La tuerta Júlia Lopes de Almeida La tuerta era una mujer delgada, alta, macilenta, de pecho hendido, busto arqueado, brazos largos, del- gados, anchos en los codos, gruesos en las muñecas; manos grandes, huesudas, arruinadas por el reumatismo y el trabajo; uñas gruesas, chatas y cenicientas, cabello crespo, de un color indeciso entre el blanco sucio y el rubio ceniza, ese cabello cuyo contacto parece áspero y espinoso; boca contraída en una expresión de desprecio, cuello largo, arrugado, como el pescuezo de los cuervos; dientes enfermos y cariados. La desgraciada tenía un defecto horrible: le habían extraído el ojo izquierdo, el párpado bajaba marchito dejando sin embargo junto al lagrimal una pústula continuamente supurante. Vivía en una casa pequeña, pagada por su hijo único, obrero en un taller de sastrería; ella lavaba ropa para hospitales y se hacía cargo de todo el trabajo de la casa, incluso de la cocina. El hijo, un día, cuando ya tenía su sueldito, le avisó a la madre que por ser más conveniente para su trabajo comería a partir de entonces afuera... Ella fingió no percibir la verdad y se resignó. De aquel hijo le venía todo el bien y todo el mal. ¿Qué podía importarle el desprecio de los otros, si su hijo adorado le borraba con un beso todas las amarguras de su existencia? Pero... también los besos comenzaron a escasear, a medida que Antonico crecía. De niño le apretaba los brazos y le henchía la cara de besos; después, solo la besaba en la mejilla derecha, aquella donde no había vestigios de enfermedad; ahora, se limitaba a besarle la mano. Ella comprendía todo y se callaba. Su hijo no sufría menos. Cuando de niño entró en la escuela pública del vecindario, sus compañeros, que lo veían llegar con su madre, comenzaron a llamarlo: el hijo de la tuerta. En la calle, muchas veces, él oía desde una u otra ven- tana que decían: ¡el hijo de la tuerta! ¡Ahí va el hijo de la tuerta! A los once años Antonico le pidió dejar la escuela: se peleaba con sus compañeros, que lo molestaban y no lo querían. Después de eso pasó un tiempo en su casa, ocioso, delgado, amarillo, tirado en los rincones, durmiendo sin parar, siempre enojado y bostezante. A los dieciséis años, viéndolo más fuerte, la tuerta solicitó y obtuvo un puesto en un taller de sastrería. Antonico encontró en el taller una cierta reserva y silencio de parte de los compañeros, hasta que comenzó a sentirse bien allí. Pasaron algunos años y a Antonico le llegó la hora de enamorarse. ¡Amaba como un loco a la linda morenita de la esquina de enfrente, una jovencita adorable, de ojos negros como terciopelo y boca fresca como un pimpollo de rosa! Antonico volvió a frecuentar la casa y se expandía más cariñosamente con la madre; un día que vio que los ojos de la morenita se fijaban en los suyos entró como un loco en el cuarto de la tuerta y la besó incluso en la mejilla izquierda, en un desbordamiento de olvidada ternura. Aquel beso fue para la infeliz una inundación de júbilo. Mientras tanto, Antonico escribía, en un papel delicado, su declaración de amor a la vecina. Al día siguiente, bien temprano, le envió la carta. La respuesta se hizo esperar. Durante muchos días Antonico se perdió en amargas conjeturas. Finalmente recibió una carta en la que la bella morenita confesaba consentir en ser su mujer, ¡si él se sepa- raba completamente de su madre! Seguían explicaciones confusas, mal hilvanadas: le mencionaba una mudanza de barrio, él allí era muy conocido como hijo de la tuerta y él comprendía que ella ¡no podía sujetarse a ser llamada la nuera de la tuerta o algo semejante! Antonico lloró. ¡No podía creer que su casta y gentil morenita tuviera pensamientos tan pragmáticos! Después su rencor se volcó hacia su madre. ¡Ella era la causa de toda su desgracia! Aquella mujer había perturbado su infancia, le había quebrado todas las carreras, y ahora su más brillante sueño de futuro desaparecía frente a ella. Tenía que protegerla de lejos, viéndola de vez en cuando de noche, furtivamente... Pasó un día terrible; a la noche, al volver a su casa, llevaba su proyecto y la decisión de exponérselo a su madre. La vieja, agachada en la puerta de la huerta, lavaba unas cacerolas con un trapo engrasado. La tuerta levantó el rostro hacia él y Antonico, viéndole el pus en la cara, le dijo: -Al final, nunca me explicó bien a qué se debe ese defecto. -Una enfermedad. Es mejor no recordarlo. La madrina comenzó