Colección Filosofía y Derecho José Juan Moreso Mateas Jordj Ferrer Beltrán Adrian Sgarbi (dirs.) PENSAR COMO UN ABOGADO Una nueva introducción al razonamiento jurídico FREDERICK SCHAUER PENSAR COMO UN ABOGADO Una nueva introducción al razonamiento jurídico Traducción al castellano de Tobías J. Schleider Marcial Pons MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SÃO PAULO 2013 Pensar como un abogado.indb 5 16/1/13 13:43:21 La colección Filosofía y Derecho publica aquellos trabajos que han superado una eva-luación anónima realizada por especialistas en la materia, con arreglo a los estándares usua-les en la comunidad académica internacional. Los autores interesados en publicar en esta colección deberán enviar sus manuscritos en documento Word a la dirección de correo electrónico [email protected]. Los datos personales del autor deben ser aportados en documento aparte y el manuscrito no debe contener ninguna referencia, directa o indirecta, que permita identificar al autor. 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Polígono E l Nogal Río Tiétar 24, 2811 O Algete (Madrid) MADRID, 2013 Para Bobbie ÍNDICE Pág. Prefacio................................................................................................ 13 CAPÍTULO I. Introducción: ¿existe el razonamiento jurídico?................................................................................... 17 CAPÍTULO II. Reglas, en el derecho y en todas partes........................................................................................................ 29 1. 2. 3. 4. Sobre las reglas en general........................................ El núcleo y el contorno.................................................. La generalidad de las reglas...................................... La formalidad del Derecho........................................... 29 35 39 44 CAPÍTULO III. La práctica y los problemas de los precedentes.................................................................................. 51 1. 2. 3. 4. 5. 6. Precedentes en dos direcciones.................................. Precedentes: conceptos básicos................................. Una idea extraña................................................................. Sobre la identificación de un precedente............ Sobre fundamentos y dicta............................................ Sobre la fuerza de los precedentes: nulidades, distinciones y otras formas de anulación.............. 51 53 56 59 69 CAPÍTULO IV. Autoridad y fuentes con autoridad....... 77 Pensar como un abogado.indb 9 71 16/1/13 13:43:21 10ÍNDICE Pág. 1. 2. La idea de autoridad.......................................................... Sobre la autoridad vinculante y la llamada «autoridad persuasiva»................................................... 3. Por qué la autoridad real no necesita ser «vin­ culante»................................................................................... 4. ¿Pueden existir las fuentes con autoridad pro­ hibidas?...................................................................................... 5. ¿Cómo es que las fuentes con autoridad devie­ nen autoritativas?.............................................................. 77 90 CAPÍTULO V. El uso y el abuso de las analogías.......... 99 83 91 94 1. Sobre la distinción entre el precedente y la analogía................................................................................... 99 2. Sobre la determinación de la semejanza.............. 105 3. El desafío escéptico........................................................... 110 4. La analogía y la velocidad de los cambios en el derecho............................................................................... 113 CAPÍTULO VI. 1. 2. 3. 4. 5. La idea de common law.................................. 117 Algo de historia y una comparación........................ Sobre la naturaleza del common law...................... ¿Cómo cambia el common law?...................................... ¿Es derecho el common law?........................................... Un viaje breve por el reino de la equidad............. CAPÍTULO VII. 1. El desafío del realismo jurídico....... 137 ¿Las reglas y los precedentes resuelven los casos?......................................................................................... 2. ¿Limita la jurisprudencia aun si no determina?..... 3. Una afirmación empírica.................................................. 4. El realismo y el rol del abogado.............................. 5. los critical legal studies y el realismo con un traje moderno....................................................................... CAPÍTULO VIII. 1. 2. 117 122 125 129 131 137 146 150 153 155 La interpretación de las leyes.......... 159 Interpretación de leyes en un Estado regula­ dor................................................................................................ 159 El rol del texto.................................................................... 162 Pensar como un abogado.indb 10 16/1/13 13:43:21 ÍNDICE 11 Pág. 3. Cuando el texto no ofrece una respuesta............ 168 4. Cuando el texto ofrece una mala respuesta...... 172 5. Los cánones de la construcción de las leyes..... 176 CAPÍTULO IX. 1. El voto del juez............................................... 179 Las causas y las consecuencias de los votos de los jueces........................................................................... 2. Ofreciendo razones........................................................... 3. Una vez más fundamentos y dicta.............................. 4. La frecuencia decreciente de los votos................ 179 183 188 191 CAPÍTULO X. Creando derecho con reglas y pautas........................................................................................................ 195 1. La distinción básica............................................................ 2. Reglas, pautas y la cuestión de la discreciona­ lidad............................................................................................ 3. Estabilidad y flexibilidad.............................................. 4. Reglas y pautas en los votos de los jueces.......... 5. Sobre la relación entre la amplitud y la va­ guedad....................................................................................... CAPÍTULO XI. 1. 2. 3. 195 197 201 202 206 Derecho y hechos........................................... 209 Sobre la idea de un hecho............................................... 209 Determinando los hechos en el juicio: el dere­ cho de las pruebas y sus críticos............................... 211 Los hechos y el proceso de apelación..................... 217 CAPÍTULO XII. La carga de la prueba y sus parientes........................................................................................................ 223 1. 2. 3. La carga de la prueba....................................................... 223 Presunciones.......................................................................... 228 La deferencia y la atribución de la responsabi­ lidad de la toma de decisiones.................................... 233 Bibliografía...................................................................................... 239 Índice analítico.............................................................................. 259 Pensar como un abogado.indb 11 16/1/13 13:43:21 Prefacio Este libro trata sobre pensar y razonar. Más específicamente, sobre las maneras de pensar y razonar y los métodos argumentativos de los abogados y los jueces, que pueden o no ser diferentes de las maneras de pensar y razonar y de los métodos argumentativos de las personas comunes. El que los abogados piensan, razonan y argumentan distinto de la gente común es una pregunta, no un axioma. No obstante, ciertas técnicas de razonamiento se consideran características de la toma de decisiones en el derecho. El foco de este libro se posa sobre esas técnicas. En parte, su objetivo es ofrecer una contribución académica seria al pensamiento sobre varias cuestiones vinculadas con el razonamiento jurídico. Pero, más que nada, busca introdu­ cir a los estudiantes de primer año, y aun a los potenciales, en la naturaleza del pensamiento jurídico. En la facultad de derecho típica, en especial en los Estados Unidos, los docentes creen que enseñan pensamiento y razo­ namiento jurídicos por ósmosis, o intersticialidad, en el proceso de instruir sobre materias sustantivas como derecho de daños, contratos, derecho pe­ nal, derechos reales, procedimiento civil y derecho constitucional. Pero en realidad se enseña mucho menos sobre el pensamiento y el razonamiento jurídicos que lo que los profesores usualmente creen. Y aun si se enseñara en alguna medida, podría ser necesario hacerlo de manera unificada, aparte de las cuestiones particulares, explicando y analizando mucho de lo que los estudiantes de derecho supuestamente deberían captar a partir de la ense­ ñanza usual, indirecta, del razonamiento jurídico. Del mismo modo, aunque muchos profesores de derecho creen que es importante que los estudiantes conozcan algo acerca de los principales representantes, temas y ejemplos del canon del razonamiento jurídico, muchas de estas cuestiones se pierden por las grietas de las facultades de derecho modernas. Así, otra vez, surge una buena razón para presentarlas de manera unificada. Este libro busca Pensar como un abogado.indb 13 16/1/13 13:43:22 14 FREDERICK SCHAUER satisfacer estas necesidades y, al mismo tiempo, ofrecer a los abogados y es­ tudiantes de derecho algo en lo cual pensar —y estar o no de acuerdo— con relación a la mayoría de los temas que aborda. Aunque increíble, es cierto que algunos de los aportes más significati­ vos para la comprensión profunda del derecho han sido orientados hacia los estudiantes que acaban de iniciar la carrera. La conferencia tan perdurable La senda del derecho, de Oliver Wendell Holmes, fue escrita originalmente para la dedicatoria de un edificio de la Facultad de Derecho de la Univer­ sidad de Boston. Probablemente, allí el público estaba integrado en su ma­ yoría por estudiantes de derecho. The Bramble Bush, de Karl Llewelyn, se concibió como una guía de estudio del derecho para alumnos de primer año. An Introduction to Legal Reasoning, de Edward Levi, tuvo pretensiones si­ milares. H. L. A. Hart estableció explícitamente que su libro El Concepto de Derecho estaba destinado a estudiantes de grado. Pero a pesar de estar di­ rigidos en gran medida a principiantes, cada uno de esos trabajos, y muchos otros parecidos a ellos, han causado un impacto tan profundo en el estudio escolástico del derecho que los académicos aún los leen, y escriben y discu­ ten a su respecto, aun cuando sus estudiantes siguen aprendiendo de ellos. Sería presuntuoso comparar este libro con aquellos, pero mis objetivos son similares. En varios temas no solo pretendo describir, sino también ex­ plicar y analizar, las cuestiones. Con esto, espero que se llegue a una mejor comprensión, o al menos a un desacuerdo fructífero. En general, tengo la in­ tención de realizar una presentación comprensible de los aspectos formales del pensamiento jurídico y, de este modo, ir al menos levemente en contra del núcleo de gran parte del pensamiento jurídico norteamericano de los si­ glos xx y xxi. Puede parecer que mi perspectiva desprecia en alguna medida el elemento creativo del pensamiento jurídico. Pero al enfatizar los aspectos del razonamiento jurídico que son en cierto modo formales, en cierto modo contrarios a hacer siempre lo correcto en el caso particular y en cierto modo comprometidos con el hecho de tomar el carácter del derecho positivo con seriedad, este libro busca presentar una imagen del pensamiento jurídico que refleje de manera adecuada las realidades de la abogacía y la judicatura. A la vez, espera ofrecer una explicación de la contribución incomparable del derecho a la toma de decisiones en la sociedad. Algunos de los temas que abordaré —reglas, precedentes, autoridad, interpretación y ofrecimiento de razones, por ejemplo— son los que estuve pensando durante muchos años. Pero este libro no es una colección de ar­ tículos publicados con anterioridad, y ha sido escrito desde cero, de manera que se mantenga como un todo coherente. Ciertos temas y ejemplos se repe­ tirán ocasionalmente, asumiendo que los libros suelen leerse por partes y no de principio a fin. Pero cada oración y párrafo de este libro ha sido escrito Pensar como un abogado.indb 14 16/1/13 13:43:22 PREFACIO 15 exclusivamente para él, teniendo en miras sus metas específicas. Otras cues­ tiones —sentencias y obiter dictum, derecho y hecho, analogía, presuncio­ nes y realismo jurídico, por ejemplo— han sido tratadas por mí en trabajos anteriores, pero esta me ha parecido la ocasión correcta tanto para decir más al respecto como para reconocer la manera en la cual son elementos necesa­ rios de un estudio completo del razonamiento jurídico. Aunque sería imposible agradecer a todos aquellos de quienes me he be­ neficiado a través de los años al discutir los diversos temas del razonamiento jurídico, así como a quienes, con sus comentarios a manuscritos previos, me han ayudado de manera inconmensurable, me resulta importante expresarles mi gratitud de manera colectiva. Algunas de las ideas plasmadas en este libro podrían atribuirse adecuadamente a otros, de manera que ya no soy capaz de desentrañar. Otras son mejores, simplemente, porque han sido pulidas a través de los años por los comentarios de amigos y críticos generosos. No obstante, con respecto a este libro, reconocer la ayuda inmediata de otros es más un placer que una obligación. Larry Alexander, amigo y colaborador, me ha brindado comentarios por escrito muy útiles respecto de todo el ma­ nuscrito, como lo hizo también un revisor anónimo de la Harvard University Press. El capítulo I se derivó de una conferencia acerca de «La psicología del juzgar» en la Universidad de Virginia, y una versión ulterior constituyó la base de una conferencia en el Uehiro Centre for Practical Ethics en la Universidad de Oxford. El capítulo II fue presentado en la conferencia de «Defeasibility in Law», organizada en Oxford por Jordi Ferrer y Richard Tur. El capítulo III se benefició de los comentarios desafiantes de Brian Bix, Jody Kraus y Bill Swadling. Swadling también colaboró de manera consi­ derable con sus comentarios al capítulo V. El capítulo IV, que se benefició enormemente con los comentarios de Adrian Vermeule, fue presentado y discutido en el Faculty of Law Seminar del University College London, en el Public Law Workshop de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, en el Cambridge University Forum of Legal and Political Philoso­ phy y en la notable institución del Oxford Jurisprudence Discussion Group, cuya audiencia estuvo particularmente comprometida y fue muy incisiva. Dos miembros de ese grupo, Jorge Oliveira y Noam Gur, también me brin­ daron comentarios por escrito, que fueron de mucha ayuda, sobre ese capí­ tulo, que en parte fue publicado, con una forma muy distinta, en el Virginia Law Review. El mencionado Brian Bix, cuyos conocimientos jurídicos son tan enciclopédicos como profundos, también me hizo comentarios valiosos sobre el capítulo VII, al igual que la concurrencia de la Legal Research Conference and Lecture, que se celebra anualmente en la Universidad de Oxford. Finalmente, Bobby Spellman me desafió, como es característico en ella, con sus comentarios acerca de los capítulos I a VII, y fue la fuente de valiosas discusiones en casi todos los temas del libro. Ella es responsable no Pensar como un abogado.indb 15 16/1/13 13:43:22 16 FREDERICK SCHAUER solo de algunas de las palabras que están en él sino, quizás de manera más importante, de muchas que no lo están. Gran parte de este libro fue escrito mientras tuve el destacable privile­ gio de servir como Profesor Visitante George Eastman en la Universidad de Oxford, donde también fui honrado como Fellow del Balliol College. Oxford y Balliol me brindaron un enorme apoyo, tangible e intangible. Tam­ bién, un entorno académico amigable y multidisciplinario y un grupo único de juristas cuyo interés colectivo en la teoría del derecho y el razonamiento jurídico no tiene parangón en el mundo entero. Este libro es infinitamente mejor gracias a su apoyo y su interés. Pensar como un abogado.indb 16 16/1/13 13:43:22 CAPÍTULO I Introducción: ¿existe el razonamiento jurídico? Las facultades de derecho de todo el mundo afirman que enseñan a sus es­ tudiantes cómo «pensar como un abogado». Afirman que estudiar derecho no se trata, en lo fundamental, de aprender un cúmulo de leyes, porque el derecho tiene muchas más reglas de las que se pueden enseñar en tres años de educa­ ción jurídica. Además, muchas de las normas jurídicas que podrían aprenderse en la facultad habrán cambiado en el momento en que los alumnos se iniciaran en la práctica jurídica. La educación jurídica tampoco consiste en enseñar cómo comportarse en la sala de audiencias de un tribunal, o cómo redactar un testamento, porque muchas de esas habilidades se aprenden mejor en la prác­ tica que en la universidad. Ahora bien, es cierto que tanto el conocimiento de algunas normas jurídicas como la incorporación de ciertas habilidades para la práctica jurídica son importantes para el éxito en el ejercicio de la profesión. Y también es cierto que algunos de estos conocimientos se adquieren, de manera útil, en la facultad de derecho. Pero se dice que lo que realmente distingue a los abogados de otras clases de personas es su capacidad de desplegar un talento para argumentar y tomar decisiones que con frecuencia se describe como razonamiento jurídico. Así que, aun cuando las facultades de derecho enseñan algunas normas jurídicas y algunas habilidades profesionales prácti­ cas, las propias facultades sostienen que su misión primordial es entrenar a los estudiantes en las artes de la argumentación jurídica, de la toma de decisiones jurídicas y del razonamiento jurídico: para pensar como un abogado 1. 1 En la película de 1973 The Paper Chase [N. del T.: Vida de un estudiante], el famoso pro­ fesor Kingsfield ofrece una ilustración dramática de esa afirmación tradicional, proclamando en Pensar como un abogado.indb 17 16/1/13 13:43:22 18 FREDERICK SCHAUER Pero ¿hay una manera de razonar que es particularmente jurídica? ¿Existe algo que pueda ser considerado pensar como un abogado? Por su­ puesto, algunos abogados piensan y razonan mejor que otros, pero lo mismo puede decirse de los médicos, los contables, los políticos, los soldados y los trabajadores sociales. Y muchos abogados piensan de manera más analítica, o más precisa, o más rigurosa que mucha gente común, pero también lo hacen muchos economistas, científicos y agentes financieros. Por ende, la pretensión de las facultades de derecho de enseñar razonamiento jurídico tiene que referirse a algo distinto que solo enseñar a sus estudiantes a pensar de manera más efectiva, racional o rigurosa. Y, en efecto, esto es así. Las facultades de derecho aspiran a enseñar a sus estudiantes cómo pensar de manera diferente; diferente de la gente común, y de los miembros de otras profesiones. Lord Coke sostuvo hace tanto tiempo como 1628 que en el derecho había una razón «artificial»: 2 una distinción entre la simple raciona­ lidad y los métodos especiales del derecho y, particularmente, de los jueces. Por supuesto, Lord Coke podría haber estado equivocado. Quizás estaba errado al suponer que el razonamiento jurídico es diferente, y quizás el ra­ zonamiento jurídico sea solo razonamiento. Algunas veces bueno, algunas malo y la mayoría de las veces en un nivel intermedio pero, no obstante, siempre mero razonamiento. Ahora bien, Lord Coke también podría haber estado en lo cierto. Después de todo, la idea de que el razonamiento jurídico es diferente del ordinario, aun de aquel muy bueno, ha sido la creencia tra­ dicional de la mayoría de los abogados, de los jueces y de las facultades de derecho por mucho tiempo. Así, aunque la creencia tradicional en la natura­ leza particular del razonamiento jurídico podría ser errada, llega a nosotros desde una fuente lo suficientemente distinguida como para que descartemos de un plumazo la idea de que hay un razonamiento jurídico. El que deba existir algo particular en el razonamiento jurídico no surge de manera inexorable de la existencia del derecho como una profesión par­ ticular, por cuanto está lejos de ser obvio que aquellos que abrazan cierta vocación especializada deban necesariamente pensar y razonar de manera distinta de aquellos que no la han abrazado. Los electricistas saben cosas que los carpinteros no, y estos saben cosas que ignoran los fontaneros. Pero sería extraño hablar de que se piensa como un carpintero o como un fon­ tanero. De hecho, podría ser igual de extraño hablar sobre que se piensa como abogado. Aunque las facultades de derecho no consideran que eso es extraño, ni tampoco los abogados y los jueces. Las facultades de derecho, y los abogados y jueces que en ellas se forman, suponen que los abogados su clase de contratos que «ustedes se enseñan derecho a sí mismos. Yo entreno sus mentes. Llegan aquí con un cráneo lleno de papilla y, si sobreviven, se irán pensando como abogados». 2 Coke (pronunciado como «cook»), 1628. Para un desarrollo moderno, véase Fried, 1981. Pensar como un abogado.indb 18 16/1/13 13:43:22 INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE EL RAZONAMIENTO JURÍDICO? 19 se caracterizan por algo más que saber cosas que ignoran quienes no son abogados. El conocimiento del derecho es importante, como las habilidades para litigar y redactar contratos, pero la explicación tradicional de qué es lo que hace particulares a los abogados es que ellos poseen algo diferente de lo anterior. Sin embargo, eso que los abogados tienen además de sus habilidades técnicas y su conocimiento del derecho no es tan fácil de identificar. Es re­ lativamente fácil decir qué es no pensar como un abogado. Resulta mucho más difícil decir qué es hacer eso, y esa dificultad puede haber dado lugar, en parte, a los numerosos planteamientos escépticos contra la particularidad del razonamiento jurídico. Los realistas jurídicos (acerca de quienes se dirá mucho más en el capítulo VII) como Jerome Frank y (en menor medida) Karl Llewellyn, insisten en que los abogados y los jueces no enfrentan los problemas de manera significativamente distinta a los de otros sujetos en­ cargados de definir políticas o tomar decisiones en el ámbito público. Mu­ chos de los autores de derecho político que estudian la toma de decisiones de la Corte Suprema norteamericana suelen hacer afirmaciones semejantes, sosteniendo que las ideologías, actitudes, ideas políticas y preferencias en cuestiones de estrategias públicas por parte de los jueces juegan un papel mayor en la toma de decisiones de la Corte que cualesquiera de los méto­ dos tradicionales de razonamiento jurídico 3. Los psicólogos que estudian los procesos de razonamiento de abogados y jueces se enfocan menos en los métodos supuestamente característicos de razonamiento jurídico que en los defectos de razonamiento que aquejan a los decisores, sean o no abogados 4. Posiciones escépticas o deflacionarias con respecto al razonamiento jurídico han existido desde hace mucho tiempo, tanto como la crítica ácida de la pro­ fesión jurídica por parte de Jeremy Bentham («Juez y Cía.», la llamó) en la primera parte del siglo xix 5. Los abogados y los jueces podrán ser abogados y jueces, y por eso los desafíos a los planteamientos tradicionales en torno al razonamiento jurídico se les aplican, pero también son seres humanos, con más o menos los mismos talentos y deficiencias que el resto. Se dice, enton­ ces, que el hecho de que los abogados y los jueces sean seres humanos ex­ plica mucho más acerca de los métodos de razonamiento jurídico y judicial que lo que pudieran haber aprendido en la facultad de derecho, adquirido en la práctica jurídica o captado al ejercer su magistratura. En general, quienes asumen una postura escéptica frente al razonamiento jurídico no creen que los abogados y los jueces estén mintiendo. Sin embar­ 3 Véanse, e.g., Baum, 1997; Brenner y Spaeth, 1995; Epstein y Knight, 1988; Segal y Spaeth, 2002; Spaeth y Segal, 1999; Baum, 1988. 4 Véanse, e.g., Guthrie, Rachlinski y Wistrich, 2001; Simon, 2004; Spellman, 2007. 5 Bentham, 1843b. Pensar como un abogado.indb 19 16/1/13 13:43:22 20 FREDERICK SCHAUER go, sí consideran que lo que los abogados y los jueces creen estar haciendo —su punto de vista interno acerca de sus propias actividades— con frecuen­ cia enmascara una realidad más profunda. En ella, las elecciones referidas a las políticas y varios otros atributos no jurídicos juegan un rol mucho más extenso en la explicación de los argumentos y conclusiones jurídicas que lo que aun los propios participantes de la práctica creen o comprenden. En la medida en que esta visión más escéptica refleje de manera adecuada la realidad, el razonamiento jurídico será menos particular y, en consecuencia, menos importante de lo que habíamos creído. Pero si, en cambio, la posición tradicional es, a grandes rasgos, sostenible, y si los abogados y los jueces, aun reconociendo que su manera de razonar comparte muchos elementos con la del resto de los seres humanos, posee métodos de pensamiento que son característicamente jurídicos, será importante explorar cuáles podrían ser esos métodos y características especiales. Por ende, una manera de abor­ dar la supuesta particularidad del razonamiento jurídico es considerando cuánto del razonamiento de los abogados y los jueces puede explicarse por su entrenamiento y sus roles especializados, por un lado y, por el otro, cuán­ to puede explicarse simplemente por el hecho de que son seres humanos 6. La afirmación de que existe algo como el razonamiento jurídico es, en­ tonces, la hipótesis (controvertida) de que los abogados tienen métodos di­ ferentes a los de otras personas para enfrentar problemas y tomar decisiones. Pero ¿cuáles son esos métodos? A veces, la gente sostiene que la habilidad especial del abogado es una facilidad para manejarse con los hechos y las pruebas, sumada a la capacidad conexa para entender el contexto general de un evento, una disputa o una decisión particulares 7. Pero aunque estas habilidades son importantes para ser un buen abogado, no está tan claro que los abogados exitosos las posean o las necesiten en mayor medida que los detectives, los historiadores, los psiquiatras y los antropólogos exitosos. Del mismo modo, otros han pretendido caracterizar al razonamiento jurídico en términos de una capacidad privilegiada para ver el otro lado de un argu­ mento 8 o, algo conectado con lo anterior, para ser empático con los demás y ponerse en su lugar 9. Pero estos son atributos que también esperamos ver en buenos pensadores y buena gente de todo tipo. Aún más: ni el tan pregonado talento jurídico para razonar por analogía 10 difícilmente puede considerarse exclusivo de los abogados y los jueces, porque el uso de analogías de ma­ nera efectiva puede ser, tranquilamente, el criterio para distinguir a expertos Véase Schauer, 2009. Véase, e.g., Burton, 2005; Bandstra, 2005; Minow y Spelman, 1990. 8 Véase Sherry, 2007. 9 Véase Bartlett, 1990. 10 E.g., Levi, 1949; Sunstein, 1996; Weinreb, 2005. 6 7 Pensar como un abogado.indb 20 16/1/13 13:43:22 INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE EL RAZONAMIENTO JURÍDICO? 21 de novatos en casi cualquier campo 11. Así es que sí, podemos querer que los abogados y los jueces sean inteligentes, empáticos, analíticos, rigurosos, precisos, carentes de prejuicios y sensibles frente a los hechos y sus matices, entre otras cosas, pero porque estos son también los rasgos que pretendemos ver en nuestros políticos, trabajadores sociales, médicos y agentes financie­ ros. Todavía no está claro qué habilidades o características, si es que hay alguna, se supone que tienen los abogados a diferencia de otras personas. Los capítulos de este libro están dedicados a explorar las formas variadas de razonamiento que se han asociado, tradicionalmente y en especial, con el sistema jurídico. Entre ellas, la toma de decisiones a partir de reglas, el tra­ tamiento de ciertas fuentes como autoritativas, el respeto por los precedentes aun cuando parecieran derivar consecuencias inadecuadas, el dar relevancia a la carga de la prueba y el acostumbrarse a las cuestiones jurisdiccionales, esto es, entender que una cosa es que un resultado sea correcto y otra advertir que algunas instituciones pueden tener el poder suficiente para llegar a ese resulta­ do y otras no. Pero no deberíamos plantearnos desde el comienzo expectativas irreales respecto de la pretensión de que el razonamiento jurídico es especial. En primer lugar, el derecho no puede ser visto de manera plausible como un sistema cerrado, del modo en que podría serlo un juego como el ajedrez. Todas las jugadas de una partida de ajedrez pueden fundarse en las reglas del ajedrez, pero no todos los pasos de un argumento jurídico o una toma de deci­ sión en el ámbito del derecho pueden fundarse en normas jurídicas 12. No solo la ley depende necesariamente de numerosas habilidades además de aquellas entendidas explícitamente como jurídicas, sino que está inevitable y especial­ mente conectada a la complejidad impredecible de la condición humana. Po­ demos, como máximo, predecir el futuro de manera imperfecta, y carecemos de certeza para saber qué haremos una vez que llegue. Como el mundo sigue arrojándonos lo inesperado, el derecho se verá forzado, en repetidas ocasio­ nes, a salirse de las reglas vigentes para servir a la sociedad en la que existe. El derecho bien podría contener dentro de su arsenal de argumentación y toma de decisiones los recursos que se necesitan para adaptarse a un mundo cam­ biante. Pero si ese fuese el caso, es aún menos probable que la imagen de un sistema totalmente cerrado en el cual las reglas jurídicas vigentes —y, quizás, aun las prácticas vigentes de argumentación jurídica— sea adecuada para ilus­ trar lo que hace el derecho y cómo lo hace. No solo sucede que el derecho no es un sistema cerrado, sino que sus métodos característicos de razonamiento, si es que existen, tampoco son Véase, e.g., Forbus, 2001; Holyoak, 2005. Un conocido argumento contrario a la idea de que el derecho puede ser visto como un sistema deductivo cerrado se desarrolla en Hart, 1958. 11 12 Pensar como un abogado.indb 21 16/1/13 13:43:22 22 FREDERICK SCHAUER completamente propios del derecho. Quizás exista muy poco solapamiento entre el estonio y el inglés, o entre la crítica literaria y el cálculo multiva­ riable. Pero no es plausible negar que aun las formas más características de razonamiento jurídico se pueden encontrar fuera del sistema jurídico. Es verdad que, con frecuencia, los abogados y los jueces argumentan y toman decisiones basándose en los preceptos de las normas positivas. Pero también lo hacen los burócratas, los banqueros y lo hacemos cada uno de nosotros cuando respetamos el límite de velocidad que está escrito en un cartel. El sis­ tema jurídico también parece particularmente preocupado por los preceden­ tes: con hacer lo mismo que se ha hecho antes solo porque se ha hecho antes. Pero esta manera de pensar, una vez más, difícilmente puede considerarse exclusiva del derecho, como es bien sabido por los padres cuando deben lidiar con el argumento de un hijo menor que sostiene que debe permitírse­ le hacer algo a cierta edad solo porque a uno de sus hermanos mayores le fue permitido cuando tenía la misma edad. Y aunque el derecho es también una institución caracterizada por el razonamiento basado en la autoridad —tomando a la fuente de una regla más que a las razones subyacentes a ella como justificación para seguirla— esto tampoco es difícil de hallar fuera del sistema jurídico. La familia es, una vez más, un buen ejemplo. Cualquier padre que haya gritado, con desesperación, «¡Porque así lo digo yo!» a un hijo testarudo, reconocerá que esa apelación a la autoridad y no a las razones tiene su lugar en toda la extensión de la existencia humana. Pero aunque todos los métodos característicos de razonamiento jurídico se encuentran con frecuencia fuera del derecho, podría todavía ser posible que esas formas de razonamiento y toma de decisiones estén particularmente concentradas dentro del sistema jurídico. Porque por más difundidas que estén estas formas de razonamiento en las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas, es importante recordar que son extrañas, de un modo especial. Esta rareza particular consiste en que todas y cada una de las características principales del razonamiento jurídico y la argumentación jurídica pueden con­ cebirse como un camino hacia la obtención de una decisión distinta de la mejor que, todas las cosas consideradas, se tomaría en la materia bajo estudio. Con frecuencia, cuando obedecemos un límite de velocidad, nos encontramos con­ duciendo a una velocidad que no es la que consideraríamos mejor, tomando en cuenta el tránsito, las condiciones del camino y nuestras habilidades para la conducción. En consecuencia, obedecer un límite de velocidad es hacer algo que no consideramos lo mejor. Del mismo modo, tomar una decisión solo por­ que la misma ha sido tomada antes —seguir precedentes— resulta interesante, sobre todo, cuando de otro modo habríamos tomado una decisión diferente. El padre que otorga al hijo menor los mismos privilegios, a la misma edad, que al mayor, se deja arrastrar por la fuerza del precedente solo cuando tiene motivos para creer que debería tratar a sus dos hijos de manera diferente, por lo que Pensar como un abogado.indb 22 16/1/13 13:43:22 INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE EL RAZONAMIENTO JURÍDICO? 23 ser constreñido por el precedente es, otra vez, un desvío de la decisión que, de otro modo, le habría parecido correcta. Y decimos que obedecemos o seguimos a la autoridad solo si lo que hacemos porque la autoridad lo exige no es lo mismo que habríamos hecho si hubiéramos podido decidir qué era lo mejor sobre la base de nuestro propio criterio. El soldado que cumple una orden bien podría actuar distinto si se le permitiera tomar su propia decisión, sin guías ni prescripciones, así como el estudiante o el hijo obedientes son aquellos que relegan sus propios deseos para hacer algo distinto a lo que estos les dictan. Una vez que entendemos que estas formas comunes de razonamiento y de toma de decisiones tienen, no obstante, su peculiaridad —pues con frecuencia conducen a resultados diferentes comparados con aquellos a los cuales habrían arribado los decisores en otras circunstancias—, podemos entender también que la presencia sustancial de estas formas de razona­ miento en el sistema jurídico —más sustancial, proporcionalmente, que en la totalidad de las decisiones que tomamos en nuestras vidas— puede fundar una afirmación plausible acerca de que existe algo como el razonamiento jurídico. Si estas formas de razonamiento de algún modo contraintuitivas —que con frecuencia conducen a resultados para el caso distintos que aque­ llos que parecerían mejores en otras circunstancias, todas las cosas consi­ deradas— son preponderantes en el derecho pero de alguna manera excep­ cionales en todos los demás ámbitos, entonces estaríamos en condiciones de concluir en que existe algo que podemos llamar «pensar como un abogado». Y que, en concordancia con esto, existe algo que es de importancia vital que abogados y jueces sepan cómo hacer correctamente, y que las facultades de derecho deben enseñar a sus estudiantes. Una vez más: esta matriz de méto­ dos de razonamiento no es exclusiva del sistema jurídico, y estos no son los únicos métodos que usa el derecho. Las formas del razonamiento jurídico se encuentran por todas partes y los métodos que podríamos llamar «ordi­ narios» de razonamiento también ocupan un gran lugar en los argumentos y las tomas de decisiones jurídicas. Pero si resulta ser que, en efecto, hay métodos de razonamiento que pueden encontrarse por todas partes pero que están particularmente concentrados y son preeminentes en los argumentos y las tomas de decisiones jurídicas, la afirmación de que existe algo llamado razonamiento jurídico estará, finalmente, justificada. Los métodos aparentemente contraintuitivos del derecho no son solo una peculiaridad histórica. Por el contrario, son una función de la generalidad inherente al derecho. Aunque las disputas, judiciales y extrajudiciales, involucran a personas particulares con problemas particulares inmersos en controversias particulares, el derecho tiende a tratar a los particulares que confronta como miembros de grandes categorías. En lugar de intentar el logro de la mejor solución para cada controversia de una manera contextual y particularista, la meta del derecho es, con frecuencia, asegurarse de que el Pensar como un abogado.indb 23 16/1/13 13:43:22 24 FREDERICK SCHAUER resultado para todos o, al menos, la mayoría de los particulares pertenecien­ tes a cierta categoría es el correcto. Una vez más, Lord Coke nos ilumina al respecto: «Vale más decir que el Derecho causa un daño (afectando solo a un particular) antes que una molestia que podría perjudicar a muchos» 13. En otras palabras, para Coke es mejor llegar a un resultado equivocado en una controversia particular que adoptar una regla que conduciría al que en apariencia sería el resultado correcto para este caso, pero a costa de conducir a resultados incorrectos en muchos otros. La lección de Coke puede apreciarse en el ritual tradicional del diálogo socrático 14 que tiene lugar entre el estudiante y el profesor en el primer año de la carrera de abogacía. Después de haber conseguido, finalmente, que el estudiante recite de manera precisa los hechos de cierto caso judicial, se le pregunta sobre cuál le parece que sería la solución correcta para el caso. Por lo general, el estudiante responde diciendo cuál sería para él la solución más equitativa o justa entre las posiciones enfrentadas de las partes en conflicto. En este punto se le solicita al estudiante que diga la regla o el principio que da apoyo a esa solución, y aquí comienza a desplegarse el patrón característico de la indagación socrática. Mediante una serie, debidamente estructurada y planeada, de ejemplos hipotéticos, el profesor desafía la regla propuesta ini­ cialmente por el alumno, con el objetivo de demostrar que la regla que daría lugar a un resultado justo, equitativo o eficiente en el caso bajo estudio gene­ raría un resultado menos justo, equitativo o de otro modo menos satisfactorio en otros casos. Y al llevar a la víctima de turno a través de esta serie de aplica­ ciones incómodas de la regla que escogió en primer lugar, el profesor intenta que todos los estudiantes de su clase comprendan, como sostuvo Coke, que la mejor norma jurídica puede ser, a veces, aquella que dé lugar a un resultado injusto en un caso particular, pero resultados mejores en un gran número de casos, a pesar de la solución que apareje para el caso bajo estudio. Esta forma de indagación socrática no se limita a las aulas de la facul­ tad de derecho, y es conocido que esa es la forma que suelen adoptan los Citado en Stoner, 1992: 25. Existe una conexión somera entre los métodos de enseñanza, basados en preguntas, que empleó Sócrates en los diálogos platónicos y el tipo de cuestionarios que han tenido lugar tradi­ cionalmente en las aulas de las facultades de derecho. Más allá de la enorme ventaja que mantiene Platón con el resto de nosotros en cuanto a su capacidad de escribir las respuestas así como las preguntas, la meta de Sócrates era extraer de sus interlocutores un conocimiento latente, no especializado, más que inculcarles una habilidad especial de la que carecían. Ahora bien, podría ser que la capacidad para razonar enfocándose no solo en un caso o una disputa dada esté latente en prácticamente todos, pero si está tan latente como para que extraerlo de la mayoría de las per­ sonas requiera un escuadrón de profesores de derecho y tres años de facultad, no hay diferencia entre los modelos de educación jurídica que podríamos denominar «de la inculcación» y «de la extracción». En ambos casos, el fin de la educación jurídica es desarrollar en el estudiante una capacidad de hacer realmente algo que no podía hacer antes. 13 14 Pensar como un abogado.indb 24 16/1/13 13:43:22 INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE EL RAZONAMIENTO JURÍDICO? 25 interrogatorios en los argumentos de las apelaciones. Como los tribunales de apelación consideran que sus decisiones, con frecuencia, darán lugar a reglas que controlarán otras situaciones fácticas futuras, y que sus opiniones servirán como precedentes en casos subsecuentes, los jueces de apelación suelen preocuparse tanto por los efectos de sus decisiones en los casos futu­ ros como por encontrar la mejor solución para el caso actual. Como conse­ cuencia, los abogados que actúan ante esos tribunales con frecuencia se ven involucrados en una argumentación oral acerca de cómo influirá la regla o la solución que pretenden en diversas situaciones hipotéticas. Idéntico que en el aula de la facultad, los jueces proponen escenarios hipotéticos a los abogados que argumentan ante ellos por la creencia de que la solución, que a primera vista parece ser la correcta en la controversia particular, terminará siendo la solución para ese caso solo si puede ser justificada de un modo tal que no produzca resultados incorrectos en muchos casos posibles futuros. Con la pretensión de demostrar al estudiante desafortunado o al abogado luchador que la mejor solución jurídica puede ser diferente que la que se­ ría mejor para la controversia actual, la interrogación socrática prototípica corporiza el deseo generalizado del derecho de arribar a un resultado distin­ to del que es óptimamente justo o maximalmente acertado, todas las cosas consideradas, en el caso particular. En United States v. Locke 15, por ejemplo, la Corte Suprema lidió con un caso en el cual se replanteó una reclamación por la titularidad de un terreno que había sido iniciado el 31 de diciembre de 1982. La reclamación fue rechazada por el Departamento de Tierras porque la regla relevante exigía que esas demandas fuesen presentadas «antes del 31 de diciembre» de cada año. Aunque parecía obvio para la Corte y, virtual­ mente, para cualquiera, que la letra de la norma estaba errada, y que lo que el Congreso quiso decir en realidad era «antes del 31 de diciembre, inclusive», el juez Thurgood Marshall y otros cinco jueces concluyeron en que los defectos y virtudes de la reclamación particular de Locke eran menos impor­ tantes que la pregunta más amplia de si la Corte Suprema debía involucrarse en la reescritura de errores, aun obvios, de las leyes federales, especialmente las que tenían que ver con los plazos de presentación de demandas. Aquí y en todas partes, al derecho suele interesarle el alcance completo de las aplicaciones de las reglas generales y los principios. En consecuencia, suele perseguir ese interés con el coste de prestarle menos importancia que los de­ cisores no jurídicos a los errores o las injusticias respecto del caso particular. Cuando se describe el Imperio de la Ley, como se ha hecho tradicionalmen­ te, en contraste con el de los hombres, la idea es que el Imperio de la Ley es un principio receloso de los juicios individuales y renuente en apoyarse 15 471 U.S. 84 (1985). Pensar como un abogado.indb 25 16/1/13 13:43:22 26 FREDERICK SCHAUER de manera demasiado fuerte en los juicios no dirigidos y los caprichos de los individuos. Así es que aunque a veces podría parecer injusto tomar a la existencia de una regla o un precedente claros como factores determinantes de una solución que el propio juez considera incorrecta, inclusive siguiendo una regla o precedente que el juez percibe como incorrectos, eso es lo que, tradicionalmente, el derecho espera que hagan quienes toman decisiones en su ámbito 16. Es importante entender que el sostenimiento de la idea de que existe una forma de razonamiento en ciertos aspectos distinguible que podemos llamar «razonamiento jurídico» es, a fin de cuentas, una afirmación empírica. La mayoría de la gente puede describir un unicornio, pero nuestra capacidad para hacerlo no es inconsistente con el hecho crucial de que no existen uni­ cornios reales en el mundo. Del mismo modo, la mayoría de nosotros po­ demos señalar ejemplos de heroísmo genuino, el que implica un verdadero sacrificio, pero aun al hacerlo reconocemos que ese comportamiento es ex­ tremadamente inusual. Así, la lección que puede extraerse de estos ejemplos es que nuestra capacidad para describir el razonamiento jurídico, e inclusive para señalar ejemplos reales de su uso, dice mucho menos que lo que co­ múnmente se supone acerca de lo que hacen en realidad los abogados y los jueces. Indicar una o unas pocas instancias de una genuina limitación por los precedentes, por ejemplo, no dice casi nada acerca de la frecuencia de ese apego en el universo de las decisiones jurídicas. E identificar casos reales en los cuales las reglas o la autoridad han marcado una diferencia, por sí mismo no es prueba suficiente de que las reglas y la autoridad marquen con frecuen­ cia una diferencia. Más aún, si resulta que podemos identificar un número importante de ejemplos reales de razonamiento jurídico genuino, la carga de la prueba va a recaer sobre aquellos que quieran decir que ese razonamiento es raro, o que es por completo o, en gran medida, imaginario. La posición escéptica que sostiene que el razonamiento jurídico particular es inusual y no el típicamente utilizado en la práctica jurídica real, podría ser sostenible en última instancia, pero la premisa de este libro no plantea solo que el razo­ namiento jurídico existe, aun si no es el utilizado por todos los abogados y jueces, sino también que su existencia real está lo suficientemente extendida como para decir que existe, descriptivamente, algo que podemos caracteri­ zar de manera adecuada como «pensar como un abogado». Aun si concluyéramos en que existe algo como el razonamiento jurídi­ co, eso no necesariamente es concluir en que el razonamiento jurídico es 16 Considérese, por ejemplo, la famosa observación del juez Louis Brandei, con respecto a que «en la mayor parte de las cuestiones, es más importante el que se resuelvan jurídicamente que el que se resuelvan de la manera correcta». Burnet v. Coronado Oil & Gas. Co., 285 U.S. 393, 412 (1932) (disidencia de Brandeis). Pensar como un abogado.indb 26 16/1/13 13:43:22 INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE EL RAZONAMIENTO JURÍDICO? 27 algo bueno. Más aún, ni siquiera el Imperio de la Ley es algo bueno. Como es sabido, Platón propuso una sociedad gobernada por reyes-filósofos, y difícilmente sea evidente que en esa sociedad los reyes-filósofos, sabios y buenos, deban seguir reglas que los aparten de su propio juicio, o que deban estar coaccionados por los precedentes para decidir cosas de la manera en la que ya han sido decididas en el pasado cuando la decisión anterior se mues­ tra como equivocada, o deban ser obligados a obedecer a una autoridad cuyo juicio bien puede estar viciado. En una sociedad gobernada por los sabios y los buenos, el razonamiento jurídico parece ser, simplemente, un obstáculo. Y en esa sociedad, si pudiera existir alguna vez, el Imperio de la Ley sería por lo menos superfluo y, muy probablemente, pernicioso. Es evidente que nosotros no vivimos en la utopía de Platón 17, y que por eso entendemos que los valores del razonamiento jurídico y del Imperio de la Ley pueden servir a fines importantes al limitar las acciones de los líderes ante la falta de la sabiduría benigna de los reyes-filósofos hipotéticos de Platón. Pero, aun si abandonamos la utopía de Platón y nos ubicamos en el mundo real, con líderes reales y sus defectos reales, subsiste el mismo dilema. El razonamiento jurídico en particular y el Imperio de la Ley en general serán, con frecuencia, un impedimento para las políticas sabias y la discrecionalidad sólida de los líderes, si bien no perfectos, iluminados 18. Este libro no se ocupa de cuándo y dónde el Imperio de la Ley puede servir a intereses incorrectos, o simplemente se halla tan preocupado por evitar abusos cometidos por la discrecionalidad individual que impide la discre­ cionalidad fundada. Evaluar al derecho y juzgar al Imperio de la Ley es un trabajo que lleva una vida, y no solo de una única persona. El objetivo mu­ cho más modesto de este libro es, entonces, identificar, describir, analizar y, en ocasiones, evaluar los métodos característicos de razonamiento jurídico. Determinar, finalmente, si y cuándo esos métodos valen la pena, una pre­ gunta cuya respuesta está lejos de ser evidente, se dejará para otra ocasión. 17 18 Y que Platón tampoco vivió en ella, como bien reconoció. Véase Horwitz, 1997. Pensar como un abogado.indb 27 16/1/13 13:43:22 CAPÍTULOII REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES l. SOBRE LAS REGLAS EN GENERAL El razonar con reglas quizás sea la imagen más común que se tiene de lo que hacen los abogados y los jueces . Una concepción popular muy extendi­ da supone que los abogados fundamentan sus casos mediante la apelación a reglas abstrusas , incomprensibles para el común de la gente, y que los jueces toman sus decisiones después de consultar libros repletos de esas reglas. Se cree que una vez que encuentra la regla correcta, el juez procede a aplicarla mecánicamente al caso que juzga, y ese es el fin del asunto. Los juristas más refinados suelen burlarse de esta imagen, que coloca a los operadores jurídicos muy lejos de sus prácticas reales . Y esto por un · cúmulo de razones , no solo porque la mayoría de las controversias que in­ volucran una aplicación directa de las reglas existeptes no llegará nunca en un tribunal'. Pero a pesar de sus imprecisiones y exageraciones, esta carica­ tura generalizada de lo que los abogados y los jueces hacen capta una parte verdaderamente importante del derecho. Los abogados suelen consultar las 1 Como las aplicaciones directas o fáciles de las reglas jurídicas son raramente litigiosas, los casos que llegan a un tribunal son, de manera predominante y desproporcionada, los que son en algún sentido difíciles. Los casos difíciles que llegan a un tribunal representan, así, una muestra parcial de la totalidad de los eventos jurídicos, un fenómeno que por lo común es referido corno el efecto de selección. Véase PRIEST y KLEIN, 1984. Nos ocuparemos del efecto de selección y de sus consecuencias en el apartado siguiente de este capítulo, y lo retornaremos en los capítulos VII y VIII. 30 FREDERICK SCHA UER reglas , y los jueces suelen tomar decisiones que implican su seguimiento. Puede ser cierto que el derecho no sea nada más que reglas , pero sin duda en gran parte se vincula con ellas, desde la Regla Contra la Perpetuidad de la Propiedad en derechos reales hasta la «regla del buzón» del derecho de con­ tratos , pasando por las reglas de procedimiento federal e innumerables otras . Y como las reglas se entrelazan tanto en lo que el derecho hace y en cómo lo hace, dar cuenta de un modo no caricaturizado de lo que son las reglas y de cómo funcionan nos alejará bastante del entendimiento del razonamiento , la argumentación y la toma de decisiones jurídicas . Considérese el caso típico del límite de velocidad, un ejemplo de regla nada complicado. El cartel dice «Velocidad máxima 80» y nuestra primera reacción es pensar que el límite de velocidad es de 80 kilómetros por hora2• Pero ¿por qué 80? Presuntamente, el límite de velocidad se fijó en 80 por­ que una autoridad - quizás el parlamento o , lo que parece más probable, el departamento de tránsito, los concejales o la policía estatal - creyó que con­ ducir a más de 80 kilómetros por hora en esta ruta sería inseguro. Todo eso está muy bien, y probablemente sea correcto en la mayoría de las circuns­ tancias, pero una característica importante de la señal de tránsito es que está allí todo el tiempo. E igualmente importante es que el límite de velocidad se aplica prácticamente a todos 3• El límite es de 80 cuando llueve y cuando está despejado. Es de 80 cuando hay tránsito pesado y cuando no circula nadie. Es de 80 para autos diseñados para acelerar a más de 200 y para. aquellos que tiemblan apenas superados los 70. Y aunque 80 es el límite para los conduc­ tores seguros , también lo es para los imprudentes y los inexpertos . El límite de 80 está designado para lograr que se conduzca de manera segura, pero en algunas circunstancias 80 será demasiado para asegurar ese objetivo, mien­ tras que en otras parecerá innecesariamente bajo. Supóngase, entonces, que alguien está conduciendo su automóvil nuevo y cuidadosamente mantenido, una mañana de domingo despejada, seca y sin tránsito . Y que es un conductor experimentado y cuidadoso. Más aún, 2 Algunas personas responderán a este ejemplo señalando que cuando el límite de velocidad impreso en el cartel es 80, el límite «real» es más alto. Para muchos conductores, quizás para la mayoría, <<velocidad máxima 80» significa que deben conducir a no más de lOO, porque saben que por lo común la policía no los detendrá a menos que hubieran excedido el límite de velocidad por más de 20 kilómetros por hora. La discusión sobre el realismo jurídico en el capítulo VII abordará esta cuestión, examinando con más cuidado las consecuencias del hecho de que la prác­ tica oficial con frecuencia diverge con respecto al significado literal de una regla jurídica positiva. Esta divergencia da lugar a preguntas importantes y complejas, pero el caso típico del límite de velocidad es más s¡;ncillo. La mayoría de los conductores sabe cuál es la flexibilidad aceptada, y el significado principal del ejemplo se preserva aun cuando se conozca popularmente que el límite de velocidad real es el impreso en el cartel más 10 kilómetros por hora. 3 No necesitamos preocuparnos ahora de los camiones de bomberos, las ambulancias y los coches de policía. REGLAS, EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 31 nunca ha estado involucrado e n u n accidente ni h a sido multado por una violación a las reglas de tránsito. Como se trata de un buen conductor y las condiciones son ideales, decide conducir - de una manera completamente segura- a 1 10. Habiendo tomado esa decisión , no obstante, nota en el espe­ jo retróvisor las luces molestas e intermitentes de un coche de policía que le indica que se detenga. Lo siguiente que sucede es que el agente de policía le está informando que ha sido determinado que circulaba a 1 1 O kilómetros por hora en una zona en donde la velocidad máxima permitida era de 80 . «Ya lo sé, pero déjeme explicarle» es su respuesta; «El límite de ochenta kilóme­ tros por hora está establecido para garantizar la seguridad en el tránsito y, en verdad, yo estaba conduciendo de manera muy segura. No hay tránsito. El cielo está despejado. La autopista está seca. Mi auto se encuentra en buenas condiciones . Y nunca he protagonizado un accidente. Puede comprobarlo. Los dos sabemos que ochenta es solo un promedio para todos los conducto­ res y todas las condiciones, pero la verdadera meta del límite de velocidad es garantizar que se conduzca de manera segura, y no puede negar que yo conducía de manera segura» . Todos sabemos lo que sucedería después . El agente le mostraría la señal de tránsito, si hubiera una cerca, y diría algo como «El límite de velocidad en esta ruta es de ochenta. Ochenta significa ochenta, no lo que usted cree que es conducir de manera segura» . Y ese sería el final del asunto. El con­ ductor recibiría una multa de tránsito, aun cuando el fin de la regla que fija el límite de velocidad fuese que la gente condujera de manera segura y, lo que es más importante, la recibiría aun si hubiese conducido de manera segura. Este ejemplo puede parecer trivial . Hasta tonto. Sin embargo, ilustra un punto central acerca de la propia idea de regla. Cada regla tiene una justi­ ficación subyacente - a veces llamada su razón- que es el fin que se pre­ tende satisfacer con ella 4• Así como el límite de velocidad está típicamente diseñado para promover la seguridad en las rutas , también la Regla Contra la Perpetuidad de la Propiedad busca limitar a un tiempo razonable el período de incertidumbre de la posesión y la disponibilidad de una propiedad. La meta de la regla 56 del Código de Procedimientos Civiles Federales - la que regula el juicio sumario - es eliminar antes de llegar a juicio aquellos casos en los cuales no existe una reclamación jurídicamente seria y susten­ table con pruebas . El fin de la paro! evidence rule" es efectivizar la intención de las partes de un contrato de limitar su acuerdo a los términos puestos por escrito . Y así. Toda regla tiene una razón o justificación subyacente de este 4 Para una discusión más extensa sobre el particular, véanse ScHAUER, 1 99 l a; ALEXANDER y SHERWIN, 2001 . • N. del T.: regla que veda la introducción de pruebas que contradigan o amplíen los térmi­ nos de un contrato celebrado por escrito. 32 FREDERICK SCHAUER tipo y, por eso, toda regla podría ser vista como un intento de satisfacer su justificación subyacente. Muchas veces , en teoría, l a regla podría ser una mera reformulación de su justificación subyacente. Por ejemplo , algunos años atrás el Estado de Montana eliminó todos los límites de velocidad. En su lugar, exigió que cada conductor fuese «razonable y prudente» 5. Pero los conductores tienen ideas muy divergentes con respecto a qué es razonable y qué es prudente, así como los oficiales de policía y los jueces . Como resultado , se dieron variantes múltiples en cuanto a la aplicación de los límites de velocidad , lo que resultó en que los conductores no tenían en absoluto certeza acerca de cuán velozmente podían circular sin incumplir la ley. Esta incertidumbre fue demasiado para la Corte Suprema de Montana, que derogó la regla de la conducción «razonable y prudente» por su ex­ cesiva vaguedad. De hecho, aun si la regla no hubiese sido declarada in­ constitucional con respecto a la Constitución de Montana, probablemen­ te la legislatura misma hubiese vuelto a instituir los límites de velocidad numéricos y eliminado la regla del conductor «razonable y prudente» . En Montana, como en todas partes , la gente entiende que las justificacio­ nes subyacentes, por sí solas , suelen ser demasiado vagas para ser útiles . También, demasiado difusas para dar a la gente la clase de guía que espera que el derecho le ofrezca . Y, por último, demasiado manipulables e interpretables de maneras diversas como para limitar las acciones de aquellos que ostentan el ejercicio del poder. Así es que aunque en teoría una regla que limite la velocidad simplemente podría reformular esas razones abstractas - la Conducción Segura, o la Conducción Prudente , o la Conducción con Cuidado - , en la práctica las razones abstractas o justificaciones subyacentes se reducen, por lo común, a reglas concre­ tas . Esas reglas concretas se designan para satisfacer las justificaciones subyacentes, pero es la regla misma la que carga con la fuerza de la ley, y es la regla misma la que , usualmente, determina la solución jurídica. Ese es el motivo por el cual el conductor que conduce eón seguridad es multado cuando conduce a 1 10 kilómetros por hora. Este es solo uno , d e muchos ejemplos que ilustran la manera en la cual es la manifestación concreta de una regla y no la j ustificación abstracta que subyace a ella la que normalmente representa lo que el derecho exige. Considérese, para tomar otro ejemplo, la regla un tanto técnica . del de­ recho societario norteamericano que prohíbe a algunos miembros de ciertas sociedades comprar y luego vender (o vender y luego comprar) acciones 5 Mont. Code Ann. 61-8- 3 03 ( 1 996), anulado por vaguedad excesiva en State v. Stanko, 974 P.2d 1 1 32 (1998). Véase KlNG y SUNSTEIN, 1999. REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 33 de su propia empresa dentro de un período de seis meses [regla 16(b) de la Securities Exchange Act de 1 934] 6• Detrás de esta regla se esconde el fin -'-la razón- de evitar que los miembros de sociedades , que presuntamen­ te cuentan con información interna que por lo común no está disponible para el'público y es desconocida por aquellos con quienes el miembro de la sociedad podría negociar, negocien a partir de esa información privile­ giada. Pero la regla misma no dice nada acerca de la posesión efectiva de información privilegiada; en cambio, prohíbe simplemente que cualquier funcionario, director o poseedor del diez por ciento o más de las acciones de una compañía adquiera acciones y las venda antes de pasados seis meses . La creencia que dio lugar a l a creación de una regla tan específica fue que mediante la prohibición de que ciertos sujetos se involucraran en las llama­ das «transacciones de corto plazo» , la regla dificulta mucho a los miembros de las sociedades beneficiarse del conocimiento que obtuvieron por su mero carácter de miembros . La regla funciona, entonces , mediante la prohibición de las transacciones de corto plazo sin que importe si el sujeto involucrado en la transacción efectivamente tiene conocimiento privilegiado, del mismo modo que la regla que limita la velocidad prohíbe conducir a una velocidad que exceda �1 límite sin que importe si el conductor conduce de hecho de manera insegura. El comprador o vendedor a corto plazo que califica como miembro de una sociedad bajo la definición precisa del carácter de miembro, ha violado la regla y se le exige «restituiD> sus ganancias aun si no tenía en modo alguno información privilegiada. Y aunque una persona que negocie basada en su información privilegiada sin ser miembro de la empresa como la propia ley lo define pueda tener algún inconveniente con relación a otra regla7, debe notarse que no es perseguible mediante esta regla, así como la persona que conduce de manera insegura pero por debajo del límite de velo­ cidad no viola la regla que establece ese límite. Otro ejemplo más surge de las normas que en muchas jurisdicciones prohíben la posesión de herramientas que puedan servir para robar8• La nor­ ma no está interesada realmente en las herramientas para robar, sino en los robos y en limitar su frecuencia. Pero aunque la regla sirve a la justificación subyacente de evitar los robos , hace efectiva esa justificación al prescribir algo más específico. La regla prohíbe la posesiór¡: de herramientas que pue­ dan usarse para robar en lugar de otra cosa que podría aumentar el riesgo de robo, como el límite de velocidad típico es una regla numéricamente 6 5 u.s.c. §78p(b) (2000). En particular, la regla § lOb-5 promulgada por la Securities and Exchange Commision., 17 C.F.R. §240.10b-5 (2007) la cual, entre otras cosas, indica que es ilegal en muchas transaccio­ nes de valores omitir la declaración de un hecho material a otra de las partes involucradas en la transacción. 8 E.g., Conn. Gen. Stat. Ann. 53A-106 (West, 1 999); Cal. Penal Code 466 (West, 1999). 7 34 FREDERICK SCHAUER explícita y no un mandato de que todo el mundo conduzca con seguridad o prudencia, y como la regla de las transacciones a corto plazo prohíbe todas las transacciones por ciertos miembros en cierto período temporal y no todas las transacciones , o solo aquellas en las cuales un sujeto se valga de infor­ mación privilegiada. La lección que debe aprenderse de estos ejemplos es que una de las principales características de las reglas - la que las convierte en re­ glas - es que lo que la regla dice realmente importa. Este es el motivo por el cual el agente de policía multaría a quien condujo por encima del límite de velocidad aun cuando Io hubiera hecho con cuidado y se­ guridad , y el motivo por el cual los funcionarios de las empresas y sus accionistas principales son demandables por daños si negocian acciones de su empresa dentro de un lapso de seis meses aun cuando no cuen­ ten en absoluto con información privilegiada. Recuérdese la discusión , presentada en el capítulo I , en United States v. Locke9 , donde la Corte Suprema decidió la regla de que podía demandarse al Departamento de Tierras «antes del 3 1 y de diciembre» aun cuando era obvio que el Con­ greso en realidad quiso decir «antes del 3 1 de diciembre , inclusive» . Algunos juristas opinaron que la decisión del caso Locke llevaba a un extremo absurdo la idea de la importancia de las palabras realmente em­ pleadas en una regla 10• Quizás sea así, pero el hecho de que seis jueces de la Corte Suprema quisieran sustentar al pie de la letra el significado literal de la regla de «antes del 3 1 de diciembre» , demuestra la manera en la cual una gran parte de la esencia de la regla está vinculada con las palabras con las que está escrita. Esto es algo central con respecto a las reglas y a su funcionamiento: lo que la regla dice es el factor crucial , aun si lo que dice parece incorrecto o inconsistente con la justificación subyacente a la propia regla, y aun si seguir lo que la regla dice da lugar a una mala solución en alguna ocasión particular. Cuando nos ocupemos de la interpretación de las leyes en el capítulo VIII, nos sumergiremos con más profundidad en estas cuestiones . Incluida la consideración de las circunstancias bajo las cuales lo que una regla dice realmente no es la última palabra para interpretar su significado y su aplicación . Pero aun cuando lo que dice una regla no es la última palabra, sí es casi siempre la primera . Y entender lo que las reglas son y cómo funcionan imp Üca entender que la regla, como regla escrita, es importante en sí misma, no solo una ventana transparente que deja ver la justificación subya�ente. 9 10 47 1 u.s . 84 ( 1 985). PosNER, 1986b; ZEPPos, 1 990: 13 14-16. REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 2. 35 EL NÚCLEO Y EL CONTORNO Aunque gran parte del funcionamiento de las reglas es una función de lo que las palabras de la regla dicen, suele ser difícil para los abogados y los jueces, y aun más para los estudiantes de derecho, apreciarlo. Esto se debe a que mucho de lo que los jueces, abogados y estudiantes hacen tiene lugar en el contorno de las reglas y no en su centro. El filósofo inglés del derecho H. L. A. HART trazó una distinción famosa entre el centro claro (que llamo «núcleo») de una regla y sus contornos debatibles (que bautizó como «pe­ numbra»), y ofreció un ejemplo hipotético que se volvió legendario11• En su ejemplo, HART nos pide que imaginemos una regla que prolube el ingreso de «vehículos» a un parque público. HART observa que esta regla prohibiría, de manera directa, a los automóviles, puesto que los automóviles se consideran con claridad vehículos, de acuerdo con el significado ampliamente aceptado de la palabra «vehículo». Indudablemente, HART habría llegado a la misma conclusión con respecto a camiones, buses y motocicletas, que también son ejemplos centrales de «vehículo». Pero HART pregunta qué pasaría con las bicicletas, los patines o los automóviles de juguete: ¿también estaría prohi­ bido su ingreso al parque por aquella regla?¿Y los coches de bebé?¿Y, en esta época, los patinetes o las sillas de ruedas motorizadas? Ya no estamos tan seguros. Ya no estamos en el núcleo de la regla, donde las cosas parecen bien directas. Nos hemos desplazado hacia el contorno difuso o la penumbra de la regla, donde quizás deberíamos fijarnos en el propósito subyacente a la regla para ver si alguna aplicación particular que está en ese contorno debe o no incluirse en la regla. Si la justificación subyacente de la regla ha sido promover la seguridad para los peatones, por ejemplo, quizás los coches de bebé deberían admitirse en el parque, y las bicicletas y los patines no. Pero si, en cambio, la regla ha sido creada para mantener un nivel bajo de ruido, quizás no habría razón para excluir a las bicicletas, a los patines ni a los co­ ches de bebé, aunque podría haber buenos fundamentos para dejar fuera del parque a los automóviles de juguete impulsados a gasolina o electricidad 12• El que las reglas tengan un contorno discutible cuando hay buenos argu­ mentos a favor y en contra de la aplicación de la regla, difícilmente será algo 11 HART, 1994: 125- 126. El ejemplo apareció primero en H¡,Rr, 1958: 608-1 5 . Para un aná­ lisis extenso del mismo, véase ScHAUER, 2008a. Regresaremos al ejemplo en el capítulo VIII, cuando nos ocupemos de la interpretación de las leyes. 12 En un debate memorable que tuvo lugar en las páginas del Harvard Law Review, Lon FuLLER, autor norteamericano contemporáneo de HART, desafió la idea de que el significado llano de las palabras pudiera alguna vez conducir a una solución clara sin consultar el propósito subya­ cente de la regla. FULLER , 1958, en respuesta a HART, 1958 . La relación entre texto y propósito es importante y estará entre los temas centrales con Jos que lidiaremos en el capítulo Vlll. 36 FREDERICK SCHAUER novedoso para los abogados. De hecho, esas disputas son una gran parte del acervo del abogado. Pero el núcleo claro e indiscutible de una regla suele ser despreciado por los abogados y los estudiantes de derecho, porque la,s reglas simple o fácilmente aplicables rara vez llegan a los tribunales de apelación. Por ese motivo, es difícil que lleguen a cualquier tribunal, o aun a un abo­ gado. Si el conductor de una camioneta familiar que arrastra un remolque, en plan de excursión, llega al parque y ve el letrero que reza «No ingresar con vehículos», esperaríamos que el caso normal fuese que diera la vuelta y estacionara en otra parte, sin dar lugar a controversia alguna. Del mismo modo, aunque podrían existir cuestiones difíciles y discutidas aun en los contornos de una regla que especifique un tiempo límite preciso, en el curso ordinario de las cosas un demandado en un tribunal federal responderá una demanda o pedirá una prórroga antes de que expire el plazo de veintiún días que establece la regla 12(a)(l)(A)(i) dd Código de Procedimientos Civiles Federales. Es muy poco frecuente que estas aplicaciones directas de reglas jurídicas aparezcan en libros de casos o en clases de derecho y, por consi­ guiente, mucho de lo que resulta importante de las reglas jurídicas tiende a operar de manera invisible para los estudiantes de derecho, para los abogados y, especialmente, para los jueces 13• · La distinción entre el núcleo claro y el contorno difuso de una regla puede ilustrarse a través de un caso real juzgado por la Corte Suprema de los Estados Unidos unos años atrás, que fue sorprendentemente semejante al ejemplo hipotético de HART de los vehículos en el parque. En Stewart v. Dutra Barge Company 14, el asunto tratado ante la Corte fue si una draga enorme llamada Super Scoop era un «navío» en el sentido en que esa palabra se usa en el derecho marítimo federal. De hecho, la Super Scoop era la draga más grande del mundo en ese momento, e iba a ser usada para excavar el Puerto de Boston, como parte del proyecto conocido como Big Dig. Willard Stewart, un obrero de la Super Scoop, resultó lesionado durante su trabajo, y demandó a los dueños de la draga, sosteniendo que la negligencia de la compañía había sido la causa de sus lesiones. Sin embargá, resultó que el que Stewart pudiera ganar el juicio dependía de que la Super Scoop fuese ].ln «navío». Si lo era, una ley federal conocida como Ley Iones 15 permitiría la apertura del juicio y daría bases para sustentar la demanda. Pero si la Super Scoop no era un navío, otra ley federal __,Ja Longshore and Harbar Worker 's Compensation Act- 16 habilitaría a las personas como Stewart a reclamar las indemnizaciones previstas para los trabajadores pero impediría un juicio 13 14 15 16 Véase ScHAUER, 1985. 545 u.s. 48 1 (2005). 46 U.S.C. App. §688(a)(2000). 33 u.s.c. §902 (2000). REGLAS, EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 37 contra la empresa por negligencia. Así es que el que Stewart tuviera un de­ recho para demandar por negligencia a la compañía naviera dependía de si la SuperScoop era un navío. Se .trataba de un caso difícil. Aunque la Super Scoop pasó la mayoría del tiempo en una misma posiCión mientras dragaba el canal, y aunque su casi total falta de autopropulsión obligara a remolcarla de una ubicación a otra, contaba con capitán y tripulación, y flotaba, tanto cuando dragaba como mien­ tras era trasladada. En consecuencia, Steward elaboró el argumento plausible de que el que la Super Scoop normalmente estuviera flotando, combinado con la existencia de un capitán y de su tripulación, la convertían en un navío. Por su parte, la compañía naviera ofreció un argumento igualmente plausible. Sostuvo que la Super Scoop carecía de autopropulsión y se asemejaba, .en apariencia y en función, a una máquina terrestre empleada en la construcción, todo lo cual la convertía en algo distinto de un navío. Al final de cuentas, la Corte Suprema decidió por unanimidad que la Super Scoop era, en efecto, un navío, pero la solución real del caso no nos interesa. Lo que es importante aquí es que aunque el caso planteado ante la Corte Suprema era un caso difícil en el cual ambas partes plantearon argumentos no triviales, el caso tratado por la Corte Suprema podría darnos una falsa imagen de la operación rutinaria e indisputada de este conjunto particular de reglas jurídicas. A diferencia de la cuestión tratada en el juicio de Willard Stewart con respecto a la SuperScoop, la mayoría de las cuestiones -es más: virtualmente todas ellas- acerca de si algo es o no es un navío casi nunca llegarán a la Corte Suprema, probable­ mente no lleguen a un Tribunal de Apelaciones y ni siquiera a un mero litigio. Si la cuestión era sobre si un crucero para mil pasajeros es un navío, no habría un argumento serio para negarlo, y ningún abogado competente argumentaría en contra de esto. Podría haber otros buenos argumentos para la discusión general, pero es muy poco probable que se recurra a un tribunal para decidir la cuestión de si un crucero es un navío. La regla sería aplicada, pero nunca entraría a la sala de audiencias de un tribunal. Del mismo modo, si la ribera de un puerto estuviera siendo dragada por una excavadora apostada en tierra, que no pudiera ingresar en el agua, el estatus de la máquina como cualquier cosa menos un navío con toda probabilidad no se habría discutido y, una vez más, no habría liegado a plantearse ante un tribunal. ' Como los casos genuinamente fáciles y las aplicaciones directas de re­ glas jurídicas se discuten tan poco en los tribunales, el conjunto de disputas que sí se ventilan en los tribunales representa una muestra distorsionada de los eventos jurídicos. El efecto, conocido como efecto de selección 17, es tal 17 La bibliografía acerca del efecto de selección en el derecho es extensa, pero el artículo se­ minal al respecto es PRIEST y KLEIN, 1986. Véase, además, PüSNER, 1986a: §21 ; SCHAUER, 1988b. 38 FREDERICK SCHAUER que los casos que se ventilan en los tribunales son solo - o casi solo - aque­ llos en los cuales dos partes enfrentadas sostienen posiciones mutuamente excluyentes acerca de una cuestión jurídica, y ambas creen que tienen pro­ babilidades razonables de ganar. Si una de las partes creyera que no tiene una probabilidad razonable de imponerse en el caso como un todo, o siquie­ ra imponerse en una cuestión particular, no debería, dejando de lado circuns­ tancias extraordinarias 18, discutir en absoluto la .cuestión. Cumpliría con la ley, o pagaría lo reclamado, o arreglaría el caso, o se apoyaría en algún otro argumento durante el juicio. Los casos y los argumentos que se discuten con seriedad en los tribunales, entonces, son aquellos en los cuales las dos partes piensan que podrían ganar, y esta situación ocurre, típicamente, solo cuando las dos cuentan con argumentos jurídicos plausibles . Con respecto a las reglas jurídicas, entonces, las dos partes razonablemente creerán que podrían ganar, por lo común, cuando la cuestión relevante se ubica cerca de los límites, y no en el núcleo, de la regla pertinente. Por ende, el efecto de selección se llama así porque los incentivos del sistema jurídico crean un mundo en el cual solo ciertas aplicaciones del derecho o de las reglas se seleccionan para discutirlas judicialmente, y aquellas elegidas tienen las característica especial de situarse en los contornos de las reglas jurídicas o, de un modo más amplio, en los límites del derecho . E l efecto de selección e s el mayor factor para determinar qué discusio­ nes o eventos controlados por el derecho se ventilarán ante los tribunales, pero el efecto es aún mayor en la: medida en que ascendemo s la escalera de las apelaciones. En su Período 200719, por ejemplo, a la Corte Suprema de los Estados Unidos , que posee poder casi total para decidir qué casos desea tratar, le fueron elevados por las cámaras de apelaciones federales y los tribunales superiores de los estados más de nueve mil casos. Pero la Corte acordó tratar y decidir, con audiencias , alegatos y votos, solo setenta y uno20• En casi todos esos setenta y un casos no existía una respuesta jurídica Un excelente resumen de las cuestiones centrales y la bibliografía es LEDERMAN, 1999. Y vale la pena mencionar que Karl LLEWELLYN mucho antes observó que los casos judicialmente disputados mantienen la misma relación con el conjunto de disputas subyacentes «que la manía homicida o la enfermedad del sueño mantienen con nuestra vida normal». LLEWELLYN, 1 93 0b: 58. 18 Una circunstancia como esa ocurre cuando una parte litiga o amenaza con litigar aun cuando sabe que el derecho es contrario a sus intereses, simplemente con el propósito de vencer a un adver­ sario por cansancio o por los gastos que le ocasiona. En teoría, el sistema jurídico posee mecanismos para evitarlo -el juicio sumario, por ejemplo- pero en la práctica las partes inician juicios que perde­ rán por razones estratégicas más que lo que la teoría pura del efecto de selección podría predecir. 19 La Corte Suprema trata y decide casos en Períodos, que comienzan tradicionalmente el primer lunes de octubre y culminan cuando la Corte decidió todos los casos que ha aceptado tra­ tar, comúnmente en junio. Cada Período es designado por el año en el cual comienza. Así, a veces se habla del <<Período Octubre 2007» y otras, simplemente, del <<Período 2007». 20 El dato exacto del Período 2006, el último con estadísticas precisas disponibles al mo­ mento de la publicación de este libro, es que la Corte recibió 8.922 apelaciones o peticiones para REGLAS, EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 39 clara, y tomar a esos setenta y uno como representativos de cómo funciona el derecho o las reglas sería un error fenomenal. Una dinámica muy parecida es la que se da en los casos seleccionados en los.libros de estudio. Lo que hace a esos casos interesantes y pedagó­ gicamente valiosos es, comúnmente, que son casos difíciles. En ellos, los abogados de cada parte pueden formular argumentos fuertes y los estudian­ tes pueden analizar y evaluar las opiniones enfrentadas. Y como son casos difíciles, los votos de los tribunales que los resuelven casi siempre pueden ser cuestionados, que es lo que se hace, en gran medida, en las clases de de­ recho basadas en casos. En sí mismo, no hay nada malo con esto. Aprender cómo formular buenos argumentos a favor de uno y otro contendiente es parte de lo que significa convertirse en un abogado, así como lo es aprender cómo exponer las debilidades de un voto de un juez. Sin embargo, es un error suponer que todos o siquiera la mayoría de los casos son difíciles, que la mayoría de los eventos jurídicos son discutibles y que las reglas jurídicas nunca o rara vez dan respuestas claras. Los tribunales de apelación y las aulas de las facultades de derecho tienen buenas razones para operar en las áreas grises de las reglas; en sus límites difusos. Pero es un gran error asumir que las reglas no son más que esas áreas grises y esos límites difusos. 3. LA GENERALIDAD DE LAS REGLAS Aunque la aplicación de las reglas al mundo se caracteriza por los casos fáciles, la actividad de los tribunales está dominada, por las razones recién explicadas, por los casos difíciles. Esos casos difíciles son de varias clases. Una es la de los casos que se sitúan en el límite difuso de la regla, de la cual el caso Stewart v. Dutra Barge Company es un ejemplo clásico. Un tipo muy diferente de caso difícil es el que remeda el del límite de velocidad más que el de la Super Scoop. Cuando uno le suplica a un policía, diciéndole que no estaba realmente conduciendo de manera poco segura, no está afirmando que la regla no es clara en cuanto a su aplicación al ca,so, como sería si hubiese sido detenido por no tener las luces encendidas después del anochecer si está anocheciendo, o si hubiese sido detenido en Montana durante la vigencia del límite de velocidad «razonable y prudente». En cambio, el intento típico del conductor que pretende salvarse de una multa importa asumir que los térmi­ nos literales de la regla se aplican con claridad al caso -el conductor real­ mente iba a 1 10 en una zona con 80 kilómetros por hora de máxima-, pero ser consideradas, resolvió 278 por trámite sumario sin sentencia y aceptó tratar y resolver 77, de las cuales 73 fueron finalmente resueltas, tras audiencias y alegatos orales, con sentencia. «The Supreme Court, 2006 Term: The Statistics», Harvard Law Review, 1 2 1 : 436 (2007). 