Subido por Julio C. Carvajal R.

liturgia

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Sepa lo que debe y no debe hacerse en

Misa
Lo más sagrado que tiene la Iglesia
para sus miembros es la Eucaristía, el
sacramento en el que realmente se
hace presente Jesucristo bajo la
apariencia de pan y vino. En esta, la
participación de los fieles sigue una
serie de normas y reglas que tal vez
no conoces.


Aunque la pandemia del COVID-19
introdujo en muchos países algunos
protocolos de bioseguridad, como
permitir la Comunión en la mano, y
otras regulaciones particulares, hay
normas que no cambian.

En marzo de 2004, la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de
los
Sacramentos
publicó
la
instrucción Redemptionis
Sacramentum, “sobre algunas cosas
que se deben observar o evitar acerca
de la Santísima Eucaristía”.

Todas sus normas siguen vigentes y
aquí las resumimos:


La Misa debe celebrarse en un
lugar
sagrado,
salvo
raras
excepciones, pero nunca es lícito a
un sacerdote celebrar la Eucaristía
en un templo o lugar sagrado de
cualquier religión no cristiana.
No está permitido relacionar la
celebración de la Misa con
acontecimientos
políticos
o
mundanos, o con otros elementos
que no concuerden plenamente con
el Magisterio.



No se debe introducir ritos
tomados de otras religiones en
la Misa.
Un laico no puede leer el
Evangelio y tampoco puede
predicar la homilía. Esta lectura y
la reflexión están reservadas al
sacerdote o diácono.
La elección de las lecturas
bíblicas debe seguir las normas
litúrgicas. No está permitido
omitir, sustituirlas ni cambiar las
lecturas y el salmo responsorial con
otros textos no bíblicos.
El pan a consagrar debe ser
ázimo, solamente de trigo y
hecho recientemente. No se
pueden usar cereales, sustancias
diversas del trigo. Es un abuso
grave introducir en su fabricación
frutas, azúcar o miel.
El vino debe ser natural, del
fruto de la vid, puro y sin
corromper,
sin
mezcla
de
sustancias
extrañas.
En
la
celebración se le debe mezclar un
poco de agua. No se debe admitir
bajo ningún pretexto otras bebidas.
Las ofrendas, además del pan y
el vino, sí pueden comprender
otros dones. Estos últimos se
pondrán en un lugar oportuno,
fuera de la mesa eucarística.
Solo se pueden utilizar las
Plegarias Eucarísticas del Misal
Romano o las aprobadas por la
Sede Apostólica. Los sacerdotes
no pueden componer sus propias
plegarias eucarísticas, cambiar el
texto aprobado por la Iglesia, ni
utilizar otros textos.
La Plegaria Eucarística debe ser
pronunciada en su totalidad, y
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solamente por el sacerdote. No
se puede omitir la mención del
Sumo Pontífice y del Obispo
diocesano.
El sacerdote no puede partir la
hostia en el momento de la
consagración.
La paz debe darse antes de la
Comunión. El documento recuerda
que “esta práctica no tiene un
sentido de reconciliación ni de
perdón de los pecados”. Se sugiere
que el gesto de la paz sea sobrio y
se dé sólo a los más cercanos.
Se puede comulgar de rodillas o
de pie, según lo establezca la
Conferencia de Obispos de cada
país. No es lícito negar la sagrada
Comunión a un fiel por el hecho de
querer recibirla de rodillas o de pie.
Los
fieles
tienen
siempre
derecho a elegir si desean
recibir la Comunión en la boca,
pero si el que va a comulgar quiere
recibir el Sacramento en la mano,
se le debe dar la Comunión.
Sin embargo, si existe peligro de
profanación, el sacerdote no
debe distribuir a los fieles la
Comunión en la mano.
Los fieles no deben tomar la
hostia consagrada ni el cáliz
sagrado por sí mismos, ni
pasarlos entre sí de mano en mano.
Debe vigilarse para que no se
acerquen a la Comunión, por
ignorancia, los no católicos o,
incluso, los no cristianos.
Nadie puede llevarse la Sagrada
Eucaristía a casa o a otro lugar.
Hacerlo es sacrilegio.
Si se tiene conciencia de estar en
pecado grave, no se debe






comulgar sin acudir antes a la
confesión sacramental, a no ser
que concurra un motivo grave y no
haya oportunidad de confesarse.
El sacerdote no debe proseguir
la
Misa
hasta
que
haya
terminado la Comunión de los
fieles.
Si se permite a un laico
compartir un testimonio, se
sugiere que se haga fuera de la
celebración de la Misa. Su sentido
no debe confundirse con la homilía,
ni suprimirla.
Se
alienta
la
participación
de lectores y acólitos que estén
debidamente preparados.
Se alienta la presencia de niños o
jóvenes monaguillos
con
una
catequesis adecuada. En este
servicio pueden participar niñas o
mujeres.
Los fieles tienen el derecho de
tener
una
música
sacra
adecuada e idónea y que el altar
y los paños sagrados, según las
normas, resplandezcan por su
dignidad, nobleza y limpieza.
Cualquier católico tiene derecho
a exponer una queja por un
abuso litúrgico ante el Obispo
diocesano o ante el Vaticano.
::
Los Colores ::
La Ceniza
::
El Fuego
::
El Cirio Pascual
::
El Incienso ::
La Colecta
::
Imposisción de Manos
::
La
Comunión
::
Saludo de la Paz ::
Comer el Pan
::
Besar los Evangelios
::
Partir el
Pan
::
La Señal de la Cruz
::
Los
Golpes de Pecho
::
El Agua
::
Arrodillarse
::
Las Campanas
::
Ponerse de Pie
::
El Canto
::
Lavarse las manos
(sacerdote)
::
Gotas de Agua en el Vino
LOS COLORES
¿Por qué y para qué los diversos colores en la
celebración litúrgica?
El color como uno de los elementos visuales
más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a
celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje
simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los
misterios celebrados:
"La diversidad de colores en las vestiduras
sagradas tiene como fin expresar con más
eficacia,
aún
exteriormente
tanto
las
características de los misterios de la fe que se
celebran como el sentido progresivo de la vida
cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal
romano - IGMR 307)
Los colores actuales de nuestra celebración:
Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este
abanico de colores en su distribución del Año
Litúrgico:
a) Blanco:
Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el
color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la Epifanía
-La Pascua en toda su cincuentena
-Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser
que por su cercanía al misterio de la Cruz se
indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y
santos que no sean mártires.
-Ritual de la Unción
-Unción y el Viático
b) Rojo:
Es el color elegido para:
-La celebración del Domingo de Pasión
(Ramos) y el Viernes Santo, porque remite
simbólicamente a la muerte martirial de Cristo.
-En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu
es fuego y vida.
-Otras celebraciones de la Pasión de Cristo,
como la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
-Las fiestas de los Apóstoles, evangelistas y
Mártires,
por
su
cercanía
ejemplar
y
testimonial a la Pascua de Cristo.
-La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede
celebrar con vestiduras rojas o blancas
apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta
de una iniciación cristiana a la Nueva Vida.
c) Verde:
El verde como color de paz, serenidad,
esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo
Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario
son esas 34 semanas en las que no se celebra
un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto
de la Historia de la salvación y sobre todo el
misterio semanal del Domingo como Día del
Señor.
d) Morado:
Este color que remite a la discreción,
penitencia y a veces, dolor, es con el que se
distingue la celebración del
-Adviento y la Cuaresma
-las celebraciones penitenciales y las exequias
cristianas.
e) Negro:
Que había sido durante los siglos de la Edad
Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha
quedado ahora mucho más discretamente
relegado: queda sólo como facultativo en las
exequias y demás celebraciones de difuntos.
f) Rosa:
El color rosa, que no había cuajado en la
historia para la liturgia, queda también como
posible para dos domingos que marcan el
centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo
"Gaudete" (3º de Adviento)
y el domingo
"Laetare" (4º de Cuaresma).
g) Azul:
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde
el siglo pasado un color privilegiado para
celebrar en España la solemnidad de la
Inmaculada, aunque en el misal romano no
aparezca.
EL FUEGO
En nuestras celebraciones:
- Aparece en forma de lámparas y cirios
encendidos durante la celebración o delante del
sagrario.
Aparte del simbolismo de la luz entra aquí
también esa misteriosa realidad que se llama
fuego: la llama que se va consumiendo
lentamente mientras alumbra, embellece,
calienta,
dando
sentido
familiar
a
la
celebración.
- Vigilia de Pascua: Es la celebración que
queda enriquecida de modo más explícito con
el simbolismo del fuego. La hoguera que arde
fuera de la Iglesia y de la que se va a encender
el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo
de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el
frío, de la vida sobre la muerte. De allí partirá
la procesión con su festivo grito: "Luz de
Cristo", y la luz se irá comunicando
progresivamente
a
cada
uno
de
los
participantes.
El simbolismo de la luz está realmente muy
aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche
Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene
sus direcciones propias y riquísimas.
Su simbolismo natural
El lenguaje del fuego tiene en nuestra
sensibilidad humana y social, una interesante
serie de sentidos.
El fuego calienta, consume, quema, ilumina,
purifica, es fuente de energía. Es origen de
innumerables beneficios para la humanidad,
pero también destruye, castiga, asusta y mata.
Es un elemento bienhechor pero a la vez
peligroso. Un rayo o un incendio pueden
generar calamidades enormes. Sin el fuego no
podemos vivir, pero puede causarnos también
la muerte. No es nada extraño que en torno a
este misterioso elemento natural se haya
creado todo un simbolismo:
-Para expresar la presencia misma de la
divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable,
purificadora, castigadora,
-o para designar los sentimientos humanos,
como la pasión, que está escondida pero que
puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien
o para mal: el amor , el odio, el
entusiasmo...etc.
