Dios mío ¿por qué me has abandonado? El grito de Jesús en la cruz que nunca ha sido descifrado Los teólogos discuten Y Los textos ofrecen versiones diferentes Juan Arias 05 abr 2023 - 03:30 UTC Los estudios bíblicos siguen sin conseguir descifrar las páginas de los Evangelios que narran la crucifixión de Jesús, el personaje central del cristianismo. Cada año la Semana Santa plantea una serie de preguntas, todavía sin respuesta. Sabemos que la narración de la crucifixión y muerte de Jesús, así como su resurrección, son el centro de atención de los cuatro Evangelios que la Iglesia ha aceptado como auténticos para distinguirlos de los apócrifos. Pero ninguna otra narración evangélica presenta tantas divergencias y contradicciones como la de la condena y muerte del profeta judío. Ello revela que el tema fue muy polémico ya entre las primeras comunidades cristianas. De ahí la polémica, que se prolonga hasta hoy, de si fueron los romanos o los judíos quienes mataron al profeta Jesús. Y hay hasta quien culpa a la Iglesia Católica de haber reforzado la barbarie del nazismo y del Holocausto al alimentar rencores inútiles entre dos religiones que nacen de la misma cepa bíblica. Hasta la llegada del Juan XXIII, la Iglesia Católica rezaba en los ritos de la Semana Santa “por los pérfidos judíos”, que habrían sido los culpables de la muerte de Jesús. La identidad de los crucificados en el Gólgota: lo que una investigación histórica descubre sobre la muerte de Jesús Cada año el cristianismo celebra la muerte y resurrección de Jesús, sin duda el personaje que más resonancia ha tenido en el mundo occidental, que ha condicionado desde la religión hasta la cultura y las costumbres. Sobre pocos personajes se han escrito tantos libros eruditos, que ya superan el millón. Y, a pesar de ello, los teólogos siguen sin descifrar totalmente las narraciones de la última semana de vida del profeta que revolucionó el judaísmo. Y entre todas las preguntas sin respuesta tenemos el grito desgarrador pronunciado por Jesús en la cruz con el que se queja a Dios de haberle abandonado a su suerte. El grito que narra el Evangelio de Mateo: “Hacia las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerte voz: “¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?”, que en arameo significa: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”. Si es verdad que la Semana Santa culmina con la gloria y la esperanza de la resurrección de Jesús, que la teología moderna interpreta como más simbólica que real, el grito de desesperación e incredulidad de Jesús, que se siente abandonado por Dios, supone un momento culminante de aquel drama que sigue resonando dos mil años después. El grito de abandono pone en tela de juicio que Jesús se viera a sí mismo como Dios, lo que hace resucitar cada año la pregunta que asusta a la Iglesia de que Jesús se sentía no como un dios sino, como él mismo decía, un “hijo del hombre” que en arameo, su lengua, significa que era un humano como todos. Lo que Jesús refleja con su grito de desesperación y abandono por parte de Dios en la hora de su muerte, mientras los presentes se burlaban de él, es que se veía como un judío fervoroso, conocedor de las Escrituras y de la historia de su pueblo. Esto queda en evidencia cuando se confronta su desgarro vital en la cruz con el Salmo 22 de la Biblia, un texto que reza: “A pesar de mis gritos no acudes a salvarme”. Y añade: “Dios mío, de día te llamo y tú no me respondes, de noche y tú no me haces caso”. La recitación del salmo bíblico en boca de Jesús, en el momento de su agonía, es la mejor prueba de que él murió no solo como un héroe o un Dios, sino como alguien a quien hasta Dios, su padre, parecía haber abandonado. No cabe duda que el domingo de Pascua o de Resurrección ha sido siempre visto como el momento cumbre y glorioso de Cristo que intenta olvidar su grito de angustia y desesperación del viernes de pasión. Responde al ansia humana de rescate del dolor y de la muerte. Y, sin embargo, la imagen plástica que ofrecen los Evangelios de un Jesús que no se siente un héroe o un Dios en la cruz, sino un abandonado por todos a su suerte, de algún modo lo acerca más a nuestra realidad y fragilidad humana. Vivimos justamente en un momento de incertidumbres sobre nuestro futuro y hasta de nuestro presente, marcado por el grito de guerras y amenazas de destrucción total, de miedos tecnológicos que ponen en duda nuestra misma inteligencia como Homo sapiens, con millones de humanos abandonados a su suerte. Vivimos un momento de enigmas imposibles de descifrar y hasta de puesta en duda de nuestra identidad como seres humanos. En medio a ese torbellino de incógnitas, dudas y zozobras, de angustia por lo que les puede esperar a nuestros hijos en un mundo en convulsión, el Viernes Santo, cuando muere el justo crucificado, se presenta mucho más cercano a nosotros, más que la propia resurrección. A mis 90 años cumplidos, sigo estando convencido de que, a pesar de nuestros miedos y gritos de desesperación ante un futuro que nos espanta con sus