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LAS 5 SOLAS DE LA REFORMA

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LAS 5 SOLAS DE LA REFORMA:
Lo que comenzó con una simple protesta de parte de Martín Lutero, en contra de una serie
de prácticas religiosas de parte de la iglesia de Roma, culminó siendo un movimiento
transformador de la Iglesia y de toda la sociedad. Este movimiento, denominado como la
Reforma, se expandió por los próximos 200 años, cruzando el océano y llegando a
Norteamérica. Las cinco "Solas" que vamos a ver resumieron la teología propulsada por la
Reforma. Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg el 31 de
Octubre de 1517. La queja principal de estas tesis era la venta de indulgencias, con las
cuales se pagó una buena parte de la construcción de la Basílica de San Pedro. Sin
embargo, esto inició todo un movimiento que culminó revisando no solo la venta de las
indulgencias, sino también toda la teología que la iglesia de Roma practicaba y enseñaba.
Por años, los teólogos de la Reforma cuestionaron y cambiaron el entendimiento de la
salvación del hombre que la iglesia católica abrazaba, junto con toda la teología relacionada
al plan de redención. Con el paso del tiempo se hizo necesario resumir todo ese nuevo
entendimiento teológico, con tal de que otros pudieran visualizarlo de una manera sencilla,
pero no simplista. Esto dio origen a estas cinco famosas frases:

SOLA SCRIPTURA: La Palabra de Dios es la máxima autoridad en materia de
fe y práctica. Por tanto, nada que contradiga la revelación de Dios puede
regular la vida del creyente (Gálatas 1:6-10; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:3).

SOLUS CHRISTUS: La salvación se encuentra solo en Cristo, excluyendo así
todo otro camino para llegar a Dios (Hechos 4:12).

SOLA GRATIA: La salvación es un don de Dios. Por tanto, es algo que el
pecador recibe de forma inmerecida basada en los méritos de Cristo
alcanzados durante su vida, muerte y resurrección (Efesios 2:8).

SOLA FIDE: La salvación solo puede ser recibida cuando ponemos nuestra fe
en Aquel que murió por nosotros, excluyendo la posibilidad de que nuestras
obras puedan contribuir (Efesios 2:8-9, Romanos 3:28).

SOLI DEO GLORIA: El propósito de la salvación que recibimos es glorificar a
Dios; poner de manifiesto las excelencias o virtudes de su carácter (Efesios 1:46; 1 Pedro 2:9).
Estas frases representan el corazón de la teología reformada, y resumen verdades no
negociables del evangelio. La fortaleza de una iglesia depende de las verdades que la
sustentan, y de ahí que toda iglesia bíblica necesite no solo abrazar estos principios, sino
también proclamarlos de una manera que garantice que estos sean pasados a la próxima
generación. Lamentablemente, muchas iglesias han asumido estos principios y han dejado
de proclamarlos con claridad y frecuencia. Con el tiempo, todo lo que es asumido va siendo
olvidado poco a poco. Nuevas generaciones en los últimos 200 años desconocen parcial o
completamente toda la historia detrás de esta teología, y poco a poco fueron desarrollando
una teología liberal (a final del siglo XIX), o un pragmatismo ignorante de la centralidad de
la gloria de Dios en el plan de redención (segunda mitad del siglo XX). Algunos podrían
preguntarse por qué hablar de este tema en esta ocasión. Creo que es una buena pregunta.
No sé cuántos se han percatado de que hay un resurgimiento de las doctrinas de la gracia en
nuestros días, aun dentro de iglesias que vienen de un trasfondo pentecostal. Por tanto,
hablar de estos temas contribuye a fortalecer y a promover este nuevo mover en
Latinoamérica. Ciertamente, la iglesia primitiva no usó esta terminología para hablar de sus
creencias; pero cada una de estas frases está arraigada en la revelación del Nuevo
Testamento, que daba continuidad al pacto anterior. A lo largo de la historia, la Iglesia ha
elaborado credos, declaraciones de fe y frases como las que aquí definimos, no como una
forma de traer nueva revelación, sino buscando maneras de afirmar lo ya conocido, para
evitar que las verdades fundamentales de nuestra fe sean olvidadas en el tiempo, o tratando
de llamar a la Iglesia a sus raíces. Oramos para que el mismo Dios que levantó a un Martín
Lutero o a un Juan Calvino vuelva a hacer lo mismo en nuestros días, y que la
transformación de la iglesia y de la sociedad vista en Europa y Estados Unidos en los años
de 1500 - 1700 pueda ser vista en nuestra región. Si te interesa conocer más de estas Solas,
puedas entrar en los siguientes enlaces para leer un artículo que escribí sobre cada una:

Sola Scriptura

Solus Christus

Sola Gratia

Sola Fide

Soli Deo Gloria
SOLA SCRIPTURA
16 de Enero de 2013
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"¡A la ley y al testimonio! Si no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos
amanecer", Isaías 8:20
“Los hombres no rechazan la palabra porque encuentran faltas en ella, sino porque ella encuentra
faltas en ellos”, John Blanchard
El miércoles 17 de abril del año 1521, Martín Lutero fue traído ante lo que se conoció como la
dieta de Worms, donde se le pidió se retractara de sus escritos y de 41 de sus 95 tesis. La
respuesta de Lutero fue la siguiente: “Ya que su más serena majestad y todos sus príncipes
requieren una respuesta clara, simple y precisa, yo le daré una sin cuernos ni dientes, y es esta: Yo
no puedo someter mi fe al papa o a los concilios, porque está tan claro como el día que ellos han
errado continuamente y se han contradicho a sí mismos. A menos que yo sea convencido por el
testimonio de las Escrituras, o por razones evidentes, me mantengo firme en las Escrituras por mí
adoptadas, y mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar
ninguna, viendo que no es seguro o justo actuar contra la conciencia. A Dios que me ayude.
Amén”.
Cuando Lutero habló de que su conciencia era prisionera de la Palabra de Dios, estaba haciendo
referencia a que opiniones y tradiciones de hombres no nos obligan cuando de asuntos doctrinales
se trata. Del mismo modo, no somos obligados por concilios o bulas, ni credos o confesiones de fe.