-El fuego es también la imagen del calor
familiar, el crepitar de la llama en el hogar
ilumina la vida, ahuyenta el frío, da alegría y
sensación de bienestar.
En la Revelación:
Para saber toda la densidad de significado que
el fuego puede llegar a tener y lo que puede
expresar también en nuestras celebraciones,
no hay mejor medio que repasar, que de lo
que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento.
Ante todo, el fuego sirve para expresar de
algún modo lo que es imposible de expresar: la
presencia misteriosa de Dios mismo en la
historia humana. Recordemos el misterioso
episodio de la zarza que arde sin consumirse
(Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en
seguida reconoce como sagrado, y oye la voz
"Yo soy el Dios de Abraham...".
También es con el fuego con el que se
simboliza el juicio de Dios, como el fuego que
penetra a todo ser existente, lo pone en
evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan.
7,10 ; Gen 19 ; Is 66,16)
EL INCIENSO
¿Qué quiere simbolizar el incienso?
Lo que el incienso quiere significar en nuestra
liturgia nos lo han ido explicando los varios
documentos con sus explicaciones.
El incienso crea una atmósfera agradable y
festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez
que crea un aire entre misterioso y sagrado
por la sutil impalpabilidad de su perfume y de
su humo.
Expresa elegantemente el respeto y la
reverencia hacia una persona o hacia algún
símbolo de Cristo.
Pero más en profundidad indica la actitud de
oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya
el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración
como incienso en tu presencia".
El incienso es símbolo, sobre todo, de la
actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes
hacia Dios. El incienso une de algún modo a las
personas con el altar, con sus dones y sobre
todo con Cristo Jesús que se ofrece en
sacrificio.
¿A quiénes se inciensa?
-El Misal Romano sugiere con libertad el uso
del incienso en estos momentos de la Misa:
Durante la procesión de entrada
Al comienzo de la Misa para incensar el altar
En la procesión y proclamación del evangelio
En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el
altar, el presidente y el pueblo cristiano
En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz
después de la consagración (IGMR 235)
a)
Llevar incienso en la procesión de
entrada e incensar el altar que va a ser el
centro de la celebración eucarística, puede
indicar el respeto al lugar, a las personas y al
altar, o simplemente significar el tono festivo y
sagrado de la acción que empieza. Pero el
Misal no da demasiado relieve a este primer
gesto: siempre se ha considerado más
importante la incensación del altar en el
ofertorio.
b)
La incensación del evangelio fue
entrando a partir del siglo XI como signo de
honor y respeto hacia Aquél cuyas palabras
vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35)
explica por qué en el momento del evangelio
se acumulan los signos de especial veneración:
el lector ordenado, la postura de pie, el beso y
otras muestras de honor entre las que hay que
recordar el incienso.
c)
El uso del incienso en el ofertorio tiene
especial interés. El altar y las ofrendas de pan
y vino sobre él se inciensan "para significar de
este modo que la oblación de la Iglesia y su
oración suben ante el trono de Dios como el
incienso" (IGMR 51).
En este momento "también el sacerdote y el
pueblo pueden ser incensados". Junto con el
pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son
incensados, también el presidente se ofrece a
sí mismo, y con él toda la comunidad y así se
convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio,
unidos e incorporados al sacrificio de Cristo.
Son las personas, principalmente, las que
vienen a ser simbolizadas como ofrenda y
homenaje a Dios, con el gesto del incienso. Si
nada más fuera un gesto de honor, se quedaría
la asamblea sentada mientras la inciensan. En
cambio, se pone de pie para indicar su actitud
positiva, comprometida, de unión espiritual con
las ofrendas eucarísticas.
d)
En la consagración el acto de la
incensación manifiesta al Señor mismo. Todas
las incensaciones se dirigen a los signos
sacramentales de la presencia del Señor: el
altar, la cruz, el libro del evangelio, el
presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el
pan y el vino consagrados, el signo central y
eficaz de la auto-donación de Cristo.
LA IMPOSICIÓN DE MANOS
En el Nuevo Testamento la acción e imponer
sobre la cabeza de uno las manos tiene
significados distintos, según el contexto en el
que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición
que uno transmite a otro, invocando sobre él la
benevolencia de Dios.
Así , Jesús imponía las manos sobre los niños,
orando por ellos.
La despedida de Jesús en su Ascensión , se
expresa también con el mismo gesto: "alzando
las manos los bendijo" (Lc 24,50).
Es una expresión que muchas veces se
relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi
hija está a punto de morir; ven impón tus
manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc
5,23).
Imponer las manos sobre la cabeza de una
persona, significa en muchos otros pasajes,
invocar y transmitir sobre ella el don del
Espíritu Santo para una misión determinada.
Así pasa con los elegidos para el ministerio de
diáconos en la comunidad primera: "hicieron
oración y les impusieron las manos" (Act 6,6).
Hay dos momentos en la celebración de la
Eucaristía en que el gesto simbólico tiene
particular énfasis.
Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria
Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu
(epíclesis), extendiendo sus manos sobre el
pan y el vino: "santifica estos dones con la
efusión de tu Espíritu".
La Bendición Final es el segundo momento en
el que el gesto de la imposición adquiere
especial énfasis.
Este gesto nos habla también del don de Dios y
la mediación eclesial:
Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas
manos extendidas hacia una persona o una
cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las
manos elevadas apuntando al don divino, y a
la vez mantenidas sobre esta persona o cosa,
expresando la aplicación o atribución del
mismo don divino a estas criaturas.
La mano poderosa de Dios que bendice, que
consagra, que inviste de autoridad, es
representada sacramentalmente por la ,mano
de un ministro de la Iglesia, extendida con
humildad y confianza sobre las personas o los
elementos
materiales
que
Dios
quiere
santificar.
EL SALUDO DE LA PAZ
El Misal describe así el gesto de la paz: Los
fieles "imploran la paz y la unidad para la
Iglesia y para toda la familia humana, y se
expresan mutuamente la caridad, antes de
participar de un mismo pan" (IGMR 56b).
a)
Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os
dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del
Señor que se comunica a los suyos en la
Eucaristía. No una paz que conquistemos
nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos
concede el Señor.
b)
Un gesto de fraternidad cristiana y
eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a
otros antes de atrevernos a acudir a la
comunión: para recibir a Cristo nos debemos
sentir hermanos y aceptarnos los unos a los
otros. Todos somos miembros del mismo
Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos
invitados a la misma mesa eucarística. Darnos
la paz es un gesto profundamente religioso,
además de humano. Está motivado por la fe
más que por la amistad: reconocemos a Cristo
en el hermano al igual que lo reconocemos en
el pan y el vino.
EL SACERDOTE
EVANGELIOS
BESA
EL
LIBRO
DE
LOS
Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las
palabras del Evangelio borren nuestros
pecados". Esta frase expresa el deseo de que
la Palabra evangélica ejerza su fuerza
salvadora perdonando nuestros pecados. Besar
el Evangelio es un gesto de fe en la presencia
de Cristo que se nos comunica como la Palabra
verdadera.
LA SEÑAL DE LA CRUZ
No nos damos mucha cuenta, porque ya
estamos acostumbrados a ver la Cruz en la
Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es una
verdadera cátedra, desde la que Cristo nos
predica
siempre
la
gran
lección
del
cristianismo.
La Cruz resume toda la teología sobre Dios,
sobre el misterio de la salvación en Cristo,
sobre la vida cristiana.
La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un
Dios trascendente pero cercano; un Dios que
ha querido vencer el mal con su propio dolor;
un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez
siervo, que ha querido llegar a la entrega total
de sí mismo, como imagen plástica del amor y
de la condescendencia de Dios; un Cristo que
en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado
al mundo la reconciliación.
Los cristianos con frecuencia hacemos con la
mano la señal de la Cruz, o nos la hacen otros,
como en el caso del bautismo o de las
bendiciones.
Es un gesto sencillo pero lleno de significado.
Esta señal de la Cruz es una verdadera
confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz
de Cristo. Es un signo de pertenencia, de
posesión: al hacer sobre nuestra personas este
signo es como si dijéramos: "estoy bautizado,
pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz
de Cristo es el origen y la razón de ser de mi
existencia cristiana...".
Los cristianos debemos reconocer a la Cruz
todo su contenido para que no sea un símbolo
vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que
continuamente nos alimente la fe y el estilo de
vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la
Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la
Cruz es consciente, estaremos continuamente
reorientando nuestra vida en la dirección
buena.
EL AGUA
El agua es una realidad que ya humanamente
tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed,
limpia, es fuente de vida, origina la fuerza
hidráulica...También nos sirve para simbolizar
realidades profundas en el terreno religioso la
pureza interior, sobre todo.
Por eso se
encuentran las abluciones o los baños sagrados
en todas las culturas y religiones (a orillas del
Ganges para los indios, del Nilo para los
egipcios, del Jordán para los judíos).
Para los cristianos el agua sirve muy
expresivamente para simbolizar lo que Cristo y
su salvación son para nosotros: Cristo es el
"agua viva" que sacia definitivamente nuestra
sed (coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua
sirve también para describir la presencia
vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para
anunciar la felicidad el cielo (Apoc 7, 17; 22,
1).
En nuestra liturgia es lógico que también se
utilice este simbolismo. A veces se usa el agua
sencillamente con una finalidad práctica: por
ejemplo en las abluciones de las manos
después de ungir con los Santos Oleos o de los
vasos empleados en la Eucaristía. Otras veces
un gesto que en su origen había sido "práctico"
ha adquirido ahora un simbolismo: como la
mezcla del agua en el vino, que en siglos
pasados era necesario por la excesiva
gradación del vino, y que luego adquirió el
simbolismo de nuestra humanidad incorporada
a la divinidad de Cristo.
