Subido por Patricia Cortés Arango

ENSAYO FINAL-COLOMBIANA V

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Angie Fernanda Córdoba Dagua
Literatura Colombiana V
Sublimación y literatura: otra manera de ver el conflicto.
Una de las maneras de acercarse al fenómeno de la violencia desde múltiples ópticas
es a través de la literatura y su ejercicio de sublimación sobre los hechos, lo haga o no de
manera directa. En las narrativas y poéticas el discurso condenso, de manera tajante, el
carácter sensacional de las obras, y trata entre líneas sobre la violencia y la afectación que
se genera en todas las esferas sociales, por lo tanto, logra sublimar (o al menos acercarse a
ello), las emociones alrededor.
Existe una relación estrecha entre el recuerdo, el hecho y su tratamiento. Es decir, la
violencia, su recurso histórico y las narrativas que se han construido alrededor. En
Colombia, la mayoría de la producción literaria se ha versado sobre la violencia y, sin
embargo, aún no se puede hablar de un recurso agotado, pues de entrada es sabido que ya
se ha escrito sobre todo y la violencia está presente en la mayoría de las literaturas, por no
decir en todas. Pero si se enfocan solamente las perspectivas sobre el conflicto armado, el
país tiene mucha producción al respecto, sin embargo, con la particularidad de que
posiblemente su tratamiento no ha sido lo suficientemente terapéutico cómo para continuar
con el desarrollo de otras formas de violencia que tal vez se explora menos.
Por eso se habla de que no es un recurso agotado, porque no es la única forma
de violencia y porque se ha explorado desde diferentes puntos de vista, pero, se abre la
incógnita sobre si el tratamiento narrativo del conflicto armado ha servido o no como
aliciente frente al impacto que ha generado en sus víctimas a través del tiempo. La
respuesta es que sí, pero no en todos los casos, en algunos, el fenómeno de la violencia
se trata de manera tan directa que parece que abre nuevamente la herida y el miedo.
Por eso es que, en el caso de algunas producciones literarias contemporáneas, se ha
tratado de dar otro rumbo a la narrativa sobre la violencia y su afectación no
solamente como hecho cruento, sino también desde la perspectiva reflexiva: cómo ha
afectado la relación con los demás, cómo se ha producido la desconfianza con las
instituciones y cómo ha cambiado la perspectiva sobre el mundo. Este tratamiento
literario, si permite una experiencia más cercana a la idea de la sublimación.
Empezando por la idea poética: una manera de nombrar las cosas. De poder
representar las ideas de otra manera y aún más, de forma lírica. Y no similar a las
epopeyas, como una narración épica, sino como una poética prosaica que nos cuenta
sobre la cotidianidad. Además de ello también representa la transformación de la
imagen y su expansión por todo el espacio. La poesía al igual que la novela tratan el
elemento de la violencia como muestra de la contradicción y el móvil de los
conflictos, por así llamarle la tensión entre ambos elementos. Entre e conflicto y la
manera de contarse. La poesía trata, a diferencia de la novela de no ser lineal, ella
narra, pero a la vez enuncia, aleja, transforma y denuncia. La poesía muta en un solo
verso. Puede trasladarse sin romper el hilo. Y, en cierta mediada canta lo sucedido,
desde un sentimiento más inquieto: alguien o algo que se pregunta, que piensa y
analiza. Tal como lo señala Villegas (2016): p. 123.
Ello para decir entonces que, con la salvedad de unos cuantos casos, aquí, el
poetizar la violencia, no siempre ha sido sinónimo de cantar sus dolores y horrores,
de untarse de sangre y soledad; tampoco ha sido sinónimo —como en su momento
lo pensase ese gran poeta de la posguerra que fuese Paul Celan— de «volver a
casa».
Posiblemente narrar o poetizar la violencia también ha servido como señal del deseo
de no repetición. De esperanza de poder pasar de página, sin olvidar que ha sido una
importante en la historia. Una manera de poder continuar, a través de la enunciación de lo
pasado, como un ejercicio terapéutico y artístico de la transformación: se enuncia lo pasado
no solo para recordarlo sino para dejarlo allí, como una huella más que pasa, pero que, en
consecuencia, sigue reproduciendo otras formas de exploración de los sentimientos. Que
eso sería en gran medida la tarea del poema de la violencia, agotar el dolor. Un ejemplo lo
vemos en el poema La mata:
Olvidó que dijo:
para no seguir odiando
no me haré preguntas.
Pero oye los gritos
que pega al dormir a mujer,
y no puede sino pensar
qué se siente cuando el cuerpo se apaga
y el corazón, como un motor, no da.
Late el monte dentro,
afuera lo cachitos, las hormigas,
olvida un momento la amenaza. (Hernández y Rueda, 2020, p.37).
Aquí el recurso poético nos enuncia formas del olvido y del duelo. Muestra el
ambiente de tensión, miedo y la calma sospechosa que se mantiene por un tiempo. El objeto
poetizado: la violencia, no pasa a ser un elemento que se describe de manera textual y
mimética; es un hecho que se transforma y permite descubrir otros horizontes de análisis.
En El canto de las Moscas de María Mercedes Carranza, nos encontramos con una serie de
cantos que denuncian un conjunto de acontecimientos violentos ligados al conflicto armado
en todo el territorio nacional. El tratamiento, es a través de la tristeza, la desolación y las
imágenes crudas, que siguen hablando de un después, de lo que implica en realidad,
sobrevivir a la guerra, cómo lo señala el canto 7 titulado “Tierralta”: “Esto es la boca que
hubo, / esto los besos. / Ahora solo tierra: tierra / entre la boca quieta”. (Carranza, 2014, p.
