Cuando nos cabalgábamos ladraban, turbios irredentos que no probaron el sabor de las bocas en las bocas (aunque en nuestros besos tu boca se fuera a veces a otras bocas, qué dolor) Qué fue de aquella cuenta, qué del desasosiego adentro, del temblor en los ojos, ah cómo les doliera si nos hubieran contado también cuánto nos cabalgamos y cuántas fueron, mientras ladraban, las miradas.