Pero el agua tiene muchas veces un sentido
simbólico: lavarse las manos para indicar la
purificación que el sacerdote más que nadie
necesita, o lavar los pies para expresar la
actitud de servicio. Sobre todo el agua nos
hace celebrar significativamente el Bautismo
con el gesto de la inmersión en agua (bautismo
significa inmersión" en griego): porque es un
sacramento que nos hace sumergirnos
sacramentalmente en Cristo, en su muerte y
resurrección, y nos engendra a la vida nueva.
La aspersión de la comunidad con agua en la
Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la
Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua
al entrar en la Iglesia, son recuerdos
simbólicos del Bautismo. También el hecho de
las casas (de las casas, de los objetos, de las
personas) o el gesto de aspersión en las
exequías se realicen con agua, quiere
prolongar
el
simbolismo
purificador
y
vitalizador del Bautismo.
En el rito de la Dedicación de iglesias se
asperjan con agua las paredes, el altar y
finalmente el pueblo cristiano: siempre con la
misma intención "bautismal", que coenvuelve a
las personas, al edificio y a los objetos de
nuestro culto. Todo queda incorporado a la
Pascua de Cristo. Otro significado del
simbolismo del agua es su cualidad de apagar
la sed del hombre. Sed que no es sólo
material, sino que muy expresivamente puede
referirse s los deseos más profundos del ser
humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.
LAS CAMPANAS
Es muy antiguo el uso de objetos metálicos
para señalar con su sonido la fiesta o la
convocatoria de la comunidad. Desde el
sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada
de los fundidores de campanas o los
campanarios eléctricos actuales, las campanas
y
las
campanillas
se
han
utilizado
expresivamente en la vida social y en el culto.
Son instrumentos de metal, en forma de copa
invertida, con un badajo libre.
Cuando los cristianos pudieron construir
iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla
de torres y campanarios adosados a las
iglesias, con campanas que se convertirán
rápidamente en un elemento muy expresivo
para señalar las fiestas y los ritmos de la
celebración cristiana. También dentro de la
celebración se utilizaron las campanillas, a
partir del siglo XIII, ahora bastante menos
necesarias (IGMR 109 deja libre su uso)
porque ya la celebración la seguimos más
fácilmente, a no ser que se quieran hacer
servir, no tanto para avisar de un momento por ejemplo, la consagración sino para darle
simbólicamente realce festivo, como en el
Gloria de la Vigilia Pascual.
Los
nombres
latinos
de
"signum"
o
"tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia
el siglo VI, en el de "vasa campana",
seguramente porque las primeras fundiciones
derivan de la región italiana de Campania. Las
campanas del campanario convocan a la
comunidad cristiana, señalan las horas de la
celebración (la Misa mayor), de oración (el
Angelus o la oración comunitaria de un
monasterio), diversos momentos de dolor (la
agonía o la defunción) o de alegría (la entrada
del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con
su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así
se convierten en un "signo hecho sonido" de la
identidad
de
la
comunidad
cristiana,
evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en
medio de una sociedad que puede estar
destruida.
Como
también
el
mismo
campanario, con su silueta estilizada, se
convierte
en
símbolo
de
la
dirección
trascendente que debería tener nuestra vida.
El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos
muy expresivos para la bendición de las
campanas, motivando bien su sentido y
convirtiendo el rito en una buena ocasión para
entender mejor la identidad de una comunidad
cristiana y sus ritmos de vida y oración.
EL CANTO
El canto expresa y realiza nuestras actitudes
interiores. Tanto en la vida social como en la
cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino
que en algún modo realiza los sentimientos
interiores de alabanza, adoración, alegría,
dolor, súplica. "No ha de ser considerado el
canto como un cierto ornato que se añade a la
oración, como algo extrínseco, sino más bien
como algo que dimana de lo profundo del
espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH
270).
El canto hace comunidad, al expresar más
validamente el carácter comunitario de la
celebración, igual que sucede en la vida
familiar y social como en la litúrgica.
El canto hace fiesta, crea clima más solemne y
digno en la oración: "nada más festivo y más
grato en las celebraciones sagradas que una
asamblea que toda entera, exprese su fe y su
piedad por el canto" (MS 16).
El canto es una señal de euforia. El canto tiene
en la liturgia una función "ministerial": no es
como en un concierto, que se canta por el
canto en sí y su placer estético y artístico.
Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre
más en sintonía con el misterio que celebra. A
la vez que crea un clima de unión comunitaria
y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar
nuestra participación en lo más profundo de la
celebración. Así el canto se convierte de
verdad en "sacramento", tanto de lo que
nosotros sentimos y queremos decir a Dios,
como de la gracia salvadora que nos viene de
él.
LA CENIZA
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la
combustión de algo por el fuego.
Muy
fácilmente adquirió un sentido simbólico de
muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de
humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por
ejemplo, para describir la conversión de los
habitantes de Nínive. Muchas veces se une al
"polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y
ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El
Miércoles de Ceniza, el anterior al primer
domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán
mejor diciendo que es le que sigue al
carnaval), realizamos el gesto simbólico de la
imposición de ceniza en la frente (fruto de la
cremación de las palmas del año pasado). Se
hace como respuesta a la Palabra de Dios que
nos invita a la conversión, como inicio y puerta
del ayuno cuaresmal y de la marcha de
preparación a la Pascua.
La Cuaresma
empieza con ceniza y termina con el fuego, el
agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe
quemarse y destruirse en nosotros -el hombre
viejo- para dar lugar a la novedad de la vida
pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice
estas dos expresiones, alternativamente:
"Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf
Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al
polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y
unas palabras que expresan muy bien nuestra
caducidad, nuestra conversión y aceptación del
Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo
cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
EL CIRIO PASCUAL
Del latín "cereus", de cera, el producto de las
abejas. Ya hablamos en la voz "candelas
candelabros" sobre el uso humano y el sentido
simbólico de la luz que producen los cirios, y
también del uso que en la liturgia cristiana
hacemos de ese simbolismo. El cirio más
importante es el que se enciende en la Vigilia
Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los
cirios que se reparten entre la comunidad, para
significar nuestra participación en esa misma
luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros
siglos uno de los símbolos más expresivos de
la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la
celebración se hace de noche y empieza con
las luces apagadas), de una hoguera
previamente preparada se enciende el Cirio,
que tiene una inscripción en forma de Cruz,
acompañada de la fecha y de las letras Alfa y
Omega, la primera y la última del agabeto
griego, para indicar que la Pascua de Cristo,
principio y fin de el tiempo y de la eternidad,
nos alcanza con fuerza siempre nueva en el
año concreto en que vivimos. En la procesión
de entrada se canta por tres veces la
aclamación al Cirio: "Luz de Cristo. Demos
gracias a Dios", mientras progresivamente se
van encendiendo los cirios de los presentes.
Luego se coloca en la columna o candelero que
va a ser su soporte, y se entona en torno de él,
después de incensarlo, el solemne Pregón
Pascual.
Además del símbolo de la luz, se le da también
el de la ofrenda:cera que se gasta en honor de
Dios, esparciendo su luz: "Acepta, padre santo,
el sacrificio vespertino de esta llama, que la
santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda
de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya
lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te
rogamos que este Cirio, consagrado a tu
nombre, arda sin apagarse para destruir la
oscuridad de esta noche..."
Lo que van anunciando las lecturas, oraciones
y cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje
humilde pero diáfano de su llama viva. La
Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo,
el Esposo, con la lámpara encendida en la
mano, gozándose con él en la noche victoriosa
de su Pascua.
El Cirio estará encendido en todas las
celebraciones durante las siete semanas de la
cincuentena, al lado del ambón de la Palabra,
hasta terminar el domingo de Pentecostés.
Luego, durante el año, se encenderá en la
celebración de los bautizos y de las exequias,
el comienzo y la conclusión de la vida: un
cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo
de todo su camino terreno, como garantía de
su definitiva incorporación a la luz de la vida
eterna.
LA COLECTA
El libro que durante siglos reunía estas
oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes
de su inclusión en el libro único del Misal o del
Breviario, se llamó "Colectario".
La palabra "colecta" viene del latín "collecta,
colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante
todo a la reunión de la comunidad para la
Eucaristía dominical o para las asambleas
"estacionales" en Cuaresma. También se llama
"colecta" a la recogida de dinero o de dones en
el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 12).
EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN
Pero su uso más técnico es el referido a la
"oración colecta" al principio de la Misa. Este
nombre pudiera tener dos direcciones: o bien
porque se pronuncia cuando ya está la
comunidad reunida (oración de reunión,
concluyendo el rito de entrada), o porque su
finalidad es recoger y resumir las peticiones de
cada uno de los presentes. También se aplica
este nombre a las "oraciones sálmicas", que
"sintetizan
los
sentimientos
de
los
participantes" en el rezo de los salmos (Cf
IGLH
112).
La
expresión
"colligere
ortationem", usual en los primeros siglos en la
salmodia comunitaria, quería decir "recoger en
una oración las intenciones de los que habían
rezado el salmo".
De ahí las "colectas
sálmicas".
El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la
primera oración de la Misa y describe así su
dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar;
y todos, a una con el sacerdote, permanecen
un rato en silencio para hacerse conscientes de
estar en la presencia de Dios y formular sus
súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración
que se suele denominar colecta, y el pueblo
contesta amén" (IGMR 32). Es la primera
oración importante del presidente, que de pie,
con los brazos extendidos, y en nombre de la
comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de
nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso
de la liturgia romana, con una invocación a
Dios, muchas veces enriquecida con la alusión
al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para
proseguir con una súplica y concluir apelando a
la mediación de Cristo.
