Repaso de la Escuela del Ministerio Teocratico

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Repaso de la Escuela del Ministerio Teocrático
A continuación aparecen las preguntas del repaso de la Escuela del Ministerio Teocrático que se hará la semana del 31 de
agosto de 2015.
1- ¿Qué verdades que fortalecen la fe hallamos en la
oración de Salomón, y qué provecho sacamos al meditar
en ellas? (1 Rey. 8:22-24, 28.) [6 de julio, w05 1/7 pág. 30
párr. 3.]
(1 Rey. 8:22-24) Y Salomón procedió a ponerse de pie
delante del altar de Jehová, enfrente de toda la
congregación de Israel, y ahora extendió las palmas de las
manos a los cielos; 23 y pasó a decir: “Oh Jehová el Dios
de Israel, no hay Dios como tú en los cielos arriba ni en la
tierra abajo, que guardas el pacto y la bondad amorosa
para con tus siervos que están andando delante de ti con
todo su corazón, 24 tú que has guardado para con tu siervo
David mi padre lo que le prometiste, de modo que hiciste la
promesa con tu propia boca, y con tu propia mano has
efectuado el cumplimiento, como en este día.
(1 Rey. 8:28) Y tienes que volverte hacia la oración de tu
siervo y a su petición de favor, oh Jehová mi Dios, para
escuchar el clamor rogativo y la oración con que tu siervo
está orando delante de ti hoy;
***w05 1/7 pág. 30 Puntos sobresalientes del libro de
Primero de los Reyes***
8:22-53. Salomón expresó profunda y sincera gratitud a
Jehová, un Dios de bondad amorosa, Cumplidor de
promesas y Oidor de la oración. Meditar sobre la oración
que Salomón ofreció en la inauguración aumentará nuestro
agradecimiento por estos y otros aspectos de la personalidad
de Dios.
2- David anduvo “con integridad de corazón”, ¿cómo
nos anima su ejemplo a hacer lo mismo? (1 Rey. 9:4.)
[13 de julio, w12 15/11 pág. 7 párrs. 18, 19.]
(1 Rey. 9:4) Y tú, si andas delante de mí, tal como anduvo
David tu padre, con integridad de corazón y con rectitud,
haciendo conforme a todo lo que te he mandado, y guardas
mis disposiciones reglamentarias y mis decisiones
judiciales,
***w12 15/11 pág. 7 “Enséñame a hacer tu voluntad”***
TENGA PRESENTE EN TODO MOMENTO EL PUNTO
DE VISTA DE DIOS 18, 19. a) Aunque era imperfecto,
¿por qué pudo David conservar el favor de Dios? b) ¿Qué
está usted decidido a hacer? 18 Aunque David fue ejemplar
en muchos sentidos, a lo largo de su vida cometió varios
pecados graves (2 Sam. 11:2-4, 14, 15, 22-27; 1 Crón.
21:1, 7). Sin embargo, en cada caso demostró su
arrepentimiento. Puede decirse que anduvo con Dios “con
integridad de corazón” (1 Rey. 9:4). ¿Por qué? Porque
siempre trató de actuar en armonía con la voluntad divina.
19 A pesar de nuestra imperfección, podemos conservar el
favor de Jehová. Con ese fin, estudiemos con empeño su
Palabra, reflexionemos en lo aprendido y actuemos con
decisión según lo que hemos guardado en el corazón. Así
haremos nuestra la humilde solicitud que el salmista le hizo
a Jehová: “Enséñame a hacer tu voluntad”.
3- ¿Qué lección importante nos enseña el que Jehová
enviara a Elías a la casa de la viuda de Sarepta? (1 Rey.
17:8-14.) [27 de julio, w14 15/2 pág. 14.]
