarios, y se dice que han sido creados de la nada. Si
ahora el banco crea otro depósito de 90 euros virtuales más,
y se los presta a L; el banco conservará 100 euros en efectivo
y deberá 1090, por lo que su coeficiente de caja será del 9%.
41
Si de 1090 euros, el banco conserva 100
de 100 euros, el banco conservará X
X= 9%.
Por lo tanto, legalmente el banco ya no puede seguir
prestando más dinero; y en total ha multiplicado por 10 la
cantidad de medios de pago iniciales, igual que en el
caso que habíamos estudiado antes, cuando prestaba el
dinero en efectivo de sus depositantes, entregándoles a
estos sustitutos monetarios. Con aquel procedimiento,
además, el coeficiente de caja siempre se mantenía
alrededor del 10%, porque el banco iba prestando en la
medida en que iba reponiendo; al contrario que en este caso,
donde el coeficiente de caja va bajando paulatinamente,
porque el banco presta sin reponer.
Por otra parte, el banco puede seguir todos estos pasos
que acabamos de describir, o solo varios, o ninguno, y
limitarse a crear un único depósito (asociado a una
cuenta y a una tarjeta bancaria) de 900 euros para un
solo prestatario, en cuanto recibe un depósito de 100.
No hace falta que vaya poco a poco. Simplemente, en cuanto
el banco recibe 100 euros, puede crear inmediatamente
1000 (100 para el depositante y 900 para el prestatario)
en forma de sustitutos monetarios perfectos. El
coeficiente de caja se cumple, porque el banco —al emitir el
dinero en forma de sustitutos monetarios— conserva
inicialmente los 100 euros del depositante, que
constituyen el 10% de todo el dinero que el banco pone
en circulación (1000 euros). Si en lugar de prestar el
dinero en forma de sustitutos monetarios, fuese a prestarlo
en efectivo, entonces ya sí tendría que guardar 10 euros del
depositante —pudiendo prestar los otros 90— para respetar
el coeficiente de caja. Pero, en cuanto el banco presta el
dinero en forma de sustitutos monetarios, el mecanismo
es diferente.
Los sustitutos monetarios son promesas de pago que
42
emite el banco (o deudas que el banco tiene con sus
clientes), y quienes las reciben tienen un derecho de
cobro contra él. Esto significa que, cuando el banco ingresa
900 euros virtuales en la cuenta de un prestatario, éste tiene
derecho a que el banco le entregue 900 euros en efectivo,
dejando entonces su cuenta a 0. Y lo mismo sucede con las
personas que reciben pagos con tarjeta por parte del
prestatario, y que pueden ir al banco a canjear los saldos de
sus cuentas —dejándolas a cero— por dinero en efectivo
cuando quieran.
Supongamos entonces que la persona A, tras haber
recibido del banco X un préstamo de 1000 euros (ingresados
en su cuenta bancaria), hace una transferencia a la persona
B. Al hacer la transferencia, la cuenta de la persona A se
queda a cero y la persona B recibe un derecho de cobro
contra el banco X. Lo que ocurre es que la persona B no
tiene una cuenta abierta en el banco X, sino en el banco Z.
Entonces va al banco Z (el que generalmente utiliza) para
retirar en efectivo el importe de la transferencia. El banco Z,
al comprobar que su cliente lleva un derecho de cobro
contra el banco X (al que pertenece la persona que
emitió el pago), le cobra a dicho banco el dinero en
efectivo y se lo entrega a la persona B. Obviamente, todo
esto funciona a nivel informático, mediante apuntes
contables (no es necesario que un empleado del banco Z
vaya en el ese momento al banco X a retirar el dinero de su
caja).
Sin embargo, también puede suceder que el banco Z
reciba este derecho de cobro contra el banco X, pero al
mismo tiempo el banco X tenga otro derecho de cobro (de
por ejemplo 900 euros) contra el banco Z; porque otra
persona diferente haya recibido una transferencia y quiera
retirar su dinero en efectivo. Si el banco Z tiene que
cobrarle al banco X una transferencia de 1000 euros,
pero al mismo tiempo el banco X tiene que cobrarle al
43
banco Z una transferencia de 900, ambos pagos se
compensan, y únicamente recibe el banco Z los 100 euros en
efectivo de diferencia. Esto no significa que la persona B (la
dueña del derecho de cobro) no vaya a recibir sus 1000
euros. El banco Z (donde ha ido a retirarlos) tendrá que
entregárselos igual; lo único que en lugar de provenir de la
caja del banco X —porque de ahí sólo ha podido extraer
100—, provendrán de la suya propia. Todas estas
compensaciones entre bancos se producen todos los días (a
nivel informático) en la llamada Cámara de Compensación
Interbancaria.
Ahora que la persona B ha retirado del banco el importe
de la transferencia, puede volver a depositarlo en el banco si
quiere aunque —lógicamente— en este caso el banco se
quedará con las mismas reservas que tenía antes.
Nótese la diferencia entre lo que sucede aquí; y lo que
ocurría cuando el banco realizaba los préstamos con dinero
en efectivo y más adelante volvían a depositarle el mismo
dinero que había prestado. En aquel escenario el banco no
necesitaba extraer ningún dinero de su caja, porque
recibía de vuelta el mismo dinero en efectivo que había
prestado. Ahora, sin embargo, el banco recibe de vuelta
el mismo saldo virtual que había emitido; por lo que tiene
que descontar el importe de su caja —pues debe ese dinero
al dueño del depósito— antes de volver a reingresarlo.
O dicho de otro modo: Si el banco Z tiene 1000 euros y
una persona deposita otros 1000 en efectivo, entonces el
banco tendrá 2000; pero si el banco Z tiene 1000 euros y una
persona pretende depositar el importe de una transferencia
por valor de 1000 euros, el banco primero tendrá que sacar
esos 1000 euros de su caja. Cuando la persona deposite otra
vez el dinero en el banco, éste dispondrá de los mismos
1000 euros que tenía antes; pero no de 2000, como
habría sucedido si directamente hubiese recibido el
44
depósito en efectivo.
Pese a todo, circulan por internet videos donde el banco
crea 1000 euros de la nada, y luego ese dinero —que ya
tiene el prestatario en forma de sustitutos monetarios— se
vuelve a depositar y a prestar una y otra vez, creándose
10000 más; pero como ya hemos visto se trata de un error.
La creación de medios de pago ya se produjo al principio, en
el momento en que el banco X recibió un depósito de 100
euros en efectivo y emitió 1000 en forma de sustitutos
monetarios; y por lo tanto ya no se pueden crear más. Con
100 euros y un coeficiente de caja del 10%, la máxima
cantidad de medios de pago que se pueden crear —en
forma de sustitutos monetarios— son 1000. Si con 100
euros se crearan 10000 en forma de sustitutos
monetarios, el coeficiente de caja bajaría al 1%.
45
El caso de los depósitos a plazo:
El profesor Huerta de Soto defiende que los bancos sólo
crean medios de pago de la nada cuando se apropian del
dinero que los clientes depositan a la vista; para luego
prestarlo. Sin embargo, vamos a demostrar ahora que los
bancos no sólo crean medios de pago al prestar el dinero de
los depósitos a la vista (siempre y cuando emitan sustitos
monetarios), sino que actualmente también crean medios
de pago de la nada al apropiarse de los depósitos a plazo
para prestarlos, o para utilizarlos en sus negocios
particulares.
En el anterior capítulo ya vimos que, con un coeficiente
de caja del 1%, actualmente los bancos pueden emitir deuda
(sustitutos monetarios) por valor de 10000 euros por cada
depósito de 100 euros que reciben. Es decir, que si una
persona lleva 100 euros al banco, éste puede dar
inmediatamente un crédito por valor de 9900 a cualquier
prestatario que se lo pida. El banco tendrá una reserva de
100 euros en caja, y en total deberá 10000 euros (100 al
depositante y 9900 al prestatario), por lo que tendrá un
coeficiente de reservas del 1%.
Pues bien, supongamos que una persona realiza un
depósito a plazo por valor de 100 euros durante un año,
y que, al tratarse de un depósito a plazo, no recibe ningún
tipo de sustituto monetario (la persona es consciente de que,
hasta que transcurra un año, no podrá retirar el dinero del
banco). El banquero entonces, cumpliendo con el
coeficiente de caja del 1%, guarda los 100 euros y
posteriormente emite deuda por valor de 10000 euros,
haciendo un ingreso en la cuenta de un prestatario que
solicita un crédito. El prestatario, entonces, podrá utilizar
(mediante su tarjeta bancaria) la cifra de 10000 euros de la
46
que dispone, mientras que en el banco sólo hay 100 euros.
Según acabamos de ver, se acaban de crear 10000
euros de la nada, a partir de los 100 que se depositaron
a plazo, y que el depositante recuperará transcurrido un
año. Tal y como llevamos diciendo desde el principio, al final
da igual el coeficiente de caja del banco, y da igual si los
banqueros se apropian de los depósitos a plazo o de los
depósitos a la vista. Los bancos sólo crean medios de pago de
la nada cuando emiten sustitutos monetarios.
Ya explicamos en el capítulo “la importancia de que los
sustitutos monetarios sean perfectos” cómo antiguamente
los banqueros podían crear medios de pago de la nada a
partir de los depósitos a plazo, al entregar a los depositantes
certificados de depósito al portador, que estos podían
utilizar como medios de pago en tiendas, aunque luego los
receptores tuvieran que esperar un año para poder retirar el
dinero de los bancos. Pues bien, ahora acabamos de
demostrar cómo en la actualidad los bancos pueden crear
(y de hecho crean) dinero de la nada a partir de los
depósitos a plazo; y no sólo a partir de los depósitos a la
vista, como defiende el profesor Huerta de Soto.
47
Los límites del multiplicador bancario:
Según Ludwig von Mises y el profesor Huerta de Soto,
el dinero puede clasificarse en dinero mercancía y en
dinero crédito. El dinero mercancía es cualquier medio de
intercambio generalmente aceptado y que tenga un valor
por sí mismo, como por ejemplo el oro. El dinero crédito es
cualquier medio de intercambio generalmente aceptado que
esté respaldado por el dinero mercancía, como por ejemplo
un billete canjeable por una determinada cantidad de oro.
Pues bien, el dinero que se deposita en el banco puede ser
dinero mercancía, si por ejemplo se trata de un depósito
de varias onzas de oro; o puede ser dinero crédito, si por
ejemplo se trata de un depósito de 100 euros en billetes.
Dinero crédito es, a efectos prácticos, sinónimo de sustitutos
monetarios; porque se supone que en teoría todo sustituto
monetario está en última instancia respaldado por dinero
mercancía.
Si una persona realiza un depósito de 100 euros en
billetes (sustitutos monetarios), y el banco ingresa en la
cuenta del prestatario 900 euros virtuales (sustitutos
monetarios); esto no significa que el banco haya creado
sustitutos monetarios a partir de los sustitutos monetarios.
Significa que el banco ha creado sustitutos monetarios a
partir del dinero originalmente depositado; que en este
caso son sustitutos monetarios también, pero obviamente de
un tipo diferente. Lo otro es confuso, ya que da a entender
que un banco que recibe 100 euros en billetes (sustitutos
monetarios), puede multiplicar la cantidad de dinero
existente entregando al prestatario 900 euros en billetes
también. O que un banco podría incluso recibir una
transferencia (o un cheque) de 100 euros virtuales, y emitir
900 euros virtuales más.
48
Obviamente un banco que recibe 100 euros en billetes no
puede emitir un préstamo de 900 euros en billetes; los emite
en forma de saldo virtual asociado a la cuenta del
prestatario. Y evidentemente un banco no puede recibir
como depósito una transferencia, porque esto ya es un
depósito en sí mismo —representa un dinero que el
banco debe—, y el banco no va a hacer un depósito de un
depósito. Si una persona recibe una transferencia, y quiere
mantener depositado el importe, simplemente no va a
retirar el dinero en efectivo y ya está. O también puede ir a
retirarlo, como ya vimos, y posteriormente depositarlo de
nuevo. Ambas opciones producen el mismo resultado para el
banco, que en cualquier caso se queda con el mismo
dinero que tenía antes.
No obstante, vamos a suponer a efectos didácticos que el
banco pudiera recibir como depósito un ingreso de 100
euros virtuales, y a partir de ellos emitir un préstamo de 900
euros virtuales. En este caso pasaría a deber 1000 euros
(100 a la persona que ha hecho el ingreso y 900 al
prestatario) sin tener nada en efectivo, por lo que su
coeficiente de caja sería de 0. Los sustitutos monetarios se
emiten a partir del dinero originalmente depositado —
que en este caso tendrían que ser billetes—, no a partir
de los propios sustitutos monetarios ya emitidos.
Ya hemos visto entonces que el dinero originalmente
depositado puede ser dinero mercancía o dinero crédito. Si el
dinero originalmente depositado es dinero mercancía (como
por ejemplo oro), los sustitutos monetarios creados a
partir del oro no pueden depositarse y prestarse una y
otra vez; lo que se deposita y se presta una y otra vez es
el propio oro. Y si el dinero originalmente depositado es
dinero crédito (como por ejemplo billetes), los sustitutos
monetarios creados a partir de los billetes no pueden
depositarse y prestarse una y otra vez; lo que se
deposita y se presta una y otra vez son los propios
49
billetes.
Antiguamente, el dinero originalmente depositado era
oro (dinero mercancía); y los sustitutos monetarios que los
banqueros emitían eran canjeables por oro. Actualmente, el
dinero originalmente depositado son billetes, y los
sustitutos monetarios que los banqueros emiten —en
forma de saldo virtual asociado a cuentas y tarjetas
bancarias— son canjeables por billetes. Estos billetes
deberían ser canjeados por oro si los lleváramos al Banco
Central, porque todo tipo de dinero crédito debería estar
respaldado por dinero mercancía. Sin embargo, desde que
se abandonó el Patrón Oro dejó de ser obligatoria la
conversión.
Puesto que antiguamente los sustitutos monetarios eran
los billetes, y actualmente los sustitutos monetarios son el
saldo virtual de las cuentas bancarias (asociadas a tarjetas,
cheques, etc); hay gente que piensa que a partir de los
antiguos sustitutos monetarios —los billetes— se han
creado los nuevos sustitutos monetarios. Esto es incorrecto;
a partir del dinero originalmente depositado (los
billetes) se han creado los sustitutos monetarios
actuales. No se pueden crear sustitutos monetarios a partir
de sustitutos monetarios, porque siempre tiene que haber
un dinero que sea el originalmente depositado, para que
puedan crearse los sustitutos monetarios a partir de él.
Recordemos que los sustitutos monetarios no se pueden
depositar sin previamente haber retirado el importe; de tal
modo que lo que en realidad se deposita siempre es el
propio dinero originalmente existente.
El día en que los sustitutos monetarios actuales —el
dinero virtual— se puedan depositar sin ser previamente
canjeados, entonces pasarán a ocupar el rol del dinero
originalmente depositado; y los sustitutos monetarios que se
creen a partir de ellos serán los que no se puedan depositar
sin antes haber sido canjeados por saldo virtual.
50
Para canjear los sustitutos monetarios, el dinero
originalmente depositado tiene que salir de la caja de
algún banco. Si el cliente presenta los sustitutos monetarios
en el mismo banco que los ha emitido, el dinero que obtenga
procederá de la caja de ese mismo banco; y si el cliente
presenta los sustitutos monetarios en un banco diferente,
éste le cobrará el importe al anterior. Al final, todo lo que
un banco pueda prestar de más lo podrá prestar otro de
menos y, cuando no sea así, será a costa de reducir su
propio coeficiente de caja, al deber más dinero y
mantener las mismas reservas.
Los banqueros simplemente se encargan de que todos
los medios fiduciarios que el coeficiente de caja les
permita crear permanezcan siempre en circulación;
concediendo nuevos préstamos a medida que sus clientes
devuelven los antiguos y ellos aumentan sus reservas.
Mientras los antiguos préstamos no se devuelven, los bancos
no pueden conceder otros nuevos, porque entonces estarían
operando al margen del coeficiente de caja legal. Para que
pudieran dar más préstamos y crear nuevos medios de
pago tendría que aumentar la cantidad de billetes (o
dinero fíat) en circulación —mediante la intervención del
Banco Central, que se encargaría de imprimirlos— o bien,
como ya hemos dicho, tendría que disminuir el
coeficiente de caja. De lo contrario, la cantidad de
sustitutos monetarios existentes se mantiene siempre
constante en sus limitaciones; ya que sólo se crean
sustitutos monetarios a partir del dinero originalmente
existente, y no a partir de los propios sustitutos
monetarios.
Al Banco Central le gusta que continuamente exista una
inflación —o subida de los precios debida al aumento de
la cantidad de medios de pago en circulación—
moderada. Es por ello que la cantidad de billetes
existentes va aumentando lentamente de una forma
51
continua e inexorable, al igual que la cantidad de
sustitutos monetarios, que se van multiplicando
exponencialmente. Lo cierto, no obstante, es que la
cantidad de dinero en circulación se va incrementando de
una forma tan sutil que de un día para otro resulta
imperceptible. Únicamente notamos la inflación con el
paso de los años, en caso de que no se hayan producido
bienes en la misma proporción en la que ha aumentado
la cantidad de dinero disponible; y por lo tanto estos
hayan subido de precio. Pero es que los economistas del
Banco Central piensan —sin mucho criterio— que una
deflación moderada conduciría a la ruina.
52
Los errores del profesor Huerta de Soto:
Ya hemos visto, durante todas estas páginas —y, sobre
todo, en el capítulo Cuándo no se crea dinero de la nada, que
era el introductorio a éste— que solo se crean medios de
pago cuando se emiten sustitutos monetarios. Y hemos
visto que, del mismo modo que antiguamente los banqueros
emitían certificados de depósito que se convertían en
sustitutos monetarios cuando empezaban a circular como
medios de pago; actualmente los banqueros crean
depósitos —cuentas bancarias— de la nada cuyo saldo
se convierte en sustituto monetario cuando empieza a
circular como medio de pago mediante las tarjetas
bancarias. Sin estas, todo el dinero que los bancos crean
contablemente no tendría ninguna materialización
física, y por lo tanto no podría circular en forma de
sustitutos monetarios.
Pues bien, según el profesor Huerta de Soto, la creación
de medios de pago de la nada se produce en cualquier
contexto en el que el dinero procedente de un depósito a la
vista se le entregue a un prestatario; independientemente de
que el depositante disponga de sustitutos monetarios (de un
saldo virtual que pueda utilizar mediante una tarjeta
bancaria) o no. Para el profesor Huerta de Soto, el propio
saldo virtual ya son sustitutos monetarios en sí mismos,
pues es un apunte contable que garantiza la doble
disponibilidad.
“El banco crea de la nada dinero que presta en forma de
bienes presentes a Z, sin que nadie se haya visto obligado a
ahorrar esa misma cifra con carácter previo, puesto que el
depositante originario X sigue pensando subjetivamente que
tiene a su disposición el millón íntegro de u.m. que depositó en
53
el banco, es decir, que dispone de un activo plenamente líquido
(dinero) por importe de un millón de u.m.; y al mismo tiempo,
el prestatario Z recibe para sus inversiones 900.000 u.m. de
nueva liquidez que nadie ahorró con carácter previo. Es decir,
dos personas distintas consideran que disponen perfecta y
simultáneamente de la misma liquidez” (pág. 153 del libro
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos).
