Subido por abs.bolano

DANIEL RIVERA (1)

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Sobre la vida y la obra de Daniel Rivera Meza
Daniel Rivera Meza fue uno de los diez hijos nacidos y criados en el hogar de Daniel Rivera
Arrieta y Margarita Meza. El padre siempre le inculcó el amor por el campo y de todos los
oficios que desempeñaba prefería la siembra. Para él la siembra era esperanza, optimismo;
como la cosecha era un reconocimiento a la paciencia y al trabajo. La madre tenía una
tienda donde vendía toda clase de dulces caseros: cocadas, panelitas, enyudados…Daniel
Rivera Meza cursó parte de la primaria en la escuela rural de Pileta y la otra parte en la
Normal Superior de varones de Corozal-Sucre. Recuerda especialmente a su primer
maestro: Pedro Díaz Severiche. Desde su visión de niño lo veía como un héroe, un
paradigma. Él sembró en Daniel la curiosidad por el saber, lo introdujo en el mundo de los
libros.
En ese tiempo la Caja de Crédito Agrario tenía el llamado ahorro escolar. Daniel sembraba
hortalizas y las iba a vender en el burro a corozal y compraba estampillas de la caja agraria.
El 31 de octubre le cambiaron las estampillas por su primer libro. David Copperfield de
Charles Dickens. Fue una experiencia fascinante que compartió con su hermana y ambos
comentaban el relato con gran entusiasmo. “Fue un universo compartido. Mientras las
clases del maestro Pedro eran ventanas que expandían nuestro mundo a través de la
literatura”.
Un día supo que había oficios de alto nivel. Su idea inicial fue la arquitectura. Sin embargo,
era inalcanzable en aquel momento, después sintió pasión por la biología, pero al ingresar
a la Normal de Varones de Corozal, cuando vio el ajetreo de la enseñanza, supo que quería
enseñar y así podría motivar a los niños en la edificación de sus sueños.
Además de pedagogo, Daniel Rivera Meza es Licenciado en filología e idiomas de la
universidad del Atlántico. Especialista en metodología para la enseñanza del español y la
literatura de la universidad de pamplona. Magister en educación en el instituto IPLAC de la
Habana, Cuba. Cursó studios de metodología del francés en el centro Carel de Royan-Francia
y en la universidad Laval Québec-Canada. Se desempeñó como docente durante 44 años en
los niveles de preescolar a maestría, mayormente en programas de formación de maestros.
Se desempeñó como Par académico del ministerio de educación nacional; fue Cofundador
del círculo de estudios literarios Héctor Rojas Herazo. Fundador y director de las revistas
CAMINOS, CEDRON Y PALABRA MAESTRA. Miembro de la unión de escritores de Sucre y del
parlamento internacional de escritores y del taller literario nacional Raúl Gómez Jattin.
Conferencista, tallerista, autor, director, libretista y actor de teatro.
Disfrutó el trabajo de maestro durante 44 años y hoy, felizmente pensionado, se dedica
completamente a la escritura.
Sus obras publicadas son: Voces rostros y quimeras, profanación, Del barro en su tragedia y
cuentos para iluminar la noche. Este año fue ganador del premio confinartes del fondo
mixto de Sucre con el cuentario Mientras la peste.
La vida nuda y la mujer en el poemario Profanación de Daniel Rivera Meza
Rota mariposa
has resistido el rigor de la artillería infame
de las Libélulas de Fuego…
…Un día todo terminará
Y la noche rota en versos
Eclosionará pimpollos de catleyas
en las bocas de los rifles.
Y los cañones escupirán poesías azules.
José Luis Gonzales Mendoza
Sincelejo 20 de junio de 2001
Ante la violencia acaecida en Colombia en los últimos años, vasos concomitantes han
permitido concurrir a un grupo de poetas en una temática reveladora, como lo es, la vida
nuda en personajes femeninos. Pese a que tal postulación por parte de Giorgio Agamben,
hace referencia a una vida cercenada impunemente para mantener un orden o para
instaurarlo; estas metáforas muestran en la mujer, un espíritu de persistencia ontológica y
de resistencia, que se manifiesta en el escepticismo y la incredulidad, en unos casos o en
una fuerza inusitada para señalar y persistir, en otros.
En ciertos momentos es una poesía directa en la que a algunos de los diferentes
actores del conflicto armado se les observa un espíritu irracional, antitético, con claras
violaciones a los derechos humanos. Ante ello, la poesía cuestiona sutilmente estos
componentes no solo como testamento de lo humano, sino como un fenómeno político.