De la palabra latina "communio", acción de
unir, de asociar y participar (correspondiente a
la griega "koinonía") "comunión" significa la
unión de las personas, o de una comunidad, o
la comunión de los Santos en una perspectiva
eclesial más amplia, o la unión de cada uno
con Cristo o con Dios.
Aquí la miramos desde el punto de vista
eucarístico: la participación de los fieles en el
Cuerpo y Sangre de Cristo.
Este es el
momento en verdad culminante de la
celebración de la Eucaristía. Después de que
Cristo se nos ha dado como palabra salvadora,
ahora, desde su existencia de Resucitado, se
quiere hacer nuestro alimento para el camino
de nuestra vida terrena y como garantía de la
eterna.
La comunión tiene a la vez sentido vertical, de
unión eucarística con Cristo, y horizontal, de
sintonía con la comunidad eclesial. Por eso la
"excomunión" significa también la exclusión de
ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a
una realización lo más expresiva posible de la
comunión eucarística:
con una oración o un silencio preparatorio, por
parte del presidente y de la comunidad;
una procesión desde los propios lugares hacia
el ámbito del altar,
mientras se canta un canto que une a todos y
les hace comprender más en profundidad el
misterio que celebran,
la invitación oficial a acercare a la mesa del
Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación
que apunta al banquete escatológico del cielo
("dichosos los invitados a la Cena del
Cordero"),
la mediación de la Iglesia en este gesto central
(no "coge" la comunión cada uno, sino que la
recibe del ministro),
con un diálogo que ahora ha vuelto a la
expresiva sencillez de los primeros siglos ("el
Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo,
Amén")
con pan que aparezca como alimento,
consagrado y partido en la misma Misa, para
significar también la unidad fraterna de los que
participan del mismo sacrificio de Cristo,
recibido en la mano o en la boca, a voluntad
del fiel, allí donde los Episcopados lo hayan
decidido (en España desde el 1976, en Italia
desde 1989, en México desde 1978),
a ser posible también participando del vino,
que expresa mejor que Cristo nos hace
partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y
de la alegría escatológica, y
con unos momentos de interiorización después
de la comunión. Casos especiales son el de la
primera comunión, en la que los cristianos
participan por primera vez plenamente de la
celebración eucarística de la comunidad: no
sólo en sus oraciones, lecturas y cantos, sino
también en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Tiene especial sentido la Comunión llevada a
los enfermos, ahora eventualmente por medio
de los ministros extraordinarios de la
comunión, a ser posible como prolongación de
la
celebración
comunitaria
dominical.
Particular relieve merece la comunión que se
recibe como viático, en punto de muerte.
Y finalmente, la comunión recibida fuera de la
Misa, caso repetido sobre todo en lugares
donde no pueden participar diaria ni siquiera
dominicalmente de la Eucaristía completa, pero
sí escuchar la palabra, orar en común y
comulgar, en las condiciones que establecen el
"Ritual del culto y de la comunión fuera de la
Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae
cariatis" (1973).
Respecto a repetir la
comunión el mismo día, según el Código de
Derecho Canónico (c. 917), "quien ya ha
recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo
recibirla el mismo día solamente dentro de la
celebración eucarística en la que participe",
norma que ha recibido la interpretación oficial
de que se puede hacer "una segunda vez".
COMER EL PAN:
Juntamente con el "beber", el "comer" es el
gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el
Antiguo Testamento empieza con el "no
coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento
escuchamos el testamento: "tomen y coman".
Y si entonces la consecuencia era: "el día que
comas de él, morirás", ahora la promesa es la
contraria: "el que come... tiene vida eterna".
El comer, ya humanamente, tiene el valor del
alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a
la vez tiene connotaciones simbólicas muy
expresivas: comer como fruto del propio
trabajo, comer en familia, comer con los
amigos, comer en clima de fraternidad, comer
con sentido de fiesta. En el contexto cristiano
de la Eucaristía, el comer tiene igualmente
varios sentidos. Al comer el pan, estamos
convencidos de que nos alimentamos con el
Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi
Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha
dado a ese pan que hemos depositado sobre el
altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del
Señor glorificado, que ha querido se nuestro
alimento. Este es el primer sentido que Cristo
ha querido dar a la comida eucarística: "mi
carne es verdadera comida". El es el "viático",
el alimento para el camino de los suyos.
También hay otros valores y gracias que Cristo
expresa en el evangelio con este simbolismo
de la comida: el perdón, la alegría del
reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad
del Reino futuro. Basta recordar la parábola del
hijo pródigo, acogido en casa con una buena
comida; o la de las bodas del rey; o la
multiplicación de los panes y peces en el
desierto, o la expresiva presencia de Jesús en
comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del
fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con
sus discípulos, tanto antes como después de la
Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf
Hech 10,40).
Además, Pablo entenderá la comida como
símbolo de la fraternidad eclesial. el pan de la
Eucaristía, además de unirnos a Cristo,
participando de su Cuerpo, es también lo que
construye la comunidad: "un pan y un cuerpo
somos, ya que participamos de un solo Pan" (1
Cor 10,16-17). "Comer con" por ejemplo con
los cristianos procedentes del paganismo, es
un signo expresivo y favorecedor de la unidad
de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen
(Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech
11,3 y Gál 2,12).
disminuye: es comido siempre, pero no se
consume, sino que a los que participan de él,
los santifica".
PARTIR EL PAN
"el gesto de la fracción del pan que era el que
servía en los tiempos apostólicos para
denominar la misma Eucaristía, manifestará
mejor la fuerza y la importancia del signo de la
unidad de todos en un solo pan y de la caridad,
por el hecho de que un solo pan se distribuye
entre hermanos" (IGMR 283).
El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo
conocemos todos. La cena judía, sobretodo la
pascual, comenzaba con un pequeño rito: el
padre de familia partía el pan para repartirlo a
todos, mientras pronunciaba una oración de
bendición a Dios.
Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a
la vez el sentido familiar de solidaridad en el
mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en
nuestras familias el momento de partir el pan
al principio de la comida se consideraba como
un pequeño pero significativo rito. Como el
que se hace solemnemente cuando unos
novios parten el pastel de bodas y los van
repartiendo a los comensales que los
acompañan.
Cristo también lo hizo en su última cena:
"Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se
lo dio...". Más aún: fue este el gesto el que
más impresionó a los discípulos de Emaús en
su encuentro con Jesús Resucitado. "Le
reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito
simbólico que vino a dar nombre a toda la
celebración
Eucarística
en
la
primera
generación.
Primer significado de este gesto: el Cuerpo
"entregado roto" de Cristo
La fracción del pan puede tener, ante todo, un
sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan
que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo,
entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la
última donación, en la Cruz. En el rito bizantino
hay un texto que expresa claramente esta
dirección: "se rompe y se divide el Cordero de
Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se
Segundo
fraterna
significado:
Signo
de
la
unidad
El Misal Romano explica:
"por la fracción de un solo pan se manifiesta la
unidad de los fieles" (IGMR 48)
LOS GOLPES DE PECHO
Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los
gestos más populares al menos en cuanto a
expresividad.
Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14).
El fariseo oraba de pie: "no soy como los
demás"... "En cambio el publicano no se
atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten
compasión de mí, que soy un pecador".
Cuando para el acto penitencial al inicio de
nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo
confieso", utilizamos también nosotros el
mismo gesto cuando a las palabras "por mi
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa" nos
golpeamos el pecho con la mano.
Y es también la actitud de la muchedumbre
ante el gran acontecimiento de la muerte de
Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel
espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron
golpeándose el pecho..." (Lc 23,48)
ARRODILLARSE
Estar de rodillas es una actitud de humildad.
Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos
recuerda a Pedro cayendo de rodillas y
exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy
un pecador" (Lucas 5,8). Pero el cristiano se
arrodilla ante Dios precisamente porque el es
Dios, el único Señor del universo. Es un signo
de Adoración que da a la oración un acento
muy
particular.
(Haga
la
prueba
de
arrodillarse, inclinar la cabeza y juntar las
manos en actitud de súplica...)
Este sentido de adoración tiene hacer la
genuflexión cuando entramos en la iglesia o
delante del sagrario (allí donde hay una
lamparita encendida para señalar que está
Jesús presente en la Eucaristía).
San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios
3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de
quien procede toda paternidad" y el mismo
Jesús "puesto de rodillas" oró durante su
agonía en Getsemaní (Mt. 26,39).
PONERSE DE PIE
Es la postura más usada en la Misa. Al orar de
pie los cristianos "significamos" nuestra
dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en
nosotros el Espíritu que nos hace exclamar
"Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios
"Padre" y estar de pie delante de él. Es una
actitud de cariñosa confianza hacia Dios a
quien vemos, sobre todo, como Padre.
Es una actitud que indica "prontitud", estar
disponible, preparado para la acción. Por tanto
indica decisión y voluntad para seguir al Señor.
Desde el comienzo fue la actitud general de los
cristianos: orar de pie, con los brazos
extendidos (o levantados) y mirando hacia el
oriente (a la salida del sol).
Es también señal de alegría. Durante el primer
milenio, los cristianos tuvieron prohibido
arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues
-como sabemos- el día del Señor conmemora
la Pascua, la Resurrección de Jesús.
Así como la muerte es "estar postrado", la
resurrección es un levantarse, un "volver a
estar de pie". Por eso esta postura manifiesta
también nuestra fe en Jesús resucitado.
EL SACERDOTE SE LAVA LAS MANOS ANTES
DE LA CONSAGRACIÓN
Lo hace como gesto de purificación. El
sacerdote se lava las manos para pedirle a
Dios que lo purifique de sus pecados.
