ReconquistaEspiritualTabasco1938

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SALVADOR ^BASCAL
RECONQuisTA`
ESPIRITUAL
DE TABASCO
en 1938
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EDITORIAL TRADICI0N
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de ser, al fih, un manso venero que calladamente fecunda el p6ramo reseco.
En ellos hace,su morad.a esa criatura divina -mss
real que los huesos- a la que S6crates descubri6 estremecido al sentir en su propiQ entrafia algo infinitamehte disti.nto y superior al geni6 y que San Pablo denoml-
n6 con una palabra de diamante rodada desde lo alto
del s6ptimo cielo, palabra insubstituible que iam6s perder6 su belleza ni su fuerza: Ia Gracia.
La ignoran totalmente los sabios de este mundo. pero
la Gracia existe para la salvaci6n de los elegidos. y sin
EIla no somos capaces ni siquiera de un buen pensamiento.
Salvador Abascal
Antecedentes
En agosto de 1935 ingresé en Morelia a las
Legiones, organización que por varios años fue
estrictamente secreta y que en 1939 6 1940
cambió insensiblemente su nombre por el de La
Base, por haber brotado de su seno el Sinarquismo en 1937. Sobre La Base han hablado ampliamente Juan Ignacio Padilla y el P. Ledit, S. J.:
el primero por su cuenta y el segundo por cuenta
ajena. Espero llegar a tener tiempo para hablar
a mi vez de esa nefasta Base.1 porque algunos
1 Toda organización secreta, aunque empiece con las
mejores intenciones, flicilmente degenera, porque se presta
a maravilla, por su misma naturaleza, para que los mlis ri-
7
•
datos se le escaparon a Padilla y porque Ledit
no sabía lo que decía, pues fue un simple mecan6grafo muy bien pagado.
cos e intrigantes se apoderen de los mandos. El mis poderoso de los últimos jefes de La Base -poderoso por su
dinero y por su llimltada capacidad para la intriga-, sin
entender que su papel de mamá o de nodriza del Sinarquismo ya habla concluido, con el fin de preparar "el
triunfo" y su triunfo se entregó por ingenuidad y por vanidad, con todo y secretos, a la Embajada Americana, y
celoso del poder creciente del Slnarquismo le creó muy
serios problemas Internos en 1941; en 1942 le cambió la
ruta heroica por la ancha vla del acomodamiento y de
los sueldOs jugosos, y por fin provocó la desastrosa división de diciembre de 1944. Abandonado por mi estado
mayor, que se fatigó de correr serlos peligros cada domingo, tuve que dejar la jefatura sinarqulsta en diciem•
bre de 1941, en espera de tiempos mejores; luego, en abril
de 19M, me separé definitivamente del Sinarqulsmo -que
a mi juicio habla traicionado ya sus principios- y me vi
obligado a venirme de Maria Auxiliadora, colonia que yo
mismo habla fundado en enero de 1942 en Baja California,
cerca de la Babia Magdalena. Padilla publicó en 1948 un
libro, Sinarqolnno-Contrarrevoluci6n, en que me alaba
por encima de mis méritos y a la vez me ataca Injustamente, arrastrado él y cegado por mis enemigos y por las
apariencias y las circunstancias de aquellos amargos dlas.
Pero a mediados de 1951 publicó una noble y caballsima
rectificación respecto a mi, en dos ndmeros del periódico
slnarqulsta Orden. El mismo Padilla, Martlnez Narezo y
David Lomell lucharon como jefes del Sinarqulsmo, en los
afíos cincuentas, por salvar y volver a su cauce los elementos que adn quedaban del antlgUo Movimiento. Me In-
8
•
Me C1JY6 de perlas la invitación de las Legio..s a luchar por "defender a México" de los
embates de la Revoluci6A Mundial: acababa yo
de vencer, por la gracia de Dios, una gravísima
aisis moral, no de criterio, y sentí la necesidad
-~ b l e de una honda expiaci6n . que me renovara el alma y aun la última celdilla de mi
cuerpo. ¿Qué mejor que dedicarme dfa y noche a extender primero en Michoac&n y luego
en el país entero una organización que tenf a el
propósito, no un simple proyecto, de salvar a
México?
El Cardenismo acababa de cerrar cuantas escuelas particulares había en mi tierra y de robarse los edificios y aun los pupitres y los lavamanos. · Además eran perseguidos con saña los
sacerdotes "no registrados" y los maestros cat61icos. Raro era el día que no iba yo a la lnspecci6n General de Policfa a pelear por algún
vitaron a colaborar con ellos, cosa que no acepté porque
ya habia yo perdido la fe en todo movimiento cfvico o
polltico, considerando que antes que nada nos hacia falta
una sólida y amplia base religiosa.
9
detenido. Y aun pasé allí una noche por haber
protestado por el cierre de una Escuela de Comercio para señoritas pobres. Tampoco escap6
a la codicia revolucionaria el edificio de la Escuela Libre de Michoacán, y muri6 para siempre
ese centro de alta cultura. Juré entonces luchar
toda mi vida contra la barbarie cardenista.
Fundé Legiones en todo Michoacán durante
varios meses, hasta que a principios de 1936 se
me comisionó para hacer lo mismo en otros muchos estados, los del norte y los del sur, en los
que o no existían o eran muy raquíticas. Le cedí
mi despacho de abogado a uno de mis discípulos recién recibido, y sin más que una Biblia, un
maletín con dos mudas de ropa y un traje de
repuesto, salí de Morelia para no volver sino de
vez en cuando y siempre de paso.
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Capftulo Primero
En M6rida fue donde se me recomend6 a don
Victor Ascensio Garcfa como tabasquefio de
absoluta confianza por estar casado con una hermana del Padre Pilar Hidalgo.
Localic6 a don Victor en Villahermosa el
19
de iulio de 1937, y luego lo iurament6 y lo ins-
truf para que reclutara gente. Sin tiempo para
mss, ese mismo dfa tom6 el avi6n para M6xico.
Volvf a Villahermosa el 22 de octubre. Me
present6 entonces don Vfctor a las dos tinicas
personas que 61 a su vez habfa podido iuramentar: una hermana suya y una sefiorita de mss
de 60 afros, profesora.
11
lIIIIIIH
Luego me llev6 a un rancho de su propiedad,
Son Pedrito. Fueron cinco horas a cabalto remontando el Griialva. Del otro lado del rfo, en
un pequefio poblado, el P. Pilar Hidalgo atendfa
a la poca gente de Tabasco que pod fa ir hasta alla.
Entre Victor y el Padre me pintaron la situaci6n.
Veinte afros hacfa que Garrido habfa expul-
sado de Tabasco al clero cat6lico. Y para "legalizar" y perpetuar tal atropello. hizo que el
Congreso local expidiera una ley, fechada el 28
de febrero de 1925, que prohibfa el eiercicio
del ministerio a los sacerdotes que no reunieran los siguientes requisitos:
"I.-Ser tabasquejio o mendcano pop nacimien+o con cinco afros de residencia en el Es-
tado. Il.-Ser mayor de 40 aiios. Ill.-Haber
oursado los es+udios primarios y prepara+arios en escuelas oficiales. IY.-Ser de bueno§
antecedentes de moralidad. V.-Ser casado.
12
I_
VI.-No haber estado ni Qstar suieto a proceso alguno".
Si lv6n lllich hubiera sido de esa 6poca habrta
sido camisa colorado. Ahora luce camisa sport
en su centro de corrupci6n de monias y sacerdotes llamado CIDOC.
Solamente el Padre Macario Fern6ndez Aguado, michoacano, resisti6 en terreno tabasquefio
la persecuci6n garridista, pero siempre en el
monte y siempre huyendo de sus perseguidores,
de modo que casi ni siquiera bautizaba.
Las profanaciones y la destrucci6n de las im6-
genes sagradas y de los te.mplos y el asesinato
y las humillantes veiaciones de los inconformes
impusieron el terror. En todo Tabasco no qued6
en pie m6s que el templo de Cunduac6n, convertido en cuartel, y tres capillas perdidas en el
monte.
El tjrano prohibi6 que se pronunciara el nombre de Dios si no erg para blasfemar de El. Se
castigaba cruelmente hast; el Simple saludo de
adi6s. Garrido pretendi6 conseguir lo que ahora
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sintetiza con estas palabras el ide6logo marxis-
ta recomendado por Ertze Garamendi. Herbert
Marcuse: . . ."Hay que cambiar los ins+intos. . .".
Al caer Garrido en 1936 gracias a la expedi-
ci6n de Brito Foucher, no cay6 el garridismo en
cuanto a lo religioso. C6rdenas se encarg6 de
ello. Tan s6lo un desahogo se le permiti6 en-
tonces al pueblo: tener im6genes y rezar en pequefios grupos en los hogares.
Tan acostumbrada estaba la poblaci6n al fa-
natismo garridista, que esa "concesi6n" se recibi6 como un gran favor del regimen. Nadie se
atrevta a pensar siquiera en la reanudaci6n de
los cultos. El criterio general. arraigado por la
costirmbre, era que aun para entrar un sacerc]ote como simple particular al Estado se necesitaba un permiso expreso y especialfsimo del
gobierno. En Villahermosa, Atasta y Tamult6, las
tres Poblaciones centrales, con 35.000 almas en
total, se contaban tambi6n por millares los i6venes sin b.autizar.
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Don Victor me pidi6 que se le mandaran de
algdn otro Estado dos maesi.ras "legionarias"
pare fundar en su rancho una escuelita primeria. Las hermanas Villasefior. Maximina y Mag-
dalena, de Morelia, aceptaron el sacrificio y llegaron a dicho lugareio en enero de 1938.
Cuando por determinaci6n de las Legiones
naci6 el Sinarquismo en mayo de 37, se pens6
en extenderlo a todo el pats con elementos de
ellas como ndcleo principal.
Con esa consigna volvf a Villahermosa el 16
de marzo de 1938. Pero don Victor Ascensio y
sus dos sdbditas no habfan reclutado a nadie
mss. Por el tiempo transcurrido esperaba yo encontr6rmelo cuando menos con una veintena de
adeptos. Muy triste, don Victor me diio: Nada
es posible hacer aquf, sejior. Aquf el principal
problema es la falta de libertad religiosa. Sin
ella es un fracaso pensar en ninguna o+ra cosa.
Tal como estamos, no sabemos de qui6n fiarnos.
Sentf de pronto una ansia vivfsima por con-
quistar esa libertad. Presente ten fa que en Ori-
15
zaba y C6rdQba hacfa unos cuantos meses que
el pueblo, sin preparaci6n, movido sdbitamente
por la mano de Dios, sin iefes -pues tambi6n
allf eran contados los legionarigs-] sin plan algHno de nadie, abri6 lQs templos y llev6 _a ellos
en triunfo a sus sa\cerdotes, que habfan estado
eierciendo el ministerio a escondidas en cases
particulares.
