Subido por Raul Fernandez

«El Manual o Tratado de la piedra filosofal medicinal»

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«El Manual o Tratado de la piedra filosofal medicinal» Paracelso
Prefacio al lector
Lector, Dios ha permitido que el espíritu médico haya operado verdaderamente a través de Macaon, Podaliro, Apolino, Hipócrates […] a fin de que la verdadera medicina, brillando a través de las nubes (pero donde apenas ha podido ser completa y claramente conocida) apareciera a la luz, manifestándose a los hombres. Y por esta misma operación, ha prohibido dicha obra al espíritu de las tinieblas que habría oprimido y apagado por completo la luz de la naturaleza para que las maravillas que permanecen ocultas en los arcanos, quintaesencias, magisterios y elixires no continuaran siendo ignoradas. Así pues, ha proporcionado medios seguros para que, además, la búsqueda de dichos arcanos y misterios sea implantada en los hombres por los buenos espíritus, como también algunos de ellos han recibido de las naturalezas angélicas de un cielo que ha conocido a los ángeles.
Hombres de esta categoría han podido, por estar dotados de la inteligencia perfecta de la naturaleza, estudiarla más profundamente que los demás, así como su curso cotidiano. Han podido comparar lo puro y lo impuro, separar estas dos cosas y transformar lo puro hasta un punto que para algunos parecería imposible de alcanzar. Efectivamente, éstos, siendo físicos naturales y verdaderos, saben ayudar a la naturaleza por los medios que le convienen y saben conducirla, gracias a las artes, a su acabamiento perfecto. Por tanto, todas las obras imperfectas y diabólicas deben ceder ante tales hombres, como la mentira ante la verdad y la perfección. Digo que debemos hablar según la verdad si queremos llegar a un feliz fin. Si está permitido aprehenderla completamente, nadie debe avergonzarse de buscarla donde quiera que esté.
No tomes a mal pues que yo también haya amado y buscado esta verdad. Efectivamente, como ella misma no me había buscado, me resultó necesario perseguirla. Asimismo, quien desea visitar una ciudad extranjera no debe quedarse en casa en un lecho de plumas; sus peras no se asarán solas en el horno y no es allí donde se forma el doctor. Ningún cosmógrafo de valor se forma sentado a una mesa, ningún quiromántico en el comedor y ningún geomántico en el dormitorio.
De modo que sin una búsqueda múltiple no podemos obtener la verdadera medicina. Dios es quien hace al médico verdadero pero no sin dificultades, pues dijo: «Comerás del trabajo de tus manos y será bueno para ti». La vista precede a la verdad y lo que la vista percibe alegra o aterroriza el corazón del hombre. Por tanto, no será para mí un trabajo ni una deshonra viajar y vincularme con quienes son incluso despreciados por los locos, a fin de explorar de algún modo lo que se oculta en el limbo de la tierra y desempeñar el oficio de verdadero médico, que consiste en manifestar la medicina según la prescripción divina en beneficio del prójimo, es decir, de forma que no le cause más daño que utilidad, lo que no hará el hombre perezoso.
Que descanse quien quiera en un lecho de plumas. Mi alegría está en peregrinar, en buscar y en ver según el permiso de Dios y del tiempo. He escrito este librito para los lectores cándidos, para quienes desean instruirse y aman la luz de la naturaleza, a fin de que puedan conocer el fundamento de mi verdadera medicina y renuncien a las pamplinas de los cacomédicos y que en todas partes puedan defender mi razón contra ellos. ¡En realidad, me temo que consideren mis propósitos como fábulas! No hay duda de que estos eminentes colegas conocen todas las cosas desde hace más tiempo que yo, y un tal doctor Asinin posee mucho en su bolsa, pero no conseguirá fácilmente la verdadera medicina.
Para comprender este opúsculo hay que ser pues un buen alquimista, a quien los carbones no le sean nocivos y a quien la humareda cotidiana no le agote. Guste esto a quien quiera: no deseo violentar a nadie. Con todo, pese a las críticas y acusaciones de mis cofrades pseudo-médicos, digo que esto no dejará de dar frutos.
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