UNIDAD 1 - El Método de la Interpretación de Freud y el Método Clínico de Lacan. El Método de la Interpretación Freudiano. La especificidad de la posición ética freudiana consiste en dar la palabra al paciente, al enfermo, al que padece, sin ninguna presuposición respecto de lo que el analista “ya sabe” de ese paciente (por su aspecto, etc). Supone una confianza respecto del testimonio de quien viene a hablar de su síntoma (un testimonio que era desestimado y tomado con desconfianza por médicos, psiquiatras, etc). En el Capítulo 1 del “El método de la interpretación de los sueños” Freud realiza un estado del arte respecto a la interpretación de los sueños, y en el Capítulo 2 propone un método de interpretación de los sueños, distinto a los clásicos (simbólicos y de desciframiento), criticando que éstos incurrían en una arbitrariedad de interpretación. En este método freudiano, que se aplicar para interpretar sueños y síntomas (y todas las formaciones del ICC), se delega la interpretación al soñante. En este método se requiere que: - El enfermo INTENSIFIQUE SU ATENCIÓN a sus FENÓMENOS PSÍQUICOS (para esto se puede utilizar un diván para producir un estado de relajación y adormecimiento) - Que el enfermo SUSPENDA TODA CRÍTICA VALORATIVA hacia los pensamientos que afloren a la CC (regla fundamental) Freud agrega también que todo sueño tiene un lugar en que es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido. En “Consejos al médico sobre el tratamiento Psicoanalítico” Freud se plantea el interrogante: ¿cuál es el equivalente (si es que lo hay) del lado del analista a la regla fundamental para el analizante? Intenta distintas respuestas y finalmente concluye en que no hay una regla, pero que no habría que poner la propia censura en juego (no intervenir desde el yo, porque es reprimir, es educar). Llega entonces a esta conclusión: debe escuchar con su propio ICC el ICC del analizante. En esta línea entonces plantea que tomar anotaciones durante la sesión no seria lo mas aconsejable, ya que la técnica consiste en no querer apuntar en nada en particular y prestar a todo cuanto se escucha la misma ATENCIÓN parejamente FLOTANTE para así evitar el peligro que trae el “fijarse deliberado”: si uno selecciona “lo importante” se corre el riesgo de no encontrar más de lo que ya se sabe, con el riesgo de falsear la percepción según sus inclinaciones. No se debe olvidar que uno escucha materiales que sólo con posteridad entenderá mediante la asociación. Entonces, Freud plantea las condiciones para que el analista pueda servirse de su ICC como instrumento de análisis. Introduce que es necesario evitar las resistencias del propio analista, por lo que plantea como un requerimiento el análisis del analista, para anoticiarse de sus propias represiones que podrían funcionar como “un punto ciego” en su percepción analítica. Solo a través de la propia experiencia, del propio análisis, es que une se puede volver (psico)analista. También plantea que el analista no debe ser transparente para el analizado, sino comportarse como un espejo, reflejar sólo lo que le es mostrado y si el analista decide mostrarse, debe realizarlo a conciencia en busca de algún resultado. El Método Clínico Lacaniano. Diferencia entre paciente y analizante: Son maneras de nombrar posiciones subjetivas distintas. En principio podemos hacer la diferencia entre el paciente, quien demanda un tratamiento, y el caso clínico. La clínica es la elaboración, poner en cuestión lo que sucede en la experiencia del análisis, para hacer de eso una lectura. Esa elaboración de la clínica la puede hacer el analista o la puede hacer el analizante. Lacan insistió en que cuando uno se convierte en analizante, pasa de ser paciente (padeciente y pasivo al momento de trabajar por su análisis). El término analizante introducido por Lacan (no está en Freud) es justamente para marcar esa línea divisoria. Cuando un paciente se convierte en analizante se empieza a curar, empieza a tomar una posición mucho más activa. Eso quiere decir que alguien admite la regla de juego analítica (esforzarse y trabajar para asociar). Para asociar en apariencia libremente, que no es tan libremente, y convertirse activamente en un analizante. Herramienta conceptual de los tres registros: el ICC está determinado por el lenguaje (o que el lenguaje es la condición del inconsciente) y por lo tanto hay que preguntarse y ejercitarse en la función que cumple la palabra en el campo del lenguaje, bajo el dominio del discurso y a instancia de la letra. El anudamiento entre los registros como están expuestas en el nudo borromeo, efectivamente son la estructura. Más que representarla, es como si Lacan dijera que los humanos estamos hechos de simbólico, imaginario y real anudados, entrelazándose. Esa estructura es la estructura de la palabra, otra manera de decir que somos seres hablantes. El lenguaje lejos de ser un instrumento fiable para la comunicación unívoca, inequívoca, es más bien una suerte de objeto y que de algún modo mortifica también. Se trata de empezar a aprender cómo uno se sitúa al escuchar el discurso de un paciente. Definición de la clínica: La clínica PSA puede compartir con otras clínicas, por ejemplo con la psiquiatría que es “una elaboración de saber sobre una experiencia de padecimiento”. Pero la definición de la clínica PSA (Lacan -1976-) se diferencia según el método a partir del cual se produce esa elaboración de saber y la orientación, la ética. Por eso no están incluido solo los aspectos clínicos, es decir la cuestión del sufrimiento de los pacientes, sino también la ética y la lógica. Hay que llevar la experiencia analítica hasta ese punto en donde empieza a resultar insoportable o imposible de soportar: el de lo imposible. Entonces ahí tenemos en el lugar de lo real lo insoportable. El ICC es un saber, por la articulación de significantes: es la huella y el camino para acceder analíticamente a ese real insoportable y poder transformarlo. Seria entonces tambien la vía para convertir al paciente en analizante (se hace responsable junto con el analista del trabajo que hay que hacer para seguir esa huella y el camino ICC y producir un cambio en el nivel de lo real -del goce, de lo pulsional, de esa relación con los puntos de imposibilidad). Entonces, esta definición de la clínica está construida con la herramienta de los tres registros (aun cuando no estén todos los términos en la definición): La clínica es lo real como imposible de soportar; en la idea de que el ICC es la huella y el camino está implícita la idea de que el registro de lo simbólico participa de la metodología del psicoanálisis; y en la idea del repudio al conocimiento tenemos claramente una alusión al registro de lo imaginario, que es lo que hay que correr porque es lo más engañoso porque es lo que lleva a esas posiciones empáticas, comprensivas por parte de un analista o de un clínico para con su paciente. La noción de discurso es un poco más compleja que la noción de la palabra, porque incluye necesariamente al interlocutor, a tal punto que Lacan terminó por definir al discurso como modo de lazo social, de vínculo con el otro humano. Como analistas al escuchar debemos ir identificando cada uno de esos registros, esos tres planos, de lo que un paciente va desplegando como discurso. ------------------------------------------------------------------En 1977 Lacan dice que lo que se dice en un análisis es la base de la clínica psicoanalítica. El psicoanalista tiene una libertad interpretativa (cómo, cuánto y cuándo interviene), pero la clínica psicoanalítica es interrogar al psicoanalista y empujarlo a declarar sus razones, a que dé cuenta de los efectos de lo que ha producido. La clínica está más bien en un movimiento de regreso, de revisión de lo que se ha hecho. No tiene que solo interrogar qué pasó en el análisis, sino también interrogar a los analistas, que den cuenta de lo que su práctica tiene de azaroso/aventurada/arriesgada. Definición de la clínica PSA en 3 pasos. 1. Es lo real en tanto lo imposible de soportar. Un real padecido. Cuando el síntoma se revela sin camuflaje. Desesperante, y la neurosis se convierte en una urgencia. 2. El ICC de la clínica PSA es el camino y es la huella por el saber que constituye. Saber para Lacan: articulación del significante con el significante. El ICC es saber, hay que dejarse guiar por las asociaciones del ICC. Es la huella, la pista de por donde uno puede investigar. La repetición tiene que ver con esto, con la parte clínica del método analitico: buscar las huellas que se repiten y están en el cuerpo/memoria/pensamientos de cada une. 3. Haciéndose un deber repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento. La clínica analítica es anticognitiva. Lombardi en “¿Que es la Clínica Psicoanalítica?” desarrolla la diferencia que Lacan establece entre la clínica y la experiencia cotidiana del PSA. La clínica se añade a la experiencia del análisis, eventualmente la orienta y transforma, la cuestiona. No sólo interroga el análisis, sino también a los analistas a fin de dar cuenta de lo que su práctica tiene de “aventurada”. La experiencia analítica es “aventurada” (hasardeuse) porque lo más real se manifiesta allí de modos imprevisibles, como al azar, interrumpiendo sorpresivamente la regularidad burocrática en que dicha práctica suele instalarse. Lacan dice que “La clínica es lo real en tanto que imposible de soportar. El ICC es la huella y a la vez el camino por el saber que constituye: haciéndose un deber repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento”. Es decir que la clínica no es tomada solamente como interrogación exterior y posterior a la experiencia, sino que es devuelta a la experiencia misma y más íntima, esa por la cual cada uno ha pasado en tanto sujeto, por haber experimentado lo que el lenguaje implica de insoportable. Para estar a la altura de esa clínica, es necesario haber pasado por ella primero como analizado, ya que ¿cómo podríamos ayudar a ubicar ese imposible de soportar en otro sujeto, si antes no hemos pasado por la experiencia? Esto define un imperativo ético que exige “repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento”. De esta manera, el paciente no es tomado como objeto de conocimiento. Un tramo de la experiencia analítica es sin duda en transferencia, pero la clínica no puede ser elaborada “bajo transferencia”, porque su deber es interrogar los usos, los desconocimientos y los abusos del saber que la transferencia fomenta. En “Más allá del Principio de Realidad. La revolución del método freudiano” Lacan destaca que en un contexto en que la palabra del enfermo no era valorada por los profesionales, Freud da un valor excepcional al testimonio del enfermo respecto a su realidad. Entonces dirá que este testimonio constituye un fragmento significativo si se libera de las cadenas del relato constituyéndose la experiencia analítica que posee 2 condiciones: la Ley de No-Omisión que permite llevar al nivel del interés a todo lo cotidiano/ordinario (no sólo me concierne, sino que en alguna medida también involucra o interesa al deseo del otro) y la Ley de No-Sistematización que plantea la incoherencia como condición de la experiencia (en Freud es una sola: Ley de Asociación Libre). Entonces, si se desea reconocer una realidad propia a las reacciones psíquicas, no hay que elegir entre estas y para medir su eficiencia, hay que respetar su sucesión. En su descripción fenomenológica de la experiencia psicoanalítica Lacan dirá que el psicoanalista para no desligar la experiencia del lenguaje de la situación que implica, se atiene al hecho de que el lenguaje, antes de significar algo, significa para alguien. El oyente al suspender la respuesta comprende el sentido del discurso, reconoce allí una intención que representa cierta tensión de la relación social. El analista en su intervención opera en los dos registros de la elucidación intelectual (por la interpretación) y de la maniobra afectiva (por la transferencia). Fijar sus tiempos es asunto de la técnica, en función de las reacciones del sujeto y regular su velocidad es asunto de tacto. Lacan en este texto habla de la relación con la verdad de lo que se dice o si las palabras reflejan algo de lo que tiene que ver con las cosas y ubica una actitud de sumisión a lo real: Freud se somete a lo real que puede pasar a través del testimonio y que le permite reconocer un gran número de fenómenos, en principio psíquicos (de la fantasía/ficción), y darles estatuto/entidad de fenómenos propios de un ser social cuya existencia no reside solamente en lo biológico sino también en ese vínculo con el otro que define el lazo social. La función del testimonio se vuelve esencial y no para definir si lo que dice es verdad o no, sino para ver que en lo que dice hay una función social de puesta en relación de lo que a él le pasa (pathos/lo que padece) con lo que el otro puede o no escuchar. La importancia de lo que el otro pueda o no escuchar, no es tan importante que el otro lo comprenda, lo entienda. Para Lacan el acento está en lo que no se entiende, en lo no comprensible de lo que se dice en ese testimonio. Esto es darle un lugar a elementos que usualmente no entran en el discurso común. En el texto “La Dirección de la Cura y los Principios de su Poder” Lacan hace foco en el analista y apunta que en el psicoanálisis, este no “dirige al paciente” (no hace “psico-educación emocional” ejerciendo una dirección de conciencia en el sentido de guía moral), sino que dirige la cura. Para esto, en primer lugar, se debe hacer aplicar por el sujeto la regla analítica de lo que se llama “situación analítica”. El problema de la dirección de la cura se muestra desde las directivas del punto de partida al estar sometida ya a la regla de equivocación del significante que en cierto sentido equivale al ICC y el ICC es la equivocación. Pareciera que sirve para informar pero siempre es algo equivocado, que nunca informa de manera precisa, que nunca responde a una demanda, que informa con alusiones, decires a medias, etc. La regla fundamental entonces es la regla de la equivocación que hay que ponerla en juego desde el comienzo. Si el paciente entra en un trabajo analitico siguiendo la unica directiva que realiza Freud (la regla fundamental), tendrá que pagar con palabras (decir lo que se le ocurra), con su presencia (ir aunque a veces no quiera), pagar con dinero (si ese es el arreglo) y con otras cosas. Lacan establece que en el psicoanálisis no solo el paciente debe pagar, sino que el analista también debe pagar: - con palabras (no alcanza con el analista silencioso) - con su persona (en la transferencia) - con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo El analista es aquel a quien se habla libremente. Sin embargo, el sujeto invitado a hablar en el análisis no tiene gran libertad. Para el neurótico, la dificultad radica en que las asociaciones podrían desembocar en una palabra libre/plena que le sería penosa. Este es el punto en el que lo simbólico intersecta con lo real y duele. Punto clínico, más interesante e importante, donde se llega de alguna manera a la cuestión del ser, el ser partido, el ser que no logra liberarse. Nada más temible que decir algo que podría ser verdad/real, y deviene algo irreversible. Lacan habla de preservar lo indecible; la verdad solo puede decirse a medias. Entonces destaca que la acción del analista, el acto fundamental del analista, es la acción de escuchar que no quiere decir comprender. Esperar el momento donde un decir pueda alcanzarse que sea próximo a lo irreversible, allí entonces escucho y me callo. Y el callar es una dimensión fundamental del discurso analítico. Es más allá del discurso donde se acomoda nuestra acción de escuchar; escuchar no obliga a comprender. A lo que oigo, sin duda no tengo nada que replicar si no comprendo, o si comprendo algo estoy seguro de equivocarme. Esto no me impediría responder. Es lo que se hace fuera del análisis en semejante caso. Si el oyente no responde, frustra al hablante. Si se frustra es porque pide algo: que le responda. Pero él sabe que no serían más que palabras, como las que puede obtener de quien quiera. Me pide… por el hecho de que habla. Su petición se despliega en el campo de una demanda implícita por la que está en análisis: que lo cure. Pero esa demanda puede esperar. Su demanda presente no tiene nada que ver con eso, incluso no es la suya, porque después de todo es el analista quien le ha ofrecido hablar (con oferta crea demanda). Por ejemplo: un enunciado que uno extrae del contexto de enunciación del propio analizante. El analista lo repite sin darle un significante pero esperando ahí algún efecto de escucha: escuchate lo que dijiste o qué se te ocurre en relación a esto. La interpretación entonces puede tomar la forma de cita, o de enigma; de una forma alusiva decir algo al pasar como lateralmente, tratando de no decirlo. Son las distintas maneras que el analista tiene de preservar la parte de silencio del discurso y, al mismo tiempo, decir algo que no pretenda ser explicativo. En “Comentario sobre el texto de Andrea Albert sobre la regla fundamental” de Lacan dice que el síntoma es aquello que juega en la intersección entre simbólico y real. En el nudo borromeo de Lacan, el síntoma es ese punto de fricción, de dolor entre simbólico y real. El síntoma es la particularidad, lo que nos hace a los histéricos