(1 Rey. 17:8-14) La palabra de Jehová ahora le vino,
diciendo: 9 “Levántate, ve a Sarepta, que pertenece a
Sidón, y tienes que morar allí. ¡Mira! Ciertamente daré
orden allí a una mujer, una viuda, para que te suministre
alimento”. 10 Por lo tanto, él se levantó y se fue a Sarepta,
y entró por la entrada de la ciudad; y, ¡mire!, allí estaba
una mujer, una viuda, recogiendo pedazos de leña. De modo
que la llamó y dijo: “Por favor, consígueme un sorbo de
agua en una vasija para beber”. 11 Cuando ella empezó a
ir para conseguirlo, él pasó a llamarla y a decir: “Por
favor, consígueme un pedacito de pan en tu mano”. 12 Por
lo cual ella dijo: “Tan ciertamente como que vive Jehová tu
Dios, no tengo torta redonda, sino un puñado de harina en
el jarro grande y un poco de aceite en el jarro pequeño; y
aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de leña, y
tengo que entrar y hacer algo para mí y mi hijo, y tendremos
que comerlo y morir”. 13 Entonces le dijo Elías: “No tengas
miedo. Entra, haz conforme a tu palabra. Solo que de lo que
hay allí, hazme primero una pequeña torta redonda, y tienes
que traérmela acá fuera, y para ti y tu hijo puedes hacer
algo después. 14 Porque esto es lo que ha dicho Jehová el
Dios de Israel: ‘El jarro grande de harina mismo no se
agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no fallará hasta
el día en que Jehová dé un aguacero sobre la superficie del
suelo’”.
***w14 15/2 págs. 14-15 Jehová recompensó la fe de la
viuda de Sarepta***
“Tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios —
contestó—, no tengo torta redonda, sino un puñado de
harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro
pequeño; y aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de
leña, y tengo que entrar y hacer algo para mí y mi
hijo, y tendremos que comerlo y morir.” (1 Rey. 17:12.)
¿Qué podemos aprender de esta conversación? Las palabras
“tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios” revelan que
la viuda reconoció a Elías como un israelita temeroso de
Dios. Al parecer tenía algún conocimiento del Dios de
Israel, pero no lo suficiente como para decir “mi Dios” al
referirse a Jehová. Vivía en Sarepta, una población de la que
se dice que pertenecía a la ciudad fenicia de Sidón, quizá en
el sentido de depender de ella. Es muy probable que la gente
de Sarepta adorara a Baal. Pero Jehová había visto algo
especial en aquella viuda pobre. Aunque vivía rodeada de
idólatras, tuvo fe en el Dios de Israel. Jehová envió a Elías
a su casa por el bien de él, pero también por el de ella. Esto
nos enseña una importante lección. No todos los habitantes
de la ciudad de Sarepta, donde se adoraba a Baal, estaban
completamente corrompidos. Al enviar a Elías a la casa de
la viuda, Jehová demostró que se fija en las personas de
buen corazón que aún no le sirven. Así es: “en toda nación,
el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hech. 10:35).
¿Cuántas personas como la viuda de Sarepta habrá en
nuestro territorio? Aunque vivan rodeadas de gente que
sigue religiones falsas, quizá algunas estén buscando algo
mejor. Puede que sepan poco o nada sobre Jehová y por eso
necesiten a alguien que les ayude a unirse a la adoración
pura. ¿Tratamos de encontrar y ayudar a estas personas?
“HAZME PRIMERO UNA PEQUEÑA TORTA”
Analicemos ahora la petición de Elías. La viuda le acababa
de explicar que a ella y a su hijo solo les quedaba una
comida y que después de comerla tendrían que morir. Sin
embargo, Elías le dijo: “No tengas miedo. Entra, haz
conforme a tu palabra. Solo que de lo que hay allí, hazme
primero una pequeña torta redonda, y tienes que traérmela
acá fuera, y para ti y tu hijo puedes hacer algo después.
Porque esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El
jarro grande de harina mismo no se agotará, y el jarro
pequeño de aceite mismo no fallará hasta el día en que
Jehová dé un aguacero sobre la superficie del suelo’”
(1 Rey. 17:11-14). “¿Darle a él nuestra última comida? ¡No
puede estar hablando en serio!”, quizá habrían pensado
otros en su lugar. Pero ¿cómo reaccionó la viuda? Aunque
no sabía mucho acerca de Jehová, creyó a Elías e hizo lo que
este le había pedido. ¡Qué difícil prueba de fe... y qué buena
decisión tomó! Dios no la abandonó. Tal como Elías le había
prometido, Jehová se encargó de multiplicar sus escasos
alimentos durante todo el tiempo que duró la sequía para que
Elías, ella y su hijo tuvieran qué comer. En efecto, “el jarro
grande de harina mismo no se agotó, y el jarro pequeño de
aceite mismo no falló, conforme a la palabra de Jehová que
él había hablado por medio de Elías” (1 Rey. 17:16; 18:1).
