Subido por claudiacostae68

PREVENCIÓN DE LAS ÚLCERAS POR PRESIÓN

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PREVENCIÓN DE LAS ÚLCERAS POR PRESIÓN
ÚLCERAS POR PRESIÓN (UPP)
Existe una diversidad de etimologías alegóricas a esta patología. Originariamente, las úlceras por
presión se denominaron gangrenas por decúbito, en referencia a las llagas del enfermo;
gangrena, del griego gangraina (úlcera devoradora), que significa herida pútrida producida por
estado yaciente; decúbito, del latín decumbere, que significa tumbarse, yacer. Con el tiempo,
solo quedó la abreviatura decúbito para definirlas. También se las denominó escaras, que es la
presencia de tejido necrótico en la herida. No obstante, en la actualidad, este término cayó en
desuso dado que la escara se reconoce como un estadio evolutivo específico de las UPP.
Este consenso utilizará el término Úlceras por Presión (UPP), que hace referencia al mecanismo
fisiopatogénico de mayor relevancia como lo es la presión, y propone la siguiente definición:
Úlcera por presión (escara por presión, escara por decúbito, úlcera por decúbito): “lesión de
origen isquémico localizada en la piel y en los tejidos subyacentes con pérdida cutánea, que se
produce por presión prolongada o por presión asociada a cizallamiento o fricción entre dos
planos duros, uno que pertenece al paciente y otro externo a él o contrapuestos del mismo
paciente.”
ETIOPATOGENIA de las UPP
Esta dada por una combinación o sumatoria de factores intrínsecos y extrínsecos que se detallan
a continuación:
Factores extrínsecos
Presión
Humedad, Sequedad de piel (Xerosis)
Tracción
Fricción
N es Factores intrínsecos
Enfermedades asociadas-inmunidad
Edad
Estado nutricional
Medicación
Factores extrínsecos
Presión La fuerza primaria que favorece la formación de úlceras es la presión directa. Es una
fuerza que actúa de manera perpendicular a la piel como consecuencia de la gravedad y que
provoca el aplastamiento tisular entre dos planos: uno del paciente (plano esquelético y
prominencias óseas) y el otro externo (cama, sillas, sondas) o contrapuesto entre planos óseos
del mismo paciente. Si se ejercen presiones superiores a la presión capilar (12 a 32 mmHg) en
un área limitada durante un tiempo prolongado, se origina un proceso de isquemia que impide
la llegada de oxígeno y nutrientes provocando una degeneración de los tejidos, que, en el
tiempo, produce una necrosis tisular. Es necesario destacar el binomio tiempo-intensidad de la
fuerza ejercida como dos variables elementales de la génesis de la isquemia (necrosis).
Se sugiere utilizar colchón antiescaras. Los tejidos bajo presión Presión por el peso del cuerpo
-
Humedad y Xerosis
La humedad-microclima se asocia a incontinencia urinaria, fecal o mixta y/o a sudoración
profusa, que modifican la barrera cutánea y alteran el manto de ácidos grasos protectores de la
piel, favoreciendo la maceración, condición que permite que sea 5 veces más lábil a ulcerarse.
Además de estos cambios, también se altera la flora bacteriana. Esto aumenta la colonización
de gérmenes sobre la zona afectada y da como resultado final un microclima facilitador de las
UPP. Por otro lado, la xerosis cutánea o sequedad extrema junto con la atrofia, presentes en la
mayoría de los pacientes gerontes, conducen a una pérdida de la elasticidad de la piel y, ante
mínimos cambios de postura o traumatismos, se generan fisuras o pequeñas laceraciones que
serán el origen de nuevas UPP.
-
Tracción (Cizallamiento)
Se produce tracción cuando el hueso es desplazado en
sentido contrario a la piel y el músculo subyacente es
traccionado entre la inserción muscular y la piel fija en
su posición original. Esto genera la ruptura del tejido
blando subyacente y de los vasos (hematomas).
-
Fricción
Es la fuerza tangencial que actúa en forma paralela a la
piel. Produce despulimiento de la piel con ruptura epidérmica, generalmente por el roce de
sábanas o de cualquier superficie áspera. El roce genera un trauma que conduce a la inflamación
con eritema y ampollas por despegamiento (ampollas). Se sugiere acomodar el respaldo a 30°
para evitar el cizallamie
Factores intrínsecos
-
Enfermedades o factores asociados
Son todas aquellas patologías que llevan a una disminución de la sensibilidad y la movilidad,
como enfermedades neurológicas, estado de coma y cirugías prolongadas, entre otras.
-
Estado nutricional e hidratación
El déficit proteico, calórico, de zinc y vitaminas A y C, se asocian con el desarrollo de UPP. En
estos pacientes hay un aumento de los requerimientos proteicos y vitamínicos. Por otro lado, la
falta de hidratación de la piel favorece la formación de arrugas con generación de fuerzas
tangenciales.
-
Edad avanzada
Se produce adelgazamiento y aplanamiento de la epidermis. En la dermis hay pérdida del
espesor debido a la disminución de colágeno y fibras elásticas. Asimismo, se observa
disminución de la lubricación y la humedad, por disminución del número de glándulas sebáceas
y sudoríparas.
-
Medicación
Distintos medicamentos pueden aumentar el riesgo de desarrollar UPP. Los esteroides
aumentan la fragilidad cutánea y enlentecen el proceso de regeneración tisular. Los
simpaticomiméticos y las drogas vasoconstrictoras pueden generar una disminución de la
perfusión tisular periférica y del aporte de oxígeno, elemento básico para mantener el trofismo
y la vitalidad de la dermis. Los fármacos citotóxicos afectan al sistema inmunitario, fundamental
para detectar el daño y activar el proceso reparativo. Por último, los sedantes e hipnóticos así
como los fármacos para tratamiento de dolor crónico favorecen la inmovilidad.
