SOBRE LA PULSIÓN Montilla, J. Instituto de la Nueva Escuela Lacaniana de Caracas Centro de Investigación y Docencia Enero, 2021 Presento este texto con la intención de aproximarme a la comprensión de cómo el psicoanálisis entiende la vida anímica de las personas. En virtud de ello, he decidido basar mi trabajo en uno de sus conceptos fundamentales: la pulsión. Antes de conocer este constructo a profundidad solía confundirlo con el término de instinto y asociarlo con el de motivación, creyendo que simplemente se trataba de aquello que empujaba al sujeto a ejecutar una u otra acción. No obstante, a través de la revisión de “Más allá del principio del placer” y otros textos como “Pulsión y destino de pulsión” o “Pulsión y sus vicisitudes”, todas obras de Freud, conocí que la propuesta original de este fenómeno se distanciaba bastante de aquellas ideas arcaicas, además, me ilustraron que para su asimilación era necesario remitir a otros constructos del psicoanálisis como el de inconsciente, repetición, libido, deseo, goce, entre otros. La pulsión, en mi opinión es de suma importancia para el entendimiento y práctica del psicoanálisis, de hecho, Freud(1) deja entrever que ella es la rectora fundamental del funcionamiento mental, el cual es administrado en parte por una dinámica económica, la cual se estructura por diferentes principios (placer, displacer, realidad y continuidad), que dan sentido a los procesos anímicos encargados de regular las sensaciones y los pensamientos. Así mismo, el autor señala las sinergias existentes entre las sensaciones de placer y displacer que explican el intercambio de las energías psíquicas que intervienen en distintas formaciones del inconsciente (lapsus, síntomas, sueños) (2). Hasta acá se ha tratado de exponer la pulsión como una energía psíquica que se moviliza y rige por diferentes principios dentro de una dinámica cuya finalidad es la de mantener el equilibrio entre las distintas sensaciones que el sujeto experimenta de inconscientemente. Continuando con “Más Allá del Principio del Placer”, se puede examinar lo que Freud planteaba como el principio regente de la dinámica económica, es decir, el principio del placer; su finalidad es la reducción de la cantidad de excitación en la vida anímica, deriva del principio de constancia y del proceso primario, en el cual, el displacer producido por el principio de realidad no limita su control pues solo representa un rodeo para satisfacer parte de la pulsión. No obstante –quizás de manera un poco disonante, Freud ajusta el dominio del principio del placer en diversas circunstancias clínicas, sugiriendo que la naturaleza más íntima de las pulsiones son lo suficientemente poderosas como para hacer caso omiso del principio regente. Estas observaciones le permitieron a Freud identificar la represión como un factor primordial en la compulsión a la repetición que a su vez se vincula con la pulsión de muerte o thanatos. En el texto mencionado recientemente, Freud pretende dar razón del vínculo entre la pulsión de muerte y la repetición de los momentos traumáticos, asomando dos puntos: 1. Se repite el trauma para intentar elaborarlo; 2. La pulsión se guía por una fuerza interna autoagresiva dentro del Yo que lo lleva a repetir el trauma. De ellos se extrae que la repetición permite descargar parte de la energía psíquica que ha sido reprimida anteriormente, dicho de otra manera, la repetición facilita la posibilidad de satisfacer una parte de la pulsión de muerte, y esta a su vez, por su carácter de conservación, que además proviene de la animación de la materia inanimada, quiere restablecer su condición original, en otras palabras, busca terminar lo iniciado. Freud, emplea un argot apegado al correlato biológico para matizar la pulsión, sin embargo, gracias a Portillo(3), quien además de recapitular que para Lacan “el inconsciente está estructurado como lenguaje” y configurado por tres registros (imaginario, simbólico y real), señala que la pulsión freudiana está “sumergida en un baño de lenguaje”, se corresponde al orden de lo simbólico, ya que en parte se debe a los procesos de represión, e indica que la pulsión puede ser leída por medio de las formaciones del inconsciente. Favoreciendo una mejor aproximación a este fenómeno. Para mejorar el entendimiento del punto anterior, y aproximarnos un poco mejor a como Lacan(4),(5) da sentido a la pulsión, es pertinente la aclaratoria respecto a la episteme fisiológica asociada al concepto sexualidad que empleaba Freud. Este último, para Lacan, no hacía referencia a la sexualidad convencional, sino a su carácter simbólico, pues las pulsiones difieren de las necesidades biológicas en cuanto a que no pueden ser satisfechas y no apuntan a un objeto, sino que más bien giran en torno a él. Esto quiere decir, que no es una necesidad fisiológica, un instinto, en su lugar, es un