Subido por Jonhangel Sanchez

Conversaciones sobre un joven que fue sabio

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BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
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BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA
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Director de la Academia Nacional de la Historia
Guillermo Morón
Comisión Editora
Blas Bruñí Celli
Mario Briceño Peroro
Oscar Beaujon
Ildefonso Leal
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Director de Publicaciones
Guillermo Morón
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BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
TOMAS POLANCO ALCANTARA
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(Semblanza del Dr. Caracciolo Parra León)
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CARACAS/ 1988
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
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© ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Caracas, 1988
Impreso en Venezuela por Italgráfica, S.R.L
ISBN 980-222-419-7
De este libro fue hecha simultáneamente con la presente edición
otra por la Editorial Trípode S.R.L.
DEDICATORIA
A Doña JOSEFINA ARANGUREN
DE PARRA, con todo mi respeto y
afecto.
A la memoria de mi fraterno amigo el
Dr. EZEQUIEL URDANETA
BRASCHI, hijo.
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PRESENTACION
Este libro es probablemente el primero, quizá el único,
entre todos los que he escrito, en el cual ha predominado el
corazón sobre la cabeza.
Estoy convencido de que al lector, cuando lee una biogra­
fía le interesan, muy poco o nada los sentimientos del autor
pues lo que más le importa es conocer la vida del personaje
biografiado que, por alguna razón despierta en él atractivo,
curiosidad o admiración. Sin embargo, ciertas circunstancias,
que rodearon la decisión de escribir este libro, me permiten
pensar que quizás sea conveniente hacer referencia a las razones
que determinaron su preparación.
El Dr. Parra falleció el 9 de febrero de 1939; coincidió ese
hecho con la muerte del Papa Pío XI. Tenía yo entonces apenas
11 años y Gonzalo Parra Aranguren, el segundo de los hijos de
Caracciolo Parra León, era mi compañero de clase en 5? grado
de Instrucción Primaria. Por primera vez me enfrentaba, de
una manera directa, al problema de la muerte. Poco tiempo
atrás había fallecido el Presidente de la República, Juan Vicente
Gómez, pero me di cuenta que inmediatamente el país tenía
otro Presidente. Me explicaron mis maestros que, dentro de
pocos días, un nuevo Papa iba a ser designado. También algo
antes había muerto uno de mis abuelos pero me quedaba el otro.
Esos fallecimientos, conocidos por mí, no afectaron, en
12
PRESENTACION
mi vida de niño lo más mínimo de lo que parecía ser la conti­
nuidad de la existencia.
Pero la muerte de un padre era un fenómeno totalmente
diferente. No la habla visto antes tan cerca y pensaba, con
horror, el efecto que me podría causar enfrentarme a una reali­
dad similar ya que el cariño enorme, que yo sentía por mi padre
y que el tiempo no ha disminuido sino incrementado, deter­
minaba para mi mente infantil, como algo imposible o extre­
madamente difícil, poder subsistir sin su presencia vitalizadora
y nutricia.
Pasaron dos años y al cursar el segundo de Educación
Secundaria, debí iniciar los estudios de Historia de Venezuela,
que las personas inteligentes, que entonces dirigían la educación
en el país, organizaron en cuatro cursos para que el alumno
conociera, con cierto detalle, la etapa llamada colonial, la Inde­
pendencia, la República y luego, como complemento, el análisis
documental y crítico de todo el proceso histórico venezolano.
Afortunadamente mi profesor de Historia, en el segundo año
de la secundaria, fue Víctor Giménez Landínez quien era y
sigue siendo lo mismo, que después diría Mario Bricen o Iragorry
de Caracciolo Parra León: un auténtico maestro porque enseñaba
a aprender.
•
*
Giménez Landínez fue alumno de Caracciolo Parra en la
Universidad Central de Venezuela y con frecuencia se expresaba
de él no solamente en forma de respeto y afecto sino de gran
admiración. Además, los temas propios del programa de estudio,
obligaban a una ¡recuente referencia a los libros de Caracciolo
Parra.
Comencé entonces a darme cuenta de cómo la obra de
Caracciolo Parra no habla cesado con su muerte, que tanto me
impresionó, sino que continuaba vigente en sus libros y esa
convicción quedó en mi muy firme cuando la necesidad de
PR ESENTACION
13
consultar otras obras, que no estaban en la biblioteca de mi
padre, me llevaba a leerlas, junto con Gonzalo Parra, quien
seguía siendo mi compañero de curso, en la gran Biblioteca que
el mismo Dr. Parra había dejado en su casa. Ocupaba esa
Biblioteca una especie de segunda planta y era magnífico, para
quien se iniciaba en estudios de muy diversa índole, como los
que entonces eran requeridos durante la Educación Secundaria,
ver tantos y tan buenos libros ordenadamente dispuestos en
sus estantes y que parecían estar esperando que su propietario
volviere a hacer uso de ellos. <
Cuando llegué en 1945 a la Universidad encontré, con '
agrado, que la admiración en el medio universitario por Caracciolo Parra no había disminuido: mis respetados Profesores,
Jóvito Villalba y Rafael Pizani, quienes en cierto modo repre­
sentaban una forma de ver la vida diferente a la suya, nunca
fueron parcos en sus referencias de alabanza y respeto hacia
la figura y la obra del maestro desaparecido y, desde luego,
las citas a Caracciolo Parra eran frecuentes e importantes en
las lecciones de Sociología que dictaba otro eminente Profesor,
el Dr. Rafael Caldera.
Al ingresar a la Academia Nacional de la Historia me '
correspondió, en suerte, que mi Sillón estuviese al lado de su
retrato y por lo tanto, todos los jueves debo ver su figura: la
de un hombre joven, de mirada penetrante, cuya expresión
parece ser la de quien esta observando, con atención, las deli­
beraciones que se desarrollan frente a sí.
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Un día, cuando menos lo podía ni siquiera imaginar, un
excelente amigo, el Dr. Mario González Casado, me dio a
conocer el proyecto de una respetable organización a la cual
él pertenece y que consiste en publicar una colección de sem­
blanzas de venezolanos cuyas características hubieren sido una
indiscutible rectitud de conducta, evidente y marcada influencia
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I
J
14
PRESENTACION
en la vida nacional y una firme adhesión sincera y sin fariseísmos
a la doctrina católica.
Consideré que ese proyecto era digno de aplauso porque
su realización contribuiría a contrarrestar la marcada influencia
negativa, que ha tenido en nuestra cultura, una sistemática
destrucción del recuerdo de auténticos valores nacionales, dig­
nos de lodo respeto, usando para ese fin el sarcasmo o el
silencio sobre su vida y obra, ya que resulta más fácil des­
trozar los fundamentos de una sociedad, como muchos quieren
o al menos aparentan querer, si se logra convencer a la gente,
que forma esa sociedad, que en ella sólo han actuado despre­
ciables malandrines o bellacos.
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Me agradó mucho saber, que yo había sido escogido para
escribir la semblanza de Caracciolo Parra León, personaje en
quien se reunen, sin duda, las tres características que acabo de
mencionar pero cuyo nombre y obra habían ido quedando fuera
de la atención y conocimiento de las gentes de este tiempo
pues las referencias a él y a su trabajo, si bien son respetuosas,
son en verdad parcas y escasas.
Un problema se presentó entonces a mi consideración:
la lectura y estudio de muchas biografías y de obras sobre ese
género literario, que me agrada especialmente, me tienen con­
vencido de que las biografías preparadas por encargo suelen
ser un fracaso.
El fenómeno psicológico, que determina para un autor la
necesidad de escribir la biografía de un cierto personaje, no
ha sido nunca explicado en forma satisfactoria; siempre se
observa que la escogencia del sujeto para una buena biografía
es un proceso de adentro hacia afuera y no al revés.
Recordemos, por ejemplo, que cuando Emil Ludwig es­
cribió, por su propia voluntad, las biografías de Beethoven y
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¡
PRESENTACION
15
de Bismark, logró dos obras maestras y en cambio, cuando por
encomienda del Gobierno de Venezuela, preparó la de Simón
Bolívar, el resultado fue tan negativo que el propio autor hubo
de reconocerlo.
Me permití pedir algún tiempo para meditar sobre la idea.
Volví a repasar mi ejemplar de las Analectas de Historia Patria,
joya tipográfica publicada por Parra León en 1935;
a
leer su magnífico estudio sobre fosé Oviedo y Baños y las
fuentes documentales utilizadas por el Dr. Parra en su Filosofía
Universitaria; recorrí, en mi biblioteca, los numerosos libros
qtie llevan el pie de imprenta de su empresa editorial y además,
por una feliz coincidencia, el Dr. Ildefonso Leal, estimadísimo
colega de Academia y el mejor conocedor actual de los archivos
universitarios, me pidió colaborar en el proyecto que tiene la
Universidad Central de Venezuela, ante la proximidad de con­
memorarse 50 años de la muerte del Dr. Parra León de dedicar
un número especial del Boletín de su Archivo Histórico, a la
vida y la obra de quien fue su Vicerrector, varias veces Rector
Encargado y Profesor eminente de diversas asignaturas.
Todas esas circunstancias crearon entonces en mí, ya no
sólo el deseo de corresponder al encargo afectuoso de dos ami­
gos, sino el ánimo de contribuir en alguna forma a que la figura
de Caracciolo Parra León sea hoy mejor conocida para que se
le tribute el homenaje y la admiración que se merece.
Me faltaba atravesar una barrera, también de carácter
afectivo. No quería iniciar este trabajo sin el conocimiento y
consentimiento de doña Josefina Aranguren de Parra, viuda
del ilustre maestro y con quien me une una grata y afectuosa
amistad llena de respeto. Sabía muy bien que para doña Josefina
era difícil, por explicables y respetabilísimas razones, conversar
conmigo sobre su esposo a pesar de haber éste fallecido hace
ya medio siglo. Pero ella no tuvo inconveniente alguno en '
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16
PRESEÑTACTON
recibirme, en el salón de entrada de su casa, donde el cuero
negro de los muebles, contrasta con el color de las plantas de
orquídeas. Frente a mi estupendos ejemplares lucían dos flores
blanquísimas, perfectas, con un toque de amarillo.
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¿Desde hace cuántos años conozco a Doña Josefina? Com­
prendo perfectamente que solamente por ese largo tiempo de
amistad de ella y de sus hijos conmigo, aceptó pasar por el
difícil momento de, hablando de su esposo, recordar tiempos
gratos y momentos tristes. Poco a poco la formidable perso­
nalidad del Dr. Parra León domina la conversación y pude
observar, con agrado, que referirse a las notables características
del Dr. Parra fue resultando un agradable motivo para su viuda.
Ella, no solamente aprobó mi proyecto de escribir este libro,
sino que, contrariamente a su costumbre, me hizo muchas refe­
rencias sobre su extraordinario esposo, de esas que no aparecen
en los documentos y en los discursos porque pertenecen al más
íntimo campo de la vida familiar y tuvo además la gentileza
de llevarme a ver, en un salón de su casa, lo que todavía existe
de la biblioteca del Dr. Parra, que está en los mismos anaqueles
que yo vi en su casa de Caja de Agua, como si esperasen que
su dueño los vuelva a abrir y a manejar.
Todo estaba listo para comenzar este libro. Le he dado la
forma de conversaciones porque lo que he querido hacer, es
solamente conversar con el lector, para seguir el consejo del
Libro del Eclesiástico, aplicado por Parra oportunamente a
]osé de Oviedo y Baños y que amonesta: “alabemos a los
hombres ilustres porque, aunque su cuerpo permanezca en el
Sepulcro, su fama y su nombre deben mantenerse por genera­
ciones y generaciones”.
PRIMERA CONVERSACION:
LOS PARRA
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Cuando se ubica a alguien en el seno de una determinada
estructura familiar, seguida a través del tiempo y del espacio,
se hace menos difícil entender muchas de sus conductas, que
aparecen perfectamente ensambladas con las del resto de la
familia o que significan una reacción contra el medio familiar,
porque en la familia está, en todo caso, la explicación y a veces
hasta la justificación de actitudes y conductas.
En otras partes, los Archivos y sistemas técnicos, mediante
los cuales se reflejan aspectos de la vida social, nos permiten
darnos cuenta fácilmente de la ubicación de una determinada
persona en la familia de la cual forma parte. Entre nosotros
es complejo por el desorden, desaparición o inexistencia de
registros y por otras razones de carácter social.
La falta de esas noticias es, en parte, uno de los inconve­
nientes que encuentra cualquier estudio biográfico.
Afortunadamente la familia Parra es un caso especial por­
que, durante casi toda la historia de la República y sin tener
nunca predominio económico, ha mantenido una marcada in­
fluencia en la vida política, cultural, universitaria y académica
en el país.
Por su extenso número, los Parra se asemejan a los Febres
Cordero y a los Picón. Por la cantidad en ella de personajes
de verdadera inteligencia, son parecidos a los Calcaño y por su
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20
ESTUDIOS., MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
presencia permanente en la vida pública, han actuado como
los Urbaneja. Tienen ascendencia andina y por eso, su influen­
cia, que fue muy notoria en la zona de Los Andes, asume
características’ nacionales cuando, al comenzar el siglo xx, los
“andinos” pasan a formar parte efectiva de la vida social.
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Sin menoscabo del mérito y valor de ascendientes más
lejanos, puede considerarse que el fundador de la familia,
cuando el apellido dejó de ser “de la Parra”, fue el Doctor
Caracciolo Parra Olmedo, de origen trujillano, pariente por
vía materna de los Sanabria, de los Olmedo y de los Vásquez,
y por su padre de los Martínez y de los Gómez Carrillo.
Eloy Chalbaud Cardona escribió su biografía. El Cardenal
Quintero lo denominó el “Rector Heroico” y Luciano Noguera
Mora, cuando fue Gobernador del Estado Mérida, hizo fundir
su estatua, hecha sobre la base de un retrato suyo pintado
por Tito Salas. Tal estatua estuvo colocada en el lugar por
donde se entra a Mérida cuando se baja desde Mucuchíes
hasta que, años más tarde, el Rector Pedro Rincón Gutiérrez,.
con buen criterio, gestionó y obtuvo su traslado al boulevard
vecino a la Universidad, donde actualmente se encuentra.
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Allí la visité, acompañado de Luciano Noguera Mora poco
antes de morir éste. Con entusiasmo Noguera me explicaba
su aprobación a ese traslado y la emoción que sentía al ver la
estatua, obra de su iniciativa, colocada entre su Universidad
y la casa de los Dávila, en donde aprendió a conocer y a amar
a su querida Gladys.
Parra Olmedo fue un Rector maravilloso. Llegó a ese
cargo después de pasar toda la jerarquía universitaria. Se entregó
con devoción y por completo a la Universidad, la sostuvo con
un permanente esfuerzo y muchas veces hasta con fondos de
su propio peculio; le regaló su Biblioteca y la dotó de labora­
torios que adquirió en Europa y de un observatorio astronó-
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21
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
mico. En cierta ocasión, para salvar su Universidad, tuvo que
enfrentarse a seres primitivos y salvajes que según su propia
descripción, invadieron el recinto universitario, arrancaron las
cortinas de los doseles, se robaron la campanilla de plata de
la mesa rectoral, permitieron que sus caballos se comieran las
flores del jardín del Rector y alojaron a sus bestias en el Para­
ninfo. No ha sido ese el único atentado de tal naturaleza que
ha sufrido nuestra Universidad. El Rector Parra superó la
situación: la horda infame se fue y la Universidad, para usar
la frase de mi amigo Luis Pastori, siguió “venciendo a las
sombras”.
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Caracciolo Parra Olmedo casó en 1845 con Julia Picón
Febres. Ella tenía 17 años y era hija de Gabriel Picón Gon­
zález, ilustre Procer de la Independencia, héroe de la batalla
de Los Horcones. El matrimonio Parra procreó 14 hijos; varios
. murieron a temprana edad y algunos no tuvieron descendencia.
De ellos Caracciolo Parra Picón tuvo una importante actividad
política que lo llevó a la Vicepresidencia de la República, que
ejerció de 1915 a 1922. Otro hijo, Ramón, eminente médico
‘ y Rector, como su padre, de la Universidad de Los Andes, fue
a su vez el padre de Caracciolo Parra Pérez (ilustre historiador
y diplomático, Encargado de la Presidencia de la República,
Ministro de Relaciones Exteriores y de Educación, Embajador
de Venezuela y su representante en la Sociedad de las Naciones,
en la ONU y en la UNESCO, Académico y autor de una
extensa e importante obra histórica y literaria), de Hugo Parra
Pérez, médico, Ministro de Agricultura y Cría y creador y diri­
gente de un importante movimiento político local y de Abram
Parra Pérez, Senador, político y comerciante.
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Otro de los Parra Picón fue Miguel, abogado y quien en
1900 por razones de orden político debió exiliarse en Colombia.
Después durante algún tiempo actuó como Senador de la
República. Casó con Guillermina León y fue padre de varios
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ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
hijos, entre los cuales mencionamos a Miguel Parra León, inge­
niero, profesor universitario y Académico; Antonio Parra León,
médico, Ministro de Sanidad y Asistencia Social y Caracciolo
Parra León, nacido, por causa del exilio de su padre, en Pam­
plona el 6 de agosto de 1901 y a quien se van a referir en
adelante estas conversaciones.
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Estamos por lo tanto en presencia de una familia de la
cual han formado parte personajes de la más alta representación
política (Presidencia de la República, Despachos del Ejecutivo
Nacional, Jefaturas de Misiones Diplomáticas), de la más ele­
vada jerarquía universitaria (Rectores y Profesores), de las más
distinguida actividad académica y del más variado ejercicio
profesional.
Son gente que superaron el medio local, pudieron adquirir
dimensión nacional e incluso armonizar con sus homólogos
de otros países. Son de esos que saben ejercer altos cargos,
escribir libros, cultivar la ciencia, enseñar y estudiar.
Desde el Dr. Parra Olmedo hasta el presente, pasan cinco
generaciones. La familia Parra, que formaron en Mérida el
Rector Parra Olmedo y su joven esposa doña Julia, se ha
extendido y afianzado en la vida republicana. En el contexto
de esa familia es donde se puede estudiar, analizar y tratar de
comprender a Caracciolo Parra León.
SEGUNDA CONVERSACION:
DOS VECES DOCTOR
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El expediente que existe en el Archivo Histórico de la
Universidad Central de Venezuela nos permite conocer, al
menos en esquema, la vida juvenil y estudiantil de Caracciolo
Parra León.
El título de Bachiller en Filosofía se lo otorgó el Colegio
de San José de Pamplona. Eso indica que, a pesar de que en
1903 su padre y su madre regresaron del exilio y se estable­
cieron en San Cristóbal, donde nacieron otros hijos'suyos,
Caracciolo permaneció en Pamplona al menos durante parte de
su tiempo de estudios. Cuando recibió en Caracas el doctorado
en ambos Derechos, recordó con agrado todo lo que había
aprendido en las “grises aulas centenarias del colegio de la
vieja y noble ciudad de Pamplona”.
El hecho no tiene nada de extraño porque en vista de las
dificultades de comunicación con el resto de Venezuela, resultó
frecuente que los jóvenes venezolanos interesados en estudios
superiores y cuyas familias residían en el Estado Táchira, pre­
firiesen acudir a Institutos colombianos, de fácil acceso desde
el Táchira y de cierta categoría académica, sin que ello alterase,
en lo más mínimo, su activo e intenso sentimiento nacionalista.
No conocemos la fecha exacta de su grado de Bachiller
pero sí que fue reconocido por el Consejo de Instrucción Pública
el 11 de mayo de 1918 y así se lo comunicó al interesado el
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ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Presidente de ese Consejo el 15 de mayo de ese mismo año.
Quedó por tanto autorizado “para presentarse a exámenes de
Instrucción Superior ante los Jurados Nacionales”. Tenía
entonces 17 años.
Por el testimonio de Su Eminencia el Cardenal Quintero
sabemos que en 1918 Caracciolo Parra estaba en Mérida,
procedente de Pamplona y estudiaba en la Universidad y por
ese mismo testigo sabemos que en 1921, Parra fundó y presidió
en Mérida un Centro de Estudiantes formado por alumnos
universitarios y Seminaristas mayores. Ese Centro tuvo como
órgano una revista, que fue presentada con una velada lite­
raria en el salón de actos públicos de la Universidad, durante
la cual Caracciolo Parra dictó una conferencia y el propio
Cardenal Quintero, entonces estudiante de últimos años del
Seminario Mayor, leyó un accidentado discurso de orden,
del cual dice: “sin embargo por el rebosante lirismo de esa
oración y por el entusiasmo con que la declamé, arrancó no
pocos aplausos”.
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Completó los cursos jurídicos en Mérida y en esa ciudad
presentó en octubre de 1920, sus exámenes integrales en
Cánones.
El 8 de diciembre de 1922 la Corte Suprema de Justicia
del Estado Táchira, le confirió el título de Abogado de la
República.
Recibido el título de Abogado, ejerció temporalmente en
San Cristóbal el cargo de Inspector Fiscal de Estampillas que
lo obligaba a visitar diversas poblaciones del Estado Táchira,
para comprobar el cumplimiento de las normas legales sobre
el uso del timbre fiscal. Utilizó entonces como Asistente a
Tullo Chiossone, quien acababa de terminar sus estudios de
secundaria.
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
27
Chiossone recuerda con agrado y cariño, los largos viajes
en muía que debían hacer los dos y durante los cuales, en los
momentos de descanso o en las conversaciones del camino,
hablaban sobre libros que Parra había recibido y entre ellos
los de Ricardo León cuyo prestigio literario era amplio entre
los jóvenes americanos. De esos libros de Ricardo León, Parra
gustaba especialmente de dos: “Alcalá de los Zegríes” y el
“Amor de los amores”, cuyas páginas leía entusiasmado y en
voz alta.
Nótese que este último libro tiene un carácter místico que
coincidía con las tendencias psicológicas de Parra, quien para
esa época debía estar preparando los materiales de su segunda
tesis doctoral, que versaría precisamente y como veremos más
adelante, sobre las condiciones de la poesía mística.
Mientras tanto estaba tramitando un nuevo doctorado:
el 27 de septiembre de 1923, el Consejo Nacional de Ins­
trucción certificó que Caracciolo Parra había obtenido en Cá­
nones la calificación de 20 puntos (sobresaliente) en las
pruebas escrita, oral y práctica en Cánones del examen integral
rendido en Mérida el 16 de octubre de 1920. Firman la cons­
tancia Rubén González como Presidente del Consejo Nacional de
Instrucción y el Protonotario Apostólico Nicolás Eugenio Na­
varro, Vocal por Ciencias Eclesiásticas de ese Consejo.
Ya Abogado Caracciolo Parra se traslada a Caracas y
solicita de la Universidad Central de Venezuela el 18 de
octubre de 1924 el título de Doctor en Ciencias Políticas.
Antonio Pulido Villafañe y Enrique Celis Briceño, ambos
también abogados, prestaron declaración jurada el 17 de octubre
de 1924 ante el Juzgado de Parroquia de la parte occidental
de Caracas, acerca de que conocían a Caracciolo Parra desde
hace algunos años, que éste se encontraba en pleno uso y goce
de sus derechos civiles y que gozaba de buena reputación.
/
28
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Cumplidos todos esos trámites, la Universidad Central de
Venezuela le otorgó el título de Doctor en Ciencias Políticas
el 30 de octubre de 1924 a las 5 p.m. Tenía en ese momento
23 años de edad.
Llama la atención que los estudios de Parra hubieren
tenido tantas oscilaciones geográficas: Pamplona para ser Ba­
chiller; San Cristóbal para ser Abogado; Mérida para examinarse
en Cánones; Caracas para recibir los doctorados. Su padre,
Senador por el Estado Mérida de 1915 a 1918, solamente pudo
verlo como Bachiller ya que falleció en Caracas el 26 de enero
de 1919 y sus otros familiares habían permanecido entre Cara­
cas y San Cristóbal: su hermana Julia contrajo matrimonio con
el Dr. Roberto Díaz, natural de Pamplona; su hermano José .
Rafael nació en San Cristóbal y se graduó de abogado en .
Caracas. Otro hermano Gonzalo nació en San Cristóbal y vivió
y murió en esa ciudad y de los dos menores, Miguel nació en
San Cristóbal en 1904 y se graduó de Ingeniero en Caracas
en 1927 y Antonio nació también en San Cristóbal y se graduó
de médico en 1930.