CLASIFICACIÓN de las UPP
Las UPP se clasifican en 5 grados. Esta clasificación no es evolutiva, es decir, que para que un
paciente tenga una úlcera grado IV no es necesario que transite las etapas previas. Cuando la
necrosis impide la valoración de la profundidad de afectación de los tejidos, se denomina Estadio
0 o no clasificable. Luego se clasifican de I a IV según su profundidad.
ESCALA DE VALORACIÓN DE RIESGO DE UPP (EVRUPP)
“Una Escala de Valoración de Riesgo de desarrollar Úlceras por Presión (EVRUPP), es un
instrumento que establece una puntuación o probabilidad de riesgo de desarrollar UPP en un
paciente, en función de una serie de parámetros considerados como factores de riesgo”.
Las diferentes asociaciones científicas internacionales mantienen un alto grado de consenso en
cuanto a que la prevención es el método más eficiente para el abordaje inicial de las UPP. Las
áreas que a menudo se consideran en la aplicación de las medidas de prevención son:
• Valoración del riesgo de desarrollo de una UPP
• Cuidados de la piel
• Reducción de la presión
• Educación Se considera entonces que la valoración del riesgo de desarrollar una UPP es el
aspecto clave a instrumentar en el proceso de prevención.
Como primer paso, se recomienda realizar una valoración del paciente en el primer contacto
que éste tenga con el Sistema Sanitario, tanto en hospitales, centros de rehabilitación, centros
de pacientes crónicos, así como en aquellos pacientes que reciben atención dentro de un
sistema de internación domiciliaria. Se considerará el estado clínico de cada paciente para
evaluar el riesgo de padecer UPP, según la escala de Braden, y se realizará una reevaluación
periódica de las UPP de manera sistemática, para controlar la prevención o la evolución de las
mismas. Se destaca que la evaluación inicial permite la detección de UPP previas a la admisión
hospitalaria o a la asistencia por parte del equipo de salud, que deben registrarse ya que
constituyen un elemento de importancia médico legal.
La valoración del paciente de riesgo debe ser realizada por el médico y el servicio de enfermería
que lo evalúan al momento del ingreso, por medio del registro sistemático de las escalas de
valoración en la historia clínica y el examen clínico.
Utilidad de la aplicación de la EVRUPP
1. Identificar en forma precoz los pacientes que pueden presentar UPP, en base a la presencia
de factores de riesgo.
2. Proporcionar un criterio objetivo para la aplicación de medidas preventivas en función del
nivel de riesgo (esto supone una optimización de los recursos y una adecuación de los medios
disponibles).
3. Facilitar el desarrollo de protocolos de valoración de riesgo.
4. Servir como prueba en casos de litigio.
5. Permitir el ajuste de los casos en función del riesgo en estudios epidemiológicos.
Situaciones especiales de riesgo de UPP
a. Lesión medular.
b. Cirugía prolongada: duración, superficie de apoyo, tipo de cirugía, medicación
vasoconstrictora, sedación, etc.
c. Uso de dispositivos: sonda nasogástrica y vesicales, tubuladuras, férulas, yesos, dispositivos
venosos y arteriales, sistemas de presión negativa, etc.
d. Dolor: factor que puede reducir la movilidad en pacientes con enfermedades crónicas
aumentando el riesgo de UPP. Además, los analgésicos y los sedantes utilizados para su
tratamiento pueden ejercer una función depresiva del sistema nervioso central, reducir el
estado de alerta mental, así como la actividad y la movilidad.
Cada EVRUPP tiene características (propiedades psicométricas y clinicométricas – medida de los
fenómenos clínicos) que la hacen única. Debe utilizarse una EVRUPP para personas en edad
adulta/anciana y otra para personas en edad infantil (neonatos y niños).
Para Población adulta/anciana, se destaca la incorporación en protocolos de actuación de la
Escala de Braden y colaboradores. Esta elección se fundamenta en diferentes aspectos que se
enumeran a continuación:





Es una escala validada a nivel internacional.
Ha sido ampliamente utilizada en diferentes contextos asistenciales.
Posee alta especificidad, alta sensibilidad y buen valor predictivo.
Es una escala con definición operativa clara de los factores.
Es fácil de aplicar con una capacitación previa adecuada.
Dicha escala incluye seis indicadores:
Percepción sensorial: capacidad para reaccionar ante una molestia relacionada con la presión.
1. Completamente limitada. Al tener disminuido el nivel de conciencia o estar sedado, el
paciente no reacciona a estímulos dolorosos o capacidad limitada de sentir en la mayor parte
del cuerpo.
2. Muy limitada. Reacciona solo ante estímulos dolorosos. No puede comunicar su malestar
excepto mediante quejidos o agitación o presenta un déficit sensorial que limita la capacidad de
percibir dolor o molestias en la mitad del cuerpo.
3. Ligeramente limitada. Reacciona ante órdenes verbales, pero no siempre puede comunicar
sus molestias o la necesidad de que cambien de posición o presenta alguna dificultad sensorial
que limita su capacidad para sentir dolor o malestar al menos en alguna de las extremidades.
4. Sin limitaciones. Responde a órdenes verbales. No presenta déficit sensorial que pueda limitar
su capacidad de expresar o sentir dolor o malestar.
Exposición a humedad: nivel de exposición de la piel a la humedad.
1. Constantemente húmeda. Piel constantemente expuesta a la humedad por sudoración, orina,
etc. Se detecta humedad cada vez que se mueve o se gira al paciente.
2. A menudo húmeda. Piel a menudo, pero no siempre, húmeda. La ropa de la cama se ha de
cambiar al menos una vez en cada turno.
