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Modelos topoiconograficos en la arquite

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¿MODELOS TOPOICONOGRÁFICOS EN LA ARQUITECTURA
RELIGIOSA ALTOMEDIEVAL EUROPEA (SIGLOS VIII Y IX)?
César García de Castro Valdez*
Recibido: 15 jun 2016 | Aceptado: 21 jun 2016 | Publicado: 21 otu 2016.
Resumen: Durante los dos siglos centrales de la Alta Edad Media,
presididos por la formación, apogeo y disgregación del Imperio carolingio,
la actividad arquitectónica experimentó un impulso extraordinario, cuyo
alcance solamente puede ser evaluado a partir de los testimonios
documentales, pues en su inmensa mayoría las fábricas fueron sustituidas
por otras a partir del siglo XI. No obstante, los escasos y dispersos restos
conservados, la información procedente de las intervenciones arqueológicas
y las noticias documentales permiten al menos plantear la pregunta:
¿existieron modelos topoiconográficos en los templos europeos de este
período? La respuesta vendrá dada a partir del examen de las fuentes
disponibles, atendiendo a los marcos geográficos en los que se generaron.
Distinguimos así el núcleo territorial del Imperio, entre los Pirineos, los
Alpes y el Elba, la parte no sometida al islam de la Península Ibérica y la
Península Itálica. La imagen que se obtenga será forzosamente
fragmentaria y muy incompleta, lo que ya permite vislumbrar unas
conclusiones de alcance limitado, que, en todo caso, deberán someterse a
futuros contrastes con el registro iconográfico procedente de la miniatura o
la orfebrería coetáneas. En todo caso, y en una primera aproximación,
podemos concluir que al menos en torno al arco alpino y en el Reino de
Asturias sí hubo programas topoiconográficos, que los ciclos narrativos
basados en el Octateuco y los episodios evangélicos de la Vita Christi
gozaron de general difusión en el continente, que las teofanías se asocian a
los santuarios orientales, y que se aprecia sobre todo en Italia una notable
continuidad con los modelos pictóricos establecidos en el siglo V en las
grandes basílicas romanas.
Palabras clave: Alta Edad Média; programas pictóricos; topografía
litúrgica; Reino de Asturias; Imperio carolingio
*Museo Arqueológico de Asturias
111
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Were there topo-iconographical patterns in the european
religious architecture of the Early Middle ages (8 th-9th
centuries)?
Abstract: During the two central centuries of the Early Middle Ages,
dominated by the formation, culmination and disaggregation of the
Carolingian Empire, the building activity underwent an extraordinary
boost, whose importance can only be evaluated from the documentary
evidence, because of the generalizated renovation of the buildings
themselves since the 11th century. Notwithstanding, the scarce and spread
architectural remains, the information drawn on archaeological excavations
and the written sources allow at least to set the question: did topoiconographical patterns exist in the european churches of this period? That
could only be answered after having studied the sources at disposal,
looking at the geographical frameworks into which they were generated.
So we shall distinguish among the territorial core of the Empire, from the
Pyrinees, to the Alps and the Elbe, the Iberian Peninsula insofar not
submitted to Islamic control, and the Italian Peninsula. The image so got
would result forcedly fragmented and very uncomplete, what already
throws short-reach conclusions, which, in any case, should be object of
contrast against the iconographical repertoire of the contemporary
jewellery and book illumination. Anyway, the first approach it is allowed to
conclude that, at least around the Alps and in the Asturian Kingdom, there
were indeed topoiconographical patterns, that the narrative cycles based on
the Octateuch and the Gospel events of the Vita Christi enjoyed a
widespread diffusion on the continent, that Teophanies are associated to
eastern chancels, and that, specially in the italian Peninsula, a essential
continuity with the pictorial patterns stablished in 5 th. Century in the great
roman basilicas is perceived.
Key words: Early Middle Ages; pictorial programmes; liturgical
topography; Asturian Kingdom; Carolingian Empire
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
Durante los dos siglos centrales de la Alta Edad Media,
presididos por la formación, apogeo y disgregación del Imperio
carolingio, la actividad arquitectónica experimentó un impulso fuera
de lo común - "extraordinaire effort architectural", en palabras de Carol
Heitz (Heitz, 1987: 137), recogiendo la estadística elaborada por
Albrecht Mann en 1965 (Mann, 1965: 320-322) -, cuyo alcance
solamente puede ser evaluado a partir de los testimonios
documentales, pues en su inmensa mayoría las fábricas fueron
sustituidas por otras a partir del siglo XI. No obstante, los escasos y
dispersos restos conservados, la información procedente de las
intervenciones arqueológicas y las noticias documentales permiten al
menos plantear la pregunta: ¿existieron modelos topoiconográficos,
es decir, patrones normativos - empíricamente inducidos a partir del
registro conservado - en la organización y distribución de la
iconografía pintada en el interior de los templos europeos de este
período? La respuesta vendrá dada a partir del examen de las fuentes
disponibles, atendiendo a los marcos geográficos en los que se
generaron. Distinguimos así el núcleo territorial del Imperio, entre
los Pirineos, los Alpes y el Elba, la parte no sometida al islam de la
Península Ibérica, y la Península Itálica. La imagen que se obtenga
será forzosamente fragmentaria y muy incompleta, lo que ya permite
vislumbrar unas conclusiones de alcance limitado, que, en todo caso,
deberán someterse a futuros contrastes con el registro iconográfico
procedente de la miniatura o la orfebrería coetáneas.
La Península Ibérica
Con la excepción de Santa María de Melque, en el solar ibérico
no se ha identificado hasta la fecha un edificio destinado al culto
cristiano que pueda ser atribuido al siglo VIII. En todo caso y
dejando a un lado la controversia sobre la fecha, - las muestras
radiocarbónicas muestran una horquilla entre 680 y 770
(Caballero y Fernández, 1999) -, la única decoración conservada
consiste en molduras de estuco aplicadas a los intradoses y roscas
de los arcos torales del crucero, con temas de roleos vegetales
(Caballero y Latorre, 1980: 719-726). La escasa superficie
conservada no autoriza a extraer mayores conclusiones sobre el
hipotético programa decorativo-iconográfico a cuyo servicio
estuvieran concebidos. En el otro templo mozárabe conservado en
alzado, Santa Lucía del Trampal, inequívocamente fechado en el
IX (Caballero y Sáez, 1999: 325), no se ha conservado repertorio
pictórico. No me ocuparé de aquellos otros edificios que considero
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CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
fechados en el siglo X, como Santa María de Quintanilla de las
Viñas, o de otros para los que apoyo la datación en el VII, como
San Juan Bautista de Baños, que, por otro lado, carece de
iconografía figurativa. En cuanto a San Pedro de la Nave, remito a
mi posición ya expresada, en el mismo lugar donde argumento las
anteriores posturas (García de Castro Valdés, 2012: 246-248),
según la cual se advierte una por el momento insalvable
contradicción entre las fechas radiocarbónicas obtenidas de la
madera inserta en la construcción, uniforme y coherentemente
visigodas, el proyecto espacial, con una cabecera de santuario
único y gran y anómala complejidad en el espacio ante el
santuario, y la decoración muraria exterior, que la emparenta con
obras del siglo IX avanzado o posterior en el ámbito bizantino,
griego o caucásico. En consecuencia, en la Península Ibérica hay
que limitarse a los monumentos conservados en el sector central
del Reino de Asturias, que han conservado en algunos ejemplos
muy considerables superficies interiores pintadas.
El caso más sobresaliente corresponde al templo dedicado a los
mártires Julián y Basilisa, sito en el extrarradio ovetense, conocido
como Santullano, unánimemente atribuido por las crónicas
asturianas a la iniciativa de Alfonso II (791-842) (Schlunk y
Berenguer, 1957; Arias Páramo, 1999; García de Castro Valdés,
2015). El repertorio de motivos, aunque con lagunas importantes,
puede ser reconstruido con absoluta fidelidad debido a la simetría
rigurosa que ha presidido su diseño. Síntéticamente, la descripción
es la siguiente. Sobre un zócalo de imitación de losas pétreas, muy
perdido, se dispone propiamente el contenido iconográfico. En los
paramentos de la nave central y del transepto la superficie se
divide en dos niveles. El inferior está ocupado por grandes
representaciones de fachadas adinteladas sobre columnas y
pilastras, en cuyo interior se emplazan seis pequeños edificios. El
superior se articula en campos de cortinas desplegadas, y de
grandes fachadas arquitectónicas sin pequeños edificios. Al Oeste
de la nave central un gran
campo
de
círculos
entrelazados ocupa el
sector central del nivel
inferior. En los cuatro
Arquitectura fingida, hastial
occidental de la nave central,
Santullano, Oviedo. Foto César
García de Castro Valdés
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
Cruz gemada, hastial oriental del transepto,
Santullano, Oviedo.
