Nociones teóricas y manifiesto para la resolución fractal de la comunicación. Resumen. Educar la percepción para responder a nuestras problemática local y global requiere la perspectiva fractal de resolución de nuestras interacciones. Esto es una práctica autocrítica de reconversión hacia la trascendencia. La fenomenología y la experiencia de contacto nos adentrarán hacia una autocrítica de la resolución de nuestra percepción alienada. La resolución fractal de la comunicación es un movimiento para trascender la fragmentación egótica desde el yo y tú de Buber hasta la percepción espacial u holokinética de Bohm. La resolución fractal es riesgo por el descubrimiento, por no perder el sentido de la comunicación; la integración. Palabras claves: Autocrítica, fractalidad, percepción, integración, trascendencia. Abstract To educate the perception to respond to our local and global problems requires the fractal perspective of resolution of our interactions. This is an autocritic practice of reconversation towards transcendency. The phenomenology and the contact experience will enter us towards an autocritic of resolution of our alienated perception. The fractal resolution of the communication is a movement to transcend the egotic fragmentation from the I and the you of Buber towards the special fragmentation or holokinetic of Bohm. The fractal resolution is a risk for the discovery, for not lose the sense of communication; the integration. Key words: Reconversation, fractal, perception, integration, transcendency. *Ángel Raúl Naranjo Dávalos. Maestro en Terapia Gestalt. Instituto Integro de Terapia Gestalt Región Occidente. Afiliado al Instituto Emmanuel Mounier en Madrid, España. Universidad de Colima (Facultad de Letras y Comunicación) [email protected] ¿Por qué y para qué la resolución fractal de la comunicación? El conflicto humano y la fijación de su conducta, por doquier que llevemos nuestra vista, es ya una punta muy afilada de flecha que todavía podemos arrancarla del pecho para, por un lado, afrontar el dolor significativamente, no únicamente padecerlo y por otro lado, reconocer que ante tal herida el sopor de la anestesia también tiene un fin. En un polo del poder tenemos la representación de los anestesistas anestesiados, emisores del poder para una producción y consumo del exceso. En el otro polo a los que sufren la escases de satisfactores adictivos, los receptores de la irradiación del poder. Esto es una lógica fundamentada en la distancia y la contradicción, por lo tanto reforzamos una experiencia de percibir fragmentadamente creando la ilusión de que “esto es así y no hay de otra”. Modelada así la existencia se produce la consecuencia de una auotojustificación viciada manteniéndose inmune ante otras perspectivas que le pudiesen generar posibilidades diferentes. (Walsh y Vaughan, 1982). Por fortuna, cuando un polo toca fondo llega la última oportunidad que nos coloca ante la encrucijada de la total autodestrucción y desorganización o romper nuestra propia coraza y contaminarnos para dejar de ser inmunes, es decir asumir una existencia de riesgo o autocrítica en donde la reorganización de nuestra percepción tenga la esperanza de rasgar la propia modelación de uno mismo como exclusiva subjetividad intrapsíquica o freudiana (Diesbach, 2003) para colocarnos en relación al otro desde el horizonte personal comunitario (Jarquín, 2003), desde su mundo y aspirando hacia la reorganización como parte del cosmos (Wilber, 1986). La invitación, sea pues, a un acto de ruptura, de deconstrucción de uno mismo como individuo separado, para luego, emprender la reconfiguración relacional y la atrevida posibilidad de una existencia espacial como unificación. Todo esto conlleva un efecto terapéutico, en el sentido de cuidar la comunicación, la terapia no es exclusiva del consultorio ni de ninguna disciplina ya que significa cuidar la comunicación y desde esta postura, transformar flexibilizando nuestra percepción-acción con enfoques de la relación como Buber (1984) y Mounier (1988) hasta niveles de implicación holokinética Bohm (1992) y Feldman (1989) entre otros. El acto conversivo de esta invitación requiere de una construcción teórica para llevar del análisis a la comprensión y de ésta hacia una responsabilidad revolucionaria afectando desde la pequeñez del acto humano a manera de efecto mariposa o recursividad fractal. Al respecto son muy interesantes los enfoques e investigaciones de las teorías orientadas hacia la unificación porque representan una iteración de la misma comunicación como inteligencia e integración. Demos una exploración a la paradoja EPR (Einstein, Podolski y Rosen) donde las partículas por más que se les distancie, subatómicamente siguen manteniendo relación, la propuesta del cerebro holográfico de Pribram, las investigaciones de campos morfosintácticos, entre otros experimentos y teorías de la relación y la unificación. Tenemos argumentos para entender un proceso revolucionario no violento, si agresivo que desde la comunicación cambie a la comunicación y procesos sociales en la medida en que ejerzamos iterada y recursivamente la resolución fractal de la comunicación. Esta es una lucha desde el aprendizaje, desde la educación, desde la comunicación cuidada. Comunicar desde la comunicación es integrar. Así como en la lógica neo marxista la superestructura puede incidir en la estructura para la transformación, los cambios sociales también son afectados por el observador de un evento, la cuestión es cómo o desde dónde observamos lo que observamos y que tan conveniente es repetir esta posición recursiva o intentar situarnos en un nuevo punto de arranque, de ángulo. En esta teoría y manifiesto la crítica está integrada a la actuación autocrítica de uno mismo en relación, como principio ético-filosófico. Por eso requerimos de afrontar la problemática comunicacional desde poner en riesgo nuestra propia identidad ya que una multiplicidad de referentes identitarios opacan la claridad y transparencia de la persona mediante cualquier categoría de sensopercepción ideologizada como pudiera