Medellín, 9 de mar. de 23 Mi querida, M.J. Hace tiempo no escribo y, aún menos, lo hago en cartas donde la retórica hace presencia en estas superficies uniformes de un matiz blanco que intimida hasta el más perfeccionista de los prosistas. Me encuentro aquí postrado en mi cama “twin-single” pensando en las palabras que puedan abogar por este reo que, solicita ante su togado que su proceso sea revisado, puesto que, en los tiempos pretéritos acometí desaciertos que tuvieron repercusiones, me explico: ¿Alguna vez has sentido la sensación de impotencia con una rara mezcla de imágenes, olores, sabores...? ¡Ah! Que no se olvide ese corrientazo perplejo y azaroso que recorre las entrañas de abajo hacia arriba, mutilando el hígado… Te diré que es como una miel del escorpión que trae consigo sentimientos que chocan unos con otros: que, si en ocasiones fueron virtuosos, banales, dionisiacos, ebrios, una suculenta ambrosía…. créeme que, cuando se cortan abruptamente y se deja de recibir esos servicios, recorres el camino de Luzbel: un día te sientes en la gloria y, al otro, caes con tus alas desplumadas cual Ícaro al mar de brea. Fueron días inciertos donde la bebida obraba como mal consejera, mis falanges aprisionaban tan fuerte la pantalla del móvil que fueron incapaces de articular las palabras: ¿miedo, cobardía? Lo cierto es que, tiempo después de consumido el tanque “inerme de mis miedos” otro ser se encontraba disfrutando de lo que fuera antes mi pasaje. Traté durante muchos meses evitar esos parajes, porque me llevaban deliberadamente a tus brazos fantasmales, a tu pecho marmoleo, a tu pubis castaño y a tu gruta húmeda de sabor a caña y riachuelo. Suelo ser, en muchas ocasiones, verdugo de mí mismo, siento una especie de masoquismo cuando recorro con mis pensamientos espinosos la vieja herida de tu ausencia y retiro lentamente la costra del olvido y dejo que emane la sangre de tu recuerdo… Mi querida M.J., tengo los videos de nuestros encuentros, pero, hasta en eso soy incapaz de volver a verlos, siento que aquel personaje que te acompaña es una quimera en tu corazón, a veces no quisiera ser como un oráculo pesimista y revelar la triste tragedia que tu corazón devela: que me convertí en un ser gelatinoso y traslucido en el fondo marino, incapaz de incomodar tu sueño y tu serenidad cotidiana. Será que ese mal de nuestros tiempos de creer que somos los únicos en la vida de… han hecho tanto daño que se nos olvida la finitud que cargamos en las espaldas, tratamos de no confrontar la sola idea de morir físicamente en este plano, sino que también, no queremos aceptar que perecemos en los pensamientos del otro. Att, Seugo