Mukarovsky, J. (2005) "El arte como hecho semiológico", en Teorías literarias del siglo XX. Una antología. Madrid, Akal, pág. 131-138 'an Mukarovsky • 1ogta ' * y semto J' Arte JAN MmW'iovsiiT (1891-1975) fue un miembro decisivo del Círculo Lingüístico de Praga, fundado en 1926, del que formaban parte Jakobson y Trubetzkoy. Fue profesor de literatura checa en la Universidad Carlos IV de Praga, de la que llegó a ser rector. En 1951, bajo la ocupación comunista del país, se vio obligado a deslegitimar sus muchas investigaciones en torno al estructuralismo, la estética y la semiótica. De su vasta obra caben destacar los siguientes estudios: Una contribución a la estética de la poesía checa (1923), Mdchuv Mdj: Un estudio estético (1928), «El arte como hecho semiológico>> (1936), aquí recogido, Función, nonna y valor estéticos como hechos sociales (1936), «La denominación poética y la función estética del lenguaje>> (1938) y Estudios de estética (1966). Atraído por la fenomenología de Husserl, atento a los desarrollos de la poesía vanguardista, fuertemente influido por Jakobson, la actitud intelectual de Mukarovsky destaca por la determinación con la que desplazó la atención desde la forma hacia la estructura, al tiempo que exigía una renuncia radical a postulados psicologistas y <<esteticistas». Para Mukarovsky, que distingue entre función, norma y valor estético, la estética debe abandonar el solipsismo psicologista y condicionarse a la perspectiva sociológica. Tanto la innovación artística como el sentido de la evolución, se hacen, pues, deudores de una relación dialéctica entre una obra y el sistema reinante de valores estéticos, posición que retoma propuestas de Tinianov y se abre a la hermenéutica de la recepción Qauss, Iser). Su gesto teórico más tenaz fue confiar en la semiología como marco de las interacciones entre la obra artística y otros sistemas de significación: <<Únicamente la perspectiva semiológica permitirá reconocer al teórico la existencia autónoma y la dinámica fundamental de la estructura artística, así como comprender el desarrollo del arte como movimiento inmanente, que se encuentra permanentemente en una relación dialéctica con la evolución de los demás campos de la cultura». Esta posición comparte territorio con las tesis de Lotman y Balmtin. Otra de sus contribuciones, muy relevante para Jalcobson, fue su insistencia en el concepto de función, apresado en el problema kantiano y fenomenológico del telos (finalidad), que le sirvió para establecer la distinción entre dos significados semiológicos, el autónomo y el comunicativo. EL ARTE COMO HECHO SEMIOLÓGIC0 1 Cada día es más evidente que la base de la conciencia individual está marcada hasta en sus estratos más profundos por contenidos pertenecientes a la conciencia colectiva. Por esta razón los problemas del signo y de la significación son cada vez más apremiantes, ya que todo contenido espiritual, al traspasar los umbrales de la conciencia individual, adquiere el carácter de signo por el mero hecho de su mediatez. La ciencia de los signos -semiología según Saussure o sematología en la terminología de Bühler2- tiene que ser elaborada en toda su extensión. Así como la lingüística contemporánea -por ejemplo las investigaciones de la Escuela de Praga, es decir, su Círculo LingüísticoL ha ampliado el campo de la semántica y trata desde esta perspectiva todos los elementos del sistema lingüístico, incluido el sistema fonético, del mismo modo los conocimientos de la semántica lingüística deben aplicarse a otras ordenaciones de signos y diferenciarse según sus rasgos específicos. Incluso existe toda una rama de las ciencias, interesada especialmente por las cuestiones del signo -así como por problemas de la estructura y del valor, que por lo demás se hallan en íntima relación con los problemas del signo. La obra de arte, por ejemplo, es al mismo tiempo signo, estructura y valor-. *Texto tomado de J. Mm<ARovsd, Arte y semiología, trad. Simón Marchán Fiz, Madrid, Alberto Corazón, 1971, pp. 27-38. 