Subido por Jorge Benitez

Presentación Thompson

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Presentación de Texto. La formación de la clase obrera en Inglaterra (Prefacio y capítulo 6)
Biografía E.P. Thompson.
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Hijo de padres metodistas, se dedicó al ejercicio historiográfico y también a la educación de
adultos, formó parte del Grupo de Historiadores del Partido Comunista, junto a
historiadores como Cristopher Hill, Rodney Hilton, Eric Hobsbawn y Dona Thor. Abandonó
el Partido Comunista en 1956 luego de la invasión de la Unión Soviética a Hungría y se
convirtió en un activista por el desarme nuclear en Europa, manteniendo siempre una línea
crítica hacia la política prosoviética del partido comunista. Entre sus obras más
emblemáticas se puede mencionar “Revuelta y Conciencia de Clase”, “Costumbres en
Común”, la “Miseria de la Teoría” y “La formación de la Clase Obrera en Inglaterra” que es
la que ha tenido una mayor repercusión en los debates historiográficos de la historia social
y la que voy a comentar a continuación.
Tesis principal.
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La pregunta principal del libro gira en torno al proceso de formación de la clase obrera en
Inglaterra, desarrollando una propuesta historiográfica que se distancia de la ortodoxia
marxista de corte estalinista así como de las lecturas funcionalistas de la sociología de la
modernización.
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La clase obrera, para Thompson, no fue un producto espontáneo de la revolución industrial
sino un agente activo en su propio proceso de formación, el que se extendería desde 1970
hasta 1832, constituyendo la base a partir de la cual se desarrollarán las luchas posteriores
del movimiento obrero inglés.
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Dicho proceso de formación se entendería como el camino recorrido hacia la articulación
de una identidad colectiva basada en intereses comunes, en oposición a los intereses de
otros conjuntos sociales y como resultado de experiencias y tradiciones compartidas, así
como de las formas de organización y acción política que le otorgan cohesión.
Contribución a la renovación de la historiografía marxista
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La propuesta historiográfica de Thompson permitiría entonces una renovación en la manera
de estudiar la clase obrera como sujeto histórico, recurriendo a la “experiencia” como una
categoría de análisis que operaría como mediación entre las relaciones de producción y la
conciencia social. En ese sentido, se afirma que la experiencia de clase estaría ampliamente
determinada por las relaciones de producción, constituyendo lo sustantivo, por así decirlo,
de la experiencia, mientras que la conciencia no lo está, no está determinada, constituyendo
así las formas en qué se expresa la experiencia de clase en términos culturales.
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La noción de experiencia es para Thompson una categoría que respondería, de manera no
estructuralista, al problema de cómo se articula la conciencia y el ser social, confrontando
la idea de que éstas se articulan en términos de un mero “reflejo” o correspondencia entre
dos niveles con autonomía relativa (una infraestructura material y una supraestructura
ideológica), sino que, para mi forma de verlo, trata de resolver el problema de una manera
aristotélica, es decir, entiende la articulación entre el ser social y la conciencia como la
relación que podría existir entre forma y sustancia, donde ambos forman parte del mismo
objeto. Por eso nos dice que las relaciones objetivas a las que están expuestos los individuos
son similares pero pueden manifestarse en la experiencia subjetiva bajo distintas formas: a
través del metodismo, del jacobinismo, del liberalismo-popular, etc., contribuyendo así a la
cohesión, identidad e intencionalidad política de la clase obrera.
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De esta manera, Thompson se distancia de una visión normativa de la conciencia de clase,
es decir, de comparar las formas de conciencia respecto a lo que “debería ser”. El acento en
la experiencia, por tanto, permitiría relativizar la comprensión que el marxismo vulgar tiene
sobre la conciencia de clase, como un sistema lógicamente coherente que se alza por sobre
los individuos y que buscaría transparentar el verdadero ser social en contraposición a las
formas de conciencia que podrían incluirse dentro de la categoría de la “ideología”, y que
tenderían a encubrir u ocultar el verdadero ser social, a modo de una falsa conciencia.
