Autismo y Teoría de la Mente Explicaciones teóricas actuales acerca del autismo A lo largo de la historia del estudio de autismo, hubo numerosas y diversas teorías que intentaron dar cuenta de la génesis, el desarrollo, tipos de abordajes y tratamientos del mismo. Desde la “madre refrigeradora” 1 hasta la actualidad conviven un abanico de estudios que van desde los científicamente rigurosos hasta las meras descripciones de casos. Una teoría explicativa en autismo puede tener importantes consecuencias, no sólo en el plano biológico, sino también en el ámbito de la intervención. Al decir de Happé (2000) orienta de forma adecuada dicha intervención puesto que las bases en las que se asienta están construidas sobre hechos experimentales. Las explicaciones actuales en torno al autismo sustituyen las descripciones inespecíficas anteriores por modelos teóricos fundamentados en datos. A continuación, se presentan brevemente las principales teorías explicativas más relevantes que durante los últimos años han procurado dar cuenta del trastorno autista; líneas teóricas afectivas, cognitivas y neuropsicológica, que intentan explicar este trastorno y sus importantes déficit comunicativo, social y ficcional. Éstas son: teoría de déficit emocional, propuesta por Peter Hobson (1995) y Colwyn Trevathen (1996); la teoría de déficit de coherencia central desarrollada por Uta Frith (2003); la teoría de déficit de la atención conjunta defendida por Peter Mundy (1993) y Marian Sigman (1995); la teoría de déficit de la función ejecutiva estudiada por Sally Ozonoff (1991) y por último, aunque no menos importante, la teoría de déficit de la teoría de la mente de Simon Baron Cohen. Acerca del déficit emocional Las teorías explicativas propuestas por Hobson (1995) y Trevarthen (1996) avalan la hipótesis de un déficit emocional, relacionado con fallas en la intersubjetividad. El término intersubjetividad fue empleado por primera vez por Trevarthen (1979), y otros autores, como Hobson, han desarrollado su Bruno Bettelheim (1967), La fortaleza vacía. El autismo infantil y el nacimiento del yo. 1 Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 1 Autismo y Teoría de la Mente teoría dentro de este contexto. Este concepto refiere a dos momentos evolutivos: intersubjetividad primaria y secundaria. La intersubjetividad primaria es una capacidad que se pone de manifiesto en las relaciones de intercambios expresivos entre los bebés y sus madres, en una especie de sintonía esencial que permite experimentar la misma emoción que el otro en un intercambio mutuo. Se resalta que en este periodo las relaciones son de tipo diádicas. Se habla de intersubjetividad secundaria cuando se han establecido las relaciones triangulares entre el mundo de los objetos, la madre y el bebé. En este momento, el bebé es capaz de coordinar e integrar esquemas de objetos (esquemas de acción) con esquemas para personas (esquemas de interacción); denotando avances psicológicos cualitativamente muy importantes en el desarrollo humano, como ser: El comienzo de la inteligencia representativa y simbólica; El desarrollo de la autoconciencia, y la posibilidad de evaluar la propia experiencia y de compartir la experiencia con el otro; Las primeras estructuras combinatorias del lenguaje con inicio en la sintaxis, y formas rudimentarias de conversación; El desarrollo de la actividad simbólica y el juego de ficción; Inicio de la actividad de metarrepresentación 2. (Martos, 2006) La teoría propuesta por Hobson mantiene importantes similitudes con la explicación original de Kanner. El autor ha sugerido que la ausencia de una teoría de la mente en el autismo es el resultado de un déficit más básico, “un déficit emocional primario”, en la relación interpersonal. Para Hobson, el problema del autismo no está causado por una inhabilidad para acceder a las metarrepresentaciones, dicha incapacidad es considerada por este autor, como una consecuencia importante, aunque secundaria. En una dura crítica a los modelos cognitivos sobre el desarrollo de las destrezas mentalistas, propone la vía de las emociones y los afectos como el camino primigenio de acceso intersubjetivo. 2 La metarrepresentación es la capacidad que nos permite dejar en suspenso las relaciones ordinarias, de referencia y de verdad que existen entre las representaciones y las cosas, como en el juego simbólico (Leslie, 1987; reportado por Riviére, 1993). Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 2 Autismo y Teoría de la Mente Por su lado, Trevarthen (1996) resume su teoría en los siguientes puntos: primero, los niños están preparados desde el nacimiento para comunicarse con las personas que les cuidan a través de medios de expresión emocional o imitando. El desarrollo cognitivo está regulado por las emociones que se ponen en juego en la interacción con las personas. Segundo, al final del primero año la intersubjetividad secundaria es la que adquiere mayor consistencia, y permite que el bebé sea más competente para adquirir significados culturales en la lengua materna. Este último, según el autor, se encontraría afectado en el autismo. Lo que tienen en común Hobson y Trevarthen en su línea de pensamiento es que “las emociones y los afectos serían las vías primigenias de acceso intersubjetivo: los primeros caminos hacia la mente de otros” (Rivière, 2001, p. 86). Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 3 Autismo y Teoría de la Mente Acerca del déficit de la coherencia central Uta Frith (2003) propone que el autismo se caracteriza por un desequilibrio específico en la integración de información a distintos niveles. Sus ideas se basan en la creencia de que las personas que se desarrollan con normalidad se ven empujadas a integrar trozos de información dispares en patrones coherentes, mediante inferencias sobre las causas y los efectos de las conductas. Una característica del procesamiento normal de la información parece ser la tendencia a conectar la información diversa para construir un significado de más alto nivel dentro del contexto, esto es la “coherencia central” (Frith, 2003). La autora aclara que: la mente humana, cuando procesa información compleja de alto nivel, funciona como si estuviese propulsada por una fuerza central de cohesión. Gracias a ese impulso central que nos lleva a la coherencia, sabemos qué es lo relevante y lo que no lo es. Los aspectos relevantes de la información se integran con un propósito dominante: dar sentido (p. 243). De acuerdo con lo anterior y siguiendo a Rivière, las dificultades de anticipación; coherencia y procesamiento de la información en función del contexto; metarrepresentación; motivación y relación social, se traducen en todas las personas con espectro autista en limitaciones de la capacidad de asignar sentido a las acciones propias. En base a su teoría, Frith (2003) predice que las personas con autismo serían relativamente buenas en aquellas tareas en las que se prime la atención en la información local (procesamiento relativamente fragmentario) pero que lo harían mal en tareas que requirieren el reconocimiento del sentido global. Un ejemplo interesante es el procesamiento de caras, tarea que parece implicar dos tipos de procesamiento, el de los rasgos y el del conjunto. De estos dos tipos de información, el que se altera cuando se invierte la presentación de las caras es el procesamiento del conjunto. Esto puede explicar el descubrimiento, antes incomprensible, de que las personas con autismo tienen menos problemas para procesar caras invertidas. Sin embargo, los problemas surgen a la hora de reconocer la expresión emocional de la cara ya que en ente caso Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 4 Autismo y Teoría de la Mente es necesario el procesamiento de conjunto (Happé, 1997). Frente a una falla en el procesamiento central (global) de la información, la capacidad de dar sentido y coherencia central a las cosas se vuelve muy limitada; “la consecuencia de ello será la desconexión y la fragmentación de la actividad en acciones sin sentido” (Frith, 2003, p. 168). La teoría explicativa de Frith brinda información sobre posibles herramientas de intervención al momento de trabajar con personas con autismo, informa acerca de la importancia de dar sentido a las acciones. Es por ello que “el propósito de dar sentido a la conducta de las personas con espectro autista debe presidir el tratamiento en todos los momentos y niveles” (Martos, 2001, p. 208). Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 5 Autismo y Teoría de la Mente Acerca del déficit de la atención conjunta La línea teórica propuesta por Mundy (1993) y Sigman (1995) plantea la incapacidad de las personas con autismo para establecer patrones de atención conjunta. El término atención conjunta se refiere a “la capacidad que demuestran los individuos para coordinar la atención con un interlocutor social con respecto a algún objeto o acontecimiento” (Alessandri, Mundy, Tuchman, 2005, p. 137). El déficit de la misma estaría implicado en la grave limitación de la capacidad de las personas con trastorno autista para desarrollar las habilidades sociales. La atención conjunta comienza a manifestarse a partir de los 6 meses de edad y es uno de los primeros constructos para establecer algún tipo de comunicación social. La respuesta a la atención conjunta (RJA, del ingles, Respondig to Joint Attention) es el nombre que se le ha dado a un tipo concreto de habilidad y se refiere a “la capacidad del niño para seguir la dirección indicada por la mirada, un