Subido por Arturo Apolinar Cardona Guerra

Revisión de investigaciones sobre suicidio en América Latina y países de habla hispana.

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Revisión de investigaciones
sobre suicidio en América
Latina y países de habla
hispana.
Arturo Apolinar Cardona Guerra.
2
INTRODUCCIÓN
Las acciones y su efectividad en materia de suicidio han sido insuficientes,
esto se demuestra con el aumento de personas que deciden quitarse la vida año
con año. Existen muchas investigaciones, pero todas atribuyen los factores de
riesgo a la disciplina desde la que pertenece el investigador.
Palabras clave: suicidio, investigaciones, efectividad, investigador.
ABSTRACT
The actions and their effectiveness in the matter of suicide have been
insufficient, this is demonstrated with the increase of people who decide to commit
suicide year after year. There are many investigations, but all attribute the risk factors
to the discipline from which the researcher belongs.
Keywords: suicide, research, effectiveness, researcher.
Si bien la efectividad de las acciones sobre suicidio parecen posibles, por
ello, se han realizado una serie de investigaciones que proponen; desde la
educación de los padres, los jóvenes y niños, así como la detección, el tratamiento
de los trastornos mentales, además del control medioambiental de los factores de
riesgo, además de campañas de sensibilización, pero, aún así, las personas que se
suicidan van en aumento, por ello, se realiza la presente revisión de investigaciones
en este rubro, con la finalidad de saber lo que se ha investigado, para, poder
detectar algún factor no investigado.
El Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI), el 08 de septiembre
con respecto del día mundial para la prevención del suicidio, citando a la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), nos informa que en nuestro país:

En 2018, del total de fallecimientos ocurridos en el país, 6 710 fueron por
lesiones autoinfligidas, lo que representa una tasa de suicidio de 5.4 por cada
100 mil habitantes.
3

Por lesiones autoinfligidas, los hombres tienen una tasa de 8.9 fallecimientos
por cada 100 mil hombres (5 454), mientras que esta situación se da en 2 de
cada 100 mil mujeres (1 253).

En el grupo de niñas, niños y adolescentes de 10 a 17 años ocurrieron 641
fallecimientos por lesiones autoinfligidas, que representan el cuarto lugar
dentro del total de causas de muerte. (INEGI p:3, 20201).
Y agrega la OMS, que en nuestro país que 6 710 muertes fueron por lesiones
autoinfligidas, lo que representa una tasa de 5.4 suicidios por cada 100 mil
habitantes. A diferencia del 2017, donde las muertes por este medio aumentaron,
ya que en el año referido la tasa era de 5.2 muertes por 100 mil habitantes. En el
mismo sentido, las muertes en hombres con respecto a las mujeres son abismal,
pues mientras los primeros existen una tasa de 8.9 por cada 100 mil habitantes, en
las mujeres la situación se da en 2 de cada 100 mil mujeres.
El mismo INEGI, el 10 de septiembre de 2019, posiciona a nuestro estado en
el sexto lugar a nivel nacional en suicidios, pero la información es de estadísticas
de mortalidad (p:3, 20172).
Las acciones por parte de las autoridades en materia de prevención perecen
no ser suficientes, esto se demuestra con el aumento de personas que deciden
quitarse la vida año con año. Si bien la prevención parece posible, comprende una
serie de actividades que van desde la educación de los padres, los jóvenes y niños,
así como la detección, el tratamiento de los trastornos mentales, y el control
medioambiental de los factores de riesgo. La difusión apropiada de la información y
una campaña de sensibilización del problema son elementos esenciales para el
éxito de los programas de prevención.
Agregando que el INEGI no cuenta con información sobre los municipios de
nuestro estado de Guanajuato, ni para las demás entidades federativas.
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2
Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio, datos nacionales (2019).
Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio, datos nacionales (2020).
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MARCO TEÓRICO
Se registra en el latín moderno como suicidium, formado por los elementos
latinos: sui, indicando a uno mismo, y el sufijo -cidium, que plantea un asesinato,
asociado al verbo caedere, que refiere a matar explícitamente.
El Diccionario de la lengua española (DRAE) define al suicidio como la acción
y efecto de suicidarse; o también la acción o conducta que perjudica o puede
perjudicar muy gravemente a quien la realiza.
La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (NIH por sus siglas en
inglés) lo define como; el acto de quitarse deliberadamente la propia vida. El
comportamiento suicida es cualquier acción que pudiera llevar a una persona a
morir. El suicidio es quitarse la vida. Es la muerte que ocurre cuando alguien quiere
terminar con su vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2011con respecto al
suicidio refiere que no se tiene idea de la magnitud del problema del suicidio pues
se subestima, diciendo:
“En algunos casos, puede ser imposible determinar si algunas
muertes causadas, por ejemplo, por accidentes de automóvil, ahogados,
caídas y sobredosis de drogas ilegales, fueron intencionales o no
intencionales. Se estima generalmente que la información sobre el
comportamiento suicida en la adolescencia está por debajo de su ocurrencia,
porque muchas muertes de este tipo se clasifican imprecisamente como no
intencionales o accidentales” (OMS p:2, 2011).
En su informe la OMS agrega que el bajo estatus socioeconómico, el bajo
nivel educativo y el desempleo en la familia son considerados factores de riesgo.
Los pueblos indígenas y los inmigrantes pueden ser asignados a este grupo, dado
que a menudo experimentan no sólo dificultades emocionales y lingüísticas, sino
también falta de redes sociales. En muchos casos estos factores se combinan con
el impacto psicológico de la tortura, y aislamiento (OMS p:2, 2011).
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Se revisarán los textos que se encuentran de manera electrónica de los
investigadores:
Bausa, B. Fernández, N. (2016). Crítica de la literatura científica: Prevención de
suicidio.
Barroso, A. (2019). Comprender el suicidio desde una perspectiva de género: una
revisión crítica bibliográfica.
Bedoya, E., Montaño, L. (2016). Suicidio y Trastorno Mental.
Biblioteca Nacional de medicina de los EE.UU. (NIH). (2020). Suicidio.
Campos, M. et al. (2004). Prevención de suicidio y conductas autodestructivas en
jóvenes.
Cota, M. Robles, R. (2013). El suicidio en México: factores de riesgo a lo largo del
ciclo vital.
Corona, B. (2016). Mortalidad por suicidio, factores de riesgos y protectores.
Echeburúa, E. (2015). Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica.
Equipo Editorial. (2020). Etimología de suicidio.
Felipe, A. (2010). La comprensión clásica del suicidio. De Émile Durkheim a
nuestros días.
González, C. Madrigal, E. (2013). Neurobiología de la conducta suicida.
González, J. (2013). Guía Práctica de Abordaje de la Conducta Suicida para
médicos generales y de servicios de urgencias médicas.
Gutiérrez, A. Contreras, C. Orozco, R. (2016). El suicidio, conceptos actuales.
Hernández, H. Flores, R. (2011). El suicidio en México.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2017). Estadísticas a
propósito del día mundial para la prevención del suicidio.
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Mendoza, A. et al. (2013). Epidemiología del suicidio en adultos mayores.
Organización Mundial de la Salud (OMS). (2011). Prevención del suicidio.
Pérez, E. (2019). Violencia de género como factor de riesgo del suicidio.
Pérez, S. (1999). El suicidio, comportamiento y prevención.
Piedrahita, L. et al. (2012). Estrategia de intervención para la prevención del suicidio
en adolescentes: La escuela como contexto.
Real Academia Española. Suicidio. Diccionario de la lengua española.
Ribot, V. et al. (2012). Suicidio en el adulto mayor.
Robles, R. (2013). Tratamiento Cognitivo Conductual de las personas con riesgo
suicida.
Rodríguez, F. et al. (1990). El suicidio y sus interpretaciones teóricas.
Tuesca, R. Navarro, E. (2010). Factores de riesgo asociados al suicidio e intento de
suicidio.
Nizama, M. (2011). Suicidio.
Zúñiga, Ó. (2013). Fenómeno suicida en niños y adolescentes.
