3 – LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA La “Gran Guerra” trajo aparejadas consecuencias de diversa índole y de dimensiones jamás experimentadas. Desde el punto de vista demográfico, aproximadamente 8.500.000 hombres fueron los costes de vida que la contienda se cobró. A esta cifra deben agregarse los mutilados y desaparecidos que, juntos, casi triplican el número de bajas. Hambre, enfermedades, inflación desorbitante, crisis de subproducción y financiera, y problemas sociales1 y políticos conformaron el paisaje de ruina y miseria material y espiritual que moldeó al continente europeo en los años posteriores a 1918. Cabe destacar que Europa comenzó a perder su posición hegemónica de antaño, en favor de los Estados Unidos y Japón, que emergieron como potencias hacia el fin de la guerra. Según el análisis de Pierre Renouvin,2 la atención debe ser puesta en las transformaciones que acusó el mapa político europeo. Antes de 1914 existían tres grandes imperios en el continente. Luego de la guerra el austro - húngaro desapareció y los otros dos perdieron gran parte de su territorio. Esta realidad dio a luz a nueve Estados cimentados en el principio de las nacionalidades y autodeterminación de los pueblos estipulados en los “catorce puntos “del presidente norteamericano Woodrow Wilson. Sin embargo esto no supuso el triunfo todas las reivindicaciones nacionales que se estaban suscitando en ese entonces ni mucho menos, que todos los pueblos que así lo quisieran pudieran constituirse en Estados independientes. Solamente se atendió a las necesidades de aquellas zonas que servían como cordón sanitario ante el avance rojo. La prédica de Wilson tampoco se aplicó en América Latina, donde el coloso del norte continuó con su política intervencionista en reiteradas ocasiones, fundamentalmente en América Central. El fin del conflicto se selló con una serie de tratados dirigidos por los mandatarios de las principales potencias vencedoras y los países vencidos. Aquellos descansaron sobre la base de los “catorce puntos” que, entre otros temas, proponía la creación de una Sociedad de Naciones cuyo cometido era evitar otra guerra mundial, aunque la exclusión de los vencidos y el mismo retraimiento norteamericano la convirtieron en un fracaso. De todos los tratados que se realizaron, el más trascendente fue el de Versalles. Con él, según Stone “nació una nueva Europa” (Stone, 2019, p. 332). Firmado en París, exactamente cinco años después de la causa ocasional que desató la guerra, inauguró oficialmente su primera conferencia en enero de ese año. Es interesante observar el 11 Algunos de ellos fueron: el desempleo, la mendicidad, la destrucción de la familia tradicional, el rechazo a la nueva posición conquistada por la mujer, las migraciones y deportaciones por motivos políticos, los apátridas, la ruina de la pequeña burguesía, el sentimiento de inestabilidad y la violencia expresada en saqueos, robos, justicia por mano propia, entre otros. 2 Pierre Renouvin, “La Primera Guerra Mundial” (Oikos – Tau, S.A. Ediciones, 1989) p. 52 - 53 planteo de Kitchen sobre la mencionada conferencia, pues sostiene que “(…) el primer tema importante de discusión no fue el destino de Alemania, sino más bien qué hacer con los bolcheviques.” (Kitchen, 1992, p. 17) Marc Ferro al abordar las condiciones impuestas a Alemania reafirma las palabras anteriores: “Se ha preguntado si el miedo a su posible bolchevización no llevó a los aliados a tratar con miramientos al pueblo alemán” (Ferro, 1985, p. 379). Reducción y reordenamiento del ejército, pérdida de territorios a favor de los aliados, ocupación militar de estos últimos en la frontera con Francia y el pago de una indemnización anual durante cincuenta años a los países vencedores fue el trago que Alemania tuvo que tomar sin haber sido convidada, tras haber sido excluida de las conversaciones, pese a haber firmado la paz. Además, recibió el trato de culpable del conflicto y por ello fue objeto de tan duras condiciones. Sin embargo, en lo que hace al espacio original los germanos estaba intacto, no habían sufrido grandes pérdidas materiales, su potencial económico seguía siendo una excepción y Versalles no condicionaba su desarrollo como pretendían Francia y Bélgica En palabras de Ferro: “En su afán de tomar la cólera de los alemanes como prueba de victoria, los aliados no vieran que perdían la paz en el mismo momento en que ganaban la guerra” (Ferro, 1985, p. 381) Para Eric Hobsbawm3 el tratado de Versalles estaba condenado al fracaso desde su inicio, y, en ese sentido no podía ser garante de una paz estable. Al finalizar la guerra el pueblo germano se había sentido victorioso y el gobierno recibió a los soldados “«que vuelven invictos de un combate glorioso», consagrando así un mito del que iba a alimentarse la propaganda hitleriana.” (Ibídem, p. 380) 3 Eric Hobsbawm “Historia del siglo XX” (Crítica, 1998) p. 42