A menos que se indique de otra manera, todo el texto bíblico ha sido tomado de La Santa Biblia, Nueva Versión Inernacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso de EDITORIAL VIDA. La teología carismática de Lucas por Roger Stronstad La teología carismática de Lucas RDM: 5023-00S1 ISBN: 978-1-931984-59-1 Primera impressión en español en 2001 Segunda impresión, 2008 Diseño por Adam Weatherly © 2008 RDM Publicado por RDM 1722 S. Glenstone, Suite W-163 Springfield, MO 65804 EE.UU. Tel: 417.881.4698 Fax: 417.881.1037 Correo electrónico: [email protected] Página de internet: www.rdmlit.org Impreso en Estados Unidos de América. Todos los derechos están reservados bajo International Copyright Law. El contenido y/o cubierta no pueden ser reproducidos de ninguna forma sin el expreso consentimiento escrito de la casa publicadora. Í Índice Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1. El Espíritu Santo en Lucas-Hechos: Un desafío de metodología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 La homogeneidad literaria y teológica de Lucas1.1. Hechos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1.2. El carácter teológico de la historiografía de Lucas. . . . 11 1.3. La independencia teológica de Lucas. . . . . . . . . . . . . . . 19 2. Prolegómeno: El Espíritu carismático de Dios . . . . . . . . . . 25 2.1. El Espíritu carismático en la época del Antiguo Testamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 2.1.1. La distribución de actividad carismática . . . . . 27 2.1.2. Terminología septuagintal . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 2.1.3. Motivos carismáticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 2.1.3.1. El motivo de transferencia. . . . . . . . . . . . . . 35 2.1.3.2. El motivo de la señal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 2.1.3.3. El motivo vocacional. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 2.1.4. El Espíritu en la era mesiánica. . . . . . . . . . . . . . 41 2.2 El Espíritu carismático en el período intertestamentario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 2.2.1. La cesación de la inspiración profética. . . . . . . 47 2.2.2. La restauración de la inspiración profética. . . . 48 3. El Espíritu Santo en el Evangelio según Lucas: El Cristo carismatico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 3.1. La narrativa de la infancia (Lucas 1:5 - 2:52). . . . . . . . 58 3.2. La narrativa de la inauguración (Lucas 3:1 – 4:44). . . . 63 3.2.1. El bautismo de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 3.2.2. La tentación de Jesús (Lucas 4:1-13). . . . . . . . . 66 3.2.3. La predicación de Jesús en Nazaret (Lucas 4:14-30). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 3.3. Textos individuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 4. El Espíritu Santo el día de Pentecostés: La comunidad carismática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 4.1. La promesa del Pentecostés (Lucas 24:49; Hechos 1:5,8). . 79 4.1.1. Investidos de poder. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 4.1.2. Bautizados con el Espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 4.1.3. Capacitados por el Espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . 81 4.2. El milagro de Pentecostés (Hechos 2:1-4). . . . . . . . . . . 83 4.3. La interpretación de Pedro de Pentecostés (Hechos 2:14-21). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 4.4. La aplicación por Pedro de Pentecostés (Hechos 2:37-39). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 4.5. Pentecostés y la tradición mosaica. . . . . . . . . . . . . . . . . 91 4.6. La experiencia religiosa de Pentecostés. . . . . . . . . . . . . 93 5. El Espíritu Santo en Hechos de los Apóstoles: La comunidad carismática en misión. . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 5.1. El don del Espíritu en Samaria (Hechos 8:14-19). . . . . 99 5.2. El don del Espíritu a Saulo (Hechos 9:17-18). . . . . . . 102 5.3. El don del Espíritu a la casa de Cornelio (Hechos 10:44-46). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 5.4. El don del Espíritu a los discípulos en Éfeso (Hechos 19:1-7). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 5.5. El modo de impartir el Espíritu Santo. . . . . . . . . . . . . 107 5.6. Textos misceláneos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 5.6.1. Terminología relacionada. . . . . . . . . . . . . . . . . 110 5.6.2. El Espíritu Santo y la misión. . . . . . . . . . . . . . . 111 6. La teología carismática de Lucas: Síntesis y desafío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 6.1. Síntesis de la teología carismática de Lucas. . . . . . . . . 115 6.1.1. La teología carismática de Lucas-Hechos como heredera de la teología carismática del Antiguo Testamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 6.1.1.1. El Espíritu y la era mesiánica: Cumplimiento en Lucas-Hechos. . . . . . . 116 6.1.1.2. Terminología septuagintal en Lucas Hechos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 6.1.1.3.Motivos carismáticos . . . . . . . . . . . . . . 118 6.1.2. La teología carismática de Lucas-Hechos como única en comparación con la teología carismática del Antiguo Testamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 6.1.3. La dimensión carismática del don del Espíritu en Lucas-Hechos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122 6.1.3.1. Específicamente, el don carismático es profético. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 6.1.3.2. Consagración y capacitación: Ungido/ bautizado y lleno del Espíritu. . . . . . . 124 6.1.4. El carácter experimental del don carismático del Espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 6.2. El desafío de la teología carismática de Lucas. . . . . . . 125 R Reconocimientos Esta obra es una revisión de mi tesis de maestría en Regent College en el año 1975. Deseo expresar mi gratitud al doctor W. Ward Gasque, supervisor de mis investigaciones, por su modelo de erudición cuidadosa y por sus comentarios constructivos. Estoy agradecido al doctor Clark H. Pinnock, mi examinador externo, por escribir un prólogo generoso para este libro. Además, le doy gracias al doctor William Menzies, editor, por permitirme incorporar en forma revisada, material de mi artículo “The Influence of the Old Testament on the Charismatic Theology of St. Luke” (La influencia del Antiguo Testamento en la teología carismática de San Lucas), Pneuma, Vol. 2, No. 1 (1980): 32-50. Tengo el grato deber de expresar gratitud a los que me ayudaron en la preparación de este manuscrito: a la señora Carol Lutzke por mecanografiar el manuscrito; a la señorita Darleen Kifiak y la señora Colleen Daher por corregir el manuscrito, y al señor Leonard Van Dyke por preparar el índice de este manuscrito. Sobre todo, estoy profundamente agradecido a mi esposa, Laurel, por su apoyo constante, paciente y cariñoso durante todo este empeño. ROGER STRONSTAD Clayburn, B.C., Canadá Julio, 1984 P Prólogo Estoy francamente emocionado con la publicación del libro de Roger Stronstad, La teología carismática de Lucas. Hasta ahora, las personas han tenido que reconocer el pentecostalismo como una fuerza poderosa en los aspectos de espiritualidad, iglecrecimiento y misiones mundiales, pero no han creído que ofrezca mucho para los fundamentos bíblicos, teológicos, e intelectuales. Pero eso está cambiando rápidamante, y con la publicación de este libro es posible que estemos presenciando los primeros conceptos de una ola de teología pentecostal intelectualmente convincente que nos abrume en las próximas décadas. Tendremos que tomar en serio a los jóvenes eruditos pentecostales, en el aspecto intelectual así como en otros aspectos. Ya no se pueden mirar con desprecio desde alturas de una superioridad indisputable. La teología pentecostal tendrá que recibir el respeto que ya se da al pensamiento luterano, calvinista y wesleyano. Las personas pentecostales pueden estar orgullosas de sus nuevos líderes intelectuales, y suponiendo que se portan de manera responsable en sus comunidades, espero que se les dé lugar para pensar y recibir confimación de su llamado. La experiencia pentecostal merece y necesita una buena expresión teológica de la clase que aquí nos ofrece Roger. Además, quisiera decir que creo que Roger tiene razón en su posición. San Lucas sí apoya una teología y religión carismáticas. Algunos de los mejores eruditos, tales como Dale Bruner y James Dunn, han intentado imponer su lectura de Pablo sobre los escritos de Lucas, y los han distorsionado. Irónicamente, en este punto por lo menos, ¡hay mayor diversidad en el Nuevo Testamento de lo que aun Jimmy Dunn está dispuesto a reconocer! San Lucas habla de un bautismo de poder para el servicio, que no está orientado al trabajo soteriológico del Espíritu, del que a menudo habla Pablo. Las teologías de Lucas y Pablo son mutuamente complementarias, pero no hay que confundirlas afirmando que son idénticas en el sentido acostumbrado. Pablo da cabida, por supuesto, a lo que dice Lucas en su tratamiento de la estructura carismática de la congregación en 1 Corintios 12-14, pero no hay que encarcelar a Lucas en un cuarto de la casa de Pablo. Tampoco tenemos derecho alguno, como es costumbre entre evangélicos, a rebajar a Lucas porque su obra es teología narrativa y no didáctica. Stronstad aclara esas confusiones, así como otras, y nos da aquí una base sólida para el pensamiento y la práctica pentecostales. El significado de este libro es que hay que derribar las paredes entre los pentecostales y otros evangélicos. Si el Lucas canónico tiene una teología carismática, como demuestra Stronstad, no se puede considerar el pentecostalismo como una clase de aberración que resulta de excesos experimentales, sino como un avivamiento en el siglo veinte de la religión y la teología neotestamentarias. No ha restaurado a la iglesia sólo gozo y poder, sino también una lectura más clara de la Biblia. Así que con alegría de corazón le digo: “Bienvenido a este libro y paz a las comunidades pentecostales.” Debemos permitir que Stronstad nos ayude a crecer juntos en la unidad de la fe en el Hijo de Dios. Clark H. Pinnock Seminario Teológico McMaster Hamilton, Ontario 1 El Espíritu Santo en Lucas-Hechos: Un desafío de metodología Para su ensayo que comienza el libro en honor de Paul Schubert, W.C. van Unnik escogío el titulo “Luke-Acts, A Storm Center in Contemporary Scholarship” (Lucas-Hechos, un centro de controversia en la erudición contemporánea). Ese estudio de van Unnik muestra que el trabajo erudito sobre Lucas de las décadas de los años cincuenta y sesenta, ese centro de agitación, incluye entre otros muchos los siguientes asuntos: 1) la relación entre el carácter histórico y teológico de Lucas-Hechos, 2) el supuesto cambio de Lucas de la esperanza de una parusía inminente en la teología de la Iglesia primitiva a una historia de teología de la salvación, y 3) las diferencias entre el Pablo de Hechos y el Pablo de las Epístolas. La publicación de dos libros importantes en 1970, A Theology of the Holy Spirit (Una teología del Espíritu Santo) por Frederick Dale Bruner y Baptism in the Spirit (Bautismo en el Espíritu) por James D. G. Dunn, sin embargo, agregaron nuevos disturbios a la controversia sobre el estudio de Lucas, es decir, en cuanto al significado de la actividad del Espíritu Santo que se describe en Lucas-Hechos. . L.E. Keck y J.L. Martyn, eds., Studies in Luke-Acts (Londres: S.P.C.K., 1968). . W.C. van Unnik, Luke-Acts, A Storm Center in Contemporary Scholarship en L.E. Keck y J.L. Martyn, eds., Studies in Luke-Acts (Londres: S.P.C.K., 1968), pp. 18-32. . Obras influyentes o significativas sobre el Espíritu Snato publicadas en la década de los años setenta incluye las siguientes: Frederick Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit: The Pentecostal Experience and the New Testament Witness (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1970); James D.G. Dunn, Baptism in the Holy Spirit: A Re-examination of the New Testament La tempestad de controversia arrecia con más fuerza sobre la interpretación del “bautismo en el Espíritu Santo” que tuvo lugar el día de Pentecostés y se emplea en todo el libro de Hechos. Tradicionalmente, la iglesia ha asociado el bautismo en el Espíritu Santo con la conversión y lo ha identificado con incorporación en el cuerpo de Cristo. Sin embargo, comenzando principalmente con la enseñanza original de Juan Wesley sobre la santificación, los cristianos han puesto en tela de juicio cada vez más esta interpretación. Por ejemplo, los grupos de santidad, que surgen del metodismo, “llegaron a hablar de la santificación total como un ‘bautismo del Espíritu Santo’”. Además, el pentecostalismo, la síntesis de la teología fundamentalista, dispensacionalista y de santidad de fines del siglo diecinueve con la metodología de las reuniones al aire libre y los avivamientos, identificó “el bautismo en el Espíritu Santo” como una plenitud de poder para el servicio. El único elemento distintivo del pentecostalismo se ve en su insistencia en que la glosolalia es la evidencia esencial del bautismo en el Espíritu. Más recientemente, los carismáticos, hijos del matrimonio entre la experiencia pentecostal y la teología tradicional reformada, luterana o católica, a menudo interpretan el bautismo en el Espíritu Santo como una realización . . . . Teaching of the Gift of the Spirit in Relation to Pentecostalism Today, Studies in Biblical Theology, Second Series, 15 (Londres: SCM Press Ltd, 1970); Charles Webb Carter, The Person and Ministry of the Holy Spirit: A Wesleyan Perspective (Grand Rapids: Baker Book House, 1974); James D.G. Dunn, Jesus and the Spirit: A study of the Religious and Charismatic Experience of Jesus and the First Christians as Reflected in the New Testament, New Testament Library (Londres: SCM Press Ltd, 1975); Michael Green, I Believe in the Holy Spirit (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1975); Stanley M. Horton, What the Bible Says about the Holy Spirit (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1976); George T. Montague, The Holy Spirit: Growth of a Biblical Tradition (Nueva York: Paulist Press, 1967); G.W.H. Lampe, God as Spirit: The Bampton Lectures, 1976 (Oxford: Oxford University Press, 1977); Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Contemporary Charismatic Renewal (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1978); L. Thomas Holdcroft, The Holy Spirit: A Pentecostal Interpretation (Springfield, Missouri; Gospel Publishing House, 1979). John R. W. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1964), p.23, escribe : “[El bautismo en el Espíritu] es, en realidad, el medio de entrar en el cuerpo de Cristo.” Donald W. Dayton, Holiness Movement, American, en The New International Dictionary of the Christian Church, ed. Por J.D. Douglas (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1974), p. 475. William W. Menzies, Anointed to Serve: The Story of the Assemblies of God (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1971), p.27. Holdcroft, The Holy Spirit, p. 120. experimental posterior del Espíritu que fue dado anteriormente en la conversión–confirmación. Así que los vientos de división y controversia ahora azotan todas las interpretaciones actuales del don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. Esa división no es simplemente teológica. En el fondo del asunto hay diferencias hermenéuticas o metodológicas fundamentales. Esas diferencias metodológicas surgen de los diversos géneros literarios y son de la misma extensión que éstos. Por ejemplo, hay que deducir la teología del Espíritu Santo de Lucas de una “historia” de dos tomos sobre la fundación y el crecimiento del cristianismo, de los cuales se clasifica el tomo uno como un Evangelio y el tomo dos como Hechos. Por contraste, hay que derivar la teología del Espíritu Santo de Pablo de sus cartas, las cuales dirigió a iglesias geográficamente separadas en diferentes ocasiones de su carrera misionera. Esas cartas son circunstanciales, es decir, tratan de alguna circunstancia particular: por ejemplo noticias de controversia (Gálatas), respuestas a preguntas específicas (1 Corintios) o planes para una visita venidera (Romanos). Así que, en tanto que Lucas narra el papel del Espíritu Santo en la historia de la iglesia primitiva, Pablo les enseña a sus lectores acerca de la persona y el ministerio del Espíritu. Es esa diferencia entre narración y teología en la literatura del Nuevo Testamento lo que suscita los debates metodológicos fundamentales en cuanto a la doctrina del Espíritu Santo. Por consiguiente, se resolverán las tensiones experimentales y teológicas sobre la doctrina del Espíritu Santo sólo cuando se hayan resuelto los asuntos metodológicos primero. Por lo tanto, . Para citar tan sólo un ejemplo: Kilian McDonnell, The Holy Spirit and Christian Initiation, en The Holy Spirit and Power: The Catholic Carismatic Renewal, ed. Por Kilian McDonnell (Garden City, Nueva York: Doubleday & Company, Inc., 1975).p. 82. . A pesar de sus títulos distintos–el Evangelio según San Lucas y Hechos de los Apóstoles–, y puesto que Lucas-Hechos constituye una unidad literaria, el Evangelio y Hechos son fundamentalmente del mismo género literario. el tratamiento siguiente se enfoca en los asuntos metodológicos de “el quid de la interpretación” en el debate actual: el significado del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. A fin de interpretar correctamente lo que escribe Lucas sobre el Espíritu Santo, debemos resolver tres problemas metodológicos fundamentales: 1) la homogeneidad literaria y teológica de LucasHechos, 2) el carácter teológico de la historiografía de Lucas y 3) la independencia de Lucas como teólogo. 1.1. La homogeneidad literaria y teológica de Lucas-Hechos Aunque el canon los separa, Lucas y Hechos son una sola composición de dos tomos (Lucas 1:1-4; Hechos 1:1). Poniendo fin a varias décadas de excepticismo en cuanto a la unidad literaria de esos dos libros, W.C. van Unnik informa: Hablamos de él [Lucas-Hechos] como unidad…. Se acepta generalmente que los dos libros tienen un mismo autor; no se considera seriamente la posibilidad de que el Evangelio y Hechos, contrario a Hechos 1:1, no vayan juntos. Por acuerdo, cas unánime se los considera dos tomos de una sola obra. 10 Ese consenso erudito sobre la unidad literaria de Lucas-Hechos ha permanecido sin reto serio. A pesar de ese consenso en cuanto a la unidad literaria de Lucas-Hechos, los intérpretes a menudo suponen que Lucas-Hechos refleja una discontinuidad teológica entre sus dos partes, en vez de una continuidad u homogeneidad teológicas. Desde la publicación de The Theology of St. Luke (ET) en 10. Van Unnik, Luke-Acts, A Storm Center in Contemporary Scholarship, p. 18. 1961, Hans Conzelmann ha proyectado una sombra larga sobre los estudios de Lucas. El rasgo central de su teología es su división extraña pero popular de la historia de Lucas en tres épocas: 1) el período de Israel, de la Ley y los profetas; 2) el período de Jesús, que da un anticipo de la salvación futura; 3) el período entre la venida de Jesús y su parusía, en otras palabras, el período de la iglesia y del Espíritu. Esta es la última época. No se nos dice que será corta. 11 Según la interpretación de Conzelmann: “Hay continuidad que vincula los tres períodos, y la esencia de uno lleva al siguiente”. No obstante, Conzelmann subraya que en la teología de Lucas hay “énfasis en la separación entre las épocas”. Así, al interpretar Lucas-Hechos, Conzelmann subraya la discontinuidad teológica entre Juan el Bautista (el período de Israel), Jesús (el medio del tiempo) y le época del Espíritu (la Iglesia). 12 13 14 También se niega la homogeneidad teológica de Lucas-Hechos con otros motivos que no son las épocas de la historia redentora. Por ejemplo, en “The Holy Spirit in the Acts and the Fourth Gospel” (El Espíritu Santo en Hechos y en el cuarto Evangelio), W.F. Lofthouse asevera que la crónica del Espíritu en los Evangelios sinópticos no puede servir de base [para el Espíritu] en Hechos 1-15. Ésta bien se encuentra en la enseñanza sobre el Espíritu en Juan 1:16. Así, según la perspectiva de Lofthouse, la relación 15 16 11. Hans Conzelmann, The Theology of St. Luke, trad. por Geoffrey Guswell (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1960), p. 150. Pg. 15 12. Conzelmann, The Theology fo St. Luke, p. 150. 13. Conzelmann, The Theology fo St. Luke, p. 26. 14. Para una crítica sumaria de la interpretación de Conzelmann, véase W. Ward Gasque, A History of the Criticism of Acts of the Apostles (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1975), p. 294, y Paul S. Minear, “Luke’s Use of the Birth Stories”, en Studies in Luke-Acts, p. 124. 15. W. F. Lofthouse, The Holy Spirit in the Acts and the Fourth Gospel, Expository Times 52 (1940-41): p. 335. 16. Lofthouse, The Holy Spirit in the Acts and the Fourth Gospel, pp. 334-36. de Lucas de la actividad del Espíritu Santo en Lucas-Hechos está influida por dos tradiciones distintas: 1) la tradición sinóptica para el Evangelio, y 2) la tradición de Juan para Hechos de los Apóstoles. Asombrosamente, la tradición sinóptica en cuanto al Espíritu Santo no influye en la relación del Espíritu en Hechos. No sólo es común afirmar la discontinuidad entre las descripciones sucesivas del Espíritu Santo en Lucas-Hechos, sino que también es frecuente afirmar discontinuidad aun para la terminología idéntica que describe el Espíritu Santo en LucasHechos. Por ejemplo, respecto a la frase “lleno del Espíritu Santo” J.H.E. Hull escribe: Elisabet y Zacarías estaban, en la opinión de Lucas, momentáneamente llenos del Espíritu. En otras palabras, sólo podían estar conscientes de su presencia (aparentemente) fugaz y su actividad (aparentemente) irregular y necesariamente limitada. Los discípulos, por otra parte, estaban permanentemente llenos del Espíritu. 17 Para sostener su afirmación sin base exegética de que la frase “lleno del Espíritu Santo” tiene un significado diferente (¿y superior?) en Hechos que en Lucas, cambia la metáfora de Lucas, escribiendo: Como no hay indicio alguno de que Elisabet y Zacarías poseyeran permanentemente el don de profecía, podemos decir … que su experiencia del Espíritu fue una ráfaga momentánea, iluminándolos sólo en las oportunidades mencionadas en el primer capítulo de Lucas. Como sugiere Hechos, sin embargo, la experiencia 17. J.H. E. Hull, The Holy Spirit in the Acts of the Apostles (Londres: Lutterworth Press, 1967), pp. 68-69. 10 de los discípulos con el Espíritu fue, y continuó siendo, una llama que consumía todo. 18 La respuesta a la distinción de Hull entre el supuestamente temporal don del Espíritu de profecía para Elisabet y Zacarías y el permanente don del Espíritu de profecía a los discípulos es simplemente que para Juan el don del Espíritu de profecía fue sin duda permanente (Lucas 1:15, 76; 20:6), y para los discípulos fue manifiestamente repetitivo (Hechos 2:4; 4:8,31). Conzelmann, Lofthouse y Hull son tres ejemplos de la extendida tendencia a subrayar la discontinuidad teológica entre Lucas y Hechos. Sin embargo, como Lucas y Hechos son una sola obra, sería mucho más natural hacer hincapié en su continuidad o homogeneidad teológica. En realidad, resulta ser así. En Luke: Historian and Theologian (Lucas: historiador y teólogo), I. Howard Marshall demuestra que temas importantes de Lucas tales como la salvación, el perdón, el testimonio y el Espíritu Santo unen Lucas y Hechos, aunque tienen la forma de una historia de dos tomos. Él observa correctamente: 19 Lo significativo es la combinación [de Lucas] de la historia de Jesús y la historia de la Iglesia primitiva en un solo relato. Así testificó que las dos historias en realidad son una, y que la interrupción entre ellas no tiene la misma importancia decisiva que tiene la que hay entre el período de la ley y los profetas y el período en que se predica el evangelio del reino. 20 18. J.H.E. Hull, The Holy Spirit in the Acts of the Apostles, p. 68. 19. I. Howard Marshall, Luke: Historian and Theologian, Contemporary Evangelical Perspectives (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1970), pp. 91; 93ss.; 159ss.; 170. 20. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 221. 11 En el asunto de la continuidad/homogeneidad o discontinuidad entre Lucas y Hechos, como ilustran los tres ejemplos anteriores, con demasiada frecuencia se tergiversa el argumento de manera arbitraria para que apoye la discontinuidad. Salvo en los casos donde la evidencia muestra claramente otra conclusión, la unidad literaria de Lucas-Hechos debe obligar al intérprete a reconocer la homogeneidad de la teología de los dos libros. Esa homogeneidad no es menos cierto para la teología carismática de San Lucas que lo es para sus otras doctrinas y motivos distintivos. 1.2. El carácter teológico de la historiografía de Lucas El pentecostalismo, y en menor grado su hermano menor,el movimiento carismático, no sólo han lanzado un reto experimental y teológico al cristianismo contemporáneo, sino que también han lanzado un reto metodológico fundamental. Ese reto suscita la cuestión del significado teológico de la “historia” narrativa de Lucas de la actividad del Espíritu Santo en el libro de Hechos. Al interpretar el libro de Hechos, los pentecostales suelen hacer hincapié en el carácter teológico de las narrativas y restar importancia a su unicidad histórica. Por otra parte, los que responden a su reto metodológico llevan al máximo el carácter histórico de las narrativas y minimizan su carácter teológico. Basados en cinco episodios en Hechos, los pentecostales construyen su teología distintiva en cuanto al don del Espíritu: 1) a los discípulos el día de Pentecostés (2:1-13), 2) a los creyentes en Samaria (8:14-19), 3) a Saulo de Tarso (9:17-18), 4) a Cornelio y su casa (10:44-46) y 5) a los discípulos en Éfeso (19:1-7). En términos generales, esos “cinco sucesos en el libro de Hechos se convierten en los precedentes bíblicos 12 del bautismo en el Espíritu”. Más específicamente: “Se considera que los sucesos que ocurrieron el día de Pentecostés son el modelo para siglos venideros”, o que la narrativa de Pentecostés establece “el modelo bíblico para los creyentes de toda la era de la iglesia”. Como corolario natural de su metodología, los pentecostales concluyen: 21 22 23 De acuerdo con fundamentos bíblicos, las lenguas son una evidencia necesaria y esencial del bautismo en el Espíritu….Dios prometió que el modelo bíblico era la norma para tiempos venideros: “Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos” (Hechos 2:39). Lo que era cierto el día de Pentecostés, y en oportunidades posteriores en las Escrituras, debe seguir siendo cierto por todos los siglos. 24 Claramente, los pentecostales ponen énfasis en el propósito teológico “normativo” del relato histórico de Lucas del don del Espíritu para la experiencia cristiana contemporánea. Muchos intérpretes, sin embargo, creen que esa metodología de “Pentecostés como modelo” viola el carácter narrativo o histórico del libro de Hechos. Por ejemplo, en su artículo en la revista Christianity Today (Cristianismo hoy), “Outburst of Tongues: The New Penetration” (Torrente de lenguas: la nueva penetración), Frank Farrel escribe: Los pocos relatos históricos de lenguas en Hechos, 21. Holdcroft, The Holy Spirit, p. 110. 22. Holdcroft, The Holy Spirit, p. 108. 23. Carl Brumback, “What Meaneth This”: A Pentecostal Answer to a Pentecostal Question (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1947), p. 192; compárense pp. 198, 206. 24. Holdcroft, The Holy Spirit, pp. 122-23. 13 en comparación con el resto de la Biblia, proveen un fundamento bien débil sobre el cual levantar una doctrina de la vida cristiana; no hay ninguna directiva para la experiencia cristiana normativa en esos pasajes. 