Subido por Juan Valdés

Los diez mandamientos y la crisis moral

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ESCRITO EN
PIEDRA
Los diez mandamientos
y la crisis moral de hoy
P HILIP G RAHAM R YKEN
ESCRITO EN
PIEDRA
Los diez mandamientos
y la crisis moral de hoy
PHILIP GRAHAM RYKEN
ESCRITO EN PIEDRA
© 2005 por Philip Graham Ryken
Publicado en español por Editorial Patmos, Miami, Florida EE.UU.
Publicado originalmente en inglés por Crossway Books con el título Written in Stone.
© 2003 por Philip Graham Ryken
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la Santa Biblia, Nueva
Versión Internacional (NVI). © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Traducido por David Gómez
Todos los derechos reservados.
ISBN: 1-58802-255-2
CONTENIDO
Prefacio .......................................................................................... 9
1 Escrito en Piedra .................................................................. 11
2 Un artículo multiuso ............................................................ 27
3 Interpretando la Ley de Dios .............................................. 41
4 El priåmer Mandamiento:
No tendrás otros dioses ..................................................... 57
5 El segundo Mandamiento:
El Dios correcto, de la manera correcta ............................ 71
6 El tercer Mandamiento:
Un Nombre sobre todo nombre ......................................... 85
7 El cuarto Mandamiento:
Trabajo y Ocio .............................................................. 101
8 El quinto Mandamiento:
Respeto a la Autoridad .................................................... 117
9 El sexto Mandamiento:
Vivir y dejar Vivir ........................................................... 135
10 El séptimo Mandamiento:
La alegría del sexo .......................................................... 151
11 El octavo Mandamiento:
Lo que es mío, es de Dios................................................. 169
12 El noveno Mandamiento:
Decir la Verdad .............................................................. 185
13 El décimo Mandamiento:
Estar satisfecho .............................................................. 201
Epilogo: El propósito de la Ley .........................................215
Notas ...................................................................................229
PREFACIO
A
quel que sabe distinguir entre el Evangelio y la Ley debe dar
gracias a Dios y saber que él es un teólogo”. Esta declaración de
Martín Lutero siempre me da que pensar porque no estoy seguro de
que yo pueda hacer tal afirmación. Pocas cosas hay que sean más
difíciles de dominar que la enseñanza bíblica sobre la ley en su relación con el evangelio. Mi oración es que a medida que usted vaya
leyendo este libro pueda adquirir una visión más clara tanto de lo que
Dios demanda en su ley, como de lo que da por medio de su evangelio.
La buena enseñanza de la ley y del evangelio nunca ha sido tan
necesitada como en la actualidad. Vivimos en una época sin ley, donde el irrespeto a la autoridad ha llevado a un menosprecio generalizado hacia los mandamientos de Dios. La gente se está comportando
mal, incluso en la iglesia. Parte del problema es que la mayoría de las
personas no saben qué es lo que Dios espera de ellos. Incluso en los
cristianos existe una asombrosa falta de familiaridad con la normativa
perfecta de la ley de Dios, y por supuesto la situación es peor en la
cultura en general. Esta ignorancia contribuye indudablemente a un
descenso general de las normas morales en estos tiempos postcristianos,
pero hace también mucho daño a nuestra teología. La gente que desconoce la ley de Dios jamás será capaz de ver su necesidad por el
evangelio. Como Juan Bunyan lo explicó: “El hombre que no conoce
la naturaleza de la ley no puede conocer la naturaleza del pecado.
Quien no conoce la naturaleza del pecado no puede conocer la naturaleza del Salvador”.
Este libro trata sobre la ley de Dios –específicamente, los Diez
Mandamientos- pero también intenta ayudar a la gente a comprender
el evangelio. La ley es la que nos muestra nuestra necesidad de la
obra salvadora del Jesucristo. Una vez que venimos a Cristo creyendo
en el evangelio de su cruz y la tumba vacía, la ley nos muestra cómo
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ESCRITO EN PIEDR A
vivir para su gloria. En las páginas que siguen he tratado de ser práctico, mostrando lo que los Diez Mandamientos significan para la vida
diaria. A manera de ilustración, he escogido una historia bíblica que
muestra lo que sucede cuando cada mandamiento es roto. He tratado
también de ser cristocéntrico, explicando constantemente cómo la ley
de Dios se relaciona con la persona y obra de Jesucristo.
Como la mayoría de los libros que he escrito, este comenzó en el
púlpito de la Tenth Presbyterian Church de Filadelfia. Tengo una gran
deuda de gratitud con esta iglesia por sus reuniones, por las oraciones
de su congregación, por su estímulo y, en este caso, por sus muchas
peticiones de publicación de este material en forma de libro. Desde
todo punto de vista, las predicaciones de los Diez Mandamientos fueron una bendición para nuestra iglesia, y nuestra más sincera esperanza es que lo sean también para usted.
Debo también agradecer a muchas más personas. Doy muchas
gracias a mis amigos de Crossway Books por ayudar a que este libro
fuera finalmente publicado (debería mencionar tal vez que este viene
de un comentario expositivo mayor de todo el libro de Éxodo, el cual
Crossway planifica publicar dentro de la serie Predicando la Palabra).
Gracias también a mi hermana Nancy Taylor por su trabajo duro al
preparar las preguntas que aparecen al final de cada capítulo. Estoy
igualmente muy agradecido con mis amigos Randall Grossman,
Jonathan Rockey y David Skeel por sus correcciones a mi manuscrito,
con Paul Russell y Danny Bombaro por ayudarme a preparar los índices, y con David Madder por sugerir primero el título Escrito en la
Piedra. Pero el mayor de los agradecimientos es para mi esposa Lisa,
por su ayuda en el ministerio y, especialmente, por la forma en que
organiza nuestro hogar de manera que mi trabajo literario no es un
sacrificio para nuestros hijos.
Philip Graham Ryken
Filadelfia, Pennsylvania
1
ESCRITO
EN
PIEDRA
Habló Dios todas estas palabras: “Yo soy Jehová, tu Dios,
que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”
ÉXODO 20:1-2
E
n su libro The Day America Told the Truth (El día que Estados Unidos dijo la verdad), James Patterson y Peter Kim dictaron las normas
para los tiempos posmodernos. Ellos observaron que hoy en día “hay
una absoluta falta de consenso… Cada quien elabora sus propios códigos morales, sus propios Diez Mandamientos”. Patterson y Kim procedieron a enumerar lo que llamaron los “diez mandamientos reales”, las
cuales son según su sondeo, las normas verdaderas por las que las
personas rigen sus vidas. Estas reglas incluyen las siguientes:
- No veo el propósito de guardar el día de reposo;
- Robaré a aquellos que no tienen necesidades económicas;
- Mentiré si me conviene, siempre y cuando no cause ningún daño real;
- Engañaré a mi cónyuge, después de todo él o ella haría lo
mismo si tuviera la oportunidad;
- Holgazanearé en el trabajo y haré absolutamente nada durante todo un día cada cinco días.1
Estos nuevos mandamientos se basan en el relativismo moral, la
creencia de que somos libres para crear nuestras propias reglas basadas en nuestras preferencias personales. La ley no es algo que venga
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ESCRITO EN PIEDR A
de Dios, sino algo que viene de nosotros mismos. Y nuestras leyes
frecuentemente entran en conflicto con las leyes de Dios. No es de
extrañar que lo que Patterson y Kim llamaron los “diez mandamientos
reales” generalmente viole las leyes de Dios dadas a Moisés: guardar
el día de reposo, hacer todo tu trabajo en seis días, no cometer adulterio, no hurtar, no decir falso testimonio, y así sucesivamente. Hemos
venido a ser ley para nosotros mismos.
Uno podría esperar que la situación sea de alguna forma mejor en
la iglesia. Seguramente la propia gente de Dios rinde honor a las
absolutas y eternas normas de la ley de Dios. Sin embargo, la iglesia
está llena de adoradores que ni siquiera saben los Diez Mandamientos, mucho menos saber cómo obedecerlos. Este problema fue documentado en un reciente informe del Centro de Investigación de la
Religión de Princeton. El título dice así: “La Religión está ganando
terreno, pero la Moralidad está perdiendo terreno”, y el reporte mostró como un reciente crecimiento en la asistencia a la iglesia y en la
lectura de la Biblia ha sido acompañado por un declive simultáneo en
2
la moralidad.
¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo puede estar la gente más interesada en Dios y, al mismo tiempo, menos deseosa de hacer lo que Él dice?
La única explicación es que la gente no conoce al Dios de la Biblia,
porque si lo conocieran, reconocerían la absoluta autoridad de su ley.
Respetar a Dios significa también respetar su ley. Siempre que la gente
tiene poco respeto por la ley de Dios, como sucede en nuestra cultura,
es porque en último caso tienen también poco respeto por Dios.
