AUDEPP DROGADICCIÓN: Pensar La Multicausalidad Dr. Juan M. Triaca 2 DROGADICCIÓN: Pensar la Multicausalidad Dr. Juan M. Triaca ∗ Resumen Ha partir de la conceptualización de que el abuso y la dependencia de drogas se va tejiendo sobre una intrincada trama de factores biológicos, psicológicos y socioculturales, en el presente trabajo se pretende -desde una perspectiva integradora- articular algunos de los aspectos más relevantes de este fenómeno, el que puede ser considerado paradigmático de lo multicausal. En este sentido se analiza la interacción de la cultura contemporánea con el consumo de drogas y su incidencia en el desarrollo de la psicopatología individual. En la misma línea se mencionan características de los vínculos familiares y el peso de un modelo familiar adictivo en esta problemática. Se consideran diferentes aspectos en juego en la adolescencia, los que la convertirían en una etapa privilegiada para el inicio del consumo de drogas. Finalmente se analizan algunas de las vicisitudes que es posible encontrar en la clínica psicoanalítica con pacientes adictos las que nos permiten aproximarnos a la comprensión del particular vínculo de estos con el objeto droga. ∗ Correspondencia: Patria 584/201. Código Postal 11300. Montevideo – URUGUAY E-mail: [email protected] 2 3 DROGADICCIÓN: Pensar La Multicausalidad Es un hecho bien conocido por todos nosotros que en las últimas décadas, e independientemente del grado de desarrollo de los países o regiones, el abuso y la dependencia de drogas ha tomado dimensiones nunca antes alcanzadas en la historia de la humanidad. Múltiples son las conceptualizaciones que desde distintas perspectivas han intentado aportar respuestas a las diversas interrogantes de este fenómeno al que podemos pensar como paradigmático de lo multicausal. El complejo proceso de la adicción a las drogas, se va tejiendo sobre una intrincada trama de factores biológicos, psicológicos y socioculturales Este hecho hace necesario - incluso mas que en otros trastornos - la participación de diferentes disciplinas, en favor de que, con los aportes de cada una de ellas, pueda tenerse una visión integradora de esta interacción bio psico social siempre presente en esta patología. Si bien lamentablemente esto no siempre acontece, son muchas las investigaciones que desde dicha óptica brindan importantes elementos para su comprensión. En este sentido y en referencia a los determinantes biológicos, no pueden dejar de considerarse los datos actuales de la investigación acerca de la influencia de los factores genéticos sobre el consumo de drogas, o el propio efecto de las sustancias en niveles específicos del SNC, y sus acciones en el Núcleo Acumbens (base del sistema de gratificación) o su incidencia sobre múltiples funciones psíquicas. Como decíamos, la investigación genética ha demostrado cierta predisposición, la que a su vez necesita - muchas veces - para su expresión, de determinadas condiciones ambientales, y acá podemos observar la interacción de lo biológico con lo psicosocial. Por otra parte, muchas veces es imposible determinar si esta predisposición genética se expresa como tendencia al consumo, sensibilidad aumentada para algunas sustancias o como rasgos de personalidad entre cuyos parámetros conductuales se encuentra el abuso de sustancias, y aquí se anuda lo biológico y lo psicológico. El preciso momento del consumo nos ejemplifica la dimensión de esta interacción bio psico social. Donde hay una/s droga/s con sus efectos particulares, pero condicionados por la dosis, la vía utilizada, la frecuencia (tolerancia), la personalidad, las expectativas del consumidor y el setting donde se desarrolla este consumo. 3 4 Vale afirmar entonces que la patología adictiva no puede reducirse únicamente a lo somático de un individuo, por más que exista una clara determinación genética, ni al psiquismo, aunque existan claras evidencias de la necesidad de una compulsión repetitiva, porque se trata de una patología y lo reiteramos -multicausal- que relaciona y abarca conflictos intrapersonales, interpersonales y socioculturales En referencia a este último aspecto creemos de interés destacar que el consumo de drogas surge también y en estrecha correlación con el conjunto de valores de la cultura en la que se desarrolla. Tanto, que ha llevado a algunos autores a plantear que en esta problemática, la dialéctica predisposición individual-factor desencadenante ambiental, adquiere una dinámica tal, que, cuando se pensaba que lo esencial era la estructura adictiva de personalidad, aparecen sorprendentes evidencias de que los estímulos externos hacia el consumo en general y hacia la droga en particular son tan intensos que a veces se torna imposible evaluar adecuadamente el grado de predisposición. 