Si la viuda hubiera reaccionado de otra manera, la torta de
pan que hizo con la poca harina y el poco aceite que le
quedaban probablemente habría sido su última comida. Pero
ella actuó con fe: confió en Jehová y alimentó primero a
Elías.
4- ¿Cómo fortalece nuestra confianza en Jehová meditar
en el relato de 1 Reyes 17:10-16? [27 de julio, w14 15/2
págs. 13-15.]
(1 Rey. 17:10-16) Por lo tanto, él se levantó y se fue a
Sarepta, y entró por la entrada de la ciudad; y, ¡mire!, allí
estaba una mujer, una viuda, recogiendo pedazos de leña.
De modo que la llamó y dijo: “Por favor, consígueme un
sorbo de agua en una vasija para beber”. 11 Cuando ella
empezó a ir para conseguirlo, él pasó a llamarla y a decir:
“Por favor, consígueme un pedacito de pan en tu mano”.
12 Por lo cual ella dijo: “Tan ciertamente como que vive
Jehová tu Dios, no tengo torta redonda, sino un puñado de
harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro
pequeño; y aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de
leña, y tengo que entrar y hacer algo para mí y mi hijo, y
tendremos que comerlo y morir”. 13 Entonces le dijo Elías:
“No tengas miedo. Entra, haz conforme a tu palabra. Solo
que de lo que hay allí, hazme primero una pequeña torta
redonda, y tienes que traérmela acá fuera, y para ti y tu hijo
puedes hacer algo después. 14 Porque esto es lo que ha
dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El jarro grande de harina
mismo no se agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no
fallará hasta el día en que Jehová dé un aguacero sobre la
superficie del suelo’”. 15 Por lo tanto, ella se fue e hizo
conforme a la palabra de Elías; y continuó comiendo, ella
junto con él y con su casa, por días. 16 El jarro grande de
harina mismo no se agotó, y el jarro pequeño de aceite
mismo no falló, conforme a la palabra de Jehová que él
había hablado por medio de Elías.
***w14 15/2 págs. 13-15 Jehová recompensó la fe de la
viuda de Sarepta***
Jehová recompensó la fe de la viuda de Sarepta
UNA viuda pobre abraza emocionada a su hijo, su único
hijo. ¡No puede creer lo que ha pasado! Hace solo unos
instantes estrechaba en su regazo el cuerpo sin vida del niño.
Pero ahora su pequeño ha vuelto a vivir y le sonríe. Ella
no cabe en sí de la alegría. “Mira —le dice el hombre que se
hospeda en su casa—, tu hijo está vivo.” Esta conmovedora
resurrección, que se relata en el capítulo 17 de 1 Reyes, tuvo
lugar hace casi tres mil años. El huésped era Elías, el profeta
de Dios, y la madre, una viuda anónima de la ciudad de
Sarepta. ¡Cuánto debió fortalecer su fe la resurrección del
niño! Veamos algunas lecciones valiosas que podemos
aprender de esta mujer. ELÍAS CONOCE A UNA VIUDA
QUE TIENE FE Jehová había decretado una larga sequía en
el reino de Acab, el malvado rey de Israel. Después de que
Elías anunció la sequía, Dios lo escondió para protegerlo de
Acab y lo alimentó milagrosamente haciendo que unos
cuervos le llevaran pan y carne. Entonces le dijo:
“Levántate, ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y tienes que
morar allí. ¡Mira! Ciertamente daré orden allí a una mujer,
una viuda, para que te suministre alimento” (1 Rey. 17:1-9).
Al llegar a Sarepta, Elías se encontró con una viuda pobre
que recogía leña. ¿Sería ella la mujer que le daría de comer?
¿No era demasiado pobre para hacerlo? A pesar de las dudas
que le pudieron surgir, Elías decidió hablarle. “Por favor —
le dijo–, consígueme un sorbo de agua en una vasija para
beber.” Cuando ella iba a buscar el agua, el profeta añadió:
“Por favor, consígueme un pedacito de pan” (1 Rey.
17:10, 11). A la viuda no le suponía un problema llevarle un
trago de agua, pero darle algo de comer era otra historia.
“Tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios —
contestó—, no tengo torta redonda, sino un puñado de
harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro
pequeño; y aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de
leña, y tengo que entrar y hacer algo para mí y mi
hijo, y tendremos que comerlo y morir.” (1 Rey. 17:12.)