25 En su libro de gran influencia, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit (Bautismo y plenitud del Espíritu Santo), John R. W. Stott expresa opiniones similares: Se debe buscar esa revelación del propósito de Dios en las Escrituras en las partes didácticas, más bien que en las históricas. Más precisamente, debemos buscarla en la enseñanza de Jesús, y en los sermones y escritos de los apóstoles, y no en las porciones puramente narrativas de Hechos. 26 Posteriormente en su libro Stott reitera: “No se debe construir una doctrina del Espíritu Santo basada en pasajes descriptivos en Hechos. “ Farrell y Stott son ejemplos de un enfoque metodológico a Hechos que rompe el vínculo entre διδαχη (instrucción) y narrativa, entre historia y teología. 27 Esa crítica de la interpretación pentecostal de Hechos ha forzado a los pentecostales a desarrollar una metodología más refinada para los pasajes descriptivos, históricos o narrativos de Hechos. Su respuesta a sus críticos, sin embargo, no es del todo convincente, pues les concede a sus críticos la legitimidad 28 25. Frank Farrell, Outburst of Tongues: The New Penetration, Christianity Today (13 septiembre 1963), p. 5. 26. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 8. Se agotaron ocho impresiones de ese libro en los Estados Unidos antes que fuera publicado en una segunda edición ampliada en 1975. 27. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 18. 28. Por ejemplo, véase tratamientos por Gordon D. Fee, Hermeneutics and Historical Precedent–A Major Problem in Pentecostal Hermeneutics, en Perspectives on the New Pentecostalism, ed. por Russell P. Spittler (Grand Rapids: Baker Book House, 1976), y Ronald Kydd, I’m Still There: A Reaffirmation of Tongues as the Initial Evidence of Baptism in the Holy Spirit (Toronto: The Pentecostal Assemblies of Canada, 1977). 14 de la distinción marcada y rígida entre historia y διδαχη en la literatura del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en su folleto I’m Still There!, Ronald Kydd concluye: Creo que se puede, y aun debe, acudir a tal material [histórico] cuando satisface las pruebas de las cuales hemos estado hablando, es decir, cuando el orden de sucesos en material histórico es el único orden en el cual aparecen en las Escrituras los sucesos relacionados con esa experiencia en particular y cuando el material didáctico no modifica el modelo observado en el material histórico. 29 Irónicamente, esa nueva hermenéutica pentecostal se ha desviado y ha entrado en el mismo callejón sin salida metodológico donde anteriormente han andado sus críticos, al alegar una dicotomía no bíblica entre los llamados pasajes descriptivos y didácticos de las Escrituras. Aunque un tratamiento completo de la historiografía bíblica está fuera del alcance de esta investigación, hay que decir que esa supuesta distinción entre descripción y διδαχη es ajeno a la comprensión general que se observa en el Nuevo Testamento de la historiografía bíblica, es decir, del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Pablo percibió indiscutiblemente un propósito didáctico en la narrativa histórica. Incluyendo su alcance de la literatura histórica del Antiguo Testamento, escribe: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios 29. Kydd, I’m Still There, p. 11; cursivas añadidas. 15 sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17) De la misma manera afirma: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza (διδασκαλιαν) se escribieron” (Romanos 15:4). Así, para citar tan sólo un ejemplo de la metodología de Pablo, cuando escribió de la experiencia de Israel en el desierto, afirmó que “estas cosas les acontecieron como ejemplo (τυπικωζ), y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). Si para Pablo las narrativas históricas del Antiguo Testamento tenían lecciones didácticas para los cristianos de la época del Nuevo Testamento, entonces sería bien sorprendente si Lucas, quien modeló su historiografía sobre la del Antiguo Testamento, no revistiera su propia historia del origen y la extensión del cristianismo con un significado didáctico. Como se mencionó, las narrativas históricas del Antiguo Testamento sirvieron de modelo para la historiografía de Lucas. En Luke: Historian and Theologian (Lucas, historiador y teólogo), I. Howard Marshall concluye: “ Es evidente que los escritos de Lucas están en deuda con la tradición del Antiguo Testamento”. En vez de modelarse sobre el historiógrafo helenístico, “su estilo de escribir, que con frecuencia recuerda la Septuaginta, exige que también se le compare con historiadores judíos”. En Acts and the History of Earliest Christianity (Hechos y la historia del cristianismo más primitivo), Martin Hengel lleva esa comparación 30 31 30. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 56. 31. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 55. 16 entre Lucas y los historiadores judíos más allá de los historiadores judíos bíblicos a los historiadores judíos intertestamentarios: Una comparación de la obra de él [Lucas] con la de Josefo o los libros de los Macabeos, y aquí sobre todo con 2 Macabeos,…muestra su proximidad a la historiografía helenística judía. Es evidente que Lucas estaba influido por una tradición firme con una perspectiva religiosa de la historia que se deriva en esencia de la Septuaginta. Su imitación de la Septuaginta muestra que intencionalmente quiere formar parte de esa tradición. 32 De esa manera Hengel afirma, con razón, que Lucas, al igual que los otros evangelistas, “sí tenía un interés teológico que fue al mismo tiempo histórico”. 33 Después de hacer la pregunta: “¿Se oponen mutuamente la historia y teología?” Marshall contesta: 34 Lucas creía que su trabajo era escribir la historia y dejaremos de tratar debidamente su obra si no lo consideramos como historiador. La investigación moderna ha recalcado el hecho de que fue teólogo….Su concepto de la teología lo llevó a escribir historia. 35 Por lo tanto, ya que Lucas tiene un interés teológico, sus narrativas, aunque son históricas, siempre son más que simplemente descripciones o la relación de lo hechos “brutos”. Claramente, en Lucas-Hechos, tanto por lo que incluye 32. Martin Hengel, Acts and the History of the Earliest Christianity, trad. por John Bowden (Filadelfia: Fortress Press, 1980), pp. 51-52. 33. Hengel, Acts and the History of the Earliest Christianity, pp.41-42. 34. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 52. 35. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 52. 17 y excluye de su relato, como por la misma descripción de los acontecimientos, Lucas siempre da una narración interpretada. Como observa W.F. Lofthouse: “Ya sea que consideremos la narrativa de Pentecostés o cualesquiera otras referencias a la actividad del Espíritu en Hechos 1-15, es claro que se trata de la interpretación de ciertas experiencias”. Así, las llamadas porciones puramente narrativas de Hechos resultan ser un mito que ha creado el crítico contemporáneo, en vez de una evaluación legítima de la historiografía de Lucas. 36 En vista de la deuda de Lucas con historiógrafos tanto bíblicos como helenísticos judíos, y también el hecho de que sus narrativas son invariablemente un conjunto de acontecimientos interpretados, es esencial que los intérpretes adopten un nuevo enfoque metodológico a la interpretación de las narrativas históricas de Lucas-Hechos. Ese enfoque debe concentrarse en la verdadera naturaleza de la narrativa. Las narrativas de Lucas están incluidas en una combinación de una o más de las cuatro categorías siguientes: 1) episódica, 2) tipológica, 3) programática,o 4) paradigmática. Por lo general, todas las narrativas son episódicas. Además, una narrativa tipológica es una que se remonta a un episodio históricamente análogo y pertinente de tiempos anteriores, ya sea en LucasHechos o en el Antiguo Testamento. A diferencia de la narrativa tipológica, la esencia de una narrativa programática es que señala hacia el desarrollo de acontecimientos futuros. Por último, una narrativa paradigmática es una que tiene rasgos normativos para la misión y el carácter del pueblo de Dios que vive en los postreros días. Por ejemplo, la narrativa de inauguración de Lucas (Lucas 36. Lofthouse, The Holy Spirit in the Acts and the Fourth Gospel, p. 334. 18 3:1-4:44) tiene elementos explícitamente tipológicos: el rechazo de Jesús por la gente de su propio pueblo de Nazaret hace eco del rechazo anterior por Israel de los profetas carismáticos, Elías y Eliseo (Lucas 4:22-30). De la misma manera, la narrativa de Pentecostés (Hechos 1:1-2:42) también tiene sugerencias tipológicas: la transferencia del Espíritu Santo de Jesús a los discípulos refleja la transferencia anterior del Espíritu de Moisés a los setenta ancianos (Números 11:16-30). Además, así como la narrativa de la infancia (Lucas 1:5-2:52) es programática para la misión de Jesús a Israel, la narrativa de Pentecostés es programática para la misión de los discípulos de Jerusalén a Judea, a Samaria y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). Por último, así como la unción de Jesús (Lucas 3:22; 4:18) es un paradigma para el subsiguiente bautismo en el Espíritu a los discípulos es un paradigma para el pueblo de Dios por todos los “posteros días” como una comunidad carismática del Espíritu, la función profética de todos los creyentes (Hechos 2:16-21). Otras narrativas en Lucas-Hechos pueden o no tener todos esos elementos. No obstante, esos elementos episódicos, tipológicos, programáticos y paradigmáticos son la clave para la interpretación de la dimensión histórico-teológica de la historiografía de Lucas. A la luz de esos cuatro elementos narrativos, la solución del desafío metodológico del pentecostalismo no es retirarse y esconderse tras una dicotomía arbitraria entre lo “descriptivo” y lo “didáctico”. Más bien, es enfrentarse con la verdadera naturaleza de la historiografía de Lucas. Profundamente influido por su modelo historiográfico bíblico-septuagintal, Lucas narra la historia de la fundación y el crecimiento del cristianismo. Tal como en su modelo, sus episodios tienen un propósito históricoteológico. En otras palabras, Lucas nunca quiso darles a sus 19 lectores una simple descripción de acontecimientos, ya sea para informarles, o para satisfacer la curiosidad de sus lectores acerca de los orígenes de su fe. Por lo tanto, de cualquier manera que se resuelvan los detalles, en principio las narrativas de Lucas son una base de datos importante y legítima para la construcción de una doctrina del Espíritu según Lucas. De esa manera, en vez de proporcionar un fundamento débil sobre el cual levantar una doctrina del Espíritu Santo, como comúnmente se alega, los relatos históricos de la actividad del Espíritu en Hechos constituyen un fundamento firme para construir una doctrina del Espíritu que tiene implicaciones normativas para la misión y la experiencia religiosa de la iglesia contemporánea. 1.3. La independencia teológica de Lucas La tendencia a romper el vínculo entre διδαχη y narrativa histórica, la cual acabamos de examinar, ha llevado a un corolario infeliz para la interpretación del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. Ese corolario es la creencia extendida de que en tanto que acudimos a Lucas para historia debemos volvernos a Pablo para teología. Como resultado de ese programa metodológico, se interpretan los datos de Lucas sobre el Espíritu Santo como si los hubiera escrito Pablo. En The Semantics of Biblical Language (Semántica del lenguaje bíblico), James Barr clasifica ese procedimiento como una “ilegítima transferencia de identidad”. Esa interpretación de Lucas de acuerdo con Pablo se ve más claramente en las frases características de Lucas “bautizado en el Espíritu Santo” y “lleno del Espíritu Santo”. 37 En su artículo en Christianity Today, “A Truce Proposal 37. James Barr, The Semantics of Biblical Language, (Londres: Oxford University Press, 1961), p. 222. 20 for the Tongues Controversy” (Una propuesta de tregua en la controversia sobre las lenguas), Pinnock y Osborne hablan por muchos intérpretes cuando escriben: Ese argumento [pentecostal] es débil metodológica y exegéticamente. Porciones didácticas de las Escrituras deben tener precedencia sobre pasajes históricos al establecer doctrina. Debiéramos pasar aquí de la enseñanza de Primera a Corintios a la narrativa de Hechos en vez de lo contrario. Cuando se sigue esa metodología correcta, uno nota que no hay ninguna manifestación de lenguas que sea normativa. 38 Autores de libros de alta calidad sobre el Espíritu Santo, tales como Dunn, Green y Stott, con frecuencia adoptan ese defectuoso enfoque metodológico de la enseñanza de Lucas y Pablo sobre el Espíritu Santo. Los eruditos típicamente definen el término característico de Lucas “bautizado en el Espíritu Santo” según el significado que Pablo le da al término. Enseñándole a la iglesia en Corinto, Pablo escribe: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Según esa metáfora, el bautismo en el Espíritu “es la transformación espiritual que pone al creyente ‘en Cristo’, y que es el efecto de recibir el don del Espíritu (por eso se emplea la frase ‘bautismo en el Espíritu’)”. Por lo tanto, según Pablo, la metáfora significa iniciación e incorporación; es 39 40 38. Clark H. Pinnock y Grant R. Osborne, A Truce Proposal for the Tongues Controversy, Christianity Today (8 octubre 1971), p. 8. Es significativo que para el momento en que reseñó el libro de Michael Green, I Believe in the Holy Spirit, HIS (Junio 1976), p. 21, Pinnock había abandonado ese enfoque metodológico en la relación entre Lucas y Pablo. 39. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 130. 40. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 129. 21 decir, “es, en realidad, el modo de entrar en el cuerpo de Cristo”. Invariablemente, se da a las referencias en Lucas-Hechos (Lucas 3:16; Hechos 1:5; 11:16) ese significado de acuerdo con Pablo. Después de estudiar las referencias al bautismo en el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, Stott escribe: 41 La expresión griega es precisamente la misma en cada uno de los siete casos, y por lo tanto, a priori, como un principio de interpretación sólido, debe referirse a la misma experiencia de bautismo en cada versículo. 42 Por consiguiente, cuando Lucas relata ese bautismo del Espíritu Santo, por definición, siempre y necesariamente tiene el significado que le da Pablo. Ya que en la teología de Pablo “el bautismo en el Espíritu Santo” es siempre de carácter iniciador e incorporativo, no se puede admitir ninguna interpretación alternativa. Por tanto, se nos dice: “Los argumentos pentecostales caen al suelo”. Asimismo, leemos: “Así que bautismo con el Espíritu Santo no es una segunda etapa de experiencia para algunos cristianos, sino una experiencia iniciadora para todos los cristianos”. Sin embargo,es una reseña del libro de Michael Green I Believe in the Holy Spirit (Creo en el Espíritu Santo), Clark Pinnock observa con razón: 43 44 Si se lee y escucha sólo a Lucas, parece bastante claro que el derramamiento del Espíritu que él tiene en mente no se relaciona con la salvación [iniciación/incorporación], tal como en Pablo, 41. 42. 43. 44. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 23. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 23. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 129. Green, I Believe in the Holy Spirit, pp. 141-42. 22 sino con el servicio y el testimonio. Por lo tanto, Lucas no vincula la venida del Espíritu con el suceso de la salvación….Aun los no carismáticos como Green, por muy sensibles y abiertos que están a la renovación, parecen incapaces de conceder que los pentecostales puedan entender Hechos mejor que ellos mismos. 45 De la misma manera, con frecuencia se define o califica la frase de Lucas “lleno del Espíritu Santo” por el uso por Pablo de una frase parecida en Efesios 5:18. Escribe: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Aunque Lucas emplea el término nueve veces y Pablo no la emplea más de una vez, parece que el uso de Pablo es normativo. Por ejemplo, en Baptism and Fullness of the Holy Spirit (Bautismo y plenitud del Espíritu Santo), John R. W. Stott dedica unos cuantos párrafos al azar al uso del término por Lucas, pero dedica no menos de nueve páginas al uso del término por Pablo. Otra vez, no sólo se hace que el término muy característico de Lucas suene a uno de Pablo, sino que se subordina su importancia al significado que Pablo le da al término. 46 47 La metodología por la que se lee a Lucas como si fuera Pablo lo encaja en el molde de Pablo y le quita su independencia como teólogo por derecho propio. Cuando menos, como muestra el cuadro siguiente, esa metodología es absurda. Bautizado en el Espíritu Lleno del Espíritu Lucas 3 veces 9 veces Pablo 1 vez 1 vez Por supuesto, aunque la teología no se puede reducir a meras 45. Clark H. Pinnock, reseña de I Believe in the Holy Spirit, por Michael Green, en HIS (Junio 1976), p. 21. 46. Lucas 1:15, 41, 67; Hechos 2:4;4:8,31; 9:17; 13:9, 52; Efesios 5:18. 47. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 43-51. 23 estadísticas, en verdad es extraño que en cada caso el uso único del término por Pablo define el uso mayoritario del término por Lucas. Ya que el uso por Lucas de los términos “bautizado” y “lleno del Espíritu” difiere del de Pablo, ese programa metodológico a priori en efecto ha acallado su enseñanza sobre la doctrina del Espíritu Santo. En cuanto a la independencia teológica general de Lucas, I. Howard Marshall observa: Lucas tenía derecho a tener sus propios puntos de vista, y no se debe pensar mal de él por el hecho de que difieran de algún modo de los de Pablo en ese punto. Al contrario, él es teólogo por derecho propio y se le debe tratar como tal. 48 Por lo tanto, ya que Lucas es teólogo por derecho propio, los intérpretes debieran examinar sus escritos con la mente abierta a la posibilidad de que su perspectiva sobre el Espíritu Santo pudiera, en realidad, diferir de la de Pablo. Por consiguiente, de la misma manera que el reconocimiento del hecho de que además de ser historiador, Lucas es teólogo, hace que Lucas-Hechos sea una base de datos legítima para la doctrina del Espíritu Santo, el reconocimiento del hecho de que Lucas es independiente de Pablo ampliará la base de datos para la doctrina del Espíritu Santo. El reconocer esos dos hechos es rehabilitar a Lucas como historiador-teólogo del Espíritu Santo y permitirle hacer una contribución significativa, única e independiente a la doctrina del Espíritu Santo. Aunque es un reto formidable, se puede resolver la parálisis teológica y metodológica en la Iglesia contemporánea en cuanto al significado del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. Por una parte, donde es propio, todas las partes del debate actual 48. Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 75. 24 deben abandonar los programas metodológicos en gran parte interesados que conspiran para acallar o manipular la teología distintiva de Lucas. Por otra parte, todas las partes deben desarrollar un consenso metodológico para interpretar el don del Espíritu en Lucas-Hechos. Cuando menos, ese consenso debe incluir los siguientes principios: 1)Lucas-Hechos es teológicamente homogéneo; 2) además de ser historiador, Lucas es teólogo; y 3)Lucas es un teólogo independiente por derecho propio. Cuando se interpreta Lucas-Hechos a la luz de ese programa metodológico, el mensaje de Lucas a menudo resulta radicalmente diferente de algunas interpretaciones contemporáneas que se le dan. Por ejemplo, a diferencia de algunas interpretaciones populares, la frase característica de Lucas “lleno del Espíritu Santo”: 1) está modelada sobre su uso en el Antiguo Testamento (LXX), 2) tiene el mismo significado en el Evangelio que tiene en Hechos y 3) tiene un significado diferente en Lucas-Hechos que tiene en la Epístola de Pablo a los Efesios. En términos generales, para Lucas el Espíritu Santo no se relaciona con la salvación ni con la santificación, como comúnmente se afirma, sino que se relaciona exclusivamente con una tercera dimensión de la vida cristiana: servicio. Así, cuando se le interpreta por el programa metodológico que hemos presentado, se ve que Lucas tiene una teología carismática, y no soteriológica, del Espíritu Santo. Esa teología carismática del Espíritu no es menos válida para los discípulos del siglo veinte que lo era para los discípulos del primer siglo. 2 25 Prolegómeno: El Espíritu carismático de Dios La Biblia en griego y hebreo influyó sobre la teología de Lucas del Espíritu Santo de dos maneras fundamentales: 1) se reflejan en Lucas-Hechos motivos carismáticos importantes, tales como la transferencia, la señal y los motivos vocacionales y 2) la Septuaginta, la Biblia usada por Lucas y la Iglesia primitiva, le proporcionó a Lucas la mayoría de los términos que empleó al describir la actividad del Espíritu Santo en la época del Nuevo Testamento. A la luz de esa relación íntima entre estos y aquellos relatos del Espíritu, el estudio de la actividad carismática del Espíritu de Dios es una introducción necesaria para la comprensión adecuada del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. El tema de este capítulo es específicamente la actividad carismática del Espíritu de Dios, más bien que una investigación más general del vocablo “espíritu”. Como nos recuerdan los léxicos comunes tanto el vocablo hebreo ruaj como el vocablo griego πνευµα significaban originalmente “aire en movimiento”. De ese concepto fundamental, esos dos vocablos llegaron a significar viento, aliento, el espíritu humano y el espíritu divino. Puesto que connotan invisibilidad, movimiento, poder y vida, ruaj y πνευµα fueron palabras adecuadas para describir a Dios en acción. Es la idea de “Dios en acción” lo que está detrás del relato bíblico de la actividad carismática del Espíritu de Dios. 49 49. Francis Brown, S.R. Driver y Charles A. Briggs, eds., A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (Londres: Oxford University Press, 1907), pp. 924-26; Henry George Liddell y Robert Scott, A Greek-English Lexicon (9a edición con Suplemento; Londres: Oxford University Press, 1968), p. 1424. 26 Hay que distinguir el término “carismático” de su significado contemporáneo, es decir, la manera en que se usa para describir el movimiento neopentecostal que penetró en las denominaciones históricas en las décadas de los años sesenta y setenta. Yo empleo el término “carismático” en un sentido funcional y dinámico. Por “carismático” quiero decir el don de Dios de su Espíritu para sus siervos, ya sea individual o colectivamente, para ungirlos, darles poder o inspirarlos para el servicio divino. Por lo tanto, según se documenta en las Escrituras, esa actividad carismática es necesariamente un fenómeno experimental. 50 Al tratar de la actividad carismática del Espíritu de Dios, el intérprete cristiano debe resistir la tendencia sutil a interpretarla a la luz de su conocimiento cristiano. Por ejemplo, en The Theological Wordbook of the Old Testament (Vocabulario teológico del Antiguo Testamento), leemos: El contexto aprueba, y la analogía del NT sugiere fuertemente, que el ruaj YHWH es el Espíritu Santo, “en el sentido cristiano más amplio” (A.F. Kirkpatrick, Cambridge Bible, Salmos, II, p. 293). Desde el principio el ruaj de Dios se mueve sobre las aguas primitivas (Gn 1:2), “como una hipóstasis o persona” (H. Schultz, Old Testament, II, p. 184). 51 Por contraste a ese punto de vista, en The Spirit of God in the Old Testament (El Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento) Lloyd Neve hace la pregunta: “¿Hay alguna personalización 50. Para una introducción al movimiento carismático véase Richard Quebedeaux, The New Chrismatics: The Origins, Development, and Significance of New-Pentecostalism (Garden City, Nueva York: Doubleday & Company, Inc., 1976). 51. R. Laird Harris, Gleason L. Archer, Jr., y Bruce K. Waltke, eds., Theological Wordbook of the Old Testament, Tomo II (Chicago: Moody Press, 1980), p. 837. 27 significativa del Espíritu en el AT?” y responde: “La conclusión final es abrumadoramente negativa: no hay personalización del Espíritu dentro de los límites del AT”. Así, a pesar de la voz minoritaria representada por el Theological Wordbook (Vocabulario teológico), en la Biblia hebrea el Espíritu de Dios no es ni completamente personal ni el tercer miembro de la Trinidad. Esas son verdades cristianas, no hebreas. 52 53 Este estudio de la actividad carismática del Espíritu de Dios está dividido en dos partes. En la primera parte indago el Espíritu carismático en la época del Antiguo Testamento, y en la segunda indago el Espíritu carismático en el período intertestamentario. 2.1. El Espíritu carismático en la época del Antiguo Testamento Los textos que describen la actividad carismática del Espíritu de Dios en la época del Antiguo Testamento son tanto de carácter histórico como profético. Indagaré cuatro aspectos de esos datos: 1) la distribución cronológica de la actividad carismática del Espíritu, 2) la terminología septuagintal que describe esa actividad del Espíritu, 3) los motivos que son característicos de esa actividad del Espíritu y 4) los anticipos proféticos de la actividad carismática del Espíritu en la era venidera de restauración. 2.1.1. La distribución de actividad carismática La distribución de la actividad carismática del Espíritu de Dios en la historia de los israelitas es significativa. Esa distribución no es homogénea, es decir, el Espíritu de Dios no es activo de manera regular y consecuente en toda la historia de Israel. Ni tampoco es 52. Lloyd Neve, The Spirit of God in the Old Testament (Tokio: Seibunsha, 1972), p. 124. 53. Neve, The Spirit of God in the Old Testament, p. 129. 