1 Las adicciones aparecen como un paradigma de la psicopatología de nuestra época. Época marcada por la disgregación familiar, por el debilitamiento de los lazos amorosos objetales profundos y duraderos, por la automatización de una comunicación cada vez más masiva y desafectivizada, por un consumismo irracional en un mundo globalizado y por un descreimiento cada vez mas notable en las figuras que representan la autoridad. 2 En esta civilización donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios, entonces: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve. 3 El ansia de dinero, poder, disfrute individual y libertad para consumir sin límites, se han impuesto por sobre todas las cosas. De este modo, los medios se han transformado en fines y el aspecto cuantitativo “más de lo mismo” ha desplazado a los rasgos cualitativos de los ideales, ocupando su lugar, y, por ende se reproduce la automatización y se multiplica en los sujetos la sensación de vacío, de apatía y de frustración, que intentará aplacarse, a su vez con más dinero, más poder y con más consumo. 4 La cultura actual, a partir de su modelo consumista, propone que mediante la posesión de objetos externos que: tranquilizan, valoran y resuelven necesidades, puedan ser aplacadas las tensiones internas. Los sentimientos de tensión o de falta tratarán de ser rápidamente aplacados mediante la compra o la incorporación de un objeto externo, en lugar de tratar de reconocerlos y elaborarlos. La frustración no se tolera, la angustia no se elabora, solo se busca neutralizarlas con drogas, medicamentos o la compra de objetos materiales. 5 4 5 Nos dice Eduardo Galeano: “la explosión del consumo en el mundo actual mete mas ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales, y como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta se emborracha el doble. “La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar”. 6 Nosotros creemos que de esta búsqueda de aturdimiento, tal vez para no sentir o llenar un vacío, y de esta soledad y rotura que hay que pagar -muchas veces muy caro- es de lo que nos habla -lo no dicho- de la patología adictiva. Autores como Philippe Jeammet insisten acerca de la congruencia entre las características del funcionamiento psíquico y el funcionamiento social y dicen: la ausencia de límites, la evolución muy rápida del sistema de valores y, sobre todo, el derrumbe de las prohibiciones, han sido reemplazados por una exigencia de rendimiento. Hoy se les dice a los jóvenes: “haz lo que quieras pero sé el mejor”. Se ha desplazado la problemática de la prohibición sobre una problemática narcisista del rendimiento. Por eso, no tiene nada de sorprendente que existan menos conflictos en torno de las prohibiciones y la culpabilidad, que conflictos en torno de no poseer los recursos narcisistas para alcanzar rendimientos suficientes. Y agregan: esto lleva a que una parte de la culpabilidad, especialmente edípica, va a ser desplazada sobre el ideal, y se va a servir de este ideal como un Superyó mucho más difícil de satisfacer que el Superyó portador de prohibiciones, en el que era más fácil ubicarse e incluso confesar, si se había transgredido, y reecontrar la calma. Esto se transforma en un instrumento de persecución, con conductas autopunitivas que no eran la confesión o el sentimiento de pecado de otrora, porque no alcanzan la absolución, ya que se está frente a una problemática puramente narcisista. 7 Éstas exigencias externas y internas, que no toman en cuenta los ritmos corporales y psíquicos, y los tiempos de desarrollo de los individuos, ni los de elaboración de los conflictos, actúan en forma traumática y llevan a la búsqueda del apuntalamiento sobre sustitutos concretos. La realidad sobreexige y el niño, el adolescente y luego el adulto se ven impulsados hacia la sobreadaptación, cuyo fracaso lleva inevitablemente a la marginación. Aparece entonces el consumo de drogas como un recurso requerido para el logro de esta adaptación, para estar conectado y eufórico; ser libre y divertido; tener una sexualidad plena; el logro del éxito surgirá de la creatividad, la lucidez, el rendimiento. 5 6 Pero también frente a al impotencia y el fracaso, ante una realidad demasiado traumática para ser elaborada, se recurrirá al consumo de drogas, como un intento de apartarse de un mundo sentido como persecutorio. 