EL SEÑOR TU DIOS
Si la ley viene de Dios, entonces el mejor lugar para comenzar a
comprender la ley es con Dios mismo. Es así como comienza exactamente el libro de Éxodo la presentación de los Diez Mandamientos,
también conocidos como el Decálogo, es decir “diez palabras”: “Habló Dios todas estas palabras” (Éxodo 20:1).
Para tener una idea de quién es Dios, es de utilidad recordar la
situación. Dios estaba hablando a los israelitas mientras se encontraban reunidos a los pies del monte Sinaí. Éxodo 19 describe cómo Dios
descendió sobre la montaña con gran poder y gloria, con truenos y
relámpagos, humo y fuego. A los israelitas se les prohibió acercarse
bajo la pena de muerte. Estaban ante la presencia del increíble y
Escrito en Piedra
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todopoderoso Dios, quien vive en perfecta santidad. Obviamente, lo
que tenga que decir un Dios como este demanda nuestra más completa y cuidadosa atención. Lo que recibimos en el monte Sinaí no fue
simplemente la ley de Moisés, sino la ley de Dios, hablada en la revelación de su gloria. Como Isaías escribiera luego: “Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la Ley y engrandecerla”
(Isaías 42:21).
Aunque Dios mostró su gloria en el humo y el fuego en la montaña, Él hizo una revelación mayor de su deidad cuando comenzó a
hablar. Dios dijo: “Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2). Este versículo es a
veces llamado el prefacio o prólogo de los Diez Mandamientos. En él
Dios defiende su autoridad como legislador. ¿Qué le daba el derecho
a Dios de decirle al pueblo qué hacer? En palabras del Catecismo
Menor de Westminster, “El prefacio de los diez mandamientos nos
enseña que siendo Dios el Señor y nuestro Dios y Redentor, estamos
por tanto, obligados a guardar todos sus mandamientos” (P. 44).
Dios es el Señor. Aquí Dios usa su nombre especial para el pacto,
Yahvé. Él es el gran YO SOY, el soberano y Todopoderoso Señor. Él
es el supremo, preexistente, eterno e inmutable Dios, quien se ató a sí
mismo a Abraham, Isaac y Jacob, con la promesa irrompible de su
pacto. Además, Él es nuestro verdadero Dios, “Yo soy Jehová, tu Dios”,
dice. De manera sorprendente, usa la segunda persona del singular,
lo que indica que Él tiene una relación personal con cada persona en
particular de su pueblo. Esta relación personal es también una relación salvadora, porque Dios dice: “Yo soy Jehová, tu Dios, que te
saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2).
Este es el resumen de todo lo que había pasado hasta el momento en
el Éxodo. Dios estaba recordando a los israelitas que Él no era sólo su
Dios, su Señor, sino también su Redentor. Y fue con base a esto que
Dios dio su ley para sus vidas. Fue privilegio único de Israel recibir la
ley directamente de Dios.
Lo que Dios dijo a Israel es básicamente lo mismo que dice a cada
creyente en Cristo: “Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué del Egipto
de pecado, donde eras esclavo de Satanás”. Por medio de la obra
salvadora de Jesucristo, quien fue crucificado y resucitado, Dios es
nuestro soberano Señor y verdadero Salvador, y por lo tanto tiene el
derecho de reclamar autoridad legal sobre nosotros. La ley viene de
Dios, quien es nuestro Señor y Salvador.
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ESCRITO EN PIEDR A
DIOS Y SU LEY
Si la ley viene de Dios, entonces debe reflejar su carácter divino. Esto
es lo normal en las normas y regulaciones en general: Estas revelan
algo del creador de la regla. Como ejemplo, consideremos las amplias
regulaciones federales que rigen el acceso de minusválidos a los edificios públicos. ¿Qué nos dicen estas leyes acerca de la sociedad que
las hizo? Nos dicen que los estadounidenses desean incluir a los
minusválidos en los eventos ordinarios de la vida pública.
La ley siempre revela el carácter del legislador. Esto fue especialmente verdadero en el monte Sinaí, en donde cada uno de los Diez
Mandamientos fue impreso con el ser y los atributos de Dios Todopoderoso. Siendo así, ¿qué nos dice cada ley acerca del Dios que las dio?
El primer mandamiento dice: “No tendrás dioses ajenos delante de
mí” (Éxodo 20:3). Obviamente, el Dios que dio este mandamiento es
celoso; Él no compartirá su gloria con otro dios. Esto es así, porque Él
es el único y verdadero Dios. Todos los demás dioses son impostores.
El primer mandamiento anuncia la soberanía única de Dios, quien es
el único que puede decir: “Yo soy el Señor, y no hay ningún otro”
(Isaías 45:18b NVI). Esto también indica su omnipresencia, porque
nos dice que no tengamos otros dioses “delante de él”, es decir, “en su
presencia” (este punto es desarrollado en el Capítulo 4).
El segundo mandamiento es: “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las
aguas debajo de la tierra” (Éxodo 20:4). Este mandamiento trata de
adorar al Dios correcto de la manera correcta. Dios se niega a ser
adorado por medio de las imágenes. Esto demuestra que Él es espíritu, que no tiene forma física. La mención del cielo y de la tierra también demuestra que Él es el Creador. Uno de los problemas de los
ídolos es que estos confunden al Creador con su creación. El mandamiento habla también de la misericordia y justicia de Dios: “No te
inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la
tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos”
(Éxodo 20:5-6). El Dios que dio la ley es un Dios que hace distinciones morales absolutas. Él castiga a los pecadores mientras que, al
mismo tiempo, ama a generación tras generación de la gente que ha
escogido salvar.
Escrito en Piedra
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El tercer mandamiento trata de honrar el nombre de Dios: “No
tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano, porque no dará
por inocente Jehová al que tome su nombre en vano” (Éxodo 20:7).
La amenaza incluida en este mandamiento revela que Dios espera
ser obedecido. Aquellos que rompen su ley serán tenidos por culpables. El mandamiento en sí mismo muestra que Dios es honorable y, por lo tanto, merece ser tratado con respeto. Incluso su
nombre es santo.
El cuarto mandamiento dice: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es
de reposo para Jehová, tu Dios” (Éxodo 20:8-10a). Este mandamiento
revela que Dios es soberano sobre todos los eventos de la vida diaria.
Él es Dios cada día de la semana. Hay una relación explícita también
entre lo que es ordenado y quien da la orden, entre Dios y su ley:
“porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas
las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto,
Jehová bendijo el sábado y lo santificó” (Éxodo 20:11). Se nos ha
ordenado trabajar y descansar porque servimos a un Dios trabajador
que también descansa.
Los primeros cuatro mandamientos rigen nuestra relación con Dios,
mientras que los siguientes seis corresponden a nuestra relación los
unos con los otros. Pero incluso estos mandamientos se basan en
varios atributos divinos. El quinto mandamiento es sobre respetar la
autoridad: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” (Éxodo 20:12). Lo que
yace detrás de este mandamiento es la propia autoridad de Dios como
nuestro Padre. Este es también el primer mandamiento con promesa,
la promesa de una larga vida en la tierra, lo cual demuestra cuán
generoso es Dios para proveer a su gente.
El sexto mandamiento es: “No matarás” (Éxodo 20:13). Esto nos
recuerda que Dios es el Señor y dador de la vida. Él prohíbe la toma
de una vida inocente porque Él es un Dios dador de vida. Por otro
lado, el mandamiento preserva su soberanía sobre el final de la vida.
Él es Señor sobre la muerte y sobre la vida.
El séptimo mandamiento es uno que todos conocen: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14). ¿Qué nos dice esto de Dios? Nos dice
que Él es un Dios de pureza y fidelidad, un Dios que espera que su
pacto sea mantenido. También nos dice que Él es un Dios de alegría,
porque este mandamiento preserva al sexo para el matrimonio.
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ESCRITO EN PIEDR A
El octavo mandamiento dice así: “No hurtarás” (Éxodo 20:15). El
Dios que da este mandamiento es nuestro Creador y Proveedor. Obedecer este mandamiento significa reconocer en última instancia que
todo le pertenece a Él y que, por lo tanto, no tenemos el derecho de
tomar algo que Él ha dado a otra persona.
El noveno mandamiento trata sobre decir la verdad: “No dirás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16). Este mandamiento viene del Dios de la verdad, quien es verdadero en todo lo que Él es,
dice y hace. Las Escrituras dicen: “el que es la Gloria de Israel no
mentirá ni se arrepentirá” (1 Samuel 15:29a).
El décimo mandamiento es sobre contentamiento: “No codiciarás”
(Éxodo 20:17a). La codicia es consecuencia del deseo de poseer lo que
Dios no nos ha dado. Como el octavo mandamiento, para obedecer
este mandamiento es necesario tener fe en la providencia de Dios. Dios
nos manda a no codiciar porque podemos confiar en que Él nos dará
todo lo que verdaderamente necesitemos. Él es nuestro proveedor.
