Angie Fernanda Córdoba Dagua Literatura Colombiana V Sublimación y literatura: otra manera de ver el conflicto. Una de las maneras de acercarse al fenómeno de la violencia desde múltiples ópticas es a través de la literatura y su ejercicio de sublimación sobre los hechos, lo haga o no de manera directa. En las narrativas y poéticas el discurso condenso, de manera tajante, el carácter sensacional de las obras, y trata entre líneas sobre la violencia y la afectación que se genera en todas las esferas sociales, por lo tanto, logra sublimar (o al menos acercarse a ello), las emociones alrededor. Existe una relación estrecha entre el recuerdo, el hecho y su tratamiento. Es decir, la violencia, su recurso histórico y las narrativas que se han construido alrededor. En Colombia, la mayoría de la producción literaria se ha versado sobre la violencia y, sin embargo, aún no se puede hablar de un recurso agotado, pues de entrada es sabido que ya se ha escrito sobre todo y la violencia está presente en la mayoría de las literaturas, por no decir en todas. Pero si se enfocan solamente las perspectivas sobre el conflicto armado, el país tiene mucha producción al respecto, sin embargo, con la particularidad de que posiblemente su tratamiento no ha sido lo suficientemente terapéutico cómo para continuar con el desarrollo de otras formas de violencia que tal vez se explora menos. Por eso se habla de que no es un recurso agotado, porque no es la única forma de violencia y porque se ha explorado desde diferentes puntos de vista, pero, se abre la incógnita sobre si el tratamiento narrativo del conflicto armado ha servido o no como aliciente frente al impacto que ha generado en sus víctimas a través del tiempo. La respuesta es que sí, pero no en todos los casos, en algunos, el fenómeno de la violencia se trata de manera tan directa que parece que abre nuevamente la herida y el miedo. Por eso es que, en el caso de algunas producciones literarias contemporáneas, se ha tratado de dar otro rumbo a la narrativa sobre la violencia y su afectación no solamente como hecho cruento, sino también desde la perspectiva reflexiva: cómo ha afectado la relación con los demás, cómo se ha producido la desconfianza con las instituciones y cómo ha cambiado la perspectiva sobre el mundo. Este tratamiento literario, si permite una experiencia más cercana a la idea de la sublimación. Empezando por la idea poética: una manera de nombrar las cosas. De poder representar las ideas de otra manera y aún más, de forma lírica. Y no similar a las epopeyas, como una narración épica, sino como una poética prosaica que nos cuenta sobre la cotidianidad. Además de ello también representa la transformación de la imagen y su expansión por todo el espacio. La poesía al igual que la novela tratan el elemento de la violencia como muestra de la contradicción y el móvil de los conflictos, por así llamarle la tensión entre ambos elementos. Entre e conflicto y la manera de contarse. La poesía trata, a diferencia de la novela de no ser lineal, ella narra, pero a la vez enuncia, aleja, transforma y denuncia. La poesía muta en un solo verso. Puede trasladarse sin romper el hilo. Y, en cierta mediada canta lo sucedido, desde un sentimiento más inquieto: alguien o algo que se pregunta, que piensa y analiza. Tal como lo señala Villegas (2016): p. 123. Ello para decir entonces que, con la salvedad de unos cuantos casos, aquí, el poetizar la violencia, no siempre ha sido sinónimo de cantar sus dolores y horrores, de untarse de sangre y soledad; tampoco ha sido sinónimo —como en su momento lo pensase ese gran poeta de la posguerra que fuese Paul Celan— de «volver a casa». Posiblemente narrar o poetizar la violencia también ha servido como señal del deseo de no repetición. De esperanza de poder pasar de página, sin olvidar que ha sido una importante en la historia. Una manera de poder continuar, a través de la enunciación de lo pasado, como un ejercicio terapéutico y artístico de la transformación: se enuncia lo pasado no solo para recordarlo sino para dejarlo allí, como una huella más que pasa, pero que, en consecuencia, sigue reproduciendo otras formas de exploración de los sentimientos. Que eso sería en gran medida la tarea del poema de la violencia, agotar el dolor. Un ejemplo lo vemos en el poema La mata: Olvidó que dijo: para no seguir odiando no me haré preguntas. Pero oye los gritos que pega al dormir a mujer, y no puede sino pensar qué se siente cuando el cuerpo se apaga y el corazón, como un motor, no da. Late el monte dentro, afuera lo cachitos, las hormigas, olvida un momento la amenaza. (Hernández y Rueda, 2020, p.37). Aquí el recurso poético nos enuncia formas del olvido y del duelo. Muestra el ambiente de tensión, miedo y la calma sospechosa que se mantiene por un tiempo. El objeto poetizado: la violencia, no pasa a ser un elemento que se describe de manera textual y mimética; es un hecho que se transforma y permite descubrir otros horizontes de análisis. En El canto de las Moscas de María Mercedes Carranza, nos encontramos con una serie de cantos que denuncian un conjunto de acontecimientos violentos ligados al conflicto armado en todo el territorio nacional. El tratamiento, es a través de la tristeza, la desolación y las imágenes crudas, que siguen hablando de