EL AMOR DE DIOS “Dios me ama”. El amor de Dios es una realidad profunda, vital, una experiencia que todo cristiano puede y debe descubrir en el fondo de su corazón. Me invade siempre un cariño eterno. Dios no puede dejar de mirarme con amor: ME quiere “demasiado”. El amor de Dios se concretiza en la cruz y en la Resurrección de Cristo. Esos dos momentos son el centro de la Misa. Cada vez que el sacerdote Consagra el pan y el vino, Cristo está allí, misteriosa pero realmente, y me repite, casi me grita en medio del silencio: “Te amo con un amor eterno”. Esta verdad es capaz de cambiar mi vida, me alegra; me provoca un cosquilleo especial en el corazón el sentir que alguien me mira con cariño. Pero es mucho más grande y profunda la paz que nace cuando doy vida, por el recuerdo, a esa gran certeza: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). Él me dice hoy y siempre: “Eres preciso a mis ojos, eres valioso y te amo… No temas que Yo estoy contigo (Is 43, 4-5). EL AMOR DE DIOS “Dios me ama”. El amor de Dios es una realidad profunda, vital, una experiencia que todo cristiano puede y debe descubrir en el fondo de su corazón. Me invade siempre un cariño eterno. Dios no puede dejar de mirarme con amor: ME quiere “demasiado”. El amor de Dios se concretiza en la cruz y en la Resurrección de Cristo. Esos dos momentos son el centro de la Misa. Cada vez que el sacerdote Consagra el pan y el vino, Cristo está allí, misteriosa pero realmente, y me repite, casi me grita en medio del silencio: “Te amo con un amor eterno”. Esta verdad es capaz de cambiar mi vida, me alegra; me provoca un cosquilleo especial en el corazón el sentir que alguien me mira con cariño. Pero es mucho más grande y profunda la paz que nace cuando doy vida, por el recuerdo, a esa gran certeza: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). Él me dice hoy y siempre: “Eres preciso a mis ojos, eres valioso y te amo… No temas que Yo estoy contigo (Is 43, 4-5). ¿Se olvida acaso una madre de su hijo? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,10)”. Él me hizo (Is 44,2) un mundo hermoso (Gn 2, 4-8); me ha dado todo lo que tengo para que sea feliz, porque me ama (Jer 31,3). El amor de Dios no es un amor “afectivo”, de besos, caricias o abrazos. Es un amor “efectivo” que se demuestra con hechos concretos: Él me creó, hizo todo lo que existe, me dio la vida, la salud, una familia… ¡Tantas cosas! En eso se manifiesta el Amor que Dios me tiene. Por Amor, Dios ME da la salvación, a través de Jesús, su hijo. Jesús instituye los sacramentos que todo cristiano debe recibir para santificarse, edificar su Cuerpo y adorar a Dios. Los sacramentos se dispensan después de que se haya recibido la fe y la ayudan a nutrirse, fortalecerse y expresarse. Te invitamos a que vivas con gozo los sacramentos de iniciación cristiana. El Bautismo, La Eucarística y la Confirmación. ¿Se olvida acaso una madre de su hijo? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,10)”. Él me hizo (Is 44,2) un mundo hermoso (Gn 2, 4-8); me ha dado todo lo que tengo para que sea feliz, porque me ama (Jer 31,3). El amor de Dios no es un amor “afectivo”, de besos, caricias o abrazos. Es un amor “efectivo” que se demuestra con hechos concretos: Él me creó, hizo todo lo que existe, me dio la vida, la salud, una familia… ¡Tantas cosas! En eso se manifiesta el Amor que Dios me tiene. Por Amor, Dios ME da la salvación, a través de Jesús, su hijo. Jesús instituye los sacramentos que todo cristiano debe recibir para santificarse, edificar su Cuerpo y adorar a Dios. Los sacramentos se dispensan después de que se haya recibido la fe y la ayudan a nutrirse, fortalecerse y expresarse. Te invitamos a que vivas con gozo los sacramentos de iniciación cristiana. El Bautismo, La Eucarística y la Confirmación.