giro de la cabeza y/o un gesto con el dedo realizado por otra persona” (Alessandri et al., 2005, p. 137). Por otro lado, la habilidad del niño en la utilización del contacto visual y/o de los gestos deícticos (señalar, mostrar con el dedo) para iniciar de manera espontánea la atención coordinada con el interlocutor, sientan las bases para la iniciación de la atención conjunta (IJA, del inglés, Initiating Joint Attention). Tanto las conductas de la RJA como las de IJA parecen cumplir funciones sociales significativas y son de vital importancia en el desarrollo de la cognición social. Según estos autores los niños con autismo manifiestan deterioros fuertes en el desarrollo de la atención conjunta desde los 12 o 18 meses de edad. La alteración de la atención conjunta, ya sea RJA o IJA, se considera un síntoma fundamental del trastorno autista y gran parte de los instrumentos diagnósticos empleados hoy en día para el autismo incluyen medidas relacionadas. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 6 Autismo y Teoría de la Mente Acerca del déficit de la función ejecutiva Desde una perspectiva neuropsicológica, Ozonoff (1991) propone que la función ejecutiva estaría debilitada en las personas con este trastorno. El término función ejecutiva es el constructo cognitivo utilizado para describir las conductas de pensamiento mediadas por los lóbulos frontales. Estas conductas implican la habilidad para mantener un conjunto apropiado de estrategias de solución de problemas con el fin de alcanzar una meta futura; incluyendo conductas de planificación, control de impulsos, inhibición de respuestas inadecuadas, búsqueda organizada y flexibilidad de pensamiento y acción. A menudo, la conducta de las personas con autismo es rígida e inflexible, con frecuencia se muestran perseverantes y se centran en intereses limitados o en la realización de conductas estereotipadas, también muestran serios problemas para inhibir respuestas. En este nivel, descriptivo y conductual, parecen existir similitudes entre autismo y el déficit de función ejecutiva. En el nivel empírico, uno de los estudios más completos es el llevado a cabo por Ozonoff, Pennington y Rogers en el año 1991; “Executive function deficits in high-functioning autist individuals: relation-ship to theory of mind”, en el cual se examina un amplio espectro de problemas neuropsicológicos, entre ellos, las funciones ejecutivas; para explorar qué déficit podrían ser específicos y universales en el autismo. Se administró una batería completa de pruebas que incluían medidas de función ejecutiva, teoría de la mente, percepción de emoción, memoria verbal y habilidades espaciales. Los resultados mostraron que el déficit en función ejecutiva fue la falla más amplia y universal entre la muestra de los individuos autistas, mientras que el déficit de teoría de la mente sólo se encontró en los sujetos de baja edad mental verbal. La llamada "metáfora frontal" (Ozonoff y Pennington, 1996) es la que da sustento a la hipótesis de la disfunción ejecutiva en el autismo. La misma estudia las similitudes existentes entre los pacientes que han sufrido lesiones en los lóbulos frontales y las personas autistas. Establecer comparaciones descriptivas entre cuadros clínicos (el autismo vs. los pacientes lesionados frontales) es un ejercicio sugerente. Sin embargo, la extrapolación de datos de un nivel de análisis a otro (desde los planos psicológico y conductual al implementacional o biológico) no es una tarea tan simple. En las características Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 7 Autismo y Teoría de la Mente de cualquier trastorno neuropsicológico influyen múltiples variables como la edad de aparición; la extensión; naturaleza y lateralidad de la lesión; la etiología; la puesta en marcha de mecanismos compensatorios; etc. Todos estos factores contribuyen a dificultar el establecimiento de analogías directas entre ambos cuadros patológicos. Es importante destacar que no todo mal rendimiento en pruebas consideradas ejecutivas es la consecuencia de lesiones frontales ni todas las lesiones frontales producen pobres resultados en los tests ejecutivos (Ozonoff y Pennington, 1996). En palabras de Ozonoff reportado por Martos (2001) “una disfunción prefrontal puede ser una condición necesaria, aunque no suficiente, para el desarrollo del autismo” (p. 209). A pesar de estas limitaciones, la metáfora frontal constituye una herramienta teórica útil porque proporciona información sobre los posibles vínculos entre determinadas operaciones cognitivas y los sistemas neurofuncionales que las hacen posibles. Sin olvidarnos, por supuesto, de la importancia de considerar en el tratamiento los datos aportados por la hipótesis de la disfunción prefrontal. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 8 Autismo y Teoría de la Mente Acerca del déficit de la teoría de la mente “La gente me provoca confusión. Eso me pasa por dos razones principales. La primera razón principal es que la gente habla mucho sin utilizar ninguna palabra. Siobhan dice que si uno arquea una ceja puede querer decir montones de cosas distintas. Puede significar “quiero tener relaciones sexuales contigo” y también puede querer decir “creo que lo que acabas de decir es una estupidez” Haddon Mark “El curioso incidente del perro a medianoche” Resulta imposible describir con palabras científicamente exactas todo lo que dice la mirada de una persona. Hay miradas que sorprenden, que desconciertan, miradas apasionadas, pícaras, cómplices, sospechosas, compasivas, vengativas, miradas que matan…La mirada es tan importante para comunicarnos que podríamos decir que existe un “lenguaje de los ojos”. Ahora bien, este lenguaje de los ojos no existiría si no tuviéramos acceso a los estados mentales, es decir, si no hiciéramos a partir de una simple mirada inferencias acerca de lo que los demás sienten, creen, piensan. En la cotidianidad, uno no puede ver los estados mentales pero sí puede atribuírselos a los demás. Estas atribuciones o “mirada mental” (referida por Rivière y Núñez, 2001) que hacemos, nos permite en mayor o en menor medida, entender el comportamiento de los otros, “leer sus mentes”. Sin esta mirada mental, sin estas llaves psicológicas, no habría acceso posible a las mentes de los otros ni mucho menos a nuestro propio mundo mental. Astington (1993) afirma que “todos somos psicólogos” ya que todo el tiempo estamos tratando de comprender las conductas humanas, de explicar por qué la gente hace lo que hace de la manera en que lo hace, de predecir lo que las personas harán en el futuro. Nuestra comprensión se basa en un poderoso instrumento mental y es “una teoría de la mente” (TM). Siguiendo a Rivière (2001) y hacia una primera aproximación, “la teoría de la mente es un subsistema cognitivo que se compone de un soporte conceptual y unos mecanismos de inferencia, y que cumple, en el hombre, la función de manejar, predecir e interpretar la conducta” (p. 22). Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 9 Autismo y Teoría de la Mente Valdez, por su parte (2007b) afirma que la TM es un proceso abierto en el desarrollo, una capacidad cognitiva vinculada con las competencias simbólicas, comunicativas y lingüísticas. En otras palabras, la TM es la capacidad que nos permite realizar actividad mentalista 3, es decir atribuir creencias, deseos, emociones, intenciones a los demás y a nosotros mismos. El concepto de teoría de la mente fue desarrollado por primera vez en 1978 por Premack y Woodruff, dos etólogos, para explicar ciertas observaciones realizadas sobre chimpancés. En un experimento realizado con Sarah, una chimpancé reconocida en la literatura psicológica, se le planteaban problemas que consistían en elegir la solución correcta a una situación problemática, representada por un humano y presentada en video. Por ejemplo, en una situación el hombre trataba de salir de una jaula pero no podía. Después de cada escena se le mostraban a Sarah cuatro fotografías y debía elegir de entre ellas aquella que contenía la solución (llave). Lo curioso aquí no fue que Sarah resolviera los problemas sino el hecho de que se daba cuenta que el personaje tenía un problema. Siguiendo a Rivière (2001) “darse cuenta de que alguien tiene un problema y “desea” solucionarlo implica una capacidad muy sutil y compleja: la de atribuir mente” (p. 24). Rivière (1986) citando a Premack y Woodruff (1978) dice: Cuando decimos que un individuo tiene una teoría de la mente (TM), queremos decir que ese individuo se atribuye a él mismo y atribuye a otros estados mentales (prescindiendo de que esos otros sean de su misma especie o de otra especie distinta). Un sistema de inferencias de este tipo puede considerarse adecuadamente como una teoría, en primer lugar, porque tales estados no son directamente observables, y, en segundo lugar, porque tal sistema puede utilizarse para hacer predicciones, sobre todo acerca de la conducta de otros organismos (p.144). La actividad mental se define, en términos de Brentano, por ser intencional, es “acerca de algo”, tiene un contenido, rige un objeto directo (Rivière, A. y Sotillo, M., 1999). Algunos de los verbos mentales son pensar imaginar, creer, recordar, sospechar. La actividad mentalista es específicamente humana y tiene una intencionalidad recursiva. El objeto de la actividad mentalista es la actividad mental intencional de si mismo o de otros organismos (Valdez, 2007b). 