139). La imagen de este canto es la muerte. Una muerte indigna e inesperada. Al parecer
habla del destino de todas las muertes violentas: la tierra en la boca. Algo así como la
sepultura de la existencia, el olvido, el exterminio.
El ejercicio de poetizar la violencia tiene un sentido similar al de la novela, ya que
solo cambia de forma. En la novela hay detención, detalle contextual, se narra
específicamente un hecho, en la poesía hay un tipo de divagación estética, pues es la
ruptura lineal del lenguaje. En el caso de la novela tenemos el ejemplo de El gato y la
madeja perdida de Francisco Montaña, en ella el tratamiento particular es la narración
desde la perspectiva de una niña, que con su inocencia trata de comprender lo que sucede
alrededor de la tensión y violencia política de la época. Al igual que las obras poéticas
seleccionadas, esta obra no aborda de manera directa el conflicto. Sucede alrededor de él,
pero trata de comprender las transformaciones que ha sufrido el espacio, tanto social como
material, en un contexto álgido: el exterminio del partido de la UP y las tensiones políticas
después del hecho. Sin embargo, la novela realiza un tratamiento donde relaciona la
transformación de la vida cotidiana, las relaciones con los demás, la fragilidad de la familia
y la conciencia de saberse habitante de un país violento.
Algo particular que compartes las tres obras: La mata, El canto de las moscas y El
gato y la madeja perdida, es su procedimiento narrativo sobre el espacio. En La mata, el
espacio también es narrador y protagonista, al igual que en El canto…, el recurso nos
demuestra la importancia del territorio dentro del espectro de la violencia. Es decir, cómo
se transforma, cómo se afecta y cómo se relaciona con la decadencia de sus propios
habitantes. Porque el conflicto no solo hace daño a las personas, lo hace también a los
territorios habitados: el daño, el abandono, el envenenamiento, entre otros factores. Esta
relación es importante porque es dilógica con todos los poemas, por ejemplo, en La Mata se
observa lo siguiente:
Dice La mata:
en sus huesos,
en sus últimas formas palpables,
se condensan hasta extinguirse
lo que alguna vez fueron:
lunares, masas,
luego humus, tierra, simple tejido
que con el peso de los días
se vuelve poco a poco
una capa de tierra transparente. (Hernández y Rueda, 2020, p. 57).
Como se ve, hay una transformación del espacio, una relación estrecha entre quien
lo habita y lo natural, pues parece que, el fin de todos es regresar a ser parte de esa tierra, lo
que también señala la difícil separación entre el humano y la naturaleza. En El canto de las
moscas sucede algo similar, así reza el canto 17 “Pore”: “En Pore la muerte / pasa de mano
en mano / La muerte: / carne de la tierra”. (Carranza, 2014, p. 149). Aquí el ser humano y la
tierra son una, aunque la imagen es sombría, pues habla de los muertos tirados bocabajo, o
enterrados en tumbas sin nombre. En cambio, en la novela, El gato y la madeja perdida, no
hay transformación del espacio, pues, los acontecimientos afectan contextos no materiales:
la familia, las relaciones, la cotidianidad, en fin, otro número de elementos importantes,
pues, a diferencia de lo que vemos en los poemas, el espacio se sigue recorriendo de
manera normal, aunque no se ignora que existe un ambiente violento:
Como tuve que caminar, me pude dar cuenta de una cosa que siempre me ha
seguido impresionando y es que, a pesar de las tragedias, del horror y del dolor, de
que pasan cosas que te hacen pensar que ya nunca más nada volverá a ser igual, la
ciudad sigue funcionando, la gente camina de un lado al otro, trabaja, gasta plata,
compra regalos, se hace ilusiones […] (Montaña, 2019, p.43).
Aquí no hay transformación violenta del espacio, no hay relación directa con él y el
detrimento de los personajes, como en los poemas, donde cada verso nos hace sentir todo el
peso de la tierra y su olor a mojado.
Estas narrativas y estas poéticas como las ya vistas anteriormente, se acercan mucho
más a la idea de sublimación artística, simbólica y social, pues, quien se lee en ella, no solo
se identifica como una victima más, sino que se siente parte de un discurso que busca pasar
a través de la historia, no como un dato más de archivo, sino como una respuesta
terapéutica ante el dolor, una manera de dejar de poner la vista sobre el bárbaro que asesina,
y ponerla sobre la victima que sobrevive y que comprende que aunque su vida no es y no
será la misma, aún vive y en ese sentido, sigue forjando su propia historia, con la diferencia
de ir, poco a poco, ganándole terreno al dolor.
Referencias:
Carranza, M. (2014). El canto de las Moscas. En M, Carranza. Su poesía (Tomo 1, pp 131156). Publicaciones del instituto Caro y Cuervo.
Hernández, E. y Rueda, M. (2020). La Mata. Laguna libros.
Montaña, F. (2019). El gato y la madeja perdida. Loqueleo Santillana
Villegas. J.E. (2016). La crítica literaria frente a la relación entre poesía y violencia en
Colombia: ¿Espacio de memoria y olvido? Revista de Estudios literarios (N°2). P.123
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