Subido por ana muñoz campos

LIBRO DE LECTURAS PRIMER GRADO

Anuncio
mango
piña
elote
fresa
tortuga
toro
puerco
pollo
chango
Paco el Chato
abuelita
escuela
enanito
reina
rana
osito
diablito
leopardo
zorra
garza
policía
pepino
boda
león
El conejo come zanahoria
El conejo come elote
Un pato
Un burro
Una gallina
Una paloma
Una rana
Un oso
El gato
Un gato cazó
tres ratones.
Tengo un pollo
Mi pollo juguetón.
Ya es un gallo.
Un ratón travieso
El ratón travieso
Corre mucho
Come queso.
El pato nada
Un patito se mece en el lago.
Mi pato es nadador.
El zoológico
Fui al zoológico
Vi muchos animales:
Unos changuitos,
Osos, tigres y leones.
El Metro
El metro corre veloz…
El día que conocí el metro, tenía mucho
miedo, miedo de mirar que la gente corre
y se empuja para subir y bajar.
En los vagones del
metro, cabe mucha
gente y siempre van
llenos, tan llenos, que
a veces no se puede
subir.
Mamá me tomó de la
mano
y
subimos,
cuando lo hicimos, mi
nariz quedó en la
espalda de un señor
gordo y no podía respirar; luego se volteó
y pensé que me iba a destripar con su
inmensa panza; tenía miedo y calor,
cuando nos bajamos, sentí alegría y me
dio mucha risa porque un señor perdió un
zapato.
Mis juguetes
Vivo en la ciudad, mis papás me han
comprado muchos juguetes.
A todos los quiero mucho. Tengo
juguetes de plástico y de madera.
También tengo una muñeca de trapo
que quiero mucho.
Por las tardes mis amiguitos van a mi
casa a jugar conmigo.
Yo platico con mis juguetes.
A los más viejos los quiero más,
porque están lastimados y los conocí
primero.
Me gusta jugar
Me gusta jugar con mis amigos.
Juagamos a los encantados y a los
volados, a las canicas y a subir
papalotes.
Papá hace papalotes de papel de
china que suben muy alto, cuando
están allá arriba se mecen suavecito,
mueven sus flecos de papel y la cola de
trapo; parecen peces que nadan en el
agua.
A veces se revientan y me quedo
triste……
Los trompos
Me gusta jugar a los trompos.
Yo tengo un trompo que es muy
bailador. Cuando tiro el cáñamo está
bien enrollado, se queda dormido,
luego lo levanto para que me baile
en la mano.
Allí en mi mano, dura mucho tiempo
bailando, hasta que se le acaba la
fuerza. Cuando va a dejar de bailar
da unos cabezazos, parece que se
muriera.
Mis hermanos
Con mis hermanos me llevo muy
bien, aunque a veces nos peleamos,
porque son muy pesados conmigo; a
mi papá no le gusta que riñamos y
nos regaña.
A veces nos deja sin domingos….
para que aprendamos a querernos
como hermanos. Yo quiero mucho a
mis hermanos, pero al jugar si nos
lastimamos es cuando viene la riña.
Pienso que debemos aguantarnos y
no pelear porque no hay mala
intención de lastimarnos.
Mi abuelito
Mi abuelito tiene un rancho, por el
rancho pasa un río con mucha agua;
tiene partes donde se puede nadar,
es hondo y bonito.
Mi abuelito cría ganado cebú. Los
toros de esta raza son grandes,
tienen una bola en el lomo. Algunos
son negros y otros son blancos.
Tienen las orejas largas y las patas
gruesas. Son animales fuertes. Mi
abuelito nos manda quesos.
Mis hermanos mayores
Mis hermanos me llevan a jugar;
también me llevan a pasear; me
compran juguetes y animales.
Mis hermanos son muy
conmigo; me quieren mucho.
buenos
A mi hermana la más pequeña, también
la quieren mucho, porque es buena. A
los dos nos llevan a las ferias. En las
ferias hay ruedas de caballitos, ruedas
de sube y baja, ruedas de la fortuna y
muchos juegos más. Me llena de risa ver
en los juegos animalitos de madera
gordos y panzones.
La gallina y sus pollitos
La gallina dice
a sus pollitos:
Por acá hijitos,
les
voy
a
enseñar
a
comer
y
a
cazar gusanitos,
a cuidarse de
los
malvados
zorros;
no
coman mucho
para que no se
indigesten, coman nada más hasta
que se llenen, para que crezcan
fuertes y sanos; no se vayan muy lejos
para que no corran peligro.
Si comen carne, tomarán proteínas y
en los vegetales vitaminas y minerales.
El cine
Me gusta ir al cine; ver películas de
animalitos. He visto cosas curiosas que
me hacen reír, por ejemplo, gallinas que
se comen a los zorros, ratones que se
meten en las orejas de los elefantes y
espantan a los gatos. Yo voy al cine con
mis hermanos y con mis amigos,
compramos
cacahuates
salados,
palomitas, elotes con mantequilla,
pepitas de calabaza, pepinos con chile
y naranjas partidas a la mitad. ¡Qué
ricas saben las naranjas con chile!
La Luna
La luna se esconde tras la montaña,
Para ver a la niña jugar con la arena.
La luna ilumina la orilla del mar,
Para ver a la niña
jugar con la arena.
La luna es de queso
la luna es de miel,
así tan redonda
parece un pastel.
El árbol
Los árboles me dan sombra;
Crecen muy grandes,
son nuestros amigos.
Nunca rompas un árbol.
Sus ramas y su hojas,
nos dan aire fresco.
Yo siempre riego los
Árboles para que crezcan
Altos y frondosos.
Mi mamá
Mi mamá me cura cuando estoy
enfermo, por las noches me deja en la
cama para que me duerma.
Me felicita cuando me porto bien, pero
cuando me porto mal, me llama la
atención con tal energía, que no me
quedan ganas de volver a hacerlo.
Es buena como todas las mamás. Y yo
la adoro, porque es mi tesoro.
Mi mamá me da consejos cuando se
pone a platicar conmigo.
Me dice que ame lo bello de la vida, las
flores, las aves, el sol, las plantas, que
son adornos para siempre y a gente que
es buena, es lo principal.
El agua, que es la vida y origen de los
seres, que la cuide mucho para que
dure en la tierra.
El fresno
Fresno
de
hojas
verdes todo el año,
árbol de hojas frescas
y lozanas, tu verde
exuberante
me
parece
fascinante,
fuente de vida.
De tus hojas
figuro,
brota
existencia.
me
la
Hojas frescas y verdes
todo el año. Fresno
que adornas las ciudades, con follajes
que reviven y reaniman nuestras ilusiones
ya perdidas en tus sombras.
Los parques son hermosos con tus hojas,
tu sombra fresca en los meses de abril, en
los cálidos mayos, caen en mi frente,
como una gota de alivio, a mi calor
sofocante, a mi ansiedad sin fin….
Las flores
Las flores son bonitas, tienen vida; las
flores son esplendorosas; unas se
llaman azucenas, otras se llaman
rosas, tienen un olor muy agradable.
