EL PROCURADOR Una columna sobre conspiraciones, misterios, fantasía y realidad Por Silvano Caña Es un viernes nublado y frío, salgo apurado de la oficina, estoy llegando tarde a un miting político al que fui amablemente invitado, viene un parlamentario a exponer su actividad en el Congreso. Repito, es un viernes de invierno, tengo ganas de ir a casa pero mi última obligación del día es oír la chachara del congresista. Antes de salir me preparo un café, lo tomo parado, solo, en silencio, mirando por los ventanales de la oficina los autos que van y vienen, las personas que pasan por la vereda que no saben que detrás de esas cortinas azuladas estoy yo saboreando mi cafesito. Hace mucho frío, a regañadientes camino las pocas cuadras que separan mi lugar de trabajo del comité. Arribo a mi lugar de destino, veo a través de las ventanas del lugar que el evento todavía no ha comienzado porque el orador no ha llegado, veo también que el lugar está atiborrado. Parado afuera del lugar está con su carrito de café Dante, al que muchos ahora conocen como Cantinflas, hablamos del frío, lo aburro hablándole de los beneficios del verano, que odio cargar con diez kilos de ropa en invierno, él me comenta, sin tantos reparos, que prefiere los días fríos porque vende más (aunque últimamente sus ventas han caído), sin más le pido un café con leche, lo bebo apresuradamente. Voy hasta la puerta de la sede partidaria, hay unas señoras bloqueando la entrada, empujo la puerta suavemente para no golpear a nadie e ingreso. Hago un pequeño análisis de la situación, veo todas las sillas ocupadas, algunas personas paradas en los costados, algunas caras conocidas, algunas me saludan y otras no. Diviso sobre el extremo izquierdo a media altura, cerca de una columna, una pequeña estufa encendida. Paso apresurado entre la multitud, atropellando a militantes, choco y saludo raudamente a un ex intendente, a un actual concejal y varios asesores más, sigo enfocado en llegar a la estufa incluso pisando los pies de algunos asistentes que me bloquean el paso, nada me detiene, necesito llegar hasta la columna para que el calor de la estufa me caliente el culo mientras escucho la charla. Una muchacha muy servicial pasa con una bandeja ofreciendo café, tomo uno vaso. A los veinte minutos de haber comenzado la exposición del parlamentario recibo un llamado de Macarena, una amiga y abogada, socia del estudio jurídico en el que trabajo que me informa sobre unas gestiones que tengo que hacer el próximo lunes en tribunales. Le pido un minuto para salir del auditorio y poder charlar (o escucharla) mejor. Hago el camino inverso al que hice hace unos minutos, todo se repite (menos los saludos a los políticos), vuelvo a pisar a varios asistentes y a chocar cuerpo a cuerpo con varios de ellos. Terminada la charla telefónica abro nuevamente la puerta de la sede partidaria, esta vez golpeando las espaldas de tres personas que bloqueaban el recorrido de la misma, los escucho rezongar e insultarme por lo bajo. Me doy cuenta que va a ser imposible regresar a mi lugar pretérito cerca de la estufa porque ya fue tomado. Decido no intentar volver a entrar pero hace un frío del carajo. Le pido a Dante Cantinflas otro café, él siempre cortés me lo sirve. Mientras estaba tomando mi cuarto café del día, me saluda El Director del Periódico. Estaba ahí cubriendo la noticia. Hablamos de política, coincidimos en algunos temas, en otro no. Sin importarle nuestras diferencias me propone que escriba una nota sobre el acto que estábamos presenciando (en realidad desde afuera no podíamos escuchar ni ver nada). Agradecí pero rechacé su propuesta, le dije que por el momento quería dejar la política a un costado y enfocarme en hacer crecer el estudio jurídico y en mi trabajo como docente. Quedamos en volver a juntarnos para charlar sobre algún tipo de colaboración mía a su Periódico. Ese día tomé cinco tazas de café. A los pocos días nos reunimos en mi oficina, tomamos café. Me propuso una columna quincenal sobre política, volví a rechazar la propuesta enfáticamente pero esta vez contraoferté una columna sobre conspiraciones y misterios internacionales, nacionales y locales, temas en los que me siento más a gusto y preparado (y de esa forma evitaría enemistades, odios y conflictos que trae la política). Disparé algunas ideas. El Director contraatacó. Como es debido, mis escritos pasarían ante él antes de su publicación y, por cuestiones de mercadeo o marketing él titularía mis columnas, al menos por un tiempo. Acepté.