1 El arte como hecho semiológico se redactó inicialmente como conferencia con motivo del VIII Congreso de Filosofía celebrado en Praga en 1934. Se publicó por primera vez en francés con el título L'art comme foit sémiologique, y fue inserto en el volumen dedicado al Congreso: Actes du huitieme Congres lnternational de Philosophie aPrague, 2-7 septembre 1934, Praga, 1936. La primera redacción checa ha sido publicada en Stude z stetiky, Praga, 1966, bajo el título Umenf jako semiologickj fokt. 2 Mukai'ovsky, al emplear el término semiología denuncia su independencia de la lingüística y de la escuela francesa, pues el uso generalizado de este término tiene su raíz en los estudios lingüísticos en el propio Saussure. En la actualidad hay una tendencia a sustituir el término por el de semiótica, más empleado en el mundo anglosajón y ruso y que subraya el carácter interdisciplinario y no sólo lingüístico de esta ciencia. El término sematologia, empleado por Bühler, ha tenido menos fortuna tanto en lingüística como en la ciencia de los signos en general. Únicamente se mantiene vigente en ciertos estudios, especialmente en alemán, del campo de la psicología de la expresión y del diagnósitco psicológico. 3 Cfr. El Círculo Lingüfstico de Praga, I. c. Como sabemos, el esbozo de la tesis 3c fue preparado por el propio Mukai'ovsky y R. Jakobson. TEORÍAS LITERARIAS DEL SIGLO XX 132 Me refiero a las llamadas ciencias del espí~itu, que t;abajan ~on unos materiales que poseen con más o menos clandad e.l caracter de sign? gr~­ cias a su doble existencia en el mundo de los sentidos y en la conCienCia colectiva. . La obra de arte no se identifica ni con el estado aním~co de su cr~ador ni con cualquier otro de los estado~ de alma,~ue su.scit~ ~n los SUJ~­ tos que la perciben, tal como ha sostemdo la estettca pstcolog_mt.' ?s evidente que todo estado subjetivo de conciencia posee algo ~nd1Vldual e instantáneo. Esto le incapacita para ser captable y co~umcable en su totalidad. La obra de arte en cambio estd destinada a medtar entre su creador y lo colectivo. Queda en pie la «cosa». que :epreser;ta.l,a obra de arte en el mundo de los sentidos, y es accesible sm restnccwn alguna ~ la percepci6n de todos. Ahora bien, la obra de arte no puede ser reduCida a su materialidad, pues ocurre que una obra n:atenal sufre una transformaci6n completa en su aspecto y estructura mt~rna cuando ~e cambia en el tiempo y en el espacio. Estas trans~ormacw?es se mamfi~stan, por ejemplo, cuando compara~os entre si una sene de trad~ccwnes sucesivas de la misma obra poética. En este caso, la obra matenal posee únicamente el rango de un símbolo externo -significativo, «signific~nt» según la terminología d~ Sauss~re-:-, al ~~e corresponde en. la conCle.ncia colectiva una determmada sigmficacwn -a veces denommada «obJeto estético»-, caracterizada por lo que tienen de com.ún los esta~os subjetivos de la conciencia producidos por la obra matenal en l~s miembros de un grupo determinado. Frente a este n~~leo central propw de la conciencia colectiva, en todo acto de percepcwn de una obra de arte se da~ naturalmente elementos psíquicos subjetivos adicionales, qu~ se. aproxi5 man a lo que Fechner sintetiza bajo el concept~ <factores ~;octattvos» de la percepci6n estética. Estos elementos subjetivos tambien pueden ser 4 Como sabemos, es una tendencia de la estética empírica surgida a finales del siglo pasado, cuyo fundador fue G. F. Fechner y cuyos mayores :epresentantes fueron O. Külpe y algunos teóricos de la Eínfiihlung: F. Th. y R. F1scher, H. Slebeck, J. Volkelt, Lipps, etcétera. ,. . 5 Estos «factores asociativos>> operan en la estenca científica de Fe~hner como sexta ley estética o <<principio de asociación», que versa sobre el co.ntemdo .del. placer estético y del que depende la mitad de la estética. Puede ~esumlfSe del s1gmente modo: cuando una cosa cualquiera nos produce agrado estético se debe a dos clases de elementos: por una parte, el elemento externo o t~do lo que extern.amente n~s ofrece la presencia de la cosa: línea, color, forma, etc. E~te es el factor ~trecto u .ob;etívo de la impresión estética. El segundo factor es. lo mte:no, es deci.r, la sene de representaciones reproducidas, apoyadas en ex~enmentacwnes ante!wres, qu~ se fusionan en un todo con las impresiones provementes de lo externo. Estas constituyen el foctor asociatívo del agrado estético y contienen la significación del objeto para nosotros. FORMALISMO, ESTRUCTURALISMO Y SEMIÓTICA 133 objetivados, pero ún~cament~ en la medida en que su cualidad general o su cantidad este determmada por el núcleo central que se asienta en la conciencia colectiva. El estado psíquico subjetivo suscitado, por ejemplo, en un individuo cualquiera por la contemplaci6n de un cuadro impresionista, es de una índole completamente diferente a las impresiones despertadas por una obra cubista. Por