Hay flores en los jardines y en el
campo; a las flores de mi jardín las
acaricio les hablo con cariño; hay
chiquitas y grandes.
Parece que vieran el cielo.
Mi maestra
Mi maestra nos enseña cosas bonitas.
Yo la quiero mucho, quiero seguir con
ella. Es muy linda. Los niños son muy
platicones, cuando nos ve platicando
nos
pasa
al
frente
para
que
conversemos.
Nos hace dibujar, nos
hace cantar y hacer muñequitos con
plastilina.
A mí me gusta cantar y hacer figuritas
con plastilina.
Los caballos ponis
Los caballos ponis me gustan,
parece que son caballos para los
niños, son pequeños y mansos.
Caminan y duermen como los
caballos
grandes,
pero
son
pequeños, para que los monten los
niños buenos, los niños que sueñan
en ser grandes vaqueros, o llaneros
justicieros.
Mi Colipastor
Tengo un hermoso perro, es bravo, a
los perros pequeños los consiente
mucho, pero con los grandes no se
lleva, les ladra y se quiere pelear con
ellos.
Cuando llevo amigos a
la casa, juega y salta
con ellos, lleva y trae
las pelotas y quiere
jugar al futbol.
Mi perro es fuerte y
hermoso. Le cepillo su
pelo. Duerme en su
perrera blanca y cuida la casa.
Mi papá me dice que lo mime, que
es mi mejor amigo.
El tren
El tren es pesado, es poderoso, corre por
la vía y hace tran, tran, iu, iu. La tierra se
mueve cuando pasa el tren, los rieles se
sumen, el polvo se levanta, las plantas se
inclinan como que le dicen: “Pase, su
majestad”.
Las cargas pesadas se embarcan en tren,
ganado y petróleo, madera y fierros
nuevos y viejos.
Los viajes en tren son bonitos, se mete en
los túneles y vuelve a salir en las curvas,
sigue por la vía y hace iu, iu, tran, tran.
El soldado
El soldado es valiente, da su vida por la
patria y no se arrepiente.
La patri es sagrada y muy grande.
Mi Patria querida, parece que sufre
cuando tiene hijos malos, que no la
defienden.
En febrero celebramos
soldado mexicano.
el
día
del
Mis juguetes mágicos
Los reyes magos buenos, traen
juguetes para los niños, a mí me
trajeron una muñeca que habla; si la
peino se ríe, si la acuesto llora, pero
cuando toma su mamila deja de llorar.
Mis juguetes mágicos ¡ qué bien se
saben portar !
Los que hacen juguetes, piensan en
los niños y en los reyes magos que los
van a comprar.
Las caricaturas
En las caricaturas pasan cosas muy
chistosas, que no son ciertas: gatos que
les arrancan la cola, la recogen y se la
ponen.
Hay ratones sombrerudos que le hacen
picardías a los gatos y a los personajes,
les ponen bombas que les explotan y
así todos quemados, todavía caminan,
caminan muy aprisa, echan chispas por
los ojos.
Aunque sé que los cuentos de
caricaturas no son ciertos, me divierten
mucho.
Los pájaritos
Los trinos de los pajaritos, son cantos
bonitos, unos hacen tiu, tiu, otros
hacen como que platican: pi,pi, ri pi
pí; cui, cui, ri cui, cuí, otros hacen rit,
rit, rit, cantan y brincan en danzas
alegres, parece que les gusta que la
gent los oiga, parece que invitan a la
gente, a los “Ojos de agua” donde
ellos se bañan; los pajaritos están
alegres, cantando, cantando.
José y sus cabritos
José es un niño que tiene unos cabritos,
unos son grandes, otros son chiquitos,
los pequeños balan.
Ofelia dice que también se llaman
chivitos.
Por la mañana, las cabras amanecen
llenas de leche.
Su abuelita ordeña las cabras con crías.
José toma leche hervida de cabra. La
abuelita de José hace queso. Cuando
José regresa a la ciudad, siente tristeza,
porque deja a sus cabritos.
Rosas color de pastel
Una rosa roja
como la sangre,
una rosa blanca,
como tu piel,
hay rosas amarillas,
como algunas aves,
hay rosas color de rosa
como tus mejillas,
hay rosas color de pastel.
J.G.M.
Las golondrinas
Las golondrinas son aves viajeras que
viajan con su maletín, vuelan y vuelan
y regresan a la tierra de donde se van.
Las golondrinas se van cuando llega el
frío, cuando es invierno, luego regresan
cuando llega la primavera, cuando hay
hojas nuevas en los rosales. Las
golondrinas llevan y traen la
primavera.
Al circo
Pasen, pasen y vean
tomen sitio donde quieran
Dispóngase a disfrutar
de un circo espectacular.
Al micrófono Jacinta
presentando a los artistas.
Con la trompa un elefante
saluda muy elegante.
Detrás de las bambalinas
salen bellas bailarinas
El domador de leones
despierta las ovaciones.
Se columpia un trapecista
en el centro de la pista.
Un payaso un poco loco
sale vestido de rojo.
Aplaude fuerte la foca
los niños abren la boca.
La estrella que esperan todos
es un cocodrilo bobo.
Un mago presenta un truco
el truco del almendruco.
Un contorsionista guapo
de repente se hace sapo.
Diversión asegurada
son las risas en la grada.
Aplausos con ovación
¡Ya se acabó la función!
Fin
El ratón
El ratón de la casa es muy travieso, le
gusta el queso y el pan. Vive en el
agujero. Por las noches le gusta pasear,
camina de puntitas, para que no lo vea
mi gato, porque sabe que no lo quiere y
un día de éstos lo va a cazar y se lo va
a comer.
La niña fea
Yo no sé si soy fea o bonita, yo creo que
soy fea, cuando me veo en el espejo,
yo misma digo que me veo muy fea, así
siempre me veo.
Mi maestra me dice que no es cierto,
que las niñas nunca son feas, que todas
son bonitas, porque son buenas, porque
saben hablar, porque son obedientes,
porque saben reír y ayudan a su mamá
y van a la escuela; así es que siempre
¡no
soy
fea!
Tengo un perico
Tengo un perico. Mi
perico habla,
cuando alguien toca en la casa dice:
“Rigo”, “Rigo”. Le chifla a las
muchachas: fiu, fiu. Grita el nombre de
mis amigas: “Blanca”…..”Meche”….
Imita el juego de la pelota: “Pasala,
gooool, no seas loco” y todo el día esta
habla y habla.
Un pollito
El pollito de mi hermana se llama Pico.
El pico de mi hermanita se sube en
todo. Una vez el pollito voló y llegó
hasta el tocador, se pegó en una patita.
Luego mi hermana lo curó, el pollito
estaba feliz porque lo había curado.
Al día siguiente, por la mañana, el
pollito voló de nuevo y fue a parar hasta
el tocador, pero ahora ya no se pegó,
aprendió a volar.
Un día mí mamá me llevó al bosque de
Chapultepec, vi muchas cosas bonitas:
Vi un leopardo y unos leoparditos,
pájaros que volaban dentro de unas
grandes jaulas.
