Subido por John Matiz Castro

La Historia Secreta de la Toma de Cali

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SEMANA revela el violento plan de las disidencias de las Farc y las milicias
urbanas del ELN para sitiar a la capital del Valle del Cauca. Grabaciones e
información de inteligencia prueban que hubo una intención criminal en
medio del paro. ¿Quiénes están detrás?
El 28 de abril, todo parecía normal en Cali en medio de una masiva jornada de
protesta pacífica. Sin embargo, de forma paralela, se empezó a ejecutar el plan
criminal de las disidencias de las Farc y las milicias urbanas del ELN: la violenta
toma de la capital del Valle del Cauca. Dos semanas después, en un hecho sin
antecedentes en la historia del país, la tercera ciudad de Colombia, con más de 2
millones de habitantes, sigue literalmente en jaque.
La primera fase de la toma consistió en una oleada de vandalismo, que azotó a la
ciudad en diferentes puntos con quema de oficinas públicas, bancos, destrucción
del sistema de transporte masivo MIO, saqueo de locales comerciales y fuertes
enfrentamientos entre encapuchados y agentes del Esmad.
La violencia fue tal que el alcalde de la ciudad, Jorge Iván Ospina, se vio
obligado a decretar un toque de queda urgente después del mediodía de ese
miércoles 28 de abril. Los ciudadanos, aterrorizados, se resguardaron en sus
viviendas. Y, en las horas siguientes, se divulgaron centenares de videos en las
redes sociales, grabados en los desmanes o desde las ventanas de las casas.
Todo era, particularmente, violento, y fue más allá del habitual ataque con piedras
de vándalos a la fuerza pública, de gases lacrimógenos y desórdenes. ¿Qué fue lo
que sucedió realmente? Sin que nadie lo hubiese al menos sospechado, la
toma de Cali había empezado.
SEMANA tuvo acceso a un dosier de interceptaciones telefónicas e información de
inteligencia que dejan al descubierto cómo se organizó el bloqueo a la ciudad y
quiénes estuvieron detrás. Los investigadores poseen un informe reservado que
revela como las disidencias de las Farc, el ELN y grupos barriales y pandillas,
convertidos en “determinadores de los puntos de resistencia”, es decir, de los
bloqueos, se instalaron estratégicamente en cuatro sitios de Cali: en el Paso del
Comercio (para cerrar la vía a Palmira y al aeropuerto), en Calipso (para bloquear
el oriente) y en Puerto Rellena y Meléndez (para impedir la salida al Cauca).
La Portada al Mar también fue bloqueada, lo que truncó el paso a
Buenaventura, y, asimismo, el puente de Juanchito, que dejó incomunicada a
Cali con Candelaria, Valle. Los sectores de Sameco y Menga, asimismo, fueron
cerrados. La capital del Valle quedó literalmente cercada. Un plan que, además,
buscaba ahorcar el comercio y asfixiar económicamente a la ciudad.
Terrorismo urbano
Las cabezas de la toma de Cali son, según informes de inteligencia, Iván Márquez
con la Nueva Marquetalia, y alias Gentil Duarte, jefe de las disidencias de las Farc y
encargado del tráfico de drogas en el suroccidente del país, junto con sus
lugartenientes alias Jhonnier, alias David y alias Darío. El ELN también desplegó
milicianos en diferentes puntos de la ciudad para causar caos.
En el caso de las disidencias de las Farc, la cara más visible es Anderson Johan
Maldonado Cáceres, alias Jacobo, señalado de comandar las milicias de la
columna Dagoberto Ramos, capturado por la Fiscalía y la Policía en el barrio La
Unión, en el oriente de Cali.
Este hombre tenía todo el peso para asegurarse, desde las calles, que la
capital del Valle del Cauca quedara sitiada. Por parte del ELN, uno de los
protagonistas del plan criminal, de acuerdo con los investigadores, es Yeison
Lerma Castro, un hombre que creció en el distrito de Aguablanca en Cali.
En las grabaciones conocidas por SEMANA, se escucha a disidentes de las Farc y a
milicianos del ELN dando órdenes y organizando el transporte de material
explosivo, armas y hombres a los lugares más afectados por el vandalismo y los
ataques contra la fuerza pública. “Estoy necesitando unas cositas”, dice alias
Jacobo, en una conversación interceptada en la noche del 30 de abril. Al otro lado
de la línea, le responde una voz desde las montañas del norte del Cauca, según las
autoridades: “Ya le mandé la que está sin explosivos y la que tiene explosivos”.