40 FREDERICK SCHAUER igual se afirma que esa aplicación literal de la regla a este caso no satisfaría a su justificación subyacente. El conductor admite que conducía a más de 80, pero que no lo hacía de manera insegura. Según su punto de vista. Esos conflictos entre la solución que indican las palabras de una regla y la indicada por la razón subyacente están por todas partes. Por ejemplo, la Séptima Enmienda a la Constitución otorga el derecho a un juicio por jura­ dos en cualquier caso de derecho común litigado ante un tribunal federal en el cual el monto discutido sea «veinte dólares». Es obvio que el propósito que está detrás del mínimo de los veint� dólares era limitar los juicios por ju­ rados a aquellos en los cuales se discutiera una suma considerable de dinero. Pero aunque veinte dólares eran una cantidad sustancial en 179 1 , cuando fue promulgada la Séptima Enmienda, difícilmente lo serán ahora. Algo muy parecido puede decirse sobre la exigencia del art. II de la Constitución que requiere que el Presidente haya alcanzado «treinta y cinco años de edad», una exigencia creada cuando la expectativa de vida al nacer para un hombre (casi nadie en ese momento se preocupaba por que las mujeres pudieran votar, mucho menos por que pudieran ser presidentes) era de menos de cua­ renta, lo cual contrasta con la expectativa de vida al nacer promedio, para hombres y mujeres norteamericanos, de más de setenta y cinco21• Pero así como con el efecto de la inflación sobre el límite de los veinte dólares para los juicios por jurados, el hecho de que el significado literal de la regla de los «treinta y cinco años de edad» no sirva al propósito que subya�e a la regla, no cambia el significado de la regla misma. Ese significado sigue conectado al significado de las palabras con las cuales la regla está escrita. Si alguien tiene solo treinta y dos años no puede ser presidente, y roza lo fantástico imaginar circunstancias en las cuales esto no sería verdadero, sin perjui­ cio de la razón subyacente a la regla22• Lo mismo sucede con la exigencia, más discutida, también contenida en el art. II, de que el presidente sea un «ciudadano nativo». Esta regla, que ha impedido a secretarios de Estado como Madeline Albright y Henry Kissinger y a gobernadore_s como Arnold Schwarzenegger y Jennifer Greanholm el contemplar seriamente la posibili21 Muchos niños morían por enfermedades durante el siglo xvm, por lo que los números crudos pueden ser un poco engañosos, porque la mayoría de los hombres adultos vivían hasta los cincuenta o sesenta años. Pero aun para aquellos que alcanzaban la adultez, las diferencias entre 1787 y la actualidad siguen siendo sustanciales. 22 No está claro qué edad sería equivalente, en 2009, a los treinta y cinco años de l787. En una era en la cual es posible -gracias a la televisión, internet, los avances tecnológicos en las publicaciones y los viajes aéreos, por ejemplo- aprender mucho más mucho antes que Jo que tiempo atrás era posible, podría sostenerse que el propósito que subyace a la regla de Jos treinta y' cinco años se satisfaría bajando la edad mínima. Pero si los creadores de la Constitución querían asegurar que el presidente fuese elegido entre los integrantes del segmento de más edad y expe­ riencia de la población , quizás la razón subyacente aconsejaría ahora un límite sustancialmente mayor que treinta y cinco. REGLAS, EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 41 dad de lanzarse para presidente, es casi seguro una encamación pobre de la justificación subyacenteoriginal de asegurar la lealtad y el compromiso. No obstante, las palabras de la regla son las que prevalecen. A4nque las palabras de una regla derroten a su propósito en estas y muchas otras instancias, no siempre es así. Un ejemplo que se cita con frecuencia en el cual el propósito de la regla prevalece por sobre su significado literal es el caso United States v. Church ojthe Holy Trinity23• En él, una iglesia había sido procesada por violar una ley federal que prohibía a todo empleador norteameri­ cano pagar el pasaje de un trabajador extranjero hasta los Estados Unidos para que tomara un trabajo. La iglesia acusada había hecho justamente eso: había contratado un nuevo pastor y como parte del proceso de contratación le había pagado el pasaje. Así, había violado la literalidad de la norma. Sin embargo, la Corte Suprema decidió que esa norma no debía aplicarse de manera literal al caso. El juez BREWER argumentó que la ley estaba destinada a empleadores que importaban gran cantidad de mano de obra barata a los Estados Unidos. Y como el que la iglesia le. hubiese pagado el pasaje en barco a su nuevo pastor estaba completamente alejado de lo que la Corte vio como el propósito del Congreso al sancionar la ley, concluyó en que el significado literal de las palabras de la norma debía ceder frente a la verdadera razón de su dictado. Como resultado, la iglesia fue absuelta por no haber violado la regla. Al llegar a esa conclusión, el juez BREWER abrevó en un caso todavía más antiguo que fue resuelto en ese sentido, United States v. Kirby24• En este caso, el imputado era un oficial de policía de Kentucky que había sido detenido en el marco de una ley federal que había convertido en delito la acción de interferir con la distribución del correo. Y eso era exactamente lo que había hecho Kirby. Incuestionablemente, interfirió con la distribución del correo, pero lo hizo en el proceso de abordar un barco de vapor para arrestar a un cartero llamado Farris que había sido acusado válidamente de homicidio por un tribunal de Kentucky. Como en el caso Church ofthe H oly Trinity veinticuatro años más tarde, la Corte Suprema sostuvo en el caso Kirby que el significado literal de la norma no debía aplicarse cuando, como en este caso, eso difícilmente satisfaciera el fin subyacente de la norma. Estudiaremos otros ejemplos de tensión entrelas palabras y el propósito en el capítulo VIII, cuando nos ocupemos de 1� interpretación de las leyes. Sin embargo, estos ejemplos son suficientes por ahora para ilustrar una ca­ racterística importante de las reglas: su generalidad. En contraste con las órdenes específicas -usted, tome esta bolsa de basura ahora- , las reglas no le hablan a un individuo que realiza un acto en un momento. En cambio, 23 2< 143 u.s. 457 (1892). 74 U.S. (7 Wall.) 482 (1868). 42 FREDERICK SCHAUER por lo común las reglas se dirigen a mucha gente que realiza múltiples actos a través de un período extenso de tiempo. El límite de velocidad se aplica a todos los conductores, todos los días, bajo todas las circunstancias. Asimis­ mo, la regla promulgada por la Administración de Salud y Seguridad Labo­ ral que exige protección auditiva para los trabajadores, se aplica a todas las fábricas de cierto tipo y a todos los empleados de esas fábricas. Las reglas se caracterizan por ser generales justamente de esta manera. Pero como la mayor parte de las generalizaciones - aun las sólidas estadísti­ camente- , podrían no ser correctas todas las veces. Una generalización bas­ tante buena es la que establece que el queso suizo tiene agujeros, pero algunos quesos suizos no los tienen. Poca gente estaría en desacuerdo con la generali­ zación que postula que hace frío en Chicago durante el mes de enero, pero han existido días cálidos en los eneros de Chicago. Lo mismo sucede con las ge­ neralizaciones que forman parte de todas las reglas. Pero, precisamente, como las reglas son generales, siempre existe un riesgo de que la generalización que contiene una regla no se aplique a un caso particular. Aun si es verdadero en la mayoría de las instancias que los conductores no deberían conducir a más de 80 kilómetros por hora, podría haber algunos casos en los cuales no se aplicara la generalización de que conducir a más de 80 kilómetros por hora es poco seguro, y cuando esa eventualidad surgiera, la regla podría catalogarse como sobreincluyente. La regla incluye o abarca instancias que la justificación sub­ yacente no cubre, como en los casos Kirby y Church ofthe Holy Trinity, como el caso del conductor que conduce con seguridad a 110, como la ambulancia que puede caer en el alcance literal de la regla que prohibe los vehículos en el parque. En esos casos, el alcance de la regla es mayor que el de su justificación subyacente, y por eso decimos que la regla es sobreincluyente. En otras ocasiones, la generalización de una regla será subincluyente, por no alcanzar a instancias que sí abarcaría la aplicación directa de su justificación subyacente. Si el fin de la regla que veda los vehículos en el parque es prevenir el ruido, sería sobreincluyente con respecto a los autos eléctric _ os silenciosos (que ciertamente son vehículos) pero subincluyente con respecto a los instru­ mentos musicales, los mítines políticos y las radios portátiles con altavoz, que son ruidosos pero no vehículos. Lo mismo con la regla en juego en el caso Kir­ by, desde que podemos imaginar toda clase de restricciones al confiable servido postal que serían consideradas conio «obstrucciones» del correo. Un ejemplo moderno tanto de sobre como de subinclusión puede v�rse en los esfuerzos desplegados por un número creciente de Estados para prohibir la conducción mientras se habla por teléfono móvil25• La justificación para 25 Véase, e.g., Cal. Stat. Ch. 290 (2006), Cal. Vehicle Code § 23 123 (2006); NJ. Stat. Ann. 39:4-97.3 (West 2004); N. Y. Vehicle & Traffic Law § 1225-c (Consol. Cum. Supp. 2004). REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 43 dictar estas leyes -una justificación aparentemente bien fundamentada por las pruebas disponibles- es que la gente que habla por sus teléfonos móviles -mientras conduce, presta menos atención a la conducción que si no estuviesen hablando, y que esta práctica es una causa significativa de accidentes automo­ vilísticos. Pero quienes objetan esas leyes dicen que ellas son sobreincluyen­ tes con respecto a los conductores que hablan por el teléfono móvil pero igual prestan atención. Por esto, los objetores insisten en que el alcance de una regla que prohíbe el uso de teléfonos móviles es más amplio que la justificación de la no distracción. Más todavía, sostienen los críticos, las prohibiciones pro­ puestas son subincluyentes con respecto a otras fuentes de distracción mien­ tras se conduce, como comer o escuchar un evento deportivo excitante por la radio. En ocasiones, objeciones como estas han llegado a imponerse; en otras, no26• Lo importante es reconocer la manera en la cual aun en ejemplos relati­ vamente indiscutibles como los del límite de velocidad, al menos algún grado tanto de sobre como de subinclusión es una parte inevitable de la dirección de las conductas humanas mediante reglas generales27• El que las reglas, por su generalidad intrínseca, podrían dar lugar a ma­ las soluciones en casos particulares ya fue notado por ARISTÓTELES mucho antes de que existieran los teléfonos celulares y que la Corte Suprema resol­ viera casos como Kirby y Church ofthe Holy Trinity. Al explicar por qué era necesaria una manera de evitar los errores derivados de la sub y sobreinclu­ sión, ARisTÓTELES señaló que «todo el derecho es general» y que «el derecho toma en cuenta la mayoría de los casos, aunque no sin advertir que de esta manera comete errores. Y aun así, el derecho es correcto, porque el error no está en el derecho ni en el legislador, sino en la naturaleza del caso; porque la materia prima del comportamiento humano es de esa clase» 28• La solución de ARISTÓTELES para este problema -la equidad- ocupa­ rá nuestra atención en el capítulo VI, pero por ahora lo importante es solo entender que las reglas son inevitablemente generales. Las reglas funcionan como reglas precisamente por su generalidad, y aun si fuera factible antici­ par cada aplicación posible de una regla e incorporar en la regla la solución correcta para cada una de sus aplicaciones, esa n¡gla sería demasiado com26 Véanse KALIN, 2005, y HORWITI, 2002. Un ejemplo todavía más discutible se deriva de Jos esfuerzos de algunos municipios de prohibir ciertas razas de perros pítt bulls, por lo común- sobre la base de que esas razas tienden a ser más agresivas y peligrosas que otras. Como la mayoría de los pitt bulls no son peligrosos, la prohibición sería sobreincluyente, y como Jos perros de otras razas pueden serlo, sería subíncluyente. A este respecto, las prohibiciones de Jos pitt bulls son un poco distintas de las reglas de las demás clases, pero quienes ese oponen a las prohibiciones de razas específicas han tenido un éxito considerable, con frecuencia tomando prestado el lenguaje de los derechos civiles y enfrentándose, por ejemplo, al «racismo perruno» . Para una discusión más extensa y un análisis de esta controversia, véase SCHAUER, 2003: 55-78 28 ARISTÓTELEs, 1 977: 1 1 37a-b. 21 - FREDERICK SCHAUER 44 pleja como para cumplir la función de guía que esperamos de ella. Y aun si se quisiera sacrificar inteligibilidad y capacidad de guiar para ganar pre­ cisión, todavía sería imposible predecir perfectamente el futuro. A�í como no podemos culpar a los redactores originales de las leyes de patentes por no poder anticipar a finales del siglo XVIII que los organismos vivos podían ser creados en un laboratorio29, tenemos que reconocer que ni aun el más cuidadoso de los redactores puede predecir lo que sucederá en el futuro, ni cómo querremos lidiar con ese futuro cuando arribemos a él. Entonces, pre­ cisamente por la inevitable generalidad de las reglas, debemos enfrentarnos a la tensión entre lo que una regla dice y cuál sería la mejor interpretación de lo que indica hacer, una tensión que colma el uso de las reglas tanto en el derecho como fuera de él. 4. L A FORMALIDAD DEL DERECHO No existe una respuesta uniforme para la pregunta sobre si, y cuándo, las palabras de una regla deberían ceder, o lo harán, a favor del objetivo de alcanzar la mejor solución en el caso pruticular. El derecho tampoco ofrece siempre la misma respuesta cuando existe un conflicto entre la solución a la cual daría lugar la justificación subyacente de la regla y la derivada del sig­ nificado literal de sus palabras. Aunque casos como United States v. Locke muestran que tomar las palabras como vienen, aun si esto implica cierto sacrificio con respecto a la solución para el caso particular, es común en el derecho norteamericano (y aún más común en otras partes)30, también lo es la solución opuesta. Es cierto que sería un error ignorar las numerosas instancias en las cuales, como en el caso Locke, lo que las palabras dicen en su sentido más literal es lo que prevalece como fundamento de una de­ cisión jurídica. Pero un error tan grande como ese es ignorar la importancia descriptiva, en los Estados Unidos, y más en otras partes, del principio del caso Church of Holy Trinity: que satisfacer el propósito de- una regla aun con cierto sacrificio del significado literal es el curso de acción adecuado31• Más aún, si entendemos esta caracterización de las dos posiciones como otra manera de describir la frecuente tensión entre la letra y el espíritu de las leyes, es imposible concluir, en especial en los Estados Unidos, que �na perspectiva es más dominante que la otra. 29 Véase Diamond v. Chakrabarty, 447 U.S . 303 (1980). En el Reino Unido, por ejemplo, los tribunales son de algún modo menos propicios a ignorar las palabras de una regla jurídica, aun cuando hacerlo sea necesario para satisfacer la justificación subyacente de la regla. Véase AnYAH y SUMMERS, 1987. Para un análisis comparativo más extenso, véase MAcCoRMJCK y SuMMERS, 1 99 1 . 31 Véase, en general, BARAK, 2005. 30 REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 45 Los argumentos jurídicos para preferir la letra de las leyes frente a su espíritu son, con frecuencia, criticados por formalistas. Sentencias como la del caso Locke habitualmente dan lugar a acusaciones semejantes. Pero aunque es verdad que en estos días calificar a un juez o a un voto de un juez de formalista está lejos de ser un cumplido, no está del todo claro qué es ser un formalista o, simplemente, qué es lo malo de serlo32• La acusación de formalismo suele estar dirigida contra quienes parecen negar que los jueces tengan cierto grado de elección ante una controversia jurídica. De acuerdo con esta posición, los jueces son formalistas si creen que están operando en el núcleo de una regla jurídica, cuando en realidad se encuentran en su contorno. Por ejemplo , cuando el juez PECKHAM en el caso Lochner v. New YorP3 llegó a la conclusión de que la palabra «libertad» en la Décimocuarta Enmienda necesariamente comprende a la libertad de un empleado de una panadería para acordar, sin la interferencia del Estado, una jornada laboral de más de sesenta horas a la semana o diez horas al día, actuó como si otro significado de «libertad» ni siquiera fuese posible. Ahora sabemos , por supuesto, que aun quienes estuviesen de acuerdo con la con­ clusión final del juez PEcKHAM difícilmente creerían, como él parecía creer, que la decisión fue ordenada simplemente por el significado liso y llano de la palabra «libertad». Cuando los encargados de tomar decisiones jurídicas, como el juez PECKHAM, que están en realidad (y, quizás, como en este caso, necesariamente) estableciendo una política o tomando una decisión con res­ pecto a una política , actúan como si no tuvieran alternativa -cuando toman a una decisión con respecto · a una política como un simple ejercicio para conocer el significado llano de una palabra- su conducta se describe, a ve­ ces, como formalista. Actúan como si lo que importara fuese la forma, pero en realidad es la sustancia la que hace el trabajo. Y es difícil negar que esta forma de engaño - o autoengaño- judicial merece ser criticada. El formalismo del juez PECKHAM fue el formalismo de la insinceridad, y tenía todo para ganarse el estigma que atrajo. Sin embargo , si reparamos en una concepción distinta del formalismo, por ejemplo el del juez Thurgood MARSHALL en United States v. Locke , no está tan' claro que el formalismo merezca ser tratado como un vicio . Es, sin duda, formalista tomar el sentido literal de las palabras «antes del 3 1 de diciembr�» en el caso United States Locke al decidir de una manera distinta a la que parecía la más sensible, porque es tratar lajorma de una regla jurídica como más importante que su v. fin profundo, o .más importante que lograr el juicio mejor, todas las cosas consideradas, en el contexto particular de un caso concreto. Pero aunque el 32 33 Véanse BIX, 2006: 179�90; SUMMERS , 2006; SCHAUER, 1 988a. 198 u.s. 45 ( 1 905). 46 FREDERICK SCHAUER caso Locke es, desde esta perspectiva, formalista, también lo es valerse del límite de 80 kilómetros por hora para penalizar al conductor que conduce a 1 10 pero de manera segura, para penalizar al vendedor de acciones de corto plazo que no posee, de hecho, información privilegiada, para perrÍütir el acceso a la litigación a quienes tienen una reclamación por veinte dólares y para prohi bir que sea presidente a quien está calificado pero tiene treinta y cuatro años de edad. En todos esos casos, el derecho opera formalmente al tratar al significado de las palabras de una regla como más importante que el logro del fin último del derecho de la solución ideal en el caso particular. Esto podrá ser formalista, pero el formalismo es, como estos y otros inconta­ bles ejemplos demuestran, una característica central de lo que hace especial al derecho34• Que el formalismo es una parte del legalismo parece palmariamente cla­ ro, pero eso no significa que el formalismo sea siempre deseable. Ni tampo­ co que un enfoque formalista para la interpretación de las reglas es lo que esperamos o debamos esperar todo el tiempo de parte de todos los que deben tomar decisiones jurídicas. Aun así, si podemos dejar de lado el hecho de que la palabra «formalismo» es, por lo común, usada para condenar, podemos ver que el formalismo - en el sentido de preferir la solución determinada por las palabras impresas en la página que la mejor, todas las cosas consi­ deradas- con frecuencia tiene mucho a favor. Considérense, por ejemplo, los numerosos casos que implican órdenes de registro que contienen una dirección equivocada. Aunque muchos de esos casos validan una orden de registro que posea esta clase de error menor35 , hay muchos que llegan a la conclusión opuesta. Por ejemplo, en el caso United States v. Kenney36 , el Tribunal Distrital del Distrito de Columbia, en Estados Unidos, anuló un registro practicado en el número 2 1 24 de la calle Octava en Washington por­ 2 1 44 de la misma calle; y en el caso United States v. Constantino37, el registro que halló un contrabando en la calle Jacksonia 7 10 fue anulado también porque la orden indicaba la calle Jacksonia 807. En estos casos, los tribunales entendieron que el enfoque que en la orden se había indicado el número formal, técnico y literal para interpretar la orden de registro se justificaba porque la cuestión verdadera no era si los oficiales de policía habían regis­ trado el edificio correcto sino si deberían contar con el poder de decidir por ellos mismos qué edificios debían ser registrados palabras exactas de la orden. realmente, más allá de Ías 34 «De todas las críticas dirigidas contra el textualismo, la más insensata es la de que es "formalista". La respuesta a esto es: ¡por supuesto que es formalista!». ScALIA, 1997: 25. 3s E.g., United States v. Lora-Sorano, 330 F.3d 1 288 (1 0th Cir. 2003). 36 164 F. Supp. 891 (D.D.C. 1 958). 37 201 F. Supp. 1 60 (W.D. Pa. 1 962). Véase también United States v. Ellis, 97 1 F.2d 70 1 (1 1th Cir. 1 992). REGLAS, EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES 47 Si la actitud formalista de tratar las órdenes de registro de manera lite­ ral es visto, por lo menos, como plausible, resulta que el formalismo en sí mismo no debe ser considerado un vicio de m.anera necesaria, en todos los casos. Más bien, las virtudes del formalismo son parte de una visión más amplia acerca de si quienes toman decisiones de cierto tipo deberían tener el poder de decidir cuándo el significado literal de una regla (la descripción de una orden de registro, aunque no es exactamente una regla, es análoga a ella) debería dejar paso a una determinación menos estricta del propósito, la razonabilidad o el sentido común, por ejemplo. Quienes defienden lo decidi­ do en el caso United States v. Locke38 no sostienen que rechazar la petición del Sr. Locke porque ingresó su reclamación e/ 3 1 de diciembre, en lugar de antes de esa fecha, es la mejor solución, o la más razonable, en ese caso. En cambio, sostienen que la cuestión es en realidad si y cuándo los jueces deben tener el poder para decidir si el significado literal de un acto del Congreso debe ser dejado de lado para servir a lo que los jueces creen que el Congreso debería haber querido decir, o a la solución que el Congreso hubiera prefe­ rido. Y cuando la cuestión es reformulada de esta manera, ya no está claro que un enfoque formal de las reglas jurídicas deba ser siempre, o necesaria­ mente, criticado. Incluso si las soluciones que se derivan de ese formalismo parezcan extrañas, o aun ridículas, en algunos casos particulares . Nada de esto significa que el derecho sea siempre formal en este sentido, o que deba serlo. Como hemos visto, es común que los tribunales ignoren el significado literal de las reglas, o lo eludan, cuando es inconsistente con un propósito legislativo obvio. Es un error sostener que el caso United States Locke es más representativo del análisis jurídico que Church oj the Holy Trinity, o que United States v. Kirby. Tanto el enfoque formal como el no v. formal (o teleológico) son alternativas profesionales y respetables para un juez o un abogado en el sistema jurídico norteamericano, y pueden hallarse incontables ejemplos para apoyar a uno u otro . En consecuencia, no es raro ver casos en los cuales una de las paf!es apoya sus argumentos en la letra de la ley y la otra en su espíritu, fin o razón. Pero aun cuando prevalezcan el espíritu, el fin o la razón de una ley, el derecho continúa siendo, en general, formal . Es común que el significado literal ceda frente al fin subyacente a una regla particular, como en el caso Church of the Holy Trinity; pero es considerablemente más raro que el propósito subyacente a una regla tam­ bién ceda cuando un juez determina que satisfacer ese propósito sería in­ consistente con la justicia, o con concepciones más amplias de equidad o con buenas políticas públicas. Por ejemplo, cuando un tribunal rechaza la demanda de un actor que cuenta con una reclamación legítima porque no ha 38 Incluido este autor. Véase SCHAUER, 1992a. 48 FREDERICK SCHAUER cumplido con lo dispuesto con una regla o un procedimiento, el tribunal está reconociendo que su trabajo no es simplemente decidir cuál de las partes, todas las cosas consideradas, merece ganar39• Lo mismo sucede cuanqo se le permite a una pru.te incumplir una promesa asumida contractualmente por la ausencia de un requisito formal en el contrato40 o, antes de que prevaleciera en la doctrina la culpa compartida, cuando la demanda de un actor que tenía un grado leve de culpa era rechazada si reclamaba contra un demandado sustancialmente culpable41 • En todos esos casos, la formalidad generalizada del derecho - su tendencia a tomar a las reglas y a sus palabras seriamente aun cuando en algunos casos conduzcan, a una injusti cia- es lo que diferen­ cia al derecho de otros dominios en los que se toman decisiones . A veces, el derecho funciona de otro modo. Un ejemplo notorio es el caso Ríggs v. Palmer42 • En él, Elmer Palmer, designado como beneficiario en el testamento de su abuelo, había intentado acelerar su herencia mediante la estrategia expeditiva de asesinar al testador. El caso no involucró el en­ carcelamiento de Palmer por asesinar a su abuelo. Palmer no tenía mucho que argumentar en su defensa al - respecto, y fue debidamente condenado a prisión por un largo pelÍodo. Sin embargo, sostuvo que aun cuando se encontraba preso y estaba cumpliendo una condena por homicidio, tenía derecho a recibir la herencia. La regla relevante, la Ley de Testamentos de Nueva York, no decía nada acerca de beneficiarios homicidas y disponía solo que, ante la muerte del testador, el beneficiario de un testamento válido tenía derecho a heredarlo. Ese era el caso que lo involucraba, sostuvo Elmer y, por eso, aunque sabía que tenía que ir a prisión, igualmente creía que tenía derecho a los bienes de su abuelo. En una decisión famosa43, el Tribunal de Apelaciones rechazó la de­ manda de Elmer, concluyendo en que el significado literal de la Ley de Testamentos debía ceder ante el principio de que nadie debe beneficiarse de su propio ilícito. Pero aun en ese caso hubo una disidencia, y no está en absoluto claro que el dejar de lado la solución indicada por una regla concreta para satisfacer una concepción de justicia más amplia y menos concreta, sea una caracterización adecuada de la naturaleza típica de la toma de decisiones en el derecho. En casos extremos, de los cuales Riggs 39 Véase, e.g., General Milis, lnc. v. Kraft Foods Global, lnc., 495 F.3d 1 378 (Fed. Ct. 2007); Speiser, Krause & Madole, P.C. v. Ortiz, 27 1 F.3d 884 (9th Cir. 2001). 40 Véase SUMMERS, 1997. 4 1 Véase, e.g., Miller v. United States, 1 96 F. Supp. 613 (D. Mass. 1 961); Co-Operative Sanitary Baking Co. v. Shields, 70 So. 934 (Fla. 1 9 1 6). 4 2 22 N.E. 1 88 (N.Y. 1889). 4 3 El caso es analizado extensamente por el filósofo del derecho Ronald DwoRKIN en DwoR­ KlN, 1 977 y DwoRKIN, 1986. DwoRKIN aplaude con fervor la solución y la toma como una muestra muy típica del enfoque norteamericano (y, para él, mejor) a la toma de decisiones jurídicas. REGLAS , EN EL DERECHO Y EN TODAS PARTES v. 49 Palmer parece un ejemplo obvio , las reglas específicas suelen ser deja­ das de lado. Pero en casos menos extremos , es mucho más común que la regla sea aplicada incluso cuando parezca que se comete alguna injusticia en el proceso. Más aún, hay muchos casos en los cuales los beneficiarios de un testamento que fueron responsables de la muerte del testador pudie­ ron heredar. Incluso en uno el beneficiario fue detenido por homicidio do­ loso de la persona de cuya muerte él se benefició44, en otro el beneficiario fue condenado como encubridor del asesinato del testador45 , en otro más el nudo propietario asesinó al usufructuario de un usufructo vitalicio, para recuperar la posesión antes de tiempo46 y, finalmente, en un caso a una mujer «egoísta, malhumorada, resentida, indignante, amarga , egocéntrica , rencorosa, vengativa , paranoica y tacaña» , cuya negligencia grave sirvió para «acortar la vida del moribundo», se le permitió , a pesar de todo, he­ redar antes de lo que habría sido el caso47• Así como hay casos en los cuales una regla prevalece aun cuando da lugar a una injusticia, hay más casos en los cuales los tribunales han valida­ do reglas que consideran malas por la posición que sostiene que, al menos para las reglas provenientes de los parlamentos , solo los parlamentos pue­ den corregir' lo malo de las reglas, y no los tribunales . Por ejemplo, en el caso Blanchjlower v. Blanchjlower48 la Corte Suprema de New Hampshire se enfrentó con la cuestión de si el adulterio con personas del mismo sexo puede considerarse adulterio a los efectos de la ley de New Hampshire sobre divorcios por culpa, ley cuyo texto dejaba claro que el adulterio solo podía ser cometido con una persona del sexo opuesto. El tribunal parecía creer que la ley era tanto anacrónica como moralmente dudosa sobre la base de la equidad , pero concluyó, sin embargo, en que cualquier cambio debía ser realizado por el parlamento y no por un tribunal. Para la Corte Suprema de New Hampshire, como para el juez disidente en el caso Riggs, como los tribunales con criterios distintos al del caso Riggs y permiten que las perso­ nas se beneficien de sus actos ilícitos., y como la Corte Suprema en el caso Locke, lo que dice una regla jurídica en realidad en su sentido literal o llano, marca una diferencia sustancial. Esto no es así siempre, como muestran el voto de la mayoría en el caso Riggs y las sentencias de los casos Church of the Roly Trinity y Kirby, y puede ser que no siempre marquen toda la dife­ rencia, pero ignorar la importancia generalizada de lo que una regla jurídica dice literalmente es ignorar algo muy importante sobre las reglas . 44 45 46 47 48 Bird v. Plunkett, 95 A.2d 71 (Conn. 1 953). Reynolds v. American-Amícable Lije Ins. Co . , 591 F.2d 343 (5th Cir. 1979). Blanks v. Jiggetts, 64 S .E.2d 809 (Va . 1 95 1 ) . Cheatle v. Cheatle, 662 A2d 1362 (D.C. 1 995). 834 A.2d 1 0 10 (N.H. 2003). 50 FREDERICK SCHAUER La importancia de l o que una regla dice realmente no es solo algo acerca de las reglas. Con más amplitud, ignorar la importancia todavía más gene­ ralizada de lo que hacen las reglas aun cuando lo que hacen parece injusto, es ignorar algo muy importante acerca del propio derecho. Naturallnente, ser injusto por el hecho de ser injusto no es el fin del derecho. Pero existe un importante grupo de valores - la predictibilidad de las soluciones, la uniformidad de tratamiento (tratar igual a los casos iguales) y el temor de conceder una discrecionalidad absoluta a decisores individuales aun si es el caso que visten togas negras- que el sistema jurídico cree, especialmente, valioso preservar. Estos valores suelen �nglobarse bajo el concepto de Im­ perio de la Ley, y muchas de sus virtudes son las que se logran al tomar a las reglas seriamente como reglas. Al hacerlo, el derecho sigue siendo irre­ ductiblemente formal y, por eso, a veces injusto en apariencia para ciertos casos particulares. Pero el derecho es más que hacer lo correcto en cada caso individual. En ocasiones, la resistencia del derecho a hacer lo que parece incorrecto, pero lo que convierte al derecho en lo que es - usualmente para mejor, pero a veces para peor- es que considera importantes a los valores del sistema e institucionales más amplios, aun si ocasionalmente esto va en contra de la justicia, o la política más adecuada, o la eficiencia, respecto del caso individual. Hay muchas maneras en las cuales el derecho hace esto, pero la principal es cuando toma a las reglas en serio. Entender cuándo, por qué y cómo las reglas - como reglas- son importantes para el derecho nos hará avanzar mucho en la comprensión del propio derecho. CAPÍTULOIII " LA PRACTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES l. PRECEDENTES EN DOS DIRECCIONES Es característico del derecho el mirar hacia atrás. A diferencia de la ma­ yoría de las actividades que establecen políticas, preocupadas por las conse­ cuencias futuras de la política propuesta , a la toma de decisiones jurídicas le importa más mirar por encima de su hombro. Con frecuencia en el derecho, y en menor medida fuera de él, no es suficiente que una decisión genere resultados deseables en lo futuro; la decisión también debe seguirse de o, ai menos, ser consistente con decisiones anteriores respecto de cuestiones semejantes. En realidad, el compromiso del razonamiento jurídico con los precedentes es aún más fuerte. Al exigir, por lo común, que las decisiones jurídicas sigan a los precedentes, el derecho se compromete con la posición que postula que, por lo general, es mejor que una decisión esté de acuerdo con los precedentes a que sea correcta, y que suere ser más importante que una decisión sea consistente con los precedente� que el que dé lugar a las mejores consecuencias. La práctica de los precedentes es más compleja que 1a esbozada en el párrafo anterior. Este capítulo está dedicado a explorar las variacio­ nes del tema básico: se espera que los tribunales sigan u obedezcan a los precedentes, esto es, las decisiones tomadas en el pasado . Pero antes de introducirnos demasiado en las complejidades, es importante distinguir dos maneras diferentes en las cuales surg e la obligación de seguir los precedentes en el sistema jurídico. Una de ellas puede llamarse la de los pre- · 52 FREDERICK SCHAUER cedentes verticales. Normalmente, se espera que los tribunales inferiores obedezcan las decisiones previas de sus superiores jurisdiccionales, y esta relación de inferior a superior en la «cadena de mando» suele entenderse como vertical. Los tribunales federales de distrito tienen la obligación de seguir los precedentes de los tribunales de apelaciones de su circuito*, y los tribunales de apelación están obligados a seguir los precedentes de la Corte Suprema. Lo mismo es cierto con respecto a los sistemas estatales, que típicamente cuentan con una estructura parecida e imponen obligacio­ nes equivalentes. Más aún , con frecuencia nos referimos a los tribunales como superiores e inferiores precisamente porque los tribunales superio­ res ejercen su autoridad sobre los inferiores, que se manifiesta principal­ mente en la obligación de los inferiores de tratar a las· decisiones· de los superiores como vinculantes para ellos. Además de estar obligados a seguir las decisiones de los tribunales que están por encima de ellos de acuerdo con la jerarquía judicial, los tribuna­ les también están obligados, aunque de manera menos obvia y a veces más controvertida, a seguir sus propias decisiones anteriores. Aquí la relación es horizontal, por cuanto la obligación es entre un tribunal ahora y el mis­ mo tribunal en el pasado. El de los precedentes horizontales no es, enton­ ces, un problema de tribunales superiores o inferiores, sino una jerarquía artificial o impuesta del pasado al futuro. La decisión pasada es superior no porque provenga de un tribunal superior, sino porque fue anterior. Esta obligación de un tribunal de seguir sus propias decisiones anteriores es conocida típicamente como stare decisis, frase latina que significa «qué­ dese con lo ya decidido». Se trata de un modo distinto de limitación por medio de los precedentes: bajo la doctrina del stare decisis, se espera que un tribunal resuelva cuestiones de la misma manera que él las ha decidido en el pasado, aun si los miembros del tribunal han cambiado, o si los mis­ mos miembros cambiaron sus opiniones. Como los precedentes verticales, el stare decisis - los precedentes horizontales - es acerca de seguir las . decisiones de otros. Pero aunque los precedentes tanto verticales como horizontales importan seguir las decisiones de otros, la distinción entre que un tribunal siga la decisión de un superior y que siga sus propias deci­ siones anteriores es lo suficientemente relevante en numerosos contextos como para que valga la pena enfatizarla. Esto, aun antes de que veamos qué implica exactamente una obligación de seguir precedentes y de que examinemos las complicaciones involucradas cuando estas obligaciones surgen en la práctica real. · • N. del T.: En los Estados Unidos, un tribunal de circuito tiene jurisdicción sobre varios condados o distritos. LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 2. 53 PRECEDENTES : CONCEPTOS BÁSICOS El principio central de la toma de decisiones que estén de acuerdo con los precedentes es que los tribunales deben seguir las decisiones anteriores: deben dar a las cuestiones jurídicas las mismas soluciones dadas en el pa­ sado por tribunales superiores o anteriores. Qué es lo que se considera la misma cuestión ocupará mucho de nuestra atención, pero antes debemos examinar simplemente qué es una obligación de seguir un precedente. Para eso, será útil introducir alguna terminología aclaratoria. Así, aunque en el caso de los precedentes verticales la decisión anterior viene desde arriba, y en el caso del precedente horizontal -stare decisis - viene del mismo tribunal en el pasado, en ambas instancias se espera que un tribunal siga una decisiÓn tomada antes en otro caso. En honor a la claridad, podemos llamar al tribunal que toma la decisión ahora el tribunal actual y a la controversia actual. Y al tribunal anterior (incluido el mismo tribunal en un caso anterior) tribunal precedente, y a su decisión caso pre­ cedente . Las cuestiones acerca de la fuerza y las consecuencias de los prece­ de la cual se ocupa el caso dentes involucrarán siempre, entonces, el efecto de una decisión tomada por el tribunal precedente en el caso precedente respecto de la cuestión que está ahora ante el tribunal actual en el caso actual. Ahora podemos ocuparnos de la naturaleza de la obligación de seguir precedentes. En principio, entender la idea de precedente exige apreciar la diferencia entre aprender del pasado, por una parte y, por la otra, seguir el pasado solo por el hecho de que en el pasado se tomó una decisión. Con respecto a lo primero, que no es en realidad una forma de razonar apelando a precedentes, el tribunal actual puede aprender de un caso anterior, o ser persuadido por una decisión tomada en el pasado, pero la decisión de hacer lo que ha hecho otro tribunal en una ocasión anterior no se fundamenta en el estatus de precedente del caso anterior. En cambio, la decisión ejempli­ fica la capacidad humana fundamenútl de aprender de otros y del pasado. Hay muchas instancias en las cuales el tribunal ac;tual será persuadido por el razonamiento de otro tribunal. Pero si el tribunal actual está genuina­ mente persuadido, no está dependiendo - obedeciendo- un precedente 1 • Para comprender por qué esto es así, considérese un ejemplo extrajurídico simple: supóngase que estoy hirviendo un huevo. Lo hiervo durante seis minutos, y me reconforto al descubrir que está cocido exactamente con la dureza que me gusta. En consecuencia, la siguiente ocasión en que hiervo 1 La concepción de seguir u obedecer que aquí se ofrece es consistente con la existente en la bibliografía jurídica, mucha de la cual trata sobre la cuestión de si existe una obligación moral de obedecer el derecho. Véase REGAN, 1990. 54 FREDERICK SCHAUER un huevo, lo hago, previsiblemente, durante seis minutos . He aprendido del «caso» previo, pero cuando hiervo el segundo huevo durante seis minutos no lo estoy haciendo porque lo herví durante ese tiempo en la ocasión ante­ rior. Lo hiervo durante seis minutos porque ese es el lapso correcto. Lo sé porque lo aprendí de la ocasión anterior, pero en las ocasiones siguientes tomo la decisión a partir de lo que ya sé. Esta clase de aprendizaje a partir de experiencias pasadas está por to­ das partes en el campo de la toma de decisiones públicas. Cuando Ronald Reagan se postuló para presidente en 1980, centró su campaña, a diferen­ cia de los candidatos republicanos ant�riores, en asuntos que podrían atraer a miembros de la Unión Demócratica y a los demócratas del Sur, y tomó posiciones consistentes con las preferencias de esos grupos. La estrategia tuvo éxito y l uego fue adoptada por otros candidatos republicanos. Pero estos otros candidatos siguieron la estrategia de Reagan no porque Reagan la hubiera usado, sino porque el éxito de Reagan los convenció de que era la estrategia correcta. El mismo fenómeno existe en el derecho2• En el caso Henningsen v. Bloomfield Motors, lnc.3, la Corte Suprema de Nueva Jersey concluyó en que existía tanta disparidad en el poder de negociación de un concesionario de automóviles y el comprador típico de un automóvil, que no validaría una cláusula de exención de responsabilidad - aun una escrita y firmada- res­ pecto de garantías que hubieran sido normales. Con el caso Henningsen ya decidido, supóngase que un juez de apelación de un Estado diferente lee ese voto y resulta persuadido de que representa el enfoque más justo para las exenciones contractuales de responsabilidad en la era moderna, de conce­ sionarios corporativos y relaciones de consumo impersonales. Nunca antes había considerado la posibilidad de la existencia de un poder de negociación desigual hasta la coacción. Ni siquiera había imaginado que los términos de un contrato no deberían ser validados fuera de los casos de fraude, coerción o incapacidad. Pero leer el caso Henningsen lo ha persuadido de modificar sus creencias anteriores acerca de la llamada «santidad de los contratos» . Ahora cree que hay circunstancias en las cuales ciertas cláusulas contractua­ les escritas y firmadas deben anularse, aun cuando no hay un fraude explíci­ to ni se da ninguno de los otros fundamentos tradicionales para invalidar un contrato. De acuerdo con esto, cuando surge la oportunidad, el juez toma una decisión consistente con el voto del caso Henningsen y redacta un v9to que reproduce, a grandes rasgos, aquel. Para dar a conocer la fuente de su deci­ sión y, al mismo tiempo, orientar la investigación de otros, cita la sentencia 2 3 Véanse ALExANDER, 1989; FULLER, 1946; ScHAUER , 1987. 161 A.2d 69 (N J 1960). . . LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 55 de Nueva Jersey. Pero su decisión actual no está determinada por la existen­ cia del caso de Nueva Jersey; no está obedeciendo aquella sentencia. Dictó su sentencia porque, habiendo sido persuadido por ese caso, cree ahora que las cláusulas contractuales leoninas , fundadas en disparidades extremas de poder de negociación en las relaciones de consumo, no deben ser validadas. Igual que con mi aprendizaje sobre el tiempo de cocción del huevo desde una acción previa , y con los candidatos políticos que aprenden estrategias de colegas que tuvieron éxito con anterioridad, el juez de este caso hipotético no tomó su decisión en el caso actual por lo que hizo el tribunal de Nueva Jersey o porque estaba de algún modo obligado a seguir a un tribunal de Nueva Jersey. Lo hizo porque aprendió algo de otro caso que ahora refleja de manera genuina sus creencias actuales. Esto no es muy distinto de haber aprendido acerca de las cláusulas leoninas a partir de un libro de economía o de filosofía, o aun a partir de una conversación en el gimnasio. El hecho de que la fuente de aprendizaje haya sido un tribunal de otro estado es poco más que una coincidencia. Esos ejemplos ilustran un modo común en el cual los jueces usan casos anteriores. Pero ese no es, hablando estrictamente, un razonamiento a partir de precedenfes: el estatus del caso antecesor como una decisión judicial pre­ via no tiene importancia alguna. En contraste, razonar a partir de preceden­ tes - tal vez sea un error llamar a esto «razonar» - es seguir una decisión previa solo por su esta tus como decisión de un tribunal superior o del mismo tribunal en una ocasión anterior, no porque el seguidor en el caso actual haya sido persuadido por el razonamiento del caso precedente. Un juez in­ ferior de Nueva Jersey, por ejemplo, puede seguir creyendo luego del caso Henningsen que todas las cláusulas contractuales no fraudulentas deben ser validadas en todos sus términos, y que la preocupación del tribunal del fallo por el consumidor era una equivocación. La lectura del caso Henningsen no lo ha persuadido. Pero sin que importe cuánto continúe creyendo en la validez estricta de las cláusulas escritas, y aun cuando crea que el caso Hen­ ningsen fue resuelto de manera incórrecta, sigue estando obligado, como juez inferior de la misma jurisdicción, a seguir el paso Henningsen a pesar de estar convencido de su error. Lo mismo sucede con el stare decisis. Si en 1 970, diez años después del caso Henningsen, la mayoría de la Corte Supre­ ma de Nueva Jersey hubiera estado compuesta por jueces que no ocupaban sus cargos en la época en que se decidió aquel caso, y si estos nuevos jueces hubieran creído que el caso Henningsen había sido resuelto erróneamente, la obligación que impone el stare·decisis los habría obligado de todos modos a resolver la misma cuestión del mismo modo. Habrían estado determinados a seguir una decisión que creían equivocada solo por su existencia como una decisión anterior del mismo tribunal. El teórico del derecho británico P. S . ATIYAH lo dice de manera directa: «La idea de un sistema de precedentes 56 FREDERICK SCHAUER es que determina a los jueces a seguir en algunos casos decisiones con las cuales no están de acuerdo» 4• La idea básica ya debería estar clara. Cuando los tribunales están deter­ minados por los precedentes, se encuentran obligados a seguirlos no solo cuando los creen correctos, sino aun cuando los consideran equivocados. Es la fuente o el estatus de precedente lo que les da su fuerza, no la solidez de su razonamiento5 ni la creencia del tribunal actual en la corrección de la solución. Cuando se sostiene, por ejemplo, que aun los jueces de la Corte Suprema que creen que el caso Roe v. Wade 6 fue resuelto de manera equi­ vocada deben, sin embargo, seguirlo en los casos ulteriores, el argumento no es (o no solo es) que esos jueces deben cambiar su posición frente a la sentencia del caso Roe v. Wade , sino que los jueces deben seguirla aun si siguieran pensando que era equivocada . UNA IDEA EXTRAÑA 3. Fijándonos en que seguir los precedentes obliga a los jueces a tomar decisiones distintas que las que habrían adoptado, para su mejor juicio, si el precedente no hubiera existido, podemos apreciar que la determinación mediante los precedentes es en muchos aspectos contraintuitiva; al menos, desde la perspectiva de los jueces obligados. Desde su perspectiva, la obli­ gación de seguir los precedentes - sean verticales u horizontales- común­ mente los instruye para que lleguen a la decisión que ellos creen incorrecta 7• Las preguntas son por qué el derecho opera de esta manera, y por qué el sis­ g tema jurídico exi e a sus jueces que hagan algo distinto de tomar decisiones de acuerdo a su mejor criterio jurídico. Con respecto a los precedentes verticales, las justificaciones sobre su fuerza vinculante son bastante obvias. Así como se espera que los niños obedezcan a sus padres aun cuando no estén de acuerdo con ellos, que los soldados rasos sigan aun aquellas órdenes de sus sargentos que creen equi­ vocadas, que los católicos sigan los dictados del Papa aun si creen que son errados y que los empleados sigan las instrucciones de sus supervisores, se espera que los jueces de tribunales inferiores sigan las «instrucciones» 4 ATIYAH, 1986: 27. Véase también SMITH, 2006. «Si los precedentes son verdaderamente vinculantes [para el juez), y si él acepta lealmente el principio del stare decisis, ni siquiera se detendrá a considerar qué razones sustantivas podrían ofrecerse para la decisión opuesta». ATIYAH, 1986: 20. 6 410 u.s. 1 1 3 ( 1 973). 7 El juez ScALIA, quien desaprueba desde la Corte Suprema el stare decisis, ha dicho que «[s)u única función [del stare decisis] es hacernos decir que lo que es falso de acuerdo con un análisis adecuado debe no obstante ser afirmado corno verdadero» . ScALIA, 1 997: 1 39 . 5 LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 57 de los tribunales superiores, en algo que los militares llamarían «cadena de mando» . Sea lo que fuere que pensemos acerca de la obligación de los jueces actuales que están en desacuerdo con seguir la decisión anterior de la propia Corte Suprema en el caso Roe v. tribunales inferiores sigan el caso Wade, esperar que los jueces de los Roe en la medida en que siga vigente no puede sorprendernos8 • Con respecto a los precedentes verticales, la fuerza vinculante de los precedentes parece ser poco más que la versión jurídica de la clase de autoridad jerárquica que existe en la mayoría de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Sin embargo, cuando nos fijamos en los precedentes horizontales, los ar­ gumentos a su favor son menos evidentes. El del stare decisis es un principio ubicuo en el common law9, pero lo es mucho menos en contextos extrajurí­ dicos. Por ejemplo, no se espera de los científicos que lleguen a las mismas conclusiones que sus antecesores solo porque su antecesores han arribado a ellas. Nos sorprendería que un parlamento tomara las mismas decisiones que parlamentos anteriores solo porque éstos las hubieran tomado. Y nadie cree que los presidentes deban seguir aquellas decisiones de sus antecesores con las que �stán en desacuerdo. De hecho, con frecuencia los elegimos o no. Por ende, no debe sorprendemos que los libros de lógica por lo común tratan a los argumentos derivados de los precedentes como falacias, porque el hecho de que alguien haya arribado a una conclusión en el pasado no dice nada con respecto a si esa es ahora la conclusión correcta 10 • Aun en el derecho, la idea del precedente a veces parece extraña, y Oliver Wendell HoLMES ha señalado una vez que ella «persiste ... por la única razón de que . . . fue establecida e n los tiempos d e Enrique IV » u . Y Jeremy BENTHAM, quien fue un crítico feroz, reservó una ferocidad especial para el sistema de los precedentes en general y el stare decisis en particular, describiéndolo como el «actuar sin razón, para la exclusión explícita de la razón y, por ende, en oposición a la razón» 1 2 • Como ha reconocido en otras ocasiones el propio HoLMEs, aunque no BENTHAM, hay algo que decir a favor del stare decis�s . Un argumento a su fa­ vor fue reconocido por el juez BRANDEIS en una observación famosa: «en la 8 Por ejemplo, en un caso de aborto el juez Emilio GARZA señaló que «[p]or segunda vez en mi carrera judicial , estoy forzado a seguir un voto mayoritario de la Corte Suprema que creo que es inconstitucional» . Causeway Medica[ Suite v. Ieyoub, 109 F.3d 1096: 1 1 13 (5th Cir. 1 997) Uuez GARZA, por su propio voto). 9 No ha sido siempre así. Aunque las obligaciones que imponen los precedentes verticales se remontan a los comienzos de los tribunales de apelación en el siglo xvm o antes, la coacción derivada del stare decisis no fue aceptado hasta el siglo XIX. Véase LEE, 1999; WISE, 1 975 . 10 Véanse, e .g., MCINERNY, 2005: 142; TINDALE, 2007:20 1 . 11 HoLM Es , 1 897: 469. 1 2 BENTHAM , 1983: 434. 58 FREDERICK SCHAUER mayoría de las cuestiones es más importante el que [la cuestión] se resuelva que el que sea decidida correctamente» 1 3 • En la vida, y especialmente en el derecho, suele ser valioso que ciertas cosas estén resueltas de manera que otros puedan confiar en esas decisiones y guiar su conducta de acuerdo con ellas. Una empresa que planea una transacción comercial necesita saber qué transacciones están legalmente permitidas y cuáles no, y esta confianza y seguridad se perderían si los riesgos fuesen elevados porque las reglas jurí­ dicas relevantes estuviesen continuamente sujetas a cambios. Desde la pers­ pectiva de aquellos que están sujetos a la coacción del derecho, las ganan­ cias surgidas de mejoras marginales en· las normas raramente son suficientes como para prevalecer sobre las pérdidas que se derivarían de la incapacidad de confiar en reglas jurídicas y precedentes aun imperfectos. el Desde la perspectiva de los tribunales sujetos a la coacción del derecho, stare decisis otorga las ventajas de la eficiencia cognitiva y decisoria. Ninguno de nosotros tiene la capacidad de considerar de manera simultánea todas las cuestiones, y apenas podríamos funcionar si cada una de nuestras decisiones estuviera constantemente en el aire. Especialmente en un tribu­ nal, donde acotar las cuestiones aumenta la capacidad para enfocarse en los argumentos, tratar algunas cuestiones simplemente como resueltas hace la vida mucho más fácil para el tribunal, así como para aquellos que esperan planear sus vidas y sus actividades en tomo a las decisiones que toman los tribunales. El juez CARDOZO, cuando aún era juez del Tribunal de Apela­ ciones de Nueva York, señaló que «la tarea de los jueces aumentaría hasta un punto de quiebra si todas las decisiones pudieran ser reabiertas en cada caso» 14• Con esta frase sucinta, captó la idea de que los seres humanos no pueden con todo, y que hacer ciertas cosas exige que dejemos otras para otro momento. El stare decisis, con su decisión por el bien de la decisión y su consis­ tencia por el bien de la consistencia, satisface un rango de valores que tienen que ver con la estabilidad. Por supuesto, no es la estabilidad lo único que involucran, y aun el juez BRANDEIS reconoció que así como ·a veces es más importante el que las cosas estén resueltas que el que lo estén correctamente, también a veces es más importante el que las cosas estén resueltas correc­ tamente que el que lo estén de manera incorrecta o imperfecta, solo por el bien de la resolubilidad. Así, aunque es importante a veces ser correctos, se­ guir el pasado sin fijarse en su corrección es fundamental para la operación del derecho. El stare decisis, lejos de ser un apéndice tonto de un sistema de toma de decisiones cuya principal finalidad es tomar la mejor decisión 13 Burnet v. Coronado Oil & · Gas Co., 285 U.S . 393: 406 ( 1932) (juez BRANDEIS, en disidencia). 14 CARDOZO, 1921: 149. LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 59 actual, refleja de hecho algo más profundo y duradero acerca de un sistema de toma de decisiones que suele satisfacer los valores de la estabilidad, la consistencia , la resolubilidad y el"respeto por el pasado. Otras ramas del gobierno y otros sistemas de toma de decisiones son más flexibles, menos estables, menos predecibles y más enfocados en lo futuro. 4. SOBRE LA IDENTIFICACIÓN DE UN PRECEDENTE Es fácil decir que se espera que un tribunal siga una decisión pasada stare decisis, o de un tribunal superior, en el - sea propia, én el caso del caso de los precedentes verticales- , pero rara vez es fácil determinar qué es una decisión pasada. En alguna ocasión, la tarea es directa. Un caso de la Corte Suprema que trate sobre la permisibilidad de una prohibición total del aborto por parte de un Estado, por ejemplo, difícilmente pueda evitar tomar al caso Roe v. Wade como el precedente relevante . Si alguien sos­ tiene en Nueva Jersey que un consumidor que adquiera un automóvil de un concesionario corporativo debe atenerse estrictamente a las exenciones de responsabilidad establecidas por escrito, el caso Henningsen dominaría los argumentos. Y si la cuestión fuese el determinar cuál de dos leyes en conflicto se aplica a cierta clase de casos 15, la solución de esa cuestión abs­ tracta de interpretación de las leyes por parte de un tribunal determinaría el derecho para los casos futuros. Sin embargo, es más común que no esté ni cercanamente así de claro qué casos han de contar como precedentes y, lo que es más importante, rara vez es obvio cuáles de esos casos se tomarán como fundamento. La tarea de identificar y sostener el precedente relevante es problemática en gran parte porque dos eventos nunca son exactamente iguales. Por ende, dos casos tampoco lo serán. Por ejemplo, en el caso Raffles v. Wichelhaus 1 6 el Tribunal de Cuentas de Inglaterra �esolvió que no había acuerdo de vo­ luntades y, por ende, contrato, cuando un comprador de algodón creyó que compraba el cargamento de algodón que venía en ,un barco llamado Peer­ less y el vendedor creyó que estaba vendiendo el cargamento de algodón de otro barco que casualmente también se llamaba Peerless. Todos los casos ulteriores al caso Raffles son distintos de alguna manera, al menos en lo que hace al tiempo . Pero sería absurdo sostener que ese caso no cuenta como precedente para otro caso semejante que tuvo lugar en Londres en lugar de en Liverpool, o en el que los dos barcos se llamaban Excelsior en lugar de 15 Véase Anastasojj v. United States, 223 F.3d 898 (8th Cir. 2000), desestimada por impro­ cedente, 235 F.3d 1054 (8th Cir. 2000). 16 2 H. & C. 906, 159 Eng. Rep. 375 (Ex. 1 864). FREDERICK SCHAUER 60 Peerless, o en el que el cargamento era té y no algodón. Cuando existe un caso precedente que se asemeja de tal manera con el caso actual que sus diferencias son triviales, los abogados y los jueces dicen con frecuencia que el precedente está «a entera disposición» , y en esos casos la identificación del precedente rara vez causa problemas. Sin embargo, por lo común las diferencias entre el caso actual y un po­ sible caso precedente son más importantes que las que existen entre el caso Raffles y uno semejante salvo por los barcos, los puertos o las cargas . Cuan­ do eso sucede, surgen dos problemas interrelacionados. El primero es la identificación inicial del precedente relevante. ¿ Exj ste una decisión anterior que debe ser considerada como un caso precedente? El segundo problema es la determinación de qué es lo que el caso precedente va a fundamentar. En un mundo en el cual no existe una identidad completa entre dos casos o dos eventos, estas tareas suponen determinar si hay una semejanza relevan­ te entre un posible caso precedente y el caso actual, porque solo cuando la hubiera, el tribunal actual tendrá la obligación de seguir lo que el tribunal precedente ha decidido. El problema de determinar la semejanza relevante puede ilustrarse me­ diante el examen de dos casos que suelen usarse para explicar la naturaleza de los precedentes. El primero es el voto del juez CARDozo en el Tribunal de Apelaciones de Nueva York en el caso MacPherson v. Buick Motor Com­ pany 17. Con mayor o menor detalle, en el caso MacPherson se- resolvió que la B uick Motor Company, una fábrica de automóviles de pasajeros, sería responsable frente a un comprador de uno de ellos por los daños producidos por la incorporación por parte de B uick en el vehículo de un neumático de­ fectuoso fabricado por otra empresa, a pesar de la falta de vínculo contrac­ tual entre el comprador y la B uick Motor Company. Aun cuando ese caso sería obviamente un precedente para un reclamo por un Oldsmobile o un Toyota defectuosos, o uno que tratara sobre partes de automóviles defectuo­ sas distintas de sus neumáticos, la mayoría de los casos posteriores no serían tan parecidos. Por ejemplo, si el daño en un caso ulterior fuese causado por una sustancia extraña en un producto normalmente menos peligroso que un automóvil, ¿el caso MacPherson sería todavía considerado un precedente MacPherson fuera resuelto, se dio en Gran B retaña un caso tan prominente como él, Donoghue v. Stevenson 18• En él la consumidora, la señora Donoghue, una cliepta del que lo determinara? Un tiempo después de que el caso Café Wellmeadow de Paisley, Escocia, estaba acompañada de otra persona que ordenó un vaso de cerveza de jengibre para ella. La señora Donoghue 17 1s 1 1 1 N.E. 1050 (N.Y. 1916). [ 1932] A.C. 562 (H.L.). LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 61 había bebido la mitad del vaso. El dueño del café tomó la botella opaca, rellenó el vaso y los restos de un caracol muerto cayeron en él. El hecho de ver el caracol descompuesto y el olor que generó causaron que la señora Donoghue se sintiera mal del estómago y mentalmente perturbada. Por esto, demandó al fabricante (también embotellador) de la cerveza de jengibre . Como en el caso MacPherson , el fabricante demandado en Donoghue sostuvo que la acción no era procedente por la falta de vínculo legal entre el consumidor y el fabricante. S i este caso se hubiera planteado en Nueva York luego del caso MacPherson, el demandante sin duda hubiera argumentado que la cuestión ya había sido decidida, obligando al tribunal a tomar la mis­ ma decisión que en aquel . Pero el demandado habría sostenido que los dos casos eran diferentes y que el caso MacPherson no daría fundamento a la proposición de que el vínculo legal es innecesario en un caso que no invo­ lucra de manera inherente maquinaria peligrosa como un automóvil . Y ante estas dos opiniones encontradas, ¿cómo habría de decidir el tribunal actual el caso actual - un hipotético caso de la cerveza de jengibre planteado en Nueva York , con posterioridad a MacPherson - si el caso MacPherson es un precedent� y, si lo fuera, para fundamentar qué posición? Precisamente esta cuestión ha sido objeto de debate por generaciones . Una posición común es que el caso precedente es un precedente no solo para casos más o menos idénticos en lo futuro , sino también para casos similares, esto es , que tratan sobre hechos similares. Pero ¿qué hace a una situación fáctica no idéntica similar a otra? Estamos seguros de que casos que involucren a Toyotas defectuosos son similares a los que involucran a Buicks defectuosos, pero ¿una botella opaca de bebida con una sustancia extraña nauseabunda es similar o diferente a un coche con un neumático defectuoso? Las dos situaciones tienen en común el que en las dos hay rela­ ciones de consumo, que un defecto causó un daño o una enfermedad y que el defecto no era inmediatamente aparente (por eso es tan importante que en el caso Donoghue la botella fuese opaca). Son distintos en que los coches son distintos a la cerveza de jengibre , que los coch\!s son caros y la cerveza de jengibre no y que los coches son vendidos en concesionarios especializa­ dos en cada marca, mientras que la cerveza de gerigibre es vendida en cafés que proveen toda clase de bebidas . Como cualquier conjunto de hechos , los hechos del caso MacPherson y los hechos del caso de la cerveza de jengibre son similares en algunos aspectos y diferentes en otros 19• Y si esto es así, ¿cómo ha de decidir el tribunal actual si los dos casos son lo suficientemente 19 Y porque cualesquiera dos actos, eventos o casos son parecidos en algunos aspectos y diferentes en otros, el valor de un sistema de precedentes no puede fundarse en el mandato de tratar a los casos iguales de la misma manera. Véase LYONS, 1985. FREDERICK SCHAUER 62 . semejantes como para que el primero sea un precedente (vinculante) para la decisión que debe tomarse en el segundo? Una posibilidad es que algunas cosas simplemente sean similares a otras, y que la responsabilidad del derecho sea tratar como similares a aquellas cosas que realmente son similares en algún sentido profundo y prejurídico. De acuerdo con este entendimiento, lo que convierte en similares al caso MacPherson a una variante que involucra a Toyotas en lugar de a Buicks, y a otra que involucra a frenos en lugar de a neumáticos, es que los Toyotas son similares a los Buicks porque ambps son vehículos de pasajeros, y los frenos son similares a los neumáticos porque ambos son partes de vehículos cuya fabricación defectuosa puede causar daños graves. Pero este enfoque de la semejanza - apoyado sobre la idea de que existen semejanzas natura­ les- no funciona. El caso MacPherson, como sabemos, trataba sobre res­ ponsabilidad por daños y fabricación defectuosa. Ahora bien, en algún caso posterior acerca de regulación de acciones o de derecho bancario podría no estar tan claro que la Toyota Corporation, con sede en Japón, deba ser tra­ tada igual que la Buick Motor Company, con sede en Detroit. Y si resultara que los neumáticos fuesen comprados comúnmente a un fabricante y los frenos fuesen fabricados por la propia automotriz, en algunos tipos de casos de responsabilidad por los productos los frenos ya no serían similares a los neumáticos de manera relevante . Los filósofos suelen hablar de clases naturales, refiriéndose a cosas que son fundamentalmente diferentes unas de otras en su naturaleza y no como cuestión de una categorización u ordenamiento hechos por el hombre. Las cebras son diferentes de las rocas no solo porque los humanos han decidido que lo sean, sino porque son diferentes en su naturaleza. Lo que hace a una cebra ser una cebra y a una roca ser una roca no es producto de la decisión de los seres humanos o de sus instituciones, sino del diseño natural del universo. Pero aun con respecto a las clases naturales, el derecho tiene sus propios fines y valores y, por eso, podría elegir tratar a cosas que son naturalmente diferen­ tes como similares, como cuando aplica la mismas reglas de responsabilidad por el producto a las ventas de árboles frutales y a las de agua embotellada, y el hecho de que podría emplearse la misma regla de responsabilidad por el producto con respecto a ambas es independiente del. hecho de que los árboles frutales y el agua integren diferentes clases naturales. De manera inversa, el derecho puede tener reglas diferentes para cosas que son naturalmente simila­ res. El diamante que compro es (usualmente) mío a los ojos del derecho, pero el diamante que robo (usualmente) no lo es, y eso es así aun cuando el diaman� te que compro y el que robo son natural y prejurídicamente semejantes. Si ni siquiera las clases naturales son naturalmente similares para el de­ recho, entonces nada lo es. Dos elementos pueden parecer prejurídicamente LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 63 similares , pero eso es usualmente porque su semejanza se basa en alguna ne cesidad o fin común. Por ejemplo, la mayoría de las personas consideraría que las carteras rojas y las azules son similares;porque cumplen una función similar. Pero si la cuestión fuese si las carteras combinan con un cierto par de zapatos, ya no serían similares . Tampoco lo serían en un caso de propie­ dad intelectual en el cual el color diferente hiciera fácilmente distinguibles a los productos. Por eso mismo es que los Toyotas pueden no ser similares a los Buicks con respecto a las tasas de importación, y el vodka es similar al agua a los ojos de los inspectores de Seguridad en el Transporte Aero­ portuario pero no para quienes ejecutan las leyes que prohíben la venta de alcohol a menores. Sugerir que la existencia de ciertas semejanzas naturales responde la pregunta sobre qué casos son similares a otros , parece guiarnos hacia un camino bastante falso. Esto no significa que el derecho nunca base sus determinaciones de se­ mejanza y diferencia en las semejanzas y diferencias que existen en el mun­ do prejurídico. En La senda del derecho, HOLMES se refirió a esta historia, probablemente apócrifa: Hay una historia de un juez de paz de Vermont ante quien un granjero inició una demanda contra otro por la rotura de un tarro lechero. El juez se tomó su tiempo para deliberar y luego dijo que habiendo revisado las leyes no había podido hallar nada acerca de tarros lecheros, y falló a favor del demandado20• Obviamente, HoLMES se burlaba del juez de paz de Vermont . Y su punto era que solo un paleto sin entrenamiento jurídico alguno podría imaginar que «tarro lechero» podría ser una categoría jurídicamente relevante. Esto queda claro cuando HOLMES señala que [l]as aplicaciones de reglas rudimentarias de derecho de contratos o de dere­ cho de daños están ocultas bajo la ·prominencia de los ferrocarriles, los telé­ grafos o . . . las navieras .. , o están agrupadas bajo un título arbitrario al cual difícilmente apele la mente práctica, como derecho mercantil. Si un hombre se interna en el derecho ha de convertirse en y.n experto , y ser tal implica mirar a través de los incidentes dramáticos y discernir los verdaderos funda­ mentos de las profecías 21• . La historia breve que cuenta HoLMES se ha vuelto famosa. Sin embargo, HoLMES estaba equivocado22• Es verdad que el derecho trata con frecuencia 2o 2! 22 HOLMES , 1 897: 474-475. HOLMES, 1 897: 475. Véase SCHÁUER, 1 998a. FREDERICKSCHAUER 64 como similares a cosas que son prejurídica o extrajurídicamente diferentes , como cuando se vale de categorías jurídicas , como «contrato» , para abarcar a los contratos de trabajo y a los contratos para vender lechuga, y cuando la categoría de «valor» en el marco de la Ley de Valores de 1933 se entiende abarcadora no solo de las acciones y los títulos , sino también de algunas pólizas de seguro, algunas cuentas bancarias y al gunas participaciones ac­ cionarías en tierras, caballos de carrera, pinturas al óleo, árboles frutales y vinos 23 • Pero con tanta frecuencia como respecto de lo anterior, y cada vez más, el derecho basa sus determinaciones de semejanza jurídica en las se­ mej anzas que existen en el mundo extrajurídico . B ajo el liderazgo de Karl LLEWELLYN, cuyas contribuciones al realismo jurídico serán caracterizadas en el capítulo Vll, gran parte del Código de Comercio Unificado está de­ signado para reflejar y seguir las prácticas de los comerciantes reales en sus transacciones ordinarias 24 • El que la mayor parte de los aspectos de los con­ tratos para la venta de títulos estén regidos por leyes federales específicas referidas a los títulos valores, y no por la ley estatal de contratos , muestra que la distinción genuina entre los títulos y otros objetos de los contratos se refleja también en el derecho. Y el hecho de que mucho antes de convertirse en juez de la Corte Suprema Louis BRANDEIS fuera coautor de un artículo titulado «La Ley de Estanques»25 ejemplifica la manera en la cual las cate­ gorías jurídicas tales como la de los estanques son , con más frecuencia de lo que HoLMES supuso, creadas a partir de las categorías del mundo prejurídico. HoLMES puede haber acertado en que no existe algo como el derecho de los tarros lecheros, pero estuvo muy errado cuando sugirió que un derecho tal no podría existir. Por ende, es posible que la determinación de la semejanza para esta­ blecer qué ha de considerarse un precedente, en algunos contextos reflejará un sentido de semejanza que solo sirva a los fines del derecho, y en otros contextos reflejará los juicios de semejanza que provienen del mundo exte;. rior. Pero en la medida en que esas dos posibilidades existan, y en que aun las determinaciones de semejanza y diferencia prejurídicas se basen en los contextos y los fines, parece imposible concluir en que una determinación jurídica de semejanza solo consiste en ver si los hechos en el caso actual son realmente similares a los del caso precedente . Sabiendo que el camino de la semejanza natural nos conduce a la fal­ sedad , debernos buscar algo más que nos diga si y cuándo un caso anterior que se pretende un precedente para el caso actual es en verdad tal. Suele 23 24 25 Véase, e .g CAMPBELL, 1985. Véase, e.g., WISEMAN, l 987 . WARREN y BRANDEIS, 1 889. ., LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 65 creerse que este algo más es lo que se llama, especialmente en las juris­ dicciones donde rige el common law fuera de los Estados Unidos , el ratio decidendi del caso precedente: el fundamentG o la razón subyacente de la decisión del tribunaP6• Tenemos que conocer no solo qué decidió el tribu­ nal precedente , sino también por qué lo decidió. Así, una postura común en Inglaterra y otras partes es que·, como las reglas , los casos precedentes tienen justificaciones o razones subyacentes a sus soluciones , y que un caso precedente es un buen precedente y, por ende , vinculante , para todos los casos posteriores que sean abarcados por el ratio decidendi del caso precedente. Suena bien, pero ¿cómo sabemos cuál fue el ratio decidendi? Una posibilidad es fijarnos en los hechos del caso precedente como fueron descritos por el tribunal precedente y tomar a esos hechos , en conjunto con la solución del caso , como el ratio decidendi. De hecho, esto fue lo que propuso el influyente teórico del derecho Arthur GoooHART27 • Pero la solución de GooDHART no resultó muy útil . Si los hechos son que el señor MacPherson le compró un B uick a un concesionario, que a su vez lo había comprado de la Buick Motor Company, y el neumático del Buick se rom­ pió , causándole lesiones al señor MacPherson, y la solución del caso es que el señor. MacPherson ganó el juicio contra la Buick Motor Company, aún no sabemos el nivel de abstracción , o el nivel de generalidad en el cual debemos entender estos hechos , y sin más información no podemos saber por qué el tribunal decidió como lo hizo28 • ¿Fue algo vinculado con los Buicks , con los coches , con los neumáticos , con los productos de con­ sumo, con los productos inherentemente peligrosos (como se consideraba a los autos en 19 1 6), o con algo más? Por sí mismos , los hechos y la so­ lución no brindarán las razones para la decisión del tribunal precedente, y sin las razones no teriemos manera de saber si el caso MacPherson es un caso sobre automóviles Buick, sobre neumáticos , sobre automóviles en ge­ neral, sobre productos de consumo o sobre algo completamente diferente . Del mismo modo , si un tribunal resuelve que una persona que vende licor ilegalmente a un menor es responsable por los daños , vinculados con el alcohol , causados por ese menor29, ¿debe eso entenderse como dando apo­ yo (o prescribiendo) una responsabilidad indirecta semejante para quien vende licor ilegalmente a un adulto? ¿O para quien vende ilegalmente un arma que es utilizada con posterioridad en un robo? ¿O para quien vende 26 Véase MARSHALL, 1997. 27 GoooHART, norteamericano, fue profesor de teoría del derecho en Oxford entre 193 1 y 195 1 . Su afirmación de que el ratio decidendi consiste en los hechos materiales como son halla­ dos por el tribunal, combinados con la solución, fue establecido en GoooHART, 1930. Su afirma­ ción dio lugar a un debate vigoroso unos años más tarde. Véanse GoooHART, 1957; MoNTROSE, 1 957a; 1957b; SIMPSON , 1957; STONE, 1959. 28 Véase BELL, 1986. 29 Véase, e.g., Congini v. Portersville Valve Co., 470 A.2d 515 (Pa. 1983) . FREDERICK SCHAUER 66 un arma legalmente que es empleada con el mismo propósito? Y el caso real Donoghue v. Stevenson, ¿ se considera un precedente respecto de un caso en el cual la botella es transparente y, por eso, capaz de ser. inspec­ cionada por el consumidor? En ninguno de esos casos es posible decir, a pesar de la posición de GooDHART , que el establecimiento de los hechos por parte del tribunal combinado con la solución a la que se arfibó nos acerque a una respuesta. Si en esos casos la mera enunciación de los hechos sumada a la solución del caso no pueden decirnos por completo qué es lo que «sostiene» el pre­ cedente, podemos vernos tentados a decir que la cuestión de la semejanza jurídica está determinada por el propio derecho. Por esto las discusiones so­ bre los precedentes, incluida la de GooDHART, comúnmente no hablan de los hechos sino de los hechos materiales. Al concluir en que el criterio del caso - término más comúnmente usado en los Estados Unidos en lugar de ratio decidendi, aunque existen pequeñas diferencias entre sus significados- es una combinación de los hechos materiales y de la solución, GooDHART y otros resolvieron el problema del nivel de generalidad, pero al costo de mi­ nar el núcleo de su posición . Así, para GooDHART habría sido un error decir que el que el automóvil fuese un Buick era un hecho material, porque «la cualidad de ser Buick» del automóvil no era más material que el hecho de que el apellido del señor MacPherson comenzara con la letra «M» . para esta posición, un hecho es material cuando una regla jurídica lo convierte en jurídicamente importante. Es una regla jurídica la que nos dice cuándo dos cosas son similares y, por ende, es una regla jurídica la que nos dice el nivel · de generalidad en el cual los hechos deben ser entendidos y descritos por el tribunal interviniente. Por ende, es una regla jurídica la que nos dice que «automóvil» es una categoría jurídicamente material, mientras que «B uick» no lo es. Pero aunque esto es así con frecuencia, confiar en una regla jurídica para que nos diga qué casos son materialmente similares y cuáles no, evita el problema que tratamos de resolver. Si el estándar de materialidad proviene de fuera del caso precedente - una ley, por ejemplo- la ley está haciendo el trabajo y no estamos para nada frente a un ejemplo de coacción a paqir de un precedente. Es decir, que si una ley nos dice que las propiedades p , qy r son materiales, y s i e l caso precedente presenta esas propiedades, su búsqueda en el caso actual es una búsqueda de las propiedades que la ley, y no el caso precedente, han constituido como jurídicamente relevantes. Lo mismo se aplica a la determinación de la materialidad hecha a partir. de uno o varios casos distintos que el precedente . Si una regla jurídica preexistente convierte a alguna parte del caso precedente en material, debemos buscar la fuente de la regla comprendida y aplicarla en lugar de pensar que es el caso precedente el que ejerce la coacción. Si es una regla jurídica la que nos dice por qué «la cualidad de ser un Buick» no es una propiedad jurídicamen- LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 67 te material, un tribunal en un caso posterior al caso MacPherson debería seguir esa regla jurídica y no algo que pudiera hallarse en el propio caso MacPherson. Así, es difícil de entender cómo la materialidad puede provenir del mero establecimiento de los hechos , aun de los materiales . Si una regla externa a esos hechos determina la materialidad, es esa regla y no el caso precedente la que lleva la carga. Y si la determinación de la materialidad no proviene de una regla externa al caso, parece como si la idea de la coacción de los precedentes fuese ilusoria. Es que no existe una barrera para que el tribunal actual establezca semejanzas si quiere arribar a una solución consistente con la alcanzada en un caso anterior, o diferencias si quiere llegar a la solución opuesta. Y como cualesquiera dos eventos o situaciones fácticas se parecen entre sí en algunos aspectos y difieren en otros , la respuesta de que el derecho determina la semejanza relevante no es una respuesta en absoluto. No obstante, todavía no debemos baj ar los brazos y concluir en que , en realidad, los precedentes no ejercen coacción efectiva en la mayoría de las situaciones . Hay que recordar que en la inmensa mayoría de los casos, el tribunal precedente no solo nos da los hechos y la solución, o conclusión, sino también nos dice por qué llegó a esa conclusión. En otras palabras , la cuestión no requiere tanto que extraigamos el ratio decidendi de un caso como que , simplemente , leamos lo que el tribunal dijo a su respecto30 • Si en MacPherson el juez CARDozo refirió algo como que «Arribamos a esta solución p orque los consumidores tienen menos capacidad para detectar o corregir defectos de fabricación y porque los fabricantes como B uick tienen una capacidad mayór para asegurarse o soportar las pérdidas » , será mucho más fácil que sin ese enunciado decir que el caso MacPherson es un precedente con respecto a cualquier caso que involucre a un consumidor y a un fabricante . Y eso sería así solo porque el juez CARDOZO lo dij o . 