Luego caminamos un poco más para
ver unos hermosos osos panda que
vinieron de China. Los osos jugueteaban
en un amplio prado verde. Tienen una
mancha café en cada ojo.
Las orejas son cafés. El resto de su
cuerpo es blanco.
El macho se llama Pepe Pepe y la
hembra Ying Ying. La gente los quiere
mucho.
Las cosas que me gustan
A mí me gustan los juguetes porque me
entretienen
mucho,
los
animales,
porque a veces me defienden. El animal
que más me gusta es el perro. También
me gustan los libros, porque me
enseñan muchas cosas buenas.
Los juguetes que tengo
Yo tengo una muñeca que habla
con pilas. Las pilas le dan fuerza para
caminar y para hablar.
También tengo un oso de peluche y
un juego de té. Tengo una bicicleta;
cuando salimos me divierto mucho
con mi bicicleta. Y mi robot me gusta
mucho, yo siempre juego con mi
robot.
Cuando regreso de la escuela, juego
con mi robot, siempre lo hago.
Piedras en la escuela
Fíjate que en la escuela, un niño le
pegó con una piedra a otro niño.
La piedra me la tiraron a mí; pero
me agaché y se desvió con el aire
y le paegó a otro niño. El maestro
nos castigó a todos para saber
quién había aventado la piedra.
¿Verdad que no se deben tirar
piedras?
Mi muñeca y mi gato
A mí me gusta mi muñeca, es muy
bonita, yo la quiero mucho, siempre
juego con ella.
También me gustan los gatitos. Yo tenía
un gatito, pero se murió, se comió un
ratón envenenado y
se murió.
Los árboles
Los árboles se columpian cuando
sopla el viento. Las hojas secas se
caen, las hojas nuevas parece que
juegan. Me gustan los árboles
porque son frescos, dan aire limpio,
alegran la vida.
Donde hay árboles hay pajaritos,
que brincan de rama en rama, como
si hicieran gimnasia.
Sapito
Sapito viejo y azul, dime ¿cuántos
años tienes tú? ¿Qué es lo que tú
haces por allí?
Yo no hago nada malo, sólo te
vengo a visitar aquí donde vives tú.
Los caballitos
Me gustan los caballitos
Su carrusel de luces y colores giran
veloz. Yo monto en los que suben y
baja, porque parece que reparan. Hay
muchos
caballos
hermosos
que
parecen caballos que vuelan.
Caballitos de madera, caballitos en las
ferias, retozones en las ferias, retozones
y panzones.
Algodones color de rosa feria de dulces
y globos, globos de mil colores,
caballitos correlones.
Las pruebas
Cuando hago prueba, me pongo
nervioso, aunque sea poquita cosa,
veo por la ventana, un ave
presurosa, vuela que vuela; como
tratando de decir lo que tengo que
decir.
La niñez
Los meses pasan,
también los días,
jugaste un tiempo,
crecise luego,
y tu niñez
la dejaste atrás,
con todos sus encantos.
El agua es la vida
El agua es la vida, la vida es de
agua.
Nadie puede vivir sin el agua;
las plantas son de agua;
las frutas vienen del agua;
las flores crecen del agua;
los animales son de agua.
Yo soy de agua limpia, clara y
cristalina.
Los grillos
Es mi paraíso, por las noches,
los
grillos
prosiguen
cantando.
Los pájaros cantan de día, los
grillos cantan de noche,
desde que amanece, yo oigo
los cánticos de los animalitos
cantores, de los animalitos que
cantan, que alegran la vida de día y
de noche.
Agua buena
Agua buena, es clara y cristalina,
dulce y transparente, tú puedes ver a
través de ella hasta el fondo, aún en
la corriente.
Si echas una moneda, la puedes ver
cómo llega hasta el fondo, si te
echas un clavado, veo tu cuerpo
hermoso cuando lo besan las
burbujas celestes.
Los adornos de mi casa
Mi mamá tiene una pared los
adornos de la casa, los cuida
mucho;
son
muñequitas
de
porcelana,
venaditos,
perritos,
elefante.
Tiene una muñeca y un oso de
peluche.
Un niñito montado en un jitomate, a
éste me gusta mirarlo, me imagino
un cuento bello y hermoso. Los
domingos ayudo a mi mamá a
sacudirlos.
Maestra
Maestra bella,
Cuando me enseñes,
no me regañes;
maestra linda;
cuando me enseñes,
tenme paciencia,
no desesperes,
ábreme tu corazón,
háblame con cariño,
que soy un niño;
con tu experiencia
y tu paciencia,
voy a aprender.
Un sueño
Soñar es inventar.
Anoche soñé que mi lápiz era un mago,
todo lo sabía y me aconsejaba y yo en
la escuela era un niño que todo lo podía
y eme lucía.
Mi lápiz me enseñó a leer, me enseñó
los números; mi lápiz amigo no me
regañaba, con cariño todo me decía y
yo sabía y entendía, mi lápiz se sentía
feliz cuando me oía leer.
El manantial
El Manantial de agua clara y pura. El
agua brota de las rocas y suena
fuerte al salir; corre sobre la arena y
forma un río, onduloso y limpio, a
veces sus aguas van lentas, pero
también se deja caer con violencia.
¡Cómo me da hambre cuando voy
de paseo!
Nunca como tanto, como en los días
de campo.
El aguacate
Me gusta el aguacate, es rico en
vitaminas.
El aguacate lo como en guacamole,
con jitomate y cilantro; los domingos,
con la tía Chole como aguacate con
sal, porque es muy rico, parece
mantequilla.
Mis zapatos nuevos
Cuando estreno zapatos me siento
feliz; me siento seguro, pero a mis
zapatos viejos les tengo cariño,
porque no me lastiman, están
suavecitos.
A mis zapatos nuevos les doy grasa
cada día, para que me duren, como
mis zapatos viejos.
Mis zapatos nuevos, no quiero que se
raspen, no quiero que se mojen, no
quiero que se acaben.
Antes de irme a la escuela los limpio
con una franela.
Mis zapatos nuevos, huelen a piel de
becerro.
La carretera
La carretera es un
camino, que va y que
viene, la construyen
los hombres.
Se pierde en el
bosque, atraviesa la
selva y llega hasta el
mar.
Van y vienen los
hombres,
van
y
vienen los niños; los coches y los
camiones.
En los camiones viajan las cartas y las
medicinas, las cabras y las gallinas, las
frutas y las verduras, los mangos y los
melones, las zanahorias y los ejotes.
Los carros corren rápido en la carretera,
parece que llegar quisiera a descansar.
El doctor
A mí me dan miedo los doctores;
cuando lo vamos a ver me sudan las
manos y estoy nerviosa; pero más bien
creo que no le tengo miedo al doctor,
si no a las inyecciones, porque
cuando vamos con el doctor que
receta nada más pildoritas, me siento
muy tranquila y hasta platico con èl.
El lago
Los domingos vamos al lago, que
ésta cerca de la casa.
El lago es grande; hay muchas
lanchas.
Las lanchas tienen nombres como
éstos:
María,
Blanca,
Teresa,
Panchita.