Un atributo divino más es revelado por medio de los Diez Mandamientos como un todo, y tal atributo es el amor. Cuando Jesús resumió la ley de Dios, dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39; cf. Deuteronomio 6:5; Levítico
19:18; Romanos 13:9). En otras palabras, los Diez Mandamientos pueden ser reducidos a dos mandamientos: Amar a Dios y amar al prójimo. Todos ellos tratan sobre el amor. Amamos a Dios adorándolo y
usando su nombre de manera adecuada. Amamos a nuestros padres
tratándolos con respeto. Amamos a nuestro cónyuge siendo fiel a
ellos. Amamos a nuestro prójimo al proteger su vida, respetar sus
bienes y decir la verdad acerca de él. El Dios que dio estos mandamientos es un Dios de amor, que quiere que le amemos a Él y que
compartamos su amor con otros. Como dijo Jesús: “El que tiene mis
mandamientos y los guarda, ese es el que me ama” (Juan 14:21a; cf. 1
Juan 5:3a). Si esto es verdad, entonces no podemos separar la ley de
Dios del amor de Dios.
Para resumir, los Diez Mandamientos revelan el carácter de Dios.
Revelan su soberanía, celo, justicia, santidad, honor, fidelidad, providencia, veracidad y amor.
Cuando vemos cómo Dios se ha manifestado a sí mismo dentro de
su ley, se hace obvio que no podría habernos dado otros mandamien-
Escrito en Piedra
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tos diferentes a los que nos dio. Los Diez Mandamientos expresan la
voluntad de Dios para nuestras vidas porque están basados en su
carácter. Esto ayuda a responder un antiguo dilema, uno que Platón
expresó en uno de sus famosos diálogos: ¿Dios ordenó la ley porque
4
la ley es buena, o la ley es buena porque fue ordenada por Dios? La
respuesta es: ambas. La ley, con toda su bondad, brota del carácter
bondadoso de Dios. La ley es buena porque Dios es bueno, y su
bondad penetra cada aspecto de su ley.
NUNCA MORIRÁ
El hecho de que la ley de Dios expresa el carácter de Dios tiene
muchas implicaciones. Una de ellas es que cuando rompemos la ley
de Dios estamos ofendiendo directamente a Dios. Adorar a otro dios
es negar la soberanía de Dios; usar incorrectamente su nombre es
negar su honor; robar es negar su providencia; mentir es negar su
veracidad; y así sucesivamente. Cada violación a la ley es una ofensa
contra el carácter santo de Dios.
Otra implicación de la relación entre nuestro Señor y su ley es que
la ley es perpetuamente obligatoria, es para todas las personas en
todos los lugares y en todos los tiempos. Soberanía, justicia, fidelidad,
veracidad y amor son los atributos eternos de Dios. Él habría de privarse a sí mismo de su divinidad para salvarlos. Deberíamos esperar,
por lo tanto, que la ley que expresa sus atributos eternos tenga también validez eterna.
Esto quizás explique por qué Dios fijó los Diez Mandamientos en
piedra, escribiéndolos con su propio dedo (Éxodo 31:18; 32:16). A. W.
Pink comenta lo siguiente:
Su carácter único aparece primero en que esta revelación de
Dios en Sinaí –la cual serviría para todas las eras venideras
como la gran expresión de su santidad y la suma de los
deberes del hombre- fue acompañada por un fenómeno tan
inspirador y sobrecogedor que la misma manera en que
fueron publicadas muestra claramente que Dios mismo dio
al Decálogo una peculiar importancia. Los Diez Mandamientos fueron pronunciados por Dios con voz audible, con los
añadidos temibles de nubes y oscuridad, truenos y relámpagos y el sonido de una trompeta, y estas fueron las únicas
partes de la Revelación Divina que fueron dichas, por lo
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ESCRITO EN PIEDR A
tanto ninguno de los preceptos ceremoniales o civiles fueron distinguidos. Aquellas Diez Palabras, y sólo ellas, fueron
escritas por el dedo de Dios sobre tablas de piedra, y sólo
ellas fueron depositadas en el arca sagrada para su protección. Por lo tanto, en el honor único conferido en el Decálogo mismo podemos percibir su extrema importancia primordial en el gobierno divino.5
Los Diez Mandamientos fueron escritos en piedra porque estarían
vigentes por toda la eternidad. ¿Cuándo estaría permitido adorar a
otro dios, usar mal el nombre de Dios, mentir, asesinar o robar? Nunca, porque estas cosas son contrarias a la naturaleza misma de Dios.
Una manera de probar que la ley de Dios es eterna es demostrar
que estaba en vigencia aun antes de que Dios la escribiera. Éxodo 20
es descrito algunas veces como “la entrega de la ley”. Sin embargo,
estas leyes ya habían sido dadas. Los mandamientos que Dios dio a
Moisés en el monte Sinaí no eran nuevos; de hecho, eran tan viejos
como la raza humana. Sabemos esto por las historias de la Biblia, en
las cuales Dios frecuentemente reprendió y castigó a la gente por
romper estas mismas leyes.
Hay claros ejemplos de ruptura de los mandamientos antes en el
Éxodo. Las diez plagas que Dios envió a Faraón fueron el castigo
directo por la idolatría de Egipto, la cual violaba el primer y segundo
mandamientos (Números 33:4). El éxodo personal de Moisés fue consecuencia de su violación al sexto mandamiento (Éxodo 2:11-15). En
la zarza ardiente Dios enseñó a su profeta a honrar su nombre (Éxodo
3:1-15), de manera muy similar al tercer mandamiento. Dios reveló el
principio del día de reposo en el cuarto mandamiento dando el maná
por seis días y no siete, y aquellos que fallaron en seguir las instrucciones apropiadas sufrieron por su desobediencia (Éxodo 16). Así que
en varios momentos el éxodo presupuso la existencia de la ley de
Dios, incluso antes de que los israelitas llegaran al monte Sinaí.
Encontramos el mismo principio en cuanto al trabajo en el libro de
Génesis, el cual contiene muchas historias sobre gente rompiendo la
ley de Dios. Cam, el hijo de Noé, fue maldecido por deshonrar a su
padre (Génesis 9:18-28). Caín fue condenado por ser asesino (Génesis 4:10-12), los Sodomitas por adúlteros (Génesis 19:24-25), Raquel
por ladrona (Génesis 31:19-32), Abraham por mentiroso (Génesis 20),
y la esposa de Lot por ser una mujer codiciosa (Génesis 19). Dios
Escrito en Piedra
19
siempre ha tratado con personas a base de su ley. Ciertos mandamientos habían sido revelados a ellos, y si estos no habían sido escritos todavía, sí lo habían sido sobre las tablas de sus corazones (véase
Romanos 2:14-15).
La ley moral de Dios se remonta al jardín del Edén, donde (junto
con otros varios mandamientos referentes a la sexualidad, el descanso
y el trabajo) Dios dijo a Adán y a Eva que no comieran del árbol del
conocimiento, del bien y del mal. Los teólogos discuten sobre si nuestros primeros padres conocían o no alguno de los Diez Mandamientos. La Biblia simplemente no lo dice. Pero ya sea que Dios haya o no
revelado alguno de sus mandamientos específicos, Adán y Eva se
regían bajo sus principios básicos: amor a Dios y amor el uno por el
otro. Ellos estaban obligados a respetarse el uno al otro, a cuidar de
sus vidas y a decir la verdad, la clase de conducta que luego sería
exigida en el monte Sinaí. En su primer pecado, Adán y Eva llegaron
a violar casi todas las diez reglas básicas de Dios. El tomar la fruta
prohibida fue un robo, estimulado por un deseo codicioso y basado
en una mentira sobre el carácter de Dios. Comer la fruta fue una
forma de tener otro dios. Fue también un intento de asesinato porque
aquello llevó la muerte a toda la raza humana. Desde el comienzo
nuestros primeros padres debían obedecer los principios básicos de
lo que los teólogos llaman “la ley de la creación” o “la ley natural”.
Para resumir, la ley de Dios ya existía mucho antes de que los
israelitas llegaran al monte Sinaí. ¿Qué eran, entonces, los Diez Mandamientos? Piense en ellos como en una copia fresca. Ellos eran una
reedición, en formato reducido, de la voluntad de Dios para la humanidad. Como Peter Enns dijera: “La ‘entrega’ de la ley en el Sinaí no es
la primera vez que Israel escucha de la ley de Dios, sino la codifica6
ción y promulgación explícita de aquellas leyes” Esto es completamente lógico cuando recordamos que los Diez Mandamientos expresan el carácter de Dios, el cual no cambia.
LA LEY DE CRISTO
¿La ley sigue siendo obligatoria hoy en día? Esta es una pregunta vital.