Solo la Palabra de Dios nos ata; solo ella obliga la conciencia de manera universal. No podemos
olvidar eso, porque hoy hay muchas cosas en todas las denominaciones, incluyendo aquella a la
cual pertenece nuestra congregación, que son puramente denominacionales. Quizás no sean
enseñanzas antibíblicas, pero simplemente representan la forma en que un grupo de cristianos ha
elegido hacer las cosas. La tradición no nos hace bíblicos. Cuando los credos y las confesiones de
fe coinciden con la Palabra, esas declaraciones nos exigen una cierta obligación; pero su autoridad
no está en ellas, sino en la Palabra de Dios que las ampara.
El veredicto de Dios acerca de su palabra
El apóstol Pedro, por dirección del Espíritu Santo, nos dejó algunos principios relacionados al tema
de Sola Escritura. En 2 Pedro 1:20-21 leemos lo siguiente:
"Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación
personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que
hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios".
1: Las Escrituras no son asunto de interpretación personal. Por tanto, tenemos que ser cuidadoso
cuando escuchamos a personas decir, “para mí esta porción de las Escrituras significa esto”, y otro
decir, “bueno, para mí significa esto otro”, teniendo significados contrarios, y que luego ambos
estén satisfechos con lo que cada cual entendió del mismo texto. Un texto de la Palabra tiene una
sola interpretación, aunque puede tener múltiples aplicaciones. En nuestra humanidad sabemos
que dos personas ortodoxas en su teología pudieran diferir en la interpretación de un mismo
texto; pero esto no nos dice que ambos están en lo correcto. El Espíritu que inspiró el texto sabe
cuál es la interpetación correcta, y es ese entendimiento el que tenemos que tratar de encontrar.
2: Ninguna de las enseñanzas de la Palabra llegaron a nosotros como consecuencia de una
intención, deseo o proyecto humano. El hombre no decidió tener una revelación de Dios, ni
decidió escribir estas enseñanzas, sino que la revelación que tenemos hoy fue el producto de la
voluntad divina.
3: Cuando estos hombres hablaron, hablaron de parte de Dios, inspirados por el Espíritu Santo. De
hecho, en 2 Timoteo 3:16 leemos que toda Escritura fue inspirada por Dios. La palabra traducida
como inspirada en el griego es Theopneustos, que significa exhalar; es como decir que la Biblia fue
exhalada por Dios. Es esa inspiración de parte de Dios que nos obliga a poner la Biblia por encima
de toda otra autoridad, opinión o declaración humana.
Como es la Palabra de Dios, quitar o agregar al contenido de la Biblia es un asunto muy serio; es
violar su integridad.Si le añades, pones en boca de Dios cosas que Él no ha dicho, y si le quitas,
eliminas verdades que Dios ha querido comunicar al hombre.
SOLA SCRIPTURA significa que la Escritura es:
INSPIRADA por Dios.
ESTÁ COMPLETA en sí misma.
ES INERRANTE; no contiene errores.
ES INFALIBLE, y por tanto incapaz de errar o de guiarnos al error.
ES LA AUTORIDAD SUPREMA; por encima de todo.
SOLA SCRIPTURA implica que la Palabra es la única que obliga la conciencia de manera universal.
SOLA SCRIPTURA no elimina el valor de los concilios y confesiones de fe que han coincidido con la
Palabra, y que resumen largas horas de estudio y debates por parte de grandes hombres de Dios.
SOLA SCRIPTURA no nos permite hacer uso de la interpretación privada para torcer la Palabra.
SOLA SCRIPTURA requiere de reglas de interpretación transmitidas a lo largo de los siglos.
SOLA SCRIPTURA no nos permite despegarnos del pasado y hoy traer interpretaciones nuevas que
contradicen la fe.
SOLA SCRIPTURA juzga la iglesia y sus maestros, y no al revés.
SOLA SCRIPTURA requiere de hombres y mujeres que manejen con precisión la palabra de verdad.
Por todo esto, ninguna iglesia podrá levantarse y sobrevivir sin la autoridad, la guianza y la luz de
la Palabra de Dios. Nuestra única esperanza como sociedad está en esa palabra revelada.
SOLUS CHRISTUS
15 de Marzo de 2013
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“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, Juan 14 : 6
Hemos llegado a la cuarta Sola, una enseñanza que, al igual que las demás Solas, forma parte de la
columna vertebral de la fe cristiana: Solo en Cristo hay salvación. La palabra de Dios lo dice de esta
manera: “Este Jesús es la PIEDRA DESECHADA por vosotros LOS CONSTRUCTORES, pero QUE HA
VENIDO A SER LA PIEDRA ANGULAR. 12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro
nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hch 4:11-12).
Esta verdad es consistente con las palabras de Juan 14 con que iniciamos este artículo, y que
forman parte de una larga conversación que los discípulos tuvieron con el Señor la noche antes de
la crucifixión. Ese último momento debió de haber sido una noche pesada y llena de confusión. La
confusión entre ellos es reflejada por la pregunta de Tomás en el v. 5: Señor, si no sabemos
adonde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?, a lo que Jesús responde con su afirmación de que
Él es el camino, la verdad y la vida. Él llevó a Tomás a hacer la pregunta que produjo esta respuesta
que Tomás y los demás necesitaban conocer. Ahora bien, ¿qué nos estaba enseñando Jesús con
estas palabras? Veamos cada una de estas afirmaciones, y cómo se relacionan a Solus Christus.
Yo soy el camino
Antes de la caída, Adán tenía acceso a la presencia de Dios; pero al pecar se desvió, y él y nosotros,
sus descendientes, perdimos el camino de regreso. Aunque Adán conocía dónde estaba Dios, él
perdió el "mapa" para regresar. En el proceso, Satanás vino y cambió todos los letreros de las
carreteras y colocó múltiples nuevos letreros que dicen: "Moralidad", "Filosofía", “Superación
personal”, “El poder de tu mente”, "Tu mejor esfuerzo", y a todos les colocó debajo el sub-título
“Hacia Dios”. Pero ninguno de ellos podía llevar a Dios. Lo único que puede ayudarnos es una
persona que haya venido de allá, que conozca el camino y nos lleve hasta allá; y esa persona es
Jesús (Jn. 3:13 ). Las demás religiones te ofrecen sabiduría humana envuelta en un lenguaje
místico, que le es atractivo al hombre en su condición caída. Jesús nos ofrece una relación
personal a través de la cual vamos siendo transformados a su imagen.