¿Qué podemos aprender de esta conversación? Las palabras
“tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios” revelan que
la viuda reconoció a Elías como un israelita temeroso de
Dios. Al parecer tenía algún conocimiento del Dios de
Israel, pero no lo suficiente como para decir “mi Dios” al
referirse a Jehová. Vivía en Sarepta, una población de la que
se dice que pertenecía a la ciudad fenicia de Sidón, quizá en
el sentido de depender de ella. Es muy probable que la gente
de Sarepta adorara a Baal. Pero Jehová había visto algo
especial en aquella viuda pobre. Aunque vivía rodeada de
idólatras, tuvo fe en el Dios de Israel. Jehová envió a Elías
a su casa por el bien de él, pero también por el de ella. Esto
nos enseña una importante lección. No todos los habitantes
de la ciudad de Sarepta, donde se adoraba a Baal, estaban
completamente corrompidos. Al enviar a Elías a la casa de
la viuda, Jehová demostró que se fija en las personas de
buen corazón que aún no le sirven. Así es: “en toda nación,
el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hech. 10:35).
¿Cuántas personas como la viuda de Sarepta habrá en
nuestro territorio? Aunque vivan rodeadas de gente que
sigue religiones falsas, quizá algunas estén buscando algo
mejor. Puede que sepan poco o nada sobre Jehová y por eso
necesiten a alguien que les ayude a unirse a la adoración
pura. ¿Tratamos de encontrar y ayudar a estas personas?
“HAZME PRIMERO UNA PEQUEÑA TORTA”
Analicemos ahora la petición de Elías. La viuda le acababa
de explicar que a ella y a su hijo solo les quedaba una
comida y que después de comerla tendrían que morir. Sin
embargo, Elías le dijo: “No tengas miedo. Entra, haz
conforme a tu palabra. Solo que de lo que hay allí, hazme
primero una pequeña torta redonda, y tienes que traérmela
acá fuera, y para ti y tu hijo puedes hacer algo después.
Porque esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El
jarro grande de harina mismo no se agotará, y el jarro
pequeño de aceite mismo no fallará hasta el día en que
Jehová dé un aguacero sobre la superficie del suelo’”
(1 Rey. 17:11-14). “¿Darle a él nuestra última comida? ¡No
puede estar hablando en serio!”, quizá habrían pensado
otros en su lugar. Pero ¿cómo reaccionó la viuda? Aunque
no sabía mucho acerca de Jehová, creyó a Elías e hizo lo que
este le había pedido. ¡Qué difícil prueba de fe... y qué buena
decisión tomó! Dios no la abandonó. Tal como Elías le había
prometido, Jehová se encargó de multiplicar sus escasos
alimentos durante todo el tiempo que duró la sequía para que
Elías, ella y su hijo tuvieran qué comer. En efecto, “el jarro
grande de harina mismo no se agotó, y el jarro pequeño de
aceite mismo no falló, conforme a la palabra de Jehová que
él había hablado por medio de Elías” (1 Rey. 17:16; 18:1).
Si la viuda hubiera reaccionado de otra manera, la torta de
pan que hizo con la poca harina y el poco aceite que le
quedaban probablemente habría sido su última comida. Pero
ella actuó con fe: confió en Jehová y alimentó primero a
Elías. Una lección que podemos aprender es que Dios
bendice a los que tienen fe. Cuando encaramos una prueba
de integridad con fe, él nos ayuda. Se convierte en nuestro
Proveedor, Protector y Amigo para que podamos aguantar
(Éx. 3:13-15). En 1898, la revista Zion’s Watch Tower (La
Torre del Vigía de Sión) señaló la siguiente lección del
relato de la viuda: “Si la mujer demostraba tener fe y
obedecía, el Señor la consideraría digna de recibir su ayuda
a través del profeta; pero si no tenía fe, se podría hallar a
otra viuda que sí la tuviera. Así mismo sucede con
nosotros. [...] Si ejercemos fe, recibimos bendiciones; si no,
nos las perdemos”. Cuando nos enfrentamos a una prueba,
debemos buscar la guía que Dios nos da a través de las
Escrituras y las publicaciones bíblicas. Después tenemos
que actuar en armonía con lo que Jehová nos dice, aunque
nos cueste aceptarlo. Podemos estar seguros de que
recibiremos su bendición si seguimos este sabio consejo:
“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu
propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en
cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas” (Prov. 3:5, 6).