¿Tienen los Diez Mandamientos alguna relevancia permanente para
los cristianos y la cultura en la cual vivimos? Una vez que entendemos
la relación entre nuestro Señor y su ley, esta pregunta es fácil de
responder: Sí, la ley de Dios sigue siendo obligatoria hoy en día. Las
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ESCRITO EN PIEDR A
normas de Dios no han cambiado, así como su carácter tampoco ha
cambiado. Como Ted Koppel, de la cadena ABC, dijo en su ahora
famoso discurso de graduación en la Universidad de Duke: “Lo que
Moisés trajo del monte Sinaí no fueron las Diez Sugerencias… son
mandamientos. Son, no eran.”7
Algunas personas niegan que la ley de Dios esté vigente hoy en
día. Esta afirmación es hecha obviamente por muchas personas no
cristianas, quienes son ley para sí mismos. Mucha gente en nuestras
iglesias, sin embargo, presta poca atención a la ley de Dios. Esto se
debe en parte al caos de la cultura que nos rodea, pero también se
debe a la forma en que algunos cristianos leen la Biblia. Después de
todo, en el Nuevo Testamento se encuentran una serie de afirmaciones que parecieran dejar de lado la ley del Antiguo Testamento. Por
ejemplo, según Juan, “la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Asimismo, el apóstol Pablo escribió: “El pecado no se enseñoreará de
vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Romanos
6:14), y “Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía
[la ley]” (Gálatas 3:25; cf. 5:18). Afirmaciones similares a estas parecieran sugerir que la ley de Dios ha sido sustituida. Por otra parte, el
Nuevo Testamento también parece afirmar que la ley sigue vigente.
Dice que “más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una
tilde de la Ley” (Lucas 16:17).
Este no es momento apropiado para dar una exposición completa
de todo lo que la Biblia dice sobre la ley de Dios, pero es de vital
importancia comprender que una de las razones por las cuales el Nuevo Testamento habla de la ley de diferentes maneras es porque existen
diferentes tipos de ley. Aquí deberíamos al menos hacer una distinción
entre tres tipos de ley: la moral, la civil y la ceremonial. Todas estas
fueron dadas en el Antiguo Testamento, algunas veces intercaladas.
Para poder entender claramente la ley –y finalmente el evangelio- deben ser distinguidas cuidadosamente, viéndolas a través del lente claro
de la persona y obra de Jesucristo. “Es de suma importancia”, escribe
Ernest Reisinger, “discernir las diferencias entre la ley ceremonial, la
cual correspondía a la adoración de Israel y prefiguraba a Cristo; la ley
civil o judicial, la cual detallaba los deberes de Israel como nación
(estas tienen sus raíces en la ley moral, particularmente en la segunda
tabla); y la ley moral, por medio de la cual el Creador gobierna la
8
conducta moral de todas las criaturas en todos los tiempos.”
Escrito en Piedra
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La ley moral está resumida en los Diez Mandamientos. Es el modelo
recto y eterno para nuestra relación con Dios y con otros. La ley civil
consistió en las leyes que gobernaban a Israel como nación bajo Dios.
Esto incluye pautas para hacer la guerra, restricciones en el uso de la
tierra, regulaciones para las deudas, penas por violaciones específicas
del código legal de Israel. La ley ceremonial consistió en las regulaciones para celebrar varios festivales religiosos (por ejemplo, Éxodo 23:1419) y para adorar a Dios en su santuario (p. ej. Éxodo 25-30). Esta
incluía leyes para alimentos limpios e inmundos, instrucciones para la
pureza ritual, pautas para la conducta de los sacerdotes y, especialmente, instrucciones para la presentación de sacrificios y todo el sistema
sacrificial (véase Levítico). Dios dio reglas detalladas que comprendían
aspectos específicos como quién debía cortar el cuello de qué animal y
cómo debía hacerlo, y qué debía hacerse con la sangre.
La ley ceremonial ya no está en vigencia, ha sido abrogada. Esto es
así porque todas sus regulaciones apuntaban hacia Jesucristo. En lo
que se refiere a las ceremonias del Antiguo Testamento, las Escrituras
dicen, “Todo esto es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es
de Cristo” (Colosenses 2:17; cf. Hebreos 10:1). Esto es más obviamente verdadero en lo que se refiere a los sacrificios. Ahora que Cristo se
ha ofrecido a sí mismo como el sacrificio expiatorio completo por el
pecado, no habiendo necesidad de ningún otro más. Continuar siguiendo las viejas ceremonias sería negar la suficiencia de su obra en
la cruz. Uno de los errores de la perspectiva teológica conocida como
dispensacionalismo es imaginar que las viejas ceremonias y sacrificios
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serán reinstalados en Israel. Pero el sistema sacrificial ha sido abolido
por Cristo, y las únicas dos ceremonias que siguen en vigencia –el
bautismo y la Cena del Señor- están centradas en la cruz.
La ley civil también ha expirado, pero por una razón ligeramente
diferente. La iglesia no es un estado. Tenemos un rey (es decir, Cristo), pero su reino es espiritual. Por lo tanto, aunque las leyes civiles
del Antiguo Testamento contienen principios que son útiles para gobernar naciones hoy en día, el pueblo de Dios no está obligado ya a
seguir tales regulaciones específicas. El error básico de la perspectiva
teológica conocida como teonomía (o “reconstrucción cristiana”) es
imaginar que las leyes civiles de los tiempos de Moisés deberían ser
puestas en uso hoy en día en el país. Esto es a lo que algunas personas se refieren cuando hablan de restaurar un “Estados Unidos cristiano”. Pero, como Calvino reconoció, este acercamiento a la política es
22
ESCRITO EN PIEDR A
“peligroso y sedicioso” porque, al igual que la ley ceremonial, la ley
10
civil ha sido abrogada por Cristo. hoy, el pueblo de Dios es gobernado por la disciplina eclesiástica, la cual se basa en la ley moral y tiene
consecuencias espirituales más que civiles.
La distinción entre estos tres tipos de ley –la moral, la civil, y la
ceremonial- nos ayuda a comprender los que el Nuevo Testamento
nos enseña sobre la ley de Dios. La ley ceremonial y la ley civil fueron
tipos y figuras que apuntaban hacia la cruz y el reino de Cristo. Ahora
que Él ha venido, éstas han sido puestas a un lado, y esta es la razón
por la cual el Nuevo Testamento algunas veces parece menospreciar
tanto a la ley. Como hemos visto, lo que sigue aun en vigencia son las
ordenanzas y la disciplina de la iglesia, las cuales son un eco de la ley
ceremonial y la ley civil, respectivamente. El Nuevo Testamento también rechaza completamente la idea de que podemos ser justificados
al mantener la ley. Es en este sentido que ya no estamos más “bajo la
ley” (Romanos 6:14; Gálatas 5:18). Nuestra salvación no depende de
nuestra habilidad para obedecer la ley. Como veremos en el próximo
capítulo, no somos capaces de cumplir toda la ley y, por lo tanto, no
podemos ser declarados justos en base a ella (Romanos 3:20). Dado
que nuestra inclinación natural es pensar que sí podemos ser salvados
por nuestra propia obediencia, la Biblia condena todo intento de usar
la obediencia a la ley de Dios como una manera de justificarnos a
nosotros mismos.
Lo que en Nuevo Testamento nunca hace, sin embargo, es declarar
un final a la ley moral de Dios como norma para nuestras vidas. Sigue
siendo, en palabras de la Confesión de Fe de Westminster “una regla
perfecta de rectitud” (19.II), o como Calvino la llamó, “la verdadera y
11
eterna regla de rectitud”. De manera similar, Ernest Reisinger describe la ley moral como “el modelo eterno de conducta moral correcta –
12
un estándar objetivo de rectitud”. Esto tiene sentido cuando recordamos la estrecha relación entre la ley moral y el carácter del Señor que
la dio. La ley moral es tan eterna como lo es Dios.
Asimismo, el carácter de Dios es también el carácter de su Hijo
Jesucristo. La Biblia enseña que “El Hijo es el resplandor de la gloria
de Dios, la fiel imagen de lo que él es” (Hebreos 1:3a NVI). Jesús es
uno y el mismo con el Dios que reveló su ley a Moisés; la ley expresa
el carácter del Hijo, así como expresa el carácter del Padre. Por lo
tanto, tratar de separar al Dios que dio la ley del Dios que mostró su
gracia en el evangelio sería prácticamente igual a dividir la Trinidad.
Escrito en Piedra
23
El Hijo es tan soberano, celoso, dador de vida, fiel, verdadero y amoroso como el Padre se reveló a sí mismo en los Diez Mandamientos.
Dada la relación estrecha entre Dios y su ley, y entre el Padre y el
Hijo, no es de extrañar que Jesús advirtiera: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir,
porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni
una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18). Claramente Jesús se refería a la ley moral, al
menos en parte, porque luego continuó diciendo: “De manera que
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños
y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de
los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será
llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:19). La ley de
Moisés no es sólo la ley de Dios, es también la ley de Cristo.
LA MANERA CORRECTA DE VIVIR
A lo largo del resto de este libro nos centraremos en la ley moral de
Dios. Una forma de probar que esta ley sigue en vigencia es demostrar como, de una u otra forma, todos los diez mandamientos originales son repetidos en el Nuevo Testamento, ya sea por Jesús mismo o
en la enseñanza de sus apóstoles.