28 fortuita esa distribución. Más bien, la actividad carismática del Espíritu de Dios se divide en cinco períodos claramente definidos, los cuales corresponden a fases críticas del desarrollo político y religioso de la nación. Esos períodos de actividad carismática son: 1) la fundación de la Nación en el desierto, 2) el período de los Jueces, 3) la fundación de la Monarquía, 4) la época de Elías y Eliseo y 5) el período de Exilio y Restauración. Se asocia el primer torrente concentrado de actividad carismática con la fundación de la nación de Israel en el desierto y se caracteriza por una variedad de funciones. Los obreros que son responsables de la preparación de las prendas sacerdotales de Aarón o de la construcción del Tabernáculo están dotados de destrezas de artesanía mediante la plenitud del Espíritu de Dios (Éxodo 28:3; 31:3; 35:31). Además, como el líder político y espiritual de Israel, Moisés tiene el Espíritu sobre sí mismo (Números 11:17). Más aún, cuando divide sus responsabilidades con los setenta ancianos, el Señor pone su Espíritu sobre ellos tal como lo había puesto sobre Moisés (Números 11:25-29). Asimismo, el enigmático Balaam profetiza cuando el Espíritu de Dios viene sobre él (Números 23:5; 24:2). Por fin, como heredero forzoso de Moisés, Josué, que anteriormente había recibido el Espíritu junto con la compañía de los ancianos, después es lleno del Espíritu (Números 27:18; Deuteronomio 34:9). Así que, en la fundación de Israel el Espíritu es activo en varios papeles, compartiendo habilidades de artesanía, dándoles poder a líderes como individuos o como grupo e inspirando a un no israelita ambulante a profetizar. La variedad que caracterizó la actividad carismática del Espíritu en la fundación de Israel falta en la época de los Jueces. En ese período caótico y trágico de la historia primitiva 29 de Israel, la actividad del Espíritu se restringe exclusivamente a los jueces. En tiempos de arrepentimiento nacional Dios levantó jueces para liberar a Israel de sus opresores. Muchos de los jueces, aunque no todos, eran carismáticos. Por ejemplo, el Espíritu del Señor vino sobre Otoniel “y juzgó a Israel” (Jueces 3:10). Además, el Espíritu del Señor vino sobre Gedeón, Jefté y Sansón (Jueces 6:34; 11:29; 13:25; 14:6,19; 15:14). Esos jueces, entonces, son guerreros carismáticos que recibieron destreza militar mediante el don del Espíritu. La fundación de la Monarquía para suceder a los jueces se caracteriza por un torrente de actividad carismática centrado en los primeros dos reyes de Israel, Saúl y David. Complementando la unción de Saúl por Samuel, el Espíritu del Señor viene sobre él y profetiza (1 Samuel 10:1-10). El Espíritu del Señor vendrá sobre Saúl dos veces más (1 Samuel 19:20) antes de que Saúl pierda su trono frente a David. Así como el Espíritu del Señor había venido sobre Saúl cuando Samuel lo ungió, así el Espíritu vino también sobre David cuando él fue ungido por Samuel (1Samuel 16:13; 2 Samuel 23:2). Con los descendientes de David la monarquía de Israel se vuelve hereditaria y pierde el carácter carismático que fue evidente en la unción de Saúl y David. La misión de llamar a Israel a abandonar su apostasía y volver a la fidelidad al Señor está dominada por los extraordinarios profetas carismáticos Elías y Eliseo. Un siervo de Acab supone que el Espíritu del Señor se llevará a Elías, de manera que no se le pueda hallar (1 Reyes 18:12). A su vez, los hijos de los profetas creen que “lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle” (2 Reyes 2:16). Antes que Elías sea llevado al cielo, Eliseo pide que se le dé una doble porción de su espíritu (2 30 Reyes 2:9). Cuando Eliseo regresa a los hijos de los profetas, ellos recononcen que “el espíritu de Elías reposó sobre Eliseo” (2 Reyes 2:15). Por fin, el exilio a Babilonia y la restauración subsiguiente también es un tiempo de actividad carismática. De todos los profetas clásicos, Ezequiel es el más consciente del poder del Espíritu del Señor en su vida (Ezequiel 2:2; 3:12, 14, 24; 8:3; 11:1,5,24; 37:1; 43:5). Además, el cronista de después del exilio constantemente asocia el don del Espíritu con palabras inspiradas, con énfasis particular en profetas y sacerdotes. Se hace esa identificación para el don del Espíritu a Amasai (1 Crónicas 12:18), a Jahaziel, un levita (2 Crónicas 20:14) y a Zacarías el hijo de Joiada el sacerdote (2 Crónicas 24:20). Retrospectivamente, se reconoció que también se le había dado el Espíritu a Israel para instruirlos (Nehemías 9:20) y para darles testimonio (Nehemías 9:30). Después de esbozar esa distribución cronológica de la actividad carismática del Espíritu de Dios, ahora podemos sacar algunas conclusiones en cuanto a su significado. En primer lugar, los cargos que corresponden a los cinco períodos del desarrollo político y religioso son carismáticos. En Moisés, Josué y los ancianos, la nueva nación tiene sus padres fundadores; en Otoniel, Gedeón y otros, la sociedad tribal tiene sus guerreros carismáticos; en Saúl y David, la confederación tribal tiene sus reyes carismáticos; en Elías y Eliseo, un Israel apóstata tiene sus profetas carismáticos; y en Ezequiel y Zacarías, el hijo de Joiada el sacerdote, Judá durante el exilio y la restauración tiene sus profetas y sacerdotes carismáticos. Con pocas excepciones, entonces, la actividad carismática del Espíritu de Dios se concentra sucesivamente en los padres fundadores, los jueces, los reyes, los profetas y los sacerdotes. 31 En segundo lugar, no hay ninguna continuidad experimental entre esos cinco períodos de la actividad carismática del Espíritu. A excepción de la época de los jueces, esos períodos de actividad carismática están claramente definidos de manera cronológica y están separados por intervalos de hasta dos siglos o más. Los textos muestran que el cesar de la experiencia carismática en cualquier período nunca es permanente o irrevocable. La nación siempre puede esperar un derramiento futuro del Espíritu, tal como predicen los profetas para la venidera era del Mesías. Ya que es el Dios de Israel el que da su Espíritu en esos períodos clave de su desarrollo político y religioso, la continuidad queda en Él y no en los que reciben el Espíritu. En tercer lugar, las descripciones de la actividad carismática del Espíritu son típicamente programáticas. Los ejemplos de Moisés y Elías ilustran ese principio. El lector de las narrativas del éxodo y el desierto ignoraría el liderazgo carismático de Moisés a n o ser por la descripción en Números 11 de la transferencia del Espíritu de Moisés a los ancianos de Israel. En ese pasaje leemos: Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo….tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron. Ese relato implica lo que no se menciona en otra parte: Moisés gobernó a Israel mediante el poder del Espíritu. Lo mismo es cierto también en el caso de Elías. Aparte del 32 relato de la transferencia del Espíritu de Elías a Eliseo, el lector no sabría que cualquiera de esos profetas era carismático. Sin embargo, Eliseo pide una doble porción del espíritu de Elías (2 Reyes 2:9), y los hijos de los profetas reconocen que el espíritu de Elías posó sobre Eliseo. Con economía notable, ese relato de la transferencia del Espíritu le informa al lector del ministerio carismático que ejerció Elías y al mismo tiempo prefigura el ministerio carismático de Eliseo. Esa misma economía es evidente en el caso de hombres tales como Josué, Sansón, Saúl. Por lo visto, ninguno de los narradores bíblicos sintió la necesidad de documentar explícitamente cada ejemplo de actividad carismática. Parece que se sintieron satisfechos con dar descripciones programáticas de un ministerio carismático que fue mucho mayor de lo que implicaría un conteo estadístico de esas narrativas. 2.1.2. Terminología septuagintal Aunque los motivos carismáticos son los mismos ya sea que se derivan de la Biblia hebrea o de la griega, puesto que muchas de las citas bíblicas en Lucas-Hechos reflejan el texto septuagintal, la terminología septuagintal que describe la actividad carismática del Espíritu merece un estudio especial. Los traductores de la Septuaginta emplearon muchos verbos para describir la actividad carismática del Espíritu. A continuación se ofrece una lista de los verbos en orden de frecuencia ascendente. 1. 2. 3. 4. testifico (επιµαρτυρεω, aor., 1x), Neh. 9:29. llevo (πορευοµαι, aor., 1x), Ez 3:14. ha echado (ριπτω, aor., 1x) 2R 2:16. me voy (αφιστηµι, aor., 1x), 1S 16:14. 33 5. caigo sobre (πιπτω… επι, aor., 1x) Ez 11:5. 6. salgo con (συνεκπορευοµαι, aor., 1x) Jue 13:25. 7. tomo de (αφαιρεω, fut., 1x), Nm 11:17. 8. vengo sobre (ερχοµαι… επι, aor., 2x), Ez 2:2, 3:24. 9. tengo (εχω, pres. 2x), Gn 41:38; Nm 27:18 10. levanto (εξαιρω, aor., 2x), Ez 2:2; 3:14. 11. pongo sobre (επιτιθηµι, fut./aor., 2x), Nm 11:17, 25. 12. elevo (αιρω, aor., 2x), 1R 18:12; 2R 2:16. 13. digo (λεγω, aor., 2x), Ez 3:24; 11:5 14. pongo de pie (ιστηµι, aor., 2x), Ez 2:2; 3:24. 15. hablo (λαλεω, aor., 2x), 2S 23:2; Ez 3:24. 16. visto (ενδυω, aor., 3x), Jue 6:34; 1Cr 12:18; 2Cr 24:20. 17. doy (διδωµι, aor., 3x), Nm 11:29; Neh 9:20; Is 42:1. 18. lleno (εµπιµπληµι, aor., 4x), Éx 28:3; 31:3; 35:31; Dt 34:9. 19. reposo sobre (επαναπαυω… επι, aor., 4x), Nm 11:25-26; 2R 2:15; Is 11:2. 20. guío (αγω, aor., 5x), Ez 8:3; 11:1,24; 37:1; 43:5. 21. vengo/salto sobre (/εφ/αλλοµαι, aor., 7x), Jue 14:6,19; 1S 10:6,10; 11:6; 16:13. 22. recojo (αναλαµβανω, aor., 7x), Ez 2:2; 3:12,14; 8:3; 11:1,24; 43:5. 23. vengo sobre (γινοµαι… επι, aor., 9x), Nm 23:6; 24:2; Jue 3:10; 11:29; 1S 19:20,23; 2R 2:9; 2Cr 15:1; 20:14. En los textos el hombre rara vez es el sujeto del verbo. Cuando así ocurre, se dice que el hombre tiene (εχω) el Espíritu. Se dice que José y Josué tienen el Espíritu en (εν) sí mismos (Génesis 41:38; Números 27:18). Ese es un estado o condición característica, pues el verbo “tener” normalmente está en tiempo presente. Los textos en los que Dios es el sujeto son más numerosos que los en que el hombre es el sujeto. Dios es el sujeto de varios verbos diferentes. Por ejemplo, llenó (πιµπληµι, aor., 34 4x) a los artesanos con el Espíritu de sabiduría y a Josué con el Espíritu de inteligencia (Éxodo 28:3; 31:3; 35:31; Deuteronomio 34:9). Además, el Señor promete tomar (αφαιρεω) el Espíritu de sobre (επι) Moisés y ponerlo (επτιθηµι) sobre (επι) los ancianos (Números 11:17), un acontecimiento que posteriormente se describe con verbos en el tiempo aoristo (Números 11:25). También, el Señor dio/puso (διδωµι, aor., 3x) el Espíritu sobre (επι) los ancianos Israel y sobre su siervo Jacob/Israel (Números 11:29, Nehemías 9:20; Isaías 42:1). Los textos con el Espíritu como sujeto emplean la variedad más amplia de verbos para describir la actividad carismática del Espíritu. El Espíritu posó sobre (επαναπαυω… επι, 4x) los ancianos, Eliseo y el Hijo de David (Números 11:25-26; 2 Reyes 2:15; Isaías 11:2). El Espíritu también vino sobre (γινοµαι… επι, aor., 9x) Balaam, Otoniel, Jefté, los mensajeros que Saúl envió a David, Saúl mismo, Eliseo, Azarías y Jahaziel (Números 23:6; 24:2; Jueces 3:10; 11:29; 1 Samuel 19:20, 23; 2 Reyes 2:9; 2 Crónicas 15:1; 20:14). Además, el Espíritu revistió (ενδυω, aor., 3x) a Gedeón, Amasai, y Zacarías el hijo de Joiada (Jueces 6:34; 1 Crónicas 12:18; 2 Crónicas 24:20). También, el Espíritu del Señor vino poderosamente sobre (ηλατο… επι, 7x) Sansón, Saúl y David (Jueces 14:6,19; 15:14; 1 Samuel 10:6,10; 11:6; 16:13). Por fin, el Espíritu del Señor habló (λαλεω, 2x; λεγω, 1x) por medio de David y a Ezequiel (2 Samuel 23:2, Ezequiel 2:2; 3:24). El Espíritu es notablemente prominente en Ezequiel donde diversos verbos, a menudo en combinación, describen la acción del Espíritu. Por ejemplo, Ezequiel informa que “entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies” (Ezequiel 2:2). En orden de frecuencia ascendente, el Espíritu llevó a Ezequiel (πορευοµαι, aor., 1x), cayó sobre el (πιπτω, aor., 1x), lo levantó (εξαιρω, aor., 2x), lo afirmó sobre sus pies (ιοτηµι, aor., 2x), vino sobre él (ερχοµαι… επι, aor., 2x), lo guió (αγω, aor., 5x) y lo recogió (αναλαµβανω, aor., 7x). 35 No siempre es claro si esa terminología en Ezequiel describe una experiencia en una visión o si describe un fenómeno físico. Sin embargo, se emplea lenguaje parecido al hablar de Elías en un contexto fuera de una visión. Se supone que el Espíritu puede levantar a Elías (αιρω, aor., 2x) y echarlo (ριπτω, aor., 1x) en el Jordán (1 Reyes 18:12; 2 Reyes 2.16). Se emplean dos otros verbos una vez para describir la actividad del Espíritu. El Espíritu comenzó a moverse en Sansón (συνεκπορευεσθαι) (Jueces 13:25) y el Espíritu se apartó (απεστη) de Saúl (1 Samuel 16:14). En resumen, a fin de describir el carácter complejo de la actividad carismática del Espíritu de Dios, los narradores emplean una multitud de términos, lo que llega a más de veinte verbos en la Septuaginta. Aunque el hombre puede tener el Espíritu, y Dios puede llenar con el Espíritu, tomar/poner o dar el Espíritu, con más frecuencia el Espíritu actúa directamente. Típicamente, el Espíritu actúa sobre (επι), aunque de cuando en cuando en/por (εν) o a (προζ), algún individuo o grupo. Casi sin excepción, los traductores emplean el tiempo aoristo para describir esa actividad carismática del Espíritu, subrayando así el acto histórico más bien que una condición o un estado. 2.1.3. Motivos carismáticos 2.1.3.1. El motivo de transferecia El motivo más impresionante para la actividad carismática del Espíritu de Dios es la transferencia del Espíritu en asociación con la transferencia del liderazgo. En el contexto del carácter programático de las narrativas, ya hemos mencionado la 36 transferencia del Espíritu de Moisés a los ancianos y de Elías a Eliseo. Además, hay una transferencia del Espíritu de Moisés a Josué y de Saúl a David. Esa transferencia del Espíritu tiene un propósito doble: 1) autenticar o acreditar el nuevo liderazgo y 2) conceder las habilidades adecuadas para las nuevas responsabilidades del liderazgo. La primera transferencia de liderazgo documentada es de un individuo a un grupo: de Moisés a los setenta ancianos (Números 11:10-30). Después de una serie de quejas continuas por Israel, Moisés protesta al Señor: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía” (Números 11:14). En respuesta a la protesta de Moisés, el Señor le manda: “Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel” (Números 11:16). Entonces promete: “Tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo” (Números 11:17). Cuando Moisés y los ancianos están reunidos en el Tabernáculo: Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron. (Números 11:25) En ese ejemplo y en casos subsiguientes, la transferencia del Espíritu es el complemento necesario de la transferencia de la responsabilidad del liderazgo. Después de una generación en el desierto, la muerte inminente de Moisés hace indispensable el nombramiento de un sucesor para guiar a Israel en la Tierra Prometida. A fin de que a su muerte Israel no quede “como ovejas sin pastor”, Moisés pide 37 que el Señor “ponga…un varón sobre la congregación” (Números 27:16). El Señor entonces manda a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él….Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. (Números 27:18,20) Un mensaje paralelo en Deuteronomio evoca este incidente: Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés. (Deuteronomio 34:9) Este último texto pone de manifiesto lo que se insinúa en el texto anterior. La transferencia del liderazgo de Moisés a Josué está acompañada de la correspondiente transferencia del Espíritu. En los casos de Saúl y David el lector encuentra otro ejemplo más de la transferencia tanto del liderazgo como del Espíritu. Cuando Samuel ungió a Saúl como rey, “el Espíritu de Dios vinos sobre él con poder” (1 Samuel 10:10). De manera idéntica, cuando Samuel ungió a David como sucesor de Saúl, “desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). Que se trata de una verdadera transferencia del Espíritu de Saúl a David lo confirma el hecho de que al venir sobre David, “el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl” (1 Samuel 16:14). La transferencia del Espíritu de Elías a Eliseo es otro ejemplo de ese motivo repetido. El texto informa: 38 “Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí” (2 Reyes 2:9). Pronto se cumple esa petición, pues los hijos de los profetas reconocen que “el espíritu de Elías reposó sobre Eliseo” (2 Reyes 2:15). Esa transferencia de la vocación profética y el don del Espíritu la confirma la capacidad de Eliseo de dividir el río Jordán como lo había hecho Elías anteriormente (2 Reyes 2:8,14). 2.1.3.2. El motivo de la señal La descripción de la unción de Saúl afirma claramente que un propósito del don del Espíritu es dar una señal (σηµειον) para confirmar o autenticar el llamado de Dios al liderazgo. Samuel dice a Saúl que una señal confirmará que “te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel” (1 Samuel 10:1). Entonces enumera tres señales que vendrán a Saúl: 1) en el sepulcro de Raquel sabrá que se han encontrado las asnas perdidas; 2) en Betel le darán dos panes; y 3) en Gabaa el Espíritu de Dios vendrá sobre él y profetizará (1 Samuel 10:2-6). Con énfasis especial en la tercera señal, el texto informa que todas estas señales acontecieron en aquel día. Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido 39 al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas? (1 Samuel 10:9b-11) Esa narrativa pone en claro que el don del Espíritu de profecía, por una parte, da a Saúl la confirmación o señal experimental de que Dios está con él (1 Samuel 10:7) y, por otra parte, demuestra públicamente a la nación que Saúl es el ungido del Señor. Para Saúl, el don del Espíritu de profecía pudiera servir sólo como una señal entre otras, pero se puede observar esa señal en varias otras narrativas. Por ejemplo, la transferencia del liderazgo de Moíses a los ancianos y el don complementario del Espíritu reflejan un patrón semejante. Al principio de sus nuevas responsabilidades de liderazgo, se pone el Espíritu sobre los ancianos y profetizan. Además, se describe el don del Espíritu a David en su unción en términos idénticos al don anterior a Saúl, autenticándolo como el sucesor divinamente elegido de Saúl. Aunque no se menciona ninguna señal cuando el Espíritu viene sobre él, al igual que su predecesor, David también es profeta. En un texto posterior afirma: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2). Además de la función de señal explícita de la dimensión profética del don del Espíritu, también hay una asociación general del don del Espíritu y la profecía. En Crónicas, por ejemplo, los textos siguen un orden invariable: la descripción del don del Espíritu siempre va seguida de un informe de habla directa. Ese orden es evidente para Amasai, Azarías el hijo de Obed, Jahaziel un levita y Zacarías el hijo de Joiada el sacerdote (1 Crónicas 12:18; 2 Crónicas 15:1, 20:14; 24:20). Ese modelo, que insinúa inspiración profética para los que no son profetas de oficio, también es evidente en profetas como Balaam y Ezequiel (Números 23:6 LXX; Ezequiel 11:5). Así que, ya sea que la evidencia venga de la experiencia de 40 Saúl, los setenta ancianos, los escritos del cronista u otra fuente, el don profético del Espíritu siempre tiene una dimensión experimental y funcional, una dimensión que en algunos casos, por lo menos, sirve como una señal explícita para autenticar o confirmar el llamado de Dios al servicio. 2.1.3.3. El motivo vocacional El don del Espíritu no sólo es una señal para confirmar el llamado de Dios, sino que también da habilidades que corresponden a ese llamado al liderazgo. Por ejemplo, Dios llena a los artesanos que hacen las prendas sacerdotales de Aarón o que trabajan en el tabernáculo con “espíritu de percepción” (Éxodo 28:3, LXX) o con “el Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia” (Éxodo 31:3; 35:31, LXX). Para esos artesanos, el espíritu de sabiduría es el Espíritu que imparte sabiduría, una sabiduría que es destreza manual o artesanía. De modo semejante, como sucesor de Moisés, Josué es “lleno del espíritu de sabiduría” (Deuteronomio 34:9, LXX). Por contraste al espíritu de sabiduría e inteligencia como artesanía, para Josué el espíritu de sabiduría es la capacidad de conducir hacia la Tierra Prometida a una nación típicamente desobediente y descarriada. El don del Espíritu a los jueces imparte destreza militar más bien que artesanía o liderazgo. El primer juez, Otoniel, ilustra esa dimensión del don del Espíritu. Leemos: “El Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria” (Jueces 3:10). Ese mismo don de destreza militar es evidente también en Gedeón (Jueces 6:34), Jefté (Jueces 11:29), y de una manera modificada en Sansón (Jueces 13:25ss). La característica singular de Sansón como juez es su fuerza física impartida por el don del Espíritu. Tres veces se dice de él que “el Espíritu de Jehová vino sobre él con poder” (Jueces 14:6,19; 15:14). 41 Insatisfecho con su incapacidad de hacer frente a la amenaza filistea, el pueblo obligó a Samuel a establecer la monarquía, exigiendo: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8:5). En contraste con la sociedad de aldeas y tribus de los jueces, la monarquía traerá consigo: 1) un ejército permanente, 2) una autoridad centralizada con su burocracia y 3) una sucesión dinástica. No obstante, el narrador describe la monarquía en lenguaje que con intención hace eco del papel de los jueces. Por ejemplo, en su unción por Samuel, el Espíritu del Señor vino poderosamente sobre Saúl y David: una descripción que hace eco del don del Espíritu a Sansón. Por lo tanto, aunque los reinados de Saúl y David representan un rompimiento radical político y social con la era de los jueces, el narrador todavía les da el papel de guerreros carismáticos tan característico de sus predecesores. Este estudio de la actividad carismática del Espíritu de Dios ha ilustrado tres temas o motivos intimamente relacionados. En períodos clave de la historia de Israel la transferencia del liderazgo, o aun el llamado independiente al liderazgo, va acompañado típicamente de una transferencia o don complementario del Espíritu. Ese don del Espíritu a los líderes de Israel a menudo tiene una dimensión experimental, tal como la manifestación de profecía, que sirve de señal para confirmar el llamado de Dios. Esa actividad carismática no es sólo experimental, sino también funcional, pues además da destrezas apropiadas para ese llamado al liderazgo y al servicio. En resumen, esos motivos carismáticos describen el don del Espíritu de Dios a su pueblo para el servicio o la vocación divinos. 2.1.4. El Espíritu en la era mesiánica Hasta el momento hemos limitado nuestro estudio a la relación histórica de la actividad carismática del Espíritu de 42 Dios. Sin embargo, también hay una anticipación profética del don del Espíritu en la era venidera en que Dios visitará a su pueblo y restablecerá su prosperidad. Esa actividad del Espíritu se concentra en un solo líder carismático y en un pueblo que está tanto fortalecido como renovado por el Espíritu. El profeta Isaías describe el don del Espíritu a un líder enigmático. Al describir a ese líder como “una vara del tronco de Isaí” (Isaías 11:1), el profeta establece el linaje davídico del líder. Entonces sigue diciendo: Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. (Isaías 11:2) En un texto posterior el Señor pone su Espíritu sobre su siervo, al proclamar: He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. (Isaías 42:1) Un texto final parece describir la experiencia del profeta mismo. Afirma: El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel. (Isaías 61:1) Cualesquiera que sean las dificultades que crea para el 43 intérprete la tensión en esos textos entre los oficios real y profético, el carácter individual y colectivo del siervo, y el aspecto presente y futuro de la unción del Señor, un hecho queda claro: esos textos describen a un líder carismático, el ungido del Señor, el Mesías. Ese don carismático del Espíritu del Señor al Mesías tiene un significado doble. En primer lugar, significa que su ministerio no es simplemente hereditario, es decir, una cuestión de sucesión real o dinástica. Como el mismo David, ocupará su cargo por derecho de un llamado divino. Expresara la conciencia de su llamado en la afirmación: “Y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu” (Isaías 48:16). En realidad, el don del Espíritu le da al Mesías una condición sin igual entre los hijos de David o los profetas, pues lo coloca en la tradición de los grandes fundadores carismáticos de Israel: Moisés, Josué y David. En segundo lugar, el don del Espíritu al Mesías, así como a sus predecesores carismáticos, le provee de las destrezas apropiadas para su llamado. Es propio que para su misión sin paralelo reciba la mayor dotación del Espíritu que se documenta en las Escrituras: los seis aspectos de sabiduría e inteligencia, consejo y poder, conocimiento y temor de Jehová. El carácter programático de las descripciones por el profeta del don del Espíritu al Mesías naturalmente resulta en un reducido número de textos. Aunque son pocos en número, indican que, en comparación con cualquiera de los líderes carismáticos de Israel, el Mesías es de manera extraordinaria un hombre del Espíritu. En la era venidera, sin embargo, el Espíritu no se posará exclusivamente sobre el Mesías. Más bien, compartirá el don carismático del Espíritu con el pueblo restaurado de Dios. En el profeta Joel encontramos la visión de un ministerio profético amplio. Su oráculo, ahora clásico, dice: 44 Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. (Joel 2:28,29) Según lo predice Joel, ese derramamiento del Espíritu es para toda la especie humana, que en el contexto quiere decir todo Israel. Al derramar su Espíritu sobre la nación, Dios les dará el Espíritu de profecía a jóvenes así como a ancianos, anuncia que cuando Dios visite a su pueblo para restablecer su prosperidad, ya no se restringirá el Espíritu de profecía a los líderes de Israel, ni se le dará de acuerdo con las normas de la sociedad israelita. En vez de eso, será universal tanto en extensión como en condición. Ese futuro derramamiento del Espíritu sobre el ungido del Señor y sobre su pueblo creará una comunidad carismática. Como complemento de esa creación de un futura comunidad carismática, Dios también creará un nuevo Israel mediante la renovación interior por el Espíritu. Empleando una amplia gama de metáforas y alusiones, los profetas Isaías y Ezequiel expresan esa esperanza. Se describe la renovación por el Espíritu en términos de la limpieza o la acción purificadora del agua y el fuego, por una parte, y el aliento de vida, por otra parte (Isaías 4:4; Ezequiel 37:5-6). También será como la lluvia que da vida en el desierto (Isaías 44:3). Además, esa renovación interior hará necesario un nuevo pacto: Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de 45 tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre. (Isaías 59:21) Por último, Dios garantiza la eficacia de ese nuevo pacto al prometer a Israel: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:26,27) En resumen, como lo describen los profetas, el don del Espíritu de Dios en la era venidera se caracterizará por dos dimensiones nuevas. En primer lugar, Dios derramará su Espíritu a escala universal. Sin duda, la comunidad de la era nueva tendrá un líder carismático escogido, dotado y enviado de manera singular, pero por primera vez la comunidad misma será carismática. La diferencia entre la actividad carismática del Espíritu a través de la historia israelita y en la era venidera es una diferencia de magnitud: el don del Espíritu a individuos o grupos cederá el lugar al don del Espíritu a la comunidad. En segundo lugar, en la era venidera el pueblo de Dios experimentará una dimensión del Espíritu totalmente nueva: el Espíritu que mora en ellos. Por su Espíritu Dios limpiará y purificará a su pueblo de sus pecados, creará vida nueva en ellos, y les impartirá la capacidad de guardar sus mandamientos del pacto. La renovación interior por el Espíritu, que resulta de morar el Espíritu en ellos, complementa el don carismático del Espíritu. Al derramar Dios su Espíritu sobre ellos, la 46 futura comunidad del ungido del Señor recibirá poder tanto carismático como moral y espiritual. 2.2. El Espíritu carismático en el período intertestamentario El judaísmo del período intertestamentario difiere en muchos aspectos de la vida del Israel bíblico. Históricamente, el crecer y decrecer de imperios el persa, el griego y el romano sigue su movimiento inexorable a través del puente de tierra entre Asia, Europa, y África, que al sur es el eretz Israel, la patria de los judíos. Aunque el judaísmo del período intertestamentario permanece firmemente arraigado en su fe bíblica, la mezcla de esas diversas influecias orientales y occidentales de manera irreversible vuelve el judaísmo por caminos históricos, culturales y teológicos inexplorados. Como una centrífuga gigantesca, las fuerzas imperiales de dispersión, que comenzaron con los exiliados a Asiria y Babilonia, continúan llevando al pueblo de Dios a tierras nuevas y distantes: Asia Menor, Europa, Egipto y el norte de África. Como resultado de esa dispersión, el arameo reemplaza cada vez más al hebreo como el idioma de los judíos, y es parcialmente reemplazado, a su vez, por el griego. Así es que en Alejandría, Egipto, se traduce la Biblia hebrea por primera vez al griego (ca. 250-150 a.C.). Además, verdades bíblicas latentes se desarrollan hasta llegar a ser doctrinas hechas y derechas: por ejemplo, el dualismo, la angelología, la demonología y la resurrección de los muertos. Teológicamente, sin embargo, una de las diferencias más importantes entre la fe de Israel y la del judaísmo es negativa: la apenada conciencia de la pérdida de la inspiración profética desde el período anterior hasta el posterior. 