POLITICA SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL: REPONSABILIDAD

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LA INTERVENCIÒN PROFESIONAL, POLITICAS PUBLICAS Y DERECHOS
SOCIALES CLAVES PARA LA CONSTRUCCION DE CIUDADANÍA
Dra. Margarita Rozas Pagaza
El desarrollo de este tema implica necesariamente retomar algunas cuestiones que pueden ser
consideradas como obvias y/o reiterativas, sin embargo su no enunciaciòn puede dar por
supuesto que la pràctica se autoreferencia asì misma. Por ello debemos partir diciendo que la
pràctica profesional y, en este caso la del trabajo social se insertan en un contexto lleno de
tensiones que hacen de dicha pràctica profesional un campo en cuestiòn pero, al mismo
tiempo, su implicancia en dicho contexto la limita y/o facilita. Conviene aclarar que esa
implicancia no es de externalidad, por el contrario es una relaciòn significativa que abarca dos
condiciones: una,
referida a nuestras propias condiciones que como trabajadores nos
enfrentamos en el marco de las transformaciones del mundo del trabajo y, otra con las
condiciones no sòlo materiales si no tambièn humanas de los sujetos con los cuales trabajamos.
Sumado a ello como agentes profesionales que se supone tienen un dominio sobre su campo
profesional. En esta direcciòn es necesario partir de algunas premisas que orientan el desarrollo
de nuestra exposición.
1. Las consecuencias que hoy vivimos después de la dècada de los 90 y que se ha revertido
parcialmente, respecto a la precarizaciòn laboral de una gran mayorìa de los trabajadores entre
ello los trabajadores sociales sigue siendo uno de los aspectos que necesariamente condicionan
la pràctica profesional. en el carácter y tipo de vínculos que se establece entre trabajadores y
empleados, este aspecto fue desde el punto de vista del empleo el rasgo característico de la
década del 90 ( Danani:2003, pág 264). Que considero ello no ha cambiado y por el contrario
se ha complejizado dichos vìnculos y referencias o en todo caso podemos enunciar que estàn
desdibujadas, una expresión de este proceso es el nivel precarizaciòn laboral a la que estamos
sometidos.
En este marco pensar el carácter de asalariado de los profesionales es una lìnea interesante y
al mismo tiempo polèmico para pensar la pràctica profesional al menos si reconocemos que
dicha pràctica està inserta en la dinàmica de las instituciones que expresan relaciones de poder
y formas de pensar y dar respuesta a las manifestaciones de la cuestión social materìa prima en
la que se que se desenvuelve la acciòn profesional.
En esta direcciòn Marilda Imamaoto señala “siendo el trabajo social un trabajador asalariado
depende de la venta de su fuerza de trabajo en el mercado profesional de trabajo. Para que ello
tenga valor de cambio es necesario que confirme su valor de uso” (pàg.174) es decir que ello
significa que la formación profesional tenga en cuenta la demanda profesional del mercado de
trabajo, sin que ello signifique una relaciòn reducionista de la formación a esta variable. Al
mismo tiempo y contradictoriamente para mantener el valor de uso de nuestro campo existe
una exigencia de mayor cualificaciòn que simiente las bases de la argumentación de dicha
pràctica.
Por lo tanto la pràctica profesional debe alcanzar cada vez màs un nivel de
profesionalización acorde con la complejidad social del siglo XXI cuya expresión màs
significativa es la crisis polìtico-institucional que tiene sus efectos en la incapacidad para
mejorar los criterios y mecanismos de distribución de los bienes y servicios que genera la
sociedad. Por ello, la profesionalzación como totalidad que implica diversos aspectos
(producción de conocimiento, formación de grado, postgrado, definición argumentada del
campo para la formación y la intervención) debería conjugarse en la construcción de un sentido
de profesiòn que aceite las competencias teóricas y técnicas, para afianzar su campo. Dicho de
otro modo, debe desarrollar la capacidad de emitir opinión profesional, es decir la capacidad
de hablar y actuar legítimamente y con autoridad sobre un determinado área de conocimiento
Todos compartimos que el Trabajo Social es una disciplina de las ciencias sociales, de naturaleza
interventiva. Se constituye como profesión en el proceso de división social y técnica del trabajo.
Su naturaleza interventiva deviene de la atención a los sujetos individuales y colectivos que
presentan limitaciones para la satisfacción de sus necesidades básicas derivadas de la cuestión
social, en ese sentido se establece una relación mediada entre la acción social del Estado y la
complejidad social en las que se inscriben dichas limitaciones, no sólo en el acceso a los recursos
que se efectivizan en los denominados servicios sociales sino también en la calidad de los mismos.
