MÉTODOS DE ANÁLISIS Análisis Histórico del Arte y el Diseño Arq. Brenda Penados Quinto Ciclo Asesoría por: Lc. Axel Flores La creatividad, diseño, diagramación y proceso metodológico para la realización de esta publicación fue llevado a cabo por los estudiantes Adely del Cid y Javier Recinos como parte del curso de Diseño Visual 8 del noveno ciclo del año 2019 de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Escuela de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Todas las imágenes son propiedad de sus respectivos fotógrafos y fueron descargadas desde www.unsplash.com ÍNDICE Método 01 Pág. 06 LA LECTURA DE UNA OBRA DE ARTE Método 02 Pág. 26 EL FORMALISMO Método 03 Pág. 39 CÓMO SE ANALIZA UNA PINTURA Método 04 Pág. 44 ANÁLISIS PARA UNA OBRA DE ARTE PICTÓRICA Método 05 Pág. 52 ANÁLISIS DE UNA OBRA DE ARTE Método 06 Pág. 55 CÓMO ANALIZAR UNA PIEZA DE DISENO Método 06 Pág. 58 10 MANDAMIENTOS PARA JUZGAR DISENO GRÁFICO 06 MÉTODO 01 MÉTODO 01 El Mundo del arte, autores, movimientos y estilos. Editorial Oceano, Director Editorial Carlos Gispert, 2001, España. El estudio de las artes plásticas puede enfocarse desde diferentes puntos de vista. Uno de los más habituales es el histórico, es decir, el conocimiento de la obra artística desde la perspectiva económica, sociocultural o religiosa de la época que la vio nacer. Otro es el biográfico, con las fechas claves y significativas de la biografía de su autor, que nos permiten entender y valorar mejor los posibles cambios de estilo y las etapas de su producción. En un plano más técnico, otra posibilidad es conocer los procedimientos artísticos empleados. Por poner un ejemplo, es muy importante no confundir y saber distinguir una pintura al óleo de otra al temple, o lo que diferencia las técnicas secas de las grasas dentro de los medios gráficos que utilizan el papel como soporte. Así, podemos concluir que el estudio de la obra de arte es una disciplina que entra de lleno en el terreno del conocimiento, aunque se ha de advertir que existen otros muchos aspectos del arte – la propia idea del arte en sí – que escapan a la simple recopilación de datos y entran dentro de ámbitos que difícilmente admiten una valoración desde el punto de vista objetivo, como pueden ser la sensibilidad o el gusto. Van Gogh, Vincent. “Retrato del doctor Gachet”. 1890. Además de los enfoques biográfico, histórico, social o técnico, otra manera de acceder al arte es intentar verlo siempre con ojos nuevos e ingenuos, relegando a un segundo plano, al menos en una primera lectura, todos los conocimientos que de la obra contemplada podamos tener y que, de una u otra manera, condicionan siempre nuestra visión. En este sentido, tal vez sea útil no considerar la obra como una joya única e irrepetible, como un valor supremo que se yergue al margen de nuestra propia vida, o evitar caer en valoraciones artísticas basadas en los miles de dólares que se hayan pagado por una u otra pieza. El espectador debe estar atento para saber ver cuándo el arte le está planteando un interrogante, cuándo le está cuestionando o sugiriendo algo. En el momento en que las vibraciones, en forma de sensaciones y sentimientos que experimentamos, son más fuertes que lo que conocemos sobre la obra, conviene prestar mucha atención, ya que entonces entramos en el verdadero significado del arte, accedemos al terreno de la verdadera «comprensión». Para ilustrar esta idea hemos seleccionado uno de los más famosos retratos realizados por Vincent van Gogh, el del doctor Gachet, obra que no sólo nos indica el carácter del personaje retratado, sino también, a través de la pincelada nerviosa y la acentuada paleta cromática, nos informa de la personalidad del artista. Y no sólo eso: más allá del posible drama de unos personajes concretos y reconocibles, la contemplación, la «comprensión» de una gran obra de arte como ésta puede incluso ayudar a conocernos mejor a nosotros mismos, dado que el arte verdadero puede ser visto como el vehículo transmisor de una verdad esencial, en este caso referida a la propia naturaleza humana. Comprender el arte significa saber identificar la luz de un atardecer en un paisaje de Camille Corot; ver en el gesto de una escultura renacentista el momento concreto de todas las adolescencias humanas, o sentir que los caballos esculpidos por Fidias en el Pantenón adquieren fuerza y movimiento, oliendo el polvo que levantan sus cascos. La comprensión implica un diálogo más personal e íntimo con la obra, por lo que requiere cierta imaginación y capacidad de decisión; es un tú a tú del espectador con el objeto de contemplación artística. Resulta aquí oportuna la alusión a Rainer Maria Rilke, quien cultivó un acentuado interés por las artes plásticas, en especial por la obra de Rodin y Cézanne. El poeta austríaco, al hablar de las creaciones de estos artistas las definía como un lenguaje indecible, el cual prácticamente no se puede expresar con palabras. Así, la lectura de la obra de arte consiste en dotar de significado los estímulos generados por su contemplación, aunque muchas veces no puedan explicarse verbalmente. A pesar de ello, «Comprender la obra de arte» es un apartado que intenta despertar la curiosidad del lector a través de algunos elementos que pueden conocerse de la obra, enfocados siempre de cara a nuevas vías de ver el arte. Por este motivo, en muchos temas de esta sección del libro se utiliza un lenguaje figurado, con alusiones a otros aspectos de la realidad. 07 08 MÉTODO 01 El color En el mundo del arte, al hablar del color a veces se confunden los términos por considerarlo un tema simple, sin ninguna importancia, cuya única finalidad es decorativa: el color, según esta idea, no sería más que un añadido, útil para revestir y presentar las obras lo más correctamente posible. Pero, al adentrarnos en el tema, descubrimos que el color ha sido uno de los aspectos más estudiados, observados y analizados por los artistas y científicos, que han deseado comprender sus características entre las diferentes tonalidades. Al hablar de color se debe distinguir entre dos conceptos: el color-luz y el color-pigmento. El color-luz pertenece a la disciplina científica, destacando aquí las importantes aportaciones realizadas por Isaac Newton, quien descubrió que la luz se compone de longitudes de onda separadas que se perciben como rayos cuando se refractan a través de un prisma en una superficie, con lo cual revelan siete colores distintos, correspondientes a los siete colores del arco iris: el rojo, el anaranjado, el amarillo, el verde, el azul, el añil y el violeta. El color-pigmento se refiere a las técnicas y a la teoría del color desde el punto de vista pictórico. En la paleta del pintor, los colores están formados por pigmentos (colorantes procedentes de tierra, minerales o sustratos vegetales o animales) y un aglutinante que, disuelto en el pigmento, permite las mezclas de los colores y la adhesión al soporte. Entre los aglutinantes más conocidos destacan el aceite de linaza para la pintura al óleo, la goma arábiga para las técnicas al agua, como la acuarela, o la yema de huevo para la pintura al temple. La relación cromática del color-pigmento tiene poco que ver con los teoremas científicos sobre la descomposición de la luz, ya que estos colores están sujetos a las leyes químicas. No obstante, algunos artistas han intentado conciliar los respectivos presupuestos de la ciencia y el arte en sus obras. Es el caso del poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien, en colaboración con el pintor Otto Runge, construyó y luego publicó, en 1810, los llamados círculos de color, con la intención de que los importantes descubrimientos realizados por Newton fuesen útiles para los futuros pintores. Gauguin, Paul. “El Cristo Amarillo”. 1889. El círculo cromático se divide en tres bandas: la interior muestra la mezcla resultante de los tres colores primarios: el rojo, el amarillo y el azul. Éstos son los colores más puros, saturados (porcentaje de tinte puro), porque no pueden hacerse con la mezcla de otros colores. La banda interior muestra los doce colores mezclados con cantidades variables de blanco, con lo que se obtienen tonalidades diferentes (cantidades de valor de luz distinta). La banda exterior del círculo está formada por los doce colores mezclados con cantidades variables de negro, que proporcionan tonos más oscuros. A lo largo de la historia del arte, algunos pintores han convertido el color en un medio de expresión de inusitada violencia. Es el caso de Paul Gauguin, quien en el lienzo de El Cristo Amarillo empleó este color, el amarillo, vibrante y ácido, para expresar, según sus propias palabras «una gran simplicidad, rústica y supersticiosa». El detalle de esta pintura de la Antigüedad clásica, milagrosamente preservada entre las ruinas de Pompeya, ayuda a comprender algunas de las relaciones cromáticas que pueden llegar a establecerse en el ámbito pictórico, en este caso centradas en el contraste a través de dos colores complementarios, como el rojo del fondo a la pared y los verdes del suelo. Estos se contraponen y destacan entre sí. Los dos colores presentan un tono más bajo que las figuras, contribuyendo a resaltar éstas, más claras y pintadas a partir de colores tierras, cuya luminosidad atrae la inmediata atención del espectador. De este modo, el anónimo artista consigue crear una convincente sensación de espacio mediante la única ayuda del color, es decir, del contraste entre unas tonalidades y otras. Ante una de las obras más importantes de Georges Seurat, el espectador puede captar el grado de desarrollo de los experimentos cromáticos que dieron lugar al divisionismo o puntillismo, experimentos basados en los descubrimientos de físicos como Eugène Chevreul y Oden Road. Los pintores de esta corriente, como Paul Signac o el mismo Seurat, llevaron hasta las últimas consecuencias las aportaciones dci impresionismo: en sus pinturas, el ojo del espectador acaba amalgamando la infinidad de colores superpuestos en pequeños puntos. La mezcla de color ya no se realiza en la paleta del artista, sino en la retina del espectador. 09 Vermeer, Johannes. “La lechera“. 1658 La luz Muchos estudiosos consideran que el inicio de la cultura, la leyenda y los mitos surge alrededor del fuego que ilumina, protege y conforta a la comunidad. En los grupos humanos primitivos y las primeras civilizaciones históricas, la importancia de la luz se manifiesta en la representación del Sol, centro de vida y fuerza poderosa, en escudos, emblemas y vestidos de reyes y chamanes. Así mismo, la luz era considerada un don divina en la Edad Media: el iluminado era una persona que conocía la verdad y la sabiduría de Dios. En las pinturas medievales se representan las figuras religiosas con un halo áureo como símbolo de iluminación. Durante la revolución científica, la luz se convirtió también en objeto de estudio. Entendida como materia, fue analizada hasta llegar a los descubrimientos de Isaac Newton, cuyos hallazgos se basaban en la descomposición de la luz. En el mundo del arte, el estudio de la luz adquiere especial importancia en los artistas que se inician en ms disciplinas, ya que es entendida como una serie de rayos o partículas que inciden sobre las formas o los objetos de la realidad, y así permite que sean reconocidos. Los artistas observan el mundo atentamente para captar las diferencias y los matices que nos posibilitan reconocer las cosas. El claroscuro ha sido la forma plástica que mejor ha permitido expresar a los artistas su conocimiento de la luz. El contraste entre el blanco y el negro sirve en estos casos para explicar plásticamente la configuración de los objetos, casi siempre con una clara voluntad expresiva. El claroscuro permite al artista representar la forma de un objeto mediante el juego de luces y sombras: se emplean gamas de luces que van desde el blanco, para las zonas más luminosas, hasta los oscuros de las sombras, representadas por el negro. Leonardo escribió al respecto: «Hemos de poner blanco como representación de la luz». La representación de la bendición del pan y los restantes alimentos por Jesús hace que los demás comensales puedan identificarlo como Cristo resucitado. La cena de Emaús permite al pintor experimentar con la luz, busca: la representación de la realidad bajo un foco de luz dirigida a través de una ventana. El resultado es una obra contrastada en la que aparecen grandes zonas de luz y sombra. Es un ejemplo del estilo claroscuro iniciado por Caravaggio en la pintura, más conocido como estilo «tenebrista». Esta manera de utilizar la luz permite resaltar el carácter expresivo del momento, tal y como lo describen las posturas y los gestos de los apóstoles en actitud de sorpresa. El pintor holandés Johannes Vermeer ha alcanzado gran fama merced a sus lienzos, en los que gusta de representar a gentes anónimas realizando actividades domésticas y cotidianas, en el interior de sus hogares y rodeadas de objetos de uso diario organizados en forma de bodegón. Como en el cuadro La lechera, todas sus obras se desarrollan en una escena bañada por una luz sutil y transparente que trasluce silencio y repaso. Ante la pintura de Vermeer se habla del instante diario congelado para la eternidad, o de la «santificación» de un momento vulgar, cotidiano, gracias a esa luz delicada y tenue que eterniza el espacio temporal. Hay a una serie de cincuenta cuadros realizados entre 1892 y 1895 por Claude Monet sobre el tema de la catedral de Ruán. En ella, su voluntad no era otra que la de demostrar las variaciones que los cambios de luz y color producen en un mismo objeto, observado desde un punto de vista invariable. De esta manera, Monet consiguió pintar la catedral a distintas horas del día, desde el amanecer hasta el crepúsculo, cambiando de lienzo al mismo tiempo que variaba la luz. 10 MÉTODO 01 La forma Además de por la textura o el color, el hombre identifica el mundo que le rodea por sus formas. Esto, que a primera vista puede parecer una perogrullada, reviste una particular importancia en el terreno del arte, ya que éste utiliza un lenguaje compuesto e integrado por formas. Por sus características, diferencias y similitudes, el hombre ha ido asociando los volúmenes que ocupan los cuerpos en el espacio y los ha clasificado por sus formas. Hablamos así de formas geométricas, redondeadas, angulosas o rectas, compactas o dispersas, etc. Las formas pertenecen al universo de las tres dimensiones (altura, anchura y profundidad) y, a lo largo de los siglos, han sido utilizadas para crear obras de arte. El arte de las formas consiste, por tanto, en transformar la materia (barro, piedra, madera…) o el espacio para expresar ideas, sentimientos o simplemente, suscitar en el espectador un placer estético. Observando algunas representaciones artísticas podemos identificar ciertas características de la forma entendida como vehículo de expresión. Esta representación de uno de los ídolos de la sociedad de las islas Cícladas, en Grecia, se caracteriza por ser una escultura de pequeño tamaño y de formas simples y geométricas. “Cabeza de Amorgos”. Finales del III milenio aC Los estudios realizados sobre estas culturas demuestran que esta simplificación no se debe a un impedimento técnico, como durante mucho tiempo se había creído, sino a una clara voluntad expresiva. Así, se observa que existe la intención de abstraer de la realidad la idea que se quiere expresar mediante la esquematización y geometrización de las formas hasta el extremo. Estas formas tan compactas, cerradas en sí mismas, sitúan el centro de gravedad dentro de la propia escultura, con lo que se aumenta la atención del espectador y se ofrece, al mismo tiempo un modelo rico también en valores expresivos, directo y, por su carácter sencillo, rico en simbología, que obliga a quien lo contempla a finalizar mentalmente la obra con aquello que se quiere insinuar. Más que un escultor, Auguste Rodin debe ser considerado un modelador. La diferencia entre un escultor y un modelador es que el primero construye la forma eliminando material del bloque, mientras que el modelador construye las esculturas por añadidura, es decir, superponiendo el barro paulatinamente. Una de Las características de los trabajos de Rodin es que éstos «respiran». Calificadas de impresionistas porque captan instantes fugaces, sus figuras dan la sensación de que se evaporan, de que son volátiles e ingrávidas, muy ligeras. Al contemplar la pintura de Ingres comprendemos que es posible hablar de forma en un espacio bidimensional, es decir, de dos dimensiones. Toda la obra del pintor francés se caracteriza por el predominio de lo lineal. Cuando en pintura utilizamos el concepto «lineal», nos estamos refiriendo a la relación existente entre las formas de las figuras o los objetos y el fondo de la composición. Lo lineal, en el discurso pictórico, es un concepto estético que designa la creación de pinturas en las que la línea encierra la forma. Dentro de lo lineal podemos considerar también las cerámicas griegas del siglo V a.C. y, ya en el siglo XX, muchos dibujos de Pablo Picasso, artista que nunca ocultó su profunda admiración por el estilo sobrio y académico de Ingres. En contraposición a lo lineal distinguimos el concepto de lo: «pictórico». Esta corriente estética encarna un gusto y una manera de entender la pintura mucho más libre, más desdibujada, en la que entran en constante diálogo plástico el fondo y los elementos situados en primer plano, en ocasiones incluso confundiéndose. La pintura de Eugène Delacroix, máximo exponente de esta manera de haces que cuenta también con nombres como Peter Paul Rubens o Willlam Turner, busca en el lienzo una poética más referida al color y a la atmósfera que a la forma. 11 Van Gogh, Vincent. “La noche estrellada”. 