3. Ocasionalmente húmeda. La piel está ocasionalmente húmeda, requiriendo un cambio
suplementario de ropa de cama al menos una vez al día.
4. Raramente húmeda. La piel está generalmente seca. La ropa de cama se cambia de acuerdo
con los intervalos fijados de rutina.
Actividad: nivel de actividad física.
1. Encamado. Paciente constantemente en cama.
2. En silla. Paciente que no puede andar o con deambulación muy limitada. No puede sostener
su propio peso y/o necesita ayuda para pasar a una silla.
3. Deambula ocasionalmente. Deambula con o sin ayuda, durante el día, pero para distancias
muy cortas. Pasa la mayor parte de las horas diurnas en la cama o en la silla de ruedas.
4. Deambula frecuentemente. Deambula fuera de la habitación al menos 2 veces al día y dentro
de la habitación al menos 2 horas durante las horas de paseo.
Movilidad: capacidad para cambiar y controlar la posición del cuerpo.
1. Completamente inmóvil. Sin ayuda no puede realizar ningún cambio en la posición del cuerpo
o de alguna extremidad.
2. Muy limitada. Ocasionalmente efectúa ligeros cambios en la posición o las extremidades, pero
no es capaz de hacer cambios frecuentes o significativos por sí solo.
3. Ligeramente limitada. Efectúa con frecuencia ligeros cambios en la posición del cuerpo o
extremidades por sí solo
4. Sin limitaciones. Efectúa frecuentemente importantes cambios de posición sin ayuda.
Nutrición: patrón usual de ingesta de alimentos.
1. Muy pobre. Nunca ingiere una comida completa. Raramente toma más de un tercio de un
alimento. Diariamente come 2 servicios o menos con aporte proteico (carne o productos
lácteos). Bebe poco líquido. No toma suplementos dietéticos o está en ayuno y/o dieta líquida
o sueros más de 5 días.
2. Probablemente inadecuada. Raramente come una comida completa y generalmente come
solo la mitad de los alimentos. La ingesta proteica incluye solo 3 servicios de carnes o productos
lácteos por día. Ocasionalmente, toma un suplemento dietético o recibe menos de la cantidad
óptima de una dieta líquida o por sonda nasogástrica.
3. Adecuada. Toma más de la mitad de la mayoría de las comidas. Come un total de cuatro
servicios al día de proteínas. Ocasionalmente, puede rehusar una comida, pero tomará un
suplemento dietético si se le ofrece o recibe nutrición enteral o parenteral, cubriendo la mayoría
de las necesidades nutricionales. PriCUPP | 34
4. Excelente. Ingiere la mayor parte de la comida. Nunca rehúsa una comida. Habitualmente
come un total de cuatro o más servicios de carne o productos lácteos. Ocasionalmente come
entre horas. No requiere suplementos dietéticos.
Fricción y deslizamiento:
1. Problema. Requiere de moderada y máxima asistencia para ser movido. Es imposible
levantarlo completamente sin que se produzca un deslizamiento entre las sábanas.
Frecuentemente se desliza hacia abajo en la cama o en la silla, requiriendo de frecuentes
reposicionamientos con máxima ayuda. La existencia de espasticidad, contracturas o agitación
producen un roce casi constante.
2. Problema potencial. Se mueve muy débilmente o requiere de mínima asistencia. Durante los
movimientos, la piel probablemente roza contra parte de las sábanas, sillas, sistemas de sujeción
u otros objetos. La mayor parte del tiempo mantiene relativamente una buena posición, aunque
en ocasiones puede resbalar hacia abajo.
3. No existe problema aparente. Se mueve en la cama y en la silla con independencia y tiene
suficiente fuerza muscular para levantarse completamente cuando se mueve. En todo momento
mantiene una buena posición en la silla o en la cama.
Luego de asignar un puntaje a cada indicador evaluado, se clasifica a los pacientes en tres grados
de riesgo de padecer una UPP: alto, medio y bajo.
Riesgo alto: ≤ a 12 puntos
Riesgo moderado: 13 a 14 puntos
Riesgo bajo: 15 a 18 puntos
Sin riesgo: >a 19 puntos
Como se mencionó con anterioridad, la evaluación debe realizarse en el primer contacto con el
sistema asistencial y ante cambios clínicos del paciente. En función del riesgo de valoración se
sugieren revaluaciones más espaciadas: en los pacientes de riesgo bajo cada 7 días, en los de
riesgo moderado cada 3 días y en los de riesgo alto, diario. La Escala de Braden debe estar
presente en la Historia Clínica (HC) actualizada (día a día) y debe visualizarse en la cabecera de
la cama del paciente. El puntaje debe ser incorporado junto al control de signos vitales en la hoja
de control de enfermería.
EVALUACIÓN CLÍNICA INTEGRAL DE LAS UPP
Localización
Según las posiciones que el paciente adulto mantenga, las zonas más susceptibles de desarrollar
UPP son:
• Sacro • Glúteos o Isquiones • Talones • Trocánter • Maléolos • Cabeza (pediatría)
Complicaciones asociadas a UPP
Infecciones
Miasis, celulitis, osteomielitis, fístulas, endocarditis, artritis
séptica, fascitis necrotizante y sepsis
Alteraciones metabólicas Anemia, mionecrosis, amiloidosis
y musculares
Cancerización
Depresión
Dolor
Óbito
Infecciones
Dentro de las infecciones se describen miasis, infección de partes blandas, fascitis necrotizante,
osteomielitis, fístulas, endocarditis, artritis séptica y sepsis. En los Estados Unidos, se estima que
la tasa de infección bacteriana de las UPP es de 1,4 cada 1000 días de úlcera/paciente. El 38%
de las UPP infectadas evoluciona con osteomielitis y 50 a 70 % presenta episodios de bacteriemia
y sepsis. La mayoría de las UPP asociadas a óbito ocurren en personas mayores de 75 años con
cuadros sépticos. Las infecciones se asocian a una tasa de mortalidad del 50 al 70%.
