Subido por Gisela Paz

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Caperucita Roja
Ilustraciones de
VIRGINIA PIÑÓN
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Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires
Caperucita Roja / adaptado por María Elena Cuter; Mirta Torres; editado por Virginia Piñon;
ilustrado por Virginia Piñon. - 1a ed. - La Plata: Dirección General de Cultura y Educación de la
Provincia de Buenos Aires, 2023.
PROVINCIA DE BUENOS AIRES
24 p.: il.; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-676-118-5
1. Cuentos Clásicos Infantiles. I. Cuter, María Elena, adapt. II. Torres, Mirta, adapt. III. Piñon,
Virginia, ilus. IV. Título.
CDD 808.899282
GOBERNADOR
Axel Kicillof
VICEGOBERNADORA
Verónica Magario
DIRECTOR GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN
Alberto Sileoni
JEFE DE GABINETE
Pablo Urquiza
SUBSECRETARIA DE EDUCACIÓN
Claudia Bracchi
DIRECTORA PROVINCIAL DE EDUCACIÓN PRIMARIA
Mirta Torres
DIRECTORA PROVINCIAL DE COMUNICACIÓN
Carla Tous
Caperucita Roja
Había una vez una niña buena y cariñosa que vivía
con su mamá en un pueblito rodeado por un hermoso
bosque. Todos la querían muchísimo, pero quien más
la quería era su abuela. Siempre pensaba en ella y
se ocupaba de tejerle guantes y bufandas abrigadas
para los días de mucho frío. En una ocasión, la abuelita
le regaló una capa roja con capucha. A la niña le gustaba
tanto que no se la quitaba nunca. Así fue que todo
el mundo comenzó a llamarla Caperucita Roja.
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Un día, su madre le dijo:
-La abuela está enferma. Llévale este pedazo de pastel
de moras que he preparado y una botella de leche.
El camino es largo y tienes que atravesar el bosque.
No te desvíes del sendero, no vayas saltando que puedes
caerte y se puede romper la botella. No olvides saludar
a la abuela cuando llegues y no te pongas a curiosear
por todos los rincones. Pero, sobre todo, no hables
con desconocidos.
-No te preocupes, mamá; lo haré todo bien -dijo
Caperucita y se despidió.
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Caperucita Roja se marchó rumbo a la casa de la abuela
que vivía en medio del bosque. A mitad de camino, salió
a su encuentro un lobo que parecía estar esperándola.
Con una gran sonrisa, la fiera la saludó:
-Buenos días, Caperucita.
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-Buenos días, lobo -contestó Caperucita sin miedo
porque no sabía lo malo que era el lobo.
-¿Adónde vas tan temprano? -preguntó el lobo.
-A ver a mi abuela.
-¿Y qué llevas en la cesta?
-Un pastel de moras y una botella de leche
para que la abuela se ponga bien.
-¿Y dónde vive tu abuela, Caperucita? -volvió
a preguntar el lobo.
-En medio del bosque. Debajo de los tres grandes pinos
está su casa.
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El lobo siguió caminando al lado de Caperucita,
pensando cómo haría para comerse no sólo a la niña,
sino también a la abuela. Entonces le dijo:
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-¿Has visto qué hermoso está el bosque? Mira cuántas
flores silvestres crecieron junto al camino. ¿Escuchas cómo
cantan los pajaritos? Vas caminando de prisa, como
si fueras a la escuela y no ves ni oyes nada. Aquí en el bosque
todo es muy divertido si te detienes a contemplarlo.
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Se desvió entonces del sendero y recorrió lo más profundo
del bosque en busca de flores de diversos colores para
su abuela. Por momentos, perseguía también a algunas
mariposas. “El bosque es, en verdad, hermoso”, pensaba.
Caperucita Roja abrió los ojos y vio cómo los rayos del sol
bailaban de un lado a otro a través de los árboles y cómo
estaba todo lleno de flores. Entonces, pensó: “El lobo
tiene razón. Si le llevo a la abuela un ramo de flores,
se alegrará. Aún es temprano y podré llegar a tiempo.”
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El lobo giró el picaporte y la puerta se abrió. Sin decir
una palabra, el lobo fue hasta la cama de la abuela
y se la tragó de un solo bocado.
Luego se puso el camisón de la anciana, se colocó la cofia
en la cabeza, cerró las cortinas y se acostó en la cama.