1889 El movimiento Suele decirse que las buenas obras de arte son aquella que «están vivas». Esta es una expresión frecuente entre los artistas. Es interesante conocer este tipo de comentarios, ya que nos invitan a la reflexión y a una comprensión de la obra alejada de cualquier tipo de academismo. Los artistas viven y sienten sus obras como algo propio, y en muchas ocasiones hablan de sus creaciones como si se tratase de un hijo. La experiencia artística es aquella en la que el creador refleja lo vivido o el espectador revive momentos o sensaciones que alguien plasmó en otro lugar y tiempo, como si de una huella se tratase. Conviene, como espectadores que somos, que entremos en estas coordenadas, que sintamos la obra como algo nuevo, que seamos capaces de interpretar lo que a cada uno nos está diciendo; si es así, accederemos a un lenguaje sin palabras, pero que comunica tanto como cualquier otro, si no más. Cada obra de arte posee un tiempo, llamémosle ritmo o cadencia. Igual que las personas o cualquier otro ser vivo, hay obras que son lentas y tranquilas, y otras que son nerviosa y muy dinámicas. Muchas veces, instintivamente, es espectador se identifica con una u otra en función de las coincidencias entre lo que la obra le transmite y su propia personalidad. El tema del movimiento profundiza en estos ritmos, y constituye una ayuda para identificar los latidos del arte. Podríamos dividir el movimiento de las obras en dos grandes grupos: las que por sus características producen una sensación estática, y las que sugieren el efecto contrario, es decir, una sensación dinámica. En el grupo de obras que producen una sensación estática se observan unos rasgos característicos: desde el punto de vista compositivo, estas creaciones están inscritas en una estructura en la que predomina la verticalidad y la horizontalidad. Son cuadros o esculturas ordenadas, a menudo simétricas. Desde el punto de vista cromático, muchos de estos trabajos se caracterizan por el predominio de tonos fríos (azules, lilas, negros, etc.). Las tonalidades oscuras se observan en obras serenas e invitan a sentir ritmos lentos y tranquilos, debido a que estos tonos se asocian a la idea de profundidad. Por lo que respecta a las temáticas, las obras de carácter espiritual, relacionadas con la contemplación o la oración, o las representaciones de divinidades o reyes, por regla general acostumbran despertar sensaciones estáticas. Las obras que producen una sensación dinámica, desde el punto de vista compositivo, se estructuran en líneas oblicuas o curvas que provocan la impresión de desequilibrio. Los tonos cálidos se asocian a percepciones de agitación. En este sentido, muchos de los temas que han generado obras de arte cuya sensación es dinámica corresponden a batallas, bacanales y temas mitológicos e históricos en los que predomina la acción. El grupo de dos figuras de Gian Lorenzo Bernini se inscribe en una estructura compositiva cuya sensación es dinámica. Las dos figuras narran el momento en que el dios Plutón alcanza a Proserpina para llevarla consigo a los infiernos. Es una escultura en movimiento de las más interesantes de la historia del arte, gracias a que Bernini construye la obra sobre un eje en espiral. Las naturalezas muertas del Barroco español, como ésta de Francisco de Zurbarán, invitan a la contemplación y el reposo. Son obras silenciosas y muy sencillas, pero que lo llenan todo. Construida sobre una estructura compositiva dc absoluto orden horizontal y simétrico, es un claro ejemplo de pintura cuyo ritmo es estático y de un cierto regusto místico. Muchos pintores han hallado en los temas nocturnos la fuente de inspiración para creaciones sutiles en las que predominan las sensaciones de reposo, paz y tranquilidad. Sin embargo, el lienzo La noche estrellada, pintado por Vincent van Gogh en un monumento crucial de su existencia, expresa una noche en movimiento, muy agitada. La obra es un claro ejemplo de cómo la mirada del artista está condicionada por su estado de ánimo. Van Gogh se siente inquieto y alterado, y por este motivo pinta la noche cambiante a partir de torbellinos que giran en direcciones opuestas. 12 MÉTODO 01 El espacio Una de las mayores preocupaciones de los artistas a lo largo de toda la historia ha sido la representación del espacio. Desde las primeras manifestaciones artísticas hasta las últimas, éste sigue siendo un tema abierto que elude cualquier solución definitiva. Sin embargo, antes de seguir adelante, es necesario definir el concepto de espacio. Evitando toda disquisición filosófica, en el caso concreto de la pintura y el relieve no es más que el ámbito en el que se desarrolla la acción plasmada en la obra, todo aquella que se sitúa en el interior del límite impuesta por el marco de un lienzo o un retablo, y las distintas relacione que se establecen entre los elementos en ello representados. Durante el Renacimiento los artistas centraron su creatividad en el estudio del mundo natural. La observación y plasmación de la naturaleza constituye la actividad de estos creadores, para los cuales, como en el caso de Leonardo da Vinci, la frontera entre arte y ciencia es casi inexistente. el problema de la representación espacial en el Renacimiento es fuente de inspiración. Como puede observarse en la Anunciación, el jardín donde se encuentra la Virgen está perfectamente representado y destaca por su extrema sensibilidad. En el Renacimiento también se desarrollan la perspectiva y todos los sistemas de representación del dibujo geométrico que hoy conocemos. La estructura compositiva del cuadro de Rafael Sanzio parte de estos principios: destaca, por un lado, la línea del horizonte, que indica la altura de los ojos o, lo que es lo mismo, el punto de vista del observador. Por otro lado, sobre esta línea también destaca un punto conocido como punto de fuga. Todas las líneas oblicuas de la composición convergerán en este punto; de ahí viene su nombre. Curiosamente, este punto también se encuentra en el centro de la escena. Con esta disposición, elevando un poco el punto de vista del observador, Rafael consigue dar más importancia al edificio sagrado que ocupa el fondo, sobre las figuras en primer plano, y acentúa también su importancia al hacer coincidir todas las líneas de fuga sobre él. Esta obra es una pintura mural, técnica que fue muy utilizada en el arte egipcio. El soporte de este procedimiento era el muro cubierto de bajorrelieves, que se podían pintar. La pintura se aplicaba directamente sobre la pared lisa, una vez se había preparado. Para los egipcios, la representación artística actuaba como un doble de la realidad. Gracias a las escenas que aparecen en las tumbas, los difuntos tenían la garantía de que podían poseer en la vida eterna los bienes de que habían disfrutado en la terrenal. La pintura de Tebas ilustra una escena donde unas personas están prensando la uva. Este mural es un ejemplo de la manera de plasmar el espacio en esta civilización. En muchas culturas antiguas, la idea de profundidad se soluciona mediante la identificación del concepto de lejanía con la parte superior de la composición, mientras que en la parte inferior se sitúan todos los elementos y formas más próximos al espectador. Teniendo en cuenta este principio sabemos que las tinajas del vértice superior derecho están más alejadas que las figuras que prensa la uva, situadas en la parte inferior de la composición, mucho más cercanas al espectador. Los egipcios expresaban el espacio de forma simbólica porque no pretendían realizar una representación exacta de la realidad. La finalidad de estas pinturas era perpetuar la existencia del difunto en el más allá. Este cuadro representa la entrega de las llaves de la ciudad que el derrotado hace al vencedor. La escena transcurre en un campo de batalla, y el espacio se resuelve a la manera tradicional: un primer plano en el que se desarrolla la acción principal y al fondo, representados en tamaño menor, todos los detalles propios del campo de acción. Pero lo más importante desde el punto de vista espacial es lo que se conoce como perspectiva aérea, recurso definido por primera vez por Leonardo y que consiste en considerar las formas y los objetos representados en profundidad, lo cual se consigue a través de un grado de contraste mucho menor y mediante una difuminación de los colores desde el punto de vista cromático. Por su técnica magistral, se dice que lo que hace Velázquez, pictóricamente hablando, es «pintar el aire», debido a esta sensación atmosférica que el espectador percibe en ésta y en otras de sus obras. Velazquez, Diego. “La rendición de Breda”. 1634-1635. “Vendimia”. XVIII Dinastía. 13 La composición La obra de arte se organiza según unas leyes que permiten que los elementos que intervienen en ella adquieran significado. No son leyes estrictamente científicas, pero sí guardan una lógica interna. El conocimiento de estos principios confiere al espectador una mayor fluidez a la hora de enfrentarse al arte. Los artistas clásicos, como por ejemplo los renacentistas, fueron grandes conocedores de las leyes plásticas, aunque, paradójicamente (y aquí estriba la grandeza de los genios), su dominio de ellas llegó a ser tal que resultan imperceptibles: no constituyen aquello que atrae la mirada del espectador, sino que sólo se descubren en toda su complejidad tras un minucioso análisis. Uno de los componentes más importantes que configuran la obra plástica es la composición. Por este concepto se entiende la ordenación de las formas y los elementos en el espacio plástico; un lienzo, una hoja en blanco, un bloque de piedra para realizar una escultura o cualquier otro medio susceptible de ser transformado artísticamente. Si tomamos como ejemplo una balanza, podemos entender cómo funcionan las leyes compositivas; en las mejores obras de arte se puede observar que los elementos que las configuran guardan una perfecta armonía, un equilibrio, y que unos y otros se compensan y complementan mutuamente. Sin embargo, a veces el artista, para crear una sensación concreta, puede romper de manera deliberada este equilibrio: en este sentido, la transgresión de la lógica compositiva, por la sorpresa que conlleva, constituye un medio expresivo inusualmente adecuado. Es el caso de muchos artistas barrocos y románticos, en los cuales las leyes estructurales están siempre subordinadas a la voluntad expresiva. En el caso de las disciplinas en que el soporte bidimensional, como por ejemplo la pintura o el dibujo, podemos hablar de cuatro ejes que regulan las normas compositivas. Este dibujo muestra los dos primeros ejes compositivos; el horizontal y el vertical. Centrados, ambos ejes que dividen el espacio en cuatro cuadrados iguales, dos superiores y dos inferiores. La situación de las formas en relación con estos ejes hace que la obra sea o no equilibrada en función de su simetría. El recurso de la simetría ha sido usado por los artistas desde prácticamente los orígenes del arte. En el pantocrátor del Libro de los Testamentos se observa un trabajo realizado bajo preceptos estrictamente simétricos. En el centro de ambos ejes se sitúa Jesucristo: de este modo, y en comparación con el resto de figuras que integran la composición, esta figura queda realzada. A ambos lados aparecen los apóstoles en grupos de seis. La sensación predominante en el conjunto es de estabilidad, orden y quietud. Así, mediante este recurso, el artista consigue transmitir la idea de inmutabilidad y perfección de Dios. Los otros dos ejes importantes desde el punto de vista compositivo son los que unen los vértices, comúnmente conocidos como las diagonales del cuadrado. Las flechas indican la sensación ascendente o descendente que caracteriza a cada una de ellas. El recurso de estas diagonales ha sido explotado por los artistas barrocos y románticos. El eje horizontal del cuadrado divide también la obra en dos partes, una superior y otra inferior. Esta división hace que en la parte inferior las formas más grandes o que transmiten una sensación más pesada se equilibren y se mantengan mejor que en la parte superior. La razón de este hecho hay que buscarla en las cualidades de la percepción humana, ya estudiadas y aplicadas con extraordinaria eficacia por los artistas de la Grecia clásica. Estas mismas formas suspendidas en la parte superior producirían un efecto extraño, de desequilibrio de las partes. En una obra, Rubens se apoya en una de las diagonales del cuadrado para expresar visualmente la idea del descendimiento del cuerpo de Cristo de la Cruz. La obra transmite la sensación de movimiento, reforzada por el ritmo en S que sigue el dibujo de todo el grupo de personajes. Pero si existe un lugar predominante en la composición, ése es el punto central, donde se cruzan todos los ejes. Es como el punto de atracción en el que convergen todas las líneas del cuadro y hacia el cual se dirige primero la mirada del espectador. Este lienzo barroco de Juan Sánchez Cotán es muy interesante desde el punto de vista compositivo por la ordenación que en él se establece de las frutas y hortalizas en un arco de círculo. El artista compone el cuadrado de manera consciente sobre un estricto orden geométrico que puede observarse en el dibujo de la izquierda. La ligera curva que desciende suavemente favorece la sensación de paz, tranquilidad y reposo que la obra desea transmitir, aunque sólo un análisis riguroso permite percibir la exactitud matemática que rige el conjunto de la composición. El resultado es un trabajo que sobrepasa su apariencia de naturaleza muerta para convertirse en expresión de un ideal casi místico. Sánchez Cotán, Juan. “Bodegón”. 1602. MÉTODO 01 La expresión En el arte, la única y verdadera norma que dictamina sobre la calidad de una obra, si es buena o no, es el transcurso del tiempo. Como si de una conciencia colectiva se tratara, presente en todas las épocas, nunca se equivoca. El tiempo va desgranando el trabajo de los artistas, va desnudando sus obras de todo aquello que es accesorio hasta mostrarnos la verdadera esencia del creador. Es el paso del tiempo el que nos dice que Velázquez ha sido el pintor con la mirada más objetiva ante la realidad, el que destaca de Rembrandt su lucha existencial, en unas pinturas que surgen de la oscuridad y van tomando forma a través de la luz; es el tiempo también el que ha considerado a Vermeer o Monet como pintores que expresan la luz, fuente de inspiración en ambos, aunque la plasmaran de formas tan diferentes como igualmente verdaderas. En el caso de otros pintores como Cézanne, la temática por él cultivada lo convirtió en el «pintor de la manzanas», y resulta sorprendente leer en su correspondencia la intención de sorprender a todo París pintando estas frutas. El tiempo también ha considerado a Picasso el genio del siglo XX, y ha destacado su interés formal a la hora de releer y recrear la historia del arte a través de sus cuadros. Y a los hombres representados en movimiento fugaz, dentro de espacios vacíos y fríos, a las imágenes desgarradas, e incluso descarnadas, pintadas por Francis Bacon, les otorga una particular expresión el ser del siglo XX. Toda obra de arte y, en consecuencia, todo creador, trata de expresar algo a través de su labor artística, del fruto de su talento. Al espectador corresponde el ser capaz de ver qué quiere transmitir en su obra el artista. En este apartado, a partir del estudio de cuatro obras, intentaremos descubrir la expresión más importante de cada una de ellas. Se trata de ver qué es lo predominante en el cuadro o la escultura, cuál es su esencia. Para llegar a este nivel es necesario profundizar en un tipo de análisis en el que la intuición, educada bajo la observación de muchas obras de arte y el conocimiento de los medios, las técnicas y los materiales, nos permita descubrir las claves de la expresión. Danaé es uno de los cuadros más conocidos de Tiziano para estudiar la expresión en la obra de arte, ya que en él tanto la temática tratada como los recursos expresivos se funden en un todo perfecto y único. El tema del lienzo representa a Dánae, encerrada por su padre, el rey de Argos, para evitar que se cumpliera el oráculo, según el cual, el hijo que de ella naciera, lo mataría. Júpiter fecundó a la doncella transformado en fina lluvia de oro, y nació Perseo. El aspecto expresivo que más destaca en esta obra es el sensual. Tiziano presenta a Dánae ocupando gran parte de la composición, en posición de tres cuartos. No oculta su sexo, y su expresión y actitud de feliz abandono la muestran complacida y consciente de lo que sucede. Su dominio de la técnica permite a Tiziano expresar la sensualidad dominante sobre todo a través de un aspecto tan abstracto como es el color. El lienzo constituye un claro ejemplo de cómo el tema y la técnica encuentran algo que expresar en consonancia, en este caso el placer de los sentidos. La segunda obra seleccionada contrasta de forma notable con la anterior, puesto que pretende expresar sensaciones completamente diferentes de las de Dánae. Es la representación de María Magdalena, una mujer joven, marcada por las privaciones de una vida de penitencia. Su cuerpo, envuelto en una estera de palma, está en posición ligeramente curvada ante un crucifijo que lleva en la mano izquierda, mientras que la derecha, apoyada en el pecho y con la palma abierta, invoca a la cruz, anhelante. Su expresión es de sufrimiento, con la mirada triste y la boca entreabierta. La obra está tallada en madera, y después policromada. El material no permite trazos espontáneos sobre la madera, debido a su dureza, pero sí un trabajo lento, muy detallado, que expresa rigor, contención y dedicación. Este lienzo es una de las obras más emblemáticas del británico Francis Bacon. En él, el pintor expresa el drama de la existencia mediante la representación de la violencia, a través de un rostro desgarrado, retorcido, seccionado, que destaca cromáticamente por sus tonos carnosos (lilas y rosados, contra puestos por otros colores «putrefactos»). Se trata de un tipo de pintura que acentúa la idea de la fragilidad humana, con el hombre visto como un trozo de carne en descomposición. Las pinturas de Willem de Kooning se inscriben en el expresionismo abstracto estadounidense, al que también pertenecen nombres como Jackson Pollock o Mark Rohko. De origen holandés, este artista sorprendió en la década de 1940 con unos trabajos que surgen de procesos del subconsciente, pero que, a diferencia de la mayor parte de sus compañeros de movimiento, dejan entrever elementos identificativos de la realidad, aunque muy deformada. El resultado es una obra que destaca por la fuerza y tensión de su factura, fruto de un mundo desconocido como es el de la mente y unos pocos elementos racionales que otorgan a la pintura un significado primitivo y esencial. Toda su potencia expresiva viene dada en ella por la violencia e inmediatez de sus trazos (lo que se ha dado en llamar «gestualismo») y por un empleo inusualmente agresivo del color, desprovisto de toda connotación realista. Bacon , Francis. “Autorretrato”. 1972. 14 15 Las proporciones Los grandes artistas que han buscado la belleza en la representación del cuerpo humano han topado siempre con el problema de las proporciones. Por «proporciones» se entiende la relación equilibrada entre las partes de un todo. En el caso de la representación de la figura humana, las proporciones hacen referencia a las relaciones de tamaño que existen entre las diferentes partes del cuerpo. Los dos cánones (o relación de proporciones) más conocidos en la cultura grecolatina se deben a dos escultores pertenecientes a la Grecia clásica: Policleto (siglo V a.C.) y Lisipo (siglo IV a.C.) La escultura más difundida de Policleto es el Doríforo, también conocida como El canon por su importancia en el estudio del tema de las proporciones. En la obra, la altura total del cuerpo corresponde a siete veces y media el tamaño de la cabeza. A partir de esta primera medida de proporción, Policleto estableció relaciones matemáticas muy simples y efectivas en función de las diferentes partes del cuerpo. Da Vinci, Leonardo. “Hombre de Vitruvio”. 