Cuando el Nuevo Testamento enumera los pecados que llevan a la
condenación, o los hechos de obediencia que agradan a Dios, algunas
veces estos son seguidos por un resumen de los Diez Mandamientos
(p. ej. Mateo 15:19; 19:17-19; Romanos 7:8-10; 1 Corintios 6:9-10; 1
Timoteo 1:9-11; Apocalipsis 21:8). Pero los mandamientos son tratados
también individualmente. El primer mandamiento nos ordena no tener
otros dioses. Jesús hizo esencialmente lo mismo hablando de sí mismo:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”
(Juan 14:6; cf. Hechos 4:12). El segundo mandamiento prohíbe la idolatría. Juan dijo: “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Juan 5:21). El tercer
mandamiento nos dice que debemos honrar el nombre de Dios, que es
exactamente lo mismo que Jesús nos enseñó a orar: “santificado sea tu
nombre” (Mateo 6:9b). El cuarto mandamiento es sobre trabajar y descansar. Como creyentes en Jesucristo estamos llamados a trabajar de
corazón en todo lo que hagamos (Colosenses 3:23). Estamos también
llamados a reconocer que Jesús es Señor del día de reposo (Mateo 12:8)
y que existe un “un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9).
24
ESCRITO EN PIEDR A
Los primeros cuatro mandamientos tratan sobre amar a Dios, pero
¿qué hay de amar al prójimo? En el quinto mandamiento estamos
obligados a honrar a nuestros padres. Este mandamiento es repetido
por el apóstol Pablo: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres,
porque esto es justo. ‘Honra a tu padre y a tu madre’” (Efesios 6:1-2a).
Sin siquiera cambiar el sexto mandamiento, Jesús aclaró su verdadero
propósito espiritual cuando dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos:
‘No matarás’, y cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero yo
os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable
de juicio” (Mateo 5:21-22a). Jesús hizo lo mismo con el séptimo mandamiento: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Sobre el
octavo mandamiento, el Nuevo Testamento dice: “El que robaba, no
robe más, sino trabaje” (Efesios 4:28a). Con respecto al noveno mandamiento, las Escrituras dicen: “No mintáis los unos a los otros” (Colosenses
3:9a). Finalmente, el décimo mandamiento prohíbe la codicia, la cual el
apóstol Santiago condena diciendo: “Pedís, pero no recibís, porque
pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3).
¿Es la ley obligatoria hoy en día? ¡Por supuesto que lo es! Como lo
demuestra toda la Biblia, los Diez Mandamientos nos muestran la
manera correcta de vivir. Estos están basados en la rectitud de Dios, lo
cual explica por qué el Nuevo Testamento tiene tantas cosas positivas
que decir sobre la ley de Dios. “¿Debemos entonces invalidar la ley?”
pregunta el apóstol Pablo. “¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la Ley” (Romanos 3:31). Luego continúa describiendo los mandamientos como algo “santo, justo y bueno” (Romanos 7:12) e insiste que
él no está “sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo” (1 Corintios 9:21).
Hemos hablado suficiente de la ley, pero ¿qué hay del evangelio?
Intentaremos dar una mayor respuesta a esta pregunta en los capítulos siguientes, pero la respuesta básica va como sigue: Es la ruptura
de la ley la que nos permite ver nuestra necesidad del evangelio.
Mientras más claramente vemos lo que la ley de Dios nos exige, más
se hace obvio que no estamos en capacidad de cumplir sus mandamientos, lo cual es la razón exacta de por qué necesitamos el evangelio. No podemos ser salvos por medio del cumplimiento de la ley
porque no la cumplimos. ¡Pero Jesús sí! Él cumplió toda la ley en
nuestro nombre. Perfectamente. Pero más aun, en su muerte en la
cruz él sufrió el castigo que nosotros merecemos por nuestro fracaso
en obedecer la ley de Dios. Por lo tanto, todo aquel que cree en
Escrito en Piedra
25
Jesucristo será salvo porque él cumplió la ley y por su sufrimiento
padecido.
Como creyentes en Jesucristo, ¿debemos seguir cumpliendo la ley
de Dios? Sí. La ley moral expresa la voluntad recta y perfecta de Dios
para nuestras vidas. Jesús nos mandó obedecer la ley, no como un
medio de justificación ante Dios, sino como una forma de agradar a
Dios quien nos ha hecho justos ante Él.
PREGUNTAS PARA ESTUDIAR
1. ¿Cuántos de los Diez Mandamientos puede usted enumerar (¡sin
hacer trampa!)?
2. ¿Qué nos dice el prólogo “Yo soy Jehová, tu Dios” acerca de Dios
y de su relación con su pueblo?
3. ¿Qué nos dicen los cuatro primeros mandamientos sobre el carácter de Dios?
4. Lea cada uno de los Diez Mandamientos y explique como cada
uno de ellos se relaciona con la ley de amar a Dios y a nuestro
prójimo.
5. ¿Cómo sabemos que las leyes de Dios son eternas, de obligatorio
cumplimiento antes y después de que fueron dadas?
6. Algunos cristianos se apoyan en el Nuevo Testamento para decir
que ya no necesitan obedecer los Diez Mandamientos. ¿Por qué
esto es falso?
7. ¿Podemos ser justificados por la ley? ¿Por qué sí o por qué no?
8. ¿Cuál es el propósito de la ley?
9. ¿De qué manera Jesús cumplió toda la ley de Dios?
10. “Siempre que la gente tiene poco respeto por la ley de Dios… es
porque en último caso tienen también poco respeto por Dios”.
¿Qué áreas en su vida tienen acciones y actitudes que reflejan un
alto respeto por Dios y su ley, específicamente, los Diez Mandamientos? ¿Qué áreas de su vida necesitan aún algún trabajo?
2
UN
ARTÍCULO MULTIUSO
Pero sabemos que la Ley es buena, si uno la usa legítimamente
1 TIMOTEO 1:8
L
os consumidores estadounidenses tienen una fascinación con los
artículos multiuso. Consideremos el extraordinario éxito de la navaja suiza del ejército. Junto a una ordinaria navaja, este hábil artilugio
viene con un mondadientes, unas pinzas, un par de tijeras, un par de
destornilladores, una lima, una sierra y un sacacorchos. La herramienta es una navaja, pero es también mucho más: una herramienta indispensable para realizar aparentemente cualquier tarea.
Al igual que una herramienta todo-en-uno, la ley de Dios es un
artículo multiuso. Esta importante verdad ayuda a explicar por qué la
Biblia habla de la ley en tantas formas diferentes. Dios tiene más de
un propósito para su ley, y lo verdaderamente importante es saber
cómo usarla. Como el apóstol Pablo observó, “la ley es buena, si uno
la usa legítimamente” (1 Timoteo 1:8). En este capítulo se consideran
tres maneras de utilizar la ley de Dios: Primero, la ley enseña al pueblo redimido de Dios como vivir para la gloria de Dios; segundo, la
ley restringe el pecado en la sociedad; y tercero, la ley muestra a los
pecadores su necesidad de un Salvador. Para decir lo mismo de una
manera ligeramente diferente, la ley es un mapa (guía nuestra conducta), un bozal (evita que hagamos cosas malas) y un espejo (nos
1
muestra nuestro pecado).
28
ESCRITO EN PIEDR A
NOS ENSEÑA COMO VIVIR
Puede resultar sorpresivo descubrir que los Diez Mandamientos no
comienzan con la ley, sino con el evangelio: “Habló Dios todas estas
palabras: ‘Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto,
de casa de servidumbre’” (Éxodo 20:1-2). Como hemos visto, estos
versículos enseñan que la ley viene de Dios, el gran Dios del pacto que
reveló su gloria en la montaña. ¡Y este gran Dios es un Dios que salva!
Al principio del capítulo 20 Dios resume toda la épica aventura del
éxodo en dos cortas frases: “que te saqué de la tierra de Egipto, [y] de
casa de servidumbre”. Dios estaba recordando a su pueblo las buenas
nuevas de su salvación. Por siglos habían languidecido bajo la opresión de Faraón. Al enviar terribles plagas, abrir el mar, salvarlos por
medio de la sangre de un cordero, y darles pan en el desierto, Dios
liberó a su pueblo. Su liberación fue el gran evento salvador del Antiguo Testamento.
Casi inmediatamente después de liberar a su pueblo, Dios les dio
su ley. El orden es importante: primero el evangelio, después la ley.
Como el teólogo holandés Jochem Douma escribió en su exposición
maestra de Éxodo 20: “Los mandamientos siguen al evangelio de libe2
ración inmerecida”.
Muchos cristianos creen que la ley se opone de algún modo al
evangelio. Asumen que en el Antiguo Testamento la salvación vino
por la ley, mientras que en el Nuevo Testamento la salvación viene
por la gracia. Pero la verdad es que la salvación siempre ha sido por
gracia, y que la ley y el evangelio trabajan juntos a favor de la salvación en ambos testamentos. La gracia del evangelio nunca ha sido
opuesta al uso apropiado de la ley.