Alteraciones metabólicas y musculares
Los pacientes con UPP pueden presentar características típicas de las enfermedades
inflamatorias crónicas, en particular anemia normocítica y normocrómica, que se acompaña de
disminución del hierro sérico y de la saturación de transferrina, pero con niveles altos de
ferritina. Asimismo, pueden presentar hipoalbuminemia, leucocitosis y aumento de la
eritrosedimentación y la proteína C. Estas alteraciones se restablecen en forma lenta luego del
cierre de las úlceras.
La reabsorción ósea puede producir hipercalcemia, hipercalciuria, calcificaciones ectópicas,
cálculos renales y estasis vesicales. Se han descrito mionecrosis y rabdomiólisis después de
cirugías prolongadas. Por lo general, en el área glútea, primero se diagnostica la úlcera y luego
evoluciona a una necrosis extensa de la zona, con falla renal y posible indicación de diálisis.
INFECCIÓN NOSOCOMIAL EN LAS UNIDADES DE CUIDADOS INTENSIVOS
La infección nosocomial (IN) en su definición tradicional es aquella que aparece durante el
ingreso hospitalario, que se manifiesta transcurridas 72 h o más del ingreso del paciente en el
hospital, y que en el momento de ingreso del paciente en el hospital no estaba presente ni en
período de incubación, pero en la actualidad se extiende también a la que se relaciona con los
cuidados sanitarios en un sentido amplio. En las unidades de cuidados intensivos (UCI) estas
infecciones son unas veces motivo de ingreso en las mismas y otras, consecuencia de la estancia
en estas.
Las IN constituyen uno de los problemas más importantes que pueden darse en los servicios que
atienden pacientes críticos, conllevando —como luego desarrollaremos— una mayor
mortalidad y unos costes sanitarios más elevados. Se hace necesario, por tanto, establecer un
sistema de vigilancia continuo que permita conocer la epidemiología, los factores de riesgo para
su desarrollo y el impacto que estas infecciones tienen en el paciente crítico con el objeto de
poder establecer medidas de prevención y control que traten de disminuir la incidencia de las
IN y, consecuentemente, el importante efecto que tienen en el enfermo crítico.
¿Qué se entiende por infección hospitalaria?
La infección hospitalaria, o infección nosocomial, es llamada en la actualidad infección asociada
a la atención de la salud, ya que hay otros sitios (distintos al clásico hospital, sanatorio o clínica)
donde las personas reciben también tratamientos o se realizan estudios diagnósticos para
mejorar su salud. Estos lugares pueden ser centros de tercer nivel, atención domiciliaria,
hospitales de día, consultorios médicos donde se realizan prácticas mínimamente invasivas,
centros de cirugía estética, quirófanos ambulatorios, consultorios odontológicos, etc.
La infección nosocomial se define como aquella infección que no estaba presente ni
incubándose en el momento en que el paciente asiste al centro de salud para el cuidado
específico (admisión). El término se refiere a una asociación entre la atención del paciente y el
subsiguiente comienzo de los síntomas. Este comienzo de los síntomas de infección puede
ocurrir mientras el paciente está internado o al alta del centro de salud. Por ejemplo, se calcula
que entre 20% y 70% de las infecciones postquirúrgicas se detectan entre 1 mes y un año al alta
del paciente, cuando se trata de cirugías en las que se implantaron prótesis.
No todas las infecciones hospitalarias son prevenibles. Esto significa que entre 5% y 8% de las
infecciones que se adquieren en los centros de salud no se controlarán, aunque se desarrollen
todas las medidas de prevención. Esto puede estar reflejando la indudable influencia de la edad,
como ocurre por ejemplo con los neonatos prematuros o las personas de edad avanzada, la
severidad de la enfermedad de base, la malnutrición u otros factores propios y particulares de
cada persona.
Algunas infecciones hospitalarias, pueden ser prevenidas con medidas muy simples y
económicas —no por ello fáciles de lograr— ya que generalmente se trata de cumplir con las
normas básicas de control de infecciones. La prevención de otras infecciones, sin embargo,
requiere de una infraestructura más compleja. Desde hace muchos años se habla del “lavado de
manos para prevenir las “infecciones hospitalarias” y hoy se sabe que ésta, como única medida,
no es suficiente. Por un lado, las infecciones hospitalarias son multicausales y por otro, la
resistencia de los microorganismos a los antimicrobianos es un problema de muchas
instituciones en el mundo y está ganando una fuerte batalla. Entonces, los esfuerzos para el
control deben ser multidisciplinarios y estar enfocados hacia una variedad de aspectos. Entre
ellos, sin duda, se destaca la concientización de los profesionales de la salud, sobre la gravedad
que en la actualidad ha tomado este tema.
Finalmente, los administradores y directores de las instituciones de salud son los responsables
de la calidad de atención de sus pacientes, por lo tanto deben asegurar que un equipo de control
de infecciones funcione y cumpla con los objetivos de los programas.
El control de las infecciones asociadas a la atención de la salud, ha sido descrito por Richard
Wenzel como un arte, una ciencia y un negocio; y en realidad, es todo eso. En la actualidad, la
atención médica en los hospitales es más compleja que nunca y lo será aún más en el futuro.