Se cuenta que en una ocasión un viajero contrató un guía para que lo condujera a través de un
área desierta. Cuando llegaron al comienzo del desierto, el viajero vio que toda la arena lucía igual,
y que no habían huellas por ningún lugar. El viajero preguntó: "¿Dónde está el camino para
transitar por el desierto?", a lo que el guía le respondió: Yo soy el camino. Así ocurre con Jesús[1].
Yo soy la verdad
Todos los demás caminos prometen llevar al hombre a Dios, pero le mienten y le engañan. Cuando
Adán calló, él cayó, porque creyó una mentira; y desde entonces él perdió su habilidad de
diferenciar la verdad de la mentira. Esta es la razón por la que los descendientes de Adán hemos
creído tantos engaños. Por tanto, el Cristo decir la verdad no iba a ser suficiente, porque nosotros
no sabríamos cómo diferenciarla de la mentira. De ahí que Cristo no vino solo a decir la verdad,
sino a encarnarla, para que nosotros que no sabemos discernir la verdad del error, podamos
encontrarla en su persona.
Yo soy la vida
Al Adán caer, las consecuencias de su caída fueron devastadoras, hasta el punto que la Biblia nos
informa que quedamos muertos en delitos y pecados; lo cual nos imposibilitaba el regresar a casa.
Eso hizo necesario que Cristo viniera y se identificara como la vida en quien nosotros podemos
resucitar.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva, en medio del huerto había un árbol del cual ellos no podían
comer. ¿Recuerdan el nombre del árbol? “El árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y
el mal”, (Gn.2:17). El primer Adán perdió la vida al desobedecer; ahora en el segundo Adán el
hombre recobra la vida. Es increíble cómo en el huerto del Edén Dios le prohíbe a Adán y a Eva
comer del árbol de la vida, pero ellos decidieron comer. Sin embargo, en el NT, Cristo se ofrece
como el pan de vida, como el árbol de la vida del cual todos podemos comer, pero el hombre no
quiere comer de Él.
Pudiéramos resumir lo que hemos dicho hasta ahora de esta manera:
ü Cristo es el camino que hay que seguir.
ü Él es la verdad encarnada que tenemos que creer.
ü Él es la vida que tenemos que vivir.
El único camino, pero no el más transitado
Si bien Jesús es el único camino al Padre, Él no es la vía más transitada. Hay tres caminos que el
hombre regularmente ha decidido seguir[2]:
El primero es el camino de la naturaleza. Aquellos que dicen: "yo adoro a Dios en la naturaleza",
"yo adoro a Dios jugando golf". Y no dudamos que adoren a dios, excepto que el dios que esos
adoran no se llama Jehová o Cristo, sino que adoran al dios naturaleza, o al dios golf, o al dios YO.
Y eso es idolatría; una abominación a los ojos del Dios verdadero.
El camino de la moralidad. Muchos piensan que si vivimos una vida buena, eso nos ganará el cielo.
¡Y es cierto! El problema es que no ha habido una sola persona, ni la habrá, que pueda vivir esa
vida buena, porque la palabra revela que no hay una sola persona justa fuera de la persona de
Jesús. Pablo lo expresa de esta manera: “como está escrito: NO HAY JUSTO, NI AUN UNO; 11 NO
HAY QUIEN ENTIENDA, NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS; 12 TODOS SE HAN DESVIADO, A UNA SE
HICIERON INUTILES; NO HAY QUIEN HAGA LO BUENO, NO HAY NI SIQUIERA UNO” (Ro. 3:10-12).
De manera que aquellos que están confiando en su moralismo entran a la condenación creyendo
todo el tiempo que serían salvos. Su “buena vida” los hizo perder. Hay una sola cosa peor que
estar perdido sin Dios y es estar perdido y creer estar en el camino correcto.
El camino de la religión. Este es el tercero de los caminos del hombre, donde están los que dicen:
si voy el domingo, doy mi diezmo, y participo en algunas de las actividades de la iglesia, tengo el
cielo garantizado. Estos mueren y entran a una eternidad de condenación siendo súper religiosos,
pero no convertidos, ni transformados. No importa si el camino es el del Hinduismo, que afirma
que al final de mis reencarnaciones me uniré a Brahma; o si sigo los ocho pasos del Budismo,
tratando de deshacerme de mis deseos egoístas; o si sigo el camino de la obediencia a Alá… al final
todos estos nos dejan perdidos en el desierto, y al morir termino en la condenación eterna.
Cuando la verdad se encarnó en la persona de Jesús, todo sistema religioso, incluyendo el
judaísmo, quedó reemplazado.
Mientras que Confucio dijo: Yo nunca dije que era santo.
Jesús preguntó: ¿Quién me acusa de pecado? (Jn. 8:46 ) ¿Y la respuesta fue? Nadie.
Mientras que Mahoma dijo: Si Dios no tiene misericordia de mí, no tengo esperanza.
Cristo dijo: El que obedece al Hijo tiene vida eterna (Jn. 3:36 ).
Mientras que Buda dijo: soy alguien en búsqueda de la verdad.
Cristo dijo: Yo soy la verdad (Jn. 14:6 )
Confucio enseñó por unos veintidós años. Mahoma por un tiempo similar. Buda enseñó unos
veinticinco años. Entre los tres enseñaron casi setenta años. Jesús enseñó sólo por tres años, pero
ningún otro personaje de la historia ha impactado el curso de la civilización como lo hizo este
hombre en tres años de enseñanza y dos mil años de impacto. Confucio murió divorciado;
Mahoma tuvo 11 esposas y muchas concubinas, a pesar de que el Corán solo permite 4; Buda
abandonó a su esposa y a su hijo. Sin embargo, Cristo murió sin pecado.