ser el reclamo que hace Edgar Morin (1992) ante el fragmento nacionalista que quiere considerarse como la única verdad total. Un ejemplo más lo encontramos donde el absurdo de la defensa de cualquier ideología religiosa llega al grado de aniquilar al próximo para erigirse como emisor ufano y poderoso. Si en ambos ejemplos no perdiésemos de vista la persona como centro de gravedad en relación, como identidad desde donde arranca nuestra percepción, lo ideologizante no dañaría, al no adherirlo a la conciencia, y entonces sí podría ser factible aquella máxima de moda democrática en la propaganda política: la unidad en la diversidad. En esta encrucijada estamos y necesitamos tomar decisiones; seguir haciendo crítica aunque insuficiente en términos de acción o, asumiendo la conversión, haciendo crítica hacia uno mismo para tomar el riesgo de la acción tanto a nivel local como global y en cualquier esfera en donde la vida inteligente interactúe y podamos afectarla generosamente, convivencialmente como diría Illich (1974) Actuar entre nosotros nos lleva directamente al plano de la comunicación que históricamente nos refleja, preponderantemente, la interacción entre singularidades o individuos en términos de un yo contra un tú y por lo tanto las consecuencias las evidenciamos; desde el atrevernos a mirar lo que pasa en nuestra intimidad hasta las distintas manifestaciones sociales en que participamos o tenemos información. Bien podemos seguir negando el espíritu de la comunicación que iría del sentido a la contemplación, de la relación a la unificación, del coraje a la generosidad. Negando esta expresión, este espíritu, entonces continuaremos reforzando prácticas para abonar sociedades para incomunicarnos, negarnos y autodestruirnos. Katz, Doria y Costa (1980) conciben que el empobrecimiento de la comunicación es entendida como construcción y lo que hiciese falta se consideraría carencia. Esto sólo es posible en el campo de la teoría matemática de la información debido a que no se podría postular un nivel óptimo que englobase el cuestionamiento del sistema humano. Aclaran esta cuestión en el sentido de que la construcción, de lo que fuese la comunicación, es positiva, dejando entrever que lo humano, como todos sabemos es más una cuestión valorativa, no positiva por lo que a manera de ejemplo, mencionan los autores, aproximarse a la homosexualidad desde Freud no es lo óptimo pero para otros grupos o instituciones el reconocimiento público de la homosexualidad pudiese ser una optimización. A mi entender el empobrecimiento de la comunicación sin una visión positiva como infructuosamente lo puede ser la teoría matemática aplicada a lo humano, sí podemos entenderla y comprenderla desde una perspectiva, no plana, no lineal que contenga espacio o contexto, que dé cuenta del movimiento. Así quiero presentar a la geometría fractal (Mandelbrot, 1997) el personalismo relacional y la holokinesis como base y organización de nuestra percepción entendida como predisposición, sentimiento, pensamiento y acción. En lugar de las fórmulas de la matemática y su linealidad, la fractalidad con su recurso algorítmico es la clave del metalenguaje para hacer comunicación desde la comunicación al llevar la percepción fragmentada a un orden de mínima contención relacional y eso inicia desde la persona. Proponemos el nivel relacional como punto central para integrar en lógica de recursividad fractal al movimiento fragmentado que parte de la distancia como condición y hacer factible aspirar a percibir desde el holomovimiento u holokinesis que parte del movimiento desde la interpenetración de sus pliegues. Fenomenológicamente uno puede percibir que entre un tú y un yo existe un espacio que, además, aún siendo invisible, “eso que está entre nosotros”, nos ofrece la posibilidad de intercambiar, de transferir y contratransferir, de sentir la presencia del otro, de intercambiar significados, lo curioso es que en este espacio se da todo un proceso invisible pero realmente existente, se siente, se piensa y se provocan acciones. Luego con una serie de instrumentos, tecnologías, medios vamos adicionando el proceso de comunicación. Así, tanto otorgamos el nombre de comunicación a la interacción rústica entre “dos sujetos encuerados” donde sólo los intermediarios de tipo neurológico y lo cultural - oralidad, el contacto habitual, la hipertropía y estructura social- condicionan la interacción, como también, llamamos comunicación a los instrumentos tecnológicos que llegan a diferenciar el propio soporte e intensidad de la palabra e imagen hasta el reconocimiento macluhjano: el medio es el mensaje. Esto nos hace pensar que más allá de las tecnologías en boga, de las interacciones que se dan entre simples sujetos de manera cotidiana, en la interacción en el orden público y privado y entre ellos, en la interacción hasta con uno mismo, en la interacción intercultural, diplomática, virtual…al fin de cuentas hay una constante inamovible: las personas interactúan internalizando y externalizando, no hay uno sin lo otro. Lo interno son los motivos, lo externo, de manera práctica, podemos representarlos como causas y efectos, que aparecen en la sociedad, en una perspectiva newtoniana Si nada más reducimos esta interacción a lo interno, “psicologizamos” la realidad de la comunicación. Si sólo la reducimos a la periferia de lo externo la “sociologizamos” y ambos, separados así, dejan de nutrirse de la complejidad, alejando cualquier posibilidad de la ética. Es vital atender la comunicación de manera elástica en donde lo interno y externo esté mediado por una realidad de principio, lo relacional, la humanidad como un yo y tú y todavía más la humanidad como parte del cosmos, no como centro del universo. Esta posibilidad de existencia es lo que nos pudiese facilitar no ver a la comunicación como un ejercicio periférico, entrópico, centrífugo sino como un punto de base para organizar la inteligencia mediante la fuerza centrípeta y es la actuación ética filosófica la que movilizaría las acciones de la comunicación y sus procesos en donde lo psicológico