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El concepto de experiencia de clase se operativiza especialmente en el capítulo 6, donde
Thompson lo utiliza para introducirse en el debate sobre las condiciones de vida durante el
proceso de la revolución industrial, argumentando que, si bien pudo haber aumentado los
salarios reales en un segmento restringido de los trabajadores, la manera en que fueron
experimentados cualitativamente estos cambios por el grueso de los trabajadores no puede
sino ser calificado de catastrófico.
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La categoría de experiencia permitiría entonces relevar la agencia de los sujetos, entender
el papel activo que éstos desempeñan en los procesos históricos, y a su vez comprender los
procesos de formación de clase como un conjunto de relaciones que se desarrollan en el
tiempo y en un marco conflictivo; no como una sucesión mecánica e inevitable de etapas
que se superan la una a la otra como resultado de desarrollos técnicos, que era la visión que
predominaba entre la ortodoxia estalinista y el positivismo sociológico de las teorías de la
modernización.
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Sobre la base de estos principios se podría afirmar entonces que la obra de Thompson
representa una continuidad respecto a la tradición de los historiadores marxistas británicos
como Maurice Dobb, Rodney Hillton y Cristopher Hill; y anticipa, a su vez, las teorías de la
acción social, que luego predominarán en el estudio de los movimientos sociales. Además,
a través de la noción de experiencia permite recuperar la dimensión política y subjetiva de
los procesos históricos, la que había permanecido invisibilizada en la tradición de la historia
social inaugurada por los anales.
Contribución a mi proyecto de investigación.
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El planteo de Thompson me interpela especialmente en cuanto a la necesidad de explorar
el proceso de recepción de las ideologías gerenciales norteamericanas en relación a las
tradiciones culturales e intelectuales previas presentes tanto en el empresariado como en
la clase obrera chilena (paternalismo, cristianismo, socialismo), analizando la manera en que
formas de conciencia social van condicionando y son condicionadas por la experiencia de
clase, es decir, la manera en que patrones y obreros significan las relaciones de trabajo y los
cambios asociados a los nuevas formas de producción e intensificación de los tiempos de
trabajo.
Lectura crítica de la obra de Thompson
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En esta obra, por tanto, Thompson propone algunos elementos para una renovación de la
historiografía marxista, los que seguirá desarrollando en obras posteriores como “La Miseria
de la Teoría” y “Costumbres en Común”; no obstante, éstos elementos que él introduce no
están exentos de nudos problemáticos e imprecisiones, siendo blanco de críticas dirigidas
desde distintos frentes, tanto de los que lo definen como un culturalista que se desentendió
de los determinantes materiales de la experiencia, como de aquellos que lo cuestionan por
lo contrario, es decir, por no haberse desprendido del todo de las visiones “esencialistas”
de la clase, como es la crítica que le hace Joan Scott, por ejemplo.
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En relación a lo anterior, es claro que Thompson siempre trató de moverse en una delgada
línea sobre la que buscó posicionarse tanto contra la ortodoxia marxista como contra las
tentaciones culturalistas que llevaron posteriormente al posmodernismo. No obstante, tal
vez en este mismo ejercicio de equilibrismo es que dejó muchas confusiones en torno al uso
y sentido de los conceptos que el mismo proponía como relevantes, corriendo el riesgo de
desmantelar al marxismo de su potencial crítico.
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En ese sentido, en Thompson habría una confusión entre lo que constituye la “clase en sí”,
cuya determinación específica estaría dada por las relaciones de producción, y la “clase para
sí”, que corresponde al proceso de maduración de la clase como sujeto histórico y como
desarrollo de su propia autoconciencia. Esa confusión redunda en frases contradictorias al
interior del mismo texto e incluso dentro de la misma página. Si bien Thompson se encarga
de subrayar que “la experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones
de producción”, en otros pasajes del prefacio se encuentran afirmaciones abiertamente
distorsionadas respecto a lo que constituye el aporte del marxismo como crítica radical del
capitalismo. Entre estas frases se encuentra la siguiente: “la clase cobra existencia cuando
algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes sienten y articulan la identidad
de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses
son distintos a los suyos”.