Nótese que, de los hijos de Miguel Parra Picón los cuatro
varones reciben su grado universitario en Caracas y de las mu­
jeres solamente una (Julia) contrajo matrimonio y de las otras
dos, María y Guillermina, murieron solteras sin descendencia.
Margarita todavía vive. Era una familia de origen merideño,
vinculada por razones de conflicto político con Colombia y
que se reparte en su ubicación entre Caracas y San Cristóbal.
De la vida familiar de los Parra en San Cristóbal hay una
breve referencia muy significativa en el discurso que pronunció
en la Academia Venezolana de la Lengua, correspondiente a la
española, al ser recibido como correspondiente de la misma el
muy eminente hombre de Letras tachirense Dr. Antonio Rómulo
Costa, persona de gran prestigio y extraordinaria cultura.
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
29
En las palabras pronunciadas al efecto habló Parra de la
antigua amistad familiar que había unido a los Parra con el
Dr. Costa “nacida en la austera persona de mi padre y en la
suave dulzura de mi abuelo materno”. Esa referencia a su padre
como austera persona es interesante, en contraste con el cali­
ficativo que da al abuelo a quien atribuye suave dulzura. Ese
abuelo era el Dr. Pío León, abogado trujillano, casado con la
merideñá Teresa Arellano Fonseca.
Es de particular atención el conjunto que allí se forma
entre trujillanos, merideños y tachirenses, que tienen entre sí
vínculos familiares y de amistad.
Probablemente Parra dedicó el año 1925 para preparar
su tesis doctoral en Ciencias Eclesiásticas.
Resulta extraño, al menos formalmente, que dicha tesis
hubiere sido “Condiciones de la poesía mística” y que el título
doctoral estuviere referido a la rama de Cánones. ¿Por qué una
tesis sobre poesía mística fue así admitida? No lo sabemos.
El tema en sí era peculiar ya que hasta ese momento ningún
otro venezolano había escrito y publicado nada semejante pero
a la Universidad le pareció suficiente.
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Estaba todavía soltero y la especialidad intelectual a la
cual dedicó su tesis era claro indicio del nivel cultural alcanzado
y de su grado de desarrollo intelectual pues sólo es posible
interesarse en la poesía mística cuando se ha adquirido una
considerable formación literaria, teológica y estética y es difícil
llegar a ese nivel teniendo menos de 25 años.
Las dificultades del medio, en cuanto al acceso a biblio­
tecas y a la orientación de maestros expertos, sin duda requirió
un mayor esfuerzo personal y una autodisciplina intensa de
estudio y de trabajo.
30
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Ante el Juez de Parroquia de Caracas, Doctor Domingo
Delgado Vivas, comparecieron el Dr. Alfredo Muracciole Dávila
y el bachiller Rafael Angarita Arvelo quienes dieron testimonio
jurado de la buena reputación y conducta del Dr. Parra. Con
esos elementos de juicio y previa la aprobación de la tesis, el
Rector Diego Carbonell el 25 de junio de 1926 a las 11 de la
mañana, le confirió pública y solemnemente en el Paraninfo
el título de Doctor en Ciencias Eclesiásticas. Tenía 25 años.
Caracciolo Parra casó el año 1926 con Josefina Aranguren
Lares, hija del General Juan Ignacio Aranguren Delgado y de
doña Magdalena Lares Paredes.
En 1928, ya dos veces Doctor, fue nombrado Vicerrector
de la Universidad Central de Venezuela.
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TERCERA CONVERSACION:
ENSEÑO A APRENDER
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3
Mario Briceño Iragorry definió a Caracciolo Parra León
como un maestro, porque enseñó a aprender.
. Para darse cuenta de ello, hay que tomar en cuenta las Cá­
tedras que estuvieron a su cargo: Lógica en la Escuela de Filo­
sofía y Letras, creada en la Universidad Central en 1928; Prin­
cipios Generales del Derecho y Derecho Español y Público
Eclesiástico en la Facultad de Derecho de la Universidad Cen­
tral; Filosofía en el cuarto año de Instrucción Secundaria en el
Liceo Andrés Bello de Caracas; Derecho Internacional America­
no en el Curso Preparatorio para la admisión en las Carreras
Diplomática y Consular, que después de 1936 funcionó en el
Ministerio de Relaciones Exteriores y además dictó Etica Ge­
neral y Aplicada en el ensayo pre-universitario experimental
que existió en el año de 1931 y un curso, entonces muy especial,
de preparación Cívica, Psicología y Metodología Pedagógica en
el Colegio Santa Rosa de Lima.
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i
Ese conjunto de Cátedras originaba, usando la terminolo­
gía actual, una intensa carga docente (la de Principios Genera­
les del Derecho, según las noticias de los Anales de la Universi­
dad Central, funcionaba martes, jueves y sábado de 10 a 11
de la mañana). Cada una de esas Cátedras tenía un amplio
programa: la de Lógica 75 títulos o tesis; la de Principios Ge­
nerales del Derecho 36 y la de Derecho Español y Público Ecle­
siástico 48.
34
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
La lectura de los programas respectivos obliga a pensar
en la extensa formación general y cultural necesarias para el
Profesor al tratar las materias respectivas y en el esfuerzo re­
querido para preparar cada clase y dictarla' con la metodología
apropiada en ambientes totalmente distintos.
Conviene llamar la atención acerca de que, en esos tiempos,
era obligación ineludible del Profesor, explicar el programa
íntegro durante el año escolar sin que ninguna excusa le justi­
ficare omitir el cumplimiento de ese deber.
Lo interesante no radica tanto en haberse dedicado el Dr.
Parra a tan intensa y diversa labor docente, sino en que esas
labores fueron desempeñadas con una indiscutible y reconocida
eficiencia y que además no eran las únicas actividades a su
cargo, sino que coincidían con otras de importancia, como el
Vice-Rectorado de la Universidad, la Dirección de la Biblioteca
Nacional o la Dirección de la Oficina de Relaciones Interamericanas del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Y no cesó en su trabajo ni siquiera cuando ya enfermo y
sometido a tratamiento médico, escribía en octubre de 1938
a don Mario Briceño: “Los ratos de clase, no lo creerás, son los
mejores: sigo siendo el mismo Profesor de Principios Generales
del Derecho, gritón y expresivo que conocistes cuando me oías
retazos de clases desde las puertas”.
La copia del programa de Derecho Internacional America­
no (archivada en el Ministerio de Relaciones Exteriores), que
estaba dictando en esos mismos momentos, tiene añadida una
pequeña tarjeta que dice: “El Dr? Parra antes de ir a Lima, dio
clases explicando hasta la Cuarta Conferencia y dejó para su
regreso la explicación de las otras cuatro Conferencias Interamericanas, con las cuales pensaba completar el programa de la
materia”.
El viaje a Lima era'a finales de noviembre de 1938 para
►
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
35
asistir a la Octava Conferencia Internacional Americana, de la
cual regresaría para morir. Estaba entonces sometido, como
acabamos de decir, a exámenes clínicos y tratamientos médicos.
Oscar Beaujon hace notar la admiración que como Pro­
fesor dejaba Parra en sus alumnos. Dijo, al incorporarse el 9 de
agosto de 1973 a la Academia Nacional de la Historia que había
' tenido la suerte y el honor de ser su discípulo y añade: “Fresca
está en nuestra mente su imagen de poderosa personalidad, el
acrecentamiento de sus rasgos y la fuerte modulación de la voz
• que lo agigantaba sobre la modesta tarima profesoral del Aula
liceísta, cuando exponía con fuerza de convicción y basamento
de honda fe, las pruebas de la existencia de Dios”.
Ismael Puerta Flores, gráficamente, me contó la presencia
imponente de aquel Profesor de peculiar altura física, ojos azu­
les, voz potente y modulada, vestido con riguroso chaleco a la
moda de la época que, parado en un ángulo de la tarima pro­
fesoral, cautivaba totalmente la atención de sus alumnos y no
eran pocos los estudiantes de otros cursos o Facultades que se
acercaban a las puertas para oír esas clases.
Todos quienes fueron sus alumnos le reconocieron que,
además del riguroso método de exposición y de la notable eru­
dición que mostraban sus clases y a pesar de que defendía con
entusiasmo aquellos aspectos conceptuales que se relacionaban
con sus propias convicciones filosóficas, no dejó nunca de ex­
plicar, con igual metodología, precisión y amplitud de conoci­
miento, los aspectos de las distintas tesis del programa de estu­
dio conectados a teorías filosóficas o políticas diferentes de las
■ suyas.
■ t
Con la misma energía con que exponía sus clases era extre­
madamente riguroso en la apreciación de los exámenes, sin que
ello afectase su imparcialidad, hecho del cual da fe la escena
desarrollada cuando, en su momento, el entonces estudiante de
56
•
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Derecho, Jóvito Villalba, al exponer la tesis que por suerte le
había correspondido y que se refería a las relaciones entre la
Iglesia y el Estado “discurrió, según describe don Mario Briceño,
vibrante de elocuencia y afincado en copia de argumentos contra
los principios de Parra” y añade que fue “valeroso” y que con
“dialéctica apropiada sostuvo su tesis”. Parra lo calificó con 20
puntos y al ser interrogado sobre el hecho contestó: “Como
Jurado no vengo a calificar ideas sino a juzgar capacidades”. *
La preocupación docente, que le era fundamental, lo obli­
gaba a realizar cuanta actividad le parecía conveniente a los
fines perseguidos. Por ejemplo, eran frecuentes las reuniones
de los Profesores del curso de preparación del personal Diplo­
mático y Consular para examinar el estado de la enseñanza
que se estaba impartiendo. De cada reunión se levantaba un acta
y en todas ellas aparece presente el Dr. Parra y expresada la
opinión que se permitía emitir sobre lo tratado.
Quiso ayudar a sus alumnos poniendo a su disposición
libros de texto, importados por él directamente para que pudie­
ran ser adquiridos a precio de costo. Ese hecho le ocasionó, pa­
radójicamente, un desagradable incidente protagonizado por el
Dr. José Gil Fortoul, quien interpretó el hecho como la impo­
sición de un texto obligatorio a los alumnos y llegó a formular
una durísima crítica pública, evidentemente injusta, contra Parra •
León, en torno a la cual surgió una compleja polémica que hubo
de terminar cuando el Rector de la Universidad hizo por la
prensa, la aclaratoria necesaria acerca de que la Universidad no
imponía a sus alumnos ningún texto para el libre estudio de las
asignaturas.
Es conveniente mencionar, como un hecho que no es ex­
traño en la personalidad del Dr. Parra pero sí notable en la
historia de la Universidad Central de Venezuela, que él fue el
Vicerrector más joven que ha tenido la Universidad, pues tomó
37
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
posesión del cargo el 28 de mayo de 1928, cuando apenas tenía
27 años de edad. Ejerció la Vicerrectoría hasta el 2ó de di­
ciembre de 1935 cuando pasó a la Dirección de la Biblioteca
Nacional. El 24 de julio de 1929, por ausencia del Rector
Dr. Plácido Daniel Rodríguez Rivero, Parra León asumió el
Rectorado con carácter interino y es sin duda alguna, la per­
sona que en toda la historia de la Universidad ha ejercido el
Rectorado con la menor edad.
El ejercicio del Vicerrectorado no se redujo para el Dr.
Parra a una simple función administrativa, sino que le permitió
desarrollar una extensa labor, dentro de los límites que permi­
tían las circunstancias del tiempo, aspecto que no puede ser
olvidado al considerar la cuestión. Esa labor universitaria del
Dr. Parra tuvo, probablemente, sus modalidades más resaltan­
tes en la creación de la Escuela de Filosofía y Letras, el examen
de los Archivos Históricos de la Universidad y la revitalización
de los Anales de la Universidad Central de Venezuela.
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I
La Escuela de Filosofía, cuya dirección asumió el mismo
Vicerrector y que duró hasta 1934, cuando fue suprimida por
el Ministerio de Educación, abarcó cursos de Psicología, Lógica,
Literatura Antigua, Lengua y Literatura Italiana, Historia de
la Filosofía y Etica y en ella fueron Profesores además de Parra
León, el Dr. Diego Carbonell, Jesús Semprum, Mario Briceño
Iragorry, Edoardo Crema, J. M. Núñez Ponte y José Ramón
Ayala. En 1933 la Escuela fue transformada en Facultad. La
• creación y funcionamiento de la Escuela fue advertida en 1932
con especial referencia por el Ministerio de Instrucción Pública
en su “Memoria” al Congreso, diciendo de ella: “que viene fun­
cionando con muy buenos resultados, regentada por Profesores
expertos, que sabían corresponder dignamente a los propósitos
que animaron al Despacho cuando los escogió para confiar a sus
aptitudes las respectivas Cátedras”.
\
38
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Los nombres y las Cátedras mencionadas permiten pensar
que ha debido ser innegablemente importante el aporte que esa
primera modesta Escuela y después Facultad prestaron a la cul­
tura patria durante el tiempo referido.
En cuanto a los Anales, que se venían publicando des­
de el año 1900, el Dr. Parra como Vicerrector, asumió su di­
rección, logró fondos para incrementar el número de entregas
anuales de la Revista y dispuso destinarla a publicar documen­
tos de carácter oficial, relacionados con la actividad universitaria
y estudios monográficos de eminentes profesores sobre temas
de su especialidad.
Los Anales sirvieron al Dr. Parra para reiniciar el tra­
bajo, interrumpido e incompleto, de reproducir los documentos
del Archivo Universitario, labor que tomó para sí, directamente,
ordenándolos y anotándolos “para reproducirlos en toda su
genuina originalidad”, con las indicaciones técnicas “que sirvan
. para dar a cada uno de ellos, el legítimo valor que les corres­
ponde”.
Quizás en la propia vida de Parra ese aspecto de su labor
en el Vicerrectorado, al permitirle'conocer directamente y con
toda exactitud, los documentos que formaban los expedientes
de grados académicos y leer, en el propio original, las tesis de
grado que en gran abundancia figuran en ese Archivo, le hizo
obtener una nueva visión de la verdad de la Historia y encon­
trar el estímulo y el material necesario para preparar los libros
con los cuales, no solamente ingresó a las Academias de la His­
toria y de la Lengua, sino que por su metodología, claridad e
importancia, dieron un vuelco completo al estudio y a la ense­
ñanza de la Historia en Venezuela. Sin ese conocimiento de los
Archivos Universitarios, la obra y la personalidad de Parra
habrían sido distintas,'
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CUARTA CONVERSACION:
LAS LECCIONES DEL PASADO
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Cuando Caracciolo Parra fue nombrado Vicerrector de la
Universidad Central de Venezuela y tuvo, como hemos dicho,
acceso directo y fácil a sus archivos, movido por su afición al
estudio de los viejos papeles y además, con la capacidad de leer
y entender lo que se escribió en las tesis de grado, redactadas en
latín, pudo plantearse, como una hipótesis de trabajo intelectual,
la necesidad de revisar a fondo el concepto de la historia de la
vida venezolana, entendida hasta entonces como un extraño me­
canismo que, en un momento determinado estalló con la mara­
villosa luz de la Revolución de la Independencia, mientras que
antes de ella sólo había habido obscurantismo, opresión e ig­
norancia.
I
Planteó entonces, a su propia vida intelectual un objetivo
muy claro como lo fue buscar la explicación de lo que llamó
“chocantísimo contraste, que lo mortificaba”, entre una Vene­
zuela que “yacía en la más absoluta postración intelectual, ajena
al intenso movimiento del mundo civilizado, sin colegios, sin
escuelas, entregada a la corta enseñanza en manos de clérigos y
frailes oscuros, serviles y fanáticos” y aquella sociedad que tanto
impresionó al Barón de Humboldt, quien había encontrado en
las familias de Caracas decidido gusto por la instrucción, cono­
cimiento de las obras maestras de la literatura francesa e ita­
liana y notable predilección por la música.
I
42
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Era necesario asumir de inmediato el papel que consideró
le correspondería en esa labor, que evidentemente alguien tenía
que hacer alguna vez en la República. Primero que todo debía
tenerse un concepto definido de la filosofía de la Historia, lue­
go un método de trabajo adecuado y por último una acción
efectiva, manifestada en obras concretas, mediante las cuales el
público lector pudiere formarse su propio criterio.
Parra, para llevar a cabo esa misión, utilizó una concepción
filosófica muy clara de la vida social, que podrá o no compar­
tirse, pero que orientó su acción intelectual y que llevó a cabo
con una capacidad de trabajo constante, que le permitió ejecutar
la labor que se había señalado.
Pertenece por lo tanto Caracciolo Parra a un grupo de per­
sonalidades escasas en nuestra historia cultural: Son aquellas
en las cuales la obra que han realizado responde a una deter­
minada posición filosófica: él tuvo, en su vida y en su obra in­
telectual, como característica específica el mantener una sola
línea.
Muchos de nuestros hombres de pensamiento han tenido
una magnífica formación pero no dejaron obra escrita; otros
nos legaron una variada y a veces intensa producción que no
responde a una línea fija de pensamiento, sino a posiciones cir­
cunstanciales que llegan a ser contradictorias porque todo ser
humano tiene derecho, y no lo negamos, a evolucionar, a cambiar
de rumbo en el curso de su vida y a adoptar nuevas posiciones.
La Academia Nacional de la Historia lo recibió en su seno
como Individuo de Número para ocupar el Sillón que había
dejado vacante el Dr. Angel César Rivas, eminente hombre de
letras que, como tal, había prestado a la cultura del país servi­
cios invalorables y quien, en sus estudios adoptó una posición
filosófica determinista, analizada muy bien por el Dr. Cristóbal
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
43
Benítez en el discurso que pronunció al suceder a Parra en el
mismo Sillón que también ocupó Rivas.
Parra pensó en cambio que en la Historia de la humanidad
hay dos factores que la van orientando; el uno material, deter­
minado por los procesos invariables y mecánicos de las fuerzas
físicas y fisiológicas. Son las leyes sociales que regulan la marcha
de los pueblos y que nos permiten encontrar ciertas constantes
en el modo de actuar de los hombres; pero, también existen, en
la Historia, acciones que se derivan exclusivamente de la libre
voluntad del hombre, de las ideas que en un momento determi­
nado adopta porque quiere, de las cuales se enamora, que lo
llenan de entusiasmo y que dirigen su actividad.
Esas ideas de los hombres, decía el Dr. Parra, “obran con
eficacia portentosa e imprimen do quiera la huella de su paso.
Nacen, crecen, inflaman, se multiplican y luego o viven siempre
frescas en el alma de la humanidad o se quedan rezagadas en la
penumbra del pasado ora vestidas de pobreza y egoísmo, ora
manchadas de sangre, ora pacientes y humildes en espera de la
resurrección futura”.
Llamó a su modo de pensar “concepción dualista u orgá­
nica de la historia”, que permite ver, en el hombre libertad y
leyes éticas, en las naciones un conjunto de hombres de tra­
dición y características comunes pero también regidos por leyes
sociales; en la naturaleza hermosura y leyes evolutivas; en los
vegetales vida y leyes vegetativas; en las sustancias inorgánicas
leyes físicas y en los animales vida y sensibilidad,
t
Ahora bien, todo escritor y especialmente cuando el objeto
de sus trabajos es el estudio de la Historia, requiere de una
determinada metodología, de una cierta sistemática que le in­
dique por dónde comenzar y qué pasos debe seguir para el logro
de sus fines.
44
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
La mayoría de las veces esa metodología sólo se puede des­
cubrir con el estudio integral y comparado de las obras de un
autor, pero corriendo el riesgo de equivocarse y no interpretar
exactamente cuál fue el verdadero camino escogido. En algunas
ocasiones el propio autor señala cuál fue su camino, dejándolo
descrito, quizá al comenzar su obra, para indicarnos hacia don­
de quiso ir o a veces al terminarla para mostrar cuál fue la vía
que pretendió recorrer.
Este problema es distinto al anterior que hemos analizado.
Es la misma diferencia que existe entre la carretera que el via­
jante escoge para ir de una parte a otra y el vehículo que selec­
ciona para efectuar ese viaje.
El Dr. Parra, poco antes de morir, en el discurso pronun­
ciado el 14 de julio de 1938 para recibir en la Academia Na­
cional de la Historia al Dr. Plácido Daniel Rodríguez Rivero,
expuso cuál era la metodología que él consideraba conveniente
para el estudio de la Historia de Venezuela, bajo el supuesto
de utilizar los principios filosóficos expuestos por él mismo en
anteriores oportunidades.
El Dr. Rodríguez Rivero presentó a la Academia, como
trabajo de incorporación, una extensa exposición sobre el origen
y desarrollo de San Felipe el Fuerte, población que fue destroza­
da por el sismo de 1812 y que se originó en una pequeña aldea,
ubicada en el llamado “cerrito del Cocorote”, lugar asentado
en el Valle del río Yaracuy.
El trabajo del Dr. Rodríguez Rivero abunda en detalles
sobre los propietarios, tipos de cultivo, números de esclavos,
artesanos, especies de propiedades y otros datos relativos a
aquella otrora importante población y hace un detenido estudio,
de carácter genealógico, sobre las principales familias de San
Felipe el Fuerte; también analizó, con cierto cuidado, detalles
/
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
45
sobre la existencia y actividad de los profesionales y artesanos
. que trabajaron en esa ciudad.
Para los oyentes no dejaba de ser desconcertante aquel mi­
nucioso desarrollo, hecho por el nuevo Académico, sobre las
características sociales de una pequeña población que había de­
saparecido por completo más de un siglo atrás..
(
La Academia encargó al Dr. Parra León contestar el dis­
curso. A pesar de la diferencia de edad y de preocupaciones pro­
fesionales, el Dr. Parra estaba unido a Rodríguez Rivero por
una estrecha y respetuosa amistad, ya que mientras el Dr. Ro- •
dríguez Rivero, entre 1928 y 1935, fue Rector de la Universi­
dad Central de Venezuela, Caracciolo Parra había sido el Vice­
rrector y por tanto, mucho de lo que pudo hacer Parra en la
, Universidad recibió el apoyo que le prestó el Rector Rodríguez
Rivero; en más de una oportunidad, Parra lo suplió temporal­
mente en el Rectorado.
Hay que pensar que, en aquella pequeña Universidad, que
apenas pasaba de seiscientos alumnos, tenía que ser muy estrecha
la relación necesaria entre un Rector y un Vicerrector que tra­
bajaron juntos por más de siete años.
El Dr. Parra, en esos momentos, era Director en el Minis­
terio de Relaciones Exteriores, ocupado del manejo de las rela­
ciones Interamericanas. Ya había publicado lo que sería la to­
talidad de su obra pues siete meses después iba a fallecer. Con
sus trabajos y obras tenía adquirida una noción clara y precisa
de cómo enfrentarse al estudio de la Historia Patria.
El discurso del Dr. Rodríguez Rivero .le facilitó exponer
cuáles eran los lineamientos metodológicos que consideraba
más adecuados para estudiar la Historia venezolana.
En su criterio, ante la carencia de una Historia General de
Venezuela “proporcionada y armoniosa, ciencia y arte a la vez”,
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46
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
la Historia regional resultaba para Venezuela de un interés y
una significación verdaderamente trascendente.
Consideraba que era necesario ir reuniendo, lentamente,
los materiales y las ideas precisas para conseguir el conocimiento
y dominio, en síntesis clara y objetiva, de la estructura y desa­
rrollo de un organismo, cuyos diferentes miembros y etapas no
se conocen; es decir, hacer primero la Historia regional, con
una atenta visión que después conduciría a la formación de la
verdadera Historia de la Patria, “en donde siempre se pulsará,
espléndida y dinámica, el alma nacional, que constituye su se­
creto centro interior, a cuyo alrededor todo se mueve y cuyo
poderoso aliento en todas partes se respira”.
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Estaba así planteado el modo de hacer Historia que él
proponía: ante la ignorancia de cómo era el todo, ir reuniendo,
paulatinamente, las piezas que formaban ese todo para poder
darse cuenta de la presencia de una Patria maravillosa, con alma
propia, dotada de un espíritu vivificador, potente y nutricio.