3 Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 10 Autismo y Teoría de la Mente Ahora bien, los antropoides superiores no hablan sobre la mente. En efecto, es muy importante diferenciar entre saber algo y saber que se sabe algo. Entonces ¿podría atribuírseles a los chimpancés una Teoría de la Mente? Dennet (1987), un filósofo preocupado en este debate, estableció dos criterios fundamentales: 1) el organismo que posee una TM tiene que ser capaz de “tener creencias sobre las creencias de los otros” distinguiéndolas de las propias y 2) debe ser capaz de hacer o predecir algo en función de esas creencias atribuidas y diferenciadas de las del propio sujeto. Dicho esto, podría afirmarse que los chimpancés atribuyan mente pero nada indica que “sepan” lo que hacen. Es decir, presentan una actividad mental, por “tener la intención” de atribuir mente al otro; pero no actividad mentalista, porque no pueden pensar acerca de esa atribución. El estudio de la TM en el hombre es más fácil que en el chimpancé y esto se debe a que el hombre puede valerse del lenguaje para atribuir explícitamente creencias, deseos o para predecir conductas. Wimmer y Perner (1983), dos psicólogos evolutivos, diseñaron un paradigma (denominado “paradigma de la falsa creencia”) de investigación para estudiar, por primera vez, el desarrollo de la TM. La tarea de la falsa creencia consiste en una historia que se le cuenta al niño, al tiempo que es representada por dos muñecas. La historia es la siguiente: hay dos personajes llamados Sally y Anne. Están en una habitación. Una de ellas Sally, posee un objeto atractivo (ej. una bolita) que la otra no tiene. Sally guarda el objeto en una cesta y a continuación se marcha de la habitación. En su ausencia, Anne, cambia el objeto de lugar, lo pone en una caja. Ahora llega el momento clave: Sally vuelve a la habitación y entonces se le pregunta al niño ¿Dónde va a buscar Sally la bolita? (Ver Fig. 2). En esta prueba, el niño debe tener en cuenta lo que Sally cree para realizar una predicción correcta sobre lo que hará. El test implica apreciar que, dado que Sally estaba ausente cuando Anne movió la bolita del lugar original, no vio como la trasladaba y no sabe que lo hizo; consecuentemente debe creer que la bolita está en su lugar original. La capacidad para comprender falsas creencias es compleja. El niño que responde a la pregunta final de la prueba, para hacerlo bien, tiene que ser capaz de diferenciar su propio estado de conocimiento sobre dónde está la bolita, del estado de conocimiento de Sally. Ésta no ha visto el cambio Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 11 Autismo y Teoría de la Mente realizado por Anne, aunque él sí. Tiene que ser capaz de atribuirle a Sally una falsa creencia, diferente a la realidad que él conoce. Wimmer y Perner demostraron que los niños de aproximadamente 4 años de edad eran capaces de pasar la tarea de la falsa creencia. La conclusión a la que arriban es que a los cuatro años se alcanza una especie de hito o culminación cuya manifestación más contundente es la comprensión de las representaciones falsas o erróneas. De este modo, el mecanismo mental que se necesita para poder pasar esta prueba es la capacidad de elaborar una teoría acerca de lo que el otro conoce, cree o piensa. Se necesita llevar a cabo un “acto teórico” y atribuir intenciones a alguien para explicar una conducta. Entonces, ¿Qué es lo que tiene que suceder para que los niños desarrollen la capacidad de atribuir mente? Valdez (2007b) propone un continuo dimensional en la construcción de la TM, para dar cuenta del abanico de competencias mentalistas en el desarrollo típico. Las llamadas conductas protocomunicativas son precursoras en el desarrollo de una teoría de la mente. Curcio (1978) y Wetherby (1986), reportados por Rivière (2001) proponen que las conductas protoimperativas tienen la intención de modificar el mundo físico circundante; y las conductas protodeclarativas buscan modificar el mundo psíquico o mental. Los protodeclarativos aparecen en el desarrollo típico a los 18 meses de edad aproximadamente y exigen una comprensión cognitiva compleja, son los primeros precursores observables de construcción de TM. La meta de un niño que realiza actos protodeclarativos podría ser “compartir experiencias de acontecimientos” con otros, o “compartir intereses sobre objetos”; mientras que los protoimperativos son comportamientos instrumentales encaminados a elicitar ciertos comportamientos en los demás. La meta del niño en este caso, se limita a obtener algún efecto en el exterior, en el mundo físico. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 12 Autismo y Teoría de la Mente Fig. 2. Historia de Sally y Anne. Fuente: “Autismo, hacia una explicación del enigma”, Uta Frith, 2003. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 13 Autismo y Teoría de la Mente Por otro lado, Riviére (1995) informa que a juicio de Leslie (1987) la ficción puede entenderse como otro precursor importante en el desarrollo de la TM, pues existe una semejanza sorprendente entre la lógica en que se basan las atribuciones mentalistas y los actos de crear ficciones. El autor plantea un isomorfismo entre el juego de ficción y la actividad mentalista del niño. Afirma que la capacidad para la simbolización tiene su origen en un mecanismo psicológico primitivo y que existe además otra capacidad de gran importancia: la de elaborar representaciones acerca de las representaciones, esto es, las metarrepresentaciones. Al respecto, propone un mecanismo llamado desacoplador (Leslie, 1987) para explicar cómo funcionan las mismas. Desacoplar equivale a “dejar en suspenso” las relaciones ordinarias de referencia y de verdad que existen entre las representaciones y las cosas. Un ejemplo de ello, es aquel niño que se lleva una banana a la oreja como si fuera un teléfono, dejando en suspenso la acción real de hablar por teléfono. Según Leslie, este mecanismo está configurado de forma innata, pero solo madura en el segundo año de vida. Es allí cuando el niño comienza a desarrollar la capacidad de crear ficciones y luego desarrolla gradualmente la capacidad mentalista, en la cual no sólo está sustituyendo un objeto por otro (banana por teléfono) sino que además le está atribuyendo propiedades que no tiene. Las metarrepresentaciones forman parte de nuestra vida cotidiana. “Las creencias sobre creencias son más importantes que las propias creencias y éstas a su vez, lo son más que los hechos mismos” (Frith, 2003, p. 237). Nos ayudan a ver lo que significa “leer entre líneas” en vez de interpretar literalmente lo que se dice. De este modo se infiere que la capacidad de manejar metarrepresentaciones puede ser deficiente, por ejemplo, cuando falla el proceso de desacoplamiento. La TM está en relación con los sistemas de suspensión. La suspensión crea un tipo particular de signos, crea semiosis 4. En el juego por ejemplo, se suspenden las características reales del objeto para poder jugar (banana por teléfono). La suspensión aquí es a nivel de intenciones. También se aplican 4 La semiosis es un término empleado por Peirce para referirse al proceso en el que algo funciona como signo. Los signos no son objetos dados de antemano, sino que cualquier cosa puede funcionar como un signo si establece las relaciones pertinentes exigidas, a saber, la referencia a un objeto, y la mediación de un interpretante en esta referencia al objeto (María Uxía Rivas Monroy, 2008). Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 14 Autismo y Teoría de la Mente sistemas de suspensión en el caso de la ironía, el chiste, las bromas. Es decir que, para comprender una ironía o una metáfora, se debe suspender el significado de diccionario, literal. Es un tipo de suspensión más compleja, a nivel de significado. En este caso, se observa como la TM está también al servicio de la comunicación en tanto que detrás de lo que se comunica hay una intención. Y es esta intencionalidad lo que hace especiales a los seres humanos, lo que los diferencia de los animales y de las máquinas porque se tiene la posibilidad de compartir un mundo interno. Para compartir este mundo interno hay que tener en cuenta que los otros seres humanos son seres con deseos, intenciones, creencias y emociones. La TM al servicio de la comunicación, ayuda en la monitorización que se hace de las necesidades de información del oyente. O sea, juzgar lo que el oyente ya sabe o desconoce, ir controlando si el mensaje ha sido comprendido por el interlocutor como se espera o si es necesario reformularlo. Se ve entonces, cómo el diálogo es algo más que la producción del habla, está ligado muy estrechamente a la habilidad para comprender la mente. Otros usos de la TM tienen que ver con la empatía. La comprensión de la mente confiere a los niños de manera natural la capacidad de inferir cómo puede estar alguien interpretando los acontecimientos y cómo se puede sentir. Según Frith (2003) la empatía implica la capacidad de saber lo que las otras personas piensan o sienten, aunque tales sentimientos y pensamientos de los demás sean diferentes de los estados mentales propios que se producen simultáneamente. La empatía, entonces, presupone “reconocer estados mentales diferentes de los nuestros [...] exige la capacidad de ir más allá del reconocimiento de esa diferencia, para adoptar la estructura mental de la otra persona, con todas sus consecuencias emocionales” (Frith, 2003, p.215). La capacidad para entender la propia mente y la de los demás parece ocurrir en la infancia de manera bastante espontánea. Finalmente, uno de los criterios principales y blanco