Jesús fue enterrado un viernes y resucitó el domingo, cumpliendo su propia profecía, algo que
ningún otro ha podido hacer. Cristo no solo dijo ser el camino, la verdad y la vida, sino que
también dijo “…Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn. 11:25
). Y porque Él vive, yo también viviré.
SOLA GRATIA
05 de Marzo de 2013
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"Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don
de Dios", Efesios 2:8
Hace unos años se celebró en Inglaterra un congreso de diferentes religiones, con la idea de reunir
expertos en distintos dogmas y comparar sus enseñanzas. En un momento dado, estos expertos se
preguntaron si el cristianismo tenía algo particular que no pudiera encontrarse en ninguna otra
religión. Pensaron en la encarnación, pero otras religiones tenían a los dioses en formas humanas.
Mencionaron la resurrección, pero otras creencias cuentan de personas habiendo resucitado.
Mientras discutían, entró al salón C.S. Lewis, uno de los grandes pensadores y defensores de la fe
cristiana, y preguntó que a qué se debía la discusión. Ellos le explicaron que estaban discutiendo si
había alguna contribución única de el cristianismo, que no pudiera encontrarse en ninguna de las
otras religiones. Sin pensarlo dos veces, C.S. Lewis respondió: "¡Ah! Eso es fácil: es el concepto de
la gracia". Los llamados expertos tuvieron que concluir que es cierto, que en ninguna otra religión
Dios hace un ofrecimiento de su amor y de su salvación completamente gratis, de forma
incondicional. Solo en el cristianismo se da esa condición. En todas las demás religiones, el
pecador necesita hacer algo (obras de algún tipo) para obtener el favor de Dios. En la fe cristiana,
el perdón de Dios, y por tanto la salvación del hombre, es obra de un Dios soberano,
omnibenevolente y misericordioso, que otorga el perdón y el resto de sus bendiciones a sus
criaturas por la inmensidad de su gracia.
El apóstol Pablo pone de manifiesto de una manera clara cómo Dios reveló que ciertamente la
salvación es dada por gracia, como vemos en este pasaje a los Efesios 2 :
“4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, 5 aun cuando
estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido
salvados)(énfasis añadido)”.
Ese solo verso nos deja ver la base de la salvación; pero luego cuando Pablo escribe a los romanos,
años más tarde, él explica de una forma llana cómo la gracia y las obras se contraponen cuando de
la salvación se trata. Leamos Romanos 11:5-6 :
“Y de la misma manera, también ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la
elección de la gracia de Dios. Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la
gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”.
En este pasaje Pablo explica cómo si las obras contribuyeran a nuestra salvación, en cualquier
grado, entonces lo obtenido deja de ser por gracia. Y si mi salvación es realmente por gracia, ya
entonces mis obras quedan excluidas.
Quizás uno de los conceptos más pobremente entendidos es el de la gracia de Dios hacia los
hombres. Muchos que están dispuestos a afirmar que nuestra salvación es enteramente por gracia
a la vez están dispuestos a conceder algún rol a nuestras obras. Por esa razón, antes de continuar
debemos aclarar primero lo que es la gracia, para luego poder entender mejor cómo llega la
salvación al hombre.
La gracia de Dios puede ser definida como las riquezas de Cristo dadas a nosotros a expensas de Su
sacrificio. Otros han definido la gracia como el recibir aquello que no merecemos… como es la
gloria. Mientras que misericordia puede ser definida como el NO recibir aquello que sí
merecemos… como lo es el infierno. No hay nada que podamos hacer para ganarnos la entrada al
reino de los cielos. Y la razón es muy sencilla: todas las facultades del hombre están teñidas por el
pecado, aún después de su regeneración: sus emociones, su pensamiento, su hablar, sus
motivaciones, sus acciones... Por tanto, nuestras obras no pasarían el escrutinio de la justicia
perfecta de Dios.
Lamentablemente, al hombre se le hace difícil concebir que no hay nada que él pueda hacer para
contribuir a su salvación, dado que prácticamente todo lo que él obtiene de este lado de la gloria
está relacionado a algún esfuerzo humano. Nos parecemos mucho al niño de esta historia: este
niño tenía unos 4 o 5 años y era llevado siempre a la iglesia por sus padres. En aquella iglesia se
celebraba la comunión una vez al mes; el primer domingo de cada mes. Este día, era la norma el
tomar dos ofrendas en vez de una: la primera se recogía antes del sermón, y la segunda se tomaba
inmediatamente antes de la comunión, y era una ofrenda que se recogía para el fondo de
benevolencia. Normalmente los padres daban dinero a su hijo para poner en la primera ofrenda,
pero no en la segunda. Un domingo ellos decidieron darle dinero para poner en ambas ofrendas.
Él pone su ofrenda antes de la comunión, y cuando llega el tiempo de tomar la comunión, él se
para a tomarla, algo que nunca había hecho. Su madre lo detiene y le dice: "¡Tú no puedes tomar
la comunión todavía!", a lo que el niño responde: "¿Porqué no? ¡Ya yo pagué!".
Estamos tan acostumbrados a pagar, o a recibir algún beneficio después de pagar, que no
podemos concebir una salvación “gratuita”. Gratuita para el hombre, porque lo que yo recibo en
Cristo, que es sin costo alguno, le costó la vida a mi Redentor. El pago más alto que jamás se haya
hecho en todo el universo, se pagó por mi salvación.
La gracia de Dios es soberana
Si al hombre se le hace difícil concebir una salvación por gracia, se le hace más difícil concebir una
salvación soberana. Cuando revisamos lo revelado por Dios en su palabra descubrimos que su
gracia es general para todos los hombres, como leemos en Mateo 5: 45b: “porque El hace salir su
sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Pero Dios también ha revelado que hay
una expresión de su gracia que es especial para sus elegidos, y esa verdad es evidente en múltiples
pasajes distintos.
El Evangelio de Lucas nos dice lo siguiente en Lucas 4:25-27 : "En Israel habían muchas viudas en el
tiempo de Elías, y Dios decidió enviar a Elías, no a las viudas de Israel, sino a una viuda en Sarepta,
la tierra de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno
de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio". Vemos aquí la gracia soberana de Dios al enviar a su
profeta, no a las viudas judías, sino a una viuda gentil. El pasaje también nos dice que en esos
mismos tiempos habían muchos leprosos en Israel, y ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el
sirio. Eso es gracia soberana porque unos la reciben y otros no, según quien la otorga.