y lo sociológico quedarían perfectamente ensamblados, integrados, Podríamos llamarle personalismo hacia el holomovimiento para enriquecer la comunicación: integrar avizorando la unificación al vivenciarnos como fractal del mismo cosmos por eso consideramos muy importante atender la reflexión que Raúl Fuentes (1992) hace al cuestionar a la investigación y el estudio como una acción alrededor de la comunicación, que nosotros llamamos periférica. La resolución fractal de la comunicación, nuestra propuesta, se hace desde el eje central de una historia en donde la inteligencia humana se debate entre su propio conflicto y su lucha por integrarse en niveles para actualizarse en el sentido de Maslow (1988) y Rogers, (1977). Donde el conflicto representa desorden, desintegración de la inteligencia, la fluidez de la interacción representa su constante reorganización para alcanzar mayores niveles de integración y por lo tanto la posibilidad de trascender hacia lo convivencial y unificador. La historia como elección, pudiéramos transformarla para el futuro en la medida en que la acción revolucionaria, en el aquí y ahora de nuestras interacciones, las reorientemos hacia movimientos relacionados, lo que ampliaría nuestro horizonte perceptual hacia movimientos interpenetrado. La percepción de “percibir-nos en lo percibido”, es decir, cuando el yo psicológico deja de fragmentar entre yo y no yo, yo y espacio, para asumir una nueva epistemología en el “ya” de Bohm y Feldman es arriesgar por una conciencia implicada. No hay garantías, pues requiere el arriesgar a la autoexploración y desde allí efectuar decisiones. La resolución fractal puede darnos armas para que cada uno, para que cada grupo, para que cada comunidad, para que cada organización, país o afiliación conforme su propia experiencia-acción revolucionaria para favorecer interacciones fluidas y no conflictivas. Reivindica la importancia del destinatario no pasivo desde los estoicos, Pierce Eco. Es importante que la percepción fragmentada psicológicamente la regulemos por la conciencia de la persona relacional y desde aquí emprender la orientación de nuestra percepción desde una perspectiva cósmica en donde cada parte afecta al todo y el todo afecta a cada parte. Principio de recursividad fractal que hay que recuperar en y desde la comunicación. Explicarnos, comprendernos y trascender nos coloca en la comunicación como diálogo. El diálogo desde el personalismo apuesta por el encuentro desde la presencia y trasladado hasta Bohm el diálogo incorpora explícitamente el contacto con el silencio, el vacío, para desde allí regular la acción cotidiana de la palabra, sin que ésta nos arrastre hasta el desquicio de la antagonía y el conflicto descalificador, habitual y adictivo en nuestra diplomacia, círculos académicos y demás. En este sentido el diálogo no es para la competencia entre imposiciones de verdades o criterios, sino ese diálogo en donde lo más significativo no es lo que se dice sino cómo se dice, cómo entre los sujetos de una acción dialógica se genera una resonancia de significaciones empáticas en donde las simpatías y las antipatías no adquieren niveles de polarización en alta significación y por lo tanto la relación no la empobrecen, es decir, se crea una atmósfera conciliatoria en donde lo subjetivo de las simpatías favorece la integración y las antipatías no llegan a ser expresiones delirantes, punzantes, determinantes. Dialogar, desarticulando el mecanismo de la represión, del miedo, del temor a no encajar en el grupo o al ridículo, nos hace integrarnos a nuestra propia sensatez donde convergen debilidades y fortalezas, malestar y bienestar de nuestra singular individualidad. Construir un diálogo en donde se pueda fluir con nuestra suciedad y limpieza es hacer comunicación sin dejar de ser para sólo parecer – parecer es actualmente la máxima de nuestra sociedad actual-. ¿Desde dónde se configura la resolución fractal de la comunicación? Desde la ruptura, ya que observamos un mundo que sostiene sociedades en conflicto como algo habitual y si queremos trastocar esta lógica de la experiencia del discurso, entonces necesitamos alimentar otras orientaciones que transgredan el paradigma de construcción, reproducción y finalidad, lo cual no es tan sencillo porque sabemos que nuestro orden institucional, familiar, pedagógico, de consumo, de aprendizaje se resiste a manifestaciones de locura que atenten contra la fragmentación, la diferencia, la estigmatización social, la abundancia de la pobreza…asunto muy conocido e intelectualizado, académicamente pero…hasta allí. La visión fisicalista de la realidad nos regaló, entre muchas cosas la máquina de escribir, pero desarrollar experiencia humana con esta visión hacia otras inteligencias, hacia otras personas sigue resultando chato y ofensivo, lo mismo sucede en propuestas de aprendizaje y construcciones teóricas donde el fisicalismo resulta indignante al tratar reduccionistamente lo humano. La comunicación requiere atreverse a observar más allá del permiso cartesiano que no tolera el espíritu de la filosofía pero abraza la racionalidad objetiva de las matemáticas negando así al sujeto. Esto no funciona, esto no opera, esto no es digno en el ámbito de las interacciones entre seres humanos, de allí que necesitemos trabajar en construcciones cuyo enfoque sea humanista y reconozca la realidad de la expresión y no solo la matematización de lo humano. Necesitamos ya contribuir con atrevimientos que vayan de lo humanístico a lo cósmico en donde los seres humanos se percaten de la falaz posición de dominio y control de la naturaleza que sólo ha generado desorganización de nuestra inteligencia para, enseguida construir una humanidad concreta que de manera compleja holística y holokinéticamente participe significando como aquel desdeñado, el de la muy conocida carta que el jefe piel roja de Seattle envía al jefe de los caras pálidas en 1 854 advirtiendo sobre las causas del derrumbe de una civilización en donde termina la vida o el canto para iniciar la sobrevivencia por la petulancia occidentalizadora, que