8 En referencia a aspectos del orden de lo familiar decimos que es frecuente observar el peso que tiene un modelo familiar adictivo. En estas familias se refuerza el modelo consumista, el cual es adoptado como una modalidad defensiva y como tal trasmitido a sus hijos. Otras características a destacar de las familias de los adictos son: los abandonos tempranos, las sobreprotecciones invalidantes, la desvalorización o ausencia de la figura paterna, el desentendimiento conyugal, los secretos, las alianzas, los modelos transgresivos y adictivos, los dobles mensajes y en general una actitud incontinente. 9 Ahora bien y otra vez en un intento de articular distintos factores en juego en esta problemática, no podemos dejar de considerar la vulnerabilidad personal, ligada a la propia historia del sujeto y los “beneficios inconscientes” que obtienen los individuos con su situación de dependencia, como ser el hecho de no establecer una verdadera relación afectiva con los otros ni asumir el compromiso de tener que cuidar de ellos, o la huida ante los reclamos de la vida. 10 Por otra parte la drogadicción les sirve también como modo de reclamar atención y a la vez, como venganza de una familia y de una sociedad por quienes no se sintieron entendidos y a quienes denuncian e interpelan obligándolos a que sientan la misma impotencia e incomunicación por ellos padecida. Desalentados y sin esperanzas de modificar esa incomprensión de su medio, algunos adictos buscarán un camino que, aunque acelere su muerte y su deterioro, les permita la satisfacción narcisista de sentirse grandioso, omnipotente, libre de restricciones y sufrimientos, mientras que, simultáneamente, encontrarán abierto un canal para reclamar afecto, exhibir su desafío, ejecutar su implacable venganza y castigarse de un modo ejemplificador. Es como si pensaran: “Ya que tengo que morir, moriré, pero moriré matando”. 11 Llegado a este punto en el que estamos hablando de problemáticas narcisísticas y su articulación con el consumo de drogas, nos vemos obligados a considerar por lo menos algunos aspectos de la adolescencia. El adolescente en el complejo pasaje de la niñez a la adultez, busca afirmar su identidad integrando referentes identificatorios. Desea pero a la misma vez teme dejar su mundo infantil para integrarse en el de los adultos. Las nuevas vivencias y sensaciones lo desconciertan, se siente invadido de un sentimiento de incertidumbre, todo lo cual le genera 6 7 una intensa sensación de soledad, y la necesidad de pertenecer a un grupo con el cual sienta cosas en común. Las drogas, parecen responder mágicamente a todas estas necesidades, le ofrecen pertenencia, valores, imágenes identificatorias, posibilidad de estar “colocado”, palabra usada comúnmente en la jerga de los adolescentes consumidores y particularmente sugestiva de la necesidad de una reubicación en un nuevo lugar. Muchos, y por diferentes motivaciones, de los adolescentes toman contacto con la droga - por curiosidad, por rebeldía, para mejorar la comunicación con los otros, por novedad, como desafío, de la autoridad, de sus propios límites. La mayoría encontrará otros caminos para canalizar su conflictiva, algunos quedarán atrapados en un vínculo de dependencia. Como nos dice Fracoise Dolto: del encuentro entre un individuo y una sustancia puede surgir un vínculo que sorprende y fascina a un sujeto, el que no obstante, mantiene otros intereses; o uno caracterizado fundamentalmente por la compulsión repetitiva, un hábito físico y una dolorosa abstinencia que hay que evitar de cualquier modo. Muchos autores entienden la adolescencia como un momento de regresión narcisista; regresión condicionada a su vez por la forma en que se internalizaron los primeros vínculos objetales, sobre todo con la madre, u otros objetos sustitutos. La madre y el entorno, ejercen una influencia que, además de necesaria, es inevitable, dejando así su marca en la significación de las pulsiones y en el registro de las percepciones. De esta experiencia surgirá el yo con una modalidad propia de relacionarse con su mundo interno, su cuerpo, la realidad, los otros. Un sujeto marcado por la cualidad de sus zonas erógenas y modos de satisfacción, la adhesión a ciertos objetos, su estilo de relacionarse con el mundo. Así el individuo humano, junto con la satisfacción de la necesidad, encontrará los caminos del placer, pero quedará también marcado por las huellas traumáticas, tanto de la insatisfacción como de la intrusión del otro. El deseo, con su despliegue simbólico, y la compulsión a la repetición con su monotonía tanática, reconocen así un mismo origen, un mismo tiempo. El tiempo de la oralidad, de la identificación primaria, del narcisismo, de la construcción del ideal. Pero también es territorio del objeto. 