¿Cuál es la respuesta del hombre ante la gracia soberana de Dios? La podemos ver en los
versículos 28 y 29 de este texto de Lucas, después que Jesús habló estas palabras: “Y todos en la
sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, echaron a Jesús fuera de la
ciudad, y Lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para tirar
a Jesús desde allí”. El hombre no tolera que Dios elija soberanamente cómo Él obrará, porque a la
carne le gusta la idea de dirigir su propio destino.
Quizás, el pasaje donde vemos más claramente el ejercicio soberano de la gracia de Dios es en
Romanos 9 . Veamos:
“9 Porque esta es una palabra de promesa: POR ESTE TIEMPO VOLVERE, Y SARA TENDRA UN HIJO.
10 Y no sólo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac
11 (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo,
para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por
aquel que llama), 12 se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRA AL MENOR. 13 Tal como está escrito: A
JACOB AME, PERO A ESAU ABORRECI”.
El Señor eligió a uno sobre otro desde antes de nacer; anterior a cualquier acción de parte de
estos dos mellizos, para mostrar su soberanía en la elección de Jacob sobre Esaú… no basado en
sus obras, sino en el propósito de Dios, como revela el mismo pasaje. El apóstol Pablo, como buen
polemista que fue, anticipa los cuestionamientos de sus opositores y continúa su disertación de
esta manera:
14 ¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! 15 Porque El dice a
Moisés: TENDRE MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRE COMPASION DEL
QUE YO TENGA COMPASION. 16 Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios
que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: PARA ESTO MISMO TE HE
LEVANTADO, PARA DEMOSTRAR MI PODER EN TI, Y PARA QUE MI NOMBRE SEA PROCLAMADO
POR TODA LA TIERRA. 18 Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece.
Con esto, Pablo pone de manifiesto que Dios no le debe misericordia a ningún ser humano, porque
la raza ya está bajo juicio a partir de la caída de Adán. Lo justo sería enviar a la raza entera al
infierno, y nadie tendría el derecho de cuestionar a Dios. Pero en vez de hacer eso, Dios envía a un
grupo de personas a la gloria que no merecían, y cuando lo hace, lo hace exclusivamente por su
gracia.
Muchos preguntarían entonces, si es por gracia, ¿por qué Dios todavía hace al hombre
responsable? Esa es la pregunta que Pablo anticipa y que él mismo responde inspirado por el
Espíritu Santo:
19 Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su
voluntad? 20 Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el
objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?
Con estas palabras Pablo silencia a sus opositores y deja ver que el hombre, que no ha creado el
mundo, que no ha redimido al mundo y que no entiende los propósitos de Dios, no está en una
posición de cuestionar al Dios soberano del cielo y de la tierra.
Solamente por gracia es una de las grandes doctrinas de la Biblia que necesita ser proclamada en
cada generación tan claramente como sea posible. Si abandonamos esta doctrina convertimos al
hombre en merecedor, lo cual es contrario a la revelación bíblica. Debemos sentirnos altamente
agradecidos de nuestro Dios que en su gracia suplió un Redentor para nosotros, y por su sangre
nos dio vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados.
Esta es la tercera entrada sobre las 5 Solas de la Reforma. Puede encontrar aquí el artículo sobre la
autoridad de las Escrituras, y aquí la justificación solo por fe.
SOLA FIDE
26 de Enero de 2013
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“Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley”, Romanos
3:28
Sola Fide es la segunda de las 5 SOLAS de la reforma. La expresión significa salvación por fe
solamente, o dicho de una manera más teológica, justificación solo por fe. Esta doctrina es de
suma importancia: Lutero decía que Sola fide era el artículo sobre el cual la Iglesia se mantiene en
pie o se derrumba. El no creer esta doctrina no solo me deja sin salvación, sino que llevaría a la
Iglesia a su ruina. Lo que creamos acerca del rapto de la iglesia no necesariamente tiene un efecto
sobre nuestra salvación; pero ese no es el caso con Sola Fide. Esta doctrina es la columna vertebral
de la fe cristiana. Esta es la doctrina que la iglesia de Roma no cree, ya que aún al día de hoy
enseñan que la salvación se obtiene a través de la fe más las obras que hacemos. Y fue esta
doctrina, junto con la doctrina de Sola Escritura que vimos en la entrada pasada, las que hicieron
que los reformadores rompieran con la iglesia a la cual habían pertenecido por años.
Lutero y Sola Fide
Curiosamente, aunque Lutero terminó defendiendo esta doctrina con su propia vida, no fue así
desde el principio. Lutero fue alguien que tempranamente comprendió de la justicia perfecta de
Dios, antes de creer en la doctrina de la salvación por fe solamente o Sola Fide. Lutero vivió
atormentado por sus pecados, y vivía aterrorizado pensando en su posible condenación. No podía
dormir tranquilo meditando en la justicia perfecta de Dios, que de ninguna manera él encontraba
cómo satisfacer.
Lo que más molestaba a Lutero era el hecho de que, a pesar de haber sido un monje impecable, no
encontraba paz para su alma; lo que le llevó a confesarse hasta dos y tres horas diariamente.
Lutero describió este período de su vida como uno de gran desesperación. Él dijo haber perdido el
contacto con el Cristo Salvador y Consolador de su vida, quien se convirtió en su carcelero y
torturador de su alma[1]. Esto llegó a atormentarle tanto que cuando alguien le preguntó en un
momento de su vida si él amaba a Dios, Lutero respondió: “¿Amar a Dios?...¡a veces, yo lo odio!”.
