EL MERCADER DE VENECIA: “UN CONFLICTO ENTRE EL DERECHO Y LA JUSTICIA” CONCLUSIONES IUSFILÓSOFICAS *Abg. Justino Cristaldo Ramírez Filosofía del Derecho, hace tiempo que no goza de prestigio, ni interés. Tal vez, confunden su utilidad. Hay que decir que no es una disciplina de meras teorías, sino que critica teorías; es un espacio de las razones, del dialogo y la posibilidad de la disputa racional, de la argumentación e interpretación del Derecho para poner en revisión y someter a la prueba de la realidad funcional. Como dice, Manuel Atienza, no es puramente especulativa; no es para parecer más culto, es para resolver problemas en el ejercicio de la profesión. Y Añade: “El filósofo del derecho es una especie de intermediario entre las prácticas y los saberes jurídicos, por un lado, y el resto de las prácticas y de los saberes sociales, por el otro. Por lo tanto, la filosofía del derecho debe ser capaz de dar una visión totalizadora del fenómeno jurídico que cumpla además tanto una función crítica como también de orientación práctica: mostrando lo que no debe ser el derecho o cómo no deben construirse los saberes jurídicos” 1. Dicho esto, la combinación deseable entre saber una disciplina y saber enseñarla, radica en poder construir un método a cada contexto formativo, que resulte comprensible e interesante para los estudiantes. En ese contexto, el teatro dentro del aula es una de las formas más completa de reforzar conocimientos. La representación de personajes históricos y la simulación de lugares mediante escenografías es una excelente manera de enseñar. Pues, se vuelven protagonistas del proceso de aprendizaje, dejando de ser sólo espectadores. La Dra. Violeta González, dice en su libro: “Aprender y Enseñar Derecho”, que “la presentación magistral constituye históricamente un emblema de las clases de las Facultades de Derecho. Y en ese marco, se halla exacerbado el proceso de enseñanza – aprendizaje como mera transferencia de conocimiento irrefutable y no como construcción significa de conocimiento crítico” […] “De ninguna manera se considera que la presentación magistral de las clases, como técnica didáctica, deba caer en desuso en la enseñanza del Derecho. Innegablemente la oratoria magistral constituye y seguirá constituyendo la musa inspiradora del proceso de enseñanza – aprendizaje, incluso con más relevancia que en cualquier otra carrera. Sin embargo, es preciso deshacer su concepto verticalista para darle una nueva estructura, incorporándola nuevas técnicas críticas de enseñanza – aprendizaje, teniendo como protagonista al educando” 2. En la asignatura de Filosofía del Derecho de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y Humanidades de la Universidad Gran Asunción – UNIGRAN, he propuesto como trabajo práctico grupal, la obra de William Shakespeare: “El Mercader de Venecia”. Al principio, los estudiantes se rehusaron tácitamente a explorar los límites de sus habilidades, pero finalmente se apoderaron del proyecto. Durante el proceso no sólo aprendieron contenidos programáticos, sino también valores extramuros como el compañerismo, la cooperación y la integración; tan requeridos en nuestro país, ya que, los abogados somos poco propensos al trabajo en equipo; más bien mal acostumbrados a trabajar aislados, y a rechazar las objeciones y sugerencias que puedan plantearse sobre nuestro trabajo. Asimismo, han desarrollados habilidades para hablar en público por medio del lenguaje oral y corporal, la modulación de la voz, y el empleo de términos tribunalicios y por antonomasia adiestramiento para las praxis judiciales. 1 ATIENZA, Manuel. Sobre la analogía en el Derecho. Ensayo de análisis de un razonamiento jurídico. Editorial Civitas. 2 GONZALEZ V., Violeta (2021). Aprender y Enseñar Derecho. Asunción. Paraguay. Con esta actividad hemos construido un puente entre el derecho y la literatura, con la intención de enriquecer el saber jurídico. Si la modalidad procesal se inclina hacia la oralidad, debemos ser coherente en la enseñanza del Derecho. En ese sentido, el teatro resulta una técnica formidable, y la literatura sin duda es una fuente. Por ejemplo, las obras de Aristófanes, Plauto y Terencio. También podemos traer a colación los Anales de Tácito, o buscar el origen del valor de la prueba testimonial en el “Poema del Mío Cid”; considerado como el primer monumento literario del castellano. En Don Quijote de la Mancha también encontramos bastantes