concepto que involucra la resonancia del cuerpo ante la cultura y lo simbólico. Sostiene, además, que la meta de la pulsión, no es la meta en sí misma, sino el camino que recorre en el rodeo al objeto de deseo, con la finalidad de intentar mantener el equilibrio, rememorando el principio del placer planteado por Freud. A su vez, matiza que su satisfacción es paradójica en cuanto a que es imposible; va más allá de lo simbólico y lo imaginario, por ende, lo real aparece como el obstáculo del principio de placer, como el deseo del sujeto inconsciente que intenta irrumpir hacia la cosa y hacia un exceso de goce, evocando, la pulsión de muerte planteada por Freud. Retomando brevemente la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte, se puede aprovechar el señalamiento de Lacan(6), en el que plantea que las pulsiones operan en tanto a la dialéctica del sujeto como sujeto del inconsciente, construido, en parte, por medio de la alineación del universo significante y por la separación de un objeto a (el pecho, las heces, la mirada o la voz). Tomaré, del propio Lacan el amor como ejemplo, en él se puede apreciar que su naturaleza conduce al hecho de que jamás va a encontrar un objeto de satisfacción adecuado que se ajuste en su totalidad al objeto de deseo. Por otro lado, Portillo (3) ilustra que “el primer encuentro de un sujeto con el goce libidinal va a tener consecuencias traumáticas” porque desde los primeros encuentros con lo sexual se hace imposición de restricciones que conllevan a la no significación de la experiencia satisfactoria, por lo que el propio autor indica más adelante que “el trauma es indisociable del registro de lo real en tanto no es susceptible de pasar por el registro simbólico del significante”, en otras palabras, pasa a ser una falta porque no puede ser articulada en palabras a pesar de repetirse. Para Lacan(7), el trauma va a marcar un punto de partida aparentemente inesperado y diría que “el sistema de realidad por más que se desarrolle, deja presa en las redes del principio del placer una parte esencial de lo que, a pesar de todo, es sin ambages lo real”. En ese orden de ideas, lo que se repite no es el acto en sí mismo, lo que se repite es el corte del encuentro fallido con lo real, la Tyche. Así mismo, lo real está, tanto más allá del principio de placer freudiano como de la cadena de significantes o del automatom lacaniano. Finalmente, la satisfacción de la pulsión de muerte se da por la insistencia del sujeto en articular aquello desconocido, el deseo inconsciente, por lo que se aprecia la pulsión como resistente a la palabra(8). Hasta acá se ha repasado parte de la perspectiva de Freud y Lacan en su entender de la pulsión. He de sumar a este repaso, parte de la extracción que hago de la pulsión, entendido que la lectura de ésta se hace en parte por medio de la repetición y de las formaciones del inconsciente. Teniendo presente que todo síntoma implica un retorno de lo reprimido y una satisfacción paradójica del sujeto, en tanto sujeto del inconsciente. Encontramos en la propia obra de Freud, con el sueño de la neurosis de terror expuesta en “Más allá del Principio del Placer” o el caso de Juanito (9), ejemplos que permiten hacer el ejercicio clínico pertinente para matizar la influencia de la pulsión en la vida anímica de las personas. Respecto al primero, invito al lector a recordar un apartado de “Más allá del Principio del Placer”, donde se nos relata brevemente una neurosis de guerra, en relación a un exsoldado que repetía en sueños la vivencia de perder una extremidad, llevándolo al despertar aterrorizado, más sin embargo, en estado de vigilia no se repetía tales sensaciones. Según Freud, estos eventos experimentados en la guerra fundamentan la neurosis traumática. Pero a modo de ejercicio, me cuestiono ¿Qué pudo haber estado simbolizando esta persona tras la pérdida del miembro corporal? ¿Podría ser una manifestación de la pulsión parcial que atraviesa el principio del placer? Se puede decir que hay una manifestación pulsional que se hace presente repetidas veces, solo a través de una formación del inconsciente: el sueño. En consecuencia, la vida onírica de ese exsoldado se caracterizó por la pesadilla de revivir una y otra vez la situación de su accidente. Freud, señala dos constelaciones que fomentan dicha neurosis: 1. La conmoción mecánica debe admitirse como una de las fuentes de excitación sexual; 2. Mientras dura el estado patológico se ejerce un poderoso influjo sobre la distribución de la libido. A partir de ello, la posibilidad de perder efectivamente su vida, estimuló el miedo a la desaparición del campo del Otro, y así por su anterior experiencia traumática, cercana a la muerte, que conlleva una pérdida miembro anatómico, se reproduce análogamente como una perdida y muerte simbólica, que conduce al sujeto a una situación de goce que va