Lo anterior debido a que trataré hacer un recorrido por las varias
investigaciones basadas en su campo, como lo es, por ejemplo, las explicaciones
médico-biológicas, por su medio socio-económico, y otras como el psicoanálisis, ya
que todas proporcionan su explicación del suicidio, desde la ciencia de la cual parte
su investigación, y no dejan espacio para la duda de que el origen del suicidio
pudiera ser originada por otra causa. Lo que nos puede decir o dejar deducir, que
los/as investigadores, encuentran lo que quieren encontrar, por ello la presente,
donde se analizarán todas esas investigaciones, y tratar de saber y/o conocer algún
resquicio no investigado, y proponerlo como motivo de investigación.
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MARCO CONCEPTUAL
Aproximaciones metodológicas y posturas epistemológicas predominantes.
Alejandro Arnaldo Barroso Martínez, nos dice en su trabajo, “Comprender el
suicidio desde una perspectiva de género: una revisión crítica bibliográfica” (2019),
nos dice que la discusión sobre la categoría “género” sostiene que no hay
identidades universales de lo masculino y lo femenino, sino procesos sociales
históricos que hacen que la sexualidad se viva de formas singulares por los seres
humanos, y que esto es necesario para entender el suicidio como un fenómeno
social. Lo anterior para cuestionar los procesos coercitivos de las sexualidades y
potenciar las diferentes formas de vivencia de las mismas como procesos
protectores de la salud mental, y agrega:
“El
enfoque
epidemiológico
positivista
ha
estado
dirigido
esencialmente a la identificación y caracterización de los denominados
“factores de riesgo” del intento de suicidio y del suicidio consumado. En este
tipo de estudios, el interés por el suicidio se justifica a partir de los datos
estadísticos de prevalencia a nivel mundial. Epistemológicamente, se
produce una ruptura entre el sujeto y el objeto de conocimiento que no
permite a los investigadores reconocer sus propios intereses y limitaciones
en el abordaje del tema. Por ello, el análisis de los significados del suicidio ha
permitido exponer la importancia de la dimensión simbólico-expresiva del
intento de suicidio como una llamada de atención sobre problemas sociales
y, por tanto, entender la salud mental como algo que puede contribuir a la
protección de la vida social y no solo a partir de aquello que la amenaza o
constituye un “riesgo” (Alejandro Arnaldo Barroso Martínez, p:62).
Culmina diciendo que, para comprender el fenómeno del suicidio desde un
enfoque de género, es necesaria una perspectiva transdisciplinaria que permita
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articular los conocimientos sobre la relación entre lo general, lo particular y lo
singular, lo biológico y lo cultural, repensarse como sujeto y objeto de conocimiento
a un tiempo, y generar sistemáticamente los procesos para escuchar legítimamente
todas las voces.
Estiven Pérez Navarro, estudiando el suicidio en la violencia de género, en
su texto “Violencia de género como factor de riesgo del suicidio” (2019), nos dice
que dicha problemática es un importante problema, ya que afecta la salud física y
mental de la mujer, siendo en algunas regiones la primera causa de
morbimortalidad. Citando a Stark y Flitgraft (1991), afirma que llegaron a la
conclusión de que la relación entre el maltrato y la disfunción psicológica tiene
importantes implicaciones con respecto a la mortalidad femenina, debido al
aumento de suicidios por esta causa y de que el maltrato puede ser el precipitante
más importante identificado hasta ahora y relacionado con los intentos de suicidio
femenino. Agrega que existen razones socioculturales para pertenecer a una
relación caracterizada por violencia, entre ellas se encuentra la falta de alternativas,
el temor a la desaprobación de familiares y amigos, la preocupación por la pérdida
de sus hijos y su hogar, y el miedo a las represalias del agresor.
Pérez Navarro continúa diciendo que si a estas circunstancias les agregamos
la dependencia económica víctima-agresor, y la dificultad de iniciar una nueva vida
especialmente en los casos de la mayoría de las mujeres separadas (edad madura,
separada, hijos, sin trabajo o con trabajo precario y mal remunerado) no debería
resultar difícil de entender por qué la mujer tiene tantas dificultades y decidir por
tomar al suicidio como escape a las dificultades de su vida.
Otra mirada diferente a la resultante del análisis de las estadísticas, la de
Andrés Felipe Palacio, propuesta en su ensayo “La comprensión clásica del suicidio.
de Émile Durkheim a nuestros días” (2010). Retoma la idea de las sociedades
suicidógenas y del suicidio anómico, del sociólogo francés, ello, con el objetivo de
aclarar cuál podría ser la utilidad de un concepto como el de discurso, su definición
y abordaje del fenómeno del suicidio en general.
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Refiere que se considera al suicidio en el discurso de las psicologías
cognitivas, como una más de las enfermedades mentales; y a la depresión, como la
justificación más pertinente para explicar dicho fenómeno, pero, agrega Palacio, es
una conclusión apresurada atribuir su causalidad a la relación del suicidio y la
depresión, ya que está relación no es siempre directa, y por tanto podrá ser
relativizada; lo que permite dirigir las observaciones a otros fenómenos sintomáticos
más importantes. Si bien no se descarta la influencia de la llamada depresión en los
actos suicidas, considera que ésta es más una consecuencia de un estado
patológico mucho más profundo; y por ello que existe una raíz común al suicidio y
a la depresión.
Durkheim, dice Palacio, “nos enseña” que pueden descartarse, desde hace
más de cien años, las explicaciones para el suicidio, como lo son; los factores
económicos, los factores climáticos y geográficos, la guerra, la religión, etc.; más
bien, llegó en su investigación a una conclusión contundente: existirían sociedades
suicidógenas, sociedades donde el suicidio es una tendencia, como podría serlo la
pobreza, ya que es una de las consecuencias directas de lo que sucede en el
discurso de dichas sociedades, sobre todo con respecto a la administración de sus
reglas. Continuando con su teoría, Durkheim, refiere Palacio, llega a la conclusión
de que este fenómeno debe ser considerado como un evento social; en cuanto hay
que buscar su causa fundamental en la llamada por él: anomía social.
“La anomía, como estado social, es: una falta de dirección que suele
aparecer en las épocas de revolución social. La anomia es un estado de la
sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad,
mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de
fuerza.
Anomía es un estado social en que cada individuo o cada grupo
buscan por sí solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás
(…) es frecuente en las comunidades sociales cuyos valores y normas
pierden fuerza”. (Palacio citando a Durkheim: 5).
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La anomia, refiere Palacio, proviene del desajuste entre la estructura social y
la conciencia cultural, sobre todo cuando hay una contradicción entre las leyes
escritas y las exigencias sociales nuevas, vinculado todo esto con una desviación
social, es decir, a la existencia de modelos de conducta marginales o no permitidos.
Por tanto, la totalidad de suicidios en una sociedad dada, es tratada como un hecho
social que solamente puede ser explicado sociológicamente, y no por las
motivaciones individuales que llevan al suicidio. Lo que interesa son las variaciones
en las proporciones de suicidios entre distintas sociedades, como algo que está en
función de condiciones sociales; la unidad de análisis es la sociedad, no el individuo.
En el artículo “Crítica de la literatura científica: Prevención de suicidio”,
realizado por; Beatriz Bausa García y Natalia Fernández Ferrón, en el año 2016,
nos refieren, y utilizo una cita textual, pues no sé si lo podría hacer mejor:
A principios del siglo XIX se estudiaron las relaciones de los cambios de
la sociedad con el suicidio y su conducta, se afirmó que una de las principales
causas era una patología mental que provocaban las revoluciones y tensiones
sociopolíticas establecidas desde el siglo XVIII al XIX, de este modo hubo una
transformación dramática en la estructura y la organización social, En el
segundo tercio del siglo XIX se dijo que la causa del suicidio era única y
exclusiva decisión del individuo, y no una marioneta llevada a esa determinación
por los movimientos sociales. Se creía que los hechos sociales que actuasen
debilitando la razón, afectando la parte más ancestral, peligrosa y vulnerable de
la persona, podría promover el suicidio y su conducta, de esta manera se creó
el indicador de malestar social como factor de riesgo suicida. (p:7).