El domingo alquilamos una que se
llama Chabela.
Se metió el agua en la lancha. Pensé
que se hundía. Tenía miedo, porque
no sé nadar.
¿Tú sabes nadar?
La oficina
La oficina se parece a la escuela. Hay
muchas personas y papeles, máquinas
que escriben y máquinas que suman y
restan.
Señoritas que escriben cartas y señores
que las ordenan.
Las personas tienen un escritorio en vez
de banca, hay un jefe que ordena para
que el trabajo salga bien.
Tienen su horario para llegar y para
salir. A veces faltan porque se
enferman, como en la escuela nos
enfermamos los niños y faltamos.
La Alameda
La Alameda está en el centro de la
ciudad, es un parque muy bonito.
Tiene árboles muy altos y muchas
fuentes, el agua brota y baña las
estatuas.
Hay bancas bonitas y flores
hermosas. Por las tardes van a
vender globos de colores. Muchos
niños vamos a jugar a la Alameda.
Un viejito llega todas las tardes con
sus amigos, a platicar y darle de
comer a las palomas
El delfín
El delfín está en el
estanque.
Es
estanque
tiene
mucha agua. El delfín
tiene un hoyo en la
cabeza,
por
ahí
respira. Mucha gente
va a verlo. Tiene su
compañera. En el
estanque
también
vive una tortuga. A veces traen una
foca para que los mire. La foca tiene
miedo al delfín. El delfín atrapa las
rueditas con su trompa, baila fonki y
le pega a la pelota con la cola. La
muchacha que le enseña le ordena
con un silbato. El delfín sale al piso y
le da un beso al a muchacha.
La exposición ganadera
Mi papá nos llevó a la feria ganadera. Vi
muchos animales, como borregos, conejos,
marranos, caballos, toros y vacas.
Papá llevó su cámara y nos tomó fotos con
algunos animales. En algunos puestos
vendían comida: carne asada al estilo
norteño y longaniza de Toluca. En otros
puestos vendían animales. Mi mamá me
compró unos pollitos; me los dieron en una
bolsa de papel con agujeros.
Cuidare en el patio de mi casa a mis
pollitos para que crezcan sanos y gordos y
cuando estén grandes, los comamos en un
día de fiesta.
El soldadito que adoraba cantar
Valores: Las apariencias engañan, ayudar, perdonar
En el Reino de las Nubes, un sitio dónde el sol no se esconde
por la noche y donde todas las fantasías se hacen realidad,
vivía Felipe, un soldadito de plomo al que le encantaba
cantarle a los niños.
Felipe pasaba horas y horas entonando bellas melodías
para los niños de su reino. Sus cantos invadían todas las
casas y así los chicos podían disfrutar de esa música tan
especial que entonaba. Era una melodía tan hermosa que
hacía que los bebés dejaran de llorar y durmieran
plácidamente.
Todo iba estupendamente hasta que un día llegó al Reino
de las Nubes, en forma de sombra, un Brujo con cara de
sapo enfadado. Tenía un traje color violeta que le llegaba
hasta la punta de los zapatos y estaba lleno de lentejuelas
con brillos negros. Tenía una nariz muy larga y finita que
terminaba como un cono gigante de helado y unos ojos
saltones que le daban un aspecto temible.
El mago cara de sapo se llamaba Antón y venía de un
lejano planeta llamado el Planeta de las Sombras. No tenía
pinta de tener ninguna buena intención y en cuanto los
niños del reino lo vieron se encerraron en sus casas por
miedo a que les hiciera algo malo.
Una mañana se presentó el Mago Antón ante el soldadito.
- Hola soldadito. Han llegado hasta mi Reino noticias sobre
tus increíbles melodías y deseaba pedirte un favor muy
importante...
El soldadito había oído a los demás niños desconfiar del
mago por su aspecto tenebroso y tuvo miedo de que tratara
de engañarlo pero vio en sus ojos algo que le hizo pensar
que de verdad necesitaba su ayuda.
- Dígame señor mago. ¿Qué puedo hacer yo por usted?
- Los niños enfermos de mi reino necesitan de tus canciones
para mejorar. ¿Podrías venir conmigo? Por favor es
importante...
-¡Por supuesto que sí! Estoy seguro de que con algunas
melodías especiales que tengo guardadas los niños se
pondrán muy bien.
Al día siguiente el Reino de las Nubes se despertó en
silencio. Felipe no estaba allí para cantar sus melodías como
siempre hacía y los niños empezaron a preocuparse
creyendo que algo tenía que haberle ocurrido a Felipe para
que no entonara sus canciones. Así que decidieron ir a ver a
la poderosa Hada de los juguetes.
El Hada sospechó enseguida que el mago Antón había
raptado a Felipe, así que le dijo a los niños que no se
preocuparan y se marchó directa al lejano Planeta de las
Sombras de donde procedía el brujo.
Pero al llegar al Reino de Antón, el Hada no podía creer lo
que veían sus ojos. Felipe se encontraba cantando
canciones para el hospital donde los niños enfermos de ese
reino esperaban curarse para regresar a sus casas.
- Mago Antón, solo puedo pedirte que me disculpes. Venía
aquí dispuesta a llevarme a Felipe pero creo que todos los
habitantes del Reino de las Nubes nos hemos equivocado
contigo. No eres un mago malvado, sino un mago
realmente bueno.
- No tienes que disculparte hada - dijo con una tímida
sonrisa - a veces mi aspecto hace que la gente piense que
soy malvado cuando no lo soy. Así que tranquila, estás
perdonada.
Felipe decidió quedarse el tiempo que fuese necesario en el
reino de Antón para así poder ayudar a todos los niños
enfermos, mientras que el hada regresó al Reino de las
Nubes, donde contó a todos los niños lo equivocados que
habían estado con Antón y cuál era desde entonces el
nuevo oficio de Felipe, el soldadito cantor.
Estrellita de oro
Valor: Humildad
Había una vez un rey viudo que tenía una hija muy bella.
Unos años después de haber perdido a su esposa conoció a
una mujer que también tenía una hija y decidió volver a
casarse de nuevo.
Tras su matrimonio, la mujer se volvió cruel con la hija del
rey. Le tenía mucha envidia porque era mucho más bella
que su hija y como castigo la mandaba todos los días a
lavar al río. La joven se resignaba y cumplía con las órdenes
de su madrastra pues sabía que a pesar de todo, su padre
era feliz junto a ella.
Un día, estando la muchacha en el río una mujer que lavaba
a su lado perdió un anillo.
- ¡Se me ha caído! ¡Se me ha caído mi anillo! ¡Ayúdame a
recuperarlo hija mía, que tengo muy mala vista y no lo veo
por ninguna parte!
- No se preocupe señora - dijo la muchacha sumergiendo su
brazo en el agua sucia y helada.
Pero el anillo no aparecía y tanto tuvo que agacharse la
muchacha para tratar de recuperarlo que acabó dándose
con algo en la frente.
Afortunadamente el golpe mereció la pena ya que gracias
a él pudo recuperar el anillo. Aunque sucedió algo
extraño… en el lugar donde la joven se había golpeado, la
frente, comenzó a salirle una estrella.