iguales a los otros histéricos, a los obsesivos iguales a los otros obsesivos, etc… a cada uno un signo diferente de la relación que tenemos en tanto seres hablantes con la realidad. A lo que se apunta con el enunciado de la regla fundamental es a la cosa de la que el sujeto está menos dispuesto a hablar, de su particularidad; es el síntoma lo que está en el corazón de la regla fundamental. El objetivo del análisis sería restituir la relación de lo simbólico con lo real y con lo imaginario, de modo que su existencia no sea algo tan tironeado, tan tirante. ¿Que es patológico por fuera de cualquier ideología? No podemos considerar síntoma sino a aquello que el sujeto que lo padece llega a reconocer como tal. Debe haber un llamado del padeciente al saber, hay una demanda. ¿Para qué sirve un diagnóstico en PSA? para ubicar la relación del sujeto con su propio padecer, con las determinaciones ICC que se van abriendo con la ayuda de las asociaciones y la interpretación, y con la repetición y transferencia. Es un modo de establecer un padecimiento. El diagnóstico se establece dialogando con el síntoma, donde vamos a poder observar de qué manera la persona que consulta conecta eso que “los demás ven como patológico” con lo que es su propio padecimiento, conectando con sus coordenadas estructurales (simbólico, real e imaginario), con el modo en que el significante ha marcado su cuerpo, conectándolo con su historia, su ideología, etc. El diagnóstico de estructuras es un sentido degradado del diagnóstico, que podemos hacer de manera superficial. Pero solo podemos diagnosticar a través del diálogo, por una interpretación o una pregunta, más o menos inadecuada que une hace como analista, y la respuesta más o menos decidida que da el síntoma del lado del sujeto. El término estructura lo reservamos para recogerla a partir de los efectos del lenguaje sobre el cuerpo, sobre el sujeto (el anudamiento del real, simbólico e imaginario). UNIDAD 2 - Las formas clásicas y actuales de presentación del síntoma. Sintomas clasicos Lacan establece que los seres hablantes, en nuestra experiencia humana, registramos por tres vías: real, simbólica e imaginario. Estos registros son un instrumento de la clínica, y se los puede ubicar en la definición que da Lacan. Lo real es lo imposible de soportar. Lo simbólico es la huella y el camino. Una huella es una marca, un rasgo, lo que designa que ahí pasó algo/alguien, es un acontecimiento, pero todavía no indica un camino, ni una orientación. Otra cosa es cuando uno puede al menos situar dos o tres referencias significantes para ir encontrando entonces la orientación del análisis. Lo imaginario en repudio del conocimiento. Está implicado entonces en la idea del conocimiento como un registro ilusorio y engañoso de la imagen. La orientación del análisis va de lo imaginario a lo simbólico y, finalmente, a lo real. Es imprescindible admitir trabajar con lo imaginario, esos distintos niveles. Vamos a ir en dirección del acto, entendido como el acto de la palabra, esa palabra que Lacan primero nombró como palabra plena. Lacan dice que la ANGUSTIA es un avance de lo Real, sobre lo Imaginario. En este momento Lacan define lo Real directamente como la vida, como lo biológico, el cuerpo viviente. La angustia parte de lo real de la vida hacia lo imaginario. Habría algo del registro Real de la vida, que se entromete en el cuerpo imaginario. Y el efecto de ese movimiento, es la angustia. La categoría clínica de la neurosis de angustia (ataque de pánico), Freud la calificaba como una neurosis actual, es decir que no remite a la memoria, a los acontecimientos pasados resignificados, sino a la actualidad de un goce sexual, como algo efectivamente vinculado a la acción en presente de algo que no tiene elaboración. Algo de lo Real, (sea de lo real puramente bio o de un real pulsional, o incluso un real vinculado con el deseo del otro, que es lo más real que hay en el otro) se inmiscuye en el cuerpo, es decir en el registro de lo imaginario. La angustia carece de símbolo, de representación, pero se expresa en el cuerpo. Este es el ejemplo más claro de “lo real como lo imposible de soportar”. La experiencia del ataque de pánico es justamente la de una vivencia que no tiene representación, que no se acompaña de ideas, de sentido, que no hay posibilidad de elaborar psíquicamente, subjetivamente (por eso generalmente es tratada con fármacos). Ese es el ejemplo más claro de una forma de presentación del síntoma que lleva a lo insoportable, pero con lo cual es casi imposible trabajar analíticamente y que luego podría devenir en algo analizable, a partir de poder ubicar al paciente en analizante de sus propios dichos. La INHIBICIÓN Lacan la piensa como un avance de lo imaginario por sobre lo simbólico. Freud definía la inhibición como una limitación de una función del Yo o del cuerpo, o de la realidad (yo-cuerpo y realidad son construcciones imaginarias sobre las que se puede producir la inhibición de una función: del pensamiento, de la locomoción, etc). Freud dice que si esa inhibición se convierte en índice de un proceso patológico o de una satisfacción pulsional en juego, pues bien entonces esa inhibición toma la forma del síntoma. La experiencia de la inhibición no es tanto una experiencia subjetiva, sino una experiencia yoica que se traduce en el discurso de los pacientes como: “yo no puedo hacer tal cosa”: no puedo estudiar, no puedo concentrarme cuando llega la hora del parcial, no puedo moverme, no tengo energía, cuando se trata de la inhibición del cuerpo, por ejemplo. Es decir que uno encuentra ese fenómeno de la inhibición en el discurso de los pacientes con una fuerte enunciación yoica. Primero tienen que ser advertidas como tales y después tiene que aparecer una pregunta en relación a esto. Tiene que hacer una responsabilidad sobre lo que le pasa. Una implicación. A veces vienen tan implicados en lo que les pasa (yo soy así, o hablan de los beneficios de como son) entonces no aparece como pregunta, entonces primero se tienen que desimplicar para luego implicarse de otra manera. La fantasía es una inhibición del deseo. Pueden ser fantasías ICC, que son las productoras de síntomas. Hay una realización de deseo (imaginaria) sin embargo es lo que me impide pasar a la acción. Es lo contrario al acto. Vamos a ver que la fantasía, por ejemplo, cumple la función de disimular el síntoma, darle una forma de presentación distinta: convertir el síntoma en un fenómeno de inhibición. El SÍNTOMA entonces puede tomar la forma de la angustia y, clínicamente hablando, como forma de presentación, se podría decir que la angustia puede convertirse en síntoma. Incluso Freud decía que la inhibición puede convertirse en síntoma. Lacan da dos versiones del síntoma: por momentos lo define como un avance de lo simbólico por sobre lo real y por momentos como un avance de lo real sobre lo simbólico. Podemos pensarlo en la intersección entre los registros simbólico y real. Habría que tratar de ir quitando esas capas de imaginario, para tratar de llegar a la estructura más elemental del síntoma: el registro de lo simbólico metiéndose en el campo de lo real. Entonces, podemos hacer el esfuerzo clínico para intentar definir cada una de esas categorías por separado: inhibición, síntoma y angustia. La angustia como un desborde de lo real por sobre lo imaginario del cuerpo; la inhibición como un avance del registro de lo imaginario por sobre el registro simbólico; y el síntoma, en esta primera versión, es un avance de lo simbólico hacia lo real. El síntoma es la categoría clínica fundamental desde la perspectiva analítica de la clínica (más que la angustia, la inhibición, etc) porque el síntoma implica la relación directa entre el cuerpo y el significante (cómo el significante toca el cuerpo, lo recorta). El síntoma es revelador de la posición ICC del sujeto, y lo mantiene fijado en su posición. En el texto “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud hace un esfuerzo por distinguir bien estas categorias insistiendo, por ejemplo, en que la inhibición tiene que ver con el terreno del Yo siempre, la limitación de una función yoica, mientras que el síntoma tiene que ver con el Ello, es un modo de satisfacción pulsional (Lacan dice que el síntoma es goce, es su esencia). Además de identificar cada una de esas categorías clínicas por separado, Freud va dando cuenta del modo en que se influyen y se van articulando. Por ejemplo, indicando que la inhibición y el síntoma son, en muchos casos, una respuesta frente a la angustia insoportable, que entonces la apaciguan o incluso la hacen desaparecer como afecto (e incluso pueden ser un modo terapéutico de tratarla, de atenuarla). Pensemos entonces la categoría de síntoma atravesando estas 3 categorías: inhibición, síntoma y angustia. (Y le vamos a sumar después dos categorías más). Todas esas categorías son distintas formas de presentación del síntoma, distintas maneras en que el síntoma, en singular (de cada quien, de cada paciente) se presenta. El síntoma se puede presentar bajo la forma de la angustia, bajo la forma de la inhibición, bajo esas formas degradadas del acto. Dos versiones degradadas (atenuadas) del acto son: el acting out, más bien del orden de la acción escénica (de la puesta en escena, como un actor); y el pasaje al acto, de una acción más impulsiva. Entonces uno podría decir que el síntoma se hace presente de maneras distintas: bajo la forma de la angustia, de la inhibición, del acting o del pasaje al acto. Además de poder reconocer cada una de esas 3 o 5 categorías por separado, cosa que es útil y es una manera de hacer clínica, nosotros entendemos que el síntoma es la categoria principal ya que de lo que se trata en el trabajo de las entrevistas preliminares, es llevar el modo de presentación hasta la versión del síntoma que puede ser analizable. SINTOMA ANALITICO: la orientación que plantea Lombardi, es tratar de lograr que el síntoma se exprese en ese punto intermedio entre lo Real y lo Simbólico a partir de una huella significante como lo verdaderamente insoportable. En cualquier caso, lo que tienen en común es que el síntoma implica una intersección entre simbólico y real y el síntoma que queremos producir en el análisis, como condición necesaria (no suficiente) para que pueda haber análisis (síntoma analítico) es que se exprese como división subjetiva cercana a la angustia. En la la clinica analitica nos interesa un sujeto que pueda dividirse (o soportar el hecho de estar barrado, el sujeto se enfrenta con la incompletud) y no cualquiera quiere dividirse ya que esto quiere decir confrontar algo que no se quiere saber, algo cercano a la angustia. Pero no basta con la división subjetiva para que haya análisis; tiene que además molestar algo, tiene que haber algo de la angustia, y algo de lo que no me reconozco… para que se vaya armando el síntoma analítico. Por otro lado, tenemos el inconveniente de que a veces el Yo quiere “curar la división subjetiva” y entonces hay pacientes que ni se anotician de su síntoma. Freud dice que el síntoma empieza a entrar en sintonía con el Yo (incorporado al yo). Entonces, no alcanza con la división subjetiva para que haya análisis, pero es condición necesaria, y se deberá encontrar con ese polo un poquito más real del síntoma de lo que molesta, incluso de lo que se torna prácticamente insoportable (más cercano a la angustia); que aparezca la necesidad/urgencia de tener que ocuparse de eso. Se llega a la sensación cercana a la angustia que es “no me reconozco en eso, pero lo experimento, lo vivo”. La expresión de Lacan es que el síntoma es lo que se conoce, en el sentido vivencial, se experimenta porque eso molesta, duele en el cuerpo o duele en la conciencia (cuando a uno le empieza a picotear el pajarito de la culpa, por ejemplo). Entonces uno no se puede hacer del todo el distraído, no lo reconoce como propio y al mismo tiempo tiene que admitir la responsabilidad que le toca en esa vivencia por ejemplo de la conciencia moral. Condiciones que debería reunir el síntoma para poder ser analizable y para poder dar inicio a la verdadera operación del síntoma (que es la operación del análisis): - Que se exprese como división subjetiva ($), eso puede ocurrir de múltiples formas (con angustia, sorpresa, desconcierto, etc) - Que introduzca al paciente en esa dimensión de la verdad (A), de que hay una verdad dando vuelta, hay una responsabilidad en lo que le pasa y de lo que padece (aunque no sepa todavía de lo que se trata). - Que el síntoma aporte una indicación de saber (S2). Algún significante en el cual pueda representarse esa división subjetiva como si fuera una huella a partir de la cual empezar a encontrar el camino de elaboración de ese síntoma. Un sueño entonces puede convertirse en un síntoma, puede tomar ese estatuto de ser el modo de presentación de la división subjetiva, sobre todo cuando angustia, más aún si esa angustia produce el despertar, la ruptura con la pantalla más bien fantasiosa. O si es un sueño que, aunque no angustia, sorprende, deja un poco una inquietud, si es posible que deje un significante dando vuelta. Cualquier formación el ICC podría ser un síntoma, eso es lo que está implicado en esa definición el síntoma que da Lacan cuando dice que es del campo de lo analizable. En relación a la angustia, un sujeto totalmente angustiado es un sujeto que no tiene muchos significantes, no tiene muchas palabras para decir lo que me ocurre. Es función del analista que puedan aparecer significantes. Cuando uno puede poner palabras a lo que le pasa, la angustia disminuye. Ataque de pánico, avance de lo real sobre lo imaginario (cuerpo). La angustia no es sin objeto, es ante un objeto que no debería aparecer y aparece (objeto a), un objeto que no se sabe bien dónde localizarlo, afuera, adentro, en los bordes. La angustia puede manifestarse en distintas maneras, en el cuerpo, con ataques de pánico, el sujeto estar angustiado y no darse cuenta, en la sesión empieza a angustiarse. La angustia puede ser provocada por lo que Lacan llama el deseo del otro. No es la demanda, no son los pedidos, sino que es lo que el otro desea sin saber qué es. Ese es el objeto a (minúscula) que está involucrado en la experiencia de la angustia. Ante ese deseo inquietante del otro, se produce la sensación de pregunta en el sentido de inquietud, ¿qué soy yo? ¿a qué me veo reducido? ($) Sujeto barrado: El sujeto por ser sujeto está dividido. La división es estructural, por ser sujetos del lenguaje, por venir ocupar un lugar, el deseo del otro nos barra y eso es una división estructural. La interpretación orienta a la división subjetiva, intriga, produce enigma. Durante el análisis, algo de desgarramiento subjetivo tiene que producirse y que el sujeto quiera sacarse de encima. Para esto tiene que armarse una transferencia a ese que le supongo un saber, y el analista hace un semblante de saber para conducirlo a su ICC. Se puede pensar entonces al síntoma como la respuesta singular de ese sujeto frente a la angustia que genera lo real de esa satisfacción pulsional controversial con respecto a la realidad. Es la respuesta subjetiva (división subjetiva - $) frente el encuentro con ese fenómeno de la angustia que no tiene coordenadas. En “Las 3 versiones de la angustia” Lombardi desarrolla que la angustia es algo que afecta, pero no necesariamente es algo patológico, es decir que no necesariamente es algo que se transforma en un síntoma y luego en una inhibición, hay distintos usos de la angustia. En muchos casos, la angustia puede servir para señalar algo inequívocamente, certeramente (Lacan insiste en que es el afecto que no engaña respecto de lo real). Entonces, puede ser una suerte de apronte o incitación al acto, a tomar una decisión, a hacer una elección, etc. Entonces las distintas presentaciones de la angustia son: 1. Angustia disruptiva (automática le llamaba Freud): la que no tiene elaboración psíquica (como el ataque de pánico) 2. Angustia neurótica: la que se transforma en síntoma (en el caso de Juanito es la angustia que se transforma en miedo). 