un después, de lo que implica en realidad, sobrevivir a la guerra, cómo lo señala el canto 7 titulado “Tierralta”: “Esto es la boca que hubo, / esto los besos. / Ahora solo tierra: tierra / entre la boca quieta”. (Carranza, 2014, p. 139). La imagen de este canto es la muerte. Una muerte indigna e inesperada. Al parecer habla del destino de todas las muertes violentas: la tierra en la boca. Algo así como la sepultura de la existencia, el olvido, el exterminio. El ejercicio de poetizar la violencia tiene un sentido similar al de la novela, ya que solo cambia de forma. En la novela hay detención, detalle contextual, se narra específicamente un hecho, en la poesía hay un tipo de divagación estética, pues es la ruptura lineal del lenguaje. En el caso de la novela tenemos el ejemplo de El gato y la madeja perdida de Francisco Montaña, en ella el tratamiento particular es la narración desde la perspectiva de una niña, que con su inocencia trata de comprender lo que sucede alrededor de la tensión y violencia política de la época. Al igual que las obras poéticas seleccionadas, esta obra no aborda de manera directa el conflicto. Sucede alrededor de él, pero trata de comprender las transformaciones que ha sufrido el espacio, tanto social como material, en un contexto álgido: el exterminio del partido de la UP y las tensiones políticas después del hecho. Sin embargo, la novela realiza un tratamiento donde relaciona la transformación de la vida cotidiana, las relaciones con los demás, la fragilidad de la familia y la conciencia de saberse habitante de un país violento. Algo particular que compartes las tres obras: La mata, El canto de las moscas y El gato y la madeja perdida, es su procedimiento narrativo sobre el espacio. En La mata, el espacio también es narrador y protagonista, al igual que en El canto…, el recurso nos demuestra la importancia del territorio dentro del espectro de la violencia. Es decir, cómo se transforma, cómo se afecta y cómo se relaciona con la decadencia de sus propios habitantes. Porque el conflicto no solo hace daño a las personas, lo hace también a los territorios habitados: el daño, el abandono, el envenenamiento, entre otros factores. Esta relación es importante porque es dilógica con todos los poemas, por ejemplo, en La Mata se observa lo siguiente: Dice La mata: en sus huesos, en sus últimas formas palpables, se condensan hasta extinguirse lo que alguna vez fueron: lunares, masas, luego humus, tierra, simple tejido que con el peso de los días se vuelve poco a poco una capa de tierra transparente. (Hernández y Rueda, 2020, p. 57). Como se ve, hay una transformación del espacio, una relación estrecha entre quien lo habita y lo natural, pues parece que, el fin de todos es regresar a ser parte de esa tierra, lo que también señala la difícil separación entre el humano y la naturaleza. En El canto de las moscas sucede algo similar, así reza el canto 17 “Pore”: “En Pore la muerte / pasa de mano en mano / La muerte: / carne de la tierra”. (Carranza, 2014, p. 149). Aquí el ser humano y la tierra son una, aunque la imagen es sombría, pues habla de los muertos tirados bocabajo, o enterrados en tumbas sin nombre. En cambio, en la novela, El gato y la madeja perdida, no hay transformación del espacio, pues, los acontecimientos afectan contextos no materiales: la familia, las relaciones, la cotidianidad, en fin, otro número de elementos importantes, pues, a diferencia de lo que vemos en los poemas, el espacio se sigue recorriendo de manera normal, aunque no se ignora que existe un ambiente violento: Como tuve que caminar, me pude dar cuenta de una cosa que siempre me ha seguido impresionando y es que, a pesar de las tragedias, del horror y del dolor, de que pasan cosas que te hacen pensar que ya nunca más nada volverá a ser igual, la ciudad sigue funcionando, la gente camina de un lado al otro, trabaja, gasta plata, compra regalos, se hace ilusiones […] (Montaña, 2019, p.43). Aquí no hay transformación violenta del espacio, no hay relación directa con él y el detrimento de los personajes, como en los poemas, donde cada verso nos hace sentir todo el peso de la tierra y su olor a mojado. Estas narrativas y estas poéticas como las ya vistas anteriormente, se acercan mucho más a la idea de sublimación artística, simbólica y social, pues, quien se lee en ella, no solo se identifica como una victima más, sino que se siente parte de un discurso que busca pasar a través de la historia, no como un dato más de archivo, sino como una respuesta terapéutica ante el dolor, una manera de dejar de poner la vista sobre el bárbaro que asesina, y ponerla sobre la victima que sobrevive y que comprende que aunque su vida no es y no será la misma, aún vive y en ese sentido, sigue forjando su propia historia, con la diferencia de ir, poco a poco, ganándole terreno al dolor. Referencias: Carranza, M. (2014). El canto de las Moscas. En M, Carranza. Su poesía (Tomo 1, pp 131156). Publicaciones del instituto Caro y Cuervo. Hernández, E. y Rueda, M. (2020). La Mata. Laguna libros. Montaña, F. (2019). El gato y la madeja perdida. Loqueleo Santillana Villegas. J.E. (2016). La crítica literaria frente a la relación entre poesía y violencia en Colombia: ¿Espacio de memoria y olvido? Revista de Estudios literarios (N°2). P.123