Foto Lorenzo Arias Páramo
Retícula de óvalos, tímpano del hastial
oriental de las capillas de la cabeceras,
Santullano, Oviedo. Según Magín Berenguer
hastiales del eje Oeste-Este, el nivel superior consta de dos
grandes fachadas arquitectónicas que enmarcan cortinas
desplegadas y flanqueadas por jarrones, y un campo central,
ocupado por una cruz gemada bajo arco, cuatro en total.
En las tres capillas del santuario el intradós de las bóvedas
está cubierto por una red de motivos de repetición infinita. En la
central, se compone de círculos tangentes, colocados en aspa; en
las dos laterales, de octógonos intersecantes. Por su parte, los
paramentos laterales cuentan con arquerías ciegas, real en la
capilla central y ficticias en las laterales. Los tímpanos orientales
ofrecen también otra red de repetición infinita, compuesta por
óvalos y círculos dispuestos en aspa, disponiéndose cruces en las
intersecciones. Bajo las roscas de los arcos sobre las ventanas se
sitúan cruces rojas, tres en
la capilla central, y una en
cada una de las laterales, en
el tímpano central.
Retícula de octógonos, bóveda
de la capilla meridional,
Santullano, Oviedo.
Foto Sergio Ríos González
115
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Todas las roscas de los
arcos del templo están
decoradas con frisos de
círculos concéntricos. En
los intradoses figuran
cráteras en cada extremo de
las que surgen guirnaldas.
Este
revestimiento,
que se puede fechar a
partir del 820-825, carece
Guirnalda, intradós de los arcos, Santullano,
hasta la fecha de paralelo
Oviedo. Foto Sergio Ríos González
conocido. Se ha escrito
abundantemente sobre el sentido del aniconismo - la total
ausencia de motivos figurativos, humanos o animales - y su
relación con diversos contextos culturales más o menos
coetáneos. Una reciente revisión del problema ha replanteado las
cuestiones y abierto las vías de respuesta.
Lejos de constituir una afirmación antiadopcionista, un reflejo
del aniconismo manifestado en el concilio de Frankfurt (794) o una
recreación de la Jerusalén celeste, los motivos de Santullano y sus
copias posteriores, como las de San Salvador de Priesca
(consagrada en 921) suponen un esfuerzo por aludir a la
trascendencia abierta y accesible tras la obra redentora de Cristo.
Así, los frisos con cortinajes presididos por la Cruz parusíaca se
insertan en la tradición iconográfica que intenta representar el
desvelamiento de las realidades metafísicas a partir del definitivo y
sumo sacerdocio de Cristo, anunciado por su signo escatológico,
según una extendida exégesis de la Carta a los Hebreos. Por su
parte, los campos de círculos entrelazados o de retículas
trimembres existentes en los tímpanos orientales de los santuarios
pretenden representar la realidad interna de la Trinidad, conforme
a los marcos conceptuales disponibles en la cultura visual del clero
asturiano del siglo IX. Por último, los campos infinitos de
octógonos y hexágonos de las bóvedas de los tres santuarios están
en función de la creación de un ámbito transformado por la luz
sobrenatural, a modo de anticipación de la edificación escatológica
cristalina descrita en el capítulo 22 del Apocalipsis. En el caso de
los templos posteriores totalmente abovedados de San Miguel de
Lliño (Oviedo, 844-850) y San Salvador de Valdediós (Villaviciosa,
893) estos motivos se extienden por todas las bóvedas, lo que
viene a reforzar la interpretación propuesta. En este sentido, la
pintura de las bóvedas asturianas del IX constituye la mejor
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
ilustración plástica de la visión de las realidades celestes que un
ignoto monje Bonellus confesó a Valerio del Bierzo, fallecido hacia
695 (Díaz y Díaz, ed. 2006: 32):
"quodam vero die in extasi raptus ab angelo perductus
sum in amenissimum iocunditatis locum, ibique introduxit
me in cellulam, ex auro purissimo lapidibusque
premicantibus pretiosis atque diversis coruscantibus
gemmis et margaritis constructam; miro modo et ipsa
species et in lateribus eius hic indeque in voluminibus
zetule extructe atque camere, cunctaque prerutilo auri
fulgore ac vario colore falera ornamentorum ex
pretiossisimis premicantibus lapidibus ac margaritis iubar
inmensi luminis radiabat" (Díaz y Díaz, 2006: 210-212).
Al margen de este repertorio decorativo anicónico, común a
los templos asturianos del IX, tanto en San Miguel de Lliño
(Monte Naranco, Oviedo) como en San Salvador de Valdediós
(Villaviciosa) se incorporan temas figurativos.
En el edificio del monte Naranco, que ha conservado
solamente el tercio occidental del volumen originario, se aprecian
restos de pintura mural pertenecientes al proyecto primitivo en las
bóvedas de la nave central y laterales, y en las paredes Este, Norte
y Sur de la nave meridional. En la pared oriental se mantiene una
figura de músico con instrumento de cuerda. En la meridional, una
figura entronizada que sostiene en su regazo a un niño. En la
pared septentrional de este tramo de la nave meridional, enfrente
por tanto del personaje entronizado y a su misma altura, se
distinguen las siluetas de otras tres figuras en pie1.
Figura de músico,
paramento oriental
Figura entronizada,
paramento meridional
Figura en pie, paramento
septentrional
Nave Sur, Lliño, Oviedo. Fotos César García de Castro Valdés
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CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Hasta la fecha, la existencia de una figura sentada en este
paramento había sido dada a conocer por Arias Páramo (1999:
124), sin avanzar en su posible interpretación. Con todas las
reservas y a título exclusivamente conjetural, podría concebirse
una representación de la Epifanía o Adoración de los Magos
distribuida en los tres paramentos internos de este tramo
occidental de la nave Sur. Arbeiter y Noack-Haley ya sugirieron,
rechazándola, la posibilidad de que la figura entronizada pudiera
identificarse con la Virgen con el Niño, argumentando que, para
ello, sería preciso que la hipotética Virgen contara con el habitual
velo largo con el que se la representa en la miniatura hispánica
del X (Arbeiter y Noack-Haley, 1999: 173). No es argumento que
se pueda rechazar sin más, pero conviene apuntar que las
peculiaridades iconográficas que presenta la escultura de Lliño
respecto al registro de imágenes de la siguiente centuria
autorizan a suponer la existencia de modelos ajenos a éste en la
cultura visual asturiana del IX.
Dado que el templo primitivo dispuso de al menos otros tres
tramos paralelos al conservado, se puede imaginar que pudo
haberse desarrollado un programa iconográfico de temática
neotestamentaria, albergando una escena cada uno de los
compartimentos abovedados en los que se articulaba la nave. Ha
dado mucho que hablar la temática profana - la copia de un
díptico consular del VI, con temática circense - en las jambas
monolíticas del pórtico occidental. Habida cuenta de que se
trataba de un espacio ajeno al ámbito litúrgico - la puerta
originaria se situaba en el límite oriental del mismo - no parece
razonable vincularlo con él.
Por su parte, San Salvador de Valdediós aplica el mismo
repertorio a los santuarios, con temas de repetición infinita en las
bóvedas, y triples cruces y retículas trimembres en los hastiales
orientales. Los muros laterales conservan roscas pintadas con
círculos y flechas sobre los pares de credencias abiertas en ambos
paramentos. En el tramo exhumado de la bóveda de la nave
central, correspondiente al sector oriental de la misma, figuran
también motivos geométricos de repetición infinita, delimitados
por arcos fajones ficticios con el intradós cubierto con cráteras y
guirnaldas. Por último, en la tribuna occidental, el hastial del
Oeste acoge nuevamente las tres cruces trinitarias, mientras que
el cubículo de entrada se adorna con motivos de roleos y tallos
vegetales. Se ha preservado la parte inferior de una figura
humana en la pared oriental de la tribuna. Dado su falta de
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
contexto y su estado
fragmentario nada se puede
proponer sobre su sentido.