1492. El canon de Lisipo parte del mismo principio que el de Policleto al relacionar la altura total del cuerpo humano con el tamaño de la cabeza, con la salvedad de que en el caso de Lisipo la altura total de la escultura es de ocho veces la altura de la cabeza. Gracias a esta proporción, las figuras de Lisipo son más estilizadas y esbeltas que las de Policleto, y reflejan la encarnación de otro tipo de ideal para el cuerpo humano. Cuando la representación del cuerpo sobrepasa las ocho cabezas con relación a la altura total, nos encontramos con unas proporciones más apropiadas para atletas, héroes o divinidades. Este es el caso del Apolo de Belvedere, atribuido a Leocares, una escultura que responde a un canon en que la altura total equivale a ocho cabezas y media. Este famoso dibujo de Leonardo da Vinci es un estudio de las proporciones de la figura humana inscritas en lo que se conoce como «divina proporción», según la cual las proporciones humanas se corresponden con figuras geométricas simples. Esta proporción fue expuesta en el plano teórico en 1509 por el padre Luca Paccioli, quien basó sus estudios en los descubrimientos de Leonardo y Piero della Francesca. Su propósito no era otro que el de establecer y elaborar unos sistemas matemáticos que permitieran al artista la expresión de una belleza ideal, de un canon de belleza que tenía su referente formal en los modelos clásicos grecorromanos y cuyos principios se trasladaron también al ámbito arquitectónico, con edificios concebidos a escala humana. La divina proporción parte del teorema conocido como sección áurea, que consiste en una línea recta que se divide en dos partes desiguales: cuando la relación de la parte menor con respecto a la mayor es igual a la relación de la mayor con respecto a la longitud de toda la línea, nos encontramos ante una sección áurea. Los análisis realizados demuestran que algunas partes de la figura de Leonardo comparten proporciones dentro de la sección áurea. A diferencia de las de El Greco, y a pesar de que las proporciones son las normales, las figuras de Rubens destacan por su gordura, lo que transmite una sensación menos espiritual y más carnal. La caída de los volúmenes se ha comparado en ocasiones con los pliegues de los ropajes del escultor griego Fidias: con este recurso, ambos artistas, a pesar de los siglos que los separan y las diferentes técnicas empleadas, supieron acentuar la zona del cuerpo que les interesaba, dotándola de una mayor sensualidad. Si se compara el canon utilizado por El Greco en sus pinturas respecto a las proporciones clásicas establecidas por Policleto o Lisipo, e incluso por los artistas renacentistas como Leonardo o Durero, el resultado parecerá desmesurado o desproporcionado. Sin embargo, obedece a un propósito muy meditado por el pintor y muy habitual entre los artistas del manierismo: la figura pintada por El Greco destaca por su cuerpo alargado y muy delgado, con una cabeza que es la novena parte de la altura total. De esta manera, el pintor cretense consigue transmitir una sensación de elevación y espiritualidad muy apropiada para la temática de la obra. 16 MÉTODO 01 La tensión Al hablar de tensión, la primera imagen gráfica que nos asalta es la de un arca tensado por una flecha. Si analizamos la imagen, podemos afirmar que la tensión es el fruto de dos fuerzas opuestas: la cuerda del arco y la fuerza que genera el brazo mediante la fecha. Boccioni, Umberto. “El ruido de la calle penetra en la casa”. 1911. En la antigua Grecia, el filósofo presocrático Heráclito argumentaba que la vida sólo era posible gracias a la lucha de contrario: el árbol, por ejemplo, no existiría sin una oposición entre la semilla y la tierra, ni tampoco el día, la luz, si no fuese por la noche, la oscuridad. En el campo de la moral, el bien y el mal son las dos caras de una misma moneda: una permite la existencia de la otra. Es la clásica lucha que los griegos personificaron en las figuras de los dioses Apolo, símbolo de equilibrio y perfección, y Dionisos, que encarna el instinto y la irracionalidad la pasión. La tensión es, por lo tanto, el resultado del enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas. Su espacio no es físico, de modo que se trata de un valor que no se puede medir. La tensión obedece más a una sensación parecida a un desequilibrio, a una vibración o a una presencia de algo que «no es», engendrado por lo que «sí es». En el tema dedicado a de expresión, en este mismo apartado del libro, al referimos a la obra hablábamos de la necesidad de sentirla coma algo vivo. Siguiendo con las imágenes gráficas, esa vida, ese cosquilleo que uno siente frente al arte, se debe a una tensión entre opuestos. Estos opuestos sí que los podemos apreciar y analizar. Para ejemplificar el tema de la tensión hemos seleccionado una escultura en bronce que representa al dios de la mitología grecorromana Mercurio, obra del escultor italiano Giambologna, uno de los mejores representantes de la escuela manierista, porque constituye un claro ejemplo de tensión. En ella, su autor pretendía transmitir la idea de que el dios está en pleno desafío de las leyes de la gravedad, mientras sostiene el peso de su esbelto cuerpo sobre el pie izquierdo y mantiene un difícil equilibrio sobre el soplo de Eolo, la divinidad de los vientos. Giambologna tardó más de quince años en resolver los problemas técnicos que le planteaba esta pieza. El resultado es una obra maestra, un extraordinario ejemplo de ligereza, conseguido gracias a un cuidadoso estudio de fuerzas y pesos, que da lugar al engaño visual que sugiere que el dios se sostiene ingrávido. El dibujo muestra la direccionalidad de fuerzas mediante flechas, para que el lector pueda hacerse una idea de cómo el escultor solucionó el problema del equilibrio de masas. El lienzo de El expolio refleja una increíble tensión en la acción plasmada. El Greco representa el dramático momento en que los soldados romanos despojan a Cristo de sus vestiduras antes de ser crucificado. La intensidad del momento se refleja mediante la multitud de personajes que, con la direccionalidad de sus miradas y la contraposición de sus gestos, crean un desorden formal y emocional que contrasta con la serenidad que transmite la figura de Cristo. El Salvador introduce, además, un elemento de orden y quietud en un espacio vibrante y en continua movimiento. El carmesí de sus ropajes también lo delata, al actuar este color como un nuevo elemento de contraste que se contrapone al resto de la composición, que sube en tonos tierras y azules mucho más apagados que los de la túnica de Cristo. Obra perteneciente a la cultura japonesa, concretamente al estilo de la escuela Rinpa, estos Iris forman parte de la decoración de un biombo de seis hojas, en el que el artista, sobre fondo claro y mediante el empleo de los colores verde y azul, pinta unos iris que se caracterizan por su sencillez y extraordinaria gracia y belleza. La eficacia de la composición, de una gran sutilidad (por otro lado propia de esta escuela pictórica japonesa), reside en la tensión producida por el fondo claro, de color dorado, y los tonos oscuros de los vegetales que se recortan sobre él. Gracias al talento del artista, el espectador percibe, a través de los perfiles del fondo, la naturalidad y elegancia de estos vegetales. La tensión no sólo a nivel emocional, sino sobre todo desde el punto de vista formal, ha sido un elemento estudiado y explotado por los artistas a lo largo de todo el siglo XX, en especial por los expresionistas y futuristas. En el presente ejemplo, el pintor Umberto Boccioni, perteneciente al movimiento futurista, crea una composición definida por la violenta contraposición de líneas y formas en un espacio que se revela deliberadamente caótico, con el propósito de reflejar la realidad cambiante y dinámica de la gran ciudad. La síntesis 17 Para ver cómo todos los elementos analizados hasta ahora por separado concurren en una misma obra de arte, seleccionado una de las cuadros más representativos de uno de los mejores artistas de la historia del arte: el holandés Rembrandt van Rijn. Se trata de El hijo pródigo, una obra en la que este pintor dio acabada muestra de su dominio de conceptos como la luz (expresada a través de un magistral empleo del claroscuro), el color (restringido en cuanto a la paleta, pero con una infinita gama de matices para cada tono), la composición (siempre equilibrada) o, sobre todo, la expresividad, realzada por la perfecta conjunción de todos los elementos que constituyen el alma del cuadro. Mediante un extraordinario empleo de la intensidad de la luz, Rembrandt consigue describir un espacio que el espectador debe imaginarse a partir de la posición de los personajes. Partiendo del fondo de La composición, puede observarse cómo una mujer se insinúa sobre una escalera. Otra figura más joven irrumpe de modo sutil en la escena y mira directamente el abrazo entre el padre y el hijo. Este rostro esboza una ligera sonrisa amable, que contribuye a acrecentar el clima de recogimiento que se respira en toda la obra. En primer plano, en la parte derecha con respecto al espectador, una figura barbada y de perfil representa al hermano mayor, el primogénito (figura 4), que mantiene las manos enlazadas mientras contempla también el abrazo. Detrás de él puede verse a otro personaje sentado, que representa a un siervo de la familia, testigo como todos los demás del acto, cuyo cuerpo aparece ligeramente iluminado por el foco de luz principal. A la izquierda en primer plano, se encuentra el motivo central del cuadro: el anciano padre se inclina sobre su hijo recién llegado y extiende las manos sobre su espalda. Es el encuentro emocionado entre el viejo padre y su hijo descarriado que, tras su arrepentimiento, ha vuelto al lado de los suyos. El padre lo acoge posando suavemente sus manos sobre la espalda. El hijo, arrodillado, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, expresa su arrepentimiento y, a la vez, percibe el profundo amor del padre. El conjunto del lienzo destaca por su gran expresividad, acrecentada por el hecho de tratarse de una obra de carácter intimista, en la que parece que no sucede nada. Esta es la razón de que sea uno de esos cuadros difíciles de explicar con palabras, puesto que lo que menos importa en él es la anécdota concreta que lo inspiró. Lo mismo de que la historia narrada sea la del hijo pródigo bíblico: lo importante es el sentimiento de amor del padre hacia su hijo que se desprende de ella, con un efecto conseguido única y exclusivamente a partir de procedimientos plásticos. En efecto, muchas son las obras que, a través de la historia del arte, han tratado este mismo episodio, con una iconografía no muy diferente de la utilizada por el artista holandés. Sin embargo, la de Rembrandt es diferente y consigue emocionar al espectador mediante elementos tan abstractos como la luz, el color o la pincelada, a lo que se ha de sumar la incontestable humanidad que Rembrandt supo transmitir en todos sus trabajos. La acción está marcada por la parsimonia del padre, como si pudiéramos percibir el movimiento de su espalda. Hablan aquí las sutiles fuerzas del cuerpo y las miradas que se concentran en el recién llegado. El hijo pródigo muestra un pie descalzo y sucio y la cabeza rapada, símbolo del sentimiento y de la pérdida de libertad sufridos por no haber valorado lo mucho que tenía y haber ambicionado más aún. En la figura del hijo se observa una manera volumétrica, apretada, de trabajar la forma. Es una forma que surge de dentro, presionando hacia fuera que parece haber sido modelada sobre arcilla con una espátula. La luz el color, como se ha comentado, son los componentes más importantes en las creaciones de Rembrandt. Son el cauce por donde fluye todo. Su obra es pura creación, modelado vivo sentimiento humano. Por este parte de un oscuro abismo que va iluminado sutilmente. Cabe aquí hablar de una luz que procede de dentro, de lo más profundo del ser. El verdadero foco del cuadro es el abrazo del padre y el hijo. Usando tonos entre ocres y dorados, en sus mezclas los colores se pierden como si de un gran abrazo cromático se tratase, convirtiéndose única y exclusivamente en luz. Van Rijn, Rembrandt. “El hijo pródigo”. 1662. Basada en un episodio del Nuevo Testamento, El hijo pródigo es una pintura que habla de algo tan básico como las relaciones humanas. En el aspecto formal, la acción representada por Rembrandt no transcurre sobre el tradicional espacio en perspectiva lineal, sino que el pintor prefiere describir el lugar mediante los recursos más característicos de la pintura, como los juegos de luces conseguidos a través del empleo del color. Por este motivo, debemos hablar de un espacio pictórico en el cuadro. 18 MÉTODO 01 Camille Corot, Jean Baptiste. “El coliseo visto desde los jardines Farnese”. 1826 Camille Corot, Jean Baptiste. “El foro visto desde los jardines Farnese”. 1826 Fidias. “Friso del Panteón”. 442-438 aC Camille Corot, Jean Baptiste. “El coliseo visto desde los jardines Farnese”. 1826 19 Seurat, Georges. “Un baño en Asnieres”. 1884 Caravaggio. ”La cena de Emaús”. 1596-1602 Monet, Claude. “La catedral de Ruán”. 1892-1893 20 MÉTODO 01 Rodin, Auguste. “El pensador”. 1880. Dominique Ingres, Jean Auguste. “La Fuente”. 1820-1826. Delacroix , Eugene. “La muerte de Ofelia”. 21 “Tuthmosis I”. XVIII Dinastía. Bernini, Gian Lorenzo. “Rapto de Proserpina”. 1621-1622 De Zurbarán, Francisco. “Bodegón con Naranjas”. 1633. 22 MÉTODO 01 Da Vinci , Leonardo. “Anunciación”. 1472-1475. “Libro de los Testamentos”. 1120. Rubens, Peter Paul. “El descendimiento de la Cruz”. 1612. Sanzio, Rafael. “Los desposorios de la Virgen”. 1504 23 De Kooning, Willem. “Mujer y bicicleta”. 1952-1953. De Mena, Pedro. “María Magdalena”. 1664. Vecellio, Tiziano. “Dánae”. 1553-1554. 24 MÉTODO 01 Leocares. “Apolo de Belvedere”. IV aC. Policleto. “Doríforo”. 440 aC. Rubens, Peter Paul. “El juicio de París”. 1635-1638. Giambologna. “Mercurio”. 1564. El Greco. “Anunciación”. 1597-1600. 25 El Greco. “El Expolio”. 1590-1600. 26 MÉTODO 02 MÉTODO 02 El Formalismo surge como la estética más eficaz en las artes figurativas. Si fijamos su origen en la Alemania del último tercio del siglo XIX, con la teoría de la pura visibilidad de Konrad Fiedler (1841-1895), que, vacía en su pureza, será desarrollada en seguida por uno de sus amigos, el conocido escultor Adolf von Hildebrand, es a través de este último y de Hans von Marées (1837— 1887) como llegará al teórico más importante del Formalismo propiamente dicho: Heinrich Wölfflin. El factor común entre los formalistas, desde los orígenes hasta las posteriores escuelas francesas (H.Focillon), inglesa (R.Fry, C. Bell) o italiana (B. Croce, L. Venturi), ha sido enfocar su estudio hacia el desarrollo “interior” del arte enfatizando la forma representativa (su visibilidad) por sobre el contenido de la obra, la intención del autor o demás factores y circunstancias externas. En este sentido, si bien a Fiedler se le ha criticado haber dejado de lado el problema del contenido, no puede sostenerse la misma crítica respecto de los sucesores, para quienes la visibilidad se asociaba siempre a alguna significación. Con ellos, el Formalismo no es un fin en sí mismo, no se eliminan el contenido ni los sentimientos sino que se intenta derivados de la forma. 27 Para este trabajo, nos centraremos entonces, en el filósofo e historiador del arte Heinrich Wölfflin (Suiza, 1864—1945), y sus “cinco pares de conceptos fundamentales” o “categorías de la visión” como paradigma del método formalista de análisis y crítica de la historia del arte. Influencias Hemos mencionado que el Formalismo en arte se pone en práctica, por decirlo de alguna manera, con el escultor Adolf von Hildebrand (1847-1921), una de las influencias más importantes sobre Wölfflin. Hildebrand enuncia las “leyes de unidad “en una obra de arte figurativa, como modalidades de una visión “óptica”, lejana, unitaria y simultánea, contrapuesta a la visión “táctil”, cercana, compuesta de impresiones parciales, sucesivas, producidas por el ojo en movimiento (1). Esta distinción explica como el conocimiento táctil permite al ojo reconocer las partes de un objeto, pero sin poder concebido como unidad, la cual solo se consigue a través de una imagen alejada (visión óptica). Por otro lado, invirtiendo la antigua distinción platónica entre mímesis fantástica y mímesis icástica —copia exacta- (2) Hildebrand sostiene que mientras la percepción nos presenta una forma existencial de los objetos independientes de nosotros, real (Daseinsform) y con valor práctico, la visión artística, en cambio, nos presenta una forma activa y eficaz (Wirkungsform), con valor artístico. Su “principio de integración unitaria” es de esta manera, totalmente estético: la unidad espacial de la representación artística es una unidad imaginaria que nada tiene que ver con la unidad orgánica de la naturaleza y sin embargo, está en directa relación con nuestro sentimiento corporal. Estos valores plásticos y visuales equivalen a valores fisiológicos: una sensación de la vida orgánica que produce un “sentimiento infinito de la vida”, efecto tomado de la Teoría de la Empatía (Einfühlung), teoría según la cual, la percepción no es un registro pasivo de estímulos sino que cuando percibimos, proyectamos sobre el objeto sentimientos, actitudes, valores propios de nuestro ánimo. En este último sentido, es influido también por su profesor de filosofía Johannes Volkelt (1848—1930), uno de los primeros teóricos de la Einfühlung. Wölfflin sostiene en su tesis de doctorado (3) que “la organización de nuestro cuerpo es la forma mediante la cual comprendemos las formas corporales del arte” llegando a la conclusión de que “las leyes de la estética formal no son más que las condiciones que hacen posible nuestro bienestar orgánico”. En general, la mayoría de autores del Formalismo visual (Sichtbarkeit) conciben el arte en estas tres dimensiones: de la intuición cognoscitiva, de la participación fisiológica y del valor moral. Volvamos un momento más a Hildebrand: la Forma, eterna e inmutable, es el principio de unidad y totalidad esencial a la obra de arte, en la cual el artista expresa una determinada percepción de la naturaleza. La apariencia de la obra de arte no es arbitraria o relativa, “exige” está determinada forma que le de significación y unidad. Por esto podemos pensar la obra de arte como expresión de una visión de la naturaleza concretada en una forma determinada, forma a la cual debe subordinarse el arte, tanto desde el punto de vista objetivo (materiales y técnica) como subjetivo (sentimientos, conceptos del autor). El artista debe ser capaz de crear una representación en la cual la forma activa tenga una significación ganada a la mera forma real de los objetos. A través de esta imagen, la naturaleza gana unidad y especialidad, esto es la “visualidad” de las obras de arte plásticas. El valor de lo artístico estaría entonces en la creación de una representación de la pura apariencia que sea significativa y autónoma. La imagen que crea el artista tiene vida propia independiente de los objetos reales y las experiencias cotidianas. Como podemos apreciar, el espacio ideal se afirma frente al real. 28 MÉTODO 02 Da Vinci, Leonardo. “Gioconda“. 