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¿acaso la clase obrera existe solo en la medida en que los individuos sienten que tienen
intereses comunes? ¿antes de articular esos intereses y forjar esa identidad no constituían
una clase? Y más adelante nos encontramos con otra afirmación que resulta todavía más
idealista, como la siguiente “La clase la definen los hombres mientras viven su propia historia
y al fin y al cabo, esta es su única definición”. ¿acaso ahora de repente son los individuos los
que pueden definir su propio ser social? La confusión se agrava incluso más cuando vemos
este tipo de declaraciones en “Costumbres en Común” y cuando señala que va a utilizar el
concepto de clase social como herramienta para analizar a los sectores plebeyos. Resulta
entonces que por un lado cuestiona el uso forzoso de las preconcepciones teóricas para el
estudio de los fenómenos históricos, que es lo que le cuestiona a Althusser, por ejemplo,
pero por otro lado se permite forzar el concepto de clase para estudiar conjuntos sociales
que en estricto rigor no lo son.
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Podríamos pensar que afirmaciones desafortunadas como éstas solo responden al ánimo
de polemizar con otras posiciones y por ello asumen ciertos énfasis, en desmedro de otros.
Si así fuera no tendríamos mayores reparos, pero lo grave es que este tipo de confusiones
conceptuales afecta la inteligibilidad de la obra completa, derivando en conclusiones que
parecen poco razonables a la luz de la evidencia histórica. Lo más problemático es la tesis
según la cual la clase obrera estaría formada para la década de los 30. Thompson reconoce
la necesidad de recuperar la experiencia de estos sujetos para no “subsumir en el olvido las
vías muertas, las causas perdidas y a los propios perdedores”; entendiendo que parte de
esas experiencias de resistencia frustrada que se extendieron entre 1790 y 1832
contribuyeron a la formación del movimiento obrero que protagonizará las luchas
posteriores. ¿En qué sentido las características que se conformaron al comenzar la década
de 1830 sirvieron como base para el desarrollo del movimiento obrero posterior y marcó
una línea de continuidad respecto a lo que serían sus formas sociales, políticas y culturales?
¿En qué sentido se puede hablar de formación? ¿y en qué sentido se puede hablar de clase
obrera?
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Thompson argumenta que 1832 es el período donde la población trabajadora “fue el factor
más decisivo y significativo de la vida política británica” y en ese sentido se podría entender
que el gran legado de estos sujetos fue precisamente haber disputado un espacio de poder,
instalando ciertas tradiciones, racionalidades políticas y formas de organización que serán
apropiadas por las generaciones siguientes. Ello podría ser así para el caso del Cartismo, es
decir, hasta 1848; pero si avanzamos al período que va desde 1850 a 1870 veríamos que ese
mismo sujeto que resistió a la revolución industrial contribuiría a la legitimación del sistema
de producción industrial, constituyendo lo que algunos han denominado como “aristocracia
obrera” y que fue el soporte sobre el cual se apoyó la estabilidad del orden victoriano ¿Qué
queda entonces del radicalismo político de los trabajadores manuales de 1832?
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Entonces, al desestimar el análisis más objetivo de las clases sociales (que de hecho es lo
que le atribuye y le critica a los sociólogos), para focalizarse solo en la experiencia subjetiva
de la clase, Thompson logra captar ese proceso de formación de una identidad común entre
los trabajadores pero queda la duda de cuál es el sujeto social que verdaderamente está
describiendo ¿De clase se trata aquel sujeto que protagoniza su relato? ¿Cuál es el peso
relativo que tuvieron las continuidades y discontinuidades durante ese proceso de tránsito
entre los trabajadores del taller artesanal y el proletariado industrial que está mirando Marx
en El Capital?
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Por otro lado, parece razonable pensar, como afirma Thompson, que la formación de la
clase obrera no es una consecuencia mecánica de la expansión del sistema de producción
fabril, entendiendo que el cuestionamiento de Thompson apuntaría más bien a una suerte
de determinismo tecnológico que entendería la noción de “fuerzas productivas” como
motor de la historia y que sería ajeno a la voluntad de los sujetos. Pero tampoco podríamos
decir que la formación de la clase es un proceso que podría ir más allá de la revolución
industrial, como si hubiera una suerte de autonomía de lo político que sería ajeno al proceso
de proletarización. Lo que podríamos sostener, en ese caso, es que el proceso de formación
de la clase obrera y el proceso de la revolución industrial es el mismo proceso, son dos
aristas del mismo problema, dos formas de entrada a un mismo proceso histórico. Pero
pareciera que Thompson estuviese diciendo que la clase obrera se formó con independencia
de la revolución industrial, pues el mismo señala que para el final de la década de 1840 los
trabajadores fabriles seguían siendo una minoría de la fuerza de trabajo adulta incluso al
interior de la propia industria del algodón que en ese entonces era la vanguardia de la
revolución industrial.
