domingo iv de cuaresma ciclo c 2013

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DOMINGO IV DE CUARESMA CICLO C 2013
La maravillosa página de hoy es ciertamente un canto a la
Misericordia de Dios, y palabra de ánimo al pecador
hundido que necesita enterarse de que su vida tiene
solución y al que no hay que acabar de aplastar.
Jesús dirige la parábola a gente de buenas costumbres y a
gente teológicamente instruida, y muy cumplidora, gente
escandalizada porque Jesús alterna con pecadores y come
con ellos.
Amigos ,sospecho que mi Iglesia, que es la vuestra, sigue
pareciendo inalcanzable para muchos, porque muchas
veces no consigue ser el reflejo del Corazón de Dios, el
Refugio de los Pecadores, la Casa de la Misericordia, la
Madre que acoge.
¿No es el Evangelio de hoy una llamada a la Iglesia como
tal a convertirse al Espíritu de Jesús? Nuestras gentes de
bien, de élites militantes, de minorías comprometidas,
formados en mil catequesis, ¿son conscientes de cómo
añoran y necesitan de Dios los pródigos que un día
pegaron la patada a la Fe buscando libertad, porque les
asfixiaba la imposición? ¿No necesitamos un camino por el
que los descontentos de su vida sin Dios puedan regresar a una Iglesia que los acoja sin
recriminaciones ni reproches? ¿Porque es incómodo, y humillante, para no pocos el trato con
pecadores? ¿Qué grupo eclesial, qué parroquia no se escandaliza si acude a ella cualquier Zaqueo
mal visto por el pueblo, la adúltera de la esquina, la pecadora de la plaza,...?-Este acoge a los
pecadores y come con ellos, pues claro, a eso vino.
Sacerdotes y fieles, gentes comprometidas, y personas piadosas; cristianos orgullosos de vuestra
fidelidad al pasado y los orgullosos de vuestro aiornamento conciliar,... No perdáis el tiempo en
discusiones bizantinas cuando está en juego el hombre de nuestra generación. No es ya un
muchacho que escapó de casa, es toda una generación la que usó de su libertad para huir de
Dios. Mirad sus sufrimientos y vigilad vuestras reacciones: podéis ser piedra de escándalo para
aquellos que empiezan a preguntarse -por puro egoísmo en principio- si una vuelta a Dios no es
más rentable para su vida que la miseria de su momento actual, al que les llevó el brillo del
dinero, del sexo, del poder, del alcohol, de la violencia,...
Cristiano de toda la vida: ¿No ves que vivir junto a Dios es poder gozar de los dones de la
Creación y la Redención? ¿Por qué vives tu relación con Dios como un esclavo cuando Dios te
quiere como hijo? ¿Piensas que someterte a Dios es tristeza y esclavitud, masoquismo y
condena? ¿Sientes envidia de los ladrones, lujuriosos y vengativos porque a ellos también Dios
los acoge? ¿Por qué sientes aun ese rencor hacia los pecadores que vulneran tu particular
criterio moral?¿Te has enterado que Cristo es misericordia infinita y quiere que tu lo seas
también?¡Ay, cuantos también de los que predican, no se enteran ni de la misa la mitad!
-Misericordia quiero, que no sacrificio; no he venido a llamar a justos... ¿Pero como puede ser
que yo cristiano muy cumplidor," que te sirvo desde hace tantos años sin desobedecerte, y no he
podido gozar de tus dones.?.. Y llega el sinvergüenza que tuvo dinero y mujeres, y organizas una
fiesta. ¡No lo entiendo! ¡No es justo!.Pues claro que no es justo. ¿Es que no te has enterado que
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Dios es misericordia pura y la Iglesia por medio de los que predican también es hora de que se
enteren?