30 L a identificación del ratio decidendi e s una cuestión mucho más importante en Gran Bretaña que en los Estados Unidos, porque de acuerdo con la, práctica tradicional en las apela­ ciones británicas, así como en algunos países del Commonwealth, no rige la exigencia de que exista una único voto mayoritario, o voto del tribunal. Por lo general, cada uno de los tres, cinco o más jueces que entienden en un caso , redactará su voto individual. La solución alcanzada por la mayoría de esos jueces es la solución del caso, pero determinar qué es lo que el caso resuelve es, inevitablemente, un proceso para determinar qué proposiciones jurídicas y qué razones atrajeron el acuerdo de la mayoría de los jueces. Así, si el juez A decide a favor del demandante por las ra­ zones x,y y z,eljuez B decide a favor del demandante ¡:>or las razones p. q y x , y el juez C decide a favor del demandado, el ratio decidendi es x , la razón (la única razón) compartida por la mayoría de los jueces. Donde esta práctica de votos individuales no existe, como en los Estados Unidos (excepto en la medida en la cual una Corte Suprema cada vez más dividida se esté moviendo en ese sentido), la cuestión de determinar el ratio decidendi es menos compleja. FREDERICK SCHAUER 68 En algunas ocasione s , un tribunal será aún más claro y dirá s imple­ mente cuál es la regla. Si el juez CARDOZO hubiera dicho: «Sostenemos que en todos los casos que involucren a un consumidor no empresarial y a un fabricante de bienes , el consumidor podrá repetir del fabricante por defectos de fabricación sin perjuicio de la falta de vínculo jurídico entre el fabricante y el consumidor» , la cuestión de qué es lo que el caso sostiene - de qué es un precedente - v irtualmente desaparecería, por­ que ahora habría una regla generada por un tribunal que podría aplicarse en casos futuros 31 • Pero aun cuando la resolución no se indique de una manera tan explícita, las palabras del tribunal siguen siendo la estrella polar para ubicar esa resolución . Cuando se le pregunta a un tribunal por qué llegó a la solución a la cual llegó, describirá los hechos del caso resuelto como un ejemplo de una clase, pero la clase es necesaria­ mente más general que el ejemplo particular de la clase - los filósofos lo llaman un «caso» - que ha surgido en el asunto específico . Así, por ejemplo , cuando la Corte S uprema decidió el caso New York Times Co . v. Sullivan32 , que modernizó de manera dramática las leyes norteamerica­ nas sobre difamación con fundamento en la Primera Enmienda, describió al demandante , el comisionado Sullivan , no sólo como un comisionado de policía (lo cual habría sido ya una abstracción del propio Sullivan y de su trabajo particular) sino también como un «funcionario público» . Y describió al New York Times no solo como el único New York Times, y no solo como un periódico , sino como «la prensa» . En consecuencia, el caso New York Times v. Sullivan , desde u n comienzo , se erigió como un pre­ cedente para todos los casos de difamación que involucraran a oficiales públicos como demandantes de la prensa, y esto es precisamente porque , y solo porque, la Corte Suprema dijo exactamente eso . Si la Corte hubie­ ra descrito a Sullivan como un oficial de policía, y si con posterioridad se hubiese sostenido que el caso New York v. Sullivan es un precedente respecto de otro caso en el cual el demandante difamado hubiese sido un oficial público que no tuviera nada que ver con las fuerzas.del orden , una parte h abría sostenido que sería bueno entender el caso Sullivan como uno referido a todos los fun cionarios públicos , y la otra parte habría abogado por una interpretación más estrecha. Pero ninguna de las partes podría haber sostenido que su interpretación estaba impuesta por el caso anterior, algo que sí habría sido posible a partir de las palabras emplea­ das por la Corte en su fundamentación real 33• 31 Véase ALEXANDER, 1989. Véase también ALEXANDER y SHERWIN, 2007 . 376 u.s. 254 (1964). 33 Esto no equivale a decir que el caso hipotético New York Times v. Sullivan más estrecho no habría sido relevante para un caso ulterior que pretendiera ampliar su alcance. La naturaleza de esos argumentos serán materia del capítulo V. 32 LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 5. 69 SOBRE FUNDAMENTOS Y DICTA' El lector perceptivo y jurídicamente refinado notará cierta tensión en­ tre la posición que viene explicándose y la distinción tradicional entre los fundamentos de un caso y las dicta que puede acompañarlos 34• Para la po­ sición tradicionaP5, el fundamento - algo muy parecido, pero no idéntico, al ratio decidendi- e s l a regla jurídica que determina la solución del caso. Así, cuando decimos que el fundamento del caso lnternational Shoe Co. v. Washington 36 es que los Estados pueden ejercer su jurisdicción personal so­ bre imputados externos a ese Estado en la medida en que hubiera habido un número mínimo suficiente de contactos con el Estado como para no ofender las nociones tradicionales del debido proceso, hemos establecido una regla jurídica. En ocasiones , el tribunal crea una regla nueva y, en otras, simple­ mente, está reproduciendo el enunciado de una regla que puede hallarse en un caso anterior, o que se deriva de varios. Pero no hay nada demasiado misterioso acerca de la idea de fundamento: es la regla jurídica que, aplica­ da a los hechos del caso particular, da lugar a la soluc ión. De este modo, no es equivocado decir que la Corte sostuvo en el caso lnternational Shoe que deben existir contactos mínimos dentro del Estado del tribunal para funda­ mentar la jurisdicción personal, pero tampoco es errado incluir dentro de la idea de un fundamento las razones subyacentes a la regla y la aplicación de la regla al caso particular. Por ende, podríamos describir el fundamento del caso International Shoe como la exigencia de un contacto mínimo junto con el enunciado de la Corte acerca de que sería injusto esperar que un imputa� do se defendiera en un juicio que tuviera lugar en un Estado con el cual no tuviese virtualmente ninguna conexión, y combinar este enunciado general con la conclusión de que si el vendedor de la International Shoe Company había hecho negocios en Washington , había existido el contacto mínimo suficiente para validar el ejercicio de l_a jurisdicción personal. ' N. de T.: He optado por traducir holdings como <<fundamentos», y no simplemente como <<considerandos» porque, a mi juicio , este último término, que sería una versión más literal de la palabra inglesa es, por un lado, más amplia (no recoge solo las ·razones de la decisión, sino tam­ bién elementos fácticos y formales del proceso) y, por otro, rriás estrecha (no tiene, tal vez por lo recién indicado, la fuerza que pretende transmitir la idea de <<fundamento») que la primera. Por otra parte, lo que en el derecho angloamericano se conoce como dicta, y en el de extracción con­ tinental como obiter dictum, es la parte de un fallo en la que el juez da su opinión sobre cuestiones no directamente relacionadas con el caso bajo juzgarniento; suele tener un contenido aclaratorio, o meramente informativo. Puede verse, al respecto, Diccionario de Términos Jurídicos Espasa, Madrid, Espasa-Calpe, 200 l . 34 Regresaremos al tema d e los fundamentos y las dicta e n el capítulo IX, que s e enfocará aun más intensamente que este en la naturaleza de los votos de los jueces. 35 Véase, e.g., WILLIAMS, 1978: 62-88. 36 326 u.s. 3 10 (1945). 70 FREDERICK SCHAUER Nada en esta explicación de la noción de fundamento es problemático en sí mismo. El tribunal establece la regla jurídica sobre la cual se apoya su decisión , aplica la regla jurídica a los hechos y anuncia una solución .. Ese es el fundamento. El problema surge cuando un tribunal no dice explícitamente cuál es su fundamento, y lo deja librado a la determinación de los lectores . De acuerdo con la posición tradicional, e l fundamento puede ser determina­ do mediante la combinación del enunciado del tribunal respecto de los he­ chos materiales con la solución del caso, pero hemos visto que este enfoque no es satisfactorio. Si el tribunal no dice por qué los hechos materiales son materiales , tenemos un enunciado sobre hechos que puede ser interpretado con numerosos niveles de abstracción. Por ende, no contamos con una no­ ción firme de qué es lo que el tribunal sostuvo , ni con una manera de aplicar de manera confiable la decisión precedente en lo futuro. Solo al enunciar sus fundamentos , el tribunal permite a los tribunales ulteriores realmente confiar en (y obedecer) su fundamento. Sin esa enunciación , el fundamento puede ser prácticamente cualquier cosa. Pero con ella, y con nuestra com­ prensión del rol central que juega esa enunciación en la determinación del fundamento del tribunal, la idea de un fundamento, al igual que la idea del ratio decidendi, se vuelve mucho menos misteriosa. Tradicionalmente , todo lo que no sea una enunciación de los hechos y una enunciación del fundamento , es un obiter dictum (literalmente, en latín , algo dicho al pasar, o a propósito de algo) . Es algo adicional, no es estricta­ mente necesario para alcanzar, justificar o explicar la solución del caso. Co­ múnmente abreviados como «dicta» , estos pronunciamientos innecesarios suelen ser observaciones de un tribunal acerca de cuestiones que no están realmente bajo su juzgamiento , o conclusiones acerca de cuestiones inne­ cesarias para la solución que de hecho ha alcanzado , o explicaciones con mayor alcance de un cuerpo legislativo completo , o simplemente agregados por completo irrelevantes. Así, en el caso Marbury v. Madison31, el presi­ dente del tribunal , John MARSHALL, sostuvo que la Ley Judicial de 1789, que había establecido la jurisdicción por la materia , era inconstitucional. Pero también se lanzó a decir que la Corte Suprema poseía el poder de ejercer su jurisdicción sobre el presidente de los Estados Unidos, una afirmación que enfureció al presidente Thomas Jefferson, en especial porque era completa­ mente innecesaria para arribar a la conclusión a la cual llegó la Corte y, por eso , claramente dicta. Después de todo , si la Corte no tenía jurisdicción por la materia, no había necesidad de pronunciarse en absoluto acerca de quién podría haber estado sujeto a esa jurisdicción hipotética. En cierto modo con menos consecuencias, cuando el juez BLACKMUN en el caso Flood v. Kuhn38, U.S . (1 Cranch) 137 ( 1 803). 407 U.S. 258 ( 1 972). 37 5 lB LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 71 que prolongó las exenciones del béisbol profesional con respecto a las leyes antimonopolio, brindó varias páginas sobre historia, poesía, literatura y los grandes nombres del béisbol a través de los años, incluyó en su voto mate­ rial cuyo estatus de innecesario para la solución y, por ende, de dicta, sería difícil de negar. Pero si el que ofrezcan razones para fundar sus decisiones es parte de lo que esperamos que hagan los tribunales , y si ofrecer razones es una clave para el funcionamiento real del sistema de precedentes , la distinción tradi­ cional entre fundamentos y dicta puede ser más problemática que lo que comúnmente se cree . Como una razón es necesariamente más amplia que la solución a la que presta apoyo39, dar una razón es decir algo más amplio que lo necesario para resolver el caso particular. Y esto parece consistir en dicta. Lo que es dicta técnicamente - no del todo necesario para arribar a la solución- es precisamente lo que hace posible generalizar partiendo de una regulación muy específica para utilizarla como precedente en lo futuro . Así, aunque en los extremos la distinción entre fundamento y dicta es bastante clara -la promulgación de una regla jurídica, como en el caso New York Ti­ mes Co. v. SLf:llivan, es un fundamento , y las cavilaciones del juez BLACKMUN acerca de las tradiciones del béisbol son dicta- el advertir que el sistema de precedentes mis mo depende de lo que es , estrictamente hablando, dicta , debería hacer que nos detuviéramos antes de otorgar mucho crédito a la dis­ tinción, sin que importe cuán venerable sea su abolengo. 6. SOBRE LA FUERZA DE LOS PRECEDENTES : NULIDADES , . DISTINCIONES Y OTRAS FORMAS DE ANULACIÓN El propósito principal de distinguir los precedentes verticales de los ho­ rizontales fue establecer el escenario para explicar cómo difieren en térmi­ nos de obligar a los tribunales posteriores. De los precedentes verticales se dice comúnmente que son «vinculantes». Esto es, se entiende, por lo común, · que un tribunal inferior no tiene alternativa para de'jar de obedecer un prece­ dente emanado de uno superior. Los tribunales inferiores de Nueva York no tienen más opción para dejar de lado el fundamento del caso MacPherson v. Buick que la que tienen para dejar de lado una ley promulgada por el parla­ mento estatal. Por su parte, los tribunales federales y estatales en los Estados 39 La idea básica es que lo que convierte a una razón en tal es que ésta es más general que aquello a Jo que da apoyo. Cuando digo que voy con regularidad al gimnasio porque me ayuda a perder peso, estoy diciendo que algo que me está ayudando a perder peso es una razón (aunque no necesariamente una razón concluyente) para cualquier acción, y no solo para mi acción de ir al gimnasio en una ocasión partiCular. Para una explicación completa, véase ScHAUER, 1 995a. 72 FREDERICK SCHAUER Unidos deben tratar a las prescripciones contenidas en los casos como v. Roe Wade e International Shoe v. Washington como , tanto en sentido figurado como literal, establecidas por el derecho40• El que las decisiones de los tribunales superiores sean vinculantes no significa que no haya margen de juego en el nivel de los tribunales inferio­ res, aun cuando parezca que hay un precedente vinculante «al alcance de la mano». A veces , puede sostenerse que la decisión de un tribunal superior no es más que dicta y no parte del fundamento que se espera que obedezca el tribunal inferior. Como hipótesis , un argumento como ese es posible . Tra­ dicionalmente, aun la teoría de los precedentes verticales ha sido entendida como circunscrita a lo que el tribunal superior sostuvo como fundamento , y no a todo lo que sostuvo en general. Sin embargo, en la práctica, quien abo­ gue ante el tribunal inferior por una solución palmariamente inconsistente con lo resuelto por un tribunal superior tendrá una tare a muy ardua , y los argumentos de que las partes no deseadas son meras dicta, o no forman parte del ratio decidendi, suelen ser inválidos . No obstante , no sucede l o mismo cuando un litigante o un juez d e u n tri­ bunal inferior puede distinguir e l caso actual del precedente. Aunque pueda decirse que un precedente vinculante de un tribunal superior simplemente obliga al inferior a que lo siga, sería más adecuado decir que un precedente vinculante obliga a un tribunal inferior a que lo siga o lo distinga del caso actual. En la práctica, gran parte de los argumentos jurídicos involucran � un intento de una de las partes de sostener que algún caso proveniente de un tribunal superior determina la solución del caso actual, mientras que la otra parte insiste en que los casos pueden distinguirse de manera suficiente , como para que la solución del caso precedente no deba ser la misma que la del caso actual . Recuérdese, por ejemplo, el caso Riggs v. Palmer41 comentado en el capítulo II, en el que el Tribunal de Apelaciones de Nueva York sustuvo que Elmer Palmer, habiendo asesinado a su abuelo , no podría reclamar el legado estab lecido en el testamento del fallecido, a pesar de la letra de la Ley de Testamentos de Nueva York. Muchos años después, el efecto del caso Riggs como precedente fue central para el caso Youssoupo.ff v. Columbia Broad­ castiizg System, Inc.42• En él, un hombre que había sido coautor mediato del 40 Naturalmente, el derecho establecido incluirá en realidad las decisiones más recientes so­ bre la materia, incluyendo los casos Plann.ed Parenthood ofSoutheastern Pennsylvania v. Casey, 505 U.S. 833 (1992), en el caso de aborto; y Burnham v. Superior Court, 495 U.S. 604 ( 1 990, Bendix Autolite Corp. v. Midwesco Enterprises, Jnc ., 486 U .S . 888 (1988) y World-Wide Volkswa­ gen v. Woodson, 444 U.S. 286 ( 1980), para el caso de la jurisdicción personal . 41 1 1 5 N.Y. 506 ( 1 889). 42 265 N .Y.S. 754 (Sup. Ct. 1965). LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 73 asesinato de Rasputín (el consejero de la familia real rusa) llevado a cabo en 1 9 1 6 , demandó por violación de su intimidad con motivo de una película para televisión producida por la cadena CBS; en la cual él era uno de los personajes . El juicio tuvo lugar en los tribunales estatales de Nueva York y, entonc·es , se analizó si el caso Riggs era aplicable. La cadena CBS sostuvo que la participación innegable de Youssopoff en el asesinato de Rasputín lo colocaba dentro del alcance del principio que establece que «nadie puede beneficiarse de su propio acto ilícito» establecido en el caso Riggs. Yous­ soupoff sostuvo que los dos casos podían ser distinguidos , porque su ilícito no estaba conectado directamente con el dinero que reclamaba. Dando la razón a Youssoupoff y negándose a rechazar el caso , el tribunal de juicio no negó la fuerza vinculante del caso Riggs. En lugar de eso, dijo que la situa­ ción fáctica en el caso actual era suficientemente distinguible, de manera tal que el tribunal no tenía la obligación de arribar a la misma solución que en el caso Riggs. Otro ejemplo, también de Nueva York, proviene de los casos Campo v. Scofield43 y Bravo v. C .H. Tiebout & Sons, Inc. 44• Los dos son casos de tribu­ nales inferiores que involucran usuarios «finales» de un producto defectuo­ so por negligencia, que causó un daño , igual que en MacPherson v. Buick. En ambos los demandantes sostuvieron que este caso era de aplicación obli­ gatoria. Pero los demandados plantearon que se trataban de casos distingui­ bles , y los tribunales estuvieron de acuerdo . En el caso Campo , que trataba sobre un daño causado por una máquina diseñada para quitar las hojas de las cebollas ya cosechadas , el tribunal concluyó en que MacPherson se aplicaba solo a defectos no razonablemente identificables por el usuario. La existen­ cia de un defecto «obvio y patente» no podía dar apoyo a una reclamación contra un fabricante remoto , aun asumiendo que había sido negligente. En el caso Bravo, la omisión del demandante de instalar un dispositivo de se­ guridad exigido legalmente en una piedra de amolar, una vez más provocó que ese caso fuese distinguible del c¡1so MacPherson, aun cuando hubiera negligencia en la fabricación y aun cuando hubiera responsabilidad a pesar de la violación de la ley en caso de que el reclamo hubiese sido planteado por un comprador directo. En estos y otros innumerables casos, el abogado de una parte sostendrá que el caso actual cae bajo la órbita de un precedente vinculante , y el abo­ gado de la parte contraria intentará distinguir los casos . Los argumentos son de ese carácter, precisamente, porque el tribunal inferior está compelido a arribar a la misma solución en el caso actual que en el precedente cuando 43 44 95 N .Y.S.2d 610 (App. Div. 1950). 243 N.Y.S.2d 335 (Sup. Ct. 1963). 74 FREDERICK SCHAUER los hechos no son distinguibles. Sin embargo, con respecto al stare decisis las cosas son distintas . Con frecuencia, los argumentos se parecen a los de los precedentes ve1ticales, con una parte apoyándose en la resolución pasada del propio tribunal y la otra pretendiendo distinguirla del caso actual . Pero aun cuando no existan bases viables para distinguir los casos , la obligación de seguir una decisión anterior rara vez es absoluta de la manera en que lo es la obligación de seguir la decisión de un tribunal superior. A diferencia de los tribunales inferiores que se enfrentan con decisiones de sus superio­ res, los tribunales que consideran sus propias decisiones anteriores tienen la capacidad de invalidarlas para el caso concreto45 • Pueden reconocer que el caso actual presenta la misma cuestión decidida en el caso precedente, pero rechazar igualmente la decisión anterior. Aunque los tribunales puedan invalidar, ocasionalmente, sus propias decisiones anteriores , hacerlo exige más que creer que la decisión anterior estaba errada. Si eso fuese todo lo que hiciera falta, el stare decisis perdería sentido, porque el núcleo del stare decisis es , justamente, que un tribunal deba tratar a una decisión anterior como vinculante por el solo hecho de su existencia y no porque la considere correcta. Si cada vez que un tribunal creyera que una decisión anterior es equivocada pudiera invalidarla, no exis­ tiría en absoluto el principio del stare decisis. En ocasiones, sin embargo, un tribunal creerá que una de sus decisio­ nes anteriores es extremadamente incorrecta, o que las consecuencias de un fundamento errado (a los ojos del tribunal actual) son tan graves que exigen invalidarla. Cuando la Corte Suprema en el caso Brown v. Board of Edu­ cation46 invalidó el caso Plessy v. Ferguson47, en el que se sostenía que la institución de escuelas públicas separadas por razas era constitucionalmente permisible, el tribunal del caso Brown basó su acción en lo que entonces era percibido como una grave inconstitucionalidad. Lo mismo sucedió cuando la Corte Suprema invalidó, en el caso Mapp v. Ohio48, el caso Woifv. Colo­ rado49, para sostener que las pruebas obtenidas ilegalmente serían inadmisi­ bles en un juicio penal tanto ante un tribunal estatal como ante uno federal. En estos y en otros casos , la invalidación se apoya no en una percepción actual de un mero error en el pasado, sino en una percepción actual de un 45 Antes de la Disposición Práctica sobre Precedentes Judiciales de 1966, incluso la Cáma­ de los Lores en Inglaterra tenía prohibido invalidar sus propios precedentes, pues se entendía que ese poder era privativo del Parlamento. Y la práctica continúa siendo mucho menos común en Inglaterra que en los Estados Unidos, lo que indica una regla del stare decisis mucho más estricta en el primer país que en el segundo. Véase CRoss y HARRJS, 1 99 1 . <6 347 u.s. 483 (1954). 47 163 u.s. 537 ( 1 896). 48 367 u.s. 643 (1961). 49 338 u.s. 25 (1949). ra LA PRÁCTICA Y LOS PROBLEMAS DE LOS PRECEDENTES 75 error que está muy por encima del rango de normalidad, sea en su magnitud o en sus consecuencias . La Corte Suprema de los Estados Unidos ha descrito esta carga elevada para invalidar una de sus decisiones en términos de una exigencia de «justificación especial » 50 , y el estándar en Inglaterra es que la decisión anterior debe ser «manifiestamente equivocada» 5 1 • Los modificado­ res - «especial>> y «manifiestamente» - son importantes , porque son ellos los que dejan claro que el principio del stare decisis deviene un s insentido si un tribunal se siente libre para invalidar todas aquellas decisiones previas que considera equivocadas . Al exigir un estándar elevado para la identifica­ ción y las consecuencias del error pasado , los modificadores aseguran que la obligación de un tribunal de seguir sus propias decisiones previas sea un deber genuinamente obligatorio , aun si no es uno absoluto , que no puede ser invalidado. 50 ( 1984). 51 Dickerson v. United States, 530 U .S . 428 (2000): 443 ; Arizona v. Rumsey, 467 U .S . 203 Véase TWINING y MIERS , 1 999: 3 1 8. CAPÍTULOIV AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD l. L A IDEA DE AUTORIDAD Nos hemos ocupado de las reglas y de los precedentes en capítulos sepa­ rados porque difieren en aspectos significativos . Pero las decisiones regidas por reglas y las que se toman siguiendo precedentes tiene mucho en común, incluyendo que ambas son retrospectivas 1 • Reglas creadas en el pasado con­ trolan los eventos del presente, y seguir una regla creada con anterioridad es distinto de construir la decisión que parece, en el momento actual, tener las mejores consecuencias . Lo mismo sucede con el seguimiento de un prece­ dente , que importa adherir a una decisión anterior, en lugar de decidir qué será mejor para el futuro . El aspecto retrospectivo de estos modelos de pensamiento jurídico está relacionado estrechamente con el concepto de autoridad, porque las reglas y los precedentes no solo nos arrastran hacia atrás , sino que también nos fuer­ ' zan a alejarnos de nuestro mejor juicio a favor del de alguien más . Cuando un tribunal sigue una regla, no decide por sí mismo si la regla es buena o mala. Tampoco decide si en este caso debe obedecer la regla. Por el contra­ rio , las reglas funcionan como reglas al excluir o evitar las que de otra mane­ ra serían buenas razones para hacer una cosa u otra2• Los jueces que siguen una regla se fijan en ella 1 en lugar de fijarse en los méritos intrínsecos del Sobre el aspecto retrospectivo del razonamiento jurídico, véase WASSERSTROM, 1 96 1 . Sobre que las reglas evitan o excluyen como una de sus características intrínsecas, véase especialmente RAZ, 1 979; 1975 . Véanse también ATIYAH, 1986; SuMMERS, 1978. 2 78 FREDERICK SCHAUER caso. Si un agente de policía hace cumplir un límite de ve locidad, se espera que se concentre en el hecho de que un conductor lo ha excedido, y no se pregunte si estaba conduciendo el vehículo de manera insegura. El .funcio­ nario del Departamento de Tierras que rechazó en primer lugar el expediente del señor Locke porque estaba fuera de plazo por un día no evaluó si sería bueno, todas las cosas consideradas , aceptar la petición de ese contribuyente en ese momento. Simplemente, vio que Locke no había iniciado la reclama­ ción antes del 3 1 de diciembre3• Así como las reglas excluyen al menos algo de lo que, en otro caso, sería considerado al tomar una decisión, lo hacen los precedentes. Nadie esperaría de un tribunal inferior vinculado por el caso MacPherson v. Buick Motor Company4 que determine si es correcto responsabilizar a un fabrican­ te cuando no existe un vínculo jurídico entre él y el consumidor. Y el juez que entiende que el caso Roe v. Wade5 es un precedente vinculante, sabe que no debe decidir si una prohibición absoluta del aborto es moralmente permisible, moralmente obligatoria o aun constitucional. En estas situacio­ nes, es suficiente que el precedente exista, porqúe la mera existencia de un precedente (vinculante) precluye la reevaluación de su corrección y clausura la decisión sobre si seguir el precedente producirá el mejor resultado para el caso actual. Tanto respecto de las reglas como de los precedentes, la idea central es que son autoritativos. Su fuerza no deriva de su solidez sino d.e su estatus, y los filósofos del derecho se refieren a esta característica de la autoridad como su independencia respecto de los contenidos 6 • Cuando una regla (o un mandato, una orden o una instrucción) está dotada de autoridad, se espera que sus sujetos obedezcan más allá de sus propias opiniones o criterios . En otras palabras, lo que dice la regla no importa; lo que marca la diferencia es de dónde viene . Cuando un padre desesperado grita a su hijo «¡Porque lo digo yo ! » , bien podría haber intentado explicar antes a su hijo por qué debía hacer su tarea u ordenar su cuarto. Solo después de qu� esos intentos de persuasión basada en contenidos hubieran fracasado , el padre recurre al argumento de porque él lo dijo. Y lo hace , precisamente, para dejar en claro que el niño debe hacer lo que se le dice, sea que esté de acuerdo con las razo3 Caso United States v. Locke, 471 U.S. 84 (1985), discutido en el capítulo I . Recuérdese que la ley exigía que el expediente se iniciara «antes del 3 1 de diciembre>> del año relevante, aun cuando es casi seguro que el Congreso quiso decir «antes del 3 1 de diciembre, inclusive;> , 4 1 1 0 N E . lOSO (N.Y. 1916) Uuez CARoozo), discutido e n extenso e n el capítulo III. S 410 U.S. 13 (1973), 6 La discusión clásica de la autoridad como independiente del contenido se encuentra en HART, 1982: 26 1 -266. Véanse también DUFF, 1 998; HIMMA, 2000: 26-27; S cHAUER, 1992b. Una posición escéptica de la idea de la independencia del contenido puede verse en MARKWJCK, 2003 . AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD 79 nes para eso o no. Lo mismo sucede en el derecho: el sistema jurídico exige que sus jueces y también el resto de nosotros sigamos aun aquellas reglas y precedentes que creemos equivocados . Se espera que los sujetos de derecho obedezcan las reglas y los precedentes por su fuente y su estatus , sin que interese si resultan persuadidos por el contenido de sus razones, y aun si no están persuadidos por ellos . Vale la pena detenerse en la naturaleza inusual de las autoridades inde­ pendientes de contenidos . En la mayor parte de los aspectos de nuestras vi­ das , basamos nuestras decisiones en la sustancia de las razones que tenemos y no en el origen de esas razones . Como espinacas porque son buenas para mí. El juez CARDozo resolvió el caso MacPherson v. Buick de la manera en que lo hizo porque creyó que esa solución era más justa y eficiente que la prevista por el derecho vigente . Esas razones - que la espinaca es buena para mí, que no exigir un vínculo jurídico como condición de responsabili­ dad para ciertas transacciones de consumo es justo - son razones sustan­ tivas. A veces son llamadas «razones de primer orden» 7• Van directamente al contenido de la razón. Si yo no creyera que la espinaca es buena para rrú (asumiendo que no me gusta su sabor), no la comería. Y el juez CARDOZO no habría arribado a esa solución en el caso MacPherson si hubiera creído que esa era una solución injusta o que reflejaba una mala política. Normalmente, alguien que considera qué hacer o qué decidir tomará una razón como una buena razón sustantiva solo si cree en lo que la razón realmente dice. S in embargo , las razones independientes del contenido son diferentes, preci­ samente porque lo que dice la razón no interesa 8• Es- la fuente de la razón - «porque lo digo yo» - lo que le da su poder. Como los padres, aquellos que ostentan autoridad confían con frecuen­ cia en su rol formal u oficial para ofrecer las razones independientes del contenido a los sujetos que deben obedecer sus mandatos o instrucciones . Los sargentos y los maestros, por ejemplo , pueden tratar en primera ins­ tancia de inducir a sus subordinados o estudiantes a que comprendan e internalicen -hagan suyas- las razones sustantivas para hacer algo . La esencia de la autoridad, sin embargo , existe no solo por esa internaliza­ ción , sino también sin ella. Quizás el sargento quisiera que yo entendiera por qué mis pantalones deben tener un pliegue perfecto, y seguramente el maestro quisiera que viese por qué debo memorizar un soneto de Shakes­ peare. Pero en estos y en una infinidad de otros casos, las autoridades 7 Véase RAZ, 1975. En contraste con las razones de primer orden, las razones independientes del contenido también tienen el carácter de razones de segundo orden. Son razones acerca de razones, y un ejemplo es una razón que le indica a quien debe tomar una decisión que ignore las que en otras circunstancias serían buenas razones de primer orden. 8 80 FREDERJCK SCHAUER desean que se entienda que debo hacer lo que se me dice solo por quién me lo ha dicho , aun si no acepto ni concuerdo con las razones sustantivas subyacentes para hacerlo . Se discute mucho si ejercitar o seguir a la autoridad es una buena idea, y si lo es , en qué contextos . A través de los año s , muchos han sostenido que es irracional el hacer algo que no se haría solo porque alguien considerado una autoridad lo dictamina así9• Si B árbara ha decidido , después de pensarlo cuidadosamente , dedicar su vida a ser abogada en lugar de médica, ¿por qué debería actuar distinto solo porque su padre le dice que debería hacerlo? Cuando Sam ha concluido en que le gustada fumar marihuana porque cree que le hace sentir bien y tiene pocos efectos colaterales , ¿es racional para él dejar de lado su propio juicio a favor del de los policías y los políticos? Si una señal luminosa dice «No avanzar» y no hay automóvil alguno a la vista, ¿tiene sentido quedarme parado , obediente , en la acera? Y cuando un juez ha determinado la que cree que será la mejor solución en el caso que juzga, ¿puede considerarse que es racional para él dictar una sentencia contraria solo porque una escueta mayoría de jueces de un tribunal superior llegó a un a conclusión distinta en un caso parecido? La autoridad podrá ser ubicua en nuestras vidas, pero durante generaciones su solidez más elemental h a sido objeto d e u n desafío persistente . Ahora bien , la autoridad ha sido tan largamente defendida como cri­ ticada. SócRATES se negó a huir de Atenas en la víspera de �u ejecución precisamente porque aceptó la autoridad de un Estado que injustamente, incluso para él , lo había condenado. El presidente Eisenhower envió tropas federales a Little Rock, Arkansas , en 1958 10 para ejecutar una sentencia de la Corte Suprema Brown v. Board ofEducation - 1 1 con cuya solución no - estaba de acuerdo 12, y lo hizo porque aceptó la autoridad de la,Corte Supre­ ma, del mismo modo que él esperaba que el Estado de Arkansas aceptara la autoridad del gobierno federal. Los cuestionamientos de la idea de autoridad podrán tener una larga historia, pero hay una historia igualJ,nente larga de gente que la acepta y la defiende 13 • La razón última del concepto de autoridad no es aquí nuestra preocupa­ ción principal. Tampoco lo es la cuestión de la legitimidad de la autoridad estatal en general . Sin embargo , saber que la de autoridad es una idea con- 9 Véanse, e.g., HuRo, 1999; SIMMONS , 1 979; WoLFF, 1970; HuRo, 199 1 . En general, véase SHAPIRO, 2002. ¡o Véase Cooper v. Aaron, 358 U .S. 1 ( 1 958). J I 347 u.s. 483 ( 1 954). J 2 Véanse KLUGER, 1976: 753-754; O'REillY , 1 995: 1 70-175. J J Véanse, e.g., RAZ, 1986; 1979; GEORGE, 1 996: 327-328; SHAPIRO, 1 998. Una defensa más calificada de la autoridad oficial es la de OREEN, 1988. AUTORIDAD Y FUENTES. CON AUTORIDAD 81 trovertida e s importante , precisamente , porque tantas discusiones jurídicas , dentro y fuera de los tribunales, son acerca del alcance de la autoridad del derecho. Las discusiones acerca de si el caso United States v. Locke fue re­ suelto correctamente 14 , e incluso las discusiones entre los jueces en el propio caso, son acerca de en qué medida debe tomarse, si es que debiera tomarse en alguna, una tosca ley del Congreso como dotada de autoridad, con todo y sus errores , solo porque fue sancionada por el Congreso . Del mismo modo , la cuestión acerca de cuándo debe un tribunal invalidarse a sí mismo es acerca de la autoridad de las decisiones pasadas . Y los debates acerca de la responsabilidad judicial por ejecutar las Leyes de Esclavos Fugitivos 1 5 , las leyes de la Alemania nazi 16 y las leyes raciales del apartheid sudafricano 17 son debates acerca de la autoridad , si es que la tiene , del derecho inmo­ ral 18. Así, aunque el tratamiento filosófico de la autoridad raramente esté explícito en los argumentos jurídicos, el hecho de que la autoridad misma sea profundamente cuestionada es una amenaza latente para la operatividad del derecho. Esto , porque la autoridad independiente de los contenidos se halla en el corazón de la argumentación y del razonamiento jurídico . Los abogados intentan convencer a los jueces de que la posición de su cliente es sustantivamente correcta, pero el lenguaje que utilizan es el lenguaje de la autoridad. El buen abogado instará al juez a que vea la justicia sustantiva de la posición de su cliente , pero confiando en la autoridad de las reglas y los precedentes como un modo de decirle al juez que él debe fallar a favor de su cliente aun si estuviera en desacuerdo acerca de que esa es la solución sustantivamente correcta. En el derecho , el concepto de autoridad suele asociarse con las fuentes jurídicas. En efecto , las fuentes del derecho -por lo común , constituciones , leyes, reglamentos y casos judiciales - con frecuencia son llamadas .«auto­ ridades» o «fuentes con autoridad» • , sean usadas de un modo autoritativo o no . Por ejemplo, lo que los abogados llaman una «expresión de agravios» , un argumento escrito acerca de una �uestión de derecho , a veces es deno­ minada «memoria de argumentos jurídicos y de fuentes autoritativas» . En este sentido más amplio, una fuente del derecho , con autoridad - no solo una constitución , ley, reglamento o voto judicial registrado, sino también, en ocasiones , una interpretación o un artículo de una revista jurídica- puede 14 Cómparese PoSNER, 1986b y ZEPPOS, 1990: 1 3 1 4-1316 con . ScHAUER, 1992a. Véase CovER, 1975 . 16 Véanse FULLER, 1958; PAULSON, 1 994. 1 7 Véase DYZENHAUS , 199 1 . 18 Un análisis importante de esas cuestiones es el de ÜREENAWALT, 1 987. ' N. del T.: La palabra inglesa «authorities>> , usada para referirse a las fuentes dotadas de autoridad; no tiene una traducción usual. Cuando su traducción literal («autoridades») pierda sentido en castellano, usaré la construcción «fuentes con autoridad». 15 82 FREDERICK SCHAUER ser usada no solo porque es autoritativa , sino porque es un depósito de sabi­ duría genuina, de experiencia o de información. Por ejemplo , la inclusión en el voto de un juez de una cita sucinta de HoLMES o de CARoozo puec;le tener pocas diferencias con un discurso en el cual un miembro del Congreso cite a Abraham Lincoln o a Winston Churchill . Por esto, no deberíamos dej arnos seducir por etiquetas al creer que todo lo que es llamado «autoridad» en la argumentación jurídica se está brindando o es utilizado por razón de su autoridad . Así como existe una diferencia importante entre aprender cómo hacer algo a partir de la lectura de un libro y considerar que algo que está escrito en ese libro es correcto solo porque está escrito allí, hay una diferen­ cia importante entre el razonamiento basado en la autoridad y los diversos usos que le.s dan a los materiales publicados quienes deben tomar decisiones jurídicas . Pero aunque los argumentos jurídicos y los votos de los jueces usen con frecuencia fuentes con un uso no autoritativo, el derecho sigue estando colmado por el uso de fuentes genuinamente autoritativas; más aún, se ca­ racteriza por eso . Esas fuentes , a diferencia de las citas de jueces famosos o de referencias a las leyes de otras jurisdicciones , ofrecen razones para tomar una decisión de determinada manera en virtud de su mera existencia, y no de su contenido. Y aunque estas razones basadas en fuentes independientes de contenidos con frecuencia serán consistentes con lo que un juez habría hecho sin ellas , a veces esto no será así. Confiar en fuentes genuinamente imperativas puede , entonces , determinar que un juez tome una decisión dis­ tinta de la que habría tomado por su cuenta, aun después de considerar todo el conocimiento y la información que pudiera obtener a partir de su propia sabiduría y de la de otros. Y, de esta manera, el razonamiento j urídico difie­ re, en grado y quizás también en calidad , de los razonamientos empleados en otros ámbitos en los cuales se toman decisiones. En ello s , la autoridad puede jugar algún rol , pero las con sideraciones de primer orden , sustanti­ vas , suelen dominar la cuestión . En el derecho , en cambio , la autoridad es la que prevalece, y solo en raras oportunidades los jueces tonian decisiones todas las cosas consideradas, como casi siempre sucede fuera del derecho 19• Mucho más común es que los argumentos jurídicos se apoyen en fuentes , no solo porque el derecho trata a muchas d e ellas como autoritativas , sino porque el modo en el cual las fuentes jurídicamente imperativas reemplazan a las consideraciones sustantivas de primer orden sigue siendo la piedra de toque del razonamiento jurídico. 1 9 En ocasiones, la palabra «pragmática» se usa para describir o promover este tipo de de­ cisiones todas las cosas consideradas aun dentro del sistema jurídico, pero las versiones más so­ fisticadas del llamado pragmatismo jurídico - e .g., PosNER, 2008- aceptan que el razonamiento jurídico tiene una naturaleza basada principalmente en la autoridad. 83 AUTORIDAD Y FUENTES .CON AUTORIDAD 2. SOBRE LA AUTORIDAD VINCULANTE Y LA LLAMADA «AUTORIDAD PERSUASIVA» Un'a vez que comprendemos que la autoridad genuina es independiente de sus contenidos , podemos ver que la persuasión, por una parte, y la acep­ tación de la autoridad (sea voluntaria o no)20, por la otra, son nociones fun ­ damentalmente opuestas . Ser persuadido d e que e l calentamiento global es un problema, o de que la libertad de expresión incluye el derecho de alentar el odio racial , es aceptar como sólidas las razones sustantivas que llevan a esas conclusiones. Y cuando estamos genuinamente persuadidos por ra­ zones sustantivas , no necesitamos de pronunciamientos autoritativos . Un científico que concluye en que el calentamiento global es un problema no lo hace porque siete ganadores del Premio Nobel lo han dicho, sino porque sus propias investigaciones justifican su conclusión. Pero cuando yo concluyo en que el calentamiento global es un problema, no es porque conozca genui­ namente su corrección , porque no puedo conocerla del modo independiente que sí tiene una autoridad para ello. En cambio, llego a esa conclusión por­ que es lo que muchas autoridades , cuya autoridad acepto , han dicho . No es que esté persuadido de que el calentamiento global sea un problema. Es que estoy persuadido de que personas en cuyo juicio confío están persuadidas de que el calentamiento global es un problema . La misma distinción invade el derecho 21 • Una cosa es que un funciona­ rio público o un juez de un tribunal inferior crea que la mejor interpretación del principio de libertad de expresión permite abogar por el odio racial . Otra . muy diferente es concluir en que abogar por el odio racial está permitido en los Estados Unidos porque la Corte Suprema lo dijo en el caso denburg v. Bran­ Ohio 22 • En el primer caso, las razones sustantivas son las que hacen el trabajo, mientras que en el segundo es la pura y simple autoridad. Un juez de un tribunal inferior debe seguir el caso Brandenburg aun si cree que está equivocado y aun si su propio análisis jurídico lo lleva a concluir 20 Una razón para que acepte la autoridad de alguna fuente o de alguien con autoridad es mi propia creencia de que esa es, por algún motivo, la manera correcta de actuar. Pero otra razón es que algo malo me sucederá si no lo hago. La autoridad y la autGridad legítima son dos cosas distintas, y el prisionero del campo de concentración que hace lo que el guardián nazi le dice solo por miedo de ser enviado a la cámara de gas todavía está tratando como autoritativas las órdenes del guardia: es la fuente de la orden y no su contenido la que mueve al prisionero a cumplirla. 21 « [L]a autoridad y la jerarquía juegan un rol en el derecho que sería perjudicial para la investigación científica>> . PosNER, 1990: 62. El juez PosNER exagera, porque la autoridad genuina existe en la ciencia. Véanse CoADY, 198 1 ; HADWIG, 1 99 1 . Sin embargo, PoSNER está en lo cierto en cuanto a su punto central: que la autoridad es mucho más importante en el derecho que en la ciencia. 22 395 U.S . 444 (1969) (por mayoría). 84 FREDERICK SCHAUER en que el abogar por el odio racial no está protegido constitucionalmente . El precedente está ungido con autoridad , por J o que el juez está obligado a obedecerlo sin que interese lo que crea acerca de su solidez 23 • Los precedentes como el caso Brandenburg son calificados , típicamen­ te , como vinculantes. Un juez de un tribunal inferior está obligado , o compe­ lido, a seguirlo . O , para ser más preciso , las fuentes vinculantes de autoridad son aquellas que un tribunal inferior debe seguir, salvo que pueda realizar una distinción a su respecto; como un tribunal estatal inferior de Nueva York debe seguir el fallo MacPherson v. Buick o explicar por qué el caso actual es diferente. El tribunal no tiene permitido aceptar la aplicabilidad del fa­ llo MacPherson pero abstenerse de su aplicación . Ni tampoco invalidarlo. Debe seguirlo del mismo modo que a la Constitución de los Estados Unidos , a la Constitución del Estado d e Nueva York y a todas las leyes federales o del Estado de Nueva York que fuesen aplicables . Y como el tribunal no tiene opción acerca de seguir o no esas fuentes con autoridad, a veces se hace referencia a ellas no como «vinculantes» sino como «obligatorias» . Son obligatorias en el sentido de que deben Ser usadas y en el sentido de que deben ser seguidas . · Sin embargo, la mirada más superficial sobre prácticamente cualquier voto de un juez muestra que los tribunales frecuentemente dan apoyo a sus argumentos mediante referencias a varias decisiones y otras fuentes que no tienen obligación de usar ni de seguir. Un tribunal del Estado de Nueva York puede citar un caso de Vermont, así como el Tribunal de Apélaciones del Tercer Circuito puede referirse a casos de otros circuitos o de tribunales de primera instancia de su propio circuito. Los tribunales ni siquiera tienen la obligación de citar a esas «autoridades» , mucho menos la de seguirlas. No solo es que el Tercer Circuito no debe seguir un caso similar del Tribunal de Distrito del Distrito Oeste de Virginia; ni siquiera tiene la exigencia de considerar su existencia. Aun así, citar fuentes no vinculantes es una prác­ tica generalizada, así como las de citar tratados internacionales y artículos de revistas jurídicas . Es común encontrar esas fuentes secundarias, como las decisiones de otras jurisdicciones , en los votos de los jueces , pero nin­ gún juez está obligado a usarlas , o aun a referirlas , y aquel que apoya una conclusión con referencia a una interpretación o a un artículo de una revista jurídica se está valiendo de una fuente cuyo uso es completamente discre­ cional para el juez que vota . En ocasiones, los casos de otras jurisdicciones y de tribunales inferio­ res , las interpretaciones, los artículos y las fuentes extrajurídicas (como los diccionarios , los artículos de periódicos y de revistas de disciplinas no jurí23 Véanse ALEXANDER, 1989; CAMINKER, 1994; GERHARDT, 1 99 1 ; SCHAUER, 1987. AUTORIDAD Y FUENTES C ON AUTORIDAD 85 dicas) son llamado s fuentes persuasivas de autoridad, sobre la idea de que un tribunal las usará solo si está persuadido por el razonamiento desarrolla­ do en la fuente citada24• Pero si el tribunal cita ese material genuinamente persuadido , es confuso pensar que las fuentes están dotadas de autoridad en algún grado , porque la persuasión y la autoridad son nociones fundamen­ talmente opuestas . Es mucho mejor describir estas fuentes no vinculantes como no obligatorias o , más felizmente , como optativas. Como veremos en el próximo apartado , el llamar «vinculantes» a las fuentes con autoridad obligatorias también da lugar, en cierto modo, a con­ fusiones . Una distinción mejor y más exacta que la que se traza entre la fuente con autoridad vinculante y l a persuasiva es la _que separa a las fuentes con autoridad optativas de las obligatorias , porque la diferencia real es si el decisor tiene opción para valerse o no de la fuente. En un caso de respon­ sabilidad por el uso de productos litigado ante los tribunales de Minnesota, un artículo publicado en una revista jurídica acerca del derecho de respon­ sabilidad por el uso de productos en Minnesota es , obviamente, pertinente, pero su uso es optativo, en el mismo sentido que un caso de responsabilidad por el uso de productos litigado ante los tribunales de Arizona con hechos muy similares sería optativo para los tribunales de Minnesota. Por el con­ trario, una ley de Minnesota sobre responsabilidad por el uso de productos también es pertinente , pero un tribunal de ese Estado no tiene más opción que utilizarla . La distinción entre fuentes c o n autoridad obligatorias y optativas ex­ plica por qué un juez del Tribunal de Distrito del Distrito Sur de Nueva York está obligado a seguir las decisiones del Tribunal de Apelaciones no está obligado a se­ del Segundo Distrito y de la Corte Suprema, pero guir las conclusiones de los jueces del Distrito Este de Nueva York, del Tribunal de Apelaciones de Nueva York, del Tercer Circuito, del libro de WIGMORE sobre prueba' , del Harvard Law Review, de la Corte Suprema de Australia , del Tribunal Europeo de Derechos Humanos . El que las fuen­ tes de este último conjunto estén permitidas, aunque no sean obligatorias, es lo que las distingue de una serie de fuentes n6 permitidas . El juez del Segundo Distrito puede no estar obligado a a c�tar o apoyarse en el libro de WIGMORE sobre prueba. Pero ha de notarse que apoyarse en el libro de WIGMORE está permitido de un modo en el cual no lo está el apoyarse en , o 24 Véanse, e.g., CoHEN, BERRING y 0LSON, 1 989: 3; SLOCUM , 2006: 1 3-24. ' N. del T.: El jurista n01teamericano John Henry WIGMORE publicó en 1904 su libro más famoso, Treatise of the Anglo-American System of Evidence in Trials at Common Law. Esta obra tuvo -y sigue teniendo- tanta influencia en la jurisprudencia y la legislación procesal angloamericana en materia de prueba, que �e conoce como « Wigmore on Evidence», o incluso como «Wigmore» a secas. 86 FREDERJCK SCHAUER citar, textos astrológicos , conversaciones privadas con el hermano del juez y artícul os del National Enquirer. Entonces, no es suficiente distinguir ]as fuentes con autoridad obligatorias de las optativas , porque distinguir las fuentes optativas pero permitidas de las no permitidas también es esencial para entender la naturaleza del razonamiento jurídico, como veremos en el apartado 4 del capítulo IV. Pero antes es necesario decir algo más acerca de las fuentes con autori­ dad optativas. Es verdad que no son obligatorias para el tribunal , pero si un tribunal no está obligado a usarlas , ¿cómo selecciona una fuente optativa? Y, ¿realmente no hay diferencia entre una cita optativa de los votos de un tri­ bunal de apelación de otro circuito y una cita optativa de Abraham Lincoln o de Woody Allen? Con respecto a algunos usos de las fuentes optativas , el juez podría usar y citar una fuente porque las razones que la fuente ofrece para apoyar su conclusión lo persuadieron . Pero entonces , la fuente - la autoridad - no está siendo usada como autoridad , y casi no se distinguen los votos persuasi­ vos de un tribunal de otra jurisdicción de la opinión del suegro del juez. Los buenos modales y el deseo de orientar la investigación de otros aconsejarán al juez, con mucha frecuencia, para que dé crédito a las fuentes de aquellas ideas y conclusiones que ahora ha hecho propias. Pero citar una decisión de otra jurisdicción no es, parece, apoyarse en una autoridad como entendemos ahora la idea de autoridad. En cambio, será el equivalente judicial de un tra­ bajo académico que dé crédito a los orígenes del pensamiento del autor. Si una fuente optativa se usa porque quien la utiliza cree en la solidez sustantiva de las razones que la fuente ofrece , la fuente, aun si por tradición y convención se denomina «autoridad» , no está siendo usada como tal . Pero aunque esta conclusión parece dar cuenta de que la idea de una fuente con autoridad optativa es tan contradictoria como la de una fu ente persuasiva con autoridad, hay otra interpretación posible. Aunque las fuentes optati­ vas con autoridad a veces son elegidas porque son persuasivas , con más frecuencia son elegidas como fuentes con autoridad porque quien las elige confía en la autoridad como tal , aun si no está de acuerdo con la conclusión o, más probablemente, se considera incapaz para llegar a una conclusión y cree que la fuente , sea esta un jurista u otro tribunal, es más confi able a esos efectos . Así, aunque un juez del Décimo Circuito no tiene obligación de apoyarse, en los casos de derecho societario , en las conclusiones alcanzadas por jueces del Segundo Circuito , o en el tratado de derecho socieúrri o de Loss y SELIGMAN25 , el juez podría pensar que sus propias ideas acerca del derecho societario no son lo suficientemente fiables y optatpor la confianza 25 Loss y SELIGMAN, 2004. AuTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD 87 en los tribunales o los autores que considera más expertos que él en la mate­ ria. El juez del Décimo Circuito que se vale del voto de un juez del Segundo Circuito como guía en los casos de derecho societario , es como el tribunal de juicio que se apoya en el informe de un perito , o el de un aficionado a los automóviles que recurre a la opinión de un mecánico experto . El juez es per­ suadido no tanto por las razones del perito , sino por (su evaluación inexperta de) 26 la pericia del perito , por lo cual la fuente es usada de un modo genui­ namente autoritativo , aun cuando la autoridad es escogida por su sujeto - el juez- y no impuesta al sujeto por el sistema. Ahora podemos ver que el uso común de la fuente optativa no es aquel en el cual el juez resulta persuadido por la sustancia de lo que establece esa fuente, sino aquel en el cual está persuadido de que la fuente es más pro­ bablemente correcta que lo que él sería si tomara su propia decisión. Así, aunque un juez del Distrito Sur de Nueva York deba seguir las sentencias del Segundo Circuito aun si creyera que todos los jueces del Segundo Circuito son idiotas , ese mismo juez puede apoyarse en una fuente con autoridad op­ tativa porque está persuadido de que la autoridad sabe de lo que habla, aun si el juez no �abe demasiado acerca del tema como para saber si la autoridad está verdaderamente en lo correcto . Hay una diferencia entre apoyarse en una autoridad porque el sistema lo exige, como cuando un tribunal inferior obedece a su superior, y apoyarse en una autoridad porque se considera que ella es más experta, pero ambos son ejemplos de autoridad genuina. Con más frecuencia todavía, las fuentes con autoridad optativas se usan de una manera que está en el límite de la autoridad genuina. Así, cuando un abogado en un informe , un juez en un voto o un profesor en un artícu­ lo publicado en una revista jurídica suelen dar sus fundamentos , como se 26 La evaluación por parte de alguien que no es experto de las opiniones expertas es un pro­ blema serio, aunque típicamente se discute más �n el contexto de las leyes referidas a la prueba que a las fuentes del derecho. Pero si se trata de los miembros de un jurado (o de un juez que actúa con la función de constatador de hechos) intentan determinar cuál de dos informes peri­ ciales opuestos es correcto (cuando la decisión con demasiada frecuencia se toma sobre la base de consideraciones tales como si el perito tiene la apariencia de un profesor universitario), o un juez de un tribunal de apelación que decide entre las interpretaciones distintas de dos profesores diferentes sobre una ley vinculada con un tema acerca del cual el juez conoce poco, la evaluación inexperta de los expertos es un dilema recurrente. Véase BREWER, 1998. A veces, la respuesta se encuentra en la capacidad de ciertas personas en ciertas ocasiones de evaluar de manera experta las credenciales que se les presentan, aun cuando no tienen la capacidad para evaluar las conclu­ siones a las que llegan las personas que exhiben esas credenciales. Un juez del Sexto Circuito, por ejemplo, podría tener el conocimiento experto de que el sitio en el cual buscar orientación sobre derecho societario es el Segundo Circuito, y para cuestiones vinculadas con las leyes federales sobre los derechos de los aborígenes es el Décimo, aun cuando sabe muy poco acerca de acciones o de las leyes sobre los derechos de los aborígenes. El hecho de que puedan hacerse evaluaciones expertas sobre los expertos sin una evaluación sobre la sustancia de su especialidad es, en sí mis­ mo, un problema. Pero cuando una evaluación tal no puede hacerse, el problema es aún mayor. FREDERICK SCHAUER 88 dice , para una proposición. Los jueces les preguntan a los abogados en qué fundan sus argumentos , y los editores de las revistas jurídicas estudiantiles requieren todo el tiempo a los autores que presenten los fundamentos de lo que dicen . Pero aquí la idea de <<fundamento» es extraña. La autoridad que se señala como fundamento no es, con frecuencia, una que fundamente una proposición más que lo que otra autoridad la niega 27• Esta clase de «funda­ mento» es una autoridad en sentido peculiar, porque el equilibro de todas las autoridades no debe llevar en una dirección u otra, o aun ir en contra de la proposición que se pretende fundamentar. Sin embargo, las convenciones de la citación jurídica exigen solo que una proposición sea fundamentada mediante una referencia a algún tribunal (u otra fuente) que haya alcanzado antes la misma conclusión , aun cuando otros tribunales u otras fuentes ha­ yan llegado a conclusiones distintas , y aun cuando haya más de los últimos que de los primeros . Por ende , fundamentar una proposición jurídica con una fuente suele ser poco más que decir que al menos una persona o tribunal ha dicho lo mismo en al menos una ocasión previa. Esta clase de fundamentación puede parecer cercana a un sinsentido, y con frecuencia lo está; pero sirve a un fin . Especialmente en un memorial o en el voto de un juez, ofrecer esta clase de fundamento mínimo refleja no solo la naturaleza intrínsecamente autoritativa del derecho , sino también su conservadurismo inherente , en el sentido no político de la palabra. Quizás pueda parecerle sorprendente a algunos , pero un argumento jurídico es un mejor argumento jurídico solo porque alguien lo usó antes , y uria conclusión jurídica es mejor solo porque otro tribunal ha llegado a ella con anterioridad. El uso de una fuente con autoridad que no es necesariamente más persuasiva o más imperativa que otra que podría ser usada para fundar la proposición opuesta, da al menos la mínima seguridad de que el usuario de la fuente no está , simplemente , inventando el argumento de la nada. Es hora de preguntarse cuáles son las conclusiones que puede extraer quien lee un voto, un memorial o un artículo del hecho de que el autor ha garantizado una mínima falta de originalidad. Una conclÚsión se apoyará en la premisa de que no hay, proporcionalmente, muchas proposiciones ju­ rídicas cuya afirmación y negación sean apoyadas por fuentes respetables y publicadas . Eso es así, con frecuencia , fuera del derecho, y en la ciencia muchos de los principios básicos contarían con tanto apoyo que no existirían conclusiones contrarias respetables y publicadas . S i esto fuese así en el de- 27 Existe una obligación ética en cabeza de los abogados de citar honestamente las auto­ ridades predominantes contrarias a su posición - véase la regla 3.3 de las Reglas Modelo de Responsabilidad Profesional- , pero a pesar de las calificaciones significativas que significan <<honestamente>> y «predominantes», la obligación es una de esas que (desafortunadamente) no es seguida de un modo universal. Véase MINER, 1 999. AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD 89 recho, el hecho de que un tribunal o un autor reputado hayan llegado antes a una conclusión jurídica sería una indicación de su solidez. Así, los jueces norteamericanos suelen usar la frase «no se escribe» 28 para referirse a una conclusión a la cual preferirían llegar pero para la cual no pueden hallar suficiente apoyo en las fuentes de autoridad disponibles para justificar la solución . En efecto , lo que dicen es que algunas proposi­ ciones jurídicas, aun algunas que darían lugar a una solución deseable en el caso particular, simplemente no son jurídicamente justificables. Sin embar­ go , la cuestión con la que lidiaremos cuando discutamos el realismo jurídico en el capítulo VII es la frecuencia con la cual esto es así, esto es , la frecuen­ cia con la cual una u otra solución posible de un caso «no se escribirá» . S i l a cita d e un caso, una regla o u n principio está casi siempre disponible para justificar virtualmente a cualquier conclusión jurídica, algo que han soste­ nido en ocasiones realistas jurídicos como Karl LLEWELLYN, la exigencia de justificación no sería para nada coactiva. Pero si, en contraste , las fuentes con autoridad disponibles, aun las optativas y no obligatorias , con frecuen­ cia se encuentran de un lado de la cuestión jurídica, entonces la exigencia de que las conclusiones estén justificadas por fuentes con autoridad limitaría, en efecto , la libertad de decidir de los jueces . No obstante , en qué medida sea esto así es una conclusión irreductiblemente empírica. Y con respecto a esta conclusión , como veremos en el capítulo VII, las opiniones se encuen­ tran profundamente divididas . Si LLEWELLYN estuviese en lo correcto al menos en parte , la exigencia de alguna justificación no limitaría demasiado a un juez. Pero igualmente vale la pena destacar que el exigir una justificación mínima sigue siendo una ma­ nera, aunque débil, de autoridad genuina. El autor de un informe o un voto que ofrece alguna justificación para negar que esté plasmando una auténtica novedad está pidiéndole al lector que tome a la proposición justificada, por el hecho de haber sido sostenida antes, como al menos un poco más plausi­ ble que si nadie la hubiese postulado . Y esto, típicamente , sobre la base de la mera existencia'de la fuente más que por las razones sustantivas que contie­ ne. Uno podría preguntar por qué el sistema jurídico está tan preocupado por la existencia de una «autoridad» que dé apoyo aun cuando su peso podría ir en la dirección opuesta . Pero aunque la práctica es cuestionable, el punto es solo que aun esta forma más débil y discutible · de referencia a la autoridad es un tipo de autoridad genuina, consistente con el carácter autoritativo del propio derecho . El abogado que señala a una autoridad para justificar está, en efecto , alegando un apoyo para su argumento . Y en el derecho , como en la vida, tener un apoyo es mejor que no tener ninguno. 28 Véase WALD, 1 995. Véanse también FREUND, 1 984; ScHILTZ, 2005. 90 FREDERICK SCHAUER POR QUÉ LA AUTORIDAD REAL NO NECESITA SER 3. ��VINCULANTE» ¿Y qué sucede con las fuentes con autoridad obligatorias? ¿Son «vinculan­ tes» , como sugiere la terminología tradicional? La respuesta depende de lo que quiera decirse con «vinculante», y resulta que hablar de una autoridad «vincu­ lante» puede ser tan confuso como hablar de una autoridad «persuasiva». Por lo común , cuando imaginamos una regla o un límite como vincu­ lante, pensamos que es inevitable , que no deja lugar a l a elección. Los lí­ mites vinculantes son aquellos que suponemos absolutos e incapaces de ser vencidos por otras consideraciones . La imagen de una fuente con autoridad vinculante suele ser la de un límite autoritativo del cual el decisor no puede escapar. Si un precedente es vinculante, entonces , un tribunal vinculado por él simplemente debe seguirlo. Punto . Sin embargo, no hay razón por la cual aun una fuente con autoridad vinculante deba ser entendida de esta forma. Aunque una fuente tal gene­ ra la obligación de usarla por parte del tribunal vinculado , esa obligación , como cualquier otra, no necesita ser absoluta para obligar. Así en el derecho como en la vida , las obligaciones genuinas pueden ser desplazadas por otras más fuertes , sin perder así su fuerza como obligaciones. Se dice que estoy obligado a cumplir mis promesas , y yo lo creo así, por lo cual debo cumplir con mi cita del almuerzo con una mujer aun cuando ya no la encuentro in­ teresante o he recibido luego una oferta mejor. Pero si un pariente cercano ha enfermado, está entendido que mi obligación de cumplir con la cita está desplazada por la obligación más fuerte de asistir a los parientes enfermos . Y cuando el agente de policía se abstiene de multar por exceso de velocidad a un hombre que lleva a toda prisa a su esposa embarazada. al hospital , el agente entiende, correctamente , que la obligación de cumplir (y hacer cum­ plir) el límite de velocidad puede ser derrotada por una obligación más im­ portante. En efecto , los derechos operan de la misma manera. No es que el gobierno nunca pueda, a partir de la cláusula de igual protección contenida en la Décimocuarta Enmienda, trazar una distinción sobre la base de la raza. En realidad, el gobierno puede trazar esa distinción solo si tiene un interés ineludible para hacerlo 29, y el hecho de que el interés deba ser ineludible (y no simplemente sustancial , legítimo o racional) muestra exactamente cómo un derecho, al igual que una regla o una obligación , puede marcar una gran diferencia aun sin ser absoluto. Aquel acto para el cual se tiene una razón es 29 (1967). Adarand Constructors, lnc. v. Pena, 515 U.S. 200 (1995); Loving v. Virginia, 388 U.S. 1 AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD 91 distinto del que debe ser realizado, todas las cosas consideradas , así como aquello para lo cual se tiene un derecho es diferente de aquello que el titular del derecho termina realizando , todas las cosas·consideradas . Así como las obligaciones pueden ser obligatorias sin serlo de manera absoluta, las fuentes con autoridad pueden ser autoritativas sin serlo de ma­ nera absoluta. La existencia de una razón autoritativa no es inconsistente con que existan otras razones autoritativas , o aun de otro tipo , con más peso. La mayoría de las fuentes cdn autoridad, entonces , no son vinculantes o controladoras en un sentido absoluto , y tratar a una fuente como autorita­ tiva, o aun obligatoria, no implica seguirla a cualquier coste. Un juez del Tribunal de Distrito de Maryland, Estados Unido s , está vinculado por las decisiones del Tribunal de Apelaciones del Cuarto Circuito , pero también por las de la Corte Suprema, y si en un caso el precedente relevante del Cuarto Circuito ofrece una solución y la Corte otra, la obligación de seguir a la Corte S uprema desplazará a la obligación,de seguir al Cuarto Circuito . De manera similar, la mejor interpretación del stare decisis es que un tribunal posterior está obligado a seguir las decisiones anteriores del mismo tribunal, pero tampoc? se trata de una obligación absoluta. Cuando la Corte Suprema afirma que solo dejará de lado sus propios precedentes cuando exista una «justificación especial» para hacerlo30 , debe destacarse que no es suficiente para el desplazamiento que la Corte crea ahora que la Corte anterior estaba equivocada. Se exige algo más , algo «especial» , pero nada indica que esta mayor carga de justificación no pueda en alguna ocasión ser satisfecha. A este respecto , la posición de la Corte Suprema es consistente con la adoptada por los tribunales de alzada en general , que usualmente conservan el poder de invalidar sus propias decisiones anteriores pero enfatizan que esa anula­ ción es excepcional y que solo se dará cuando las razones para hacerlo sean especialmente importantes . El caso anterior es un precedente, pero aquí, a diferencia de la situación que involucra a los precedentes verticales , cuando entendemos que algo es vinculante cuando no es derrotable por ninguna otra consideración , la fuerza vinculante del mente no absoluta. 4. stare decisis es real, pero decidida­ ¿PUEDEN EXISTIR LAS FUENTES CON AUTORIDAD PROHIBIDAS? Hemos distinguido a las fuentes con autoridad obligatorias de las op­ tativas , pero debemos regresar a la idea de autoridad 30 Arizona v. Rumsey, 467 U.S. 203 ( 1984). prohibida. ¿Existen 92 FREDERICK SCHAUER fuentes que simplemente no pueden ser usadas? Parece que la respuesta a esta cuestión es afirmativa, aunque el problema es complejo. Por ejemplo, considérese la práctica de algunos tribunales norteamericanos , especial­ mente tribunales federales de alzada, que emiten reglas de «no citar» o «no dar efecto de precedente» para ser aplicadas a la mayoría de los casos que resuelven 31 • B ajo esas reglas, el tribunal generalmente emite junto con su juicio una voto breve para las partes , pero por orden del propio tribunal , aun estando disponible públicamente , ese voto no puede ser citado ni toma­ do como fuente con autoridad en casos posteriores. La práctica ha generado controversia32, y en la regla 3 2 . 1 del Procedimiento Federal de Apelaciones ahora se prohíbe que los tribunales federales de circuitos individuales emi­ tan reglas de no citar, aun cuando la regla 3 2 . 1 no dice nada acerca de la capacidad de un tribunal para declarar que una de sus decisiones no tendrá efecto como precedente, así como las denegatorias de avocación por parte de la Corte Suprema no tienen efecto como precedente 33• Pero aunque las reglas de no citar hayan sido eliminadas de los tribunales federales , algunas siguen existiendo en los tribunales estatales 34, y tienen el efecto de crear una clase de citas prohibi das, fuentes prohibidas y precedentes prohibidos . Más aún , la práctica, todavía permitida, de determinar que ciertos votos carecen de efecto como precedentes roza el tratamiento de esas fuentes con autoridad como prohibidas. Por lo tanto , la cuestión persiste aun con la mo­ dificación reciente en las reglas . ¿Ha de controlar un tribunal lo que cuente como precedente ante él , y puede decir que algo de lo que decide no puede ser usado con ulterioridad? Si vemos a los precedentes simplemente como predicciones , parece ex­ traño prohibir su uso . Pero parece más extraño todavía, como veremos en el capítulo VII, que quien litiga ante un tribunal prediga lo que el tribunal hará, en lugar de instar al tribunal para que haga lo que debe hacer. Si persistimos en la creencia extraña de que los tribunales no crean derecho , quizás una decisión judicial pueda entenderse como una prueba del derecho preexisten­ te, y a partir de esta premisa sería cuestionable prohibirle a un abogado que ofrezca todos los elementos a su alcance para probar cuál es el derecho . Pero una decisión judicial no es una prueba del derecho; es el derecho. Y si es el derecho , no hay razón por la cual un tribunal , al igual que un parlamento , no debería tener la capacidad para decidir cuándo creará derecho y cuándo no. Al tratar a ciertas fuentes como no dotadas de autoridad, los tribunales 31 Véanse ALLEN, 2005; REYNOLDS y RICHMAN, 1 978; RoBEL, 2002; SLOAN, 2004. Córnparese Hart con Anastasoffv. United States, 223 F.3d 898, 899-905 (8th Cir. 2000), deses�irnadapor improce­ dente, 235 F.3d 1054 (2000) (en pleno). 3 3 Véase Teague v. Lane, 489 U.S . 288, 296 ( 1989). 34 E.g ., Texas Rule ofAppelate Procedure 90(i). 32 93 AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD que dictan reglas de no citar o de no dar efecto de precedente parecen es­ tar preocupados con que lo que fue establecido solo para las partes , y con poca consideración por las consecuencias respecto de otros casos, sea usado como una razón en casos ulteriores 35• Con esas reglas , un tribunal niega la autoridad, y no solo la autoridad absoluta, de sus enunciados causales, apre­ surados o en gran medida enfocados a las partes del caso . Y no parece haber muchas razones para privarlos de ese poder36• Aquí puede trazarse un paralelo con la decisión del Departamento de Historia del Middlebury College, adoptada en tudiantes citar a 2006, que prohíbe a los es­ Wikipedia como fuente en sus ensayos . La preocupación principal -del Departamento no fue que los estudiantes de Middlebury to­ maran a lo que fuera que estuviese escrito en Wikipedia como la palabra Wikipedia como fuentes revelada, sino que consideraran a las entradas de serias de información, dotadas de autoridad. En efecto , la prohibición de Wikipedia por parte de Middlebury es semejante a las fuertes advertencias Corpus Juris Secundum o el American Jurisprudence• en contra de citar el que se incluyen de manera rutinaria en las instrucciones a los estudiantes de derecho para confeccionar los trabajos escritos37 • Y quizás la prohibición de Wikipedia sea análoga a la plantilla que la Corte Suprema incluye en todos y cada uno de sus votos una aclaración acerca de que el sumario del fallo es realizado por el Relator de Sentencias y no por la Corte misma, por lo que no debe considerarse como dotado de autoridad 38 • Algunas de las consideraciones que han influido al Departamento de Historia de Middlebury también se aplican a la cuestión calurosamente de­ batida de si los tribunales norteamericanos deben citar el derecho extranjero 35 Un tribunal que da razones para su decisión en un caso está anunciando razones que se aplicarán en casos sucesivos. Como las razones son siempre m�s generales que las soluciones que apoyan, los tribunales suelen tratar de controlar el que las razones que dan para obtener una buena solución en el primer caso tengan o no el efecto de producir soluciones no tan buenas en los casos posteriores. Y los tribunales a veces consideran llegar a una solución incorrecta en el caso bajo tratamierito para evitar la creación de una regla que producirá soluciones malas en casos futuros . Véanse GoLDING , 1963; GREENAWALT, 197 8 . S i u n tribunal desea e�itar tanto una mala solución en el caso ante él como malas soluciones en casos futuros por lo que ha dicho en el primero, puede solucionar de manera correcta el caso ante él y restringir su uso en casos futuros. Véase ScHAUER, 2006b; 1995. 3 6 La Corte Suprema ha hecho prácticamente lo mismo cuando estableció con claridad en el caso Bush v. Gore, 53 1 U.S. 98 (2000), que su decisión debía ser entendida como restringida a las circunstancias particulares de la elección presidencial del año 2000. También es destacable que la propia Corte nunca haya citado ese caso con posterioridad. ' N. del T.: El Corpus Juris Secundwn: Complete Restatement OfThe Entire American Law As Developed By Al/ Reported Cases (1936- ) y el American Jurisprudence son las enciclopedias de derecho norteamericano inás populares a través de los años. Antes competían entre ellas, pero actualmente son publicadas por la misma editorial, West. 37 Véase MANZ, 200 1 . 38 United States v. Detroit Timber & Lumber Co., 200 U .S . 321 , 337 ( 1 906) . 94 FREDERICK SCHAUER o apoyarse en él , una discusión que sobrevoló Jos votos de la Corte Supre­ ma sobre pena capitaP9 y sodomía homosexual40, y ha sido discutido en extenso en las revistas jurídicas41 • Para el juez Scalia y otros oponentes a la práctica de citar derecho extranjero, la preocupación no es que el derecho extranjero pueda ser considerado como absolutamente vinculante , porque nadie ha sugerido una postura como esa. Se preocupan , en cambio, por que la referencia típica al derecho extranjero o internacional , aun si es optativa, trata al derecho extranjero como una fuente legítima, aunque no vinculante , y entonces como genuinamente imperativa. Por ejemplo, para el juez Ken­ nedy en el caso Lawrence v. Texas, el hecho de que él cite la despenalización de la sodomía homosexual en otros países es una razón para que se llegue a la misma conclusión en los Estados Unidos , aun si esas razones están lejos de ser concluyentes . Como otras referencias optativas a fuentes dotadas de autoridad -por ejemplo , el apoyo de los tribunales del Décimo Circuito en los votos de los tribunales del Segundo Circuito y el apoyo de estos en el tratado de Loss y SELIGMAN- ni el carácter optativo ni el carácter no absoluto del uso de una fuente con autoridad es inconsistente con que ella esté dotada de autoridad. Citar algo es, normalmente, implicar que ello debe ser tomado con seriedad, y quienes tratan a las citas de derecho extranjero como cuestionables o inadmisibles , así como los tribunales de apelación que prohíben citar algunas de sus decisiones adoptadas con menos cuidado, de­ sean establecer que algunas fuentes simplemente no deben ser tomadas con seriedad . Es probable que las discusiones al respecto continúen durante un tiempo, y que surjan cuestiones acerca de la democracia y la creación del de­ recho que no son fundamentales aquí, pero es bueno tener en mente que esas disputas son acerca de qué fuentes deberían ser consideradas genuinamente imperativas , aun si no lo fueran de un modo absoluto. Este es un debate que llega al corazón del carácter autoritativo del derecho mismo, como se verá con claridad en el apartado que sigue. 5. ¿CÓMO ES QUE LAS FUENTES CON AUTORIDAD DEVIENEN AUTORITATIVAS? Aunque podemos distinguir entre fuentes con autoridad obligatorias y optativas, la diferencia parece ser de grado y no de clase. En teoría, sería posible que las fuentes devengan autoritativas en virtud de un úniCo acto 39 40 41 Véase Ropper v. Simmons, 543 U .S. 551 (2005); Atkins v. Virginia, 536 U.S. 304 (2002). lAwrence v. Texas, 539 U.S. 558 (2003). Véanse, e.g., ALFORD, 2005; JACKSON, 2005; LAw, 2005; NELSON y McGINNJS , 2004; RAM­ SEY, 2004; TUSHNET, 2003; WALDRON 2005; YOUNG, 2005. , AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD 95 discrecional, como el establecimiento en la Constitución de Virginia Occi­ dental que reconoció que ciertas decisiones legislativas de los tribunales de Virginia (de la cual Virginia Occidental había 'formado parte) eran fuentes con autoridad en Virginia Occidental42 • Sin embargo , es mucho más común que el estatus de una fuente como autoridad como tal sea el producto de un proceso informal y progresivo, mediante el cual ciertas fuentes van transfor­ mándose poco a poco en más autoritativas, a medida que son más utilizadas y aceptadas . Por ejemplo, una práctica en los tribunales ingleses era consi­ derar inadmisible la referencia, en un alegato de un abogado o el voto de un juez, a una fuente secundaria escrita por un autor todavía vivo. Si el autor de un tratado o (más raro) de un artículo estaba muerto, sí estaba permitido citarlo. Las razones para sostener esta práctica continúan siendo oscuras , aunque aparentemente se derivaron de una preocupación acerca de que sería mucho más fácil para aquellos aun vivos que para los ya muertos cambiar de parecer. Lo importante , sin embargo , es que la prohibición fue reduciéndose gradualmente . La reducción comenzó más o menos con la cita realizada 1945 de un trabajo de Arthur GooDHART43 , por la Cámara de los Lores en quien aún vivía. Una vez que apareció la primera cita de un autor vivo, los tribunales posteriores fueron algo menos resistentes a hacer lo mismo, y cada vez menos . A través del tiempo, la práctica devino más ampliamente aceptable44• El ejemplo de los autores de fuentes secundarias vivos no tiene nada de particular. Es raro que existan reglas formales que determinen qué es lo que debe ser reconocido como derecho . Lo que el filósofo del derecho británico H. L. A. HART llamó la «regla de reconocimiento»45 es mucho menos una regla que una serie de prácticas o convenciones continuamente cambiantes , bastante parecidas a las prácticas o convenciones fluidas que constituyen un lenguaje46• Y también son raras las reglas claras que determinan qué au­ toridades pueden ser legítimamente citadas en un memorial , un argumento. o un voto . Lo que cuenta como autoridad jurídica y, por ende, como fuente legítima de derecho, es el producto dé una práctica en evolución constante, en la cual los abogados , los jueces , los juristas y o�ros actores jurídicos de­ terminan - de manera gradual, difusa, no lineal - qué será considerado una fuente legítima y qué no , determinando así - del, mismo modo - qué será considerado derecho y qué no. El juez ScALIA, el Departamento de Historia de Middlebury y los defensores de las reglas de no citar tienen , entonces, 42 Constitución de Virginia Occidental, §2-1-1 . Véanse DuxsURY, 200 1 : ScHAUER v WISE, 1 997 .. 44 Todavía es menos aceptable en Gran Bretaña que en Estados Unidos, pero lo mismo pue­ de decirse de la cita de fuentes secundarias en general, estén vivos o muertos sus autores. 45 HART, 1994. 46 Véase SIMPSON, 1 973. 43 96 FREDERICK SCHAUER un fundamento genuino para preocuparse de que legitimar el uso de esta o aquella fuente pondrá en marcha un proceso mucho más expansivo . En efecto, las citas jurídicas tienen un doble aspecto muy importante. La cita de una fuente particular no sirve a quien se vale de ella simplemente para sostener que se trata de una buena cita, sino que también le sirve para sos­ tener (especialmente si se trata de un tribunal) que las fuentes son legítimas . de este tipo Así, solemos ver una progresión en cuanto a la fuerza de las fuentes con autoridad, partiendo de las prohibidas , ,pasando por las optativas y llegando a las obligatorias. Un proceso común mediante el cual las fuentes se trans­ forman de «material» decididamente no jurídico en fuentes con autoridad obligatorias . Aunque el Décimo Circuito no haría nada malo , técnicamente, al no citar al Segundo Circuito en un caso de derecho societario, el hecho de que no cite al tribunal más importante en cuestiones de sociedades bien po­ dría dar lugar a gestos de asombro . Y cuanto mayor sea ese asombro, más se volverá virtualmente obligatorio lo que parece, en la superficie, optativo47 • Cuanto mayor sea la expectativa de que se funde una decisión en cierta clase de autoridad técnicamente optativa -por ejemplo , es virtualmente imposi­ ble argumentar o decidir un caso de prueba en la Corte Suprema Judicial de Massachusetts sin hacer referencia al Handbook of Massachusetts Evidence de Paul J. LrAco - 48, más obligatoria será una fuente con autoridad con apa­ riencia de optativa. En consecuencia, para el juez ScALIA (y para otros), con referencia al de­ recho extranjero e internacional , para los instructores de redacción jurídica que aconsejan a los estudiantes de derecho de primer año sobre qué fuentes con autoridad son admisibles como cita y cuáles no y para los tribunales de apelación que luchan con las reglas de no citar, las que pueden parecer cues­ tiones menores de forma son, de hech o , cuestiones fundamentales acerca de qué es lo que cuenta como derecho .. Cuando el juez BREYER , en el caso Parents Involved in Community Schools v. Seattle School District N0. 