cambios de paradigmas, seguimos viviendo mejor que nuestros antepasados y con mayor esperanza potencial en que un mundo nuevo y más justo, menos desigual, pueda llegar justamente de manos de lo que hoy nos espanta por su rabiosa novedad. Entiendo, sin embargo, que ante las convulsiones de todo tipo de zozobras a las que nos arrastra el mundo nuevo e incierto que nos acecha, los creyentes se sientan hoy más cerca del grito desesperado, de los sentimientos de angustia y de abandono de Cristo en la cruz que al mito de la resurrección. Sí, el grito de dolor y abandono de Cristo en la cruz sigue siendo triste y rabiosamente real para los millones de seres humanos, a los que la ambición de unos pocos condena a muerte y dejan la vida preguntándose por qué Dios, el que sea, les ha abandonado a su suerte. Así y todo, feliz Pascua de Resurrección para todos los lectores creyentes o no, ya que somos todos hermanos, buscadores de sosiegos y de felicidad y no de las guerras y de las amenazas de nuevos holocaustos que hacen pensar que los dioses, los que sean, nos han abandonado a nuestra suerte. La muerte de Jesús: un hecho sobre el que no sabemos casi nada Guillermo Altares | Madrid Pilato, cooperador necesario La muerte de Jesús: un hecho sobre el que no sabemos casi nada La única certeza que rodea la crucifixión de Cristo, que se conmemora en Semana Santa, es que fue "una operación romana" Guillermo Altares Madrid - 27 mar 2016 - 21:58 CEST La muerte de Jesús en la cruz, que se conmemora en Semana Santa, es uno de los acontecimientos más importantes de la historia. Sin embargo apenas sabemos nada sobre él. Casi ningún investigador niega que el fundador del cristianismo fuese un personaje histórico, crucificado por Roma en Jerusalén. El resto se mueve en un enorme espacio en el que confluyen la fe, la historia y el misterio. Cada nuevo hallazgo arqueológico relacionado con ese momento es analizado a fondo. El descubrimiento en una tumba de aquella época del cadáver de un reo crucificado, que recibió sepultura en vez de dejar que se pudriese a la vista de todos como solía ser habitual, hace plausible el entierro de Jesús. Una inscripción hallada en Caesarea Maritima confirma la existencia de Poncio Pilatos como gobernador romano en época de Tiberio. Pero el relato bíblico sigue muy alejado de cualquier confirmación histórica. Como escribió el periodista de EL PAÍS Juan Arias, uno de los grandes conocedores de la figura de Cristo, autor del libro Jesús. Ese gran desconocido, "aún no sabemos quiénes, ni por qué mataron a Jesús". "Los testimonios bíblicos que acusan a los judíos son una distracción que trata de lanzar a los historiadores por el camino equivocado" Una de las pocas certezas que comparten los historiadores es que la muerte de Jesús tuvo lugar durante la Pascua judía (Pésaj), en la que se conmemora la liberación de la esclavitud en Egipto y que es una de las fiestas más importantes del calendario hebreo. Como la Semana Santa cristiana, Pésaj depende de las fases lunares y el equinoccio de primavera. "Existe una conexión muy sólida entre la Pascua judía y la pasión", asegura Carl Savage, profesor de arqueología bíblica en la Universidad de Drew (Estados Unidos) y que ha trabajado en diferentes yacimientos como Bethsaida, en Galilea. "Es muy plausible que ocurriese durante ese periodo, aunque incluso los propios Evangelios aportan calendarios ligeramente diferentes sobre los acontecimientos de la última semana de vida de Jesús", prosigue. ¿Cuándo murió? Preguntado sobre las certezas históricas que rodean la muerte de Jesús, Douglas Boin, investigador de la Universidad de Saint Louis (Estados Unidos), que acaba de publicar un estudio sobre los cristianos bajo el imperio romano, Coming Out Christian in the Roman World: How the Followers of Jesus Made a Place in Caesar's Empire, responde: "No muchas. Jesús fue ejecutado en la provincia romana de Judea por el prefecto de la provincia, Poncio Pilatos. Eso es todo. Incluso la fecha, probablemente en torno al 28 después de Cristo, es una suposición informada". Muchos investigadores barajan la fecha del 14 de Nisán, esto es, el viernes 3 de abril. Pero ni siquiera los Evangelios se ponen de acuerdo: Marcos, Lucas y Mateo hablan de un día y Juan de otro. En su libro sobre Jesús, el papa Benedicto XVI apoya la tesis de Juan, lo que adelantaría un día la condena y la muerte. Son las fuentes no cristianas, sobre todo Tácito, las que permiten establecer un calendario más o menos preciso. El historiador romano habla de la muerte en la cruz de una persona a la que su gente llamaba Mesías bajo el reinado de Tiberio por el gobernador Poncio Pilatos. "Estas fechas son especialmente útiles para los historiadores", explica Savage. "El emperador Tiberio gobernó Roma entre el 14 y 37 después de Cristo, sabemos que Jesús nació entre el 7 y 4 antes de nuestra era al final del reinado de Herodes. Sabiendo que vivió unos 30 años, podemos fechar su muerte entre el 26 y el 28". Flavio Josefo también habla de la condena de Cristo a la cruz por