La Cuaresma está aquí amigos: Buena Noticia y oportunidad, tanto para los pródigos que han de
tragar con amargura sus lágrimas, como para los hijos mayores que no se han ido físicamente ,
pero actúan como si se hubieran ido, porque se han sometido a una religión de esclavos y no de
hijos
Muchos cristianos son así: pecadores y a la vez inmisericordes con el pecador. Pero Dios no es
como nosotros. Dios es Padre y nos quiere de verdad. Nos quiere, no por lo que hacemos, el bien
o el mal, sino porque es nuestro Padre y somos hijos suyos, pecadores o no. Nos quiere, no
porque seamos buenos, sino porque Él es bueno. Y es este amor de Dios el único que puede
hacernos buenos, el que nos puede sacar de la maldad, el que nos puede librar del pecado, el
que nos puede alentar en el camino del bien, el que puede hacer que tendamos la mano a aquel
que se fue a causa de tanto puritanismo.
Jesús les dice esto a los pecadores, para que no desconfíen, para que no desesperen, para que no
se den por vencidos y sigan trabajando y esforzándose en ser mejores. Pero también se lo dice a
los fariseos y letrados, para que no se fíen, para que no se engrían, para que pongan su confianza
en Dios y sean tolerantes y comprensivos con los más débiles.¡Cuantos hijos mayores aun muy
bien trajeados, cumplidores, con la norma constante en los labios, pero intransigentes porque
aun no se han enterado que Dios es amor y pide amor hacia los demás y no condenas! Todos
somos pecadores delante de Dios, y eso tiene que hacernos más humildes y solidarios. Pero el
amor de Dios es más fuerte que todos nuestros pecados. Y eso debe servirnos de aliento y de
esperanza. Siempre tendremos perdón de Dios, si nos reconocemos pecadores y se lo pedimos.
¿Entonces por que no perdonamos igualmente a los demás? ¿O es que nos creemos con mas
derechos?
-Amigos Dios no solo nos perdona sino que nos invita y nos sienta a su mesa. Dios no sólo
perdona, también olvida porque no tiene memoria. Su amor deshace el pecado y rehace al
pecador, restableciéndolo su condición de hijo con todos los derechos y deberes. Así lo expresa
Jesús, describiendo el gozo y la alegría del padre al recuperar al hijo perdido y recobrar al hijo
engreído y cumplidor, sentándolos a la misma mesa, en el mismo banquete de fiesta. Ese
banquete, amigos míos, es la Eucaristía. ¿O es que alguien sigue pensando que la Eucaristía es
solo para los buenos, puritanos y bien trajeados?¡Pues que equivocado que va!
Todos los que aquí estamos en torno a la mesa del altar somos pecadores. Así lo hemos
reconocido al comenzar. Por eso podemos sentarnos dignamente en la mesa y participar en la
comunión. Porque la eucaristía es banquete de reconciliación, de amor y de paz.
El amor ilimitado del padre no se merece o se gana como un jornal, una paga o un derecho.
Nadie merece el amor de Dios. Es gratis, es gracia. Pero también Él nos dice con cariño. “Prefiero
que te sientas querido y me quieras, a que me obedezcas ciegamente por miedo al castigo.
Quiero que actúes como yo lo hice, pero que lo elijas desde tu libertad y que nadie te lo
imponga”.
Se tiene mucho de pródigo cuando se busca llenar las ansias de plenitud y felicidad fuera de la
casa del Padre. Pero se parece uno mas aun al hermano mayor cuando convierte su fe en una
amarga y estrecha moral, en un una moralina, en un estar en casa pero sin amor. Este padre es
amor a lo grande, sin normas, cortapisas ni fronteras; amor en el que caben todos: buenos y
malos, morales e inmorales. ¡Dios mío, cómo es Dios y en que nos lo han transformado!
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-Seamos capaces de dar un abrazo, lleno de misericordia a todo el mundo y de recibirlo, por
descontado. -Que nuestro amor nos haga mirar fuera como quien espera a los que podrían
volver y se desea que vuelvan. -Que sepamos vestir al desnudo, dar de comer al hambriento,
hospedaje al que no tiene techo, hacer que todo lo nuestro sea para los demás y esté a su
disposición. -Que sepamos hacer fiesta, gozar con el que se siente recuperado. -Que sepamos dar
la fraternidad a quien sólo nos pide ser jornalero. -Que olvidemos lo pasado y creamos en las
ilusiones y proyectos de los otros. -Hagamos fácil el arrepentimiento y confesión de los pecados
de los demás. -Que nos conmovamos de verdad y dejemos todo, por ir en ayuda de quien viene a
nosotros, que pueda contar con nosotros... -Sintamos que nuestra vida aumenta cada vez que
alguno se hace un poco mejor.