inmediatamente: -Siempre la misma respuesta: es mejor no recordarlo. ¿Por qué? -Tu hijo fue a suplicarme que te viniera a pedir perdón por lo que ocurrió aquí ayer y yo aprovecho la ocasión para, frente a vos, contarle lo que le deberías haber contado vos misma. Mirá, jovencito, quien encegueció a tu madre fuiste vos. -Porque no vale la pena, no se arregla nada... Bien, ahora escuche: tengo una novedad. El patrón me exige que duerma cerca de la tienda... ya alquilé un cuarto. Usted se queda aquí y yo vendré todos los días a saber de su salud o si tiene necesidad de alguna cosa. El ahijado se puso lívido; ella concluyó. La tuerta se levantó y, fijando en el hijo una expresión terrible, le respondió con doloroso desdén: -No fue tu culpa. Eras muy pequeño cuando, un día, durante el almuerzo, levantaste en tu manito un tenedor; ella estaba distraída y antes de que yo pudiera evitar la catástrofe, enterraste el tenedor en su ojo izquierdo. ¡Todavía tengo en el oído el grito de dolor que dio! -¡Mentiroso! ¡Lo que tiene es vergüenza de ser mi hijo! ¡Salga de aquí, que yo también ya estoy sintiendo vergüenza de ser madre de semejante ingrato! Antonico cayó pesadamente de bruces, con un desmayo; la madre se acercó rápidamente, murmurando trémula: -¡Pobre hijo! ¿Te das cuenta? Era por esto que no quería decirle nada. El joven salió cabizbajo, sumiso, sorprendido de la actitud que había asumido su madre, hasta entonces tan paciente y cuerda; iba con miedo, maquinalmente, obedeciendo la orden que tan feroz e imperativamente le había dado la tuerta. Vocabulario Ella lo acompañó, cerró con estruendo la puerta, viéndose sola, se apoyó tambaleante en la pared del corredor y se desahogó en sollozos. pústula: ampolla llena de pus. Él había colocado en esas palabras toda su energía y miraba ahora a la madre desconfiado y miedoso. Antonico pasó una tarde y una noche angustiado. A la mañana siguiente su primer deseo fue volver a su casa, pero no tuvo coraje. Se acordó providencialmente de su madrina, la única amiga de la tuerta, pero que, sin embargo, raras veces la buscaba. Fue a pedirle que interviniera, y le contó sinceramente todo lo que había ocurrido. La madrina lo escuchó conmovida. Después, le dijo: -Yo preveía esto mismo cuando le aconsejaba a tu madre que te contara toda la verdad; ella no quiso, ¡y este es el resultado! -¿Qué verdad, madrina? -Te la diré junto a ella. Vamos. Encontraron a la tuerta sacando manchas del traje del hijo; quería mandarle la ropa limpia. Cuando la amiga y el hijo entraron, se quedó inmóvil: la sorpresa y la alegría le paralizaron cualquier acción. hendido: dividido, cortado. crespo: enrulado. henchía: llenaba. hilvanadas: unidas. pragmáticos: utilitarios. cabizbajo: triste, preocupado o avergonzado. lívido: pálido. ACTIVIDADES 1. ¿Quién es la autora? Investiguen datos biográficos y profesionales de la autora. 2. ¿CÓMO SON? Descripción Describan la personalidad de Antonico, de su madre y de su novia. 3. ¿Cuál es el conflicto en este cuento? Conflicto y preguntas 4. ¿Qué factores deterioraron la relación de Antonico con su madre? 5. Investiguen acerca del derecho a no ser discriminados y respondan: 6. ¿Es un acto de discriminación el que sufren Antonico y su madre? Sí – No Justifiquen respuesta. 7. Opinen acerca de la actitud de la novia de Antonico cuando le pone una condición para estar con él. 8. ¿De qué manera le hace saber Antonico a su madre la decisión de mudarse? 9. ¿Qué opinan de la forma? 10. ¿Cómo reacciona su madre? 11. ¿Qué opinan de la decisión de la madre de no decirle la verdad pese al dolor que le causaba la actitud de su hijo? 12. Piensen en alguna situación que conozcan en la que se haya cometido un acto de discriminación por la apariencia física. Imagínense que son esa persona y escriban cómo se debe haber sentido en ese momento. 13. Elaboren una historia cuyo tema sea la discriminación y escriban un relato en narrador 14. Interpreta el siguiente mensaje del cuento: “De aquel hijo le venía todo el bien y todo el mal.” ACTIVIDADES 1. ¿Quién es la autora? Investiguen datos biográficos y profesionales de la autora. 2. ¿CÓMO SON? Descripción Describan la personalidad de Antonico, de su madre y de su novia. 3. ¿Cuál es el conflicto en este cuento? Conflicto y preguntas 4. ¿Qué factores deterioraron la relación de Antonico con su madre? 