LAS GOTAS DE AGUA EN EL VINO
Con este signo el sacerdote le pide a Dios que
una nuestras vidas a la suya. AI momento de
preparar sobre el Altar el pan y el vino "el
Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la
panera con el pan que se va a consagrar;
vierte el vino y unas gotas de agua en el
cáliz.." (Misal Romano Nº 133). El instante en
que se echa el agua se acompaña con una
oración que se dice en secreto: "El agua unida
al vino sea signo de nuestra participación en la
vida divina de quien ha querido compartir
nuestra condición humana.
San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió
sobre este gesto litúrgico, lo siguiente:
"en el agua se entiende el pueblo y en el vino
se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en
el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo
se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes
se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual
unión y conjunción del agua y del vino de tal
modo se mezcla en el cáliz del Señor que
aquella mezcla no puede separarse entre sí.
Por lo que nada podrá separar de Cristo a la
Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre
de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el
agua está sola el pueblo empieza a estar sin
Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se
unen entre sí con la unión que los fusiona,
entonces se lleva a cabo el sacramento
espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13).
¿Qué se usa o necesita para la
Celebración Eucarística?
ALBA: Del latín "alba", "blanca". Es el
vestido que se considera básico de
todos los ministros que se revisten
para la celebración litúrgica, desde los
acólitos hasta el presidente (Cf IGMR
n.298).
Deriva de las túnicas antiguas,
blancas, hasta los pies, que se
perdieron en el uso civil, pero que se
consideró
que
podían
utilizarse
simbólicamente
en
el
culto,
destacando con el vestido diferente de
los ministros la diferencia entre la vida
y la celebración.
El alba se utiliza con cíngulo a la
cintura, a no ser que ya quede por sí
bien adherida al cuerpo, y con ámito
sobre el cuello, a no ser que ya lo
haga el alba por su forma (Cf IGMR
nn.81 y 298)
También tiene un sentido bautismal
esta vestidura blanca. El domingo
segundo de Pascua, o sea, en la
octava de Pascua, se solía deponer el
"alba", el vestido blanco que habían
recibido los neófitos en su Bautismo
una semana antes. Por eso este
domingo se llamó "dominica post
albas", y más tarde "dominica in
albis".
ÁMITO: En latín "amictus", de "amicio,
amicire", rodear, envolver. Se llama
así a la pieza de lienzo blanco,
rectangular, a modo de pañuelo de
hombros, que visten los ministros de
la liturgia debajo del alba. Se ata a la
cintura con unas tiras o cintas
cruzadas.
A veces tiene forma de capucha,
adornada o no con cruces u otros
motivos, que luego sobresale por
encima de los otros vestidos (alba y
casulla).
Puede tener la finalidad práctica de
preservar del sudor al alba. Pero sobre
todo se aprecia su valor estético:
cubrir
más
elegantemente
el
cuello. Por eso se puede prescindir
del ámito si ya el alba cuida de esta
estética por su forma (Cf IGMR, n.81)
ALTAR: Es la mesa en que el
Sacerdote consagra el pan y el vino
CANTOR: Uno de los ministerios que
se realizan en favor de la comunidad
celebrante es el del cantor. Ya desde
los primeros siglos tuvo importancia
sobre todo el salmista. También ahora
ayuda
a
una
celebración
más
expresiva y digna el que junto a los
lectores y otros ministros hay también
guías del canto y en particular
cantores, que cantan -desde otro
lugar distinto del ambón, excepto en
el caso del salmo responsorial o del
pregón pascual- las estrofas de los
cantos, las del salmo responsorial o de
la comunión, o las invocaciones del
acto penitencial, del Agnus Dei o de
las letanías de los Santos, las
antífonas de la salmodia o los
responsorios después de las lecturas.
CAPA PLUVIAL: La capa (del latín
tardío "cappa", de "capere", coger,
contener) es una ropa larga sin
mangas, a modo de manteo o manto,
circular, abierta, que se emplea sobre
todo fuera de casa.
Los obispos pueden vestir la "capa
magna" en las solemnidades en su
diócesis. Pero la capa más empleada
en liturgia es la capa pluvial (de
lluvia),
que
diversos
ministros
(presbíteros, clérigos, monjes) visten,
con capucha o sin ella, con un broche
en la parte delantera. Lo hacen sobre
todo en procesiones, dentro o fuera de
iglesia, y en otras celebraciones como
el Oficio Divino, la bendición con el
Santísimo o la bendición de las
campanas.
CASULLA: Del latín "casula", "casa
pequeña" o tienda. Se dice de la
vestidura que el sacerdote se reviste
por encima del alba y la estola, a
modo de capa o manto amplio, abierta
por los lados y un hueco para la
cabeza, a modo de poncho americano.
En la historia ha tenido formas nobles
y amplias, derivadas del manto
romano llamado "pénula". En una
evolución no muy feliz se llegó a
formas más decadentes, como la
"casulla de guitarra" que todos hemos
conocido y contra la que ya
protestaba san Carlos Borromeo. La
llamada "casulla gótica" no era tal,
sino
que
intentaba
recuperar
precisamente la amplitud de la forma
original romana.
La casulla es la que caracteriza al que
preside
la
Eucaristía
y
las
celebraciones unidas a ella (IGMR
299). En la ordenación del presbítero
uno de los gestos complementarios es
la vestición de la casulla.
Los
concelebrantes
en
principio
son
invitados también a revestirse de
casulla, pero se permite que por
motivos razonables puedan vestir sólo
alba y estola (Cf IGMR 161).
CÍNGULO: La
palabra
latina
"cingulum"
viene
de
"cingere",
ceñir. El cíngulo o ceñidor es un
complemento necesario para ciertos
vestidos amplios como la túnica o el
alba, para ceñirlos mejor a la cintura y
facilitar el movimiento.
A veces tiene forma de cordón y otras
de cinta más o menos ancha. Los
orientales usan la "zona", más
adornada y colorista. Los ministros
que usan alba y se ponen el cíngulo, a
no ser que ya de otro modo, por la
forma misma del alba, se provea a su
estética
y
funcionalidad
(IGMR
81.298).
COMENTADOR / MONITOR: Entre
los ministros... está el comentarista
(en latín "commentator", como ya en
SC 29), que es el que hace las
explicaciones
y
da
avisos
("admonitiones") a los fieles, para
introducirlos en la celebración y
disponerlos a entenderla mejor".
El servicio que un comentador realiza
en la celebración es muy antiguo,
aunque el nombre y la importancia
actual sean recientes. Los diáconos,
en los antiguos libros litúrgicos, tenían
encomendado ir guiando al pueblo en
la celebración. En el Concilio de
Trento (Denz. 946), al tratar de la
lengua latina o vulgar en la Eucaristía,
se hablaba de un servicio a la
comunidad que pudiera interpretarse
en esta dirección: "Manda el Concilio a
los pastores.. que frecuentemente
durante la celebración de las Misas,
por sí o por otro, expongan algo de lo
que en la Misa se lee, y entre otras
cosas declaren algún misterio de este
santísimo sacrificio". Es dudoso si se
refiere al comentador actual o a la
explicación homilética.
Unos pocos años antes del Vaticano II
es cuando se empezó a dibujar de
nuevo esta figura del monitor,
animador o comentador: en la
Instrucción de 1958, sobre música y
liturgia. Al principio, por la necesidad
de ayudar a entender los textos que
se proclamaban en latín, y luego, aun
con textos en lengua viva, para ir
motivando los diversos momentos y
guiando
la
dinámica
de
la
celebración.
Las
moniciones
principales pertenecen más bien al
mismo presidente de la celebración,
pero hay otros momentos en que el
comentador puede guiar, con breves y
preparadas moniciones, hacia una
oración más sentida, un canto más
motivado, una lectura escuchada con
mayor interés.
Se esperaba del comentador que
"lleve
bien
preparados
sus
comentarios, con una sobriedad que
los hagan asimilables" (IGMR 68), que
antes y durante la celebración
coordine los diversos ministerios que,
en conexión con el ministerio principal
del presidente, ayudan a la comunidad
en su celebración, contribuyendo a
que la celebración tenga su oportuno
ritmo y eficacia pastoral.
El comentador "ocupa un lugar
conveniente ante los fieles, pero no
sube al ambón" (IGMR 68), porque el
ambón está reservado a la Palabra de
Dios.
LOS LIBROS: Con las oraciones
(misal) y las lecturas (leccionario)
EL AMBÓN: Es el lugar desde donde
se proclama la Palabra de Dios (en la
Biblia)
PAN Y VINO: La Misa siempre es la
conmemoración (=hacer actual) de lo
que Jesús hizo en la última cena con
sus discípulos antes de morir. El pan
que se usa tiene forma de obleas hostiasVASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y
patena
LAS VINAJERAS: Son unas botellas
de vidrio: una tiene vino y la otra
agua
EL SACERDOTE: Es la persona que
hace presente a Jesús y actúa en su
nombre
ASAMBLEA: La
primera
realidad
visible de la liturgia es la comunidad
reunida, la asamblea cristiana. En
griego esta congregación de fieles se
llama
"synaxis".
La
palabra
"asamblea"
viene
del
latín
"assimulare", "juntar", de "simul", "a
la vez".
Ya en el Antiguo Testamento se dieron
de modo muy significativo las grandes
asambleas del pueblo de Israel, como
en Ex 19-24, 1 Re 8 y Neh 8-9. En el
Nuevo Testamento la convocatoria se
produce en torno a Cristo Jesús y se
llama sobre todo "Iglesia", "Ekklesia",
pueblo congregado, y desde la
primera generación es una realidad
importante en el conjunto de la vida
cristiana.
Sobre
todo
en
la
convocatoria
dominical.
de
la
Eucaristía
La motivación no sólo es pedagógica,
sino mas bien teológica: "En la
celebración de la Misa los fieles
forman la nación santa, el pueblo
adquirido por Dios, el sacerdocio real"
(IGMR 62).
