Subido por alexxx.fy28

Animalidad, don y hospitalidad desde una perspectiva derridiana

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INTRODUCCIÓN
“(...)en el amor desinteresado de un ser irracional,
en su sacrificio, existe algo que llega directamente
al corazón de aquellos que han tenido frecuentemente
la ocasión de poner a prueba la amistad mezquina,
y la frágil fidelidad de ese ser que se llama «hombre»”1
Desde mediados del siglo XX, en el contexto que podríamos determinar como
crisis o debilidad humana, el pensamiento en relación a la figura del animal ha
adquirido una inmensa relevancia tanto para las ciencias sociales como para las naturales.
Se debe decir que a lo largo de estos siglos, la diferencia entre el animal y el ser humano ha cobrado
diversos nombres y características. De manera colectiva, podríamos asegurar que las mismas se han
sustentado en una razón entendida como aquella característica exclusiva del anthropos. En
consecuencia, podríamos deducir que aquellos seres vivos, que no integran la denominada esfera
humana, no han experimentado en modo alguno la razón.
Aquello que clásicamente fue denominado como “progreso humano”, muestra como retribución, el
maltrato y el sufrimiento animal. Conjuntamente, podemos resaltar que la ética ha favorecido a la
conformación de un espacio en el que el sacrificio de ciertas formas de vida en beneficio de otras
no sólo es consentido, sino también naturalizado.
“(…) todo es materia inerte salvo la mente humana; por tanto, el sentimentalismo frente a los
animales y la naturaleza es ridículo. Sólo tiene valor en alma humana, que es consciente de sí, y
todo lo demás se limita a existir, sin sentimiento, sin pensamiento, sin conciencia.”2
Diversos pensadores, como Jacques Derrida, se han acercado a la cuestión animal
mostrándose críticos frente al planteo antropocéntrico que impone al hombre como señor y
soberano de la creación. Estos filósofos, han denunciado que se ha recurrido al binarismo
hombre/animal como estrategia particular para producir el concepto de “humano”. El animal, no
sólo ha sido entendido como el límite de lo humano y lo in-humano, sino como aquel ser vivo que
tiene por propio el carecer, por ejemplo de logos, escritura, alma o muerte.
Es decir que, se ha creado el concepto de “humano” utilizando como descripción todo lo que no
define al ser humano, y apoyándose en lo que lo diferencia de un animal; si nos preguntáramos ¿qué
es el ser humano?, probablemente responderíamos algo así: es un ser vivo, con capacidad de pensar
y expresarse por medio del lenguaje, y actúa guiado por la razón. Pero toda esa “descripción” surge
de lo que no es un otro, en este caso, el animal. Definimos al ser humano como único en la especie
de seres vivos con capacidad de razonar, por descarte, sólo porque el resto de los seres vivos no son
capaces de hacerlo.
1 “El gato negro”, p.14, Edgar Allan Poe, en “Relatos de miedo”, 1980, editorial Bruguera
Título original: “The black cat”, Edgar Allan Poe, 1848, revista Saturday evening post
2 “Descartes: el fislósofo de la luz”, p.24, Richard Watson, 2003, editorial Vergara
Título original: The life of René Descartes
DESARROLLO
“(...)una vida con un corazón malvado, no es
otra cosa que un sufrimiento interminable(...)”3
Con especial relevancia desde Descartes, la filosofía ha recluido a los animales dentro de una
categoría homogénea, idealizada, siendo habitual encontrarlos en los textos de filósofos próximos a
nosotros reducidos a “el animal”.
Esta categorización, no exenta de violencia, condiciona cualquier tentativa de acercarse sin
prejuicios a lo que se refiere, “el animal”, bajo el cual cuantitativamente se incluirían miles de
millones de seres vivos taxonómicamente ordenados en millones de especies diferentes, desde las
ya extinguidas a las actualmente vivientes, y dentro de éstas, tanto las descubiertas e incorporadas a
los saberes científicos, como las muchas que nunca llegarán a serlo, bien porque desaparecerán
antes, o bien porque la extinción le llegue a la propia especie humana.
Los diversos discursos filosóficos han intentado disipar cualquier duda sobre la pureza de una
esencialidad de lo humano y de una esencialidad de lo animal. Esta esencialidad se ha caracterizado
generalmente mediante la pre-suposición de la existencia de algún atributo que se considera como
“lo propio del hombre”, a la vez que es negado a los otros animales.