Le pregunt6 a don Victor:
-6Y no hay en todo Tabasco una regi6n de
campesinos verdaderamente cat6licos en quienes se pueda confiar?
-Sf la hay -me respondi6-. Hay varias regiones bien pobladas y que conservan fntegra
su fe gracias al Obispo Castellanos, que recorri6 choza por choza, rancherfa por rancherfa
d6ndoles eiercicios espirituales de San lgnacio.
Le pregunt6 si 61 me podrfa servir c]e gufa,
y .me contest6 que desde luego, En ese insfante
tom6 Ia resoluci6n de libertar a Tabasco en lo
religioso. Y les diie:
16
-Los campesinos salvar6n a Villahermosa. Entrar6n aquf millares vitoreando a Cristo Rey.
Tengo una fe absoluta en que asf sera.
Despu6s de hablar en Chiapas con el P. Hidalgo el 19 de marzo, para entrar a Villahermosa escogf el 12 de mayo, en recuerdo del 12 de
maya de 1921, dta en que cayeron en Morelia,
en la calzada de Guadalupe. Ios primeros m6rtires que anunciaron la persecuci6n callista.
Esa fecha era la mss sagrada y memorable de
mi vida porque el eiemplo que entonces me dio
mi anciano maestro don Julian Vargas al derra-
mar su sangre, pistola en mano, en defensa de
la Fe y de la Patria, me co.mprometfa de una
manera ineludible a seguirlo.
Escribf a M6xico, en clove, al Jefe nacional
de las Legiones, don Gonzalo Campos, que ha
de estar en la gloria, porque era un cristiano ca-
bal. puro de alma y de intenciones, talentoso y
sencillo, en6rgico y afectuoso, prudente y resuelto. Era un verdadero iefe.
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Le explicaba yo mi intento en breves palabras: el P. Pilar Hidalgo entrarfa conmigo a Villahermosa en medio de mTllares de campesinos,
para empezar a decir misa, confesar y bautizar
en el momento que yo creyera maduro. EI Padre se pondrfa a mis 6rdenes, en lo meramente
cfvico, en cuanto se lo permitiera su obispo,
Mons. Vicente .Camacho.
Mi Jefe me orden6, en clave ta'mbi6n, que
fuera yo a M6xico a informar.
Muy naturales eran sus recelos, porque en las
Legiones nadie ten fa la menor idea de c6mo se
mueve al pueblo. La peor preparaci6n eran [as
iuntas secretas de no mss de 10 personas pac{ficas y escogidas con gran escr4pulo, como ten fa que ser. Todo se hablaba allf en sordina, y
lo que afuera se hac{a era demasiado sencillo y
con las m6ximas precauciones. Al principio, antes de entrar yo a las L®giones. no habfa sido
asf ; pero uno o dos fracasos por atrevidas travesuras mal dirigidas las habfan desinflado en
Guadalaiara y en M6xico, y quedaron converti-
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das en una cofradfa de mero reclutamiento y de
actos piadosos. S6Io en cohtaclos lugares se habfa logrado un estupendo control de sindicatos,
pero fundamentalmente por medio de actividades secretes. Par falta de acci6n empezaba la
decac]encia en Michoac6n, Guanaiuato y Jalisco, y con mayor raz6n en el resto del pats, excepto en una sole ciudad, cuando felizmente se
decret6 la fundaci6h del Sinarquismo. Pero 6ste
se hallaba en pafiales, con juntas pdblicas, pero
cle poca gerite, en patios, salas y corralones, en
tres o cuatro lugares de Guanaiuato.
Tan profunda lleg6 a ser a los pocos afios la
deformaci6n profesional -llam6mosla asf- de
los &Itimos iefes secretos -arrinconado ya don
Gonza[o Campos, gravemente enfermo y que a
poco muri6-, que a mf me sostrivo uno de e]los,
muy honorable por cierto a la vez -qule ciego
topo, que uno vez que el Sin`a+quismo triuhfara,
el iefe de la naci6n tendrfa que obedecer a "La
Ba$6": que porqiie al enemigo no se le puede
vencer sin6 'con su pr6pia +6ctica. Felizmente, de
19
esa gente no quedan mss que los ditirambos y
las mentiras del P. Ledi+, S. J.
Le repliqu6 a don Gonzalo Campos que yo
ten fa una absoluta seguridad en el 6xito: que
confiara en mt: que no habfa tiempo que perder: que no podfamos deiar la empresa para
despu6s del 12 de mayo, porque uno vez entradas las aguas a fines de ese mes, no serta ya
posible mover a los campesinos, cuando menos
porque los caminos se ponfan intransitables.
Contestaci6n: el sefior Obispo don Vicente
Camacho autoriza al P. Hidalgo a ponerse a sus
6rdenes y lo bendice a usted. H6galo todo como le parezca conveniente. Pero no deie de informar, pare en un momento dado tratar de
apoyarlo con la prensa.
El seFior Obispo Camacho confi6 en mf sim-
plemente porque conocta a mi padre, que en
mss de una ocasi6n habfa expuesto la vide por
la
lglesia.
Yo no me crefa con dotes de orador, y pedi
que me mandaran a Luis lslas Garcfa, a quien
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habfa of do en un congreso de estudiantes, en
Ouer6taro. A nadie me mandaron por entonces.
Escribf a Leticia Asenato. a C6rdoba, invit6ndola a participar en la aventura con 4 6 5
de sus amigas que fueran valientes y buenas catequistas. Su ayuda, como despu6s veremos, fue
decisiva. Le mand6 el texto de una proclama
para que me la llevara impresa en varios millares. Las Villasefior me ayudarfan tambi6n de
manera admirable.
Me fui con don Victor a recorrer rancher fas.
Reunfamos a los iefes de familia, en grupos de
20 a 30. Sin mencionar para nada ni a las Legiones ni al Sinarquismo, con absoluta sencillez
y en forma directa les inculcaba el anhelo de
reconquistar la libertad religiosa, y les asegura-
ba el 6xito completo con tal que ellos fueran
hombres.
Les decta que siempre me tendrtan a la cabeza en todos `los peligros que se presentaran. Pero que triunfarfamos, porque Villahermosa, Atasta y Tamult6 se nos unirfan en el momento ne-
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cesario. AI hablar los vefa despacio, uno a uno,
y tan grande era mi fe que todos me crefan, y
tarde se les hacfa para emprender la lucha.
Los iefes yo los escogfa o eran nombrados democr6ticamente segdn el caso, y se les daban
casi todas las instrucciones, menos la fecha de
la entrada a Villahermosa.
Las 6rdenes eran terminantes. La mss importante era que nadie fuera armado, ni siquiera
con el inseparable machete del campesino +abasquefio. No fbamos a quitar la vida sino a
exponerla por nuestra sagrada religi6n. Ademas,
esa era la anica t6ctica de lucha que pod fa triunfar: si nosotros hacfamos un solo muerto, C6rdenas nos considerarfa como rebeldes y fracasarfamos en ese mismo instante.
EI campesino tabasquefio es mucho muy inteligente. Todo lo entendfan con rapidez, limpias
las mentes de las obscenidades y tonterfas del
cine y de la prensa.
Don Gonzalo Campos me escribi6 para ordenarme que lo esperare en e! muelle de Villaher-
22
moss a las cinco de la tarde del 10 de mayo.
Como a las 5.30 desembarc6 allf. Me pregunt6
mis planes en detalle. Despu6s comprendf que
eran demasiado rfgidos. EI me diio que le parecfan bien. pero que si al empezar a llegar los
campesinos a las +res poblactones centrales en
la tarde del dfa 11, los molestaba la polic{a de-
teniendo a pocos o muchos, no me espera,ra al
dfa siguiente, pa[a cu.ando yo querfa reunirlos
en la plaza de armas: que_ al momento cambiapa
los planes y los siguiera cambiando segdn las
circunstancias: t6ctica sapientfsima, qLie no s6
si por mf mismo hubiera descubierto.
Tras una hora de pl6tica se despidi6 de mf
dici6ndome que ya no convenfa hablar mss: que
61 se voMa a M6x].co en avi6n a poco rato o al
dfa siguiente temprano -no recuerdo este dehalle.
Leticia rde unos 35 a,fios- y 4 cordobesas
mss -le 18 a 20-llega[on a Villahermosa en
la noche del, 9 de mayo. Un comisionado las. I]e-
v6 a Tamu]t6, a 20. minutos de la capital tin.
23,
auto- pasando por Atasta. Ya estaban tambi6n en Tamult6 las Villasefior. Yo instal6 mi cen-
tro de operaciones en Villahermosa, en la casa
del papa de Victor Ascensio, donde ahora esta
la Catedral.
De 4 a 5 de la tarde del mi6rcoles I I de mayo
de 1938 entraron a Tamult6 m6s de 500 campesinos. procedentes de las riberas del MezcaIapa. Llevaban la orden de dormir allf y de dirigirse el doce a las 6 de la maiiana a la capital.
Otros tantos campesinos entraron a 6sta el
mismo dfa I I por distintos rumbos y en grupos
insignificantes.
Cuando alguien les preguntaba a qu6 iban,
respond fan que al arreglo de asuntos de sus plantfos de platano. Y como su actitud era pac{fica
y respetuosa y no llevaban una sola arma, al
principio no despertaron verdaderas sospechas.
Sin embargo, el gobierno lleg6 a sentirse intranquilo. La policfa detuvo a 3 6 4 hombres en
Tamult6, y por las dudas se apoder6 de los pasos de los rfos que casi aprisionan a Villahermosa.
24
Di entonces la orden de que los 500 hombres
que estaban en Tamult6 se dirigieran inmediatamente a Villahermosa. Llegaron a las goteras
de la capital a las 9 de la noche, permanecieron cerca del camposanto como una hora, y a
las 10.30 descansaban ya en los portales de la
calle Madero, en el riFi6n de la ciudad.
Una multitud procedente de una regi6n denominada La Chontalpa habfa tenido que devolverse de Tierra Colorada, paso del rfo EI Carrizal, a 2 horas de Villahermosa. Se dispers6 en
las rancher fas de la ribera mientras se abrfa ei
tr6nsito.
A las 7 de la noche salt de Villahermosa a ca-
ballo, con Luis Ascensio, hermano de Vtctor. Don
Luis era un gran conocedor de rfos y montes.
Ibamos al encuentro de La Chontalpa. Pasamos
en medio de los gendarmes en Tierra Colorada,
sin ser molestados. Yo vest fa como cualquier tabasquefio, y con mi card tostada por el sol del
tr6pico -casi nunca me la protegfa del solno me distingufa de mi compafiero.