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Expone el Dr. Parra que no había que comenzar por la
Independencia, fenómeno que él denomina “espléndido fruto
y no raíz milagrera”, sino combinar adecuadamente tres elemen­
tos: el primero el americano, cada vez más sensible en el curso
de los años; el segundo el espíritu español, de indispensable
presencia y el tercero “una concepción integral de la vida”, es
decir considerar no sólo los elementos políticos, militares y ju­
rídicos de la colectividad, sino sus aspectos sociales, económi­
cos, intelectuales y religiosos y “todas las demás demostracio­
nes que sirven para determinar, en pleno, la sustancia de la so­
ciedad y la totalidad de su evolución en el tiempo y en el
espacio”.
El trabajo no era fácil, pues requería recopilar datos y no­
ticias, que luego serían completadas y coordinadas, “con un
espíritu inteligente y con una perspicacia natural de entendimien-
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
47
to, que disciplinada por todos los recursos del método, estable­
cería el tipo y el desarrollo, el cómo y el porqué de la vida de
los pueblos”.
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Pero ahí no cesaba el trabajo del historiador. Decía el Dr.
Parra que como la Historia tiene de obra literaria y estética,
se han de tener presentes, al estudiarla y escribirla, el arte del
lenguaje y de la emoción; y por cuanto la Historia también
tiene de ciencia y de filosofía, “se han de guardar estrictamente
las reglas de la crítica”, primero para fijar los hechos, luego para
valorarlos con exactitud, en lo que realmente significan dentro
las reglas de la crítica, primero para fijar los hechos, luego para
luego clasificarlos ordenadamente, para impedir que confundan,
distraigan o engañen al Historiador, ocultando el espíritu que
los inspira”.
Estaba allí plasmado todo un programa para el estudio de
nuestra Historia, con los diversos elementos necesarios, y con
el ansia de buscar el alma nacional espléndida y dinámica.
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Ese tipo de trabajo lo había comenzado el Dr. Parra cuan­
do publicó en 1935 sus Analectas de Historia Patria, en don­
de presentaba las bases de la Historia Patria: la de Oviedo y
Baños para la antigua Gobernación de Venezuela, la de Caulín
para Cumaná, Nueva Barcelona, Guayana y Río Orinoco y para
Mérida y Táchira la parte de Aguado que atañe a esas regiones
y lo escrito por don Tulio Febres Cordero en sus “interesantes
e ignoradas Décadas”.
Parra advirtió que la Patria venezolana era un todo, que
se había formado por la integración de partes, cada una de las
cuales debía ser considerada como objeto de un estudio separado,
para que luego fuese posible buscar ese hilo espiritual, que había
ido tejiendo poco a poco a cada una de esas partes con las de­
más basta llegar a una sola unidad.
•18
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
El tiempo ha dado la razón al Dr. Parra. Las frases de su
discurso, por las naturales características ambientales de un acto
académico, quizás no fueron captadas en su exacto sentido y
quedaron aparentemente en el olvido.
La Historia, vista desde Caracas o con el único análisis de
uno solo de los aspectos de la vida nacional, no permite captar
lo que Parra llamó el “alma nacional”, ese algo que permitió
integrar la República que se había declarado independiente en
1811 y que luego presidió Páez en 1830. Para comprenderla
existe la necesidad de conocer la forma como se fue creando
cada Provincia en todos los aspectos de la vida social y el proceso
que llevó, a todas esas Provincias, a formar después una sola
Patria preguntándose: ¿Cuáles fueron esos hilos misteriosos que
fueron tejiendo la unidad de la Patria?
Muchos años más tarde Carlos Felice Cardot patrocinó la
preparación de “Historias regionales” que aunque no todas fue­
ron preparadas con la misma técnica, han permitido observar,
parcialmente, el surgimiento de esa Patria que durante quinien­
tos años existió en todo lo que hoy es la República.
Felice, que conocía a fondo su Provincia natal, estaba como
Parra convencido, que sin estudiar las lecciones del pasado, vi­
vidas en las distintas regiones del país, era imposible conocer el
alma nacional.
Parra no quedó en el simple enunciado de teorías, sino que
se dedicó al trabajo histórico mediante dos actividades princi­
pales, una la de “hacedor” de libros, es decir escribiendo, impri­
miendo y editando libros históricos y la otra, tomando para sí
un papel importantísimo y complementario del anterior como
fue el convertirse en historiador de historiadores.
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QUINTA CONVERSACION;
EL HACEDOR DE LIBROS
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Hace un libro quien lo escribe, quien lo imprime o quien
lo edita.
El escritor, generalmente “hombre de letras”, mediante su
lápiz, su pluma, su máquina de escribir o su procesadora de
palabras, lleva al papel las ideas que quiere expresar en el libro.
El impresor, como artesano, utiliza su técnica y sus cono­
cimientos para convertir el libro ya escrito, tipográficamente o
con otro medio adecuado, en múltiples ejemplares que puedan
ser leídos o manejados por quien le interese.
El editor, como empresario, toma para sí, con fines comer­
ciales o no, el riesgo de escoger determinados libros, hacerlos
imprimir y ponerlos en circulación.
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Son mentalidades y formas de ser- diferentes y que requie­
ren técnicas también diferentes. Pocas veces el escritor, como
en el caso de Don Tulio Febres Cordero, es su mismo impresor.
En algunas ocasiones el escritor asume directamente los riesgos
de ser su propio editor.
Lo interesante, en el caso de Caracciolo Parra León, es que
fue simultáneamente escritor, impresor y editor.
Escribió sus propios libros, los imprimió y editó por su
cuenta.
9
52
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
imprimió libros de escritores contemporáneos que le con­
fiaron ese encargo.
Editó libros de otros tiempos, seleccionados por él mismo,
para que estuviesen a disposición de los estudiosos.
Acerca de sus propios libros hablaremos en otra conver­
sación.
Para imprimir y editar libros creó, en 1927 con su hermano
Miguel, una empresa, Editorial Sur América (Parra León
Hermanos), que funcionó con efectividad hasta su muerte.
Miguel Parra León, hombre de ciencia y también en su
momento Académico, persona de amplia inteligencia y extensa
cultura, era un carácter de esos que podrían llamarse “dionisíacos” en contraste con el de su hermano Caracciolo, más bien un
“apolíneo” y quizá, por tal razón, hicieron una buena sociedad
de mutuo complemento.
No parece que la Editorial Sur América, a pesar de
haber subsistido tantos años, haya producido a sus socios impor­
tantes beneficios económicos, pero los servicios que prestó a la
cultura nacional obligan a considerarla entre las empresas edito­
riales que han sido más importantes en la historia de esa cultura
y le dan el derecho a figurar, por la categoría y calidad de las
obras publicadas, en la historia editorial venezolana. Tómese en
cuenta que las condiciones del ambiente y todas las circunstan­
cias adversas propias de una escasa población, medios económi­
cos limitados y otras condiciones negativas, hacen más meritoria
la tenacidad de Parra para mantener viva esa labor editorial.
Caracciolo Parra, según confesión hecha en alguno de esos
libros así publicados, tenía el carácter de “socio-gerente” de la
Editorial y estaba tan entregado a ella que Don Mario Briceño
da testimonio de que, en una de las raras ocasiones en que per-
I
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
53
maneció más de un día sin ir a la imprenta, le confesó: “Me
hace falta el diario ruido de las máquinas”.
Es muy probable que esa empresa haya tenido tendencia
a convertirse en lugar de reunión de intelectuales, atraídos por
los libros que se estaban imprimiendo y por las personas de ca­
tegoría a quienes era posible encontrar allí.
Tulio Chiossone me ha contado que en la Editorial Sur
América fue donde conoció, personalmente, a muchos de quie­
nes después serían sus amigos en Caracas, por ejemplo el Dr.
Tomás Liscano; en el mismo sentido Don Mario Briceño trans­
cribe una carta de Caracciolo Parra, recibida en Costa Rica en
respuesta a otras suyas y en la cual le expresa que, al leerlas,
“le pareció estar en aquel sucio recibo de la Imprenta echado
sobre el clásico escritorio de corregir pruebas. Tú, el mismo:
vehemente crítico dado a idealidades y teorías”.
No debía por tanto ser rara ni extraña la presencia de don
Mario y de otras personas en la Imprenta, en una permanente
y grata discusión que hace necesario pensar que allí debió ha­
berse formado una interesante y amena tertulia literaria, tal co­
mo había sucedido en la Empresa El Cojo, de J. M. Herrera
Irigoyen y la Imprenta Bolívar, de Pedro Col! Otero.
Todavía, hoy día, son frecuentes las tertulias de escri­
tores en las Imprentas, a pesar de encontrarse las mismas ya no
en el centro de la ciudad y por tanto de fácil acceso, sino en las
afueras de ella; resulta inevitable que coincidan unos que van
a entregar o discutir originales con otros que corrigen pruebas,
vigilan la impresión de su libro o esperan ansiosos los primeros
ejemplares.
No tenemos un catálogo de todas las obras publicadas por
la Editorial Sur América, pero sí es posible mostrar ejemplos
que van indicando el proceso de evolución de la Imprenta. Por
ejemplo; en 1927 publicó el Resumen Histórico Crítico de la
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54
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Literatura Hispanoamericana de Crispín Ayala Duarte quien,
en el colofón, hace constar su gratitud “Al Dr. don Caracciolo
Parra L. bajo cuya inteligente dirección, que ha sido una colabo­
ración desinteresada y valiosa, sale a luz este libro”.
El año de 1930 fue particularmente activo para la Editorial
pues imprime la segunda edición, en tres tomos, de la Historia
Constitucional de Venezuela de José Gil Fortoul, la Biografía
de ]osé María Vargas de Rafael Domínguez, y el tomo primero
del Archivo de Historia y Variedades de Tulio Febres Cordero.
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En 1931 aparecen el segundo tomo de esa última obra, la
primera edición de la Sinfonía inacabada y otras variaciones
de José Gil Fortoul y dos obras de Nicolás E. Navarro La Ca­
tedral de Caracas y sus funciones de culto y La disquisición
sobre el Patronato eclesiástico en Venezuela.
En 1934 la empresa publica la primera edición de los
Tapices de Historia Patria de Mario Briceño Iragorry.
En 1935 la Biografía de Andrés Bello por Rafael Caldera.
En 1936 la Historia de la Cultura Intelectual de Venezue­
la desde su descubrimiento hasta 1910 de Héctor García
Chuecos.
I
Simultáneamente la empresa editó los Anales de la Uni­
versidad Central de Venezuela desde 1929 hasta 1935 y el
Boletín de la Academia Venezolana de la Lengua, desde su N° 1
(enero-junio de 1934) hasta su número 12 (julio-septiembre de
1936). Y no deben olvidarse, porque también fueron impresos
por la Editorial, los propios libros de Parra, La instrucción en
Caracas en 1932 y Filosofía universitaria venezolana en 1934.
1
Toda esa labor era la de sólo imprimir libros, que una vez
impresos cada autor tomaba para sí, por su cuenta y riesgo y le
daba el destino que les correspondía.
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
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Suficiente hubiera sido ese trabajo para justificar la exis­
tencia de la Imprenta pero Parra fue aún más allá al convertirse
en editor de obras de gran categoría; es una labor que Ildefonso
Leal calificó muy especialmente al advertir que, sin ese esfuerzo
y ese desinterés, no hubiéramos conocido tempranamente los li­
bros, editados por Parra León y a los cuales haremos referencia
de inmediato.
El conjunto de ellos forma una proeza editorial que co­
menzó con la Relación de la visita general del Obispo Mariano
Marti, editada en tres tomos, que fueron apareciendo en 1928
y 1929. Para ello utilizó el original, encontrado en el Archivo
Arzobispal de Caracas el año 1927 y usando el cual efectuó la
edición “con todo el detenimiento y reposo que requería la na­
turaleza misma de la publicación” y que necesitó un atento co­
tejo con una copia que de él posee la Biblioteca Nacional y que
parece ser el borrador de ese original.
La edición fue financiada por el Ministro de Relaciones In­
teriores, Dr. Pedro Manuel Arcaya, quien además contribuyó,
para efectuar la edición, con algunas copias, que él poseía, de
varios capítulos del borrador propiedad de la Biblioteca Na­
cional.
Al terminar la edición de la obra del señor Martí, Parra
escribe: “Tan poco o ninguno fue el resultado económico de
aquel trabajo como opimo y obligante su fruto intelectual. La
Editorial Sur América ante éste, da por bien empleados sus
esfuerzos”.
Y “con la misma energía, con el mismo desprendimiento
y con la misma constancia” emprendió una segunda aventura:
editar la Historia de la Provincia de San Antonio del nuevo
Reino de Granada por Fray Alonso de Zamora, cuya primera
edición había sido hecha en Barcelona en 1701; es un libro es­
pecialmente importante para Venezuela porque hace cuidadosa
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' ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
referencia a la Historia de la que Parra, con razón, denomina
“hermosa e importante porción” de lo que hoy constituye el
territorio nacional y que comprende los Estados Táchira y
Mérida.
La edición, prolongada por el mismo Parra León y con no­
tas del Académico Fray Andrés Mesanza, de la Orden de los
Predicadores, apareció en un extraordinario libro en 4°, de 559
páginas, terminado de imprimir el 7 de marzo de 1930, día es­
cogido por ser el litúrgicamente señalado para celebrar a Santo
Tomás de Aquino.
El Dr. Parra hace notar, en su Prólogo, que la edición ori­
ginal de la obra era tan escasa, que podía pensarse que existían
de ella no más de seis ejemplares completos en todo el mundo
y que nunca él ni Fray Andrés pudieron creer que el libro,
en definitiva, tendría el tamaño que llegó a serle propio, con la
característica de que el Prólogo, las notas y los documentos .
edicionales sobrepujaron, en extensión, al texto \ del Padre
Zamora.
El Dr. Parra hace, en su Prólogo, un elogioso saludo a Fray
Andrés: “Siempre estará en mi memoria su silueta blanca: siem­
pre tranquilo, siempre entusiasta, siempre trabajador, viniendo
durante casi todas las tardes, de estos nueve meses, a las seis
con su rimero de pruebas y de papeles viejos debajo del brazo,
su rimero de rectificaciones en la mente y su rimero de buenos
sentimientos en el corazón..
La edición fue posible, gracias a la colaboración financiera
de los Ministros Rubén González, Pedro Itriago Chacín, Samuel
E, Niño y Federico Alvarez Feo. Fue hecha como homenaje al
Libertador con motivo del centesimo aniversario de su muerte.
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Inmediatamente de terminada la edición de la obra de
Zamora, o mejor casi simultáneamente con ella, Parra inició la
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
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edición en dos tomos, también en 4°, de las Obras de Juan de
Castellanos. El primer tomo de 526 páginas apareció en 1930
y el segundo de 560 páginas en 1932.
' Juan de Castellanos fue un personaje de vida inquieta, que
nacido Andaluz en 1522, recorrió ya adulto parte del Caribe
hasta que, tranquilo con los años, llegó hasta Tunja, entró a la
Iglesia y con notoria habilidad, además de ocuparse de sus la­
bores clericales, escribió una crónica en verso de todas las con­
quistas del mar del Norte, dividida en cinco grandes partes que
comprendían relaciones, elegías y elogios.
Tanto el autor como la obra son inauditos. Pocos datos se
saben sobre Castellanos y pocas ediciones existían de sus obras;
todas eran incompletas hasta que el año 1930 Caracciolo Parra
se atrevió a editar el texto íntegro, que en 1955 sería vuelto
a editar por la Presidencia de Colombia y en 1962 por la Aca­
demia Nacional de la Historia, esta vez con un trabajo intro­
ductorio del eminente escritor Dr. Isaac J. Pardo quien lo
concluye así: “La estimación de la obra, después de casi cuatro
siglos, hubiere asombrado al autor pero tal vez no lo hubiera
defraudado del todo”.
Llama la atención que un personaje de las características
de Juan de Castellanos haya ocupado la atención de Miguel
Antonio Caro y de Marcelino Menéndez y Pelayo y más recien­
temente de personajes como Mario Germán Romero e Isaac
J. Pardo y no deje de estar presente, aunque sea en forma
parcial, en la de escritores americanos y europeos que se
ocupan de temas de Historia Americana. Fue Parra, con su
edición monumental, quien suministró el texto que permite
disfrutar de la proeza literaria de aquel monje audaz.
Mientras se ocupaba de la obra de Juan de Castellanos,
Parra publicó un tomo de los Documentos del Archivo Universitario de Caracas (que iba a ser el primero de una colee-*
58
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
ción) con ciento dos Reales Cédulas más algunos documentos
relativos a la creación de la Universidad de Caracas , cuyos
documentos él venía publicando, parcialmente, en los Anales
que, como hemos advertido, quiso dedicar especialmente a la
reproducción de los textos originales del Archivo Universitario.
Afortunadamente esa labor, dificilísima, la pudo continuar Ilde­
fonso Leal con su Cedulario de la Universidad de Caracas,
publicado en 1965 y los dos tomos ya aparecidos de las Actas
del Claustro Universitario.
Parra León continuó adelante y en 1935, editó las Analec­
tas de Historia Patria que probablemente es su contribución
editorial más sólida e importante al estudio de la Historia de
Venezuela.
Al parecer estuvo preparada la edición desde 1932 pero
no tomó cuerpo final hasta el año de 1935. Abarca, en tamaño
4?, 582 páginas, y comprende la Historia de Venezuela de
Oviedo y Baños, la Historia de la Nueva Andalucía de Caulín,
la parte referente a Mérida y San Cristóbal de la Historia de
Fray Pedro de Aguado y las Décadas Merideñas de Tulio
Pebres Cordero.
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I
Para comprender mejor la importancia de este libro, como
aporte a la Bibliografía Histórica de Venezuela, hay que hacer
ciertos comentarios:
La Historia de Oviedo y Baños fue impresa, por primera
vez, en Madrid en 1723, luego en Caracas en 1824 y por tercera
vez, también en Madrid, en 1885. De la primera edición sola­
mente existía en Caracas un ejemplar, propiedad del Dr. Vicente
Lecuna; la segunda había desaparecido, en tal forma, que el
Dr. Morón afirma que ni la Biblioteca Nacional de Madrid ni la
de la Real Academia de la Historia disponen de ella y en Vene­
zuela se hizo, por alguien, una copia manuscrita que poseía el
bibliófilo Don Rodolfo Dolge.
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
59
La edición de 1885 no llegó a circular en Caracas.
La Historia de Caulín fue publicada, por primera vez,
en 1779 y después en 1841, en Caracas por don José María
de Rojas, edición que se agotó por completo. La obra del Padre
Aguado permaneció, guardada en manuscrito en la Real Academia de la Historia hasta que, en. 1904, el Gobierno de Co­
lombia resolvió editarla, usando iuna copia hecha sobre el
original de Madrid.
En 1913 el Gobierno de Venezuela publicó la segunda
parte y en 1916 y 1917 la Real Academia de Madrid encargó
a su Numerario Don Gerónimo Becker, editarla completa en
cuatro tomos, que circularon entre 1916 y 1919.
Las Décadas de la Historia de Mérida, editadas por Don
Tulio Febres Cordero en 1920, con las limitadísimas posibili­
dades de su Imprenta “El Lápiz”, carente de papel y de dinero,
eran totalmente ignoradas en Caracas.
Esa breve enumeración de datos objetivos es suficiente
para indicar el mérito editorial de Parra León con sus Analec­
tas que daba1 a conocer las obras al estudioso venezolano y
permitiría, años más tarde, las ediciones críticas que publicó
la Academia Nacional de la Historia.
Pero no acabó allí la relación de Parra León con los libros.
No habían transcurrido'siete días de su separación del Vice­
rectorado de la Universidad, cuando el 2 de enero de 1936,
.el Presidente López Contreras lo designó Director de la Biblio­
teca Nacional, funciones que desempeñó hasta su paso a la
Cancillería, en junio del mismo año. Fue sustituido en la Biblio­
teca por el doctor Cristóbal Benítez.
El estado en que el Dr. Parra encontró la Biblioteca Na­
cional era simplemente caótico, al extremo de que el Ministro
de Instrucción Pública, al presentar al Congreso la “Memoria”
correspondiente al año 1936, dijo de ella que ese Instituto “no
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60
era una Biblioteca, foco irradiador de cultura sino un hacina­
miento de libros”. Su sucesor el Dr. Cristóbal Benítez fue
categórico pues dijo de la Biblioteca que se había tenido de ella
“el concepto absurdo de un simple depósito de libros más o
menos viejos y de discutible utilidad... fuera de toda órbita
de evolución progresista”.
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Parra no se amedrentó ante esa situación y prefirió lanzar
un optimista programa, que no miraba hacia atrás sino hacia
adelante.
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ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
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. En ese sentido obtuvo del Ejecutivo Nacional un Decreto,
dictado el 8 de febrero de 1936, mediante el cual se ordenó
dotar a la Biblioteca de un edificio cónsono con sus altos fines
culturales y seje suministró una más amplia asignación quin­
cenal para mejorar sus servicios y personal.
Parra, rehizo el Boletín de la Biblioteca en una segunda
época de la cual apenas él pudo publicar los números 41 y 42.
Creó el servicio de catalogación, instaló un taller para
encuadernar y conservar libros, abrió nuevas salas de lectura,
estableció la sección de libros venezolanos, la compra y permuta
de libros y abrió horarios dominicales de lectura.
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La precaria situación de la Biblioteca la demuestran ciertas
trágicas cifras: 25 bolívares quincenales para adquirir libros;
Bs. 62,50 quincenales para el Boletín y Bs. 840 quincenales
para el pago de personal. .
La frase más seria de Parra sobre la Biblioteca es esta: •
“Causa vergüenza que no se sepa todas las obras que hay, ni
cuántas faltan en los fondos de la Institución”.
El Dr. Benítez, al tomar posesión del cargo, advirtió que
era de justicia rendir a Parra el homenaje de hacer constar que,
a pesar del breve tiempo pasado por él en ejercicio de la Direc­
ción, su labor fue “activa, inteligente y patriótica”.
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SEXTA CONVERSACION:
EL HISTORIADOR
DE HISTORIADORES
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En la labor de comenzar a mostrar a los venezolanos cómo
había sido, en sus orígenes, cada una de las regiones de la Repú­
blica, Parra pensó que no bastaba con ofrecer a los estudiosos
esmeradas ediciones de los grandes cronistas, sino que ese
esfuerzo debía completarse con estudios suficientes sobre la
personalidad y la obra de cada uno de ellos, a fin de que el
lector, además de gustar por sí mismo el libro que se le ponía
en las manos, percibiere el esfuerzo que para su autor había
significado prepararlo y estuviese enterado de la personalidad
integral de ese autor.
Tal finalidad resultaba especialmente compleja pues los
archivos caraqueños, escasos y desorganizados, requerían ser
complementados por noticias obtenidas en otras partes, trabajo
éste que, en el tiempo del Dr. Parra era prácticamente imposi­
ble o al menos muy difícil.
A pesar de esas dificultades el Dr. Parra acompañó cada
uno de los libros por él editados, de un cuidadoso estudio
biográfico-crítico sobre el respectivo autor.
Es importante mencionar que años más tarde, cuando
otros historiadores, con mejores facilidades y más amplios
medios que los que estaban a la orden de Parra, estudiaron a
los mismos autores para presentar de ellos nuevas y en algunos
casos más completas ediciones, no pudieron dejar de admirar
el trabajo de Parra.
64
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Así por ejemplo el Dr. Pablo Ojer escribe: “Su estudio
biográfico sobre Caulín (el de Parra) nos ha marcado la pauta
a los que hemos vuelto a escribir sobre el autor de la historia
Corográphica. Más allá de lo que él alcanzó no se podía avanzar
desde Caracas sin el recurso de los Archivos españoles”.
No intentó la revisión crítica de la obra. No tuvo otro
propósito que entregar el texto de la edición Príncipe, el único
entonces conocido.
El Dr. Ojer efectuó un estudio muy completo de la obra
de Caulín para la edición crítica publicada en 1966 por la
Academia Nacional de la Historia y por tanto su testimonio
resulta especialmente útil.
i
Por su parte Guillermo Morón, al prologar la edición que
en 1965 hizo la Biblioteca de Autores Españoles de la Histo­
ria de Venezuela de Oviedo y Baños, (Volumen CVII) escribe:
“En el magnífico prólogo de Caracciolo Parra León a la edición
de Las Analectas, se recogen las mejores noticias sobre la vida
de Oviedo, sobre su linaje y acerca de sus escritos. No sola­
mente consultó Parra la bibliografía adecuada, sino también
la documentación que reposa en los Archivos caraqueños. Como
en todos los temas tratados por el gran historiador venezolano,
cimentador de los estudios históricos con bases científicas en
el país, en el caso de Oviedo también fue exhaustivo” y termina
diciendo: “para el resumen de Oviedo sigo pues los seguros
pasos de ese. estudio”.