“La “cuestión-de-la animalidad” no es una cuestión entre otras, por
supuesto. Si la considero decisiva, como se dice desde hace mucho tiempo,
en sí misma y por su valor estratégico, es porque, difícil y enigmática en sí
misma, representa también el límite sobre el cual se suscitan y determinan
todas las otras grandes cuestiones y todos los conceptos destinados a delimitar “ lo propio del hombre”, la esencia y el porvenir de la humanidad, la
ética, la política, el derecho, los “derechos del hombre”, el “crimen contra la
humanidad”, el “genocidio”, etcétera (Derrida, J., y Roudinesco, 2009)”4
El hombre es (según él mismo) el único ser vivo con capacidad de diferenciarse, mediante el
lenguaje, del resto de los seres vivos. Éste cree poseer una fuerza o poder proveniente de su
condición como soberano y señor (de la tierra) que lo lleva a entender cómo son las experiencias
vividas por parte de los animales, los no-racionales. Sostiene que éstos no pueden presenciar
vivencias propias, que habitan permanentemente en un mundo equiparable a un sueño, un lugar que
a diferencia de el del hombre, no les permite el uso de la razón. Podemos argumentar esto mediante
el conocido juego de palabras animot5, el cual tiene por objeto dilucidar que el hombre redujo a los
animales a meros conceptos .
3 Aslan, en “Las cróinicas de Narnia”, p.239, C.S.Lewis, editorial Destino, 2006
Título original: The Chronicles of Narnia
4 Jacques Derrida-Elisabeth Roudinesco, 2009
5 Mot: palabra, en francés / animaux: animal, en francés
¿Pueden sufrir?, preguntaba simplemente y de manera tan
profunda Bentham. Desde su protocolo, la forma de esta
pregunta lo cambia todo. La cuestión no concierne ya
solamente al logos [...] Aquí se aloja, como la manera más
radical de pensar la finitud que compartimos con los
animales, la mortalidad que pertenece a la finitud misma de
la vida, a la experiencia de la compasión [...] la angustia de
esta vulnerabilidad y la vulnerabilidad de esta angustia.”
(Derrida, 2010: 44)
En esas líneas se puede observar cómo la cuestión animal parece re-inscribirse en la dimensión ética
de la que la tradición parecía haberla desterrado. Para eso hemos establecido el concepto quién para
referirnos a alguien, es decir, a un sujeto racional; y qué para referirnos tanto a un objeto inanimado
como a un ser no-pensante. De este modo, el quién ejerce dominio y/o posesión sobre el qué,
demostrando una posición de arbitrariedad por parte del primero, denominada domesticación.
“El animal en general ¿qué es? ¿Qué quiere decir eso? ¿Quién es? ¿A qué
corresponde “eso”? ¿A quién? ¿Quién responde a quién? ¿Quién responde
al nombre común, general y singular de lo que ellos denominan así tranquilamente “el animal”? ¿Quién responde? La referencia de lo que me concierne y me mira en nombre del animal, lo que se dice entonces en nombre
del animal cuando se recurre al nombre del animal: es lo que se trataría de
exponer al desnudo, en la desnudez o el desamparo de quien dice, abriendo
la página de una autobiografía, “he aquí quien soy”. “Pero yo, ¿quién soy?”
(Derrida, 2008, 68).
Montaigne propone que sólo existen dos maneras de igualar a ambos seres: la primera, es ponerlos
ambos en una relación sujeto-objeto, en la que los dos tendrían la misma posición jerárquica; o bien
una relación más natural, que es la de referenciarlos a la muerte, objetando que ambos vivientes
pueden sufrir e incluso morir.
El principal dilema frente a la cuestión animal-humano recae en el modo de ser (del hombre) con lo
que es diferente de sí mismo; Derrida expone que esto se debe a una falta de familiaridad,
provocada por un limite cultural, ético y polítio pre-impuesto que la sociedad ha naturalizado.
Continuando con el concepto anterior de falta de familiaridad, el filósofo dilucida que esta carencia
dio lugar a que el otro quede en una situación de marginalidad, generándose así, una relación de
exclusión-inclusiva; en la que se excluye al animal del entorno “privilegiado” del hombre, y se lo
incluye en uno completamente diferente: el cultural, reduciéndolos como ya dijimos, a una
existencia meramente conceptual, o bien destinándolos al mundo del entretenimiento, con la
creación de zoológicos y circos.
Esta exclusión antropocéntrica, no se limita únicamente a los animales, sino que se extiende a otros
seres humanos que han sido marginados por la sociedad, y hasta incluso asesinados; estas personas
eliminan, por decirlo de alguna manera, los cánones que idealizan al hombre perfecto, al soberano
creador, puesto que no encajan en la comunidad, ya sea por su color de piel, religión, orientación
sexual, etc. Un claro ejemplo de esta exclusión déspota sería el genocidio judío, dado en la Segunda
Guerra mundial (1939-1945).
¿Por qué se denomina antropocéntrica si también abarca la exclusión de personas? Porque se tiende
a creer que aquellos que no encajan, que son diferentes, son menos humanos que los hombres que
“cumplen” con todos los estereotipos impuestos, es decir que, se les priva de una condición de
iguales, dejándolos en una condición inferior y prácticamente inhumana, rozando lo animal. Un
buen ejemplo de esta situación sería la de los esclavos, quienes eran excluídos del ámbito social y
de todo derecho, pero no eran considerados exactamente como animales, sino como una condición
de objetos no-inanimados.