25
Pasamos el rfo en cayuco y los caballos a nado. Ya del otro lado, fuimos viend\o en cads
choza pequeFios grupos de campesinos. Ellos si.
me reconocfan a primera vista, y don Luis le,§
daba instrucciones claras y r6pidas. para que
pudieran pasar el rfo por lugares desguarnecidos y entrar a la ciudad en la madrugada. En
e] r6pido recorrido se nos fueron mss de dos
horas.
Llegamos mi gufa y yo a Tamult6 como a las
10 de la noch'e. Me esperaban impacientes las
cordobesas,
Ias hermanas VillaseFior y 8 6
10
hombres. Despach6 a dos de ellos con 6rdenes
a Villahermosa.
Tras de cenar bien y despacio, me t?rci6 a!
frente un alargado y retumbante tambor indfge-
na de la Chon+alpa que al efecto habfa yo pedido con anticipaci6n. Para tocarlo a mi gusto
partf en dos un palo de escoba, y con un grupo
no mayor de 20 personas emprendf la marcha
hacia la capitatl.
26
Fran las I I de la noche. Detr6s de mf, las veracruzanas llevaban, con dos astas, un pabell6n
nacional hermos{simo, enorme, con la Virgen de
Guadalupe en el color blanco. Ellas mismas lo
iabfan hecho en C6idoba para su misi6n evangelizadora en Tabasco. Yo golpeaba el tambor
con todas mis fuerzas para que. Ia gente saliera
a puertas y balcones. y corrfa a explicarles de
qu6 se trataba. Vamos a reconqu`istar -les gritaba- la libertad religiosa. Es necesario reconstruir nuestros templo's y que vuelvan
los
sacerdotes. iviva Cristo Rey!
La gen+e, azorada, entendfa claramente. se
persignaba, y se ponfa como alelada. Pero al-
gunos hombres se nos incorporaban.
Pas,amos en ngedio de dc>s filas de soldados,
apostados a uno y otro lado de la carretera,
frente al cuarte[ de Atasta. Y tambi6n a ellos
les diie a grandes voces el obieto de aquella
singular rna,nifeshaci6n. Permanecieron inm6viles
y mud.os, como estatuas. Ouiz6 nQ alcanzaban a
2T
creer que estaban despiertos. Aquello era algo
increfble en Tabasco.
Al llegar a Villahermosa 6ramos ya como 400
almas. No habfamos recorrido dos cuadras cuando vimos salirnos al encuentro a m6s de I.000
hombres, con otro gran tambor a la descubierta. Reson6 un formidable grito de triunfo, como
de un solo pecho. Eran las 12 de la noche. Em-
pezaba otro glorioso 12 de mayo. La Virgen
quiso tomarse entero su dfa desde el primer momento.
Leticia Asenat`o, con la c6lida, abierta y pausada voz de la criolla veracruzana, areng6 a !a
muchedumbre, felicit6ndola por esta.r resueltos
todos a morir antes que retroceder. Y reson6
de nuevo el grito un6nime de iviva Cristo Rey!
En seguida nos dirigimos al tel6grafo a fin do
comunicar al Presidente de la Repdblica, el roii-
negro L6zaro C6rdenas, el obieto del movimien-
to y la arbitrariedad del gobierno de cerrar los
pasos de los rfos. Pero, escud6ndose en que era
28
ya demasiado tarde, el tel6grafo no admiti6
ningdn mensaie.
Marchamos entonces hacia la casa del Secretario General de Gobierno, en funciones de Gobernador lnterino por ausencia del "Constitucional". Un soldado que cuidaba la puerta nos
diio que el gobernador estaba en Palacio. Para
no iugar a las escondidas, despach6 sin tardanza a Palacio una comisi6n, a la cual se le diio
que el gobernador andaba de paseo. Pero el
sefior gobernador estaba en su cama oyendo
discursos, himnos y vftores constantes al Sefior
de los Ei6rcitos, cuyo nombre lenfa por olvidado
para siempre en Tabasco la Revoluci6n antimexicana.
En aquellos momentos le diie a la multitud que
si el gobernador abandonaba su puesto, debfa-
mos obrar ya conforme a nuestro derecho: que
irfamos a ocupar desde luego el lugar pertene-
ciente al templo de La Concepci6n. destruido
por Garrido.
29
I
Se encuentra a espaldas del Palacio Munici-
pal, a una pequefia cuadra de la plaza de armas.
Del templo no quedaba mss que la pared del
fondo y una parte de las dos paredes laterales:
cosa de cinco met+os, lo correspondiente+al presbiterio. Y sin techo ni piso.
Otras dos iglesias h`abfan existido en Villaher-
rosa: Ia Catedral y La Santa Cruz. La primera,
situada en una gran calle pero leios del centro,
estaba convertida en front6n. Mi coraz6n gem fa
cuando pasaba frente a 61 o en 61 Pensaba. por-
que para mf era un recinto sagrado cuya profanaci6n no terminaba: pero habiendo fuertes intereses de por medio, gravfsima imprudencia
hubiera sido tomarlo. De La Sam+a Cruz no que-
daba mss que el terreno, en el cual crecfa la
hierba. Estaba en una de las orillas menos transitadas de la ciudad. Lo deiartamos para despu6s. sin olvidarlo. El de La Concepci6n era el
sitio ideal para reanudar el culto y levantar la
primera reconstrucci6n. No podf\a estar meior
ubicado: en el coraz6n de la capital.
30
Hacia all6 nos encaminamos. El entusiasmo fue
indescriptible cuando las dos cordobesas que
habfan llevado siempre el pabell6n patrio-guadalupano lo entronizaron en lo que habfa sido
presbiterio. Habl6 por dltimo para hacer constar que en aquel mismo lugar de desolaci6n que
Garrido quiso convertir en teatro y luego en
balneario, Cristo, el vilipendiado, el escarnecido
y luego olvidado, surgfa de nuevo como rey de
nuestros corazones y con los brazos abiertos
para salvar a cuantos en 61 creyeran. iAquf !
-les diie-, idonde Garrido pens6 ganarle la
batalla a Dios, aquf venimos nosotros a gritar
que Dios no muere!
Y como una afirmaci6n mss de nuestra Fe y
de nuestro amor a la Virgen Maria y para acabar con la cobardfa de los respetos humanos,
nos pusimos a rezar el Rosario. Dirigfa yo y todo
el mundo contestaba. EI Padre Hidalgo andaba
allf, pero adn no era oportuno hacerlo actuar
a pecho descubierto. Eran la una y 15 minutos
de la madrugada. Luegc> tratamos de descan-
31
sar. En el suelo habfa tendida una capa de sa-
brosa arena.
A eso de las 2 1leg6 a nuestro campamento
un autom6vil con cuatro oficiales del ei6rcito.
Me invitaron muy cort6smente a ir a ver con
ellos al Jefe de las Armas y al Gobernador. Nos
rodearon los mfos, y me aconseiaban no ir, asegur6ndome que no volverfa. Reflexion6 un momento, y en medio de un gran si[encio diie:
acep+o la invitaci6n de los sQfiores, porque ellos
se comprometen a volver a deiarme aquf sano
y salvo. No pueden faltar a su palabra de militares.
-Asf se lo prometemos -diio uno de ellos.
EI Jefe de las Operaciones me pregunt6 bondadosamente de qu6 se trataba. Estaba en bata
y calzaba pantuflas. Se lo expliqu6 brevemente.
y por dnica con+estaci6n me aconsei6 que hablara con el Gobernador.
-Tras 61 anduvimos` un buen rato -contests.
Los mismos oficiales me llevaron a la casa del
Gobernador. Ya me esperaba 61, reci6n vestido, rodeado de altos empleados.
32
El a,utoT de este
relato, a las 10
a. in. del, 12 de
moryo, erL La
Concepci6n.
Agriamente me exigi6 que se retiraran sin diIaci6n los campesinos y que por los conductos
"legales" gestion6ramos la reanudaci6n de cultos: que para eso dei6ramos una comisi6n a lo
sumo de 5 personas en Villahermosa y envi6ramos otra a M6xico. Oue tuviera yo en cuenta
la ley segdn la cual los sacerdotes ten fan que
ser casados.
Yo respondf que si los obst6culos fueran "le-
gales", en verdad legal®s, Ie darfamos gusto,
porque la "ley" siempre tiene por norma la recta raz6n:
que si se tratara de una "Iey" simplemente
defectuosa o molesta, Ia combatirfamos por los
medios "legales" o nos suietarfamos a ella. por-
que son mayores los males que se siguen de desconocer de plano una ley as{ que de acatarla
mientras se tramita su reforma: pero que lo por
61 llamado ley no lo era ni de leios, sino un ca-
pricho y una sinraz6n de Garrido y del garridismo, por lo cual el pueblo no ten fa por qu6 preocuparse por ella;
33
que al pueblo le bastaba desconocerla en el
terreno del derecho y por lo tanto abrogarla en
el terreno de los hechos;
que el gobierno sabrfa si la abrogaba en el
terreno legislativo, lo cual serfa lo mss conve-
niente para que el desprecio popular a la sinraz6n no se extendiera al sistema iuridico entero:
que no fbamos a caer en una trampa, puesto
que la monstruosidad de dicha disposici6n demostraba, sin mss. que no eran de fiar quienes
la habfan erigido y pod fan por ende seguirla
sosteniendo si desaparectamos nosotros de la
escena:
que no trat6bamos de agitar ni pele6bamos
por algo de poca monta sino par el derecho mss
sagrado del hombre, mss sagrado que el derecho a la vida, tan sagrado y tan alto que nos
imponta el deber de reconquistarlo:
que nosotros no pretendfamos ninguna otra
cosa: tan s6lo la libertad religiose, pero completa: que los campesinos no se retirarfah sin ella:
que, por otra parte, la famosa 'seudo-ley de Ga-
34
i
rric!o tambi6n era anticonstitucional, pues -en
ese terreno- cuanto fuera relativo al culto pertenecfa al fuero federal, de modo que en ningdn
Estado se pod fa prohibir o exigir lo que no prohibiera o exigiera la Constituci6n.
Le expliqu6 tambi6n que en lo meramente hu-
mano lo respet6bamos de manera absoluta. Pero
que tenfamos que reivindicar un derecho de orden divino contra el cual estaba en plena rebeli6n su gobierno. Oue no tratabamos sino de
recuperar lo que iniustamente se nos habfa arre-
batado.
Los oficiales y los empleados o{an estupe-
factos.
El gobernador, un poquito repuesto del susto,
estaba irritado. Fuera de su tranquilidad personal y de su carrera polftica, nada le importaba
ni un comino. Le pasaba lo que a Pilato: le ten{a
miedo al C6sar, a L6zaro C6rdenas, tan poderoso en M6xico como Tiberio lo fue en el lmperio Romano.