Así, lo plantea Agamben en tres de sus obras: el Homo Sacer, Estado de excepción y Lo que
queda de Auschwitz; obras
que revelan una total desposesión del ser en hechos
encadenados y repetibles.
En Colombia, una serie de hechos luctuosos marcaron una época y dejaron una estela
de muertes y desapariciones que han continuado paulatina y sistemáticamente. El Centro
Nacional de Memoria Histórica, que busca contribuir a la reparación integral y al derecho a
la verdad, a través de la recuperación, conservación y divulgación de las memorias
individuales y colectivas, ha reconocido el territorio de los Montes de María1 como un
escenario en el que grupos paramilitares perpetraron muertes dentro de la población civil
al considerarlos colaboradores, desertores o auxiliadores de grupos subversivos (CNMH,
2010b, página 241).
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1
Los Montes de María son una sub región que se encuentra entre los departamentos de Bolívar y Sucre, en el
Caribe colombiano, un amplio territorio de tradición agrícola y ganadera cuya ubicación geográfica lo
consolidó como corredor que comunica a buena parte del país con la región Caribe y algunos de sus principales
puertos. Estas características, sumadas a la importante historia de lucha por la tierra adelantada por los
movimientos campesinos, dieron como resultado un escenario de cruentas masacres donde diversos actores
lucharon por su control.
A pesar de que la población civil fue sometida a toda clase de vejámenes, algunos justifican
los “métodos”. Los criterios en cuanto a los hechos acontecidos en dichas operaciones en
pro de “la seguridad nacional” continúan siendo ambivalentes, aceptables, justificables.
La poeta y periodista peruana Rocío Silva Santisteban, atribuye tal fenómeno, entre otras
cosas, al discurso de “la guerra sucia” el cual viene a ser una articulación de sentidos
vehiculizados para organizar un razonamiento, una lógica y una gramática instituida por los
militares y civiles que a su vez se constituye en una práctica para producir toda una suerte
de actos delictivos, incluso asesinatos, con la finalidad de controlar políticamente las
instituciones de una nación determinada en un momento de conflicto social. Silva
Santisteban. (2006 P. 4).
En este texto se abordará uno de estos autores que han empleado variadas formas
representacionales, mediatizadas por un “culto a la violencia que empieza por el lenguaje”
en el que persiste una “retórica del exceso”, según encuentra Mónica Marinone (2015) en
las novelas de Fernando Vallejo (p. 146), Daniel Rivera Meza. En su poemario “profanación”
se destacan entre sus temáticas, la muerte violenta por luchas armadas (guerrilleros,
ejército, paramilitares), los asesinatos de líderes sociales y campesinos, como resultado de
los conflictos entre los anteriores, y, como es de esperarse, la violencia contra la mujer. A
ellas, Daniel Rivera Meza dedica un capítulo titulado: “Paso de las heroínas” en el que un
solo verso puede justificar este estudio hacia el rescate de lo humano, hacia la recuperación
de los propósitos, hacia la sanación y la liberación que produce el verso cuando capta la
esencia y se convierte en un canto colectivo de vida y de esperanza.
En el capítulo que antecede al “Paso de las heroínas”, titulado “el tiempo sobre las ruinas”,
encontramos el poema “Retorno” que ejemplifica lo dicho a través de la vida de un
campesino que añora su regreso a casa:
En su pecho, el alborozo anticipado
del abrazo a la mujer y a los hijos:
una fiesta de los corazones
en la familia que le espera. (p. 48).
No obstante, se presenta un enfrentamiento armado. No se sabe de quiénes. La sola
mención significaría dar pie a una nominación de dolor, que ya no importaría. Los autores
de la muerte no tienen nombres. Lo que interesa son sus consecuencias:
Del pueblo y de su hogar
solo un reguero de escombros y cenizas…
“Tu mujer y tus hijos -le dicenMurieron con la explosión de las bombas” ( p. 48)
En este escenario montemariano aparece la figura de la mujer, herida por las
humillaciones, las pérdidas y las balas; traslúcida en los libros de historia, pero, hábilmente
visibilizada a través de las metáforas de algunos autores, entre los cuales se destaca Rivera
Meza, cuyos poemas han sido de gran impacto al ficcionalizar historias reales y poner al
descubierto la figura de la mujer en medio de la guerra.