instituciones jurídicas. Ahora bien, para adentrarnos con un mínimo orden empecemos por el creador de la obra: William Shakespeare; el autor dramático más grande de todo el universo. Los verdaderos artistas, tienen el poder de suscitar los sentimientos más sublimes y la repulsa a todas formas de dolor humanos, y a veces hacen mucho más a favor del surgimiento de instituciones, que quienes se esfuerzan en construir discursos filosóficos o léxicos universales. El Mercader de Venecia es una comedia en cinco actos en verso y prosa, escrita según algunos, en 1594 (en alusión al acto IV, escena I, a la ejecución del judío Rodrigo López el 17 de junio de 1594, bajo la acusación de haber intentado envenenar a la reina Isabel I); según otros, por consideraciones de estilo, en otoño del 1596. Y fue publicada en el año 1600. La presentación de los alumnos de la Cátedra de Filosofía del Derecho es una adaptación que ellos mismos hicieron, centrándose en el acto IV, escena primera (Tribunal). Es la obra de Shakespeare que más ha fascinado a los juristas. Por ejemplo, la famosa controversia entre Ihering y Kolher, quienes examinaron la obra a través de concepciones sobre la justicia y la seguridad jurídica. Sin duda ofrece aparentes y sorprendentes contradicciones, con una serie de posibles temas internos, cuestionamientos o incógnitas que con el tiempo han salido cada vez más a flote y se han vuelto en gran medida la seducción de investigadores, dando pie a un gran número de escritos sobre la obra y diversas interpretaciones. En efecto, ha contribuido al derecho consuetudinario de las naciones. Se considera un auténtico documento de los archivos judiciales del Estado de Venecia y se ha convertido en un texto muy importante para la ciencia del derecho. Si bien, la mayoría de los estudios hablan más bien de análisis a la luz de la actualidad, hay aspectos que pueden ser aplicables a la naturaleza y bases del mismo Derecho. El eje de la obra gira en torno a un contrato. Por lo que, la actividad didáctica intenta abordar el análisis del fenómeno jurídico desde una consideración de la Filosofía del Derecho, teniendo como telón de fondo las ideas sobre la fundamentación moral; atados al poder de los sentimientos y, por otro lado, el principio de racionalidad puramente legal. En la comedia se conjugan varias instituciones jurídicas que forman parte de los contenidos programáticos de la carrera de Derecho como: los contratos, el derecho de las obligaciones y el cumplimiento de las prestaciones recíprocas, la cláusula penal, la autonomía de la voluntad, el derecho de propiedad, etc., por lo que, resulta una materia transversal. Pero, en este momento nos limitaremos al aspecto iusfilosófico de la obra. Shakespeare es un dramaturgo, no un jurista, ni contaba con conocimientos legales precisos. Sin embargo, la cuestión no trata simplemente de la validez del contrato a modo legalista, sino del impacto dramático del juicio, y deben tomarse en cuenta que para la historia del derecho esta obra se considera un proceso histórico en la evolución de la ciencia del derecho. No se reproduce aquí el drama de Antígona (otra obra de interés para la Filosofía del Derecho), por cuanto no se enfrentan: la ley divina y la ley humana, problema que no presentaría mayor dificultad para su solución dado que el sujeto moral sabría con claridad lo que debería hacerse. Pero, sí vemos que los extremos antagónicos enfrentados en torno al contrato son los criterios de razonabilidad y proporcionalidad que guían el derecho, que se traducen en la contienda entre la ley, y la vida de un hombre virtuoso. Vemos que el Dux; quien en esa época era electo por el pueblo y asistido por un cuerpo colegiado, elabora un discurso retórico que apela a la clemencia, bajo el presupuesto de que los sentimientos de benevolencia, piedad, generosidad son moralmente buenos, a diferencia de la crueldad y el odio. Pero, Porcia se apega a la literalidad del objeto del contrato y a la cláusula penal, y Antonio se encuentra fatalmente a expensas de la ejecución literal del contrato, sometido al poder absoluto de la legalidad, una legalidad a rajatabla que no escucha razones ni toma en cuenta la ética, la moral, ni un mínimo de humanidad que pueda siquiera considerar por encima de sí misma. La Pregunta es: ¿en qué lado nos situaríamos como juristas y qué defensa ejerceríamos?: “al apego absoluto de la literalidad del contrato o una concepción más