* Amigos, Cristo, como buen hijo del Padre, es hermano del mayor y del menor: del que se queda
y del que se marcha. -Del que persevera y del que abandona. -Del que tiene mentalidad
diferente. Del que reconoce que no se equivoca y del que admite haberse engañado o que le
han engañado. Del que se atreve a decir "...ese hijo tuyo..." "y del que insinúa: "...como a uno de
los jornaleros". Del que está en la abundancia y del que sufre necesidad. Del que se ha
anquilosado y del que reconoce que debe volver a comenzar de nuevo. .Del que se ha estancado
y del que se decide a ser sincero, auténtico y confesar su culpa. Del que no sabe tratar a su Padre
celestial y del que vuelve a El confiado, pobre, convertido.
Es hermano del mayor y del menor. Por eso se dejó crucificar y murió en la Cruz: Para conseguir
que los dos hermanos se sienten a la mesa y tomen parte en el mismo banquete de fiesta
preparado por el Padre.
Cuando pensamos en Dios. ¿Cómo nos lo imaginamos? ¿Como un viejo con barbas blancas, como
si fuera el rey blanco?, ¿como un triángulo con el ojo en medio y rodeado de nubes?; ¿como un
guardia que vigila?¿Ese es el Dios que nos mostró con su vida Cristo? Por favor, ¿será posible que
aun estemos así?
Hasta que no pensemos espontáneamente en este padre de la parábola, no podemos decir que
seamos cristianos. Dios nos trata como hijos, respeta nuestras decisiones, nos deja hacer
libremente nuestro camino. Pero nos ama siempre como un padre; tiene entrañas de
misericordia; olvida, acoge, abraza, perdona. No lleva cuenta de las culpas porque no sabe de
matemáticas y nos espera siempre, con la mesa preparada, a punto para invitarnos a una gran
fiesta.
Hace tiempo que estamos hablando de «cambio en la Iglesia». Y se han cambiado muchas cosas
«de» la Iglesia: el método catequético, los ritos litúrgicos, la vestimenta del clero... Pero ¿y el
cambio «en» el corazón para cuando? ¿Cambia la Iglesia en sí misma, como comunidad de
hermanos, como familia, como pueblo? ¿Y todo lo que hace, expresa realmente una vida de
comunidad, ese respeto por el otro, esa espera confiada que mostraba Jesucristo? ¿Es la Iglesia
el gran signo de reconciliación de los hombres, de un amor sin barreras, de una liberación y
libertad que comienza en el interior de la propia Iglesia?
El cristianismo de este siglo está en una encrucijada. Se enfrentan hoy con este evangelio que le
obliga a reformarse, comenzando por los de «dentro», los que siempre creían que eran de la
familia de Dios por el simple hecho de estar bautizados, pero sin amor se está afuera. Si no se es
capaz de llamar y tratar como «hermano» al que se han alejado de nuestro lado porque no
piensa o no obra como yo, no puedo llamarme cristiano. He aquí la paradoja de esta parábola:
que nadie se sienta tan afuera ni tan adentro...Todo dependerá del amor que demuestres con el
que lo necesita y no de la cara afligida y pietista que pongas.
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Este evangelio destruye de cuajo toda forma de autoritarismo o paternalismo, destruye las clases
sociales dentro de la comunidad, las superioridades y las inferioridades. Y es una llamada para
que cada uno asuma con responsabilidad y madurez su papel en la construcción o reconstrucción
de la familia humana. Con respeto. Con libertad. Con amor. Sin prejuicios y sin juicios. Sin
condenas. Severos con nuestra propia conciencia; llamándonos permanentemente al cambio, a
la conversión. Comprensivos con los demás; llenos de solicitud, de cariño, de ternura. En
definitiva estamos llamados a convertirnos en imagen del tercer hermano que se entrevé en la
parábola y que no es otro que Cristo.
¿Difícil? Depende del amor que pongas. Solo depende del amor, pero del amor que Cristo nos
enseñó, no del que quizás tú te has fabricado.
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