Da igual lo que el depositante considere
subjetivamente. Si el depositante X es el único del banco,
no podrá recuperar su dinero en efectivo por muy
convencido que esté. Solo si dispone de una tarjeta
bancaria (o de cualquier otro tipo de instrumento de pago)
podrá utilizar su dinero al mismo tiempo que lo tiene el
prestatario. El profesor Huerta de Soto no se da cuenta de
que, sin tarjetas bancarias ni transferencias, no puede
haber doble disponibilidad, porque dos personas no
pueden tener los mismos billetes a la vez; a pesar de que
un apunte contable diga lo contrario. Los apuntes
contables y el saldo virtual de las cuentas bancarias no
son sustitutos monetarios hasta que no empiezan a
circular como tal, gracias a las tarjetas y demás
instrumentos de pago. Los bancos, por lo tanto, no crean
ningún dinero por el simple hecho de que se apropien del
dinero de sus depositantes para prestarlo, aunque el
profesor Huerta de Soto afirme que sí:
“La propia institución, jurídicamente contradictoria, del
depósito irregular sin obligación de custodia, es decir, con
reserva fraccionaria a favor del banco, por sí misma genera
unos procesos económicos que hacen que los préstamos e
inversiones que realizan los bancos con los depósitos que se
apropian o crean, tiendan a ser erróneos de manera
generalizada, porque en última instancia se financian con una
expansión del crédito sin previo aumento del ahorro real”.
(Pág. 122 del libro Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos).
54
El profesor Huerta de Soto simplemente no distingue
entre que se emitan sustitutos monetarios o no, porque
únicamente está centrado en el hecho de que, si se presta
un dinero que previamente no ha sido ahorrado, se
generan malas inversiones y crisis económicas. Piensa
que, como los depositantes consideran que tienen la
completa disponibilidad sobre su dinero, ni están
renunciando a él ni lo están ahorrando. No se da cuenta de
que, en realidad, los depositantes siempre renuncian a su
dinero mientras lo mantienen en el banco, ya que podrían
ir a retirarlo en cualquier momento y hacer que éste
quebrase. Los banqueros, en caso de que no emitan
sustitutos monetarios que los depositantes puedan
utilizar en lugar de su propio dinero, dependen
plenamente del ahorro (o renuncia al consumo) de sus
depositantes.
Sólo cuando un banco quiebra se demuestra que,
efectivamente y en ese caso en particular, el dinero prestado
no ha sido ahorrado durante el tiempo necesario, pues los
depositantes —que no disponen de sustitutos monetarios—
han ido a retirarlo antes de que los prestatarios lo hubieran
devuelto. Pero esto tampoco significa que ese dinero
depositado no haya sido ahorrado hasta el mismo momento
de su retirada; simplemente los plazos no han coincidido.
Pero, para eso, la teoría de la liquidez se encarga de estudiar
durante cuánto tiempo hay que prestar el dinero de los
depositantes, en función de si acostumbran a mantenerlo
durante mucho tiempo en el banco o de si lo retiran
enseguida. Obviamente el dinero procedente de los
depósitos a la vista no debería salir del banco —a fin de
respetar la motivación de guarda o custodia del
contrato— pero, en caso de que los banqueros violen este
principio, al menos deberían prestar el dinero durante
periodos muy cortos de tiempo, para que se encuentre otra
vez en el banco cuando los depositantes vayan a retirarlo.
55
Si los bancos quiebran por prestar el dinero procedente
de los depósitos a la vista y conducir a los prestatarios a
realizar malas inversiones generalizadas, será el Banco
Central el que cree el dinero de la nada, al imprimir los
billetes necesarios para rescatar a los bancos que aún
no hayan recuperado los depósitos. Pero no serán estos
los que habrán creado el dinero de la nada, sino el Banco
Central. Cuando los bancos privados no emiten sustitutos
monetarios, es un error hablar de creación de dinero de
la nada. Ni es creación (porque no emiten ningún tipo de
medio de pago, sólo redistribuyen los ya existentes), ni
es de dinero (en tal caso sería de sustitutos monetarios,
porque dinero —como tal— jamás crean los bancos), ni
es de la nada (porque ya hemos demostrado que el
dinero depositado a la vista se ahorra hasta el mismo
momento en que se retira).
Según el profesor Huerta de Soto, no obstante, solo el
dinero procedente de los préstamos (y, más concretamente,
de los préstamos a plazo) ha sido ahorrado, al tratarse de un
dinero que los clientes han prestado al banco —a cambio de
recibir un interés— durante un periodo de tiempo
perfectamente definido. Pero esto no es cierto; cualquier
dinero que una persona renuncia a utilizar está siendo
ahorrado, independiente de que lo deposite, de que lo
preste, o de que simplemente lo tenga en un cajón de su casa.
Y en cualquier caso, ya demostramos en el capítulo “el caso
de los depósitos a plazo” que, actualmente, los bancos
también crean medios de pago de la nada a partir de los
depósitos a plazo de sus clientes; puesto que —aunque el
prestamista no conserve la disponibilidad de su dinero— el
prestatario puede disponer de más dinero (en forma de
saldo virtual asociado a su cuenta bancaria) del que
realmente existe en el banco. Si éste mantiene un coeficiente
de caja del 10%, por cada 100 euros que reciba puede
emitir 1000, tanto si el dinero procede de un depósito a
56
la vista como si procede de un depósito a plazo.
Para que haya creación de medios de pago de la nada no
necesariamente tiene que producirse un delito de
apropiación indebida (a partir del cual los banqueros se
apropian del dinero de sus depositantes para prestarlo);
pero sí es esencial que se produzca siempre un delito de
falsificación. El banquero siempre tiene que falsificar el
dinero de sus depositantes —entregándoles sustitutos
monetarios en forma de saldo virtual asociado a cuentas
y tarjetas bancarias—; y luego puede prestar los
depósitos en efectivo (cometiendo un delito de
apropiación indebida) o bien en forma de sustitutos
monetarios. En este caso no necesita apropiarse
indebidamente del dinero de sus depositantes para poder
prestarlo, ya que lo que presta es otra falsificación del
mismo. Mientras que el prestatario —o la persona que
reciba pagos con tarjeta por parte de éste— no vaya al banco
a retirar el dinero en efectivo, el banquero no comete
ningún delito de apropiación indebida, ya que conserva
físicamente el dinero del depositante.
Cuando el banquero se apropia del dinero de sus clientes
para prestarlo es crédito mercancía (utilizando la
terminología de Mises); cuando el banquero emite
sustitutos monetarios o medios fiduciarios es crédito
circulatorio. Con el crédito circulatorio hay creación de
medios de pago, con el crédito mercancía no lo hay.
“La expresión expansión crediticia (credit expansion) ha
sido con frecuencia mal interpretada. Conviene observar que
el crédito mercancía nunca puede ser ampliado. El único
vehículo de la expansión crediticia es el crédito circulatorio.”
(Ludwig von Mises en la pág. 520 de “La acción humana”).
El profesor Huerta de Soto en ningún momento realiza
una distinción entre ambos tipos de crédito (sobre los que
57
profundizaremos en el siguiente capítulo); y además
confunde el delito de falsificación —que siempre implica
creación de dinero— con el delito de apropiación indebida,
que no necesariamente lo implica.
No existe diferencia económica alguna entre la emisión de
billetes sin respaldo y la expansión ex nihilo de crédito
bancario respaldada con depósitos generados de la nada. La
única diferencia que existe es de tipo jurídico, puesto que, de
acuerdo con los principios universales del derecho, en el caso
de la emisión de billetes sin respaldo se produce, como ya
hemos visto, una falsificación de documento y un delito de
estafa, mientras que en el caso del contrato de depósito
bancario de dinero tan sólo hay una apropiación indebida.
(Pág. 202 del libro Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos).
Como ya decíamos, y aunque el profesor afirme lo
contrario, existe un delito de falsificación en ambas
situaciones, porque tanto los billetes que antiguamente
prestaban los banqueros (en lugar del oro depositado, que
mantenían en el banco) como los depósitos que actualmente
crean y prestan —en forma de dinero virtual asociado a
cuentas bancarias e instrumentos de pago—, son del mismo
modo sustitutos monetarios. El delito de falsificación es
exactamente el mismo en ambos casos. Si éste no se
produjera y por lo tanto no hubiera emisión de sustitutos
monetarios, entonces ya sí tendría que haber un delito de
apropiación indebida, porque el banquero tendría que
apropiarse del dinero de sus depositantes para poder
prestarlo.
No es el delito de apropiación indebida el que genera la
creación de medios de pago de la nada (como mucho, genera
una redistribución errónea del dinero ya existente), sino
el delito de falsificación. Así pues, una empresa que se
dedique a vender sellos a sus clientes, garantizándoles la
58
devolución de su dinero —como si hubieran hecho un
depósito a la vista— en cuanto devuelvan los sellos, no
origina ningún tipo de creación de medios de pago, aunque
al mismo tiempo dicha empresa entregue el dinero de sus
clientes a otras personas. Estamos hablando de negocios
como el del Fórum Filatélico, o de cualquier tipo de
estafa piramidal, en la que el dinero de unas personas se
distribuya entre otras (produciéndose un delito de
apropiación indebida), sin que en ningún momento se
produzca una creación de medios de pago de la nada.
Puesto que los sellos que los clientes reciben no pueden
utilizarlos como medio de pago en las tiendas —al
contrario de lo que sucedía con los certificados de
depósito que emitían los bancos, o con el saldo virtual
que emiten ahora—, no constituyen verdaderos
sustitutos monetarios, y por lo tanto no existe creación
de medios de pago.
Baldomera Larra, hija del escritor español Mariano
José de Larra, fue antecesora de Ponzi, y figura como una
de las primeras personas que realizó una estafa piramidal a
lo largo de la historia. Supuestamente ofrecía un interés
mensual del 30%, es decir, que por cada 100 onzas de oro
que le depositaban a la vista (pudiendo los clientes retirarlas
cuando quisieran), prometía 30 onzas al mes. Obviamente
esto no implicaba ningún tipo de creación de medios de pago
de la nada, puesto que el oro que depositaban los nuevos
clientes lo utilizaba para pagar lo que había prometido a
los antiguos, tratándose así de una simple
redistribución. En ningún momento les entregaba
instrumentos de pago que pudiesen utilizar como si fuera el
oro propiamente depositado. Tampoco Ponzi creó dinero
de la nada, puesto que los cupones postales que vendía a
sus clientes (con la promesa de devolverles su dinero en
cuanto los presentaran, como si hubieran hecho un depósito
a la vista) no podían utilizarlos como medio de pago en las
tiendas. Solo los bancos —que también siguen un
59
esquema piramidal— crean medios de pago de la nada,
al emitir sustitutos monetarios perfectos.
Los fondos de inversión, por ejemplo, tampoco crean
medios de pago de la nada; aunque inviertan el dinero
de sus clientes, y a su vez estos puedan retirarlo cuando
quieran (mediante una cancelación anticipada del contrato).
En caso de que se produzca alguna retirada antes de lo
previsto, la empresa desinvierte el dinero de sus clientes
o utiliza sus propias reservas (el dinero de otros
clientes) para devolver lo que corresponda.
Exactamente como harían los bancos si no emitieran
sustitutos monetarios.
Si una persona lleva 1000 euros en efectivo a un fondo de
inversión, éste por ejemplo puede invertir 900 euros en
comprar acciones y guardar los otros 100 en su caja;
manteniendo así un coeficiente de caja (o de liquidez) del
10%. Si el cliente quiere salirse del fondo de inversión antes
del plazo acordado, el fondo de inversión tiene que ver a qué
precio se encuentran las acciones en ese momento, para
calcular cuánto dinero le debe a su cliente. Si las acciones
han bajado, éste recibirá de vuelta menos dinero del que
invirtió. La empresa, para no tener que vender las acciones
que había comprado con el dinero de su cliente, cogerá el
dinero de las reservas de otros clientes, hasta que el importe
sume lo que le tenga que devolver. En ese momento el
coeficiente de liquidez de la empresa se reducirá (porque
conservará menos dinero del resto de sus clientes); lo que
implica que ya no podrá seguir invirtiendo tanto dinero
como antes hasta haber recuperado las reservas, mediante
los beneficios —si es que se producen— de la venta de las
acciones o mediante las aportaciones de los nuevos clientes.
También puede suceder que el cliente, en lugar de llevar
los 1000 euros en efectivo, ingrese 1000 euros de su cuenta
en el fondo de inversión. En este caso, el saldo desaparece
60
de la cuenta del cliente y aparece en la cuenta del fondo
de inversión. Si a su vez éste traspasa 900 euros a otra
cuenta —o compra acciones por valor de 900 euros—, la
suya propia pierde 900 euros. En ningún momento puede
traspasar 900 euros a otra cuenta, y al mismo tiempo
mantenerlos en la suya. Cuando el fondo de inversión tiene
que efectuar un traspaso a la cuenta de alguno de sus
clientes, el saldo disminuye en la suya propia. Y cuando el
fondo de inversión tiene que efectuar algún pago en efectivo,
también saca el importe de su propia cuenta o de su caja.
Tanto si las operaciones se realizan con dinero en efectivo
como por medio de sustitutos monetarios (saldo virtual), el
dinero nunca está en dos lugares a la vez.
El fondo de inversión nunca crea dinero de la nada —
porque los papeles informativos que entregan a sus clientes
no se utilizan como sustitutos monetarios—, al igual que
sucede con otras empresas que se dedican a invertir el
dinero de sus clientes, sin facilitarles a su vez ningún
tipo de instrumento de pago que puedan utilizar en
sustitución de su dinero. Y cuando tienen que devolvérselo, o lo desinvierten o lo sacan de su propia cuenta o de las
reservas del resto de los clientes. Los bancos, en cambio, no
desinvierten ni extraen de ninguna parte los medios de pago
que prestan, porque los depositantes todavía pueden utilizarlos aunque también dispongan de ellos los prestatarios.
Solo los bancos tienen el privilegio legal de poder
asignar el mismo dinero a dos agentes a la vez.
“Las autoridades terminan concediendo un privilegio (ius
privilegium) en forma de licencia gubernativa mediante la
cual se consiente que los bancos operen con un coeficiente de
reserva fraccionaria. Los gobernantes fueron, en la mayor
parte de las circunstancias, los primeros que se aprovecharon
de la actividad bancaria fraudulenta, obteniendo de ella una
financiación pública más fácil (en forma de préstamos de los
banqueros). Parece como si a los banqueros se les concediera
61
el privilegio de poder hacer uso del dinero propiedad de sus
depositantes en beneficio propio, a cambio del acuerdo tácito
de que tal uso se materializara, básicamente, en financiación y
préstamos concedidos a las autoridades públicas.” (Págs. 54 y
55 del libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos).
Aunque muchas empresas —y no sólo los fondos de
inversión— operen con el dinero de sus clientes, solo los
bancos crean medios de pago de la nada, al emitir sustitutos
monetarios. Dice el profesor Huerta de Soto lo siguiente:
“El que se «garantice» en muchas operaciones
«irregulares» la continua disponibilidad tiene como fin
convencer al cliente de que no precisa renunciar a la misma ni
efectuar el sacrificio que exige el ahorro, lo cual facilita
enormemente la captación de fondos, especialmente entre
ingenuos a los que se tienta, como en todo engaño o timo, con
la posibilidad de obtener altas rentabilidades sin sacrificio ni
riesgo alguno.” (Pág. 127 del libro Dinero, crédito bancario y
ciclos económicos).
Pareciera, según estas palabras, que en la mayoría de los
casos no se garantiza continuamente la disponibilidad de los
fondos; y que si los bancos lo hacen es porque están
“timando a los ingenuos” que depositan su dinero. Pues
vamos a ver que la mayoría de la empresas (y no sólo los
bancos) ofrecen la posibilidad de recuperar en todo
momento el dinero invertido.
Para empezar, ya estuvimos hablando de los fondos de
inversión, donde un cliente puede recuperar su dinero antes
del plazo acordado, mediante una cancelación o
amortización anticipada. Aunque bien es cierto que, en estos
casos, el cliente asumirá las pérdidas (si las hay) y los gastos
de cancelación (si los hay). Pero la posibilidad de recuperar
el dinero siempre estará ahí, como si se hubiera realizado
un préstamo a plazo en el banco, y finalmente se hubiese
transformado en un préstamo a la vista.
62
Oficialmente, en ningún momento se considera que los
clientes estén prestando su dinero al fondo —puesto que, de
ser así, la empresa estaría obligada a devolverlo todo—, sino
que están comprando participaciones del fondo. Sin
embargo, a efectos prácticos es como si estuvieran
realizando un préstamo a la vista. Los usuarios entregan
su dinero al fondo de inversión y pueden retirarlo
nuevamente
cuando
quieran,
devolviendo
las
participaciones que compraron y asumiendo tanto los
beneficios como las pérdidas. Del mismo modo que los
prestamistas de un banco son conscientes de que,
eventualmente, pueden perder su dinero (porque están
realizando un préstamo, y no un depósito); también los
clientes de un fondo saben que sus acciones pueden caer.
Según Huerta de Soto, cualquier contrato que simule
un depósito a la vista es en realidad un depósito a la
vista, independientemente de los elementos que tenga o
del nombre que se le dé. Entonces, también podemos
decir que cualquier contrato que simule un préstamo a
la vista es en realidad un préstamo a la vista,
independientemente de los elementos que tenga o del
nombre que se le dé. Los fondos de inversión, aunque
oficialmente vendan participaciones a los clientes,
operan como si estuvieran recibiendo préstamos a la
vista; pues reciben la disponibilidad de un dinero que los
clientes pueden retirar —asumiendo las pérdidas y las
ganancias— cuando quieran.
Pero no solo los fondos de inversión operan con
préstamos a la vista o equivalentes (contratos que,
aunque no sean préstamos a la vista, tienen muchas de
sus características). La gran mayoría de las empresas
hacen lo mismo, sin crear por ello ningún dinero de la nada.
Las aseguradoras, por ejemplo, a veces se enfrentan a
eventos impredecibles como epidemias, pandemias o
desastres naturales; a los que tienen que dar cobertura si no
63
especificaron lo contrario en sus contratos. En estos casos,
se encontrarían en la misma situación que los
banqueros, cuando tienen que hacer frente a un gran
número imprevisto de retiradas. Generalmente, las
aseguradoras utilizan tablas de mortalidad para saber
cuándo tendrán que facilitar las coberturas acordadas; y por
eso no deberían cubrir eventos impredecibles como
pandemias, desastres naturales, etc. Sin embargo,
eventualmente sí lo hacen (ver la actuación de las
aseguradoras durante la pandemia por coronavirus en
España), y en esas ocasiones se encuentran en la misma
situación que los banqueros, cuando inesperadamente
tienen que hacer frente a sus compromisos. En cualquier
caso, e independientemente de que las aseguradoras sean o
no capaces de mantener la solvencia, jamás crean dinero
de la nada, porque no emiten sustitutos monetarios de
ningún tipo.
