Subido por miguel angel Martinez

Dios mío

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Dios mío ¿por qué me has abandonado? El grito de Jesús en la
cruz que nunca ha sido descifrado Los teólogos discuten Y Los textos
ofrecen versiones diferentes Juan Arias 05 abr 2023 - 03:30 UTC
Los estudios bíblicos siguen sin conseguir descifrar las páginas de los Evangelios que narran la crucifixión
de Jesús, el personaje central del cristianismo. Cada año la Semana Santa plantea una serie de preguntas,
todavía sin respuesta. Sabemos que la narración de la crucifixión y muerte de Jesús, así como su
resurrección, son el centro de atención de los cuatro Evangelios que la Iglesia ha aceptado como auténticos
para distinguirlos de los apócrifos. Pero ninguna otra narración evangélica presenta tantas divergencias y
contradicciones como la de la condena y muerte del profeta judío.
Ello revela que el tema fue muy polémico ya entre las primeras comunidades cristianas. De ahí la polémica,
que se prolonga hasta hoy, de si fueron los romanos o los judíos quienes mataron al profeta Jesús. Y
hay hasta quien culpa a la Iglesia Católica de haber reforzado la barbarie del nazismo y del Holocausto
al alimentar rencores inútiles entre dos religiones que nacen de la misma cepa bíblica. Hasta la llegada del
Juan XXIII, la Iglesia Católica rezaba en los ritos de la Semana Santa “por los pérfidos judíos”, que habrían
sido los culpables de la muerte de Jesús.
La identidad de los crucificados en el Gólgota: lo que una investigación histórica descubre sobre la muerte
de Jesús
Cada año el cristianismo celebra la muerte y resurrección de Jesús, sin duda el personaje que más resonancia
ha tenido en el mundo occidental, que ha condicionado desde la religión hasta la cultura y las costumbres.
Sobre pocos personajes se han escrito tantos libros eruditos, que ya superan el millón. Y, a pesar de ello, los
teólogos siguen sin descifrar totalmente las narraciones de la última semana de vida del profeta que
revolucionó el judaísmo.
Y entre todas las preguntas sin respuesta tenemos el grito desgarrador pronunciado por Jesús en la cruz con
el que se queja a Dios de haberle abandonado a su suerte. El grito que narra el Evangelio de Mateo:
“Hacia las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerte voz: “¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?”, que en arameo
significa: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”.
Si es verdad que la Semana Santa culmina con la gloria y la esperanza de la resurrección de Jesús, que la
teología moderna interpreta como más simbólica que real, el grito de desesperación e incredulidad de Jesús,
que se siente abandonado por Dios, supone un momento culminante de aquel drama que sigue resonando
dos mil años después. El grito de abandono pone en tela de juicio que Jesús se viera a sí mismo como
Dios, lo que hace resucitar cada año la pregunta que asusta a la Iglesia de que Jesús se sentía no como
un dios sino, como él mismo decía, un “hijo del hombre” que en arameo, su lengua, significa que era
un humano como todos.
Lo que Jesús refleja con su grito de desesperación y abandono por parte de Dios en la hora de su muerte,
mientras los presentes se burlaban de él, es que se veía como un judío fervoroso, conocedor de las Escrituras
y de la historia de su pueblo. Esto queda en evidencia cuando se confronta su desgarro vital en la cruz con el
Salmo 22 de la Biblia, un texto que reza: “A pesar de mis gritos no acudes a salvarme”. Y añade: “Dios
mío, de día te llamo y tú no me respondes, de noche y tú no me haces caso”.
La recitación del salmo bíblico en boca de Jesús, en el momento de su agonía, es la mejor prueba de que él
murió no solo como un héroe o un Dios, sino como alguien a quien hasta Dios, su padre, parecía haber
abandonado.
No cabe duda que el domingo de Pascua o de Resurrección ha sido siempre visto como el momento cumbre
y glorioso de Cristo que intenta olvidar su grito de angustia y desesperación del viernes de pasión. Responde
al ansia humana de rescate del dolor y de la muerte. Y, sin embargo, la imagen plástica que ofrecen los
Evangelios de un Jesús que no se siente un héroe o un Dios en la cruz, sino un abandonado por todos a su
suerte, de algún modo lo acerca más a nuestra realidad y fragilidad humana.
Vivimos justamente en un momento de incertidumbres sobre nuestro futuro y hasta de nuestro presente,
marcado por el grito de guerras y amenazas de destrucción total, de miedos tecnológicos que ponen en duda
nuestra misma inteligencia como Homo sapiens, con millones de humanos abandonados a su suerte.
Vivimos un momento de enigmas imposibles de descifrar y hasta de puesta en duda de nuestra
identidad como seres humanos. En medio a ese torbellino de incógnitas, dudas y zozobras, de angustia
por lo que les puede esperar a nuestros hijos en un mundo en convulsión, el Viernes Santo, cuando
muere el justo crucificado, se presenta mucho más cercano a nosotros, más que la propia resurrección.