Esas dos autorizadas opiniones coinciden en advertir el
delicado e intenso trabajo que Parra realizó para revivir a cada
uno de esos autores* con los cuales quería cumplir el propósito
de divulgar las obras fundamentales de nuestra primera Historia.
Nos ha parecido que basta escoger dos de estos estudios
a los efectos de esta “Conversación”, para hacer resaltar la labor
de Parra en el sentido mencionado. Hemos seleccionado el
I
Dice don Miguel de Cervantes Saavedra, en el Capítulo
cuarenta y seis de la Primera parte de El Quijote, que, en deter­
minados momentos “la buena suerte y mejor fortuna había
comenzado a romper lanzas y a facilitar dificultades” y explican
• los comentaristas “que quebrar o romper lanzas”, significa
empezar a tratar algún negocio con el propósito de terminar
sus inconvenientes; la influencia, que Cervantes ha tenido en
quienes usan o tratan de usar su idioma, trajo como conse­
cuencia, que se recurra a esa expresión para referirse a toda
persona que, siempre con buena intención, para defender una
causa que cree noble irrumpe en alguna batalla, casi siempre
ideológica o de principios.
Caracciolo Parra León, durante toda su vida gustó, como
con fría reflexión dijo su amigo fraterno y querido don Mario
Briceño, “del plano de segundo orden, donde mejor se sirven
los intereses de la República, porque las posiciones mientras
más altas son a los ojos del mundo, son peores y más ligero
acaban con nosotros”.
Esa actitud espiritual determina que, para poder entender
determinadas actuaciones suyas es necesario recurrir a caminos
indirectos que permitan, por medio de atajos, contemplar qué
fue lo que hizo en determinado momento, ya que a primera
vista no existe la menor apariencia de haber él estado allí.
1
' CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
65
Prólogo a la Relación de la visita general del Obispo don
Mariano Martí y el estudio sobre la personalidad y obra de
don José de Oviedo y Baños.
El Obispo Martí (nacido en 1721) fue el vigésimo quinto
Obispo de Caracas. Primero fue Obispo de Puerto Rico que,
para ese tiempo, tenía jurisdicción eclesiástica sobre nuestras
Provincias de Guayana y Cumaná.
El Dr. Martí el 15 de junio de 1770 pidió canónicamente
que se le entregase el gobierno de la Diócesis de Caracas para
el cual había sido designado por el Papa. Murió el 20 de febrero
de 1792.
La importancia de este personaje radica en haber efectuado,
como Obispo y durante trece años, una minuciosa visita a toda
la Provincia eclesiástica bajo su gobierno, que abarcaba el terri­
torio que hoy corresponde a prácticamente toda Venezuela
menos los Estados Nueva Esparta, Sucre, Anzoátegui, Monagas
y Bolívar.
El Obispo estuvo en total en doce ciudades, nueve Villas
y ciento ochenta y nueve pueblos y en cada uno de esos sitios,
además de cumplir con las formalidades litúrgicas, tomó nota
de las noticias existentes sobre su historia y geografía, sus
cultivos, población, situación económica, instalaciones sociales
y culturales, matrícula de habitantes, etc.
No se limitó a simplemente escribir lo que veía sino que,
cuando lo estimó necesario, adoptó medidas de fomento econó­
mico y corrigió vicios en las costumbres y anota Parra: “sobre­
salió no sólo como esforzado amante de la educación pública
y entusiasta admirador de las Sagradas y profanas Letras, sino
también como difundidor activo e infatigable de la luz del
conocedor en todo el territorio de su Diócesis”.
Terminada la visita el Obispo redactó, cuidadosamente,
66
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
un largo informe en 595 folios manuscritos, acompañados de
resúmenes, cuadros y documentos oficiales de autenticidad.
El año de 1927 el Dr. Parra encontró el original de este
trabajo en el Archivo Arzobispal de Caracas y pensó que era
importante para la cultura Patria dar a conocer semejante in­
mensa obra, única en su estilo y única fuente informativa de
la realidad venezolana de los comienzos del siglo xvm, que
daba por tanto derecho a su autor a figurar entre los grandes
servidores del país. Y con el permiso del Arzobispo de Caracas
• resolvió editar la obra.
Don José de Oviedo y Baños fue para Parra un motivo
particular de interés. La importancia de su Historia que,
' después de tanto tiempo, seguiría y sigue siendo una obra básica
para el estudio de la Historia venezolana, hizo considerar al
Dr. Parra que le era necesario averiguar quién había sido exac­
tamente don José de Oviedo y Baños, de dónde vino, cómo
se formó, qué estudió, cuáles eran sus lecturas preferidas, cuáles
sus actividades sociales, cómo fue su familia y de qué manera
se portó hasta el final de sus días. Sólo con todas esas noticias
era posible comprender la categoría del autor de una obra de
tanta trascendencia.
Nuestro mundo cultural no estaba acostumbrado a esa
clase de trabajos. Las ediciones de diferentes libros, que muchas
veces se habían hecho, no estuvieron acompañadas, casi nunca,
de un estudio preliminar, que ubicase la obra como resultado
natural de la personalidad del autor.
El propio Dr. Parra decía experimentar unas veces indig­
nación y otras lástima, cuando comparaba con la realidad, que
él cada día conocía mejor, con lo que él denominó “gárrula
palabrería, misericordiosamente apellidada Historia romántica”
y con una dureza de expresiones, que quizás no armoniza con
el tono suave, aunque enérgico de sus páginas, carga duramente
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
67
contra las causas de semejante fenómeno negativo: desconoci­
miento absoluto de los archivos, falso patriotismo medio dema­
gógico y medio sentimental, tendencia antireligiosa o atea, juzgar
a una época con el criterio de otras, despego del estudio serio
y profundo, falta de preparación adecuada, “querer llegar” con
poco trabajo y mucho lujo de sonoras frases, deseo de popula­
ridad “que abre los labios y arma la pluma para la libertad y
la democracia, aunque el corazón esté encerrado en las estrechas
prisiones del interés o del servilismo, todo ello unido a la
imaginación tropical y la exaltación de la raza: todo tuerce el
juicio del entendimiento, sube la fiebre de la fantasía y hace
aparecer lo blanco como negro”.
Con esa actitud espiritual no podía enfrentarse a la Histo­
ria de Oviedo- simplemente con una primorosa impresión de
su texto, tipográficamente perfecta y exacta a su original, sino
que se sintió obligado a explicar las notas sobresalientes de la
personalidad de aquel escritor, de cuya obra después diría
Julio Planchart que era en el siglo xvm la “primera obra
Nacional”.
Con todo cuidado, el Dr. Parra analizó el origen de las
dos familias, la Oviedo y la Baños; la primera de ellas “casa de
escudo azul y cruz grande de oro con faja azul” y la segunda,
de legítimo linaje de Oidores y de Obispos; fue hijo José de
Oviedo y Baños del matrimonio de don Antonio de Oviedo y
Rivas, hombre de Letras, graduado de Doctor en la Universidad
Salmantina y Fiscal de la Real Academia de Santa Fe, con doña
Josefa de Baños y Sotomayor, hija del Oidor de la misma
Audiencia don Diego Sánchez de Baños nativo de Lima. Falle­
cido el Dr. Oviedo su viuda llevó su familia a Lima, la tierra
de sus padres: eran muchos hijos los nacidos en 6 años de
matrimonio.
' .
El menor de todos fue José de Oviedo y Baños, quien por
esas razones familiares ya mencionadas, aunque nacido en
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68
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Bogotá pasó su infancia en Lima, hasta que su tío, el Dr. Diego
de Baños y Sotomayor, Obispo de Santa Marta, fue promovido
a Caracas y lo llevó consigo a esa ciudad cuando aún estaba
Oviedo en plena adolescencia.
Parra siguió atentamente la vida de aquel joven quien
no saldría más de Caracas donde casó, en 1698, con doña Fran­
cisca Manuela de Tovar, viuda de don Juan Jacinto Pacheco,
Conde de San Javier y de ese matrimonio nacieron diez hijos.
Fue don José de Oviedo y Baños Alcalde de Segundo Voto
del Cabildo de Caracas, luego Regidor Perpetuo del mismo
Cabildo y posteriormente y en dos oportunidades Alcalde de
Primer Voto y fue quien obtuvo que, por Real Cédula del 17
de enero de 1723, Su Majestad ordenase que, en ausencia del
Gobernador, el mando fuere de los Alcaldes Ordinarios.
Oviedo, como Capitán y luego Teniente General, perte­
neció a las Armas y Fuerzas de la Gobernación. Socialmente
vivió entre la mejor clase de la ciudad y en lo estrictamente
privado fue hombre de importante fortuna.
El Dr. Parra encontró en las “Testamentarías” que se llevan
en el Archivo del Registro Principal de Caracas el inventario
de los libros que formaron la Biblioteca del Ilustre Alcalde y
por esa Biblioteca es posible explicarse cómo y por qué pudo
adquirir Oviedo y Baños la cultura que le permitió preparar su
Historia, utilizando una abundante y exquisita bibliografía
y además enterarse de la investigación que hizo, según propia
confesión, en los Archivos del Cabildo caraqueño, por comisión
que “como individuo capaz y letrado”, le dio el propio Cabildo.
El Dr. Parra sintió una cierta sintonía espiritual con ese
personaje, razón que quizás lo llevó a efectuar el tan minucioso
estudio que sirve de preparación para entender por qué y cómo
69
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
fue escrita la Historia de la Provincia de Venezuela que el
Dr. Parra iba a reproducir en sus Analectas.
Nadie, que lea esa Historia, deja de interesarse en su autor
y ninguna persona que conozca el estudio del Dr. Parra sobre
el autor, puede ser indiferente ante la obra.
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SEPTIMA CONVERSACION:
EL JURISTA
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*
Jurista es el abogado que estudia la Ley y solicita su .
aplicación. También el Juez que decide a quién corresponde o
no, un deber o un derecho. Igualmente es Jurista quien asesora
a un ente público o privado para hacerle ver cuáles son sus
facultades y obligaciones, pero también es Jurista quien estudia
el origen de la Ley, la explica y la enseña para que otros puedan
conocerla y aplicarla.
El Dr. Caracciolo Parra León obtuvo, como ya hemos
advertido, el Doctorado en Ciencias Políticas y en Derecho
Canónico y la Universidad Central de Venezuela le otorgó el
. título de “Doctor en ambos Derechos”, complemento regla­
mentario para su situación académica.
El Dr. Felice Cardot afirma que el Dr. Parra actuó, oca­
sionalmente, como abogado asesor de particulares y organismos'
públicos, pero su extensa e intensa labor docente en el campo
jurídico es lo que permite considerarlo como uno de nuestros
grandes juristas. No escribió ningún libro para expresar sus
ideas sobre el Derecho pero sí conocemos sus programas de
enseñanza y los conceptos fundamentales de su pensamiento
jurídico.
Estudió a fondo, desde distintos puntos de vista, los fun­
damentos filosóficos del Derecho y escogió aquél que, en su
criterio,.era el más acertado. Analizó la evolución histórica de
74
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
las Ciencias Políticas, supo de sus diversas modalidades y espe­
cialmente se dedicó a dos campos muy especiales, uno tradicio­
nal, el del Derecho Público Eclesiástico y otro completamente
desconocido en nuestro medio y tiempo, como lo fue el Derecho
Internacional Americano. Por lo tanto es indiscutible su condición de Jurista.
El discurso que pronunció en el Paraninfo de la Univer­
sidad Central de Venezuela, al recibir el título de Doctor en
ambos Derechos, le permitió exponer cuáles eran los principios
que, en su opinión, resultaban más adecuados para construir
cualquier estructura jurídica.
Hay que advertir que en Venezuela se presentó, a finales
del siglo xix y comienzo del siglo xx, el interesante fenómeno
cultural que fue la influencia amplísima del positivismo.
Nadie puede negar, sin incurrir en error, que en lo que a las
Ciencias Naturales se refiere, esa presencia e influencia del
positivismo fue notable y además produjo resultados de bene­
ficio evidente, que está demostrado en la obra de personajes
sabios que transformaron, no sólo el estudio sino también la
enseñanza y la aplicación de la ciencia en Venezuela.
Problema distinto ocurrió al pretender utilizar el positi­
vismo en las Ciencias Sociales y en particular en las Jurídicas
pues, paulatinamente, la lógica de las ideas fue llevando hasta
extremos derivados de los fundamentos mismos de la doctrina
positivista, incluso hasta a justificar los gobiernos de origen
no popular y por tanto la llamada presencia o necesidad social
de gobernante autócrata.
El prestigio general del positivismo motivó que fuese muy
difícil para cualquier intelectual contradecir posiciones positi­
vistas, porque inmediatamente se calificaba esa actitud como
contraria al avance social.
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO,
75
El Dr. Parra estudió el problema y llegó a la conclusión
que era necesario precisar la orientación que realmente corres­
pondía a la Ciencia Jurídica en el momento histórico que estaba
viviendo. En ese orden de ideas apreció que era útil no limi­
tarse por ningún concepto, a sólo nuevos métodos y el auxilio
de otras Ciencias para la búsqueda de la verdad, y que esta
búsqueda no se puede oponer a la evolución y al creciente pro­
greso de las Ciencias “que antes más bien por excelsa manera,
los mueve, los intensifica y los aumenta”.
Esa evolución la entendía como el desenvolvimiento obte­
nido por “la mayor evidencia de pruebas, por la mayor claridad
en las exposiciones y por la adquisición progresiva de nuevas
verdades que vienen a sostener, apoyar, esclarecer y confirmar
las auténticas verdades tradicionales haciéndolas cada día más
comprensibles, más aceptables y más fáciles de explicar”.
Consideraba funesto la exagerada pasión contra los métodos
anteriores, el deseo inmoderado de originalidad, la ambición
de recrear por entero la Ciencia y cualquier intransigencia que
produjere desequilibrio y desorden en el campo espiritual.
Con todos esos puntos de vista consideró que el abuso de
los nuevos métodos, el odio a los antiguos y el olvido de los
fundamentos mismos de la verdad, condujeron a nuevas escuelas
a gravísimos errores de consecuencias absolutamente negativas.
En cambio un procedimiento racional, que con sistemas ade­
cuados sostuviere la pureza de las verdades metafísicas, podría
llevar a una genuina filosofía moderna amplia llena de progresos
y en constante evolución.
Utilizando tales criterios creyó, firmemente, en la existen­
cia de lo que él llamó el “nuevo Derecho Natural” que partía
del supuesto’ de aceptar la dignidad de la persona humana, que
está rodeada de auténticos derechos que nadie tiene la facultad
de violar. La determinación de cuáles eran esos derechos, natu-
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ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
rales en el hombre por su propia dignidad, era la función
primordial del Jurista para que una vez precisados esos derechos,
pudiere edificar sobre ellos, toda la Ciencia Jurídica.
Su programa de “Principios Generales del Derecho” está
concebido dentro de tales lincamientos, tratando antes de nada,
de explicar los fundamentos filosóficos del Derecho y de la
ética y los criterios históricos que sobre el particular habían
existido hasta la actualidad. Entraba luego a analizar cuál era
la noción originaria del Derecho, qué era lo justo, qué era la
norma, cuál el objeto del Derecho, en qué consistían las personas
colectivas y los problemas de la coacción como inherente o no
al Derecho.
Suponiendo conocidos tales conceptos, consideraba la di­
versificación progresiva que se había operado en el Derecho,
haciendo referencia a! Derecho Público y Privado, al Derecho
Penal, al Administrativo, al Internacional, al Civil, al Mercantil
y al Procesal. Realizaba, por último, un análisis Histórico
Filosófico sobre las fuentes del Derecho y las diversas corrientes
quejas habían interpretado.
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Consideró que en esa forma el estudiante estaba en capa­
cidad de poder enfrentarse al estudio jurídico pero con una
clara idea de por qué lo hacía y de para qué podía utilizar la .
norma jurídica, no como solamente mera técnica sino como
una forma de conducir la vida social.
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Su programa de “Derecho Español y Público Eclesiástico”
respondía a un método y sistemática diferentes. No era ya
necesario el buscar los fundamentos filosóficos de la norma y la
técnica de su aplicación, sino hacer cuidadosamente un análisis
histórico de cómo había evolucionado el Derecho, desde la
llegada de los romanos a España hasta la implantación de la
Independencia en América.
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
77
El Derecho Público Eclesiástico tanto para su estudio
como para su enseñanza, resultaba mucho más complejo por
tener que tomar en cuenta todo el sistema jurídico construido,
a través del tiempo, para regular la estructura y organización
de la Iglesia Católica y su presencia en la sociedad, fundamen­
talmente ante el Estado venezolano, con los regímenes peculia­
res derivados del Real Patronato de Indias, traspasado a la
República por la Ley de 1824.
Aunque en esas dos asignaturas el Dr. Parra planteaba
inteligentemente los problemas jurídicos desde el punto de vista
filosófico e histórico, donde es más notable su aporte a la ense­
ñanza del Derecho por la novedad de los temas planteados es
en su programa de “Derecho Internacional Americano”, que
utilizó para el curso preparatorio de personal Diplomático y
Consular que el Presidente López Contreras en el año de 1936
creó en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
En este programa enseñaba a los alumnos, con un detenido
estudio histórico jurídico, cómo desde la misma época del
dominio español había evolucionado el proceso de creación del
sistema interamericano sin dejar de considerar las vinculaciones
que con la materia tuvieron las circunstancias históricas de la
Independencia, la política norteamericana y la actitud de cada
uno de los distintos países americanos, primero en el proyecto
y realización del Congreso de Panamá y después en las distintas
Conferencias que fueron realizándose hasta el Congreso de
Montevideo de 1889.
Quizá nunca antes en una Cátedra venezolana había sido
explicada esa estructura jurídica, que estaba dando origen al
Derecho qué se trató de formar tanto en' la Conferencia de
Buenos Aires de 1936 como en la de Lima de 1938.
Era una nueva orientación del Derecho, que atrajo la
atención del Dr. Parra, en su constante y permanente actitud
creadora.
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■ OCTAVA CONVERSACION:
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Dice don Miguel de Cervantes Saavedra, en el Capítulo
cuarenta y seis de la Primera parte de El Quijote, que, en deter­
minados momentos “la buena suerte y mejor fortuna había
comenzado a romper lanzas y a facilitar dificultades” y explican
los comentaristas “que quebrar o romper lanzas”, significa
empezar a tratar algún negocio con el propósito de terminar
sus inconvenientes; la influencia, que Cervantes ha tenido en
quienes usan o tratan de usar su idioma, trajo como conse­
cuencia, que se recurra a esa expresión para referirse a toda
persona que, siempre con buena intención, para defender una
causa que cree noble irrumpe en alguna batalla, casi siempre
ideológica o de principios.
Caracciolo Parra León, durante toda su vida gustó, como
con fría reflexión dijo su amigo fraterno y querido don Mario
Briceño, “del plano de segundo orden, donde mejor se sirven
los intereses de la República, porque las posiciones mientras
más altas son a los ojos del mundo, son peores y más ligero
acaban con nosotros”.
Esa actitud espiritual determina que, para poder entender
determinadas actuaciones suyas es necesario recurrir a caminos
indirectos que permitan, por medio de atajos, contemplar qué
fue lo que hizo en determinado momento, ya que a primera
vista no existe la menor apariencia de haber él estado allí.
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82
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
Dos situaciones importantes, por los personajes de quien
se trata y por las circunstancias que los rodearon, tienen esas
características: una fue la expulsión del Obispo Salvador Mon­
tes de Oca, acordada en Consejo de Ministros por el Presidente
de la República Juan Bautista Pérez, el 11 de octubre de 1929;
la otra la inicua, tremenda y dolorosa actuación que hubo, du­
rante el año 1937, en ciertas jurisdicciones eclesiásticas contra
el Arzobispo de Caracas y Venezuela el Dr. Felipe Rincón
González.
En ambos casos Caracciolo Parra León rompió lanzas, una
vez para defender los derechos de la Iglesia, la otra para defen­
der la honra, la virtud y la honestidad del Arzobispo Rincón
que era su amigo.
Transcurrido el tiempo el éxito de ambas gestiones apa­
rece clarísimo; pero hace falta penetrar en el camino de los
expedientes y de los testimonios fehacientes para encontrar,
en los procedimientos, la influencia directa y determinante que
en ellos tuvo Parra León. Con suma modestia no quiso nunca
hacer referencia alguna a su participación en tales hechos.
El caso de Monseñor Montes de Oca resulta especialmente
emotivo. La ignorancia de lo que realmente pasó, hace pensar
e incluso decir a muchos, que Montes de Oca fuewa de tantas
víctimas de Juan Vicente Gómez y sin tratar de disminuir la
responsabilidad, que históricamente pueda corresponder a ese
personaje en hechos negativos de la historia de la Venezuela
contemporánea, la auténtica verdad histórica no es otra sino
que, Salvador Montes de Oca fue un mártir de la envidia y
de la incomprensión de quienes debían haber estado cerca de
él, más que de las maldades de un régimen político.
Es útil hacer una brevísima referencia a la verdad de lo
que pasó en el caso de Monseñor Montes de Oca, pues no
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
83
solamente nos permite conocer cuándo y cómo intervino Parra,
sino que precisa los hechos y despeja confusiones.
Se trata de una auténtica tragedia, que podemos decir que
se desarrolló en dos actos, relacionados entre sí en el fondo pero
con personajes (salvo el propio Montes de Oca) diferentes y
medios ambientes distintos.
El primer acto de la tragedia se desenvolvió en varias esce­
nas: haremos un esquema de cada una.
Todo comienza con un sórdido negocio, tratado en Valencia
por un sujeto de moral negativa y quien para obtener un deter­
minado favor de cierto funcionario, le ofreció darle en pago
a su propia esposa. Ella, ignorante del sucio convenio, fue
llevada a donde debía cumplirse la promesa. Al darse cuenta
de lo que se trataba logró escapar y buscar refugio, que pudo
encontrar en el cercano Palacio Episcopal de Valencia; el Obispo
Montes de Oca, con la natural indignación, logró que la inter­
vención de familiares y amigos no permitiese consumar el crimen,
pero los interesados prometieron vengarse del Obispo.
Poco tiempo después una distinguida joven de la sociedad
valenciana, que nada tenía que ver con quienes participaron
en el atentado referido, aceptó las propuestas matrimoniales de
un personaje local de cierto renombre, quien tampoco, ninguna
relación tenía con esos mismos hechos. El problema central de
esta segunda escena consistía en que el futuro marido era
divorciado de su primera esposa. Enterado el Obispo Montes
de Oca de ese proyecto matrimonial, pensó que por las circuns­
tancias que rodeaban a los contrayentes era' su deber moral
tratar de evitarlo. No tuvo éxito y el matrimonio fue celebrado
con arreglo a las disposiciones civiles. Los cónyuges formaron
su hogar y su vida matrimonial nada tuvo que ver, con lo que
después pasaría. El Obispo consideró, entonces, que era nece­
sario exponer, en una Pastoral, la doctrina católica sobre la
84
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y.ENSAYOS
indisolubilidad del matrimonio. Ante tal decisión, los sujetos
que en los hechos que acabamos de describir se habían visto
frustrados, resolvieron denunciar al Obispo ante el Ministro de
Relaciones Interiores por desobediencia a las leyes civiles de
la República que permiten la disolución del vínculo matrimonial
civil mediante el divorcio.
Llevado el caso al Consejo de Ministros, el cuerpo resolvió
la expulsión del Obispo. Era Presidente Juan Bautista Pérez y
Ministro de Relaciones Interiores Rubén González. La medida
fue cumplida de inmediato y con tal dureza que no se permitió
al Obispo Montes de Oca proveerse de ropa ni despedirse de
su familia.
Enterados los otros Obispos venezolanos de lo sucedido
se solidarizaron de inmediato con el expulsado, iniciaron ges­
tiones para lograr la revocatoria de la medida y en vista del
fracaso de las mismas resolvieron presentar, ante el Congreso,
un escrito jurídico solicitando su intervención en los hechos.
