BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA DE OCOÑA La historia de la Iglesia de Ocoña se remonta desde los primeros años de presencia española en este valle. Entregando en encomienda al valle de Ocoña al conquistador español Lope de Alarcón, para que entre otras cosas adoctrinar a los indios en nuestra santa fe católica. En el año 1804, don Xavier Echevarría y Morales en sus memorias escribió referente a Ocoña que su templo era correspondiente a su pobreza y en él se conservaban los vasos sagrados de plata para el culto, su párroco no paga cuartos al prelado y por vía de sínodo se le ha destinado una parte del río para la pesca del camarón, que secos tienen su valor en todas partes. La iglesia Matriz estaba ubicada en el actual anexo de Pueblo Viejo, la cual fue reconstruida desde sus cimientos por Don Xavier Echevarría de Morales, porque la que encontró era un cuarto viejo e indecente, donde estaba ubicada su Majestad. También mando a fundir dos campanas de porte regular, donde grabo su nombre y apellido así como también del pueblo que contribuyó a esa obra. En la vice-parroquia (Iglesia del pueblo Nuevo de Ocoña), en sus memorias también indica que encontró tres o cuatro tijeras (palos), ubicados en la plazoletita donde apenas cabía el sacerdote para celebrar el Santo Sacrificio, estando todo el pueblo en el sol para cumplir con el precepto. Por arbitrio suyo y de don Julián Dongo y del pueblo concluyó la construcción de una capilla con paredes de adobe para mayor decencia, no cuenta con sacristía y no tiene torre, tiene dos campanas pequeñas para llamar al pueblo. Por su paso por Ocoña, Antonio Raimondi, hace un comentario breve sobre la forma como la parroquia de Ocoña conseguía recursos para su funcionamiento: manifestando que la pesca de camarones no es libre, el cura tiene derecho sobre toda la longitud del río, que se halla comprendida dentro de la circunscripción de su curato. La orilla del río es dividida en trechos (puesto) los cuales son arrendados a individuos particulares. El curato de Ocoña tiene 12 puestos, lo que equivale a una renta de 120 a 140 pesos anuales. Esa era la renta que permitía al cura de Ocoña de aquellos tiempos ejercer su ministerio de manera decente.