Solo los bancos multiplican la cantidad de medios de
pago, al facilitar sustitutos monetarios a los depositantes,
mientras entregan su dinero —en efectivo o en forma de
sustitutos monetarios— a los prestatarios. Si lo que se
pretende es que los bancos no creen medios de pago de
la nada, basta con que no emitan sustitutos monetarios.
Cumpliendo con esta única premisa, su funcionamiento
será idéntico al de los fondos de inversión y demás
empresas que también invierten el dinero de sus
clientes sin crear dinero de la nada, aún manteniendo un
coeficiente de reserva fraccionaria en los fondos que
gestionan.
64
Los errores del profesor Juan Ramón Rallo:
Según el profesor Juan Ramón Rallo, en cambio, los
bancos no crean dinero de la nada, sino deuda, que para él es
algo completamente diferente. El profesor Rallo define el
dinero como un bien presente (que, según su
concepción, es aquel que no está respaldado por otros
bienes) y la deuda como un bien futuro, que es aquel que
será canjeado por bienes presentes. Un ejemplo de un
bien presente sería para él el oro, y un ejemplo de bienes
futuros serían los billetes (o cualquier tipo de promesa de
pago) que los banqueros emiten, y que se supone que
tendrían que estar respaldados por oro (el bien presente).
“La mejor de estas taxonomías nos la ofrece el economista
argentino Carlos Bondone en su libro Teoría de la Moneda
(2012). (...). Para Bondone, todos los medios de intercambio
son moneda y toda moneda es un bien económico. Los bienes
económicos, a su vez, pueden ser bienes económicos presentes
y bienes económicos futuros; a los primeros Bondone los
denominará moneda-dinero y a los segundos moneda-crédito.
La moneda-dinero es todo bien económico presente que
cumple la función de moneda, es decir, satisface la necesidad
de liquidez desde su condición de ser bien económico presente
(oro, plata, cereal, etc.). La moneda-crédito es todo crédito que
cumple la función de moneda, es decir, satisface la necesidad
de liquidez desde su condición de ser crédito”. (La redefinición
moderna del origen y de las funciones del dinero; artículo de
Juan Ramón Rallo).
Vemos entonces que, para el profesor Rallo, es
básicamente lo mismo hablar de bienes presentes que
hablar de dinero mercancía (que, tal y como vimos
anteriormente, es todo medio de intercambio generalmente
aceptado que tenga valor por sí mismo); y que a su vez es lo
mismo hablar de bienes futuros que hablar de dinero
65
crédito (todo medio de intercambio generalmente aceptado
y canjeable por una cantidad determinada de dinero
mercancía). Sin embargo a continuación veremos que,
aunque el profesor Rallo utilice los dos primeros conceptos
(bienes presentes y dinero mercancía) y los dos segundos
como si fueran sinónimos; no lo son en absoluto. El hecho de
utilizar indistintamente todos estos términos conlleva a
una enorme confusión que, posiblemente, es la
responsable del resto de sus errores.
Si recogemos la definición que ofrece Mises, un crédito
consiste en un intercambio de bienes presentes por
bienes futuros o, lo que es lo mismo, en que una persona
entregue un bien hoy para recibir otro bien de más valor
mañana. Ejemplos de crédito:
Una persona deja oro en el banco hoy (bien presente),
para recibir de vuelta una mayor cantidad de oro mañana
(bien futuro).
Una persona deja billetes en el banco hoy (bien presente),
para recibir de vuelta más billetes mañana (bien futuro).
Una persona entrega un cheque hoy (bien presente), para
recibir un televisor mañana (bien futuro).
Una persona entrega un televisor hoy (bien presente),
para recibir los billetes mañana (bien futuro).
La cantidad de ejemplos puede ser infinita; pero el caso
es que nos demos cuenta de que, según la definición de
crédito que ofrece Mises, cualquier tipo de bien puede
actuar como un bien presente o como un bien futuro en
determinadas circunstancias. En este sentido, es un error
clasificar permanentemente los cheques o los billetes como
bienes futuros, tal y como hacen Bondone —el único autor
de todos los que aquí mencionamos que no pertenece a la
Escuela Austríaca— o el profesor Rallo. Pero, del mismo
modo, también es un error clasificarlos permanentemente
66
como bienes presentes, tal y como hace el profesor Huerta
de Soto. No obstante, y puestos ya a hacerlo mal, es mucho
mejor clasificarlos invariablemente como bienes presentes,
pues la mayoría de las veces los cheques, billetes y demás
instrumentos de pago son entregados al contado, en el
mismo momento de realizar las compras.
Recordemos que los bienes presentes son aquellos que
tenemos hoy, utilizamos hoy, recibimos hoy, etc; y los
bienes futuros son aquellos que tendremos mañana,
utilizaremos mañana, recibiremos mañana, etc. Decir que un
cheque que utilizamos hoy (bien presente) como medio de
pago en una tienda es un bien futuro —por el simple hecho
de que en el futuro deba ser canjeado por oro— es
distorsionar la realidad hasta tal punto que ya incluso se
duda de si lo harán de forma intencionada.
“Mientras que el dinero es un bien presente, las promesas
son bienes futuros, es decir, las promesas simplemente son un
compromiso a entregar dinero al acreedor en un momento
futuro (sea ese futuro de muy corto o largo plazo)”. (La
redefinición moderna del origen y de las funciones del dinero;
artículo de Juan Ramón Rallo).
Esta clasificación de Bondone que el profesor Rallo apoya
es, como ya hemos visto, un atentado contra el sentido
común de la gente. La clasificación correcta es la que hace
el profesor Huerta de Soto cuando define el oro como
dinero mercancía y los billetes como dinero crédito; o la
que hace el propio Juan Ramón Rallo cuando define el
oro como un activo real y los billetes como un activo
financiero. Que sean bienes presentes o bienes futuros
dependerá —en ambos casos— de si se utilizan como medio
de pago hoy o mañana; independientemente de que
representen una deuda o no. Afirmar que los medios de pago
basados en deudas son siempre bienes futuros, produce
teorías tan increíbles y desconcertantes como las que
veremos a continuación.
67
Según Bondone y el profesor Rallo, puesto que los
préstamos de los bancos no consisten en la emisión de bienes
presentes (oro, o algún tipo de bien que tenga valor por sí
mismo), sino en la emisión de deuda (sustitutos monetarios
o promesas de pago que en el futuro serán canjeadas por
bienes presentes), los bancos no estarían creando ningún
dinero (bien presente) de la nada. Lo que estarían creando
son bienes futuros, o deuda. Y, puesto que la deuda —o el
crédito— supone por definición una renuncia a ciertos
bienes presentes hoy a cambio de recibir una mayor
cantidad de bienes presentes en el futuro, los bancos no
estarían creando su deuda a partir “de la nada”, sino a partir
de esos bienes presentes a los que se renuncia. Esto, a su vez,
implicaría que no puede existir una doble disponibilidad,
porque el que debe cobrar su deuda tiene que renunciar a
los bienes presentes (el oro, y lo que pueda comprar con éste)
hasta que cobre dicha deuda.
Aquí se aprecia claramente cómo, valiéndose de
condicionantes y de pequeñas alteraciones en el lenguaje,
intentan colar una teoría de dudosa credibilidad cuya validez
científica no deben tener muy clara ni ellos; pero que —
mientras van profundizando sobre el tema— les viene muy
bien para justificar la metodología de los bancos.
Obviamente, estos sí crean dinero de la nada (concretamente
dinero crédito), haciendo que el depositante y el
prestatario puedan utilizar sustitutos monetarios
mientras que el dinero originalmente depositado
permanece en el banco. No hay renuncia por parte de
nadie, por lo que el crédito como tradicionalmente se
entiende ni siquiera existe, puesto que la renuncia es
imprescindible en el crédito.
Se supone que, en una operación de crédito, una persona
entrega bienes en el presente para obtener una cantidad
mayor de bienes en el futuro; y que la persona que entrega
los bienes presentes tiene que renunciar a ellos. Por ejemplo,
68
así:
Un prestamista entrega oro, billetes —o lo que sea— al
banco hoy (bienes presentes), para recibir una mayor
cantidad de oro, billetes —o lo que sea— mañana (bienes
futuros).
En este caso sí hay renuncia. Pero esto no es lo que
sucede actualmente. Lo que sucede actualmente es esto:
Un prestamista entrega oro, billetes —o lo que sea— al
banco hoy (bienes presentes), a cambio de recibir sustitutos
monetarios hoy (bienes presentes), y la devolución del
dinero prestado mañana (bienes futuros) junto con el
interés, en caso de que no se haya gastado los sustitutos
monetarios cuando vuelva (es decir, en caso de que no
regrese con su cuenta a 0).
Se puede apreciar claramente que, en este último caso, no
existe ningún tipo de operación de crédito, en el sentido de
que nadie renuncia a sus bienes presentes a cambio de
obtener bienes futuros. Lo único que ocurre es que el mal
llamado prestamista da unos bienes ahora (el oro en este
caso) a cambio de recibir otros bienes ahora (los sustitutos
monetarios). Estos bienes, aunque no tengan un valor real,
tienen valor porque éste es siempre subjetivo, y las personas
han proyectado en ellos el valor de aquellos bienes que
pueden conseguir a cambio de entregar esos papeles.
Todos nos damos cuenta —y Mises y el profesor Huerta
de Soto los primeros— de que las promesas de pago
emitidas por los bancos (en forma de dinero virtual asociado
a cuentas bancarias, cheques, etc) están basadas en un
derecho de cobro que tendrá lugar en el futuro (cuando las
promesas de pago sean canjeadas por el dinero
originalmente depositado); y de que aún así las personas las
utilizan para comprar bienes en el presente, al igual que
harían con el oro si todavía fuera un medio de intercambio
69
generalmente aceptado. Por lo tanto, y aunque Bondone se
empeñe en que las promesas de pago que emiten los bancos
son —según su terminología nefasta y engañosa— bienes
futuros (deuda), lo cierto es que son bienes presentes
(dinero) al mismo tiempo. Parece una contradicción, pero no
lo es: Para los clientes que las reciben son dinero,
porque las utilizan para comprar otros bienes en el
presente o en el futuro, igual que si tuvieran oro;
mientras que para los bancos que las emiten son deuda.
Por eso, la denominación dinero crédito es la más
apropiada de todas, ya que abarca ambos conceptos al
mismo tiempo.
Hemos dicho que, según la definición clásica de crédito,
este consiste en que alguien entrega bienes presentes a
cambio de recibir bienes futuros. El que otorga el crédito
es, por lo tanto, la parte que aporta los bienes presentes,
y la que los recibe es la que más adelante los devolverá.
Pues bien, en todo crédito tiene que haber una persona que
aporte los bienes presentes iniciales, y lógicamente en el
crédito bancario también. Tradicionalmente, la persona que
aportaba los bienes presentes era siempre el depositante de
oro; pero actualmente ya nadie deposita ni presta oro a los
bancos, sino billetes, que para Bondone y el profesor Rallo
no entran en la categoría de bienes presentes. Esto implica
que, bajo sus propias definiciones, no haya nadie que aporte
los bienes presentes necesarios para el crédito; y que por lo
tanto les toque buscarlo un poco en donde surja.
Así pues, nos sorprenden con una nueva visión donde la
persona que aporta los bienes presentes ya no es la que
presta su dinero al banco, o el propio banco en sí (pues ni
uno ni otro entregan —a juicio del profesor Rallo— bienes
presentes); sino cualquier vendedor que, tras entregar sus
mercancías (bienes presentes), recibe sustitutos monetarios
(bienes futuros) como medio de pago. Es decir que, según
Bondone y el profesor Rallo, si una persona va al banco a
70
pedir dinero porque quiere comprarse un televisor, el banco
no le estaría concediendo ningún crédito porque no es quien
entrega el televisor. Quien le financia con su ahorro real (con
su televisor) es el vendedor, porque es éste quien hace
entrega de los bienes presentes. En realidad, esto podría ser
así de no ser porque el vendedor —al igual que ocurre
con el prestamista cuando deja su dinero en el banco—
recibe sustitutos monetarios en el momento de entregar
el bien presente; lo que hace que ya no exista ningún
tipo de ahorro por su parte.
Vemos, en cualquier caso, hasta dónde llega el grado de
ingenio y sofisticación de los teóricos de la liquidez, pero
aún pueden dar más de sí. También afirman que el vendedor
del televisor —o del bien presente— no solo le da crédito a
la persona que lo recibe, sino que además le da crédito al
propio banco en sí pues, cuando el vendedor de la tele recibe
como medio de pago los sustitutos monetarios que el banco
había emitido, pasa a tener una deuda contra él, lo que ya le
convierte en su acreedor. Repetimos: Cuando el vendedor
del televisor acepta como medio de pago un pagaré
procedente del banco, obtiene una deuda contra él. Y, puesto
que ahora el banco le debe billetes, esto convierte al
vendedor de la tele en el acreedor del banco, que tendrá que
darle el dinero correspondiente cuando vaya a descontar (o
canjear) el pagaré.
Si el vendedor de la tele, en lugar de ir al banco a cobrar
su pagaré, decidiera utilizarlo para comprar otros bienes
presentes (por ejemplo, un ordenador), el que ahora daría el
crédito sería el vendedor del ordenador que, a su vez,
también pasaría a ser el nuevo acreedor del banco, al haber
recibido durante la venta una promesa de pago contra él.
Mientras que el vendedor del ordenador no vaya al banco a
canjear el pagaré por dinero en efectivo —o por un ingreso
en su cuenta bancaria—, según el profesor Rallo le está
dando crédito al banco.
71
El crédito se articula cuando tú vas con un pagaré a ese
vendedor y le dices “te compro tu coche con este pagaré”; con
lo cual el vendedor —si acepta el pagaré— está renunciando
a su bien presente, que es el coche, a cambio de un crédito
exigible contra el banco. Por lo tanto es el vendedor el que, al
vender el bien, está dando crédito; no el banco. El banco es un
intermediario para conectar el crédito que da el vendedor y el
crédito que recibe el comprador; pero el banco no da crédito,
sino que reconoce crédito. Conecta acreedor y deudor, pero no
genera nuevo crédito de la nada. De hecho es que, además, es
todavía más flagrante, porque para que el banco pueda dar
crédito alguien se lo tiene que dar. Entonces, ¿quién le está
dando crédito al banco en este ejemplo que he puesto yo? El
vendedor del coche. Cuando el vendedor del coche acepta la
deuda del banco, le está dando crédito al banco mientras no
cobre la deuda. Por lo tanto, ¿quién está prestándole al banco?
¿Quién está renunciando a los bienes presentes? El vendedor
de automóviles. ¿Quién está recibiendo bienes presentes por el
sacrificio que ha sufrido el vendedor de automóviles? El que
compra el automóvil; y el banco está en medio. (Juan Ramón
Rallo, entre el minuto 1:02:40 y 1:04:20 de la conferencia
titulada “Algunos errores graves en la teoría monetaria de
Mises”, que puede verse en youtube).
De esta forma, siempre tendrán a alguien que aporte los
bienes presentes, pues todos los vendedores aceptarán como
medio de pago el dinero crédito emitido por los bancos. En
esta ocasión el vendedor del coche es el que entrega los
bienes presentes pero, en cuanto transfiera los sustitutos
monetarios a otro vendedor, éste pasará a ser el nuevo
proveedor de los bienes presentes, y el nuevo acreedor del
banco. Puesto que, además, estos vendedores tienen que
renunciar a sus bienes presentes al entregarlos, el profesor
Rallo defiende que se está produciendo un intercambio de
crédito entre el vendedor (que aporta los bienes presentes)
y el comprador (que aporta las promesas de pago del banco,
o bienes futuros), durante el cual el banco tan solo es el
72
intermediario.
Pues bien, todo esto no es sino un intento del profesor
Rallo de convertir al vendedor en un emisor de crédito
mediante toda una serie de argucias verbales bastante
sorprendentes. Para empezar, no es cierto que el vendedor
le esté dando crédito al banco mientras no vaya a cobrar el
importe de su pagaré, tal y como afirmaba el profesor Rallo.
En todo caso, podría decirse que no le está quitando crédito
al banco mientras no vaya a cobrar su pagaré; pero claro, es
más llamativo cambiar el significado de las palabras para dar
la vuelta a las cosas. Así, también se podría defender que un
asesino le está dando la vida a su víctima mientras no la
mate, o que un ladrón le está dando dinero a su víctima
mientras no se lo robe; cuando lo correcto en ambos casos es
decir que el asesino no le está quitando la vida a su víctima
mientras no la mate, y que el ladrón no le está quitando
dinero a su víctima mientras no se lo robe. Y por supuesto el
hecho de que, por definición, el vendedor sea ahora el
acreedor del banco (ya que el banco le debe dinero), no
significa que el vendedor le haya dado o le esté dando
ningún tipo de crédito al banco. La persona que da
crédito al banco es, siempre, la que aporta su dinero en
efectivo y ejerce así de prestamista.
En cualquier caso, toda esta maraña de alteraciones
semánticas con la que se pretende justificar el intercambio
de roles tampoco es que tenga ningún objetivo más allá del
de aturdir a la gente; así que pasaremos directamente al
punto importante, que es el que llevamos tratando todo el
tiempo. El vendedor del televisor no da crédito, porque
en ningún momento entrega sus bienes presentes (el
televisor) a cambio de bienes futuros. Entrega bienes
presentes a cambio de recibir un pagaré o un ingreso
bancario en el mismo momento de la venta, lo cual
convierte a esos sustitutos monetarios en bienes
presentes también. El pagaré solo podría clasificarse como
73
un bien futuro si, por ejemplo, el vendedor aceptara recibirlo
seis meses después de haber entregado el televisor; o si —
pese a recibir el pagaré en el mismo momento de la venta—
no pudiera utilizarlo como medio de pago hasta dentro de
seis meses. Para que el pago sea a crédito, la persona que
lo realiza tiene que dejar a deber el importe de la
compra, sin entregar ningún tipo de sustituto
monetario. De lo contrario, los efectos son los mismos que
si hubiese realizado un pago al contado.
Ahora bien, el saldo virtual o el pagaré que transfiere el
comprador, puede proceder de un depósito o de un
préstamo.
En el primer caso, el depositante habría ido al banco a
realizar un depósito, y posteriormente habría utilizado el
saldo virtual de su cuenta bancaria para emitir un pagaré; o
bien para realizar una transferencia. Esto no originaría
ningún tipo de creación de medios de pago, siempre y
cuando el banco no prestara el dinero de esta persona al
mismo tiempo.
En el segundo caso, el comprador del coche sería un
prestatario que habría utilizado el crédito del banco para
emitir un pagaré, o para hacer una transferencia mediante
su tarjeta al vendedor. Tanto si emite el pagaré como si hace
la transferencia, el prestatario tiene que devolver el importe
al banco. Esto, obviamente, sí genera una creación de medios
de pago; puesto que el depositante dispone de su dinero
(en efectivo o en forma de sustitutos monetarios)
mientras que el prestatario recibe un ingreso bancario
con el que puede emitir una transferencia o un pagaré.