1 49 , escribió tres páginas d e fuentes , la mayoría históricas y administrativas , n o incluidas e n las memorias o registros posteriores , sus citas n o solo hablan de lo que para él cuenta como derecho y lo que es crear derecho, sino también sirven una función autoritativa (aunque habría sido más imperativa si su 47 Véase BALKIN y LEVJNSON, 2000. 48 LIACOS, 1994. Dado que ese libro, en todas sus ediciones, ha sido citado 894 veces por la Corte Suprema Judicial de Massachusetts y el Tribunal de Apelaciones de Massachusetts, el abogado que intentara sostener un argumento en torno a una cuestión de prueba sin dar cuenta de lo que se dijo en esa obra sería muy valiente (o insensato). Entonces, decir que la fuente no es obligatoria parece ser una simplificación exagerada. 49 127 S. Ct. 2738, 2800 (2007) Uuez BREYER, voto particular). 97 AUTORIDAD Y FUENTES CON AUTORIDAD voto no hubiese sido una disidencia) al decirles a los abogados y jueces qué pueden usar para construir un argumento jurídico y, por ende, al decirles qué es el derecho 5°. COJ?O el derecho es una práctica imperativa, una cuestión fundamental es la de establecer cuáles son las fuentes con autoridad. ¿Por qué la Corte Suprema y el Congreso de los Estados Unidos , pero no el comité editorial del New York Times? ¿Por qué la Comisión Federal de Valores , pero no el directorio de Wal-Mart? Por qué el libro de Loss y SELIGMAN, pero no el de MARX y ENGELs? ¿Por qué el Harvard Law Review, pero no el Village Voice? ¿Por qué los escritos de Thomas JEFFERSON, pero no los de Jefferson DAvis? Ninguna de estas preguntas en apariencia retóricas lo es en sentido estricto . Al menos en los tribunales norteamericanos , la práctica de citar fuentes está experimentando un cambio rápido , y ha habido un gran au­ mento no solo de citas de fuentes no norteamericanas , sino también de fuentes que no muchos años atrás habrían sido burlonamente descartadas por «no jurídicas» . Por ejemplo , en el caso Kumho Tire Co . v. Carmi­ 5 chael 1, relacionado con las calificaciones de los peritos , el voto mayori­ tario suscrito por el juez BREYER hizo referencia a un libro , no citado lue­ go , titulado Cómo comprar y mantener neumáticos. El juez BREYER no es PGA 5 Tour, Inc. v. Martin 2 , la Corte Suprema , con el voto mayoritario suscrito original al apartarse de las fuentes jurídicas tradicionales . En el caso por el juez Stevens , se basó en una serie de fuentes no jurídicas , citán­ dolas - una vez más , fuentes no incluidas en el registro pero empleadas por los jueces (o, más probablemente , por sus secretarios)- acerca de la naturaleza del golf, para decidir si la Ley para Norteamericanos con Dis­ capacidad obligaba a permitirle a un golfista profesional con problemas circulatorios trasladarse en un coche eléctrico , en violación de las reglas del golf profesional. Y en el caso Bush v. Gore53, la mayoría de la Corte entendió importante enmarcar su decisión con la premis a de que el dos por ciento de los votos computados en una elección presidencial no había dado cuenta válidamente de una opción para elegir presidente . La Corte claramente consideró esto importante: la premisa tiene su propio apartado en el voto . Pero para llegar a esa conclusión , se apoyó en varios artículos periodísticos hallados por ella misma (uno del Omaha World-Herald, por ejemplo) que documentaron ese fenómeno histórico . 50 Así, el debate en el Middlebury College y en otras partes acerca de Wikipedia, análoga­ mente, no es sobre la práctica de citar o dar referencias bibliográficas, sino acerca de lo que es crear la historia y acerca de lo que la historia (como práctica) simplemente es. SI 52 53 526 U.$ . 137 ( 1999). 532 u.s. 661 (2001 ) . 531 u.s . 9 8 (2000). 98 FREDERICK SCHAUER Estos ejemplos no son excepcionales . Con una frecuencia cada vez ma­ yor, sin duda en los Estados Unidos y en algún grado en otras jurisdicciones del Common Law, los abogados y los jueces han venido citando y buscan­ do apoyo en revistas no jurídicas - de economía, sociología, psicología y ciencias políticas - , en libros sobre temas no jurídicos y en artículos de periódicos y revistas populares . Si esto se viera solo como un cambio en la práctica de citar fuentes sería , como mucho , un vuelco interesante en la forma de los votos de los jueces . Pero esos cambios no reflejan nada más que una transformación en la manera de citar. Encarnan un cambio en qué es lo que cuenta como una fuente jurídic� y, por ende , en qué es lo que cuenta como un argumento jurídico. Y lo que cuenta como un argumento jurídico - por oposición a moral , religioso, económico o político - es el componen­ te principal para determinar, precisamente , qué es el derecho. Los límites del derecho están establecidos por los límites de la autoridad jurídica, y el derecho habla a través de sus fuentes . Cuando las fuentes con autoridad que estaban prohibidas se transforman eri optativas , y cuando las que eran opta­ tivas se transforman en obligatorias, la naturaleza de las fuentes jurídicas ha cambiado , y junto a ese cambio viene una transformación en la naturaleza del propio derecho . CAPÍTULOV EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS l. SOBRE LA DISTINCIÓN ENTRE EL PRECEDENTE Y LA ANALOGÍA Algunos lectores encontrarán extraño que en todo un capítulo dedicado a los precedentes , y luego en otro capítulo entero dedicado a las fuentes ju­ rídicas con autoridad, no haya ni una mínima mención de la palabra «analo­ gía» . Las analogías , después de todo, son una característica generalizada de los argumentos jurídicos y de los votos de los jueces. En el derecho, como en todas partes , la gente sostiene que como la situación actual es p arecida a otra que sucedió antes , debe ser tratada del mismo modo que la anterior. Y como la mayoría de las analogías planteadas por los abogados y los jueces son analogías con casos anteriores , es tentador, como lo ha sido para muchos autores, asumir que el concepto jurídico de decisión basada en precedentes que examinamos en el capítulo III es , en realidad, una forma de argumento por analogía, o aun que se trata de lo mismo 1 • Sin embargo , s e debe resistir a esa tentación. Aunque e l uso de las ana­ logías está muy presente en la argumentación jurídica, razonar por analogía no es lo mismo que estar obligado por los precedentes 2 • El hecho de que los abogados se refieran , rutinaria y descuidadamente, a cualquier decisión registrada como un «precedente» , ayuda a alimentar la confusión. Pero un 1 E.g., LEVI, 1949; WEINREB, 2005; SPELLMAN, 2004. Por ende, es correcto tratar a esos dos temas como distintos pero vinculados, como en, por ejemplo, LAMOND, 2006. Véase también SCHAUER, 2008b. 2 1 00 FREDERICK SCHAUER precedente que constriñe genuinamente es diferente de la decisión de un caso anterior que puede usarse por analogía . Al trazar analogías , decimos que un aspecto de un problema actual es semejante a un aspecto de un pro­ blema pasado y que, entonces , debemos aprender del evento anterior, a ve­ ces siguiéndolo y a veces no. Por ejemplo, cuando se sostuvo durante la primera guerra contra Irak, en 1991 , que Saddam Hussein era «como» Adolf Hitler, se trataba de mostrar que del hecho de que Hitler hubiera sido un dic­ tador peligroso que invadió otros países y debió ser detenido , se seguía que Saddam Hussein , que también era un dictador peligroso que invadió otros países, debía ser detenido también . Como pocas personas habrían estado en desacuerdo con la proposición de que había sido importante detener a Hitler, aquellos que establecieron la analogía - especialmente , el presidente George H . W. Bush - tenían la esperanza de que otros concordaran en que también era importante detener a S addam 3 • La estructura del razonamiento analógico era la misma para quienes ar­ gumentaron en contra de la segunda guerra contra Irak , en 2002, valiéndose de una analogía entre esa guerra y la guerra de Vietnam. En ese caso , el nudo del argumento era que tanto Irak como Vietnam fueron situaciones en las cuales la guerra tradicional era imposible y el conocimiento militar norteamericano de la cultura, la geografía y el lenguaje era mínimo. Como Vietnam se convirtió en una empresa militar larga, costosa y finalmente fa­ llida, la situación similar en lrak presentaba peligros parecidos y, por eso, debía ser evitada. Este tipo de argumento analógico está por todas partes en el discurso ju­ rídico. Por ejemplo , considérese el argumento de que la prohibición del ma­ trimonio entre personas del mismo sexo viola la regla de igualdad ante la ley de la Décimocuarta Enmienda porque se asemeja a las prohibiciones del ma­ trimonio interracial que la Corte Suprema consideró inconstitucionales en el caso Loving v. Vzrginia4• Aquí, la estructura formal del argumento sigue la de los ejemplos sobre Irak: prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo evita que la gente que quiere casarse lo haga, por la sola razón de sus caracte­ Iisticas personales inmutables. La prohibición del matrimonio interracial fue, correctamente, eliminada. Por ende, siguiendo esta lógica, la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo debeiia ser eliminada también5 • S iguiendo l a terminología de los psicólogos cognitivistas que estudian la analogía, podemos referirnos al caso anterior como fuente , o fuente aná3 Véase SPELLMAN Y HOLYOAK, 4 388 u.s . 1 (1967). 1 992. 5 La caracterización presentada en el texto es una simplificación , para ilustrar la estl1Jctura del argumento. Pero pueden hallarse argumentos completos en esta línea, por ejemplo, en EsKRID­ GE, 2001 y en KoPPELMAN, 1 994. EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS loga, y al caso actual como 101 destino 6 • Cuando un abogado se vale de una analogía al argumentar (o un juez se vale de ella en un voto) , está afirmando que alguna característica del caso fuente - por ejemplo , tratar a las perso­ nas de manera distinta por sus características personales inmutables- está presente en el caso destino . Y que, por consiguiente , el caso destino debería resolverse del mismo modo que el caso fuente . En esta presentación estándar de la analogía está implícito que la persona que establece la analogía tiene una opción entre varias fuentes de analogía y elige una entre muchas posibles , sobre la base de que ella es la más útil para tomar una decisión, o la más valiosa para persuadir a alguien más de la sa­ biduría de la decisión que ya fue adoptada. Así, los abogados usan analogías porque les resultan útiles . Les ayudan a tomar decisiones, a persuadir a otros de la corrección de las decisiones ya tomadas y destacan aspectos de una si­ tuación actual que de otta manera habrían pasado desapercibidas . Entonces , cuando el primer presidente Bush trazó una analogía entre Saddam Hussein y Adolf Hitler para fundar el apoyo para la primera guerra de Irak, y cuando los oponentes a la segunda guerra de Irak trazaron una analogía entre esta y la desventurada guerra de Vietnam, ambos seleccionaron sus fuentes de analogía - tespectivamente , Hitler y Vietnam - entre muchos candidatos potenciales por la capacidad de la analogía resultante para persuadir a aque­ llos que , de otra manera , no habrían compartido su posición. Aunque a veces las analogías se usan para argumentar en contra y no a favor de cierto curso de acción -por ejemplo, que los cigarrillos no de­ berían prohibirse por las lecciones que pueden extraerse de la Ley Seca, o que la Corte Suprema no debe imponer límites sustantivos (por oposición a formales) a la legislación con fundamento en la regla del debido proceso de la Décimocuarta Enmienda, por las desafortunadas consecuencias del caso Lochner v. New York- 1 , también en esos casos las analogías se escogen por la guía que se cree que ofrecen , las lecciones que se espera que enseñen o la persuasión que deberían provocar. Quienes se valen de analogías no escogen aquellas que evitarían que el seleccionador (o a quien él pretende persuadir) hiciera lo que de otro modo sería (para él) una buena idea. Los decisores no escogen las analogías que creen que no conducirán a alguien -el juez, el jurado - a la conclusión por la cual abogan. 6 Y los jueces no escogen las Véanse,en general, ÜENTNER, HOLYOAK Y KoN!KOv, 2001;HoLYOAK y THAGARD 1995; Vos­ 1989; HOLYOAK, 2005; BLANCHETTE Y DUNBAR, 2001 . 1 198 U.S. 45 (1905) . E l caso Lochner fue e l famoso (o notorio) caso en el cual la Corte Suprema se valió de la regla del debido proceso de la Décimocuarta Enmienda para eliminar una ley de Nueva York que regulaba las jornadas laborales en las panaderías. La decisión dio lugar a que el juez HoLMES , en voto particular, denunciara que la mayoría estaba usando a la Constitución para escoger entre diferentes filosofías económicas y políticas enfrentadas, una tarea que debía estar a cargo de las legislaturas y no de los tribunales. , N!A DO U Y ÜRTONY, · 102 FREDERICK SCHAUER analogías que creen que no ayudarán a ver al lector del voto cuán sabia es su conclusión . No obstante , como hemos visto, el concepto jurídico de precedente es muy diferente. Un precedente obligatorio , a veces, en virtud de su estatus autoritativo , bloquea una decisión que se habría preferido de otro modo . El mero hecho de que nos refiramos a los precedentes obligatorios como «vinculantes» subraya su naturaleza coactiva, una coacción que opera, pre­ cisamente , porque se entiende que el juez tiene poca libertad para decidir la cuestión. El uso de los precedentes po¡; parte del derecho difiere , entonces , de manera sustancial del uso jurídico de la analogía, pues en la última una decisión anterior es escogida para para dar apoyo a un argumento actual, mientras que en los primeros una decisión anterior se impone para precluir una solución que se habría preferido de otro modo . Considérese el voto por sus propios fundamentos que emitió el juez Pot­ ter Stewart en el caso tivo fue el caso de Roe V. Wade' de 1 973 8• El precedente más significa­ 1 965 Griswold v. Connecticut9, que anulaba una ley de Connecticut que prohibía la venta de anticonceptivos . Para los jueces que se adhirieron a la solución del caso Griswold, la del caso Roe no era en absolu­ to excepcional . Desde su perspectiva, el caso Roe simplemente extendió el alcance de los principios amplios de privacidad y libertad sustantiva estable­ cidos antes en el caso Griswold. Pero aunque el juez STEWART había votado Griswold, no lo hizo así en el caso Roe: Siguió cre­ en disidencia en el caso yendo que el derecho a la privacidad no estaba contenido en la Constitución , pero concluyó en que el caso Griswold y otros más, para su consternación, habían hecho renacer la doctrina del debido proceso sustantivo, y su conclu­ sión en el caso Roe fue que la obligación de seguir aun aquellos precedentes que creía equivocados lo obligaba a que los siguiera en ese caso . Así, dejó claro que «acept[aba]» la autoridad como precedente de los casos con los cuales no estaba de acuerdo . Los ejemplos de un respeto tan tajante por el stare decisis pueden ser poco comunes en la Corte Suprema, pero no son desconocidos. Por ejemplo , en las décadas de los cincuenta y los sesenta el juez John MARSHALL HARLAN solía votar con la mayoría en resoluciones vinculadas con el procedimiento penal con cuyos principios básicos había disentido en casos anteriores También e l juez Byron WHITE e n e l caso Edwards 11 v . Arizona , en sintió obligado a seguir el fallo de la Corte Suprema de 8 9 10 JI 410 U.S. 1 13 , 193 (1973) (juez STEWART, por sus fundamentos). 38 1 u.s. 479 (1965). Véase BouRGU1GNON, 1979. 45 1 u.s . 477 ( 1 98 1). 10 • 1 98 1 , se 1 966 Mirai1da v. EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 1 03 Arizona 1 2 , un caso en el cual él había estado entre los jueces que votaron en discrepancia. Del mismo modo , el juez Anthony KENNEDY, en el caso Ring v. Arizona 13, sostuvo de manera explícita que « [a]unque sigo creyendo que [el caso anterior] Apprendi fue resuelto de manera errónea, Apprendi ahora es derecho , y su criterio debe ser implementado por una cuestión de principios» . Estos ejemplos provienen de la Corte Suprema, pero allí es donde es me­ nos probable hallar una genuina coacción de los precedentes . Como la Corte Suprema entiende y decide en algo más de setenta casos por año , de los más de nueve mil que se les presentan, y como aun esos nueve mil representan casos que han atravesado todo el sistema judicial, la Corte Suprema debería ser el último lugar para buscar casos cuyas soluciones estén genuinamente coercionadas por una decisión anterior. Como vimos cuando examinamos el efecto de selección, en el capítulo II, es desproporcionadamente improbable que un asunto jurídico que pueda solucionarse de manera genuina y direc­ ta por una regla o precedente sea sometido a juicio y, si lo fuera, que sea apelado . Por eso , el grueso de los casos apelados, especialmente aquellos que llegan al nivel de la Corte Suprema, está claramente inclinado hacia las disputas cuyas soluciones no están determinadas , ni siquiera guiadas , por precedentes anteriores . Sin embargo , cuando nos fijamos en los tribunales de apelación de los Estados Unidos , las cosas son distintas . En los tribunales donde la jurisdicción por apelación es un derecho y no una cuestión discre­ cional, y donde más del ochenta por ciento de las decisiones adoptadas no solo no son unánimes , sino que ni siquiera se consideran merecedoras de ser publicadas oficialmente, encontramos muchos más casos en los cuales una fuente con autoridad obligatoria parece determinar una solución particular. Ello , más allá de lo que los jueces crean que debería ser la solución justa o adecuada, sino por la propia existencia de precedentes vinculantes. Por ende, cuando tomamos en cuenta el universo completo de los tribunales , la cuestión se muestra con claridad: el uso que hace el sistema jurídico de los precedentes no es acerca de un abogado o un juez que recogen uno de muchos candidatos para que cumpla el rol de fuente de la analogía, ni acerca ' del uso de una analogía para ayudar a un abogado a construir un argumento actual , o a un juez para tomar una mejor decisión ahora. En cambio , se trata de la obligación de un juez de seguir una decisión anterior (para él) equi­ vocada, solo por su mera existencia. Por decirlo sin rodeos , es acerca de la obligación de un juez de tomar la decisión que cree incorrecta. «El stare decisis no tiene peso cuando significa solamente que el tribunal se adhiere a un precedente que considera correcto . Es significativo solo cuando el tri12 13 384 U.S. 436 ( 1 966). 536 u.s. 584 (2002). 104 FREDERICK SCHAUER bunal se siente constreñido a apegarse a una resolución anterior aunque la considere inadecuada o injusta» 14• Quizás la diferencia más fuerte entre la coacción de los precedentes y el caso clásico de razonamiento por analogía es la falta de libertad que, típica­ mente, percibe al escogerlo quien sigue el precedente. Mientras que, por lo general , se entiende que quien razona por analogía puede elegir entre vari as fuentes para basar su argumento , esa libertad suele faltar cuando se hace presente la coacción genuina de los precedentes . El juez STEWART habría considerado por demás extraña la sugerencia de que hallar otro caso anterior le permitiría evitar la obligatoriedad del caso Griswold, así como el juez WHITE seguramente h abría reído frente a la idea de que sentirse constreñido por el caso Miranda en casos ulteriores sobre interrogatorios era simple­ mente una función del hecho de no haber sido lo suficientemente creativo como para seleccionar el mejor caso fuente. Aunque es verdad que en algu­ nas ocasiones abogados creativos y efectivos pueden persuadir a un tribunal para que vea un caso o una cuestión bajo una luz completamente diferente, es mucho más frecuente que una decisión anterior acerca de una cuestión X sea tan prominente que al juez le parezca inviable evitar esa decisión sos­ teniendo que el caso actual es en realidad acerca de Y y no acerca de X. En un sentido muy atenuado, ningún Toyota Corolla, modelo 2004, color verde selvático, es el mismo automóvil que cualquier otro Toyota Corolla, modelo 2004, color verde selvático. Pero no es para nada extraño que el propietario de un automóvil como ese le diga a otro: «Yo tengo el mismo ·automóvil» . Y aquí es lo mismo . Dos casos anteriores, instancias , actos , cuestiones o eventos cualesquiera son en algunos aspectos diferentes , pero en realidad su equivalencia suele ser inevitable. En el derecho (y, a veces, en todas partes) es con frecuencia tanto obvio como indisputable que la decisión que debe tomarse en la actualidad es acerca de da y resuelta en una ocasión anterior. la misma cuestión que ha sido plantea­ Así, es tan característico de las instancias típicas de la coacción de los precedentes que la cuestión actual se perciba ampliamente como igual a otra resuelta en una resolución anterior, que no está abierta - política o profesionalmente - para el decisor actual sostener que existe una diferen­ cia relevante. Quien hubiera tenido a su cargo , en 1 991 , las decisiones en materia de política exterior, podría haber sido capaz, con una probabilidad más o menos equivalente, de trazar una analogía entre S addam e Idi Amín (un dictador brutal contra cuyo país - Uganda- . Estados Unidos no entró en guerra) como con Hitler, pero un juez de la Cmte Suprema a quien se le planteara, en 14 2008, decidir sobre la constitucionalidad de una ley esta- United States ex rel. Fong Foo v. Shaughnessy, 234 F.2d 7 1 5, 7 1 9 (2d Cir. 1955). EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 105 tal que prohibiera totalmente el aborto encontraría virtualmente imposible - lógica, lingüística , psicológica, profesional y políticamente- dístinguir ese caso de Roe v. Wade. Un.a vez que comprendemos que en el caso de los precedentes la elec­ ción de la decisión fuente no suele ser percibida como una elección en ab­ soluto - y, simplemente , no suele ser una elección en absoluto - , podemos captar la diferencia entre la analogía y el precedente . Mientras que en el caso de la analogía el abogado o el juez buscan una ayuda para llegar a la mejor decisión (o para persuadir a otro para que la tome), en el caso del precedente el efecto es justp el opuesto . Cuando existe una semejanza inevitable entre el caso fuente y el caso destino , y cuando se exija al juez , por la coacción de los precedentes verticales o el stare decisis, que resuelva el caso actual (el caso destino) del mismo modo en que fue resuelto el caso anterior (el caso fuente) , él estará constreñido a llegar a una solución que muchas veces con­ siderará insuficiente . Mientras que en el caso de la analogía, un abogado o un juez buscan un caso fuente como ayuda para construir el mejor argumen- . to o tomar la mejor decisión actual , en el caso del precedente genuino el juez estará compelido a tomar una decisión que tal vez considere equivocada. La analogía es enormemente importante para el derecho, y los buenos aboga­ dos y jueces saben cómo usarla de manera efectiva. Pero también entienden que los precedentes , a veces , los pueden obligar, y que usar una analogía de manera efectiva y reconocer la coacción de los precedentes difícilmente sean lo mismo. 2. SOBRE L A DETERMINACIÓN DE L A SEMEJANZA El que los argumentos por analogía sean distintos de los precedentes coactivos no implica que los razonamientos por analogía no resulten im­ portantes para el derecho . Por el contrario , el razonamiento analógico se encuentra por todo el sistema jurídico , y no debería sorprender que muchos autores hayan intentado explicar el mecanismo mediante el cual los aboga­ dos utilizan las analogías para justificar sus decisiones 15• Y aunque puede ser que el uso de las analogías en los argumentos jurídicos no presente dife­ rencias fundamentales con las analogías que usamos en nuestra vida diaria, y aunque el razonamiento analógico pueda ser tan ubicuo fuera del derecho como dentro de sus confines , las analogías siguen siendo tan comunes en el derecho que es importante examinar con más cuidado la estructura de esta forma generalizada de argumento jurídico. 15 Véanse LEVl, 1949; WEINREB , 2005; B REWER, 1 996; SUNSTEIN, 1 993. 106 FREDERICK SCHAUER La clav� de un argumento analógico es la afirmación de que un acto, o evento , o cosa que consideramos ahora es similar algo que hemos conside­ rado con anterioridad . En el derecho , el uso típico de la analogía involucra el argumento de un abogado o la justificación de una solución por parte de un juez acerca de que el caso actual es similar a un caso pasado. Pero entonces debemos enfrentar el hecho de que dos cosas cualesquiera son similares en algunos aspectos y diferentes en otros . Mi camioneta Subaru Legacy azul , modelo 2004, es similar a su camioneta Subaru Legacy azul , modelo 2004, en que ambas son azules , de la misma marca y modelo y fueron fabricadas el mismo año. Pero son diferentes en que una es mía y otra suya, y que casi con seguridad habrán sido conducidas una cantidad de kilómetros diferente , y en al menos algunos aspectos de su estado mecánico . Del mismo modo, existen diferencias obvias entre las gatas negras , las arañas viuda negra y l a tinta negra, pero son semejantes e n que todas son negras . Si dos cosas cualesquiera son en algunos aspectos similares y en otros diferentes , ¿cómo podemos decir que una cosa es análoga a otra? ¿No es cada cosa análoga a todas las demás y a ninguna, justamente porque es simi­ lar en algunos aspectos a (casi) todo y diferente en otros aspectos a absolu­ tamente todo lo demás? Por lo tanto , ¿no es verdad que cualquier caso actual es semejante en algunos aspectos a . un vasto número de casos anteriores , y diferente en algunos aspectos a cada uno de ellos? Y si esto es así, ¿cómo puede un argumento por analogía siquiera comenzar? Regresemos al ejemplo que usamos al presentar los precedentes en el capítulo III . Supongamos (invirtiendo la cronología real) que en el caso Mac­ Pherson v. Buick Motor Company l 6 se hubiese sostenido que el caso inglés Donoghue v. Stevenson 11, resuelto (hipotéticamente) antes , se refería a una situación análoga a la referida en el caso MacPherson, y que , por ende , el Tribunal de Apelaciones de Nueva York debería resolver este último caso del mismo modo que la Cámara de los Lores había resuelto el caso Do­ noghue . Obviamente, este no es un supuesto de precedente vinculante y coactivo. Nadie se atrevería a sugerir que el tribunal de Nueva York debería resolver un caso de la misma manera que el tribunal inglés por un misterioso estatus autoritativo de un caso inglés. Dicho simplemente , el tribunal del caso MacPherson no habría tenido en absoluto la obligación de tratar al caso Donoghue como vinculante o autoritativo en algún sentido. Pero el abogado de MacPherson igualmente podría haber argumentado que el tribt.J.nal de Nueva York debería guiarse por la solución del caso inglés (pretendidamen­ te) análogo, que favoreció a Donoghue . 16 17 1 1 1 N.E. 1050 (N.Y. 1 9 1 6). [1 932] A.C. 562. EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 107 Sin embargo , para construir el argumento , el abogado de MacPherson habría tenido que demostrar que los dos casos eran similáres en algún as­ pecto, y el abogado de Buick le habría respondido que eran distintos. El abogado de MacPherson habría sostenido, por ejemplo , que tanto el caso Donoghue como el tratado por el tribunal de Nueva York involucraban tran­ sacciones comerc iales , productos cuyos defectos eran difíciles de ser de­ tectados por parte de los consumidores y fabricantes cuyas metas últimas consistían en vender productos a consumidores, aunque por intermedio de un vendedor minorista. Por estas similitudes, el abogado de MacPherson habría argumentado que el tribunal de Nueva York debía seguir el camino trazado por el tribunal inglés en el caso Donoghue. Como respuesta, el abo­ gado de Buick habría señalado que el concesionario de Buick podría haber inspeccionado el automóvil antes de venderlo, de una manera que no le era accesible al vendedor de una bebida embotellada en un envase opaco , que los defectos ocasionales de los automóviles pueden ser esperables , mientras que caracoles descompuestos en botella de cerveza de raíz no, y que el com­ prador típico de un automóvil (especialmente en 19 16) tenía capacidad para soportar la pérdida, a diferencia del dueño típico de una cafetería. Lo más · importante que debe decirse acerca de este escenario es que los dos abogados están en lo cierto . En efecto , hay similitudes y también diferencias . Pero no todas las similitudes son relevantes , ni tampoco lo son todas las diferencias . En un caso posterior al caso MacPherson, sería un mal argumento el que se apoyara en que una situación idéntica que involucrara a un Ford en lugar de a un B uick sería un caso diferente, aunque es evidente que los automóviles Ford son en algunos aspectos diferentes de los Buick. Y en otro caso posterior sería implausible sostener en un juicio por incum­ plimiento de contrato iniciado por un proveedor de componentes contra la Buick Motor Company que como la empresa había sido hallada responsable en el caso MacPherson, debería ser responsabilizada en este caso, aunque la identidad del demandado en los dos c_asos signifique que al menos en algún aspecto se asemej an . Por lo tanto , l o que distingue a l o s buenos argumentos d e los malos n o e s que los primeros se basen e n la semejanza y los segundos n o , porque ambos se basan en la semejanza. La cuestión es que lo� argumentos buenos pare­ cen establecer una semejanza relevante, mientras que los malos establecen semejanzas que no son jurídicamente relevantes en absoluto, aun si pudieran ser relevantes para otros propósitos . Así, cuando un abogado sostiene que los vendedores de armas deben ser responsables frente al lesionado (o a la familia del asesinado) por un arma vendida a un menor de edad 18, parece establecer 18 Véase, e .g., Pair v. Blakly, 388 A.2d 1026 (N .J. Super. 1978). 108 FREDERICK SCHAUER una analogía con el hecho de que los vendedores de bebidas alcohólicas , es­ pecialmente a menores , con frecuencia son considerados responsables frente a aquellos dañados o asesinados como resultado de las acciones de un com­ prador intoxicado 19• En este caso , el argumento no es un argumento basado en precedentes en el sentido convencional y estricto , porque existen suficientes diferencias entre los dos casos como para que se reproche a ningún juez que no siga el precedente si rechaza extender la responsabilidad extracontractual de los vendedores de bebidas alcohólicas a los vendedores de armas . Por el contrario, el argumento se apoya en una premisa que supone que el juez cree que la responsabilidad indirecta de los bares es una buena idea. Además , que existe una semejanza relevante entre esta cuestión y una anterior que el juez cree correctamente resuelta. Y que , en consecuencia, eso basta para, cuando menos, esperar que el juez que coincide con la solución del caso del alcohol será persuadido por la analogía para coincidir con la solución propuesta para el caso del arma. Pero aunque los vendedores de cerveza y los vendedores de armas puedan ser similares en algunos aspecto s , en otros no Jo son . La cer­ veza y las armas son , después de todo , muy diferente s , como también las circunstancias típicas en las cuales son comercializadas . Así, cuando hay semejanzas obvias y diferencias también obvias , el abogado que ha escogido una analogía en lugar de otra está apoyándose en algo que con­ vierte a las similitudes en similitudes relevantes . Por ejemplo , en 1 978 e l Partido Nazi Norteamericano solicitó permiso para celebrar una mar­ cha pública en las calles del pueblo de Skokie , Illino i s , una comunidad desproporcionadamente poblada por sobrevivientes del Holocausto 20 • A l sostener que l o s casos que involucraran demostraciones públicas de nazis era similares de manera relevante a los casos que involucraran demostraciones públicas de defensores de los derechos civiles en los años sesenta 21 , los abogados de los nazis se apoyaron en ciertas semejan­ zas -un grupo impopular con escasos miembros que pretendía protes­ tar contra las posiciones mayoritarias - , mientras que los abogados del pueblo de Skokie se fundaron en las diferencias obvias entre los nazis y los defensores de los derechos civiles para sostener que se trataba de una mala analogía. Así como los abogados de los nazis sostuvieron que un juez que creyera que los casos de manifestaciones por los derechos civiles habían sido resueltos correctamente , debía fallar a favor de los 19 1994). Véase, e.g., Petolicchio v. Santa Cruz County Fair & Rodeo Ass 'n, 8 66 P.2d 1 342 (Ariz. 20 Véase National Socialist Party ofAmerica v. Village ofSkakie, 432 U.S . 43 ( 1 977); Collin v. Smith, 578 F.2d 1 1 94 (7th Cir. 1978); Village of Skokie v. National Socialist Party of Ame rica, 373 N .E.2d 2 1 (Ill. 1977) . 21 E.g., Gregory v. City of Chicago, 394 U.S . 1 1 1 ( 1969). EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 109 nazis por las semejanzas relevantes entre los casos , los abogados del pueblo de Skokie sostuvieron que aun un juez que creyera que los casos de los derechos civiles hubiesen sido resueltos correctamente , tendría una amplia base para rechazar la analogía con los casos de los nazis por la presencia de diferencias relevantes . Como en el argumento en el caso de Skokie, y como en otros innumera­ bles casos , los argumentos por analogía en el derecho incluyen argumentos acerca de qué semejanzas y qué diferencias son o deberían ser jurídicamen­ te relevantes . Los abogados de los nazis sostendrían que ei objetivo de la Primera Enmienda era proteger las posiciones y los grupos impopulares , y por eso la impopularidad de quienes manifestaban por los derechos civiles y la de los nazis era la semejanza relevante . Como respuesta, los abogados de Skokie sostendrían que en el caso nazi, pero no en los de los derechos civiles , los manifestantes intentaban causar un perjuicio emocional a los observadores de la marcha , y por eso los casos eran diferentes de manera relevante. Cuando surgen argumentos acerca de la relevancia o irrelev ancia de las semej an?:as y las diferencias , la solución podrá depender de la ex­ tensión en la cual un caso anterior, especialmente uno controlante , ha explicitado qué semej anzas son relevantes y cuáles no . Por ende , cuanto más se haya resuelto la cuestión de la relevancia jurídica por una regla general - como sucede con la regla que surge de los casos de las mani­ festaciones por los derechos civiles que establece que las marchas , desfi­ les y manifestaciones no deben ser restringidas con motivo del punto de vista expresado por los manifestantes - , más se acercará un argumento por analogía a uno basado en precedentes . Los nazis g anaron el caso Skokie (aunque la marcha nunca tuvo lugar) porque la Corte Suprema había dicho en casos anteriores que el punto de vista del emisor, sin que importe cuán aberrante fuese , no era un factor jurídicamente relevante . Y cuanto más quede abierta l a cuestión sobre l a semejanza y d iferencia jurídica, más se acercará el argumento jurídico por analogía a los argu­ mentos analógicos utilizados en la vida cotidiana . Si los casos de dere­ chos civiles hubieran sido resueltos con un enunciado menos explícito acerca de cuáles eran los factores relevantes y cuáles no , y si esos casos hubiesen sido resueltos por un tribunal de otra jurisdicción y no por la Corte Suprema, la cuestión , como la mayor parte de l as cuestiones que se vinculan con analogías en disputa, h abría sido decidida por la deter­ minación de cuál de las analogías le parecía más persuasiva al juez que entendía en el cas o . A este respecto , el razonamiento analógico en el derecho es importante, pero su importancia reside en su amplia presencia y no en su particularidad de ser jurídica. · 110 3. FREDERICK SCHAUER EL DESAFÍO ESCÉPTICO Aunque los abogados y los jueces usan analogías todo el tiempo , y aun­ que el razonamiento jurídico analógico ha sido analizado , explicado y cele­ brado en un gran número de libros y artículos, existe un desafío importante que requiere ser considerado . El desafío no niega que exista el razonamiento analógico , ni que esté ampliamente difundido en la argumentación y la toma de decisiones jurídicas . Lo que niega es que sea muy importante diferenciar el razonamiento analógico de otros modos de tomar decisiones de acuerdo con reglas Uurídicas) o políticas 22 • Considérese una vez más la analogía entre la responsabilidad de las li­ corerías frente a las víctimas del uso ilegal o negligente de las bebidas alco­ hólicas y la de las armerías frente a las víctimas del uso ilegal o negligente de las armas . Hemos visto que entre las dos situaciones hay semejanzas y diferencias . Y que la capacidad de concluir en (o sostener) que la última es análoga a la primera es una función de la existencia de semejanzas relevan­ tes que puedan considerarse con más peso que las diferencias relevantes . Pero ¿de dónde viene esa determinación de semejanza relevante? De acuer­ do con los escépticos , se deriva de la determinación de relevancia que puede hallarse en uno de estos dos lugares . A veces , en un enunciado presente en el caso anterior, como cuando la Corte Suprema en los casos . de manifes­ taciones por los derechos civiles de los años sesenta ju stificó la protección de los manifestantes bajo la Primera Enmienda contra la limitación estatal sobre la base de que ni la impopularidad de las posiciones de los grupos ni la probabilidad de una reacción violenta por parte del público frente a esas posiciones podría justificar la limitación de aquellos que de otra ma­ nera ejercitarían sus derechos protegidos por la Primera Enmienda. Como la Corte Suprema lo dijo de manera tan explícita, existía una regla que hizo que el rechazo moral contra el Partido Nazi Norteamericano _se tornase ju­ rídicamente irrelevante , y otra regla que consideró también jurídicamente irrelevante la probabilidad de una reacción por parte de un público hostil. La decisión del caso Skokie, que involucró al Partido Nazi Norteamericano , en 1977 fue , entonces , una mera cuestión de aplicar las reglas establecidas en casos anteriores a la situación presente 23 • Los escépticos reconocen que, en efecto, existía una analogía entre los manifestantes por los derechos civiles 22 Véanse PosNER, 1990; ALEXANDER, 1 998; 1 997; 1 996; PosNER 2006b; WARNER, 1989. Véase GREENAWALT, 1 992: 200 (<<[L]os razonamientos por analogía no están separados de manera tajante de los razonamientos a partir de proposiciones generales»); WESTEN, 1982: 1 1 63 (<<Nunca se puede declarar que A es jurídicamente similar a B sin formular antes la regla jurídica por la cual deben considerarse como idénticas del modo relevante»). 23 EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 111 y los nazis , pero insisten en que esa analogía no determinó la solución. En cambio , este reflejó o encarnó la regla que la Corte Suprema estableció en los casos de los años sesenta. En ocasiones no habrá una regla tan clara y preanunciada. No obstante, el esc éptico permanece en su posición . Si la Corte S uprema, simplemente , hubiera anunciado en los años sesenta que los manifestantes por los dere­ chos civiles estaban protegidos por la Primera Enmienda, y si el caso de los nazis en 1 977 hubiese surgido luego de que solamente se hubieran resuelto los casos de los derechos civiles , en el caso de los nazis la Corte habría teni­ do que decidir por sí mismo si las semejanzas entre los manifestantes por los derechos civiles y los nazis eran más importantes , a, los efectos de la Primera Enmienda, que las obvias diferencias . Y, al hacerlo, no habría podido decir simplemente que los dos casos deberían ser resueltos de la misma manera (la solución que prevaleció en la realidad) porque los nazis eran similares , del modo relevante, a los manifestantes por los derechos civiles , pues esta era exactamente la cuestión a decidir. En cambio, la Corte habría tenido que construir una regla o principio que determinara qué era relevante y qué no. Y al construir esa regla, no habría razonado por analogía, sino simplemente decidido cuál debía ser la regla, apoyándose en una política, un principio o algo más, como en cualquier otro caso24 • Una de las motivaciones principales para el desafío escéptico es la pre­ ocupación de que el tribunal del segundo caso suele pretender que la analogía preexiste a la regla que determina la relevancia, cuando en realidad es al revés . La regla determina la analogía; la analogía no determina la regla. Y pretender que la analogía es la que hace el trabajo - que la analogía, sin la regla, lleva a la solución- enmascara el hecho de que el segundo tribunal está escogiendo la regla que determina la relevancia. Para los escépticos, el problema es que el segundo tribunal toma una decisión pero actuando como si la solución fuera dictada por una semejanza profunda y natural . El impulso de los escépticos , entonces, es que mucho de lo que ·se elogia al razonamiento analógico en el derecho es una celebración insincera de lo que en realidad es un ejercicio muy creativo realizado por el segundo tribunal . Y aunque podría ser demasiado tar­ de para objetar la creatividad jurídica, tan extendida, no lo sería para reprochar el uso insincero del lenguaje de la analogía para evitar la admisión de lo que es en verdad el establecimiento de la relevancia, y disimular la elección creativa del segundo tribunal con el lenguaje de una compulsión aparente. Se ha respondido a los escépticos de muchas maneras . Pero, de un modo u otro, todas los acusan de predicar un reduccionismo psicologista. Se afir- 24 Véase EINSBERG, 1 988: 83 («El razonamiento por analogía es diferente del razonamiento a partir de precedentes y de principios solo en forma») . 112 FREDERICK SCHAUER ma que establecer una analogía no es solo otro proceso deductivo , una mera cuestión de aplicar una regla preexistente o aun una nueva. La capacidad de ir desde un particular a otro sin la existencia de una generalización que los una es una forma común de razonamiento humano, y no debería sorprender­ nos que existiera también en el derecho . Considérese el caso Adams v. New 25 Jersey Stemboat Company , un caso de Nueva York discutido con frecuen­ cia en la bibliografía sobre razonamiento analógico en el derecho 26 • En él, la cuestión fue la naturaleza de la responsabilidad del propietario de un barco de vapor con compartimentos para dormir, frente a un pasajero nocturno cuyo dinero fue sustraído cuando por -según él- negligencia de la empre­ sa, un ladrón ingresó en el compartimento del demandante. Lo que vuelve al caso interesante es que dos. cuerpos legales diferentes eran potencialmen­ te aplicables. Si se hubiera aplicado la ley referida a los compartimentos abiertos de los trenes , la empresa no hubiese sido responsable . Pero si la aplicable hubiera sido la ley referida a los posaderos , el demandante podría haber obtenido una remuneración . La cuestión era si una cabina cerrada para pasajeros de un barco de vapor era más semejante a un tren con vagón dormitorio o a un hotel. De hecho, el tribunal resolvió que debía aplicarse la ley de posaderos y no la de los trenes , pero los escépticos no ven a esto como un ejemplo de razonamiento analógico . Imaginan que el juez tenía en mente una regla - aun si permaneció en su mente y nunca se puso por escrito - que establecía la semejanza entre los compartimentos de un barco de vapor y las h abitaciones de un hotel . Frente a esto podría responderse que al decidir que el barco de vapor era más parecido a un hotel que al vagón dormitorio de un tren , el tribunal no imaginó primero cuál sería, basándose en políticas o principios , la mejor regla y luego determinó la semejanza sobre esa base. En cambio, se fij ó en las dos alternativas y, simplemente, «vio» más semejanza en una dirección que en la otra. En teoría esto podría reducirse a una regla, pero esa regla no existe de manera consciente en la mente de los jueces en el momento en el que identificaron la semejanza. Por eso, de hecho, para los jueces la identificación de semejanza sería una activi­ dad mental primaria. Y los no escépticos insisten en que los jueces hicieron algo que la gente hace todo el tiempo cuando toma decisiones en su ámbito profesional y fuera de él, como ya desde el propio título, deja claro uno de los libros principales sobre la analogía•. Mental Leaps27, En última instancia , el debate entre los escépticos y los tradicionalis­ tas , si podemos llamarlos así, se resolverá en parte con la asistencia de 25 26 45 NE. 369 (N.Y. 1 986). Véase WEINREIB, 2005. 27 HoLYOAK & THAGARD, 1 995. • N. del T.: Mental Leaps podría traducirse como «saltos mentales». _ EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS 1 13 los científicos cognitivista s , y no solamente por los abogados o los filó­ sofos . Es un debate acerca de cómo piensa la gente y, por eso, el debate es acerca de si la gente siempre comienza , con algo general y luego lo aplica a lo particular, como el desafío escéptico a veces parece sugerir, o si la gente suele comenzar con ideas o intuiciones más particulares y trata de explicarlas con posterioridad. Si mucho del razonamiento huma­ no involucra esta clase de salto intuitivo y no deliberado de lo particular a lo particular, es importante identificar a la analogía como la manera en la cual esta clase de pensamiento y razonamiento suele m anifestarse en la argumentación jurídica. Pero si lo que algunos ven como un s alto intuitivo de lo particular a lo particular está, e n realidad , mediado por la construcción de una generalización en algún nivel de conciencia, enton­ ces mucha de la celebración del razonamiento analógico en el derecho se revelaría como situado sobre un hielo psicológico muy fi no . Y esa posi­ ción no sólo será psicológicamente dudosa, sino que también represen­ taría otro capítulo más en la larga historia de los abogados y j ueces que niegan el grado de genuina creatividad y creación de leyes que colma el ámbito de la toma de decisiones jurídicas , al menos en las jurisdicciones del commoiJ law. Aun si el desafío escéptico fuese sólido después de un análisis final, no es 'un desafío frente al hecho del razonamiento por analogía en el derecho . Solo es un desafío frente a la afirmación de que el razonamiento por ana­ logía en el derecho es distinguible de otros . Finalmente , este debate, como muchos otros , podría no tener ganadores y perdedores claros . S in embar­ go , comprendiendo el debate podremos entender no solo la importancia central de una regla que determine la relevancia en el proceso analógico, sino también la importancia de saber cuándo esa regla es preexistente al establecimiento de la analogía y cuando , al menos a los ojos de los deci­ sores , no lo es . 4. LA ANALOGÍA Y LA VELOCIDAD DE LOS CAMBIOS EN EL DERECHO Más allá de las cuestiones de si el razonamiento analógico es diferente de la coacción de los precedentes , y de si las analogías son verdadera­ mente particulares o son otra cosa disfrazada , está la pregunta normativa acerca de si el razonamiento analógico , especialmente el realizado por los jueces , debe ser aceptado o evitado . En particular, a veces se sostiene que el razonamiento analógico es , por su naturaleza, incremental , por lo cual sería vehículo de un cambio lento en el derecho y no de uno veloz, que · avanzaría con pasos pequeños en lugar de con zancadas , y que provoca 1 14 FREDERICK SCHAUER modificaciones sin variar la mayor parte del derecho , aun el del tema es­ pecífico que aborda 28 • Este modo de cambio incremental suele describirse en términos de toma de decisiones caso por caso. Así se da a entender que el cambio debe ser realizado solo cuando se da un litigio concreto ante un tribunal que repre­ senta una oportunidad para ese cambio, y solo en la medida en que sea nece­ s ario para resolver el litigio de manera correcta. Y como el razonamiento por analogía exige que la decisión actual esté conectada de alguna manera con la o las anteriores, operar analógicamente es , necesariamente , una forma de proceder de manera gradual y, así, avanzar más lentamente. Por supuesto, no siempre es bueno avanzar con lentitud, pero la cuestión de cuándo es deseable hacerlo y cuándo no lo es, impmta al rango completo de teorías normativas: políticas , morales y jurídicas . Pero aun asumiendo que a veces es deseable que el derecho avance lentamente , todavía queda la cuestión de cómo se vincula el razonamiento analógico con esa meta. Como vimos en el apartado anterior, la pregunta sobre qué es la analogía no puede responderse estrictamente en términos lógicos , porque cualesquie­ ra dos cosas , eventos , actos o decisiones son similares en algunos aspectos y diferentes en otros . Y en la medida en que esto sea así, no existe razón a priori o lógica para creer que los saltos analógicos deban ser pequeños MacPherson v. Buick Motor Company podría considerarse análogo a cualquier caso contra y no grandes . En términos estrictamente lógicos, el caso la Buick Motor Company, a cualquier caso que tuviera que ver con automó­ viles o a cualquier caso que involucrara la venta de productos a consumido­ res . De igual modo, el caso Ra.ffle s v. Wíchelhaus 29 podría entenderse como fuente para cualquiera de un conjunto de analogías sobre barcos , algodón o errores de cualquier tipo . Y el caso Rylands v. Fletcher30 podría ser análogo a cualquier caso que involucrara al agua, a una inundación, a la tierra o a condiciones peligrosas . En la práctica, por supuesto , esto simplemente no es así. Considerar al caso MacPherson como análogo o como la plataforma para una decisión que sostenga que todos los fabricantes de productos de consumo son respon­ sables objetivamente por todos los daños causados a todos los consumidores de esos productos , nos parece directamente implausible. Y eso sería así aun si pudiéramos construir una analogía en la cual el pasaje de la solución del caso MacPherson a la responsabilidad objetiva, lisa y llana, de todos los fabricantes de productos de consumo fuera tan lógicamente impecable como 28 29 30 Véase, e.g., SuNSTEIN, 1 999; 1996. 2 H. & C. 907, 1 59 Eng. Rep. 375 (Ex. 1864). L.R. 1 Exch. 265 (1 866). EL USO Y EL ABUSO DE LAS ANALOGÍAS el pasaje del caso MacPherson a un caso del tipo de Donoghue 1 15 v. Steven­ son. Las analogías de hecho persuasivas -y las analogías , usualmente , se construyen para persuadir- nos impactan como algo más profu ndamente conectado , como si estuviésemos tratando con cosas profundamente sil;ni­ lares . Si eso es así por la manera en la cual la gente piensa, o simplemente por el modo en el cual las partes del mundo han sido construidas , es una cuestión más psicológica que filosófica. Pero , al menos , es posible que pen­ sar de manera analógica sea pensar de un modo que se apoya en lo que percibimos como una semejanza preexistente . En la medida en que esto sea así, proceder analógicamente podría terminar siendo un enfoque del cambio del derecho más gradual y deliberado que algunas de sus alternativas . Ahora bien, parece importante tener en cuenta que es posible que esto sea mucho más una cuestión de patrones de pensamiento , que podrían ser distintos, que una cuestión de estricta necesidad lógica. ¡1 CAPÍTULO VI LA IDEA DE COMMON LAW l. ALGO DE HISTORIA Y UNA COMPARACIÓN Una concepción popular imagina que el derecho es una colección de reglas escritas en un reglamento maestro . Esta imagen lleva a la confusión de muchas maneras , especialmente en que la idea del derecho como un reglamento es particularmente poco apta para dar cuenta del sistema jurídico típico del com­ mon law. Estos sistemas , todos los cuales deben sus orígenes a la Inglaterra de la Edad Media, ahora incluyen a los de Gran Bretaña, los Estados Unidos de Norteamérica, Nueva Zelanda, Canadá (con la excepción del sistema jurídico provincial de la Provincia de Quebec) , Irlanda, Ghana, Malasia, las Bermudas y la mayor parte de los países que durante períodos cruciales de su historia estuvieron de algún modo bajo el régimen colonial inglés . Estos sistemas con­ forman la familia del common law, familia que tiene como ancestro común el derecho de Inglaterra desde la época de la Carta Magna en adelante 1 • Se trata, también , de una familia cuyos métodos y estructura, como veremos , difieren de todas las demás familias jurídicas. Cuando la gep.te habla del common law, law, se refieren al enfoque general de los sistemas jurídicos en esos países , y busca distinguir el enfoque del common law del conocido como civil law, que existe en los países que derivan de la tradición o de un sistema de common jurídica del derecho romano y el Código de Napoleón francés , así como del derecho islámico, el chino, el socialista y otros sistemas jurídicos . 1 Los trabajos principales sobre los orígenes históricos del common law incluyen BAKER, 2002; MILSOM, 2003; 198 1 ; PLUCKNETT, 1956; PosTEMA, 2003 . FREDERICK SCHAUER 118 La característica principal del common law en su forma más pura - el arquetipo, no la realidad- es la ausencia de un código maestro de leyes. Los países del conunon law han heredado de Inglaterra un sistema jurídico en el cual las reglas escritas son menos importantes para la imagen popular tradicional del derecho , y en el cual el derecho creado por los jueces - un derecho creado en el proceso de la decisión de las disputas particulares ­ ocupa el escenario principal . En el common law puro, que exisie más como caricatura que como una representación de algún sistema jurídico real , se espera que los jueces resuelvan las disputas particulares , y que lo hagan sin referirse a leyes o a otra forma de regla jurídica. Los jueces toman sus decisiones sobre la base de su propio sentido de la justicia, razonabilidad, costumbre y buenas políticas , y luego ofrecen razones para sus decisiones. En virtud de la operación de un sistema de precedentes y de registros, los tribunales futuros aprenden lo que sus antecesores han hecho, y las ramas del derecho se desarrollan a través del tiempo sin que existan códigos, leyes o reglamentos . El derecho es creado por los jueces . Así, cuando la gente se refiere a la creación legal caso por caso , está hablando en gran medida del método · central del common law, mediante el cual el derecho es creado de manera gradual en el proceso de resolución de litigios particulares y en el cual podría no haber nunca una formulación clara y canónica de una regla jurídica específica. Por consiguiente, hablar de una regla del common law es referirse a una regla extraída de una colección de votos de jueces . Como observó Oliver Wendell HoLMES , «El mérito del common law es. que primero resuelve el caso y luego determina el principio» 2• Las reglas del common law no solo son creadas en el proceso de la derrotables3• Esto es, que toda regla del common law es tentativa , continuamente abier­ resolución de los casos específicos, sino que también son ta a ser derrotada en un caso particular, o sujeta a modificaciones en la medida en que surjan nuevas situaciones . Es característico del método del common law que los jueces tengan el poder para cambiar las reglas en el propio acto de aplicarlas , típicamente en una situación hasta allí desco­ nocida en la cual la regla existente daría lugar a una solución deficiente. Así, H. L. A. HART sostuvo que una regla que termina con una cláusula «a menos que» sigue siendo una regla\ e insistió en que una característica importante del common law es que la lista de «a menos que» posibles nun­ ca puede determinarse con anticipación . El juez PosNER expresó la misma 2 HoLMES, 1 870. Véase HARr, 1994: 1 36. Para una explicación más profunda, véanse BAKER, 1977: 26; CHAPMAN, 1 998. Con respecto a la posición que sostiene que la derrotabilidad es una característica importante del common law pero no, contra HART, del derecho mismo o necesariamente de las reglas jurídicas, véase ScHAUER, 1998b. 4 HART, 1 994: 1 10. 3 LA IDEA DE COMMON LAW 119 idea al argumentar que las reglas jurídicas están siempre y necesariamente sujetas a «excepciones ad hoc» 5 . El modo e n el cual las reglas del common law son continuamente re­ visablt<s posibilita que los jueces moldeen y reformulen las reglas frente a la realidad cambiante y ajusten las reglas para mejorarlas en cuanto las si­ tuaciones nuevas presentan oportunidades para un refinamiento continuo 6 • El common law «se purifica a sí mismo» , dijo Lord MAINSFELD 7 , en una frase que luego hizo famos a el jurista n orteamericano Lon FULLER 8• Estas palabras sirven para c aptar la creencia de que el common law, al. ser fluido y siempre mejorable en las manos de los juece s , alcanza gradualmente una perfección en la cual las reglas c asi nunca dan lugar a soluciones subóptimas . Esta imagen del common law no tiene instanciaciones en el mundo real . common law inglés, las leyes con formu­ Aun en los días más lejanos del laciones verbales fij as han jugado un rol importante. Y en nuestros días , los países desarrollados del common law se apoyan cada vez más en leyes precisas, detalladas , complejas y, con frecuencia, muy largas . Aun el análisis más breve de leyes como la Enmienda de de Sociedades de 1 990 al Clean Air Act y la Ley 1 933, por ejemplo , o aun la mirada más superficial sobre el Código Procesal Federal, determinarán , sin lugar a dudas , que la ima­ gen de que los jueces crean el derecho desde la nada, aun si esta fuese una descripción correcta de un sistema jurídico del common law, difícilmente common represente al derecho en los países desarrollados y modernos del law . Más aún, incluso sin hablar de las leyes y reglamentos , como las teorías common law persisten a través del tiempo , se atrincheran y osifican cada del vez más. Sus contornos se vuelven más conocidos y sustancialmente menos maleables . Esta cristalización de las teorías del common law las convierte en más fácilmente cognoscibles, sin duda, pero también en menos capaces para lidiar con las exigencias inesperadas de los casos particulares. Aunque la imagen de un sistema del common law completamente crea­ do por los jueces es una caricatura, captura características importantes de la resolución de conflictos en los países del efecto, una figura central en el common common law. El juez es , en law, y las decisiones judiciales , por virtud de un sistema de precedentes , son la piedra de toque común para los 5 PosNER, 1 988: 834Véase EISENBERG, 1988. 7 «[E]l common law, que se purifica a sí mismo mediante las reglas extraídas de la fuente de la justicia, es por esta razón superior a un acto del Parlamento». Omychund v. Barker, 26 Eng. Rep. 15, 23 (Ch. 1744) Uuez Lord Mansfield). 8 <<El common law se purifica a sí mismo y se adapta a las necesidades de cada día>>. FULLER, 6 1 940: 140. FREDERICK SCHAUER 120 conunon law. Aun al interpretar leyes detalladas, common law habitualmente persiste, y las interpre­ argumentos jurídicos del la estructura mental del taciones judiciales de las leyes se vuelven tan importantes como las leyes mismas 9 • En efecto , el espíritu del common law es en gran parte el espíritu de un crecimiento gradual centrado en los juece s , en el cual la necesidad de resolver litigios concretos va conformando el desarrollo , gradual y basado en la experiencia, del derecho La caricatura del 1 0• common law como enteramente formado por leyes creadas por los jueces contrasta, con pl,"ovecho, con la caricatura estándar del derecho continental , la familia jurídica que existe en Europa continental , América del Sur y Central y los países cuyos sistemas jurídicos se forma­ ron mientras eran colonias o estaban controlados o influidos por Francia, España, Portugal , Holanda y, más raramente, Alemania e Italia. De acuerdo con esta caricatura, todo el derecho está contenido en una o una série de li­ bros canónicos de reglas , típicamente llamados códigos. Los códigos de los países del derecho continental tienen su origen , vagamente, en el derecho romano y el Código de Justiniano y, con mayor frecuencia y menor vague­ dad, en el Código de Napoleón, impuesto en gran parte de Europa durante la dominación napoleónica, a finales del siglo XIX. Así como la ubicación geográfica del common law se explica mediante los patrones de la domina­ ción colonial inglesa, la ubicación del derecho continental, sea en Quebec , Argentina , Brasil o Indonesia 11 , es primariamente una función. del éxito de las armadas francesa, española, portuguesa y holandesa. La imagen estándar del derecho continental es una en la cual el derecho solo es creado por los parlamentos , y no por los jueces, y en la cual el código es una regulación completa con consistencia interna, de virtualmente toda la actividad humana. Aunque los jueces del derecho continental tienen su papel en la interpretación del código en los casos difíciles , constantemente buscan guiarse en los propios códigos, tratando a las decisiones anteriores de otros jueces , en el mejor de los casos, como ejemplos levemente iluminadores de cómo otros han lidiado con los mismos problemas. Así, en estos sistemas los precedentes son una idea mucho menos importante, pues la mayor parte del 9 10 Véase CALABRESI, 1 982. Existe una bibliografia importante, primero desde una perspectiva económica, en la me­ dida en que la evolución del commmon law tiende sistemáticamente hacia el desarrollo y en la medida en que factores tales como el efecto de selección (véase apartado 2 del capítulo II) y otras common law de una u otra manera. Entre las contribuciones más destacables, algunas apoyando una posición acerca de la· formas de incentivos para Jos litigantes distorsiona la evolución del common law y otros enfrentándola, están EPSTEIN, 1 982; 1980; HADFIELD, 1992; HEINER, 1986; HovENCAMP, 1985; LANDES Y PosNER , 1979; PRIEST, 1977; RoE, 1996; RUBIN, 1 982; 1977; WHITMAN, 2000. eficiencia general del método del 1 1 Y aun en gran medida en la ley estatal de Louisiana, debido a sus orígenes franceses. LA IDEA DE COMMON LA W 121 derecho no se encuentra en un conjunto casual de votos de jueces sino en códigos detallados , completos e internamente �oherentes 1 2• Corno la imagen estándar del common law, esta imagen del derecho con­ tinentaJ es mucho más caricatura que realidad. Los países con sistemas de derecho continental reconocen que un código que determina previamente las soluciones para todas las transacciones es un «noble sueño» 13, que no existe en ninguna parte en la vida real. En los países con sistemas de derecho con­ tinental , los jueces (así como los autores académicos influyentes y que gozan de autoridad) tienen un poder considerablemente mayor, así como una mayor discrecionalidad, los precedentes son una idea más ampliamente aceptada y la creencia en que los jueces tienen la función no solo de interpretar el dere­ cho sino también de crearlo se está generalizando . En efecto, los comparati­ vistas refinados suelen hablar acerca del fenómeno de la convergencia, según el cual elementos del common law, como los precedentes, están creciendo en los países de derecho continental así como elementos del derecho continental - especialmente, el uso de leyes detalladas - se están masificando en países del common law 14• Aunque la convergencia entre el common law y el derecho continental todavía carece de congruencia, la afirmación típica en torno a la convergenciá insiste en que estamos acercándonos a un punto en el cual las semejanzas entre los sistemas del common law y del derecho continental son más importantes que las diferencias , y en el cual las diferencias entre siste­ mas jurídicos y familias jurídicas son mucho más probablemente una función del desarrollo y las necesidades políticas y económicas modernas que del país que resultó ser colonizador varios siglos atrás . Aunque la convergencia es la posición sofisticada en nuestros días-, sería bueno que no lo fuera demasiado. En cuanto al estilo, el tono, la actitud e inclusive, en alguna medida, su estructura formal, los sistemas del common law difieren de manera genuina de los del derecho continental . Los jueces siguen siendo figuras jurídicas sustancialmente más centrales en los países del common law que en sus contrapartes del derecho continental , y tratar el código en lugar del caso corno la piedra de toque para la argumentación jurídica sigue siendo la característica principal de la conciencia del derecho continental . Aunque existe mucha superposición Y1 una convergencia consi­ derable entre el common law y el derecho continental , todavía hay más que una pizca de realidad en la observación de que el derecho continental está sustancialmente centrado en los códigos mientras que el common law sigue estando sustancialmente centrado en los jueces. 12 Para introducciones más minuciosas al derecho continental , véanse APPLE Y DEYLING , 1 997; GLENN, 2007; VoN MEHREN Y GoRDLEY, 1977; MERRYMAN Y PÉREZ-PERDOMO, 2007. tl Véase HART, 1977 . 14 E.g., MERRYMAN , 1 969: 24-25 ; PtSTOR, 2002. 1 22 2. FREDERICK SCHAUER SOBRE L A NATURALEZA DEL COMMON LA W Ante este contraste básico entre el common law y el derecho continental , y con algo de historia como guía, es momento de examinar más profun­ damente las características fundamentales del razonamiento en el common law. La más importante de estas ideas es la naturaleza de la creación del derecho en el common law, centrada en los jueces y en los casos. El libro de casos típico de los Estados Unidos es tan familiar que hace que la impor­ tancia de los votos de los jueces parezca natural y obvia, pero vale la pena detenerse en el hecho de que los estudiantes de derecho nmteamericanos ini­ cialmente son expuestos a lo que es el derecho a través del uso de libros que contienen conjuntos de decisiones judiciales . En efecto, aunque los libros de casos modernos contengan provisiones legales y reglamentarias numerosas, así como preguntas, comentarios , extractos de libros y artículos y, a veces, aun dibujos y fotografías, es impmtante tener en mente que el libro de casos tradicional es justamente eso: un conjunto de casos o, con más precisión, un conjunto de votos de jueces . En el libro de casos tradicional, lo que viene después de un caso no es una serie de preguntas o problemas o comenta­ rios, sino el caso siguiente, y luego el siguiente, y el siguiente después de él. Tradicionalmente, y aún ahora en gran medida, los estudiantes esperan aprender derecho leyendo votos de jueces. Aunque el voto de los jueces ocupe el escenario central en el conunon law, no debemos olvidar que los votos en las apelaciones no son más que la instancia final de un proceso que se inicia con un litigio pru.ticular. Sea a través de la experiencia sorprendente de la señora Donoghue en el café 1 5 , el desafortunado accidente de tránsito del señor MacPherson 1 6 , la confusión que surgió a partir de la coincidencia de que existieran dos barcos en el puerto de Liverpool llamados Peerless 17 , la extraña serie de sucesos que causaron un daño a la señora Palsgraf1 8 o la crecida en la .propiedad del señor Ryland 19, es central para entender el common law que reconozcamos la medida en la cual el derecho es creado, desarrollado y cambiado en el contexto de litigios particulares entre individuos particulares. Durante generaciones, el comnwn law ha estado vinculado a la posición que sostiene que crear reglas jurídicas en el llamado crisol de la experiencia es una buena manera de crear y desarrollar el derecho. Naturalm�nte, en 15 16 17 18 19 Donoghue v. Stevenson, [1932] A.C. 562. MacPherson v. Buick Motor Company, 1 1 1 N.E. 1050 (N.Y. 1916). Ra!ftes v. Wichelhaus, 2 H. & C. 906 , Eng. Rep. 375 (Ex. 1 864). Palsgrafv Long lsland Railroad Co., 162 N.E. 99 (N.Y. 1928). Rylands v. Fletcher, 2 L.R. 3 H.L. 330 ( 1 868). LA IDEA DE COMMON LAW 123 tiempos antiguos una referencia así de casual acerca de que los jueces del common law «crean» derecho habría dado lugar a una objeción vehemente. Se decía que los jueces del common law no creaban derecho, sino que lo «hallaban» , y usaban casos concretos para hallar el derecho preexistente, cuya preexistencia estaba en la razón humana, la ley natural derivada de Dios o alguna otra cosa tan misteriosa como esas . Cuando HoLMES se refirió burlonamente al common law como una «omnipresencia amenazante en el cielo»20, el blanco de su sorna era la idea tradicional sobre el common law de que los jueces usaban los litigios particulares no para crear derecho sino para encontrar un derecho prefijado que siempre había estado allí. Aun en los primeros años del common law, muchos jueces y académicos tenían una visión mucho más realista a su respecto. Reconocían que el de­ recho era creado y no descubierto por los jueces , pero creían que acomodar el derecho en el contexto de las decisiones de los litigios particulares seguía siendo , con mucho, la mejor manera de crear derecho . A diferencia del dere­ cho continental, que se apoyaba en especulaciones abstractas acerca de los actos, eventos y controversias a las cuales el derecho habría de aplicarse, el common law creaba derecho solo, o al menos principalmente, teniendo a la vista litigios 'reales entre personas reales , y luego decidiendo cómo debían • resolverse esas disputas. La razón artificial que postuló CoKE21 ayudaría a los jueces a resolver esos litigios , y a través del tiempo las decisiones serían cada vez más guiadas por las decisiones anteriores y el concepto de prece­ dente, pero la idea central seguiría siendo que los jueces crean el derecho sobre la base de controversias concretas . No está del todo claro si las presuposiciones psicológicas de la creación del derecho en el common law son completamente fundadas. Permitir que los litigantes de una disputa particular argumenten sobre su controversia po­ dría bien ser la mejor manera de resolver esa disputa, pero si vamos a enten­ der al método del common law como basado en parte en la premisa de que fijarse en una controversia particular y concreta es una manera confiable de crear el derecho que afectará a casos futuros diferentes, en este método está implícita la creencia en que el caso ante el tribunal puede ser representativo de los casos de ese tipo. Por lo tanto, cuando el tr,ibunal que resuelve llega a la mejor solución para ese caso particular, en el proceso ha encontrado la mejor solución para el tipo de caso ejemplificado por el caso particular. O eso es lo que parece creer el common law. Sin embargo, lo que el common law parece creer puede no ser realmente así. En los últimos años , los psicólogos han estudiado lo que a veces se lla20 21 Southern Paci.fic Co . v. Jense11, 244 U.S. 205: 222 ( 1917) (juez HoLMES, en voto particular). Véase capítulo 1, supra. 124 FREDERICK S CHAUER ma heurística de la disponibilidad, de acuerdo con la cual la gente común­ mente toma lo más visible, aparente o próximo a ella como representativo de un rango más amplio de eventos , y lo hace aun cuando el ejemplo más disponible no es , en realidad, especialmente representativo22• Por ejemplo, si hubiese habido un huracán la semana pasada, la gente tendería a pensar que la ocurrencia de huracanes es más probable de lo que realmente es, y si alguien conoce a un neurocirujano en una fiesta, podría pensar que hay más neurocirujanos en el mundo , o en la población de los médicos , de lo que es realmente el caso. Si la heurística de la disponibilidad es un problema genuino , y en con­ secuencia la gente toma, en general , los eventos próximos como inealmente representativos, es al menos posible que un juez que ve ante él todos los detalles de un litigio real entre gente real no esté en una posición ideal para crear el derecho que regirá una categoría más amplia de litigios. El propio proceso de atender y tener que decidir un litigio concreto podría conducir al juez a sobrestimar la representatividad de este litigio respecto del conjunto de litigios de este tipo; pensar que otros casos dentro de una categoría más amplia son como este cuando de hecho no lo son . En la medida en que un juez que crea derecho está creando derecho para la categoría de casos a la cual el caso ante él pertenece, tomar como punto de partida un litigio vívido en un caso concreto podría producir unas circunstancias menos ideales para crear derecho que lo que algunos defensores del método del common law parecen creer23 . · Así, aun si esta precaución acerca de la falta de representatividad del litigio particular merece ser tenida en mente, no debería distraernos dema­ siado del reconocimiento de la idea básica del conunon law como un sistema en el cual el derecho es creado, desarrollado y cambiado en el contexto de controversias realmente litigadas . Ni deberíamos ignorar la que bien podría ser la respuesta del common law a la objeción de la falta de representativi­ dad. Se dice24 que el common law opera caso por caso, y por eso posee la �apacidad para ver no sólo el primer caso sobre cierto tema sino todos los casos subsiguientes . Si la primera decisión era conecta para los litigantes en esa disputa, pero se apoyaba en razones o en un voto que podría dar lugar a una solución menos deseable en un caso posterior, el tribunal del caso posterior puede realizar los cambios necesarios. Cuando Lord MANSFIELD presentó la metáfora del common law «purificándose a sí mismo» , a la vez estaba defendiendo la perspectiva que adopta el common law y ofeciendo 22 La idea original está en TVERSKY y KAHNEMAN, 1974: 1 127. Véanse también PLOUS , 1 993: 125-126; 178- 1 80; REYES, THoMPSON Y BoWER, 1 980. 23 Para una versión más extensa de este punto, véase ScHAUER, 2006b. 24 Véase SUNSTEIN, 2000. LA IDEA DE COMMON LAW 1 25 una comprensión realista del hecho de que el common law no necesaria­ mente da en el blanco la primera (o aun la segunda, o la tercera) vez. Pero MANSFIELD pensaba que el common law es autocorrector. Aunque en la épo­ ca de MANSFIELD no existían las cámaras de fotos , la mejor analogía podría trazarse con la actividad de enfocar. Cuando el fotógrafo mira a través del visor y ve una imagen borrosa, fuera de foco, mueve el control del foco en una dirección y, por lo general, se pasa. Entonces vuelve hacia atrás , una y otra vez, continuamente hacia una y otra dirección, cada vez acortando la distancia entre donde ha enfocado y el punto más o menos perfecto de foco . Lord MANSFIELD y sus herederos creían, de manera parecida, que el common law corrige sus errores de manera continua, sustituyendo progresivamente pequeños errores por otros más grandes en el camino hacia la perfección y, así, se purifica a sí mismo . i 1 3. ¿CÓMO CAMBIA EL COMMON LAW? La imagen clásica del common law no es solo aquella en la cual contie­ ne entre sus métodos la capacidad de corregir sus propios errores previos . También es aquella e n la cual es lo suficientemente flexible como para adaptarse a las condiciones sociales cambiantes . El voto del juez CARoozo en MacPherson v. Buick Motor Company es un ícono del common law norteamericano en parte porque en el momento en el cual se desarrolló la teoría del vínculo contractual , mucho antes del caso MacPherson, no había ni muchos automóviles ni muchas transacciones de consumo a gran escala. Pero , se sostiene, aunque la teoría del vínculo contractual surgió en un momento económica, tecnológica y culturalmente distinto , ni la inven­ ción del automóvil ni los cambios sustanciales en el modo en el cual los consumidores compraban lo que necesitaban excedieron la capacidad de adaptación del common law. Se dice que el juez CARoozo reconoció esto , y que por eso el caso MacPherson ejemplifica la capacidad del common law para evolucionar como respuesta a las circunstancias cambiantes . El caso Henningsen v. Bloomfield Motors, Inc . 25 hizo) o propio con respecto a los cambios económicos en la relación entre el consumidor y el vendedor. El desarrollo de la responsabilidad objetiva lo hizo con respecto a los pro­ ductos peligrosos 26 • Las teorías del goce pacífico, el desalojo presupuesto y la garantía implícita lo hicieron con el surgimiento de la era moderna y 25 161 A.2d 69 (N .J . 1 960). Véase también Williams v. Walker Thomas Furinture Co., 350 F2d 445 (D.C. Cir. 1 965). 26 Véase, e.g., West v. Caterpillar Tractor Co., 336 So. 2D 80 (Fla. 1976); Sovada v. White Motor Co., 210 N.E.2d 1 82 (Ill. 1965); Restatement (Second) ojTorts §402A (1965). 126 FREDERICK SCHAUER las nuevas sensibilidades acerca de las relaciones entre el propietario y el arrendatario de un predio27 • Los defensores del common law sostienen que en todas esas instancias , y en muchísimas otras , su belleza y majestad se aloja principalmente en su capacidad para cambiar como respuesta a un mundo cambiante. Pero ¿cómo hace eso el common law?28• El vehículo principal para el cambio del common law es su capacidad para modificar sus reglas cuando están siendo aplicadas. Antes del caso Henningsen v. Bloomjield Motors, la regla aplicable en Nueva Jersey, corno en todos lados, era que las partes estaban sujetas a los términos de sus acuerdos escritos, excepto en casos de fraude o incapacidad contractual. Esto es en alguna medida una simplifica­ ción, pero capta la idea general de que antes del caso Henningsen existía una regla jurídica básica e indiscutida, y el aspirante a abogado que no la conociera podría esperar problemas para aprobar el examen de colegiación en Nueva Jersey. A diferencia de muchos otros casos que han contribuido al desarrollo de áreas particulares del derecho, o en las cuales el derecho era vago o ambiguo, o en donde se oponían dos reglas jurídicas igualmen­ te aplicables . Había una regla, y era bastante clara para la mayoría de las situaciones29• Y lo que es más importante, la regla era clara con respecto a la solución que indicaba para el litigio en cuestión: el señor Henningsen ha­ bía firmado una exención de responsabilidad, y como lo había hecho, debía cumplir con sus términos . Obviamente, esto no es lo que resultó finalmente. Cuando el caso llegó a la Corte Suprema de Nueva Jersey, el alto tribunal concluyó en que la apli­ cación de la regla existente a esos hechos sería injusta, por lo que cambió la regla en el mero proceso de aplicarla. Aunque la regla preexistente habría negado a Henningsen su derecho a recobrar el predio, la regla modificada en el propio caso contenía una excepción para contrato s de consumo abusivos impuestos a los consumidores bajo circunstancias de negociación inequita­ tivas, por lo que Henningsen se impuso bajo la nueva regla creada por - y en- su caso, aun cuando no habría ganado el juicio bajo el derecho exis­ tente antes del caso. Se puede contar una historia parecida acerca de la mayoría de los otros ejemplos notorios de cambios en el common law. La regla que existía en 27 Véase, e.g., Javins v. First National realty Corp., 428 F.2d 1 07 1 (D.C. Cir. 1970); Park West Management Corp. v. Mitchell, 391 N .E.2d 1 288 (N.Y. 1979); Johnson v. Pemberton, 97 N Y Supp. 2D 153 (Bronx Mun. Ct. 1 950). 28 Para apreciar las perspectivas económicas sobre los incentivos y la dinámica de los cam­ bios del common law, véanse los aportes citados en la nota 9, supra. 29 Como la Corte Suprema de Nueva Jersey reconoció con claridad, citando el caso Fivey v. Pe1msylvania RR., 52 A. 472 (NJ. 1902), con respecto a la propuesta. . . LA IDEA DE COMMON LAW 127 Nueva York antes del caso MacPherson habría llevado a rechazar la respon­ sabilidad sobre la base de la falta de vínculo contractual entre MacPherson y la Buick Motor Company. La regla que regía.' la herencia en Nueva York antes del caso Riggs v. Palmer30 habría permitido , probablemente, a los be­ neficiarios heredar aun si hubieran asesinado al testador. Como estos y otros casos demuestran, es característico del cambio del common law que las re­ glas sean cambiadas en el mero proceso de su aplicación. El que las reglas del common law a veces cambien cuando son apli­ cadas , da lugar a un cúmulo de consecuencias curiosas . Una es el pro­ blema de la retroactividad. Es que no solo la regla se cambia en un caso particular, sino que las reglas cambiadas son aplicadas a las partes en ese mismo caso, aun si hubieran planeado sus actividades basándose en la regla anterior. La Buick Motor Company presuntamente había confiado en la ausencia de responsabilidad respecto de los consumidores de varias maneras, quizás incluyendo la redacción de exenciones de responsabilidad y decidiendo cuántos recursos reservar para afrontar la responsabilidad fu­ tura o qué tipo de seguro contratar y por qué monto . Pero luego la Cámara de Apelaciones de Nueva York no solo cambió la regla, sino que la cambió con retroactividad . Buick resultó responsable no solo frente a los compra� dores de sus automóviles a través de sus concesionarios en lo futuro, sino también frente al señor MacPherson en ese momento , aun cuando la nueva regla, por supuesto , no existía cuando MacPherson compró su automóvil Buick. ¿Cómo puede ser justo algo así? Es precisamente esta característica del cambio del common law la que ha llevado al filósofo del derecho Ronald DwoRKIN a insistir en que casos como MacPherson, Riggs y Henningsen no son en realidad casos de cam­ bio31 . Él sostiene que sí, que existía algo que parecía una regla jurídica cuan-:­ do los casos surgieron, pero también existían principios más amplios, como el principio, expresado ya en el siglo xrx, de que nadie puede beneficiarse de su acto ilícito . Así, cuando en el caso Riggs v. Palmer la Cámara de Apela­ ciones de Nueva York resolvió en contra de Elmer P �lmer, el nieto que había asesinado a su abuelo para heredado de acuerdo con su testamento, lo hizo sobre la base del principio «nadie debe beneficiarse de su acto ilícito» , una característica del caso que lleva a DwoRKIN a concluir en que el derecho no cambió en absoluto . DwoRKIN insiste en que el principio todo el tiempo era parte del derecho, y que lo que parecía un cambio en el derecho era, en ver� dad, un ejemplo de un tribunal que excavó más profundo para desenterrar una respuesta correcta preexistente, y no creó una nueva. 