Al llegar a casa la madrastra de la muchacha le dijo en
cuanto la vio:
- ¿Qué es eso que llevas ahí?
La muchacha le contó avergonzada lo ocurrido y dijo no
entender cómo le había salido aquella estrella.
- ¡Mañana serás tú quien vaya a lavar! - le dijo a su otra hija
- ¿Yo? ¡Ni hablar!¡Que vaya ella!
- Ella ya tiene su estrella así que irás tú y punto ¿O es que vas
a dejar que tu hermana tenga algo que tu no?
La muchacha fue al río y como no había forma de que se
decidiera a tocar el agua porque estaba muy sucia, la
madre acabó metiéndole la cabeza a la fuerza en el río.
Pero lo peor no fue que la metiera, sino que la sacara…
- ¿¿Pero qué es eso?? - dijo la madre atónita mientras
señalaba asustada frente de su hija
La hija, que se imaginó algo terrible en cuanto vio la cara de
susto de la madre, se llevó las manos a la frente y gritó con
todas sus fuerzas al darse cuenta de que lo que tenía en la
frente no era una estrella sino un rabo de burro.
- ¡Rápido, al médico! ¡Tenemos que quitarte eso de la
frente!- dijo la madre mientras la hija lloraba.
El médico decidió que lo mejor era cortárselo a ras y para
disimularlo le pusieron un velo.
Al llegar a casa se encontraron con la carroza real en la
misma puerta de su casa. En ese momento la madre
recordó que hacía un tiempo que el príncipe se encontraba
llamando de puerta en puerta para elegir a su esposa de
entre todas las mujeres del reino. Y precisamente había
llegado a su casa ese mismo día.
- Ayúdame a encerrar a tu hermana en el desván. No
podemos dejar que el príncipe vea que es ella quien tiene
la estrella de oro.
- ¡Sí madre!
La madre le dijo al príncipe que era su hija, la que portaba
el velo, quien había tenido la gracia de recibir la estrella de
oro así que el príncipe la subió en su carroza creyendo que
era ella la muchacha a quien estaba buscando para
convertirla en su esposa.
Pero de repente, los caballos de la carroza dieron un
traspiés y a la muchacha se le cayó el velo de la frente de
la sacudida.
- ¿Qué es eso? ¡Eso no es una estrella, es una cola de burro!
- dijo el príncipe enfadado cuando se dio cuenta de que
habían tratado de engañarlo.
Rápidamente volvió a la casa de la muchacha y allí
encontró encerrada en el desván a la muchacha que en
realidad buscaba, su estrella de oro.
Volvieron a palacio, se casaron, fueron felices y comieron
perdices.
El rescate de Papá Noel
Valores: humildad, bondad, ayudar, inocencia
La mañana de Nochebuena amaneció oscura y triste en aquel barrio
tan pobre. Las nubes no dejaban pasar los rayos del sol y la negrura
del cielo amenazaba tormenta. Pequeños y mayores miraban hacia
arriba con la esperanza de que se disipara aquel nublado, porque
sería muy difícil que Papá Noel llegara con su trineo en aquellas
condiciones.
Los niños cantaban y corrían en las calles abrigados con sus viejas
bufandas aprovechando hasta el último minuto. Las abuelas
preparaban el encuentro de toda la familia, afanándose por darles la
mejor cena posible. No habría caviar, ni marisco, ni grandes lujos en
la mesa. Pero el amor con el que estas mujeres cocinaban no se
pagaba con dinero, y el placer de reunir a hijos y nietos era lo más
valioso.
Cuando dieron las siete de la tarde se empezaron a escuchar unos
truenos que daban miedo. Todos los niños se apresuraron a entrar en
sus casas. En pocos minutos la lluvia empezó a caer tan fuerte que
hacía casi imposible estar en la calle.
-Así Papá Noel no podrá llegar con su trineo -se lamentaban los
niños.
Los padres intentaron consolar a los niños, que estaban muy
preocupados. Pero la alegría de estar con los abuelos, los tíos y los
primos enseguida les hizo olvidarse de todo.
Cuando amaneció ningún niño encontró regalos en su casa. Sus
humildes árboles de Navidad estaban vacíos.
-¿Qué habrá pasado? -se preguntaban todos, entristecidos y
preocupados. Temían que a Papá Noel le hubiera pasado algo y se
hubiera accidentado con aquella terrible tormenta.
Los niños salieron a la calle para averiguar qué había pasado con el
pobre Papá Noel. En ese momento, oyeron un tintineo. A lo lejos
vieron llegar un tractor con un enorme remolque cargado hasta
arriba de…¡regalos! Conduciendo, el mismísimo Papá Noel.
-¡Mirad, niños, parece que Papá Noel está bien! ¡No le ha pasado
nada!
-¡Y el padre Valentín está con él!
Los niños corrieron a recibirlos con los brazos abiertos, llenos de
júbilo. Cuando el tractor se detuvo los pequeños se echaron en
brazos del padre Valentín y del mismísimo Papá Noel.
- Estábamos muy preocupados -dijo uno de los más pequeños -.
Pensamos que habías tenido un accidente en la tormenta, Papá
Noel.
-Y así fue, pequeño gorrión- dijo Papá Noel con voz profunda -.
Afortunadamente, el padre Valentín me encontró, me rescató y me
ayudó a salvar todos los regalos.
-¿Y el trineo? ¿Dónde está el trineo? ¿Dónde están los renos? -fueron
preguntando los niños con inquietud.
-Tranquilos -intervino el padre Valentín -. Los renos están a salvo. Se
han llevado el trineo para repararlo. ¿Queréis ver los regalos?
-¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Entre el padre Valentín y Papá Noel repartieron todos los paquetes.
Ningún niño se quedó sin regalo.
Gracias al padre Valentín aquella Navidad fue la más especial que
se recordaba en el barrio
El mago y las manzanas
Irene Hernández
Valores: generosidad, bondad, ayudar ,egoísmo, compartir
Érase una vez, un mundo en el que cada vez había menos comida.
Casi no había fruta, ni carne, ni pescado, ni verduras y todas las
personas y animales empezaban a tener hambre.
Entre todos repartían la poca comida que había para que todos
tuvieran siempre algo que comer, pero estaban muy preocupados
porque la comida se estaba acabando.
Un día, una niña que se llamaba Dora iba paseando por el bosque.
Su mamá le había pedido que fuera a buscar frutos de los árboles.
De repente, vio una cesta que brillaba mucho y, cuando se acercó,
se dio cuenta de que estaba llena de manzanas.
Dora fue corriendo a coger la cesta, pero oyó una voz muy fuerte
que le dijo:
- Soy el Mago de las Manzanas mágicas. Si coges esta bonita cesta
de manzanas tendrás que darle un buen uso para que la magia
continúe.
Dora cogió la cesta y, rápidamente, se fue corriendo mientras
pensaba qué hacer con las manzanas.
Cuando llegó a su casa las escondió sin que nadie se diera cuenta y
siguió pensando sobre el buen uso que podría darles. Ni siquiera se
atrevió a probar ninguna de las manzanas.