También puede suceder que el prestatario emita el pagaré
sin ningún tipo de saldo en su cuenta. En este caso,
únicamente tiene que conseguir dicho saldo —o llevar al
banco el importe en efectivo— antes de la fecha de
vencimiento del pagaré. De esta forma, el banco podrá
74
transferir el importe del pagaré a la persona que lo haya
comprado.
E igualmente puede ocurrir que el prestatario sea un
empresario que, en lugar de pedir crédito en el banco, emita
sus propios pagarés. En este caso, la persona que los compra
es la que financia al empresario, el cual recibe dinero a
cambio de entregar los pagarés. El comprador, una vez que
ya tiene los pagarés, puede llevarlos al banco en cualquier
momento para que se los descuenten; y cobrar de este modo
el importe en efectivo, o en forma de sustitutos monetarios
(si es que mantiene en su cuenta el ingreso que reciba). El
empresario que emitió los pagarés ya no debe dinero a la
persona que se los compró, sino al banco donde ésta los ha
descontado. Vemos entonces cómo, aunque el banco no
haya emitido inicialmente los pagarés, es exactamente
como si lo hubiera hecho. Al final, su función ha sido
adelantar un dinero (en efectivo o en forma de
sustitutos monetarios) que el empresario, ejerciendo de
prestatario, tiene que devolver.
En este caso, hemos visto que el prestatario entrega los
pagarés a cambio de financiación inmediata (a cambio de
dinero en efectivo o de sustitutos monetarios). En los otros
casos, veíamos que el prestatario entregaba los pagarés a
cambio de un coche, de un televisor, o de cualquier otro bien.
Es lo mismo; tan solo cambia el tipo de objeto por el que se
intercambian los pagarés. En ninguno de los dos casos hay
renuncia por parte de nadie, ya que la persona que
entrega los pagarés obtiene dinero —o un coche, o lo
que sea— a cambio; y la que los recibe puede
descontarlos en el banco, cobrando una parte del
importe en efectivo o en forma de sustitutos monetarios.
Obviamente, tanto si el prestatario utilizó los pagarés para
obtener un coche, como si los utilizó para obtener
financiación inmediata, tendrá que devolver el importe del
préstamo.
75
De todos estos casos en los que una persona puede emitir
un pagaré ejerciendo de prestatario, el más visual es el
primero que hemos mencionado; donde alguien pide un
crédito al banco y, posteriormente, emite un pagaré
contra el saldo virtual de su cuenta bancaria. A partir de
entonces, la persona que compra o recibe el pagaré puede
llevarlo en cualquier momento al banco para cobrar su
importe; de tal forma que el saldo virtual se trasladará desde
la cuenta de la persona que emitió el pagaré, hasta la cuenta
de la persona que lo ha comprado. A continuación, y ya con
el nuevo saldo virtual en su cuenta bancaria, esta persona
decidirá si quiere retirar su dinero en efectivo, o si prefiere
mantenerlo en forma de sustitutos monetarios. El proceso
es exactamente el mismo que con una transferencia
bancaria, salvo porque en este caso el traspaso de una
cuenta a otra es inmediato; mientras que con los
pagarés sólo se produce cuando una persona los lleva al
banco y da la orden de cobrar el importe.
Vamos a ver, entonces, los diferentes eventos que pueden
ocurrir cuando un prestatario compra un coche (para
utilizar el ejemplo del profesor Rallo y enlazar así con lo que
él decía) utilizando como medio de pago un pagaré; sabiendo
que, además, el banquero también tendrá que devolver su
dinero al depositante —que en este caso es prestamista—
inicial, del que Bondone y el profesor Rallo decidieron
prescindir a la hora de elaborar sus teorías porque para qué
tenerle en cuenta si, según ellos, el papel del prestamista (o
de la persona que renuncia a sus bienes) puede
desempeñarlo igualmente el vendedor del coche, sin
necesidad de efectuar tampoco ahorro alguno.
Primero veremos qué ocurre cuando el banco entrega
sustitutos monetarios imperfectos al prestatario (de tal
forma que no haya creación de dinero de la nada), y
posteriormente veremos qué ocurre cuando le entrega
sustitutos monetarios perfectos. Pero expondremos el
76
proceso desde el principio:
-Un prestamista lleva 1000 euros al banco. En este caso
es dinero crédito (en forma de billetes), pero el resultado
sería el mismo con dinero mercancía (como por ejemplo
oro). Lo importante es que el banco no entregue ningún
tipo de sustituto monetario a la persona que lleva el
dinero, puesto que a su vez va a prestárselo a otra.
-El prestatario le pide al banco un préstamo de 1000
euros, y un talonario para emitir un cheque. El banco le
especifica que debe escribir en el cheque el nombre de la
persona X —a la que va dirigido—, y que solo esta podrá
canjearlo al cabo de seis meses, exclusivamente por
dinero en efectivo. Se trata por lo tanto de un sustituto
monetario no perfecto, ya que solo la persona X querrá
aceptarlo como medio de pago, si es que realmente está
dispuesta a esperar seis meses antes de poder cobrarlo. El
banco, a su vez, le dice al prestatario que tendrá que
devolver los 1000 euros (en billetes) en cinco meses.
-El prestatario va a la tienda, y la persona X le entrega un
coche (que en este caso es un bien presente) a cambio del
cheque (que en este caso es un bien futuro, porque el
vendedor no podrá utilizarlo como medio de pago hasta que
al cabo de seis meses lo canjee por billetes), por lo que aquí
sí existe un verdadero crédito del vendedor —que
renuncia a sus bienes presentes a cambio de bienes
futuros— al comprador.
-Un mes después, el prestamista inicial (el que dejó 1000
billetes en el banco) vuelve a por su dinero. El banco, como
no ha prestado los 1000 billetes —sino que ha realizado un
ingreso por éste valor—, los conserva físicamente y puede
devolvérselos. Como el vendedor del coche dispone ahora
mismo de un sustituto monetario imperfecto (que no
podrá utilizar como medio de pago hasta dentro de
cinco meses), el banco puede devolver al prestamista su
77
dinero sin generar una doble disponibilidad. Si el
vendedor del coche hubiera recibido un ingreso por valor de
1000 euros —en lugar de un cheque que por el momento no
puede utilizar—, entonces sí existiría una doble
disponibilidad entre ambos.
-Seis meses después de que el prestatario pidiera el
crédito para comprarse el coche, regresa al banco para
devolver los 1000 euros. Entonces el vendedor va al banco y
—después de que éste le haya ingresado en su cuenta el
importe del cheque— retira el dinero en efectivo. Todo este
proceso que acabamos de ver es el equivalente a que un
depositante guardase su dinero en el banco durante un
mes y que, paralelamente a esto, una persona pactara
hoy la compra de un vehículo que fuera a pagar en seis
meses. En ninguno de los dos escenarios hay creación de
dinero de la nada.
Vamos a ver ahora el mismo proceso solo que, en lugar de
recibir el vendedor un pagaré que no pueda utilizar durante
seis meses, va a recibir un ingreso (sustituto monetario
perfecto) en su cuenta bancaria, a partir del cual puede —
si quiere— extender un pagaré normal y corriente; o bien
realizar una transferencia. Y, a su vez, vamos a ver primero
qué ocurre cuando el vendedor decide canjear los sustitutos
monetarios por dinero en efectivo; y luego qué ocurre
cuando el vendedor decide seguir utilizando los sustitutos
monetarios como medio de pago.
-Un prestamista lleva 1000 euros al banco, que en este
caso tampoco entrega ningún tipo de sustituto
monetario a la persona que lleva el dinero.
-El banco ingresa en la cuenta del prestatario 1000 euros
(sustitutos monetarios) que tendrá que devolver en seis
meses. Por ahora, los 1000 euros en efectivo que dejó el
prestamista permanecen en el banco. No hay doble
disponibilidad, porque únicamente están en circulación los
78
1000 euros virtuales de los que dispone el prestatario. El
banco debe en total 2000 euros (1000 al prestamista y 1000
al prestatario) y conserva solo 1000, por lo que tiene un
coeficiente de caja del 50%.
-El prestatario compra un coche realizando un pago
mediante su tarjeta bancaria, y el vendedor del coche va al
banco a sacar su dinero en efectivo. Como todavía no han
pasado seis meses y el prestatario no ha devuelto el importe
del préstamo, el banco le entrega los 1000 euros en efectivo
del prestamista inicial. En ese momento se canjean los
sustitutos monetarios (el saldo virtual por valor de 1000
euros) por dinero en efectivo. Al desaparecer los
sustitutos monetarios, ya no hay posibilidad de que el
prestamista y el vendedor puedan utilizar el mismo dinero a
la vez —uno de ellos en efectivo y el otro en forma de
sustitutos monetarios—, por lo que ya en ningún momento
podrá haber una doble disponibilidad entre ambos. En
la práctica es como si el banco hubiera prestado
directamente los billetes del prestamista, puesto que
ahora los ha recibido el vendedor (al sacar el dinero del
banco), y el prestamista ya no puede recuperarlos.
-El prestamista inicial va a por su dinero y el banco, al no
tenerlo, le entrega el de otra persona. Ahora hay 1000 euros
en circulación por parte del prestamista y otros 1000 por
parte del vendedor; pero no hay doble disponibilidad,
porque nadie está utilizando unos sustitutos monetarios
que permitirían que el mismo dinero estuviera en
circulación dos veces. El prestamista inicial está utilizando
el dinero de otro prestamista que en este momento está
renunciando a él, porque de lo contrario habría ido a sacarlo
ya del banco.
Acabamos de ver, por lo tanto, lo que ocurre cuando el
banco presta el dinero en forma de sustitutos monetarios, y
el vendedor que los recibe decide canjearlos por el dinero en
efectivo del prestamista; y hemos comprobado que se
79
produce el mismo efecto que si el banco hubiera
prestado directamente su dinero en efectivo. Ahora
vamos a ver lo que ocurre cuando el vendedor del coche
continúa utilizando los sustitutos monetarios como medio de
pago en otra tienda —sin previamente canjearlos por dinero
en efectivo—, y el resto de vendedores hacen lo mismo
durante seis meses.
-Un prestamista lleva su dinero al banco.
-El banco ingresa en la cuenta del prestatario 1000 euros
virtuales que tendrá que devolver en seis meses;
manteniendo los 1000 euros en efectivo en su caja.
-El prestatario compra un coche utilizando como medio
de pago los sustitutos monetarios recibidos —emitiendo un
pagaré o realizando un ingreso al vendedor—, y éste compra
otra cosa con los mismos sustitutos monetarios, al igual que
los siguientes vendedores durante seis meses.
-A los seis meses, el prestatario devuelve los 1000 euros
en efectivo y posteriormente el último vendedor canjea el
pagaré. Vemos que en ese caso no ha habido descalce de
plazos —porque el prestatario ha devuelto el dinero antes
de que el vendedor hubiera ido a cobrar en efectivo el
pagaré, y por lo tanto el banco no ha tenido que darle el
dinero del prestamista inicial— ni doble disponibilidad,
porque el prestamista inicial ha mantenido su dinero en
el banco mientras que los diferentes vendedores
utilizaban sustitutos monetarios como medio de pago.
Pero, ¿qué habría pasado si el prestamista hubiera ido a
retirar su dinero un mes después de haberlo dejado en
el banco?
Obviamente, en ese caso sí habría habido una doble
disponibilidad entre el prestamista y los diferentes
vendedores, por lo que vemos que la única forma segura de
evitar que exista una doble disponibilidad es entregando al
80
prestatario algún tipo de sustituto monetario imperfecto
que, además, solo sea canjeable por dinero en efectivo. De
este modo, aunque el prestamista vaya a retirar su dinero al
poco tiempo de haberlo dejado en el banco, nunca habrá una
doble disponibilidad permanente, porque el vendedor no
podrá utilizar los medios de pago que reciba hasta dentro de
varios meses, cuando vaya a canjearlos por dinero en
efectivo. En cambio, si el prestatario dispone de pagarés,
existe la posibilidad de que las personas que los reciban
quieran canjearlos por saldo virtual o de que prefieran
el dinero en efectivo. Y, a su vez, existe la posibilidad de
que el prestamista quiera sacar su dinero del banco o de
que no. Dependiendo de lo que suceda en cada caso
habrá —o no habrá— doble disponibilidad y creación de
dinero de la nada.
A su vez, si el vendedor se ve obligado a esperar un
tiempo antes de poder canjear su pagaré, es como si
recibiera el pago en el futuro, porque
existe un
intercambio de bienes presentes (aquellos que vende)
por bienes futuros. Si hay renuncia por parte del vendedor
(al no poder canjear el pagaré), ya no pasa nada si no la hay
por parte del prestamista, y va a retirar su dinero al poco
tiempo de haberlo dejado en el banco. En cambio, si el
vendedor recibe sustitutos monetarios perfectos, ya no
existirá ninguna renuncia por su parte; y sí será necesario
que la haya por parte del prestamista. Dicha persona deberá
mantener su dinero en el banco por lo menos hasta que los
sustitutos monetarios hayan desaparecido, para que el
mismo dinero no esté en circulación dos veces. Una vez que
el vendedor haya canjeado los sustitutos monetarios por
dinero en efectivo (y por lo tanto los sustitutos
monetarios hayan desaparecido) ya no podrá existir una
doble disponibilidad porque, si el prestamista también
quiere retirar su dinero en efectivo, el banco tendrá que
entregarle el de otra persona.
81
Si, por el contrario, no hay renuncia por parte del
prestamista, y saca su dinero del banco cuando todavía el
vendedor está utilizando los sustitutos monetarios, entonces
sí existirá una doble disponibilidad entre ambos. Esta doble
disponibilidad solo terminará cuando el vendedor vaya
también a sacar su dinero del banco, y por lo tanto tengan
que entregarle el dinero de otro prestamista que sí esté
renunciando a él. Por eso es tan importante que el banco
preste inicialmente el propio dinero del prestamista, y no
sustitutos monetarios. Al prestar el propio dinero del
prestamista, el banco perderá su disponibilidad a la
hora de devolverlo, de tal modo que tendrá que
entregarle el dinero de otra persona. Esto, a su vez, hará
que disminuyan las reservas del banco, y que por lo
tanto pueda prestar menos dinero en las siguientes
ocasiones. Si, por el contrario, el banco presta sustitutos
monetarios y por lo tanto conserva generalmente el
dinero de todos sus prestamistas; al final recibirá la
información implícita de que puede seguir bajando el
coeficiente de caja, porque las reservas que tiene ya son
lo suficientemente altas.
Hemos visto diferentes ejemplos donde puede existir o no
una verdadera operación de crédito (intercambio de bienes
presentes por bienes futuros), en función de lo que vaya
ocurriendo en cada escenario. En cualquier caso, en todos
ellos hay algo que por lo menos se puede asemejar a un
intento de crédito, aunque luego no siempre se cumpla. Sin
embargo, el procedimiento que se sigue en la actualidad —
consistente en que un banco con un coeficiente de caja
del 10% pueda extender en forma de sustitutos
monetarios un crédito de 9000 euros por cada 1000 que
recibe— únicamente puede definirse como una excrecencia
crediticia, salvo porque ni siquiera es crediticia.
Recordemos que la forma habitual de explicar el proceso
bancario de expansión crediticia es suponiendo que un
82
depositante —o un prestamista— deja 1000 euros en
efectivo en el banco; y que entonces el banquero,
suponiendo que no mantenga ningún coeficiente de caja,
ingresa 1000 euros virtuales en la cuenta del depositante,
antes de entregar los 1000 euros en efectivo al prestatario. A
continuación, el prestatario realiza un pago en efectivo al
vendedor, y éste vuelve a depositar el mismo dinero en el
banco, que a su vez vuelve a prestarlo y a ingresar también el
dinero virtual (sustitutos monetarios) en la cuenta del nuevo
depositante. Así una y otra vez hasta que, a partir de 1000
euros iniciales, se crean 9000 más. Pues bien, en este caso
tampoco se articula el crédito, porque una vez más no
hay renuncia por parte de nadie. Cada depositante
entrega sus bienes presentes (los billetes) a cambio de
recibir otros bienes presentes (el saldo virtual en su
cuenta bancaria); y a su vez cada vendedor entrega sus
bienes presentes (la mercancía que vende) a cambio de
recibir otros bienes presentes (el dinero en efectivo que
le pagan al contado). Únicamente el banco entrega sus
bienes presentes (el dinero del depositante) a cambio de
recibir otros bienes en el futuro (el mismo dinero más un
interés). Sin embargo, es obvio que el banco no está
haciendo ningún sacrificio —porque no está prestando su
propio dinero, tan solo es un intermediario—, aunque sea el
encargado de conceder el crédito.
“Si un acreedor puede conceder un préstamo emitiendo
títulos pagaderos a la vista, esa concesión no implica ningún
sacrificio económico para él.” (Ludwig von Mises en la página
239 de su libro “La teoría del dinero y del crédito”).
Ludwig von Mises distinguía entre crédito circulatorio
y crédito mercancía. Definía el crédito mercancía como
aquel que impone un sacrificio a aquella parte que
cumple su obligación antes de que lo haga la otra; y el
crédito circulatorio como aquel en el que el beneficio de
una parte no está equilibrado por el sacrificio de la otra.
83
En todos los ejemplos que hemos visto podía distinguirse
claramente en cuál había crédito mercancía y en cuál había
crédito circulatorio. Aunque aquí hemos dicho que el crédito
circulatorio no es crédito —porque, al no haber renuncia por
parte de nadie, no hay un intercambio de bienes presentes
por bienes futuros—, en realidad puede llamarse como se
quiera. Personalmente prefiero la denominación pago al
contado, pero lo importante es que veamos la diferencia
entre un verdadero crédito y uno que no lo es,
independientemente del nombre.
“Una persona que acepta y tiene billetes no concede un
crédito: no cambia un bien presente por un bien futuro. El
billete inmediatamente convertible de un banco solvente se
emplea en todas las transacciones comerciales, y nadie
establece una distinción entre el dinero y los billetes que tiene
en caja. El billete es un bien presente igual que el dinero (…)
Quien compra un artículo y lo paga en dinero, en billetes o por
transferencia de cualquier otro título pagadero al instante,
realiza una transacción al contado; quien paga aceptando una
letra a tres meses realiza una transacción a crédito” (Ludwig
von Mises en las págs. 246 y 248 de su libro “La teoría del
dinero y del crédito”).
El crédito que actualmente emiten los bancos es siempre
crédito circulatorio porque, al entregar sustitutos
monetarios tanto al depositante como al prestatario (o bien
al facilitar sustitutos monetarios al depositante mientras
utiliza su dinero al prestatario), permiten que dos agentes
disfruten de los mismos medios de pago a la vez. Si los
bancos emitieran crédito mercancía, y no crédito
circulatorio —tal y como ocurre—, no existiría creación
de medios de pago de la nada, ni se produciría nunca
una doble disponibilidad, aunque prestaran los
depósitos a la vista de sus clientes. Si los bancos
prestaran el dinero de los depositantes sin entregarles a
su vez sustitutos monetarios perfectos habría crédito
84
mercancía, en lugar de crédito circulatorio. Los fondos de
inversión, tal y como ya vimos, invierten el dinero de sus
prestamistas sin facilitarles a su vez sustitutos monetarios, y
por eso no crean dinero de la nada.