En 1516, mientras enseñaba el libro de Romanos, Lutero llegó a entender la esencia del evangelio,
el mensaje de las Buenas Nuevas, y comprendió finalmente que “el justo por la fe vivirá”,
Romanos 1:17 . Esta verdad ya había sido proclamada en el Antiguo Testamento, como vemos en
Habacuc 2:4 . Entendida esta verdad, Lutero llegó a expresar lo siguiente: “Finalmente, meditando
día y noche, por la misericordia de Dios, yo…comencé a entender que la justicia de Dios es aquella
a través de la cual el justo vive como un regalo de Dios, por fe…con esto me sentí como si hubiese
nacido de nuevo por completo, y que hubiese entrado al paraíso mismo a través de las puertas
que habían sido abiertas ampliamente”[2].
Más el justo por la fe vivirá
Si le preguntáramos a cualquier transeunte de qué forma él o ella piensa ir al cielo, con mucha
probabilidad te dirá algo como esto: “Bueno, yo no he matado a nadie, nunca he robado, nunca le
he sido infiel a mi esposa…es posible que haya dicho algunas mentiras, pero realmente, ¿quién no
las ha dicho? No soy el más santo de todos, pero tampoco soy el peor; de manera que espero que
Dios pueda tomar eso en cuenta”. Palabras similares a estas son empleadas con frecuencia por
aquellos que viven a nuestro alrededor cuando se le cuestiona acera de la próxima vida. Pero esto
dista mucho de las enseñanzas de la Palabra. El apóstol Pablo escribió en Romanos 3:20 que “por
las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de El…”. En otras palabras, ninguna
de las obras que hacemos tienen el peso para darme entrada ante el trono de Dios. Notemos
cómo en un momento dado, el pueblo hebreo se había desviado tanto del camino que Dios dijo a
través del profeta Isaías, en Isaías 64:6 , que sus mejores obras eran como trapos de inmundicia.
En el original, la frase traducida como trapos de inmundicia hace referencia a paños que han sido
usados para la menstruación. Así lucen mis obras cuando pasan por el escrutinio de la justicia de
Dios. Y esas son mis mejores obras; imaginémonos ahora las peores.
Lutero, entendió eso, y casi perdió la cabeza, puesto que la idea de permanecer bajo condenación
le atemorizaba grandemente, conociendo a la vez que le era imposible vivir una vida perfecta que
le permitiera entrar a la presencia de Dios. Finalmente, Lutero entendió que era posible tener un
carácter moral perfecto para entrar a la presencia de Dios, pero que ese carácter moral perfecto
no lo adquiero yo a través de mis obras de santificación, porque ninguna de mis obras es perfecta
para pasar el estándar de Dios. Esa rectitud moral me la da Cristo y me la da la por la fe puesta en
Él. Romanos 3:21-22 nos dice: “Pero ahora, aparte de la ley, la rectitud moral de Dios ha sido
manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la rectitud moral de Dios por medio de
la fe en Jesucristo, para todos los que creen”. La rectitud moral de Dios se manifestó ahora aparte
de la ley; la ley no me la puede dar. Pero es una rectitud moral que yo obtengo por medio de la fe
en Jesucristo, como dice el versículo 21. De ahí la frase Sola Fide, o solo por fe.
El día que Cristo murió, mis pecados le fueron cargados (imputados) a su cuenta de una manera
real. Por eso Cristo sufrió un puro infierno en la cruz, un infierno de dolor y de separación
temporal del Padre, expresado en su grito: “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. De
esa misma manera, el día que yo deposito mi fe en Cristo como mi Señor y Salvador, su carácter
moral perfecto me es cargado a mi cuenta. A esto que acabamos de explicar es que llamamos la
doble imputación en teología.
Allí en la cruz, mis pecados le fueron imputados a Cristo, y su santidad o carácter moral me es
cargado a mi cuenta, lo cual ocurre el día que yo le entrego mi vida. Como resultado, ocurren dos
cosas:
Yo quedo sin deuda.
Yo adquiero una santidad ajena, que me ha sido otorgada al yo creer en Cristo como Señor y
Salvador. Esa santidad es la santidad de Cristo.
Como mencionamos anteriormente, Sola Fide no es una idea nueva; eso fue exactamente lo que
ocurrió cuando Abraham creyó. Génesis 15:6 dice que Abraham creyó y le fue contado por justicia.
Recuerde que la palabra justicia hace alusión al carácter moral de Dios. Entonces, lo que Génesis
15:6 dice es que Abraham creyó y, al creer, su fe le fue contado por carácter moral, siendo
entonces justificado por la fe depositada en Dios. En otras palabras, la razón de la salvación de
Abraham no fueron sus obras, en lo más mínimo, sino su gran fe; la fe que depositó en el Dios de
su salvación. Y esa fe hizo que Dios lo considerara como si fuera justo, aunque no lo era. Por eso
los reformadores insistieron en que la salvación es solamente por fe. Ahora esa fe si es verdadera,
estará adornada por obras; no hechas para obtener salvación, sino hechas como evidencia de la
salvación ya recibida. De ahí la frase: salvación solo por fe, pero no fe sola.
Ahora, para que no lo olvidemos, salvación por fe solamente no es lo mismo que cuando alguien
se para y hace una profesión de fe. Muchos son los que han hecho una profesión de fe, pero no
tienen posesión de esa fe. Una simple oración para recibir al Señor, hecha de los labios para fuera,
no me va a limpiar de mis pecados. La fe que limpia de pecados necesita de tres elementos:
1. La fe que me salva necesita conocimiento de lo que Cristo hizo por mí; de lo que hemos venido
explicando. Eso es lo que los reformadores llamaron en latín, notitia, que hace referencia al
conocimiento que tengo de todo lo que hemos venido explicando. De manera que mi fe no puede
ser irracional, ilógica; ni es tampoco fe en la fe.
2. La fe que salva necesita poseer convicción de la verdad; convicción de que Cristo es el único
nombre dado a los hombres por medio del cual pueden ser salvos (Hechos 4:12 ), y de que Él es el
camino, la verdad y la vida, (Juan 14:6 ). Esto es que los reformadores llamaron assensus, de
donde viene la palabra asentir, en el sentido que yo tengo que asentir o afirmar con convicción lo
que la verdad es, como Dios la ha revelado.