“HAS VENIDO [...] PARA DAR MUERTE A MI HIJO”
Ahora bien, la fe de la viuda se puso a prueba de nuevo.
“Después de estas cosas —continúa el relato— aconteció
que el hijo de la mujer, el ama de la casa, enfermó, y su
enfermedad llegó a ser tan grave que no quedó aliento en
él.” Tratando de buscar una razón para lo ocurrido, la
afligida madre le dijo a Elías: “¿Qué tengo yo que ver
contigo, oh hombre del Dios verdadero? Has venido a mí
para que se recuerde mi error y para dar muerte a mi hijo”
(1 Rey. 17:17, 18). ¿Qué motivó esas amargas palabras?
¿Recordó quizá la viuda algún pecado que le pesaba en la
conciencia? ¿Pensó que Dios la estaba castigando con la
pérdida de su hijo, y que Elías era el mensajero de la muerte?
La Biblia no entra en detalles, pero sí queda claro que la
viuda no estaba acusando a Dios de ser injusto. A Elías lo
debió sacudir la triste muerte del hijo de la viuda, y también
la idea de que su propia presencia la hubiera causado.
Después de llevar el flácido cuerpo del niño a la cámara del
techo, Elías rogó: “Oh Jehová mi Dios, ¿también sobre la
viuda con quien estoy residiendo como forastero tienes que
traer perjuicio, dando muerte a su hijo?”. El profeta no podía
soportar que Dios quedara desacreditado por permitir que
aquella amable y hospitalaria mujer sufriera aún más. Por
eso suplicó: “Oh Jehová mi Dios, por favor, haz que el alma
de este niño vuelva dentro de él” (1 Rey. 17:20, 21). “MIRA,
TU HIJO ESTÁ VIVO” Jehová lo estaba escuchando.
La viuda había alimentado al profeta, había ejercido fe.
Al parecer, Dios permitió que la enfermedad del niño
siguiera su curso porque sabía que lo resucitaría. Aquella
resurrección —la primera de la que habla la Biblia—
serviría para dar esperanza a generaciones futuras. Tras la
súplica de Elías, Jehová le devolvió la vida al niño.
Imaginemos la emoción de la viuda cuando Elías dijo:
“Mira, tu hijo está vivo”. Ella le contestó: “Ahora, de veras,
sí sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra de Jehová
en tu boca es verdadera” (1 Rey. 17:22-24). El relato no dice
nada más sobre esta viuda. Pero en vista de que Jesús hizo
referencia a la buena actitud que ella demostró, podemos
concluir que sirvió a Jehová hasta el fin de sus días (Luc.
4:25, 26). Su historia demuestra que Dios bendice a los que
tratan bien a sus siervos (Mat. 25:34-40). También prueba
que da lo necesario a quienes le son fieles, incluso en
circunstancias extremadamente difíciles (Mat. 6:25-34).
Además, nos muestra que Jehová quiere y puede resucitar a
los muertos (Hech. 24:15). Sin duda, tenemos buenas
razones para acordarnos de la viuda de Sarepta.
5- Elías superó los sentimientos negativos, ¿qué podemos
aprender de su ejemplo? (1 Rey. 19:4.) [3 de agosto, ia
págs. 102, 103 párrs. 10-12; w14 15/3 pág. 15
párrs. 15, 16.]
(1 Rey. 19:4) Y él mismo entró en el desierto camino de un
día, y por fin llegó y se sentó debajo de cierta retama. Y se
puso a pedir que muriera su alma, y a decir: “¡Basta!
Ahora, oh Jehová, quítame el alma, porque no soy mejor
que mis antepasados”.
las cosas de manera diferente. A sus ojos, Elías era muy
valioso, y se aseguró de hacérselo saber. ¿Qué hizo? Le
envió un ángel con el fin de fortalecerlo. También le
suministró comida y bebida que lo sostendría durante su
viaje de cuarenta días al monte Horeb. Y le mostró con
bondad que estaba equivocado al pensar que era el único
israelita que se había mantenido leal. Note además que Dios
le encargó nuevas misiones, las cuales Elías aceptó.
El profeta se benefició mucho de la ayuda que Jehová le
brindó y retomó su comisión con energías renovadas (1 Rey.
19:5-8, 15-19). 16. ¿De qué maneras lo ha fortalecido
Jehová a usted? 16 El ejemplo de Elías puede ayudarlo a
comprobar que está en la fe y a adoptar una actitud positiva.