30 31 22 N.E. 188 (N.Y. 1 889). DwoRKlN, 1 977; véase también DWORKIN, 1986. ' 1! 1·1 1 128 FREDERICK SCHAUER Las afirmaciones de DwoRKIN han sido · objeto de un debate extenso y valioso32, pero las controversias jurídicas no nos interesan demasiado aquí. Para nuestro fin , lo impmtante es solo destacar la cuestión compleja de la retroactividad. Porque cuando el common law cambia sus reglas sobre la base de principios más amplios, como en el caso Riggs� o aun cuando cam­ bia sobre la base del entendimiento por parte del tribunal de las condiciones sociales variables , como podría sostenerse que sucedió en casos como Hen­ ningsen, es una característica notable del common law que los tribunales a veces percibirán , en el contexto de un caso particular, que la regla pre­ existente necesita un cambio a gran escala o una modificación a pequeña escala. Y cuando un tribunal del common law considera que es necesario un cambio, el cambio que realiza se aplica no solo para lo futuro, sino en el mismo caso. DwoRKIN entiende que en el caso Riggs no se produce ningún cambio , pero s u conclusión habría sido sorprendente para Elmer Palmer, quien en teoría pudo haber planeado sus actividades bajo la ley que, razonable­ mente, consideraba vigente, solo para ver que la Cámara de Apelaciones de Nueva York le quitaba el suelo bajo sus pies . Y aun si es difícil tener mucha simpatía por Elmer, sería más fácil simpatizar cuando el cambio en el derecho se apoya en la posición del tribunal de que una regla ha de ser cambiada simplemente porque un cambio en el mundo ha tornado obso­ letas a las políticas que dan apoyo y obligatorias a las que apoyan a una regla nueva. Por ejemplo, una gran parte de lo que hizo la Corte Suprema de Nueva Jersey en el caso Henningsen se basó en la determinación de ese tribunal sobre que la naturaleza económica de las relaciones de consumo había variado de manera drástica y que esa variación en las condiciones sociales y económicas hacía necesario un cambio en las reglas que regían las cláusulas de exención de responsabilidad. Del mismo modo, podemos imaginar que un tribunal considere que la determinación de si un camarote de un barco de vapor debe regirse por las leyes que regula� a los vagones dormitorio de los trenes o por aquellas , más favorables para los inquilinos , que se refieren a los posaderos , podrfa variar con el tiempo , en la medida en que los viajes nocturnos en barco de vapor fuesen más comunes y más necesarios 33 • En las explicaciones tradicionales del common law, esos ejemplos de cambios basados en políticas suelen ocultarse bajo el lenguaje rni �terioso n Para una respuesta importante a DwoRKIN sobre la cuestión de la retroactividad, véase KREss, 1984; Sobre su postura sobre <<la única respuesta correcta» , algunas de las mejores y más tempranas respuestas están en CoHEN, 1984 y en ALEXANDER y BAYLES , 1980. 33 Véase Adams v . New Jersey Steamboat Co., 45 N.E. 369 (N.Y. 1 896), discutido en el capítulo V. LA IDEA DE COMMON LAW 1 29 de la razón, y otras veces bajo la idea también misteriosa de la costumbre34• Siempre se ha creído que el common law se basa en la costumbre. Pero ¿qué es la «costumbre»? ¿La costumbre de quiénes· es la referida? Rara vez está claro si la costumbre es el propio common law - derecho consuetudinario frente a derecho legislado- , si el common law concibe su tarea como una que, en parte, refleja las costumbres cambiantes de la sociedad de la cual forma parte, o si la costumbre que encarna el common law es una costumbre jurídica creada por los jueces, frente a la costumbre de la sociedad en su con­ junto . Pero más allá de si se trata de costumbre o de razón, y de quién es el titular de esa costumbre que compone el derecho consuetudinario , es difícil negar que una característica central del common law es que sus tribunales se fijarán en la sociedad a la que pertenecen, y no solo en los casos pre­ vios , para decidir cuándo es necesario cambiar la que, en apariencia, es una regla existente . En efecto, este proceso adaptativo y gradual se toma mu­ chas veces como la belleza característica del common law '· porque contiene dentro de su metodología típica los dispositivos necesarios para cambiar como respuesta a los problemas y desafíos que le presentan los problemas particulares que surgen en los casos particulares . Es este mismo proceso el que le permite al common law cambiar, y el que llevó al Lord MANSFIELD y a sus herederos a creer en que el common law se purifica a sí mismo. Que el cambio en el common law esté sistemáticamente mejorándolo y refinándolo en lugar de empeorándolo y degenerándolo, o que sea simplemente casual, es una visión naturalmente optimista, pero se trata de un optimismo que ha impregnado al common law desde su comienzo. 4. ¿ES DERECHO EL COMMON LAW? Jeremy BENTHAM, el crítico del common law más famoso de la historia , afirmó, como e s sabido, que e l common law e s un «derecho para perros>> . Cuando su perro hace algo que usted no desea que repita, usted espera a que lo haga y luego le pega por eso. Este es el modo en el cual crea derecho para su perro; y este es el modo en el cual los j ueces crean derecho para usted y para mí35• Como era su estilo, BENTHAM exageró un poco. Su idea básica era, simplemente , que de acuerdo con la visión característica del common law , 34 Un conjunto de ensayos muy útiles sobre el rol de la razón y la costumbre en la toma de decisiones en el common law, puede hallarse en PERREAU-SAUSSINE y MuRPHY, 2007 . 35 B ENTHAM, 1 823: 235 . 130 FREDERICK SCHAUER . existían muy pocas reglas conocidas con anterioridad, por lo que el com­ mon law estaba obligado a aplicar castigos (y atribuir responsabilidad) solo después de los hechos , y a personas que podrían no haber sabido de antemano qué se esperaba que hicieran o no hicieran. Pero como hemos visto, el common law tiene reglas y, por eso, parece más que un poco extre­ mo entenderlo como la empresa completamente anómica y esencialmente arbitraria que caricaturizó BENTHAM. Sin embargo, hay algo de verdad en el temor de BENTHAM , y vale la pena ocuparnos de su preocupación con más profundidad. Hemos visto que las reglas del common law - hay reglas en el common law, a pesar del recelo de BENTHAM- son susceptibles de ser cambiadas en el proceso de su aplicación. Entonces, en su forma más simple , el common law parece resistente a soluciones incorrectas . Sí una regla preexistente del common law aparenta dar lugar a una solución incorrecta en un caso par­ ticular, ha de ser porque la regla preexistente no es todavía tan «pura» como podría y debería ser y, por ende, espera ser modificada. Y el ímpetu para esta modificación será el que un tribunal determine que una solución es «inco­ rrecta» a la luz del amplio rango de consideraciones de principio y políticas que utiliza en otras situaciones para evaluar la bondad de las soluciones o decisiones , o para tomar decisiones bajo circunstancias en las cuales no existen reglas en absoluto, o en las cuales el caso particular se encontraba en el contorno y no en el núcleo de una regla existente. Este es , exactamente , el problema. Sí la determinación de que una solución es incorrecta o, de alguna manera, subóptima, se apoya en el rango total de consideraciones de políticas y principios que el tribunal o cualquier persona podría usar sin la regla, ¿qué función cumple la regla? Sí nuestra capacidad para percibir que una regla ha generado la solución incorrecta exige necesariamente poder captar cuál será la solución correc­ ta, y si esta determinación no puede hacerse refiriendo a la propia regla cuya solidez se cuestiona, entonces el juez está decidienqo cuál será la solución correcta bajo una regla distinta o bajo ninguna. Y si cada caso en el cual la regla existente genera una solución distinta de la que parece correcta en una evaluación que prescinda de las reglas , provoca un cambio en la regla, entonces, ¿por qué no descartamos por completo las reglas? Sí la nota para cambiar una regla es la percepción de la que sería la solución óptima en ausencia de la regla, y cada caso en el cual la regla generara una solución subóptima se entiende como uno en el cual la regla ha de ser cambiada para que ya no dé lugar a soluciones subóptimas , parece que las reglas no están funcionando en absoluto como reglas y todo el trabajo está siendo realizado por la determinación de la solución óptima sin tomar en cuenta regla alguna. Esto parece indicar que BENTHAM, después de todo , podría estar en lo cierto. LA IDEA DE COMMON LAW 131 Pero e l que BENTHAM esté e n l o cierto depende de si l a regla existente, la mera idea de regla36, está lo suficientemente atrincherada como para resistir o tolerar al menos algunas soluciones ·subóptimas. Por un lado, es correcto señalar que si toda solución subóptima fuese una condición nece­ saria para modificar la regla de modo de que dé lugar a la solución óptima, la regla no está funcionando para nada como regla. Pero si, por otro lado , la regla existente tiene algo de peso o de fuerza gravitatoria, para usar la frase feliz de DwoRKIN37 , entonces no todo resultado subóptimo dará ocasión para modificar la regla. Cuando la fuerza gravitatoria o una presunción con peso suficiente le den a la regla existente algún grado de resistencia al cambio, al menos algunas soluciones subóptimas serán aceptadas , a pesar de su carácter subóptimo, para satisfacer los propios valores que las reglas supuestamente han de satisfacer. Si las reglas del common law van a ser modificadas cuando dan lugar a una solución muy incorrecta o sustancialmente subóptima, pero no cuando dan lugar a soluciones que lo son levemente, o solo en cierta medida, las reglas funcionarán como reglas , aun cuando a veces toleren al­ gunos resultados levemente, o solo en cierta medida, subóptimos . 0 La cuestión, entonces , se centra en la magnitud del peso o la presunción a favor de las reglas existentes y, por ende, también en el peso que puedan tener los precedentes. Si en la naturaleza del common law está la noción de que no se admitirá que ninguna regla ni ningún precedente dé lugar a la solución que el tribunal de un caso particular cree que es la ideal, más allá de las reglas y los precedentes, entonces surge la pregunta sobre si el common law es dere­ cho, al menos si asumimos que las reglas tienen, cuando menos, algo que ver con el derecho38 • Pero si el common law trata a sus reglas como reglas y a sus precedentes también como reglas, aun si no fuera de un modo absoluto, las re­ glas del common law, aun si se desarrollaran de manera gradual y por adición a través del tiempo y no fuesen establecidas en un momento particular por un parlamento, seguirían funcionando como reglas, y el common law podría seguir siendo caracterizado, correctamente, como derecho. 5. UN VIAJE BREVE POR EL REINO D E LA EQUIDAD La relación y la tensión entre las reglas y hacer lo correcto difícilmente pueda considerarse un invento moderno . En efecto, la cuestión de la relación 36 37 38 Véase SCHAUER, 1 99 1 : 38- 1 1 1 . DWORKIN, 1 986: 1 1 1 . Véase SCHAUER, 1989. Para el j uez SCALIA, las reglas pueden tener que ver todo con el derecho. Véase ScALIA, 1989. Pero aunque los sistemas juódicos reales tienen mucho que ver con las reglas, sin duda es un error pensar que tienen que ver solo con ellas. Véase ScHAUER, 199 1b. 132 FREDERICK SCHAUER entre las reglas y la corrección se remonta a ARISTÓTELES , y probablemente más atrás . Considérese la historia bíblica del rey Salomón , y la sabiduría que le atribuimos a quien , cuando se enfrentó con dos versiones encontradas de dos mujeres que afirmaban ser la madre de un recién nacido , sugirió cortar el niño a la mitad, no como una solución real sino como una manera - exi­ tosa , de acuerdo con la Biblia- de determinar cuál de las dos mujeres era la verdadera madre 39• Aunque elogiemos la sabiduría de Salomón , no lo hacemos por haber consultado un libro de leyes y haber hallado la regla que le decía, como juez, qué debía hacer en casos de maternidad controvertida. Por el contra­ rio, lo alabamos porque llegó a la mejor solución para este problema único y particular sin referirse a ninguna regla preexistente. Salomón no siguió regla alguna . Simplemente, hizo lo correcto. Hacer lo cmTecto - tomar la decisión correcta- sin referencia a reglas , y quizás evitándolas , es la idea que luego desanolló ARISTÓTELES bajo el concepto de lo que ahora llamamos equidad. ARISTÓTELES reconoció que las reglas (que él llamaba «ley») eran necesariamente generales , y también que, como generalizaciones podrían , como vimos en el capítulo II, dar lugar a malas soluciones en ocasiones es­ pecíficas. Para ARISTÓTELES , la equidad era «una rectificación de la ley en la medida en que es deficiente por causa de su generalidad»40 • En efecto, vale la pena citarlo en extenso: «[T]oda ley es universai, [pero] en casos en los cuales es n�cesario hacer un pronunciamiento general, y es imposible hacerlo de manera correcta, la ley toma en cuenta la mayoría de los casos, no sin advertir que de esta manera se cometen errores. Sin embargo, la ley es correcta; porque el error no se origina en la ley ni en el legislador, sino en la naturaleza del caso; porque la materia prima del comportamiento humano es, esencialmente, de es_ta clase. Así, cuando la ley establece una regla general, y un caso surge en su marco y es excepcional, en­ tonces es correcto, donde el legislador por causa de la generalidad de su lenguaje ha errado al no cubrir el caso, corregir la omisión mediante una norma como la que el legislador mismo hubiera ofrecido de haber estado allí presente, y como la hubiera promulgado si hubiese estado al tanto de las circunstancias [ . . . ] » . «Esto e s por l o cual l a equidad n o es mejor que la justicia absoluta, sino solo que el error debido a la generalización» 41 • ARISTÓTELES nos brindó la idea de la equídad y el nombre para ella, pero dijo poco acerca de cómo debería lidiar un sistema jurídico con los casos en 39 40 41 1 Reyes 1 : 1 1 . ARISTÓTELES, 1977: 1 1 37b. Id.: 1 1 37a-b. LA IDEA DE COMMON LAW 133 los cuales las reglas generales de derecho dan lugar a malas soluciones, aun cuando son seguidas al pie de la letra. La perspectiva más sistémica se la de­ bemos a CicERÓN , y aún más a los romanos quienes , abrevando en CICERÓN, desarrollaron la idea y las instituciones de la aequitas en el derecho roma­ no42. Como el derecho romano era muy formal y extremadamente preciso , y si aun el desvío más leve de las exigencias rígidas y técnicas de las leyes eran fatales para un demandante que de otro modo tendría éxito, la aequitas se desarrolló para atenuar su inflexibilidad. Así, los magistrados romanos -los praetors - contaban con una jurisdicción especial para corregir los males provocados por la aplicación rígida del derecho escrito, y al hacerlo tenían el poder tanto de agregar soluciones cuando el derecho formal no las había previsto y negarse a otorgar las ofrecidas por él cuando aplicarlas generaría una injusticia. Ideas semejantes dieron lugar al desarrollo original de la equidad en el derecho inglés . Desde el siglo xm al xrv, el jefe de gabinete del rey -el can­ ciller- ejercitaba el poder de dar soluciones a aquellos que las hallaban en el derecho escrito. En un principio, la equidad fue desarrollada simplemente porque el common law estaba muy incompleto en sus primeros años. Así, la equidad era el método por el cual el canciller podía brindar una solución cuando los méritos intrínsecos de un litigio la exigían pero aún no la en­ contraban en el common law. Sin embargo, cuando pasó el tiempo el poder de equidad del canciller vino a remedar las ideas que ARISTÓTELES había desarrollado antes , y el canciller pasó a concebirse como dotado del poder de realizar una justicia individual, aun cuando el derecho no pudo hacerlo o no lo hizo43• Finalmente el poder de equidad del canciller derivó en la Court ojChan­ cery. Así, Christoper St. ÜERMAN señaló en Doctor and Student que «[e]n algunos casos es necesario abandonar la letra del derecho y seguir lo que la razón y la justicia demandan [ . . . ] es decir, atemperar y mitigar el rigor del derecho» 44• Pero aunque en el derecho inglés la equidad fue exactamente como este poder flexible y no regido por reglas, primero en 6abeza del canciller y luego en la de la Court oj Chancery, para hacer justicia en el caso particular, esta concepción aristotélica de la equidad desapareció gradualmente. La equidad comenzó como una autoridad ilimitada para hacer lo que la ley no podía, pero a través del tiempo se convirtió, simplemente, en un conjunto de leyes 42 43 Véase FRIER, 1 985. Véase, en general, MARTIN y HANBURY, 44 SAIN'Í' GERMAN, 1974: diálogo 200 1 : 6 . 1 , capítulo 6. 1 34 FREDERICK SCHAUER (por lo general, con tribunales diferentes) con la carga de decidir los asuntos y otorgar remedios procesales - medidas cautelares, interdictos de hacer o indemnizaciones , por ejemplo- que surgieron a partir de la jurisdicción histórica de la Chancery Court. Así, en 1 94 1 un tratadista prominente sobre el derecho de equidad era capaz de señalar que «[e]s muy cierto que en nuestros días, ninguna Chan.cery Court, conscien­ te e intencionalmente, trata de corregir el rigor de las leyes o de suplir sus defectos decidiendo de manera contraria a las reglas establecidas , en modo, alcance o circunstancia algunos que excedan los principios previamente esta­ blecidos por la jurisprudencia de eq¡Iidad [ . . . ] Ni , en nuestros días , un canci­ ller asumiría la decisión de los hechos de un litigio de acuerdo con su propio estándar de corrección y de justicia, de manera independiente de las reglas establecidas , [ . .] se haya regido en su función jurisdiccional por las doctrinas y las reglas encarnadas en los precedentes y, a este respecto , no cuenta con . una libertad mayor que los jueces de derecho» 45• Esta equidad cada vez menos equitativa, por decirlo así, se ha tornado más compleja con la desaparición de tribunales de equidad independientes en la mayoría de los Estados , y con la unificación de las reglas procedimen­ tales de derecho con las de la equidad . Pero aunque la equidad ya no es, por mucho, ni institucional, ni procedimiental ni jurisdiccionalmente dis­ tinguible, y aunque las ramas del derecho regidas por la equidad están hoy reguladas como aquellas tradicionalmente puestas del lado del derecho en la división entre el derecho y la equidad, el núcleo de la idea de equidad no se ha perdido en absoluto. Cuando elogiamos la flexibilidad del common law y su capacidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes , cuando permi­ timos a los tribunales cierta libertad para crear nuevos remedios procesales y cuando le otorgamos a todos los tribunales, como. veremos en el capítu­ lo VIII, un poder para pulir los bordes ásperos de la ley aún más precisa, reconocemos que la equidad en sentido amplio tiene su lugar en un sistema jurídico. Esto aun si reconocemos , con B ENTHAM, que un siste-ma basado por completo en la idea de equidad sería incapaz de satisfacer los valores de certeza, predictibilidad y estabilidad impuestos por la idea de Imperio de la Ley, que son con frecuencia tan importantes como los valores derivados de una justicia sustantiva directa. Ya en el siglo XVI, Lord SELDEN señaló que «la equidad es una cosa pícara. Podemos medir el derecho ... La equidad tiene que ver con la conciencia de quien es el canciller, y si ella es más amplia o más estrecha, así es la equidad. Es como si debiéramos establecer la medida estándar [del pie como unidad de longitud] con un pie del canciller» 46• 45 46 SYMONS, 1 94 1 : 6 1 -62. PoLLOCK, F., 1927 (la cita de SELDEN está en HoLDSWORTH, 1903: 467-468). LA IDEA DE COMMON LAW 1 35 Difícilmente pueda decirse que la preocupación de SELDEN con respecto a la variabilidad del pie del canciller haya desaparecido. Si bien es cierto que la mayoría de los tribunales y de los jueces todavía conservan algo de poder para ejercer la equidad en el sentido tradicional, también lo es que ahora comprendemos los límites de ese poder47 • Ni la vida ni el derecho son nece­ sariamente mejores cuando existen demasiadas opciones. Así como la gente es reticente a que se le ofrezca una alternativa entre doscientas cincuenta va­ riedades de mostaza o cien tipos de aceite de oliva, por tomar dos ejemplos de estudios psicológicos recientes acerca de la «tiranía de la decisión» 48 , también la sociedad toda, el sistema jurídico y aun los propios jueces se retraen cuando se les presenta como posición prevaleciente una libertad de decisión ilimitada. Así como el common law se vuelve legaliforme cuando los jueces presentan algún grado de resistencia contra la modificación con­ tinua en pos de la optimización , y así como la equidad se ha tornado más legaliforme al perder su pretensión de discreción desregulada, también los fines principales de un sistema jurídico , incluso uno del common law, con frecuencia son satisfechos mediante un balance delicado entre la flexibilidad y la rigidez, la adaptabilidad y la certeza y entre arribar a la respuesta correc­ ta frente a arribar a una respuesta, aun imperfecta, en la cual tanto la gente como los jueces puedan confiar. 47 48 Véase TASIOULAS, 1 996. Véase IYENGAR y LEPPER, 2000; 1999. Véase, también, SCHWARTZ, 2004. CAPÍTULO VII , , EL DESAFIO DEL REALISMO JURIDICO l. ¿LAS REGLAS Y LOS PRECEDENTES RESUELVEN LOS CASOS? ¿Es que todo es una farsa? Llevamos seis capítulos examinando los mecanismos fundamentales del razonamiento jurídico, pero ¿se resuelven con él los casos? Aun si, como cuestión teórica, pudiéramos comprender los métodos del razonamiento y los argumentos jurídicos, y aun si pu­ diéramos identificar ejemplos reales de su uso en casos verdaderos , cuán representativos serían esos ejemplos? En otras palabras , ¿cuánto importa realmente el razonamiento jurídico en la mayoría de los argumentos que efectúan los abogados , y con cuánta frecuencia (y en qué medida) el ra­ zonamiento jurídico marca una diferencia en las sentencias reales de los jueces reales? Estas son las preguntas principales que formula la perspectiva escépti­ ca conocida comúnmente como realismo jurídico o , dando crédito al pun­ to de vista y a la ubicación de sus principales fundadores, realismo jurídico norteamericano 1 • Aunque pueden hallarse rastros de ideas parecidas en la 1 El nombre común sirve también para distinguir al realismo jurídico norteamericano del realismo jurídico escandinavo, una escuela de teoría del derecho liderada por académicos como Alf Ross, Karl OuvECRONA, Axel H!i.GERSTROM y A. Vilhelm LUNTDSTEDT, que encamaron la po­ sición de que todas las características importantes del derecho podían ser descritas a través del uso de las ciencias sociales empíricas . Para presentaciones útiles y críticas, véanse MAIITIN, 1977; ALEXANDER, 2002; BJARUP, 2006; HART, 1959. No obstante, los realistas escandinavos no presta­ ron demasiada atención a las características del razonamiento ni de los argumentos jurídicos, por lo cual su posición está en la mayoría de sus aspectos desconectada del núcleo de este libro . 138 · FREDERICK SCHA UER Freirechtsschule (Escuela de Derecho Libre) alemana de fines del siglo xrx y comienzos del siglo xx2, y en el trabajo contemporáneo del académico fran­ cés Fran<;ois GENY3 , el realismo jurídico norteamericano tiene sus raíces más importantes en los escritos extrajudiciales del juez Oliver Wendell HoLMES. Cuando HoLMES dijo su frase famosa de que «la vida del derecho no ha estado signada por la lógica, sino por la experiencia» 4, planteó un desafío concreto y potencialmente radical a la creencia popular vigente entonces acerca de la práctica del derecho en el common law. Cuando HoLMEs escribía, y más aún antes de eso, la mayoría de los abogados , jueces y tratadistas entendían que los cambios en el common law eran un proceso de descubrimiento más que de creación5• Para ellos, la práctica del derecho no solo involucraba el hallazgo del derecho que ya estaba allí, sin la creación de leyes nuevas , sino que también podía ser caracterizada como el paso mayormente lógico y deductivo de un caso al otro6• Pero HoLMEs no estaba convencido de esto. Aunque, en efec­ to, suscribía la posición convencional en ese momento de que las soluciones jurídicas estaban, por lo general , determinadas por la jurisprudencia, y también creía que las particulares categorías jurídicas eran genuinamente importantes para predecir las consecuencias legales 7 , concluyó en que los cambios en la jurisprudencia eran en gran medida una función de la determinación empírica de los jueces, basada en la experiencia. Cuando cambiaban el derecho, esos jueces estaban, sin duda alguna, tomando decisiones acerca de políticas que no les eran dictadas ni por la lógica ni por el derecho preexistente . Vista en retrospectiva, la posición de HoLMES no parece muy destaca­ ble, y mucho menos radical. En nuestros días , sería arduo hallar muchas personas que disientan con la posición de que cuando los jueces cambian el derecho, basan sus decisiones en una mezcla de principios y políticas, algo que difícilmente puede considerarse un ejercicio deductivo o lógico. Antici­ pando lo que la mayor parte de los operadores del derecho y los tratadistas hoy consideran un lugar común, HoLMES, como Ros coe PoUND y el juez CARDozo poco después 8, estaba adelantado a su tiempo. Sin embargo, en 2 Véanse KANTOROWJCZ, 1917; FoULKEs, 1 969. Véase GENY, 19 14- 1924. 4 HoLMES, 188 1 : l . 5 «No existe, en efecto, un derecho creado por Jos jueces, porque los jueces no crean el de­ recho, aunque con frecuencia deban aplicar el derecho existente a circunstancias a cuyo respecto no fue establecido con anterioridad, de manera imperativa, que esa ley es la aplicable>> . Willis v. Baddeley, 2 Q.B. 324: 326 (CA . 1892). «Sin embargo, la posición blackstoniana ortodoxa es que los jueces no crean derecho, sino que solo declaran el derecho que siempre ha existido». DIAS, 1985: 1 5 1 . 6 E.g., WAMBAUGH, 1984; ZAME, l 9 1 8 . 7 HoLMES, 1 897: 475. 8 Véanse CARoozo, l 92 1 ; PoUND, l 908. Tanto CARDozo como PouNo también condenaron la excesiva confianza en la lógica por parte del derecho , e instaron, siguiendo a HoLMES, el reconoci­ miento de la importancia de las políticas públicas en la puesta en práctica correcta del derecho. 3 · EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO . 139 otros sentidos sus posiciones acerca del razonamiento jurídico se mantuvie­ ron firmemente convencionales . Creía que la jurisprudencia, como tal, era lo que determinaba en primer lugar las soluciones jurídicas, y esta creencia, más que ninguna otra, ha servido para encuadrar a HoLMEs más como un an­ tecesor del realismo que como un realista9• HoLMES reconoció que el recurso al conocimiento de los hechos empíricos acerca del mundo puede haber sido necesario para cambiar el common law, pero el propio common law conta­ ba también con elementos que lo hacían estable. Y para HoLMES , esta esta­ bilidad era principalmente una función de la jurisprudencia más o menos como se la entendía convencionalmente. A diferencia de los realistas que lo admiraron y lo sucedieron , HoLMES suscribió completamente la creencia en que los principios jurídicos relativamente específicos contenidos en los términos de los votos registrados de los jueces eran lo que determinaba en primer lugar cómo los jueces resolvían los casos y cómo argumentaban a su respecto los abogados . Cuando HoLMES insistió en que el punto de vista más importante desde el cual debía mirarse el derecho era el del «hombre malo» 10, quien estaba interesado exclusivamente en lo que el derecho po­ dría hacer por él y, con más especificidad, lo que el derecho podría hacerle, estaba afir111:ando que la esencia del derecho era la predicción de la reacción judicial frente a cierto conjunto de circunstancias fácticas . Para HoLMES , el foco del análisis jurídico debía posarse sobre lo que los «tribunales, proba­ blemente, hagan de hecho» 11 • . HoLMES se adelantó a su tiempo al centrarse en la predicción y en reco­ nocer, en apariencia, la posibilidad lógica de que aquello que los «tribunales, probablemente, hagan de hecho» sería distinto de lo que la jurisprudencia formal podría sugerir. Pero no se adelanto tanto. Cuando le llegó el turno de delinear los factores que el buen abogado usaría para predecir lo que harían los jueces, HoLMES fue -bastante tradicionalista al creer que la jurisprudencia seguía estando entre los más prominentes . En efecto, la razón por la cual HoLMES se pavoneó ante el juez apócrifo de Vermont que creía que «tarro lechero» era una categoría jurídica relevante, fue que para HoLMES las ca­ tegorías jurídicas relevantes - las que permitirían al «experto en derecho» predecir con precisión lo que los j ueces harían re'almente- eran cosas ta9 HoLMES sí creía que <<[!]as proposiciones generales no resuelven los casos concretos» , Lo­ chner v. New York, 1 98 U.S . 45: 76 ( 1 905) Uuez HOLMES, en disidencia) , pero creía también que las proposiciones suficientemente concretas para resolver casos eran en su mayoría proposiciones jurídicas, no de política, filosofía o psicología. 10 << S i quiere conocer el derecho y ninguna otra cosa, debe mirarlo como si fuese un hom­ bre malo, que solo se preocupa por las consecuencias materiales cuyo conocimiento le permite predecir, no como alguien bueno, quien halla razones para actuar, sea dentro o fuera de la ley, en las sanciones vagas de su conciencia» . HOLMES , 1 897: 459. La frase ha generado un voluminoso cuerpo de comentarios. Véanse, e.g., LEVINSON y BALKIN, 1998; TwiNING, 1997; 1973b . . 1 1 HoLMES, 1 897: 461 . 1 40 FREDERICK SCHAUER les como cosa peligrosa, comodato, homicidio criminis causa, error mutuo, asunción del riesgo y negocio de interés público 1 2 • Esas eran las clasifica­ ciones del derecho; las cajas , relativamente concretas , en las cuales los abo­ gados sofisticados podrían colocar Jos eventos del mundo, y las categorías que permitirían a los buenos abogados hacer exactamente lo que HoLMEs y el hombre malo querían que hicieran: predecir las reacciones jurídicas futu­ ras frente al rango completo de comportamientos humanos . Pero ¿qué sucedería si , finalmente, resultara que esas categorías jurídi­ cas y esa jurisprudencia no son útiles para predecir de manera efectiva las decisiones que toman los jueces? ¿Y si' factores distintos de la jurispruden­ cia tuvieran el papel principal en la determinación de lo que los jueces , en realidad, harán? Estas cuestiones encuadran el desafío que se encuentra en el núcleo del realismo jurídico, un desafío que se aleja sustancialmente de la posición bastante convencional de HoLMES acerca del rol de la jurispru­ dencia en la predicción de soluciones jurídicas . Por ende, para apreciar al realismo jurídico en todo su esplendor tendremos que dejar atrás a HoLMES y fijarnos , en cambio, al menos en primer término , en un grupo de autores que emergió inicialmente en los años treinta, casi con exclusividad en los Estados Unidos . E l más visible entre los primeros realistas fue Jerome FRANK, quien en 1 930 era un abogado destacado y luego se convirtió en un juez federal muy distinguido. A FRANK lo precedieron muchos otros realistas, pe.ro pronto se convirtió en una de sus voces principales. Su afirmación clave, reprodu­ ciendo la que había realizado un año antes en las páginas de la Cornell Law Journal un juez texano llamado Joseph HurcHESON 1 3 , es que el derecho no es lo primero ni Jo más importante en lo que se fija el juez para determinar cómo resolver un caso 14 • La posición convencional en aquel entonces era que los jueces establecían cuáles eran los hechos y luego consultaban las leyes, los casos y otros materiales jurídicos para hallar la respuesta que el derecho determinaba para esos hechos o esa situación. Pero para HurcHESON y FRANK , esta imagen estándar invertía el orden de las cosas . HUTCHESON y FRANK sostuvieron que en lugar de fijarse primero en el derecho y luego de­ cidir qué resolver, los jueces primero decidían - o intuían, por la referencia de HurcHESON a la «corazonada» judicial- cómo querían resolver y recién allí consultaban el derecho. Como un abogado que comienza por la posición de su cliente y luego busca apoyo jurídico para respaldarla, para HurcHEsoN 12 Id.: 474-475. La historia completa se cuenta más arriba, en el apartado 4 del capitulo III . Para un análisis más completo de la historia y sus conexiones con el pensamiento de HOLMES , véase SCHAUER, 1998a. 13 14 HUTCHESON, 1929. FRANK, l930. EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 141 y FRANK los jueces comenzaban, tras determinar los hechos , vislumbrando la solución correcta y luego buscaban casos y leyes y otras fuentes jurídicas para ofrecer una justificación a posteriori -una racionalización- para la decisión que ya habían tomado. ' En sí misma, esta afirmación tampoco es una idea tan radical. HuTcHE­ s oN se refirió a la determinación inicial del juez como una «corazonada» , y describirla simplemente como tal, o como <dntuitiva» , no es inconsistente con que la jurisprudencia juegue un rol sustancial, aun si fuera menos cons­ ciente, para determinar la reacción inicial del juez. Después de todo, una corazonada o una intuición podría ser una corazonada jurídicamente funda­ da o una intuición basada en el conocimiento del derecho . Los árbitros de béisbol, por ejemplo, rara vez se involucran en un pensamiento demasiado consciente antes de cobrar que un lanzamiento fue una bola o un strike, pero sin embargo realizan sus juicios rápidos sobre la base de haber intemaliza­ do las reglas acerca de las cuales algunos lanzamientos son bolas y otros strikes. El maestro de ajedrez que puede jugar treinta partidas simultáneas contra treinta oponentes distintos no tiene mucho tiempo para la meditación, pero sus jugadas aparentemente instintivas siguen siendo las de un ajedre­ cista experto . Del mismo modo , un juez puede haber intemalizado las reglas de tal manera que aun cuando tuviera una rápida corazonada o una intuición acerca de cómo debe ser decidido el caso, sería una corazonada surgida de un conocimiento profundo de las reglas jurídicas y la jurisprudencia. Y en esa posición no hay nada particularmente radical o escéptico. Pero HUTCHESON y FRANK fueron más allá. HUTCHESON, y mucho más FRANK, creían que el juicio inicial -la corazonada- se apoyaba menos en casos, leyes y prinCipios jurídicos que en un haz de otros factores que el derecho, oficialmente , se negaba a reconocer, pero que FRANK en especial creía que jugaban, en realidad, un papel muy importante. Con frecuencia se caricaturiza a FRANK como aquél que creía que las decisiones judiciales de­ pendían de «lo que el juez había desayunado» 15 , pero su afirmación era, en: realidad, mucho más sofisticada y sutil. Para FRANK, los atributos personales del juez importan, y FRANK no habría negado que el hecho de que el juez esté de mal humor por causa de la mala ventilación de la sala de audiencias en un día caluroso o aun por causa de haber tomado un mal desayuno, po1 5 No está del todo claro si FRANK alguna vez dijo algo como esto. A veces dijo cosas que po­ drían entenderse así. Véase FRANK , 1949: 1 6 1 - 162. 1 93 1 : 24. También se ha sostenido que FRANK una vez hizo el comentario del desayuno pero como una broma improvisada. HoRwiTZ, 1992: 176. Pero es más probable que FRANK, por sus posturas, haya sido cargado con algo que en realidad dijo en broma Roscoe PoUND (véase YABLON, 1990: 236, n. 16) o por el juez de la Corte Suprema Owen J. RoBERTS a finales de los años treinta (véase FRIEDMAN , 1 994: 1 896, n. 1 1) . sin embargo, el comentario ha adquirido vida propia como una caricatura común de la posición realista acerca de las fuentes de las decisiones judiciales. Véase KoziNSKI, 1993 . 142 FREDERICK SCHA UER drían tener efecto en las soluciones j urídicas . Pero la caricatura de «lo que el juez desayunó» es injusta con respecto a FRANK, porque él creía en que un gran número de otros factores , menos frívolos pero igualmente .extraju­ rídicos, determinaban por lo general las decisiones judiciales . Por ejemplo, las preferencias políticas del juez, su posición acerca de los litigantes de ciertas razas o religiones o apariencias, su posición acerca de los aboga­ dos , su sensación de cuál debería ser la solución más justa de acuerdo con las circunstancias y, quizás más que ninguna otra cosa, la conformación de su personalidad 1 6 • Pero aunque FRANK creía en que mucho más que lo que el juez había desayunado era lo que determinaba las soluciones jurídicas , creía también que la mayoría de lo que las determinaba consistía en factores que la jurisprudencia no reconocería. También creía que la mayoría de esos factores eran particulares en extremo, con relación a aspectos de un caso en una ocasión. En modos que parecen notablemente modernos en su tiempo, FRANK dudó de la capacidad de la gente, incluyendo a los jueces pero no solo a ellos, para tomar decisiones basadas en reglas o principios o categorías generales . En cambio, creyó en que los jueces apoyarían sus decisiones , en primer término, sobre un haz de factores relativos al caso particular. Muchos de esos factores eran , desde un punto de vista técnico, jurídicamente irre­ levantes . Sin embargo, él los consideraba causalmente significativos en la realidad, como para determinar (y, así, predecir) las soluciones jurídicas . Además de que se le cargara la caricatura de «lo que el j uez desayu­ nó» , FRANK suele ser desestimado en nuestros días porque su primer y más importante libro, Law and the Modern Mind, se hallaba imbuido con las consecuencias de su psicoanálisis reciente. En efecto, una caricatura más explícita de FRANK que aquella basada en la posición de que los juicios jurí­ dicos estaban determinados por la relación del juez con su madre 17, porque el adoctrinamiento crudo y en gran medida acrítico de la psiquiatría y el psicoanálisis lo llevó a otorgar un peso mucho mayor en la personalidad y la constitución psíquica del juez que en una colección de otros factores que también podrían influir sus posiciones prejurídicas acerca de cómo debía resolverse un caso 18• Pero los más que frecuentes excesos retóricos y las 1 6 En la creencia de que la personalidad del juez y su constitución psicológica tiene algo o mucho que ver con sus decisiones, FRANK fue precedido por ScHROEDER , 1 9 1 8 . 1 7 O padre, porque en Law and the Modern Mind FRANK acusó a aquellos que seguían cre­ yendo en la santidad de la jurisprudencia de ver al derecho como una «figura paterna» . . 1 8 Vale la pena destacar que la creencia de FRANK en que los votos de los jueces eran ex­ tremadamente pru.ticulares y su creencia en que la personalidad del juez mru.·caba una enorme diferencia son dos afirmaciones separadas . Podría creerse que la personalidad importa pero que· existen personalidades de distinto tipo, y que cada tipo de personalidad reaccionará de i gual ma­ nera frente a la misma situación fáctica. Por ejemplo, alguien podría creer que los jueces de baja estatura se pondrán, por lo común, del lado del litigante más débil. Y, si ese es el caso, el juez que se hubiera comportado de ese modo sería un juez cuyas decisiones habrían sido derivadas de EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 143 tonterías psicológicas en la obra de FRANK no deberían cegarnos frente a la importancia y la probable solidez de su idea principal, compartida con HUTCHESON . Al insistir en que el resultado precede al derecho y no al revés , FRANK ofreció una explicación de la actividad de juzgar con la cual pocos jueces· en funciones , entonces y ahora, disentirían 19• Podrán disentir acerca de las motivaciones de la solución, y sin duda sobre la medida en la cual la jurisprudencia disciplina y limita estas determinaciones pre o extrajurídicas de la solución preferida por el juez. Pero al sostener que una toma de posi­ ción sobre la solución pre o extrajurídica de un juez precede una consulta del derecho independiente de la solución, FRANK, junto con HuTCHESON, po­ drían afirmar con justicia que establecieron el marco básico de la posición realista20• Casi al mismo tiempo que cuando FRANK sostenía que juzgar no era una actividad que se apoyara demasiado en la jurisprudencia y sí, en gran medi­ da, en varias características jurídicamente irrelevantes del juez y los litigan­ tes, su contemporáneo Karl LLEWELLYN describía a las reglas jurídicas como <�uguetes vistosos» . En The Bramble Bush, un libro dirigido inicialmente a los estudiantes de primer año de la Columbia Law SchooP1 , LLEWELLYN se alineó con FRANK al creer que las reglas jurídicas formales -las «reglas de papel» , como las llamó - tenían poca influencia en lo que los jueces real­ mente hacían. Pero LLEWELLYN era mucho menos particularista que FRANK o HmcHESON . Creía que los jueces podían aplicar reglas generales, pero casi nunca las que podrían encontrarse en un código. Por ejemplo, un juez podría creer que en los casos que involucraran a compañía& mineras la empresa debería ganar solo porque era una min�ra, sea que el caso fuese iniciado por ella para lograr una medida cautelar en contra de un sindicato de obreros su personalidad, pero de manera sistemática y, así, muy predecible. En efecto, algo muy similar puede decirse incluso de la posición, aun si FRANK no la hubiera defendido, de que las decisiones judiciales están determinadas per lo que el juez desayunó. Si un juez decidiera a favor del actor con más frecuencia cuando desayuna avena que cuando desayuna huevos, Jo que desayunó podría ser un componente de la capacidad para predecir las decisiones judiciales , mostrando una vez más que la existencia de factores determinantes e trajurídicos como el desayuno son perfectamente compatibles con la predictibilidad. 1 9 Como dijo, según lo cita el juez William O. DouoLAs.( el presidente de la Corte Charles Evans HuoHES: «En el nivel constitucional en el cual trabajamos nosotros, el noventa por ciento de cualquier decisión es emocional. Nuestra parte racional nos ofrece las razones para apoyar nuestras predicciones>> . DouGLAS, 1 974: 8 . 20 La defensa más poderosa de esta posición no proviene de un realista, sino de un filósofo jurídico que también estudió derecho: WASSERSTRO!V!, 1961 . Al distinguir entre la lógica de la decisión y la lógica de la justificación, WASSERSTRO!V! reconoció que aun el voto más persuasivo jurídicamente no pretende explicar de manera cronológica o histórica cómo llegó el juez a su conclusión, sino ofrecer la mejor justificación jurídica para una decisión que bien podría haberse tomado por otras razones . 2 1 LLEWELLYN, 1930b. La edición de 1 960 incluye un prefacio esclarecedor de LLEWELLYN en donde abjura de la observación de los «juguetes vistosoS>>. 144 FREDERICK SCHAUER o que fuese iniciada contra Ja compañía por un propietario colindante que reclamaba por molestias o daños a la propiedad 22 • Si en los dos casos el juez creyera que Ja compañía minera debía ganar solo porque era una compañía minera, estaría aplicando una regla -la compañía minera debe ganar- y sería una regla que trascendería, en teoría , los hechos particulares de los casos concretos . Incluso podría ser una regla basada en fuentes morales, políticas o programáticas cuidadosamente escogidas. Pero no sería una regla hallada en otros casos o en las leyes. Así, aunque algunos autores afirman que lo que caracteriza a los rea­ listas es que ponen su atención en los hechos de un caso y no en las reglas jurídicas 23, esta manera de fijarse en el realismo se apoya en una dicotomía falsa. Aun los oponentes del realismo creen que es importante prestar mu­ cha atención a los hechos de un caso, pues de otro modo no habría manera de decidir qué regla jurídica determinará la solución . Quien creyera que la solución derivada de una ley era la que el juez tomaría invariablemente, to­ davía aceptaría que los jueces deberían ocuparse de los hechos del caso para llegar a una decisión; La discusión real no es, entonces , entre aquellos que creen que los jueces se fijan en los hechos y quienes creen que los jueces se fijan en las reglas, sino entre quienes creen que los jueces se fijan en las re­ glas jurídicas formales para determinar tanto qué hechos son jurídicamente relevantes como qué solución se deriva de ellos , por un lado, y por el otro quienes creen que los jueces se fijan en las reglas , normas y factores que no se encuentran en los códigos para determinar qué hechos son relevantes y qué debería hacerse sobre la base de ellos. Así, para determinar cómo deciden los jueces sus casos en realidad, se refirió a la investigación empírica para identificar lo que HoL­ MES llamó la «base verdadera de la profecía»24• ¿Cuáles son las reglas y principios que los jueces usan realmente? ¿ Son reglas del tipo «la compañía minera debe ganar» , o «el contribuyente debe ganar»? ¿O son reglas basa­ das en principios o enfocadas en políticas, sustancialmente más sofisticadas , como «maximizar la eficiencia» , o «tomar la decisión que producirá las me­ jores consecuencias económicas en el largo plazo» , o «decidir a favor de la LLEWELLYN 22 Uno de los primeros realistas fue William O. DouGLAS, en ese entonces un joven funcio­ nario de la recién creada Comisión de Valores y Cambio, Juego profesor en la Columbia Law School y desde 1939 hasta poco antes de su muerte en 1975 , juez auxiliar de la Corte Suprema de los Estados Unidos de Norteamérica. DoUGLAS estaba particularmente interesado en casos de impuestos, y la afirmación de que en ellos , en sus últimos años, DoVGLAS casi siempre se puso del lado del contribuyente y contra el fisco (véase WoLFMAN et ál., 1 975) sin que importasen las leyes aplicables, las reglamentaciones y los casos anteriores, es un ejemplo claro de este tipo de afirmación realista. 23 E.g., LEJTER, 1999: 1 148; 1996. 24 HoLMES, 1897: 475. EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 145 parte más débil en todos los casos civiles a menos que hacerlo significara recompensar una conducta inapropiada»? Para averiguar si reglas como esas en lugar de las formales contenidas en los códigos eran las que en reali­ dad generaban las soluciones judiciales , LLEWELLYN proponía recurrir a la investigación empírica, que revelaría las reglas reales del sistema jurídico y no solo las «de papel» , con apariencia de reglas pero con pocos efectos , de hecho, e n las soluciones jurídicas . Entre quienes tomaron l a propuesta de LLEWELLYN está Underhill MooRE, otro de los primeros realistas y u n profesor de l a Yale Law School. MooRE s e propuso emprender e l tipo de investigación empírica propuesta por LLEWELLYN. Así, esperó determinar, entre otras cosas , si las sanciones por mal estacionamiento en New Haven , Connecticut, se basaban en primer término en las reglas jurídicas, oficiales , que regían el estacionamiento o en factores como la hora del día, el tipo de automóvil, la calle u otros semejantes25 • Los métodos de MooRE ahora impactan por su crudeza a algunos autores , pero las ciencias sociales en los años treinta estaban mucho menos desarrolladas que ahora. Los experimen­ tos de campo controlado que usó MooRE parecen poco sofisticados para los estándares de finales del siglo xx y comienzos del XXl, pero al enfocar de manera aislada e identificar las variables reales de la aplicación del derecho, MooRE comprendió correctamente los principios básicos de la investiga­ ción en las ciencias sociales26• Al aplicar esos principios básicos , Moore reconoció que los factores que realmente infuían en las soluciones jurídicas no podrían determinarse simplemente mediante un recitado formal de la ju­ risprudencia. Solo si ella marcara una gran diferencia en la determinación de las soluciones, estaría justificado tomarla en serio. Con sus compañeros realistas, reconoció no solo que esta era una pregunta empírica, sino también que existía al menos alguna evidencia empírica que apoyaba la posición de que la jurisprudencia jugaba un papel considerablemente menor que lo que suponía la postura tradicional. Vista a través de los ojos de LLEWELLYN, MooRE y otros contemporáneos como Herman ÜLIPHANT, Hessel YNTEMA, Max RADIN, Felix CoHEN, Thur­ man ARNOLD, Joseph BlNGHAM, Walter WHEELER CooK, Wesley STURGES y Leon GREEN, el realismo jurídico es mucho más qu� esa caricatura vulgar de «lo que el juez desayunó» , y mucho más que el e¡:npirismo poco sofisticado que pudo haber .marcado a algunos de sus métodos . En el núcleo de la posi­ ción realista está la posición que sostiene que las decisiones judiciales son predecibles , pero que la clave para predecir las soluciones jurídicas no está en la consulta de las fuentes formales de autoridad jurídica ni en el enten­ dimiento interno o en los propios registros de los jueces . Predecir las solu25 26 MooRE y CALLAHAN , 1 943. Véase SCHLEGEL, 1980: 264-303; 1979. Véase OREEN y ÜERBER, 2003 . 146 FREDERICK SCHAUER ciones jurídicas , en cambio, se consigue mejor a través del descubrimiento , mediante estudios sistemáticos empíricos (y externos) sobre qué es Jo que marca la diferencia al resolver los casos27• FRANK creía que lo que marca­ ba la diferencia mayor eran los atributos personales del juez y el contexto particular del caso concreto , mientras que LLEWELLYN y la mayoría de los otros realistas creían que era la aplicación de reglas generales pero no jurídi­ cas . Pero estas diferencias no deberían distraernos de la comprensión de su afirmación básica. Al fijarse en el derecho de manera externa, los realistas creían que era posible descubrir cómo funcionaba en realidad el derecho, y que la relación entre la jurisprudencia· y las soluciones jurídicas era tal que podía y debía estar sujeta a pruebas empíricas rigurosas . Los realistas creían que esta era una relación débil, pero aún más importante era su creencia en que la supuesta existencia de tal relación debía ser puesta a prueba en lugar de aceptarse como cuestión de fe. 2. ¿LIMITA LA JURISPRUDENCIA AUN SI NO DETERMINA? Recapitulemos la estructura de la afirmación central del realismo jurídi­ co. De acuerdo con los realistas , los jueces normalmente toman decisiones sobre la base de algo distinto, o sumado a, la jurisprudencia existente. Esta razón no jurídica para una decisión podría ser una corazonada no jurídica, un juicio basado en las características personales de Jos litigantes o del juez, un juicio todas las cosas consideradas , acerca de quién debería ganar el caso para que se hiciera justicia o un juicio de política acerca de qué resolución tendría las mejores consecuencias. Pero sería raro que una solución jurídica se determinara por la aplicación de la colección existente de casos, leyes y otras fuentes jurídicas de autoridad. Cuando LLEWELLYN bromeó acerca de que « [s]i las reglas fuesen soluciones , los abogados no serían muy necesa­ rios», estaba sugiriendo que las partes más importantes del derecho involu­ cran las diferencias entre lo que una regla parece decir y la solución que un tribunal ofrece realmente. Sin embargo , Jos realistas entendían que los jueces no podían, profesio­ nal o culturalmente, explicar sus juicios pre o extrajurídicos en términos de corazonadas , características personales, apelaciones abstractas a la justicia o aun análisis francos sobre políticas . Incluso si los realistas hubieran preferi­ do algo distinto, sabían que las normas de los sistemas jurídicos exigían a los jueces la justificación de sus resoluciones en términos jurídicos tradiciona­ les , cualesquiera que hubiesen sido las motivaciones reales para dictar esas 27 Véanse TwiNING, 1 973a; LLEWELLYN, 1 93 1 ; 1 930a. EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 147 resoluciones . Un juicio jurídico profesionalmente aceptable sería, entonces , aquel que estuviese expresado en términos de casos , leyes , regulaciones, re­ glas jurídicas , principios jurídicos y fuentes jurídicas secundarias aceptadas . En otras palabras , en el lenguaje de las fuentes tradicionales del derecho . Como los realistas reconocieron que las decisiones tomadas sobre bases no jurídicas debían ser justificadas en términos jurídicos tradicionales , un punto medular de la posición realista fue que esas justificaciones jurídicas tradicionales casi siempre estaban disponibles para justificar las soluciones a las que se había llegado por otros motivos, cualesquiera que fuesen esas soluciones . Si no fuese así - si la mayoría de las soluciones derivadas de razones no jurídicas no pudieran justificarse por referencia a las fuentes jurí­ dicas tradicionales- la posición realista sería trivial . Aun los tradicionalis­ tas contra quienes los realistas reaccionaron han reconocido que los jueces , con frecuencia, quieren llegar a soluciones que no están apoyadas por la jurisprudencia. Así, para que el desafío realista sea un desafío real, debe insistir en que la jurisprudencia no era, por mucho, tan coactiva como como creían los tradicionalistas , y que las justificaciones apoyadas en la jurispru­ dencia para virtualmente cualquier solución que un juez quisiera dar por virtualmente cualquier razón podría ser fundamentada con fuentes jurídicas tradicionales . Así, la posición realista se apoya en la afirmación de que existen casos , leyes , máximas , principios , cánones , fuentes autoritativas o enunciados de tratados internacionales disponibles para justificar las decisiones a favor de las dos partes en todos o , al menos , en la mayoría de los litigios judiciales . Si una sentencia favorable al actor puede justificar.se apelando a fuentes ju­ rídicas estándar, y si una sentencia favorable al demandado también puede justificarse apelando a fuentes jurídicas estándar (aunque distintas) , el de­ recho no está, en verdad , resolviendo el litigio. Esto es precisamente lo que sostuvieron los realistas , aunque reconocieran que se trataba de una cuestión empírica: ¿con cuánta frecuencia, exactamente, hay reglas jurídicas , princi­ pios y fuentes disponibles para justificar dos soluciones mutuamente exclu­ yentes? Los realistas creían que una autoridad jurídica aproximadamente igual de respetable para las dos partes de la mayoría de los litigios era la característica dominante de la toma de decisiones jurídica. Pero ¿ estaban en lo cierto al creer eso? Para considerar esta cuestión, podemos comenzar con el artículo clá­ sico de LLEWELLYN de 1 950, sobre los cánones de la interpretación de las leyes 28• Esos cánones , a los que regresaremos en el capítulo VIII , preten­ den instruir a los jueces y otros operadores jurídicos en cómo interpretar 28 LLEWELLYN, 1950. 1 48 FREDERICK SCHAUER leyes vagas o ambiguas . La regla del in dubio pro reo, por ejemplo , es un canon que exige que las leyes penales vagas o ambiguas sean interpretadas a favor del imputado . Pero al examinar los cánones , LLEWELLYN llegó a la conclusión de que para cada canon de interpretación que decía una cosa, existía un canon «opositor» que decía todo lo contrario. Por ejemplo , un canon dispone que las ayudas externas a la interpretación , como la historia legislativa, son irrelevantes cuando las palabras de la ley son claras . Pero otro canon determina que aun las palabras claras de una ley no deben apli­ carse literalmente si una aplicación tal produciría una solución distinta de lo que el legislador pretendió . Del mismo modo , el canon conocido como in parí materia obliga que las leyes que se ocupan del mismo asunto de­ ben ser interpretadas como consistentes entre sí, pero otro requiere que las leyes posteriores derogan a las anteriores. Y así, muchos más . La belleza y el atractivo del artículo de LLEWELLYN no son captados solo por estos ejem­ plos , sino por la manera en la cual para casi todos los cánones de interpre­ tación de las leyes que halló y listó, había otro que parecía apuntar exac­ tamente en la dirección opuesta. LLEWELLYN llamó a esto la «anemetida» y la «defensa» de los cánones que se baten a duelo, y usó el lenguaje de la esgrima para demostrar que la viabilidad de un apoyo jurídico tradicional para soluciones mutuamente excluyentes era una característica ubicua en el derecho. También concluyó que la presencia de autoridad jurídica en las dos partes de la mayoría de las cuestiones jurídicas disputadas significaba que la decisión real -lo que rompía la paridad , si se quiere - debía de ser hallada en algo diferente que el derecho como tradicionalmente se lo entendía. La posición de LLEWELLYN era menos extrema de lo que podría pare­ cer29. Ya en 1 930, en The Bramble Bush, LLEWELLYN tenía problemas p ara limitar sus afirmaciones a la clase de casos por la cual valía la pena luchar. Anticipándose a ideas económicas sobre e l derecho acerca del llamado efecto de selección , que no surgirían hasta unos cincuenta_ años más tar­ de 30, LLEWELLYN reconoció que los casos claros en los cuales el derecho favorece solo a una de las partes raramente generan un litigio judicial. En efecto, raramente generan una controversia jurídica de ningún tipo. Muchos norteamericanos preferirían pagar sus impuestos en una fecha posterior que el 1 5 de abril , pero la implausibilidad de hallar fundamentos jurídicos para su posición implica que la cuestión acerca de si «el 15 de abril» en el Interna! Revenue Code significa el 1 5 de abril rara vez será 29 No está del todo claro si LLEWELLYN estuvo o no en lo cierto acerca de los cánones. Véase S!NCLAIR, 2006; 2007. 30 Véase PosNER, 1 986: §21; PRIEST y KLEIN '1 984. Véanse también JoRDAN, 2007; LEDER­ MAN, 1 998, y la discusión más extensa en el apartado 2 del capítulo II, supra. , EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 149 cuestionado , aún menos será materia de un litigio y mucho menos aún llegará a un tribunal de alzada. Del mismo modo, en el curso normal de las cosas, las cuentas son pagadas , los policías obtienen órdenes de regis­ tro , los contratos se cumplen y las compañías de seguro cuyos asegurados causan ·accidentes pagan a las víctimas . El derecho está lleno de esas apli­ caciones directas - podemos llamarlas «casos fáciles» - , y el conjunto de casos que acaba en los tribunales , y aún más el conjunto menor que llega a un tribunal de alzada, están compuestos más que nada de esos casos en los cuales las dos partes creen que tienen u n argumento jurídico lo suficien­ temente defendible como para que valga la pena gastar tiempo y dinero para intentar una apelación. Como la vasta mayoría de las aplicaciones del derecho no son aquellas en las cuales las p artes que sostienen posiciones mutuamente excluyentes creen ambas que pueden , razonablemente, ganar, aquellas que lo son están en una enorme mayoría en los contornos impre­ cisos del derecho. Y eso se da aún más con respecto al conjunto todavía más pequeño que representa el universo de casos apelados en los cuales es resuelto el fondo de la cuestión . LLEWELLYN reconoció l a existencia del fenómeno de la selección y la consecuente falta de representati vidad de los casos de apelación de los que se ocupó. Por ende , su posición se entiende mejor como una afirmación acerca de las decisiones tomadas en los casos difíciles de apelación y no tanto como una acerca de la indeterminación generalizada del derecho. Algo semejante se aplica al realismo jurídico en general . Sin embargo , con respecto al con­ junto poco representativo de eventos jurídicos que constituyen la población de los casos de apelación , LLEWELLYN y los otros realistas insistieron en que el juez, habitualmente , estaba mucho menos limitado por el derecho formal que lo que se piensa , y muchísimo menos que lo que los jueces pretenden estarlo al redactar sus votos . No obstante , la extensión de esa limitación sería una función de la extensión en la cual no existe un argumento jurídico plausible para justificar una de las dos soluciones . La frase de LLEWELLYN sobre «arremeter y defenderse» no es� entonces , simplemente acerca de los cánones de la interpretación legislativa ni sobre la ipterpretación legislativa. Para LLEWELLYN, es un ejemplo del hecho evidente de que en los casos difí­ ciles existen usualmente justificaciones jurídicas/respetables y defendibles para un amplio rango de soluciones posibles (pero, decididamente, no para todas)31 en los casos que llegan a una instancia de apelación. Como resulta­ do , para él, las reglas formales del derecho no solo disponen pocas veces las soluciones , sino que también limitan muy poco las soluciones seleccionadas sobre la base de otras consideraciones . 31 Así, LLEWELLYN dejó claro que para él , el rengo de j ustificaciones jurídicas defendibles es, con frecuencia, bastante limitada. LLEWELLYN 1930b: 73 FREDERICK SCHAUER 150 3. UNA AFIRMACIÓN EMPÍRICA La posición realista básica acerca de la toma de decisiones judiciales es , entonces, una hipótesis que tiene dos partes . La primera es la afirmación de que la mayoría de los jueces prefieren una solución - sobre la base de las características de los litigantes , las del juez, concepciones de la justi­ cia, ideología o consideraciones de buenas políticas - que antecede a la consulta del derecho formal . Es decir, que los jueces perciben primero una solución y luego buscan su justificación jurídica. El segundo componente de la hipótesis es la afirmación de que al buscar una justificación jurídica para una solución escogida por otros fundamentos , en sistemas complejos e intrincados del common law los jueces rara vez (pero no nunca) se des­ ilusionarán. Ocasionalmente , podría existir una solución preferida que sim­ plemente «no cuaja» , pero esto sería muy raro , y con la mayor frecuencia, la experiencia de juzgar no involucra sentirse frustrado sino hallar alguna justificación jurídica plausible para una solución que se seleccionó con cri­ terios no jurídicos. Los dos componentes de la posición realista son, en última instancia, empíricos . Ello porque es empírica la cuestión de cuál es , si no es el dere­ cho formal , el factor determinante principal de las preferencias judiciales pre o extrajurídicas . Y como las afirmaciones del realismo son empíricas , no hay razón para suponer que sus conclusiones empíricas será'n las mismas para todos los tiempos , lugare s , jueces y, quizás lo más importante , para todas las cuestiones y todos los tribunales . Así, no debería sorprender que en un extremo de la indeterminación del derecho hallemos a la Corte Su­ prema de los Estados Unidos de Norteamérica. Hace ya unos cuantos año s , investigadores d e ciencias políticas utilizaron técnicas sofisticadas d e re­ gresión múltiple para determinar qué influía en realidad en las soluciones dadas a los casos por la Corte Suprema. Examinaron un rango de factores y concluyeron en que la-ideología, más que las características personales del juez, las variables jurídicas de los textos y los precedentes o cualqu�er otra cosa, es el elemento predictor principal de las soluciones otorgadas por la Corte32 • Los resultados a los que arribaron estos investigadores - a veces llamados «actitudinales» por sus conclusiones , derivadas de sus ob­ servaciones , de que las actitudes de los jueces son más relevantes que el derecho - no deberían sorprendernos . La Corte Suprema controlaJa lista de los casos en los que entiende , y en nuestros días , normalmente , resuelve 32 Véanse, e.g., BAUM, 1 997; BRENNER y SPAETH , 1995; SEGAL y SPAETH, 2002; 2001 ; 1 993; 1 996. Posiciones de alguna manera más calificadas pueden hallarse en EPSTEIN y KDBYLKA, 1992; HANSFORD y SPRIGGS, 2006; WAHLBECK, 1 997. EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 151 e l fondo de l a cuestión e n poco más de setenta casos por año, selecciona­ dos entre los más de nueve mil en los cuales las partes han solicitado su intervención . Alguna vez la Corte acepta y resuelve un caso relativamente fácil en el cual un tribunal inferior, de manera inexplicable, ha cometido un errór g arrafal , o respecto del cual la Corte cree importante sentar su posición. Pero es muchísimo más común un caso que ha llegado tan lejos precisamente porque no existe una norma que rija la cuestión o porque hay argumentos jurídicos iguales de buenos para las dos partes . Más aún, dada la naturaleza de la actividad de la Corte , la mayoría de estos casos son aquellos sobre los cuales la gente , incluidos los jueces de la Corte Suprema, han tomado una posición pre o extrajurídica muy fuerte . Pocos jueces se preocupan demasiado acerca de las cuestiones técnicas de la in­ terpretación de la Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act (Fl­ FRA) , acerca de la aplicación de la Employee Retirement Income Security Act (BRISA) , acerca de las tan oscuras cuestiones en la ley de sociedades o acerca del derecho de comodato en general, por lo que en esos casos bien puede ser que los jueces no tengan el ímpetu para llegar a una conclusión antes de consultar el derecho . Pero cuando las cuestiones relacionadas son el aborto , las acciones afirmativas , la pornografía, la asistencia financiera a las escuelas públicas , la pena c apital y los poderes del presidente con respecto a la seguridad nacional, por ejemplo , es casi imposible imaginar a un ministro de la Corte Suprema sin una posición moral , política, social o ideológica al respecto . Siendo esto así, difícilmente nos sorprenda que la combinación que se da en la Corte Suprema entre un conjunto pequeño de casos seleccionado por ella misma, ubicada en el pináculo de la pirámide judicial, y cuestiones sobre las cuales los ministros suelen tener fuertes opiniones personales , resulte en un dominio en el cual la posición realista sea confirmada mediante investigaciones empíricas serias 33• A pesar de esto , sería un error asumir que lo que es verdadero con res­ pecto a la Corte Suprema lo es para otros tribunales y otras cuestiones. Se ha investigado algo .menos sobre los tribunales estatales y los tribunales federales inferiores que sobre la Corte Suprema, pero el cu�rpo de esa investigación sigue siendo considerable . Y cuando nos fijamos ep sus conclusiones, vemos que la jurisprudencia parece jugar un papel muchísimo mayor en la toma de decisiones j udiciales que lo que los realistas más extremos supusieron 34• Aun­ que los reportes elaborados por los propios jueces probablemente exageran el n Véase PosNER, 2005. La concepción del juez PoSNER de la «política>> , aunque consistente con la perspectiva realista al menos con respecto a la Corte Suprema, no está limitado a su sentido partisano, o aun ideológico. Véase PosNER, 2008 . 34 Entre los estudios están BENESH, 2002; KLEIN, 2002; BRACE y GANN HALL, 1 993; CRoss, 2003; GEORGE, 1 998; REVESZ, 200 1 ; 1999; 1 997; SONGER y DAVI S 1990. , 152 FREDERICK SCHAUER efecto del derecho formal en sus decisiones , la conclusión que se extrae de la investigación, que se reconoce muy simplificada, es que aun en los tribunales inferiores un rango amplio de factores no jmidicos tiene un papel más gran­ de que lo que el modelo tradicional supone, pero que los factores jurídicos explican considerablemente más de la toma de decisiones en los tribunales inferiores que en la Corte Suprema. Y aunque pocas investigaciones entre las existentes divide la cuestión de esta manera, sería plausible suponer que las explicaciones realistas son verdaderas con más frecuencia con respecto a las cuestiones cargadas ideológicamente que a las que no lo son, con respecto a los tribunales de apelación que a los de juicio y con respecto al desordenado derecho común que a la interpretación de las leyes. Aunque el análisis empírico de las decisiones tomadas por la Corte Su­ prema se ha vuelto cada vez más técnico y sofisticado , las afirmaciones em­ píricas de los realistas son esencialmente agnósticas con respecto al método . Algunos de los realistas propusieron investigaciones que emplearan los mé­ todos , en esa época eran novedosos, de las ciencias sociales. Por eso , se ha­ brían sentido cómodos con las metodologías actuales , más sofisticadas . Pero otros creían que las percepciones cuidadosas de abogados experimentados eran suficientes para identificar los «Verdaderos» factores determinantes de las soluciones judiciales y las divisiones reales o categorías del derecho . Así, aunque si HoLMES hubiera escrito un libro de casos de derecho de daños , probablemente l o hubiera dividido e n secciones como negligencia, daños · intencionales, responsabilidad objetiva y causalidad, el realista Leon GREEN escribió uno dividido justo en las líneas que HoLMES había ridiculizado en La Senda del Derecho Holmes dijo que categorías como «embarcaciones» o «telégrafos» no podían fundamentar predicciones precisas del derecho, porque no eran categorías que en verdad determinaban las soluciones jurí­ dicas 35, pero la presuposición empírica de GREEN fue exactamente la contra­ ria. En la división del libro de GREEN en secciones tituladas «Transporte» y «Animales » , por ejemplo, está implícita la creencia prototípka del realismo de que esas eran las categorías que no solo permiten a los estudiantes com­ prender mejor el derecho de daños y ayudan a los abogados a predecir mejor las soluciones jurídicas, sino que también explican mejor los factores que influyen de manera genuina en el comportamiento judicial . Quizás GREEN hubiera hecho un trabajo todavía mejor con las herramientas modernas de la regresión múltiple, pero el punto central es que como un realista, quería examinar empíricamente los factores determinantes reales de las decisiones judiciales , factores que según él tenían poco que ver con las justificaciones jurídicas que los jueces ofrecían en sus votos . 35 HoLMES, 1 897: 475. EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 153 Sin embargo, vale la pena repetir que el estudio empírico que los realis­ tas propusieron podría, en efecto, resultar menos inconsistente con la posi­ ción tradicional del derecho, con respecto a algunos tribunales, cuestiones y ramas del derecho, que lo que la mayoría de los realistas imaginaban. Por ejemplo, podría ser que el principal factor determinante de las decisiones judiciales en cuestiones de interpretación de las leyes fuese el significado ordinario de las palabras de la ley relevante, y que el factor determinante primordial en cuestiones de derecho de contratos en casos de apelación sea el conjunto de reglas , principios y fallos judiciales de derecho de contratos que figuran en los libros de casos de contratos tradicionales y en tratados como los de CoRBIN y WILLISTON. Esos resultados habrían sorprendido a los realistas , pero las explicaciones jurídicas tradicionales para las soluciones judiciales bien podrían resultar sólida en uno o varios dominios , y el mero hecho de tomar a esta cuestión como empírica es , en el sentido más amplio, quizás la característica más importante y el legado del programa realista36 • 4. EL REALISMO Y EL ROL DEL ABOGADO Pero no dejemos a HoLMES demasiado atrás . Es verdad que su compro­ miso con la importancia de las categorías característicamente jurídicas era antirrealista por completo , pero su idea original acerca de las predicCiones y el «hombre malo» sin duda no lo fue. El punto de vista del hombre malo no es, naturalmente, la única perspectiva desde la cual mirar el derecho37 • Y la caracterización del «hombre malo» es desafortunada, porque la mayor parte de las personas que desean o necesitan saber lo que el derecho les hará o hará por ellos , no son <<malas» en el sentido usual de la palabra. Un diario que desea predecir la reacción jurídica probable por la publicación de una noticia poco halagadora acerca de un político , difícilmente pueda ser llamado «malo». Tampoco el ciudadano ordinario que quiera saber cuánto debería pagar en concepto de impuestos , cuán velozmente debería conducir y qué necesita hacer para asegurarse de que tras SI.J. muerte sus bienes pasa­ rán a sus hijos. En todos esos casos, es important� predecir la reacción del sistema jurídico ante diversos cursos de conducta, y HoLMES tenía razón en llamar la atención sobre esta dimensión fundamental del derecho . Al igual que los realistas , quienes entendieron que el ciudadano típico, en esta clase de circunstancias , está interesado más en lo qué hará el derecho que en lo que dice. Si el derecho hará algo distinto que lo que dice por escrito - si se puede conducir sin temor a ser detenido a 95 o aun a 100 kilómetros por 36 37 Véase MILES y SUNSTEIN, 2008 . Véase TWINING, 1985; 1973b . También GREEN, 2005. 154 FREDERICK SCHAUER hora aun cuando el cartel dice «Velocidad máxima 90» - , esto es algo que la mayoría de los ciudadanos , buenos o malos , racionalmente querrían saber. Pero ¿qué significa esto para el abogado que argumenta en un caso? Aun­ que no era realista, el Presidente de la Corte Charles Evan HuGHES señaló , como es famoso, en sus primeros años de carrera que « [l]a Constitución es lo que los jueces dicen que es» 38• Esta cita se erige como uno de los iconos de la perspectiva realista. Pero aun si fuese cierto , desde la perspectiva del mal llamado hombre malo, que la Constitución es lo que la Corte S uprema dice que es, un abogado difícilmente .pueda pararse ante la Corte y decirle que el derecho es lo que ella dice. Esa observación puede ser verdadera desde un punto de vista, pero lo que la Corte quiere saber es por qué debe­ ría decir que la Constitución dice una cosa y no otra. Y a este respecto , el que la Constitución diga lo que la Corte Suprema dice sería absolutamente irrelevante. Podría ser impmtante para los abogados y sus clientes predecir las decisiones judiciales , pero un abogado que litigue ante un tribunal difí­ cilmente pueda adoptar la postura de que el derecho es la predicción de las decisiones de ese tribunal . Pero aunque un tribunal quiera saber algo p1ás que el hecho de que su decisión establecerá el derecho , lo que el realismo le dice al abogado es que el tribunal, en algún nivel de conciencia, podría tener un interés ma­ yor o menor acerca de lo que dice la jurisprudencia. Si el principal factor determinante de las decisiones de la Corte S uprema es la ideología, en sen­ tido amplio, como los investigadores actitudinales de las ciencias políticas y otros sostienen, el abogado efectivo frente a la Corte Suprema tratará de persuadir a una mayoría de sus ministros de que una resolución a favor de su cliente favorecerá a su ideología particular. El abogado podría no articularlo de una manera tan explícita o transparente, pero sin embargo construirá un argumento para apelar a los fundamentos reales de la toma de decisiones judiciales. Del mismo modo , si se conoce que un juez, sistemáticamente , es­ tará de acuerdo con mayor probabilidad con el argumento que hubiera oído en último lugar (en los años setenta se creía que un famoso pero ya fallecido juez de distrito en Nueva Inglaterra , Estados Unidos , se comportaba de este modo) , el buen abogado intentará hablar último. Si un juez es famoso por ser muy puntilloso con la vestimenta, y si h ay pruebas de que la apariencia es un factor determinante de sus decisiones, aun si no el único, el buen abogado se asegurará de que su apariencia y la de su cliente no se enfrenten a la del juez. Y si otro juez está más preocupado por la justicia que por la letra de la 3 8 <<Nos rige una Constitución , pero la Constitución e s lo que los jueces dicen que es» . Char­ les Evan HuoHES, gobernador de Nueva York, discurso ante la Cámara de Comercio de Elmira (3 de mayo de 1907), publicado en HuoHEs, 1916: 1 79 , 1 85 . EL DESAFÍO DEL REALISMO JURÍDICO 155 ley, el abogado que litigue ante él intentará asegurarse de que mucho de su argumento, eh un juicio oral, en un informe escrito o en un argumento de apelación, le provea al juez de los suficientes detalles fácticos aun si algunos de ellos son, desde un punto de vista técnico , jurídicamente irrelevantes; de este modo ' el juez podrá tener la información para fundar la conclusión de que una resolución favorable a su cliente será justa. Nada de esto quiere decir que los buenos abogados ignorarán el derecho o que deban hacerlo . Como hemos visto, es raro el juez que no crea impor­ tante justificar sus decisiones con fundamentos jurídicos tradicionales , aun aquellas a las que arribó por otras razones . El abogado influido por los rea­ listas no solo argumentará el caso en términos que apelen a los fundamentos reales de las decisiones de un juez, sino que le ofrecerá al juez jurisprudencia -un «gancho» , por así decirlo- del que tomarse para justificar la decisión. Aun el juez que resuelve un caso sobre la base de la equidad no jurídica, o la justicia, o alguna política, por ejemplo, necesitará ese gancho o marco jurisprudencia!, y nada en la perspectiva realista desalentará al abogado en su tarea de construírselo, aun si el abogado está, correctamente, enfocando sus argumen�os sobre otras cosas. 