Esta complejidad implica riesgos y las intervenciones de diagnóstico y tratamiento son también
cada vez más riesgosas, los pacientes cada vez más débiles y los costos cada vez más altos. La
diversidad de los hospitales y centros de salud en nuestro país y las restricciones económicas,
presentan un complejo panorama en esta área. Mantener los riesgos y las complicaciones en su
más bajo límite deberá ser nuestro arte, nuestra ciencia y nuestro negocio. Puédese encontrar,
en algunos países, normas y recomendaciones nacionales, productos, equipos distintos a los
referidos en este manual. Este manual debe ser utilizado como una guía de buenas prácticas en
prevención de infecciones intrahospitalarias.
Comité de Control de Infecciones (CCI)
Un Comité de Control de Infecciones con apropiados miembros, entre los que debe haber
personal con influencia dentro de la organización, es la clave para la efectividad.
Los miembros del CCI deben dirigir sus esfuerzos en el progreso del control de infecciones en la
institución y en la resolución de problemas. Sin una activa participación las políticas y
procedimientos pueden escribirse pero no se llevarán a cabo. Los miembros del comité no
trabajan directamente en la vigilancia, prevención y control de las infecciones, ellos se notifican
de lo que ocurre, aprenden sobre el tema y llevan inquietudes en las reuniones de lo ocurrido
en sus servicios. Además generan consenso sobre las medidas de control y difunden las acciones
del programa en sus servicios. Las actividades concretas están a cargo de la enfermera/o en
control de infecciones (ECI).
La función principal de este comité es tomar decisiones en grupo sobre lo que ocurre con
relación a las infecciones y generalmente éstas tienen influencia sobre los médicos de staff,
administradores, jefatura de compras y personal en general. Un comité efectivo también
impacta sobre la reducción de los costos en infecciones. En los países donde el control de
infecciones es exitoso suele haber desaliento en los miembros del comité por falta de recursos
como tecnología de punta o poco personal para realizar la vigilancia con la extensión que se
desea. En los países donde el control de infecciones recién toma un lugar, el personal se
desalienta por la falta de poder y apoyo que recibe el comité por parte de las autoridades de la
institución. Esto a su vez hace imposible avanzar en las medidas eficaces para prevenir las
infecciones aumentando los costos, ya que no se reducen las infecciones. Por otra parte la falta
de medidas asertivas, crean un desaliento generalizado y los comités fracasan.
Multirresistencia en la unidad de cuidados intensivos
Los microorganismos multirresistentes (MMR) se definen como aquellos microorganismos que
son resistentes a una o más clases de antibióticos, siendo necesario que esa resistencia tenga
relevancia clínica (que pueda suponer una dificultad para el tratamiento) y epidemiológica
(posibilidad de brotes epidémicos, transmisión del mecanismo de resistencia, etc.).
Entre los microorganismos grampositivos debemos considerar en las UCI: S. aureus resistente a
la meticilina (SARM), más recientemente Enterococcus spp. resistente a vancomicina (ERV).
El constante incremento de la multirresistencia debe impulsar la búsqueda de nuevas opciones
terapéuticas de mayor efectividad y seguridad, al tiempo que se necesita un estrecho
seguimiento del perfil de sensibilidad-resistencia de los agentes etiológicos frente a los
antimicrobianos que se van incorporando.
Principales entidades de la infección nosocomial en el paciente crítico
Previsiblemente las principales entidades en la IN del paciente crítico se asocian al uso de un
dispositivo invasivo concreto o a la realización de alguna práctica diagnóstica o terapéutica. A
continuación revisaremos los aspectos más importantes de dichas entidades.
Neumonía asociada a la ventilación mecánica
Debemos distinguir 2 formas de presentación de la NAVM: aquella con un claro inicio (propia de
la NAVM precoz [≤ 4 días desde el inicio de la ventilación mecánica] y debida al inóculo
bacteriano implantado en el acto de la intubación) y aquella con un curso relativamente
insidioso en el que los signos y síntomas definitorios de NAVM se suman a lo largo de varios días
(propia de la NAVM tardía: > 4 días desde el inicio de la ventilación mecánica).
La presencia del tubo endotraqueal (TET) y la ventilación mecánica propician la colonización de
la vía aérea por bacterias potencialmente patógenas. La reacción del sistema inmune se traduce
en la aparición de signos y síntomas tales como el aumento de la secreción bronquial e incluso
la purulencia de la misma, la fiebre o la leucocitosis. Si la respuesta inmune no logra frenar el
avance bacteriano, los signos y síntomas progresarán y, finalmente, la afectación del
parénquima podrá visualizarse en una radiografía de tórax. A modo de convención se ha
establecido que el diagnóstico de NAVM requiere de la presencia de al menos 2 signos
(purulencia de las secreciones, fiebre o hipotermia y leucocitosis o leucopenia) junto a la
aparición de una opacidad en la radiografía de tórax. Sin embargo, está adquiriendo cada vez
más consistencia la idea de que ese proceso previo al cumplimiento de los requisitos
diagnósticos es merecedor de nuestra atención e incluso de la instauración de un tratamiento
antibiótico. En nuestro medio la etiología más frecuente es P. aeruginosa (19,26% de todos los
episodios de NAVM recogidos en el ENVIN), seguida de una gran diversidad de bacterias
grampositivas y gramnegativas. En cualquier caso, el orden en frecuencia de los diversos
microorganismos en la NAVM estará muy influido por la epidemiología local. El esquema
terapéutico para la NAVM más aceptado incluye una quinolona o amoxicilina-clavulánico o
cefalosporina no antipseudomónica en la NAVM precoz (siempre que el paciente no tenga
factores de riesgo para bacterias multirresistentes) y una combinación de cefalosporina
antipseudomónica junto a un aminoglucósido o una quinolona en la NAVM tardía. La existencia
de una situación clínica o epidemiológica particular que haga prever la presencia de
microorganismos no cubiertos por esta estrategia (A. baumannii, enterobacterias productoras
de BLEE, SARM, etc.) deberá motivar la valoración del uso de otros antibióticos.