Los días pasaban y cada vez había menos comida. Los habitantes de
aquel mundo ya sólo comían una vez al día y, poco a poco, todos
comenzaron a ser más egoístas. Algunos guardaban toda la comida
que podían en sus casas sin compartirla con los demás. Tenían tanto
hambre que querían todo para ellos sin importarles que los demás
tuvieran comida o no.
Un día, Dora se encontró con un amigo que se llamaba Ramón. El
pobre de Ramón llevaba más de un día sin comer nada porque en su
casa no había nada de comida para él ni para su familia.
- Ramón, ¡tengo una idea!, pero es un secreto y no se lo puedes
contar a nadie – dijo Dora
Dora llevó a su amigo a su casa y le ofreció algunas manzanas.
Ramón, muy contento, se las llevó y se fue muy agradecido.
Cuando Ramón se fue, llegó otro amigo de Dora que se llamaba Luis
que, muy triste y hambriento, le dijo:
- Dora, llevo más de dos días sin comer. En mi casa no tenemos
nada. ¿Sabes dónde puedo encontrar comida?
Dora sacó varias manzanas y se las dio a Luis para que las comiera
con su familia.
Luis, es un secreto y no se lo puedes contar a nadie – dijo Dora
Luis se fue corriendo a su casa para comer las manzanas y Dora se
quedó mirando la cesta. Ya sólo quedaba una manzana y Dora tuvo
muchas ganas de cogerla y comérsela. Pero no se atrevió porque en
su casa todavía había algo de comida y quería guardarla por si más
adelante ella o alguien tenía hambre.
De repente, un hombre con barba blanca y muy larga apareció en
su casa. Era el Mago de las Manzanas Mágicas.
- Dora, ¿qué has hecho con las manzanas mágicas? – le preguntó el
mago
Dora, muy asustada, le contó al mago que había dado varias
manzanas a varios amigos que tenían mucha hambre. Cuando le
enseñó la cesta el mago, muy sorprendido, le dijo:
- ¡Pero si sólo queda una manzana!
Dora se puso muy nerviosa y no sabía qué hacer. Quiso pedir perdón
al mago por no haber guardado más manzanas, pero el mago, con
una gran sonrisa, llevó a Dora fuera de su casa.
Cuando Dora salió, vio como todo estaba lleno de comida y como
todo el mundo comía y reía.
Te dije que si dabas un buen uso a las manzanas la magia
continuaría y la magia ha hecho que siempre haya comida para
todos y nadie vuelva a pasar hambre – dijo el Mago
Todos los habitantes agradecieron a Dora que hubiese sido tan
buena compartiendo las manzanas con quien tenía hambre en vez
de comérselas todas ella y aprendieron
que siempre es
mejor compartir con los
demás todo lo
que tenemos.
El niño valiente y los gigantes
Irene Hernández
Valores: obediencia, las apariencias engañan, ayudar
En una aldea muy lejana vivían muchas familias felices. A menudo hacían fiestas
muy divertidas en las que había mucha comida y bebida y en las que todo el
mundo cantaba y bailaba hasta que se escondía el sol.
Desde la aldea se veía a lo lejos un castillo en una montaña pero los habitantes
nunca se acercaban a él. Tenían mucho miedo porque siempre había dicho en
ese castillo vivían unos gigantes malignos. Por eso los papás y mamás de la
aldea no dejaban que sus hijos fueran a jugar cerca del castillo, ya que tenían
miedo de que les pasara algo malo.
Un día, el niño más valiente de la aldea desafió a la prohibición de sus padres y
decidió que iría al castillo.
- Esta misma noche iré al castillo que hay en la montaña - les dijo el niño a sus
amigos
- ¿Qué? ¿Estás loco? ¿No sabes que está prohibido? Además allí viven unos
gigantes muy malos...
- No me importa. Además no me da ningún miedo.
Llegó la noche y sin que nadie se diera cuenta, el niño se dirigió hacia el castillo.
Iba caminando por el bosque totalmente a oscuras cuando de repente, el niño
tropezó con unas piedras y cayó en un agujero que había en el suelo. Se hizo
tanto daño, que aunque trató de evitar las lágrimas, no pudo evitarlo. Alguien se
acercó hasta él de repente. Pero… era muy grande para ser una persona… ¡era
un gigante!
- ¡Fuera! ¡Déjame en paz! ¡Vete o te tiraré una piedra! - le gritó el niño intentando
protegerse
- Solo quiero ayudarte. Te he oído llorar.
- ¿Y cómo sé que no me estás mintiendo? ¡Eres un gigante! ¡Seguro que quieres
comerme!
- Mis padres y yo no comemos personas, somos vegetarianos. Pero si no quieres
que te ayude me marcharé por donde he venido - dijo el gigante cabizbajo
dándose la vuelta
El niño se quedó pensando en las palabras del gigante y se dio cuenta de que
podía confiar en él. Además su aspecto no era precisamente temible. Parecía
más bien un gigante bonachón.
- ¡Espera, no te vayas! - gritó el muchacho
- ¿Quieres que te ayude? - contestó el gigante
- Por favor...
El gigante cogió en brazos al niño valiente y lo llevó a su castillo. Allí el niño
conoció
a mamá gigante y a papá gigante. Todos eran muy grandes pero ninguno tenía
pinta de ser malvado como contaba la gente de la aldea.
- Se puede saber pequeño niño, ¿ a dónde ibas en plena noche tú sólo por el
bosque?
El niño, asustado, respondió:
- Vengo de la aldea. Quería llegar hasta el castillo y demostrar a todos que no
tengo miedo a los gigantes.
- ¿A nosotros? ¿Y por qué nos habrías de tener miedo?
- No sé… es lo que dice la gente, que sois muy malos y coméis personas.
Mamá gigante se echó a reír y explicó al niño que no tenían nada que temer.
Ellos eran gigantes vegetarianos, por lo que no comían personas.
- Oye pequeño, ¿tus padres saben que estás aquí? Es muy tarde y podrían estar
preocupados
- No les he dicho que venía… si se lo decía sabía que no me dejarían venir. Está
prohibido
- En ese caso, no deberías haberlo hecho. Los padres siempre dicen a los niños
las cosas por algo. ¿No crees?
Los gigantes ayudaron al niño a recuperarse de sus heridas y cuando estuvo
mejor lo acompañaron hasta la aldea. Pero en cuanto los aldeanos los vieron
por allí corrieron a encerrarse en sus casas por miedo a que les hicieran algo.
- ¡Podéis salir! ¡Los gigantes son mis amigos! Sólo vienen a acompañarme. No me
han hecho nada malo, de verdad
Los vecinos oyeron al niño y con algo de desconfianza salieron de sus casas.
El niño valiente explicó a todos los
habitantes lo que había pasado. Les
explicó que había caído en un agujero y
que de no ser por ellos, aún seguiría allí
con algún hueso roto.
Los habitantes se disculparon ante los
gigantes
por
su
actitud
y
en
agradecimiento por salvar la vida del
pequeño prepararon una de sus fiestas
con mucha comida, música y baile.