Este material, posteriormente, se utilizó contra la fuerza pública en inmediaciones
de La Luna, uno de los escenarios de confrontación más convulsionados de Cali. El
plan de toma de la ciudad contempló también una fase de destrucción a gran
escala para provocar caos, desestabilización, sensación de desgobierno, terror
entre los ciudadanos y rechazo a la fuerza pública, especialmente, al Esmad, y así
bajarle la moral; aunque, según la Fiscalía, es innegable que algunos de los
integrantes de este cuerpo policial han cometido abusos y excesos en el uso de la
fuerza, y, por eso, ya avanzan decenas de investigaciones en contra de ellos.
De los centenares de horas de interceptaciones telefónicas, 60 son críticas y
arrojan pistas de lo ocurrido. Varias fueron trianguladas en La Luna, y tres de
esas líneas de comunicación pertenecen a alias Jacobo.
Las labores de inteligencia, lideradas por el general Eduardo
Enrique Zapateiro, comandante del Ejército Nacional, y el general Jorge Luis Vargas, director de la Policía
Nacional, han expuesto la estructura, la organización y el poder de las disidencias en la violenta toma de Cali.
© JUAN CARLOS SIERRA / GULLERMO TORRES REINA.
“Haga eso y queme la sim card, y queme todo, cambie todo. Porque esto está
horrible”, dice él, en una de sus últimas conversaciones antes de ser capturado. Su
mensaje iba dirigido a otros integrantes de la Dagoberto Ramos, infiltrados en la
protesta social para atacar a miembros de la Policía, destruir los CAI y toda la
infraestructura de la ciudad. No en vano, en estos 18 días de protestas fueron
quemadas 10 instalaciones policiales: estación la Sultana y los CAI Villa del Sur,
América, Loma de la Cruz, Pondaje, Paso del Comercio, Metropolitano, Cortijo,
Obrero y La Estancia. Ni en el peor momento de la guerra en Colombia se
presentó una escalada tan violenta contra los policías en las grandes
ciudades.
Atacar la infraestructura urbana fue crucial en el plan criminal para acorralar a Cali.
Por esa razón, en las últimas dos semanas, y de manera sistemática, incineraron 11
estaciones del MIO, y 80 buses fueron destruidos, 16 de ellos quemados. También
atacaron 22 entidades financieras, nueve sedes gubernamentales, un hotel, un
puesto de salud, un colegio; 55 establecimientos comerciales, saqueados y
quemados; 37 sistemas para fotomultas, destruidos; 63 estaciones de gasolina
resultaron afectadas; y al menos 21 vehículos de emergencia, entre ambulancias y
camiones de bomberos, vandalizados. En Cali, hasta ahora, ya se cuentan 45
muertos y 451 heridos.
Algunas de las calles de la capital del Valle parecían el escenario de una guerra
civil, y delincuentes lograron instalar retenes para extorsionar a los ciudadanos. La
orden era clara: bloquear por completo a Cali, y, por esa razón, instalaron
barricadas en varios municipios aledaños, como Buga, Tuluá y Palmira.
Por si fuera poco, las operaciones aéreas del aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón
fueron intermitentes, y la terminal tuvo que cerrar por completo por varios días,
en un hecho insólito e inédito, que ni siquiera se vivió en la peor época de la
guerra entre los carteles de Cali y Medellín, en la época de Pablo Escobar y los
Rodríguez Orejuela.
Las grabaciones de Jacobo
El actuar criminal del recién capturado alias Jacobo era tan descarado que,
permanentemente, se comunicaba con sus superiores en el Cauca para que le
enviaran apoyo a Cali. “Acá necesitando apoyo en la madrugada y en la noche.
Anoche se armó. Nos encendieron”, se le escucha en una grabación.
Uno de sus cómplices le responde: “¿Sí?, y ¿no tiraron eso que les dejamos?”.
“¿Qué dejaron ustedes?, porque las tres papas bomba, eso se perdieron”, dice
Jacobo. “No, ahí se le dejaron unas cosas”, le responden. “Aquí no aparece nada,
bueno, bueno. Hoy por la noche llego, es que tuve por allá un tropelito (…)
déjeme que ya en la noche llegamos por allá”, dice Jacobo en las interceptaciones.
Él tenía su base de operaciones, principalmente, en los barrios Ciudad 2000,
Alfonso López, El Vallado y La Unión, donde fue capturado. A Jacobo lo
responsabilizan de los hechos más violentos, como el ataque contra el CAI de la
Policía en Puerto Rellena, que ardió en llamas. También, la destrucción de las
estaciones del MIO en el barrio Calipso, y las balaceras en la comuna 20, la
mayoría en Siloé.