El Presidente Juan Bautista Pérez y sus Ministros, sin
duda alguna, habrán actuado con precipitación; pero en justicia
hay que decir que por lo menos, la mayoría de ellos creyó,
con sinceridad, que cumplía con su deber al aplicar a su.
manera e interpretar a su modo las leyes de la República.
Para contrarrestar eficazmente esa conducta, era necesaria
una clara inteligencia jurídica que demostrase que esas
leyes de la República,’ no sólo permitían una interpretación
diferente a la del Gobierno, sino que además la única forma
correcta de aplicarlas era precisamente la contraria a la que
había utilizado el Gabinete presidido por Juan Bautista Pérez.
Los argumentos teológicos y de disciplina eclesiástica, que
podían preparar y entender los Obispos venezolanos, eran abso­
lutamente inútiles ante quienes tenían ideas filosóficas diferen­
tes. Además, resultaba indispensable manejar el problema en
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
85
una forma que no permitiese el menor matiz político, porque
ello, además de que hubiese encantado a los enemigos del régi­
men, facilitaba a quienes habían adoptado la medida contra el
Obispo, el deseo de mantenerla en todo su vigor y dureza.
Su Eminencia el Cardenal José Humberto Quintero, en su
libro Para la Historia, describe cuidadosamente el proceso ínti­
mo de esa compleja situación. Discretamente y por circunstan­
cias propias de la posición, que a él correspondía en los mo­
mentos realmente trágicos del cruce de comunicaciones entre
los Obispos y las Autoridades públicas, omite mencionar al
autor de los argumentos utilizados por los señores Obispos.
No es irrespetuoso, ni mucho menos impropio, advertir
que ninguno de los firmantes de esos Documentos, incluso el
mismo Eminentísimo Sr. Quintero, copista de su borrador,
estaba preparado técnicamente para manejar el complejo con­
junto de leyes y disposiciones legales venezolanas, en orden
a demostrar la antijuricidad de la conducta del Gobierno.
Hacía falta un abogado que, a una indiscutible técnica y
sabiduría jurídica, uniese el uso de un lenguaje prudente, propio
de quienes tenían la responsabilidad de sus respectivas Mitras
y por lo tanto fiel a la más pura y exigente doctrina de la
Iglesia Católica, y que además, sin apartarse de las líneas
firmes de la ética católica que no es negociable, pudiere mane­
jarse en el estricto campo de la aplicación rigurosa del derecho
vigente en Venezuela.
El Eminentísimo Sr. Quintero se limita a afirmar que
ese abogado no fue el Dr. José Ramón Ayala, a quien algunos
atribuyeron esas intervenciones y guarda, repetimos, discreto
silencio acerca del verdadero autor. Lo fue Caracciolo Parra
León. Lo sabemos por el innegable testimonio de Mario Briceño
' Iragorry, quien al referirse a esos hechos, afirma la presencia
de la pluma y de los profundos conocimientos jurídicos y de
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86
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
la habilidad de argumentación de Caracciolo Parra León, en
los documentos que suscribieron los señores Obispos, en los
cuales es posible, por alguna frase de don Mario, que él mismo
hubiese tenido también alguna influencia quizás porque su
mentalidad, más cercana a la vida política práctica que la de
Parra León, era propicia para aportar ciertos matices útiles en
tales momentos.
Tanto don Mario Briceño como el Cardenal Quintero
advierten, en sus respectivos escritos que, quienes manejaban
entonces el Poder Ejecutivo, analizaron al parecer la posibilidad
de expulsar del país a los otros Obispos e incluso a quien el
Gobierno sospechaba como redactor de los documentos que
hemos mencionado.
El Dr. Parra lo supo sin que por ello su ánimo decayese
ni tampoco su presencia animadora junto a los señores Obispos
y sobre tal conducta don Mario comenta que en cambio “con­
templaba la perspectiva de la cárcel o del exilio, con la natu­
ralidad con que, el estudiante a fin de año espera las vacaciones
de tabla”.
El camino de los acontecimientos iba a ser distinto. Las
circunstancias políticas, que en este momento no corresponde
analizar, llevaron a los miembros del Congreso, que se habían
negado a considerar los argumentos jurídicos de los Obispos
para improbar la conducta del Ejecutivo presidido por Juan
Bautista Pérez, a utilizar esos mismos argumentos, apenas días
más tarde, para solicitar del mismo alto funcionario su renuncia,
entre otras razones “por el conflicto que se había suscitado
con el clero”.
Juan Bautista Pérez abandonó la Presidencia de la Repú­
blica. Juan Vicente Gómez tomó posesión de ese cargo el 13
de julio de 1931 y pocos días más tarde, el 3 de agosto de
1931, dictó un Decreto dejando sin efecto la medida ejecutiva
I
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
87
que había desterrado al Obispo Montes de Oca y ordenó que
fuese recibido en Valencia con todos los honores.
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El Decreto Presidencial reconocía, al revocar la expulsión,
que eran absolutamente correctos los argumentos jurídicos que
el Dr. Parra en defensa del Obispo había manejado.
Evidentemente Caracciolo Parra triunfó al romper lanzas
en defensa de un inocente que tenía en su cabeza, en su pecho
y en su mano las insignias episcopales.
El segundo acto de la tragedia ocurrió cuando el Obispo
Montes de Oca, ya restablecido en su Diócesis, viajó más tarde
a Roma y se vio envuelto en una averiguación canónica absurda,
que nada tenía que ver con los hechos anteriores y que culmina
con su renuncia a la Mitra y entrada al Convento de Monjes
en el cual, durante la última gran guerra fue asesinado.
La otra situación a que hemos aludido se refiere al pro­
cedimiento canónico que fue tramitado en 1937 para determi­
nar la verdad sobre ciertas denuncias, presentadas a la Santa
Sede, relativas a la administración de los bienes de la Arquidiócesis de Caracas por parte de quien era el Arzobispo, Mon­
señor Dr. Felipe Rincón González. Se dijo a la Curia Romana
que el Arzobispo Rincón había adoptado una conducta finan­
ciera que permitía sospechar, primero que la Arquidiócesis
sufrió una disminución de su patrimonio, luego que el propio
Arzobispo se había enriquecido con manejos impropios y por
último que además, con tales manejos, su familia resultó
favorecida.
No era esa clase de denuncias ninguna novedad para la
Corte Pontificia ya que es perfectamente posible que, quien
ejerza la autoridad eclesiástica, como desgraciadamente ha su­
cedido, pueda incurrir en esos errores. En el caso concreto era
necesario averiguar cuál era la verdad y para tal y sólo para
ello, fue designada una comisión ad-hoc.
l
88
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
El fondo del problema era político. Era bien conocido
que, según el régimen del Patronato eclesiástico, vigente enton­
ces en la República, las personas designadas para ser Obispos,
debían ser propuestas a la Santa Sede por él Presidente de la
República.
Cuando ocurrió la muerte de ese eminente, magnífico y
sabio Arzobispo que fue el Dr. Juan Bautista Castro y ante las
dificultades naturales que producía la vacante de la Sede Arzo­
bispal caraqueña, el Presidente Gómez pensó que el sacerdote
ideal para ser el próximo Arzobispo de Caracas era el Dr. Fe­
lipe Rincón González entonces Vicario General de San Cris­
tóbal, natural de Maracaibo y quien había ganado el respeto y
la admiración del pueblo tachirense por su bondad y desprendimiento. En dos oportunidades Gómez le había ofrecido pre­
sentarlo a la Santa Sede como candidato a ser Obispo, una vez
de Maracaibo y otra de Guayana y el Dr. Rincón, en ambas
ocasiones, se negó a aceptar. En el espíritu sutil de Juan Vi­
cente Gómez contrastaba la actitud de este hombre, que ha­
biendo podido ser Obispo no quiso serlo, con la de los otros
personajes que en forma, más o menos discreta o indiscreta, se
insinuaban para suceder al Arzobispo Castro.
Rincón González pensó, ante la situación, que era una
temeridad y hasta un desafío a la voluntad divina negarse a ad­
mitir, por tercera vez, la Mitra que se le ofrecía. La Santa Sede
vio con satisfacción la propuesta del Gobierno porque todas
las referencias sobre el candidato eran positivas y Felipe Rincón
González fue designado por el Papa Arzobispo de Caracas.
Juan Vicente Gómez lo respetaba e incluso hasta daba
muestras de apreciarle. La correspondencia conocida (porque
mucha en 1936 y 1937 fue destruida de buena o mala fe), de­
muestra que el Arzobispo intervino, con éxito, ante Gómez para
solicitar de él atenciones y favores para terceras personas, que
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
89
nadie se atrevía a pedirle. Por ejemplo, mientras duró la peste
de 1918 obtuvo atención médica para los presos en la Rotun­
da; logró la libertad o la vuelta al país de enemigos del régimen;
evitó más de una injusticia; consiguió autorización para que di- versas instituciones religiosas actuasen en Venezuela, etc.
Ese trato personal y directo, además notorio, entre el Ar­
zobispo Rincón y Juan Vicente Gómez produjo que, quienes .
eran, con razón o sin ella, enemigos del régimen Gomecista y no
tenían por qué conocer las actividades y actuaciones que hemos
mencionado, uniesen la figura del Arzobispo a los personeros
del Gomecismo.
Al morir Juan Vicente Gómez el 17 de diciembre de 1935,
se inició en toda la República, como era de esperarse, una vio­
lenta reacción, que como toda acción violenta no fue equilibra­
da, contra cuantos en una forma u otra habían estado ligados
al “Gomecismo”. .
La situación, por las circunstancias que hemos narrado,
era posible que en alguna forma afectare al Arzobispo Rincón
y así sucedió.
El problema tomó dos direcciones que, en definitiva, fue­
ron concurrentes: por una parte afloró la actitud anticlerical,
característica innegable de sectores muy poderosos de la vida
política e intelectual de Venezuela y por la otra se presentaron
conductas, en determinados sectores religiosos, que no nos co­
rresponde juzgar. El objeto común era remover al Arzobispo.
La tempestad política fue perdiendo fuerza. No así la otra, que
se tradujo en un desagradable y doloroso proceso canónico, que
tampoco podemos aquí discutir ni analizar.
El Arzobispo Rincón tenía entonces que defenderse, no
ante una turbamulta local, sino ante la Curia Romana.
Los escritos que presentó a Roma son notables por el equi­
librio y tono prudente y además, por la fortaleza de sus arguÍO
90
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
meneos, fundamentados todos en la más correcta interpretación
del Derecho Canónico.
El testimonio invalorable de Mario Briceño Iragorry y del
Cardenal Quintero, nos hace conocer que esos escritos fueron
producto de la pluma y del talento de Caracciolo Parra León:
él conocía al Arzobispo y le tenía afecto desde que era un niño
y dice Briceño: “desafiando arteras suspicacias, lo defendió con
calor hasta la hora de la muerte. La talla del defensor previene
los espíritus a la confianza de la justicia y a su lado estuvo
entonces, enérgico, con la aportación de sus profundos cono­
cimientos jurídicos”.
Esos documentos, conmovieron la sensibilidad de la Se­
cretaría de Estado de la Santa Sede que, a veces se vuelve
áspera por razones poderosas, imposibles de conocer.
Caracciolo Parra no tuvo oportunidad de saber el resul­
tado de los argumentos que él preparó para su amigo el Arzo­
bispo pues la muerte lo sorprendió antes de llegar a Caracas
la respuesta de Roma.
Es casi seguro que tampoco Mario Briceño pudo enterarse
del éxito de su fraterno amigo. Sólo casi medio siglo después
Su Eminencia el Cardenal Quintero, con la autoridad que le
daba la Púrpura y el derecho indiscutible de manejar los archi­
vos eclesiásticos que estaban bajo su control, pudo transcri­
bir la respuesta que el entonces Secretario de Estado, Eugenio
Cardenal Paccelli, en nombre del Santo Padre Pío XI, envió
el 13 de diciembre de 1938 al Arzobispo Rincón González
manifestándole que la Santa Sede “no había olvidado nada” de
lo hecho por el Arzobispo “para el bien de las almas y en favor
de la Arquidiócesis, ni los grandes méritos adquiridos por el
mismo Arzobispo por su eficaz esfuerzo en favor de la Iglesia”
y que era “el deseo y la decisión del Santo Padre” que Rincón
González pudiere continuar “gozando de los honores debidos
i
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
91
a su elevada dignidad, como sin duda le corresponden por los
méritos que ha adquirido en su largo gobierno de la Arquidiocesis”. Y además que el Santo Padre le enviaba “su paternal
bendición apostólica, a fin de que le sirva también de confor­
tación y alivio en sus presentes aflicciones”.
Es seguro que leer ese documento hubiera sido para
Caracciolo Parra causa de gran alegría, no por la vanidad de
ver cómo habían triunfado sus argumentos, sino porque se
había hecho justicia, con dignidad y benevolencia, a un anciano
que no solamente era su amigo sino inocente de maldades y
de dolo.
Era otra vez un quiebre de lanzas que Parra había hecho
por la justicia.
Por esas razones no deja de ser impresionante y me pa­
rece impropio calificarlo de simple casualidad, que el diploma
mediante el cual Pío XI concedió a Caracciolo Parra la Orden
Piaña, esté firmada por su Secretario de Estado Eugenio Car­
denal Paccelli pero sí fue una feliz coincidencia que, mientras
Caracciolo Parra León fue el autor de la defensa jurídico-canónica del Arzobispo perseguido, haya sido otro Caracciolo, Parra
Pérez, el diplomático que a nombre del gobierno venezolano
obtuvo en Roma, después de una difícil negociación, que los
aspectos formales del caso quedaren resueltos. Pero ello es ma­
teria de otros estudios y de otros libros.
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NOVENA CONVERSACION:
EL ACADEMICO
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Por su peso natural y como lógica consecuencia de la obra
que había realizado, el Dr. Parra León fue Individuo de Nú­
mero de la Academia Nacional de la Historia (Sillón H) y de
la Venezolana de la Lengua (Sillón E).
Tulio Chiossone dice y creo que dice bien, que por mu­
chas razones también le hubiera correspondido un Sillón que,
necesariamente, habría de reservarle la Academia de Ciencias
Políticas y Sociales.
Fue propuesto en la Academia Nacional de la Historia el
7 de agosto de 1930 para ocupar el Sillón vacante por la muerte
del Académico Angel César Rivas. Lo presentaron Vicente Lecuna,’José Santiago Rodríguez y José E. Machado y el 16 de
octubre de 1930 fue electo por unanimidad.
El .Dr. Felice Cardot quiso hacer especial mención de
cómo el Dr. José Gil Fortoul, a pesar de sus discrepancias
ideológicas con Parra León, escribió al Director de la Academia
el día de la votación, una nota autógrafa, que se conserva en
los archivos y en la cual decía: “En la imposibilidad de asistir
a la sesión de esta tarde, ruego a usted que participe a nuestros
colegas que presentaron la candidatura del Dr. Caracciolo Parra
León, que yo los hubiera acompañado en esta presentación a no
hallarme en el extranjero”. Añade Felice, y con razón, que Gil
I
96
ESTUDIOS, MONOGKAFIAS Y ENSAYOS
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Fortoul fue “un hombre noble y tuvo siempre para la juventud
aliento y estímulo”.
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Parra León tenía en esos momentos veinte y nueve años
de edad.
Un año después de electo presentó a la Academia, en la
forma reglamentaria, su trabajo de Incorporación. Lo extenso
del mismo no tenía precedentes y creó una incómoda situación
práctica ya que era imposible su lectura total en el acto público
correspondiente y fue necesario que el nuevo Académico y la
Institución acordasen reducir el discurso, propiamente dicho,
a sólo la Introducción de la obra.
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El 7 de marzo de 1932 en acto público y solemne, la
Academia lo recibió.
Comenta Felice: “Podría decirse que aquel acto constituía
el triunfo de la juventud. En la historia de la Corporación, era
el Académico que con menos edad entraba a su seno, y quien,
acaso por contraste había presentado el trabajo de más aliento,
mayor extensión y más sólida investigación de cuantos en
ocasiones como aquella se habían ofrecido”.
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Y además se permitió añadir que, de ese discurso podría
decirse lo mismo que opinó don Marcelino Menéndez y Pelayo
del que pronunció Rafael María Baralt al incorporarse a la Real
Academia Española: “A nuestro juicio y sin ofensa de nadie,
no cede a ningún otro entre los muchos, y excelentes algunos
que en aquella Corporación en acto análogo se han pronun­
ciado”.
El trabajo se denominó La Instrucción en Caracas (15671715). La obra tuvo tanta resonancia que la Academia Espa­
ñola de la Historia que, por ser entonces España una Repú­
blica, había dejado a un lado su tradicional título de “Real
z
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
97
. Academia”, otorgó a Parra el “Premio Hispanoamericano de
la Raza” y lo designó su Miembro Correspondiente.
Al año siguiente, el 24 de noviembre de 1933, el Dr.
Parra era recibido también en la Academia Venezolana corres­
pondiente a la Española, en donde iba a ocupar el Sillón letra
“E” vacante por la muerte de Francisco de Sales Pérez.
Su trabajo de incorporación fue el segundo de sus gran­
des libros, Filosofía Universitaria Venezolana (1788-1821)
que justificó, no sólo como una continuación necesaria de su
libro La Instrucción en Caracas, sino como casi una obli­
gación moral, derivada de su posición de entonces Vicerrector
de la Universidad Central de Venezuela, que lo llevó a precisar
“de manera clara y objetiva” la labor docente y cultural de
“nuestra ilustre y benemérita Universidad” durante los últimos
años del gobierno español en Venezuela, siguiendo como método
el riguroso examen de los originales de las tesis que, en aquellos
memorables días, escogieron los estudiantes para optar sus
respectivos grados académicos.
La presencia de Parra en las dos Academias tuvo carácter
diferente, situación que no es extraña en quienes como él han
pertenecido simultáneamente a dos o más de esas Instituciones.
Parra León en la de la Historia se mantuvo en su sola
condición de Individuo de Número y aunque era constante su
presencia en las Juntas Ordinarias, fueron muy pocas las actua­
ciones que tuvo a nombre de la Academia. Quizá la más resal­
tante fue su discurso de respuesta al Dr. P. D. Rodríguez Ri­
vera cuando éste se incorporó en 1938 a la Academia; con­
trasta esa actitud, aparentemente pasiva, con el hecho de ser
probablemente no sólo el Académico, que como dijo Felice,
había ingresado más joven y presentado el mejor trabajo de
incorporación, sino que quizás ningún otra Académico tenga
más derecho que él a recibir la honorífica mención que de él
98
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
hizo Guillermo Morón al denominarlo, como ya hemos citado,
“Cimentador de los estudios históricos con base científica en
el país”.
La transformación que ocasionó Parra en el estudio de la
historia venezolana no tenía precedentes y fue irreversible, di­
cho ello sin menoscabo alguno de la influencia, también reno­
vadora, de la obra de otros eminentes Académicos.
En cambio en la Academia Venezolana de la Lengua, la
labor de Parra que trascendió menos hacia el futuro, fue más
intensa en lo meramente Corporativo.
El mismo, cuando en oportunidad solemne, el 29 de enero
de 1936 saludó el regreso de Esteban Gil Borges a la Patria,
señaló las actividades de la vida académica que en su criterio
debían reforzar la progresiva marcha del Instituto: mantener
y amplificar el Boletín; seguir la obra de los certámenes; cuidar
de la Biblioteca, fomentarla y abrirla al público; acrecentar la
sección de libros venezolanos; continuar y mejorar los actos de
homenaje a los grandes valores de la Patria y de la Lengua e
insistir en la puntual celebración de los Juntas ordinarias.
Y es interesante mencionar que, mientras permaneció en
actividad, trabajó duramente en cada una de esas misiones. Así
por ejemplo el Boletín de la Academia, creado por su inicia­
tiva, fue editado bajo su Dirección desde el primer número
(enero-junio de 1934) hasta el número veinte (octubre-diciem­
bre de 1938) último publicado en vida suya, ya que al apare­
cer la siguiente entrega (N® 21 enero-marzo de 1939) ya ha­
bía fallecido y en su homenaje ese número, entero, está dedi­
cado a su vida y a su obra. Lo acompañaron en la Comisión
Editora, Crispín Avala Duarte y Jacinto Fombona Pachano;
éste fue sustituidos, desde abril de 1936, por el Dr. Francisco
A. Rísquez.
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
. 99
Esos veinte números del Boletín van poniendo de relieve
la presencia de Parra en la Academia con la publicación de tra­
bajos suyos y su intervención en actos como los que él proponía,
como por ejemplo la recepción académica del Dr. Antonio
Rómulo Costa, la entrega del premio Andrés Bello 1936 al Dr.
Edgar Sanabria por su estudio sobre Rafael María Baralt y el
saludo a Esteban Gil Borges que ya hemos mencionado.
El Dr. Chiossone hace notar que la preparación humanís­
tica del Dr. Parra es “el mejor y permanente ejemplo para
quienes tengan la altísima honra de pertenecer a esa Corpo­
ración”.
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DECIMA CONVERSACION:
LO QUE HABIA DICHO
EL MAESTRO
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El Dr. Felice Cardot describe la sorpresa que produjo, en
la Academia Nacional de la Historia, el trabajo de Incorpora­
ción que le presentó el Dr. Parra el 15 de octubre de 1931,
que consistía en dos gruesos volúmenes de una extensión sin
precedentes en la Corporación.
*
Se trataba de un estudio sobre la instrucción en Caracas
entre los años 1567 y 1725, es decir desde las primeras escue­
las hasta la creación de la Universidad. El trabajo estaba fun­
damentado en una, minuciosa investigación hecha en el Archivo
Municipal de Caracas, en el Archivo Arzobispal también de
Caracas, el Archivo de la Parroquia Catedral, el Archivo Na­
cional, el Archivo del Registro Principal del Distrito Federal,
el Archivo de la Universidad Central de Venezuela, el Archivo
de Indias y la sección de documentos de la Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia.
El autor, partiendo como hemos dicho, de lo que él deno­
minó “chocantísimo contraste que mortifica entre lo dicho en
la generalidad de las historias nacionales acerca del atraso, la
ignorancia y el absoluto oscurantismo, señalado como carac­
terística de la época colonial” y la sorpresa que producen la
“ilustrísima pléyade de varones insignes”, que aparece al ini­
ciarse el movimiento independiente, se pregunta: ¿cómo ellos
siendo “viva luz” pudieron formarse dentro de la oscuridad
de la Colonia?
X
V
104
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
El tema era apasionante como objeto de una investigación
que tenía que ser efectuada sobre realidades que sólo estaban
en Archivos, no tocados hasta ese momento por ningún inves­
tigador; debía ser efectuada sin prejuicios, con libertad de es­
píritu y de un modo técnico que permitiese el acceso a docu­
mentos cuya lectura suponía posibilidad de interpretar la com­
pleja escritura utilizada en ellos y el comprender el idioma
latín en que muchos estaban redactados.
El tono general, en la introducción de la obra, es de un
gran entusiasmo juvenil. El autor había encontrado un magní­
fico filón que, a medida que avanzaba, le proporcionaba ma­
yores riquezas informativas, que no solamente resolvían el con­
traste que impulsó su trabajo, sino mostraban una realidad
hasta ese entonces desconocida.
Parra fue, paso a paso, encontrando que apenas afianzada
la ciudad de Caracas, fueron creándose en ella primero Escuelas
y después la Cátedra de Gramática obtenida por don Simón
de Bolívar del Rey Felipe II, en Real Cédula del 14 de sep­
tiembre de 1592, Cátedra que estuvo a cargo de distinguidos
preceptores.
Parra estudió la actividad de cada uno de esos Preceptores
con exacta indicación de los Documentos en las cuales funda­
mentaban sus afirmaciones.
,
A la Cátedra de Gramática fue añadida enseguida la
amplia función docente realizada en los Conventos, de San.
Francisco, (a cargo de Monjes Franciscanos) de San Jacinto
(encomendado a religiosos de Santo Domingo) y de las Mer­
cedes, (dirigido por Frailes Mercedarios).