47 2.2.1. La cesación de la inspiración profética En contraste con la Biblia hebrea, la literatura clásica del período intertestamentario está notablemente desprovista de la actividad carismática, vocacional y experimental del Espíritu de Dios. Varios textos muy dispersos hacia el final de ese período dan testimonio elocuente de la creencia en la cesación de la actividad carismática, en general, y de la inspiración profética, en particular. Por ejemplo, el autor seudónimo de 2 Baruc lamenta: Pero ahora se ha llevado a los justos y los profetas se han dormido y también hemos salido de la tierra, y se ha tomado Sion de nosotros, y no tenemos nada ahora salvo el Poderoso y su ley. (2 Baruc 85:3) De un modo parecido, el apologista e historiador judío, Josefo, da expresión formal a esa creencia en la cesación de inspiración profética. En Contra Apión escribe: Desde Artajerjes hasta nuestro propio tiempo se ha escrito la historia completa, pero no se ha considerado que ésta sea digna del mismo crédito que los relatos anteriores, debido a la interrupción de la sucesión exacta de los profetas (I. 41). Por último, una tradición rabínica tardía explica: Cuando murieron los últimos profetas, Hageo, Zacarías, y Malaquías, el espíritu santo cesó en Israel; no obstante, se les concedió (a los israelitas) 48 oír (comunicaciones de Dios) mediante una voz misteriosa (Tos Sot 8:2). Esos textos, por lo tanto, dan testimonio consecuente de la convicción difundida en el período intertestamentario de que la inspiración profética había cesado en el pasado. La cesación de inspiración profética tiene dos consecuencias importantes para la literatura religiosa del período intertestamentario. En primer lugar, estableció la frontera temporal que dividía la literatura bíblica de la Apócrifa y la Pseudepígrafa. Nada que se escribió después de Malaquías podía ser bíblico, porque ipso facto no podía ser inspirado. En segundo lugar, impulsó un cuerpo significativo de literatura seudónima. Con la cesación de inspiración profética uno no podía escribir de manera autorizada en nombre propio, sino que ahora tenía que escribir de manera seudónima, es decir, en nombre de héroes bíblicos tales como Enoc, los doce patriarcas, Baruc y Esdras. 2.2.2. La restauración de la inspiración profética Consciente de la ausencia de la inspiración profética, el judaísmo fijó la mira en la restauración futura de la profecía en Israel. Por ejemplo, como parte de la purificación del templo, que Judas Macabeo acababa de reconquistar de los sirios (diciembre de 164 a.C.), los sacerdotes “demolieron el altar y colocaron las piedras en el monte del templo, en un lugar conveniente, hasta que viniera un profeta que les indicara lo que debían hacer con ellas” (1 Macabeos 4:46). Posteriormente, los judíos nombraronn a Simón, hermano de Judas, “jefe y sumo sacerdote para siempre, hasta que apareciera un profeta autorizado” (1 Macabeos 14:41). Cuando el sentimiento pro-hasmoneo llegó a su apogeo en 49 la edad de oro del gobierno macabeo bajo Juan Hircano (134-04 a.C.), sus partidarios creían que la profecía estaba restaurada en él. Josefo escribe de esa convicción: Él fue el único hombre que unía en su persona tres de los privilegios más altos: mando supremo de la nación, el sumo sacerdocio y el don de profecía. Pues tan intimamente estaba en contacto con la deidad, que nunca era ignorante del futuro; así previó y predijo que sus dos hijos mayores no permanecerían a la cabeza de los asuntos (Guerra judía, I. 68-69). La creencia de que los sacerdotes-gobernantes hasmoneos también tenían el don de profecía se hace patente en el documento de propaganda pro-hasmonea, Testamento de Leví. En una visión se le ordena a Leví: “Levántate, ponte el manto de sacerdocio y la corona de justicia…y el efod de profecía” (8:2-3). Después que Leví está preparado para su cargo, se le dice: Leví, tu semilla será dividida en tres oficios, para señal de la gloria del Señor que ha de venir. Y la primera porción será grande; sí, mayor que ella no habrá ninguna. La segunda será en el sacerdocio. Y la tercera será llamada por un nuevo nombre, pues vendrá un rey en Judá, y establecerá un nuevo sacerdocio, según el modo de los gentiles (para todos los gentiles). Y su presencia es amada, como profeta del Altísimo, de la simiente de Abraham nuestro padre (8:11-15). Como muestra esa propaganda pro-hasmonea, los partidarios de los gobernantes macabeos creían que Juan Hircano combinaba 50 en su única persona los tres cargos “ungidos”, es decir, era un sacerdote que también ejercía gobierno real y dones proféticos. Sin embargo, a diferencia de los modelos bíblicos que ya hemos estudiado, no hay indicio de que Hircano recibiera el Espíritu carismático de profecía. Los participantes del pacto de Qumrán pronto se convirtieron en rivales amargos de los hasmoneos. Oponiéndose a la pretensión de que los tres cargos “ungidos” estuvieran unidos en un hombre, separaron los cargos. Según la Regla de la comunidad, los que procuraran unirse a su comunidad “serán gobernados por los preceptos primitivos, los cuales al principio se enseñó a los hombres de la comunidad, hasta que venga el profeta y los Mesías de Aarón e Israel” (RC IX). La llamada Antología mesiánica nos informa que ese profeta de los días postreros es el profeta escatológico como Moisés (Deuteronomio 18:18-19). Aunque todavía esperaban la venida del profeta escatológico, los participantes del pacto de Qumrán pudieron haber creído que el Espíritu Santo (de profecía) ya obraba en medio de ellos. En el himno XII leemos: Yo, el maestro, te conozco, oh Dios mío, por el espíritu que tú me has dado, y por tu Espíritu Santo he escuchado fielmente tu consejo maravilloso. En el misterio de tu sabiduría tú me has abierto ciencia, y en tus misericordias [me has abierto] la fuente de tu poder. Significativamente, en Antigüedades de los judíos Josefo informa sobre tres profetas esenios: 1) Judas, que predijo la muerte de Antígono (XIII. 311-13); 2); Manahem, que predijo que herodes llegaría a ser “rey de los judíos” (XV. 373-8); y 3) Simón, que 51 interpretó un sueño de Arquelao en el sentido de que su gobierno duraría diez años (XVII. 345-8). Es tentador especular que Simón, el profeta esenio, pudiera identificarse con el profeta Simeón, que bendijo a Jesús en el templo (Lucas 2:25-35). Además, en términos fuertemente dualistas, la Regla de la comunidad describe dos clases de hombres que son gobernados por “los espíritus de verdad y falsedad” (RC III-IV). Los hijos de luz son governados por el ángel de Luz, que parece estar identificado con el ángel de Verdad. Por contraste, los hijos de falsedad son gobernados por el ángel de Oscuridad. Esa terminología del Espíritu, aunque no la teología, se encuentra en la descripción de Juan del Espíritu-Paracleto (Juan 14-16). Es evidente que los participantes del pacto de Qumrán creían que eran la comunidad electa de los postreros días y, por lo tanto, que algunos de sus líderes, si no la comunidad entera, habían recibido el Espíritu Santo. En efecto, algunos de sus hermanos esenios eran profetas notables. A pesar de esa afirmación de haber recibido el Espíritu Santo, de ser gobernados por el Espíritu de verdad, y de ejercer el don profético, tuvieron poco impacto carismático en el destino de la nación, la cual consideraban apóstata. Rechazando los puntos de vista mesiánico-proféticos tanto hasmoneo como de Qumrán, en las décadas turbulentas que presenciaron la transición del poder hasmoneo al romano en Judea, los fariseos reavivaron la antigua esperanza mesiánica de la restauración de la monarquía davídica. Ese rey davídico liberaría a Judá de sus opresores. El autor de los Salmos de Salomón ora: He aquí, oh Señor, y levántales su rey, el hijo de David, en el momento qu tú veas, oh Dios, para 52 que él reine sobre Israel tu siervo. Y cúbrelo con poder, para que pueda romper gobernantes injustos, y para que purgue Jerusalén de las naciones que (la) atropellan a destrucción (17:23-25). El salmo también describe la dotación espiritual de ese hijo de David: Bendecirá al pueblo del Señor con sabiduría y alegría, y él mismo (será) puro de pecado, para que pueda gobernar a un pueblo grande. Reprenderá gobernantes, y quitará pecadores por el poder de su palabra; y (dependiendo) de su Dios, en todos sus días no tropezará; pues Dios lo hará poderoso mediante su espíritu santo, y sabio mediante el espíritu de inteligencia, con fuerza y justicia (17:40-42). En lenguaje que hace eco del don del Espíritu tanto a Saúl como a David (1 Samuel 10:10; 16:13), ese hijo de David será un guerrero-rey carismático. Aparte de esas experiencias aisladas de la restauración de inspiración profética en el período intertestamentario, se identificaba la piedad de los judíos por su devoción a la ley, más bien que por liderazgo carismático. En realidad, la devoción a la ley, “por su misma naturaleza, excluía la actividad del Espíritu”. Así, la interpretación de la ley reemplazó la inspiración profética, la enseñanza reemplazó la proclamación, y el escriba reemplazó al profeta. Debido a esa preocupación con la piedad según la Torá, en el judaísmo intertestamentario el clima era desfavorable 54 54. Citado de George Foot Moore, Judaism in the First Centuries of the Christian Era: The Age of Tannaim, tomo I (Nueva York: Schocken Books, 1971, reimpresión), p. 421. 53 a la restauración del liderazgo carismático, generalmente, y a la restauración de inspiración profética, específicamente. De modo que el Espíritu carismático de profecía desapareció de Israel. Es a la luz de ese ambiente histórico de la relación del Antiguo Testamento del liderazgo carismático, de esperanza para la venida de un Mesías al final del siglo uno que sería tanto ungido como fortalecido por el Espíritu , de esperanza para un pueblo que participara del don de su Espíritu, y de la conciencia en el judaísmo de que el don profético del Espíritu estaba ausente, que debemos interpretar el torrente asombroso y sin precedentes del don del Espíritu en Lucas-Hechos. Al volver a la interpretación del Espíritu Santo en LucasHechos, seguiremos de acuerdo con las bases siguientes. En términos generales, el Antiguo Testamento y la historiografía helenística judía le servían a Lucas de modelo para escribir su historia de dos volúmenes del origen y la difusión del cristianismo. Además, los motivos carismáticos de las Biblias hebrea y griega, tales como los de la transferencia, la señal y vocación, influyen en la teología del Espíritu Santo de Lucas. Además de la influencia de esos motivos carismáticos, la Septuaginta proporciona a Lucas la terminología para describir la actividad del Espíritu Santo en la vida de Jesús y sus discípulos. Por último, Lucas-Hechos contrasta con la creencia intertestamentaria en la cesación de la inspiración profética; más bien, informa de la restauración de actividad profética después de cuatro siglos de silencio. 3 54 El Espíritu Santo en el Evangelio según Lucas: El Cristo carismático Los llamados pasajes de “nosotros” en Hechos o son las memorias del escritor de Lucas-Hechos, a quien tradicionalmente se identifica como Lucas, o bien son un diario de viaje anteriormente escrito por uno de los compañeros de Pablo, tal vez Silas o Timoteo, los cuales un editor desconocido posteriormente incorporó en su relato. Si son lo anterior, y esa es la explicación más natural, entonces Lucas, autor y antiguo compañero de Pablo, participó personalmente en los viajes misioneros de Pablo. Cuando llegó a escribir la historia de esa misión, por lo tanto, Lucas no sólo podía consultar con otros participantes, sino que podía sacar mucho de su propia experiencia de primera mano. A fin de escribir la historia completa de esa misión, sin embargo, tuvo que comenzar con el origen de ese testimonio apostólico, es decir, el don del Espíritu Santo a los discípulos el día de Pentecostés. Además, a fin de explicar Pentecostés, necesariamente tuvo que anteponer la historia de Jesús, el evangelio, a la historia de ese testimonio apostólico. 55 56 La participación de Lucas en la misión de Pablo a los gentiles da una parte de la razón de la evolución del género 55. Los pasajes de “nosotros” son Hechos 16:10-17; 20:5–21:18; 27:1–28:16. 56. Para un estudio de los pasajes de “nosotros” véanse los comentarios de F. F. Bruce, The Acts of The Apostles: The Greek Text with Introduction and Commentary (2a ed., Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1952), pp. 2-3, y Ernst Haenchen, The Acts of the Apostles: A Commentary, trad. por Bernard Noble, et al. (Oxford: Basil Backwell, 1971), pp. 489-91. I. Howard Marshall, The Acts of the Apostles: An Introduction and Commentary, The Tyndale New Testament Commentaries (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1980), p. 263, responde a Haenchen: “Haenchen (pp. 489-91) sostiene que el lector naturalmente supondría que una de las personas que se acaban de mencionar (Silas, Timoteo) aquí comienza a contar la historia. Eso es sumamente improbable, ningún lector supondría eso naturalmente, sino que supondría que el autor del libro se incluía a sí mismo en la historia”. 55 del evangelio desde el “evangelio” de Marcos a la “historia de salvación” de Lucas. Cuando puso la historia de Jesús por escrito, Marcos, necesariamente, desarrolló esa literatura peculiarmente cristiana. El Evangelio según San Marcos no es ni historia ni biografía; según la tradición de la Iglesia primitiva, es la relación escrita de la predicación de Pedro en Roma. Según el consenso erudito, el Evangelio de Marcos es la fuente principal detrás del Evangelio de Lucas. Sin embargo, al añadir la narrativa del nacimiento, ampliar la narrativa de inauguración, y entonces colocar la historia entera en el marco cronológico y geográfico del judaísmo bajo Roma Imperial, Lucas alteró radicalmente el “evangelio” de Marcos, creando así una “historia de salvación” cristiana como la continuación de la historia sagrada de Israel. 57 58 Además, la participación de Lucas en los viajes, los juicios y el destino romano de Pablo, sin duda formó en parte la estructura simétrica de Lucas-Hechos. Como demuestra el cuadro siguiente, esa participación dio a Lucas el programa temático para dividir la historia de Jesús y la de los discípulos en dos partes iguales. Estructura temática de Lucas-Hechos LUCAS HECHOS Principio plenitud Nacimiento, Bautismo, de unción de Jesús discípulos Proclamación Sermón de Jesús en Sermón de Pedro el inaugural Nazaret día de Pentecostés 57. La historia de Jesús tiene rasgos en común con biografía, memorias y actas contemporáneas. Sin embargo, entre los géneros literarios de la época del Nuevo Testamento, el Evangelio queda aparte; no se puede identificar completamente con ninguno de esos géneros. Para un breve estudio del problema, véase Ralph P. Martin, New Testament Foundations: A Guide for Christian Students, tomo I: The Four Gospels (Grand Rapids; Wm.B. Eerdmans, 1975), pp. 15-29. 58. En Historia eclesiástica, VI XiV. 6-7, Eusebio anota el siguiente testimonio de Clemente: “Cuando Pedro había predicado la palabra públicamente en Roma, y por el Espíritu había proclamado el evangelio, los presentes, que eran muchos, exhortaron a Marcos, como uno que lo había seguido por mucho tiempo y que recordaba lo que había dicho, que pusiera por escrito lo que se había dicho; y lo hizo, y distribuyó el Evangelio entre los que se lo habían pedido. Y cuando el asunto llegó al conocimiento de Pedro, él ni lo prohibió fuertemente ni lo impulsó adelante”. 56 Milagros confirmadores Éxito Oposición Viajes Arresto y Juicio Consumación Expulsar demonio y sanar enfermos en Capernaúm Aclamación popular extensa Fariseos, líderes de los judíos Ministerio ambulante en Galilea, Judea Juicio triple: ante sanedrín, Pilato y Herodes Cruz Sanidad del cojo en la puerta Hermosa Aclamación popular extensa Sanedrín, judíos de la dispersión Viajes misioneros de Pedro y Pablo Juicio triple: ante Félix, Festo y Agripa Roma Este cuadro no es un bosquejo del contenido de LucasHechos; sencillamente ilustra que Lucas desarrolla ambas partes de su historia del origen y la difusión del cristianismo valiéndose de la misma estructura temática. Por último, la participación de Lucas en la difusión del cristianismo ayuda a explicar la relación interdependiente entre el tema de la historia de salvación y la actividad carismática del Espíritu Santo. El evangelio es la historia de Jesús, el Profeta carismático único en su clase; el libro de Hechos es la historia de sus discípulos, una comunidad de profetas carismáticos. Como lo describe Lucas, sus respectivos ministerios de salvación son posibles sólo mediante la unción, la plenitud de poder y la guía del Espíritu Santo. Es ese énfasis de Lucas en una misión carismática que contrasta con el mínimo papel del Espíritu o en Marcos o en Mateo. 57 En comparación con los otros evangelistas sinópticos, el Espíritu Santo es estadísticamente más numeroso en Lucas: Marcos (6x), Mateo (12x) y Lucas (17x). Es significativo que, con algunas excepciones insignificantes, todas las referencias al Espíritu Santo en Marcos y Mateo tienen paralelos en Lucas. De mayor trascendencia es el hecho de que muchas referencias al Espíritu Santo en Lucas no tienen paralelo ni en Marcos ni en Mateo. Esos textos, que están concentrados en las narrativas de infancia e inauguración de Lucas, mejor reflejan su perspectiva única sobre el don del Espíritu. El diagrama siguiente ilustra la distribución de referencias al Espíritu Santo en los Evangelios. 59 60 61 Referencias al Espíritu en los Evangelios sinópticos MARCOS MATEO LUCAS 1:8 1:18-20* 1:15 1:10 3:11 1:17 1:12 3:16 1:35 3:29 4:1 1:41 12:36 10:20 1:67 13:11 12:18 2:25-27* 12:28 3:16 12:31,32* 3:22 22:43 4:1 28:19 4:1 4:14 10:21 11:13 12:10 12:12 59. Marcos 12:36; Mateo 12:18,28; 28:19. 60. Lucas 1:35; 3:16,22; 4:1; 12:10,12 y paralelos. 61. Lucas 1:15,17,41,67; 2:25-27; 4:1,14,18; 10:21; 11:13. 58 *Estos textos tienen referencias múltiples al Espíritu. Esa concentración de referencias al Espíritu Santo en el Evangelio según San Lucas demuestra que el Espíritu es de más interés histórico y teológico para Lucas que para los otros evangelistas. En este capítulo indagaremos el énfasis de Lucas en el Espíritu Santo tal como se encuentra en la narrativa de la infancia (1:5-2:52), en la narrativa de inauguración (3:1-4:44), y en los textos individuales que están esparcidos por todo el Evangelio. 3.1. La narrativa de la infancia (Lucas 1:5 – 2:52) La transición del prólogo de Lucas (1:1-4) a la narrativa de la infancia introduce al lector en un ambiente de judaísmo humilde y pietista. La narrativa se concentra en los justos y devotos (1:6,28; 2:25) que se agrupan alrededor del templo y su adoración (1:9; 2:27, 37). Como muestran su alabanza y adoración, están saturados en las imágenes y los modos de pensar de sus Escrituras (1:46-55,68-79; 2:29-32). Consecuente con su devoción, guardan sus leyes y observaciones religiosas (1:59; 2:21-22). En ese ambiente extrañamente cargado de devoción religiosa, Lucas describe dos anuncios de nacimiento sensacionales. Primero, el ángel Gabriel anuncia al anciano sacerdote Zacarías: “Tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan” (1:13). Segundo, unos seis meses después, el mismo mensajero celestial informa a María, una joven pariente de Elisabet: “Has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” (1:30b-31). El informe subsiguiente de Lucas de los nacimientos de Juan y Jesús lleva esos anuncios espectaculares a su conclusión natural (1:57 -2:38). Igualmente impresionante, en ese ambiente de piedad y culto, 59 un torrente sin precedentes de la actividad carismática del Espíritu Santo se manifiesta en esas escenas de natividad. Juan, anuncia el ángel, “será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (1.15). Además, no sólo Juan será lleno del Espíritu Santo (1:41,67). Por último, en una agrupación de términos singulares, el anciano Simeón tiene el Espíritu Santo …sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo (2:25-27). Con la única excepción de que Mateo también informa que María concebirá a Jesús mediante el poder engendrador del Espíritu Santo (Mateo 1:18-20), la relación de Lucas de esa actividad del Espíritu está sin paralelo en los otros Evangelios. Como lo informan Lucas (y Mateo), la concepción milagrosa de Jesús mediante el poder engendrador del Espíritu Santo difiere de las otras actividades del Espíritu en la narrativa de la infancia. Es el poder creador de Dios. En términos que tal vez recuerden el Espíritu que se movía en la Creación (Génesis 1:2), en la concepción de Jesús por María, el Espíritu efectúa una nueva creación. Ese engendrar por la presencia divina significa que la concepción de Jesús tiene una importancia parecida a la anterior creación del cosmos. Sucesos futuros de la vida de Jesús darán testimonio de la importancia trascendental de ese acontecimiento creativo único. Las otras cuatro referencias a la actividad del Espíritu Santo en la narrativa de la infancia, por contraste, describen la actividad carismática del Espíritu. Específicamente, esa actividad carismática es profética. Por ejemplo, Juan, Elisabet y Zacarías son llenos del Espíritu Santo. Como muestra la referencia a Zacarías (1:67), Lucas emplea ese término para describir la inspiración profética. Así, los cantos de alabanza de Elisabet y Zacarías (1:42- 60 45,68-79) son palabra profética. Por analogía, puesto que tiene el Espíritu Santo sobre él, la bendición de Simeón (2:29-32) es otro ejemplo de inspiración profética. Ese derramamiento carismático del Espíritu Santo en la narrativa de la infancia, entonces, resulta invariablemente en alabanza y adoración proféticas. Más importante que esos episodios de alabanza profética, se da el Espíritu Santo a Juan para su misión carismática como el precursor del Mesías (3:1-6). En términos específicos, su vocación es profética. Mientras todavía es un niño no nacido, Juan es lleno del Espíritu Santo para su vocación profética (1:15). Ese don del Espíritu lo capacitará para ministrar en el espíritu y poder de Elías (1:17). Cuando circuncidan a Juan, su padre Zacarías, inspirado por el Espíritu, profetiza: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado” (1:76). Lucas, además, presenta el ministerio público de Juan con una fórmula que hace eco de las fórmulas introductorias de muchos profetas del Antiguo Testamento (3:1,2). El que se hable de Juan en términos proféticos no resulta sorprendente. Tanto su recepción previa del Espíritu como el carácter de su ministerio subsiguiente son consecuentes con la vocación profética. Sin embargo, la gente no sólo lo reconoció como profeta (20:6), sino que, conmovida por su predicación, se preguntaba también “si acaso Juan sería el Cristo” (3:15). El judaísmo contemporáneo identificaba la vocación profética con la mesiánica. La literatura de Qumrán, por ejemplo, da testimonio de la extensa popularidad de esa identificación de los ministerios profético y mesiánico. Esa identificación de la funciones profética y mesiánica en el ministerio de Juan es la 62 62. G. Vermes, The Dead Sea Scrolls in English (edición revisada; Middlesex, Inglaterra: Penguin Books, 1968), pp. 247-49. Deuteronomio 18:18-19 forma parte de una Antología mesiánica que también incluye a Deuteronomio 5:28-19, Números 24:15-17, Deuteronomio 33:8-11 y Josué 6:26. 61 clave para la interpretación del ministerio, carismático y ungido por el Espíritu, de Jesús. Ese asombroso torrente de actividad carismática o profética se interpreta mejor tomando en cuenta los antecedentes del judaísmo intertestamentario. En el capítulo 2 observamos que la literatura extra-canónica de ese período, aunque se caracteriza por diversidad, da testimonio de una perspectiva triple del Espíritu: 1) en el judaísmo el Espíritu es casi siempre el Espíritu de profecía, 2)ese don profético del Espíritu ha cesado con el avivamiento de la actividad del Espíritu sólo en la era mesiánica, sea cual fuera la manera en que se concebía. 63 La narrativa de la infancia refleja una perspectiva similar. Tanto en la narrativa de la infancia como en el judaísmo, el Espíritu es el Espíritu de profecía. Además, ambos asocian intimamente el Espíritu con la era mesiánica. No obstante, la actividad del Espíritu en la narrativa de la infancia está también en conflicto con la perspectiva del judaísmo. En tanto que el judaísmo todavía esperaba la restauración mesiánica de la inspiración profética, la narrativa de la infancia, por contraste, describe el cumplimiento de esa expectativa intertestamentaria. Interpretado a la luz de la experiencia del judaísmo, por lo tanto el torrente de inspiración profética, que relata Lucas en la narrativa de la infancia, presagia nada menos que el amanecer de la era mesiánica. Con sus episodios de visitaciones angélicas, torrentes de profecía y escenas de natividad, la narrativa de Lucas de la infancia contiene diversos elementos tipológicos, programáticos y paradigmáticos. Por ejemplo, al anunciar el venidero nacimiento de Juan, el ángel describe su ministerio de acuerdo con el modelo 63. George Foot Moore, Judaism in the First Centuries of the Christian Era: The Age of Tannaim, tomo I (Nueva York: Schocken Books, reimpresión de 1971), pp. 414-22, y Joachim Jeremias, New Testament Theology, Parte One: The Proclamation of Jesus (Londres: SCM Press Ltd., 1971), pp. 76-82. 62 tipológico de Elías (1:17). Además, Lucas describe una clara correspondencia tipológica entre Juan y Jesús. Juan, que es lleno del Espíritu Santo, será un profeta del Altísimo (1:15,76). De un modo parecido, Jesús, que es concebido por el poder del Espíritu Santo, será el Hijo del Altísimo (1:32,35). Aunque Juan es el hijo de Zacarías y Jesús es el hijo de Dios, la actividad del Espíritu Santo crea una genuina correspondencia tipológica entre esos dos bebés, cuyo nacimiento anuncia el amanecer de la era mesiánica. Además de esas correspondencias tipológicas, la narrativa de la infancia también da anticipos programáticos de lo que ha de seguir. En primer lugar, como escribe Paul Minear en su ensayo “Luke’s Use of the Birth Stories” (El uso de las historias del nacimiento en Lucas): Se puede observar un parentesco entre los cánticos de los primeros capítulos, los “discursos de apertura” de Juan y Jesús (caps. 3,4), y los sermones de Hechos….El pensamiento de Lucas tiende hacia discursos, citas e himnos estratégicos, y gira en torno a ellos. 64 En segundo lugar, esos elementos programáticos no se limitan a discursos, citas e himnos estratégicos; también se hallan en la actividad carismática del Espíritu Santo. En la narrativa de la infancia, Juan, Elisabet y Zacarías son llenos del Espíritu Santo. Eso es programático para el don del Espíritu en Hechos, comenzado con los discípulos el día de Pentecostés y terminando con los discípulos en Iconio (2:4; 13:52). Ese torrente de actividad carismática es también paradigmática, pues así como significa “inspiración profética” en la narrativa de la infancia, también significa “inspiración profética” en Hechos. 64. Paul S. Minear, Luke’s Use of the Birth Stories, en Studies in Luke-Acts, ed. por L.E. Keck y J.L. Martyn (Londres: S.P.C.K., 1968), p. 116. 