¿Cómo? Primero, piense en las distintas maneras en que
Jehová lo ha sostenido. ¿Ha recibido el apoyo de algún
hermano, quizá un anciano u otro cristiano maduro, en un
momento difícil? (Gál. 6:2.) ¿Se ha sentido reconfortado por
la Biblia, nuestras publicaciones o las reuniones de
congregación? La próxima vez que se beneficie de alguna
de estas maneras, piense que en verdad esa ayuda proviene
de Jehová, y diríjase a él para darle las gracias (Sal.
121:1, 2).
6- ¿Qué hizo Jehová cuando vio a Elías tan desesperado,
y cómo podemos imitar a nuestro amoroso Dios? (1 Rey.
19:7, 8.) [3 de agosto, w14 15/6 pág. 27 párrs. 15, 16.]
***ia págs. 102-103 Dios fue su refugio y su consuelo***
10, 11. a) ¿Qué le dijo Elías a Jehová en oración?
b) Basándose en los textos bíblicos, describa los
sentimientos de tristeza que experimentaron otros siervos de
Dios. 10 En su desesperación, el profeta le pide a Jehová
que le quite la vida. “No soy mejor que mis antepasados”,
clama. Sabe que estos no son más que huesos y cenizas en
la tumba, y que no pueden hacer nada bueno por nadie (Ecl.
9:10). Elías se siente igual de inútil, por lo que llega a
preguntarse qué razón hay para seguir viviendo. Ya sin
fuerzas para luchar más, implora: “¡Basta!”. 11 ¿Debería
sorprendernos que un siervo de Dios se haya deprimido
tanto? En realidad no. En la Biblia se mencionan varios
hombres y mujeres fieles que llegaron a estar tan tristes que
desearon morir, entre ellos Rebeca, Jacob, Moisés y Job
(Gén. 25:22; 37:35; Núm. 11:13-15; Job 14:13). 12. ¿Cómo
podemos seguir el ejemplo de Elías cuando nos invade el
desánimo? 12 Actualmente vivimos en “tiempos críticos,
difíciles de manejar”, y por eso no es raro que el desaliento
invada a muchas personas, incluso a fieles siervos de Dios
(2 Tim. 3:1). Si alguna vez usted se siente así, siga el
ejemplo de Elías: ábrale su corazón a Jehová. Recuerde que
él es “el Dios de todo consuelo” (lea 2 Corintios 1:3, 4).
Veamos cómo Jehová consoló a Elías.
***w14 15/3 pág. 15 Mantengamos una actitud
positiva***
15. ¿Cómo le demostró Jehová a Elías que lo seguía
considerando muy valioso? 15 Pero el Todopoderoso veía
(1 Rey. 19:7, 8) Más tarde el ángel de Jehová volvió por
segunda vez y lo tocó y dijo: “Levántate, come, porque el
viaje es demasiado para ti”. 8 Por lo tanto él se levantó y
comió y bebió, y siguió yendo por el poder de aquel
alimento durante cuarenta días y cuarenta noches hasta la
montaña del Dios [verdadero], Horeb.
***w14 15/6 pág. 27 ¿Vemos a los débiles como Jehová
los ve?***
15 ¿Cómo reaccionó Jehová cuando miró desde el cielo y
vio a su fiel profeta tan desesperado? ¿Lo rechazó por perder
el valor y deprimirse? ¡Claro que no! Más bien, tuvo en
cuenta sus limitaciones y le envió un ángel. Este lo animó
dos veces a comer para que el viaje que tenía por delante
no fuera “demasiado para [él]” (lea 1 Reyes 19:5-8). Como
vemos, antes de darle instrucción alguna, Jehová lo escuchó
y tomó medidas prácticas para sostenerlo. 16, 17. ¿Cómo
podemos mostrar a nuestros hermanos el mismo amor que
Jehová le mostró a Elías? 16 ¿Cómo podemos imitar a
nuestro amoroso Dios? No debemos apresurarnos a dar
consejos (Prov. 18:13). Es mejor que primero nos tomemos
el tiempo necesario para escuchar con comprensión a
quienes piensan que son “menos honorables”, o valen
menos, debido a sus circunstancias (1 Cor. 12:23). Eso nos
permitirá saber cuáles son sus verdaderas necesidades y
entonces ayudarlos.
7- ¿Por qué estaba equivocado el rey Acab, y cómo
podemos nosotros evitar caer en un error parecido?
