El Renacimiento En el siglo XVI, hubo un desarrollo imponente, tanto en el absolutismo como en el auge de la clase mercantil, el impactante proceso de transformación del mundo moderno, no se realizó en pocos años. Se produjo una lenta y natural transición de la civilización medieval a la moderna. La fecha del descubrimiento de América, en 1492, con la que tradicionalmente se da comienzo a la historia moderna, es cierto que señala de manera válida las grandes consecuencias que para el hombre europeo desencadenó el hallazgo de un nuevo mundo, no solo en el ámbito geográfico, sino también intelectuales. Además, en el mismo descubrimiento, el gran incremento de las expediciones y los viajes por mar durante los siglos XV y XVI, autentica irrupción de Europa fuera de sus fronteras naturales, eran el resultado de diversos factores históricos concomitantes y en primer lugar, de la reciente realidad política representada por la constitución de las monarquías nacionales. Ya en la baja Edad Media, estas monarquías se definieron como absolutas, es decir, desvinculadas de cualquier vasallaje y dependencia respecto de otras entidades políticas, como el imperio. Surgieron de las terribles guerras del siglo XV. De la guerra de los Cien Años y del desmembramiento del ducado de Borgoña surgió de forma definitiva la autoridad del rey de Francia. Las luchas por la Reconquista española, auténtica cruzada de las armas cristianas contra los musulmanes, consolidaron la estructura política de los reinos ibéricos principales (Castilla y Aragón) en sentido acusadamente centralista. Estos organismos políticos, se iban imponiendo como nuevos protagonistas. Cabe destacar, que es significativo que las tres carabelas con que Cristóbal Colón realizó la travesía del Atlántico no enarbolaran la bandera de una de las repúblicas marítimas italianas, dominadoras de los mares en los siglos anteriores, sino de Castilla y Aragón. Bajo insignias españolas, portuguesas, inglesas y francesas iba desarrollándose la carrera hacia las tierras del Este y del Oeste. Era un aspecto del poderío, también financiero, con que se manifestaba el nuevo semblante del Estado moderno, que tendía a configurarse en formas y estructuras absolutistas. Su ascensión corrió con la crisis, lenta pero irreversible, del sistema feudal, que sufrió un último revés en el transcurso de las guerras del siglo anterior, por efecto de las cuales los viejos ejércitos señoriales o municipales fueron sustituidos por ejércitos reales permanentes, más numerosos y mejor adiestrados, bajo el mando de generales fieles al soberano. La difusión del empleo de la pólvora determinó el declinar de la caballería feudal. También el sistema de tropas mercenarias, al mando de hábiles pero infieles capitanes mercenarios, demostró sus limitaciones precisamente en el momento en que las luchas entre los soberanos europeos adquirieron el aspecto de enfrentamientos nacionales. En el ámbito administrativo y financiero, los monarcas se habían liberado de la intromisión del grande y pequeño feudalismo. Las asambleas de los señores feudales, que limitaban en gran parte el poder monárquico, fueron sustituidas por grupos más restringidos de consejeros privados de la Corona, que formaban, en embrión, una especie de consejo de ministros, a través del cual el rey ejercía su gobierno personal. La administración de la justicia, concebida ya como órgano esencial del Estado, o sea del soberano, fue sustraída a los señores y confiada a organismos públicos, los cuales aun aspirando a menudo a cierta autonomía, reconocían la supremacía. También frente a la Iglesia y las estructuras eclesiásticas, cuyos poderes y riquezas eran incompatibles con la plena afirmación de la lógica absolutista, prevaleció la tendencia a un control más rígido y a una sumisión mas estrecha. El Renacimiento artístico Consciente de la lección del arte clásico, el renacentista buscó el vigor de las formas, la naturalidad de las actitudes y la elegancia y flexibilidad de las líneas. Le fueron extraños el simbolismo y el realismo medievales. El culto a la belleza, de inspiración platónica, se afirmó en la expresión de la perfección humana, física y espiritual. El amor por el desnudo, orgullosamente libre, impulsó el arte del Renacimiento al estudio de la anatomía; el gusto por la lógica y las justas proporciones le aproximó a la ciencia, atrayendo su atención hacia las leyes de la perspectiva y de la simetría. Había terminado la época del arte anónimo, colectivo sin firma del autor. El artista fue afirmando su preponderante personalidad, diferenciándose por completo de los simples artesanos, se