63 3.2. La narrativa de la inauguración (Lucas 3:1 – 4:44) Lucas inicia el ministerio público de Jesús enfocando su narrativa sobre los mismos dos hombres cuyo nacimiento se anunció de manera tan espectacular en la narrativa de la infancia: Juan y Jesús. Así como el nacimiento de Juan anteriormente había precedido al nacimiento de Jesús, de la misma manera Juan está en el cenit de su popularidad mientras Jesús se prepara para inaugurar su propio ministerio público. Al llevar a cabo su papel de precursor y al significar la transición de sí mismo a su sucesor, Juan testifica: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (3:16). Al desenvolverse los acontecimientos inaugurales, sin embargo, el que había sido concebido por el poder engendrador del Espíritu Santo y que bautizaría en el Espíritu Santo primero debe ser ungido por el Espíritu Santo (3:22; 4:18). De esa manera Jesús llega a ser el Cristo, el Ungido, que no sólo poseía el Espíritu, sino que también estaba sujeto a la guía del Espíritu y dependiente de la capacitación del Espíritu (4:1,14). En efecto, como Lucas describe el ministerio público de Jesús desde su bautismo hasta el día de Pentecostés, la presencia y el poder del Espíritu se concentran exclusivamente en Él. En la teología de Lucas, Jesús ha llegado a ser el Cristo carismático, el portador único del Espíritu. 65 En la narrativa de inauguración, Lucas describe el comienzo del ministerio público de Jesús en tres episodios: 1) su bautismo (3:21,22), 2) su tentación (4:1-13 y 3) su sermón 65. Significativamente, en el Evangelio según San Juan, Jesús también es el portador exclusivo del Espíritu Santo durante su ministerio público (1:32; 7:39; 16:7). 64 inaugural en la sinagoga de Nazaret (4:14-30). Aunque esos episodios están separados geográfica y temporalmente, forman una narrativa integrada: el inicio del ministerio público de Jesús, el Cristo carismático. 3.2.1. El bautismo de Jesús Cada uno de los cuatro evangelistas documenta el bautismo de Jesús por Juan el Bautista. Cada evangelista también menciona los dos fenómenos que acompañaron a ese bautismo: el descenso del Espíritu sobre Jesús y la voz del cielo. Una comparación de los cuatro relatos revela un acuerdo fundamental entre todos, mientras que al mismo tiempo revela pequeñas diferencias de detalle. Esas diferencias son significativas, pues reflejan la perspectiva única de cada evangelista. Por ejemplo, para Lucas y Marcos “se subordina el acto de bautismo a la subsiguiente infusión del Espíritu Santo”. Por contraste, al subrayar el diálogo entre Juan y Jesús respecto a la conveniencia de bautizar a Jesús, Mateo da más énfasis al acto del bautismo. 66 Hay más diferencias entre los evangelistas. Mateo, Marcos y Juan informan que el Espíritu Santo descendió “como paloma” (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Juan 1:32), mientras que Lucas informa que el Espíritu descendió “en forma corporal, como paloma” (Lucas 3:22). Al agregar ese detalle, Lucas subraya que el descenso del Espíritu sobre Jesús no fue una experiencia mística ni visionaria. Fue, más bien, una manifestación objetiva, exteriorizada y física del Espíritu. Concomitante con el descenso del Espíritu Santo, una voz del cielo declara: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” 66. E. Earle Ellis, editor, The Gospel of Luke, New Century Bible (Londres: Thomas Nelso and Sons Ltd., 1966), p. 91. Véase también Jeremias, New Testament Theology, p. 55, y Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 33. 65 (3:22). Esa voz celestial en el bautismo de Jesús es análoga a la “voz” (fone) en Josefo (Ant XIII X.3) o al “eco” de su voz (bat kol) en la literatura rabínica. Se creía comúnmente en el judaísmo que después de la muerte de los últimos profetas, Dios comunicaba su voluntad sólo devez en cuando, y entonces sólo por una voz celestial (Tos Sot 13, 2). Tanto el descenso del Espíritu Santo como la voz del cielo en el bautismo de Jesús confiman que con Jesús, Dios está restaurando la comunicación interrumpida entre Él e Israel. La declaración celestial: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”, nos dirige al Antiguo Testamento. Esa declaración hace eco de dos textos, Salmo 2:7 (Mi hijo eres tú), e Isaías 42:1 (en quien mi alma tiene contentamiento). Los intérpretes creen comúnmente que eso designó a Jesús tanto como el rey davídico del salmo como el siervo de Isaías. Esa interpretación, sin embargo, es discutible. El contexto inmediato de la tentación (4:1ss.) y la hostilidad (4:28ss.) que pronto experimentaría Jesús debilita esa interpretación. A la luz de ese contexto, la voz del cielo alienta y fortalece a Jesús para la oposición satánica y humana que ha de enfrentar. 67 Una voz parecida del cielo algún tiempo después confirma esa interpretación alternativa. Ella también está en el contexto de oposición inminente. Jesús acaba de advertir a sus discípulos que “es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día” (9:22). Consciente de ese destino que le espera, Jesús sube al monte para orar. Mientras ora una voz viene de una nube, diciendo: “Este es mi hijo amado; a él oíd” (9:35). La voz del cielo anima y 67. C.K. Barrett, The Holy Spirit and the Gospel Tradition (nueva edición; Londres: S.P.C.K., 1966), pp. 41ss. 66 fortalece a Jesús, así como lo hizo en su bautismo, en previsión de la hostilidad que culmina en su muerte. El segundo salmo tiene un mensaje para el rey davídico que es semejante al que tiene la voz celestial para Jesús. Dios asegura al rey davídico que, aunque los enemigos y la oposición lo rodeen, él goza de favor y protección divinos. En términos que preven la relación filial entre Jesús y el Padre, el salmo asegura al rey que Dios actúa hacia él a la manera de un padre hacia su hijo. En conclusión, la voz del cielo no designa a Jesús como el rey davídico. Más bien, expresa el elogio del Padre a su Hijo que está batallando contra las hostiles fuerzas del mal. Alentado y fortalecido por ese encomio divino, Jesús proseguirá en la batalla hasta su final victorioso. 3.2.2. La tentación de Jesús (Lucas 4:1-13) Cada uno de los evangelistas sinópticos conecta la tentación de Jesús con su recepción del Espíritu. Después de su bautismo el Espíritu lleva (Mateo 4:1, Lucas 4:1) o impulsa (Marcos 1:12) a Jesús a ir al desierto para un período de prueba por Satanás. Sólo Lucas califica a Jesús de “lleno del Espíritu Santo” (4:1). En su comentario sobre el Evangelio según San Lucas, Alfred Plummer observa: Se había dotado a Jesús con poder sobrenatural; y fue tentado a usarlo para promover sus proprios intereses sin considerar la voluntad del Padre…. Fue al desierto de acuerdo con los impulsos del Espíritu. El que fuera tentado allí fue el propósito divino a fin de prepararlo para su tarea. 68 68. Alfred Plummer, A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel According to St. Luke, The International Critical Commentary: (5a ed., Edimburgo: T. & T. Clark, 1922), p. 107. 67 Así que el don del Espíritu a Jesús no sólo ocasiona la tentación, sino que también da significado a la tentación. Lucas también es el único que menciona el hecho de que después de ese período de tentación, “Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor” (4:14). Tanto Mateo como Marcos asocian el inicio del ministerio galileo de Jesús con el encarcelamiento de Juan el Bautista (Mateo 4:12; Marcos 1:14). Mediante su silencio en cuanto al encarcelamiento de Juan, Lucas subraya la capacitación neumática o carismática de Jesús. 3.2.3. La predicación de Jesús en Nazaret (Lucas 4:14-30) Aunque cada uno de los cuatro evangelistas menciona el descenso del Espíritu sobre Jesús después de su bautismo por Juan, sólo Lucas relata la comprensión de Jesús de ese acontecimiento. Participando en el culto de la sinagoga un día de reposo después de su regreso a Galilea, Jesús lee del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. (Lucas 4:18-19) Devolviendo el rollo al ministro, anuncia a la congregación: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (4:21). Jesús así comprende que el descenso del Espíritu sobre él en su bautismo realizó su unción. Por lo tanto, Jesús es el “Ungido”, el “Mesías” (hebreo) o el “Cristo” (griego), anhelado por el devoto Simeón (2:26) y decenas de sus contemporáneos, ya sea por motivos pietistas o nacionalistas. 68 Muchos en Israel eran ungidos del Señor. Sacerdotes (Éxodo 28:41), reyes (1 Samuel 10:1), y hasta profetas (1 Reyes 19:16) fueron ungidos al asumir su cargo. Además, aun se podría calificar a un monarca extranjero como Ciro como el ungido del Señor (Isaías 45:1). El problema que se plantea al intérprete de Lucas es: ¿para cuál de esos cargos se ungió a Jesús con el descenso del Espíritu? Aunque los intérpretes a menudo niegan que Jesús afirmara ser profeta o pensara en sí como tal, los datos de Lucas llevan a la conclusión de que Jesús pretendió cumplir con el ministerio profético. 69 Significativamente, el judaísmo entendió Isaías 61:1 en términos proféticos. El Targum de Jonatán traduce el texto hebreo de Isaías 61:1 en arameo como:”El Espíritu de profecía de delante de Jehová Dios está sobre mí”. Ahora bien, en un culto de sinagoga: 70 Después de la Oración (Tefillah) venía la lectura de las Escrituras, acompañada en Palestina por una traducción al arameo. Entonces venía la homilía, que en Palestina era por lo general en arameo. 71 La descripción de Lucas de ese culto en la sinagoga de Nazaret, “corresponde exactamente a lo que dicen la Mishnah y textos judíos posteriores sobre el uso de la sinagoga”. Así, es muy probable que la traducción aramea, “El Espíritu de profecía”, fuera parte del culto en Nazaret. El carácter arameo del texto habría desaparecido cuando 72 69. Barrett, The Holy Spirit and the Gospel Tradition, p. 98. 70. Citado de F.F. Bruce, The Spirit in the Apocalypse, en Christ and Spirit in the New Testament, ed. por Barnabas Lindars y Stephen S. Smalley (Londres: Cambridge University Press, 1973), p. 337. 71. Martin McNamara, Targum and Testament: Aramaic Paraphrases of the Hebrew Bible: A Light on the New Testament (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1972), p. 41. 72. McNamara, Targum and Testament, p. 45. 69 Lucas (o su fuente) asimiló el texto a la traducción griega de la Septuaginta y de Isaías. La reacción de la congregación a la homilía de Jesús indica que Él afirmó ser profeta. Lucas informa que “todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?” (4:22). Respondiendo, Jesús los desafía a aceptarlo, no como el hijo de José, sino como profeta. Reprende a la congregación diciendo: “De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra” (4:24). Es poco probable que Jesús simplemente esté valiéndose de un refrán proverbial que ilustre su rechazo inminente. Más bien, a la luz de Isaías 61:1, especialmente su traducción targúmica, Jesús afirma ser el siervo/profeta ungido. Reconociendo su pretensión, pero rechazándola, la multitud intenta matarlo (4:28-30). Consciente de que el descenso del Espíritu Santo lo ungió para un ministerio carismático, Jesús a propósito modela su ministerio público sobre tres profetas del Antiguo Testamento: Isaías, Elías y Moisés. En el profeta Isaías Jesús halló el modelo para su ungido ministerio de consolación y enseñanza. La voz celestial en su bautismo le dio el ministerio del profeta-siervo, de quien Dios declara: “He puesto sobre él mi Espíritu” (Isaías 42:1). De un modo parecido, la unción del Espíritu le dio el evangelio: su ministerio de buenas nuevas para los abatidos, quebrantados de corazón, cautivos y presos (Isaías 61:1). Por último, en su enseñanza parabólica, Él imita a propósito la misión de Isaías a Judá (Lucas 8:9-10; Isaías 6:10). 73 73. Libros recientes sobre el tema del liderazgo carismático y profético en el Nuevo Testamento incluyen los siguientes: E. Earle Ellis, Prophecy and Hermenuetic in Early Christianity: New Testament Essays (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1978); Martin Hengel, The Charismatic Leader and His Followers, trad. por James Greig (Nueva York: Crossroad, 1981); David Hill, New Testament Prophecy, New Foundations Theological Library (Atlanta: John Knox Press, 1979); Paul S. Minear, To Heal and to Reveal: The Prophetic Vocation According to Luke (Nueva York: The Seabury Press, 1976); y David L. Tiede, Prophecy and History in Luke-Acts (Filadelfia: Fortress Press, 1980). 70 Jesús también modela su ministerio profético sobre los profetas carismáticos, Elías y Eliseo. En la ciudad de Naín Jesús resucita al hijo de una viuda, y la genta exclama: “Un gran profeta se ha levantado entre nosotros” (7:16). Ese, y muchos otros milagros, le valió a Jesús la reputación difundida de un gran profeta. Su reputación dejó muy perplejo a Herodes el tetrarca, el asesino de Juan, pues “decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado” (9:7b-8). De un modo parecido, los discípulos informan que la gente común decía que Jesús era Juan, Elías, o alguno de los otros profetas que había resucitado (9:19). Esa reputación era justificada, pues como ilustra el cuadro siguiente, el ministerio público de Jespus es paralelo al de los profeta carismáticos, Elías y Eliseo. Paralelos entre Elías, Eliseo y Jesús ELÍAS ELISEO JESÚS Controla la 1 Reyes 17:1 2 Reyes 2:14 Lucas 8:22ss. naturaleza 2 Reyes 2:8 2 Reyes 2:19 ss. Resucita 1 Reyes 17:17ss. 2 Reyes 4:34s. Lucas 7:14s. muertos Multiplica 1 Reyes 17:16 2 Reyes 4:3ss. Lucas 9:12ss. alimentos 2 Reyes 4:42ss. Sana lepra 2 Reyes 5:8ss. Lucas 5:12s. El ministerio de Jesús es paralelo al de Elías y Eliseo en al menos tres otros aspectos. En primer lugar, como Elías y Eliseo, Jesús es capacitado por el Espíritu (2 Reyes 2:9,14-15; Lucas 4:14). En segundo lugar, como Elías y Eliseo, será rechazado y ministrará a extraños (4:24-30). Por último, así como se transfirió el Espíritu de Elías a Eliseo, así también se transferirá el Espíritu de Jesús a sus discípulos (Hechos 2:4,33). Esos paralelos tienen 71 un significado doble: 1)confirman que el ministerio público de Jesús es carismático y profético, y 2) demuestran que Jesús es el Elías escatológico, es decir, que en Él han llegado los días postreros. Como reconoce Pedro, eso sólo puede significar que Jesús es el Cristo (9:20). Por último, Jesús es también el profeta como Moisés que se describe en Deuteronomio 18:15: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oirés”. Se hace eco de esa frase, “a él oiréis”, en el relato de la transfiguración. Respondiendo a la sugerencia de Pedro de que debieran construir tres enramadas: una para Moisés, una para Elías y una para Jésus, una voz sale de la nube diciendo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (9:35). Es muy probable que sea la experiencia de Pedro aquí en el Monte de la Transfiguración lo que después hace que él identifique a Jesús como el profeta como Moisés (Hechos 3:22). Eso al paracer llegó a ser una identificación difundida en la Iglesia primativa, pues aun el judío helenístico, Esteban, hace esa identificación (Hechos 7:37). Cada uno de los tres profetas estaba dotado con el Espíritu, es decir, era un líder carismático. Además, en el judaísmo contemporáneo tanto Moisés como Elías eran figuras mesiánicas o del fin de los siglos. De manera que, tanto individual como colectivamente, constituían un modelo apropiado para el ministerio carismático, o ungido por el Espíritu, de Jesús. Hemos observado que la presencia y la actividad del Espíritu Santo dominan la narrativa de la inauguración de Lucas. Sólo de Lucas aprendemos que Jesús comienza su ministerio “ungido” por el Espíritu. Sólo Lucas observa que Jesús inicia su ministerio galileo en el poder del Espíritu. Los demás evangelistas dejan de dar paralelos de esa actividad 72 del Espíritu, que para Lucas es el prólogo del ministerio público de Jesús. El don del Espíritu a Jesús en la narrativa de inauguración, como el don del Espíritu a Juan en la narrativa de la infancia, es vocacional. Ese don vocacional es específicamente profético. Jesús no sólo es ungido por el Espíritu, sino que también es guiado, lleno y capacitado por el Espíritu. El torrente de actividad profética asociada con los anuncios del nacimiento de Juan y Jesús anuncia el amanecer de la era mesiánica. La actividad del Espíritu en los episodios del bautismo, de la tentación y de la sinogoga inaugura el ministerio público de Jesús el Mesías. Para Lucas, Jesús ministra como el profeta escatológico carismático. Los elementos tipológicos, programáticos y paradigmáticos que se encuentran en la narrativa de la infancia se hallan también en los episodios que colectivamente constituyen la narrativa de la inauguración. Paradójicamente, así como Elías es un tipo del ministerio profético de Juan el Bautista (1:17), así también es un tipo del ministerio profético de Jesús (4:26). De un modo parecido, tanto Isaías como Moisés tipifican algunos aspectos del ministerio profético de Jesús. Además, Lucas pretende que la unción, la guía, y la capacitación de Jesús por el Espíritu son programáticas para todo su ministerio. Su descripción programática del Espíritu en la narrativa de inauguración hace eco del carácter programático del don del Espíritu tanto a Moisés como a Elías (Números 11:18ss.:2 Reyes 2:1ss.). En otras palabras, así como una sola referencia casi fortuita al Espíritu en la vida de esos dos líderes señala un difundido ministerio carismático, las referencias de Lucas al Espíritu en la narrativa de inauguración significa que desde su bautismo hasta su ascensión todo el ministerio de Jesús es carismático. 73 Lucas también atribuye un significado paradigmático al don del Espíritu en la narrativa de la inauguración. Es decir, así como el ministerio de Jesús, como el Cristo, debe ser carismático e inaugurado por la unción del Espíritu, el ministerio de sus discípulos, --herederos y sucesores de su propio ministerio–debe ser tanto carismático (Hechos 1:8) como inaugurado por el bautismo-plentitud del Espíritu (Hechos 1:5; 2:4). En la continua historia de salvación, el día de Pentecostés se transfiere el ministerio del Cristo carismático a una comunidad de discípulos necesariamente carismática. 3.3. Textos individuales Nos queda examinar las cuatro restantes referencias al Espíritu Santo en el Evangelio según San Lucas (10:21; 11:13; 12:10; 12:12). Esos textos, tanto individual como colectivamente, carecen de la importancia de las narrativas de infancia o inauguración para la comprensión de la teólogia del Espíritu Santo de Lucas. Aunque no contribuyen de manera significativa a la teología de Lucas, subrayan la importancia del Espíritu Santo en el pensamiento de Lucas. Tanto Lucas como Mateo incorporan una fuente común, que generalmente se llama Q, en sus Evangelios respectivos. Dos textos Q reflejan la importancia del Espíritu Santo para Lucas: la acción de gracias de Jesús al Padre (Lucas 10:21–22; Mateo 11:25– 27) y la exhortación de Jesús a orar (Lucas 11:9–13; Mateo7:7– 11). En el primer texto, en comparación con Mateo, Lucas añade la modificación de que Jesús “se regocijó en el Espíritu” (10:21). En el segundo texto Lucas sustituye “buenas cosas” de Mateo por “Espíritu Santo” (11:13). ¿Cómo explicamos esas diferencias? Aunque Mateo sin duda 74 ha conservado la redacción original, Lucas ha modificado las palabras de su fuente. Ese hecho no amenaza la confiabilidad de Lucas, pues sus modificaciones están de acuerdo con el principio común de midrash pesher, es decir, hacer contemporáneo el texto, “ajustándolo a su ‘realización’ en la época del escritor”. Debido a sus énfasis en el Espíritu Santo, Lucas actualiza la promesa original de “buenas cosas” a la luz de la realidad después de Pentecostés del don del Espíritu. Aunque el significado es consecuente con la fuente Q, la redacción es de Lucas. 74 Al igual que Mateo, Lucas depende de Marcos para las dos otras referencias al Espíritu Santo: el dicho acerca de blasfemia contra el Espíritu Santo (Lucas 12:10; Marcos 3:29; Mateo 12:31), y la promesa de Jesús de la enseñanza del Espíritu Santo (Lucas 12:12; Marcos 13:11; Mateo 10:20). Variantes estilísticas insignificantes caracterizan los tres relatos. Por ejemplo, tanto Marcos como Lucas tienen “Espíritu Santo”, mientras que Mateo tiene “Espíritu” y “Espíritu de vuestro Padre”. A pesar de esas variantes, los tres relatos reflejan una perspectiva teológica similar. ¿Qué contribuyen esos cuatro textos a la teológia del Espíritu Santo de Lucas? Dos textos–el regocijo de Jesús en el Espíritu (10:21) y su promesa de la enseñanza del Espíritu (12:12)–refuerzan el énfasis anterior de Lucas en el Espíritu Santo como la fuente de inspiración. También aprendemos que los discípulos pueden pedir al Padre el don del Espíritu. Esa perspectiva se encuentra únicamente en Lucas y sin duda refleja la realidad después de Pentecostés del don del Espíritu. Tal vez Lucas considerara el caso de Ananías y Safira como un ejemplo del pecado contra el Espíritu Santo; no se puede decir 74. Ellis, The Gospel of Luke, p. 8. 75 a ciencia cierta. Por lo menos, el dicho acerca de blasfemia contra el Espíritu advierte contra atribuir las obras de Dios al poder de Satanás. Al acercarse a su trágico y turbulento fin el reino de Herodes, dos anuncios de nacimientos, hechos por ángeles, causan un torrente de actividad profética. Antes que pase otra generación, se vuelve a oír la voz profética en Israel, exhortando al pueblo a arrepentirse y bautizarse, pues es inminente el reino de Dios. La gente se pregunta: “¿Es este el profeta Elías, o es el Cristo?” Sin embargo, muy pronto el hijo de un carpintero de Galilea exalta la imaginación popular. Afirma ser ungido por el Espíritu, una afrimación autenticada por sus milagros. De repente, después de generaciones de silencio, la presencia y el poder del Espíritu se manifiestan en Israel, significando que ha amanecido la era mesiánica. Entre los evangelistas, Lucas da más énfasis a esa renovación de actividad carismática o profética. Lo hizo, sin duda, porque creía que hacía un aporte vital a la iluminación del significado del don del Espíritu, no sólo a los discípulos el día de Pentecostés, sino también a los samaritanos, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los discípulos en Éfeso. Para Lucas es imposible divorciar la misión de Jesús de la actividad del Espíritu, o la misión de los discípulos de la actividad del Espíritu. Un hecho sorprendente, sin embargo, surge del estudio del Espíritu Santo en el Evangelio según San Lucas: Jesús rara vez menciona el Espíritu Santo en su enseñanza. Ese silencio está intimamente vinculado con la renuencia de Jesús de declarar abiertamente su mesiazgo. C. K. Barrett escribe: Jesús fue el Mesías: como tal fue el portador del Espíritu. Sin 76 embargo, tuvo secreto su mesiazgo… Jesús mismo casi nunca habló del Espíritu; no podía haberlo hecho… sin declarar del mesiazgo que tenía el propósito de tener secreto. 75 Aunque la observación de Barrett es correcta, no debiera llevarnos a una conclusión errónea, es decir, que el Espíritu Santo no es importante para la historia del evangelio. En vez de la enseñanza de Jesús acerca del Espíritu Santo, es la actividad carismática del Espíritu la que domina el relato de Lucas. La presencia y el poder del Espíritu efectúan la retauración de profecía, así como la concepción y la unción de Jesús. Además, la guía, plenitud y poder del Espíritu caracterizan la inauguración de su ministerio mesiánico. Así, en la teología carismática de San Lucas, el Espíritu Santo tiene un papel principal en el escenario de la historia de la salvación. 75. Barrett, The Holy Spirit and the Gospel Tradition, p. 120. 4 77 El Espíritu Santo el día de Pentecostés: La comunidad carismática En la estructura de Lucas-Hechos, la narrativa de Pentecostés tiene la misma relación con Hechos que tienen las narrativas de infancia e inauguración con el Evangelio. En el Evangelio según San Lucas esas narrativas no sólo presentan los motivos que definen la misión de Jesús, sino que también muestran que Él ejecutará su misión en el poder del Espíritu Santo. De igual manera, la narrativa de Pentecostés presenta tanto la misión futura de los discípulos como la capacitación complementaria del Espíritu. La narrativa de Pentecostés es la historia de la transferencia del Espíritu Santo carismático de Jesús a los discípulos. En otras palabras, después de convertirse en el portador exclusivo del Espíritu Santo en su bautismo, Jesús se convierte en el dador del Espíritu el día de Pentecostés. Pedro explica el don pentecostal del Espíritu, anunciando: Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. (Hechos 2: 33) Mediante esa transferencia del Espíritu, los discípulos se convirtieron en los herederos y sucesores al ministerio carismático terrenal de Jesús, es decir, porque Jesús ha derramado el Espíritu carismático sobre ellos, los discípulos continuarán haciendo 78 y enseñando las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar (Hechos 1:1). Ese don inaugural del Espíritu Santo el día de Pentecostés es un acontecimiento central en la teología de la historia de la salvación de Lucas. Por lo tanto, no es sorprendente observar que Lucas da una descripción multidimensional de esa transferencia del Espíritu. Debido a la dimensión carismáticoprofética de Pentecotés, la frase favorita de Lucas: “lleno del Espíritu Santo”, se aproxima mejor al pleno significado del don del Espíritu. No hay un solo término, sin embargo, que sea lo suficientemente amplio para comunicar adecuadamente el significado completo de ese acontecimiento. Por lo tanto, en la narrativa de Lucas es a la vez una investidura, un bautismo, una capacitación, una plenitud y un derramamiento del Espíritu. En el uso de Lucas de esos términos, son en su esencia sinónimos. Cada término, sin embargo, también contribuye con matices distintivos e importantes al significado de ese fenómeno complejo. Lucas también describe el don del Espíritu desde una perspectiva de cuatro partes: 1) promesa, 2) descripción, 3) interpretación y 4) aplicación. En primer lugar, documenta tres promesas del Espíritu que se cumplen el día de Pentecostés (Lucas 24:49; Hechos 1:5, 8). Después, Lucas describe las señales que confirman la realidad del derramamiento del Espíritu (Hechos 2:1–4). Entonces relata la interpretación de Pedro del don del Espíritu (Hechos 2:37–39. Después de una exposición de esos datos, también indagaremos la posible influencia de la tradición de Sinaí sobre la narrativa de Lucas, y el significado de la experiencia religiosa de recibir el Espíritu. 79 4.1. La promesa de Pentecostés (Lucas 24:49; Hechos 1:5, 8) 4.1.1. Investidos de poder Antes de su ascención Jesús ordenó a sus discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que recibieran lo que su Padre había prometido. Esa fue una promesa de que los discípulos serían “investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). La palabra “investido” normalmente decribía ponerse o llevar ropa. Juan el Bautista, por ejemplo, estaba vestido de ropa de pelo de camello (Marcos 1:6). El padre del hijo pródigo que volvió mandó: “Sacad el mejor vestido, y vestidle” (Lucas 15:22). Cuando se mofaban de Jesús después de su juicio, los soldados “le vistieron de púrpura” (Marcos 15:17). Eso se parecía a la ropa que llevaba Herodes cuando se sentó en su trono y se dirigió a la multitud en Cesarea (Hechos 12:21). La promesa de que los discípulos serían investidos de poder es una metáfora análoga a ese uso: así como las personas se visten de ropa, los discípulos serían investidos de poder. En la Septuaginta encontramos una correspondencia notable entre la terminología empleada por Jesús y varias descripciones de la actividad del Espíritu de Dios. Gedeón (Jueces 6:34), Amasai (1 Crónicas 12:18), y Zacarías el hijo de Joiada (2 Crónicas 24:20) están investidos, respectivamente, del Espíritu de Jehová, del Espíritu y del Espíritu de Dios. Por supuesto, esos términos son sinónimos en su contexto y los discípulos los habrían considerado equivalentes al Espíritu Santo. Esa promesa es consecuente con la investidura de poder de los Doce por Jesús (Lucas 9:1–6). Después de reunir a los Doce, 80 Jesús “les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades” (Lucas 9:16). Mediante el ejercicio de ese poder los discípulos se convirtieron en colaboradores de Jesús en la manifestación del reino de Dios, liberando cautivos de su esclavitud al mundo de los espíritus y restaurando la salud de muchos otros. Los discípulos sin duda habrían entendido esta última promesa a la luz de su investidura anterior. También habrían asociado esa promesa de poder con el despliegue de poder que había caracterizado el ministerio de Jesús (Lucas 4:14). Fue un poder que se podía describir en términos casi físicos, como cuando Lucas escribe: “Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos” (Lucas 6:19, compárese 8:46). El anterior don de poder (Lucas 9:1ss.), y la reiteración de ese don después de la resurrección, sólo puede significar que los discípulos–aquí bien pudiéramos decir aprendices–son dotados para continuar el ministerio que había inaugurado Jesús. 