“La aceptación de un depósito del que se puede disponer en
cualquier momento por medio de billetes o cheques suele
considerarse como un tipo de transacción crediticia y
jurídicamente esta consideración está, desde luego,
justificada; pero económicamente no es un caso de
transacción crediticia. Si crédito en sentido económico
significa cambio de bienes o servicios presentes por bienes o
servicios futuros, resulta muy difícil incluir las operaciones de
referencia bajo el concepto de crédito. El que deposita una
suma de dinero y obtiene por ella títulos convertibles en
dinero en cualquier momento que realizan para él
exactamente el mismo servicio que la suma a que hacen
referencia, no cambia bienes presentes por bienes futuros,
pues el título que ha adquirido por su depósito es para él
también un bien presente. El hecho de que haya depositado
dinero no significa en modo alguno que renuncie a disponer
inmediatamente de la utilidad que pueda procurarle.”
(Ludwig von Mises en la pág. 242 de su libro “La teoría del
dinero y del crédito”).
Por otra parte, y según la propia clasificación que
Bondone y el profesor Rallo efectúan sobre el dinero y el
crédito, éste último no puede ser un bien futuro como ellos
defienden, porque para eso debería ser canjeado por un bien
presente en algún momento; y vemos que eso nunca
ocurrirá. El saldo virtual de las cuentas bancarias, así como
los cheques y demás promesas de pago, nunca será canjeado
por un activo real como el oro. Será canjeado por billetes —
que son otro activo financiero—, los cuales tampoco serán
convertibles en oro si los llevamos al Banco Central, porque
actualmente no está vigente el Patrón Oro. A lo sumo, los
billetes podrían estar respaldados por otros activos
85
financieros como acciones, bonos, deudas hipotecarias y
demás. Pero estos activos financieros no solo no son bienes
presentes (según la propia definición de Rallo) sino que, para
colmo, muchos no tienen ningún valor.
En cualquier caso, y para el análisis que estamos realizando,
esta es una cuestión secundaria. Lo importante es que los
bienes futuros no son futuros cuando se usan en el
presente; y que un pago a crédito no es crédito cuando
se entregan sustitutos monetarios perfectos al contado.
86
La compensación de deuda:
Volviendo, pues, a las teorías del profesor Rallo, también
éste afirma que —puesto que la deuda de un banco se
compensa con la deuda de otro banco— prácticamente
toda la deuda que existe entre bancos puede cancelarse.
Esto implicaría que la deuda puede crearse sin mayores
consecuencias, pues tal y como se crea se destruye.
Supongamos que una persona realiza un pago a otra
mediante su tarjeta bancaria. La máquina donde se
introduce la tarjeta —para efectuar el pago— emite un
comprobante que, entre otras cosas, indica el nombre de la
persona o empresa que recibe el pago, y el nombre del banco
(al que llamaremos A) donde esta persona tiene abierta su
cuenta. Cuando dicha persona va luego al banco a retirar en
efectivo el importe del ingreso y presenta su libreta, lo que
obtiene el banco A es un derecho de cobro contra el banco B
(al que pertenece la persona que emitió el pago). Entonces el
banco A le cobra la deuda al banco B y le entrega el
importe en efectivo a su cliente. Pero también puede
ocurrir que el banco B tenga algún derecho de cobro —
que haya presentado otra persona— contra el banco A.
En este caso, ambos bancos compensan sus deudas, y
únicamente efectúan entre ellos el cobro de la
diferencia.
Lo mismo sucede con los cheques y los pagarés. Cuando
una persona tiene un cheque (promesa de pago) del banco A,
e intenta cobrarlo en el banco B, es éste banco el que cobra el
importe del cheque al anterior banco, para poder entregar el
dinero en efectivo a su cliente. Si a su vez el banco A recibe
un cheque (una promesa de pago) contra el banco B, las
deudas entre bancos se cancelan. No obstante, cada banco
seguirá debiendo el importe del cheque a la persona que
lo ha presentado. Solo si esta tuviera a su vez alguna
87
deuda con el banco (como un préstamo impagado), se
cancelaría definitivamente la deuda. Ni el banco le debería ya nada a su cliente (no le tendría que dar el importe del
cheque), ni el cliente le debería ya nada al banco (no le
tendría que devolver el préstamo).
En definitiva, que mientras que todos los clientes deban
dinero a los bancos, y al mismo tiempo todos los bancos
deban dinero a los clientes —de tal manera que las deudas
puedan cancelarse—, según el profesor Rallo la cosa marcha
bien. Vamos a ver esto más detenidamente (y desde el
principio) con un ejemplo curioso que podría suceder en la
actualidad:
-Un prestamista lleva 100 euros al banco, recibiendo
un ingreso en su cuenta (sustitutos monetarios) por valor
de 100 euros. Este dinero virtual lo utiliza para realizar
compras mediante su tarjeta bancaria.
-El banco presta 900 euros (en forma de sustitutos
monetarios) a un prestatario, realizando un ingreso en su
cuenta. El banco conserva 100 euros en efectivo pero en
total debe 1000, por lo que tiene un coeficiente de caja del
10%. El prestatario debe devolver 900 euros en 6 meses.
-El prestatario va a una tienda y compra un ordenador,
entregándole al vendedor un pagaré por valor de 900
euros.
-El vendedor utiliza ese pagaré para comprar otra cosa, y
todos los vendedores hacen lo mismo durante seis meses. El
último vendedor es el prestatario del principio, que
recupera el mismo pagaré que él había endosado.
-A los cinco meses esta persona regresa al banco porque
quiere cobrar el importe del pagaré. Para ello, el banco
tiene que traspasar 900 euros desde la cuenta de la persona
que emitió el pagaré, hasta la cuenta de la persona que
pretende cobrar el pagaré. Como, en este caso, ambas
88
personas son la misma; los 900 euros virtuales —que el
prestatario recibió al pedir el crédito— saldrán de su cuenta
y posteriormente volverán a entrar, o simplemente no se
producirá ningún movimiento. El prestatario, en cualquier
caso, seguirá teniendo los mismos 900 euros que tenía
antes.
-A los seis meses el banco tiene que recuperar los 900
euros que prestó. Vemos entonces que, por un lado, el
prestatario mantiene una deuda de 900 euros con el
banco; pero al mismo tiempo el banco tiene una deuda
con el prestatario, pues éste conserva en su cuenta 900
euros virtuales que en cualquier momento puede retirar
en efectivo. El banco, ante esta situación, compensa las
deudas (dejando la cuenta de su cliente a 0); de forma
que el prestatario ya no tendrá que ir al banco para
devolver los 900 euros que debía y, a su vez, tampoco el
banco tendrá que entregarle a él 900 euros en efectivo.
Se puede apreciar que, al final del proceso, el prestatario
ha devuelto al banco exactamente los mismos sustitutos
monetarios (el saldo virtual de 900 euros) que recibió.
Con ellos ha comprado primero un ordenador, y
posteriormente han regresado a él al vender un
televisor. Todo ello sin que en ningún momento se haya
movido ni un solo billete de verdad. En cualquier caso,
ahora ya no están en circulación ni los sustitutos monetarios
—puesto que los 900 euros virtuales ya no aparecen
anotados en la cuenta del prestatario— ni el dinero en
efectivo porque, lógicamente, con su cuenta a cero ya no
tiene ningún dinero que retirar. En definitiva, ya no hay
medios de pago en circulación por parte del prestatario, que
tendrá en su libreta el mismo saldo virtual que tuviera antes
de pedir el crédito.
-Todavía permanecen en circulación los 100 euros
(en forma de sustitutos monetarios) que el banco le
entregó al prestamista inicial; pero estos tienen
89
respaldo económico, porque el banco conserva sus 100
euros en efectivo. Entonces da igual que el prestamista (o el
vendedor que haya recibido pagos por parte de éste) utilice
100 euros virtuales o 100 euros en efectivo, mientras que el
prestatario no esté utilizando los sustitutos monetarios al
mismo tiempo. Como estos ya no están en circulación, ahora
ya no puede haber una doble disponibilidad entre ambos.
Cuando el último vendedor que haya recibido un ingreso de
100 euros vaya al banco para retirar el dinero en efectivo, el
banco simplemente le entregará los 100 euros que aún
conserva.
¿Y cuál es el problema de todo esto?
El problema (aparte de que el prestatario haya
comprado un ordenador con dinero falsificado, que
posteriormente ha podido devolver al banco al vender
un televisor) es que antes de que el prestamista inicial
—o la persona que ha recibido pagos por parte de éste—
vaya al banco a sacar sus 100 euros en efectivo, el banco
ya ha vuelto a prestar otros 900 en forma de sustitutos
monetarios. El banco, que ya ha cancelado su deuda con el
prestatario, y que aún conserva los 100 euros en efectivo del
prestamista inicial (porque todavía el vendedor no ha ido a
retirarlos), se da cuenta de que en ese momento
mantiene un coeficiente de caja del 100%, ya que debe
100 euros y tiene 100. Entonces, inmediatamente vuelve
a prestar otra vez los 900 euros virtuales que hace un
momento dejaron de estar en circulación; realizando un
ingreso en la cuenta de un nuevo prestatario. De este modo
se regresa a la situación inicial, con un prestamista —o
un vendedor que ha recibido pagos por parte de éste—
que tiene 100 euros en forma de sustitutos monetarios;
y un prestatario que tiene otros 900 euros en forma de
sustitutos monetarios.
Si ahora el vendedor —que recibió un ingreso por parte
del prestamista— va al banco para retirar el dinero,
90
entonces el banquero le entregará los 100 que inicialmente
dejó el prestamista. Los sustitutos monetarios dejarán de
estar en circulación, pero en su lugar lo estarán 100
euros en efectivo que ahora el vendedor mantendrá en
circulación mientras que el prestatario utiliza 900 euros
en forma de sustitutos monetarios. Es obvio que la doble
disponibilidad entre ambos vuelve a producirse, y que
además ahora el prestatario está utilizando unos medios
fiduciarios que no tienen ningún respaldo económico.
Aunque ahora el banco ya no podrá prestar más dinero hasta
que reciba más préstamos y sus reservas vuelvan a
aumentar; ya que el coeficiente de caja se lo impide. No
obstante, todavía es posible que las reservas del banco bajen
aún más porque, cuando el prestatario utilice su tarjeta
bancaria como medio de pago, el vendedor que reciba el
ingreso tal vez querrá canjear el saldo de su cuenta por
900 euros en efectivo. Sin embargo, también es posible que
este vendedor y los siguientes quieran seguir utilizando sus
tarjetas como medio de pago hasta que el prestatario haya
devuelto los 900 euros; o incluso que en el banco se puedan
compensar las deudas de alguna manera.
El problema es que la deuda que se destruye —ya sea
por compensación o porque se cancela al ser pagada—
vuelve a emitirse inmediatamente de nuevo. Entonces,
aunque el profesor Rallo diga que no pasa nada porque
se cree deuda, porque tal y como se crea se destruye; en
realidad sí pasa. La deuda puede tardar años en
destruirse (porque la gente no suele canjear los
sustitutos monetarios por dinero en efectivo); y sin
embargo vuelve a crearse al instante. Con un coeficiente
de caja del 10%, continuamente —y si es que la
demanda de crédito es siempre la misma, cosa en la
realidad no suele suceder— habrá en circulación 1000
euros en forma de sustitutos monetarios por cada 100
en efectivo que originalmente existan. Y todo ese dinero
creado de la nada es el principal responsable de las
91
crisis económicas o ciclos de auge y recesión, tal y como
explica la Teoría Austríaca del Ciclo Económico.
Pero es que, y volviendo otra vez al ejemplo de antes, el
transcurso de los hechos podría haber sido de cualquier otra
manera. Antes vimos que el prestatario era también el
vendedor final; pero podrían haber sido personas
diferentes (que es además lo más usual), y haber
sucedido por ejemplo así:
-Un prestamista lleva 100 euros al banco, recibiendo
un ingreso en su cuenta (sustitutos monetarios) por valor
de 100 euros.
-El banco presta 900 euros (en forma de sustitutos
monetarios) a un prestatario, realizando un ingreso en su
cuenta. El banco conserva 100 euros en efectivo pero en
total debe 1000, por lo que tiene un coeficiente de caja del
10%. El prestatario debe devolver 900 euros en 6 meses.
-El prestatario va a una tienda y compra algo,
transfiriendo 900 euros —por medio de su tarjeta
bancaria— al vendedor. También el prestamista va a una
tienda y compra algo, transfiriendo 100 euros a otro
vendedor.
-Ambos vendedores utilizan sus tarjetas bancarias para
comprar otras cosas, y todos los vendedores hacen lo mismo
durante seis meses; manteniéndose siempre una doble
disponibilidad.
-A los seis meses, el prestatario devuelve los 900 euros
al banco en efectivo.
-El último vendedor que recibió una transferencia por
parte del prestatario va al banco a retirar los 900 euros en
efectivo. Mientras tanto, el vendedor que recibió una
transferencia por parte del prestamista continúa teniendo
100 euros en forma de sustitutos monetarios, pero ya no
92
hay doble disponibilidad —después de haberla habido
durante seis meses—, porque sus 100 euros virtuales tan
solo están remplazando a los 100 euros en efectivo que
continúan guardados en el banco; y los otros 900 euros
hemos visto que ya están circulando en efectivo. El problema
es que ahora el banco vuelve a tener un coeficiente de caja
del 100% y que, si vendedor no va a retirar los 100 euros
del banco, éste volverá a prestarlos, emitiendo otra vez
900 euros en forma de sustitutos monetarios. De este
modo, el banco deberá de nuevo 1000 euros (100 al
vendedor y 900 al prestatario) y tendrá solamente 100,
manteniendo por lo tanto un coeficiente de caja del 10%; y
regresando a la situación inicial.
-El vendedor que recibió el ingreso por parte del
prestamista inicial, va al banco a retirar sus 100 euros en
efectivo; de modo que el banco no vuelve a prestar 900 más.
Sin embargo, es posible que estos 100 euros terminen
pronto en otro banco y sea éste el que los preste,
emitiendo 900 en forma de sustitutos monetarios.
E igual que puede suceder todo eso, también puede
suceder que el prestatario devuelva los 900 euros a los seis
meses de haber recibido el préstamo pero que el último
vendedor, en lugar de canjearlos, continúe utilizando su
tarjeta bancaria como medio de pago; manteniendo la doble
disponibilidad con el vendedor al que hizo pagos el
prestamista, que tampoco va a retirar el dinero de su cuenta
tras haber recibido un ingreso de 100 euros por parte de
éste. En este caso, el banco se quedaría con 1000 euros en
efectivo (100 que el prestamista inicial dejó hace seis meses
y otros 900 que acaba de traerle ahora el prestatario); y
puede emitir otros 10000 euros en forma de sustitutos
monetarios, teniendo así un coeficiente de caja del 10%.
Pero entonces los 900 euros en efectivo que el
prestatario acaba de llevarle al banco dejan de estar en
circulación en otra parte, de modo que ya no existe la
93
posibilidad de que otro banco diferente pueda emitir
9000 euros a partir de ellos. Recordemos que la cantidad
de dinero en efectivo es finita mientras que el Banco Central
no imprima más billetes. Si existen 10000 euros virtuales
en circulación, es porque en billetes hay 1000. Y si los
1000 billetes están en manos de X bancos o personas, no
pueden estar en manos de otros bancos o personas al mismo
tiempo. Para eso ya se han inventado los sustitutos
monetarios, pero la cantidad de estos también está
delimitada por la cantidad de dinero existente (que, de
cualquier modo, el Banco Central amplía cuando quiere).
En este último caso hemos visto que el prestatario
devuelve el dinero y el último vendedor continúa utilizando
su tarjeta; al igual que el vendedor al que realiza pagos el
prestamista. Sin embargo, también puede suceder que el
prestatario devuelva los 900 euros y que el vendedor canjee
los sustitutos monetarios; pero que luego el otro vendedor
—al que el prestamista ha hecho pagos— no pueda sacar sus
100 euros del banco, porque el banquero se los haya dado a
otra persona, si es que tenía una deuda con ella y le faltaban
reservas. Según el profesor Rallo tampoco en este caso
habría ningún problema porque, seguramente, el vendedor
deberá a su vez algún dinero al banco, y por lo tanto podrán
compensarse las deudas. De no ser así, el banco tendría
que entregarle el dinero de otro prestamista, pero esto
ya no originará ningún tipo de creación de dinero, sino
de redistribución del mismo. Ya no habría sustitutos
monetarios en circulación ni por parte del prestamista ni por
parte del prestatario. Ahora bien, el vendedor que canjeó los
900 euros virtuales por dinero en efectivo, tiene ahora 900
billetes que puede entregar como medio de pago a otra
persona. Si esta los vuelve a depositar o se los presta al
banco, el banquero volverá a emitir 9000 euros en
forma de sustitutos monetarios. Y lo mismo sucede con
los 100 euros en efectivo que tiene el vendedor al que
realizó pagos el prestamista.
94
E igual que puede suceder todo esto, también puede
ocurrir que simplemente el prestatario no devuelva a los
seis meses los 900 euros y que, cuando el vendedor vaya
a canjear los sustitutos monetarios, el banquero tenga
que entregarle los 100 euros del prestamista inicial, más
800 euros de otros prestamistas. En este caso, seguiría
existiendo una doble disponibilidad entre el prestamista
inicial —que estaría utilizando sus 100 euros en forma de
sustitutos monetarios— y el vendedor, que directamente
estaría utilizando los 100 euros en efectivo del prestamista,
más 800 euros en efectivo de otros prestamistas que
también estarían utilizando como medio de pago sus tarjetas
bancarias. Pero en este caso el banco tendría unas
reservas tan bajas que, si hubiera sobrepasado el límite
impuesto por el coeficiente de caja, no podría emitir
más sustitutos monetarios hasta no recuperar el
suficiente dinero.
Las posibilidades son infinitas pero al final, con 1000
euros en efectivo y un coeficiente de caja del 10%,
siempre hay (matemáticamente hablando, porque la
demanda de crédito varía continuamente) 10000 euros
en circulación, 9000 de los cuales están en forma de
sustitutos monetarios. Estos sustitutos monetarios solo
desaparecen — temporalmente, porque luego se ponen
en circulación otra vez— cuando las personas presentan
al cobro las promesas de pago emitidas por los bancos; o
cuando se compensan las deudas. Sin embargo, estamos
hablando únicamente de las deudas que tengan los bancos
con sus clientes y viceversa; no de las deudas que tengan
unos bancos con otros. Estas últimas no desaparecen aunque
se compensen pues, aunque el banco A reciba un cheque
contra el banco B y el banco B reciba un cheque contra el
banco A —de tal manera que ambas deudas puedan
compensarse—, ambos bancos seguirán debiendo el importe
de los cheques a sus clientes. Sólo si los clientes deben a su
vez dinero a los bancos, las deudas se compensarán —y
95
desaparecerán— definitivamente; aunque posteriormente
los sustitutos monetarios se pondrán en circulación otra
vez mediante nuevos préstamos.