Todo eso sin contar con los robos bancarios y el traslado de milicianos de las
disidencias de las Farc a La Luna; allí estaba el hotel que hospedaba a los policías
que llegaron a Cali como refuerzo, y fue saqueado y atacado con explosivos. En
ese atentado participaron encapuchados e infiltrados de la Dagoberto Ramos.
Los milicianos de las disidencias de las Farc se citaron en la bomba Gazel de
La Luna. “A mí no me dejaron entrar por el arma, por el fierro no me dejaron
entrar”, se escucha en uno de los audios en poder de la Fiscalía.
Eso demostraría que iban armados esa noche, y que los manifestantes de las
protestas, que rechazaban los actos violentos, les prohibieron el ingreso; entonces,
Jacobo les dio una instrucción, cambiando los planes sobre la marcha: les pidió
llegar hasta cierto punto en taxi, y ordenó que alguien pagara el servicio de
transporte para que arribaran hasta La Luna. Los investigadores comprobaron que
en las conversaciones, cuando se habla de “cosas” o “cositas”, se refieren, la
mayoría de las veces, a material explosivo.
Las autoridades no tienen duda. El plan de la toma de Cali ha estado a cargo
de la columna Dagoberto Ramos, que opera en Corinto, Caloto y Miranda, en
Cauca, a escasos 30 minutos de la capital del Valle. Los hombres armados
habrían utilizado una ruta porosa entre Puerto Tejada y el corregimiento El
Hormiguero para entrar a la ciudad por cañaduzales y el sector de Navarro, todo
esto en el suroriente. Esa vía, recordada por la masacre de los cinco jóvenes en
Llano Verde, es un tránsito estratégico para la entrada de droga al distrito de
Aguablanca.
La Dagoberto Ramos forma parte del Comando Organizador de Occidente, un
sanguinario bloque disidente de las Farc que agrupa a ocho columnas y tres
frentes de excombatientes que nunca se acogieron al proceso de paz; es
comandado por alias Gentil Duarte e Iván Mordisco desde las selvas del Caquetá.
Ese comando, experto en terrorismo urbano y que se nutre del narcotráfico,
controla territorios en el norte del Cauca con la Dagoberto Ramos y la Jaime
Martínez, y el sur de ese departamento con el frente Carlos Patiño. Manejan las
rutas de la droga y grandes sembradíos de coca y marihuana.
© Alexandra Ruiz Siloe, la comuna de la resistencia.
Su proyecto criminal pretende controlar las redes urbanas del microtráfico,
así como sectores vulnerables donde es más fácil reclutar jóvenes. En el
informe reservado de inteligencia, conocido en exclusiva por SEMANA, se revela
que el suministro de armas para atacar a la fuerza pública está en manos de alias
Danielito, alias Anabeiba y alias Jonathan, del frente José María Becerra del ELN.
En el caso de las disidencias de las Farc, ese mismo papel lo cumplen alias el Rey,
alias 38 y alias Santo Niño.
La llamada Segunda Marquetalia juega un rol importante con ocho hombres y una
mujer, encargados también de suministrar armas y de formar parte de una
brigada clandestina para cometer actos violentos. Ellos son alias Steven, Sebastián,
Kelly, Pier, Pinky, Plo, Ruco, Coyote y Anthony. Uno de ellos es identificado como
articulador de masas con influencia en una universidad.
Las autoridades tienen en su poder pronunciamientos de los grupos armados que
comandaron la violenta toma de Cali.
A través de interceptaciones o videos enviados desde la clandestinidad, los
mensajes han sido muy claros sobre su intención de infiltrarse y aprovecharse de
las marchas pacíficas. La Nueva Marquetalia, de Iván Márquez, ha dicho: “Que
nada nos distraiga de la participación con todas nuestras fuerzas y la potencia en
la protesta social que se fortalece en Colombia”.
En el caso del grupo disidente de Gentil Duarte, los investigadores saben que ven
en el movimiento bolivariano una alternativa para la concreción de una “fuerza
política”. Y, por los lados del ELN, han ordenado participar y apoyar las
movilizaciones populares: “La orden que estamos dando es masificar el paro”.
© AFP El objetivo era bloquear por completo a Cali, y, por esa razón, instalaron barricadas en varios municipios
aledaños, como Buga, Tuluá y Palmira.
El papel criminal del ELN
El ELN también ha desempeñado un papel fundamental en el plan de la toma de
Cali durante el paro. Alias Lerma fue designado por este grupo armado ilegal para
liderar el abastecimiento de elementos y ocasionar los desmanes en medio de las
protestas.
Sus líneas telefónicas así como las de Jacobo funcionaban como una oficina
de despacho de elementos explosivos, según la información de inteligencia
conocida por SEMANA.