lo que se refiere a las diferencias cuantitativas es manifiesto que el número de representaciones y sentimientos subjetivos suscitados por una poesía surrealista es mucho mayor que en una obra de arte clásica. La poesía surrealista confía al lector la tarea de imaginarse el contexto del tema. La poesía clásica, en cambio, destierra casi totalmente la libertad de sus asociaciones subjetivas mediante una expresi6n precisa. De este modo los elementos psíquicos subjetivos del sujeto percipiente adquieren un carácter objetivamente semiol6gico, comparable al que poseen las significaciones «secundarias» de las palabras. Esto sucede de un modo indirecto, por encima de la mediaci6n del núcleo, que pertenece a la conciencia social. Queremos concluir estas observaciones generales. Pero antes debemos añadir que, al no admitir la identificación de la obra de arte con el estado anímico subjetivo, rechazamos al mismo tiempo toda teoría estética hedonística. El placer producido por la obra de arte puede alcanzar a lo sumo una objetividad mediana como «significaci6n secundaria» y ello solamente de un modo potencial: sería incorrecto afirmar que es un componente indispensable de la percepci6n de toda obra de arte. Si en el desarrollo del arte hay periodos en los que se acusa la tendencia a provocar ese placer, también existen otros que se comportan con indiferencia frente a él o que aspiran a producir el efecto contrario. El signo según la definición mds corriente es una realidad sensible, que se relaciona con otra realidad, que lo debe producir. En consecuencia, nos vemos forzados a plantearnos la cuesti6n de cuál es esta otra realidad sustituida por la obra de arte. Podríamos darnos por satisfechos con la observaci6n de que una obra de arte es un signo autónomo caracterizado únicamente por el hecho de servir como mediador entre los miembros de una misma colectividad. Pero con ello únicamente se dejaría a un lado, sin encontrar una soluci6n, la cuestión de la relaci6n de la obra material con la realidad, a la que tiende. Aun cuando existan signos, que no se relacionen con una realidad diferenciada, sin embargo, con el término signo se significa siempre algo que se desprende naturalmente de la circunstancia de que el signo debe ser entendido del mismo modo por su emitente y por su receptor. Ciertamente este «algo» se ofrece en el signo aut6nomo sin una determinaci6n visible. ¿De qué índole es esta realidad indeterminada a la que se refiere la obra de arte? Es el contexto total de los llamados fenómenos sociales, por ejemplo, la filosofía, la política, la religión, la eco- 134 TEORÍAS LITERARIAS DEL SIGLO XX nomía, etc. Por este motivo el arte es capaz de caracterizar y represen- tar una «época» determinada mejor que cualquier otro fenómeno social. También por esta razón la historia del arte se confundió durante mucho tiempo con la historia de la educación en su sentido más amplio, y, a la inversa, la historia universal recibe prestadas con preferencia las demarcaciones fronterizas de sus periodos de los momentos críticos en la historia del arte. La ligazón de determinadas obras de arte al contexto total de los fenómenos sociales parece muy libre; tal es, por ejemplo, el caso de los llamados «poetes maudits», cuyas obras son ajenas a la ordenación axiológica contemporánea. Pero precisamente por este motivo permanecen excluidos de la literatura6 • Y la colectividad los acepta cuando son capaces de expresar el contexto social a consecuencia de su desarrollo. Todavía debemos realizar una adición explicativa para evitar todo malentendido. Al decir que la obra de arte apunta al contexto de los fenómenos sociales, esto no implica que tenga que fundirse necesariamente con este contexto de una manera que pueda entenderse como testimonio inmediato o como reflejo pasivo. Como todo signo puede mantener con la cosa, que significa, una relación indirecta, por ejemplo, una relación metafórica o indirecta de cualquier otro modo, sin dejar por ello de referirse a esta cosa. Del carácter semiológico del arte se desprende que la obra de arte no debe ser empleada nunca como un documento histórico o sociológico sin haber analizado con anterioridad su valor documental, es decir, la calidad de su relación con el contexto respectivo de los fenómenos sociales. Resumamos las notas esenciales de la anterior discusión. El estudio objetivo de los fenónemos, que representan el arte, se orienta a la obra de arte como