Ese proceso estuvo acompañado de la creación del Semi­
nario de Caracas, que el Rey Felipe II en Real Cédula del 2 de
junio de 1592 “motu proprio” instó para que lo crease al Obispo
de Venezuela. Los distintos cambios habidos en la Diócesis re-
t
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
105
tardaron el proyecto hasta que el Dr. Fray Antonio González
de Acuña, nacido en Lima en 1620, Doctorado en la Universi­
dad de San Marcos y hecho Obispo de Caracas en 1673, al
poco de llegar, decretó la erección del Colegio Seminario, que
sólo pudo funcionar después de una ardua y compleja labor
de construcción del edificio y de apertura de Cátedras de Teo­
logía, Filosofía y Gramática, labores que culminaron con el
otorgamiento, por Real Cédula de 1675 de gracias, mercedes,
confirmaciones y privilegios. El Dr. González de Acuña regaló
al Seminario su enorme Biblioteca.
Sucedió a González de Acuña el Dr. Baños y Sotomayor,
también criollo de Lima y quien dio notable impulso al Semi­
nario con incremento de su fábrica, dotación de sus Cátedras
e instalación de los estudios Mayores. Este proceso de mejora­
miento progresivo del Instituto culminó en la definitiva inau­
guración del Colegio, con gran solemnidad, como “Magnífico
y Real Seminario y Colegio de Santa Rosa de Santa María de
Lima de Santiago de León de Caracas” el 29 de agosto de 1696.
A ese Instituto el Rey, por Cédula del 30 de diciembre de
1697, le otorgó la facultad de dar grados y aprobó sus Cons­
tituciones.
Estudió el Dr. Parra la evolución de ese Colegio hasta
que fue transformado en Universidad por Real Cédula de 1725
y le interesó demostrar que con esa labor, los alumnos vene­
zolanos en Cátedras venezolanas, regentadas por profesores
venezolanos, podían obtener en Venezuela títulos y grados y
que aunque la enseñanza no era del rango que podía corres­
ponder, tenía esa enseñanza, proporcionalmente, los mismos
defectos, características y virtudes de las que, en tiempos simi­
lares, se impartía en otras partes del mundo.
En circunstancias normales un trabajo semejante debía
haber provocado el aplauso unánime, aun pensando que a la
I
106
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
obra podían serle imputados los naturales defectos de toda labor
humana pues sus características generales resultaban fuera de
lo común. •
Como casi un colofón el Dr. Parra acompañó su libro con
el acuerdo del Consejo Universitario de la Universidad Central,
firmado por él como Rector Encargado, mediante el cual se
ordenó la colocación en el Paraninfo de la Universidad, de los
retratos de los Obispos González de Acuña y Baños y Sotomayor y el traslado al mismo Paraninfo de los retratos de Felipe V,
de Inocencio XIII y del Obispo Escalona y Calatayud.
El entusiasmo de Parra encontró reconocimiento en quie­
nes sí entendían el significado de una labor científica, erudita
y metódica; tanto que él en carta a Tulio Chiossone aunque
aceptaba, como natural, que muchas personas disientan de su
parecer, decía alegremente: “es un gran éxito ser discutido y ver
alistarse bajo banderas desplegadas en plena juventud algunos
hombres beneméritos... Pero mayor éxito es alistarse en la
cruzada de la verdad y de la justicia”.
Pero iba a tropezar con tres obstáculos que, en otra carta
al mismo Chiossone admitía: el odio contra España, la reacción
anticatólica y la dificultad de cambiar tesis tradicionales. La
guerra de Independencia había creado una actitud contraria a
España y como quiera que la labor docente fue propia, para el
tiempo estudiado, de la Iglesia Católica, una forma de negar
valor a la obra de la Iglesia era ocultar o negar su papel docen­
te. Nuestros historiadores “románticos” se habían acogido en
forma casi unánime, a esa posición. Decir lo contrario tema
entonces características de herejía.
Los ataques a Parra y a su obra debieron haber sido tan
intensos, frecuentes y hasta sarcásticos que, cuando publicó su
segundo libro, Filosofía universitaria venezolana, que ya di­
jimos que era evidente continuación del anterior, el discurso
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN .QUE FUE SABIO
107
leído el 24 de noviembre de 1933 ante la Academia Venezolana
de la Lengua refleja una actitud espiritual que demuestra que,
sin perder un ápice de entusiasmo y con un lenguaje elegante
y distinguido, asume una clara actitud de autodefensa que in­
cluye un contraataque definido.
Afirma haber sido conducido “únicamente por la lógica”
y no haber tenido otro propósito distinto de la justicia. Su
pluma “corrió libre y a impulsos de su razonada convicción,
sin que la turbasen el desdén y la indiferencia de algunos” ni
fuese detenida temerosa “ante la sorda o rodada enemiga de
los demás”.
Dijo hablar sin máscaras ni restricciones: “fluyen espontá­
neamente mis palabras y conceptos, libres de todo bajo interés
y en uso de un derecho natural, se escapan de mis labios a la
vista de todo el mundo ni los oculto ni los disimulo; formados
como fueron en la meditación y en el estudio, les basta la sin­
ceridad que destilan a que marchen dignamente por el mundo
de nuestras.letras, expuestos al sol de todos los caminos, lim­
pios y arrogantes ante la mirada amiga o adversa de cualquier
antigua o moderna inquisición”.
Véase que frente al desdén, la indiferencia, la crítica in­
justa y la actitud inquisidora, adopta una actitud, que él mismo
califica de arrogante, libre de toda presión e interés, fundamen­
tada en la lógica y en ta justicia y en una firme convicción, no
disimulada sino formada en la meditación y en el estudio.
Era un tono ciertamente agresivo pero de justificada y
necesaria defensa, muy explicable además por la edad que
entonces tenía (entre los 31 y 32 años) cuando, aunque ya
había alcanzado sabia erudición, no le era posible entender cla­
ramente las técnicas de los adversarios a quienes, sin querer,
había atacado en lo más íntimo de sus convicciones.
108
ESTUDIOS. MONOGRAFIAS'Y ENSAYOS
La segunda obra es más importante, sólida y trascendente
que la anterior, porque utilizaba un método muy difícil de com­
batir como no fuera con la actitud de silencio o de sarcasmo.
Fue directamente a las tesis de grado de los estudiantes
universitarios que estaban en los Archivos de la propia Uni­
versidad, que él conocía a fondo y'con la ayuda de quien él
denominó “joven profesor montañés que en aras de vieja amis­
tad, sacrificó en provecho nuestro alguna de sus horas de labor”
y que no fue otro sino Tulio Chiossone, hizo lo mismo en el
Archivo del Seminario de San Buenaventura de Mérida, asiento
de la futura Universidad.
Encontró que en las dos Universidades se siguió la evo­
lución intelectual de la Península, a veces hasta dejándola reza­
gada y particularmente en la nuestra.
De 1788 en adelante en la Universidad de Caracas se en-,
señó la entonces novísima Filosofía, se divulgaron y defendie­
ron las nuevas teorías científicas y nunca se cerraron sus puer­
tas ni “al verdadero progreso del siglo xvm, ni tampoco a sus
disfrazadas tendencias demoledoras”.
Ildefonso Leal, con admirable objetividad, considera que
Parra con su obra Filosofía Universitaria Venezolana, “no
sólo abrió nuevos horizontes al estudio de la cultura colonial,
sino que despertó un extraordinario interés en toda América
y su método de trabajo, basado en el estudio de las tesis univer­
sitarias, fue pronto aplicado por otros distinguidos historiado­
res como eficaz para conocer lo que había pasado realmente
en los claustros universitarios antes de la Independencia”.
Lo expuesto nos permite pensar que el tono de combate,
que tiene el libro Filosofía Universitaria Venezolana y que
evidentemente lo enriquece desde todo punto de vista, se lo
dio el toque emocional que en el autor produjo lo que él llamó
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
109
la “gárula palabrería” de corazones encerrados “en las estre­
chas prisiones del interés o del servilismo”.
Daría la impresión que la magnitud, incluso física, del
siguiente libro que publica, las Analectas de Historia Patria,
era la respuesta absolutamente demoledora y totalmente defi­
nitiva, de la demostración de su categoría de investigador y de
historiador, que Parra León dio a quienes como él claramente
dijo, con mayor o menor juego de palabras o figuras quieren
hacer aparecer lo blanco como negro según el grado de ingenio,
audacia o de espíritu “progresista” del autor. Si esos supuestos
progresistas lograron, en alguna forma, impulsar a Parra a
efectuar sus trabajos, llegan hasta merecer nuestra gratitud.
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UNDECIMA CONVERSACION:
EL DIPLOMATICO
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Cuando en enero de 1936 el Dr. Esteban Gil Borges, re­
gresó a Venezuela después de 15 años de ausencia la Academia
Venezolana de la Lengua celebró una Junta especial para darle •
un saludo de bienvenida. A nombre de la Academia habló, en
ese acto, el Dr. Parra León y en sus palabras hizo referencia
al hecho de haber sido en 1918 discípulo del Dr. Gil Borges
en la vieja Escuela de Ciencias Políticas, mencionó que en ese
momento él regentaba, en la Facultad de Ciencias Políticas,
“la Cátedra más conexa, dentro del plan de estudios vigente”
con la Filosofía del Derecho que enseñó Gil Borges y aludió
“a otras causas más personales y remotas” que movían su agra­
decimiento al mismo Dr. Gil Borges.
No conozco elementos de juicio que me suministren ma­
yores detalles, pero de esos hechos y palabras se desprende que
existió; de tiempo atrás, una buena relación de amistad entre
Gil Borges y Parra León.
El 14 de febrero de 1936, o sea apenas algunos días des­
pués del acto mencionado, el Dr. Gil Borges fue nombrado, por
el Presidente de la República, Ministro de Relaciones Exte­
riores.
Por su experiencia, intensa y fecunda, sobre las relaciones
Interamericanas, el Dr. Gil Borges, al poco tiempo de nombra­
do, propuso al Presidente de la República y éste aprobó, la
114
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
creación en el Ministerio de Relaciones Exteriores de una Ofi­
cina para ocuparse de estudiar el propósito del Gobierno de
estrechar las relaciones de cooperación política, económica y
cultural con las demás Naciones Americanas. El Decreto co­
rrespondiente fue dictado el 30 de marzo de 1936. Faltaba esco­
ger al Director de esa Oficina.
*
El Dr. Parra León, en tales momentos, ejercía la Direc­
ción de la Biblioteca Nacional, cargo que estaba muy de acuer­
do con sus principales preocupaciones intelectuales.
El Dr. Gil Borges le ofreció ejercer la Dirección de la
recién creada oficina, que tendría que atender, de inmediato, la
participación de Venezuela en la Conferencia que en Buenos
Aires se iba a celebrar, a propuesta del Presidente Roosevelt
e incluso con la asistencia de ese eminente personaje.
Gil Borges debió haber utilizado una fuerte presión per­
sonal sobre Parra León, seguramente basada en la vieja amistad
a que hemos hecho alusión, ya que el 5 de junio de 1936, el
Ministro, por disposición del Presidente de la República dictó
una Resolución designándolo para el cargo mencionado y el
mismo día el Dr. Parra cesó en sus funciones en la Biblioteca
Nacional y prestó legalmente la promesa de cumplir fielmente
sus nuevos deberes.
El día anterior su amigo, Don Mario Briceño Iragorry
había prestado juramento, como Encargado de Negocios en
Costa Rica a donde debió viajar de inmediato.
La estada de Briceño Iragorry en Costa Rica llevó a ambos
amigos a sostener, afortunadamente, la correspondencia a que
varias veces hemos aludido en estas conversaciones.
En una de esas cartas el Dr. Parra hacía referencia a don
Mario a sus ocupaciones del momento: “Lee a ratos la serie
de estudios que se dieron, a manera de instrucciones, a los
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
115
Delegados de la Conferencia en Buenos Aires y veres si me he
tenido que meter en honduras de las que nunca antes se pre­
sentaron ante mis ojos. Afortunadamente que trabajo a las órde­
nes del Primer especialista americano en estos achaques”.
Efectivamente, en el Libro Amarillo de 1937, el Ministro
Gil Borges dio cuenta al Congreso de la labor de la Oficina a
cargo del Dr. Parra, “particularmente propicia en el año de la
cuenta y que aportó su eficaz colaboración, principalmente a la
Conferencia de Buenos Aires”.
Entre los Delegados venezolanos a esa Conferencia estaba
su primo el Dr. Caracciolo Parra Pérez, quien en sus Memorias,
(Diario de Navegación), comenta largamente las intimidades
de los debates de la Conferencia, en la cual actuaron los más
eminentes diplomáticos de la América en esa época y menciona
varias veces el cuidadoso estudio que hizo de las mencionadas
instrucciones del Ministro Gil Borges.
La situación diplomática era entonces peculiarmente deli­
cada por la situación internacional del momento, amenazada
del estallido de una guerra.
El Dr. Parra Pérez hace notar, con insistencia, no sola­
mente que la Delegación venezolana mantuvo informado al
Ministro Gil Borges del desarrollo de las negociaciones propias
de la Conferencia, sino que además y por la especial colabora­
ción del otro Delegado, Dr. Gustavo Herrera, se dio “un cum­
plimiento inteligente” a las instrucciones del Ministro.
I
Conviene indicar que la peculiar complicación de esa Con­
ferencia era la forma de manejarse, hábilmente, ante la nueva
política internacional de los Estados Unidos, llamada “del buen
vecino”, y sostenida por el Presidente Roosevelt como una ne­
cesidad diplomática indispensable.
Probablemente y más que probablemente, es seguro, que
la experiencia obtenida por el Dr. Parra León al observar, en
116
ESTUDIOS, MONOGRAMAS Y ENSAYOS.
forma directa, el desarrollo de la Conferencia de Buenos Aires,
le permitió no solamente adquirir conocimientos indispensa­
bles, sino también darse cuenta de la sagacidad necesaria para
manejarse en situaciones diplomáticas especialmente complejas.
El tema diplomático, de allí en adelante, entusiasmó tanto
a Parra León, que no solamente se dedicó al estudio de los
problemas, para él nuevos, que suponía el cargo, sino que man­
tuvo una activa intervención en las labores preparatorias del
personal para el servicio diplomático y aunque, cuando asumió
la Dirección, la Escuela especial destinada a esos fines ya es­
taba creada desde el 20 de marzo de 1936, prestó a esa Escuela
el máximum de ayuda que le fue posible, incluso como su Pro­
fesor.
La mejor prueba de la disposición de Parra para la activi­
dad diplomática, aparece con toda claridad en su participación
en la VIII Conferencia Interamericana, (que se reunió en Lima
en diciembre de 1938) y que merece ser analizada con cierto
detalle porque demuestra su capacidad de trabajo e inteligencia.
La importancia de la reunión y su especial complejidad la
demuestra el hecho notable de que el señor Cordell Hull, Secre­
tario de Estado de los Estados Unidos y Premio Nobel de La
Paz, advierte en sus Memorias, que los días que pasó en Lima,
durante esta VIII Conferencia Interamericana, los contaba .en­
tre “los más difíciles de toda su carrera”. ¿Por qué? Los Esta­
dos Unidos estaban enfrentados al inminente peligro de una
guerra con Alemania y veían, con mucha atención y cuidado,
que fuertes intereses alemanes en América Latina tenían una
marcada influencia en decisiones políticas y sobre todo mili­
tares. El problema estaba concentrado en dos grandes países:
Argentina y Brasil. Había que buscar, por tanto, formas de
negociar sistemas de solidaridad, mediante pactos de alianza y
seguridad mutua, que serían difíciles de lograr en forma satis- .
factoría para todos.
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
117
• Hecha la invitación oficial al Gobierno de Venezuela y
una vez aceptada, el Ministro Gil Borges nombró una comisión
especial, el 28 de septiembre de 1937, para que realizara los
trabajos preparatorios de la participación de Venezuela en la
Conferencia.
Como la materia correspondía a la Dirección a cargo del
Dr. Parra León, él formó parte de la mencionada Comisión
junto con los Dres. Manuel R. Egaña y José Santiago Rodrí­
guez. En calidad de asesores fueron designados Ramón Carmona
y Arturo Uslar Pietri y como Secretarios Luis Felipe Urbaneja
y Luis Emilio Gómez Ruiz. Bastan esos nombres para darse
cuenta de la calidad de los estudios que serían hechos y de la
importancia que el Gobierno daba a la presencia venezolana en
la Conferencia. La Comisión referida trabajó “ad honorem”
pues no se trataba con ella de realizar reuniones burocráticas
sino de prestar un servicio a la República.
/
Un poco más de un mes más tarde estaba terminado el
trabajo de la Comisión y el Dr. Parra, a nombre del Ministro,
envió al Dr. Diógenes Escalante, Ministro de Venezuela en
Washington, las observaciones del Gobierno venezolano al Pro­
grama de la Conferencia. Ese documento, elaborado y firmado
por Parra, contiene una minuciosa discusión, en siete panes,
de cada uno de los temas del Programa de la Conferencia, con
la expresa indicación de cuáles eran aquellos en los cuales Ve- .
nezuela estaba de acuerdo o proponía modificaciones, reformas
o sugerencias.
Días más tarde, el 27 de octubre, el Presidente López
Contreras designó la Delegación Venezolana ante la Conferen­
cia: la presidiría el Dr. Diógenes Escalante y serían Delegados
el Dr. Caracciolo Parra León, el Dr. Gustavo Herrera y el Dr.
Alfredo Machado Hernández.
La Delegación estaba integrada en una forma inteligente
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ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
y además lógica, pues la formaban, el Dr. Escalante, quien
como Ministro- venezolano ante el Gobierno Americano estaba
en la obligación de conocer a fondo la política y posición de
los Estados Unidos; el Dr. Herrera, que en 1936 había estado
en la Conferencia de Buenos Aires 1936 y garantizaría la con­
sideración de ese antecedente y de sus consecuencias; el Dr.
Parra León, conocedor directo de la actitud del Ministro Gil
Borges y el Dr. Machado, en ese momento Ministro de Vene­
zuela ante el Gobierno invitante, el peruano y por lo tanto de
indispensable presencia.
Ese equilibrio en la Delegación resultaba más necesario
y urgente al no estar presente el Canciller Gil Borges, quien
por respetables razones, entre ellas su salud, no quiso nunca
asistir a las Conferencias Internacionales celebradas mientras
fue Ministro. Tal circunstancia colocaba a las Delegaciones de
Venezuela en una posición difícil frente a las otras Delegaciones
Americanas, presididas generalmente por sus respectivos Can­
cilleres.
Instalada la Conferencia, la Delegación Venezolana desig­
nó a sus representantes en las distintas comisiones y correspon­
dió al Dr. Parra actuar en las de Organización de la Paz, Dere­
chos Civiles y Políticos de la Mujer y en la que se ocuparía
de la Unión Panamericana y las Conferencias Internacionales
Americanas.
Debe notarse la novedad que todo ello significaba para el
Dr. Parra pues, no solamente era la primera vez que viajaba al
exterior de la República (excepto desde luego su permanencia
en Colombia cuando era muy joven), sino que estaba frente
a frente a quienes en ese momento, formaban la parte más bri­
llante de la diplomacia americana. Allí estaban, por ejemplo,
el Profesor de Mello Franco en la Delegación Brasileña; Ro­
berto Urdaneta Arbelaez y Baldomcro Sanín Cano en la Colom-
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
119
)
biana; Julio Tobar Donoso en la Ecuatoriana; Max Henriquez
Ureña en la Dominicana y en la Peruana, Víctor Andrés Belaunde junto al Canciller Carlos Concha..
I
Según el acta final la Conferencia, además de sus proble­
mas políticos subyacentes que en definitiva fueron llevados a
una solución negociada hasta el acuerdo, se ocupó de temas
que seguramente atrajeron la atención del Dr. Parra León. Por
ejemplo, las propuestas sobre legislación obrera, salario fami­
liar, protección a los núcleos indígenas, asociación de naciones
americanas, perfeccionamiento de los instrumentos americanos
garantizadores de la paz, defensa de los derechos humanos, co­
dificación del Derecho Internacional, proclamación de los de­
rechos de la mujer, el no reconocimiento de adquisiciones he­
chas por la fuerza, conservación de los sitios históricos y de
las bellezas naturales, etc.
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I1
Todos esos temas estaban directamente conectados con
materias que eran de su interés intelectual y personal.
Ya estaba muy enfermo y ello no le impidió trabajar, tan
a fondo, que fue escogido para llevar la palabra en el acto final
. en el cual hubo mucho de ese lenguaje diplomático que nunca
se expresa en forma directa. Fue celebrado frente a la Estatua
de Bolívar y ante ella habló el Delegado Argentino Prof. Ricar­
do Marcó del Pont.
¿Fue acaso sólo casualidad que fuese el Delegado de Ar­
gentina el que habló para rendir homenaje a Bolívar o fue una
señal de solidaridad entre todos los americanos con cierto aspec­
to de la posición de ese país? ¿Fue acaso un gesto de cortesía
Argentina por ser Bolívar el objeto del homenaje? Lo curioso
es que hubiese respondido Parra León, que no presidía la Dele­
gación. El Dr. Escalante, como Ministro ante el Gobierno Nor­
teamericano no debía limitar su futura libertad de conducta.
Parra León en cambio podía hablar con más libertad. Además
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I
120
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
era el hombre ideal por su condición intelectual: como ya cita' mos en otra conversación, se refirió a la fuerza de las ideas,
que no ceden ante el tiempo y mencionó a América como la
“gran Patria común”...
I
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* :
Los Delegados asistentes a esa Conferencia comentaron
más tarde a Briceño Iragorry la intensidad del trabajo de la
Delegación venezolana que todo lo tenía estudiado: si tomamos
en cuenta que, de esa Delegación, sólo Parra León había sido
miembro de la Comisión Preparatoria, debemos afirmar, sin
menoscado de la labor de los otros, que ese elogio era primordialmente para Parra León.
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Salió de Lima enfermo, se agravó en Panamá y llegó mo­
ribundo a Caracas. No es lícito hacer extrapolaciones en la
historia, pero si tomamos en cuenta el destino que en la vida
diplomática tomaron quienes trabajaron con él, no podemos
menos de pensar que, de haber vivido más tiempo, Parra León
habría sido uno de los grandes Diplomáticos de la historia
venezolana.
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DUODECIMA CONVERSACION:
LA ESENCIA DE UNA VIDA
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En la naturaleza aparecen, de vez en cuando, ejemplares
humanos extraordinarios que tienen características especiales,
distintas de las del común. Cuando el observador se encuentra
ante uno de ellos, tiene que examinarlo no sólo con sorpresa
sino con mucho cuidado para que le sea posible percibir mejor
cómo es o cómo ha sido ese ser que tiene ante sí.
Caracciolo Parra León es uno de esos casos. Difícil de
comparar y difícil de entender porque, examinado desde uno
solo de sus aspectos, resulta casi incomprensible y visto, en su
conjunto, adquiere una dimensión extraordinaria. Por su carác­
ter reservado, no era persona propicia para una activa vida de
relación social.
Por su constante interés en el trabajo y en el estudio y
una delicada y sutil inteligencia, le fue posible adquirir una
amplísima gama de conocimientos.
Por su formación estética, estaba preparado para percibir
la presencia de la belleza.
Combinaba el estudio de Tomás de Aquino con la lectura
de Fray Luis de León, de Lope de Vega y de Calderón de la
Barca.
Había estudiado cuidadosamente a Aristóteles, de quien
aprendió la lógica que enseñaría a sus alumnos; pero también
J
124
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
a “el divino Platón” que ponía “la verdadera armonía en el
ágil dominio de la razón sobre la sensibilidad y sobre el apetito”.
Probablemente la mayor pasión de su vida fue buscar esa
armonía platónica y así se explica la trayectoria que se fijó y
que casi integralmente logró realizar.
Una fina sensibilidad lo llevó a observar, con cuidado y
penetración, la vida social que se desenvolvía a su alrededor.
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A esos elementos unía otra importante cualidad: la pro­
funda fe cristiana, resultado de una ilimitada confianza en la
Divina Providencia y de un estudio metódico, concienzudo e
ilustrado del verdadero pensamiento católico.
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Con todos esos factores fue creándose una forma propia
de ser que le permitió actuar sin temor y sin importarle las
consecuencias.
Logró así una actitud de/valentía, que es diferente de la
temeridad y una categoría intelectual y de conducta, que es
diferente de la petulancia y de la soberbia.
Por ejemplo, al estudiar la filosofía cristiana entendió lo
que, según ella, significa la dignidad de la persona humana,
que trae consigo no solamente el derecho de ser respetada,
sino a ejercer, con libertad, las facultades y derechos que le
son inherentes.