El profesor Rallo afirma que continuamente se está
destruyendo deuda por compensación, pero no especifica si
se refiere a la compensación interbancaria o a la que se
produce entre los bancos y los clientes. Las únicas
compensaciones que realmente destruyen las deudas —
de forma temporal— son, como ya hemos dicho, las que
se realizan entre los propios clientes y los bancos.
Además son muy comunes, ya que por lo general los clientes
de los bancos siempre tienen saldo virtual en sus cuentas; y
los banqueros solo tienen que eliminarlo para compensar las
deudas. Además, en caso de que un prestatario deba dinero y
no tenga el saldo disponible cuando llegue la fecha de
vencimiento del crédito, el banco le podrá cobrar una
penalización por descubierto (lo cual hace que los
prestatarios intenten tener el dinero preparado).
Si un cliente se presenta en el banco con el objetivo de
cobrar un cheque, pero éste a su vez le debe dinero al banco
por un préstamo impagado, el banquero se quedará con el
cheque sin entregarle el importe, a fin de compensar las
deudas. De la misma forma, si una persona recibe un
ingreso de 1000 euros, pero le debe esta cantidad al banco,
éste se los descontará de su cuenta para compensar la
deuda. La persona en cuestión ya no podrá retirar el dinero
en efectivo, pero tampoco tendrá que devolver el préstamo.
Las compensaciones entre bancos y clientes son algo muy
habitual; de ahí que, como dice el profesor Rallo,
continuamente se esté creando y destruyendo deuda.
No obstante, la deuda no solo se destruye por
compensación. También, como dijimos, se destruye cuando
los prestatarios van devolviendo el importe de los
créditos, y posteriormente ese dinero —si ha sido
entregado en efectivo— se utiliza para canjear los
96
sustitutos monetarios que otras personas presentan. El
problema es que luego esos sustitutos monetarios se
vuelven a emitir mediante nuevos préstamos.
Los bancos, por otra parte, no siempre prestan el
dinero en forma de sustitutos monetarios; también lo
pueden prestar directamente en efectivo. Los vendedores
que reciban pagos por parte de los prestatarios no tendrán
ningún tipo de sustituto monetario que canjear (porque
habrán recibido el dinero en efectivo) y, a medida que los
prestatarios devuelvan el crédito a los bancos, estos
podrán devolver el dinero a sus depositantes.
Recordemos que, en este caso, con un coeficiente de caja
del 10% prestarán el 90% del dinero que reciban. El
proceso de expansión y contracción crediticia no es el
mismo cuando se presta el dinero en forma de sustitutos
monetarios que cuando se presta el dinero en efectivo,
tal y como vimos anteriormente.
De este modo, si regresamos a la tabla que estudiamos en
el apartado El proceso de expansión crediticia como
tradicionalmente se explica (y de la que reproducimos una
parte a continuación) comprobaremos que, cuando el
último prestatario devuelve al banco el préstamo de
9,86 euros; el banco a su vez puede devolver a la
persona U´ su depósito de 10,95 euros. Y si la persona
U´(habiendo canjeado ya los sustitutos monetarios y
recuperado su dinero en efectivo) realiza un pago de 10,95
euros al siguiente prestatario, éste podrá devolver al banco
su préstamo; y entonces el banco podrá devolver a la
persona T´ su depósito de 12,17 euros. Si ésta hace un pago
en efectivo al siguiente prestatario, éste podrá devolver al
banco su préstamo de 12,17 euros; y el banco podrá
devolver su depósito de 13,52 euros a la persona S´. Así,
remontándonos hasta la persona A, que fue la primera en
realizar un depósito de 100 euros.
97
Deposita (y recibe
en forma de sustitos
monetarios)
Persona A:
Persona B´:
........
Persona S´:
Persona T´:
Persona U´:
Persona V´:
El banco presta
(en efectivo)
Dinero que se queda
en la caja del banco
(en efectivo)
100
90
90
81
10
9
........
........
........
12,17
10,95
9,86
..
1,35
1,22
1,09
..
13,52
12,17
10,95
..
Del mismo modo que la deuda se expande cuando los
bancos prestan el dinero de los depositantes, se contrae
cuando los prestatarios devuelven los créditos y los
depositantes canjean los sustitutos monetarios por su
dinero en efectivo. El proceso de contracción crediticia
es exactamente el mismo que el de expansión crediticia,
pero a la inversa, tal y como explica el profesor Huerta
de Soto. Aunque solo el 10% —en caso de que éste sea el
coeficiente de caja— de la masa monetaria esté plasmada
como dinero en efectivo, y el resto solo sea dinero virtual
asociado a promesas de pago como cheques, pagarés,
tarjetas bancarias, etc; es posible que todos los bancos
puedan canjear sus promesas de pago por dinero en
efectivo sin necesidad de que el Banco Central imprima
billetes, siempre y cuando los prestatarios vayan
devolviendo el crédito de forma ordenada y paulatina, y que
todas las personas no quieran canjear sus sustitutos
monetarios a la vez.
No es por lo tanto ningún error hablar de creación de
dinero de la nada, aunque el profesor Juan Ramón Rallo
afirme que sí lo es. Según su propia concepción del crédito
98
—que antiguamente no guardaba relación con las teorías de
Bondone—, el banco que presta 1000 euros en forma de
sustitutos monetarios no los está creando a partir de la nada,
sino a partir de la promesa de que el prestatario devolverá
ese dinero. Es decir, que el banco presta 1000 euros a
cambio de que el prestatario sea capaz de producir y vender
bienes por valor de 1000 euros, para poder devolver el
crédito. El préstamo estaría entonces respaldado por los
bienes que en el futuro producirá y ofrecerá el prestatario.
“Se crean medios de pago a cambio de nuestra promesa de
que en un mes le pagaremos al banco 1.000 onzas de oro.
¿Cree usted que una deuda con el banco no es “nada”? Si tiene
una hipoteca, dudo que mantenga por mucho tiempo esa
opinión: el derecho a recibir dinero es un activo
tremendamente valioso (sobre todo si se termina pagando).”
(Cómo crean dinero los bancos, artículo de Juan Ramón Rallo).
http://juanramonrallo.com/2011/08/%C2%BFcomo-creandinero-los-bancos/
El profesor Rallo en ningún momento considera que, al
emitir sustitutos monetarios perfectos, el banco concede
el crédito sin necesidad de que haya ningún ahorro por
parte del prestamista; que según la definición
tradicional de crédito es quien tiene que realizar el
ahorro. En todo crédito hay dos partes; la persona que lo
concede —que sería el equivalente al prestamista— y la
persona que lo recibe, que sería el equivalente al prestatario.
-El prestamista es la parte que entrega bienes
presentes (a los que se supone que ha renunciado) a
cambio de recibir bienes futuros.
-El prestatario es la parte que recibe bienes
presentes (a los que se supone que el prestamista ha
renunciado) a cambio de entregar bienes futuros.
Lo que dice el profesor Rallo es que, en la medida en que
99
el prestatario sea capaz de entregar los bienes futuros —es
decir, de devolver en el futuro el crédito— a cambio de
recibir los bienes presentes (o sustitutos monetarios), éstos
no habrán sido creados de la nada. Pero es que es evidente
que, independientemente de que el crédito se devuelva o no,
sí ha sido creado de la nada, porque el prestamista no ha
renunciado al dinero que el banco ha prestado, ya que le
ha facilitado sustitutos monetarios.
En todo crédito, el que tiene que ahorrar es el
prestamista, al entregar sus bienes presentes. En la
definición del profesor Rallo, en cambio, pareciera ser que el
que tiene que ahorrar es el prestatario, al devolver los
bienes futuros. Pero es que el prestatario, por descontado,
siempre tiene que devolver los bienes que se le prestan.
Si se quiere entender esto como un ahorro —al implicar
un esfuerzo y sacrificio por su parte—, pues bueno. Pero
esto no exime al prestamista de tener que ahorrar él.
En un crédito con ahorro, el prestamista no debería
recibir ningún ingreso (sustitutos monetarios) al dejar
su dinero en el banco. Sólo así renunciaría realmente a su
dinero porque, si quisiera sacarlo, tendrían que
entregarle el dinero de otro prestamista y, en conjunto,
todos ellos tendrían que estar renunciando a la
disponibilidad inmediata de tanto dinero como el banco
hubiese prestado. El prestatario, por su parte, lo que recibe
son unos bienes presentes a cambio de devolver una
cantidad mayor de bienes en el futuro. Obviamente, para
devolver el crédito va a tener que esforzarse o sacrificarse
de alguna manera; pero el hecho de que el prestatario
tenga que ahorrar —o sacrificar parte de su consumo
para devolver el crédito—, no implica que ya no tenga
que ahorrar el prestamista. Éste, por definición, tiene que
ahorrar el dinero que el banco presta; de lo contrario se
trata de un préstamo creado a partir de la nada, o a partir de
la ausencia de ahorro.
100
El ahorro, por definición, lo efectúa el que da el
crédito; no el que lo devuelve (aunque también tenga
que ahorrar para ello). Si el que da el crédito no lo ha
ahorrado previamente, es que algo raro ha pasado ahí;
aunque luego el que lo reciba sí ahorre para devolverlo.
Incluso el propio Juan Ramón Rallo, aunque a veces no sea
muy consciente de las implicaciones de sus propias palabras
(ya que le vemos defender una idea y acto seguido la
contraria), sabe que los créditos deben concederse en
base al ahorro de los prestamistas.
“La concesión de préstamos contra bienes futuros no
debería hacerse mediante la creación de deudas a la vista por
parte de la banca, sino mediante ahorro y préstamos a la
banca (renuncia por parte de un tercero a los bienes presentes
que el deudor de la banca quiere adquirir hasta que fabrique
los bienes futuros con cuya venta se amortizará el préstamo).”
(Cómo crean dinero los bancos, artículo de Juan Ramón Rallo).
http://juanramonrallo.com/2011/08/%C2%BFcomo-creandinero-los-bancos/
Es por ello que, si el banco fuera el propio prestamista,
también tendría que ahorrar su propio dinero para
poder prestarlo. En este caso, si el banquero prestara por
ejemplo 100 euros en efectivo, la deuda quedaría saldada
cuando el prestatario los devolviera. El banquero los pondría
en circulación otra vez, pero entonces tendría de nuevo 100
euros menos.
En cambio, cuando el banquero entrega promesas de
pago, no renuncia a su propio dinero al prestarlo.
Conserva 100 euros y al mismo tiempo el prestatario
tiene otros 100 que, clarísimamente, han sido creados
de la nada. Cuando el prestatario devuelve el dinero y el
último vendedor canjea los sustitutos monetarios (de tal
forma que las deudas quedan saldadas), el banquero vuelve
a emitirlos otra vez en cuanto alguien le pide un préstamo.
101
Esos sustitutos monetarios están circulando siempre.
102
La emisión de títulos privados.
En el capítulo de los errores del profesor Juan Ramón Rallo
dijimos que cualquier persona puede entregar un pagaré a
cambio de recibir otro tipo de bien; y vimos que él mismo
ponía un ejemplo donde una persona entregaba un pagaré a
cambio de recibir un coche.
El crédito se articula cuando tú vas con un pagaré a ese
vendedor y le dices “te compro tu coche con este pagaré”; con
lo cual el vendedor —si acepta el pagaré— está renunciando
a su bien presente, que es el coche, a cambio de un crédito
exigible contra el banco. (Juan Ramón Rallo en la conferencia
titulada “Algunos errores graves en la teoría monetaria de
Mises”, que puede verse en youtube).
En realidad, los pagarés no suelen utilizarse como medio
de intercambio (siendo por lo tanto sustitutos monetarios
imperfectos) porque la gente no siempre confía en la
solvencia del emisor pero, cuando sí son aceptados, pueden
emplearse para la obtención de cualquier tipo de bien o de
servicio. Así pues, del mismo modo que una persona puede
entregar un pagaré a cambio de recibir un coche —o
cualquier otra cosa—, también puede endosarlo a cambio de
recibir financiación. Este sería, por ejemplo, el caso de un
empresario que —en lugar de emitir acciones o pedir un
préstamo en el banco— vendiera pagarés para financiar su
empresa. El empresario, como cualquier otro prestatario,
tiene que devolver el dinero que le han adelantado. Sin
embargo, en vez de devolvérselo directamente a la persona
que le compró el pagaré, lleva el importe al banco para que
ésta pueda cobrarlo allí.
Vemos entonces que el resultado es el mismo cuando
el empresario pide un préstamo y emite los pagarés
contra el saldo de su cuenta, que cuando los emite sin
103
dinero en su cuenta y sin notificarle al banco. El banco,
tanto si inicialmente concedió un crédito como si no, va a
aceptar el dinero que el empresario —ejerciendo de
prestatario— aporte; y va a utilizarlo para canjear los
pagarés que el empresario hubiera emitido. Al final, y en
palabras del profesor Rallo, el banco solo se dedica a canjear
la deuda privada (los pagarés que las personas emiten a
título personal) por deuda del banco (saldo virtual canjeable
por dinero en efectivo).
Pareciera, según esta afirmación, que no solo los bancos
pueden crear dinero de la nada; sino también los
empresarios y el resto de personas que emiten su propia
deuda. Sin embargo esto no es así, solo los bancos crean
dinero de la nada, al canjear los pagarés (o sustitutos
monetarios imperfectos) por sustitutos monetarios
perfectos; pero vamos a ver el proceso desde el principio:
-Un empresario emite un pagaré por valor de 900 euros y
una persona se lo compra. El empresario, al vender el
pagaré, obtiene 900 euros que utiliza para financiar su
empresa o para comprar algo que necesita.
-Al mismo tiempo, un prestamista lleva 100 euros al
banco y éste ingresa 100 euros en su cuenta; y otros 900
euros en la cuenta de un prestatario.
-El prestatario compra al empresario de antes un
ordenador por valor de 900 euros, traspasándolos a su
cuenta.
-La persona que inicialmente compró el pagaré va al
banco para cobrarlo, de tal forma que se produce un
traspaso de 900 euros desde la cuenta del empresario —que
emitió el pagaré— hasta la cuenta de la persona que lo
compró.
Es en este último paso cuando el banco canjea la deuda
privada (el pagaré emitido por el empresario) por deuda del
104
banco, que en este caso son los 900 euros virtuales que
previamente el banco prestó a un prestatario, y que ahora
han llegado a la cuenta del empresario. De esta forma, los
sustitutos monetarios imperfectos —que no suelen ser
utilizados como medios de pago— son convertidos en
sustitutos monetarios perfectos. En este ejemplo hemos
dicho que, para cuando el comprador del pagaré va a
canjearlo, el empresario ya ha conseguido los 900 euros que
debe; pero también podría suceder que el comprador del
pagaré fuera a cobrarlo antes de la fecha de vencimiento, y
que el empresario toda- vía no tuviera en su cuenta los 900
euros. Entonces el banco, si confía en la liquidez del
empresario, creará 900 euros en forma de sustitutos
monetarios y los ingresará en la cuenta de la persona que ha
presentado el pagaré. De esta forma el banco respaldará
con su dinero —igualmente creado de la nada— el
préstamo que el empresario se concedió a sí mismo al
emitir su propia deuda; siendo en última instancia como si el
crédito lo hubiera concedido el banco.
Tengamos en cuenta que, si el banco no confiara en la
liquidez del empresario y por lo tanto no respaldara su
pagaré, la persona que lo presenta no podría cobrar el
importe que el empresario le había prometido. Esto sería el
equivalente a que el empresario, a fin de pagar una deuda,
hubiese ido a pedir un préstamo en el banco y éste se lo
hubiera denegado, al dudar de su solvencia. Obviamente el
empresario no podría pagar el dinero que debe; que es
precisamente lo que ocurre cuando entrega un pagaré
que luego el banco no está dispuesto a canjear antes de
fecha, emitiendo sus propios sustitutos monetarios. El
banco, en ambos casos, le niega al empresario el importe
del préstamo —al dudar de su solvencia como
prestatario—, obligándole a conseguir el dinero que ha
prometido de otro modo.
Emitir un pagaré a título privado es, en resumidas
105
cuentas, lo mismo que pedir un préstamo al banco;
porque a éste le da igual entregar los sustitutos
monetarios a la persona que presenta el pagaré, o
entregárselos desde el principio a la persona que emitió
el pagaré, mientras confíe en la solvencia de esta. Si el banco
está dispuesto a respaldar con su propio dinero el pagaré
que le lleven —hasta que llegue la fecha de vencimiento y el
emisor lo aporte—, es que también habría estado dispuesto
a conceder un préstamo a esa persona, en caso de que se lo
hubiese pedido. Y el resultado, como ya hemos visto, es el
mismo en ambos casos.
Ahora bien, del mismo modo que el banco puede entregar
los préstamos en efectivo o en forma de sustitutos
monetarios, también puede canjear los pagarés en efectivo o
en forma de sustitutos monetarios. Los pagarés, puesto que
no suelen utilizarse como medio de pago (y solo suelen
endosarse cuando hay confianza en el emisor), solo son
considerados como dinero —y aceptados en cualquier
establecimiento— una vez que se canjean en el banco. Y ya
hemos visto durante los capítulos anteriores que la
cantidad de sustitutos monetarios que emiten los
bancos está limitada por el coeficiente de caja y por la
cantidad de dinero en efectivo existente. Es decir, que si
los bancos descuentan y canjean muchos pagarés, será a
costa de conceder menos préstamos. Con 100 euros en
efectivo y un coeficiente de caja del 10%, solo puede haber
en circulación 1000 euros en forma de sustitutos
monetarios; independientemente de que la gente emita más
o menos deuda privada. Otra cosa es que, si la gente emite
mucha deuda privada —o pide muchos préstamos—, el
Banco Central decida bajar el coeficiente de caja o imprimir
más billetes para que los bancos privados puedan
multiplicar el número de préstamos.
Todo esto significa que, aunque efectivamente —y tal y
como dice el profesor Rallo— el sector bancario solo se
106
dedique a canjear la deuda privada (los pagarés que las
personas emiten a título personal) por deuda del banco, y a
reducir las promesas de pago privadas en circulación; con
esta simple labor los bancos ya están decidiendo a quiénes
otorgan crédito y a quienes no. La cantidad de crédito que
se puede conceder (o sustitutos monetarios que se pueden
crear de la nada) está limitada, y son los bancos los que se
encargan de distribuirlo, sin que los agentes privados
puedan hacer nada (más que pedir los créditos, que ya es
bastante). En cualquier caso, no se puede culpar al que pide
un crédito —ya sea ejerciendo de prestatario en el banco o
emitiendo sus propios pagarés— de crearlo de la nada; el
que crea el crédito de la nada es siempre el que lo
concede, o el que lo respalda emitiendo sustitutos
monetarios.