El coetáneo templo de
Santo Adriano de Tuñón
(consagrado en 891) conserva
parte del repertorio pintado
del santuario central. Al Este
figuran las representaciones
del Sol y la Luna sobre el vano
Tres cruces, hastial oriental de la capilla central,
central, en tanto que en los
Valdediós,Villaviciosa. Foto César García de Castro Valdés
paramentos
laterales
se
conserva sendas cruces. Esta
disposición permite suponer
una articulación trinitaria del
complejo, con una cruz entre
el Sol y la Luna y otras dos en
los dos paramentos laterales.
Por su parte, San Salvador de
Priesca mantiene en precario
estado, tras el incendio
padecido en 1936, parte de su
Retícula de círculos, nave central, sector oriental,
ornato pictórico. En el
Valdediós, Villaviciosa. Foto César García de Castro Valdés
claristorio de la nave central
se adivinan reproducciones
populares de las arquitecturas
pintadas
en
Santullano,
mientras que en los tímpanos
orientales de los santuarios
aparecen cruces. Las bóvedas
de los santuarios mantienen
los motivos geométricos de
repetición infinita, y en los
paramentos laterales figuran
arquerías ciegas, escultórica
Cruz, paramento Sur de la capilla central, Tuñón,
en
el santuario central y
Santo Adriano. Foto César García de Castro Valdés
pintadas en los laterales.
La coherencia y la continuidad a lo largo de un siglo de este
patrón topográfico de los motivos ornamentales permite
responder afirmativamente a la cuestión del título de este trabajo
en el ámbito del Reino de Asturias. El modelo de Santullano fue
mantenido en Valdediós y Priesca y parcialmente en Lliño. En
119
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
este último edificio se puede
presumir un programa
figurativo verosímilmente
neotestamentario en la nave
meridional, al que quizás pudo
corresponder otra selección
veterotestamentaria en la
septentrional, si no es que ésta
fue ocupada por más escenas de
la serie cristológica. En
Arquitectura fingida, Priesca, Villaviciosa.
cualquier caso, y como en
Foto César García de Castro Valdés
tantos otros aspectos, San
Miguel de Lliño se revela como
una excepción inclasificable
dentro de la arquitectura
altomedieval asturiana.
Los condados pirenaicos
orientales presentan un
problema cronológico respecto
al más importante conjunto
pictórico conservado, el del
ábside del edificio funerario del
Retícula de octógonos, bóveda de la
complejo episcopal de la
capilla meridional, Priesca, Villaviciosa.
antigua Egara, hoy Terrassa
Foto César García de Castro Valdés
(Barcelona), cuya advocación
actual es la de San Miguel. Desde su primera publicación, ya
centenaria, la opinión científica ha ido alternando en su ubicación
cronológica entre la tardoantigüedad, el siglo IX y el XII. La
excavación completa del conjunto episcopal ha zanjado la
cuestión, al datar el revestimiento murario con las pinturas en la
fase inicial del complejo, a inicios del siglo VI (García i Llinares,
Moro García y Tuset, 2009: 143-145). La prueba es
estrictamente estratigráfica: no hay más que una capa de
preparación de la pared y el pavimento original de opus signinum
del edificio sella las huellas de las salpicaduras de los pinceles,
identificadas sobre el suelo de obra y cubiertas por la colocación
del pavimento definitivo, lógicamente instalado una vez
rematada la decoración (ibidem, 144, fig. 311). El razonamiento
es irrefutable, y con ello el conjunto de Terrassa sale del objeto
del presente trabajo. No obstante, el más reciente estudio
(Mancho, 2012: 404-419) ha retomado la fecha carolingia,
asignando la decoración parietal al siglo IX, sin tener en cuenta y
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
refutar en su caso, los argumentos arqueológicos, publicados en
2009, lo que invalida su conclusión.
El Imperio carolingio
Como ya anunciamos, pese a la enorme actividad constructiva
desplegada en el territorio del imperio en los siglos VIII y IX, es
muy poco lo que de ello ha llegado a nosotros (Preißler, 2003: 68
-73). De aquí que en toda reconstrucción sea imprescindible,
desde hace más de un siglo, el recurso a los testimonios literarios
y documentales, en especial los tituli picti, reunidos cómodamente
en una publicación por Schlosser en 1892. Un siglo después,
Arnulf ha actualizado en una investigación imprescindible (1997)
tanto el valor heurístico de estos documentos como la
metodología necesaria para su utilización. En primer lugar, es
necesario tener en cuenta la tradición literaria de los tituli, los
topoi, y los recursos de escuela, así como las condiciones y
alteraciones de la transmisión textual de los tituli antes de
ponderar su valor como fuente histórica directa para la
identificación y reconstrucción de programas iconográficos
(Arnulf, 1997: 17-19). A continuación y como siempre en la
investigación histórica que se enfrenta a registros heurísticos
limitados y deficitarios, es necesario evaluar el alcance del
argumento ex silentio: la ausencia de algún elemento iconográfico
en el titulus no puede exhibirse como prueba de su falta en la
imagen a la que el titulus sirve de explicación o complemento
(Arnulf, 1997: 54-55). Igualmente, y a contrario, es preciso tener
en cuenta la técnica literaria, que permite al poeta incluir en su
descripción o narración elementos de los que no es seguro
postular su reproducción o reflejo iconográfico: en modo alguno
un titulus puede ser considerado guía unívoca y mimética de la
imagen a la que sirve de complemento (Arnulf, 1997: 72; 149, n.
645; 231). En algunos casos, como en el amplio corpus debido a
Ekkehard IV de Sankt Gallen, el poeta compuso 867 hexámetros
a modo de fondo literario del que extraer los programas
pictóricos de la catedral de Maguncia a inicios del XI
(consagración en 1036, tituli preparados ya ante 1031), sin que de
ninguna manera haya que pensar en su realización al completo
(Arnulf, 1997: 201-202, 228), ni siquiera en el caso de algunos
temas concretos y definitivos, como el Juicio Final, para el que la
configuración en doble ábside del templo no previó el espacio
necesario, como en su momento advirtió Brenk (1969: 107).
121
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Asumidos estos presupuestos previos, la información que
puede recabarse de las colecciones epigramáticas de los siglos
VIII y IX es muy considerable. A Alcuino se le atribuyen un
poema dedicado a una Crucifixión (carm. CXVI; Schlosser, 1892:
359, nº 992; Arnulf, 1997: 149), una descripción de una Maiestas
Domini, atribuida a la abacial de Gorze, consagrada por
Chrodegang de Metz en 765 (carm CIII; Schlosser, 1892: 312313, nº 900; Arnulf, 1997: 149), un ciclo de dieciséis hexámetros
dedicado al Génesis, que se adelanta en decenios a la de las
Biblias turonesas (carm. CXV; Schlosser, 1892: 324-325, nº 927;
Arnulf, 1997: 150) y una pluralidad de versos dedicados a los
altares de los templos monásticos de Saint-Vaast, dedicados al
titular y a san Pedro, con un total de 14 altares en el primero y 9
en el segundo (carm. LXXXVIII, Schlosser, 1892: 77-81, nº 264).
Ahora bien, ninguno de estos versos contiene indicaciones a una
imagen concreta que hubiera acompañado al altar o ara, por lo
que no se puede concluir que cada uno de estos altares estuviese
dotado de una imagen pintada o esculpida del titular o titulares.
Lo mismo se aplica a la abundante producción versificada de
Hrabano Mauro, dedicada a los altares de la abacial de Fulda
(carm. 41; Schlosser, 1892: 104-108, nº 361), del templo
cementerial de San Miguel de Fulda (carm 42; Schlosser, 1892:
111, nº 367), o del templo de Santa María en Bischofsberg, Fulda
(carm. 43; Schlosser, 1892: 113-114, nº 372). Arnulf reconoce
cuatro composiciones inequívocamente clasificables como tituli.
La primera consiste en la descripción de la Ascensión,
acompañada de Pentecostés, pintada en el ábside del templo de
San Pedro en Petersberg, Fulda, consagrado en 838 (carm 44.1;
Schlosser, 1892: 313-313, nº 902; Arnulf, 1997: 151). Otra se
refiere a una Maiestas, quizás acompañada de una Crucifixión,
aunque, como señala Arnulf, es posible que la referencia a la
muerte en cruz no tenga necesariamente que provenir de una
representación gráfica, puesto que el encabezamiento del titulus
alude sin duda a una imagen del Pantocrátor entre dos serafines
(carm 60.5; ibidem, 152). Las otras dos composiciones (carm 48 y
61) se refieren a imágenes de santos, no identificables (ibidem).