Dicho problema, nos demuestra que tanto la esfera humana como la esfera animal se contaminan
mutuamente, por deseo y/o acción (involuntaria) del hombre. En resúmen, sería un acto falaz
afirmar que existe una esfera puramente animal, o una puramente humana.
Frente a una ética de lo igual, Derrida propone una ética de la hospitalidad. Éste ha hecho una
distinción entre una hospitalidad posible y una hospitalidad imposible. La primera, se corresponde
con una lógica de la invitación cara al sujeto propietario, donde el anfitrión es aquella figura que
permite la acogida del huésped en su espacio a condición de su adaptación a las normas pautadas, y
por el “tiempo” establecido por el dueño de la casa. Derrida encuentra en esta estructura una
limitación en la acogida del huésped ya que el mismo queda reducido a la tolerancia, al programa y
a la potestad anfitrión.
Frente a la hospitalidad limitada Derrida propone una Hospitalidad incondicional cara a
una lógica de la visitación. Esta forma de hospitalidad no propone un nuevo modo de relación
simétrica con el (lo) otro, sino que, por el contrario, se estaría señalando hacia una estructura
originaria y por tanto anterior a relación alguna, caracterizada por una apertura radical a una
relación-sin-relación con ese infinitamente otro.
“Decimos, sí, al recién llegado, antes de cualquier
determinación, antes de cualquier identificación, se trate o
no de un extranjero, de un inmigrado, de un invitado o de un
visitante inesperado, sea o no recién llegado un ciudadano
de otro país, un ser humano, animal, o divino un vivo o un
muerto, masculino o femenino.”
(Derrida, 2006: 10)
El don acontece, y se mantiene imperceptible tanto para el donador como para el
donatario, desbaratando así la posibilidad de simetría y de intercambio propia de la tradición y
del capitalismo. Líneas atrás, mencionamos que Derrida caracteriza su propuesta desde una
hospitalidad imposible, y no porque no se pueda dar, sino porque ésta, como el don, no
puede ser prevista u organizada.
Cabe destacar otro modo de ser y de pensar, una subjetividad alternativa a la moderna, donde la
misma se desapropia y se hace don de sí misma; entendemos que la hospitalidad imposible es una
apertura queno presenta condición alguna y en donde no se hace concebible la posibilidad de
mantener un espacio apto y naturalizado para el sacrificio de algunas formas de vida en beneficio de
otras. De este modo, la estructura de la hospitalidad incondicional se presenta como una
invitación para comenzar a pensar a partir de las heterogeneidades y diferencias, otro modo de
ser que contemple una relación no sacrificial con lo diferente, con aquello que desde siempre
nos excede.
En contraste con lo anterior, Derrida nos “invita” a pensar en las tensiones, por ejemplo, entre la
justicia y el derecho. El pedido de justicia, el llamado del otro, que asedia e interpela al derecho,
permite una deconstrucción del derecho establecido y heredado; lo imposible no es algo privativo,
pero tampoco una idea regulativa
“Un juez, si desea ser justo, no puede contentarse con
aplicar la ley. Debe reinventar la ley en cada oportunidad. Si
desea ser responsable, tomar una decisión, no debe tan solo
aplicar la ley, como un programa codificado, a un caso dado,
sino reinventar en una situación singular una nueva relación
justa; eso significa que la justicia no puede reducirse al
cálculo de sanciones, castigos o recompensas. Eso puede
estar bien, o cumplir con la ley pero no es justicia”
(Derrida, 2009: 28)
CONCLUSIÓN
El hombre busca reducir al animal (incluyendo al hombre que fue designado como tal de manera
arbitraria, por un otro superior) a una condición inferior, con la intención de erradicar la amplia
diversidad que éste ha adquirido con el paso de los años, para privarlo de una identidad y para
poder definirse a sí mismo con características propias, tales como la racionalidad, el poder de tomar
decisiones, el lenguaje, la escritura, etc; pero por más que el hombre lo intente excluir de la
comunidad, éste siempre estará presente a modo de núcleo de la cultura, debido a que la relación
hombre-animal es un fenómeno necesario para la construcción de la misma.
BIBLIOGRAFÍA
➢ ÉNDOXA: Series Filosóficas, n. o 40, 2017
➢ Resistir el especismo: hacia comunidades más animales. Alejandro Korn: Editorial
latinoamericana Especializada en Estudios Críticos Animales, 2019. pp 570-593. ISBN:
978-987-46680-6-6
➢ https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=57949
➢ https://blogdelesllobes.com/2016/01/18/la-violencia-contra-los-animales-jacques-derridadialoga-con-elisabeth-roudinesco/
➢ https://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/animales_violencia.htm
➢ Descartes: el filósofo de la luz, Richard Watson, 2003, editorial Vergara
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