4.1.2. Bautizados con el Espíritu Juan el Bautista contrastó su ministerio con el del Mesías venidero: “Yo a la verdad os bautizo en agua; …él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16). La metáfora de cosecha que emplea Juan, sugiere que ese será un bautismo tanto de bendición: “recogerá el trigo en su granero”, como de juicio: “quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Lucas 3:17). Al desarrollarse el ministerio de Jesús, sin embargo, el juicio precede a la bendición. Haciendo eco de la advertencia de Juan, Jesús dice: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lucas 12:49–50). Anticipándose a su inminente 81 ascensión, Jesús promete el Espíritu a los discípulos como una bendición: “Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). Lucas traza un paralelo entre el bautismo en el Espíritu de los discípulos y la unción inaugural de Jesús por el Espíritu Santo. En su libro Literary Patterns, Theological Themes and the Genre of Luke-Acts (Esquemas literarios, temas teológicos y el género de Lucas-Hechos), Charles Talbert esboza los cuatro aspectos del paralelismo de Lucas entre los episodios: 1) tanto Jesús como los discípulos están orando, 2) el Espíritu desciende después de sus oraciones, 3) hay una manifestación física del Espíritu y 4) los ministerios tanto de Jesús como de los discípulos comienzan con un sermón que presenta los temas de lo que sigue, apela al cumplimiento de profecía y habla del rechazo de Jesús. Ese paralelismo señala la equivalencia funcional de los dos acontecimientos. Por lo tanto, ya que el don del Espíritu en Jesús inaugura y capacita su misión, entonces cualquier significado que pueda tener el bautismo en el Espíritu en otros contextos, tiene el mismo significado carismático primario para la misión de los discípulos que la unción por el Espíritu tuvo para la misión carismática de Jesús. 76 77 4.1.3. Capacitados por el Espíritu El derramamiento del Espíritu sobre los discípulos el día de Pentecostés cumple la promesa de poder para misión (Hechos 1:8). Esta última promesa de poder difiere de la promesa anterior (Lucas 24:49) en que es más específica. Ese 76. Charles H. Talbert, Literary Patterns, Theological Themes and the Genre of Luke-Acts, Society of Biblical Literature Monograph Series, 20 (Missoula: Scholars Press, 1974), p. 16. 77. Contra Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 54, que escribe: “El bautismo en el Espíritu [el día de Pentecostés], como siempre, tiene principlamente una función iniciadora; sólo en un sentido secundario sirve para capacitar”. 82 poder no es ninguna fuerza impersonal sino, en realidad, una manifestación del Espíritu. Esa promesa también revela el propósito del don del Espíritu: es para testificar. El contenido particular de ese testimonio será la confirmación por los discípulos de la resurrección de Jesús (Hechos 1:22), que, comenzando con el discurso de Pedro el día de Pentecostés, caracteriza la predicación de Hechos. El don del Espíritu es, por lo tanto, la capacitación de los discípulos para el servicio. En esa última promesa Jesús dice que el Espíritu Santo “vendrá sobre” los discípulos. Esa terminología refleja descripciones típicas del Antiguo Testamento de la venida del Espíritu, por ejemplo, sobre Balaam (Números 24:2), Otoniel (Jueces 3:10) y Jefté (Jueces 11:29). El ejemplo de Sansón es de trascendencia particular debido a su íntima asociación de poder con la recepción del Espíritu. Varias veces leemos de Sansón que “el Espíritu de Jehová vino sobre el” (Jueces 14:6; 14:19; 15:14). Esa asociación íntima entre el don del Espíritu y el poder, como hemos visto, también caracteriza el período del evangelio. Es cierto en el caso de la concepción de Jesús por María (Lucas 1:35), Juan el Bautista (Lucas 1:17) y, de más importancia, Jesús (Lucas 4:14). La promesa de poder como una manifestación del Espíritu asegura a los discípulos que Jesús no los abandonará a sus propios recursos. Más bien, estarán completamente capacitados para su tarea de testigos. En efecto, recibirán el mismo poder por el cual Jesús ejecutó su ministerio terrenal. Por lo tanto, como se había inaugurado la misión de Jesús en el poder del Espíritu, así también el día de Pentecostés la misión de los discípulos sería inaugurada en el poder del Espíritu. 83 4.2. El milagro de Pentecostés (Hechos 2:1-4) El primer día de Pentecostés después del domingo de resurrección, se derrama el Espíritu Santo con impacto repentino y asombroso sobre los discípulos que están esperando. Las multitudes de peregrinos pentecostales oyen pero no sienten la fuerza de un ventarrón; ven lenguas de fuego que no consumen y oyen a un grupo de provincianos galileos adorando con éxtasis a Dios. Cada peregrino oye a esos galileos y eso es lo que crea la sensación alabando a Dios en la lengua nativa de su patria. ¿Qué puede significar eso? 78 Lucas atribuye la conducta insólita de los discípulos el día de Pentecostés al hecho de que están “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4); otros, por supuesto, atribuyen su efusión a la embriaguez (Hechos 2:13). Con una sola excepción (Efesios 5:18) la frase “lleno del Espíritu Santo” se limita a los escritos de Lucas. No sólo es peculiar de Lucas ese término, sino que también es la descripción que él emplea con más frecuencia al hablar de la actividad del Espíritu Santo. Lucas emplea la frase “lleno del Espíritu Santo” nueve veces en Lucas-Hechos. El cuadro siguiente ilustra su uso del término. TEXTO Lc 1:15 PERSONAS NO. TIEMPO Juan 1 fut pas Lc 1:41 Lc 1:67 Elisabet Zacarías 1 1 aor pas aor pas FENÓMENO ministerio profético profecía profecía 78. No todos aceptan esa interpretación de hablar en lenguas. Por ejemplo, en su comentario sobre el texto griego de Hechos, F.F. Bruce propone que lo que se ve aquí es que los galileos son liberados de las peculiaridades de su habla galilea, p. 82. Esa interpretación no toma en cuenta de manera debida la confusión (2:6), el asombro (2:7) y la perplejidad (2:12) de la multitud, ni la acusación de embriaguez. 84 Hch 2:4 Discípulos Gr Hch 4:8 Hch 4:31 Hch 9:17 Hch 13:9 Pedro Discípulos Pablo Pablo 1 Gr 1 1 Hch 13:52 Discípulos Gr aor pas glosolalia/ profecía aor pas testimonio aor pas testimonio aor pas subj no se menciona aor pas se pronuncia juicio imperf pas gozo Esos datos producen varias observaciones. En primer lugar, el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés no es un acontecimiento aislado y único. Es sólo una de varias ocasiones, tanto antes como después de Pentecostés, en que personas son llenas del Espíritu. La experiencia es igual ya sea Zacarías o Pedro que es lleno del Espíritu. 79 En segundo lugar, ser lleno del Espíritu es un fenómeno tanto individual como colectivo. Cinco personas individuales Juan, Elisabet, Zacarías, Pedro y Pablo son “llenas” en ocasiones específicas. Los discípulos en Jerusalén (2x) e Iconio experimentan la plenitud en grupo. Es importante observar que personas individuales, Pedro y Pablo, experimentan esa plenitud después de Pentecostés; así que, las llenuras después de Pentecostés no son sólo una experiencia colectiva, de una iglesia. En tercer lugar, ser lleno del Espíritu no es una experiencia “de una vez por todas”. Los ejemplos de Pedro (Hechos 2:4; 4:8; 4:31) y Pablo (Hechos 9:17; 13:9) muestran el carácter potencialmente repetitivo del don. Basando su argumento en las relaciones temporales entre un participio y su verbo, Howard M. Ervin pone en duda esa interpretación. Puesto 80 79. Contra Hull, The Holy Spirit in the Acts of the Apostles, pp. 68-69. 80. Howard M. Ervin, These Are Not Drunken, As Ye Suppose (Plainfield, Nueva Jersey: Logos International, 1968), pp. 79-87. 85 que el participio aoristo por lo general describe una acción que precede al verbo principal, él concluye que las descripciones de Pedro por Lucas (Hechos 4:8) y Pablo (Hechos 13:9) señalan su plenitud anterior por el Espíritu (Hechos 2:4; 9:17). Sin embargo, cuando el verbo principal, en este caso “dijo” está en tiempo pasado, el participio aoristo describe una acción que es contemporánea con el verbo principal y no anterior a él. Para esos ejemplos de Pedro y Pablo, entonces, lleno del Espíritu describe un fenómeno repetitivo. 81 El uso de Lucas del aoristo indicativo para siete de las nueve referencias confirma el carácter potencialmente repetitivo de ser lleno del Espíritu. Aquí el tiempo aoristo simplemente desempeña su función normal de acción punctiliar, acción que se describe “simplemente como suceso, no por una parte describiéndola como en vías de realizarse, ni por otra parte afirmando la existencia de su resultado”. Eso contrasta con el aoristo ingresivo que daría el significado “comenzaron a estar llenos del Espíritu Santo”. Si los aoristos de Lucas fueron aoristos ingresivos, el día de Pentecostés los discípulos habrían entrado en el estado permanente y continuo de estar llenos del Espíritu. Por lo visto eso no sucedió. 82 En cuarto lugar, lleno del Espíritu siempre describe inspiración. Ser lleno del Espíritu invariablemente resulta en uno de varios modos de hablar. El hecho de que los discípulos en Iconio estaban “llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hechos 13:52) es sólo una excepción aparente, pues en la perspectiva de Lucas, el gozo es tanto una cuestión de inspiración como lo es la profecía (Lucas 10:21). Dos veces Lucas identifica el modo de hablar que resulta de ser lleno del Espíritu. En primer lugar, 81. Eric G. Jay, New Testament Greek: An Introductory Grammar (Londres: S.P.C.K., 1958), p. 166. 82. Ernest de Witt Burton, Syntax of the Moods and Tenses in New Testament Greek (3a ed.; Edimburgo: T. & T. Clark, 1898), p. 16. 86 Zacarías es lleno del Espíritu Santo y profetiza (Lucas 1:67), y en segundo lugar, Pedro identifica el hablar en lenguas con profecía (Hechos 2:4; 2:17). Guiados por esas identificaciones, también podemos identificar los otros modos de hablar como proféticos. Claramente, por ejemplo, el canto de alabanza de Elisabet (Lucas 1:42-45) tiene el mismo carácter profético que la profecía de Zacarías. Parece ser una conclusión ineludible que, para Lucas, la frase “lleno del Espíritu” siempre describe inspiración profética. Si la frase “lleno del Espíritu” describe inspiración profética, entonces es evidente que para Lucas la profecía tiene un significado amplio. De los datos podemos deducir tres tipos de profecía: adoración, juicio y testimonio. Hay dos clases de adoración profética: adoración pronunciada en la lengua materna de uno (Zacarías), y adoración pronunciada en lenguas que uno no ha aprendido (Pentecostés). Ya se trate de un idioma nativo o de uno no aprendido, el Espíritu es la inspiración detrás de la alabanza y adoración. El Espíritu no sólo inspira adoración, sino que también inspira una sentencia profética de juicio. Así Pablo, lleno del Espíritu, condena a Elimas: “Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo” (Hechos 13:11). Además, el testimonio, que es inspirado por el Espíritu, es una actividad profética (Hechos 4:8ss.; 4:31). Íntimamente relacionada con “lleno (πλησθειζ) del Espíritu” pero no idéntica con ella es la frase “lleno (πληρηζ) del Espíritu Santo”. Lucas describe a Jesús (Lucas 4:1), a los siete diáconos (Hechos 6:3), a Esteban (Hechos 6:5; 7:55) y a Bernabé (Hechos 11:24) como llenos (πληρηζ) del Espíritu Santo. Directamente asociados con la plenitud del Espíritu están la sabiduría (Hechos 6:3) y la fe (Hechos 6:5; 11:24). El poder (Lucas 4:1; Hechos 6:8) 87 tiene una asociación más indirecta, pero aun así real. La sabiduría, la fe y el poder son las dotes del Espíritu para el servicio. La distinción entre “lleno (πλησθειζ) del Espíritu” y “lleno (πληρηζ) del Espíritu” es clara ahora. “Lleno (πληρηζ) del Espíritu” describe la capacitación del Espíritu, mientras que “lleno (πλησθειζ) del Espíritu” describe la inspiración profética. 4.3. La interpretación de Pedro de Pentecostés (Hechos 2:14-21) Estructuralmente, en la narrativa de Lucas-Hechos, la interpretación de Pedro (Hechos 2:16ss.) es paralelo con la interpretación de Jesús (Lucas 4:18). Aprovechando la oportunidad creada por la curiosidad de la multitud de peregrinos y basando su interpretación en el principio de pesher, Pedro se dirige a la muchedumbre comenzando con las palabras: “Esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16). “Esto” se refiere a los fenómenos de viento y fuego y, más especialmente, al hablar de los discípulos “en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. “Lo” es el antiguo oráculo de Joel que predecía el derramamiento del Espíritu en la era de restauración. Así, el acontecimiento de Pentecostés es el cumplimiento de la promesa de Joel. Pero ¿qué exactamente predijo Joel acerca del don del Espíritu? Según la aplicación de Pedro de la profecía de Joel, tres factores caracterizan el don del Espíritu. En primer lugar, el don del Espíritu es escatológico, es decir, es un don de los postreros días (Hechos 2:17). Al aplicar la profecía de Joel a los fenómenos que acababa de experimentar, Pedro sustituye el original “Y después de esto” por “Y en los postreros días. Así Pedro muestra que entiende el derramamiento del Espíritu Santo como el don escatológico del Espíritu. El derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés, sin embargo, 88 no es la primera manifestación de la actividad escatológica del Espíritu, pues la era escatológica del Espíritu comenzó con el renovado torrente de inspiración profética en la narrativa de la infancia. Según Pedro, el derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés es sólo una de muchas manifestaciones del Espíritu en los postreros días. En segundo lugar, el don del Espíritu es profético. Pedro explícitamente identifica el hablar en lenguas de los discípulos como una manifestación de profecía inspirada (Hechos 2:17). El contenido de lo que dicen en lenguas es “las maravillas de Dios” (Hechos 2:11). Por lo tanto, Pedro interpreta su habla en lenguas como una palabra inspirada de alabanza y adoración. En virtud de su inspiración profética, los discípulos se convierten en una comunidad profética. En tercer lugar, el don del Espíritu es universal. En ese punto Pedro subraya que es de alcance universal; no tiene limitaciones geográficas o cronológicas: es para los jóvenes así como para los ancianos; para mujeres así como para hombres; para esclavos así como para personas libres (Hechos 2:17,18). Ya no se restringirá el don profético del Espíritu a líderes carismáticos especialmente llamados y dotados como sucedió en la época del Antiguo Testamento. En efecto, en los postreros días el don del Espíritu es tan universal en potencia como el don de la gracia (Hechos 2:39). Muchos de los profetas de Israel anunciaron un mensaje común: el juicio era inminente y necesario para la purificación de la nación, pero ese juicio, en algún momento indefinido del futuro, sería seguido de una era de restauración. Un aspecto notable de esa era de restauración sería el don del Espíritu a la nación. Isaías, Ezequiel, Joel y otros profetas describen el don del Espíritu en terminología gráfica. Isaías y Ezequiel subrayan 89 la renovación interior que el don del Espíritu traerá al pueblo a nivel individual y nacional. Joel, por otra parte, promete la restauración de actividad carismática y profética en la nueva época. Es de inmensa trascendencia para la interpretación del don del Espíritu el día de Pentecostés el que Pedro no apela ni a Isaías ni a Ezequiel, que anuncian la renovación interior del Espíritu, sino a Joel, que anuncia la restauración de la actividad profética del Espíritu. El uso por Pedro de Joel, por una parte, y el paralelo de Lucas entre la unción de Jesús y el bautismo en el Espíritu de los discípulos por otra parte, ponen en claro que Pentecostés está en continuidad con la actividad carismática del Espíritu en la época del Antiguo Testamento y en el ministerio de Jesús. 4.4. La aplicación por Pedro de Pentecostés (Hechos 2:37-39) El sermón de Pedro convence a muchos de los peregrinos de Pentecostés y preguntan: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). Pedro responde: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. La aplicación por Pedro de su mensaje a su público tiene un triple énfasis. En primer lugar, Pedro dirige a los que le preguntan hacia el camino de salvación. En palabras que hacen eco de la oferta anterior del evangelio tanto por Juan el Bautista como por 90 Jesús (Marcos 1:4,15), Pedro ordena: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros” (Hechos 2:38), es decir: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40). En otras palabras, así como Juan primero y Jesús después habían rechazado radicalmente la presunción racial de los judíos en cuanto a su salvación, Pedro, el profeta de Pentecostés, desafía a esos peregrinos devotos a abandonar su complacencia espiritual y recibir el perdón de Dios. En segundo lugar, Pedro restringe el don escatológico del Espíritu a los penitentes, los salvos. Al dirigirse a la multitud Pedro había anunciado que los postreros días habían llegado; tanto el Cristo como el Espíritu estaban activos en Israel. Sin duda, ese anuncio suscitó una falsa expectación entre los peregrinos, es decir, que ellos también participarían libremente del prometido don escatológico del Espíritu que acababan de presenciar. Después de comenzar negando su participación automática en la salvación, Pedro ahora niega su recepción automática del Espíritu. En tanto que Joel anunciaba el don escatológico de profecía para “toda carne”, Pedro informa a sus oyentes que el términio quiere decir “todos los penitentes”, no “todo Isreal”. En tercer lugar, Pedro anuncia que el don profético del Espíritu es en potencia universal. Su universalidad incluye la dimensión temporal: de generación (Hechos 2:39). Además, en el lenguaje de Joel, su universalidad se extiende a la dimensión social: a los jovenes así como a los ancianos, a mujeres así como a hombres y a escalvos así como a libres (Hechos 2:17–18). En la perspectiva de Pedro, entonces, la escatológica condición de profeta de todos los creyentes se extiende a todos los penitentes de cada generación, dondequiera que vivan. 91 4.5. Pentecostés y la tradición mosaica Los intérpretes a menudo sugieren que la narrativa de Pentecostés refleja el medio conceptual de ciertas tradiciones mosaicas. Más específicamente, creen que la narrativa comparte la perspective de ciertas tradiciones rabínicas que equiparan la fiesta de Pentecostés con la promulgación de la ley en Sinaí. Como dijo R. Eleazer: “Pentecostés [es] el día en el cual se dio la ley” (Peshahim 68b). Esa tradición rabínica llegó a incluir la creencia de que cuando se promulgó la ley, la oyó no sólo Israel, sino también la oyeron las setena y dos naciones del mundo en sus propios idiomas. Así, las lenguas de fuego de Pentecostés, el hablar en lenguas, y el catálogo de naciones, interpretados a la luz de esa tradición, representan un Sinaí “cristianizado”. Esa tradición rabínica, sin embargo, es manifiestamente posterior a la narrativa de Pentecostés y, por lo tanto, no puede haber influido en la descripción de Lucas del don del Espíritu. En realidad, es probable que se dearrollara la tradición rabínica para oponerse a las pretensiones de la Iglesia primitiva de haber recibido el don del Espíritu el día de Pentecostés. 83 84 85 En vez de reflejar tradiciones rabínicas contemporáneas, los fenómenos de Pentecostés–el viento, el fuego y la profecía de los discípulos–reflejan una herencia del Antiguo Testamento. El viento y el fuego recuerdan la narrativa de Éxodo. Leemos que el Señor 83. Citado en C. K. Barrett, editor, The New Testament Background: Selected Documents (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1961), p. 157. 84. Eduard Lohse, “πεντηκοστη", en Theological Dictionary of the New Testament, VI, ed. por Gerhard Friedrich, trad. por Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1971), p. 49. 85. Theodor H. Gaster, Festival of the Jewish Year (Nueva York: Sloan Associates Publishers, 1952), p. 71. Él escribe: “A ese versión cristiana de Pentecostés, el judaísmo ahora opuso su propia. Se había fundado no la iglesia, sino la comunidad de Israel aquel día. No a unos cuantos electos, sino a todo un pueblo había venido la revelación de Dios. No sobre la cabeza de discípulos favorecidos habían aparecido las lenguas de fuego, … todo el pueblo vio los truenos y las llamas (Éxodo 20:18)…. Dios mismo había hablado en una multitud de lenguas; pues, según aseveraron los sabios, cada palabra pronunciada desde el momento se había pronunciado en setenta y dos idiomas al mismo tiempo.” 92 sacó a la nación de Egipto, “[yendo] delante de ellos… en una columna de fuego” (Éxodo 13:21). Además, el Señor liberó a los israelitas de los ejércitos egipcios que los persguían cuando “hizo… que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche” (Éxodo 14:21). El viento y fuego el día de Pnetecostes, sin embargo, no representan un nuevo éxodo. Más bien, en términos concretos familiares a todos, demuestran que Dios estaba presente y activo. En la transferencia del Espíritu de Moisés a los setenta ancianos (Números 11:10–30) encontramos un suceso que es en muchos aspectos análogo a Pentecostés. Un breve resumen de los dos sucesos hace posible que entendamos mejor el acontecimiento de Pentecostés. Inaugurando una nueva era en el liderazgo de Israel, Dios permite que Moisés comparta sus responsabilidades con setenta ancianos de la nación. Al confirmar a los ancianos para liderazgo, Dios quita de Moisés el Espíritu y lo da a los ancianos. Como resultado de recibir el Espíritu los ancianos profetizan. El don del Espíritu el día de Pentecostés refleja los mismos rasgos esenciales. Para los discípulos la ascensión señala el fin de su aprendizaje y el principio del a obra misionera para la cual los había preparado su discipulado. Confirmándolos y dotándolos para sus nuevas responsabilidades, Jesús les da el Espíritu (Hechos 2:33). Como resultado de recibir el Espíritu los discípulos profetizan. Ambas narrativas documentan la transferencia del liderazgo de una sola persona a un grupo. Concomitante con ese cambio de responsabilidad, también se transfiere el Espíritu y se le pone sobre el grupo. En ambos casos la transferencia del Espíritu resulta en un torrente de profecía. Cuando Josué sugiere que se prohíba profetizar a Eldad y a Medad, de quienes se dice que están profetizando en el campamento, Moisés expresa su 93 deseo sincero: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Números 11:29). El don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés, como se ve a través de los ojos del profeta Joel, cumple el sincero deseo de Moisés. Con el derramamiento del Espíritu Santo sobre los discípulos, ha amanecido la era de la función profética de todos los creyentes. 4.6. La experiencia religiosa de Pentecostés Figúrese a los discípulos después del arresto, el juicio y la crucifixión de Jesús. Se habían abandonado a la persona y ministerio de Jesús, pero en su muerte habían experimentado una traición de su dedicación, sus esperanzas y sus aspiraciones. Destrozados, desilusionados y temerosos de posible acción contra ellos por el sanedrín, poco a poco habían vuelto a sus oficios anteriores. Sin embargo, menos de dos meses después, Pedro, que hacía poco había negado toda asociación con Jesús, proclama ante una multitud de millares que Jesús es el Mesías. Poco después el Concilio arresta a Pedro y a Juan y los somete a juicio. Caracterizado por su osadía y su confianza, Pedro atestigua la creencia de que la salvación se puede encontrar sólo en Jesús, el que poco antes ese mismo Concilio había condenado a muerte. ¿Cuál es la explicación de ese cambio drástico en los discípulos? La resurrección, responden los apologistas, da razón del nuevo dinamismo de los discípulos. Al escribir de la resurrección, Leon Morris observa: No debemos pasar por alto la transformación de los discípulos en todo eso. Como se notó 94 antes, eran hombres derrotados y desanimados en la crucifixión, pero poco después estaban dispuestos a ir a la cárcel y aun a morir por la causa de Jesús. 86 Él pregunta: “¿Por qué el cambio?” Simplemente esto, responde: los discípulos estaban seguros de la resurrección. Aunque esa respuesta pudiera ser una apologética válida de la resurrección, no da razón y no puede dar razón de la transformación psicológica de los discípulos. Según Lucas, el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés (Hechos 2:4; compárense 4:8; 4:31) es en sí la causa suficiente. Por muy transformadora que resultó ser esa experiencia, no se dio por sí misma. Se puede interpretar mejor el Pentecostes a la luz del trasfondo más amplio de experiencias espectaculares similares en la vida de varios líderes. Mientras Moisés pastorea el rebaño de su suegro un día, una escena insólita le llama la atención, una “zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía” (Éxodo 3:2). Moisés se aparta del camino ante esa vista y encuentra al “Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). Como clímax y punto que da significado a ese encuentro, viene la orden: “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón” (Éxodo 3:10). Es similar en el caso de la visión de Isaías del Señor en el templo (Isaías 6:1ss.). Esa visión del Señor entronizado en el templo prepara a Isaías para una respuesta positiva a la pregunta: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8). Dios responde al “heme aquí, envíame a mí” de Isaías con “anda, y di a este pueblo” (Isaías 6:9). Y así es en el encuentro de Saulo con el Señor resucitado (Hechos 9:1ss.). Después de enfrentarse 87 86. Leon Morris, “Resurrection”, en The New Bible Dictionary, editor organizador, J.D. Douglas (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1962), p. 1087. 87. Estos ejemplos son de G. Ernest Wright, The Book of Acts of God: Contemporary Scholarship Interprets the Bible (Nueva York: Doubleday & Company, Inc., 1957), pp. 21-22. 