Subido por Escuela Ruby Nelson

¿EL SABER NO OCUPA LUGAR

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EL SABER NO OCUPA LUGAR
Este es un conocido dicho popular que, en realidad, no es del todo cierto. Decimos que el
saber no ocupa lugar para dar a entender que adquirir conocimientos es positivo, que
aprender cosas nuevas y aumentar nuestra cultura no sólo no nos molesta, sino que nos
enriquece. Entonces, ¿el saber ocupa o no ocupa lugar?
Ciencia y medicina están de acuerdo: existe una pequeña parcela de nuestro cerebro en la
que es necesario que las neuronas se regeneren. Simplificándolo mucho, podemos decir que
en ocasiones necesitamos borrar antiguos recuerdos para dejar espacio a los nuevos. Es
decir, el saber sí ocupa lugar.
En los procesos de aprendizaje y memoria es fundamental lo que ocurre en el hipocampo,
una zona cerebral situada en el lóbulo temporal que se resetea cada cierto tiempo para dejar
espacio a un nuevo conocimiento.
¿Cómo es posible esta limpieza? Según algunos estudios, el cerebro desplaza la memoria de
unos compartimentos a otros, almacenándola finalmente en estructuras superiores como
el neocortex. El saber crea conexiones entre las células nerviosas y, precisamente, son esas
interconexiones la que dan cabida y asiento al saber para que se formen nuevos recuerdos y
conseguir borrar los antiguos. Este proceso no generalizado ocurre en el hipocampo, dónde
el continuo recambio de neuronas es esencial para que las viejas memorias desaparezcan y
dejen sitio a las nuevas. Al parecer, la regeneración neuronal es continua en el hipocampo,
una región especialmente sensible a enfermedades como el Alzheimer y cuyos daños pueden
derivar en problemas añadidos como la amnesia.
Este "reseteo" de la información en el hipocampo se lleva a cabo para preservar la capacidad
de aprendizaje. Junto al fenómeno de la merma de la actividad del hipocampo durante la
recuperación de recuerdos hoy se ha demostrado otro sorprendente hallazgo: existe una
continua regeneración neuronal en ese lugar, llamada neurogénesis. Ésta ha sido relacionada
directamente con otros procesos cerebrales: utilización de antidepresivos, ejercicios
aeróbicos, algunas enfermedades del sistema nervioso central, el aprendizaje y la memoria.
Cada nueva neurona, para ser funcional, debe establecer conexiones con los circuitos que la
rodean y esta integración constante de células nerviosas en las redes del hipocampo puede
alterar la información preexistente, lo que explicaría por qué los recuerdos desaparecen de
esta área.
Para el Dr. Carlos Logatt Grabner, “cada nuevo aprendizaje produce un cambio permanente
en el sistema nervioso, persistiendo el mismo de manera parcial, aun cuando el conocimiento
adquirido parezca haberse olvidado con el transcurso del tiempo, algo que se conoce como
mecanismo de ahorro. El cerebro entonces no destruye la sinapsis en desuso sino que prefiere
mantenerlas tal como si fueran bellas durmientes por el tiempo que sea. Si al cabo de años
nos decidimos por volver a montar en bicicleta ya no deberemos aprender de cero a
mantenernos en equilibrio sino tan solo despertar a las bellas durmientes. Parece entonces
que el saber en el cerebro sí ocupa lugar y de forma permanente".
Entonces, por lo dicho, el saber permite abrir espacios dormidos en el cerebro y crear cada
vez más lugar. Porque aprender algo refresca la mente, agiliza las neuronas y permite que la
capacidad de captación del entorno y de la misma memoria estén más despiertas.
Es indispensable recordar que para realizar este proceso no hay edad. Los 30, los 50, los 80
años son todas buenas edades para aprender algo. Y cuanto más avanzada es la edad, más
ventajas hay porque la persona que ya ha vivido muchas cosas tiene la posibilidad de no
desesperarse por incorporar los conocimientos a toda velocidad, sino que disfruta y saborea
cada pequeña cosa que aprende.
Por eso es muy alentador saber que a cualquier edad siempre cabe la posibilidad de encarar
la idea del estudio, que la vida siempre es renovable y la mente siempre puede ser limpiada
y cultivada una y otra vez, porque al contrario de lo que se cree, la memoria no es estática.
Cuando algo marca emocionalmente no se almacena como un documento inalterable. Al
contrario, el cerebro modifica la información constantemente en base a las nuevas
experiencias. A propósito, un estudio reciente muestra que el cerebro no solo moldea los
recuerdos importantes a su antojo, sino que almacena algunos que en principio podrían
parecer triviales por las dudas, por si luego hacen falta. Este trabajo de psicólogos de la
Universidad de Nueva York, que aparece en la revista Nature, revela que cuando una
situación tiene un impacto emocional (vergüenza, logros, decepciones o alegrías) la memoria
hace una especie de viaje en el tiempo. Vuelve al pasado y rescata datos antes banales
relacionados con un nuevo acontecimiento y los desentierra de las profundidades de ese
almacén repleto de "por si acasos" para rearchivarlos con una nueva etiqueta: la
de "importante".