signo constituido por el símbolo sensible. Y éste es creado por el artista de un «significado» (objeto estético), que se asienta en la conciencia colectiva y de una relación con la cosa designada, relación que remite al contexto total de los fenómenos sociales. De estos dos elementos, el segundo contiene la estructura peculiar de la obra. Sin embargo, con lo expuesto hasta aquí no se han agotado los problemas de la semiología del arte. La obra de arte, junto a la función de un signo autónomo, posee otra función: la de un signo comunicativo o notificatorio. Así una poesía no causa una impresión solamente como obra de arte, sino simultáneamente como «palabra», que expresa un estado psíquico, un pensamiento, un sentimiento, etcétera. Hay artes en donde esta función comunicativa es muy evidente -poesía, pintura, plástica-, y otras, donde aparece oculta -danza- o deviene completamente invisible -música, arquitectura-. De momen- 6 Naturalmente esta apreciación está completamente superada en todas las historias de la literatura actual. FORMALISMO, ESTRUCTURALISMO Y SEMIÓTICA 135 ro dejamos a un lado el difícil problema de la presencia latente o de la completa ausencia del elemento comunicativo en la música y en la arquitectura, a pesar de que en este punto también nos inclinamos a ver en estas artes un elemento .comunicativo sutilmente distribuido; se puede comparar el parentesco existente entre la melodía musical y la entonación lingüística, cuya fuerza comunicativa es manifiesta. Centremos nuestr; atención en aquellas, artes cuya eficacia como signo comunicativo esta fuera de toda duda. Estas son las artes en las cuales hay un sujeto (tema, contenido) y en las que el tema, el asunto, parece operar desde el primer momento como significado comunicativo de la obra. En realidad rodo componente de la obra de arte -con inclusión del «más formal»contiene ~n valor comunicativo específico, que es independiente del asunto (sujeto). Los colores, las líneas, por ejemplo, de un cuadro significan «algo», aunque carezca del asunto correspondiente -compárese la pintur~ «absoluta» de Kandinsky o las obras de determinados pintores surrealistas-. Justamente en este cardcter semiológico potencial de los elementos «formales» estriba la fuerza comunicativa del arte «sin tema», la fuerza, de la ~¡ue decimos que está sutilmente distribuida, dispersa. Hablando estrictamente, toda la estructura artística actúa como significado y desde luego como significado comunicativo. El tema de la obra d~sempeña simple~ente el papel d~ un punto cristalizador de este sigmficado, que sm el permanecería mdeterminado. En consecuencia la o~ra de arte posee un signific~do semiológico doble: autónomo y comunicattvo. Este segundo se mantiene sobre todo en las artes que tienen un tema. En la evolución de estas artes se manifiesta una antimonia dialécti~a ~ntre la f~nci?n del signo autónomo y la función del signo comu~Icatrvo. La hi~t?na de la prosa -novela, cuento- presenta ejemplos par- ticularmente trpicos de lo que decimos. . , Cuando de~de la perspectiva de la comunicación planteamos la cuestron de la relación del arte con la cosa designada afloran dificultades más sutiles. Esta relación se distingue de la que une a todo arte como signo autóno~o con el c?nt~xto total de los fenómenos sociales, pues el arte como signo comu~uc.atrvo ap~nt~ a una realidad determinada, por ejemplo, a un acontecimiento delimitado, a una persona determinada, etc. En esta relación el arte tiene un cierto parecido con el signo meramente co~unicativo. La diferencia esencial radica en que la relación comunica~Iva er:tre 1~ obra de arte y la cosa designada no posee un significado exiStencial, m en los casos en los que defiende y afirma algo. Ahora bien, puede formularse como postulado la cuestión de la autenticidad documental del tema de la obra de arte tan pronto como valoremos la obra com?,creación artística. ?sto no quiere decir que las modificaciones de la relacwn con la cosa designada no tengan significación para la obra de arte, pues operan como factores de su estructura. Para la estructura de una obra es de gran trascendencia que su tema se conciba como «real» -a 136 TEORÍAS LITERARIAS DEL SIGLO XX FORMALISMO, ESTRUCTURALISMO Y SEMIÓTICA 137 veces también como documental- o como «ficticio», o que oscile entre estos dos polos. Pueden encontrarse también obras que se basan en un paralelismo y en una oscilación mutua de la relación doble con la