95 con Saulo en el camino a Damasco, Jesús le ordena: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes de hacer” (Hechos 9:6). El Señor entonces revela a Ananías, a quien también ordena ir a visitar a Saulo, que éste va a “llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). El verdadero significado de esos encuentros no se halla en las experiencias asombrosas de la zarza ardiente, la visión del Señor en el templo, a la luz intensa del Cristo resucitado. Se halla en el llamamiento que fue el clímax de la experiencia: “te enviaré”, “anda”, “llevar mi nombre en presencia de los gentiles”. Pentecostés es análogo a la experiencia de Moisés, Isaías y Pablo. El don del Espíritu el día de Pentecostés dotó a los discípulos para el servicio. Los fenómenos que acompañan el derramamiento del Espíritu no tienen ningún papel independiente. Esos fenómenos, en particular el hablar en lenguas, no son una experiencia religiosa que se pueda divorciar de la comisión de Jesús a los discípulos: “me seréis testigos” (Hechos 1:8). Pentecostés difiere de la experiencia de Moisés, Isaías y Pablo sólo en que sigue a la comisión anterir de los discípulos, mientras que para los demás precede a su llamamiento. Los fenómenos acompañantes no son meramente fortuitos; por el contrario, sirven para dar la prueba experimental que confirma la comisión divina. El papel venidero de los discípulos como testigos, no la profunda y conmovedora experiencia de hablar en lenguas, es la clave para entender el significado del don del Espíritu el día de Pentecostés. En común con las narrativas de infancia e inauguración de Lucas, la narrativa de Pentecostés tiene elementos tipológicos, programáticos y pradigmáticos. Por ejemplo, la “unción “ inaugural de Jesús es un tipo del “bautismo-plentitud de Espíritu” inaugural de los discípulos; de un modo parecido, la transferencia del Espíritu 96 Santo de Jesús a los discípulos. Además, la narrativa de Pentecostés es programática para la extensión geográfica y racial del evangelio y la complementaria extensión geografíca y racial del don del Espíritu. Por último, el don del Espíritu carismático-profético el día de Pentecostés es paradigmático para la experiencia del pueblo escatológico de Dios. En términos específicos, han llegado a ser profetas; se han convertido en una comunidad carismática. En nuestro estudio de la narrativa de Pentecostés, hemos observado que el don del Espíritu el día de Pentecostés es un fenómeno complejo. Una descripción de cinco partes ilumina el significado del acontecimiento de Pentecostés. Es a la vez una investidura, un bautismo, una capacitación, una plenitud y un derramamiento del Espíritu Santo. No hay un solo término que denote adecuadamente el significado del don del Espíritu, sino que cada término en esa descripción multifacética trae su propio aporte único al significado total del acontecimiento de Pentecostés. Según Lucas cuenta la historia de Pentecostés, el don del Espíritu Santo a los discípulos es consecuente tanto con la actividad carismática del Espíritu en la época del Antiguo Testamento como con el ministerio de Jesús. Cuatro de los cinco términos que emplea Lucas al describir el don del Espíritu son términos típicos del Antiguo Testamento (LXX) para describir la actividad del Espíritu de Dios. Además, los tres fenómenos espectaculares que acompañan al derramamiento del Espíritu nos dirigen a acontecimientos en la historia temprana de Israel bajo Moisés. La actividad del Espíritu en los ministerios de Juan y Jesús, además, es paralela con el don del Espíritu a los discípulos. Así, el don del Espíritu el día de Pentecostés es un suceso central en la historia en marcha de la actividad carismática del Espíritu entre el pueblo de Dios. Nuestra investigación de la narrativa de Pentecostés, por 97 lo tanto, nos lleva a rechazar interpretaciones tradicionales de Pentecostés, es decir, que el don del Espíritu el día de Pentecostés señala la institución o el nacimiento de la iglesia y una iniciación o incorporación complementaria de los discipulos en la iglesia. Esa interpretación resulta o de subrayar la discontinuidad entre los períodos de Israel, Jesús y la iglesia, o de atribuir un significado soteriológico en vez de carismático al don del Espíritu. Como correctivo necesario al énfasis excesivo en la discontinuidad entre esos períodos, Jacob Jervell observa: 88 89 Lucas nunca tuvo una concepción de la iglesia como el nuevo o verdadero Israel. Lucas se interesa más bien en mostrar que cuando se predicó el evangelio, el pueblo único de Dios, Israel, fue dividido en dos. El resultado es que los judíos que no aceptan el evangelio son purgados de Israel; la historia del pueblo de Dios, del Israel único, continúa entre los judíos obedientes que creen en Jesús. La promesas dadas a Israel se cumplen entre los judíos cristianos. 90 Hemos demostrado, además, que en la teología carismática de Lucas, Jesús, el Cristo carismático, en vez de crear la Iglesia con el don del Espíritu, da inicio a la misión de los discípulos. Si hemos interpretado correctamente la narrativa de Pentecostés de Lucas, el don del Espíritu no es para salvación sino para testimonio y servicio. En otras palabras, con la transferencia del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés, ellos llegan a ser una comunidad carismática, herederos del anterior ministerio carismático de Jesús. 88. Conzelmann, The Theology of St. Luke, p. 95. 89. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, pp. 51-54. 90. Jacob Jervell, Luke and the People of God: A New Look at Luke-Acts (Minneápolis: Augsburg Publishing House, 1972), p. 15. 5 98 El Espíritu Santo en Hechos de los Apóstoles: La comunidad carismática en misión En cuplimiento de los elementos programáticos y paradigmáticos de la narrativa de Pentecotés, Hechos es la historia del avance geográfico y racial del evangelio. También es la emocionante historia del don complementario del Espíritu Santo. Después del derramamiento del Espíritu el día de Penteconstés, el don del Espíritu a los creyentes samaritanos, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los discípulos en Éfeso domina la relación de Lucas de la actividad carismática del Espíritu (Hechos 8:14–19; 9:17–18; 10:44–46; 19:1–7). Además, otros casos de bautismo en el Espíritu salpican la narrativa de Hechos. Por ejemplo, se da el Espíritu por segunda vez a la congregación de discípulos en Jerusalén y también a los discípulos en Iconio (4:31; 13:52). Además, el Espíritu Santo inicia, dirige y capacita cada avance del evangelio a través del imperio. En la teología carismática de San Lucas, esos derramamientos del Espíritu Santo después de Pentecontés realizan e ilustran la universalidad de la función profética de los creyenetes acerca de la cual habló Pedro en su discurso el día de Pentecostés. El don profético del Espíritu efectúa el llamamiento y la capacitación carismáticos de esos distintos grupos para vocación o servicio en el avance del evangelio. De modo que Hechos de los Apóstoles es la relación de Lucas de la comunidad carismática en misión. En primer lugar, examinaremos el don del Espíritu a los creyentes samaritanos, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los 99 discípulos efesios. Además, estudiaremos los otros datos relacionados con el Espíritu Santo en Hechos de los Apóstoles. 5.1. El don del Espíritu en Samaria (Hechos 8:14 – 19) Para muchos intérpretes de Hechos, el relato de Lucas de la evangelización de los samaritanos por Felipe es una anomalía. Muchos samaritanos responden a la predicación de Felipe: creen y son bautizados (8:12). Con el tiempo un informe llega a los apóstoles en Jerusalén de que Samaria “había recibido la palabra de Dios” (8:14). Al oír esas buenas noticias, Pedro y Juan van a Samaria pero descubren que el Espíritu Santo “aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que sólo habían sido bautizados en el nombre de Jesús” (8:16). Entonces Pedro y Juan oran pidiendo “que recibiesen el Espíritu Santo” (8:15). La narrativa continúa: “Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (8:17). Esa narrativa describe una aparente contradicción: creyentes que no habían recibido el Espíritu. La narrativa samaritana plantea al lector la separación cronológica entra la creencia de los samaritanos y su recepción del Espíritu. No sólo dejó su fe de efectuar la recepción del Espíritu, sino que asimismo su bautismo dejó de ser el momento de su recepción del Espíritu. Ese es un problema teológico molesto para muchos intérpretes, pues contradice sus presuposiciones teológicas en cuanto al bautismo en el Espíritu santo. El análisis por James D.G. Dunn de la situación samaritana es típico de muchas interpretaciones. Él escribe: El problema es que en el contexto del resto del NT esos hechos parecen ser mutuamente exclusivos y totalmente irreconciliables. Si creyeron y fueron 100 bautizados (v. 12) en el nombre del Señor Jesús (v. 16), hay que llamarlos cristianos. Sin embargo, si no recibieron el Espíritu Santo hasta después no se les puede llamar cristianos hasta ese momento (más explícitamente Romanos 8:9). 91 Su solución a esa anomalía aparente es postular que la respuesta y dedicación de los samaritanos era defectuosa. Concluye: 92 El enfoque del NT es más bien decir: Puesto que no se ha dado el Espíritu, por tanto no se ha cumplido con las condiciones [de salvación]. Por eso Lucas pone tanto énfasis en la recepción del Espíritu por los samaritanos (vv. 15–20), pues es la infusión del Espíritu por Dios lo que hace cristiano un hombre y, al fin de cuentas, nada más. 93 Como refleja los errores metodológicos que expusimos en el capítulo 1, tal interpretación tan artificial deja de enfrentarse con la teología del don del Espíritu de Lucas. Como se demostró en nuestra investigación de la narrativa de Pentecostés, el don del Espíritu en la perspectiva de Lucas difiere de la perspectiva de Pablo (Romanos 8:9). Para Lucas, el don del Espíritu tiene un propósito vocacional y capacita a los discípulos para el servicio. Así, carece de cualquier connotación soteriológica y, a diferencia de Dunn, no quiere decir que “es la infusión del Espíritu por Dios lo que hace cristiano un hombre”. A pesar de interpretaciones al contrario, en Hechos se da el Espíritu a los que ya son cristianos, es decir, 91. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 55. 92. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, pp. 63-68. 93. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, pp. 63-68. 101 a discípulos (19:1) y a creyentes (8:12; 19:2). Ya que el don del Espíritu es carismático o vocacional y se concede a creyentes, la separación temporal entre el momento de creer y la recepción del Espíritu, como es evidente en la narrativa samaritana, no plantea nunguna inconsecuencia ni contradicción teológica. El problema proviene de las presuposiciones de los comentaristas y no de la narrativa de Lucas. En realidad, tal separación temporal es típica de los derramamientos del Espíritu en Hechos, aunque la experiencia de Cornelio demuestra que puede ser concurrente con la conversión. ¿Qué significa el don del Espíritu para los creyentes en Samaria? En la perspectiva de Lucas, no efectúa su incorporación en la Iglesia, ni completa el supuesto complejo iniciador de arrepentamiento, bautismo en agua y recepción del Espíritu, ni simplemente normaliza las relaciones entre los samaritanos y los judíos. Más bien, el don del Espíritu a los samaritanos tiene las mismas dos funciones que el derramamiento del Espíritu sobre los discípulos el día Pentecostés. En primer lugar, la imposición de manos por los apóstoles les da a los samaritanos la misma prueba concreta a la realidad del Espíritu que las señales de viento, fuego y hablar en lenguas dieron a los discípulos. La recepción del Espíritu es más que una afirmación de fe y se le confirma personalmente a cada uno mediante la imposición de manos. En segundo lugar, el don del Espíritu capacita a los samaritanos para el discipulado. Aunque Jesús había comisionado a los discípulos antes de Pentecostés y los había capacitado el día de Pentecostés, la tarea misionera no ha de ser la prerrogativa exclusiva de ellos. El don del Espíritu a los creyentes en Samaria demuestra que todos, hasta un grupo despreciado como los samaritanos, deben participar en la obra misionera. Para esa responsabilidad común reciben el mismo equipo: el don vocacional del Espíritu. 102 5.2. El don del Espíritu a Saulo (Hechos 9:17 – 18) Como celoso fariseo y decidido perseguidor de los discípulos de Jesús, Saulo parte para Damasco con autoridad para arrestar y extraditar a cualquier seguidor del Camino que encuentre allí. En el camino, un adversario celestial golpea a Saulo con una luz intensa y le ordena: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (9:6). Mientras tanto, en Damasco el Señor ordena a un discípulo llamado Ananías: “Ve [a Saulo], porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (9:15). Con obediencia renuente, Ananías busca a Saulo “y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús… me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (9:17). La narrativa continúa: “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (9:18). Esa narrativa reúne dos motivos característicos de Lucas: capacidad vocacional y el don del Espíritu. Al describir el encuentro de Saulo con el Señor resucitado, Lucas subraya su llamamiento, no su conversión. Se recalca lo que debe hacer Saulo: llevar el nombre de Jesús ante los gentiles. El celo pudiera haber proporcionado suficiente motivación para Saulo el perseguidor, pero no bastaba para su nueva vocación a los gentiles, necesitaba el don del Espíritu, al igual que los discípulos lo necesitaban para su misión a los judíos. Así que “lleno del Espíritu” es el complemento necesario de la orden de “llevar mi nombre en presencia de los gentiles”. Lucas no menciona ni el momento en que Saulo fue lleno del Espíritu ni ningún fenómeno que pudiera haber acompañado 103 al suceso. Los que creen que se da el Espíritu en el bautismo en agua naturalmente interpretan la declaración de Lucas: “y levantándose, fue bautizado”, como la descripción del momento en que es lleno por el Espíritu. Sin embargo, a esa interpretación se puede poner el reparo de que la narrativa da bases igual de buenas para asociar la llenura del Espíritu de Saulo con el momento en que Ananías le impuso las manos. Otros interpretan la declaración de Pablo a la iglesia corintia: “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos nosotros” (1 Corintios 14:18), en el sentido de que implica que Pablo debe de haber hablado en lenguas cuando fue lleno del Espíritu. Aunque es cierto que todas esas sugerencias son posibles, ninguna se puede demostrar. El silencio de Lucas pone en claro que él puede ser bien indiferente tanto a la sincronización cuanto a los fenómenos asociados con el don del Espíritu. Es igualmente evidente que el interés principal de Lucas tiene que ver con el hecho del llamamiento de Dios y su capacitación. Así, el don del Espíritu a Saulo tiene el mismo doble énfasis que el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés y a los creyentes en Samaria: capacidad vocacional y el don del Espíritu. Significativamente, Lucas traza un paralelo entre la experiencia carismática de Pedro y Pablo. Ese paralelismo se puede resumir como sigue: Lleno del Espíritu Santo Guía del Espíritu Santo Pedro Hechos 2:4; 4:8; 4:31 Hechos 10:19-20 Pablo Hechos 9:17; 13:9; 13:52 Hechos 13:1-2; 16:6-7; 21;4,10-1 1 104 Instrumentos para el don de Espíritu Santo Hechos 8:15-17 Hechos 19:6 Ese paralelismo muestra que la experienca de Pablo del Espíritu es auténtica y certifica su condición de apóstol a los gentiles. 5.3. El don del Espíritu a la casa de Cornelio (Hechos 10:44-46) Visiones, primero a Cornelio y despúes a Pedro, se combinan para producir la visita de Pedro a ese centurión romano. Al recitar Pedro la historia de los actos salvadores de Dios en Jesús de Nazaret, “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (10:44). Manifestando el don del Espíritu, que se ha derramado sobre ellos, comienzan a “hablar en lenguas y magnificar a Dios” (10:46). De ese torrente inesperado de habla en lenguas, Pedro concluye que la casa de Cornelio ha recibido el día de Pentecostés y manda “bautizarles en el nombre del Señor Jesús” (10:48). Para la interpretación del don del Espíritu a la casa de Cornelio, Lucas dirige a sus lectores a la narrativa de Pentecostés. En primer lugar, Lucas emplea una terminología parecida en ambas narrativas: hablar en lenguas (2:4; 10:46) y magnificar a Dios (2:11; 10:46). En segundo lugar, Pedro identifica explícitamente con Pentecostés el don del Espíritu a Cornelio. Al defender su visita a Cornelio ante la iglesia de Jerusalén, Pedro testifica que “cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio” (11:15). Años después Pedro testifica al concilio de Jerusalén que Dios le dio el Espíritu Santo a Cornelio, “lo mismo que a nosotros” (15:8). Una conclusión es ineludible: el don del Espíritu a la casa de Cornelio tiene el mismo propósito 105 vocacional o carismático que el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés. Además del propósito vocacional del don, la narrativa de Cornelio subraya la función de testimonios del don. En primer lugar, el derramamiento del Espíritu es testimonio impresionante para Pedro y sus compañeros. Del relato de Cornelio acerca de cómo mandó buscar a Pedro, ya habían aprendido la lección de que Dios no muestra parcialidad (10:34) y que recibe a todos que le temen (10:35). El derramamiento del Espíritu les enseña una lección nueva, es decir, que la imparcialidad de Dios se aplica a más que sólo la salvación; se aplica a todos sus dones. La casa de Cornelio recibe el mismo don profético del Espíritu que ellos, como los discípulos especialmente escogidos, habían recibido el día de Pentecostés. En segundo lugar, el derramamiento del Espíritu es testimonio asombroso a Cornelio y su casa de que Dios no distingue entre él y los judíos; es decir, ellos pueden recibir el don profético del Espíritu sin haberse convertido al judaísmo. 5.4. El don del Espíritu a los discípulos en Éfeso (Hechos 19:1-7) En su segundo viaje misionero, Pablo encuentra un grupo de unos doce discípulos en la ciudad de Éfeso. Él les pregunta “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (19:2). Ellos responden negativamente, reciben más explicación acerca de Jesús, y son bautizados en el nombre del Señor Jesús (19:3–5). Como clímax de la narrativa, “habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (19:6) Esa narrativa tiene los mismos ingredientes que la narrativa 106 samaritana: discípulos que han creído y todavía no han recibido el Espíritu Santo. Pablo sabe que todos los cristianos tienen el Espíritu (Romanos 8:9), y sabe que a pesar del contenido limitado de su fe esos discípulos son cristianos. Esto quiere decir que su pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” no está en un contexto iniciador o soteriológico. El contexto de su pregunta es claro, dada la solución, que es un torrente de lenguas y profecía. No cabe duda de que Pablo está preguntando ni más ni menos que si han recibido el don profético del Espíritu. La interpretación de Dunn de esa narrativa demuestra que él no alcanza a entender ni a Lucas ni a Pablo. Escribe: “Los doce efesios son por lo tanto más ejemplos de hombres que no estaban lejos del cristianismo, pero todavía no eran cristianos porque les faltaba el factor vital: el Espíritu Santo.” No hay tensión entre el hecho del Espíritu Santo que mora en la vida de cada creyente y una experiencia adicional de recibir el don profético o carismático del Espíritu. 94 95 Después de estudiar la historia de Lucas del don del Espíritu a los creyentes en Samaria, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los discípulos en Éfeso, estamos ahora en condiciones de responder a la pregunta: ¿Cuál es el propósito de Lucas en esas narrativas? Dos propósitos son evidentes; el primero es histórico y el segundo es teológico. En primer lugar, esas narrativas ilustran el cumplimiento histórico de la comisión que Jesús dio a los discípulos antes de su ascensión: de extender el evangelio a través del imperio (1:8). En segundo lugar, ilustran la universalidad del don vocacional del Espíritu. Adondequiera y a quienquiera que se extienda el evangelio, Dios 94. En Hechos el término “discípulos” siempre describe a los discípulos de Jesús, es decir, cristianos. En Éfeso Pablo halló “ciertos” discípulos. Algunos intérpretes creen que Lucas emplea el pronombre indefinido aquí para distinguir entre la compañía regular de discípulos y ese grupo. Sin embargo, Lucas emplea el mismo pronombre en el singular para describir a Ananías como “un” discípulo (Hechos 9:10). También describe a Timoteo como “cierto” discípulo (Hechos 16:1). Así que, ya sea en el sigular o en el plural, el pronombre indefinido describe a los discípulos de Jesús. 95. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 88. 107 también derrama el don del Espíritu para propósitos vocacionales; ni se localiza en Jerusalén ni se restringe a cristianos judíos. Eso es consecuente con el propósito del don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés, que Pedro interpreta en términos universalistas. En conclusión, esas narrativas ilustran el caráctar carismático de la Iglesia, pues en todas partes recibe el don vocacional del Espíritu. 5.5. El modo de impartir el Espíritu Santo Estudios del don del Espíritu en Hechos a menudo suscitan la pregunta de los medios por los cuales Dios imparte el Espíritu. Típicamente, el análisis se enfoca en la relación entre el bautismo en agua, la imposición de manos y la recepción del Espíritu. También se sugiere que la oración es el medio por el cual se da el Espíritu. 96 97 En ninguna parte de Hechos se imparte el Espíritu mediante el bautismo en agua. Hay una asociación imprecisa entre el don del Espíritu y el bautismo en agua en sólo tres narrativas: el don del Espíritu sigue al bautismo en agua de los creyentes en Samaria (8:12–17), precede al bautismo en agua de la casa de Cornelio y es la base de eso (10:44–48) y sigue al bautismo en agua de los discípulos en Éfeso (19:4–6). Más numerosos son los casos de bautismo en el Espíritu que tienen lugar completamente aparte del bautismo en agua. Por ejemplo, en el libro de Hechos éstos son Pentecostés (2:1ss.), Pedro (4:8), la iglesia de Jerusalén (4:31), Pablo (13:9) y los discípulos en Iconio (13:52). En el Evangelio según San Lucas están los ejemplos de Elisabet y Zacarías (Lucas 1:41,67). 96. George Eldon Ladd, A Theology of the New Testament (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1974), pp. 345-47. Véase también E. Schweizer, “πνευµα, πνευµατικοζ" en Theological Dictionary of the New Testament, VI, ed. por Gerhard Friedrich, trad. por Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1968), pp. 413-15. 97. Stephen S. Smalley, Spirit, Kingdom and Prayer in Luke-Acts, Novum Testament XV (1973), p. 68. 108 Hechos 2:38 es el texto clásico sobre el cual se construye la doctrina de que el Espíritu Santo se imparte mediante el bautismo en agua. Hay que interpretar la promesa de Pedro del don del Espíritu a la luz del derramamiento del Espíritu que Pedro y los otros discípulos acaban de experimentar. Por tanto, la promesa del don escatológico del Espíritu, que en cumplimiento de la promesa de Joel es en particular el don profético o carismático del Espíritu. En el contexto inmediato de su propia recepción del Espíritu, la promesa de Pedro del Espíritu carece de cualquier connotación de iniciación/incorporación. Lo que Pedro sí pone en claro es que el don del Espíritu es sólo para los penitentes, es decir, para los discípulos de Jesús. En tres oportunidades se asocia el don del Espíritu con la imposición de manos (8:17; 9:17; 19:6). Ese procedimiento tiene un precedente en el Antiguo Testamento en el don del Espíritu a Josué (Deuteronomio 34:9). Sin embargo, como se hizo evidente con el bautismo en agua, el Espíritu Santo se imparte con más frecuencia aparte de cualquier medio específico, incluido el de la imposición de manos. Ese hecho es fatal para la doctrina de que se imparte el Espíritu Santo en la confirmación. Se ha sugerido recientemente que la oración, más bien que el bautismo en agua o la imposición de manos, es el medio por el cual históricamente se obtiene el poder del Espíritu. Indudablemente, la oración tiene una asociación importante con el don del Espíritu. (Lucas 3:21; Hechos 1:14;2:1ss.;4:31; 8:15). Sin embargo, en vez de ser el medio de impartir el Espíritu Santo, la oración es más propiamente la atmósfera espiritual en la cual con frecuencia se imparte el Espíritu. La compleja descripción del don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos rechaza toda tentativa de formular una doctrina 109 monolítica del medio por el cual se imparte el Espíritu Santo. Todos deben admitir que “en ninguna parte de Hechos se afirma que el bautismo en sí, ni la imposición de manos como tal, ni siquiera una combinación de los dos, imparte o puede impartir el Espíritu”. Más bien en esas narrativas, “se destaca claramente la libertad del Espíritu”. El interés principal de Lucas se centra en el hecho del don del Espíritu y no en ningún medio real o imaginado por el cual se imparte el Espíritu Santo. 98 99 Es claro que plantear el problema del medio por el cual se imparte el Espíritu Santo en los términos que acabamos de analizar refleja una comprensión fundamentalmente incorrecta de la teología de Lucas respecto del Espíritu Santo. Hemos demostrado que para Lucas se da el Espíritu Santo a los que ya son discípulos o creyentes, y que el propósito del don del Espíritu es carismático o vocacional. Por tanto, concluimos que las descripciones por Lucas del don del Espíritu hacen que el estudio del medio de impartir el Espíritu quede fuera de propósito para la comprensión de la teología de Lucas acerca del Espíritu Santo. 5.6. Textos misceláneos Además de subrayar el don del Espíritu a los creyentes en Samaria, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los discípulos en Éfeso, Lucas también describe una actividad diversa pero general del Espíritu a través de Hechos. A esos datos adicionales ahora volvemos la atención. La rica y variada terminología relacionada para el don del Espíritu requiere de algunos comentarios, así como los requiere el uso consecuente de Lucas de las voces pasiva 98. Hull, The Holy Spirit in the Acts of the Apostles, p. 90. 99. Schweizer, “πνευµα", TDNT, VI, p. 414. 110 y activa para su terminología: lleno del Espíritu Santo y recibió el Espíritu Santo. También examinaremos el papel del Espíritu Santo en el testimonio o la misión. 5.6.1. Terminología relacionada Ya que el don del Espíritu Santo en Hechos es vocacional, la terminología relacionada debe de tener un significado similar en el mismo contexto. Así que, terminología como: la promesa del Padre (1:4), la promesa del Espíritu Santo(2:33), el don del Espíritu Santo (2:38;10:45) y el don de Dios (8:20) describe el don vocacional del Espíritu Santo. Al describir el don del Espíritu, Lucas usa constantemente una de dos frases “lleno del Espíritu Santo” (véase cuadro p.78) y “recibió el Espíritu Santo” (1:8;8:15;10:47;19:2). También es consecuente en usar “lleno del Espíritu Santo” en la voz pasiva y “recibió el Espíritu Santo” en la voz activa. Como están en voz media, que describe una acción que el sujeto realiza sobre sí mismo, las dos excepciones a esa norma no afectan la distinción que hace Lucas entre ser lleno en la voz pasiva y recibir en la activa. Esa es una distinción importante e interesante. La voz pasiva significa que se está realizando alguna acción en el sujeto del verbo, o que éste es el recipiente de la acción. En el contexto del don del Espíritu, Dios realiza una acción en el creyente, llenándolo del Espíritu Santo. La voz activa significa que el sujeto del verbo produce la acción. Así, el creyente debe responder a fin de recibir el Espíritu Santo. En las ocasiones en que los discípulos son llenos del Espíritu Santo, Lucas subraya la iniciativa divina. En las ocasiones en que los discípulos reciben el Espíritu Santo, 111 subraya la concomitante respuesta humana a esa iniciativa. Lucas pone en claro que Dios no impone de manera arbitraria su Espíritu sobre los discípulos aparte de la respuesta de ellos a la iniciativa divina. También pone en claro que nadie puede tomar de Dios lo que Él no ha dado primero. En la perspectiva de Lucas, “recibió el Espíritu Santo” es el complemento necesario de ser “lleno del Espíritu Santo”. 