3. Angustia mas cercana del acto: la que se manifiesta por acercarse a la palabra plena/libre, a la “verdad”. El acto le arranca a la angustia su certeza. La angustia en sí misma es inanalizable, por eso un análisis lo que propone es tomarse el trabajo para, saliendo de la angustia, entrar al síntoma, que es algo un poquito más engañoso, pero necesario para hacer una elaboración de eso que angustia. Lo que hay que intentar es que el síntoma se exprese, ya no tan camuflado en sintonía con el Yo; tenemos que lograr que el analizante (el Yo) pueda tomar un poco de distancia del síntoma y le resulte “extraño” (extraterritorialidad del síntoma). Entonces, la angustia tiene una utilidad para nosotros porque efectivamente es señal, como dice Freud, indica dónde está lo real, lo que realmente puede resultar insoportable, pero también lo real en el sentido de que el deseo se va jugar realmente ahí. Uno puede elegir no querer saber mucho de eso, o puede elegir querer saber un poco más. Y para poder saber un poco más, aunque no vaya a saber plenamente, hay que desplegar el síntoma en su relación con el ICC. La dirección que tiene que tomar la cura, la referencia sobre la cual el analista tiene que poner el acento, es trabajar para que el síntoma se exprese como división subjetiva (como desgarramiento, conflicto, padecimiento, algo moleste, “que esté al borde de la angustia”, etc) si es que aun no lo hizo. El síntoma está en el centro de operaciones de lo que tratamos de situar como primer movimiento para que un análisis sea posible. La operación del síntoma: el término operación, Lacan lo utiliza para al síntoma y al análisis. Incluso dice que la operación del síntoma y la operación del análisis son una y la misma cosa. El PSA no sólo opera sobre el síntoma (como el objeto sobre el cual intervenir -psicoterapias-) sino que se propone operar con el síntoma (el síntoma se transforma prácticamente en el sujeto activo, en esa división subjetiva que puja y que fuerza entonces a trabajar). El síntoma no es un “oponente”, sino que es un aliado del analista. El partener del analista es más el síntoma que la persona que uno tiene delante. Hay que tratar de hacer intervenir al síntoma en la conversación del análisis. Hay algo de esto que ya está presente en las primeras experiencias del PSA, en los estudios sobre la histeria donde Freud prácticamente sin referencias teóricas o conceptuales, se guía casi exclusivamente por el síntoma pero no tanto para eliminarlo rápidamente (curarlo). De hecho Freud dice que el síntoma tiene toda la dignidad de poder señalar algo de ese padecimiento subjetivo al cual nosotros queremos acceder en la experiencia de un análisis. Entonces, apuntamos al síntoma, pero también utilizamos al síntoma como instrumento de la operación analítica en tanto tal. Lacan va a decir que el síntoma es del campo de lo analizable: el campo del síntoma y el campo del análisis son lo mismo, y, por lo tanto, uno podría decir que todas las formaciones del ICC podrían llegar a tener ese estatuto de síntoma y convertirse en por lo menos huella, sino camino, para el análisis de ese real insoportable. Según Lacan, lo que él llama el (a) como objeto causa del deseo, condición de los goces y objeto de la angustia, lo que uno encuentra en el anudamiento de los tres registros de la palabra del hablante, ese objeto extraño y no podría no generar alguna sensación de extrañeza, porque no es nunca del todo apropiable. Es un objeto que no tiene representación, cuya única traducción subjetiva es la angustia, pero que tiene 4 o 5 formas de articularse con el cuerpo erógeno (cuerpo significante): oral, anal... escópica agrega Lacan, que tiene que ver con la mirada, y lo que quizás nos interese más a nosotros, que es la voz como objeto de la pulsión invocante, la más importante en la experiencia del PSA. El analista entonces, está implicado en esa operación del síntoma, en los caminos de formación, en la medida en que va tomando forma en el análisis, con un analista que está escuchando, y que el analista tiene que tratar de situarse en ese lugar justamente del Otro (de la palabra y del lenguaje), el Otro que por un lado puede tratar de escuchar, de colocar un poco la voz, sosteniendo un silencio que sea oportuno y operativo. Si el analista está efectivamente ubicado en ese lugar del Otro que escucha, del Otro que sanciona, que si interviene lo hace no tanto desde el lado de la explicación, del consejo, del juicio, de la palabra sugestiva (un analista que no va a poder superar la relación imaginaria, confrontativa con el yo del paciente)... Si el analista está verdaderamente en ese lugar del Otro de la palabra, puede simplemente puntuando el discurso efectivamente reformular el síntoma. Lacan insistió bastante en la diferencia entre paciente y analizante. Pasar a ser analizante es una actitud activa, viene a trabajar. El analista le supone un saber al ICC del analizante. Es una doble función del sujeto supuesto saber. Es responsabilidad del analista transformar a alguien en analizante. Cuándo intervenir y cómo es responsabilidad también del analista. Intervención es algo para abrir… y puede producir efectos de interpretación. El analista tiene como función, causar el deseo (de saber). Y sumamos otra noción que es la del acto que se reconoce en el campo del lenguaje, en el ejercicio de la palabra. Es poder apuntar una dirección de la cura psicoanalítica: con la palabra, en el discurso, en el lazo social, uno pueda efectivamente transformar algo de su realidad, de la relación con el deseo. Las modalidades de presentación del síntoma, sus camuflajes, son modos de borramiento de la división subjetiva, del dolor de la exigencia significante. La fantasía también cumple esa función, dándole un cierto valor placentero al síntoma. Entonces el primer movimiento de que el analista tiene que ocuparse con su manera de escuchar, con su manera de preguntar, interrogar, o a veces de señalar, es ir en búsqueda de esa forma de presentación del síntoma que es la división subjetiva. Apuntar a la división subjetiva es apuntar a dividir al sujeto en su cuestión yoica. Mientras el relato este demasiado en el orden de lo yoico tenemos menos sujeto analizante.Una división subjetiva es ir en contra del sentido común, de lo esperado, de lo yoico; podría ser por ejemplo, hacer un corte abrupto de sesión. Algo se conmueve en ese momento, algo de lo yoico queda fuera. No quedar atrapados en los enunciados y sino escuchar y dirigirnos a la enunciación. Se puede dar con intervenciones mínimas. Podríamos establecer que el camino de formación de síntoma (el camino de la neurosis) va desde la angustia hacia el síntoma, hacia la inhibición que sería la incorporación o sintonización del síntoma al Yo. En cambio, el camino del análisis partiría desde el Yo, su relación con los ideales, de una presentación más bien imaginaria, hacia el síntoma como lo realmente simbólico o lo simbólicamente real, hacia lo real no solo entendido como lo real pulsional, real padecido, sino lo real como imposibilidad lógica, como falta de respuesta y lo que no está inscripto. La posición neurótica es básicamente la del desconocimiento, que quiere hacer la vista gorda y tratar de fortalecer su Yo para de ese modo, no encontrarse con el padecimiento o con la división subjetiva, el terreno más real de la angustia. Las neurosis tratan al síntoma con el Yo para tratar de eliminar eso que puede tener de angustiante y de hecho puede suceder que la persona se angustie sin saber que se angustio. Cuanto más defensiva es la posición de un paciente, más neurótica; es una posición de no querer saber respecto de ese saber. El punto de angustia está en esa articulación entre el deseo y el goce, pero a veces pueda estar elidido del plano de los fenómenos, lo cual quiere decir que alguien puede no anoticiarse de que por ahí paso el objeto de la angustia. Puede reaccionar automáticamente con un pasaje al acto, con el armado de una escena, con el agravamiento de un síntoma, con una posición totalmente inhibida, o desmayándose (Dora), es decir, perdiendo su condición de sujeto. En el dispositivo analitico no se trata de angustiar al paciente, sino más bien de una metodología que trata de graduar, de dosificar, ahí está el tacto del analista para que el sujeto se haga verdaderamente responsable de las causas y determinaciones de lo que le pasa (rectificación subjetiva). Implicación del analista: El analista es el responsable de dirigir la cura y en ese sentido, está implicado de manera triple dice Lacan: - Está implicado con su palabra ya que puede producir el efecto de la interpretación que se mide y se juzga por sus efectos. El analista, como dice Lacan, tiene que pagar el precio de lo que le ocurra a un paciente cuando su palabra (la del analista) queda elevada a ese rango de la interpretación. - Además está implicado con su persona: su personalidad, su imagen, sus gestos, su apariencia, su modo de comportarse, etc. Porque como dice Lacan la presta a la escena de la transferencia para que el paciente/analizante vaya ubicando a esa persona en el escenario de sus propias fantasías - Y además está implicado con su propio deseo, lo cual implica un cierto nivel de juicio más bien íntimo. No es el juicio estético, no es el juicio moral, no es el deseo de la persona del analista, sino su deseo de analizar: de ir un poco a fondo, de ir en búsqueda de esa división subjetiva, de esa expresión más real del síntoma. El nivel de la interpretación (táctica) en donde el analista es libre (puede decir lo que crea conveniente todas las veces que quiera) está supeditado a ese otro nivel que es el de la transferencia (la estrategia), que va limitando entonces el cálculo posible de las interpretaciones, y que a su vez está supeditado a ese nivel más amplio que es que efectivamente la política del análisis: introducir a un paciente en el campo del deseo ICC; llevar al encuentro ese síntoma con ese campo del deseo ICC para ser analizable. El deseo del analista puede estar en algunos momentos, no es un estado en el que al analista puede estar todo el tiempo. Es lo que le permite estar en su función habiendo renunciado en ese momento a estar como persona. Ha renunciado a sus ideales, a sus prejuicios, para ser semblante de (a) y disponerse a ser tomado desde ese lugar por la transferencia. Estar despojado como persona, por eso no se puede estar todo el tiempo en esa posición, pero es lo que permite darle lugar al analizante y no estar los analistas como sujetos. Es una función, lo que le permite a un sujeto estar en ese lugar de analista y prestarse para causar el deseo en otro. No es el deseo particular de un analista, tampoco es un deseo ICC y ni el deseo de ser analista. Analista se presta a ser tomado en la transferencia y a completar el síntoma. El camino para el análisis implica una responsabilidad compartida. Lacan en el “Seminario 12” dice que el analista está en la posición más responsable de todas porque tiene a cargo dirigir la cura para tratar de producir con su operación lo que Lacan llama una conversión ética radical. Entonces, si bien el objetivo de modificación del estado padeciente del paciente es un objetivo de la práctica PSA, Lacan insiste en que eso no es verdaderamente lo que organiza y orienta la cura. La operación del análisis se trata de producir esa conversión, a partir de la cual “las cosas ya no son como antes”. Por eso cuando un padeciente, se transforma en analizante, ya eso en sí mismo es curativo desde el punto de vista del análisis, ya hay una transformación. Lacan insiste en que es introducirse, analista y analizante, en el orden del deseo. Aunque no se pueda finalmente encontrar EL objeto, aunque el deseo no se pueda completamente, aunque nunca pueda ser del todo apropiable. terminar de nombrar En definitiva, con lo que opera el analista es con lo que Lacan califica como el resto de lo que se puede saber, o el resto de la verdad que se puede revelar o descubrir. En ese lugar estamos poniendo el objeto a, que es objeto en el cual se articula el deseo con el goce, con la angustia. La angustia es la única traducción subjetiva, una traducción particular porque es una traducción afectiva, de ese objeto en donde se juega la causa del deseo, lo que hay más real del deseo, y la condición de los goces (pulsionales). En esa clase del Seminario 12, Lacan resume lo que es la posición o la implicación del analista en la operación del síntoma (que es equivalente a la operación del análisis) diciendo que es el responsable de recibir y de soportar el estatuto de síntoma. Es una manera de resumir esa idea de que la forma en que se hace presente el síntoma, puede inicialmente no ser analizable, que es responsabilidad del analista tratar introducir el discurso de un paciente en el orden del deseo. Seguir esa indicación ética de con el síntoma encontrar una puerta de entrada para que el deseo vaya revelando alguna verdad de lo que tiene que ver con la situación y con la historia de ese paciente. En segundo lugar, una de las definiciones más importantes que Lacan da de la transferencia operativa: el analista se introduce como sujeto-supuesto-saber. Es una ficción necesaria, ya que permite sostener esa operación del análisis: hacer que el síntoma se exprese como división subjetiva, en algún significante a partir del cual se pueda hacer camino con esa pequeña huella. Síntomas actuales Son los mismos síntomas clásicos, pero que van tomando modalidades de la época que están atravesando, siendo modalidades que manifiestan el malestar de la cultura actual. Hay un cambio en el ropaje, de la envoltura formal del síntoma, pero mantiene las condiciones necesarias para que podamos decir que pertenecen a una estructura clínica determinada (neurosis, psicosis y perversión). En el Prólogo del libro “Actualidad de la Clínica Psicoanalítica”, Lombardi puntúa que en los síntomas de transferencia, se cuida la división subjetiva que permite que se produzca el análisis, abriendo al análisis de las pulsiones, de los deseos y permite un trabajo con el ICC. Lo actual rechaza lo ICC, la división, el equívoco… hay más acciones, más actings y pasajes al acto. Actual remite a acción, a reciente, a no pasado y no resulta elaborable en función de lo ocurrido previamente, no responde a la memoria del ICC. En esos casos hay que subjetivarlo, volverlo analizable. No aparecen como una formación de compromiso o satisfacción sustitutiva, sino que hay un acoplamiento del goce y son variantes del rechazo del deseo (no quieren saber de eso, no se preguntan sobre su causa). Una de las características entonces es estar desconectados del saber ICC, no quieren preguntarse por lo que les pasa, hay un rechazo al saber. También hay un proceso asociativo pobre, por lo que uno de los desafíos del analista es pasar de una clínica del hacer a una clínica del decir (pasar de una satisfacción autoerótica pulsional, a un discurso regido por la cadena significante). Esto sería subjetivar el síntoma: conectarlo con las huellas de los acontecimientos que han afectado al sujeto en su vida, que han dejado una marca en él. Estos síntomas actuales dicen algo de la modalidad de goce del sujeto. Para que un síntoma sea interpretable es necesario el agregado de la transferencia, que sea un mensaje dirigido al otro, que no se baste a sí mismo. Algunos síntomas actuales y características: En primer lugar, para todos estos síntomas resulta preciso para la dirección a la cura, establecer un diagnóstico preciso acerca de en qué estructura se presenta (neurosis, psicosis o perversión), ya que ese diagnóstico establecerá un camino a la cura muy diferente, así como el lugar del analista. - Anorexia y Bulimia: Pueden tener una posición de mucho rechazo al saber, “de nada me sirve el saber”; suelen presentarse con una consistencia del ser: “soy bulímica”, “soy anoréxica”, como forma de nominarse que las representa y al mismo tiempo las convierte en objeto. Es importante que el analista no se presente con ese saber desde el inicio, sino que al principio hay que fomentar la transferencia. En la Anorexia, el negarse a comer es un síntoma y es una manera de expresar una verdad en juego: hay un rechazo de satisfacer a la demanda del otro (dejarse alimentar); intentan destruir al otro. En esa conducta de oposición, en ese negarse a comer, hay una forma de decir algo en relación a su deseo y que su deseo no sea aplastado. Hay una gran pelea con un otro, ante el cual cuanto más le quiere dar de comer, más rechaza. En la Bulimia el síntoma está en no poder parar de comer, no hay un límite que diga basta. El sujeto intenta, fallidamente, recuperar lo que supone haber poseído alguna vez. Es un intento forma de tapar lo que le falta; hay una caída generalizada del deseo. Suelen llevar una vida dual: manteniendo los lazos habituales y, por otro lado, teniendo toda esta problemática que viven en silencio donde el otro está excluido. - Ataque de Pánico: Es una angustia insoportable y una sensación de muerte inmediata. La persona ha perdido dominio de su ser, y aparece un pensamiento catastrófico: “algo terrible va a suceder” (no saben bien que es), han perdido coordenadas de tiempo y espacio, siempre estan bajo amenaza de muerte. El cuerpo es totalmente tomado por sensaciones de presión en el pecho, no poder respirar, sudoración. El pánico se siente en el cuerpo. Hay un estado de indefensión total y no se logra armar una trama de sentido, no se puede hacer historia. El sujeto no tiene con que responder desde lo simbólico, no hay significante que lo represente en ese momento, por eso la sensación de muerte. El sujeto no encuentra el sentido de lo que le está pasando. Entonces, ¿cuál es el lugar del analista en todo esto? En principio, la presencia de un otro que escuche, de por sí suele aliviar la angustia. El dispositivo de un cuerpo presente dando lugar a que circule algo de la palabra, baja la angustia. Tenemos que tender a que aparezcan algunos significantes y comenzar a construir, junto con el paciente, un sentido. - Depresión: Es un término muy abarcativo que ha perdido su especificidad. La concepción que se tenga del sujeto determina qué se entiende como depresión. La depresión no es un síntoma, no aparece como formación del ICC. Se sitúa por completo en la falla del decir, en la falta de palabras. Se trata de una suspensión de la causa del deseo. Esta caída del deseo produce un abandono del sujeto, de sus actividades, de sus intereses, pero sobre todo un abandono al decir. Algunas posiciones depresivas son muy resistentes, que tienen muy rígida la idea de que “son un caso perdido y nada podrá cambiarse”. Cerrados al saber, sometidos a un goce mortífero. Justamente el dispositivo analitico