Universidad Central del Ecuador Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación Carrera de Pedagogía de las Ciencias Experimentales, Química y Biología Narrativa académica Minayo Llumiquinga Alex Mateo Octavo “A” 28 de noviembre de 2022 Mi primera práctica profesional Aquel día comenzó muy temprano en la mañana, un sol incandescente cubría a la cuidad y una sensación de nervios mezclada con emoción inundaba mi cuerpo. Era una certeza, mi primer día de práctica profesional en la Unidad Educativa Fiscal “Conocoto” comenzaría en unas horas, lugar donde conocería a la rectora de la institución, mi docente tutor, compañeros docentes, y, sobre todo, los estudiantes. La incertidumbre se hizo presente al no saber que esperar de las personas y experiencias que formarían parte de una nueva etapa en mi vida académica, a pesar de eso, mi mente tenía clara la idea de dar todo de mi para demostrar mis capacidades y habilidades en mi profesión, aquella que muchas veces es incomprendida, poco recompensada, pero que llena de tanta satisfacción a la vez, la docencia. El viaje comenzó iniciada la tarde, me dirigí hacia la parada de transporte más cercana y me dispuse a iniciar el camino, el cual transcurrió de manera tranquila, en el que ningún aspecto del exterior alejaba a mi mente del pensamiento que algo nuevo estaba a punto de comenzar. Mi inexperiencia en conocer el camino a la institución no me detuvo en llegar pronto al lugar, este se presentó como un lugar tenue con sus colores blanco y azul oscurecido en sus paredes exteriores, tal vez como producto del descuido. Mi primer contacto fue con el guardia que resguardaba el recinto, él me mostró el camino hacia el rectorado, lugar donde tendría mi primer acercamiento a la docencia. Caminé con seguridad hacia el rectorado, pero mi pasó fue interrumpido por la señora inspectora general, persona de estatura baja, pero con un aura de autoridad me indicó que era precioso esperar que la señora rectora concluya con una reunión en curso. Me predispuse a esperar en un asiento, mientras lo hacía, a lo lejos observé una figura conocida, una compañera y amiga se presentaba al igual que yo a la institución para comenzar la práctica. Se sentó junto a mí y entablamos una plática sobre nuestras expectativas antes de comenzar la aventura, el conflicto era claro, ninguno de los dos sabía que esperar, los nervios eran evidentes, tal vez el conflicto más grande lo teníamos en nuestras mentes, combatiendo contra pensamientos negativos que pudieron poner evidencia nuestra falta de experiencia. Transcurrido un tiempo se nos permitió el ingreso al rectorado, mientras subía las gradas hacia el lugar, por poco los nervios me consumen, pero supe mantener la calma e ingresé, dentro encontré a una persona amigable, joven, pero con la madurez requerida para dirigir una institución, nos permitió sentarnos a iniciar el diálogo, después de presentarme sentí alivio impulsado por la actitud tranquila de la señora rectora. La conversación no tuvo inconvenientes, la mandamás de la institución nos daba una bienvenida cálida augurando grandes éxitos para nosotros, seguidamente nos presentó a nuestra docente tutora, una docente ejemplar según las palabras de la señora rectora, palabras que comprobaríamos tiempo después. El primer acercamiento fue amigable y el trabajo comenzó de inmediato, una actividad que se veía tan lejana estaba a unos minutos de empezar, la primera clase como docente. La sensación de nervios incrementaba mientras más me acercaba al curso, una vez que lo hice me encontré con niños y niñas con variedad de características, un curso tenue por la falta de iluminación, pienso que todos nos sentimos temerosos de no saber que esperar de cada uno, mientras navegaba en mis pensamientos, mi docente tutora me permitía el derecho de tomar la palabra, presentarme ante el grupo y empezar mi primer clase. En un abrir y cerrar de ojos, el sonido de la sirena daba por terminada la clase, sin darme cuenta mi primer momento como docente concluía y entendí que todos mis miedos y temores, aunque justificados, no debieron tener lugar en mi cabeza, las dudas sobre si lo haría bien se dispersaron al sentir en lo más profundo de mi ser que esa profesión fue hecha para mí. Desde aquel momento no tuve más dudas ni temores al enfrentarme a nuevos estudiantes, el quehacer docente pasó a formar parte de mi realidad, y no volví a tener a un nuevo reto, desde ese momento afronto con emoción mi labor. Ese día marco el inicio de una aventura que aún no termina, que me ha dado la oportunidad de experimentar un sinnúmero de vivencias en el campo profesional y crecer más allá de mis propias expectativas.