5. LOS CRITICAL LEGAL STUDIES Y EL REALISMO CON UN TRAJE MODERNO Aunque la mayoría de los pioneros del realismo jurídico florecieron entre los años veinte y los años cuarenta, la perspectiva realista sigue siendo próspera. Suele decirse que «ahora todos somos realistas», pero esto es casi con seguridad falso. No solo el «todos» es una exageración mayúscula, sino que la forma de realismo que sobrevive es una variante muy domesticada. La creencia en la ju­ risprudencia como factor determinante total puede haberse marchitado un poco, pero los libros de casos de derecho de daños son menos parecidos al de Leon GREEN que lo que hubiéramos vaticinado hace medio siglo, con el libro moderno típico apoyándose en gran medida en las categorías j urídicas tradicionales de la jurisprudencia sobre. daños. El derecho constitucional todavía sigue siendo discutido, cuestionado y organizado en discrepancia sustancial con lo que los actitudinales habían establecido con firmeza, y cualquier estudiante que crea que una perspectiva realista fuerte será recompensada en sus exámenes de la facultad de derecho recibirá una sorpresa ingrata. Hay (al menos) cuatro explicaciones para este estado de cosas aparen­ temente convencional. Una sería que las afirmaciones empíricas fuertes de comienzos del realismo son falsas . Podría sostenerse que aun si fuese ver­ dadero que en el corazón de las decisiones de la Corte Suprema acerca del 1 56 FREDERICK SCHAUER aborto, las acciones afirmativas y el poder presidencial hay algo distinto que la jurisprudencia, una vez que dejamos de lado este clima enrarecido y nos fij amos en los casos ante los tribunales inferiores sobre cuestiones menos cargadas ideológicamente, por no decir sobre cuestiones de derecho no liti­ giosas , el realismo eleva una característica ocasional de la toma de decisio­ nes judiciales en algo mucho mayor de lo que es. Como respuesta empírica a una pregunta empírica , esta explicación enfrenta al realismo en sus propios términos , y poco puede agregarse más que si el realismo es empíricamente correcto para una gran parte del derecho, el hecho de que el realismo ahora pueda ser sustancialmente descartado es sorprendente e incómodo. Pero si las afirmaciones centrales de los realistas son más falsas que verdaderas y más exageradas que sólidas, no debería sorprendernos de que su importan­ cia se haya vuelto relativamente insignificante . La segunda explicación sería que el realismo , de hecho, subsiste, pero con un ropaje diferente. Por ejemplo, en l a medida en que la escuela del Law and Economics explica mucho de la toma de decisiones jurídicas en térmi­ nos de maximización de la eficiencia, sería adecuado interpretarlo como asumiendo un enfoque al estilo de LLEWELLYN, orientado a políticas , en el estudio de lo que los jueces hacen en realidad. Y otros enfoques - el «dere­ cho en acción» de la escuela de la Law and Society, por ejemplo- podrían ser vistos también como herederos del realismo. En efecto, el hecho de que las audiencias para la nominación de los magistrados de la Cort� Suprema se hayan concentrado rutinariamente en las creencias políticas , extrajurídicas , del candidato, es una manifestación especialmente visible de una conciencia realista que va en aumento. El éxito del realismo , podría decirse entonces , no se evidencia en el número de realistas acérrimos que existen sino en que encontramos perspectivas realistas por todas partes . Tercero , podría ser que las facultades de derecho pretendieran enseñar a sus estudiantes más acerca del lenguaje de la justificación jurídica que de los factores determinantes de la decisión judicial . Podría sostenerse que aun si los jueces basaran sus decisiones , sustancialmente, en nociones amplias de equidad y justicia, o en consideraciones referidas a políticas, o aun en las características personales del juez y los litigantes , lo que los abogados depen saber, y las facultades de derecho están en una posición única para enseñar, es el lenguaje del derecho , las palabras y las categorías y los conceptos don­ de el discurso del derecho tiene lugar, aun si detrás del discurso es,tá ocu­ rriendo algo completamente distinto . Quizás los abogados puedan tolerar ser realistas , pero tendrán éxito solo si comprenden el lenguaje no realista y las categorías con l as cuales el sistema jurídico funciona en realidad. Cuarto, quizás el realismo ha sido marginado porque es demasiado ame­ nazador. Esta sería la posición de muchos de los miembros del movimiento EL DESAFíO DEL REALISMO JURÍDICO 157 de los Critica! Legal Studies, algunos de los cuales parecen continuar o ha­ ber continuado de manera explícita el programa realista. Parte de los Critica! Legal Studies, un movimiento que creció en la década de los sesenta y pudo haber tenido su mayor influencia en los años setenta y ochenta, tiene poco que ver con el realismo. Al menos una de las afirmaciones importantes de esa escuela era que la jurisprudencia debía entenderse como un reflejo de las decisiones políticas e ideológicas contingentes . En la medida en que una de sus afirmaciones importantes era que la jurisprudencia reflejaba una estruc­ tura de poder existente o servía los intereses de ciertas clases o segmentos de la sociedad, su posición estaba solo levemente conectada con el realismo y con el interés de este libro sobre las cuestiones de la argumentación y los razonamientos jurídicos . Sin embargo, en otros aspectos los miembros de la escuela de los Cri­ tica! Legal Studies eran explícitamente realistas . Algunos de ellos enfatiza­ ron la indeterminación de la jurisprudencia, sosteniendo, como LLEWELLYN con otras palabras , que los decisores jurídicos típicamente cuentan con más opciones jurisprudencialmente abiertas para ellos que las que tenían en la visión tradicional de su tarea39• Según ese argumento, a la luz de esta inde­ terminación 'de la jurisprudencia, es importante entender las bases reales de la toma de decisiones judiciales. Así, por ejemplo, cuando Duncan KENNEDY sostuvo que los jueces siempre tienen a mano «jugadas» suficientes para do­ tarse de respetabilidad profesional al evitar aun las indicaciones más claras de las reglas jurídicas más claras 40, estaba efectuando una afirmación em­ pírica totalmente consistente con el núcleo central del realismo. Y cuando Mark TusHNET insistió en que la ideología política era el factor determinante principal de muchas de las decisiones constitucionales41 , no solo ofreció una explicación del derecho constitucional norteamericano que era consistente con la de los autores de ciencia política de cariz actitudinal, sino que dio el tipo de explicación con las cuales LLEWELLYN, aun si no Jerome FRANK, ha­ bría congeniado. Es verdad que TusHNET y otros enfatizaron en la ideología y no en las políticas , en la política y no en la personalidad, y en las amplias influencias sociales y no en la equidad en el caso particular. Pero vistas a través del prisma realista, estas diferencias parecen comparativamente me­ nores . Aunque pueda haber diferentes versiones de qué factores extrajurídi­ cos conducen, de hecho, la toma de decisiones judicial y la argumentación jurídica, la insistencia en lo que tradicionalmente habría sido considerado no jurídico conecta a los Critica! Legal Studies con las posiciones principales del realismo de los años treinta. 39 40 4l Véase, e.g., StNGER, 1988. También, SINGER, 1984. KENNEDY, 1 986; 1972. TUSHNET, 1 98 1 . 158 FREDERICK SCHA UER El realismo jurídico incluyó perspectivas frente al derecho distintas de las que se enfocaban en el razonamiento jurídico, como por ejemplo las de HUTCHESON, fRANK, GREEN y LLEWELLYN. Del mismo modo, para repetirlo , los Critica/ Legal Studies tienen elementos desconectados con e l realismo jurídico y, por ende, con las cuestiones del razonamiento jurídico , la argu­ mentación jurídica y la toma de decisiones judiciales . Pero en la medida en que parte de los Critica/ Legal Studies sí se han ocupado de esos temas , puede interpretarse que mucho del trabajo de estos autores lleva adelante el programa realista, Como conjunto de afirmaciones empíricas, el programa realista difícilmente puede ser ahora condenado por ser falso en su mayor parte, o defendido por ser en su mayor parte verdadero. La verdad del rea­ lismo es específica para un dominio, y la medida en la cual las herramientas y los dispositivos tradicionales del razonamiento jurídico sean en realidad factores que determinan las soluciones jurídicas seguirá siendo un tema para investigaciones serias , cuyos resultados seguirán cambiando con el objeto, nivel y ubicación de la toma de decisiones judiciales . CAPÍTULOVIII , LA INTERPRETACION DE LAS LEYES l. INTERPRETACIÓN DE LEYES EN UN ESTADO REGULADOR Los métodos del common law tienen sus orígenes en la Edad Media, fueron refinados en el siglo xvr y persisten hasta hoy. Y como quienes están inmersos en la tradición del common law reconocen que los jueces tienen la capacidad de crear cuerpos enteros de leyes , como lo hicieron en la primera época del derecho de daños , del derecho de contratos e incluso del derecho penal, no es extraño que les exijan aun ahora a los jueces que se ocupen de tareas como esas . Por ejemplo , los jueces han creado gran parte del derecho norteamericano antimonopolios de la nada cuando se vieron forzados a in­ terpretar la Sherman Antitrust Act de 1 890 , una ley cuya norma operativa principal simplemente prohíbe «[t]odo contrato, combinación . . . o conspira­ ción restrictivos del intercambio o del comercio» 1 • El uso impreciso del len­ guaje por parte del Congreso no fue un problema de descuido al redactar la ley. El congreso sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y cómo usar un lenguaje claro y preciso cuando quería. Al redactarla Sherman Act con pala­ bras amplias e indeterminadas, evitando así de manera intencional el uso de un lenguaje concreto y reglas fácilmente entendibles , estaba prescribiendo a los jueces que crearan, al estilo del common law, prácticamente la totalidad de las leyes antimonopolio . Un enfoque parecido está ejemplificado por la principal norma antifraude de la Securities Exchange Act de 1934, sección lüb, que autoriza a la Comisión de Valores a adoptar reglas que prohíban 1 15 u.s.c. §1 (2006) . 1 60 FREDERICK SCHAUER «toda maniobra manipuladora o engañosa» 2 • aunque la comisión podría haber satisfecho esta carga impuesta por el Congreso promulgando reglas Y detalladas que rigieran el fraude societario, dictó en realidad reglas ....:. ]a regla IOb-5 - que simplemente prohíben toda «maniobra , estructura o artificio para defraudar» 3• La comisión dejó deliberadamente a los tribunales la tarea de confeccionar, una vez más a la manera del common law, la mayor parte del derecho de fraudes accionarlos , incluyendo la mayor pmte del derecho que regula el intercambio comercial entre los socios . Gran parte de la re­ gulación constitucional nmteamericana es similar. La interpretación judi­ cial de frases tales como «Vida, libertad o propiedad» , «debido proceso» , «igualdad ante la ley » , «registros y requisas ilTazonables » , «penas crueles e inusuales» y «comercio entre los Estados» , por ejemplo , no se ven en abso­ luto como interpretación. Las frases amplias en el texto constitucional - el juez Robert JACKSON las llamó una vez «generalidades majestuosas»4 - se entienden mejor viéndolas como iniciadoras de un proceso de desarrollo del derecho ordinario que, en gran medida, no está limitado por las palabras del documento 5• No obstante , en los Estados Unidos modernos , como en la mayor parte de los países del common law desarrollados , ejemplos como estos son mu­ cho más una excepción que la regla. En la Norteamérica contemporánea es mucho más típica la Occupational Sajety and Health Act de 19706, cuyas veintinueve secciones detalladas ocupan cuarenta y cuatro páginas del Uni­ ted States Code y son complementadas por otras ochenta y ocho páginas de reglamentaciones en el Code oj Federal Regulations. Esto no puede consi­ derarse inusual . La Clean Air Act de 1 970 , con sus enmiendas posteriores , tiene 464 páginas , y leyes tan familiares como la Securities Act de 1933, el Civil Rights Act de 1 964 y, por supuesto , el Interna! Revenue Code son muy detalladas , y por lo común aumentan su extensión con colecciones aún más detalladas de normas reglamentarias , comentarios oficiales y disposiciones interpretativas . En estos y otros innumerables ejemplos, el. objetivo de un esquema legal es la regulación abarcadora y precisa de una gran porción de actividad individual, gubernamental y empresarial. Esa regulación legal compleja habría satisfecho a alguien como Jeremy BENTHAM, quien creía que una legislación precisa y abarcadora convertiría a la intervención judicial en algo extremadamente raro . Según los argumentos de B ENTHAM y otros, desplegados a lo largo de muchos año s , si lo� ciuda2 3 4 5 6 15 u.s.c. §78j (2006). 1 7 C.F.R. §240.10b-5 (2006). W. Va . Bd. of Educ. v. Barnette , 3 1 9 U .S . 624: 639 ( 1 943). Véase STRAuss, 1 996. Véase también STRAUSS, 2003 . 29 U.S.C. §§61 y SS. (2006). LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 161 danos y los funcionarios supieran exactamente qué se les exigía, no habría mucha necesidad de interpretación, construcción y creatividad judicial, a las que BENTHAM y sus seguidores tanto temían. Los jueces, en algunas oca­ siones , podrían estar compelidos a hacer cumplir la ley, o a interpretarla en casos extremadamente inusuales. Pero en el curso ordinario de las cosas , para BENTHAM, ni los abogados ni los jueces serían capaces de obstruir la operación de los códigos precisos, accesibles para el público y que se apli­ carían a sí mismos 7 • Ahora sabemos cuán equivocado estaba BENTHAM. Aunque las leyes de­ talladas son ubicuas en los actuales Estados reguladores , también lo es la llamada interpretación o construcción legislativa. Quizás por sU mala redac­ ción (recuérdese United States v. Locke8 , comentado en los capítulos I y II, caso en el cual la única explicación posible para el plazo indicado como «antes del 3 1 de diciembre» en lugar de «antes del 3 1 de diciembre, inclu­ sive» era un error de redacción) , quizás porque el Congreso u otro cuerpo legislativo halló políticamente más seguro pasarle una decisión difícil al Poder Judicial, y más que nada porque aun la ley más precisa no puede acer­ carse siquiera a predecir las complejidades y la fluidez de la vida moderna, las leyes detalladas hay aumentado en lugar de disminuir la frecuencia de la intervención judicial, de un modo que B ENTHAM no podría haber previsto y que lo habría destrozado si hubiera podido. Se recurre constantemente a los tribunales para resolver interpretaciones enfrentadas con respecto a las palabras de las leyes . La prevalencia de esquemas legales intrincados , lejos de convertir en irrelevante a la interpretación legislativa, ha dado lugar en cambio a un estado de cosas en el cual las disputas acerca de la interpreta­ ción de las leyes ocupan un gran espacio en las discusiones contemporáneas acerca de la argumentación jurídica, el razonamiento jurídico y la toma de decisiones judiciales 9• Las cuestiones de interpretación legislativa no surgen solo en el contexto del derecho creado por los parlamentos . También rodean a la interpretación judicial de los reglamentos administrativos , las ordenanzas municipales y las reglas de todas clases . En efecto, el tipo de cuestiones que cunde en la 1 Véase BENTHAM, 1 843a. En efecto, B ENTHAM creía que los abogados estaban tan implicados en complicar el derecho para sus propias razones interesadas, que propuso, en 1 808, la abolición del sistema de honorarios profesionales, y que los abogados fuesen solventados por el Estado con sueldos fij os. Creía que esta reforma eliminaría el incentivo para que los abogados y los jueces («Juez y cív> , para BENTHAM) convirtieran al derecho en algo cada vez menos entendible y, por eso, más dependiente de los abogados ávidos de honorarios. BENTHAM, 1 843c. 8 47 1 U.S. 84 ( 1 985). 9 Para un tratamiento más profundo de las cuestiones y un ejemplo de las discusiones en una bibliografía enorme, véanse, e .g . BARAK, 2005: 339-359; EsKRIDGE, 1 994; ESKRIDGE, FRIC KEY y ÜARRET, 2006; MACCORMICK y SUMMERS, 1997; SCALIA.- 1997; VERMEULE, 2006; BREYER, 1992; , MANNING, 2003; SCHAUER, 1990; SUNSTEIN, 1 989. 1 62 FREDERICK SCHAUER interpretación de las leyes también afecta a gran parte del derecho cons­ titucional. Podría ser que la interpretación judicial de las cláusulas de la constitución que disponen la igualdad ante la ley y el debido proceso es me­ nos interpretación que un desarrollo del common law no vinculado por los textos, pero no puede decirse lo mismo acerca de la interpretación de las dis­ posiciones más detalladas de la Constitución. Interpretar las disposiciones que establecen los procedimientos para legislar 10, por ejemplo, o la palabra «confrontación» en la Sexta Enmienda» 1 1 , no es diferente de interpretar las leyes emanadas del Congreso o los parlamentos estatales . 2. EL ROL DEL TEXTO La práctica de la interpretación legislativa comienza, típicamente, con las palabras de la propia ley: las marcas impresas en la página. Esta posición se refleja ampliamente en el tratamiento académico de esa práctica. Pero aunque se acepta en general que las palabras son el punto de partida, la cuestión de si son también el final está en el centro de la mayoría de las con­ troversias acerca de la interpretación legislativa. Más aún, parece evidente que la tarea interpretativa debe comenzar con la determinación de lo que significan las palabras de una ley. Pero la pregunta que debe responderse es la que intenta averiguar qué significa que una palabra, frase u oración de una regla signifique algo. Y esta no es una pregunta fácil de responder. Tampoco es exclusiva de la interpretación de las leyes. Qué significa que las palabras de una ley signifiquen algo es una pregunta relacionada de forma importante con la cuestión acerca de qué significa que una palabra en un contrato, tes­ tamento o fideicomiso signifique algo. En efecto, resolver problemas acerca del significado del significado 1 2 es tan central en el derecho como en la filosofía, la teología, la crítica literaria, el arte y un cúmulo de otras activi­ dades interpretativas. Y, como veremos , algunos de los debates acerca de la interpretación de las leyes intentan dar cuenta de la medida en la cual , si es que lo es en alguna, la interpretación de las leyes remeda a la interpretación de un cuadro de Picasso, una obra de Shakespeare o un pasaje de la Biblia. Pero eso es adelantarnos demasiado. Para comenzar, regresemos al ejemplo famoso de los «vehículos en el parque» , que fue el elemento principal del debate desarrollado en 1 958 en las páginas de la Harvard Law Review, entre 10 Véase, e.g., Bowsher v. Synar, 478 U.S. 714 ( 1 986); lmmigration and Naturalization Service v. Chadha, 462 U.S . 919 ( 1 983). 1 1 Compárese Maryland v. Craig, 497 U.S . 836 ( 1 990), con Coy v. Iowa., 487 U.S . 1 0 1 2 ( 1 988). 12 Cf. ÜGDEN y RICHARDS, 1923, un importante trabajo de comienzos del siglo xx sobre el lenguaje y la interpretación realizado por un filósofo y un teórico literario. LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 1 63 el filósofo jurídico inglés H . L . A . HART y su contrincante norteamericano Lon FULLER 13. HART abrió el debate ofreciendo, en su discusión sobre la naturaleza de las reglas jurídicas, el ejemplo hipotético de una regla que prohibía «Vehícu­ los» en un parque público 14• HART se valió del ejemplo para señalar que las reglas (o leyes) como esa tienen invariablemente un «núcleo de significado establecido» y una «penumbra» de aplicaciones discutibles 15 • HART señaló que los automóviles «claramente» entrarían en el significado establecido , y serían excluidos del parque, «pero ¿qué sucede con las bicicletas, los pa­ tines , los automóviles de juguete? ¿Y los aeroplanos?» 16• ¿Y los coches de bebé, que otros mencionaron en una variante del mismo ejemplo? ¿Y, en nuestros días , los patinetes o las sillas de ruedas motorizadas? Para determi­ nar, en estos casos de penumbra, si las bicicletas o los patinetes o alguno de los otros ejemplos se considerarán vehículos , el juzgador deberá determinar el propósito de la regla. Luego, mediante el ejercicio de su discrecionalidad, permitirá que las bicicletas y los coches de bebés ingresen en el parque (ex13 FuLLER, 1958; HART, 1958. El debate no fue principalmente sobre interpretación jurídica, sino acerca de la mera naturaleza del derecho. HART defendía una versión moderna del positivis­ mo jurídico, sosteniendo que el concepto de derecho es distinto del concepto de moral. FuLLER de­ sarrollaba su propia forma procedural de derecho natural, la posición que sostiene que el derecho apenas es derecho si no satisface ciertas mínimas exigencias de moralidad. Los debates entre los partidarios del positivismo y del derecho natural han ocupado el escenario principal en la filosofía del derecho por generaciones. Desafortunadamente las dos posiciones han sido, con frecuencia, el objeto de caricaturas ridículas. Pero aunque el debate entre HART y FULLER acerca de la interpre­ tación jurídica estuvo conectado en ambos casos con esas discusiones más amplias, su discusión acerca de la interpretación y su ejemplo principal se han vuelto lo suficientemente importantes por su propio peso como para que podamos usarlos para ilustrar cuestiones valiosas acerca de ia interpretación jurídica, dejando de lado los debates más abstractos. Véase ScHAUER, 2008. · 14 HART 1958: 606- 1 5 . Usa el mismo ejemplo en HART, 1 994: 125-127 . 15 L a terminología de «núcleo» y �<penumbra» proviene de RussELL, 1923, donde se distin­ gue el núcleo del «contorno». En ese artículo, RussELL se ocupó de una famosa falacia que plaga la argumentación jurídica y política. Los abogados suelen sostener que si no podemos distinguir con claridad una cosa de otra en todos los casos, la distinción carece de sentido o es incoherente. Pueden afirmar, por ejemplo, que la distinción entre cursos de agua navegables y no navegables, con el fin de determinar si hay competencia de los tribunales de almirantazgo, es incoherente, porque algunos cursos de agua son navegables durante la marea alta y no durante la baja, o cuan­ do el clima es lluvioso pero no cuando es seco. Pero este argúm�nto es absurdo, y RusSELL buscó demostrarlo valiéndose del ejemplo de la calvicie. Aunque exlsten, en efecto, algunos hombres sobre los cuales sería difícil decir si son o no calvos, esto no significa que no exista una distinción utilizable erltre aquellos que son claramente calvos y los que no lo son. Edmund BuRKE llegó a la misma conclusión acerca de la noche y el día, señalando que la existencia del crepúsculo no convierte en incoherente a la distinción entre pleno día y noche cerrada. Pero quizás el mejor ejemplo sea el de John Lowenstein, un jugador de béisbol de los Orioles de Baltimore, quien bromeó diciendo que <<debían mover la primera base un paso atrás y eliminar así todas las jugadas dudosas» , Detroit Free Press, 27 de abril de 1984: Fl. 16 El ejemplo del aeroplano proviene del caso McBoyle v. United States, 283 U.S . 25 (193 1). El caso, que probablemente inspiró el propio ejemplo de HART, se vinculaba con la cuestión de si una ley que prohibía trasladar un vehículo robado a través de los límites de un estado era violada cuando un avión robado se trasladaba de un Est-ado a otro. 1 64 FREDERICK SCHAUER cluyéndolos , así, de la definición de «vehículo») si el propósito de la regla era, por ejemplo , prohibir el ruido y la contaminación . Pero no lo permitirá si el fin que motivó la regla era resguardar la seguridad de los peatones (que las bicicletas pueden amenazar) o mantener despejados los caminos angos­ tos (que podrían ser obstruidos por los coches de bebé). En efecto , si el ob­ jeto o el propósito que subyace a la regla no era evidente, HART esperaba que el juez que ejercitaba su discrecionalidad en esos casos de penumbra actuara de un modo muy semejante a un legislador y tomara en cuenta las mismas consideraciones de política que se esperan ver en un parlamento. Aunque HART parecía distinguir la categoría de aplicaciones claras de una regla de la categoría de las aplicaciones que no son claras , la distinción entre el núcleo y la penumbra está lejos de ser una línea clara. Más aún, con respecto a toda regla no solo habrá cuestiones discutidas acerca de cómo resolver los casos de penumbra, sino que también habrá discusiones y falta de certeza acerca de si una aplicación está en el núcleo o en la penumbra 17• Por lo tanto, l a distinción entre e l núcleo y l a penumbra o el contorno, como la penumbra alrededor del sol durante un eclipse, se explica mejor como una escala, un espectro o un continuo y no como un límite tajante. En un extre­ mo de este continuo hallaremos la aplicación menos controvertida: el ingre­ so al parque de una camioneta con una familia a bordo y los elementos para hacer un picnic es, justamente, el tipo de actividad que cualquiera entendería que la regla que prohíbe los vehículos en el parque querría excluir. En el otro extremo, veremos la no aplicación menos controvertida: por caben dudas acerca de que un peatón caminando con lentitud y admirando el paisaje no es un vehículo. Entre ellos , sin embargo, no hallaremos una categoría clara de las aplicaciones discutidas, sino más bien una escala en la cual la probabilidad de discusión aumenta en la medida en que nos alejamos de un extremo o del otro. Regresemos a la formulación de HART de la forma y los atributos de una regla jurídica, y reparemos en el desafío de FuLLER a esta imagen. Su desafío no estuvo dirigido a lo que un juez debe hacer en la penumbra. FULLER se ocupó muy poco de la necesidad de los jueces de fij arse en otra parte cuando las palabras son poco claras , aunque donde HART vio jueces ejercitando una discrecionalidad casi legislativa, FULLER hubiera visto a jueces buscando el propósito subyacente a la ley. Aun así, los desacuerdos entre ambos acerca de lo que los jueces deben hacer en la penumbra de la incertidumbre lin­ güística fueron relativamente menores . Sí fueron más serios los relativos a lo que HART llamó el núcleo del significado establecido , porque FuLLER sos­ tuvo que HART estaba equivocado acerca de la idea misma de lln núcleo del 17 Véase ENmcorr, 1997. LA INTERPRETÁCIÓN DE LAS LEYES 1 65 significado establecido. Como respuesta a la afirmación de HART sobre que los automóviles estaban claramente dentro del núcleo de la regla, FULLER nos pidió que consideráramos qué sucedería si «unos patriotas locales qui­ sieran montar sobre un pedestal en el parque- un camión [en perfectas condi­ ciones' de uso] utilizado en la Segunda Guerra Mundial, mientras que otros ciudadanos , considerando al monumento propuesto un adefesio, apoyaran su posición en la regla que prohibía el ingreso de vehículos 18• Según FULLER, el camión , en principio, aparenta ser claramente un vehículo, pero con igual claridad sería absurdo excluirlo del parque por esa razón. Así, para FULLER , podría suceder que las palabras de una regla jurídica nunca presentaran un caso claro para su aplicación. El ejemplo del monumento bélico de FULLER es parte de una larga lista de casos, algunos hipotéticos y otros reales, tendientes a demostrar que para toda regla jurídica, siempre existirá la posibilidad de que aplicar el significado lato de las palabras de la regla dé lugar a un resultado contrario a lo que la regla es­ taba destinada a lograr, o aun al mero sentido común. En el mismo artículo en el que ofreció el ejemplo del camión usado como monumento bélico, FULLER también pre�entó el de una regla que prohibía dormir en una estación de trenes . La regla habría sido claramente creada para excluir a las personas sin hogar (a quienes FULLER, en 1 958, se refirió como «vagabundos»). FULLER se preguntó si la regla se aplicaría a un hombre de negocios cansado que, habiendo perdido su tren, se quedara dormido mientras esperaba el siguiente. Para FULLER, esa aplicación sería ridícula, lo que reforzaría su idea de que las palabras de una regla, por ellas mismas y sin referencia al propósito de la regla, nunca podrían determinar ni siquiera el significado establecido. El mismo objetivo tenía el ejemplo de Samuel VON PUFENDORF de la sentencia del siglo xvn según la cual una ley de Bolonia prohibía «derramar sangre en las calles» , presuntamente para prohibir los duelos , no debía aplicarse a un cirujano que realizaba una intervención de emergencia 19• Y recuérdese el caso United States v. Kirby20, comentado en el capítulo 11 , en el cual la Corte Suprema se negó a permitir, sobre la base de la ley que prohibía obstruir el correo, una acusación de un comisario que había arrestado a un cartero por horni'cidio. Se trata de un nuevo ejemplo de la frecuencia en la cual las complejid�des del mundo frustran los esfuerzos de las palabras usadas en las leyes para anticiparlas. FULLER dio apoyo a su argumento con algo de filosofía tosca. Ocasional­ mente , insistió en que las palabras no tienen significado salvo en el contexto partic1..1lar en el que son proferidas . Esto es un error, porque la capacidad de 18 19 2o FULLER, 1 958: 66 1 . PUFENDORF, 1 672, descrita en BLACKSTONE, 1 765-1769, 1 : *59-60. 74 U.S . (7 Wall.) 482 (1 968). 166 FREDERICK SCHAUER una palabra (u oración) para significar presupone que las convenciones del lenguaje le adosan al menos algún significado a las palabras mismas, más allá del contexto particular de su uso. La palabra «perro» se refiere a los perros y no a los gatos o a los murciélagos , y aunque el ejemplo es rudimentario, nos recuerda que el lenguaje puede operar solo si sus partes constituyentes , sean ellas palabras , frases u oraciones , tienen ellas mismas significado. En el caso contrario, sería imposible transmitir el pensamiento del emisor a la mente del receptor. Tiene perfecto sentido, entonces , decir que las palabras o el texto de una ley significan algo, aunque la cuestión debatida sea, preci­ samente, si lo que significa esa ley es lo que significa su texto. Irónicamente, la incursión fallida de FULLER en la filosofía del lenguaje desmerece en lugar de apoyar su idea central , que es muy valiosa. El monu­ mento bélico construido con un camión militar que funciona realmente era un vehículo21 , así como el hombre de negocios cansado realmente estaba durmiendo en la estación, y el comisario del caso Kirby realmente obstruyó la entrega del correo . Lo que muestran estos y otros innumerables ejemplos , tanto reales como hipotéticos, es que la aplicación del lenguaje literal de una regla de cuando en cuando dará lugar a una solución absurda, ridícula o, al menos, contraria al propósito subyacente principal de la regla. Y aun en casos menos extremos, seguir el lenguaje literal de una regla aún con más frecuencia conducirá a una solución que es tonta, ineficiente o de alguna otra manera decididamente subóptima. La idea de FuLLER era que el lenguaje no podía, a pesar del ejemplo de HART, ser nunca suficiente para dar lugar a un caso central o claro , porque en al menos algunas instancias la aplicación cla­ ra de un lenguaje claro dará lugar a un resultado absurdo. Para FVLLER , solo considerando siempre el propósito subyacente a ellas, las reglas jurídicas tienen sentido, así como el derecho todo. No hay necesidad (aún) de resolver la discusión entre HART y FULLER , porque una de las características valiosas de cómo fue presentada es que ofrece un esquema útil para considerar cuestiones más amplias sobre la in­ terpretación de las leyes. En el corazón del esquema está una distinción 21 FULLER estaba, naturalmente, limitado por el ejemplo de HART, pero <<vehículo» podría no ser la mejor palabra para apoyar su idea. Es posible que una capacidad actual para moverse por sus propios medios sea una característica definitoria de «vehículo» , en cuyo caso el camión podría haber dejado de ser un vehículo por estar fij ado a, o aun por formar parte de, un monu­ mento. Pero este es un defecto del ejemplo y no de la idea central . FuLLER podría haber formulado la misma pregunta acerca de una ambulancia o un camió� de bomberos, y su idea hubiese sido igual. Lo mismo sucede con el ejemplo de FuLLER del hombre de negocios cansado, porque el que se quedara dormido había sido un hecho fisiológico independiente de por qué o cómo se durmió. Lo mismo con la cuestión de si una regla que no admite perros en un restaurante o una tienda impediría ingresar a los perros lazarillo. Es casi con certeza un absurdo vedar el ingreso de Jos perros lazarillo, pero el hecho de que sería absurdo aplicarles la regla no significa que los perros lazarillos no se.an perros. LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 1 67 entre tres tipos de casos. Están los casos en los cuales las propias palabras de las leyes ofrecen una respuesta plausible . También aquellos en los cua­ les las palabras no ofrecen respuesta alguna: Y aquellos en los cuales las palabras brindan una mala respuesta , que puede chocar con la intención del legislador, el propósito de la ley o con una solución correcta en un sentido más amplio. Cuando las meras palabras dan una respuesta plausible --:la primera categoría- , típicamente la cuestión se acaba allí. Si las palabras del derecho ofrecen una solución sensata a un problema o a un litigio, aun si no es la única solución sensata, es raro que el sentido literal de las pala­ bras no determine la solución jurídica. En efecto, esos casos no suelen ser discutidos; y, si lo son , no suelen ser materia de un litigio; y, si lo son , no suelen ser apelados . Los abogados suelen hablar de casos difíciles , pero hay muchos casos fáciles también 22• Cuando las palabras de una ley son claras y dan lugar a una solución sensata, tenemos un caso fácil de construcción legislativa. En esos casos , la solución sensata ofrecida por las palabras de la ley, por sí sola, será usualmente dispositiva. Sin embargo, una vez que dejamos de lado los casos fáciles , la cuestión se toma menos manejable. Encontramos entonces dos variedades de casos difíciles. Uria surge de la indeterminación lingüística. Las palabras de la ley no ofrecen una respuesta determinada al litigio ante el tribunal. Esto, o bien porque los términos son vagos , como en «igualdad ante la ley», «esfuerzo razonable» y «demora injustificada» , o bien porque los términos que son de­ terminados para otras aplicaciones no lo son con respecto a la cuestión bajo tratamiento, como sucede con la pregunta sobre si las bicicletas, los coches de bebé o los patinetes son vehículos que deben mantenerse fuera del par­ que. Pero existe otro tipo de caso difícil, que no es para nada una función de la indeterminación lingüística. Más bien, se trata de los casos difíciles que lo son porque una solución determinada lingüísticamente -el monumento bélico construido con un vehículo , la obstrucción del servicio de correo por el arresto legítimo de un cartero en . el caso Kirby, la fecha límite pasada por alto en el caso Locke - puede considerarse, de manera plausible, como mejorable, o no del todo buena. Estos casos son difíciles, pero no porque el lenguaje no ofrece una respuesta para ellos . Lo son , precisamente, porque ofrece una respuesta que parece ser equivocada . . Como virtualmente todos los casos de interpretación de las normas que llegan a ser litigiosos presentan alguno de estos dos tipos de dificultad, será útil considerarlos por separado . Nos ocuparemos primero de los casos que son difíciles por su indeterminación lingüística y luego de los que lo son por una determinación lingüística equivocada en apariencia. 22 Véase SCHAUER, 1 985. Y la discusión en el apartado 2 del capítulo Il, supra. 168 3. FREDERICK SCHAUER CUANDO EL TEXTO N O OFRECE UNA RESPUESTA En la presentación del problema de la interpretación de las leyes desa­ rrollada hasta aquí, está implícito el refuerzo de una cuestión central no solo acerca de la interpretación de las leyes, sino sobre las leyes en general . Las leyes -el mismísimo lenguaje del derecho - son importantes no porque sean una prueba de lo que el parlamento piensa o pretende, sino por lo que son. Así corno Macbeth no solo es una prueba de lo que había en la mente de Shakespea.re , y así como la importancia de la Mona Lisa no es , simplemente , lo que nos dice acerca de Leonardo da Vinci, una ley también es importante por su propio peso . Se trata de un elemento jurídico primario - parte del material del derecho - cuyo estatus no es una función de lo que pueda reve­ lar acerca de algo rnás23• Como una ley es derecho y no simplemente un indicador de dónde podemos hallar al derecho, no sorprende que sus palabras reales sean tan dominantes en el razonamiento jurídico . El abogado que habla muy pron­ to, o demasiado , acerca de las intenciones, las inferencias y los principios amplios de justicia en un caso que implique la interpretación de una ley, probablemente sea censurado por el juez con la pregunta: «Bueno, abogado, pe.ro ¿qué dice realmente la ley?» . Como hemos visto , las palabras de una ley pueden no ser lo único considerado en un caso que involucre a una ley, y lo que la ley diga puede no ser la última palabra sobre la cuestión . Pero no reconocer que es la primera , el punto de partida, es malentender algo muy importante acerca de la naturaleza del derecho. Aunque las palabras de una ley son casi siempre el punto de partida, con frecuencia no ofrecen una respuesta clara a una cuestión particular. A veces esto se debe a que la ley usa palabras vagas , como «razonable» , «excesivo» o «bajo las circunstancias » . En esos casos, el juez inevitablemente debe fi­ jarse en algo más que en las palabras de la ley. Es común en esos casos decir que el juez tiene «discrecionalidad» , aunque lo que significa eso exactamen­ te es materia controvertida. Para una posición,_ la que adoptó HARr cuando ofreció el ejemplo de los vehículos en el parque , en casos de esta clase de indeterminación lingüística el juez actúa corno legislador, y puede tomar en cuenta todo el rango de consideraciones de política utilizado típicamente al legislar, de modo de determinar cómo pueden hacerse más específi �as las 23 Para una visión contraria, véase DwoRKIN, 1986: 1 6- 1 7, donde sostiene que agazapada detrás de la fonnulación de una regla de las que podemos encontrar en el UnitedStates Code hay una regla «real» . El enfoque interpretativo de la judicatura de DwoRKJN puede ser sólido, al menos parcialmente, pero la afinnación de que existe algo como una regla <<real>> que no es la regla que está en los libros es más misteriosa que útil. LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 1 69 indeterminaciones del texto legal y cómo debería resolverse un litigio par­ ticular. Esto no es decir que una ley vaga no ofrece guía alguna. Aunque el Sherman Antitrust Act haya autorizado, en efecto , a los tribunales federales a crear el cuerpo de la ley antimonopolios, tanto las palabras de la ley como su hisforia legislativa han dejado claro que el objetivo de la ley era prohibir las prácticas que importaran una colaboración contra la competenCia, en oposición a un enfoque completamente laissez-faire . Así, aunque los tribu­ nales tienen una libertad de acción considerable para completar los detalles , se espera que lo hagan teniendo en mente una meta particular. Es discutible si para determinar el fin de la ley debe recabarse en la historia legislativa. Esto es, en el registro de lo que el legislador quiso explí­ citamente , algo que no es habitualmente deducido a partir de la propia ley (motivo por el cual esa historia se denomina extrínseca), sino de informes de comisiones , registros de las sesiones del parlamento y transcripciones de los debates legislativos . La discusión acerca de cúándo deben usarse esos materiales , si es que deben usarse, es actual. Están aquellos a favor de su uso , que sostienen que las leyes son diseñadas con una cierta intención que las trasciende. Por esto, cualquier prueba de esa intención debería ser utili­ zable, especi almente cuando su texto es insuficiente como guía24• Quienes proponen usar la historia legislativa también afirman que en casos como los que estamos discutiendo -en los cuales el lenguaje mismo no ofrece una respuesta- sería absurdo no valerse de todas las pruebas disponibles para descubrir lo que el parlamento habría querido hacer25 • Del otro lado de la discusión acerca del uso de la prueba de las intencio­ nes reales del legislador, quienes se oponen al uso de la historia legislativa - a veces llamados textualistas, por su resistencia a ir más allá del texto de la ley - son escépticos acerca del valor probatorio de los registros. Sos­ tienen que, con frecuencia, legisladores diferentes tienen en mente metas distintas, así que no esta claro de quién eran las intenciones que quedaron registradas . Y que, a veces , el material es insertado en la historia legislativa 24 Para una defensa poderosa y amplia de los enfoques intencionalistas de la interpretación de las leyes, véase SoLAN, 2005 . 25 La práctica tradicional británica excluía la consideración de Jos registros de los debates parlamentarios, aun cuando el tribunal intentara discernir las intenciones del Parlamento. La prác­ tica excluyente estaba justificada, en parte, por la posición que sostenía que solo la propia ley era fuente de autoridad (véase Black-Clawson lnternational v. Papierwerke Waldhoj-Ascha.ffenburg [1975], A.C. 591), en parte porque los registros de los debates legislativos eran considerados guías poco confiables para determinar las intenciones reales (véase Davis v. Johnson [ 1979], A .C. 264 [H .L.] ), y en parte debido a la preocupación de que alentar el recurso a registros legislativos difíciles de hallar aumentaría los costos de los juicios (véase TwiNING y MIERS , 1 999: 291 ) . La exclusión de materiales legislativos se ha relajado de algún modo en Pepper v. Hart [ 1 993] , A.C. 593 (H.L.), pero la práctica británica sigue siendo sUstancialmente menos receptiva al uso de esos materiales que la norteamericana. 170 FREDERICK SCHAUER por un legislador solo para reforzar una idea, o para captar la atención de la prensa, o para ponderar a sus electores , aun cuando ese material no refleje de manera alguna las intenciones colectivas (asumiendo que un cuerpo colec­ tivo puede tener una intención) del parlamento como un todo. Sin embargo, lo que parece más importante para la mayoría de los textualistas es el hecho de que lo que fue votado en el parlamento no es más que el texto. Tratar la historia legislativa, que no fue votada, como parte de la legislación es, para ellos , profundamente antidemocrático 26• Las discusiones acerca de la permisibilidad (o necesidad) de recurrir a la intención del legislador cuando una ley no es clara no deberían confundirse con los argumentos acerca del propósito de una ley. Los que tienen intencio­ nes son los legisladores (o sus equivalentes) , pero las leyes pueden tener pro­ pósitos, y con frecuencia es posible determinar el propósito de una ley a partir de las propias palabras de esa ley27• A veces, naturalmente, la ley dirá cuál es su propósito, un fenómeno descrito (y elogiado) por Karl LLEWELLYN como razón cantada, su forma de decir que una ley no solo tiene un propósito sino que lo anuncia fuerte y claro28 • Pero aun cuando el propósito de una ley no está establecido de manera explícita en el texto de la propia ley, con frecuencia puede inferirse, con bastante fiabilidad, solo a partir de lo que está dentro de los límites del lenguaje de la ley. Una regla que prohíbe el ingreso a un par­ que de vehículos, instrumentos musicales, radios y parlantes casi con certeza tendrá como propósito prevenir el ruido. En consecuencia, podría ser aplicada para prohibir el ingreso de un organillo musical sobre ruedas pero no de una bicicleta o un coche de bebé. Por otro lado, de una regla que prohíbe los ve­ hículos y las fogatas podría decirse, sobre la base de estas dos prohibiciones conjuntas, que tiene por propósito la disminución de la contaminación. Así, algunos casos marginales de vehículos que no contaminan -por ejemplo, los patinetes y las bicicletas - podrían estar permitidos , mientras que casos marginales que sí contaminan -por ejemplo, barcos y aviones de juguete con motores a combustible- podrían estar restringidos. Las discusiones acerca de las fuentes admisibles para complementar las leyes indeterminadas son cuantiosas. Nos hemos fijado brevemente en 1as 26 El textualista contemporáneo más influyente es el juez ScALIA. Además de SCALIA, 1 997, véase, e.g., Johnson v . United States, 529 U.S. 694: 715 (2000) (juez ScALIA, en voto particular); Holloway v. United States, 526 U.S . 1 : 19 ( 1 999) (juez SCALIA, en voto particular); Bank One Chicago v. Midwest Bank & Trust Co., 5 1 6 U.S . 264 ( 1996) (juez SCALIA, en parte por sus fun­ damentos); Green v. Bock Laundry Machine Co., 490 U.S . 504: 527 ( 1 989) (juez ScALIA, por sus fundamentos). Véanse también EASTERBROOK, 1 983; MANNJNG, 2003; 200 1 . 27 Véanse FRANKFURTER, 1 947; RADIN, 1 930. Véase también Richards v . United States, 369 u.s . 1 : 9 ( 1 962). 28 LLEWELLYN , 1 960: 1 83 . Véase también LLEWELLYN, 1930b: 1 89. LLEWELLYN también con­ sideró a la razón cantada como una virtud de los votos de los jueces, además de las leyes. LLEWE­ LLYN, 1 940: 217. LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 171 políticas, la intención del legislador y el propósito de la ley como métodos alternativos . Ciertamente, podríamos agregar a la justicia en sentido amplio a la lista de metas que un juez podría tener al resolver qué hacer y dónde bus­ car cuando las palabras de una ley no le ofrecen una respuesta clara. Para el filósofb del derecho Ronald DwoRKIN, de la manera más prominente, en esos casos el juez debe tratar de interpretar la ley de manera que «se ajuste» mejor a otras leyes, los casos registrados , la Constitución, los principios jurídicos amplios, los también amplios principios políticos y morales y con todos los demás elementos de la red continua del derecho29• Pero aun cuando añadimos estas perspectivas a la lista, esta mirada está pensada solo como una pequeña muestra de la clase de cuestiones que probablemente surgirán cuando las leyes no son claras, y la clase de fuentes a las que los jueces seguramente recurran en esos casos. La cuestión es solo que las leyes suelen ser lingüísticamente poco claras, intencional o accidentalmente, y que aunque se discute largamen­ te acerca de dónde deben ir los jueces en esos casos , no se discute acerca de si los jueces deben ir a alguna parte. En esos casos , no importa cuánto se miren, los términos indeterminados de una ley vaga o ambigua no brindarán una res­ puesta sin alguna clase de complemento extraído de otra parte. Antes de dejar el tema de las leyes indeterminadas , sería valioso distin­ guir dos tipos de indeterminación. Uno es la consecuencia de una ley vaga30 o imprecisa que virtualmente no dé respuestas por sí misma. Una ley que dispone que en los casos de custodia de menores deben respetarse «el interés superior del menor» , como establecen muchas leyes que regulan las relacio­ nes domésticas , es una en la cual la vaguedad de su regla principal exige un ejercicio de discrecionalidad judicial o, al menos, el recurrir al propósito , la intención, la justicia, la equidad o algo más. Y como la vaguedad de la regla principal de una ley es muy común, este recurso a algo que está más allá de las palabras será necesario en prácticamente todos los casos discutidos . Lo mismo sucede con las leyes que regulan productos o animales «peligrosos» . Podemos estar bastante seguros de que las motosierras y las serpientes de 29 DwoRKIN, 1 996; 1 986; 1 997. De hecho, DwoRKIN insist,e en que los jueces buscan, y de­ ben buscar, esta clase de ajuste aun cuando los términos empleados por las leyes más inmediatas parecen claros, pero que esté en lo cierto al respecto es una cuestión de controversia académica permanente. Véase ScHAUER, 2004; 1997. 30 Una ley que no es clara con respecto a alguna aplicación, a veces es descrita en la biblio­ grafía como «ambigua», pero ese es un nombre errado para el fenómeno. Una palabra es ambigua cuando es susceptible de dos (o más) significados diferentes, como cuando no estamos seguros si con la palabra «banco>> nos referimos a un bajío arenoso en un río o al lugar donde guardamos el dinero, o si un «Vaso» es algo en lo que colocamos agua o el casco de una embarcación, que flota sobre ella. Rara vez esto es un problema en la interpretación de las leyes. Al interpretar leyes u otros textos legales, el problema suele ser que las palabras no tienen ni siquiera un significado claro, y no más de uno que lo es. La palabra correcta para designar este fenómeno es «vaguedad>> y no «ambigüedad». 172 FREDERICK SCHAUER cascabel son peligrosas, pero para la mayor parte de sus aplicaciones , las propias palabras necesitarán de un complemento extraído de otra parte, jus­ tamente por la imprecisión lingüística de las palabras que la ley utiliza. Sin embargo, en otras ocasiones, palabras que parecen precisas y que lo son para la mayoría de sus aplicaciones se tornarán imprecisas en el contex­ to de una aplicación particular. HART asumió que «vehículo» era un término razonablemente preciso, de manera tal que para la mayoría de sus aplicacio­ nes sería relativamente fácil concluir en que había o no había un vehículo. Solo cuando se enfrenta con un caso iqusual -patines , bicicletas, autos de juguete- la vaguedad latente de cualquier término - su textura abierta31 sale a la superficie. Así, aunque la aplicación de la Ley de Fraudes (que exige que un contrato sea escrito para que sea válido) a las transacciones de tierras pueda parecer muy preciso, y aunque lo sea para la mayor parte de los casos, lo sería menos si el contrato fuera uno de venta o arrendamiento de un espacio aéreo o del acceso a una playa. Esos casos estarían en los límites imprecisos del término «tierra» , y aquí, al igual que con la ley completa­ mente indeterminada, será necesario recurrir a algo que esté más allá de las palabras para resolver la controversia. Así es que la indeterminación l ingüística de las leyes puede ser una fun­ ción tanto de la vaguedad absoluta de una ley o de los casos que se ubican en los bordes vagos de leyes normalmente precisas . Los dos fenómenos son distintos, pero en ambos casos el texto por sí solo no puede lle:var a cabo la tarea. Hay discusiones acerca de qué es aquello a lo que debe recurrirse para que soporte esa carga - la intención del legislador, el propósito de la ley, la consistencia con otras partes de la misma ley, la consistencia con otras leyes, la equidad en el caso concreto , por ejemplo - , pero esta variedad de inter­ pretación de las leyes se debe simplemente a la incapacidad del lenguaje para prever todos los escenarios posibles en un mundo mucho más complejo que la herramienta desafilada del lenguaje de las leyes. 4. CUANDO EL TEXTO OFRECE UNA MALA RESPUESTA Aunque muchos casos de interpretación de las leyes surgen cuando una ley es indeterminada - en general o solo en el contexto de una aplic áción 31 La construcción «textura abierta» fue empleada por HART para describir la manera en la cual una ley clara podía tornarse indeterminada con respecto a algunas aplicaciones. Fue tomada de WAJSMANN, 195 1 . Es útil destacar que «textura abierta» no es lo mismo que vaguedad, sino que es la característica que posee todo término, aun el más preciso, de tomarse vago frente a aplicaciones imprevistas. La textura abierta no es vaguedad, sino la posibilidad orrmipresente de vaguedad. LA INTERPRETACIÓN D? LAS LEYES 173 potencial particular- , existe otra categoría que es distinta en un sentido importante. En ella, las palabras dan una respuesta, pero aparentemente in­ aceptable. En un extremo, la respuesta que ofrecen las palabras de la ley simplemente parecerá absurda. Esta era la idea de FULLER con respecto a los ejemplos del vehículo usado como monumento bélico y el hombre de negocios que se quedó dormido mientras esperaba su tren. También la de PVFENDORF acerca del cirujano arrestado por la aplicación literal de una ley creada para evitar los duelos . Y es el tema principal que abordan quienes se han opuesto a la decisión de la Corte Suprema en el caso Locke32• Según este argumento, está en la esencia del derecho que este sea razonable , y por esa razón insistir en una aplicación literal de una ley que da lugar a un resultado absurdo o claramente irrazonable es, en sí mismo, absurdo . Tomar el texto como lo único que hay en esos casos debería evitarse, justamente, porque es del todo inconsistente con la naturaleza fundamental del derecho como regulación razonable de la conducta humana. Sin embargo , como muestra la 'decisión de la Corte Suprema en el caso Locke , el argumento tiene otro lado. Este otro lado sostiene, en parte , que aun dejando de lado las palabras en el caso de un resultado aparentemente ' absurdo, es colocarse en el camino hacia la perdición , porque lo absurdo puede , con frecuencia, estar en los ojos del observador 33 • Desde esta pers­ pectiva, la cuestión no es si es absurdo negarle a LocKE su reclamo respecto de la tierra, o perseguir al cirujano de PVFENDORF, o expulsar de la estación al hombre de negocios cansado de FULLER, sino si alguien -aun un juez­ debe tener el poder de decidir si y cuando una aplicación es absurda o no . La noción del Imperio de la Ley nos aconseja ser cuidadosos de las reglas populares, como contraposición a las reglas del derecho formal: el imperio de la ley, y no de los hombres , como se decía tradicionalmente. Así, en un extremo el rechazo a la idea de confiar aun en un tribunal para que determine qué es absurdo y qué no sugeriría que seguir las palabras de una ley podría no ser en sí mismo una idea absurda 3�. 32 Véase PosNER, 1 986b. Véanse, e.g., MA.NNING, 2003; ScHAUER, 1992a. 34 En un ensayo maravilloso y perdurable (FULLER, 1949), Lon FULLER demostró, algunos años antes de involucrarse en su debate con HART, que existen varias maneras de lidiar con los resultados injustos a los ·que la aplicación directa del derecho da lugar de cuando en cuando. En el ejemplo de FuLLER, un grupo de exploradores perdidos en una cueva enfrentan un problema similar al que, en la realidad, protagonizaron los marineros sobrevivientes de un naufragio en el caso R. v. Dudley & Stephens, L. R., 14 Q.B.D . 273 (1994). Como aquellos, proceden a comerse a uno de ellos para que los demás puedan sobrevivir. Cuando son procesados por homicidio luego de su rescate, los sobrevivientes esgrimen varias defensas, cada una de las cuales, en la versión de FuLLER, es aceptada por uno de los jueces. Lo más interesante es que FULLER reconoce que podrían existir diferentes maneras de evitar una solución injusta. Una es interpretar la ley en contra de sus propios términos. Pero hay otras; entre las que se incluye el mantener la ley violada pero dictando 33 174 FREDERICK SCHAUER Aunque ser remiso a la idea de evitar los términos literales de una ley aun en casos de consecuencias obviamente absurdas es un enfoque plausi­ ble, no es el que se impuso. En el derecho inglés es frecuente mencionar la «Regla de Oro» de la interpretación de las leyes , que se refiere a que el significado llano del texto tendrá el control excepto en casos que dé lugar a absurdos35 • También en los Estados Unidos , aun aquellos que están más seducidos por la impmtancia primaria del texto aceptarían , aunque a veces a regañadientes, que el llamado textualismo tolera una excepción en los casos de consecuencias obviamente absurdas o un aparente y evidente error de redacción 36• Dejando de lado las consecuencias absurdas, los argumentos para tomar el texto como (casi) siempre lo principal no se limitan a los derivados del valor impuesto por la noción del Imperio de la Ley, de ser cuidadosos de la discrecionalidad de los decisores individuales , aun si son jueces . El ar­ gumento que quizás sea aún más importante, como se mencionó de pasada antes , es el que se deriva de la democracia misma. Cuando un parlamento aprueba una ley, aprueba un conjunto de palabras , y nunca vota un propó­ sito , un fin o una justificación subyacente además de esas palabras. Cierta­ mente, no vota las intenciones expresadas en los discursos o los informes de los legisladores individuales . Más aún, a veces distintos legisladores pueden tener diferentes intenciones o propósitos en mente, y las palabras aprobadas pueden representar un punto de consenso entre legisladores con diferentes metas y agendas . Se sostiene, entonces , que tomar lo que el parlamento ha dicho como lo principal es, simplemente, respetar el origen democrático de el parlamento. Pero se dicen cosas contrarias también, y a eso nos vamos a dedicar ahora. El otro lado del argumento , uno muy vinculado con la posición de F'vLLER en su debate con HART, ve las leyes como manifestaciones de razón, expre­ siones de las intenciones · legislativas colectivas y como elementos jurídicos que tienen un cometido o un propósito. Y aunque la razón, la intención y el propósito son tres cosas distintas, confluyen alrededor de la posición de que parte del trabajo de un juez es tratar de dar sentido a una ley antes que seguir como un esclavo sus palabras por un camino ridículo. Sí, puede abusarse del poder de otorgar sentido a una ley, pero no debemos olvidar la advertencia del juez SroRY en el caso Martin v. Hunter 's Lessee: «Siempre es un camino incierto argumentar en contra del uso o la existencia de un poder a partir de la una condena mínima, el mantener la ley violada pero negándose a su ejecución y el dictado de una condena pero solicitando de manera inmediata al Poder Ejecutivo el perdón de lc;>s condenados. 35 Véanse Grey v. Pearson, ( 1 857) H.L. Cas . 6 1 ; TW!NING y MIERs, 1 999; FREEMAN, 1997. 36 A veces llamado «error del amanuense>>. Véase City of Chicago v. Enviromental Defense Fund, 5 1 1 U.S. 328 337 n. 3 ( 1 994) (juez SCALJA , por sus propios fundamentos). LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 175 posibilidad de su abuso»37• Así, continúa el argumento, es posible que existan algunos ambientes de tomas de decisiones en los cuales las consecuencias de una solución absurda ocasional - permitir que Kirby sea procesado o rechazar la reclamación de Locke será menos graves las consecuencias de otorgar a los jueces el poder de determinar cuáles soluciones son absurdas y cuáles no. Pero puede haber todavía más en las cuales no hay razón para ver con malos ojos ese poder de los jueces . Si esto es así, puede haber muchos ambientes en los cuales los jueces pueden y deben ser autorizados a interpretar las le­ yes guiados por la razón , y debe otorgárseles el permiso para determinar qué interpretaciones son irrazonables y cuáles no . En esos ambientes, los jueces estarán dentro de los límites de su autoridad cuando inte•nten adivinar qué ha­ bría querido hacer el parlamento en las circunstancias , y tratar de comprender y luego promover los propósitos básicos de una ley. - Cuando la última posición es la que prevalece, cuando se confía en los jueces para que persigan la razón aun si ocasionalmente lo hacen mal, es mejor entender que la interpretación literal de una ley es derrotable, un tér­ mino que encontramos al estudiar los métodos del common law en el capítu­ lo VI. El término, que proviene originalmente de los derechos reales y ahora suele hallarse en los trabajos de filosofía del derecho 38, sugiere que existen ciertas circunstancias en las cuales una regla, principio o solución prescrita por la ley puede ser derrotada. Así, en el contexto de la interpretación de las leyes, la posición sería que la interpretación literal sigue siendo el estándar y el primer enfoque. Pero no solo cuando la interpretación literal es absurda, sino también cuando da lugar a una solución contraria al sentido común, inconsistente con la probable intención del legislador o inconsistente con el propósito de la ley, el juez puede apartarse del significado literal para generar la solución más razonable. · La misma idea puede expresarse en términos de una presunción. Los jue­ ces habitualmente comienzan con el texto, y presumen que lo que el texto dice es lo que la ley signific a39• Pero e.sta presunción, como muchas otras , es rebatible. La presunción cambia la carga de la prueba, por decirlo así, pero sigue siendo posible sostener que el texto no debe ser seguido cuando hacerlo fmstraría el propósito de la ley, la intención del l11gislador o produciría una ' solución absurda o irrazonable. Estos argumentos no suelen ser sencillos de constmir. Argumentar contra las palabras del texto legal (es importante recor­ dar que aquí estamos lidiando con la situación en la cual se asume que el texto tiene un significado llano o literal) nunca es fácil, y en cierta forma es como 37 Martin v. Hunter's Lessee, 14 U.S . (1 Wheat.) 304 ( 1 8 1 6) . Véanse, e.g., MAcCORMICK 1 995; TuR, 200 1 . 39 Véase, e.g., Crooks v. Harre/son, 282 U.S. 55, 60 ( 1 930). Sobre las presunciones en ge­ neral, véase el capítulo XII. Js 176 FREDERICK SCHAUER nadar contra la corriente. Pero en muchos sistemas jurídicos, y tal vez en espe­ cial en el de los Estados Unidos40, esos argumentos son posibles y, de hecho , frecuentemente prevalecen. Así, aun cuando sería un error ignorar la ,medida en la cual el significado directo del texto de una ley es el factor dominante en la interpretación de las leyes, también sería un error negar el hecho importante de que el texto, aun si es el punto de partida, no suele ser el de llegada, y que la determinación final del significado de la ley no es siempre igual al significado de las palabras , frases u oraciones contenidas en la ley. 5. LOS CÁNONES DE LA CONSTRUCCIÓN DE LAS LEYES Normalmente, las leyes no son tan simples como los ejemplos de este capítulo. En lu gar de excluir los vehículos de un parque o prohibir la obs­ trucción del correo, las leyes modernas son cuestiones complejas , con nume­ rosas secciones , subsecciones, apartados y subapartados , y con definiciones de términos que suelen ser tan importantes , o más , que las secciones llama­ das operativas. Por ejemplo, la Securities Act de 1933 controla el proceso , por el cual los tenedores de valores deben registrar su oferta en la Comisión de Valores antes de hacer su oferta pública. Pero aunque la Sección 5 de la ley, operativa, contiene la exigencia del registro , casi toda la «acción» de la ley como un todo está contenida en las definiciones , porque es donde se determina qué es un valor, las ofertas que están exceptuadas y las que no, y cuándo pueden tomarse varios atajos en el proceso de registro. El abogado que no entiende la interrelación intrincada de las definiciones de la ley, sim­ plemente no comprende en absoluto cómo funciona. Así, la Securities Act de 1 93 3 presenta dificultades de interpretación simplemente porque es compleja. En consecuencia, exige que se la lea con el cuidado y la previsión que suelen asociarse con el buen pensamiento jurí­ dico . Pero a veces no es tan claro, aun después de leerla con mucho cuidado, qué significan las palabras de una ley, y no por su vaguedad b ambigüedad. El intento de dar sentido a una ley como esa ha desarrollado a través de los años un conjunto de cánones de construcción de las leyes, creados con el objetivo de proporcionar una guía para determinar cómo deben ser interpre­ tadas las palabras de una ley en apariencia precisa y clara. Los cánones de la construcción de las leyes han ocupado volúmenes ente­ ros y sería imposible aun raspar la superficie de lo que son y cómo operan. Y, como vimos en el capítulo VII, también han sido objeto de burla, especialmente por Karl LLEWELLYN � Si hay tantos cánones de construcción de las leyes como 40 Véase ATIYAH Y SUMMERS, 1987. LA INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES 177 para que siempre uno esté virtualmente disponible para apoyar a cualquiera de las partes de un caso discutido de interpretación, los criterios resultan ser poco más que complementos de argumentos basados en otros fundamentos , fallando por completo e n su cometido original de servir como guía. A pesar de todo esto , podría ser útil dar una breve idea acerca de los cá­ nones . Considérese, por ejemplo, el criterio (o máxima) expressio unius est exclusio alterius (la mayoría de los criterios tienen nombres en latín, heren­ cia de cuando el uso fluido del latín era la marca del abogado refinado) . Este canon, traducido como «la expresión de uno es la exclusión del otro» y que significa que las omisiones deben interpretarse como exclusiones , sigue lo que para mucha gente es el sentido común . Considérese otra vez el ejemplo de la regla que prohíbe los vehículos en el parque. Supóngase que puede es­ tablecerse que el propósito de la ley regla es mantener un ambiente silencio­ so de manera que la gente pueda relajarse sin el ruido o el peligro potencial de los vehículos motorizados . Y supóngase que surge la cuestión de si los conciertos de rock también deben ser excluidos . Ciertamente, son ruidosos y a veces peligrosos , y por lo común interfieren con la paz y la tranquilidad de quienes están fuera de su público. Pero la regla solo prohíbe los vehículos , y sea lo que fuere , un concierto de rock no es un vehículo. Entonces , el argu­ mento sería que la prohibición explícita de los vehículos debería entenderse como la no prohibición igualmente explícita de los conciertos de rock. Este ejemplo es ficticio, pero abundan los reales . Como la regla 9(b) del Código Procesal Civil Federal exige que el fraude o el error sean intro­ ducidos en un alegato de manera detallada, se ha sostenido por aplicación de la máxima de la expressio unius que la introducción de cualquier otra petición no debe ser detallada4 1 • De un modo parecido, el hecho de que el Congreso, actuando según lo dispuesto por la cláusula comercial del art. I de la Constitución, a veces de manera explícita se declara preferente frente a (precluye) la regulación estatal sobre un mismo tema ha sido reiteradamente interpretado como que implica que si _no se declara preferente de manera ex­ plícita, ha de tratarse como la permisión de una regulación estatal paralela 42. Y como el Congreso creó una exención de responsabilidad para empresas y particulares «en dificultades» á partir de algunos detalles de la Ley de es­ pecies en peligro de extinción , se ha sostenido que el que el Congreso haya establecido de manera expresa exenciones para empresas y particulares en dificultades, debe entenderse que excluye cualquier exención de responsa­ bilidad para entes estatales en dificultades43 • 4 1 Véase, e .g., Leatherman v . Tarrant County Narcotics lntelligence & Coordination Unit, 507 U .S . 163: 1 68 ( 1 993) . 42 Véase, e.g., Cipollone v. Ligget Group, Inc., 5050 U.S. 504: 5 1 7 ( 1 992). 43 Tennessee Va/ley Authority v. Hill, 437 U.S. 1 53: 1 88 ( 1 978). 1 78 FREDERICK SCHAUER La máxima expressio uniús es tan solo uno de los cánones de construc­ ejusdem generis exige que ción de las leyes , pero hay millares. El canon los términos abiertos de una lista legal (o su equivalente) sean interpretados como que incluyen solo elementos similares a los listados . Frente a una ley que exige la inspección estatal de «frutas , vegetales , granos y otros produc­ tos» , bajo este canon debe interpretarse que «otros productos» incluye solo a alimentos, no a vehículos de motor o televisores . Así, en el caso Circuit City Stores, Inc . v. Adams44, la Corte Suprema sostuvo que una disposición de la Federal Arbitration Act que declara aplicable una parte de la ley a «ma­ rineros, empleados de ferrocarriles o cmalquier otra clase de trabajadores involucrados en el comercio interestatal o internacional» debe interpretarse aplicable solo a empleados de transporte y no a los que no se ocupan del transporte aunque trabajen en el comercio i nterestatal o internacional . Otro canon que se usa comúnmente es la exigencia de que las disposiciones de leyes diferentes , o de diferentes partes de la misma ley, sean interpretadas in parí materia - conjuntamente - para dar lugar a un esquema legal cohe­ rente e internamente consistente . Así, los tribunales han interpretado que las disposiciones jurisdiccionales y procesales de las reglas antidiscriminación de la Civil Rights Act de 1 964, la Americans with Disabilities Act y la Age Discrimination in Employement Act como un todo unificado , para dar lugar o, al meno s , intentar dar lugar al marco más unificado y consistente de leyes antidiscriminatorias que la letra de las leyes individualmente consideradas puede soportar45 • A los fines de este capítulo y de este libro , no serviría de mucho listar el catálogo completo de los cánones de interpretación de las leyes . Los descri­ tos sirven de muestra de cómo operan. Pero LLEWELLYN parece estar cerca del blanco al sugerir que con tantos que apuntan a direcciones opuestas , es difícil de ver cómo en el análisis final pueden ser dispositivos en cualquier caso. Sin embargo , los cánones en su totalidad sugieren que aun determinar el significado literal de una ley puede no ser un proceso directo. Pero tam­ bién sugieren que cualesquiera que sean las técnicas utilizadas , el proceso de interpretación de las leyes , por lo común , comienza con una lectura cui­ dadosa del texto , probablemente complementada con ayudas interpretativas , como los cánones. Así, aunque en un extremo la i nterpretación de l as leyes puede tener características que remedan la pura creación de derecho , ignorar el modo en el cual las palabras reales de una ley son el punto de partida para el análisis de los casos en los cuales esta es relevante, es ignorar una de las características principales de los sistemas jurídicos modernos . 44 45 532 u.s. 105 (200 1). Véase Jennings v . American Postal Workers Union, 672 F.2d 7 1 2 (8'h Cir.l 982). · CAPÍTULO IX EL VOTO DEL JUEZ l. LAS CAUSAS Y LAS CONSECUENCIAS D E LOS VOTOS DE LOS JUECES Una característica del common law es que los votos de los jueces son el centro de atención. Por supuesto que no son lo único que interesa, pero pocos argumentos jurídicos en las jurisdicciones del common law carecen de referencias múltiples a los votos registrados. Y pocos votos dejan de referir­ se a otros votos. Pensar acerca del razonamiento jurídico en el common law sin tomar en cuenta los votos escritos de los jueces es casi inconcebible . Pero aunque los votos de los jueces son una característica omnipresente en los argumentos jurídicos modernos en el common law, y aunque la «ela­ boración razonada» que presentan los votos de los jueces con frecuencia se califican como una de las características deseables del derecho 1, es un error creer que todas o aun la mayoría de las soluciones jurídicas están acompaña­ das de una declaración escrita de las razones de la decisión. De los jurados que deliberan sus veredictos no solo no se espera que ofrezcan las razones de sus decisiones , sino que normalmente se les prohíbe hacerlo . La Corte Suprema decide en pleno y con votos únicamente un porcentaje mínimo de los miles de casos que se le presentan2• Pero cuando rechaza entender en los 1 Véanse HART y SAcKs, 1994: 143-152; WHITE, 1973. Para el período de octubre de 2006, el cómputo exacto es que la Corte recibió 8.922 peti­ ciones de avocación y (raramente) otras formas de revisión, y resolvió 73 casos en pleno y tras la presentación de argumentos por escrito y oralmente. «The Supreme Court, 2006 Term-The Statistícs>>, Harvard Law Review, 121 , 2007: 436. 2 1 80 FREDERICK SCHA UER demás , habitualmente no dice otra cosa que «l a petición para la avocación es denegada» 3 • Cada vez más , los tribunales de apelación cargados de tra­ baj o , y con pocos jueces , deciden muchos de sus casos sin redactar un voto . Muchos otros lo hacen mediante votos breves «110 publicados » , con alcance solo para las partes4. Y aunque la mayoría de los argumentos jurídicos en los Estados Unidos no tienen lugar ante los tribunales de alzada sino ante jueces individuales que resuelven peticiones en el nivel de los juicios , en la inmensa mayoría de esas resoluciones l as sentencias no están acompañadas por sus razones, enunciadas por escrito o de cualquier otra·manera. Así, aunque los votos de los jueces enunciados por escrito ocupan solo una proporción pequeña de las decisiones judiciales nm1eamericanas , son desproporcionadamente importantes . Los votos de los jueces dan marco a los argumentos jurídicos y estructuran gran parte del derecho. del Y en un país conunon law, juegan un rol fundamental al indicarles a los abogados y a sus clientes qué es el derecho. Por consiguiente , son impo11antes no solo para los casos discutidos , sino para ofrecer una guíit que permita saber si vale la pena llevar una disputa a un litigio y apelar en un juicio que se ha perdido. Pero , ¿qué mos entenderlos? son exactamente los votos de los jueces, y cómo debe­ Por ejemplo , en los Estados Unidos , pero usualmente no en Gran Bre­ taña, el voto en una apelación es un voto del tribunal y representa las po­ siciones de la mayoría de los jueces que entienden en el caso. En algunas ocasiones pueden existir votos parcialmente por los propios fundamentos de un juez, en que el votante está de acuerdo con el voto mayoritario pero quiere opinar sobre lo que expresó la mayoría. Con frecuencia hay, también, votos particulares. En la Corte Suprema solemos ver votos «por los propios fundamentos» , lo que significa que el magistrado que vota está de acuerdo con la solución, pero por razones distintas que la mayoría. En consecuencia, rechaza la opción de unirse al voto mayoritario. Ocasionalmente , no se da una mayoría que concuerde en un voto unificado , en cuyo caso no hay voto mayoritario en absoluto , y la resolución se anuncia, habitualmente, con un voto plural . Pero por lo común, en las sentencias norteamericanas se en­ cuentra un voto mayoritario, que también se conoce como el voto del tribu­ nal. Esto , en notorio contra,ste con la práctica británica, en la cual cada juez que entiende en un caso ofrece su propio voto, y es tarea (un tanto aidua) 3 Es una convención largamente establecida que las denegatorias de avocación de la Cmte Suprema no deben ser entendidas como pronunciamientos sobre los méritos de la decisión infe­ rior. Por ende, no pueden ser citadas como precedentes en ningún caso. Teague v. Lane, 489 U .S . 288: 296. 4 Para una explicación y un análisis más extensos de este fenómeno, véase el apartado 4 del capítulo IV, supra. EL VOTO DEL JUEZ 181 de los abogados y los jueces de los casos futuros unir las piezas de Ja ratio decidendi -las razones sobre las cuales se pusieron de acuerdo la mayoría de los jueces - a partir de los votos en serie de los jueces individuales . Si� embargo, aun e n los Estados Unidos, donde la existencia típica de un único voto mayoritario hace las cosas mucho más fáciles para los abo­ gados, el voto de los jueces es una cosa curiosa, y no solo porque no tiene una forma estándar. No obstante, por lo común el voto de un juez es la ex­ plicación del razonamiento que lo llevó a una conclusión. El voto se referirá a los hechos det caso lo suficiente como para que el lector de un tribunal ulterior entienda el contexto del caso y, si es necesario, lo distinga de otro. No todos los hechos son descritos , y es justo inferir que la mayoría de los he­ chos como son establecidos por el tribunal serán jurídicamente materiales , aunque naturalmente algunos - las fechas relevantes, los nombres de las partes, y demás - simplemente servirán para el contexto y la identificación, y no son los jurídicamente relevantes . Habiendo establecido los hechos , el tribunal describirá la situación procesal del caso, explicando qué pasó antes, cómo llegó el caso a la instancia de apelación y qué cuestiones están siendo tratadas en esa instancia. Y el voto establecerá y explicará el derec!:w rele­ vante como to ve el tribunal, aplicará el derecho a los hechos particulares del caso y anunciará una conclusión 5 • Todo muy bien hasta aquí, pero comienzan las complicaciones. Una de las principales es la cuestión de si los votos de los jueces deben ser hones­ tos. Parece que la respuesta es obviamente afirmativa, pero de hecho existe una discusión acerca del candor judicial que s.e ocupa, justamente, de este tema6• Los argumentos a favor del candor son bien directos . Después de todo , la idea de que los funcionarios públicos - una categoría que incluye a los jueces - en una democracia deben ser honestos y transparentes en lo que dicen a sus electores no necesita demasiado apoyo argumentativo en estos días . Pero aunque la honestidad o el candor pueda ser la posición por defecto, los argumentos en su contra- son interesantes . Típicamente, no se trata de argumentos que sugieren a los jueces que mientan. Sin embargo , sí trazan la distinción entre la motivación o la historia de una solución jurídica y su justificación escrita . Como los realistas jurídicos sostuvieron (véase el capítulo VII) , las motivaciones reales de una decisión judicial - cómo y por qué el juez realmente llegó a la conclusión que obtuvo - suelen diferir de cómo el juez luego explica, justifica o racionaliza esa decisión 7• Aun 5 Véanse LEusosoRF, 200 1 ; O'CoNNELL, 1949. 6 Véanse ALTMAN, 1990; SCHWARTZMAN, 2008; SHAPIRO, 1987; WELLS, 2007; ZEPPOS, 1989. 7 <<[E]l núcleo del realismo es [una] afirmación descriptiva acerca de cómo deciden los jue­ ces los casos, de acuerdo con la cual ellos racionalizan, a posteriori, las decisiones que toman con otros fundamentos». LEITER, 2007: 16. 1 82 FREDERICK SCHA UER cuando dejamos de lado la caricatura vulgar del realismo de «lo que el juez desayunó», un principio central de la perspectiva realista es que los jueces, probablemente como la mayoría de la gente casi todo el tiempo8 , perciben la solución que prefieren casi siempre de un modo intuitivo y balístico - algu­ nos usan la palabra pomposa «Gestalt» - y entonces, solo entonces, buscan una justificación jurídica para dar apoyo a esa solución. Para esta posición, la primera reacción del juez es un ramalazo de inspiración, y la mayoría de lo que sigue es un intento de apuntal arlo. Pero aun para los realistas, como LLEWELLYN, que creían en la fuerza de las reglas como guías para la decisión - aunque no las «reglas de papel» que se encuentran en los libros de dere­ cho- creían que los jueces tenían la exigencia convencional de justificar sus soluciones en términos de las reglas que sí se hallaban en los compendios de reglas jurídicas . Aun desde la posición realista más leve y menos radical, vemos que la posición de que la explicación de una solución judicial no es tanto un informe del proceso que condujo al juez hasta la conclusión que al­ canzó, sino una explicación posterior de las reglas jurídicas, los precedentes y otras fuentes jurisprudenciales que apoyan más que motivan la solución. En efecto, la frecuencia con la cual los jueces aparentemente no realistas hablan acerca de juicios que «no se escriben» 9, sugiere que la posición que sostiene que una sensación de haber llegado a la solución correcta precede al intento judicial de hallar un apoyo jurídico formal para ella es la dominante y no la radical . De hecho , la posición de que los votos de los jueces son , más que nada, medios de ofrecer el apoyo jurídico más fuerte para una decisión tomada sobre la base de fundamentos no jurídicos o cuasijurídicos , es am­ pliamente sostenida, aunque discutida. Pero la posición de que los votos de los jueces son, más que nada, para hacer que una decisión que fue el produc­ to de la elección y la discrecionalidad parezca haber sido impuesta por los casos anteriores y otros materiales jurídicos, es mucho más que una posición ampliamente sostenida: es casi con certeza un saber popular 1 0• Una vez que entendemos la escritura de los votos de lo_s jueces como la práctica de ofrecer apoyo jurídico para las decisiones que con frecuencia involucran elementos distintos del derecho formal -por ejemplo, la justi­ cia, la eficiencia, buenas políticas o aun la piedad o la pena- , podemos ver que muchos votos de los jueces , tal vez la mayoría, no son completamente cándidos. Se leen en el lenguaje de la motivación o compulsión basada en reglas o el el derecho, pero su meta es ofrecer apoyo o justificación para de8 Para este tema en el contexto de la toma de decisiones morales, véase HAmR, 200 1 . Para· una revisión reciente de la bibliografía psicológica más amplia, véase EvANs, 2008. 9 Véanse COFFIN, 1980: 57; PosNER, 1 985: 106- 1 1 1 ; WALD, 1 995: 1 375. Y véase el capítulo IV. 1 0 Véanse MJLSOM , 2003: 107; PosNER, I995b: 245; 1995a. EL VOTO DEL JUEZ 1 83 cisiones alcanzadas por razones distintas . Quizás sería bueno que fuese dis­ tinto. Quizás los votos de los jueces deberían describir con precisión cómo alcanzó el juez la decisión. Pero en la medida en que la idea de un voto de un juez como un informe exacto del proceso de toma de decisiones siga siendo más un' deseo que una realidad, la supuesta importancia del candor judicial resulta ser una exageración sustancial. 2. OFRECIENPO RAZONES Hemos visto que ofrecer (por oposición a tener) razones es menos co­ mún en el derecho que lo que usualmente se afirma. A veces, los jueces o los tribunales no dan razones porque hacerlo sería ineficiente o imposible desde el punto de vista práctico. No hay manera de que la Corte Suprema pueda ofrecer razones de por qué no entiende en cada uno de los miles de casos por año que rechaza. Algo muy parecido puede decirse acerca de los jueces de juicio que resuelven objeciones a las declaraciones testimoniales durante el debate, y acerca de los jueces de juicio que deben resolver gran­ des cantidades de mociones rutinarias previas a la audiencia. El juez que simplemente enuncia «aceptada», o «rechazada», o «moción denegada» , es una figura ubicua en la práctica legal real. Si se exigiera a los jueces que explicaran las razones para cada una de esas decisiones, aun oralmente, el proceso judicial se paralizaría. Y no exigimos a los jurados que nos den las razones de sus veredictos no solo por la dificultad (e ineficacia) de intentar que doce personas estén de acuerdo en el conjunto de razones comunes por las que alcanzaron su veredicto, sino también porque la teoría de la toma de decisiones de los jurados , como la del voto secreto en una democracia, nor­ malmente (a menos que existan fundamentos sostenibles para creer que el jurado cometió alguna falta) precluye la evaluación externa del motivo por el cual el jurado decidió como lo hizo. Sin embargo, con respecto al voto típico en una apelación, y en muchas resoluciones sustanciales de los tribunales de juicio, los jueces expresan sus razones. Vale la pena considerar qué están haciendo exactamente. Comen­ / zaremos con la observación de que una razón es casi siempre· más general - con un alcance más amplio - que la solución o la decisión que apoyan. Si se le pregunta a alguien por qué está llevando un paraguas y responde que hay pronóstico de lluvia, la implicación es que cada vez que haya pronóstico de lluvia, llevará un paraguas: no solo hoy, sino en todos los casos en los cuales el pronóstico sea ese. Cuando un médico dice que prescribió estatina porque el paciente tenía colesterol elevado , está diciendo que hay una razón (que a veces podrá ser vencida por otras razones contrarias) para prescribir estatina no solo en este caso de colesterol alto sino en todos los casos similares. 