Vemos a la ley y el evangelio trabajar juntos en Éxodo, el cual
contienen tanto el más claro ejemplo de salvación por la gracia del
Antiguo Testamento como la presentación más completa de la ley de
Dios. Es importante notar que Dios no dio a Israel los Diez Mandamientos hasta llegar al capítulo 20. Los anteriores capítulos 1 al 19
cuentan la historia de la salvación por gracia, cuando Dios cumple su
promesa del pacto de sacar a Israel de Egipto. Luego viene el capítulo
20, en el que Dios da a su pueblo una ley por la cual vivir.
La ley era para aquellos que ya había sido redimidos. El tema
recurrente de Éxodo es que el pueblo de Dios es salvo para la gloria
de Dios. El problema con Faraón y los egipcios no fue simplemente
Un artículo multiuso
29
que estuviera mal que tuvieran esclavos, sino que ellos estaban evitando que los israelitas sirvieran a Dios. Con el éxodo hubo un cambio de amos. El pueblo de Dios fue liberado de su esclavitud a Faraón
para servir al Dios viviente y verdadero, no como esclavos capturados, sino como hijos e hijas liberados. La ley que Dios les dio al
momento de su emancipación no fue una nueva forma de esclavitud,
sino una carta de libertad. Fue sólo porque el pueblo de Dios había
sido salvo por gracia que eran ahora libres para vivir por la ley del
pacto. Habían sido redimidos; por lo tanto, no tendrían otros dioses,
ni harían ídolos, y así sucesivamente. Dios no liberó a su gente para
que hicieran lo que quisieran, sino para que pudieran vivir para Él.
Esta fue la razón de ser del éxodo. Moisés continuó diciendo al Faraón: “Deja ir a mi pueblo, para que me sirva en el desierto” (Éxodo
7:16). Este es uno de los usos más importantes de la ley: enseñar a la
gente que ha sido redimida cómo vivir para la gloria de su Dios.
El pueblo de Dios siempre debe recordar la conexión existente
entre la gracia de Dios y la ley de Dios. En el libro de Deuteronomio
Dios dio a los padres de Israel las siguientes instrucciones:
Mañana, cuando te pregunte tu hijo: “¿Qué significan los
testimonios, estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios
os mandó?”, dirás a tu hijo: “Nosotros éramos siervos del
faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano
poderosa. Jehová hizo delante de nuestros ojos señales y
milagros grandes y terribles en Egipto, contra el faraón y
contra toda su casa. Y nos sacó de allá para traernos y darnos la tierra que prometió a nuestros padres. Jehová nos
mandó que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová, nuestro Dios, para que nos vaya bien todos
los días y para que nos conserve la vida, como hasta hoy”. –
6:20-24
Cuando los hijos de Israel preguntaran por qué debían obedecer la
ley de Dios, sus padres debían contarles una historia. La única manera
en que podrían entender el significado de la ley era conociendo su
contexto, cuál había sido la experiencia del éxodo, la historia de su
salvación. Primero el evangelio, luego la ley.
La relación entre la ley y el evangelio en el éxodo fija (o tipifica) el
patrón para un propósito de la ley en la vida cristiana: la ley enseña al
pueblo redimido de Dios cómo vivir. Nosotros también tenemos una
30
ESCRITO EN PIEDR A
historia que contar, la historia de nuestra redención en Cristo Jesús. La
historia comienza con nuestra esclavitud del pecado. Nos encontrábamos en una esclavitud espiritual tan grave que no teníamos posibilidades de escapar de ella. Pero Dios nos libró del pecado y de Satanás
a través de la obra salvadora de Jesucristo. Su muerte y resurrección
fueron nuestro gran éxodo, nuestra emancipación.
Ahora que hemos recibido la gracia de Dios en el evangelio, ¿qué
viene a continuación? ¿Estamos en libertad de vivir como queramos?
¿Podemos ser salvos y seguir llevando una vida pecadora? ¡Por supuesto que no! Lo que estamos en libertad de hacer es vivir de una
forma que agrade a Dios. Martín Lutero explicó una vez este principio
a uno de sus estudiantes. Lutero había estado hablando acerca de la
gracia libre de Dios para los pecadores, como nuestra salvación no
descansa en nuestras buenas obras sino en la obra salvadora de Jesucristo. “Si lo que usted dice es verdad”, objetó el estudiante, “¡entonces podemos vivir como queramos!” Lutero replicó “Sí. ¿Entonces qué
3
quieres?”
Lo que Lutero dijo al estudiante se apega perfectamente a las Escrituras. El apóstol Pedro dijo: “Actuad como personas libres, pero no
como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo,
sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16). Porque hemos sido liberados por la gracia estamos obligados a amar y obedecer a Dios. El
apóstol Pablo añadió que estamos también obligados a amar a nuestros semejantes: “Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino
servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13). Nótese lo que
Pedro y Pablo están diciendo en estos versículos: Nos dicen que debemos amar a Dios y a nuestros semejantes, que es lo mismo de lo
que los Diez Mandamientos tratan. Pablo hace esta conexión explícita
cuando dice a continuación: “porque toda la Ley en esta sola palabra
se cumple: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’” (Gálatas 5:14). Por
supuesto, Pedro y Pablo estaban simplemente repitiendo lo que Jesús
dijo cuando resumió la ley en dos Grandes Mandamientos: Amar a
Dios y amar al prójimo (véase Mateo 22:37-40). Jesús también dijo: “Si
me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). El evangelio de
Jesucristo nos obliga a obedecer la ley de Dios.
Como creyentes, estamos llamados a vivir de una manera que agrade
a Dios, lo cual quiere decir vivir de acuerdo a sus normas perfectas.
Las reglas de Dios no han cambiado, como si de alguna forma su
Un artículo multiuso
31
gracia hubiera redefinido su rectitud. Por el contrario, como vimos en
el capítulo anterior, la ley moral expresa el carácter verdadero de
Cristo. Bajo la hábil dirección del Espíritu Santo, sigue siendo nuestra
guía y maestra. El puritano Tomás Watson escribió: “La ley moral es la
copia de la voluntad de Dios, nuestra guía espiritual; nos muestra qué
4
pecados evitar y qué deberes cumplir”. Siguiendo la misma línea, el
obispo anglicano J. C. Ryle dice: “No existe mayor error que suponer
que un cristiano no tiene nada que ver que la ley y los Diez Mandamientos, porque no puede ser justificado al obedecerlos. El mismo
Espíritu Santo que convence al creyente de pecado por medio de la
ley y le lleva a Cristo para justificación, siempre le llevará al uso espiritual de la ley como una guía amistosa en la búsqueda de la santifica5
ción”. La ley es útil para instruirnos en rectitud. Nos ayuda a conocer
lo que es agradable a Dios. Nos muestra cómo vivir.
RESTRINGE EL PECADO EN LA SOCIEDAD
Existe un segundo uso de la ley que también es mencionado en Éxodo 20. Dios usa la le para restringir el pecado en la sociedad humana.
Los mandamientos de la ley, con su acusación de culpa y amenaza de
castigo, desaniman a las personas en cuanto a pecar contra Dios. La
ley no evita por completo que las personas pequen, por supuesto,
porque no puede cambiar nuestra naturaleza pecaminosa, pero en
cierta medida la ley sí sirve para restringir nuestro pecado.
Dios quiso que la ley tuviera este efecto restrictivo sobre Israel.
Cuando el pueblo recibió los Diez Mandamientos, respondieron con
temor y temblor. Se sintieron sobrecogidos por Dios y por el poder
dominante de su voz, pero Moisés les aseguró que la ley de Dios era
en realidad para el beneficio de ellos. Les dijo: “No temáis, pues Dios
vino para probaros, para que su temor esté ante vosotros y no pequéis” (Éxodo 20:20). La ley era en parte un elemento disuasivo. Tenía el propósito preventivo de mantener al pueblo de Dios lejos del
pecado. La amenaza del castigo de la ley mantenía la perversión del
pueblo bajo control. Calvino comparó este uso de la ley con la brida
que controla a un caballo rebelde:
La segunda función de la Ley es, por medio de su denuncia
temible y el consiguiente temor al castigo, contener a aquellos que, a menos que sean forzados, no tienen respeto al-
32
ESCRITO EN PIEDR A
guno por la rectitud y la justicia. Estas personas son reprimidas sin que sus mentes sean internamente movidas y afectadas, sino como si se les colocará una brida, sus manos son
refrenadas de actos externos, manteniendo internamente bajo
control la perversión que, de otra forma, estallaría violentamente.6
La razón por la cual la ley puede mantener a la gente alejada del
pecado es, como vimos en el capítulo anterior, que ella expresa muchos de los atributos de Dios Todopoderoso, como su soberanía y
justicia. Por lo tanto, la ley tiene el poder de estimular el temor a Dios
y, al mismo tiempo, desanimar todo deseo de pecar contra él. La ley
enseña que existe un Dios grande y poderoso que castiga a la gente
por sus pecados. Esto tiene el efecto inevitable de advertirnos que no
debemos pecar contra él.