en la muerte del pájaro, del árbol, del río es capaz de experimentar la traición al mundo y a uno mismo, en una sensación no perceptible para el alienado que se aísla en fragmento anestesiado. En nuestra apuesta epistemológica, el hombre deja el antropocentrismo egotista para situarse en el cosmos y al servicio del cosmos en una interacción no jerárquica sino complementaria lo que redunda en una inteligencia más compleja y organizada. La inteligencia más allá del intelectualismo y del mero coeficiente intelectual, incluso de las llamadas inteligencias múltiples la contextualizamos como principio de orden y unificación desde el espacio hasta cada configuración atómica, celular, cuántica, universal en donde la propia iteración de lo configurado le alimenta su organización y por lo tanto actualiza su inteligencia, por eso los protones y neutrones de un átomo hacen recursiva su proximidad actualizándose de manera inteligente, si no saldrían disparados. La pobreza de inteligencia experimentada a nivel celular de un cuerpo humano puede verse en problema como el cáncer al tener que modificar su actuación por el desconcierto y desintegración lo que ya le ocasiona interferencia, fricción en su propia realización inteligente que le daba consistencia de organismo celular en equilibrio. Tratemos de ver desde la posibilidad del encuentro. Nuestra aproximación teórica metodológica no estará centrada en lo regular para que a partir de allí detectemos lo caótico, lo patológico, o absurdo o la contradicción en la comunicación, pues la percepción de lo regular tiene una herencia de rechazo hacia las irregularidades y además es adictiva a una institucionalidad desquiciada que no intenta la comprensión, únicamente la clasificación. Percibir de manera fragmentaria es lugar común y propiedad de lo regularexplicado. Construir nuevas orientaciones, perspectivas perceptuales es un acto irregular no convencional ya que implica dejar de ver desde la inmanencia o irradiación de la centrifugacidad para conformar un aprendizaje desde la base centrípeta que es desde donde se genera la fuerza-consecuencia centrífuga y por lo tanto tiene poder para afectar y transformar, de lo mínimo y sencillo hasta concreciones de realidad y grupos de personas considerables. Esta fuerza centrípeta que es el punto inmóvil que sostiene al movimiento centrífugo, está cimentada en la percepción de la comunicación de persona en relación, en un yo y tú, paradójicos pero complementarios y no contradictorios tal y como sí sucede cuando el móvil de la percepción lo procesamos desde un yo contra un tú. Percibir desde la persona en relación hace plausible una conciencia, una expresión de inteligencia humana con rumbo hacia el manejo de la existencia más como espacio que como tiempo o fragmentación esquizoide.. Lo esquizoide tiende a dividir y su polarización puede llevar hasta la atención psiquiátrica del esquizofrénico. El orden de nuestra percepción habitual es precisamente la fragmentación por lo cual no es de extrañar nuestra evidente polarización e incomunicación. Al respecto Laing (1992) hace un acercamiento fenomenológico de la esquizofrenia. La resolución fractal de la comunicación acepta lo irregular pues en lugar de percibir desde la represión y lo establecido, se apunta hacia la reconstrucción de lo propio personal-relacional y espacial para desde allí manejar lo fragmentado sin que éste absorba o aliene al ejercicio de la percepción. Por eso con la estrategia de la geometría fractal dependiendo de cómo resolucionemos, será la manera de reconstruir la realidad y la manera de interactuar. En nuestra epistemología de construcción la teoría es sólo un primer paso referencial para ejercer un manifiesto, lo que ya conlleva la exigencia de una posición muy comprometida, la posición ética. Promover la resolución perceptual hasta el grado de estrategia para la trascendencia del conflicto nos auxiliará para, primero, percatarnos de nuestra alienación al conflicto, al ruido, como si fuese connatural restringiendo a sí nuestra actuación humana a percibir en constantes conductas obsesivas, compulsivas, adictivas como parte de lo normal en donde la compulsión al consumo y al exceso termina siempre en insatisfacción y su mera intelectualización no logra escapar de esta auto laceración. Así como la teoría y el manifiesto son requisitos para devenir en este discurso de aproximación al entendimiento, comprensión y transformación de la incomunicación o “comunicación fragmentada”. También es indispensable, desde nuestro entendimiento, una fenomenología para construir lo observado y evaluarlo comprensiblemente, una base existencial personalista para recobrar el sentido espiritual de la comunicación encarnado en la nosvaloración (Buber, 1984), (Jarquín, 2003). La nosvaloración modifica tremendamente el ángulo desde dónde y qué percibimos por su implicación vital, corporal, intelectual aplicada a la relación persona a persona, opera con la lógica: hacer el bien aunque no lo parezca contrario al esquema de percepción fragmentada, como diría el filósofo Carlos Díaz (2003), ocupado hasta en maquillar al muerto para que parezca. Mediante el efecto terapéutico de la gestalt, al decidirlo, nos auxilia para pasar de la identificación aritmética y fragmentada del sujeto al percatamiento y contacto con lo humano como complejidad ya que la gestalt puede llegar a ser todo un arte para configurar e interpretar la realidad, al re-integrar nuestra condición enajenada aceptándonos como totalidad y superando la fragmentación. El efecto terapéutico (Naranjo, 1993) trabajo en donde la acción terapéutica significa cuidar la comunicación rebasa las dimensiones de consultorio para instaurarse en la práctica de las relaciones cotidianas efectuando así una terapia de la comunicación de facto, como efecto a partir de una intencionalidad que observa el cómo de la comunicación. Si con la gestalt nos avocamos a la importancia de lo invisible relacional por lo cual la totalidad es más que la suma de las partes, ya que incorpora la relación, con la holokinesis de David Bohm (1992) la totalidad puede organizarse en pliegues donde todo está interpenetrado y afectado; como cuando un globo al ser jalado en un extremo, todo el globo se ve afectado holokinéticamente, de tal manera que esa pequeña parte implicó a la totalidad, tal y como las matemáticas fractales así también lo expresan. Entonces, con la propuesta epistemológica de trabajo para la resolución fractal de la comunicación y la trascendencia humana a partir de uno mismo y su grupo de convivencia cotidiana, pretendemos dar una base para promover: La creación de grupos. Estudios. Investigación. Talleres. Incidir en la academia –actitudes, planes y programas- para no perder el centro de atención en la comunicación, desde la comunicación y no la periferia: integración; desde lo personal en cualquier ámbito de la comunicación mediante la resolución fractal como epistemología de la acción desde lo observado. La resolución fractal de la comunicación parte del ejercicio de auto- observar nuestra fragmentación más allá de la mera intelectualización para llegar al percatamiento y de allí pasar al yo y tú como lo relacional y fundamento de lo real -psicológico filosófico y social-. Cuando la percepción fragmentada está al servicio de lo relacional entonces, decidiéndolo, podemos ampliar el horizonte y accesar a la experiencia como espacio predominante y no como tiempo enjuiciador y persecutorio. Otro aspecto muy importante en la construcción de la resolución fractal de la comunicación lo es el afrontar la experiencia comunicacional, de manera integrada con un tratamiento cuidadoso. Por eso el efecto terapéutico en cualquier proceso de comunicación será un arma que apoyará a muestras actitudes siempre y cuando hagamos el movimiento de adentro hacia afuera, es decir ejerzamos intencionalidad de este cuidar la comunicación. No es algo que se dé por suerte, por inercia o por la gracia de otro. La resolución fractal de la comunicación. En esta construcción teórica y manifiesto nos preguntamos, de manera preliminar, ¿qué significa procesar la interacción desde el ángulo perceptual de la resolución fractal de la comunicación? Desde la propia experiencia de reconstrucción de la realidad por un intérprete existe una huella que la tradición, la cultura, la habituación han incrustado de manera intensa en nuestra manera de percibir. La misma percepción, como reorganización de su propio campo, llega a fijarse en su propia participación en la senso-percepción, significación y expresión de la realidad, por lo cual es inquietante el cuestionar esa manera de percibir-percibirnos. Esto remite a una situación del propio modelo de representaciones; ejercer una fuerte auto crítica para cuestionar “desde donde veo eso que veo”. Walsh y Vaughan (1982), consideran que los modelos llegan a funcionar como organizadores de la experiencia modificando la percepción, así sugieren ámbitos a la investigación, dan forma y determinan la interpretación de los datos y experiencias de modo tal que se van obteniendo los resultados que los mismos modelos profetizan. Esto a su vez lo podemos clarificar desde Festinger con su teoría de la disonancia cognoscitiva en donde la búsqueda de coherencia y congruencia nos orilla a magnificar o minimizar aquello que resulte amenazante al propio discurso. Cuando quizá ni siquiera le hemos entrado a la exploración reflexiva y vivencial de nuestro modelo, la percepción, la interpretación y la acción en la realidad social originan un sistema de fijación y defensa que rigidiza la interacción y por lo tanto la comunicación empobrece en términos de negación de posibilidades, se forma una coraza a nivel de la percepción que opera evadiendo y/o descalificando todo aquello que no se procese como una resolución de su propio campo perceptual. Lo anterior lo encontramos tanto en la esfera de la comunicación interpersonal como en cualquier otro ámbito de la comunicación. Por su parte las instituciones, el estado, la educación, el mercado refuerzan la permanencia en el propio modelo recompensando con la “sensación de estar cuerdos y no locos” cuando efectivamente nos adherimos al propio modelo de percepción convencionalizado en un acto semejante al culto y glorificación del poderoso, del líder, del dios grecolatino que premia y castiga. Históricamente, encontramos global y localmente que hemos configurado un patrón de percepción e interacción que ha rendido culto a la fragmentación en términos de investigación desde la visión positivista de la comunicación humana, de la separación entre espíritu y racionalidad matemática de Descartes aplicada al entendimiento de lo humano en una obsesión, hasta hoy en día, por la etiqueta de científico; en términos de investigar, la fragmentación provoca reproducciones, más que búsqueda de nuevas orientaciones epistemológicas en la investigación. El paradigma mecanicista sigue irradiando sus efectos hacia el entendimiento de lo humano y me parece que no lo favorece al restarle complejidad En lo psicológico la fragmentación robustece el egotismo, el anclaje entre un pensamiento y una emoción como referencia de la identidad imponiéndose a otras representaciones precisamente por su anclaje creando la ilusión un tanto lacaniana de “un yo real” al cual la misma individualidad se somete y por lo tanto se divide produciendo en contraste un “yo falso” cuando ambos son sólo expresión de un motivo interno etiquetado externa o socialmente con algún pensamiento. En lo cotidiano nos erigimos como un yo, luego un yo contra un tú, fragmentando más el tú lo arrinconamos hasta darle “sentida y pensadamente” la categoría de ello, de cosa, la crítica social le llama indiferencia. A nivel de estructuras de cultura de pensamiento tenemos la fragmentación entre oriente y occidente, a nivel de países los nacionalismo fragmentan, en términos de modelo de comunicación el silencio y la receptividad están seriamente devaluadas y la comunicación se desarrolla de manera jerárquica donde ser emisor es poder para hacer sobre las cosas y sobre los otros, la estructura del concepto “mis intereses” que suele ser la explicación “racional” cuando se aprovecha indignamente del poder excluye por completo el contenido de la expresión mis intereses de su correlación con el interés de otros, de la sociedad, de su comunidad, son intereses literalmente egotizados, “mis intereses”. En el fondo de estos sucesos está la presencia del miedo, del temor, de la inseguridad. Necesitamos pasar del aprendizaje de percepción fija a una percepción de ágil resolución y cuando lo mencionamos insistimos en que la percepción es todo un sistema complejo que va desde un punto proyectado desde una orientación hasta su extensión como experiencia reflejando acciones mediante expresiones y sentido, nunca un nominalismo. La percepción es víscera actuando en el espacio y holokinéticamente el espacio es parte de esa víscera actuando desde el orden fractal de la resolución interpenetrada de la víscera-espacio. Cada uno, cada grupo, cada comunidad tiene cierta rigidez, cierta flexibilidad en la manera de resolucionar la realidad en la cual interactuamos. Lo importante es generar un proceso, un compromiso, una estrategia, una autoexploración para cuidar nuestra comunicación. Ofrecemos una propuesta para este cuidar la comunicación, para aprender a comunicar la comunicación desde el manejo de ángulos de resolución fractal de la misma y alejarnos de la fijación. Esto no pretende ser una preceptiva, de facto las preceptivas no contribuyen a la flexibilización de la comunicación cuando uno se adhiere a los preceptos, en cambio sí sirven cuando se les explora y cada uno, cada grupo si se quiere, llega a generar su propia experiencia y sentido del cuidado de la comunicación. La actitud autodidacta y compartida requerirá tener un peso específico en esta aventura. El orden espiral para resolucionar fractalmente la comunicación. Partamos de un primer orden de la percepción: el yo diferenciado cuyo nivel de constricción y opresión parte de fragmentar diferenciándonos del espacio y de los demás en el terreno de lo social, psicológicamente un pensamiento vinculado a una emoción se adueñan, en busca de identidad, de los demás pensamientos junto con su sustrato emocional para erigirse como el yo referente, recordemos aquello de pienso luego existo. La presencia del otro por las mismas mediaciones de nuestro contexto de vida, es un tú, que culturalmente pasa a constituirse en un yo contra un tú. Se niega al propio acto de nuestro devenir como un yo y un tú, enfatizando la “y” pues como bien dirían los personalistas, nuestra existencia deviene del otro, de la relación por la cual fuimos creados y con la cual cada quien se relaciona, ya no es una mera interacción fraccionada, a capricho. En este orden la percepción obedece a una “didáctica” cotidiana no cuidada, efectuada principalmente por repetición imitatitiva, habituación. Es una sensación de sólo contra el mundo típica en el existencialismo sartreano y en la actualidad la obsesión y la depresión serían representantes extremos de este orden cuando no logramos integrarnos hacia el segundo orden o inteligencia relacional. En la inteligencia u orden fragmentado percibimos la relación como choque, competencia, disputa, es más una serie de interacciones de fuerzas que de un sistema de relación integrado. El tiempo tiene más peso perceptivamente que el espacio, por lo que experimentamos el tiempo “como más real”, quitemos el cómo y dejémoslo en lo real. La necesidad de simbolización del propio tiempo desde este referente identitario fragmentado como lo es el ego termina aplastando el orden relacional así como la experiencia de contacto con el espacio; el reloj se traga al espacio. El segundo orden o personal relacional. Asumir el “yo relacional” en realidad es situarnos en y desde la persona encarnada, no en la simbolización, por eso en este segundo orden conviene dejar de llamarlo “yo“relacional para nombrarle, tal y como se siente… persona relacional Deslizarse del primer al segundo orden es toda una odisea y en cualquier descuido la inercia de la fragmentación fácilmente puede jalar para su molino, por eso es necesario instaurar un compromiso autocrítico, pasar de la crítica social a la incomodidad de la autovaloración. Aquí la percepción sí reconoce la separación entre cuerpos del primer orden pero participando desde una misma banda que los integra: la relación, cuya máxima expresión fenomenológica lo es la presencia entre un yo y un tú, no la mera identificación, insisto, la presencia, sentir al otro, aproximarnos para escuchar, para acompañar, el significado y la expresión experimentan en este orden una alta resolución. La valoración de cualquier experiencia la hacemos “sintiéndonos” en nos-valoración. Si en el acto cognativo o lazo consanguíneo, efectuado desde el primer orden, se experimenta la interacción, aquí, en el segundo, la interacción opera más como concreción de realidad en relación y apertura superando el lazo familiar ya que se perciben personas desde la persona, -no el egopensamiento en turno- antes que cualquier truco identitario como el nacionalismo, la clase social, el prestigio, etc. La persona es la referencia identitaria más histórica aunque negada por sus revestimientos de moda, dominio y reparto del mundo propios del primer orden. Con la percepción de yo fragmentado únicamente se puede llegar hasta el reconocimiento de la interacción asumiendo el papel de sujetos funcionando como causantes y efectuantes cada vez que resolvemos el problema de la distancia, esto es trasladar a Newton y traslaparlo al entendimiento de la humanidad compleja, la cual se percibe fragmentada y distante, no similar. La mayor justificación de esta modelación de la realidad lo es el reconocimiento de la distancia antes que la relación, es decir, fisicalizan su propia percepción con la nominal diferenciación entre cuerpos, los límites de la carne; nos quedamos así en la aritmética corporal sin profundizar en la geometría y gestalt del cuerpo. Con la percepción desde la persona encarnada –no la exclusiva categoría de ego-, la interacción, que de entrada reconoce la distancia, se sustenta en la relación, de tal manera