A mis 90 años cumplidos, sigo estando convencido de que, a pesar de nuestros miedos y gritos de
desesperación ante un futuro que nos espanta con sus cambios de paradigmas, seguimos viviendo mejor que
nuestros antepasados y con mayor esperanza potencial en que un mundo nuevo y más justo, menos desigual,
pueda llegar justamente de manos de lo que hoy nos espanta por su rabiosa novedad.
Entiendo, sin embargo, que ante las convulsiones de todo tipo de zozobras a las que nos arrastra el mundo
nuevo e incierto que nos acecha, los creyentes se sientan hoy más cerca del grito desesperado, de los
sentimientos de angustia y de abandono de Cristo en la cruz que al mito de la resurrección.
Sí, el grito de dolor y abandono de Cristo en la cruz sigue siendo triste y rabiosamente real para los millones
de seres humanos, a los que la ambición de unos pocos condena a muerte y dejan la vida preguntándose
por qué Dios, el que sea, les ha abandonado a su suerte.
Así y todo, feliz Pascua de Resurrección para todos los lectores creyentes o no, ya que somos todos
hermanos, buscadores de sosiegos y de felicidad y no de las guerras y de las amenazas de nuevos
holocaustos que hacen pensar que los dioses, los que sean, nos han abandonado a nuestra suerte.
La muerte de Jesús: un hecho sobre el que no sabemos casi nada Guillermo Altares | Madrid
Pilato, cooperador necesario
La muerte de Jesús: un hecho sobre el que no sabemos casi nada
La única certeza que rodea la crucifixión de Cristo, que se conmemora en Semana Santa, es que fue
"una operación romana" Guillermo Altares Madrid - 27 mar 2016 - 21:58 CEST
La muerte de Jesús en la cruz, que se conmemora en Semana Santa, es uno de los acontecimientos más importantes
de la historia. Sin embargo apenas sabemos nada sobre él. Casi ningún investigador niega que el fundador del
cristianismo fuese un personaje histórico, crucificado por Roma en Jerusalén. El resto se mueve en un enorme
espacio en el que confluyen la fe, la historia y el misterio. Cada nuevo hallazgo arqueológico relacionado con ese
momento es analizado a fondo. El descubrimiento en una tumba de aquella época del cadáver de un reo
crucificado, que recibió sepultura en vez de dejar que se pudriese a la vista de todos como solía ser habitual, hace
plausible el entierro de Jesús. Una inscripción hallada en Caesarea Maritima confirma la existencia de Poncio Pilatos
como gobernador romano en época de Tiberio. Pero el relato bíblico sigue muy alejado de cualquier confirmación
histórica. Como escribió el periodista de EL PAÍS Juan Arias, uno de los grandes conocedores de la figura de Cristo,
autor del libro Jesús. Ese gran desconocido, "aún no sabemos quiénes, ni por qué mataron a Jesús".
"Los testimonios bíblicos que acusan a los judíos son una distracción que trata de lanzar a los historiadores por el
camino equivocado"
Una de las pocas certezas que comparten los historiadores es que la muerte de Jesús tuvo lugar durante la
Pascua judía (Pésaj), en la que se conmemora la liberación de la esclavitud en Egipto y que es una de las
fiestas más importantes del calendario hebreo. Como la Semana Santa cristiana, Pésaj depende de las fases
lunares y el equinoccio de primavera. "Existe una conexión muy sólida entre la Pascua judía y la pasión",
asegura Carl Savage, profesor de arqueología bíblica en la Universidad de Drew (Estados Unidos) y que ha
trabajado en diferentes yacimientos como Bethsaida, en Galilea. "Es muy plausible que ocurriese durante
ese periodo, aunque incluso los propios Evangelios aportan calendarios ligeramente diferentes sobre los
acontecimientos de la última semana de vida de Jesús", prosigue.
¿Cuándo murió?
Preguntado sobre las certezas históricas que rodean la muerte de Jesús, Douglas Boin, investigador de la Universidad
de Saint Louis (Estados Unidos), que acaba de publicar un estudio sobre los cristianos bajo el imperio romano,
Coming Out Christian in the Roman World: How the Followers of Jesus Made a Place in Caesar's Empire, responde:
"No muchas. Jesús fue ejecutado en la provincia romana de Judea por el prefecto de la provincia, Poncio Pilatos. Eso
es todo. Incluso la fecha, probablemente en torno al 28 después de Cristo, es una suposición informada". Muchos
investigadores barajan la fecha del 14 de Nisán, esto es, el viernes 3 de abril. Pero ni siquiera los Evangelios se ponen
de acuerdo: Marcos, Lucas y Mateo hablan de un día y Juan de otro. En su libro sobre Jesús, el papa Benedicto XVI
apoya la tesis de Juan, lo que adelantaría un día la condena y la muerte.