Pero eso no es suficiente. Los demonios tienen notitia o conocimiento de que Cristo es el Salvador;
y ellos tienen assensus, esto es, ellos están convencidos de que Cristo es el Salvador del mundo: lo
saben mejor que nosotros. Por eso dice Santiago que los demonios creen y tiemblan (Stg. 2:19). Lo
que ellos no tienen es el tercer elemento:
3. Fiducia: confianza en Cristo. Ellos no han depositado esa confianza en el Señor y por eso
permanecen condenados.
Para ser salvo necesitas absoluta confianza en que la santidad de Cristo imputada a tu persona es
lo único que te puede calificar para entrar al reino de los cielos, y eso ocurre el día que te
arrepientes de todo corazón, pides perdón por tus pecados basado en el sacrificio de Cristo y le
entregas tu vida a Dios y recibes la suya; la vida eterna que Él te regala. Esto es lo que significa Sola
Fide. En la próxima entrada estaremos observando la razón de nuestra salvación: Sola Gratia.
SOLI DEO GLORIA
22 de Marzo de 2013
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"Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén", Romanos
11:36
Hemos llegado a la última de las Solas, Soli Deo Gloria: para la gloria de Dios solamente. La idea
detrás de este principio es doble: en primer lugar, esta enseñanza nos deja ver que la razón por la
cual Dios hace todas las cosas es para su propia gloria. En segundo lugar, esta Sola nos enseña que
nosotros deberíamos hacer todas las cosas para la Gloria de Dios.
El texto con el que iniciamos esta entrada lo resume bastante bien. Como otros han observado, las
frases “de Él”, “por Él” y “para Él” encierran todo el contenido de este capítulo 11 de la epístola a
los Romanos. Si alguien quiere una respuesta corta de por qué las cosas tienen que ser para la
gloria de Dios, la razón es muy sencilla, y está resumida en tres proposiciones de este solo
versículo: de, por y para. Tomemos la primera frase:
“De Él”:Todo es de Él porque Él es el propietario de todas las cosas. David reconoció esa gran
verdad en el Salmo 24:1, “Del SEÑOR es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él
habitan”. Además, todo es de Él porque de Él provienen todas las cosas. Hasta la lluvia y el sol que
el impío recibe, la recibe por la gracia de Dios. "¿Qué tienes que no recibiste?", pregunta el apóstol
Pablo en 1 Corintios 4:7 .
“Por Él”: Todo ha sido hecho por Él y todo es sustentado por Él. Juan 1:3 , Hebreos 1:3 y
Colosenses 1:17 respaldan esta idea.
“Para Él”: Colosenses 1:16 dice que el Padre hizo todo para el Hijo, y por otro lado 1 Corintios
15:28 dice que cuando el Hijo termine de hacerlo todo, Él le devolverá todo al Padre para que
“Dios sea todo en todos”.
Cuando Dios demanda su gloria
Cuando Dios demanda que la gloria sea dada solamente a Él, Él no está tratando de llamar la
atención. Dios está satisfecho en su propia perfección, por lo que no necesita nada. Él no está
buscando que lo aplaudan y lo alaben, puesto que después de nosotros aplaudir a Dios, nos
quedamos cortos del tributo que Él se merece. Dios no tiene necesidad de algo tan imperfecto y
tan inferior como la adoración que nosotros podemos rendirle. Esto no quiere decir que Él no la
disfruta sino que no la necesita. Dios disfruta de nuestra adoración de la misma manera que un
padre se complace en sus hijos cuando estos han asimilado bien sus buenas enseñanzas y las
reflejan en sus vidas. En el caso de Dios, mientras mejor adorador soy, más cerca de la imagen de
Su Hijo estoy. Y mientras más cerca de esa imagen me encuentro, mejor reflejo el propósito para
el cual Él me creó. Y mientras más cerca de ese propósito me encuentro, más plenitud de vida
disfruto. Y mientras más plenitud tengo, más gozo experimento. Y mientras más gozo experimento
en Dios, más glorifico su ser. Como bien dice John Piper, "Dios es más glorificado en nosotros,
cuando estamos más satisfechos en Él".
En más de una ocasión personas me han preguntado que si no es egoísta de parte de Dios el que
todo sea para su gloria. Y nos hacemos esa pregunta por una razón muy sencilla: nosotros
pensamos que Dios es como nosotros (Salmo 50:21). Cuando alguien hace algo y luego insiste en
llevarse todo el crédito, esa actitud nos molesta, porque entendemos que esa persona está
poniendo de manifiesto su orgullo. En realidad sabemos que él o ella no merece todo el crédito.
Pero cuando Dios exige su gloria, El es merecedor de todo el crédito porque de Él, por Él y para Él
son todas las cosas. Veamos una ilustración más: Si Dios dijera mañana que Él es el ser más
glorioso que existe, eso no sería orgulloso de su parte, y no lo es porque es cierto; decir lo
contrario sería mentir.
Ahora bien, que Dios exija que las cosas sean hechas para su gloria no significa de ninguna manera
que Dios sea egoísta. ¿Cómo lo sabemos?Contestemos esa pregunta con otra pregunta: ¿cómo
saben los hijos que un buen padre no es egoísta cuando le piden que le respeten y le honren? Lo
saben porque los padres se pasan la vida trabajando para ellos, y se pasan la vida proveyendo para
ellos. Pero supongamos que un hijo estuviese padeciendo de una enfermedad mortal, y que para
que él poder vivir, el padre tuviera que dar su sangre y morir, a lo que él accede. ¿Podría ese hijo
acusar a su padre de haber sido egoísta? ¡Claro que no! Eso y más, es lo que Dios ha hecho:
Nos ha dado la vida.
Sostiene nuestra vida.
Nos ha dado los dones y talentos que usamos en esta vida.
Ha provisto las oportunidades de la vida.
Y como si eso no hubiese sido suficiente, Dios se dio a sí mismo cuando fuimos afectados por una
enfermedad mortal, de la cual sólo podíamos salir si Él moría por nosotros, y Él lo hizo en la
persona de su Hijo. Su muerte por nuestra vida.
¿Todavía tienes duda de si Dios es egoísta cuando exige que toda la gloria sea para Él?
Para Su gloria, por nuestro bien.