La ley sigue teniendo este efecto restrictivo hoy en día, razón por
la cual muchos cristianos están a favor de colocar a los Diez Mandamientos en el salón de clases y en la sala de justicia. Vivimos en una
sociedad crecientemente sin ley. Los efectos de esto se ven en la
escuela, donde los maestros casi siempre lidian con problemas de
conducta y frecuentemente con la amenaza real de la violencia. Los
efectos también se ven en las cortes de justicia, donde los jurados
deben enfrentar crímenes atroces y los jueces luchan para saber lo
que la justicia demanda. Necesitamos una guía moral y ¿qué mejor
guía que los mandamientos de Dios escritos en piedra?
Existen algunas razones para ser escépticos acerca de cuánto bien
haría esto. Siempre existe el riesgo de que poner la ley de Dios en
edificios públicos la trivialice, así como Dios es trivializado cuando su
nombre es colocado en las monedas y billetes estadounidenses. ¿Colocar simplemente los Diez Mandamientos hará que la gente respete a
Dios y a su ley? Hasta cierto punto sí, pero lo que la gente realmente
necesita no es sólo la ley, sino el evangelio. ¿De qué servirá que las
personas sepan lo que Dios exige de ellas a menos que el Espíritu
Santo les haga capaces de cumplir tales exigencias? Más un, como
veremos en un momento, uno de los propósitos principales de la ley
es demostrarnos que somos incapaces de obedecerla. Por lo tanto,
más que mantenernos alejados del pecado, colocar los Diez Mandamientos en la pared nos mostrará fundamentalmente lo pecadores
que en realidad somos.
Un artículo multiuso
33
No obstante, y aparte de todo asunto constitucional referente a la
separación entre la iglesia y el estado, colocar los Diez Mandamientos
es una buena y piadosa idea. Los mandamientos vienen de la Palabra
de Dios, la cual nunca falla en cumplir su propósito (Isaías 55:11).
Además, es bueno que la gente sea confrontada con una norma absoluta de lo bueno y lo malo, dada por un Dios de verdad y justicia. La
propia existencia de los Diez Mandamientos declara que daremos
cuenta a Dios de todo lo que hagamos o dejamos de hacer.
Esto sin duda alguna explica porqué existe tanta oposición a la
exposición de los Diez Mandamientos. La gente se siente incomoda
frente a la idea de que Dios les diga qué hacer; y por esto tratan de
ignorar sus mandamientos, frecuentemente con éxito. En el caso Stone
versus Graham, la Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó la
idea de que los Diez Mandamientos tuvieran lugar alguno dentro de
la educación secular. La Corte razonó lo siguiente:
El propósito preeminente de colocar los Diez Mandamientos en las paredes del salón de clases es claramente de naturaleza religiosa. Los Diez Mandamientos son indudablemente un texto sagrado… y ninguna declaración legislativa de
un supuesto propósito secular puede ocultarnos tal hecho.
Los mandamientos no se limitan a posibles asuntos seculares, como honrar a los padres, el asesinato u homicidio, el
adulterio, el robo, el falso testimonio y la codicia. Más bien,
la primera parte de los mandamientos se refieren a deberes
religiosos de los creyentes: Adorar a Dios el Señor solamente, evitar la idolatría, no usar el nombre del Señor en vano,
y observar el día de reposo.7
Ya sea que la justicia haya tomado o no la decisión correcta con
relación a este asunto constitucional, está en lo cierto en cuanto a lo
que los Diez Mandamientos hacen: Nos confrontan con nuestro deber
hacia Dios así como hacia nuestros semejantes. Es bueno que la gente
sea confrontada, porque la ley de Dios tiene la habilidad de restringir
el pecado en la sociedad. Los cristianos que desean exponer los Diez
Mandamientos tienen el instinto correcto. Aunque la ley por sí misma
no puede salvar, sí sirve para promover una sociedad justa. La ley de
Dios instruye a la conciencia, de manera que cualquiera que lee los
Diez Mandamientos tiene un mayor sentido de lo que Dios exige y de
lo que Dios prohíbe. Este conocimiento de Dios y su ley puede man-
34
ESCRITO EN PIEDR A
tener a la gente alejada del pecado. A medida que la ley de Dios –con
todas sus amenazas y castigos- se filtra en la ley de la tierra, disuade
a la gente de cometer pecados especialmente destructivos.
REVELA NUESTRA NECESIDAD DE UN SALVADOR
Hasta ahora hemos considerado lo que ley es capaz de hacer. Enseña
al pueblo redimido de Dios cómo vivir para la gloria de Dios, y restringe el pecado en la sociedad. Pero hay todavía una cosa más que la
ley no es capaz de hacer y es traer la salvación completa y definitiva.
La ley carece de poder a este respecto porque es debilitada por la
naturaleza pecaminosa (véase Romanos 8:3). Sin embargo, a pesar de
esta carencia de poder para salvar sigue siendo útil porque nos demuestra que necesitamos de alguien más para salvarnos. Este es, quizás, el uso más importante de la ley: mostrar a los pecadores su necesidad de un Salvador.
Para ver como la ley hace esto es necesario comprender que Israel
fue obligado a mantener la ley perfectamente. Hay muchas indicaciones de esto en el Éxodo. Una aparece en el capítulo 24, cuando los
israelitas prometen obedecer la ley de Dios. Después que Moisés leyó
el Libro del Pacto, la gente dijo: “Obedeceremos y haremos todas las
cosas que Jehová ha dicho” (v. 7). Los israelitas estaban obligados a
obedecer toda la ley de Dios por su propia promesa. Para decirlo de
otra forma, estaban obligados a mantener el pacto de Dios. Moisés
luego les dijo: “Y él [Dios] os anunció su pacto, el cual os mandó
poner por obra: los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas
de piedra” (Deuteronomio 4:13).
Los israelitas estaban obligados a mantener la ley de Dios no sólo
porque lo habían prometido, sino porque esto era lo que requería su
salvación: perfecta obediencia a la voluntad revelada de Dios. En un
sentido, por supuesto, los israelitas ya eran salvos. Habían sido liberados de Egipto. Sin embargo, esta no había sido su salvación completa
y definitiva. Fue tan sólo una liberación terrenal y Dios había planificado que ellos pasaran la eternidad con él en el cielo. Pero para que
los israelitas pudieran alcanzar tal destino, debían cumplir completamente con los requerimientos justos de la ley de Dios. Como Moisés
luego les recordó: “Jehová nos mandó que cumplamos todos estos
estatutos… Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra
todos estos mandamientos delante de Jehová, nuestro Dios, como él
Un artículo multiuso
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nos ha mandado” (Deuteronomio 6:24a-25). Dios les dice de nuevo:
“Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, porque el hombre que los cumpla, gracias a ellos vivirá” (Levítico 18:5). Jesús hizo la
misma declaración más tarde: “si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos” (Mateo 19:17b). Para ser rectos delante de Dios, los
israelitas debían mantener su ley; y si ellos hacían esto serían salvos
por siempre.
¡El problema fue que no pudieron mantenerla! De hecho, no pasó
mucho tiempo desde que Dios les dijo que no tuvieran otros dioses o
que no hicieran ídolos cuando ya habían hecho un becerro de oro
(Éxodo 32). Esto demuestra que a pesar de toda su utilidad para enseñarnos cómo vivir, la ley no tiene el poder para transformar nuestra
naturaleza pecaminosa. En lugar de ello, la ley es como un espejo que
muestra cada espinilla en el rostro de alguien, muestra cuán pecadores somos realmente.
Aun peor, la ley fue un medio para provocar nuestro pecado. El
apóstol Pablo discutió esto en Romanos 7. Primero puntualiza lo que
hasta ahora hemos estado haciendo, es decir, que la ley revela nuestro pecado. Dice: “Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley” (Romanos 7:7b). Entonces, usando los diez mandamientos como ejemplo, Pablo continúa explicando que en cierta forma la ley sirve, de
hecho, para estimular el pecado: “tampoco conocería la codicia, si la
Ley no dijera: ‘No codiciarás’. Pero el pecado, aprovechándose del
mandamiento, produjo en mí toda codicia” (vv. 7c-8a).
Es bastante malo que la ley provoque pecado, pero la situación es
aun más grave, porque el pecado lleva a la muerte. Pablo continua
diciendo: “porque sin la Ley, el pecado está muerto. Y yo sin la Ley
vivía en un tiempo; pero al venir el mandamiento, el pecado revivió y
yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí
me resultó para muerte, porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por él me mató” (vv. 8b-11). Romper la ley
lleva a la muerte. Esto sería ya bastante malo, pero créalo o no, la
situación puede empeorar todavía más, porque aquellos que pecan y
mueren están malditos por Dios. Como dicen las Escrituras: “Todos
los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues
escrito está: ‘Maldito sea el que no permanezca en todas las cosas
escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas’” (Gálatas 3:10).