Lo anterior, y principalmente la frase; “la causa del suicidio era única y
exclusiva decisión del individuo” Es verdaderamente una gran reflexión, pues habrá
que entender, que, a todos los que cometen el acto, se les atribuye un motivo que
aparece en la autopsia psicológica
En muchas ocasiones la persona no tenía un motivo evidente, como
trastornos, separación, depresión, esquizofrenia, u otro que pudiera explicar el tipo
de muerte, pero si se encontraba en la investigación, que esa persona lo hizo
11
probablemente por no haber conseguido el ascenso esperado, o estaba
decepcionado por un hijo homosexual, etc. Tal parece que no existe respuesta al
suicidio, es multifactorial y único, no se parecerá a alguno otro.
Pero cuando el suicidio tiene origen o explicación, solo busquemos el
campo donde se desempeña el investigador, y, el resultado es por los medios y
métodos que buscó, intencionalmente para obtener el resultado buscado. En lo que
sí creo es en campañas de educación y psicoeducación de las personas.
Rodríguez, F. et al. (1990), refieren que el suicidio es un ejemplo donde los
factores psicológicos, ambientales y genéticos parecen necesarios para que se dé,
el fenómeno suicida. Pero, agregan que, estos elementos son insuficientes por
separado a la hora de dar una explicación adecuada, debido a las lagunas
conceptuales y metodológicas que presentan.
Y los autores citando a Durkheim considera que los hechos sociales deben
ser estudiados como cosas, como realidades exteriores al individuo. De esta forma
la tasa de suicidio no puede ser explicada por motivaciones individuales. Explica;
no son los individuos los que se suicidan, sino la misma sociedad a través de ciertos
individuos. Hipotetiza que todos los suicidios resultan de perturbaciones en la
relación entre el individuo y la sociedad, y en base a ello establece cuatro formas
de suicidio: el egoísta, el altruista, el anómico y el fatalista.
“Lo cierto es que en la obra freudiana sólo encontramos referencias
dispersas (Freud, 1901; 1915; 1920; 1920). Las aportaciones más relevantes
de la obra de Freud son: a) la idea fundamental del suicidio como parte del
homicidio, b) la ambivalencia amor y odio que está presente en la dinámica de
todo suicida, y c) la asociación de la agresividad, y por tanto del suicidio, a la
manifestación de un instinto o pulsión de muerte que al buscar constantemente
un reposo eterno puede encontrar su expresión en el suicidio. (El suicidio y sus
interpretaciones teóricas”. P: 2).
Más adelante en el texto, se cita a Karen Horney que, en el año 1950,
quien considera, que las formas distorsionadas del desarrollo nacen de trastornos
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provocados culturalmente (religión, política, figuras paternas) en el desarrollo del
sujeto, produciendo así un desarrollo neurótico. De esta forma aparecen actitudes
que, tarde o temprano, inducen a un proceso de «angustia básica». A medida que
el niño se esfuerza por vencer su angustia básica puede desarrollar sentimientos de
superioridad. Se produce, así, un tipo de fracaso del desarrollo del yo, una
disparidad entre el desarrollo del yo idealizado y del verdadero yo, dando lugar a lo
que Horney denominó como «alienación del yo».
Rodríguez, L. et al. (1990). En su trabajo, El suicidio y sus interpretaciones
teóricas. Nos dicen que al analizar las principales teorías que intentan dar una
explicación coherente al fenómeno suicida. Y en parte lo hacen, pero desde el punto
de vista de las teorías socioculturales, que atribuyen a la sociedad la causalidad del
mismo. Nos hablan de las teorías psicoanalíticas y postfreudianas, las cuales
centran su interés en el individuo, en las fuerzas contradictorias inconscientes. Y
por último nos hablan de las teorías biológicas-genéticas, que intentan buscar
correlatos bioquímicos específicos.
Si bien la teoría sociológica alcanzó su esplendor entre finales del siglo XIX
y mediados del presente, coincidiendo con el auge de las teorías psicoanalíticas,
parece ser que ambas se encuentran en un período de estancamiento teórico, sin
la aparición de nuevas aportaciones a los modelos originarios. En cambio, en las
dos últimas décadas el avance de las teorías biológicas es más que evidente.
En ellas tenemos la Teoría sociocultural que vendría representada por la obra
Suicide de Durkheim (1982), que recibe la influencia del pensamiento europeo
predominante de la época (Quatelet, 1842; Buckle, 1850). Durkheim considera que
los hechos sociales deben ser estudiados como cosas, es decir, como realidades
exteriores al individuo. De esta forma la tasa de suicidio no puede ser explicada por
motivaciones individuales. Es decir, no son los individuos los que se suicidan, sino
la misma sociedad a través de ciertos individuos.
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De la obra de Durkheim (1982) se pueden obtener, entre otras, como
conclusiones más relevantes: a) El suicidio progresa con la ciencia. El hombre se
mata porque la sociedad de la que forma parte ha perdido su cohesión. b) La religión
ejerce una acción profiláctica sobre el suicidio porque constituye una sociedad. c)
El suicidio varía en razón inversa del grado de desintegración de los grupos sociales
de que forma parte el individuo.
Y por último voltean a la Teoría de la Integración de Estatus, publicada por
Gibbs y Martín en 1958, con el fin de cubrir algunas lagunas de las teorías de
Durkheim. Así, postulan que: cuanto más baja sea la tasa de suicidio, más estables
y duraderas son las relaciones sociales, y con ello más conformidad con las
expectativas sociales, menor conflicto del rol, menos individuos ocupando estatus
incompatibles y una mayor integración de estatus. Estas conclusiones han sido
criticadas por numerosos autores (Hagedorn y Labovitz, 1966; Douglas, 1975).
Continúan, agregando que en cuanto a las teorías genéticas, los trabajos
publicados se han movido en el continuo de descubrir si lo que se transmite es una
herencia específica del suicidio o es la enfermedad mental. Varios estudios han
señalado la asociación entre suicidio y depresión (Miles, 1977; Sainsburt, et al.,
1978; Beskow, 1979; Ringel, 1952; Boven, 1942; Brener, 1925). Las explicaciones
iniciales de las teorías genéticas intentan dar una interpretación en aquellos casos
donde existían familias con alta incidencia de suicidios. Así, Roy (1983) y Tsuang
(1983) encontraron riesgo significativamente más alto de suicidio en las familias de
los pacientes depresivos y maniacos que habían cometido suicidio, que en los
familiares de aquellos que no lo habían cometido. En cambio, es más probable que
de todos los individuos que están sujetos a algún proceso de vida estresante, tienen
una predisposición genética para ello,
Por otro lado, Erika Yohanna Bedoya Cardona Y Ludivia Esther Montaño
Villalba en su texto “Suicidio y Trastorno Mental” (2016), refieren lo contrario que
Andrés Felipe Palacio, ellas ponen todo el peso del suicidio en los factores externos
al sujeto, como las psicologías cognitivas proponen, como lo son; los factores
económicos, los factores climáticos y geográficos, la guerra, la religión, etc.
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Montaño y Bedolla3 se basan en que la literatura reporta que en el 90% de
casos de suicidio se encuentra algún trastorno mental asociado. Entre estos casos
de suicidio se encuentran factores psicosociales asociados como lo son; duelos,
dificultades familiares y de pareja, desempleo, jubilación, divorcio o viudez,
diagnósticos de enfermedades graves, trastorno mental, abuso de sustancias
psicoactivas y alcohol. En el mismo sentido, según los autores, los trastornos
mentales son otro factor de riesgo, ya que cerca del 90% de personas que cometen
suicidio presentan un diagnóstico psiquiátrico, y cuando éstos se agravan suele
presentarse mayor mortalidad, el suicidio es, entonces, superior en dicha población.