Es posible referirse a una “retórica de lo humano” en el siguiente texto, pues, en éste
se configura una forma de nombrar lo que sucede a esos personajes femeninos. En el
capítulo que nos concierne, Daniel Rivera Meza expone la tragedia de una campesina a
través de su poema “Miguelina”:
¡No estés triste, Miguelina!
No suspires ni llores mientras cuentas
La historia del día
En que todos murieron,
En que tú moriste.
El poeta recoge la impresión de una mujer que lo perdió todo. Es una sobreviviente
que no vive, que hubiese preferido estar en el lugar de sus hijos. Siente que su dolor no
tiene fin. El poeta finaliza el poema con una exhortación:
¡Sacúdete ese llanto, Miguelina!
Tu hombre, tus hijos y otros hijos
De otros hombres y mujeres
Siguen vivos en el dolor
Que perturba las conciencias. (p.75).
Ella no está sola y ese dolor que tanto perturba debe ser expiado. Narrar un hecho
luctuoso es enfrentarlo. Una cruz, una lápida, una flor, un réquiem, son maneras de
expresarlo, no obstante, Paul Ricoaur otorga especial poder a la palabra, en cuanto es
en sí misma vehículo de sanación y liberación. Para Ricour la mediación narrativa es
necesaria, en tanto que, da paso a la identificación del personaje en el relato, para
luego, reconocerse a sí mismo. Su papel en el ahora y en el devenir.
La intimidad, como territorio de la experiencia, se verbaliza y se libera a través del
lenguaje, de lo común, pero también a través de la simulación de experiencias análogas,
personalizándolas e infundiéndoles las “estructuras del sentir” o “estructuras de
sentimiento” (reflexión crítica y teórica e hipótesis cultural) de Raymond Williams (2003).
Además, se presenta una exposición poética en la que se cruzan lo íntimo y lo privado, lo
público y lo social, intersecándose también con la memoria. Ante este cruce temático,
Beatriz Sarlo (2005) reflexiona que “la narración de la experiencia está unida al cuerpo y a
la voz, a una presencia real del sujeto en la escena del pasado. No hay testimonio sin
experiencia, pero tampoco hay experiencia sin narración: el lenguaje libera lo mudo de la
experiencia, la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable, es
decir, lo común.” (p. 29). Así lo expresa Elisenda en el poema que lleva su nombre:
Desterrada de su suelo
Con el sosiego en ruinas,
La respuesta de Elisenda
A la invitación del pacifista:
“¡No puedo perdonar
Ahora, ni nunca;
Mis semillas de perdón
Arderán conmigo en el infierno!”. (p.70)
Los poemas de Daniel Rivera en su sección “Paso de las heroínas” observan una mirada
compasiva de las mujeres que desfilan por allí. La ruptura del universo familiar se convierte
en el primer paso del proceso de desposesión. Atrás queda el “salario conquistado”, la
“prisa por llegar”. El hablante lírico se ha enfocado en las vivencias del hombre, y, tal vez,
pensando como en una especie de novela, el poeta ha dejado para después lo que sucede
en una posible casa, digamos la del poema llamado “Bertilda”, donde se encuentra “la
cocina sin puertas de Bertilda”, en la que se aprecia el “fuego tribal en el fogón de leña /
hermandad de cada día /traducida en diálogos y risas”. No obstante, el clima cálido es roto:
“En la hora de las tinieblas / la agresión sin medida: / estragos de la tempestad / en la mesa
y en las almas” (2013, p. 67).
Esos versos son sutiles, incluso, pero en el poema “Catalina” el tono cambia totalmente.
Es más crudo, más descarnado:
“Mutilado el padre.
Degollados los hijos
caudal de llanto en la rabia sin orillas.
Brasas de dolor ardiendo en el pecho (p. 68).
Hay no obstante en el poema, una sutil mirada, introspectiva de padecimiento. La
historia ha culpado a la mujer de todos los males ¿por qué habría de ser ella la excepción?
Catalina busca en sus recuerdos la posible razón por la cual ha llegado a su hogar tanta
desgracia:
“Catalina se alimenta de recuerdos
engarzados en un solo pensamiento:
encontrar la razón de su infortunio” (p. 68).
Digamos que en esta sección
Rivera Meza muestra un proceso progresivo de
violencias. Un lenguaje que inquiere, pero que muestra, aun en su exposición problemática,
semillas de misericordia ante, inclusive, la violación. Aquí aparece de manera fehaciente la
expresión vida nuda (Agamben), vista como un despojo de sus derechos básicos, y expuesta
a la violencia: una completa deshumanización.