[10 de agosto, lv págs. 164, 165, recuadro; w14 1/2
pág. 14 párrs. 3, 4.]
***lv págs. 164-165 Honrados en todas las cosas***
MENTIRAS DIABÓLICAS SOBRE LOS PECADOS
GRAVES Satanás difunde mentiras muy peligrosas sobre
los pecados graves. A él le encantaría que los cristianos las
creyéramos, pero a nosotros no nos va a engañar.
Conocemos muy bien sus “maquinaciones” (Efesios 6:11).
Analicemos tres de tales mentiras. “Puedes ocultarlo.” Eso
no es cierto, pues Jehová siempre ve lo que uno hace.
“Todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a
los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos
4:13.) Así que, si vamos a tener que responder ante Jehová,
y él ya lo sabe todo, ¿para qué empeorar aún más las cosas
tratando de que no se enteren los siervos que él ha
nombrado? (Véase también 2 Samuel 12:12.) “No puedes
confiar en los ancianos. Mejor no digas nada.” En cierta
ocasión, el malvado rey Acab de Israel se dirigió a Elías en
estos términos: “Oh enemigo mío” (1 Reyes 21:20). Pero lo
cierto es que aquel profeta de Jehová era quien podría
haberle ayudado a recibir el perdón de Dios. Hoy, Jesús nos
proporciona “dádivas en [forma de] hombres”: los ancianos
de la congregación (Efesios 4:8). Aunque son imperfectos,
“están velando por las almas” nuestras, es decir, por la salud
y bienestar espiritual de todos (Hebreos 13:17). Jamás los
veamos como enemigos, sino como lo que son: el medio por
el que Jehová nos ayuda. “Hay que encubrir a los amigos.”
Si alguien peca y nosotros lo encubrimos, lo cierto es que
no le hacemos ningún favor. ¿Por qué? Porque los pecados
graves son indicios de enfermedad espiritual, y esconderlos
es como ocultarle síntomas importantes al médico (Santiago
5:14, 15). Puede que nuestro amigo tenga miedo a ser
disciplinado, pero recordemos que la disciplina es una
expresión del amor de Jehová que puede salvarle la vida
(Proverbios 3:12; 4:13). Además, si el pecador persiste en
su mala conducta, puede poner en peligro a otros cristianos.
Y de ningún modo queremos contribuir a que su mala
actitud se extienda en la congregación (Levítico 5:1;
1 Timoteo 5:22.) Por tanto, si sabemos que alguien ha
cometido una falta grave, lo mejor que podemos hacer es
asegurarnos de que acuda a los ancianos.
***w14 1/2 pág. 14 Se mantuvo firme ante la
injusticia***
Las palabras de Acab reflejaron su insensatez por dos
razones. En primer lugar, al decirle a Elías “Has vuelto a
encontrarme”, demostró su ceguera espiritual. Jehová ya lo
había encontrado. Lo había visto hacer algo malo a
sabiendas y alegrarse por el resultado del malvado plan de
su esposa. Dios examinó su corazón y vio que el amor a lo
material había eclipsado todo sentido de compasión y
justicia. En segundo lugar, al decirle a Elías “enemigo mío”,
demostró que odiaba a un hombre que era amigo de Jehová,
un hombre que hubiera podido ayudarlo a volverse de su
mal camino. Tenemos mucho que aprender de la insensatez
de Acab. Nunca debemos olvidar que Jehová lo ve todo.
Él es nuestro Padre y nos ama. Por eso desea de corazón que
retomemos el buen camino si nos hemos desviado de él. Nos
ayuda por medio de sus amigos, hombres fieles como Elías
a quienes utiliza para transmitir sus palabras. Sería un grave
error verlos como enemigos (Salmo 141:5).
8- ¿Qué aprendemos de la petición que le hizo Eliseo a
Elías, y cómo nos ayuda esto cuando recibimos una
nueva asignación de servicio? (2 Rey. 2:9, 10.) [17 de
agosto, w03 1/11 pág. 31 párrs. 5, 6.]
(2 Rey. 2:9, 10) Y aconteció que, en cuanto habían cruzado,
Elías mismo dijo a Eliseo: “Pide lo que he de hacer por ti
antes que sea quitado de ti”. A lo que dijo Eliseo: “Por
favor, que dos partes de tu espíritu vengan a mí”. 10 A lo
que él dijo: “Has pedido una cosa difícil. Si me ves cuando
sea quitado de ti, te sucederá así; pero si no [me ves], no
sucederá”.