El siguiente autor concernido es Floro de Lyon. Se le atribuye
una descripción de unas pinturas absidiales de un templo
desconocido, con la representación de Cristo presidiendo sobre
coro de mártires con el colegio apostólico, rodeado por los
Símbolos de los Evangelistas, la Jerusalén celeste y Juan el
Bautista (carm 20; Schlosser, 1892: 314-315, nº 904; Arnulf,
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¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
1997: 153-154). Un ciclo neotestamentario para un templo
igualmente desconocido se debe a Sedulio Scoto (carm 48;
Schlosser, 1892: 336-337, nº 935; Arnulf, 1997: 155-156), autor
también de otra composición que describe una Maiestas con
querubines y el colegio apostólico (carm 82; Schlosser, 1892: 315
-316, nº 907; Arnulf, 1997: 156-157).
Sin duda, las composiciones poéticas más ricas en información
iconográfica son las colecciones conocidas como carmina
centulensia y carmina sangalliensia. Las primeras, originarias de
Centula-Saint-Riquier y fechadas en el IX, describen un ciclo del
Génesis, una Maiestas, una Crucifixión y un mapamundi, así
como la escena de Daniel en el pozo de los leones (Schlosser,
1892: 325-326, nº 928; Arnulf, 1997: 158-159). Por su parte, las
segundas, procedentes de Sankt Gallen y datadas a mediados del
IX, contienen un ciclo neotestamentario de 44 escenas, con un
dístico para cada una de ellas. Su interés es máximo, al indicar la
ubicación de los grupos de escenas: las 10 escenas
correspondientes a la infancia de Cristo se encontraban en la
pared derecha del coro; otras 20 escenas de milagros de Cristo,
en la pared derecha de la nave. Al Oeste, el Juicio Final, en una
escena doble, con la mitad superior ocupada por Cristo en
majestad y la inferior dedicada al infierno y al paraíso. Las diez
escenas restantes, correspondientes a la pasión de Cristo, se
encontraban en la pared izquierda de la nave (Schlosser, 1892:
326-332, nº 931; Arnulf, 1997: 160-163).
Paradójicamente, la pintura mural carolingia conservada no
contiene tituli, si se exceptúa el mosaico absidial de Germignydes-Près. El mismo Arnulf ha observado que las descripciones
contenidas en los tituli carecen en buena parte de correlato
iconográfico en el registro pictórico conservado, apuntando
algunas conexiones con repertorios tardoantiguos, como el caso
del ábside de Floro de Lyon, que parece reflejar una composición
similar a la del mosaico absidial de Santa Pudenciana en Roma,
de inicios del V (1997: 154), circunstancia ya apreciada por
Schlosser (1892: 314, nota).
Problemática especial presentan las descripciones de
imágenes o escenas contenidas en relatos de visiones extáticas u
oníricas. Aun cuando deban aplicárseles todos los criterios
correctores y reductores de su valor heurístico en función de las
tradiciones literarias, topoi o cualesquiera otros recursos
retóricos que se adviertan en estos textos por parte de la crítica
filológica, es ineludible tener en cuenta estos dos aspectos,
123
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
relevantes en cuanto a la ponderación que debe atribuirse al
mismo. En primer lugar, su función comunicativa: la visión debe
contener elementos comprensibles para el público al que se
dirige el relato, elementos reconocibles en su repertorio visual,
actuales, por tanto, aunque provengan del pasado. En segundo
lugar, la configuración onírica, en su caso, de la imagen responde
forzosamente al mismo repertorio, lo que apoya la legitimidad de
utilizar estas fuentes como indicios de los recursos iconográficos
disponibles en el entorno del autor del texto. Por ello, el valor
como indicio iconográfico remite siempre a la fecha de redacción
del documento y nunca al período al que el mismo texto lo
refiere. En consecuencia, no son de aplicación al estudio de la
iconografía carolingia las visiones contenidas en la Vita Hariulfi o
la Historia ecclesiae Remensis de Flodoardo, que remiten ambas a
tiempos posteriores. Sí son aprovechables, sin embargo, los
Miraculi Sancti Germani, de Heiricus, o la Vita Anscarii, con una
escena de adoración apocalíptica (Schlosser, 1892: 340-343, nº
944, 945-946, 947, 948-50).
En una rápida ojeada al registro conservado de pintura y
estuco mural del siglo IX, el resultado es el siguiente.
En orden cronológico, cabe ocuparse en primer lugar del
desaparecido mosaico de la cúpula de la capilla palatina de
Aquisgrán. Construida entre ca. 795 y ca. 803 (Heckner, 2012:
25, 40-43), el mosaico fue reproducido por Ciampini (Vetera
Monimenta, 1690) antes de su total refacción en 1879-1881, y
contenía una escena de Adoración apocalíptica, con los 24
ancianos aclamando al Pantocrátor o al Agnus Dei inserto en
mandorla, discutiéndose este último dato, dado que no existe
seguridad sobre la renovación de este motivo focal en 1165, con
ocasión de la colocación de la gran lámpara donada por Federico
Barbarroja (Untermann, 1999: 157). En todo caso, las razones en
favor de la presencia original de un Pantocrátor acompañado por
los Símbolos de los Evangelistas, tal y como expone Schedler
(1997: 694-697), son considerables. En primer lugar, de orden
topográfico: la bóveda gallonada de la cúpula impide la
colocación de un motivo circular en el centro, ocupado
hipotéticamente por el Agnus Dei, pues los nervios convergentes
en él lo hacen imposible; por el contrario, el Pantocrátor hubo de
colocarse en el gallón oriental, tal y como se deduce del dibujo de
Ciampini y de la reconstrucción actual. En segundo lugar, las
noticias de la colocación de la lámpara guardan total silencio
sobre alteraciones en el mosaico de la cúpula, alteraciones que se
124
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
avendrían mal con el profundo respeto que la obra de
Carlomagno inspiró al promotor.
Coetáneo al templo aquisgranense se sitúa la decoración
pictórica del palacio y catedral carolingios de Paderborn. Puede
situarse entre 800 - tras la reconstrucción una vez superados los
desórdenes de las guerras sajonas - y 836, fecha de la traslación
de los restos de San Liborio, con las modificaciones
arquitectónicas consecuentes (Preißler, 2003: 7-8, 39). Se han
identificado restos de composiciones figurativas, con personajes
vestidos con mantos, tituli en letras de 6’5 cm de altura (ibidem,
46), una representación fragmentaria de una cruz (ibidem, 5152), así como roleos diversos (ibidem, 55-59). Nada se conserva
de la probablemente relacionada y contemporánea decoracion
mural de la catedral de Würzburg (post 780-855) (ibidem, 72).
A continuación, se sitúa
el mosaico absidal del
oratorio particular de
Teodulfo de Orléans
dedicado al Salvador en
Germigny-des-Prés, al que
una inscripción apócrifa
fecha en 806, siendo en
todo caso anterior a la
muerte de Teodulfo en 821
(Bloch, 1965: 234-235).
Contiene una famosísima
Mosaico absidial, oratorio del Salvador,
representación
del Arca de
Germigny-des-Prés. Foto U.D.F. La Phototèque
la Alianza cubierta por el
(Hubert, Porcher y Volbach, 1968, fig. 10)
propiciatorio y custodiada
por dos ángeles.
Se trata de una composición iconográfica excepcional en el
repertorio coetáneo, cuyas implicaciones iconológicas y
teológicas, como reflejo de la teología expresada en los Libri
Carolini, desbordan el marco de estas líneas (Schedler, 1997: 692694; Mitalaïté, 2007). Se han conservado fragmentos de su
decoración estucada provenientes del sector oriental del edificio,
con el repertorio clásico de frisos de rosáceas, entrelazos y
palmetas (Heber-Suffrin y Sapin, 2004: 170-175).