Infección del tracto urinario asociada a sonda vesical
Como se ha comentado anteriormente, la infección del tracto urinario asociada a sonda vesical
(IU-SU) es la segunda IN en frecuencia en el registro ENVIN (30,51% de todas las infecciones
registradas.
En una situación tan compleja como el paciente crítico es recomendable acogerse a criterios
diagnósticos más exigentes que exigen la presencia de un sedimento urinario patológico; incluso
hay autores que abogan por reconocer a la IU-SU como responsable de la sepsis solo cuando
exista una bacteriemia acompanante. ˜ Con respecto a la etiología son los BGN,
fundamentalmente Enterobacteriaceae, los microorganismos que con más frecuencia se
relacionan con las ITUS. Especial mención merece el género Enterococcus spp., bacteria
denostada por su naturaleza de comensal del tracto gastrointestinal (al igual que la mayoría de
las enterobacterias) pero que cada vez está adquiriendo mayor relevancia como responsable de
IN fundamentalmente de foco abdominal. El uso previo de antibióticos (sobre todo
cefalosporinas) es un factor de riesgo para la selección de esta bacteria, sobre todo en su especie
E. faecium, habitualmente resistente a la ampicilina. El tratamiento de la ITUS dependerá del
estado clínico del paciente y del riesgo de bacterias multirresistentes. Si el paciente está en
sepsis grave o shock séptico, o si existen factores de riesgo para la presencia de bacterias
multirresistentes, el tratamiento de elección será un carbapenem ± aminoglucósido; en ausencia
de las 2 premisas anteriores el paciente podrá ser tratado con un betalactámico no
antipseudomónico o con fosfomicina.
Bacteriemia asociada a catéter vascular
La presencia del catéter vascular supone la posibilidad de la entrada de las bacterias
directamente en el torrente sanguíneo. El frecuente uso de catéteres venosos centrales en el
paciente crítico determinaría un paso directo a la circulación sistémica. La bacteriemia
relacionada con catéter (BRC) es la tercera IN en frecuencia en el registro ENVIN por 1.000 días
de uso de catéter.
Al igual que otras infecciones asociadas a dispositivos, la BRC puede deberse a un déficit de
esterilidad en el momento de la colocación del catéter o a una colonización del mismo a lo largo
de su uso (mediatizado por el desarrollo de una biopelícula exo o endoluminal) con una eventual
transformación a infección. La principal dificultad diagnóstica de la BRC no radica en la
identificación de la infección sino en la atribución al catéter de su responsabilidad en la misma.
Ante hemocultivos procedentes de venopunción y catéter positivos al mismo microorganismo,
el catéter podrá ser responsabilizado si su cultivo mediante técnica de Maki ofrece un recuento
superior a 15 ufc o superior a 100 ufc si la pieza es sometida a sonicación. No obstante, resulta
de mayor interés asistencial la atribución de la infección al catéter sin que sea necesaria su
retirada (precisamente por si es evitable). En este caso la técnica diagnóstica de elección es el
hemocultivo cuantitativo que arroje un mayor inóculo en la muestra obtenida a través del
catéter. Sin embargo, esta técnica no está disponible en la mayoría de laboratorios y ha podido
ser exitosamente sustituida por la observación del tiempo de crecimiento de los hemocultivos;
en caso de que el hemocultivo procedente de catéter se positivice al menos 2 h antes que el
obtenido por venopunción podremos considerar que estamos frente a una BRC. Esta maniobra
diagnóstica es aplicable a las BRC pero no a las candidemias relacionadas con catéter. Aunque
los BGN han aumentado su cuantía en las BRC, esta infección sigue siendo causada
fundamentalmente por cocos grampositivos, especialmente Staphylococcus del grupo
coagulasa negativo (SCN). Sin embargo, la BRC por SCN tiene mayor dificultad diagnóstica por
ser este un microorganismo especialmente vinculado a la colonización del catéter y a la
contaminación de las muestras sanguíneas, de modo que será necesaria una mayor perspicacia
clínica. Además, los SCN vinculados a BRC son en su mayoría resistentes a la meticilina y en una
proporción creciente (20% en el registro ENVIN) al linezolid.
En el tratamiento empírico de una supuesta BRC recomendamos una actitud modulada por el
estado clínico del paciente. En caso de sepsis grave o shock séptico se retirará el catéter y el
paciente será tratado con una combinación de daptomicina + betalactámico antipseudomónico
o vancomina + cloxacilina + aminoglucósido. En ausencia de sepsis grave o shock séptico
podremos contemporizar la retirada del catéter (se recomienda la toma de una torunda de la
zona de entrada del catéter, de modo que la ausencia de microorganismos en la tinción de Gram
ofrecerá un elevado valor predictivo negativo para el diagnóstico de BRC) y tratar al paciente
con vancomicina o daptomicina. Obviamente, el tratamiento antibiótico deberá ajustarse a los
resultados microbiológicos.
Colitis pseudomembranosa. Infección por Clostridium difficile
La colitis pseudomembranosa por C. difficile en nuestro medio no supone un problema de la
envergadura epidemiológica existente en otros países. Sin embargo, la aparición de esta
complicación en un paciente ya de por sí crítico puede tener drásticas consecuencias en cuanto
a morbimortalidad.
Tras la detección de la toxina en heces deberemos instaurar el correspondiente tratamiento
antibiótico. Si bien las opciones terapéuticas de primera línea siguen siendo el metronidazol oral,
la vancomicina oral o una combinación de ambos, la existencia de otras alternativas
aparentemente más eficaces (en el paciente crítico los tratamiento clásicos se asocian a una tasa
de recurrencia del 13%) quizá determinará en el futuro un cambio del algoritmo terapéutico. La
fidaxomicina ha mostrado una mayor eficacia que el tratamiento estándar y una menor tasa de
recurrencia. Otras medidas, como el trasplante fecal, requieren una infraestructura que hace
difícil su aplicación en nuestro medio.
Otras infecciones nosocomiales
La ventriculitis asociada a los drenajes ventriculares externos (VADVE) es una grave complicación
relacionada con estos dispositivos. Su incidencia varía enormemente entre las diversas series (425%), probablemente debido a la elección de distintos criterios diagnósticos. Si bien es cierto
que la detección de un cultivo positivo de líquido cefalorraquídeo (LCR) en un contexto
infeccioso (fiebre y/o leucocitosis) y/o de mayor disfunción neurológica se acepta como
diagnóstico de VADVE, todos los signos y síntomas enumerados son inespecíficos en un paciente
neurocrítico y el cultivo positivo puede reflejar una mera colonización/contaminación. Por ello,
algunos autores han anadido ˜ el requisito de una citobioquímica alterada enel LCR,mejorando
asíla especificidaddel algoritmo diagnóstico.
Aunque las bacterias grampositivas siguen siendo la etiología más frecuente de las VADVE, los
BGN están aumentando progresivamente su relevancia. Además de un tratamiento antibiótico
sistémico adecuado (e incluso la asociación de un antibiótico intratecal), el correcto manejo de
la VADVE requiere la retirada o el recambio de los drenajes ventriculares externos (DVE)
implicados en la infección.
La infección de la herida quirúrgica es una compleja entidad que escapa a los objetivos de esta
revisión. Son múltiples los factores implicados en su etiopatogenia, incluyendo factores
modificables y otros difícilmente alterables que son inherentes al paciente o al tipo de cirugía.
En función de la profundidad alcanzada por la infección podemos distinguir afecciones
superficiales o profundas. Además de un tratamiento antibiótico sistémico adecuado será
necesaria la revisión quirúrgica y la retirada de tejido desvitalizado cuando sea preciso.
Estrategias de prevención y control de la infección nosocomial
La primera medida para evitar las IN asociadas al uso de dispositivos invasivos es la retirada del
dispositivo en cuanto este no sea necesario. En segundo lugar debemos aplicar estrictamente
las medidas habituales sobre el lavado de manos y la asepsia en la colocación y manipulación
del dispositivo invasivo. Una vez hemos comprobado que el dispositivo es inevitable y que la
política general de control de la IN se aplica correctamente, deberemos dirigir nuestros
esfuerzos a aplicar medidas preventivas específicas para cada dispositivo. Habitualmente las
medidas preventivas se aplican a modo de paquetes que engloban recomendaciones universales
de asepsia y recomendaciones específicas cuya evidencia científica nunca supera a las medidas
básicas de control de la IN.
A continuación resumimos las medidas preventivas específicas para las principales IN.
Secreciones del espacio subglótico
Las secreciones procedentes de la orofaringe y del tracto gastrointestinal se acumulan en el
espacio subglótico e inevitablemente se colonizan por bacterias. El paso de estas secreciones a
la vía aérea inferior se ha relacionado con el desarrollo de NAVM. Las actuaciones sobre dichas
secreciones se han basado en disminuir su producción, su eliminación, su descontaminación o
en dificultar su entrada al árbol bronquial.
• Postura del enfermo. La posición semiincorporada dificultaría el reflujo de las secreciones del
tracto gastrointestinal y su acumulación en el espacio subglótico. Basados en esta hipótesis,
diversos estudios han demostrado una menor incidencia de NAVM al mantener la posición
semiincorporada.
• Aspiración de secreciones del espacio subglótico. Probablemente sea la medida preventiva
con mayor evidencia científica. El uso de TET con un canal de aspiración abierto al espacio
subglótico que permite la aspiración intermitente o continua ha demostrado una clara reducción
de la incidencia de NAVM.
• Descontaminación de las secreciones subglóticas. Este objetivo es alcanzable mediante el uso
de antibióticos no absorbibles (orofaríngeos ± digestivos) o de desinfectantes. En ambos casos
se ha observado un beneficio en cuanto a incidencia de la NAVM e incluso —en el caso de los
antibióticos— de la mortalidad. Sin embargo, las dudas sobre un posible efecto deletéreo (sobre
todo en las unidades con elevada prevalencia de MMR) han dificultado su uso generalizado.
• Entrada al árbol bronquial. Aunque es escasa la evidencia científica, es evidente que el
mantenimiento de una correcta presión del neumotaponamiento (entre 20 y 30 cmH2O)
dificultará el paso de las secreciones hacia las vías respiratorias inferiores. Múltiples
neumotaponamientos han sido disenados ˜ para evitar la formación de pliegues que permiten
la entrada de secreciones, aunque hasta el momento ninguno de ellos ha demostrado un claro
impacto en la incidencia de NAVM.
En relación con las secreciones subglóticas pero por su participación en el inóculo antes de la
intubación o durante la misma, existe un trabajo que demuestra una menor incidencia de NAVM
si los pacientes que han sido intubados en situación de coma reciben 2 o 3 dosis de antibiótico
profiláctico. En el proyecto Neumonía Zero se recogen todas estas medidas preventivas a modo
de paquete que ha sido implantado en la mayoría de las UCI del territorio nacional dando lugar
a una contundente y mantenida disminución de la DI de NAVM.