Cuando se convenci6 de que no darfa yo un
peso atr6s, lanz6 Ia amenaza de que correrfa
.35
I
sangre si mi gente no se retiraba. Yo contests
que todos est6bamos resueltos a morir sin derramar una sola gota de sangre de quienes nos
atacaran. El gobernador se puso de pie y me despidi6 con una inclinaci6n de cabeza, sin tenderme la mano.
A Ias 3.30 de la madrugada me deiaron los
oficiales, siempre corteses, en La Concepci6n.
No despegaron los labios. Iban taciturnos, quiz6 tristes.
Mientras tanto, la gendarmerfa habfa deiado
libres los pasos de los rfos.
36
Capftulo Segundo
Disponfame a tenderme en el suelo, en cualquier
sitio, cuando lleg6 a verme un seFior. don Jesds
Homero Romero, para convidarme con grande
insistencia a pasar a su casa, situada all{ enfren-
te, calle de por medio.
El seFior Romero y varios iefes canpesinos. rri-e
decfan que necesitaba yo descansar bien para
continuar la lucha, que apenas habfa empezado. Leticia y sus muchachas y las dos Villasefior
ya se habfan ido en coche a Tamult6, a la casa
de Conchita Ascensio de Carrera, hermana de
Victor.
Yo me sentfa de hierro. EI dfa 18 de ese mes
de mayo cumplirfa 28 afi6s. Y acostumbrado
37
desde muy niFio a toda clase de privaciones y
adversidades, nada habfa que fuera para mf un
verdadero sacrificio. Pero pens6 que nadie me
tomarfa a bien el rechazar el aloiamiento que
se me ofrecfa y que convenfa ligar a mi suerte
la de una familia de Villahermosa, que al exponerse de aquella manera a las iras del gobierno
harfa que otras familias nos ayudaran sin temor
en otras formas menos riesgosas.
Acept6, y desde ese momento ins+ale en la
casa de los Romero el cuartel general. Los peligros a que se expusieron no los acobardaron
en ningdn momento, y siempre procuraron ocult6rmelos. Oue estas lfneas sirvan de homenaie a
su callado herofsmo.
En una hamaca me dormf profundamente hasta las 7 de la maFiana. Desde las 6 todo el mun-
do estaba en pie.
Ya bien desayunado, a eso de las 8 recibf e!
aviso de que m6s de I,000 "ribereFios" se hallaban detenidos a tres cuadras de distancia de
La Concepci6n. Me subf en un tambor de ga-
38
solina vacfo que por allf habfa. Arengu6 a mi
gente y c>rden6 que me siguieran unos 500 hombres: "desde aquf". Ies diie, dividiendo a la multitud con un adem6n.
Bai6 de mi tribuna en el preciso instante en
que un pelot6n de federales formaba una l{nea
de tiradores para cerrarnos el paso. Violen+amente habfan salido del Pa[acio Municipal, cu-
yos balcones de la parte de atr6s dominaban
totalmente nuestro campamento.
Al ponerme a la cabeza de mi columna, Ios
soldados dieron el cerroiazo cortando cartucho
y tendieron sus carabinas. Una de ellas me apun-
t6 al coraz6n. Con todas mis fuerzas grits iadelante! y avanc6, a la vez que me diie: ite moriste, Salvador!
Los "iuanes" no dispararon. Con un gesto y
un adem6n de enoio se deiaron arrollar.
En 3 6 4 minutos llegamos al costado de la
plaza de Armas en que desemboca una estrecha calle. En ella, a la mitad de la primera cua-
dra, estaba un cord6n de soldados y oficiales,
39
y detr6s de ellos, inm6vil, un gran contingente
de riberefios. Llegu6 con mi columna hasta confundirnos con unos y otros, orden6 la media
vue[ta, y todos iuntos. campesinos y federales.
marchamos formando una sola y compacta mul-
titud, hasta La Concepci6n, vitoreados por los
que se habfan quedado custodiando el improvisado altar con la bandera de la Patria y de la
Virgen de Guadalupe. Con la gente asf rescatada entraron madera y guano suficientes para
Construir una "ermita" provisional -segdn palabras de la regi6n- en el desmantelado presbiterio.
A las 8 horas gir6 telegramas al Presidente
de la Repdblica y al peri6dico Exc6lsior quantum mu+atus ab illo!-. dando cuenta de la pacffica invasi6n a Villahermosa y diciendo senci-
llamente que el prop6sito era reconquistar la
libertad religiosa absolute. Se agregaba que sertan ocupados cada uno de los lugares pertenecientes a los templos, destruidos por Garrido. Y
se advertfa que nunca tomarfa el
40
a
pueblo en
cuenta la. pseudo ley garridista que establecfa
la locura de los sacerdotes casados parar e| culto
cat6Iico.
Tambi6n al sefior Obispo Camacho le telegrafi6, asegur6ndole que si gustaba ya pod fa
presentarse a regir su di6cesis. Pero reservadamente le suplicaba que tan s6Io estuviera muy
al pendiente de los acontecimientos.
A las 10 horas ya habfa en La Concepci6n
y sus alrededores mss de 3,000 almas. La Plaza
de Armas era nuestra. Nuestro era todo el centro. Los soldados habfan sido retirados y ya no
ocupaban mss que la entrada y las escaler`as clel
Palacio de Gobierno.
Los campesinos iban y venfan con gran ale-
grfa por todos lados, y desayunaban caf6 negro
y alguna otra cosa en el mercado, en las muchas
casas en que los invitaban y en nuestro campamento, donde se habfan instalado varios fogones de lefia con grandes ollas y enormes cazuelas.
A las 10 recibf un recado del gobernador: me
esperaba a las once en punto. Concen+r6 mss
41
gente en la plaza de Armas, y a las once menos
dos minutos subf las escaleras de Palacio, acompafiadQ. de dos conspicuos iefes de rancherfa,
en medio de la guardia federal.
Veinte minutos dur6 Ia conferencia. Le habta
cambiado la cara al gobernador: estaba casi
risuefio, entre una corte de altos empleados.
Afablemente nos pidi6 que todo el mundo se
retirara a sus hogares. Le contest6 lo mismo que
en la madrugada. El funcionario repuso que 61
se atendrfa a lo que reso!viera el Centro, y nos
cit6 de nuevo para las cinco de la tarde.
Durante todo el dfa siguieron llegando nuevos grupos de refuerzo, lo cual provocaba clamorosos vivas a Cristo Rey y a la Virgen de
Guadalupe. En uno de ellos lleg6 el h6roe de
Tabasco, el Padre Macario Fern6ndez Aguado.
A las 5 de la tarde VOM a Pa!acio para ofr
que Gobernaci6n ordenaba la consabida desocupaci6n de la ciudad y que una comisi6n, suiet6ndose a los "procedimientos legales", gestionara la reanudaci6n del culto.
42
Cometi6 en ese momento el gobernador un
gravfsimo error: nos diio que nuestro movimiento no contaba con la simpatta de Villahermosa:
que 6sta habta deiado de ser cat6lica afros hacfa: que yo no arrastraba mss que a indios de
La Chontalpa y "ribereFios", por su ignorancia
y su fanatismo. Yo contests lo de siempre: no
deiarfamos la lucha a medias.
Empez6 a cundir la expectaci6n, la incertidumbre. No s6 c6mo nacfan los rumores mss
siniestros: en la noche se apagarfa la luz y se-
rfamos atacados con ametralladoras maneiadas
desde autom6viles que pasarfan velozmente a
corta distancia de nosotros: el ague estaba ya
emponzofiada: se nos regalarfan tortas envenenadas. . . De todo me refa yo de buena gana.
Adn no sonaba la hora del verdadero peligro.
El dfa 13 amanecimos con la novedad de que
el Gobernador lnterino se dirigfa a los invasores
mediante un manifiesto, tratando de convencerIos de que todos volvieran a sus ranchertas, etc„
etc. La misma orden recibf de Gobernaci6n.
43
con referencia al telegrama que dirig{ al Presi-
dente Lazaro C6rdenas.
EI P, Macario perdi6 Ia confianza en la situa-
ci6n, y desapareci6, conforme a su vieia t6ctica.
Le di cuenta de todo al pueblo, y el pueblo
resolvi6 que la respuesta a Gobernaci6n fuera
el silencio absoluto: que se pusiera otro telegrama al Presidente, y as{ se hizo, dici6ndole entre
otras cosas que se le pedfa su contestaci6n personal, que nunca lleg6, y que la replica al mani-
fiesto del gobernador serfa un desfile por toda
la ciudad. Los acuerdos democr6ticos se tomaban, naturalmente, despu6s de los conseios de
guerra que celebraba yo a puerta cerrada, en
la casa de la familia Romero, con Leticia, las
VillaseFior y los iefes del campo. El arte est6 en
pensar por el pueblo y hacerle tomar las decisiones que en verdad le convienen.
La manifestaci6n fue anunciada para las 5 de
la tarde de ese mismo dfa 13. Al efecto redact6
un volante y encontr6 a un impresor con el valor necesario para imprimir cinco mil eiemplares,
44
que se repartieron en todos los barrios: se invitaba a la capital a unfrsenos para demostrarle
al gobierno que tambi6n ella era cat6Iica, para
rechazar categ6ricamente la iniuria que se le
hacfa de tenerla por atea.
Ya era necesario este nuevo paso y algo mss,
porque se me estaba yendo la gente, porque
pare el campesino tabasquefio !a limpieza es m6s
necesaria que la comida, y en Villahermosa no
ten fan d6nde baFiarse ni disponfan de ropa lim-
pie. A Ias 4 de la tarde no contaba yo con mss
de I,000 hombres.
Dei6 Ia mitad en La Concepci6n. como guardia, y empec6 el desfile con el resto, ni un alma
mss, con el pabell6n de la noche triunfal a la
cabeza. Bien distribuidas iban varies mantas que
pint6 Leticia Asenato con sus muchachas. Di la
consigna de guardar un silencio absoluto.
Durante m6s de dos horas marchamos por las
calles m6s populosas y pasamos, adrede, frente
a los puntos de mayor peligro: Palacio, el sindicato mss roio, Ia Jefatura de Operaciones, y
45
-ya de vuelta- la lnspecci6n General de Policfa. Las personas que no se incorporaban a la
manifestaci6n salfan a las aceras a verla pasar,
expresando vivfsima alegrta. En el terreno de la
antigua ig!esia de la Santa Cruz declare que
tom6bamos posesi6n de 61 para
reconstruirla
cuando nos fuera posible.1
Entonces sf se rompi6 el silencio con vftores
a Cristo Rey y a la Reina, como tambi6n cuando los custodios de La Concepci6n vieron volver la columna. enorme ya y triunfante. Eran
m6s de 10,000 almas. Se ofa la respiraci6n de
la muchedumbre como si hubiera sido la de un
solo pecho gigante.