Convencido de que ello era verdad, lo enseñó en su Cáte­
dra, en un momento en el cual, hablar de dignidad del hombre
y de sus derechos, podía ser interpretado, como una crítica
no sutil sino directa, al régimen de la República. Dice al efecto
don Mario “que tan claras y libres fueron sus enseñanzas
jurídicas, que no faltó quienes le señalaron ante las autoridades
del viejo régimen, como alentador de principios contrarios a
la mentalidad ejecutiva”. A Parra poco le importaba tal peligro,
su doctrina era ésa y él debía enseñarla.
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I
(
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
125
Asimismo fijó su atención cuidadosa en la realidad que
se estaba desarrollando en el país y se dio perfecta cuenta de
que traería consigo la necesidad de contemplar reformas polí­
ticas y transformaciones sociales que abarcaren dos'problemas
fundamentales de la vida nacional: atribuir a la propiedad
privada una función social y corregir la injusticia que se origi­
naba en el maltrato integral a los grupos sociales de menores
posibilidades.
Junto con otras personas, preocupadas por idénticos obje­
tivos, como José Manuel Núñez Ponte, Crispín Ayala Duarte,
Mario Briceño Iragorry y mi abuelo Tomás Andrés Polanco,
formó parte de un pequeño núcleo de estudios, destinado a
preparar y capacitar a las personas que podían enfrentarse a
los problemas que iba a traer a Venezuela la inevitable muerte
de Juan Vicente Gómez.
Era la misma preocupación, pero en otro sentido, que en
Europa tenían su.primo Caracciolo Parra Pérez y Diógenes
Escalante y cuyos estudios preparatorios permitieron al gobierno
que sucedió a Juan Vicente Gómez, disponer al menos, de las
líneas generales de lo que podía hacerse ante las nuevas cir­
cunstancias.
Siguiendo ese criterio escribió a Mario Briceño que sólo
era un mantenedor “de la reforma social múltiple, la que se
adapte a los medios y a la época, dentro de la vasta ideología
del cristianismo”.
En ese momento sólo otros dos venezolanos pensaron en
la urgencia y necesidad de esa reforma social múltiple: Rómulo
Betancourt desde un punto de vista filosófico diferente al de
Parra y Eleazar López Contreras, con la visión del hombre
práctico encargado en ese momento de manejar el país.
Pero para Parra el problema era distinto. Usando una
alegoría, que desde luego dentro de la mentalidad política de
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126
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
1936 era ininteligible, Parra escribía a Briceño Iragorry que
él estaba del lado de la derecha “pero en el sentido que en el
Evangelio se atribuye a quienes se colocan a la derecha del
Padre, es decir los que se ocupan de dar pan al hambriento,
agua al sediento, vestido al desnudo y cálido apoyo y abrigo
al peregrino”.
Esa era su actitud, que llamaba “de derechas”, muy alejada
por cierto de otras dos que equivocadamente usaban entonces
el mismo término: unos para proteger sus intereses personales
con la fuerza y la opresión y otros para encontrar en la Iglesia,
bajo el hipócrita uso del cristianismo, el apoyo a sus apetitos
de Poder y de mando.
A Parra le resultaba ininteligible la existencia, en la Vene­
zuela de entonces, de un supuesto izquierdismo basado en la
dialéctica marxista, que él sí había estudiado y conocía a fondo,
pues además de que estaba seguro que esa posición ideológica
era desconocida para quienes decían profesarla, estimaba que
en aquellos momentos la llamada contrarrevolución materialista
era negativa y de imposible realización.
No deja de ser interesante observar que Rómulo Betancourt y Caracciolo Parra León, dos hombres coincidentes en
su amor por Venezuela, en su inteligencia y en su capacidad
de trabajo, al estudiar ambos al marxismo, desde luego que
desde ambientes y puntos de vista diferentes, hubiesen llegado
a las mismas conclusiones prácticas, como lo puede observar
cualquiera que desapasionadamente estudie la correspondencia
de ambos personajes, no entre sí sino para con terceras personas.
A Parra le costó ser llamado reaccionario, aristócrata y
oligarca y a Betancourt el inicio de conflictos políticos que
serían para él de un elevado precio.
Parra no veía en las discusiones que se desenvolvían a
su alrededor, “luchas por las ideas, convencimiento de algo
I
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
127
ideal, sacrificios de orden superior, verdaderos partidos”. Con­
sideraba que en su tiempo todo eso estaba a mucha distancia
y por tal razón no quiso tener demasiada fe en los vericuetos
de la política, “dama no sólo ciega sino loca y desmemoriada”.
Veía con temor, desinterés y casi pánico a los hombre y a las
agrupaciones que, usando la frase de Briceño, juegan al sube
x y baja de la fortuna pública y lo aterró, en lo más íntimo de
su alma, observar los parapetos que bajo distintas denomina­
ciones se armaban para proteger personas e intereses.
Con gran ironía opinaba que, en Venezuela, Carujo no
había muerto, porque al que enterraron y había que resucitar
era a Vargas; y para resucitar a Vargas era necesario actuar,
no en los planos “altos”, donde no hay paz ni posibilidad de
creación, sino en otros más bajos que permitan una obra
fecunda y creadora; ese fue el papel que se señaló a sí mismo
y que cumplió dentro de esa filosofía de la vida con la cual
hay que interpretar su personalidad.
Resulta muy difícil explicar en pocas páginas esa perso­
nalidad porque el limitado tiempo que transcurre desde cuando
a los 25 años ya era dos veces Doctor hasta su muerte, ocurrida
apenas 12 años después, contrasta con la intensa obra que pro­
duce y la actividad que desarrolla como Vicerector Encargado
del Rectorado de la Universidad, Director de la Biblioteca Na­
cional, Director en el Ministerio de Relaciones Exteriores,
Profesor en la Universidad Central, en el Liceo Andrés Bello,
Académico de la Historia y de la Lengua, autor de una abun­
dante Bibliografía y editor de una excelente y fina colección
de libros de los mejores autores venezolanos.
Lo hecho por él durante esos pocos años hubiera signifi­
cado una magnífica labor para alguien de larga vida; y sólo
resulta explicable en los escasos años que Parra León vivió por
una laboriosidad extrema, un profundo sentimiento de respon-
128
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
sabilidad, una inteligencia privilegiada y un talento práctico y
admirable.
Alcanzar la sabiduría, la prudencia, el prestigio y el respeto
intelectual cuando se está lejos de los cuarenta años, es un
privilegio que la Providencia reserva a muy pocas personas.
Por esas circunstancias resulta de interés ir comparando
los testimonios de las personas que en el ámbito de su intimidad
estuvieron cerca de él, para darse cuenta de cómo fue presen­
tando y sobre todo adquiriendo fuerza esa energía que lo llevó
a tan altas posiciones intelectuales y morales.
Aquellos que en la Universidad o en el Liceo fueron
alumnos suyos admiraron y admiran dos cualidades fundamen­
tales de su formación cultural: Una la claridad de sus ideas y
de su exposición, que permitía al oyente entender con facilidad
el sentido de las ideas que estaba exponiendo, y la otra su
grado de tolerancia respecto a las ideas contrarias o distintas
a las suyas.
Para adquirir ambas características resulta indispensable
una exquisita calidad intelectual, que sólo se desarrolla cuando
un estudio intenso permite llegar, a través de la meditación y
del análisis, a un esquema mental suficientemente diáfano para
poder exponerlo con precisión y elegancia, es decir, con cla­
ridad. Hace falta también una actitud ética que obligue a
conocer, analizar y exponer, sin sectarismo ni perjuicios, las
ideas diferentes a las propias para que quien las oye o lee,
informado de las distintas posiciones, escoja el camino que
más convenga a sus propios modos de pensar.
Y profundizando en lo que tales características significan
no puede dejar de anotarse que ambas requieren un eminente
sentido de la propia disciplina para efectuar, en el campo de
la propia inteligencia, la labor delicada de ir entrando, cada
vez más a fondo, en el análisis de todas las ideas, con la mente
/
conversaciones sobre un joven que fue sabio
129
libre de ataduras psicológicas que impidan efectuar el proceso
de comparar unas con otras.
A muchos hombres de.ciencia ha costado un esfuerzo,
que a veces no logran, tolerar el conocimiento y examen de las
ideas distintas a las suyas, porque se lo impide un freno mental,
quizá involuntario. Muchos llegan a la sinceridad de confesarlo.
Otros no tienen convicciones suficientes para seguir siempre
una línea fija de conducta intelectual y van oscilando de uno
a otro campo, maravillados por los aspectos positivos que des­
cubren en su trabajo y sin preocuparse por la falta de una
brújula que les indique Norte definido.
Por esas razones es que llama la atención en Caracciolo
Parra León que, sin haber nunca perdido la. dirección funda­
mental de su propia ideología y sin menoscabo de un ápice
de sus propias convicciones, hubiese podido con profundidad,
conocer y exponer otras distintas formas de pensar.
Esa profundidad de conocimientos se debió, ádemás a un
constante y desarrollado esfuerzo de investigación.
En los estudios del Doctor Parra, especialmente, en su
ensayo biográfico sobre José de Oviedo y Baños, se puede
apreciar la forma cómo investigaba; por ejemplo cuando expone
la formación de la cultura de Oviedo a través del análisis de
la biblioteca del historiador, ese análisis no podía ser realizado
sin un dominio de información bibliográfica, técnica e histórica,
que tenía que ser el producto de un largo y cuidadoso esfuerzo.
Otras personas, de características intelectuales parecidas,
no han podido evitar que el lector u oyente de sus trabajos
se sienta tan dominado por la erudición del autor que no
logren descubrir hacia dónde él quiere dirigirse.
Para evitar ese efecto negativo hace falta que el erudito
también sea un buen escritor que domine el idioma, y una
130
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
persona que sepa, quizá por inteligencia o por instinto, hacer
notar la diferencia entre aquello que es secundario o de poca
importancia en los temas de todo lo que constituye la esencia
del problema que está analizando.
En los estudios del Dr. Parra se ve, con evidencia, que
maneja su erudición con el talento equilibrado y la inteligencia
del escritor culto, que sabe utilizar los materiales que ha obte­
nido para construir, no un amontonamiento de información
sino una obra literaria que sin perder el rigor científico, nece­
sario requeridos por la seriedad del fin perseguido, puede llegar
a mostrar características estéticas.
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DECIMATERCERA CONVERSACION:
EL AUTORRETRATO
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Al igual de los pintores, que con frecuencia suelen realizar
su propio retrato, a veces en forma directa y en una obra espe­
cífica, otras ubicándolo en un conjunto de personajes o en
alguna situación especial como un paisaje u otra clase cualquiera
de labor plástica, el escritor por un fenómeno similar no puede
evitar reflejar la propia personalidad en sus escritos, no sola­
mente con un estilo que.lo define, sino hasta escribiendo
su autobiografía, quizás en forma de una novela de la cual
él es parte o protagonista con nombre simulado o al menos,
con páginas, unas veces dispersas en sus libros, otras reunidas
en alguna oportunidad y en las cuales expone, deliberadamente
y hasta sin querer hacerlo, cuáles fueron los propósitos y carac­
terísticas de su vida.
Fray Andrés Mesanza dijo de Parra que era algo duro y
un tanto áspero y frío por fuera. “Así las monedas de oro:
duras, ásperas en el canto y frías”. Al definirlo en esa forma
Fray Andrés quiso advertir que esa aparente dureza y frialdad
exterior ocultaban un contenido de oro.
Ciertas páginas de Parra León permitirían sustituir la
metáfora del venerable fraile Dominico diciendo que el Doctor
Parra León, más que una moneda de oro parece una piedra
cristalina, en la cual no dejan de sentirse esas notas, que el
dominico llamó con cariño dureza, frialdad y áspero exterior,
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134
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
(condiciones que de por sí no son negativas) pero se puede
contemplar su interior con toda nitidez.
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Es necesario entonces insistir en que no estamos ante
un personaje común, sino frente a frente a un ejemplar
humano especial, que tiene que ser cuidadosamente observado
para tratar de darse cuenta de cómo era y por qué era así.
Cuando en la Universidad Central se recibió de Doctor en
ambos Derechos, pronunció un discurso en el cual, expuso las
características de la que él denominó “filosofía cristiana de los
tiempos modernos”, que tiene la tendencia de juntar “con las
eternas fuentes de verdad las conquistas de la mente humana
durante los últimos tiempos, limpiando a la vieja filosofía de
sus errores y enseñándola y convirtiéndola en una ciencia de
acuerdo con las necesidades y circunstancias del siglo”. Mani­
festó en seguida el entusiasmo que le producía la nobleza de
contribuir al logro de ese ideal espiritual, a veces atacado sin
razón, encarnecido por calumnias y desechado por ignorancia
y declaró que había resuelto dirigir su vida hacia el sosteni­
miento y defensa de esa fe de la cual dijo “que con tanta fuerza
vive dentro de mí que no puedo ya sino pensar que es carne
y sangre de mi corazón”. -
Está ahí, con toda exactitud, el ideal de su vida. Lo im­
portante es determinar si se mantuvo o no fiel a ese ideal,
si pudo lograrlo, cómo entendió que debía actuar en la vida
por ese mismo ideal y de qué manera todo se reflejó en su
conducta personal.
A aquellos que estaban muy cerca de él les fue posible
' apreciar que tenía una enorme capacidad para ser sensible a la
belleza y a lo religioso “sin hiperestesia ni fantasías desarmonizadoras” y opinaban que había alcanzado “aquella serenidad
que Tomás de Aquino define como la estabilidad en el orden”.
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Esa posición psicológica producía en él manifestaciones
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
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135
que probablemente fueron las que determinaron, en el ambiente
que lo rodeaba, su fama de duro y áspero, pues el mundo de
sus preocupaciones personales era muy distinto de todo lo que
podía interesar en un medio ambiente en el cual, si bien había
gente de verdad eminente, respetable y sabia, las circunstancias
nacionales de entonces hacían predominar una cierta mediocri­
dad vulgar, incompatible con esas preocupaciones suyas.
Tales consideraciones se confirman cuando se estudia su
trabajo “Condiciones de la poesía mística” leído en el Paraninfo
de la ilustre Universidad Central de Venezuela el 25 de junio
de 1926.
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El panorama nacional, que empezaba a sentir los efectos
innegables del ingreso petrolero, vivía ese ambiente de agita­
ción que fue característico del tiempo que pasó entre las dos
grandes guerras, que inflamaba a casi toda la gente con un
afán de goce inmediato y no era nada propicio para oír y
extender con explicaciones relativas a la poesía mística; quien
lo hiciere tenía que correr el peligro de ser incomprendido y
hasta despreciado.
Ese trabajo sobre la poesía mística interesa, desde el punto
de vista biográfico, porque el Dr. Parra al escribirlo y con
toda seguridad sin pensarlo ni quererlo, lo que hizo fue pintarse
a sí mismo en su yo íntimo.
Señala el Dr. Parra que, apartando aptitudes objetivas, a
las cuales no nos vamos a referir, el poeta místico requería
ciertas condiciones subjetivas, que describe minuciosamente y
que nos permiten darnos cuenta, a más de sesenta años, que
al hacerlo no estaba haciendo otra cosa sino tratar de pintarse
a sí mismo tal como quería ser.
La primera de esas condiciones es una profunda fe clis­
tiana, que signifique ,1a seguridad en una serie de verdades
religiosas, las propias del cristianismo.
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136
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
En segundo lugar menciona la necesaria intimidad y trato
familiar con ese conjunto de verdades en las cuales cree el
poeta místico y para lo cual resulta indispensable un conoci­
miento y estudio constante de la llamada teología dogmática,
enriquecida por el aporte de la moral y la filosofía.
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La tercera de esas condiciones consiste en una disposición
natural y estable para la meditación y contemplación de la
divinidad y un cierto retraimiento del mundo temporal, actitud
que trae consigo el amor a la soledad y una atención constante
y aguda para profundizar pensamientos espirituales.
La cuarta condición exigida es un conocimiento muy
amplio del lenguaje, que permita un modo de escribir que
combine el vuelo de la fantasía, el recto dictamen de la razón,
la majestad y pureza de la doctrina y el cálido hervor del
sentimiento.
La última de las condiciones, para el Dr. Parra, era que
el amor místico que debía inflamar espiritualmente al Poeta,
debía ser profundamente espiritual e interior, escondido y
sobrehumano.
Hizo notar que esas características no llevaban al aniqui­
lamiento ni al quietismo, sino a una expresión constante del
alma en comunicación y contemplación permanente de Dios y
dijo, con toda claridad, que había encontrado en sus estudios,
que sólo “almas escogidas y perfectas” lograban esos altos
grados de arrobamiento y vida interna: Juan de los Angeles,
Diego de Estella, Luis de Granada, Santa Teresa, Raimundo
Lulio, Luis de León y a manera de cumbre Juan de la Cruz.
/
Un ser, que hablaba ese idioma y pensaba así, no podía
encajar fácilmente en un medio orientado hacia otros intereses,
absolutamente distintos y sin tener la menor idea de que en
algún ser humano hubieran existido semejantes preocupaciones.
/
137
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
■ Probablemente esa preocupaciones se debieron, al menos
en la forma como fueron desarrolladas, al cultivo permanente
iniciado desde sus años más juveniles, del estudio de la obra
mística de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa.
I
Apartando otras consideraciones, que bien podrían hacerse,
quien haya leído a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa conoce,
o debe conocer, que ambos tuvieron, entre otras admirables
características y cualidades, una amplísima libertad espiritual,
que llegaba a límites de audacia y que fue quizá la causa de
los problemas que los dos encontraron en su medio ambiente,
y además una sabia actitud de acercamiento, no sólo hacia el
conocimiento de Dios sino de la belleza, que supieron captar
en lo más íntimo de su alma y expresar con el más elegante
lenguaje.
El Dr. Parra, educado en esa lectura constante de San
Juan de la Cruz y de Santa Teresa, llegó a la misma audaz
libertad espiritual, poderosa y fecunda y recibió y sintió el
atractivo de la belleza, que necesariamente obliga al escritor
a tratar de expresar lo que piensa con la elegancia de la forma.
La presencia de los místicos en su forma de pensar y de
escribir consolidó en él su actitud de tolerancia y comprensión
- porque, además de ser esa cualidad propia de su naturaleza,
estaba también categóricamente manifestada en los dos porten­
tos que a él sirvieron de orientación, San Juan de la Cruz y
Santa Teresa, en quienes precisamente la tolerancia y la com­
prensión fueron las cualidades básicas de su vida personal,
monástica y religiosa y sin las cuales quizá hubieran dejado
de alcanzar la elevada posición que les corresponden.
En el medio en que él se desenvolvía, pocos eran quienes
habían tenido maestros de esa índole y Parra era suficiente­
mente discreto para no hacer alarde de ello. Por esa razón,
quienes lo oían y leían, no podían darse cuenta fácilmente de
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I
138
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
las fuentes que utilizaba para escribir con tanta elegancia y
precisión sobre temas que, en otras plumas, habían sido áridos
y faltos de vitalidad. Algunos amigos y desde luego su esposa
Doña Josefina, sí sabían que su apego íntimo y constante por
lo místico, además de repercutir en su formación religiosa y
filosófica, condicionaba la estética y calidad de sus escritos.
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No existe, en nuestra historia cultural, quizá ningún otro
ejemplo de un escritor que haya tenido, para su obra literaria,
una marcada influencia de tan importante y fecunda fuente de
inspiración.
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El trato con la poesía mística no fue un hábito adquirido
después de ingresar al estudio de otras disciplinas sino simul­
táneo con su formación, como lo demuestra tanto haberle dedi­
cado trabajos de estudiante como el hecho de haber elaborado
su segunda tesis doctoral sobre la poesía mística.
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Mucho dice, en pro de quienes fueron sus maestros y de
los sitios donde estudió, que en esos lugares y con esas personas
el joven estudiante hubiera podido alcanzar tales conocimientos,
gusto e interés.
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La insensible y admirable presencia de los místicos en la
obra de Parra resulta por tanto un factor importante que no
puede olvidarse ni dejar a un lado cuando se quiere tratar de
comprender su personalidad.
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Parece además cierto que la actitud muy profundamente
humana que tuvieron los dos místicos mencionados derivada
del contacto diario y permanente con el medio que los rodeaba,
con la gente que les quería o los odiaba y con las dificultades
que encontraron en trabajos distintos, quizá también fueron
en Parra estímulo para su conducta humana de impulsor de
sus alumnos y amigos para el estudio y el trabajo.
No faltan en nuestras letras brillantes intelectuales que
reconocen haber debido a la influencia y presencia de Parra la
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CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
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139
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afición y más que afición la ferviente vocación que en ellos
se despertó por el estudio y trabajo intelectual.
Parra no ocultaba lo que era y lo que pensaba, y era
lógico que apareciese ante los demás como alejado y extraño.
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Un testimonio, que no puede calificarse de adverso por
venir de quien viene, describe gráficamente ese impacto: “Era
un joven apuesto, un tanto rubio. Había un no se qué de extraño
en su figura; su trato era hosco y seco. Dentro de la Univer­
sidad se entregaba a la empresa de dominar el ambiente hostil
que lo rodeaba; fuera de la Universidad iba abstraído en la
lectura o en sus reflexiones. Al saludarlo, difícil era obtener
de él algo más que una cortés respuesta, mientras descendía
por su mano el peculiar sombrero de alas anchas y para medir
la natural bondad de su mirada, era usualmente menester
penetrar una gafas oscuras que llevaba para proteger sus fati­
gados ojos”.
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Así describe Rafael Caldera al joven Vicerrector que en
1928 ingresaba al profesorado de la Universidad Central.
Esa actitud no le impidió tener amigos que, por haber
logrado conocer a fondo su verdadera intimidad, le apreciaban
entrañablemente. Mario Briceño Iragorry dijo de él, usando la
frase de Plinio el joven: “fue el testigo de mi vida. Fue para
mí amigo como pocos. Nos unió una estrecha vinculación de
afectos y de ideas, una fraternal camaradería...”; en otra
ocasión Don Mario agradeció al Dr. Vicente Lecuna que le
dio el encargo de saludar a Parra, en nombre del Instituto,
cuando Parra ingresó a la Academia Nacional de la Historia,
“haciendo sólo mérito de nuestra fraterna amistad”. Y cuando
el Colegio de Abogados de Caracas, poco después de la muerte
de Parra, quiso colocar un retrato suyo en el salón de sesiones
pensó en Don Mario, dice él, honrando esa amistad “porque
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V
140
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
sería mi voz atribulada quien con mayor tinte de cariño, podía
evocar la figura prestigiosa del joven sabio”. '
Y Su Eminencia el Cardenal Quintero, al recibirse en la
Academia Venezolana de la Lengua y hacer remembranza de
sus tiempos de estudiante, calificaba su amistad con Caracciolo
Parra como de “lazos en verdad fraternos” y recordaba que
entonces Parra, por su inteligencia, por su urbanidad, por su
edificante consagración al estudio se fue imponiendo sobre
todos sus compañeros universitarios que lo miraban con cariñoso
respeto. Afirma que entre ellos hubo una amistad inalterable
“sin que sufriera nunca el más leve eclipse”.
Recuerdan sus amigos el contraste extraordinario que apa­
recía, dominicalmente, cuando aquel austero profesor, hosco
y seco, pulcro y hasta arrogante, brincaba y jugaba alegremente
con sus niños en los pozos que todavía existen en lo que hoy
se denomina el Parque de Los Chorros.
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Era un alma que sólo se mostraba íntimamente afectuosa
cuando circulaba en la estricta intimidad familiar, en el trato
con determinados amigos o en la defensa apasionada de las
causas que creyó justas.
Caracciolo Parra respetó cuidadosamente las tres reglas
romanas: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada
uno lo que es suyo. Jamás hubo la más mínima duda acerca
de la absoluta corrección de su vida privada. Nunca persona
alguna sufrió por su causa y en un tipo de trabajo como el
suyo, que fácilmente permite tomar para sí ideas de otros, fue
extremadamente cuidadoso en dejar siempre constancia expresa
del documento que citaba.
En Parra hubo tipos de conducta que iban a provocar en
contra suya una necesaria reacción.