Por lo tanto, su campo de intervención se desarrolla a partir de un conjunto de demandas sociales
que expresan el grado de conflictividad de la "cuestión social", vinculada fundamentalmente a la
relación sujeto-necesidad. A mi juicio esta es la definición que permite compartir una visión de
profesión. Al mismo tiempo esta concepción de trabajo social no puede ser interpretada al margen
de las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que se articulan en la sociedad
denominada de manera general capitalista. Podemos también definir que una profesión está
constituida por un conjunto de personas que logran tener un conocimiento específico que es
producto del desarrollo de una competencia intelectual, un conocimiento técnico-operativo que los
habilita a cumplir sus objetivos En consecuencia asumen una responsabilidad respecto al manejo
de esas competencias profesionales y a los actos que realizan. El nivel de profesionalización
permite, en cierto sentido, que se alcance niveles de autonomía lo cual implica, según Emilio
Tenti Fanfani y Víctor Manuel Gómez,1 los siguientes atributos:
-
Conocer mejor que nadie su campo de acción en virtud de un prolongado entrenamiento y
educación previa, a la cual denominamos “formación profesional.”
-
Sostener de manera argumentada decisiones que competen a su campo, en consecuencia su
partencia está bajo la jurisdicción de la profesión y la entrada a la misma bajo el control
de la asociación profesional permanente.
En ese sentido la pràctica profesional deberìa estar regulada por un còdigo de ètica que no
sòlo delimite sus funciones y valores sobre los que se desarrolla el ejercicio profesional, si no
tambièn las sanciones que de ella derivan respecto a las responsabilidades que tiene el agente
profesional. De ninguna manera estoy tratando de pensar esta relaciòn como una hecho
coercitivo, simplemente estoy planteando niveles de regulación del ejercicio profesional que
son necesarios en tèrminos del fortalecimiento del campo profesional.
Avanzando un poco màs en la reflexiòn que gustarìa platear las posibilidades y limitaciones
de la pràctica no solamente como una descripciòn de situaciones en las que se inscriben esas
pràcticas. Dicho de otro modo las pràcticas profesionales tienen sus limitaciones y
posibilidades en tanto ellas se inscriben en el marco de las limitaciones que la realidad
presenta, esto planteado en dos sentidos: una porque es necesario aprehender la pràctica vivida
de los sujetos en un contexto determinado y , otra porque nuestros conocimientos que se
construyen para esa pràctica tambièn està limitada por su complejidad y, por ello mismo no
existe simultaneidad entre la lògica del conocimiento y la lògica de la pràctica. Claro està que
ellas tienen relaciones pero esas relaciones no sòlo son constataciones sino que responden a
modos de pensar y actuar y tambièn posibilidades de direccionarla dicha pràctica en uno u
otro sentido. Estas relaciones van màs allà de la pràctica especìfica e inmediata, en tanto
nosotros somos parte de construcciones discursivas que expresan esos modos de pensar y
actuar.
1
En “Universidad y profesiones. Crisis y alternativas”- Pàg.25
Por ello me gustarìa detenerme en dos cuestiones: uno, referido a la relaciòn con la
institucionalidad social y, otra a la capacidad de agregar valor a la dimensiòn pùblica de lo
social. En cuanto a lo primero como señalaba anteriormente la crisis polìtico institucional es la
expresión màs clara de la fragmentaciòn de la vida social. Ello se expresa en la ruptura de
lazos entre representantes y representados, en la alteración de las funciones institucionales no
sòlo porque no cuentan con recursos y condiciones materiales si no porque no logran
comprender la complejidad de los problemas y en consecuencia la capacidad de cambiar
concepciones, modos y mecanismos que conjuguen acciones innovadoras y propositivas. Como
parte del engranaje institucional las pràcticas profesionales se ven tambièn tensiondas por esta
situación. La falta de motivaciones en la pràctica profesional y en la pràctica de los sujetos ha
llevado a vaciar de sentido las acciones profesionales. Por otro lado, las transformaciones de
las polìticas sociales y, sobre todo la focalizaciòn anclada en una visiòn restringida de lo que es
un problema social influye obstruye la posibilidad de trabajar sobre otros criterios y visiones
que en definitiva son de carácter teòrico y polìtico.