Concluyen diciendo que la presencia de un trastorno mental es un factor de riesgo
de suicidio. Dentro de los diferentes trastornos, la depresión y la esquizofrenia
aumentan significativamente el riesgo, siendo la desesperanza el componente más
relacionado. Entre tanto, en las personas con trastornos de personalidad, ansiedad
y consumo de sustancias, predominan la presencia de impulsividad y pérdida de
control asociados al suicidio.
En el mismo sentido habrá que buscar otras perspectivas, o más bien, buscar
los conceptos actuales sobre el tema, y con respecto a ello, Ana G. Gutiérrez et al,
en su texto “El suicidio, conceptos actuales”, refieren que, al ser el suicidio, un
problema creciente, al que no se le ha podido comprender en su totalidad, resulta
necesario establecer definiciones precisas que lleven a la identificación de los
factores de riesgo, tomando en cuenta que el suicidio es multifactoriales y complejo.
Que, por ejemplo, refieren, el suicidio consumado acontece frecuentemente en
hombres mayores de 50 años por ahorcamiento o uso de armas de fuego. En años
recientes ha ido en aumento el número de suicidios entre jóvenes de 15 a 24 años
de edad, lo que nos dice que dicho fenómeno es de origen subjetivo y dinámico, y
esto es pues las sociedades y sus características propias se encuentran en
constante evolución. Otro Un aspecto que no ha sido suficientemente evaluado y
que genera una diversidad de controversias, es el relacionado al uso que los
antidepresivos podrían tener sobre el suicidio. La Food and Drug Administration
3
Bedoya, E. Montaño, L. (2016). Suicidio y Trastorno Mental.
15
(FDA, EUA) en últimas fechas ha documentado que no existe la suficiente
información para confirmar alguna relación entre el uso de los inhibidores selectivos
de la recaptura de serotonina y el suicidio entre jóvenes.
Continúan diciendo que, en cualquier tratamiento con medicamento con
antidepresivos,
el
riesgo
suicida
puede
incrementarse
significativamente
particularmente durante los primeros nueve días. Entonces, el que un paciente
tratado con antidepresivos se suicide al inicio del tratamiento, es atribuible a que
estos medicamentos requieren de tres a cuatro semanas para empezar a producir
efectos terapéuticos, lo que el paciente necesita del internamiento hospitalario para
realizar sobre él una vigilancia estrecha.
Y que concluyen que la prevención del suicidio, si bien es posible, comprende
una serie de actividades que incluyen, la provisión de las mejores condiciones
posibles para la educación de los niños y los jóvenes, además de contar con el
personal médico que permita lograr la detección y el tratamiento eficaz de los
trastornos subyacentes, y tener control medioambiental de los factores de riesgo y,
desde luego, la eliminación de los medios para consumarlo.
Por su parte, el Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero, en su trabajo “El suicidio,
comportamiento y prevención”, refiere que el intento de suicidio, y el suicidio son las
dos formas más representativas de esta conducta, pero son a las que más se les
pone atención, aunque no las únicas. Agrega, desafortunadamente existen muchos
textos que sólo toman en cuenta estos dos aspectos, y no otros que detectándolos
y tomándolos en consideración de forma oportuna, evitarían que ambas ocurrieran.
Continúa diciendo que:
“El espectro completo del comportamiento suicida está conformado
por la ideación de autodestrucción en sus diferentes gradaciones: las
amenazas, el gesto, el intento y el hecho consumado.
La ideación suicida abarca un amplio campo de pensamiento que
puede adquirirlas siguientes formas de presentación:
16
El deseo de morir ("La vida no merece la pena vivirla", "Yo lo que debiera es
morirme", etcétera).
La representación suicida ("Me he imaginado que me ahorcaba").
La idea de autodestrucción sin planeamiento de la acción ("Me voy a matar",
y al preguntarle cómo lo va a llevar a efecto, responde: "No sé cómo,
pero lo voy a hacer").
La idea suicida con un plan indeterminado o inespecífico aún ("Me voy a
matar de cualquier forma, con pastillas, tirándome delante de un carro,
quemándome").
La idea suicida con una adecuada planificación ("He pensado ahorcarme en
el baño, mientras mi esposa duerma"). Se le conoce también como
plan suicida. Sumamente grave”.
Y para un tratamiento adecuado, recomienda:
1ra variante: "Evidentemente usted no se siente bien y quisiera saber cómo
ha meditado resolver su situación actual".
2da. variante: "Usted me ha manifestado que apenas duerme y quisiera saber
en qué piensa cuando eso le ocurre, pues sé que en esos casos se
idean muchas cosas".
3ra. variante: "¿Y durante este tiempo que usted se ha sentido así, ha tenido
pensamientos malos?"
4ta. variante: "Bien, yo quisiera saber si en su familia alguien se ha matado,
es decir, se ha suicidado o ha intentado contra su vida" (Esperar
respuesta y preguntar). “Usted ha intentado alguna vez contra su vida
o lo ha pensado?”, “Y ahora, ¿lo ha meditado”?
5ta. variante: "¿Ha pensado usted quitarse la vida?" (Sergio Andrés Pérez
Barrero, p:197).
Con respecto a lo anterior, Piedrahita, L. et al, (2012) refieren que, para
generar un clima de prevención del suicidio se deben de fomentar conductas
17
protectoras a partir de los factores de riesgo, como lo es el promover el conocimiento
de los factores de riesgo y dotarles de herramientas para el abordaje inicial a
educadores y padres de familia.
En su investigación evidenciaron el desconocimiento de los adultos respecto
al suicidio. Posteriormente, y a partir de los resultados de la intervención educativa,
se evidenció más precisión respecto a los conceptos básicos de suicidio y de las
intervenciones a realizar con adolescentes en riesgo. Y concluyen diciendo que a
intervención educativa posibilitó la identificación de los factores de riesgo en los
adolescentes y mostró una significativa efectividad al aumentar el nivel de
conocimientos en los padres y educadores, por tanto, una mayor información
posibilita la identificación y tratamiento oportuno.
Continuando en el rubro de la prevención del suicidio, Argumedo, C. et al
(2004), en su trabajo denominado “Prevención de suicidio y conductas
autodestructivas en jóvenes”, refieren que la adolescencia es una etapa de cambios
y descubrimientos, y es cuando se presentan situaciones que les generan ansiedad
y probablemente depresión, lo que puede culminar, en ocasiones, con una tentativa
de suicidio. Su investigación, agrega, es motivada debido a que, como médico
interno, recibe constantemente varios casos de intentos de “autoeliminación” todos
los días en las salas de emergencia de los hospitales.
Al concluir su investigación sugiere estrategias como la charla, la entrevista,
y test, ya que mostraron ser efectivos para la detección de la conducta suicida.
Una capacitación y preparación adecuada al personal de las instituciones
educativas es fundamental, considerando su continua relación con los jóvenes. La
charla en grupo podría brindarse conjuntamente a varios grupos a la vez,
preferiblemente del mismo nivel de médicos, sin embargo, advierte, que esto podría
afectar la confianza que se logra al trabajar con un solo grupo en privacidad, por lo
que hay que evaluar el “costo-beneficio”.
Pero también es necesario hacer partícipes a los padres de familia de la
solución, no solo preparándolos en el tema, sino motivándoles a ayudar a sus hijos
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por medio de su cariño y comprensión, ya que se tiene que recordar que gran
cantidad de la problemática del adolescente se encuentra en su propio hogar.
Rafael Tuesca Molina y Edgar Navarro Lechuga en su trabajo “Factores de
riesgo asociados al suicidio e intento de suicidio”, refieren que en Norteamérica y la
mayoría de países de Europa, el suicidio se encuentra entre las diez primeras
causas de mortalidad. En su país, Colombia se considera un problema de salud
pública, ya que se sitúa entre las principales causas de muerte. A pesar del
subregistro del suicidio como causa de muerte, pues la tasa de suicidio se mantuvo
en un rango de 4 por 10.000 personas. Con respecto del método empleado, el arma
de fuego y ahorcarse son de las prácticas más habituales en hombres, pero, la mujer
emplea métodos más pasivos y menos violentos como la ingesta de medicamentos,
y el intento de suicidio en este grupo es mayor comparados con los varones. Una
de las posibles explicaciones de este hecho consiste en que la mujer use la tentativa
de suicidio como expresión de distrés y como forma de pedir ayuda.