1503. 29 Alöis Riegl (18584 905) es otro de los autores que influenciarán a Wölfflin y dotarán a la estética formalista de un sentido histórico fundamental. Junto con nuestro autor, forman la famosa Escuela histórica de Viena y podemos afirmar que son los responsables de que la historia del arte se define con criterios internos propios. Riegl utiliza los conceptos de Hildebrand de visión plana y en profundidad (cercana y lejana), más un concepto nuevo: la “voluntad artística”. La historia del arte es universal porque sigue principios universales; la actividad artística en general -de cualquier tiempo y lugar—, responde a la realización de esta “voluntad artística” (o voluntad de forma, Kunstwollen), cuya evolución produce los cambios de estilos y movimientos de arte en cada época. Se trata de una “intención artística” que ya sea aplicada a un estilo o a una obra de arte en particular, es la fuente del desarrollo continuo y lineal de la historia del arte (4). Se le reconoce a Riegl haber demostrado el objetivo fundamental de la Historia del arte: la necesidad en su evolución, es decir, una necesidad interna formal en cada estilo. A su vez, éstos muestran una manera distinta de percibir y sentir la forma. Así, la voluntad artística como apriori, determina una forma particular de ver el mundo en cada época, y por tanto, la producción en arte es expresión de una determinada percepción del mundo. Este es el mayor aporte de Riegl al Formalismo: haber visto como desde los principios internos de la actividad artística se concretaba una percepción de la realidad. Encontraremos este desarrollo más acabado en Wölfflin. Por otro lado, como alumno de Jacob Burckhardt (1818-1897) en Basilea, quien concibe la historia cultural como el análisis del cambio en el sentimiento y la percepción del mundo, Wölfflin adopta un enfoque histórico incorporando una dimensión crítica histórica al Formalismo visual. Burckhardt, antes que su discípulo, había buscado formular las leyes de la forma teniendo como modelo la obra de Winckelman de 1764 Kunst des Altertums, en la cual aquel se proponía llegar a una historia del arte por encima de la historia de los artistas. Sin embargo, el maestro acentuaba mucho más el aspecto histórico que el discípulo. Además, influenciado por Dilthey (1833-1911), integra a su visión el sentido de la historia del arte como análisis de las formas fundamentales de la civilización, de las tendencias espirituales, de las maneras de enfrentarse con la vida. Así, en Renacimiento y Barroco, si bien el principio rector es el de la Einfühlung, el punto de vista desde el cual utiliza esta teoría, es histórico. La arquitectura, por ejemplo, es la expresión de una época por cuanto reproduce el ser físico del hombre, su manera de comportarse y moverse. Finalmente, solo mencionemos que, opuesto a la interpretación positivista que sobreestima las condiciones del medio (Taine) o de la técnica (Semper), Wölfflin sostiene que no es la técnica la que crea estilo, sino el sentido de la forma, que en definitiva, expresa el sentido vital de la época. 30 MÉTODO 02 Renacimiento y Barroco (1888) Wölfflin asume su “formalismo” como historiador del arte en el sentido de que su primera tarea es el análisis de la “forma visible”. En el arte hay una evolución interna de las formas, en tanto la imaginación que las crea tiene una vida y una evolución propias más allá del entorno, el carácter del artista, la estructura social y espiritual de la época, que de todos modos no se deja de lado ya que, como todo es forma en las artes plásticas, el análisis formal “captará necesariamente el elemento espiritual” (5). Como vemos, su concepción superpone dos niveles de distinto orden: el formal -prioritario— en el cual percibimos la evolución de la forma sujeta a leyes, universal y general, es el ámbito del “estilo”. Y por otro lado, el nivel del significado que da cuenta del cambio de mentalidad y sensibilidad de la época que acompaña al cambio de forma. Ambos niveles conviven sin excluirse y se expresan en la forma, única expresión posible en las artes plásticas. Siendo filósofo de formación, Wölfflin se basa en la psicología neokantiana para su teoría de la visión, planteando el problema de como influye nuestra estructura física y psíquica en la aprehensión del mundo exterior. Completando su concepción de interacción entre sujeto y objeto en el acto de percibir con la noción de “empatía” (Einfühlung), que como hemos dicho, le viene de su maestro Volkelt, sostiene en Renacimiento y Barroco que el cambio de estilo es causado por un cambio en la percepción empática del mundo. Juzgamos cada objeto por analogía con nuestro cuerpo, sentimos alegría o pena ante la existencia de cualquier configuración, de cualquier forma aún cuando no nos es familiar. Por otro lado, Renacimiento y Barroco son dos períodos que manifiestan una evolución repitiéndose a lo largo de la historia del arte. A todo periodo clásico de la historia, le seguiría uno barroco, en el sentido de “decadente” –más adelante rechazará esta caracterización en pos de cierto relativismo en cuanto a la valoración de los estilos-. El arte griego, el Renacimiento y el Neoclasicismo corresponderían a lo clásico. En las tres épocas hay una sensibilidad especial para con la forma que luego será abandonada por otros valores de tipo “atmosféricos”. La empatía en tanto armonía entre nuestro cuerpo y la obra de arte del Renacimiento, el arte de la belleza apacible, cede ante un sentimiento violento del Barroco, que recurre a la emoción para conmover y subyugar (6). En esta obra se muestra por primera vez el método de Wölfflin: buscar los principios generales que configuran el estilo sobre las obras de los artistas, diseñar una historia del arte interpretativa, no descriptiva. Aparecen sus conceptos de “lo plástico” y “lo pictórico”, que se consolidarán luego en Conceptos Fundamentales de la Historia del Arte. Lo pictórico se caracteriza por preferir lo ilimitado, inasible, la composición que busca la unidad, los juegos de luz y sombra, las formas fluidas. En pintura, lo pictórico tiene un poder de evocación, una sombra puede sugerir un objeto que no está allí o al contrario, hacer ver una acumulación de objetos como una masa homogénea. Lo plástico, al contrario, es cerrado sobre sí mismo, con una visión precisa, delimitada y estructurada con claridad. Wölfflin interpreta que la mirada plástica precede necesariamente a la pictórica en la evolución del arte. Si bien estos conceptos de plástico y pictórico tienen su origen, según el mismo Wölfflin explica; en los fundadores del Formalismo visual Hildebrand, Fiedler y von Marées, con nuestro autor alcanzan una madurez que los eleva a verdaderas “categorías visuales interpretativas”. En su siguiente obra El arte Clásico (Die Klassische Kunst, 1899) en la cual comparaba el Quattrocento (S.XV) con el Cinquecento (S.XVI), considera que la variación estilística se debe a un cambio de sensibilidad expresada en un nuevo sentimiento, un nuevo ideal de belleza y sentido de la forma, siendo este último cambio -el de la forma- el que marca verdaderas diferencias en la representación artística. Es evidente que también en esta obra podemos rastrear los “conceptos fundamentales” de su siguiente obra, la más comentada, seguida y criticada por los historiadores del arte. Pasemos ya mismo a tratarla. 31 Caravaggio. ”Salomé con la cabeza del Bautista”. 1609 Conceptos fundamentales de la Historia del Arte (1915) Kunstgeschichtliche Grundbegriffe tiene como objetivo analizar la configuración del estilo dejando de lado la historia de los artistas particulares, es una “historia del arte sin nombres”. Y diciendo esto, no es que Wölfflin ponga en duda el valor de los individuos, sino que se trata de “un intento de referirse a la cuestión desde otro punto de vista a fin de encontrar directrices que garanticen una cierta seguridad del juicio historiográfico” (Reflexiones…, pag.24). El punto de vista distinto es el de la evolución de la forma siguiendo ciertos principios que si bien habían sido pensados para el paso del Renacimiento el Barroco, pueden considerarse de validez universal. Tendremos entonces como centro de la investigación, el concepto de estilo, con un componente individual (estilo personal del artista), uno nacional (la manera tradicional en que se realiza el arte en una región) y un componente de época (la manera en que se da la representación en toda una época más allá de los artistas y sus regiones). Veamos como lo expresa el mismo Wölfflin: por estilo individual entiende “la posibilidad de distinguir entre sí a los maestros, de reconocer su mano, se basa a la postre en que se reconoce la existencia de ciertas maneras típicas en el modo individual de expresar la forma… aunque obedezcan a la misma orientación del gusto...” (Conceptos, pág.25) Pero el estilo individual no se presenta aislado, hay también un estilo de grupo -escuela, país, raza—. Y en tercer lugar, podemos reconocer un estilo de la época: “Tiempos distintos traen artes distintos, y el carácter de la época se cruza con el carácter nacional”. (Conceptos, pág. 29—31) El cambio de estilo del Renacimiento al Barroco es el mejor ejemplo de ello. Wölfflin agrega a este esquema el “modo de representación“ como tal, elemento fundamental de su análisis. La tesis será entonces: “Un mero análisis de la calidad y de la expresión no agotan, en verdad, la materia. Falta añadir una tercera cosa -y con esto llegamos al punto saliente de esta investigación-: el modo de la representación como tal. Todo artista se halla con determinadas posibilidades “ópticas“, a las que se encuentra vinculado. No todo es posible en todos los tiempos. La capacidad de ver tiene también su historia, y el descubrimiento de esos “estratos Ópticos” ha de considerarse como la tarea más elemental de la historia artística” (Conceptos, pág. 33) “No todo es posible en todos los tiempos”, y esta posibilidad depende del “esquema óptico” de cada época, tesis que ha hecho historia en la historia del arte, sustentada en lo que podríamos llamar una visión fisiológica de la misma. Más allá de la variación y diferencia en las obras de arte, lo decisivo es que en su interpretación, funciona un determinado esquema óptico, problema mucho más profundo que el de la mera evolución imitativa, y que condiciona todas las artes figurativas. A pesar de la distinción entre elementos individuales y de grupo (o nacionales) del estilo, considerados como condicionantes, el énfasis está puesto en la configuración artística -óptica— de cada época (o estilo de la época). A la vez, como hemos adelantado en el apartado anterior, se introduce un elemento de relativismo en la historia del arte — que hasta ese momento comparaba todos los estilos con el clasicismo—. Según nuestro autor, los estilos no deben compararse con un modelo exterior —supuestamente superior- sino que deben ser considerados en sí mismos, las obras de arte han de valorarse en función de la propuesta de estilo o “configuración óptica” de su propio tiempo. 32 MÉTODO 02 Fragonard Jean-Honoré. “El Columpio”. 1767. Así, las diferentes maneras de representar se relacionan con las distintas maneras de ver. Siguiendo a Hildebrand para quien no había’ diferencia entre la visión y la representación, en tanto la visión es la “experiencia” de la representación y no un mero acto mecánico, Wölfflin sostiene que la visión es “configuradora”. No espejo sino forma de comprensión de la realidad; tiene un valor estructurante por lo cual el contenido de la obra, la sustancia del mundo, no cristaliza siempre de la misma manera. No existen estilos mejores que otros, solo distintos, al igual que las miradas lo son en cada época. El barroco ya no es considerado la decadencia del clasicismo sino otra manera de 1 ver el mundo, de representado. Los juicios de valor solo pueden emitirse dentro de los límites de cada configuración óptica. Este principio de relatividad es una de las más importantes aportaciones de Wölfflin a una historia del arte universal y comprehensiva. Por otro lado, al dar prioridad a la forma, se cuestiona la visión imitativa (naturalista) del arte: el artista no se enfrenta a la Naturaleza sin supuestos, el concepto de “representación” recibido es mucho más importante que la observación directa y de tal concepto derivará el aspecto formal de la obra, no el objeto representado. De esta manera también desaparece otro de los grandes prejuicios de la historia del arte: aquel que tachaba a los artistas como faltos de capacidad técnica o estética cuando sus obras de arte no poseían un estilo naturalista. Desde ahora se piense que “...es indudablemente cierto que el Arte pudo siempre lo que se propuso, y que no retrocedió jamás ante ningún tema por no poder con él, sino que se dejó siempre aparte lo que no emocionaba sugestivamente como plástico.” (Conceptos, pág. 423) Wölfflin analiza la evolución de estilos del Renacimiento el Barroco a través de cinco pares de conceptos contrapuestos que luego se convertirán en principios universales: la evolución de lo lineal a lo pictórico, de lo superficial a lo profundo, de la forma cerrada a la abierta, de lo múltiple a lo unitario, de la claridad absoluta a la relativa a los objetos. inspirados en un interés histórico, ésto es, aprehender a través de la evolución de los estilos, el pasaje de una época a otra en tanto cambio de sentimiento fundamental o disposición espiritual, Wölfflin renuncia a la documentación bibliográfica y formula verdaderas ”categorías formales” (Bildformen), maneras de ver. Estos conceptos dan cuenta de una evolución progresiva y universal, pero además “irreversible” de las leyes de la visibilidad, es decir que se da en un sólo sentido, de lo lineal a lo pictórico, puesto que lleva en sí una idea de progreso: “tales conceptos obedecen en su evolución a una necesidad íntima. Representan un proceso psicológico— racional. El avance que representa el paso de la concepción táctil o plástica & otra puramente óptico—pictórica tiene su lógica natural y no pudo ser al revés. Y lo mismo acontece con el proceso de lo tectónico y lo atectónico, de lo severamente ordenado a lo libremente ordenado, de lo múltiple a lo simple” (Conceptos, pág.40). Adelantemos resumidamente lo que veremos ya mismo en detalle: en te evolución del Renacimiento al Barroco, podremos comprobar que el Renacimiento prefiere los valores lineales, de superficie, de forma cerrada, lo múltiple y la claridad. Además de una tendencia a lo táctil como opuesto a lo óptico. el Barroco, en cambio, prefiere lo pictórico, la profundidad, las formas abiertas, la unidad y lo indeterminado. Repitamos una vez más: el cambio de estilo se debe a un cambio de visión, por eso estos principios son “categorías de la visión”, perceptivas, cada estilo es una manera de ver el mundo, aunque los cambios sean favorecidos o posibilitados por factores externos y aunque en el arte se manifieste también el ideal de belleza o el temperamento personal del autor o de la época. Son las categorías visuales las que al determinar el modo de representación, determinan a su vez la producción y la interpretación de una obra. 33 De lo lineal a lo pictórico A lo largo de la obra, Wölfflin acompaña su análisis con pinturas representativas de cada época; el caso paradigmático es Durero versus Rembrandt, el dibujo lineal frente a lo pictórico, ‘y en esta diferencia estamos caracterizando no a dos autores sino a dos épocas distintas. La pintura occidental, lineal durante el sigio XVI, evoluciona hacia lo pictórico durante el siglo XVII, y si bien lo pictórico es necesariamente posterior, no es por ello superior. “El estilo lineal ha originado valores que el estilo pictórico ya no posee ni quiere poseer. Son dos concepciones del mundo que lo enfocan de modo distinto, según su gusto e interés, y que, sin embargo, son igualmente aptas para dar una imagen completa de lo visible.“ (Conceptos pág.55) Mientras el clasicismo “ve en líneas”, el estilo pictórico “ve en masas”. Ver linealmente significa que el sentido y belleza de las cosas se busca en el contorno mientras que la visión en masas se sustrae de los bordes para centrarse en la primera impresión que recibimos de los objetos como “manchas“. La visión lineal separa las formas mientras la pictórica se atiene al movimiento del conjunto, su base es “la autonomía de las masas de luz y sombra”; lo “inobjetivo e incorpóreo” es tan importante como lo “corporal-objetivo” (Conceptos, pág. 57). Respecto de la luz, la iluminación pictórica pasa sobre la forma y la encubre parcialmente -la lineal destaca con nitidez pilares y paredes-; la silueta pictórica no se ajusta a la forma del objeto. Desde una apreciación filosófico—psicologista, podemos establecer que la representación lineal “ofrece las cosas como son” proporcionando al espectador un sentimiento de seguridad en tanto la cosa y la representación son idénticas; la pictórica en cambio, recoge “la apariencia de la realidad”, representa el mundo en cuanto visto. Así como el niño al crecer deja de coger las Cosas con las manos para comprenderlas —dice Wölfflin—, “así se ha deshabituado la Humanidad a examinar la obra pictórica con sentido táctil”. El arte aprende a abandonarse a la mera apariencia, “la imagen táctil se ha convertido en imagen visual, el cambio de orientación más capital que conoce la historia del arte“. (Conceptos, pág.59) El clasicismo carga el acento sobre el límite del objeto; en el barroco, el fenómeno se desborda hacia lo ilimitado. La visión plástica, perfilista, aísla las cosas; la retina pictórica maniobra su conjunción. En el primer caso el interés está en la aprehensión de los objetos físicos como valores concretos y asibles; en el segundo, en interpretar lo visible en su totalidad, como si fuese vaga apariencia. En síntesis, “el extraordinario contraste que se evidencia entre los estilos lineal y pictórico responde a dos actitudes ante el mundo fundamentalmente diversas. Allí se prefiere la figura firme y precisa; aquí el fenómeno cambiante; allí, la forma permanente, mensurable limitada; aquí el movimiento, la forma en función; allí las cosas por sí; aquí, las cosas dentro de su conexión,(…)...