Entonces, esta era la situación: El pueblo de Dios estaba obligado
a mantener una ley que no podían obedecer. En lugar de darles una
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ESCRITO EN PIEDR A
completa y definitiva salvación, la ley exponía su pecado sometiéndolos a la muerte y finalmente a la ira y la maldición de Dios. Juan
Calvino escribió que mientras que la ley “muestra la rectitud de Dios,
es decir, la única rectitud aceptable para Dios, advierte, instruye y
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convence y condena también a cada hombre por su propia irrectitud.”
Entonces, ¿por qué Dios dio la ley a su pueblo? ¿Por qué les dio
algo que no sólo les gobernaría, sino también les condenaría? La respuesta es que Dios les dio su ley para que pudieran creer en su
evangelio. Todos los grandes teólogos han comprendido esto. Agustín
dijo: “La utilidad de la ley reside en que convence al hombre de su
enfermedad y lo mueve a buscar el remedio de la gracia, la cual es en
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Cristo” Martín Lutero lo explicó de esta forma: “Por lo tanto no abolimos la Ley; pero demostramos su verdadera función y uso, es decir,
que es un sirviente más útil impulsándonos a Cristo. Después que la
Ley te ha humillado, aterrorizado y aplastado completamente, llevándote al borde de la desesperación, entonces vemos como usar la Ley
correctamente; pues su función y uso no es sólo revelar el pecado y la
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ira de Dios, sino también llevarnos a Cristo”. Juan Calvino lo expresó
más simplemente diciendo que “Moisés no tenía otra intención que
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invitar a todos los hombres a ir directamente a Cristo”. Y Carlos
Spurgeon dijo: “Como la fina aguja prepara el camino para el hilo, así
también la ley penetrante abre el camino para el brillante hilo platea12
do de la gracia divina”.
El plan de Dios fue enviar un Salvador para su pueblo. Primero, sin
embargo, debía darles la ley en forma de una alianza en palabras, un
pacto que no pudieron guardar. Al revelarles su pecado, esta ley les
mostró que necesitaban de un Salvador eterno, y por esto fue necesario un tiempo largo antes de la venida de Cristo. Como nosotros, los
israelitas fueron salvados por gracia por medio de la fe. La principal
diferencia es que su fe fue en un Salvador que vendría, mientras que
la nuestra es en el Dios Salvador que fue ya enviado. Pero, ¿cómo
hubieran podido ver los israelitas su necesidad de un Salvador a menos que sus pecados hubieran sido expuestos primero y condenados
por la ley de Dios? Esta es la razón por la cual necesitaban de la ley.
Ellos la necesitaban para que les ayudara a creer en el evangelio y, de
esta forma, la ley de Dios sirvió en última instancia para glorificar la
gracia de Dios. Pablo lo explicó de la siguiente forma: “La Ley, pues,
se introdujo para que el pecado abundara; pero cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia, porque así como el pecado reinó
Un artículo multiuso
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para muerte, así también la gracia reinará por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:20-21).
USANDO LA LEY HOY
Como artículo multiuso, hoy en día la ley de Dios es más útil que
nunca. Muestra al pueblo redimido de Dios cómo vivir para la gloria de
Dios, y restringe el pecado en la sociedad. Existe una cosa, sin embargo, que la ley no puede hacer y es hacernos justos delante de Dios. No
podemos ser justificados por nuestro propio ejercicio de la ley.
Si estuviéramos en capacidad de cumplir perfectamente con la ley
de Dios, entonces ella podría salvarnos. De acuerdo con la propia
Palabra de Dios, la persona que obedece los mandamientos vivirá por
ellos (Romanos 10:5; Gálatas 3:12). El problema está en que no podemos mantenerlos. Como dicen las Escrituras: “no se justificará delante
de [Dios] ningún ser humano” (Salmo 143:2b). La ley de Dios es la que
prueba de que somos injustos: “porque por las obras de la Ley ningún
ser humano será justificado delante de él, ya que por medio de la Ley
es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Puesto que el pecado lleva al juicio, la ley por tanto nos muestra que somos condenados
por Dios y que sin su gracia estaremos perdidos por siempre.
En uno de sus muchos dibujos de Éxodo, el caricaturista Baloo
representa a Moisés dando a Israel los Diez Mandamientos. Con una
mirada de consternación, el pueblo dice: “Nosotros estábamos espe13
rando ser aceptados tal como somos”. Esto es lo que siempre esperamos, que Dios nos permita llegar a él “tal como somos”. Sin embargo, porque Dios es santo, él no puede aceptarnos tal como somos y
necesitamos saber esto. Es absolutamente esencial que sepamos eso.
Debemos vernos a nosotros mismos como realmente somos, razón
por la cual necesitamos la ley de Dios, no para salvarnos, sino para
mostrarnos lo mucho que necesitamos de un Salvador. Según Martín
Lutero, “La verdadera función y uso apropiado y principal de la Ley es
revelar al hombre su pecado, ceguera, miseria, debilidad, ignorancia,
odio y desprecio a Dios, la muerte, el infierno, el juicio y la bien
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merecida ira de Dios”.
La ley nos muestra estas cosas para que comencemos a buscar un
Salvador. Donald Grey Barnhouse lo explicó así: “La ley de Dios es
como un espejo. Ahora bien, el propósito de un espejo es revelarle
que su cara está sucia, pero no lavar su rostro. Cuando se mira en un
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ESCRITO EN PIEDR A
espejo y ve que su cara está sucia, usted no toma el espejo de la pared
y lo frota contra su rostro como si fuera algún agente limpiador. El
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propósito del espejo es hacerle llegar al agua.” La ley nos ayuda de
la misma forma: no salvándonos, sino mostrándonos nuestra necesidad de un Salvador. Esto es así tanto para cristianos como para no
cristianos. La ley nos muestra nuestro pecado para que alabemos a
Dios por salvarnos por medio de Cristo.
Tristemente, la ley de Dios ha caído en desgracia en las iglesias
contemporáneas. Ya no es predicada como el modelo eterno de rectitud de Dios o aplicada en su relación completa con el evangelio. No
hay duda alguna de que esto es así porque la ley resulta poco atractiva.
De hecho, algunas veces enfurece a las personas. Sin embargo, la predicación de la ley es absolutamente esencial para alcanzar a los perdidos. Sólo escuchando la ley de Dios los pecadores pueden ser convencidos de sus pecados y, así, ver su necesidad del evangelio. Un ministro
que entendió esto fue Archibald Alexander, uno de los profesores fundadores del Seminario de Princeton. Cuando el hijo del Dr. Alexander
fue ordenado para el ministerio pastoral, le dio el siguiente consejo:
“Deja que la ley sea proclamada fielmente, como obligatoria para toda
criatura y como condenación a cada pecador impenitente, y deja que la
total incapacidad del hombre para satisfacer sus demandas se manifieste claramente, no como una excusa sino como una falla; y luego deja
que las riquezas de la gracia en Cristo Jesús sean plenamente exhibidas
y libremente ofrecidas, y que todos –sin importar su gran pecado- sean
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urgidos a aceptar el perdón inmerecido y la completa salvación.”
Esta es la manera correcta de finalizar este capítulo, con el uso
correcto de la ley y con las riquezas de la gracia que Dios ofrece en
Cristo Jesús. Mientras más miremos en el espejo de la ley de Dios, más
claramente veremos que somos pecadores que necesitan de un Salvador. Una vez que vemos esto, necesitamos mirar a Jesús, quien cumplió completamente con todas las exigencias de la ley de Dios y sufrió
el castigo que merecíamos nosotros por nuestro pecado. Hay clemencia para todo aquel que viola la ley y perdón para todo pecador que
confía en Jesucristo.
PREGUNTAS PARA ESTUDIAR
1. ¿Qué artículo multiuso compró usted durante el último año? ¿Fue
una buena o una mala compra?
Un artículo multiuso
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2. ¿Cuál de los tres usos de la ley –enseñar al pueblo redimido de
Dios cómo vivir para la gloria de Dios, restringir el pecado en la
sociedad, y mostrar a los pecadores su necesidad de un Salvadores más comúnmente enfatizada en su iglesia? ¿Dónde se enseña
esto en su opinión?
3. Dé algunos ejemplos de la gracia trabajando con la ley para salvar a la gente en el Antiguo Testamento.
4. Si la ley es para aquellos que ya han sido redimidos, ¿deberíamos
desear o esperar que los incrédulos sigan las leyes de Dios? Explique su respuesta.
5. ¿Cuál es la relación entre nuestra libertad del pecado y nuestra
obediencia a la ley de Dios?
6. ¿Cómo ve usted mismo la conexión entre libertad y obediencia
en su propia vida?
7. Los israelitas respondieron con miedo y temor cuando escucharon la ley de Dios. ¿Cómo acostumbra responder usted cuando
escucha o piensa acerca de la ley de Dios?
8. Defienda una propuesta de colocar los Diez Mandamientos en
los salones de clases y los juzgados. ¿Qué alcanzaría con ella?
9. ¿Cómo la ley nos lleva a Cristo?
10. Nombre algunas formas en las que Dios haya usado la ley en su
vida.
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