1 84 FREDERICK SCHAUER Es prácticamente lo mismo con respecto a las razones que se dan en los votos de los jueces. Cuando la Corte Suprema en el caso Brown v. Board oj Education 1 1 , como es notorio, justificó que el sostenimiento de las escuelas racialmente segregadas era inconstitucional bajo el amparo de la Decimo­ cuarta Enmienda, diciendo que «separadas e iguales [las escuelas son] in­ herentemente desiguales» . Así, anunciaba no solo que las escuelas públicas separadas pero (superficialmente) iguales de Topeka, Kansas , eran incons­ titucionales , sino que todas las escuelas separadas pero (superficialmente) iguales lo eran. De igual modo, cuando la Corte Suprema de California en el caso Knight v. Kaiser Co . 12 denegó que el actor reclamara que el montón de arena bajo el cual murió su hijo era un «elemento dañoso atractivo para los niños» , apoyó su conclusión mediante la explicación de por qué los mon­ tones de arena en general -todos, y no solo aquel bajo el cual se asfixió el hijo del demandante- no debían ser considerados elementos dañosos atractivos para los niños . Por ende, cuando un tribunal ofrece una razón para una decisión, está dando una justificación necesariamente más amplia que la decisión. Por consiguiente, proclama lo que en efecto es una regla (o un principio , están­ dar, norma o máxima) más general que la propia decisión. Dar una razón en un caso particular es trascender la mera particularidad de ese caso. De hecho, la misma estructura opera cuando un tribunal pretende justificar una regla o un principio. Así como ofrecer una razón para una sol.ución por lo común lleva a la solución a un nivel mayor de generalidad, también ofrecer una razón para una razón, o una razón para una regla o para un principio. Cuando la Corte Suprema en el caso Griswold v. Connecticut13 anuló la ley de Connecticut que prohibía la venta de anticonceptivos, anuló la ley par­ ticular porque era un ejemplo de la categoría más · amplia de las leyes que prohíbían la venta de anticonceptivos. Pero la razón por la cual todas las leyes en esta categoría más grande de límites a la venta de anticonceptivos eran inconstitucionales es que, según concluyó la Corte, er.an límites a la privacidad. Así, para la Corte Suprema, todas las leyes que restringían la privacidad eran sospechosas de inconstitucionalidad, y debían ser justifica­ das por un interés muy fuerte, si hubiera, para ser permitidas. Al ofrecer una razón para afirmar que las leyes que prohibían la venta de anticonceptivos eran inconstitucionales , la Corte dio una razón más amplia que la razón justificada. Por ende, como lo demostraron numerosos casos posteriores 1\ el uso por parte de la Corte del derecho a la privacidad como justificación 11 347 U.S. 483 ( 1 954). 1 2 3 1 2 P.2d 1089 (Cal. 1 957). 13 38 1 u.s. 479 ( 1 965). 1 4 Más obviamente, Roe v. Wade., 410 U.S. 1 1 3 ( 1 973). 1 · , EL VOTO DEL JUEZ 185 para su conclusión concerniente a la constitucionalidad de las restricciones a la venta de anticonceptivos significó que el derecho a la privacidad estaba disponible como una razón legítima para la conclusión en casos en los que la anticoncepción no estaba involucrada en absoluto . Una consecuencia importante de la generalidad de las razones es que un individuo (o un tribunal) que da una razón para una decisión, normalmente está comprometido con esa razón para ocasiones futuras . Si le digo a un amigo que doy dinero a una organización de caridad porque ayuda a proveer comida a los niños famélicos de África, no puedo sorprenderme cuando mi amigo me pregunta si daré dinero a su propia organización de caridad que también provee comida a los niños famélicos de África . Podría trazar en ese punto una distinción -las dos organizaciones podrían ser distintas en algún otro aspecto, o podría haberme quedado sin dinero- , pero habiendo dado la razón en el primer «caso» , estoy al menos presuntamente comprometido a seguirla en los posteriores . Así, cuando en el derecho un tribunal da una razón para una decisión, se espera que siga esa razón en casos posteriores que caigan dentro del alcance de la Tazón articulada en la primera ocasión. Decir que una decisión es «cínica» es, por lo común, decir que un tribunal presentó como razón una que, de hecho , no pensaba seguir en casos futuros , sugiriendo así que esa razón no había sido tomada muy seriamente 15• Un ejemplo de este fenómeno que suele comentarse es la sentenc ia de la Corte Suprema en el caso Shelley v. Kraemer 1 6 , que invalidó las cláusulas que li­ mitaban la compra de propiedades por motivos raciales . Al concluir en que una cláusula que limitaba la compra de una propiedad por motivos raciales en un contrato «privado» era, no obstante , una acción estatal a los fines de la Decimocuarta Enmienda, la Corte dijo que la discriminación privada se convertía en una acción estatal siempre que fuese ejecutada por el Estado mediante sus leyes y en sus tribunales . Resultó , sin embargo, que la Corte no pretendía seguir en casos posteriores la razón que había dado en el caso She­ lley. Por ejemplo, no sorprende que la Corte no haya encontrado una acción estatal en cada instancia en la cual el Estado fue llamado para ejecutar un testamento , contrato , fideicomiso o derecho en contra de la entrada ilegal en . una propiedad , aun cuando el testamento o el contrato contuviera una provi­ sión que establecía límites por motivos raciales, e incluso cuando las razones para excluir a un intruso hubieran sido la animosidad racial 17• Sin embargo, 15 16 Véanse GOLDING, 1 963; GREENAWALT, 1 978. 334 u . s . 1 ( 1 948) . 17 Así, la Corte evitó minuciosamente mencionar el caso Shelley o sus razones en casos que involucraban cesiones o fideicomisos restrictivos por motivoS raciales (e.g., Evans v. Newton, 382 U.S . 296 [ 1 966]), o recUrsos a las leyes estatales contra las turbaciones a la propiedad con límites fundados en motivos raciales para excluir a los manifestantes de las protestas llamadas «sentadas» [Bell v. Maryland, 378 U.S. 226 ( 1 964); Gr(ffin v. Maryland, 378 U.S. 1 30 ( 1 964); 1 86 FREDERICK SCHAUER en contraste, cuando la jueza O 'CoNNOR en el caso New York v. United Sta­ tes 18 apoyó con su voto el que la Corte Suprema invalidara, con apoyo en la Décima Enmienda, una ley federal que exigía que los Estados regularan los desperdicios radiactivos en cierta manera, dijo que «[e]l gobierno federal no puede obligar a los Estados a dictar o administrar un programa regulatorio federal» . Al hacerlo, comprometió a la Corte con la proposición de que toda ley que obligara a los Estados a administrar un programa regulatorio federal sería al menos presuntamente inconstitucional, y no ha habido indicios de que la Corte fuese a tomar seriamente en casos posteriores la razón dada en este y, por consiguiente, el compromiso asumido. Así, cuando un tribunal da una razón para su decisión , asume un compromiso por parte del tribunal y una expectativa para la parte que pretende ser guiada por los votos de los jueces . Es verdad que en casos posteriores el compromiso puede atacarse sobre la base de que no es más que dicta (acerca de lo cual puede verse el apartado 4 del capítulo III y el apartado que sigue en este capítulo) , pero no debemos ignorar la extensión en la cual lo que un tribunal dice realmente marca una gran diferencia en la práctica y la argumentación jurídicas . Es verdad que los abogados sostendrán que las palabras empleadas en un voto anterior surgieron en un contexto diferente, y que instará a marcar una diferencia con los casos en los cuales esas palabras aparecieron en primer lugar. También es cierto que bajo la concepción tradicional, nada de las formu­ laciones explícitas que puedan hallarse en una decisión aparentemente vinculante es obligatorio 19• Pero, en realidad , las palabras que usa de hecho un tribunal no son , ni de lejos , tan impotentes en las ocasiones posteriores . La existencia de lenguaje legaliforme en un voto judicial vinculante , o la declaración de un principio jurídico en ese voto cambia, como mínimo, la carga de la argumentación . El abogado que desee negar el efecto de lo que ese tribunal o uno superior ha sostenido con anterio­ ridad deberá arreglárselas para probar que esas palabras no son más que dicta , o que la situación actual del caso anterior es diferente de lo que las palabras del tribunal anterior dicen. Pero , en tal caso, el abogado tendrá la carga de explicar o de persuadir que no debe soportar el abogado que simplemente se apoya en las palabras que han sido dichas . Las palabras importan, en el derecho tanto como en la vida, y pocos disfrutarían de tener que argumentar en contra de lo que algún tribunal influyente o cuPeterson v. Greenville , 373 U.S . 244 ( 1 963)]. Y no hay indicios de que la Corte vaya a entender nunca en un caso como Gordon v. Gordon, 124 N.E.2d (Mass. 1955), en el cual los tribunales es­ tatales ejecutaron un testimonio escrito que condicionaba el legado a que el beneficiario se casara con alguien de <<la fe hebrea» . lB 505 U.S. 144 ( 1 992). 1 9 Véase TwiNING y MIERs, 1 999: 3 1 3 , 339. EL VOTO DEL JUEZ 1 87 yas decisiones son vinculantes , especialmente aquel ante el cual se está litigando , ha sostenido en alguna ocasión anterior. Por lo tanto, el que un tribunal dé una razón para una decisión puede to­ marse como la expresión de una práctica social no muy distinta de la de pro­ meter. Comúnmente creemos que las promesas crean compromisos, porque está mal llevar a alguien a que crea cierta propuesta y luego dejarla de lado y minar la base de esa confianza. Lo mismo sucede al ofrecer razones. Dar razones induce a una confianza razonable y crea un compromiso en primera instancia en la mente del tribunal de decidir los casos posteriores de acuerdo con la razón que ha sido explicitada en una ocasión anterior. Si el tribunal está comprometido, prima jacie o presuntamente, con las razones que da ahora, y si esas razones son, como hemos visto, necesaria­ mente más amplias o generales que las conclusiones a las que dan apoyo , al ofrecer una razón para su decisión, en efecto , está comprometiéndose con las soluciones de algunos casos futuros cuyos detalles fácticos no puede captar o anticipar adecuadamente en este momento . Por ende, cuando un tribunal da una razón para una decisión, reduce su propia libertad de deci­ sión en los Cf,sos futuros . Y cuanto más amplia sea la razón, más restringe su libertad futura. Entender este fenómeno nos ayuda a ver por qué no exi­ gimos siempre a los decisores jurídicos que den razones para sus decisiones . Porque las virtudes del ofrecimiento de razones deben competir con las vir­ tudes de la ulterior flexibilidad para decidir. Y aun respecto de un tribunal al que convencionalmente se le exige que ofrezca razones , las ventajas de dar razones amplias en términos de guía y transparencia debe competir contra las ventajas de ofrecer razones estrechas y particularistas , que le permitirán al tribunal conservar flexibilidad frente a un futuro incierto20 • Es así que la práctica de ofrecer razones por parte de los jueces -central para la propia idea del voto de los jueces - es tal que los beneficios de explicarse por completo n<:> son sin costes. El tribunal que es receloso para ofrecer una ex­ plicación completa de lo que hay hecho y por qué no siempre es descuidado o haragán. Muchas veces será uno que entienda que lo que diga ahora lo comprometerá en lo futuro . Cuando no desea comprometerse de ese modo, podría ser reticente para ofrecer razones más amplias que las absolutamente necesarias para explicar lo que ha hecho en el caso ante él, por temor de que lo que haga en ese caso lo restringirá más de lo que desea cuando tenga que decidir otros casos futuros . 20 Un argumento influyente sobre que l a Corte Suprema debe ofrecer, por rutina, razones estrechas en lugar de amplias, limitando así el efecto de sus decisiones para otros casos futuros , en la propia Corte y debajo de él, puede verse en SuNSTE!N, 1 999. Una opinión contraria, resal­ tando la importancia de que una Corte que decide tan pocos casos sirva de guía a los tribunales y funcionarios inferiores , puede verse en ScHAUER, 2006a; 1995b. 188 3. FREDERICK SCHAUER UNA VEZ MÁ S FUNDAMENTOS Y DICTA Gran parte de esta discusión se conecta con la distinción tradicional entre los fundamentos de un caso (a grandes rasgos , pero solo a grandes rasgos, equivalente a lo que en Gran Bretaña se llama ratio decidendi) y las dicta que un tribunal puede ofrecer también en el proceso de redactar un voto. De acuerdo con la distinción tradicional, el fundamento consiste en lo que es necesario para apoyar la solución del �aso21 • Todo lo demás es obiter dicta, o dicta en breve, y como tal es mucho más fácilmente descartado en casos o en tribunales posteriores . Como se expresaba tradicionalmente, el fun­ damento de un caso anterior, o de un tribunal superior, es vinculante . Pero todo lo demás - las dicta- puede ser descartado de manera legítima . La posición tradicional es captada por el pasaje siguiente de una introducción clásica inglesa al derecho: « [Obiter dictum] es un mero dicho incidental, un comentario azaroso , que no es vinculante para los tribunales futuros , aunque puede ser respetado dependiendo de la reputación del juez, la eminencia del tribunal y las circunstancias en las cuales hubo de ser enunciado» 22• Los abogados y los jueces hablan menos acerca de los fundamentos y las dicta que antes, y parece que hay dos razones para ello. La primera es que aun las llamadas meras dicta suelen tener más fuerza para cambiar la cárga de la argumentación que lo que la posición tradicional suponía. Un pronunciamiento de la Corte Suprema que directamente da apoyo a una de las partes en un caso ulterior ante un tribunal inferior, o aun ante la propia Corte, da a esa parte de manera inmediata la primera mano en el argumen­ to, y el abogado que debe argumentar que el argumento es mera dicta está en una posición de argumentación desventajosa. Lo mismo sucede con los pronunciamientos de otros tribunales . Los abogados pueden argumentar, y de hecho lo hacen, acerca de qué partes de un voto son fundamentos y cuá­ les dicta, pero aquel que pueda señalar palabras específicas ·y argumentar a partir de lo que un tribunal con autoridad o influencia ha dicho antes, hará tambalear a su oponente. No solo sucede que las dicta tienen este poder práctico , sino que aun la distinción teórica entre fundamentos y dicta también está sujeta a cues21 Véase, e.g., Diaz-Rodriguez v. Pep Boys Corp., 410 F.3d 56: 60 ( 1 st. Cit. 2005); Cal. Pub. Employees Retirement Sys v. WorldCorn, Jnc., 368 F.3d 86: 106 n . 19 (2d. Cir. 2004); United States v. Johnson, 256 F.3d 895: 9 19-921 (9th Cir. 200 1) (en pleno) Uuez TASHIMA, por sus funda­ mentos); CRoss y HARRIS, 1 99 1 : 76; WAMBAUGH, 1984: 1 8 . Para discusiones generales modernas sobre la distinción entre fundamentos y dicta, véanse ABRAMOWICZ y STEARNS, 2005; DoRF, 2004; ROBERTS, 2006. 22 W!LUAMS, 1978. EL VOTO DEL JUEZ 189 tionarnientos. Como hemos visto, aquí y en el capítulo III, todos los pro- . nunciamientos de un tribunal más allá de la mera recitación de los hechos y el anuncio de la solución es más amplio que' el caso actual y, por eso, no estrictamente necesario para esa solución . Cada vez que un tribunal da una razón para su decisión, necesariamente opina acerca de casos diferentes al que está resolviendo 23 y, por ende, en rigor a todas las enunciaciones de ra­ zones las rodea un aura de dicta. Y aun si hubiera razones necesarias para la solución, nunca es necesario que esas razones sean enunciadas en un nivel de generalidad y no en otro . Como el juez CARDOZO , en el caso MacPherson v. Buick Motor Company2\ podría haber enunciado que la razón para la solución de ese caso particular era que los fabricantes de automóviles eran responsables, sin perjuicio de la ausencia de vínculo con los consumido­ res finales , por daños causados por partes defectuosas de esos automóviles , ¿era su verdadera razón - acerca de los fabricantes y no solo acerca de los fabricantes de autos - más amplia de lo necesario porque abarcaba a los fa­ bricantes de productos distintos que los automóviles? Aun entonces , ¿habría sido más amplia de lo necesario por incluir a fabricantes de automóviles distintos de Buick? Como vimos en el capítulo III, tratar de identificar qué es lo que sostiene una sentencia sin referencia a las manifestaciones de la propia sentencia al respecto es , como mucho , impreciso. Entonces , podría ser que cualquier intento de situar la diferencia entre fundamentos y dicta en una supuesta diferencia entre lo que es necesario para tomar la decisión y lo que no lo es, resultará poco menos que un argumento en un caso posterior acerca de qué parte fue fundamentos y cuál dicta, sin una respuesta clara provista por el propio caso que se alega vinculante. Por ejemplo, en el caso de 2007 de la Corte Suprema Parents Involved in Community Schools v. Seattle School District No. 1 25 , relacionado con acciones afirmativas y dis­ tribuciones raciales en escuelas públicas , tanto el voto mayoritario como el disidente acusaron al contrario de apoyarse en mera dicta de casos anterio­ res , y la lección que puede extraerse de esto es la escéptica: que las dicta no son mucho más que enunciaciones de tribunales anteriores que un abogado o un tribunal posterior quiere descartar, y que los f\.mdamentos son aquellos en los cuales el abogado o el juez quieren apoyarse. Esta idea no debe ser llevada demasiado l�j os . En el caso Flood v. Kuhn26 , la Corte Suprema anuló la exclusión histórica del béisbol profesio­ nal respecto del alcance de las leyes antimonopolio. El voto mayoritario del juez BLACKMUN manifestó como su razón principal para esta conclusión el z¡ 24 2s 26 ScH ;UER, 1 995a. 1 1 1 N .E. 1050 (N.Y. 19 16). 1 27 S. Ct. 2738 (2007). 407 u .s . 258 (1972). 1 90 FREDERICK SCHAUER que el congreso había omitido reaccionar frente a dos sentencias anteriores de la Corte, Toolson v. New York Yankees, /n.c.27 y Federal Baseball Club v. National League28 , que habían llegado a la misma conclusión. La Corte sostuvo que siendo este un caso de leyes ordinarias (no constitucionales), la omisión del Congreso de eliminar la exención que la Corte había anu­ lado podía tomarse como una ratificación de la exención por parte de la legislatura. Y como esta fue la razón para la decisión la Corte , aunque más amplia que lo estrictamente necesario para dar apoyo a la solución , sería perfectamente adecuado que un abogado en un caso posterior se apoye en la autoridad de la proposición de que la omisión del congreso de revocar una decisión respecto de leyes ordinarias tomada por la Corte Suprema podía ser entendida como un respaldo o una incorporación de ese voto . El oponente podría sostener, una vez más de un modo adecuado y plausible, que este enunciado amplio era lo más abarcativo que lo necesario para dar apoyo a la solución en el caso Flood, de manera que debía ser tomado como dicta no vinculante. Con esto, el choque entre distintas interpretaciones de un razo­ namiento de la Corte no sería para nada inusual. Pero los hechos del caso y la explicación de esa razón no eran lo único que contenía el voto del juez BLACKMUN. También estaba incluida una larga discusión acerca del béisbol, brindando al lector del voto una larga lista de grandes jugadores a través de la historia, citas de los poemas «Casey at the Bat» y «Tinker to Evers to Chance» , y muchas otras referen.cias al juego desde la poesía, la literatura y la cultura popular. También otras observacio­ nes, entretenidas pero no especialmente relevantes , acerca del béisbol en la historia norteamericana29• Y hay una obvia diferencia entre esta parte del voto -mucho más cerca de los «comentarios casuales» identificados por el profesor WrLLIAMS - y la enunciación de una razón amplia que realmente dé apoyo a la solución30 • A este respecto, la primera puede ser considerada una dicta «real» , y la última simplemente una enunciación amplia de los funda27 28 346 u.s. 353 ( 1 953). 259 u.s. 200 ( 1 922). 29 El propio juez B yron WHITE, un jugador profesional de fútbol americano en su juventud, suscribió el voto mayoritario con excepción de esta parte, creyendo que se trataba de un material inadecuado para un voto de la Corte Suprema. 30 Un contraste interesante con la celebración de la historia del béisbol efectuada por el juez BLACKMOON en el caso Flood v. Kuhn es el voto del presidente de la Corte Rehnquist en el caso Texas v. Johnson, 491 U.S. 397 (1989), en el cual el presidente votó en disidencia frente a la decisión de la mayoría acerca de que incendiar o profanar de cualquier otro modo la bandera norteamericana estaba protegido por la· Primera Enmienda. El presidente también incluyó una gran cantidad de historia, folclore, música y poesía acerca de la bandera norteamericana, pero su idea era que la bandera es única y por ende tiene derecho a ser tratada de manera distinta de otros blancos o vehículos de protestas políticas. Desde esta perspectiva, la historia fue necesaria para el presidente de la Corte con el fin de arribar a su conclusión, y sería difícil descartar esto como mera dicta. EL VOTO DEL JUEZ 191 mentos. Entonces , en esta medida, queda algo d e sustancia en l a distinción entre fundamentos y dicta, pero requiere que se enfatice que la distinción es frágil tanto teórica como prácticamente . En realidad, todas las enunciacio­ nes de un tribunal anterior en un caso que son de alguna manera diferentes del casb actual serán desechadas por una parte como dicta, del mismo modo que esas enunciaciones serán, como tales , utilizadas como apoyo por la par­ te a la cual favorecen . La distinción entre fundamentos y dicta puede ayudar poco al tribunal posterior para decidir cuánto peso darle a las enunciaciones previas , pero es mucho más probable que el juez simplemente etiquete como fundamentos a aquellas enunciaciones previas que quiere seguir por otras razones y que descarte como dicta a aquellas enunciaciones que el juez, una vez más por otras razones , haya decidido que no quiere seguir. 4. LA FRECUENCIA DECRECIENTE DE LOS VOTOS Desde 1 986 a 200 8 , el número de apelaciones presentadas en los tri­ bunales de los Estados Unidos aumentó un 1 10 por 100 . Pero en el mismo período, el número de jueces en esos tribunales solo aumentó un 1 5 por 1 00 . La inferencia que debe trazarse a partir de estas cifras e s que la carga de trabajo por juez en un tribunal de apelación típico habría aumentado casi al doble durante este lapso. Los jueces federales de alzada deberían compensar este incremento de casos trabajando el doble de duro , pero ese enfoque solo sería posible asumiendo que no estaban trabajando duro en 1 986. Si ese fuera el caso, una carga doble de trabajo, aunque poco placentera, habría sido manejable. Pero nada indica que los jueces federales hubiesen estado holgazaneando en 1986, por lo que los tribunales federales se han visto fren­ te al problema de cómo lidiar con el doble de casos en aproximadamente el mismo número de horas por juez. Las soluciones a este problema h�n sido de tres cli:tses , todas relaciona­ das con cómo los tribunales de alzada, especialmente los tribunales federa­ les de apelaciones , han lidiado con los llamados casos fáciles. Recuérdese que en el capítulo II fue discutido el efecto de selección, fenómeno por el cual las disputas jurídicamente sencillas no suelen ser litigadas y las sen­ tencias simples no suelen ser apeladas. Si he dejado mi automóvil en punto muerto olvidando poner el freno de mano y se mueve dañando otro coche, es casi seguro que mi compañía de seguro o yo mismo haremos un pago extrajudicial y asunto terminado. Y si por alguna razón la cuestión se ventila en un tribunal y se me condena a pagar los daños , en el curso ordinario de las cosas la indemnización será pagada sin apelación. Como consecuencia de lo raro que resulta que esas cuestiones jurídicamente fáciles terminen en los tribunales de apelación , los casos que sí son apelados representan la porción 192 FREDERJCK SCHAUER atípica del derecho, que está representada de manera desproporcionada por los casos difíciles , aquellos en los cuales las dos partes tienen alguna razón para creer que pueden ganar. El efecto de selección es impmtante, pero una gran excepción a su ope­ ratividad (aunque no la única) es el dominio de las apelaciones de derecho penal, los hábeas corpus y las peticiones para remediar lo que se percibe como condiciones de detención inconstitucionalmente restriCtivas . Esta categoría de casos -casos en los cuales los demandantes , peticionantes o apelantes se encuentran, por lo común, privados de �u libertad durante el trámite del pro­ ceso - representa una excepción al efecto de selección precisamente por los incentivos diferentes bajo los cuales operan quienes se encuentran detenidos . Así, aunque para un litigante civil típico el costo de una apelación podría ser sustancial, en la apelación penal típica el imputado tiene un defensor sin cargo para su apelación , y con frecuencia el mero hecho de plantear una apelación tiene ventajas para quien está detenido. Tener una apelación pendiente puede brindarle la oportunidad de trabajar en l a biblioteca de la prisión, que suele se una manera mucho mejor dé pasar el día que muchas de las alternativas para quienes están encarcelados . Más aún, el detenido puede tener la opm1unidad de salir de la prisión mientras se sustancia una petición o una apelación. Y quizás lo más importante sea la sensación de esperanza que brinda el tener una apelación pendiente, aun si la probabilidad de éxito es muy pequeña. Como consecuencia de todos estos factores , muchas apelaciones penales y peticio­ nes de los detenidos son casi frívolas para el derecho existente, y serían la clase de casos que alguien que deba pagar a un abogado con su propio dinero o que tuviera opciones valiosas para su propio tiempo no impulsaría. Pero estas dimensiones no se aplican a la mayor parte de las apelaciones penales y las peticiones de detenidos y, como resultado de esto, la carga de trabajo en las apelaciones consiste en un número de casos inesperadamente (desde la perspectiva del efecto de selección) alto que no presentan mucha dificultad, muchos de los cuales son penales . Para lidiar con estos casos fáciles, en los años setenta los tribunales de apelación federales comenzaron a resolver inmediatamente después de (Y' a veces , durante) las audiencias . Después de una breve consulta en voz baja, o intercambio de notas, el tribunal simplemente anuncia en público que el jui­ cio inferior será convalidado, y eso pone fin a la cuestión . O bien el tribunal puede hacer lo mismo mediante una orden por escrito posterior a la audien­ cia, y el gran número de casos que en el Federal Reporter se describen como «sobre tablas» son típicamente de este estilo: casos fáciles cuya resolución ni necesita ni recibe una explicación. Sin embargo, es más común la práctica de acompañar esas decisiones sumarias con un voto breve escrito solo para conocimiento de las partes . EL VOTO DEL JUEZ 193 Como fue discutido con mayor extensión en el apartado 4 de capítulo IV, por lo común, el tribunal en uno de estos votos explicará su resolución de un modo abreviado , y especificará mediante una regla emanada del pro­ pio tribunal que ese voto no ha de tener efecto como precedente. Y hasta un cambio reciente en las reglas de procedimiento federales , los tribunales con frecuencia dictaban una regla que prohibía citar esos votos31 • En la era moderna de las publicaciones electrónicas, esos votos generalmente están disponibles , y de hecho muchos están publicados en el Federal Appendix. Por eso , es más que un poco engañoso insistir en la descripción habitual de esos votos como «no publicados». Pero lo importante que los tribunales que suscriben esos votos breves y sin fuerza de precedente quieren dejar en claro es que tienen alcance solo para las partes . Esta práctica, que también es seguida en muchos de los tribunales de apelación estatales más grandes y atareados , ha sido discutida 32• Un panel federal sostuvo brevemente que era inconstitucional limitar el efecto de pre­ cedente de los propios votos sobre la base de que era una derogación inad­ misible de los poderes otorgados por el common law a los tribunales 33. En la medida en q';le se apoyaba en la Constitución, la decisión era una aberración, pero el aspecto discutible de la práctica subsiste. ¿Deberían los tribunales emitir votos sobre los cuales otros no podrán apoyarse? ¿Alienta esta prác­ tica a evitar la responsabilidad de asumir con seriedad la redacción de los votos? ¿Redactar un voto solo para el caso particular lleva a los tribunales de apelación a debilitar las implicaciones de una decisión para los casos futuros? Todas estas son preguntas justas , pero viendo cuán extraño le resulta al sistema jurídico en general ofrecer razones para sus decisiones , la práctica de brindar razones abreviadas solo para las partes no parece, por mucho, tan aberrante. Aun cuando nos centremos solo en los tribunales de apelación, una parte del sistema jurídico en la cual la redacción de votos y la expresión de razones es la norma, vemos que hacerlo tiene sus costos además de sus beneficios . Y los beneficios no están restringidos a cuestiones de eficiencia y necesidad práctica. Una vez que entendemos que ofrecer razones compro­ mete, aun de manera no absoluta, al tribunal con ciertas soluciones en otros casos futuros , el tribunal que desee decirle a las partes por qué decidió como 31 Véase GANT, 2006. Además de las referencias del apartado 4 del capítulo IV, véanse BERRING, 2002; BoGGS y BROOKS, 200 1 ; CAPPALLI, 2003; CooPER , 2002; KESSLER y HuosoN 2006; MtcHELMAN, 2005; SHANNON, 2006: 648-65 1 ; SULUVAN , 2005; A A.VV., 200 1 . 33 Anastasoff v. United States, 223 F.3d 898: 899-905 (8th Cir. 2000), desestimada por im- . procedente, 235 F.3d 1054 (2000) (en pleno). Compárese con Hart v. Massanari, 266 F.3d 1 155: 1 1 70-1 174 (9th Cir. 200 1 ) Uuez KostNKst). 32 , 1 94 FREDERICK SCHAUER lo hizo pero no desee comprometerse, puede usar el voto no citable o sin efectos de precedente como una manera de respetar los deseos de las pru1es por las razones y mantener la máxima flexibilidad . En la medida en . que no exista una indicación de que los jueces usen la práctica para justificar su holgazanería -y no hay pruebas en absoluto a ese respecto- , es difícil de reprochar una práctica que parece aumentar junto con el aumento del trabajo de los tribunales. Más aún, poco indica que la crisis por exceso de trabajo en los tribunales de alzada vaya a ceder y, como resultado, las prácticas de los fallos sin voto, los llamados votos no publicados, los votos no citables y los votos sin efecto de precedente probablemente se queden entre nosotros. Los votos discursivos de los jueces de apelación continuarán siendo una caracte­ rística central del common law, pero aun en el common law, el derecho es y seguirá siendo mucho más que los votos de los jueces . CAPÍTULO X CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAUTAS l. LA DISTINCIÓN B ÁSICA En la mayoría de los Estados norteamericanos, el derecho prescribe a los jueces de los tribunales de familia que resuelvan la custodia de menores y los derechos de visita de manera tal que respeten el «interés superior del menor» 1 • Se espera que el juez tome testimonios sobre los hechos , escuche los argumentos y luego tome la decisión en su discrecionalidad relativa­ mente ilimitada para promover el interés superior del menor, por oposición a, digamos , el interés superior de los padres o de la sociedad. Igual de in­ determinada es la Cuarta Enmienda a la Constitución, que prescribe que «[e]l derecho de los habitantes de . . . [estar] a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias , será inviolable ...» : Los tribunales que aplican la Cuarta Enmienda se enfrentan a la tarea de decidir qué constituye una «pesquisa» , una «aprehensión» y, en especial , qué pesquisas y' aprehensiones han de ser consideradas «arbitrarias». Para contrastar con los términos abiertos como «interés superior» y «ar­ bitrarias», considérese la especificidad de la regulación bajo la Ocupational Safety and Health Act, que exige que en todas las construcciones con «más de 20» y «menos de 200» empleados no haya menos de « [u]n inodoro y un 1 E.g., Ariz. Rev. Stat. §25-404 (2006); Cal. Fam. Code §30 1 1 (Parker's 200 1); Mass. Gen. L., ch. 1 19 , §23 (2003); Mich. Comp. Laws Ann. 722.23 (West 200 1); Wash. Rev. Code §26.10.160 (3) (1 994). 196 FREDERICK SCHAUER orinal por cada 40 empleados» 2• De manera muy similar, una regla de la Se­ curities and Exchange Commission, promulgada en el marco de la Securities Act de 1 93 3 , obliga a los solicitantes de registro que presenten «tres ·copias del formulario de registro» en «papel blanco de buena calidad, no satinado, no mayor a 8!--2 por 1 1 pulgadas de tamaño» 3 . Y el art. III de la Constitución manda que «Nadie será convicto de traición sino por el testimonio de dos testigos del hecho incriminatorio . . . » 4. La diferencia entre el primer grupo de prescripciones y el último debería ser evidente. El primero, que incluye palabras como «interés superior>> y «arbitrarias» , es amplio, vago, general e impreciso. El segundo, con su uso de los términos como «más de 20» y «papel blanco, no satinado» , es deta� Hado, específico, concreto y determinado. Convencionalmente, la diferencia entre los dos grupos se describe como una diferencia entre reglas precisas, como «más de 20» , y pautas vagas, como «arbitrarias» . La distinción entre reglas y pautas aparece por todas partes , y ninguna discusión sobre el razo­ namiento jurídico estaría completa sin una consideración cuidadosa de esta distinción fundamental5· Aunque reglas como las enunciadas arriba son muy precisas , y aunque las pautas descritas son vagas en extremo, la diferencia entre reglas y pau7 tas es en realidad una cuestión de grado. O , para decirlo de otro modo, el extremo de la vaguedad - «el interés superior del menor» o «arbitrarias» ­ está cerca del final del espectro donde están la vaguedad y las pautas , y el extremo de la precisión - «dos testigos», «papel blanco no mayor a 8 \.-2 por 1 1 pulgadas de tamaño» - está cerca del final del espectro donde están la precisión y las reglas. Entre esos extremos hay un continuo , en el que algu­ nas prescripciones jurídicas están más cerca del extremo de las reglas y otras del de las pautas. «Conduzca con precaución» es , con bastante claridad, una pauta, pero «Disminuya la velocidad - Niños jugando» , «Ceda el paso al tráfico que viene en dirección contraria» y «Encienda las luces al anochecer» están en algún lugar intermedio. Ubicadas más o menos en él medio entre las exigencias constitucionales de dos testigos para encarcelar por traición y la edad mínima de treinta y cinco años para ser presidente, por un lado, y las prohibiciones de castigos crueles e inusuales y de pesquisas y aprehen­ siones arbitrarias , por el otro, está la garantía de la Séptima Enmienda de uri 2 29 CFR. § 1 926.65, Table D .65 .2 (2002) . Rules and Regulations Under the Securities Actof 1933, 17 CFR. §§230.402(a), 230.403(a). (2002). 4 U.S. Const., art . III, §3, el. l . 5 Entre los análisis principales están los de GJLLEITE, 1 996; GRODIN, 1994; KAPLOW, 1 992; KENNEDY, 1 976; KoROBKIN, 2000. Véase también DJVER, 1983 , y una aplicación muy influyente de la distinción a algunas cuestiones constitucionales, en SULLIVAN , 1 992. 3 CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAUTAS 1 97 juicio ante un jurado en los «juicios de common law» y la prohibición del art. I de las <<leyes de condena sin juicio previo» . En consonancia con esto, podría ser mejor pensar en una ubicación en el' continuo entre la vaguedad y la precisión, y «¿Cómo de vago?» o «¿Cómo de preciso?» serían preguntas mucho" más útiles que las que inquieren sobre si una prescripción es más como una regla o como una pauta. 2. REGLAS , PAUTAS Y LA CUESTIÓN DE LA DISCRECIONALIDAD El continuo entre las reglas y las pautas es importante por muchas razo­ nes . Pero por encima de todas ellas está la manera en la cual la elección del punto del espectro puede ser un mecanismo muy efectivo para el manejo de la discrecionalidad. La discrecionalidad es , por supuesto , una preocupación central en el derecho. ¿Bajo qué circunstancias los funcionarios contarán con la libertad para aplicar su propio juicio y tomar sus propias decisiones , y bajo cuáles la libertad se limitará o aun se eliminará casi por completo? Por ejemplo-, cuando un juez está resolviendo cuál es el interés superior del menor en una custodia, podría enfrentar una opción entre una madre adine­ rada que puede ofrecer al niño una educación de calidad y un padre menos adinerado pero que parece comprender al niño mejor que su madre. Bajo estas circunstancias , algunos jueces preferirán a la madre y otros al padre, pero la idea básica de la discrecionalidad es que ninguna de esas decisiones, de acuerdo con la pauta del «interés superior del menor» , será jurídicamente incorrecta. La gente podrá criticar una u otra por considerarla incorrecta desde el punto de vista moral, ignorante desde la psicología o basada en pre­ mígits fácticas erróneas . Por eso, no sería adecuado decir que las dos deci­ siones son igualmente correctas . Pero sí lo sería decir que las dos decisiones son igualmente COlTectas desde el punto de vista jurídico y que, entonces, cualquiera de ellas , en el curso ordinario de las cosas, podría ser confirmada en una apelación . En contraste, si en lugar de la pauta del «interés superior del menor» existiera una regla que estableciese que la custodia siempre de­ bía tenerla el padre más adinerado, un juez no ter¡:dría ya la discrecionalidad para otorgarla al menos adinerado pero más diligente, y esperaríamos que una decisión que lo hiciera fuese revocada en una apelación por haber exce­ dido la cuota de discrecionalidad conferida al juez6• 6 «Abuso de discrecionalidad>> es una frase muy común y, en efecto, el abuso de la discre­ cionalidad es comúnmente un fundamento para la anulación judicial de una decisión administra­ tiva. Véase, en general, KocH, 1986. Sin embargo, la frase solo tiene sentido si se asume que un funcionario o un juez tienen una libertad de decisión, o de acción, considerable, que no llega al abuso. 1 98 FREDERICK SCHAUER La idea de la discrecionalidad tiene muchos nombres distintos . A ve­ ces se llama libertad de acción, a veces se la ve como una variedad de la deferencia, y en el derecho comunitario europeo y el derecho europeo de los derechos humanos , y a veces en otras partes, se la llama margen de apreciación, la libertad con que cuentan los Estados miembros para realizar sus juicios sobre cuestiones que están controladas en última instancia por el derecho europeo 7 • Pero sin perjuicio de la etiqueta, la idea de discrecionali­ dad es que una institución con el poder de controlar o revisar dejará en pie una multiplicidad de decisiones muy diferentes , incluyendo algunas que la institución controlante pueda considerar incorrectas. Así como la regla que prohíbe los vehículos en el parque podría permitir la discrecionalidad de un juez acerca de si incluir o excluir las bicicletas , patinetes y coches de bebé, cualquier otro funcionario con discrecionalidad tiene el poder de tomar una de varias decisiones distintas. Analizar la idea de discrecionalidad no es nuestra meta principal aquí. Pero desde la perspectiva de las herramientas del razonamiento jurídico, es importante apreciar que una manera común de otorgar dis­ crecionalidad es catalogar a la norma o reglamento aplicables como pau­ ta. Cuando Montana eliminó su límite de velocidad numérico durante algunos años, reemplazándolo con la exigencia vaga - una pauta- de que la conducción debía ser «razonable y prudente» , otorgó a los oficia­ les de policía la discrecionalidad para decidir qué velocidad y bajo qué condiciones era razonable y prudente, y también se la otorgó a los jueces de los tribunales de tránsito 8• La Corte Suprema de Montana posterior­ mente resolvió que «razonable y prudente» era una pauta que no bastaba para dar fundamento a una ley que contenía sanciones penales, pero la idea básica debería quedar clara. Cuando una prescripción está expre­ sada en términos amplios y vagos , otorga discrecionalidad y, por ende , un poder no solo a aquellos que deben aplicarla, como los funcionarios policiales , sino también a aquellos que tienen la tarea de interpretarla, como los jueces. Al contrario, el uso de prescripciones que están en el extremo de l�s reglas del continuo pueden entenderse como un mecanismo para limitar o eliminar la discrecionalidad. Si la hora límite para, digamos , las firmas nece­ sarias para ingresar un candidato a una elección es las 5 p. m . , el funcionario que decide si acepta la presentación tiene mucha menos discrecionalidad que si la exigencia fuese solo que la presentación se hiciera «a tiempo» o 7 Véase DoNOHO, 200 1 . Mont. Code Ann. 6 1-8-303 ( 1 996), anulada por su vaguedad en State v. Stanko, 947 P.2d 1 132 ( 1 998). Véase KING y SUNSTEJN, 1999. 8 CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAUTAS 199 «con antelación suficiente a la elección como para permitir que las papeletas sean impresas»9• De un modo parecido, el art. 35(1 ) de la Constitución de Sudáfrica prescribe que <<[t]odas aquellas personas que han sido arrestadas por haber cometido un delito tienen el derecho ... de ser presentadas ante la Corte lo antes posible, pero no más tarde que 48 horas posteriores al arresto; o al final del primer día en el que sesiona la Corte después de haber transcurrido las 48 horas, si las mismas vencen fuera del horario normal ordinario de la Corte, o en un día en el que no sesiona la Corte» . Estas prescripciones , por decirlo de manera suave, son vastamente más precisas que sus equivalentes norteamericanas , que exigen un juicio «veloz» en la Sexta Enmienda y un «debido proceso legal» en la Quinta. Esto no debería sorprendemos. Abusos de poder por parte de policías, de fiscales y aun de jueces eran ubicuos en la época del apartheid, que culminó con la entrada en vigor de la nueva Constitución en 1 995 . Por eso, podemos en­ tender cierta reticencia al momento de redactar la Constitución para otorgar discrecionalidad a, en gran medida, los mismos policías , fiscales y jueces en servicio "durante el apartheid. Y aun luego de que la renovación de la oficialidad comenzara, podemos entender el escepticismo residual acerca de la discrecionalidad de los funcionarios en el sistema jurídico penal. Este escepticismo naturalmente lleva a la elección de reglas antes que pautas . Las prescripciones tan precisas citadas arriba son, justamente, la consecuencia de esta actitud escéptica. El escepticismo sobre la discrecionalidad no siempre es una función de la desconfianza en los funcionarios . A veces nos preocupamos acerca de la discrecionalidad excesiva porque nos interesa la falta de predictibilidad que aparejaría. Si quiero saber cuán rápido puedo conducir, y se me dice que debo conducir con razonabilidad y prudencia, no se me está respondiendo más que si se me dijera que no debo .suscribir los contratos que atenten con­ tra el libre comercio para ayudarme a conocer las leyes antimonopolio. En efecto, esta es una de las razones por las cuales La Corte Suprema tradicio­ nalmente ha creado las llamada reglas antimonopolio per se, bajo las cuales patrones como los acuerdos de precios , el mantenimiento de los precios de reventa y los acuerdos de venta condicionada a la compra de otro producto se entiende que violan la Sherman Act sin considerar los efectos económicos en el caso particular1 0 • Algunas de estas reglas per se han sido eliminadas o 9 Véase el caso no registrado de Vermont de Hunter v. Norman, descrito en ScHAUER, 1 988a. 10 E.g., Tzmes-Picayune Publishing Co. v. United States, 345 U.S. 594 ( 1 953) (acuerdos de venta condicionada); United States v. Socony-Vacuum Oil Co., 310 U.S. 150 (1940) (acuerdo de 200 FREDERICK SCHAUER debilitadas 1 1 , pero la cuestión principal subsiste, respecto de que una regla per se probablemente dé más información acerca de las consecuencias pro­ bables de una acción que las pautas , menos determinadas . A veces se desea limitar la discrecionalidad simplemente en pos de la eficiencia. Un inspector de alimentos en una aduana de frontera puede hacer una determinación rápida de si un producto que intenta ingresarse al país es o no es «carne» . Pero si el mismo inspector tuviera el poder de decidir caso por caso si un producto es «inseguro» o «peligroso para la salud» ten­ dría mucho menos tiempo para vigilar a los transportadores de drogas y a los terroristas. Las reglas precisas no solo requieren menos tiempo de los funcionarios para la toma de decisiones rutinarias, sino que también les per­ miten a quienes diseñan los ambientes de tomas de decisiones el contratar gente con menos preparación o experiencia. Decidir si una cierta clase y nivel de basura industrial arrojada en un río es peligroso para el ambiente probablemente requiera de un ambientalista experto, pero decidir si el nivel de concentración de cierto químico está por encima o por debajo de un nú­ mero específico puede ser confiado con mucha más facilidad a un técnico con menos experiencia y entrenamiento . Aunque estas preocupaciones por la eficiencia son importantes , el uso de prescripciones más cercanas a las reglas en el continuo que las separa de las pautas normalmente es un producto de determinar que la realización de juicios particulares para cada caso dará lugar a un número. inaceptable de errores . Esa era la motivación tras las Federal Sentencing Gu idelines 12, un sistema muy preciso y limitado para dictar sentencias, aunque aligerado en cierto modo por la Corte Suprema1 3 , que pretendía reemplazar a uno discrecional que había generado amplias disparidades en sentencias por los mismos delitos. El uso de directivas más vagas en el extremo de las pau­ tas, de manera inversa refleja, por lo común, una consideración de que la determinación individual o caso por caso es más importante, prefiriendo la tolerancia de- los errores de los juicios individuales frente a los errores que se derivarán de la sobre y subinclusión de las reglas rígidas y precisas. En efecto, algo parecido es lo que llevó a la Corte Suprema a crear las Federal Sentencing Guidelines como un poco menos semejantes a reglas . Pero po precios); Dr. Miles Medica/ Co. v. John D. Park & Sons, !nc., 220 U .S. 373 ( 1 9 1 1 ) (regla per se contra el mantenimiento de precios de reventa). 11 Véase, recientemente, Leegin Creative Leather Products, lnc. v. PSKS, Inc., 1 28 S. ct. 2705 (2007), que elimina la regla per se del mantenimiento de precios de reventa. 12 Pub. L. No. 98-472, 98 Stat. 1 937: 201 7 , codificadas corno 1 8 U.S .C. §§ 335 1 -3673, 28 U.S.C. §§ 991-998 (2002). Para una explicación autorizada sobre las metas originales, véase BREYER, 1988. 1 3 Véase Rita v. United States, 1 27 S. Ct. 2456 (200 7); United States v. Booker, 543 U.S. 220 (2005) . . CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAliTAS 201 hay una estrategia que sea mejor para todos los contextos. Por ende, la lec­ ción sería que la determinación de cuánto debe permitírsele a los funciona­ rios fij arse en el contexto de una instancia particular -en qué medida debe operar bajo una pauta y no bajo una regla, o viceversa- será ella misma una deterrriinación conceptual. 3. ESTABILIDAD Y FLEXIBILIDAD Es verdad que la ubicación en el continuo que existe entre las reglas y las pautas es una manera importante de determinar la discrecionalidad entre el emisor de la prescripción y quien debe aplicarla, interpretarla o hacerla cumplir. Pero la diferencia entre las reglas y las pautas es, también, una manera de determinar la toma de decisiones entre el presente y el futuro. Cuando una legislatura, institución o tribunal establece una regla, está to­ mando una decisión ahora acerca de lo que deberá hacerse en el futuro. En cambio, cuando se mueve en el continuo hacia el extremo de las pautas , deja las cosas abiertas para el futuro y permite un enfoque flexible frente a los problemas del mañana. Acomodarse a un futuro que, como mucho, podemos percibir de manera borrosa, es un problema común en el derecho, que además casi con seguri­ dad está creciendo. Por ejemplo, con respecto a los cambios rápidos en las comunicaciones electrónicas, cualquier intento de escribir leyes específicas en este momento está destinado a la obsolescencia como esas reglas espe­ cíficas de solo una generación atrás que no anticiparon, ni podrían haberlo hecho, el uso generalizado de los teléfonos móviles, el desarrollo y la pre­ dominancia de intemet, y una densidad de comunicaciones por satélite que convierte en arcaica a una lista de medios limitada a la radio, la televisión y las películas. Lo mismo sucede en muchas otras áreas. Los desarrollos de la clonación, la manipulación genétiCa, la identificación del ADN y mucho más están, seguramente, condenando al fracaso o, al menos , a una obsoles­ cencia predecible, a todo intento de usar el conocimiento científico actual como base para las categorías de las reglas que esperamos tengan efecto en el futuro. Así como la ubicación en el continuo entre las reglas y las pautas puede ayudarnos a determinar la discrecionalidad, también puede determinar la au­ toridad de la toma de decisiones entre el presente y el futuro. Una regulación de las comunicaciones que se redacta como una regla muy específica y que, por eso, abreva inevitablemente en el conocimiento actual y no en el futuro, fija hoy el poder para determinar las soluciones en y para un futuro incierto. En cambio, una pauta mucho más vaga - «medio de comunicación» , por 202 FREDERICK SCHA UER ejemplo- permitirá que el futuro tome las decisiones por sí mismo, al costo de menos guía y menos precisión para el presente. La fijación de la autoridad de la toma de decisiones entre el presente y el futuro presenta, entonces , la negociación fundamental entre las reglas y las pautas. Prescripciones muy específicas -reglas - maximizarán la certeza, los límites y la predictibilidad, pero lo harán al costo de coartar la capacidad para arribar a la solución correcta en un caso o situación que ahora no se prevé. Y prescripciones mucho más vagas -pautas - mantendrán abierta la capacidad de un decisor futuro para tomar la decisión correcta (asumien­ do, por el bien del argumento, que lo hará así) , pero al costo de ofrecer poca certeza, poca predictibilidad y límites muy escasos para la toma de la decisión . No hay, reitero, una solución correcta para esta negociación inevitable. No puede decirse que uno u otro enfoque es más o menos consistente con los valores del Imperio de la Ley, porque aunque algunos de ellos son satisfechos mediante reglas precisas, predecibles y entendibles, otros lo son mediante pautas relativamente abiertas , que permiten a los jueces y a otros funcionarios la discrecionalidad para hacer justicia en el caso individual. Pero aunque no haya una respuesta sencilla o consistente, entender el modo en el cual el con­ tinuo entre las reglas y las pautas es una herramienta valiosa para distribuir la autoridad entre los funcionarios , las decisiones entre el presente y el futuro y nuestra preocupación entre la predictibilidad y la justicia particular, permitirá a los participantes del sistema jurídico comprender uno de los mecanismos más importantes del diseño institucional jurídico y regulatorio. 4. REGLAS Y PAUTAS EN LOS VOTOS D E LOS JUECES La distinción entre reglas y pautas es central para cuestiones de control legislativo y discrecionalidad administrativa. Por eso, es cÓmún pensar en reglas y pautas en términos del grado de especificidad y vaguedad de upa disposición constitucional, de una ley y, especialmente, de un reglamento administrativo. Pero los votos de los jueces también pueden ser fuentes de guías , de órdenes y de autoridad. Por eso, también es analizable en qué me­ dida la guía que ofrecen se parece más a una regla o a una pauta. Considérese, casi en uno de los extremos del continuo eritre las reglas y las pautas, a la sentencia de la Corte Suprema de 1 966 en el caso Miran" da v. Arizona 14 • En él , la Corte sostuvo que la Quinta Enmienda (o bien de 14 384 u.s. 436 (1966). CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAliTAS 203 manera directa, con respecto al gobierno federal, o bien a través de la De­ cimocuarta Enmienda, aplicada a los Estados) , obligaba que una confesión u otra declaración efectuada por un sospechdso que hubiera sido sometido a un interrogatorio, solo podía usarse en su contra si se le había advertido de su derecho constitucional de permanecer callado y de su derecho a un abogado. Al llegar a esta conclusión, la Corte podría haber afirmado lo que, en efecto, fue una pauta que los tribunales inferiores debían seguir al eva­ luar reclamaciones ulteriores sobre el caso Miranda. Podría haber dicho, por ejemplo, que una confesión u otra declaración sería admisible si, y solo si, resultaba que esa declaración se había efectuado voluntariamente , y pudie­ ra establecerse con claridad que la determinación de voluntariedad era un juicio contextua! que debía considerar todas las circunstancias en las que la declaración había sido efectuada. O podría haber dicho que .las declaracio­ nes tomadas injusta, desleal o coercitivamente serían inadmisibles, una vez más dejando a los tribunales inferiores en los casos particulares la tarea de decidir, a la luz de las circunstancias, si una declaración fue tomada injus­ ta, desleal o coercitivamente. Si la Corte hubiera procedido de esa manera, con el uso de exigencias flexibles , contextuales y vagas , habríamos dicho que decidió �stablecer una pauta para que fuese seguida por la poliCía y los tribunales inferiores. Como es bien sabido por los espectadores de la televisión y las pelí­ culas , por no hablar de los abogados y los jueces , la Corte no procedió de esa manera en el caso Miranda . En cambio, le dijo a los policías qué decir, más o menos exactamente: «Tiene derecho a permanecer callado . Todo lo que diga podrá ser y será usado en su contra en un tribunal. Tiene el derecho a consultar con un abogado . Si no puede pagarlo, le será asignado uno sin costo» . La Corte remarcó que si la policía no dice casi exacta­ mente esto antes de un interrogatorio, todas las declaraciones efectuadas por el sospechoso a la policía serán excluidas del juicio. Y al decidir si la policía actuó de manera consistente con las exigencias del caso Miranda y la Quinta Enmienda , a los tribunales inferiores les fue impuesta la carga de determinar si la policía pronunció algo muy Cercano a esas palabras 1 mágicas, y poco más. El enfoque real de la Corte, entonces, tuvo una forma bastante cerca­ na a la de una regla. La Corte le dijo a la policía y a los tribunales infe­ riores exactamente qué debían hacer. Es destacable que los oficiales de policía ahora leen un voto de la Corte Suprema cuando interrogan a un sospechoso. Las palabras en la llamada «Tarjeta Miranda» , un texto que los policías llevan consigo y leen en voz alta a quienes han aprehendido , están tomadas casi al pie de la letra del voto de la Corte Suprema. Y al establecer exactamente lo que debían hacer los policías , la Corte actuó de manera muy parecida a una legislatura o a un departamento de trán- 204 FREDERICK SCHAUER sito cuando decide que los conductores no deben conducir a más de un límite numérico de velocidad impreso en un cartel , en lugar de decir a los conductores que deben conducir simplemente con prudencia, cuidado o razonabilidad . Es discutible si los tribunales deben actuar como lo hizo la Corte en el caso Miranda, o en Roe v. Wade 15, cuando estableció el criterio preciso de los trimestres para fijar las restricciones que los Estados podían normar respecto del derecho de una mujer a abortar. Para algunos críticos, estable­ cer reglas detalladas está reservado a un parlamento, y un tribunal, cuando hace cosas que parecen legislativas , excede su autoridad y va más allá de su competencia particular como tribunal1 6 • Pero esta crítica parece extraña, al menos si asumimos que otros tribunales, hacedores de políticas y personas comunes deberían guiarse por lo que los tribunales han decidido 17• Si cree­ mos que los tribunales solo han de tomar decisiones para las partes , quizás no sea tan malo que otros no puedan ser guiados por esas decisiones . Pero especialmente en el caso de la Corte Suprema, que en estos días decide tan pocos casos, una visión tal del rol de la Cmie parece tan ineficiente como irreal. Hay reglas que se dirigen a los tribunales y pretenden decirles cómo decidir casos, y hay otras que están dirigidas a los ciudadanos y a los funcio­ narios que simplemente quieren saber qué hacer 18 • Y los votos de jueces que remedan las prescripciones que se encuentran en el extremo de las reglas del continuo que las separa de las pautas, con frecuencia suelen enfocarse , plausiblemente, e n ofrecer una fuente de guía tanto para ciudadanos como para funcionarios no judiciales . Especialmente donde un voto lidia con con­ ductas que son repetidas a diario por numerosos individuos, la precisión al modo de las reglas ostenta la virtud de ofrecer un consejo razonable para muchas personas . Las ventajas de hacerlo suelen superar a las desventajas que derivan de la renuncia a la flexibilidad que devendría de una forma más parecida a la de las pautas 19• Junto a los que critican a los tribunales cuando emiten· prescripciones semejantes a las reglas, están los que sostienen que los tribunales de ap,e­ lación solo deben decidir «Un caso por vez» 20 • Con frecuencia, insisten en que esto es lo que los tribunales hacen mejor, o que es lo único que legíti­ mamente deben hacer21 • La cuestión de la legitimidad puede estar en cierta 15 16 17 18 19 20 21 410 u.s. 1 1 3 ( 1 973). Véase NAGEL, 1985 . Véase también AMAR, 2000. Véanse MoNAGHAN, 1975: 20-21 ; ScHAUER, 1995b. Véanse BuNDY y ELHAUGE, 1993; DAN-COHEN, 1984. Véase ScHAUER, 2006a. Véase SuNSTEIN, 1999. Véase HARTNETT, 1999. CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAUTAS 205 forma alejada de los temas del razonamiento jurídico y del continuo entre las reglas y las pautas , pero no de las otras dimensiones del argumento que propone decidir un caso por vez, decidir un;:t controversia particular y no establecer prescripciones amplias para que otros decidan. Y un argumento a favor de este enfoque es que tomar decisiones amplias - decisiones que, en efecto, resuelvan casos que no están planteados ante el tribunal� exige capacidades con respecto a la prueba de los hechos que están más allá de lo que podemos esperar en un proceso de apelación. Cuando un tribunal decide una cuestión de manera amplia - cuando decide que todos los interrogato­ rios realizados por todos los policías a todos los sospechosos en todas las circunstancias deben estar precedidos por una advertencia de la clase que la Corte Suprema delineó en el caso Miranda - está decidiendo en efecto un gran conjunto de casos, pero en el proceso se le exige que adivine cómo podrían ser esos otros casos . Por ejemplo, es como asumir que muchos de esos otros casos serán parecidos al que están resolviendo , algo consistente con lo que los psicólogos llaman <<disponibilidad» 22 -la creencia en que lo que está más accesible cognitivamente para nosotros es representativo de una clase más grande de actos , eventos o casos- . Pero los hechos sobre los cuales de)Je .enfocarse un tribunal de apelación no suelen ser representativos en absoluto, y en esa medida dictar resoluciones amplias en el contexto de los casos concretos podría no ser la mejor manera de establecer principios de derecho amplios 23 • Una vez más , no hay una respuesta correcta o una incorrecta a la pre­ gunta sobre si los tribunales de apelación deben establecer reglas amplias en el proceso de decidir los casos , o si deben centrarse en general la mejor respuesta para el caso bajo tratamiento, dejando otros casos para otras oca­ siones y otros decisores . Sin embargo , la decisión acerca de cuánto resol­ ver y, por ende, cuánto derecho crear - es demasiado tarde ya para pensar que los tribunales no crean derecho- es muy similar a la distinción entre reglas y pautas . Importa la determinación de la autoridad decisora entre varios decisores potenciales . También , la atribución de responsabilidad por la toma de decisiones entre el presente cierto y el futuro incierto. Por último , importa la tensión omnipresente entre las ventajas de la flexibili­ dad frente a la virtud de permitir a los ciudadanos, funcionarios , abogados y otros tribunales saber cuál es el derecho , aun asumiendo que no siempre será el mejor derecho que podría haberse generado para cada litigio indi­ vidual y cada acto particular. 22 La idea original es de TvERSKY y KAHNEMAN, 1974: 1 1 27 . Ahora hay una bibliografía vo­ luminosa al respecto. Véanse, e.g., ÜILOVICH, ÜR!FFIN y KAHNEMAN, 2002; PLOUS , 1 993; CARROLL, 1 978. 23 Véanse DEVINS y MEESE, 2005 . RACHL!NSKr, 2006; ScHAUER, 2006b. 206 5. FREDERICK SCHAUER SOBRE LA RELACIÓN ENTRE LA AMPLITUD Y LA VAGUEDAD Comenzamos este capítulo describiendo la distinción convencional entre reglas precisas y pautas vagas (o indeterminadas). Hemos pasado gradual­ mente a la cuestión de si los tribunales deben pronunciarse en resoluciones amplias o restrictivas. Entonces, este es el lugar adecuado para señalar que la escala que va de la amplitud a lo restrictivo tiene poco que ver con la es­ cala que va de la precisión a l a vaguedad . Podemos comenzar con un ejemplo sencillo. Tomemos la catego­ ría de los insectos . Se trata de una categoría enorme . En primer lugar, hay montones de insectos . Trillones . Muchos más que mamíferos , peces y aves sumados . Y hay muchas clases de insecto s . Una vez más , hay muchas más especies de insectos que en todos los otros miembros del reino animal junto s . Pero aunque hay montones de insectos y montones de clases de insectos, la categoría de los insectos es muy determinada, y también la palabra «insecto» . Como cualquier otra palabra, no está perfectamente determinada y, en_ ciertos contextos , ciertamente podemos imaginarnos dudando de si un insecto de juguete o uno muerto son real­ mente insectos , del mismo modo que cuando dudamos de si una bicicleta o un patinete son vehículos para el fin de la regla que prohíbe la entra­ das de vehículos en el parque. Pero para la categoría de los ·insectos , la proporción de casos límite es muy pequeña. No es inexistente, pero es mucho más pequeña que la clase de los casos no límite de los vehículos, digamos , o de las escuelas o , por tomar un ejemplo que hizo famoso el filósofo Ludwig WITTGENSTEIN , de los juego s 24• Lo que el ejemplo de los insectos nos enseña, entonces , es que las categorías amplias pueden ser extremadamente precisas . Y, por supuesto , las categorías estrictas pueden ser vagas . Aun cuando haya menos casos de heroísmo que de insectos, y aunque la mayoría de la gente acordaría en que el heroísmo es bastante raro, el término mismo es vago en extremo, y no habría mucho' acuerdo en qué cuenta como un acto heroico y qué no . 24 «Alguien me dice: "¡Enséñales un juego a los niños !". Yo les enseño a jugar dinero a los dados y el otro me dice "No me refería a un juego así''» . W!ITGENSTEIN, 1 958: 33. El ejemplo ha sido usado y mal usado innumerables veces, y ha generado una bibliografía numerosa, pero la idea básica es que la palabra <<juego», como se usa en el lenguaje, se refiere a muchas cosas distin­ tas que podrían tener lo que se llama un parecido defamilia entre ellas. Es decir, que no hay una lista de condiciones necesarias y suficientes que compartan todas las aplicaciones adecuadas de l a · palabra <<juegO>>. Aun así, hay casos claros d e juegos - e l béisbol, por ejemplo , o e l ajedrez- y casos marginales -jugar con las acciones en la bolsa, quizás - , y la incapacidad para especificar las condiciones necesarias y suficientes para aquello que constituye a los casos claros no significa que esos casos claros no existan. CREANDO DERECHO CON REGLAS Y PAUTAS 207 En el derecho , la distinción entre lo preciso y lo vago es , en gran medida, una cuestión acerca de la discrecionalidad , sobre la flexibilidad y sobre las metas enfrentadas de la predictibilidad y la justicia particu­ larizada. Y la distinción entre lo amplio y lo estrecho es, en gran medi­ da, una cuestión sobre cuánto deben hacer los tribunales , legisladores u otros creadores de reglas cuando resuelven un caso o producen una regla. Tanto la distinción entre lo amplio y lo restrictivo y entre lo preciso lo vago - ambas , por supuesto , son cuestiones acerca de un lugar en un continuo y no simplemente acerca de una cosa u otra - son importantes , pero no son iguales . Un tribunal al que le importa no decidir demasiado pero también ofrecer una guía podría, por ejemplo , tomar una decisión que contenga una regla precisa pero estrecha . La Corte Suprema podría haber espe cificado, como en el caso Miranda , casi las palabras exactas que debía contener una advertencia·, pero podría haber limitado , como no lo hizo , los casos en los cuales esas palabras debían emitirse a una clase más estrecha de interrogatorios policiales o de delitos . En ese caso, habría optado por un enfoque de la decisión que estaría más cerca del extremo de las reglas en el continuo que las separa de las pautas , pero en el extren;J.O más estrecho del continuo entre lo estrecho y lo amplio . Y así, habría hecho algo bastante distinto de lo que fue hecho en Miranda , donde la Corte estableció una regla que fue , como la clase de los insec­ tos , tanto amplia como precisa. De manera inversa, en una variante hipotética diferente del caso Mi­ randa real, la Corte podría haber decidido que la flexibilidad era más im­ portante que el proporcionar una guía. Podría haber decidido , por ejemplo, que en 1 966 no podía predecir todas las posibilidades futuras de conducta correcta e incom;cta de la policía, o que el caso en el que entendía - una controversia real que involucraba al Estado de Arizona y un individuo llamado Ernesto Miranda, en el contexto de un caso penal particular con hechos particulares - no ofrecía suficiente información para que la Corte creara reglas amplias para el futuro : Así, podría haber preferido algo más semejante a una pauta que a una regla; por ejervplo, que las confesiones serían inadmisibles si no fuesen «notificadas» . Pero todavía habría debido elegir el alcance de la aplicación de esa pauta . .Podría haber decidido que la pauta de las confesiones «notificadas» (o « .no notificadas») se aplicaría a todos los interrogatorios , o que sería mejor restringir su aplicación a una clase mucho más estrecha de acciones policiales, A veces, los argumentos para optar por pautas serán similares a los que llevan a decidirse por lo restrictivo y no por la amplitud - las dos son maneras de dejar algunas determinaciones para el futuro, por ejemplo- , pero sigue siendo el caso de que la cuestión del alcance de una regla o una resolución es diferente de la cuestión de su precisión . 208 FREDERICK SCHAUER Podrían escribirse libros enteros acerca de las técnicas de creación de reglas 25, y en efecto algunos de los manuales sobre redacción de leyes tie­ nen esta meta aproximada. Pero la creación de reglas no es solo trabajo de los parlamentos . Una vez que reconocemos que los tribunales , así como los parlamentos , crean derecho, podemos comenzar a pensar en que la creación de reglas por parte de los j ueces es una tarea que merece mayor atención que la que ha recibido hasta ahora. 25 Sorprendentemente, y quizás por desgracia, muy pocos de esos libros se han escrito real­ mente. Quizás se crea que esas cuestiones son autoevidentes, pero no lo son. Y quizás se crea que las técnicas para crear reglas pueden escogerse de otros lugares , pero, una vez más, hay bastantes pruebas en contrario. CAPÍTUL O XI DERECHO Y HECHOS l. SOBRE LA IDEA DE UN HECHO La mayor parte de las discusiones acerca del razonamiento y la argu­ mentación jurídica, incluyendo mucho de este libro , tienden a enfocarse más que nada en el derecho, y muy poco en los hechos. Los tratamientos estándar asumen que las cuestiones interesantes en el caso Donoghue v. Stevenson 1 son acerca de si la señora Donohue debía tener derecho a una indemnización por parte del embotellador deJa bebida a pesar de la ausencia de vínculo contractual entre ellos. Ignoran, entonces , la pregunta de si lo que salió de la botella realmente se trataba de un caracol descompuesto, o cuán mal la hizo sentir, si es que lo hizo, el hecho de verlo. Sabemos después del caso Ra.ffles v. Wichelhaus2 que cuando ambas partes contratantes están funda­ mentalmente equivocadas acerca del _objeto del contrato, no hay contrato en absoluto. Pero ¿cómo sabemos que había dos barcos llamados Peerless, y cómo sabemos que las dos partes en verdad estaban equivocadas? El caso R . v . Dudley & Stephens3 e s u n infaltable en las clases de derecho penal, pero ¿cuán hamb1ientos estaban en verdad los sobrevivientes , y cuán cercano a la muerte estaba el grumete antes de ser asesinado para la supuesta supervi­ vencia de los otros? Y aunque la Corte Suprema en el caso Brown v. Board oj Education4 parece basar su conclusión en la proposición de que edificios 1 [ 1932) A .C. 562 (H.L.). 2 H. & C. 906, 159 Eng. Rep. 375 (Ex.. 1 864) . 3 14 Q.B .D. 273 ( 1 884). Para un comentario atractivo e importante, véase SIMPSON, 1 984. 4 347 u.s. 483 ( 1 954). 210 FREDERICK SCHAUER educacionales físicamente equivalentes pero racialmente separados menos­ cababa la educación de los niños negros , ¿cómo obtuvo la Corte esa infor­ mación, y esta era correcta? Todas estas son cuestiones de hecho. ¿Era un caracol descompuesto? ¿Hubo dos barcos llamados Peerless, o solo uno, o tal vez tres? ¿Los niños negros obtienen una educación peor en escuelas segregadas, para negros, cuyas instala­ ciones y la preparación de los maestros son los mismos que en las escuelas para blancos? Estas preguntas, tradicionalmente, son contrastadas con cuestiones de derecho. ¿Es un fabricante (o embotellador) directamente responsable frente al consumidor cuando hay un caracol descompuesto en una botella de cerveza de jengibre? ¿Hay un contrato cuando las partes contratantes tienen creencias dife­ rentes acerca de lo que están contratando? ¿Es el estado de necesidad una exi­ mente frente a una acusación por homicidio? Una escuela nominalmente igual, pero segregada racialmente, ¿viola la Decimocuarta Enmienda? La sentencia judicial típica incluye una explicación inicial de lo que sucedió -la cuestión de hecho- y luego pasa a la determinación de lo que el derecho debe hacer a la luz de lo que sucedió -la cuestión de derecho- . La distinción entre cuestiones de derecho y cuestiones de hecho no es sencilla. Una controversia acerca de cómo explicar la diferencia entre derecho y hechos ha generado una cantidad considerable de comentarios5, incluyendo la posición de que la distinción es ilusoria6• Gran parte del debate se centra en las consecuencias del modo en el cual, convencionalmente, el .jurado (o un juez que explícitamente esté sirviendo como evaluador de los hechos) tiene la carga de determinar los hechos, mientras que el juez tiene la función de inter­ pretar y (tal vez) aplicar el derecho. No obstante, en realidad los jurados toman muchas decisiones que en parte involucran determinaciones de derecho, como si las acciones de alguien fueron «razonables», o si las acciones del demanda­ do «causaron» el daño que sufrió el actor. De manera inversa, los jueces por lo común hacen determinaciones fácticas cuando llegan a conclusiones legales , a veces solo en virtud de que deben hacer la determinación fáctica de que una regla o un precedente es o no derecho, y a veces, especialmente con respecto a cuestiones constitucionales, porque hacer determinaciones con respecto a l<:>s hechos es parte de lo que queremos que hagan los jueces para asegurar que los valores constitucionales se preserven7 • Pero aunque en el derecho la distinción entre derecho y hechos puede enra­ recerse con velocidad, la confusión no surge siempre de la falta de una distinción fundamental entre hechos y derecho, que se toma menos misteriosa si'la pen5 Véanse, e.g., FRIEDMAN, 1 992; MONAGHAN, 1985; WEINER, 1966. 6 ALLEN y PARDO, 2003 . 7 Véanse FAIGMAN, 199 1 ; MoNAGHAN, 1985; HoFFMAN, 2001 . DERECHO Y HECHOS 211 samas como una variante de las distinciones venerables entre hechos y valores, ser y deber y descripción y prescripción8 • En cambio, la confusión se deriva del modo en el cual el derecho ha insistido tradicionalmente que los hechos son para los jurados y el derecho para los jueces , cuando en realidad muchas de las cosas que hacen los jurados mediante la aplicación del derecho importan determina­ ciones jurídicas, y muchas de las cosas que hacen los jueces implican realizar determinaciones fácticas. Si aceptarnos que la distinción entre el derecho y los hechos no sigue, ni puede seguir, a la distinción entre lo que hacen los jueces y lo que hacen los jurados, entonces no deberemos rechazar la distinción básica entre lo que sucedió y lo que alguien debe hacer para reconocer que realizar de­ terminaciones fácticas es una parte central del razonamiento y la argumentación jurídicos, en todos los niveles del sistema jurídico. Así, aunque las decisiones jurídicas , aun las tomadas por jueces y aun las tomadas en los tribunales de apelación , implican por lo común tanto elementos fácticos como jurídicos , las discusiones sobre el razonamiento jurídico tradicionalmente se han enfocado casi con exclusividad en los últi­ mos 9• Se ha asumido que pensar acerca. de cuestiones fácticas concierne al derecho de las pruebas o que realizar determinaciones fácticas no es en ver­ dad una cuestión de razonamiento jurídico . Pero dado que las cuestiones de derecho casi siempre se fijan en las de hecho, y dado que las de hecho están, de maneras diversas , estructuradas por las reglas jurídicas y por las formas características del razonamiento , excluir cuestiones de hecho del problema del razonamiento jurídico parece peculiar. Por eso, en este capítulo aborda­ remos el tema de las cuestiones de hecho y examinaremos los procesos de razonamiento que usan quienes toman decisiones jurídicas para determinar, a primera instancia, simplemente qué sucedió. 2. DETERMINANDO LOS HECHOS EN EL JUICIO: EL DERECHO DE LAS PRUEBAS Y SUS CRÍTICOS En el curso normal de las cosas , el determinar qué sucedió corresponde al tribunal de juicio. ¿Disparó la imputada a su 1marido? ¿Estaba la firma B También hay, naturalmente, controversias y desafíos acerca de estas distinciones venerables, algunas de las cuales, pero no todas, provienen de perspectivas llamadas, con cierta displicencia, «posmodemas». Es verdad que muchas de las descripciones propuestas tienen un componente nor­ mativo, con valores que son contrabandeados bajo la cubierta de supuestas descripciones neutrales. Sin embargo, es suficientemente implausible insistir en que no hay diferencias entre «John disparó un arma cuya bala ingresó en el corazón de Mary y causó su muerte» y «John debe ir a prisión por asesinar a Mary». De manera que los desafíos , pretendidamente sofisticados, a cualquiera de las distinciones mencionadas. en el texto no necesitan detenemos aquí por más tiempo. 9 Una excepción destacable es la del famoso realista jurídico Jerome FRANK, en FRANK, 1949. 212 FREDERICK SCHA UER auténtica del testador al pie del documento que tiene la apariencia de un tes­ tamento? ¿Qué tipo de daño causó el agua en el caso Rylands v. Fletcher 1 0, y cuánto le costaría al demandado repararlo? Normalmente, estas cuestiones se determinan en un juicio y no en una apelación , y lo son por la persona o institución que llamamos «evaluador de los hechos»'. En los sistemas del common law 1 1 , el evaluador de los hechos clásico es el jurado, aunque en muchos casos penales y en la mayoría de los civiles la determinación de lo que sucedió la realiza el juez que preside el juicio. Si dejamos de lado el derecho por �n momento, podemos apreciar el he­ cho de que hay muchas maneras de conocer algo del mundo. Por ejemplo, fuera del sistema jurídico un método común de determinar lo que sucedió en el pasado es salir e investigar, como hacen los detectives de la policía cuando se cometió un delito, o los investigadores del Congreso cuando se inicia una investigación sobre las causas de un desastre como la explosión del transbor­ dador espacial Challenger o las filtraciones nucleares en la isla Three Mile. La investigación misma adopta muchas formas, pero todas comparten la idea de que los investigadores salen al campo, formulan preguntas , revuelven, entre­ vistan testigos, examinan las pruebas físicas y luego toman una decisión. En otros contextos , particularmente en la ciencia, la manera de hallar algo es realizando un experimento. A veces, en un laboratorio . Otras , pro­ porcionando a algunas personas una droga y a otras un placebo , o una va­ riante de este método. Otras más, los científicos y otros investigadores pue­ den analizar un experimento natural, la situación en la cual el mundo y no el científico crea las condiciones en las cuales casi todo es igual excepto alguna consecuencia o síntoma cuya causa deseamos identificar. Los inves­ tigadores de las ciencias sociales suelen conocer el mundo recolectando y analizando datos, a veces con grandes matrices computarizadas de informa­ ción, o conjuntos de datos . Corren regresiones utilizando variables distintas , típicamente en un intento de ubicar las causas y las consecuencias de varios fenómenos sociales. Sin duda, existen otras formas de descubrir los hechos del mundo , pero catalogarlas aquí no sería de utilidad. La relevancia de mencionar algunos de los métodos más extendidos es destacar el hecho de que la manera ca1 0 3 L.R.E. & l. App 330 (H.L. 1868). • N. del T.: no existe en el derecho de derecho continental una función estrictamente equiva­ lente a la del «trier ojfact» del common law; por eso, se utiliza en el texto la expresión «evaluador de hechos», para dar cuenta de su rol. 11 En general, no hay jurados en los sistemas de derecho continental, y los jueces determinan los hechos y aplican el derecho. No obstante, en algunos sistemas de derecho continental, y en ciertas ocasiones, los jueces resuelven los casos, especialmente los penales, conjuntamente con varias personas legas comúnmente llamadas «asesores» . . DERECHO Y HECHOS 213 racterística que tiene el derecho para determinar lo que pasó difícilmente sea universal, ni la única para enterarse de las cosas, aun de aquellas que el derecho necesita saber para satisfacer sus propios fines . En efecto, los métodos de investigación que asociamos con el derecho en el mundo del common law -juicios adversariales en los cuales toda la información con la que cuenta el juez o el jurado para fundar su decisión es proporcionada por las partes - tampoco son universales . Por ejemplo, en Francia, los jue­ ces juegan un rol activo en conducir e instruir las investigaciones penales más serias 1 2 , y las variaciones de este enfoque pueden hallarse en muchos otros países de derecho continental. En Inglaterra, antes del siglo xv, los jurados mayoritariamente se procuraban ellos mismos la información, y se esperaba que se apoyaran en su conocimiento personal de los litigantes , en s u conocimiento personal de la situación y e n lo que podían averiguar por sus propias investigaciones 13• La idea de que un jurado - o de un juez funcionando como un evaluador de los hechos- debe desconocer en lo fundamental a los litigantes y a los hechos concretos antes del juicio es un invento relativamente moderno, y para nada universal. Pero aun dejando de lado la cuestión de los conocimientos previos del jurado, difícilmente pueda considerars� autoevidente la posición que sostiene que la mejor manera de efectuar una determinación fáctica es ceder a las partes toda la carga de traer las pruebas , y luego contar con un grupo de legos para que la evalúen de un modo adversaria!, más que en uno, digamos, investigativo o colaboracional, y en lugar de confiar en las personas que pudieran tener los conocimientos expertos relevantes . Este método adversaria! del common law tampoco es evidentemente incorrecto. En efecto, ha sido replicado en otros dominios en los que se toman decisiones . La iglesia católica apostólica romana, después de todo, ha institucionalizado el concepto del abogado del diablo como ma­ nera de asegurarse que la impresión inicial del candidato a la santificación no se acepte de manera definitiva antes de escuchar el mejor argumento en contra de que el santo haya sido en realidad tal. Así, la determinación de los hechos en la mayoría de los países del common law se apoya en la creencia de que los procedimientos adversaria!, en los que las partes tienen la responsabilidad primaria de producir las pruebas, son modos valiosos de determinar la verdad , aun sin ser los únicos. Así como un argumento a favor de un sistema de libertad de expresión se apoya eri el presupuesto de que una buena manera de encontrar la verdad es a través del enfrentamiento entre ideas opuestas , el proceso adversaria! se funda en presupuestos similares 14 • Dejemos que las partes traigan su prueba, dejemos que la evidencia esté su12 Un relato instructivo e intrigante es el de McKrLLOP, 1997 . Véanse ANAND, 2005; GREEN, 1 988. 