***w03 1/11 pág. 31 Preguntas de los lectores***
Como sabía que conceder tal petición no estaba en su mano,
ya que solo Dios podía hacerlo, contestó modestamente:
“Has pedido una cosa difícil. Si me ves cuando sea quitado
de ti, te sucederá así” (2 Reyes 2:10). Y así le sucedió, pues
Jehová permitió que Eliseo viera a Elías cuando ascendía en
una tempestad de viento (2 Reyes 2:11, 12). La petición de
Eliseo fue concedida: Jehová le dio el espíritu necesario para
emprender su nueva misión y afrontar las pruebas venideras.
Este relato resulta muy animador para los cristianos ungidos
(denominados a veces “la clase de Eliseo”) y para los demás
siervos de Dios de la actualidad. Es posible que en ocasiones
nos sintamos abrumados e incapaces ante una nueva
asignación, o tal vez estemos perdiendo el valor para
continuar predicando el Reino ante el aumento de la
indiferencia u oposición en el territorio. No obstante, si
rogamos a Jehová que nos apoye, él nos dará espíritu santo
a fin de afrontar las dificultades y las nuevas circunstancias
(Lucas 11:13; 2 Corintios 4:7; Filipenses 4:13). Por lo tanto,
tal como Jehová fortaleció a Eliseo para asumir
responsabilidades más importantes, también nos ayudará a
todos nosotros, seamos jóvenes o mayores, a efectuar
nuestro ministerio (2 Timoteo 4:5).
9- ¿Cómo pueden los jóvenes imitar la fe y el valor de la
niña israelita mencionada en 2 Reyes 5:1-3? [24 de
agosto, w12 15/2 pág. 12 párr. 11.]
(2 Rey. 5:1-3) Ahora bien, cierto Naamán, el jefe del
ejército del rey de Siria, había llegado a ser hombre grande
delante de su señor y a ser tenido en estima, porque por
medio de él Jehová había dado salvación a Siria; y el
hombre mismo había resultado ser hombre valiente y
poderoso, aunque leproso. 2 Y los sirios, por su parte,
habían salido como partidas merodeadoras, y llegaron a
tomar cautiva de la tierra de Israel a una muchachita, y esta
llegó a estar delante de la esposa de Naamán. 3 Con el
tiempo ella dijo a su ama: “¡Si solo mi señor estuviera
delante del profeta que hay en Samaria! En ese caso él le
daría recobro de su lepra”.
***w12 15/2 págs. 12-13 Seamos animosos y muy
fuertes***
11. ¿Cómo le cambiaron la vida a un hombre las valientes
palabras
de
una
niña
israelita?
En el siglo X a.e.c., las valientes palabras de una niña
israelita resultaron ser una bendición para un hombre que
padecía lepra. Esta jovencita había sido secuestrada por una
banda armada y ahora era sirvienta de la casa de Naamán,
comandante del ejército sirio, que era leproso. Conociendo
los milagros que Jehová había realizado mediante Eliseo, le
dijo a la esposa de Naamán que si este iba a Israel, el profeta
de Dios lo curaría. Naamán hizo caso, fue sanado
milagrosamente y llegó a ser siervo de Jehová (2 Rey. 5:13, 10-17). Si eres joven y amas a Dios igual que aquella niña,
puedes estar seguro de que él te ayudará a predicar sin temor
a tus maestros, a tus compañeros de clase y a otros.
10- ¿Qué cualidades de Jehú hacemos bien en imitar
todos los siervos de Jehová en el tiempo del fin en el que
vivimos? (2 Rey. 10:16.) [31 de agosto, w11 15/11 pág. 5
párr. 4.]
(2 Rey. 10:16) Entonces dijo: “Ven conmigo, sí, y ve como
no tolero rivalidad respecto a Jehová”. Y lo hicieron seguir
montado con él en su carro de guerra.
***w11 15/11 pág. 5 Jehú defiende la adoración pura***
Seguramente, como cristianos nos enfrentamos a
circunstancias que exigen de nosotros cualidades como las
de Jehú. Por ejemplo, ¿qué hacer ante la posibilidad de
participar en algo que Jehová condena? Debemos rechazar
la tentación con decisión, valor y prontitud. En lo
relacionado con nuestra devoción a Jehová, no podemos
tolerar ninguna rivalidad.
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