De esta manera, la típica pregunta que policías y detectives de la ficción hacen a los testigos
en sus interrogatorios (“¿recuerda algún comportamiento extraño en los días anteriores al
crimen?”) cobra sentido y concuerda con los nuevos hallazgos científicos. Los expertos
asocian el fenómeno con la consolidación retroactiva de los recuerdos, o sea el asentamiento
con el tiempo, y aunque ya se tenían evidencias de su existencia, es la primera vez que se
vincula.
A través de ello es probatorio que la gente mayor tiene un vocabulario nutrido almacenado
en la memoria, más que cualquier otra persona más joven. Es decir, un cerebro más grande.
Porque así, como si se tratara de un vieja computadora, al cerebro le cuesta encontrar una
información entre una base de datos tan grande, llegando incluso a no encontrarla nunca.
Esto se debe a que cuanto más grande es la biblioteca que tiene la memoria más tiempo le
toma al cerebro encontrar una palabra en particular.
No es que uno sea lento, sino que sabe mucho y a pesar de que se ha avanzado en las
investigaciones, aún existen muchas sombras alrededor de la memoria. Por ejemplo, los
expertos no explican, todavía, por qué tiene que pasar tanto tiempo para que el cerebro
consolide los recuerdos o cuáles detalles del pasado deben ser reconsiderados.
Benedict Carey, reportero científico del New York Time, aseguró: "el olvido no es un proceso
pasivo de decadencia, sino un filtrado activo que trabaja para bloquear la información
molesta y eliminar el desorden inútil. Por lo tanto, toda memoria tiene dos capacidades
sólidas, una para almacenar y otra para recuperar”. Según el mismo autor, "el poder de
almacenar es simplemente eso, la medida de lo bien que se ha aprendido algo, que aumenta
sin cesar con el estudio, y más radicalmente, con el uso".
Por su parte, Robert Bjork, profesor de investigación en el Departamento de Psicología de la
Universidad de California, sostiene que "el poder de almacenar puede aumentar, pero nunca
merma, aunque con eso no quiera decir que todo lo que vemos, oímos o decimos quede
almacenado para siempre, hasta que morimos, ya que más del 99 por ciento de las
experiencias son pasajeras, inmediatas y fugaces”.
El cerebro retiene lo que es relevante, útil o interesante, o lo que pueda serlo en el futuro. Lo
que se graba "deliberadamente" (las tablas de multiplicar, por ejemplo) está allí para
siempre. Esto parece increíble dado el volumen inmenso de información que se asimila y lo
insustancial que es gran parte de ella, pero, biológicamente, en el cerebro hay espacio de
sobra para registrar todos los segundos de una larga vida, de la cuna a la tumba, por eso, el
volumen nunca es un problema.
Comparada con la capacidad de almacenamiento, la recuperación es voluble ya que puede
aumentar rápido y, a la vez, mermar con la misma celeridad. Esto quiere decir que ningún
recuerdo se pierde en el sentido que desaparece, sino que, en un momento determinado, no
es posible acceder a él, y eso determina el grado de facilidad con que una información viene
a la mente, que si bien aumenta con el uso y el refuerzo, también con mínimas pistas o escasa
información no es posible recordar todo.
Esto confirma dos cosas: por un lado, demuestra la existencia de la faceta pasiva del olvido y,
por el otro, el desvanecimiento del poder de recuperación con el paso del tiempo. Además,
es posible un aprendizaje más profundo cuando se detecta un nuevo dato, lo que afirma con
fuerza la "teoría de olvidar para aprender", ya que con mayor esfuerzo para recuperar un
recuerdo también existe mayor capacidad de recuperar y reaprender posteriormente.
La capacidad de recuperación ha evolucionado para actualizar inmediatamente la
información, teniendo siempre a mano los detalles más relevantes. Vive al día. En cambio, la
evolución de la capacidad de almacenamiento ha permitido al individuo reaprender lo
antiguo en casos necesarios. Esta combinación de recuperación veloz y almacenamiento
sólido es muy importante para la supervivencia.
Por lo tanto, olvidar es esencial para aprender nuevas habilidades y la conservación y
readquisición de las antiguas.
Usar la memoria la altera y para bien. Olvidar permite y profundiza el aprendizaje, filtrando
la información que distrae. Si bien permite algún olvido, después de reutilizarlo, aumenta el
poder de recuperación y de almacenamiento hasta un nivel superior al que se tenía
originalmente.
Cabe, entonces, una pregunta: ¿El saber ocupa o no lugar?
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