sustrajo a la disciplina de las escuelas y recibió recompensas y honores nunca conocidos por sus predecesores. Entre los innumerables artistas que vivieron y trabajaron en el transcurso de los siglos XV y XVI, edad de oro del arte italiano, se distinguen tres grandes maestros: Leonardo, Miguel Ángel y Rafael. Leonardo da Vinci (1452 – 1519) expresó en el Tratado de la pintura su concepción del arte. Éste según la enseñanza platónica, debe descubrir el alma de las cosas, la esencia ideal oculta por la materia. Para conseguirlo, es necesario un constante estudio de carácter científico, porque solo una laboriosa confrontación entre infinitos modelos puede permitir captar la divina idea original. Con Leonardo, el arte se funde, con la experimentación y se convierte él mismo en un experimento que, con la perfección divina como modelo, permanece en gran parte irrealizado. Leonardo Da Vinci (1452 – 1519) Alumno de Andrea del Verrocchio, Leonardo creó un estilo propio, y a los treinta años gozaba ya de gran fama por su pintura revolucionaria, hecha de sombras más que de luces, toda ella claroscuros y diluidas lontananzas. Salvator Mundi - Leonardo da Vinci (1500) "La Dama del Armiño" - Leonardo da Vinci (1490) “La Ultima Cena” – Leonardo da Vinci (1498) “La Gioconda” – Leonardo Da Vinci (1503) “La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana” – Leonardo Da Vinci Pintor de la corte, pero no cortesano, al servicio de Ludovico el Moro, César Borgia y Francisco I, dejo escasas obras maestras y cierta cantidad de proyectos no realizados. Ultimo ejemplo acaso de genio universal y prisionero, en cierto modo, de su propia diversidad, supo expresar de manera insuperable los matices, las intenciones íntimas y los sentimientos apenas insinuados. Un resultado de ellos, son los célebres cuadros de la Gioconda y de santa Ana y en la Última Cena del refectorio milanés de los dominicos de Santa María de las Gracias. Por otro lado, otra personalidad polifacética fue Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1564), versado en todas las artes, desde la pintura hasta la arquitectura, la escultura y la poesía y también nutrido de doctrinas platónicas sobre el arte y la belleza. Empeñado en el intento titánico de realizar un modelo de perfección inexpresable, a menudo se vio impulsado a dejar inacabadas sus obras, sobre todo las escultóricas. Su arte, para ello, se coloca en las antípodas del leonardesco, como para demostrar las infinitas posibilidades del espíritu renacentista. Todo en él es escultura, formas, volúmenes, del mismo modo que en Leonardo todo es claroscuro o leves difuminaciones pictóricas. Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1564) En Miguel Ángel, más que en Leonardo, aflora la inquietud religiosa, que tiende a expresarse en formas clásicas: desde la Sagrada Familia hasta el Moisés, de la decoración del a bóveda de la Capital Sixtina a las tumbas de Lorenzo y Julián de Médicis, del juicio universal, en la Sixtina, a la cúpula de San Pedro y a la magnífica serie de las Piedades. “Sagrada Familia” - Miguel Ángel Buonarroti “Bóveda de la Capilla Sixtina” - Miguel Ángel Buonarroti Cúpula de San Pedro del Vaticano en Roma (Miguel Ángel) La lechuza - Las piedades de Miguel Ángel “Piedad florentina” - Miguel Ángel Este arte acusa de manera dramática las tensiones del cristianismo de la época, las aspiraciones a una renovación espiritual y a una purificación interior, que tienen su reflejo en el temperamento apasionado e inquieto del artista, capaz de sacrificios y esfuerzos físicos excepcionales. Miguel Ángel consideraba que la misión del escultor consistía en liberar del bloque de mármol la forma en él contenida y oculta, como una idea llamada a escapar de la materia bruta y la rodea. También, Rafael Sanzio (1483 – 1520) aprendió antes a dibujar que a escribir y en la luminosa y mística Umbría asimiló la soñadora dulzura del Peruginio (Pedro Vannucci). En Florencia entró en contacto con la obra de Leonardo y en Roma, adonde fue llamado en 1508 por el papa Julio II, dio en breve tiempo plena medida de su valía. Murió a los 37 años, después de una vida rica en reconocimientos y honores. Su obra, que además de los frescos de las estancias de Vaticano comprende retratos, Madonas y Sagradas Familias, expresa el consumado equilibrio renacentista. Rafael Sanzio (1483 – 1520) El Renacimiento italiano suscitó una renovación en toda Europa. En Francia, sus influencias, en la época en que el arte gótico producía sus últimas obras maestras (palacio de Justicia de Rouen), se combinaron con las tradiciones nacionales y dieron lugar a un