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LA TALLA DE SAN JOSÉ EN SU RETABLO EN LA IGLESIA PARROQUIAL DE ESCALONILLA (TOLEDO)

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ESCALONILLA: UNA IGLESIA PARROQUIAL EN SU CENTRO UBANO Y DOS ERMITAS
EXTERIORES -LA IGLESIA PARROQUIAL28/06/2019
Terminamos este periplo volviendo al centro del casco urbano de Escalonilla y encontrarnos allí junto a la
Iglesia Parroquial, en su fachada Sur. Pasamos al interior del templo y nos detenemos junto al retablo de San
José, otra joya barroca pasada prácticamente por alto en las amplias explicaciones que tenemos del interior del
templo. He pensado que merece la pena detenernos e intentar insistir sobre su valía artística y reflejo
socioeconómico de Escalonilla, junto a la de la imagen que acoge en el interior de su hornacina sobre un precioso
y típico retablo barroco. El templo en su conjunto está ampliamente explicado en todos los libros publicados
sobre Escalonilla.
LA IMAGEN DE SAN JOSÉ Y SU RETABLO
Durante el siglo XV y principios del XVI Escalonilla triplica, como mínimo su población como consecuencia
del reagrupamiento que se realiza en su espacio geográfico, procedente de los despoblados de Nohalos, Casas
Albas y Veragüe. En el siglo XVI ascendía a 250 vecinos, lo que supone una población aproximada de unos
1000 habitantes. De nuevo recurrimos al libro de D. Juan Alonso Maldonado “San Germán..........”:, que en su
página 172 nos dice: “Escalonilla, en lo antiguo fue un lugar de corta población; el año 1500, tenía sólo sesenta
vecinos, y fue aumentando su vecindad con tres lugares que se despoblaron contiguos a Escalonilla, por un
contagio pestilente que padecieron, tanto éste como los que se despoblaron los años de 1490 y 1507, que se le
fueron agregando, por ser éste más sano y morir en él menos gentes que en los otros. De la ciudad de Toledo,
en ocasión de padecer también una gran peste, se retiró a este lugar, por la bondad de su terreno….”
Por tanto, el siglo XVI está orientado a la ampliación de la antiquísima Iglesia que resultaba muy pequeña para
una población que había crecido tanto. Se va haciendo por partes con la limosna de los fieles, que era muy
escasa. Tras una construcción muy accidentada (se desploma parte de lo construido y mueren 13 personas), la
nueva Iglesia se inaugura el 25 de diciembre de 1583. El siglo XVII, con mayor riqueza debido al florecimiento
de la fabricación de las estameñas (sector textil) llega la oportunidad de ir adornando y enriqueciendo el templo
que seguro se encontraba desangelado y, para ello, establecen los contactos necesarios con las personas
entendidas que lo pueden llevar a la práctica.
En la página 178 de mi libro “Escalonilla: Política, economía, cultura y sociedad” se encuentran relacionados
todos los artesanos y artífices foráneos que colaboran en el embellecimiento del templo. Hoy y por el contenido
de este trabajo, cito a:
•
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Bartolomé del Río Bermuy, pintor. En 1619 se le piden informes para un retablo de una cofradía.
Juan de Vila ensamblador de oficio. En 1620 se le pide informe para un retablo y custodia en Escalonilla.
También sabemos que los tejedores de Escalonilla, para registrar y defender la calidad de sus tejidos ante los
Veedores y Examinadores de Toledo, se agruparon y crearon una cofradía que pusieron bajo la advocación y
protección de San José, cuyas ordenanzas fueron aprobadas en Toledo en el año 1619. La imagen de San José,
en el año 1635 ya existía y era de una muy buena calidad, comparable y no inferior a la imagen de la Virgen del
Rosario donada en esa fecha por fray Diego Menor, según D. Juan Alonso Maldonado – fotografías núms. 1;
1.1; 2 y 2.1. Desde el siglo XVI en Escalonilla empezaba a despuntar como actividad económica, junto a la
agricultura, la industria de las estameñas, que llegó a su plenitud en el siglo XVIII, incluso hay algún autor que
apunta que fue el primer lugar que tuvo fábrica de estameñas en Castilla. Dicho lo anterior, parecía lógico que
la cofradía de tejedores dispusiera de una imagen representativa y que intentara difundir y potenciar su devoción.