Los dibujos de Laura
Autor: Irene Hernández
Valores: superación, esfuerzo, ayudar, amistad, aceptación, ilusión
Los dibujos de Laura era una niña de nueve años a la que le encantaba aprender cosas
nuevas.
Siempre estaba pendiente de lo que le enseñaban en el colegio y de lo que le
explicaban sus padres.
A Laura le gustaba leer e inventar historias con personajes fantásticos. Se le daba muy
bien escribir cuentos y siempre que en el colegio tenían que hacer tareas de escritura
se divertía mucho.
Un día, la profesora les dijo:
- Vuestra próxima tarea va a ser escribir un cuento, pero esta vez vamos a hacer algo
diferente: cada uno va a escribir un cuento y lo tenéis que acompañar con dibujos que
reflejen la historia. Tenéis dos días para hacerlo.
Cuando la profesora mandaba estas tareas, Laura siempre se ponía muy contenta, pero
esta vez algo diferente ocurrió.
- Laura, ¿por qué no estás contenta? ¡A ti te encanta escribir cuentos y además se
te da muy bien! – dijo su amigo Tomás
Laura, muy avergonzada y triste, dijo:
- Tomás, a mí me encanta escribir cuentos, pero soy muy torpe dibujando y esta tarea
no me va a salir bien. ¡Ya lo verás!
Ya en casa Laura se puso a hacer sus deberes y pensó:
- ¡No voy a ser capaz de hacer los dibujos que nos pide la profesora! ¡Va a ser el peor
cuento de todos!
Laura lloró y lloró y su madre entró en la habitación:
- Laura, ¿qué ocurre?
- Mamá, tenemos que escribir un cuento y acompañarlo de dibujos y yo dibujo muy
mal. ¡No seré capaz de hacer un buen cuento!
Su madre le recordó que no todos los niños lo hacen bien todo. Siempre hay algo que
hacen mejor y algo que hacen peor y que lo importante era intentarlo y aprender.
Laura se dio cuenta de que a ella lo que le gustaba era aprender a hacer cosas nuevas
y mejorar cada día así que se puso a escribir su cuento.
Decidió escribir una historia sobre un dragón que tenía que aprender a volar. Era una
historia fantástica y la acompañaría de un dibujo de un dragón volando encima de un
castillo.
Cuando Laura terminó no le gustaba. Pensaba que estaba muy mal hecho así que lo tiró
a la papelera y se puso a dibujarlo otra vez. Lo dibujó una y otra vez, pero nunca
conseguía hacerlo bien. Se hizo tarde y ya era hora de dormir, así que se dio por
vencida y se fue a la cama.
Al día siguiente, su amigo Tomás le preguntó:
- Laura, ¿Ya has dibujado tu cuento?
- Tomás, soy muy torpe. Lo hice casi nueve veces y siempre salía feo y mal. No voy a ser
capaz. ¿Tu ya has terminado el tuyo? – dijo Laura
Tomás sacó su cuento de la mochila y lo mostró a Laura. Tenía varios dibujos muy
bonitos, con muchos colores, así que Laura le preguntó si podía leerlo. Pero Tomás,
avergonzado, le dijo:
- Mis dibujos han quedado bien, pero me da vergüenza que leas mi cuento porque a mí
se me da muy mal escribir y tú lo haces mucho mejor que yo.
Los dibujos de Laura recordó lo que su madre le había explicado la tarde anterior y
entendió que lo realmente importante era esforzarse por aprender y hacer las cosas
cada día un poco mejor.
- Tomás, ¿y si yo te ayudo a mejorar tu cuento y tú a mí a dibujar el mío? – le dijo Laura
Así, los dos niños hicieron esa tarde sus deberes juntos, se ayudaron mucho y se
esforzaron un montón. Laura dibujó y dibujó con la ayuda de Tomás y ella le ayudó a
mejorar su escritura hasta que por fin quedaron satisfechos con sus cuentos.
Cuando llevaron sus deberes al colegio al día siguiente resultó que sus cuentos y dibujos
fueron de los mejores de su clase y ambos aprendieron que con esfuerzo e ilusión se
pueden conseguir las cosas.
Análisis de sus valores
Este entrañable cuento explica a los niños que deben aprender a aceptarse con sus
virtudes y defectos, con las cosas que hacen bien y las cosas que no hacen tan bien.
Una vez hayan hecho esto deben saber que con esfuerzo y superación podrán
conseguir casi cualquier cosa que se propongan, por más difícil que les parezca. Tal y
como le ocurre a Laura, la protagonista de esta historia y quien cree que de ninguna
forma aprenderá a dibujar.
Por último el cuento nos enseña que los amigos pueden ayudarnos mucho a conseguir
lo que nos propongamos y que sólo hace falta tener ilusión por conseguirlo y ganas de
seguir intentándolo tantas veces como haga falta.
Los dos gemelos y la caja mágica
Autor: Irene Hernández
Valores: generosidad, bondad, amor, egoísmo
Érase una vez dos hermanos gemelos que se llamaban Juanito y
Miguelito. Tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos y la misma
sonrisa. Además su madre siempre los vestía igual. Pero había algo
que los diferenciaba: uno era más travieso que otro. Juanito siempre
hacía rabiar a Miguelito hasta que lo hacía llorar.
En vacaciones fueron a visitar a sus abuelos. Ellos vivían en una casa
en mitad del bosque donde había muchos árboles y sitios para jugar.
Un día, mientras corrían al lado del río, Juanito hacía rabiar a su
hermano continuamente así que al final Miguelito decidió
esconderse en una casita de madera que encontró por el camino.
Se quedó allí un rato esperando a que Juanito lo dejara tranquilo
cuando, de repente, encontró una caja que brillaba mucho. Era una
caja preciosa, bastante pequeña y pintada con muchos dibujos
antiguos. Miguelito se acercó a la caja y la miró detenidamente
hasta que la cogió y la abrió muy despacio. Al abrir la caja, una voz
muy dulce le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que
quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré
apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos
de ningún otro niño nunca jamás.
Miguelito soltó la caja porque se asustó mucho al oír aquella voz,
pero rápidamente se acercó de nuevo y volvió a abrirla.
- Pídeme un deseo y te lo concederé, pero piénsalo bien porque
tiene que ser un deseo importante - dijo la caja.
Miguelito cerró la caja y la guardó en su mochila. Cuando llegó a
casa de sus abuelos la escondió debajo de la cama sin darse cuenta
de que su hermano Juanito, estaba espiándole desde la ventana.
Cuando Miguelito salió de la habitación, Juanito fue a buscar lo que
su hermano había escondido y se encontró con aquella preciosa
caja. Cuando la abrió, la caja le dijo:
- Soy la caja mágica de los
deseos. Puedes pedirme todo lo
que quieras pero has de ser
bueno y no ser egoísta, sino me
iré apagando poco a poco hasta
no poder hacer realidad los
deseos de ningún otro niño
nunca jamás.
Juanito, rápidamente, pidió a la
caja que aquella habitación se
llenase de golosinas para él sólo
y la caja le concedió el deseo.
Empezó a comer y comer hasta
que llegó su hermano Miguelito.