5. Investiguen acerca del derecho a no ser discriminados y respondan: 6. ¿Es un acto de discriminación el que sufren Antonico y su madre? Sí – No Justifiquen respuesta. 7. Opinen acerca de la actitud de la novia de Antonico cuando le pone una condición para estar con él. 8. ¿De qué manera le hace saber Antonico a su madre la decisión de mudarse? 9. ¿Qué opinan de la forma? 10. ¿Cómo reacciona su madre? 11. ¿Qué opinan de la decisión de la madre de no decirle la verdad pese al dolor que le causaba la actitud de su hijo? 12. Piensen en alguna situación que conozcan en la que se haya cometido un acto de discriminación por la apariencia física. Imagínense que son esa persona y escriban cómo se debe haber sentido en ese momento. 13. Elaboren una historia cuyo tema sea la discriminación y escriban un relato en narrador 14. Interpreta el siguiente mensaje del cuento: “De aquel hijo le venía todo el bien y todo el mal.” 1. ¿Quién es la autora? +info ¿Dónde y cuándo nació? ¿Qué tipos de textos escribía? ¿A qué se dedicaba? ¿Se murió o sigue vive? ¿Cuándo se murió? ¿Cuánta influencia tuvo en su tiempo como escritora? ¿Pertenecía a algún movimiento artístico/literario? Biografía Júlia nació en la ciudad de Rio de Janeiro en 1862. Sus padres eran portugueses letrados y emigrados. Tenía una salud frágil, no frecuentó regularmente la escuela, pero recibió las primeras enseñanzas de su hermana Adelina y luego de su madre, doña Antonia Adelina Pereira. Completó sus estudios con su padre, el Dr. Valentim José da Silveira Lopes, vizconde de Sao Valentim, dueño del Colegio de Humanidades y, posteriormente, con algunos profesores particulares de inglés y de francés. En 1875 hizo el primer viaje –de los muchos que haría– a Portugal, acompañando a la familia. Después circuló con frecuencia entre Brasil y el Viejo Mundo, sobre todo por Portugal y Francia, donde fijó residencia por algunos años. También viajó mucho por Brasil y conoció varias de sus regiones. En su libro de 1920, Jornadas no meu país, relata las experiencias por el sur de Brasil, en los estados de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, donde fue homenajeada y mereció un gran reconocimiento por su producción literaria. También estuvo en Buenos Aires. Llegó el 10 de octubre de 1922, invitada por el Consejo Nacional de Mujeres de la Argentina, para dar una conferencia que tituló “Brasil”. Ese mismo año el diario argentino La Nación publicó uno de sus cuentos más conocidos, con fuerte impronta naturalista, “La tuerta” (“A caolha”). La narrativa corta de Júlia Lopes de Almeida tuvo algunas traducciones al francés y el español, pero creo que esta traducción de “Ellos y Ellas” es importante para divulgar parte de la memoria literaria de una escritora brasileña estrechamente vinculada con el movimiento de escritoras argentinas y el pensamiento emancipatorio de América latina. Su producción literaria fue vasta, más de 40 volúmenes que cubren novelas, cuentos, literatura infantil, teatro, periodismo, ensayos y libros de texto. En la columna que escribió durante más de 30 años en el diario O País, discutió temas sobre feminismo e igualdad social, y realizó varias campañas en defensa de las mujeres. Fue presidenta honoraria de la Legião da Mulher Brasileira (Legión de la Mujer Brasileña), establecida en 1919. Asistió a las reuniones en las que se creó la Academia Brasileña de Letras, de la que finalmente fue excluida por ser mujer. Escribió muchas obras, siendo las más famosas Família Medeiros y A herança (La herencia), ambas novelas psicológicas. Sus novelas y cuentos fueron profundamente influenciados por Emile Zolá y Guy de Maupassant. Particularmente notable es la literatura para niños, que escribió especialmente entre 1900 y 1917. Sus principales obras para niños fueron Histórias de nossa terra (Historias de nuestra tierra) y Era uma vez (Érase una vez). En una época en que la mayoría de los libros para niños eran meras traducciones de libros europeos, ella y su hermana, Adelina Lopes Vieira, fueron las primeras en escribir textos originales en portugués. Su colección de cuentos cortos Ânsia eterna (de 1903) fue influenciada por Guy de Maupassant. Una de sus crónicas inspiró a Artur Azevedo a escribir la obra de teatro O dote (‘la dote’). En colaboración con su esposo Felinto de Almeida, en 1932 publicó en forma de folletín en el diario Jornal do Commercio su última novela, A casa verde (1932). Murió dos años más tarde, el 30 de mayo de 1934, en la ciudad de Río de Janeiro.