realidad, de la que una no tiene valor existencial y la otra es puramente comunicativa. Así sucede, por ejemplo, en la pintura y en la plástica con el retrato, que es al mismo tiempo comunicación, notificación de la persona representada y obra de arte sin valor existenci~l. En literaru7a la novela histórica y la biografía novelesca se caractenzan por la mtsma dualidad. Por tanto, las alteraciones de las relaciones con la realidad juegan un papel muy importante en todas las artes, que trabajan con un tema. No obstante, la investigación teórica de estas artes no debe perder nunca de vista el verdadero fundamento del tema, que consiste en ser la unidad del significado y de ningún modo una copia pasiva de la realidad, incluso cuando se trata de una obra «realista» o «naturalista». Resumiendo, podríamos decir que el estudio de la estructura de una obra de arte permanece necesariamente incompleto en tanto en cuanto no se investiga suficientemente el carácter semiológico del arte. Sin una orien- del espíritu, que trabajan con material más o menos marcado por el carácter sígnico. Por esta razón, hay que aplicar los conocimientos de la semántica lingüística al material de estas ciencias, es decir, a aquellas donde es evidente de un modo especial el carácter semiológico. Acto seguido es necesario diferenciarlas según el carácter específico de este material. B. La obra de arte posee el cardcter de un signo. No puede identificarse ni con el estado individual de la conciencia de su creador, ni con el de un sujeto que percibe la obra, ni con lo que llamamos obra material. Existe como «objeto estético», cuyo lugar se encuentra en la conciencia de toda la colectividad. Frente a este objeto inmaterial la obra material, sensiblemente perceptible, sólo es un símbolo externo. Los estados individuales de conciencia suscitados por la obra material representan el objeto estético solamente en lo que es común a todos ellos. C. Toda obra de arte es un signo autónomo, que se compone de: tación semiológica el teórico del arte sucumbird siempre al intento de considerar la obra de arte como una construcción puramente formal o incluso como reflejo inmediato de disposiciones psíquicas o fisiológicas del autor, o de la realidad expresada distintamente por la obra y de la situación ideo- 1) la «obra material», que tiene la significación de un símbolo sensible; 2) el «objeto estético», que se arraiga en la conciencia colectiva y ocupa el puesto del «significado»; 3) la relación con la cosa designada, que no apunta a una existencia particularmente distinta -en la medida en que se trata de un signo autónomo-, sino al contexto total de los fenómenos sociales -ciencia, filosofía, religión, política, economía, etc.- de un medio ambiente determinado. lógica, económica, social y cultural del correspondiente medio social. Esto induce al teórico a hablar de la evolución del arte como de una serie de transformaciones formales o a negarle este desarrollo -como sucede en determinadas tendencias de la estética psicológica- o a considerarle como un comentario pasivo a la evolución que frente al arte es meramente externa. Únicamente la perspectiva semiológica permite reconocer al teórico la existencia autónoma y la dinámica fundamental de la estructura artística, así como comprender el desarrollo del arte como movimiento inmanente, que se encuentra permanentemente en una relación dialéctica con la evolución de los demás campos de la cultura. El esbozo de un estudio semiológico del arte, tal como se ha presentado aquí a grandes rasgos, trata: l. De ofrecer una ilustración parcial de un aspecto determinado de la dicotomía entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu, con la que se ocupa toda una sección de este congreso. 2. En segundo lugar, subraya la importancia del planteamiento semiológico para la estética y la historia del arte. Por último, deseo resumir las ideas principales en forma de tesis: A. El problema del signo, al lado del problema de la estructura y del valor, es uno de los problemas fundamentales en las ciencias D. Las artes de «tema» -temáticas, de contenido- poseen una segunda función semiológica: la comunicativa, notificadora. En este caso el símbolo sensible sigue siendo el mismo que en las demás. Asimismo, el significado es portado por todo el objeto estético. Pero entre los componentes de este objeto posee un portador privilegiado, que aflora como catalizador de la fuerza comunicativa dispersa de los demás elementos en función. Este portador es el tema de la obra. La relación con la cosa designada apunta como en todo signo comunicativo a una existencia distinta -acontecimiento, forma, cosa, etc.