Lerma, quien ya fue capturado durante estos días de paro, creció en el distrito de
Aguablanca en Cali y fue identificado por las autoridades como Yeison Lerma
Castro, señalado de ser el cabecilla de la red de las milicias urbanas del frente José
María Becerra del ELN. Su misión no era solamente atentar contra la fuerza
pública, sino reclutar jóvenes en los barrios marginados del área metropolitana de
Cali, aprovechando los escenarios de inconformismo social.
En una de las interceptaciones, alias Lerma habla con otro hombre, identificado
como alias Jhon, quien le pide “cositas”, refiriéndose a munición. También
menciona “puntillas”, que en el lenguaje de dicha organización significa metralla,
para la fabricación de bombas molotov. En otro de los apartes, una mujer estaría
dispuesta a pagar hasta 7 millones de pesos por un arma. Las primeras pesquisas
indicarían que esta sería utilizada para atentar contra la vida de uniformados.
En muchos de los hechos ocurridos habrían utilizado armas del Estado para tratar
de inculpar a la fuerza pública. En la casa de alias Lerma se encontró una granada
del Esmad, modificada con explosivos y metralla, convirtiéndola en un artefacto
letal.
En el extenso dosier conocido por SEMANA sobre la toma de Cali, hay varios
elementos incautados, incluidas cartillas, en las que sobresale un manual de
instrucciones para promover “el cierre de vías” y “enfrentar a la fuerza pública”. El
documento está dirigido a “células de grupos urbanos y radicales en lo urbano”.
También, documentos con instrucciones para moverse en las redes sociales, y
convertir en virales las piezas gráficas que enardecen la protesta. Una de las
recomendaciones más importantes es que en los bloqueos se armen cocinas “para
que el paro no muera”. El manual habla claramente de cómo crear “grupos de
gestión para conseguir donaciones de alimentos, pinturas y herramientas para
protegerse”.
Asimismo, se comparten links para interconectar a todos los grupos radicales
en las diferentes ciudades del país. Se explica cómo fabricar perforadores de
llantas, los mismos utilizados en los disturbios de Chile, llamados ‘miguelitos’.
Ofrecen instrucciones para neutralizar “las ballenas”, es decir, las tanquetas de la
fuerza pública, regando aceite en el piso. Piden que les den gaseosa con laxantes
y veneno a los miembros del Esmad, y explican cómo dejar inútiles las motos de
los policías.
Adicional a ello, queda establecido que la vigilancia de las fuerzas se haga con
drones desde el aire y que reporten los movimientos de los uniformados, además
de usar la plataforma Telegram para enviar mensajes de voz como si se tratara de
radioteléfonos. Para los más radicales que no están armados, también hay un
manual.
“Lleven vinagre y pañuelos para el gas lacrimógeno, pintura para cegar al Esmad,
miguelitos (pedazos de mangueras con clavos) para las llantas, en una
confrontación golpeen los genitales y muerdan, aceite para echar en las máquinas,
celular cargado, tracen vías de escape en grupo, si los intentan agarrar, abrazan las
piernas de la gente”, se lee en los documentos.
© AFP Aunque el presidente Iván Duque ha viajado a Cali para avanzar y liderar directamente las negociaciones,
al Gobierno nacional se lo ha calificado de tímido a la hora de intervenir para impedir que los bloqueos se
prolongaran por varios días. Entre tanto, el papel del alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, ha sido cuestionado por
su ambigüedad frente a varios episodios y el vacío de autoridad.
¿De dónde sale la plata?
La toma de Cali ha sido financiada, según las autoridades, por el narcotráfico.
De lo contrario, habría sido imposible. Las gruesas sumas de dinero
garantizaban la permanencia indefinida de los bloqueos. Para ello, en cada punto
asignaban entre 10 y 15 personas de confianza para mover y organizar a la gente.
También se pusieron al servicio varios vehículos particulares que iban de lado a
lado de la ciudad, abasteciendo a los vándalos, entregándoles alimentos, agua y
dinero en efectivo.
Los investigadores establecieron que parte de los millonarios recursos para la
logística empezaron a llegar a Cali de alias Marcos Pacífico, uno de los jefes del
ELN que actúa en el suroccidente del país. Se descubrió que la plata fue movida a
través de correos humanos. Una de las modalidades era llevarla camuflada en
neveras de icopor, simulando que era comida o pescado.
Al mismo tiempo, se conoció que emisarios de las disidencias de las Farc, de
Gentil Duarte, se encargaron de reclutar pandilleros y toda clase de delincuentes
comunes para participar en las marchas.