que la fragmentación desde este orden relacional es perceptible sólo a manera de hacer abstracciones en la realidad que descansa en lo relacional, sería a manera de ejemplo que viendo y sintiendo el cariño que mediante un abrazo nos comunica nuestra compañera, también desde esa experiencia relacional, podemos percibir el fragmento de su bonito anillo, el fragmento del color de las uñas de su mano, el calor específico o fragmento que emana de su pecho al chocar contra el mío. ¡Esto es resolucionar desde el segundo orden hacia el primero sin enajenar esta riqueza personal relacional a los exclusivos dominios de la fragmentación! Cuando en teoría de la comunicación hablamos de pasar de ser emisores a destinadores o de meros receptores a destinatarios tiene, desde esta perspectiva un fundamento ontológico y vivencial, más allá de la superficialidad meramente intelectiva, como podemos apreciar. El tercer orden; espacial, el más obvio y por lo tanto el más cercano y tan pegadito a nuestra nariz que difícilmente le percibimos. De pequeños cuando nos miramos ante un espejo descubrimos que somos carne, sólido y lo constatamos con las manos, luego en la escuela nos dicen que somos 70% más agua que carne, huesos, cartílagos. En otro tiempo escolar nos explican que somos más átomos. El estudiante de biología luego se da cuenta que somos más bacterias, las tenemos en todos lados, nos constituyen para poder funcionar biológicamente. Cuando los físicos exclaman que un átomo es 99.9999% más espacio o vacío y sabiendo que nuestras células están integradas por átomos, no queda más que volver a construir significativamente toda nuestra percepción, nuestra realidad, nuestra identidad…nuestra historia. Esta tercera organización de inteligencia, podemos observarla completamente distinta al orden fragmentado y es razonable pensar que todos los sucesos materiales y energéticos como el significado o la expresión de amor, la gravedad, el dolor, el universo está entre el espacio, el espacio como base, no como suerte, más como sincronicidad, no como circunstancia sino como circunstante, lo que ¡¿sostiene todo?! Pasemos a la experiencia fenomenológica del espacio y dejemos las ideas. En el segundo orden de la percepción o modelo para simbolizar la realidad y experimentarla –que también es otra forma de simbolización, de alguna manera- los fragmentos descansan, previa condición, en lo relacional, el referente identitario del primer orden es el ego pensamiento y en el segundo la persona concreta en relación, aquí no se habla sobre el ego, se comprende el yo y tú desde la dimensión de lo personal, por más que lo intentemos, en este segundo orden, la individualidad o singularidad desde los límites de nuestra carne sólo pueden realmente comprenderse como un yo en relación, dialéctica con un tú. Siempre la relación mantiene epistemológicamente integrada a la fragmentación o ego-pensamiento. De allí la necesidad de manifestarnos por emprender la construcción comprometida y constante en este orden para luego tratar de resolucionar hasta una factible percepción espacial. En un viaje a Vallarta alguien puede ir contando los minutos, de manera muy objetiva para saber en cuánto tiempo llegó y que distancias se recorrieron por cada minuto. Esta es una mirada del primer orden, obsesivo y compulsivo. Esto es subsumir la existencia al tiempo newtoniano donde la atención de la conciencia se dejó absorber por la distancia, toda distancia es necesidad de satisfacción, de ser socorrido, se centra en lo dividido y por eso busca cada punto, en cada minuto un placebo para afianzar su seguridad, su sentido de permanencia y consistencia. Cambiemos la percepción del viaje, usted, va descansando, recreándose con los chistes de sus compañeros, con el paisaje, con los tentempiés, a pesar de que sabe perfectamente que el viaje duró cinco horas, usted, viajó integrando su persona con la experiencia vacacional y la compañía de los demás, logró desprenderse del reloj y así fluyó en un tiempo relativo de tipo einsteniano contactando con su placer con su dolor al tratar algunos pasajeros. Experimentando ahora con el espacio, con el tercer orden, el tiempo es completamente irrelevante, dice Bohm. Es un atrevimiento de experiencia fenomenológica a perderse, ya que el tiempo como invención altamente referencial obstruye la elasticidad vivencial del espacio, su expresión. Aquí no prevalece la relación como banda que integra a personas con personas, sino la implicación, el holomovimiento; si algo se mueve en el espacio perceptual de uno esto implica movimiento de todo el espacio que en ese momento integra un campo perceptual. Aquí no se experimenta directamente la distancia ni la relación sino el todo de manera fractal en donde un punto afecta al resto del campo, vivencialmente es una experiencia de expansión de la conciencia en donde el observador termina siendo parte de lo observado cuando deja de intervenir el yo psicológico como agente dictatorial que irrumpe en el espacio, es una experiencia de “dejarse llevar, de fusión por lo que ahora se capta desde el cosmos y no desde un referente egóico que media y fricciona la experiencia de realidad. La naturaleza de éxtasis y de complitud es característica de este orden. Pero bueno, con menos teoría y más experiencia reconstruida, la percepción espacial está centrada en el silencio, en la observación de ese silencio. Escuchar una nota aislada es un fragmento, la relación de notas musicales es una composición y orientar la percepción hacia el silencio-espacio en el cual descansa cada nota y la misma composición es modelar la percepción hacia el campo, la base. Sería imposible hacer música sin la base real, real del silencio-espacio. Recapitulando. La resolución de nuestra percepción podemos organizarla en un orden de ego fragmentado, el de mayor inmediatez. En un orden de persona, desde lo relacional, de requisito ético. Desde la base más compleja y difícil de entender, el espacio donde todo queda implicado a manera de pliegues, la distancia del movimiento del ego fragmentado se ve superada por los