Totalmente af6nico, me acerqu6 a Leticia y
al of do le di breves instrucciones. Leticia habl6
desde mi tambo de gasolina. Sonora, dulce, apasionada y grave era su voz. Dio gracias a Dios
por la demostraci6n de fe del pueblo de Villahermosa, Atasta y Tamult6, y a continuaci6n
diio que s6lo faltaba que los sacerdotes eiercie1 Pocos afros despues lo hicieron los 3esuitas.
46
fifa`
ran desde luego su ministerio pdblicamente: que
ella sabfa que entre el gentto andaba el Padre
Hidalgo: que las personas que lo conocieran lo
llevaran en triunfo hasta el improvisado altar.
AI segundo se vio que un grupo de cuatro o
cinco hombres llevaban a otro a viva fuerza ha-
cia el presbiterio. A este lugar lo subieron, tambi6n como a la fuerza. Era el P. J. Pilar Hidalgo.
Con voz potente, pero entrecortada por la emoci6n reprimida, invit6 a todo el mundo a la misa
que celebrarfa al dfa siguiente, a las 7 de la maiiana. La muchedumbre solloz6. enternecida. . .
Hasta que, por fin, Villahermosa, la antigua
San Juan Bautista, volverfa a saber lo que es el
inefable Sacrificio del Altar. Hasta que por fin
serfan bautizados millares de tabasquefios de
todas las edades. Y por primera vez sabrfan lo
que es unirse a Cristocen la Sagrada Eucaristfa.
®
47
LA primera misa de. la reanudaci6n de cultos en
Tabasco fue celebrada el s6bado catorce.de rnayo a las 7 de la maFiana. Coh religiosidad conmovedora la oy6 un gran concurso: las sefioras
mss distinguidas, hermosas seFioritas, y pueblo
humilde, pero limpio, y fino de modales, como
es el tabasquefio. Soldados de guardia en los
balcones de atr6s del Palacio Municipal se descubrieron con respeto.
Al terminar el S.anto Sacrificio se me acerc6
un maestro albafiil llamado Nicol6s Monteio, po-
pularmente conocido con el mote de Caminan+e. Me diio que si yo querfa pod fa emprender
sin tardanza la reconstrucci6n de la iglesia conforme a sus antiguos planos, de los que llevaba
a prevenci6n un.a copia.
-A las 8.15 comenz6 Nicol6s Monteio con dos
peones. Se hizo la primera colecta, y aun los federales contribuyeron. A la vez empezaron los
bautizos de nifios.
Desde ese momento se trabai6 sin descanso
en lo espiritual y en lo material. Urgta despertar
48
`
en el_pueblo,el anhelo per Cristo y hacer uno
reconstrucci6n material que el gobierno se vie-
ra obliga.do a respetar,. pasara lo que pasara.
La paz era tan s6Io aparente.I La tempestad no
pod fa tardar.
El primer ofrecimiento de flores, con rosario
cantado, fue ese s.6bad614' eh la tarde. Todo se
debi6 a la actividad y ardiente celo de Leticia
y sus cordobesas. M6s de un centenar de nifias
acudieron, toda; de blanco: acto bellfsimo] des-
conocido hasta entonces pare la inmensa mayor fa y que bien valfa, por sf solo, todos los sinsabores y peligros y aun la vida misma.
En la noche de ese dta dichoso cay6 un agua-
cero torrencial que amenaz6 con dispersar a los
nuestros y deiar el campo al enemigo. Mss se
encendieron los 6nimos. Cientos de brazos sos-
tuvieron en alto un techo de teias. de .zinc y de
mangas de hule. mientras .se rezaba y se canta-
ba fervorosamente. Al dfa siguiente, en lugar de
la "ermita" de madera y guano lucfa una s6Iida
49
viguerfa cubierta con teias de zinc, abarcando`
todo el presbiterio.
Vfveres en abundancia, ladrillo, col, arena,
fodo lo necesario se compraba o se recibfa como donativo, conforme avanzaba la obra, sin
que nunca llegara a faltarnos algo. Las seFioras
ricas nos ayudaban sin ocultarse. Y por los ma-
teriales salfan constantemente nutridos grupos
de voluntarios para evitar gastos de acarreo y
para darse el gusto de poner el sudor de sus
frentes en la reconstrucci6n del templo de la
Virgen amada.
EI dfa` 15, domingo, el padre Hidalgo celebr6
dos misas, una a las 7 y otra a las 9. El era alto,
fornido, blanco, de espaciosa frente. Su voz tron6 al explicar el Evangelio del dfa. Hasta en la
Plaza de Armas, a dos cuadras de distancia, se
escuch6 dos veces, como clarinada en medio de
un silencio expectante, la magnffica profecfa:
I,'. . .Y las puertas del infierno no prevalecer6n
contra Ella. . ."
50
En la tarde de ese domingo se dedicaron las
cordobesas y las VillaseFior a enseF{ar la doctrina
cristiana. Todos los oyentes, grandes y chi¢`os,
contestaban a coro, prepar6ndose asf muchos
de ellos para recibir el bautismo. Las verdades
de nuestra Fe se otan sflaba por sflaba en el co-
raz6n de la ciudad asombrada. Muchos oios se
cuaiaban de 16grimas.
Poco despu6s de la doctrina, el rosario, con
ofrecimiento de flores y bellfsi.mos cantos com-
puestos por el santo obispo don Rafael Gufzar
y Valencia: cantos que las veracruzanas ensefiaban con creciente entusiasmo y que el pueblo
entero repetfa fascinado. Esta vez fueron ya
mss de 400 las nifias que acudieron con velo y
vestiditos albeantes, como copos de algod6n.
Ya habfa penetrado hondamente en las almas el
divino valor y la clara poesfa del culto p6blico
a la Purfsima y Virginal Maternidad de Maria.
Los 'mismos actos religiosos siguieron
cele-
br6ndose a diario, cada vez con mss nifias. Y
51
pronto serf an los bautizos de,niios con uso de
raz6n, de. i6venes y aun de adultos.
Del 14 en adelante reparti6 Leticia miles de
estampas y de catecismos, precioso obsequio
de Monsehor Gufzar y Valencia.
Mientras tanto. Ios peri6dicos locales nos atacaban y excitaban al gobierno a proceder contra el pueblo: pero a los pocos dfas enmudecieron, como cansados de no ser tornados en
cuenta.
Yo present fa la tempestad: pero por entonces
no pod fa ni me convenfa impedir que la confianza cundiera en nuestras filas, por lo `cual del
16 de mayo en adelante no se quedaron en La
Concepci6n m6s campesinos que los absolutamente indispensables para ayudar a los albafiiles en sus labores. Los mss emprendieron tranquilos y felices el retorno a sus hogares.
EI Iunes 23 se rescat6 una campana abandonada por el garridismo en una calle. Veinte hom-
bres fueron por ella. La cargaron con dos fuertes
maderos en cruz. Ya en La Concepci6n, fue ele-
52
vada a un campanario compuesto por dos gruesos horcones de cuatro metros de altura y un
fuerte travesaiio.
Tambi6n el lunes 23 empezaron a percibir iornal mss de 20 albafiiles, que 'habfan regalado
una semana entera ,de trabaio.
®
Pero todo cambi6 el iueves 26 de maya, al
llegar a Villahermosa, en avi6n.
el Dr. V{ctor
Fern6ndez Manero, Gobernador "Constitucional" del Estado.
A las 5 de la tarde nos envi6 un recado al Pa-
dre Hidalgo y a mf, pidi6ndonos que fu6ramos
a Palacio a las 7 de la noche.
Acudimos a la cita y encontramos al sefior
gobernador con el iefe de las Operaciones MiIitares ulistinto del que yo conoct en la ma-
drugada del 12-. con un nuevo Secretario General de Gobierno y con el Presidente Munici-
53
pal. Los cuatro personaies estaban como ensayahdo uno tradedia.
El primero us6 de los ruegos y de las amenazas para que se aceptara su proposici6n, que
diio ser la del P.residente Cardenas, de que tom6ramos dos Municipios, por eiemplo Teapa y
Cunduac6n, o cualesquiera otros, menos el del
Centro, es decir, el de Villahermosa, ni el de
Frontera, nido garridista. A Ias amenazas y a
los ruegos le contests -pues asumt yo toda la
respQnsabilidad- que no se abandonarfa a Villahermosa y que la libertad la quertamos para
todo el Estado, por ser de iusticia.
Prometfa tambi6n el gobernador que a los
pocos meses habrfa libertad hasta en Villahermosa. Sin ambages le contests que si en aqueIlos momentos se nos arrrebataba la libertad en
la capital, con mayor facilidad la aplastarfan en
otros municipios.
cse le descubri6 su iuego y fue esto lo que
mss lo exasper6`? Pero aun cuando hubi6ramos
tenido la seguridad de que 61 querfa curhplir
54
con sus promesas, nuestra resoluci6n habrfa sido
la misma: Cristo no nos permiffa renunciar on su
nombre a Villahermosa, con miles de almas por
cristianizar.
Lleg6 a exaltarse t6nto Fern6ndez Manero,
acostumbrado a obedecer y ser obedecido servilmente, que me dio 24 horas de plazo para
salir del Estado y amenaz6 diciendo que no les
impedirfa a los garridistas roios que nos ataca-
ran y que al efecto se nos retiraban todas las
garantfas.
La respuesta fue que nada nos harfa variar de
resoluci6n.
Expres6 61 entonces el deseo de volver a verse con el Padre Pilar Hidalgo. Diio que ya no
querfa tratar conmigo. cMe falt6 flexibilidad en
la forma? Es posible. EI Cielo escogi6 un pobre
instrumento, pero un
instrumento fiel, cierta-
mente dispuesto al martirio pero sin iam6s pre-
tender provocarlo ni para mf ni menos pare mis
humildes compafieros.
55
El 27 recibi6 el Padre Pilar una proposici6n
mss amplia que la anterior: 'que se nos darfain
hasta cuatro Municipios, pero renunciando\ nosotros al de Villahermosa y sin que pens6ramos
en el de Frontera. EI Padre Hidalgo, Vicario ge-
neral de la Di6cesis, contest6 que no pod{a
aceptar por su cuenta tal arreglo: que consultarfa con el pueblo.
Asf lo hizo a las 8 de la majiana del dfa 28.
despu6s de la misa. M6s de mil iefes de familia
oyeron con atenci6n las famosas proposiciones.
Todos ellos saldrfan m6s beneficiados acept6ndolas, pues en su mayorfa no pertenecfan al Municipio de Villahermosa, sino a los de Jalpa, Na-
caiuca y otros. Pero todos eran cruzados de
Cristo: a pleno pulm6n gritaron que no se retirarfan de La Concepci6n, que querfan absoli;ta
libertad religiosa para todo el Estado, empezando por su capital.
