Destello del alba. Jair Cortés Sánchez. Thania Alba era una muchacha con belleza luminosa cual su apellido, había cierta dicha en su presencia y nobleza en su porte, el sol tibio que te alcanza en la mañana fría era de las mozas más hermosas de Yohualli aun así su inteligencia, actitud firme y absoluta independencia ahuyentaba a los muchachos pueblerinos y a cualquier pretendiente que no acepara aquello. Así pues hubo murmullos por parte de las señoras cuando un recién llegado medico se amistó con ella, el medico era Damián Selene un joven que calificaron amable, formal y muy conocedor puesto que era un estudiado, se ganó rápidamente el cariño de la gente de Yohualli, en parte por su forma de ser, en parte por su labor. También, y especialmente, se ganó el cariño de Thania, cariño que hizo de la amistad cortejo y del cortejo compromiso. Dos años después y aprovechando la primavera se celebró la boda con la bendición de ambas familias y propios y extraños celebraron la unión. La casa de la pareja se hallaba al oriente de Yohualli en una loma alta al final del valle. Fue en el otoño que el pequeño pueblo de Yohualli cayó en silencio pues la plaga blanca había llegado desde el norte y se había extendido en la región: la consunción, la tuberculosis. La gente palidecía y se apagaba como si le robaran la vida, a tal grado que el pánico cundió y se rumoraba de vampiros o espectros, también desde el norte llegaron los rumores de los temerosos que profanaban las tumbas para amordazar a los consumidos, estacarlos o cualquier sugerencia de algún otro temeroso. Damián Selene y Thania se encontraban en esta situación, pues, apurados atendiendo a los enfermos y calmando a los asustados, Damián había enviado un telegrama a la ciudad más cercana para pedir médicos y medicamentos pero estos tardarían en cruzar los cerros y llegar al valle de Yohualli. Cayeron las ultimas hojas de otoño cuando la esposa del leal medico calló enferma pero solo había que mirar los ojos del doctor para ver el dolor y la congoja que le trajo en acontecimiento, había llegado, había amado y hecho de este su hogar y de Thania su alba. El espíritu de Damián se oscurecía cuanto palidecía el semblante de su amada. Un día el consultorio del pueblo repentinamente cerro sus puertas. Damián se tornó taciturno, regresó al consultorio solo otro par de veces pero solo la vieron subir algunos frascos, galones y botellas con químicos que nadie en el pueblo se tomó la molestia de identificar. También se le vieron encendidas las luces de la casa y del ático durante toda la noche, el pobre medico velaba. La tarde en la que se adivina Thania Alba falleció por la consunción esa casa se encendió por una ultima vez, se encendió en un fuego luminoso con leguas de diversos colores, fuegos fatuos azules, verdes, amarillos y escarlatas se encendieron desde los tizones de la madera y se repartieron a los arboles cercanos. Ese invierno un ocaso real e inevitable y un amanecer único y breve parecían brillar al mismo tiempo en el valle de Yohualli.