(lo pictórico surgió como) algo condicionado por el despertar de un nuevo sentimiento estético: el sentimiento para la belleza propia de ese ritmo que misteriosamente traspasa y estremece un conjunto y que era la vida misma para la nueva generación.” (Conceptos, pág.68) De lo superficial a lo profundo El arte clásico dispone en planos o capas las distintas partes que integran el conjunto formal, mientras que el barroco acentúa la relación sucesiva de fondo a prestancia o viceversa; la desvalorización del contorno trae consigo la desvalorización del plano, y la vista organiza las cosas en el sentido de anteriores y posteriores. Esta diferencia no es cualitativa, no se trata de una mayor aptitud para representar la profundidad espacial, sino de otra manera de representada. La dirección de la luz, el reparto de colores y la clase de perspectiva en el dibujo entre otros, además de los marcos y bastidores barrocos que impelen hacia el fondo del cuadro, han sido los medios representativos para expresar el volumen de los cuerpos y la profundidad espacial. Hemos de notar sin embargo, que al hablar de lo superficial no se refiere Wölfflin a la planimetría del arte primitivo, preclásico; tanto el Renacimiento como el Barroco conocían el manejo del escorzo y la perspectiva de punto fijo, pero en la visión clásica los objetos representados se disponen en planos o capas mientras que en la barroca, se acentúa la unidad espacial en profundidad. La idea es que el siglo XVI, el período que se adueñó por completo de los medios espaciales aptos para la imagen, es el que reconoce por principio la composición planimétrica de las formas, principio que se desecha en el siglo siguiente y se sustituye por una composición en profundidad. En realidad, todo cuadro tiene profundidad, pero esta opera de distinto modo según se articule el espacio por capas o se anime con un movimiento unificado en el sentido de la profundidad, “es la forma en que la época experimentaba sencillamente el goce de la belleza espacial” (Conceptos, pág.150). 34 MÉTODO 02 De la forma cerrada a la abierta “Toda obra de arte es una estructura, un organismo. Lo que la distingue esencialmente es su carácter forzoso; es decir, que en ella ha de ser todo como es, sin que sea posible variar nada...” (Conceptos, pág. 239). En este sentido, toda obra de arte se define como cerrada, lo contrario sería un defecto, le faltaría ese “carácter de lo concluso en sentido estético”. Sin embargo, la interpretación de esa exigencia ha sido tan diferente en los siglos XVI y XVII, que frente a la forma suelta (atectónica) del barroco, puede calificarse la construcción clásica, como arte de la forma cerrada (tectónica). La flexibilización de las regias y del rigor tectónico conforma una nueva manera de ver y representar el mundo. Wölfflin define te toma cerrada como “la representación que, con medios más o menos tectónicos, hace de la imagen un producto limitado en sí mismo, que en todas sus partes a si mismo se refiere” en tanto que la forma abierta es al contrario, el estilo que “constantemente alude a lo externo a él mismo y tiende a la apariencia desprovista de límites, aunque, claro está, siempre lleve en sí una tácita limitación...” (Conceptos, pág.240) En el siglo XVI las partes del cuadro se ordenan en torno a un eje central simétricamente, y en general, se procura un perfecto equilibrio entre las dos mitades del cuadro. Wölfflin lo compara con el concepto mecánico de “equilibrio estable”. El contenido, por otro lado, se ordena en el plano dentro del marco, como si este tuviera como único propósito delimitarlo, y a la inversa. En el siglo XVII en cambio, el equilibrio es “inestable” y el contenido no se deja limitar por el marco. No se quiere que el espectador piense que la composición de la obra de arte ha sido creada para tal plano o tal marco fijos; la diagonal como dirección cardinal es utilizada para subvertir las líneas horizontales y verticales, lo no cerrado y contingente, relega a segundo plano la frontalidad y el perfil, aspectos que el clasicismo consideraba puros”. “El arte clásico es un arte de horizontales y verticales bien pronunciadas” quiere mostrar con claridad sus elementos, en tanto que el barroco, por el contrario, tiende a encubrir la oposición de las líneas como manifestación de una “idea de realidad viva”. La forma cerrada es un estilo “de arquitecto” que construye como lo hace la naturaleza, buscando afinidades con ésta, uniendo su necesidad de límite, orden y ley a la tendencia hacia las formas primitivas de la vertical y horizontal; incluso la simetría del cuerpo humano, nunca se llegó a sentir con más fuerza. Este estilo responde a la idea de que “la naturaleza es un cosmos y la belleza es la ley revelada.” (Conceptos, pág.251) Sin embargo, no pretendemos decir que el barroco renuncie a las arquitecturas, sino que rompe su severidad con colgaduras y otras decoraciones, por ejemplo, la columna no debe entrar, como vertical, en relación con las verticales del marco o con la verticalidad de la figura humana. “Lo significativo en la forma no es el aparato, sino el aliento, que pone lo inerte en fluidez y movimiento. Allá (en el clasicismo) rigen los valores del ser; aquí (en el barroco) los valores de la metamorfosis. Allá radica la belleza en lo limitado; aquí en lo ilimitado...” (Conceptos, pág.251) El estilo tectónico es efecto de un trazo de la línea, una colocación de’ la luz, y una graduación de la perspectiva, todos ajustados a la legalidad; el estilo atectónico sin ser irregular, es tan libre, que podemos pensar en general en un “contraste entre ley y libertad.” Si el tectónico es el estilo del orden y la clara legitimidad; el atectónico, por el contrario, es el estilo de la legitimidad más o menos disimulada y del orden libre. El primero necesita de la estructura, imposibilita el desplazamiento; el segundo, juega con la apariencia de lo irregular — aunque en sentido estético todo arte necesitaría forma-, “goza ocultando la regia, deshace el encadenamiento y la demarcación, introduce la disonancia y llega a producir el efecto de lo fortuito en la decoración”; la impresión de tensión y de movimiento reemplaza a la clásica de reposo; la forma rígida se hace fluida; si “para el sentimiento clásico, el elemento riguroso geométrico es principio y fin... en el barroco se advierte pronto que es el principio pero no el fin.” (Conceptos, pág.262). Insistamos una vez más en que “desplazamientos de esta clase no pueden imaginarse sin que haya tenido lugar un cambio en la manera de concebir la materia”, la realidad; “llegamos nuevamente a rozar conceptos que tras las categorías artísticas dejan traslucir una diferente concepción del mundo” (Conceptos, pág.251). 35 Watteau, Antoine. “El Festín del Amor”. En términos de evolución de la visión, la diferencia estaría entre la “visión en detalle” y la “visión en conjunto”; el barroco obliga a que la visión abarque de una sola vez lo múltiple. En un cuadro del siglo XV predomina lo disperso; en uno del siglo XVI, lo ceñido; en el primero, “ora la pobreza de lo desmembrado, ora el embrollo de lo excesivo”; en el segundo, “un conjunto organizado en el cual tiene voz cada parte y es abarcable por sí sola a la par que se ofrece en su relación con el todo como miembro de una forma total”. Podríamos hablar de una “unidad múltiple” del clasicismo versus una “unidad única” del barroco. De lo múltiple a lo unitario Tanto en el clasicismo como en el barroco se busca la unidad, solo que en un caso se le alcanza mediante la armonía de partes autónomas o libres, y en el otro mediante la concentración de partes en un motivo, o mediante la subordinación de los elementos bajo la hegemonía de uno de ellos. “Lo que el barroco trae de nuevo no es, pues, la unificación misma, sino aquel concepto de absoluta unidad en que la parte como valor autónomo queda más o menos anulada por el conjunto... solo la cooperación efectiva con el total es lo que les da sentido y belleza. Aquella definición clásica de lo perfecto, de L.B.Alberti, según la cual la forma ha de ser de tal naturaleza que no se puede variar ni quitar el menor trozo sin destruir la armonía del conjunto, sirve tanto para el Renacimiento como para el Barroco. Cualquier conjunto arquitectónico es una perfecta unidad; pero el concepto unidad tiene otro sentido en el arte clásico que en el barroco.” (Conceptos, pág.320) Todas las categorías que hemos establecido hasta ahora, han preparado esta evolución de la coordinación de las partes a su subordinación a la unidad del conjunto, “lo pictórico es para las formas la liberación de su aislamiento; el principio de lo profundo no es otra cosa que la sustitución de la serie sucesiva de zonas por un solo impulso de profundidad, y el gusto atectónico, la resolución en fluencia de la estructura rígida de las relaciones geométricas...” (Conceptos, pág.299) El Barroco no busca la belleza articulada, siente estas articulaciones “sordamente y la intuición pide el espectáculo del movimiento.” (Conceptos, pág. 307). Está claro que no son únicamente las figuras las que resuelven la composición, el color y la luz aportan otro tanto a la unidad y el movimiento. Y también este par contrapuesto de conceptos muestra que, siendo el esquema decorativo una manera de interpretar la naturaleza, cambia la forma de mirar el mundo. Multiplicidad y unidad pasan a ser una especie de recipientes que recogen y dan forma a la realidad. No solo se ve de otra manera, sino que se ven otras cosas. La naturaleza permite ser interpretada de varias manera, por eso podemos afirmar a su vez que existe el concepto de una belleza unitaria y el de una múltiple. 36 MÉTODO 02 De la claridad absoluta a la claridad relativa al objeto Para el arte clásico toda belleza va unida a la manifestación absolutamente clara de la forma; en el barroco en cambio, la representación ya no coincide con el máximo de nitidez objetiva, sino que la elude, no cree que la imagen puede ser enteramente percibida y prefiere aumentar la sugestión. El barroco calcula todo desde el espectador y sus necesidades ópticas, encuentra la vieja manera de presentar y ver la forma, como algo antinatural, ajena a la vida, imposible ya de utilizar, prefiere la caridad latente, la “belleza en la oscuridad que devora la forma”. Pero en tanto la oscuridad barroca presupone la claridad clásica, la diferencia no es de capacidad sino de voluntad. El arte clásico buscaba” que sea visible hasta lo más recóndito”, perseguía la totalidad material, que el dibujo fuera una explicación agotadora de la forma, algo definitivo, que no dejara lugar a cuestionamientos. El barroco al contrario, no quiere decirlo todo donde una parte puede adivinarse”, busca la belleza en “aquellas otras formas que tienen en si algo inaprehensible y que parecen escapar al espectador cada vez que las mira” (Conceptos, pág.366/7) En cuanto al uso de la luz, sabemos que su función es determinar la forma particular, además de ordenar y organizar el conjunto. El barroco no prescinde de esto, por supuesto, pero ya no la utiliza con el exclusivo propósito de esclarecer la forma, sino que la rebasa, vela lo importante y destaca lo secundario. Se da en él la “iluminación pintoresca”, es decir, una luz independiente de las formas materiales, con cierto carácter irracional, y se deja de lado la preocupación por las contradicciones que pueda haber con las formas particulares. Es cierto que en la luz las formas cobran cuerpo, pero a partir de ahora será también un elemento por sí misma, que “parece resbalar libremente sobre las formas.” (Conceptos, pág. 383) También los cambios en el color muestran la evolución de la claridad absoluta a la relativa. En Tiziano -artista que ejemplifica el tránsito hacia el nuevo estilo—, el color cobra autonomía, ya no está adherido a los cuerpos sino que es “el gran elemento en cuyo seno cobran vida las cosas, armónicamente dinámico y en constante vibración” (Conceptos, pág. 371). El arte clásico utiliza el acento cromático para la intención de la composición; el barroco, al contrario, “redime al color de la obligación de ser ilustrador e intérprete de los objetos”. Si en el siglo XVI lo impreciso no es un problema, en el XVII ya se lo reconoce como una posibilidad artística, hasta hacerse ley en el- impresionismo pictórico, que anula definitivamente el carácter táctil de la visión. Con la imprecisión se busca cierta “confusión” al servicio de la tensión de profundidad; se combinan objetos que en principio no tienen ninguna relación; la representación del movimiento surge de la forma confusa, y todo esto no fue posible hasta que la vista se acostumbró al “encanto de lo entrevisto, de lo semiclaro”, de lo escondido. El barroco quiere que la claridad aparezca como un resultado casual, secundario, la verdadera intención es conseguir una impresión total, independiente de lo objetivo, ya sea con la forma, con la luz, o con el movimiento cromático. Recién cuando se interpreta el mundo como una “yuxtaposición de manchas colores”, es que “ha tenido lugar la gran metamorfosis que constituye el verdadero contenido de la evolución artística occidental”. Al evolucionar hacia la claridad relativa, el arte ya no es imitativo, “claridad y confusión, tal como se entienden aquí, son concepciones de la decoración, no de la imitación. Hay una belleza de la apariencia formal, completamente clara, absolutamente comprensible, y, junto a ella, una belleza cuya razón está precisamente en no ser perceptible por entero, en lo misterioso, que jamás descubre completamente su semblante; en lo irresoluble, que en todo momento parece transformarse” (Conceptos, pág.387) En la arquitectura ocurre lo mismo que en la pintura. Nos dice Wölfflin que “...llegó un momento en que todas estas fórmulas (las del clasicismo) fueron sentidas como una imposición, como algo anquilosado e inanimado... No es posible, decía el nuevo credo, presentar las cosas como algo terminado y definitivo; la vitalidad y belleza de la arquitectura radica en lo inconcluso de su apariencia, en que ella salga al encuentro del espectador con aspectos siempre nuevos y en perpetuo advenimiento.” (Conceptos, pág.389) EI barroco quiere abolir la limitación de la forma cerrada en sí misma, desvaloriza las formas claras y objetivas para que surja la ilusión de un movimiento general y misterioso. Por otro lado, juega con la interrupción — todo corte es un oscurecimiento de la apariencia formal-, porque permite nuevas vistas, nuevos cuadros, el propósito está en la comprensión multilateral de las vistas en potencia. También evita la frontalidad clásica en tanto considera que ya es sabido como es la cosa en realidad, “la ganancia” ahora es la imagen disconforme. Ya no coinciden como en el clasicismo, la belleza y la absoluta visualidad, ahora se trata de una “visualidad velada” que permite perforaciones misteriosas y profundidades en penumbra. 37 Críticas Se ha criticado a Wölfflin —crítica extensible a todo el formalismo, como hemos mencionado en la Introducción- enfatizar demasiado la forma dejando de lado otros elementos de impedancia: el contenido de la obra, la materialidad, la intención del artista, el contexto histórico, etc., tanto en la historia del arte como en la evolución de la visión que posibilita los cambios de estilo. Pero ya hemos dicho bastante como para comprender que no es este el planteo. “Nadie pretenderá sostener que “la visión” evoluciona por sí misma. Condicionada y condicionando interviene siempre en las demás esferas del espíritu”. Si es cierto, sin embargo, que el interés de los formalistas se centra en la “posibilidad de que obre una ley en toda transformación. Dar con esa “ley: he aquí un problema de cardinal importancia. Para una historia científica del arte, el problema fundamental.” (Conceptos, pág. 41) Panofsky, habiendo sostenido una crítica de este tipo, reconoce a Wölfflin como el primero en plantear que cada obra de arte está dominada por una normativa formal interna que no aparece a la mirada sino cuando es vista “como ha de ser mirada”. Si consideramos que a Panofsky, a su vez, se lo ha acusado del “error” inverso, es decir, de descuidar la forma por enfatizar el sentido, es significativo que sostenga que, aún siendo el “mayor creador de una observación artística analítico-formal (Wölfflin), está muy lejos de dejarse absorber por la forma... el análisis de la manifestación formal se transforma por sí misma en una interpretación del contenido espiritual...” (7) Se ha criticado también la tesis de Wölfflin que encuentra la causa del cambio de estilo en el cambio de la percepción empática del mundo, sosteniendo que habría una confusión entre la historia del gusto y la historia de los estilos porque nunca se explica cómo un cambio en la percepción supone un cambio en la producción. Pero ya hemos visto que los cambios de estilo expresan la historia de la visión, de las posibilidades ópticas, y las categorías visuales determinan las formas de representación que se plasman en la obra de arte producida. En todo caso, la historia del gusto, del estilo, de la visión, del arte, todas se implican mutuamente en el Formalismo de la visibilidad. Las críticas a su sistema basado en los cinco principios evolutivos han destacado que universalizar los pares polares reduce la historia del arte a una fase clásica y otra barroca en todas las épocas, pero no todas las manifestaciones barrocas participan de los conceptos de Wölfflin, por ejemplo, la vertiente clasicista del barroco. Se sostiene que hay aparentes reversiones que solo se explicarían si pensamos los momentos “barrocos” como epifenómenos de un momento originario “clásico”. La evolución inventiva de los estilos sería la de los clásicos, mientras que los estilos barrocos serían lo opuesto, como la “resaca de la ola”. Para Wölfflin esta tesis es insostenible, como hemos visto, también el segundo momento es positivo según su posición relativista. No hay estilos mejores y peores, son simplemente distintos y todos responden a te visión de la realidad de la época. Lo cierto es que se nos hace difícil salirnos de esta polarización al describir la evolución de los estilos ya que se ha convertido en el fundamento de la historia del arte. Otro aspecto de la crítica anterior cuestiona la “necesidad” del sentido de la evolución del arte propuesta por Wölfflin, no parece que fuera posible comprobada en la historia del arte; tal dirección se basaría en una idea de progreso que contradice sus tesis relativistas. Algunas obras parecen pertenecer en parte a lo lineal y en parte a lo pictórico. Pero el mismo Wölfflin reconoce -no podría ser de otra manera— las “vueltas atrás” en la evolución, ya hemos dicho que el barroco gusta de la “interrupción”, que sin embargo no es lo más normal y que se presenta relacionada siempre con “variaciones del mundo espiritual”. Si la capacidad de visión evoluciona casi por si sola de lo plástico a lo pictórico, en el retomo priman las circunstancias externas. El caso de la renovación de 1800 del que hablábamos en el párrafo anterior, es tan insólito como su época. Por otro lado, para nuestro autor, el arte, si retrocede, nunca vuelve al mismo punto sino que lo hace en “espiral” (Conceptos, pág. 429). De no haber recorrido el camino previo, no se habría llegado a las nuevas posibilidades de estilo, nada puede conservar su eficacia para siempre, “toda forma sigue trabajando fecundadora y todo efecto provoca uno nuevo”. 