Se acord6 inmediatamente que ya no volviera el Padre a Palacio: que tres sefiores fueran
en su lugar a comunicar al gobernador la reso-
56
iL±+-
Iuci6n del pueblo. Los recibi6 el Secretario General, quien apenas of do el mensaie los amenaz6
y despidi6 de male manera. Comprend{ que
muy pronto quedar{amos incomunicados. Por lo
cual nos preparamos para resistir un sitio que
pod fa ser riguroso.
Capftulo Tercero
Felizmen+e, se habfan acumulado materiales de
construcci6n suficientes para varios dfas. Ya al€anzaba cierta altura el muro del lado de la calle, y seguirfamos levant6ndolo para que nos
sirviera de parapeto y al mismo tiempo hiciera
mss diffcil el despoio.
En el Iugar menos impropio, se instal6 r6pida-
mente una cocina dentro del recinto que serfa
sitiado. Se abri6 un discreto boquete en la pa-
red de una de las casas contiguas, de acuerdo
con su dueFio, para recibir por allt agua y cuanto nos hiciere gran falta. Y nos provefmos de
lefia, caf6, mafz, arroz, friiol y de algunas otras
58
cosas indispensables pare la alimentaci6n de los
albaiiiles y de los campesinos. Estos dltimos ha-
bfan comenzado a volver en pequefios grupos
desde I.a noche del 26. Retuve conmigo como a
300 y a los dem6s les di la comisi6n de presio-
nar, con su sola y constante presencia, a la retaguardia de los cordones de gendarmes que
segdn mis calculos no tardarfan en apostarse en
los dos extremos de la calle de lndependencia.
De las once a las 11.30 de la mafiana fueron
aprehendidas, una por una. hasta cinco perso-
nas -tres albafiiles y dos campesinos-, de 12
que habfan salido' por unas tables para andamios.
Varios albafiiles me pidieron cque fuera yo a
la lnspecci6n de Policfa, a reclamarlos. Asf lo
hice, pensando que el rehusarme hubiera sido
tomado a cobardfa. El iefe de barandilla se sorprendi6 al verme, y me l9s dio libres, quiz6 para
artepentirse unos minutos despu6s de no haberrhe detenido allf ,mismo.
59
Al volver al templo pas6 inadvertido por entre varios gendarmes que estaban siendo apostados en la bocacalle de lndepend\encia y
Allende.
A las doce del dfa, diez gendarmes trataron
de aprehender a trece campesinos que llegaban
en canoa, con dos mil ladrillos, a un desembarcadero que est6 detr6s de lo que es el presbiterio del templo, a 300 metros, poco mss o
menos.
Se me dio aviso e inmediatamente tendf un
cord6n como de cincuenta hombres desde la
entrada del costado de la Concepci6n hasta el
embarcadero. Y orden6 a mi gente la descarga
del material. De mano en mano volaban los ladrillos hasta el templo. Amenazando con sus pistolas, rabiosos, los gendarmes se quedaron con
un palmo de narices. Pero se fueron a la lnspecci6n por armas largas.
Ese mismo dfa circul6 la versi6n de que el go-
bernador afirmaba que no habfa cat6licos en
Villahermosa. Toda la ciudad hirvi6 de indigna-
60
I,---
ci6n contrq 61. Pero .no habfa tenido ,yo tiempo
de organizarla de alguna manera.
Furioso el gobernador por no haberme yo
ocultado ni salido del Estado, aprehendi6 a don
Jesds Romero y a un hiio suyo, pare exigirles
que hie entregaran. A las 24 horas tuvo que deiarlos en libertad, por las protestas que le llovieron aun de quienes menos las esperaba.
Los 6nimos se iban poniendo en tensi6n. La
atm6sfera se cargaba de siniestros presagios.
EI domingo 29 de mayo el gobernador habta
iurado solemnemente, ante varias damas, que
a las doce de la noche de ese mismo dfa 61 en
persona irfa al templo y nos sacarfa, vivos o
muertos, al Padre Llidalgo y a mf. Creo que le
faltaba un decidido apoyo por parte del Jefe
de las Armas, por lo cual no intent6 cumplir su
iuramento. Pero su ira y su despecho no tuvieron lfmites.
Ese mismo dfa me lleg6 de M6xico un valioso
auxilio: dos aceiotaemeros, Jos6 Antonio Garcfa Zepeda y Jos6 Luis Zimbr6n. Les expliqu6
61
la gravedad de la sitiiaci6n, en iunta de iefes,
en la casa de la familia Romero.
Les diie que a mi iuicio muy pronto correrfa
sangre, y les rogue que uno de los dos se vol-
viera inmediatamente a M6xico a informar de
viva voz a mis iefes, los iefes de las Legiones.
para que movieran ya a la prensa a nuestro
favor.
Jos6 Luis Zimbr6n determin6 que 61 se volverfa a M6xico, y asf lo hizo al d{a siguiente, en
avi6n, antes de la tragedia de la tarde.
Los m6rfires del treinta de mayo
Despu6s
de
varias
tentativas
infructuosas
para celebrar un mitin, el gobernador orden6
terminantemente que el dfa 30 se reunieran a
las 10 de la maiiana, frente a Palacio, todas las
organizaciones obreras y las agraristas. diz que
para respaldar al Presidente C6rdenas y condenar la rebeli6n cedillista, que desgraciada-
62
mente habta estallado o abortado precrsamente
el dfa 12 de ese mismo mes de mayo.
Se presentaron al mitin no m6s de 200 indi-
viduos, y todos forzados. El gobernador, decepcionado, despechado, habl6 desde el balc6n
cen+ral de Palacio. Diio que a balazos serf an
desaloiados los cat6lic`os y que aceptarfa la res-
ponsabilidad. de lo que sucediera. Yo estaba
informado al instante.
A las nueve de la mafiana se habfa formaliza-
do el sitio del templo: fueron reforzados los cor-
dones de gendarmes en la esquina de lndepen-
dencia y Guerrero, cerca del rfo Griialva, y en
el extremo contrario de lndependencia, o sea
en la esquina con Allende, a unos cuantos pasos
J
de la plaza principal.
Y desde ese momento, a nadie Hue no fuera de los vecinos- se le permitfa el paso, mucho menos para traernos alimentos. En cambio,
tenfamos libre nuestra comunicaci6n secreta con
la case contigua de que ya habl6.
63
L
Mucha gente se mantuvo firme del otro lado
de la gendarmerfa. que constantemente la molestaba.
Pero a eso de.I;s 5' d6 la t;rde comenzaron
a cometer verdaderos atropellos los policfas de
1@ esquina de lndependencia y Gu6rrerc>. ,A una
pobre muier le -asestaron tremenda bofetada.
Alguien, trepado en'`lo alto de la construcci6n
(ccuatro metros?), dio un grito de andustia y
de alarma.
6Cu6l era el deber d6 un caballero cristiano?
"Sfganme los que quieran", les diie a los que
me rodeaban cerca de`. Ia entrada -sin Ptlerta
todavfa- del costado. EI Padre Hidalgo dirigfa
en esos momentos el Rosario. La Virgen de Gua,-
dalupe presidia en el Presbiterio, desde su Banclera Nacional.
Me siguieron 6nce hombres, once exactos. Mi
prop6sito era exigir correcci6n a la policfa. Dentro del templo permanecieron como 300 almas,
sin darse cuenta de lo que afuera suced{a. Ni
uno solo de nosotros iba armado. Pero la poll-
64
El ¢rimer of reciniento de i lores, en I,a tarde
del 14 de mavo
de 1938.
cia nos recibi6 a balazos intempestivamente, a
boca de iarro, sin esperar ni proferir palabra.
Cayeron cuatro muer'tos, tres heridos graves
y cuatro con heridas leves. Yo alcanc6 a saltar
sobre uno de los gendarmes y le cogf la cara-
bina, que pot poco le quito. Pero en eso los demss me rodearon, y uno de ellos me diio: todo
es indtil, licenciado.
Volvf la cabeza y vi el tendido de muertos y
heridos. Le solt6 la carabina al gendarme y me
dirigt al templo. Al entrar en 61 me dispararon
los gendarmes de enfrente, pero con p6sima
punter fa.
Al mismo tiempo, esbirros posesionados de
los balcones del Palacio Municipal. dominando
perfectamente al pueblo, podrfan haber hecho
una espantosa carnicerta: pero por matar al Padre Hidalgo, que Jen esos momentos bautizaba,
dispararon dnicamente al presbiterio. Las balas
pasaron por encima de las cabezas y de la Bandera de la Virgen.
65
Entr6 yo al templo por el Padre, y con 61 volvf a salir a la calle. El iba con sontana y roq'uete,
como
estaba,
y
corriendo
angustiosamente,
pare alcanzar el dltimo aliento de cada moribundo. auxili6 a todos.
Uno de los cafdos estaba bien muerto. Yo me
arrodill6 iunto a 61 y le bes6 la frente. Era un
pobre campesino cuya suer+e envidi6 en esos
momentos.
AI incorporarme vi venir al Inspector de Policfa. Vestia pantal6n blanco y guayabera blanca. Su rostro era tranquilo y afable.
S'us
primeras
palabras fueron
6stas:
"Pues
Cqu6 pas6. Iicenciado?"
Me tom6 del brazo, y caminando, caminando, me llev6 hacia espaldas del templo. La multitud de espectadores no nos perdfa de vista.
Los gendarmes, tampoco. Me pare en seco,
comprendiendo que el Inspector querfa cortarme to+almente de mi gente. Y platicamos. El se
sac6 una medallita que trafa colgada al pecho,
y me diio,
66
-"Vea ustecl. Yo tambi6n soy cat6Iico, y estoy con usted. cpor qu6 no habla usted a solas
con el sef5or gobernador? Podrfa usted venir hoy
en la noche a mi casa. . ."
La celada era perfecta. Pero contest6 con
evasivas, aunque procurando no mostrar desconfianza. Nos separamos como si fu6ramos
grandes amigos.
El gobierno trat6 de explicar el caso diciendo
que nosotros habfamos pretendido arrollar y
desarmar a la gendarmerfa y que uno de sus cabos habfa sido herido en una pierna con arma
de fuego. Lo hiri6 seguramente alguno de sus
propios compafieros.
La crueldad o el miedo del gobernador lleg6
al grado de ordenar que los 4 cad6veres no fueran entregados a sus familiares: se les enterr6
de prise en la mafiana del dfa 31. sin permitir
la entrada de los dolientes al camposanto. Yo
dei6 hacer, porque 6ste nos quedaba muy le-
ios, y no conventa distraer gen+e del templo
para nada.
67
En cambio, la gendarmerfa fue totalmente retirada: se levant6 el sitio.
A partir del mismo dfa 31 se reavivaron los
trabaios de reconstrucci6n. Me urgfa adelantarIa lo m6s posible, para hacer mss indiscutible la
posesi6n de aquel Iugar por la lglesia Cat6lica.