5.6.2. El Espíritu Santo y la misión Antes de su ascensión, Jesús asocia al Espíritu Santo con testimonio o misión cuando promete a los discípulos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (1:8). El cumplimiento inicial de esa promesa sigue al derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés. Pedro aprovecha la oportunidad presentada por los fenómenos que atrajeron a la multitud y testifica a los curiosos peregrinos (2:14-40). Tan eficaz es su testimonio capacitado por el Espíritu que aquel día se añaden como tres mil a la compañía de los discípulos (2;41). Algún tiempo después, se arresta a Pedro y Juan y se les trae ante el sanedrín. En cumplimiento de una anterior promesa hecha por Jesús (Lucas 12:11-12), Pedro es lleno del Espíritu Santo y les da un testimonio poderoso (4:8-20). Después de amenazarlos más, el sanedrín los deja en libertad y se vuelven a unir a la compañía de discípulos. Y cuando oraron, “todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (4:31). No sólo testifican los discípulos en Jerusalén por el poder y la inspiración del Espíritu, sino que “cada iniciativa de evangelismo 112 que se relata en Hechos es la iniciativa del Espíritu Santo”. Dos ocasiones así tienen lugar en la actividad misionera de Felipe. El encuentro entre Felipe y el eunuco etíope no es ninguna casualidad, como documenta Lucas: 100 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que [había] un etíope, eunuco, funcionario de Candace… Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro (8:26-29). Después que Felipe bautizó al etíope: El Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea (8:26-29). Aquí, como en otras partes de Hechos, Lucas identifica al Espíritu Santo con el ángel del Señor y el Espíritu del Señor. Es indudable que Pedro nunca habría visitado a Cornelio sin la intervención de Dios. En primer lugar, Pedro recibe una visión en la que se le manda comer la comida ritualmente inmunda que ve. Esa lección objetiva enseña a Pedro que puede tener compañerismo con un gentil. En segundo lugar, el Espíritu Santo ordena a Pedro hacer esa misma cosa. Lucas informa que “mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (10:19–20). 100. Michael Green, Evangelism in the Early Church (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1970), p. 149. 113 Al igual que Felipe y Pedro, Pablo también experimenta la dirección del Espíritu Santo. La primera vez, la dirección del Espíritu lo inicia en su carrera misionera. Durante una reunión de oración en Antioquía con ciertos profetas y maestros, el Espíritu Santo ordena: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (13:2). La iniciativa y dirección del Espíritu continúan caracterizando la actividad misionera de Pablo. En su segundo viaje misionero, Pablo piensa predicar el evangelio en Asia. Sin embargo, el Espíritu Santo interviene. Lucas informa: Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas (16:6-8). Como resultado de esa dirección del Espíritu, Pablo zarpa para Macedonia y trae el evangelio a Europa. Mucho después, Pablo comienza su último viaje a Jerusalén bajo la compulsión del Espíritu. Testifica a los ancianos efesios: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén” (20:22). De esos relatos de la actividad misionera de Felipe, Pedro y Pablo, es evidente que el Espíritu Santo inicia y dirige cada avance misionero. De los cinco relatos importantes del don del Espíritu Santo en Hechos, la narrativa de Pentecostés viene primero. Además, nos guía en nuestra interpretación del don del Espíritu a los samaritanos, a Saulo, a Cornelio y a los efesios. Como en la narrativa de Pentecostés, en estas narrativas subsiguientes el don del Espíritu es vocacional. Esas narrativas muestran que todos los 114 que reciben el evangelio, o simultáneamente o después, también reciben el don carismático del Espíritu. Así, el don del Espíritu a los samaritanos, a Saulo, a Cornelio y a los efesios son ejemplos históricos de la interpretación de Pentecostés de Pedro: el don vocacional del Espíritu es en potencia universal. Además de esas cinco narrativas, referencias al Espíritu Santo saturan la historia de Hechos. Las frases características de Lucas: “lleno del Espíritu Santo” y “recibió el Espíritu Santo”, describen los papeles complementarios de la iniciativa divina y la respuesta humana a esa iniciativa. Además, toda la variedad de términos que emplea Lucas describe la actividad carismática del Espíritu y no iniciación ni incorporación. Como Juan y Jesús anteriormente, la comunidad carismática de discípulos es capacitada y dirigida por el Espíritu en su obra misionera. 6 115 La teología carismática de Lucas: Síntesis y desafío En comparacion con la variada literatura neotestamentaria, Lucas-Hechos es único. Queda sólo como el único libro de dos volúmenes del Nuevo Testamento. Más importante, es la única heilsgeschichte–historia de salvación–del Nuevo Testamento. Como hemos observado, sin embargo, Lucas es más que el historiador de la época del Nuevo Testamento; también es teólogo por derecho propio. En su perspecitva histórico-teológica, los dos temas complementarios de “la salvación” y “la actividad carismática del Espíritu Santo” dominan Lucas-Hechos. Así, además de clasificar Lucas-Hechos como heilsgeschichte, también se le puede clasificar como pneumageschichte: la historia tanto del Cristo carismático como de la comunidad carismática de discípulos en misión. 101 6.1. Síntesis de la teología carismática de Lucas 6.1.1. La teología carismática de Lucas-Hechos como heredera de la teología carismática del Antiguo Testamento Es a la luz de ese trasfondo del liderazgo carismático en Israel, de la esperanza profética de la venida del ungido del Señor, y de una comunidad que reciba tanto el don carismático del Espíritu como la morada del Espíritu, que se ha de interpretar el don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. 101. Harold Hunter, Spirit Baptism in Luke-Acts (ponencia de seminario no editada, Fuller Theological Seminary, 1975), pp. 17ss. 116 6.1.1.1. El Espíritu y la era mesiánica: Cumplimiento en Lucas-Hechos La actividad del Espíritu es un tema central en las dos narrativas de inauguración de Lucas-Hechos. En el Evangelio, la difundida actividad del Espíritu en la narrativa de apertura tiene su clímax en el descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo en Juan (Lucas 3:21,22). De un modo parecido, en Hechos la narrativa de inauguración se enfoca en el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés (Hechos 2:4). Ambas narrativas subrayan que el don del Espíritu Santo cumple la profecía. Para su homilía en la sinagoga después de su bautismo, Jesús interpreta su experiencia bautismal en términos de un oráculo del profeta Isaías, declarando: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21). De un modo parecido, Pedro afirma que la experiencia de los discípulos el día de Pentecostés cumple un oráculo de Joel. Anuncia: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16). De todos los evangelistas, sólo Lucas meniciona esa conciencia en Jesús y los discípulos de que han recibido el Espíritu Santo en cumplimiento de profecía. La relación de Lucas de esa apelación a los profetas demuestra que en la experiencia de la Iglesia primitiva y la teología de Lucas los postreros días ya han comenzado en los ministerios sucesivos de Jesús y los discípulos. Además, al apelar a los profetas, Jesús y los discípulos expresan su convicción de que el don del Espíritu es una experiencia carismática o vocacional. Es decir, el Espíritu Santo está sobre Jesús ungiéndolo para predicar el evangelio y después sobre los discípulos llevándolos a profetizar. Es notable que al identificar el don del Espíritu el día de Pentecostés con la profecía de Joel, en vez de citar una de la numerosas referencias proféticas a la 117 morada y la renovación interior del Espíritu, Pedro cita el único texto profético que habla explícitamente de un derramamiento carismático del Espíritu sobre la comunidad del pueblo de Dios. 6.1.1.2. Terminología septuagintal en Lucas-Hechos En comparación con Juan y Pablo, Lucas tiene una terminología distintiva para la actividad del Espíritu Santo. LucasHechos carece de la terminología tan característica de Juan como “el Espíritu de verdad” y “el Consolador” (paracleto). También carece de la terminología típica de Pablo, tal como “el fruto del Espíritu”, “los dones del Espíritu” y “el sello del Espíritu”. No sólo está ausente en los escritos de Lucas la terminología característica de Juan y Pablo, sino que la terminología frecuente en Lucas no aparece o es rara en la literatura de Juan y Pablo. Reflejando una herencia diferente de Juan y Pablo, Lucas a menudo describe la actividad del Espíritu Santo en terminología septuagintal. Esa influencia de la Septuaginta sobre la terminología de Lucas para la actividad del Espíritu Santo se muestra en el Capítulo 2. Los datos que hemos esbozado nos llevan a dos conclusiones. En primer lugar, aunque Lucas no se limita a la terminología septuagintal, claramente tiene una deuda con la Biblia griega para la terminología más distintiva con la cual describe la actividad del Espíritu Santo. Sin embargo, aunque Lucas está en deuda con la Septuaginta para mucha de su terminología, no es unimitador servil. Más bien, describe de manera creativa la actividad del Espíritu Santo en la época del Nuevo Testamento en términos de su herencia bíblica y teológica. En segundo lugar, esa terminología septuagintal en Lucas-Hechos describe la misma clase de experiencia para Lucas que describía para los traductores de la Septuaginta. Se trata de la actividad carismática del Espíritu 118 entre la compañía del pueblo de Dios. Por consiguiente, esa terminología no describe lo que los intérpretes contemporáneos llaman iniciación o incorporación. 6.1.1.3. Motivos carismáticos El motivo de la transferencia del Espíritu, tan característica de la época del Antiguo Testamento, también es prominente en Lucas-Hechos, particularmente en la transferencia del Espíritu Santo de Jesús a los discípulos. Aunque el evangelio comienza con un torrente de la actividad del Espíritu Santo desde el bautismo de Jesús hasta su ascensión, el Espíritu se concentra sólo en Jesús. Según informa Lucas, Él está lleno del Espíritu Santo, es dirigido por el Espíritu y ministra en el poder del Espíritu (Lucas 4:1,14). El relato de Lucas recuerda las descripciones programáticas del don del Espíritu a Moisés y Elías, y pone de minifiesto lo que es implícito en la afirmación de mesiazgo de Jesús: Él es el único portador del Espíritu. Después de llegar a ser el ungido del Señor, o el único portador del Espíritu en su bautismo, Jesús se convierte en el dador del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés. Esa transferencia del Espíritu del Señor resucitado y exaltado a sus discípulos es soprendentemente similar a la transferencia del Espíritu de Moisés a los ancianos. En los dos casos hay una transferencia del Espíritu de un individuo a un grupo. Además, en ambos casos la transferencia del Espíritu resulta en un torrente de profecía. Esa transferencia del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés cumple en potencia el deseo de Moisés de que todo el pueblo de Dios sean profetas, pues con el don del Espíritu a los discípulos ha surgido la era de la función profética de todos los creyentes. 119 Ya que el día de Pentecostés representa la transferencia del Espíritu de Jesús a los discípulos, debe de tener un significado para ellos similar al que tuvo el don bautismal del Espíritu para Jesús. Aunque Lucas emplea terminología diferente en cada narrativa, en cuanto a su función, el don del Espíritu a los discípulos es quivalente a la unción de Jesús por el Espíritu, inaugurando y capacitando sus ministerios respectivos. Por consiguiente, como fue en la epóca del Antiguo Testamento y para el ministerio de Jesús, el don del Espíritu a los discípulos el día de Pentecostés es principalmente vocacional tanto en propósito como en resultado. La transferencia del Espíritu Santo también tiene lugar después del día de Pentecostés. En Samaria, Simón vio que se daba el Espíritu mediante (δια) la imposición de las manos de los apóstoles (Hechos 8:18). En Damasco, Ananía impuso las manos a Saulo para que éste volviera a ver y fuera lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17). En Éfeso, cuando Pablo puso las manos sobre los discípulos, el Espíritu Santo vino sobre ellos y hablaron en lenguas y profetizaron (Hechos 19:6). El don del Espíritu a la casa de Cornelio, que es independiente de la imposición de manos, recuerda la transferencia del Espíritu de Moisés a los líderes. No sólo es el motivo de transferencia del Antiguo Testamento característica del don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos, sino que el motivo complementario de la señal también es prominente en Lucas-Hechos. Lucas, sin embargo, no emplea la terminología septuagintal de la señal. No obstante, el motivo de la señal es evidente en los fenómenos visuales y audibles que acompañan el don del Espíritu Santo. Por ejemplo, Mateo, Marcos y Juan simplemente informan que el Espíritu descendió "como paloma" 120 (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Juan 1:32), mientras que Lucas informa que el Espíritu descendió "en forma corporal, como paloma" (Lucas 3:22). Al agregar ese detalle, Lucas subraya que el descenso del Espíritu sobre Jesús no es visionario; es una manifestación externa, física y objetiva del Espíritu. Concomitante con el descenso del Espíritu y la voz del cielo, entonces, son las señales visibles y audibles que confirman la unción o mesiazgo de Jesús. De la misma manera que se confirma la unción de Jesús mediante señales visibles y audibles, también se confirma la transferencia del Espíritu Santo a los discípulos el día de Pentecostés mediante señales visibles y audibles. Lucas escribe: Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:2-4). La señal visible son las lenguas de fuego y las señales audibles son los sonidos del viento y de los discípulos que hablan en otras lenguas. Como observa Pedro en su discurso de Pentecostés, la transferencia del Espíritu es una experiencia que la multitud podía tanto ver como oír (Hechos 2:33). El motivo de la señal también es característico del relato de Lucas del don del Espíritu Santo a los samaritanos, a la casa de Cornelio y a los efesios. Después que los samaritanos habían recibido el Espíritu Santo, "vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo" (Hechos 8:18). 121 Después de oír la casa de Cornelio hablar en lenguas, "los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo" (Hechos 10:45). Pedro informa después que Dios "les dio testimonio (εµαρτυρησεν), dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros" (Hechos 15:8). De un modo parecido, el Espíritu Santo vino sobre los discípulos en Éfeso, "y hablaban en lenguas, y profetizaban" (Hechos 19:6). El énfasis repetido de Lucas en "ver" y "oír" demuestra el predominio del motivo de la señal para su teología del Espíritu Santo. En su terminología, los fenómenos visibles o audibles "dan testimonio" del don del Espíritu. 6.1.2. La teología carismática de Lucas-Hechos como única en comparación con la teología carismática del Antiguo Testamento Aunque el don vocacional del Espíritu Santo en LucasHechos es consecuente con la época del Antiguo Testamento, diferencias significativas distinguen la actividad del Espíritu en la era mesiánica de su actividad en tiempos anteriores. En la época del Antiguo Testamento, y aun en la era del evangelio, la actividad del Espíritu se limita a líderes escogidos. Desde Pentecostés en adelante, sin embargo, el don vocacional del Espíritu es potencialmente universal. Las narrativas de Lucas de Samaria, Cornelio y Éfeso ilustran el carácter universal del don vocacional del Espíritu. Además, el Mesías sustituye a la nación como el objeto de la actividad vocacional del Espíritu. Por ejemplo, Juan es lleno del Espíritu, pero sólo para dotarlo para su papel de precusor del Mesías venidero. En su bautismo, Jesús se convierte en el único portador del Espíritu, y el día de Pentecostés llega a ser el dador del Espíritu. El Espíritu Santo 122 se identifica tan intimamente con la persona y el ministerio de Jesús que es “el Espíritu de Jesús” (Hechos 16:7, NVI). Con la modificación de que la actividad vocacional del Espíritu es ahora universal en potencia y que su nuevo fin es la misión en marcha del Mesías, el don del Espíritu es consecuente con el modo en que Dios siempre ha derramamdo su Espíritu sobre sus siervos. Además, a diferencia de la época del Antiguo Testamento, cuando no había personalización del Espíritu de Dios, en LucasHechos el Espíritu Santo es plenamente personal. Por ejemplo, se le puede mentir al Espíritu (Hechos 5:3ss.) y el Espíritu puede hablar (Hechos 10:19). 6.1.3. La dimensión carismática del don del Espíritu en Lucas-Hechos Lucas debe a Jesús su entendimiento del propósito vocacional del don del Espíritu Santo. En palabras programáticas para la subsiguiente misión de los discípulos, Jesús les informa: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). En ese dicho dominical Lucas da sus lectores la clave para interpretar el propósito del don del Espíritu, no sólo a los discípulos el día de Pentecostés sino también en todo Lucas-Hechos. Si el relato de Lucas refleja precisamente la enseñanza de Jesús en cuanto al propósito del don del Espíritu Santo, el resultado de recibir el Espíritu será consecuente con el propósito. Donde Lucas documenta el resultado hemos observado que así es, no sólo para el don del Espíritu a través de Hechos sino también para la actividad del Espíritu en el evangelio. Ya sea que se le da el Espíritu a Juan como niño 123 no nacido, a Jesús en el Jordán, a los discípulos el día de Pentecostés, o a Saulo en Damasco, el modelo es constante: el don del Espíritu siempre resulta en misión. Ya que Lucas describe el don del Espíritu a los samaritanos, a la casa de Cornelio y a los efesios en términos parecidos, el resultado vocacional es implícito aquí también. Aunque podamos buscar en vano en los escritos de Lucas directivas para la llamada experiencia cristiana normativa, sí encontramos un modelo invariable para el don del Espíritu en la historia que se desarrolla de la inauguración y extensión del evangelio: el don del Espíritu siempre precede a la misión o la vocación y las lleva a cabo. 6.1.3.1. Específicamente, el don carismático es profético En términos específicos, el don carismático del Espíritu Santo en Lucas-Hechos es a menudo profético. Lucas emplea el término profeta(s) para Juan el Bautista, Ana (profetisa), Jesús, Agabo y compañeros, ciertos discípulos en Antioquía, Judas y Silas y las cuatro hijas de Felipe (profetisas). Aunque Lucas no los llama así, sin duda se debe considerar a muchos otros como profetas. Entre ellos están todos los que son llenos del Espíritu, el término técnico de Lucas para describir inspiración profética. También incluye personas como Pedro (Hechos 10:19) y Pablo (Hechos 16:9) que experimentan visiones y sueños, el modo auténtico de revelación profética (Números 12:6; Joel 2:28ss.). Esos profetas toman parte en diversas actividades a través de Lucas-Hechos: exhortación (Lucas 3:18), realización de milagros (Lucas 7:14–16; Hechos 2:43;3:1ss.;5:15;6:8;8:13; etcétera), predicción (Hechos 124 11:28;21:10ss.), juicio (Hechos 8:20; 13:9) y adoración (Lucas 1:68; Hechos 2:47; y otros). El gran número de profetas nombrados y la frecuencia relativa de profecía en Lucas-Hechos es consecuente con la universalidad de la actividad profética del Espíritu en la era mesiánica. 6.1.3.2. Consagración y capacitación: Ungido/bautizado y lleno del Espíritu Como hemos visto, Lucas describe el don del Espíritu con diversos términos, por ejemplo: lleno, ungido, investido, bautizado y capacitado por el Espíritu. Aunque esos y otros términos describen el don carismático del Espíritu, hay que hacer una doble distinción. Los términos “ungido” y “bautizado” describen la obra consagrante del Espíritu Santo al inaugurar el ministerio público de uno. Los términos “lleno”, “investido” y “capacitado” describen la dotación por el Espíritu para ese ministerio. Aquí, entonces, está la distinción entre el carácter “de una vez por todas” y repetitivo del don del Espíritu. La consagración por el Espíritu es “de una vez por todas”, mientras que, según se presenta la necesidad, la dotación por el Espíritu es repetitiva. 6.1.4. El carácter experimental del don carismático del Espíritu Hasta el punto que Lucas lo menciona de manera explícita, el don carismático del Espíritu Santo en Lucas-Hechos es siempre un fenómeno experimental. Así es para Elisabet, Zacarías, Jesús, los discípulos el día de Pentecostés, la casa de Cornelio y los discípulos en Éfeso. En todo Lucas-Hechos, entonces, el don del Espíritu para 125 vocación nunca es un asunto de fe-percepción, sino que siempre es una experiencia-realidad. El intento perjudicial de romper el vínculo entre recibir el Espíritu por fe y recibir el Espíritu por experiencia, con la presunción de que la fe es superior a la experiencia e independiente de ella, no se puede armonizar con el relato de Lucas del don del Espíritu. Despreciar la dimensión experimental del don del Espíritu es, en la terminología de Pablo, apagar al Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19). Surge de la investigación una nueva descripción del don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos: Lucas relata el don del Espíritu con servicio y testimonio, es decir, con vocación. En otras palabras, en la teología del Espiritu Santo de Lucas, la actividad del Espíritu es siempre carismática tanto en propósito como en resultado. La teología carismática de Lucas se caracteriza por una herencia del Antiguo Testamento, una dimensión experimental, actividad profética frecuente y una falta de limitaciones temporales. Sólo los que resisten la evidencia pueden continuar interpretando el don del Espíritu Santo en Lucas-Hechos como una experiencia de iniciación-conversión. 6.2. El desafío de la teología carismática de Lucas Debido a sus prejuicios personales y teológicos, algunos intérpretes rechazarán esta exposición de la teología del Espíritu Santo en Lucas; no obstante, aceptarán que Lucas sí tiene una teología carismática. Esa concesión se hace aceptable mediante una serie de maniobras que hacen posible que el intérprete evite las implicaciones de la teología carismática de Lucas para la experiencia cristiana contemporánea. Por ejemplo, los intérpretes pudieran poner un límite dispensacional a la actividad carismática del Espíritu, limitándola a la época del 126 Nuevo Testamento. Además, los intérpretes a veces califican esa actividad carismática como anormal e insisten con urgencia en que los cristianos deben estar contentos con el crecimiento normal hacia la madurez cristiana. Por último, en tanto que aceptan la legitimidad de la teología carismática de Lucas, los intérpretes pudieran relegarla a un segundo plano. 102 103 104 Aunque a menudo van disfrazadas de erudición profunda y piedad sincera, esas tácticas silencian o mutilan la teología carismática de Lucas. Lucas quedaría sorprendido al aprender de intérpretes contemporáneos que, al contrario de su teología carismática, subsiguientes generaciones de cristianos son plenametne capaces de ministrar aparte de la capacitación carismática del Espíritu, que el cristianismo carismático es anormal, y que el cristianismo carismático es secundario. Interpretar la teología carismática de Lucas como dispensacional, anormal y secundaria; sin embargo, revela más acerca de las actitudes de los intérpretes contemporáneos y las tradiciones teológicas y eclesiásticas que defienden que acerca de la actividad del Espíritu Santo en Lucas-Hechos. Con toda seguridad la teología del Espíritu Santo de Lucas exige una respuesta más digna que ésa. El testimonio del Evangelio según San Lucas es que mediante la capacitación del Espíritu Santo Jesús fue carismático. De un modo parecido, el testimonio de Hechos de los Apóstoles es que los discípulos fueron una comunidad carismática. Así, en la teología de Lucas la iglesia es carismática. Eso sigue siendo cierto no importa si la iglesia está siempre consciente de su 102. 103. 104. A. M. Stibbs y J.I. Packer, The Spirit Within You: the Church’s Neglected Possession, Christian Foundations (Londres: Hodder and Stoughton, 1967), p. 33; Leon Morris, Spirit of the Living God: the Bible’s Teaching on the Holy Spirit (Londres: InterVarsity Press, 1960), pp. 63ss. Stott, Baptism and Fullness, pp. 33, 48-49, 68. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 54; Stott, Baptism and Fullness, p. 71. 127 carácter carismático, y no importa si funciona al nivel de su potencial carismático. Tradicionalmente la iglesia ha sospechado de la experiencia carismática. Aunque en apariencia afirmen el carácter carismático de la iglesia, en realidad algunas tradiciones cristianas “menosprecian las profecías” y “apagan al Espíritu”. Por contraste, en este siglo los pentecostales y carismáticos han promovido la manifestación de la actividad carismática del Espíritu Santo. Sin embargo, a menudo han encontrado oposición amarga al respecto. La iglesia contemporánea está actualmente en un punto muerto en lo concerniente a la doctrina del Espíritu Santo. Hay poco diálogo constructivo entre cristianos con puntos de vista opuestos. Más bien, para descrédito de todas las partes, la sospecha, la hostilidad y la intolerancia caracterizan la relación entre los que tienen puntos de vista opuestos sobre la validez de la experiencia carismática para hoy. Debido al carácter carismático de la Iglesia, es indispensable que todas las tradiciones de la Iglesia estudien de nuevo su doctrina y experiencia del Espíritu a la luz de la teología carismática de Lucas. Por ejemplo, los anticarismáticos deben reconocer que Lucas enseña principalmente una teología carismática, y que esa es una experiencia válida para la iglesia contemporánea. Por otra parte, los pentecostales y carismáticos deben recordar que el don del Espíritu no es sólo una bendición espiritual; es una responsabilidad. Su significado se extiende más allá de la sala de oración y el culto de adoración a un mundo que necesita oír una voz profética juntamente con la demostración del poder del Espíritu. La literatura revela tres dimensiones principales de la actividad del Espíritu Santo: 1) salvación, 2) santificación y 3) servicio. Esas dimensiones son interdependientes y complementarias. Sin 128 embargo, en el desarrollo de la teología protestante, la tradición reformada ha subrayado la actividad del Espíritu en iniciaciónconversión, la tradición wesleyana posteriormente ha recalcado la actividad del Espíritu en santidad o santificación, y la tradición pentecostal por fin ha hecho hincapié en la actividad carismática del Espíritu en adoración y servicio. Es la triste lección de la historia de la Iglesia y de la experiencia contemporánea que la actividad carismática del Espíritu Santo no puede florecer en un clima que es hostil o indiferente a esa dimensión de la actividad del Espíritu. Así, la teología carismática de Lucas desafía las tradiciones reformadas y wesleyana a añadir la actividad carismática del Espíritu a sus experiencias del Espíritu de iniciación-conversión y santidad.