le va a ofrecer que diga algo… que hay un algo para decir. Hay que tener mucha paciencia para que vaya apareciendo ese decir. La posición del paciente se modifica vía la transferencia. Hay que ir diferenciando la depresión de la angustia, de la melancolía. El vacío angustioso es otra cosa diferente al vacío de la depresión: en el deprimido no hay un objeto que interese a su deseo; en la angustia es el mundo el que desaparece por completo, hay un agujero ahí. En relación a la maniobra transferencial, ante un sujeto deprimido que no habla, el silencio del analista no va a causar la palabra del sujeto. Hay que interrogar, mostrando que hay algo del decir que es importante desplegar, etc. En “Duelo y Melancolía”, Freud plantea que en ambas hay una noción de pérdida. En el duelo es la pérdida de una persona amada o un ideal, a raiz de lo cual se pierde el interés del mundo exterior, de la capacidad de amar, una inhibición (síntomas que comparte con el estado depresivo). Pasado ese trabajo de duelo, que lleva tiempo, el Yo se vuelve otra vez más disponible, más desinhibido. En cambio, en la Melancolía, la pérdida no se puede precisar con tanta precisión. La característica que se exterioriza son los autorreproches, autodenigraciones y necesidad de castigo. En el duelo el mundo se hace pobre y vacío; en la melancolía esto le sucede al Yo. En este caso la libido se retiró sobre el yo y hay una identificación del Yo con el objeto perdido (la sombra del objeto recae sobre el yo). Podríamos decir que la regresión de la libido al yo es lo privativo de la melancolía y es catalogada dentro de la psicosis. La Fantasía Se presenta en el comportamiento, en las modalidades de elección de objeto y de relación con los otros. Incide en el carácter y está en la base misma de la formación del síntoma. Es escenario de deseo y modalidad de satisfacción. Es decir, la lógica de la vida de un sujeto puede entenderse aislando su vida fantasmática. Esto se va deduciendo de sus actos, síntomas y asociaciones. La posición del sujeto que se desprende del discurso nos va a permitir construir su fantasma. El neurótico arma su realidad de esta manera y la operación analítica puede incidir en esta modalidad de respuesta. La fantasía viene a cubrir lo traumático insoportable con una respuesta; transforma en un escenario de deseo lo que funciona como una experiencia traumática. Estas fantasías producen una solución atenuante del trauma, son estabilizadoras, por lo que estas respuestas tienden a fijarse quedando el sujeto capturado en su mundo psíquico fantasioso, no pudiendo pasar al acto. El análisis, lejos de hacer consistir el fantasma, apuntará a acercar al sujeto al acto. Hay una insistencia con un real de goce que Lacan va a ubicar como una fijeza de lo que vuelve siempre al mismo lugar. Es una significación porque la fantasía no es lo real como tal, sino que está “en el lugar de”. Allí donde no hay una relación sexual, la fantasía es un modo de lograrlo: uno se conecta con el otro a través de la fantasía (hay que ver cuando se presentan como obturando). En el grafo del deseo de Lacan, las fantasías aparecen como respuestas ante las preguntas ¿qué soy para el otro? o ¿qué quiere el otro de mi?. El sujeto responde fantasmáticamente dándole una significación y muchas veces su vida está estructurada bajo esa significación. Entonces, lo que uno va encontrando en la neurosis son las fantasías con las que une va intentando responder a la pregunta por el deseo del otro. Por eso tiene tanta incidencia en la transferencia, porque lo que allí se actualiza es el analista encarnando ese otro. Pero el analista no dice lo que quiere de él, responde con una falta, y entonces el sujeto va a responder con una fantasía. Así, en la transferencia se produce una actualización de la modalidad de respuesta. La fantasía en la neurosis Va a parar al mismo lugar que el delirio en la psicosis. Allí donde al psicótico se le presenta como un sin sentido, el delirio aparece como una respuesta (intento de curación y una convicción inamovible). En la neurosis la fantasía se presenta como una fijeza, como un real que no dialectiza salvo a través del análisis. Hay fantasías conscientes (sueños diurnos) y fantasías ICC (la base de los síntomas). Para que se produzca el síntoma tiene que haber una represión de la fantasía. La fantasía articula en una misma escena, diferentes versiones, pero se mantiene fijo un libreto. Lo que nos interesa es esa posición fantasmática que se repite. Dentro de todo un fantasma, el análisis busca llegar a una frase gramatical que ha regido en la vida del sujeto. El fantasma es la fantasía de que hay un objeto adecuado para calmar la falta constitutiva ($). Esto produce satisfacción, un plus de goce, pero que tapa la falta que no puede realmente colmarse. El fantasma va al lugar de “no quiero saber”, la operación analítica apunta a que el sujeto, con su división subjetiva, se haga algunas preguntas conduciendo al deseo de saber. Lacan en “Dirección de la cura” desarrolla acerca de ¿por qué el neurótico necesita recurrir a la fantasía? Y dice que el empleo fundamental de la fantasía es sostener su deseo inhibido, no realizado, evanescente, por identificación con el (a) inadecuado definido por no satisfacer una demanda o una exigencia pulsional. Es por esto que tenemos que conmover algo de esa fantasía, porque sino el sujeto queda inhibido, alejado del acto. En el texto “El empleo fundamental de la fantasía” Lombardi va a ir desligando fantasía de ilusión, fantasía de angustia, fantasía de acto. - Fantasía y pulsión: Las pulsiones insatisfechas son la fuerza impulsora de la fantasía y cada fantasía funciona como rectificación de la realidad insatisfecha. Las fantasías estructuran la realidad psíquica del sujeto, por lo que realidad y fantasía para el sujeto neurótico no están claramente diferenciadas. El neurótico es un sujeto que no satisface la pulsión directamente. La pulsión lo divide entre lo que quiere la satisfacción directa y lo que no la quiere quedando el sujeto entrampado entre el querer y no querer. El resultado es satisfacer fantásticamente las pulsiones insatisfechas, pero quedando dormido en la fantasía, dejando un sujeto inhibido. Entre los síntomas y las pulsiones, dice Lombardi, están las fantasías. Entonces: ¿Cuál es la función principal de la fantasía? Suplir una carencia fundamental que es la ausencia del objeto de la pulsión. Allí donde no hay objeto, la fantasía provee uno al sujeto - Fantasía y angustia: La fantasía sería lo que recubre lo real del (a), mientras el sujeto se identifica ICC con el (a); al romperse el velo de la fantasía, apareciendo el deseo del otro e irrumpe la angustia. - Fantasía y acto: La represión hace que el sujeto desconozca de sus pulsiones, por lo tanto no las actúa. La fantasía tiene el lugar de actuar y cuanto más inmerso está el sujeto en la fantasía, más protegido de pasar al acto El saber de las pulsiones hace que la represión se vaya levantando y se pueda pasar al acto, donde va a haber satisfacción de la pulsión. Para que esto ocurra el neurótico tiene que estar dispuesto a perder algo: la pérdida de la identidad que le provee la fantasía. En el acto el objeto interviene como causa de deseo, ya no angustia. “Solo el acto puede arrancar a la angustia su certeza”. El análisis apunta a ir acotando la realidad fantasiosa, que vayan cayendo, y el final de la cura implica el atravesamiento del fantasma. La cura logra un sujeto capaz de actuar y destituirse en el acto. “Pegan a un niño” Freud dice que este texto ayuda a entender algo de la perversión. El niño fantaseador va cambiando su vínculo con la persona que realiza el golpe, su objeto, su contenido y su significado. - 1era fase: “el padre pega al niño y el niño golpeado es otro niño” El contenido y el significado de esta fantasía se relaciona con los celos fraternales, de compartir a sus padres. Ser golpeado tiene que ver con la humillación, el no ser querido… entonces aparece la satisfacción de que si le pega, es porque no lo quiere, entonces solo lo quiere a é (reviste un caracter incestuoso y entonces aparece la culpa). No es una fantasía eminentemente sádica, ni sexual, ni masoquista, está en el medio - 2da fase: “yo soy golpeado por mi padre”. -reprimidaLa fantasía en esta fase consiste en invocar al padre por puro deseo. Se invierte el contenido, siendo el mismo niño fantaseador el golpeado ahora y, a la vez, esta fantasía se ha teñido de placer, revelando la perversión fundamental del neurótico: el masoquismo. - 3ra fase: “pegan a un niño” La persona que pega ahora nunca es el padre, apareciendo un sustituto. El niño tampoco es el fantaseador, sino que generalmente se ubica como espectador. La fantasía ahora es portadora de una excitación intensa, sexual, y por lo tanto procura la satisfacción onanismo presentando un carácter sádico. ¿Qué es lo propio del neurótico? una posición característica de estar mirando mientras los otros actúan: la inhibición neurótica. Sería no actuar el deseo a la pulsión, apareciendo la mirada excluida. Neurosis y Perversión El neurótico reprime en la fantasía, lo que el perverso actúa. En la perversión hay fantasías, pero aquella que ha quedado fijada en su desarrollo, no es inhibida y la actúa. En el “Capítulo 5” (inhibición, síntoma y angustia?) Freud conceptualiza la génesis de la perversión y dice que las perversiones están en relación con las pulsiones parciales, de las cuales alguna no queda integrada a una organización genital infantil, quedando aislada. Entonces, Neurosis y Perversión no son tan diferentes, sino que en ambas opera la castración, siendo vicisitudes del Edipo (distinto a la psicosis que no entra al Edipo). En la neurosis y la perversión actúa la represión, por lo que encontramos un mismo mecanismo. Sin embargo, en la perversión hay una elisión y se manifiesta la pulsión siempre parcialmente. Se destaca que suele haber un elemento que tiene valor simbólico, al cual el sujeto quedó fijado y se mantiene constante a lo largo de la vida de la persona. La perversión infantil, esperable, propia del proceso evolutivo, puede entonces quedar como un episodio o puede convertirse en el fundamento para el despliegue de una perversión, o se conserva en el trasfondo de un desarrollo sexual normal al que se apelará en determinado momento. En el inicio texto “Singular, particular, singular: La función del tipo clínico en PSA”, Lombardi habla del nudo de la Neurosis, diciendo que estas anudaciones producen inhibiciones e intentar desenredar esto, aunque no se lo desate, ya por sí produce consecuencias en el sujeto: le da un aire de libertad (ya no está tan enredado, inhibido, enajenado). Con esos nudos nos referimos a lo que Lacan brinda como su contribución al PSA que son las categorías de lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real que toda estructura requiere como consistencia mínima. Pero estos tres elementos no alcanzan para armar lo que Lacan llama Nudo Borromeo, siendo necesaria una cuarta consistencia (de padre, de creencia -NP-) que salva al sujeto del desencadenamiento, de la locura. Luego distingue entre singular y particular que también es un paso necesario para que un síntoma se transforme en síntoma analítico. Hay un goce seleccionado sobre todos los otros que singulariza al ser hablante; toda persona es singular, como todo el mundo. Lombardi lo que dice es que lo que incomoda del neurótico no es la singularidad, sino la particularidad de su síntoma (lo que lo hace perteneciente a cierta clase). Por esto es tan importante realizar un diagnóstico. No nos podemos conformar entonces solo con la singularidad del caso (las asociaciones particulares de ese sujeto…), sino que además debemos pasar por los enunciados particulares para poder clasificar. La particularización del síntoma es decisiva para abordar un diagnóstico analítico porque es la condición para ubicar el padecimiento subjetivo para el paciente. Hay que situar a su síntoma como típico, tratando de buscar la percepción interna de la tipicidad de su padecimiento. Siendo importante advertir que el síntoma es suyo, que le pertenece de una manera singular; pero también es extranjero ya que le ocurre a otros neuróticos que padecen la misma neurosis que él. Volviendo a la definición de Lacan del síntoma que decía que es lo que el sujeto conoce de sí, sin reconocerse en ello. Lo que nosotros buscamos, es que el sujeto ya no tenga el carácter del síntoma como algo que no le pertenece, sino que lo divida. El síntoma es la división del sujeto, que hace de él sujeto. Es la clasificación la que le permitirá al sujeto poder singularizarse y reconocer eso como algo extraño. El diagnóstico PSA es un proceso que constituye un inicio de separación y responsabilidad del sujeto, en la medida en que lo extrae de su implicación alienada, enajenada con el síntoma. Es decir que el resultado del proceso diagnóstico no es solo una etiqueta, sino una puesta en forma del síntoma. Efectos terapéuticos y efectos analíticos - Los efectos terapéuticos son las transformaciones que el paciente comienza a hacer porque se va responsabilizando de su situación y de su división. - Los efectos analíticos refieren más a un cambio de posición ICC, con su significante que lo representa… Hay una modificación de la economía libidinal del sujeto, del goce. En las primeras entrevistas lo que vemos es una modificación en la posición respecto al síntoma y esto de por sí tiene efectos terapéuticos. Se necesita una implicación causal del sujeto, mediante la cual advierte que hay una causa que le concierne, cuyo resultado es el síntoma. Acting out y Pasaje al acto Ambas nociones son respuestas del sujeto ante la angustia, y Lacan va a conceptualizarlas en su “Seminario 10: La Angustia, clase VIII y IX” como formas de defenderse ante aquello en lo que no hay respuesta: la pregunta del sujeto sobre el deseo, la pregunta de qué soy yo para el otro, el sujeto puede responder con síntoma, inhibición, con actings o pasaje al acto. En este caso son pacientes que vienen más del lado de la pulsión y del objeto, sin tanto interrogante respecto al síntoma y generalmente son traídos a pedido de sus allegados. Acting y pasaje al acto están ordenados por arrancar a la angustia su certeza por medio de la acción, pero son nociones distintas. Ambas son acciones inesperadas, sorpresivas, el sujeto no puede decir mucho de por que hace estas cosas, molestando en general más al entorno que a sí mismo. Tampoco se produce la cuestión metafórica típica de las formaciones del ICC, es decir que estamos ante una clínica donde tambalea la cuestión del significante, por lo que tiene particular importancia la relación al objeto, en tanto imposible de significar. Si un paciente realiza un acting o pasaje al acto durante el camino de la cura, convocan al analista a pensar qué está pasando. Son acciones que son difíciles de reducir por la via interpretativa, y nos enfrentan obstáculos. Tanto en el Acting como en el Pasaje al acto, resulta pertinente preguntarse: ¿Qué lugar ocupa el otro? ¿Qué lugar ocupa el (a)? ¿Qué lugar ocupa el fantasma? El Acting out es un mensaje dirigido al otro que se muestra en la conducta. En lo que muestra hay algo de la verdad, trata de afirmar algo del deseo, pero mostrando otra cosa. Aísla un objeto para señalar otro, es una demostración velada para el sujeto (que no sabe por qué lo hace), pero para los otros no está velado. Lo esencial de lo que es mostrado, es lo que surge como resto de (a). Esto quiere decir que se muestra algo de (a) pero no es precisamente (a). Es lo que queda de ese (a) como resto. El acting pone en juego algo de lo Real pero está más allá de la palabra, por lo que no se puede interpretar… aunque llama a la interpretación. Acting out y síntoma: no son lo mismo, pero se articulan. En ambos hay algo a develar, pero el síntoma si no se transformo en sintoma analitico, no llama a su interpretación (porque en su naturaleza es goce y se basta a sí mismo) pero a través del acceso al ICC podemos interpretarlo. El acting se presenta una escena mostrativa, exhibe un significado, llama al otro a la interpretación pero no es interpretable. El sujeto en el acting, puede hablar de él, puede relatarlo, no hay ninguna formación del ICC y tampoco está afectado por lo que relata (no le molesta o conmueve). El acting necesita del otro. Si el sujeto está en análisis y hace actings, Lacan, en este Seminario, lo señala como que la transferencia no está bien instalada y la llama “transferencia salvaje”. Muchas veces el analizado trae en escena aquello que el analista no está pudiendo escuchar, señalando una falla del analista para situarse bien en la transferencia. Lo ubica como una resistencia del analista a escuchar el deseo del sujeto, y lo está aplastando. También hay que saber que no todo acting es producto de una mala posición del analista. Hay sujetos que tienden a la acción (pulsional) más que al decir (anorexias, adicciones, etc). Cuando el analista se muestra como un amo (alguien que le dice que hacer o que le pasa), no barrado, dejará el (a) del lado del paciente, y dará lugar al acting. Lacan no nos dice que hay que hacer con los actings, pero si nos dice lo que no hay que hacer: - Prohibir. Porque introduciríamos un significante amo, un otro sin barrar, que no da lugar al deseo. - Interpretar. El acting es hecho para ser interpretado, pero la