El dominio de nuestros campo y las alianzas estratègicas deberìan
aportar a la
construcciòn de una autoridad profesional en lo social que permita marcar la insuficiencia o la
insignificancia de las acciones instiucionales. Alcanzar esta autoridad profesional puede
permitir la visibilidad de los problemas sociales viejos y nuevos. Dicha visibilidad enriquece lo
pùblico como el lugar donde se instalan las demandas de los sectores sociales que nos son
escuchados.
En ese sentido el valor pùblico se refiere a la posibilidad de desarrollar
capacidades, potenciar pràcticas colectivas, volver a insistir en las referencias colectivas que
generan y que expresan fuerza y poder. Es decir, en el marco de las relaciones de poder en la
que se juegan la supervivencia de muchos, es importante el dominio de los logros colectivos
que como profesiòn nos permita entrar al juego de los debates, de las posibilidades de incidir y
alterar los criterios. Dicho de otro modo es entrar al juego polìtico en la que se pueda construir
una hegemonìa discursiva.
El valor pùiblico en tanto visibilidad de capacidades y visibilidad de instalar
los problemas explicitados por la sociedad o por la parte màs afectada de la sociedad es en
definitiva lo que se denomina la dimensiòn ètico-polìtica de la pràctica profesional que nos
aleja del observador imparcial y de la neutralidad axiològica como base de una relaciòn
consensual del mundo social. El mismo genera discurso vacios anclados en un formalismo que
tiende al registro de los datos de los sujetos sin darle sentido y/o significado interpretativo.
En este marco quiero señalar que el dominio del campo que le da autoridad
profesional y en tanto muestre su utilidad social adquiere legitimidad pero dicha autoridad se
fortalece, se enriquece en tanto hay un intercambio con los otros campos de las ciencias
sociales evitando de este modo el endogenismo de los pares que paraliza o ratifica y/o certifica
lo que se supone que se sabe en cuanto a la profesiòn.
La relaciòn con otros agentes profesionales posibilita
articular las miradas sobre la
complejidad social, al mismo tiempo recrear formas de intervención construyendo un trayecto
posibilitador y aumentar la pontencialidad del poder pensar y hacer frente a la complejidad de
una trama social a veces difícil de transitar y de descifrar.
No quisiera caer en reflexiòn de la pràctica intentando decir de lo que ella deberìa ser o
hablar de ella como si su existencia fuese insignificante y muchas veces desligitimada por los
propios pares. Tampoco quiero hablar de la pràctica desde un lugar en la que se le imprime una
racionalidad autònoma. En ese sentido quisiera decir que no existe una pràctica profesional
existen pràcticas profesionales que dan cuenta de circunstancias
y particularidades que
expresan realidades tambièn diversas. Por ello quizá es difícil recurrir a genralizaciones y/o
valoraciones que responde a parámetros estructurados. En esta direcciòn hay practicas
profesionales valoradas por sus agentes profesionales de buenas, interesantes o no, reiterativas
o no, crìticas o no. Es decir depende de las concepciones y formas de mirar y concebir la
profesiòn en relaciòn a la realidad. Por ello intento ser cuidadosa.
La problematización sobre la política social en el
Trabajo Social Profesional, sigue
concitando interés, preocupaciones diversas, concepciones y definiciones en la medida que las
transformaciones ocurridas en las políticas sociales han tenido y
tienen consecuencias
inmediatas en la vida de los sujetos, situación que pone en evidencia que los cambios generados
en la dinámica contradictoria del capitalismo parecen irreconciliables con las necesidades
humanas básicas, en ese marco las respuestas
a la
cuestión social contemporánea son
absolutamente irrelevantes. Por lo tanto se hace necesario que la problematización de las
políticas sociales deben incorporar necesariamente la responsabilidad social y los derechos
sociales como constructores de ciudadanía. Por otro lado, esta perspectiva se complejiza con el
debate actual sobre los modelos de desarrollo social: el Europeo (vinculado más al
mantenimiento del rol de Estado como generador de Políticas sociales) y el norteamericano,
(inclinado a la reducción del rol de Estado en la generación de las políticas sociales y a la
sustitución por la acción voluntaria de los ciudadanos y la privatización de los servicios
sociales más rentables).
A partir de esta premisa general el artículo tiene dos partes: una,
referida a la trayectoria histórica que ha seguido las políticas sociales y, su constitución en el
espacio público estatal; la segunda parte, intenta esbozar la implicancias que ella tiene, en la
intervención profesional, en tanto relación histórica y base de la configuración del campo
profesional.
TRAYECTO DE LAS POLITICAS SOCIALES
En este ítems parto de una hipótesis de trabajo: hay un retroceso en las políticas sociales y una
vuelta a las acciones de caridad y beneficencia que marcaron el antes de la política social como
conformación de lo “público estatal” en materia de respuestas a la cuestión social. y, en este
sentido los derechos, la justicia y la igualdad están socavados. Si entendemos que las políticas
sociales, son intervenciones específicas del Estado dirigidas a mejorar las condiciones de vida
para la reproducción de la vida de distintos sectores sociales, en este sentido, podemos afirmar
que las políticas sociales son fundamentales para la construcción de una sociedad. Esta
posibilidad hoy se encuentra obstaculizada, cabe preguntarse entonces ¿ Qué aspectos se
conjugararon para este retroceso?, por qué hoy las políticas sociales dejan de vincular su
función con la idea de derechos sociales?, en qué medida esa desvinculación ha naturalizado
la existencia de pobres ? ¿ por qué hoy sigue creciendo el hambre?, por qué para muchos no
existe un futuro? Y qué pasó con la responsabilidad social?. Para intentar dar alguna respuesta
a la complejidad de estas interrogantes, quiero recordar que la primera configuración de las
políticas sociales, se da en la última década del siglo XIX con Otto Von Bismark con la
creación del seguro social, bajo el principio de seguridad social obligatoria que activara la
protección contra todo tipo de riesgos (control de las enfermedades, infortunios laborales y,
posteriormente el desempleo). Lo importante a destacar de esta experiencia es la creación de
instituciones modernas con una visión de responsabilidad social que superaron las acciones
caritativas y de beneficencia como matriz de respuesta a la problemática social, desarrollada
fundamentalmente por la Iglesia. Esta diferencia, no es menor porque la propuesta de Otto Von
Bismark implicaba compartir los costes de los riesgos sociales, en la que la presencia del
Estado cumplía la función de garante de este reparto. Este modelo alcanza su madurez al final
de la segunda guerra mundial a través del informe de Sir Willians Beveridge, quien intenta
prevenir que la situación de su país (Inglaterra) retorne a las desigualdades del pasado, por ello,
ideo un sistema de solidaridad entre clases sociales. En este contexto, él consideraba que para
hacerlas efectivas, las políticas sociales deben estar sustentados por el compromiso entre los
empleadores, empleados, incluyendo trabajadores por cuenta propia y los desempleados. El
aporte de Willians Beveridge está en la consideración que él tenía, respecto a un piso mínimo
de beneficio para todos los ciudadanos, sean trabajadores o no. En este sentido, las políticas
sociales crecieron cualitativa y cuantitativamente en relación a la extensión de los derechos
sociales de ciudadanía. Pasó mucho tiempo desde este encuadre de las políticas sociales; hasta
que otro investigador británico Richard Titmus (1974) avanza en determinar que la función de
la Política Social es distributiva. En tanto, reconoce que la responsabilidad pública no implica
solamente la provisión de servicios sociales, de lo que se trata es de construir una base de
protección universal para todos los ciudadanos es decir, un principio redistribuidor de los
ingresos, independientemente de que las personas contribuyan o no a la política fiscal. De este
modo, los impuestos, gravámenes y otras medidas de excepción tiendan a corregir las extremas
desigualdades de distribución del ingreso. Estas propuesta permitió moldear el desarrollo de los
estados de bienestar de Europa y en gran medida el modelo norteamericano. No se dio de la
misma manera en nuestros países, para que ello ocurra es necesario una base económica que
permita redistribuir y en tanto se establezca una política de impuestos a la riqueza, para lo cual
se necesita una voluntad política que emana de una consideración de fondo, el lugar de la
responsabilidad pública y social de aquellos que más tienen. En esta dirección los que
concentran la riqueza y el capital en general en el mundo globalizado deberían pensar que la
restricción en el consumo por la falta de algún ingreso mínimo, afecta al proceso de
acumulación capitalista, aún cuando algunos consideran que sólo con el consumo de esa
minoría más rica se garantiza la ganancia del capital.
El principio de responsabilidad social y las soluciones que se fueron dando a las
desigualdades sociales tal como hemos recordado, fue sin duda una respuesta necesaria a la
gran transformación iniciada en el siglo XVIII que ha significado grandes posibilidades de vida
para importantes segmentos de la población, una respuesta que nace de los desafíos planteados
por la lucha de clases. Sin embargo, estos cambios dependían de la sociedad del trabajo. En la
década de los años 90, se rompe este principio a través de las políticas de ajuste y reforma del
Estado, gestándose de este modo un nuevo trayecto de orientación de las políticas sociales a
través de la privatización de los servicios vía arancelamiento de los mismos, así mismo se
extiende la participación de capitales privados, y focalización en la asistencia a la pobreza
como compensación a las políticas de ajuste. Como diría Andrenaci (2001) se genera un
desplazamiento de las políticas sociales hacia los márgenes constituido por las grandes
mayorías pobres y empobecidas. Y las políticas del empleo reducidas a aquellos sectores que
aún conservan su condición de asalariados pero; que cada vez, son menos. Subyase en estas
medidas una concepción de que el Estado no está en condiciones de pagar ni debe hacerlo para
todos, sólo para aquellos que no pueden sostenerse asimismo. Es decir, que la función de la
política social se asistencializa perdiendo su inspiración inicial, respecto a la protección social.
Al mismo tiempo, que el Estado desplaza sus funciones a diversas organizaciones privadas de
la sociedad y apelando a la solidaridad de los voluntarios. De este modo, se afianza una
tendencia de disolución de la acción colectiva del Estado para pasar a un proceso
refilantropización o neofilatropización con apoyo y financiamiento de las acciones
asistenciales de grupos privados e instituciones motivados por la buena voluntad. De esta
forma, volvemos a las instituciones de caridad y beneficencia que habían sido superadas por las
instituciones modernas que posibilitaron la responsabilidad social de los riesgos.
CONTEXTO DE LAS TRANSFORMACIONES
En esta dirección, aparece dos cuestiones básicas: la concepción de lo que hoy se denomina
políticas sociales y, el modo en el que se resuelve desde la esfera del Estado la complejidad y la
crisis de los sistemas de protección social . Ambas cuestiones son producto, sin duda de las
grandes transformaciones que corresponden a la década de los años 90. Dicha década ha sido
ampliamente analizada por todos, unos con mayor precisión que otros, en las que
ineludiblemente está puesta también una mirada ideológica y política sobre los acontecimientos
que hemos vivido y estamos viviendo. No quisiera repetir en esta exposición dichos análisis
para no abundar sobre lo mismo. Pero si quisiera marcar algunas premisas que son ineludibles
a la hora del debate y el contexto de regresión de las políticas sociales.
1. Los cambios generados en la región y el mundo, no son cambios coyunturales, son por el
contrario, transformaciones estructurales del régimen de acumulación capitalista, ello
implica mudanzas en el proceso de trabajo y la restricción del Estado Social. Ambos
aspectos, tienen como consecuencia las transformaciones realizadas en las políticas
sociales. Estos cambios, no han resuelto los grandes problemas ya señalados desencadenado
una crisis generalizada que afecta de manera concreta la configuración del mundo social,
cultural, político y el sistema de valores de referencia colectiva.
Los cambios generados en el proceso de trabajo que en la sociedad industrial fue la base de
las políticas sociales o, dependían de la sociedad del trabajo, tienen como base de dichas
transformaciones, la necesidad de recuperar las ganancias del capital en el menor tiempo
posible, alcanzar niveles de e gran competitvidad, y apertura de los mercados sin ningún
tipo de restricciones. Para lo cual, el desarrollo de la tecnología y la informático han sido y
son sustanciales; al mismo tiempo, que generan desplazamientos de grandes contingentes
de mano de obra. Si bien todos sabemos de este proceso. Es necesario señalar que, la
intensificación de la competencia en todos los mercados del mundo a cualquier precio,
significó la disminución de los salarios reales, el desmantelamiento de las protecciones
sociales, el crecimiento sin límites del desempleo, la precarización de todos lo empleos y el
deterioro de las condiciones de trabajo. De este modo, se fue constituyendo la hegemonía
del capital financiera cuya
lógica de funcionamiento rompe con formas rígidas de
producción para abrir un proceso de producción flexible que pone en tensión la relación
equilibrada entre capital, trabajo y Estado que funcionó en la última etapa del predominio
del capitalismo industrial. En este contexto, se modifica el proceso de trabajo sometiéndola
a la desestandarización, desmasificación y desburocratización como dice André Gorz. Las
leyes del mercado basadas en la rentabilidad del capital reorganizan el proceso productivo,
esta vez desligadas de las leyes que regulaban antaño un política económica, generando una
marcada autonomización entre la política y la economía. En este proceso de modificación
entran también los oficios profesionales y, entre ellos la del trabajo social profesional que
está sometido a un proceso de precarización laboral y se modifica la materialidad sobre la
cual interviene, es decir las políticas sociales.
2. La restricción social del Estado en materia de las políticas sociales ha significado un
agravamiento de la cuestión social en desmedro de las empeoramiento de las condiciones
de vida de amplias mayorías de la sociedad que han caído en la exclusión, en la
marginalidad,
en la vulnerabilidad y en el empobrecimiento general de la sociedad,
producto de las transformaciones anteriormente mencionadas. En esta dirección
las
concepciones sobre la política social se han multiplicado, pero al mismo tiempo se ha
privilegiado aquellas que intentan disminuir las garantías ofertadas a los ciudadanos y
alcanzadas durante el Estado de Bienestar, al mismo tiempo que se propone que el diseño
universal de la protección social se transforme en un sistema focalizado que asista a los
grupos sociales más débiles. Los que plantean esta postura consideran que el sistema
vertical que organizaba la relación entre Estado y Sociedad basado en el sistema público
Estatal, está debilitada y en crisis; por lo que será necesario incorporar otros actores que
participen en el diseño de un nuevo sistema de protección social, es decir que no sólo sea
sólo el Estado el que resuelva la complejidad de la cuestión social por la imposibilidad de
generar mayor capacidad financiera. En esta dirección las políticas sociales se las visualiza
bifurcadas, por un lado opera para una sociedad salarial reducida y, por otro acude a la
filantropía para las grandes mayorías empobrecidas. Su carácter de respuesta a las
desigualdades sociales se diluye, este carácter dual de la política social expresa también el
sentido universal que se le había asignado. Por ello, el debate actual pasa por renovar
nuestra comprensión sobre la política social como la definición estratégica de todo
desarrollo y en tanto tal como estructurador de ciudadanía y de derechos sociales, es decir
la configuración de un sistema de protección social que tenga un efecto de redistribución.
Esta definición implica un posicionamiento teórico diferente de la comprensión
instrumental de las políticas sociales.
3.
En este sentido, cabe recordar que el actual desarrollo de las políticas sociales es producto
del cambio de la estrategia económica que se instauró en América Latina a partir del
consenso de Washington. El mismo que consistió en la estrategia planteada por el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional orientada al mercado, considerándose dicha
opción como válida para el desarrollo económico del siglo XXI. El debate sobre este
nuevo modelo de desarrollo ha generado y genera muchos interrogantes, sobre todo; a
partir de las consecuencias sociales de los últimos años. El cambio de modelo de
crecimiento basado en la sustitución de importaciones y en la importancia que adquirió la
intervención social del Estado, así como la idea del Estado Céntrico (Cavarozzi) generó un
cambio en los patrones de crecimiento con orientación al mercado y la configuración de
un Estado mínimo con un impacto significativo en la direccionalidad que tomó las políticas
sociales.
En esta dirección el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial orientaban el
desarrollo de estas medidas junto con los técnicos formados para este fin, mientras la cuestión
social emergía con toda su fuerza. Las ideas fuerza que orientaron la política social en este
contexto estaba en relación a la focalización, desentralización y privatización, los cuales son
considerados instrumentos que generarían un impacto sobre la institucionalidad social.
La forma como se ha instrumentado estas ideas-fuerza (Repetto) en relación a las
principales políticas sociales, varía de país en país. Sin embargo, hay un rasgo común respecto
a la influencia de las decisiones políticas en lo social, por lo que observamos, como dice
Repetto “...que los gobiernos latinoamericanos se abocaron de lleno a avanzar en reformas
económicas, la agenda en materia de política social durante gran parte del ajuste fue
conformada bajo la influencia de los organismos multilaterales de crédito en tanto la clase
política no colocó el tema social dentro de sus prioridades, a la par que los empresario y
sindicatos sólo dinamizaron sus recursos en función de intereses particulares” ( Pág.15).
Por otro lado, en este contexto se suma la ausencia de actores
más creativos y
estratégicos con posibilidad de imponer visiones diferentes a la política social. Por ello la
política social diseñada desde los organismos internacionales durante la década de los ochenta
y parte de los noventa ha sido direccionada a resolver los problemas más agudos, debido a que
la política neoliberal considera que la política macroeconómica no debe utilizarse con fines
sociales. Esta direccionalidad sigue marcando la dinámica de lo social en nuestros países,
cuya tendencia no resuelve el carácter inequitativo de distribución de la riqueza como en la
calidad del empleo. Mientras este dilema no esté resuelto, la cuestión social tiende a instalarse
de manera irreversible.
LA INTERVENCIÓN PROFESIONAL COMO CAMPO DE CONSTRUCCION DE
DERECHOS SOCIALES Y CIUDADANIA
La base de la intervención profesional basada en la ejecución de las políticas sociales también se
ha visto alterada por todo lo que venimos explicando, estos cambios las podemos sintetizar de la
siguiente manera: a) Una ambigüedad en la división entre lo público y lo privado y el significado
que se les da a las políticas de bienestar, debido a la intervención de capitales privados en las
políticas sociales. B) un debilitamiento de los nexos entre riesgos y responsabilidades individuales
y colectivas. c) la complejidad de las necesidades, nuevos estilos de vida, mutación de formas de
vida social y generación de nuevas problemáticas que hacen difícil la comprensión unívoca de
bienestar social, fundamentadas por las teorías que la sustentan como el relativismo cultural y las
teorías individualistas. En esta dirección hay una tensión generada en el rol profesional. Durante el
Estado de Bienestar clásico- por decir de alguna manera- su rol era de double bind, es decir que el
profesional debía ser ejecutor de políticas sociales en su fase “terminal” y al mismo tiempo
defensor de los intereses de los pobres con
diversas situaciones de desventajas que el mismo
sistema generaba. En el escenario actual las tensiones se complejizan cuando la pobreza y las
demandas se multiplican pero, al mismo tiempo la referencia de respuesta a las mismas están
debilitadas. Por otro lado, el sistema de bienestar ya no tiene un centro de referencia, está
diversificado por la aparición de otros actores que van desde las Ongs. Hasta un sistema de
voluntariado de diversa naturaleza y motivaciones. La aparición de estos actores terminan
consolidando el sistema de asistencialización de las políticas sociales, generando un conjunto de
programas y proyectos que se superponen y originan un conjunto de distorsiones no sólo en la
ejecución sino también en le diseño. Agregando a esto sus carácter de transitoriedad. Desde el
lado de los actores llamados beneficiarios cuando entran en relación con la asistencia estatal se
reproduce la conciencia de asistidos, un actitud de subalternidad, como verán, esto no promueve
actitudes ciudadanas.
Me parece central que el rol del trabajador social debe ampliar su perspectiva en este sentido, al
menos relacionando los servicios con la idea de derecho y, en tanto tal posibilitando un
comportamiento diferente en el reclamo del recurso y el acceso al mismo.
En este contexto es necesario instalar en la agenda pública el debate sobre el nuevo
rol regulador del Estado en el sentido de redefinir la responsabilidad social que le compete,
asimismo su relación con la sociedad civil. Digo esto, en tanto se presenta a la sociedad civil
como una alternativa moderna que garantice los derechos sociales frente a una burocracia
rígida que dificulta el acceso a los servicios sociales. Se puede admitir que sobre la rigidez de la
burocracia, sin embargo detrás de esta premisa se esconde una realidad: que la revalorización
de la sociedad civil va de la mano con la justificación de transferir a ella la responsabilidad
social del Estado para una mayoría pobre y marginada que no está en el circuito de la llamada
sociedad salarial. Me parece que no se trata de dividir al Estado de la sociedad civil o,
viceversa, sobre todo cuando se trata
de una justificación como la que acabamos de
mencionar, se trata de reconstruir una esfera pública que articule ambas instancias en la que se
expresen los verdaderos problemas de la miseria, en la que los hombres y mujeres expresen las
condiciones de su existencia a partir de la cual se establezcan soluciones, que sin duda no son
fáciles, pero que el reconocimiento ético de su presencia permita reconfigurar una convivencia
basada en la igualdad y la justicia, de lo contrario no hay posibilidad de reconstrucción de
nuestras sociedades. En lo que atañe a la profesión consideramos necesario que la intervención
debe aportar a construir esa esfera pública desde las acciones cotidianas reconociendo actores,
construyendo y apoyando redes que articulen el Estado y la sociedad. Para ello la competencia
teórica es de fundamental importancia, la capacidad para no acentuar la debilidad que se le
asigna a los pobres elaborando diagnósticos competentes de sus necesidades y posibilidades de
solución que fortalezcan acciones colectiva basados en una dinámica de igualdad de los
derechos como principios reguladores de la economía y la sociedad.
Por lo tanto, para la profesión -por su vinculación directa al estado y a los problemas de
los sujetos sociales- es pasar de la constatación de los problemas a las acciones proyectivas este
será el mejor aporte a la constitución de la esfera pública estatal sobre un nuevo pacto social
que garantice la rearticulación de la responsabilidad social y, al mismo tiempo la necesidad de
luchar por la
instauración de la ciudadanía social que va más allá de los programas
asistenciales y que terminan siendo absolutamente insuficientes en países donde la situación de
pobreza es creciente. Sólo para ilustrar recuerdo algunos datos, La CEPAL en 1980 estimó 135
millones de personas que estaban por debajo de la línea de la pobreza en América Latina, en
1990 (luego de la década perdida) el número de los pobres había subido 196 millones, a pesar
de que se había generado en este período cierto crecimiento económico, sin embargo
la
pobreza hacia 1997, subió en 204 millones para trepar hacia principios del 2000, hasta los 215
millones.
En este contexto, el debate de las políticas sociales no está divorciado del debate sobre el
desarrollo económico, cultural y social en un mundo globalizado como el que nos ha tocado
vivir. Las decisiones que se tomen respecto a las políticas sociales no debe estar al margen de
las decisiones fundamentales del desarrollo económico, en la que ineludiblemente está como
tema central, la desigualdad fenomenal entre pobres y ricos. En esta dirección, el desafío está
justamente en la necesidad de pensar la política social incorporada en las decisiones de carácter
económico asimismo en la resignificación de sus fines respecto a considerarlas como la vía de
desarrollo de los derechos sociales y la ciudadanía social.
Lo anterior tiene posibilidades solamente en tanto se reconozca la complejidad de la cuestión
social hoy a partir de la construcción de un nuevo pacto social que articule coherentemente
distribución de la riqueza, solidaridad y un lugar de ciudadanía.
Para ello, es importante, en cuanto al trabajo social se refiere un posicionamiento ético-político
que direccione la intervención profesional repensando
los niveles de participación en la
reconstrucción de lo público estatal sin dicotomizar la sociedad civil y el Estado. Asimismo poner
en movimiento una conciencia que aprisionada por el "mito de la sociedad bloqueada" (como dice
Rosanvallon), sea desbloqueada aún en la desesperanza y la hegemonía de las ideas conservadoras
que de manera sutil siguen existiendo y que son reproducidas en el plano de la intervención
profesional.
Frente a los nuevos perfiles de la actual "cuestión social" consideramos que es importante
redefinir de manera clara el "campo profesional", sus objetivos y su perspectiva en la
reconstrucción de las relaciones sociales. El proceso neoliberal llevó a la universidad y a la
función profesional a dicotomizar la gestión y el saber , la política y la gestión, generando un
proceso de competencia e individualización del conocimiento y privilegiando Areas de
conocimiento vinculadas solamente al mercado en desmedro de su función social.
Para pensar el "campo profesional" en esa perspectiva es importante repensar el lugar de lo
"social" como la reconstrucción de los fragmentos que quedan de solidaridad y residuos de
emancipación. Al mismo tiempo, comprender la diversidad de lógicas, sentidos y significaciones
que los sujetos estén desarrollando en su vida cotidiana respecto a sus necesidades. Por ello, la
experiencia social de los sujetos está atravesada por la velocidad de los cambios tecnológicos en la
comunicación, la cultura y el trabajo, pero al mismo tiempo sometidos a procesos de exclusión y
desigualdades que marcan diferencias casi insalvables con los pocos incluidos en la sociedad
contemporánea.
En esta perspectiva la subjetividad es otra dimensión importante a tener en cuenta en la
intervención profesional. Ello, porque la significación que los sujetos le dan a su situación actual,
marca para el Trabajador Social un camino importante a recorrer y develar, al mismo tiempo que
implica el reconocimiento de la estructuración de nuevas formas de enfrentamiento de esta
"cuestión social".
Consideramos por ello, que el "campo profesional" para el Trabajo Social es la explicitación
argumentada de los nexos más significativos que se entrecruzan en la llamada "cuestion social" de
hoy, particularmente en la forma cómo interactúan, se intercomunican y se significan la relación
problematizada entre sujeto-necesidad". En esta perspectiva la intervención profesional y la
identidades son dos dimensiones que deben ser analizadas a la hora de aportar a un nuevo sistema
de protección social.
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