Los caminos de Dios
El dta 31 de mayo hubo en el templo la mis-
ma o mayor animaci6n que en los primeros dtas
del movimiento, como si la vfspera no hubiera
corr'ido sangre: acudieron mss nifios a la doctri-
na: hubo m6s bautizos, siendo notables los de
varios adultos, y mss de cien nifias morenas ves-
tidas de blanco colmaron de flores el altar de
la mexicanfsima Virgen mestiza.
Todo ello era el lozano fruto de la catequesis
dado por las muchachas de C6rdoba y las dos
michoacanas, a maFiana y tarde, en distintos lu-
gares de la ciudad.
68
El dfa primero de iunio empez6 la celebraci6n
del mes del Sagrado Coraz6n de Jesds: Ios nifios, muy seriecitos, con una devoci6n perfecta,
acudieron en buen ntimero al ofrecimiento de
flores.
Los campesinos mss necesitados de volver a
sus hogares emprendieron su camino, confiados
en que la sangre de los m6rtires serfa una petici6n que el Cielo no podrfa desofr.
El 2 de iunio recibieron nuestros albafiiles un
recado del gobernador: que pod fan seguir trabaiando tranquilamente, porque el Presidente
de la Repdblica ordenaba que se les diera toda
clase de garantfas. Como consecuencia, mss
campesinos quisieron volver desde luego a sus
rancherfas: pero los retuve convenci6ndolos de
que a6n no estaba claro el asunto, de que quiz6
ese recado era una simple estratagema del gobernador para que el templo quedara desam-
parado.
Esa noche se oy6 por radio que la Secretar{a
de Gobernaci6n ordenaba respeto absoluto a la
69
libertad de los cat6licos de Tabasco, por acuerdo expreso del Presidente de la Repdblica. Era
la t6ctica de L6zaro C6rdenas: prometer pdblicamente lo contrario de lo que secretamente
ordenaba hacer.
En efecto: cundi6 dicha noticia con la rapi-
dez del rayo: pero al mismo tiempo, el dta 3,
recibf un telegrama de la Presidencia orden6n-
dome abandonar el templo y suie+arme en todo
y pare todo a los "procedimientos legales", con
la advertencia de que si el fallo resultara adverso, tendrfamos derecho a protestar cuantas veces quisi6ramos. iLa burla revolucionaria!
A mediodfa me lleg6 la no+icia de que en esos
momentos se iniciaba un proceso iudicial. para
dictar auto de aprehensi6n en mi contra y eiecutarla con el auxilio del ei6rcito.
Sabiendo perfectamente que adn no habta tal
orden de aprehensi6n, salt a la calle. poco an-
tes de la una de la tarde, con el fin de visitar a
uno de los heridos, que me llamaba con urgencia. Pero se me segufan todos los pasos, y de
70
improviso fui aprehendido por cuatro correcttsimos oficiales del ei6rcito.
Primero fui conducido a la Jefatura de Operaciones, muy cercana, donde el General X -no
recuerdo su nombre- me enseFi6 un telegrama
de C6rdenas orden6ndole que se pusiera a las
6rdenes del gobernador pare que se procediera
en mi contra. Y luego fui llevado, en autom6vil.
por aquellos mismos oficiales, al cuartel de Atasta, a tres kil6metros de Villahermosa.
Al instan+e fueron otros oficiales a La Concepci6n, y uno de ellos le dio al Padre Hidalgo
el recado de que el Jefe de las Operaciones le
pedfa atentamente quince minutos de pl6tica,
al cabo de los cuales estarta el Padre nuevamente en el templo. A pesar de la oposici6n de
los campesinos, el Padre Hidalgo consider6 que
deb fa acompaiiar a los militares, confiado en
su caballerosidad.
Se le llev6 directamente al mismo cuartel de
Atasta. De repente lo vi, sentado. en un cuarto
de amplias ventanas enreiadas que quedaba
71
frente al info, con un patiecillo de por medio.
Yo ten fa mi centinela de vista, y al Padre le pusieron el suyo.
Al rato le presentaron al Padre una charola
con abundante comida, y a mf me llevaron otra
con arroz. un par de huevos fritos, pollo, pan y
caf6. Mi centinela me hizo la sefia de que no
probara yo bocado. AI Padre le aconseiaron lo
mismo de igual manera, y 61 retir6 suavemente
la charola. Yo le pedf al soldado que me servfa
que me traiera tambi6n la charola del Padre, y
me recet6 las dos comidas, sin deiar brizna. Me
qued6 muy satisfecho. comprobando una vez
mss la verdad del dicho que muchas veces ot de
niFio: barriga llena, coraz6n con+ento. Era nece-
sario recuperar las fuerzas perdidas por tanto
ayuno forzado. Y que Dios mandara lo que quisiera.
No sabfa c6mo, pero ten fa la certeza de que
no se perderfa [o hecho, principalmente porque
las muchachas catequistas habtan abierto sur-
cos muy profundos en muy buena tierra y en
72
ella habfan sembrado la meior semilla: el cate-
cismo de Ripalda. La labor de evangelizaci6n
habfa sido fundamen+almente de ellas. EI Padre
habfa empezado a recoger la cosecha en bautizos, confesiones y comuniones. Yo, con mis cen-
tenares de campesinos, habta servido de brazo
secular para derribar fdolos -el fdolo del laicismo y el fdolo de los respetos humanos- y
para presentarle en cambio al pueblo la imagen
del Redentor y la de su Madre Santfsima. Pero
sin las catequistas mi trabaio habrfa sido punto
menos que est6ril. Habrfa sido una simple lla-
marada de petate, un mero acto cfvico, sin trascendencia, sin hondura. sin raigambre, sin fruto
espiritual. Y a mf lo que me importaba era la
recatolizaci6n de Tabasco, lo cual ciertamente
habfan logrado ya en buena parte las heroicas
catequistas. Sea pues la gloria para Dios y su
Madre Santfsima y
para
aquellas
abnegadas
obreras de la viFia celestial.
Estaba yo haciendo la digesti6n muy tranqui-
lo, cuando llegaron en dos carros el Gobernador
73
y varios de sus achichincles. Entraron al cuarto
en que ten fan al Padre Hidalgo. Se sentaron todos, con 61 en medio. Yo los vefa perfectamente
desde mi celda. Habl6 el gobernador acaloradamente durante varios minutos. No alcanzaba
yo a ofr lo que decfa. EI Padre Hidalgo s6Io
meneaba negativamente la cabeza. Le proponfan algo que 61 no pod fa aceptar. Mohinos y
sombrfos se fueron los visitantes.
A las 3.20 de la tarde se nos orden6 salir, el
Padre en medio de una escolta y yo en medio
de otra. En dos coches fuimos trasladados a un
campito donde nos esperaba una avioneta mindscula.
No cabtamos en ella mss que el piloto, que
era militar, el Padre, yo, y otro militar a nuestras espaldas.
AI cabo de media hora o tres cuartos de hora
de vuelo, aterriz6 la mariposita aquella en Ciu-
dad del Carmen. Allf se nos dei6 libres, d6ndonos los militares mil disculpas, no s6 si con cierta
sinceridad.
74
Sin hablar palabra, cada cual a solas con sus
pensamientos, en un coche nos fuimos el Padre
y yo al centro de la ciudad: 61 a la parroquia, y
yo a la casa de una sefiorita, iefa de un grupo
secreto de las Legiones.
Me recibi6 ella con tina amabilidad, y me llev6 al cuarto de un hermano suyo, en el segundo piso. Era aquella una buena casa, de familia
acomodada. Me dieron ropa del mismo hermano, porque la que yo trafa estaba ya muy sucia.
Me bafi6 y salt vestido con aquella ropa. que
me quedaba un poco holgada, quiz6 un mucho.
Ten fa yo que pasar por la sala para salir a la
calle. Al baiar la escalera of una gran alharaca.
La sala estaba llena de muchachas, que al verme no pudieron reprimir una risita de compasi6n. La duefia de la casa se hizo la desentendida, y yo salt casi sin saludar.
Me dirigf al correo, donde escribf a M6xico
dando cuenta de lo ocurrido y pidiendo que inmediatamente se enviara otro sacerdote, a Tamult6, a la casa de la familia Carrera. Les ase-
75
gur6 que no tardarfa yo en reunirme con 61. Es-
cribf tambi6n, en clave, a victor Ascensio Garcfa, a Villahermosa, orden6ndole que enviara a
Frontera una persona de absoluta confianza y
conocedora de la regi6n, q.ue me pudiera conducir a Tamult6 sin ser descubierto, por algdn
trayecto fuera de los ordinarios.
®
Mientras tanto se habfa presentado en La
Concepci6n un coronel con fuerza federal, a
las 3.30 de la tarde. Y secamente orden6 la inriiediata desocupaci6n del lugar. Las cordobesas resistieron, encabezando al pueblo,
hasta
que, viendo lo irremediable, consintieron en que
quedaran custodiando el templo solamente diez
campesinos, que serfan respetados por el gobierno local y por el federal. Asf lo iur6 el coronel, a nombre del gobierno. Pero Gen iura-
mentos de ateos qui6n puede confiar?
76
La Concepci6n sigui6, pues, en nuestro poder, pero de una manera muy precaria. Y sin
sacerdote. Dios probaba nuestra fe.
Astutamente el gobierno prometi6 tramitar
con rapidez las solicitudes que se le presentaran
e'n el +erreno legal pare obtener la reanudaci6n
de cultos. Insistfa en que era forzoso primero
que nada pedir la reforma de la ley que exigfa
el matrimonio de los sacerdotes. Felizmente el
pueblo habfa aprendido la lecci6n, y no se present6 ning6n pedimento.
La Virgen Santfsima nos habfa llevado a cada
instante de la mono. Ella fue la que triunf6 cla-
morosamente durante veintid6s dfas. Tambi6n
Ella cambi6 ese triunfo por otro m6s necesario:
el interno, el silencioso, ese que se apodera de
las almas sin necesidad de los hosannas de los
domingos de Ramos.
77
El triunfo defini+ivo
El dfa 5 de iunio salt de Ciudad del Carmen,
en un lanch6n, muy temprano. Al anochecer
desembarqu6 en Frontera, donde no era yo conocido. Ya me esperaba allf, en un hotel, el gufa
enviado por Victor Ascensio Garcfa.
El dfa 6 salt con 61 rumbo a Villahermosa, a
donde llegu6, a la casa del mismo Vfctor, en la
madrugada del dfa 8, despu6s de caminar a pie
y en cayuco, por tierra y por agua, por rutas
solitarias.
Nuestro alimento fue el dnico posible: choro+e, que es una masa de mafz y cacao, ligeramente agria. Se disuelve con la mano en una if-
cara de agua. El agua la tom6bamos, sobre la
marcha, del rto o del estero por el cual o iunto
al cual tbamos. Esa regi6n de Tabasco es m6s
agua que tierra.