humana del Derecho”. El contenido del contrato, aunque pueda resultar extraño dentro del contexto, constituyó un uso aceptado. Ciertamente, que las legislaciones modernas se han esforzado por restringir el objeto de los contratos y sus consecuencias punitivas al marco de lo permitido por la ley, la moral y las buenas costumbres. En la actualidad, las teorías de la justicia proponen limitaciones acerca de lo que puede ser objeto de transacción. Sin embargo, la cuestión de fondo sigue siendo relevante por cuanto propone el dilema precedentemente apuntado. Por un lado, el contrato se presenta dramáticamente como legal desde el momento en que es autorizado por un notario. Se precisan los términos del contrato, la declaración, el consentimiento de las partes y firmas, tiene fecha y lugar del vencimiento del plazo, quedando muy clara la penalidad que tendrá el incumplimiento. Por otro lado, hallamos en esta última cláusula un arma de doble filo: “Shylock puede tomar la libra de carne de Antonio, pero la sangre no se encuentra literalmente considerada en el contrato, ergo no puede derramarla”. La cláusula penal tiene como finalidad desalentar el incumplimiento del contrato, además, busca determinar de manera precisa y sin dilaciones la cuantía que asumirá el deudor ante un eventual incumplimiento. Por ello, los contratantes pueden fijar convencional y anticipadamente el monto de daños y perjuicios que corresponden al acreedor en caso que el deudor incumpla tal obligación. Siguiendo la obra, el contrato faculta al acreedor el derecho de dar cumplimiento a la cláusula penal, con lo cual se espera que el daño sea resarcido y los contratos en general conserven su fuerza y seriedad. La ley sirve de garantía al derecho. La estricta aplicación de la ley, la que se puede promover ante los Tribunales de Justicia, constituye el fundamento de la credibilidad de los ciudadanos y en las instituciones, en este caso de Venecia. PORCIA: La demanda que hacéis es de naturaleza extraña, y, sin embargo, de tal naturaleza legal, que la ley veneciana no puede impediros proseguirla (Escena I, acto IV). Ante la contundencia de tales argumentos, sólo restaría un juicio moral, y he aquí la clemencia como elemento necesario para atemperar la rigurosidad del Derecho que se halla en el contrato; esto significa que los nobles sentimientos, servirían de léxico último y alternativo. Uno de los personajes dice: “La propiedad de la clemencia es que no sea forzada … Bendice al que la concede y al que la recibe. Es lo que hay de más poderoso en lo que es todopoderoso; sienta mejor que la corona al monarca sobre su trono… la clemencia está por encima de esa autoridad del cetro… Es un atributo de Dios mismo, y el poder terrestre se aproxima tanto como es posible al poder de Dios, cuando la clemencia atempera la justicia” (Acto IV, esc. I). Las palabras transcriptas son relevantes no sólo por su elocuencia y valor moral, sino también por su aparente impotencia, ya que caen sobre los sordos oídos de la ley. Es decir, tal daño queda a merced del judío, imposibilitándose alternativas de reparación: ni el pago de la cantidad debida, ni el doble, ni aún diez veces más. El fiador, se encuentra inexorablemente reducido a la ejecución literal del contrato, está bajo el poder omnímodo de la legalidad, por encima incluso de lo razonable. En síntesis, el acreedor se encuentra al apego absoluto a la literalidad del contrato supuestamente como criterio supremo de justicia. Sin embargo, el motivo que alienta al acreedor, no es otro que una pasión ajena a toda razón: el odio, y el deseo de venganza. Pero, no se trata simplemente del esfuerzo por encontrar una solución entre el Derecho traducido en el contrato y la clemencia, sino de mostrar la misma contingencia de estos conceptos. La clemencia parece frágil, obviamente, pues se trata de un sentimiento; mientras que el contrato se presenta como un concepto duro e inamovible. He aquí, donde se produce el truco: Porcia va a interpretar el contrato de distinto modo. Así como Shylock aprendió de la dureza de Antonio a transformar el dinero en carne, Porcia aprenderá de Shylock el arte de hacer brotar vida de un contrato implacable que lleva a la muerte. Si puede ser víctima también de la crueldad, y se arriesga a sufrirlo. Así, por la redescripción de los términos del contrato, los papeles de víctima y victimario cambian; ahora el judío se encuentra ante el cruel rigor de la ley, y