pliegues del holomovimiento. Aprender a escuchar, a escuchar también nuestro propio silencio es una experiencia reconfortante. Feldman (1989) nos habla de cómo el silencio es un regenerador del propio cerebro electroquímicamente. La misma palabra tan aclamada es gracias a la presencia del silencio, del espacio que es donde se desliza. La resolución fractal de la percepción y la comunicación. Cuando dejamos de negar lo irregular, de comunicar sin la represión y el mandato, entonces abrimos los ojos a lo negado y lo prohibido para de esta manera ampliar nuestros recursos como especie humana para trascender, para conformar sociedades incluyentes, comprensivas más que normativas y reglamentarias. Esto es factible cuando iniciamos una guerra a muerte, agresiva pero no violenta contra la suficiencia del confort de percibir y percibirnos con lo ya dado. Ejercer la resolución fractal de la comunicación apunta hacia: Primero: Ubicar nuestro punto de arranque o ángulo epistemológico. Segundo: Valorar nuestra inteligencia e integración respecto al orden de percepción en que tendemos a reconstruir la simbolización de la realidad. Tercero: Explorar los tres órdenes es una práctica que flexibiliza la interacción con nuestro mundo. Cuarto: Con el trabajo constante hacer compromiso con el centro de gravedad de lo personal relacional, aquí iniciamos la estrategia fractal desde donde podremos percibir lo más fragmentado posible pero sin alienarnos a la determinación fisicalista, reconocer la identidad integradora de la persona antes que las ficciones, categorías, nacionalismos y roles fragmentadores e intentar una primer aproximación a la conciencia holokinética, pensar y sentir más en términos de espacio que de tiempo, orientar la percepción al silencio, pero no sólo al silencio prefabricado, sino al silencio que está rodeando cada cosa, a cada persona, el espacio de nuestro trabajo, de nuestra diversión y esparcimiento. La fractalidad como estrategia para luchar y tal vez disolver al conflicto opera desde nosotros a partir de la intencionalidad de querer dejar de fijar la percepción de tipo egóica y a manera de espiral uno puede percibir y resolver desde el centro personalista cualquier situación de comunicación sabiéndose colocar precisamente en este centro como punto de partida para ascender al orden de lo fragmentario sin caer en su despersonalización. En esta misma lógica de espiral también, desde el centro personal, no egóico, se puede descender al orden del espacio donde la diferenciación se resuelve en su mínima expresión como todo-nada según el grado de implicación de nuestra experiencia al grado de que el ego-ficción que se asume como yo real –ningún yo psicológico es real en sí mismo- deja de hacer fricción entre el observador y lo observado, a la manera de Bohm. Por eso esta espiral, con los recursos de la fractalidad, es adecuada para desenvolverse de manera fluida pues como en un fractal una pequeña parte puede afectar al todo por su recursividad, autosimilitud, su iteración. Es necesario renunciar a que la fragmentación sea la plataforma desde donde se concibe la “relación” pues resulta más una relación de oposición y contraste que bien podríamos denominar interacción, nada más; una configuración de la realidad a nivel de interacciones o fragmentos en oposición, no es un acto complementario sino fragmentario. De allí la necesidad de invertir el ejercicio de la percepción y crear un centro de gravedad en el nivel central de la espiral donde se recrea lo relacional, la identidad desde lo personal que de manera fractal pude efectuar iteraciones enriquecedoras hacia el orden fragmentario. Siendo así, se sigue percibiendo mediante el análisis los componentes o partes pero sin renunciar al sustrato relacional en el cual descansa o le envuelve. De igual manera explorar el tercer orden de resolución, descender en la espiral de manera fractal es enriquecer la experiencia humana y solidarizarse con el cosmos, el planeta, el árbol, la nube, el silencio y el espacio creativo para iterar esta experiencia hacia el orden personal o centro de gravedad, de elección. ¿Qué podría aportar esta aventura? Transformaciones significativas a nuestra vida cotidiana en sentido de comprensión y profundidad de nuestra comunicación. Los estudiantes de cualquier carrera, en particular los de comunicación, contarían con una argumentación y práctica para afrontar su propia manera de percibir y de relacionarse con el mundo de manera directa y ver posibilidades no de crecimiento, sino de descubrir su ser persona como centro de arranque para regular la percepción y por ende los lazos sociales y universales siempre y cuando estén conscientes de que la teoría y los talleres de resolución fractal son sólo la base para que cada quien reflexione, vivencie y logre crear y recrear su campo perceptivo en una actitud de auto aprendizaje, es decir un movimiento en donde alguien asume una serie de construcciones para darle su propia singularidad. La propuesta de arranque ético-filosófico está muy olvidada en el campo de la comunicación. En la lectura El campo académico de la comunicación, a partir de las puntuales apreciaciones de Rizo (2008) se insiste en los pocos acercamientos para el estudio de la comunicación de carácter fenomenológico, entre otras aproximaciones, cuando la comunicación como construcción y actualización del propio quehacer inteligente humano, es de carácter espiritual y no fisicalista. Fuentes referenciales. Bohm, D. (1992) La Totalidad y el Orden Implicado, trad. por Joseph M. Apfelbaume, 2 edición. Barcelona: Kairós. Buber, M. (1984). Yo y tú. Madrid: Caparrós Editores. Díaz, C. (2003). Diez miradas sobre el Rostro del Otro. Madrid: Caparrós Editores. Diesbach, N. (2000). Nuevo paradigma: revolución del paradigma del tercer milenio. Del psicoanálisis y el conductismo a la psicología humanista y transpersonal. México: Orión. Feldman, R. (1989). La percepción unitaria. México: Orión. Fuentes, R; y Sánchez, E. (1992). La Investigación Sobre Comunicación en México. 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