En ese sentido, existe quizá, una percepción moral en varios de estos poemas; moral
que conlleva una política, la cual busca denunciar, primero, la ruptura de la dignidad y,
segundo, el peso de las violaciones. Acerca de lo primeramente enunciado, aparece el
poema “Hortensia”, por ejemplo,
Cumple años primaverales
Hortensia, la niña de la casa;
Sonrisa repartida en heredad,
princesa en el corazón del padre.
Libertad en sus pasos vírgenes
Ese día de horizontes sin sol.
Agresión en facha de hombres
ultraje y violación
frente al llanto del padre
amarrado al árbol más frondoso” ( p. 72).
Lo segundo apunta no solo a las relaciones de poder asimétricas sino a la encarnación
de las violencias de género.
Cobra mucho más una naturaleza moral en el poema “Eleonora”, que describe la vida
de varias mujeres prostituidas que se ganan “el sustento con valentía de walkirias a
espaldas de su dignidad”.
Cortesanas vestidas de oropel
En la vendimia de risas y caricias;
Soberanas sin corona,
En su reino de mentiras.
En una noche sin luna ni estrellas
El ataque de los hombres armados:
Fuerza, lujuria sin freno
Sobre el honor nunca vendido.
Al término de la orgía
El abuso trocado en muerte. (p. 69)
En esta retórica de la presentación de la indignidad, surge una verificación lírica de la
vida nuda de Agamben “es decir la vida a quien cualquiera puede dar muerte pero que es a
la vez insacrificable del homo sacer” (2006, p. 18).
De alguna manera, la vida nuda que expresa Daniel Rivera tiene el poder contradictorio
de que esta vida natural, biológica, se convierta en vida pública de denuncia de la exclusión
(2006, p. 16). De hecho, como violación de los derechos humanos, la violencia del conflicto
armado y su posterior revisión lírica, convertida en poesía del dolor como memoria,
adquiere otro sentido, en palabras de Sarlo (2005): “El discurso de la memoria, convertido
en testimonio, tiene la ambición de autodefenderse; quiere persuadir al interlocutor
presente y asegurarse una posición en el futuro; precisamente por eso también se le
atribuye un efecto reparador de la subjetividad” (p. 68).
En un poema como “Madres y fosas comunes”, Óscar Flórez Támara (2018), la voz de la
desesperanza se convierte en crítica y denuncia:
Ya no es la vida
encontrar los huesos que abrigan esperanza,
heridos y florecidos para una madre.
Aquí está el triunfo de La “Escombrera”,
agujero negro atragantado en el dolor (…)
Ya no es la vida, son huesos que alumbran y encienden el alma” (p. 81).
El poema recuerda el episodio de La Escombrera, La Operación Orión2, en Colombia,
una acción combinada entre las fuerzas militares nacionales y los grupos paramilitares, con
el objetivo de atrapar a grupos de guerrilleros en octubre del 2002, eventos tras los cuales
murieron más de 20 civiles, sin que se resolviera el supuesto primer objeto.
En éste y muchos poemas la madre será un recurso a la que se apela para que ejerza
con mayor afirmación el duelo. Así mismo, la mujer cobra el sentido de figura sacrificada
como diosa que instaura el ordenamiento familiar, fundamental, de la sociedad, pero al
mismo tiempo, representa lo más vulnerable, dando con ello objetividad a lo que denomina
Georges Balandier la teatralidad de lo político. Esa violencia contra la mujer conlleva, entre
otros, la borradura de su identidad y del cuerpo y con él se fundamenta la deshumanización
del sujeto femenino, así como la crueldad se entroniza como banalidad del mal. Desde lo
político, conlleva la impunidad de modo fehaciente y la instrumentalización de quien
comete el crimen.
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2
La Operación Orión consistió en una acción dirigida por el gobierno del entonces presidente Alvaro Uribe Vélez y la
ministra de defensa Marta Lucía Ramírez el 16 y 17 de octubre de 2002 que pretendía acabar con el Ejército de Libe ración
Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otras células de guerrilla en la Comuna 13.