38 MÉTODO 02 Conclusiones El formalismo de la “pura visibilidad“ como teoría y como experiencia del arte, más allá de las diferentes posiciones y escuelas, coincide en tres principios teóricos básicos; una concepción del arte como creación autónoma de la imaginación (no intelectual) y como emoción estética (no volitiva) contrapuesta a la mímesis icástica –reproducción exacta de la naturaleza- ; la identificación del arte con la forma quedando todo lo demás en un segundo plano —nunca eliminado-; y finalmente, la consideración de lo formal como diferencia específica de las artes figurativas -visualidad, especialidad— en contraposición a la expresión verbal o a las sensaciones táctiles. Dentro de este marco común puede cuestionarse el valor de la forma, si se agota en categorías visuales perceptivas o implica una función espiritual, como expresión y conocimiento. Conocemos ya la respuesta de Wölfflin a tal cuestionamiento, en un triple piano de valores: un análisis de valores formales, según las categorías de la visibilidad, un reconocimiento de valores fisiológicos, de sentimientos vitales según el principio de la Einfühlung que finalmente conducen al tercer piano, los valores morales o disposiciones espirituales. Así, toda forma estilística se identifica con un estado de ánimo a través del proceso de una modificación somática, cosa que hace inviable la acusación de formalismo vacío y abstracto. Si el “magno problema” de establecer la causa de las variaciones en las maneras de interpretar se plantea en términos de, o bien evolución interna -formal— o bien cambios externos -intereses, ideal de belleza, posturas frente a la vida-, la “solución” de Wölfflin será que cada criterio por separado resulta unilateral. “Es verdad, no se ve más que aquello que se busca, pero tampoco se busca más que lo que se puede ver. Ciertas formas de la intuición están prefiguradas, sin duda, como posibilidades: si han de llegar a desarrollarse y cuándo, eso depende de las circunstancias externas.” (Conceptos, pág.422) La distinción entre lo plástico y lo pictórico, o en otros términos, lo clásico y lo barroco, se basa en la dicotomía de Nietzsche entre plástico y musical, en el sentido de apolíneo y dionisiaco. Así, con la utilización de las categorías de Wölfflin se revaloriza el Barroco como un estilo distinto pero no inferior al clásico y al darle el valor de uno de los polos de la dialéctica del arte, favorece su concepción como un movimiento eterno del gusto, como un comportamiento permanente, universal, cosa que dota a la dicotomía de carácter ideal para dar cuenta de una historia del arte que supere la historia de los artistas. Y finalmente digamos que esta es tal vez la mayor aportación del Formalismo visual a la historia y la teoría del arte: el reconocimiento de que la visión tiene una historia. La evolución de los estilos muestra la evolución de las visiones del mundo; el arte, la expresión de la percepción; la actividad artística el perfeccionamiento de cada una de las visiones. Recordemos la famosa frase de Wölfflin: “No todo es posible en todos los tiempos”, la manera de percibir el mundo es diferente en cada época. “La capacidad de ver tiene también su historia, y el descubrimiento de esos estratos ópticos ha de considerarse como la tarea más elemental de la historia artística” (Conceptos, pág.33) Flavia Saldivia C., texto para Estética 11, Prof. E. Lynch, Universidad de Barcelona, Junio 2012. (1) Hildebrand, A., El problema de la forma en la obra de arte (Das Problem del Form in de bildendenKunst), 1893. (2) Platon, República, X, 600; Sofista, 234-236, 264-267. Diferencia entre mímesis eikastiqué y mimesis fantastiqué. Las primeras, en tanto copias “exactas” de la realidad sensible que refleja las Ideas, también pueden reflejarla —aunque tenuemente-. En cambio, las segundas, simulacros engañosos que solo aumentan la confusión en el alma, dependen de la subjetividad y nunca podrían reflejar el mundo de las Ideas. (3) Wölfflin H., Prolegomena zu einer Psychologíe del Arkítektur, Munich, 1886, citado por G.Morpurgo-Tagliabue, La Estética Contemporánea (ver bibliografía). (4) Rieg1, A., Problemas de estilo. Fundamentos para una historia de la ornamentación (Stilfragen), 1893. (5) Wölfflin H., Reflexiones sobre la historia del arte, pág. 11 (ver bibliografía). (6) Wölfflin H., Renacimiento y Barroco, pág.29 (ver bibliografía). (7) Panofsky, E., “Heinrich Wölfflin, La perspectiva com a forma simbólica ¡ altres assaigs de teoría de l’art” (art de 1924) Bcn, Ediciones 62, 1987, citado por E Ocampo y M. Peran, Teorías del arte, pág. 64 (ver bibliografía). Bibliografía Wölfflin, H., Conceptos Fundamentales de la Historia del Arte, trad. José Moreno V., Editorial Espasa, Madrid, 2011. Wölfflin, H., Reflexiones sobre la historia del arte, Bcn, Península, 1988. Wölfflin, H., Renacimiento y Barroco, Paidós Estética 8, Barcelona, 1991. Morpurgo-Tagliabue, G., La Estética Contemporánea, Editorial Losada, Buenos Aires, 1971, cap. VII. El Formalismo Figurativo. Bozal, V., Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas, Vol. II. 39 Botticelli, Sandro. ”El Nacimiento de Venus”. 1485–1486 MÉTODO 03 Ana Prieto [email protected] Miles de persona sienten pánico al enfrentarse a una pintura, porque temen no entenderla. Muchas veces uno sabe lo que le produce emocionalmente la obra, pero encuentra difícil explicar la razón. Algunas pinturas expresan tranquilidad y reposo, otras caos y estrépito. No importa cuánto difieran unas de otras, o de qué corriente o época sean; los pasos para analizarlas son comunes a todas, y en la siguiente guía encontrarán los más importantes. 40 MÉTODO 03 La composición Los centros Una pintura es una representación del espacio, por lo tanto, dentro de la ella rigen conceptos básicos de la naturaleza. Sabemos que ésta tiende al equilibrio y a la simplicidad. Que existe un arriba y un abajo y una dirección izquierda-derecha. El soporte de las obras de arte (al cual denominaremos “plano básico” siguiendo las investigaciones del pintor ruso Kandinsky) es, por lo general, rectangular. Lo que llamamos “composición pictórica” no es más que la manera que el artista ha elegido para distribuir los elementos de su representación en el plano básico. Con “centros” nos referimos a aquellas partes de la obra que consideramos las más importantes. Siempre existe un centro principal, y puede haber centros secundarios. Los identificamos porque nos llaman la atención de inmediato. Por dar un ejemplo muy conocido, el centro de “La Gioconda” de Leonardo da Vinci es, sin duda, el rostro de la mujer. Los pesos visuales Son líneas imaginarias, horizontales, verticales y oblicuas, alrededor de las cuales se han distribuido los elementos de “La Gioconda”, es el vertical que atraviesa a la mujer y que la divide en dos mitades perfectas. También encontramos un eje horizontal a la altura de sus hombros. Kandinsky propuso dividir al plano básico en cuatro partes iguales, es decir atravesarlo por un eje vertical y otro horizontal, cuya intersección marque exactamente el centro de la obra. La primera relación que podemos establecer es la que divide arriba del abajo. La zona superior es la que menos peso visual tolera y la inferior, la que mayor peso visual tolera. Con “peso visual” nos referimos sencillamente al efecto óptico que produce una figura grande y maciza, o un color intenso. Se trata de zonas que intuitivamente percibimos como “cargadas”. No es difícil relacionar la división arriba-abajo con la realidad: la fuerza de gravedad nos mantiene a las personas y a las cosas con los pies en la tierra, mientras arriba nos encontramos con el aire y el cielo abierto. La segunda relación que establecemos es la relación izquierda-derecha que, como la anterior, también nos conduce de una zona menos densa, a otra más densa. La conclusión es entonces que la zona más “pesada” de la obra se corresponde con el sector inferior derecho, y la zona más “liviana”, con el sector superior izquierdo. Estos conceptos sirven para identificar los pesos visuales dentro del cuadro, y la relación que tienen las figuras en su interior. Por supuesto, no significa que el mayor peso visual vaya a estar siempre en el sector inferior derecho. Muchas veces puede encontrárselo en el centro, o incluso en el sector superior. En tales casos el efecto de peso es más evidente, pues la figura ocupa un sector “liviano” llamando mucho la atención y obligando a la vista a fijarse una y otra vez en ella. Los ejes Equilibrio Se trata de la sensación de estabilidad que transmite una pintura, por más de que su contenido sea caótico. Toda buena obra de arte está perfectamente equilibrada. Se trata de la posibilidad de distribuir los cuerpos dentro del espacio de manera que conformen una armonía de conjunto. Percibir el equilibrio dentro de una pintura es un acto puramente intuitivo y sólo se comprende conscientemente al analizarla. Fíjense en qué lugares han sido colocados los pesos visuales, fíjense los motivos por los cuáles ha sido tolerado el peso. Si el mayor peso se halla en los sectores más livianos del plano básico, es seguro que habrá pesos menores en las zonas inferiores que compensen al primero, logrando así que la obra no se desequilibre. Monet, Claude. “El Gran Canal”. 1908. 41 Líneas Nos referimos a las líneas que conforman las figuras o que las delimitan, y también a aquellas que marcan direcciones. Pueden ser quebradizas o redondeadas, gruesas o finas. Por sí solas pueden ser muy elocuentes: piensen que una sutil línea horizontal puede marcar un horizonte, o que una sencilla línea oblicua que se dispara a fondo puede otorgarle a la obra una gran sensación de profundidad (perspectiva). Tensiones dinámicas Con este nombre designamos a las fuerzas que crean movimiento en la obra. “La Gioconda” representa a una mujer quieta, pero no inerte, es decir que la percibimos viva. Las tensiones se expresan mediante numerosos medios visuales. En primer lugar, el movimiento depende de la proporción. En el círculo, las fuerzas dinámicas se disparan desde el centro en todas direcciones. En el óvalo y el rectángulo existe tensión dirigida a lo largo del eje mayor (vertical en el primer caso y horizontal en el segundo). El contenido de la obra definirá a dónde se dirige ese eje, si hacia arriba o hacia abajo, si a la izquierda o a la derecha. La direccionalidad se percibe fácilmente. Otros recursos para crear movimiento son la oblicuidad de las líneas o formas, la deformación de las figuras y también la interacción de colores que contrastan. La dinámica de la composición se logra cuando el movimiento de cada uno de los detalles se adecua al movimiento del conjunto. La obra de arte se organiza en torno a un tema dinámico dominante desde el cual el movimiento se propaga por toda el área de composición. 42 MÉTODO 03 La tendencia a la simplicidad Textura, forma, color El hombre percibe estructuras, no elementos aislados. Esto quiere decir que cuando observamos una pintura, no la percibimos como una suma de partes, sino como un todo. Nuestro ojo se comporta como la naturaleza, que tiende la simplicidad y a la relación. Si no fuéramos capaces de organizar nuestro entorno, éste se nos presentaría caótico. De esta manera, los filósofos de la “Gestalt” (estructura) han sistematizado una serie de nociones útiles que nos sirven para nuestro análisis. Estos tres elementos, del que se valen todos los pintores, son imprescindibles para terminar de comprender la fuerza expresiva de la obra. Ninguno de ellos significa por sí solo, pero al utilizarlos dentro del contexto de una obra, la cargan de sentido. Una de ellas es la relación figura-fondo. Es las obras pictóricas, algunos objetos se perciben “delante” y otros “detrás”, permitiéndonos dilucidar qué cantidad de planos de profundidad contienen y qué relaciones establecen con respecto a la ubicación, tamaño, etc. Otra de las leyes habla de las formas pregnantes. Se trata de formas geométricas fácilmente reconocibles y esquematizables. Volviendo al ejemplo de La Gioconda, podemos decir que la figura de la mujer puede ser esquematizada mediante un sencillo triángulo. Otras leyes importantes son la de cierre (cuando percibimos que una forma está completa, aunque no se presente así en el cuadro), y la continuidad del fondo (percibimos que el paisaje detrás de la Gioconda se continúa, a pesar de que la mujer tape parte de él). Denotación vs. Connotación Rudolph Arnheim, filósofo alemán que se especializó en el análisis de la obra de arte y en las claves de su producción, escribió que “toda obra de arte debe expresar algo. Esto significa en primer lugar, que el contenido de la obra debe ir más allá de la presentación de los objetos individuales que la constituyen”. Estos objetos individuales son los representativos o denotados, es decir, aquellos que se identifican sin esfuerzo. También han sido denominados signos icónicos. En la Gioconda, los signos icónicos son la figura de la mujer y el paisaje detrás. En un cuadro abstracto, un signo icónico puede ser un círculo coloreado o una mancha sin forma específica. Pero para analizar una pintura es importante alejarse lo más posible de la impresión de lo puramente denotativo. Si nos guiamos únicamente por los signos icónicos, lo máximo que podemos llegar a decir de La Gioconda es que representa a una mujer sentada. Cuando frente a una obra de arte nos atenemos al significado explícito -lo más claramente denotado- estamos renunciando al desafío implícito. Este desafío consiste en descubrir qué connota la obra, qué nos quiere decir más allá de lo que muestra y para dilucidarlo tenemos que agregar a nuestro análisis el aporte de los signos plásticos. Así, una composición llena de colores vivos y luminosos, nos connota alegría y vivacidad. Una pintura con colores ocres y apagados, que presentan pocos contrastes, puede transmitirnos tristeza y opresión. La textura de la que se ha valido el artista puede producirnos distintas emociones. Ésta puede ser creada por efecto de colores, o directamente por el trazo del pincel. Un trazo grueso y furioso puede transmitirnos inquietud. Un trazo suave y fino nos transmitirá calma. Cuando hablamos de forma como signo plástico, no nos referimos a la figura en sí, sino al modo en el que ésta ha sido organizada y la manera en que interactúa con las demás. Pueden estar en armonía o contrastar duramente. Pueden ser violentas o suaves, grandes o pequeñas, desdibujadas o firmes. Los pintores saben que el estilo con que desarrollen sus formas constituirá el sello de expresión de la obra. Varios autorretratos de Van Gogh (pintor holandés 1853-1890) están recargados de una fuerte expresividad, no tanto por los colores que emplea, o por el gesto de su rostro, sino por las formas convulsionadas y ondulantes con las que ha trazado el fondo. Esas ondulaciones por sí solas, nada significarían. Pero situadas detrás del rostro de Van Gogh, le otorgan a la obra una enorme carga de movimiento y exaltación, que de algún modo nos habla de la interioridad del pintor. Tras identificar lo icónico, entonces hay que averiguar cómo ha sido modificado por lo plástico, y de qué manera la fuerza expresiva de la obra se transmite a través de ambos. 43 A modo de ejemplo Observen cómo analizamos brevemente la pintura “Madre e hijo” de Picasso (1905). Intentaremos dilucidar dónde radica su fuerza expresiva. Lo primero que hacemos es identificar lo que nos transmite emocionalmente. En este caso es tristeza y desolación. A pesar de que madre e hijo se encuentran muy juntos, los percibimos separados. Es cierto que contribuye al efecto de distanciamiento el hecho de que ambos estén mirando en distintas direcciones. Pero vayamos más allá y veamos qué otros elementos podemos descubrir. Ejes y centros Los centros están constituidos por la figura de la madre y la del niño. Un centro secundario es el plato de comida. Hay un predominio de ejes verticales ascendentes, que atraviesan ambas figuras. Es destacable también que el eje vertical que divide a la obra por la mitad, divida también a la madre y al niño, reforzando el distanciamiento entre ambos. Soporte y equilibrio El rostro de la madre está ubicado en la zona más liviana del plano básico. Su “peso” allí es bien tolerado gracias a la suavidad de las líneas y a la ausencia de contrastes fuertes en relación con el resto del cuadro. La figura del niño, ocupando la zona centro-derecha, equilibra la presencia de la madre. Manejo de colores y grados de luminosidad El cuadro nos presente grandes contrastes de luz y color, otorgándole al cuadro cierto clima de languidez. Es destacable que la ropita del niño sea azul, diferenciándose de los colores que predominan en la obra en general y en su madre en particular. Forma Es quizás en este punto donde encontramos más evidentemente las razones por las que percibimos la separación. Observemos la figura del niño, sus brazos cruzados, su pecho y la línea de sus hombros, forman un cuadrado. Las líneas con las que está contorneado son casi rectas. Su cuello está tenso y bien derecho. Ahora observemos la madre. Su manto cae suavemente en líneas redondeadas, sus formas son suaves, su cabeza está ladeada. Esquemáticamente, mientras el niño es un cuadrado, la madre es un óvalo. Con el contraste de las formas y el manejo de las líneas. Picasso nos muestra que son diferentes y que por eso están distanciados. Los espacios vacíos sobre el niño refuerzan su pequeñez y delgadez. El espacio vacío a su derecha contribuye a que su mirada se pierda más allá de los límites de la obra. Para aprender a mirar hay que empezar por mirar. Con esto queremos decir que identificar todos los ítems que hemos señalado aquí no es una tarea tan fácil de realizar. Las obras de arte necesitan un compromiso por parte del espectador, la verdadera obra artística nos obliga a esforzarnos por dilucidar qué quiere comunicarnos, qué tiene para decirnos. Por eso, a medida que veas y analices más obras, más habilidad desarrollarás para comprenderlas. Es una cuestión de práctica, paciencia e intuición. Que la disfrutes. 44 MÉTODO 04 MÉTODO 04 Caravaggio. “Medusa”. 1597. 