interpretación cae en la obviedad y no produce efecto. - Fortalecer el yo. Porque solidifica la identificación del sujeto con el yo del analista, habiendo una pregnancia de la relación imaginaria. El Pasaje al acto es un concepto que refiere a una defensa ante la angustia, como no querer saber nada, hay un rechazo al otro del saber, al otro intérprete. Así como en el acting se dirige al otro, hay algo que muestra donde necesita reconocimiento, en el pasaje al acto hay un rechazo, no hay espectador. Es una forma radical de rechazo y hay certeza (en ese punto podría confundirse con el acto). En el pasaje al acto hay algo que se deja caer (de la escena fantasmática): el sujeto mismo. El pasaje al acto tiene un carácter de urgencia. El sujeto aparece barrado al máximo, y cae fuera de la escena. En el pasaje al acto no solo se disuelve el fantasma, sino que en la caída hay una confrontación brutal con un real pulsional. Diferencia de Pasaje al acto y acto: un verdadero acto es sin el otro, hay un antes y un después y ya no se es el mismo; en el pasaje al acto hay un rechazo al otro. Se diferencia del pasaje al acto en que en el acto hay algo del deseo en juego. El sujeto actúa en base a su deseo y no respecto a lo que los otros desean de él. Pasaje al acto y Acting out: teniendo en cuenta la temporalidad, el acting es una escena sostenida, repetitiva, que se da en el tiempo; el pasaje al acto se caracteriza por lo súbito, hay una ruptura repentina, por la caída de la escena. Respecto al fantasma, en el acting hay una escena mostrativa, hay un fantasma, hay un (a) que se muestra sin mostrarse. En el pasaje al acto hay una ruptura de la escena, no hay un otro sino un rechazo al otro, y el sujeto queda identificado con (a) como resto, como caída, no como causa. En “Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible en la psicosis” nos interesa ver como el psicótico también es alguien muy proclive al pasaje al acto. Allí donde tendría que responder, ante algunas coyunturas de la vida, con el significante del NP, aparece la forclusión de este significante (un agujero) que hace que se derrumbe lo que hasta ese momento lo había sostenido imaginariamente y se produce el desencadenamiento de la psicosis. “Seminario 10: La angustia, Clase XXI” de Lacan nos interesan dos conceptos: El primero es cuando Lacan vuelve a remarcar la presencia del (a) como causa del deseo. No es el objeto del deseo que intentamos revelar en el análisis, sino que es su causa. En el síntoma se puede localizar el (a). El segundo concepto sería cuando vuelve a remarcar que el síntoma solo queda constituido cuando el sujeto se percata de él. Es decir que no había síntoma para trabajar en análisis si el sujeto no se percata que lo que le está pasando tiene que ver con algo que le pertenece y se quiere sacar de encima. Es decir que el análisis no comienza con el enunciado del síntoma, sino con el reconocimiento de qué le ocurre al sujeto con esto. Es decir que es necesario que en la primera parte del análisis, se constituya el síntoma en su forma clásica, porque sino no hay modo de hablar de él. Así, con los sujetos que vienen más del lado del objeto, de la pulsión, debemos intentar (con paciencia, alojandolo…) que se pueda constituir en su forma clásica, porque sino, dice Lacan, “no hay manera de atrapar al síntoma por las orejas”. Podemos pensar que “las orejas” son lo no asimilado del síntoma, eso del síntoma que es un cuerpo extraño en el yo. Es necesario que el sujeto se percate que hay una causa para eso, rompiéndose la implicación del sujeto en su conducta. Esta ruptura es la complementación más necesaria para que el síntoma pueda ser abordable por nosotros. UNIDAD 3 - Limitaciones de la libertad asociativa: repetición y transferencia. Limitaciones al cumplimiento de la regla asociativa. Lacan dice que la dirección de la cura es hacer aplicar la regla fundamental. Esto quiere decir no solo enunciarla, sino ser garante del cumplimiento de esa regla en cada uno de los encuentros con el analizante, ya que este siempre va a tender a infringir esta regla. En el texto “Recordar, repetir, reelaborar” Freud contrapone a la aplicación a la regla, la compulsión a la repetición. Toda la cura es una especie de pugna entre un paciente que quiere repetir y un analista que va a tratar de que recuerde. Es una permanente lucha para retener en el ámbito psíquico, algo que compulsivamente quiere ejecutarse en el ámbito motor. La repetición iría por un circuito corto, compulsivo, de aliviar cierto displacer que escapa a las vías de la palabra. En cambio el recuerdo implica un trabajo, una demora, de esa descarga. Generalmente decimos que la cura es “en abstinencia” y el trabajo de recuerdo implica cierta abstinencia. Pero no solo de la abstinencia de cierta demanda de satisfacción, sino también de la compulsión a repetir en lugar de recortar. La repetición está todo el tiempo a punto de franquear este dispositivo que es de palabra. Sin embargo, sin nada de la repetición en juego, la cura analítica sería imposible. La transferencia debe incluir una pieza de la repetición. ¿Qué repite el paciente? ¿Qué es lo que insiste por repetirse, por escenificarse? Podemos decir que se ponen en escena las condiciones amorosas del sujeto. Lo que se resignifica con el analista en el centro de esa enfermedad (Neurosis de Transferencia), son las condiciones de amor con un patrón de relación que reproduce esas relaciones con los primeros objetos infantiles, con esa matriz edípica. El analista va a ser tomado por el “cliché” del paciente y esa repetición de los mismos patrones de vínculos donde alguien queda siempre ubicado en el mismo lugar, una y otra vez. Desde Lacan podemos pensar que el analista se deja tomar como objeto por ese cliché, por el malentendido que propone la transferencia. Consiente a vestirse con los ropajes del otro singular del sujeto. Freud, previo a que Lacan conceptualice que el analista hace de semblante de (a), ya decía que la presencia del analista puede obturar el surgimiento de cualquier material asociativo y todas las ocurrencias se deniegan por la presencia del analista. Así, al proponernos como objeto de esta nueva enfermedad, ese objeto puede tener por momentos algo de perturbador para el analizante. Entonces, esta condición inherente a nuestra propuesta, podría funcionar en la transferencia como una fuerte resistencia, obturando el surgimiento de cualquier material asociativo. Posición ética del término “Analizante” Paciente es aquel que padece y el que soporta pacientemente. Es el predilecto de la clínica médica. Podríamos pensar que en la clínica PSA hay una subversión de esto, ya que el sujeto es el analizante, mientras el analista cede esa posición y se adviene a ser tomado por el cliché del analizante, se coloca como objeto causa de ese trabajo analitico, pasando el analizante a tener un lugar activo. La transferencia en el dispositivo analitico Tiene distintas vertientes: tierna y erótica (positiva) y una hostil (negativa). La vertiente tierna es indispensable para que algo del dispositivo se ponga en marcha, pero todas van a ir apareciendo y van a jugar su papel en la repetición de esas primeras modalidades de relación de objeto infantiles. En su cara operativa, ser tomado por ese cliché que escenifica repetidamente los vínculos con los primeros objetos edípicos nos permite desde adentro de la neurosis misma, ver crecer esa enorme enfermedad. En esa tensión en la que el paciente puja para que algo se repita, trabajamos para que se recuerde. La transferencia es motor y posibilidad de que se ponga en marcha el la cura, pero también puede ser un obstáculo. Podemos pensarla como una resistencia operativa (un “oxímoron” -figura de la retórica que une términos que de algún modo son antagónicos y transmiten ese límite de la lengua, ese punto donde no alcanza el lenguaje, el significante, a cubrir lo real… donde algo se escabulle-). Ya vimos que tenemos distintos modos de presentación de los sujetos: pacientes que llegan vía el síntoma ya formulado como pregunta, algunos que llegan con un malestar más difuso, algunos que llegan con inhibiciones y los que llegan con degradaciones del acto, acting out y el pasaje al acto. El analista siempre va a buscar que se sintomatice, permitiéndonos trabajar con la emergencia subjetiva vía la división. Luego, enlaza al otro, cuando ese síntoma ya no funciona ego-sintónicamente y, cómo esto produce un malestar, empuja también a ser un esfuerzo de trabajo bajo la regla fundamental. El sujeto se aviene a la regla fundamental por el displacer del síntoma y por el amor de transferencia. Entonces el síntoma es la formulación que mejor se acopla al trabajo analítico, siendo el síntoma en transferencia el extremo operativo de la transferencia. El amor transferencial En “Puntualizaciones sobre un amor de transferencia” está dedicado específicamente al sentimiento que subyace a la transferencia: el amor. En este texto Freud hace un recorrido acerca de cómo es ese amor transferencial y va a decir que comparte la mayor parte de las cualidades con el amor a secas. Pero tiene dos características que lo singularizan: 1. Es provocado por la situación analítica, producto del dispositivo. No es por las virtudes del analista. Lacan señala, en su algoritmo de la transferencia, que el sujeto al que esté dirigida la transferencia puede ser cualquiera. Basta con que el analista esté en ese lugar para que el amor se le dirija. 2. Va a ser tomado por las fuerzas de la resistencia. Esto quiere decir que va a tender a impedir el trabajo, evitar que algo se dialectice, y se repita en un plano motor. Freud dice, rebajando al analista a la condición de ser amado. Podemos pensarlo como poniendo a prueba un deseo que debe ser más fuerte, que es el deseo del analista. Como el paciente debe abstenerse a repetir para recordar, el analista también debe abstenerse de responder a ese amor, a esa demanda, no solo por una cuestión ética de que es provocado por la situación analitica, sino porque se interrumpiria el trabajo analitico. La cura transcurre en esa privación/insatisfacción que es la abstinencia. Así la abstinencia es un principio aplicable al analista y al analizante. ¿Y cómo maniobramos con ese afecto que responde a condiciones que impusimos nosotros? Freud dice que hay que dejar subsistir en el enfermo, necesidad y añoranza como fuerzas pulsionales del trabajo y la alteración. Entonces, no se trata de prohibirlo, sino que el analista debe tener coraje y deseo de saber. Solo podemos acceder a ese saber por vía de esta repetición, por lo que no solo necesitamos que esa añoranza permanezca, sino que además necesitamos la permanencia del síntoma, que es la brújula del análisis, el verdadero partener del analista. Entonces necesitamos que ese síntoma entre en la transferencia, que continúe presente. “Hay que guardarse de apaciguarse mediante subrogados” (porque el objeto por constitución está perdido, y cualquier objeto que podríamos brindar, sería un subrogado). El síntoma que necesitamos que permanezca, es esa formación que es la más propia y la más ajena al sujeto, es el verdadero partener del analista. Este es el síntoma analítico que reedita el síntoma original de la neurosis, pero que funcionaba en su cara de autoabastecimiento de goce y ahora realiza una pregunta. La reacción terapéutica negativa En el extremo opuesto del síntoma analítico tenemos lo que Freud define en “El yo y el ello” como reacción terapéutica negativa. Describe a estos pacientes como aquellos que temen avanzar en la curación, empeorando en el transcurso del tratamiento. Así diría que el obstáculo más poderoso que tiene la cura es la resistencia a la curación (siendo más poderosa que la transferencia negativa, que la satisfacción secundaria del síntoma, etc). En el sentimiento CC de culpa, o conciencia moral, tan común en los Neuróticos Obsesivos, es producto de una tensión entre el yo y el ideal del yo, que al estar desplazado como afecto de la representación original y anudado a otra representación, nos posibilita reconducirlo por medio de las interpretaciones, las asociaciones, los recuerdos. En cambio en la reacción terapéutica negativa, hay un sentimiento ICC de culpa que puede surgir como índice lacaniano de haber cedido frente a un deseo. Al ser ICC el paciente no tiene ninguna noción de culpabilidad (se manifiesta sostener un malestar), se siente enfermo, exteriorizándolo como una resistencia a la curación. Entonces, hay manifestaciones transferenciales que habilitan al trabajo analítico, pero la reacción terapéutica negativa produce lo contrario. En “Inhibición, Síntoma y Angustia” Freud explica que la represión recae sobre las conexiones entre los pensamientos, aísla los recuerdos, los descentra, los afectos se anudan a una representación distinta a la original. En la Neurosis Obsesiva, plantea dos mecanismos correlativos a la formacion de sintoma: anular lo acontecido (acto en dos tiempos -hago y deshago de manera compulsiva, expresando corriente tierna y corriente hostil-) y el aislamiento (aislar las distintas vivencias, como si los nexos estuvieran cortados). Estos mecanismos funcionan entonces como limitaciones a la regla fundamental, dificultando el corolario de “no sistematizar” ya que la sistematización está al servicio del control yoico. En estos casos, el analista va a tender a partir de la intervención, interrumpir ese relato ordenado, organizado a favor de la resistencia. La transferencia en la Neurosis (y en la Perversión) desde Lacan En “Proposición del 9 de Octubre de 1967” propone pensar la transferencia como un dispositivo pivote, en un “entre” enfermedad/vida, analizante/analista. Lacan va a llamar a este pivote sujeto supuesto al saber: por un lado el supuesto de que el analista -intérprete- podrá abrir camino a esos significantes retenidos en el ICC, y también la suposición de que esos significantes están en el ICC del analizante y lo determina como sujeto. El algoritmo de la transferencia lo podemos pensar en sintonía con el síntoma analítico, ya que designa aquello a por lo cual alguien se dirige a un analista. Cuando alguien se dirige con una pregunta acerca de su propio síntoma o de su malestar, ya se pone en marcha el dispositivo supuesto al saber. Como es un dispositivo pivote, el analista va a responder esa suposición, con la regla fundamental que supone el saber ICC, invitando a un trabajo asociativo. El síntoma analítico requiere la decisión de una suposición para la causa del síntoma (si no tiene una pregunta, funciona como un abastecimiento de goce). La pregunta es dirigida al analista, bajo un supuesto de que puede responderla o por lo menos puede hacer surgir esos significantes retenidos en el ICC. No solo hay un enlace al otro (de la transferencia), sino también una suposición de un saber retenido en el ICC. La emergencia subjetiva sucede cuando algo burla las exigencias yoicas, la voluntad del decir. La división subjetiva puede ocurrir sin el analista inclusive, ya que es uno de los modos de emergencia del sujeto (sujeto que siempre es evanescente). Pero no todas las emergencias subjetivas producen una división del mismo modo. La angustia más extrema por ejemplo es una emergencia subjetiva destitutiva, ya que el sujeto queda borrado por la barra. Entonces, la pregunta por el síntoma tiene que tener dos condiciones, por un lado ser una pregunta acerca de la causa en la que uno se implica de alguna manera y a la vez debería dirigirse a un otro, enlazarlo en la transferencia para que eso sea un síntoma analitico. En relación a la perversión, cuando el síntoma lo divide, la formulación del sujeto supuesto al saber es la misma que para la neurosis. El síntoma es lo que divide, que porta un padecer. Entonces, frente al sujeto perverso, lo que vamos a analizar es de lo que lo divide, que muchas veces no son sus condiciones de perversión. En esos casos el analista también tendrá que pagar con su juicio más íntimo, destituirse como sujeto. El discurso perverso, es un relato gozoso que tiende a dividir al otro, es un pasaje al acto perverso y como en todos los análisis intentaremos reconducir la experiencia analitica como una dialéctica y no como una repetición, por medio de la regla fundamental. El analista debe saber posicionarse como un agente que hace aplicar la regla fundamental, siendo posible producir reelaboraciones, desciframientos del goce , etc (efectos terapéuticos y analíticos). Maniobras de la transferencia con el goce cifrado: el goce (neurótico y perverso) que aparece en las formaciones del ICC, en el síntoma. Por eso la interpretación es una tarea de desciframiento para Freud, y la interpretación Lacaniana más de puntuación (responde menos a un modelo metafórico -sustitución-, y más a un modelo metonímico -conexión-, donde hace surgir algo nuevo). Ambas son dos modalidades de interpretación del goce. La transferencia en la psicosis Necesitamos fuertemente del desarrollo Lacaniano para abordar esto, ya que Freud escribe que las neurosis narcisistas no podían establecer lazos transferenciales, por lo que limita su clínica a las neurosis. El sujeto supuesto al saber no funciona igual para la psicosis, porque lo que caracteriza a la psicosis es que el saber queda del lado del sujeto. El psicótico es aquel que sabe, tiene la certeza delirante, la certeza no tanto en relación al contenido de su delirio, sino la que