Son las fuentes no cristianas, sobre todo Tácito, las que permiten establecer un calendario más o menos preciso. El
historiador romano habla de la muerte en la cruz de una persona a la que su gente llamaba Mesías bajo el reinado
de Tiberio por el gobernador Poncio Pilatos. "Estas fechas son especialmente útiles para los historiadores", explica
Savage. "El emperador Tiberio gobernó Roma entre el 14 y 37 después de Cristo, sabemos que Jesús nació entre el 7
y 4 antes de nuestra era al final del reinado de Herodes. Sabiendo que vivió unos 30 años, podemos fechar su
muerte entre el 26 y el 28". Flavio Josefo también habla de la condena de Cristo a la cruz por Pilatos, pero la
autenticidad del pasaje, conocido como testimonium Flavianum, ha sido puesta en duda por numerosos eruditos.
Como explica la historiadora Mireille Hadas-Lebel en su biografía Flavio Josefo, algunos estudiosos creen que todo el
pasaje es falso, mientras que otros opinan que "algún piadoso lector cristiano de principios del siglo IV" agregó
algunas frases.
Una de las pocas certezas que comparten los historiadores es que la muerte de Jesús tuvo lugar durante la Pascua
judía
"Aquellos que hemos sido educados en la tradición católica imaginamos el recorrido a través de Jerusalén, el
enfrentamiento con los líderes judíos, las palabras pronunciadas en la cruz", prosigue Boin. "Muchos de estos
detalles provienen del relato de los autores de los Evangelios, que se guían por agendas teológicas. Como historiador
los considero importantes, pero deben ser analizados con cautela". El huerto de Getsemaní, la traición de Judas, la
última cena, la negación de Pedro, Poncio Pilatos dando a elegir entre Barrabás y Jesús o lavándose las manos:
ninguno de estos episodios están confirmados y, en el caso de los dos últimos, son una clara manipulación a juicio de
la mayoría de los investigadores.
"La respuesta corta es que no sabemos nada más allá de lo que cuentan los Evangelios y algunas otras referencias",
explica Carl Savage. "Sin embargo, sí sabemos algunas cosas que hacen plausibles por lo menos algunas partes del
relato bíblico. Por ejemplo, fue encontrado un hueso de talón con un clavo en una tumba del área de Jerusalén. Eso
nos permite confirmar que la crucifixión era practicada como forma de ejecución en Judea en la época de Jesús.
También que la forma de enterramiento descrita en los Evangelios coincide con evidencias históricas. Por lo tanto,
estas evidencias nos permiten pensar en la muerte de Jesús como un evento real y no como una construcción
teológica".
¿Por qué? ¿Quién?
Sin embargo, la clave no está en cómo fue ejecutado, sino en el por qué y por quién. Los Evangelios acusan a los
judíos, una afirmación que ha propiciado 2.000 años de antisemitismo, una de las más violentas, trágicas y
perdurables lacras de la historia de la humanidad. Como recuerda Juan Arias, "fue el papa Juan XXIII quien en 1959
mandó quitar de la oración de Viernes Santo la expresión 'pérfidos judíos' y la de 'obcecación de aquel pueblo'
que se negaba a reconocer la divinidad de Jesús".
Son las fuentes no cristianas, sobre todo Tácito, las que permiten establecer un calendario más o menos preciso
Reza Aslan argumenta en El Zelote, una biografía de Jesús que se convirtió en 2014 en una éxito internacional, que
los Evangelistas exculparon a los romanos porque "Roma se había convertido en el principal público del
evangelismo cristiano". Paul Winter (1904-1969) escribe por su parte en su clásico Sobre el proceso a Jesús que "el
tribunal judío tenía autoridad para dictar y aplicar penas capitales, pero que, a pesar de ello, a Jesús no le condenó a
muerte el Sanedrín".
Para Douglas Boin, "los testimonios bíblicos que acusan a los judíos son una distracción que trata de lanzar a los
historiadores por el camino equivocado". De nuevo existe un consenso entre los investigadores: si Jesús fue
condenado a la cruz, tuvo que ser por los delitos que provocaban un método de ejecución tan extremo: sedición,
desafío al poder de Roma, insurrección contra el Estado. Y un gobernante romano como Poncio Pilatos no dudaría
un instante en aplicar ese castigo. El hecho de que, según alguno de los Evangelios, fuese ejecutado junto ladrones,
"podemos hablar también de rebeldes" precisa Savage, no hace más que confirmar esta tesis. Simon Sebag
Montefiore escribe en su monumental historia de la ciudad de las tres religiones, Jerusalén. Una biografía: "Los
Evangelios, escritos o enmendados después de la destrucción del Templo en 70, acusan a los judíos y absuelven a los
romanos, deseosos de mostrar su lealtad al imperio. Sin embargo, los cargos contra Jesús y el castigo en sí cuentan
su propia historia: fue una operación romana".
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Madrid - 09 abr 2020 - 00:30 CEST
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Pocas figuras hay en la historia como Pilato, que aparecen brevemente, con una sola acción, luego se volatilizan y
dejan tanta huella. Además ha llegado a nosotros como una figura ambigua. El historiador italiano Aldo Schiavone
publica en España Poncio Pilato. Un enigma entre la historia y el misterio (editorial Trotta), un entretenido libro que
bucea en todo lo que se puede saber sobre él, en los Evangelios y en las únicas cuatro fuentes históricas halladas:
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