Mientras tanto, el lobo se fue corriendo a la casa de la
abuela. El malvado sabía muy bien cuál era el camino
más corto. Apenas llegó, llamó a la puerta suavemente.
¡TOC, TOC!
-¿Quién es? -preguntó la abuela.
-Caperucita Roja -dijo el lobo suavizando la voz-.
Te traigo pastel de moras y leche. Ábreme.
-Estoy muy débil y no puedo levantarme. No tienes más
que girar el picaporte y se abrirá la puerta.
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Entretanto, Caperucita seguía entretenida en el bosque.
Cuando ya había recogido tantas flores que casi
no las podía cargar en su canasta, se acordó de la abuela
y regresó al sendero que la llevaba a su casa.
-¿Quién es? -preguntó el lobo imitando la voz de la abuela.
-Soy Caperucita Roja. Te traigo pastel de moras y leche.
Ábreme.
-¡La puerta está sin cerrojo! ¡Entra, querida niña,
no tienes más que girar el picaporte y se abrirá la puerta!
Apenas llegó, llamó a la puerta suavemente.
¡TOC, TOC!
Caperucita fue directamente al dormitorio de la abuela.
Corrió las cortinas, se acercó a la cama y saludó:
-Buenos días.
caperucita golpeando puertas con flores
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Allí estaba la abuela, con la cofia en la cabeza. Se veía
tan extraña que no parecía la abuela. La pequeña casi
no pudo reconocerla. “¡Qué rara está! Debe estar
muy enferma”, pensó.
Se acercó a la cama y le dijo extrañada:
-¡AY, ABUELA! ¡QUÉ OREJAS TAN GRANDES TIENES!
-PARA OÍRTE MEJOR -respondió el lobo disimulando su voz.
-¡AY, ABUELA! ¡QUÉ OJOS TAN GRANDES TIENES!
-PARA VERTE MEJOR.
-¡AY, ABUELA! ¡QUÉ MANOS TAN
GRANDES TIENES!
-PARA ABRAZARTE MEJOR.
¡AY, ABUELA! ¡QUÉ BOCA TAN
GRANDE TIENES!
-PARA COMERTE MEJOR.
-
Y diciendo esto, el lobo saltó de la cama y se tragó
a Caperucita Roja de un solo bocado. Tenía la barriga
tan llena que volvió a meterse en la cama, se durmió y
se puso a roncar.
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Un rato más tarde, un cazador que pasaba por allí,
se sorprendió al escuchar los horribles ronquidos del lobo.
Pensó: “La abuela ronca pero nunca tan fuerte. Pasaré
a verla, estuvo enferma los últimos días. Me aseguraré
de que esté bien.”
-Ven conmigo -le dijo a su perro-. Aquí pasa algo raro.
“¡Lobo malvado! ¡Por fin te encuentro! ¡Tanto tiempo
buscándote!”, pensó el cazador y levantó la escopeta
para dispararle. “Se ha comido a la vieja señora. Tal vez
estemos a tiempo para salvarla”. Así que lo pensó mejor
y no disparó.
Entró a la casa y llegó al dormitorio de la abuela.
Al acercarse a la cama vio al lobo acostado y roncando
a pierna suelta.
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Buscó unas tijeras en el costurero de la abuela y,
con mucho cuidado, empezó a abrir la barriga del lobo.
Apenas había dado los primeros cortes cuando vio relucir
la roja caperucita. Dos cortes más y la niña saltó
de la barriga del lobo diciendo:
-¡Qué oscuro estaba allí adentro!
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La abuela tardó un poco más en salir. Había pasado tanto
miedo que no hacía más que temblar.
El cazador le dijo a la niña:
-Ve hasta la orilla del arroyo y trae todas las piedras
que encuentres. El lobo puede despertar en cualquier
momento.
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Caperucita Roja salió corriendo y volvió con un montón
de piedras. Llenaron con ellas la barriga del lobo y
-Esto hay que celebrarlo -dijo el cazador, sirviendo
la leche que había llevado Caperucita.
cosieron la herida.
-¡Y un trozo de pastel! -exclamó la abuelita que era
muy golosa.
Cuando el malvado lobo despertó y vio al cazador, quiso
salir corriendo, pero las piedras pesaban tanto
que tropezó y se cayó. Se arrastró hasta la puerta y salió
de la casa de la abuela. Se internó en el bosque y nunca
más se lo vio.
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Caperucita y el cazador se echaron a reír. La abuelita
empezaba a recuperarse.
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