Supongamos entonces que, en una sociedad donde no se
emiten sustitutos monetarios (y por lo tanto no hay creación
de dinero de la nada), los prestamistas llevan 100 euros al
banco. Entonces éste, manteniendo un coeficiente de caja del
10%, presta 90 euros en efectivo a los prestatarios y guarda
los otros 10. En total, podemos suponer que hay unos 100
euros en circulación; 90 por parte de los prestatarios y algo
menos de 10 por parte de los prestamistas, que están
ahorrando el 90% de su dinero. El banco, para no quebrar,
depende de que el ahorro de los prestamistas siga siendo del
90%.
Al mismo tiempo hay otra sociedad donde sí se emiten
sustitutos monetarios. Los prestamistas llevan 100 euros al
banco y éste, tras hacer un ingreso de 100 euros virtuales en
sus cuentas bancarias, hace otro ingreso de 900 euros
virtuales en las cuentas de los prestatarios; conservando los
100 euros en efectivo y manteniendo así un coeficiente de
caja del 10%. Para que el banco no quiebre, basta con que los
usuarios no vayan a retirar los 100 euros que el banco
conserva en efectivo; independientemente de que estén
107
utilizando todos a la vez los 1000 euros que circulan en
forma de sustitutos monetarios.
Según el profesor Rallo y otros muchos economistas, no
importa cuántos sustitutos monetarios se emitan porque,
mientras no se estén utilizando como medios de pago, se
están ahorrando. Sin embargo es obvio que, para que en este
segundo caso exista tanto ahorro como veíamos en el
primero; sería necesario que de los 100 euros que los
prestamistas tienen en forma de sustitutos monetarios
solo estén utilizando 10 (ahorrando así el 90%), y que de
los 900 euros que los prestatarios tienen en forma de
sustitutos monetarios solo estén utilizando 90. De ser así,
efectivamente existiría tanto ahorro como en el caso
anterior, pues solo se estarían utilizando unas 100
unidades monetarias, de las cuales los prestamistas
estarían renunciando a 90 (que son las que utilizan los
prestatarios). No obstante esta situación es absolutamente
inverosímil, pues es impensable que un banco preste 900
euros y de ahí solo se utilicen 90; ya que si se pide un
préstamo suele ser para consumirlo entero, sobre todo
cuando hay que devolverlo con intereses.
Muchos economistas, lamentablemente, deben creer que
agregadamente crece el ahorro en la medida en que se
renuncia a utilizar el nuevo dinero que se pone en
circulación. Respecto a los dos escenarios que describíamos
antes, para ellos habría más ahorro en el segundo, si no se
utilizara la mayor parte del dinero virtual emitido.
Recordemos que en el primer escenario —donde no había
emisión de sustitutos monetarios— existían 100 unidades
monetarias y se estaban utilizando esas 100; mientras que
en el segundo caso se ha- bían emitido 1000 euros en forma
de sustitutos monetarios. Si de esos 1000 euros solo
estuvieran circulando —por ejemplo— 300 como medio de
intercambio, para estos economistas se estarían ahorrando
700, por lo que habría más ahorro que en el caso anterior.
108
Esta concepción es completamente errónea, porque esas
1000 unidades monetarias son sustitutos monetarios o
dinero virtual que no debería ni existir. En realidad, no
se está consumiendo 300 sobre 1000 (y ahorrándose el
resto), sino 300 sobre 100. Se está utilizando para el
consumo más dinero real del que verdaderamente
existe, por lo que no se está ahorrando nada; al
contrario, se está produciendo un desahorro. En cuanto
los diferentes agentes económicos utilizan simultáneamente
una cantidad de dinero superior a los 100 euros
originalmente existentes, ya no puede hablarse de ahorro. Si
ahora los clientes del banco quieren retirar en efectivo los
300 euros que hemos dicho que están utilizando, se tienen
que imprimir 200 euros para completar lo que falta, pues en
el banco solo hay 100. El ahorro se mide en base al dinero
originalmente existente que los prestamistas renuncian
a utilizar mientras lo tienen los prestatarios, no en base
a todo el conjunto de dinero creado de la nada que se
renuncia a utilizar.
El profesor Rallo, no obstante, asegura que si una persona
emite un pagaré y el comprador lo atesora (de tal manera
que no lo endosa, ni lo presenta a cobro en el banco), es que
lo está ahorrando. Bajo ese criterio, cualquier persona
que rellene un pagaré a título privado y posteriormente
lo guarde en un cajón de su habitación —en lugar de
endosarlo o utilizarlo como medio de intercambio—,
también lo está ahorrando. Y exagerando aún más,
cualquier persona que vaya al banco a pedir un
préstamo, y a medio camino lo reconsidere y regrese a
su casa, podría decir que está ahorrando también ante
su decisión final de no pedir el crédito y renunciar así al
consumo.
La restricción del gasto no necesariamente implica un
aumento del ahorro; y el hecho de no pedir un préstamo o de
atesorar un pagaré, lógicamente tampoco. Si se crean 200
109
euros de la nada y no se utilizan, eso no supone ningún
ahorro; al igual que el hecho de que se utilicen y
posteriormente se repongan. Sólo una vez que ya han
sido repuestos puede empezar a hablarse de ahorro, si
es que efectivamente se produce una restricción del
consumo en base al dinero originalmente existente.
Pese a todo, el profesor Rallo —entre otros muchos
economistas— considera que todos esos pagarés que son
emitidos como deuda privada (y que luego los bancos
canjean por sustitutos monetarios perfectos) están
respaldados por el ahorro de aquellas personas que venden
algún tipo de bien a cambio de recibir esos pagarés. Según él,
si una persona vende su ordenador a cambio de recibir un
pagaré; esa persona —la que vende el ordenador— es la que
está ahorrando al renunciar a sus bienes. Para el profesor
Rallo, el ahorro no está constituido por la masa monetaria
que se renuncia a utilizar, sino por los bienes que se
renuncian a utilizar. Una vez más no se da cuenta de que la
persona que vende el ordenador no está renunciando a
ningún bien, porque inmediatamente después puede ir
al banco para cobrar el pagaré (con un descuento o quita, al
no haber llegado aún la fecha de vencimiento), y utilizar el
dinero para comprar otro bien que reemplace al
anterior. Es el mismo caso que el del prestamista que
deja su dinero en el banco y recibe sustitutos
monetarios.
Habíamos dicho que, con 100 euros y un coeficiente de
caja del 10%, la máxima cantidad de dinero —en forma
de sustitutos monetarios— que los bancos pueden emitir
son 1000 euros. Pues bien, si el vendedor del ordenador
presenta en el banco un pagaré de por ejemplo 700 euros, y
recibe un ingreso de sólo 600 por haber cobrado el pagaré
antes de la fecha de vencimiento; todavía el banco puede
extender otro crédito a otra persona, hasta completar lo
que le falta para llegar a los 1000 que en total puede
110
emitir. Al final, ni siquiera los 100 euros a los que el
vendedor del coche ha renunciado —para cobrar
anticipadamente el pagaré— pueden considerarse de
manera agregada como ahorro, ya que el banco se los
facilitará a otra persona que demande ese crédito.
El crédito, tal y como explicábamos, está limitado por el
coeficiente de caja y por la cantidad de dinero en efectivo
existente; pero en realidad estas supuestas limitaciones
no constituyen ningún tipo de barrera a la expansión
crediticia. Es cierto que, con 100 euros y un coeficiente de
caja del 10%, la máxima cantidad de dinero que los bancos
pueden llegar a emitir son 1000 euros (en forma de
sustitutos monetarios); pero es que, tal y como también
decíamos, el banco central puede bajar el coeficiente de
caja siempre que quiera, y también puede imprimir más
billetes. Si no lo hace es precisamente porque a los bancos
no les hace falta, ya que los diferentes agentes económicos
no siempre demandan ni absorben todo el crédito que
ofrecen. No obstante, si los bancos necesitaran un coeficiente
de caja menor para operar, no habría ningún inconveniente
en reducirlo lo que hiciera falta. Actualmente el coeficiente
de caja legal es del 1% pero, como se puede manipular en
cualquier momento (así como se puede aumentar la
cantidad de billetes en circulación), no constituye ningún
tipo de barrera a la expansión crediticia.
En realidad, y en última instancia, los bancos conceden
tanto crédito como sus clientes piden, siempre y cuando
confíen en que serán capaces de devolverlo; y a veces
también sin confiar. Pero esto no significa que las personas
puedan emitir su propio crédito de forma independiente, ya
que dependen completamente del comportamiento de
los bancos; y finalmente serán estos los encargados de
concederlo o denegarlo.
111
El ahorro del prestamista:
Decíamos que —para el profesor Rallo— el ahorro no es
masa monetaria, sino bienes; y que el valor monetario de los
bienes producidos puede emplearse para comprar otros
bienes. Es decir, que si una persona produce un ordenador,
inmediatamente con eso ya tiene derecho a comprarse un
televisor. Consideraciones complementarias aparte (porque
es obvio que para poder comprar hay que vender); el caso es
que si una persona produce un ordenador tiene derecho
a comprar un televisor; no 10. Si un banco tiene 100
euros depositados y emite 1000 euros en forma de
sustitutos monetarios es, en la práctica, como si
estuviera dando a sus clientes la oportunidad de
comprar 1000 ordenadores, cuando solo se han
producido 100.
Lo lógico sería que, si se han producido 100 ordenadores
(que en ese momento se están renunciando a utilizar), se
presten esos 100 ordenadores —o su valor monetario—; y
no 1000, de los cuales 900 ni siquiera existen. El profesor
Rallo, sin embargo, no lo ve así. Para él, el hecho de que se
presten 1000 ordenadores —o 1000 euros para comprar
ordenadores, haciendo que los 100 que existen suban de
precio—, implica que se tendrán que fabricar 1000
ordenadores (que serán menos, ya que anteriormente
subieron de precio), para que se pueda devolver el préstamo
de 1000 euros. La devolución —sin descalce de plazos— de
ese préstamo es lo que el profesor Rallo entiende como
“ahorro”; pero no lo es, el ahorro eran los 100
ordenadores que inicialmente se estaban renunciando a
utilizar.
Si una persona emite un pagaré con el que compra un
ordenador, y posteriormente fabrica y vende otro ordenador
112
con el que devuelve el importe del pagaré, eso no es ahorro.
Recordemos que, como esta persona, hay otras 999
emitiendo pagarés para comprarse ordenadores,
cuando solo existen 100 (que es el ahorro propiamente
dicho). El profesor Rallo piensa que las 1000 personas que
han comprado los ordenadores —a un precio muy alto ante
la escasez de oferta— serán capaces de fabricar otros y de
devolver así los préstamos. Pero, si el flujo de producción y
ahorro habitual es de 100, parece un poco improbable
que durante los siguientes años vaya a crecer tanto
como para multiplicarse por 10.
La inversión y el consumo sin ahorro —sin que se
produzcan nuevos bienes que la gente esté renunciado a
utilizar—, hace que suban de precio los que ya existen,
debido a la escasa oferta de los mismos. Los nuevos bienes
tardan en llegar al mercado más tiempo de lo que lo
hace el nuevo dinero con el que pueden ser comprados.
Los trabajadores que antiguamente se dedicaban a fabricar
ordenadores se desplazan hasta la última etapa del proceso
productivo pues, debido a la subida de precios, obtienen más
beneficios vendiendo ordenadores que fabricándolos. La
escasez aumenta todavía más, y los precios son aún más
altos. La creación de dinero nunca ha garantizado un
aumento de la producción, solo un aumento del
consumo; y es obvio que cualquier sistema donde se
consuma más de lo que se produce entra en quiebra. Si se
han producido —y se están ahorrando— 100 bienes, y
se presta dinero como para comprar 1000 (esperando a
que posteriormente se puedan producir 1000 más, y que de
este modo se devuelva el préstamo), se invita claramente a
que la gente consuma más de lo que luego seguramente
podrá producir.
El profesor Rallo no lo ve así. Lo que él ve es que los
prestatarios consumen 1000 y más tarde producen 1000; tal
y como él mismo expresa:
113
“Se crean medios de pago a cambio de nuestra promesa de
que en un mes le pagaremos al banco 1.000 onzas de oro.
¿Cree usted que una deuda con el banco no es “nada”? Si tiene
una hipoteca, dudo que mantenga por mucho tiempo esa
opinión: el derecho a recibir dinero es un activo
tremendamente valioso (sobre todo si se termina pagando).”
(Cómo crean dinero los bancos, artículo de Juan Ramón Rallo).
http://juanramonrallo.com/2011/08/%C2%BFcomo-creandinero-los-bancos/
Los prestatarios reciben medios de pago con los que
pueden obtener bienes por valor de 1000 euros (u onzas de
oro), a cambio de que más adelante consigan producir
bienes por ese valor, y puedan devolver así los préstamos.
Pero, si arbitrariamente vamos a dar por hecho que los
1000 bienes que los prestatarios pretenden adquirir ya
se han producido (y que además los prestamistas están
renunciando a ellos), por qué mejor no dar por hecho que
se han producido 10000 millones, y así entregar
préstamos por ese valor. No hay ningún motivo para
limitarse porque, a fin de cuentas, en cuanto los prestatarios
logren fabricar bienes por valor de 10000 millones y
devolver así los préstamos, estos habrán sido concedidos en
base a un ahorro real.
Lo cierto es que la única forma de saber con total certeza
que los préstamos están basados en un ahorro real, es
prestando lo que previamente ya se ha producido y se
está renunciando a consumir, o su equivalente en
unidades monetarias. Si, en cambio, se prestan 1000
unidades monetarias cuando solo se han producido 100
bienes, será necesario que se fabriquen 900 bienes más para
que se mantenga la proporción y que no suban de precio. Si
solo se fabrican (por ejemplo) 200 bienes no se cumplirá
esta premisa; y no existirá ningún tipo de ahorro por parte
de los prestatarios, aunque posteriormente consigan
venderlos y devolver a tiempo los préstamos. Para que
114
exista el ahorro, los prestatarios tienen que fabricar
tantos bienes como dinero creen los bancos.
En cualquier caso, ahora ya hay 300 bienes (los 100 del
principio más los 200 de ahora), y los precios vuelven a bajar
a medida que se devuelven los préstamos y que se reduce la
cantidad de dinero en circulación. Si resulta que la gente
renuncia al consumo inmediato de los 300 bienes que ahora
existen, y que el banco los presta (o que presta el importe
monetario de los mismos), entonces los nuevos préstamos
estarán basados en un ahorro real. Si, por el contrario, el
banco vuelve a emitir otra vez los mismos 1000 euros —en
forma de sustitutos monetarios— de antes, solo 300 estarán
respaldados por un ahorro real (o por bienes reales). Los
prestatarios, de nuevo, serán capaces de devolver los
créditos gracias a la nueva subida de los precios y a la
producción y venta de, por ejemplo, 200 bienes más; pero
esto tampoco constituirá ningún ahorro por su parte. Ahora
existirán en total 500 bienes y, si nuevamente los bancos
emiten créditos por valor de 1000 euros, solamente la mitad
de ellos estarán basados en un ahorro real.
Se puede apreciar que, poco a poco, va aumentando el
número de bienes existentes respecto a la cantidad de
dinero en circulación (si es que el Banco Central no imprime
más); pero esto, insistimos, no significa que todo ese
dinero que una y otra vez se vuelve a prestar esté
basado en un ahorro real. Para que los créditos estén
basados en un ahorro real, tienen que producirse 1000
bienes que se estén renunciando a utilizar, de tal forma que
los prestatarios puedan comprarlos —con el dinero
procedente de los créditos— sin que tengan que subir de
precio. Posteriormente, los prestatarios solo tendrán que
devolver los mismos bienes que recibieron; pero ya no se
verán obligados a fabricar otros nuevos —o a vender a un
precio muy alto los que ya existían— para devolver los
créditos. Una vez que se han devuelto los bienes (o el valor
115
monetario de los mismos), sigue habiendo los mismos 1000
que había antes. Si, además, los prestatarios consiguen
producir 200 más (como ocurría en los anteriores ejemplos
que veíamos), existirán en total 1200 bienes y 1000 euros en
circulación; lo cual implicará una ligera deflación (o caída de
los precios) y un aumento real de la riqueza.
Repetimos:
Si hay 100 ordenadores, obviamente no se pueden
prestar 1000. Lo que se puede prestar son 1000 euros,
pero esto no hará que haya 1000 ordenadores.
Simplemente, subirán de precio los 100 ordenadores
que ya existían. Cuando los prestatarios tengan que
devolver los créditos, no lo harán fabricando 900
ordenadores (porque no se puede forzar el sistema
productivo en función de las expectativas de productores y
consumidores), sino vendiendo —también a un precio muy
alto— los ordenadores que ya existían, junto con los
nuevos que hayan podido fabricarse.
Si, en cambio, hay 100 ordenadores y se prestan los
100 (o se presta su valor monetario) en lugar de 1000,
estos mantienen su precio original. La diferencia con el
caso anterior es que ahora los prestatarios no tienen que
devolver 1000 ordenadores (o el valor monetario de los
mismos), sino solo 100, que son los mismos que reciben
prestados. Al ser —además— una cantidad mucho menor (y
acorde con las posibilidades reales de producción), podrán
fabricarlos fácilmente y devolver así los préstamos; de
tal forma que no tendrán que devolver los ordenadores
recibidos.
Lo único que se consigue cuando se intenta forzar la
maquinaria de la producción (mediante la introducción de
crédito en el mercado) es un aumento de los precios y la
distorsión de las etapas del proceso productivo; pues los
trabajadores dejan de producir nuevos bienes y se trasladan
116
al sector de las ventas, que es donde se obtienen mayores
beneficios. Por el hecho de prestar mucho dinero, no se
va a conseguir que los prestatarios fabriquen muchos
bienes a fin de poder devolverlo. Al contrario, el hecho de
que se introduzca más dinero en la economía es una
invitación para que se consuma por encima del nivel de
producción. Ya vimos que se prestan 1000 euros con la
intención de que se compren y produzcan 1000
ordenadores; pero que solo se compran los 100 que
previamente existían, y que luego no se producen 900 más.
Quizá ni siquiera lleguen a producirse 100 —como vimos
que sucedía hasta entonces—, si es que además se
distorsionan las etapas del proceso productivo y los
trabajadores se trasladan a la última.
La emisión de sustitutos monetarios genera la ilusión
ficticia de que los depositantes y los prestatarios pueden
disponer de los mismos bienes a la vez (de que se
pueden comprar 1000 ordenadores, cuando solo existen
100) sin que nadie tenga que renunciar a ellos. En la medida
en que los depositantes y los prestatarios estén utilizando
los sustitutos monetarios para comprar más de 100
ordenadores (que son los que realmente existen); se
producirá una doble disponibilidad en las compras que,
al no poder materializarse en la adquisición de bienes
reales, originará una subida de precio de los que ya
existían.