Perpetrada por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) del Bloque Cacique Nutibara (un grupo paramilitar) la
intervención acabó con 20 muertos (entre ellos, cuatro militares) y 200 heridos, según los informes oficiales. El número
de personas que desaparecieron en esa intervención y en las alrededor de 20 a lo largo de aquel año (Operación Águila,
Antorcha, Saturno…). Ejecuciones extrajudiciales y arrestos aleatorios que se sucedieron durante esas horas y en otras
madrugadas.
En este capítulo, los hermosos nombres sonoros de las mujeres del campo se ven
mancillados con la paradoja de la desgracia. Hortensia, Floralba, Miguelina o María
Engracia, que arrastra el dolor de los desplazados después de la muerte de su esposo,
desposeída de su hogar y de sus tierras, ahora ella y sus hijos son “habitantes de tugurios”
”en la ciudad sin alma, ni sonrisa” ” otros parias sin nombre” “en prostíbulos, prisiones y
calles de agonía” . A maría Engracia “el talismán de su nombre no alcanza a protegerla del
naufragio”.
El poemario “Profanación”, cierra con un capítulo que se titula Días de reivindicación.
Son siete poemas de Domingo a Sábado en los que el autor transmite un mensaje de
sosiego. Son como un abrazo cálido, una palabra de consuelo para el abatido y una
exhortación a valorar nuestra condición humana y a aprender de la naturaleza el respeto,
la generosidad, el amor y la libertad que nos prodigan a diario. El poema Miércoles dice:
¿Aprendemos de los pájaros
El valor sin tasa
De la libertad?
¿El respeto que practican los primates
En el recodo travieso de la evolución
Da licencia para mirarlos desde arriba?
El poema “Jueves” es un memorial hacia la
reivindicación de las mujeres
montemarianas, y a través de éstas, de todas las que han sufrido los mandatos de “los
innombrables” y de la “sin razón” .
Jueves
Retorne a la conciencia
el martirio que padecieron las mujeres
en el mandato de la sinrazón.
No se apague el fuego sin par
que anima el devenir de las familias
atizado con ternura de mujer.
No se borre el agravio
que graban las Evas tejedoras
en el tapiz de la memoria.
Viudas, madres, meretrices doncellas,
flores mancilladas en su femenil esencia,
no cabe juzgarlas por negar su perdón. (p.107)
Finaliza el poema con un réquiem, una invocación poderosa a que sobre todo rechazo
y toda mezquindad, brille por siempre la luz del respeto hacia la mujer; su vida y su honra.
Muy por encima del rechazo a la agresión,
Brille el respeto a las mujeres;
A ellas la sonrisa de la vida.
Todos los días de la existencia humana. (p.107)
De igual manera, éstos vasos conductuales del arte y de la indignación, han tocado al
escritor, también sucreño, José Luis González Mendoza (2010) el cual da un sesgo más
metafórico a dos de sus cortos poemas con la misma contundencia de esperanza y de vida.
En “Mariposa herida de alas rotas”, expresa: “No desfallezcas Mariposa herida de alas
rotas…/No importa que por los caminos inciertos / de los bárbaros /trepiden los gatillos con
la pólvora amarga /de los borrachos de la guerra infame” (p. 83). El lepidóptero se convierte
en una alegoría de la esperanza, pues en “Rota mariposa” indica el hablante: “has resistido
el rigor de la artillería infame de las Libélulas de Fuego”. Pero algún día todo terminará: “Y
los cañones escupirán poesías azules, /regocijándose en el alba que despunta / y en el ocaso
que termina” (pp. 84-85). La Mariposa adquiere varios sentidos, al igual que la flor en los
poemas de Rivera Meza: el de una persona lacerada, pero al mismo tiempo resiliente, que
puede emprender caminos menos arduos, ante tantas expectativas tan pesimistas.
Además, se quiere mostrar, en palabras de Angélica Hoyos Guzmán (2018), que la poesía
entrega filosóficamente una “intensidad afectiva y la noción de sobrevivencia”, así como la
cualidad testimonial en el carácter empático a sus personajes o autores (p. 3).
Se quiere significar también que allí donde la violencia instrumentalizada se convierte
en un sistema misógino, el artista, el escritor, el poeta le da a la tragedia el rostro humano:
enfatiza su dolor, mostrando una doble poética del duelo: restaurar la memoria y recuperar
la exclusión, de manera que se instaure la inscripción de significados políticos y culturales.
La poesía, entonces, se convierte en testimonio, y la literatura (mediante sus giros subjetivo
y afectivo) se convierte en historia crítica, indeleble para la posteridad.
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