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¿Cómo puede concluir que la clase obrera estaría formada para 1830 si todavía no se
consolida el capitalismo industrial como modo de producción predominante y por tanto
tampoco el proletariado industrial? ¿Cómo se pudo haber formado una clase obrera sin
obreros? ¿Cómo se pudo haber desarrollado una conciencia de clase sin la clase?
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La clase obrera no existe porque tenga intereses comunes opuestos a los intereses de otros,
aquella es una condición en potencia que depende del proceso de maduración de la clase,
no es esa la determinación específica que la constituye, sino el hecho de que su forma de
reproducción social depende de vender su fuerza de trabajo como mercancía, y que dicha
especificidad concreta se realiza a partir del proceso de subordinación efectiva del trabajo
al capital industrial, proceso que implica al mismo tiempo relaciones concretas de carácter
social, políticas, económicas, culturales en un marco de conflicto. Sobre la base de esta
perspectiva, parecería más razonable extender el análisis sobre el proceso de formación de
la clase obrera a 1870, que es el período donde se consolida el proceso de revolución
industrial, subordinación efectiva del trabajo al capital y homogeinización del proletariado,
asumiendo atributos productivos universales que lo constituirán como sujeto. Al respecto,
Eric Hobsbawn, en un artículo titulado “La formación de la cultura obrera británica” y
también en “la formación de la clase” discutía con Thompson precisamente que las
características que definen a la clase obrera inglesa de Siglo XX tomarán forma recién en
1870 a partir de la segunda revolución industrial, proceso de formación que se extendería
hasta 1914. Comparto plenamente la lectura de Hobsbawn.
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Por tanto, cuestionar el economicismo, el mecanicismo y el estructuralismo propio de la
ortodoxia marxista no debería llevarnos a desconocer que las relaciones de producción son
la determinación en última instancia de una clase social. No se trata de una base económica
al modo de una estructura abstracta que se alza por sobre los individuos, sino de los
individuos mismos estableciendo determinados tipos de relación para reproducir la vida.
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Aportes de Thompson: renovación del marxismo aportándole un tono más historicista,
cultura, experiencia en las relaciones concretas. Aporte a la historia social en tanto restituyó
la acción política, entendida “desde abajo”. Historia Social con Política. Pero sacrificó gran
parte de la potencia teórica del pensamiento y del método de Marx, es necesario rescatar
a Thompson. Hay un Thompson sin marxismo, propongo un Thompson con marxismo, que
pueda corregir gran parte de sus desviaciones culturalistas.
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En segundo lugar, en relación a la conciencia social de la clase obrera, parecería conveniente
distinguir entre dos formas de conciencia: aquellas heredadas por la tradición y que podrían
ser compartidas con otras clases sociales e incluso con la clase dominante, que es lo que
Gramsci entendería como el sentido común; y la conciencia de clase en sentido estricto, que
corresponde a la autoconciencia de la clase obrera respecto a sus propias determinaciones
y, por lo tanto, respecto a su necesidad histórica de desarrollar su potencia revolucionaria,
que es la que aporta el Partido a través del ejercicio de la ciencia como acción política. Ello
no significa que las otras formas de conciencia presentes en la clase obrera y sus tradiciones
culturales constituyan una falsa conciencia; por el contrario, son elementos que orientan
las prácticas sociales cotidianas e inmediatas en la que los individuos deben desenvolver su
vida material; no obstante, la conciencia de clase, entendido en sentido estricto, es la que
permitiría comprender la necesidad de la acción política como actualización de la potencia
revolucionaria de la clase obrera y, por lo tanto, apuntaría a la superación de las formas
inmediatas de la vida material. Es cuestionable si acaso las formas de conciencia que destaca
Thompson como parte de las tradiciones políticas del artesanado y del conjunto de los
trabajadores manuales portan ese potencial revolucionario. Diferencia entre conciencia real
de la clase y conciencia atribuida, que señala Hobsbawn parafraseando a George Lukács.
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