más allá del principio regente. En cuanto al segundo, dado que Freud lo expuso de forma minuciosa, siendo uno de sus casos clínicos de mayor riqueza, seré un poco más cauto y puntual al exponer el asunto de interés. Primeramente, hemos de recordar que el pequeño Hans, de apenas cinco años de edad, presentaba conflictos de orden edípico; un agudo apego por su madre y cierto distanciamiento con el padre. Freud describe que el niño tuvo un terrible sueño angustioso por la posibilidad de perder el 'mimo' de su madre, continuamente se nos narra que en un paseo con su niñera comienza a llorar y dice querer regresar porque quiere hacer 'cumplidos' a su madre, tal situación se repite al salir con su progenitora pero esta vez evocando miedo a ser mordido por un caballo. El propio Freud indica en su escrito que la angustia era la transformación de la excitación sexual producto de la relación que el pequeño sostenía con su madre. Por su parte, los caballos representaban al padre como un elemento de castración. A su vez, Lacan(10), sostiene que el caballo, como agente de fobia, no tiene un significante único, en su lugar, este se va desplazando sobre distintos significados, distintos miedos. Así mismo, asoma que esta fobia se debe a la lejanía del rol castrante, del proceso edípico, que debía ejercer el padre, por lo tanto, el objeto fóbico se convierte en un agente imaginario cuya finalidad es dar paso al trauma del orden imaginario, al orden simbólico. En consecuencia, el síntoma (la fobia), constituido por la falta del padre como agente de castración, es el elemento que permite dar lectura al posible recorrido de la pulsión. En este caso, la guía de la pulsión no es la pérdida experimentada en un evento traumático, sino la falta de un objeto de privación lo que enmarca el desencuentro con lo real, promoviendo finalmente una estructura que se repite como medio de satisfacción paradójica. En virtud del recorrido realizado, se puede apreciar la relevancia de las formaciones del inconsciente como indicadores de la pulsión; el entrecruzamiento de lo simbólico y lo real, del significante y el cuerpo; como la perdida, la falta y la castración, en correlato a lo reprimido, fomentan la repetición (en un orden simbólico y no de un momento especifico), como medio parcial de satisfacción pulsional. También resulta interesante, la manera en que confluye el entendimiento de la pulsión de muerte desde Freud hasta Lacan(5), quien concluye afirmando que no es relevante categorizar la pulsión ya que toda pulsión es de muerte y en definitiva, toda pulsión: es parcial en cuanto a su conexión con el cuerpo, persigue su propia extinción, vehicula la repetición y es un intento de ir más allá del principio del placer hacia el goce excesivo. Sé que la profundidad en el tema aun no es alcanzada en su totalidad, pero reconozco que el estudio realizado sobre la pulsión me ha permitido aproximarme más a su comprensión y a la vez, sumar elementos para avanzar en la visión de los conceptos fundamentales sobre los cuales trabaja el psicoanálisis. Esto, además de la generación de preguntas sobre mis propios procesos en tanto analizante a partir del trabajo, creo que vigoriza la curiosidad que me caracteriza, invitándome a continuar el transitar hacia el aprendizaje y sabiduría. “El deseo es deseo de deseo, deseo del Otro… o sea sometido a la Ley” Lacan(11). Bibliografía 1. Freud, S. Más allá del principio de placer. Obras Completas. Tomo XVIII. Buenos Aires, Argentina : Amorrortu, 1920, págs. 1-62. 2. Leer un síntoma. Miller, J. Buenos Aires, Argentina : Grama, 2012, Revista Lacaniana, Vol. 12. 3. Portillo, R. Clase inaugural del CID Caracas. Caracas, Venezuela : Manuscrito no publicado, 2018. 4. Lacan, J. Desmontaje de la pulsión. Seminario 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 1964, págs. 168-181. 5. —. La pulsión parcial y su circuito. Seminario 11: Los Cuatro Conceptos del Psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 1964, págs. 181-193. 6. —. Del sujeto supuesto saber, de la primera diada y del bien. Seminario 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 1964, págs. 238-251. 7. —. Tyche y Automaton. Seminario 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 1964, págs. 61-74. 8. —. El deseo, la vida y la muerte. Seminario 2: El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanálitica. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 1954-1955, págs. 331-352. 9. Freud, S. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras Completas. Buenos Aires, Argentina : Amorrortu, 1909, Vol. X, págs. 1-118. 10. Lacan, J. Del complejo de castración. Seminario 4: La Relación de Objeto. Buenos Aires, Argentina : Paidós, 2008, págs. 217-232. 11. —. Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalísta. Escritos 2. Madrid, España : Siglo Veintiuno Editores, 1975, págs. 387-392.