En un préstamo sin ahorro, los prestamistas reciben
sustitutos monetarios por valor de 100 euros, con los que
pueden comprar 100 ordenadores; y al mismo tiempo los
prestatarios reciben sustitutos monetarios por valor de 900
euros, con los que pueden comprar 900 ordenadores. Como
no existen, lo único que sucede es que suben de precio los
100 que previamente existían; y a los que los prestamistas
—en su gran mayoría— no están renunciando. Sin embargo,
y tal y como ya habíamos explicado, a los banqueros no les
117
importa si los prestamistas renuncian a los 100
ordenadores (o al valor monetario de los mismos); solo
quieren que utilicen los sustitutos monetarios de los que
disponen, para que así no vayan a retirar su dinero en
efectivo. La retirada simultánea de todo el dinero
representa, en definitiva, el descubrimiento de que solo
existen 100 ordenadores —o 100 euros con los que
comprar 100 ordenadores—; y de que sin embargo el
banco ha emitido sustitutos monetarios con los que
comprar 1000. E implica, en última instancia, la renuncia
forzosa de 900 ordenadores.
En un préstamo con ahorro, sin embargo, se prestan los
100 ordenadores que ya existen. Si se trata de préstamos a la
vista, y los prestamistas van a recuperar los ordenadores
cuando todavía los prestatarios no los han devuelto, el banco
quiebra, y ya está. Pero, al haberse prestado los mismos
bienes que ya existían —y no 900 euros en forma de
sustitutos monetarios para comprar 900 ordenadores que
no existen—, estos no pueden subir de precio; ni puede
generarse prácticamente ningún tipo de distorsión en
las etapas del proceso productivo. El profesor Huerta de
Soto afirma que los préstamos a la vista no están basados en
el ahorro, porque los prestamistas no renuncian a la
disposición inmediata de sus bienes; pero ya hemos
demostrado que, mientras sean estos los que se prestan (y
no sustitutos monetarios con los que comprar bienes que no
existen), sí están basados en el ahorro.
Decíamos también que no es lo mismo hacer una
promesa de pago verbal que entregar una promesa de
pago (o sustituto monetario). En el primer caso —donde el
comprador simplemente promete realizar un pago al cabo
de X tiempo—, el vendedor no podrá comprarse otra cosa
hasta que efectivamente reciba el pago; mientras que en el
segundo caso —donde el vendedor recibe una promesa de
pago o pagaré— podrá comprarse otra cosa
118
inmediatamente. En el primer caso el comprador paga a
crédito —puesto que existe una renuncia por parte del
vendedor—, y en el segundo caso paga al contado. El
hecho de que los compradores puedan emitir sus propias
promesas de pago —o sustitutos monetarios— cada vez que
quieran adquirir un bien, y de que luego los vendedores
también puedan utilizar los mismos sustitutos monetarios
para comprar otros bienes hace que, en última instancia, se
consuman los bienes ya existentes a una velocidad
mayor a la que se producen los nuevos.
Si los vendedores reciben sustitutos monetarios a la hora
de vender 100 bienes, es el equivalente a que los
prestamistas de un banco reciban sustitutos monetarios al
dejar 100 bienes (o el valor monetario de los mismos). Los
prestamistas no renuncian a los bienes que dejan en el
banco (o al valor monetario de los mismos), porque
disponen de sustitutos monetarios con los que pueden
comprar otros iguales; y los vendedores tampoco
renuncian a los bienes que venden, porque reciben
sustitutos monetarios con los que pueden comprar otros
iguales (o los mismos). Tal y como dice el profesor Rallo, la
persona que otorga el crédito es siempre la que entrega los
bienes presentes; y esta puede ser tanto el vendedor como el
prestamista del banco si es que, efectivamente, renuncia a
los bienes que entrega (o al valor monetario de los
mismos). Como ninguno de los dos lo hace (ya que ambos
reciben sustitutos monetarios a cambio de los bienes que
entregan), en realidad no existe ningún crédito por parte de
nadie.
En un verdadero pago a crédito, una persona compraría
un ordenador al vendedor A, a cambio de pagarle en un mes.
Entonces el vendedor A compraría un televisor al vendedor
B, a cambio de pagarle en dos meses (después de haber
recibido el pago de la primera persona). Luego el vendedor B
compraría una consola al vendedor C a cambio de pagarle en
119
tres meses (cuando reciba el pago del vendedor A), y así
sucesivamente. Podemos observar que, en este ejemplo, los
vendedores tardan cada vez más tiempo en cobrar el
importe de sus ventas, por lo que llegará un momento en el
que se negarán a realizarlas a crédito.
Sin embargo, si reciben directamente un pagaré, poco les
importará si es a un mes o a un año; puesto que pueden
endosárselo a otro vendedor, o bien descontarlo en el
banco (con una quita, al cobrar el importe antes de la fecha)
si es que nadie lo acepta. Y recordemos que, puesto que el
banco (con un coeficiente de caja del 10%) puede emitir
1000 euros en forma de sustitutos monetarios por cada 100
en efectivo que —a nivel contable— tiene en caja; la quita
del pagaré (o el importe que no le entregue al dueño por
haberlo cobrado antes de la fecha) la empleará para
conceder otros créditos.
Hacer una promesa de pago verbal no es lo mismo
que entregar una promesa de pago (en forma de pagaré,
de cheque, o del instrumento que se quiera); y solo actúa de
prestamista aquel que temporalmente renuncia a sus
bienes, y por lo tanto también al importe de los mismos.
120
¿Banca libre con reserva fraccionaria?
Los teóricos de la banca libre defienden que, sin la
existencia de un Banco Central que garantice el rescate de
los bancos privados, ninguno se endeudará excesivamente,
pues el sistema Compensación Interbancaria llevará a la
quiebra a aquellos bancos que emitan más sustitutos
monetarios que los demás. Por ejemplo, si (a igualdad de
circunstancias) el banco X emite sustitutos monetarios por
valor de 1000 euros, y el banco Y emite sustitutos
monetarios por valor de 500 euros, existirán más
probabilidades de que quiebre primero el banco X porque,
aunque toda la gente vaya a cobrar sus cheques al banco Y,
durante la compensación interbancaria éste cobrará los que
correspondan al anterior. Recordemos que si el banco X
emite un cheque, el importe de ese cheque saldrá del
banco X, aunque el dueño del cheque lo presente en otro
banco.
El principal motivo por el que la gente suele cobrar en
efectivo el importe de sus cheques o pagarés es para poder
utilizarlo como medio de pago en establecimientos, ya que
los cheques y pagarés no siempre son aceptados. En
cualquier caso, no sucede lo mismo con el saldo virtual
asociado a las cuentas bancarias. Éste, al contrario de lo que
sucede con los cheques y pagarés, sí es aceptado como
medio de pago en cualquier establecimiento. Por lo
tanto, nadie tiene ninguna necesidad de retirar su
dinero del banco, y estos tampoco se ven obligados a
limitar la expansión crediticia. Actualmente los cheques y
pagarés ya apenas circulan como sustitutos monetarios; al
haber sido sustituidos por saldo virtual asociado a nuestras
cuentas bancarias. Y, como éste ya se ha convertido en un
medio de pago comúnmente aceptado, nadie tiene ninguna
necesidad de retirar su dinero en efectivo.
121
“Al adquirir los billetes de banco la naturaleza de unidades
monetarias, los mismos nunca serán devueltos al banco para
retirar el dinero, puesto que pasan ya de mano en mano y son
considerados como dinero por sí mismos” (Pág. 199 del libro
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos; de Jesús Huerta
de Soto).
Así pues, la compensación interbancaria —que
antiguamente tendería a favorecer a los bancos que
emitieran menos cheques y pagarés—, en el contexto actual
no sirve para limitar la expansión crediticia, porque
nadie tiene ninguna necesidad real de cobrar en efectivo
el saldo virtual asociado a su cuenta bancaria, y por lo
tanto los bancos no se ven en la necesidad de limitar su
emisión.
Ahora bien, dicen también los defensores de la reserva
fraccionaria (tales como el profesor Juan Ramón Rallo) que
no necesariamente tienen que producirse crisis económicas
en un sistema de banca libre. Efectivamente, y tal y como
demostramos en el capítulo anterior, las crisis económicas
no van a producirse mientras se fabriquen nuevos
bienes al mismo tiempo que se crean nuevos medios de
pago. Incluso aunque no vaya completamente aparejada una
cosa con la otra, el sistema puede absorber pequeñas
descompensaciones con una subida leve de los precios; sin
que se generen descoordinaciones en las etapas del proceso
productivo. Sin embargo, en un sistema donde los bancos
emitan sus propios medios de pago siempre se
producirán desajustes porque, aunque ante la ausencia de
un Banco Central que los rescate intenten actuar de forma
responsable (cosa imposible como ya hemos visto),
continuamente prestarán unos bienes que no se han
ahorrado, y que ni siquiera existen como tal.
En definitiva: sistema de banca libre con reserva
fraccionaria sí, pero en el que los banqueros solo puedan
prestar una fracción de lo que han recibido prestado; sin
122
facilitar sustitutos monetarios ni a los prestamistas ni a
los prestatarios.
123
El Patrón Oro:
Ya hemos visto, durante todas estas páginas, que al final
da igual cuánto dinero se cree contablemente —en
forma de depósitos— si los usuarios de un banco no
reciben sustitutos monetarios perfectos, o algún tipo de
instrumento de pago que les permita utilizar el saldo
virtual de dichos depósitos. Igualmente hemos visto que
son los préstamos en forma de sustitutos monetarios los que
verdaderamente producen las crisis económicas; y no los
préstamos en los que directamente se entrega a los
prestatarios el dinero de los depositantes, sin facilitarles a
estos otros medios de pago. Aunque una redistribución
errónea del dinero también desencadena efectos negativos,
nunca podrán ser tan graves como los que tienen lugar
cuando se crean nuevos medios de pago, sin que a su vez se
produzcan nuevos bienes y servicios que los respalden.
Actualmente todos los bancos reciben el dinero de sus
clientes como si fueran préstamos —aún sabiendo que
en muchos casos la motivación es la de hacer un
depósito—, por culpa de un sistema de reserva
fraccionaria que permite a los banqueros prestar 99
veces el dinero que reciben (el coeficiente de caja actual
en España es del 1%) sin hacer ningún tipo de distinción
entre los contratos de préstamo y los contratos de
depósito. El profesor Huerta de Soto insiste en la
necesidad de que los bancos diferencien entre ambos
tipos de contrato, pero únicamente está a favor de que
presten aquel dinero que saben en qué fecha concreta
tendrán que devolver. Según él (y al contrario de lo que
defiende el profesor Juan Ramón Rallo), ningún dinero a la
vista presentado en el banco debe prestarse o invertirse,
porque generaría una doble disponibilidad entre los
depositantes —que no han renunciado a él— y los
124
prestatarios. Pero ya vimos que esta doble disponibilidad
no se produce (a menos que se emitan sustitutos
monetarios) y que los depositantes sí renuncian a la
disponibilidad inmediata de su dinero mientras lo
mantienen en el banco. Además, también vimos que hay
empresas —como los fondos de inversión, o cualquier
negocio en el que los empresarios acepten cancelaciones
anticipadas de los préstamos a plazo, convirtiéndolos
así en préstamos a la vista— que invierten el dinero que
sus clientes les prestan a la vista; manteniendo solo una
pequeña reserva en caja. Actualmente, y para que sirva de
referencia, el coeficiente legal de liquidez de los fondos
de inversión es del 1%; aunque generalmente operan con
un coeficiente de liquidez mayor, que a veces llega hasta el
10%. Vemos, por lo tanto, que el coeficiente de liquidez de
los fondos de inversión no es del 100% (tal y como el
profesor Huerta de Soto pretende para los depósitos a la
vista y derivados), y que aún así no crean ninguna doble
disponibilidad ni ningún dinero de la nada.
Y si hay empresas que ya invierten los préstamos a la
vista de sus clientes (sin necesidad de emitir sustitutos
monetarios perfectos), seguro que los bancos también
podrían hacerlo igual de bien. Pero, para ello, tendrían que
empezar a distinguir entre préstamos y depósitos
(independientemente de que sean a plazo o la vista), y a
aceptar siempre la motivación de cada contrato.
Antiguamente, las diferencias entre cada tipo de contrato
tuvieron que estar muy bien definidas, si es que en algún
momento llegó a emplearse un Patrón Oro puro, en el que
todos los certificados entregados por los bancos tuviesen su
contrapartida en oro.
Un Patrón Oro puro siempre exige la convertibilidad
exacta de todos los sustitutos monetarios emitidos o,
dicho de otro modo, la obligación de mantener en el
banco tanto oro como sustitutos monetarios se
125
encuentren en circulación; para que estos siempre puedan
tener su respaldo en oro. Si se proporcionan sustitutos
monetarios a las personas que dejan su oro en el banco (al
entenderse que lo están depositando a la vista), entonces no
puede prestarse su oro, y el coeficiente de caja tiene que ser
del 100%. Si, en cambio, no se entregan sustitutos
monetarios a las personas que dejan su oro en el banco (al
entenderse que lo están prestando a la vista), entonces los
banqueros sí pueden prestarlo, y el coeficiente de caja puede
bajar del 100%. Aunque, obviamente, en este caso los
banqueros deben prestar el propio oro de los
prestamistas, y no sustitutos monetarios; ya que entonces
cabría la posibilidad de que los prestamistas fueran a sacar
su oro del banco cuando todavía los prestatarios estuvieran
utilizando los sustitutos monetarios, y de que se generara
una doble disponibilidad entre ambos.
No obstante, lo peor que un banco puede hacer es
facilitar sustitutos monetarios tanto al prestamista
como al prestatario, porque entonces la doble
disponibilidad se producirá seguro, salvo que al menos uno
de ellos esté renunciando a utilizar el saldo de su cuenta
bancaria como medio de pago, y al mismo tiempo esté
renunciando a sacar su dinero del banco.
Vemos entonces que, para mantener un Patrón Oro
puro, antiguamente los banqueros tenían que conservar
continuamente tanto oro como sustitutos monetarios
hubiesen emitido. Actualmente, sin embargo —y puesto
que los banqueros ya no reciben oro—, para mantener
un “Patrón Oro” puro deben conservar continuamente
tantos billetes como sustitutos monetarios hayan
emitido. En realidad, no importa que los actuales billetes no
sean convertibles en oro (siempre y cuando no se impriman
más); lo que importa es que todo el saldo virtual esté
siempre respaldado por billetes.
Si los banqueros van a prestar el dinero en efectivo de sus
126
clientes —al entender que son prestamistas—, entonces no
deberían facilitarles sustitutos monetarios; y si los
banqueros van a facilitar sustitutos monetarios a sus clientes
—entendiendo que son depositantes—, entonces no
deberían prestar su dinero. De esta manera, todo el dinero
virtual emitido por los bancos será convertible al 100%
en billetes físicos, y no existirá ningún porcentaje de dinero
creado de la nada.
Únicamente mediante el restablecimiento del Patrón
Oro (adaptado a las condiciones actuales) y el fin de la
Banca Central —o de cualquier otra Institución que pueda
devaluar la moneda o rescatar a los bancos imprimiendo
nuevos billetes— se pueden evitar los recurrentes ciclos de
auge y recesión económica que han ocurrido a lo largo de
toda la historia. Tan solo respetando los principios
generales del derecho (en los cuales se distingue
claramente entre el contrato de depósito y el de
préstamo) se podrá acabar con las crisis financieras y lograr
un crecimiento económico sano, basado en un ahorro
real y no en una expansión artificial del crédito. La
emisión de medios fiduciarios (sin respaldo económico),
como ya ha quedado demostrado en tantas ocasiones,
seguirá produciendo escenarios donde el enriquecimiento
virtual e insostenible siempre terminará revirtiéndose,
hasta que los bancos dejen de inundar el mercado con su
dinero espurio, y con sus promesas de pago creadas a
partir de la nada.
127
128
Bibliografía y referencias:
Jesús Huerta de Soto
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, de Jesús Huerta de Soto.
http://www.miseshispano.org/wp-content/uploads/2013/01/DineroCr%C3%A9dito-Bancario-y-Ciclos-Econ%C3%B3micos-.pdf
Págs. citadas: 48, 54, 55, 122, 127, 151, 153, 197, 198, 199, 202, 219
Curso por internet de introducción a la economía,
de José Manuel González González.
http://www.jesushuertadesoto.com/wpcontent/uploads/2014/12/Curso_Internet_JHS_ebook_pro.pdf
Definición y tipos de dinero:
https://www.youtube.com/watch?v=yE6mLI1S2g0
Clases del profesor Huerta de Soto:
-El depósito irregular a lo largo de la historia.
http://anarcocapitalista.com/JHSLecciones23.htm
http://anarcocapitalista.com/JHSLecciones24.htm
-Intentos de fundamentación jurídica de la banca
con Reserva Fraccionaria.
http://anarcocapitalista.com/JHSLecciones25.htm
-El proceso bancario de expansión crediticia.
http://anarcocapitalista.com/JHSLecciones26.htm
-La Teoría Austríaca del ciclo económico.
http://anarcocapitalista.com/JHSLecciones29.htm
http://anarcocapitalista.com/
129
Juan Ramón Rallo:
-Algunos errores graves en la teoría monetaria de Mises.
https://www.youtube.com/watch?v=Yfz_xTryC_4
-Cómo crean dinero los bancos.
http://juanramonrallo.com/2011/08/%C2%BFcomo-crean-dinero-losbancos/
-La redefinición moderna del origen y de las funciones del dinero.
http://juanramonrallo.com/2013/06/leccion-5-la-redefinicionmoderna-del-origen-y-de-las-funciones-del-dinero/
-¿Crean los bancos dinero de la nada?
https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisisdiario/crean-los-bancos-dinero-de-la-nada
Otros:
-La teoría del dinero y del crédito, de Ludwig von Mises.
Páginas 238, 239 y 242.
-La acción humana, de Ludwig von Mises.
Páginas 519 y 520.
-Los bancos, como simples intermediarios financieros entre los
agentes que conceden el crédito (aportando los bienes presentes) y
los agentes que lo reciben.
https://la-accion-humana.blogspot.com.es/2014/09/tienes-ninos-opiensas-tenerlos-hazlo.html
-Ejemplo de confusión entre crédito mercancía y crédito circulatorio:
http://chartalismo.blogspot.com.es/2016/11/que-es-el-dinero-parte-i.html
130
-Teoría de Carlos Bondone, y ejemplo de la confusión entre bienes
presentes y bienes futuros.
http://eleconomistaprudente.com/?tag=carlos-bondone-bienpresente-bien-futuro-credito
-Los Fondos de Inversión podrán reducir su coeficiente de liquidez al 1%.
http://www.expansion.com/mercados/2015/07/08/559d15e022601
def208b4588.html
-Liquidez de los Fondos de Inversión:
https://www.ocu.org/inversiones/la-liquidez-en-los-fondos-deinversion-s5045624.htm
-Las aseguradoras cubrirán el coronavirus:
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/03/12/companias/1584
011815_902409.html
131
Agradecimientos: A Jesús Huerta de Soto, porque casi todo lo que sé
de economía y de creación de dinero bancario lo he aprendido o
descubierto gracias a él; y a Juan Ramón Rallo, que generalmente
sigue respondiendo a mis preguntas por chat, pese a todo lo que he
escrito en su contra.
132
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