Cristo prometió: "Donde dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,
20); esta es la razón fundamental de
la dignidad de la asamblea litúrgica;
es signo eficaz de la presencia de
Cristo. A la vez es la realización
concentrada de toda la Iglesia: "En la
asamblea que se congrega para la
Misa...se hará visible la Iglesia
constituida en su diversidad de
órdenes y misterios" (IGMR 58; Cf
IGMR 257). Además la misma
asamblea es la que, bajo la
presidencia del ministro que la
completa en nombre de Cristo, celebra
la Eucaristía: " En la Misa o Cena del
Señor,
el pueblo
de
Dios es
convocado, bajo la presencia del
sacerdote, que hace presente a Cristo
en persona, para celebrar el memorial
del Señor o sacrificio eucarístico"
(IGMR 7).
Por eso, al reformar las celebraciones
sacramentales, y también la Liturgia
de las Horas, se ha tomado como uno
de los criterios fundamentales el
favorecer por todos los medios la
participación activa por parte de toda
la asamblea reunida, cuidando de
modo especial lo más propio de ella;
la escucha atenta, la oración y el
canto en los momentos oportunos, las
acciones sacramentales en las que
participa,
las
exclamaciones
y
diálogos, etc.
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Por qué la Misa es los Domingos?
Jesús resucitó el primer día de la semana,
al día siguiente del sabbat (sábado). Por
eso los cristianos nos reunimos ese día con
Jesús.Con el tiempo llegó a llamarse el día
del Señor, en latín "dies dominicus". De ahí
viene nuestra palabra domingo.
¿Por qué es necesario que haya un
sacerdote para la celebración de la
Misa?
Porque él ha recibido la misión de hacer
presente a Jesús en la reunión de los
cristianos. Él preside la celebración de la
Cena del Señor, en nombre de Jesucristo.
¿Por qué se hace una colecta?
Los cristianos colaboramos con los gastos
del templo y ayudamos a los necesitados.
¿Por qué algunas personas no
comulgan?
Antes de comulgar por primera vez, los
niños y los adultos bautizados reciben una
preparación que les ayuda a creer
firmemente en la presencia real de Jesús
en el pan y el vino consagrados. Si no han
recibido esa preparación, no van a entender
lo que están haciendo. (También cuando se
está en pecado mortal no se puede
comulgar).
¿Qué Significa?
ALELUYA: Esta palabra hebrea significa:
"que viva Dios, hay que darle gracias y
alabarlo". AMÉN: La palabra la hemos
heredado, sin traducirla, del hebreo, y
significa "firme, seguro, estable,
válido". Por eso se convirtió ya en el
Antiguo Testamento en la aclamación con
la que alguien, sobre todo la comunidad
manifestaba su asentimiento y aceptación
de lo que se ha dicho o propuesto. Con
esta palabra se acaban las oraciones,
bendiciones, promesas,
alianzas. Simbólicamente se llama al
mismo Dios "Dios del Amén" (Is 65,16), y
en el Nuevo Testamento se afirma de Cristo
Jesús que es tanto el Amén de Dios a la
humanidad como el de la humanidad a
Dios: "en Cristo sólo ha habido si: todas las
promesa hechas por Dios han tenido su sí
en él, y por eso decimos por él amén a la
gloria de Dios" (2 Co 1, 19-20). Al mismo
Cristo se le define como "el Amén":"Así
habla el Amén, el testigo fiel y veraz" (Apoc
3, 14).Desde siempre se ha pronunciado el
Amén en la liturgia cristiana, por ejemplo
después de las oraciones. Como decía san
Agustín, "el amén de ustedes es su firma
(suscriptio), su asentamiento (consensio) y
su compromiso (adstipulatio)" (Sermón
contra los pelagianos, 3).
Hay dos momentos en que el Amén tiene
particular sentido. Ante todo como
conclusión de la Plegaria eucarística. La
comunidad subraya diciendo, o mejor,
cantando, el Amén a lo que el que preside
ha proclamado en su nombre. También en
la comunión, cuando el ministro dice "El
Cuerpo de Cristo" o "La Sangre de Cristo",
el que recibe la comunión contesta "Amén",
reafirmando así su profesión de fe en este
momento privilegiado.ANTIFONA,
ANTIFONARIO: Viene de la palabra griega
"antifoné", sonido o canto contrario;
designaba al principio un estilo de salmodia
en el que dos coros alternan en su rezo o
canto, estilo llamado por tanto
"antifónico".Luego se ha llamado antífona a
otras realidades. En la Eucaristía los
cantos de entrada, ofertorio y comunión se
llaman también en el Misal "antífonas". Lo
mismo sucede en Completas con el canto
mariano final.Pero sobre todo se da este
nombre a las breves frases que se dicen o
cantan antes y después del Salmo, en el
Oficio divino. A veces estas frases están
tomadas del mismo Salmo (destacando así
una idea más oportuna para el tiempo o la
fiesta), otras veces son pensamientos
bíblicos o del mismo evangelio (que así dan
color cristiano al rezo del Salmo), mientras
que otras son frases que se aluden a la
teología de la fiesta o a las características
del santo que se celebra.En la oración de la
comunidad cristiana estas antífonas han
gozado siempre de aprecio, sobre todo
cuando se cantan, y han mostrado una
eficacia notable para hacer más viva la
participación del pueblo en el rezo de los
Salmos. "Las antífonas ayudan a poner de
manifiesto el género literario del Salmo, lo
transforman en oración personal, iluminan
mejor alguna frase digna de atención y que
pudiera pasar inadvertida, proporcionan a
un determinado Salmo cierta tonalidad
peculiar según las diversas circunstancias;
más aun, siempre que se excluyan
acomodaciones chocantes, contribuyen en
gran medida a poner de manifiesto la
interpretación tipológica o festiva, y pueden
hacer agradable y variada la recitación de
Salmos" (IGLH 113).
ANTIGUO TESTAMENTO: Una de las
novedades más significativas de la nueva
liturgia postconciliar ha sido el lugar mucho
más significativo que se le ha dado a la
proclamación del Antiguo Testamento.En el
ciclo ferial de la Eucaristía (de dos años) y
en el Leccionario (sobre todo el bienal) del
oficio de Lecturas, se incluyen largas
selecciones del mismo en lectura (semi)
continuada. También las primeras lecturas
de la Eucaristía dominical se toman del
Antiguo Testamento, excepto en la
Cincuentena Pascual. En el caso de los
domingos el Antiguo Testamento se
"compone armónicamente con el evangelio"
(OLM 67), mientras que en la lectura
continuada de las ferias y en el oficio de
Lecturas se seleccionan sus libros por si
mismos, para seguir con ellos la dinámica
de la historia de la Salvación. Así se ayuda
a entender el misterio de la salvación en
Cristo también en su perspectiva de
Historia, que abarca en un único
movimiento la preparación del laurel y el
tiempo de la Iglesia, centrados ambos en el
acontecimiento de Cristo. "En la liturgia la
Iglesia sigue fielmente el mismo sistema
que usó Cristo en la lectura e interpretación
de las Sagradas Escrituras, puesto que él
exhorta a profundizar el conjunto de las
Escrituras partiendo del hoy de su
acontecimiento personal" (OLM 3; Cf Lc 4,
16-21; 24, 5-35.44-49). Con la distribución
de las lecturas pensada para los domingos
(Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y
Evangelio) "se pone de relieve la unidad de
ambos Testamentos y de la Historia de la
Salvación, cuyo centro es Cristo
contemplado en su Misterio Pascual" (OLM
66).El Antiguo Testamento nos ayuda a
entender el Nuevo Testamento. Las
categorías de la salvación en Cristo están
tomadas de la herencia de Israel: Pascua,
memorial, Mesías, profetas, el Siervo.Como
decía san Agustín, en el Antiguo
Testamento está latente ("latet") ya el
Nuevo, y en el Nuevo se hace patente
("patet") el Antiguo (Cf DV 16 y OLM
5). Esto vale para entender el misterio de
Cristo y también para lección de nuestra
vida cristiana. La historia de Israel y la
nuestra son continuación de una misma
actuación salvadora de Dios, aunque con la
esencial evolución de haberse cumplido en
Cristo el tiempo de la plenitud.AÑO
LITÚRGICO: Se llama "Año Litúrgico" o
"Año Cristiano" a la especial organización
del año como celebración progresiva del
misterio de Cristo: "La Iglesia considera
deber suyo celebrar con un sagrado
recuerdo, en días determinados a través del
año, la obra salvífica de su divino
Esposo...En el círculo del año desarrolla
todo el misterio de Cristo, desde la
Encarnación y la navidad hasta la
Ascención y Pentecostés y la expectativa
de la dichosa esperanza y venida del
Señor" (SC 102).El comienzo y el ritmo de
este Año Litúrgico es distinto al año civil, o
del escolar, o del comercial. Comienza
ahora en el primer domingo de Adviento, en
la liturgia romana. En el pasado ha habido
épocas y familias litúrgicas que más bien lo
iniciaban en primavera o en
otoño.ATRIO: El atrio, del latín "atrium",
indica el pórtico o espacio previo, a veces
rodeado de columnas, de los edificios,
sobre todo los palacios y las basílicas.
Equivale al griego "narthex". En los textos
del Antiguo Testamento resuena con
frecuencia la alusión a los atrios del Templo
de Jerusalén: "Entren en sus atrios
trayéndole ofrendas, póstrense ante el
Señor en el atrio sagrado" (Sal 95, 8-9).A
veces el atrio equivale al templo mismo, en
sentido simbólico: "Vale más un día en tus
atrios que mil en mi casa" (Sal 83, 11).