Pilatos, pero la autenticidad del pasaje, conocido como testimonium Flavianum, ha sido puesta en duda por numerosos eruditos. Como explica la historiadora Mireille Hadas-Lebel en su biografía Flavio Josefo, algunos estudiosos creen que todo el pasaje es falso, mientras que otros opinan que "algún piadoso lector cristiano de principios del siglo IV" agregó algunas frases. Una de las pocas certezas que comparten los historiadores es que la muerte de Jesús tuvo lugar durante la Pascua judía "Aquellos que hemos sido educados en la tradición católica imaginamos el recorrido a través de Jerusalén, el enfrentamiento con los líderes judíos, las palabras pronunciadas en la cruz", prosigue Boin. "Muchos de estos detalles provienen del relato de los autores de los Evangelios, que se guían por agendas teológicas. Como historiador los considero importantes, pero deben ser analizados con cautela". El huerto de Getsemaní, la traición de Judas, la última cena, la negación de Pedro, Poncio Pilatos dando a elegir entre Barrabás y Jesús o lavándose las manos: ninguno de estos episodios están confirmados y, en el caso de los dos últimos, son una clara manipulación a juicio de la mayoría de los investigadores. "La respuesta corta es que no sabemos nada más allá de lo que cuentan los Evangelios y algunas otras referencias", explica Carl Savage. "Sin embargo, sí sabemos algunas cosas que hacen plausibles por lo menos algunas partes del relato bíblico. Por ejemplo, fue encontrado un hueso de talón con un clavo en una tumba del área de Jerusalén. Eso nos permite confirmar que la crucifixión era practicada como forma de ejecución en Judea en la época de Jesús. También que la forma de enterramiento descrita en los Evangelios coincide con evidencias históricas. Por lo tanto, estas evidencias nos permiten pensar en la muerte de Jesús como un evento real y no como una construcción teológica". ¿Por qué? ¿Quién? Sin embargo, la clave no está en cómo fue ejecutado, sino en el por qué y por quién. Los Evangelios acusan a los judíos, una afirmación que ha propiciado 2.000 años de antisemitismo, una de las más violentas, trágicas y perdurables lacras de la historia de la humanidad. Como recuerda Juan Arias, "fue el papa Juan XXIII quien en 1959 mandó quitar de la oración de Viernes Santo la expresión 'pérfidos judíos' y la de 'obcecación de aquel pueblo' que se negaba a reconocer la divinidad de Jesús". Son las fuentes no cristianas, sobre todo Tácito, las que permiten establecer un calendario más o menos preciso Reza Aslan argumenta en El Zelote, una biografía de Jesús que se convirtió en 2014 en una éxito internacional, que los Evangelistas exculparon a los romanos porque "Roma se había convertido en el principal público del evangelismo cristiano". Paul Winter (1904-1969) escribe por su parte en su clásico Sobre el proceso a Jesús que "el tribunal judío tenía autoridad para dictar y aplicar penas capitales, pero que, a pesar de ello, a Jesús no le condenó a muerte el Sanedrín". Para Douglas Boin, "los testimonios bíblicos que acusan a los judíos son una distracción que trata de lanzar a los historiadores por el camino equivocado". De nuevo existe un consenso entre los investigadores: si Jesús fue condenado a la cruz, tuvo que ser por los delitos que provocaban un método de ejecución tan extremo: sedición, desafío al poder de Roma, insurrección contra el Estado. Y un gobernante romano como Poncio Pilatos no dudaría un instante en aplicar ese castigo. El hecho de que, según alguno de los Evangelios, fuese ejecutado junto ladrones, "podemos hablar también de rebeldes" precisa Savage, no hace más que confirmar esta tesis. Simon Sebag Montefiore escribe en su monumental historia de la ciudad de las tres religiones, Jerusalén. Una biografía: "Los Evangelios, escritos o enmendados después de la destrucción del Templo en 70, acusan a los judíos y absuelven a los romanos, deseosos de mostrar su lealtad al imperio. Sin embargo, los cargos contra Jesús y el castigo en sí cuentan su propia historia: fue una operación romana". Seleccione: España suscríbeteIniciar sesión Cultura LibrosArteCineMúsicaTeatroDanzaHistoriaArquitecturaCómicVideojuegosTorosBabeliaÚltimas noticias Pilato, cooperador necesario El historiador Aldo Schiavone revisa la figura del prefecto que juzgó a Jesús para explicar su ambigüedad y desterrar mitos: es inverosímil que se lavara las manos 'Ecce Homo', de Antonio Ciseri. Íñigo Domínguez Madrid - 09 abr 2020 - 00:30 CEST 197 Pocas figuras hay en la historia como Pilato, que aparecen brevemente, con una sola acción, luego se volatilizan y dejan tanta huella. Además ha llegado a nosotros como una figura ambigua. El historiador italiano Aldo Schiavone publica en España Poncio Pilato. Un enigma entre la historia y el misterio (editorial Trotta), un entretenido libro que bucea en todo lo que se puede saber sobre él, en los Evangelios y en las únicas cuatro fuentes históricas halladas: textos de Flavio Josefo y Filón de Alejandría, una mención de Tácito y la inscripción en una piedra hallada e...