recae en la autorreferencia, en la que eso le concierne. Por eso la posición va a ser distinta, y será la del secretario del alienado. Lacan sitúa en el texto “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” que hay posibilidad de transferencia en la psicosis, que va a ser una posición distintiva a la de la neurosis y perversión, porque no es una cuestión de garantías al otro (supuesto al saber), sino que el psicótico se dirige al otro con una certeza y cierta necesidad de testimoniar lo que le acontece. Es una certeza de que eso lo autorrefiere. Por eso, para escuchar al paciente psicótico, la destitución subjetiva es una fuerte exigencia, ya que implica compartir esa realidad que puede ser delirante, inquietante y hasta insoportable para los otros. Hay que alojar a ese paciente psicótico dirigiendo la cura hacia una cierta estabilización, con soluciones menos sufrientes, que no lo deje por fuera del lazo social. Collette Soler ubica que no debemos posicionarnos como agentes del orden ni desde el discurso del amo, pero que hay realizar una oscilación o vacilación calculada, entre dos posiciones que ofrece el psicótico para la transferencia: La primera es la que introduce Lacan: de testigo, la de secretario del alienado. No es el que da testimonio (ese es más bien el psicótico), sino aquel que sin juzgar toma actas de lo que está pasando, el que recibe el testimonio. Esta posición es importante porque es una manera de alojar aquello que ha sido socialmente rechazado (por loco, delirante, hostil, inquietante…). El analista paga con su juicio más íntimo, con su idea de normalidad y realidad compartida, y recibe ese testimonio como realidad de ese sujeto. Esta posición de secretario del alienado implica la sumisión total a las posiciones del enfermo. No es una posición pasiva, sino que implica avenirse a esa escucha. El psicótico tiende a recortar la información porque sabe que su realidad no es compartida y la posición del analista es la que puede hacer surgir ese texto. La segunda es la que la paciente psicótica le demandaba que ocupara: el lugar del ideal. Ese lugar, que aparece como una posible suplencia de ese significante faltante en la psicosis, ella se abstenía de ocupar ese lugar (pensémoslo como la abstinencia en la neurosis que lleva a la repetición). Era llamada al lugar del oráculo (como Schreber a Flegshig), de un Otro completo que podría saber lo que hace falta. Collette maniobra, entrando en ese lugar de oráculo, de ideal pero rápidamente volviendo al lugar de testigo para que eso no se fije (que pueda competir con eso mortificante del delirio, pero que no las reemplace volviéndose tan mortífero como las voces mismas). Maniobras de la transferencia con el goce psicótico: no se interviene descifrando. Collette Soler muestra que realiza dos tipos. Las intervenciones prohibitivas del goce (“por acá no”) que implicaría un lugar activo del analista que podría ser leída como persecutoria, desde el otro completo, por lo que hay que maniobrarla. Y las intervenciones más sugestivas (alentarla a que escriba, alentar la vertiente más sublimatoria). Lacan, en “Cuestión preliminar de todo tratamiento posible de la psicosis”, y siendo abordado por Lombardi también, se plantea que el sujeto psicótico puede ser el más decidido de los analizantes. Es el que más claramente va a exigir del analista su destitución subjetiva (exige el pago con absoluta vehemencia) -que admita testimonios inverosímiles, el uso neológico del lenguaje, procedimientos desestructurantes del lazo, la ironía dentro de la esquizofrenia, etc-. Si el analista suspende su juicio más íntimo, el analizante psicótico puede ser el analizante más decidido. UNIDAD 4 - El decir en analisis. (4.1) De la pasión del significante al decir como acto Una cosa es padecer lo que “nos dicen los otros” y otra cosa es el decir como acto propio del ser hablante. Lacan llega a decir que todo acto para el ser hablante tiene un lugar de decir y que eso transforma al sujeto. Vamos entonces a establecer dos posiciones: la del paciente que padece, y la del acto que es otra posición respecto del significante, del lenguaje. El paciente es el que sufre de la exigencia del lenguaje (las demandas) y las padece en el cuerpo bajo la forma de neurosis, psicosis o perversión. Pero existe otra posición diferente en relación al significante que es distinta a padecerlo: la del acto (siempre el decir cuyo sujeto cambia). Entre el paciente (A) y su resolución en acto (B) se sitúa el trabajo analizante ($), la actividad divisoria del síntoma que en el trabajo analítico se revela al mismo tiempo como A) padecimiento y B) participación activa en la constitución y continuidad del síntoma. Del capítulo 4 del texto “La dirección de la cura y los principios de su poder” tomaremos principalmente los puntos 4.7 a 4.9, donde Lacan describe el pasaje del significante que oprime la sujeto en el trabajo analítico a una palabra libre, resolutiva en el siguiente sentido: es cierta, irreversible, ya no puede volver a entrar en la duda. En el mismo punto 4.7, Lacan distingue entre el acto del analista, expresado como “la acción de escuchar”, que no lo obliga a comprender. “Entender no me obliga a comprender”. Lo más importante del trabajo analítico no pasa por comprender, sino que la escucha del analista busca contribuir a revelar la ambigüedad de lo que dice el analizante, iluminar lo no comprensible, la contra-dicción permanente del analizante. La solución analítica, que nada tiene que ver con una propuesta terapéutica superficial, cognitiva, no pasa por una toma de conciencia (no hay verdad que al pasar por la conciencia no mienta), ni por la comprensión (que devuelve al analizante al terreno virtual del reconocimiento) sino por ese decir irreversible, en el que cual el sujeto no se reconoce, porque se transforma, cambia. En síntesis: El acto es un decir, cuyo sujeto se transforma. Definición lacaniana del acto en tres pasos: [1] el acto es un significante (por ejemplo el enunciado: “yo prometo”), [2] es un significante que se repite porque al mismo tiempo expresa una posición de enunciación (el acto de prometer, que nos deja en deuda), [3] lo que aparece en la conciencia no es una representación, sino que el representante de la representación pulsional en la conciencia del sujeto en ese momento del acto es una Verleugnung, un desconocimiento, “no se da cuenta”, porque mientras comete el acto, mientras dice, cambia, su estructura se transforma acaso irreversiblemente. También dice Lacan que hay un indecible (lo que no se puede o no conviene decir) y lo preserva porque es más allá del discurso donde se acomoda nuestra acción de escuchar. Para Lacan, la demanda es neurotizante y no lleva al sujeto por la via de realización del deseo. La demanda es en sí misma frustrante, ya que el otro no puede satisfacernos. Se despliega en el campo de una demanda implícita, aquella por la que consulta: la de curarlo. Pero esa demanda la crea el análisis, al pedir que “diga”. La regla analítica entonces es el motor de la transferencia, de cierta actualización de la relación que tiene el sujeto con el significante que es de indecisión, padecimiento, etc. Ante la demanda, el analista “le da nada”, el lugar vacío de un objeto (causa del deseo), y sin embargo lo que le da tiene un valor, porque causa algo. También habla de la presencia del analista, que puede ser silenciosa, pero que implica el acto del analista que es la acción de escuchar (como condición de la palabra). Respecto a la acción de escuchar, que puede ser silenciosa y condición de la palabra. ¿Por qué exigiría la técnica que la haga tan discreta? A lo mejor más tarde esa presencia será notada. Lacan dice que el sentimiento más agudo de su presencia, está ligado a un momento en que el sujeto no puede sino callarse. Retrocede ante la sombra de la demanda. (4.2) Del trauma a la certeza de la angustia En “Adenda sobre la angustia” (cap 10 de “Inhibición, síntoma y angustia”), Freud dice que la angustia es la reacción frente al peligro, ahora bien, los peligros son comunes a los seres humanos. Decir es peligroso, el acto es peligroso. La mayor parte de los padecientes no resuelven la angustia mediante su decir. El analizante por su parte, podemos ubicarlo como sujeto dividido, que actúa y padece al mismo tiempo. La situación de peligro es una sensación de desvalimiento esperada (distinto al trauma que nos toma totalmente desvalidos). La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento del trauma que ya alguna vez se experimentó y más tarde es reproducida como señal de socorro en esa situación de desvalimiento. El Yo que vivencio pasivamente el trauma, repite ahora (trae hacia sí) una reproducción atenuada de la situación traumática, para poder guiar autónomamente su recurso. La angustia es un apronte para la acción. Hay distintas reacciones frente a la angustia: puede ser interpretada como pánico ( algo de lo que huir rápidamente) o se puede reaccionar con las soluciones neuróticas; o perversas (en las que transforman la angustia en un síntoma, con una trama simbólica, con un raigambre en el ICC, el linaje, etc); también están quienes saben y pueden afrontar la angustia, haciendo de ella el preliminar del acto. Implica entonces una certeza, pero no sabemos de qué o cómo actuar y Lacan dirá que el acto arranca a la angustia su certeza.. Mientras que la división subjetiva $ se caracteriza por la contradicción, la falta de ser, la insatisfacción, el “desgaste psíquico” en el fantasear, la destitución subjetiva es una posición de acto, de entereza, de coraje, de deseo jugado, “ser fuerte, y singularmente” dice Lacan. El acto es sin-Otro en cuanto a la decisión, porque no sería un acto si se lo ordenara Otro. No hay acto que sea efecto de otro acto, del acto de Otro. El acto implica una transformación del sujeto que le facilita una nueva inscripción social, un des-alienarse, se da otro estatuto, otro semblante, un estado civil nuevo, una nueva forma de formar parte. Ese acto, ese decir sí al deseo que se impone como ley, se paga con un pedazo de carne (de goce), se paga con una pérdida como ocurre en cualquier elección auténtica. En psicoanálisis llamamos a ese pago del acto que permite realizar un deseo con el término de “castración” Ese pago tiene un cierto valor revolucionario, no es el que se hace para adquirir un objeto del mercado, más bien implica un paso de salida de los dispositivos del capitalismo. Como bien explica Marx en “La mercancía”, que es el primer capítulo de El capital, y particularmente en su última parte “El fetichismo de la mercancía”: todo lo humano, su trabajo, su producción, su talento, “vale” en términos de canje, es decir que se reduce a mercancía. Marx habla de fetichismo de la mercancía, 60 años antes del texto de Freud sobre “El fetichismo”: un objeto inhumano reemplaza al partenaire, la mercancía es un dildo, un consolador que permite engañar el deseo en lugar de realizarlo. Podemos entonces establecer dos esquemas posibles de la relación entre angustia y acto. El primero corresponde a esos “individuos capaces de someter el afecto de la angustia, a pesar de su particularidad, a la fábrica normal del alma” (Freud, Inhibición, síntoma y angustia, cap. 10). El segundo esquema corresponde a quienes fracasan en afrontar y emplear la angustia y comienzan un análisis donde, para empezar, pueden entregar “un equivalente de angustia”: el síntoma. El síntoma, por su contextura simbólica desplegable en el trabajo analítico, permite el largo desvío de un análisis, entre la entrada al trabajo analizante (donde el acto es del analista que autoriza la regla fundamental), y el final del análisis que permite al analizante ese franqueamiento de la angustia al acto, al decir como acto que lo destituye como sujeto dividido, y lo posiciona como “ser singular”, ahora sí, con la posibilidad de decir. Grafo del deseo de Lacan. El sujeto de la necesidad (flecha negra) en algún momento se encuentra con el otro de la demanda (A) que le interpreta (flecha roja) su necesidad de un modo más o menos adecuado (llora porque tiene sueño, hambre, etc). Pero hay una parte de esa necesidad que nunca va a ser completamente satisfecha por la demanda (la flecha negra que continua). Entonces, algo resurge más allá del encuentro con el otro, bajo la forma del deseo (d) más o menos siempre insatisfecho, más o menos indestructible. Ese deseo que viene de la línea de la necesidad se encuentra con la otra línea de la demanda ($<>D), esta vez ICC. Esta otra interpretación de la demanda que es ICC tiene que ver con una demanda de amor, de ternura, de reconocimiento. Es una demanda pulsional, por lo que el sujeto se confronta con significantes que son impronunciables. Son las exigencias propiamente pulsionales, por lo que el sujeto se tacha ante la sombra de una exigencia significante. La pulsión es ese límite entre lo que se puede articular con el lenguaje, como agujeros de la demanda. Distintos sujetos del grafo: Todo el recorrido del viviente a través de la maquinaria formal del lenguaje y del discurso, termina impactando realizando un ideal imposible I(A) que es divisorio ($ dividido -síntoma-) y es superyoico. En la pulsión en cambio, el $ se calla ante la sombra de la D, no está dividido (hay destitución subjetiva) y puede que haya un uso pulsional por el cual el deseo es actuado en el circuito (acto que se busca en análisis) con la condición de encontrarse con un otro dividido, fallado, al que le falta algo S(A) y podemos aportarle algo con nuestro deseo. El neurótico o el perverso suelen estabilizar el deseo (flecha verde) por medio de las fantasías ($<>a) y donde el $ no padece, sino que se borra. El sentimiento más agudo de la presencia del analista está ligado a ese momento en que el sujeto no puede sino callarse, e incluso retrocede ante la sombra de la demanda ($<>D) al confrontarse ante un significante fundamental (S1) En el discurso analitico, el analista con su silencio (a) haciendo de causa del deseo, pone al síntoma ($) a trabajar, asi como tambien por medio de sus intervenciones (S2), con su decir a medias, enigmático, alusivo, que no es explicativo. Esto es para que el analizante produzca, se desprenda de esos significantes (S1). El (S1) que se desprende, en el discurso del analista, es lo que es informulable, una demanda que no se puede articular de la que mejor desprenderse. Ya no somos el amo antiguo del discurso del amo que podía articular el S1 a un S2 pagando el precio de su división. Sin en análisis el discurso estaba regido por el discurso del amo del ICC que lo dejaban dividido, padeciente, sintomatizado. Liberarse del S1 es de alguna manera liberarse de la división subjetiva, permitiéndole al sujeto asumir otra posición de ser hablante que se destituye como sujeto, alcanzando una posición de integridad. Lo singular pasa por lo particular porque las posibilidades de sistematización no son tantas. Respecto de la demanda podemos tener una posición: - Paranoica: “la culpa es del otro y yo soy completamente inocentes” - Melancólica: “toda la culpa es mía, son míos todos los pecados del mundo” y no hay lugar para los pecados o deseos del otro - Histerica: “soy inocente” pero en realidad participo de las condiciones de producción del síntoma - Obsesiva: “me siento culpable” pero de algo que no tiene nada que ver de la causa por la que me siento culpable - Perversa: “curo” mi división subjetiva dividiendo al otro Recorrido del análisis desde la perspectiva de la angustia: Solo un acto pude arrancar a la angustia su certeza. En el pasaje de la angustia al acto, debemos introducir la noción de Lacan de destitución subjetiva, donde el acto implica una cierta integridad (no división), habiendo certeza y no duda. Es un momento de transformación de la pasión (padeciente) a la acción. La división subjetiva, en cambio, se caracteriza por la contradicción, por la falta de ser (uno quiere una cosa pero no la hace), una insatisfacción. El acto es sin el otro en tanto es propio, se necesita que “yo” lo cometa. Se transforma la realidad y el sujeto ya no es el mismo. Pero también es un acto social, ante el otro, con el otro, para el otro... siendo el otro quien permite lo social. (“No hay acto que sea efecto de otro acto“) ¿Por que el acto analitico no se ve como acto preliminar al acto del sujeto? Lacan dice que al neurótico se le pide que entregue su angustia. Ese es el punto en que tropieza con la castración: el neurótico no quiere entregar su angustia, no pasa de la angustia al decir (al acto). Entonces, se le pide que al menos entregue un equivalente: el síntoma (que es un desarrollo simbólico de la angustia). Por eso Freud decía que el análisis comienza por una puesta en forma de los síntomas. Lacan dice entonces que se le hace una oferta, que hable de sus síntomas y de esa manera terminará entregando su angustia. Así el acto pareciera ser consecuencia de haber pasado por el acto analitico, pero al mismo tiempo el sujeto el acto analitico, es el analizante (quien resultara destituido al final del recorrido). Angustia - (síntoma) - acto/decir El angustiado puede ser capaz de servirse de su angustia, ubicarla como orientación, como apronte angustiado para actuar, arrancándole su certeza (tomar de la angustia el apronte libidinal para actuar en pos de su deseo). Quien no es capaz de dar ese paso por sí solo, o incluso por medio de la interpretación, y