Tuesca Molina y Navarro Lechuga Concluyen diciendo que al comparar el
estado civil de quienes realizan los intentos de suicidio con población general, es
probable que el matrimonio sea un factor protector para el intento de suicidio, este
hecho quizás esté en conexión con el sentido de responsabilidad frente a los hijos
y el estar conviviendo con otra persona, en el mismo sentido, se observa un
aumento progresivo de las tasas suicidas en los pacientes psiquiátricos, pero llama
la atención que los deprimidos tendrían tasas de suicidio 44 veces superiores a los
sujetos normales y 8 veces superiores al resto de los pacientes psíquicos, pero sin
dejar de lado las enfermedades somáticas, sobre todo si son incapacitantes y de
curso crónico. Lo llamativo de una de las conclusiones de su trabajo, con respecto
al papel de la terapia psicológica, ésta no mostró ser un factor protector; y es
probable que debido a la heterogeneidad de los pacientes y los diversos enfoques
aún no reflejen resultados de mayor impacto.
Enrique Echeburúa de la Facultad de Psicología, Universidad del País Vasco
en su texto, “Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica” (2015), refiere
que lo que se tiene que hacer para atender la conducta suicida, es mostrar las
19
diferentes formas clínicas en que se manifiestan las conductas suicidas, ponerlas
en conexión con los diferentes trastornos mentales, mostrar los signos de alarma y
discutir las posibles decisiones clínicas que se le ofrecen al terapeuta.
Agrega: “La demanda terapéutica en relación con el suicidio está
constituida por tres tipos de pacientes: a) aquellos que han sobrevivido a un
intento de suicidio; b) los que acuden a la consulta manifestando ideación
suicida; y c) los que tienen ideación suicida pero aún no la han expresado
verbalmente”. (Enrique Echeburúa: 17).
Dichas conexiones se expresan en las díadas; suicidio y edad y sexo; y,
suicidio y trastornos mentales, de la evaluación de lo anterior se deben de observar
los signos de alarma de riesgo suicida como lo pueden ser los intentos previos de
suicidio, sobre todo si se ha recurrido a métodos potencialmente letales; los
antecedentes de suicidio en la familia; y la expresión verbal, más o menos explícita,
de un sufrimiento desbordante y del propósito de matarse. Y concluye:
“Muchas personas que se quitan la vida lo han hablado antes o avisan,
de una forma u otra, de su posible suicidio. Cualquier anuncio de muerte
autoinducida debe encender siempre una luz roja de alarma. Al margen de la
utilidad de las distintas escalas disponibles, tales como las Escalas de
Depresión de Beck (BDI-II) (ítem 7) (Beck, Brown y Steer, 1996) o Hamilton
(HDRS) (ítem 3) (1960) o la Escala de Desesperanza (Beck, Weissman
Lester y Trexler, 1974), la entrevista clínica con el paciente y con los
familiares desempeña un papel muy importante para valorar adecuadamente
el problema planteado” (Echeburúa: 125) (2015).
Como Erika Yohanna Bedoya Cardona Y Ludivia Esther Montaño Villalba,
que enfocan sus hipótesis en las psicologías cognitivas, atribuyendo factores
medioambientales al suicidio. Beatriz Corona Miranda et al, en su investigación
“Mortalidad por suicidio, factores de riesgos y protectores” se enfocan en lo mismo,
diciendo que “el sexo, la cultura, el grupo étnico, la historia familiar, los trastornos
emocionales, la violencia, el maltrato infantil y las condiciones socioeconómicas
desfavorables son determinantes a tener en cuenta en su epidemiología, existiendo
20
factores de riesgo y protectores relacionados con esta conducta” (pp-90). Y
concluyen diciendo que la identificación temprana de los factores de riesgo y el
fortalecimiento de los factores protectores, tienen repercusiones positivas en la
prevención del suicidio.
Parece ser que la mayoría de las investigaciones revisadas encabezadas por
la Organización Mundial de la Salud (OMS), salvo lo propuesto por Andrés Felipe
Palacio, con su propuesta, que se enfocan en el psicoanálisis, que retomaré,
aunque no lo agregaré en las referencias, debido a las fechas de edición máxima
de 10 años que se manejan en el Estado del Arte, pero que definitivamente son
relevantes para el presente, y que no podemos dejar de lado un aspecto muy
importante que se enfoca en la subjetividad humana; el psicoanálisis, pues tanto
Freud como Lacan tiene sus hipótesis sobre el suicidio.
En “La etiología de la histeria” Sigmund Freud (:175-176) (1893-99), le otorga
al suicidio un estatuto psicológico, donde no se trata para él de un tiempo
cronológico en el que un suceso da como consecuencia los actos suicidas, sino que
resalta un tiempo lógico, en el que, gracias a un suceso actual, un recuerdo o
fantasía cobra valor traumático y da lugar a los actos suicidas. Pero será en el libro
“Psicopatología de la vida cotidiana, que Freud le otorgará al suicido un estatuto
psicopatológico ya que, a propósito de los yerros que pueden causar graves daños
a quien los cometen, dice:
“Es sabido que en casos graves de psiconeurosis suele aparecer,
como síntomas patológicos, unas lesiones autoinferidas, y nunca se puede
excluir que un suicidio sea el desenlace del conflicto psíquico (…) Hay en
permanente acecho una tendencia a la autopunición, que de ordinario se
exterioriza como autorreproches, o presta su aporte a la formación de
síntoma; ella saca hábil partido de una situación externa que por casualidad
se le ofrece, o aun ayuda a crearla hasta alcanzar el efecto dañino deseado…
Junto al suicidio deliberado consciente existe también una autoaniquilación
semielaborada -con propósito inconsciente- que sabe explotar hábilmente un
riesgo mortal y enmascararlo como azaroso infortunio (…) En efecto, la
tendencia a la autoaniquilación está presente con cierta intensidad en un
21
número de seres humanos mayor que el de aquellos en que se abre paso.
Las lesiones infligidas a sí mismo son, por regla general, un compromiso entre
esa pulsión y las fuerzas que todavía se le contraponen, y aún en los casos
en que realmente se llega el suicidio, la inclinación a ello estuvo presente
desde mucho tiempo antes con menor intensidad, o bien como una tendencia
inconsciente y sofocada”. (Freud, Tomo IV: 175-176).
Posteriormente, en Duelo y melancolía, Freud considerará que la inclinación
en la melancolía al suicidio responde a la regresión desde la elección narcisista de
objeto hasta el narcisismo, así como a la ambivalencia de amor que existe con el
objeto que se ha perdido. El yo es tomado como objeto al cual se vuelcan toda clase
de insultos y sufrimientos, obteniendo en este ejercicio una satisfacción sádica al
desquitarse por esta vía del odio por el objeto presa del conflicto de ambivalencia,
diciendo:
“desde hace mucho sabíamos que ningún neurótico registra
propósitos de suicidio que no vuelva sobre sí mismo a partir del impulso de
matar a otro […] el yo sólo puede darse muerte si en virtud del retroceso de
investidura de objeto puede tratarse a sí mismo como objeto, si le es permitido
dirigir contra sí mismo esa hostilidad que recae sobre un objeto y subroga la
reacción originaria del yo hacia objetos del mundo exterior. Así, en la
regresión desde la elección narcisista de objeto, este último fue por cierto
cancelado, pero probó ser más poderoso que el yo mismo”. (Sigmund Freud:
249).
En Lacan podemos decir que “un acto es una palabra”, y que de tal forma
que en todo suicidio aparece un significante en acto, aunque siempre se tratará de
uno distinto. Ese significante aparecerá al ser leído, no antes. De esta forma, en el
suicidio también se tratará de captar lo simbólico, más allá del registro imaginario
que suele llenar de sentido ese acto:
“Ni para nosotros ni para nadie es posible definir el acto como algo
que ocurre únicamente, por así decir, en el campo de lo real, en el sentido en
que lo define la motricidad, la respuesta motriz… En efecto, dejando aparte
esas mutaciones hipotéticas del phylum que debe integrar una subjetividad a
22
la que el hombre no se acerca todavía más que desde afuera, nada, sino las
experiencias a las que el hombre los asocia” (1981: 356).
En la misma dirección de las citas anteriores, se encuentra también una
referencia en el seminario Las formaciones del inconsciente en donde se lee:
“Cuanto más se afirma el sujeto con ayuda del significante como
queriendo salir de la cadena significante, más se mete en ella y en ella se
integra, más se convierte él mismo en un signo de dicha cadena. Si la anula,
se hace, él, más signo que nunca. Y esto por una simple razón –
precisamente, tan pronto el sujeto está muerto se convierte para los otros en
un signo eterno, y los suicidas más que el resto” (Lacan, 2007: 253-254).
Pero aparte de Andrés Felipe Palacio, y los psicoanalistas referidos, todos
los artículos basan en sus hipótesis en las psicologías cognitivas, donde factores
como el bajo estatus socioeconómico, el bajo nivel educativo y el desempleo en la
familia son considerados factores de riesgo, la drogadicción, etc., son la base de los
actos suicidas.
Lo anterior se puede corroborar con otros estudios como las de las Doctoras
Marisol Cota Gaytán y Rebeca Robles García (2013), se enfocan programas de
prevención, detección y tratamiento, pero también refieren como factores, la
migración de familiares, los conflictos o la ausencia de pareja, el desempleo, los
problemas laborales, la partida de los hijos de casa o la pérdida de la pareja, la vejez
y el deterioro físico que implica además de la enfermedad. O como el de los
Doctores César González González y Eduardo Ángel Madrigal de León, quienes en
su presentación “Neurobiología de la conducta suicida”, quienes atribuyen la
conducta suicida a factores neurobiológicos como los neurotransmisores,
serotonina, noradrenalina y el GABA, sus metabolitos, el colesterol y la protein
Kinasa C, pero también los asocian a algunas estructuras cerebrales como la
amígdala, los núcleos septales, la corteza prefrontal y el hipocampo. En fin, parece
ser que todo factor asociado al suicidio se le atribuye a las hipótesis de corte
cognitivas, pero se deja de lado al aparato inconsciente generador de la muy
23
personal subjetividad de cada sujeto, por lo que se busca enmarcar al sujeto en un
cuadro clínico, y no es su particular posición subjetiva frente al mundo.
En el mismo sentido se expresa el Dr. Óscar Zúñiga Partida en su texto
“Fenómeno suicida en niños y adolescentes” (2013), quien concluye que los factores
de riesgo suicida son, un perfil de impulsividad y agresividad asociado a consumo
de sustancias, enfermedad física o psiquiátrica, aislamiento social o/emocional,
padres con problemas, enfermedad o conflictos entre la pareja, contacto con otros
suicidas, abuso sexual, físico o psicológico, así como las crisis en las relaciones
interpersonales.
Lo que expresa el Dr. Óscar Zúñiga Partida con respecto al fenómeno suicida
en niños y adolescentes, lo refieren, Audrey Julietta Mendoza Arana, Roque
Quintanilla Montoya y Rubén Soltero Aguilar en su trabajo “Epidemiología del
suicidio en adultos mayores” (2013), donde dicen que condiciones de pobreza,
aislamiento geográfico delimitado por comunidades pequeñas, falta de servicios, y
posiblemente la ausencia de estructura de servicios de salud y desarrollo social, son
factores en la epidemiología del suicidio en adultos mayores, pero, definitivamente,
esto mismo se puede citar como factor de riesgo en cualquier grupo de edad.
Continuando con el suicidio en el adulto mayor, Victoria de la Caridad Ribot
Reyes, Maritza Alfonso Romero, Martha Elena Ramos Arteaga y Antonio González
Castillo, en el trabajo que lleva el mismo nombre (2012), refieren que la conducta
suicida en este grupo de edad tiene rasgos distintivos, son menos los intentos de
que los jóvenes, pero utilizan métodos más mortales, además del reflejo de menos
señales de aviso. El principal factor de riesgo lo constituye la depresión, asociada o
no a otros factores como enfermedades invalidantes, pérdidas sociales, familiares
y personales. Por lo anterior, una medida a tomar en cuenta es la incorporación de
los ancianos a la familia y la comunidad como individuos activos y participativos, ya
que esto constituye un importante factor protector contra la depresión y la conducta
suicida.
24
El Dr. José Guillermo González Méndez, Psiquiatra y Terapeuta Sexual, Jefe
de Enseñanza y Capacitación del Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME), es
todavía más puntual (y reiterativo) en su exposición “Guía Práctica de Abordaje de
la Conducta Suicida para médicos generales y de servicios de urgencias médicas”
(2013), donde dice que “la depresión mayor el trastorno mental más frecuente en la
población clínica atendida”, y que se debe de abordar el tema de la siguiente
manera:
“Aborde el tema preguntando lo siguiente:
a.- ¿El último mes se ha sentido triste o sin esperanzas?
b.- (En el mismo mes) ¿Ha perdido el interés o placer en sus actividades?
c.- (Durante este mes) ¿Ha deseado o ha pensado en dejar de vivir?
Cualquier respuesta positiva orienta a identificar depresión y la última a
pensamientos suicidas que indicaría mayor riesgo actual de conducta suicida” (2013).
La Dra. Rebeca Robles García, por su parte, refiere que la terapia Cognitivo
Conductual y la Terapia Dialéctica Conductual son de bastante ayuda en la
conducta suicida. Agrega que, estas terapias se basan en que los conocimientos
biopsicosociales sobre la conducta suicida en particular, una predisposición
biológica en combinación con un ambiente invalidante de las emociones
individuales provoca la inestabilidad emocional que termina por precipitar dicha
conducta. Que existen elementos que han demostrado ser efectivos para el
tratamiento de la conducta suicida. Destacan el énfasis en el “Aquí y Ahora”, la
atención a emociones negativas para guiar la intervención, la inclusión de
entrenamiento en habilidades y solución de problemas, y el hincapié en una relación
terapéutica empática, activa y de colaboración (Tratamiento Cognitivo Conductual
de las personas con riesgo suicida, 2013).
Continuando con el suicidio en nuestro país, Héctor Hiram Hernández y René
Flores, en su trabajo “El Suicidio en México” (2011), refieren que los actores
principales de suicidio son los jóvenes entre 15 y 34 años y las personas mayores
de 65 años, pero, debido a que los jóvenes son mucho más numerosos que las
personas de la tercera edad, sus montos de suicidas son más visibles que los de
25
los ancianos. Agregan que después de cierto nivel de estudios, sus posibilidades de
continuar estudiando se van limitando y muchos abandonan a edades relativamente
tempranas su educación formal, saben que les será difícil encontrar un empleo y
que aun y cuando lo obtengan, los salarios serán bajos, y que quizás tendrán que
migrar a otra parte del país o, incluso, al extranjero para sobrevivir, continúan
diciendo que vivirán en la zozobra de no tener un empleo formal y seguro y, tampoco
tendrán seguridad social ni jubilación, lo que les augura una vejez difícil y, casi
seguramente, en pobreza y, ante la disminución de la fecundidad y el aumento de
los divorcios, también en soledad, situaciones que favorecen la decisión de
suicidarse.
Discusión.
Alejandro Arnaldo Barroso Martínez, nos dice que la discusión sobre la
categoría “género” refiere que no existen identidades de lo masculino y lo femenino,
sino procesos sociales, esto produce una ruptura entre el sujeto y el objeto, que no
permite a los investigadores reconocer sus propios intereses y limitaciones. Lo cual
parece ser cierto, pues casi todos los trabajos revisados, desde las primeras líneas
el lector ya puede anticipar cuál será la conclusión. Como por ejemplo el trabajo de
Estiven Pérez Navarro (2019), nos dice que el suicidio en la violencia de género, es
un importante problema, ya que afecta la salud física y mental de la mujer, lo que
es bastante bien sabido en las instituciones que se dedican a atender este tipo de
delitos, y que existe bastante información sobre ello.
Lo anterior es muy parecido a lo que dicen Erika Yohanna Bedoya Cardona
Y Ludivia Esther Montaño Villalba (2016), quienes también ponen el peso del
suicidio en factores externos al sujeto, como factores económicos, climáticos,
geográficos, la guerra, la religión, etc.
Y que decir de Montaño y Bedolla (2016), quienes, basados en la literatura
que revisaron, el 90% de suicidios se generan por algún trastorno mental asociado
a factores psicosociales como lo son los duelos, las dificultades familiares y de
pareja, el desempleo, la jubilación, el divorcio o viudez, el trastorno mental y abuso
de sustancias psicoactivas además del alcohol, pero solo le agregan a los “factores
26
de riesgo” el trastorno mental y la desesperanza como los componentes más
relacionados.
Las perspectivas revisadas hasta ahora sobre lo que desemboca el suicidio,
como la de Felipe Palacio desde el psicoanálisis, Montaño y Bedolla desde las
psicologías cognitivas, y otros, como Martín Nizama Valladolid (2011), en lo
multifactorial. Por ello, su explicación radica en que las personas que intentan
suicidarse, con frecuencia lo hacen porque tratan de alejarse de una situación
aparentemente imposible de manejar. Agregan que la etiología es multifactorial,
pero
también
pueden
identificarse
factores
sociodemográficos,
clínicos,
neurobiológicos y genéticos. Por tanto, todo lo que existe y sucede, es factor de
suicidio.
Ana G. Gutiérrez et al, (2016) refieren por su parte que, al ser el suicidio, un
problema que crece, es el motivo por el cual no se le ha podido comprender en su
totalidad, y agregan lo mismo que los autores revisados en supra líneas, y es que
el suicidio es de origen multifactorial y complejo para estudiarlo. Pero algo
interesante que dicen, es que la Food and Drug Administration (FDA), en el vecino
país de norte, refieren que no existe estudio que soporte que el medicamento
conocido como antidepresivo, que en realidad es un inhibidor selectivo de la
recaptura de serotonina y el suicidio, por lo que dejan ver entre líneas, la dudosa
efectividad de los llamados “antidepresivos”. Y no se queda ahí, sino que dicen que
los tratamientos con este tipo de medicamentos, el riesgo suicida puede
incrementarse, principalmente en los primeros días del uso de los ISRS.
Y hablando del suicidio desde la perspectiva médica, el Dr. Sergio Andrés
Pérez Barrero (1999), propone cinco variantes, con las que, según él, llevar un
tratamiento adecuado. Lo que parece un tanto optimista que, con solo cinco
preguntas, se puede prevenir el suicidio. Pero, Piedrahita, L. et al, nos dicen que,
para generar un verdadero clima de prevención, se deben de impulsar a la
población, las conductas llamadas “protectoras”, como difundir los factores de
riesgo, lo que generaría información para el abordaje inicial a educadores y padres
de familia.
27
Por lo que, volviendo al punto repetitivo, no se puede encontrar una
información que nos proporcione una pista para desenmarañar en las hipótesis que
generan las interrogantes que surgen con las investigaciones sobre suicidio.
Continuando con el tema, Argumedo, C. et al (2004), dicen que la etapa de
la adolescencia es de cambios y descubrimientos, y esto genera situaciones de
ansiedad, y, probablemente depresión, lo que puede culminar, con una tentativa de
suicidio. Concluye sugiriendo estrategias como la charla, la entrevista, y test, ya que
mostraron ser efectivos para la detección de la conducta suicida.
Por su parte, Tuesca, R. y Navarro, E. (2010), refieren que en Colombia el
suicidio se considera un problema de salud pública, pues se sitúa entre las
principales causas de muerte. El arma de fuego y ahorcarse son prácticas
habituales en hombres, y la mujer emplea métodos como la ingesta de
medicamentos. Una de las explicaciones, refieren, consiste en que la mujer use la
tentativa principalmente como forma de pedir ayuda.
Por tanto, como es común en todas las investigaciones revisadas y escogidas
al azar y únicamente por la especialidad de quienes investigan, es decir, de la
medicina, de la psicología, etc. Pero, la mayoría, como explicación del suicidio,
culpan a situaciones psico-sociales, y es que en realidad tienen algo de razón, pero
casi ninguna investigación toma en cuenta la formación o constitución particular y
exclusiva del inconsciente del sujeto, supongo, dada la complejidad de grado de
estudio que se necesita para realizar una indagación de corte psicoanalítico, lo que
convertiría al suicidio en una investigación particular, y nunca una explicación
universal para todos los suicidios, como si todas las personas fueran iguales
psíquicamente.
En el mismo sentido Enrique Echeburúa (2015), refiere que, para atender la
conducta suicida, es poder observar las diferentes formas clínicas en que se
manifiestan dichas conductas, y ponerlas a contraluz con los diferentes trastornos
mentales, y discutir las posibles decisiones clínicas que se le ofrecen al terapeuta.
Lo que hace surgir la pregunta. ¿Por qué todas las investigaciones terminan con la
misma conclusión? Esto se puede comprobar con las anteriores investigaciones
28
publicadas, la de Echeburúa y la de Erika Yohanna Bedoya Cardona Y Ludivia
Esther Montaño Villalba en su texto (2016), quienes ponen todo el peso del suicidio
en los factores externos al sujeto, como lo son; los factores económicos, los factores
climáticos y geográficos, la guerra, la religión, etc.
La gran mayoría de las investigaciones, encabezadas por la Organización
Mundial de la Salud (OMS 2011), y el INEGI (2019 y 2020), concluyen en resultados
de estadísticas, o factores socio-culturales, a las que agregamos ahora, factores
medioambientales. Como las Doctoras las Doctoras Marisol Cota Gaytán y Rebeca
Robles García (2013), refieren factores, la migración, los conflictos o la ausencia de
pareja, el desempleo, problemas laborales, la partida de los hijos de casa o la
pérdida de la pareja, la vejez y el deterioro físico que implica además de la
enfermedad. O como los Doctores César González González y Eduardo Ángel
Madrigal de León, (2013), quienes atribuyen la conducta suicida a factores
neurobiológicos como los neurotransmisores, serotonina, noradrenalina y el GABA,
sus metabolitos, el colesterol y la protein Kinasa C, pero también los asocian a
algunas estructuras cerebrales como la amígdala, los núcleos septales, la corteza
prefrontal y el hipocampo, que no se ha podido corroborar, por cierto. Pero que en
el medio médico esto es bien difundido, por ejemplo, el Dr. Óscar Zúñiga Partida
(2013), concluye que los factores de riesgo suicida son, un perfil de impulsividad y
agresividad asociado a consumo de sustancias, enfermedad física o psiquiátrica.
Audrey Julietta Mendoza Arana, Roque Quintanilla Montoya y Rubén Soltero
Aguilar, (2013), dicen que condiciones de pobreza, aislamiento geográfico
delimitado por comunidades pequeñas, falta de servicios, y la ausencia de
estructura de servicios desarrollo social, son factores del suicidio en adultos
mayores, pero, definitivamente, esto mismo se puede citar como factor de riesgo en
cualquier grupo de edad.
Continuando con el suicidio, pero en el adulto mayor, Victoria de la Caridad
Ribot Reyes, Maritza Alfonso Romero, Martha Elena Ramos Arteaga y Antonio
González Castillo (2012), refieren que el principal factor de riesgo lo constituye la
depresión, asociada o no a otros factores como enfermedades invalidantes,
29
pérdidas sociales, familiares y personales. Casi en el mismo sentid la Dra. Rebeca
Robles García (2013) dice que la terapia Cognitivo Conductual y la Terapia
Dialéctica Conductual ayudan con la conducta suicida, nos dice que dichas terapias
se basan en que los conocimientos biopsicosociales sobre la conducta suicida, una
predisposición biológica en combinación con un ambiente invalidante de las
emociones individuales provoca la inestabilidad que termina por generar dicha
conducta.
