Subido por Auringal de Mirasala

Apuntes varios

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El día de la fecha siendo las 17:30 al ingresar a la línea 130 interno 3248 le informo al chofer que usare medio boleto de SUBE como es mi beneficio por ser estudiante universitario. Al marcar observo que se acredita el importe completo por lo cual me dirijo al chofer y se lo comento. Comenzó a decirme de mal modo que ese beneficio no existe y que el no puede marcarlo. Por tanto le muestro en mi teléfono la app de SUBE donde se puede leer mi nombre, apellido DNI y beneficio del medio boleto. El chofer vuelve a negarlo y comienza a insultarme y a amenazarme para que me retire
Para Paul Zumthor, el defecto que tiene la denominación “Edad Media” es que implica una visión lineal y evolucionista de la historia, que reduce este período a una etapa de transición entre la Antigüedad y la Modernidad, ignorando su riqueza y diversidad cultural. Según Zumthor, la Edad Media no es una unidad homogénea ni una época oscura y decadente, sino un conjunto de mundos múltiples y cambiantes, que se expresan en diferentes formas de concebir el espacio, el tiempo, el arte y la literatura. Por eso, Zumthor prefiere hablar de “medievalidades” en plural, para resaltar la pluralidad de voces y perspectivas que caracterizan a este período histórico.
La relación hombre-divinidades en el poema de la Ilíada se basa en la noción de reciprocidad, es decir, el intercambio de favores y honores entre los mortales y los inmortales. Los hombres deben honrar a los dioses con sacrificios, plegarias y respeto, y los dioses deben proteger, ayudar y castigar a los hombres según su voluntad y su preferencia. Sin embargo, esta relación no es siempre armoniosa ni equitativa, pues los dioses intervienen en la guerra de Troya según sus intereses personales o familiares, y a veces se enfrentan entre sí o engañan a los hombres.
Un ejemplo de esta relación se da en el canto I de la Ilíada, cuando el sacerdote Crises ruega a Apolo que libere a su hija Criseida, que ha sido tomada como botín de guerra por Agamenón. Crises ofrece un gran rescate y le promete a Apolo honrarlo con sacrificios si atiende su súplica. Apolo escucha al sacerdote y envía una plaga sobre el campamento aqueo, obligando a Agamenón a devolver a Criseida. Así se cumple la reciprocidad entre el hombre y el dios: Crises le ofrece dones y respeto a Apolo, y Apolo le concede su favor y su venganza.
NOTA 12 de Braulio Arenas
El original de La Chanson de Roland se presenta como una sola masa de lectura, sin separación de ninguna clase. Sin embargo, como está concebido el poema según conjuntos de rimas asonantes, las modernas ediciones han creído conveniente separar el texto de acuerdo a dichos conjuntos y, de este modo, se ha llegado a dividirlo en 291 secciones.
Nuestra traducción, concebida en verso blanco según el ritmo y no la rima, debería, por tanto, entregarse al lector sin separación de ninguna clase.
Mas, para facilitar en algo su lectura y para sujetamos a su presentación actual, hemos creído conveniente no innovar y seguir la división convencional de las dichas 291 estrofas.
Advirtamos, también, que en idioma español sólo existen prosificaciones de este poema épico, siendo, pues, la presente traducción el primer intento de traerlo a la poesía nuestra, verso por verso.
Hemos seguido para ello el original francés, establecido por Joseph Bédier (L'Edition D'Art H. Piazza, París. 1955), aprovechan- do tanto las lecciones suyas como las de Martia de Riquer (Espasa- Calpe, Madrid, 1972), para una mayor seguridad y corrección de nuestro ensayo lírico
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las series son las estrofas de desigual longitud que forman el Cantar de Roldán. Cada serie está compuesta por versos decasílabos que riman en asonante. Las series se agrupan según el contenido y el cambio de rima. Algunas series son:
La serie A, que va desde el verso 1 al 59 y narra la traición de Ganelón al ofrecer a Roldán como víctima de los sarracenos.