1 4 Esto no significa necesariamente que la epistemología adversaria! sea una manera par­ ticularmente confiable de determinar la verdad, sea en un debate público (véase Schauer, 1982: 13 214 FREDERICK SCHAUER jeta a la forma particular de escrutinio que llamamos interpelación cruzada y luego dejemos que la verdad, o al menos la aproximación más cercana que podemos alcanzar, emerja. O creamos eso . Este no es el lugar para evaluar el sistema adversaria! como método de descubrimiento de la verdad, sea para la iglesia católica, para la deliberación pública o para el derecho. Pero contrastar los métodos del derecho para pro­ bar los hechos con otros que son o fueron usados en otros contextos u otros países, ponen al método jurídico en la perspectiva adecuada. Más aún, con­ trastar el sistema adversaria! con otros nos recuerda que los jurados o aun los jueces no solo están a merced de las partes en. términos de qué pruebas pueden considerar, sino que también están expuestos a un haz de fallos cog­ nitivos - parcialidad, falta de atención y muchísimas otras - que afectan a la mayoría de los seres humanos que deben tomar decisiones . En efecto, mu­ cha de la investigación en ciencias sociales , más que nada por parte de los psicólogos , se concentra no solo en cómo los jurados -y los jueces, a ese respecto- podrían estar sujetos a muchos de los mismos fallos cognitivos que observamos en todos aquellos que toman decisiones 1 5 , sino también en el hecho de que aun algunos de los métodos característicos del derecho son potencialmente más defectuosos que lo que el derecho tradicionalmente ha asumido. Las declaraciones de testigos presenciales, por ejemplo , son mu­ cho menos confiables que lo que mucha gente ha creído tradicionalmente 1 6 , y aun los métodos científicos confiables como la identificación mediante el ADN están sujetos a las imperfecciones de los seres humanos cuyo trabajo es administrar las pruebas y analizar los resultados 17 • La investigación jurídica de los hechos no está sujeta solamente al mon­ tón de problemas de un enfoque adversaria! para hallar la verdad. También está amenazada por el extraño conjunto de normas que se conoce como derecho probatorio. El espacio no permitirá ofrecer aquí siquiera un resu­ men breve de su sustancia, pero igualmente es importante destacar sus pre­ supuestos peculiares. En parte por las necesidades especial_e s del sistema adversaria!, en parte por una preocupación de fondo por los derechos de los imputados, y en una gran parte porque investigar los hechos ha sido, 1 5-34) o aun en la sala de audiencias de un tribunal (véanse FRANK, 1949: 80-8 1 ; GREEN, 1 930; LUBAN, 1 988: 68-92; LANGBEIN, 1 985). 15 InveSiigaciones cada vez más numerosas y muy valiosas se enfocan en los fallos cogniti­ vos de los jurados, de los jueces como evaluadores de pruebas y de los jueces como intérpretes .y aplicadores del derecho. Con respecto a Jos jurados , a cuyo respecto la bibliografía es, de lejos, la más numerosa, véase DEVINE, 2007; HAsTIE, ScHADKE y PAYNE, 1 998; MAcCouN y KERR, 1 988. Sobre Jos jueces como recolectores de pruebas, véanse RoBJNsoN y SPELLMAN , 2005; SPELLMAN ; 2007; WISTRICH, GUTHRIE y RACHLINSKI, 2005 . Sobre Jos jueces y e l derecho, véanse GUTHRIE, RACHLINSKI y WISTRICH, 200 1 ; ScHAUER, 2006a; SIMON, 2004; 2002; 1 998. 1 6 Véanse, e.g., LoFTUs y DoYLE, 1 997; LoFTUs y GREEN, 1980; WELLS y LDFTUS, 1994. 17 Véanse, e.g., GARRET, 2008: 84, n . 109; lMWJNKELRIED, 1 99 1 ; THOMPSON y FoRo, 1 989. DERECHO Y HECHOS 215 tradicionalmente, el dominio de un jurado sin un entrenamiento especial ni en derecho y en análisis fáctico, se desarrolló un conjunto de normas cuya principal función ha sido mantener pruebas aun relevantes fuera del alcance de un jurado frecuentemente poco confiable . Por temor de que los jurados den demasiada importancia a algunas pruebas y demasiado poca a otras , las leyes sobre prueba tienen un conjunto de reglas exclusorias que suele pare­ cer extraño. Por ejemplo , aunque con frecuencia le otorgamos cierto peso a lo que la gente escucha que otra gente dice, el derecho tradicionalmente ha advertido a los jurados sobre que no debía tomar en cuenta la prueba de oídas. Y a pesar del hecho de que comúnmente pensamos que lo que alguien ha realizado en el pasado puede ayudarnos a determinar si ha hecho algo semejante en el presente, muchas de las pruebas del «mal carácter» , «actos incorrectos anteriores» o aun condenas previas por el mismo tipo de delito, se excluyen de los juicios típicos. Las reglas de exclusión de las pruebas han generado no poca ira en nues­ tro viejo amigo Jeremy BENTHAM, quien prácticamente las habría eliminado por completo a favor de lo que ha llamado un sistema «natural» (por oposi­ ción al «técnico>> , que ahora ha venido a conocerse como sistema de pruebas libres) 18 • Bajo un enfoque natural o de pruebas libres, que BENTHAM no creyó diferente de lo que la gente hace en su vida diaria, la prueba no se excluye en un principio mediante reglas que eliminan categorías enteras de pruebas , como testimonios de oídas o condenas anteriores . En cambio, virtualmente toda la prueba relevante se admite y luego es tamizada, pesada y evaluada a la luz de otras pruebas para dar a cada pieza probatoria el peso que merece. Algunas pruebas parecerán inviables y se descartarán, a otras se les dará algo de peso pero se dejarán de lado. La cuestión básica es que , cuando estamos tratando de averiguar lo que pasó, no establecemos un sistema que dejará fuera de nuestro proceso de investigación pruebas potencialmente relevantes , solo porque cuadre en alguna categoría de pruebas imperfectas . Al objetar un sistema de determinación fáctica básicamente estructurado acerca de una serie de exclusiones que BENTHAM consideró artificiales y ca­ tegóricas , BENTHAM fue seguido entonces , y más alín con posterioridad, por muchos otros, incluidos no pocos filósofos dedicados a la epistemología 19• Y en aspectos importantes, BENTHAM y sus aliados han venido prevaleciendo. En especial , con la disminución de la importancia del jurado - los jurados han desaparecido a los fines prácticos en los casos. civiles de todo el mundo del common law, excepto en los Estados Unidos, donde la Séptima Enmien­ da y sus equivalentes constitucionales estatales han rescatado del olvido a · 18 19 BENTHAM, 1827 . E.g. , ÜOLDMAN, 1 992; LAUDAN, 2006; HAACK, 2004. 216 FREDERICK SCHAUER los jurados civiles - , las reglas formales de pmeba se han ido relajando de manera consistente. Los jueces sin jurados suelen tratar a las reglas de prueba de manera casual, y parecen no tener muchos reparos para anunciar que como no hay jurado, la mayoría de las reglas de exclusión de pruebas simplemente serán ignoradas20 • Más aún, las reglas de exclusión como la de los testimonios de oídas y la de los documentos originales (con frecuencia llamada «regla de la mejor prueba») , están cada vez más sujetas a un con­ junto de excepciones, y varias otras reglas de exclusión han sido eliminadas oficialmente o ignoradas de manera no oficial. Todavía podemos estar lejos del sistema preferido por BENTHAM de las pruebas libres , pero también lo estamos del sistema tan regulado y plagado de exclusiones que motivó la furia de BENTHAM 2 1 • La institución bastante peculiar del sistema adversaria!, la aún más peculiar institución del jurado, y la idea especialmente peculiar de las re­ glas de prueba exclusorias rígidas son solo una parte de los muchos temas de este libro. El derecho hace las cosas distinto, para bien o para mal, y la diferencia entre cómo determina el derecho los hechos de un caso y cómo otros decisores conocen el mundo a su alrededor es consistente con el uso jurídico de los mecanismos inusuales que hemos considerado antes , como el stare decisis y el compromiso con el control de las reglas, que a veces es subóptimo. Y como con otras herramientas del razonamiento jurídico , los métodos jurídicos para la investigación de los hechos no son totalmente exclusivos del derecho. Las determinaciones adversariales pueden hallarse en otros ámbitos donde se toman decisiones , así como también reglas de prueba exclusorias . Pero el hecho de que los métodos del derecho no sean exclusivos no significa que el derecho no sea diferente a todo lo demás. Por eso, no debería sorprendemos que tanto con respecto a los hechos como con el derecho, es un error no reconocer que la toma de decisiones dentro del sistema jurídico es , como mínimo , un poco diferente. El compromiso del derecho con sus propios métodos de ·determinación de los hechos se refleja incluso en la estructura de la toma de decisiones jurí­ dicas acerca de cuestiones de derecho . Como el derecho está comprometido con la distinción entre quien evalúa los hechos y quien determina el derecho , la determinación de los hechos típicamente se separa de las conclusiones 20 Véanse ScHAUER, 2006c. Esto es especialmente evidente una vez que advertimos que BENTHAM ubicó gran parte de su considerable capacidad para indignarse contra las reglas de competencia, que hacían imposible para la mayoría de las mujeres, los menores, los presos y los propios justiciables ser testigos en un juicio. En los Estados Unidos, las reglas de competencia han sido eliminadas en su mayor parte y, aunque todavía hay cosas sobre las cuales los testigos no pueden declarar, quedan pocas exclusiones absolutas fundadas en su estatus o sus características personales. 21 DERECHO Y HECHOS 217 de derecho cuando el mismo juez de juicio toma a su cargo las dos tareas . Más importante aún, los antecedentes de hecho suelen ser, excepto en las instancias más atroces, tratados como sagrados en el proceso de apelación . Es solo una míni ma hipérbole decir que si un jurado hallara que la luna está hecha O.e queso verde, se esperaría de un tribunal de apelación puesto a re­ solver una cuestión jurídica acerca de la luna o del queso verde que tomara la conclusión fals a del jurado como verdadera. Hemos visto a través de este libro que las cuestiones de competencia en sentido amplio - lo que es im­ portante no es solo lo que se decide sino quién tiene la autoridad para hacer­ lo- son una característica ubicua del análisis jurídico . Y la competencia en este sentido amplio tiene mucho que ver con la determinación de los hechos . Es trabajo de un jurado , o del juez de juicio actuando como evaluador de los hechos, determinar los hechos . Aun si los hechos que ha establecido el evaluador de los hechos le parecen incorrectos a un tribunal de apelación, las conclusiones aparentemente erróneas sobre los hechos deben ser timadas de todos modos como verdaderas . Esto parece extraño a veces , pero puede ser parte de una característica amplia y generalizada del derecho mismo. Lo que hace al derecho diferente es que la toma de decisiones jurídicas, acerca de los hechos o del derecho , difiere del simple mandato a los jueces o a otros decisores jurídicos de que simplemente deben «hacer lo correcto» . Así como la toma de decisiones basada en reglas o precedentes con frecuencia exige a los decisores jurídicos hacer algo distinto que lo correcto , la obligación fuerte de aceptar los hallazgos fácticos a veces genera la misma clase de so­ luciones subóptimas . Para algunos, esto puede ser algo malo, pero para otros simplemente es parte del compromiso del derecho para lograr, en suma, el mayor bien, aun si eso exige abandonar la aspiración de hacer lo que los decisores particulares creen que es lo correcto en los casos particulares. 3. LOS HECHOS Y EL PROCESO DE APELACIÓN Al comienzo de este capítulo hemos hecho referencia al caso Brown Board of Education y el modo en el cual la Corte Suprema se apoyó en estudios psicológicos que mostraban que los niños afroamericanos se­ gregados sufrían educacionalmente por su exclusión de las escuelas a las que concurrían niños blancos . Este aspecto del caso Brown generó mucha controversia, por diversas razones 22• Primero, no estaba claro que las con­ clusiones de los estudios fuesen necesariamente correctas. Otros psicólogos habían llegado a conclusiones distintas , y existía la preocupación acerca de v. 22 Para descripciones de la controversia, véanse MoNAHAN y WALKER, 1985: 84-99, 106; SANJAY , 2002. 218 FREDERICK SCHAUER si la litigación era la mejor manera de resolver cuestiones discutidas acerca de hechos científicos. Más importante, la Corte Suprema pareció realizar su propia ev'aluación de la cuestión, en lugar de confiar sin más en la resolución de las cuestiones fácticas por parte del tribunal de juicio. Podría ser, como discutimos en los apartados anteriores, que la litigación y el sistema contencioso no sean las mejores maneras de resolver algunas , o todas, las cuestiones fácticas . Pero es la manera de la cual se vale el derecho, y ha sido así por siglos . Sin em­ bargo, esto no es así en los tribunales de apelación, y por otros tantos siglos se ha asumido que determinar los hechos es tarea del tribunal de juicio y que la tarea del tribunal de apelación es evaluar el manejo del derecho por parte del tribunal de juicio. S i , dejando de lado un error evidente o un perjuicio , el tribunal de juicio, a través de un juez o de un jurado, ha hallado x, entonces x debe ser aceptado como verdadero. El abogado que intente argumentar ante un tribunal de apelación que x no es verdadero , rápidamente se verá reprendido por intentar valerse de un tribunal de apelación para replantear determinaciones fácticas que se toman por definitivas . Este es un buen modelo, pero puede no captar por completo la medida en la cual los tribunales de apelación están ellos mismos involucrados en la determinación de cuestiones de hecho. Brown v. Board of Education puede haber resaltado la cuestión por la fama del caso y porque la referencia de la Corte Suprema, en una nota al pie, a los estudios relevantes puso en eviden­ cia lo que sucedía, pero este tipo de caso no es tan inusual. Por ejemplo, considérese New York Times Co. v. Sullivan 23 , el caso de 1 964 en el cual la Corte Suprema constitucionalizó y revolucionó el de­ recho de difamación a lo largo de los Estados Unidos , al sostener que los funcionarios públicos (y, luego , las figuras públicas) 24 podían tener éxito en un caso por injurias solo si probaran con claridad convincente no solo que lo que ha sido dicho sobre ellos es falso, sino también que ha sido dicho con conocimiento de su falsedad. En otras palabras, debían probar no solo la publicación intencional, sino la falsedad intencional . Este fue un cambio dramático en el common law, y la Corte lo justificó al concl'uir que la crítica de los funcionarios públicos sería «sin inhibiciones, sóli¡:la y abierta» solo si los editores eran relevados de su responsabilidad incluso por sus falsedades negligentes . Esta conclusión empírica bien podría ser verdadera, pero no está para nada claro cómo llegó la Corte Suprema a saber que lo era. Alguien podría pensar que la proposición es autoevi­ dente, pero una vez que advertimos que las críticas no inhibidas , sólidas 23 24 376 u.s. 254 ( 1 964). 388 u.s. 130 ( 1 967). DERECHO Y HECHOS 219 y abiertas de la prensa contra los funcionarios públicos existen en países con doctrinas sobre la difamación muchísimo más restrictivas que la nor­ teamericana (Australia, por ejemplo) , se vuelve menos claro que la propo­ sición fáctica que fuera el eje de la conclusión de la Corte sea autoevidente como creyó la propia Corte. Sin embargo, esta proposición fáctica acerca del comportamiento de la prensa fue un elemento esencial de la conclusión del fallo. Pero lo importante aquí no es si la Corte estuvo en lo cierto (pro­ bablemente) o no (posiblemente) en su evaluación. La cuestión relevante es en qué medida una proposición fáctica potencialmente refutable - y no una que haya sido parte de las actas del juicio - resultó central para la conclusión jurídica de la Corte. Quizás porque en el caso Sullivan no citó fuentes no jurídicas, como en el caso Brown , el vínculo fáctico en la cadena argumental de la Corte fue menos obvia. Pero en Sullivan , como en Brown , la Corte apoyó su conclusión en una proposición fáctica refutable , cuyos hechos no se habían investigado. Mucho de esto es verdad, y con un nivel de controversia más cercano al del caso Brown que el caso Sullivan , con respecto a la conclusión de la Corte en el caso M,app v. Ohio25 , sobre que las pruebas obtenidas ilegalmente no pueden ser usadas en un juicio penal ulterior, sin que importe su confiabili­ dad. Por ejemplo, si un requisito ilegal condujo al descubrimiento de drogas que sin duda pertenecían al imputado, después del caso Mapp esas drogas deberían excluirse como prueba del juicio. La Corte basó su conclusión en la creencia de que una regla exclusoria provocaría que la policía evitara in­ volucrarse en conductas inconstitucionales . Pero, una vez más, esta es una conclusión empírica c<;>n la cual muchas personas razonables podrían estar en desacuerdo, y lo están26. Quizás la policía no se preocupe demasiado por lo que sucede en los juicios y sí, principalmente, por atrapar a los delincuen­ tes. O tal vez los comportamientos inconstitucionales de la policía se des­ alentarían más amenazándolos cori sanciones internas personales contra los policías . Pero cualquiera fuera el caso; lo importante es que, una vez más, el camino de la Corte hacia una regla nueva atravesó una determinación fáctica cuya prueba principal parece venir de las creencias; experiencias , corazona­ das, intuiciones y sociología lega de los propios jueces . Finalmente, considérese el voto plural en el caso Bush v. Gore21 • Al concluir en que la Corte Suprema de Florida había errado al rechazar la impugnación que Bush había hecho al procedimiento de cómputo de votos de Florida, sobre la base de la igualdad ante la ley, la Corte Suprema con25 26 27 367 u.s. 643 ( 1 96 1 ) . Véase KAMISAR, 1983. 531 u.s. 98 (2000). 220 FREDERICK SCHA UER sideró importante que el cómputo de votos inválidos no era, en los hechos , un suceso infrecuente históricamen te, y que muchos votos presidenciales inválidos se habían computado en la mayoría de las elecciones anteriores. Si esto debía o no haber sido importante para la Corte no es pertinente para nuestra discusión de la determinación de los hechos . Lo crucial aquí es el hecho de que, otra vez, en su proposición fáctica no hay virtualmente comprobación alguna, y la Corte llegó a su conclusión, como fue discutido con mayor extensión en el capítulo IV, sobre la base de varios artículos de periódicos , presuntamente hallados por los jueces (o, más probablemente, por sus secretarios) a través de una búsqueda informática en la red Nexis . Los casos Brown, Sullivan, Mapp y Bush v. Gore son todos casos consti­ tucionales resueltos por la Corte Suprema, pero sería m1 error creer que este fenómeno es exclusivo del derecho constitucional. Cuando HoLMES insistió en que «la vida del derecho no ha estado signada por la lógica, sino por la experiencia»28, dejó claro que los jueces de apelación, tanto al seguir como al crear «el camino del derecho» , debían apoyarse en determinaciones empí­ ricas y fácticas, un fenómeno extensamente teorizado casi un siglo más tarde por Melvin ErsENBERG al mostrar cómo el apoyarse en lo que llamó «propo­ siciones sociales» es un elemento esencial en el razonamiento del common law29 • El caso Henningsen, por ejemplo , se apoyaba en una posición acerca de la naturaleza de las relaciones de consumo que provino en gran medida de las propias impresiones de la Corte. Y cuando la Cmte de Apelaciones de Nueva York concluyó, en el caso Adams v. New Jersey Steamboat Co.30, en que un camarote de un barco de vapor era más parecido a un cuarto de hotel que a un compartimento de un tren, se apoyó ostensiblemente en lo que él creía acerca de las proposiciones fácticas enfrentadas relativas a los usos normales y las expectativas con respecto a los barcos de vapor, los hoteles y los trenes. Pero si las proposiciones sociales - que son conclusiones de hecho, aunque acerca de condiciones sociales generales y no acerca de los hechos particulares del caso concreto- juegan un rol tan grande en la resolución. 1de las apelaciones, ¿cómo averiguará un tribunal de apelación los hechos nyce­ sarios para llegar a esas conclusiones? Esta ha sido una cuestión recurrente, que el juez BREYER de la Corte Suprema, más que nadie, ha puesto en el fren­ te del debate jurídico, especialmente en el contexto de las pregunta� acerca 28 HoLMES, 1 8 8 1 : l . 29 EISENBERG , 1 988. 3 0 45 N .E . 369 (N Y 1 896). El caso ha devenido en un patrón para la discusión acerca del uso correcto e incorrecto de la analogía en el razonamiento jurídico. Véanse PosNER, 2008: 1691 70; WEINREB, 2005; BREWER, 1996; y el capítulo V, supra . . . DERECHO Y HECHOS 22 1 del silencio3 1 • El juez BREYER mismo es poco reticente acerca de ir más allá de los registros para realizar determinaciones fácticas que cree necesarias para resolver los casos ante él. Su voto particular en el caso Lopez v. United States32 está repleto de referencias a materiales económicos , sociológicos y político s relativos a la cuestión de si la posesión de armas en las escuelas públicas tenía un efecto en el comercio interestatal . De un modo parecido, el voto del juez BREYER (otra vez particular) en el caso sobre una acción afirmativa en el colegio secundario Parents Involved in Community Schools v. Seattle School Pistrict No ] 33 aprovechó profundamente no solo su propia investigación acerca del marco fáctico de ese caso34, sino también en inves­ tigaciones empíricas de largo alcance acerca de la historia, la sociología, la psicología y las políticas de la distribución de los estudiantes en las escuelas públicas norteamericanas . Para el juez B REYER, la cuestión del manejo de la investigación fáctica y científica en las apelaciones ha sido apremiante por un tiempo, pero podría ser que no estemos especialmente cerca de una respuesta. Si lo que HoLMES llamó experiencia y EISENBERG proposiciones sociales son un componente omnipresente y, en efecto, necesario de la toma de de­ cisiones jurídicas en el common law, ¿dónde han de conseguir los jueces de apelación (o los de juicio que hagan determinaciones jurídicas y no fácticas) la información necesaria para arribar a sus conclusiones fácticas y empíricas? Los votos del juez BREYER, los datos de las ciencias sociales en el fallo Brown v. Board oj Education y los reportes periodísticos en el voto del juez KENNEDY en el caso Bush v. Gore , tienen la virtud de mostrar las fuentes sobre las cuales se apoyaron los jueces . Pero los casos Sullivan, Mapp , Henningsen y Adams 31 Véase BREYER, 2000; 1998b. 32 5 14 u .s . 549 (1995). 33 1 27 S. Ct. 2738 (2007). J.> Esta práctica es tanto inusual como controvertida. Hay una distinción tradicional entre los hechos legislativos y los hechos adjudicatarios. Los primeros son los hechos necesarios para crear o fundamentar una regla jurídica. Los segundos, los hechos de una controversia o aplicación de una regla particulares. Esta es una distinción que tiene cierta impbrtancia con respecto a cuestio­ nes del debido proceso y el derecho a ser oído, porque está aceptado que los individuos tienen un derecho al debido proceso, que implica ser notificado y ser oído ton respecto a hechos adjudicata­ rios que producirán consecuencias adversas para ellos, pero no con respecto a Jos hechos legislati­ vos que producirán consecuencias adversas para ellos en cuanto miembros de una clase afectada por la regla legislativa. Véase Metallic lnvestment Co. v. State Board of Equalization ofColorado, 239 U.S. 441 ( 1 9 1 5); Londoner v. Denver, 2 1 0 U.S. 373 ( 1908): Relacionada pero en algún as­ pecto diferente a la cuestión de la notificación y el ser oído, está la cuestión de si un tribunal de apelación debería investigar hechos adjudicatarios no fundados o aun reevaluar hallazgos acerca de hechos adjudicatarios realizados por el evaluador de los hechos. La respuesta tradicional a es­ tas cuestiones ha sido una negativa contundente, y la medida en la cual los jueces pueden o deben investigar acerca de los hechos de este caso, por fuera de los procesos adversariales formales con reglas de prueba, es más controvertido y mucho menos aceptado que la idea de que los jueces pueden y deben realizar su propia investigación con respecto a los hechos legislativos. 222 FREDERICK SCHAUER son , justamente por esa razón , más importantes . Aun cuando un juez no cita revistas académicas no jurídicas o periódicos u otra cosa, está, aunque de ma­ nera menos evidente, apoyándose en fuentes de información que son fácticas de un modo fundamental , que bien pueden ser discutidas y que son incorpo­ radas al derecho, de alguna manera, por debajo de la mesa. Esto más allá del modo en el cual esas proposiciones pueden dar lugar a consecuencias adversas para una de las prutes sin que ella tenga muchas oportunidades, o no tenga ninguna, para contradecir esas proposiciones mediante el proceso adversaria] normal , incluyendo, pero no limitado a, la interpelación cruzada35• En la medida en que las proposiciones fácticas refutadas cada vez más son «señalizadas» por la cita de materiales no jurídicos36, la cuestión se vuelve más evidente. Pero la pregunta más profunda no es sobre los materiales que consultan o cita:n los jueces para realizar determinaciones jurídicas , por oposi­ ción a determinaciones fácticas adjudicatarias . Aun sin una consulta explícita y sin citas , los jueces que crean derecho, y con frecuencia los que simplemente lo aplican , deben apoyarse en conclusiones empíricas que apenas espían de­ bajo de la superficie. Cuando la existencia de esas conclusiones no se anuncia por medio de, por ejemplo , citas de periódicos o libros y revistas no jurídicos , existe el riesgo de que ignoremos la medida en la cual esas conclusiones están abiertas a ser refutadas . Esto bien podría ser una función de los que los jueces creen que es el conocimiento común , pero que otros podrían querer discutir. La cita de materiales que están fuera del canon jurídico tradicio1_1al puede ser, para algunos , fuente de alarma. Pero también puede ser una manera en la que las proposiciones empíricas que necesariamente forman parte de la creación judicial de derecho, y muchas veces de su aplicación, puedan ser discutidas y refutadas . Esto , en lugar de que simplemente se disfracen con el traje del conocimiento común o de lo que los jueces creen , no siempre de manera co­ rrecta, y no siempre sin relación con sus propios bagajes de conocimiento , la sabiduría común de la humanidad. 35 Vale la pena destacar aquí que la práctica tradicional en Inglaterra, ahora de algún modo suavizada, prohíbe que los jueces realicen su propia investigación sin la presencia de un conséjo, aun con respecto al derecho. Los casos y las leyes no citadas y planteadas por las partes o discutidas en un uibunal abierto podrían no existir. Esta práctica puede parecer inusual a los norteamericanos, pero es parte de una tradición de oralidad que enfatiza que en un litigio no debe suceder nada que no sea transparente y esté disponible para que todas las partes argumenten al respecto. Véanse KARLEN, 1964; EHRENBERG, 2004; MARTINEAU, 1 986; PosNER, 2006a. La tradición puede dar lugar a alegatos de apelación extraordinariamente largos (que con frecuencia duran varios días, en lugar de los típi­ cos treinta minutos por lado en los tribunales de apelación norteamericanos), porque la expectativa es que todo sobre lo que Jos jueces se apoyan está abierto a ser discutido por ambas partes. Esto produce una tendencia a apoyarse solo en un rango estrecho de fuentes jurídicas aceptadas amplia­ mente. Pero previene la mayoría de las objeciones motivadas en que los jueces toman decisiones basadas en información no conocida o no discutida por ambas partes. 36 Véase la discusión en el apartado 4 del capítulo IV, supra. Véanse también SCHAUER y WISE, 2000. CAPÍTULO XII LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES l. LA CARGA DE LA PRUEBA El derecho navega a través de la niebla de la incertidumbre. Al tratar de averiguar qué sucedió en el pasado, el sistema jurídico debe lidiar con me­ morias defectuosas, documentos perdidos , testigos ausentes , jurados distraí­ dos y otros incontables impedimentos para saber de manera muy confiable qué tuvo lugar en realidad meses o años antes . Y aun tratando de conocer cuál es el derecho aplicable a los hechos percibidos de manera tan imper­ fecta, los abogados y los jueces enfrentan un mundo de precedentes en con­ flicto, leyes vagas , desacuerdos fundamentales y un conjunto de obstáculos adicionales para ser capaces de determinar exactamente qué es lo que el derecho exige. · No solo el derecho realiza su tarea en condiciones de incertidumbre. Pero el sistema jurídico es complejo, y en él la Syparación de poderes , en un sentido no técnico (o, al menos , no constitucional) es una considera­ ción dominante : Los tribunales de apelación deben dar cuenta de las tareas asignadas a los jurados y a los jueces de instancia, los tri�unales federales tienen la exigencia constitucional de estar al tanto de los dominios propios de los tribunales estatales , y viceversa, y los tribunales involucrados en la revisiónjudicial de acciones legislativas o administrativas deben reconocer las diferentes responsabilidades de los parlamentos y la formación experta de las administraciones. La cuestión que se ventila ante un juez rara vez es nada más que una pregunta sobre qué es lo correcto. Casi siempre se inclu­ ye la determinación de quién debe ser el encargado de establecer qué es lo 224 FREDERICK SCHAUER correcto. La competencia puede ser un componente importante del derecho procesal civil, pero es mucho más central para la mera estructura y la propia idea de derecho . Porque el derecho está caracterizado por su interés no solo en lo que se decide sino en quién debe decidirlo. En esas condiciones de incertidumbre y responsabilidades divididas , la carga de la prueba y sus conceptos acompañantes de deferencia y presun­ ción juegan un rol importantísimo . Estos conceptos nos dicen justamente cuán seguro ha de estar el sistema jurídico para alcanzar una conclusión particular y, de manera indirecta, le indican al sistema qué debe suceder en el caso de que no esté suficientemente seguro. Al especificar cuánta con­ fianza debe tener el derecho para producir una solución jurídica particular, en especial la carga de la prueba refleja valores sustantivos más profundos , y no solo procesales, que varían dependiendo de las consecuencias de esa solución . · La incidencia más familiar de la carga de la prueba es en los casos pena­ les . Allí encontramos la exigencia famosa de que la fiscalía debe probar su easo más allá de toda duda razonable. Pero ¿ qué significa eso, y qué valores refleja? Para responder estas preguntas , y también en pos de la simpleza y la claridad, asignémosle a la carga de la pmeba una probabilidad numérica muy aproximada 1 • Así, podemos partir de la premisa que la fiscalía debe probar su caso de manera que el jurado, para condenar, deba tener, diga­ mos , un 95 por 1 00 de certeza de la culpa del imputado. Este porcentaje es , en cierto sentido, arbitrario, o como mínimo es una estimación burda, pero capta la idea básica de que la pauta que exige un conocimiento más allá de toda duda razonable exige que el jurado o el juez tengan un grado muy alto de certeza de la culpa del imputado para condenar. Si no están 95 por 1 00 seguros , deben dictar un veredicto de «inocente». Una característica importante de una carga tan alta de la prueba es que si se la toma en serio -y hay escasas razones para creer que esto no es así en la mayoría de los casos penales - , puede predecirse que- la pauta del 95 por ciento «más allá de toda duda razonable» sistemáticamente dejará sin condena a un gran número de personas culpables . Supóngase que tenernos diez imputados , y que la probabilidad de que cada uno de ellos haya co­ metido un delito es del 90 por 1 00 , pero solo del 90 por 100. Si el jurado hace su trabajo correctamente, los diez imputados quedarán libres , porque en ninguno de esos casos la acusación ha alcanzado la carga de la prueba exigida, del 95 por ciento de certeza en la culpa del imputado . Pero como la certeza respecto de cada uno de los diez imputados de que hubieran co­ metido el delito por el cual se los acusa es en realidad solo del 90 por l 00 , 1 Véase MosTELLER y Yomz, 1 990. LA CARGA DE LA PRUEB A Y SUS PARIENTES 225 podemos esperar que nueve de los diez sea en verdad culpable, a pesar de que saldrá en libertad. Al dejar en libertad a tantos culpables , la pauta de la «prueba más allá de toda d1.1;da razonable» puede parecer una mala idea. Y ciertamente le parece así a legiones de políticos que afirman que el sistema jurídico consiente a los delincuentes y deja a demasiados escapar de los castigos que merecen. Pero William BLACKSTONE nos ha dado la justificación canónica para el enfoque del derecho . «El derecho sostiene que es mejor que diez personas culpa­ bles escapen» , e�cribió en 1 759, «antes que una inocente sufra» 2 • Lo que BLACKSTONE entendió era que si el sistema jurídico empleara una carga de la prueba de intensidad más baja en los casos penales , digamos del 60 por 100, podríamos esperar que de cada diez imputados cuya probabilidad de ser culpables fuese exactamente el 60 por 100 y no más, los diez irían a prisión, pero solo seis de ellos serían culpables3• Ningún culpable saldría libre, pero cuatro inocentes serían castigados. Y eso, para BLACKSTONE y para el sistema jurídico que defendía, era, simplemente, demasiado. BLACKSTONE pensaba y todavía pensaría que el que personas culpables queden libres es algo des­ afortunado, pero que es mucho peor cuando los inocentes son condenados . E n consecuencia, el sistema jurídico calibra la carga de l a prueba de manera tal que el derecho pueda satisfacer el interés social de encarcelar a los culpa­ bles y el de mantener muy bajo el número de inocentes que castiga4• La solución de B LACKSTONE -'la nuestra- al problema de la incerti­ dumbre está lejos de ser perfecto. Si realmente quisiéramos evitar siempre la condena de un inocente, deberíamos establecer la carga de la prueba en un nivel astronómicamente alto - certeza absoluta, o un 99,99 por 100 de­ terminado por tres jurados consecutivos , o algo por el estilo- , y habríamos solucionado la mayor parte del problema de condenar a un inocente. Pero lo habríamos hecho con el coste de condenar a muy pocos culpables . La pauta que han escogido los sistemas jurídicos del common law es un equilibrio, pero inclinado ciertamente hacia el jui�io social de que condenar al inocente es mucho peor que absolver al culpable, pero también que evitar la condena del inocente no es el único valor social en juego. 2 BLACKSTONE, 1769 , 4: *358 . B LACKSTONE FoRTESCUE había escrito en 1 4 7 1 que «Debo, en no fue el primero en expresar esa idea. John efecto, preferir veinte hombres culpables que escapen por piedad que un inocente condenado injustamente». FoRTESCUE, 1 47 1 : 65 . Y en 1 824 se dijo que «es mejor que noventa y nueve ... infractores puedan escapar que el que un inocente sea condenado» . STARKIE, 1 824: 756. fORTESCUE, B LACKSTONE y STARKIE expresan el mismo principio, pero las diferencias entre diez a uno, veinte a uno y noventa y nueve a uno reflejan diferentes posiciones acerca de los daños comparativos de los dos tipos de errores . Véase , en general, VoLOKH, 1997. 3 Para los aficionados a la estadística, vale la pena destacar que la proporción de B LACKSTONE de diez a uno refleja una carga de la prueba de 0,9 1 . • Véase KAPLAN, 1968 . 226 FREDERJCK SCHAUER Comparemos ahora la pauta del derecho penal con la usada comúnmente en los juicios civiles. El actor vencerá simplemente si prueba su caso me­ diante una preponderancia de sus pruebas . Los ingleses llaman a· esto «el balance de las probabilidades» . Si el actor prueba su caso por una mínima preponderancia - digamos, un 50 ,00000 1 por lOO- vencerá, pero si está por debajo de eso , no . Esta es una pauta muy diferente de la que se usa en los casos penales . Sucede que los valores en juego son muy diferentes. Es cierto que es lamen­ table cuando un demandado que no tuvo culpa, digamos, es considerado responsable en una acción por daños y tiene que pagar una indemnización. Pero a los ojos del derecho esto no es más lamentable que alguien lesionado por la culpa de otro no pueda obtener una indemnización porque, por error, no ha sido considerado responsable. A diferencia del caso penal, donde con­ sideramos el error de encarcelar a un inocente mucho peor que el de liberar al culpable , en el contexto civil entendemos que el error de un actor injusta­ mente no indemnizado no es más serio que el de un demandado injustamen­ te considerado responsable. Siendo los dos errores equivalentes, la carga de la prueba escogida refleja esta equivalencia de valores subyacentes5 • Aunque la prueba más allá de toda duda razonable y la preponderancia de la prueba son los criterios más conocidos y más utilizados , de hecho hay muchos otros. Los individuos no deben ser internados en hospitales psiquiá­ tricos, por ejemplo, a menos de que haya sido acreditado con pruebas «cla­ ras y convincentes» que son peligrosos para sí o para otros . Generalmente se acepta que esta pauta es en algún sentido más alta que la de la preponde­ rancia de la prueba, pero algo más baja que la de la prueba más allá de toda duda razonable6• La policía puede obtener una orden de allanamiento solo si puede establecer una «causa probable» -las palabras exactas que usa la Cuarta Enmienda- para creer que la búsqueda permitirá hallar pruebas del delito que está investigando. Y aunque puede ser aún más difícil de traducir esta pauta en un número, se entiende que esto pone una carga de la prueba más pesada sobre la policía que la «sospecha razonable» , aplicable cuando quiere demorar y hacer preguntas a una persona pero no pretende allanar su morada7 • s De hecho, la cuestión es un poco más complicada, porque el actor debe probar.cada ele­ mento de su demanda mediante la preponderancia de su prueba. En otras palabras, el actor debe probar todos los elementos mediante una preponderancia de sus pruebas para ganar, pero, en el marco de esta pauta, el demandado ganará si prueba solo un elemento, El efecto de esto es colocar una carga sobre el actor que es levemente más alta que una mera preponderancia. Véase AI.l.EN, 1 99 1 . 6 Véase Addington v. Texas, 441 U.S . 418: 432-433 (1979). ' Véase Alabama v. White, 496 U.S. 325 ( 1 990); Terry v. Ohio, 392 U.S . 1 ( 1 968) . LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES 227 Aunque la carga de la prueba es más visible con respecto a la determi­ nación de la solución final de un caso civil o penal, se nota aún más cuando se usa en conjunto con las diversas resoluciones que han de ser adoptadas antes del fallo, o cuando la carga se asigna a una parte o a otra para los dis­ tintos elementos de un caso. Con respecto a las numerosas preguntas jurídi­ cas y fácticas que los jueces escuchan antes de llegar al propio juicio, a las cuestiones procedimentales y probatorias que surgen durante el juicio y las numerosas y diferentes cuestiones sustantivas , una u otra parte tendrá lo que se llama la carga de la persuasión. Por ejemplo, en los casos penales el im­ putado tendrá la carga de la persuasión cuando alegue insania, una coartada o autodefensa. En los casos de daños por violación de domicilio o abusos , el demandado que afirme que hubo consentimiento debe persuadir al eva­ luador de los hechos de la existencia de tal consentimiento, a diferencia del actor que debe mostrar que el consentimiento no existió . Y en la mayor parte de las cuestiones procesales que surgen antes o durante el juicio , la parte proponente será quien lleve la carga de la persuasión. La carga de la persuasión debe distinguirse de la carga de la producción, a veces llamada la carga de llevar adelante la prueba. En gran medida porque es más probable que una u otra parte posea la información relevante, el dere­ cho con frecuencia asigna a una de ellas la carga de producir los hechos sufi­ dentes para poner en duda una cuestión, y esto es lo que es llamado la carga de la producción. A veces, la parte con la carga de la producción también ten­ drá la carga de la persuasión, pero con frecuencia son distintas. Por ejemplo, en los casos de contratos en los que se busca su cumplimiento, es común que el demandado tenga la carga de proporcionar la prueba suficiente para poner en duda la posibilidad de error mutuo, o de imposibilidad de cumplimiento, o una condonación, o la falta de error mutuo, o de imposibilidad8• Sea la carga de la prueba para todo el caso, o la carga de la persuasión sobre una cuestión particular, o la carga de la producción de la prueba, es importante tener en mente un tema crucial: todos estos mecanismos se lla­ man «cargas» por una razón. Desde el punto de vista de un abogado liti­ gante, estas cargas , como muchas otras , son cas! por definición algo que uno no quiere tener. La carga de la prueba es , re�pecto de todo el caso o de alguna de sus partes componentes , algo que un abogado desea que esté en cabeza de su oponente. Y, con mucha frecuencia, los argumentos jurídicos consisten, en gran parte, en tratar de persuadir a un juez (o jurado) de que su oponente tiene la carga de la prueba. Es una exageración decir que una vez que le ha impuesto a su oponente la carga de la prueba sobre una cuestión, el trabajo del abogado está terminado . Como sabemos en el derecho penal, 8 Véase Scorr y TR!ANT!S , 2006. 228 FREDERICK SCHAUER aun cargas altas de la prueba se alcanzan con mucha frecuencia. Aun así, el abogado litigante que pueda persuadir al decisor de que la otra parte tiene la carga de la prueba ha avanzado en gran medida hacia el éxito. Y, como resultado, los argumentos acerca de la carga de la prueba son tan frecuentes en la argumentación jurídica como los que versan sobre el derecho y sobre los hechos . 2. PRESUNCIONES Como acabamos de ver, fijar la carga de la prueba, de la convicción y de la producción es una manera en la cual el derecho lidia con la toma de deci­ siones bajo incertidumbre fáctica. Pero no es la única manera. Con frecuen­ cia, el derecho usa presunciones , que son el punto de partida desde el cual parte la investigación fáctica y especifican qué hechos van a tomarse por verdaderos si la parte con la carga de la prueba no satisface esa carga y, por eso, prevalece la presunción. También especifican qué hechos adicionales se tienen por probados cuando una de las partes prueba un hecho particular. En algunos aspectos , una presunción es anterior pero íntimamente vinculada con la carga de la prueba, porque es una presunción que típica­ mente establece quién tiene la carga de la prueba, con independencia de cuánto necesite esa parte demostrar para satisfacerla. Y la presunción es la que especifica qué sucederá cuando la parte con la carga de la prueba sobre alguna cuestión no la alcanza. Por ejemplo, cuando decimos que un impu­ tado en un caso penal se presume inocente, también estamos diciendo que la fiscalía tiene la carga de la prueba, y que su fallo en satisfacerla resultará en la absolución del imputado. Del mismo modo, cuando se sostiene que un testamento se presume correctamente creado9, el efecto es que una parte que sostenga que hubo fraude, coacción o incapacidad deberá demostrar que una de esas condiciones de invalidez ha ocurrido en realidad. Y, a falta de esa demostración, el tribunal aceptará la validez del testamento, aun cuando la parte que sostenga que el testamento era válido no hubiera probado nada 1en absoluto . Igualmente, el common law ha contado tradicionalmente con una presunción de legitimidad, tal que un hijo se presume descendencia legíÚ ma de sus padres . Y estará sobre quien afirme la ilegitimidad -en el contexto de una disputa por la herencia, por ejemplo- la carga de demostrar que la legitimidad presumida no es · tal en realidad 1 0 • Y quizás la presunción más familiar de todas es la de res ipsa loquitur («la cosa habla por sí misma»), 9 10 Véase Slack v. Truitt, 791 A.2d 129 (Md. 2002). Véase, e.g., Jolm M. v. Paula T., 571 A.2d 1 380 (Pa. 1 990); AYER, 1902. LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES 229 cuyo efecto , por ejemplo, es establecer que un paciente quirúrgico no debe probar la negligencia cuando sale de la operación con una esponja o un ins­ trumento quirúrgico en su abdomen, porque la negligencia se presumirá a partir de la mera naturaleza del evento 11 • Es común que las presunciones no operen de manera automática, sino que exijan que alguna de las partes pruebe algo, en virtud de lo cual se presumirá algo más . Un buen ejemplo es la antigua regla impuesta en la mayoría de las jurisdicciones acerca de que la prueba de que una carta ha sido enviada creará la presunción de que ha sido recibida 1 2 • Así es que la presunción de inocencia puede considerarse inusual, porque es una presu­ posición de base del sistema jurídico . Pero por lo común, el sistema jurídico exigirá que una parte pruebe A , y en virtud de que A ha sido probada, pre­ sumirá B . El beneficiario de un seguro por muerte accidental deberá probar que el fallecido murió por causas distintas de las naturales, pero bajo la llamada «presunción contra el suicidio» ordinariamente si el peticionante prueba eso , se presumirá urí accidente y no un suicidio. En consecuencia, la carga de la prueba del suicidio recae en la compañía aseguradora, y sin ella se presumir� que la muerte fue causada por un accidente 13 • Es común distinguir entre presunciones refutables e irrefutables (a veces llamadas «concluyentes»). Las primeras son las que están más cerca de la carga de la prueba. Cuando se presume que un imputado es inocente, cuando se presume que una esponja ha sido dejada en el abdomen del paciente por negligencia de la enfermera o el médico, cuando l.ln hijo se presume legítimo y cuando un testamento se presume válido, queda abierto para la otra parte probar, por la carga de la prueba que le ha sido asignada, que el estado de cosas encarnado en la presunción no es tal en este caso. La existencia de una presunción de validez de un testamento, por ejemplo, no evita que la otra parte intente probar que el testamento fue realizado bajo coacción, o como resultado de un fraude, o por alguien que no estaba con sus facultades mentales plenas al momento de la redacción. Y si esto se prueba, puede de­ cirse que la presunción ha sido rebatida. A este r�specto, la presunción es, en efecto, una distribución de la carga de producción, una especificación de la carga de la prueba que debe ser generada porila parte que tiene la carga de la producción y una enunciación de los hechos que se hubieran tomado 11 Véase, e.g., Fla. Stat. § 766 . 1 02 (4) (2004); Armstrong v. Wallace, 47 P.2d 740 (Cal. 1939); Fink v. Bonham, 1 83 N.E.3 1 2 (Ind. 1932). ll Véase, e.g., Hagner v. United States, 285 U.S. 427 (1932); Santana Gonzalez v. Attorney General, 506 F.3d 274: 278-279 (3rd. Cir. 2007); Holt v. Mississippi Employement Security Com· mission, 724 So. 20 466: 471 (Miss. Ct. App. 1 998). 13 Véase Davison v. National Lije & Accident /nsurance Co., 125 S E.2d 811 (Ga. 1962); Schelberger v. Eastern Savings Bank, 458 N.E.2d 1 225 (N.Y. 1983). 230 FREDERICK SCHAUER por existentes si la parte con la carga no la produjera o lo hiciera pero sin alcanzar su carga de la prueba. Las presunciones irrefutables son muy distintas . Estructuralmente son parecidas a las refutables, porque también especifican el estado de cosas que el derecho asume que existe (aun si no existe). Pero como el derecho no permite a la otra parte desafiar la conclusión de una presunción irrefuta­ ble, permanece desconectada de cuestiones procesales como la carga de la producción o la carga de la prueba. En efecto, hay poca diferencia, salvo en la forma de su expresión, entre una presunción irrefutable y lo que simple­ mente llamamos una regla jurídica. Por ejemplo, el Estado de Florida tiene, como todos los demás Estados , una ley que prohíbe la venta y distribución de drogas ilícitas , incluida la cocaína. La ley impone una pena mucho mayor a quienes trafican drogas que a quienes solo las poseen, y por eso prescribe si cualquier persona posee 28 gramos o más de cocaína, se presumirá que se dedica a la venta y se lo considerará culpable de traficar drogas ilícitas 14• En otras palabras , si se encuentra a alguien en posesión de más de 28 gramos de cocaína, se presume que es un vendedor de cocaína, aunque no lo sea. La carga de la prueba no está en cuestión , porque la ley simplemente no permite que se intente rebatir la presunción, aun si fuese totalmente falsa respecto del individuo concreto . Una presunción tal puede parecer injusta y, en efecto, esta clase de presunción le pareció muy injusta a la Corte Suprema durante algunos años en la década de los setenta 15• Pero como concluyó la Corte tras re­ considerarlo 16, una presunción irrefutable es un poco diferente de todas las demás reglas jurídicas . Sí, el poseedor de 28 gramos de cocaína podría no ser un vendedor de drogas , la persona que conduce a 1 1 5 kilómetros por hora en una zona en la que se permite circular a 80 podría no estar condu­ ciendo de manera insegura, y el socio que compra y l uego vende acciones de su propia compañía en un lapso menor a seis meses podría no estar en posesión de información calificada. Pero, como vimos en el capítulo II, las reglas funcionan precisamente porque eliminan el acceso a sus justifica­ ciones subyacentes, y pocos se sorprenderían de que exceder el límite de velocidad conduciendo con mucha precaución siga siendo una invitación a ser multado . · Una vez que vemos que las reglas tienen fuerza aun cuando dan lugar a resultados que no se darían mediante la aplicación directa de las razones o 14 1s Fla. Stat. § 893.135(1)(b)(1) (Supp. 2002). Véase Cleveland Board of Education v. LaFleur, 414 U.S. 632 ( 1 974); United States De­ partment ofAgriculture v. Murry, 413 U.S. 508 (1973); Vlandis v. Kline, 4 1 2 U.S . 441 ( 1 973). 1 6 Weinberger v. Salfi, 422 U.S. 749 (1975) . LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES 23 1 justificaciones subyacentes a ellas , podemos apreciar a las presunciones irre­ futables en su mejor luz. Si Florida, para ocuparse del problema de la venta de cocaína (la justificación subyacente) hubiera prohibido simplemente la posesión de 28 gramos o más de cocaína, el poseedor no vendedor de más de 28 gramos no tendría más argumentos que el conductor precavido que excede el límite de velocidad. Así como le diríamos al conductor precavido que ha violado la ley aun si no se encuentra dentro de la clase de personas que la ley pretendía abarcar, podemos decirle lo mismo al poseedor de dro­ gas que no las vende. Una presunción irrefutable es , entonces , nada más que una manera distinta de caracterizar una característica presente en todas las reglas jurídicas , y no hay razón para suponer que haya algo profundamente malo en eso . La categoría interesante, entonces , es la de las presunciones refuta­ bles, porque ellas son las que realmente marcan una diferencia procesal . Al fijar las cargas d e l a prueba y de l a persuasión , y al especificar lo que podríamos considerar los hechos «por defecto» , las presunciones refutables son elementos esenciales en la estructura de la litigación . No solo sirven a fines jurídicos sustantivo s , sino que intentan asegurar que los recursos-jurídicos y judiciales escasos no se malgastan forzando a las partes a invertir tiempo y dinero para probar lo que usualmente , pero no siempre , es verdadero . La mayor parte de las presunciones surgen en contextos fácticos , pero también pueden ser jurídicas . Por ejemplo, considérese la estructura de la teoría norteamericana de la protección igualitaria. Está ya bien establecido que las clasificaciones estatales basadas en la raza, la religión, la etnicidad y el origen nacional se presumen inconstitucionales y se mantendrán solo si el Estado demuestra un interés superior para usar esa clasificación y demues­ tra, además, que no hay una alternativa menos restrictiva (o equivalente) que pueda usarse para satisfacer ese interés 17• No hay aquí una cuestión de hecho sino de derecho, pero aun así hablamos de una presunción. La ley es­ tatal se presume inconstitucional, pero el Estado puede rebatirla si satisface una carga alta de justificación . De manera inversa, cuando una ley federal traza una clasificación que está dentro de esta categoría de clasificaciones «sospechosas» , se presume que es constitucionalmente permisible, y solo se invalidará si quien lo peticione alcanza su carga de probar que la clasifica­ ción es irracional. 1 7 Véase Palmore v. Sidoti, 466 U.S . 429 ( 1 984); Loving v. Virginia, 388 U.S. 1 ( 1967). La pauta se originó, de hecho, en el famoso caso Korematsu v. United States, 323 U.S. 2 1 4 (1944) , en e l cual la Corte Suprema concluyó en que e l internamiento de norteamerica- . nos de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial satisfacía la pauta del «interés superior>> . 232 FREDERICK SCHAUER Resulta que esta clase de presunción no solo es ubicua en el derecho constitucional, sino que puede caracterizar de manera útil mucha de la operatividad del derecho norteamericano en general . Como hemos visto en varios pasajes de este libro , a veces es el caso en el derecho norte­ americano que los jueces dejarán de lado las indicaciones literales o más directas del derecho formal para satisfacer los propósitos de las leyes, para lograr las metas más amplias de justicia. Esta es una caracterización ade­ cuada de los casos Riggs v. Palmer 18 , Church oj the Holy Trinity v. United States 19 y United States v. Kirby20, por ejemplo , y es algo que se ve con frecuencia en el paisaje jurídico norteamericano . Pero también es el caso de que el derecho formal muchas veces prevalece, aun cuando las solucio­ nes a las que conduce son en algún sentido injustas o, de otras. maneras , subóptimas . Así es como podríamos explicar el caso TVA v. Hill21 , los ca­ sos constitucionales sobre separación de poderes como Immigration and Naturalization Service v. Chadha21 y Bowsher v. Synar23, el gran número de casos en los cuales se permitió heredar, a diferencia de Elmer Palmer, a legatarios indignos que de algún modo fueron responsables de la muerte del testador, y probablemente también el caso United States v. Locke 24• Y quizás la idea de una presunción jurídica o normativa es la mejor manera de reconciliar, al menos en parte, estas dos líneas de casos y sentencias aparentemente opuestas. Es decir, que podría ser que la mejor caracteriza­ ción de la mayor parte del derecho norteamericano sea que el lado formal del derecho - lo que las reglas o los precedentes dicen - se presume que es lo que controla, pero la solución indicada por el derecho formal podría no ser la solución definitiva del caso si la parte que se perjudica con ella puede probar o persuadir al tribunal de que el resultado determinado por el derecho sería altamente injusto o, de algún otro modo, no simplemente incorrecta sino muy incorrecta. Al adoptar este enfoque del efecto de las reglas y los precedentes, el derecho norteamericano quizás ha usado la idea de presunción como una manera de reconciliar las necesidades de estabilidad y predictibilidad que son satisfechas por un enfoque formal del derecho con el reconocimiento de que el derecho formal no siempre puede generar la respuesta correcta y que a veces una incorrecta lo será en tal medida que sería irresponsable y reprochable que el sistema jurídico no hiciera algo al respecto. 18 19 20 21 22 23 24 22 N .E. 188 (N.Y. 1 889). 143 u.s. 457 (1 892). 74 U.S. (7 Wall.) 482 ( 1 868). 437 u.s . 153 ( 1 978). 462 u.s. 919 ( 1983). 478 u.s . 714 (1 986). 471 u.s . 84 ( 1984). LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES 3. 233 LA DEFERENCIA Y LAATRIBUCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DE LA TOMA DE DECISIONES Eri el mismo grupo de ideas en el que hallamos la carga de la prueba y las presunciones, también está la idea de deferencia. El derecho, quizás más . que otras instituciones , se preocupa especialmente por la competencia, en sentido técnico y no técnico. En sentido técnico, el derecho se preocupa por si y cuándo un tribunal tiene el poder de tomar una decisión y hacer cumplir un fallo frente a' ciertos individuos y otras entidades . Las cuestiones acerca de la competencia personal son acerca de si, por ejemplo , un tribunal puede tratar y resolver un caso contra un individuo con pocas conexiones con la ubicación del tribunal, o a veces acerca de si un tribunal puede ejercer su poder sobre personas que poseen ciertas clases de posiciones25; Y a veces la cuestión de la competencia no es tanto acerca de sobre a quién puede al­ canzar un tribunal sino acerca de qué puede decidir. Así la cuestión a la que nos referimos como competencia materi al es acerca de si un tribunal puede entender en casos de cierta clase. Por ejemplo, un tribunal federal debe re­ solver si su ·autoridad para decidir casos de diversidad de ciudadanía entre ciudadanos de diferentes Estados incluye ia autoridad de decidir un caso entre un ciudadano de un Estado y el otro Estado mismo26• Pero como fue mencionado brevemente más arriba, el concepto de competencia es tan dominante en el derecho que podríamos sospechar que deberíamos enfocarnos solo en las cuestiones procesarles de competencia personal y material. En este sentido más amplio, la competencia es acerca de quién tiene que decidir qué cosa; y una preocupación ubicua de la mente jurídica es la cuestión de si cierta institución que tomó una decisión tenía la autoridad para tomarla. Especialmente para el derecho, no es suficiente con que la decisión haya sido correcta. También tiene que ser el caso de que el juez u otra persona que toma la decisión, o la institución que lo hace, tenía la autorización del sistema para hacerlo . La mayor parte de las decisiones jurídicas involucran, a veces de manera explícita, pero por lo general implí­ citamente, no solo la cuestión de si una decisión1 fue correcta, sino la de si fue tomada por la institución correcta. Esto vale tanto para la decisión sobre si es una cuestión federal el que una decisión se considere constitucional, sobre cuándo las leyes del Congreso prevalecen sobre las estatales, o sobre 25 Marbury v. Madison, 5 U.S . (1 Cranch) 137 ( 1 803) ha logrado su fama en virtud de haber establecido el poder de la revisión judicial, pero en ese momento era más controvertida, y despertó la furia del presidente Thomas Jefferson, la afi rmación de su competencia sobre los funcionarios del Poder Ejecutivo. 26 No la tiene. Moor v. Alameda County, 4 1 1 U .S. 693: 7 1 7 ( 1 973). 234 FREDERICK SCHAUER si un juez o un jurado quien deben decidir sobre cuestiones de hecho, por ejemplo . Muchas de estas cuestiones surgen e n e l contexto d e las determina­ ciones directas de competencia o de autoridad para la toma de decisio­ nes . Pero a veces ellas están inmersas en la cuestión tan importante de la deferencia: bajo qué circunstancias un decisor respetará las decisiones de otro cuerpo, aun cuando cree que aquella decisión es errada27• En al­ gunos aspectos, esto remeda las cuestiones de autoridad que tratamos en el capítulo IV, pero la deferencia suele operar en la dirección exactamente opuesta. Cuando pensamos sobre autoridad, por lo común estamos pen­ sando en ella como una relación de arriba hacia abajo. Quienes tienen autoridad - sargentos , padres, maestros, Cortes Supremas - dan órdenes o toman decisiones , y se espera que quienes están debajo de ellos obedezcan aun cuando estén en desacuerdo con las decisiones . Respetar la autoridad es mirar desde abajo hacia arriba. La deferencia también importa respetar decisiones con las cuales el deferente puede estar eri desacuerdo pero , por contraste , suele ser de arriba hacia abajo y no al revés . La deferencia es el modo en el cual aquellos que están en la posición más alta de una jerarquía permiten cierta libertad de acción a aquellos que están debajo de ellos en pos de la eficiencia, el respeto , la especialización, la diversidad o la sepa­ ración de poderes en sentido amplio. Así, es frecuente el caso en el que un tribunal de apelación será deferen­ te con respecto a las determinaciones efectuadas por el tribunal de juicio. Al hacerlo, está diciendo que aun cuando está ubicado en una posición más elevada de la jerarquía, aceptará algunas decisiones del tribunal de juicio como válidas, aun si está en desacuerdo con ellas . Lo mismo sucede cuando un juez es deferente con respecto al jurado, cuando la Corte Suprema lo es respecto del Congreso o una autoridad administrativa, o cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos permite a los Estados miembros contar con un margen de apreciación al realizar sus determinaciones acerca de los derechos individuales. · La deferencia está, de maneras importantes , relacionada estrechamente con las presunciones y la carga de la prueba. La idea que las vincula suele ser la de la pauta de revisión. Cuando un tribunal de apelación revisa las/de­ cisiones de un tribunal inferior, o cuando un tribunal revisa las acciones de una autoridad administrativa, típicamente opera de acuerdo con una pauta explícita de revisión, que de una manera es es la imagen especular de' la car­ ga de la prueba. Por ejemplo, suele ser el caso de que un tribunal no revoca · Ia acción de una autoridad administrativa aunque la considera arbitraria y 27 Véase, en general, SoPER, 2002. LA CARGA DE LA PRUEB A y SUS PARIENTES 235 caprichosa28 , y un tribunal de apelación no suele revocar una resolución del tribunal de juicio con respecto a la admisión o exclusión de pruebas a menos que considere que ha existido un abuso de discrecionalidad 29• Esas son , de una manera muy importante, pautas de deferencia, porque implican que la mayoría de las decisiones probatorias y administrativas serán mantenidas aun por jueces que están en desacuerdo con ellas , a menos que ellas sean, digamos , incorrectas de una manera escandalos a: o extrema. Las decisiones que se perciben de sde arriba como solo de algún modo menor incorrectas , o quizás aun de un modo significativo , serán mantenidas con estas pautas de ' deferencia. Pautas similares se aplican a la revisión de los veredictos de los jurados , a la revisión en apelación de evaluaciones sobre los hechos realizadas por el tribunal de juicio y a una cantidad de otras cuestiones . Pero en otros casos, las pautas de revisión no son ni cercanas a estas pautas de deferencia . Cuan­ do un tribunal de apelación revisa una determinación de novo - «desde el principio» - , la idea es que ese tribunal de apelación no será deferente con respecto al tribunal o l a autoridad inferior, sino que tomaiá su propia deci­ sión. Esta suele ser la pauta aplicada de manera explícita o implícita a la revisión de las cuestiones de derecho. Por ejemplo, cuando un tribunal de apelación revisa una resolución de un tribunal de juicio acerca de la inter­ pretación de una ley , típicamente dirá o asumirá que su capacidad para inter­ pretar el derecho no es menor a la del tribunal de juicio. No hay testigos para observar ni evidencia física para evaluar, y por ende las razones estándar para la deferencia de la apelación respecto de las decisiones de los tribunales de juicio - más allá de la mera eficiencia - ya no está presente. Bajo esas circunstancias , los tribunales de apelación son menos reticentes para susti­ tuir su criterio por el de otro j uez. Lo mi smo sucede, de manera tradicional, con respecto a la revisión de las determinaciones jurídicas de una autoridad administrativa, en las cuales la experiencia presuntamente mayor del funcio­ nario administrativo le da el derecho <;le obtener deferencia en cuestiones de hecho y de políti cas, pero no de interpretación de las leyes 30 • La deferencia, las presunciones jurídicas y la/ carga de la prueba son, entonces , conceptos que no solo trabajan en conjunto sino que en algunos 28 Véase JoRDAN, 2000. United States, 5 1 9 U.S . 172 ( 1997). Desde la decisión de la Corte Suprema en el caso Chevron, U.SA., lnc. v. Natural Re· 30 sources Defense Council, lnc., 467 U.S. 8 37 ( 1 984), se espera que los tribunales revisores sean deferentes con respecto a las interpretaciones de la Administración sobre las leyes principales que rigen sus acti �idades . En ese caso, la Corte justificó este cambio sobre la base de la presunta pericia de la Admmistrac ión para interpretar los pros y los contras de las leyes técnicas y especia!izadas con las que lidia de manera constante . Pero el caso Chevron podría también justificarse, simplemente, como un mecanismo para preservar los escasos recursos judiciales. 29 Véase Old Chiej v. _ · 236 FREDERICK SCHAUER aspectos y contextos son también maneras de decir lo mismo desde puntos de vista diferentes . La idea de que un imputado en un proceso penal tiene derecho a recibir deferencia puede ser difícil de entender. Por eso, pQede ser que no haya un corolario en el contexto del derecho penal del hecho de que la carga de la prueba recae en la acusación. Sin embargo, en otros contextos, la relación entre la carga de la prueba, la deferencia y la pauta de revisión es más evidente. Por io tanto, parece bastante sensato decir que como se pre­ sume que una autoridad administrativa ha arribado a la conclusión correcta dentro de su dominio de conocimiento experto, tiene derecho a recibir de­ ferencia. Por eso, su decisión puede ser rechazada solo si quien la cuestiona puede satisfacer la carga de probar que la decisión de la autoridad fue, por así decirlo, arbitraria y caprichosa. En la oración anterior se está refiriendo a una sola relación, pero la deferencia, la presunción, la carca de la prueba y la pauta de revisión son diferentes maneras de describir esa misma relación desde ángulos distintos. Las reladones y conceptos descritos en este capítulo no solo están rela­ cionados entre ellos , sino que también se hallan conectados con los grandes temas de este libro. Cuando un tribunal es deferente con respecto a uno inferior o a una autoridad administrativa, o cuando opera bajo pautas al­ tas de revisión, en efecto, se compromete a aceptar -tal vez «tolerar» sea la palabra más correcta- cierta cantidad de soluciones que percibe como erróneas. Lo mismo sucede con las presunciones, que bajo condiciones de incertidumbre a veces obligarán a arribar a conclusiones fácticas que, sim­ plemente, no son verdaderas. Y cuando una parte se encuentra con la carga de la prueba sobre su cabeza, a veces no será capaz de probar algo que de hecho es el caso. Así como la pauta de «más allá de toda duda razonable» en el derecho penal absolverá a algunas personas que probablemente sean culpables , cualquier exigencia elevada con respecto a la carga de la prueba comprometerá al sistema en el cual opera a cometer algunos errores. A pesar de esto, subsiste la esperanza de que los errores sean, como el de absolver al culpable, de la clase correcta. Al aceptar la inevitabilidad y la deseabilidad estratégica o de largo pla' zo de algunos errores mayormente de la clase correcta, el uso por parte del sistema jurídico de la carga de la prueba, las presunciones, las pautas de revisión y los principios de deferencia, quizás en especial estos últimos, recuerda el uso por parte del sistema de las reglas y los precedentes , y su compromiso, al menos parcial , con la formalidad. También podría recordar la voluntad del sistema jurídico de tomar decisiones apoyándose en menos información que toda la disponible, o la mejor. En todas estas dimensiones el derecho, más que muchas otras instituciones en las que se toman decisiones, se compromete a aceptar respuestas incorrectas o, al menos , subóptimas , con el fin de satisfacer valores institucionales más grandes o a más largo pla- LA CARGA DE LA PRUEBA Y SUS PARIENTES 237 zo, como para satisfacer la idea de que la mejor manera de obtener la mayor cantidad de decisiones correctas en el largo plazo no es, a veces, persistir en el intento de tomar la mejor decisión en cada ocasión. Al operar de esta manera, el derecho y el razonamiento jurídico pueden no diferir en calidad de otras instituciones en las cuales se toman decisiones , pero sí en grado. En el núcleo del uso por parte del derecho de sus herramientas de razonamiento características , está su aceptación del hecho de que la mejor decisión no siempre es la mejor decisión jurídica. Al operar de este modo, el derecho no quiere ser perverso. Intenta, en cambio, tomar a los valores institucionales de una manera especialmente seria. Y hace eso con la esperanza de que, a la larga, tengamos instituciones más correctas que las que tendríamos si cada uno tratara, simplemente, de tomar la mejor decisión. BIBLIOGRAFÍA* AAVV, 200 1 : Symposium, Anastasoff, «Unpublished Opinions , and "No Citation" Rules» , The Journal of Appellate Practice and Process, 3: 1 69 . ABRAMowrcz, M . , y STEARN S , M ., 2005: «Defining Dicta» , . 57: 953 . ALEXANDER, Stanford Law Review, G . S ., 2002: «Comparing the Two Legal Realisms - American and Scandinavian» , American Journal oj Comparative Law, 50: 1 3 1 . 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Hart sobre, 78 independiente de los contenidos, 7 8 , 79 legitimidad, 80, 8 1 naturaleza, 77-82 optativa Candor judicial, 1 8 1 - 1 83 Cardozo, Benjamin , 5 8 , 60 , 67, 68 , 78n, 79, 82, 125 , 1 3 8 , 1 89 Carga de la prueba, 176, 223-228 distinguida de la carga de la persua­ sión, 227 , 228 ÍNDICE ANALÍTICO 260 distinguida de la carga de la produ­ cción, 227 Casos difíciles, 36, 3 9 , 1 67 , Véase también Casos fáciles Casos fáciles, 36, 3 7 , 3 9 , 149, 1 5 1 . 1 67 Véase también Casos difíciles Categorización en el derecho , 63, 1 5 2 Certiorari, 1 80 Chapman, Bruce, 1 1 8n Church of the Holy Trinity, United Sta­ tes v., 4 1 -44 , 47 , 49 , 23 1 Cicerón, 1 33 Citas de autoridad, 83-89 Véase también Autoridad; Fuentes jurídicas Código de Napoleón , 1 1 7 - 1 20 Cohen, Fe1ix , 145 Coke, Edward, 1 8 , 24, 1 23 Comnwn Law Bentham sobre el, 57 cambios del , 1 25 - 1 29 contrastado con el derecho continental, 1 20 , 1 2 1 costumbre en , 129 escepticismo sobre, 1 29- 1 3 1 evolución del, 1 20n orígenes históricos del, 1 1 7- 1 20 razonamiento y toma de decisiones en, 1 1 8 - 1 28 retroactividad del, 1 27 , 128 reglas en el rol de los jueces en el , 1 22-124 «se purifica a sí mismo» , 1 1 9, 1 30 votos de Jos jueces y y disponibilidad heurística, 179 Competencia, 163n, 169, 204, 2 1 6n , 2 1 7 , 224 , 233 , 234 Concepción actitudinal de la toma de de­ cisiones de la Corte Suprema, 1 9 , 150 Construcción legislativa Véase Interpretación de las leyes Critica! Legal Studies, 1 55- 1 58 Deferencia, 233-237 comparada con la autoridad, '233 y estándares de revisión, 234 Derecho como sistema cerrado, 20, 21 formalidad del, 44-50 Derecho extranjero peticiones de Véase Fuentes jurídicas Derecho continental , contrastado con el common law, 1 20 , 1 2 1 Derecho romano , 1 1 7 , 1 20 , 1 33 Derrotabilidad, 1 1 8n Véase Reglas: derrotabilidad de las Dicta, 69-72 Véase también Fundamentos de un caso Discrecionalidad, 1 97-20 1 Disposición Práctica sobre Precedentes Judiciales, 73 Donoghue v. Stevenson, 60 , 6 1 , 66, 1 06 , 1 07 , 1 1 5 , 1 22, 209 Douglas , William 0., 142n, 144n Dudley & Stephen s , R. v., 1 73n, 209 Dworkin, Ronald, 48n , 1 27 , 1 28 , 1 3 1 , 168n, 1 7 1 Economía, derecho y , 1 26n , 1 56 Efecto de selección, 29, 37, 3 8 , 1 02, 103, 148 , 1 6 7 , 1 9 1 , 1 92 Eisenberg, Melvin, 1 19n, 220, 221 Epstein, Richard, 1 9n , l 20n, 150n Equidad, 1 3 1 - 135 Aristóteles sobre, 43, 1 32 Cicerón sobre, 1 33 concepción moderna de la, 1 33 , 1 34 origenes históricos de la, 1 32- 1 34 Selden sobre, 1 34, 135 Eskridge, William, 1 00n , 161n · Cook, Walter Wbeeler, 1 45 Corte Suprema carga de casos, 1 9 , 1 50 fundamentos de sus decisiones , 1 9 , 102, 1 50, 1 79 Faigman, David, 2 1 0n Federal Sentencing Guidelines, 200 Flood v. Kuhn, 7 1 , 1 89, 1 90 Formalismo, 44-50, 230, 23 1 ÍNDICE ANALÍTICO 261 Frank, Jerome, 1 9 , 140- 143, 146, 1 5 7 , 1 5 8 , 2 1 l n, 2 14n Hurd, Heidi, 80n Hutcheson, Joseph, 140 , 141 , 143, 158 Fried, Charles , 1 8n Friedman, Richard, 1 4 1 n , 2 10n Imperio de la Ley, 25 , 27 , 50 , 1 34, Í73 , Fuentes.con autoridad 1 74, 202 Véase Fuentes jurídicas Indeterminación , 1 68- 1 72 Fuentes jurídicas, 83-89 , 9 1 -98 Internationa1 Shoe Co. extranjeras , 93 , 94 v. Washington , 69, 72 prohibidas , 9 1-94 Interpretación de las leyes, 1 59- 1 7 8 secundarias , 94, 95 absurdo e , 1 6 6 , 1 72-176 Véase también Autoridad Fuller, Lon , 35n, 54n, 8 l n, 1 19 , 1 63 1 66 , 1 7 3 , 174 cánones de , 1 47 , 1 76-178 error de redacción e, 174n intenciones de los legisladores e , Fundamentos de un caso 1 69, 1 70 Véase también Dicta; Ratio deci­ dendi propósito de la ley e, 170, 1 7 1 «Regla de Oro», 1 74 rol de los textos en la, 1 62- 1 67 Golding, M . P., 93n, 1 85n Investigación de las ciencias políticas Goodhart, Arthur, 65, 66, 95 en las decisiones de la Corte Supre­ Green, Leon , 145 , 152, 1 5 5 , 1 5 8 ma, 1 9 , 1 5 0 , 1 5 1 Green, Leslie; 80n Greenawalt, Kent, 8 1 n, 93n, l lün, 1 85n Griswold v. Connecticut , 102, 104, 1 84 Jackson, Robert, 1 60 Jurados deficiencias cognitivas de los, 2 1 4n roles de los, 2 1 1 -2 1 3 , 223 Hadfield, Gillian, 1 20n Harlan , John Marshall, 103 Hart, H . L. A., 14, 2 1 n , 35, 36, 78n, 95 , 1 1 8 , 1 2 1 n , 1 37n, 1 63-166, 172- 1 74 , 1 79n Hartnett, Edward, 204n Hechos determinaciones de los , 2 1 1 -2 1 7 Kennedy, Anthony, 94, 103 Kennedy, Duncan, 157 Kirby, United States v . , 4 1 -4 3 , 47 , 49 , 1 65 - 1 67 , 1 7 5 , 232 Koch, Charles, 1 97n Koppelman, Andrew, 1 00n Kress, Kenneth , 1 28n distinguidos del derecho, 209-2 1 1 en tribunales de apelación , 2 17-222 Lamond, Grand, 99n legislativos y adjudicatorios, 22 1 n Lawrence v. Texas, 94 presunciones y , 228-232 Lederman, Leandra, 3 8n, 148n proceso adversaria! y, 2 1 3 , 2 1 4 Leiter, Brian, 144n, 1 8 l n Henningsen v . Bloomfield Motors, Inc., 54, 55, 59, 125- 128, 220, 221 Heurística de la disponibilidad Holmes, Oliver Wendell, 14, 5 7 , 63 , 64 , 8 2 , 1 0 1 n, 1 1 8 , 1 2 3 , 1 38-140 , 1 44 , 152, 1 5 3 , 220, 22 1 Horwitz, Morton, 27n, 1 4 1 n Hughes, Charles Evans, 1 43n Levi , Edward, 1 4 , 20n , 99n, 105n Llewellyn, Karl, 19, 38n, 64, 89, 1 431 49, 156� 1 5 8 , 1 7 0 , 176, 1 7 8 , 1 8 2 Véase tambiénRealismo Jurídico Locke, United States v., 25 , 34, 44 , 45 , 47 , 49, 7 8 , 8 1 , 1 6 1 , 167 , 173, 175 , 232 Loving v. Virginia, 90n, 100 , 23 1 n 262 ÍNDICE ANALÍTICO Lowenstein, John, 163n Lyons, David, 6 1 n Pound, Roscoe, 1 3 8 , 1 4 1 n Prueba críticas al derecho de la, 2 1 5-21 7 MacPherson v. Buick Motor Company, 60-62, 65-67 , 7 1 , 73 , 78 , 79 , 84, i06, 1 07 , 1 14 , 1 1 5 , 1 22, 1 25 , 1 27 , 1 8 9 Manning, John, i 6 1 n , 170n, 1 73n derecho de las, 2 1 4 , 2 1 5 la idea de la «prueba libre», 2 1 5 , 2 1 6 Precedentes , 21 , 5 1 -75 anulatorios, 7 1 -7 5 Mansfield, Lord, 1 1 9n, 1 24 , 1 25 , 1 29 autoridad de los, 77 Mapp Brandeis sobre los , 5 7 , 58 v. Ohio, 74, 21 9-221 · Marbury v. Madison, 70, 233n en el derecho continental, 1 2 1 Margen de apreciación, 198, 234 distinguiendo, 7 1 -75 Marshall, Thurgood, 25, 45 , 65n, 70, horizontales y verticales 102 (véase Precedentes: verticales y «Más allá de toda duda razonable» , 224-226, 236 horizontales) identificación de los, 59-68 McKillop, Bron, 213n justificación de los, 56-59 Método socrático, 24 obligatorios, 85- 1 02 Miranda v. Arizona, 103, 104, 202-205 , 207 OptatiVOS , 85 persuasivos, 5 3 , 85 Monahan, John, 2 1 7n verticales y horizontales, 5 1 , 52, 56, Moore, Underhill, 145 57 (véase Precedentes: horizontales New York Times Co. v. Sullivan, 6 8 , 7 1 , 218 y verticales) vinculatoriedad de los Véase también Stare decisis Obediencia al derecho, 53n distinguida de la persuasión, 53-55 Obiter dicta Véase Dicta Presunciones, 1 7 5 , 228-232 jurídicas y fácticas, 232 refutables e irrefutables, 229-23 1 y toma de decisiones basadas en principios, 93n, 1 84 , 1 85 O'Connor, Sandra Day, 1 86 Principios, 128 Oliphant, Herman , 145 Pufendorf, Samuel von; 1 65 , 173 Oralidad, tradición británica de la, 222n Radin, Max , 145 , 1 70n· Paper Chase, The, 17n Pardo, Michael, 210n Pautas Véase Reglas: y pautas Pautas de revisión , 234-236 Perspectivas psicológicas del razonamiento jurídico Raffles v. Wichelhaus , 59, 60, Ratio decidendi, 65, 67 , 69, 70, 72, 1 .8 1 , 1 88 Véase también Fundamentos de un caso; Precedentes: identificación de los Platón, 24n, 27 Raz, Joseph, 77n, 79n, 80n Plessy Razones , 7 8 , 79 v. Ferguso�. 74 Posner, Richard, 34n, 37n, 8 1 n-83n, l lOn, 1 1 8 , 1 1 9n, 1 20n, 148n, 1 5 ln , 1 73n, 1 82n, 220n, 222n 1 14, 122n, 209 compromisos a partir de las, 1 87 de primer orden y de segundo orden, 79n ÍNDICE ANALÍTICO 263 en los votos de los jueces, 1 80 precisión de las , 1 99 generalidad de las, 1 83 - 1 87 realistas jurídicos y (véase Realismo jurídico) independientes de los contenidos , significado literal de las , 4 1 , 46 , 47 , 79 1 65 , 1 66 , 176 rareza de las, 1 8 3 significado llano de las Razones artificiales del derecho (véase Reglas: significado literal Razonamiento por analogía de las) Véase Analogía sobreinclusividad de las , 4 1 , 43 Realismo escandinavo, l 37n Realismo jurídico , J 9 , 64, 89, 1 37-1 5 8 , subinclusividad de las , 43 1 82 textura abierta de las, 172 aspecto empírico del, 144- 146 y autoridad, 77- 78 y pautas , 1 95-208 «corazonadas» y, 1 4 1 desayuno y , 1 4 1 - 1 45 , 1 82 Rehnquist, William, 1 90n distinguido del Realismo Escandi- Retroactividad , 127 , 1 28 Véase Common law navo, 1 3 8 Riggs «hombre malo» y, 1 5 3 indeterminación doctrinaria, 146 , 149 Jerome Frank sobre (véase Frank, Jerome) Palmer, 48 , 49 , 72, 7 3 , 1 27 , v. 1 2 8 , 232 Roe v. Wade, 56, 5 7 , 59, 72, 7 8 , 102, 1 0 5 , 120n, 1 84n, 204 Rylands v. Fletcher, 1 14 , 1 22n, 2 1 2 justificación doctrinaria, 1 46- 149 Karl Llewellyn sobre (véase Llewellyn, Karl) orígenes del, 137-140 S alomón, 1 3 2 Scalia, Antonin, 46n, 56n, 94-96, 1 3 1 n, 1 6 1n, 170n, 174n particularismo y, 142n, 143 Schlegel, John Henry, 145n predicción y, 139 Selden , John, 1 34, 1 35 racionalización y, 1 4 1 , 144, 1 8 1 Shapiro, Scott, 80n, 1 8 1 n Shelley v. K.raemer, 1 85 Reglas aplicación directa de las (véase Casos fáciles) Aristóteles sobre (véase Aristóteles) como generalizaciones, 39-44 Simpson, A. W. B , 65n, 95n, 209n Sinclair, Michael, 148n S inger, Joseph Willia:m, 157n . Skokie, controversia sobre la libertad de expresión en, 108 - 1 1 0 derrotabilidad de las, 1 1 8 , 1 19 , 1 75 Sócrates , 24q, 8 0 distinguidas de las pautas, 195-208 Solan, Lawrence , 1 69n en el derecho , 2 1 , 29-50, 1 17 Spellman, B arbara, 1 5 , 19n, 99n, lOOn, en los votos de los jueces , 1 8 6 , 202205 interpretación de las, 34 justificaciones subyacentes de las , 3 1 -34, 39, 40 2 14n Stare decisis Benthamsobre, 57 Corte Suprema sobre, 1 02 - 1 05 historia, 56-75 Karl Llewellyn sobre , 143 , 1 44 Juez Cardozo sobre, 58 núcleo y contorno de las, 35-39, Juez Holmes sobre , 57 1 62- 1 64 per se, 1 99 Juez Scalia sobre, 56n Véase también Precedentes ÍNDICE ANALÍTICO 264 Votos de los jueces , 179- 1 94 Stevens, John Paul, 97 estructura de los , 180, 1 8 1 Stewart, Potter, 102, l04 Stewart v. Dutra Barge Co., 36, 37, 39 lenguaje en los, 1 86, 1 87 Story, Joseph, 1 74 no publicados, 9 1 , 92 Sturges, Wes1ey, 145 uso y no uso de los, 1 9 1 - 1 94 sin efectos de precedente , 1 9 3 , 1 94 Strauss , David, 1 60n Summers , Robert S . , 44n, 48n , 77n Sunstein, Cass, 20n , 32n, 105n, 1 14n, 1 24n , 1 53n, 161n, 1 87n , 198n, 204n Textura abierta, 1 72 Tushnet, Mark, 94n, 1 57 Vaguedad, 163 , 1 67 , 169, 1 7 1 , 172, 206-208 Véase también Indeterminación Vehículos en el parque , prohibición de, 1 63 Walker, Laurens, 2 1 7n Warner, Richard, l lOn Wasserstrom, Richard, 77n, 143n . Weinreib, Lloyd, 1 1 2n Westen, Peter, l lOn White, Byron, 1 02, 104, 179n, 1 90n Williams , Glanville, 69n, l 88n, 1 90 Wittgenstein , Ludwig, 206 Wolf v. Colorado, 74 Yablon, Charles, 1 4 1 n Yntema, Hessel , 145