Héctor Hiram Hernández y René Flores (2011), refieren que los actores
principales de suicidio son jóvenes entre 15 y 34 años y agregan que la
desesperanza generada cuando sus posibilidades de continuar estudiando se van
limitando, pues saben que les será difícil encontrar un empleo y cuando lo obtengan,
los salarios serán bajos, y quizás tendrán que migrar a otra parte del país o al
extranjero para sobrevivir, por ello, vivirán en la zozobra de no tener un empleo
formal y seguro, no tendrán seguridad social ni jubilación, lo que asegura una vejez
difícil y en pobreza, y, ante la disminución de la fecundidad y el aumento de los
divorcios, son situaciones que favorecen la decisión de suicidarse.
Salvo lo propuesto por Andrés Felipe Palacio (2010), que es una bocanada
de aire fresco. Quien inicia un recorrido quien realiza un recorrido leyendo de Émile
Durkheim. Quien describía diferentes formas de suicidio y su causa, por ejemplo;
decía que “Hay dos clases de causas extrasociales a los que se puede atribuir a
piori, una influencia sobre las cifras de los suicidios: son las posiciones órganopsicológicas y la naturaleza del medio físico” (Durkheim, 1897, E. p:1). Que, si bien
esto ha sido estudiado hasta el cansancio, sin llegar a un consenso, realmente su
aporte a la prevención de dicho fenómeno cuenta con más de 100 años, y las
conclusiones, desde Durkheim a la fecha han sido siempre las mismas (100 años
de lo mismo). Pero lo realmente importante que dice Durkheim, es que “Para
comprender el fenómeno que estudiamos, no es un buen método el de remontarnos,
por lo pronto, a sus causas más próximas, sino a condición de ascender más en la
serie de los fenómenos, cuando la necesidad de ello se haga sentir” (Durkheim, É.
p: 65). Por ello, Palacio, nos dice que es apresurado atribuir la causalidad del
30
suicidio con la depresión. Que el desajuste que genera el suicidio, proviene de un
desajuste entre la estructura social y la conciencia cultural, es decir, una desviación
social, como, por ejemplo, la existencia de modelos de conducta no permitidos.
(2010). Esto es solo el inicio, pues su propuesta radica en el psicoanálisis, que
aunque pase de los 10 años de vigencia que se manejan en el Estado del Arte,
definitivamente siguen siendo relevantes en el presente, y que refieren que no
podemos dejar de lado un aspecto muy importante que se enfoca en la particular
subjetividad humana; que sí toma en cuenta el psicoanálisis. Pues tanto Freud como
Lacan tiene sus hipótesis sobre el suicidio.
En “La etiología de la histeria” Sigmund Freud (p:175-176) (1893-99), donde
no se trata de un tiempo cronológico en el que un suceso da como consecuencia
los actos suicidas, sino que ello resulta de un tiempo lógico, en el que un suceso
actual, recuerdo o fantasía cobra valor traumático y da lugar a los actos suicidas.
Posteriormente en “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901), Freud le otorgará al
suicido un estatuto psicopatológico ya que, a propósito de actos fallidos que pueden
causar graves daños a quien los cometen, refiere:
“Hay en permanente acecho una tendencia a la autopunición, que
de ordinario se exterioriza como autorreproches, o presta su aporte a la
formación de síntoma; ella saca hábil partido de una situación externa que
por casualidad se le ofrece, o aun ayuda a crearla hasta alcanzar el efecto
dañino deseado… Junto al suicidio deliberado consciente existe también
una autoaniquilación semielaborada -con propósito inconsciente- que
sabe explotar hábilmente un riesgo mortal y enmascararlo como azaroso
infortunio (…) En efecto, la tendencia a la autoaniquilación está presente
con cierta intensidad en un número de seres humanos mayor que el de
aquellos en que se abre paso. Las lesiones infligidas a sí mismo son, por
regla general, un compromiso entre esa pulsión y las fuerzas que todavía
se le contraponen, y aún en los casos en que realmente se llega el
suicidio, la inclinación a ello estuvo presente desde mucho tiempo antes
con menor intensidad, o bien como una tendencia inconsciente y
sofocada”. (Freud, Tomo IV: 175-176).
31
Palacio nos dice que con Lacan aprendimos a que “un acto es una palabra”,
y que de tal forma que en todo suicidio aparece un significante en acto, aunque
siempre se tratará de uno distinto. Ese significante aparecerá al ser leído, no antes.
De esta forma, en el suicidio también se tratará de captar lo simbólico, más allá del
registro imaginario que suele llenar de sentido ese acto:
“Cuanto más se afirma el sujeto con ayuda del significante como
queriendo salir de la cadena significante, más se mete en ella y en ella se
integra, más se convierte él mismo en un signo de dicha cadena. Si la
anula, se hace, él, más signo que nunca. Y esto por una simple razón –
precisamente, tan pronto el sujeto está muerto se convierte para los otros
en un signo eterno, y los suicidas más que el resto” (Lacan, 2007: 253254).
CONCLUSIÓN
Al analizar todos los factores de riesgo que se proponen en las lecturas, las
desventajas socioeconómicas de las personas de estos estratos sociales, que
proponen como otro factor relevante, y análisis del suicidio como el de Durkheim.
Solo puedo llegar a la conclusión que todos los análisis describen ciertas
particularidades de la vida del suicida, y con ello pretenden “saber” el motivo y curar
los síntomas en las personas. Lo anterior solo son acciones por parte de estos
organismos y dependencias gubernamentales, dejando de lado escondida las
causas que propician dicha conducta.
Es evidente que los gobiernos y los medios de producción son los que
fomentan la conducta suicida. Forzosamente se necesita mano de obra barata que,
por medio de la plusvalía de su trabajo, generen riqueza o servicios; y hasta aquí
termina su utilidad, entonces son relegados a lugares sin servicios como agua,
drenaje, calles pavimentadas, seguridad pública, internet etc.
Los servicios son reservados para los gobernantes, para los dueños de los
medios de producción y la necesaria clase media, que en general, son quienes
pueden costear los productos y servicios descritos, y las personas que son arrojadas
32
por la sociedad a estos lugares, en consecuencia, al no ser rentable su existencia,
son víctimas de los factores y situaciones ya descritos en la investigación.
Entonces parte de la solución sería, proporcionar a estas personas, los
mismos servicios que a las clases con poder económico, pues las personas en esta
posición, también son bombardeados con la propaganda del prototipo de persona
feliz y exitosa, que debe tener buena casa, buen cuerpo, buen trabajo. Y ese es el
prototipo de persona exitosa en occidente. Pero, no ser poder comprar “la casa o el
auto de sus sueños, o ser la persona que les dicen deberían ser”, pueden ser
señalados como personas que no cumplen con los “requisitos” para ser tomados en
cuenta por la sociedad, y al sentirse desplazados, minimizados, etc., esa puede ser
una de las razones que habrían de investigarse cuando se habla de suicidio. ¿Cuál
es el daño que produce la clase dominante económicamente, al proponer prototipos
que debemos seguir?
Lo anterior dice que cada situación es particular y no responde a ningún
estado universal que se pueda explicar de alguna forma, por lo contrario, lo
inconsciente es subjetivo y solo se puede explicar por la propia persona, en el caso,
por supuesto, que la persona no haya utilizado un método letal. Pero en caso de ser
Referencias:
Argumedo, C. et al (2004). Prevención de suicidio y conductas autodestructivas en jóvenes.
recuperado de manera electrónica el 21 de mayo de 2021, de Liceo de Aserrí Sitio web:
https://www.cva.itesm.mx/biblioteca/pagina_con_formato_version_oct/apaweb.html
Barroso, A. (2019). Comprender el suicidio desde una perspectiva de género: una revisión crítica
bibliográfica. Recuperado de manera electrónica en fecha 08 de diciembre de 2020. Scielo.
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