El núcleo grisón, integrado por San Juan Bautista de Müstair,
San Pedro de Mistail, San Benito de Mals y San Lucio de
Disentis, constituye el conjunto mayor de la pintura mural
carolingia conservada. El primero, que se fecha hacia 829 (Exner,
125
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
2007: 108), comprende un completo programa decorativo del
interior del templo monástico, de una única nave cubierta con
carpintería de madera y tres ábsides. Las dos paredes interiores
laterales de la nave están ocupadas por sendos ciclos narrativos,
la vida de David en veinte escenas en el nivel superior, y la vida y
los milagros de Cristo, con un total de cuarenta y ocho escenas,
en los tres registros inferiores, todos con sentido de lectura
cronológica desde el Este. Los tres registros cristológicos
mantienen en ambos paramentos un orden cronológico
descendente: el superior corresponde a la Infancia, el central a los
milagros y actos de la vida de Cristo, y el inferior a la Pasión. El
oeste, en el registro superior continúa el ciclo davídico, mientras
que el resto de la superficie inferior está ocupado por un gran
Juicio Final. Al Este, por último, el registro del hastial superior
contiene la Ascensión de Cristo, mientras que en los tres ábsides
se despliegan las siguientes composiciones. La calota del ábside
central está ocupada por un Pantocrátor con los Símbolos de los
Evangelistas y muchedumbres angélicas. Los dos registros
inferiores acogen escenas de la vida de San Juan Bautista. En el
ábside septentrional, la concha está ocupada por la Traditio legis
a Pedro y Pablo, bajo la cual, en los dos registros infrapuestos se
desarrollan escenas de la vida pública de ambos apóstoles. En el
meridional, preside un busto de Cristo con el Tetramorfos, y bajo
él, el registro inmediato desarrolla escenas de la vida de San
Esteban, copatrono del monasterio (Birchler, 1954; Exner, 2007:
83-111). La capilla de la Santa Cruz en el mismo monasterio
conserva al Oeste restos de una escena de juicio a dos personas,
quizás parte de una
escena martirial, y en el
paramento Norte una
escena de Resurrección
de los muertos,
que ha podido vincularse
arqueológicamente con el
período fundacional del
monasterio, a fines del
VIII (Göll, 2014: 165166).
El cercano templo de
Mistail conserva restos
Jesús y la adúltera, San Juan Bautista de Müstair.
de la decoración pictórica
Foto Suzanne Fibbi-Aeppli (Stiftung Pro Kloster
interior, en mucha menor
Sankt Johann in Müstair © bei der Stiftung)
126
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
proporción que Müstair. Conformado igualmente por sala única
y triple ábside, se ha podido suponer un ciclo cristológico en los
paramentos Norte y Sur, y un Juicio Final al Oeste, al que se
atribuye la misma cronología que a su vecino (Faccani, 2014: 69).
Los restos de Mals se encuentran en los arcos de estuco del
hastial oriental interior. Consisten en una imagen de Cristo en el
centro, flanqueado por retratos de San Gregorio Magno y San
Esteban. Sobre los arcos se sitúan bustos angélicos y en los
paños entre los arcos sendas imágenes de los donantes del
templo, un laico y un clérigo. Al Oeste se identifican escenas de
la vida de San Pablo. Todo ello ha sido puesto en relación con el
taller de la cercana capilla de la Santa Cruz de Müstair (Göll,
2014: 166).
Por último, la laboriosa reconstrucción de los miles de
fragmentos de estucos recuperados en San Martín de Disentis ha
permitido proponer la presencia en este edificio de un programa
iconográfico de ascendencia bizantina, con escenas de un Juicio
Final - ángeles trompeteros -, un coro angélico y una Koimesis o
Dormición de María (Studer, 2011), además de una rica
decoración consistente en molduras que conforman frisos y
arcos, para las que igualmente se propone la datación en la
primera mitad del IX (Weyer, 1992: 310). Tradicionalmente
había sido asociado a este conjunto la gran representación del
Juicio Final del ábside occidental de San Jorge de Oberzell
(Reichenau), pero un análisis dendrocronológico de muestras
extraídas de la fábrica arrojó la fecha de 935+10 (Eggenberger,
2005: 301), lo que establece un terminus post quem para el
revestimiento mural que lo excluye del alcance de este trabajo.
La cripta de San Germán de Auxerre es el producto de la
reforma llevada a cabo por el conde-abad Conrad entre 841 y 859
del espacio martirial preexistente, cuya historia constructiva
arranca del siglo VI, al que fueron trasladados los restos una vez
rematada la obra en la segunda de las fechas indicadas (Sapin,
1999: 11, 15-19; Sapin, 2014: 53-55). La decoración conservada
se limita a los oratorios de San Esteban - al Norte - y de San
Lorenzo y San Vicente - al Sur -, a los muros oblicuos de los
cubículos angulares y al intradós de los arcos que delimitan las
tres naves de la confessio, tanto al oeste como al este (HeberSuffrin, 1999: 104). En los lunetos del primero de los oratorios se
encuentra un ciclo de la vida del protomártir, con las escenas de
la comparecencia ante el tribunal, la visión y la lapidación
(ibidem, 105). En el oratorio meridional figuran en los mismos
127
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
lugares la coronación de ambos
diáconos Lorenzo y Vicente, y
una palmera datilera (ibidem,
115, 121), a los que se
añadieron en 862 los retratos de
cuatro obispos enterrados en la
fecha, representados en sendas
parejas en los paramentos
laterales de los cubículos Norte
y Sur, situados al este de la
confessio (ibidem, 123-126). La
decoración se completa con
columnas ficticias, roleos de
acantos y palmetas de tres o
cinco lóbulos, que refuerzan los
Bóveda y luneto del oratorio de San
miembros arquitectónicos y
Esteban, cripta de San Germán, Auxerre.
cubren las bóvedas e intradoses
Foto U.D.F. La Phototèque
(ibidem, 126-152).
(Hubert, Porcher y Volbach, 1968, fig. 5)
La abadía de San Esteban de
Corvey conserva cinco conjuntos pictóricos que corresponden a
los dos momentos iniciales de su evolución constructiva. En
primer lugar, fechados entre 822 y 844, se sitúan los procedentes
de la nave, de la cripta con corredor angular bajo el santuario
oriental y de la cripta exterior del ábside oriental. A continuación
figuran los recuperados en la reforma de la cabecera, a partir de
870, y en el Westwerk, fechado entre 873 y 885 (Claussen y
Skriver, 2007: 21-23). La cripta exterior dispuso de un sistema
decorativo de meandros en la pared del piso inferior de la cripta,
otro de roleos ondulados en el plafón de cubierta del piso
inferior, y de un motivo de escamas en el plafón de cubierta del
piso superior. Los restos procedentes de la nave, demolida en
1665, son tan escasos que hacen pensar en una sustitución total
del revestimiento pictórico en tiempos románicos. Se conservan,
no obstante, restos de cenefas con palmetas y bandas (Claussen y
Skriver, 2007: 27-36; 58-64). Por su parte, del Westwerk se
conservan in situ restos de frescos, estucos y sinopias que han
situado a Corvey en lugar destacado de la pintura mural
altomedieval. En el espacio central del piso superior, denominado
Quadrum, se encuentran los pilares e impostas pintadas en rojo,
los intradoses de los arcos cubiertos con roleos y tallos vegetales.
En las tribunas abiertas al Quadrum, los intradoses están
cubiertos por retículas geométricas mientras que cada esquina de
128
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
los pilares está decorada con una columnilla pintada. Una línea
roja de impostas fingidas articula el paramento. Los
compartimentos de las tribunas poseen los nervios de las bóvedas
de arista remarcados con tallos vegetales, al igual que los
intradoses de los arcos. El piso inferior mantiene los mismos
pilares rojos y una cenefa de hojas inclinadas que remata el borde
superior del paramento (ibidem, 83-127). El departamento
occidental del piso superior conserva restos de un friso figurativo
con una escena derivada de la Odisea - lucha de Ulises con Scylla
- (ibidem, 157-183). Por último, es preciso referirse a los estucos
y sinopias de los paramentos interiores del Quadrum. Los seis
paños situados entre los pilares conservan las sinopias de cuatro
figuras masculinas a tamaño natural, con capa y túnica
(chlamydati), con los brazos plegados ante el tronco, y dos
femeninas con traje largo y brazos estirados, destinadas a señalar
la posición de otras tantas esculturas en estuco, parte de cuyos
relieves se han conservado fragmentariamente (ibidem, 355-388).
Cierra el registro de la pintura mural carolingia la cripta de
San Maximino en Tréveris. Se trata de la cámara central de la
cripta exterior de la basílica destruida por los normandos en 882
e integrada en la reconstrucción otoniana consagrada en 942.