estilo arquitectónico compuesto que, en sus líneas maestras, conservaba aun intacto el carácter francés (castillos del Loira). Solo durante el reinado de Francisco I los módulos renacentistas triunfaron definitivamente (SaintGermain-en-Laye, Fontainebleau, Louvre). En el campo de la escultura, ese estilo, parcialmente aceptado por Michel Colombe y Pierre Bontemps, permitió a Jean Goujon realizar una obra helenizarre, como la fuente de los Inocentes de Paris. En Los Países Bajos, donde contribuyeron notablemente al maravilloso renacimiento flamenco, se difundieron con Bernaert Van Orley. En Alemania, esta influencia no altero las características nacionales, como lo demostraron Alberto Durero, que vivió entre los años 1471 y 1528, quien renovó el arte del grabado y Hans Holbein el joven (nacido en 1497 o en 1498 y fallecido en el año 1543) cuyos retratos evocan el gusto por la miniatura. Fuente de los Inocentes - Jean Goujon Alberto Durero Adán y Eva - Pintura de Alberto Durero Liebre joven - Alberto Durero Hans Holbein Los embajadores/ Jean de Dinteville y Georges de Selve - Hans Holbein el Joven Dama con una ardilla y un estornino - Hans Holbein el Joven La renovación científica: Leonardo y Copérnico En medio siglo, escribía hasta 1560 el teólogo y humanista francés Pierre de la Rameé-, “los hombres de ciencia nos han deparado más progresos que nuestros antepasado de los cartoce siglo precdentes.” La Economía en El Renacimiento La parte económica estaba dotada de ejércitos propios, de una diplomacia permanente, de personal administrativo y jueces, requería abundantes medios financieros y hombres capaces de desarrollar todas las funciones necesarias. Unos y otros fueron suministrados por las clases mercantiles y urbanas, que ostentaban la riqueza mobiliaria en la baja Edad Media, cuando ya habían conquistado posiciones de poder en las ciudades. Dichas clases, convertidas con el tiempo en factor primordial y dinámico de la vida social, fueron transformando sus primitivas actividades comerciales, alternándolas con otras iniciativas empresariales, con la adquisición de cargos públicos. El destino de estas clases burguesas se vinculó a la suerte de los Estados nacionales porque éstos les suministraban, en la mayor parte de casos, el grueso del personal burocrático y administrativo, o bien porque estas funciones públicas les brindaron nuevas ocasiones de enriquecimiento y poder. El proceso de transformación y modernización del Estado acabó por coincidir, con el posterior reforzamiento de las burguesías nacionales y por caracterizarlo las relaciones de alianza de estas poderosas clases sociales con los soberanos. Los reyes, por lo general, no supieron resolver con eficacia el más grave, tal vez, de sus problemas: hacer frente, merced a un eficaz sistema fiscal, a los elevadísimos gastos requeridos por el nuevo orden político y administrativo. Se pusieron entonces a manos de una nueva clase de mercaderes y empresarios enormemente enriquecidos: los banqueros, en el siglo XV convertidos en expertos conocedores de elaboradas técnicas financieras y capitalistas. Sin ellos, las monarquías modernas hubieran muerto por asfixia económica; los monarcas europeos confiaron su destino, de hecho, a estas grandes potencias financieras, que hallaron en las luchas políticas y en la estabilidad de los soberanos las condiciones más ventajosas para prosperar. Por supuesto que esto no dejaba de tener sus riesgos, pues colosales fortunas se deshicieron por las bancarrotas de algún monarca. Reyes Carlos el Temerario (Duque de Borgoña) Luis XII de Francia Los préstamos a elevadísimos interés concedidos a los reyes y sobre todo, la consencion de toda clase de actividades financieras, desde la percepción de impuestos a la explotación de minas y a la gestión de la venta de las indulgencias concedidas por la Iglesia, a cambio de sumas de dinero, constituyeron elementos esenciales para la formación del capitalismo moderno. Éste, recibió el empuje decisivo de los nuevos descubrimientos geográficos, del incremento de los intercambios que se derivó de aquellos y especialmente de la influencia de metales preciosos de las posesiones españolas en América. La conquista de las tierras americanas fue un magnifico negocio para los comerciantes y banqueros europeos, que tenían su principal centro de negocios en Amberes, adonde afluía gran parte de las inmensas riquezas llevadas a España desde América, para ser invertidas en otras actividades productivas en Europa central y septentrional, en los Países Bajos, en Francia e Inglaterra. CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFIA