Subido por Sergio Bautista Cuevas

La caída del pequeño Führer

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La caída del pequeño Führer
Sergio Bautista Cuevas
El desenfreno y la violencia política, generada por parte de los partidos perdedores (PAN
y PRD) en la elección del 1º de julio de 2012, es el divorcio entre la democracia
representativa, con la sociedad participativa que solo genera la brutalidad y la discordia.
La deshumanización de la democracia parte de una posición intolerante e indiferente
hacia los que piensan de otra manera, a los objetivos de un pequeño Führer autoengañado por la sola ambición y obsesión del poder por el poder, allí donde el saber,
pierde su papel de fundamento en el ámbito de la política y no pasa a ser más que un
medio para desarrollar falsas estrategias de víctimas, de un sistema inventado por un
pequeño Führer (sr. López).
La ira artificial, planeada perversamente de clase, #YoSoy132 (la masa virtual),
provocará una irrefrenable necesidad de justificación y venganza que se desbordará en
las calles con marchas y actos vandálicos, en la búsqueda del desconocimiento de una
elección ejemplar como consecuencia de la participación de la sociedad pacífica y
calificada para aceptar el resultado electoral.
Un demócrata entiende y ejerce las claves de una democracia moderna, como aplicar
una constitución que define los derechos y los deberes básicos de los ciudadanos, las
funciones del estado y los procedimientos de decisiones en la política, los derechos
iguales, el derecho igual de voto (una persona, un voto).
La democracia moderna evolucionó como una reacción en el abuso del poder por reyes
y duques. Este proceso duraba algunos cien años e incluso revoluciones, guerras civiles y
períodos de la anarquía en la mayoría de los países. Las revoluciones casi siempre
llevaron a la anarquía en vez de la libertad. Al contrario las evoluciones lentas durante
una generación o más, establecieron sistemas políticos estables.
La masa del #YoSoy132 esa marea desinhibida en la que ninguno es más ni mejor que el
otro, encontró en el Führer un objeto de idolatría a su misma altura. En el fondo, no es
más que una forma de desvío del deseo de reconocimiento: En su incomprensible
vulgaridad, López Obrador ha demostrado que destruir todavía servía para algo,
mantenerlo con vida. Aun agonizante.
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