Biopelícula
Sobre la superficie de cualquier dispositivo invasivo los microorganismos se adhieren y forman
una biopelícula en la que quedan resguardados del efecto del antibiótico y desde la que pueden
actuar como fuente o reservorio de infección. En el caso del TET se ha demostrado una
concordancia microbiológica entre la biopelícula y la NAVM y un mayor porcentaje de falta de
respuesta en aquellas NAVM en las que, a pesar del tratamiento antibiótico, el microorganismo
responsable persiste en el seno de la biopelícula. Por ello se han disenado ˜ TET con una cubierta
de plata que dificulta la adherencia bacteriana; los resultados clínicos son poco contundentes y
por tanto la eficiencia del dispositivo es discutible. Otra rama de prevención es el afeitado de la
biopelícula mediante una herramienta disenada ˜ a tal fin; aunque sí logra eliminar la
biopelícula, aún no existen datos que lo relacionen con un beneficio clínico.
Infección del tracto urinario asociada a sonda
El sistema de drenaje de la orina debe ser cerrado, toda transgresión del sistema supondrá un
mayor riesgo de ITUS y, por tanto, deberá evitarse o realizarse de la forma más aséptica posible.
No existen datos que evalúen la utilidad en el paciente crítico de sondas impregnadas en
sustancias antisépticas.
Bacteriemia relacionada con catéter
En esta entidad es aún más evidente que los mayores beneficios proceden de la aséptica
colocación y mantenimiento del catéter y de prescindir del mismo en cuanto sea posible. El
acceso venoso subclavio se asocia en menor medida a la infección que otras localizaciones, tales
como la yugular y sobre todo la femoral. En un estudio multicéntrico en el que participaron la
mayoría de UCI de Espana˜ se logró implantar un paquete de medidas (en la implantación del
catéter: higiene adecuada de manos, desinfección de la piel con clorhexidina, máximas
medidas de barrera y preferencia de la localización subclavia junto al manejo estéril del
catéter y la retirada del mismo en cuanto no fuera necesario) y su correspondiente
monitorización; todo ello permitió disminuir drásticamente la DI de BRC y además propiciar el
asentamiento de una cultura de seguridad en las UCI que ha beneficiado a otras IN20 . Otras
medidas, como los catéteres recubiertos de plata, antisépticos o antibióticos, o el uso de
apósitos que liberan clorhexidina, deberán considerarse individualmente o en caso de que tras
el cumplimiento de las medidas básicas persista una DI de BRC elevada.
Ventriculitis asociada a drenajes ventriculares externos
Aunque con una evidencia científica de escaso grado, está bastante extendido el uso de DVE
impregnados en antibióticos (habitualmente anti-grampositivos). Aunque algunos autores
defienden el recambio periódico profiláctico de los DVE, no existen estudios que demuestren la
utilidad de esta agresiva recomendación de forma independiente al cumplimiento de las
medidas básicas de manejo aséptico del DVE.
Impacto de las infecciones nosocomiales en el paciente crítico
Las IN en las UCI conllevan un destacado impacto en términos de mortalidad y costes
hospitalarios. Este hecho ha sido constatado, como desarrollaremos a continuación, en especial
en el caso de las NAVM, las BP-BRC y/o la etiología por MMR.
Si bien es un tema discutido en la literatura, debido a los distintos tipos de pacientes estudiados,
parece estar demostrado que los episodios de NAVM conllevan una mayor mortalidad,
especialmente en aquellos episodios que reciban un tratamiento empírico antibiótico
inadecuado, en determinadas etiologías, entre ellas las causadas por P. aeruginosa, las que se
desarrollan tardíamente y no las precoces.
Parece evidente que la NAVM se asocia a mayores costes hospitalarios, con claro aumento de la
estancia hospitalaria2 , representando, según un estudio alemán retrospectivo también
publicado en al ano˜ 2013, un coste atribuido por episodio de 17.015 euros y una estancia media
de 36 días, con una estancia mayor atribuida de 9 días. Asimismo, y dentro de los costes
asociados a un episodio de NAVM, el cumplimiento de las guías de manejo y tratamiento en el
paciente afecto conlleva una menor estancia y menor coste hospitalario que en aquellos que no
siguieron las mismas. Un estudio de casos-controles con datos extraídos del registro ENVIN-UCI
demostró en pacientes críticos que la adquisición de una BP-BRC produjo un significativo
incremento de la mortalidad y la estancia. La mortalidad atribuible fue del 9,4%. El riesgo de
muerte varía de acuerdo con la fuente de la infección, la etiología, el momento de aparición de
la bacteriemia y la gravedad al ingreso en la UCI. Los pacientes que sobrevivieron y sufrieron una
BP-BRC tuvieron además una estancia en la UCI 13 días de mediana más prolongada que los
controles, variando también según la etiología, el momento de aparición de la bacteriemia y la
gravedad al ingreso en la UCI. Estos datos han sido corroborados por otro estudio publicado
recientemente.
La IN por MMR se asocia a retraso en el inicio de una terapia adecuada y a fracaso terapéutico.
Como consecuencia, prolonga la estancia hospitalaria y aumenta los costes y la mortalidad.
Existe información científica sobre la responsabilidad de los MMR en el tratamiento antibiótico
empírico inadecuado y en el retraso del inicio de un tratamiento correcto, lo que puede llevar a
duplicar la mortalidad, hecho que parece ampliamente demostrado. Al centrarnos en la
influencia sobre la mortalidad de diferentes MMR, los más estudiados han sido: SAMR, P.
aeruginosa, A. baumanni y las enterobacterias productoras de BLEE, si bien por sí mismos los
resultados han sido dispares. Asimismo, la infección por un MMR, comparada con la causada
por uno sensible, incrementa los costes entre 5.000 y 25.000 dólares, según datos de un estudio
americano.
Bibliografía.
Rafael Zaragozaa,∗ , Paula Ramírez b y María Jesús López-Pueyo Formación médica continuada:
Infección nosocomial. Fundamentos y actuación clínica Infección nosocomial en las unidades de
cuidados intensivos. Elsevier. España. 2014.
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