Necesitamos entender que al Dios actuar para su propia gloria, los únicos beneficiados somos
nosotros. Cuando Dios despliega su poder, nada es agregado a su ser, pero nosotros sí nos
favorecemos de su poder, porque es su diestra la que nos ha sostenido. Igual sucede cuando Dios
despliega su sabiduría; Él no se hace más sabio. O cuando nos da su gracia, Él no sufre ningún
cambio ni para bien, ni para mal… Él es Dios. Esto merece que lo digamos otra vez: cuando Dios se
glorifica a sí mismo, exhibiendo sus atributos, los beneficiados somos nosotros, sus criaturas.
Juan 17:1 dice: “Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado;
glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti”. CuandoDios glorificó al Hijo, lo hizo en la cruz,
y nosotros resultamos ser los principales beneficiarios de su muerte. En la cruz, el Padre mostró el
amor y la gracia del Hijo hacia los pecadores. Cuando el Hijo glorificó al Padre, lo hizo en la cruz,
cumpliendo la obra que le había dado y satisfaciendo su justicia. Y de nuevo, nosotros fuimos los
beneficiados al no tener que ir a la condenación eterna.
Entonces, ¿cómo glorificamos a Dios?
Dijimos que cuando Dios muestra sus atributos, Él se está glorificando a sí mismo. La pregunta
sería, ¿de qué manera podemos nosotros glorificar a Dios? La Biblia dice en 1 Corintios 10:31 ,
“Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios”. Hay muchas cosas en la vida del creyente que él no hace para la gloria de Dios. De
hecho, con toda probabilidad, la mayoría de los creyentes no hacen la mayoría de las cosas de su
vida para la gloria de Dios. Ganamos dinero no pensando cómo esto glorificaría a Dios, y gastamos
dinero sin pensar cómo este gasto glorificaría a Dios. Más bien tendemos a pensar cómo va a
satisfacer un deseo de mi carne. Nosotros somos seres egoístas aun a la hora de dar. Cuando
damos a otros, damos y luego queremos que el otro nos lo agradezca, cuando en realidad si lo
hubiésemos dado para la gloria de Dios, ni nos preguntaríamos si el otro lo agradeció o no, porque
no lo dimos para eso en el primer lugar.
Entonces, ¿cómo le glorificamos? Podemos glorificar a Dios en adoración, cuando cantamos acerca
de sus atributos. Podemos hacerlo en oración, cuando nos centramos en reconocer quién Él es, y
reconocemos que Él es capaz de suplirnos, aun cuando no se lo pedimos, manifestando que es fiel
y digno de confianza. Podemos glorificar a Dios cuando le amamos por encima de todas las cosas,
porque con eso mostramos que Dios vale más que cualquier otra cosa en la vida, y que nadie
puede competir con Él.
Ser agradecidos es otra forma en la que le damos gloria a Dios, porque ponemos de manifiesto
que Dios no necesita tenernos en la abundancia para sentirnos satisfechos. En la escasez muchas
veces Dios nos da más de Él, mostrando su suficiencia.
Una forma más de glorificarlo es cuando evitamos el pecado, reflejando su santidad en nosotros.
Pero cuando yo evito el pecado, Dios no se beneficia en nada; el beneficiado soy yo. Cuando evito
la avaricia, me beneficio porque no termino esclavizado por el afán de hacer dinero. Cuando el
dinero está en primer lugar, el dinero me esclaviza. Cuando el trabajo está en primer lugar, el
trabajo me esclaviza. Cuando mis deseos sensuales están en primer lugar, la lujuria me esclaviza.
Dios es el único ser que demanda estar en primer lugar sin esclavizarme; de hecho solo cuando lo
tengo en primer lugar es que soy verdaderamente libre.
También podemos glorificarle al ser altamente productivos. Ya Cristo lo dijo: “en esto es
glorificado mi Padre en que llevéis mucho fruto” (Jn. 15:8 ). Filipenses 1:11 nos llama a estar
“llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios”. En
este sentido, podemos glorificar a Dios usando nuestros dones y talentos de una manera que otros
puedan entender que lo que hago con excelencia, lo hago porque Dios lo ha hecho posible.
Por último, podemos glorificar a Dios como lo hicieron los mártires. Ellos defendieron Su verdad y
murieron por Su causa. Sufrir por Su causa y darle gracias a Dios en medio del dolor son maneras
extraordinarias de glorificar su nombre. Cristo lo hizo, Pablo lo hizo, los reformadores lo hicieron.
Juan 9 nos habla de una persona que nació ciega y estuvo ciega por años para que la gloria de Dios
se manifestara en él. Cristo no vino con la intención de pasar por esta tierra con la menor cantidad
de dolor posible. Cristo vino a desplegar la gloria de Dios sobre la tierra, independientemente de
cuánto eso costara. Y al final le costó la vida.
Ahora, si no quieres glorificar a Dios de la manera que hemos venido describiendo, jamás podrás
disfrutar de Dios de este lado de la gloria. ¿Por qué tiene que ser así? Por algo que el Catecismo de
Westminster dice en su primera pregunta: "¿Cuál es el propósito número uno del hombre?"
Respuesta: “Glorificar a Dios y gozar de Él para siempre”. Esas dos afirmaciones van de la mano: mi
gozo depende de que yo le glorifique. Esto es importante: si no puedes gozarte en Dios y disfrutar
de Él ahora, es porque la vida que estás llevando no le está glorificando. Es imposible vivir
glorificando a Dios y no vivir en gozo. El gozo es el resultado natural de vivir una vida de plenitud
en Dios glorificándole en lo que hago y en lo que dejo de hacer.
Con esta entrega finalizamos nuestras publicaciones acerca de las Cinco Solas de la Reforma. Estos
cinco principios no constituyen toda la teología que el movimiento de La Reforma abrazó, pero sí
resumen la columna vertebral de dicha teología. Las implicaciones de estas Solas van mucho más
allá de lo que pudimos expresar en estas breves reseñas. Creo que si lo analizamos, bien todas las
desviaciones doctrinales que hemos visto a lo largo de los años de una u otra manera están
relacionadas a alguna mala interpretación a mala aplicación de uno de estos cinco principios. Eso
nos da una idea de cuan importante es el poder entender y aplicar estas enseñanzas con precisión.
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