No conocemos el escultor de la talla, pero sí sabemos que es del siglo XVII, por tanto barroca, esculpida en
madera policromada, que sostiene al Niño Jesús con su brazo y mano izquierda al que mira gran ternura. En el
siglo XVII tiene una gran importancia la escultura de carácter procesional, ya que las imágenes cobran
extraordinaria importancia para la celebración de procesiones, espectáculos a cielo abierto que viven con gran
interés e ilusión toda la población. Nuestra imagen, como todas las barrocas, es bastante expresiva, así como la
del Niño Jesús, risueño, cariñoso y juguetón con la barba del Santo, su padre nutricio, lo que resalta la cercanía
y cariño entre ambos. Este modelo escalonillero es de los más difundidos entre sus representaciones, aunque
también se representa a San José con el Niño cogido de la mano.
Además, aquí podemos observar una de esas imágenes procesionales que bastantes escultores tallan, en las que
sólo se terminan la cabeza, pies y manos, mientras el resto del cuerpo es un mero maniquí recubierto con sus
vestiduras reales y su túnica En relación a la vestimenta, José suele ser representado con un manto que cae desde
sus hombros, y una túnica, en contrate con el Niño Jesús, totalmente desnudo y en graciosa pirueta. En su mano
derecha porta los atributos característicos de San José como son la vara florida que se cree es de almendro,
suplantada muchas veces por la azucena o lirio – símbolo de pureza y castidad-, y las herramientas propias de
su oficio de carpintero. A veces, la paloma del Espíritu Santo aparece sobre las flores de la vara. Este atributo
de la vara se explica y detalla en los Evangelios Apócrifos, donde se relata que fueron convocados al templo un
hombre de cada tribu de Israel, para elegir esposo para la Virgen María, correspondiendo a José asistir por la
tribu de Judá. Cada asistente debía llevar una vara, las que fueron dejadas sobre el altar. Cuando al día siguiente
el sacerdote ingresó al Sancta Santorum, un ángel tomó la vara más pequeña, la de José y, según algunas
versiones la vara floreció, y según otras la paloma del Espíritu Santo surgió de ella, señalando al elegido para
desposar a la Virgen. Así se cumpliría lo narrado por el Profeta Isaías: “Y saldrá una rama de la raíz de Jesse,
y una flor saldrá de su raíz”. (Is 11,1).
Uno de los santos más gloriosos del catolicismo fue San José, a quien el Señor le concedió la extraordinaria
gracia de darle por esposa a la Santísima Virgen y ser padre nutricio del Verbo Encarnado; no obstante, el culto
hacia su persona fue tomado en consideración tardíamente por parte de los eclesiásticos, siendo su
conmemoración el 19 de marzo, fecha promulgada en 1621 por el papa Gregorio XV.
En nuestra Iglesia Parroquial se encuentra ubicado en su calle izquierda, en un retablo barroco de finales del
siglo XVII, algo anterior al retablo del Altar Mayor, por la utilización en su construcción únicamente de
columnas salomónicas, adornadas en su fuste con vistosos y coloridos racimos de uvas verdes y negras y las
hojas del emparrado; que como sabemos tienen una importante simbología en la liturgia católica, ya que de las
uvas se obtiene el vino, que se convierte en la Sangre de Cristo durante el sacrificio de la Santa Misa. Culminan
estas vistosas columnas en un capitel de orden compuesto. La talla de la imagen se sitúa sobre una peanapedestal de dos cuerpos adornados; el pimero con la figura en relieve de la cabeza y alas de un angelito sobre
unas formas de adorno de madera barrocas; todo ello embellecido con un arco de pequeñas flores y guirnaldas
que rodean la figura del Santo. El retablo culmina en una luneta muy expresiva y pintada, a través de los adornos
en relieve de madera propios de esta época. Resulta muy curioso fijarse en estos adornos detenidamente para
que cada espectador obtenga sus propias conclusiones y su imaginación encuentre o perfile algunas curiosas
formas o dibujos. También hay que destacar los cuatro pináculos que le adornan en su parte alta, dos de los
cuales, los más exteriores, en forma y representación claramente de copón, objeto litúrgico donde se guardan
las Hostias Consagradas que se utilizan para repartirlas entre los fieles que se acercan a comulgar, después del
acto de la Consagración de la Misa, y que guarda una estrecha relación con lo que describo a continuación.