Litúrgicamente puede tener un buen sentido
pastoral el que haya un espacio intermedio
entre la calle y la iglesia, una cierta
separación pedagógica, que de algún modo
"defienda" el espacio interior como espacio
de silencio y oración, y a la vez sea lugar
de reunión, saludo o despedida, antes y
después de la celebraciónBENEDICTUS: El
"Benedictus" es un cántico que Lucas pone
en labios de Zacarías, padre de Juan
Bautista, y que nosotros cantamos cada día
en Laudes. El Benedictus, como el
Magnificat, "expresa la alabanza y acción
de gracias por la obra de la salvación"
(IGLH 50). Está lleno de citas, explícitas o
implícitas, del Antiguo Testamento,
anunciando que Dios cumple ahora, con el
Mesías, lo prometido, "según lo había
predicho por boca de sus santos profetas",
"realizando la misericordia que tuvo con
nuestros padres". Ahora, con la plenitud de
Cristo, "ha visitado y redimido a su pueblo",
dándole "la salvación que nos libra de
nuestros enemigos"
.BIBLIA: Es el libro sagrado de los
cristianos. El Antiguo Testamento narra la
Alianza que Dios hizo con el pueblo judío
antes de Jesús. El Nuevo Testamento narra
la Nueva Alianza que Dios hizo con todos
los hombres por medio de su Hijo
Jesucristo.BREVIARIO: Breviario (del latín
"brevarium") quiere decir resumen,
abreviación. Tertuliano llama al
Padrenuestro "brevarium totius Evangelii",
"resumen de todo el Evangelio" (Ora. I). Se
ha llamado así sobre todo al volumen o
volúmenes en que a partir del siglo XII se
fue concentrando todo el Oficio
Divino. Hubo ya desde el siglo X una
tendencia a refundir en volúmenes únicos
los libros litúrgicos que antes estaban
separados, pero que así podían facilitar el
rezo (lecturas, oraciones, salmos, antífonas
e himnos, etc.). El Breviario completo sólo
aparece a principios del siglo XIII, para uso
de la Curia romana bajo el pontificado de
Inocencio III, y fue difundido en seguida
sobre todo por los franciscanos, que así,
con un volumen más manual, sin
musicalización y con lecturas más breves,
podían rezar mejor desde su característica
de vida itinerante. El Breviario se adaptaba
más a lo que poco a poco iba a ser el modo
más frecuente de rezo, el personal,
abandonado así el rezo comunitario en
coro.CATÓLICA: En griego, esta palabra
significa "universal": la Iglesia está abierta a
todos los habitantes del universo.
CAMPANAS: Es muy antiguo el uso de
objetos metálicos para señalar con su
sonido la fiesta o la convocatoria de la
comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta
la técnica evolucionada de los fundidores
de campanas o los campanarios eléctricos
actuales, las campanas y las campanillas
se han utilizado expresivamente en la vida
social y en el culto. Son instrumentos de
metal, en forma de copa invertida, con un
badajo libre. Cuando los cristianos pudieron
construir iglesias, a partir del siglo IV,
pronto se habla de torres y campanarios
adosados a las iglesias, con campanas que
se convertirán rápidamente en un elemento
muy expresivo para señalar las fiestas y los
ritmos de la celebración cristiana. También
dentro de la celebración se utilizaron las
campanillas, a partir del siglo XIII, ahora
bastante menos necesarias (IGMR 109 deja
libre su uso) porque ya la celebración la
seguimos más fácilmente, a no ser que se
quieran hacer servir, no tanto para avisar
de un momento -por ejemplo, la
consagración- sino para darle
simbólicamente realce festivo, como en el
Gloria de la Vigilia Pascual.Los nombres
latinos de "signum" o "tintinnabulum" se
convierten más tarde, hacia el siglo VI, en
el de "vasa campana", seguramente porque
las primeras fundiciones derivan de la
región italiana de Campania. Las campanas
del campanario convocan a la comunidad
cristiana, señalan las horas de la
celebración (la Misa mayor), de oración (el
Angelus o la oración comunitaria de un
monasterio), diversos momentos de dolor
(la agonía o la defunción) o de alegría (la
entrada del nuevo obispo o párroco) y
sobre todo con su repique gozoso anuncian
las fiestas. Y así se convierten en un
"signo hecho sonido" de la identidad de la
comunidad cristiana, evangelizador de la
Buena Noticia de Cristo en medio de una
sociedad que puede estar destruida. Como
también el mismo campanario, con su
silueta estilizada, se convierte en símbolo
de la dirección trascendente que debería
tener nuestra vida.CANON: La palabra
viene del griego "kanon", que indica regla,
medida, norma. Se aplica a muchas
realidades; los canones de la convivencia o
del arte, los canones del Código de
Derecho, los libros "canónicos" (los que la
iglesia admite como revelados), las horas
"canónicas" del Oficio Divino, la
"canonización" de los santos, etc.En liturgia
se ha aplicado a la oración central de la
Eucaristía. En latín se llamó "canon
actionis", en el sentido de "norma con que
se desarrolla la acción" Sacramentario
Gelasiano) o "canon Missae"
(Sacramentario Gregoriano). Pero ha
tenido otros nombres: anáfora, prex, y
ahora sobre todo "Plegaria Eucarística",
que expresa mejor su contenido.
CÁNTICO: Se llama cánticos en la Liturgia
de las Horas a los cantos de la Biblia, a
modo de himnos, pero que no son
salmos. Se emplean en varias horas de la
alabanza de las Horas. En Laudes, entre
los salmos primero y tercero se intercala,
en segundo lugar, un cántico del Antiguo
Testamento (Daniel, Judit, Tobías, y sobre
todo Isaías), uno para cada uno de los días
durante cuatro semanas. En Vísperas,
después de los dos primeros salmos, se
añade -y ha sido novedad en esta última
reforma- un cántico del Nuevo Testamento
(Efesios, Filipenses, y sobre todo
Apocalipsis), una serie de siete que se
repiten cada semana, más uno de la carta
de Pedro para los domingos de
Cuaresma.También son cánticos los tres
cantos del evangelio que se incluyen cada
día en la alabanza de las Horas. El
Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis,
los tres tomados del evangelio de Lucas, y
que son tratados en su rezo con los mismos
honores que la proclamación del evangelio
en la Eucaristía. También se utilizan los
cánticos para las Vigilias prolongadas (Cf
IGLH 73).CANTO: El canto (del latín
"cantus, cantare") es uno de los elementos
más importantes de la oración litúrgica. Su
motivación y su especificación se encuentra
sobre todo en dos documentos: la
instrucción "Musicam sacram", de 1967, y
la introducción a la Liturgia de las Horas
(1971: IGLH 267-84). El canto expresa y
realiza nuestras actitudes interiores. Tanto
en la vida social como en la cúlticoreligiosa, el canto no sólo expresa sino que
en algún modo realiza los sentimientos
interiores de alabanza, adoración, alegría,
dolor, súplica. "No ha de ser considerado
el canto como un cierto ornato que se
añade a la oración, como algo extrínseco,
sino más bien como algo que dimana de lo
profundo del espíritu del que ora y alaba a
Dios" (IGLH 270).El canto hace comunidad,
al expresar más validamente el carácter
comunitario de la celebración, igual que
sucede en la vida familiar y social como en
la litúrgica.El canto hace fiesta, crea clima
más solemne y digno en la oración: "nada
más festivo y más grato en las
celebraciones sagradas que una asamblea
que toda entera, exprese su fe y su piedad
por el canto" (MS 16).El canto es una señal
de euforia. El canto tiene en la liturgia una
función "ministerial": no es como en un
concierto, que se canta por el canto en sí y
su placer estético y artístico. Aquí el canto
ayuda a que la comunidad entre más en
sintonía con el misterio que celebra. A la
vez que crea un clima de unión comunitaria
y festiva, ayuda pedagógicamente a
expresar nuestra participación en lo más
profundo de la celebración.Así el canto se
convierte de verdad en "sacramento", tanto
de lo que nosotros sentimos y queremos
decir a Dios, como de la gracia salvadora
que nos viene de él.CENA DEL
SEÑOR: Del latín "coena o caena" (del
griego "koiné", común, comida en común).
Es el nombre que, junto al de "fracción el
Pan", le da por ejemplo san Pablo en 1 Cor
11,20 a lo que luego se llamó "Eucaristía" o
"Misa" ("kyriakon deipnon", cena señorial,
del Señor Jesús). Es también el nombre
que le da el Misal actual: "Misa o Cena del
Señor" (IGMR 2 y 7).El Jueves Santo la
Eucaristía con que se da inicio al Triduo
Pascual es la "Misa in Coena Domini",
porque es la que más entrañablemente
recuerda la institución de este sacramento
por Jesús en su última cena, adelantando
así sacramentalmente su entrega de la
Cruz.CEREMONIA: Del latín "caerimonia o
caermonia". Se llama así a un rito, tanto en
el contexto social como en el religioso, que
se realiza en honor de alguien o de algo,
con un tono de solemnidad ritual, más bien
público y reglamentado.En todas las
liturgias se habla de ceremonias: desde las
del Templo de Jerusalén y las religiones
paganas hasta la celebración cristiana.
La expresión se entiende popularmente
más bien referida a la forma exterior de rito
y a su exactitud formal. Pero eso no debe
prejuzgar la profundidad de su estilo, que
abarca tanto la fenomenología externa
como la realidad invisible que sucede. Es
lo que quiere transmitir el Ceremonial de
Obispos: "Las sagradas celebraciones que
preside el obispo manifiestan el misterio de
la Iglesia, en el cual está presente Cristo;
no son, por lo tanto una mera suntuosidad
de ceremonias" (n. 12).Seguimos llamando
"maestro de ceremonias" al que, en
colaboración con el presidente y los otros
ministros, prepara y dirige la celebración (Cf
IGMR 69, y sobre todo CE 34-36).