Además de millonarios giros de dinero, les entregaron armas. También
pagaron para la construcción de más de 200 escudos de hierro para que se
protegieran en medio de los enfrentamientos.
Los primeros pasos para la toma de Cali se dieron en abril, cuando las autoridades
comenzaron a detectar que varios de los jefes de los vándalos arribaron a la
ciudad junto con jóvenes que salían desde Bogotá, Neiva y Cúcuta.
A la capital del Valle llegaron a casas de fachada, y se fueron preparando para
actos violentos con la gente ya reclutada en la ciudad. Otras viviendas fueron
adecuadas para entrenamientos en el uso de bombas molotov. Estos grupos ya se
identificaban como brigadas clandestinas.
Agentes encubiertos siguieron de cerca algunos de los movimientos de los líderes
que asistían a reuniones en distintos sectores de Cali, en las que se planeaba la
manera de intervenir violentamente en las manifestaciones.
Allí se empezaron a conocer los planes para bloquear a Cali.
Por otra parte, inteligencia detectó que, desde comienzos de 2020, el ELN envió a
sus llamados líderes políticos a varias zonas del país, aprovechando la pandemia,
para realizar lo que llaman el “trabajo barrial”. En Bogotá, Cali, Medellín, Neiva,
Barranquilla, Santa Marta, Bucaramanga y Cúcuta, entre otras ciudades, llegaron a
barrios populares y de escasos recursos, haciendo trabajo social ante la difícil
situación. Entregaban mercados, medicinas, hacían ollas o almuerzos comunitarios
en los parques durante los fines de semana, y realizaban actividades artísticas y
deportivas, especialmente. A eso lo llamaron “elenización en las ciudades”.
Las llamadas disidencias de las Farc ya estaban haciendo lo propio con las milicias
urbanas, que no dejaban de aparecer en sectores populares. Todo esto lo han
confirmado las autoridades, a través de confesiones de algunos capturados e
incautación de documentos, en los que aparecen nombres, barrios, líderes, pagos
de nómina que van desde 200.000 pesos hasta pagos a líderes de entre 3 y 9
millones de pesos. Además, les ofrecen un abogado pago en caso de ser
capturados.
Igualmente, las autoridades tienen conocimiento de que incluso se estaría
fraguando una gran asonada en Cali contra funcionarios del más alto nivel del
Estado, y se estarían pagando millonarias sumas de dinero por atentados
selectivos de “alto impacto”.
Para completar este preocupante panorama, la minga indígena llegó a Cali el
primero de mayo. Todo se complicó. Los indígenas terminaron mezclándose en
los bloqueos con los manifestantes y vándalos, y organizaron sus propios retenes
y requisas. Esto indignó profundamente a un sector de la ciudad hasta tal punto
que las autoridades investigan quiénes fueron las personas armadas registradas
en video, disparando y camufladas entre la minga.
El pasado domingo, el caos estalló cuando se enfrentaron indígenas con
habitantes en Ciudad Jardín y Pance. En los choques hubo disparos, por lo menos
diez heridos y asaltos de algunos indígenas a condominios privados. Hoy todavía
no se sabe con exactitud quiénes son los responsables. Las redes sociales también
han sido aprovechadas por los delincuentes en la toma de Cali, y las autoridades
indagan el papel de algunos políticos en la toma de la ciudad.
© AFP - PAOLA MAFLA Las autoridades tienen en su poder pronunciamientos de los grupos armados
que comandaron la violenta toma de Cali. Los mensajes han sido muy claros sobre su intención de
infiltrarse y aprovecharse de las marchas pacíficas.
El desempeño del alcalde de Cali ha sido cuestionado por su ambigüedad frente a
varios episodios. Por momentos se sintió un preocupante vacío de autoridad, que
él mismo reconoce. Entre tanto, el Gobierno nacional fue tímido a la hora de
intervenir para impedir que los bloqueos se prolongaran por varios días.
Nadie niega que en Colombia hay razones para salir a protestar de forma
pacífica. Sin embargo, el reciente paro, que aún no termina y en medio de los
bloqueos, puso al descubierto el poder destructivo del terrorismo urbano,
promovido por las disidencias de las Farc y los milicianos del ELN.
Ha quedado claro el nuevo y grave problema enfrentado por los ciudadanos y las
autoridades bajo la amenaza de un monstruo de siete cabezas, alimentado por el
narcotráfico, y compuesto por grupos sanguinarios capaces de tomarse una
ciudad entera por varios días y ante la mirada atónita del mundo, como ocurre
hoy en Cali. Quieren lograr lo mismo en Bogotá y Medellín. Colombia está avisada.
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