de prueba del desarrollo de una teoría de la mente es el engaño en el ser humano. La capacidad de engañar pone de manifiesto cómo un individuo en ciertas situaciones “sabe” que otra persona tiene una representación errónea de una situación y se aprovecha de la situación en beneficio propio, gracias a que predice correctamente la conducta del otro en función de la representación Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 15 Autismo y Teoría de la Mente errónea que éste posee, y que el individuo engañoso distingue de la propia. En palabras de Rivière (2001) “sólo las formas de engaño táctico, que se acompañan de notas de conciencia, propositividad, intencionalidad y flexibilidad, permiten atribuir una teoría de la mente” (p. 29). De este modo se han desarrollo los criterios básicos de desarrollo de la TM. No obstante, existen distintas capacidades mentalistas que pueden ser ubicadas en un continuo dimensional como ya se ha mencionado (al respecto ver Fig. 3). Ahora bien, ¿Qué sucedería si esta teoría de la mente presentara déficit en su desarrollo? En la investigación Does the autistic child have a theory of mind? Baron-Cohen, Leslie y Frith (1985) utilizaron el paradigma de la falsa creencia (creado originalmente por Wimmer y Perner, 1983) en niños con trastorno autista, para estudiar la capacidad metarrepresentacional. El fin era predecir un déficit cognitivo el cual explicaría un componente crucial de deficiencia social en el autismo infantil. En el estudio, la muestra fue la siguiente: 20 niños con autismo, 27 niños con desarrollo típico y 14 niños con síndrome de Down (estos últimos dos grupos usados como grupos control). La edad cronológica media era de 11; 11 en los autistas; 10; 11 los niños con síndrome de Down y 4; 5 en los de desarrollo típico. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 16 Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 9 a 18 m. Relaci ón diádica 2 a 3 m. Relaci ón triádica Intersubjetividad secundaria Intersubjetividad primaria Proto imperativo Proto declarativo Deseo 3 a. 3 ½ a 4 a. 4 ½ a 5 a. Mentira sistem ática Revoluci ón mentalista cualitativa 3 ½ a. Creencia Acceso al conocimiento 5 a. Falsa creencia de 1º orden La TM como continuo dimensional 5 ½ a. Creencia/ Emoci ón 6 a. Emoci ón real/ Emoci ón aparente 7 a. Falsa creencia de 2º orden + 7 a. Miradas Iron ías Relevancia Chistes Met áforas Autismo y Teoría de la Mente Fig. 3. La TM como continuo dimensional. Adaptación de un esquema presentado por Valdez (2007b). 17 Autismo y Teoría de la Mente El rendimiento de los niños con síndrome de Down y de los niños con desarrollo típico que superaron la prueba fue muy similar. Un 85% de los niños con desarrollo típico y un 86% de los niños con síndrome de Down contestaron correctamente. Mientras que el 80% de los niños con autismo respondieron incorrectamente. A partir de este estudio del año 1985, cuyos resultados constituyen una nueva forma de comprender el autismo, se han realizado múltiples investigaciones sobre teoría de la mente y espectro autista. Según Valdez (2007a) “en todos los casos de trastorno del espectro autista hay algún tipo de alteración en la TM” (p. 14) y autores como Rivière sugieren la idea de un “retraso” en la capacidad de resolver tareas mentalistas en los niños con autismo. Según Rivière (1986): El niño autista sí puede llegar a resolver las tareas de TM posiblemente por un camino mucho más complicado que el del niño normal, y llega más tarde, cuando su edad mental es más alta. Probablemente tiene que acceder de una forma más penosa y difícil al mundo mental de las otras personas, porque los sistemas de acceso más primarios están fundamentalmente alterados (p. 163). Cabe destacar que el hecho de que un adolescente o un adulto con autismo y con un nivel de inteligencia normal resuelvan correctamente las pruebas de TM, no puede hacernos inferir que posea un desarrollo normal de sus capacidades mentalistas. Como señala Baron-Cohen (1997) todo lo que se podría concluir es que tiene intacta la capacidad de teoría de la mente de un nivel de 6 o 7 años de edad. Otros datos sugieren que en tareas de interpretación y discriminación emocional5, los niños con autismo son más incapaces de resolver estas tareas que niños deficientes y con desarrollo típico, igualados con ellos en edad mental. Un estudio denominado Análisis diferencial de la percepción de emociones entre autistas, deficientes mentales y población general (GarciaVillamisar y Polaino-Lorente, 1998) demuestra en sus resultados que los niños 5 Las tareas de interpretación y discriminación emocional implican, por ejemplo, identificar la emoción de una persona en una situación a través de un gráfico. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 18 Autismo y Teoría de la Mente con autismo son más lentos que los restantes grupos en la resolución de tareas emocionales, a su vez los deficientes mentales son más lentos que los sujetos del grupo control. Siguiendo a Valdez (2007a) entre las alteraciones que se vinculan con las fallas en las competencias mentalistas, se encuentran: Dificultades para relacionarse con iguales. Falta de sensibilidad a las señales sociales. Alteraciones de las pautas de relación expresiva no verbal. Falta de reciprocidad emocional. Dificultades para comprender intenciones ajenas y, especialmente, dobles intenciones. Dificultades para interpretar enunciados no literales o con doble sentido. Limitación importante en la capacidad de adaptar las conductas sociales a los contextos de relación. Dificultades para saber de qué conversar con otras personas. Dificultades para producir emisiones relevantes a las situaciones y a los estados mentales de los interlocutores (p. 22). Cuando se presentan alteraciones en la TM, el mundo humano adopta otras características. El comportamiento ajeno se vuelve impredecible, opaco porque falla la lectura mentalista de la actividad. La comprensión de las emociones propias y ajenas se vuelve compleja, y sus intenciones, difíciles de anticipar. La comunicación se presenta como una ardua tarea, y la literalidad domina gran parte del discurso conversacional. Las habilidades sociales, pasan a ser un territorio extranjero (Valdez, 2007a). Una de las características típicas de las personas con autismo es la tendencia a la literalidad, la dificultad de leer entre líneas. La literalidad, como ya se ha mencionado, implica la falta de suspensión: suspensión de acciones o suspensión de representaciones. La capacidad para comprender la mente es esencial en el habla figurativa, donde el hablante no pretende que sus palabras se tomen literalmente. De hecho, cuando decodificamos el habla, vamos más allá de lo que nos dicen para efectuar hipótesis sobre el estado mental del Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 19 Autismo y Teoría de la Mente interlocutor. En el libro El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon (2007), encontramos un ejemplo de ello: La gente con frecuencia utiliza metáforas: “era la niña de sus ojos”, “tenían un cadáver en el armario”, “se murió de risa”, “pasamos un día de mil demonios”. Yo creo que deberían llamarse mentira porque no hay días de mil demonios y la gente no tiene cadáveres en los armarios. Cuando trato de formarme una imagen en mi cabeza 6 de una de estas frases me siento perdido porque una niña en los ojos de alguien no tiene nada que ver con algo que le guste mucho y te olvidas de lo que la persona decía (p. 28). Si no tuviéramos en cuenta que los otros tienen deseos, intenciones o creencias; en definitiva, si no tuviéramos presente que el otro es un sujeto con “mente”, las posibilidades de relacionarnos se reducirían notablemente. Las posibilidades de compartir experiencias y emociones con los demás, serían extremadamente difíciles y la comunicación presentaría grandes dificultades. Temple Grandin (1997) en su libro Atravesando las puertas del autismo, expresa: Llegué a la conclusión de que llevarse bien con la gente era como pasar por una puerta corrediza. Es necesario aproximarse a ella lentamente. Su importancia reside en los dos segundos que toma pasar por ella. Como cambiar de un estado mental a otro (p. 113). Se puede pensar que si a una persona le faltara una teoría de la mente, el mundo social le parecería confuso, y por tanto, puede ser que incluso le infundiera miedo. En el peor de los casos, esto podría llevarlo a apartarse completamente del mundo social. “La ceguera de la mente que presentan las personas con autismo hace que se sientan como extranjeros en una tierra extraña” (Martos, 2001, p.178). En la novela El solitario, el escritor francés Guy Des Cars proporciona una mirada sobre un sujeto multiimpedido donde el relato que logra respecto a las percepciones permite relativizar los constructos que tenemos respecto del mundo circundante. 6 Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 20 Autismo y Teoría de la Mente Tener presente, constantemente, que las personas con autismo no pueden “leer la mente” de la manera en que la mayoría de nosotros lo hacemos ayuda a entender mejor las conductas extrañas que presentan. Actualmente, el llamado déficit en teoría de la mente es el que ofrece la explicación más acertada sobre las alteraciones socio-comunicativas de las personas con trastornos del espectro autista (Frith y Happé, 1994). Lo importante es poder entender las implicaciones prácticas, educativas y terapéuticas de un déficit en la TM por parte de las personas con autismo. Aimaretto, Grimalt y Perez, 2008 21