45 Datos del catálogo razonado • • • • • • • Apellido y nombre del autor Lugar y fecha de nacimiento-muerte Título de la obra Lugar y fecha de ejecución Técnica y soporte Dimensiones Ubicación original y actual Contexto socio-cultural y artístico Situación histórico-social del artista (ubicación espacio-temporal): Período de actividad artística. Relación con los “comitentes” o mecenas. Vínculos con maestros y otros artistas contemporáneos. Estilo: escuela o movimiento al que pertenece el artista. Relación con otros centros artísticos. Nivel de significación de la obra Identificación e interpretación del contenido o asunto representado en la obra pictórica: Vinculación con el contexto sociocultural. Para abordar el significado de una obra es necesario diferenciar entre motivos artísticos y temas iconográficos. a) Motivos artísticos: Son representaciones formales de objetos naturales o artificiales, de personajes reales o ficticios o de acontecimientos o hechos, etc. Panofsky denomina descripción pre-iconográfica, al nivel que permite reconocer los motivos artísticos de toda imagen figurativa. La identificación de dichos motivos no se debe sólo a nuestra experiencia, porque no se puede decir que se capten independientemente de las condiciones estilísticas propias de una época determinada. b) Temas: Remiten a ideas o conceptos que se manifiestan en imágenes, historias y alegorías visuales, con relación con un determinado contexto histórico y cultural. Los temas iconográficos pueden ser religiosos, mitológicos, históricos, etc. A este abordaje del significado intrínseco de la obra Panofsky lo denomina análisis iconográfico, el cual implica una lectura interpretativa, desde un conocimiento más amplio de otras fuentes textuales (literarias, filosóficas, etc.) c) Géneros pictóricos: Esta denominación refiere a las categorías en que se pueden clasificar las obras según sus rasgos comunes. Desde una perspectiva iconográfica, se pueden enumerar algunos géneros sobre elementos de contenido, como por ejemplo el histórico (religioso, mitológico), el retrato (individual o colectivo, ecuestre, etc.), el paisaje (vistas urbanas o rurales, marinas, etc.), la naturaleza muerta (bodegones, vanitas, etc.) y la pintura denominada “de género” (usos y costumbres). Desde un enfoque semiótico, se reconoce en los géneros tipologías de los discursos-enunciados (clases de discursos constituidos de específicas estructuras discursivas). Según Oscar Steimberg, la noción de género remite a: • • • Un contenido temático o la combinación de algunos n quebrar las expectativas de reconocimiento (por ejemplo, la relación espacial entre los elementos de una naturaleza muerta o la absoluta preponderancia o aislamiento de la figura en el retrato). Un componente retórico, que abarca tanto las categorías formales como los tratamientos de la representación. Estos elementos no pueden abandonarse sin quebrar las expectativas de reconocimiento (por ejemplo, la relación espacial entre los elementos de una naturaleza muerta o la absoluta preponderancia o aislamiento de la figura en el retrato) Un componente enunciativo múltiple que, sin embargo, el mismo género limita: en los modos de titular o firmar, pero también en las características de la representación o de la composición, más allá de la variación estilística. 46 MÉTODO 04 Nivel formal de la obra Estructura compositiva general Estructura: La organización del campo visual se asienta sobre ejes o líneas de apoyo fundamentales de la composición (según su orientación, dirección y sus relaciones); se integra por fuerzas perceptuales y formales en interacción constante (peso, distancia, agrupamiento). La noción de estructura implica la distribución, la organización y el orden en que está compuesta la obra. Mapa estructural: Con este nombre Rudolf Arheim designa al campo visual sobre el que se desarrollan las diversas fuerzas del cuadro o marco de encierro (son “elementos” que se perciben, pero no se “ven”). Así, inductivamente, se demarcan las diagonales (ascendentes y descendentes), los ejes del cuadro (horizontales y verticales), los cuadrantes (superiores e inferiores). El centro (cruce de los ejes y las diagonales) resulta ser el punto de mayor atracción o fuerza. Fuerzas de atracción semejantes, aunque de menor proporción, se encuentran en los ángulos, bordes, ejes y diagonales. Las zonas de mayor inestabilidad son las que se encuentran entre dos o más puntos o zonas de atracción. La distribución de las formas en relación con la dinámica del mapa estructural constituye el fundamento del equilibrio compositivo (las interacciones entre atracción, dirección y peso). Por su parte, el historiador del arte Heinrich Wolfflin plantea que las obras pictóricas cambian de aspecto y pierden sentido cuando se las convierte en imágenes especulares (en espejo). Esto se debe a que los cuadros se “leen” de izquierda a derecha del campo visual. Wolfflin señala que la diagonal que va del vértice inferior izquierdo al superior derecho se ve como ascendente, y la otra diagonal como descendente. Elementos del mapa estructural Centro: Zona de mayor atracción, estabilidad y equilibrio de todas las fuerzas del campo visual. Toda forma o agrupamiento colocados sobre la posición central tiende a una cierta estática. Toda forma colocada cerca del centro resulta ser atraída por el mismo. El centro puede soportar el mayor peso compositivo. Eje horizontal y vertical: Líneas virtuales que dividen la superficie plástica determinando una zona más estable en el caso de la horizontal y un área más inestable en el caso de la vertical. Cuadrantes superiores (derecho e izquierdo), cuadrantes inferiores (derecho e izquierdo): Áreas delimitadas por los ejes (mediatrices) y el marco de encierro de la obra. El peso compositivo que ejercen los objetos o formas dentro de los diversos cuadrantes varía. Los objetos ubicados en la mitad inferior tienen menos peso visual que los que aparecen sobre la mitad superior y en el lado izquierdo menos que en el derecho. Los cuadrantes inferiores son capaces de soportar el mayor peso de la composición, mientras que la estabilidad y el equilibrio se hacen más complejos en los cuadrantes superiores. Los cuadrantes izquierdos soportan comparativamente mayor peso compositivo que los derechos. Todo objeto pictórico parece más pesado a la derecha del cuadro. Diagonal ascendente y descendente: Líneas imaginarias divisorias del campo visual determinadas por el movimiento izquierda-derecha/abajo-arriba. Su dirección determina en el caso de la ascendente una mayor estabilidad y una mayor capacidad de soporte del peso compositivo y, en el caso de la descendente, lo opuesto. 47 Bordes y ángulos: Sitios del campo visual determinados, en cuanto a estabilidad y atracción, por la dinámica de la percepción del arriba y el abajo, la derecha y la izquierda. Composición: Organización estructural voluntaria y perceptual de unidades visuales en un campo dado, en función de un resultado integrado. Los elementos reciben en la composición una distribución que tiene en cuenta su valor individual como parte, subordinada al todo (interrelación de las partes con el total). La composición general de una obra puede ser orgánica o inorgánica, simétrica o asimétrica, estática o dinámica, plural o dinámica. En la composición, la figura pude ser dominante sobre el fondo o viceversa. También el campo y la figura pueden estar equilibrados. Equilibrio: Situación en la cual las fuerzas y direcciones se compensan mutuamente y llegan a una situación de reposo o estabilidad (aunque la idea de equilibrio implica también movimiento). En la pintura el equilibrio perceptual está referido a los bordes o marco del cuadro, y se relaciona con el peso compositivo, la dirección y la tensión. El equilibrio plástico puede clasificarse en tres: axial, central y oculto; los cuales pueden estar incluidos en una misma composición. El equilibrio axial parte de la similitud o igualdad ante un eje central, ya sea vertical u horizontal. Dicho eje puede estar presente o implícito. En el equilibrio radial los elementos se organizan alrededor de un punto central, de modo tal que se hallan equidistantes desde el centro por rotación. El equilibrio oculto se consigue de modo tal que no se refiere a ejes o puntos explícitos, sino controlando atracciones con un sentido dinámico entre los diferentes elementos plásticos. Peso compositivo: La distribución de pesos en el campo visual puede determinarse a partir de las siguientes propiedades (que se hallan interrelacionadas formando un sistema): el tamaño, la ubicación, el color y forma de las figuras representadas. El tamaño influye sobre el peso dado que cuanto más grande es una forma mayor es su peso, dependiendo siempre de su ubicación. El color es otra propiedad que contribuye a la variación del peso compositivo. El peso de las formas varía de acuerdo con el color aplicado, de modo que una misma forma con aplicaciones de tonos cálidos o fríos, puede dar la sensación de tener distinto peso. Según la ubicación de los elementos dentro del campo visual se observan variaciones de peso: si se hallan ubicados en el centro o sobre el eje vertical central pesan menos que otros que se encuentren alejados de estas zonas. De la misma manera si se hallan sobre el borde inferior y a la izquierda pesan menos que los que se encuentran en el borde superior y a la derecha. Renoir, Pierre Auguste. “Baile en Bougival”. 1882-1883. 48 MÉTODO 04 Formas principales Forma: Aunque la forma visual de un objeto viene determinada en gran medida por sus límites exteriores, no se puede decir que estos límites sean la forma. Igualmente es posible representar la composición básica de una imagen reduciendo las siluetas o personajes a figuras geométricas elementales. Al hablar de forma nos referimos a dos propiedades muy diferentes de los objetos visuales: Forma material, visible o palpable: límites reales que hace el artista: puntos, líneas, contornos, masas, volúmenes. Configuración o esqueleto estructural: creado en la percepción por esas formas materiales. La identidad de un objeto visual depende tanto de su forma como del esqueleto estructural creado por esta. Por ejemplo: diferentes triángulos tienen caracteres visuales claramente diferentes, que no se pueden inferir de su forma material, sino únicamente del esqueleto estructural inducido. Un triángulo o rectángulo inclinado no pasa a ser un objeto distinto: se lo ve desviado de su posición más normal. Pero si a un cuadrado se le da una inclinación similar, se transforma perceptualmente en otra figura más dinámica y menos estable, en un rombo. La forma o configuración de un elemento influye en su peso. Por ejemplo: la forma regular de las figuras geométricamente simples las hace parecer más pesadas. A su vez, las formas orientadas verticalmente parecen pesar más que las oblicuas; mientras que las oblicuas parecen más inestables que las horizontales. El peso también depende del tamaño y del color. El aislamiento o agrupamiento confiere, respectivamente, mayor o menor peso compositivo a las formas. Direcciones y tensiones Dirección: Factor formal determinante del equilibrio visual que se vincula intrínsecamente con la dinámica visual o movimiento; se relaciona con la posición de la forma en el espacio y con el peso compositivo. Las figuras y formas manifiestan una dinámica dirigida en la dirección de sus ejes, vértices o contornos. Por ejemplo: la orientación oblicua permite obtener un cierto dinamismo. Si bien hay formas o figuras que no tienen movimiento direccional (el círculo, por ejemplo) resultan inducidas por las tensiones o líneas de fuerza del campo. Tensión: Fuerza psicológica real que se manifiesta en algunas zonas del campo visual en las cuales ciertos factores aparecen configurando centros o vectores que ejercen una atracción para el ojo. Esta fuerza se hace evidente no sólo allí donde la forma existe en su configuración visible, sino en direcciones virtuales (físicamente no existentes), como, por ejemplo, la tensión derivada de las miradas o de las manos de los personajes. 49 Picasso, Pablo. “El toro”. 1945. Elementos plásticos Línea: Es un elemento unidimensional. Puede presentarse como elemento estructural del espacio, como elemento expresivo (grafismo, trazo) y/o como elemento descriptivo, o contorno (de formas, superficies, masas, volúmenes). Se la puede clasificar según su trayectoria en: rectas, curvas, abiertas, cerradas, quebradas, mixtas, onduladas; según su posición en: paralelas, divergentes, convergentes, perpendiculares, verticales, horizontales, oblicuas; y, según su trazo en: continua, discontinua, insinuada o no, gruesa, fina, grosor uniforme o variable, texturada o no. Su papel puede variar en la imagen, desempeñando una subordinación respecto a la forma o al color, o actuando como ente independiente. La organización lineal de una composición provoca relaciones rítmicas, resonancias, equilibrio, estática, dinámica, etc. Forma: Apariencia, configuración, estructura (ver punto b). Puede variar la manera de presentarse en: cerrada, abierta, figurativa, semifigurativa, abstracta, plana, volumétrica, geométrica, ageométrica, orgánica, inorgánica, etc. Su comportamiento depende de la actitud, dirección, agrupamiento, interacción, superposición, transparencia y otras relaciones entre sí. Color: Cualidad de los objetos que depende de las radiaciones que absorbe y las que refleja, ya que la luz blanca contiene todas las radiaciones del espectro visible. Hay variables como la saturación o desaturación, la temperatura (fríos y cálidos), el valor (claros y oscuros), el simbolismo, la relación con los objetos reales (color local, arbitrario), las armonías (primarios, secundarios, alternos, complementarios, etc.). En una imagen hay relaciones cromáticas de dominante, subordinado y acento, dependiendo de la organización del color en el campo visual. Para lograr el volumen de los objetos, los artistas pueden trabajar con color modulado (mezcla de colores con colores –variaciones tonales-), o con color modelado (mezcla de colores con valores o acromáticos–blanco, negro, gris-). El binomio color-luz es indispensable para valorar cualquier composición Valor: Grado de claridad u oscuridad, de posibilidad lumínica. Cuando un color se aproxima en luminosidad al blanco o a un color claro, tiene un valor alto; cuando se aproxima al negro o a un tono oscuro, es un color de valor bajo. El valor en el objeto representado tiene que ver con la relación establecida entre el color y el grado de intensidad de luz que su superficie refleja. Según su distribución, la luz puede ser diáfana u homogénea para el conjunto de la composición o luz focalizada, en la que el fondo oscuro potencia las figuras iluminadas del primer término. A través de la esta luz focalizada o dirigida, se plantean recorridos lumínicos cuya finalidad es la potenciación del mensaje. Así, el artista no ilumina la parte principal de la composición, sino aquello que le interesa destacar. Este tipo de luz es propia del claroscurismo que, paradójicamente, subraya el mensaje naturalista mediante una luz artificial. Cuando la zona oscura es mayor que la iluminada se denomina tenebrismo. La luz difusa inconcretiza los contornos de los objetos creando una atmósfera irreal (por ejemplo, en el sfumato). La luz simbólica e irreal propone emisores de luz que provienen de las figuras. Textura: Es la cualidad de la superficie de un objeto, dada por la apariencia externa de un objeto o por el tratamiento de los materiales usados por el artista. Hay diferentes tipos de texturas: homogénea, irregular, orgánica, de tamaño, de grano (dependiendo de las características del material y del soporte). Se pueden clasificar en táctiles y en visuales; la primera se da cuando la cualidad de la superficie se percibe por el tacto, por el contacto manual, y por la vista; y la segunda, cuando en la percepción interviene sólo lo visual, la mirada. 50 MÉTODO 04 Construcción espacial de la obra Espacio: Sugerencia de profundidad y volumen plástico en una superficie bidimensional. Dimensión, extensión y relación de los objetos representados para su visión comprensiva por parte del espectador. Según Francastel, son suficientes tres dimensiones para describir la forma de cualquier cuerpo sólido. A través de la aplicación de la geometría en el dibujo se puede representar un objeto y un espacio tridimensionales en una superficie bidimensional. El espacio presupone la mirada de un sujeto que percibe y representa las cosas. Esto implica que el espacio es una construcción, una ilusión de la realidad, una abstracción teórica y una experiencia perceptual. La profundidad del campo visual respecto de los objetos en el espacio puede darse a través de diferentes indicadores. Indices o indicadores espaciales Conjunto de los distintos sistemas o factores que son instituidos, entre la percepción y la representación, para construir la profundidad en el plano, permitiendo, entonces, representar la tridimensión en la bidimensión del cuadro. Claroscuro: Distribución de los valores tonales claros y oscuros en la organización de una obra de arte (luces y sombras). Es la búsqueda de la tercera dimensión por medio de gradaciones de los valores, sin tener en cuenta una distribución acorde a la luz real, o partiendo de un foco luminoso en los objetos para obtener un gradiente de claros y oscuros que modulen los valores más marcadamente (presente en algunas tendencias barrocas). Escorzo: Proyección perspectiva mediante la cual es posible representar en el plano bidimensional un objeto o figura de tres dimensiones, en profundidad perceptual, cuyas partes aparezcan superpuestas oblicuamente con relación al observador. Es entendido como desviación de un objeto frontalmente simétrico. Para que una figura sea considerada en escorzo es necesario que: el ángulo de enfoque sea preferentemente oblicuo; y, que las partes no desaparezcan detrás de otras, para no atentar contra la continuidad del total de la figura. Gradiente: Aumento o disminución gradual de alguna cualidad perceptual que modifica la apariencia de un objeto. Cuanto más explícitamente se presente el gradiente en forma, textura, color o luz, más fuerte será el efecto de profundidad. La pendiente más o menos abrupta del gradiente determina el alcance de la profundidad percibida. Perspectiva aérea o atmosférica: Efecto de profundidad que se produce por el tratamiento del color y el valor, pues la atmósfera se modifica en la percepción a medida que, a mayor distancia, se torna más densa y provoca la pérdida de visión clara de colores y formas. La perspectiva aérea, se apoya en gradientes de luminosidad, saturación, nitidez, textura y matiz. Perspectiva amplificada o segregación de planos: La aplicación de fuertes ángulos visuales (dos como mínimo) acentúa la distancia, estableciendo un mayor contraste de tamaño. Esto, no hace depender a los objetos de un mismo ángulo visual. En la segregación de planos, la figuración se representa a través de planos seleccionados y escalonados. La lectura convencional de la imagen unifica los distintos planos, aunque no medie una escala común en la representación. Francastel, P., Pintura y sociedad. Madrid, Cátedra, 1990. 