En primer lugar adquirió una poca común sabiduría. En
i
I
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
141
las almas limpias ello engendra admiración y respeto pero en
las mentes turbias, hace generar una viva sensación de envidia.
Además se proclamó católico, apostólico y romano, en un
momento o durante un tiempo en el cual predominaba todavía
la irreligiosidad que se inició en Venezuela desde cuando la
decisión de Guzmán Blanco, de separar de la Universidad los
estudios eclesiásticos y de arruinar a la Iglesia Católica con­
fiscando sus propiedades, hizo perder prestigio social a la idea
religiosa y casi la redujo, en nuestro medio, a prácticas artifi­
ciales de culto o a manifestaciones semi supersticiosas que vio­
lentamente contrastaban con el afán científico y con los deseos
de adelanto y cultura, que sí florecieron durante o por el
Guzmancismo.
I
Y por último Parra asumió, probablemente con una pasión
que contrasta con otras características de su espíritu, la ardo­
rosa defensa de la obra de España en América y en particular
en Venezuela, cuando todavía, para muchos espíritus mesquinos
e ignorantes, la guerra de Independencia “no había terminado”
y se continuaba en una franca y abierta hostilidad contra todo
lo hispánico.
Dadas las circunstancias, si Parra hubiera escogido un
camino diferente, su obra habría sido calurosamente apoyada y
aplaudida. Pero a un medio anticatólico y antihispánico, resul­
taba difícil aceptar, de una vez, cualquier actitud que pudiere
cambiar puntos de vista ya tradicionales.
Ante la imposibilidad de negar lo que estaba escrito en
sus libros, con fundamento en archivos de veracidad indiscutible,
quienes pensaron en forma diferente de la suya primero trataron
de descalificar sus tesis, denominándolas en un cierto tono
despectivo “la leyenda dorada” y luego, en lugar de contra­
decirla con argumentos científicos y con documentos que pro-
I
*
I
1-12
ESTUDIOS, MONOGRAFIAS Y ENSAYOS
basen lo contrario, adoptaron una actitud mucho más eficaz y
destructiva: el silencio.
3
La obra de Parra pasó entonces a ser una de tantas teorías
a la cual solamente se dedican algunos párrafos respetuosos
pero nunca un análisis que despierte interés en conocerla a
fondo o en revisarla.
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Su muerte, a temprana edad, quizás contribuyó a que
pudiere producirse ese efecto y pasados los homenajes que no
se les podían negar cuando acababa de fallecer, poco a poco
su nombre y su obra fue cayendo en el olvido.
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Agotados prácticamente los libros que él publicó, apenas
tuvo circulación la edición de sus obras realizadas por su
familia.
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II
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Su sucesor en la Academia Nacional de la Historia, el
Dr. Cristóbal Benítez como trabajo de incorporación al Insti­
tuto hizo una síntesis estupenda del pensamiento de Parra.
Años más tarde Rafael Caldera le dedicó un capítulo de su
libro Moldes para la fragua y Carlos Felice Cardot un resumido
y magnífico retrato psicológico. Pero hasta ahora ningún estudio
ha sido hecho sobre el conjunto e importancia de su obra y
de su personalidad, exceptuando desde luego el afectuosísimo,
de Mario Briceño Iragorry, Trayectoria y Tránsito de Caracciolo
Parra León.
El correr del tiempo mostró, que su tesis fundamental
era cierta. El 24 de diciembre de 1938, cuando apenas le que­
daba escaso mes y medio de vida, Caracciolo Parra, en Lima,
ante la estatua del Libertador (de la cual poca gente sabe que
la de Caracas es una copia) recordó que las ideas “están tocadas
de la chispa de la eternidad, que se alzan sobre los escombros
de los siglos y sirven de perpetuo pedestal a la grandeza humana
y resisten la fuerza demoledora de la mano del tiempo”.
’ J
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
143
Así se cumplió en su caso cuando la Academia de la
Historia para cumplir con sus deberes legales, continuó la
investigación que había iniciado Parra, pues los varios cente­
nares de tomos, ya publicados en las distintas colecciones que
forman las ediciones de su “Biblioteca” editorial, demuestran
que, si bien el sentimiento en un momento determinado, pudo
torcer algunos grados la exactitud del criterio de Parra, la
inmensa masa de información que ya está manejada confirma
los lincamientos generales de la posición de Parra ante la
historia de Venezuela anterior a 1810. Y los estudios que
después han tenido que hacerse sobre los libros que editó
Parra, confirman que fue acertado su criterio al sacarlos del
olvido.
Por otra parte la amplitud democrática y el espíritu de
tolerancia que poco a poco .se ha ido adueñando de la con­
ciencia nacional, hace extemporáneo e inadmisible, criticar el
profundo sentido católico de Caracciolo Parra y la clara forma
de relación que afortunadamente existe con España, obliga a
aplaudir a quien se dio cuenta en otra época, que no debía
desconocerse ni mucho menos romperse el lazo espiritual que
une a América con España.
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En estas “conversaciones” hemos tratado de dialogar con
el lector y de evitar un simple monólogo que casi siempre deja
indiferente a quien lo escucha o lee.
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Mis “conversaciones” no forman, desde luego, una bio­
grafía porque no era ese su propósito, sino solamente tratan
de lograr una rápida semblanza de un personaje que reuniese
las tres características indicadas en la introducción: integridad
de vida, evidente e importante influencia en la vida nacional
y una indiscutible adhesión a la fe cristiana.
No se debe olvidar que, quienes han estudiado a fondo
la biografía corno obra intelectual, advierten que ella es proba­
blemente una de las más delicadas entre los géneros literarios,
porque trata de describir una vida, la de un ser humano y ello
debe hacerse trabajando “bajo juramento”, es decir, con el
compromiso moral de no decir nada que no sea verdad o al
menos comprobable. *
Tal actitud es difícil porque el escritor, al actuar en esas
condiciones, procura alejarse de la influencia de los sentimientos
de admiración o rechazo que naturalmente le produce el estudio
y conocimiento de la conducta de una persona. Ese estudio a
veces toma características cuasi detectivescas para encontrar
esa “verdad verdadera”, que permita diferenciar, en los actos
. del personaje biografiado, la fina diferencia que el célebre
<4
148
ESTUDIOS, MONOGRAMAS Y ENSAYOS
financista norteamericano J. Pierpont Morgan señaló en la
conducta de los hombres, y que consiste en la existencia, casi
nunca coincidente, de dos razones o causas que llevan al hombre
a actuar: “una buena razón” para hacerlo y la “verdadera
razón” que lo impulsó.
La búsqueda de esa “verdadera razón” que está oculta
detrás de las “buenas razones”, obliga a interpretaciones, que
no siempre son acertadas, porque los seres humanos suelen
mantener una cierta reserva espiritual no siempre fácil de
romper.
• »
Debo confesar que, aun corriendo el riesgo de apartarme
de la objetividad, en este caso concreto no puedo evitar que
quizá mis sentimientos de respeto y admiración por el Doctor
Parra, pueden haber variado, sutilmente, la brújula que señala
el norte de la objetividad; pero para corregir ese defecto que
admito y no niego, proporciono al lector notas indicativas que
le permitirán si lo desea, comprobar la exactitud de lo que
me he atrevido afirmar o narrar.
Describo al personaje tal como lo he visto en sus escritos
y en los recuerdos que de él guardan quienes fueron o no
sus amigos.
El Dr. Parra quiso, con su vida y con su obra de univer­
sitario, demostrar que los hijos intelectuales de esa Universidad,
no teníamos que avergonzarnos de ella. Quiso, como Histo­
riador, averiguar quiénes fueron los hombre que estudiaron la
primera etapa de nuestra historia y completó este propósito
editando los más hermosos libros que habían escrito esos
hombres y que eran desconocidos o de muy difícil acceso.
Quiso, como venezolano, buscar los hilos que habían ido
tejiendo la verdadera Alma nacional, esplendorosa y nutricia.
Quiso, como Profesor, enseñar a sus alumnos a buscar la
*
CONVERSACIONES SOBRE UN JOVEN QUE FUE SABIO
149
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verdad y a conocer y respetar el Derecho. Quiso, como Diplo­
mático, trabajar por la armonía y la paz de las naciones ame­
ricanas. Y quiso, como hombre profundamente religioso, hacer
ver que las doctrinas de su Iglesia no coartan ni la libertad de
pensar ni la facultad de crear.
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El lector será el Juez que podrá apreciar si estas conver­
saciones le han podido hacer ver cómo aquel ¡oven, que fue
sabio, trató de lograr todos esos propósitos en una corta y
fecunda vida.
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NOTAS INFORMATIVAS
1® - Las referencias a Mario Briceño Iragorry están tomadas de su trabajo
“Trayectoria y tránsito de Caracciolo Parra”. Obras selectas, Ediciones
Edime, Caracas 1966, pp. 973 y sgtes.
2® • Las referencias a Rafael Caldera están tomadas de su libro Moldes
■ para la fragua, 3- edición, Caracas 1980, pp. 171 y sgtes.
3® • Las referencias a Ildefonso Leal están tomadas de su obra Historia
de la U.C.V., Caracas 1981, pp. 263 y sgtes. y además en informa­
ciones adicionales suministradas al autor por el propio Dr. Leal.
I
4® - Las referencias al Dr. Oscar Beaujon están tomadas de su discurso
de incorporación a la Academia Nacional de la Historia publicado por
esta Institución en su serie Discursos de incorporación, Tomo V,
p. 357.
5® - El nombramiento del Dr. Parra como Profesor de Derecho Interna­
cional Americano y el programa de su asignatura en esa Cátedra, fi. guran en el expediente llevado en el Archivo Histórico del Ministerio
de Relaciones Exteriores referente al curso diplomático y consular.
i
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El nombramiento del Dr. Caracciolo Parra como Profesor de Filosofía
en el Liceo Andrés Bello, aparece ratificado en la Resolución N° 88
de 15 de enero de 1936 del Ministerio de Instrucción Pública, Gaceta
Oficial de la misma fecha N° 18.854.
6? - Las designaciones y actuaciones del Dr. Parra como Vicerrector, Rec­
tor Encargado, Director de Escuela y Profesor Universitario y los pro- .
gramas de las asignaturas a su cargo, aparecen en los Ana-
152
NOTAS INFORMATIVAS
les de la Universidad Central de Venezuela, publicados desde 1929
a 1935.
7°-La referencia a la Memoria del Ministerio de Instrucción Pública
correspondiente al año de 1932, está tomada de la obra Memoria de
Cien años, de Rafael Fernández Heres, Tomo IV, Volumen II,
p. 1.244.
8° - El incidente entre Gil Fortoul y Parra León está descrito en mi obra
Gil Fortoul una luz en la sombra, Monte Avila Editores, 2- edi­
ción, Caracas, 1983, pp. 246 y 247.
I
/
INDICE GENERAL
Presentación
11
Primera conversación:
Los Parra
17
Segunda conversación:
Dos veces Doctor ...
23
Tercera conversación:
Enseñó a aprender .,
31
Cuarta conversación:
Las lecciones del pasado :
39
Quinta conversación:
El hacedor de libros
49
Sexta conversación:
El historiador de historiadores
61
Séptima conversación:
El Jurista...............
71
Octava conversación:
¡Actos de Quijote! .
79
Novena conversación:
El Académico.........
93
I
Décima conversación:
Lo que había dicho el Maestro
101
Undécima conversación:
El Diplomático
.
111
Duodécima conversación:
La esencia de una vida ...
121
Decimatercera conversación:
El autorretrato ...............
131
Despedida
145
Notas informativas
151
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BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Serie Estudios, Monografías y Ensayos
).
Distribución: Avda. Libertador. Edif. Las Vegas.
Esquina Avda. Las Acacias,
Primer piso - Oficina 1-F.
Tel.: 781.43.43-782 69.56
I
Vol. 1: El Coloniaje, la formación societaria de nuestro continente. Por Edgar Gabaldón Márquez.
Vol. 2: Páginas biográficas y criticas. Por Carlos Felice Cardot.
Vol. 3: Tratado de Confirmaciones Reales. Por Antonio Rodríguez de León Pinclo.
Estudio preliminar de Eduardo Arcila Farías.
Vol. 4: Datos para la historia de la educación en el Oriente de Venezuela. Por
Manuel Peñalver Gómez.
Vol. 5- La Tradición Saladoide del Oriente de Venezuela. La Fase Cuartel. Por
Iraida Vargas Arenas.
Vol. 6: Las Culturas Formativas del Oriente de Venezuela. La Tradición Barrancas
del Bajo Orinoco. Por Mario Sanoja Obediente.
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!
1
Vol. 7: Organizaciones Políticas de 1936. Su importancia en la socialización politica del venezolano. Por Silvia Mijares.
■
Vol. 8: Estudios en Antropología, Sociología, Historia y Folclor. Por Miguel Acos­
ta Saignes.
Vol. 9: Angel S. Domínguez, escritor de nítida arcilla criolla. Por Luis Arturo
Domínguez.
Vol. 10: Estudios sobre las instituciones locales Hispanoamericanas. Por Fran
cisco Domínguez Compañy.
Vol. 11: Los Héroes y la Historia. Por Ramón J. Velásquez.
Vol. 12: Ensayos sobre Historia Política de Venezuela. Por Amal io Belmonte Guzmán, Dimitri Briceño Reyes y Henry Urbano Taylor.
Vol. 13: Rusia e Inglaterra en Asia Central. Por M. F. Martens. Traducción y
estudio preliminar de Héctor Gros Espiell.
Vol. 14: 5 Procesos Históricos. Por Raúl Díaz Legórburu.
i
í
Vol. 15: Individuos de Húmero. Por Ramón J. Velásquez.
Vol. 16: Los Presidentes de Venezuela y su actuación militar (Esbozo). Por Tomás
Pérez Tenreiro.
4
Vol. 17: Semblanzas, Testimonios y Apólogos. Por J. A. de Armas Chitty.
Vol. 18: Impresiones de la América Española (1904-1906). Por M. de Oliveira
Lima.
Vol. 19: Obras Públicas, Fiestas y Mensajes (Un Puntal del Régimen Gomecista).
Por Ciro Caraballo Perichi.
Vol. 20: Investigaciones Arqueológicas en Parmana. Los sitios de La Gruta y Ronquin. Estado Guárico. Venezuela. Por Iraida Vargas Arenas.
I
Vol. 21: La consolidación del régimen de Juan Vicente Gómez. Por Yolanda
Scgnini.
<
Vol. 22: El proyecto universitario de Andrés Bello (1843). Por Rafael Fernández
Heres.
<
Vol. 23: Guía para el estudio de la Historia de Venezuela. Por R. J. Lovera
De-Sola.
Vol. 24: Miranda y sus circunstancias. Por Josefina Rodríguez de Alonso.
Vol. 25: Michelena y José Amando Pérez. El sembrador y su sueño. Por Lucas
Guillermo Castillo Lara.
4
Vol. 26: Chejendé. Historia y canto. Por Emigdio Cañizales Guédez.
Vol. 27: Los conflictos de soberanía sobre Isla de Aves. Por Juan Raúl Gil S.
Vol. 28: Historia de las Cárceles en Venezuela (1600-1890). Por Ermila Troconis
de Veracoechea.
Vol. 29: Esbozo de las Academias. Por Héctor Parra Márquez.
Vol. 30: La poesía y el Derecho. Por Mario Briceño Pcrozo.
Vol. 31: Biografía del Almirante Luis Brión. Por Johan Hartog.
Vol. 32: Don Pedro Gual-El Estadista Grancolombiano. Por Abel Cruz Santos.
Vol. 33: Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo I. Por Ra­
fael Ramón Castellanos.
Vol. 34: Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo II. Por Ra­
fael Ramón Castellanos.
Vol. 35: Hilachas de Historia Patria. Por Manuel Rafael Rivero.
Vol. 36: Estudio y antología de la Revista Bolívar. Por Velia Bosch. Indices por
Fernando Villarraga.
Vol. 37: Ideas del Libertador como gobernante a través de sus escritos (1813-1821).
Por Aurelio Ferrero Tamayo.
Vol. 38: Zaraza. Biografía de un pueblo. Por J. A. de Armas Chitty.
Vol. 39: Cartel de citación (Ensayos). Por Juandemaro Querales.
Vol. 40: La toponimia venezolana en las Puentes Cartográficas del Archivo Ge­
neral de Indias. Por Adolfo Salazar-Quijada.
Vol. 41: Primeros monumentos en Venezuela a Simón Bolívar. Por Juan Carlos
Palcnzuela.
Vol. 42: El pensamiento filosófico y político de Francisco de Miranda. Por Antonio
Egea López. .
Vol. 43: Bolívar en la historia del pensamiento económico y fiscal. Por Tomás
Enrique Carrillo Batalla.
Vol. 44: Chacao: un pueblo en la época de Bolívar (1768-1880). Por Antonio Gon­
zález Antías.
Vol. 45: Médicos; Cirujanos y Practicantes Próceras de la Nacionalidad. Por Fran­
cisco Alejandro Vargas.
Vol. 46: Simón Bolívar. Su pensamiento político. Por Enrique de Gandía.
Vol. 47: Vivencia de un Rito Ayamán en las Turas. Por Luis Arturo Domínguez.
Vol. 48: La razón filosófico-jurídica de la Independencia. Por Pompeyo Ramis.
Vol. 49: Tiempo y presencia de Bolívar en Lara. Por Carlos Felice Cardot.
I
Vol. 50: Los papeles de Francisco de Miranda. Por Gloria Henríquez Uzcátcgui.
Vol. 51: La Guayana Esequiba. Los testimonios cartográficos de los geógrafos. Por
Marco A. Osorio Jiménez.
Vol. 52: El Gran Majadero. Por R. J. hovera De-Sola.
Vol. 53: Aproximación al sentido de la Historia de Oviedo y Baños como un hecho
de lenguaje.- Por Susana Romero de Febres.
Vol. 54: El Diario "El Pregonero". Su importancia en el periodismo venezolano.
Por María Antonieta Delgado Ramírez.
Vol. 55: Historia del Estado Trujillo. Por Mario Briceño Perozo.
Vol. 56: Las eras imaginarias de Lezama Lima. Por Cesia Ziona Hirshbein.
Vol. 57: La educación primaria en Caracas en la época de Bolívar. Por Aureo
Yépez Castillo.
Vol. 58: Contribución al estudio del ensayo en Hispanoamérica. Por Clara Rey de
Guido.
Vol. 59: Contribución al estudio de la Historiografía literaria Hispanoamericana.
Por Beatriz González Stephan.
Vol. 60: Situación médico-sanitaria de Venezuela durante la época del Libertador.
Por Alberto Sjh-i Alvarez.
Vol. 61: La formación de la vanguardia literaria en Venezuela (Antecedentes y docu­
mentos). Por Nelson Osorio T.
Vol. 62: Muro de dudas. Tomo I. Por Ignacio Burk.
Vol. 63: Muro de dudas. Tomo II. Por Ignacio Burk.
Vol. 64: Rómulo Gallegos: la realidad, la ficción, el símbolo (Un estudio del momentó primero de la escritura galleguiana). Por Rafael Fauquié Bescós.
Vol. 65: Flor y Canto. 25 años de poesía venezolana (1958-1983). Por Elena Vera.
Vol. 66: Las diabluras del Arcediano (Vida del Padre Antonio ]osé de Sucre).
Por Mario Germán Romero.
Vol. 67: La Historia como elemento creador de la cultura. Por Mario Briceño
Iragorry.
Vol. 68: El cuento folklórico en Venezuela. Antología, clasificación y estudio.
Por Yolanda Salas de Lecuna.
Vol. 69: La ganadería en los llanos centro-occidentales venezolanos, 1910-193$.
Por Tardía Briceño.
Vol. 70: La República de las Floridas, 1817-1818. Por Tulio Arends.
Vol. 71: Una discusión historiográfica en torno de "Hacia la democracia". Por
Antonio Mieres.
Vol. 72: Rafael Villavicencio: Del positivismo al esplritualismo. Por Luisa M. Poleo
Pérez.
Vol. 73: Aportes a la historia documental y crítica. Por Manuel Pérez Vila.
Vol. 74: Procerato Caroreño. Por José María Zubillaga Perora.
Vol. 75: Los días de Cipriano Castro (Historia Venezolana del 900). Por Mariano
Picón Salas.
i
Vol. 76: Nueva Historia de América. Las épocas de libertad y antilibertad desde
la Independencia. Por Enrique de Gandía.
Vol. 77: El enfoque geohistórico. Por Ramón A. Tovar L.
Vol. 78: Los suburbios caraqueños del siglo XIX. Por Margarita López Maya.
Vol. 79: Del antiguo al nuevo régimen en España. Por Alberto Gil Novales.
Vol. 80: Anotaciones sobre el amor y el deseo. Por Alejandro Varderi.
Vol. 81: Andrés Bello, filósofo. Por Arturo Ardao.
Vol. 82: Los paisajes geohislóricos cañeros en Venezuela. Por José Angel Rodríguez.
I
Vol. 83: Ser y ver. Por Carlos Silva.
Vol. 84: La relación hombre-vegetación en la ciudad de Caracas (Aporte al estudio
de la arquitectura paisajista de Caracas). Por Giovanna Mérola Rosciano.
Vol. 85: El Libertador en la historia italiana: Ilustración, "Risorgimento", Fas­
cismo. Por Alberto Fiiippi.
Vol. 86: La medicina popular en Venezuela. Por Angelina Pollak-Eltz.
Vol. 87: Protágoras: Naturaleza y cultura. Por Angel J. Cappelletti.
Vol. 88: Filosofía de la ociosidad. Por Ludovico Silva.
Vol. 89: La espada de Cervantes. Por Mario Briceño Perozo.
Vol. 90: Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevolucionario de
Miguel José Sanz y José Domingo Díaz. Por Julio Barroeta Lara.
Vol. 91: La Presidencia de Sucre en Bolivia. Por William Lee Lofstrom.
I
Vol. 92: El discurso literario destinado a niños. Por Criselda Navas.
Vol. 93: Etnicidad, clase y nación en la cultura política del Caribe de habla inglesa.
Por Andrés Serbin.
Vol. 94: Huellas en el agua (Artículos periodísticos: 1933-1961). Por Enrique
Bernardo Núñez.
Vol. 95: La Instrucción Pública en el proyecto político de Guzmán Blanco: Ideas
y hechos. Por Rafael Fernández Mores.
Vol. 96: De revoluciones y contra-revoluciones. Por Carlos Pérez Jurado.
Vol. 97: Chamanismo, mito y religión en cuatro naciones étnicas de América
aborigen. Por Ronny Velásquez.
Vol. 98: El pedestal con grietas. Por Iván Pelrovszky.
Vol. 99: Escritos de Plá y Bellrán. Selección y prólogo de Juan Manuel Castañón.
Vol. 100: La ideología federal en la Convención de Valencia (1858). Tiempo y
debate. Por Eleonora Gabaldón.
Vol. 101: Vida de Don Quijote de la Libertad (España en el legado del Libertador).
Por Alberto Bacza Flores.
Vol. 102: Varia Académica Bolivariana. Por José Rodríguez Iturbe.
Vol. 103: De la muerte a la vida —Testimonio de Hennque Soublette.—. Por
Carmen Elena Alemán.
Vol. 104: Referencias para el estudio de las ideas educativas en Venezuela. Por
Rafael Fernández Heres.
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I
Vol. 105: Aspectos económicos de la época de Bolívar. I-La Colonia (1776-1810).
Por Miguel A. Martínez G.
Vol. 106: Aspectos económicos de la época de Bolívar. TI-La República (18111830). Por Miguel A. Martínez G.
Vol. 107: Doble verdad y la nariz de Cleopaira. Por Juan Ñuño.
Vol. 108: Metamorfosis de la utopía (Problemas del Cambio Democrático). Por
Carlos Raúl Hernández.
Vol. 109: José Gil Fortoul (1861-1943). Los nuevos caminos de la razón:
Historia como Ciencia. Por Elena Plaza.
Vol. 110: Tejer y destejer. Por Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Vol. 111: Conversaciones sobre un joven que fue sabio (Semblanza del Dr. Caracciolo
Parra León). Por Tomás Polanco Alcántara.
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SE TERMINO DE IMPRIMIR ESTE LIBRO,
EN LOS TALLERES DE ITALGRAFICA, S.R.L.
EN LA CIUDAD DE CARACAS, EN EL MES
DE DICIEMBRE DE 1988
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