12 Cuando el objeto materno falla no pudiendo ofrecerse al niño como organismo estable capaz de permitir la satisfacción y frustración adecuada de sus necesidades, se obstaculiza el normal proceso de “separación-individuación”. En consecuencia el niño queda instalado en una situación de “apremiante necesidad de ese objeto fallante”, cuya búsqueda persiste a lo largo de toda la vida. Precisamente en la adicción reencontramos esa búsqueda compulsiva del objeto que suministra todo y que remite a las primeras formas de dependencia. 13 7 8 Conjuntamente con la posibilidad de elaborar las vivencias de satisfación-frustración, uniónseparación, completud incompletud, se irá conformando un espacio; un “espacio simbólico” que podrá ser recorrido progresivamente por el deseo, el pensamiento, la palabra, y en el que los objetos son investidos transicionalmente. Todo esto favorecerá la paulatina separación del objeto primario, sin la angustia de la pérdida absoluta de éste, ni el temor a la fusión con él. Cuando en este proceso ocurren fallas, las futuras ausencias y separaciones no podrán ser elaboradas a través del pensamiento simbólico y los objetos transicionales, solo podrán ser negadas a través de actos-síntomas, objetos fetichizados, objetos prótesis (Fernando Geberovich) o transitorios (Joyce Mc Dougal) que solo resuelven momentáneamente la tensión afectiva. Este es el lugar de la droga, que se busca para silenciar la angustia de la ausencia y/o brindar la ilusión de una presencia absoluta, que al no satisfacer la búsqueda, perpetúa y agrava el vacío simbólico. La droga es usada no para elaborar la pérdida sino para negarla. 14 El adicto necesitará siempre de un objeto concreto para calmar su ansiedad; “objeto cosa” revestido entonces de múltiples sentidos: odiado e idealizado por estar allí en lugar de la madre, fetichizado porque permite negar su ausencia y también investido por la transferencia de los afectos ambivalentes hacia la madre. 15 Podríamos decir entonces, que la drogadicción es un acto mediante el cual un sujeto intenta defenderse de vivencias dolorosas muy arcaicas, el terror que le genera la vivencia de vacío tratará de ser aplacado mediante un objeto concreto con el que y a manera de prótesis intenta su autorregulación y su autotratamiento. Como dice Sylvie Le Poulichet 16 : ¿ Hay algo más desconcertante para el análisis que el individuo que ya “consume” a su propio “terapeuta”? Si viene a vernos, es muchas veces para denunciar el desfallecimiento de ese alquimista que ya no cumple su cometido. Y si ese veneno es un remedio, ¿ de que tratamiento es autor? ¡Cabría pensar que la psicoterapia es requerida en este caso para que obre como el tratamiento de una insólita automedicación! Las conductas adictivas como todas las conductas actuadas, reflejan la inestabilidad de la organización psíquica subyacente. Su aparición no sella ella misma una estructura psíquica particular, aunque si testimonian una vulnerabilidad de la personalidad y una inestabilidad de su funcionamiento mental que son a la vez suficientemente específicas por ser una condición necesaria para el surgimiento de tales conductas, pero no para que aquellas sean una respuesta inevitable e incluso la sola posible. De este modo se explica el carácter transnosográfico y transestructural de este comportamiento y la gran diversidad de casos. 17 8 9 Bibliografía 1 5 8 10 12 13 15 Abadie, Sonia. Adolescencia y droga: un síntoma en la cultura. Rev. Psicoanálisis, 1990. T. XLVII. Número 4. Asoc. Psicoanalítica Argentina. 2 4 9 11 Mayer, Hugo. Drogas: Placer Químico, Dolor Humano. Adicciones, N/A. Rev. Psicoanálisis con niños y adolescentes, 1998. Número 11. 36 Galeano, Eduardo. Patas arriba. La escuela del mundo del revés. Primera edición. Montevideo, Uruguay: Ediciones del chanchito, 1998. Pag. 255, 256. 7 Jeammet, Philippe. Violencia y Narcisismo: entrevista por A. Liberman. Adicciones, N/A. Rev. Psicoanálisis con niños y adolescentes, 1998. Número 11. 14 Abadie, Sonia. El origen temprano de las patologías adictivas. Patologías graves en la adolescencia. IV Jornadas de Adolescencia, 1999. Asoc. Psicoanalítica del Uruguay. 16 Le Poulichet, Sylvie. Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo. Única edición en castellano autorizada por Presses Universitaires de France, París. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores, 1990. 17 Jeammet, Philippe. Reflexiones sobre la función de la Sustancia o Producto, en la economía psíquica del Toxicómano. Adicciones, N/A. Revista Psicoanálisis con niños y adolescentes, 1998. Número 11. 9 10 10