51 Panofsky, E., El significado de las artes visuales. Madrid, Alianza, 1983. La perspectiva como forma simbólica. Barcelona, Tusquets, 1995. Steimberg, O., La Recepción del Género, Colección Investigaciones, Universidad de Lomas de Zamora, 1988. Zunzunegui, S., Pensar la imagen. Madrid, Cátedra, 1995. Perspectiva lineal: Método de representación que establece un sistema de reducción de los objetos a través del cálculo proporcional de las distancias. La perspectiva designa un sistema de organización de la superficie plana de la pantalla plástica (obra) en el que todos los elementos representados son considerados desde un punto de vista único y en el que las dimensiones de las partes se deducen matemáticamente del cálculo de la distancia entre los objetos visibles y el ojo inmóvil del espectador (correspondiente al punto de fuga). Para la imagen así obtenida son válidas las siguientes leyes: las paralelas (ortogonales), sea cual fuera su orientación, tienen siempre un punto de fuga común, y las dimensiones iguales disminuyen hacia el fondo según cierta progresión. Se puede hablar de perspectiva central o a central, dependiendo esto de la ubicación del punto de fuga en el cuadro. La perspectiva central presupone que el punto de fuga se halla en el centro del cuadro, tanto como la línea de horizonte, y que la intersección plana (cuadro) de la pirámide visual debe considerarse como una reproducción de nuestra imagen visual. Cabe aclarar que la realidad óptica de la perspectiva es tan arbitraria como cualquier otro índice espacial. Desde el Renacimiento, la construcción espacial dependió de la estructura de la perspectiva. Posición en el plano de la imagen: Consiste en verticalizar el plano horizontal de tierra (plano de apoyo de los personajes observado desde lo alto) con lo cual las figuras u objetos en último término (observados frontalmente) pasan a estar ubicados en la parte alta del cuadro, produciendo un rebatimiento. De esta manera, se unifica la profundidad, quedando todas las figuras a la misma distancia del espectador (ejemplos en el arte primitivo, oriental, Posición diagonal: Los objetos o figuras que aparecen sobre el plano se hallan apoyados sobre las diagonales, ubicados en diferentes niveles espaciales. La línea de horizonte, latente o visible, constituye un marco de referencia para el espectador, quien juzga la relación espacial de los objetos respecto de ella. El objeto de primer nivel se encontraría en la zona más baja del cuadro. Posición vertical: La línea de horizonte proporciona al espectador un contexto de la posición de los objetos en el campo, y de este modo recibe una impresión de la distancia a la que están esos objetos respecto a él. Incluso si el horizonte no es evidente, las diferentes elevaciones de los elementos indican una posición en profundidad. El extremo inferior de la superficie plástica representa el plano visual más próximo, indicando, las distintas elevaciones, posiciones espaciales de retroceso. Relación figura-fondo: La percepción de la unidad espacial aislada (objeto, elemento, figura) sobre una superficie genera la primera relación espacial en el plano: el juego de figura-fondo. La figura se separa del fondo, permitiendo que este “pase” por detrás de aquella. La totalidad de un campo se subdivide en zonas más articuladas, claras, precisas y cercanas al espectador (figuras) y otras fluidas y desorganizadas que constituyen el fondo. Las relaciones establecidas entre ellos varían de acuerdo con la complejidad o simplicidad de uno sobre de otro, ó de ambos a la vez. Relación de tamaño: La relación de dimensiones diferentes entre las figuras es una de las bases más simples de la construcción del espacio. Por ejemplo: dos figuras sobre una línea horizontal no se perciben igual que si se encuentran ubicadas sobre una diagonal, pues en este último caso, la profundidad se acentúa por la relación menor de tamaño de una sobre otra. Semánticamente, ha estado ligada a la noción de jerarquía. (lo que algunos autores llaman “perspectiva jerárquica”). Superposición o traslapo: Parte de un objeto cubierto por otro, ubicados ambos paralelamente al plano gráfico del cuadro y estableciendo una relación espacial de retroceso. La figura superpuesta, es decir, la que intercepta la superficie visible de otra figura, es percibida como más próxima. El espacio se acentúa con la presencia de figuras vistas de espalda. Transparencia e interpenetración: Cualidad óptica que determina un espacio con características ambiguas y contradictorias, debido a la superposición recíproca de dos o más unidades. La capacidad de interpenetración de las figuras hace que se puedan percibir ambas como completas e incompletas a la vez, delante y atrás alternativamente. La representación de la zona simultánea o bivalente se da por color, valor o textura. Veduta: Es un recurso que corrige la insuficiencia de las representaciones cúbicas y cerradas del espacio, a través de la representación de una “vista” abierta de la naturaleza (por ejemplo, una ventana). Aquí, como en la segregación de planos, tampoco hay unidad de tamaño ni identidad de ángulo de visión. 52 MÉTODO 05 MÉTODO 05 Fragonard, Jean-Honoré. “El beso robado”. 1790. Guión para analizar y escribir el comentario académico de una obra de arte El análisis de una obra de arte dentro del ámbito académico, es un ejercicio práctico en el que a partir de la imagen de una obra se ha de desarrollar un análisis y comentario escrito de la misma aplicando los conocimientos teóricos aprendidos en asignaturas de historia del arte. Es una tarea estructurada y compleja en la que se deben de combinar ordenadamente los datos (nombres, fechas, características generales...), el uso adecuado de la terminología específica de la materia, la capacidad de análisis y de redacción. No hay que confundir estos comentarios académicos con la crítica de arte o las valoraciones personales e informales al hablar de arte. Guión para comentar una obra de arte Precisamente porque es una tarea estructurada es posible seguir un guión fijo con los campos a cubrir en el comentario. No existe una manera única de ordenar estos datos, por lo cual es conveniente prestar atención a las preferencias de cada profesor y seguir sus indicaciones particulares. Descripción de la imagen • Qué se ve en la imagen. Identificación de la obra • • • Qué tipo de obra es: arquitectónica, pictórica, escultórica... Cuál es su nombre o título. Localización en el tiempo y en el espacio. 53 Análisis temático de la obra • • • Tema. Función. Simbología. Análisis formal de la obra • • • • • • Descripción de su forma. Descripción y función de sus elementos. Descripción y función de su organización. Descripción de sus materiales y sus cualidades. Descripción de la técnica o sistema empleado. Estado de conservación. Contextualización de la obra • • • Circunstancias en las que fue realizada. Rasgos que relacionan la obra con su contexto histórico (artístico, político, religioso, social, filosófico...). Este guión es genérico e introduce los campos comunes en el análisis de cualquier obra de arte independientemente de si es una obra pictórica, escultórica o arquitectónica. Análisis estilístico de la obra • • • • • • • • A qué estilo pertenece (país, escuela, periodo). Qué rasgos característicos identifican el estilo. Quién es el autor. Qué rasgos característicos identifican al autor. Cómo se enmarca en la producción del autor. Precedentes en la historia del arte. Aportación de la obra y el artista al arte de su época. Influencias proyectadas en la historia del arte. Lasso, S., “Análisis de una obra de arte, guión para analizar y escribir el comentario académico de una obra de arte.” About Español. May 12, 2018. https://www. aboutespanol.com/analisis-de-una-obrade-arte-180289. 54 MÉTODO 05 Velazquez , Diego. “Las Meninas”. 1656. MÉTODO 06 55 En la actualidad recibimos de manera desmedida una serie de impactos publicitarios en toda clase de medios y formatos, resulta imposible escapar de este bombardeo de mensajes persuasivos cuya última intención suele ser la de vendernos y “persuadir” algo, pero aquí viene la interrogante de ¿Cómo diferenciar entre un buen anuncio y otro que no lo es? Normalmente partimos del supuesto de que el buen anuncio es aquel que resulta efectivo, o sea, el que vende. Pero todo esto podemos tenerlo en cuenta cuando ya ha sido expuesta la campaña sin embargo ¿cómo el publicista analiza de manera objetiva su trabajo antes de ser exhibida primero a los gustos del cliente y posteriormente a un público cruel y que no permite errores para persuadirlo. Pentzin, Tilo. “Euch Das Paradies“. 2018. 56 MÉTODO 06 Forma & Co. “Blanc Festival“. 2018. Existen muchos aspectos que resultan difíciles de racionalizar pues hace tres décadas atrás se creía que un buen anuncio ya por ende vendía. No obstante, existen una serie de valores objetivos que influyen de manera decisiva en la calidad de un mensaje comercial gráfico y su aceptación por parte del público. Aquí una clasificación de estos valores: Valores de Fascinación Habilidad que la pieza publicitaria tiene para seducir fuertemente o atraer. Valores Estéticos Efectividad del diseño gráfico en la pieza publicitaria. Valores de Texto Cualidad del texto en su redacción, diseño tipográfico, simbolismo, etc. Valores de Comunicación Capacidad que tiene el texto y la imagen para complementarse e interactuar en función de trasmitir un mensaje. Valor Creativo Importancia y aporte de la pieza publicitaria en su ámbito como su originalidad, recursividad, simbolismo y calidad plástica. Vargas, P.,. “¿Cómo Analizar Una Pieza De Diseño?” Mimoilus. July 15, 2013. https://www. mimoilus.com/elementos-comunicacion-visual/. 57 Es importante destacar que nuestro objetivo es acercarnos al anuncio gráfico vinculando en todo momento el aspecto publicitario con el del diseño, puesto que hemos observado que, a menudo, las razones por las que un diseño publicitario no funciona devienen de ignorar los aspectos esenciales de la comunicación comercial. Con esto queremos decir que no basta con elaborar un diseño agradable a la vista y que cumpla con todas las normas básicas de composición, si no atiende a los aspectos estrictamente publicitarios fracasará. 58 MÉTODO 07 MÉTODO 07 Al momento de evaluar piezas de diseño enfocado en comunicación comercial deben evitarse las opiniones simplistas, emotivas o de gusto personal, y en contraste, preguntarse si éste cumple y se alinean con la estrategia planteada por marca, así como si está orientada hacia el público meta objetivo. Dependiendo del enfoque que le apliquemos a un criterio podríamos obtener distintas visiones sobre una misma realidad, influyendo sobre la forma de comprender nuestro entorno y aquello que lo compone. Hoy, donde la cultura visual se manifiesta cada vez más poderosa el diseño gráfico no escapa a este razonamiento y los nuevos visual se manifiesta cada vez más poderosa, el diseño gráfico no escapa a este razonamiento y los nuevos lanzamientos son juzgados a partir de diversos parámetros que en muchos casos no son válidos. Myhr, Petter Torgersen. “God natt, Oslo“. 2019. Evaluar una pieza de diseño resulta, paradójicamente, tan simple como complejo. Simple, porque la superficialidad tienta y seduce para que utilicemos simplemente lo estético, lo tangible, como argumento. Complejo porque para hablar con atino de un proyecto hay que saber leer entre líneas lo que subyace en él, y eso no sólo lo da el buen criterio. A continuación, Adrián Pierini, cabeza del despacho argentino de diseño Pierini Partners detalla diez mandamientos para juzgar piezas de diseño gráfico. 59 No existe lo lindo y lo feo El trabajo de un diseñador gráfico estratégico no consiste en generar siempre cosas bellas o impactantes sino que debe centrarse en el cumplimiento de los objetivos comerciales del cliente. El comunicador visual es sólo un instrumento, un medio que utiliza la racionalidad objetiva para alcanzar la subjetividad emocional del target. No se debe anular la historia alrededor de un diseño Al momento de dar un juicio sobre una pieza debemos conocer cuáles son sus antecedentes. Eso nos permitirá comprender la evolución de un lanzamiento y entender la estética lograda. Innovar no significa necesariamente ignorar el pasado, y es por ello que existen en el mercado muchos lanzamientos que, a pesar de no colocarse en la cima de la innovación, resultan ser un excelente ejemplo de respeto por la trayectoria de una marca y por el sentimiento de los consumidores hacia ella. No se pueden ignorar los objetivos buscados ¿Qué se buscó al rediseñar un empaque? ¿Cuál fue el motivo que impulsó un cambio radical? ¿La marca necesitaba volver a sus orígenes? ¿Existía un problema de identificación en el punto de venta que obligó a alterar la estructura compositiva? La sobrevaloración de las tendencias globales y las comparaciones forzadas entre categorías a veces son incompatibles, lo cual se vierte en críticas que llegan a destruir una pieza eficaz, solo por no alinearse a la opinión general superficial. Considerar las costumbres y culturas con las que el diseño debe interactuar Ningún recurso estético debe aplicarse al azar, el sentido de los colores, de las formas, de las palabras varian de un continente a otro, de un país a otro, de una provincia a otra y hasta de una familia a otra. Acción y Reacción debe ser el lema. El diseño estratégico tiene que estar sometido a las leyes más estrictas de la oferta y la demanda, y para ello resulta básico comprender cuál es esa demanda. No es para menos, los consumidores son portadores de una gran cantidad de sentimientos, emociones y valoraciones inmersos y transmitidos través de mensajes conscientes o inconscientes provenientes de sus padres y de los padres de sus padres. Este bagaje cultural determinará si la propuesta proyectual será admitida o rechazada y poco pueden hacer los críticos para escaparse de esta ley básica. Un diseñador debe hablar con la boca del target, su razón básica consistirá en tomar el mensaje del cliente y traducirlo a un lenguaje pertinente, capaz de llegar de una manera focalizada, de generar un diálogo emocional sólido, específico, duradero pero, por sobre todo, auténtico. 60 MÉTODO 07 Conocer las limitantes técnicas y legislaciones vigentes Se deben tomar en cuenta los requerimientos de implementación que la categoría, las leyes de un país o las características físicas del producto exigen. Factores como los sistemas de impresión, los tipos de materiales sobre los que puede ser aplicado un arte, el nivel de desarrollo tecnológico local, la capacitación de las personas involucradas a lo largo del proceso, el cuidado en la supervisión, el adecuado trato en la posterior distribución, etc. son razones más que suficientes para generar, en las distintas estéticas, una desigualdad cualitativa. No es lo mismo crear una etiqueta de vino que un empaque para un chicle. No es lo mismo imprimir en offset sobre un papel extra blanco de alta calidad, que hacerlo en flexografía a 4 colores, sobre polietileno. La reacción y la contraestrategia mandan Kuchta, Denis. “Art Vilnius Fair“. 2017. Las grandes empresas siempre están alerta a los movimientos del mercado. Cuando un competidor amenaza con el lanzamiento de un producto innovador que atacará directamente una categoría, los equipos de marketing reaccionan y buscan enfrentar la novedad con diferentes recursos rápidos, entre los que se encuentran el diseño de empaque. En este contexto las prioridades se modifican, los factores estéticos resultan más funcionales que nunca y los layouts se transforman en portavoces de las estrategias de defensa. Al analizar un diseño es importante considerar esta situación: ¿fue oportuno, fue efectivo, fue excelente? Jepson, Ian. “Tweak Poster”. 2015. 61 Considerar el presupuesto La carencia de capital genera una interesante dualidad: en algunos casos se convierte en una de las principales causas de degradación de un diseño, y en otros contribuye al surgimiento de soluciones creativas, donde la falta de presupuesto se transforma en la principal limitante. Aunque algunos diseñadores han explotado la falta de recursos, eso no ocurre con frecuencia. No tiene que ver necesariamente con la incapacidad, sino con la influencia de muchos factores externos, entre los que se podría contar: el temor del cliente a incursionar en ideas innovadoras, la falta de presupuesto para grandes producciones de empaques, etc. Se debería ser benigno y valorar el gran esfuerzo que deben hacer algunos diseñadores para arribar a soluciones dignas en condiciones adversas. Evaluar el diseño desde los propios códigos de la categoría No se puede pretender que un café luzca como un perfume o que una caja de cereal se vea como un jabón en polvo. Cada rubro posee un lenguaje propio que los consumidores interpretan rápidamente, y les ayuda a detectar de manera inmediata un producto en el punto de venta. Considerar sólo el cumplimiento de los objetivos comerciales como parámetro de éxito Si bien es indudable que la buena estética hace más efectivo un mensaje, eso no garantiza el logro comercial y mucho menos, llegar al corazón de los consumidores. Un empaque estratégico no es un elemento decorativo, no hablamos de trofeos con los que podemos presumir alegando lo hermoso que luce frente a los demás. Existen productos de estéticas cuestionables que se mantienen inalterables en el tiempo y, aún así, la gente los ama. Otros han retrocedido en sus códigos buscando eliminar su imagen de modernidad extrema por darse cuenta de que esa estrategia lo alejó de su target. Nunca quedarse con la primera impresión Al observar una pieza debe entenderse que un empaque, por ejemplo, es la punta de lanza de múltiples mensajes y acciones posteriores. Un diseño correcto es aquel que ofrece elementos conceptuales y estéticos, capaces de sostener y nutrir la estrategia comercial. Para evaluar un diseño a futuro, hay que comprender que existen dos puntos básicos: por un lado lo funcional, es decir, la capacidad que ofrecerá el layout para expandirse, abrirse a nuevas líneas y generar a través de posibles derivados una imagen de marca sólida y consistente. Por el otro, lo emocional, dicho de otro modo, cómo los elementos compositivos podrán despertar en su target un lazo afectivo sólido y duradero con el correr del tiempo. 62 MÉTODO 07 Juzgar es simple, hacerlo bien, no. Si bien, existen opiniones fundamentadas, muchas podrían definirse como simplistas, básicas y hasta en ocasiones degradantes. Quienes trabajamos en esta disciplina nos podemos enriquecer con la crítica, pero para ser consideradas adecuadas, deberían apoyarse en argumentos válidos basados en lo concreto, en lo real. Los profesionales de la comunicación estratégica no tenemos la obligación de diseñar para la vanguardia, pero sí buscar siempre la efectividad.