CREDO: Es una palabra latina que significa
"creo". Con este nombre se designa la
fórmula que expresa nuestra fe de
cristianos.
CORDERO DE DIOS: En los tiempos del
Antiguo Testamento, los creyentes ofrecían
corderos a Dios. A Jesús se le llama
Cordero de Dios porque Él ofrece su vida a
Dios.
COMUNIÓN DE LOS
ENFERMOS: Algunos miembros de la
comunidad cristiana, nombrados para ello
pueden llevar la Eucaristía a domicilio a los
enfermos. El sacerdote les confía la Hostia
Sagrada en una pequeña cajita llamada
"portahostias" y les encarga decirle al
enfermo que todos oran por
él.CONCELEBRACIÓN: Se llama
concelebración al hecho de que varios
sacerdotes celebran juntos la misma
Eucaristía, presididos por el celebrante
principal, en contraste con lo que hasta el
1965 era uso corriente: las Misas
individuales en los varios altares. Se puede
llamar así a toda clase de celebración, por
ejemplo de la Liturgia de las Horas, pero se
suele reservar a la de la Eucaristía. El
Concilio (SC 57) decidió restaurar o ampliar
el rito de la concelebración a muchos más
casos de los que antes se habían
conservado de los siglos anteriores. De tal
modo que ahora es ya un uso corriente
cuando son varios los sacerdotes
presentes. La regulación de este rito está
en su propio ritual, el "Ritus servandus in
Concelebratione Missae", promulgado por
primera vez en 1965 (Cf IGMR 153-208).No
son fáciles de interpretar los testimonios
antiguos de la concelebración tanto en la
iglesia latina como en la oriental. La forma
de realizarla no era la actual, porque ahora
--tal vez como efecto de la espiritualidad
marcadamente ministerial e individual de
los sacerdotes en los últimos siglos-- se ha
instaurado una celebración en la que no
sólo el sacerdote principal sino también los
otros dicen algunas partes de la Plegaria
Eucarística. En los primeros siglos era el
obispo o sacerdote principal el único que
asumía el papel presidencial, subrayando
así más su ministerio de signo visible y
sacramental de Cristo. La decisión no se ha
tomado después del Concilio, sino ya antes,
con Pío XII en 1957,en una respuesta del
Santo Oficio.Si se ha decidido restaurar la
concelebración eucarística, no ha sido
precisamente porque así se resuelve el
inconveniente de la pluralidad de Misas, ni
para dar solemnidad a una fiesta, sino por
motivos teológico-espirituales.La
concelebración expresa mejor la unidad del
sacerdocio: "son muchos los sacerdotes
que celebran Misa: sin embargo cada uno
no es más que un ministro de Cristo, que,
por medio suyo, ejerce su sacerdocio"
(Euch. Myst. 47; Cír PO 7). Pone también
de relieve la unidad del sacrificio
eucarístico: "puesto que todas las Misas
reactualizan el único sacrificio de Cristo",
"varios sacerdotes a la vez, con una sola
voluntad ofrecen, realizan y al mismo
participan en uno solo sacrificio por medio
de un solo acto sacramental" (ibid). Y
finalmente este modo de celebración pone
de relieve la unidad del Pueblo de Dios:
"pues toda Misa, en cuanto celebración del
sacramento con que continuamente vive y
crece la Iglesia... es acción de todo el
pueblo santo de Dios, que actúa según un
orden jerárquico" (ibid). La concelebración
se aconseja de modo particular en
ocasiones en que tiene más significación
eclesial: la Misa crismal, las ordenaciones,
los sínodos, la dedicación de las iglesias, y
en general todas las celebraciones
presididas por el obispo. CONFESIÓN: La
palabra "confesión" viene del latín
"confiteri", que a su vez proviene de "fateri"
y "fari", hablar. En griego responde sobre
todo a "exomológesis". Significa declarar,
reconocer, admitir, confesar.Se puede
referir a Dios (confesar la grandeza de
Dios), a Cristo (dar testimonio, confesar a
Cristo ante los hombres; Cf Rom 10, 10), a
la fe verdadera (confesión de fe, el símbolo
del Credo). Preferentemente se usa en
relación a los propios pecados: reconocer y
acusar el pecado ante Dios (Salmo 32, 5;
51, 5). A veces forma parte de la
Eucaristía: el Misal llama "confesión
general" al acto penitencial con que se
inicia la Misa (IGMR 29).Pero sobre todo se
llama confesión a la acusación de los
pecados ante el ministro de la Iglesia en el
sacramento de la Reconciliación
penitencial. Es uno de los "actos del
penitente" en este sacramento, junto al
dolor interior, el propósito y las obras de
conversión. La confesión puede empezar, si
se quiere, con el "yo confieso" (Ritual 18).
Tal vez es el acto más característico en la
sensibilidad del pueblo cristiano, de tal
modo que durante siglos al sacramento se
le ha llamado "confesión, ir a confesarte",
tomando una parte por el todo.El "Ritual de
la Penitencia" (1974) y más tarde la
instrucción de los obispos españoles
"Dejaos reconciliar con Dios" (1989)
motivan bien, dentro del proceso
penitencial, el aspecto de la confesión: una
parte necesaria del camino normal de la
reconciliación por parte del penitente, que,
como signo de su conversión interior,
reconoce su falta ante el ministro eclesial y
escucha de él la absolución es nombre de
Dios y de la Iglesia. La confesión
individual, complementada por la
absolución, es el único modo ordinario
mediante la cual los fieles que han pecado
gravemente pueden reconciliarse con Dios
y con la Iglesia, tanto cuando se acercan al
sacramento en su forma individual como
cuando lo celebran
comunitariamente.Incluso en la tercera
forma, cuando no pueden realizarse la
confesión individual ni darse la absolución a
cada uno personalmente, deben haber de
momento, según el Ritual, una "confesión
general", quedando para cuando se pueda
realizar el proceso íntegro la confesión
individual o auricular. El Ritual (n,
35). Describe esta confesión general: se
trata de manifestar con algún signo externo
la conversión interior y el deseo de recibir la
absolución el "yo confieso", un canto, el
Padre Nuestro, algún signo corporal como
el inclinar la cabeza o arrodillarse.
CONFESIONARIO: "Confesonario" o
"confesionario" es el lugar donde se celebra
la parte individual del sacramento de la
Reconciliación. Toma el nombre del
aspecto más característico del mismo, la
confesión de los pecados por parte del
penitente al ministro de la Iglesia.Durante
siglos esta sede penitencial era
sencillamente un asiento abierto, a veces
situado en la sacristía o en una capilla
discreta de la iglesia. Fue a partir de
Trento, parece ser que por primera vez con
san Carlos Borromeo, a fines del siglo XVI,
cuando, para dar más solemnidad al
sacramento, se empezaron a idear los
confesonarios tal como nosotros los hemos
conocido, a modo de habitáculo o garita
con abertura delante y con rejas a los
lados.Ahora se les llama "sedes
penitenciales", o sea, una sede presidencial
y a la vez penitencial, para que pueda tener
lugar con tono celebrativo el encuentro
eclesial de este sacramento. También se
estudia la renovación y adaptación de sus
formas como mueble. El episcopado
español, en su instrucción "Dejaos
reconciliar con Dios" de 1989, indicaba que
"ha de evitarse que las sedes para el
sacramento de la penitencia o
confesionarios estén ubicados en los
lugares más oscuros y tenebrosos de las
iglesias como en ocasiones sucede. La
misma estructura del mueble confesionario,
tal y como es en la mayoría de los casos,
presta un mal servicio a la penitencia, que
es lugar de encuentro con Dios, tribunal de
misericordia y fiesta de reconciliación" (n.
79). Y en otro documento anterior de 1978,
en donde el mismo episcopado daba
orientaciones sobre este sacramento,
pensando seguramente en el nuevo gesto
sacramental de la imposición de manos,
pedía que las sedes de los ministros tengan
una forma que sea apta para el desarrollo
del rito íntegro (n. 71).ESPÍRITU
SANTO: Es la persona divina que Dios nos
da para que vivamos como Jesús.
EVANGELIO: Esta palabra de origen
griego significa: "buena noticia". La Buena
Noticia es el mismo Jesús, que vive con
nosotros. Se llaman "Evangelios" los cuatro
primeros libros del Nuevo Testamento, que
nos transmiten la Buena Noticia.
EUCARISTÍA: Es una palabra que viene
del griego y significa "agradecimiento,
acción de gracias". Con este nombre se
conoce también a la misa.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN
MÍA: Significa que los discípulos deben
repetir en memoria de Jesús lo que Él hizo
y dijo en la Última Cena.
HOSTIA: La palabra hostia significa
"víctima ofrecida". La hostia consagrada es
Jesucristo que se ofreció para dar la vida a
todas las personas
.IGLESIA: En griego, esta palabra significa
"asamblea". "Iglesia" escrita con "I"
mayúscula, significa la comunidad total de
los cristianos en todo el mundo.
MISA: A la reunión
eucarística: actualmente se le conoce con
el nombre de Misa, porque en latín, la frase
con que se anunciaba que la celebración ya
había terminado era: Ite, missa
est.MISERICORDIA: Viene de dos palabras
latinas que significan "miseria" y "corazón".
Dios tiene misericordia por nosotros porque
abre su corazón a todas nuestras miserias.
También significa "Amor más allá de lo
justo".
OMISIÓN: Dejar de haber hecho algo
bueno que yo hubiese podido haber hecho
.PASIÓN: Los sufrimientos que padeció
Jesús antes de morir en la Cruz.
PONCIO PILATO: Es el nombre del
gobernador romano que mandó crucificar a
Jesús.
RECONOCERSE
PECADORES: Reconocer que nos hemos
alejado de Dios, que es amor.
SACRAMENTO DE NUESTRA FE: Es el
signo sagrado de nuestra fe.
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