Con ocasión de esta integración, el sector occidental de esta
cámara fue rellenado para proceder a la construcción del nuevo
ábside central, cubriendo las pinturas murales, lo que arroja un
seguro terminus ante quem. Las pinturas están en función de un
replanteamiento funcional de esta cámara central, consistente en
la erección de un altar adosado al muro occidental y aislado por
sendos canceles. Dado que el nivel de pavimento correspondiente
a esta reforma contiene restos de incendio, que forzosamente han
de atribuirse al citado asalto normando, se obtiene el terminus post
quem, lo que es coherente con la labor reconstructora que las
fuentes documentales atribuyen al obispo Radpod (883-915)
(Exner, 1989: 20; 42-44). Iconográficamente, el muro occidental
alberga una Crucifixión, y los frentes del cancel sendos grupos de
cuatro figuras nimbadas, femeninas y masculinas, que portan
palmas, situadas entre columnas, que se interpretan como
procesiones de mártires. Los muros laterales y la bóveda acogen
cuatro campos cada uno con representaciones de profetas y
evangelistas (ibidem, 123-158). El desaparecido ábside debió de
acoger una Maiestas Domini, motivo que confiere sentido a los
restantes componentes del programa (ibidem, 162-163).
El templo poitevino de Saint-Pierre-les-Églises (Chauvigny)
129
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
conserva un revestimiento mural en el interior del ábside en el
que se disciernen las siguientes escenas, desenvueltas en dos
niveles superpuestos. En el superior, y de izquierda a derecha,
figuran la Crucifixión, la Visitación, el Baño de Jesús niño y un
último cuadro en el que la investigación duda entre una
Adoración de los pastores o la Matanza de los Inocentes. En el
nivel inferior, y siguiendo el mismo orden, los Magos ante
Herodes, la Adoración de los Magos, el combate de San Miguel
arcángel y nuevamente la duda entre el Bautismo de Cristo o su
Entierro (Riou, 1993). Desde el mismo momento de su
descubrimiento la investigación osciló entre su consideración
como frescos románicos y su asignación al período carolingio. En
1950 Paul Deschamps argumentó a favor de esta última
atribución, apoyándose en sólidas consideraciones paleográficas y
de estratigrafía mural, lo que ha venido a confirmar el análisis
radiocarbónico, con una horquilla entre 782 y 984 (PalazzoBertholon, 2005: 335-349), frente a quienes sospechan que la
ordenación del registro pictórico de un ábside en un ciclo
narrativo a dos niveles pueda ser indicio de factura románica
(Klein, 1993: 19).
La Península Itálica
Pese a su incomparable riqueza en pintura mural medieval,
los testimonios sobre la actividad en los siglos VIII y IX en la
península itálica se caracterizan igualmente por su estado
fragmentario. En Lombardía, el monasterio femenino de Santa
María di Torba (Varese) conserva una capilla de dos pisos,
habilitada en una torre defensiva. Del inferior se conservan
sectores de imitación marmórea y de velos con cruz superpuesta,
mientras que el superior alberga un Cristo entronizado con
santos y ángeles al Este, sendas teorías de santos y mártires al
Norte y al Sur, y, al Oeste, ocho monjas en actitud orante. Se
fechan a fines del VIII (Lomartire, 1994: 49, fig. 64). Muy
cercanas a ellas, las pinturas de Santa María foris portas de
Castelseprio constituyen un hito en el repertorio altomedieval.
Los frescos del ábside oriental, únicos conservados, desarrollan
el ciclo de la Encarnación de Cristo, de la Anunciación a la
Presentación en el Templo, en dos registros superpuestos.
Completan la iconografía una doble representación de la
Hetoimasía, en el zócalo del ábside y en la rosca interna del arco
triunfal (ibidem, 49-50). La cronología, fuertemente sometida a
130
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
debate, parece haber obtenido un consenso en la primera mitad
del IX (ibidem, 52 y n. 39).
San Salvatore de Brescia desarrolló en los dos paramentos
internos de la nave central un gran programa pictórico en tres
registros superpuestos. En la nave meridional figura la historia
de Santa Julia y sus compañeros mártires, cuyas reliquias
constan en el monasterio desde mediados del VIII, mientras que
en la septentrional hay indicios de un ciclo cristológico. Se acepta
mayoritariamente una cronología en la primera mitad del IX
(ibidem, 53-54).
El oratorio o capilla de la Piedad en San Satiro de Milán,
atribuido al arzobispo Ansperto (868-881) contiene una serie de
santos en posición frontal, además de cruces entre racimos y
entrelazos vegetales en las bóvedas (ibidem, 56). Por su interés
iconológico es preciso mencionar el fragmentario fresco
procedente del Sancta Sanctorum de San Vitale, Rávena, que
representa a San Pedro flanqueado por San Apolinar y el obispo
Martín (810-817) (Bertelli, 1994: 159-160).
Excepcional en muchos aspectos resulta el denominado
Tempietto de Cividale dei Friuli. En el hastial Oeste, a ambos
lados de la ventana, se conservan seis estatuas de estuco de
santas coronadas, mientras que en las paredes laterales hay
indicios para suponer la presencia de otras seis, tres a cada lado,
dirigiéndose al este, donde se encontraría la figura de Cristo.
Complementan el programa los frescos coetáneos, de los que se
conservan varias figuras de santos eclesiásticos y militares
(Casirani,
Cernuschi
y
Codini,
2002:
115-120).
Independientemente de la estratigrafía arquitectónica que se
haya definido en el edificio (Lusuardi-Siena, 2002: 205-237),
parece existir cierto consenso en situar en la segunda mitad del
VIII este programa decorativo.
Roma alberga un nutrido conjunto de pintura y sobre todo
mosaico mural de cronología carolingia. Abre la serie el fresco
promovido por Hadriano I (778-795) en Santa María Antiqua,
con el tema de María entronizada con el Niño y una procesión de
santos (Bertelli, 1994b: 212-213). Se han perdido los mosaicos de
las conchas absidales de los dos triclinios lateranenses, erigidos
por León III, aunque se conoce su contenido: la misión de los
Apóstoles y Cristo acompañado por los príncipes apostólicos y el
propio papa y Carlomagno como oferentes, tema que se
desarrollaba igualmente en el mosaico correspondiente de Santa
Susana (ibidem, 216; Nilgen, 1999: 545-546). Finalmente, en el
131
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Arco triunfal y calota absidial, Santa Práxedes, Roma. Foto César García de Castro Valdés
hastial de los Santos Nereo y Aquileo, probablemente erigido en
814 como reacción antiiconoclasta, conviven la Anunciación, la
Transfiguración y María entronizada, en tanto que en la calota
figuraba la cruz victoriosa flanqueada por el colegio apostólico en
forma de corderos (Nilgen, 1999: 547). Pero es la labor ingente
de Pascual I (817-824) la que establece la posibilidad de estudiar
los programas, entre otros muchos aspectos. En primer lugar,
Santa Prassede, concebido como el gran relicario intramuros.
En el arco triunfal, la Jerusalén celeste, presidida por un gran
Cristo en Transfiguración - a los extremos de ambos lados se
encuentran Moisés y Elías - acompañado por el colegio
apostólico, la Déesis de Juan el Bautista y María, y Santa
Práxedes. En el arco absidal, la Adoración del Cordero,
flanqueado por ángeles y los Símbolos de los Evangelistas, por
parte de los 24 Ancianos. En la concha, el pontífice, acompañado
por las santas Pudenziana
y
Práxedes
y
un
desconocido santo, ofrece
el templo a Cristo,
flanqueado por Pedro y
Pablo - Traditio legis -,
Boveda, capilla de San Zenón,
Santa Práxedes, Roma. Foto César
García de Castro Valdés
132
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
que a su vez introducen a las santas, mientras que el friso inferior
acoge al Cordero acompañado por los doce apóstoles
simbólicamente representados como corderos (Wisskirchen,
1990; Wisskirchen, 1992: 14-48). La anexa capilla memorial de
San Zeno acoge un complejo programa, con colegio apostólico a
la entrada, Déesis al Este, Hetoimasía al Oeste, santos y santas
titulares oferentes al Norte y al Sur, todos orientados hacia la
cúpula ocupada por la Exaltación de Cristo (Brenk, 1972-74;
Wisskirchen, 1992: 55-61).
Una composición similar a la del ábside de Santa Práxedes
ocupa la calota del de Santa Cecilia. Por último, en Santa María
in Domnica, el papa se prosterna ante la Virgen que, rodeada por
masas de santos, preside la concha absidal. En el hastial oriental,
los Santos Juanes flanquean el medallón de Cristo sostenido por
ángeles (Bertelli, 1994b: 218). La tendencia marcada por Pascual
I continuó bajo los pontificados sucesivos: el mosaico absidal de
San Marco, bajo Gregorio IV (827-844), reproduce el modelo de
Santa Cecilia (ibidem, 219). Por su parte, la basílica inferior de
San Clemente conserva diversos restos murales de la segunda
mitad del IX, una Ascensión junto con escenas de un ciclo
cristológico, promovida por León IV (847-855), y el arcosolio
dedicado a San Cirilo, tras su muerte en 869, con la escena del
Descensus ad Inferos (Guidobaldi, 1992: 205-207; 208-216).
Finalmente, Santa María de Gradellis fue dotada de un ciclo
neotestamentario bajo Juan VIII (872-882) (Bertelli, 1994b: 220).
Los restos de Santa Sofía de Benevento, obra del duque Arechis
II, en 774, abren el registro de la Italia meridional. Se conservan
los motivos de dos absidiolas, con el Anuncio a Zacarías, y la
Anunciación y la Visitación, respectivamente (Pace, 1994: 243).
De mediados del IX datan dos conjuntos de frescos absidiales: el
primero en la Capella dell’Angelo, Grotta di San Michele
(Olevano nel Tusciano), con el Bautismo de Cristo y la
Crucifixión en el ábside central, y una Déesis y la Traditio legis et
clavium en los laterales; el segundo en San Ambrosio de
Montecorvino Rovello, con la Virgen acompañada por los santos
Ambrosio, Simpliciano, Gervasio y Protasio (ibidem, 245; Pace,
1994d: 404, 411). Completan el registro los frescos de la basílica
de los Mártires de Cimitile. Atribuida verosímilmente al obispo
León III (892-904) (Belting, 1962: 152-158), desarrolla un ciclo
compuesto por las siguientes escenas: María con Niño en el
ábside, Maiestas Christi en la hastial oriental, medallón con Cristo
portado por ángeles en la bóveda, con los Símbolos de los
133
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
Evangelistas, Pasión y
Resurrección de Cristo en
el Oeste, escenas de la Vita
Christi y postpascuales en
el Norte. En los paños
murales y las jambas de las
ventanas aparecen hasta
nueve figuras de santos
(Belting, 1962: 22-23).
La gran abadía de San
Vicente al Volturno,
xxx
reedificada en la primera
década del IX, conserva
testimonios importantes de
su programa decorativo. A
la etapa inicial se asignan los frescos del refectorio, con series de
profetas y apóstoles. La cripta de la iglesia abacial, occidentada,
de planta cruciforme y decorada entre 824-842 (abadiato de
Epifanio), fue equipada con una imagen de María entronizada en
el ábside, sobre coro de arcángeles, de los cuales el central - el
quinto - está encerrado en mandorla. En la bóveda del crucero se
sitúa Cristo en majestad sobre globo. En el brazo lateral del Sur,
al que conduce la escalera de acceso, se desarrolla una procesión
de mártires femeninas sobre el muro occidental, mientras que en
el oriental se encuentra otra María Regina; en el simétrico del
Norte y en el tramo occidental se despliega el ciclo cristológico
(Anunciación, Natividad y Visita al Sepulcro al Este, Crucifixión al
Oeste). Completan el programa escenas martiriales de San Lorenzo
y San Esteban junto a la Crucifixión (Mitchell, 1993: 76-87).
Reviste especial interés el programa de la Grotta del Pecatto
Originale, en Matera (Basilicata), fechada genéricamente en el IX.
Dotada de tres absidiolas en la pared oriental, acogen, en el
centro, a María Regina, al Norte, San Pedro flanqueado por San
Andrés y San Juan, y al Sur, a los tres arcángeles. Los restos
conservados en el hastial oriental permiten reconstruir escenas de
exaltación cristológica, con los Símbolos de los Evangelistas en
torno al Pantocrátor en el centro, y Cristo en medallón portado
por los arcángeles al Sur, mientras que una probable Traditio legis
montaba sobre el ábside norte. La pared meridional está cubierta
por un ciclo del Génesis, con la Creación y las Tentaciones en el
Paraíso. Completa el registro una escena litúrgica, el lavatorio de
manos de un obispo (Pace, 1994b: 275-276).
134
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
Se cierra el repertorio peninsular itálico con dos pequeños
monumentos de Apulia. En primer lugar, el denominado tempietto
de Seppanibale Grande (Fasano), que se fecha a caballo entre
fines del VIII y la primera mitad del IX. En la pequeña
construcción, bicupulada, se ha identificado un ciclo apocalíptico
(la Mujer con el Dragón, la Visión de Juan) - en las dos cúpulas
de la nave central - y las escenas del Anuncio a Zacarías y la
Cena de Melquisedec en el arco diafragma de la nave meridional.
Quizás se haya pintado una Visitación en el muro Este de esta
misma nave. Se conservan diversas figuras de santos mártires en
las trompas de ambas cúpulas. Sobre el ábside se situaba un
Cristo Pantocrátor. En los intradoses y roscas de los arcos se
aprecia la variedad de los recursos ornamentales, con guirnaldas
y retículas geométricas (Bertelli, 2004: 121-139). A continuación,
la iglesia de San Pedro de Crepacore (Torre Santa Susanna), que,
datada en los últimos años del IX, conserva una Ascensión en la
calota absidal (Falla Castelfranchi, 2004: 149-156).
Respecto a las islas, en Sicilia, bajo dominación musulmana, se
ha preservado el conjunto de Santa Lucía en Siracusa, datado
grosso modo en el IX. Comprende una serie de santos en las
paredes laterales, mientras la bóveda está dividida en cuatro
cuadrantes por una gran cruz con medallón cristóforo central, en
cuyos cuadrantes se sitúan los Cuarenta Mártires de Sebaste
(Pace, 1994c: 304-306). Nada atribuible a la época considerada se
ha podido identificar en Cerdeña (Coroneo, 2011: 323-396).
Conclusiones
De la simple comparación del registro someramente
presentado en las páginas que anteceden, se deduce que el Reino
de Asturias constituye una excepción notable en el conjunto. Se
opone la generalización absoluta de las representaciones
figurativas y la normalidad de los ciclos narrativos en la Europa
continental a la permanencia de un modelo iconográfico que
resuelve las necesidades de visualización de lo sagrado por medio
de componentes anicónicos. Podríamos hablar de una "teología
de la imagen", en Asturias, frente a una "pedagogía de la imagen"
en el Imperio, entendiendo por ello que en Asturias el contenido
iconográfico y aparentemente decorativo se impregna de sentido
teológico sólo accesible a los litterati, mientras que en el Imperio
la representación gráfica, sin carecer de este contenido, parece
dirigirse a explicitar visualmente ad litteram una catequesis de
135
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
vocación popular y universal. En este sentido, resulta evidente
que ni en los propios tiempos de preparación del Opus Caroli
contra synodum o Libri Carolini (790-794) (Mitalaïté, 2007: 21-27)
se desarrolló en el territorio del Imperio una verdadera actitud
contraria a la imagen sagrada. El debate se situó en la valoración
de la imagen dentro del culto, no en su existencia, que se da por
supuesta. No se trataba tanto de impedir las imágenes en el
ámbito del culto, sino de ordenar las actitudes de los fieles ante
ellas, aceptándolas como medios de acrecentar y estimular la
devoción, así como de instrucción, pero prohibiendo los gestos de
adoración/veneración que no hacía mucho habían aparecido en
Roma y Oriente, y que resultaban desconocidas en el mundo
franco (Noble, 2009: 220-224, 242, 138-139). Solamente
Teodulfo de Orléans, coherente con su pensamiento, parece
haber eliminado de la decoración de su oratorio en Germigny-des
-Prés todo aquel contenido gráfico ajeno a lo literalmente
ordenado por Dios en el Antiguo Testamento, a saber: los
querubines del Arca de la Alianza, sobre el propiciatorio, y los
ángeles mandados erigir por Salomón en el Templo (Bloch, 1965:
255). En Asturias, por el contrario, y con la posible excepción de
San Miguel de Lliño, la renuncia a la imagen figurativa en las
pinturas del interior de los templos parece estar guiada por una
actitud completamente diferente: se trata de evocar el escenario
celestial en el propio ámbito del culto, de aludir con signos a lo
que está más allá de los sentidos, de intentar llevar la mente a la
contemplación mística de la esencia divina mediante la
contemplación visual de complejos juegos formales abstractos.