huye… o en el caso de un neurótico, la transforma en síntoma. Mientras que la angustia está en la relación de lo real del cuerpo, el síntoma tiene algo de imaginario, que tendrá que ver con lo real, pero no están claras las coordenadas simbólicas. El angustiado no es capaz de entregar su angustia, para pasar al acto, a menos que entregue un equivalente: el síntoma. El angustiado no está dividido, está masivamente caído en su cuerpo; el síntoma en cambio hay división subjetiva, donde aparece algo extraño al yo. El síntoma, tiene la ventaja ante la angustia de que las coordenadas simbólicas del síntoma son más desplegables (historia, icc, recuerdos, traumas, fantasías). Este desplegar permite un tiempo al sujeto, para efectuar finalmente el acto analítico. “En el acto se arranca la certeza de la angustia”: nunca hay más certeza que cuando actuamos o estamos próximos a actuar. Hay certeza en la angustia y es el afecto, la pasión, de estar al borde del acto. En la pasión ponemos toda nuestra carne, nuestro deseo. La angustia es un afecto que indica lo que no engaña, lo fuera de duda; la angustia no es la duda, es la causa de la duda. La angustia y (a): El objeto (a) es causa de deseo en tanto está ausente y es causa de angustia en tanto está presente. Nos encontramos con objetos que son sustitutos, disfraces de la falta, deseables pero que no colman la falta. El (a) es un objeto que no es sustituto, no es un objeto que falte, es un objeto que puede estar perdido, que podemos no notar, pero no es una falta. El objeto mirada: Lacan dice que la mirada siempre está. Y cuando la mirada invade nuestro campo visual y sentimos demasiado la presencia de la mirada, allí nos falta la falta. El objeto perdido ha sido reencontrado interpelándonos. El deseo y la palabra: hay una incompatibilidad entre el deseo y la palabra. La palabra tiene que ver con significantes alienantes siempre, y en el deseo necesitamos del “respiro del intervalo”. Si hay una instancia a la que tenemos que apelar a la “voluntad”, es cuando se trata de decir que si o no a lo que se quiere. No es el deseo propio, es esa juntura del deseo del otro que me fue traumáticamente inspirado en el ICC, y me angustia. En el momento de realización del deseo se trata de decir que si o que no a lo que se quiere. Decir como acto, distinto a la enunciación: el decir es hacia/para/con… el otro, pero al mismo tiempo es una afirmación deseante. La categoría del decir va a tomar en Lacan un lugar central. (4.3) Distinción entre fantasía y decir en distintos tipos clínicos. Distinción entre Fantasía y Decir Freud dice que la fantasía prolifera en lo ICC, sosteniendo una insatisfacción: la insatisfacción histérica, la imposibilidad obsesiva o, en el escenario de la perversión, se realizan actos perversos (pero aun así, en tanto que el escenario es acotado, rígido, muchas veces quedan insatisfechos en cuanto a la posibilidad de hacer pasar eso a lo social). La oposición entre fantasía y acto es que la fantasía deja al deseo insatisfecho, imposibilitado o en la fijación de un secreto. En cambio, en el acto tiene que ver con un decir en tanto que el ser hablante realiza su “ser en lo social”. En la ética del psicoanálisis de Lacan se establece que el deseo es realizable, puede actuarse en la pulsión. Es decir, el deseo puede ser un destino de la pulsión. Los tipos clínicos fundamentales de sintomatización discernidos por el PSA de Freud y Lacan son: psicosis, neurosis y perversión. La psicosis se caracteriza porque el síntoma sobreviene en condiciones tales en las cuales sujeto no cuenta con la referencia “paterna” (NP). Hubo una forclusión del NP: forcluyo el tiempo en que estaba la posibilidad de tomar partido, abrir juicio. Al forcluir ese tiempo, ya no hay posibilidad de abrir juicio. En la psicosis hay problemáticas en la constitución del cuerpo, como una unidad. La neurosis y la perversión son conceptualizadas por Lacan como referenciadas metafóricamente al padre. Hay una significación del deseo del otro, dada por esa metáfora (que el deseo tiene algo ligada a lo fálico). La significación/función fálica funciona propiamente. En la perversión también funciona y falla la represión, al igual que en la neurosis, solo que en la perversión, además de síntomas, puede aparecer un elemento que toma mucho valor especial de excitación (objeto fetiche?). Además el perverso realiza ciertas conductas, bajo la forma de pasaje al acto (no social). Asimismo, a pesar de las similitudes, deberá ser muy distinta la transferencia con cada estructura. La división del otro en la perversión: Hay algo que es característico de la maniobra del perverso en relación al síntoma. Así como el neurótico trabaja con la fantasía, borrándose él como sujeto (fading), para no angustiarse, no involucrarse, volviendo el goce apto para el placer. En la perversión lo que está acentuado es la relación con el (a), el perverso sabe capturar bien el objeto que excita o divide al otro. Por eso en la transferencia, el perverso se identifica con el (a), produce un efecto de división o angustia en el partener; hace un tratamiento de su síntoma dividiendo al otro. El PSA ha ido distinguiendo dentro del campo de los síntomas de los que se ocupa, diferentes constituciones del cuerpo como superficie metafórica, estructuras (fisio)lógicas que se deducen del trabajo clínico en análisis (del testimonio de cómo vive el cuerpo). El paranoico por ejemplo testimonia que tiene molestias hipocondriacas muy bien precisadas y que pueden tener tal sentido, dando una estructura corporal muy distinta a la de un obsesivo, por ejemplo, que nunca le duele ni le pasa nada y todo está en su cabeza, como si la cabeza no fuera parte del cuerpo. (4.4) Cuerpo sexuado Lombardi distingue las consecuencias que tiene la función fálica para el varón y la mujer. Esos cuerpos diferentes, no solo no es sólo anatómicamente o performada, por la influencia socio-cultural.anatómicamente, es más compleja, interviniendo factores orgánicos, hormonales, sensibilidad cultivada durante años/generaciones. La diferencia fundamental para el PSA es fisiológica (fisio: lo que se manifiesta -para cada uno- y llega a los encadenamientos y liberaciones del lenguaje), que comienza por una equivocación inevitable: “el pene del niño varón es confundida con otra cosa que nada tiene que ver con la pequeña tripita”. La función fálica es una función que Lacan irá discerniendo como función de castración; el pequeño órgano del varón que deviene instrumento lógico de equivocación que introduce un extrañamiento de ese órgano respecto del propio cuerpo (del varón). El cuerpo del varón deviene “un penado”, dice Lombardi, en tanto poseedor de pene y que va a penar bastante por esa posesión. El pene está destinado a funcionar como condensación de significación diferencial, de ridícula potencia, de virtualidad falaz, de un goce que siempre es un poco ajeno (porque le queda un poco fuera del cuerpo). La función fálica para el varón, lejos de ser una función de goce fácilmente manipulable, resulta ser fuente de inconvenientes. La función fálica es la función de castración, de extracción del goce del cuerpo. Por la función fálica, el cuerpo y el goce quedan disyuntos. Las penas que provoca llevan a ejercicios de rivalidad, de virtualidad, abuso, para compensar que su relación con el goce es desde el comienzo, castrado. El cuerpo de la mujer nada tiene que ver con esta (fisio)lógica, desde lo que se manifiesta. No está igualmente afectado por la función fálica de castración, con lo cual el goce resulta compatible. Respecto a la envidia, se refiere a la envidia hacia lo masculino, hacia el órgano, sino la relación con lo virtual, lo viril, los ejercicios del poder que vienen a compensar la falta de goce somático del varón. Pero también el varón tiene razones para envidiar el goce femenino del cuerpo, que puede traducirse de violentar y poseer el cuerpo femenino, así como también identificarse a “lo femenino”. Unidad 5 - Ética del PSA y formación clínica (5.1) La represión Lo primero que salta a la vista para Freud es que la satisfacción de la pulsión para el ser hablante es siempre indirecta, siempre incluye cierta dificultad y rodeos en su realización. Si la satisfacción pulsional debiera propiciar placer, Freud se pregunta por qué habría de reprimirse en algunos casos. La respuesta que encuentra es que algo puede representar un placer para un sistema y ser displacentero para otro sistema (“Más allá del principio del placer”). Noción de Conflicto: noción freudiana que atraviesa toda la enseñanza de Freud. Esta noción de conflicto no solo representa a la formación sintomática, sino que también al sueño y otros donde se dan formación de compromiso que expresa ese conflicto. Esta noción de conflicto también se encuentra en la negación y la represión. Noción de Juicio. se relaciona con la noción de realidad que maneja Freud. Respecto a la idea de juicio, tiene una concepción, muy revolucionaria para ese momento, contraria a la filosofía tradicional/clásica (primero el juicio de existencia -“esto existe/no existe”- y luego el juicio atributivo -“es verdadero/falso”, “bueno o malo”-). Freud dirá que primero es la aceptación o el rechazo de algo. Esto tiene que ver con si algo es admitido adentro del yo o relegado hacia afuera. Esa admisión o no admisión tiene que ver con el aparato del principio del placer o del displacer. Se admite lo que es placentero y no se admite lo que es displacentero. A la represión la podemos dividir en 2: - La represión primaria: primordial, donde se deniega el acceso de una pulsión a la CC al ser inconciliable con la parte cc del yo (fundación del ICC) - La represión secundaria: con lo que lidiamos, en general, en el análisis. Es un esfuerzo de desalojo que no recae sobre lo reprimido primordialmente, sino que sobre los retoños de lo reprimido. Estos retornos son contenidos psiquicos que por asociación son vecinos a ese contenido reprimido primordialmente, y por eso portan algo de ese contenido reprimido por vecindad (tienen un vínculo asociativo con lo reprimido). A diferencia de lo que sería un peligro externo (que tiene como recurso la huida), este peligro interno no tiene como recurso la huida, pero tiene como recurso lo que Freud llama “la represión”. La represión no cancela la pulsión, el peligro sigue existiendo pero no accede a la conciencia. Por otro lado, la represión no es un mecanismo totalmente exitoso, por lo que retorna, siempre filtra algo de lo pulsional que quiso mantener denegado del acceso a la CC. Por eso hablamos del retorno de lo reprimido. Lacan dice que lo que cae bajo la acción de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido es el derecho y el revés de la misma cosa, una de las caras de la moneda garantiza la presencia de la otra. Sostener la represión implica un esfuerzo constante, un gasto constante de energía para mantener el contenido psíquico sin acceso a la CC, produciendo como consecuencia los los rebajamientos de las funciones yoicas por ese gasto de desalojo. ¿Qué pasa con lo pulsional mientras esas represiones son momentáneamente logradas? La pulsión prolifera en las sombras y encuentra formas extremas de expresión. La forma más clásica de satisfacción pulsional, antes de llegar al síntoma, es la fantasía. El problema es que, como la represión está destinada al fracaso, entonces el bosque de la fantasía crece por contacto asociativo y, en algún momento, va a producir que algún retoño acceda a la conciencia. En la fantasía se satisfacen las pulsiones de las que nos negamos satisfacción por contradecir algún otro otro sistema (negación). ¿Qué hacemos con la represión en el análisis? Entonces, podemos pensar que la regla de asociación libre no es más que eso: una invitación a que, en algún momento, por distracción del yo, que tropieza con los actos de habla, se produzcan esos retoños (que por contacto asociativo portan algo del contenido reprimido) que consigan burlar la censura de la represión. Siempre algo de lo reprimido se va a filtrar. Esa es la apuesta del analista cuando invita a alguien a hablar libremente, que emerja algo de eso. Por eso la regla de no sistematización, diga todo lo que se le ocurra, no censure nada, que tienen que ver con propiciar un tipo de conversación que no tiene nada que ver con el diálogo fuera del análisis, donde más bien se opera todo el tiempo desde la comprensión (reponiendo algún sentido en lo que dice el otro la conversación). El analista hace un poco de 'extranjero' que no comprende, no cierra sentido. Ya que la represión crea, por regla general, una formación sustitutiva (retornos de lo reprimido). También los síntomas son retoños de lo reprimido que se han abierto paso y expresan un conflicto. ¿Qué hace Freud para hacer surgir ese retorno de lo reprimido? ¿En qué se basa para acceder a eso? Freud se basa en un elemento mucho más fiable que cualquier otro, que es el afecto. El afecto engaña con respecto a la representación a la que está asociado, pero no engaña con respecto a la verdad en sí que contiene ese afecto. La negación: muchos contenidos reprimidos son admitidos en la CC sólo a condición de ser negados. Es un modo de tomar contacto con lo reprimido. Admitir algo, pero a condición de ser negado. (5.2) La clínica freudiana del juicio, el auto reproche (culpa) en la base de la nosografía freudiana. En el PSA, a diferencia de lo que es la culpa para la justicia, alguien puede ser culpable de un deseo, no hace falta que haya realizado un acto. Es así que la negación es una modalidad de tomar contacto con lo reprimido, es una suerte de acción intelectual, pero sin que conlleve necesariamente la exigencia de levantar esta represión. Se separa del proceso afectivo, alguien puede decir 'tengo un miedo que muera toda mí familia por coronavirus' creyendo que es muy amoroso y no que está con eso, tramitando algo que tiene que ver con un deseo. Negar algo es confesar un contenido que se preferiría reprimir. En estos casos el juicio adverso es un sustituto intelectual de la represión. Sentimiento ICC de Culpa: El HR se sentía culpable por la muerte del padre → Freud dice “afecto correcto, representación incorrecta”. Si uno se siente culpable, es culpable pero no lo es respecto a lo que cree que es culpable. El afecto está justificado, la CC de culpa no es susceptible de ulterior crítica pero aquel pertenece a otro contenido que es ICC y que es preciso buscar. Cuando hay afecto de culpa, es porque el sujeto es culpable, pero no es culpable de aquello que cree que es culpable. Se produce ahí una formación de compromiso. Salvo en el caso de la angustia, cuando hay otro tipo de afecto, hay que buscar la representación correcta, no a aquella la que se anudó. Lo hacemos recorriendo asociativamente el hilo representativo Freud trabaja la idea entre la culpabilidad como índice de una división subjetiva. Otro modo de pensar el conflicto en términos lacanianos, es esa barra que cae sobre la S y que divide al sujeto. Hay una suerte de nosología freudiana con respecto al autorreproche. Se tiene en base a la culpa y al autorreproche un índice que puede orientar en el diagnóstico: En la neurosis obsesiva, los analizantes se sienten culpables aunque esa culpa esté divorciada de la representación original. En el caso de la histeria el reproche se dirige hacia un tercero (Dora, el reproche al padre se puede reconducir como un autorreproche). En la melancolía, el sujeto se siente tan culpable que puede llegar a manifestar que no merece vivir, que es una escoria, pero solo ellos pueden juzgarse. El es el único que saber de su verdadero ser de escoria. Es tan radical la culpa, que puede llevar inclusive al suicidio. Entonces, en el modo de tramitar la culpabilidad tenemos un índice diagnóstico. ¿De qué lado se ubica la culpa? ¿Es toda del sujeto? ¿Se reparte? ¿Queda del lado del otro? Culpabilidad en el sentido analítico. Alguien puede, en el discurso PSA, ser culpable por una fantasía o deseo. Freud dice que aquello que fue denegado, deviene reprimido por angustia de castración. Lo que vehiculiza es la angustia de castración, como angustia de desvalimiento, como desamparo, perder el amor del otro parental, de los otros primarios. (En El malestar en la cultura define la conciencia de culpa como una tensión entre el SY -que ha tomado el relevo de la figura paterna- y el Yo que está sometido a los designios del SY). Tracemos los pasos que señala Freud para el surgimiento de la culpa: 1. Renuncia frente a lo pulsional por temor a la pérdida de amor de las figuras parentales, por temor a la agresión de la autoridad externa ya que eso desembocaría en la pérdida de amor por parte del autoridad. 