La serie B, que va desde el verso 60 al 111 y describe la emboscada de los sarracenos en el paso de Roncesvalles.
La serie C, que va desde el verso 112 al 175 y relata la resistencia heroica de los doce pares de Francia liderados por Roldán.
La serie D, que va desde el verso 176 al 239 y cuenta la muerte de Oliveros, Turpín y otros guerreros cristianos.
La serie E, que va desde el verso 240 al 298 y muestra el arrepentimiento de Roldán por no haber pedido ayuda a Carlomagno y su intento de romper su espada Durandarte.
La serie F, que va desde el verso 299 al 365 y narra la llegada de Carlomagno al campo de batalla y su venganza contra los sarracenos.
La serie G, que va desde el verso 366 al 4002 y expone el juicio y la condena de Ganelón por su traición.
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Duby - Mandrou
La ceremonia se desenvolvía en dos fases. En primer lugar, el "homenaje". Con la cabeza descubierta, sin armas, de rodillas, el que llegaba a some- terse en vasallaje colocaba como signo de abandono, de entrega completa de sí mismo, las dos manos juntas entre las manos de aquel que, por este gesto, se convertía en su señor. Así, desde el comienzo, se revelaba la subordinación del vasallo, que dejaba de pertenecerse por un momento y se entregaba por entero al poder de otro. Pero no permanecía largo tiempo en esta actitud humllada; el señor lo levantaba de inmediato y le daba un beso en la boca. Con ello, el ritual manifestaba claramente que, en lo sucesivo, los dos hombres volvían a estar colocados en el mismo nivel y que el lazo que acababan de anu- dar no era de sujeción, sino de amistad. Luego el vasallo, de pie, juraba ser fiel "de plena fe, sin malicia, como un hombre debe serlo a su señor"; y éste era el segundo acto, la fe. El juramento, gesto religioso, era sin duda un añadido más reciente, otro signo de la penetración progresiva de las prácticas cristianas en las relaciones sociales, pero afirmaba también que las obligaciones de vasallaje se desprendían de un compromiso personal libre, y no de una coacción exterior.
Compromiso duradero: lo que había sido dado por la entrega de las manos y por la fe jurada, no podía recobrarse. Señor y vasallo quedaban unidos para toda la vida. Sin embargo, la dependencia del vasallaje no era, como la de los campesinos, trasmitida a los descendientes; era estrictamente individual
Además, se admitía que pudiese romperse legítimamente, mediante otra ceremonia ritual, contraria del homenaje, el "desafío", donde otro gestos expresivos (un bastón roto tirado al suelo por ejemplo) señalaban la ruptura cuando uno de los dos hombres olvidaba cumplir sus obligaciones. Pues el lazo del vasallaje sujetaba a deberes. ¿De qué naturaleza eran éstos y cuál su alcance? En una época en que el derecho, conservado solamente en la memoria colectiva, tenía una gran fluidez, y en la que se era sensible sobre todo al formalismo exterior, no existía una codificación precisa y fija de los deberes nacidos del homenaje. Sin embargo, los hombres de comienzos del siglo XI, se esforzaron por hacerse una idea más clara. De tal modo la respuesta dada, hacia 1020, a una pregunta del duque de Aquitania, por el obispo Fulberto de Chartres, sabio de elevadísima cultura intelectual, habituado a la reflexión jurídica y muy al corriente de la mentalidad y de las reacciones del mundo señorial al que pertenecía por sus orígenes familiares y por sus funciones mismas, nos proporciona el mejor testimonio acerca de la manera en que se interpretaban en- tonces estos deberes. Fulberto define primero, con gran exactitud, lo que le parece la obligación fundamental de la fidelidad, la que conviene cumplir expresamente para no hacerse culpable de lo que se llama "felonía": no hacer nada que pueda perjudicar en su cuerpo, en sus bienes y en su "honor" al señor. Así pues, el lazo de vasallaje daba, por encima de todo, una seguridad, una garantía entre dos hombres.
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