Pese al carácter fragmentario y disperso de lo conservado, el
núcleo alpino ofrece tal coherencia en el registro mural y en el
documental que se impone la evidencia de una respuesta
afirmativa a la pregunta que titula este trabajo: sí hay un modelo
topoiconográfico en estos templos del macizo montañoso.
Consiste en escenas narrativas del Antiguo Testamento
(Génesis, Octateuco, Reyes) y del Nuevo Testamento en las
paredes Norte y Sur, en el Juicio Final al Oeste y en diversas
teofanías cristológicas al Este, en los ábsides o en el hastial
oriental. La presencia de ciclos del Génesis es común a otras
zonas del Imperio: Centula-Saint-Riquier en Neustria, los tituli
de Alcuino (carm CXV), la Grotta del Peccato Originale en
Matera (Basilicata). Por su parte, ciclos neotestamentarios están
acreditados por el poema de Sedulio Scoto y algunos ejemplos
murarios como San Salvador de Brescia, San Clemente de Roma
136
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
o Santa María de Gradellis, también en Roma. General a todo el
territorio es la presencia de Teofanías cristológicas: la Maiestas
Domini, acompañada por los Símbolos de los Evangelistas, es
habitual tanto en el registro documental como en el pictórico,
aparece normalmente asociada al oriente, y puede alternar o
convivir con otras escenas del mismo sesgo, como la Ascensión,
la Traditio Legis, la Adoración del Cordero, o, en el sur itálico,
con la Déesis. La iconografía vinculada a los santos titulares se
aplica comúnmente a los registros inferiores de los ábsides,
asociada a los altares, pero existe un caso de ciclo amplio en el
muro meridional de San Salvador de Brescia, dedicado a la titular
Santa Julia. Resulta aislada la configuración del ábside de SaintPierre-les Églises, pues no parece encajar con lo que conocemos
del IX en el ámbito continental, aunque sí cuenta con el
importante paralelo de Castelseprio, y los restos parcialmente
conservados de Santa Sofía de Benevento.
Requiere en principio explicación la decoración del Westwerk
de Corvey. Las seis figuras en relieve podrían revestir carácter
sacro si pudiesen identificarse con santos, pero es posible
igualmente que representen a personajes laicos. Aún más
excepcional es el fresco con la escena de la Odisea, a la que cabe
atribuir un sentido metafórico, referido a las tentaciones del
mundo-piélago, lo que encaja con el emplazamiento en el
extremo occidental del edificio.
En la península itálica el peso de la tradición tardoantigua se
hace sentir. En primer lugar, por el mantenimiento de las teorías
de santos y mártires en procesión hacia el ábside, como en Torba,
San Satiro de Milán, Cividale, la capilla de San Zenón en Santa
Práxedes de Roma,
Cimitile y Santa
Lucía de Siracusa.
En segundo lugar,
por la consciente
reproducción
de
programas del VI,
como el de San
Cosme y Damián,
xxx
137
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
en Santa Práxedes, Santa Cecilia y San Marco en la Roma del
segundo cuarto del IX. Todo ello dentro de un contexto
figurativo en el que se advierten dos directrices: por un lado la
exaltación cristológico-escatológica, patente en la secuencia de
mosaicos de Santa Práxedes y templos derivados, tendencia que
se expande por el Sur peninsular, como atestiguan Olevano nel
Tuscano, Seppanibale y Crepacore; por otro, la afirmación de la
temática de María Regina, inaugurada en el célebre fresco inicial
de Santa María Antiqua, del VI. La colocación de este tema en la
concha absidal de Santa María in Domnica influyó probablemnte
en su difusión por el Sur: Cimitile, Grotta del Peccato Originale
de Matera, Montecorvino Rovello y la cripta de San Vicente al
Volturno. Atestigua la afirmación de una iconografía
eclesiológica promovida por Roma, que es inexistente en el
Continente y Asturias.
La iconografía de las criptas introduce variantes notables a
los grandes rasgos expuestos. Se conserva íntegramente el
equipamiento de la de San Vicente al Volturno, es reconstruíble
la de San Maximino de Tréveris y se ha preservado muy
parcialmente la de San Germán de Auxerre. La primera es
compleja y ha dado lugar a detallados análisis programáticos
(Belting, de’ Maffei, Mitchell). Combina la exaltación cristológica
con la mariológica e introduce escenas de los martirios de San
Lorenzo y San Esteban, los mismos que aparecen en Auxerre.
Está claro que el ejemplo de ambos destacados diáconos estimuló
a los promotores de estos espacios devocionales-funerarios como
tema de meditación (Sapin, 2014: 105-110). Por otro lado, tanto
en el Volturno como en Tréveris se planifica la Crucifixión al
Oeste, en el lugar destinado al Juicio Final, lo que posee
importantes connotaciones iconológicas (García de Castro
Valdés, 2012b: 67-69 y 76-77).
Parece hecho establecido que los ciclos narrativos remiten a
los instalados en las grandes basílicas dedicadas a San Pedro
(Vaticano) y a San Pablo (Via Ostiense) en Roma por iniciativa
de León Magno (440-461) (Tronzo, 1994: 358; Nilgen, 1999:
542) y son ajenos a Bizancio (Cutler, 1994: 351). La renovatio
carolingia los asumió como modelo topoiconográfico y fueron
difundiéndose por cuantas vías se puedan imaginar. El
aislamiento del Reino de Asturias respecto a Roma a lo largo de
toda su existencia (Deswarte, 2010: 313) es una de las razones
que pueden explicar la excentricidad de Asturias, así como su
anclaje en una teología de la representación gráfica que prolonga
138
¿Modelos topoiconográficos en la arquitectura religiosa altomedieval europea (siglos VIII y IX)?
tendencias desarrolladas ampliamente a lo largo del siglo VII y
primera mitad del VIII. Por último, y a grandes rasgos, no
quisiera dejar al margen la cuestión de la relación - si tal hubo entre distribución de los termas iconográficos y la disposición de
los altares en el interior de los templos. En Asturias, obviamente,
no hay ninguna. Los tres altares emplazados en las tres capillas
de la cabecera de Santullano - el principal se supone dedicado a
los Santos Julián y Basilisa - carecen todo motivo alusivo a su
patrocinio. En principio, los restos conservados tampoco
autorizan a establecerla para los casos de San Salvador de
Valdediós - con tres altares dedicados al Salvador, Santiago y
San Juan Bautista -, Santo Adriano de Tuñón - con otros tres,
advocados a la pareja de Adrián y Natalia, San Pedro y San Pablo
y Santiago - y San Salvador de Priesca - cuyos patronos
secundarios son San Juan Bautista y Santiago. En los templos
alpinos, como Müstair, dotados igualmente con tres altares, sí se
advierte la adecuación de parte del programa pictórico a los
titulares del altar (San Pedro y San Pablo al Norte, San Juan
Bautista en el centro, San Esteban al Sur). Sin embargo, ni las
criptas ni los antecuerpos occidentales, específicamente
destinados a acoger cuerpos santos, parece que hayan conservado
iconografía vinculada con sus titulares. No obstante, el
escasísimo repertorio llegado a nuestros días impide aseverarlo
con rotundidad. En las grandes abadías y catedrales, que
contaban con una pluralidad de altares sujetas a un modelo
topolitúrgico más o menos regular, no conocemos el
equipamiento pictórico. Es seguro, sin embargo, que el altar de la
Santa Cruz, situado in medio ecclesiae e indicador del umbral entre
parte laica y parte clerical del templo, estaba en todos los casos
dotado de un gran crucifijo o cruz, esculpido o pintado, colocado
sobre la estructura arquitectónica de cancel que delimitaba su
ámbito. Pero no parece probable que las efigies o los actos de los
titulares hayan dictado los criterios de la iconografía dominante,
que es muy mayoritariamente cristológica, mariológica o
derivada del primer libro bíblico, con total independencia del
patrono escogido como destinatario de la advocación.
139
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDEZ
NOTAS
1. He podido observar este paramento mediante el andamio colocado en la
ejecución del proyecto de limpieza y consolidación del panel pictórico con la
imagen del músico, bajo la dirección del restaurador D. Jesús Puras
Higueras, en 2013, a quien agradezco la amabilidad de franquearme el acceso.
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