2. Instauración de la autoridad interna y renuncia a lo pulsional por angustia de castración, de la conciencia moral. El SY ya opera como agente representante de esas instancias parentales. Esto supone una igualación entre acto y propósito, de ahí la conciencia de culpa. En la Neurosis obsesiva encontramos SY más severo, más cc de culpa, hipermoralidad. Carácter que intenta compensar con la hipermoralidad, escondiendo la culpabilidad. La propuesta del PSA es hacer una política completamente opuesta a la de represión, de no querer saber, y entregarle al sujeto las claves de su propia división: como dice Lacan, “que el sujeto tenga un saldo de saber sobre aquello que lo divide”. Y no solo eso, sino también que algo del deseo se realice en acto y no solo en la fantasía. Es decir, que no quede reducido a esa pobre satisfacción fantasmática. ¿Cómo piensa Lacan la culpa? Freud decía que era la renuncia pulsional; Lacan, sin alejarse mucho dice que la culpa surge por renunciar al deseo, haber cedido el deseo. (5.3, 5.4 y 5.5) Que el acto sea una toma de posición que hay que sostener y con la cual hay que insistir , implica que Clínica, Ética y Lógica van juntas. podemos distinguir 3 dimensiones de la definición de Clínica PSA que son parte de la Ética propia del PSA 1. “Repudiar todo lo que tenga que ver con la idea de conocimiento”: implica intervención activa por parte del analista, ir con sus preguntas, señalamientos, pedidos de aclaración tratando de cumplir con ese deber. Repudiar el conocimiento imaginario engañoso 2. “Creer en el ICC”: tanto Freud como Lacan a su manera, insisten en que allí también se juega algo de la Ética analítica. Se introduce aquí la importancia de la formación clínica o la formación del analista. Hay que poder llegar a adquirir una convicción en la existencia del ICC, de los procesos y sus determinaciones; creer entonces en el ICC, que es la huella y el camino. Desde ahí, el analista también se planta en su acto, en sus intervenciones, en su escucha. La convicción en la existencia del ICC se adquiere fundamentalmente por la propia experiencia, justamente en acto o en acción, por haberlo experimentado uno. 3. “Hacer lugar a lo imposible”: se juegan la Ética y la Lógica del icc pero sobre todo lo clínico, en el sentido de hacer lugar a lo insoportable a lo imposible de soportar. Podemos acentuar lo que hay de acto en cada uno de los tres términos de la definición. De modo que la categoría del acto y más puntualmente lo que Lacan llama el acto analítico está implicado de algún modo en cada uno de estos aspectos de la definición de la clínica. Podemos entonces, también a fines didácticos, distinguir tres tipos de métodos: - El método interpretativo, uno podría decir que es el primero cuyo modelo son los sueños y que uno encuentra descrito por Freud inicialmente en el capítulo 2 de “La Interpretación de los sueños”. Es un método tentativo, uno va probando un poco esa demanda que se presenta de determinada manera, si responde o no responde a la propuesta analítica, que es tratar de encontrar la huella del icc, tratar de encontrar algunas puntitas de esa determinación. - El método clínico es una elaboración de saber secundaria, respecto de la práctica de la experiencia en sí misma con un paciente. Aquí el analista se encuentra en el banquillo ya que por efecto de algo del método interpretativo, se produce algo, alguna modificación. Estos tiempos tienen algo de cronológico, pero al mismo tiempo tienen algo de tiempos lógicos: el inicio o las aperturas y los cierres. Puntos en donde se pueden sistematizar las experiencias, tipificar los modos de entrada e intentar tipificar los modos de salida. Es donde efectivamente el acto analítico se pone en juego bajo la forma de una decisión entre analista y paciente, que está ahí queriendo o, a veces sin querer queriendo, tratando de convertirse en un analizante. - Método analítico: hay una determinada toma de posición por parte de la analista, de destitución subjetiva. Eso quiere decir escuchar de cierta manera dar la palabra al otro, más que ponerle palabras a esa angustia, a ese sufrimiento. Un gesto que puede estar acompañado por una intervención muy activa del analista: preguntar o repreguntar sin renunciar a la posibilidad de encontrar alguna huella Es decir que no hay manual de procedimiento pero sí hay método y, en la medida en que el método es tentativo (método interpretativo), va produciendo efectos que hay que pensarlos, elaborarlos (método clínico). El método clínico implica de algún modo poner al analista en el banquillo (Lacan en La dirección de la cura), es decir, interpelarlo. Eso se puede hacer de distintas maneras, con distintos dispositivos, por ej: ir a supervisar. A veces no es necesario y el analista mismo puede ir armando el caso, incluyendo alguna elaboración de saber (hipotética) respecto de esa angustia. Todo eso ya es hacer clínica, eso quiere decir tipificar, clasificar, elaborar como saber, siempre con el cuidado de usar las categorías particulares. Ya hemos desarrollado la diferencia entre lo singular y lo particular, agreguemos lo universal. De algún modo el acto analítico implica haberse convencido de que hay algo del lenguaje que es castrativo, que es mortificante, que produce el deseo con sus características paradójicas para todos los hablantes y ahí tenemos el plano de lo universal. En cierto sentido, el ICC, cuya condición es el lenguaje, también es universal. Después saben que la clínica es, en general, una clínica de los particulares, que nosotros organizamos como el tipo neurótico, el tipo psicótico o el tipo perverso de síntoma, de formación de síntoma, de formarse, de expresarse el síntoma, aunque atendemos después, como insistió Freud la singularidad de cada caso, cómo eso se presenta cada vez. El método interpretativo y el método clínico se van influyendo; uno va ajustando la interpretación a lo que va consiguiendo o creyendo elaborar respecto de ese sufrimiento, de ese imposible de soportar. Luego el método propiamente analítico podría distinguirse, separarse, de algún modo, diferenciarse de esos otros dos métodos. Es lo que se pone en juego sobre todo y lo que se trata de iluminar en el final del análisis. Si bien es algo que se puede más o menos sistematizar, es más difícil de sistematizar o de tipificar que los tipos de comienzo. Un ejemplo de tipificación o sistematización de entrada al análisis podría ser consejos que daba Lacan respecto al síntoma obsesivo: primero, había que histerizarlo para poder producir esa entrada en el dispositivo o en el trabajo propiamente analítico. Las salidas, el fin de análisis, es más difícil pero la doctrina de un segundo Lacan piensa que el acto analítico, en el sentido más fuerte, más puro, es el que permite pasar de analizante a analista. El “pase” es en donde se destituye ese sujeto dividido por los significantes. La destitución subjetiva, conveniente para la posición del analista (destituirse de las categorías propias de la subjetividad para poder sostener ese gesto inaugural, de darle la palabra al otro sin entrometerse tanto, sin comprender rápidamente), es la que Lacan piensa se produce en ese pase, en el final. Incluso luego de un “fin de análisis” sigue existiendo el síntoma. Lacan habla de la producción de lo incurable del síntoma, lo cual requiere una serie de aclaraciones o elaboraciones conceptuales que ustedes más o menos deben conocer. La implicación triple del analista: Como dice Lacan, está implicado con su palabra, porque cada interviene y eso puede producir un efecto de interpretación y de división subjetiva. Lo que está en juego sobre todo es el método interpretativo, donde el analista es lo más libre que se puede ser. Ya no tan libre esa interpretación cuando se ajusta a la estrategia que hay que ir haciendo porque presta su persona al estar medio desdoblado ofreciendo la escena transferencial, que no la maneja del todo, teniendo que ir construyendo la hipótesis de dónde está tomado en las fantasías, en el narcisismo, en el deseo del paciente. Entonces tiene que ir ajustando el método tentativo de la interpretación a las estrategias que va armando según donde esté ubicado para con su paciente. Y tenemos también ese juicio más íntimo que no es juicio en el sentido del gusto o de lo bueno y lo malo o de lo que conviene o no conviene que el paciente haga (es un juicio que el analista tiene que suspender, abstenerse). Ese juicio íntimo tiene más que ver con el hecho de que desencadena un proceso que no sabe exactamente a dónde va a ir a parar y, sin embargo, en algún punto abre algún juicio: eso que tiene que ir en dirección hacia la cura, de lo que estamos llamando acto analítico, destitución subjetiva, final del análisis, atravesamiento de las categorías fijas de la fantasía. Respecto a la experiencia analitica Lacan fue un poco más exigente que Freud al plantear que no sólo hay que convencerse de que el ICC existe, sino también convencerse de que algo de eso se puede disolver en esa experiencia de lo imposible: hay que desmantelar el sujeto supuesto al saber. Es importante que el analista tenga una experiencia de análisis lo suficientemente convincente que le permita sostener ese acto del analista, que es insistir en que algo del ICC se va a expresar, que uno va a poder escucharlo y que va a poder intervenir, aunque no sepa exactamente con qué consecuencias o con qué resultados, pero que algún cálculo va a poder hacer. Hay tres grandes versiones en Lacan de delimitar el final de análisis (lo imposible de saber y de resolver en el sentido de lo pulsional): 1. En “La dirección de la cura”, se refiere al falo como referencia fundamental (significante del deseo). La experiencia según Lacan es la de tener la convicción, de que es imposible ser el falo, es imposible igualarse al deseo. La idea de Lacan es que el neurótico y el perverso no resignan ese narcisismo de las fantasías que consisten en tratar de ser el falo. Hace falta recorrer los meandros del deseo de cada uno, de la historización del deseo para advertir que se han construido versiones de ese ser el falo del otro, en el caso de las neurosis y las perversiones. 2. La segunda versión del final del análisis que podemos ubicar en el texto de la “Proposición del 9 de octubre de 1967”. Es el momento en donde Lacan propone el pase como procedimiento para tratar de investigar los modos singulares en que se terminan los análisis, en que se concluye eso que podría ser interminable. Sobre todo en el sentido del método más bien analítico (no sólo el interpretativo o el clínico/terapéutico). Investigar lo que Lacan llama la producción del analista, a la idea del deseo de analizar. 3. La tercera versión del final del análisis que Lacan dice que es la que le resulta más conveniente, más analíticamente eficaz y éticamente admisible: identificarse con el síntoma. Identificarse querría decir también en algún sentido identifijarse. Lacan usa el ese neologismo, para que efectivamente haya un punto de fijeza, de conclusión, pero tomando al síntoma como referencia y no a las fantasías o a los ideales. Propone el pase y agrega esta versión algorítmica de la noción del sujeto supuesto saber ya introducida hace varios años. La fórmula del sujeto supuesto al saber como nombre de la transferencia, como manera de capturar, conceptualizar la experiencia de la transferencia, que sostiene una experiencia de análisis, haciendola operativa, en el sentido más dinámico, yendo en línea con la regla fundamental. Se había malentendido que el sujeto supuesto al saber era el analista. Esa es una versión de la transferencia, más bien inicial, un poco imaginaria pero necesaria también en la mayoría de los casos. El sujeto supuesto al saber, en la dimensión más simbólica de la transferencia, es eso con lo que se da inicio, con lo que se instituye en el comienzo del trabajo propiamente analítico y lo que sostiene ese trabajo hasta que eso se desmonta (la transferencia) y la destitución subjetiva es lo que coincide con ese desmontaje. Dice Lacan, que el analista queda en principio tomado, más que como una persona como un significante, y eso ya es destituirse un poco como sujeto (admitir ser para el otro un significante). Lo que está en juego allí es el analista como objeto libidinal, la otra dimensión de la transferencia. Eso es lo que hay que desmontar y esa es la segunda versión en Lacan del final del análisis. Lo que tiene de diferente con respecto a la primera y, por lo tanto diferente con respecto a la propuesta de Freud, es que hay que poder elaborar clínicamente la noción de (a), objeto que participa la experiencia de la angustia, que participa en la experiencia de los condicionamientos pulsionales, pero que además es el objeto con el que se puede es impulsar al deseo, ponerlo en el lugar de la causa. El discurso del analista deja para el analista esa doble función, que es soportar el significante del saber (de manera un poco oculta, enigmática en el lugar de la verdad, de lo que sostiene el trabajo analizante) y soportar también esa función de causa de deseo (semblante del objeto, apariencia, montaje de alguno de esos objetos). La fórmula del discurso analítico divide en dos: al analista, dividido él mismo por las dos funciones (a y S2), y al analizante también dividido o dividiéndose (en el síntoma), sorprendiéndose, encontrando alguno de esos significantes. Esa fórmula del atravesamiento del fantasma o del acto analítico como pase o paso del analizante al analista, se corresponde con esa teorización: la destitución de ese sujeto supuesto al saber, el desmontaje de esa ficción simbólica de la cual se sostiene el trabajo del análisis. Lo más analítico que hay en el método de la clínica del psicoanálisis, es esto: dividir, separar. Como decía Freud en el texto de “Los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”, descomponer, dividir, separar, distinguir hasta llegar a los elementos últimos. Lo propiamente analítico no es tanto el saber que se va descifrando y que va aportando verdades, aunque el saber en el lugar de la verdad es muy importante, elaborar el saber ICC para ir revelando todo lo que se pueda de la verdad de lo que ha sido para cada uno el deseo (del otro). La ética del deseo es una ética de la castración. Si pregonamos una versión idealizada del deseo sería ir en contra de lo verdaderamente analítico en el método: mostrar que el deseo tiene sus raíces en los puntos de imposibilidad, lo que no se puede decir, saber, obtener, demandar… y que el deseo tiene raíces en la pulsión. Y lo que resulta más eficaz (y más analítico) es ese punto de imposibilidad insuperable. Por algo Lacan le llama (a) (otro) a ese objeto de la angustia, de la causa del deseo y de la condición del goce, es un otro real. La experiencia de un análisis en parte es la experiencia de un deseo que por más que no podamos decir 'es mío', tampoco podemos decir 'yo no tengo nada que ver con eso' y eso empuja en cierta dirección porque es un deseo pulsionado. No es solamente la cuestión del deseo porque sino uno queda atrapado. En el grafo del deseo, el deseo es ese espacio entre las dos cadenas del significante; no es ninguno de esos significantes, no es articulable en un significante final pero está articulado. Esa es la característica estructural: la paradoja del deseo, como dice Lacan. El deseo requiere de la palabra porque la palabra lo funda pero no es es atrapable del todo por la palabra. Ahora, el deseo como categoría analítica hay que vincularlo con la pulsión, con el goce, con el amor… El deseo se sostiene, en algunos sujetos sobre todo como metonimia de la falta en ser, siendo el deseo el movimiento que lo busca, pero eso puede ser una línea interminable (por ejemplo en la psicosis). El deseo puede tomar un poco la forma o la dinámica más neurótica que es vincularse efectivamente con la pulsión (con el goce), vincularse también con la demanda (con el amor) pero de una manera fija, es decir, fijada a una satisfacción que además ni siquiera es admisible para el yo. La fantasía es un circuito del deseo que aporta una cierta relación con la satisfacción. Entonces el deseo, si se fija tanto, es porque en la fantasía encuentra también una manera de goce de satisfacción pero que puede ser molesta, sintomática, torpe, aburridísima, estúpida, siempre la misma y en fin es una forma de vida. Uno puede aferrarse a un deseo así, totalmente fijado en una fantasía o en una matriz imaginaria, una matriz fantaseada, como lo llama en algún momento Lacan. O puede, lo que nosotros proponemos como versión del deseo en acto. Ese deseo que no siempre es ni puro, ni agradable, ideal, ni estéticamente aceptable… pero sí es importante, si se trata de deseo en de acto (y no de pasaje al acto), sí tiene que ser de algún modo socialmente aceptable. El acto es hacer coincidir un poco el deseo con la pulsión, un poco lo que se quiere, lo que se gusta, lo que empuja en una decisión que tiene que incluir siempre la idea de que hay un punto de imposibilidad, de que hay algo imposible, de que uno elige eso pero pierde otra cosa, uno se la juega por ese lado y sin saber exactamente con qué resultados. La clínica PSA con la noción de acto promueve un destino ni neurótico ni perverso ni psicótico para el deseo, al menos en el punto en donde eso efectivamente se acomoda un poco (se amiga un poco con el síntoma, con la división incurable, con la angustia de la cual se puede también obtener alguna cosita -Lombardi dice el “hombre de acción” que más bien aprovecha la angustia como indicación certera-). Son formas de resolver el problema de las relaciones del deseo con el goce y con el amor. ‘El amor es lo que permite al goce condescender al deseo’ dice Lacan. Se podría decir, el amor de transferencia es lo que le permite al goce del síntoma condescender a ese deseo. Primero es una suerte de deseo de saber que es lo que sostiene un poco desde el lugar analizante, pero que después ese deseo tiene que tener su lugar en el acto. Un acto que aproveche el lazo amoroso, que aproveche lo pulsional y lo que empuja pero que ya no esté tan condicionado, que no sea un deseo tan padecido.