Éste vio todas aquellas chucherías y pidió a Juanito que le dejara
comer alguna, pero su hermano le dijo que todas eran para él
porque así se lo había pedido a la caja mágica.
Miguelito se enfadó mucho porque su hermano le había quitado la
caja y porque además estaba siendo egoísta al no querer compartir
con él ninguna golosina. Tenía miedo de que la caja se enfadara así
que fue corriendo a abrirla y fue cuando vio que la cajita ya no
brillaba tanto.
Miguelito había pensado su deseo, así que cuando la cajita le habló,
le dijo:
- Cajita mágica, me encantaría que me ayudases a hacer que mi
hermano se portase mejor conmigo, con mis papás y con nuestros
amigos y que no fuera tan egoísta.
La caja le concedió el deseo y, por sorpresa, todas aquellas
golosinas de la habitación desaparecieron. Juanito se sorprendió
mucho, pero algo había cambiado. En vez de enfadarse con
Miguelito, se acercó a él y dándole un abrazo fuerte le pidió perdón
por haberse portado mal con él.
Miguelito estaba muy feliz, porque la caja mágica había cumplido su
deseo. Ahora su hermano Juanito se portaba muy bien con todos y
jugaba con él sin hacerle rabiar.
Los dos hermanos guardaron la caja mágica y siguieron pidiéndole
deseos. Siempre pedían juntos buenos deseos para su familia y sus
amigos y la preciosa caja mágica nunca dejaba de brillar.
El dragón que escupía chocolate
Autor: Eva María Rodríguez
Valores: superación, esfuerzo
El dragón que escupía chocolate Si piensas que todos los dragones
son malos y que echan fuego por la boca, te equivocas. Hace
tiempo existió uno muy especial. No escupía fuego y apenas podía
volar. La verdad es que no escupía nada. Todo el mundo en su
pueblo se burlaba de él llamándole Llama seca.
Aunque un día la historia cambió. Cuando se hizo mayor decidió
armarse de valor y salir a explorar el mundo. Puede que no pudiera
ni tostar unas simples almendras, ni elevarse dos palmos del suelo
con sus débiles alas. Pero estaba tan harto de tantas burlas que lo
que no podía era aguantar ni un minuto más a aquella pandilla de
maleducados. Y se fue.
Caminó y caminó sin mirar atrás durante varios días por el Bosque
Negro que rodeaba la Tierra de los Dragones hasta que llegó a un
claro donde no había nada más que hierba verde. El dragón se
quedó asombrado mirando aquella hierba. Jamás se había
imaginado que de la naturaleza pudieran brotar colores tan
hermosos. Era lógico que nuestro amigo no hubiera visto nunca algo
así, ya que sus vecinos incendiarios lo arrasaban todo en sus
prácticas de vuelo.
Mientras miraba embelesado aquel milagro de la vida apareció una
viejecita que parecía salir de la nada. Sí, la típica viejecita de los
cuentos, esa que nunca sabes si va a ser buena o va a ser mala, y
que siempre imaginamos con pinta de bruja.
- Amigo dragón, ¿qué miras con esa cara de asombrado?- preguntó
la vieja.
- Miro los colores del campo- respondió el dragón-. Nunca los había
visto.
- Y, ¿por qué no los quemas?- insistió la buena señora, a ver si lo
provocaba.
- Porque no puedo -dijo el pobre dragoncito, con cara de pena-. No
tengo fuego en mi garganta, ni fuerza para volar, ni nada que
merezca la pena.
Entonces, la vieja bruja le miró a los ojos fijamente, estudiando la
profundidad de su mirada. Después de un rato observando a aquel
dragón le dijo, muy seria:
- A ti lo que te pasa es que te falta valor para intentarlo. ¿Hace
cuánto tiempo que no das un salto e intentas volar?
El dragón la miró sorprendido. Descubrió que jamás había intentado
volar alto, que sólo agitaba las alas un poquito, pero sin ponerle
empeño ninguno. ¿Para qué iba a intentarlo, si ya sabía él que no
podía? Toda la vida se había pasado el pobre
escuchando que no podía volar. ¿Cómo iba a saber él más que el
resto de dragones?
- Muy bien, amigo dragón -dijo la anciana. Te propongo un trato. Si
tú consigues volar hasta lo alto de aquella montaña y me traes un
huevo del águila calva que allí vive yo te devolveré el don de
escupir fuego, un fuego voraz que arrasará con todo lo que se
encuentre a tu paso.
El dragón no podía creer lo que oía. Sólo tenía que hacer un
pequeño esfuerzo y podría ser tan malvado como los demás. Cogió
carrerilla y, cuando iba a dar el salto…
- Espera un momento -dijo el dragón parando en seco-. ¿Para qué
quieres tú ese huevo?
- ¡Y a ti que te importa, dragón entrometido! -respondió la vieja,
furiosa -. Vete volando a por ese huevo o jamás recuperarás tu
dichoso fuego.
- ¿Sabes qué te digo bruja? -dijo el dragón, con cara de pocos
amigos-. Que no quiero tu fuego. Yo no quiero arrasar los campos ni
quemar los bosques. No quiero que la gente me odie por destruir lo
que más aman. Sólo quiero disfrutar de la belleza de la vida y
encontrar gente que me quiera y no gente que me quiera ayudar por
interés como tú.
El dragón que escupía chocolate vieja, tras oír estas palabras, entró
en cólera. Empezó a conjurar un hechizo que hizo que se
oscureciera el sol y que se apagara el color de las flores.
El dragón, asustado, echó a correr tan rápido que cuando se quiso
dar cuenta estaba volando.
- ¡Puedo volar! -gritó a los cuatro vientos.
Después de varias horas de vuelo, el dragón estaba agotado.
Cuando aterrizó pensó que, si había podido volar, también podría
hacer otras cosas. Pero no quería echar fuego por la boca, así que
deseó muy fuerte hacer algo que pudiera hacer al mundo más feliz.
Entonces abrió la boca para escupir, a ver qué salía. ¡Y salió
chocolate! ¡Chorros de chocolate calentito, listo para tomar con unos
buenos churros!
Unos niños que pasaban por allí lo vieron, y corrieron a ver a aquel
milagroso dragón.
- Ven con nosotros a nuestro pueblo
- Podrás vivir con nosotros y seremos todos muy felices.
Y así fue. El dragón se fue con los niños y fue recibido con los brazos
abiertos. Y como todos los días el dragón les daba chocolate
calentito para desayunar, ahora todo el mundo lo conoce como
Llama dulce.
Análisis de sus valores
El cuento nos habla del valor de la superación. De esforzarse por
lograr aquello que nos resulta complicado y de la enorme
satisfacción que produce el conseguirlo. Tal y como le ocurre al
dragón protagonista de esta historia, que cuando por fin se esfuerza
por hacer lo mismo que el resto de los dragones, se da cuenta de
que puede volar y escupir chocolate y eso lo hace muy feliz.
ESCUELA PRIMARIA MIGUEL HIDALGO
TM
LIBRO DE LECTURA
PRIMER GRADO
NOMBRE DEL ALUMNO:
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