En el banco o parte inferior del retablo, que apoya sobre un altar, encontramos escrita en latín una inscripción
muy visible, tal como refleja la fotografía núm. 4, que me permito incluir aquí,
“HOC EST ENIM CORPUS MEUM
HIC EST ENIM CALIX SANGUINIS MEI
NOVI ET ETERNI TESTAMENTI MISTE
RIUM FIDEI QUI PRO VOBIS ET PRO MUL
TIS EFFUNDETUR IN REMISSIONEM
PECCATORUM”
que traducida dice lo siguiente: “Porque esto es mi cuerpo, Porque este es el cáliz de mi sangre, [sangre] de
la alianza nueva y eterna, misterio de la fe, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de
los pecados”.
Como se puede observar el texto refleja una fórmula de la Consagración en la Misa, y ya sabemos que el acto
litúrgico de la Misa, desde el Concilio de Trento, adquiere una importantísima relevancia, convirtiéndose en
una de las partes esenciales para el culto católico cristiano; y por eso el escrito refleja la parte central y más
destacada del mismo. Se ha repetido la palabra sangre (en el texto latino solo aparece una vez), pero sabemos
que en la liturgia se emplea una traducción ligeramente distinta que además ha ido variando a lo largo del
tiempo.
No quiero dejar de apuntar aquí el parecido artístico de este retablo de San José con el que guarda la imagen de
nuestro Santísimo Cristo de la Cruz a Cuesta: columnas salomónicas adornadas con los racimos de uvas y
emparrados, ático en forma de luneta, etc, etc. Merece la pena la visita, comparación y ya puedes aprovechar y
pedir alguna gracia a tu Cristo; a nuestro Cristo de la Cruz a Cuestas,
En este avance hacia la Capilla del Cristo para ver los rasgos básicos de su retablo, nos encontramos con uno
bastante modernista que ubica en su interior a San Isidro –fotografías núms. 6 y 6.1-, imagen adquirida y
regalada a nuestra Iglesia Parroquial por la Hermandad de Agricultores y Ganaderos, allá por los albores de la
década de 1950 –fotografía núm. 10-, que se saca en procesión el día de su festividad y en alguna otra práctica
litúrgica como las rogativas para bendecir los campos y pedir al Señor que nos envíe la lluvia en años de sequía,
como ha ocurrido en este 2019. Fue en una de ellas donde se produjo el accidente sufrido recientemente por la
imagen de este Santo al desprenderse inesperadamente de su sujeción a las andas en las que procesionaba, caer
al suelo y romperse en varios trozos. La parte mayormente afectada por el accidente fue la cabeza y la cara,
zonas de las que se recogieron hasta 17 trozos, según me cuentan y puede observarse en la fotografía núm. 5.1.
Un escalonillero, aunque no era nacido en nuestro pueblo, Alfredo Martín Sánchez Urán, que ya nos había
demostrado su gran valía artística, en la construcción de preciosos Belenes navideños, se ofrece para restaurar
la imagen y se convierte en su restaurador. Personalmente me pareció un ofrecimiento muy valiente para una
persona que no es un profesional de la restauración; consideraba que se trataba de una tarea muy complicada,
pero nos ha demostrado que en este tipo de acciones podía hacer todo lo que se proponía. Ahí está la talla de
San Isidro, totalmente restaurada, como si nada la hubiese ocurrido y preparada para procesionar de nuevo
cuando sea necesario, que habla por sí sola del excelente trabajo llevado a cabo por Alfredo, gran persona, muy
afable y de trato cordial y amigable.
Estuve hablando con él unos días antes de morir; antes de que un inmisericorde y despiadado ataque
cardiovascular lo apartase de su esposa e hijos, familia en general, y de todos nosotros, para trasladarle al cielo
junto a San Isidro, y me confesaba que la restauración había quedado perfecta al 99 por ciento y que el problema
que había tenido con un ojo de la escultura, que fue la mayor dificultad con la que se encontró, ya lo tenía
totalmente resuelto. Amigo Alfredo, eres un artista; lo has conseguido y puedes sentirte orgulloso y descansar
en paz; nosotros siempre te estaremos agradecidos y te recordaremos con gran cariño. Desde aquí te envío un
fuerte abrazo personal que, sin duda, representa el sentir de todos los escalonilleros hacia ti y hacia tu familia.
Alfredo, descansa en paz.
En la fotografía núm. 7 otra restauración, en esta ocasión, de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo; merece
la pena ir a visitarla y deleitarse con sus pinturas, y terminamos con una fotografía de nuestro pueblo realizada
desde la calle Campo –fotografía núm. 8-
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