-. Con esta propiedad la obra de arte se aproxima un tanto al signo puramente comunicativo. Sin embargo, la relación entre la obra de arte y la cosa designada no posee un valor existencial. Y esto la diferencia considerablemente respecto al signo puramente comunicativo. No puede exigirse una autenticidad documental al tema de una obra de arte mientras lo juzguemos como una imagen artística. Esto no implica que las modificaciones de la relación con la cosa designada -por tanto, 138 TEORÍAS LITERARIAS DEL SIGLO XX los diferentes grados de la escala «realidad-ficción»- no tengan ·tmportancta · para 1a obra de arte·· operan como factores de su estructura. . · l ' E. Ambas funciones semiológicas, la com~nzcattva y ~ autono~a, ~~: coexisten en las artes temáticas, origman entre s1 una an n~ dialéctica fundamental en la evolución de estas arte~. S~ dualidad manifiesta en la evolución en las permanentes oscdacwnes pen~ulares de la relación con la realidad. RoMAN }AKOBSON (1896-1982), lingüista y teórico literario ruso, ingresó en 1914 en la Universidad de Moscú. Completó sus estudios en la Universidad de Praga, donde obtuvo su doctorado. Desde 1935 hasta 1939 enseñó en la Universidad de Masaryk. Antes de marchar a Checoslovaquia, fundó en 1915, junto a Petr Bogatyrev y Grigorij Vinokur, el Círculo Lingüístico de Moscú, vinculado a la OPOJAZ, aunque defensor de una concepción de la poesía como lenguaje en función estética y de la base sociológica del desarrollo de las formas artísticas. Íntimo conocedor de la poesía y la pintura vanguardista rusa (Maiakovsky, Khlebnikov, Malevich), lector implacable de Saussure, Jakobson inició un modelo de crítica formalista, sensible tanto a la materialidad expresiva de los significantes como a su estructuración en patrones fono-rítimicos. En 1919 propone la noción de <<literaturnost>> (literariedad) como objeto de la auténtica investigación literaria. Destacan, en este primer periodo, sus libros La nueva poesia rusa (1921) y Sobre el verso checo, comparado principalmente con el verso ruso (1923). En 1926, tras su marcha a Praga, refunda en esta ciudad el Círculo Lingüístico junto a Trubetzkoy, Karcevski y Mukarovsky. Escribe trabajos sobre la distinción entre folclore y literatura y publica su primer estudio de fonología histórica: Notas sobre la evolución fonológica del ruso comparada con la de otras lenguas eslavas. Tras años de docencia en universidades checas, Jakobson se traslada a Dinamarca en 1939, y entra en contacto con Louis Hjemslev y el Círculo Lingüístico de Copenhague. Más tarde se desplaza a la Universidad de Uppsala, en Suecia, donde escribe un estudio fundamental: Lenguaje infontil y afasia. En 1941 se marcha a Estados Unidos, país que le da la ciudadanía y lo acoge hasta su muerte en 1982. Imparte docencia en centros diversos: École Libre des Hautes Études (New York), Columbia, Harvard, M.I.T. Aquí se produce su consagración definitiva como uno de los más grandes lingüistas del siglo. Su poliglosia, rigor, erudición y sensibilidad literaria le permitirán ensayos magistrales sobre fonética, simbolismo fónico, fonología histórica, versificación o afasia. Pero son sus estudios sobre la función poética del lenguaje, definida en términos de repetición y potenciación de la palpabilidad del signo, los que, en sus aplicaciones a autores tan dispares como Dante, Du Bellay, Cummings o Baudelaire, recogidos en Estilo del lenguaje (1960) y Ensayos de poética (1973), le conceden un lugar de raro privilegio en la teoría literaria reciente. Fortuna especial han tenido dos ensayos. El primero, <<Linguistics and Poetics: .Closing Statements>>, donde expone su noción de las funciones del lenguaje (emotiva, conativa, metalingüística, poética, referencial y fática), definidas en función de los factores que intervienen en el acto comunicativo (emisor, destinatario, código, mensaje, contacto y contexto). En relación a la función poética, insiste en el principio de la repetición, postula la proyección del eje paradigmático sobre el sintagmático, y describe el efecto poético como promoción de la <<palpabilidad de los signos>>. Otro de sus ensayos célebres fue la interpretación del poema <<Les chats>>, de Baudelaire, que redactó con Claude Levi-Strauss.