se halla necesitado de clemencia. Nos muestra que la ley es una espada de doble filo, según las manos y mentes que la manejen. Talvez el autor quiso poner en evidencia la antigua máxima jurídica: “Summun ius, summa iniuria”, que pregona: “un derecho innegable se transforma en exasperante injusticia cuando llevado a sus límites extremos, invade la esfera de otros derechos”. Entonces, hablamos del “Conflicto de Derechos”, expuesto magistralmente por nuestro compatriota Dr. Daniel Mendonca: “De este modo, los derechos pueden sobrevivir a conflictos entre ellos, aun cuando uno tenga que ceder ante el otro; el conflicto es un conflicto entre dos derechos que importan y no se resuelven eliminando uno de ellos, sino sólo tomando una decisión sobre el cuál uno de ellos importa más en la situación planteada” 3. En este caso, tenemos un derecho contractual que obliga al deudor a pagar con una libra de su propia carne, y el derecho fundamental a la vida y la dignidad del ser humano, ya que, la concepción del Derecho Constitucional contribuye la búsqueda de la justicia, por medio de todas sus instituciones que lo comprenden por más privado sea el fuero. La palabra dignidad tiene su origen remoto en el término griego “axioma”, que designa los puntos de partida absolutos e innegables. Los axiomas griegos, en latín, pasan a llamarse dignitates. No sorprende, por tanto, que Tomás de Aquino manifieste que la dignidad significa la bondad de alguna cosa por sí misma, que es la bondad que corresponde a lo absoluto, la sublime modalidad de lo bueno. Como ejemplo, traemos a colación la Constitución de la República de 1992, que desde el preámbulo dice: “reconociendo la dignidad humana”, que resulta un texto jurídico supremo impregnado de principios iusfilosóficos. 3 MENDONCA, Daniel (2016). Derechos, razón y emoción. Conflicto y balance de derechos. Tekoha. Asunción. Paraguay. Por lo tanto, hallamos una respuesta al sempiterno conflicto entre el Derecho; entendida solamente como legalidad, y la justicia; con un poder de convicción muy superior al de cualquier discurso teórico entre los muchos que se han elaborado y se están elaborando en nuestros días. Puede parecer a algunos poco serio, que demos fe a los novelistas y poetas en la tarea de pensar los problemas que se da en el Derecho, pero la verdad es que no existe argumentos más convincentes en esta cuestión que El Mercader de Venecia. La existencia de un contrato no necesariamente refleja el sentido de justicia. Puede entenderse que la justicia se encontraría en la aplicación y materialización del contrato. Sin embargo, su contenido no necesariamente refleja el espíritu de la justicia. Por ello, esta distinguida obra nos demuestra la necesidad de recurrir a la filosofía como un auxilio del Derecho cuando estamos ante una decisión manifiestamente injusta. En efecto, el ejercicio abusivo de la facultad de contratar no puede merecer amparo, no sólo frente a ese valor de justicia tan elevado en sí, sino frente al mismo concepto del derecho como instrumento de paz social. La justicia al ser un valor, reclama que el “Ser” llegue a satisfacer el “Deber Ser”. En fin, la habilidad con que Shakespeare ha combinado elementos pintorescos, de la literatura, celebra la victoria de la justicia. En esa línea, debemos recalcar que, la justicia que hoy tenemos en Paraguay, es en gran medida resultado de cómo entendemos el Derecho, cuya responsabilidad nace en las Facultades de Derecho. Pues, cobra realidad aquella frase de Rodolfo Vigo: “Dime qué piensa del Derecho, y te diré qué clase de jurista puede llegar a ser”. Capiatá, abril de 2023 BIBLIOGRAFÍA ATIENZA, Manuel (2013). Curso de Argumentación Jurídica. Editorial Trotta. Madrid. España CASTAÑEDA, Crespo, C. E. (2013). El mercader de Venecia, análisis jurídico-literario. Nuevos Paradigmas de las Ciencias Sociales Latinoamericanas. CENTURIÓN M., Francisco C. (2013). Apuntes de Filosofía del Derecho. Marben Editora y Grafica S.A. Asunción. Paraguay. DEL VECCHIO, Giorgio (1995). Filosofía del Derecho. Tomo I y II. Bosch Casa Editorial. Barcelona. España. GONZALEZ V., Violeta (2021). Aprender y Enseñar Derecho. Asunción. Paraguay. MENDONCA, Daniel (2016). Derechos, razón y emoción. Conflicto y balance de derechos. Tekoha. Asunción. Paraguay. RADBRUCH, Gustav (2000). Introducción a la Filosofía del Derecho. México. SHAKESPEARE, William (2006). El Mercader de Venecia. Centro Editor de Cultura. Argentina.