Uno de los Ascensio me llev6 inmediatamente
en coche a Tamult6, a la casa de su hermana
Concepci6n Ascensio de Carrera.
78
Pocas horas
despu6s lleg6 el
Padre
lsidro
Gonz6lez, que ese mismo dfa habfa salido de
M6xico en avi6n.
Hablamos
largamente
y
decidimos
seguir
adelante desde luego .El celebrarfa Misa y administrarfa los sacramentos en aquella casa y en
otras, en las que se le ofrecieran. sin alardes,
pero sin ocultamientos. EI Padre Gonzalez era
- es, pues adn vive- un sacerdote sencillo,
tranquilo, valiente, silencioso, lleno del espfritu
de Dios.
AI dfa siguiente, 9 de iunio, se instal6 a Je-
sds Sacramentado en el mismo cuartito en que
fue p!aneado el movimiento el 16 de marzo.
Tambi6n a Villahermosa iba el Padre
lsidro
todos los dfas, a celebrar misa, a bautizar y confesar, en una casa muy c6ntrica. NiFias y sefioras entraban allf sin ningdn misterio, con sus al-
beantes velos en la cabeza. El gobierno comprendi6 a.ue la situaci6n ya no era la misma que
antes del 12 de mayo: la Fe, antes adormecida
79
y acobardada, habfa, despertac]o vigorosa y resuelta en todo el pueblo.
EI Padre Macario Fern6ndez Aguado volvi6 a
salir de su antigJuo refugio del Estado de Chia-
pas para presentarse en Tamult6 a la luz del d{a.
EI 13 de\iunio, en la bendita casa de los Carrera, eh Tamult6. recibieron la Primera Comuni6n 70 niFios, los mss adelantados de los que
comenzaron a ser instruidos el 14 de mayo.
iou6 tremendo milagro! ic6mo movi6 Cristo
a sus amigos y estorb6 a sus enemigos para poder ser recibido por aquellas 70 almas privilegiadas!
icu6ntas combinaciones de fuerzas humanas
contraries y qu6 humillaci6n de las fuerzas diab6licas. para regenerar Centenares de alm`as con
las aguas y la Gracia del Bautismo! Porque los
bautiz6s de grandes y chicos eran todos los dfas
en mayor cantidad que antes del 3 de iunio.
Tambi6n los matrimonios. Una pareia de la alta
socied.ad dio el belltsimo eiemplo de casarse
con toda pompa en- la humilde y mindscula ca-
80
-
.I
i
I
`
•'
i
i
En medio "Cam i n a n t e", el
maestro albaitil
qvee
inici6
los
trabajos de reco7}J!7"CC!.c;„.
4
sve derecha Rafael D e v e a e.
Foto del 12 de
marzo de 1941.
pillita de Tamult6, como si hubiera sido en sun+uosa catedral.
El 15 de iunig ,.,. Jueyes de Corpus, hub'o dQs
misas y una procesi6n en c6ntrica y espaciosa
co.n grah concurso de
casa de Villahermosa,
fieles.
Cristo habfa .ganado la partida. Yo tenfa`que
permanecer ocu'lto. Era m6nester .que yo menguara y que El creciera.
El 30 de iunio acudi6 el pueblo en romerfa al
camposanto, Ievant6 una cruz en cada uno de
lag tumbas de nuestros m6rtires, las cubri6 de
flores, rez6 y cant6 con gran fervor. Cada cruz
llevaba el nombre del` martir y esta.inscripci6h:
"Mar+ir de la Fe Ca+6lica", con la fecha d61 30
de mayo de 1938.`
Sus nombres son:
Camerino Vidal (de Ceiba, Chiapas).
Gregorio Baeza (de Playas, Tabasco).
Vicente P6rez (de Playas, Tabasco).
Gregorio Pes+afia (de Atasta, Tabasco).
81
El dfa que Leticia Asenato y sus compafieras
salieron para C6rdoba -el 28 de iunio-, deiaron funcionando un centro catequfstico en Tamult6, 10 en Atasta y 9 en Villahermosa, con
mss de mil nifios en total.
Desde la calle se o{an claramente en muchas
partes las clases de catecismo y los himnos, cantados por los nifios a pleno pulm6n. Hasta en
media calle los can+aban los chiquillos, como en
su casa:
Que vivc. wi Crtsto,
que viua wi Rev,
que inpere doquiera
trinnf arite su Lay.
-1Viva Cristo Reyl
-lvivou'
~jviva Cristo Rey!
Juremos y furemos
morir prinero que desertar
82
y en los trances exlremos
mostrar m6s |irme nuestra lealtc.a.
Juremos sierr.pro entera
gunrdor la estola de lc. virtud,
y si Dios lo exigiera,
tefiirla en scmgre sobre uno cruz.
Estoy seguro de que era grande el regociio
en el Cielo. En cambio, el gobierno, despechado, se veng6 rob6ndonos del templo, del 26 de
iunio en adelante, primero la campana y tres
toneladas y media de cal, despu6s la madera,
los andamios y todo el material de reconstrucci6n, hasta que a principios de iulio acab6 por
destechar el presbiterio y echar fuera a nuestros diez custodios.
Obedeciendo 6rdenes de don Gonzalo Cam-
pos, Jefe Nacional de las Legiones -que de
Dios goce-, el 6 de iulio, en la madrugada,
salt de Tamult6, a caballo, con un gufa que me
acompafi6 hasta Pichucalco,
en el
Estado de
Chiapas. De allf salt en una avioneta que hacfa
83
el servicio a San Crist6bal Las Casas. Y continu6 mi viaie hasta M6xico.
A principios de agosto volvieron a Villahermosa tres de las cordobesas con nuevas com-
pafieras, para seguir sufriendo y gozando en su
durfsimo y dulce trabaio de apostolado.
Unos cuantos dfas despu6s llegaron a esa misma ciudad dos sacerdotes de la di6cesis de Ve-
racruz -los Padres Elehonor-, con un mes de
licencia, que aprovecharon admirablemente.
De vez en cuando amenazaba el gobierno a
nuestros sacerdotes con c6rcel o expu!si6n: pero
ya no se atrevfa a pasar de las amenazas.
Por fin, el 10 de diciembre lleg6 a su sede
episcopal el llmo. sefior don Vicente Camacho.
Yo me le habta presentado en la Villa de Guadalupe, el
12 de iulio, a recibir su benc]ici6n y
a darle las gracias por la confianza que habfa
depositado en mf.
"C6sese -me diio-, para q.ue tenga muchos hiios varones, que como usted y como su
padre de usted ser6n defensores de la lglesia".
84
Y esta bendici6n es la herencia que les deio a
mis hiios.
EI 12 de diciembre fue la apoteosis: miles de
fieles acudieron a la Misa pontifical celebrada
en Atasta.
Al subir al poder un nuevo gobernador, el 19
de enero de 1939, hizo la declaraci6n oficial de
que la persecuci6n religiosa es algo iniusto y
contraproducente. cobedecfa asf el gobierno
mexicano 6rdenes de Roosevelt, en su lucha contra Alemania a favor de Rusia? Es+a es la tesis
de Salvador Borrego. Sin embargo, se puede
afirmar que a pesar de que en general haya habido es+e simple cambio de t6ctica en la lucha
contra la lglesia, la situaci6n no hubiera cambiado un Spice en Tabasco sin los acontecimientos de mayo de 1938.
Debo hacer constar que Jos6 Antonio Garcfa
Zepeda, desde el dfa 29 de mayo, y Roberto
lb6fiez, a partir de los primeros dfas de iunio,
prestaron valiosos servicios, como enlaces y con-
85
ferencistas y aun como catequistas. Y que la
Repdblica entera, a trav6s de las Legiones, sostuvo el movimiento clamando en todos los tonos por la libertad religiosa de Tabasco. Exc6lsior, especialmente, se port6 muy bien. iEran
otros tiempos!
Lo inesperado
Se habfan levantac!o varios templos de madera y palma. La catedral, hecha de esos materiales, era muy espaciosa. Pero no se habta
podido continuar la reconstrucci6n de La Concepci6n, que permanecfa abandonada.
S'in embargo, yo confiaba en que la lnmaculada Concepci6n no se privarfa de su templo,
en e! coraz6n mismo de la ciudad.
El 12 de marzo de 1941 vol6 a Villahermosa.
Era yo el Jefe Nacional del Sinarquismo. Iba
dnicamente a reclamar la libertad de Rafael De-
veze -un valiente entre valientes-, que `habfa
sido aprehendido y atormentado por un inten-
86
to de concentraci6n de campesinos sinarquistas
-sin otras miras- sobre Villahermosa.
Al mediodfa, apenas me anunci6, me recibi6
el Gobernador lnterino del Estado, don Ernesto
Truiillo. A&n no despegaba yo los labios cuando
el Gobernador, con gran sorpresa mfa, se solt6
hablando:
-"S6 muy bien a qu6 viene usted. Y debo
decirle que siempre, desde el 38, me ha simpa+izado usted por ser gallo de pelea. Porque tom-
bi6n yo soy gallo de pelea. Viene usted a tres
cosas. Primero, a pedirme la reanudaci6n de los
trabaios de La Concepci6n. Concedido. con tal
de que sea sin hacer ningdn ruido al principio,
empezando con tres o cuatro albaiiiles, que va-
yan aumentando poco a poco. Pueden empezar
mafiana mismo. Segundo: que el mafz que se introduzca a la capital no pague alcabala. Con-
cedido. Tercero: la libertad de Rafael Deveze.
Concedido. Inmediatamente dare 6rdenes para
que se lo entreguen a usted. Con uns condici6n
en cambio: que mientras yo est6 de goberna-
87
dor no me haga usted otra concentraci6n en
Villahermosa''.
-"Concedido" -le contests yo, porque por
principio de cuentas era imposible pensar por
mucho tiempo en otra concentraci6n en Villahermosa y porque, en todo caso, la lglesia salfa
ganando, y 6sta era la principal finalidad que
persegufa yo como Jefe del Sinarquismo.
Alas sent fa yo en los pies para ir a ver al sefior Obispo, que se sorprendi6 con la noticia,
totalmente inesperada. En consecuencia, el dfa
13 de marzo de 1941 se reanud6 Ia reconstruc-
ci6n de La Concepci6n. hasta su feliz terminaci6n, a fines de 1945. La primera Misa fue el
8 de diciembre de ese afro.
60ui6n no ve en todo esto la mano suave y
todopoderosa de la Virgen lnmaculada?
Laus
Virginique
88
Deo
Mariae
INDICE
7
An+ecedenies.....
.
.
.
I
Capftulo Segundo .
.
.
37
Capftulo Tercero ....
58
Los caminos de Dios .
68
Capftulo Primero
El
Lo
+riunfo
defini+ivo
inesperado
91
.........
............
78
86
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